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Estudio-vida de Juan CONTENIDO 1. PRÓLOGO 2. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (1) 3. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (2) 4. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (3) 5. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y LA EDIFICACIÓN (4) 6. EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA VIDA 7. EL PROPÓSITO DE LA VIDA 8. LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL: SER REGENERADO POR LA VIDA (1) 9. LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL: SER REGENERADO POR LA VIDA (2) 10. EL AUMENTO DE CRISTO Y EL CRISTO INMENSURABLE 11. LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA (1) 12. LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA (2) 13. LA NECESIDAD DEL MORIBUNDO: SER SANADO POR LA VIDA 14. LA NECESIDAD DEL IMPOSIBILITADO: SER VIVIFICADO POR LA VIDA 15. LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO: SER ALIMENTADO POR LA VIDA (1) 16. LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO: SER ALIMENTADO POR LA VIDA (2) 17. LA NECESIDAD DEL SEDIENTO: SER SACIADO POR LA VIDA (1) 18.LA NECESIDAD DEL SEDIENTO: SER SACIADO POR LA VIDA (2) 19. LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁN BAJO LA ESCLAVITUD DEL PECADO: SER LIBERTADOS POR LA VIDA (1) 20. LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁN BAJO LA ESCLAVITUD DEL PECADO: SER LIBERTADOS POR LA VIDA (2) 21. LA NECESIDAD DE LOS CIEGOS QUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN: RECIBIR LA VISTA Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA (1) 22. LA NECESIDAD DE LOS CIEGOS QUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN: RECIBIR LA VISTA Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA (2) 23. LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS: SER RESUCITADOS POR LA VIDA (1) 24. LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS: SER RESUCITADOS POR LA VIDA (2) 25. EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA (1) 26. EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA (2) 27. LA VIDA LAVA EN AMOR PARA MANTENER LA COMUNIÓN (1)

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Estudio-vida de Juan

CONTENIDO

1. PRÓLOGO2. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (1)3. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (2)4. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN (3)5. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y LA EDIFICACIÓN (4)6. EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA VIDA7. EL PROPÓSITO DE LA VIDA8. LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL: SER REGENERADO POR LA VIDA (1)9. LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL: SER REGENERADO POR LA VIDA

(2)10. EL AUMENTO DE CRISTO Y EL CRISTO INMENSURABLE11. LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA

(1)12.LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA

(2)13.LA NECESIDAD DEL MORIBUNDO: SER SANADO POR LA VIDA14.LA NECESIDAD DEL IMPOSIBILITADO: SER VIVIFICADO POR LA VIDA15.LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO: SER ALIMENTADO POR LA VIDA (1)16.LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO: SER ALIMENTADO POR LA VIDA (2)17. LA NECESIDAD DEL SEDIENTO: SER SACIADO POR LA VIDA (1)18.LA NECESIDAD DEL SEDIENTO: SER SACIADO POR LA VIDA (2)19.LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁN BAJO LA ESCLAVITUD DEL PECADO:

SER LIBERTADOS POR LA VIDA (1)20. LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁN BAJO LA ESCLAVITUD DEL

PECADO: SER LIBERTADOS POR LA VIDA (2)21.LA NECESIDAD DE LOS CIEGOS QUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN: RECIBIR LA

VISTA Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA (1)22. LA NECESIDAD DE LOS CIEGOS QUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN:

RECIBIR LA VISTA Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA (2)23. LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS: SER RESUCITADOS POR LA VIDA

(1)24. LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS: SER RESUCITADOS POR LA VIDA

(2)25. EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA (1)26. EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA (2)27. LA VIDA LAVA EN AMOR PARA MANTENER LA COMUNIÓN (1)

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28. LA VIDA LAVA EN AMOR PARA MANTENER LA COMUNIÓN (2)29. EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE PARA PRODUCIR SU

MORADA (1)30. EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE PARA PRODUCIR SU

MORADA (3)31.EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE PARA PRODUCIR SU

MORADA (3)32. EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE PARA PRODUCIR SU

MORADA (4)33. EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNO EN LA IMPARTICIÓN DIVINA (1)34. EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNO EN LA IMPARTICIÓN DIVINA (2)35. EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNO EN LA IMPARTICIÓN DIVINA (3)36. LA OBRA QUE REALIZA EL ESPÍRITU A FIN DE MEZCLAR LA

DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD (1)37. LA OBRA QUE REALIZA EL ESPÍRITU A FIN DE MEZCLAR LA

DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD (2)38. LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA (1)39. LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA (2)40. LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA (3)41.LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA (4)42. LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE (1)43. LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE (2)44. LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE (3)45. LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE (4)46. LA VIDA EN RESURRECCIÓN (1)47. LA VIDA EN RESURRECCIÓN (2)48. LA VIDA EN RESURRECCIÓN (3)49. LA VIDA EN RESURRECCIÓN (4)50. LA MÁXIMA CONCLUSIÓN51.EL REBOSAR DE LA VIDA INTERIOR LLEVA FRUTO

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ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE UNO

PRÓLOGO

Este mensaje es el prólogo del estudio-vida del Evangelio de Juan. Necesitamos un panorama de toda la Biblia. Ya hemos hecho hincapié muchas veces que la Biblia abarca dos puntos principales: Cristo y la iglesia. Sin embargo, si lo consideramos desde otra perspectiva, la Biblia es un libro acerca de la vida y la edificación. Cristo es la vida y la iglesia se relaciona con la edificación. Cuando hablamos de Cristo y la iglesia, debemos estar conscientes de esto. Si no se da cuenta de que Cristo es vida y que la iglesia se relaciona con la edificación, cuando diga estas palabras sólo serán una doctrina para usted. ¿Qué es Cristo? Cristo es nuestra vida (Col. 3:4). ¿Qué es la iglesia? La iglesia es el edificio de Dios.

La Biblia es muy coherente. Si la leemos con discernimiento y con una visión celestial, descubriremos que comienza con la vida y la edificación. En Génesis 2 vemos estos temas, ya que inmediatamente después de la creación del hombre, se introduce el tema de la vida. Después de que Jehová Dios creara al hombre, Él lo puso en el huerto frente al árbol de la vida (Gn. 2:7-9), y después que se menciona el árbol de la vida, vemos el río que fluye y los materiales preciosos: oro, bedelio, que es como perla, y el ónice, una piedra preciosa. Conforme a la revelación presentada más adelante en las Escrituras, especialmente en Apocalipsis 21, estos materiales preciosos sirven para la obra edificadora de Dios. En Génesis 2:22 se menciona específicamente la edificación: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, edificó una mujer, y la trajo al hombre” (heb.). Dios tomó una costilla del costado de Adán y con ella le edificó una esposa. Por lo tanto, el hombre fue creado, pero la mujer fue edificada. En Génesis 2 vemos la vida, los materiales que son el producto del fluir de esta vida, y la edificación de una esposa. Por ende, en Génesis 2 están presentes la vida y la edificación.

El libro de Apocalipsis también habla acerca de la vida. Apocalipsis 2:7 dice: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. Con toda seguridad, esto se refiere al árbol de la vida que se presenta en Génesis 2. Apocalipsis 2:17 dice: “Al que venza, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca”. En este versículo se menciona una piedrecita, la cual, conforme a la Biblia, tiene el único propósito de edificar. En los últimos dos capítulos de Apocalipsis, los dos últimos capítulos de la Biblia, vemos la edificación de la Nueva Jerusalén. En la Nueva

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Jerusalén fluye el río de vida y el árbol de la vida crece en las aguas de dicho río (22:1-2). Por lo tanto, queda claro que la Biblia termina tal como comienza, con la vida y la edificación.

Entre Génesis y Apocalipsis, los dos extremos de la Biblia, se encuentra un gran trecho, un espacio amplio. ¿Qué enlaza todo este espacio? El puente que los enlaza es el Evangelio de Juan, el cual comienza con las palabras: “En el principio”. Sin embargo, al leerlo con detenimiento, descubriremos que la historia que relata este evangelio no tiene final. Por tanto, empieza con el principio en la eternidad pasada y continúa de forma indefinida en el futuro. Por ende, éste sirve de puente entre Génesis y Apocalipsis.

Ya vimos que la Biblia comienza y concluye con la vida y la edificación. El Evangelio de Juan, el cual es el puente que une los dos extremos de la Biblia, también es un libro que trata de vida y edificación. Sólo unas pocas palabras del primer capítulo nos pueden convencer de este hecho. “En el principio era el Verbo ... En Él estaba la vida” (1:1, 4). El Evangelio de Juan no dice: “En el principio existía la doctrina, y en ella estaba el conocimiento”. Más bien, dice que en el principio era el Verbo, que el Verbo era Dios y que en Él, en el Verbo que era Dios, estaba la vida. Por lo tanto, encontramos la vida en el primer capítulo de Juan. Además, el versículo 42 del mismo capítulo habla de una piedra. Cuando Simón fue llevado al Señor por su hermano Andrés, a él se le dio un nuevo nombre, Cefas, que significa “piedra”. En este mismo capítulo dice que en el Señor estaba la vida y que uno de Sus discípulos llegó a ser una piedra. ¿Qué significa todo esto? Esto significa que la vida no sólo nos vivifica y regenera, sino que también nos transforma. La vida transforma al creyente en piedra.

El propósito y la función de la piedra se revelan en 1:51. Al hablar de Natanael el Señor dijo: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Los judíos de la antigüedad conocían el significado de estas palabras, debido a que esto constituía el cumplimiento del sueño de Jacob que se menciona en Génesis 28:10-22. En ese sueño, Jacob vio una escalera colocada en la tierra y que llegaba al cielo, por la cual subían y descendían los ángeles de Dios (v. 12). Jacob llamó Bet-el al lugar donde él había tenido el sueño (v. 19), lo cual significa “casa de Dios”. Esa noche Jacob durmió allí, y había usado una piedra como almohada. Cuando se levantó temprano la mañana siguiente derramó aceite sobre la piedra, y llamó a aquel lugar Bet-el. Mientras el Señor Jesús hablaba con Natanael, hizo referencia al sueño de Jacob. Por lo tanto, a la luz de todos estos versículos de Juan 1, podemos ver que el tema de este evangelio es vida y edificación.

Ya vimos que Génesis 2:22 habla acerca de la edificación de una esposa, una novia para Adán. Juan también hace mención de la novia. “El que tiene la novia, es el novio” (Jn.

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3:29). ¿Quién es la novia? Según Juan 3, todos los que han sido regenerados, todos ellos conjuntamente, llegan a ser la novia.

Además, Juan 14:2 dice: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Este versículo nos dice que el Señor iba a preparar muchas moradas en la casa del Padre, y que si amamos al Señor, Él vendrá con el Padre y hará Su morada con nosotros (v. 23). Cuando estudiemos Juan 14, veremos que esto se refiere a la edificación de la habitación eterna de Dios, la cual tiene muchas moradas. Por lo tanto, todo el libro de Juan es un evangelio acerca de vida y edificación. Si usted desea encontrar el significado de la Biblia, no puede hacerlo sin consultar el Evangelio de Juan. La clave de toda la Biblia se encuentra en este libro.

Ya vimos que Cristo es vida y la iglesia se relaciona con la edificación. Pero, ¿qué es la vida? Es apropiado decir que la vida es Cristo y que Cristo es la vida. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que la vida es Cristo quien es impartido como Dios a nuestro ser. Aunque muchos cristianos hablan acerca de Cristo como vida, pocos tienen esta experiencia. La verdadera experiencia de Cristo como vida estriba en darse cuenta de que Cristo es Dios mismo impartido en nosotros. Esto es la vida. Si usted no está consciente de esto, la palabra vida será algo objetivo para usted. La vida es el Dios Triuno impartido y forjado en nuestro ser.

Aunque yo no tomo bebidas alcohólicas, podemos usar el ejemplo de tomarse un vaso de vino. Si yo me tomara un vaso grande de vino, después de un rato, mi rostro se pondría sonrosado debido al efecto que tendría el vino en mi sistema. Me sentiría valiente, más contento y dichoso. Este sería el resultado de que el vino se convirtiera en vida para mí. Sin embargo, si sólo supiera lo que es el vino, y hablara de él todo el tiempo, sólo adquiriría conocimiento de él, no tendría ninguna experiencia. El vino no sería nada para mí. Al contrario, si uno se olvidara de hablar y se tomara un vaso grande de vino, sabría lo que es el vino, ya que estaría dentro de él, y lo haría feliz y extático. Tal vez este no sea un buen ejemplo, sin embargo, es muy claro.

No hable de la vida sin saber lo que es en realidad. ¿Cuál es la realidad de la vida? Es el Dios Triuno vivo que está siendo forjado en nosotros. El Señor Jesús nunca nos dijo que habláramos de la vida. Él dijo que Él era el pan de vida y que debíamos comerle (Jn. 6:57). También nos dijo que Él da el agua viva y que debemos tomar de Él (4:10, 14). Cuando usted come el pan, éste se forja en usted, y cuando toma del agua, ésta es impartida dentro de usted. No sólo recibe el pan y el agua, sino también obtiene la vida. Obtiene a Cristo como el Dios Triuno impartido y forjado en su ser. No añada colores artificiales a su rostro, simplemente tome del vino celestial y tendrá un rostro

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sonrosado. No finja estar gozoso si por dentro está lleno de dolor. Si supiera que el Dios Triuno se ha impartido en usted, estaría feliz y su gozo sería pleno. Esto es vida.

¿Qué es la edificación? Muchos de ustedes conocen esta palabra. En muchas ocasiones los jóvenes me han dicho: “Ay, hermano, en la casa de los hermanos existe muy poca edificación”. A veces les pregunto a qué se refieren con esto y me contestan: “Todos somos muy independientes. Nos hace falta estar edificados”. Entonces, ¿qué significa la edificación? Es posible que ninguno de los que leen este mensaje pueda dar una buena respuesta. Conforme a su entendimiento, ¿qué significa la palabra edificación? Algunos pueden dar respuestas doctrinales, tal vez citando alguna frase de Efesios o de algún otro libro de la Biblia, pero es difícil responder a esto de manera práctica.

En realidad, la edificación es el agrandamiento de Dios, y su fin es expresar a Dios de forma corporativa. Ya vimos que la vida es Dios mismo forjado en nuestro ser. Si el Dios Triuno se forja en nosotros de manera real, el resultado será que Dios se agrande y se amplíe. Como mencioné anteriormente en este mensaje, Dios no creó una pareja, sino a un solo hombre. La esposa salió del esposo, llegando a ser así su agrandamiento. Esto fue una edificación. Eva, la esposa de Adán, fue edificada por Dios, llegando a ser el agrandamiento de Adán. Adán fue una figura, y como tal tipificaba al Dios que se hizo hombre, y Eva tipificaba la edificación de Dios. Ya que lo edificado era parte de Adán, no hay duda que era su agrandamiento y expansión.

Debemos leer la Biblia cuidadosamente. En Génesis 1 Dios estaba solo. Al final del libro de Apocalipsis, Dios está en el centro de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, la cual es Su agrandamiento. En el principio Dios no se había ampliado ni agrandado. No obstante, a lo largo de las edades y generaciones Dios se ha forjado a Sí mismo en Su pueblo escogido. Finalmente, todos llegaremos a ser Su edificio, el cual es Su propio agrandamiento. Por lo tanto, este edificio será la expansión de Dios, la cual lo expresará de forma corporativa. Esto es el edificio de Dios. La edificación no consiste simplemente en que yo dependa de usted y viceversa, o que los hermanos dependan unos de otros. Esto es sólo parte de lo que implica la edificación. La verdadera edificación es el agrandamiento de Dios, la expansión del Dios Triuno, lo cual le permite expresarse de forma corporativa. Esta es precisamente la revelación que presenta el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan revela al Dios Triuno que está impartiéndose en Sus creyentes y que ellos, como resultado de la transfusión e infusión que reciben de Él, llegan a ser Su agrandamiento. Este agrandamiento del Dios Triuno es la expansión, el edificio y la expresión de Dios. Esta es la revelación contenida en el Evangelio de Juan. Por tanto, cuando hablamos de la obra edificadora de Dios, nos referimos a que el Dios Triuno se forja como vida en nosotros continuamente, y que bajo esta transfusión e

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infusión llegamos a ser Su única expresión. Esta expresión es Su agrandamiento y expansión. Que este concepto quede inscrito en nuestros corazones.

I. EL PENSAMIENTO CENTRAL DE LAS ESCRITURAS:VIDA Y EDIFICACIÓN

A. Vida

La obra creadora de Dios se centró en la vida. Esto se revela en Génesis 1. Al leer los mensajes del Estudio-vida de Génesis 1, verán que la obra creadora de Dios se centró en la vida.

Después de que Dios creara al hombre, lo puso frente al árbol de la vida, lo cual indica que Su deseo era que él lo recibiera como vida. Esto se revela en Génesis 2:8-9.

Los santos del Antiguo Testamento disfrutaron a Dios como Su vida. Incluso los salmistas lo disfrutaron como vida. Salmos 36:8-9 dice: “Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, / Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. / Porque contigo está el manantial de la vida; / En tu luz veremos la luz”.

En el Nuevo Testamento, Dios vino en la Persona del Hijo para ser la vida del hombre. Esto se revela plenamente en el Evangelio de Juan, especialmente, como hemos visto, en 1:4 y también en 10:10, donde dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Finalmente, Cristo es la vida de los creyentes neotestamentarios (Col. 3:4). Todos tenemos a Cristo como nuestra vida.

En la eternidad el árbol de la vida y el río de la vida estarán en la Nueva Jerusalén, lo cual indica que el Dios Triuno será el suministro de vida para todos Sus redimidos para siempre (Ap. 22:1-2, 14, 17).

B. Edificación

Ya vimos que el río que fluía del Edén, llevaba oro, perlas y ónice, los cuales son los materiales para el edificio de Dios (Gn. 2:10-12).

Dios usó una costilla de Adán para edificarle una novia (v. 22); esto fue un tipo de la edificación de la iglesia y finalmente de la Nueva Jerusalén.

Dios quería que el hombre fuese Su novia. Esta novia es simbolizada por una ciudad, ya que en la Biblia una ciudad siempre se visualiza como una mujer. Por ende, una ciudad es el símbolo de una esposa corporativa.

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La edificación de la ciudad de Enoc

No obstante, antes de que Dios edificara Su esposa corporativa en la tierra, Satanás construyó su primera falsificación, la ciudad de Enoc, la que fue nombrada así en honor al hijo de Caín (Gn. 4:16-24). La ciudad de Enoc fue una falsificación diabólica concebida por Satanás a fin de obstaculizar el propósito de Dios.

La edificación del arca de Noé

La ciudad de Enoc produjo una cultura que corrompió a toda la humanidad, lo que ocasionó el juicio del diluvio. Pero antes de que ocurriese el diluvio, Dios le dijo a Noé que edificara un arca (Gn. 6:11-21). Según 1 Pedro 3:20-21, el arca tipifica a Cristo. La edificación del arca era lo contrario a la falsificación de Satanás, la ciudad de Enoc. Toda la gente mundana de aquella época estaba incluida en esa ciudad, pero Noé se mantuvo separado, construyendo un arca que traería la salvación por parte de Dios.

La edificación del altar y la tienda de Noé

Después del diluvio, Noé construyó un altar y levantó una tienda (Gn. 8:20; 9:21). El altar era el lugar para adorar a Dios, y la tienda era para su vivir. Noé edificó estas dos cosas, las cuales eran en miniatura la tienda y el altar que después los hijos de Israel edificarían para adorar a Dios.

La edificación de la torrey la ciudad de Babel

Los descendientes de Noé edificaron la torre y la ciudad de Babel (Gn. 11:1-9). La torre estaba en oposición al altar de Noé, y la ciudad en oposición a su tienda. Tanto la torre como la ciudad constituyeron la segunda falsificación por parte de Satanás, quien se oponía a la obra edificadora de Dios.

La edificación del altary la tienda de Abraham

De entre los descendientes rebeldes de Noé, Dios llamó a Abraham. En contraste a la torre y la ciudad de Babel, Abraham edificó un altar y levantó una tienda (Gn. 12:7-8; 18:1, 6, 9). El altar y la tienda de Noé estaban en oposición a la ciudad de Enoc. Lo que hizo Abraham se oponía a la torre y a la ciudad de Babel. En Babel había una torre, pero Abraham edificó un altar; en Babel había una ciudad, pero Abraham levantó una tienda. Por ende, lo que Dios edificaba por medio de Abraham iba en contra de la falsedad edificada por Satanás en Babel.

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El edificio representado por Sodoma

Mientras Abraham vivía en una tienda, su sobrino terminó en Sodoma, la cual era otro edificio falso de Satanás (Gn. 13:12-13; 18:20; 19:1). Según la historia, Babel era una ciudad idólatra, y Sodoma era una ciudad pecaminosa.

El edificio en el sueño de Jacob: Bet-el

Teniendo de fondo a Babel y a Sodoma, Dios, conforme a Su elección, visitó a Jacob, “un suplantador”. Jacob no sabía nada acerca de la elección de Dios; él sólo sabía como ser astuto. Sin embargo, Dios era soberano, y lo obligó a dejar a sus padres. Mientras vagaba, una noche se quedó dormido a la intemperie. Esa noche soñó que una escalera estaba colocada en la tierra y llegaba hasta el cielo (Gn. 28:10-22), y los ángeles de Dios subían y descendían por ella. Cuando Jacob se despertó dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”. Como ya mencionamos, Bet-el significa “casa de Dios”. Génesis 28:18-19 dice que Jacob “tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el”. De acuerdo con las Escrituras, una piedra simboliza a una persona transformada. Según la Biblia, el aceite simboliza al Espíritu Santo, la tercera persona de la Deidad, quien alcanza a los seres humanos. Cada vez que el Dios Triuno llega a un ser humano por medio del Espíritu Santo, dicha persona llega a ser parte de Bet-el, la casa de Dios. Todos nosotros somos piedras que han sido ungidas con aceite. Por lo tanto, somos Bet-el. Aunque no sé de donde Jacob obtuvo el aceite, él ungió la piedra y la llamó Bet-el.

La edificación de las ciudadesde almacenaje de Faraón

A pesar de todo esto, los descendientes de Jacob no permanecieron en la tierra prometida, sino que bajaron a Egipto donde fueron obligados a construir unas ciudades de almacenaje para Faraón (Éx. 1:11-14), las cuales constituyeron otra falsificación de Satanás. ¿Se ha dado cuenta de cómo se alternan lo positivo y lo negativo entre la obra edificadora de Dios y las falsificaciones de Satanás? Esto se asemeja al cambio entre el día y la noche. Luego de la noche viene el día y viceversa. Después del sueño positivo de Jacob, se llevó a cabo la construcción de las ciudades de almacenaje para Faraón, las cuales estaban llenas del disfrute mundano.

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La edificación del tabernáculo

Después de “la noche” representada por las ciudades de almacenaje para Faraón, vino “el día” con la edificación del tabernáculo (Ex. 25:1-9). En medio de todas las ciudades por el lado negativo, tenemos la edificación del tabernáculo de Dios por el lado positivo. Los descendientes de Jacob fueron rescatados de Egipto y llevados al monte Sinaí. Después de ser liberados de la atadura de Faraón, se constituyeron en el pueblo libre de Dios, y por la misericordia y la gracia de Dios fueron hechos un “reino de sacerdotes” (19:6). Entonces Dios les encomendó que construyeran un tabernáculo que sería Su morada en la tierra, y les mostró el modelo celestial que debían seguir para edificarlo conforme a Su plan y diseño. Así lo hicieron y a partir de ese momento llegó a existir en la tierra un edificio que en la realidad y en la práctica era el edificio de Dios, Su morada en la tierra. Ese tabernáculo junto con el altar fue el agrandamiento de las tiendas y los altares de Noé y Abraham. No sólo era la morada de Dios, sino también el lugar donde los sacerdotes de Dios podían permanecer con Él. No sólo era un tipo completo de Cristo, sino también una prefigura de la iglesia como el agrandamiento de Cristo. Todos los utensilios dentro de éste eran tipos de los diferentes aspectos de Cristo, quien es el contenido de la iglesia. Esto, en tipología, cumplió el plan de Dios, expresó el deseo de Su corazón y lo satisfizo. Por lo tanto, después de que fue construido y erigido, la gloria de Dios llenó el tabernáculo (40:17, 34).

La edificación del templo

Después de que se edificó el tabernáculo, éste se transportó por el desierto y fue llevado a la tierra prometida, donde permaneció allí como la morada de Dios en la tierra hasta que se construyó el templo (1 R. 6:1-10). El tabernáculo fue utilizado por alrededor de quinientos años, desde 1,500 a. de C. hasta 1,000 a. de C. aproximadamente, y su relato se encuentra desde Éxodo hasta 1 Reyes. El templo era más grande y más sólido que el tabernáculo, pero su propósito y función eran los mismos. Tipificaba a Cristo y la iglesia de manera completa. Con la construcción del templo, hasta cierto punto se cumplió el sueño de Jacob. En la tierra existía una casa de Dios, una construcción más sólida, hecha de piedra y con un fundamento sólido. Este duró por cuatrocientos años, desde 1,000 a. de C. hasta que fue destruido por los babilonios, aproximadamente en 600 a. de C., y su relato se encuentra desde 1 Reyes hasta Esdras.

La edificación de Babilonia

En oposición al templo y la ciudad de Jerusalén, Satanás edificó la ciudad de Babilonia (Dn. 4:28-30), la cual fue una falsificación aún mayor. Nabucodonosor, el rey de Babilonia, con sus ejércitos destruyó el templo de Dios y se llevó los utensilios de éste

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para Babilonia, colocándolos en el templo de los ídolos (2 Cr. 36:7, 18-19). Por medio de esto podemos ver cómo Satanás ha estado obstaculizando y dañando constantemente la edificación de la morada de Dios en la tierra.

La reedificación del templo y de Jerusalén

Setenta años después de la destrucción del templo algunos judíos regresaron de su cautiverio y reconstruyeron el templo (Esd. 1:2-5). Esto constituyó la restauración del edificio de Dios. Luego de esto también se reconstruyó Jerusalén (Neh. 2:17-18), la cual permaneció hasta que vino el Señor Jesús.

La edificación de la iglesia

En Mateo 16:18 el Señor profetizó que Él edificaría la iglesia, la cual es el cumplimiento del tabernáculo y del templo de Dios como Su morada en la tierra. Después de que el Señor llevó a cabo la redención, resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos con el fin de enviar al Espíritu, se comenzó la edificación de la iglesia. Esta edificación ha durado por diecinueve siglos y continuará hasta la segunda venida del Señor.

La edificación de las iglesias locales

A fin de edificar la iglesia el Señor edificó las iglesias locales (Hch. 14:23; Tit. 1:5). En realidad, la edificación de la iglesia es llevada a cabo por las iglesias locales. La edificación de las iglesias locales es algo práctico. Aunque la iglesia en el ámbito universal es única, las iglesias locales, como expresión de la iglesia universal, son muchas. La edificación de la iglesia universal comenzó con la edificación de las iglesias locales. Esto se ha llevado a cabo de esta manera y así continuará hasta que sea edificada completamente.

La edificación de la Babilonia religiosa y política

Satanás, con el fin de oponerse a la obra edificadora de Dios y obstaculizarla, edificó la gran Babilonia con sus aspectos religioso y político (Ap. 17:5; 18:2, 21), la cual es su máxima falsificación. La Babilonia religiosa es expuesta en Apocalipsis 17, y la política, en Apocalipsis 18. Estos dos aspectos de Babilonia constituyen la falsificación máxima, consumada y final de Satanás en su meta de obstaculizar la obra de Dios y van en contra de la edificación máxima de Dios, a saber, la Nueva Jerusalén.

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La edificación de la Nueva Jerusalén

La obra edificadora de Dios, en especial, la edificación de la iglesia, tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es Su edificación máxima (He. 11:10, 16; 12:22; Ap. 21:2, 10—22:2). Lo que edifica Satanás tendrá su consumación en la gran Babilonia; y lo que Dios edifica llegará a su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual cumplirá al máximo el propósito eterno de Dios, lo expresará y satisfará totalmente por la eternidad.

Por lo tanto, tenemos ante nuestros ojos un breve esquema de la Biblia en su totalidad, que nos muestra las dos líneas: la vida y la edificación.

II. LA POSICIÓN QUE OCUPANLOS ESCRITOS DE JUAN EN LAS ESCRITURAS

A. El ministerio de Juan, un ministerioque remienda por medio de la vida

El ministerio de Juan es un ministerio que remienda. Pedro estaba pescando cuando fue llamado por el Señor, pero cuando Juan fue llamado, él estaba remendando la red (Mt. 4:21). Pedro pescó mucho, es decir, atrajo multitudes. Sin embargo, Juan remendó la red espiritual porque su ministerio era un ministerio que remienda por medio de la vida. La vida es lo único que puede remendar y cubrir todos los agujeros de la red espiritual. ¡Cuán necesario es esto en la actualidad! Hay tantos agujeros en la red cristiana. ¿Quién puede remendarlos? Sólo la vida. Es por esto que hemos sido inquietados muchas veces con este asunto de la vida. Algunas personas se ríen de nosotros y dicen: “¿No saben otra palabra que no sea vida?”. Sí, en cierto modo, sólo conocemos la vida. No conocemos nada más, porque no necesitamos nada más. La vida es lo único que necesitamos. Hermanos y hermanas, ustedes necesitan vida. Otras cosas rompen más la red, pero la vida la remienda. Necesitamos el ministerio de Juan, que es el último y con el cual concluye toda la Biblia. Este es un ministerio que remienda por medio de la vida.

B. Los escritos de Juan,la palabra final de la revelación divina

Los escritos de Juan son las últimas palabras de la revelación divina presentada en las Escrituras. La última palabra siempre es la decisiva. Se puede decir mucho, pero la decisión se dice al final. El Evangelio de Juan es el último de los evangelios, sus epístolas fueron de las últimas, y su revelación es el último libro, no sólo del Nuevo Testamento, sino también de toda la Biblia. Por lo tanto, sus escritos constituyen la palabra final de la revelación divina.

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III. EL CONTENIDO DEL EVANGELIO DE JUAN

A. Sinopsis de toda la Biblia

Hemos visto que la Biblia es un libro de vida y de edificación y que el Evangelio de Juan también se centra en estos dos temas.

1. Vida

El Evangelio de Juan revela que en Cristo, el Verbo de Dios, está la vida (1:4), que Él vino para que el hombre tuviera vida (10:10b), y que Él mismo es la vida (11:25; 14:6). Además, este Evangelio nos muestra que Cristo es el pan de vida (6:35); que Él tiene el agua de vida (4:14); que Él da vida al hombre (5:21); y que Él incluso vive en el hombre como vida (14:19).

2. Edificación

El Evangelio de Juan revela la edificación. En 1:14 vemos que Cristo en la carne era el tabernáculo, el cual servía como la habitación de Dios entre los hombres en la tierra. “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. También, el cuerpo de Cristo era el templo antes de Su muerte y después de Su resurrección (2:19-22). Antes de Su muerte Su cuerpo en la carne era el templo, y después de Su resurrección Su cuerpo resucitado siguió siendo el templo de Dios. Esto es la edificación. Además, este Evangelio revela que los creyentes serán edificados como la morada del Dios Triuno (14:2, 23), lo cual se expone adecuada y plenamente en Juan 14. Conforme a dicho capítulo, todos los creyentes serán edificados juntamente como la habitación eterna de Dios, la cual tiene muchas moradas. Así que, como se indica en la última oración del Señor, hallada en Juan 17, todos Sus creyentes deben ser edificados y hechos uno (vs. 11, 21-23).

B. Dos secciones

1. La primera sección: la venida del Señor

La primera sección del Evangelio de Juan, compuesta de los primeros trece capítulos, trata de la venida del Señor Jesús, en la cual introduce a Dios en el hombre y lo da a conocer. Esta sección nos dice que el Señor era el Verbo de Dios, Dios mismo, quien vino por medio de Su encarnación para introducir a Dios en el hombre y para darle a conocer. Antes de Su encarnación, Él estaba separado del hombre, Dios era Dios, y el hombre era hombre. Sin embargo, por medio de Su encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre. Dios se hizo uno con un hombre llamado Jesús, un hombre que era tanto

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Dios como hombre. Aunque nadie jamás ha visto a Dios, por medio de la encarnación el unigénito Hijo de Dios le ha dado a conocer en vida, en luz, en gracia y en realidad. Veremos más al respecto en los mensajes siguientes. Por ahora es suficiente recordar que en la primera sección del Evangelio de Juan vemos cómo Dios fue introducido en el hombre y cómo Él se dio a conocer al hombre.

2. La segunda sección:el Señor parte en la muerte

y regresa en la resurrección

La segunda sección, compuesta de los últimos ocho capítulos, abarca el hecho de que el Señor parte en la muerte y regresa en la resurrección a fin de introducir al hombre en Dios y de permanecer en el hombre y con el hombre, con miras a cumplir la obra edificadora de Dios. En la primera sección Él introdujo a Dios en el hombre; en la segunda, Él pasó por la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios. De esta manera, Él puede entrar en el hombre y permanecer en él y con él a fin de cumplir la obra edificadora de Dios.

Aunque el vocabulario del Evangelio de Juan es sencillo y breve, este libro es profundo. El vocabulario es tan elemental que incluso un niño de primer grado podría leerlo en gran parte. “En el principio era el Verbo”; “Yo soy la luz”; “Yo soy la vida”. Estas declaraciones son sencillas, pero su significado es profundo. ¿Qué significa la expresión el Verbo? Trate de definirla usted. ¿Qué significa la frase en Él estaba la vida? ¿Quién puede definir lo qué es la vida? Es insondable y está muy lejos de nuestro entendimiento. Por esto, este evangelio, en su estilo breve y sencillo, usa muchas alegorías y figuras retóricas. En Juan 1 tenemos el Verbo. Sabemos que este Verbo era Cristo. Sin embargo, no debemos pensar que Cristo era una palabra con cinco letras; el Verbo en este versículo es una alegoría, una figura retórica, la cual describe lo que Cristo significa para Dios. En 1:14 tenemos el tabernáculo, que también es Cristo. Además, en 1:29 a Cristo se le llama “el Cordero de Dios”, aunque en realidad no era un cordero con cuatro patas. Hemos visto que Cristo le cambió el nombre a Pedro, llamándolo piedra (1:42), pero esta “piedra” tiene un significado espiritual. Por lo tanto, no debemos intentar entender el Evangelio de Juan solamente conforme a las letras impresas; necesitamos entender las alegorías de manera adecuada según la revelación de toda la Biblia.

Casi todos los capítulos del Evangelio de Juan contienen algunas figuras. En el capítulo 1 tenemos el Verbo, la luz, el tabernáculo, el cordero, la piedra y la escalera celestial; en el capítulo 2, las tinajas de piedra para agua, el vino, el templo y la casa del Padre; en el capítulo 3, la serpiente en el asta; en el capítulo 4, el pozo de Jacob y el agua viva; en el

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capítulo 6, el pan viviente; en el capítulo 7, los ríos de agua viva; en el capítulo 9, la saliva y el lodo; en el capítulo 10, la puerta, el redil, el rebaño, el pasto y el pastor; en el capítulo 12, el grano de trigo; en el capítulo 13, el lavamiento de los pies; en el capítulo 15, la vid y los pámpanos; en el capítulo 16, la mujer y el hijo; en el capítulo 19, el hueso, la sangre y el agua; en el capítulo 20, el aliento; y en el capítulo 21, las ovejas y los corderos. No podemos entender adecuadamente este Evangelio sin entender todas sus figuras retóricas.

Debido a que los asuntos de la vida son abstractos y profundos, es extremadamente difícil describirlos y expresarlos usando el lenguaje humano ordinario. Por esto, este Evangelio usa varias figuras para representar lo espiritual, los asuntos extremadamente profundos de vida y edificación. Por lo tanto, necesitamos leer cuidadosamente el Evangelio de Juan, orando para que recibamos un entendimiento genuino de las alegorías. Para ayudarle a usted en este empeño, sugerimos que lea el Evangelio de Juan en la Versión Recobro, prestando atención especial a todas las notas. El texto y las notas lo ayudarán.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DOS

INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN

(1)

I. EL VERBO, QUIEN ERA DIOS,VINO COMO VIDA Y LUZ

PARA PRODUCIR A LOS HIJOS DE DIOS

A. En el principio: el Verbo

El vocabulario del Evangelio de Juan es sencillo y breve, pero este libro es en realidad el más profundo de toda la Biblia. Consideremos, por ejemplo, la primera cláusula del libro: “En el principio era el Verbo”. Aunque aquí el vocabulario parece muy sencillo, la profundidad de su significado no puede penetrarse. ¿Qué es el principio? ¿Entiende usted qué es el principio? ¿Cuándo fue el principio? Es muy difícil contestar. Además, ¿qué es el Verbo? Si uno dijera que el Verbo es Cristo, yo le preguntaría: ¿por qué a Cristo se le llama el Verbo en este versículo? ¿Por qué no es llamado de otra forma? El hecho de que aquí se usa la expresión, “el Verbo”, es muy significativo. Aunque esta cláusula es extremadamente profunda, vamos a intentar entenderla.

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1. El principio: la eternidad pasada

La Biblia comienza con las palabras: “En el principio”. Sin embargo, lo que dice Génesis 1:1 difiere a lo dicho en Juan 1:1. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Aunque los dos libros, Génesis y Juan, comienzan con la misma frase, el significado de cada una es completamente diferente. La frase, “en el principio”, hallada en Génesis, denota el principio del tiempo, pues se refiere a la obra creadora de Dios. Por lo tanto, Génesis 1:1 se refiere al principio del tiempo, cuando Dios creó todas las cosas. El significado de la frase hallada en Juan 1:1 es distinto, pues se refiere a la eternidad pasada, la cual no tiene principio. El principio mencionado en Génesis 1 comienza desde la creación, mientras que el principio de Juan 1 es antes de la creación. En otras palabras, el principio de Génesis 1 es el principio del tiempo, y el principio mencionado en Juan es el principio antes de que el tiempo existiera; se refiere a la eternidad pasada, la cual no tiene principio.

Como señalamos en el mensaje anterior, el ministerio de Juan era un ministerio que remendaba. Remendar significa que algo había existido por un tiempo, pero se quebró, rompió o dañó, y necesita ser arreglado. Remendar siempre hace que el objeto vuelva a su condición original. Por ejemplo, hace siete años que tengo una chaqueta. A veces, ésta se rasga, y mi esposa tiene que remendarla. Cuando ella remienda las partes rasgadas, la chaqueta es restaurada a su condición original. Del mismo modo, la iglesia ha existido desde el día de Pentecostés. No obstante, muy poco después de sus comienzos, la iglesia fue perjudicada y dañada por muchos pensamientos, opiniones, conceptos, filosofías, ideas, enseñanzas y doctrinas diferentes. Si uno lee con cuidado el Nuevo Testamento junto con la historia de la iglesia, notará que muchos conceptos perjudiciales entraron en la iglesia a través del judaísmo. Estas ideas hicieron daño a la antigua iglesia. Además, en los primeros días, es decir, en el primer siglo, el gnosticismo, el cual era una mezcla de las filosofías griega, egipcia y babilónica, también se introdujo en la iglesia, haciendo mucho daño. Así que, la iglesia primitiva fue perjudicada por los conceptos religiosos de los judíos así como por las ideas filosóficas de los griegos, lo cual produjo varias doctrinas y enseñanzas que perjudicaron a la iglesia e hicieron muchos agujeros en la red espiritual.

El agujero más grande de la red de la iglesia fue causado por algunos llamados cristianos que, en sus conceptos filosóficos, no reconocieron que Cristo era Dios encarnado quien se había hecho hombre. Pretendían ser cristianos, pero no creían que Cristo, el Hijo de Dios, había venido en carne. Juan llamó a estas personas anticristos (1 Jn. 2:18, 22). Así que, 1 Juan 4:1-3 dice que podemos probar la autenticidad de un espíritu al preguntarle si reconoce o no que Cristo ha venido en carne, porque “todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios”. Además, Juan, en su segunda epístola

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advirtió a los creyentes acerca del anticristo, el cual es una persona que pretende ser cristiano, pero no confiesa que Jesucristo ha venido en carne (v. 7). Los que predicaron acerca del cristianismo sin creer que Cristo era Dios encarnado como hombre, hicieron un gran agujero en la red. Por lo cual Dios, en Su soberanía, preparó un ministerio remendador, el cual cerraría todos los agujeros que habían sido hechos. El ministerio de Juan cumplió esta tarea, dando testimonio de que Cristo, el mismo Dios encarnado, vino en carne (Jn. 1:1, 14).

Conforme al mismo principio, hoy en día nos enfrentamos a la misma situación a la que se enfrentaba Juan en el primer siglo. La red espiritual está rota y llena de grandes agujeros causados por muchas doctrinas, enseñanzas, conceptos e ideas. Debemos regresar al principio. ¿Cuál fue el principio? En el principio había una sola cosa: la vida. “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios ... en Él estaba la vida”. El Evangelio de Juan no dice: “En Él existían muchas doctrinas”. La manera de remendar los agujeros en la red espiritual es la vida. No debemos discutir acerca de la doctrina, sino disfrutar la vida. Si alguien se me acerca con el propósito de discutir acerca de doctrinas, yo diría: “¡Oh Señor Jesús! Cristo es tan amoroso, dulce y querido. Vamos a invocarle. Querido hermano, disfrutemos al Señor. Si tenemos al Señor Jesús como nuestro disfrute, todo es maravilloso. Olvidémonos de la doctrina y disfrutémoslo a Él”. El ministerio que remienda se lleva a cabo por la vida, porque la vida nos lleva al principio. En el principio no había nada mas que la vida.

2. El Verbo: la definición, la explicacióny la expresión de Dios

El Verbo es la definición, la explicación y la expresión de Dios; por lo tanto, el Verbo es Dios definido, explicado y expresado. Dios es misterioso; Él necesita que el Verbo lo exprese. Si uno quiere ser misterioso, la mejor manera de hacerlo es permanecer callado, ya que algo silencioso es un misterio. Por otro lado, cuanto más uno habla, más se expone. Todo lo que se encuentra en lo más recóndito de su ser, se revela por medio de sus palabras. Éste es el significado del Verbo. Aunque Dios es un misterio, Cristo como el Verbo de Dios lo define, explica y expresa. El Verbo es la definición, la explicación y la expresión de Dios. De hecho, este Verbo es Dios mismo, pero no el Dios escondido, oculto y misterioso, sino el Dios definido, explicado y expresado. El Verbo no es el Dios invisible, sino que es Dios mismo hecho visible. En el principio este Verbo estaba con Dios; o sea, no estaba separado de Dios, sino que Dios siempre estaba en Él.

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B. El Verbo estaba con Dios

Juan 1:1 dice que el Verbo estaba con Dios, y el versículo 2 dice: “Él estaba en el principio con Dios”. El Verbo siempre estaba con Dios y siempre tenía a Dios en Él; nunca existía aparte de Dios. Cuando muchos de los jóvenes están lejos del hogar, reciben cartas cariñosas de sus padres, las cuales expresan una palabra de su madre o de su padre. Suponga que usted recibe una carta de su padre. Dicha carta es la palabra de su padre que viene a usted. Sin embargo, cuando ésta llega, su padre no llega junto con la palabra. Aunque la carta contiene la palabra de su padre, no transporta a su padre, ya que usted y su padre están en realidad muy lejos el uno del otro. Esto significa que la palabra de su padre está separada de su persona. Pero es diferente con Cristo, el Verbo de Dios. Nunca debemos pensar que este Verbo estaba separado de Dios. No. Este Verbo estaba con Dios y siempre estará con Él. Cuando el Verbo viene, Dios viene. Cuando el Verbo está presente, Dios está presente. El Verbo está con Dios. Así que, hay otra cláusula en 1:1, la cual nos dice que el Verbo estaba con Dios.

C. El Verbo era Dios

La última parte de 1:1 dice: “el Verbo era Dios”. Nunca debemos tratar de entender la Biblia solamente según las letras impresas. Este versículo dice que, Cristo, como Verbo, estaba con Dios y también era Dios. Cristo y Dios, ¿son uno o dos? Si Él y Dios son uno, ¿por qué la Biblia dice que Él estaba con Dios? ¿Cómo pueden reconciliarse estas dos declaraciones? No se puede. En este versículo encontramos la clave para entender todo el Evangelio de Juan. En los mensajes siguientes veremos muchos puntos semejantes a éste. Por ejemplo, el Señor le dijo a Nicodemo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. ¿Dónde está? ¿En el cielo o en la tierra? Debemos simplemente decir: “¡Aleluya, Él está aquí y allí!”. Él puede estar aquí y allí porque es omnipresente. Aunque no lo podemos entender, de todos modos tenemos una palabra clara al respecto. Debemos simplemente aceptarla. “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. Aunque no podemos reconciliar todas las cláusulas de este versículo, debemos simplemente aceptarlo como palabra de Dios.

Los escritos de Juan eran breves, pero él era muy cuidadoso. Estaba consciente de que algunos tal vez discutirían con él, diciendo: “Él estaba con Dios y era Dios, pero probablemente no estaba con Dios desde el principio. En el principio Él era el Verbo, pero no estaba con Dios. Después el Verbo llegó a estar con Dios y finalmente llegó a ser Dios”. Si uno lee la historia de la iglesia, descubrirá que aun en el primer siglo existía una escuela de opinión, la cual afirmaba que Cristo no era Dios y que sólo en cierto momento se hizo Dios. Por esto, Juan añadió el versículo 2, no como una simple

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repetición de esa porción del versículo 1, sino como una confirmación. “Él estaba en el principio con Dios”. Desde el principio Cristo estaba con Dios y era Dios. En el principio, es decir, en la eternidad pasada, el Verbo estaba con Dios. No es como algunos suponen, que en la eternidad pasada Cristo no estaba con Dios ni era Dios, sino que en cierto momento se hizo Dios y estaba con Dios. La deidad de Cristo es eterna y absoluta. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, Él ha estado con Dios y es Dios. Por esto, en este Evangelio, no se encuentra una genealogía de Él como la presentan Mateo 1 y Lucas 3. En este Evangelio Él está “sin padre, sin madre, sin genealogía ... ni tiene principio de días, ni fin de vida” (He. 7:3). Todos debemos ver claramente que desde el principio nuestro Cristo estaba con Dios y era Dios. Él era el Verbo con Dios desde el principio.

D. La creación llegó a existirpor medio del Verbo

La creación llegó a existir por medio del Verbo. Me gusta la manera en que la Versión Recobro traduce el versículo 3: “Todas las cosas por medio de Él llegaron a existir, y sin Él nada de cuanto existe ha llegado a la existencia”. ¿Qué quiere decir que todas las cosas por medio de Él llegaron a existir y que sin Él nada de cuanto existe ha llegado a la existencia? Simplemente significa que fuera de Él no existe nada. Un día, por medio del Verbo, miríadas de cosas llegaron a existir. Podemos decir que, en cierto sentido, Dios no hizo nada, porque no era necesario. Él simplemente dijo: “Sea” y todo obtuvo su ser. Según nuestro concepto humano, la creación requeriría cierta cantidad de labor. Sin embargo, en Su obra creadora Dios no laboró, sino sólo habló. Cuando Dios dijo: “Sea la luz”, la luz llegó a existir. Cuando dijo: “Haya expansión”, la expansión llegó a la existencia. Cuando dijo: “Descúbrase lo seco”, la tierra seca apareció. A un ateo esto le parecería insensato. Pero nosotros creemos en Dios. No sólo creemos en Dios, sino también en el Cristo todo-inclusivo. Por medio de Él como el Verbo, todas las cosas llegaron a existir.

El principio es el mismo en la nueva creación. Aunque pertenecemos a la vieja creación, la Biblia nos dice que debemos llegar a ser hombres de la nueva creación. Según nuestro concepto humano, esta clase de cambio requiere mucha labor. Sin embargo, no requiere casi nada de trabajo; se realiza por medio del Verbo, quien es Cristo. Si un hombre declara: “Señor Jesús”, será un hombre nuevo antes de que las palabras salgan de sus labios. Al decir simplemente la palabra “Señor”, algo que no existe llega a existir. Abraham creyó en el Dios que “llama las cosas que no son, como existentes” (Ro. 4:17). Dios no hizo nada; simplemente llamó. A pesar de que no existía tal cosa como la luz, cuando Dios dijo: “Sea la luz”, ella de repente apareció. Ésta es la obra creadora de Dios. Si no lo hubiera hecho de esta manera, Él sería igual que nosotros. Pero Dios no es igual

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que nosotros: Él es Dios. Todas las cosas llegaron a existir por medio del Verbo. Si uno tiene al Verbo, lo tiene todo.

Esto debe fortalecer y confirmar nuestra fe. Cuando tomamos la Palabra, algo que no existía antes llegará a la existencia. Esto es maravilloso. No debemos decir que somos débiles, pues cuanto más lo declaramos, más débiles nos volvemos. Sin embargo, si al tomar la Palabra, decimos: “Soy fuerte”, somos fortalecidos. No debemos decir: “No tengo poder”. Cuanto más lo decimos, menos poder tendremos. No obstante, si decimos: “¡Alabado sea el Señor! Tengo poder por medio de la Palabra”, tendremos el poder, el cual hace que las cosas que no existen, lleguen a existir por medio del Verbo. Si uno sufre cierta enfermedad, no debe pensar mucho en ella, sino decir: “Por medio del Verbo soy una persona saludable”. Al decir esto, la salud, que no existía en esa persona, llegará a existir. A menudo las hermanas vienen a mí y dicen: “Hermano, como hermanas, no somos sabias. Venimos a usted porque tiene sabiduría”. Hermanas, cuanto más digan que no tienen sabiduría, menos sabiduría tendrán. Además, es mentira decir que no tenemos sabiduría. ¿Acaso no tenemos al Verbo? Siempre y cuando tengamos al Verbo, debemos declarar: “Tengo sabiduría por medio del Verbo”. Si hacemos esto, tendremos sabiduría. No tenemos nada por nosotros mismos, pero tenemos todo por medio del Verbo.

¿Qué es la creación? La creación consiste en llamar las cosas que no son, como existentes por medio del Verbo. El Verbo es el medio y la esfera. Si tenemos al Verbo, tenemos el medio y la esfera. Por lo tanto, podemos decir: “Puesto que tengo al Verbo como el medio y la esfera, las cosas que no son pueden llegar a existir”. Aprendamos a afirmar: “Lo que no es, existe por medio del Verbo”. Fuera del Verbo yo no existo. Estoy en el Verbo y con el Verbo. Así, pues, mediante el Verbo las cosas que no son llegan a existir.

E. La vida está en el Verbo

Ahora llegamos al punto más importante: la vida está en el Verbo. “En Él estaba la vida” (1:4). El pronombre Él del versículo 4 denota el Verbo, quien era Dios y por medio del cual todas las cosas llegaron a existir. En Él estaba la vida. ¿Por qué Él creó todas las cosas antes de venir para ser vida? Porque se necesitaba un recipiente, un envase, que lo recibiera como vida. Supongamos que Él viniera para ser vida sin haber creado algo. ¿Para quien sería la vida? No habría nada que lo recibiera como vida. Por lo tanto, antes de que Él viniera como vida, creó los cielos, la tierra y al hombre, y le dio a éste un espíritu para que le recibiera. Zacarías 12:1 dice que el Señor “extiende los cielos y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre dentro de él”. Así que, los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el hombre y el hombre fue hecho con un espíritu para recibir

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a Dios. Ahora el Verbo puede venir como vida para ser recibido por el hombre creado por Él. La creación le proporcionó el envase que recibiría la vida.

Ya vimos que la vida está en el Verbo. La vida sólo puede hallarse en la expresión de Dios. El Verbo, el cual es la expresión y la explicación de Dios, contiene a Dios como nuestra vida. Cuando recibimos al Verbo, recibimos la vida que está en Él. Tanto el Verbo como la vida son Dios. El Verbo es la expresión de Dios, y la vida es el contenido de Dios. Cuando escuchamos al Verbo, nos damos cuenta de que Dios es expresado y explicado; cuando recibimos al Verbo, recibimos la vida, el contenido mismo de Dios como vida, y así nacemos de Dios y llegamos a ser Sus hijos. La vida que está en el Verbo es el contenido de Dios.

Debido a que el versículo 2 se refiere a la obra creadora de Génesis 1, la mención de la vida en el versículo 4 debe referirse a la vida indicada por el árbol de la vida presentado en Génesis 2. Esto Juan lo confirmó al mencionar el árbol de la vida en Apocalipsis 22. La vida está en Él; por consiguiente, Él es la vida (Jn. 11:25; 14:6) y vino para que el hombre tuviera la vida (10:10).

El hombre fue creado como vaso que contendría a Dios, quien es la vida. Sin embargo, en su creación él era un vaso vacío; no contenía la verdadera vida. La vida creada del hombre no es genuina; la vida verdadera es la vida divina, la cual está en Cristo. ¿Qué clase de vida tenía usted antes de recibir a Cristo? Era, a lo más, una vida temporal; no era permanente, o sea, no duraba para siempre. Pese a que era una vida momentánea, no era constante. Antes de que recibiésemos a Cristo, no teníamos la certeza de cuánto tiempo duraría nuestra vida momentánea. Así que, en cierto sentido, antes de que fuésemos salvos, no teníamos vida. La vida que está en Cristo es eterna, constante y permanente. Todos los hombres necesitan esta vida, la vida divina e increada que está en Cristo. Esta vida es para el hombre, y el hombre es el recipiente de esta vida.

F. La vida es la luz del hombre

Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Es absolutamente cierto que la vida es la luz de los hombres. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, y lo recibimos en nuestro interior, la vida divina entró en nuestro ser. Inmediatamente, sentimos que algo resplandecía en nuestro interior, pero tal vez, en aquel momento, no sabíamos cómo expresarlo ni describirlo. Ese era el resplandor de la vida. Debido a que la vida resplandece, ésta es la luz de los hombres. Este resplandor es la evidencia más clara de que hemos nacido de Dios.

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Cuando escuchamos la Palabra y recibimos la vida, ésta llega a ser la luz que resplandece en nuestro interior para alumbrarnos. Cuando Dios, como la vida divina, resplandece en nosotros como la luz de la vida, estamos bajo Su iluminación. Al nacer de Dios por haber recibido Su Palabra, lo recibimos a Él como vida, y ésta llega a ser la luz que resplandece en nosotros todo el tiempo. El Señor es la Palabra de Dios, Su expresión, por la cual nosotros conocemos a Dios. Cuando le recibimos como la expresión de Dios, Él llega a ser nuestra vida, y ésta llega a ser la luz que resplandece en nosotros.

El versículo 5 dice: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Las tinieblas nunca pueden vencer o apagar la luz, porque la luz disipa las tinieblas. Cuando la luz de la vida resplandece en nosotros, las tinieblas no pueden vencerla. Además, esta luz es la verdadera luz que ilumina a todo hombre. La palabra ilumina en el griego es la misma palabra que se usa en Efesios 1:18; 3:9 y Hebreos 6:4; 10:32, y se utiliza de la misma manera. Esto se refiere a la iluminación interior que trae vida a los que reciben la Palabra. Para la primera creación, era la luz física (Gn. 1:3-5, 14-18). Para la nueva creación, es la luz de la vida.

La vida también se convierte en la autoridad por la cual los creyentes llegan a ser hijos de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12-13). El nacimiento descrito en estos versículos no se refiere a cuando nacimos de nuestros padres, sino al segundo nacimiento, el cual sucedió cuando creímos en el nombre del Señor Jesús.

Creer en el Señor equivale a recibirle. Cuando hablo de recibir al Señor Jesús, tal vez usted diga que nunca lo ha hecho. Sin embargo, quiero hacerle esta pregunta: ¿Acaso no ha creído en el Señor Jesús? Cuando usted oyó Su nombre, ¿no creyó en él? Si una persona verdaderamente cree en ese precioso nombre, estoy seguro que, de una forma u otra, dirá: “Señor Jesús”. Si usted clama ese nombre desde lo más recóndito de su ser, esto equivale a creer en Él. Si cree en Él al invocar Su nombre, esto comprueba que lo ha recibido. Y puesto que lo ha recibido, tiene la autoridad para llegar a ser un hijo de Dios. ¿Qué es esta autoridad? Es Cristo mismo como su vida. Cristo como vida es simplemente el Espíritu de filiación, y este Espíritu lo hace un hijo de Dios. Usted puede saber que es hijo de Dios por dos cosas: porque ha creído en Él y ha invocado Su nombre, y porque, a veces, espontánea y dulcemente clama: “Abba, Padre”. Si usted puede llamar a Dios “Abba, Padre” de manera dulce, usted es Su hijo.

Como se declara en el versículo 13, este nacimiento no es de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón. En este versículo sangre (en el griego, sangres) significa la vida física. La voluntad de carne denota la voluntad del hombre caído después que se

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convirtió en carne. La voluntad de varón se refiere a la voluntad del hombre creado por Dios. Cuando fuimos hechos hijos de Dios, no nacimos de la vida física, de la vida caída, ni de la vida creada, sino que nacimos de Dios, quien es la vida increada. El hecho de que seres humanos lleguen a ser hijos de Dios significa que el hombre recibe la vida y la naturaleza divinas.

¿Por qué Dios ha producido a tantos hijos? No es principalmente porque nos ame o porque tenga compasión de nosotros. Es verdad que sí nos ama, pero la razón por la que engendró a tantos hijos fue con el fin de multiplicarse. Dios se deleita en multiplicarse. Todos los padres tienen cierta multiplicación. Antes de que Dios nos produjera, Él era simplemente Dios. Podía mirarse y decir: “Aquí estoy solo. Soy todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Lo soy todo, pero estoy solo”. Ahora, después de producir a tantos hijos, Dios puede decir: “¡He aquí, Mi multiplicación!”. Durante todos los siglos y todas las generaciones Dios se ha estado multiplicando a Sí mismo.

En el principio era el Verbo y en Él estaba la vida. Por medio de la creación Él preparó a muchos recipientes. Ahora, estos recipientes han llegado a ser la multiplicación de Dios, y ésta ha llegado a ser el aumento y la expresión corporativa de Dios. Él está plenamente expresado a través de Sus hijos, quienes son Su aumento y Su expresión corporativa.

Originalmente, Dios tenía un solo Hijo, Su unigénito, como Su expresión, la cual podemos llamar la expresión individual. Ahora Dios, al multiplicar Su vida, tiene muchos hijos que lo expresan, y a esto lo podemos llamar la expresión corporativa, la cual está compuesta de Su Hijo, quien llegó a ser el Primogénito, y Sus muchos hermanos. Éste es uno de los aspectos principales de la revelación hallada en este libro.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TRES

INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN

(2)

En el mensaje anterior vimos que Cristo, el Verbo, vino como vida y luz con el fin de producir muchos hijos para Dios, que fuesen Su agrandamiento y Su expresión corporativa. Esto se revela en Juan 1:1-13. Este asunto debe quedar grabado en nuestros corazones.

En este mensaje estudiaremos la segunda sección de Juan 1, la cual consta de los versículos del 14 al 18. Esta sección nos muestra que el mismo Cristo quien es el Verbo, y

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que vino como vida y luz a fin de producir muchos hijos como el agrandamiento y expresión de Dios, se encarnó para que lo disfrutemos. Juan 1:1-13 dice que Cristo vino con el fin de producir hijos para Dios; y los versículos del 14 al 18 indican que todos los hijos de Dios necesitan el disfrute de Cristo.

¿Cómo podemos disfrutar a Cristo? Por medio de Su encarnación. Encarnarse significa consolidarse. Antes de la encarnación, Cristo, el Verbo, era un misterio. Sin embargo, cuando se encarnó, Él se hizo real para nosotros. Antes de Su encarnación, era intangible, invisible, no se le podía tocar, pero al hacerse carne, Él se hizo sólido, real, visible y tangible. El versículo 14 dice: “Y el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros”. Esto representa algo sólido. Cuando Él se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres, Él se hizo tangible. La gente lo podía ver y tocar. Por esto Juan dice: “Y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre”. En la primera epístola de Juan, él dice que ellos lo palparon (1 Jn. 1:1). Así que, por medio de Su encarnación Cristo se hizo tangible.

Aunque por medio de Su encarnación Él se hizo tangible, necesitábamos algo más antes de poder disfrutarlo. Por lo tanto, 1:14 dice que Él estaba “lleno de gracia y de realidad”. No dice que Él estaba lleno de doctrinas y de dones. Cuando Él se hizo visible y tangible, estaba lleno de gracia y de realidad. Mientras Cristo estaba físicamente con los discípulos, ellos no sólo lo vieron, sino que también lo disfrutaron. Si pudiéramos preguntarle a Pedro o a María por qué amaban al Señor y por qué les gustaba tanto estar con Él, es posible que dijeran: “No podemos expresarlo con palabras. Cuando estamos con Él, tenemos un cierto disfrute. Sólo podemos testificar que Su presencia es muy agradable, es un gozo y una realidad. No sabemos cómo explicarlo, ni definirlo, pero estamos seguros de que lo disfrutamos”. ¿Qué era lo que ellos disfrutaban? Disfrutaban al Verbo encarnado, lleno de gracia y de realidad.

II. EL VERBO SE ENCARNÓPARA DAR A CONOCER A DIOS

A. Se hizo carne

Acabamos de plantear que el Verbo se hizo carne para que lo disfrutáramos. Ahora debemos ver que Él se encarnó a fin de dar a conocer a Dios (v. 18). Dios “fue manifestado en la carne” (1 Ti. 3:16). ¿Cómo Él dio a conocer a Dios? Lo dio a conocer en la carne al presentarse a nosotros para que lo disfrutemos. Él nunca les dijo a los primeros discípulos: “Hijitos, quiero que sepáis que soy el Hijo de Dios y que he venido a vosotros en la carne para manifestarles Dios. Vosotros necesitáis conocer a Dios. Miradme, para que os deis cuenta de quien soy. Si me conocéis a Mí, conoceréis a Dios

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el Padre”. Si Él hubiese dado a conocer a Dios de esta manera, los discípulos se hubiesen apartado de Él. Tal vez Pedro habría dicho: “Voy a volver a pescar en Galilea”. Y Marta habría dicho: “Señor, yo regreso a mi casa para seguir haciendo mis cosas”. No, Cristo no vino en la carne con el fin de dar a conocer a Dios por medio de enseñanzas, sino que vino lleno de gracia y de realidad. Él no dijo: “Hijitos, debéis buscar a Dios en Mí. Reconoced que vine para dar a conocer a Dios”. Él manifestaba a Dios como un disfrute, al presentarse a Sí mismo como gracia y realidad. Por lo tanto, es posible que Pedro dijera: “Jamás volveré a pescar. Estaré junto a este hombre para siempre. Aunque no sé con seguridad si es el Hijo de Dios, el Padre, el Verbo o el Creador, estoy seguro que Su presencia es muy agradable”. Esta fue la manera en que Jesús, el Hijo de Dios en la carne, dio a conocer a Dios. Él no lo hacía por medio de enseñanzas, sino proporcionando un disfrute. Con sólo mirar a las personas, Él las cautivaba. ¡Cuán disfrutable y agradable era Su presencia! Muchos de los primeros discípulos fueron cautivados por Él. Nadie podía rechazar Su agradable presencia. De esta manera Él dio a conocer a Dios.

Dios no es un Dios de enseñanzas, doctrinas, reglamentos, leyes ni dones. Él es un Dios de disfrute. Dios es nuestra gracia y realidad. Él es nuestro disfrute pleno, y Jesús, el Hijo de Dios, es la corporificación del disfrute de Dios. Cuando Él permanece en nosotros, disfrutamos a Dios. Probamos la dulzura, el amor y la preciosidad de Dios. Con el tiempo, obtenemos Su realidad. No tenemos las palabras adecuadas para expresar esto, pero podemos disfrutarlo hoy. Cuando permanecemos en la presencia del Señor por un periodo de tiempo, invocando Su nombre y diciendo: “Señor Jesús, te amo”, percibimos una dulzura, un consuelo y un descanso, y somos refrescados y fortalecidos. No sólo esto, sino que también recibimos Su realidad. Es posible que otros nos pregunten: ¿Qué clase de realidad tiene usted? Aunque no lo puedo describir, yo sé que tengo realidad. Antes de permanecer en la presencia del Señor, estaba vacío, pero ahora me siento lleno. Tengo realidad, estoy satisfecho y rebosando.

El Verbo se encarnó con el fin de dar a conocer a Dios, haciéndose carne para nuestro disfrute. El Hijo de Dios lo manifiesta ante los hombres por medio del disfrute. Esto es maravilloso.

Cuando el Verbo se hizo carne, Él estaba “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). En la Biblia, la palabra carne no es un término positivo, ya que denota algo caído y pecaminoso. Romanos 7:18 dice que en la carne no mora el bien. Cuándo la Palabra dice que Cristo se hizo carne, ¿estará diciendo que Él se hizo algo pecaminoso? Absolutamente no. Él se hizo carne “en semejanza de carne de pecado”. Este hecho fue tipificado por la serpiente de bronce en el asta que Moisés levantó en el desierto (Nm. 21:4-9). Aunque la serpiente de bronce tenía la forma de una serpiente, no tenía la

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naturaleza venenosa de la misma. Su naturaleza era pura, limpia y buena. Tenía esta forma a fin de ser un substituto. Veremos más acerca de esto cuando lleguemos a Juan 3:14. Por ahora es suficiente que veamos que cuando Cristo se hizo carne, Él no tenía la naturaleza pecaminosa de la carne, sino sólo la semejanza. Debido a que se encarnó de esta manera, el hombre podía tocarlo, participar de Él y disfrutar de la plenitud de Dios que estaba en Él. Ya que 2 Corintios 5:21 dice que Dios lo hizo pecado, parecería que en Su carne Él tenía pecado. Pero en realidad, Él no tenía la naturaleza pecaminosa, sino sólo la forma, la semejanza de la carne de pecado.

En 2 Corintios 5:21 también dice que Él “no conoció pecado”. No podemos explicar esto con palabras. ¿Cómo podemos decir que el Señor Jesús no conoció pecado, si Él conoce todas las cosas? Ya que Él conoce todas las cosas, conoció el pecado perfectamente. No obstante, 2 Corintios 5:21 dice lo contrario. ¿Qué quiere decir esto? Conforme a mi entendimiento, quiere decir que Jesús no tuvo pecado y que no estaba en nada involucrado con el pecado. En Su naturaleza y sustancia no existía el pecado. Aunque Él fue hecho pecado, en Él no estaba la naturaleza del pecado. Todo lo que podemos decir es que Él tenía la forma, la semejanza, de la carne de pecado.

B. Fijó tabernáculo entre los hombres

Cuando Él vino en la carne, Él era el tabernáculo de Dios entre los hombres. Al encarnarse, el Verbo no sólo introdujo a Dios en la humanidad, sino que también se hizo el tabernáculo de Dios, para ser la habitación de Dios en la tierra entre los hombres. Según el relato del Antiguo Testamento, hubo entre la gente de la tierra un tabernáculo, en el cual Dios estaba presente. Jesús en la carne fue el verdadero tabernáculo. El tabernáculo que se menciona en el Antiguo Testamento era un tipo, una sombra o figura del verdadero tabernáculo, el cual era Cristo mismo en la carne. Dios se encontraba en este tabernáculo, ya que el tabernáculo trajo a Dios a los hijos de Israel. En la época neotestamentaria, fue Jesús en la carne, el que introdujo a Dios en el hombre para que éste disfrutara de la presencia de Dios. Mientras estaba en la carne como el tabernáculo de Dios entre los hombres, Dios estaba corporificado en Él (Col. 2:9). Todo lo que Dios es y tiene está corporificado en Jesús. ¿Con qué propósito se corporificó Dios en la carne de Jesús? A fin de que el hombre pecador pudiera participar de Dios en Cristo. En otras palabras, Dios se corporificó en Cristo para nuestro disfrute.

Cristo en la carne era la morada de Dios en la tierra. Un día, mientras se encontraba en un monte junto con tres de Sus discípulos, Él se transfiguró delante de ellos (Mt. 17:2; 2 P. 1:17-18). Esto significa que el Dios de gloria que moraba en Él salió del tabernáculo. El Dios de gloria que estaba oculto en la carne y por la carne, se manifestó en el monte. Esta fue la transfiguración de Jesús. La gloria, que era Dios mismo, salió del

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tabernáculo. Incluso, los hijos de Israel en la antigüedad presenciaron la gloria shekináque se encontraba dentro del tabernáculo (Éx. 40:34). Lo mismo sucedió en el monte de la transfiguración. Repentinamente en la presencia de tres de los discípulos, la gloria shekiná que estaba en Jesús, se manifestó, brillando sobre Pedro, Jacobo y Juan. Fueron sorprendidos, incapaces en ese momento de disfrutar mucho de esta gloria. Es posible que en ese momento disfrutaran un poco, pero sin duda, al recordarlo, probablemente pensaban lo maravilloso que fue.

C. Con gracia

Juan nos dice que cuando Cristo, el Verbo, se encarnó y fijó tabernáculo entre nosotros, estaba lleno de gracia. En Cristo había algo que la Biblia llama gracia. ¿Qué es la gracia? Esto es difícil de definir. Podemos decir que la gracia es Dios en Cristo con toda Su plenitud para que le disfrutemos. Esto incluye el descanso, el consuelo, el poder, la fuerza, la luz, la vida, la justicia, la santidad, y todos los otros atributos divinos. Esto es la gracia para que la disfrutemos. Simplemente disfrutamos a Dios en Cristo como todo. Cada vez que estamos en la presencia de Dios, disfrutamos la plenitud de todo lo que Él es. Así, pues, el versículo 16 dice: “Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. La plenitud de la Deidad, es decir, todo lo que Dios es, mora en Cristo corporalmente para que lo disfrutemos.

Ya vimos que la gracia no es nada menos que Dios en el Hijo para nuestro disfrute. Cuando comparamos Gálatas 2:20 con 1 Corintios 15:10, vemos claramente a Cristo como la gracia; por ejemplo: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” y “pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. La gracia no consiste en dones materiales, ni siquiera en dones espirituales, sino en Dios mismo en Cristo como nuestro disfrute. El apóstol Pablo dijo que todo lo que no es Cristo es basura (Fil. 3:8). Para el apóstol, fuera de Cristo y de Dios, hasta las mejores cosas no eran nada más que basura. Aquí esta palabra en griego significa comida para los perros, las sobras, o basura que se tiraba a los perros en la antigüedad. Si alguien busca algo que no sea Dios en Cristo, en realidad está buscando basura. Todo lo que no es Dios en Cristo es basura. Sin embargo, Dios en Cristo es nuestra gracia, la cual vino mediante la encarnación de Dios. La gracia simplemente es el Dios que disfrutamos en Cristo como nuestro único y pleno disfrute.

Disfrutar a Dios y participar de Él, es la gracia. Repito, la gracia es Dios en el Hijo como nuestro disfrute. La gracia es Dios, no en doctrina, sino en la experiencia. Cuando experimentamos a Dios como nuestra fuerza, vida, descanso, poder, justicia y santidad, esto es la gracia. Cristo nos da a conocer a Dios el Padre en forma de disfrute, es decir, diariamente Él nos provee una porción del disfrute de Dios.

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Cuanto más disfrutamos de Dios, más le conocemos. Por ejemplo, la única forma de conocer un alimento es comerlo. Aunque usted me diga que algo es delicioso, si no lo pruebo esto no me consta. Pero, cuando como esa comida, ella se me ha dado a conocer por medio de mi disfrute de ella. Ahora la conozco, pero no se lo puedo explicar. Si usted desea conocerlo, también tiene que comerla. Así pues, Dios se nos da a conocer cuando lo probamos. Debemos probar a Dios. Debemos disfrutarle como nuestra gracia, ya que esta es la manera en que Cristo da a conocer a Dios. Este asunto va más allá de nuestra capacidad de expresarlo. El disfrute es real, pero es difícil explicárselo a otras personas. Supongamos que usted prueba un pastel y me dice: “Está delicioso”. Si le pidiera más detalles, usted me diría: “No se lo puedo decir. Usted tiene que probarlo”. Debemos probar a Dios. Cristo vino con la plenitud de la gracia de Dios. Debemos disfrutar de Su presencia y permanecer en Él. Entonces participaremos de lo que Dios es. De este modo Dios nos es dado a conocer, y lo experimentamos.

D. Con la realidad

Cada vez que disfrutamos a Dios, no sólo recibimos la gracia, sino también la realidad. Cuando disfrutamos a Dios, recibimos la gracia, y a raíz de esto, Dios es hecho real para nosotros. El último punto que se relaciona con la encarnación de Dios es la realidad. La palabra verdad que se menciona en el Evangelio de Juan significa realidad, y se refiere a que nos demos cuenta de quién es Dios y la realidad de Dios. Pablo dijo en el Nuevo Testamento que todo era basura (Fil. 3:8), y Salomón declaró que todo era vanidad (Ec. 1:2), carente de realidad. Nada de lo existente es realidad; todo es vanidad. Para el apóstol todas las cosas eran basura, y para el rey Salomón todo era vanidad. Sólo Dios es realidad. Si tenemos a Dios, tenemos la realidad. Cuanto más experimentamos a Dios, más disfrutamos de la gracia y más aprehendemos la realidad.

La gracia es Dios disfrutado por nosotros en el Hijo; la realidad es Dios hecho real para nosotros en el Hijo. La gracia es el disfrute, y la realidad es la aprehensión. Usted puede declarar que Dios es luz, simplemente en doctrina sin tener la realidad. Sin embargo, cuando usted participa de Dios, y lo experimenta como luz, entonces usted conoce a Dios como luz. De igual modo, si decimos que Dios es vida, estas pueden ser sólo palabras. Pero, si disfrutamos a Cristo como nuestra porción, nos daremos cuenta de que Dios es nuestra vida. Por lo tanto, la gracia es Dios disfrutado por nosotros, y la realidad es Dios hecho real para nosotros en ese disfrute.

La gracia y la realidad vinieron con Jesús. El versículo 17 dice: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. La ley hace exigencias al hombre conforme a lo que Dios es, pero la gracia le suministra al hombre lo que Dios es para satisfacer lo que Él exige. A lo más la ley era solamente un

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testimonio de lo que Dios es (Éx. 25:21), pero la realidad es la aprehensión de lo que Él es. Por medio de la ley nadie puede participar de Dios, pero la gracia es el disfrute de Dios para el hombre, y la realidad es Dios hecho real para el hombre. Por ende, la gracia es Dios disfrutado por el hombre, y la realidad es Dios hecho real para el hombre. Ya que la gracia y la realidad vinieron con Jesús, cuando Él está con nosotros, tenemos gracia y realidad. Aunque carecemos de las palabras para describir esto, lo sabemos, hasta cierto punto, por medio de nuestra experiencia. Hemos disfrutado a Dios en Cristo como la gracia muchas veces, y lo hemos recibido como la verdadera vida, luz, descanso, paciencia, humildad y muchas otras cosas. Esto es Dios hecho real para nosotros.

Cuando disfrutamos a Dios en Cristo como la gracia y lo asimos en Cristo como la realidad, descubrimos cuán inescrutables son Sus riquezas. De Su plenitud hemos recibido gracia sobre gracia. En el Cristo encarnado habitaba toda la plenitud de Dios (Col. 2:9). Mediante la encarnación de Dios en Cristo, podemos recibir las riquezas de la gracia y la realidad que surgen de Su plenitud divina.

La gracia y la realidad no tienen límite. Siempre hay plenitud. Cualquier cosa que disfrutemos fuera de Dios en Cristo tiene un límite; sin embargo, cuando disfrutamos a Dios en Cristo como la gracia y la realidad, nos damos cuenta de que no existen límites, sólo hay plenitud. Esta plenitud es ilimitada. Cuanto más disfrutamos de esta plenitud, más nos damos cuenta de cuán ilimitada es. La gracia nunca se mermará por nuestro disfrute y la realidad nunca se agotará por nuestra experiencia. Cuanto más la experimentamos, más hay; ésta aumenta de acuerdo a nuestra capacidad de poder experimentarla. Nuestra capacidad determina nuestra medida de la plenitud de la Deidad. ¿Cuán grande es Dios para usted? Si su capacidad es de ocho onzas, la plenitud de Dios para usted será de ocho onzas. Si su capacidad aumenta a ochocientos galones, la plenitud de Dios lo llenará hasta rebosar. Si su capacidad es como el Océano Pacífico, usted conocerá la plenitud de Dios hasta ese grado. Sin embargo, aún la cantidad del Pacífico no es suficiente, necesitaríamos la capacidad de un océano eterno. Pero, incluso si nuestra capacidad aumentara hasta ese grado, Dios lo llenaría hasta rebosar. Por lo tanto, el disfrute de Dios en Cristo es ilimitado. Nuestro disfrute de Su plenitud depende de nuestra capacidad.

E. En el Hijo unigénito de Dios

Dios es dado a conocer en el Hijo unigénito de Dios, quien estaba en el seno del Padre desde la eternidad pasada y que aún está allí después de la encarnación. Por lo tanto, el versículo 18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. El Hijo unigénito estaba, está y estará para siempre en el seno de Dios el Padre. Lo que el versículo 18 dice es muy simple, pero su significado es

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profundo. ¿Me podría decir qué es el seno del Padre? Hasta ahora no he escuchado una respuesta satisfactoria. Este asunto es algo muy íntimo, hondo y profundo. Yo no puedo decirles lo que significa por que carezco del entendimiento y las palabras para hacerlo. Sin embargo, sabemos que el amado Unigénito del Padre, está continuamente en el seno del Padre con el fin de manifestarlo. De esta manera Él da a conocer al Padre y nos introduce al disfrute del Padre.

Dios se expresa en Cristo, y con Él recibimos la gracia y la realidad. Por lo tanto, cuando vamos a Cristo, disfrutamos de la gracia y participamos de la realidad. El versículo 18 nos dice que Cristo, como el Hijo unigénito de Dios, está en el seno de Dios el Padre. Por lo tanto, cuando disfrutamos a Cristo de una manera muy íntima, este íntimo disfrute nos llevará a Dios el Padre. Es decir, este disfrute de Cristo nos lleva al seno del Padre. En el Padre tenemos amor y luz. Cristo es la expresión de Dios del mismo modo que la gracia es la expresión del amor, y la realidad es la expresión de la luz. Cuando disfrutamos a Cristo como la gracia y la realidad, somos llevados al seno del Padre donde disfrutamos del amor y la luz. El amor es la fuente secreta de la gracia, y la luz es la fuente secreta de la realidad. Por esta razón en el Evangelio de Juan tenemos la gracia y la realidad, pero en la Primera Epístola de Juan vemos el amor y la luz (1 Jn. 1:5; 4:7-8). El Evangelio de Juan nos trae a Dios, y lo disfrutamos como la gracia y la realidad. La Primera Epístola de Juan nos lleva a Dios, y lo disfrutamos como el amor y la luz. Si sólo disfrutamos de la gracia, este disfrute no es lo suficientemente profundo. Cuando la gracia nos introduce al amor, alcanzamos la fuente de donde fluye la gracia. Si nos remontamos al origen de la gracia, la gracia llega a ser el amor. De igual modo, la luz es la fuente de la cual brota la realidad. Si nos remontamos al origen de la realidad, llegamos a la luz, ya que la luz representa una experiencia más profunda de la realidad.

F. Para dar a conocer a Dios

Ya vimos que el Verbo se encarnó a fin de dar a conocer a Dios, es decir, expresarlo (He. 1:3), explicarlo y definirlo. El Hijo unigénito del Padre dio a conocer a Dios por medio del Verbo, la vida, la luz, la gracia y la realidad. También vimos que estas cinco cosas están relacionadas con la encarnación de Dios. Todas éstas se encuentran y se cumplen en Dios mismo. El Verbo es Dios expresado, la vida es Dios impartido, la luz es Dios brillando, la gracia es Dios disfrutado, y la realidad es Dios hecho real, es decir, aprehendido. Por medio de estas cinco cosas, el Hijo da a conocer por completo a Dios. La esencia de todas ellas es Dios. Aunque nadie ha visto a Dios jamás, Su Hijo le ha dado a conocer como el Verbo, la vida, la luz, la gracia y la realidad. Cuanto más recibamos la palabra, cuanto más Dios llegue a ser nuestra vida, cuanto más permitamos que la luz de dicha vida nos ilumine, y cuanto más lo disfrutemos como la gracia y lo aprehendamos como la realidad, más conoceremos a Dios. Dar a conocer a Dios significa expresarlo,

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explicarlo y definirlo. Cristo dio a conocer a Dios, lo expresó, lo explicó y lo definió al encarnarse como el Verbo, quien trae la vida, la luz, la gracia y la realidad.

Los primeros dieciocho versículos del capítulo uno se pueden resumir en las siguientes palabras: Verbo, Dios, vida, luz, gracia y realidad. Juan 1:1-18 nos dice cómo por medio del Verbo todas las cosas llegaron a la existencia, y cómo el Verbo, Dios mismo, se hizo carne para traer gracia y realidad al hombre. En Él estaba la vida, la cual era la luz de los hombres, para que ellos la recibieran. Todos los que le recibieron como tal, nacieron de Él, y lo tuvieron como su vida y luz. Luego participaron de Él como gracia y realidad. De este modo, Dios en el Hijo se dio a conocer a los hombres. Cristo, al ser el Verbo, la vida, la luz, la gracia y la realidad, nos expresó, explicó y definió a Dios.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUATRO

INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y A LA EDIFICACIÓN

(3)

III. JESÚS COMO CORDERO DE DIOSCON EL ESPÍRITU COMO PALOMA,

PRODUCE LAS PIEDRAS PARA EL EDIFICIO DE DIOS

En este mensaje estudiaremos la última parte del primer capítulo del Evangelio de Juan (vs. 19-51). El tema principal de este pasaje es Jesús como el Cordero de Dios, y el Espíritu Santo como la paloma, hacen que los creyentes sean hechos las piedras para la edificación de la casa de Dios con el Hijo del hombre como el elemento. Este tema consta de cinco puntos principales: el Cordero de Dios, la paloma, las piedras, la edificación de la casa de Dios y el Hijo del Hombre. El Cordero de Dios se relaciona con la redención, la paloma tiene como fin impartir la vida, transformar y edificar, la piedra es el material, la casa es el edificio y el hombre es la sustancia del edificio de Dios. En primer lugar, el hombre es redimido por el Cordero; luego, la paloma lo regenera y lo transforma. De esta manera, el hombre se convierte en una piedra, con la cual la paloma puede edificar. La paloma no sólo regenera, sino que también transforma y une, lo cual produce con el tiempo la edificación de la casa de Dios. La esencia, el elemento básico, de la casa de Dios no es la divinidad, sino la humanidad. La divinidad es el habitante y la humanidad es la morada. Sin embargo, ésta no es una humanidad natural ni la que fue creada; más bien, esta humanidad ha sido regenerada, transformada y elevada, o sea, que ha pasado por el proceso de la creación, encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión. Cuando la humanidad pasa por este proceso maravilloso, llega a ser la

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sustancia del edificio de Dios, la morada de Dios. Ningún otro libro presenta este punto tan claramente como los escritos de Juan, tanto en su evangelio como en sus epístolas y su libro de Apocalipsis. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo para estudiarlos.

Juan 1:19-51 es una larga sección compuesta de treinta y tres versículos. ¿Por qué es tan larga? Por años me inquietó este asunto y me preguntaba: “El lenguaje de los primeros dieciocho versículos es bastante económico, ni una sola palabra es desperdiciada. ¿Por qué Juan usa tantas palabras en esta parte del capítulo?”. No podía entender por qué Juan un escritor tan parco y simple usó tantos versículos. Si yo la hubiera escrito, sólo habría usado siete u ocho versículos, para contar que los fariseos le preguntaron a Juan si él era el Mesías, Elías o el profeta, que Juan bautizó a la gente en agua, que presentó a Jesús como el Cordero de Dios junto con la paloma que descendió y reposó sobre Él, y que el Señor atrajo cinco discípulos que le siguieron, y que el Señor le cambió el nombre a uno de ellos. Sin embargo, Juan usó muchos más versículos. ¿Con qué propósito? Muy pocos cristianos han visto la intención que tenía Juan al escribir los versículos del 19 al 51. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo para considerar esto.

A. La gente religiosaesperaba un gran líder

Si usted lee todo el Evangelio de Juan, descubrirá que la religión es lo que más se opuso a Cristo. Nada le causó más problemas ni lo obstaculizó tanto como la religión judía. La religión es el enemigo de Cristo. Impide que Cristo sea vida para el hombre. Al final, la religión sentenció a Cristo a muerte. El sistema político de los romanos no fue responsable de ello, ya que bajo la dirección de Pilatos, era muy débil para hacerlo. La religión judía utilizó el sistema político romano para sentenciar a Cristo. Por lo tanto, Juan nos muestra en su evangelio que la mayor oposición contra Cristo como vida proviene de la religión. Por esto en el capítulo uno él usó muchos versículos para describir la deplorable situación religiosa. La intención de Juan era presentar la lastimosa condición de la religión.

Los versículos del 19 al 25 revelan el concepto de los religiosos, el cual va totalmente en contra del pensamiento divino. Los religiosos esperaban un gran líder, alguien como el Mesías, Elías o el profeta (conforme a las Escrituras: Dn. 9:26; Mal. 4:5; Dt. 18:15, 18). El concepto religioso consiste en buscar a grandes personas como el Mesías o a un gran profeta como Elías. Los religiosos siempre buscan un gran líder que lleve a cabo portentos y milagros, para que los salve y los libere. Por lo tanto, los líderes judíos enviaron mensajeros para que le preguntaran a Juan el Bautista si él era el Mesías. Por supuesto, Juan contestó que no. Entonces le preguntaron si era Elías, y también contestó que no. En el capítulo 18 de Deuteronomio, Moisés le prometió a Israel que

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vendría un gran profeta. Y desde ese día que se dio la promesa Israel siempre esperó la venida de tal profeta, así que cuando Juan el Bautista apareció, le preguntaron si él era aquel. No obstante, Juan contestó que no era el profeta. Podemos ver que este principio aún está presente en la situación religiosa actual. La gente en todas partes siempre busca grandes predicadores que sean famosos. Los religiosos de hoy, igual que los fariseos, escribas y sacerdotes principales, no buscan la vida; sino movimientos grandes y un gran líder. Aunque ellos esperan un líder que los anime, después de que éste viene y se va, ellos permanecen en su mortandad.

El contraste presentado en esta porción del Evangelio de Juan es muy impresionante. Ya vimos que los religiosos estaban esperando a un gran líder y que le preguntaron a Juan el Bautista si él era el Mesías, Elías o el profeta. Cuando él repetidas veces les dijo que no, entonces finalmente le preguntaron: “¿Quién eres? ¿Qué dices de ti mismo?”. Juan contestó: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto”. ¿Qué es una voz? No es nada; usted la escucha y se desvanece. No se puede tocar. Tal parece que Juan decía: “Yo no soy nadie. Soy sólo una voz. Yo no soy el Mesías ni Elías, ni el profeta”. Los religiosos estaban decepcionados, ¿qué les podían decir a los que los habían enviado? Es posible que le dijeran a Juan: “¿Regresaremos a los que nos enviaron y les diremos que tú dices que eres sólo una voz? ¿Qué es esto? Esto no tiene sentido”. Y así es, para la religión, la vida no tiene sentido.

B. Jesús es presentadocomo el Cordero con la paloma

1. El Cordero quita el pecado del hombre

¿Qué dijo Juan cuando vio a Jesús? Él no dijo: “He aquí el doctor Jesucristo”, sino: “He aquí el Cordero de Dios”. Si yo hubiese sido Juan el Bautista, habría dicho: “He aquí el León de la tribu de Judá”. Usted, ¿cómo habría presentado a Jesús, como el Cordero o como un león? Si usted me presentara a Cristo como un león, yo huiría, porque le tengo miedo a los leones. Sin embargo, Jesús fue presentado como un Cordero. Mientras los religiosos esperaban a un gran líder, Juan presentó a Jesús como el pequeño Cordero de Dios. Jesús no vino para ser el gran líder de un movimiento religioso, sino que vino como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No es un asunto de un movimiento; sino de redención, de solucionar el problema del pecado de la humanidad. No necesitamos a un doctor en teología ni a un líder religioso, lo que necesitamos es un pequeño Cordero que quite nuestros pecados. Necesitamos que Jesús, el Cordero de Dios, muera por nosotros y derrame Su sangre para nuestra redención. La situación actual es igual a la de los tiempos de Juan el Bautista. La religión todavía espera a un gran líder que pueda realizar un gran movimiento. Sin embargo, en la economía de Dios,

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Jesús no es esta clase de líder. Él simplemente es el Cordero de Dios. Cuando leemos este mensaje debemos decir: “Señor Jesús, para mí Tú no eres un gran líder, Tú eres el Cordero de Dios quien murió en la cruz por mis pecados. Gracias por Tu muerte, Tu sangre y Tu redención. No me interesa un gran líder. Yo sólo quiero a este pequeño Cordero que me redimió”. El concepto religioso consiste en que venga un gran líder, pero la economía divina consiste en que un Cordero que muera para redimir al hombre del pecado. Ya que el problema del pecado requiere una solución, la redención es indispensable. Necesitamos que el Cordero de Dios quite nuestros pecados.

2. La paloma trae a Dios al hombre

Juan no sólo presentó a Cristo como el Cordero de Dios, sino también como el Cordero con la paloma (1:32-33). El Cordero quita el pecado del hombre, y la paloma trae a Dios como vida al hombre. El Cordero tiene como fin efectuar la redención, es decir, redimir al hombre caído y regresarlo a Dios, y el propósito de la paloma es dar vida, a fin de que el hombre reciba la unción, o sea, ungirlo con lo que Dios es, introducir a Dios en el hombre y al hombre en Dios, y unir en Dios a los creyentes. El Cordero y la paloma son necesarios para que el hombre participe de Dios. La paloma es el símbolo del Espíritu Santo, cuya labor es traer Dios al hombre y unir al hombre con Dios. El Cordero, por el lado negativo, resuelve el problema del pecado del hombre; la paloma, por el lado positivo, trae Dios al hombre. El Cordero separa al hombre del pecado, y la paloma une a Dios con el hombre.

Juan presentó a Jesús como el Cordero con una paloma, no con un águila. Pareciera que algunos cristianos tienen un águila en lugar de una paloma. Una paloma no es grande ni salvaje, sino pequeña y delicada. Aquí la paloma representa al Espíritu Santo, quien imparte vida, regenera, unge, transforma, une y edifica. No da poder sino vida. No tiene poder, pero está llena de vida y percepción. La Biblia valora los ojos de la paloma, ya que éstos son su característica más preciosa. En Cantar de cantares, el Señor alaba a la que lo ama por sus ojos de paloma (1:15). La paloma no es un símbolo de poder, sino de vida. Es hermosa, pequeña y está llena de vida.

Cuando lleguemos a Juan 12, veremos que el Señor se compara a Sí mismo con algo aún más pequeño que una paloma, esto es, con un grano de trigo (12:24). Un grano de trigo no tiene buena apariencia externa ni tampoco tiene poder, sino más bien, está lleno de vida para reproducir y propagar la vida, o sea, multiplicarla. Por lo tanto, el Evangelio de Juan trata de la vida y no del poder. El Cordero no se relaciona con el poder, sino con la redención. Si Jesús hubiera venido como un león, nadie lo habría podido crucificar. Sin embargo, Él vino como un pequeño Cordero que fue llevado al matadero e inmolado por nuestra redención (Is. 53:7). ¡Qué diferencia existe entre la vida y la religión! La religión

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busca el poder, los movimientos y los grandes líderes. Pero, la vida necesita un Cordero que efectúe la redención para quitar todas las cosas pecaminosas y una paloma que llene de vida, que imparta vida, que regenere, unja, transforme, unifique y edifique. Entonces Dios tendrá una casa, Bet-el. Todos debemos ver esto.

Espero que hayamos visto que debemos abandonar completamente la religión con todos sus conceptos. No obstante, temo que después de leer este mensaje algunos todavía piensen que necesitan poder para producir un gran movimiento. La economía de Dios no consiste en enviar a un líder poderoso para que comience un movimiento, sino en enviar al Hijo de Dios como el Cordero con Su Espíritu como la paloma a fin de realizar la redención e impartirle vida al hombre. La economía de Dios consiste en que un grano caiga en la tierra y muera para producir muchos granos que serán compenetrados a fin de ser un solo pan, que es el Cuerpo de Cristo, la iglesia que expresa a Cristo. Lo que necesitamos es la redención con la vida.

C. Producir piedraspara el edificio de Dios

1. Los seguidores de Jesússon transformados en piedras

El Cordero con la paloma atrajo a los hombres para que lo siguieran. Cuando Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios”, dos de sus discípulos fueron atraídos por Jesús, y Juan estaba contento de esto. ¿Cuáles fueron estos discípulos? El primero fue Andrés y el segundo debe haber sido Juan, el escritor de este evangelio, quien por humildad no mencionó su nombre. Después de que Andrés fue atraído, él encontró a su hermano, Simón, y lo llevó al Señor (1:41-42). Cuando el Señor vio a Simón, le cambió el nombre a Cefas, o sea, Pedro, lo cual significa “piedra”. El Señor hizo referencia a esto en Mateo 16:18 cuando le hablaba a Pedro acerca de la edificación de la iglesia. Es probable que a raíz de esto Pedro recibiera el concepto de las piedras vivas para la edificación de la casa espiritual (1 P. 2:5), la cual es la iglesia. El significado de la palabra piedra denota una obra transformadora que produce los materiales para el edificio de Dios (1 Co. 3:12).

En un mismo capítulo tenemos las figuras del Cordero, la paloma y la piedra. ¿Cuál es el significado de estas figuras? El significado es que el Cordero junto con la paloma producen las piedras. La redención junto con la regeneración y la transformación produce las piedras. Repito que no debemos tratar de entender el Evangelio de Juan sólo por las letras impresas, sino que debemos encontrar el verdadero significado de las alegorías. ¿Qué representa el Cordero? Según Éxodo 12, el cordero pascual se degollaba

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por los pecados del pueblo y se lo comía para la satisfacción del pueblo. ¿Qué representa la paloma? El Antiguo Testamento nos muestra que la paloma es una criatura llena de belleza y de vida. Por lo tanto, ésta representa a la tercera Persona de la Deidad que viene a la humanidad y le imparte vida. Esta paloma, que desciende sobre el hombre, forma un par con la redención y tiene como fin producir piedras. No produce predicadores, ministros, ni eruditos en teología; sólo produce piedras. Como hemos visto, estas piedras sirven para la edificación de Bet-el, la casa de Dios.

Aunque Andrés conoció al Señor antes que Pedro, Jesús no le cambió su nombre. ¿Por qué? Si nosotros hubiésemos estado en el lugar del Señor le hubiésemos cambiado el nombre de Andrés por piedra y a Juan lo hubiésemos llamado diamante. No obstante, el Señor Jesús no actuaba con prisa, sino en forma gradual, aun al cambiarle el nombre a Pedro y no a Andrés. Si yo hubiese sido Andrés, habría dicho: “Señor, ¿por qué no cambiaste mi nombre? Eso no es justo. Yo vine primero. ¿Por qué le diste a Simón un nombre nuevo y a mí no? Señor, también tienes que cambiar mi nombre”. Sin embargo, el Señor no le cambió el nombre a Andrés, lo que indica que todo depende de Él y que nunca hace nada de prisa.

Felipe fue el siguiente en ser atraído hacia el Señor Jesús. Sin embargo, el Señor no hizo nada con él. Luego Felipe encontró a Natanael y dijo: “Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (v. 45). Esta información no era correcta, ya que Jesús no era hijo de José, sino de María (Mt. 1:16), y no nació en Nazaret, sino en Belén (Lc. 2:4-7). Cuando Natanael dijo: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”, Felipe le dijo: “Ven y ve”. Felipe tuvo razón al no discutir con Natanael. Él se dio cuenta de que él mismo no comprendía bien y por esto sólo le dijo: “Ven y ve”. Todos debemos aprender esta lección. Hay muchos “Felipes” entre nosotros, quienes, después de haber visto algo del Señor, han salido a hablar de forma indebida, dando mala información. Por lo tanto, no debemos discutir con otros, sino simplemente decirles que vengan y vean. Natanael fue. Aunque el Señor no hizo nada con Felipe, sí lo hizo con Natanael al hablarle del sueño de Jacob (Jn. 1:51).

¿Por qué el Señor hizo algo con Simón y con Natanael, y no con Andrés ni Felipe? Esto nos muestra un principio: el Señor no usa al primero, sino siempre al segundo. El primero pertenece a la vieja creación. Por ejemplo, durante la Pascua en Egipto murieron todos los primogénitos. No debemos ser los primeros, ya que si deseamos ser los primeros, estaremos acabados con el Señor. Aunque sea bueno ser el primero en la escuela, esto no es bueno en la iglesia. Con el Señor Jesús nunca tratemos de ser los primeros. Aprendamos a ser los segundos; de lo contrario erraremos el blanco. Todo el mundo desea ser el primero; sin embargo, si estamos dispuestos a ser los segundos, el

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Señor hará algo con nosotros. Simón fue el segundo, y el Señor le reveló el asunto de ser una piedra. Natanael también fue el segundo, y el Señor le reveló la casa de Dios.

2. Para la edificación de la casa de Dios

“Y le dijo: De cierto de cierto, os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (v. 51). Los antiguos judíos sabían que esto se refería al sueño de Jacob (Gn. 28:10-22). Cuando Jacob estaba huyendo de su hermano, una noche durmió a la intemperie, y usó una piedra como almohada. Entonces, soñó que los cielos se abrían y que una escalera fue colocada en la tierra, la cual llegaba al cielo, y por la cual subían y descendían ángeles. Cuando Jacob se despertó dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo” (v. 17). Entonces ungió la piedra con aceite y llamó a aquel lugar Bet-el. Las palabras del Señor a Natanael fueron el cumplimiento de este sueño. Cristo, como el Hijo del Hombre en Su humanidad, es la escalera puesta entre la tierra y el cielo para mantener el cielo abierto a la tierra y unir la tierra al cielo con miras a la casa de Dios. Jacob derramó aceite (un símbolo del Espíritu Santo, la última Persona del Dios Triuno que llega al hombre) sobre la piedra (un símbolo del hombre transformado) para que ésta fuera la casa de Dios. En Juan 1 junto con Cristo en Su humanidad, está el Espíritu (v. 32) y la piedra (v. 42) para la casa de Dios. Dónde se encuentren éstos, allí hay un cielo abierto. Por lo tanto Cristo, como hombre, es la escalera que abre el cielo y une la tierra con el cielo y trae el cielo a la tierra. Dondequiera que esté Cristo en Su humanidad, allí hay puerta al cielo, Bet-el, es decir, la edificación de la casa de Dios con todas las piedras, que son las personas transformadas.

Como una introducción al Evangelio de Juan, Juan 1 nos presenta a Cristo como el Hijo de Dios (vs. 34, 49) y el Hijo del Hombre. Natanael lo reconoció como el Hijo de Dios y se dirigió a Él como tal (v. 49), pero Cristo le dijo a Natanael que Él era el Hijo del Hombre. El Hijo de Dios es Dios con Su naturaleza divina, la divinidad. El Hijo del Hombre es un hombre con Su naturaleza humana, la humanidad. Como Hijo unigénito de Dios, Él da a conocer a Dios (v. 18), trae Dios al hombre y lleva el hombre a Dios. Pero, como Hijo del Hombre, edifica la habitación de Dios en la tierra entre los hombres. El edificio de Dios necesita Su humanidad. En la eternidad pasada Cristo sólo tenía la divinidad, pero en la eternidad futura Cristo tendrá la divinidad y la humanidad para siempre.

En el capítulo 1 de Juan hay tres secciones diferentes. La primera sección, compuesta de los primeros trece versículos, termina con los hijos de Dios. La segunda sección, del versículo 14 al 18, termina con el Hijo unigénito de Dios. La tercera sección, compuesta de los últimos treinta y tres versículos, termina con el Hijo del Hombre. Los hijos de

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Dios son la ampliación y el agrandamiento de Dios para Su expresión corporativa. El Hijo unigénito de Dios es la manifestación de Dios, dándole a conocer a todas las personas que disfrutan de la plenitud de Dios como gracia y realidad. El Hijo del Hombre tiene como fin edificar la casa de Dios. Así que, Dios tiene muchos hijos, y ellos constituyen Su expresión, manifestándole de forma corporativa. Para expresar a Dios corporativamente, se necesitan Sus muchos hijos, para darlo a conocer, se necesita al Hijo unigénito de Dios, y para edificar la casa de Dios, se necesita al Hijo del Hombre.

Juan 1 comienza con el Verbo y termina con Bet-el, la casa de Dios. Existe un largo trecho entre el versículo 1 y el 51. En éste encontramos varios temas: Dios, la creación, la vida, la luz, la carne, el tabernáculo, la gracia, la realidad, la manifestación de Dios, el Cordero, la paloma, la piedra, la escalera, la humanidad de Jesús y finalmente la casa de Dios. Esto es vida y edificación. En un sólo capítulo podemos ver el principio, el Verbo, a Dios, la creación, la vida, la luz, los muchos hijos de Dios producidos en vida, la carne, el tabernáculo, la gracia, la realidad, la plena manifestación de Dios, el Cordero que quita el pecado del mundo, y la paloma que regenera, unge, transforma, une y edifica. Además, podemos ver una piedra, una escalera, el cielo abierto y la casa de Dios. ¡Aleluya nosotros somos partes de la casa de Dios!

El Evangelio de Juan es maravilloso y profundo. En el mismo no tenemos a un gran líder religioso; tenemos a un pequeño Cordero y una paloma aún más pequeña. El Cordero y la paloma nos hacen piedras para el edificio de Dios. No somos teólogos, sino piedras que sirven para la edificación. No somos una organización religiosa, sino Bet-el, la casa de Dios.

Después de que Jesús fue presentado como el Cordero con la paloma, la gente comenzó a seguirlo. Este aspecto de Cristo es crucial para el cumplimiento del propósito de Dios. Entre Dios y el hombre existía un problema: el pecado. También el hombre carecía de la vida. Dios quería que el hombre tuviese vida. Sin embargo, lo que tenía era pecado, carecía de vida. Por lo tanto, el Cordero vino para quitar el pecado. Aunque el Cordero ha quitado el pecado y ha resuelto el problema que éste representaba, todavía el hombre necesitaba vida. La paloma vino para impartir la vida. ¡Aleluya, el pecado fue quitado y la vida fue impartida! El pecado se fue y la vida ha llegado.

Esta es la redención más la unción. La redención quita nuestro pecado, y la unción nos trae la vida y el suministro de vida. Puesto que tenemos la redención y estamos bajo la unción del Espíritu, ya no tenemos problemas con el pecado ni carecemos de vida. Como resultado de que se haya quitado el pecado y se haya impartido la vida, estamos en el proceso de transformación, que es la obra del Espíritu que unge. Después de regenerarnos, el Espíritu opera dentro de nosotros transformándonos en piedras. Por

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medio de nuestro nacimiento natural somos barro. Cuando nacemos de nuevo, entramos en un proceso de transformación, pues el Espíritu que regenera es el Espíritu que transforma.

Nosotros estamos siendo transformados en piedras para la edificación de la casa de Dios. Pocos cristianos han visto la edificación de la casa de Dios que se revela en Juan 1. Aunque muchos maestros bíblicos han mencionado el asunto de la vida en este capítulo, casi todos han pasado por alto la meta, la cual es el edificio. La vida no es la meta, sino el procedimiento por el cual Dios obtiene el edificio. Por lo tanto, la vida es para el edificio y es quien lo mantiene. La meta es la edificación de la casa de Dios.

Cuando los hombres eran atraídos por el Señor y comenzaban a seguirlo, Él tenía esta meta en mente. En Juan 1, al Señor Jesús no lo seguía una gran multitud, sólo cinco discípulos. Es posible que Juan el Bautista estuviese decepcionado por esto, ya que él había proclamado: “He aquí el Cordero de Dios” y como resultado de ello, sólo dos discípulos siguieron al Señor Jesús. Si usted piensa que el recobro del Señor se ha movido muy lentamente, le pediría que se fijara en los seguidores que tuvo el Señor. En Hechos 1 dice que el Señor, al final de los tres años y medio de Su ministerio, sólo había ganado a ciento veinte personas. El Señor no busca hacer un movimiento. Los movimientos crecen de la noche a la mañana, como los hongos. Sin embargo, el Señor no procede de esta manera, sino que los hace por medio de una semilla que se siembra y toma su tiempo en crecer. Por lo tanto, en Juan 1 no se habla de un gran movimiento, sino del camino estrecho de la vida. Al principio sólo dos personas le siguieron. Luego se les unieron Simón, Felipe y Natanael. Aunque eran pocos, había una piedra y también la casa de Dios. Por lo tanto, esto no es un asunto de cuántas personas siguen a Jesús; sino de cuantas sean piedras para la edificación. Mientras hayan piedras, la casa de Dios puede ser edificada. A Dios no le interesa el número de personas, sino las piedras y el edificio. Ésta es la necesidad actual de Dios. Dios desea obtener personas que sean transformadas en piedras para la edificación de Su casa.

El Señor habló con Natanael acerca del sueño de Jacob. ¿Dónde está la casa de Dios con la que Jacob soñó? Cuando Jacob tuvo esta revelación, él no tenía casa y estaba vagando. Si el hombre no tiene casa, Dios tampoco la tiene. Cuando Jacob necesitaba una casa, Dios también la necesitaba. Por esto Dios le dio a Jacob esta revelación por medio de un sueño. La casa de Dios necesita de una piedra sobre la cual se ha derramado aceite. Ya mencionamos que las piedras representan al pueblo de Dios que ha sido regenerado y transformado, y que el aceite representa a Dios cuando viene al hombre como el Espíritu. Cuando por fin Dios se una a Su pueblo transformado, Él tendrá una casa. Esto fue efectuado cuando Cristo vino como el Cordero con la paloma para redimirnos de nuestros pecados y unirnos a Dios. A raíz de este hecho todos

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podemos ser piedras transformadas para la casa de Dios. Entonces el Hijo del Hombre como la escalera espiritual puede unir la tierra y el cielo y mezclar a Dios con el hombre. Es en este punto que nos damos cuenta de que la intención final de Dios es obtener una casa que sea edificada con personas que han sido regeneradas y transformadas, y que están unidas a Dios en el Hijo del Hombre por el Espíritu Santo. Este es un cuadro de la Nueva Jerusalén, la cual es el edificio de piedras vivas con la gloria de Dios. En la eternidad futura, la consumación máxima de la obra de Dios será la existencia de una morada para Dios.

Debemos olvidarnos de todos los conceptos religiosos y debemos tomar el concepto divino, el cual se basa en Cristo como el Cordero con la paloma, es decir, el Redentor con el Espíritu. Cristo es el Redentor con el Espíritu, quien es el poder que regenera, transforma y une. El Espíritu de Cristo nos regenerará, transformará y unirá a Dios y a los demás. Olvidémonos de los conceptos religiosos que consisten en tratar de ser buenos para complacer a Dios o en tratar de hacer algo para Él. Debemos ver que Dios desea regenerarnos y transformarnos en piedras, es decir, cambiarnos de Simón a Cefas. Todos los que han sido atraídos al Cordero de Dios, con quien está la paloma, serán transformados en piedras para la casa de Dios. Debemos recibir la visión de que necesitamos ser transformados y edificados en la casa que Dios desea. Esto es lo que Dios desea y lo logrará por medio de Su Hijo, quien se hizo el Hijo del Hombre, la escalera espiritual que une la tierra con el cielo. El resultado final será la mezcla de Dios y el hombre como una morada mutua. El hombre llegará a ser la morada de Dios, y Él será la morada del hombre. Ésta es la morada eterna de Dios conforme a Su plan eterno.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CINCO

INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y LA EDIFICACIÓN

(4)

En este mensaje veremos a Juan 1 en su totalidad, repasaremos los puntos que ya abarcamos y tocaremos algunos puntos que todavía no hemos estudiado.

IV. EL PUENTE DEL TIEMPOENTRE LAS DOS SECCIONES DE LA ETERNIDAD

En Juan 1 se revelan las dos secciones de la eternidad. El principio que se menciona en Juan 1:1 se refiere a la eternidad pasada. Luego en el versículo 51, cuando el Señor le dijo a Natanael que él vería el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el

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Hijo del Hombre, Él no estaba hablando de ese momento, sino de la eternidad futura. Si unimos estas dos secciones, veremos la eternidad en su totalidad.

A. En la primera sección de la eternidad:la eternidad pasada

En la eternidad pasada, Cristo, como el Verbo, estaba con Dios y era Dios. Él solamente era Dios y sólo tenía la divinidad. Puesto que el Verbo no se había encarnado todavía, Él no era un hombre y no tenía humanidad.

B. En la segunda sección de la eternidad:la eternidad futura

En la eternidad futura, Cristo no sólo será Dios, sino también hombre; no sólo será el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre. Puesto que el Verbo se encarnó (v. 14), también es un hombre, el Hijo del Hombre, quien posee humanidad para siempre. Después de la encarnación, Él sigue siendo Dios, pero es Dios y hombre. Sigue siendo el Hijo de Dios, pero es el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. Es decir, que en la eternidad futura, además de ser el Hijo de Dios por la eternidad también será el Hijo del Hombre. En la eternidad pasada Él era Dios, poseyendo única y solamente la divinidad, no tenía la humanidad. Sin embargo, en la eternidad futura Él será Dios y hombre, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, con divinidad y humanidad. Él tendrá dos naturalezas, dos esencias y dos substancias: la divina y la humana.

Cuando Natanael le dijo al Señor: “Tú eres el Hijo de Dios; Tú eres el Rey de Israel” (v. 49), Jesús le dijo que él vería “a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. ¿Quién es más importante: el Hijo de Dios o el Hijo del Hombre? Lógicamente todos dirían que el Hijo de Dios es más importante que el Hijo del Hombre. Entonces, permítanme preguntarles: ¿ustedes prefieren ser hijos del hombre o ser hijos de Dios? Con toda seguridad, contestarían que prefieren ser hijos de Dios. Todo el mundo desea ser hijo de Dios. Por eso fue un hecho maravilloso que Natanael se diera cuenta de que Jesús, un humilde hombre de Nazaret, era el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús inmediatamente le dijo que Él era el Hijo del Hombre. Aunque los hombres tratan de exaltarlo, a Él le gusta permanecer humilde.

¿Qué era más importante, que Jesús fuera el Hijo de Dios o que fuera el Hijo del Hombre? Si usted contesta a la ligera, tal vez responda con una herejía. ¡Cuán difícil es responder a esto! El Señor es el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. Si Él no fuera el Hijo de Dios, no podría ser nuestra vida y si no fuera el Hijo del Hombre, no podría ser la esencia del edificio de Dios. El Hijo de Dios se relaciona con la vida, y el Hijo del

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Hombre con la edificación. Para poder recibir vida la Biblia no nos pide que creamos que Jesús es el Hijo del Hombre, sino que todos debemos creer que Jesús es el Hijo de Dios, que un humilde nazareno, es el Hijo de Dios. Si creemos esto tendremos la vida eterna. Después de recibir la vida eterna, debemos darnos cuenta de que este Jesús, el Hijo de Dios, también es el Hijo del Hombre. Su divinidad es nuestra vida, y Su humanidad es para el edificio de Dios. El edificio de Dios necesita Su humanidad. Necesitamos a Jesús como el Hijo de Dios, pero Dios lo necesita como el Hijo del Hombre.

Para nosotros, Jesús es el Hijo de Dios, pero para Dios y para el diablo, Satanás, Él es el Hijo del Hombre. El diablo no tiene miedo de que Jesús sea el Hijo de Dios, sino de que sea el Hijo del Hombre. En varias ocasiones cuando Jesús echaba fuera a los demonios y éstos lo llamaban Hijo de Dios, Jesús los hacía callar (Mt. 8:29; Mr. 3:11-12), ya que delante de ellos, Él era el Hijo del Hombre. Cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto, diciendo: “Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (Mt. 4:3), Jesús resistió la tentación de negar Su posición como Hijo del Hombre diciendo: “No sólo de pan vivirá el hombre” (Mt. 4:4). Jesús mantuvo Su posición como hombre. Satanás no le teme al Hijo de Dios; pero sí le teme al hombre. ¿Por qué? Porque Dios, en Su economía, dispuso que el hombre debe ser el que derrota a Satanás.

Además, Dios no quiere morar en Sí mismo. La divinidad no puede ser la morada de Dios. La intención de Dios en Su economía es morar en la humanidad. La intención de Dios es derrotar a Su enemigo por medio del hombre y hacer Su morada en la humanidad. Por lo tanto, para que Satanás sea derrotado y para que Dios obtenga Su morada, se necesita la humanidad. Si el Señor Jesús sólo fuese el Hijo de Dios, sólo podría impartirle vida al hombre. No tendría sustancia con la cual derrotar a Su enemigo o para llegar a ser la morada de Dios. Alabado sea el Señor por ser el Hijo de Dios, quien nos imparte la vida, y por ser el Hijo del Hombre, quien le proporciona una morada a Dios.

En la eternidad pasada, ¿Acaso Dios tenía una morada hecha de humanidad? Por supuesto que no. En Isaías 66:1 Dios dice: “El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies ... ¿dónde [está] el lugar de mi reposo?”. Aunque el cielo se considera la habitación de Dios (Dt. 26:15; 1 R. 8:49; Sal. 33:13-14; Is. 63:15); Él se pregunta ¿dónde está el lugar de Mi reposo? Cuando Dios gana al hombre, éste llega a ser Su lugar de reposo (Is. 57:15; 66:2). Hoy Dios mora en los cielos, pero éstos no serán Su habitación por la eternidad. Por la eternidad, en el cielo nuevo y la tierra nueva la habitación de Dios será la Nueva Jerusalén, la cual se compone de todos Sus santos redimidos y la cual descenderá del cielo (Ap. 21:1-3). ¿Cuál será la habitación eterna de Dios? La humanidad regenerada, transformada, elevada y edificada llegará a ser la morada de

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Dios. Dios no morará con una humanidad natural, sino con una humanidad que haya sido regenerada, transformada, unida y edificada con la vida divina. La vida divina elevará nuestra humanidad hasta que lleguemos a ser la morada de Dios.

En Juan 1 se revela a Cristo como el Hijo de Dios y como el Hijo del Hombre. Él es el Hijo de Dios para impartir a Dios en nosotros como vida, y Él es el Hijo del Hombre para ser la esencia misma de la edificación de la casa de Dios. En la eternidad pasada no existía la humanidad, ni Dios tenía una morada. Pero en la eternidad futura Dios tendrá Su morada en la humanidad.

C. En el puente del tiempo

En Juan 1 se presentan las dos secciones de la eternidad. Si en la eternidad pasada Dios no tenía humanidad, ¿cómo puede tenerla como Su morada en la eternidad futura? Esto no ocurre de la noche a la mañana. Entre las secciones de la eternidad existe un puente que es el tiempo. En la eternidad pasada Dios planeó, pero no hizo nada. En la eternidad futura Él tampoco hará nada, ya que todo se habrá realizado. En la eternidad futura Él simplemente disfrutará Su obra acabada. En la eternidad pasada Dios planeó y en la eternidad futura, disfrutará. Todo lo que Él necesita realizar, lo lleva a cabo en el puente del tiempo. Dios maneja el coche de Su economía desde la primera sección de la eternidad hasta llegar a la última, y entre las dos pasa por el puente del tiempo. Al pasar por este puente, todo trabajo que se necesita es completado. Una vez que Dios concluya este viaje, dirá: “Terminado está”. En la eternidad futura Dios disfrutará Su obra terminada.

¿Cuánto durará el puente del tiempo? Puede ser alrededor de seis mil años. En este puente Dios realiza cinco cosas, las cuales estudiaremos una por una. Comenzaremos con la creación.

1. La creación

El versículo 3 dice: “Todas las cosas por medio de Él llegaron a existir, y sin Él nada de cuanto existe ha llegado a la existencia”. La creación da existencia a las cosas. El significado de la creación es llamar las cosas que no son, como existentes (Ro. 4:17). El propósito de la creación es producir un recipiente que recibiera a Dios como vida. Fíjese en las cosas creadas: los cielos, la tierra, billones de cosas físicas y el hombre. ¿Qué es lo más importante de toda la creación? Nada es más importante que el hombre. Según la Biblia, los cielos fueron creados para la tierra y la tierra para el hombre (Zac. 12:1). Todo es para el hombre. Los minerales, la vida vegetal y la vida animal fueron creados para el hombre. El aire, el sol y la lluvia sustentan la vida vegetal, la cual es para la vida animal;

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y ambas son para el sustento del hombre. Todas las cosas vivientes son para el hombre. El hombre, para quien son todas las cosas, es para Dios, recibe a Dios y cumple Su propósito. El hombre tiene un espíritu, el cual es el recipiente de Dios. Por medio de Su obra creadora, Dios produjo los cielos para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre con un espíritu, que le sirve como recipiente, a fin de recibir a Dios como su vida.

El hombre es el centro del universo. Él tiene una boca para comer e invocar. Comer es la actividad diaria más importante. No importa cuán ocupada se encuentre una persona, siempre toma tiempo para comer cada día. La mayoría de las personas comen varias veces al día. No debemos avergonzarnos de decir que ésta es nuestra actividad diaria más importante. A mí me gusta comer. Yo como tanto alimento físico así como el espiritual, que es Cristo. Yo como al Señor al invocarle: “Oh Señor Jesús”. Comer al Señor es un asunto importante. Los cristianos que no abren sus bocas mueren de hambre. Yo pertenecí a esta clase de cristianos mudos y callados por años, y por poco me muero. Pero ahora soy un cristiano que come. Yo como cuando invoco el nombre del Señor. Cuando Dios nos creó, nos dio un espíritu y una boca para que lo recibiéramos como nuestra vida.

¿Alguna vez le ha dado usted gracias a Dios por Su creación? Debería decir: “Oh Dios, mi Creador. Gracias por haber creado los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. Gracias por crearme, gracias por mi espíritu y por mi boca”. Muchos cristianos jamás le han dado gracias al Señor por haberlos creado con un espíritu y una boca.

Romanos 8:16 nos muestra la importancia de nuestro espíritu, y Romanos 10:9-10 muestra la importancia de la boca. La justificación se relaciona con nuestro corazón, y la salvación con nuestra boca. Aunque muchos cristianos dicen que con tener un corazón que crea es suficiente, Romanos 10 dice claramente que también necesitamos la boca. Debemos creer en nuestro corazón y clamar al Señor con nuestra boca. Cuanto más digamos: “Oh Señor Jesús”, más salvación recibiremos. ¿Por qué usted es tan débil? Porque no invoca el nombre del Señor Jesús. Si usted clama a Él, será fortalecido. Muchos cristianos sólo hablan de sus debilidades, y no se dan cuenta de que el origen de éstas es la carencia de confesar el nombre del Señor. “Toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor” (Fil. 2:11). Si cada cristiano dijera continuamente: “Señor Jesús”, Satanás sería echado inmediatamente en el lago de fuego. ¡Aleluya por nuestro espíritu y por nuestra boca! Interiormente tenemos el espíritu y exteriormente tenemos la boca. Nuestro espíritu, nuestra boca y todo nuestro ser son productos de la obra creadora de Dios. Oh, cuanto debemos alabar a Dios por Su creación. Le debemos dar gracias por habernos creado. Incluso en la mesa del Señor

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debemos agradecerle por Su obra creadora. La creación fue lo primero que se llevó a cabo en el puente del tiempo.

2. La encarnación

a. Para introducir a Dios en Su creación: el hombre

En segundo lugar, tenemos la encarnación. Si Dios no hubiese creado algo, no habría tenido la manera de encarnarse. La obra creadora preparó el camino y le proveyó los medios para que se encarnara. La creación dio existencia a las cosas, y la encarnación introdujo a Dios en Su creación. Dios esperó aproximadamente cuatro mil años después de haber creado a Adán para encarnarse. Un día Él se encarnó, y en la tierra apareció un hombrecito llamado Jesús que tenía a Dios en Él. Dios se forjó en ese hombre, lo cual fue el milagro más grande de todos. Mediante la encarnación, Dios se introdujo en la humanidad y se hizo uno con el hombre. La divinidad y la humanidad llegaron a ser una sola entidad.

Entre la eternidad pasada y la futura, existe un espacio, que el tiempo las une como un puente. En este puente, al que llamamos tiempo, Cristo como el Verbo de Dios, por medio del cual fueron creadas todas las cosas, se encarnó como hombre. La creación fue el primer acontecimiento en el puente del tiempo, el segundo fue la encarnación. La creación significa que lo que no es existe por medio del Verbo. Antes de la creación no existía nada, pero por medio de la obra creadora de Cristo, todas las cosas llegaron a la existencia. La encarnación consiste en que Dios se introduce en Su creación. Aunque todo lo que Dios creó era perfecto y bueno, nada estaba unido a Dios. La creación fue sólo un paso de preparación para la encarnación. Primero, Dios creó todas las cosas para luego poder llegar a ser uno con ellas. Ésta es la razón por la que Dios creó los cielos, la tierra y el hombre como el centro del universo. Según Su intención, preparó la creación para poder unirse a ella. La expresión el Verbo se hizo carne significa que Dios se unió a Su creación mediante Su encarnación. En la encarnación, la carne que Dios se puso, se convirtió en Su tabernáculo (1:14). Este tabernáculo fue el edificio de Dios en pequeña escala; era la Nueva Jerusalén en miniatura, la cual es el tabernáculo de Dios en la eternidad (Ap. 21:2-3). Mediante la creación, Dios le dio existencia a todas las cosas del universo; por medio de la encarnación, Él se mezcló con el hombre, quien es el centro de Su creación. El propósito de Dios al crear y al encarnarse fue cumplir Su deseo de mezclarse con la humanidad y hacer de ésta Su morada viva. Él no está conforme con una morada celestial. Él desea edificar una morada viva con Su pueblo viviente. Por lo tanto, Él creó al hombre como el centro de la creación y se mezcló con el hombre por medio de la encarnación a fin de hacerlo Su habitación viviente en el universo.

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b. Para dar a conocer a Dios

La encarnación no sólo introduce a Dios en la creación, sino también lo da a conocer a los hombres en el Verbo, la vida, la luz, la gracia y la realidad. En la encarnación, El Verbo, quien es Cristo como Dios, se hizo carne. El Verbo es Dios expresado, explicado y definido para que el hombre lo entienda. La vida es Dios impartido para que el hombre lo pueda recibir. La luz es el brillo de Dios para que el hombre sea iluminado a fin de aprehender a Dios. La gracia es Dios disfrutado por el hombre para que éste participe de Sus riquezas. La verdad es Dios hecho real para el hombre para que éste lo posea como realidad. En resumen, por medio de todo esto Dios se da a conocer plenamente al hombre a fin de que éste participe de Él y lo disfrute como todo.

3. La redención

En el puente del tiempo el tercer punto es la redención. El Señor, después de haber vivido en la tierra por treinta y tres años y medio, fue a la cruz como Cordero de Dios. El Cordero de Dios se relaciona con nuestra redención. Mediante la redención, el Señor recobró al hombre caído y lo separó del pecado. Por medio de la redención, Dios no sólo quitó el pecado, sino que también puso fin a toda la primera creación. Jesús, quien fue crucificado en la cruz, llevó la primera creación a la tumba. Cuando Él resucitó de los muertos, dejó la primera creación en la tumba y salió en resurrección como la cabeza de la nueva creación.

4. La unción

La unción viene después de la redención. La unción viene por medio de la paloma, que representa al Espíritu, el cual es la continuación del Cordero. El Cordero quitó el pecado y dio fin a la creación original, y la paloma, quien es el Espíritu, vino a regenerar, impartir vida, transformar, unir y edificar. La paloma, o sea el Espíritu, regenera al hombre creado, transforma al hombre natural y une al hombre transformado. Nosotros podemos estar en cualquiera de estas tres condiciones: la de un hombre creado que necesita ser regenerado, la de un hombre regenerado que todavía es muy natural y que necesita transformación, o la de un hombre transformado que permanece separado e individualista y que necesita unirse a otros. Si somos apropiadamente transformados, estaremos dispuestos a unirnos a otros. Así, que en primer lugar, debemos ser regenerados; luego, transformados y después ser unidos para ser edificados. La paloma, el Espíritu, regenera, transforma y une. Todos estamos bajo la unción de la paloma, del Espíritu. Aunque no nos demos cuenta o no lo sepamos, el Señor está transformándonos.

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Tengo la completa seguridad de que todo el pueblo del Señor, tarde o temprano, será transformado. La transformación no depende de nosotros, sino de Él. Él nos escogió y nos preordinó, y no podemos escaparnos de Él. Si tratamos de escapar, simplemente perderemos el tiempo, y le daremos problemas. Ni siquiera usted debe decir que puede retrasarlo, ya que para Él mil años son como un día. Para Él es fácil ser paciente con usted. Finalmente, cada hermano y hermana será transformado. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, veremos que todos serán de jaspe, una piedra preciosa (Ap. 21:11).

Verdaderamente el Señor está llevando a cabo una obra transformadora en nosotros. Él no es un gran águila, sino una pequeña paloma: el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Esta pequeña paloma es la continuación del pequeño Cordero. Debido a que el Cordero murió en la cruz, ahora le toca a la paloma hacer su obra en resurrección. Día tras día, la pequeña paloma como Espíritu que imparte vida, le habla a usted interiormente, reprendiéndole y conmoviendo su corazón y su conciencia. A menudo, cuando usted se encuentra en la tienda, la paloma lo molesta interiormente. No espere una gran experiencia o un cambio repentino, sino la pequeña paloma que se mueve y obra todo el tiempo dentro de usted. Estamos en un proceso del cual no hay escapatoria. Este es un proceso continuo y permanente. En cierto sentido, tenemos paz interior, pero en otro sentido, la pequeña paloma nos da problemas constantemente. La obra interna de esta pequeña paloma es la unción.

Todos estamos bajo el proceso de transformación. He notado que algunos hermanos yhermanas han experimentado cambios significativos debido a la obra transformadora de la paloma. Si usted dice que no le gusta la vida de iglesia y decide marcharse, se dará cuenta de que no puede escaparse de la obra transformadora de la paloma que mora en usted. Si en realidad quiere descansar, simplemente sea un “niño bueno” en la vida de iglesia. Si no se comporta bien y es un “niño travieso”, sufrirá. Pero este sufrimiento lo ayudará a ser transformado. ¿Quién puede escaparse de los caminos del Señor? Una vez que somos capturados, no hay escapatoria. Podemos decir: “No me gusta”, pero Él dice “Pero tú si me gustas a Mí, aunque Yo no sea de tu agrado, tú sí me agradas. Cuanto más te desagrado, más me agradas”. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos decir? No debemos hacer nada; sólo digamos: “Oh Señor Jesús”. Una vez que ha sido capturado por el Señor para la vida de iglesia, usted está “atado” a la transformación, y no puede escaparse. Tal vez no le guste, pero ¿qué puede hacer? ¿A dónde puede ir? No hay otro lugar. Éste es su destino. Dios nos ha destinado a ser transformados para Su edificio.

5. La edificación

Después de la creación, la encarnación, la redención y la unción tenemos la edificación, la cual se relaciona con la casa de Dios. Dios está edificando una morada para Sí, y está

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utilizando a las personas que han sido transformadas en piedras (Jn. 1:42). Alabado sea el Señor porque no sólo estamos siendo transformados, sino también edificados. Dios no necesita muchas piedras, sino una casa. En la eternidad Dios necesitará una casa edificada, Bet-el, como Su habitación.

El Señor necesita que la nación de Israel esté preparada y la iglesia edificada para poder regresar. Al fijarnos en Israel, nos damos cuenta de que ya está casi listo. Pero Israel necesita que la iglesia también esté lista. Aunque Israel está casi listo, la iglesia no está preparada. Al Señor no le interesa la cantidad de personas, por que incluso si sólo unos pocos son completamente procesados, saturados, transformados y edificados por Él ycon Él, esto será suficiente. No digo esto a la ligera.

La venida del Señor no será conforme a nuestro concepto natural. Los religiosos no entendieron Su primera venida y tampoco entenderán Su segunda. No nos dejemos llevar por los conceptos religiosos en cuanto a la venida del Señor, sino que debemos tomar el camino de la vida. Si uno sigue este camino, conocerá la forma en que vendrá el Señor. Esta será una venida muy “furtiva”. La Biblia dice que el Señor vendrá como un ladrón (Ap. 3:3; 16:15). Él no vendrá como una visita que toca a su puerta, sino a hurtadillas como un ladrón. Es posible que usted no se dé cuenta de Su venida. Si usted se mantiene en el camino de la vida, verá que el Señor vendrá de forma escondida, de forma viviente. Alabado sea el Señor porque estamos en el camino secreto de la vida.

El regreso del Señor requiere que haya un edificio sólido construido con los que lo buscan. Este edificio será la cabeza de playa, una posición estratégica, para que el Señor tome la tierra, y será la morada mutua de Dios y el hombre. Será la mezcla de lo divino y lo humano para siempre. Cristo anteriormente era sólo divino, pero para ser el Hijo del Hombre, necesitaba la vida y la naturaleza humanas. Nosotros somos humanos, pero podemos nacer de Dios y por ende llegar a ser Sus hijos (1:12-13). Para llegar a ser los hijos de Dios, necesitamos la vida y la naturaleza divinas. Finalmente Él, quien es divino, tendrá la vida y la naturaleza humanas; y nosotros, los seres humanos, tendremos la vida y la naturaleza divinas. Entonces Él y nosotros seremos exactamente iguales. Ésta es la mezcla de la divinidad y la humanidad, y la morada mutua del edificio de Dios. Este edificio no sólo será la máxima realización del sueño de Jacob, sino también del plan eterno de Dios. Éste será el fin del puente del tiempo y dará entrada a la bendita eternidad futura. ¡Debemos vivir para este edificio y llegar a ser ese edificio!

Después de que sucedan estos cinco acontecimientos, entraremos en la eternidad futura con el Señor. En ese momento, Él será tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre. Como Hijo de Dios, Él será nuestra vida, y como Hijo del Hombre, Él será la morada de Dios. Estaremos unidos a Él y mezclados con Él, y disfrutaremos de la eternidad junto

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con Él para siempre. Junto con Natanael, todos veremos un cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre. Ésta es la revelación que se encuentra en el capítulo 1 de Juan.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE SEIS

EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA VIDA

El Evangelio de Juan no es tan simple como muchos piensan. Cuando Juan escribió su evangelio, se encontraba totalmente bajo la unción de la paloma, el Espíritu. Es por eso que este evangelio está escrito de una manera tan maravillosa. Vimos que el capítulo 1 da una introducción a todo el libro. Aunque algunos expositores del Evangelio de Juan dicen que la introducción incluye sólo los primeros dieciocho versículos del primer capítulo, el Señor nos ha mostrado que la introducción abarca todo el capítulo. Estaintroducción comienza con la eternidad pasada y termina con la eternidad futura. Entre la eternidad pasada y la futura está el puente del tiempo en el cual, como vimos claramente en el mensaje anterior, suceden cinco eventos principales para el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Además, el capítulo 1 de Juan es una síntesis de todo el libro, o aún más, sintetiza toda la Biblia.

Después de darnos una introducción todo-inclusiva, Juan presenta varios casos para ilustrar lo qué es la vida. Aunque Jesús hizo muchas señales en presencia de Sus discípulos (20:30-31), Juan sólo escogió doce de ellas con el fin de mostrárnos lo que es la vida. Juan presenta nueve casos, comenzando con el de Nicodemo mencionado en el capítulo 3 y terminando con la resurrección de Lázaro narrada en el capítulo 11. Si añadimos el cambio del agua en vino, la purificación del templo, y el lavamiento de los pies, tenemos un total de doce eventos. Al comparar la narración del Evangelio de Juan con las de los otros evangelios, vemos que ellos incluyen muchos eventos que Juan omite, y que Juan incluye muchos que éstos omiten. Por ejemplo, Mateo, Marcos y Lucas no mencionan que Jesús cambió el agua en vino; tampoco mencionan la conversación que el Señor tuvo con Nicodemo acerca de la regeneración. No debemos pensar que estas diferencias existen por casualidad. No. En efecto, cada evangelio fue cuidadosamente planeado por el Autor Divino. Mateo escribió su evangelio con el propósito específico de comprobar que Jesús es el Rey y el Cristo. Teniendo esto en mente, Mateo escogió ciertos eventos y casos de la vida de Cristo que demuestran que Él es el Rey de Israel y el Cristo de Dios. Lucas por otro lado, ya que tenía el propósito de escribir su evangelio para mostrar que Jesús es el Salvador de la humanidad, él escogió los casos que comprueban esto. Por ejemplo, Lucas narra el caso del hijo pródigo, pero

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Mateo, Marcos y Juan no lo hacen. ¿Por qué Lucas lo incluye? Porque este caso prueba que Jesús es el Salvador. Otro caso que únicamente Lucas narra, es el del ladrón que sobre la cruz pidió al Señor que se acordara de él cuando entrare en Su reino (Lc. 23:39-43). Lucas también narra la respuesta que el Señor dio a aquel ladrón moribundo: “De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43). Ni Mateo ni Marcos ni Juan nos presentan este relato. Según el mismo principio, todos los casos narrados por Juan comprueban que Cristo es la vida que satisface nuestra necesidad. Basándonos en este principio, debemos entender que el caso en que Jesús cambió el agua en vino (Jn. 2:1-11) no es meramente el relato de una historia, sino que tiene un significado espiritual específico. Ahora debemos encontrar cual es el significado espiritual de este acontecimiento.

I. EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA VIDA:CONVERTIR LA MUERTE EN VIDA

Cuando escuché por primera vez la historia de que Jesús cambió el agua en vino, no conocía el significado de este evento. Más tarde pude entender que ésta no era simplemente una historia, sino un hecho realizado por el Señor Jesús con el fin de establecer el principio básico de la vida. ¿Cuál es este principio? Es el convertir la muerte en vida. En cada uno de los nueve casos presentados en el Evangelio de Juan, del capítulo 3 al 11, el principio básico es convertir la muerte en vida. Esto queda especialmente claro en el caso de Lázaro. Lázaro había muerto y llevaba cuatro días de haber sido sepultado, de manera que ya hedía. Estaba lleno de muerte, desde la cabeza hasta los pies, por dentro y por fuera. En cada parte de su ser lo único que se encontraba era muerte. Según nos dice la narración del capítulo 11, cuando el Señor Jesús se enteró de que Lázaro estaba enfermo, no fue a verlo. Esperó hasta que estuviera lleno de muerte, hasta que muriera y fuera sepultado. Fue entonces cuando vino a resucitarlo de la muerte. Si aplicamos el principio de la vida a este caso, podemos ver que Jesús convirtió la muerte en vida.

Este principio no sólo se aplica al último caso, al de Lázaro, sino también al primero, al de Nicodemo. ¿Cree usted que Nicodemo no era una persona llena de muerte? Debido a que estaba lleno de muerte, el Señor Jesús le dijo que necesitaba nacer de nuevo para tener la vida eterna, la cual es Dios mismo (3:3, 5-6). En cierto sentido Nicodemo estaba vivo, pero para Dios era una persona que aunque existía, estaba muerta. Ante los ojos de Dios, Nicodemo estaba muerto y necesitaba que su muerte fuera convertida en vida. Nicodemo no comprendía ni siquiera que era un pecador, mucho menos que estaba muerto. No obstante, para Dios él era pecador, de naturaleza serpentina y estaba muerto. Como tal persona, necesitaba que su muerte fuese convertida en vida.

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El mismo principio se aplica a la mujer samaritana del capítulo 4. La mujer samaritana tenía sed, y la sed es una señal de muerte. El hecho de que uno tenga sed, significa que está a punto de morir, o sea, indica que el elemento de la muerte está en él. Sólo el Señor Jesús puede apagar esa sed. Saciar la sed significa cambiar la muerte en vida. Lo mismo vemos en cada uno de los casos que Juan presenta. Cada caso nos muestra el principio establecido en el acontecimiento de cambiar el agua en vino, esto es, el principio de convertir la muerte en vida.

A. Jesús vino en resurrección a las personas débiles y frágiles que se encontraban

en el disfrute de su vida humana

Ahora debemos ver que Jesús vino a las personas débiles y frágiles. Algunos podrían preguntar: “¿Cómo pudo Jesús venir en resurrección cuando no había sido aun crucificado? Decir esto es usar alegorías para interpretar la Palabra”. Sí, toda la historia de cambiar el agua en vino es una alegoría, por lo tanto, debemos usar alegorías para explicar cada parte de ella.

1. La expresión el tercer día,significa“en resurrección”

Fue “el tercer día” en que esta señal fue realizada (2:1). “El tercer día” representa el día de resurrección. En Juan 1 las palabras el siguiente día son usadas tres veces, en los versículos 29, 35 y 43. Entonces, ¿cuál es la razón por la que en el capítulo 1 se utiliza en tres ocasiones la expresión el siguiente día, y en el capítulo 2:1 habla de “el tercer día?”. En realidad, “el tercer día” del capítulo 2 no debería ser llamado “el tercer día”, sino el quinto. Tal vez deberíamos discutir con Juan, diciéndole: “Hermano Juan, cometiste un error. Ya habías mencionado tres veces ‘el siguiente día’, así que el día mencionado en 2:1 debería ser el quinto día”. Él respondería: “Querido hermano, esa fue la razón por la cual no hablé del segundo, tercero o cuarto día en el capítulo 1, sino que los llamé ‘el siguiente día’, no hablé de ‘el tercer día’ hasta el capítulo 2 ”. Ninguno de los acontecimientos que ocurrieron en los “siguientes días” del capítulo 1, sucedió en resurrección.

Veamos las menciones del “siguiente día” en el capítulo uno. En el versículo 29 dice: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. ¿Sucedió esto en resurrección? Ciertamente no fue así. ¿Cómo podría uno decir que esto sucedió en resurrección? En los versículos 35 y 36leemos: “El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios!”. Aunque esto sucedió en el

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segundo “siguiente día”, no ocurrió en “el tercer día”. El tercer “siguiente día” se encuentra en el versículo 43, donde dice: “El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme”. Esto tampoco sucedió en “el tercer día”, porque “el tercer día” es el día de resurrección. Ninguno de los acontecimientos mencionados en el capítulo 1 sucedió en “el tercer día”, o sea, en resurrección. Sólo cuando llegamos al caso de cambiar el agua en vino, hallado en el capítulo dos, encontramos que se menciona “el tercer día”.

2. Caná, una tierra de cañas, representa el lugar de las personas débiles y frágiles

¿Cómo podemos saber que en Juan 2 Jesús fue a las personas débiles y frágiles? Sabemos esto por el hecho de que fue a Caná, y Caná en hebreo significa “tierra de cañas”. La caña en la Escritura representa a las personas frágiles. Tanto Isaías como Mateo dicen que nosotros, las personas débiles, somos las “cañas cascadas” que el Señor no quebraría (Is. 42:3; Mt. 12:20). En Mateo 11:7 el Señor, al referirse a Juan el Bautista, preguntó a las multitudes que si lo que habían salido a ver al desierto era una caña sacudida por el viento. Pero Juan el Bautista no era una persona débil y frágil que podría ser sacudida por el viento. Por lo tanto, Caná, como tierra de cañas, representa al mundo; el mundo entero es un Caná lleno de personas débiles y frágiles a quienes el Señor visitó. La venida del Señor a Caná representa Su venida a un mundo lleno de personas débiles y frágiles. Aunque la gente de esta tierra, al igual que la caña, es débil y frágil, el Señor llega a ellos en resurrección.

3. Galilea, una tierra menospreciada

La boda a la que Jesús asistió en el capítulo 2 de Juan se celebró en Caná de Galilea, el cual era un lugar menospreciado (7:52). Como tal, Galilea representa la condición baja y despreciable del mundo.

4. El matrimonio representa la continuación de la vida humana, y la fiesta de bodas representa el disfrute de la vida humana.

Debemos usar alegorías para interpretar la boda y la fiesta de bodas. El matrimonio es muy significativo y esencial para la vida humana, ya que sin él la humanidad se extinguiría. Si se elimina el matrimonio, la vida humana llega a su fin. El matrimonio representa la continuación de la vida humana. ¿Y cuál es el significado de la fiesta de bodas? Esta representa el disfrute y el placer de la vida humana. En la tierra no hay ocasión que proporcione más alegría que una boda. ¿Ha visto alguna vez gente llorando de tristeza en una boda? Si usted llorara en una boda, se mostraría como persona

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descortés e inculta. Por el contrario, al asistir a un funeral, no sería adecuado estar contento. Así que, cuando uno asista a una boda, debe estar feliz. Conforme a la cultura humana, una boda es una ocasión de felicidad.

5. El vino representa la vida humana,la cual es el factor básico del disfrute humano

Las fiestas de bodas, ya sea en tiempos antiguos o en el presente, tanto en el oriente como en el occidente, incluyen necesariamente el vino, lo cual representa que el placer humano depende de la vida. El vino, a diferencia del agua, proviene de la uva; proviene de algo viviente. El vino representa la vida, porque el vino de la uva es la vida de ésta. Así que, el disfrute del hombre depende de la vida del hombre. Cuando la vida llega a su fin, todo el disfrute se termina.

B. La vida humana se agota,y la muerte llena al hombre

Aunque una boda es una ocasión de alegría, el gozo es temporal. Ninguna boda dura mucho tiempo. Recientemente asistí a una boda que duró un poco más de media hora. Estuvimos contentos ahí sólo durante media hora. Estas son las bodas humanas, el disfrute humano.

1. “Se acabó el vino”

El vino, el cual era el centro del disfrute de la fiesta de bodas, se acabó (2:3). Esto significa que el disfrute de la vida humana llegará a su fin cuando la vida humana se extinga. Cuando el vino se agota, el placer de la fiesta de bodas termina. Esto no sólo significa que el disfrute de la vida se acaba, sino que la vida misma termina. No importa cuánto placer uno disfrute, cuando su vida humana se acabe, todo su disfrute humano también terminará. Por muy bueno que sea su esposo, su esposa, sus padres, sus hijos, o su trabajo, si su vida se acaba, su disfrute también se terminará. Cuando el vino se agota, termina la fiesta, porque la fiesta depende del vino. Todo nuestro disfrute depende de nuestra vida. Si nuestra vida llega a su fin, nuestro disfrute también terminará. No importa la clase de boda que uno celebre, cuando la vida humana se acaba, la boda y el disfrute terminarán. Esto es lo que sucedió aquel día en Caná de Galilea.

¿No cree usted que antes de que el Señor Jesús fuera a Caná sabía que el vino se agotaría? Ciertamente Él lo sabía de antemano, pues ésa fue la razón por la cual fue a Caná. El vino no se acabó por casualidad. El Señor Jesús sabía de antemano que el vino

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se acabaría, y fue a Caná a establecer el principio de la vida, el principio de convertir la muerte en vida. Su presencia en la fiesta de bodas tenía como fin resolver el problema de la muerte y sanar la situación. El Señor sanó la situación humana cambiando la muerte en vida, tal como Eliseo sanó el agua salada convirtiéndola en agua fresca y dulce (2 R. 2:19-22).

Cuando el Señor vino al mundo, vino a un lugar donde el disfrute humano existía pero no era duradero. Vino a un lugar donde el final de la vida humana, la muerte, pone fin a todo disfrute humano. El cambio del agua en vino es una señal que debemos entender de manera figurativa. Por ejemplo, cuando pasamos de los sesenta años de edad, nos acercamos al tiempo cuando el vino está por agotarse. Cuando nuestro vino está a punto de acabarse, sabemos que nuestra fiesta de bodas terminará pronto. Pero alabado sea el Señor porque ese es el momento en que el Señor viene a nuestra situación. ¡Él viene a nuestra fiesta de bodas! No debemos temer, pues Él puede cambiar el agua en vino.

2. “Seis tinajas de piedra”

El Señor, antes de realizar el milagro, ordenó llenar las tinajas de agua (Jn. 2:6-7). Había seis tinajas hechas de piedra. El número seis representa al hombre creado, porque el hombre fue creado en el sexto día (Gn. 1:27, 31). Por lo tanto, las seis tinajas de piedra representan al hombre natural, el cual fue creado el sexto día. Por naturaleza, somos simplemente “tinajas de agua”, recipientes para contener algo. Nosotros “las tinajas” nos encontrábamos en Caná, tierra de cañas, donde viven las personas débiles y frágiles. Nosotros éramos las tinajas débiles y frágiles de Caná.

3. El “rito de la purificación de los judios” con agua

Las tinajas eran usadas en el rito de la purificación de los judíos (Jn. 2:6), el cual era una práctica de la religión judía. El rito judío de la purificación con agua, representa el esfuerzo de la religión por purificar a la gente mediante ciertas prácticas muertas. Los judíos antiguos se lavaban muchas veces y tenían cuidado de mantenerse limpios y puros al adorar a Dios. Pero el Señor, por el contrario, cambia la muerte en vida. Mientras que el rito de la purificación con agua es externo y carece de vida, el cambio de muerte en vida realizado por el Señor es interior y está lleno de vida.

4. “Llenad estas tinajas de agua”

El Señor dijo a los siervos que llenaran las tinajas de agua, y ellos las llenaron hasta el borde (v. 7). ¿Qué significa esto? Veremos que esto significa que los seres humanos

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están llenos de muerte. Las tinajas, esto es, la humanidad creada en el sexto día, están llenas con las aguas de la muerte.

C. Jesús cambia la muerte en vida eterna

1. El agua representa la muerte

El hecho que el Señor ordenara llenar las seis tinajas de agua, significa que el hombre natural está lleno de muerte. En las Escrituras el agua conlleva dos significados simbólicos. En algunos casos, el agua representa la vida (Jn. 4:14; 7:38); y en otros, muerte (Gn. 1:2, 6; Éx. 14:21; Mt. 3:16). Las aguas mencionadas en Génesis 1 y las aguas del bautismo, representan la muerte. En este caso, el agua también representa la muerte. El hecho de que todas las tinajas de piedra fueron llenas de agua, significa que toda la humanidad, por naturaleza, está llena de muerte. Tal como las tinajas fueron llenas hasta el borde con agua, así nosotros estamos llenos de muerte.

2. El vino, el jugo vital de la uva, representa la vida

El Señor Jesús cambió maravillosamente esta agua muerta en vino (Jn. 2:8-9). Este milagro no sólo muestra que el Señor Jesús puede llamar las cosas que no son, como existentes (Ro. 4:17), sino que también puede cambiar la muerte en vida.

El cambio milagroso de agua en vino realizado por el Señor, significa que Él convierte nuestra muerte en vida. El agua representa la muerte, y el vino, la vida. Cuando el Señorcambia nuestra agua en vino, éste viene a ser el vino de nuestra fiesta de bodas y nunca se acabará. Ya que fuimos regenerados, la vida con su disfrute espiritual durará para siempre. Tendremos una eterna fiesta de bodas. Esta fiesta no toma lugar en nuestra vida original, sino en la nueva vida que recibimos mediante la regeneración. Así como el maestresala descubrió que el vino nuevo era mejor que el anterior (Jn. 2:9-10), así también nosotros descubriremos que la vida que recibimos por medio de la regeneración es mucho mejor que nuestra vida natural. Nuestra vida anterior, representada por el vino de menor calidad, era demasiado inferior. El Señor no nos dio lo mejor al principio, sino al final. La primera vida, la vida humana, la vida creada, es una vida inferior; la mejor vida es la segunda, la vida divina y eterna. Ésta es la mejor vida, porque es la vida de Dios mismo en Cristo. Así que nuestro disfrute será eterno. Tendremos un disfrute eterno porque Cristo nos ha trasladado de la muerte a la vida. Élcomo nuestra vida eterna puede mantener nuestro placer y disfrute por la eternidad. Cuando somos salvos empieza una nueva fiesta de bodas que nunca tendrá fin. Ahora, interiormente siempre tenemos gozo y fiesta de bodas, porque tenemos el vino divino, el cual es la vida divina que es el Señor mismo.

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Todos hemos tenido esta experiencia. Antes de ser salvos éramos vasijas llenas con agua de muerte. Pero un día clamamos: “¡Señor Jesús!”, y Él vino y cambió nuestra muerte en vida. No importa la situación de muerte en la que nos encontremos, si confiamos nuestro caso al Señor Jesús, Él convertirá la muerte en vida. Por ejemplo, aun las esposas y maridos cristianos pueden llegar al punto en que la vida se agote en su matrimonio. Parece que son incapaces de continuar en su vida matrimonial. Sin embargo, si se abren al Señor Jesús, Él cambiará la muerte en vida. En muchos matrimonios el Señor ha cambiado el agua de muerte en vino de vida.

D. El principio de señales

1. Todos los milagros narradosen este evangelio son señales

En este libro, todos los milagros que hizo el Señor son llamados señales (2:23; 3:2; 4:54; 6:2, 14, 26, 30; 7:31; 9:16; 10:41; 11:47; 12:18, 37; 20:30). Estos son milagros, pero se usan como señales que representan a la vida. La palabra griega traducida “milagros”, como ha sido traducido en algunas versiones, significa “señales”. Una señal es algo que tiene un significado. De hecho, una luz roja es una señal que nos manda a detenernos. En el Evangelio de Juan todos los milagros realizados por el Señor Jesús no sólo son milagros, sino también son señales.

2. El principio de la primera mención

En las Escrituras, la primera mención de un asunto específico establece el principio con respecto al mismo. Por lo tanto, la primera señal presentada en este evangelio establece el principio de todas las señales que vienen después, es decir, el de convertir la muerte en vida. El hecho de que el Señor cambiara el agua en vino establece el principio de la vida, el cual es convertir la muerte en vida. Ya que ésta fue la primera señal, el principio de vida establecido en ella puede aplicarse a todos los demás casos. Por ejemplo, puede ser aplicado al caso de Nicodemo, una persona llena de muerte que necesitaba nacer de nuevo para poder recibir la vida eterna, la cual es Dios mismo.

Además, también podemos aplicar este principio al caso de la mujer samaritana mencionado en el capítulo 4. ¿Cree usted que la mujer samaritana llevaba una vida llena de placer y disfrute? No. Pero el Señor vino a ella y cambió su vida. Esa mujer simplemente era una tinaja donde el vino del disfrute humano se había acabado. Ella se había casado cinco veces, pero finalmente su disfrute humano llegó a su fin, y el vino se agotó. Había hecho todo lo posible por disfrutar el vino de los placeres humanos, pero finalmente sentía sólo el vacío y la muerte. Entonces el Señor cambió la muerte en vida y la llenó con el vino divino de Su vida eterna.

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El capítulo 5 nos muestra un hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. Su enfermedad indicaba que el vino se había terminado, pero el Señor vino a cambiar su muerte en vida. Ante los ojos del Señor ese hombre no sólo estaba enfermo, sino también muerto, porque más tarde, en el versículo 25, el Señor dijo que los muertos oirían Su voz y vivirían. Él no sólo fue un hombre enfermo sanado por el Señor, sino también un hombre muerto resucitado por el Señor. Él permanecía débil y muerto en la religión. Aunque la religión sea buena, requiere esfuerzos. ¿Cómo podría un hombre muerto esforzarse por algo? Por lo tanto, él no pudo hacer nada en la religión, porque su vino se había agotado. Pero el Señor vino para aplicar el principio de convertir la muerte en vida, como vimos en la primera señal.

Podemos aplicar este principio a los otros casos. El hambre de la multitud mencionado en el capítulo 6 revela que su disfrute humano había llegado a su fin, pero el Señor vino a ellos como pan de vida. La mujer pecaminosa del capítulo 8 fue también alguien a quien el vino del disfrute se le había agotado. El ciego del capítulo 9 tampoco tenía el disfrute de la vida humana. Especialmente en el caso de Lázaro, presentado en el capítulo 11, podemos ver esto. Los aspectos principales del caso de Lázaro, en principio, son los mismos que en el primer caso, el de la fiesta de bodas en Caná. En el primer caso tenemos el disfrute de la fiesta de bodas. En el caso de Lázaro, se ve el placer del amor familiar entre Lázaro y sus dos hermanas. En la fiesta de bodas el vino se acabó; en el caso de Lázaro, fue la vida humana la que terminó. Lázaro murió, lo cual indica que el vino de la vida humana se había agotado. En ambos casos el principio de vida es exactamente el mismo: el Señor vino a ambas situaciones y convirtió la muerte en vida. Por lo tanto, el principio de la vida establecido en el caso de cambiar el agua en vino, puede aplicarse a cada uno de los casos hallados en el Evangelio de Juan.

En las Escrituras, en sentido figurativo, el árbol de la vida es la fuente de la vida, y el árbol del conocimiento es la fuente de la muerte, como se revela en Génesis 2:9, y 17. El significado de todos los casos relatados en este evangelio, corresponde al principio de que el árbol de la vida produzca vida y que el árbol del conocimiento produzca muerte.

3. El Señor manifiesta Su gloria

El versículo 11 dice que en este principio de señales que hizo Jesús en Caná de Galilea Él manifestó Su gloria, y Sus discípulos creyeron en Él. La divinidad del Señor se manifestó al cambiar la muerte en vida.

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E. La madre de Jesúsrepresenta al hombre natural

María, la madre de Jesús, aquí representa al hombre natural, el cual no tiene nada que ver con la vida y debe ser subyugado por la vida divina (vs. 3-5). Cuando el vino se agotó, el hombre natural se expresó y aun oró al Señor. María le dijo: “No tienen vino”. Jesús le dijo: “¿Qué tengo que ver con esto que te afecta a ti, mujer? Aún no ha venido Mi hora” (vs. 3-4). A menudo actuamos exactamente igual que la madre de Jesús. En realidad somos la María de hoy, en el sentido de que oramos como hombres naturales conforme a nuestra vida natural. Frecuentemente el Señor permite que el vino en ciertas ocasiones se acabe, para tener la oportunidad de cambiar la muerte en vida. Aun en la iglesia local el Señor puede permitir que la situación sea llena de muerte. En tal caso, el hombre natural orará: “Oh Señor, haz algo para rescatar la situación”. Si usted ora de esta manera, el Señor se volverá y le responderá: “¿Qué tengo que ver contigo? Tú no tienes nada que ver conmigo en este asunto”. Por lo general, todos actuamos de la misma forma que María. ¿Qué haremos entonces? No debemos hacer nada. Dejemos que la muerte salga a la superficie y sea expuesta; entonces el Señor Jesús entrará en la situación.

Todos tenemos que reconocer que muchas de nuestras oraciones no han sido contestadas. Por ejemplo, muchos de los hermanos casados han orado por sus esposas, diciendo al Señor: “Oh, Señor, Tú conoces a mi esposa. Señor, debes cambiarla”. ¿Qué clase de oración es ésta? Es la oración de María, del hombre natural. No ore de esa manera. Deje que la muerte en su esposa salga a la superficie. Deje que Lázaro muera y sea sepultado. Entonces el Señor vendrá y lo resucitará de los muertos. Deje que su esposa, como Lázaro, muera, sea sepultada, y entre en estado de putrefacción. Si usted lo hace, el Señor Jesús vendrá y cambiará la muerte en vida.

A menudo recibo cartas, de individuos o de iglesias, en las cuales me piden ayuda, diciendo: “Hermano, somos tan débiles. Por favor, venga a ayudarnos”. Cuando recibo cartas como éstas, digo: “Ustedes están débiles, pero aún no están muertos. Y si están muertos, todavía no han empezado a heder”. Tenemos que esperar hasta que la situación de muerte aflore, entonces el Señor vendrá y cambiará la muerte en vida. Todo lo que el Señor realiza es conforme a este principio de convertir la muerte en vida.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE SIETE

EL PROPÓSITO DE LA VIDA

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II. EL PROPÓSITO DE LA VIDA:EDIFICAR LA CASA DE DIOS

Es muy interesante ver que en el capítulo 2 de Juan primeramente tenemos el caso en el cual el agua se convierte en vino (vs. 1-11), y después, el caso de la purificación del templo (vs. 12-22). Debemos creer que ambos casos fueron incluidos con el fin de revelar algo más que el simple relato de eventos históricos. ¿Cuál es la razón por la que el caso de la purificación del templo viene después del cambio de muerte en vida? Esta secuencia demuestra que la vida es para la edificación del templo de Dios. En otras palabras, la vida es para el edificio de Dios. El caso en que el Señor cambió el agua en vino nos muestra el principio de la vida, el cual es cambiar la muerte en vida. Ahora, en el caso del templo vemos la meta, el propósito, de la vida, el cual es edificar la casa de Dios.

A. El Señor Jesús purifica el templo

Juan 2:12-22 presenta dos aspectos de cómo el Señor se ocupó del templo: el aspecto de la purificación y el de la edificación. Satanás, el enemigo de Dios, siempre trata de dañar o frustrar el templo de Dios. Intenta contaminarlo introduciendo muchas cosas pecaminosas. Esta es la razón por la que la casa de Dios requiere purificación.

1. “Estaba cerca la Pascua”

El Señor Jesús purificó el templo cuando “estaba cerca la Pascua de los judíos” (2:13). En ese tiempo la Pascua era una conmemoración de la salvación de Dios (Éx. 12:2-11; Dt. 16:1-3); y los judíos la recordaban adorando a Dios en el templo. Pero cuando el Señor Jesús subió a Jerusalén, encontró el templo lleno de bueyes, ovejas, palomas y cambistas de monedas. Así que, el templo requería ser purificado, y el Señor Jesús lo hizo.

La Pascua prefiguraba la memoria que hacemos del Señor (1 Co. 11:24-25). Y nosotros somos el templo de Dios (1 Co. 3:16). Es muy posible que cuando venimos a la mesa del Señor para hacer memoria de Él, nos encontremos llenos de asuntos terrenales. Así que, también nosotros necesitamos ser purificados para poder ser el templo adecuado de Dios.

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2. La purificación del templo

a. Con un azote de cuerdas de junco

Leamos Juan 2:14-16: “Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de Mi Padre casa de mercado”. El Señor purificó la casa de Dios usando un azote de cuerdas de junco. La versión King James dice que el Señor hizo “un azote de pequeñas cuerdas”, pero otras versiones dicen que hizo un azote de juncos, los cuales eran baratos y comunes. El Señor hizo el azote con algo ordinario, con juncos, y lo utilizó para limpiar el templo. Él echó fuera los bueyes, las ovejas, las palomas y las monedas. Esto representa el echar fuera todas las ocupaciones terrenales. Nosotros somos el templo de Dios, pero no estamos llenos de Él. Al contrario, estamos ocupados con muchos otros asuntos que no son Dios. Y aunque, como casa de Dios, deberíamos estar llenos de Él, la realidad es que estamos llenos de mercadería, dinero y mesas de cambistas. Por lo tanto, el Señor debe hacer un azote de cuerdas para echar esas cosas fuera de nosotros.

A menudo, el Señor usa las cosas ordinarias y comunes, como los juncos, para purificarnos. A veces utiliza a un familiar, por ejemplo nuestro cónyuge o nuestrospadres o nuestros hijos, nuestro jefe o nuestros empleados. Todos hemos experimentado el azote de cuerdas que el Señor ha hecho de familiares o de cosas ordinarias, con el fin de purificarnos. Muchas veces el Señor interviene en nuestras vidas, revolviéndolo todo. Echa fuera las ovejas, los bueyes, las palomas, y vuelca las mesas a fin de confundir toda la situación. Por ejemplo, tal vez el año pasado usted ganó mucho dinero en sus negocios, pero este año lo pierde todo; éste es un azote que el Señor usa para purificarlo. Con cada creyente que busca al Señor siempre hay alguien o algo que lo purifica.

Una esposa, que es hija de Dios y busca más del Señor, por lo general siempre anhela que su esposo sea espiritual y ame al Señor, pero esto muchas veces es al revés. Un esposo que ama al Señor y siempre ora pidiendo que su esposa sea espiritual y ame al Señor, hallará muchas veces que sucede lo contrario a su deseo. También los padres que sinceramente buscan al Señor y oran diariamente por sus hijos, en ocasiones sufren al ver que éstos se descarrían del camino del Señor. El azote que usted experimenta es preparado por el Señor. Si su cónyuge fuera muy espiritual, el Señor no tendría un azote con que purificarlo. Si sus hijos fueran como Pedro y Juan y su hija fueran como María, el Señor no tendría juncos disponibles para hacer un azote. Si sus padres fueran como Abraham y Sara, no habría nada que pudiera purificarlo. Por un lado, usted debe disfrutar diariamente al Señor como un banquete, pero por otro, muchas veces el Señor

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le enviará un azote de cuerdas para purificarlo. A menudo, el Señor usará aun a los hermanos y hermanas de la iglesia como un azote de cuerdas para echar fuera la mercancía y a los cambistas que hay dentro de usted.

b. El deseo que el Señor tiene en Su corazónpor la casa de Dios

El versículo 17 dice: “Entonces se acordaron Sus discípulos que está escrito: El celo de Tu casa me consumirá”. Dentro del Señor Jesús había un celo por la casa de Dios. Este celo lo devoraba, lo consumía. Él era absoluto para la casa del Padre. La casa del Padre era el deseo de Su corazón. Cuando Él vio la situación corrupta que existía dentro del templo, no pudo tolerarlo, de manera que lo limpió usando un azote. El celo que tenía por la casa de Su Padre le impulsó a que echase fuera de ella toda contaminación. Su corazón era puro para el Padre. No pudo soportar ver que el templo, la casa de Su padre, estuviera contaminada por las cosas relacionadas con la avaricia del hombre, así que, Él la purificó.

Satanás trata a toda costa de contaminar la vida de iglesia con muchas cosas pecaminosas y mundanas. Dondequiera que haya una iglesia local, sucederá esto. Pero alabado sea el Señor que la contaminación de Satanás sólo ocasiona la purificación del Señor. Satanás, el enemigo, siempre está activo; nunca duerme. Dondequiera que una iglesia local haya sido establecida, Satanás tratará de corromperla. Mientras menos experiencia tengamos en el Señor, más nos preocuparemos de que la iglesia sea contaminada por el enemigo. Permítame decir algo que lo confortará. Si su iglesia local ha sido contaminada, no debe desanimarse. Al contrario, debe decir: “Señor, ahora es Tu tiempo. Señor, ven a esta situación. La contaminación de Satanás sólo ocasionará Tu purificación”.

B. El cuerpo de Jesús fue el templo que sería destruido y levantado de nuevo en resurrección

La meta de Satanás no era sólo contaminar el templo, sino destruirlo. Su mayor propósito era destruir la casa de Dios. Pero lo que el enemigo destruyó, el Señor lo levantó en tres días (2:19). Esto significa que en Su vida de resurrección, el Señor edificó lo que Su enemigo había destruido. No es necesario preocuparnos por el recobro del Señor con respecto a la iglesia, porque cuanto más daño haga el enemigo, más edificación el Señor llevará a cabo en resurrección. El Señor dijo: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré” (2:19). En otras palabras, es posible que el enemigo dañe y destruya la iglesia, la cual es la casa de Dios, pero el Señor la edificará en resurrección y por resurrección. Después de que el enemigo haga daño, el Señor, en resurrección,

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levantará una edificación de mayores dimensiones. No debemos preocuparnos por cualquier confusión que exista en la iglesia, porque el Cuerpo del Señor, la iglesia, está en el proceso de resurrección. El daño causado por el enemigo es necesario porque todo lo natural debe ser destruido. El enemigo sólo puede destruir lo natural. Pero después, el Señor levantará a Su iglesia en resurrección. Cada vez que algo perjudica la iglesia, en cada ocasión ésta será recobrada y levantada en la novedad de la vida de resurrección. Anteriormente he visto mucho daño causado a la iglesia, pero cuanto más hizo el enemigo, más el Señor edificó Su iglesia en Su resurrección y por medio de ella.

Hace diecisiete años, en 1958, las iglesias de Taiwán eran muy prevalecientes. Entonces, sucedieron algunas cosas que dieron oportunidad a que el enemigo entrara. Una gran “tormenta” asoló a las iglesias. Yo me encontraba en aquel tiempo allí y vi la situación claramente, pero no tuve temor. Ese ataque se inició en 1958. Al año siguiente yo me encontraba compartiendo un estudio-vida del Evangelio de Juan, y cuando llegué a este mismo punto del capítulo 2 de Juan, del cual comparto en este mensaje, dije: “Algunos de ustedes están siendo utilizados por el enemigo para derribar la iglesia. Quiero que sepan que si la iglesia aquí ha sido edificada por el Señor, mientras más traten de derribarla, más será edificada”. Más tarde, partí de Taiwán hacia los Estados Unidos. No tuve temor de que las iglesias allí fueran destruidas, así que salí en paz para los Estados Unidos. Posteriormente los hermanos responsables de las iglesias de Taiwán me escribieron una y otra vez diciéndome: “El enemigo ha hecho mucho daño, hermano, por favor regrese”. Pero, no regresé hasta cuatro años después. Durante ese lapso recibí muchas cartas de los líderes de las iglesias en las cuales me contaban del daño que el enemigo había causado, y una y otra vez les contesté: “Hermanos, tengan paz, si las iglesias de la isla de Taiwán fueron establecidas por el Señor, nadie podrá derribarlas. Cuanto más traten de destruirlas, más serán edificadas”. Ahora, en el año de 1975, todas las iglesias de Taiwán están sólidamente establecidas.

No se decepcione por la condición actual de los cristianos ni diga que la situación da lástima. Pues sólo está viendo un aspecto del caso. Alabado sea el Señor que durante los últimos veinte siglos ha existido también otro aspecto. ¿Cree usted que Satanás puede derrotar al Señor Jesús? Eso es imposible. ¿Piensa que Satanás es más fuerte que el Señor? Por supuesto que no. Basado en este hecho, siempre he estado en paz. No importa cuántos problemas ha tenido la iglesia, mi esposa puede testificar que siempre he dormido bien. Tengo la plena seguridad de que Satanás nunca podrá derrotar al Señor Jesús y que el Señor siempre prevalecerá sobre él.

El Señor Jesús dijo a Sus opositores que si ellos destruían ese templo, Él lo levantaría en tres días (2:19). Ellos no entendieron de lo que el Señor les hablaba, pero el Señor les decía: “Vosotros podéis llevarme a la muerte y crucificar Mi cuerpo en el madero, pero

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en tres días Yo lo resucitaré”. Uno no debe tratar de entender solamente las letras impresas de la Biblia, porque si hace eso, se encontrará con dificultades. Por un lado, el Señor Jesús le dijo a la gente que después que ellos lo mataran, Él resucitaría (Mt. 10:18). Por otro lado, el Nuevo Testamento nos dice en otro versículo que Dios lo levantó de los muertos (Hch. 2:24). En el Nuevo Testamento, la resurrección del Señor se presenta en dos aspectos: que Dios lo levantó y que Él resucitó. ¿Cómo debemos entender o interpretar esto? ¿Dios lo levantó o Él mismo resucitó? En el Evangelio de Lucas, el cual nos muestra al Señor Jesús como el Salvador que se ofreció como sacrificio por nuestros pecados, vemos que el Señor necesitaba que Dios lo levantara de los muertos (Lc. 9:22, gr.). En el Evangelio de Juan la situación es distinta. En este libro, el Señor no fue inmolado como sacrificio por los pecados, sino que Él mismo puso Su vida. Jesús dijo: “Yo pongo Mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la pongo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para volverla a tomar” (10:17-18). En el Evangelio de Juan no era necesario que Dios lo levantara. Como el sacrificio por los pecados, Él necesitó que Dios lo levantara, pero como Aquel que da vida, Él podía poner Su vida y volverla a tomar. Podía entrar en la muerte y salir de ella. Parece que el Señor dijera: “En cierto sentido, sois vosotros quienes me matáis, pero por el otro, por Mi lado, Yo entro en la muerte, doy un recorrido por ella y salgo otra vez”. Por ejemplo, cada año muchos turistas vienen a la ciudad de Washington D. C. y visitan la Casa Blanca. De la misma manera, el Señor Jesús dio un recorrido por la región de la muerte y visitó la “Casa Negra”. Es como si el Señor dijera: “Casa Negra, he venido a echar una mirada y a ver lo que puedes hacer. ¿Puedes hacerme algo a Mí? Ya que no puedes hacerme nada, después de Mí recorrido, me despediré de ti y volveré a la vida”. Esta es la resurrección según el Evangelio de Juan. Aquí el Señor Jesús puso Su vida Él mismo, y Él mismo la volvió a tomar.

1. El cuerpo físico de Cristo fue destruidoen la cruz por los judíos

El cuerpo físico de Jesús fue destruido en la cruz por los judíos. Cuando Cristo se encarnó, se puso un cuerpo físico. En Juan 1:14 se nos dice claramente que Su cuerpo físico era un tabernáculo, y según el capítulo 2, Su cuerpo físico era también el templo. Deseo señalar que en todo el Nuevo Testamento, el templo de Dios no denota un lugar, sino una Persona. Cuando Jesús estaba en la carne, Su cuerpo era el tabernáculo y el templo de Dios. Tanto el tabernáculo como el templo son la morada de Dios. Satanás sabía esto. Ya que él comprendió que el cuerpo físico de Jesús era la morada de Dios sobre la tierra, hizo todo lo posible por destruir ese cuerpo. Y en verdad lo destruyó en la cruz por medio de los judíos. En cierto sentido, Satanás destruyó el cuerpo físico del Señor, pero en otro, el Señor Jesús entregó Su cuerpo a la muerte. Parece que el Señor

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dijera a Satanás: “Satanás, haz tu mejor esfuerzo; veamos lo que puedes hacer. Cualquier cosa que hagas sólo me dará la oportunidad para hacer algo más”.

2. El cuerpo físico de Jesús es levantado en resurrección para ser la casa de Dios

Después de que el cuerpo físico del Señor fue destruido por Satanás en la cruz, Su cuerpo fue puesto en una tumba y reposó allí. Luego el Señor Jesús entró en la muerte, dio un paseo por la “Casa Negra”, y salió en resurrección. Cuando resucitó, Él mismo resucitó Su cuerpo muerto y sepultado. El cuerpo de Jesús que fue destruido en la cruz era pequeño y débil, pero el Cuerpo de Cristo en resurrección es vasto y poderoso. ¿Cuál prefiere usted, el cuerpo de Jesús o el Cuerpo de Cristo? Después de la resurrección del Señor, Su Cuerpo, esto es, el templo, resucitó en una dimensión mucho mayor. El cuerpo que el enemigo destruyó por medio de la crucifixión era meramente el cuerpo físico de Jesús, pero el que el Señor levantó en resurrección no sólo fue Su propio cuerpo, sino también a todos los que se han unido a Él por la fe (1 P. 1:3; Ef. 2:6). Después de la resurrección del Señor, Satanás tuvo que haber dicho: “He perdido el caso. Fui muy tonto. No debería haberlo destruido”. Sin embargo, ya era muy tarde para que Satanás se arrepintiera.

Una vez que una iglesia local ha sido perjudicada y aun destruida, podemos estar seguros de que, en resurrección, llegará a ser aun más grande de lo que fue originalmente. El Señor Jesús siempre prevalece sobre el enemigo. No debemos temer la obra de Satanás. Muchas veces no necesitamos orar tan desesperadamente, sino simplemente decir: “Satanás, haz tu mejor esfuerzo. Cualquier cosa que hagas simplemente dará a nuestro Señor Jesús la oportunidad para que te venza”. Siempre que se presenta algún problema en la iglesia, muchos hermanos sienten la necesidad de convocar a una reunión urgente para orar. Sin embargo, no es necesario actuar con tanta prisa. Tengan paz. Que no los aterrorice la actividad de Satanás. Cuando el Señor Jesús supo que los judíos intentaban matarlo, Él no oró: “Oh Padre, mata a estos judíos, Padre, sálvame y protégeme”. En lugar de orar de esta manera, parece que el Señor les dijera: “Haced vuestro mejor esfuerzo para matarme, pero tened la seguridad de que después de que me matéis, tendré la oportunidad de incrementarme”. Nadie puede frustrar el propósito del Señor. Mientras más el enemigo trate de hacerlo, más oportunidad le dará al Señor para que haga algo más. Todo lo que el Señor hace siempre está en resurrección. El Señor edifica el templo “en tres días”, lo cual significa que lo edifica en resurrección.

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3. La resurrección de Jesús es la única señal

Los judíos le pidieron a Jesús que les mostrara una señal. El Señor respondió: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). La única señal es la resurrección del Señor. En la edificación de la iglesia es frecuente que ciertas personas, como los judíos, nos desafíen para ver qué milagros hacemos. Pero no debemos ser tentados a tratar de hacer ningún milagro. Tenemos que seguir al Señor y dejar que seamos llevados a la muerte. Entonces Cristo se manifestará en resurrección. Éste es el milagro, la señal, que se necesita en la edificación de la iglesia. La única señal para la edificación de la iglesia es la vida en resurrección.

en resurrección con el Cuerpo de Cristo.

El Señor Jesús, desde el día de Su resurrección física, ha estado agrandando Su Cuerpo en la vida de resurrección. ¡Qué inmenso Cuerpo tiene Cristo ahora en resurrección! ¿Podría usted medir las dimensiones del Cuerpo de Cristo? Aunque alguna vez fue posible medir el tamaño del cuerpo físico de Jesús, hoy es imposible medir la inmensidad del Cuerpo de Cristo. El Señor sigue edificando Su Cuerpo en resurrección, y Satanás sigue ayudando en esto. La casa de Dios aún está creciendo en resurrección con el Cuerpo de Cristo (1 Ti. 3:15; 1 P. 2:5; 1 Co. 3:9; Ef. 2:21-22). Hoy aún nos encontramos en el período de “los tres días”, porque el Señor todavía está edificando Su Cuerpo en el proceso de resurrección. Una gran parte del Cuerpo del Señor ya ha sido levantado, pero todavía faltan algunos miembros de Su Cuerpo. Por lo tanto, el Cuerpo del Señor todavía se encuentra en el proceso de resurrección. Aun en nuestra propia experiencia, sólo una parte de nosotros ha sido transformada, lo cual significa que sólo una parte ha sido resucitada. El Señor continúa Su obra en nosotros mediante el proceso de transformación. Todavía estamos en el proceso de resurrección. La iglesia hoy continúa en el proceso de resurrección, el proceso de los “tres días”.

Todo el daño que el enemigo haga a la iglesia, simplemente le proporcionará la oportunidad al Señor para agrandar Su Cuerpo en resurrección. Si en 1958 no hubiera venido aquella tormenta causada por el enemigo con el fin de destruir la vida de la iglesia en Taiwán, hoy en día yo no estaría en este país. Deje que el enemigo haga todo lo que pueda, porque su trabajo sólo le dará al Señor la oportunidad para llevar a cabo Su obra de aumento en resurrección. ¡Alabado sea el Señor! Desde que Él inició Su recobro en los Estados Unidos, muchas cosas negativas han ocurrido. Pero todos nosotros debemos adorar al Señor por Su manera de obrar tan prevaleciente. No he visto ni siquiera un solo caso en el cual el enemigo haya prevalecido. Al contrario, él ha sido una ayuda para el recobro del Señor. El enemigo nunca podrá vencer al Señor Jesús. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia edificada (Mt. 16:18). La iglesia sigue

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adelante y sigue creciendo. ¡Aleluya! Aunque el enemigo haga su mejor esfuerzo por derribar la iglesia, nosotros siempre tendremos la victoria. Comprobaremos que no sólo el Señor Jesús mismo es prevaleciente, sino que también la iglesia lo es. Mientras más se hable negativamente del recobro del Señor, más prevaleciente se volverá.

C. El cambio de muerte a vida tiene como finla edificación de la casa de Dios

El principio de la vida se estableció en el hecho de cambiar el agua en vino. Ahora, en la purificación del templo se muestra el propósito de la vida. El principio de la vida es convertir la muerte en vida, el propósito de la vida es edificar la casa de Dios. Él cambio de muerte a vida está relacionado con la edificación llevada a cabo por la vida, o sea, la edificación de la casa de Dios. Estos dos asuntos gobiernan todo el Evangelio de Juan. Esta es la razón por la que después de la introducción hallada en el primer capítulo, el segundo nos muestra estos dos asuntos por medio de dos eventos. Después, del capítulo 3 al 11, vemos el relato de nueve casos que demuestran la manera en que el Señor se presentó en toda clase de situaciones humanas y convirtió la muerte en vida. Después de que se narran todos los casos, y se da el último mensaje en los capítulos 14, 15 y 16, vemos que, en el capítulo 17, el Señor hace una oración al Padre acerca de la unidad. Esta oración acerca de la unidad es sencillamente una oración en cuanto a la edificación. Si no somos juntamente edificados, nunca podremos ser uno. Por ejemplo, los materiales amontonados para la construcción no son una unidad porque no están edificados. Una casa se compone de muchos materiales, y éstos llegaron a ser uno porque fueron edificados juntos. Sólo cuando los materiales son edificados como un solo edificio, puede haber unidad entre ellos. Ser uno significa ser juntamente edificados. Por lo tanto, el propósito de la vida es edificar la casa de Dios, el templo de Dios, para que Él tenga Su morada. El propósito de que el Señor sea vida para nosotros tiene como fin edificar la iglesia como morada de Dios. La vida produce la edificación, la iglesia. El Señor vino para ser nuestra vida con miras a edificar la iglesia, Su Cuerpo, y la casa de Dios.

En el capítulo 2 de Juan el escritor escogió dos eventos de entre muchas cosas que el Señor realizó, a fin de mostrarnos el principio y el propósito de la vida. Debemos aplicar el principio de la vida con miras al propósito de vida. Entonces veremos que en los siguientes capítulos de este Evangelio, se encuentran tanto el principio de la vida presentado en el primer evento como el propósito de la vida, visto en el segundo evento.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE OCHO

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LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL:SER REGENERADO POR LA VIDA

(1)

Después de establecer el principio de la vida y el propósito de la vida en el capítulo 2 de Juan, el escritor relata nueve casos, desde el capítulo 3 hasta el 11, con el fin de comprobar el principio de la vida, el cual fue establecido en la primera señal del capítulo 2. Él usa estos casos para presentar algunos puntos espirituales de gran significado. Lo primero que logran estos casos es exponer la condición y la necesidad del hombre, y después, revelar la manera en que el Señor se ocupa de todas estas condiciones y satisface todas las necesidades del hombre. La vida suple la necesidad del hombre en todos los casos. Debemos entender que la vida aquí representa al Señor mismo, el Verbo que era Dios y que se hizo carne. Aunque el Señor puede haber suplido la necesidad del hombre en miles de casos, Juan escogió únicamente nueve de ellos para ejemplificar la manera en que el Señor como la vida podía, y aún puede, satisfacer la necesidad de cualquier situación humana.

LA CONDICIÓN Y LA NECESIDAD DEL HOMBRE

Primeramente veamos la condición del hombre en cada caso. El primer caso, presentado en el capítulo 3, habla acerca de una persona moral de clase alta, que acudió al Señor. Él era un caballero superior, sumamente culto, muy religioso, que buscaba a Dios y le temía. El segundo caso, hallado en el capítulo 4, presenta exactamente la condición contraria. El primer caso es acerca de un hombre moral; el segundo trata de una mujer inmoral. El primero presenta a una persona apacible, de clase privilegiada, mientras que el segundo caso presenta a una persona alocada, y de clase baja. Esta mala mujer había tenido cinco maridos y estaba viviendo con un sexto hombre que no era su marido. El tercer caso, presentado en el capítulo 4, habla de un joven que estaba enfermo y a punto de morir. El cuarto caso, en el capítulo 5, trata de un hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, que estaba sumamente débil y era incapaz de dar un solo paso. El quinto caso, el del capítulo 6, habla de la multitud hambrienta que buscaba algo con que alimentarse. El sexto caso, presentado en el capítulo 7, trata del pueblo sediento cuya sed no pudo ser apagada ni por la mejor religión ni por ninguna otra cosa de esta vida. El séptimo caso, hallado en el capítulo 8, presenta a una mujer pecaminosa que cometió un pecado terrible y permanecía bajo la condenación y esclavitud de su pecado. El octavo caso, presentado en los capítulos 9 y 10, tiene que ver con un hombre ciego de nacimiento. Finalmente, el noveno caso en el capítulo 11 trata de Lázaro, quien murió y estuvo sepultado por cuatro días.

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Las diversas condiciones de las personas mencionadas en los nueve casos representan las condiciones de todos los hombres. Algunos hombres son buenos como Nicodemo, mientras que otros son perversos como la mujer samaritana. Otros, como el joven de Capernaum, están a punto de morir; y la mayoría es débil como el hombre que estuvo enfermo durante treinta y ocho años. Todos desean hacer el bien, pero no tienen la fuerza para cumplir ese deseo. Conocen la religión, pero por ser débiles, no tienen la fuerza para vivir conforme a sus normas ni para cumplir sus regulaciones. Otros se encuentran hambrientos; anhelan algo que pueden disfrutar, mientras que otros tienen sed por algo más de lo que la vida humana puede ofrecerles. Hay algunos que tienen una sed tan intensa que nada de esta vida puede satisfacerlos. Otros continuamente cometen pecados y permanecen bajo la condenación y la esclavitud de tales pecados. Otros, como el hombre ciego, son ciegos, pero no físicamente, sino psicológica y espiritualmente. Al final, la última condición de todos los hombres es la muerte, porque están en la muerte y se encuentran en el camino que lleva a la muerte. No sólo están ya muertos, sino que también morirán más tarde. Todos los hombres están muertos, y además, van rumbo a la muerte. Por lo tanto, los nueve casos describen la verdadera condición de todo hombre. Estas condiciones muestran la necesidad del hombre, la cual únicamente el Señor como vida puede satisfacer plenamente.

LA CONDICIÓN Y LA NECESIDADDE CADA INDIVIDUO

La condición descrita en cada uno de los nueve casos puede también encontrarse en todos los hombres. Una misma persona puede encontrarse en cada una de estas condiciones. Por ejemplo, usted puede ser un buen hombre, o al menos puede tener la intención de serlo. Y también puede ser muy religioso, uno que teme a Dios y lo busca. No obstante, a la vez puede haber hecho algo vil, algo que no es honorable. Puede ser un caballero religioso con alta moralidad y aun así hacer algo malo. Por un lado, usted es una persona de clase alta, pero por otro, es una persona de clase baja.

Usted además es una persona enferma y a punto de morir moral y espiritualmente. Tal vez usted esté físicamente muy saludable, pero moral y espiritualmente puede estar moribundo. La verdad es que aun físicamente está muriéndose día tras día. Aparentemente usted es viviente, pero en realidad se está muriendo.

La otra condición que le aqueja es que es una persona débil. Usted sabe que debe hacer el bien y sabe lo que es correcto, pero no tiene la capacidad ni el poder para hacerlo. Tal vez aún no tiene veinticinco años, pero ha estado enfermo por “treinta y ocho años”. Usted sabe que debe amar a su prójimo, pero es débil y no puede hacerlo. Desea guardar la ley de Dios y agradarle, pero es incapaz de lograrlo. En otras palabras, tiene el deseo

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de hacer el bien, pero no tiene la capacidad para llevar a cabo lo que desea. Lo que necesita es el poder de la vida.

El hambre y la sed son también dos características de su condición. En muchas ocasiones usted siente que es una persona hambrienta, y muchas veces tiene sed de un título, de un doctorado, de dinero o de placer. Sin embargo, lo que usted necesita es al Señor como el pan de vida que satisface su hambre, y también necesita el agua viva del Señor la cual sacia su sed.

Otra condición que también se puede encontrar en usted es su pecaminosidad. Usted es pecador y comete pecados. Necesita el perdón del Señor así como también ser liberado de la esclavitud del pecado.

Por otro lado, usted se encuentra ciego, aunque tal vez tenga una visión perfecta con sus ojos físicos, no es capaz de percibir el significado de la vida humana, y en especial, no puede ver las cosas espirituales. Usted está ciego y necesita que el Señor le abra los ojos y le devuelva la vista.

El último aspecto de su condición es el de un hombre muerto que finalmente morirá. ¿Ha comprendido alguna vez que usted es una persona muerta? Nadie está vivo en su espíritu; todos están muertos. Usted necesita la vida de resurrección del Señor Jesús.

Cada persona tiene en su condición caída todos los aspectos de los nueve casos. Todo hombre, al menos en cierto grado, se encuentra en cada una de estas condiciones. Cada condición es un indicio de la verdadera necesidad de cada individuo.

EL SEÑOR ES CAPAZ DE SATISFACERLA NECESIDAD DEL HOMBRE

En estos nueve casos hemos visto la condición y la necesidad del hombre. Ahora debemos ver cómo el Señor es capaz de entrar en la condición del hombre caído y satisfacer toda su necesidad. En cada caso el Señor se presenta como Aquel que puede suplir las deficiencias humanas. Y estos nueve casos comprueban plenamente la suficiencia del Señor para satisfacer toda necesidad del hombre.

El primer caso muestra que el Señor nos proporciona la regeneración, la cual necesitaba aun una persona de un nivel tan alto como el de Nicodemo, para poder recibir la vida de Dios y así entrar en el reino de Dios. El caso de la mujer samaritana, una mujer pecaminosa y sedienta, revela cuánto el Señor puede satisfacer a dicha persona con Su agua viva. En el caso del hombre que estaba a punto de morir, el Señor es el poder sanador de vida. El caso del hombre débil que había estado enfermo por treinta y ocho

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años demuestra el poder reavivador de la vida del Señor. En el caso de la multitud hambrienta que necesitaba algo con que alimentarse, el Señor se presentó como el pan de vida. En el caso del pueblo sediento, el Señor les asegura que Él puede apagar su sed mediante el fluir del río de agua de vida. En el caso de la mujer que vivía en pecado, vemos que el Señor es capaz de librar a tal persona de su condición pecaminosa y liberarla de la esclavitud del pecado. En el caso del hombre ciego, el Señor abre sus ojos y le da la vista. Finalmente, en el caso de Lázaro, quien había muerto, había sido sepultado, y aun su cuerpo se estaba descomponiendo en el sepulcro, se exhibe plenamente el poder de la vida de resurrección del Señor.

En todos estos casos es plenamente demostrada la eficacia del Señor para satisfacer las necesidades del hombre. No hay condición humana que Él no pueda solucionar, ni necesidad que no pueda satisfacer. ¡Él sí puede! Él puede resolver todos nuestros problemas y suplir todas nuestras necesidades. ¡Alabado sea Su nombre!

LA REGENERACIÓN:EL REQUISITO PARA LA SALVACIÓN COMPLETA

Todos los aspectos de la obra del Señor según lo revelan y representan los nueve casos, son los diferentes aspectos de la salvación completa que el Señor efectúa. Estos son: (1) la regeneración, (2) la satisfacción con el agua viva, (3) el poder sanador de la vida, (4) el avivamiento con el poder de la vida, (5) la alimentación con el pan de vida, (6) apagar la sed con los ríos de agua viva, (7) la liberación del pecado, (8) el abrir los ojos de los ciegos, y (9) la resurrección. Todos estos asuntos están incluidos en la salvación que el Señor nos otorga, y el primero es la regeneración. La regeneración es el inicio de la vida espiritual. Todas las experiencias espirituales principian con la regeneración. Si hemos sido regenerados, estamos calificados para participar de todos los otros aspectos de la salvación del Señor. La regeneración es un requisito previo para experimentar todos los otros aspectos de Su salvación. Esta es la razón por la cual el caso de la regeneración aparece primero. Todas las demás experiencias de la salvación dependen de la experiencia de la regeneración. Antes de poder ser satisfechos con el agua viva, tenemos que haber sido regenerados. El agua viva proviene de la experiencia inicial de la regeneración, sin la cual, el agua viva del Señor nunca podría estar en usted. El principio es el mismo en todas las otras experiencias. Un moribundo, uno que se está muriendo, requiere ser regenerado para poder ser sanado y vivir eternamente. Una persona débil debe primero ser regenerada y luego avivada con el poder de la vida. Una persona primero debe ser regenerada para poder alimentarse del Señor como el pan de vida. Disfrutar de la alimentación de vida depende en gran parte de la regeneración. Tener el fluir del agua de vida también depende de la regeneración. Si usted no es regenerado, nunca podrá saciar su sed con las aguas vivas del Señor. Para ser liberados del pecado y

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recobrar la vista, primero necesitamos ser regenerados. Sin la regeneración, sería imposible que alguien fuera liberado del pecado o recibiera la visión espiritual. Además, nadie puede participar de la vida de resurrección sin antes experimentar la regeneración. La salvación que el Señor nos da, comienza con la regeneración y termina con la vida de resurrección. Por lo tanto, tenemos que examinar cuidadosamente este primer caso, el de Nicodemo, el cual revela que el hombre necesita la regeneración.

I. A QUIEN EL SEÑOR SE CONFÍA

Antes de considerar el caso de Nicodemo necesitamos entender que el Señor no se fía del hombre que lo sigue por los milagros que realiza, sino del que lo sigue por causa de la vida (2:23-3:1).

Las palabras Ahora bien al principio del versículo 1 del capítulo 3 indican que el caso de Nicodemo difiere de los casos presentados en los versículos anteriores, del 23 al 25. Todos aquellos casos se refieren a personas que creyeron en el Señor porque vieron los milagros que hacía. El Señor no podía fiarse de personas así. Pero el caso de Nicodemo, un caso de la vida en regeneración, revela que el Evangelio de Juan no trata de milagros, sino únicamente de dar vida. Por esto aun los milagros que el Señor hizo en este libro, son llamados señales, lo cual significa que el Señor vino para dar vida, y no para hacer milagros.

II. LA REGENERACIÓN

El primer caso, el de Nicodemo, trata de la regeneración. Nicodemo era una persona de la mejor clase social, por lo que debemos tomar en cuenta sus virtudes y atributos. Primeramente debemos ver que él era un maestro con el más alto grado de educación. Como maestro de los judíos, enseñaba el Antiguo Testamento, la Palabra Sagrada. En segundo lugar, era “un principal entre los judíos”; tenía una posición con cierto honor y autoridad. En tercer lugar, era un hombre maduro. Debido a su edad tenía mucha experiencia. En cuarto lugar, indudablemente era un hombre moral, un buen hombre. Si consideramos la manera en que habló, veremos que era un hombre moral. En quinto lugar, Nicodemo verdaderamente buscaba a Dios. Aunque con cierto temor de los fariseos, fue a visitar al Señor de noche. Esto indica que buscaba a Dios. En sexto lugar, era una persona humilde. Nicodemo era un hombre de edad avanzada, probablemente tenía sesenta o setenta años de edad, y con todo eso fue a ver al Señor Jesús, quien sólo tenía un poco más de treinta años. El hecho de que un hombre tan experimentado y educado, un anciano, fuese a ver a una persona mucho más joven que él, demuestra su humildad. Además, aunque Nicodemo era un maestro, él se dirigió al Señor Jesús llamándole Rabí. Entre los judíos llamar a una persona Rabí indica que uno está

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tomando una posición de humildad. En séptimo lugar, Nicodemo era un hombre honrado y sincero. Su forma de hablar manifestaba su rectitud. ¿Podría usted encontrar una persona mejor que Nicodemo? Él era un hombre de un estándar muy alto, con grandes logros y alta moralidad.

Cuando Nicodemo acudió al Señor Jesús, el Señor aprovechó la oportunidad para revelar la verdadera necesidad de la humanidad. El Señor, en la conversación que tuvo con Nicodemo, reveló que no importa cuán bueno sea el hombre, necesita ser regenerado. La regeneración es la necesidad principal del hombre. Tanto los hombres morales como los inmorales necesitan la regeneración. Muchos cristianos tienen el concepto erróneo de que las personas necesitan la regeneración simplemente por su condición caída. No obstante, aun si el hombre nunca hubiera caído, necesitaría la regeneración. Aun si Adán no hubiera caído, habría necesitado la regeneración. Ésta es la razón por la que Dios lo puso frente al árbol de la vida. Si Adán hubiera participado del árbol de la vida, habría sido regenerado.

Como seres humanos tenemos la vida humana. El problema no depende de que nuestra vida humana sea buena o mala. No importa que clase de vida humana llevemos, mientras no tengamos la vida divina necesitaremos la regeneración. Ser regenerados simplemente significa tener la vida divina además de nuestra vida humana. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre sea un vaso para contener la vida divina. Nuestro ser con nuestra vida humana es un vaso para contener a Dios como vida. La vida divina es la meta de Dios, esta vida es Dios mismo. La meta de Dios consiste en que nosotros como poseedores de la vida humana, recibamos la vida divina como nuestra verdadera vida. Éste es el verdadero significado de la regeneración. Muchos cristianos no entienden claramente este hecho; piensan que la regeneración es necesaria simplemente porque somos seres caídos y pecaminosos. Conforme a este concepto, necesitamos la regeneración porque nuestra vida es mala y no puede ser mejorada. Este concepto es erróneo. Vuelvo a decirlo: si Adán jamás hubiera caído en el huerto del Edén, aun así, habría sido necesario que él fuese regenerado, que naciera de nuevo, para poder así recibir otra vida, la vida de Dios. Por lo tanto, ser regenerado equivale a recibir la vida divina, esto es, recibir a Dios mismo.

¿Cuál es el significado de la regeneración? La regeneración no es ninguna clase de superación personal o refinamiento exterior, ni tampoco un mero cambio o conversión que carece de vida. La regeneración es un nuevo nacimiento que trae una nueva vida. Es un asunto que depende absolutamente de la vida, no de hacer algo. La regeneración es simplemente tener una vida adicional a la que ya tenemos. Recibimos la vida humana de nuestros padres, pero ahora necesitamos recibir la vida divina de Dios. Así que la regeneración significa tener la vida divina de Dios, aparte de la vida humana que

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tenemos originalmente. Por lo tanto, la regeneración requiere otro nacimiento, para poder tener otra vida. Ser regenerado o nacer de nuevo no significa corregir nuestra vida humana. Más bien significa recibir la vida de Dios, así como nacer de nuestros padres significa recibir la vida de ellos. Ser regenerado es nacer de Dios (Jn. 1:13), y nacer de Dios es recibir la vida de Dios, esto es, la vida eterna (3:15-16). Si tenemos la vida de Dios, somos hijos de Dios, y esta vida nos da el derecho de llegar a ser hijos de Dios (1:12), porque por esta vida tenemos la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y también la relación de vida con Dios, o sea, la filiación (Ro. 8:15; Gá. 4:5-6; la palabra adopción en el griego significa “filiación”).

A. El falso concepto del hombre y de la religión: la necesidad de una mejor enseñanza

para mejorar al hombre

Debido a la cultura humana y a la religión judía, Nicodemo pensaba que el hombre necesitaba tener un buen comportamiento. Según este concepto, debido a que el hombre debe tener buena conducta y adorar a Dios de una manera apropiada, el hombre requiere de mucha enseñanza. Nicodemo consideraba a Cristo como un maestro que había venido de Dios. Esto indica que tal vez Nicodemo pensaba que necesitaba mejores enseñanzas para poder superarse. Sin embargo, la respuesta del Señor en el siguiente versículo le reveló que, en realidad, necesitaba nacer de nuevo. Nacer de nuevo significa ser regenerado con la vida divina, una vida diferente de la vida humana que recibimos en nuestro nacimiento natural. Por lo tanto, su verdadera necesidad no era recibir mejores enseñanzas, sino la vida divina. Nicodemo buscaba enseñanzas, las cuales pertenecen al árbol del conocimiento; pero la respuesta del Señor lo condujo a la necesidad que tenía por la vida, la cual pertenece al árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9-17). El Señor le dijo a Nicodemo muy claramente que lo que necesitaba era nacer de nuevo. Así que, la verdadera necesidad del hombre consiste en ser regenerado con otra vida. Todos nosotros debemos entender que no necesitamos religión ni enseñanzas que nos regulen y corrijan, sino otra vida, la vida de Dios, la cual nos regenerará. El hombre necesita la regeneración porque necesita la vida divina. Por muy bueno que usted sea, no tiene la vida de Dios. Necesita otro nacimiento para recibir la vida de Dios con Su naturaleza divina. Aunque usted piense que es bueno, debe admitir que no tiene la vida de Dios con Su naturaleza divina. Es necesario experimentar otro nacimiento, la regeneración, para poder recibir otra vida, que es la vida divina de Dios.

La respuesta que el Señor dio a Nicodemo traspasó su concepto humano tradicional y religioso. Es como si el Señor le dijera a Nicodemo: “Nicodemo, lo que tú necesitas no son enseñanzas, sino otra vida. No importa cuán bueno seas, únicamente tienes la vida humana, te falta la vida divina. Nicodemo, ¿no entiendes que al buscar el conocimiento,

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te encuentras en la línea del árbol del conocimiento y no en la línea del árbol de la vida?”. Nicodemo no estaba en la línea que conduce a la Nueva Jerusalén, sino en la línea que lleva al lago de fuego. Sin embargo, él no sabía que estaba participando del árbol equivocado.

B. La verdadera necesidad del hombre:nacer de nuevo

1. Esto no significa volver a entrar al vientrede la madre y nacer otra vez

Cuando Nicodemo escuchó que tenía que nacer de nuevo, creyó que significaba volver a entrar en el vientre de su madre y nacer otra vez. Su respuesta demuestra que no sabía cómo ejercitar su espíritu, por lo que entendió mal la palabra del Señor. Entonces el Señor Jesús le explicó que el que nace de la carne, carne es. Parece que el Señor le dijera a Nicodemo: “No importa cuántas veces vuelvas a entrar en el vientre de tu madre y nazcas otra vez, aún serás carne. Lo que es nacido de la carne, carne es. Nicodemo, no es necesario que digas que es imposible volver a entrar en el vientre de tu madre y nacer otra vez, porque aun si pudieses hacerlo, seguirías siendo el mismo. Aun si pudieras volver a nacer en esa manera natural, y ser joven otra vez, después de otros sesenta o setenta años, serías igual a lo que eres ahora. Tú no necesitas ese tipo de renacimiento”. Nicodemo no necesitaba otro nacimiento cronológico, sino que necesitaba nacer con una nueva naturaleza.

2. Nacer de nuevo significanacer de agua y del Espíritu

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). Debido a que los cristianos a través de los siglos han ejercitado su mente en vez de su espíritu, han formulado muchas interpretaciones diferentes de este versículo. Hace cincuenta años se me enseñó que el agua en este versículo hacía referencia a la Palabra, y que nacer de agua y del Espíritu quería decir nacer de la Palabra y del Espíritu. Nos fueron dados como referencia 1 Pedro 1:23 y Jacobo 1:18. Otra interpretación, que constituye una peor manera de interpretar este pasaje de la Escritura, consiste en decir que el agua alude a la fuente materna. Según esta interpretación nacer dos veces es primeramente nacer del agua del vientre de la mujer, y posteriormente nacer del Espíritu Santo. Esta interpretación es totalmente ilógica, por lo que no debemos prestarle ninguna atención.

Debemos tomar una posición lógica y sólida al abordar este versículo. Tenemos que admitir que Nicodemo y el Señor Jesús hablaban con palabras entendibles. Si el Señor

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Jesús hubiera hablado a Nicodemo con palabras difíciles de entender, le hubiera dado una interpretación. Tal vez Nicodemo habría preguntado al Señor el significado de nacer del agua. Pero el Señor Jesús no interpretó Sus palabras ni Nicodemo le pidió una interpretación, lo cual comprueba que las palabras eran entendibles para ambos. Así que la expresión de agua y del Espíritu, deben haber sido entendibles para Nicodemo, sin ninguna explicación. Puesto que en Mateo 3:11 Juan el Bautista dijo estas mismas palabras a los fariseos, las mismas deben de haber sido entendibles para ellos también. Juan les dijo que él bautizaba en agua, pero que vendría otro, que bautizaría en el Espíritu. Después de oír las palabras de Juan, los fariseos probablemente las discutieron entre sí, pues eso se había dicho recientemente. Ya que los fariseos lo tomaban todo en serio, después de escuchar lo dicho por Juan el Bautista, deben haberlo analizado a fondo. Puesto que Nicodemo era fariseo, debía de haber estado familiarizado con estas expresiones. Ahora Nicodemo, habla con el Señor, quien en palabras familiares para él, le dice que nacer de nuevo es nacer de agua y del Espíritu.

El agua es la señal central del ministerio de Juan el Bautista, la cual es sepultar y poner fin al hombre de la antigua creación. Juan el Bautista en su ministerio bautizaba en agua. Él le decía a la gente que tenían que arrepentirse y reconocer su condición caída, y que no servían para nada más que para ser sepultados. Todo el que escuchó la predicación de Juan y se arrepintió fue bautizado en agua. Esto significa que como hombres caídos que pertenecían a la antigua creación, ellos eran terminados. De estotrataba el ministerio de Juan el Bautista. Además, Juan dijo que su ministerio sólo tenía como fin recomendar el ministerio del Señor Jesús. Así como el agua es la señal central del ministerio de Juan el Bautista, el Espíritu es el contenido central del ministerio de Cristo, esto es, hacer germinar al hombre en la nueva creación. Estos dos conceptos principales, el agua y el Espíritu, constituyen el concepto completo de la regeneración. La regeneración o nacer de nuevo, pone fin al hombre de la antigua creación y a todas sus obras, y hace germinar al hombre en la nueva creación con la vida divina. ¿Qué significa nacer de nuevo? Significa ser terminado por el ministerio de Juan por medio del agua, y ser germinado por el ministerio de Jesús mediante el Espíritu.

¿Cómo podemos tener hoy en día el ministerio de Juan el Bautista? Lo tenemos por medio del arrepentimiento. Cuando alguien se arrepiente, reconoce que es una persona caída que no es buena para nada; esto es aceptar el ministerio de Juan. Por supuesto, no es necesario que Juan el Bautista se encuentre físicamente presente, porque su ministerio ya está en el Nuevo Testamento. Cuando predicamos el evangelio, primeramente predicamos el ministerio de Juan. Por esto ponemos mucho énfasis en el pecado y en el arrepentimiento. Nosotros somos el Juan Bautista de hoy. Yo era un Juan el Bautista hace cuarenta años, y mucha gente se arrepintió como resultado de ese ministerio. Ese no era mi ministerio, sino el de Juan. Todo el que acepta este ministerio,

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en cierto sentido, llega a su fin, y en otro, nace del agua. Después de arrepentirse, el hombre debe creer en el Señor Jesús y aceptar Su ministerio de vida para así germinar. Para recibir la salvación, necesitamos arrepentirnos así como tener fe. El arrepentimiento es recibir el ministerio de Juan, y creer es aceptar el ministerio del Señor Jesús; en esto consiste la regeneración. Todos nosotros hemos pasado por el proceso de la regeneración. Ahora entendemos lo que significa nacer de agua y del Espíritu.

El Señor claramente le presentó la situación a Nicodemo. Todo hombre, sea bueno o malo, necesita llegar a su fin por medio del agua y luego germinar con la vida divina. Este es el segundo nacimiento, no del vientre de la madre, sino de agua y del Espíritu.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE NUEVE

LA NECESIDAD DEL HOMBRE MORAL:SER REGENERADO POR LA VIDA

(2)

3. La carne engendra la carne

Nicodemo creía que nacer de nuevo era volver al vientre de su madre y nacer otra vez. No comprendía que aunque pudiera hacer eso seguiría siendo carne. No importa cuantas veces una persona pueda nacer del vientre de su madre, seguirá siendo carne, porque la carne únicamente engendra carne. De manera que, el Señor le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es” (Jn. 3:6). La carne aquí denota al hombre natural con la vida natural. No importa cuantas veces podamos nacer de nuestros padres, seguiremos siendo personas naturales con la vida natural. Esto no cambiará nuestra naturaleza. Nacer de nuevo no es volver a nacer de nuestros padres, sino nacer de Dios el Espíritu, para tener Su vida divina con Su naturaleza divina, una vida con una naturaleza completamente diferente de nuestra vida con su naturaleza natural.

4. El Espíritu engendra al espíritu

Nacer de nuevo equivale a nacer del Espíritu en nuestro espíritu. El Espíritu divino regenera a nuestro espíritu humano con la vida divina de Dios. La regeneración, esto es, recibir la vida divina, es una experiencia que ocurre en nuestro espíritu. Dios creó nuestro espíritu con este propósito. Tenemos este órgano tan especial, nuestro espíritu

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humano, en lo profundo de nuestro ser. Dios, nos hizo con un espíritu, con la intención de que un día pudiéramos ejercitar este espíritu para tener contacto con Él y recibirle en nuestro ser. La función del espíritu humano es tener contacto con Dios. La regeneración no es un asunto de nuestra mente, ni de nuestra parte emotiva, ni de nuestra voluntad, sino completamente un asunto de nuestro espíritu. Los versículos 12 y 13 de Juan 1 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. ¿En qué parte de nuestro ser nacemos de Dios? En nuestro espíritu. Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Dios es Espíritu, y sólo un espíritu puede tocar al Espíritu. Sólo un espíritu puede nacer del Espíritu. Así que la regeneración es algo que ocurre exclusivamente en nuestro espíritu. No importa si usted tiene una mente sobria, una emoción apropiada, o una voluntad férrea; estas partes pertenecen a otra esfera. La regeneración se lleva a cabo en la esfera de nuestro espíritu. Para ser regenerado usted no tiene que ejercitar su mente, emoción o voluntad. Simplemente olvidándose de lo que usted es, abra su ser al Señor Jesús y desde lo profundo de su espíritu invoque el nombre del Señor, creyendo en Él. Si hace esto, inmediatamente Dios el Espíritu tocará el espíritu de usted. Esto sucederá rápidamente, tal vez en menos de un segundo. Si usted abre su ser desde lo profundo de su espíritu e invoca el nombre del Señor, en ese instante Dios el Espíritu entrará en su espíritu y usted será regenerado. El segundo nacimiento sucede muy rápido. No es necesario que esté presente una partera, una enfermera o un doctor. Cuando usted dice: “Señor Jesús, creo en Ti”, usted nace de nuevo en su espíritu.

En el versículo 6 el Señor dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. La regeneración no es un nacimiento de la carne, la cual sólo produce carne, sino que es un nacimiento del Espíritu, del Espíritu de Dios, que produce espíritu, nuestro espíritu regenerado. La carne es nuestro hombre natural, nuestro viejo hombre, o sea nuestro hombre exterior, nacido de nuestros padres, quienes son carne. Mientras que el espíritu, es decir, nuestro espíritu regenerado, es nuestro hombre espiritual, el nuevo hombre, o sea, nuestro hombre interior (2 Co. 4:16; Ef. 3:16), el cual es nacido de Dios, quien es el Espíritu. Cuando nacimos de nuestros padres nacimos como carne, pero cuando nacimos de nuevo, de Dios el Espíritu, nacimos como espíritu. La naturaleza del espíritu es diferente de la naturaleza de la carne, en el sentido de que la naturaleza de la carne nace humana, pero la naturaleza del espíritu nace divina. Antes de ser regenerados, vivíamos conforme a la carne y nuestro ser estaba centrado en nuestra carne; nuestro espíritu estaba muerto. Pero por medio de la regeneración nuestro espíritu muerto no sólo fue vivificado, sino que también recibió la impartición de la vida divina de Dios mediante el Espíritu. Ahora nuestro espíritu es un espíritu regenerado y se ha convertido en nuestro nuevo ser. Anteriormente, nuestra carne era

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nuestro ser, por la cual vivíamos, pero ahora nuestro espíritu es nuestro ser, por el cual debemos vivir. El primer Espíritu mencionado en el versículo 6 es el Espíritu divino, el Espíritu Santo de Dios, y el segundo espíritu es el espíritu humano, esto es, el espíritu regenerado del hombre. La regeneración se efectúa en el espíritu humano, por medio del Espíritu Santo de Dios y con Su vida eterna e increada. Ser regenerado significa recibir la vida eterna de Dios como la nueva fuente y el nuevo elemento de nuestro nuevo ser.

Una vez que nuestro espíritu ha nacido del Espíritu de Dios con la vida de Dios, el Espíritu de Dios con Su vida divina se mezcla con él y permanece en él. De esta manera llega a ser un espíritu mezclado —nuestro espíritu humano mezclado con el Espíritu divino de Dios— tal como dice Romanos 8:16: “El Espíritu ... con nuestro espíritu”. Es en este espíritu mezclado que somos “un espíritu” con el Señor (1 Co. 6:17). En numerosos pasajes del Nuevo Testamento donde aparece la palabra “espíritu”, como por ejemplo en Romanos 8:4-6, 10, en Gálatas 5:16, 25, y en Efesios 4:23 y 6:18, es difícil determinar si se refiere al Espíritu divino de Dios o a nuestro espíritu humano. Esto se debe a que ahora estos dos espíritus se han mezclado y son uno dentro de nosotros. Esta mezcla proviene de la regeneración. La regeneración da a luz en nosotros un espíritu recién nacido (Ez. 36:26), en el cual mora y se mezcla el Espíritu divino de Dios. Ahora este espíritu, que contiene la vida divina de Dios, es nuestro nuevo ser por el cual debemos vivir y andar. Ya no debemos andar más conforme a la carne (Gá. 5:16; Ro. 8:4). Es en este espíritu que somos regenerados.

También es correcto decir que hemos renacido por la Palabra de Dios. Sin embargo, debemos comprender que la Palabra impresa no puede regenerarnos. Únicamente la Palabra que es el Espíritu puede hacerlo (Jn. 6:63). Dios, la Palabra y el Espíritu deben ser el Espíritu que nos regenera. Dios mismo es el Espíritu en la regeneración, y la Palabra también debe ser el Espíritu. Siempre que prediquemos el evangelio debemos hacerlo en el Espíritu, porque es el Espíritu el que da vida a los hombres en su espíritu.

Es difícil entender plenamente la regeneración debido a que se realiza por el Espíritu Santo, con Él y en Él. También es difícil definir qué es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo está aquí. Pero, ¿puede usted definirlo? Él está presente, es constante, instantáneo, prevaleciente y está disponible. No obstante, si uno quiere nacer del Espíritu, debe cumplir algunos requisitos. El primer requisito consiste en que uno tiene que arrepentirse y confesar que es pecador. Luego necesita creer en el Señor Jesús e invocar Su nombre. No debe clamar solamente con sus labios, su boca y su garganta; también debe abrir su ser desde lo más profundo, y decir desde su espíritu: “Oh Señor Jesús, creo en Ti”. Cuando haga esto, inmediatamente el Espíritu divino entrará en usted. Cuando el Espíritu entra en uno es Cristo el que entra. Y además, es el Dios Triuno que entra en su ser. El Espíritu Santo es simplemente Cristo mismo. De hecho, el

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Espíritu Santo es el Dios Triuno. El Padre está en el Hijo, y el Hijo ahora es el Espíritu (2 Co. 3:17). Cuando el Espíritu entra en nosotros, entran tanto el Hijo como el Padre. Así que, desde que nacemos de nuevo, el Padre, el Hijo y el Espíritu empiezan a morar en nosotros. Este Dios Triuno es la vida divina. La vida divina no está separada del Dios Triuno. Desde el mismo momento en que somos regenerados, recibimos al Dios Triuno en nuestro espíritu como la vida divina. Ahora tenemos dos vidas: la vida humana en nuestra carne, y la vida divina en nuestro espíritu.

5. El que es nacido del Espíritu es como el viento

Juan 3:8 dice: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. La palabra griega pneúma, que se traduce “viento”, es la misma que se traduce “espíritu”. Se traduce viento o espíritu según el contexto. Este versículo se refiere a algo que sopla, cuyo sonido se puede oír, lo cual indica que aquí la palabra debe traducirse viento. Una persona regenerada es como el viento, que se puede reconocer pero no se puede entender. La regeneración no es algo físico sino espiritual, como el pneúma, como el viento, el cual es intangible pero aun así se puede reconocer. El Señor le dijo a Nicodemo que el espíritu regenerado, tal como el viento, no es físico ni tangible, sino invisible y espiritual.

6. La regeneración,un evento que sucede en la tierra

La regeneración se lleva a cabo en la tierra. El Señor le dijo a Nicodemo: “Si os he dicho las cosas que están en la tierra, y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las que están en el cielo?” (Jn. 3:12). En este versículo “las cosas que están en la tierra” no se refiere a las cosas de naturaleza terrenal, sino a cosas que suceden en la tierra, incluyendo la redención y la regeneración. Asimismo, “las cosas que están en los cielos” tampoco se refieren a cosas de naturaleza celestial, sino a cosas que ocurren en el cielo. En el siguiente versículo el Señor dijo que Él es Aquel que descendió del cielo, pero que aún está en el cielo. Esto indica que Él conoce las cosas que se llevan a cabo en el cielo, porque Él está en el cielo todo el tiempo. A la vez Él está en la tierra hablándole a la gente las cosas de la tierra, a las cuales pertenece la regeneración.

7. El requisito para entrar en el reino de Dios

En el versículo 3 el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 5 añadió: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Lo dicho por el

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Señor aquí revela claramente que la regeneración es la única entrada al reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos nacer de nuevo. No existe otra manera de entrar al reino de Dios. El reino de Dios es Su reinado. Es una esfera divina a la que tenemos que entrar, una esfera o dominio que requiere la vida divina. Sólo la vida divina puede comprender las cosas divinas. Por esto, para ver el reino de Dios, o sea para entrar en el reino, se requiere la regeneración con la vida divina.

Un reino siempre está relacionado con la vida. El reino vegetal está relacionado con la vida vegetal, y el reino animal, con la vida animal. Si usted quiere participar en cierta clase de reino, primero necesita obtener la vida de ese reino. Solamente las aves pueden participar del reino de las aves, porque sólo ellas tienen la vida de un ave. De igual manera, únicamente los hombres pueden participar del reino humano, porque sólo ellos tienen la vida humana. Por consiguiente, sin la vida de Dios, ¿cómo podríamos participar del reino de Dios?

El reino de Dios no es solamente Su reinado, sino también la esfera divina. Para participar en el reinado de Dios y estar en la esfera divina, necesitamos la vida divina de Dios. Sólo los que tienen la vida divina pueden estar en la esfera divina y participar del reino divino. Por esta razón necesitamos ser regenerados para obtener la vida divina, la cual nos capacita para que entremos en la esfera divina y participemos del reino divino. Aun si no hubiéramos caído o no fuéramos pecadores, necesitaríamos nacer de nuevo, porque por muy buena, pura y limpia que sea nuestra vida humana, no es capaz de comprender las cosas de la esfera divina ni está calificada para entrar en el reino divino. Sólo la vida divina está calificada para estar en la esfera divina. Únicamente la vida de Dios satisface los requisitos de Su reino. ¿Cómo puede nuestra vida humana conocer las cosas divinas del reino de Dios? ¿Cómo puede corresponder al reino divino? Es imposible. Necesitamos la vida divina. Necesitamos nacer de nuevo. La regeneración es el único camino, la única entrada, al reino de Dios.

La vida divina nos introduce en el reino de Dios. Todos nosotros nacimos en el reino humano. Nadie jamás se ha naturalizado en el reino humano. Por ejemplo, cuando nace un perro, de inmediato se encuentra en el reino de los perros. Él sabe todo acerca de cómo ser un perro. No es necesario que nadie le enseñe cómo debe ser un perro, diciendo: “Escucha perrito, debes saber que tú eres un perro, que perteneces al reino de los perros, y que de ahora en adelante debes ladrar diariamente”. Un perro pertenece al reino de los perros y sabe por nacimiento cómo ser un perro. Ésta es la razón por la cual el Señor Jesús le dijo a Nicodemo que tenía que nacer en el reino de Dios. No podemos entrar en el reino de Dios por medio de enseñanzas o por que nos naturalizamos. Aunque uno pueda naturalizarse como ciudadano de cierta nación, nunca podrá naturalizarse en un reino diferente al suyo. Un perro no puede naturalizarse en el reino

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de los gatos. Supongamos que alguien le dice a un perro: “Perrito, me gustas mucho y deseo cambiar tu identidad. Tú naciste en el reino de los perros, pero yo quiero naturalizarte en el reino de los gatos”. Si tratara de hacer esto, causaría un grave problema al reino de los gatos. La forma correcta de introducir a un perro en el reino de los gatos es regenerar al perro con la vida de los gatos. Si un perro pudiera renacer con la vida de un gato, sería espontáneamente trasladado del reino de los perros al reino de los gatos.

Cuando fuimos regenerados, fuimos trasladados al reino de Dios. Colosenses 1:13 dice que Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino del Hijo de Su amor”. Fuimos trasladados al ser regenerados y ahora estamos en el reino de Dios. Cuando invocamos el nombre del Señor, el Espíritu divino entró en nosotros, regenerándonos y llevándonos a nacer en el reino de Dios. Aunque tal vez sepamos muy poco acerca del reino de Dios, nuestro espíritu, el cual está en nuestro interior, sí conoce este reino. La vida divina en nuestro espíritu conoce el reino de Dios.

Muchos cristianos dependen demasiado de las enseñanzas. Muchos jóvenes han venido a preguntarme acerca de cosas como fumar, ir al cine, comer, vestirse y casarse. Los jóvenes tienen una gran cantidad de preguntas acerca de estos asuntos. Cada vez que un joven viene a mí con tales preguntas, siempre le devuelvo la pregunta, diciendo: “¿Por qué me pregunta a mí si debe fumar o no? Usted debe saberlo mejor que yo. No debe venir a preguntarme porque usted ya sabe la respuesta. La razón por la que hace la pregunta es porque quiere confirmarlo, pero jamás yo le daré esa clase de confirmaciones. Dígame la verdad, ¿no sabe ya si debe fumar o no?”. Una vez que él admite que ya lo sabe, sigo adelante un poco más y le pregunto: “¿Cómo lo supo? ¿Dónde lo supo?”. Ellos me contestan que hay algo dentro de ellos que lo sabe. Nosotros lo sabemos porque hemos nacido en el reino de Dios.

No es necesario que un predicador o ministro le diga a la gente lo que tiene que hacer. ¿Acaso necesita enseñarle a un perro a ladrar? Si usted estuviera tratando de enseñarle a un perro a ladrar, y si ese perro pudiera hablar, diría: “No necesito sus enseñanzas, yo ladro espontáneamente. Nací para ladrar y pertenezco al reino de los que ladran. Ya que pertenezco a este reino y mi vida es ladrar, no necesito que me enseñen. No puedo evitarlo, yo ladro”. De la misma manera, todos nosotros hemos nacido en el reino de Dios. Como resultado, simplemente “sabemos” ciertas cosas. Si me preguntaran cómo lo sé, respondería: “Simplemente lo sé”. Yo sé que soy un hombre. No necesito que nadie me enseñe que soy un hombre. Simplemente lo soy. De la misma manera que soy un hombre en el reino de los hombres, así también, debido a que tengo la vida divina, soy un hijo de Dios en el reino de Dios. Tengo la vida de Dios, y esta vida me ubica en Su reino. De hecho, no estoy únicamente en el reino de Dios, sino también en Dios mismo.

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Debido a que estamos en el reino de Dios, hay ciertas cosas que no podemos hacer, aunque tratáramos de hacerlas. Si usted a propósito trata de enojarse, se dará cuenta que no puede lograrlo. Si se propone golpear a su esposa, descubrirá que tampoco puede hacerlo. ¿Cuál es la razón de esto? La razón es que se encuentra en el reino de Dios, y que la vida de Dios lo guarda de hacer tales cosas. Esto es el reino de Dios. ¡Aleluya, estamos en él!

C. La verdadera condición del hombre

1. Envenenado por “la serpiente”con una naturaleza serpentina

Nicodemo todavía se encontraba confundido y preguntó: “¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (vs. 9-10). Entonces el Señor le refirió una prefigura o tipo de la redención que se encuentra en el Antiguo Testamento.

a. El hombre fue envenenado mortalmente,al igual que los israelitas en el desierto

El versículo 14 dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Cuando Jesús le dijo esto, Nicodemo lo entendió claramente. Cuando los hijos de Israel hablaron contra el Señor y contra Moisés, leemos en Números 21:6 que “Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel”. Entonces el pueblo fue a Moisés y le pidió que orara para que el Señor quitara a las serpientes. Moisés oró por ellos, y Dios le mostró la manera de ser salvo, diciéndole que hiciera una serpiente de bronce y la levantara sobre un asta (Nm. 21:8-9). Cuando alguien que había sido envenenado por las serpientes ardientes miraba a la serpiente de bronce, vivía.

En Juan 3:14 el Señor Jesús aplicó esto a Sí mismo, diciendo que Él, el Hijo del Hombre, sería levantado de la misma manera que la serpiente de bronce fue levantada en el desierto por Moisés. Debemos notar que el Señor Jesús se llama aquí el Hijo del Hombre, y no el Hijo de Dios. El Señor quería decirle a Nicodemo: “Nicodemo, tú pareces ser un caballero, pero debes entender que en realidad eres una serpiente. Por muy amable que seas, tienes la naturaleza serpentina dentro de ti. Has sido envenenado. Fuiste envenenado en Adán, porque tú estabas allí cuando Adán fue envenenado por la serpiente. Naciste de aquella naturaleza envenenada de modo que tu naturaleza también es serpentina”. Nicodemo nunca antes se había dado cuenta de esto. Asimismo, en la actualidad no son muchas las personas que se dan cuenta que son serpientes. ¿Le gustaría que alguien le dijera esto? Si usted le dijera a un incrédulo que no sólo es un

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pecador, sino que además es una serpiente, se ofendería profundamente. No, Nicodemo nunca ni siquiera había concebido que tenía una naturaleza serpentina. Sin embargo, el Señor Jesús, el mejor predicador, declaró mucho con tan sólo una corta frase, al decirle a Nicodemo que era una serpiente.

En Juan 1:29 Juan el Bautista dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios!”. En 3:14 el Señor se compara a Sí mismo no con el Cordero de Dios, sino con una serpiente de bronce. El Cordero de Dios resuelve el problema del pecado, pero la serpiente de bronce destruye a la serpiente antigua. Como personas caídas nuestro problema no es sólo con el pecado, sino también con la serpiente. Aunque los cristianos han oído muchos mensajes acerca del Cordero de Dios, no han escuchado mucho acerca de la serpiente de bronce como un tipo de Cristo.

b. Cristo fue levantado en la cruzen la forma de una serpiente

Cuando el Señor Jesús moría en la cruz, Él estaba en la forma de una serpiente. Ésta expresión necesita ser explicada pues es una expresión muy fuerte. Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado,condenó al pecado en la carne”. Este versículo nos dice que Cristo fue enviado en la semejanza de carne de pecado. En 2 Corintios 5:21 dice que Cristo fue hecho pecado por nosotros. ¡Qué palabra tan fuerte es ésta! ¿Qué es lo que significa? Cuando Satanáscomo la serpiente tentó a Adán para que comiera del fruto del árbol del conocimiento y para que aceptara su concepto, Satanás, como la serpiente antigua, inyectó su naturaleza en el hombre. Tal naturaleza serpentina fue inyectada en el cuerpo del hombre. Y aunque este cuerpo fue creado por Dios como algo bueno, cuando la naturaleza serpentina de Satanás fue inyectada en él, éste fue transmutado a carne. El cuerpo es algo bueno creado por Dios, pero la carne es mala, pues es el cuerpo transmutado por el veneno de la serpiente. El término cuerpo es bueno, pero carne es malo. Pero, ¿qué diríamos acerca de Juan 1:14, que dice: “El Verbo se hizo carne”? ¿Es la carne aquí algo bueno o algo malo? Cuando Cristo se encarnó, ¿se convirtió en algo bueno o en algo malo? Cuidado con su respuesta. Juan 3:14 nos muestra y garantiza que cuando Cristo se hizo carne, en realidad no llegó a ser algo malo. Además, en Romanos 8:3 leemos que Él estaba “en semejanza de carne de pecado”; esta semejanza equivale a la forma de la serpiente de bronce. Tenía la forma de serpiente, pero no el veneno de la serpiente. Cristo fue hecho a la “semejanza de carne de pecado”, pero no participó del pecado de la carne (2 Co. 5:21; He. 4:15). Él se hizo carne de pecado únicamente en forma, pero sin la realidad. Consideremos la serpiente de bronce. Si vemos su forma, apariencia y semejanza, parece ser una verdadera serpiente; sin embargo, no encontramos veneno en ella. Tiene la apariencia de serpiente, pero no tiene la naturaleza serpentina. De la

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misma manera, Cristo se hizo carne de pecado sólo en apariencia y en semejanza. Aparentemente Él era exactamente igual a un pecador, pero dentro de Él no existía la naturaleza pecaminosa. Aunque fue hecho pecado, Él no conoció pecado. Sólo tenía la forma y la semejanza de la carne de pecado.

c. Mediante la cruz la “serpiente antigua”, el diablo,Satanás, fue juzgado

Cuando Cristo fue levantado en la cruz, Satanás, el diablo, la serpiente antigua, fue juzgado (Jn. 12:31-33; He. 2:14). Esto significa que por la muerte de Cristo se puso fin a la naturaleza serpentina del hombre caído. Podemos usar el ejemplo de una ratonera. Los ratones son fastidiosos y difíciles de atrapar. Sin embargo, es posible atraparlos utilizando una ratonera con cebo. Cuando el ratón sale de su escondite a buscar comida, es atraído por el cebo y entra en la ratonera para obtenerlo, entonces es atrapado. De esta manera el ratón es atrapado y terminado. En el universo hay un pequeño “ratón”, Satanás. Y la humanidad llegó a ser la trampa en la que Satanás fue atrapado. Adán fue tanto el cebo como la trampa. Satanás tomó el cebo pensando que había ganado la victoria al inyectarse en la carne del hombre, pero no se dio cuenta de que al hacer esto quedó atrapado. Él fue atrapado, fue ubicado en la carne del hombre. Un día, el Señor Jesús tomó la semejanza de carne de pecado, llevó esa carne a la cruz, y la crucificó. Al crucificar la carne, destruyó al diablo quien se había inyectado en el hombre. Ahora podemos entender Hebreos 2:14 que dice: “Él participó también de ... carne, para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Cristo destruyó a Satanás en la carne por medio de Su muerte. Si no entendemos todos estos versículos, nos será difícil comprender adecuadamente el significado de Hebreos 2:14. ¿Cómo destruyó Cristo a Satanás en la cruz? Al tomar la semejanza de carne de pecado y, de esta manera, llevar la carne a la cruz. Ahí, por medio de la crucifixión, Satanás fue destruido.

Ante los ojos de Dios todos llegamos a ser serpientes. Al igual que los antiguos israelitas quienes se convirtieron en serpientes y necesitaron que fuera levantada una serpiente de bronce como su substituto, así también nosotros necesitábamos que Cristo muriera en la cruz como nuestro substituto. En la cruz Cristo no fue únicamente el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29), sino que también estaba ahí en la forma de una serpiente, para que pudiese quitar nuestra naturaleza serpentina y destruir a la serpiente antigua. Cuando Cristo fue levantado en la cruz, la naturaleza serpentina que estaba dentro del hombre caído fue terminada. Cuando el hombre recibe al Cristo crucificado y resucitado para ser regenerado con la vida divina de Cristo, su naturaleza satánica necesita ser anulada. Por eso en Juan 3:14, cuando el Señor Jesús reveló a Nicodemo el asunto de la regeneración, Él mencionó específicamente este punto.

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Es posible que Nicodemo se considerara un hombre moral y bueno, pero lo dicho por el Señor en el versículo 14 da a entender que por muy bueno que haya sido exteriormente, él tenía la naturaleza serpentina de Satanás interiormente. Como descendiente de Adán, él había sido envenenado por la serpiente antigua, de manera que la naturaleza de la serpiente estaba dentro de él. No sólo necesitaba que el Señor fuera el Cordero de Dios para que quitara su pecado, sino que también necesitaba que el Señor tomara la forma de serpiente, para que su naturaleza serpentina pudiera ser anulada en la cruz, y para tener así la vida eterna. Según el principio establecido en el capítulo 2, esto es convertir la muerte en vida. La muerte que produce la serpiente es tragada por la vida divina. Al decirle esto, parece que el Señor Jesús decía: “Nicodemo, tú eres una serpiente, Yo voy a morir por ti como tu sustituto en la forma de una serpiente; no sólo con el fin de quitar tu pecado, sino también para anular tu naturaleza serpentina y destruir a Satanás”.

d. El que cree en Cristo tiene vida eterna

El versículo 15 nos muestra el propósito del versículo 14: “Para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. La palabra para en el versículo 15 indica que este versículo es un resultado del versículo 14. Cristo murió en la cruz en la forma de una serpiente como nuestro sustituto. Al hacer esto, anuló nuestra naturaleza serpentina y destruyó a la serpiente inyectada en nuestra carne y como resultado, podemos recibir la vida eterna al creer en Él. Tal como los israelitas, después de ser envenenados por las serpientes, podían vivir si miraban a la serpiente de bronce levantada en el asta, nosotros podemos experimentar lo mismo hoy en día si nos arrepentimos, levantamos nuestro corazón y contemplamos a Jesús clavado en la cruz. Cuando hacemos esto, nuestro pecado es quitado, nuestra naturaleza serpentina es anulada, Satanás es destruido en nosotros, y recibimos la vida eterna. Esto es lo que significa ser regenerados. Cuando somos regenerados, recibimos la vida divina, que es otra vida aparte de nuestra vida humana, la cual fue corrompida por la serpiente y anulada por Cristo en la cruz.

2. Todo hombre es condenado en Adánpor su pecado

Todo hombre es condenado en Adán por su pecado. En el versículo 18 el Señor reveló a Nicodemo algo más acerca de su condición, haciéndole saber que no sólo tenía la naturaleza venenosa de la serpiente, sino que también estaba bajo el juicio de Dios. Este versículo dice: “El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Conforme a este versículo, Nicodemo, un buen hombre, ya había sido juzgado. ¿Y usted, cuándo fue juzgado? Usted fue juzgado el mismo día que Adán. En otras palabras, usted fue condenado antes de que naciera. Usted fue condenado hace seis mil años. Ya que usted

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es parte de Adán, fue condenado juntamente con él. No importa si usted es bueno o malo, se encuentra bajo la ira de Dios (3:36). Aunque Nicodemo era un caballero de alto nivel, aun así estaba condenado. Él era un buen hombre, un hombre religioso y moral, pero aun así estaba condenado. Por lo tanto, necesitaba la redención del Señor, el Señor tenía que morir por él.

La condición actual de un buen hombre no es muy buena. Su verdadera condición tiene dos aspectos: su naturaleza contiene el veneno de Satanás, y él ya se encuentra bajo la condenación de Dios. Nosotros no somos caballeros, sino serpientes. En cuanto a nuestra naturaleza, tenemos el elemento venenoso de Satanás, el diablo. Este elemento nos hace “los hijos del diablo” (1 Jn. 3:10). En cuanto a nuestra posición, ya estamos bajo la condenación de Dios. Así que, la condición de la mejor de las personas es exactamente igual a la de la peor.

a. El Hijo de Dios vino para salvar al hombrede esta condenación

El Hijo de Dios ha venido para salvar al hombre de esta condenación. El versículo 17 dice: “Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él”. Cristo, el Hijo de Dios, fue enviado para salvarnos de la condenación de Dios, la cual fue causada por el pecado de Adán. En Adán todos fuimos condenados. Pero ahora podemos ser salvos de esta condenación por medio de Cristo. En nuestro nacimiento natural fuimos condenados en Adán, pero en la regeneración somos salvos en Cristo.

b. El hombre es salvo de esta condenaciónal creer en el Hijo de Dios

¿Cuál es la manera de ser regenerados? ¿Cómo podemos recibir la regeneración? En los versículos 15, 16, 18 y 36, el Señor dijo: “Para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”; “para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”; “El que en Él cree, no es condenado”; “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Estas categóricas palabras mencionadas repetidas veces por el Señor, nos dicen clara y definitivamente que la manera de ser salvos y regenerados es simplemente creer en el Señor. Creer en el Señor es la única manera en que podemos recibir la salvación y la regeneración. Éste es un asunto que depende absolutamente de la fe. No importa cuánto podamos trabajar o cuán buena sea nuestra obra, tal obra no podrá salvarnos ni regenerarnos. Nuestra obra no tiene valor en este asunto. Lo único que cuenta es la fe. La salvación y la regeneración deben ser por fe. Al tener fe en el Señor, al creer en Él, por el lado negativo recibimos el perdón y la liberación de la condenación de Dios. Y

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también al tener fe en el Señor, al creer en Él, por el lado positivo recibimos la vida eterna, la vida divina de Dios, para nuestra regeneración. El Señor ha cumplido la obra redentora por nosotros. Por medio de Su muerte redentora en la cruz, Él satisfizo todos los justos requisitos de Dios y cumplió por nosotros todos los requisitos de la justicia, santidad y gloria de Dios. Mediante Su muerte en la cruz en la forma de una serpiente el Señor destruyó a Satanás, el diablo, el cual nos usurpa y esclaviza, para liberarnos así de la esclavitud del maligno y del imperio de la muerte (He. 2:14). Todas las cosas negativas han sido resueltas por la muerte todo-inclusiva de Cristo en la cruz. No es necesario que hagamos nada excepto creer en lo que el Señor ha realizado. Él se ha encargado de todos nuestros problemas y los ha resuelto. Él no ha dejado campo para nuestras obras o lo que podamos hacer, sino únicamente para nuestra fe, a fin de que creamos en Su obra de redención que ya fue acabada, completada, y es todo-inclusiva.

Después de que el Señor pasó por la muerte, mediante la resurrección y en ella, Él liberó Su vida, y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora en resurrección Él es elEspíritu de vida (2 Co. 3:17) que posee todas las virtudes de Su obra redentora; y como tal, Él espera que creamos en Él. Una vez que hemos creído en Él, no sólo recibimos el perdón de los pecados y la liberación del poder maligno de las tinieblas de Satanás, sino que también recibimos al Espíritu de vida, esto es, al Señor mismo con la vida eterna de Dios. De esta manera somos salvos y regenerados. Es al creer en el Señor y en Su obra redentora y todo-inclusiva, que recibimos la vida de Dios y nacemos de Él para ser Sus hijos.

Creer en el Señor significa recibirle (Jn. 1:12). El Señor puede ser recibido. Él ahora es el Espíritu vivificante, con Su redención completa, y como tal espera que lo recibamos. Nuestro espíritu es el órgano receptor. Podemos recibir al Espíritu del Señor en nuestro espíritu al creer en Él. Una vez que creemos en Él, Él como Espíritu entra en nuestro espíritu. Así somos regenerados por Él, quien es el Espíritu vivificante, y llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17). La frase el que cree en en los versículos 16, 18 y 36, literalmente debería traducirse “el que cree hacia adentro de Él”. Al creer en Él, entramos en Él para ser uno con Él, a fin de participar de Él y de todo lo que Él ha realizado por nosotros. Al creer en Él, somos identificados con Él en todo lo que es y en todo lo que ha experimentado, realizado, logrado y obtenido. A medida que llegamos a ser uno con Él creyendo en Él, somos salvos y regenerados por Él como vida. Es por medio de creer en Él que participamos de Él como vida y somos regenerados en Él.

c. El Hijo de Dios vino como la luz

El Hijo de Dios vino como la luz para que el hombre fuese iluminado a fin de ser salvo (3:19-21). A fin de salvarnos, Cristo, el Hijo de Dios, vino primeramente como la luz con

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el fin de iluminarnos para salvación. Lamentablemente los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malignas. Todo el que practica lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean expuestas. Pero todo el que venga a la luz, será iluminado, y es a través de esa iluminación que será salvo. La luz viene primero y la salvación después.

En el capítulo 3 de Juan podemos ver que incluso un hombre de alto nivel moral se encontraba también en la línea de la muerte. Aunque buscaba a Dios, lo buscaba según la línea del árbol del conocimiento. Nicodemo buscaba enseñanzas y conocimiento, los cuales pertenecen al árbol del conocimiento. Él no conocía la vida ni tenía el concepto del árbol de la vida. No obstante, el Señor lo hizo volver, llevándolo del conocimiento a la vida, del árbol del conocimiento al árbol de la vida, para que fuese regenerado y recibiera la vida divina, representada por el árbol de la vida en Génesis capítulo 2. En la conversación que el Señor tuvo con él, queda implícito que el hecho de que Nicodemo buscara el conocimiento estaba relacionado con su naturaleza serpentina. La naturaleza serpentina de nuestro ser natural nos induce no sólo a hacer cosas malignas, sino también a buscar conocimiento, y aun conocimiento acerca de Dios, de una manera que no es la de la vida. Este tipo de búsqueda por conocimiento se encuentra en la línea de la muerte y produce muerte. Todos tenemos que volvernos de la línea del conocimiento a la línea de la vida para poder recibir la vida divina para nuestro disfrute.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DIEZ

EL AUMENTO DE CRISTOY EL CRISTO INMENSURABLE

Cuando era joven muchas cosas de la Biblia me molestaban. Una de ellas se encuentra en el capítulo 3 de Juan. Aunque este capítulo es muy elevado, porque habla del nuevo nacimiento, me daba la impresión de que repentinamente, a partir del versículo 22, descendía mucho. El versículo 22 dice: “Después de esto, Jesús y Sus discípulos fueron a la tierra de Judea, y allí estuvo con ellos, y bautizaba”. Cuando era joven y leía este versículo pensaba que no era necesario tal relato. Tuve la misma impresión acerca del versículo 23, donde dice que Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua. También estaba molesto por el versículo 24, donde dice que Juan no había sido aún encarcelado. Me pregunté: “¿Qué significa todo esto? Después de mencionar lo espiritual y celestial, ¿por qué se mencionan tales cosas como el encarcelamiento?”. La razón de esto la encontramos en el versículo 26, donde dice: “Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira Aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste

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testimonio, bautiza, y todos vienen a Él”. ¿Por qué Juan incluyó todos estos versículos? Simplemente con el propósito de exponer la cola del zorro. ¿Qué es esta cola? Es el asunto que define quién tendrá la multitud y los seguidores. Hoy en día la actitud de muchos es: “Éste me sigue a mí, todos éstos son mis seguidores, ¿por qué algunos de ellos han de seguirte a ti?”. Esta actitud que encontramos hoy también estaba presente en los tiempos de Juan el Bautista.

Empezando por el versículo 27, Juan da su respuesta: “Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de Él” (vs. 27-28). Si yo hubiera estado ahí, le habría dicho a Juan: “Hermano, si éste es el caso, tú debes irte a casa y no bautizar más: Ya que Aquel de quien testificaste está ahora bautizando, tú debes dejar de bautizar. Si continúas bautizando, indudablemente serás echado en la cárcel”. Juan era bueno, pero no tenía un entendimiento claro. El problema radicaba en que Juan permaneció todavía allí después de que Jesús se presentó. Juan deberíahaberse retirado y permitido que el Señor Jesús ocupara todo el escenario. Sólo debía haber una figura principal, y no dos. Cuando era joven tampoco entendía por qué Juan fue puesto en la cárcel. Pero más tarde comprendí que fue encarcelado porque no se retiró a tiempo del escenario.

I. EL AUMENTO DE CRISTO

No obstante, Juan dijo: “El que tiene la novia, es el novio; mas el amigo del novio, que está allí y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, éste mi gozo se ha colmado. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (vs. 29-30). La mayoría de los cristianos, en especial los maestros cristianos, interpretan mal el versículo 30. ¿Qué significa que Cristo crezca y que nosotros mengüemos? Significa que nosotros debemos retirarnos del escenario, no debemos dejar que nos sigan a nosotros, y tenemos que permitir que Cristo sea la única figura en el escenario y a quien todos deben seguir. Todos los seguidores deben pertenecer a Cristo, ninguno de ellos debe seguir a Juan el Bautista ni a nadie más. Debido a que Juan no aclaró este asunto a sus discípulos, ellos estaban celosos defendiendo a su maestro. Cuando los discípulos de Juan vieron que toda la gente iba en pos de Jesús, no estaban contentos. Es como si ellos dijeran: “¿Por qué no siguen a nuestro maestro, sino a Jesús?” ¿Puede usted ver la situación? Si Juan se hubiera retirado, no habría habido problema alguno. Si él les hubiera dicho a sus discípulos que siguieran al Señor Jesús y hubiera rechazado a los que intentaban seguirle a él, no habría existido ninguna dificultad.

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A. Cristo vino como el Novio por la novia

Sin embargo, Juan, al responder a sus discípulos, aclaró el hecho de que él no era el Cristo, o el novio que vino por la novia; él sólo era el amigo del novio. Claramente les dijo que Cristo era el novio que había venido por la novia. La gente no debía seguirlo a él sino a Cristo, para que así el Señor pudiera obtener a Su novia.

B. Todos los que son regenerados se hacen uno para llegar a ser la novia de Cristo, que le es dada a Él por Dios

Juan escribió su evangelio estando bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por sus palabras podemos ver que todos los que han sido regenerados, los que siguen a Cristo, llegan a ser Su aumento. El crecimiento mencionado en el versículo 30 es la novia mencionada en el versículo 29, y esta novia es una composición viviente de todos los que son regenerados, lo cual significa que la regeneración, el tema de este capítulo, no sólo introduce la vida divina en los creyentes y anula la naturaleza satánica de su carne, sino que también hace de ellos la novia corporativa para el aumento de Cristo. Los dos últimos puntos, la anulación de la naturaleza serpentina en los creyentes, y que los creyentes sean hechos la novia de Cristo, son completamente desarrollados en el libro de Apocalipsis, otro escrito de Juan. Apocalipsis revela principalmente cómo Satanás, quien es la serpiente antigua, será completamente eliminado (Ap. 20:2, 10), y cómo la novia de Cristo, la Nueva Jerusalén, será completamente producida (21:2, 10-27).

Aunque la mayoría de los cristianos están familiarizados con la regeneración, presentada en Juan 3, muy pocos ven que cada persona regenerada debe formar parte del aumento de Cristo, el cual es Su novia. La regeneración tiene como fin el aumento de Cristo, la producción de la novia. La regeneración nos da la manera de ser parte de la novia de Cristo. Juan 3 es un capítulo que trata de la regeneración, cuya finalidad es el incremento de Cristo. Muchos cristianos sólo ven la regeneración en sí misma, pero no ven el propósito de ésta. ¿Acaso el único objetivo de la regeneración consiste en que usted tenga vida eterna? ¡No! Hay algo más. La regeneración tiene como fin que nosotros seamos edificados como la novia, la cual es el aumento, el incremento, de Cristo.

Originalmente todos nosotros éramos pequeñas serpientes que teníamos la naturaleza serpentina. Pero mediante la regeneración, la naturaleza de la serpiente ha sido anulada. Vimos esto claramente en el mensaje anterior. Además, en la regeneración todos hemos germinado con la vida divina. Debido a que nuestra naturaleza serpentina fue anulada y nosotros germinamos con la vida divina, llegamos a formar parte de la novia. ¿Es usted

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una persona serpentina o es parte de la novia de Cristo? ¡Somos parte de la novia! Formamos parte del incremento de Cristo.

El Evangelio de Juan es un libro acerca del incremento de Cristo. Cristo como el novio necesita una novia. Él vino con este propósito, vino para crecer. ¿Cómo obtendrá Su aumento? Al entrar en nosotros y hacernos parte de Sí mismo. Todos nosotros somos parte de Cristo. Como parte de Cristo hemos sido concertados juntos como Su novia, Su incremento. Tanto la salvación como la regeneración tienen este propósito: producir la novia como aumento de Cristo.

C. La novia de Cristo es Su aumento

La novia de Cristo es Su aumento. Todos los que han nacido de nuevo son el aumento de Cristo, su incremento, y este incremento es la novia, la cual llega a ser Su complemento. La novia es la iglesia, la cual se compone de todos los que han sido regenerados. Todos los que han sido regenerados están concertados juntos como la novia corporativa para corresponder a Cristo. Sin la regeneración Cristo no puede tener Su novia, Su incremento.

La novia como el aumento de Cristo es como Eva, quien era el aumento de Adán. Cuando Adán fue creado estaba sólo, en otras palabras, era soltero. En el estado individual de Adán no había incremento. Después de que Dios tomó una de las costillas de Adán y edificó una mujer con ella, esta mujer fue la esposa de Adán (Gn. 2:21-24). Una vez que ella se unió a Adán, llegó a ser su aumento, su crecimiento. Entonces Adán aumentó y ya no estuvo sólo.

Cristo también estaba sólo, así que formó una novia para que fuera Su aumento. Pero ¿quiénes son el incremento, la novia, de Cristo? Únicamente aquellos que han sido regenerados con Él como vida. Por medio de la regeneración obtenemos la vida divina de Dios, la cual es Cristo mismo, de manera que llegamos a ser miembros de la novia corporativa de Cristo. Más tarde, en el libro de Apocalipsis el mismo escritor dice que la novia de Cristo, la novia del Cordero, es la Nueva Jerusalén (21:2, 9-10). ¿Qué es la Nueva Jerusalén? Repito que la Nueva Jerusalén se compone de todos los que han nacido de nuevo mediante la regeneración del Espíritu. Si usted ha sido regenerado, usted es parte del aumento de Cristo, es un miembro de la novia corporativa de Cristo, la cual es la iglesia hoy y tendrá su consumación como la Nueva Jerusalén en el futuro.

¿Cómo llegamos a ser el aumento de Cristo? Repetimos una vez más que el aumento se produce mediante la regeneración. Por ejemplo, cuando nacimos de nuestros padres fuimos el aumento de Adán. Se da cuenta usted de que Adán crece diariamente? ¿Ha

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pensado alguna vez cuán grande es Adán hoy? Hace aproximadamente seis mil años, cuando Adán se encontraba en el huerto del Edén, él estaba solo, era soltero. Sin embargo, a través de las generaciones Adán ha adquirido muchos descendientes. Todos sus descendientes constituyen su aumento. Actualmente, contando sólo a los vivos, Adán se ha incrementado a cerca de tres billones de personas. Adán ha aumentado hasta adquirir grandes dimensiones. Alabado sea el Señor que Cristo también está incrementándose. Pero Él no se incrementa por medio de nuestro primer nacimiento. Nuestro primer nacimiento es para el aumento de Adán, pero nuestro segundo nacimiento tiene como fin el aumento de Cristo. Cuando engendramos un hijo, engendramos otra persona que se añade al incremento de Adán. Sin embargo, debemos darle gracias al Señor porque existe otra posibilidad: esta nueva persona que nació puede también nacer de nuevo como incremento de Cristo. Potencialmente, todos nuestros hijos pueden nacer de nuevo y así llegar a ser el aumento de Cristo, así comoson el aumento de Adán.

¿Es usted el aumento de Adán o el aumento de Cristo? Anteriormente, teníamos que decir que éramos sólo el aumento de Adán. Pero ahora, gracias al Señor que hemos sido hechos el incremento de Cristo por medio de la regeneración. Sin embargo, debemos también asegurarnos de vivir, andar y conducirnos, no por la vida de Adán, sino por la vida de Cristo. Mientras vivamos por nuestra vida humana, somos meramente el aumento de Adán. Sólo cuando vivimos y andamos por la vida divina de Dios, somos el aumento de Cristo. Entonces seremos la novia, el complemento de Cristo.

Así como una esposa es una sola carne con su esposo, así nosotros somos un espíritu con Cristo (1 Co. 6:17). Como la esposa es el aumento del esposo, nosotros, como Su novia,somos el aumento de Cristo. Debido al hecho de que por nuestro segundo nacimiento recibimos a Cristo como vida, somos el aumento de Cristo. Por lo tanto, el resultado final de la regeneración consiste en que Cristo obtiene una novia como Su incremento. Cristo es aumentado mediante la regeneración, debido a que por ésta Él se reproduce en nosotros. Nosotros, que somos los regenerados, somos Su reproducción.

Eva logró ser el incremento de Adán porque ella fue constituida con una de sus costillas y llegó a ser una sola carne con Adán, una parte de él. Según el mismo principio, nosotros podemos ser el incremento de Cristo, porque somos espiritualmente constituidos con Su vida, y hemos llegado a ser un espíritu con Él, una parte de Él. Tal como Eva salió de Adán y regresó para ser una con él, llegando a ser así su incremento, así también nosotros hemos salido de Cristo y regresaremos para ser uno con Él, llegando a ser así Su incremento. Este incremento es simplemente Su reproducción en nosotros por medio de la regeneración. Todos los que participan en esta reproducción son dados a Cristo por Dios.

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D. El obrero de Cristo debe menguar

Debemos permitir que Cristo crezca. Todos nosotros debemos menguar. Él debe tener a todos los seguidores. Si todos los predicadores y líderes cristianos de hoy dijeran: “Señor, deja que mis seguidores te sigan a Ti para que Tú crezcas y yo mengüe”, no habría ningún problema. Pero parece que algunos dicen: “Él debe crecer y yo debo menguar, pero debo conservar a mis seguidores”. Mientras uno retenga a sus seguidores nunca disminuirá, y el Señor no podrá incrementarse. El hecho de que uno crezca o mengüe depende de los seguidores. ¿A quién le pertenecen los seguidores? El problema de hoy es que cada predicador tiene sus propios seguidores. Muchos piensan que somos igual que ellos porque, según su concepto, todos los obreros cristianos deben conservar a sus seguidores. Cuando les decimos que no retenemos a ningún seguidor, ellos no nos creen. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Necesitamos Su misericordia para que no retengamos a ningún seguidor bajo nuestra mano. De lo contrario, tarde o temprano, seremos echados a la cárcel. Permitan que los seguidores vayan a Él. Él debe crecer y todos nosotros debemos menguar.

II. EL CRISTO INMENSURABLE

Juan 3:31-36 causa problemas a muchos traductores de la Biblia por que no saben dónde ubicar estos versículos. Una versión incluso los cambió de lugar. Algunos traductores han discutido acerca de si estas palabras fueron habladas por Juan el Bautista, por el Señor Jesús, o por Juan, el que escribió este evangelio. Diversas suposiciones han sido presentadas. Pero, por la misericordia del Señor, nosotros hemos logrado ver que estos versículos deben estar donde están, debido a que son una continuación de lo que ocurrió hasta el versículo 30.

El versículo 30 dice que Cristo debe crecer y nosotros menguar. ¿Cuál es la razón de esto? Porque Cristo es ilimitado y todo-inclusivo. Estos versículos revelan a un Cristo ilimitado. Él era el pequeño Jesús que nació en un pesebre y se crió en Nazaret en la casa de un humilde carpintero. No tenía belleza ni atractivo exterior, y estaba muy limitado. No obstante, Él es inmensurable y todo-inclusivo. Es más alto que los cielos y más extenso que el universo. Él lo es todo y todo es para Él. Leamos estos versículos y veamos cómo revelan al Cristo inmensurable: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que procede de la tierra, de la tierra es, y lo que habla procede de la tierra; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe Su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, habla las palabras de Dios; pues no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en Su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el

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que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”. Estos versículos revelan que el Cristo en quien creemos es ilimitado e inmensurable.

A. Él vino de arriba

En ese entonces Cristo era una persona que vivía físicamente en la tierra. Sin embargo, Él era alguien que vino de arriba. Estaba en la tierra, pero su fuente estaba arriba, Así que, Él es sobre todos.

B. Él vino del cielo

Por ser Cristo una persona de arriba, también procede del cielo. El cielo está sobre la tierra. Él estaba en la tierra, pero su fuente era el cielo.

C. Él es sobre todos

Cristo es sobre todos. En esta porción de la Palabra, la expresión todos no significa principalmente todas las cosas o asuntos, sino todas las personas. Cristo es sobre todas las personas, especialmente con respecto a Juan el Bautista. En ese tiempo Juan mantenía una posición de rivalidad con el Señor Jesús. Tanto Jesús como Juan tenían discípulos. Para los discípulos de Juan, éste estaba al mismo nivel que el Señor Jesús. Pero eso no era correcto. Por lo tanto, el versículo 31 nos dice que Cristo es Aquel que es sobre todos. Él es sobre usted, sobre mí y sobre todas las personas.

D. Él es del cieloy a la vez permanece en el cielo

Cristo era del cielo; pero mientras estaba en la tierra, al mismo tiempo permanecía en el cielo (3:13). Él es universal e inmensurable.

E. Ministra las palabras de Diosy da el Espíritu sin medida

El versículo 34 dice: “Porque el que Dios envió, habla las palabras de Dios; pues no da el Espíritu por medida”. En este versículo vemos dos cosas: el Señor Jesús ministra hablando las palabras de Dios a Su pueblo, y además les da a ellos el Espíritu sin medida. Algunas versiones interpretan este versículo incorrectamente, diciendo que es Dios el Padre el que da el Espíritu al Hijo sin medida. No obstante, al estudiar los mejores manuscritos, se descubre que el verdadero significado es que el Hijo da el Espíritu sin medida al pueblo de Dios. El Señor Jesús ministra la Palabra viviente y el Espíritu inmensurable.

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En las iglesias locales necesitamos sólo dos cosas: la Palabra viviente y el Espíritu inmensurable. Hoy, como Cabeza de la iglesia, Cristo ministra estas dos cosas. Creo que Él nos ha dado la carga especial del ministerio de la Palabra viviente. Aunque hablamos la Palabra, realmente no somos nosotros los que ministramos la Palabra. Nosotros hablamos, pero es Él quien ministra. Cuando nosotros hablamos, Él ministra Su rica Palabra. Él es el orador y el impartidor divino. Él ministra la rica Palabra e imparte el Espíritu viviente sin medida. Él ministra la Palabra viviente para nutrir a todos Sus miembros. Él imparte el Espíritu en todos Sus miembros a fin de que ellos ejerzan su función de una manera plena. Nadie más puede hacer esto. Él es el Espíritu todo-inclusivo y el Cristo todo-inclusivo. Él es ilimitado.

En estos postreros días el Señor va a vindicar Su obra por medio de la rica Palabra y el Espíritu viviente. ¿Dónde está el Señor? Él está donde se encuentre la rica Palabra y el Espíritu viviente. Ninguna otra cosa se puede considerar como una señal de la presencia del Señor. Si nos reunimos sin las riquezas de la Palabra y sin lo viviente del Espíritu, aun cuando afirmamos que nos reunimos en el nombre del Señor, nuestra afirmación no tiene ningún sentido; es sólo vanidad. No hay confirmación ni realidad para respaldar lo que decimos. No es necesario proclamar que somos la iglesia. El hecho de que tengamos la rica Palabra y el Espíritu viviente, es la vindicación de que somos la iglesia. Donde el Señor Jesús esté, allí se encontrará la rica Palabra y el Espíritu viviente.

A menudo la gente habla y argumenta acerca de la iglesia. Con el tiempo, la mayoría de los que hablan y discuten acerca de la iglesia, se vuelven temerosos de decir algo de ella. Simplemente cierran su boca y se vuelven renuentes aun hasta de mencionar el término iglesia. Ellos dicen: “No hable acerca de la iglesia. La iglesia es una cosa problemática”. Es difícil para ellos decir qué es lo correcto o lo incorrecto con respecto a la iglesia. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es Cristo que aumenta y los líderes que menguan. Siempre que vea que los líderes están aumentando y que Cristo está encarcelado, eso no es la iglesia. La iglesia es una entidad en la cual Cristo continuamente aumenta y el liderazgo mengua.

La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Sabemos que el ungüento del sumo sacerdote era derramado sobre su cuerpo y descendía hasta el borde de sus vestiduras (Sal. 133:2), lo cual indica que el rico Espíritu viviente no tiene que ver con dones y milagros, sino con la unción de vida (v. 3). En la iglesia, Cristo, como Cabeza todo-inclusiva, da el Espíritu de vida sin medida. Me gusta escuchar a los santos orar libremente. Pero ¿qué pasaría si la Cabeza retuviera la unción y nosotros siguiéramos tratando de orar? Si Él retuviera la unción, aunque hiciéramos nuestro mejor esfuerzo para orar, no seríamos capaces de hacerlo de una manera viviente. Sólo podríamos orar de una manera seca y formal. En estos días he sido regado al escuchar las oraciones de los santos, porque esas oraciones

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han estado llenas de la unción. Esta unción proviene de la Cabeza todo-inclusiva. Si tenemos la unción, somos el Cuerpo. El ungüento fue derramado sobre las vestiduras de Aarón, lo cual significa que fue derramado sobre el Cuerpo de Cristo. Si tenemos que hacer un programa de las personas que han de orar en la reunión, esto constituiría una organización y no el Cuerpo. Una organización no necesita la unción, el Espíritu inmensurable. Una reunión que esté llena de oraciones de principio a fin es una prueba de la presencia de la Cabeza, lo cual demuestra que todo el Cuerpo está bajo la unción del Espíritu inmensurable del Señor. No sería necesario que nadie nos pida que oremos por dos horas y media, porque eso sería un mero esfuerzo nuestro y no la obra de la Cabeza. ¿Dónde está la iglesia? ¿Quiénes son la iglesia? ¿Qué es la iglesia? Donde el Espíritu está, ahí está la iglesia.

Otra señal que vindica a la iglesia es la Palabra. Si usted lee el libro de Hechos, verá que en los primeros días de la iglesia estaban el Espíritu y la Palabra. Pero no era la Palabra en letras impresas. Según el libro de Hechos la iglesia tenía la Palabra viviente, la Palabra llena de vida, de luz, de unción y era la que los regaba. La iglesia tiene la Palabra viviente e instantánea, la Palabra que el Señor habla hoy. Donde se encuentre la Palabra viviente, ahí está la iglesia.

Alabado sea el Señor porque desde el día en que Él nos levantó, Su Palabra santa ha sido abierta a nosotros de una manera viviente. Creo que a medida que pase el tiempo la Palabra nos será abierta más y más. No necesitamos las prácticas externas porque la presencia del Señor está en la iglesia. Su Espíritu viviente y Su Palabra viviente están en la iglesia. Esto comprueba dónde está la iglesia y también testifica que la Cabeza de la iglesia es el Cristo ilimitado.

Es una blasfemia mantener a un grupo de seguidores bajo nuestro control. Todos los seguidores deben seguirlo a Él. Mientras más soltemos a nuestros seguidores, más la Biblia se nos abrirá a nosotros y más estará la unción en el Cuerpo. Hermanos, ahora es el tiempo en que el Señor vindicará Su obra sobre la tierra, no sólo en este país, sino también en toda la tierra. Su divina Palabra se abrirá a Su Cuerpo como nunca antes, y la unción del Espíritu se intensificará siete veces (Ap. 1:4). El Cristo todo-inclusivo, la Palabra viviente y el Espíritu intensificado vindicarán el camino de la iglesia. De otra manera, será difícil que la gente sepa quién es, dónde está, y qué es la iglesia.

¡Aleluya que somos personas regeneradas! Fuimos regenerados para ser Su aumento, el aumento del Cristo todo-inclusivo. El capítulo 3 de Juan presenta tres puntos principales: la regeneración, el incremento, que es la novia de Cristo, y el Cristo todo-inclusivo.

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F. Amado por el Padre

El Padre ama al Hijo (3:35). El Hijo es el objeto del amor del Padre. En amor, el Padre hizo que el Hijo fuese sobre todos y en todos. El hecho de que el Hijo sea todo-inclusivo se debe al amor del Padre.

G. El Padre lo entregó todo al Hijo

El versículo 35 también dice que el Padre entregó todas las cosas en la mano de Su Hijo. De nuevo la palabra todo aquí no significa principalmente todas las cosas o todos los asuntos, sino todas las personas. El Padre ha entregado todas las personas al Hijo. El Padre nunca le dio ninguna persona a Juan el Bautista. Él ha entregado todos Sus escogidos a Su Hijo. Ninguno de los escogidos de Dios pertenece a Juan el Bautista ni a ningún obrero cristiano. Juan y todos los obreros cristianos no deben aceptar como su posesión a ninguno de los escogidos de Dios. Dios el Padre ha dado todos Sus elegidos al Hijo. Todos deben ir a Él. Él está por encima de todos y sobre todos. Todos le han sido dados a Él, y todos deben estar bajo Su mano.

H. Creer en este Cristopara tener la vida eterna

El versículo 36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. En Juan 3 vemos la Persona y la obra de Cristo. Todo lo que Él es y todo lo que Él hace tiene como fin que seamos salvos y regenerados para ser Su novia, Su incremento. ¡Oh, Él es tan maravilloso y ha realizado una obra tan maravillosa! Por lo tanto, debemos creer en Él. Creyendo en Él recibimos el perdón de Dios y tenemos la vida divina, que es la vida eterna. Al creer en esta Persona tan maravillosa recibimos el perdón de Dios, somos liberados de la condenación de Dios por medio de Su redención, y mediante la regeneración del Espíritu, recibimos la vida eterna, la vida increada de Dios. De esta manera nacemos de Dios, somos liberados del poder maligno de Satanás y trasladados al reino de Dios. De otro modo permaneceremos envenenados por Satanás y continuaremos bajo la condenación de Dios, la cual finalmente traerá Su ira sobre nosotros. Anteriormente, éramos serpientes envenenadas por Satanás, el enemigo de Dios, y estábamos ya condenados bajo el juicio de Dios. Pero ahora, gracias al Señor, por Su muerte y resurrección, hemos sido salvos y regenerados para formar parte de Su novia. Por lo tanto, somos Su aumento, Su reproducción la cual es Su novia, Su complemento.

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I. Desobedecer a este Cristoes estar bajo la ira de Dios

Si alguien desobedece a este Cristo, permanecerá bajo la ira de Dios para perdición. Pero nosotros no somos los que desobedecen sino los que creen. Nunca pereceremos. Fuimos salvos de la condenación de Dios y de la naturaleza serpentina de Satanás, y fuimos regenerados con la vida eterna de Dios para ser la novia del Cristo todo-inclusivo como Su aumento universal.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE ONCE

LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL:SER SATISFECHA POR LA VIDA

(1)

En este mensaje llegamos al caso de la mujer samaritana presentado en el capítulo 4 de Juan. Éste es el segundo de los nueve casos que se mencionan en este Evangelio. Existe un gran contraste entre este caso y el caso de Nicodemo descrito en el capítulo 3. Nicodemo era un hombre moral, un hombre de la clase alta; pero la samaritana era una mujer inmoral de clase baja. El primer caso presenta a un hombre con logros superiores, mientras que el segundo habla de una mujer con un comportamiento deshonroso. El hombre era un judío, mientras que la mujer era una samaritana. La religión judía era muy sana, apropiada, real y genuina, pero la religión samaritana era falsa y decadente. Además, es interesante notar que el Señor habló con el hombre por la noche, pero con la mujer habló al mediodía. El hombre vino al Señor de noche; el Señor fue a la mujer, de día. El Señor habló con Nicodemo en una casa, o edificio, pero con la mujer habló al aire libre.

Con el caso de Nicodemo se cubre la primera necesidad de la humanidad. De acuerdo con nuestra experiencia espiritual, la necesidad principal de la humanidad es la regeneración. En la economía de Dios la primera necesidad es la regeneración. La economía de Dios consiste en que el hombre obtenga la vida divina de Dios y que sea uno con Él en vida y en naturaleza para el cumplimiento y realización de Su propósito eterno. El propósito eterno de Dios es obtener a un grupo de personas que han sido regeneradas por Su vida divina y que sean iguales a Él en vida y naturaleza, a fin de llegar a ser Su expresión corporativa por la eternidad. Éste es el propósito eterno de Dios y la economía de Dios. Para cumplir este propósito primero debemos ser regenerados para que podamos tener Su vida divina.

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Sólo por nacimiento podemos entrar en el reino de Dios, nunca por medio de obras. Por ejemplo, un pájaro está en el reino de las aves simplemente por su nacimiento; un pez nunca podrá entrar en el reino de las aves por ningún tipo de obra que pueda efectuar. La única manera posible para entrar en cualquier clase de reino es tener cierta clase de nacimiento. Por lo tanto, con respecto a que el Señor llegue a ser nuestra vida, el primer aspecto consiste en que nos imparta la vida divina por medio de un nacimiento divino. Ésta es la única manera de participar de las cosas del reino de Dios.

¿Cuál es la segunda necesidad del hombre? ¿Qué necesita después de la regeneración? La segunda necesidad del hombre es la satisfacción. En el capítulo 3 el problema consistía en que el hombre carecía de la vida divina. El hecho de que uno sea muy bueno y excelente no significa nada en cuanto al propósito eterno de Dios. Si uno no ha sido regenerado, no posee la vida divina; sólo tiene la vida humana. La vida humana es simplemente un vaso cuyo fin es contener la vida divina. Si uno no tiene la vida divina, está vacío; es un simple vaso vacío. Aunque su vida humana sea maravillosa, le falta la vida divina. La vida divina es Dios mismo. Necesitamos que esta vida divina nos llene y sea nuestro contenido. Nuestra vida humana es un recipiente cuyo fin es contener esta vida divina. Cuando esta vida divina entra en nosotros llega a ser nuestro contenido. Este contenido será también nuestra satisfacción. Antes de ser salvos, todos tuvimos la experiencia de estar vacíos. Aunque tuviéramos éxitos y logros, interiormente había un continuo vacío, una sensación de que nada nos satisfacía. Ya sea que fuéremos buenos o malos, estábamos vacíos. Aunque contábamos con el recipiente, el vaso, no teníamos el contenido. Estábamos vacíos. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, de clase alta y clase baja; todos estábamos vacíos. Un día recibimos al Señor Jesús, y no sólo obtuvimos la salvación de Dios, sino que también recibimos la vida divina, la cual de inmediato llegó a ser nuestro contenido. Ahora tenemos satisfacción. Por lo tanto, después del caso que muestra la necesidad de regeneración, tenemos un caso que presenta la satisfacción genuina. Nada puede satisfacer al hombre excepto Cristo mismo. Mientras Cristo no sea la satisfacción de nuestra vida humana, nada podrá satisfacernos. No hay satisfacción aparte de Cristo. Como seres humanos siempre tenemos sed y únicamente Cristo puede apagar nuestra sed.

I. UN SALVADOR SEDIENTO Y UNA PECADORA SEDIENTA

El caso de la mujer samaritana revela que Cristo es la satisfacción verdadera. Mientras Nicodemo era un judío con sangre israelita pura, la samaritana era una mujer de sangre mezclada. Todo lo relacionado con ella estaba arruinado; nada era puro ni nada era bueno. Los samaritanos pretendían ser descendientes de Jacob. En el mejor de los casos eran sus descendientes, pero tenían sangre mezclada. El nombre de Nicodemo aparece

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en la narración, pero nadie sabe el nombre de la mujer samaritana. La Biblia no divulga su nombre debido a que ella era común y de la clase baja. Ella era una persona completamente mezclada, un caso extraordinario entre los demás casos. Si usted lee la Biblia cuidadosamente, encontrará que todo respecto a ella era fuera de lo común. Aun su salida al pozo a sacar agua fue extraordinaria. Según la costumbre del Medio Oriente, las mujeres salían por agua al caer la tarde, no al mediodía. Cuando el sol empezaba a caer las mujeres samaritanas solían salir a sacar agua en grupos. Sin embargo, esta mujer samaritana fue a sacar agua al mediodía, y sola. ¿Cuál fue la razón de esto? Debido a que ella tenía mala fama, y nadie quería relacionarse con ella. La mujer temía que hablaran de ella y que la criticaran; por lo tanto, no se atrevía a salir al caer la tarde cuando mucha gente estaría allí. Ella fue al mediodía cuando el sol estaba ardiente y cuando nadie saldría de su casa. Esta mujer era pobre e inmoral. Había tenido cinco maridos y vivía con uno que no era su marido. Nadie la quería. Ella, sabiendo esto, salió a sacar agua en un momento tan solitario, esperando que nadie la viera.

En el caso de la mujer samaritana se encuentran muchas señales. El caso mismo es una señal, y dentro de este caso también hay muchas otras señales. El caso mismo significa que Cristo es nuestra satisfacción, y una de las señales de este caso es la mujer misma.

Conforme a los tipos y figuras de la Escritura, ¿qué significa una mujer? Primeramente, una mujer significa que la humanidad necesita depender de Dios. El hombre nunca podrá prevalecer por sí sólo, necesita depender de Dios, quien es no sólo Su Hacedor sino además Su Esposo (Is. 54:5). Hermanos, permítanme preguntarles lo siguiente: Su posición delante de Dios ¿es la de un hombre o la de una mujer? Si usted me preguntara, yo le diría que, aunque soy un hombre de más de sesenta años de edad, entiendo que mi posición delante de Dios es la de una mujer. Mi posición ante Dios no es la de un hombre, sino la de una mujer, porque soy incapaz de mantenerme solo. Necesito depender de Dios. Una mujer representa a una persona que no puede mantenerse sola. Esta es nuestra posición. Conforme a la figura bíblica, somos hombres o mujeres, pero en realidad todos somos mujeres. Ninguno de nosotros puede mantenerse por sí mismo. El hombre jamás podrá ser independiente. Actualmente la gente proclama ser independiente, pero debo decirles que ustedes nunca podrán ser independientes. Ustedes fueron creados para depender de Dios. Siempre que alguien trata de ser independiente, estará insatisfecho, porque Dios creó al hombre inherentemente dependiente.

Una mujer también representa debilidad (1 P. 3:7). Nosotros los seres humanos debemos reconocer que somos débiles. Somos débiles porque somos humanos. No piense que su esposa es un vaso débil y que usted es uno fuerte. Aunque esto puede ser cierto figurativamente, de hecho, ambos, el hombre y la mujer, son débiles. En algunos

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casos, en lo que atañe a las cosas espirituales, los hermanos son más débiles que las hermanas. Cuando el Señor estaba próximo a ser traicionado y llevado a la muerte, las hermanas mencionadas en el Nuevo Testamento fueron más fuertes que los hermanos. Las hermanas fueron mucho más fuertes durante la muerte, resurrección y ascensión del Señor. Incluso con respecto a amar al Señor, María fue la más fuerte. Así que, hermanos, no piensen orgullosamente que ustedes son los más fuertes. Todos somos humanos y como humanos fuimos hechos débiles y dependientes para que tengamos que confiar en el Señor.

El significado de una mujer también incluye un anhelo y una sed interior, las cuales fueron creadas por Dios. Por supuesto, el hombre tiene necesidad de una mujer como su ayuda idónea, pero la mujer necesita al hombre mucho más. Una mujer siempre tiene el anhelo y el deseo de tener satisfacción. En la naturaleza humana, tanto en el hombre como en la mujer, siempre existe una sed interior por la satisfacción. El Señor creó esta sed para que lo buscáramos a Él. Si usted a menudo siente sed y una carencia interior, éstas son señales de que usted es una mujer. Su necesidad de confiar en los demás, su sentido de dependencia, su debilidad, su anhelo por satisfacción, todo ello es un indicio de que usted es una mujer.

A. Al Salvador “le era necesario pasar”por el lugar donde se encontraba la pecadora

Debemos prestar mucha atención a Juan 4:4: “Y le era necesario pasar por Samaria”. La expresión clave de este versículo es “le era necesario”. Sin duda, esta mujer samaritana era conocida de antemano y predestinada por Dios el Padre en la eternidad pasada (Ro. 8:29). Ciertamente ella había sido dada por el Padre al Señor Jesús (Jn. 6:39). Esta mujer samaritana tan baja, común e inmoral, le fue dada al Señor por el Padre. Por lo tanto, el Señor tenía la carga de ir a Samaria para cumplir la voluntad del Padre. Más tarde, Él le dijo a Sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra” (4:34). El Señor fue a Samaria a hacer la voluntad de Dios, la cual era encontrar a esa inmoral mujer samaritana. Él la buscaba para convertirla en una adoradora del Padre. Valía la pena que el Señor fuera a Samaria por esta única alma. Conforme a la historia, ningún judío pasaría jamás por Samaria. Samaria era la ciudad principal del reino del norte de Israel, y el lugar donde estaba su capital (1 R. 16:24, 29). Antes del año 700 a. de C. los asirios tomaron Samaria y llevaron gente de Babilonia y de otros países paganos a las ciudades de Samaria (2 R. 17:6, 24). Desde ese tiempo los samaritanos vinieron a ser un pueblo de sangre mezclada, paganos mezclados con judíos. La historia relata que ellos tenían el Pentateuco (los cinco libros de Moisés) y que adoraban a Dios conforme a esa parte del Antiguo Testamento, pero nunca fueron reconocidos por los judíos como parte de su pueblo.

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Aunque los judíos jamás pasarían por Samaria, el Señor Jesús tuvo la carga de hacerlo. Le era necesario pasar por ahí, no porque geográficamente le fuera necesario, sino por causa de la voluntad del Padre. Por esta causa, le era necesario pasar por aquella región. El Señor sabía que, a mediodía, una mujer inmoral estaría junto al pozo.

B. El Señor llegó a la herencia tradicional religiosa de la pecadora: el pozo de Jacob

Leamos los versículos 5 y 6: “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta”. Dígame, ¿quién fue el primero en llegar al pozo de Jacob, la pecadora o el Salvador? ¡Qué maravilloso es el hecho de que el Señor llegó allí primero! En mis primeros años de creyente cuando leía este pasaje, me emocionaba con muchos de sus detalles. Más tarde, al predicar el evangelio una vez, di un largo mensaje acerca de la mujer samaritana, incluyendo cada detalle. Vi en ese tiempo que el Señor Jesús tenía que llegar al pozo antes que aquella inmoral y caída mujer samaritana. Él llegó al pozo, y la esperó.

El Señor era soberano y muy sabio. Antes de que la mujer llegara, Él encontró una buena excusa para enviar a todos Sus discípulos a la ciudad. Si alguno de los discípulos hubiera estado allí, no hubiera sido muy bueno. Si Sus discípulos hubieran estado presentes no le habría sido muy oportuno al Señor hablarle a la mujer inmoral acerca de Sus maridos. Así que, el Señor en Su soberanía y sabiduría, envió a los discípulos a la ciudad a comprar comida. Tal vez el Señor pensaba: “Por favor, dejadme solo, estoy esperando a esa mujer inmoral. Debido a que es inmoral, no quiere ver a nadie ni hablar con nadie, pero Yo voy a tocar su conciencia con la historia de todos sus esposos. Vosotros, los discípulos, debéis iros”. Sin la excusa de comprar alimento ¿cómo hubiera podido enviar a los discípulos a otra parte? Mientras los discípulos fueron a comprar comida, la mujer vino. Cuando era joven y vi ese cuadro, adoré al Señor. Supongamos que el Señor estuviera en una casa a medianoche, y esta mujer fuera a esa hora para hablar con Él, y los discípulos vieran esto. Ellos probablemente habrían dicho: “¿Qué estáis haciendo aquí? Jesús, Tú eres un hombre de poco más de treinta años, y ella es semejante mujer. ¿Qué está pasando aquí?”. El Señor, en Su soberanía y Su sabiduría, esperó a que llegara la mujer en la plena luz del día y en un lugar público. Aunque estaban al aire libre no había nadie más allí que escuchara la conversación. Cuando el Señor Jesús y la mujer samaritana terminaron de hablar, los discípulos regresaron y los vieron, pero no tuvieron nada que decir. Aquella entrevista no sucedió en un cuarto privado, sino al aire libre. ¡Cuán sabio era el Señor Jesús!

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El punto aquí es el siguiente: el Salvador sabe dónde está el pecador y conoce su verdadera situación. El Señor Jesús fue al pozo, envió lejos a todos Sus discípulos, y se sentó junto al pozo para esperar a que la mujer se acercara. Si usted mira retrospectivamente a su experiencia de salvación, se dará cuenta de que, al menos hasta cierto grado, este mismo principio operaba allí. Usted no fue al cielo, sino que el Señor vino a usted. Él descendió al mismo lugar donde usted estaba. Yo nací en China, pero el Señor Jesús fue ahí. Un día Él me esperaba en cierto lugar, y yo fui capturado por Él. ¿Y qué diría usted acerca de su experiencia? Usted tampoco fue a encontrar al Salvador, ¿no es cierto? El Salvador vino a usted. Algunos han sido salvos como resultado de un accidente automovilístico. No obstante, ellos deben entender que antes de que el accidente ocurriera, el Señor ya estaba esperando tener un encuentro con ellos. Todos fuimos salvos de esta manera. Esto es maravilloso.

Mientras el Señor Jesús esperaba que la pecadora llegara, Él tenía sed. Así que, en este segundo caso vemos a un Salvador sediento y a una pecadora sedienta. Usted puede pensar que tiene sed, pero su sed es una señal de que el Salvador está sediento. El Salvador está sediento de nosotros, porque para Él nosotros somos el agua que apaga Su sed. ¿Se da cuenta de que usted es el agua que apaga la sed del Salvador? Parece que el Salvador dijera: “Nada puede satisfacerme, sino tú. Yo tengo millones de ángeles en los cielos, pero ninguno de ellos puede satisfacerme. Yo he venido a la tierra a buscar el agua que apaga la sed. Tú eres esa agua”. Tal vez usted sea muy humilde y diga: “No. Él es mi agua viviente. ¿Cómo puedo yo ser el agua que apaga Su sed?”. No obstante, el Señor Jesús lo necesita, porque sin usted, nunca podrá estar satisfecho.

Al principio, tanto el Salvador como la pecadora tenían sed, y el Salvador además tenía hambre. La pecadora estaba sedienta y fue a sacar agua para saciar su sed. El Salvador tenía hambre y sed. Él envió a los discípulos a comprar comida para alimentarse y pidió a la pecadora que le diera de beber. Finalmente ni el Salvador ni la pecadora bebieron ni comieron nada, sin embargo, ambos fueron satisfechos. ¡Esto es maravilloso! La pecadora bebió del Salvador, y el Salvador bebió de la pecadora, y ambos fueron satisfechos. Los discípulos estaban sorprendidos. Cuando ellos regresaron con la comida, le instaron a que comiera, pero Él dijo: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (4:32). La pecadora fue satisfecha con el agua viva del Salvador, y el Salvador fue satisfecho con la voluntad de Dios, al satisfacer a la pecadora. Hacer la voluntad de Dios, la cual es satisfacer al pecador, es el alimento del Salvador. ¡Oh, el Señor como el Salvador tenía sed de usted y de mí! Un día Él nos obtuvo, y eso lo satisfizo.

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C. La pecadora se acerca a su herencia religiosa

La pecadora vino a su herencia religiosa a fin de sacar agua para su satisfacción. Cuando ella iba a sacar el agua, el Salvador le pidió que le diera agua para satisfacerle a Él. Siempre que el Señor nos pide algo, es un indicio de que Él lo necesita de la misma forma que usted lo necesita. Cuando usted tiene sed, el Señor también la tiene. Cuando el Señor le pide algo, usted también necesita lo mismo. Esto es muy significativo. Cuando usted está sin hogar, Él también lo está; y cuando Él está sin hogar, usted también lo está.

II. EL VACÍO DE LA TRADICIÓN RELIGIOSAY LA PLENITUD DEL AGUA DE VIDA

En los versículos del 9 al 14 vemos el contraste entre el vacío de la tradición religiosa y la plenitud del agua de vida. La mujer samaritana preguntó al Señor Jesús: “¿Acaso eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (4:12). Por esta pregunta vemos que al padre de una religión se le concede la más alta posición. Para los samaritanos Jacob era lo más grande. Lo tomaban como su abuelo, considerándolo el más grande.

La mujer samaritana también consideraba que el pozo de Jacob era el mejor. Esto significa que la herencia de la religión es considerada como la mejor.

La mujer samaritana dijo al Señor: “Señor, no tienes vasija ... ¿De dónde, pues, sacas esa agua viva?” (v. 11). Esto significa que la tradición religiosa es considerada como lo más prevaleciente. Aunque la religión considera que su ortodoxia es lo más prevaleciente, no obstante, el “agua” de la religión nunca satisface la sed de los religiosos. Esto se comprueba con la respuesta del Señor en el versículo 13, donde dice: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed”.

Cristo es más grande que el padre de cualquier religión. El versículo 10 dice: “Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te abría dado agua viva”. Si usted predica el evangelio en China, la gente le hablará acerca de Confucio. Cada raza y tribu afirma tener a alguien grande. Pero ninguno es superior a Cristo. Cristo es mayor que Jacob, Confucio, Platón y cualquier otro tipo de líder.

Además, el don de Dios es mayor que la herencia de la religión. ¿Qué prefiere, el pozo de Jacob o el don de Dios? ¿Qué es el don de Dios? Si usted dice que el don de Dios es Cristo, ésa no es una respuesta del todo acertada. El don de Dios es la vida divina,

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porque en Romanos 6:23 dice que la dádiva de Dios es vida eterna. Esta vida divina será en nosotros una fuente de agua que salte para vida eterna (Jn. 4:14). Esta vida divina es mucho mejor que el pozo de Jacob. Si usted visita hoy el pozo de Jacob en Palestina, lo encontrará bajo el control de un monje armenio. Cuando yo visité este pozo, todo el que deseaba beber un vaso de agua de tal pozo tenía que pagar dos dólares. Sin embargo, todo eso es tradición hueca, sin ningún contenido. El agua de esa fuente es igual a cualquier otra.

“Pedir” es mucho más eficaz que las prácticas tradicionales de la religión. El agua viva de Dios satisface nuestra sed y llega a ser una fuente de agua que salta para vida eterna. La sed producida por la muerte se sacia con la vida. En principio, esto también es convertir la muerte en vida.

El Señor Jesús dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed” (v. 13). Esta declaración es simple pero su significado es muy profundo. El agua aquí representa el disfrute de las cosas materiales y el placer que se obtiene con el entretenimiento mundano. Nada de esto puede apagar la intensa sed del hombre. Por más “agua” material y mundana que tome uno, seguirá con sed. Cuanto más beba de esta “agua”, más sediento estará. Por ejemplo, con respecto a la educación, al hombre le gusta obtener títulos cada vez mayores. Después de recibir una licenciatura, procuran una maestría y después de eso, un doctorado. Otros pueden desear acumular diez mil dólares en una cuenta de ahorros, pero después de lograrlo desean tener cien mil, y después de los cien mil, un millón. Mientras más beba usted del agua terrenal, más sediento estará. Nunca trate de apagar su sed con ninguna clase de agua mundana. Aunque la mujer samaritana había tenido cinco esposos y vivía con un hombre que no era su esposo, ella todavía no estaba satisfecha. Nada podía apagar su sed. Algunas hermanas están obsesionadas con los vestidos. Sin embargo, ninguna mujer queda satisfecha con ningún tipo de vestido. Después de comprar uno, querrá un segundo y un tercero. Si usted tiene diez pares de zapatos, querrá quince pares. Algunas mujeres que tienen más de quince pares de zapatos aún no están satisfechas. Esta clase de agua jamás satisface a la gente. Sólo existe una “agua” que satisface a la gente por la eternidad, y es Jesucristo. Cristo satisface hoy, mañana y por la eternidad. Él es siempre nuevo y siempre fresco. Él siempre satisface. Así que, el Señor pudo decir a la mujer samaritana que todo el que beba del agua que Él da, no tendrá sed, porque esa agua será en él una fuente que salte para vida eterna.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DOCE

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LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL:SER SATISFECHA POR LA VIDA

(2)

III. LA MANERA DE OBTENER EL AGUA VIVA

En Juan 4:15-26 vemos la manera de obtener el agua viva. El agua viva es buena, pero si no tenemos la forma de tomarla, de nada nos aprovecha. ¿De qué nos sirve tener algo maravilloso y excelente en los cielos si no podemos alcanzarlo? Pero aquí encontramos el agua viva y la manera de obtenerla.

El Señor Jesús fue un predicador sencillo, breve, pero prevaleciente. Él no dio un sermón, simplemente tuvo una breve conversación con la mujer samaritana. Pero mediante esa breve conversación Él la atrajo. Espero que todos los jóvenes aprendan la manera de predicar el evangelio presentado en el capítulo 4 de Juan. Este capítulo es un buen ejemplo de la predicación del evangelio. Todos debemos aprender cómo hablar con un pecador.

A. La pecadora pide el agua viva

La mujer samaritana fue atraída y le pidió al Señor el agua viva. Juan 4:15 dice: “La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”. El Señor era un excelente predicador. Parece que le dijera: “Si supieras quién soy, si conocieras el don de Dios, y si probaras el agua viva que Yo doy, por seguro que Me lo pedirías”. Ella pidió el agua inmediatamente. En nuestra insensata conversación con otros, mientras más hablamos, más los alejamos. Pero el Señor Jesús habló muy brevemente, y fue suficiente para que la mujer fuera atraída y pidiera el agua viva.

B. El Salvador le dice a la mujerla manera de obtener el agua viva

1. Arrepentirse y confesar sus pecados:“los maridos”

Cuando la mujer le pidió agua al Señor, Él no la reprendió diciendo que tenía que arrepentirse y hacer una confesión detallada de sus pecados. No, el Señor le habló de una manera suave y tierna, diciendo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá” (4:16). Es como si el Señor le dijera: “Yo deseo a tu esposo. Tú me pides el agua viva, y Yo te pido que me traigas a tu marido. Hagamos un trato, te cambio tu marido por el agua viva”. El Señor le dijo esto para tocar su conciencia en cuanto a su historia inmoral a fin de que se arrepintiera de sus pecados. “Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo:

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Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”. ¿Mintió la mujer o dijo la verdad? Dijo la verdad, aunque era mentira. Ella dijo una mentira, diciendo la verdad. Fue una mentira verídica. Ésta es la naturaleza engañosa del hombre caído. Sin embargo, el Señor fue tierno con ella y no la reprendió. Por el contrario, la elogió, diciendo: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (vs. 17-18). Le dijo la mujer: “Señor, me parece que Tú eres profeta”. Las palabras del Señor la asustaron. Parece que ella se dijera: “¿No es este un judío? El nunca ha vivido en este pueblo, ¿cómo entonces conoce mi historia? ¿Quién le informó que he tenido cinco maridos y que el que tengo ahora no es mi marido?”. Esta es la forma de tener una conversación evangélica. No se debe hablar cosas vanas a la gente, sino tocar su conciencia, no reprendiéndoles sino descubriéndoles. Las palabras del Señor, expresadas con gracia y sabiduría, tocaron la conciencia de la mujer. La manera apropiada de ministrar el evangelio es tocar la conciencia de la gente.

La sed de la mujer samaritana la había llevado a muchas cosas negativas, tales como haber tenido cinco maridos, y haber vivido con un hombre que no era su marido. Esa era la clase de vida que ella llevaba. Ella buscaba las cosas físicas para su satisfacción, pero sólo encontraba insatisfacción. Los seis maridos representan las cosas físicas y materiales, las cuales nunca satisfacen al hombre.

Además de las cosas físicas ella también buscaba satisfacción en la religión. Aunque era una persona común, también era religiosa. Y aunque era muy débil, es extraño que hablara acerca de la religión. La religión en sí nunca puede ayudar a las personas. Además, ella tenía tradiciones, pues el pozo de Jacob representa lo que es tradicional. Ella tenía una herencia tradicional, la cual recibió de sus antepasados. Sin embargo, pronto descubrió que esta tradición estaba vacía. Por lo tanto, esta mujer samaritana tenía tres categorías de cosas: las físicas, las religiosas y las tradicionales. Estas tres categorías representan todo lo que podemos obtener de la vida humana. En la vida humana no existe nada más que lo físico, lo religioso y lo tradicional. Pero ninguna de estas cosas jamás puede satisfacer al hombre, porque cuanto más él obtenga estas cosas, más sediento llega a estar. Su sed nunca se apaga.

Los maridos de esta mujer también son una señal. Cristo debe ser el único esposo. En 2 Corintios 11 el apóstol Pablo nos dice que él nos ha desposado con Cristo. En otras palabras, él nos ha comprometido en matrimonio con Cristo. Cristo es el verdadero esposo. Pero esta mujer había tenido cinco maridos, y otro hombre además de ellos. Esta mujer era malvada e inmoral porque tenía sed. Y debido a que sus maridos no podían satisfacerla, ella permanecía insatisfecha. Cuando su primer esposo no pudo

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satisfacerla, buscó satisfacción en un segundo esposo. Pero tampoco su segundo esposo pudo satisfacer su sed interior, entonces, se casó por tercera vez. Tampoco encontró satisfacción con el tercer esposo; ni el cuarto ni el quinto pudo satisfacerla, porque lo único que ella necesitaba era el agua viva. Por mucho que bebiera del agua terrenal en sus muchos maridos, todavía seguía con sed. Por lo tanto, el Señor le dijo que cualquiera que bebiera de esta agua, volvería a tener sed. Cualquiera que beba el agua de las cosas físicas, religiosas o tradicionales, volverá a tener sed. Únicamente el Señor Jesús tiene el agua viva que puede apagar nuestra sed.

Entonces, ¿qué significan sus maridos? Ellos significan cualquier cosa que no sea Cristo. Es posible que cualquier cosa que no sea Cristo sea pecado. Si dependemos de alguien o de algo que no sea Cristo, esto puede ser algo muy pecaminoso. Los maridos de la mujer samaritana vinieron a ser la historia de toda su vida pecaminosa. Como hemos visto, el Señor mencionó su historia pecaminosa de una manera muy sabia. Él no condenó su maldad como pecadora, ni la presionó de una manera legalista para que se arrepintiera y confesara sus pecados, como lo harían algunos evangelistas. Ya que el Señor sabe todas las cosas, Él simplemente tocó su conciencia pidiéndole que trajera a su esposo. De esta manera el Señor la ayudó a arrepentirse y a confesar sus pecados.

Debido a que la palabra del Señor acerca de sus esposos tocó su conciencia, ella de inmediato cambió el tema y habló de la adoración a Dios. Ella fue muy lista al hacer esto. Aunque era una mujer tan inmoral, habló sobre la adoración a Dios. Esto demuestra la verdadera condición de la religión. Las personas pueden discutir de religión y permanecer viviendo en inmoralidad. Esta mujer no confesó sus pecados, sino que cambió el tema de sus maridos a la adoración a Dios, diciendo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Este cambio de tema demuestra la sutileza de la mujer samaritana. El problema planteado por la mujer con respecto a la adoración, al igual que las preguntas halladas en 8:3-7 y 9:2-3, requería como respuesta un sí o un no, lo cual pertenece al árbol del conocimiento; sin embargo, el Señor la llevó a su espíritu (Jn. 4:21-24), el cual pertenece al árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9-17). Cuando la mujer cambió el tema de sus maridos a la adoración, el Señor Jesús aprovechó la oportunidad para revelarle la manera apropiada de recibir el agua viva.

2. Tener contacto con Dios el Espíritu

Leamos las palabras del Señor acerca del asunto de la adoración: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos

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adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:21-24). El Señor dijo esto a la mujer samaritana a fin de instruirla con respecto a la necesidad de ejercitar el espíritu para tocar a Dios el Espíritu. Tocar a Dios el Espíritu con nuestro espíritu es beber el agua viva, y beber el agua viva es rendir verdadera adoración a Dios.

En tipología, a Dios se le debe adorar: (1) en el lugar que Él escogió para establecer Su habitación (Dt. 12:5, 11, 13-14, 18), y (2) con las ofrendas (Lv. 1-6). El lugar escogido por Dios para habitar tipifica el espíritu humano, donde hoy está la morada de Dios (Ef. 2:22). Las ofrendas tipifican a Cristo; Cristo es el cumplimiento y la realidad de todas las ofrendas con las cuales el pueblo adoraba a Dios. Por lo tanto, cuando el Señor le dijo a la mujer que adorara a Dios el Espíritu en espíritu y con veracidad, Él le dio a entender que ella debía tener contacto con Dios el Espíritu en su espíritu, no en un lugar especial, y que debía hacerlo por medio de Cristo, no por medio de las ofrendas. Ya que Cristo, la realidad de la veracidad, ha venido (vs. 25-26), todas las sombras y tipos han terminado. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu, que adorar a Dios significa tener contacto con Él, y que tener contacto con Él no depende de cierto lugar, sino del espíritu humano.

Cuando Él dijo: “Mas la hora viene y ahora es”, quiso decir que la era había cambiado. En el pasado, conforme a la ley de Moisés, Dios ordenó que Su pueblo lo adorase en un lugar específico donde Él establecería Su habitación con Su nombre (Dt. 12:5). Todos los adoradores de Dios tenían que ir a ese lugar único. Eso era un tipo. Ahora, la era ha cambiado, y ese tipo se ha cumplido. Hablando con referencia a la tipología, el lugar de adoración ya no debe ser más un lugar físico, sino el espíritu humano, donde Dios va a establecer Su habitación con Su nombre. ¿Cuál es el lugar único en donde el pueblo de Dios debe adorarle hoy? Es nuestro espíritu humano. Según Efesios 2:22, la habitación de Dios está en nuestro espíritu.

¿Por qué en tiempos antiguos Dios ordenó que Su pueblo le adorara en un solo lugar? Fue con el fin de guardar la unidad. Dios nunca permitía que Su pueblo lo adorara en ningún otro lugar aparte del que Él había escogido. Si alguien le hubiera adorado en otro lugar, la unidad entre Su pueblo habría sido dañada. ¿Dónde podemos mantener la unidad hoy? En nuestro espíritu humano. Todos diferimos unos de otros en nuestra mente, entendimiento, enseñanzas y conceptos. No creo que exista una sola pareja donde el esposo y la esposa piensen exactamente igual. Cada uno tiene conceptos diferentes. Usted tiene sus conceptos y yo tengo los míos. Usted tiene su manera de actuar y yo tengo la mía. Usted tiene sus puntos de vista y yo tengo los míos. ¿Cómo podríamos ser uno con respecto a nuestros diferentes conceptos, prácticas y puntos de

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vista? Debemos olvidarnos de todos ellos y volvernos a nuestro espíritu. Cuando todos nos volvamos al espíritu, podremos ser uno. Así que, aprenda a no argumentar nunca con las personas acerca de doctrinas, sino siempre dirigirlas a su espíritu. Todos debemos recordar que tenemos un espíritu en el cual está la habitación de Dios. Nuestro espíritu es el lugar donde debemos adorar a Dios, esto es, tener contacto con Él. Siempre que adoramos a Dios en nuestro espíritu, realmente bebemos de Dios como el agua viva. Cuando usted alaba a Dios con su espíritu, inmediatamente bebe de esta agua. Si clama desde su espíritu: “¡Alabado sea Dios! Oh Padre, te adoro”, usted estará bebiendo del agua viva.

El Señor también dijo que ya era la hora para que los verdaderos adoradores adoraran a Dios, no sólo en espíritu, sino también en realidad. Esto es algo difícil de comprender para los cristianos de hoy. Sin embargo, si consideramos la tipología, entenderemos de lo que el Señor estaba hablando. En los tiempos antiguos Dios ordenó que Su pueblo le adorara en el lugar asignado y con las ofrendas. Al pueblo no se le permitía adorar a Dios en cualquier lugar que escogiesen, y no podían adorarle sin las ofrendas. Ellos necesitaban las ofrendas porque eran pecadores. Cuando iban a tener contacto con Dios, tenían que ofrecer muchos tipos de ofrendas: la ofrenda por la trasgresión, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda de flor de harina, el holocausto, la ofrenda mecida y la ofrenda elevada. Todas estas ofrendas tipificaban los diferentes aspectos de Cristo. Cristo es nuestra verdadera ofrenda por la trasgresión, además es nuestra verdadera ofrenda por el pecado, la de flor de harina, de paz, y nuestro verdadero holocausto. Ahora, en vez de adorar a Dios en un lugar específico, debemos adorarle en nuestro espíritu. Más aún, en vez de adorarle con las ofrendas antiguotestamentarias, debemos adorarle con Cristo como la realidad de todas aquellas ofrendas.

Ya estamos en la hora, o la era, en la cual debemos adorar a Dios en nuestro espíritu, como el único lugar de adoración, y con Cristo, como la realidad. ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos aplicar el punto de adorar al Padre en nuestro espíritu? Supongamos que algunos hermanos se reúnen con el propósito de adorar a Dios, pero no ejercitan su espíritu. En lugar de eso, ejercitan sus mentes. Ellos empiezan a discutir el tema de adorar a Dios y pronto se dividen debido a sus diferentes opiniones. Se disgustan los unos con los otros, y se separan. Lo que estos hermanos tienen que hacer es simplemente ejercitar su espíritu, alabar al Señor, invocar Su nombre, y estar atentos a lo que Él haga. No deben conversar para ejercitar sus mentes, sino que deben ejercitar su espíritu invocando al Señor.

¿Cómo podemos aplicar el segundo punto, esto es, adorar a Dios con Cristo? La forma tradicional es pedir un himno y luego, después de cantarlo, ofrecer una oración a nuestro Padre que está en el cielo. Ésta es la manera tradicional y religiosa. Sin

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embargo, cuando nosotros nos reunimos para adorar a Dios, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si hacemos esto, el Espíritu Santo quien mora en nuestro espíritu, tendrá oportunidad de actuar. El puede obrar en un hermano dándole la carga de dar un testimonio viviente de Cristo. Entonces ese hermano testifica de la experiencia viviente que ha tenido de Cristo. Al hacer esto, estará ofreciendo a Cristo como una de las ofrendas. Cuando usted da un testimonio de la experiencia que ha tenido de Cristo, para Dios esto equivale a presentar a Cristo como una ofrenda a Dios. Con el tiempo, esta ofrenda llegará a ser alimento para el hermano que dio dicho testimonio y también para los otros adoradores. Esta no es la manera tradicional de adorar a Dios; más bien, es adorarle en el espíritu con el Cristo que hemos experimentado, ofreciéndolo a Dios para Su satisfacción y ofreciéndolo como alimento para los demás adoradores. En esto consiste la verdadera adoración a Dios.

Que el Señor nos impresione con la adoración apropiada. La adoración apropiada es beber continuamente del agua viva. Dios el Espíritu es el agua viva, y el órgano, con el cual bebemos del agua viva, es nuestro espíritu humano. Cuando ejercitamos nuestro espíritu humano para tener contacto con Dios, quien es el Espíritu viviente, bebemos de Él como el agua viva en Su Hijo, Jesucristo.

3. Creer que Jesús es el Cristopara tener vida eterna

Ahora llegamos al último aspecto de la manera de obtener el agua viva: creer que Jesús es el Cristo. Cuando la mujer samaritana escuchó cómo el Señor respondió a su pregunta acerca de la adoración, ella de nuevo intentó desviar la conversación a otro tema, diciendo: “Sé que ha de venir el Mesías, que se llama el Cristo; cuando Él venga nos declarará todas las cosas” (4:25). Ella parecía decir: “Tú me estás diciendo muchas cosas, pero nosotros esperamos que venga el Mesías; cuando Él venga, nos manifestará todas las cosas”. ¡Qué pretexto! Entonces el Señor le respondió: “Yo soy, el que habla contigo” (4:26). Al decirle esto, Jesús la condujo a creer que Él era el Cristo, para que ella tuviera vida eterna (20:31). En 4:29 vemos que ella creyó. Aunque la mujer samaritana trató por todos los medios de escaparse del Señor, Él, en Su sabiduría, la capturó. Nunca trate de escaparse de la mano del Señor. La mujer samaritana fue convencida, creyó en Él y recibió el agua viva. Hubo un gran cambio en su vida. Ella era una persona muy inmoral, aún así, estaba bajo la influencia de la tradición religiosa, preocupándose del sí o no, aquí o allá, de esta o aquella forma. Ella se encontraba totalmente en una condición de muerte. Sin embargo, las palabras del Señor la tocaron y la trasladaron de muerte a vida. Sin lugar a dudas, ella se encontraba influenciada por el árbol del conocimiento, pero el Señor la hizo volverse al árbol de la vida, Él convirtió su muerte en vida eterna.

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El Señor le reveló a la mujer samaritana que la verdadera satisfacción de la vida humana es el Señor mismo. El Señor le reveló tres aspectos acerca de Sí mismo: Él es el don, el Dador, y la manera de recibir el don. Él mencionó por lo menos tres cosas acerca de Sí mismo. En el versículo 10 Él dijo: “Si conocieras el don de Dios”, indicando con esto que el don de Dios era el Señor mismo como vida eterna. Él también le dijo: “Tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva”, lo cual indica que el Señor mismo es el Dador. Finalmente, al leer cuidadosamente, descubriremos que la manera por la cual la mujer podía obtener el don era tener contacto con el Dador; o sea, beber al Dador mismo.

IV. UN TESTIMONIO VIVOY UNA COSECHA MARAVILLOSA

A. La pecadora cree, es satisfecha,deja sus preocupaciones, y da testimonio

Cuando la mujer oyó que el Señor Jesús era el Cristo que vendría, creyó en Él. Hubo un gran cambio en su vida. Ella dejó su cántaro, fue a la ciudad, y dio un testimonio viviente al pueblo. Este testimonio produjo una cosecha maravillosa (4:28-42).

Conforme a nuestro concepto natural, se requiere mucho tiempo para ayudar a una persona a ser salva, pero debemos abandonar ese concepto. Las personas pueden convertirse en un segundo. El Señor puede convertir a las personas de una manera muy rápida, porque, tal como lo hizo en Su obra creadora, Él llama las cosas que no son, como existentes. No es necesario el elemento del tiempo. Según nuestro concepto, un pecador necesita tiempo para considerar, creer, y tornarse al Señor. Este concepto frustra nuestra predicación del evangelio y lo hace impotente. Debemos tener fe de que, mientras hablamos con otros, el Señor está obrando en ellos de una manera prevaleciente. La mujer samaritana se convirtió en un instante. Aunque nos haya parecido increíble, en el pasado hemos visto a muchas personas convertirse de esta manera. El Señor convierte al hombre por medio del Espíritu, por medio de la vida, y no por la educación. La educación toma tiempo; enseñar a la gente requiere tiempo. Sin embargo, cuando el Señor regenera a las personas, Él las hace una nueva creación, y llama las cosas que no son, como existentes. Debemos tener esta fe prevaleciente siempre que hablemos con un pecador. Mientras hablamos con él, debemos ejercitar nuestro espíritu y creer que el Señor está obrando en su ser. Espontáneamente, algo sucederá en él, y se volverá de la muerte a la vida. La mujer samaritana se convirtió, toda su vida cambió en una fracción de segundo, pese a que era tan inmoral, tan baja, y estaba profundamente metida en el pecado, ella fue al pueblo y dijo: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (v. 29). Esto indica que la mujer creyó que Jesús era el Cristo, y que al creer esto, ella recibió el agua

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viva y fue satisfecha. Ella estaba segura de que Jesús era el Cristo, y como resultado el Espíritu entró en ella.

El cuadro descrito en el capítulo 4 de Juan, también nos muestra que después de que la mujer tuvo contacto con Cristo, renunció a todo. Ella dejó tanto el pozo como el cántaro. Dejó todo y fue a la ciudad a hablarle a la gente acerca de Cristo, lo cual significa que una vez que ella tuvo contacto con Cristo, renunció a todo para tener solo a Cristo como su satisfacción. Cuando dijo al pueblo: “¿No será éste el Cristo?”, ella reconocía que Él era el Cristo. Ante los ojos de Dios ella ya tenía a Cristo, y llevaba a Cristo a su pueblo. ¡Qué testimonio maravilloso! Sólo cuando establecemos contacto con Cristo, lo reconocemos y lo recibimos, podemos ser satisfechos. Entonces espontáneamente renunciamos a todo lo que no sea de Cristo.

No puedo olvidarme de algo que sucedió en 1937 cuando fui a la capital de China para tener varias reuniones nocturnas. Después de la última reunión, la joven esposa de un hombre altamente educado, me dijo: “Señor Lee, su predicación me ha impresionado mucho y deseo creer en Cristo. Pero tengo un problema: me gusta mucho ir al teatro a ver las óperas. Si voy a ser cristiana, estoy dispuesta a dejar todos mis malos hábitos, pero hay algo a lo que no puedo renunciar: los dramas y la ópera. Estos no los podría dejar. ¿Qué haré?”. Ella hablaba seriamente. Tuve temor de decirle que no era correcto que un cristiano fuera a las óperas chinas, porque ella hubiera rehusado ser cristiana. Por supuesto, tampoco podía decirle que estaba bien que fuera cristiana y siguiera yendo al teatro. Así que oré para que el Señor me diera sabiduría, y finalmente le dije: “Supongamos que su hijo pequeño está encariñado con un peligroso cuchillo que tiene en sus manos. ¿Cuál sería la mejor manera de quitárselo de sus manos?”. Ella dijo: “Eso sería fácil de hacer si usted esparce dulces en el piso alrededor de él”. Yo le pregunté cómo ayudaría eso, a lo que ella replicó: “El niño soltaría el cuchillo para tomar los dulces. A menos que sus manos estén llenas de dulces, jamás soltará el cuchillo por más que usted se lo diga”. La felicité por su respuesta y le dije: “¿Comprende usted que una vez que reciba a Cristo, esto mismo sucederá con usted?”. Inmediatamente lo entendió, y fue salva esa misma noche.

¿Sabe usted por qué la gente tiene sed de muchas cosas aparte de Cristo? Simplemente porque no han sido satisfechos por Cristo. Si ellos estuvieran satisfechos con Cristo, se olvidarían de todas las demás cosas. El pozo y el cántaro significaban mucho para la mujer samaritana, pero después de reconocer a Cristo, ella espontáneamente abandonó aquellas cosas tan apreciadas, fue al pueblo y dio testimonio de que Cristo era ahora la satisfacción de su vida. ¿Tiene usted satisfacción en su vida humana? ¿Qué es lo que lo satisface? ¿Cristo o las cosas físicas, religiosas y tradicionales? Sólo Cristo puede satisfacernos; ninguna otra cosa. Si hemos de ayudar a otros, debemos primero ser

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satisfechos con Cristo para poder llevar así a Cristo como satisfacción a los demás. Solamente cuando estamos satisfechos con Cristo, podemos hacer saber a otros la manera de recibirlo y tener contacto con Él. La mujer samaritana no fue a su pueblo con la doctrina de Cristo; ella primero obtuvo a Cristo y luego fue a ellos con Él.

B. El Salvador es satisfechocon hacer la voluntad de Dios

al satisfacer a la pecadora

En el caso de la mujer samaritana vemos el cuadro de una pecadora sedienta y un Cristo que tenía sed y hambre. Ambos estaban cansados porque habían caminado una larga distancia hasta aquel pozo. Por consiguiente, tanto el Señor Jesús como la mujer fueron muy comprensivos el uno con el otro. Ambos estaban sedientos y cansados, y el Señor también tenía hambre. Por tener hambre, envió a Sus discípulos a comprar alimento. Por tener sed, le pidió a la mujer que le diera de beber. Sin embargo, es muy extraño observar que ninguno de los dos comió ni bebió, pero ambos quedaron satisfechos. La pecadora que fue salva quedó satisfecha con el Salvador, y el Salvador fue satisfecho con la pecadora que fue salva. Sabemos esto por el hecho de que la mujer dejó el pozo y abandonó el cántaro, y corrió a la ciudad a contarles acerca de Cristo. Ella estaba tan satisfecha que la gente salió a ver si éste era el Cristo. Y sabemos que el Señor Jesús estaba satisfecho, porque Él le dijo a los discípulos, cuando habían regresado con alimentos, y le habían pedido que comiese: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (v. 32). Cuando los discípulos se preguntaron unos a otros que si alguien le había traído algo que comer, les dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra” (v. 34). El alimento del Señor era hacer la voluntad del que lo envió, lo cual significa que Su comida era salvar y satisfacer a los pecadores. Nosotros los pecadores somos la satisfacción del Salvador. El hecho de que nosotros tengamos hambre significa que el Señor también la tiene, y el hecho de que tengamos sed significa que Él está sediento. Pero cuando nosotros somos satisfechos, el Señor también lo está. Mientras existan pecadores sedientos en la tierra, el Señor tendrá sed en los cielos. Cuando los pecadores estén satisfechos, el Señor también lo estará. El Señor fue a Samaria con un solo propósito: encontrar a esa pecadora y satisfacer su necesidad. Al hacer esto, Él hizo la voluntad de Dios. Y hacer la voluntad de Dios fue Su comida y Su satisfacción.

C. Se siega una cosecha maravillosa

En el versículo 35 el Señor dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. El Señor Jesús dijo a Sus discípulos que los campos ya estaban

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blancos. Por eso, debían ir y segar la cosecha. Este principio es válido también hoy. Nunca debemos decir que no es el tiempo de predicar el evangelio. Si miramos los campos, ciertamente veremos a los que realmente tienen sed de Cristo. Por lo tanto,debemos llevarles a Cristo a ellos y traerlos a ellos a Cristo. Esta es la manera de cosecharlos para el Señor.

En el versículo 36 el Señor dijo: “Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna”. La expresión para vidaeterna, es la misma expresión griega hallada en el versículo 14 y traducida de la misma manera. El Señor usa esta expresión dos veces en este capítulo. La primera vez Él dijo que si lo recibíamos, Él sería en nosotros una fuente, o manantial, que saltaría para vida eterna (v. 14). Cristo será en nosotros un pozo o manantial que salte para vida eterna. Él utilizó esta expresión por segunda vez al instar a los discípulos a que salieran a segar la cosecha, a fin de recoger fruto para vida eterna. En otras palabras, después de que hayamos sido salvos y satisfechos con Cristo, debemos traer personas a Él para vida eterna. Primeramente uno debe recibir a Cristo para recibir la vida eterna, y luego, debe guiar a otros a recibir a Cristo para vida eterna. Hay un Cristo que usted debe recibir, el cual llega a ser una fuente, o un manantial, que salta para vida eterna, y también hay una cosecha que usted debe segar como fruto para vida eterna. La mujer samaritana hizo exactamente estas dos acciones. Por una parte, ella recibió a Cristo como el manantial interior para vida eterna, y por otra, fue al campo de la cosecha a recoger a su pueblo como fruto para vida eterna.

En los versículos 36 y 37 el Señor menciona la siembra. ¿Quién fue el que sembró? Juan el Bautista nunca fue a Samaria. Algunas personas piensan que unos discípulos de Juan o del Señor Jesús, pudieron haber ido a Samaria y predicado el evangelio antes de ese tiempo, pero yo no lo creo. Podemos creer que la semilla fue sembrada por medio del Antiguo Testamento. Los samaritanos estaban muy familiarizados con los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. De ese modo, llegaron a conocer a Dios, y también llegaron a saber algo con respecto al Mesías, el Cristo, aunque no de forma clara ni cabal. Los samaritanos no eran iguales que los gentiles. Por medio del Antiguo Testamento ellos obtuvieron cierto conocimiento de Dios y de Cristo. Creo que ésa fue la semilla. Sí, el Espíritu prevaleciente del Señor fue el que obró en la mujer samaritana. Sin embargo, si ella hubiera sido igual a un gentil, sin ningún conocimiento de la Biblia, dudo que esta obra se hubiera realizado en ella de una manera tan rápida y prevaleciente. El Señor Jesús no tuvo que decir nada acerca de Dios sino hasta que ella primero dijo algo al respecto. Ella inició la conversación acerca de Dios y de Cristo. El Señor Jesús no dijo: “Mujer, ¿crees que hay un Dios? ¿Conoces a Cristo?” El solamente le pidió un poco de agua para beber. Cuando ella lo reprendió por pedir agua de una mujer samaritana, Él le habló acerca del don de Dios. Podemos ver por las palabras del Señor que la mujer ya sabía algo de Dios y de Cristo. Esto fue el resultado de la obra de

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los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, que los samaritanos conocían. Por lo tanto, antes de que el Señor Jesús y Sus discípulos vinieran, muchas personas ya habían sido preparadas.

Lo mismo sucede en los Estados Unidos, la semilla ha sido sembrada por todo el país. Debemos darnos cuenta de que la cosecha está verdaderamente madura y lista para la siega. Muchas personas han sido preparadas por otros ministerios y por muchos siervos del Señor durante los años pasados. Mucha gente ha sido preparada en su corazón y en su espíritu, para tener contacto con Cristo y recibirle como su satisfacción, pero no saben cómo hacerlo. En los Estados Unidos hasta los incrédulos y los ateos saben algo de Dios y de Cristo. Ellos aun han escuchado acerca de la salvación. Lo único que debemos hacer es segar todo lo que ha sido sembrado. La mujer samaritana no fue a su pueblo llevando la doctrina acerca de Cristo; ella primero obtuvo a Cristo y luego fue a ellos con Él.

El versículo 39 dice: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que daba testimonio...” Por medio del testimonio vivo de la mujer samaritana, muchos más pecadores fueron conducidos al Señor. Cuando ellos tuvieron contacto con Él, todos ellos creyeron y lo recibieron como su Salvador. Esta fue una maravillosa cosecha a través de un testimonio vivo.

Como conclusión, podemos ver que los primeros dos casos difieren marcadamente en dos puntos. El primer caso muestra que Cristo nos trajo la vida divina mediante la regeneración o el nacer de nuevo; el segundo caso muestra que Cristo nos trajo satisfacción. Podemos confirmar estos dos aspectos al verificarlos con nuestra experiencia. Cuando recibimos a Cristo, nacimos de nuevo, o sea, fuimos regenerados con la vida divina. Luego fuimos satisfechos con el agua viva. Estos dos casos son señales que describen los dos diferentes aspectos de Cristo como nuestra vida. No debemos leer el evangelio como si consistiera de simples historias acerca de milagros. Debemos leer estas narraciones como declaraciones figurativas, y debemos encontrar el significado espiritual de estas señales. Entonces descubriremos los principios espirituales y vivientes referentes a Cristo, quien es la vida y la satisfacción para el hombre.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TRECE

LA NECESIDAD DEL MORIBUNDO:SER SANADO POR LA VIDA

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I. JESÚS VUELVE A VISITAREL LUGAR DE LOS DÉBILES Y FRÁGILES

Jesús regresó a Caná de Galilea, el lugar de las personas débiles y frágiles (Jn. 4:43-46). Caná se encuentra en Galilea, un lugar menospreciado (7:41, 52), que representa al mundo, el cual está en una condición baja y vil, donde se hallan las personas débiles y frágiles. Anteriormente cuando hizo la primera señal, la de convertir el agua de la muerte en el vino de la vida, el Señor estuvo allí. Ahora Él regresa al mismo lugar para efectuar la segunda señal, la cual, según el principio de vida, corresponde con la primera señal, la de convertir la muerte en vida.

II. LOS DÉBILES Y FRÁGILES MORIBUNDOS

Este tercero de los nueve casos, nos revela la necesidad de los moribundos, que es la sanidad. Este caso tiene que ver con el hijo de un oficial del rey que está a punto de morir. La humanidad primero necesita la regeneración, segundo, la satisfacción y después, la sanidad. Todos necesitamos cierta medida de sanidad. En cierto sentido estamos viviendo, pero en otro, estamos muriendo. Cuando un niño está recién nacido, su madre puede pensar que él está creciendo, pero en realidad está muriendo. Todos los que moran en la tierra se están muriendo. Si usted es un joven de menos de treinta años, es posible que no tenga la sensación de estar muriendo; sin embargo, cuando llegue a los sesenta o setenta años, se dará cuenta de que se está muriendo. Un lapso de vida de setenta años puede compararse con setenta dólares. Cada año vivido equivale a gastar un dólar. Cuando usted haya vivido sesenta años, habrá gastado sesenta dólares. Cuando llegue a los sesenta y nueve años de edad, sólo le queda un dólar. Una vez que el último dólar ha sido gastado, su vida se agotará. Así que, los seres humanos aparentemente están viviendo, pero en realidad se están muriendo. Debido a esto, no les pido a mis hijos o a mis nietos que celebren mi cumpleaños, porque mi cumpleaños me recuerda que estoy muriendo. Dígame usted, ¿su edad está aumentando o disminuyendo? Cuanto más tiempo vivimos, menos nos queda por vivir. No me gustaría llegar a los setenta años de edad; más bien me gustaría retrasar mi edad, pero eso no es posible. Por lo tanto, todos necesitamos sanidad.

Hemos sido regenerados y diariamente podemos tener contacto con el Señor, el Espíritu viviente, y hallar satisfacción. Pero además de esto necesitamos la sanidad. Todos somos enfermos y moribundos. Somos personas caídas, débiles y frágiles y nos estamos muriendo; por eso, nos hace falta la sanidad del Señor. Si uno tiene la sanidad del Señor Jesús, su muerte se convertirá en vida.

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Permítame compartir con usted mi oración secreta ante el Señor. Yo le he dicho al Señor: “Señor, el tiempo de Tu venida está cerca. Hazme un favor: guárdame de la muerte. Señor, deseo verte físicamente, cara a cara. Presérvame vivo hasta que Tú vengas”. ¡Aleluya, Él viene! Mientras viene, Él nos está sanando. Mientras está en camino, está sanando nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Si usted desea estar saludable, debe disfrutar la sanidad de Jesús. Él es la verdadera tienda de alimentos naturales. Acuda a Jesús, tenga contacto con Él, y disfrútelo. Si usted participa de Él continuamente, tendrá el mejor alimento, el alimento natural más saludable. ¡Cuánto necesitamos la sanidad de la vida divina!

En Romanos 8:11 dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Si permitimos que el Espíritu que mora en nosotros haga Su hogar en nuestro ser, este Espíritu saturará nuestro cuerpo moribundo y mortal con la vida de resurrección. Nuestro cuerpo mortal será reavivado, vivificado y sanado por la vida divina. Romanos 8 revela que todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo; puede recibir la vida divina. Cuando creemos en el Señor Jesús, Él, como Espíritu vivificante, entra en nuestro espíritu. Ya que Él es el Espíritu vivificante, el Espíritu mencionado en Romanos 8 es llamado el Espíritu de vida, lo cual significa que el Espíritu divino es vida. Cuando invocamos al Señor Jesús, este Espíritu divino que es vida, entró en nuestro espíritu y lo vivificó. Por lo tanto, nuestro espíritu es vida (v. 10). Cuando ponemos la mente de nuestra alma en el espíritu, nuestra mente también llega a ser vida (v. 6). Si le cedemos terreno al Espíritu que mora en nosotros, este Espíritu se extenderá desde nuestro espíritu hasta nuestra alma y nuestro cuerpo, y hará que nuestro cuerpo mortal sea un cuerpo lleno de vida. Finalmente, esta vida divina llega a ser una vida cuádruple: la vida que está en el Espíritu divino, la vida que llena nuestro espíritu, la vida que saturará nuestra alma, y la vida que impregnará nuestro cuerpo. Todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— será lleno, saturado e impregnado con la vida divina. En esto consiste la sanidad. Cuando la vida divina entra en una parte de nuestro ser, la sana, y eso significa que la vida divina convierte la muerte de esa parte, en vida. La muerte es sorbida por la vida; esto es la sanidad.

Necesitamos la regeneración, la satisfacción, y la sanidad. Muchos de nosotros, particularmente las hermanas, necesitamos que nuestras emociones sean sanadas. Las emociones desequilibradas de las hermanas necesitan ser sanadas, porque hay cierta clase de enfermedad en las mismas. ¿Por qué las hermanas lloran con tanta facilidad? Probablemente se debe a la enfermedad que se encuentra en sus emociones. Ellas necesitan la sanidad. Los hermanos necesitan ser sanados con respecto a que sus mentes no son sobrias y a la obstinación de su voluntad. ¿Por qué los hermanos tienen una

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voluntad tan obstinada? Una vez que toman una decisión no hay nada en la tierra que pueda hacerlos desistir. Esto es una dolencia, una enfermedad. Necesitamos sanidad. ¡Alabado sea el Señor que Él es la sanidad! Les digo la verdad, aun esta mañana yo recibí cierta sanidad por medio de mi querida esposa. Ella no fue la que me sanó, pero fue la que me dispensó la medicina celestial. Todos necesitamos ser sanados. La sanidad es la transformación. Cuanto más nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad reciben sanidad, más somos transformados.

III. LA SANIDAD PRODUCIDAPOR LA PALABRA VIVIFICANTE Y POR LA FE

Aunque el oficial del rey rogó al Señor que descendiera y sanara a su hijo (Jn. 4:47, 49), el Señor simplemente dijo la palabra, y el niño fue sanado. “Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue” (v. 50). El oficial del rey creyó la palabra que procedió de la boca del Señor. Cuando fue informado por sus siervos que el niño vivía, él y toda su casa, creyeron (vs. 51-53). ¡Aleluya por la palabra vivificante! Amamos la palabra vivificante; no la palabra en letras muertas, sino la palabra que es el Espíritu. El Señor simplemente habló la palabra vivificante, y el niño moribundo fue sanado. Hoy en día el Señor sigue enviando Su palabra sanadora. Cuando los moribundos reciben esta palabra por fe, son sanados por la vida. Una vez que la palabra vivificante ha sido infundida en nosotros, estemos o no conscientes de ello, nunca seremos los mismos. La palabra vivificante produce un verdadero cambio en nuestra vida.

Cuando los moribundos reciben la palabra por fe y son sanados por la vida, esto, en principio, es cambiar la muerte en vida. El poder de la muerte es vencido por la vida. ¡Alabado sea el Señor por Su vida sanadora y por Su palabra vivificante que sana todas nuestras enfermedades! La muerte procede del árbol del conocimiento, y la vida, del árbol de la vida. Nosotros nacimos con la enfermedad de la muerte, pero la palabra de vida del Señor, nos sana de la muerte. Todo lo que necesitamos es recibir y creer Su palabra vivificante y sanadora.

El caso de la sanidad del hijo del oficial del rey muestra que para recibir la sanidad no es necesario tener contacto con el Señor físicamente. Es suficiente con tener Su palabra. Aunque no contemos con la presencia física del Señor, mientras tengamos Su palabra y Su obra, será suficiente; y no necesitamos nada más. Cuando tenemos la palabra del Señor, somos salvos y llenos del Señor. Su palabra es suficiente para sanarnos y salvarnos.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

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MENSAJE CATORCE

LA NECESIDAD DEL IMPOSIBILITADO:SER VIVIFICADO POR LA VIDA

En este mensaje llegamos al cuarto caso, el cual nos muestra la necesidad del imposibilitado (Jn. 5:1-47). Este caso expone la vanidad de la religión.

I. LA INUTILIDAD DE GUARDAR LA LEYEN LA RELIGIÓN Y LA EFICACIA DE LA IMPARTICIÓN DE VIDA POR

PARTE DEL HIJO

El caso del hombre imposibilitado expone la inutilidad de la religión (5:1-9). En toda la tierra no existe ninguna religión mejor que la judía, ya que ésta es la religión genuina y típica establecida conforme al oráculo santo de Dios, Su Palabra divina. En esta religión se adora al único Dios verdadero en la forma correcta. Ninguna otra religión puede compararse con ella.

Sin embargo, la religión no pertenece a la economía de Dios y no puede cumplir Su propósito. Dios nunca tuvo la intención de tener una religión. Sí, Él dio a Su pueblo Su Palabra santa, el Antiguo Testamento, y les dijo cómo tener contacto con Él. Esto es cierto. Sin embargo, Dios no tenía la intención de formar una religión. La religión es una invención humana, un producto de la mente humana caída. Es la mejor invención de la cultura humana. Pero con respecto a la economía divina, la religión es el peor enemigo de Dios, pues está completamente en contra de Su economía. Vuelvo a decir que Dios no tenía la intención de establecer una religión. Su intención era darle Su Palabra santa a Su pueblo, revelándoles que Aquel que vendría, el Hijo de Dios, sería para ellos salvación y vida a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Este que vendría sería todo para ellos: justicia, santidad, redención y gloria. El pueblo judío no tuvo tal comprensión. En lugar de eso, seleccionaron porciones de los mandamientos en la Palabra santa de Dios y las usaron para establecer ritos y ordenanzas. Entonces, juntaron estos mandamientos, ritos y ordenanzas, y con ellos formaron una religión. ¿Qué es una religión? La mejor definición no se encuentra en el diccionario, sino es esta, la religión consiste en que adoremos a Dios y nos comportemos bien, pero sin Cristo. Esto es, simplemente hacer todo lo posible por adorar a Dios y comportarnos apropiadamente, con el fin de agradarle y de ser personas perfectas, pero sin Cristo. Aunque pueda ser bueno, adorar a Dios conforme a los reglamentos y el comportarnos bien por nuestros propios esfuerzos, aun así, carece de Cristo. En el cristianismo parece que las personas tienen a Cristo, pero en realidad, para la mayoría de ellos, Cristo es simplemente una palabra. Si usted sólo tiene a Cristo como una palabra, eso es religión.

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Debemos tener a Cristo como realidad. Sólo teniendo a Cristo como nuestra realidad estaremos fuera de la religión.

Cuando el Señor Jesús vino, lo hizo como Aquél de quien profetizaron en el Antiguo Testamento. El vino para ser salvación, vida, justicia, santidad, redención, gloria, y todo para el pueblo de Dios. Pero cuando Él vino, el pueblo de Dios, los judíos, estaban completamente ocupados en su religión. No había lugar en sus corazones para aquel que había venido. Al leer los cuatro Evangelios, se puede ver que dondequiera que el Señor iba, se encontró con la oposición de la religión típica formada conforme a la Palabra santa de Dios. Aquellos religiosos se opusieron al Cristo viviente basándose en su religión. Pensaron que oponerse a Cristo era estar a favor de Dios. Incluso sentenciaron al Cristo viviente a muerte, intentando proteger a Dios. Según el entendimiento de ellos, cuando Jesús dijo que Él era el Hijo de Dios, blasfemaba, haciéndose igual a Dios (5:18). Parece como si ellos dijeran: “Nosotros tenemos un solo Dios, y ningún otro. Nuestro Dios es Jehová, Elohim. No tenemos un Dios de nombre Jesús. Si Tú dices que eres el Hijo de Dios, te haces igual a Dios y estás blasfemando. Debemos matarte”. Eso era religión.

En principio, sucede lo mismo hoy. Muchas personas religiosas adoran a Dios y hacen todo lo posible por agradarle, comportarse bien y tratar de ser perfectas. Pero lo hacen todo aparte de Cristo. Esta clase de religión siempre se opone a Cristo y a Sus genuinos seguidores en vida. La oposición, no se revela en los capítulos 3 ni 4 sino que la encontramos en Juan 5. En el caso del hombre imposibilitado, la oposición religiosa queda expuesta por completo. Este capítulo revela la inutilidad de la típica religión y su oposición a Cristo. En este capítulo, el principal asunto negativo que debemos ver es la inutilidad y la vanidad de esta religión y su oposición hacia Cristo. ¡Alabado sea el Señor! Pues, por el lado positivo, este capítulo también nos muestra la suficiencia y eficacia de Cristo, el Hijo de Dios, quien como vida vivifica al hombre. Cristo como vida es lo que nos vivifica.

Este caso es una alegoría, y cada aspecto de él debe ser entendido como tal. Durante muchos años leí este capítulo una y otra vez. No lo entendía y estaba muy perturbado. Al estudiar la Biblia yo acostumbraba encontrar el punto central. Pero aun después de estudiar este capítulo muchas veces, no podía descubrir cuál era el punto central. Era fácil encontrar el punto central del capítulo 3, el cual es la regeneración, y del capítulo 4, el cual es el agua viva. Pero dígame, ¿cuál es el punto central del capítulo 5? Yo utilizaba el versículo 24 de este capítulo muy a menudo cuando predicaba el evangelio, pero aún no comprendía totalmente el punto principal de este capítulo.

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A. La inutilidad de guardar la leyen la religión

El punto principal de este caso, por el lado negativo, es mostrar la inutilidad de guardar la ley en la típica religión. En el judaísmo guardar la ley era lo más importante. Todo judío respetaba, creía y aprobaba el guardar la ley. Los judíos tenían el concepto de que aparte de guardar la ley no había forma de agradar a Dios, de conducirse bien ni de perfeccionarse. Cualquier judío típico le dirá que, después de Dios, no hay nada que sea tan grande ni tan importante como la ley. Dios tiene el primer lugar y la ley, el segundo. Así que, guardar la ley lo es todo para esa religión.

1. Las cosas buenas de la típica religión

La religión judía incluye al menos siete elementos: Jerusalén —la ciudad santa—, el templo santo, la fiesta santa, el sábado santo, los ángeles, Moisés y las Santas Escrituras. Todos estos siete elementos juntos equivalen al judaísmo, la religión judía. Estos elementos son cosas excelentes y maravillosas. Si usted me preguntara qué es el judaísmo, yo le diría al menos siete cosas: (1) la ciudad santa; (2) el templo santo; (3) las fiestas para el disfrute; (4) el Sabat o los días de reposo; (5) la visitación de los ángeles; (6) Moisés, el dador de la ley; y (7) las Santas Escrituras del Antiguo Testamento.

Junto con esos siete elementos del judaísmo, también existía el medio para la sanidad, a saber: el estanque del agua sanadora. El significado de este cuadro es que el medio para la sanidad se encuentra siempre con la típica religión. El judaísmo es esta típica religión que tiene algo que puede sanarle. El estanque de Jerusalén significa que los medios para la sanidad se encontraban en esa religión.

No obstante, hay un requisito: uno debe tener fuerzas para caminar y actuar. Cada vez que a uno se le da la oportunidad de recibir los beneficios de esta religión, uno debe tener las fuerzas para ser el primero en llegar y tener la habilidad de caminar. Este caso es una señal que nos muestra una religión que contiene muchos elementos buenos y santos, los cuales pueden sanarlo a uno, pero se requiere su propia fuerza para caminar y actuar. Aunque uno llegue en segundo lugar, no obtendrá los beneficios de esta buena religión, porque son únicamente para el primero.

2. La práctica de guardar la ley

Ahora consideremos algunos aspectos de la práctica de guardar la ley. La puerta de las ovejas (5:2) representa la entrada al redil de la religión que guarda la ley (10:1). El nombre del estanque, Betesda, significa casa de misericordia, lo cual quiere decir que

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aquellos que observaban la ley necesitaban la misericordia de Dios ya que eran impotentes, débiles y desdichados, como se muestra en Romanos 7:7-24. Los pórticos representan el refugio de la observancia religiosa de la ley, un refugio como el que provee un redil. El número cinco denota responsabilidad. El ángel que agitaba el agua representa el agente con el cual fue dada la ley, que no podía dar vida (Gá. 3:19, 21). La agitación del agua para sanar a la gente, representa el intento de perfeccionar a la gente por la práctica de guardar la ley. Al considerar estos aspectos podemos ver la situación de guardar la ley, que es el asunto principal en la típica religión judía.

3. La incapacidad de guardar la ley

Es imposible para el hombre guardar la ley. Nadie puede hacerlo. Así como la gente no puede subir a los cielos, así tampoco puede guardar la ley. Romanos 8:3 dice que es imposible guardar la ley, porque la ley es débil por causa de la carne. La carne es muy débil para guardar la ley. Esto está claramente descrito en el caso del hombre imposibilitado.

Este hombre había estado enfermo por treinta y ocho años. Era incapaz de moverse. Cuando veía que el agua se agitaba, se llenaba de expectación, pero le era imposible llegar ahí a tiempo. Debido a que estaba imposibilitado, sin la habilidad de moverse, no pudo recibir la sanidad. De la misma manera nosotros, debido a nuestra incapacidad, no podemos guardar la ley. La ley es buena, santa y espiritual. No hay problema con la ley, el problema es con nosotros.

El hombre no sólo está enfermo, sino también muerto. Sabemos por 5:25 que, a los ojos de Dios, el hombre imposibilitado era una persona muerta. ¿Cómo puede caminar una persona muerta? Si ha de caminar, primero debe ser vivificado. Mientras no se pueda hacer vivir a una persona muerta, ésta no podrá hacer nada. Gálatas 3:21 dice que la ley no puede dar vida. La ley sólo hace exigencias al hombre, nunca lo suple con vida. Debido a que al hombre le hace falta la vida, éste es absolutamente incapaz de guardar la ley. Si usted todavía es religioso, si aún está tratando de guardar la ley, permítame hacerle una pregunta. ¿Está usted muerto o vivo? Usted debe admitir que está muerto. Debido a que usted es una persona muerta, ¿cómo podría guardar la ley? Una persona muerta no puede hacer nada.

Por causa de la debilidad de la carne y la falta de vida, es imposible que el hombre pueda guardar la ley. Aunque allí esté el ángel, el agua y la agitación del agua, no hay forma de cumplir el requisito de llegar hasta el agua para ser sanado. Este es un cuadro que nos muestra claramente que a los moribundos y a los imposibilitados les es imposible

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cumplir la ley. La ley no le ofrece al hombre ninguna esperanza. Con respecto a la ley, nuestro caso es irremediable e imposible.

Actualmente tenemos una religión aun mejor; en efecto, es la mejor. Pero, ¿se da cuenta usted de que hasta la mejor religión requiere que usted haga algo? Para recibir el beneficio de ella usted debe primero caminar, actuar y ser el primero. Tal vez ya se ha dado cuenta que usted es demasiado débil como para obtener lo que su religión le ofrece. Esto indica que usted se encuentra en la misma posición que el hombre imposibilitado: bajo los cinco pórticos. Nosotros somos los hombres imposibilitados, quienes se hallan bajo el abrigo de la observancia de la ley.

4. Los enfermos están bajo el abrigode la observancia de la ley,

en el redil de la religión

Una multitud de enfermos yacían en los pórticos. Esto significa que bajo el refugio de la observancia de la ley, en el redil de la religión, hay muchos ciegos, cojos e imposibilitados; personas que no pueden ver, no pueden andar y carecen del suministro de vida. No tienen gozo ni paz, sólo sufrimiento. El hombre imposibilitado no era feliz ni siquiera en el día más alegre de la fiesta (5:1), y no tenía descanso, ni siquiera en el día de sábado (v. 9). Los enfermos estaban desvalidos y sin esperanza, muertos a los ojos del Señor.

En la observancia religiosa de la ley, había un medio para sanar, pero el hombre imposibilitado no pudo recibir tal beneficio, porque no tenía la fuerza para satisfacer los requisitos que exigía. Guardar la ley en la religión depende del esfuerzo humano, de las obras humanas y de la naturaleza humana. Puesto que el hombre es impotente, es ineficaz guardar la ley en la religión. La ciudad santa, el templo santo, la fiesta santa, el sábado santo, los ángeles, Moisés y las Santas Escrituras son las cosas buenas de esta religión; sin embargo, no pudieron hacer nada por este hombre imposibilitado. A los ojos del Señor, él era un muerto que necesitaba no sólo ser sanado, sino también vivificado. Para ser vivificado por el Señor no hay ningún requisito. Como veremos, este hombre escuchó la voz del Señor y fue avivado. Esta señal significa que cuando la práctica de guardar la ley en la religión judía llegó a ser algo irrealizable debido a la incapacidad del hombre, el Hijo de Dios vino para vivificar a los muertos. La ley no puede dar vida, pero el Hijo de Dios da vida a los muertos (v. 21). “Cuando aún éramos débiles” (Ro. 5:6), Él vino para darnos vida.

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B. La eficacia de la impartición de vidapor parte del Hijo

Hemos visto que este caso, por el lado negativo, expone la inutilidad y la vanidad de la religión que guarda la ley. Esa religión tenía muchas cosas buenas: la ciudad santa, el templo santo, los ángeles, las Santas Escrituras, las fiestas santas, el sábado santo, y el estanque, pero ninguna de esas cosas puede ayudar a los muertos. La ciudad santa no pudo ayudar al hombre imposibilitado, ni tampoco el templo santo, las Santas Escrituras ni los días santos. Aunque era un día de fiesta, él no tenía gozo, y aunque era el día de sábado, no tenía reposo. Nada podía ayudarlo. Su caso era irremediable e imposible. Repentinamente, un pequeño hombre se presentó. No era un arcángel, sino un pequeño hombre llamado Jesús. No tenía belleza ni atractivo, y nadie le prestaba atención. Él fue directamente al hombre enfermo. De la misma manera que el Padre en la eternidad pasada predestinó a la mujer samaritana, y el Hijo fue a encontrarla junto al pozo de Jacob, así el Padre también vio de antemano al hombre imposibilitado, y el Hijo se le acercó mientras yacía junto al estanque. El Señor le preguntó: “¿Quieres ser sano?”. El imposibilitado no conocía nada aparte del estanque, el agua, y el ángel que agitaba el agua. Él también comprendía que no tenía esperanza ni habilidad por sí mismo. Así que, le explicó la situación al Señor Jesús. Entonces el Señor le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. El hombre imposibilitado escuchó la palabra vivificante del Señor viviente que da vida, y fue sanado. Tal vez pensemos que él se levantó y anduvo antes deser sanado, pero esto no fue así, sino que fue sanado antes de que se levantara, tomara su lecho y caminara. Debemos notar la secuencia del versículo 9: “Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. La frase Y al instante fue sanadoprecede a tomó su lecho y anduvo. Él fue sanado antes de levantarse. Fue sanado cuando escuchó la voz del viviente Hijo de Dios. Oír la palabra viviente del Señor fue lo que lo vivificó. Anteriormente, el lecho cargaba al hombre imposibilitado, pero ahora, el hombre vivificado cargaba el lecho.

Si yo hubiera sido el hombre imposibilitado, probablemente habría dicho: “Señor, no puedo hacerlo. He dependido de este lecho durante treinta y ocho años. Este lecho me ha cargado durante todo ese tiempo. ¿Cómo puedes decirme que yo lo cargue? No puedo hacer eso que me dices”. Pero, nunca debemos argumentar con la palabra del Señor. Debemos decir simplemente: “Amén”, a todo lo que Él diga y seguir Sus instrucciones. No argumentemos ni razonemos. Si razonamos, perderemos Su bendición. ¡Cuán bueno fue que este hombre no solamente se levantara, sino que también cargara su lecho y caminara! Él no sólo fue sanado, sino que fue vivificado. Conforme a los versículos 24 y 25, esto significa que él, como un hombre muerto, pasó de la muerte a la vida y vivió. En el principio establecido en el capítulo 2, esto es convertir la muerte en vida.

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No necesitamos el estanque de la religión con su agua ni necesitamos al ángel. Comparados con Cristo, el estanque de la religión y el ángel son realmente muy pobres. Cuando tenemos al Señor Jesús, no necesitamos nada más. ¿De qué nos sirven la ciudad santa, el templo santo y el ángel santo? Ni las fiestas ni los días de sábado tampoco significan nada para nosotros. No nos hacen ningún bien. Es el Señor Jesús el que vivifica. Todos tenemos que ver esto. Esta es la vida que vivifica. Por el lado positivo, éste es el punto central de este caso.

II. LA RELIGIÓN SE OPONE A LA VIDA

A. La vida que vivifica quebrantael ritual de la religión

En Juan 5:10-16 vemos cómo la religión se opone a la vida. “Por eso los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de sábado; no te es lícito llevar tu lecho” (v. 10). La vida que vivifica quebrantó el ritual de la religión. La religión se ofendió con la vida, y comenzó a oponerse a la vida desde ese mismo momento. El día de sábado fue dado para el hombre (Mr. 2:27) y debe ser su reposo. Guardar la ley en la religión no trajo reposo al hombre que había estado enfermo por treinta y ocho años, pero la vida lo vivificó en un segundo. Sin embargo, a los religiosos sólo les importaba el rito de guardar el sábado; no tenían ningún interés en el reposo de este hombre enfermo. ¡Qué vida tenemos! No necesitamos nada religioso. Mientras tengamos al Señor Jesús, las cosas religiosas no significan nada para nosotros. Mientras lo tengamos a Él, tenemos vida. Dejemos la religión y todas sus cosas. Ellas no pueden darnos vida, sólo el Señor Jesús lo puede hacer. Él nos vivifica; Él nos da vida. La vida nos trae gozo, descanso, luz, y todo lo que necesitamos. ¡Alabado sea el Señor!

El verdadero significado de este caso es la diferencia que existe entre la religión y Cristo, que a la vez es la misma diferencia entre el guardar la ley en la religión y la obra vivificante de Cristo. Guardar la ley en la religión es bueno, pero nosotros somos débiles; puede ser eficaz, pero nosotros no podemos cumplir con sus requisitos. Con Cristo no existe requisito, porque cuando Él viene a nosotros, habla Su palabra viviente de manera que podamos escuchar Su voz. Si hay algún requisito, es simplemente escuchar Su palabra viviente. Cuando oímos Su voz, pasamos de muerte a vida. El contraste en este caso consiste en que la religión exige algo de nosotros, pero la palabra de Cristo nos vivifica.

B. La religión intenta apagar la vida

La religión que guarda la ley no pudo dar vida al hombre imposibilitado. Cuando Cristo vivificó a este hombre con la vida, dicha religión lo persiguió, intentando apagar la vida,

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porque lo hizo el día de sábado (Jn. 5:16). Esa religión se preocupaba por guardar el sábado aun a costa del reposo del hombre lisiado. Pero Cristo se preocupó por el reposo de aquel hombre aun a costa de la práctica de guardar el sábado. Esto ciertamente ofendió a dicha religión. En principio, la situación de la religión de hoy es la misma. Los religiosos todavía se preocupan por sus rituales religiosos aun a costa de lo que más afecta la vida de las personas. Pero el Señor sigue siendo el mismo, a cualquier costo le da más importancia a la vida de las personas, aun sacrificando todos los rituales religiosos. Es por eso que nosotros, los que hemos sido vivificados por Cristo, enfrentamos oposición y persecución de parte de aquellos que se aferran a sus rituales religiosos.

III. EL HIJO ES IGUAL AL PADREEN CUANTO A DAR VIDA Y A HACER JUICIO

A. El Hijo es igual al Padre

Los judíos religiosos persiguieron al Señor porque en el día de sábado Él trabajó para vivificar al hombre lisiado. El Señor Jesús les respondió: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y Yo también trabajo” (5:17). Ellos reposaban, conforme a su concepto religioso, al guardar el sábado, pero no comprendían que ni el Padre ni el Hijo tenían reposo mientras los pobres pecadores no fueran salvos. Mientras los judíos religiosos reposaban al guardar el sábado, el Padre y el Hijo seguían trabajando para que los pecadores pudieran recibir la vida y tener reposo. Esto no sólo ofendió a los judíos religiosos, sino que también les hizo pensar que Jesús estaba blasfemando porque, según su concepto, Él “no sólo quebrantaba el día de sábado, sino que también llamaba a Dios Su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (v. 18). Ellos consideraban que eso era blasfemar a Dios. Sin embargo, fue Aquel que “blasfemaba” quien había vivificado al hombre imposibilitado. El hecho de que vivificara a este hombre testificaba que, en cuanto a dar la vida al hombre, Él es igual a Dios el Padre.

B. El Padre y el Hijo trabajan con mirasa la redención y a la edificación

Aunque la obra creadora de Dios fue concluida (Gn. 2:1-3), el Padre y el Hijo seguían trabajando para la redención y la edificación (Jn. 5:17, 19-20). Los judíos religiosos guardaban el sábado de la creación; no sabían que debido a la caída del hombre, el reposo de ese sábado había sido quebrantado. Tampoco sabían que el Padre y el Hijo seguían trabajando para la redención del hombre caído, con el fin de cumplir el propósito original de Dios, el cual es la edificación de Su habitación eterna. Dios ya realizó la vieja creación. Lo que el Padre y el Hijo están haciendo es la nueva creación,

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por medio de la redención, cuyo fin es el edificio de Dios. Esta obra incluye la vivificación por medio del Hijo, la cual se manifiesta en este caso. En este asunto, el Padre y el Hijo son uno. Todo lo que el Padre desea hacer en cuanto a dar vida, el Hijo lo hace en conformidad con ello.

C. El Hijo de Dios da vida a los muertos

El Hijo da vida a los muertos. El versículo 21 dice: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere”. En el versículo 24 vemos que todo aquel que escuche la palabra del Hijo y crea en Aquel que lo envió, tiene vida eterna y ha pasado de muerte a vida. Y el versículo 25 dice: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán”. Las personas muertas mencionadas en este versículo no son las que están sepultadas en sus tumbas, sino los muertos que viven. No los que están muertos físicamente, sino los que están muertos en espíritu, según Efesios 2:1, 5 y Colosenses 2:13. Ante los ojos de Dios, todos los que viven en la tierra están muertos en su espíritu. La frase viene la hora, y ahora es, se refiere al momento mismo cuando el Señor dijo estas palabras. En ese momento muchos oyeron Sus palabras vivientes y, como consecuencia, fueron vivificados. Por lo tanto, el vocablo vivirán en este versículo significa ser vivificados en el espíritu. No se refiere a la resurrección del cuerpo físico, lo cual se menciona en los versículos 28 y 29. Durante veinte siglos, desde el momento en que el Señor dijo estas palabras hasta el presente, miles y miles de personas han escuchado la voz viviente del Hijo de Dios y han sido vivificados por la vida. Nosotros también escuchamos la palabra viviente del Señor y fuimos vivificados. También éramos personas impotentes y estábamos bajo los cinco pórticos, éramos ciegos, cojos y secos. En breve, estábamos muertos. Luego el Señor vino a visitarnos y escuchamos la palabra viva del evangelio, la cual nos vivificó infundiéndonos vida. Verdaderamente hemos pasado de la muerte a la vida.

En lo tocante a la vida, el Hijo es igual al Padre. “Porque como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo” (5:26). Tanto el Padre como el Hijo tienen vida en Sí mismos. De manera que el Hijo puede vivificar a las personas, y lo hace, según el deseo del Padre. En cuanto a vivificar al hombre dándole vida, el Hijo es totalmente uno con el Padre.

D. El Hijo del Hombre hace juiciosobre los incrédulos

El Hijo del Hombre hará juicio sobre todos los incrédulos (5:22-23, 27, 30). Como Hijo de Dios (v. 25), el Señor puede dar vida (v. 21), y como Hijo del Hombre, puede hacer

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juicio (v. 27). Ya que Él es un hombre, está plenamente calificado para juzgar al hombre. Hechos 17:31 dice que Dios juzgará al mundo “por aquel varón [Jesús] a quien designó”. Romanos 2:16 dice: “Dios juzgará los secretos de los hombres ... por medio de Jesucristo”. En 2 Timoteo 4:1 dice: “Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos”. El Padre “le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Jn. 5:27). El Padre dio todo el juicio al Hijo “para que todos honren al Hijo como honran al Padre” (vs. 22-23). El Hijo juzgará de manera justa conforme a la voluntad del Padre (v. 30). Él es uno con el Padre en relación con vivificar a los hombres. Pero también es uno con el Padre en cuanto a hacer juicio.

E. Las dos clases de resurrección

Leamos los versículos 28 y 29. “No os maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán Su voz y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio”. Todos aquellos que están muertos físicamente y que están sepultados en sus tumbas, serán resucitados. Por favor, note la diferencia entre estos dos versículos y el versículo 25. En el versículo 25 los muertos oirán Su voz, pero en el versículo 28 todos los que están en las tumbas oirán Su voz. Aquellos que están en las tumbas son diferentes de los que están muertos. El versículo 25 se refiere a los muertos que viven en la tierra, y el versículo 28 se refiere a los muertos que han sido sepultados en la tierra. Aquellos que están en sus tumbas resucitarán en la segunda venida del Señor.

El versículo 29 distingue dos clases de resurrección física, además de la resurrección en el espíritu que vemos en el versículo 25. La resurrección que se lleva a cabo en nuestro espíritu significa que nuestro espíritu es vivificado. Esta es también la regeneración de nuestro espíritu. La regeneración que se realiza en nuestro espíritu es efectuada por el Señor Jesús con la vida divina, la cual es Él mismo. Pero, aparte de esto, existen dos clases de resurrección física. La “resurrección de vida”, esto es, la resurrección de los creyentes salvos, la cual ocurrirá antes del milenio (los mil años, Ap. 20:4, 6; 1 Co. 15:23, 52; 1 Ts. 4:16). Y ocurrirá al regreso del Señor Jesús, cuando los creyentes que hayan muerto resucitarán para disfrutar la vida eterna. Por lo tanto, esta resurrección se llama la resurrección de vida. Cuando el Señor Jesús regrese, todos Sus creyentes muertos resucitarán, y serán levantados al aire, junto con los creyentes que vivan (v. 17). Entonces, los creyentes vencedores reinarán como reyes con el Señor Jesús durante mil años. La “resurrección de juicio”, se refiere a la resurrección de los incrédulos, la cual tendrá lugar después del milenio (Ap. 20:5, 12). Todos los incrédulos que hayan muerto serán resucitados después del milenio y serán juzgados ante el gran trono blanco (v. 11-15). Por consiguiente, esta resurrección es llamada la resurrección de juicio. Nosotros

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los creyentes disfrutaremos y participaremos de la resurrección de vida, pero los incrédulos sufrirán el juicio de la perdición eterna en la resurrección de juicio.

IV. EL TESTIMONIO CUÁDRUPLE DEL HIJO

En Juan 5:31-47 tenemos el testimonio cuádruple del Hijo: el testimonio de Juan el Bautista (vs. 32-35), el de la obra del Hijo (v. 36), el del Padre (vs. 37-38), y el de las Escrituras (vs. 39-47). Es posible tener estos cuatro testimonios y no tener a Cristo mismo. Por un tiempo, los judíos estuvieron gozosos respecto a Juan el Bautista, pero no entendieron que él era solamente un testigo de Cristo. El testimonio de Juan el Bautista tenía como fin guiarlos a Cristo. Los judíos también vieron las obras de Cristo, pero no quisieron acercarse a Él. Ellos contemplaron Sus señales, Sus milagros y Sus maravillas, pero no quisieron entender quién era el Señor, ni quisieron acudir a Él. El Padre dio testimonio del Hijo, pero no tenían Su palabra morando en ellos, porque no creían al Hijo que Él envió. Incluso escudriñaban las Escrituras, las cuales daban testimonio de Él, pero no acudieron a Él para recibir la vida eterna.

“Escudriñáis las Escrituras” puede estar separado de “venir a Mí”. Los religiosos judíos escudriñaban las Escrituras, pero no estaban dispuestos a venir al Señor. Estas dos cosas deben ir juntas. Puesto que las Escrituras dan testimonio del Señor, no deben estar separadas de Él mismo. Es posible tener contacto con las Escrituras sin tener contacto con el Señor. Sólo el Señor puede dar vida. Nunca debemos separar las Escrituras del Señor. Siempre que escudriñemos la Palabra, debemos acercarnos al Señor mismo. Debemos considerar el escudriñar la Palabra y el tocar al Señor una sola actividad. Siempre que estudiemos la Biblia, debemos abrirle nuestro espíritu al Señor. Mientras nuestros ojos leen las palabras, y nuestra mente las entiende, nuestro espíritu debe ejercitarse para tener contacto con el Señor por medio de las Escrituras. Entonces no sólo tendremos el entendimiento mental acerca de las letras impresas, sino que también tendremos la vida en nuestro espíritu.

Todas las señales, manifestaciones y dones, son simplemente testimonios por medio de los cuales podemos tener contacto con Cristo. El problema hoy en día consiste en que la gente tiene los testimonios, pero no tiene contacto con el Señor. Es posible tener las señales, las manifestaciones, los dones, y el conocimiento de las Escrituras, sin establecer contacto con el Señor personalmente. Sólo el Señor nos dará vida. No son las señales, los dones, ni aun las Escrituras, sino el Señor mismo quien nos vivificará y nos impartirá la vida.

Una vez más quiero subrayar el punto de que el apóstol Juan presenta todos estos casos para indicar la verdadera condición del hombre y para revelar a Cristo como nuestro

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suministro de vida. En el primer caso, éramos personas buenas; en el segundo, éramos personas pecaminosas; en el tercero, personas moribundas; y en el cuarto, personas impotentes. En el primer caso, el Señor es la vida que nos regenera; en el segundo, la vida que nos satisface; en el tercero, la vida que nos sana; y en el cuarto, la vida que nos vivifica. Al entender estos cuatro casos, podemos comprender dónde estamos y quiénes somos; y podemos saber dónde está el Señor y quién es Él. Entonces sabremos lo que necesitamos y lo que el Señor nos suministrará.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE QUINCE

LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO:SER ALIMENTADO POR LA VIDA

(1)

El Evangelio de Juan es un libro de cuadros descriptivos. Trata de la vida divina y de sus funciones. Tanto la vida divina como sus funciones son espirituales. Ya que es muy difícil describirlas usando el lenguaje humano, el apóstol Juan recibió sabiduría, de parte del Señor, para escribir su evangelio con palabras sencillas, pero, debido a que las palabras simples no son del todo adecuadas, también usó cuadros y figuras. En cierto sentido, cada caso es un cuadro descriptivo. En el capítulo 5 vimos un cuadro vívido de la vivificación del hombre imposibilitado. En el capítulo 6 tenemos otro cuadro, el cual nos muestra la necesidad del hambriento y la alimentación provista por la vida.

I. EL MUNDO HAMBRIENTO,Y EL CRISTO QUE ALIMENTA

Los versículos del 1 al 15 del capítulo 6 de Juan revelan el mundo hambriento y al Cristo que provee el alimento.

A. Un contraste con el caso anterior del capítulo 5

El caso del capítulo 6 nos presenta un escenario que nos revela donde estamos en lo que respecta a nuestra condición. Este caso está en contraste con el del capítulo 5. El escenario del capítulo 5 es la ciudad santa, pero el escenario del capítulo 6 es el desierto. En el escenario de aquel caso se encuentra un estanque, y en éste, un mar. Las personas de aquel caso están relacionadas con el estanque, y las de este caso, con el mar. El estanque está relacionado con la sanidad ofrecida por la religión, mientras que el mar está relacionado con el vivir del hombre. La persona involucrada en el cuarto caso

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estaba muy débil y necesitaba sanidad y vivificación, pero las personas del quinto caso tenían hambre y necesitaban alimento y satisfacción. El estanque es sagrado, por ser parte de la religión judía; el mar es secular y pertenece a la sociedad humana. La persona que estaba junto al estanque era impotente, necesitaba la vivificación de la vida, y esperaba sanidad. Pero las personas de este caso tienen hambre, necesitan que la vida las alimente, y buscan nutrición.

B. El mar significa el mundocorrompido por Satanás

En tipología, la tierra representa el planeta que Dios creó para que el hombre viviera en él, y el mar representa el mundo, el cual fue corrompido por Satanás y en el cual vive la humanidad caída. En este mundo el hombre está hambriento y no tiene satisfacción. En este mundo el hombre está turbado y no tiene paz. El escenario de este capítulo presenta a toda la humanidad viviendo en el mundo corrompido por Satanás. Ellos no viven en la tierra que Dios creó. En el mundo corrompido por Satanás no hay verdadera satisfacción; siempre hay hambre. Tampoco hay paz, puesto que el viento y las olas siempre se hallan presentes en el mar para turbar al hombre.

C. El monte significa una posición trascendente

En tipología, un monte indica una posición que trasciende la tierra y el mar. Moisés fue llevado a un monte a fin de recibir la revelación de Dios (Éx. 24:12). El Señor Jesús fue a la cima de un monte donde se transfiguró (Mt. 17:1-2). El apóstol Juan también fue llevado a la posición trascendente de un monte cuando vio la visión eterna con respecto a la Nueva Jerusalén (Ap. 21:10). Así que, en este cuadro, el mar está en un nivel bajo, y el monte en una posición trascendente. El mar significa el mundo corrompido por Satanás, y la montaña representa la posición alta y trascendente donde está Cristo y donde nosotros debemos estar con Él. El Señor no alimentó al pueblo junto al mar, sino que llevó la multitud a la cima de una montaña. Si usted desea ser alimentado por Cristo y ser satisfecho con Él, debe ir con Él a un lugar alto. Ser satisfechos con Cristo depende de que seamos llevados al monte y alimentados allí con Él. La montaña está sobre el mundo que Satanás corrompió y sobre la tierra que Dios creó. Ni el mar ni la tierra son lugares adecuados para que nos alimentemos de Cristo. Si queremos alimentarnos de Él, debemos trascender sobre el mundo corrompido por Satanás y sobre la tierra creada por Dios. Si queremos disfrutar de Su alimento, debemos estar en el monte con Él.

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D. La Pascua representa a Cristocomo el Cordero redentor de Dios

La Pascua, mencionada en el versículo 4, representa a Cristo como el Cordero de Dios, que derramó Su sangre para redimirnos y dio Su carne para alimentarnos (1 Co. 5:7). En la Pascua, el pueblo inmolaba el cordero redentor, rociaba la sangre y comía su carne (Éx. 12:3-11). Esto tipifica a Cristo como nuestra Pascua. Él es el Cordero redentor de Dios, inmolado por nosotros para que comamos Su carne y bebamos Su sangre, recibiéndole así como nuestro suministro de vida, a fin de que vivamos por Él.

En Génesis 2:9, el árbol de la vida tipifica a Cristo. El árbol de la vida, que pertenece a la vida vegetal, sirve para producir y generar, pero no tiene sangre para redimir. En el tiempo de Génesis 2, el hombre todavía no se había involucrado con el pecado, de manera que no tenía necesidad de redención. No obstante, en Génesis 3 el hombre cayó. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios se presentó para resolver esa caída, inmolando corderos en sacrificio para redimir a Adán y a Eva, y para hacerles túnicas de pieles a fin de cubrir su desnudez (v. 21). Por lo tanto, la vida vegetal en sí ya no era adecuada para el hombre caído; se necesitaba la vida animal. El hombre necesita la vida no sólo para alimentarse, sino también para ser redimido. Así que, en el capítulo 6 de Juan tenemos primeramente los panes de cebada, que pertenecen a la vida vegetal, y que sirven para alimentar. Como veremos, puesto que el hombre está caído y necesita tanto redención como alimentación, el Señor Jesús cambió el pan por carne (v. 51b). El pan es hecho de cebada, mientras que la carne contiene sangre. El pan de cebada procede de la vida vegetal, pero la carne con la sangre pertenece al reino animal. Posteriormente, en Juan 6 se muestra a Cristo no sólo como el árbol de la vida, representado por el pan, sino también como el Cordero de Dios, representado por la carne y la sangre. En el Cordero de Dios encontramos dos elementos: la sangre para la redención, y la carne para la alimentación. En la Pascua, el pueblo untaba la sangre y comía la carne. Lo mismo ocurre con nosotros hoy en día. Aceptamos a Cristo en el aspecto de la redención así como en el de la alimentación. Él es tanto la vida vegetal como la vida animal; la vida que alimenta y la vida que redime.

E. Los cinco panes de cebada representanel aspecto generador de la vida de Cristo

Los panes proceden de la vida vegetal y representan el aspecto generador de la vida de Cristo. Como la vida que genera, Cristo crece en la tierra creada por Dios. A fin de regenerarnos, Él creció en la tierra creada por Dios para reproducirse.

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1. La cebada representa al Cristo resucitado

La cebada representa al Cristo resucitado. Según las Escrituras, la cebada representa las primicias de la resurrección. El Señor dijo a Su pueblo en Levítico 23 que ofreciera las primicias de su cosecha cada año. En Palestina la cebada es el grano que madura más temprano y es lo que primero se cosecha. Por lo tanto, ésta tipifica al Cristo resucitado(v. 10). Por eso, los panes de cebada representan al Cristo resucitado quien es nuestro suministro de vida. Como las primicias, Él puede ser nuestro pan de vida. Así que, los panes de cebada representan a Cristo en resurrección como nuestro alimento. El Cristo que alimenta es el Cristo resucitado.

Quizás alguien pregunte cómo pudo haber resucitado Cristo en Juan 6, cuando aún no había sido crucificado. Aun antes de Su crucifixión, Cristo ya era la resurrección. En Juan 11:25 Él dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”. No dijo: “Yo seré la resurrección”, porque ya era la resurrección. Cuando el Señor le dijo a Marta que su hermano se levantaría de nuevo, ella, según su escasa comprensión de la Escritura, pospuso la resurrección por dos mil años, hasta la era venidera. Cuando ella hizo esto, parece como si el Señor hubiera dicho: “Yo soy la resurrección ahora. En Mí no existe el tiempo, pues Yo Soy el Eterno. El pasado, el presente y el futuro son lo mismo para Mí”. La palabra eterno significa algo que no tiene el factor de tiempo. Él es el Cristo resucitado, antes y después de Su crucifixión. Es el Cristo resucitado quien puede ser vida para nosotros y pan para alimentarnos. Estamos alimentándonos del Cristo resucitado.

2. El número cinco significa responsabilidad

El número cinco significa responsabilidad, e indica que Cristo tiene la responsabilidad de alimentarnos. El número cinco está formado de cuatro más uno. El número cuatro representa a las criaturas (Ap. 4:6), y el número uno representa al Creador (1 Co. 8:6). El Creador y las criaturas juntos llevan la responsabilidad. El número cinco no está compuesto de tres más dos, sino de cuatro más uno. Mire su mano y verá que está formada de cuatro dedos y un pulgar. Sería muy inconveniente si su mano tuviera tres dedos y dos pulgares. Cuatro dedos y un pulgar capacitan a la mano para hacer muchas cosas. Los cinco panes de cebada significan que el Señor como el Creador (uno) más las criaturas (cuatro) llevan la responsabilidad de alimentarnos. El Cristo resucitado, en Su humanidad, asume esta responsabilidad.

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F. Los dos pececillos representanel aspecto redentor de la vida de Cristo

Los dos pececillos pertenecen a la vida animal y representan el aspecto redentor de la vida de Cristo. Como la vida redentora, Él vive en el mar, el mundo corrompido por Satanás. La cebada proviene del suelo, que representa la tierra creada por Dios, mientras que los peces son del mar, que representa el mundo corrompido por Satanás. El Señor Jesús no vino sólo a la tierra creada por Dios, sino también al mundo corrompido por Satanás. Si Él solamente hubiera venido a la tierra creada por Dios, sólo habría sido representado por los panes de cebada. Pero debido a que vino también al mundo corrompido por Satanás, también fue representado por los dos pececillos. Él no tenía nada que ver con el mundo corrompido. Al igual que los peces que viven en el agua salada y no son salados, así el Señor vivió en el mundo corrompido por Satanás, pero no fue corrompido por él. Él es como los peces que pueden vivir en el ambiente salado del mar sin ser salados por éste. A fin de redimirnos, Él vivió en el mundo satánico y pecaminoso. No obstante, no tuvo pecado y no fue afectado por el mundo pecaminoso. Cristo, como la vida generadora, vivió como hombre en la tierra creada por Dios. Como la vida redentora, Él vivió en el mundo corrompido por Satanás, sin ser afectado por su corrupción.

El número dos significa testimonio (Ap. 11:3). Los dos peces son un testimonio de que Cristo eficazmente asume la responsabilidad de alimentarnos.

Hemos visto que la cebada, la cual pertenece a la vida vegetal, representa la vida generadora y que los peces, que pertenecen a la vida animal, representan la vida redentora. Ahora debemos preguntarnos: Si la raza humana nunca hubiera caído, ¿aun así habríamos necesitado a Cristo como la vida regeneradora? Sí. Antes de que Adán cayera, Dios lo puso delante del árbol de la vida. El árbol de la vida no tiene nada que ver con el pecado. Por lo tanto, el hombre debe tomar a Dios como su vida al comer del árbol de la vida. Juan 12:24 declara que el Señor fue el grano de trigo que cayó en la tierra y murió, después de lo cual fue levantado para reproducirse en muchos granos. Esto tampoco tuvo nada que ver con el pecado, porque según las Escrituras, el fin de la vida vegetal es producir o dar mucho fruto. El grano de trigo produce muchos otros granos. De manera que éste representa la vida generadora.

Como hemos visto, antes de que el hombre cayera, comía sólo de la vida vegetal (Gn. 1:29), pero después que cayó, también comió de la vida animal (9:3). Antes de la caída no era necesario el derramamiento de sangre. Pero después de que el hombre cayó, le hacía falta la vida animal, porque la redención requiere el derramamiento de sangre. La

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vida vegetal era suficiente para el hombre antes de que éste pecara, pero después de que éste había pecado, la vida animal llegó a ser necesaria.

Las ofrendas del Antiguo Testamento siempre incluían tanto la vida vegetal como la vida animal. Por ejemplo, la Pascua tenía el cordero inmolado, el cual representa la vida animal, y los panes sin levadura, que representan la vida vegetal. Estos dos diferentes tipos de vida son necesarios para satisfacer nuestra necesidad. También las ofrendas de carne de Levítico eran acompañadas por la ofrenda de flor de harina. Las ofrendas de flor de harina eran hechas de harina fina, aceite vegetal y olíbano, los cuales son productos de la vida vegetal. En Levítico, las ofrendas de flor de harina nunca podían ser aceptadas sin las ofrendas de carne. Esto fue exactamente lo que hizo Caín. Él ofreció solamente vegetales a Dios, por lo que fue rechazado; mientras que su hermano Abel ofreció el sacrificio de un animal cuya sangre había sido derramada, de manera que fue aceptado (Gn. 4:3-5).

Nosotros necesitamos que el Señor Jesús sea tanto nuestra vida generadora como nuestra vida redentora. Cuando Él murió en la cruz, dos elementos salieron de Él: la sangre que nos redime y el agua que nos genera (Jn. 19:34). Su sangre derramada nos trajo la redención, y el agua que salió de Su costado herido, nos impartió Su vida. Los cinco panes de cebada estaban acompañados por los dos peces. Es imposible que la cebada derrame sangre; por lo tanto, nunca podría redimirnos. Los dos peces representan la vida animal, la cual es para la redención. El Señor está representado tanto por los panes de cebada como por los peces, porque Él es la vida vegetal que nos genera, y la vida animal que nos redime.

G. Los panes y los peces indican la pequeñez de Cristo

para ser nuestro suministro de vida

Es interesante notar que los cinco panes de cebada y los dos pececillos fueron ofrecidos por un niño pequeño y no por un gran hombre. Esto es muy significativo, ya que el Señor desea indicarnos que Él es nuestra vida, no como alguien grande, sino como una persona pequeña. Tanto los panes de cebada como los peces son cosas pequeñas, lo cual indica que Cristo es pequeño y que puede, por ende, ser nuestro suministro. Los que buscaban milagros lo consideraban el profeta prometido (Jn. 6:14; Dt. 18:15, 18), y lo querían hacer rey por fuerza (Jn. 6:15), pero Él no estaba interesado en ser un gigante en la religión; más bien, Él prefería ser los pequeños panes y peces, para que la gente pudiera comerle. Todo esto revela lo pequeño que es Cristo. Él es suficientemente pequeño como para que le comamos. Todo lo que comemos debe ser considerablemente más pequeño que nosotros. Nosotros somos mucho más grandes que el pan y el pescado

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que comemos. No podríamos comer algo que es más grande que nosotros, porque si lo fuera, podría comernos a nosotros. Todo lo que comemos es aun más pequeño que nuestra boca. Si es más grande que nuestra boca, primero debemos cortarlo en pedazos. En este pasaje, un niño pequeño trajo cinco pequeños panes y dos pececillos, lo cual significa que la pequeñez del Señor Jesús es muy preciosa para nosotros.

La mayoría de los creyentes siempre pensamos que el Señor es alguien grande. Pero en Juan 6 el Señor Jesús no desea ser grande. Desea permanecer lo suficientemente pequeño para que le podamos comer. Hay un himno que dice: “¡Cuán grande es Él!”, pero nosotros tenemos un himno más dulce que alaba al Señor por Su pequeñez. Si el Señor fuera alguien grande, nunca podríamos tocarlo. ¡Alabado sea el Señor porque Él se hizo muy pequeño! Quizá usted ha sido creyente por muchos años, pero no ha comprendido cuán pequeño es el Señor. Creer que el Señor es un gran profeta es solamente un pensamiento religioso. Si el Señor hubiera venido sólo como un gran profeta, y hubiera sido entronizado como un rey, nunca podría haber sido un pequeño pedazo de pan. No podría haber sido nuestro alimento para suplirnos. Para que Él pudiera ser nuestro alimento, primero tenía que hacerse pequeño. Por esto, Él fue simbolizado por cinco pequeños panes de cebada y por dos pequeños peces, traídos por un pequeño niño. Tenemos que dejarnos impresionar de lo pequeño que es el Señor, así como de lo grande que es. Él incluso nació en un pequeño pesebre, creció en un pueblo insignificante, y fue criado en una familia humilde. No vino para ser un gran personaje religioso, sino un pequeño nazareno, que no tuvo nada que ver con la grandeza. ¡Oh, cuán pequeño es Él!

¿Es usted mayor o menor que un pedazo de pan? Usted debe admitir, por supuesto, que un pedazo de pan es más pequeño. Ya que el Señor vino a usted como un pedazo de pan de vida, usted debe decirle: “Señor, te alabo porque eres más pequeño de lo que yo soy. Ahora puedes ser mi alimento. Si fueras más grande que yo, nunca podrías ser mi alimento”. Por lo que a la grandeza del Señor se refiere, nadie es más grande que Él, pero también nos debe impresionar el hecho de que, en cuanto a Su pequeñez, nadie es tan pequeño como el Señor. Él es el pan, lo suficientemente pequeño para que le podamos comer.

En Mateo 15 vemos que el Señor no sólo vino a ser los panes, sino también las migajas, que son pequeños fragmentos de pan. Muchos de nosotros no calificamos para tomarle como los panes. Sin embargo, ciertamente estamos calificados para tomarle como las migajas. ¿Recuerda usted lo que la mujer de Canaán dijo al Señor cuando le pidió ayuda, y Él le contestó: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”? Ella dijo: “Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v. 27). La mujer cananita no se ofendió por las duras palabras del Señor ni por el

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hecho de que se refiriera a ella como a un perrillo. Es como si ella dijera: “Sí, Señor, yo soy un perrillo gentil, pero aun los perrillos gentiles tienen su porción. La porción de los hijos está sobre la mesa, y la de los perrillos está debajo de la mesa. Señor, debes darte cuenta de que ahora no estás sobre la mesa, sino debajo de ella porque los hijos traviesos te han desechado. Ahora que te encuentras debajo de la mesa, puedes ser mi porción”. El Señor admiró su fe. Todos debemos disfrutar al Señor de esta manera tan humilde. No espere ir al cielo para disfrutarle. Obténgalo debajo de la mesa, donde Él se encuentra ahora. ¡Alabado sea el Señor porque en la tierra, Él es tan pequeño y disponible a nosotros! Él está disponible en todo momento conforme a nuestro apetito. Él puede satisfacer aun el apetito más grande. Y el excedente siempre es más de lo que podemos comer.

H. Las doce cestas representan las rebosantes riquezas del suministro de vida de Cristo

Este capítulo no sólo revela lo pequeño que es el Señor, sino también Su riqueza. Tan sólo cinco panes son lo suficientemente ricos para alimentar a cinco mil personas. Las doce cestas de pedazos representan las rebosantes riquezas del suministro de vida de Cristo, las cuales alimentaron a las personas mil por uno. El hecho de que cinco panes alimentaran a cinco mil personas significa que las alimentaron mil veces. Según las Escrituras, el número mil representa una unidad completa. Por ejemplo, mejor es un día en los atrios del Señor que mil fuera de ellos (Sal. 84:10). Mil es una unidad completa. Por lo tanto, cinco panes pueden saciar a cinco mil personas. Esto revela cuán rico e ilimitado es el Señor. La multitud pudo comer cuanto deseó, porque la provisión era ilimitada. Aun dos pececillos fueron suficientes para todos.

Hubo un excedente de doce cestas llenas de pedazos de pan. ¿Por qué no fueron cinco, ocho u once cestas de excedente? Porque el número doce significa plenitud y perfección eterna, lo cual quiere decir que aún los pedazos son eternamente plenos y completos. Incluso un Cristo pequeño y fragmentado está lleno de una riqueza inagotable. Él es tan pequeño y, sin embargo, tan ilimitado. ¿Ha comparado usted alguna vez Su pequeñez con Su inmensidad? Él es el pequeño nazareno; no obstante, ha estado alimentando a todas las generaciones, y nunca ha disminuido. Antes de la alimentación de los cinco mil, había cinco panes y dos peces; pero después de la alimentación, quedaron doce cestas de sobrantes. Por lo tanto, después de la alimentación de los cinco mil, hubo más en excedente de lo que había al principio. Esto describe la riqueza de Cristo, porque siempre hay un excedente después de que la multitud ha sido alimentada.

Durante veinte siglos Cristo ha estado alimentando a miles y miles de personas. Hoy, Él sigue siendo igual de rico, porque siguen sobrando doce cestas llenas. Necesitamos la

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revelación de la riqueza que contiene la pequeñez de Cristo. En forma, Él es los cinco panes y los dos pececillos, no obstante, miles y miles de personas han estado alimentándose de Él durante siglos; y todavía Él está aquí. Nunca puede disminuir ni agotarse. ¡Oh, cuánto debemos adorarle por Su forma pequeña y por Su riqueza ilimitada!

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DIECISÉIS

LA NECESIDAD DEL HAMBRIENTO:SER ALIMENTADO POR LA VIDA

(2)

II. EL MUNDO TURBADO Y EL CRISTO QUE DA PAZ

Vivimos en un mundo de aflicciones. Este mundo está lleno de problemas. La vida familiar, la vida escolar, y cualquier clase de ocupación, están llenas de problemas. ¿Quién tiene paz? ¿El presidente? ¿Los senadores? ¿Los miembros del congreso? Nadie tiene paz. No importa quiénes seamos, enfrentamos problemas. Todos tenemos dificultades. No se jacte de que su matrimonio es el mejor. No creo que ningún matrimonio sea absolutamente bueno; cada matrimonio tiene al menos alguna deficiencia. Por el arreglo soberano de Dios todos debemos casarnos, no hay escapatoria, pero todo el que se casa se encuentra en apuros.

Cristo viene a este mundo turbado como el Cristo que da paz (Jn. 6:16-21). Juan 6 no sólo describe al mundo hambriento, sino también al mundo de aflicciones. Él es el Cristo que alimenta al mundo hambriento y da paz al mundo turbado. El mundo puede turbar a cualquier persona, pero nunca molestará al Señor.

A. El mar agitado y el fuerte viento representan los problemas de la vida humana

El mar agitado y el viento fuerte representan los problemas de la vida humana. Bajo el mar están los demonios, y en el aire se encuentran los espíritus malignos. Es por eso que tenemos problemas. ¿Cómo podemos esperar tener un día tranquilo? Estamos en el lugar incorrecto para eso.

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B. El hecho de que Jesús caminara sobre el mar significa que Él está por encima

de todos los problemas humanos

El Señor Jesús caminó sobre el mar (6:19), lo cual significa que el Señor está por encima de todos los problemas de la vida humana. Él puede andar sobre todas las olas producidas por los problemas de la vida humana, y toda disturbio está bajo Sus pies. Cristo caminó sobre las olas. Parecía que mientras más las olas se levantaban, más Él disfrutaba caminar sobre ellas. Las olas aterrorizaron a Sus discípulos, pero Él las pisaba. Es como si dijera: “Demonios, por favor, levanten olas más grandes, para que yo disfrute más. Yo puedo caminar encima de sus olas”. Este es el Cristo que da paz.

Cuando los discípulos lo recibieron en la barca, enseguida ésta llegó a la tierra adonde iban (v. 21). ¿Desea usted tener una vida de paz? Si es así, entonces debe recibir a Jesús en su “barca”. Su barca puede ser su matrimonio, su familia, o sus negocios. Cuando Él entre a su “barca”, usted disfrutará de la paz con Él en la jornada de la vida humana. Si usted recibe a Cristo en su matrimonio, éste tendrá paz. Si lo acepta en su familia, ésta tendrá paz. Y si lo acepta en su trabajo, también en su trabajo experimentará la paz. Sin Cristo, el mundo está hambriento. Sin Él, el mundo está turbado. Pero con Él, tenemos satisfacción y paz. Él es el Cristo que alimenta y que da paz. ¡Alabado sea el Señor!

III. EL PAN DE VIDA

A. Los que buscan la comida perecedera

En los versículos del 22 al 31 encontramos a los que buscan la comida perecedera. Ellos estaban en busca de satisfacción. No importa el tipo de alimento que la gente busque, todos están en busca de satisfacción. Esas personas trataban de hacer algo por Dios y de servirle. Ellos también estaban en busca de señales y milagros. El concepto del hombre caído con respecto a Dios siempre ha consistido en que debe hacer algo para Dios y trabajar para Él. Este es el principio del árbol del conocimiento del bien y del mal que se encuentra en Génesis 2. Pero el concepto del Señor Jesús con respecto a la relación que el hombre debe tener con Dios, consiste en que éste debe creer en Dios, esto es, recibirle como vida y como suministro de vida. Este es el principio del árbol de la vida que se halla en Génesis 2. La respuesta para los que buscan la comida que perece es que deben recibir al Señor, al creer en Él (Jn. 6:29).

B. La comida que permanece para vida eterna

En los versículos del 32 al 71 encontramos la comida que permanece para vida eterna. Si leemos esta porción cuidadosamente, veremos que el Señor se encarnó, fue crucificado,

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resucitó a fin de morar en nosotros, ascendió, y vemos que llegó a ser el Espíritu vivificante, que finalmente se corporifica en Su palabra viviente. Consideremos cada uno de estos aspectos.

1. Por Su encarnación viene al hombrecon el fin de darle vida

Los versículos del 35 al 51 revelan que el Señor vino al hombre por medio de Su encarnación con el fin de darle vida. Pero, ¿de qué manera podemos tomar al Señor como alimento, como el pan de vida? Este capítulo nos revela figurativamente la manera de hacerlo, aunque lamentablemente, por muchas generaciones la gente la ha pasado por alto. Primeramente el Señor dijo que Él “descendió del cielo” (6:33, 38, 41, 42, 50, 51, 58). ¿De qué manera descendió del cielo? Por medio de la encarnación. Él se hizo hombre, al participar de carne y de sangre (He. 2:14). Él vino en carne, y vino como hombre. El diablo y los espíritus malignos odian esta verdad. La única manera de comprobar si una persona tiene un espíritu maligno, es pedirle al demonio o al espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne (1 Jn. 4:2). La encarnación es el primer paso que el Señor dio a fin de ser nuestra vida.

El versículo 35 dice: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás”. El pan de vida es el suministro de vida en forma de alimento, o sea, como el árbol de la vida (Gn. 2:9), el cual también es el suministro de vida que es “bueno para comer”. El que acude al Señor nunca tendrá hambre, y el que cree en Él nunca tendrá sed. Según el principio establecido en el capítulo 2, esto también es convertir la muerte en vida. La muerte es la fuente del árbol del conocimiento y la vida es la fuente del árbol de la vida.

El versículo 46 dice: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre”. La preposición griega traducida “de”, significa “al lado de”. El sentido aquí es “de con”. El Señor no sólo viene de Dios, sino también está con Dios. Por un lado, Él procede de Dios, y por otro, todavía está con Dios (8:16b, 29; 16:32b).

En el versículo 47 el Señor dice: “De cierto, de cierto os digo: Él que cree, tiene vida eterna”. Creer en el Señor no es lo mismo que creerle (v. 30). Creerle es creer que Él es verdadero y real, pero creer en Él significa recibirle y ser unido a Él como una sola entidad. La vida eterna mencionada en este versículo es la vida divina, la vida increada de Dios, la cual no es sólo eterna en cuanto al tiempo, sino que también es eterna y divina en naturaleza.

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2. Inmolado para que el hombre pudiera comerle

La muerte del Señor fue el segundo paso que Él dio para hacerse disponible, a fin de que pudiéramos participar de Él como nuestro alimento. Él murió por nosotros, no de una manera ordinaria, sino de una forma extraordinaria. Él fue inmolado en la cruz. Esta muerte separó Su sangre de Su carne. Si usted fuera un judío que vivió durante aquel tiempo, habría estado muy familiarizado con esto. En una ocasión leí un artículo que describía la forma en que los judíos sacrificaban al cordero durante la Pascua. El artículodecía que los judíos ponían al cordero en una cruz. Por supuesto, todos sabemos que el Imperio Romano utilizó la pena de muerte por medio de la cruz para ejecutar a los criminales; pero los judíos usaron este método mucho antes que el Imperio Romano para sacrificar al cordero pascual. Ellos tomaban dos piezas de madera y formaban una cruz. Ataban las dos patas del cordero al poste de la cruz y fijaban las patas delanteras extendidas, atándolas al travesaño. Luego mataban al cordero de manera que toda su sangre fuera derramada. Ellos necesitaban toda la sangre para rociarla en los dinteles de sus puertas; por lo tanto, la sangre era separada completamente de su carne.

El Señor murió de la misma manera. De hecho, Su muerte ocurrió en el tiempo de la Pascua. Vimos que Juan 6 se ubica en el contexto de la Pascua judía. Así que, la mente del pueblo estaba ocupada con los pensamientos acerca de la Pascua. Tomando esto como trasfondo, el Señor les dijo que ellos debían comer Su carne y beber Su sangre. En lugar de tomar la sangre del cordero de la Pascua y comer su carne, ahora ellos debían comprender que el Señor era el verdadero Cordero pascual de Dios. Todos los corderos pascuales que ellos habían tenido anteriormente tipificaban a Cristo. Ahora Él era el verdadero Cordero quien sería sacrificado por ellos. Su sangre sería derramada por sus pecados, y Su carne sería comida para ser su verdadera vida. Por un lado, Su sangre los redimiría de sus pecados; por otro, Su carne les suministraría vida.

Los judíos no comprendieron esto, y no pusieron atención al hecho de que el Señor era el Cordero de Dios. Sin embargo, hoy sabemos que el Señor es el Cordero de Dios que murió por nosotros, derramó Su sangre para la redención de nuestros pecados, y ofreció Su carne para que la comiéramos como nuestra vida. Por fe tomamos Su sangre, y por fe comemos Su carne. Luego le obtenemos como nuestra vida.

El Señor tuvo que ser inmolado para que el hombre pudiera comerle. Pero, nada se puede comer a menos que primero sea muerto. Así que, la cocina es un lugar de matanza. Por ejemplo, es imposible que comamos una vaca o un pollo vivos. Primero tenemos que matarlos. Hasta una cebolla debe primero morir para que podamos comerla. Si no muere por el cuchillo, muere por nuestros dientes. De la misma manera, el Señor tuvo que ser inmolado por nosotros para que le comamos.

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En el versículo 51b el Señor dice: “Y el pan que Yo daré es Mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo”. Aquí el pan viene a ser la carne. Vimos que el pan pertenece a la vida vegetal, y sólo sirve como alimento; la carne pertenece a la vida animal, y no solamente alimenta, sino que también redime. Antes de la caída del hombre, el Señor era el árbol de la vida (Gn. 2:9), cuyo único fin era alimentar al hombre. Después de que el hombre cayó en el pecado, el Señor llegó a ser el Cordero (Jn. 1:29), cuyo fin no es solamente alimentar al hombre, sino también redimirlo (Éx. 12:4, 7-8). El Señor dio Su cuerpo, es decir, Su carne, muriendo por nosotros para que tuviéramos vida. La sangre es añadida en el versículo 53, donde el Señor dice: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Aquí la sangre es añadida porque es necesaria para la redención (Jn. 19:34; He. 9:22; Mt. 26:28; 1 P. 1:18-19; Ro. 3:25).

En el versículo 54 el Señor dice: “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero”. Aquí la carne y la sangre son mencionadas separadamente. La separación de la carne y la sangre indica muerte. Aquí el Señor dio a entender claramente que moriría, o sea que sería inmolado. Él dio Su cuerpo y derramó Su sangre por nosotros para que tuviéramos vida eterna. Comer Su carne es recibir por fe todo lo que Él hizo al dar Su cuerpo por nosotros; y beber Su sangre es recibir por fe todo lo que Él logró al derramar Su sangre por nosotros. Comer Su carne y beber Su sangre es recibirle, en Su redención, como vida y como el suministro de vida, creyendo en lo que Él hizo por nosotros en la cruz. Al comparar este versículo con el versículo 47, vemos que comer la carne del Señor y beber Su sangre equivale a creer en Él, porque creer es recibir (1:12).

3. Resucita para morar en los creyentes

Vimos que la encarnación es el primer paso y que la crucifixión es el segundo. La resurrección es el tercer paso por medio del cual el Señor se hizo disponible a nosotros como nuestra vida. Algunas veces en Juan 6 el Señor menciona los términos vida y vivo. Por una parte, Él dijo que era el pan de vida; por otra, dijo que era el pan vivo (vs. 35, 51). ¿Entiende usted la diferencia entre el pan de vida y el pan vivo? Tal vez piense que las dos expresiones significan lo mismo. Sin embargo, la forma correcta de estudiar la Palabra es investigar ambas expresiones, y determinar la razón de la diferencia entre ellas. El pan de vida se refiere a la naturaleza del pan, la cual es vida; el pan vivo se refiere a la condición del pan, el cual está vivo. Él es el pan vivo. Aunque Él fue crucificado e inmolado, Él todavía está vivo. Sólo Él es el que vive en resurrección. El versículo 56 indica la resurrección: “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, en Mí permanece, y Yo en él”. Esto indica que el Señor tenía que resucitar para poder morar en nosotros como nuestra vida y como nuestro suministro de vida. Él no podía morar en

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nosotros antes de Su resurrección. Así que, el versículo 56 indica que Él resucitaría y llegaría a ser el Espíritu que mora en los creyentes.

En el versículo 57 el Señor dice: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Comer es ingerir el alimento para que sea asimilado en nuestro cuerpo en forma orgánica. Por lo tanto, comer al Señor Jesús es recibirle para que Él sea asimilado en vida por el nuevo hombre que ha sido regenerado. Luego vivimos por Aquel que hemos recibido. Por medio de esto el Señor Jesús vive en nosotros como Aquel que resucitó (14:19-20). En principio, esto también es convertir la muerte en vida.

4. Asciende

La ascensión ocurrió después de la resurrección. El versículo 62 hace referencia a la ascensión del Señor. El Señor respondió a Sus discípulos, quienes estaban murmurando acerca de Sus palabras, diciendo: “¿Pues qué, si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?”. Aquí en este versículo Su ascensión es claramente mencionada. La ascensión comprueba que Su obra de redención fue completada (He. 1:3). El Señor ascendió al Padre, y el Padre lo aceptó. Eso fue una prueba de que Su obra en la cruz por nuestra redención fue aceptable al Padre. Por lo tanto, el Señor se sentó a la diestra del Padre. Su obra en la cruz satisfizo a Dios el Padre.

5. Se hace el Espíritu vivificante

El versículo 63 dice: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Aquí se presenta el Espíritu que da vida. Después de la resurrección y mediante ésta, el Señor Jesús, quien se había hecho carne (1:14), llegó a ser el Espíritu vivificante, según se expresa claramente en 1 Corintios 15:45. Es como Espíritu vivificante que Él puede ser nuestra vida y nuestro suministro de vida. Cuando le recibimos como el Salvador crucificado y resucitado, el Espíritu que da vida entra en nosotros para impartirnos vida eterna.

Muchas personas entienden mal el versículo 63, pensando que la carne representa la humanidad con su naturaleza humana. Pero, según el contexto, la carne aquí se refiere a la carne del cuerpo físico, igual que en los versículos anteriores donde el Señor dijo que Su carne es comestible. Los judíos no pudieron entender cómo Él les podría dar Su carne para que la comieran. Pensaron que Él les daría a comer la carne de Su cuerpo físico (v. 52). No entendieron correctamente la palabra del Señor. Para ellos fue una palabra muy dura (v. 60). Aquí el Señor les aclara que el Espíritu es el que da vida, y que la carne para nada aprovecha. En otras palabras, el Señor les dijo que se haría el

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Espíritu. No estaría literalmente en la carne, sino transfigurado de la carne al Espíritu. Así que en el versículo 63, el Señor explicó que lo que Él les daría a comer no era la carne de Su cuerpo físico, pues ésta para nada aprovecha. Lo que les daría eternamente sería el Espíritu que da vida, el cual es el Señor mismo en resurrección.

¿Qué clase de Cristo recibió usted? ¿Recibió al Cristo en la carne, o como el Espíritu? El apóstol Pablo dijo que anteriormente algunos conocían a Cristo según la carne, pero que así en la carne ya no lo conocen más (2 Co. 5:16). Ya ellos lo conocen como el Espíritu (3:17). Antes de Su muerte y resurrección el Señor estaba encarnado; pero después de Su muerte y resurrección, Él fue transfigurado de la carne al Espíritu (1 Co. 15:45). Por lo tanto, el Cristo que recibimos no es el Cristo en la carne, sino el Cristo que es el Espíritu. Cuando lleguemos a Juan 20, veremos que en la tarde de Su resurrección Él llegó a Sus discípulos y sopló en ellos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22), el cual era Cristo mismo después de Su resurrección, debido a que después de ella Él fue transfigurado en el Espíritu. El ya no estaba más en la carne como lo estaba antes de Su crucifixión. Ahora, Él es el Espíritu; por lo tanto, ellos debían recibir al Espíritu. Antes de Su muerte, cuando Él estaba en la carne, lo único que podía hacer era estar con Sus discípulos y entre ellos, pero no podía estar en ellos. Ahora, como Espíritu, le es fácil estar dentro de nosotros.

Hoy no necesitamos tener contacto con el Señor físicamente. Puesto que Él es el Espíritu, podemos tener contacto con Él como el Espíritu dentro de nosotros. Él es el Espíritu vivificante. Ya que Él es el Espíritu, podemos tomarle y alimentarnos de Él como nuestra comida.

Cuando recibimos al Señor Jesús, obtenemos el Espíritu que da vida. Podemos comprobar esto al invocar el nombre del Señor Jesús. Cuando invocamos: “¡Oh Señor Jesús!”, recibimos al Espíritu. Invocamos al Señor Jesús, pero recibimos al Espíritu. ¿Por qué? Porque ahora el Señor Jesús es el Espíritu. El hecho de que al invocar el nombre del Señor Jesús obtengamos al Espíritu es una prueba contundente de que el Señor Jesús hoy es el Espíritu. Todo el que invoca: “Señor Jesús”, está en el Espíritu (1 Co. 12:3). Jesús es el nombre, y el Espíritu es la persona. El Espíritu es la persona de Jesús. Ahora necesitamos leer Juan 14:26, donde dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho”. El Padre envía al Consolador, al Espíritu Santo, en el nombre del Hijo. El Espíritu es enviado en el nombre del Hijo. ¿Quién es el Espíritu? El Espíritu es la persona de Jesús. Así que, tenemos el nombre y la persona. La mejor manera de obtener al Espíritu es invocar el nombre del Señor Jesús. Cada vez que clamamos: “¡Oh Señor Jesús!”, recibimos a la persona, y la persona es el Espíritu.

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Siempre que invocamos el nombre del Señor Jesús, obtenemos al Espíritu. El Espíritu es la persona de nuestro querido Señor Jesús.

6. Corporificado en la palabra de vida

Cristo, como el pan de vida, se corporifica en la palabra de vida. Aunque el Espíritu es maravilloso, es muy misterioso. Necesitamos algo sólido, visible y tangible, y esta es, la palabra de vida. En el versículo 63 el Señor dice: “Las palabras que Yo os he hablado, son espíritu y son vida”. La Palabra es sustancial.

La palabra griega que se traduce “palabras” en este versículo, es réma, la cual denota la palabra hablada para el momento. Difiere de lógos (traducida “Verbo” en Juan 1:1), que se refiere a la palabra constante. Aquí, las palabras van después del Espíritu. El Espíritu es viviente y verdadero; no obstante, es misterioso e intangible, y es difícil que la gente lo entienda; pero las palabras son tangibles, concretas. Primeramente, el Señor indica que para poder impartir vida, Él llegaría a ser el Espíritu. Luego, Él dice que las palabras que Él habla son espíritu y son vida. Esto muestra que las palabras que Él habla, son la corporificación del Espíritu vivificante. Él es ahora el Espíritu vivificante en resurrección, y el Espíritu está corporificado en Sus palabras. Cuando recibimos Sus palabras al ejercitar nuestro espíritu, obtenemos al Espíritu, quien es vida.

La Palabra está fuera de nosotros. Cuando recibo la Palabra, ésta inmediatamente se convierte en el Espíritu. Y cuando hablo o emito la Palabra, el Espíritu de nuevo llega a ser la Palabra. Cuando usted recibe la Palabra en su interior, una vez más esta Palabra se convierte en el Espíritu, y cuando usted habla la Palabra, nuevamente el Espíritu se convierte en la Palabra. Cuando predicamos el evangelio, en realidad estamos predicando la Palabra. Cuando las personas creen el evangelio, creen la Palabra. Y aunque parezca extraño, cuando alguien recibe la Palabra, realmente la Palabra se convierte en el Espíritu, dentro de él. Por ejemplo, si usted conoció al Señor por medio de Juan 3:16, usted puede haber orado: “Te agradezco porque eres tan bueno para mí. Tú me has dado a Tu Hijo”. ¿Qué sucedió dentro de usted cuando creyó esas palabras? Cuando las creyó, algo dentro de usted fue vivificado y se avivó. Esto no quiere decir que recibió cierto conocimiento en su mente, sino que algo dentro de usted se volvió muy viviente en su corazón y en su espíritu. Usted creyó la Palabra pero recibió al Espíritu. La Palabra que estaba fuera de usted se convirtió en el Espíritu dentro de usted. Era la Palabra externa, pero se convirtió en el Espíritu interno. Cuando usted escuchó la Palabra y la recibió, de alguna manera también recibió al Espíritu. Esto es muy misterioso y maravilloso.

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El Señor es el Espíritu y es la Palabra. El Cristo resucitado es el Espíritu, el Espíritu es la Palabra, la Palabra es el Espíritu, y el Espíritu es el Señor resucitado para que lo disfrutemos. Ahora sabemos qué es Él y dónde está. Por lo tanto, cuando tenemos contacto con la Palabra en nuestro espíritu, en realidad, tenemos contacto con el Señor mismo como el pan vivo. Cuando recibimos la Palabra en espíritu, recibimos a Cristo mismo como el abundante suministro de vida. Ahora, día tras día, estamos participando de este Cristo maravilloso y resucitado como nuestro alimento, nuestra vida, y nuestro suministro de vida. Él es el Espíritu que da vida y la palabra de vida.

En el versículo 68 Simón Pedro dijo algo muy interesante: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Este capítulo termina con la palabra de vida, la cual es la única manera de recibir al Señor. El problema actual se reduce a la Palabra. Si usted recibe la Palabra, obtendrá el Espíritu en su interior; y si tiene este Espíritu, tiene a Cristo como el suministro interior de vida.

Ya vimos seis pasos por medio de los cuales Cristo se ha hecho disponible para que lo recibamos: la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, llegar a ser el Espíritu vivificante, y ser corporificado en la palabra de vida. El Señor se encarnó, fue crucificado, resucitó, ascendió, se transfiguró de la carne al Espíritu, y se corporificó en la Palabra. La Palabra es la corporificación del Espíritu del Señor. Usted no puede decir que no sabe cómo tener contacto con el Señor, porque el Señor está corporificado en la Palabra. Él es el Espíritu y la Palabra. Si usted recibe la Palabra, recibirá al Espíritu como su disfrute de Cristo.

Ahora podemos apreciar la diferencia entre el concepto humano y el pensamiento divino. El concepto humano y religioso se encuentra en lo que los religiosos judíos preguntaron en el versículo 28: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?”. En todas las Escrituras ésta fue la única ocasión en que los judíos hicieron tal pregunta. La enseñanza religiosa siempre nos exhorta a hacer esto y aquello. El concepto del hombre es obrar, pero el pensamiento de Dios es creer.

La única obra que Dios deseó y predestinó para que el hombre la llevara a cabo, consistía en que creyera en Su Hijo. La preposición en del versículo 29, debería traducirse “hacia adentro de”, conforme al texto griego. El Señor Jesús no nos dijo que le creyéramos, sino que creyéramos en Él. Juan 6 nos muestra dos formas de creer: creerle y creer para entrar hacia dentro de Él. Después de que el Señor contestó esta pregunta, los judíos replicaron en el versículo 30: “¿Qué señal, pues, haces Tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?”. Ellos dijeron “te creamos”, pero eso no fue lo que el Señor dijo. El Señor les había dicho que creyesen “en Él” (o sea, entrar en Él por fe). La preposición es exactamente igual a la utilizada en Romanos 6:3 donde dice

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“bautizados en Cristo”. Como ya vimos, creerle significa creer que Él es verdadero y que todo lo relacionado con Él está correcto. Pero creer en Él significa recibirle y ser unido y mezclado con Él como uno solo. Cuando creemos en Él, se efectúa una unión y una unidad entre nosotros y Cristo. En otras palabras, entramos en Él y le recibimos en nuestro interior. Conforme al pensamiento divino, no tenemos nada que hacer salvo creer en Cristo y recibirle en nuestro interior día tras día.

“El que come Mi carne y bebe Mi sangre, en Mí permanece, y Yo en él”. Para nosotros, la obra de Dios es solamente comer a Cristo, recibirle, y vivir por Él. Debemos corregir nuestro concepto humano que consiste en trabajar para Dios. Diariamente debemos comer a Cristo a fin de vivir por Él. En varias ocasiones en este capítulo el Señor dice que aquel que le coma vivirá por Él (6:51, 57, 58). Hoy en día, el problema no radica en la obra, sino en la vida. ¿Qué tipo de vida lleva usted? ¿Está satisfecho con la vida que lleva? Si usted no come ni bebe de Cristo, simplemente no tiene vida. Y si no tiene vida, ¿cómo puede vivir? El versículo 53 dice: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros”. El pensamiento divino no es que trabajemos para Dios, sino que tomemos a Cristo como nuestra comida y bebida. Al comer y beber de Cristo, seremos llenos de Él. Entonces podremos vivir apropiadamente para Dios.

La declaración más fuerte y extraña de toda la Biblia se encuentra en el versículo 57: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que mecome, él también vivirá por causa de Mí”. El Señor, quien es el Dios todopoderoso y el Creador del universo, nos exhorta a comerle. El hombre no podría haber tenido semejante pensamiento. Si esta palabra no hubiera sido dicha por el Señor, creo que ninguno de nosotros habría tenido el suficiente valor como para decir que debemos comer al Señor. Por supuesto, podemos decir que debemos adorarle, temerle, confiar en Él, obedecerle, orar y trabajar por el Señor. Podemos usar muchos otros verbos para explicar lo que debemos hacer por el Señor, pero tendríamos temor de pensar que debemos comerle. Todos debemos comer tres veces al día a fin de vivir. En otras palabras, vivimos por medio de comer. Del mismo modo, para poder vivir por Él debemos comer al Señor. El punto más importante en todo el capítulo 6 de Juan consiste en que el Señor es nuestro alimento, el pan de vida. Comerle no es un asunto de una vez por todas. Es un asunto diario e incluso una experiencia del Señor momento a momento. Ya sea en el Oriente o en el Occidente las personas comen diariamente para poder vivir. Así, todos debemos tener contacto con el Señor y comerle. No somos solamente personas débiles, sino también hambrientas, y necesitamos al Señor como nuestro suministro de vida. El Señor es comestible ya que Él es el pan de vida. Él es tan comestible como un pedazo de pan. Debemos ejercitar nuestro espíritu para alimentarnos de Él como la Palabra y como el Espíritu. Entonces le recibiremos en

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nuestro interior, le digeriremos, le experimentaremos, y lo aplicaremos momento a momento. Esto es todo, no hay nada más. Debemos olvidarnos de obrar y trabajar, y aprender a comer a Cristo y a vivir por lo que hemos comido de Él. Esta constituye la manera divina de vida por la cual debemos vivir diariamente.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DIECISIETE

LA NECESIDAD DEL SEDIENTO:SER SACIADO POR LA VIDA

(1)

Hemos abarcado cinco de los nueve casos presentados en este evangelio. En el primer caso, el Señor habló con un hombre superior, moral, acerca de la regeneración que efectúa la vida. Por medio de nuestro nuevo nacimiento, el Señor llega a ser nuestra segunda vida, la vida divina. En el segundo caso, el Señor habló a una mujer inferior, inmoral, acerca de la satisfacción que provee la vida. El Señor mismo es el agua viva que satisface a los corazones insatisfechos. En el tercer caso, el Señor sanó a un niño que estaba a punto de morir. El Señor sana a los moribundos por Su palabra vivificante y mediante la fe. En el cuarto caso, el Señor vivificó a un hombre imposibilitado que había estado enfermo por treinta y ocho años. Esto muestra que el Señor vivifica a los impotentes por medio de la vida. En el quinto caso, el Señor alimentó a los cinco mil con el pan de vida. Esto indica que Él es el pan vivo y celestial que satisface el hambre de la multitud. En resumen: en el primer caso el Señor regenera con Su vida divina; en el segundo, da el agua viva; en el tercero, sana a los moribundos por medio de la palabra que da vida; en el cuarto, vivifica al hombre incapacitado; y en el quinto caso, alimenta a la multitud con el pan de vida.

Ahora en el capítulo 7 llegamos al sexto caso, el cual nos muestra la necesidad de los sedientos. Este caso contrasta con el quinto, que presenta la necesidad de los hambrientos. En el caso anterior, el Señor se revela claramente como el pan de vida que satisface nuestra hambre, pero en este caso, el Señor trae el fluir del agua viva para apagar nuestra sed. En el quinto caso, la gente tiene hambre, pero en el sexto, tiene sed. El quinto caso presenta el pan vivo, y el sexto introduce el agua viva. El pan de vida es para las personas hambrientas, y los ríos de agua viva son para los sedientos. Para ellos, Cristo es la vida que apaga la sed. Cristo es esta vida que apaga la sed del hombre.

El pensamiento de que el Señor es nuestra comida y bebida se encuentra a lo largo de las Escrituras. Por ejemplo, en Génesis 2 el árbol de la vida es un cuadro del Señor como

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nuestra provisión de alimento de vida. Además del árbol de la vida tenemos en Génesis 2 el río, el cual representa al Señor trayéndonos los ríos de agua viva. En otras palabras, esto manifiesta el propósito con el cual el Señor creó al hombre: el hombre debe comer y beber. Si no come, tendrá hambre, y si no bebe, tendrá sed. El Señor es la comida que satisface nuestra hambre, y tiene el agua viva que apaga nuestra sed.

Posteriormente en las Escrituras los hijos de Israel, mientras viajaban por el desierto, también recibieron alimento y agua. Por un lado, tenían el maná del cielo como su alimento diario (Éx. 16:14-15). Por otro, tenían el fluir del agua viva que brotaba de la peña golpeada y que apagaba su sed (17:6).

En el Evangelio de Juan también vemos que el Señor es el pan vivo que satisface el hambre, y ofrece el agua viva que sacia la sed de la multitud. El Padre, el Hijo y el Espíritu, las tres Personas del Dios Triuno, están relacionadas con el alimento y el agua. Dios el Padre es la fuente, Dios el Hijo es la comida, y Dios el Espíritu es la bebida. La primera Persona del Dios Triuno es la fuente de la segunda Persona como el alimento, de quien a su vez la tercera Persona fluye como la bebida.

En 1 Corintios 10:3-4 también se mencionan estos dos asuntos. Aquí, Cristo mismo es el alimento espiritual y es la peña golpeada de la cual fluye la bebida espiritual. El Espíritu Santo es la bebida espiritual que sale del Cristo crucificado. Por lo tanto, Cristo es nuestra comida, y el Espíritu Santo que fluye de Cristo es nuestra bebida.

Al final de las Escrituras vemos la Nueva Jerusalén. También ahí el fluir del agua de vida es el Espíritu Santo, y Cristo es el árbol de la vida que crece en este fluir (Ap. 22:1-2). De manera que, hay una línea que corre a través de todas las Escrituras y nos muestra que Cristo es nuestra comida espiritual, que el Espíritu Santo es nuestra bebida espiritual, y que el hombre necesita comer y beber a fin de satisfacer su hambre y su sed.

El Evangelio de Juan es un libro de cuadros descriptivos. El escritor utilizó figuras y cuadros, así como palabras claras, porque los asuntos de la vida son muy profundos, misteriosos y abstractos. Si Juan hubiera usado sólo palabras sencillas, habría sido difícil para la gente explorar las riquezas e introducirse en ellas. Así que Juan, bajo la inspiración de Dios, utilizó diversos cuadros descriptivos. En el capítulo 4 vemos al Salvador sediento y una pecadora sedienta encontrándose junto al pozo de Jacob. En el capítulo 5 encontramos a una multitud de personas enfermas, ciegas, cojas y secas, esperando junto al estanque. En el capítulo 6 vemos un desierto, una montaña y un mar tormentoso; en ese mar se hallaba una barca azotada por las olas, y la gente de la barca aterrorizada. De repente, se les acerca un hombre caminando sobre las olas. Era el

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mismo hombre que alimentó a la multitud hambrienta con cinco panes y dos peces. Y en el capítulo 7 vemos aún otro cuadro descriptivo.

I. LA ESCENA DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

A. En contraste con la escena dela fiesta de la Pascua del capítulo 6

El sexto caso es una continuación del quinto, porque el alimento se relaciona con el agua. En esta relación también existe otro contraste. En el quinto caso se celebraba la fiesta de la Pascua. En el caso descrito en el capítulo 7 vemos la fiesta de los Tabernáculos. La fiesta de la Pascua es la primera fiesta anual de los judíos, y la fiesta de los Tabernáculos es la última (Lv. 23:5, 34). La fiesta de la Pascua, por ser la primera fiesta del año, implica el comienzo de la vida del hombre (cfr. Éx. 12:2-3, 6), e incluye la búsqueda que éste hace para obtener satisfacción y da por resultado el hambre en él. La fiesta de los Tabernáculos, por ser la última del año, implica la culminación y el éxito de la vida del hombre (cfr. 23:16), la cual acabará y dará por resultado que el hombre tenga sed. En la escena de la fiesta de la Pascua el Señor se presentó como el pan de vida, que satisface el hambre del ser humano. En la escena de la fiesta de los Tabernáculos, el Señor prometió que Él haría fluir el agua viva que apaga la sed del hombre.

La fiesta de la Pascua se efectuaba a principios de año, cuando la gente se encontraba laborando arduamente. En el caso de la alimentación de los cinco mil, la gente se encontraba trabajando para satisfacer su hambre, pero no podían lograrlo. Ellos se esforzaron, laboraron y buscaron algo que los satisficiera, sin poder lograrlo. Por el contrario, la fiesta de los Tabernáculos se efectuaba en un tiempo cuando la cosecha había terminado. El pueblo ya había cosechado la siembra y obtenido el vino (Dt. 16:13-14). Toda la siembra había sido ya cosechada y la gente venía y se reunía en la fiesta de los Tabernáculos para disfrutar de todo el fruto con sus familias y aun con sus criados. Debemos entender que durante la fiesta de los Tabernáculos no laboraban más, pues todo trabajo había terminado; la cosecha había sido segada y el fruto y el vino habían sido obtenidos. Ese era el tiempo para regocijarse en su disfrute, ¡pero ellos seguían sedientos! El sexto caso revela que su sed no fue apagada ni aun por sus éxitos.

Al leer los versículos que tratan de la Pascua en Éxodo 12, vemos que la Pascua indica o implica el comienzo de la vida. Sabemos que la Pascua es para la salvación. Cuando fuimos salvos tuvimos un nuevo comienzo. La Pascua siempre se celebraba en el primer mes del año. Así que, marcaba un nuevo principio. En cierto sentido, todos los jóvenes se encuentran en la Pascua, porque su vida recién ha comenzado y tienen grandes expectativas. Aunque quizás usted no se ha graduado de la universidad, espera tener,

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después de la graduación, una maestría, doctorado o licenciatura. Esta es la fiesta de la Pascua. Ya hemos visto que la fiesta de la Pascua siempre termina con hambre. Después de la graduación usted únicamente tendrá hambre. Cuanto más alta sea la posición que alcance en su profesión, más hambre sentirá. Cuanto más dinero gane, más insatisfecho estará. La fiesta de la Pascua en Juan 6, como el paso inicial de la vida, termina en hambre.

B. La fiesta de los Tabernáculos representala culminación y el éxito de la vida humana

con su disfrute de una manera religiosa

Después de recoger toda la cosecha, los judíos celebraban la fiesta de los Tabernáculos para que en la adoración a Dios ellos disfrutasen de lo que habían segado (Éx. 23:16; Dt. 16:13-15). Por lo tanto, esta fiesta representa la culminación, los logros y el éxito de la carrera y el estudio del hombre, y de los demás asuntos de la vida humana, incluyendo la religión, con su respectivo gozo y disfrute. Así que, la fiesta de los Tabernáculos implica la culminación de su ocupación, sus logros y su carrera. Aunque usted tenga éxito en su ocupación o carrera, debe entender que posteriormente todo esto le producirá sed. Finalmente, después de trabajar durante toda su vida, usted tendrá sed, porque todo llega a su último día, todo se acaba. El último día es siempre un gran día. Después de que las personas obtienen cierto éxito, otros les ofrecen una conmemoración. El día de conmemoración de una persona es siempre su último día. Es la terminación, y el final es vacío y produce sed. En Juan 6 tenemos el comienzo de la vida, en el cual hay hambre; en Juan 7 tenemos el éxito y la culminación de la vida, la cual termina en sed. El caso anterior presenta a las personas que laboran, se esfuerzan y buscan algo que satisfaga su hambre, pero no lo pueden obtener. Este caso presenta a las personas que ya han obtenido todo lo que necesitan, y aun así descubren que esto no puede apagar su sed. Ellos lo han obtenido todo, y lo han disfrutado. Pero a pesar de todo su éxito y de todo lo que han logrado, aun con todas las cosas relacionadas con sus fiestas, su religión y su templo, la sed de ellos no se puede apagar. Por lo tanto, estos dos casos comparan a los que trabajan con los que descansan. Sin embargo, no importa si usted trabaja o descansa, no puede saciar su hambre ni apagar su sed.

No obstante, el Señor es el alimento para los que trabajan, y Él proporciona el agua viva a aquellos que reposan. En realidad, hay dos condiciones en las que el hombre puede encontrarse: una es que debido a su carencia, el hombre tiene que buscar, esforzarse y laborar; la otra es, que como lo tiene todo, debe regocijarse y disfrutar de sus riquezas. En otras palabras, al principio usted se da cuenta de que no tiene nada, y por lo tanto, debe esforzarse y laborar arduamente. Por ejemplo, tal vez usted se encuentre en el primer año de su carrera universitaria y tiene necesidad de dedicarse a sus estudios.

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Esto es como la fiesta de la Pascua. Y después que se ha graduado, recibido su título y obtenido un excelente empleo, llega a ser rico. Esto es como la fiesta de los Tabernáculos, porque la obra y la labor han terminado. Ahora usted se encuentra descansando y en posición de regocijarse y disfrutar de los beneficios de su labor.

¿A cuál fiesta asiste usted, a la de la Pascua o a la de los Tabernáculos? No importa a cuál de estas fiestas asista, aún se encuentra hambriento o sediento. Ya sea que se halle en una situación de pobreza o riqueza, reconocerá que todavía tiene hambre o sed. Muchos estudiantes extranjeros vienen a los Estados Unidos, un país rico, para prepararse profesionalmente, pero en realidad su condición es de hambre. Después de esforzarse durante algunos años y obtener su doctorado, algunos llegarán a ser muy ricos, pero permanecerán sedientos.

Tal vez usted sea joven y esté considerando casarse. Esto revela que usted tiene hambre, hambre por una esposa, por una compañera, por una familia e hijos. Debo decirle que aunque usted se case con la mejor esposa, tenga los mejores hijos, y obtenga lo mejor de todo, con el tiempo tendrá setenta u ochenta años de edad. Esa será su fiesta de los Tabernáculos en la cual usted se gozará y disfrutará de todos sus logros. En ese tiempo usted descubrirá que nada ha podido apagar su sed. En la Pascua usted tenía hambre, pero después de la fiesta de los Tabernáculos, usted aún tendrá sed. Cuando llenó su solicitud para ingresar a la universidad, se encontraba hambriento; pero después de su graduación, todavía seguirá sediento. Cuando usted se casó, tenía hambre; pero después de un tiempo de casado, aún tiene sed.

Alabado sea el Señor porque Cristo es el pan de vida para aquellos que se hallan laborando en la fiesta de la Pascua. Una carrera universitaria nunca podrá ser el pan de vida. Únicamente el Señor puede ser nuestra satisfacción. Además, sólo Cristo puede saciar la sed de aquellos que están descansando y regocijándose en la fiesta de los Tabernáculos. Aun cuando el hombre lo tiene todo, después que obtiene el trigo y el vino, se da cuenta de que una sed interior persiste en él. Puede regocijarse y disfrutar del producto que está en sus manos, pero solamente el Señor tiene el agua viva que apaga su sed.

Si usted comprende el pensamiento relacionado con estas dos fiestas, entenderá las dos fases de la condición del hombre, y los dos aspectos de Cristo como nuestra provisión de vida. Por un lado, Él es el pan de vida mientras estamos laborando; por otro, nos suministra el agua viva mientras estamos descansando. Una vez que usted capte este pensamiento, entenderá todo el capítulo 7 de Juan. Aunque este es un capítulo muy largo, su pensamiento es breve y consiste en que, cuando usted ha tenido éxito y logrado lo que buscaba, y cuando ha disfrutado de todas sus posesiones, y se ha regocijado en

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todas sus mejores circunstancias, entonces se dará cuenta de que su sed no ha sido saciada. Nada puede apagar su sed. Únicamente el Señor puede hacerlo, proporcionándole el agua viva.

C. Nos recuerda que necesitamos el tabernáculo eterno junto con el agua de vida que fluye allí

Dios estableció la fiesta de los Tabernáculos para que los hijos de Israel recordaran que sus padres habían vivido en tiendas cuando vagaban por el desierto (Lv. 23:39-43) mientras tenían la expectativa de entrar en el reposo de la buena tierra. Por lo tanto,esta fiesta también es un recordatorio de que aún hoy el pueblo de Dios sigue en el desierto y necesita entrar en el reposo de la Nueva Jerusalén, la cual es el Tabernáculo eterno (Ap. 21:2-3). Abraham, Isaac y Jacob también vivían en tiendas y anhelaban este tabernáculo eterno (He. 11:9-10), en el cual habrá un río de agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero para apagar la sed del hombre (Ap. 22:1, 17). Al final de esta fiesta con todo este trasfondo, Cristo clamó a gran voz y dio la promesa de los ríos de agua viva, los cuales satisfarían las expectativas del hombre por la eternidad (Jn. 7:37-39).

La fiesta de los Tabernáculos recordaba al pueblo que necesitaba el tabernáculo eterno donde fluía el río de la vida. Hace muchos años leí unos artículos que decían que cuando los israelitas celebraban la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, en tiempos antiguos, ellos erigían una gran roca y sobre ella tenían agua fluyendo como un recordatorio de que sus padres vagaron por el desierto y bebieron allí del agua que fluía de la peña golpeada. Cerca de la roca posiblemente también tenían tiendas, lo cual mostraba cómo sus antepasados moraron en tiendas mientras vagaron por el desierto, pero tenían la peña golpeada de donde procedía el agua viva que apagaba su sed. Esto significa que toda la vida humana se encuentra en el desierto. Sin importar si uno es un recolector de basura, el Presidente, un obrero o un erudito, se encuentra vagando por el desierto. Ya sea que viva en un lujoso apartamento o en una casa de ladrillos, está viviendo en una tienda. Una tienda representa una morada temporal. Comparado con la Nueva Jerusalén, incluso un palacio es una tienda. Todos somos peregrinos y estamos vagando en el desierto, viviendo en tiendas y con la necesidad de beber del agua viva que sale de la peña. Esto nos recuerda que un día llegará la verdadera fiesta de los Tabernáculos. Esto será en el cielo nuevo y la tierra nueva, donde la Nueva Jerusalén será el tabernáculo eterno. Apocalipsis 21:3 dice que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios con los hombres. Este es el tabernáculo verdadero, constante y eterno. En el tabernáculo de la Nueva Jerusalén estará el río de agua fluyendo continuamente para saciar la sed de los elegidos de Dios. De manera que, la fiesta de los Tabernáculos nos recuerda que nos espera esta clase de futuro, y nos hace comprender que nunca

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podremos estar satisfechos con las cosas de esta era. Esto se refiere a las cosas de nuestro peregrinar, las cuales terminarán. Nosotros somos peregrinos y estamos viajando hacia nuestra meta final, que es el tabernáculo eterno de la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Aquí no tenemos el agua verdadera, la que apaga la sed; esta agua se encuentra en la Nueva Jerusalén.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DIECIOCHO

LA NECESIDAD DEL SEDIENTO:SER SACIADO POR LA VIDA

(2)

En el capítulo 5 de Juan vimos el contraste entre la vida y la religión, pero hasta ese entonces, la persecución de parte de la religión aún no había empezado, pues ésta comenzó en el capítulo 7.

II. LA VIDA BAJO LA PERSECUCIÓN DE LA RELIGIÓN

A. La confabulación de la religióny una fiesta religiosa

Mientras los religiosos celebraban una fiesta, formaron un complot para matar a Jesús (7:1-2). Éste es un cuadro que describe con exactitud la religión actual, porque en principio, la religión de aquel tiempo es igual a la de hoy. Por una parte, los religiosos adoran a Dios, pero por otra, planean matar a los que genuinamente procuran seguir a Dios. Si usted es un verdadero seguidor de la vida, debe estar preparado para descubrir que la religión planea matarlo. Esto es lo que ha sucedido desde el primer siglo hasta el presente. En cada siglo los que verdaderamente buscaban la vida han sido perseguidos por los religiosos. La señora Guyón, por ejemplo, fue encarcelada por los religiosos de su época. Mientras seguimos al Señor conforme a la vida interior y no de acuerdo con las prácticas externas, seremos perseguidos por los religiosos.

El Señor es Dios el Creador (1:1, 10). No obstante, en calidad de hombre sufrió persecución de parte de Sus criaturas (7:1). No le fue nada fácil al Creador ser perseguido por Sus criaturas. ¡Qué paciencia debe haber tenido! ¡Qué humillación debe haber sufrido! Pero el Señor lo soportó. Incluso la fiesta religiosa proveyó una oportunidad para dicha persecución (vs. 2, 11). Los religiosos se aprovecharon de esa fiesta para perseguir al Señor Jesús.

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B. La vida sufre por la incredulidad del hombre

Los judíos perseguidores procuraban matar al Señor Jesús (7:1, 21, 25, 30, 32, 34). Ya que los judíos religiosos conspiraban contra el Señor Jesús, Él tuvo que proceder con cautela. Si Él se hubiera descuidado un poco, habría caído en las manos de ellos. No podía actuar libremente. Aunque el Señor es el Dios Todopoderoso, Él como un hombre bajo persecución estaba limitado en cuanto a Sus actividades. Por un lado, los religiosos procuraban matarle; por otro, Sus hermanos incrédulos lo provocaban a buscar la gloria mundana (vs. 3-4). Es como que Sus hermanos le dijeran: “¿Por qué no vas a Jerusalén? Debes procurar que Tu nombre sea famoso”. Tanto la persecución por parte de los judíos como el reto por parte de Sus hermanos procedían de un solo enemigo, Satanás. Éste instigó a los judíos a procurar matar al Señor y provocó a los hermanos incrédulos del Señor para que lo incitaran a ir a Jerusalén a fin de obtener un gran nombre y recibir gloria para Si. La situación es la misma hoy en día. De vez en cuando, algunos hermanos proponen que hagamos ciertas cosas para darnos a conocer y promocionarnos. Pero es algo horrible promocionarnos y engrandecer nuestro nombre. Si uno ha de tener fama, es mejor que sea mala fama.

C. La vida se limita al tiempo

En Juan 7:6-9 vemos que el Señor estuvo limitado por el tiempo. Él dijo a Sus hermanos: “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto” (v. 6). Aunque el Señor es el Dios eterno, infinito e ilimitado (Ro. 9:5), Él vivió aquí en la tierra como un hombre, limitado aun con respecto al tiempo. Para poder ministrarnos elagua viva, el Señor estuvo dispuesto a perder Su libertad, estar confinado con respecto al tiempo, y hacer la voluntad del Padre. Todo el capítulo 7 revela la manera en que el Señor vivió como un hombre limitado en todo aspecto.

D. La vida procura la gloria de Dios

El Señor es el Dios Todopoderoso (Is. 9:6); sin embargo, como un hombre bajo persecución, Él estaba limitado en Sus actividades (Jn. 7:10). No actuaba libremente. Aunque Él es el Dios omnisciente, como un hombre humilde daba la apariencia de serindocto: “Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” (v. 15). A pesar de que el Señor había recibido poca educación, Él era omnisciente. No sólo conocía las letras, sino también la mente, el corazón y el espíritudel hombre. El Señor no buscaba Su propia gloria, sino la gloria de Dios (vs. 17-18).

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E. La fuente y el origen de la vida: Dios el Padre

El origen y la fuente del Señor son Dios el Padre (7:25-36; 13:3). Aunque Su fuente era Dios el Padre, Él vino como un hombre de Nazaret de Galilea (7:27, 42, 52; 1:45-46). Por un buen tiempo, yo no estuve contento con el Señor, por que sentía que había una falta de franqueza de Su parte en Juan 7. Me parecía que Él había sido en cierta manera furtivo. Le dijo a la gente que Su fuente era Dios el Padre, pero Él había venido de Nazaret. Hasta que vi que aquí encontramos un principio vital: en todo lo relacionado con el Señor, la apariencia externa no es muy buena, pero el contenido interior siempre es maravilloso. Esto también es verdad con respecto al recobro del Señor hoy en día. Si usted mira al recobro según la apariencia externa, no luce muy atractivo. Sin embargo, interiormente la situación es completamente diferente. No sea perturbado por la apariencia externa. Los que vieron al Señor externamente, sólo vieron a un nazareno. Él no tenía buena apariencia, ni belleza, ni atractivo. Pero interiormente, Él es el Dios verdadero. En algunas ocasiones le dije al Señor: “Señor, ¿por qué de todas las personas que has traído a Tu recobro en este país, muy pocas tienen buen parecer? Algunos de ellos ni siquiera se visten apropiadamente para las reuniones”. Pero he descubierto que hay un tesoro en estos vasos de barro. El Señor me ha dicho que no me preocupe por la apariencia externa. El nazareno no tenía una apariencia atractiva, pero sí poseía un contenido excelente y celestial.

III. EL LLAMADO QUE LA VIDA HACE A LOS SEDIENTOS

A. El último día representa el final detodo disfrute obtenido por cualquier éxito que tengamos en la vida humana

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y clamó dirigiéndose a los sedientos (7:37-39). El último día representa el final de todo disfrute obtenido por cualquier éxito que tengamos en la vida humana. No importa el tipo de éxito que tenga, de seguro terminará. Por ejemplo, aunque usted tenga un matrimonio maravilloso, éste no durará para siempre.

La expresión el último día se ve en el capítulo 6 así como en el capítulo 7 (6:39-40; 7:37). Sin embargo, estos son diferentes clases de días. El último día del capítulo 6 es el día final en un futuro lejano, cuando el Señor nos resucitará. Pero el último día del capítulo 7 se refiere a los muchos últimos días de nuestra vida humana. El mayor último día ocurrirá en el futuro, pero antes de aquel día, durante nuestra vida humana, existen muchos últimos días. Habrá un último día para ese traje que usted valora; también habrá un último día para su matrimonio. Todo tiene su último día. La fiesta de los Tabernáculos continuó durante siete días, pero el séptimo día era el último día de la

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fiesta. El último simplemente significa el final. Por muy acaudalado que sea usted, su riqueza tendrá un fin. Por muy sano que esté, su salud también llegará a su fin. Hay un último día para sus riquezas, un “último día” para su salud, y un “último día” para estar con su familia, su querida esposa o esposo, sus padres, sus hijos, y con todas sus circunstancias, en resumen, ¡un último día!

Cuando llegué a los cuarenta años, los demás empezaron a decirme: “La vida empieza a los cuarenta”. Pero hubo otros que me dijeron: “Hermano, debe comprender que después de los cuarenta, la vida entra en el atardecer. Cuando usted nació, era el amanecer de su vida. A los cuarenta, la vida ha llegado al mediodía, y después de los cuarenta, es el atardecer. Probablemente un poco después de los sesenta, la vida llegará a su fin”. Tarde o temprano el último día de la vida llegará.

Mire este cuadro. El pueblo de Israel trabajó durante todo el año hasta que cosecharon el maíz y el vino. Ellos recibieron todo el fruto de su labor. Finalmente, su labor había terminado, y lo único que les faltaba hacer era reunirse y disfrutar de su cosecha durante siete días. El séptimo día era su gran día, aunque era el último. El último día era el día en que todos ellos eran despedidos.

despedido en el último día de la fiesta, el Señor se puso en pie y clamó, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (7:37). Ellos no estaban satisfechos. Las cosas que habían disfrutado durante los últimos siete días no habían podido apagar su sed. Si ellos hubieran venido y bebido de Cristo, habrían tenido ríos de agua viva brotando de su interior. El agua viva es el Espíritu Santo que fluye de la peña herida.

Como veremos, cuando el Señor habló estas palabras, aún no había el Espíritu, porque el Señor no había sido aún herido ni glorificado (v. 39). ¿Qué significa que el Señor sea glorificado? Simplemente significa que Él iba a ser resucitado (Lc. 24:26). El Señor fue transfigurado de Su cuerpo frágil al glorioso Espíritu, por medio de Su muerte y Su resurrección. Antes de ir a la cruz, Él era la roca, pero aún no había sido herido, crucificado. Cuando Él fue crucificado y resucitó, el agua viva brotó de Él y entró en nosotros a fin de saciar nuestra sed. En el último día de nuestra fiesta, al final de nuestro regocijo y disfrute, cuando todavía tenemos sed, debemos acercarnos al Señor Jesús y recibir el agua viva que sacia nuestra sed.

Había una jovencita de una familia muy afluente. Ella buscaba el disfrute continuamente. En una ocasión asistió a un baile de la clase social más alta de Inglaterra. Ella lo disfrutó mucho y pasó un tiempo maravilloso. Después de que la fiesta terminó, regresó a su casa. Cuando se estaba quitando el vestido de baile, se sintió muy sedienta. Ella arrojó su vestido y sus zapatos y exclamó: “¿Cómo pueden ayudarme estas

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cosas?”. Después de todo lo que había disfrutado aún se encontraba muy sedienta. Entonces una voz interior susurró dentro de ella: “Tú debes orar a Dios”. Pero ella dijo para sí: “No creo que Dios exista, ¿cómo podría orar a Él?”. Pero la voz continuó susurrando: “Sólo intenta decirle algo a Dios. Por ejemplo, puedes decir: ‘Dios, si en verdad existes, sólo dame satisfacción’”. Finalmente, ella oró de esta manera. Al siguiente día toda su vida cambió. Ella fue satisfecha. Su sed fue saciada por el agua viva que le dio el Señor.

Si usted estudia las biografías de los santos, descubrirá muchas otras historias similares a la de esta joven. Muchas personas que recibieron una educación elevada, que tuvieron mucho éxito y fueron muy adinerados, tuvieron mucho en qué regocijarse, pero finalmente sintieron que habían fracasado porque todo lo que probaron las había dejado sedientas. Pero entonces escucharon el llamado: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Aunque usted disfrute muchos días buenos, finalmente llegará el último día cuando todo su disfrute terminará y usted se sentirá sediento. Recuerde que sólo el Señor Jesús puede ofrecerle el agua viva capaz de saciar su sed.

C. El fluir de los ríos de agua viva

El Señor Jesús dijo: “El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:38). En 4:14 el Señor dijo que el que bebe del agua que Él da, tendrá en él un manantial de agua que salte para vida eterna. En el capítulo 7 el Señor avanza un poco más, diciendo que el que beba de Él, tendrá el fluir de los ríos de agua viva. Él no habló sólo de un río, sino de muchos ríos. El único río de agua de vida es el Espíritu Santo. De este único río, muchos otros fluirán. Estos “ríos de agua viva” son las muchas corrientes de los diferentes aspectos de la vida de Cristo (cfr. Ro. 15:30; 1 Ts. 1:6; 2 Ts. 2:13; Gá. 5:22-23), que se originan en un solo río, el “río de agua de vida” (Ap. 22:1), el cual es el “Espíritu de vida” de Dios (Ro. 8:2). Uno de los ríos es el río de la paz, y otros son el gozo, el consuelo, la justicia, la vida, la santidad, el amor, la paciencia y la humildad. Desconozco cuántos ríos hay. Estos ríos de agua viva proceden de lo profundo de nuestro ser. Este es Cristo como vida. Según el principio establecido en el capítulo 2, el fluir de los ríos de agua viva es otro ejemplo de convertir la muerte en vida. La muerte es la fuente de el árbol del conocimiento, y la vida es la fuente del árbol de la vida.

¿Qué pasaría si llegáramos a una reunión y todos nos sentáramos allí sin el fluir del agua viva? Sin lugar a dudas, ésta sería una reunión muerta. Si nadie tuviera nada que compartir, la muerte prevalecería. Sin embargo, si todos tuvieran el fluir de algunos ríos, finalmente la reunión estaría rebosando de vida. Esto es cambiar la muerte en vida.

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D. Aún no había el Espíritu

El versículo 39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Muchos cristianos no entienden la expresión aún no había en este versículo. Algunas versiones añaden “dado” en letra cursiva después de su traducción “había sido”, lo cual muestra que los traductores tuvieron problemas con la traducción de este versículo. Pero el versículo 39 no quiere decir que el Espíritu no había sido dado, sino que aún no había el Espíritu. El Espíritu aún no estaba allí. El Espíritu de Dios existía desde el principio (Gn. 1:1-2), pero cuando el Señor Jesús dijo estas palabras, el Espíritu aún no existía como “el Espíritu de Cristo” (Ro. 8:9), ni como “el Espíritu de Jesucristo” (Fil. 1:19), porque Él aún no había sido glorificado. Jesús fue glorificado cuando resucitó (Lc. 24:26). Después de Su resurrección, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, quien fue impartido en los discípulos cuando Cristo sopló en ellos, la noche del día en que resucitó (Jn. 20:22). Ahora el Espíritu es el “otro Consolador ... el Espíritu de realidad” que Cristo prometió antes de Su muerte (14:16-17). Cuando el Espíritu era el Espíritu de Dios, sólo tenía el elemento divino. Pero cuando llegó a ser el Espíritu de Jesucristo por medio de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, llegó a tener, además del elemento divino, el elemento humano junto con toda la esencia y realidad de Su encarnación, Su crucifixión y Su resurrección. Por lo tanto, ahora Él es el Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo como el agua viva, para que nosotros le recibamos.

Hemos visto que Jesús fue glorificado cuando resucitó. En resurrección, el Señor llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El postrer Adán, quien era el Cristo encarnado, llegó a ser el Espíritu vivificante en resurrección. Desde aquel entonces, el Espíritu de Jesucristo ya tiene los elementos divino y humano, incluyendo la realidad de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo.

En Génesis 1 tenemos el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es Dios mismo que viene a fin de alcanzar a Su creación. En Génesis 1 el Espíritu de Dios sólo contenía la divinidad. Pero un día Dios se encarnó como hombre, el cual fue Jesucristo. Treinta y tres años y medio después, Cristo fue crucificado. Después de la crucifixión, Él pasó por la resurrección y la ascensión, y así el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu de Jesucristo, el encarnado y resucitado. Ahora, el Espíritu de Jesucristo viene a alcanzar a los seres humanos. Anteriormente, el Espíritu de Dios venía solamente con Su divinidad a fin de alcanzar a la creación de Dios, pero ahora el Espíritu de Jesucristo, viene para alcanzar a los seres humanos con divinidad, humanidad, la eficacia de Su muerte todo-inclusiva y con el elemento de resurrección, viene para salvar a los seres humanos. Antes de que Cristo resucitara, “aún no había” tal Espíritu.

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Podemos usar el ejemplo de un vaso de agua pura al cual se le añaden muchos otros ingredientes. Al agua pura se le añade leche; ésta es la primera etapa. En las siguientes etapas se le agregan miel, té y sal. Finalmente, llega a ser una bebida todo-inclusiva. Antes de que el agua pura pasara por todas estas etapas, “aún no había” una bebida tan maravillosa, aunque el vaso ya contenía el agua pura. Pero después, llegó a ser una bebida todo-inclusiva. De la misma manera, el Espíritu que el Señor Jesús prometió en Juan 7:39 y 14:16-17 no es el Espíritu que solamente contenía la divinidad, sino el Espíritu que incluía la divinidad, la humanidad, la muerte todo-inclusiva, la resurrección y la ascensión. Ahora no sólo tenemos al Espíritu de Dios, sino también al Espíritu de Jesucristo. Este Espíritu todo-inclusivo es el que nos proporciona el fluir de los ríos de agua de vida.

En algunas ocasiones, cuando un niño requiere algún medicamento, su sabia madre esconde la medicina en una bebida. Cuando el niño toma la bebida, recibe la medicina. Hay medicina en el Espíritu todo-inclusivo. Esta medicina es la muerte terminadora de Cristo, la cual se encuentra hoy en el Espíritu Santo. Cuanto más usted clama: “¡Oh Señor Jesús!”, más recibe al Espíritu todo-inclusivo. Después de unos minutos podrá sentir al Espíritu matando su mal genio, su orgullo, su egoísmo, y otras cosas negativas. ¿Ha tratado usted alguna vez de considerarse muerto conforme al capítulo 6 de Romanos? Si lo ha hecho, entonces usted entiende que cuanto más se da por muerto, más vivo está. Sin embargo, en el Espíritu todo-inclusivo se halla la obra aniquiladora de la cruz. La muerte mencionada en Romanos 6 está ahora incluida en el Espíritu, según se revela en Romanos 8. De manera que, este Espíritu todo-inclusivo constantemente nos coloca sobre la cruz, como se menciona en Romanos 8:13. El efecto aniquilador de la muerte de Cristo no opera meramente sobre la cruz, porque si así lo fuera, no sería eficaz para nosotros. El efecto terminador hoy está en el Espíritu de Jesucristo. Mientras este Espíritu se mueve dentro de nosotros, el efecto aniquilador de la cruz penetra nuestro ser. Él matará todo elemento negativo en nosotros. Además, en esta bebida todo-inclusiva se halla el ingrediente que nos nutre. En este Espíritu está todo lo que necesitamos.

IV. LA DIVISIÓN CAUSADA PORLA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA

En Juan 7:40-52 vemos la división causada por la manifestación del Señor. El Señor Jesús siempre causaba problemas y divisiones. También ahora los que buscan la vida causarán problemas y divisiones. Cristo, la simiente de David, nació en Belén (v. 42; Lc. 2:4-7), pero se presentó como nazareno de Galilea (Jn. 7:52). Aunque nació en Belén, creció en Nazaret, un pueblo menospreciado en aquellos tiempos. Él era la simiente de David, pero vino como un nazareno (Mt. 2:23). Creció “como raíz de tierra seca” sin

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tener “aspecto hermoso ni majestad” “ni apariencia para que le deseemos” y era “despreciado y desechado entre los hombres” (Is. 53:2-3). Así que, no debemos conocerlo según la carne (2 Co. 5:16), sino según el Espíritu. Debido a que el Señor creció en Nazaret, la gente no lo consideró como uno que nació en Belén.

Algunos percibieron a Cristo conforme a la apariencia externa de Él (Jn. 7:27, 41-42, 52), recibiendo del árbol del conocimiento que da por resultado la muerte (Gn. 2:17). Escuchen lo que ellos decían: “¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de Belén, la aldea de donde era David, ha de venir el Cristo?” (Jn. 7:41-42). Palabras así son simplemente un ejercicio intelectual, un razonamiento mental que está basado en el principio del árbol del conocimiento. Sin embargo, otros percibieron a Cristo de acuerdo con Su realidad interior (vs. 40, 50-51), al recibir del árbol de la vida, el cual da por resultado la vida (Gn. 2:9). No prestemos atención a la apariencia externa. Debemos ver lo que está por dentro. ¿Está Cristo en el interior? Todos debemos conocer a Cristo según la realidad interior y no conforme a la apariencia externa.

En su totalidad el Evangelio de Juan presenta un cuadro impresionante. En cierta ocasión el Señor Jesús fue a Betania y se quedó en una pequeña casa con Lázaro, Marta y María (12:1-2). En aquellos tiempos el templo estaba en Jerusalén. En ese templo santo estaban los sacerdotes ataviados en sus vestiduras sacerdotales, ofreciendo los sacrificios en el altar y quemando incienso de la manera adecuada. Todo lo que se encontraba en el templo era muy atractivo. Pero en aquella pequeña casa de Betania no había nada: no se encontraban los sacerdotes, ni las vestiduras sacerdotales, ni el altar, ni las ofrendas ni el incienso. Solamente había dos hermanas y un hermano que eran pobres. En ese momento, ¿en dónde estaba el Dios verdadero? ¿En el templo o en aquella pequeña casa? Él estaba en la pequeña casa. Suponga que usted estuviera buscando a Dios en esos días. ¿A dónde hubiera ido? ¿A la pequeña casa o al templo? Sin lugar a dudas, todos habríamos ido al templo. Probablemente ninguno de nosotros habría ido a aquella pequeña casa. No obstante, Jesús, la corporificación misma de Dios, no se encontraba en el templo sino en aquella casita. Finalmente, tal vez entre nosotros se habría suscitado una división, en la que un gran número iba al templo, y unos cuantos iban a la pequeña casa, donde en realidad se encontraba el Señor. Aquellos que iban al templo habrían pensado que era necio ir a esa pequeña casa a encontrar a Dios. Por lo tanto, debemos aprender a seguir al Señor Jesús conforme a la realidad interior y no a la apariencia externa. Este principio permanecerá para siempre. Alabado sea el Señor porque Él está con los humildes.

Cuando el Señor estuvo en la tierra, no tenía una apariencia atractiva. Hoy sucede lo mismo en la vida de iglesia, en Su recobro; no se encuentra una apariencia atractiva. Sin

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embargo, si usted entra en la vida de iglesia, en el recobro del Señor, descubrirá la belleza de Cristo allí. Él no es el nazareno, Él es la simiente de David. ¡Este es Cristo! ¡Aleluya!

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE DIECINUEVE

LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁNBAJO LA ESCLAVITUD DEL PECADO:

SER LIBERTADOS POR LA VIDA

(1)

En este Evangelio han sido seleccionados nueve casos que demuestran que el Señor Jesús es la vida y el suministro de vida para el hombre. Los primeros seis casos, hallados en los capítulos del 3 al 7, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado positivo, el Señor es nuestra vida y nuestro suministro de vida para regenerarnos, satisfacernos, sanarnos, darnos vida, alimentarnos y saciar nuestra sed. Los últimos tres casos, hallados en los capítulos del 8 al 11, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado negativo, el Señor es la vida que nos libera de las tres cosas negativas principales: el pecado, la ceguera y la muerte.

Como seres humanos caídos, somos constantemente perturbados por el pecado, la ceguera y la muerte. La ceguera, en realidad, significa tinieblas. Cuando uno está ciego, se encuentra en tinieblas, porque nada causa más tinieblas que la ceguera. La ceguera, las tinieblas y la muerte provienen del pecado, el cual es el factor básico de las mismas. Si somos pecaminosos, ciertamente estamos ciegos, porque la ceguera siempre está ligada a los asuntos pecaminosos. El pecado produce la muerte, pero entre el pecado y la muerte siempre está la ceguera. Después de haber pecado y antes de cosechar la muerte, uno está en tinieblas. Por lo tanto, el pecado, la ceguera y la muerte son tres problemas negativos que el Señor tiene que resolver; y la única manera en que pueden ser resueltos es que el Señor llegue a ser nuestra vida eterna y celestial.

El caso presentado en el capítulo 8 de Juan, el séptimo de los nueve casos, trata por completo el asunto del pecado. Ningún otro capítulo en toda la Biblia trata el problema del pecado tan amplia y completamente como el capítulo 8 de Juan. En este capítulo encontramos la respuesta para todos los problemas del pecado. Como veremos a continuación, en los capítulos 9 y 10, la ceguera es tratada cabalmente. Finalmente, el capítulo 11 se ocupa en detalle del asunto de la muerte. Después del capítulo 11 no encontramos ningún caso adicional, porque todos los casos positivos han sido

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presentados y todos los asuntos negativos han sido concluidos. Ahora veamos cómo el Señor como vida resuelve el primer asunto negativo: el pecado.

I. LA RELIGIÓN DE LA LEY ES CONTRARIAAL GRAN YO SOY

Este caso revela que la religión de la ley (8:5, 17), según la representa el templo (vs. 2, 20), no puede librar al hombre del pecado y de la muerte; pero el Señor Jesús, el Yo Soy, quien llegó a ser el Hijo del Hombre y quien fue levantado en la cruz por causa de las personas envenenadas por la serpiente, puede hacer lo que la religión y la ley no pueden. La religión de guardar la ley es contraria al gran Yo Soy. Este capítulo revela que hay dos asuntos entre los seres humanos que moran en la tierra: una religión y una Persona viviente. Esta religión es excelente, elevada y superior. No se trata de una religión pagana o supersticiosa, sino de la religión típica, la cual ayuda a los hombres a adorar a Dios, a conocerle en una forma externa de letras, y a guiar a las personas a guardar la ley de Dios, a fin de agradarle a Él, y de perfeccionarse a sí mismos. Esta religión es la mejor, y todos los judíos típicos están orgullosos de ella. Al analizar la religión ortodoxa de los judíos, nos damos cuenta que ésta es la religión más elevada. No es una religión falsa, sino completamente verdadera y genuina. Todo lo relacionado con esta religión es lo mejor y tiene muchos asuntos santos; entre los cuales se encuentra la Palabra santa de Dios. Nadie puede negar esto.

La religión judía es la única religión verdadera. El islamismo es sólo una falsificación del judaísmo, y el Corán, la Biblia de los musulmanes, es una falsificación del Antiguo Testamento y de una parte del Nuevo Testamento. Mahoma no compuso nada nuevo. Él simplemente copió el Antiguo Testamento y parcialmente el Nuevo Testamento. Así que, el islamismo es una religión falsificada. Además del judaísmo y el islamismo, no hay más religiones. El budismo no es una religión típica, es una tontería. La religión ayuda a los hombres a adorar a Dios enseñándoles la manera apropiada de hacerlo. Sin embargo, en el budismo no hay Dios. En el budismo todos pueden llegar a ser un Buda. Según la enseñanza del budismo, si uno practica hasta alcanzar cierto grado de perfección, puede llegar a ser un Buda. Esto no tiene sentido en absoluto y no contiene ninguna enseñanza correcta. Por esto, el budismo no debe ser considerado como una religión. ¿Y qué diremos de las enseñanzas de Confucio? Éstas no son una religión, sino enseñanzas éticas. Las enseñanzas de Confucio le informan a los hombres cómo deben comportarse, pero no les dicen cómo deben adorar a Dios. Nunca debemos considerar las enseñanzas de Confucio como una religión. Por lo tanto, en la tierra únicamente hay una religión típica, genuina y verdadera, y ésta es la religión formada por los judíos en conformidad con la Palabra santa. El cristianismo, incluyendo al catolicismo, es un

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resultado del judaísmo. Así que, existe sólo una religión típica sobre la tierra, el judaísmo.

Hay una sola Biblia. Ya hemos hecho notar que el Corán es una falsificación satánica de la Palabra santa. Nadie podría inventar algo como la Biblia. ¿Quién podría escribir otra Biblia? ¿Acaso podrían hacerlo Platón o Confucio? Nadie puede hacerlo porque hay un solo Dios, y sólo Él podría escribir un libro tan maravilloso. Ya que Dios nunca escribiría otra Biblia, nunca habrá otra. Nadie podría hacerlo. Cualquiera que fuera capaz de escribir un libro como la Biblia estaría capacitado para ser Dios. ¿Quién podría imitar este libro? ¿Quién podría igualar la profundidad de su sabiduría? Si usted puede hacerlo, debe ser Dios. ¿Cree que el Evangelio de Juan fue escrito meramente por un pescador de Galilea? ¿Cree que Juan podría escribir tal libro por sí mismo? “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el pan de vida”, “Yo puedo darles el agua viva”. Sólo el Señor Jesús puede decir tales cosas. Sólo Él podría escribir un libro como el Evangelio de Juan.

Sin embargo, los elegidos de Dios, Su pueblo escogido, tenían un concepto equivocado. Ellos no prestaron la debida atención al punto principal: Dios mismo en el Hijo y como el Espíritu desea entrar en el hombre para ser su vida y todo para él. El pueblo de Dios no le dio al blanco, prefiriendo reunir todos los preceptos, las leyes, y otros puntos buenos e integrarlos para formar con ellos una religión con la cual matarse el uno al otro. ¡Qué lamentable! De manera que, en los tiempos de Juan 8 había dos entidades en la tierra: una religión y una Persona viviente. Todos debemos ver este contraste.

La religión judía era genuina y maravillosa. Era buena en todos los aspectos, excepto en uno: era contraria al gran Yo Soy. La religión puede ser buena, pero no puede darle vida. No puede ayudarle porque usted está muerto. Una persona muerta no necesita nada bueno, lo que necesita es algo de vida. Sólo la vida puede ayudar a un muerto. Supongamos que le decimos a un muerto: “Pobre hombre, aquí tienes diamantes y oro. No debes estar muerto. ¡Mira el oro, qué valioso! ¡Mira los diamantes, cuán preciosos!”. Sería necio hablarle a un muerto de esta manera. Él no podría oír nada. En el capítulo 5 vimos los pórticos del estanque, en donde estaban los ciegos, los cojos y los paralíticos. Si les predicáramos a tales personas, ellos dirían: “No desperdicie su tiempo, yo no necesito nada bueno, lo que necesito es vida”.

¿Quién es el Señor Jesús? Él es Jehová mismo, el Yo Soy. Según Génesis 1 el nombre de Dios con respecto a Su creación es Elohim, Dios. Sin embargo, después de la creación, en Génesis 2, cuando Dios comienza a establecer una relación con el hombre, otro nombre de Dios es mencionado: Jehová, Yo Soy el que Soy. Jehová es el nombre de Dios en Su relación con la humanidad. En los tiempos a los cuales Juan 8 se refiere, Jehová

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estaba allí en la forma de un pequeño hombre llamado Jesús, que significa, Jehová el Salvador. Una vez más les digo que deben aprender la lección de no guiarse por la apariencia externa. Si ustedes se preocupan solamente por la apariencia externa, ciertamente errarán el blanco. Los judíos religiosos de aquellos días no le dieron al blanco porque menospreciaron a ese pequeño hombre Jesús, el cual no tenía apariencia ni belleza ni atractivo; no obstante, Él era el gran Yo Soy.

A. El Señor se hace el Hijo del Hombre

Este gran Yo Soy, Dios mismo en relación con el hombre, se hizo el Hijo del Hombre. Esto tiene mucho significado. El hecho que Jehová se hiciera el Hijo del Hombre significa que Él tuvo que humillarse. Esto era indispensable, debido a todos los problemas negativos que se hallan en el hombre. El pecado está en el hombre; la serpiente, que es el diablo, también está en el hombre. El hombre es el punto central de cada problema. Si Dios iba a resolver todos los problemas básicos del hombre, Él mismo tenía que hacerse hombre. Satanás conocía la importancia de esto, por lo que no le preocupaba que el Señor Jesús fuera el Hijo de Dios; lo que temía era que el Señor fuese hombre. Por lo tanto, Jehová Dios se hizo hombre.

B. Levantado en la cruz por causa del hombrepara echar fuera al diablo

Como hombre, Él estaba dispuesto a ser levantado (3:14) tal como la serpiente de bronce fue levantada en el desierto (Nm. 21:4-9). Cuando decimos que el Señor Jesús fue crucificado, principalmente queremos decir que Él murió en la cruz por nuestra redención y que allí quitó nuestro pecado. Pero, ¿qué quiere decir la Biblia cuando dice que Cristo fue levantado? Principalmente se refiere a que al ser levantado, Él derrotó a la serpiente, al diablo. Cuando la mayoría de la gente lee la expresión sea levantado,interpreta mal estas palabras. El Hijo del Hombre fue levantado como la serpiente de bronce, no sólo para resolver el problema del pecado, sino también para derrotar a la serpiente. Juan 12:31-32 indica que cuando el Hijo del Hombre fue levantado, el príncipe de este mundo, el diablo, fue juzgado y echado fuera. Cristo no sólo fue crucificado, sino levantado. Cuando Él fue levantado, la serpiente, el diablo, fue expuesta, juzgada y echada fuera. ¿Quién estaba allí en el asta? La serpiente. En la carne de Jesús, Dios puso la serpiente en el asta e hizo una exhibición universal de ella, para que todo el universo pudiera ver que Su enemigo, la serpiente, estaba en el asta. Así que, Jesús fue levantado para que el diablo fuese juzgado y echado fuera.

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II. LOS ASPECTOS RELACIONADOS CON EL PECADO

A. Nadie está libre de pecado

Los religiosos estaban haciendo todo lo posible para encontrar alguna falta en el Señor Jesús. Después de los capítulos 5 y 7, ellos intentaron poner a Jesús en una situación difícil. Ellos sorprendieron a una mujer pecadora y la trajeron al Señor Jesús. Según la ley tales mujeres debían ser apedreadas hasta que muriesen, pero los religiosos no lo hicieron. Al contrario, la trajeron ante el Señor con la intención de atraparlo. Ellos dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”. Los religiosos fueron bastante atrevidos. Ellos le hicieron al Señor una pregunta muy astuta. Si Él hubiera dicho que debían apedrearla hasta que muriera, habría perdido Su posición de Salvador y Redentor. ¿Podría un Salvador decir que tal pecadora debía ser apedreada hasta que muriera? Por supuesto, el Señor, como Salvador y Redentor, no podía decir esto. Pero por otro lado, si Él hubiera dicho que no debían apedrearla hasta morir, entonces ellos habrían replicado que estaba quebrantando la ley. Esta pregunta era un sutil truco del enemigo. Los religiosos pensaron que eran muy sabios, pero en realidad eran unos insensatos. Ellos pensaron que le sería muy difícil al Señor Jesús contestar, y que tendrían una excelente oportunidad para atraparlo.

Cuando le hicieron esta pregunta, el Señor no contestó ni una sola palabra. La manera más sabia de contestar una pregunta es no contestar, contestar más tarde, o hacerlo lentamente. La primera reacción del Señor consistió en que no contestó rápidamente. Nosotros también debemos aprender esta sabiduría. Cuando otros vengan a nosotros con una pregunta urgente, debemos aprender del Señor. Él simplemente se inclinó a escribir en el suelo. El silencio calma a las personas, así como el agua fría enfría el agua hirviendo. Cuando el Señor se inclinó a escribir, estaba calmando la situación. Al mismo tiempo, mientras calmaba la tensa situación, la mujer pecadora era confortada. Creo que al inclinarse a escribir en tierra, el Señor Jesús indicaba a los religiosos que no debían ser tan orgullosos, que debían humillarse un poco. Ellos tenían que entender que eran tan pecaminosos como aquella mujer.

Cuando era joven, traté de descubrir lo que el Señor Jesús escribía en la tierra. A través de muchas generaciones nadie ha podido afirmar lo que Él escribió. Yo supongo que el Señor Jesús pudo haber escrito: “¿Quién de vosotros no tiene pecado?”. Mientras los fariseos le preguntaban qué debían hacer con la mujer, el Señor pudo haber escrito en grandes letras: “¿Quién entre ustedes está sin pecado?”. Todos observaban al Señor mientras Él se inclinaba a escribir en el suelo. Entonces Él se levantó y dijo: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (8:7). Es como

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si el Señor les dijera: “Vosotros tenéis permiso de apedrearla, pero alguien debe tomar la iniciativa. Nadie está capacitado para tomar la delantera en esto, excepto aquel que no tenga pecado. Dejad que aquel de entre vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Esta palabra traspasó sus conciencias. Creo que aun antes de que el Señor dijera esto, mientras Él todavía escribía en el suelo, sus conciencias fueron conmovidas. ¿Qué hicieron los religiosos? Comenzando por los más viejos y continuando hasta el más joven, salieron uno a uno (v. 9). Los más viejos, por ser los más sabios, se retiraron primero. Ellos reconocían que no estaban calificados para ser los primeros en apedrear a la mujer hasta matarla. Pero sí estaban calificados para tomar la delantera en escaparse. Todos los más jóvenes, les siguieron.

¿Quién está sin pecado? Nadie. Nunca condene a otros, porque al hacerlo usted es igual a ellos. Usted no está calificado para condenar a otros, pues son pájaros del mismo plumaje. Si condena a otro “pájaro”, simplemente se condena a sí mismo. Sólo el gran Yo Soy está sin pecado, y solamente Él está calificado para condenar el pecado. ¡Qué sabiduría la del Señor Jesús! Después de que los religiosos se fueron, noten cuán tierna y gentilmente el Señor se expresó con la mujer pecadora. Él le preguntó si alguien la había condenado, y ella dijo: “Ninguno, Señor”. Entonces Jesús le dijo: “Ni Yo te condeno” (v. 11). Estas palabras fueron melodía para el alma aterrorizada de la mujer.

Este caso manifiesta la sabiduría del Señor. La gente vino a condenar a la mujer pecadora, pero la respuesta del Señor los convenció de su propia pecaminosidad. Cuando los demás vengan a usted con preguntas, debe tener cuidado y devolverles las preguntas. Debe contestarles preguntándoles acerca de ellos mismos. Entonces usted penetrará sus conciencias y los dejará convictos. Finalmente ellos serán convencidos y se alejarán.

B. La fuente del pecado: el diablo

El diablo es la fuente del pecado (8:44). El pecado es la naturaleza del diablo, y el pecado, que es la naturaleza del diablo, es una mentira. El pecado es una mentira, una falsedad. Todo lo que es pecaminoso no es real. El producto de la mentira es la muerte y las tinieblas. La muerte y las tinieblas como son falsedades, se oponen a la realidad. Puesto que el diablo es el padre de los mentirosos, él es el origen del pecado. El divino elemento de Dios, que obra como vida y luz en el hombre, lo libra de la esclavitud del pecado. Pero el elemento maligno del diablo, que obra como pecado en el hombre por medio de la muerte y las tinieblas, hace del hombre un esclavo del pecado. La naturaleza del diablo es la mentira y produce muerte y tinieblas. En las tinieblas hay falsedad, que es lo contrario de la verdad, la realidad.

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Puesto que el diablo es el padre de los pecadores, éstos son hijos suyos (1 Jn. 3:10). Los pecadores son los seguidores del diablo. Así que, en 1 Juan 3:10 tenemos la expresión los hijos del diablo. Debido a que el diablo es el padre de los pecadores, éstos son “los hijos del diablo”. El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9; 20:2), y los pecadores también son serpientes, una cría de víboras (Mt. 23:33; 3:7). Por lo tanto, ellos necesitan que el Señor sea levantado en la cruz, en la forma de la serpiente, por el bien de ellos (Jn. 3:14).

C. Los esclavos del pecado

Todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado (8:34). Un esclavo se encuentra siempre bajo cierta atadura. Satanás, el diablo, ha subyugado a toda la humanidad al cautiverio del pecado, impartiéndose en el hombre como la naturaleza pecaminosa que obliga al hombre a pecar. Es imposible que alguien pueda liberarse de tal esclavitud.

D. El resultado del pecado: la muerte

El resultado del pecado es la muerte (8:24, 51-52). En el versículo 24 el Señor dijo: “Si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis”. La muerte entró por medio del pecado. “La muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Mientras alguien haya pecado, está destinado para muerte. Así que, el resultado del pecado es la muerte.

E. Las categorías principales del pecado

Las tres categorías principales del pecado son: el adulterio o la fornicación, el homicidio, y las mentiras (Jn. 8:3, 41, 44). Estos son los aspectos más malignos del pecado. Pensemos en esto, ¿podremos hallar otro aspecto del pecado que sea tan maligno como el adulterio, el asesinato o la mentira? Nada es tan pecaminoso como estos tres aspectos, los cuales representan todo lo relacionado con el pecado. Todas las cosas pecaminosas están incluidas en estas tres categorías. El adulterio, o la fornicación, significa confusión. Cualquier cosa que confunde a la humanidad es un tipo de adulterio o fornicación. El homicidio es matar y mentir es engañar. Todo lo que es pecaminoso o confunde, o mata o engaña a la gente.

III. ¿CÓMO SE PUEDE RESOLVEREL PROBLEMA DEL PECADO?

A. Un solo hombre está libre de pecado

Este capítulo, por el lado positivo, revela algo más porque nos muestra la manera en que podemos ser libertados del pecado. Primeramente, este capítulo revela al único que no

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es pecador. En todo el universo ¿quién es el único que no tiene pecado? Solamente el Señor Jesús no tiene pecado (8:7, 9).

B. Sólo Jesús el hombre está calificadopara condenar a los pecadores,

pero Él no lo quiere hacer

¿Quién está calificado para condenar al hombre? ¿Quién tiene esta posición? Sólo Aquel que no tiene pecado. El único que está calificado y que tiene la posición para condenar al hombre es el Señor Jesús mismo, porque Él no tiene ninguna mancha de pecado. Pero aunque Él está calificado para condenarle, Él no está dispuesto a hacerlo.

C. Levantado en la cruzpor causa del pecado del hombre

El Señor Jesús fue levantado en la cruz por causa del pecado del hombre (8:28). El pecado es la corporificación de la serpiente, y el pecado de los pecadores es el veneno de ésta. Por causa de la redención, el Señor Jesús tuvo que ser el Cordero de Dios; pero para juzgar la naturaleza serpentina, el Señor Jesús tuvo que ser levantado en forma de serpiente. Para juzgar la naturaleza pecaminosa y serpentina de la humanidad, Él tuvo que ser levantado en la cruz en la forma de una serpiente.

D. Calificado para perdonar el pecado del hombre y capacitado para libertarlo

de la esclavitud del pecado

El Señor está calificado para perdonar el pecado del hombre y es capaz de libertarlo de la esclavitud del pecado (8:32-34). El Señor no sólo nos da la vida, sino que también Él entra en nosotros para ser nuestra vida misma. La sutileza de Satanás no fue sólo para inducirnos a hacer algo malo, sino que le sirvió para inyectarse en nosotros. Así que, el pecado ya no es meramente algo objetivo, o una maldad externa, sino que es la naturaleza subjetiva misma de nuestro ser. Ya no está fuera de nosotros, sino adentro. Incluso llegó a ser nuestro yo; está en nuestra naturaleza. Por lo tanto, todo lo que esté fuera de nuestra naturaleza, no puede ayudarnos a vencer el pecado que está en ella. Necesitamos que otra vida entre en nosotros. En la historia humana existe una sola Persona que es capaz de entrar en nosotros y ser nuestra vida para hacer frente a la naturaleza serpentina que mora en nuestro interior. Ni Confucio ni Platón pueden hacer eso. El único que puede hacerlo es Jehová, el gran Yo Soy. Sólo Él puede entrar en nosotros como vida para contrarrestar la naturaleza serpentina que mora en nuestro ser. Nuestra esclavitud no es un asunto externo, sino que es interno y está en nuestra

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naturaleza. Necesitamos otra vida, una vida más fuerte, más rica y más elevada, que nos libere de esta esclavitud. Sólo Él Señor puede ser tal vida, y Él verdaderamente lo es, porque Él es la vida divina. La vida divina es más alta que la vida humana; y es también superior a la vida satánica. Cuando esta vida divina entra en nosotros, derrota la vida y naturaleza serpentinas.

E. Es capaz de salvar al hombredel resultado del pecado: la muerte

El Señor es capaz de salvar al hombre del resultado del pecado, que es la muerte (8:24, 51-52). Una vez que el pecado ha sido juzgado, espontáneamente el resultado del pecado también será eliminado. La religión que se basa en la ley es incapaz de hacer esto, porque pertenece al árbol del conocimiento, el cual da por resultado la muerte (Gn. 2:17). El Señor Jesús es el árbol de la vida que produce vida (v. 9). En principio, salvar al hombre del resultado del pecado es convertir la muerte en vida.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTE

LA NECESIDAD DE LOS QUE ESTÁNBAJO LA ESCLAVITUD DEL PECADO:

SER LIBERTADOS POR LA VIDA

(2)

F. La manera en que el Señornos libra del pecado

1. Por medio de la luz de la vida

¿Cuál es la manera en que el Señor nos libra del pecado? Lo hace al venir a nosotros como la luz de la vida. Esta luz no se encuentra fuera de nosotros, sino que está dentro de nosotros. Cuando recibimos al Señor, Él entró en nosotros como nuestra vida. Esta vida es la que mora en nosotros y ahora brilla dentro de nosotros. Esto es la luz. Poco a poco y espontáneamente el resplandor de esta luz nos libera. Ser libertados de la esclavitud del pecado no ocurre de la noche a la mañana; toma tiempo. Aunque usted puede ser vivificado en un momento, ser libertado del pecado no es tan sencillo.

Podemos tomar el ejemplo de nuestro mal genio. Todos tenemos la capacidad de enojarnos. Si usted no la tiene, no es un ser humano. Una mesa no puede enojarse. Por mucho que golpee una mesa, ésta nunca perderá su paciencia, pues no tiene paciencia

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que perder, no tiene esa capacidad. Pero, ¿qué diremos acerca de usted? Toda persona tiene cierta capacidad de enojarse, y ésta es la principal manifestación de la naturaleza serpentina. Satanás se expresa en nosotros principalmente por medio del enojo. Cuando una persona se enoja, tiene la apariencia de una serpiente. Nadie se parece a un ángel cuando se enoja. Cuando usted se enoja con su esposa, se ve como un demonio. Cuando una madre se enoja con su hijito, éste se asustará porque su madre parece un demonio. Cuando nos enojamos se expresa la naturaleza serpentina. Nuestro mal genio nos perturba mucho, nos asedia todo el tiempo. Durante los cincuenta años en que he sido un cristiano que busca del Señor, nada me ha molestado tanto como mi mal genio. ¡Qué difícil es liberarnos de nuestro mal genio! Por mi experiencia puedo testificar que desde el día en que el Señor Jesús entró en mí, Él ha sido mi vida. Esta vida ha estado brillando en mí continuamente. Cuanto más Jesús brilla dentro de mí, más soy libertado de mi mal genio. A veces, cuando estaba a punto de perder la paciencia, esta luz brillaba fuertemente. ¿No ha experimentado usted lo mismo? Mientras usted está a punto de perder la paciencia con su esposa, la luz brilla. Pero los incrédulos, cuanto más se enojan, más furiosos se ponen. Sin embargo, cuando nosotros los cristianos que buscamos al Señor, empezamos a perder la paciencia, descubrimos que cada vez tenemos menos ira. Algunas veces los creyentes son detenidos por el resplandor interior mientras se están enojando. Algo brilla en su interior, matando la naturaleza serpentina. Después de cincuenta años de experiencia, puedo decir que ahora es difícil que yo me enoje, porque durante todos esos cincuenta años la radiación celestial ha estado matando la naturaleza serpentina de mi mal genio.

El tratamiento de radiación se aplica a ciertas enfermedades, y cuando un paciente se somete a este tratamiento, los rayos son infundidos en él. Nosotros tenemos la radiación celestial dentro de nuestro ser, y ésta mata la naturaleza serpentina. Esta es la luz de la vida, la cual nos liberta de la esclavitud del pecado.

2. Por medio del Hijo como la realidad

Somos libertados de la esclavitud del pecado no sólo por el resplandor de la luz de la vida, sino también por el Señor como la realidad (Jn 8:32, 36). La palabra traducida “verdad” en este versículo no es lo que se llama la verdad doctrinal, sino la realidad de las cosas divinas, la cual es el Señor mismo (14:6; 1:14, 17). En 8:32 dice que “la verdad os hará libres”. El versículo 36 dice que “el Hijo os liberta”. Esto demuestra que el Hijo, el Señor mismo, es la verdad. Ya que el Señor es la corporificación de Dios (Col. 2:9), Él es la realidad de lo que Dios es. Por lo tanto, la realidad es el elemento divino mismo de Dios hecho real y experimentado por nosotros. Cuando el Señor como el gran Yo Soy entra en nosotros como vida, Él brilla en nuestro interior como luz, introduciendo así el elemento divino como realidad en nosotros. Esta realidad, que es el elemento divino

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impartido en nosotros y experimentado por nosotros, nos libra de la esclavitud del pecado por medio de la vida divina como la luz de los hombres. El Hijo de Dios como la plenitud de la Deidad es la realidad. Mientras Él brilla en nosotros como vida, imparte Su realidad, Su elemento divino, en nuestro ser. Esto no es simplemente resplandecer, sino brillar impartiendo en nuestro ser la realidad de lo que Dios es. Gradualmente, día tras día y año tras año este elemento divino se acumulará en nuestro ser. Así que, dentro de nosotros habrá cierta cantidad de realidad divina. Nadie puede negar esto.

Yo he sido un cristiano que ha buscado al Señor durante más de cincuenta años. No digo que yo no pueda caer o tropezar. Tal vez el día de mañana tropiece por causa de mi querida esposa o de algún hermano. No obstante, a pesar de lo mucho que pueda tropezar, el elemento divino que ha sido forjado en mi ser durante los pasados cincuenta años, nunca podrá perderse. Aún si tropezase, tropezaría con una buena cantidad del elemento divino.

Somos libertados de la esclavitud del pecado por medio del resplandor de la vida interior y del obrar del elemento divino en nuestro ser. Esto es semejante al tratamiento médico diseñado para curar algunas enfermedades de la sangre. Es muy difícil eliminar enfermedades de la sangre. Para ello necesitamos tomar algún medicamento. Si yo tomo una medicina varias veces al día, esta medicina, por un lado, destruirá los microbios, y por el otro, impartirá orgánicamente un elemento positivo a mi cuerpo. Dicho elemento suministrará nutrimentos a los tejidos de mi cuerpo. Gradualmente, la enfermedad será eliminada. Por medio de este proceso metabólico, el elemento viejo es desechado y reemplazado por un elemento nuevo. Esta es la forma en que la vida divina nos liberta de la esclavitud del pecado. No depende de que nos consideremos muertos conforme al capítulo 6 de Romanos. Muchos intentamos esto en el pasado y comprobamos que no da resultados. Lo que necesitamos es experimentar al Cristo vivo como la luz que brilla y como el elemento divino que obra en nuestro interior. Finalmente, el elemento celestial y divino será añadido a nuestro ser. Esta es nuestra salvación.

¿Cómo puede el Señor guardarnos de pecar más? ¿Cómo puede libertarnos de la atadura y la esclavitud del pecado? Simplemente porque el gran Yo Soy a llegado a ser nuestra vida, y ésta vida es la luz. Cuando lo recibimos, Él llega a ser nuestra vida, y tal vida llega a ser la luz que nos rescata de la oscuridad del pecado. Sólo la luz de la vida puede libertarnos de la atadura y esclavitud del pecado. El Señor pudo perdonarnos porque Él es el Hijo del Hombre, quien murió por nosotros al ser levantado en la cruz. Ahora el Señor puede libertarnos y liberarnos de la esclavitud del pecado porque Él es el gran Yo Soy que vive en nosotros. Él ahora es la vida que es nuestra luz interior. Esta luz de vida puede liberarnos de las ataduras y libertarnos de las tinieblas del pecado. Por lo tanto, debemos entender que sólo cuando Cristo viene a ser nuestra vida y luz podemos ser

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libres. Además, esta vida y luz nos introducirá en la verdad, esto es, en la realidad. Cuando uno disfruta al Señor Jesús como vida y luz, encontrará que éstas lo introducen en la realidad. Después de esto, será librado de la falsedad. La razón por la que los hombres pecan con facilidad radica en que nacieron en falsedad. Ya que nacieron del diablo, el enemigo de Dios, nacieron como mentirosos. El diablo, quien es el padre de los mentirosos, es el mentiroso máximo. Así que, él introdujo a todos los pecadores en las tinieblas de la falsedad. La vida diabólica los introdujo en las tinieblas, y éstas los trajeron a la falsedad. De manera que es muy fácil que el hombre cometa pecado mientras se encuentre en falsedad. Pero alabado sea el Señor, porque nosotros recibimos al Señor como nuestra vida y luz. Esta vida y esta luz nos introducen en la realidad, la cual nos libertará de la atadura y esclavitud del pecado.

En este pasaje vemos una comparación entre dos padres distintos. Uno es el padre de los mentirosos, el padre de falsedad, homicidio y adulterio. Originalmente nacimos de este padre. No debemos pensar que hemos nacido meramente de nuestros padres terrenales. Por un lado, nacimos de ellos, pero por otro, nacimos del padre maligno de mentira. Él es el mentiroso mayor y nosotros nacimos como mentirosos menores. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (8:44). Nacimos de este padre de mentira; por lo tanto, nacimos como hijos de mentiras. No debemos pensar que nacimos estadounidenses o chinos, pues cada uno de nosotros nació como un mentiroso.

Pero alabado sea el Señor que existe otro padre, el Padre celestial, el Padre de luz y de verdad. Él es el gran Yo Soy, quien se encarnó como hombre. Como Hijo del Hombre, Él fue levantado en la cruz por nuestro pecado y murió por nosotros. Ahora, si creemos en Él y en lo que Él ha realizado por nosotros, Él, como el gran Yo Soy, el Padre de vida, entrará en nosotros para ser nuestra vida y nuestra luz. Entonces nos librará de la falsedad y de las tinieblas y nos introducirá en la realidad y en el reino de la luz, donde estaremos libres de la atadura y esclavitud del pecado.

IV. LA PERSONA DEL SEÑOR

Todavía hay más en éste capítulo, porque en él se revela la Persona del Señor. Este capítulo nos muestra quién es Él.

A. Él es el gran Yo Soy

El Señor es Jehová, el gran Yo Soy (8:24, 28, 58). “Yo soy” es lo que significa el nombre Jehová (Éx. 3:14). Jehová es el nombre de Dios en Su relación con el hombre (Gn. 2:7). Por lo tanto, Su nombre indica que el Señor es el Dios que siempre existe y que tiene una relación con el hombre. El Señor como el gran Yo Soy es el eterno, quien existe de

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eternidad a eternidad y no tiene principio ni fin. Como el gran Yo Soy Él existe en Sí mismo y siempre existirá por la eternidad. Él no sólo es Jesús, un hombre de Nazaret, sino el gran Yo Soy.

Decir que el Señor es el Yo Soy significa que Él es todo lo que necesitamos. Tenemos, lo que podría considerarse como un cheque en blanco en el que uno puede escribir cualquier cantidad que necesite. Si necesitamos luz, simplemente escribimos luz, y el Señor será nuestra luz. Si necesitamos consuelo, el Señor será nuestro consuelo. Este tipo de cheque nunca rebota, porque nunca hay escasez de fondos en la cuenta celestial. Sea valiente para escribir una cantidad grande. Lo que usted escriba en ese cheque depende de usted. El Señor es todo lo que usted necesita. Ahora depende de usted el girar la cantidad que necesite. Él es el gran Yo Soy.

B. Antes que Abraham y mayor que él

El Señor es el gran Yo soy, el Dios eterno que existe para siempre. Como tal, Él es antes que Abraham y es mayor que él (Jn 8:53). Los judíos no entendieron esto y argumentaron con el Señor. “Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, Yo Soy” (vs. 57-58). La gramática aquí es complicada, porque el Señor dijo: “Antes de que Abraham fuese, Yo Soy”. Según la gramática, Él debería haber dicho: “Yo era”. Pero Él siempre es presente; Él es el Yo Soy. Sea el pasado, el presente o el futuro, Él siempre está en el presente.

C. El Hijo como la realidad

Como ya hemos hecho notar, basándonos en lo que se menciona en los versículos 32 y 36, el Hijo es la realidad. El Señor es el Hijo como realidad; como tal, imparte el elemento divino en Sus creyentes.

D. El Hijo del Hombre

Otro aspecto del Señor consiste en que Él es el Hijo del Hombre. Por un lado, Él es el gran Yo Soy; por otro, es el Hijo del Hombre (8:28). Los judíos levantaron al Hijo del Hombre en el madero, pero no pudieron levantar al gran Yo Soy. Esto es muy extraño, pero conforme al versículo 28, es sólo cuando ellos levanten al Hijo del Hombre, que le conocerán como Jehová, el gran Yo Soy. Él fue levantado en la forma de serpiente por causa de los pecadores envenenados por la serpiente, para echar fuera a la serpiente antigua (3:14; 12:31-34; Ap. 12:9; 20:2). Fue levantado para eliminar la naturaleza serpentina y a la serpiente misma.

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¿Cómo es posible que el Señor no tuviera pecado? Es posible porque Él es Jehová, el gran Yo Soy. ¿Cómo pudo Él condenar el pecado? También porque Él es el gran Yo Soy. Pero, ¿cómo puede Él como Jehová perdonar el pecado? Debemos recordar que Jehová nunca pudo perdonar el pecado. Si Jehová lo hiciera, se haría a Sí mismo injusto. Sólo había una manera en la que Él podía perdonar el pecado, y ésta era hacerse el Hijo del Hombre y ser crucificado. En otras palabras, únicamente podía perdonar el pecado por medio de la redención. Sin tal redención, Dios mismo habría sido incapaz de perdonar los pecados. Sin esta redención no habría base para el perdón. Pero, debido a que Él fue levantado en la cruz como Hijo del Hombre, pudo cargar nuestros pecados y redimirnos de todos ellos. De esta manera Él tuvo la debida posición para perdonar los pecados.

Todo el Evangelio de Juan también revela que el Señor es la Palabra y el Espíritu. Encontramos tal pensamiento a través de todo este Evangelio. Una vez que uno vea la maravillosa Persona de Cristo en este Evangelio, se preguntará: “¿Dónde está Él y cómo puedo tener contacto con Él?”. Alabado sea el Señor que Él está en la Palabra y en el Espíritu, porque es la Palabra y el Espíritu. Ahora tenemos tanto la Palabra como el Espíritu. Si tenemos contacto con el Espíritu y recibimos la Palabra, entonces tendremos al Señor mismo. Tenemos todo al permanecer y al continuar en la Palabra del Señor (8:31). Mantenernos en contacto con la Palabra del Señor significa que permanecemos en el Señor mismo. Mediante el contacto con la Palabra, mantenemos contacto con la fuente de la vida que es eterna y que perdura para siempre.

Por lo tanto, por estar siempre en contacto con el Señor mismo nunca veremos muerte (v. 51). Esto ha sido probado por la historia. Cuando algunos de los santos estaban a punto de morir, ellos no gustaron la muerte aunque estaban al borde de ella. Por ejemplo, cuando D. L. Moody estaba en su lecho de muerte, murió valientemente y sin gustar la muerte, porque permaneció en el Señor y se mantuvo en contacto con la fuente de la vida. De la misma manera, si nosotros permanecemos en la Palabra del Señor y nos mantenemos en contacto con ella, también permaneceremos en contacto con la fuente de la vida en todo momento. De esta manera no probaremos la muerte. Pasaremos por la muerte sin gustarla.

El Evangelio de Juan es un libro de vida. En este evangelio muchas veces las personas le hicieron preguntas al Señor con la intención de recibir un sí o un no como respuesta. Sin embargo, Él nunca les dio un sí o no. Por ejemplo, en el capítulo 4 la mujer samaritana le dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). En otras palabras, ella estaba preguntándole cuál era el lugar correcto para adorar. El Señor Jesús no le dijo cuál era el lugar correcto. Él le dijo que Dios es Espíritu y que debemos adorarle en espíritu (v. 24). No depende de aquí o de allá, sino que se trata de estar en el espíritu, donde tenemos contacto con Dios,

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quien es el árbol de la vida. El Señor Jesús no le contestó con un sí o un no, sino que la dirigió a su espíritu humano para que tuviera contacto con Dios, quien es el árbol de la vida. El mismo principio se encuentra en el capítulo 8, cuando los fariseos le trajeron al Señor una mujer pecadora y le preguntaron si debía ser apedreada o no. De nuevo el Señor no les contestó con un sí o un no. Él dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v. 7). La respuesta del Señor los regresó a Él mismo, esto es, al árbol de la vida. Más tarde, cuando lleguemos al capítulo 9, veremos que los discípulos le hicieron al Señor una pregunta acerca del hombre que era ciego de nacimiento, inquiriéndole acerca de quién había pecado, si él o sus padres, para que hubiera nacido así. El Señor les contestó: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació así para que las obras de Dios se manifiesten en él” (v. 3). Una vez más el Señor les contestó guiándolos a Dios, el árbol de la vida. El Evangelio de Juan es un libro de vida, por lo tanto, nunca ofrece respuestas conforme al árbol del conocimiento del bien y del mal, sino que siempre dirige a la gente al árbol de la vida. No se puede dar respuestas de bien o mal, correcto o incorrecto, sí o no. Solamente hay una cosa: la vida. No es necesario que estemos correctos, así como no es necesario que estemos equivocados. Lo único que debe interesarnos es la vida. Mientras tengamos la vida, todo estará bien.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTIUNO

LA NECESIDAD DE LOS CIEGOSQUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN: RECIBIR LA VISTA

Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA

(1)

Como mencionamos anteriormente, los nueve casos presentados en el Evangelio de Juan se dividen en dos grupos. Los primeros seis casos muestran cómo el Señor como vida para nosotros trata las cosas positivas, mientras que los últimos tres casos representan la manera en que el Señor como vida se ocupa de las cosas negativas. Repasemos brevemente los nueve casos. Los primeros seis casos revelan que el Señor es vida para nosotros con el fin de regenerarnos, santificarnos, sanarnos, vivificarnos, alimentarnos y saciarnos. Estos seis casos o señales forman un grupo, pues se enfocan en los asuntos positivos de Su vida. Los últimos tres casos tocan los asuntos negativos: el pecado, la ceguera y la muerte. El pecado causa la ceguera y da por resultado la muerte. Por lo tanto, estos tres —el pecado, la ceguera y la muerte— forman un grupo y muestran que el Señor como nuestra vida se encarga de los asuntos negativos. En los primeros seis casos el Señor nos introduce en lo positivo, pero en los últimos tres casos, nos libra de lo negativo, ya que nos libra del pecado, de la ceguera y de la muerte.

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Según Juan 20:30-31, el escritor indicó que Jesús hizo muchas señales Y de todos esos casos él seleccionó sólo nueve como señales. Por lo tanto, dichas señales deben ser muy significativas, y la secuencia en que se presentan también debe tener mucho significado. Por ejemplo, el primer caso trata de la regeneración, y el último, de la resurrección de entre los muertos. Así que, el primero habla de la regeneración al comienzo de la vida, y el último, de la resurrección, después de que la vida termina. Además, en el último grupo de casos el pecado encabeza la lista de las cosas negativas, porque el pecado es el origen de la ceguera y de la muerte. La ceguera proviene del pecado, y la muerte es el resultado final de éste. En este mensaje nos ocuparemos de la ceguera.

Algunos lectores de la Biblia no ven claramente que el capítulo 10 de Juan es una continuación del capítulo 9. Sin embargo, al leerlos cuidadosamente entenderemos que estos dos capítulos forman una sola sección de la santa Palabra. Juan 10:21 nos ayuda a entender que el capítulo 10 sí es una continuación del capítulo anterior, porque en él se hace la pregunta: “¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”. No obstante, cada capítulo trata un punto diferente. En estos dos capítulos se revelan dos aspectos principales con respecto a la Persona del Señor: Él da la vista a los ciegos y apacienta a los creyentes fuera de la religión.

I. LA VISTA QUE LA VIDA DA PARA LOS CIEGOS

Este caso también comprueba que la religión que se basa en la ley, no pudo de ninguna manera ayudar al hombre ciego, pero que el Señor Jesús, como luz del mundo, le impartió la vista en la manera de la vida (10:10, 28). Esta señal fue realizada en el día de sábado. Parece que el Señor de nuevo hizo a propósito una señal en el día de sábado con el fin de exponer la vanidad de los ritos religiosos.

La ceguera, al igual que el pecado del capítulo anterior, está relacionada con la muerte. Una persona muerta ciertamente está ciega. “...el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos”. Así que, ellos necesitan que les resplandezca “la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Co. 4:4), para que se abran “sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hch. 26:18). Según el principio establecido en el capítulo 2, esto también es cambiar la muerte en vida.

A. Ciego de nacimiento

Leamos Juan 9:1-3: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron Sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació

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así para que las obras de Dios se manifiesten en él”. La pregunta hecha por los discípulos concordaba con su conocimiento religioso. Ellos pensaban que la ceguera se debía al pecado del hombre o al pecado de sus padres. Esta pregunta, al igual que las de 4:20-25 y 8:3-5, requería un sí o un no, lo cual pertenece al árbol del conocimiento y da por resultado la muerte (Gn. 2:17). Pero la respuesta que el Señor da en Juan 9:3 los dirige a Él mismo, quien es el árbol de la vida y da por resultado la vida (Gn. 2:9). Hemos visto que el Señor en el Evangelio de Juan nunca responde a tales preguntas con una respuesta de sí o de no; ni bien o mal. Esto se debe a que el Evangelio de Juan es un libro de vida y no un libro relacionado con el conocimiento del bien y del mal. Por lo tanto, el Señor dijo que la ceguera del hombre ocurrió para que “las obras de Dios se manifiesten en él”.

¿Cuál es la razón por la que el Señor nunca responde con un sí o un no? Porque hacerlo es responder conforme al árbol del conocimiento del bien y del mal. Dar una respuesta de bien o mal es igual que hacerlo con un sí o un no. Mientras que el sí y el no pertenecen al árbol del conocimiento del bien y del mal, el Señor en este evangelio se presenta a nosotros como el árbol de la vida. El árbol de la vida es Dios como nuestra vida. Por eso, en este evangelio el Señor nunca responde a la gente con un sí o un no, sino que siempre los refiere a Dios. El Señor nunca aludió al sí o al no para responder, sino a Dios, al árbol de la vida. La respuesta que el Señor dio en 9:3 condujo a Sus discípulos directamente a Dios, esto es, al árbol de la vida. Para ese entonces los discípulos eran todavía muy religiosos y estaban aferrados a sus conceptos religiosos, los cuales pertenecen al árbol del conocimiento del bien y el mal. Pero el Señor intentaba una y otra vez volverlos del árbol del conocimiento al árbol de la vida. Los discípulos en este asunto se encontraban bajo el entrenamiento del Señor durante tres años y medio. Aun después de ese tiempo, uno de Sus discípulos, Pedro, no había sido totalmente liberado de los conceptos religiosos, pues en Hechos 10:9-16 vemos que seguía siendo religioso y que aún estaba afectado por el conocimiento del bien y del mal. Tal vez podemos considerarnos libres del árbol del conocimiento, pero aun ahora podemos hallarnos bajo su influencia.

Cuando éramos pecadores, perdimos nuestra vista, por lo que no pudimos ver nada más. Nuestra ceguera se debía a nuestra naturaleza pecaminosa. En el capítulo 9, vemos que el hombre nació ciego, lo cual da a entender que la ceguera se encuentra en la naturaleza de una persona desde su nacimiento. Nosotros los pecadores somos ciegos por naturaleza porque nacimos así. ¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de que todopecador nació ciego? Por lo tanto, si confesamos que somos pecadores, debemos también reconocer que somos ciegos.

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B. Recibe la vista

1. Por la luz de la vida

Cuando el Señor Jesús vio al ciego, le dijo: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo” (9:5). El Señor es la luz de la vida (8:12). La ceguera se debe a la escasez de la luz de la vida. Toda persona muerta es ciega. Indudablemente, los muertos no pueden ver nada. Por lo tanto, la ceguera indica escasez de vida. Si usted tiene vida, tendrá vista,porque la luz iluminará sus ojos. De manera que, el Señor primero señaló que el hombre ciego necesitaba la luz de la vida.

2. Por la unción de la Palabra de vidamezclada con la humanidad

El versículo 6 es muy interesante: “Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y ungió con el lodo los ojos del ciego”. Cuando yo era un cristiano joven no entendía el significado de este versículo, y me causó risa lo que el Señor hizo. Lo que Él hizo fue muy extraño. A nadie le gusta tocar la saliva de otra persona. Pero el Señor mezcló Su saliva con la tierra e hizo lodo. Entonces untó el lodo en los ojos de aquel ciego. El Evangelio de Juan es un libro de cuadros descriptivos, y este caso es uno de estos cuadros. No debemos entenderlo meramente según las letras impresas. Debemos orar y acudir al Señor pidiendo que nos muestre su verdadero significado.

No puedo decirles cuánto tiempo he invertido estudiando este punto. En mi intento por encontrar la debida interpretación consulté varios libros, pero no pude encontrar ninguna respuesta. Un día, hace menos de veinticinco años, vi la verdad acerca de la mezcla de la vida divina y la humanidad. Este término mezcla ha sido usado por nosotros durante los últimos veinticinco años. Si vamos a las librerías cristianas, no podremos encontrar ni un solo libro que hable acerca de esta mezcla. A lo más, algunos libros mencionan la unión con Cristo o la identificación con Él. Ningún libro discute la verdad acerca de la mezcla. En 1958, cuando visité este país por primera vez, compartí un mensaje acerca de la mezcla de la vida divina y la humanidad. Un predicador graduado de Oxford de inmediato corrigió mi inglés, diciendo que “mezcla” no era la palabra correcta y que debería cambiarla por “co-mezcla”. Respondí: “Si esta palabra es la palabra inglesa correcta o no, no estoy muy seguro porque el inglés no es mi lengua natal, pero de lo que sí estoy seguro es que hay tal hecho entre la vida divina y la humanidad”. Después recibí confirmación en el libro de Levítico que este término era el correcto.

En Levítico 2:5 se usa la palabra mezclar, o sea, amasar: “Si tu ofrenda es una ofrenda de harina preparada en comal, será de flor de harina mezclada con aceite”. Esto es un

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tipo. La flor de harina tipifica la humanidad del Señor Jesús y el aceite tipifica al Espíritu Santo, la divinidad del Señor Jesús. Por lo tanto, en la Persona del Señor Jesús se halla la mezcla de la divinidad con la humanidad. Así que, cuando visité este país por segunda vez, empecé a hablar con denuedo acerca de la mezcla de la vida divina y la humanidad. Algunos me advirtieron que no mencionara mucho acerca de esto, sino que me mantuviera bajo los conceptos de identificación y de unión. Yo les dije: “Hermanos, no estoy preocupado por el concepto humano; lo único que me interesa es la Palabra pura. ¿Qué dirán ustedes acerca de Levítico 2:5, donde habla de la flor de harina mezclada, o amasada, con aceite? No discutan conmigo. Deben acudir a Moisés. Él fue el primero en mencionarlo”. Desde el año 1963 el Señor nos ha dado la carga de publicar la revista llamada The Stream [El Manantial]. Una y otra vez en esta revista hemos hablado acerca de la mezcla. Ahora muchos otros están empezando a asimilar este concepto.

Ahora debemos regresar a Juan 9 y aplicarle el concepto de la mezcla de la divinidad y la humanidad. El lodo en 9:6, como también el barro en Romanos 9:21, representa la humanidad. El hombre es barro. Todos nosotros somos barro. ¿Qué significa la saliva? La saliva, la cual sale de la boca del Señor (Mt. 4:4), representa Sus palabras, las cuales “son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Hablando figurativamente, la saliva es la Palabra, la cual es espíritu y es vida, que procede de la boca del Señor. La palabra que sale de la boca de Cristo es espíritu. Por eso, el hecho de que el Señor hiciera lodo con la saliva significa que mezcló la humanidad con la palabra viva del Señor. La palabra ungiómuestra esto, porque el Espíritu del Señor es el Espíritu que unge (Lc. 4:18; 2 Co. 1:21-22; 1 Jn. 2:27). La saliva, por lo tanto, representa la Palabra, el fluir del elemento o esencia del Señor. El barro fue mezclado con la saliva. Esto significa que el Señor mezcla Su esencia con nosotros por medio de Su Palabra e incluso con ella. Somos barro por naturaleza, y la misma esencia del Señor en la Palabra es la saliva. Anteriormente, cuando éramos pecadores, estábamos muertos. Cuando escuchamos la Palabra del Señor, Su Palabra entró en nosotros como a aquellos hechos de barro. Cuando oímos y recibimos el evangelio, fue en realidad la saliva del Señor la que entró en nosotros, los hombres de barro. En otras palabras, el barro recibió algo que procedía de la boca del Señor y fue mezclado con ello.

La mezcla de la divinidad y la humanidad es el ungüento más eficaz en toda la tierra; ningún otro ungüento puede comparársele. El Señor ungió los ojos del hombre ciego con el lodo que fue mezclado con Su saliva. Esto representa la unción del Espíritu de vida. Esta unción es una continuación a la mezcla del Señor en Su Palabra con el barro. Inmediatamente después que recibimos al Señor por medio de Su Palabra, recibimos la unción del Espíritu de vida. El hecho de que el Señor ungiera los ojos del ciego con el lodo hecho con Su saliva, significa que mediante la unción de la mezcla de la Palabra del

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Señor, la cual es Su Espíritu, con la humanidad, nuestros ojos, que fueron cegados por Satanás, pueden recibir la vista.

3. Por la obediencia a la Palabra de viday por el lavamiento para quitar

la vieja humanidad

Después de que los ojos del hombre ciego fueron ungidos con el lodo, quedó más ciego que nunca. Ahora una gruesa capa de lodo cubría sus ojos. El Señor le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé” (9:7). El hombre fue, se lavó y regresó viendo. Aquí lavarse es limpiarse del lodo. Esto significa el lavamiento para quitar nuestra vieja humanidad, como se experimenta en el bautismo (Ro. 6:3-4, 6). El hecho de que el hombre ciego fuera y se lavara significa que obedeció la palabra vivificante del Señor. De este modo él recibió la vista. Si después de ser ungido con el lodo no hubiera ido a lavarse, el lodo le habría cegado aún más. Nuestra obediencia a la unción del Señor nos limpia y nos da la vista.

La palabra Siloé significa “enviado”. Esto es muy significativo. La unción del Espíritu de vida significa que uno está siempre en la posición de ser enviado. La unción nos hace estar listos para ser enviados. Por lo tanto, debemos obedecer. El Señor mismo siempre permaneció dispuesto a ser enviado por el Padre y siempre fue obediente. Ahora el Señor nos pone en la misma posición que Sus enviados. Después de recibir al Señor en Su Palabra y obtener Su unción, Él nos ubica en la posición de ser enviados. Ahora debemos ser obedientes cuando nos envíe. Después de recibir al Señor en Su Palabra, ¿cuál es el primer paso que debemos dar para ser obedientes? Una vez que hemos creído en el Señor y le hemos recibido en Su Palabra, Él nos pedirá que vayamos a un “estanque”. Éste es el primer paso. Él lo enviará a lavarse y a ser bautizado. De ahí en adelante, usted deberá diariamente y durante todo el día aplicar este lavamiento. Día tras día usted deberá entender que está siendo lavado. Aun ahora yo he sido lavado varias veces. El mandato del Señor: “Ve y lávate”, siempre viene después de la unción del Espíritu de vida dentro de nosotros.

Este capítulo nos muestra al hombre ciego, al Señor que prepara el lodo, los ojos del ciego que son ungidos con el lodo, y al Señor que lo envía a lavarse en el estanque de Siloé. Una vez que el ciego lavó sus ojos, el lodo fue quitado. ¿Qué es el lodo? El lodo representa la vida natural o el yo humano. Cuando usted fue bautizado, el viejo hombre, el viejo lodo, fue quitado. Después de este lavamiento, éste fue sepultado en el agua y debajo de ella. Cuando fue bautizado su viejo hombre quedó sepultado en el agua. Sin embargo, ¿se da cuenta usted de que también debe aplicar el lavamiento del bautismo

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día tras día? Cada día de su vida cristiana, usted tiene que aplicar el lavamiento del bautismo, poniendo el yo y la naturaleza del viejo hombre bajo las aguas de la muerte.

Debemos recordar que la unción interior siempre requiere que apliquemos el lavamiento del bautismo a nuestro yo. Si usted no lo aplica nunca podrá obedecer la unción. Esta unción interior siempre exige que vayamos al Siloé y que muramos allí. Debemos sepultar nuestro yo, como si fuera barro, debajo de las aguas de la muerte. Tal vez recibió una unción esta mañana, pero si no se aplica a usted mismo el lavamiento del bautismo, no podrá obedecer dicha unción. El mandamiento de que nosotros nos pongamos bajo las aguas de la muerte viene inmediatamente después de la unción. La unción exige que eliminemos el viejo lodo. Cuando hagamos esto, recibiremos la vista y la luz. Según nuestra experiencia, al obedecer el mandato de la unción de sepultarnos bajo las aguas de la muerte, estaremos completamente bajo la luz y recibiremos la vista. Todo nos será claro porque ahora tenemos la vista y la luz. La luz del sol estará en realidad dentro de nosotros. Nuestros ojos serán abiertos y podremos ver claramente, debido a que hemos recibido la vista y ahora nos encontramos en la luz.

¿Qué habría pasado si el hombre ciego no hubiera obedecido el mandato del Señor de ir y lavarse? Aunque sus ojos hubieran sido ungidos con el lodo, el hecho de rehusar obedecer lo habría dejado aún más ciego. Lo que el Señor había hecho hasta ese punto le habría cubierto más en vez de descubrirlo. De igual modo, si no obedecemos la unción del Espíritu de vida, la unción llegará a ser un velo que cubre nuestros ojos en lugar de abrirlos. Sin embargo, si obedecemos la unción del Espíritu de vida y ponemos nuestro yo a muerte, nuestros ojos serán abiertos. En pocas palabras, tendremos vista y estaremos en la luz. De otro modo, nuestra desobediencia causará que la unción del Espíritu de vida llegue a ser un velo que cubre nuestros ojos. Como consecuencia, llegaremos a ser más ciegos que antes, y seremos introducidos a unas tinieblas aún más profundas.

Cuando recién recibí esta interpretación, me causó risa, y me dije: “¡Vaya! La mezcla del lodo con la saliva era ya suficientemente extraña. Ahora, he recibido una interpretación aún más extraña”. Al principio no la podía creer. No obstante, mientras oraba y la comparaba con mis experiencias, la llegué a creer. Si usted hace lo mismo se dará cuenta que ésta es la interpretación correcta. En muchas ocasiones usted ha recibido vista cuando el Espíritu Divino se mezcla con su humanidad. Por un tiempo, sus ojos estuvieron cubiertos y temporalmente usted estuvo más ciego que nunca. Gradualmente, después de obedecer la Palabra vivificante, su vieja naturaleza fue quitada. Entonces obtuvo un cielo claro. Por favor, confírmelo con su experiencia. Este debe ser el procedimiento cada vez que recibimos luz.

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Meramente leer o estudiar la Biblia no es adecuado. Sin la mezcla de la vida divina con nuestra humanidad, nunca podremos ver la luz de la Palabra. Podremos leerla, pero no veremos nada. Tal vez usted ha leído cierta oración en la Biblia muchas veces, pero no ha visto ninguna luz en ella. Un día, usted empieza a ver, e inmediatamente sus ojos son cubiertos y temporalmente se vuelve aún más ciego. No obstante, si obedece la Palabra viviente, y dice: “Amén, Señor Jesús”, inmediatamente tendrá la sensación de que algo se ha caído de sus ojos, y usted ha recibido la luz. Su vieja humanidad se habrá ido, y usted podrá ver debido a que su vista estará penetrando los cielos. Ésta es la manera de recibir luz.

Hay tres pasos que debemos seguir para recibir la vista. Primero, al lodo se le debe añadir la saliva y ser mezclado con ella. En otras palabras, usted, el viejo hombre, el lodo, debe recibir la Palabra del Señor como la saliva, y ser mezclado con el Señor en Su Palabra. Entonces, el segundo paso es que después de haber recibido al Señor en la Palabra, tendrá la unción. Finalmente, el tercer paso, el que sigue después de la unción, es el mandato de dar muerte al viejo hombre. El barro viejo debe ser puesto bajo las aguas de la muerte. Mediante estos tres pasos sus ojos serán abiertos. Entonces recibirá la vista y permanecerá siempre en la luz. Hermanos, aun ahora si usted ha de recibir la vista y estar en la luz, primero, debe recibir al Señor en la Palabra. Aunque usted ya haya sido regenerado, debe recibir al Señor en la Palabra y mezclarse con Él más y más. Usted sigue siendo barro y necesita la saliva que sale de la boca del Señor, que representa la esencia misma del Señor. Cada vez que usted reciba al Señor en la Palabra, la unción vendrá. Entonces, la unción le mandará a usted, que es un hombre de barro, a introducirse en las aguas de la muerte y a tomar la posición de un enviado. Un enviado nunca hace su propia voluntad, sino la de otro. Al ser enviados, debemos trabajar y actuar como tales. Un enviado no hace nada de acuerdo a su propia voluntad, sino que lo hace todo conforme a aquel que lo envía.

No debemos considerar que la sanidad del ciego es una historia muy simple. Cuando yo era joven pensaba que esta historia no solo era simple sino hasta graciosa. Si yo hubiera estado ahí, probablemente no le habría permitido al Señor hacer esto. Le habría dicho: “Hacer esto no es saludable ni higiénico. ¡Qué terrible y sucio es esto! Tanto el lodo como la saliva son cosas sucias. Estás poniendo cosas sucias en sus ojos. ¡No, no! ¡Yo no haría eso!”. Esta historia parece ser muy graciosa, pero con la ayuda del Espíritu del Señor podemos entender el maravilloso principio que esta historia contiene. Podemos ver que primeramente debemos recibir al Señor en Su Palabra y ser mezclados con Él. Luego, recibiremos la unción del Espíritu de vida en nuestro interior, la cual nos pondrá a todos por completo en la posición de ser enviados. Entonces estaremos dispuestos a ser puestos a un lado y a que el lodo de nuestro ser sea eliminado. Estaremos dispuestos a ser sepultados en las aguas de la muerte para que el yo sea terminado. Finalmente,

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recobraremos nuestra vista y disfrutaremos de la luz. Debemos vivir por este principio diariamente. Esto también es cambiar la muerte en vida.

C. Perseguido por la religión

Es bueno recibir la vista. Sin embargo, debemos estar preparados para sufrir persecución de parte de la ciega religión. El hombre ciego que recibió la vista fue expulsado (9:34), lo cual quiere decir que fue excomulgado y excluido de la sinagoga judía. Esto significa que fue echado fuera del redil, como lo dijo el Señor en 10:3-4. Pero aunque el judaísmo lo excomulgó, el Señor Jesús lo recibió.

D. Cree en el Hijo de Dios

El ciego llegó a creer que el Señor Jesús era el Hijo de Dios (9:35-38). Él recibió la vista mediante una clase de creer que era oscuro. Él creyó sin tener claridad. Era simplemente un inocente. Creyó sin saber realmente quién era Jesús. Creyó de una manera inocente. A pesar de que no sabía adecuadamente quién era Jesús, sí creyó que Jesús era alguien especial, tanto que argumentó acerca de esto con los fariseos. Finalmente, los fariseos lo expulsaron. Entonces el Señor Jesús lo halló y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” (v. 35). El ciego respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?” (v. 36). Él creyó aunque no conocía al Señor Jesús. Entonces el Señor le dijo: “Pues le has visto, y el que habla contigo, Él es” (v. 37). Enseguida el ciego declaró: “Creo, Señor; y le adoró” (v. 38). Él creyó que el hombre Jesús era el Hijo de Dios. Así que, el ciego no sólo recibió la vista, sino que él mismo fue recibido por el Señor Jesús.

Esto significa que el Señor, como el Pastor, entró en el redil, vio a una ovejita pequeña y ciega, le abrió sus ojos, y la guió fuera del redil. En cierto sentido la oveja fue echada fuera, pero en otro, el Señor mismo la guió a salir. Los fariseos la expulsaron, pero el Señor la llevó afuera. El Señor no la sacó del infierno, sino del redil. Como veremos en el siguiente mensaje, el redil era el judaísmo, la religión que se basa en la ley. El ciego, como los ciegos y paralíticos que estaban en los pórticos en el capítulo 5, era guardado en los pórticos de los que observan la ley; entonces el Señor Jesús vino, no solamente como vida, sino también como el Pastor para guiarlo a salir del redil.

El Señor es soberano. Muchos de nosotros estábamos en el redil de la religión. Tal vez usted se encontraba allí como un paralítico. Todos nosotros estábamos en aquel pórtico. Damos gracias al Señor Jesús por Su soberanía. Él vino como vida para sanar nuestra ceguera y como el Pastor, para guiarnos a salir fuera del redil.

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E. Juzgado por la vida

En 9:39-41 el Señor Jesús dijo: “Para juicio he venido Yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con Él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”. El Señor les dijo a los fariseos que Él vino a juzgar. Pero a Nicodemo le dijo que no vino a juzgar sino a salvar (3:17). En Nicodemo Él halló un alma abierta, por lo tanto, para él Jesús no había venido a condenar al mundo, sino a salvarlo. Sin embargo, vio el orgullo de los fariseos; por lo tanto, les advirtió que Su venida era para juzgarlos. Que el Señor venga a salvar o a juzgar depende de nuestra actitud. Si nuestra actitud es como la de Nicodemo, Él vendrá a salvarnos. Pero si nuestra actitud es como la de los fariseos, vendrá a juzgarnos. Que el Señor venga a salvarnos o a juzgarnos depende de nuestra actitud.

El Señor se vindica seriamente a Sí mismo cuando algún orgulloso procura demostrar sus habilidades. Esto simplemente indica que éste no necesita al Señor. Como consecuencia, el Señor deja a tal persona en su estado de ceguera. Debemos ser muy cuidadosos para no decir orgullosamente que podemos ver. Si afirmamos que podemos ver, el Señor nos dejará en nuestra ceguera. Él dijo que daría la vista a aquellos que no pudieran ver, pero que dejaría en tinieblas a los que afirmaban ver. Esta es la vindicación del Señor. Así que, debemos ser humildes y no orgullosos. El orgullo simplemente significa ceguera y tinieblas.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTIDÓS

LA NECESIDAD DE LOS CIEGOSQUE ESTÁN EN LA RELIGIÓN: RECIBIR LA VISTA

Y SER PASTOREADOS POR LA VIDA

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Ahora llegamos al capítulo 10 de Juan. Este capítulo es muy interesante, pero por lo general, es malinterpretado. En realidad, este capítulo es una continuación del capítulo 9. El versículo 21 nos ayuda a entender esto, debido a la pregunta que se hace allí: “¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”. Lo que nos muestra que ambos capítulos se centran en el caso del hombre que nació ciego. El pensamiento de este capítulo es muy profundo. En la superficie parece fácil de entender, pero en realidad no es muy fácil interpretar esta parábola o alegoría. El Señor presentó esta alegoría acerca

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del redil inmediatamente después de haberle dado vista al hombre ciego, quien había sido expulsado de la sinagoga por los judíos. Por lo tanto, este evento vino a ser el contexto de la parábola del redil.

II. EL PASTOREO DE LA VIDA PARA LOS CREYENTES QUE ESTÁN FUERA DE LA RELIGIÓN

A. El redil, la puerta y el pasto:para las ovejas

Ahora debemos ver el significado del redil en esta parábola. No es tan fácil definir lo qué es el redil. Tal vez usted conozca algo acerca de la Biblia y especialmente acerca de los evangelios. Quizá desde que era pequeño escuchó las historias bíblicas en la escuela dominical. O tal vez incluso se graduó de un seminario. Pero permítame hacerle una pregunta: “¿Qué entiende usted acerca del redil? ¿Cuál es su entendimiento acerca de este asunto? La clave para descifrar el secreto de esta parábola depende mucho del significado del redil.

1. El redil representa la ley o el judaísmo,la religión de la ley

El redil, en el mejor de los casos, representa la ley del Antiguo Testamento, pero en su uso común y ordinario, representa al judaísmo, la religión de la ley. Originalmente, antes de la primera venida de Cristo, Dios entregó Su ley al pueblo de Israel. Entonces, ¿Cuál fue el propósito de Dios al darles la ley? ¿Esperaba que la cumplieran? No, ése no fue Su propósito. Gálatas 3:23-26 lo revela: “Pero antes que viniese la fe, estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús”. Antes de que la fe en Cristo viniera, estábamos bajo la custodia de la ley. En otras palabras, estábamos encerrados como ovejas en un redil. La palabra griega traducida encerrados, significa confinados. Antes de que la fe viniera, esto es, antes de que Cristo viniera, el pueblo escogido de Dios estaba confinado en la ley. El pueblo estaba “encerrado” en la ley. En el griego, encerrar es una palabra especial y significa estar bajo custodia, o bajo un cuidado especial en un pabellón. Por ejemplo, si los padres de una familia fallecen, es posible que los hijos se mantengan bajo la custodia de sus tíos. En otras palabras, son puestos bajo la custodia de algún otro. Esto muestra la manera en que los escogidos de Dios fueron puestos bajo la custodia de la ley antes de que la fe en Cristo viniera. La ley guardó al pueblo de Dios bajo su custodia, “para aquella fe”, lo cual se podría mejorar traduciéndola “para prepararnos para la fe”.

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Gálatas 3:24 dice: “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. En realidad, la traducción de este versículo en otras versiones no es adecuada. En el texto original significa que la ley era nuestro esclavo y que nos llevaba a nuestro maestro, quien es Cristo. En tiempos antiguos, los hijos de las familias judías ricas, al ir a estudiar con sus maestros, eran acompañados por un esclavo entrenado. De igual manera, la ley sirvió como un esclavo para llevarnos a Cristo. Antes de que fuéramos llevados al maestro, Cristo, nos encontrábamos bajo el cuidado de un esclavo, la ley. Dios el Padre utilizó la ley como un esclavo para cuidarnos y llevarnos a Cristo. Antes de que Cristo viniera, estábamos bajo el cuidado de la ley, esto es, bajo su custodia. La ley era responsable del cuidado y protección de los escogidos de Dios y finalmente los condujo a Cristo. Una vez que hemos sido llevados a Cristo, somos justificados por fe. Y ya que la fe ha venido, es decir, ya que Cristo ha venido, no estamos más bajo la custodia de un esclavo.

Ahora entendemos qué es el redil. Antes de que Cristo viniera, Dios puso a Su pueblo escogido bajo la custodia de la ley. La ley era el redil. Por ejemplo, si usted va al campo, se dará cuenta de que la mayoría del tiempo las ovejas no están en el corral, o redil. Las ovejas pasan la mayor parte del año en los pastos, los cuales son el lugar permanente para ellas. En cambio, el redil es solamente un lugar temporal. Cuando los pastos no están disponibles, las ovejas tienen que permanecer en el redil. El redil es usado temporalmente para guardarlas y protegerlas hasta que los pastos estén listos. Esto nos muestra que Cristo es el pasto, el lugar permanente donde los hijos del Señor han de permanecer. Sin embargo, antes de que Cristo viniera, Dios preparó la ley para que fuera el redil donde guardaría y confinaría temporalmente a Su pueblo escogido.

No obstante, cuando el Señor vino, la religión judía había utilizado la ley para formar el judaísmo. El judaísmo había llegado a ser el redil. Antes de que el hombre ciego fuera sanado por el Señor, él era una de las ovejas confinadas en el judaísmo. Pero cuando fue echado de la sinagoga, en realidad fue expulsado del judaísmo, del redil. Anteriormente él era una de las ovejas del redil; pero ahora, fue expulsado del redil del judaísmo.

2. Las ovejas representanal pueblo escogido de Dios

Las ovejas son el pueblo escogido de Dios. En la eternidad pasada Dios en Su providencia escogió a Su pueblo. En el tiempo, antes de que Cristo viniera, Dios confinó a Su pueblo escogido bajo la custodia de la ley. Pero cuando Cristo vino, Él quería liberar a todo Su pueblo de la custodia de la ley. El hombre ciego que había sido expulsado de la sinagoga judía, y que acudió al Señor Jesús, formaba parte del pueblo escogido de Dios. Él se hallaba bajo la custodia de la ley, pero fue sacado de allí y conducido al Señor mismo.

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3. La puerta representa a Cristopara “entrar” y “salir”

¿Qué significa que Cristo sea la puerta? La mayoría de los creyentes piensan que la puerta es la entrada que tienen al cielo. Puede ser que algunos de los que leen este mensaje todavía mantengan este concepto. Pero la puerta aquí no sirve para que uno entre al cielo, porque esta puerta permite que uno entre y salga. Si esta puerta fuera la puerta del cielo, ¿cómo podría alguno salir por ella? Esta puerta no es la puerta del cielo.

El Señor es la puerta del redil. Inicialmente, el redil era la ley, y el Señor era la puerta por la cual entrar en la ley. El Señor no sólo era la puerta por la cual entrar en la ley, sino también la puerta por la cual salir de ella. El versículo 9 dice: “Yo soy la puerta; el que por Mí entre, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Cristo es la puerta, no sólo para que los elegidos de Dios entren y así estén bajo la custodia de la ley, tal como hicieron Moisés, David, Isaías y Jeremías en los tiempos del Antiguo Testamento, antes de que Cristo viniera, sino también para que los escogidos de Dios, como por ejemplo Pedro, Jacobo, Juan y Pablo, salieran del redil de la ley ahora que Cristo había venido. Aquí, pues, el Señor indica que Él es la puerta por la cual no solamente los elegidos de Dios pueden entrar, sino también por la cual los escogidos de Dios pueden salir. Los que entraron en la ley fueron personas como Moisés, los salmistas y los profetas. Cristo fue la puerta para que ellos entraran al redil de la ley. En otras palabras, ellos entraron en el redil mediante Cristo y por Él. Si nos enfocamos desde este punto de vista al leer los escritos de Moisés, los salmos, y los profetas, entenderemos que ellos entraron en la ley de Dios mediante Cristo. Cristo fue su entrada a la ley.

Cuando el Señor Jesús vino, muchos aún se encontraban en el redil. Sin embargo, después de la venida de Jesús, Dios no tenía la intención de que Su pueblo escogido permaneciera en el redil de la ley. Dios deseaba que salieran de la ley y que entraran en Cristo. Por lo tanto, para ese entonces, Cristo ya no era la puerta por la cual el pueblo elegido de Dios entrara en el redil, sino la puerta por la cual aquellos que estaban en el redil pudieran salir. El hombre ciego era uno de los que estaban saliendo del redil. Anteriormente, todos los siervos enviados por Dios entraron en la ley por medio de Cristo. Pero aunque Cristo ya había venido, el redil aún permanecía lleno de ovejas confinadas en él. ¿Qué debían hacer ellas? Tenían que salir del redil por medio de Cristo. Durante la era del Antiguo Testamento Dios introdujo a muchos de Sus siervos en el redil de la ley mediante Cristo. Ahora, durante la era del Nuevo Testamento, Dios quiere sacar a Su pueblo de la ley mediante Cristo como la puerta. Creo que ahora podemos entender que el redil era la ley del Antiguo Testamento, la cual fue utilizada por los judíos para formar la religión del judaísmo. Entonces el judaísmo llegó a ser el redil donde fueron confinados los escogidos del Señor. Pero ahora Cristo ha venido y los

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pastos están listos. Por lo tanto, no es necesario que las ovejas permanezcan por más tiempo bajo la custodia de la ley judaica. Ellas deben ser liberadas del redil de la ley para que puedan disfrutar las riquezas de los pastos.

En resumen, Cristo como la puerta es tanto la entrada como la salida del redil. Primeramente, los santos del Antiguo Testamento entraron en el redil, que era la ley, mediante Cristo como la puerta. Ahora, los creyentes neotestamentarios han de salir del redil mediante Cristo como la misma puerta. Además, el redil de la ley fue usado por Dios como un esclavo para guardar y cuidar a Sus hijos. Como tal, fue usado para llevarlos a Cristo mismo, quien era el maestro. Después de haber sido enviados al maestro, no había más necesidad de que permanecieran bajo la tutela del esclavo. El redil de la ley, que vino a ser el judaísmo, confinó a todo el pueblo escogido de Dios. Pero Cristo es la puerta por la cual los creyentes neotestamentarios pueden salir del judaísmo y entrar en Él, quien es los pastos.

Además, el Señor es también el Pastor. Él no sólo es la puerta del redil, sino también el Pastor. Él viene a llamar a Su pueblo a salir del redil, y Sus ovejas reconocen Su voz. Él es el primero que salió del redil, es decir, de la ley. Ahora, Él va delante de Sus ovejas, quienes finalmente le seguirán. Pedro, Jacobo y Juan salieron del judaísmo. Aun Pablo salió del judaísmo. Todos los judíos que creyeron en el Señor Jesús lo siguieron y salieron del redil judaico.

El hombre ciego era uno de los que salieron del judaísmo. Él fue expulsado de la sinagoga judía. Fue echado del redil por causa del Jesús viviente. Por lo tanto, el Señor aprovechó la oportunidad para proclamar esta parábola. El Señor declaró a los judíos que la religión de ellos era simplemente un redil. Él les dio a conocer que los pastos estaban listos, y que por lo tanto, no era necesario que las ovejas permanecieran en el redil. Ahora es el tiempo para que las ovejas salgan del redil y disfruten las riquezas del pasto. Aquel a quien los judíos echaron de su sinagoga llegó a ser uno de los que disfrutaron al Señor como el pasto.

El Señor primero es la puerta, luego es el Pastor, y finalmente es el pasto. El Pastor saca a todas las ovejas del redil a través de Él mismo como la puerta, y las trae a Él mismo como el pasto. Él es el pastor que saca a las ovejas del redil; Él también es la puerta por la cual las ovejas salen, y además, es el pasto a donde ellas son llevadas. Él simplemente sacó a las ovejas del judaísmo por medio de Sí mismo, hacia Sí mismo, y para Sí mismo. Él lo es todo: la salida, el Pastor y el pasto.

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4. Los pastos representan a Cristo como el lugar donde se alimentan las ovejas

Fuera del redil se encuentran los pastos verdes. Aquí los pastos representan a Cristo como el lugar donde se alimentan las ovejas. Cuando los pastos no están disponibles, en el invierno, o durante la noche, las ovejas deben mantenerse en el redil. Una vez que los pastos están disponibles, no hay necesidad de que las ovejas permanezcan en el redil. Ser mantenidos en el redil es algo temporal y transitorio. Disfrutar las riquezas de los pastos es algo final y permanente. Antes de la venida de Cristo la ley era nuestra custodia, y estar bajo la ley era transitorio. Ahora que Cristo ha venido, todos los escogidos de Dios deben salir de la ley y entrar en Él para disfrutarle como su pasto (Gá. 3:23-25; 4:3-5). Esto debe ser algo final y permanente. Ahora es la primavera, es el tiempo para que las ovejas salgan a los pastos y se alimenten de hierba fresca. Los discípulos Pedro, Jacobo y Juan, fueron también unos de los que estuvieron en el redil, pero salieron de allí para alimentarse de Cristo como los pastos. Cuando estaban en la antigua religión, en ese redil se estaban muriendo de hambre. Ahí no había puerta, lo cual significa que no había libertad; ni había pastos, lo cual quiere decir que no había alimento. Pero un día ellos encontraron a Cristo, Aquel que vive, el Pastor, y Él les dijo: “Venid, seguidme”. Y ellos le siguieron fuera del redil, hacia los pastos.

Si usted sigue al Señor como su Pastor, esto suscitará una tormenta que lo forzará a salir del redil. No necesita luchar ni esforzarse para seguir al Señor Jesús fuera del redil, porque con el simple hecho de seguirle, la antigua religión lo forzará a salir. Ellos lo echarán fuera. Cuanto más usted siga a este Jesús viviente, más la religión lo obligará a salir. La religión no puede tolerar al Señor Jesús, y Él nunca permanecería en la religión. Estos dos son completamente diferentes y no hay ninguna posibilidad de reconciliarlos. El Señor Jesús es vida, pero la religión es algo que no es vida. El Jesús viviente simplemente no puede soportar la religión. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros estamos fuera de la religión y nos estamos alimentando de los pastos verdes! El pasto ciertamente no está en el redil, sino fuera de éste. Si usted ha de disfrutar los pastos, debe salir del redil. Una vez que usted salga del redil se hallará en los pastos. ¡Aleluya!

Debemos añadir algo acerca de quién es el portero y quiénes son los ladrones y salteadores. El portero es el Espíritu Santo, y los ladrones y salteadores son aquellos que afirmaban ser profetas. Aquellos que no entraron al redil por la puerta, sino que subieron por otro camino; éstos son los profetas que vivieron después de los profetas antiguotestamentarios y antes de Juan el Bautista. Durante ese tiempo muchos no entraron a la ley por medio de Cristo, sino por sí mismos. Ellos afirmaban ser profetas enviados por Dios. Sin embargo, todos los profetas genuinos del Antiguo Testamento vinieron por medio de Cristo y para Cristo. En otras palabras, ellos entraron a la ley a

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través de la puerta. Después de los profetas antiguo testamentarios, muchos entraron en la ley, pero no por medio de Cristo y para Él, sino por sí mismos y para ellos. Ellos eran los ladrones y salteadores quienes perjudicaron y corrompieron al pueblo de Dios. Entre los profetas del Antiguo Testamento y Juan el Bautista hubo un período de cuatrocientos años. Casi durante todo ese lapso aquellos ladrones y salteadores perjudicaron al pueblo escogido de Dios. Por eso, el Señor dijo que el ladrón vino sólo para hurtar, matar y destruir, pero que Él había venido para que las ovejas tuvieran vida, y vida en abundancia (Jn. 10:10). Esto significa que el Señor vino para impartirse a Sí mismo como vida a Sus ovejas; pues Él es el pasto. Mientras las ovejas permanezcan en los pastos, tendrán el suministro de vida en abundancia. Al alimentarse de los pastos las ovejas disfrutan de dichos pastos como su abundante suministro de vida, porque el Señor es su vida abundante. Ellas disfrutan al Señor y lo experimentan abundantemente como su vida.

¿Cómo pudo el Señor llegar a ser el pasto de vida para las ovejas? Para entender esto es necesario que veamos que el pasto, para poder comerse, debe pasar por el proceso de la muerte. Todo el pasto viviente que es comido por las ovejas tiene que pasar por el proceso de la muerte. De manera que, como veremos, el Señor dijo que Él tenía que dar Su vida por Sus ovejas. Primero Él tuvo que morir para poder impartirse a Sí mismo como vida a las ovejas.

B. El Pastor, la vida divina y la vida del alma:para el rebaño

1. Cristo es el Pastor

Hemos visto que Cristo es el Pastor que llama a Sus ovejas a salir del redil. Él va delante de ellas, y ellas le siguen. Como el Pastor Él saca del redil a las ovejas a través de Sí mismo como la puerta para llevarlos a que lo disfruten a Él como el pasto.

2. Cristo pone Su vida, Su alma,para que las ovejas puedan tener la vida divina

En el versículo 10 el Señor dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Y en el versículo 11 dijo: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”. En estos dos versículos se usan dos palabras griegas diferentes para denotar “vida”. En el versículo 10 la palabra griega es zoé, una palabra que en el Nuevo Testamento denota la vida divina y eterna. Pero en el versículo 11 la palabra griega es psujé, la misma palabra que se traduce también “alma”, y significa la vida del alma, es decir, la vida humana. Estos dos versículos indican que el Señor Jesús tiene dos clases de vida. Como hombre, el Señor tiene la vida psujé, la vida humana; y

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como Dios, Él tiene la vida zoé, la vida divina. Él puso Su alma, Su vida psujé, Su vida humana, para efectuar la redención por Sus ovejas (vs. 15, 17-18), a fin de que participaran de Su vida zoé, Su vida divina (v. 10), la vida eterna (v. 28), por la cual pueden ser constituidas como un solo rebaño, bajo un solo Pastor, que es Él mismo. De esta manera y con este propósito, como el buen Pastor, Él alimenta a Sus ovejas con la vida divina.

La vida divina del Señor nunca puede morir. Lo que murió en Su crucifixión fue Su vida humana. Para ser nuestro Salvador, Él, como hombre, puso Su vida humana para realizar la redención por nosotros, a fin de que pudiéramos recibir Su vida zoé. Él puso Su vida humana para que nosotros, después de ser redimidos, pudiéramos recibir Su vida zoé, la vida eterna.

3. Un solo rebaño es formado por la vidabajo un solo Pastor

El Pastor, la vida divina y la vida humana son para el rebaño. En el versículo 16 el Señor dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; es preciso que las guíe también, y oirán Mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo Pastor”. ¿Quiénes son las ovejas que no son del redil judío? Son los gentiles. ¿Y qué es este rebaño? Este único rebaño representa la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 2:14-16; 3:6), producido por la vida eterna y divina del Señor, la cual Él impartió a Sus miembros por medio de Su muerte (Jn. 10:10-18). Antes, el redil era el judaísmo; ahora, el rebaño es la iglesia. El redil era, y sigue siendo, el judaísmo, pero el rebaño es la iglesia, la cual incluye a dos pueblos: los creyentes judíos y gentiles. El Señor reunió a los dos en un solo rebaño bajo un solo Pastor. Ahora, este único rebaño y único Pastor son el Cuerpo y la Cabeza.

¿Por qué el Pastor, la vida divina y la vida humana son para el rebaño? Porque los que constituyen el rebaño son personas caídas y necesitan redención. Como hombre, el Pastor tenía la vida humana. Él sacrificó Su vida humana para realizar la redención de Su rebaño. De esta forma Su rebaño fue redimido. Luego, Su rebaño recibió Su vida divina, y por esta vida divina Sus ovejas viven juntas en un solo rebaño, el cual es constituido como una unidad, una sola entidad. Esto no es realizado por la vida humana, sino por la vida divina.

En la vida humana estamos condenados y divididos, pero en la vida divina somos aceptados y unificados. En la vida divina todos formamos una sola entidad, esto significa que somos un solo rebaño bajo un solo Pastor en una sola vida. Si vivimos por nuestra vida humana y no por la vida divina, solamente causaremos problemas. Además, vendremos a ser extraños unos a otros y nos extraviaremos del rebaño. Cuando

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vivimos conforme a nuestra vida humana, ya no somos ovejas, sino extraños. Una oveja es una persona regenerada que posee la vida divina. Todos debemos vivir por la vida divina para llegar a ser ovejas genuinas y puras. Entonces todos constituiremos un solo rebaño. Mientras vivamos por nuestra vida humana, seremos semejantes a un animal salvaje, tal vez a un león feroz o a un caballo indómito. Si no vivimos por la vida divina, no habrá rebaño. El rebaño es producido, mantenido y constituido por la vida divina. ¡Cuán bueno es que los hermanos habiten juntos en armonía! (Sal. 133:1). Sin embargo, morar en unidad simplemente significa morar en la vida divina. Alabado sea el Señor porque en la vida divina somos verdaderamente uno, y nos amamos unos a otros. Esto no es posible en nuestra vida humana, ni en la vida psujé, sino solamente en la vida divina, la vida zoé. Recibimos esta vida zoé por medio de la redención realizada por nuestro Pastor, quien sacrificó Su vida psujé; y este sacrificio que Él hizo fue con el fin de obtener nuestra redención, para que así pudiéramos recibirle como nuestra vida zoé.Ahora nos encontramos en la vida zoé bajo un solo Pastor para ser un solo rebaño. Esto no es una organización, sino juntarnos como un rebaño en vida. ¡Esto es maravilloso! ¡Aleluya! El rebaño no es un asunto de religión, sino de vida.

C. La vida eterna,la mano del Hijo y la mano del Padre:

para la seguridad de las ovejas

En Juan 10:28-29 el Señor dice: “Y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. La vida eterna es necesaria para el vivir de los creyentes. Tanto la mano del Hijo, de poder, como la mano del Padre, de amor, tienen como fin proteger a los creyentes. La vida eterna nunca cesará, y la manos del Padre y la del Hijo nunca fallarán. Por lo tanto, los creyentes están seguros eternamente y nunca perecerán.

Cuando empecé a laborar en este país, muchos queridos santos me preguntaron si creía en la seguridad de la salvación. Mi respuesta siempre fue: “¿Por qué no?”. Después de algún tiempo todos ellos entendieron que sí creía en la maravillosa seguridad eterna. Si tenemos la vida eterna, tenemos la seguridad eterna. Nada es más seguro que la vida eterna. Tengo en mi espíritu la verdadera póliza de seguro. No sólo tengo vida eterna, sino que además tengo dos manos: la mano de poder del Hijo, y la mano de amor del Padre. Estas dos manos me abrazan, de modo que Satanás no puede arrebatarme de ellas. Estoy eternamente seguro por la vida divina y por estas dos manos divinas. ¡Alabado sea el Señor porque estas manos siempre están vigilando y nadie nos puede arrebatar de ellas. Por lo tanto, no pereceremos jamás. Tenemos un vivir divino y una protección todopoderosa. Así que, nosotros, las ovejas, tenemos seguridad eterna. No

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debemos argumentar doctrinalmente acerca de la seguridad eterna, porque es un hecho que disfrutamos. ¿Tiene usted la seguridad eterna? No le pregunto si cree en la seguridad eterna, le pregunto si la tiene. No importa que creamos o no en la seguridad de la salvación, estamos eternamente seguros.

D. La persecución por parte de la religión

En el versículo 30 el Señor dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Aquí el Señor confirma Su deidad, es decir, que Él es Dios (10:33; 5:18; 1:1; 20:28; 1 Jn. 5:20; Fil. 2:6). Los judíos tomaron piedras para apedrearle, diciendo: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque Tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10: 33). Los judíos persiguieron a Cristo debido a Su “blasfemia”. Hoy en día sucede lo mismo. Los religiosos nos acusan de predicar herejías. En aquel tiempo, la religión estaba tratando de proteger sus “creencias”, pero en realidad ellos no tenían creencias. Ellos tenían incredulidad y estaban protegiendo algo vano. Por lo tanto, persiguieron al Señor Jesús.

E. La vida abandona la religióny adopta una nueva posición

En Juan 10:40-42 vemos que la vida abandona la religión y adopta una nueva posición. Cristo abandonó el judaísmo y se fue al mismo lugar donde Juan el Bautista predicó el evangelio neotestamentario. Es muy significativo que el Señor abandonó el judaísmo y tomó una nueva posición, al lado del Nuevo Testamento. Hoy nosotros también estamos en esta nueva posición. Estamos siguiendo al Pastor, estamos en los pastos, y tenemos una nueva posición.

Finalmente llegó la hora en que el Señor abandonó el judaísmo. Aunque los religiosos procuraron prenderle otra vez, Él se escapó de sus manos (v. 39). Se fue más allá del Jordán, al lugar donde anteriormente Juan el Bautista le había bautizado. Los judíos religiosos habían usado la ley para formar el judaísmo, el cual había confinado al pueblo escogido de Dios. Sin embargo, Juan el Bautista permaneció completamente separado del judaísmo, pues vivió en el desierto, el cual se encontraba fuera de Jerusalén, más allá del Jordán. Juan el Bautista vivía en el desierto, siempre señalando hacia Cristo mismo. Él mostraba a Cristo porque la era del redil había terminado, y una nueva era había empezado. Todos los escogidos de Dios tenían que salir del redil y venir a Cristo. El testimonio de Juan el Bautista simplemente consistía en exhortar con urgencia a la gente a salir del redil y a entrar en los pastos.

Después que Juan el Bautista anunció a Cristo, el Señor entró en el redil con el fin de sacar las ovejas. Por supuesto que no estaba robando las ovejas. Él fue al judaísmo para

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que Sus ovejas pudieran escuchar Su voz y salir del redil. Él mismo salió y fue delante de ellas guiándolas a salir. Después de que el Señor salió del judaísmo, fue al mismo lugar donde Juan el Bautista había testificado acerca de Él. El hecho de que el Señor fuera al desierto más allá del Jordán fue una señal de Su salida del judaísmo y de Su regreso a un lugar que se encontraba fuera del judaísmo.

Este capítulo finalmente declara que muchos fueron a Él y creyeron en Él (vs. 41-42). ¿Conoce usted el significado de esto? Simplemente significa que muchos le siguieron como las ovejas siguen a su pastor. Él es el Pastor que fue al redil para sacar a las ovejas de allí. Cuando Él salió del redil, todas las ovejas lo siguieron a un lugar en donde se testificaba acerca de abandonar el Antiguo Testamento y experimentar el Nuevo Testamento. El testimonio del Antiguo Testamento era el redil, pero el testimonio del Nuevo Testamento es Cristo como los pastos. ¿Es usted una oveja? ¿Prefiere permanecer en el redil a pesar de que los pastos están disponibles? ¿Desea seguir confinado y permanecer bajo la custodia del redil? ¿O saldrá del redil y entrará a los pastos para disfrutar las riquezas de Cristo? Hoy, el Señor Jesús ya no está en el judaísmo. El buen Pastor ya no está en el redil. Él se encuentra donde está establecido el testimonio del Nuevo Testamento. Él ha abandonado el redil y permanece en el lugar donde Él es el pasto. Por lo tanto, usted también debe dejar el redil y acudir a Él. Esto significa que debe abandonar el “judaísmo” y tomar a Cristo como su todo. Él lo es todo para usted. Observe a las ovejas; el pasto lo es todo para ellas. Ellas disfrutan de los pastos como su lugar de reposo, de alimento, de agua, de suministro de vida y como su todo. De igual manera, usted debe salir del redil y entrar a los pastos, es decir, debe salir del “judaísmo” y venir solamente a Cristo. Debe salir de la “ley” e ir al lugar donde se disfruta a Cristo. ¿Dónde está Cristo ahora? Él está fuera de todo grupo que sea religioso, y se encuentra en el lugar donde Juan el Bautista testificó de Él.

Ahora usted conoce el verdadero significado de este capítulo, el cual es la conclusión de este caso del hombre ciego que recibió la vista. Antes de que Cristo viniera, todos los escogidos de Dios se encontraban en el redil. Ahora, ya que Cristo ha venido, el tiempo del redil ha terminado. Por lo tanto, usted debe salir del redil para venir a Cristo. Ahora es el momento para que tome a Cristo como su pasto y lo disfrute como su todo. Debe vivir en Él y tomarlo como el todo para usted.

Considere este cuadro. Mire las ovejas y los pastos, y vea cuánto estos pastos significan para ellas. Si usted verdaderamente es una oveja, le dirá a los demás cuánto anhela estar fuera del redil, por que allí sólo hay limitación y confinamiento. Simplemente no hay libertad, porque ahí se encuentra bajo la custodia de un guardián. Ahora usted sabe dónde están los pastos, la libertad, y el suministro de vida.

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Cristo es el pasto todo-inclusivo. El redil es la ley y el judaísmo. Cristo, que es la misma puerta del redil, es el Pastor que lo guía a salir de dicho redil, y que lo lleva hacia Él mismo, para llegar a ser todo para usted. Él es ahora nuestro pasto.

Permítame repetir una vez más. ¿Dónde está Cristo ahora? No se encuentra en el judaísmo, sino en el mismo lugar donde se testifica acerca del Nuevo Testamento. Cristo está en el lugar en el cual Juan el Bautista testificó de Él. Esto tiene mucho significado, porque el Señor hoy se encuentra fuera del redil, y ha tomado una nueva posición en la que Él es todo para Su pueblo escogido. Por lo tanto, usted debe salir del viejo redil y entrar a los pastos frescos en donde Cristo mismo es todo para usted.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTITRÉS

LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS:SER RESUCITADOS POR LA VIDA

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El caso de la resurrección de Lázaro es ciertamente maravilloso. Aquí tenemos el caso de un hombre que había muerto y había estado sepultado durante cuatro días, e incluso había empezado a heder. No obstante, fue resucitado. ¿Por qué los otros tres evangelios no incluyen el relato de este maravilloso caso? Aunque este caso es maravilloso, los otros evangelios no dicen nada acerca de esto debido a que este caso, que trata de la resurrección, no concuerda con el propósito de los otros tres evangelios; únicamente encaja con el propósito del Evangelio de Juan. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas tienen propósitos diferentes a la vida. Juan es el evangelio que habla de la vida. Por lo tanto, el Espíritu Santo reservó este caso para el Evangelio de Juan, lo cual comprueba que este evangelio es un libro acerca de la vida.

I. EL MUERTO Y SU NECESIDAD

En Juan 11:1-4 encontramos el caso del hombre muerto y vemos su necesidad. Lázaro no sólo estaba enfermo, sino también muerto (v. 14). Por lo tanto, no necesitaba sanidad, sino resurrección. Cuando el Señor salva, Él no solamente sana a los enfermos, sino que también da vida a los muertos. Fue por esto que esperó dos días hasta que el enfermo hubiera muerto (v. 6). El Señor no reforma ni controla al hombre; sino que Él lo regenera y lo levanta de la muerte. Por lo tanto, el primero de los nueve casos trata de la regeneración, y el último, de la resurrección, lo cual revela que todos los aspectos de Cristo como vida para nosotros, según se muestra en los demás casos, corresponden al

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principio de la regeneración y la resurrección. Este último caso es un verdadero cambio de muerte a vida.

Antes de abarcar el tema tocante a Cristo que resucita a Lázaro de entre los muertos, debemos entender que el Evangelio de Juan revela dos puntos. Por el lado positivo, revela que Cristo vino para ser nuestra vida. El Hijo de Dios es el Verbo de Dios, el cual es la expresión de Dios. Como expresión de Dios, Él mismo se hizo carne para ser nuestra vida. Este pensamiento central se encuentra en cada capítulo a lo largo de todo este evangelio. Por el lado negativo, este libro también muestra que la religión, aun la religión del judaísmo, está totalmente en contra de Cristo como vida. Al leer este libro cuidadosamente, podemos ver cómo aun la religión sólida y auténtica se opone a Cristo como la vida. En los primeros diez capítulos de este evangelio, la única oposición que el Señor enfrentó vino de la religión judía. La religión se opuso a Él, lo rechazó, lo repudió y lo persiguió. Al llegar al final del capítulo 10, vemos que Él fue obligado a abandonar la religión. Abandonó el templo, la ciudad santa y las cosas buenas de la religión judía, y tomó una nueva posición.

En cada uno de los primeros diez capítulos podemos ver algo de la religión que estaba en contra de Cristo. En el capítulo 1 vemos que la religión esperaba que vendría un gran líder. La religión esperaba al llamado Mesías, Elías, o el profeta prometido. Sin embargo, Cristo no vino como un gran líder, sino como el pequeño Cordero de Dios para efectuar la redención, y como una pequeña paloma a fin de producir las piedras transformadas para el edificio de Dios. Así que, aun en el primer capítulo de este evangelio encontramos un indicio de que la religión sigue el camino equivocado, un camino diferente al camino de la vida. Existe una gran diferencia entre la religión y la vida.

En el capítulo 2 vemos que la religión siempre trata de destruir a la vida, pues intenta destruir a Jesús. Pero Él como la vida divina se levantará a sí misma de esa destrucción. La vida no sólo puede resistir la destrucción, sino que también puede levantarse a sí misma y salir de la destrucción de la muerte.

En el capítulo 3 vemos que Nicodemo, un hombre de la clase alta, tenía un concepto religioso acerca del Señor Jesús, pues se dirigió a Él como rabí y como maestro enviado por Dios. Todos estos son conceptos religiosos.

En el capítulo 4 vemos que incluso una mujer samaritana pobre, vil, inmoral y de clase baja tenía un concepto religioso. En cierto momento de la conversación que tuvo con el Señor ella empezó a hablar acerca de la adoración a Dios. Aunque la religión de los

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samaritanos no era ortodoxa, era una religión. Los samaritanos tenían una tradición y una herencia religiosa.

En el capítulo 5 tenemos un despliegue total de la oposición religiosa contra la vida. Esto se debió al hecho de que el Señor Jesús vivificó al hombre paralítico en el día de sábado. A los judíos les parecía que Él quebrantaba los preceptos acerca del sábado. Por consiguiente, ellos empezaron a oponerse al Señor. De hecho, comenzaron a oponerse a Él en gran manera. En este caso podemos ver cómo las ordenanzas y los preceptos de la religión se oponen a que el Señor sea vida para los necesitados. El Señor, quien es nuestra vida, es una cosa, pero la religión, con todas sus reglas y ordenanzas, es otra cosa muy diferente. Cristo como vida, y la religión con todas sus reglas, nunca podrán estar de acuerdo.

También encontramos algo de la religión en el capítulo 6. Cuando los hombres vieron que Jesús había alimentado a la multitud con sólo cinco panes y dos peces, ellos dijeron: “Este verdaderamente es el Profeta que había de venir al mundo” (v. 14). Ellos estuvieron a punto de obligar al Señor a que fuera su Rey (v. 15). Éste era un concepto religioso. El Señor Jesús se retiró de ellos, pues quería seguir siendo los panecillos buenos que el hombre puede comer.

En el capítulo 7 vemos otro concepto religioso. Los que estaban celebrando la fiesta religiosa discutían acerca de Jesús. Pero Él, poniéndose en pie, clamó pidiéndoles que se volvieran de su religión seca, y que vinieran a Él, la fuente de agua viva.

Vemos más de la religión en el capítulo 8. Los escribas y fariseos religiosos trataron de atrapar al Señor preguntándole de una forma religiosa, cómo debían tratar a la mujer adúltera. Pero el Señor les contestó conforme a la vida, exponiendo su insensatez al aferrarse a su religión, ante lo cual ellos callaron avergonzados.

La oposición que la religión exhibe contra la vida se intensifica en el capítulo 9. En el capítulo 5 el Señor vivificó al hombre imposibilitado en el día sábado. En el capítulo 9, Él dio la vista al hombre ciego. El Señor a propósito hizo esto el día sábado. ¿Por qué el Señor no fue al hombre ciego antes o después del sábado? Él lo hizo así con la intención de quebrantar los ritos muertos de la religión muerta. Esto encendió la oposición religiosa contra la vida. El Señor a propósito quebrantó la observancia del sábado en presencia de los judíos religiosos. Los ojos del hombre ciego recibieron la vista, pero los ojos de los fariseos fueron cegados debido a su oposición. Los judíos pensaban que Jesús estaba totalmente en contra de su religión, pues había quebrantado las reglas del judaísmo. Por lo tanto, ellos se enojaron mucho con el Señor y empezaron a oponérsele. Ellos aun excomulgaron al hombre ciego que había sido sanado por el Señor (v. 34).

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Cuando echaron al ciego de su sinagoga, lo excomulgaron de la religión judaica. Entonces el Señor aprovechó la oportunidad para decirles que el judaísmo era simplemente un redil para guardar a las ovejas por cierto tiempo. Pero ya que los pastos estaban listos, las ovejas debían ser libertadas del redil y llevadas a los pastos. El Señor Jesús les hizo saber que por haber expulsado al hombre ciego de su religión, esa oveja fue libertada de aquel redil e introducida en Cristo, el pasto vivo. Al final del capítulo 10 el Señor abandonó el redil de la religión judía.

En los primeros diez capítulos de este evangelio vemos el conflicto o el combate entre la religión y la vida. Finalmente, el Señor abandonó tal religión y salió de ella. ¿Dónde se encuentra Él ahora? Él está fuera de la religión, y no tiene nada que ver con ella. Ahora, en Su nueva posición, no existe ningún elemento religioso. Todos los elementos de la religión han sido excluidos.

II. LAS FRUSTRACIONES QUE SURGEN DELAS OPINIONES HUMANAS

Ahora llegamos al último caso. Este caso no ocurre en el redil judaico, sino fuera del mismo. Después de que el Señor salió de Jerusalén, se dirigió a Betania, al hogar de un hermano y dos hermanas que lo amaban mucho. Antes de que llegara algo sucedió en esa casa. Lázaro, el hermano, se enfermó gravemente, entonces sus hermanas enviaron un mensaje al Señor, lo cual significa que oraron a Él (11:3). No hay nada malo en la oración. Si usted se encuentra en problemas, debe enviar un recado al Señor. En cualquier momento puede enviarle información acerca de su situación. Pero que es lo que hará, depende sólo de Él.

El capítulo 11 tiene un propósito muy específico: nos muestra que además de la oposición religiosa, las opiniones humanas constituyen lo que más estorba la vida. En los capítulos anteriores el mayor problema que la vida enfrenta proviene de la religión. Como hemos visto, en cada uno de los capítulos la vida se encontró con la oposición religiosa. Sin embargo, en el capítulo 11 no hay religión, pero encontramos otra clase de estorbo: las opiniones humanas. ¿Cuál es el obstáculo revelado en este capítulo que impide el poder de resurrección del Señor? Las opiniones humanas. Este capítulo presenta un cuadro vívido de la forma en que las opiniones humanas estorban la vida de resurrección del Señor. Cuando las opiniones humanas son subyugadas, la vida de resurrección se manifiesta. Este no es algo que sucede en la religión, sino en la iglesia, en la casa de Betania, la cual es una miniatura de la vida de iglesia. En Jerusalén, uno está en la religión; en Betania, está en la iglesia local. En Jerusalén se encuentra la religión, pero en la iglesia local se encuentra el problema de las opiniones humanas. En los capítulos del 1 al 10, Cristo como vida es plenamente revelado y, al mismo tiempo, la

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religión queda expuesta. Ahora, en el capítulo 11, Cristo surge como vida de resurrección y, a la vez, las opiniones humanas salen a relucir. Aunque en la iglesia no existe el problema de la religión, sí hay otro tipo de obstáculo: las opiniones humanas. El Señor es la vida de resurrección, pero Él es estorbado por nuestras opiniones. Este capítulo está lleno de opiniones.

Marta y María consideraban que el Señor debía haber venido inmediatamente. Esa era su opinión. Pero el Señor nunca obra basándose en la opinión de nadie; Él siempre actúa según Su propia voluntad. Ellas pensaban que el Señor debía venir de inmediato, pero Él, a propósito, esperó dos días más.

El Señor es la resurrección, y ni la vida ni la muerte constituyen un problema para Él. Para Él es fácil sorber la muerte. La muerte puede ser un problema para nosotros, pero no para Cristo. Él como la resurrección puede vencer la muerte y consumirla. Sin embargo, cuando nosotros queremos aplicarlo como la resurrección, nos enfrentamos con el problema de las opiniones humanas. En este mensaje quiero impresionarles con el asunto de nuestras opiniones. En la vida de iglesia local, el problema que nos impide ver la resurrección de Cristo es nuestra opinión.

Si usted lee cuidadosamente este capítulo, verá que aun la muerte de Lázaro fue provista por Dios. En Su soberanía, Dios preparó el ambiente que permitió que este seguidor de Jesús muriera. La soberanía de Dios proveyó tal situación de muerte a fin de manifestar el poder de la resurrección de Cristo. Sin la muerte no hay manera de que se exprese la resurrección. La resurrección necesita la muerte. ¿Cómo podría manifestarse la resurrección sin la muerte? Debemos alabar al Señor por la muerte de Lázaro. Si Marta y María hubieran entendido que la resurrección nunca podría manifestarse sin la muerte, ellas habrían alabado al Señor cuando vieron que su hermano estaba moribundo. Habrían comprendido que esa muerte haría posible que la resurrección del Señor se manifestara. Si ese hubiera sido el caso, no habría habido opinión humana.

Podemos aplicar esto a las situaciones que encontramos en la iglesia local. Siempre hay alguien que está moribundo en la iglesia local. Alguien o algo siempre está a punto de morir. Siempre que los responsables ven una situación de muerte, se preocupan y le dicen al Señor: “Oh Señor, ¿no es ésta Tu iglesia? ¿Acaso no amas a Tu iglesia? ¿No sabes que hay algo en la iglesia que se está muriendo? Señor, ven de inmediato”. Esta es una buena oración, pero es una oración basada en la opinión humana. Cuanto más uno ore de esta manera, más el Señor permanecerá alejado. Él demorará Su venida para agotar la opinión humana.

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Cuando recién recibí luz acerca de este capítulo, me causó risa. Nunca me había dado cuenta de la gran cantidad de opiniones que se encuentran en este capítulo. Ciertamente el Señor sabía que Lázaro estaba enfermo, y sabía exactamente cómo manejar la situación, aun si estas hermanas no le hubieran enviado la noticia. No obstante, ellas lo hicieron, pero Él no se conmovió. En ocasiones es muy difícil conmover al Señor. En una reunión de oración podemos decir: “Señor, movemos Tu mano”. Pero cuanto más tratemos de mover Su mano, más Su mano rehusará moverse. El Señor nunca actuará en conformidad con nuestra opinión. Cuando Él escuchó la noticia, Su corazón permaneció duro e inconmovible. Él se quedó dos días más en el lugar donde estaba.

A. La opinión de los discípulos

En Juan 11:8-16 vemos la opinión de los discípulos. Cuando llegó la noticia acerca de la enfermedad de Lázaro, el corazón del Señor no se conmovió. Los discípulos se deben haber quedado sorprendidos y perplejos. ¡Ya se imaginan lo desilusionados que estaban los discípulos! Después de dos días, repentinamente, el Señor expresó Su deseo de ir a ver a Lázaro. Él dijo: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” (v. 11). Entonces Sus discípulos le dijeron: “Señor, si duerme, se recuperará” (v. 12). Aquí podemos ver la opinión humana de los discípulos. Cuando el Señor indicó que no quería ir, ellos se confundieron; y cuando decidió ir, ellos pensaron que no era necesario que fuera. Una vez que el Señor expresó Su deseo de ir a visitar a Lázaro, los discípulos empezaron a dar sus opiniones. Ellos dijeron al Señor que era peligroso ir porque allí los judíos habían procurado apedrearle (v. 8). Ésta era la opinión humana, la cual siempre contradice la voluntad del Señor. Sin embargo, una vez que el Señor determinó ir a ver a Lázaro, nadie pudo hacerle desistir. Finalmente, los discípulos estuvieron de acuerdo en ir, pero lo hicieron con una actitud de mártires, temiendo la persecución de los judíos, pues uno de ellos dijo: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (v. 16). A menudo en las iglesias locales la situación es la misma. Hay demasiadas opiniones.

B. La opinión de Marta

Cuando el Señor venía, Marta fue la primera en encontrarse con Él (11:20). Pero antes de que el Señor pudiera decirle algo, ella expresó su opinión: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21). Ella estaba quejándose porque el Señor había llegado tarde. El Señor le dijo: “Tu hermano resucitará” (v. 23). Esto significa que el Señor lo levantaría inmediatamente. Pero Marta dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (v. 24). Marta interpretó esta palabra del Señor posponiendo así la resurrección actual para el día postrero. ¡Qué interpretación de la Palabra divina! El conocimiento parcial de la enseñanza fundamental es realmente destructivo e impide que la gente disfrute hoy la vida de resurrección del Señor.

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Entonces, el Señor le dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente” (vs. 25-26). Es como si el Señor le hubiera dicho: “Esto no es cuestión del tiempo. Para Mí el tiempo no es ningún problema. Para Mí, nada es demasiado temprano ni demasiado tarde. Mientras Yo esté aquí todo estará bien, porque Yo levantaré a tu hermano”. Luego el Señor le preguntó: “¿Crees esto?”. Marta respondió: “Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v. 27). Su respuesta no contestó en absoluto la pregunta del Señor. Ella no entendía lo que el Señor decía. Su preocupante conocimiento viejo le impidió entender la nueva palabra del Señor.

Marta es semejante a muchos creyentes de hoy que tienen mucho conocimiento y doctrina. Marta dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. Esto parece muy bíblico y correcto. Entonces el Señor le preguntó si creía que Él resucitaría a Lázaro, y ella contestó: “Yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Ella creía en cierta doctrina acerca de que el Señor era el Cristo, el Hijo de Dios. Creía en la doctrina que afirmaba que el Señor resucitaría a todos los santos muertos en el día final. Ella lo sabía todo, pero no tenía el conocimiento vivo que enseñaba el Señor. Todas sus opiniones se debían a su conocimiento. Hoy en día muchos cristianos tienen opiniones porque tienen muchas enseñanzas. Cuando alguien habla con ellos acerca de la vida interior, éstos inmediatamente comienzan a dar sus opiniones. Las muchas enseñanzas y las muchas doctrinas engendran opiniones interminables.

Después de que Marta dijo que sí creía que el Señor era el Cristo, el Hijo de Dios, ella se fue y llamó a su hermana María. Le dijo: “El maestro está aquí, y te llama” (v. 28). Sin embargo, no puedo encontrar ni siquiera una palabra que diga que el Señor llamaba a María. En realidad, esa fue una sugerencia de Marta, era su opinión pretenciosa. De nuevo vemos que Marta era una persona llena de opiniones. Su opinión era tan fuerte que difícilmente podía estar callada. Tal vez usted también ame al Señor mucho, pero como Marta, no pueda estar en silencio.

C. La opinión de María

María, al oír la palabra de Marta, acudió al Señor. Ella reiteró lo que ya Marta le había dicho al Señor: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano” (v. 32). Esta también era una opinión, una queja contra Cristo.

El Señor nunca argumentó; pero tampoco aceptó sus opiniones. Ellas simplemente no entendían que mientras el Señor estuviera presente, todo estaría bien. No comprendían esto, pues estaban muy tristes y aun llorando. Por esta razón el Señor se indignó en Su

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espíritu y se turbó (v. 33). No se indignó por la muerte de Lázaro, sino por el hecho de que ninguno de los que estaban allí lamentándose, percibía que Él era la resurrección actual; eso fue lo que lo turbó. Entonces el Señor les preguntó dónde habían puesto a Lázaro. Y ellos dijeron: “Señor, ven y ve” (v. 34). Esta respuesta fue muy buena. Esa fue la mejor opinión. Cuando la iglesia tenga algún problema, no hable mucho. Simplemente diga: “Señor, ven y ve”. En ese momento crítico, el Señor lloró compadeciéndose por la tristeza de ellas debido a la muerte de Lázaro.

D. La opinión de los judíos

En Juan 11:36-38 vemos la opinión de los judíos. Ellos pensaron que el Señor lloró (v. 35) porque amaba mucho a Lázaro. Pero otros se preguntaban por qué no había impedido que Lázaro muriera. Esas opiniones, más la ignorancia de los judíos acerca de la capacidad del Señor para levantar a Lázaro de la muerte, causó que el Señor se indignara de nuevo.

E. Marta opina de nuevo

Cuando el Señor llegó a la tumba, les dijo que quitaran la piedra. Una vez más, Marta, frustrando al Señor con su opinión, dijo: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (v. 39). Ella sintió que no era necesario mover la piedra. En este capítulo no encontramos nada religioso, pero sí hay muchas opiniones que obstaculizan al Señor. Aunque el Señor es la vida para los que están en la iglesia, Él encuentra una gran cantidad de opiniones proferidas por los miembros de la iglesia, así como se encontró con las opiniones de Sus discípulos, de Marta, de María, y de sus amigos judíos.

F. Las opiniones pertenecen al árbol del conocimiento,

el cual está en contra del árbol de la vida

Todas las opiniones proceden de la mente del hombre. Por eso, todas pertenecen al árbol del conocimiento, el cual está en contra del árbol de la vida. El árbol de la vida en realidad es el Señor mismo, quien se nos da para nuestro disfrute. Mientras nos aferremos a nuestras opiniones, no podremos disfrutar al Señor como la vida de resurrección. Pero cuando nuestras opiniones son subyugadas, nos es fácil empezar a disfrutar al Señor mismo de una manera plena.

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III. LA VIDA QUE HACE RESUCITAR

A. Da vida a los muertos

El Señor como la resurrección da vida a los muertos. Él es la resurrección y la vida. En resurrección, esta vida se imparte a los muertos para resucitarlos. Ésta es la vida que resucita.

B. Requiere la sumisión ycooperación del hombre

Aquí debemos ver un punto, el cual consiste en que el Señor tenía la capacidad para levantar a Lázaro de entre los muertos, pero no podía hacer nada por el continuo estorbo presentado por las opiniones humanas. Dichas opiniones lo estorbaron hasta que fueron subyugadas. Finalmente, Marta fue subyugada con cierta medida de sumisión. El Señor tiene la vida de resurrección, el poder de la resurrección, pero requiere nuestra cooperación y nuestra sumisión. ¿Qué es la sumisión? Simplemente consiste en renunciar a nuestras opiniones. Debemos abandonar nuestra opinión y permitir que el Señor hable. Cuando Él nos diga: “Quitad la piedra”, simplemente debemos hacerlo. Debemos someternos, cooperar y coordinar con Él. Debemos someternos a Su palabra, cooperar con Él y coordinar con Su poder de resurrección. ¿Por qué el Señor, ya que tiene la capacidad para levantar a los muertos, no removió la piedra por Sí mismo? Porque Su poder de resurrección requiere nuestra cooperación. Una vez que ellos hubieron quitado la piedra, el Señor clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! (11:41-43). Y Lázaro fue levantado de los muertos. Él escuchó la voz del Señor viviente, fue vivificado y resucitó de entre los muertos. Después de que Lázaro salió de la tumba, todavía se necesitaba la cooperación humana. Lázaro tenía las manos y los pies atados con vendas, y su rostro estaba envuelto en un sudario. Por lo tanto, Jesús les dijo: “Desatadle, y dejadle ir” (v. 44). Ellos tuvieron que quitar las vendas del Lázaro resucitado, y cuando lo hicieron, la obra de resurrección fue completada.

Nosotros también debemos cooperar con el Señor para liberar a otros de la atadura de sus vendas. Cuando en la iglesia el Señor levanta a alguno de la muerte, debemos cooperar con Él para liberarlo de sus ataduras terrenales. Por medio de este tipo de cooperación, la iglesia llega a ser el testimonio del Señor como vida. El Señor podía haber movido la piedra del sepulcro, y podía haber quitado las vendas de Lázaro, pero no lo hizo. En cambio, Él prefiere pedirnos que cooperemos con Él. Sin embargo, antes de poder cooperar con Él, debemos dejar nuestras opiniones y conducirnos de acuerdo con Su voluntad. En la vida de iglesia debemos abandonar nuestras opiniones, someternos a la palabra del Señor y a Su obra, y cooperar con Su poder de resurrección.

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Esta es una lección importante que todos los que están en la iglesia deben aprender. En especial las Martas y las Marías, es decir, los líderes, los responsables, deben aprender a dejar sus opiniones, someterse al Señor y someterle también sus opiniones, y cooperar con Él y con Su poder de resurrección. Si en alguna iglesia local los líderes abandonan sus opiniones, sometiéndolas a la palabra del Señor, y cooperan con Su poder de resurrección, esa iglesia experimentará la vida en resurrección. Esta es una porción de la revelación principal de este capítulo, la cual consiste en la sumisión de las opiniones humanas y la cooperación que los que aman al Señor rinden a Su poder de resurrección. Aún hoy el Señor espera una oportunidad para manifestar Su poder de resurrección, pero le es difícil obtener la sumisión, la cooperación y la coordinación. Como líderes de las iglesias locales, podemos estar muy ocupados orando y pidiendo al Señor que haga cosas en conformidad con nuestra opinión. Tenemos que abandonar nuestras opiniones, someter cada una de ellas a Su consideración, y cooperar con Él. Cuando Él nos pida que removamos la piedra, debemos hacerlo. Cuando Él nos pida hacer cierta cosa, debemos obedecer. Entonces veremos manifestada la vida de resurrección así como su poder. Ésta es una parte de la revelación de Juan 11. La mayoría de la gente sólo ve la historia de Lázaro desde la perspectiva de que éste fue levantado de entre los muertos. Pero no han visto la revelación contenida en este capítulo, la cual consiste en que, fuera de la religión, en las iglesias locales, la frustración a Cristo como vida son nuestras opiniones.

C. El verdadero cambio de muerte a vida

Resucitar a los muertos es realmente convertir la muerte en vida. El significado de este caso es igual a la señal de cambiar el agua en vino. Tal como la opinión proferida por María en aquella señal estorbó que el Señor cambiara el agua en vino, así también la opinión de Marta, en este caso, estorbó el poder de resurrección del Señor. Cuando la opinión de María fue subyugada, el poder transformador del Señor fue manifestado. Cuando la opinión de Marta fue subyugada, el poder de resurrección del Señor prevaleció.

ESTUDIO VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTICUATRO

LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS:SER RESUCITADOS POR LA VIDA

(2)

Al considerar las señales halladas en el Evangelio de Juan, nos damos cuenta que el Señor primeramente viene a nosotros como vida. La primera categoría de obstáculos

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que Él enfrentó fue la religión judaica, y la segunda, las muchas opiniones humanas de parte de aquellos que lo amaban. Hoy, en Su iglesia, Él enfrenta exactamente el mismo obstáculo: las opiniones humanas. Las incontables opiniones de aquellos que más aman al Señor, impiden que Él sea la vida de resurrección en la iglesia. Fuera de la iglesia, la religión es la que impide que el Señor sea vida, pero dentro de ella, son las interminables opiniones las que obstaculizan que Él sea nuestra vida.

Estos nueve casos son muy significativos porque muestran que el Señor como vida empieza con la regeneración y termina con la resurrección. Todos estos casos son señales que indican que el Señor viene a nosotros como vida en diferentes aspectos. La experiencia que tenemos del Señor como nuestra vida se inicia con la regeneración y alcanza su cumbre con la resurrección.

El Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). La resurrección es superior a la vida. En sí misma, la vida únicamente puede tener existencia; en cambio, la resurrección puede resistir cualquier tipo de ataque, incluso el de la muerte. El Señor no es solamente la vida, sino también la resurrección. La muerte no puede asirse de Él, porque Él vence la muerte. La muerte no puede retenerlo, porque Él es no sólo la vida, sino también la resurrección. La vida es el poder que permite la existencia, pero la resurrección es el poder que nos permite conquistar todo aquello que se oponga a la vida. Por lo tanto, la resurrección es superior a la vida, ya que puede vencer todo ataque contra ella.

Según las Escrituras, la muerte es un gran poder. Cuando la muerte viene sobre el hombre, éste no puede escaparse de ella. Ni aun el poder atómico puede vencer la muerte. Sólo el Señor mismo como resurrección puede derrotarla. Él puede librar de la muerte a todas las personas, pues Él no sólo es la vida, sino también la resurrección. Ya que Él es la resurrección, puede quebrantar el poder de la muerte. Aun el Hades es incapaz de confinar a nuestro Señor en la tumba.

Debemos aprender la manera de aplicar esta vida de resurrección a nuestra vida diaria. No sólo debemos vivir por la vida del Señor, sino también vencer por Su vida de resurrección. Muchas veces las circunstancias tienen el mismo efecto sobre nosotros que la muerte. Pero alabado sea el Señor porque todo lo que contiene el elemento de muerte constituye una prueba, ya que demuestra si el Señor es la resurrección o no. Nada puede confinarnos porque tenemos al Señor como nuestra vida de resurrección. No importa la intensidad o la presión de los problemas que estemos enfrentando, podremos soportarlo porque tenemos la vida de resurrección. Conforme a 11:25, el Señor no dijo que no moriríamos, sino que probaríamos a todo el universo que el Señor en quien creemos es la resurrección. Satanás hará su mayor esfuerzo por ponernos permanentemente en la

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muerte, pero un día, aunque quizá todos muramos, seremos resucitados. En todo el universo esa será la más grande de las victorias; la victoria que testificará que el Señor es la resurrección. Sin embargo, hoy, en nuestra vida cotidiana, podemos experimentar un anticipo de aquella victoria final de la resurrección. Por esto el apóstol Pablo dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección” (Fil. 3:10).

Las opiniones humanas siempre nos impiden experimentar al Señor como la vida de resurrección en la iglesia. Por lo tanto, para experimentar la vida de iglesia, primero debemos abandonar nuestras opiniones. ¡Cuánto necesitamos aprender la lección de estar en silencio en la vida de iglesia y a no expresar nuestra opinión! Debemos estar aun más callados que María. No deberíamos decir ni siquiera una palabra, sino simplemente “enviar un recado al Señor”, eso lo es todo. Entonces Lázaro se salvará. Ya sea que el Señor responda o no, o que Él venga o no, simplemente debemos esperar en silencio. Debemos dejarlo todo en Sus manos. De esta manera nunca nos equivocaremos, ni Él se demorará. Cuando Él llegue, no debemos decir nada, sino dejarque Él hable y darle la oportunidad de hacer lo que Él quiera. Simplemente debemos estar dispuestos a cooperar con Él. Esta es la manera apropiada de practicar la vida de iglesia. Si hacemos esto, experimentaremos a Cristo como la vida de resurrección.

En el Evangelio de Juan, este capítulo es muy significativo cuando se relaciona con la vida de iglesia. El Señor es Aquel que viene como la vida de resurrección a la vida de iglesia; sin embargo, existen dos categorías de obstáculos. Una es la religión, y la otra, las opiniones humanas. Incluso el cristianismo, por ser religión, constituye un obstáculo total para el propósito que tiene el Señor de impartirnos vida. Actualmente entre los cristianos existen muchos presuntos grupos libres que han abandonado la religión del cristianismo. Han salido de las denominaciones y otras organizaciones cristianas. No obstante, en esos grupos libres las opiniones humanas no tienen fin. Aunque es posible que no veamos mucha religión en ellos, ¡sí podemos ver lo mucho que sus fuertes opiniones humanas obstaculizan al Señor! Por lo tanto, debemos aprender la lección de renunciar no sólo a la religión cristiana, sino también la de abandonar nuestras propias opiniones. Entonces le proporcionaremos al Señor la libertad para que sea nuestra vida. Una vez que el Señor tiene la oportunidad de expresarse a Sí mismo, Él podrá tener una iglesia viviente. Recordemos que la religión y la opinión son las dos categorías de impedimentos que más estorban el fluir del Señor como vida para nosotros.

Antes de introducirnos más en este último caso, debemos descubrir un principio. En el capítulo 2 vimos que la primera señal consistió en cambiar el agua en vino. La segunda señal, en el capítulo 4, consistió en sanar al hijo moribundo de un oficial del rey. Hemos mencionado en repetidas ocasiones que la intención del Espíritu Santo en este evangelio, es simplemente hacer que el Señor Jesús sea la vida que satisfaga todas

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nuestras necesidades. Estas dos señales, presentadas en los capítulos 2 y 4, revelan el principio de que la vida surge de la muerte. En los nueve casos encontramos el principio básico de la vida que actúa en la esfera de la resurrección, satisfaciendo toda necesidad humana. Ahora podemos entender la razón por la cual el cambio del agua al vino es llamado “el principio de señales”, pues contiene el importante principio básico de producir vida a partir de la muerte. Este es el principio fundamental en todos los nueve casos. En cada uno de ellos encontramos únicamente agua, que representa la muerte. Todo lo que somos y todo lo que tenemos no es más que agua de muerte. En otras palabras, nosotros no somos más que agua de muerte, y sólo tenemos agua de muerte.

Si consideramos la condición de las personas de estos nueve casos, veremos que en todos los casos lo único que hay en ellas es muerte. Miren el caso de Nicodemo; lo único que había en él era agua de muerte. Y al tomar en cuenta el caso de la mujer samaritana, vemos que su sed significaba que ella se encontraba bajo la amenaza de la muerte. De igual manera, el hijo del oficial del rey se hallaba bajo la crueldad de la muerte. Y el hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, ¿cuál era su condición? La muerte. Después, si consideramos a la multitud; antes de ser alimentada por el Señor se encontraba hambrienta porque lo único que había en ella era agua de muerte. Miren el caso de los religiosos sedientos; la vanidad con la que terminó su fiesta también manifiesta la muerte. Por otro lado, la mujer pecadora que fue llevada al Señor por los fariseos, sólo tenía agua de muerte. Espiritualmente hablando, aun el hombre ciego no tenía más que muerte. Y Lázaro incluso hedía a muerte. Todas las personas involucradas en estos nueve casos no tenían más que agua de muerte. Según el segundo capítulo, las seis tinajas, que tipificaban a la humanidad, estaban llenas hasta el borde de agua de muerte. De igual forma, todas las personas de cada uno de estos nueve casos estaban llenas de muerte. En cada uno de estos casos se revela la muerte.

No obstante, el Señor intervino en estas situaciones de muerte a fin de ser la vida, según el principio de resurrección. En cada situación Él cambió la muerte en vida, haciendo que la vida surgiera de la muerte.

Apliquemos el principio fundamental de la vida en resurrección a todos estos casos. Primeramente, el Señor habló con Nicodemo acerca de la regeneración. ¿Sabe usted cuál es el principio básico de la regeneración? La regeneración simplemente significa que el Señor ha venido a ser nuestra vida en resurrección. ¿Cómo puede el Señor regenerar a los hombres o lograr que nazcan de nuevo? Lo hace simplemente al hacerse su vida en el principio de resurrección.

En el caso de la mujer samaritana, el Señor habló con ella acerca de la satisfacción que da el agua viva. ¿Cómo podía una pobre pecadora ser satisfecha con el agua viva?

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Únicamente por el principio fundamental de la vida en resurrección. Cuando el Señor entra en nosotros como la vida en resurrección, obtenemos el agua viva que nos satisface.

En principio, la sanidad del hijo moribundo del oficial del rey también indica que la vida le fue impartida. Para sanar la herida de la muerte, fue necesario que le fuera impartida la vida en resurrección.

¿Qué sucedió con el hombre paralítico que había estado enfermo por treinta y ocho años? Una vez más el principio fue el mismo, ya que el Señor vino a él como la vida que vivifica en resurrección. Debido a que el Señor vino a ser su vida en resurrección, el Señor mismo llegó a ser el poder vivificador que lo fortaleció.

En el caso de la multitud hambrienta, el Señor vino a ellos como el pan de vida. Si Él no hubiera muerto y resucitado, nunca podría ser nuestro pan de vida. Pero ya que Él murió al ser crucificado y resucitó en el poder de la vida de resurrección, puede alimentarnos y satisfacernos con el pan vivo. Podemos ser alimentados por Él y con Él. En esto también se ve el principio fundamental de la vida en resurrección.

En el caso de las personas sedientas del capítulo 7, el Señor fue el agua viva que sació su sed. ¿Cómo puede el Señor ser nuestra agua viva? Juan 7 nos dice claramente que después de que el Señor fue glorificado, el Espíritu vivificante llegó a ser el agua viva. ¿Qué significa que el Señor fue glorificado? Simplemente significa que Él fue crucificadoy que resucitó. En resurrección Él ha llegado a ser el agua viva que apaga nuestra sed.

En el caso de la mujer pecadora, el Señor la liberó de la esclavitud del pecado. Él murió para ser el viviente, gran Yo Soy para los pecadores. El Señor nos fortalece y vigoriza con Su vida en resurrección, la cual nos libera de la esclavitud del pecado. Sin Su vida de resurrección, nunca podríamos ser liberados de la esclavitud del pecado.

El caso del hombre que nació ciego también revela el principio de la vida en resurrección. ¿Cómo le fue posible al Señor darle la vista y la luz de la vida? El capítulo 10, que es una continuación del caso del capítulo 9, indica que el Señor como el buen Pastor tuvo que morir para poder dar Su vida divina a Sus ovejas. El Señor tuvo que morir y llegar a ser la vida de resurrección en el Espíritu. Ahora Él viene a nosotros basándose en la vida en resurrección.

Por supuesto, es muy evidente que el último caso, el de la resurrección de Lázaro, se basa en Cristo como vida en la esfera de resurrección. La primera y segunda señales, y

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ahora este último caso, revelan la intención y el principio establecido en el Evangelio de Juan: la vida se manifiesta a través de la resurrección de los muertos.

¿Por qué el Señor, al escuchar la noticia de la enfermedad de Lázaro, esperó dos días en vez de ir a verlo inmediatamente? Hablando con propiedad, esperó dos días porque no sólo quería ser el que sana a las personas, sino el que las vivifica. El Señor nunca sana de acuerdo con nuestro entendimiento, sino vivificándonos. ¿Puede usted encontrar en el capítulo 5, el término sanidad con respecto al hombre imposibilitado que había estado enfermo durante treinta y ocho años? ¿Estaba ese hombre realmente enfermo ante los ojos del Señor? No; para el Señor él estaba muerto. El Señor no sanó su enfermedad, sino que vivificó a ese hombre muerto. Por lo tanto, el principio fundamental de la vida mediante la resurrección consiste en que el Señor siempre vivifica a los muertos.

¿Cree usted que el Señor desea sanarlo? Lo que Él quiere hacer es vivificarlo. De acuerdo con el concepto antiguo, sanar significa reformar o mejorar. Pero el Señor nunca viene a mejorar ni a controlar la conducta del hombre; Su intención es vivificarlo. La única intención que tiene el Señor es impartirse a nosotros como la vida que vivifica.

Por esta razón el Señor rehusó ir inmediatamente a visitar a Lázaro para sanarlo de su enfermedad. Él esperó hasta que Lázaro estuviera completamente muerto y sepultado. Esperó hasta que la vida humana de Lázaro llegara por completo a su fin. Lázaro estaba tan muerto que incluso ya hedía en su tumba. En ese mismo momento el Señor fue a verlo. Él no fue antes porque rehusó que Su visita estuviera basada en el principio de la sanidad. Él fue únicamente en el principio de la vida en resurrección.

Supongamos que un hermano es religioso y descubre que tiene mal genio. Podríamos decir que él se encuentra enfermo del enojo. Consideremos también el caso de un jovencito que después de ser salvo se da cuenta de que posee muy mala conducta. Él también es una persona enferma; padece de una conducta descontrolada. Otro creyente puede descubrir que es demasiado bromista, y que sus chistes son una clase de enfermedad. Todas estas personas enfermas, después de detectar su enfermedad, le envían la información al Señor acerca de dicho mal. Tal como Marta que informó acerca de la enfermedad de Lázaro, ellos también afirman que están enfermos del enojo, del mal comportamiento o de sus bromas. Quieren que el Señor los sane al mejorar su temperamento para que no se enojen tanto, al reformar su conducta para que se porten bien, y al controlar su actitud bromista. El hermano que quiere que su actitud bromista sea controlada, ora: “¡Oh Señor, frena mi lengua!”. En otras palabras, estas personas están enfermas y le piden al Señor que las sane. Pero el Señor nunca viene a sanarlos. Cuanto más oren para que el Señor los sane de su mal carácter, peor carácter tendrán. El Señor nunca vendrá a sanarlos, sino que esperará ... esperará ... y esperará, hasta que

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estén completamente muertos. Él no contestará nuestras peticiones de sanidad, sino que esperará hasta que la enfermedad se convierta en muerte. Él siempre espera hasta que nos demos cuenta de que no sólo estamos enfermos, sino que también estamos muertos. El Señor esperará hasta que le digamos que somos casos perdidos, hasta que renunciemos a toda esperanza en nosotros mismos.

¿Aún tiene usted esperanzas de mejorar? ¿Está realmente desanimado con usted mismo? Temo que muchos todavía abriguemos esperanzas en nosotros mismos. Muchas veces somos como Marta y Lázaro. Por un lado, somos el enfermo Lázaro; por otro, somos Marta, la que envía información al Señor. Le informamos al Señor acerca de nuestra enfermedad con la esperanza de que Él venga a mejorar nuestra condición. Pero todos nosotros podemos testificar que el Señor nunca contesta ese tipo de oraciones. Cuanto más procuramos mejorar, más alejado permanece Él.

Algún día usted finalmente comprenderá que su caso no tiene esperanza. Y se dará cuenta de que usted es un vaso que sólo contiene agua de muerte. Reconocerá que se halla lleno de muerte y que nada en usted vive. Se dará cuenta de que usted sólo es una de aquellas seis tinajas llenas de agua de muerte. Cuando comprenda que está absolutamente en muerte, y que en usted no hay nada sino agua de muerte, entonces el Señor vendrá a vivificarlo. Cuando reconozca el hecho de que usted está muerto, sepultado, e incluso apestando con malos olores, entonces el Señor vendrá a vivificarlo. ¡Cuán a menudo tratamos de comportarnos bien y mejorarnos! Pero el Señor simplemente espera hasta que despidamos el olor fétido a otros. Entonces Él vendrá a usted conforme al principio de la vida en resurrección para vivificarlo.

El cristianismo actúa en sentido opuesto a este principio, pues es una religión que siempre trata de mejorar a las personas, reformándolas y controlando su conducta. Pero Cristo es vida y Su fin es vivificar a las personas con esa vida. Él los regenera y los resucita con Su misma vida. ¿Qué significa mejorar, reformar o controlar la conducta de alguien? Simplemente significa lograr que el hombre original sea mejor valiéndose del yo original. Pero Cristo viene a regenerarnos y a crearnos de nuevo consigo mismo. Él no tiene la intención de sanar al hombre original, sino que espera hasta que éste muera. Por esto, cuando usted está lleno del agua de muerte hasta el grado de que despida el hedor de la muerte, el Señor vendrá a crearlo de nuevo, a resucitarlo y a introducirlo en Él mismo, quien es la vida en resurrección.

El principio del Evangelio de Juan consiste en que Cristo es la vida en resurrección. La intención de este evangelio no es mejorarnos ni reformarnos ejerciendo control sobre nuestra conducta. La única intención del Señor es impartirnos vida. Esta vida nos vivificará, regenerará, resucitará, y nos creará de nuevo. Si podemos asimilar el

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principio básico de este evangelio, nuestra sed será saciada, nuestra hambre satisfecha, nuestras tinieblas iluminadas, las cadenas de nuestra esclavitud al pecado rotas, y nuestra muerte sorbida por la resurrección. Todo esto es posible cuando experimentamos a Cristo como nuestra vida en resurrección, en el Espíritu y por medio de la Palabra. Nunca podremos experimentar al Cristo viviente por nuestra propia cuenta ni basados en nuestras obras. La única manera para experimentar al Cristo vivo es en el Espíritu y por medio de la Palabra. El Espíritu y la Palabra nos introducirán en el principio de la vida en resurrección. Si tomamos al Señor en el Espíritu y por medio de la Palabra, seremos satisfechos, iluminados, liberados y resucitados. Cuando somos resucitados, somos liberados de todos los aspectos de la muerte. Nada puede suprimirnos, nada puede restringirnos ni aprisionarnos, porque estamos viviendo en resurrección.

IV. LA CONSPIRACIÓN POR PARTE DE LA RELIGIÓN YLOS HIJOS DE DIOS SON CONGREGADOS

El Señor levantó de los muertos sólo a aquellos que le amaron entrañablemente. Actualmente esto es algo típico en Su iglesia, porque Él es la vida de resurrección sólo para aquellos creyentes que le aman de corazón. Sin embargo, cuando se esparcen las noticias de Su poder de resurrección, éstas llegan a oídos de los grupos religiosos, como en este caso el judaísmo, y causan una reacción. Los grupos religiosos simplemente se enardecerán contra el Señor e incluso acordarán prenderle y matarle. El judaísmo presentado en el capítulo 11 indica que aun la religión cristiana de hoy está completamente en contra del deseo que tiene el Señor de transmitir a otros la vida de resurrección. En muchos casos, la religión cristiana ha echado fuera al Señor como vida. En estos últimos días el Señor se halla más y más entre los grupos de personas que le aman más intensamente. Por consiguiente, Él hará todo lo posible por levantarlos de la muerte. Pero esta información se esparcirá a los grupos religiosos, los cuales se enojarán y se opondrán a Cristo como la vida de resurrección.

Es muy notable que el tiempo de la resurrección de Lázaro coincidiera con el tiempo de la Pascua. Según las Escrituras sabemos que Cristo es nuestra Pascua (1 Co. 5:7), pero aquella gente religiosa iba a tener una pascua diferente. Al celebrar su propia Pascua ellos mataron la realidad de la Pascua. En otras palabras, Cristo, la pascua verdadera, es la realidad de dicha Pascua. Por una parte, los religiosos querían guardar la Pascua, pero por otra, intentaban eliminar la realidad de la Pascua. Se aplica exactamente el mismo principio en el cristianismo de hoy. Aunque el cristianismo está íntimamente relacionado con Cristo, sin embargo, pone a un lado Su realidad. Por un lado, el cristianismo predica acerca de Cristo, pero por otro, destruye Su realidad.

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A. La conspiración de la religión es usadapara cumplir el propósito de Dios

Nos hemos dado cuenta que la situación de muerte provista por Dios permitió que Cristo manifestara Su poder de resurrección, y que este poder da por resultado la resurrección del hombre muerto. Sin embargo, la resurrección de Lázaro provocó algunos problemas. La noticia de ella llegó a oídos de los fariseos, y éstos, al enterarse de ello, consideraron que era una situación muy seria. Por lo tanto, conspiraron para matar a Jesús (11:45-57). Mientras ellos conspiraban contra el Señor Jesús, Caifás, quien era el sumo sacerdote ese año, habló proféticamente diciendo: “Vosotros no sabéis nada; ni tenéis en cuenta que os conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (vs. 49-50). Y los siguientes versículos dicen: “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (vs. 51-52). La expresión congregar en uno a los hijos de Dios, que se menciona en este versículo, da a entender que no solamente la muerte del Señor, sino también Su vida de resurrección tiene como fin la edificación de los hijos de Dios. ¿Qué significa todo esto? Simplemente significa que la vida de resurrección levantará una situación por medio de la cual el pueblo esparcido de Dios pueda ser congregado en uno para que sean edificados como la morada de Dios en la tierra. La conspiración religiosa sirvió para el cumplimiento del propósito de Dios.

B. La congregación de los hijos de Diosse realiza por medio de la muerte del Señor y

de Su vida de resurrección

Repito una vez más que la muerte de Lázaro fue provista por Dios para dar oportunidad a que se manifestara la vida de resurrección. Esta vida requiere que exista la muerte para que la vida y el poder de la resurrección puedan manifestarse. Esta manifestación del poder de resurrección provocó una reacción entre los opositores, quienes entonces acordaron matar al Señor Jesús. Como parte de lo que consideraban, se habló una profecía. Esto indica que la conspiración de la oposición religiosa en realidad sirve para cumplir el propósito de Dios, sirve para reunir a todo el pueblo esparcido de Dios a fin de llevar a cabo Su obra edificadora. Por lo tanto, nunca debemos desanimarnos de la situación que exista en nuestra iglesia local, cualquiera que sea. Si existe una situación difícil en nuestra localidad, alabemos a Dios por ello. Debe ser la provisión y soberanía de Dios. Él hará algo, y entonces se provocará la oposición religiosa. Es posible que los opositores traten de matarnos. Pero no debemos preocuparnos, pues esa misma conspiración será usada por Dios para reunir a Su pueblo esparcido a fin de realizar Su obra edificadora.

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Deseo impresionarles con el hecho de que mientras estemos en el recobro del Señor y experimentemos la resurrección de Cristo, a pesar de la situación que exista en nuestra localidad y de la conspiración que exista en el ámbito contra nosotros, el propósito eterno de Dios será finalmente cumplido. El pueblo esparcido del Señor se congregará para llevar a cabo el edificio de Dios. Las cosas negativas —la muerte y la oposición—serán los siervos del propósito eterno de Dios. Estas promoverán el cumplimiento y la consumación del propósito de Dios. Nosotros nos encontramos en la cumbre de la montaña con las aguas bajo nuestros pies. No dejen que nada les preocupe; pues mientras permanezcan en la iglesia local, mientras tengan a Cristo como su poder de resurrección, y mientras estén en este fluir y tengan este testimonio, pueden estar en paz a pesar de la condición de muerte que tengan interiormente o de la oposición que exista exteriormente. La oposición religiosa, o sea, la conspiración para matarle, servirá para que el propósito eterno de Dios sea cumplido.

Esta es la revelación que presenta este capítulo. Juan 11 no es meramente un relato de la resurrección, sino una revelación completa que declara que mientras estemos en el Señor y experimentemos la vida de resurrección para el propósito de Dios, todo lo que suceda servirá para el cumplimiento de Su propósito. De manera que podemos decir: “Señor, si es Tu deseo que pasemos por una situación de muerte, está bien, estamos de acuerdo con ello. Permite que algunos hermanos Lázaros mueran. Entonces el poder de Tu resurrección podrá manifestarse. Tú harás una obra en resurrección que provocará oposición, y esta oposición congregará a los dispersos hijos de Dios dando por resultado que se lleve a cabo la obra de edificación”. Este tipo de cosas están sucediendo en estepaís. ¡Alabado sea el Señor! ¡Alabémosle por Su vida de resurrección! ¡Alabémosle por Su soberanía al congregar a Su pueblo! ¡Él está resucitando a los muertos y reuniendo a Su pueblo para llevar a cabo Su gloriosa obra de edificación!

ESTUDIO VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTICINCO

EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA

(1)

En este mensaje consideraremos otra subdivisión principal del Evangelio de Juan. Hemos visto que este evangelio se compone de dos secciones: el Verbo eterno encarnado que vino para impartir a Dios en el hombre (caps. 1––13), y Jesús crucificado y Cristo resucitado que va a preparar el camino para introducir al hombre en Dios, y que como el Espíritu vino a permanecer y vivir en los creyentes para la edificación de la morada de Dios (caps. 14––21). Ya abarcamos las tres primeras subdivisiones de la primera sección

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principal: una introducción a la vida y la edificación (1:1-51); el principio fundamental y el propósito de la vida (2:1-22); y la vida que satisface la necesidad del hombre en cualquier circunstancia (2:23-11:57). El principio básico de la vida es cambiar la muerte en vida (2:1-11), y el propósito de la vida es edificar la casa de Dios (2:12-22). A partir del capítulo 3 hasta el final del capítulo 11 vemos nueve casos que muestran la manera en que Cristo como vida satisface toda necesidad humana con el fin de cumplir el propósito de Dios. Después, en el capítulo 12, el Evangelio de Juan revela el resultado de que Cristo sea vida para el hombre, y éste es que se produce la iglesia, la cual es la casa de banquete, el lugar donde el Señor puede reposar y obtener satisfacción. El resultado que Cristo sea vida para el hombre es la iglesia. Entonces, ¿qué es la multiplicación de la vida? En el capítulo 12 vemos una iglesia pequeña. Es pequeña en cuanto a número, tamaño y crecimiento en vida. ¿Cómo puede esta iglesia crecer? Lo hace por la multiplicación de la vida. El resultado de la vida es para producir la iglesia, y la multiplicación de la vida es para el aumento de la iglesia, en cuanto a tamaño, número y crecimiento en vida.

I. EL RESULTADO DE LA VIDA

El capítulo 12 se considera un capítulo aparte, porque no es la continuación de los nueve casos anteriores, sino más bien la conclusión de todos ellos. La conclusión de los nueve casos consiste en que Cristo como vida produce la iglesia. En el capítulo 12:1-11 vemos que el resultado de la vida es la iglesia.

A. Una casa de banquete

En el capítulo 11 el Señor resucitó a Lázaro de entre los muertos, y esta resurrección produjo la vida de iglesia. Todos estábamos muertos. Luego, el Señor vino para resucitarnos. Al ser resucitados, llegamos a ser la iglesia. Así que, en el capítulo 11 tenemos a Lázaro resucitado, y en el capítulo 12 vemos que las personas resucitadas constituyen el lugar donde el Señor puede hallar reposo y satisfacción, el cual es la iglesia. Ahora debemos ver la iglesia como la casa de banquete.

1. Fuera de la religión

Este lugar de banquete se encontraba fuera de la religión. No estaba en la ciudad santa de Jerusalén ni en el templo santo, sino en una pequeña casa en Betania, fuera de Jerusalén y fuera de la religión.

El hecho de que el Señor sea vida para la gente, y que como tal satisficiera todas sus necesidades, provocó el rechazo de parte de la religión judía. El judaísmo no podía

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tolerar que el Señor fuese la vida para muchas clases de personas. Así que, los religiosos lo rechazaron. Tal rechazo se inició en el capítulo 5 (vs. 16, 18) y llegó a su punto culminante en el capítulo 10 (vs. 31, 39). En el capítulo 11 los judíos fanáticos incluso tuvieron un concilio donde discutieron como matar al Señor debido a que había resucitado a Lázaro (11:53, 57). Además, los líderes judíos también acordaron dar muerte a Lázaro por la misma razón (12:10). Esto muestra hasta qué grado la religión está en contra del Señor como vida; no solamente persiguió al Señor, sino también trató de destruir a los que participaron en el Señor como vida. La religión siempre renuncia al Señor como vida y lo rechaza.

Al estudiar el Evangelio de Juan, debemos notar la gran diferencia que existe entre la religión y Cristo como vida. El Señor Jesús vino a la tierra en Su encarnación, no para ser un líder religioso, sino para entrar en el hombre y ser su vida. Desde el primer caso, el de la regeneración presentada en el capítulo 3, hasta el último, el de la resurrección de Lázaro en el capítulo 11, todo lo que el Señor hizo fue presentarse a Sí mismo como vida a la gente que estaba fuera de la religión judía. Si vemos la religión, incluyendo el cristianismo, desde un punto de vista diferente al de la vida, fácilmente seremos engañados y descarriados, porque la religión enseña a la gente a conocer y a adorar a Dios; incluso enseña la Biblia y parece que en ella no hay nada malo. Sin embargo, si el Señor tiene misericordia de nosotros y si Su Espíritu abre nuestros ojos, veremos que lo que Dios está llevando a cabo en el universo no es solamente lograr que la gente le adore y le sirva. En esta era el deseo de Dios y la intención que tiene es entrar en el hombre, y lo hace en el Hijo, por Su Espíritu y mediante Su Palabra para llegar a ser la vida del hombre a fin de que éste viva por Él. Esto es absolutamente diferente de la religión y totalmente contrario al concepto religioso.

Cuando el Señor vino para ser la vida del hombre, la religión judía lo rechazó. A través de todos los siglos Él ha sido continuamente rechazado por la religión. Ya sea el catolicismo o el protestantismo, mientras sea religión, no tomará ni podrá tomar en forma pura al Señor como vida. En este asunto de tomar al Señor como vida, tanto la religión católica como la protestante ha llegado a ser una gran frustración para la gente, tal como lo fue la religión judaica en los tiempos del Señor y lo continúa siendo en la actualidad. Por lo tanto, debemos estar alertas y conscientes de cualquier tipo de religión, de lo contrario, podemos ser descarriados.

2. Un lugar de banquete, reposo y satisfacción para el Señor y para Sus creyentes

El rechazo del Señor por parte del judaísmo fue un resultado negativo de que el Señor viniera como vida para el hombre. Sin embargo, hubo también un resultado positivo, es

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decir, que a pesar de tal rechazo Él obtuvo un lugar donde podía reposar, festejar, morar y hallar satisfacción. En el capítulo 12 vemos que el Señor sale y se oculta de la religión que lo rechaza, y entra en la casa de Sus creyentes judíos en Betania. Cuando el Señor se hizo la vida de resurrección para Sus creyentes Él halló un hogar, el cual puede considerarse una sombra de la vida de iglesia. Por un lado, Él fue rechazado por el judaísmo y como consecuencia lo abandonó; pero por otro lado, Él obtuvo un hogar donde podía permanecer y descansar, allí Él tenía un lugar donde disfrutar de un banquete y ser satisfecho. Anteriormente, Él no tenía ni aun “dónde recostar Su cabeza” (Mt. 8:20). Pero ahora, después de resucitar a Lázaro de los muertos, Él obtuvo un lugar de reposo y de banquete. Después que la religión judía lo rechazó, Él no estuvo dispuesto a permanecer por más tiempo en Jerusalén, sino que siempre partía de allí para quedarse en Betania (21:17-18), donde no sólo podía hospedarse y descansar, sino aun disfrutar un banquete y hallar satisfacción. El significado espiritual de esto es que el Señor se separó completamente de la religión judía del Antiguo Testamento y se fue a morar, y continúa morando, en la iglesia, haciéndola Su hogar donde puede descansar, disfrutar de un banquete y ser satisfecho.

Aunque externamente esa pequeña casa no tenía nada atractivo, interiormente estaba llena de disfrute, reposo y satisfacción. No sólo el Señor Jesús, sino también todos los que allí se encontraban, estaban festejando y reposando. En la vida de iglesia debe ser igual; cuando usted la mira exteriormente, nada le parece atractivo. El edificio, las sillas, nada parece ser muy bueno. Exteriormente todo podrá parecerle pobre; sin embargo, interiormente es preciosa, dulce y querida, allí tenemos la dulce sensación de que estamos con el Señor y Él está con nosotros; que Él está festejando con nosotros y nosotros con Él. Ambos, Él y nosotros, nos encontramos reposando. Todos estamos reposando y estamos satisfechos. Esto es la vida de iglesia.

B. Una miniatura de la vida de iglesia

1. Producida por la vida de resurrección

Ahora consideremos varios puntos relacionados con la miniatura de la vida de iglesia que se presenta en Juan 12. Primeramente, vemos que fue producida por la vida de resurrección. En este caso Lázaro estaba presente como una señal de que la iglesia es producida por la vida de resurrección, y que ésta no es un producto de la organización, sabiduría, obra, ni enseñanzas humanas, sino de la vida de resurrección.

Betania fue el lugar donde el Señor efectuó Su última señal, la resurrección de Lázaro. Por lo tanto, Betania es el lugar donde el Señor levantó a los muertos. Los creyentes que estaban allí fueron el resultado de la vida de resurrección del Señor. Aquí precisamente

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se encuentra la iglesia: en el lugar de resurrección donde el Señor como la vida de resurrección resucita a los hombres de la muerte. Originalmente, todos nos encontrábamos muertos, pues estábamos muertos en nuestros pecados (Col. 2:13). Pero el Señor nos resucitó de entre los muertos, nos vivificó y nos regeneró. Como resultado, todos los que compartimos Su vida de resurrección llegamos a ser la iglesia. La iglesia es el producto de la vida de resurrección del Señor. En la vida natural no hay iglesia, porque ella llega a existir únicamente por la vida de resurrección del Señor. Tal iglesia en la vida de resurrección es el lugar donde el Señor puede encontrar reposo y satisfacción con nosotros, y donde nosotros podemos festejar con Él.

2. Formada de pecadores que han sido limpiados

La iglesia está compuesta de pecadores que han sido limpiados, los cuales son representados por Simón el leproso (Mr. 14:3). Cuando yo era joven pensaba que la casa de Betania, donde ellos celebraron el banquete con el Señor, era la casa de Lázaro. Con el tiempo descubrí que no era la casa de Lázaro, sino la casa de un leproso que había sido sanado por el Señor. Según Marcos 14:3, la cena mencionada en Juan 12:2 fue preparada para el Señor en la casa de un leproso sanado, de nombre Simón. La casa de Simón, un leproso limpiado, llegó a ser el lugar de reunión de la iglesia. Esto es muy significativo. Por un lado, todos estábamos muertos, y por otro, todos éramos leprosos. Originalmente, los miembros de la iglesia estaban muertos y eran leprosos (pecadores). En cierto sentido nosotros, como Lázaro, estábamos muertos y fuimos resucitados. En otro sentido, al igual que Simón éramos leprosos, pero fuimos limpiados. ¡Aleluya, el Señor nos resucitó de los muertos y nos limpió de la lepra, de nuestros pecados! Ahora, donde estamos, se convierte en un lugar de reunión de la iglesia.

Es muy extraño que aunque el sitio donde se preparó aquel banquete para el Señor fuera la casa de Simón el leproso, el capítulo 12 no menciona que éste hiciera nada. La cena fue preparada en su casa, pero todo fue hecho por dos hermanas y un hermano. En Betania, en la casa de un leproso, todo fue preparado por Marta, María y Lázaro. Aunque la iglesia es el lugar donde el Señor vivifica y regenera a los muertos y limpia a los leprosos, el servicio práctico de la iglesia no es llevado a cabo por los leprosos. En Juan 12 el significado subyacente es el hecho de que Simón no participara en el servicio.

3. Exteriormente pobre y afligida

Betania significa “casa de los pobres”o “casa de aflicción”. Exteriormente es posible que la iglesia esté pobre y afligida. Puede ser que la iglesia en la tierra no sea rica en bienes materiales, pero debe ser rica en el disfrute que tiene en la presencia del Señor. Las personas que sólo miran lo externo siempre menospreciarán la iglesia por considerarla

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pobre y llena de aflicciones. No tienen un espíritu para darse cuenta de lo rico que somos en el disfrute de todo lo que el Señor es para nosotros.

4. Interiormente disfrutamos un banquetecon el Señor y en Su presencia

Interiormente, la vida de iglesia es una vida de disfrute con el Señor y en Su presencia (12:2). El Señor llegó a esa casa, por lo tanto, ellos disfrutaban de Su presencia. En la vida de iglesia nuestra necesidad principal es la presencia del Señor. Debemos estar en tal posición y condición para que el Señor pueda venir y estar con nosotros. La presencia del Señor es muy importante en la vida de iglesia, ya que ésta es una vida que depende absolutamente de la presencia del Señor. Sin Su presencia la vida de iglesia estaría vacía.

Interiormente, la vida de iglesia es un banquete. En la vida de iglesia, siempre debemos tener un banquete preparado para que el Señor pueda disfrutarlo con Su pueblo. En la iglesia el Señor halla reposo, disfrute y satisfacción. Aquí siempre hay una cena preparada para el Señor y Su pueblo. No sólo el Señor la disfruta, sino también todos los que están con Él. La iglesia es el lugar donde el Señor puede estar con Su pueblo y disfrutarlo, y Su pueblo puede también estar con Él y disfrutarlo. En ella el Señor y Su pueblo se reúnen para participar de un banquete y para tener un regocijo mutuo.

Ningún extraño puede entender esto, los desconocidos no entienden lo que es la vida de iglesia. Hace más de veinte años, cuando todavía me encontraba en Taipei, una misionera, una dama danesa, vino para tener una larga conversación conmigo y preguntarme acerca de la vida de iglesia. Ella se sentía atraída por la iglesia, pero todavía guardaba algunas reservas debido a los rumores que había oído. Yo le dije: “Hermana, aun si yo le hablara durante cuatro días, no entendería lo que es la vida de iglesia. La mejor manera, y la única manera que hay para entenderlo es que usted permanezca aquí por dos años y medio, y durante ese tiempo no visite ningún otro lugar ni haga ninguna obra. Simplemente permanezca con las hermanas día y noche y asista a todas las reuniones. Debe asistir a todas las reuniones, grandes y pequeñas, en los hogares y en el salón. No falte a ninguna reunión. Además, debe leer todos los libros que hemos publicado, que son unos doscientos. Si usted hace todo esto, yo le puedo asegurar que entenderá perfectamente lo que es la iglesia. Querida hermana, ¿está dispuesta a pagar este precio?”. De inmediato ella me contestó: “Por su palabra lo haré”. Ella cerró su casa y se fue a vivir con las hermanas. Verdaderamente cumplió todo lo que le dije. No fue a ninguna otra parte, sólo permaneció con las hermanas, asistió a todas las reuniones y leyó la mayoría de los libros que habíamos publicado en chino. En un tiempo mucho más corto del que yo le había dicho, tal vez después de unos cuantos meses, ella regresó y me dijo: “Hermano Lee, alabado sea el Señor. Ahora entiendo

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claramente lo que es la vida de iglesia y lo que nosotros hacemos en ella”. No dijo “lo que ustedes hacen”, sino “lo que nosotros hacemos”. Además añadió: “De ahora en adelante nada ni nadie me apartará de la iglesia”. Ella permaneció allí un largo tiempo y luego regresó a Dinamarca. Allá pasó por muchos sufrimientos, pero nada la ha sacado de la vida de iglesia.

Cuando la gente mira la iglesia externamente, solamente ven una cosa, y es posible que a sus ojos esa cosa sea negra. Sin embargo, cuando uno entra en la iglesia interiormente, es completamente diferente; es amarillo dorado.

5. Tiene más hermanas que hermanos

De igual manera que en la casa en Betania, es mejor que haya más hermanas que hermanos en una iglesia (12:2-3). Siempre que la cantidad de hermanas en una iglesia sea menor que el número de hermanos, es posible que esa iglesia no sea muy viviente. Una iglesia viviente necesita tener un mayor número de hermanas, cuanto más, mejor. Si en cierta iglesia el número de hermanas es mayor que el de hermanos, ciertamente ésta será viviente. Pero cuando el número de hermanas es menor que el número de hermanos, esta iglesia no será muy viviente.

6. Con diferentes funciones

a. Servir

En la vida de iglesia existen diferentes funciones. Encontramos por lo menos tres diferentes clases de funciones en el servicio de la iglesia, las cuales están representadas por las tres diferentes clases de personas halladas en la casa en Betania. Primeramente se ve la función de servir representada por Marta (12:2). A través de los siglos Marta ha sido tratada injustamente; durante muchas generaciones los cristianos la han menospreciado. No condenen a Marta, es injusto condenarla. No debemos pensar que Marta no era buena solamente porque en este capítulo se nos relata que ella servía. Servir es algo muy bueno, porque en el servicio de la iglesia se deben atender a los asuntos prácticos. ¿Cómo habrían sido preparados los alimentos sin Marta? Es necesario que Marta los prepare. Yo aprecio el servicio de ella. Todos deberíamos cambiar nuestro concepto de Marta y no menospreciarla. Debemos animar a las hermanas para que sean Martas. Tal vez ustedes hermanas son muy espirituales y religiosas, pero yo soy bastante práctico. No quiero ser tan espiritual. Supongamos que todas las hermanas fuesen como María, sentadas, calladitas y muy espirituales. ¿Quién entonces va a preparar la comida? Debemos contar con algunas Martas, las que sean diligentes, capaces, activas, vivientes y prácticas. Aunque seamos espirituales, aun así debemos servir en forma práctica. El servicio de Marta fue necesario en aquella casa. De

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igual manera, en el servicio de la iglesia, la primera función indispensable es servir en los asuntos prácticos.

b. Dar testimonio

La segunda clase de función que se encuentra en el servicio de la iglesia está representada por Lázaro. Parece que Lázaro no hacía nada, simplemente estaba sentado en la mesa con el Señor disfrutando del banquete con Él. Pero debemos recordar que Lázaro era un testimonio vivo de la vida de resurrección. Él no testificó por lo que hacía, sino por que vivía en la vida de resurrección. Su testimonio no consistía en hacer obras o actividades, sino en el disfrute de la vida de resurrección. Él era un testigo del poder de la vida de resurrección del Señor. Dondequiera que él estuviera, allí estaba el testimonio de la vida de resurrección.

El servicio de Marta era bueno, pero no atraía a la gente. El testimonio de Lázaro era el que los atraía. Esto no significa que el servicio de Marta no fuera bueno ni necesario, pues ciertas cosas prácticas tenían que realizarse. Aun Lázaro necesitó del servicio de Marta. Por lo tanto, debemos comprender que aun cuando tengamos un buen testimonio de vida, todavía hace falta el servicio de Marta. De otra manera, no tendríamos nada que comer.

Así que, la segunda clase de función que se halla en la vida de iglesia es el testimonio de la vida, la cual no se lleva a cabo al hacer obras, sino al vivir. No es una clase de obra, sino una clase de vida. No es producto de una labor, sino del disfrute que uno tiene del Señor. Y esto hace que la gente sienta el poder de resurrección, la manifestación de la vida de resurrección, y el disfrute del Señor como vida. El hecho que el Señor puede hacer de una persona muerta una viviente y que le proporcione la manera de participar del banquete con Él, es un testimonio poderoso. En la iglesia debe existir esta clase de testimonio viviente, esta función de vida. No debe existir sólo el servicio de los asuntos prácticos, sino también el ministerio de vida. El servicio de Marta es necesario, pero el ministerio de Lázaro es aún más crucial.

c. Amar

María representa la tercera clase de función que se tiene en la iglesia (12:2-3). Ella representa a los amados creyentes que aman entrañablemente al Señor y que derraman lo más preciado que poseen sobre Él. Ellos lo aman tanto que simplemente le dan a Él lo mejor. Esto es lo que hizo María. Ella derramó el costoso ungüento sobre los pies del Señor y los enjugó con sus cabellos. En su corazón nada era tan querido, tan precioso ni tan valioso como el Señor. María, junto con muchos otros como ella, amaron al Señor

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con lo mejor de lo que tenían. A los ojos de ella, el Señor era más valioso y digno de amar que ninguna otra cosa. Para ella el Señor era lo más precioso y lo más valioso.

El hecho de que María derramara el ungüento de gran precio sobre el Señor Jesús constituye una señal de la vida de iglesia apropiada. Aunque usted entienda que María ungió al Señor Jesús con el mejor ungüento, tal vez no haya visto que esta es una señal de la vida de iglesia. La característica principal de la vida de iglesia consiste en que unjamos al Señor con nuestro mejor amor. La expresión, el aspecto, y la característica principales de la iglesia es que derramamos nuestro ungüento sobre Él. La iglesia en este pasaje se compara con la casa que está llena de la preciosidad, la dulzura y la fragancia que desprendía el ungüento derramado sobre el Señor Jesús. Ésta debe ser la expresión principal de una iglesia local. Cuando usted viene a una iglesia local, lo primero que percibirá, es el ungüento de amor derramado sobre el Señor Jesús. Lo crucial de esto no es simplemente que María amara al Señor, sino que ella derramara sobre Él lo mejor que tenía, y esto constituye una señal de la vida de iglesia apropiada. En la vida de iglesia apropiada, todos debemos amar al Señor hasta tal grado.

Por lo tanto, tenemos tres clases de funciones: servir, dar testimonio y amar. Estas tres funciones: el servicio práctico, el testimonio y el amor derramado sobre el Señor, deben hallarse en la vida de iglesia. Cada vez que alguien venga a nosotros debe darse cuenta de que servimos al Señor, damos testimonio de Su vida de resurrección y derramamos nuestro amor sobre Él. Estas tres son indispensables. Debemos tener el servicio, o sea, servir en todo tiempo. Más aún, debemos tener el testimonio, es decir, debemos dar testimonio de que el Señor es la vida de resurrección para nosotros. No es necesario que laboremos en este aspecto del testimonio; simplemente necesitamos la vida de resurrección. Una vez que hemos sido resucitados con Él, no es necesario que laboremos. Simplemente nos sentamos junto con Él, estamos de acuerdo con Él, y disfrutamos del banquete junto con Él. Éste es el testimonio verdadero y viviente que la iglesia debe tener, y también ésta es la expresión del Señor. Además, también debemos mostrar un amor absoluto para el Señor. Cuando otros vengan en nuestro medio, deben decir: “Cueste lo que cueste esta gente sí ama al Señor. Ellos pagan cualquier precio por amarle. En sus corazones no hay nada que sea tan valioso, precioso y digno de amar como el Señor mismo”. Ésta es la impresión que debemos dar a la gente.

Todos debemos ser miembros triangulares de la iglesia. Debemos tener tres esquinas. Anteriormente, algunas hermanas me dijeron: “Hermano, yo no soy una Marta. Por la misericordia del Señor, sólo soy una pequeña María”. Una vez un hermano que era muy viviente me dijo: “Hermano, en la iglesia algunas son Martas y solamente unos pocos son Lázaros. Por la misericordia del Señor, yo soy un Lázaro; no puedo hacer nada. Simplemente estoy aquí sentado dando testimonio del Señor Jesús”. Dudo mucho que él

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fuera un verdadero Lázaro. Todos debemos ser Marta-Lázaro-María. Cuando alguien le pregunte a usted por su nombre, debe contestarle: “Mi nombre es Marta-Lázaro-María”. Éste es el nombre apropiado que todos debemos tener.

Vuelvo a decir que en la iglesia debemos hallar por lo menos tres funciones: el servicio diligente para el Señor, el testimonio viviente de Su vida de resurrección, y el amor absoluto derramado sobre Él. Si verdaderamente estamos practicando la vida de iglesia, debemos tener el servicio, el testimonio, y el amor hacia el Señor. Todos debemos ser como Marta, Lázaro y María. Esta clase de iglesia es el resultado y el producto de que el Señor es nuestra vida. El capítulo 12 es el resultado del capítulo 11. Esta clase de servicio, testimonio y amor proviene del Señor como la vida de resurrección para nosotros. Con estas funciones tenemos la vida genuina de iglesia. En la verdadera vida de iglesia se rinde servicio al Señor, se ve Su testimonio, y se derrama el amor sobre Él. Aquí podemos disfrutar al Señor junto con los santos, y Él mismo puede morar, descansar, festejar, y hallar satisfacción. Ésta es la verdadera expresión de Su Cuerpo, el cual es el vaso que contiene y expresa al Señor.

7. Manchada por el falso

Sin embargo, en esta descripción de la vida de iglesia, encontramos algo negativo: la mancha introducida por Judas (12:4). Aun entre los doce apóstoles escogidos por el Señor Jesús, se encontró a Judas, quien fue una mancha entre ellos. A través de los siglos siempre ha existido una mancha en las iglesias. La gloriosa vida de iglesia siempre ha sido manchada por uno que es falso. No obstante, es muy alentador ver que incluso en la pequeña iglesia que fue establecida directamente por el Señor Jesús, encontramos dicha mancha negra.

A Judas le interesaba el dinero; él amaba más al dinero que al Señor mismo. Por lo tanto, no apreció lo que María hizo por el Señor. Él pensó que eso era un desperdicio. Judas pretendía tener interés por los pobres. Pero ésa no era la verdad, a él sólo le interesaba el dinero. En la vida de iglesia casi siempre encontramos este tipo de manchas. Las riquezas materiales, Mammon, la corporificación del maligno, es el verdadero rival del Señor. El fracaso de vencer a Mammon se ve muy a menudo en la vida de iglesia. El amor de Judas por el dinero propició la oportunidad para que Satanás entrara en él y tomara posesión de su persona (13:2). En lugar de amar al Señor, ¡Judas lo traicionó! Es una vergüenza que esto se repita frecuentemente en la vida de iglesia.

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8. Perseguida por la religión

La religión desató una persecución contra la iglesia. Los principales sacerdotes judíos tuvieron consejo dar muerte a Lázaro (12:10), quien daba testimonio del poder de resurrección del Señor. Él mismo era un testimonio sólido y evidente de este poder. Esto agitó el odio y la persecución de parte de los religiosos. Sucede lo mismo hoy en día. Cuanto más demos testimonio de que el Señor es nuestra vida, más se arremeterá contra nosotros la ira de los religiosos.

9. Una pruebaque expone a las personas

La vida de iglesia es una prueba que expone a las personas (12:6, 10). Expone la intención del corazón de las personas y su actitud hacia el Señor. Sin la iglesia, nunca podrían ser expuestas las intenciones y la actitud que las personas esconden con respecto al Señor. Mientras haya una iglesia todo se pondrá al descubierto. Si en la ciudad donde usted vive no hay iglesia, las intenciones y la actitud que las personas tienen hacia el Señor permanecerán escondidas y ocultas. Pero en la vida de iglesia el corazón de todo hombre es expuesto. La iglesia expone los pensamientos ocultos del corazón del hombre con respecto al Señor.

10. Trae a muchos creyentes

En el versículo 11 vemos que muchos creyeron por el testimonio de Lázaro. El testimonio viviente de la iglesia siempre causa que los hombres crean en el Señor, y los introduce a la vida de iglesia. El aumento de la iglesia debe depender del testimonio viviente de la iglesia, y no sólo de la predicación del evangelio. La mejor predicación del evangelio, la que logra que la iglesia aumente, es nuestro testimonio viviente de haber experimentado al Señor como nuestra vida.

Cuando consideramos todos estos aspectos de la vida de iglesia, no exageramos al afirmar que aquella casa de Betania era una antigua figura de la iglesia. Verdaderamentepodemos ver la vida de iglesia en este pasaje.

C. El Señor es una prueba para la gente

No sólo la iglesia representa una prueba que expone a la gente, sino también el Señor mismo constituye una prueba para todos los que están a Su alrededor. Los principales sacerdotes y los fariseos hicieron un complot para matarle (11:47, 53, 57). En cambio, vemos una actitud diferente en Simón el leproso, pues él incluso hospedó al Señor en su casa (Mt. 26:6). Allí, Marta le servía, Lázaro daba testimonio de Él, María manifestaba

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su amor hacia el Señor y Judas estaba a punto de traicionarlo. Además, muchos otros creyeron en Él. Todas estas diferentes actitudes fueron manifestadas hacia el mismo Jesús. ¿Dónde está usted? (¿Trata usted de eliminarlo? ¿Está seducido para traicionarlo? ¿O le sirve, da testimonio de Él y le ama?) Nunca podrá ser neutral; debe hacer algo. El Señor mismo en Su iglesia es el factor que pone a prueba a todos los que lo rodean.

ESTUDIO VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTISÉIS

EL RESULTADOY LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA

(2)

II. LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDAPOR MEDIO DE LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

En este mensaje consideraremos la segunda parte del capítulo 12 de Juan. En la primera parte de este capítulo vemos, en figura, que la iglesia fue producida por medio de la vida de resurrección del Señor. La iglesia existe mediante Su vida de resurrección. Pero ¿cómo puede el Señor aumentar la iglesia? Esto se muestra en la segunda parte de este capítulo (vs. 12-36a). La primera parte muestra cómo la iglesia llegó a existir, pero la segunda parte muestra cómo el Señor puede aumentar a la iglesia por medio de Su muerte y resurrección.

A. Las circunstancias más favorables para Jesús

En ese entonces, según la perspectiva del mundo, Jesús se encontraba en las circunstancias más favorables. La resurrección de Lázaro fue un milagro tan notable que estremeció a toda la gente. Una persona muerta, a cuatro días de haber sido sepultada, que ya despedía el hedor de la muerte, fue levantado de entre los muertos; ése fue un verdadero milagro. Debido a que el Señor levantó a Lázaro de entre los muertos, una gran cantidad de judíos lo tenía en alta estima y lo recibió calurosamente (vs. 12-19). Le dieron la bienvenida clamando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” Hablando en términos humanos, ése fue el momento más glorioso del Señor mientras estuvo en la tierra. Todos le alababan, le recibían y le honraban con gran respeto. Aun los griegos le buscaban (vs. 20-22). El pueblo judío le dio la bienvenida, y los gentiles, los griegos, le buscaban. ¿Podía el Señor haber

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producido y hecho crecer la iglesia aceptando esta clase de recepción y honor? No. Ésta no es la manera de producir la iglesia, ni de hacerla crecer en vida.

B. Él cae en la tierra como un grano de trigo

¿En el preciso momento en que era recibido con honra por judíos y griegos qué dijo el Señor? Si nosotros hubiéramos estado ahí, o si hubiéramos sido recibido de tal manera, habríamos dicho: “¡Alabado sea el Señor! Éste es el momento de hacer algo para glorificar a Dios”. Sin embargo, el Señor Jesús no estaba emocionado. Cuanto más calurosa era la bienvenida, más calmado se ponía. Cuanto más le buscaban, más frío se mostraba hacia ellos. Él les dijo a los que le seguían: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Ésa fue la actitud del Señor ante tal recepción humana. Ésa fue Su reacción hacia la gloria de la honra humana. ¿Cuál es la manera en que un grano de trigo se multiplica? No se multiplica al ser recibido calurosamente ni al ser honrado, sino al caer en la tierra y morir. Esto es absolutamente contrario al concepto humano. No obstante, debemos recordar que ésta es la única manera de producir la iglesia y lograr su aumento en vida. Cada vez que los hombres le reciban a usted, necesita decir: “Yo debo morir”. Siempre que reciba honra de los hombres, debe responder: “Yo debo ser sepultado”. No diga: “¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!” Ése no es el mejor momento para que usted haga algo, incluso si su intención es glorificar a Dios. La manera apropiada de glorificar a Dios es morir y ser sepultado.

El Señor Jesús no aprovechó las circunstancias favorables como el medio para lograr Su aumento. Si lo hubiera hecho, habría cometido un gran error. Las circunstancias favorables nunca deben usarse para obtener aumento. Si usted analiza la historia de la iglesia, se dará cuenta de que siempre que la iglesia experimentó un crecimiento, no fue el resultado de aprovecharse de las circunstancias favorables, sino de la persecución. La iglesia crece durante la persecución, y no durante los tiempos de popularidad. El tiempo de aumento de la iglesia ocurre cuando el enemigo pone a la iglesia en la muerte. Cuanto mayor sea la persecución y la oposición, más la iglesia aumentará. La persecución de parte del Imperio Romano durante los primeros dos siglos no frustró el aumento de la iglesia, sino que facilitó su crecimiento. Entonces, ¿qué perjudicó a la iglesia? La recepción que le extendió el Imperio Romano. Cuando éste convirtió su persecución en aceptación, la vida de iglesia fue arruinada. No debemos entusiasmarnos por el elogio de los hombres, porque éste siempre nos hará daño y nos corromperá. Alabado sea el Señor porque la persecución y la oposición representan una oportunidad para obtener el aumento de Cristo. Él es un grano de trigo, y la única manera en que este grano de trigo va a multiplicarse es al caer en la tierra y morir. Ésta es la manera de tener la multiplicación de la vida.

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A menos que un grano de trigo caiga en la tierra y muera, será simplemente un grano de trigo solo, y no podrá producir nada. Pero gloria al Señor que después de que el grano muere y germina, este único grano llega a ser los muchos granos, o el mucho fruto, que es la iglesia. Esta es la manera en que la iglesia es producida. Y es también la manera en que el Señor lleva a cabo el aumento de la iglesia. Esta tiene que ser nuestra manera de producir la iglesia y de hacerla crecer. Debemos enfrentar la aclamación humana tomando el camino de muerte, aplicando la cruz. La manera en que se produce la iglesia y se experimenta el aumento no es la exaltación humana, sino por la muerte de la cruz.

Aunque muchos buenos misioneros fueron enviados a la China por las misiones principales, como la que el hermano Hudson Taylor formó, la historia confirma que no dieron muchos resultados con respecto a producir la vida de iglesia apropiada. Entre todos aquellos misioneros que llegaron a China, se encontraba una hermana llamada Margaret E. Barber, quien había sido enviada por una misión británica. Ella fue acusada falsamente y le ordenaron regresar a Inglaterra, donde finalmente fue vindicada por el Señor. Posteriormente recibió la carga del Señor para regresar a China. En esa ocasión no fue enviada por ninguna misión, sino que fue allí por fe y se estableció en un pequeño pueblo llamado Pagoda, muy cercano al pueblo natal del hermano Watchman Nee. Ella permaneció allí a propósito, sin visitar otras localidades. En cierto sentido, el Señor la sembró en ese sitio como si fuera un grano de trigo. Estuvo allí por muchos años y murió en 1929.

El hermano Nee me contó personalmente la historia completa respecto a su contacto con la hermana Barber. Junto con otros jóvenes, el hermano Nee solía ir a visitarla para que ella lo ayudase. Ella era muy profunda en el Señor y muy estricta; a menudo reprendía a los jóvenes. El hermano Nee me contó que la mayoría de ellos no pudieron aguantar sus reprimendas. Con el tiempo, él fue casi el único que continuó visitándola, presentándose a sí mismo como una ofrenda para recibir sus exhortaciones. Él hizo esto conscientemente. Cada vez que pasaba cierto tiempo y él sentía la necesidad de más amonestación, iba a verla para que lo reprendiera, y ella siempre lo hacía. En 1929 ella durmió en el Señor. No tenía nada que dejar como herencia, excepto su Biblia, la cual contenía muchas notas. Ella la legó al hermano Nee. La hermana Barber fue una semilla que fue sembrada, y el hermano Nee fue el grano que creció de esa semilla. El hermano Nee, como esa misma semilla, llegó a ser un gran vaso que sirvió para recobrar la vida de iglesia apropiada. Esta es la manera de producir la iglesia y lograr su aumento en vida. Definitivamente este aumento no depende de circunstancias favorables.

En el año 1940, durante la guerra japonesa, el hermano Nee dirigió un entrenamiento en Shanghái, al cual yo asistí. En esa época en China habían algunos predicadores muy prevalecientes. Ellos siempre tenían el mayor número de seguidores, y grandes

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multitudes asistían a escuchar sus predicaciones. Por el contrario, el hermano Nee solía decirnos que la obra del Señor no tiene nada que ver con esforzarse por llevar a cabo cierta actividad exterior, sino con el fluir de la vida interior. La obra que el Señor requiere es el desbordamiento de la vida interior. Al entrenamiento que dio el hermano Nee en 1940 no asistieron más de ochenta entrenantes, pero él estaba satisfecho con aquel pequeño número de hermanos. Siempre que daba las conferencias, el número de asistentes nunca pasaba de 350 personas. Él siempre subrayaba que la obra es el rebosar de la vida interior y no el esfuerzo de cierta actividad externa. Hoy podemos ver el fruto del ministerio del hermano Nee: muchas iglesias producidas en el recobro del Señor por todo el mundo.

No se inquieten por el éxito temporal que otros puedan lograr debido a sus actividades. A Su tiempo, el Señor vindicará Su obra en vida. Aunque el hermano Nee ha partido a estar con el Señor, su ministerio continúa prevaleciendo y su obra sigue adelante. Esta clase de obra no depende de actividades, sino de vida. La obra de la vida es la que produce y aumenta la iglesia.

Podemos usar como ejemplo la fabricación de flores artificiales. Se puede emplear cierto número de personas para que fabriquen flores artificiales, y en poco tiempo se produciría una gran cantidad de ellas. Sin embargo, si inicia un cultivo de flores naturales, le tomaría mucho más tiempo. Primero, debe sembrar la semilla, y a su tiempo la semilla crecerá y se multiplicará. Luego, más semillas caerán a tierra, y crecerán, multiplicándose más y más. Esta clase de multiplicación perdurará por mucho tiempo. ¿Qué clase de aumento desea tener? ¿Las flores artificiales fabricadas por la labor externa, o las flores genuinas producidas por la vida?

1. Para producir muchos granos:Él atrae a todos los hombres

El Señor Jesús cayó en la tierra y murió para que Su elemento divino, Su vida divina, fuera liberada de la cáscara de Su humanidad, para producir muchos creyentes en resurrección (1 P. 1:3), tal como un grano de trigo que cae en tierra a fin de liberar su elemento de vida y brota de la tierra para llevar mucho fruto, es decir, para producir muchos granos. En lugar de una calurosa recepción, el Señor prefería caer en la tierra y morir como un grano de trigo, para así poder multiplicarse en muchos granos a fin de constituir la iglesia. El Señor, como grano de trigo que cae en la tierra, perdió la vida de Su alma al morir para poder liberar Su vida eterna en resurrección a los muchos granos.

En cierto aspecto, la muerte del Señor equivalía a caer en la tierra como se revela en el versículo 24; en otro aspecto, equivalía a ser levantado en el madero (v. 32; 1 P. 2:24). Él

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cayó en tierra como grano de trigo para producir muchos granos, y fue levantado en el madero como Hijo del Hombre para atraer a todos los hombres a Sí mismo. Los muchos granos producidos por Él al caer en la tierra son “todos los hombres” que Él atrajo al ser levantado en el madero.

En el capítulo doce de Juan, la muerte del Señor no se revela como la muerte redentora (como en 1:29), sino como la muerte que produce y genera. Según este capítulo, el Señor al morir quebró la cáscara de Su humanidad encarnada para poder llevar a cabo Su propósito triple: (1) producir los muchos granos y atraer a todos los hombres a Sí mismo (vs. 24, 32); (2) liberar el elemento divino, que es la vida eterna (vs. 23, 28); y (3) juzgar el mundo y echar fuera a su príncipe, Satanás (v. 31).

2. Libera la vida divina, el elemento divino:para ser glorificado y para glorificar al Padre

El Señor fue glorificado y glorificó al Padre por medio de Su muerte. En el versículo 23 dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. Y en el versículo 28 oró: “Padre, glorifica Tu nombre”. ¿Cómo fue glorificado el Señor? Él fue glorificado por medio de Su muerte y resurrección, debido a que por medio de ellas Su elemento divino fue liberado y manifestado. ¿Cómo fue glorificado Dios el Padre? Por la glorificación del Hijo. Cuando el elemento divino del Hijo fue liberado y manifestado por medio de Su muerte y resurrección, la vida divina del Padre fue liberada y manifestada. De manera que el Padre fue glorificado en la glorificación del Hijo mediante la muerte y resurrección. La muerte y resurrección del Señor glorificó a Dios el Padre, porque liberó el elemento divino del interior del Señor Jesús. Este elemento estaba encerrado en Su carne, tal como el elemento de vida del grano de trigo está encerrado en su cáscara. ¿Cómo es glorificado el elemento de vida del grano? El grano tiene que morir para que el elemento de vida que se encuentra en su interior sea manifestado y glorificado. Sucede lo mismo con el elemento divino de Dios.

Glorificar el nombre del Padre equivale a hacer que el elemento divino del Padre se manifieste. El elemento divino del Padre, que es la vida eterna, estaba en el Hijo encarnado. La cáscara humana del Hijo encarnado, Su carne, tenía que ser quebrantada por la muerte para que el elemento divino del Padre, la vida eterna, fuese liberada y manifestada en resurrección, de la misma manera que el elemento de vida de un grano de trigo es liberado al romperse su cáscara y al ser manifestado al florecer. Esto fue la glorificación de Dios el Padre en la glorificación del Hijo.

Supongamos que tenemos la semilla de una flor. Aunque en la vida de esa semilla está encerrada mucha belleza, ¿cómo puede esa belleza ser manifestada? Para que esto sea

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posible la semilla tiene que morir. Si esta semilla cae en la tierra, muere y germina, toda la belleza que contiene será manifestada. Esto es la gloria, es decir, la glorificación de la vida que está encerrada en la semilla. De la misma manera, Dios estaba encerrado en la carne del Señor Jesús, quien tuvo que morir para que Dios, quien estaba en Su interior, pudiera ser liberado, manifestado y glorificado en la esfera de la resurrección.

Ser glorificado simplemente significa ser manifestado. Muchas veces he usado el ejemplo de la electricidad a la que está enchufada la lámpara. ¿Cuándo es la electricidad glorificada en la lámpara? Cuando se manifiesta la electricidad es glorificada. La electricidad manifestada es la electricidad glorificada. De igual manera, el Dios que estaba limitado a la carne de Jesús fue manifestado cuando fue resucitado. Así que, cuando Dios se manifestó desde el interior de Jesús, Dios fue glorificado.

3. Juzga el mundoy echa fuera a su príncipe, Satanás

En el versículo 31 el Señor declaró: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Por medio de Su muerte en la cruz el Señor juzgó al mundo y echó fuera a su príncipe, Satanás. El mundo es un sistema maligno arreglado sistemáticamente por Satanás. Todas las cosas de la tierra, especialmente las que tienen que ver con la humanidad, y todas las cosas del aire, han sido sistematizadas por Satanás e introducidas en su reino de tinieblas, para ocupar al hombre, frustrarlo del propósito de Dios y distraerlo del disfrute de Dios. Este sistema maligno, el reino de las tinieblas, fue juzgado cuando su príncipe, Satanás, fue echado fuera por medio de la crucifixión del Señor en la carne. En la cruz el Señor como Hijo del Hombre (v. 23) fue levantado en forma de serpiente (3:14), es decir, “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). El príncipe de este mundo, Satanás, en calidad de “la serpiente antigua” (Ap. 12:9; 20:2), se había inyectado en la carne del hombre. El Señor, al morir en la cruz en semejanza de carne de pecado, destruyó a Satanás, quien está en la carne del hombre (He. 2:14). Al juzgar a Satanás (16:11) de esta manera, el mundo, que estaba apoyado en Satanás, también fue juzgado. Por lo tanto, cuando el Señor fue levantado en la cruz hizo que el mundo fuese juzgado y su príncipe, Satanás, fuese echado fuera. Cuando el Señor Jesús como Hijo del Hombre fue levantado en la forma de serpiente, no sólo quitó nuestros pecados y terminó con nuestra naturaleza serpentina, sino que también destruyó a Satanás y el sistema satánico del mundo que se apoyaba en él. Ahora, por medio de la muerte del Señor Jesús, somos redimidos y liberados, tenemos la vida divina y estamos venciendo al mundo.

El Evangelio de Juan es un libro de cuadros o señales que presentan muchos asuntos relacionados con el Señor como la vida. Si no conocemos este evangelio, podemos

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conocer al Señor como vida, pero no en todos Sus aspectos. Si queremos conocer detalladamente al Señor como vida, debemos entender este evangelio, en el cual se revela la vida en cuadros descriptivos. Por ejemplo, incluso las ramas de palmera de este capítulo simbolizan a la vida que vence la muerte, lo cual muestra una vida que siempre obtiene la victoria sobre la muerte. Las palmeras, por lo general, crecen en el desierto, el cual representa la muerte. Así que, la vida (las palmeras) brotan de la muerte (el desierto). Esto describe la victoria de la vida sobre la muerte, la cual es el significado espiritual de la palmera. Por lo tanto, si deseamos entender la vida en detalle, debemos entender el Evangelio de Juan como un libro de figuras.

Juan, en su evangelio, utiliza diferentes figuras para mostrar los diferentes aspectos de la muerte del Señor. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Y en 3:14 el Señor Jesús dijo que Él tenía que ser levantado sobre la cruz, de la misma manera en que Moisés levantó la serpiente de bronce en la asta. Ahora, en el capítulo 12, el Señor dice que Él es un grano de trigo. Aquí podemos ver tres figuras: el Cordero de Dios, la serpiente y el grano de trigo. La muerte del Señor tiene tres aspectos. En el primero, Él es el Cordero de Dios, que quita nuestros pecados por medio del derramamiento de Su sangre. En el segundo, Él es la serpiente de bronce que destruye a la serpiente antigua, así como la naturaleza serpentina que mora en nuestro interior. Y en el tercero, Él es un grano de trigo que cayó en la tierra y murió para producir muchos granos. La muerte única del Señor Jesús tiene estos tres aspectos: el aspecto que redime, el aspecto que destruye a Satanás y el aspecto que libera la vida. Cuando Él fue clavado en la cruz era el Cordero de Dios que llevó nuestros pecados y derramó Su sangre para nuestra redención. Este es el primer aspecto, y todo creyente genuino está familiarizado con él. Sin embargo, no muchos cristianos están familiarizados con el segundo aspecto de la muerte del Señor, el cual consiste en que el Señor Jesús fue levantado en la cruz y crucificado en la forma de una serpiente, con el fin de destruir a la serpiente antigua y la naturaleza serpentina que mora en nuestro ser. Éste es el aspecto de Su muerte que destruye a Satanás. El tercer aspecto de Su muerte es el aspecto que libera la vida. La vida divina estaba en aquel pequeño hombre Jesús, de la misma manera que la vida del trigo está encerrada en un pequeño grano de trigo. Ya que la vida está escondida en el grano, la cáscara de éste debe ser quebrantada para que la vida que está en ella pueda liberarse. Así que, cuando Cristo fue a la cruz, Él era el Cordero, tenía la forma de la serpiente, y también era un grano de trigo. Por una sola muerte Él realizó el propósito triple de quitar nuestros pecados, destruir a Satanás y liberar la vida divina que estaba en Su interior para producir muchos granos. ¡Aleluya! Por Su muerte nuestros pecados fueron quitados, nuestra naturaleza serpentina fue terminada, y la vida divina fue liberada a nosotros. Ya no practicamos el pecado ni somos serpientes. La vida divina fue impartida en nosotros, y ahora somos los muchos

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granos producidos por este único grano. Estos muchos granos sirven para hacer un solo pan, el cual es el Cuerpo del Señor (1 Co. 10:17), la iglesia. Anteriormente éramos pecadores con la naturaleza serpentina, sin ninguna relación con la vida divina. Pero por la muerte todo-inclusiva del Señor, nuestros pecados fueron quitados, nuestra naturaleza serpentina fue terminada, y la vida divina fue impartida a nuestro ser. Ahora somos granos vivientes que, concertados juntos, llegamos a ser un solo pan, la iglesia. ¡Alabémosle!

Basados en este principio, si queremos que la iglesia sea manifestada, tenemos que morir. Si queremos glorificar a Dios, es decir, hacer que Él se manifieste por medio de nosotros y se glorifique entre nosotros, es necesario que muramos. Si queremos vencer a Satanás y su mundo, tenemos que morir. Por medio de la cruz, la iglesia llega a existir, Dios es glorificado y Satanás y su mundo son derrotados. El Señor dijo claramente que cuando Él muriera, produciría mucho fruto, el Padre sería glorificado, y Él juzgaría al mundo y echaría fuera a Satanás, el príncipe de este mundo. Aunque esto parece breve y simple, es muy significativo. Lo incluye todo: la formación de la iglesia, la glorificación del Padre y la expulsión de Satanás. No queda nada más. Si queremos establecer una iglesia local, glorificar a Dios y expulsar a Satanás, no hay otra manera que la muerte en la cruz. Siempre hablamos acerca del camino de la iglesia; el camino de la iglesia es el camino de la cruz. Siempre hablamos de la manera de glorificar a Dios; la manera de glorificar a Dios es tomar el camino de la cruz. Además, la manera de echar fuera a Satanás, el enemigo de Dios, es el camino de la cruz. Existe un solo camino: la cruz. Necesitamos experimentar la cruz. No importa cuántas personas nos aclamen ni cuantos nos den la bienvenida, debemos entender que cuanto más bienvenidas nos den, más debemos morir.

¿Cómo podemos morir? En el versículo 25 el Señor nos dice que debemos perder nuestra alma: “El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará”. La palabra griega traducida “la vida de su alma” es la misma palabra que se halla en 10:11, 15 y 17. Esto también es probado por los evangelios de Mateo y Marcos (Mt. 16:24-26; Mr. 8:34-35.). ¿Qué quiere decir morir y experimentar la cruz? Simplemente significa negar y rechazar el alma, la vida natural. Debemos perder nuestra alma, es decir, nuestra vida natural, el yo. Entonces la iglesia llegará a existir, Dios será glorificado, y Satanás será juzgado y echado fuera, él será expulsado de la iglesia.

El Señor como un grano de trigo que cayó en la tierra perdió la vida de Su alma al morir para poder liberar Su vida eterna e impartirla a “muchos granos” en resurrección. Como los muchos granos, nosotros también debemos perder la vida de nuestra alma por medio de la muerte para poder disfrutar la vida eterna en resurrección. Esto es seguirlo

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para servirle como se menciona en el versículo 26. Además, los muchos granos necesitan ser molidos hasta que sean harina para que sean compenetrados y lleguen a ser un pan.

III. LA INCREDULIDADY LA CEGUERA DE LA RELIGIÓN

A. Profetizado por Isaías

Los versículos del 36b al 43 tratan de la incredulidad de la religión y del juicio de Dios sobre la misma. A pesar de que el Señor como vida había hecho muchas maravillas, milagros y señales, los religiosos no quisieron seguirle. No importa cuánto el Señor hizo, ellos rehusaron responder. No lo recibieron, sino que lo rechazaron. Isaías ya lo había profetizado, diciendo: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” (Is. 53:1). El brazo de Jehová es el Señor Jesús. Como tal, Él Señor actúa y da libertad. Sin embargo, nadie del mundo religioso reconoció este hecho. Nadie respondió ni lo recibió ni lo aceptó. Simplemente lo rechazaron. Aunque este brazo es la salvación, así como también el Salvador y el Libertador mismo, los religiosos lo rechazaron.

B. Juzgados por Dios

El rechazo por parte de los religiosos dio como resultado que la ceguera y el endurecimiento del corazón vinieran sobre ellos (v. 40; Is. 6:10). Éste es el juicio de Dios ejecutado sobre ellos porque, en su incredulidad, rechazaron al Señor. La ceguera y el endurecimiento del corazón son un castigo para los incrédulos. La religión no tiene fe; sólo tiene la ceguera.

C. Ven la gloria del Señor, pero no la aman

El versículo 41 dice que Isaías vio Su gloria y habló acerca de Él. La expresión Su gloriaconfirma que el Señor Jesús verdaderamente es Dios, Jehová de los ejércitos, cuya gloria vio Isaías (Is. 6:1, 3). Esta gloria fue vista y apreciada por Isaías, pero los creyentes débiles del Señor no la querían (vs. 42-43). Ellos amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios, el Jesús viviente, que estaba ante ellos. Si hubieran apreciado y amado al Señor Jesús como la gloria de Dios, no les habría importado la gloria de los hombres ni habrían temido ser expulsados de la sinagoga.

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IV. LA DECLARACIÓN HECHA POR LA VIDAA LA RELIGIÓN INCRÉDULA

En los versículos del 44 al 50 vemos la declaración final que el Señor como vida hace a la religión incrédula. Después de hacer esta declaración, y por el resto de este evangelio, el Señor no tiene nada que ver con los religiosos.

A. Dios manifestado al hombre

Primeramente, el Señor declaró que Él era la manifestación del Dios viviente (vs. 44-45). Él es el Hijo de Dios, lo cual significa que es la manifestación de Dios. Todo el que lo ve, ve a Dios, y todo el que lo recibe, recibe a Dios mismo, ya que Él es Dios manifestado a los hombres.

B. Viene como luz al mundo

En segundo lugar, el Señor declaró que Él vino al mundo como la luz iluminadora para que el hombre no permaneciera en tinieblas (vs. 46, 36). Si el hombre recibía esta luz, tendría a Dios. Él es la manifestación de Dios como luz, y si usted lo recibe como luz, recibirá a Dios mismo. Cuando alguien cree en Él, no permanecerá en tinieblas. Sin embargo, si uno rehúsa recibirlo como luz, simplemente estará rechazando a Dios, y le sobrevendrán tinieblas. Él viene como luz. Si uno lo recibe, tendrá a Dios y será uno de los muchos hijos de luz.

C. Viene al hombre con las palabras vivientes

En tercer lugar, el Señor declaró que Él vino al hombre con las palabras vivientes; quien reciba Sus palabras tendrá vida eterna ahora y para siempre, y quien rechace Sus palabras, será juzgado por esas mismas palabras en el día postrero (vs. 47-50).

¿Cuál es el significado de esta declaración? Es simplemente que el Señor le dijo al pueblo judío que Él era la manifestación de Dios y que como tal venía a ellos en calidad de luz. Si ellos lo recibían, tendrían a Dios y llegarían a ser Sus hijos. Pero si lo rechazaban, vendrían tinieblas sobre ellos. Además, el mandato que Dios le dio al Señor de lo que había de decirles se convertiría en vida eterna para todo aquel que recibiera Sus palabras. De otra forma, esa misma palabra constituiría una sentencia de juicio sobre ellos en el día postrero. Ésta fue la declaración final que el Señor hizo a los religiosos. Con esta declaración el Señor le dio fin a su relación con ellos. A partir del capitulo 13, Él se dedicó totalmente a Sus discípulos, abandonando toda relación con el pueblo judío.

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Por lo tanto, vemos cuatro puntos en este capitulo. El primero muestra cuál es la vida genuina de iglesia. El segundo revela la manera en que el Señor produce y aumenta la iglesia. El tercero revela que los religiosos no quieren seguir al Señor, sin importar cuánto Él como vida hizo por ellos mediante señales. Finalmente, el último punto indica cómo el Señor fue forzado a hacer una declaración a las multitudes religiosas de que Él era la manifestación de Dios que venía a ellos como luz. Si ellos lo recibían, llegarían a ser los hijos de luz; y si no, ellos serían vencidos por las tinieblas. Además, declaró que Él vino a ellos por mandato de Dios para hablarles palabras vivientes. Si ellos recibían Sus palabras, éstas serían vida eterna para ellos, pero si las rechazaban, serían juzgados por las mismas palabras en el día postrero.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTISIETE

LA VIDA LAVA EN AMORPARA MANTENER LA COMUNIÓN

(1)

En este mensaje llegamos al capítulo 13 de Juan, el cual es muy interesante y tiene mucho significado. Probablemente todos los cristianos saben que en los evangelios se encuentra el capítulo que narra como el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Aparentemente es fácil entender este pasaje, pero de hecho, no es tan sencillo darnos cuenta de su verdadero significado. Por lo general, los cristianos creen que el propósito de lavar los pies de otros es mostrar nuestro amor por ellos. Algunos creyentes incluso insisten en esta práctica cada vez que participan de la mesa del Señor. En la reunión de la mesa del Señor, ellos practican el lavamiento mutuo de los pies como una expresión del amor. Esto no está mal, a menos que se vuelva una práctica legalista. En varias ocasiones en el pasado yo he lavado los pies de otros y otros han lavado mis pies. A veces debemos permitir que el Señor nos guíe a lavarnos los pies unos a otros. Sin embargo, el lavamiento de los pies significa algo mucho más importante. Como hemos visto, todo lo que se menciona en este evangelio es una señal de algo más profundo y espiritual. Por lo tanto, el lavamiento de los pies es también una señal con un significado profundo y espiritual. Pero es bastante difícil descubrir el significado espiritual de esta señal. ¿Cuál es su significado profundo y espiritual?

Antes de contestar esta pregunta, debemos entender la posición que ocupa este capítulo con relación a todo el Evangelio de Juan, ya que tiene una posición decisiva en este libro. El Evangelio de Juan está dividido en dos secciones principales. La primera sección, que consiste de los capítulos del 1 al 13, describe cómo el Señor, como el Verbo

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eterno, el cual es Dios mismo, y como Hijo de Dios, vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre, a fin de ser la vida del hombre y así producir la iglesia. La segunda sección, que está compuesta de los capítulos del 14 al 21, revela cómo el Señor, como Hijo del Hombre, pasó por la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios, a fin de que el hombre y Dios, Dios y el hombre, fueran edificados como una morada mutua. El capítulo 13 se ubica al final de la primera sección, es una línea divisoria, y un punto giratorio donde el libro da una vuelta. El relato se torna de una dirección a otra.

¿Cuál es el pensamiento central de la primera sección del Evangelio de Juan? Es éste: el Señor como el Verbo eterno, quien es la expresión de Dios, viene para ser nuestra vida, para satisfacer todas nuestras necesidades, y nos hace miembros de Su Cuerpo. El capítulo 1 revela al Señor como el Verbo eterno, es decir, como la expresión de Dios. Luego vemos que el Señor viene para ser nuestra vida, a fin de que podamos participar de Él como vida para satisfacer todas nuestras necesidades. Los nueve casos seleccionados muestran que el Señor como vida puede satisfacer todas nuestras necesidades. Luego el capítulo 12 revela que el Señor, como grano de trigo, tuvo que pasar por la muerte y la resurrección para producir los muchos granos, que somos nosotros, los que estamos siendo amasados y formados en un solo pan, el cual es Su Cuerpo, la iglesia.

El pensamiento central de la segunda parte consiste en que el Señor quien fue encarnado, crucificado y resucitado, fue transfigurado de la carne al Espíritu. Él se transfiguró de ser la expresión de Dios en la carne al Espíritu con el fin de entrar en nosotros como vida. Noten que uso la palabra transfigurar. El Señor fue transfigurado de la carne al Espíritu para poder entrar en nuestro espíritu a fin de ser nuestra vida y ser uno con nosotros en nuestro espíritu. Como Espíritu, Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Ahora Él y nosotros, nosotros y Él, podemos mezclarnos en una sola entidad.

En la primera parte del Evangelio de Juan, el Señor viene para introducir a Dios en nosotros, pero en la segunda parte, Él va para introducirnos a nosotros en Dios. En los primeros doce capítulos, el Señor viene por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre; y en los últimos ocho capítulos, Él pasa por la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios. La primera sección nos muestra cómo Él viene, y la segunda, cómo Él va. Viene por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre, y va por medio de la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios.

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En medio de estas dos secciones el capítulo 13 juega un papel decisivo. En el versículo 3 leemos: “Jesús, sabiendo que ... había salido de Dios, y a Dios iba”. Él había salido de Dios e iba a Él. Ésta es la razón por la que digo que el capítulo 13 es el punto donde gira todo el Evangelio.

Durante mucho tiempo estuve profundamente intrigado por este capítulo. Me preguntaba por qué el lavamiento de los pies no había sido ubicado antes del capítulo 11 o después del capítulo 14. Me preguntaba por qué se encontraba precisamente en el capítulo 13. Estuve preocupado por la posición que ocupaba este capítulo porque me había dado cuenta de que desde el capítulo 1 hasta el capítulo 12, el Señor como Verbo había venido para impartirse a Sí mismo como vida a muchas personas, las cuales con el tiempo formaron la iglesia. Podemos encontrar la iglesia en el capítulo 12. El Señor era el Cordero de Dios que quitó el pecado, fue levantado en la forma de una serpiente para terminar con la naturaleza serpentina, y también era el grano de trigo que cayó en la tierra y murió para producir muchos granos. En cierto sentido, al llegar al capítulo 12 todo había sido completado. Me parecía que no era necesario el capítulo 13. De manera que estaba perturbado, pensando que el capítulo 14 debería venir inmediatamente después del capítulo 12. Pasé mucho tiempo con el Señor tratando de descubrir por qué era necesario este capítulo. Finalmente, el Señor me enseñó por qué el capítulo 13 viene después del capítulo 12. El hecho de que el lavamiento de los pies se encuentra en el capítulo 13 es muy significativo. En este capítulo, el punto en el que gira el Evangelio de Juan, el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Esto es muy significativo.

I. EL LAVAMIENTO HECHO POR EL SEÑOR MISMO

A. Amó a Sus discípulos hasta el fin

El versículo 1 dice que el Señor “habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. El Señor lavó los pies de Sus discípulos por causa de este amor. Por lo tanto, el lavamiento de los pies tiene que ver con el amor, la clase de amor que continúa hasta el fin. Sin el lavamiento de los pies, el amor del Señor no podría haber satisfecho toda nuestra necesidad. Esto muestra la importancia del lavamiento de los pies. Ésta es nuestra máxima necesidad. En los nueve casos anteriores, el Señor ha satisfecho todas nuestras necesidades. Pero después de todo eso, aún necesitamos que sean lavados nuestros pies. Por lo cual, el Señor llevó a cabo el lavamiento de los pies, mostrando Su amor ilimitado.

B. Sabía que todo le había sido dado a Él

El versículo 3 indica la razón por la cual el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Él sabía que “el Padre le había dado todo en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba”.

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En ese tiempo Él se daba cuenta de tres hechos: 1) el Padre le había confiado todo en Sus manos; 2) Él había salido de Dios; y 3) Él iba a Dios. Debido a estas tres cosas, lavó los pies de Sus discípulos. El “todo” que el Padre le había dado, se refiere principalmente a Sus discípulos; Su salida de Dios introdujo a Dios en Sus discípulos; y Su partida, al ir a Dios, significaba que dejaba a Sus discípulos. El Padre le había dado los discípulos, y el Señor les había introducido a Dios en ellos, pero ahora iba a dejarlos. Por medio de haber venido de Dios y haber introducido a Dios en ellos surgió una relación entre los discípulos y Dios en Él. En ese momento iba a dejarlos. Después de que Él los dejara, ¿cómo podría mantenerse esa relación? Ella sería mantenida por el lavamiento de los pies. El lavamiento de los pies tiene como fin quitar toda la suciedad que estorba la comunión de la relación que existe entre Dios y el hombre. Al hacer esto, el Señor les mostró a Sus discípulos la manera en que debían mantener su relación con Dios en Él.

Esta clase de entendimiento puede confirmarse en un sentido negativo por el versículo 2, donde dice que para ese entonces “el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le traicionara”. La intención de este hecho maligno del diablo era impedir que el hombre mantuviera una relación con Dios. Pero lo que el Señor hizo al lavar los pies de los discípulos tenía como fin mantenerlos en esa relación con Dios en Él. Mientras el diablo procuraba alejar a la gente de la relación con Dios, el lavamiento de los pies de parte del Señor proveía la manera de mantener a los discípulos en la relación con Dios en Él.

C. Se quitó Su manto

Cuando el Señor Jesús estaba a punto de lavar los pies de Sus discípulos, Él se quitó Su manto (v. 4). Aquí el manto representa las virtudes y los atributos del Señor en Su expresión. Por lo tanto, quitarse Su manto significa despojarse de lo que Él es en Su expresión. Si el Señor hubiera permanecido en todo lo que Él era en Sus virtudes y atributos, no habría podido lavar los pies de Sus discípulos.

D. Se ciñó con una toalla

Cuando el Señor se quitó de Su manto, se ciñó con una toalla (v. 4). Hablando de manera figurativa el hecho de que el Señor se ciñera significa que Él fue atado y restringido con humildad (cfr. 1 P. 5:5). En humildad Él renunció a Su libertad, para poder ministrar a Sus discípulos.

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E. Lavó los pies de los discípulos con agua

1. El agua representa al Espíritu Santo,la Palabra y la vida

El Señor lavó los pies de los discípulos con agua (v. 5). Aquí el agua representa al Espíritu Santo (Tit. 3:5), la Palabra (Ef. 5:26; Jn. 15:3), y la vida (19:34). Como veremos, el Señor nos lava espiritualmente por la obra del Espíritu Santo, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la ley interior de vida. En las Escrituras estas tres realidades son representadas por el agua.

2. Quitó el polvo del camino terrenal

El Señor vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en nosotros y pasó por la muerte y la resurrección para introducirnos a nosotros en Dios. Ambos hechos suceden en nuestro espíritu. En lo que a nuestro espíritu se refiere, Dios fue introducido en nosotros por medio de la venida del Señor, y nosotros fuimos introducidos en Dios mediante Su ida. Sin embargo, en cuanto a nuestro cuerpo físico, todavía permanecemos aquí sobre la tierra. En nuestro espíritu fuimos unidos con algo celestial, espiritual y eterno, pero en nuestro cuerpo aún permanecemos en la tierra. En nuestro espíritu el Señor introdujo a Dios en nosotros y nosotros en Él; en nuestro espíritu somos uno con Dios, y en nuestro espíritu estamos en los lugares celestiales porque estamos en Él. Pero en nuestro cuerpo todavía permanecemos en la tierra. En cuanto a nuestro espíritu regenerado, ya no somos la vieja creación, sino la nueva. Sin embargo, en cuanto a nuestro cuerpo, todavía estamos en la vieja creación y permanecemos sobre la tierra. Por un lado, somos la nueva creación, estamos en Dios y estamos en los lugares celestiales. Esto es cierto y es una realidad. Por otro lado, todavía estamos en la vieja creación y permanecemos sobre la tierra.

Aunque tenemos la vida divina y hemos llegado a ser la iglesia, seguimos viviendo en esta carne caída sobre la tierra. Muy a menudo el contacto con las cosas terrenales nos contaminan. Esto es inevitable pues no podemos evitar el contacto con las cosas terrenales. Nuestros pies son los miembros de nuestro cuerpo que tocan la tierra y diariamente nuestros pies entran en contacto con ella. Antiguamente en Judea, la gente caminaba para ir a cualquier parte, lo que los hacía tocar la tierra con los pies. Y al hacerlo, siempre sus pies se ensuciaban. Debido a esto, ellos necesitaban el lavamiento de los pies. Lo mismo se aplica a nosotros en la esfera espiritual.

La suciedad difiere a la pecaminosidad. Ser pecador es una cosa y estar sucio es otra. Podemos estar absolutamente sin pecado y a la vez estar muy sucios. Quizá nada esté mal, pero aun así podemos estar sucios simplemente por el contacto terrenal. ¿Está

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consciente usted de que aún estamos en el cuerpo y que aún caminamos en la tierra? Constantemente entramos en contacto con la tierra lo cual nos ensucia. Por consecuencia, la mayor parte del tiempo no estamos limpios. Por lo tanto, necesitamos el lavamiento de los pies.

3. Para mantener la comunión con el Señory con los demás creyentes

¿Sabe usted cuándo los judíos practicaban el lavamiento de los pies? Particularmente lo practicaban al atender a las fiestas. El centro de una fiesta es la comunión. En la antigüedad los judíos usaban sandalias, y sus pies se ensuciaban fácilmente porque los caminos eran polvorientos. Si al llegar a un banquete se hubieran sentado a la mesa y hubiesen estirado los pies, la tierra y el mal olor incomodarían la comunión. Por lo tanto, para disfrutar de un banquete agradable, necesitaban lavarse los pies. Al ser invitados a una fiesta y para tener comunión entre sí, primero tenían que lavarse los pies. Sin tal lavamiento, la comunión hubiera sido dañada. Antes de reunirse para cenar y tener comunión en torno a la mesa, debían ser lavados. De otro modo, simplemente no hubiesen podido tener una comunión agradable. Además, ellos no se sentaban a la mesa como nosotros lo hacemos, sino que se reclinaban en el piso con sus pies extendidos, sin sillas ni bancas. Si sus pies estuviesen sucios, el mal olor hubiera sido horrible. A veces tenían que recorrer largas distancias por caminos lodosos. Debido a esto, sus pies se ensuciaban mucho y el mal olor que despedían era ofensivo si se hubieran reunido y hubieran estirado los pies, su comunión no habría sido muy agradable.

Ya que el Evangelio de Juan es un libro de señales, el lavamiento de los pies narrado en este libro también debe considerarse como una señal que tiene un significado espiritual. No debemos entender el lavamiento de los pies meramente en un sentido físico, sino en un sentido espiritual. Puesto que es una señal, tiene cierto significado, el cual nos muestra la comunión que tenemos tanto con el Señor como los unos con los otros. Si alguien viene y estira los pies sin lavárselos, la comunión de unos con otros será dañada. En este mundo tenemos contacto con la tierra diariamente. La tierra que tocamos nos ensucia y estorba la comunión que tenemos con el Señor y con los demás. Por lo tanto, el lavamiento de los pies significa que mientras permanecemos sobre esta tierra, el Señor como el Espíritu vivificante, lava nuestros pies, es decir, siempre mantiene nuestro andar limpio de todo tipo de suciedad causado por el contacto terrenal. Hoy en día debemos entender que el Señor desea lavarnos y mantenernos limpios del polvo que se acumula en nosotros debido al contacto terrenal.

En el capítulo 13 el Señor estableció un ejemplo al lavar los pies de los discípulos con el fin de que ellos pudieran tener una comunión agradable, disfrutando al Señor y

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disfrutándose los unos con los otros. Hoy necesitamos esta clase de lavamiento, el cual no debe ser una simple práctica externa; principalmente debe ser más de forma espiritual, la cual tiene mucho que ver con nuestra vida espiritual. Hoy el mundo está completamente sucio, y nosotros los santos podemos contaminarnos fácilmente. Para poder mantener una comunión agradable con el Señor y unos con otros necesitamos el lavamiento espiritual de los pies.

4. Distinto al lavamiento del pecadoefectuado por la sangre

Como ya hicimos notar, estar sucios no significa que seamos pecaminosos. Muchas veces, aunque uno no peque se encuentra sucio. El polvo está en todas partes y es fácil ensuciarse. Mientras que uno viva sobre la tierra, aun si se sienta en un lugar sin ni siquiera moverse, algo terrenal lo ensuciará. Esta tierra está completamente sucia. Así que, al hacer cualquier cosa uno se contamina. Aun al conducir su auto camino a la reunión, sus ojos pueden por casualidad ver algo que lo contamine. Antes de subir a su carro, su espíritu puede haber estado viviente y elevado, pero después de manejar por diez minutos, aunque no tenía la intención de ver nada, con el simple hecho de ver involuntariamente ciertas cosas por la calle usted es contaminado y su espíritu decae. A veces, aun en nuestra comunión nos ensuciamos.

Para las cosas pecaminosas, requerimos la limpieza de la sangre, pero para las cosas que son sucias que no son pecaminosas, necesitamos el lavamiento espiritual. El lavamiento que necesitamos es el que llevan a cabo el Espíritu Santo, la palabra viviente y la vida interior.

Debido a que la suciedad es muy parecido a la pecaminosidad, es muy difícil distinguir entre ellos. No es tan fácil dar un ejemplo claro acerca de esto. Tal vez un día usted se encuentre disgustado con su esposa. No es pecaminoso que alguien se disguste con su esposa, no quiere decir que la odie o que hable cosas negativas de ella o a ella. No está enojado con ella; simplemente está descontento con ella. Muchas veces las mujeres aman a sus esposos en forma excesiva. Los hombres necesitan el amor de sus esposas, pero a veces este amor es excesivo. En algunas ocasiones la mujer ama a su esposo con una clase de amor que está fuera de lugar. Cuando necesitamos amor es dulce tenerlo, pero cuando se da superabundantemente es una molestia. Supongamos que una esposa, debido a su preocupación por la salud de su esposo quiere que se ponga un abrigo cuando en realidad no lo necesita. Ella teme que él se enferme de gripa y quiere que se ponga más ropa. Tal preocupación es una molestia para el esposo, y le causa descontento. Dicho descontento no es algo pecaminoso. El esposo no dice ni una palabra

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ni expresa nada, sino que simplemente se siente un poco descontento con su esposa. Esta pequeña molestia impedirá que exista una comunión agradable entre ellos.

¿Qué debemos hacer en tal caso? Tal vez usted aplique la sangre del Señor diciendo: “Señor, estaba incómodo con mi esposa por su amor excesivo. Aplico Tu sangre a esta situación”. Pero eso no funciona. Usted requiere otro tipo de lavamiento, no el lavamiento efectuado por la sangre, sino el lavamiento por el Espíritu, la Palabra viviente y la vida interior. ¿Quién puede proporcionarle esta clase de lavamiento? Primeramente el Señor Jesús mismo, y después, los santos que poseen mucha vida. Usted debe pasar tiempo en la presencia del Señor. Si permanece en la presencia del Señor, Él vendrá a usted y lo lavará, no con Su sangre, sino con el Espíritu, con la Palabra viviente y con la vida interior. Es difícil precisar cuándo Él completa este lavamiento. A veces sólo le toma uno minutos limpiarlo del polvo; otras veces puede tomarle medio día. Siempre que usted tiene necesidad de este lavamiento, sólo abra su ser al Señor al estar en Su presencia, y permita que la vida interior fluya en su interior. Espontáneamente algo viviente brotará, le regará y le lavará, y usted volverá a estar limpio. Su espíritu será levantado y todo su ser estará agradablemente en la presencia del Señor. Éste es el lavamiento del agua viva que se obtiene en la presencia del Señor.

Es muy fácil que los hermanos y hermanas que viven y sirven juntos, se ofendan unos a otros inconscientemente. Tal vez no peleen, porque pelear es pecaminoso. Simplemente se causen ofensas involuntarias. Tal vez usted me ofenda sin darse cuenta. Sin embargo, yo estoy bien consciente de dicha ofensa. Como resultado, ambos llegamos a estar sucios en cierta manera. Así que será difícil que mantengamos una comunión agradable entre nosotros. Aun cuando no intercambiemos palabras y procuremos aprender la lección de la cruz, aun así encontramos que nuestra comunión llega a estar muerta. Necesitamos ser lavados.

Tal vez los hermanos que viven juntos en las casas de hermanos, se reúnan para orar. Algunos de ellos son muy vivientes y otros no lo son en absoluto debido a que se han ensuciado y su espíritu ha decaído. En algunas ocasiones todos los hermanos pueden estar entumecidos y decaídos en su espíritu. Esto no quiere decir que hayan llegado a ser pecaminosos; no pelean ni se critican entre sí. No obstante, todos los hermanos se ensucian un poco simplemente porque han vivido juntos por un largo tiempo sin haber tenido el apropiado lavamiento de los pies. Ellos también necesitan el lavamiento de los pies.

Estar sucio es muy parecido a estar en pecado. Si usted avanza tan solo medio paso más adelante de estar sucio, caerá en una condición pecaminosa. Tal clase de contaminación terrenal obstaculiza nuestra comunión. Entonces, cuanto más lo mire a usted, menos mi

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espíritu será capaz de levantarse; y cuanto más me observe a mí, más su espíritu decaerá. Incluso si conversamos, esta conversación no será agradable. No podemos pretender ser lo que no somos. Si nuestro espíritu es agradable, nuestras palabras también lo serán. Sin embargo, si no tenemos un espíritu agradable, aunque pretendamos hablar agradablemente, la situación empeorará. ¿Saben cuál es la razón por la que muchas veces los hermanos no son capaces de orar cuando se reúnen? Es porque se encuentran sucios. Todos ellos requieren lavarse los pies los unos a los otros.

El Señor lava nuestros pies por medio del trabajo que efectúa el Espíritu Santo, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la ley interior de la vida. Hoy en día, el Señor siempre efectúa el lavamiento por medio del Espíritu Santo dentro de nuestro ser, por la iluminación de la Palabra de Dios en las Santas Escrituras, y por la vida interior que opera en nuestro interior. Es posible que el Señor nos lave muchas veces cada día. Puedo testificar que el Señor me lava varias veces durante el día por medio del Espíritu, la Palabra y la vida interior. Tengo que caminar sobre la tierra porque vivo en ella. No puedo evitar el contacto terrenal. Tengo que atender a mis familiares y a los queridos hermanos y hermanas. De vez en cuando, algún amigo viene a visitarme y no puedo evadir conversar con él. Pero después de su visita, me siento sucio. Esto es el contacto terrenal. Además, tengo que tocar las tiendas cuando voy de compras. Después de haber estado en una tienda, tengo la sensación de haber estado en el Hades. Cuando salgo de esa tienda, necesito ser lavado inmediatamente. Cada vez que voy de compras, mis pies tocan la tierra y se ensucian. Pero el Espíritu Santo, la Palabra de Dios, y la vida interior trabajan y operan para lavarme constantemente. De otra manera, no podría mantener la comunión que tengo con el Señor.

Después de pasar toda una semana en contacto con el mundo, ¿no siente usted la necesidad de ser lavado al venir a la mesa del Señor el día del Señor? Ciertamente, sentirá la necesidad de lavarse los pies para poder limpiarse del polvo que ha acumulado por el contacto terrenal durante esa semana. Requerimos el lavamiento, no sólo el de la sangre del Señor el cual es para los pecados, sino también el lavamiento efectuado por la obra del Espíritu, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la vida interior. Este lavamiento nos limpia del polvo producido por el contacto terrenal.

5. No es solamente algo físico, sino algo espiritual

Ahora entendemos el verdadero significado del lavamiento de los pies. Tiene como fin mantener la comunión en vida. No es simplemente una práctica externa, sino que debe ser una práctica espiritual. Debemos interpretar esta señal como una alegoría y no entenderla sólo como algo físico. Conforme al significado espiritual de esta señal, debemos permitir que el Espíritu, la Palabra viviente y la vida interior nos laven del

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polvo que se acumula en nosotros mientras vivimos en la carne y caminamos sobre esta tierra sucia.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTIOCHO

LA VIDA LAVA EN AMORPARA MANTENER LA COMUNIÓN

(2)

II. EL LAVAMIENTO MUTUO DE LOS CREYENTES

Ya hemos visto el lavamiento de los pies que el Señor efectuó. Ahora quisiera mencionar algo acerca del mutuo lavamiento de pies que deben practicar los creyentes entre sí (vs. 12-17). No sólo necesitamos el lavamiento que efectúa el Señor directamente, sino también el mutuo lavamiento de pies entre los creyentes. El Señor mandó que nos laváramos los pies los unos a los otros. Como mencioné anteriormente, a veces debemos guardar la Palabra del Señor conforme a la letra, pero lo más importante es guardarlo conforme al espíritu. Debemos lavarnos los pies los unos a los otros ministrando la obra del Espíritu Santo, la iluminación de la Palabra y la operación de la vida interior. De esta manera, yo le ayudo a usted, usted me ayuda a mí, y todos nos ayudamos mutuamente para ser lavados por la obra del Espíritu Santo, por la iluminación de la Palabra, o por la operación de la vida interior. Siempre que los hermanos nos reunamos para tener comunión y para orar, debemos ministrar el lavamiento espiritual de los pies los unos a los otros. Este mutuo lavamiento espiritual es el que nos mantiene limpios de toda contaminación terrenal. Queridos hermanos, ¿han considerado cuán necesario es este lavamiento mutuo? Mientras usted viva y trabaje en esta tierra, no sólo necesita ser lavado directamente por el Señor, lo cual se lleva a cabo en su espíritu, sino que también debe recibir el lavamiento de los pies ministrado por los hermanos y hermanas.

A. Debemos seguir el ejemplo del Señor

Cuando el Señor lavó los pies de Sus discípulos, Él se quitó Su túnica. Vimos que en figura la túnica o manto representa las virtudes y los atributos del Señor en Su expresión. Por lo tanto, quitarse Su manto significa despojarse de lo que Él es en Su expresión. Si el Señor se hubiera aferrado a la expresión de Sus virtudes y atributos, no habría logrado lavar los pies de los discípulos. De la misma manera, cuando nos dispongamos a lavar los pies de otros, debemos poner a un lado nuestros logros, nuestras virtudes y nuestros atributos. Ésta es la verdadera humildad, la humillación

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genuina de uno mismo. Debemos humillarnos hasta tal punto que podamos lavar los pies de los demás.

En las Escrituras una vestidura representa lo que hacemos y como nos conducimos. Todo lo que hacemos y la manera en que nos conducimos llega a ser nuestra vestidura. Si usted tiene un buen comportamiento, entonces tiene una excelente vestidura, algo que es admirable y glorioso. Sin embargo, si desea ministrar el lavamiento espiritual de los pies a otros, debe despojarse de sus logros, sus obras y su conducta. Cada vez que usted se reúna con los hermanos para ministrarles cierto lavamiento espiritual, debe dejar a un lado su conducta, lo cual significa que debe humillarse. No piense que su conducta es lo suficientemente buena. Puede ser que sus obras y su comportamiento sean excelentes y gloriosos, entonces, usted se vuelve orgulloso. Usted se sentirá orgulloso de su vestidura y de sus obras. Por otra parte, yo puedo tener el concepto de que soy muy humilde y que usted es muy orgulloso. Con esta clase de actitud y motivo nunca podremos ministrar el lavamiento de los pies los unos a los otros. Debo hacer a un lado todas mis buenas obras y olvidarme de todas mis virtudes. Esto es muy práctico. Cuando uno es orgulloso, no es capaz de ministrar el lavamiento espiritual de los pies a nadie. Debemos humillarnos y echar a un lado nuestras vestiduras. Hacer esto implica humillarnos, despojarnos de algo que nos pertenece.

Permítame hablar con franqueza. En el transcurso de mi vida como cristiano, he conocido a varios hermanos y hermanas en mis visitas a diferentes países. Muchos son muy espirituales, pero al mismo tiempo muy orgullosos de su espiritualidad. Estos llevan puesta la vestidura de la espiritualidad. Cuando se reúnen, menosprecian a los demás, pensando que aquellos nunca han recibido una visión celestial ni conocen nada de lo que es espiritual. ¿Qué es esto? Es su orgullo. Se enorgullecen de ser espirituales. Si adoptamos esta actitud, nos será imposible ministrar a otros el lavamiento de los pies.Por otro lado, cuando nosotros nos reunimos con los santos, debemos despojarnos de nuestra vestidura y olvidarnos de nuestros logros. Debemos prestar la debida atención a este asunto. Todos somos culpables de haber tenido esta actitud. Cuán a menudo hemospensado: “Oh, ellos no saben lo que es la vida de iglesia, no conocen la manera de andar en el espíritu, ni han aprendido las lecciones de la vida interior”. Este pensamiento proviene del orgullo. Si adoptamos esta actitud, nunca podremos ayudar a otros. Necesitamos despojarnos de nuestras vestiduras, de nuestros logros y de nuestra espiritualidad. Debemos desechar nuestro nivel de espiritualidad, y ser sencillos y generales, diciéndonos a nosotros mismos: “No soy nada, y nada en mí es especial. Lo único que tengo es una toalla, un pedazo de tela, con la cual ceñirme”. No debemos acercarnos el uno al otro vestidos con un uniforme de policía; si lo hacemos, tendremos temor el uno del otro. A veces alguien, con una actitud amenazadora, viene como un policía en uniforme. Otro viene vestido del uniforme de espiritualidad, mientras otro

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luce el uniforme de la vida interior, y aun otro porta el uniforme de los llamados dones espirituales. Todos estos deben despojarse de sus vestiduras para poder ministrar a otros el lavamiento de los pies. No debemos aplicar esto a los demás, sino a nosotros mismos.

No es tan fácil despojarnos de nuestro atuendo y humillarnos para poder lavar los pies de los demás. Supongamos que cierto hermano me ofende sin querer. Aunque él no esté consciente de haberme ofendido, yo sí estoy muy consciente de la ofensa. ¿Qué debo hacer? Debo acudir a la gracia del Señor para lavar sus pies en vez de condenarlo. Si intento ministrarle el lavamiento sin tomar la gracia, el resultado será un gran fracaso. ¿Por qué? Debido a que me ofendió, me será muy fácil reprenderle, aun cuando no tenga la intención de hacerlo. Necesito dejar a un lado mis vestiduras y descender a su nivel. Cuando sentimos que alguien nos ha ofendido, siempre nos consideramos superiores a esa persona, pensando que es inferior, que está en deuda con nosotros, y que tenemos base para reclamarle. Aquí radica la dificultad. Debemos despojarnos de nuestra vestidura, descender a su nivel y bajar de nuestro trono. En cierto sentido, despojarnos de nuestra vestidura significa descender de nuestro trono. No debemos sentarnos en nuestro trono para juzgar a nuestros hermanos, diciendo: “Usted me ofendió a mí, usted me ha ofendido”. Mientras tenga esa actitud, la cola del zorro será expuesta. Finalmente, usted reprenderá al hermano que le ofendió, lo cual dará por resultado un altercado, porque él negará la ofensa. Inmediatamente, toda la situación se volverá pecaminosa.

No sólo debemos despojarnos de la vestidura de nuestros logros, sino también debemos ceñirnos con una toalla. Esto significa que debemos ser atados. Los pies de los discípulos fueron lavados con agua y enjugados con la toalla con que el Señor estaba ceñido. En otras palabras, cuanto más dispuestos estemos a ser atados por causa de los demás, más capaces seremos de ministrar a otros y enjugar sus pies. De otro modo, cuanto más libertad tengamos, más los perjudicaremos. Hermanos, cuando nos reunamos, no sólo debemos dejar a un lado nuestros logros, sino que también debemos ceñirnos y estar dispuestos a perder nuestra libertad. Simplemente debemos renunciar a ella y estar dispuestos a ser ceñidos y restringidos para poder ministrar algo que enjugue a nuestros queridos hermanos y hermanas.

Tanto los hermanos como las hermanas requieren el lavamiento de los pies. Siento decirlo, pero las hermanas se ofenden con mucha facilidad. No obstante, en la vida de iglesia no podemos evitar el contacto de unos con otros. En la vida práctica la persona que más trabaja es la que más se ensucia. Lo mismo sucede en la vida de iglesia. Cuanto más responsabilidad uno lleve, más suciedad acumulará, por causa de la cantidad de personas con las que uno se relaciona. Cuanto más contacto tenga con otros, más se ensuciará. La mejor manera de mantenerse limpio es evitar el contacto con otros. Así

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como la mejor forma de mantener sus manos limpias es no tocar nada con ellas. Tal vez algunos de nosotros anhelan llegar a ser líderes en la vida de iglesia. Hablando en términos humanos, si uno fuera sabio, nunca se envolvería en el liderazgo, porque es una labor muy difícil y hace que uno se ensucie con facilidad. Siendo líder, un anciano de la vida de iglesia no puede evitar tener contacto con ciertas situaciones ni hablar con ciertas personas. Ellas acuden al anciano constantemente. Y puede estar seguro de que nadie de los que vayan a verle estará limpio, porque los que están limpios nunca irán al anciano, debido a que no tienen problemas. Todo el que procure verlo seguramente tendrá algún problema. A veces cierta hermana no lo dejará tranquilo hasta hacerlo que se enoje con ella. Algunas veces las hermanas que tienen problemas acuden al anciano una y otra vez, y no desisten hasta verlo muy molesto. Cuando por fin se han ido, uno se da cuenta que está completamente sucio. Entre el anciano y ella es necesario un gran lavamiento de los pies. Sin tal lavamiento la comunión agradable entre los dos nunca podrá restablecerse.

Ésta es la razón por la cual al principio la vida de iglesia puede ser muy feliz, pero después de cierto tiempo, es posible que algunos de los santos se ensucien, y aunque siguen asistiendo a las reuniones no vienen contentos ni tienen un espíritu agradable. Quizás recuerden que ciertos hermanos o hermanas los han ofendido. Es posible que intenten sonreír y pretendan ser como otros, pero ¿qué clase de comunión pueden tener así? Ellos requieren el lavamiento de los pies. Necesitan el ministerio de la vida.

Al lavar los pies de otros, no debemos decir: “Hermano, te amo y por eso voy a lavar tus pies”. El lavamiento de los pies requiere un abundante suministro de vida. Necesitamos la vida para poder lavar los pies de otros. Es necesario ministrar mucha vida a otro para lavar sus pies. Esto es muy difícil. Recuerde que el lavamiento de los pies se efectúa con agua y no con sangre. Necesitamos mucha agua. El agua es el Espíritu, la Palabra viviente y la vida interior. Necesitamos estar llenos del agua-vida. Si lo estamos, nos lavaremos los pies unos a otros espontáneamente al estar con ellos aun sin tener la intención de hacerlo. Cuando tengamos contacto con otros, el agua simplemente fluirá sin darnos cuenta. Al estar con otro santo, el agua fluirá sobre él una y otra vez, llevando a cabo el lavamiento de los pies. El polvo y el olor desagradable entre nosotros se desvanecerán, y seremos introducidos en una agradable comunión. ¡Cuánto necesitamos esta experiencia!

Quisiera recalcar que cuando nos reunamos debemos dejar a un lado nuestra vestidura. No trate usted de mantener su nivel o posición. No se considere a sí mismo superior a los demás. Debe desechar tal concepto. Ejercite el agua viva y ocasione que ésta fluya, y los pies de los demás serán lavados.

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Ya vimos que el Evangelio de Juan es todo un libro de vida, pues su contenido es la vida. El lavamiento de los pies es un asunto de vida, y no simplemente una práctica física como lo hacen en algunos grupos cristianos, quienes llevan a cabo esta práctica en cada servicio de la Santa Comunión. Sin embargo, si el Señor así nos guía, de vez en cuando es posible que físicamente nos lavemos los pies unos a otros. Una noche en 1952, en la ciudad de Taipei, los cuatro ancianos lavaron los pies por lo menos a quinientos hermanos. Esto realmente tocó el corazón y el espíritu de los santos. Sirvió de una gran ayuda. Sin embargo, no debemos hacer de esta práctica algo legal ni formal.

Todo lo narrado en el Evangelio de Juan tiene que ver con la vida, y debemos practicar la vida hasta tal grado que entre nosotros tengamos abundancia de agua de vida para lavar los pies unos de otros. Algunos santos están llenos del agua viva. Si usted pasa media hora con ellos, sus pies serán lavados. Tal vez no le señalen que sus pies se encuentran sucios, ni aun mencionen el asunto del lavamiento de los pies, pero si usted permanece media hora con ellos, sus pies quedarán lavados. Después de esa media hora usted estará muy cerca del Señor. Su comunión con Él será íntima y agradable, y la comunión que tiene con otros será dulce. Necesitamos que muchos de entre nosotros estén llenos del agua de vida y puedan así lavar los pies de los demás.

B. Al amarse unos a otros

Todos debemos aprender a amar a los hermanos y hermanas al ministrarles el lavamiento espiritual de los pies. A veces cuando vaya a visitarle, puede ministrarme cierta clase de lavamiento mostrándome amor, y yo debo mostrarle la misma clase de amor para que así usted sea limpio de la contaminación terrenal. Debemos practicar esto, de otra manera nuestra comunión no podrá preservarse. La comunión entre los creyentes sólo puede ser preservada cuando el amor ministra tal lavamiento. En muchas ocasiones he disfrutado el lavamiento espiritual de los pies de parte de muchos hermanos y hermanas. Hace más de 25 años, mientras trabajaba con los colaboradores principales, tales como el hermano Watchman Nee entre otros, recibí mucha ayuda por la clase de lavamiento de los pies que ellos ministraron. Cada vez que tenía contacto con ellos, tenía la sensación de que cierta clase de lavamiento de los pies me mantenía limpio de la contaminación terrenal. Ellos me amaban y me mostraban su amor ministrándome el lavamiento espiritual que me limpiaba de la contaminación terrenal.

Al poner en práctica estos principios, nos daremos cuenta de lo reales que son ellos, usted puede simplemente aplicarlos en su vida diaria, en su hogar y en la vida de iglesia desde este momento en adelante. Entonces, espontáneamente ministrará cierta clase de lavamiento, y enjugará los pies de los hermanos y hermanas que lo rodean. Esto es lo que necesitamos. Éste es el verdadero amor que mantiene la comunión entre nosotros.

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Es por medio de esta clase de lavar y secar que la comunión espiritual puede preservar la vida de iglesia. Sin esto, la vida de iglesia simplemente no podría mantenerse porque la comunión será dañada por el contacto con el mundo. Necesitamos que el lavamiento espiritual nos limpie del contacto terrenal y preserve nuestra comunión espiritual en buenas condiciones. De esta manera, será posible hacer realidad la vida de iglesia. Si la vida de iglesia ha de ser mantenida nueva, agradable y viviente, continuamente necesitamos este lavamiento. Toda iglesia local requiere esto. En las iglesias de la costa occidental el Señor nos ha bendecido con Su abundante gracia. A pesar de que no utilizamos el término “lavamiento de los pies”, el Señor ha mantenido la vida de iglesia fresca y nueva por medio del lavamiento efectuado con el agua de vida. No hablamos de ello, no usamos esta expresión, pero continuamente hemos experimentado la realidad del lavamiento de agua de vida. Así que, podemos gloriarnos de Su gracia en el sentido de que las iglesias aquí siempre están nuevas y vivientes. La comunión entre los santos aquí no tiene ningún problema. Todas las iglesias deben orar pidiendo tener esta experiencia, para que el recobro sea preservado en novedad y frescura.

El Señor vino para introducir a Dios en nosotros, y fue para introducirnos a nosotros en Dios. Como resultado de esto, se formó una verdadera mezcla entre el Espíritu divino y nuestro espíritu humano. La humanidad se mezcló con la divinidad, y la divinidad, con la humanidad. Esta mezcla es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Los creyentes en su espíritu son celestiales, eternos y espirituales, pero en su cuerpo físico aún permanecen en esta tierra y pertenecen a la vieja creación. Por lo tanto, existe la necesidad de que sean preservados limpios de toda contaminación terrenal para que la comunión que se tiene en el Cuerpo y con el Señor pueda preservarse. Esta comunión es mantenida por el lavamiento de los pies. Esto es de suma importancia, pues sin ello la comunión con el Señor y con los creyentes no podría mantenerse. Esta práctica es tan crucial que sin ella la vida de iglesia no podría llevarse a cabo. De facto, la realidad de la vida de iglesia se desvanecería. Por lo tanto, es menester que el lavamiento diario de los pies sea practicado por el Señor y también por todos los creyentes. Entonces, podremos mantener una excelente comunión que nos permitirá tener una verdadera vida de iglesia.

III. LAVADO, PERO NO INCLUIDO EN LA COMUNIÓN

Aunque el lavamiento de los pies es para la comunión en vida, no fue así con Judas. Él fue lavado, pero nunca estuvo en la comunión, pues era un creyente falso (vs. 18-31a). Antes de que el Señor lavara los pies de los discípulos, el diablo ya había puesto en el corazón de Judas que le traicionara (v. 2). Luego de que el Señor hubo lavado los pies de Judas, Satanás entró en él (v. 27). Después de eso, siendo ya de noche, Judas salió (v. 30). Él, ciertamente, entró en la noche obscura de su eternidad. En realidad, Judas

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nunca estuvo en la comunión con el Señor, y nunca podría haber estado en ella a pesar de cuánto fuera lavado (vs. 10-11). Esto nos advierte que el verdadero lavamiento de los pies es sólo para aquellos que genuinamente están en comunión con el Señor.

IV. LAVADOS Y DISPUESTOS A PERMANECEREN LA COMUNIÓN, PERO FRACASAN

A. El Hijo del Hombre es glorificado

Después del lavamiento de los pies, el Señor se hallaba cerca de Su muerte. Así que dijo: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (v. 31). La glorificación del Señor significaba que Su elemento divino sería liberado del interior de Su humanidad mediante Su muerte y resurrección. Su muerte quebrantó la cáscara de Su humanidad y liberó Su vida divina. Éste es el significado de Su glorificación.

B. Dios es glorificado en el Hijo

Aquí el Señor también dijo: “Dios es glorificado en Él” (v. 31). Esto quiere decir que Dios el Padre había de ser glorificado en la glorificación del Hijo, es decir, que Su elemento divino sería liberado en el Hijo. Lo que el Señor liberó en Su muerte y resurrección fue el divino elemento de vida de Dios el Padre. Dios el Padre iba a ser glorificado en el Hijo de esta manera, y Él también iba a glorificar al Hijo en Sí mismo, y lo haría enseguida (v. 32).

C. Pedro es incapaz de seguir al Señoren Sus sufrimientos en ese momento

En ese momento el Señor estaba listo para sufrir la muerte de la cruz, pero Sus discípulos aún no estaban equipados para seguirle en Sus sufrimientos. Por eso, el Señor le dijo a Pedro que no podía seguirle en ese momento (vs. 36-37) debido a que Pedro todavía no le había recibido como la vida de resurrección. Pero que Pedro le seguiría después que el Señor se impartiera en él como la vida de resurrección (v. 36; 21:18-19) por medio de Su resurrección.

D. Pedro está a punto de fracasar

Pedro tenía una comunión auténtica con el Señor, y el lavamiento del Señor lo guardaba en ésta. Él estaba dispuesto a permanecer en la comunión con el Señor, pero fracasó al negar al Señor tres veces cuando Él estaba siendo juzgado. Pedro tenía el deseo de permanecer en la comunión, pero no tuvo la fuerza suficiente para hacerlo, porque era antes de la resurrección del Señor y la vida de resurrección no le había sido impartida.

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Necesitamos el poder de la vida de resurrección para poder permanecer en la comunión con el Señor, la cual es mantenida por el lavamiento de los pies. Nunca podremos lograr esto mediante nuestro hombre natural.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE VEINTINUEVE

EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBREPARA PRODUCIR SU MORADA

(1)

En este mensaje llegamos al meollo, el punto central, del Evangelio de Juan. El capítulo 14 es la primera sección del mensaje que el Señor dio a Sus discípulos antes de Su muerte. A fin de entender este mensaje, debemos tener presente que este evangelio revela dos puntos principales: el primero consiste en que el Señor viene a nosotros para ser nuestra vida; y el segundo, que Él nos edifica juntos en unidad consigo mismo y con Dios. Como ya mencionamos, las dos palabras más importantes de este evangelio son vida y edificación. En el capítulo 2 se menciona claramente la edificación, pues ahí se nos dice que el Señor levantaría el templo, o la casa de Dios, en sólo tres días (v. 19). Después, en el capítulo 17, el Señor oró pidiendo que aquellos que lo recibieran como vida fueran uno con el Dios Triuno (vs. 21-23). La unidad en el Dios Triuno es la edificación espiritual. Cuando tomamos al Señor como vida, Él como Espíritu nos edifica y hace de nosotros una sola entidad en el Dios Triuno. Es de gran importancia que tengamos presente la vida y la edificación, puesto que constituyen el pensamiento central de este evangelio. Ya hicimos notar que este evangelio se divide en dos secciones principales. La primera sección habla de la venida del Señor, y la segunda, de Su ida. La venida del Señor introduce a Dios en nosotros por medio de la encarnación, y Su ida nos introduce a nosotros en Dios por medio de Su muerte y resurrección. Mediante la venida del Señor, lo recibimos como vida, y mediante Su ida, Él nos edifica en Dios. A menos que entendamos claramente este asunto, no podremos comprender el verdadero significado y el pensamiento central de este evangelio.

La primera sección del Evangelio de Juan, la cual se compone de los capítulos del 1 al 13, nos muestra que Cristo como Verbo eterno vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre con el fin de ser su vida y su suministro de vida. El capítulo 14 da inicio a la segunda sección principal de este libro. Debemos entender claramente que al final del capítulo 13 se completó todo lo relacionado con el hecho de que el Señor vino para ser nuestra vida y producir la iglesia. Al estudiar este evangelio cuidadosamente, nos daremos cuenta que en estos primeros trece capítulos se ha

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completado la revelación acerca de Cristo que vino para ser la vida del hombre a fin de producir la iglesia. No debemos pensar que del capítulo 14 al 21 encontraremos alguna revelación adicional sobre este asunto. Al contrario, esta sección es una repetición o un desarrollo de lo que ya ha sido revelado en los primeros trece capítulos. En estos vemos que el Señor, como Verbo de Dios y como Hijo de Dios, vino para ser vida a Sus discípulos, con el fin de que ellos pudieran tener vida eterna y llegaran a ser partes de la iglesia. Aunque este asunto es presentado claramente, no se nos muestra la manera en que el Señor se imparte en nosotros como vida. Durante los tres años y medio en los que el Señor estuvo con Sus discípulos, les decía que Él vino a la humanidad a fin de ser la vida para los hombres a fin de que éstos fueran regenerados con la vida divina y llegaran a ser la casa de Dios. No obstante, al final del capítulo 13 esto era todavía una simple revelación. Pero ¿cómo podía esto llevarse a cabo? ¿Cómo podía el Señor entrar en Sus discípulos para ser su vida? Aunque Él hablaba de estar en ellos como vida, en efecto, Él sólo estaba con ellos y en medio de ellos; aún no le era posible entrar en ellos. Si nosotros hubiéramos estado allí, probablemente le habríamos preguntado: “Señor, por favor dinos cómo puedes ser nuestra vida y cómo podemos nosotros tener la vida divina. Ya que la vida divina está en Dios, ¿cómo puede esta vida entrar en nosotros? Señor, Tú dices que eres la vida y que viniste para que tuviéramos vida, y la tuviéramos en abundancia. Pero ¿cómo podemos obtenerla? Señor, Tú dices que nosotros seremos Tu aumento, pero ¿cómo puede esto llevarse a cabo? Parece que Tú eres Tú y nosotros somos nosotros. Tú te encuentras entre nosotros; ya no estás solamente en los cielos, pero Tú sigues siendo Tú, y nosotros seguimos siendo nosotros. ¿Cómo podemos nosotros ser parte de Ti, y cómo puedes Tú ser uno con nosotros?”. Una persona inteligente indudablemente se haría la misma pregunta. La respuesta se encuentra en la segunda sección de este evangelio, porque ésta es simplemente el desarrollo completo de la revelación que se encuentra en la primera sección. No debemos considerarla como una revelación distinta.

Ahora examinaremos el contenido de la segunda sección, la cual está compuesta de los capítulos del 14 al 21 y nos presenta al Jesús crucificado y al Cristo resucitado, quien se va a preparar el camino para introducir al hombre en Dios, y luego viene como el Espíritu para permanecer y vivir en los creyentes como su vida, con el fin de producir la edificación de la morada de Dios. En esta sección veremos la ida y la venida del Señor. Por medio de Su crucifixión y resurrección, Él fue a preparar el camino por el cual el hombre pudiera ser introducido en Dios. Luego, como Espíritu, Él vino para permanecer y vivir en los creyentes como su vida para realizar la edificación de la morada de Dios. Necesitamos dedicar bastante tiempo para poder profundizar en este asunto.

Los capítulos del 14 al 16 revelan que la vida mora en el hombre con el fin de edificar la habitación de Dios. No importa cuánto tiempo usted haya pasado leyendo o estudiando

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estos capítulos, dudo que haya visto lo revelado en ellos. ¿Ha visto que en estos capítulos se encuentra la edificación de la morada de Dios? Estos tres capítulos despliegan de una manera muy detallada que Cristo mora en el hombre como su vida, con el fin de realizar la edificación de la morada de Dios.

Ahora llegamos al capítulo 14. Este capítulo se enfoca en un asunto muy significativo: que el Dios Triuno se imparte en el hombre para producir Su morada. Aquí podemos ver dos puntos: la impartición del Dios Triuno y la producción de Su morada. ¿Podría usted decir con sinceridad que antes de leer este mensaje sabía que el tema de Juan 14 consistía en que el Dios Triuno se imparta en el hombre para producir Su morada? Los tres de la Deidad, el Padre, el Hijo, y el Espíritu, son claramente mencionados en este capítulo. Aunque muchos cristianos pueden hablar del Dios Triuno, son muy pocos los que conocen que la revelación completa del Dios Triuno se encuentra precisamente aquí en este capítulo. El capítulo 14 no solamente revela la persona del Dios Triuno, sino que además revela el hecho de que el Dios Triuno se imparte en los creyentes para realizar la edificación de Su morada. En este mensaje sólo abarcaremos los primeros versículos de este capítulo.

I. JESÚS SE VA AL MORIRY CRISTO VIENE AL RESUCITAR

PARA INTRODUCIRA LOS CREYENTES EN EL PADRE

En Juan 14:1-6 vemos que Jesús se va por medio de Su muerte y que Cristo viene en Su resurrección para introducirnos a nosotros los creyentes en Dios el Padre. Éste es un asunto crucial. Es de notar que no se trata de que Cristo vaya y de que Jesús venga, sino de que Jesús se va y de que Cristo viene. No se refiere a la ascensión de Jesús al cielo, ni a Su regreso en el tiempo de Su segunda venida, sino a que Jesús se fue al morir y Cristo vino en resurrección para introducir a los creyentes en el Padre. Este punto crucial es presentado en los primeros seis versículos de este capítulo.

Tanto Juan 13:3 como Juan 14:2-3 mencionan la ida del Señor. En ese momento el Señor les dijo a Sus discípulos que Él se iría. Según el concepto natural, el hecho de que el Señor se fuera podría significar que dejaba a Sus discípulos para irse a otro lugar. Los discípulos no comprendieron lo que el Señor quería decir. De hecho, durante casi dos mil años los cristianos han malentendido este capítulo. Aun hoy en día no es fácil entender lo que el Señor quiso decir en este pasaje. Pero ahora, con la ayuda del Espíritu Santo, hemos descubierto el significado correcto: el Señor se fue por medio de Su muerte y resurrección. Cuando Él dijo que se iría, quería decir que iba a morir y resucitar.

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¿Adónde iba el Señor Jesús? Los discípulos no lo entendían claramente. Al leer del capítulo 12 al 16, nos parece que el Señor no les indicó a Sus discípulos de manera clara y definida a dónde iba. Yo he invertido mucho tiempo en esta porción de la Palabra tratando de averiguar a dónde iba el Señor Jesús. Todavía recuerdo que hace más de cuarenta años recibía las enseñanzas de parte de un gran maestro de la Asamblea de los Hermanos. Una noche él dedicó todo el mensaje refiriéndose al asunto de adónde se iba el Señor Jesús. Él habló mucho, pero nunca nos dijo adónde iba el Señor. Aparentemente el Señor no dijo adónde iba, pero en realidad sí lo anunció, y lo dijo muy claramente. ¿Por qué entonces no lo entendemos? Nosotros no lo entendemos debido a nuestro concepto natural, pese a que la propia palabra del Señor lo dice en forma muy clara.

El Señor Jesús dijo a Sus discípulos que Él iría a Su Padre (vs. 12, 28). Nadie entendió de qué hablaba. Según el concepto humano, el hecho de que fuera al Padre significaba que Él iba a regresar al cielo. Pero Él nunca dijo que iría al cielo. En el versículo 4 Él dijo algo muy misterioso: “Y a dónde Yo voy, ya sabéis el camino”. Inmediatamente después de que el Señor dijo esto, Tomás respondió: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (v. 5). Aparentemente se suscitó una discusión, porque el Señor decía que los discípulos sabían el camino, y Tomás decía que ellos no lo sabían. Entonces, el Señor dijo a Tomás: “Yo soy el camino” (v. 6). Si yo hubiera sido Tomás, habría dicho: “Señor, ¿a qué te refieres? ¿Qué significa que Tú eres el camino?”. El Señor no sólo dijo que Él era el camino, sino que también dijo: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Si yo hubiera sido Tomás, habría respondido: “Señor, mientras más hablas, más nos introduces en un bosque. No entendemos lo que es el camino y ahora Tú nos hablas acerca de la realidad y de la vida. ¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vida? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Tú eres el camino, y la realidad, y la vida, y que nadie viene al Padre, sino por Ti? ¿Vas al Padre o a los cielos?”. El Señor nunca dijo: “Nadie viene al cielo, sino por Mí”. Si Él hubiera dicho esto, todos lo habrían entendido claramente. Los discípulos habrían dicho: “Ahora entendemos de qué está hablando. Él va al cielo”. Pero el Señor nunca dijo que Él iba al cielo, sino que Él iba al Padre. Si yo hubiera estado allí, habría dicho: “Señor Jesús, ¿dónde está el Padre?” En el versículo 10 el Señor dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” El Padre estaba en Él. El Señor dijo que Él iba al Padre, aunque Él estaba ya en el Padre, y el Padre estaba en Él. ¡Qué desconcertante es todo esto! Nadie puede entenderlo.

Los teólogos cristianos han dado una buena respuesta a la pregunta: “¿Dónde está el Padre?” Ellos dicen que el Padre se encuentra en los cielos, y que cuando el Señor dijo que iba al Padre, quería decir que iba a los cielos. Si el asunto hubiera sido tan sencillo, nunca habría inquietado a nadie. Pero en realidad no es tan simple. Ésa fue la razón por

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la que ninguno de los discípulos en aquel tiempo sabía a dónde iba el Señor, y es también la razón por la que muchos de nosotros al leer este pasaje somos incapaces de entenderlo.

¿Cuál era entonces el objetivo o la meta del Señor al irse? Como hemos visto, la mayoría de los cristianos piensa que el cielo era el objetivo de Su ida. Sin embargo, después de leer cuidadosamente este capítulo, uno descubre que el objetivo no era el cielo. El Señor no tenía la intención de llevar a Sus creyentes de un lugar a otro. Este asunto no tiene nada que ver con un lugar, sino con una Persona viviente: el Padre mismo. El Señor iba al Padre porque Su intención era introducir a Sus discípulos en la Persona divina del Padre. El capítulo 13 nos dice que el Señor vino del Padre (v. 3). Aquí, en el capítulo 14, vemos que iba al Padre. El Señor vino del Padre mediante la encarnación para introducir a Dios en el hombre. Ahora Él iba al Padre para introducir al hombre en Dios. El pensamiento de este capítulo no consistía en que el Señor iba al cielo, sino que Él iba al Padre para introducir en Dios a todo aquel que creyera en Él y que lo recibiera como vida. La manera de Su ida fue morir y resucitar, y el propósito de Su ida era introducir al hombre en Dios. En el versículo 3 el Señor dijo: “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. ¿En dónde está Él? Él nos dio la respuesta claramente en el versículo 20, donde dice: “Yo estoy en Mi Padre”. Por lo tanto, por medio de Su ida, nosotros también estaremos en el Padre, porque Él nos introduce en el Padre. De manera que donde Él esté, nosotros también estemos. El propósito de Su ida al Padre era introducirnos en el Padre, tal como el propósito de Su venida era introducir a Dios en el hombre.

A. El Hijo es igual a Dios, es omnipresente,sin la limitación del tiempo y el espacio

En el versículo 1 el Señor dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí”. Este versículo revela dos asuntos muy importantes. El primero es que el Señor es igual a Dios. Si uno cree en Dios, debe también creer en el Señor, porque Él es igual a Dios. De hecho, el Señor es Dios mismo. Incluso en aquel tiempo los discípulos no comprendían adecuadamente que el Señor era Dios mismo.

Dios es omnipresente: Él no está limitado por el tiempo ni el espacio. Por un lado, el Señor estaba en la carne, y en la esfera de la carne existen los elementos del tiempo y el espacio. Por otro, el Señor no es la carne, sino Dios mismo, y Dios no está limitado por el tiempo ni el espacio. Este libro nos dice que Él estaba limitado por el tiempo y el espacio, y al mismo tiempo que no estaba tan limitado por ellos. En 7:6 el Señor dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado”, indicando que aunque Él es el eterno, infinito e ilimitado Dios, vivió sobre la tierra como un hombre limitado por el tiempo. En 3:13 Él dice:

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“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Este versículo indica que mientras el Señor estaba sobre la tierra, todavía estaba en el cielo. Esto significa que Él, como Dios mismo, es omnipresente. Para Él no existe la limitación del tiempo ni del espacio.

¿Por qué el Señor declaró a Sus discípulos que Él era igual a Dios? Debido a que les había dicho que Él se iría, y ellos, según su concepto humano, pensaron que Su ida significaba que los dejaría. Como los discípulos sabían que Dios es omnipresente, el Señor les dijo que Él era igual a Dios. Tal como Dios es omnipresente, así también es Él. Tal como Dios no es afectado por el tiempo ni el espacio, tampoco el Señor lo es. Ya sea que Él se fuera o se quedara, era lo mismo, porque Él, como Dios, es omnipresente. Ya que Su ida era en realidad Su venida, el corazón de Sus discípulos no debía turbarse por Su partida. El Señor era igual a Dios en quien ellos creían. Si creían en Dios, también debían creer en el Señor Jesús, porque Él es igual a Dios quien está siempre presente. Parece que el Señor les dijera a Sus discípulos: “No os turbéis por Mi partida, ni permitáis que vuestro corazón este desconcertado. Si creéis en Dios, debéis también creer en Mí. Dios es omnipresente. Para Él no existe la limitación del tiempo ni el espacio. Es igual conmigo. Yo me iré, pero a la vez permaneceré con vosotros, y mientras permanezco con vosotros, a la vez me iré. Yo soy omnipresente. Si vosotros creéis en Dios, debéis creer también en Mí, porque soy igual a Dios”.

El segundo punto importante del versículo 1 consiste en la diferencia que hay entre creerle a Dios y creer en Él. Tal vez usted diga que le cree a Dios, pero ¿cree usted en Dios? En el idioma griego la preposición en significa “hacia adentro”, lo cual quiere decir “creer en Dios”. En otras palabras, no es un asunto de creer en forma objetiva, sino de forma subjetiva. El pensamiento básico de este capítulo es que el Señor quiso ayudar, o instruir a Sus discípulos a estar en Dios. Debemos recordar que creerle a Dios es algo objetivo, pero creer en Dios es algo subjetivo. Es este tipo de creer en forma subjetiva el que nos introduce en Dios. En efecto, el Señor decía: “Si creéis en Dios, debéis creer también en Mí”. La preposición en es muy importante. Es lamentable que muchos tengan un concepto equivocado; piensan que creerle a Dios es lo mismo que creer en Dios. No debemos pasar por alto la preposición en. No es cuestión de creer un hecho en forma objetiva, sino de creer en forma subjetiva. Sólo de esta manera somos introducidos en Dios. El pensamiento central de este capítulo es que debemos creer en Dios.

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B. “La casa de Mi Padre” es el Cuerpo de Cristo,que es la iglesia como la casa de Dios

Según el concepto natural, la mayoría de los cristianos piensa que “la casa del Padre” mencionada en el versículo 2 debe referirse al tercer cielo, donde habita Dios el Padre. Pero no debemos interpretar la Biblia conforme a nuestros conceptos naturales. Al contrario, debemos interpretar la Escritura con la Escritura. Debemos interpretarla conforme a la Biblia y con ella. La expresión la casa de Mi Padre aparece dos veces en el Evangelio de Juan. La primera mención aparece en 2:16, donde claramente se refiere al templo, la habitación de Dios en la tierra. El templo es un tipo, una figura del cuerpo físico de Jesús (2:21), el cual, como hemos visto, fue aumentado por medio de la resurrección hasta ser el Cuerpo de Cristo. Debemos prestar completa atención a este asunto. En 2:16, la casa de Mi Padre es el templo en la tierra. No denota un lugar en los cielos, sino el templo de Dios en la tierra. Ya que el templo tipifica el cuerpo de Jesús, Su cuerpo es el tabernáculo (1:14), es decir, el templo donde Dios puede morar en la tierra. Esta interpretación de la expresión la casa de Mi Padre se muestra claramente en el capítulo 2. Debemos aplicar esta misma definición a Juan 14:2 donde encontramos la misma expresión. No debemos considerar que la expresión hallada en Juan 14:2 tiene un significado distinto al de la misma expresión que aparece en Juan 2:16, pues esto sería ilógico. La segunda vez que esta expresión se utiliza en el mismo evangelio, debe tener el mismo significado que la primera vez. Por lo tanto, la casa del Padre mencionada en el capítulo 14 también debe significar el lugar donde está la habitación de Dios en la tierra. No puede referirse al tercer cielo. En el capítulo 2 la casa del Padre llega a ser posteriormente el Cuerpo de Cristo, y en el capítulo 14 la misma expresión debe también ser el Cuerpo de Cristo. Nadie puede negar esto. Ahora tenemos la interpretación adecuada de la expresión la casa de Mi Padre: es el Cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia. Debemos corregirnos de la enseñanza equivocada que afirma que la casa del Padre mencionada en este pasaje se refiere al cielo.

En las Epístolas está plenamente desarrollada la revelación de que el Cuerpo de Cristo es la iglesia y de que la iglesia es la casa de Dios. En 1 Timoteo 3:15 se revela que la iglesia es la casa del Dios viviente. Por esto, la casa del Padre debe significar la casa del Dios viviente en la tierra, y no en los cielos. En 1 Corintios 3:16 se afirma que los creyentes como una sola entidad son el templo de Dios. En 1 Pedro 2:5 leemos que nosotros, como piedras vivas, somos edificados como casa espiritual. Esta casa espiritual ciertamente debe ser la casa del Padre, la casa de Dios. Además, Hebreos 3:6 dice que nosotros somos la casa de Dios, y Efesios 2:21-22 dice que los creyentes son edificados juntamente como la habitación de Dios, no en los cielos, sino en el espíritu. Así que, todo el Nuevo Testamento confirma la interpretación que se encuentra en el Evangelio de Juan, que la casa del Padre es de hecho el Cuerpo de Cristo. La casa del

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Padre mencionada en el Evangelio de Juan, así como en todo el Nuevo Testamento, no se refiere a los cielos, sino al Cuerpo de Cristo, el cual es la iglesia como habitación de Dios en la tierra.

¿Cree usted que en este universo Dios tiene dos edificios: una mansión en los cielos y una iglesia en la tierra? Dios tiene un solo edificio. Sería ilógico afirmar que tiene dos. Aunque a usted le guste mucho el cielo a Dios no le satisface. Si usted lee el capítulo 66 de Isaías, descubrirá que Dios desea tener una morada en el hombre. Él no ama mucho al cielo, pero si ama al hombre. Dios desea morar en el hombre. Mientras muchos cristianos desean ir al cielo, Dios desea descender del cielo y morar con el hombre en la tierra. Muchos maestros cristianos han afirmado que cuando el Señor dijo que Él iba a preparar lugar para nosotros, quería decir que iba a preparar una mansión celestial. Pero todos están de acuerdo en que dicho lugar será una ciudad que tiene fundamentos preparados por Dios, según se menciona en Hebreos 11:10, la ciudad que será la Nueva Jerusalén mencionada en Apocalipsis 21. Pero la Nueva Jerusalén no permanecerá en el cielo, sino que descenderá del cielo (Ap. 21:2). Tal vez usted desee ascender al cielo, pero Dios desea descender del cielo.

Dios tiene una sola edificación en todo el universo. En los tiempos antiguotestamentarios el edificio de Dios se encontraba con los hijos de Israel y era tipificado por el tabernáculo y el templo. Tanto el tabernáculo como el templo eran símbolos del hecho de que el pueblo de Dios es la morada de Dios en la tierra. En los tiempos neotestamentarios se edifica la iglesia. En un sentido espiritual, la iglesia es la continuación del tabernáculo y del templo. En el Antiguo Testamento tenemos el tabernáculo y el templo, y en el Nuevo tenemos a la iglesia como el templo de Dios. En la actualidad somos el templo de Dios. Finalmente, el edificio que consta de los santos del Antiguo Testamento y del Nuevo llegará a su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual será el tabernáculo eterno, la morada de Dios entre los hombres por toda la eternidad. Éste es el edificio de Dios. Al leer Apocalipsis 21 y 22 cuidadosamente, se descubre que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino una ciudad viviente compuesta de personas vivientes. Sabemos esto porque el nombre de las doce tribus de Israel y los nombres de los doce apóstoles del Cordero estarán allí (Ap. 21:12, 14). Nosotros también estaremos allí como la piedra de jaspe que constituye los muros de la ciudad (Ap. 21:11, 18). La Nueva Jerusalén es una ciudad viviente compuesta de personas vivientes edificadas para formar la habitación de Dios para siempre.

¿Cree usted que en el tiempo presente, en la era de la iglesia, Dios no tiene una morada entre los hombres en la tierra? ¡Ciertamente la tiene! Esta morada es la iglesia. ¿Dónde está la iglesia? Está en la tierra. La morada de Dios hoy es una entidad viviente compuesta de creyentes vivientes que moran en la tierra. En cualquier lugar donde

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nosotros, los creyentes vivientes, seamos edificados, Dios tiene una morada. Éste es el edificio de Dios en la tierra hoy. Al ser redimidos, lavados con Su sangre y regenerados por la vida divina, llegamos a ser una parte de este edificio viviente, el cual es el lugar que el Señor iba a preparar para nosotros como lo dijo en Juan 14:2.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA

EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBREPARA PRODUCIR SU MORADA

(2)

C. Las muchas moradasson los muchos miembros

del Cuerpo de Cristo, el cual es la iglesia

En la casa del Padre hay muchas moradas (14:2). En el versículo 2 la palabra griega que se traduce moradas es la forma plural de la misma palabra que en el versículo 23 se traduce morada. ¿Qué significa la palabra morada? Las muchas moradas son los muchos miembros del Cuerpo de Cristo (Ro. 12:5), el cual es el templo de Dios (1 Co. 3:16-17). El Cuerpo del Señor tiene muchos miembros, y cada miembro es una morada.El versículo 23 comprueba adecuadamente que las muchas moradas son los muchos miembros del Cuerpo de Cristo, ya que dice que el Señor, juntamente con el Padre, hará morada con aquel que lo ame. Todo el que ama a Jesús es una morada. Todos nosotros somos las moradas del edificio de Dios. Este edificio es el Cuerpo de Cristo, y todas las moradas son los miembros del Cuerpo.

D. El Señor pasa a través de la muerte y la resurrección

para introducir al hombre en Diosa fin de edificar la morada de Dios

La palabra voy en versículo 2 significa que el Señor iba a pasar a través de la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios, a fin de edificar la habitación de Dios. Esta edificación es la que se menciona en Mateo 16:18, donde el Señor dijo: “Yo edificaré Mi iglesia”. Aquí en el versículo 2 el Señor dice: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. ¿Acaso estos dos versículos se refieren a dos asuntos distintos? Esto es imposible, pues el Señor sólo tiene una obra. Él no va a preparar un lugar para nosotros en el cielo y al mismo tiempo edificar una iglesia sobre la tierra. Esto no es lógico. Si

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ponemos juntas estas dos porciones de la Palabra, veremos que “preparar lugar” se refiere precisamente a la edificación de la iglesia. Para poder edificar la iglesia, el Señor primero tuvo que ir a preparar un lugar. El resultado final de la edificación será la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). En la actualidad el Señor edifica la iglesia y esta edificación de la iglesia equivale a la edificación de la Nueva Jerusalén. Como ya vimos, Dios tiene una sola edificación en todo el universo, ésta es la edificación de Su habitación viviente con Su pueblo redimido.

E. “Preparar lugar” significa abrir pasopara que el hombre entre en Dios

La frase voy, pues, a preparar lugar para vosotros significa que el Señor preparará un lugar, realizará la redención, abrirá paso y establecerá una base para que el hombre entre en Dios. Esto significa que el Señor pavimentará un camino para que nosotros estemos en Dios. Éste es el pensamiento central de este capítulo. Si vamos a permitir que Dios more en nosotros, debemos primeramente entrar en Él. Si no entramos en Él, Él no entrará en nosotros. Una vez que nosotros moremos en Dios, entonces Él empezará a morar en nosotros.

¿Pero cómo podemos nosotros, personas tan pecaminosas, entrar en Dios? ¿Cómo podemos entrar en el justo y santo Dios? Esto es imposible, pues estamos separados de Dios. ¿Sabe usted cuán alejados estamos de Dios? Debe ser una enorme distancia. ¿Alguna vez ha medido la distancia que existe entre usted y Dios? ¿Ha considerado cuántos obstáculos hay entre usted y Él? El primer obstáculo es el pecado; el segundo, nuestros numerosos pecados; el tercero, el mundo; el cuarto, el diablo, quien es el gobernador o el príncipe de este mundo; y el quinto, la muerte. Además, la carne, el yo y el viejo hombre aumentan la distancia entre nosotros y Dios. Nos encontramos muy, pero muy lejos de Él. ¿Cómo podemos ser introducidos en Él? ¿Cómo podemos los pecadores entrar en Dios? Todos los elementos que nos separan, los obstáculos producidos por el pecado, pecados, mundo, diablo, muerte, carne y yo, deben ser abolidos. Entonces, seremos llevados a Dios, y no solamente llevados a Él, sino introducidos en Él.

Para llevar esto a cabo era necesaria una obra de preparación que el Señor tenía que hacer. Tenía que ir, no al cielo, sino a la cruz, con el fin de quitar todos los obstáculos. Todos estos fueron quitados por la muerte todo-inclusiva del Señor. En la cruz Él abolió todas las barreras que había entre nosotros y Dios. Terminó con el pecado, los pecados, el mundo, el príncipe de este mundo, la carne, el yo, el viejo hombre, e incluso con la muerte. Por medio de Su muerte y resurrección el Señor abrió el paso y preparó el lugar

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para que fuéramos introducidos en Dios. Creo que ésta es la interpretación correcta de la frase: Voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

En los Estados Unidos hay muchas carreteras y autopistas. La muerte y la resurrección del Señor prepararon una carretera que nos introduce en Dios. Antes de que Él fuera crucificado, habían muchos obstáculos y estorbos que impedían nuestro acceso al Padre. No había forma de entrar en Él. Pero el Señor, por medio de Su muerte y resurrección, abrió el paso y allanó la carretera que inmediatamente puede introducir a cualquier persona en Dios. El Señor removió todas las montañas, rellenó todos los valles, allanó la autopista y pagó todas las cuotas de peaje. No dejó ningún cargo que debamos pagar. Todos podemos entrar directamente en Dios.

El Señor, por Su muerte y resurrección, no sólo abrió paso para que entremos en Dios, sino que también estableció una base para poder presentarnos ante Dios y permanecer en Él. Escuchen las buenas nuevas: el Señor preparó un lugar donde podemos presentarnos ante Dios y permanecer en Él. Mientras creamos en el nombre del Señor Jesús, tenemos esta posición ante Dios y en Él. Todos debemos clamar: “¡Aleluya! Tengo un lugar ante Dios, y aun en Él. Incluso Dios mismo no puede rechazarme. Debido a la obra de preparación que Cristo hizo, el Dios justo nunca podrá rechazarme. Tengo una posición firme en Dios”. Puedo testificar que estoy plenamente seguro del hecho de que estoy en Dios. Sin el Cristo crucificado y resucitado, nunca podríamos tener esta seguridad. Pero debido a que el Señor se fue mediante la cruz y fue levantado de entre los muertos, podemos estar seguros de que tenemos una base sobre la cual podemos presentarnos ante Dios y morar en Él.

No debemos pensar que el Señor fue al cielo a preparar una mansión para que algún día podamos vivir en ella. Este pensamiento es demasiado pobre. Es una creencia semejante a la del budismo. Esta idea es sustentada por las enseñanzas del catolicismo, y también, en gran parte, por las enseñanzas del protestantismo. Todos debemos desechar tal pensamiento, pues es semejante a la enseñanza del budismo. Aun la versión china de la Biblia adoptó la frase “la mansión celestial al traducir la palabra cielo en Hebreos 9:24 y en 1 Pedro 3:22. Todos los chinos saben que la expresión mansión celestial es un término que surgió del budismo. Me entristece mucho que el cristianismo haya adoptado este pensamiento. El catolicismo adoptó muchas cosas del paganismo. Ésta es la levadura que se menciona en Mateo 13:33, donde el Señor habla de la mujer que añadió levadura a la flor de harina. La harina de esta parábola representa al Hijo de Dios como el pan vivo que se nos da para nuestra nutrición, y la mujer representa a la Iglesia Católica Romana. La levadura que ella añadió simboliza las cosas sucias y pecaminosas, tales como lo que se encuentra en el paganismo y los infieles. La Iglesia Católica introdujo el paganismo a las doctrinas y enseñanzas acerca de Cristo. El concepto de que

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viviremos en una mansión celestial es un tipo de levadura que fue añadida a la flor de harina.

El propósito de la obra redentora del Señor no es prepararnos un lugar en el cielo, sino en Dios. ¡Cuán divino es este pensamiento! Se encuentra en el plano más elevado. El Señor nos redimió con el fin de introducirnos en Dios, es decir, de prepararnos un lugar en Él. Después de leer todo el Nuevo Testamento, ¿puede usted decirme, según la Palabra, en dónde nos encontramos? Por favor, dígame en dónde nos encontramos después de haber sido redimidos, salvos y regenerados. Estamos en Cristo y en Dios. Aun la primera Epístola de Juan revela que permanecemos en Dios y Él en nosotros (4:13). A través de todo el Nuevo Testamento se revela el pensamiento central que después de haber sido salvos y regenerados estamos en Dios y en Cristo; Dios y Cristo son nuestra morada. Más aún nosotros hemos llegado a ser el lugar donde Dios mora. Así que Dios y nosotros, nosotros y Dios, somos una morada mutua. El Señor dijo claramente que iba a preparar un lugar para nosotros en Dios, y no en el cielo. Él fue a preparar un lugar para que pudiéramos entrar en Dios, a fin de que por medio de la obra redentora del Señor, pudiéramos ser introducidos en Dios. Por medio de Su muerte y resurrección, Él nos introdujo en Dios. ¡Alabado sea el Señor porque cada uno de nosotros tiene un lugar en Dios! ¿Qué prefiere usted, un lugar en el cielo o en Dios?

El propósito de la ida del Señor fue introducir al hombre en Dios para la edificación de Su habitación. El Señor fue a la cruz para efectuar la redención, quitando todos los obstáculos que había entre el hombre y Dios, para abrir paso y establecer una base sobre la cual el hombre pudiera entrar en Dios. Esta base, siendo ensanchada, viene a ser la base sobre la cual nos mantenemos en el Cuerpo de Cristo. Todo aquel que no tenga la base, un lugar en Dios, no tiene lugar en el Cuerpo de Cristo, el cual es la habitación de Dios. Por lo tanto, cuando el Señor se fue para efectuar la redención, Él fue a preparar un lugar en Su Cuerpo para los discípulos.

F. La ida del Señor es Su venida

En el versículo 3 el Señor dijo: “Y si me voy ... vendré”. Me gusta mucho esta frase, pues comprueba que la ida del Señor (efectuada por medio de Su muerte y Su resurrección) es Su venida (a Sus discípulos, vs. 18, 28). En este versículo el tiempo verbal del griego es muy extraño y da a entender que Su ida era Su venida. En efecto, Su ida no fue una partida, sino otro paso que conducía a Su venida. La muerte y resurrección del Señor eran un paso adicional de Su venida. Su ida a la muerte fue Su entrada en nosotros. El Señor tenía la intención de entrar en Sus discípulos. Él vino en la carne (1:14) y estuvo entre Sus discípulos, pero mientras estaba en la carne no podía entrar en ellos. Para poder entrar en ellos, tuvo que dar un paso adicional pasando a través de la muerte y la

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resurrección para ser transfigurado de la carne al Espíritu, para así morar en ellos, según lo revelado en los versículos del 17 al 20. Después de Su resurrección, el Señor vino a impartirse a Sí mismo como Espíritu Santo al soplar en los discípulos (20:19-22). Por lo tanto, Su ida era simplemente Su venida.

Permítame usar como ejemplo una historia de algo que sucedió en Taiwán hace muchos años. Un día compré una sandía enorme. Cuando la llevé a casa y la puse sobre la mesa, todos mis hijos estaban muy emocionados. Luego llevé la sandía a la cocina. Uno de los niños gritó: “¡No te lleves la sandía!” Le dije que se quedara tranquilo, porque el propósito de llevarme la sandía era prepararla para que pudieran comérsela, es decir, para que esa gran sandía pudiera entrar en ellos. Primero, era necesario que la sandía pasara por el proceso de ser cortada. Después de unos cuantos minutos, la gran sandía regresó a los niños cortada en rebanadas. Todos estaban muy contentos. En menos de una hora toda la sandía había desaparecido. ¿A donde se fue? Entró en los niños. Finalmente, todos habían llegado a ser niños de la sandía. La ida de la sandía no fue realmente su ida, sino una venida adicional de la sandía a los niños. El Señor Jesús era como esa sandía. ¿Cómo podían los discípulos comerlo? Era imposible. Él tenía que ser procesado, es decir, cortado en pedazos. Así que, Él fue a la cruz y allí fue cortado y procesado, no sólo en rebanadas, sino en un rico jugo de sandía, bueno para beber. El Señor ya no es solamente la sandía, sino también el jugo. Él entra en cualquiera que lo beba. Jesús se fue al pasar a través de la muerte para regresar como Cristo en Su resurrección.

G. “Os tomaré a Mí mismo”

El Señor dijo: “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo” (v. 3). Esto no quiere decir que el Señor nos llevará a cierto lugar, sino que nos tomará a Sí mismo. El hecho de que el Señor tome a Sus discípulos a Sí mismo significa que los introduce en Sí mismo, como se indica en el versículo 20, “vosotros en Mí”.

H. “Donde Yo estoy,vosotros también estéis”

En el versículo 3 el Señor dijo que nos tomaría a Sí mismo para que donde Él estuviera, nosotros también estuviésemos. ¿Dónde está el Señor? ¿Está en el cielo? No, Él está en el Padre. El Señor desea que Sus discípulos también estén en el Padre (vs. 17, 21). Puesto que el Señor está en el Padre, Él nos introduce a nosotros también en el Padre. Al estar en el Señor, nosotros los discípulos estamos también en el Padre. El Señor estaba en el Padre. Por medio de Su muerte y resurrección el Señor nos introdujo en Sí mismo. Al estar en Él, estamos también en el Padre, pues Él está en el Padre. Donde Él está,

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nosotros también estamos. Esto fue posible sólo por medio de la muerte y la resurrección del Señor. Antes de Su muerte y resurrección Él estaba en el Padre, pero los discípulos no. Después de la muerte y resurrección todos los discípulos fueron introducidos en el Padre, así como el Señor estaba en el Padre y todavía está en el Padre. En ese momento el Señor pudo decir: “Donde yo estoy, vosotros también estéis”.

I. “El camino” es el Hijo mismo

El camino por el cual entramos en Dios es el Señor mismo. Puesto que el camino es una persona viviente, así también el lugar al cual el Señor nos lleva debe ser una persona viviente, es decir, Dios el Padre. El Señor es el camino viviente que introduce al hombre en Dios el Padre, el lugar viviente. Al igual que nosotros, los discípulos pensaron que el lugar y el camino eran lugares físicos, y no personas. No obstante, el Señor les dijo: “Yo soy el camino”.

J. “La realidad” llega a ser el camino

En el versículo 6 el Señor Jesús también dijo que Él era la realidad. El camino requiere la realidad. A menos que el Señor sea nuestra realidad, nunca podrá ser nuestro camino. La realidad llega a ser el camino.

K. “La vida” nos trae la realidad

La realidad depende de la vida. El Señor mismo es nuestra vida. Esta vida nos trae la realidad, y la realidad llega a ser el camino por el cual entramos en el Padre. Primeramente, Cristo es nuestra vida. Después, esta vida nos trae toda la realidad de la Deidad. Finalmente, la realidad de la Deidad es el camino por el cual entramos en el Padre. Cuando tenemos al Señor como vida, tenemos la realidad. Cuando el Señor es nuestra realidad, tenemos el camino por el cual entrar en el Padre.

Durante muchos años no entendí por qué el Señor mencionó primero el camino, luego la verdad o la realidad, y por último, la vida. Finalmente comprendí el significado de la secuencia. Si el Señor ha de ser nuestro camino, primero tiene que ser nuestra realidad, y si Él ha de ser nuestra realidad, debe ser primero nuestra vida. Al ser Él nuestra vida, llega a ser nuestra realidad y, como tal, llega a ser el camino que nos lleva al Padre. El Señor mismo es el camino, este camino es la realidad, y la realidad está en la vida.

En el versículo 6 el Señor no dijo: “Nadie viene al cielo, sino por Mí”, sino: “Nadie viene al Padre, sino por Mí”. La intención del Señor no es introducirnos en el cielo, sino en Dios, en el Padre. El Señor no es el camino que introduce a los creyentes en el cielo, sino en el Padre.

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L. “Al Padre”

El Padre, la persona viviente, es el destino; y el Hijo, la persona viviente, es el camino. Ni el camino ni el destino es un lugar. El camino es el Hijo y el destino es el Padre. Entramos en el Padre por medio del Hijo. Tanto el camino como el destino son personas vivientes. Todos nosotros entramos en el Padre mediante la muerte y la resurrección del Hijo. Puesto que estamos en el Hijo, y el Hijo está en el Padre, nosotros también estamos en el Padre.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y UNO

EL DIOS TRIUNOSE IMPARTE EN EL HOMBRE

PARA PRODUCIR SU MORADA

(3)

En los primeros seis versículos del capítulo 14 del Evangelio de Juan, el Señor reveló que Él se iría por medio de la muerte y regresaría en resurrección con el fin de introducir a los discípulos en el Padre, que Él sería el camino y el Padre sería la destinación, para que donde Él estuviese, los discípulos también estuviesen. En los catorce versículos siguientes el Señor reveló más detalles relacionados con la manera en que Él entraría en los discípulos, y con la forma en que los introduciría en el Padre.

II. EL DIOS TRIUNO SE IMPARTEEN LOS CREYENTES

Juan 14 revela que el Dios Triuno se imparte en los creyentes. Dios es Triuno a fin de poder impartirse en los creyentes. Él es un solo Dios y a la vez tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Hijo es la corporificación y la expresión del Padre (vs. 7-14), y el Espíritu es la realidad del Hijo y el Hijo hecho real en nosotros (vs. 16-20). En el Hijo el Padre es expresado y visto, y como el Espíritu el Hijo es revelado y hecho real. El Padre en el Hijo es expresado entre los creyentes, y el Hijo como el Espíritu es hecho real en ellos. Dios el Padre está oculto; Dios el Hijo se manifiesta entre los hombres; y Dios el Espíritu es hecho real dentro del hombre al entrar en él para ser su vida, su suministro de vida y su todo. El Padre en el Hijo y el Hijo como el Espíritu son la porción del hombre a fin de que él disfrute a Dios.

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A. El Padre corporificado en el Hijoy visto entre los creyentes

1. El Hijo es la corporificacióny la expresión del Padre

Cuando el Señor dijo que Él era el camino y que se iba para introducir a los creyentes en el Padre, Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (v. 8). El Señor respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” (vs. 9-10). Es como si el Señor les dijera: “Yo he estado con vosotros por tres años y medio, y durante todo este tiempo habéis estado viéndome, y ¿todavía no conocéis al Padre? ¿Acaso no sabéis que si me veis a Mí, veis al Padre? ¿Si me conocéis a Mí, lo conocéis a Él? Pues Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí”. Lo que el Señor dijo en estos versículos sigue siendo un misterio hasta este momento. ¿Cuál es su significado? Por un lado, significa que el Padre y el Hijo son uno; y por otro, que siguen siendo dos. Si usted me preguntara cómo puede esto ser posible, yo le respondería: “No lo sé. Solamente sé que, por un lado, el Padre y el Hijo son uno. Si vemos a uno, vemos al otro, pues los dos son uno. El Padre está en el Hijo, así que si uno ve al Hijo, verá al Padre. Pero por otro lado, ellos siguen siendo dos”. Éste es el misterio del Dios Triuno.

Aquí debo hacerles una advertencia: jamás debemos pensar que el Padre y el Hijo son dos dioses distintos. Eso es una herejía. Nosotros no tenemos tres dioses. Tenemos a un solo Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Al hablar de esto, siempre tengo mucho cuidado de no utilizar la palabra “persona”. Aunque a veces, para poder hablar al respecto y entenderlo mejor, utilizamos el término “persona”, pero no debemos usarlo demasiado pues podríamos caer en el triteísmo. No podemos explicar al Dios Triuno adecuadamente, pero el hecho es que Dios es triuno. Si uno ve al Hijo, ve al Padre, porque el Padre está corporificado en el Hijo para ser visto entre los creyentes. El Hijo es la corporificación y la expresión del Padre.

2. El Hijo está en el Padre,y el Padre está en el Hijo

El Hijo está en el Padre, y el Padre, en el Hijo (vs. 10-11). ¡Qué gran misterio es éste! ¡El Señor dice que el Hijo está en el Padre y que el Padre está en el Hijo! Ya que el Padre está en el Hijo, cuando el Hijo habla, el Padre, quien mora en el Hijo, realiza Su obra. El Padre hace Su obra cuando el Hijo habla porque ellos están el uno en el otro.

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3. El Hijo y el Padre son uno

En Juan 10:30 el Señor nos dice claramente que Él y el Padre son uno. Vuelvo a decir que no podemos explicar adecuadamente este asunto debido a que nuestra mente limitada difícilmente entiende cómo es que el Padre y el Hijo pueden ser uno. Conforme a nuestro limitado entendimiento, el Hijo es el Hijo, y el Padre es el Padre; y los dos están distintamente separados el uno del otro. No obstante, el Señor nos dice claramente que el Hijo y el Padre son uno. Aquí les digo enfáticamente que el Señor nunca dice que Él y el Padre son dos. Debemos entender el misterio de la Trinidad conforme a las palabras definitivas y claras del Señor, y no conforme a nuestros conceptos.

4. El Hijo también es llamado el Padre

Isaías 9:6 revela que el Hijo incluso es llamado el Padre. Este versículo dice: “Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado [...] Se llamará su nombre [...] ‘Dios fuerte’, ‘Padre eterno’[...]” Un Hijo nos ha sido dado, pero Su nombre es el Padre eterno, así como un niño nos ha nacido, pero es llamado Dios fuerte. ¿Es el Hijo o el Padre? Debemos responder que Él es ambos, así como Él es el niño y el Dios fuerte. Pero ¿cómo puede el Hijo ser el Padre? Yo no sé; lo único que sé es que la Biblia así lo dice. ¡Alabado sea el Señor porque la Biblia nos dice que el Hijo es llamado el Padre, y que el niño es llamado el Dios fuerte! Por lo tanto, según lo revelado claramente en la Biblia, el Hijo es el Padre. Ninguno de nosotros debe ser como Felipe. Sin embargo, finalmente hasta Felipe llegó a entender.

5. Aunque el Hijo podía estar entre los creyentes, no podía estar dentro de ellos

Cuando el Hijo estaba con los discípulos para expresar al Padre, solamente podía estar entre ellos, pero no podía estar en ellos. Debido a que el Hijo es la corporificación del Padre en la carne, Él estaba entre Sus discípulos a fin de expresar al Padre y ser visto por ellos. Pero mientras estaba en la carne, le era imposible entrar en ellos. Por lo que se necesita la siguiente sección de este capítulo, la cual se compone de los versículos del 16 al 20.

B. El Hijo es hecho real como Espíritupara permanecer en los creyentes

Ya vimos que el Padre está corporificado y expresado en el Hijo entre los discípulos. Ahora debemos ver que el Hijo es hecho real como Espíritu para los creyentes a fin de entrar y permanecer en ellos. Debo aclarar que no decimos en el Espíritu, sino como

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Espíritu. Para poder permanecer en nosotros, el Señor tuvo que transfigurarse, transformarse, de la carne al Espíritu. Él vino en la carne para estar entre nosotros, pero tuvo que ser transfigurado al Espíritu para poder entrar en nosotros. Después de haber venido en la carne para estar entre nosotros, Su siguiente objetivo fue entrar en nosotros. ¿De qué manera fue transfigurado el Señor? Fue transfigurado de la carne al Espíritu por medio de Su muerte y Su resurrección. Su ida no fue Su partida, sino otro paso de Su venida. Él vendría en otra forma, en la forma del Espíritu. En el primer paso de Su venida estaba en la carne, en el segundo, vino como Espíritu. En este capítulo vemos tanto la ida como la venida del Señor. Su ida consistió en pasar por la muerte y la resurrección; y Su venida, consistió en regresar como “otro Consolador”. El otro Consolador es Su otra forma, Su otra apariencia. Al venir como Espíritu, Él entra en nosotros y nos hace vivir de la misma manera que Él. La vida que Él lleva es la vida de resurrección. Después de Su resurrección Él viene como Espíritu y entra en nosotros. De manera que Él vive, y nosotros también vivimos por Él. Él vive por la vida de resurrección, y nosotros vivimos por medio de Él, participando de Él como la vida de resurrección.

1. Otro Consolador

En el versículo 16 el Señor dijo: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Primero, el Espíritu es “otro Consolador”. La palabra griega traducida “Consolador” es la palabra españolizada paracleto, y significa alguien que está de nuestro lado y se encarga de nuestro caso, de nuestros asuntos y de todas nuestras necesidades. La palabra griega que se traduce Consolador es la misma palabra traducida Abogado en 1 Juan 2:1. Hoy en día tenemos al Señor Jesús en los cielos y también al Espíritu en nosotros como nuestro “paracleto”, quien se encarga de nuestro caso. El Espíritu Santo, a quien experimentamos como la realidad del Señor Jesús en nosotros, es Aquél que está de nuestro lado ministrándonos y ocupándose de todas nuestras necesidades.

2. El Espíritu de realidad

Este Espíritu, este Consolador, es el Espíritu de realidad (v. 17). ¿Por qué decimos que es el Espíritu de realidad? Porque todo lo que el Padre es en el Hijo, y todo lo que el Hijo es, se hace real a nosotros en el Espíritu. El Espíritu es la realidad de todo lo que es Dios el Padre y Dios el Hijo. Dios el Padre es la luz y Dios el Hijo es la vida, y la realidad de esta vida y esta luz es el Espíritu. Si uno no tiene al Espíritu, no puede tener la luz de Dios el Padre, ni puede tener a Dios el Hijo como su vida. El Espíritu es la realidad de todos los atributos divinos, tanto de Dios el Padre como de Dios el Hijo.

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3. El Espíritu del glorificado Jesús

El Espíritu de realidad es el Espíritu mencionado en Juan 7:39 como el Espíritu del Jesús glorificado. En ese tiempo “aún no había” el Espíritu, porque Jesús aún no había sido crucificado y resucitado. Incluso en el momento en que el Señor hablaba en este capítulo aún no había el Espíritu. Sólo después de que el Señor pasó por la muerte y fue glorificado en resurrección, el Espíritu vino a los discípulos.

4. El Espíritu de vida como el aliento

El “Espíritu de vida” (Ro. 8:2) como el aliento es el Espíritu prometido y mencionado en Juan 7:39. Esta promesa del Señor se cumplió el día de Su resurrección, cuando el Espíritu como el aliento de vida fue infundido en los discípulos cuando Él sopló en ellos (20:22). Este Espíritu de vida como el aliento es el Espíritu del Jesús glorificado.

5. El Espíritu de Jesucristo,el Espíritu de Cristo

Este Espíritu de vida, como el Espíritu del Jesús glorificado, es el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu de Cristo (Fil. 1:19; Ro. 8:9). Después de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y resucitado. El Espíritu de Dios ahora es el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu de Cristo. El término el Espíritu de Jesucristo se refiere a Jesús en Sus sufrimientos y a Cristo en Su resurrección, mientras que “el Espíritu de Cristo” solamente señala a Cristo en Su resurrección. El Espíritu de Dios sólo tenía divinidad, pero el Espíritu de Jesucristo tiene tanto divinidad como humanidad, y además, incluye la crucifixión y la resurrección. Todos estos elementos están incluidos en el Espíritu de Jesucristo. Él es el Espíritu todo-inclusivo con la abundante suministración que satisface todas nuestras necesidades.

6. El postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante

En la sección que abarca los versículos del 16 al 20 del capítulo 14, el Señor primero se refiere al Espíritu de realidad, como “Él” en el versículo 17. Inmediatamente después, hace referencia a Sí mismo en el versículo 18. El mismo “Él”, quien es el Espíritu de realidad del versículo 17 es el mismo “yo [implícito]”, quien es el Señor mismo del versículo 18. Esto indica que el Señor, después de Su resurrección, llegó a ser el Espíritu de realidad, lo cual se confirma en 1 Corintios 15:45 donde dice, refiriéndose a la resurrección, que “el postrer Adán [fue hecho] el Espíritu vivificante”. Por lo tanto, el Consolador, el Espíritu de realidad, el Espíritu de vida como el aliento, el Espíritu de

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Jesucristo, el Espíritu vivificante, todos se refieren al mismo Espíritu. Hoy el Espíritu de Dios es el Consolador, el Consolador es el Espíritu de realidad, el Espíritu de realidad es el Espíritu de vida como el aliento, el Espíritu de vida como el aliento es el Espíritu de Jesucristo, y el Espíritu de Jesucristo es el Espíritu vivificante.

7. El Señor es el Espíritu

Finalmente, el Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17). En estos días algunos cristianos nos acusan diciendo que somos herejes porque creemos y enseñamos que el Señor Jesús es el Espíritu. Pero debemos aclarar que este no es un concepto inventado por nosotros, sino una clara revelación presentada en 2 Corintios 3:17. A nuestros acusadores sólo les interesa su concepto tradicional de la Trinidad, pero en realidad, por que no les interesa mucho, pasan por alto lo que claramente se revela en 2 Corintios 3:17: “Y el Señor es el Espíritu”. Por la misericordia y la gracia del Señor no nos interesa ningún concepto tradicional, sino únicamente la palabra pura de la Biblia. Creemos y declaramos enfáticamente que según la Biblia el Señor Jesús ahora es el Espíritu.

8. El Espíritu permanececon los creyentes y en ellos

El versículo 17 de Juan 14 también revela que el Espíritu permanece con los creyentes y en ellos. No sólo está con ellos, sino también en ellos. Como ya vimos, cuando el Señor estaba en la carne, solamente podía estar entre los discípulos, sólo podía estar junto a ellos. Pero después que llegó a ser el Espíritu vivificante, el Espíritu de realidad, en Su resurrección, no sólo puede permanecer con nosotros, sino también en nosotros. Es al ser el Espíritu que el Señor puede entrar y permanecer en nosotros.

9. El Hijo está en el Padre,los creyentes en el Hijo,

y el Hijo en los creyentes

En el versículo 20 el Señor dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El día mencionado en este versículo es el día de la resurrección. En ese día los discípulos conocerían que el Señor estaba en el Padre, los discípulos en Él, y Él en ellos. Debemos notar que el versículo 17 dice que el Espíritu estaría en nosotros, y que el versículo 20 dice que el Hijo estaría en nosotros. Ya que el Espíritu y el Hijo están en nosotros, ¿cuántos hay en nosotros, uno o dos? La respuesta correcta es, uno. No hay dos seres en nosotros. No tenemos el Espíritu más el Hijo, ni el Hijo más el Espíritu. Tenemos a uno solo, una persona maravillosa que es tanto el Hijo como el Espíritu. Por lo tanto, como vimos anteriormente, el apóstol Pablo dijo: “El

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Señor es el Espíritu”. Si tenemos al Espíritu, tenemos al Hijo; y si tenemos al Hijo, tenemos al Espíritu. Ahora podemos comprender que Él ya entró en nosotros. Antes de estos versículos, en la primera parte de este capítulo, el Señor aún no estaba dentro de los discípulos. Pero en el versículo 20, Él entró en los discípulos y los discípulos entraron en Él. De la misma manera que Él está en el Padre, así también los discípulos están en el Padre. Ahora, donde Él esté, los discípulos también estarán. Él murió para preparar el camino y establecer la base para que pudiéramos entrar en Dios y Dios pudiera entrar en nosotros. Ahora, al estar en nosotros, y al introducirnos a nosotros en el Padre, el Señor puede edificarnos juntos como una sola entidad en el Dios Triuno a fin de ser Su morada eterna.

10. El Dios Triuno se imparte en los creyentes

Por medio de estas dos secciones de Juan 14 podemos ver que la Trinidad de la Deidad tiene como fin que el Dios Triuno se imparta en nosotros. El Padre está corporificado en el Hijo, el Hijo es hecho real como el Espíritu, y el Espíritu viene para entrar en nosotros, a fin de ser nuestra vida y satisfacer todas nuestras necesidades. Por medio de este proceso el Dios Triuno se imparte en nosotros como nuestra porción eterna.

11. El tema del Espíritu que moraen los creyentes se desarrolla

en las epístolas

En Juan 14:17 hallamos la primera mención del Espíritu que mora en los creyentes, la cual se cumple y desarrolla en las epístolas (1 Co. 6:19; Ro. 8:9, 11). El concepto primordial y central de las epístolas consiste en que ahora Cristo como el Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu como nuestra vida y como todo lo que necesitamos para la edificación de Su Cuerpo.

12. La promesa del Señor acercadel Espíritu de vida es diferente a la promesa

del Padre respecto al Espíritu de poder

La promesa que el Señor hizo aquí, es diferente de la que hizo el Padre acerca del Espíritu de poder en Lucas 24:49. La promesa del Señor tiene que ver con el Espíritu de vida y se cumplió en el día de Su resurrección, cuando Él sopló el Espíritu de vida en Sus discípulos, en Juan 20:22. Pero la promesa del Padre tiene que ver con el Espíritu de poder y se cumplió en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu sopló como un viento recio sobre los discípulos, en Hechos 2:1-4. El día de Pentecostés el Espíritu era el Espíritu de poder, pero aquí en el libro de Juan, el Espíritu es el Espíritu de vida. En

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Hechos el símbolo del Espíritu de poder fue el viento recio. El viento principalmente significa poder. Pero el Espíritu de vida del Evangelio de Juan es simbolizado por el aliento, porque éste da vida. El Evangelio de Juan ya que es un libro que se enfoca en la vida, trata del Espíritu de vida y no del Espíritu de poder; mientras que el libro de los Hechos se enfoca en la obra de la predicación, y debido a que ésta requiere poder, en Hechos tenemos el Espíritu de poder como el viento recio. En Juan 14:16 tenemos la promesa del Señor: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador”. Y en Lucas 24:49 vemos la promesa del Padre, porque ahí el Señor dijo: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. En el día de la resurrección del Señor, los discípulos recibieron al Espíritu de vida prometido por el Señor en Juan 14, pero ellos tuvieron que esperar a que se cumpliera la promesa del Padre, a fin de recibir al Espíritu de poder, lo cual se cumplió en el día de Pentecostés. La promesa que el Señor hizo en Juan 14 acerca del Espíritu de vida fue cumplida en Juan 20, en el día de Su resurrección, y no en Hechos 2. Cuarenta días después, en el día de Pentecostés, se cumplió la promesa acerca del Espíritu de poder que el Padre hizo en Lucas 24.

Espero que ahora todos entendamos claramente la revelación que presenta este capítulo. Jamás debemos pensar que este capítulo habla acerca de que el Señor iría al cielo a edificar una mansión celestial ni de que volvería para llevarnos a la misma. Entenderlo de esta manera concuerda totalmente con el concepto humano natural. Debemos desechar este concepto. Dios no tiene dos edificios: una mansión en los cielos, y una iglesia en la tierra. Al contrario, Él tiene un solo edificio, el cual está entre Sus redimidos y está compuesto de ellos, es decir, Su morada viviente. En el pasado la habitación de Dios se encontraba con el pueblo de Israel, pero hoy está con la iglesia y finalmente tendrá su consumación como la Nueva Jerusalén. Éste es el edificio de Dios. La manera en que Dios realiza este edificio es impartirse a Sí mismo en todos nosotros, y lo hace como Padre, Hijo, y Espíritu. Dios el Padre es la fuente, el origen, la sustancia y el elemento. Dios el Hijo es la expresión, la manifestación, y el camino por medio del cual Dios puede tocar al hombre y el hombre puede tocar a Dios. Finalmente, Dios el Espíritu es la realidad de todo esto. Todo lo que Dios el Padre y Dios el Hijo son se hace plenamente real en Dios el Espíritu. El Padre en el Hijo y el Hijo como Espíritu llegan a nuestro espíritu, primero, al entrar en él como nuestra vida, y después, al ser nuestro suministro de vida y finalmente nuestro todo. Este Dios Triuno primeramente se imparte a Sí mismo en nuestro espíritu; luego, continúa expandiéndose desde nuestro espíritu hasta entrar a todo nuestro ser. Él desea extenderse de nuestro espíritu, a nuestra alma, y aun hasta nuestro cuerpo (Ro. 8:11), hasta que todo nuestro ser sea completamente saturado y poseído por Él. Dicha saturación es la verdadera edificación de Su habitación eterna. Cuanto más permitamos que Él nos sature y nos posea, más

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avanzará Su edificación en nosotros, por medio de nosotros y entre nosotros. Finalmente, en esta era, Él tendrá iglesias locales en varias ciudades, las cuales expresarán Su edificación. En la consumación, cuando nos encontremos en el cielo nuevo y la tierra nueva, Dios tendrá la Nueva Jerusalén como Su habitación eterna, la cual expresará Su gloria por la eternidad.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y DOS

EL DIOS TRIUNOSE IMPARTE EN EL HOMBRE

PARA PRODUCIR SU MORADA

(4)

El capítulo 14 de Juan revela principalmente la manera en que el Dios Triuno se imparte en nosotros a fin de que Él y nosotros, nosotros y Él, podamos ser juntamenteedificados, la mezcla de divinidad con humanidad. Este capítulo revela que el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu, se imparte a Sí mismo en los creyentes en Jesucristo; que Dios mismo y los creyentes son juntamente edificados, ellos son una edificación de divinidad con humanidad; que con el tiempo este edificio llegará a ser una morada mutua; y que Dios mora en el hombre y el hombre mora en Dios. Ésta es la base sobre la cual el Señor dice en Juan 15:4: “Permaneced en Mí y Yo en vosotros”. Esto denota una morada mutua, pues nosotros permanecemos en Él, y Él en nosotros. Con miras a este permanecer el uno en el otro se tiene la morada mutua. ¿Cómo podríamos permanecer en Él y Él en nosotros sin la morada? Aunque permanecer el uno en el otro se revela claramente en el capítulo 15, ¿dónde podemos encontrar la morada mutua? Se halla en el capítulo 14.

En el capítulo quince tenemos la palabra “permanecer”, y en el capítulo catorce hallamos la palabra “morada”. Me gustan estas palabras. En el griego el verbo traducido “permanecer” es morar, la forma verbal del sustantivo “morada”. En el griego encontramos el sustantivo traducido “morada” en el capítulo 14, y el verbo morartraducido “permanecer” en el capítulo 15. La misma palabra griega que se traduce “morada” se encuentra tanto en singular como en plural en el capítulo 14. La forma singular se encuentra en el versículo 23, donde se nos dice que el Padre y el Hijo vendrán y harán morada en aquel que ame al Señor Jesús. La forma plural se encuentra en el versículo 2, donde el Señor nos dice que en la casa de Su Padre hay muchas moradas. Algunas versiones traducen esta palabra griega como “mansiones”, en vez de “moradas”. Tales traducciones han causado enormes problemas. Deseo que les

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impresione el hecho que la morada se encuentra en el capítulo 14 y morar o permanecer se halla en el capítulo 15. Primero, necesitamos una morada, y después, podemos permanecer.

Casi todos los cristianos hablan acerca del permanecer del capítulo 15, pero no saben dónde se encuentra la morada, cuál es su origen, ni cómo se forma. Aunque en Juan 15:4 se dice claramente: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, ¿dónde encontramos esta morada y cómo se forma? La morada se encuentra en el capítulo anterior, el capítulo 14, y se forma al impartirse el Dios Triuno en los creyentes. De esta manera Él y los creyentes, la divinidad con la humanidad, son edificados como una sola entidad.

Como ya vimos, 14:1-6 nos dice que el Señor Jesús iba a preparar un lugar para nosotros. Ahora entendemos claramente que Él no fue a preparar una mansión en los cielos. Al contrario, Él se fue a abrir el camino y a establecer la base para que pudiéramos entrar en Dios. En el versículo 6 el Señor Jesús dijo que Él era el camino y que el Padre era la destinación, o sea, Él era el camino por el cual llegamos al Padre. Así que, el camino es una Persona viva, y la destinación también debe ser una Persona viva. El Hijo es el camino que nos lleva al Padre, quien es nuestra destinación.

A partir de Juan 14:7 el Señor Jesús añade algo más acerca de cómo podemos entrar en el Padre, a saber, primero necesitamos entrar en el Hijo porque Él está en el Padre. Al entrar en el Hijo, espontáneamente estaremos en el Padre. El Señor dijo que Él iba a preparar un lugar para nosotros, a fin de que donde Él estuviese, nosotros también estuviésemos. ¿Dónde está Él? Él está en el Padre. Pero cuando Él habló estas palabras, nosotros no estábamos en el Padre. Por lo tanto, Él iba a llevar a cabo todo lo necesario para introducirnos al mismo lugar donde Él estaba. Dicho lugar no es un lugar físico, sino una Persona, el Padre. Él estaba en el Padre; por lo tanto, Él iba a introducirnos en Sí mismo. Ya que el Hijo está en el Padre, cuando entremos en el Hijo, estaremos también en el Padre. Por lo que, finalmente donde Él esté, nosotros también estaremos. Ahora podemos entender 14:20, que dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Ésta es la mezcla de divinidad con humanidad, la cual es la morada mutua. Dios mora en el hombre y el hombre mora en Dios. Dios permanece en el hombre y el hombre permanece en Dios. Ésta es la morada mutua, el permanecer mutuo. Éste es el pensamiento central de Juan 14.

Ya vimos, en Juan 14, que el Padre es la fuente, el origen, la esencia y el elemento. El Hijo es la expresión, la manifestación y la corporificación de todo lo que el Padre es. Sin el Hijo, el Padre no podría ser visto, pero en el Hijo, el Padre está corporificado y es manifestado, expresado y visto entre los hombres. Los hombres pueden ver al Hijo, y al ver al Hijo, ven al Padre, porque el Padre está corporificado en el Hijo. Sin embargo, el

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Hijo, antes de Su muerte y resurrección, no podía entrar en el hombre. Podía estar entre los hombres y ser visto por ellos, pero le era imposible entrar en ellos. Por lo tanto, el Hijo tuvo que ir a la cruz y pasar por el proceso de muerte y resurrección. Al ser procesado de esta manera, Su forma fue transfigurada. Él fue transfigurado de la forma de carne a la forma de Espíritu.

Esto es semejante a la transformación por la que pasa una gran sandía para llegar a ser jugo cuando es cortada en trozos y licuada. Gracias a este proceso, el jugo de la sandía puede entrar fácilmente en cualquier persona que lo beba. Antes de que el Señor fuera procesado, “aún no había” el Espíritu (7:39), pero después de Su proceso tenemos al Espíritu de vida. Del mismo modo, antes de procesar la sandía, “aún no había” el jugo. Lo que teníamos era una enorme sandía, pero después del proceso, tenemos el jugo de la sandía para beberlo.

¿Qué es el Espíritu? Es la realidad, lo que hace real todo lo que Dios el Padre y Dios el Hijo son. Todo lo que el Padre y el Hijo son nos es hecho real en el Espíritu. Este Espíritu llega a nosotros, entra en nosotros y permanece en nosotros. De esta manera el Dios Triuno se imparte en nuestro ser. Por medio de esta impartición todos llegamos a entender que el Hijo está en el Padre, que nosotros estamos en el Hijo y que el Hijo está en nosotros. Él y nosotros, nosotros y Él, llegamos a mezclarnos como una sola entidad. Esta entidad mezclada constituye la morada mutua de divinidad con humanidad. En esta morada moramos, permanecemos el uno en el otro. Nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. Ésta es la impartición de Dios.

III. EL DIOS TRIUNO HACE SU MORADACON LOS CREYENTES

Ahora debemos considerar el hecho de que el Dios Triuno hace Su morada con los creyentes. De esto tratan los versículos del 21 al 24. Sin embargo, antes de estudiarlos, necesitamos ver primero otros puntos.

A. El Hijo vino y vivió por el Padre,y lo que hizo fue en el nombre del Padre

El Hijo vino y vivió por el Padre (5:43; 6:57), e hizo muchas obras en el nombre del Padre (10:25). El Padre hizo Sus obras en el Hijo (14:10) para que el Padre se glorifique en el Hijo (14:13). Cuando el Hijo hablaba, el Padre trabajaba. Menciono esto para mostrar que el Padre es la fuente y el Hijo es la expresión. El Hijo vino en el nombre del Padre y el Padre obró por medio del Hijo. El Hijo es la expresión del Padre, la fuente.

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B. Los creyentes viven por el Hijoy en Su nombre hacen mayores obras que Él

Ahora los creyentes deben vivir por el Hijo (6:57). En Juan 6:57 el Señor dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Necesitamos comer al Señor Jesús. La palabra griega que se traduce aquí comer, quiere decir masticar. No debemos comer al Señor Jesús de modo común y corriente, sino de manera específica, masticándole bien. No debemos comerle de una manera tosca, sino masticarlo lentamente.

En 14:12 el Señor dijo que aquellos que creyeran en Él, harían mayores obras que Él. En los versículos 13 y 14 Él dijo que si pedíamos algo en Su nombre, Él lo haría. Estar en el nombre del Señor significa ser uno con el Señor, vivir por Él y permitir que Él viva en nosotros. El Señor vino y obró en el nombre del Padre, lo cual significa que Él era uno con el Padre (10:30), que Él vivía por causa del Padre, y que el Padre obraba en Él. En los evangelios el Señor como expresión del Padre, obraba en el nombre del Padre. En Hechos los discípulos como expresión del Señor hicieron obras aún mayores en el nombre del Señor. Ellos necesitaron que el Hijo viviera en ellos (14:19) para que el Hijo como Espíritu pudiera ser expresado.

C. El Hijo vivey habla en el creyente

El Hijo vive y habla en el creyente. Éste es un asunto crucial. El Cristo vivo que está en nosotros habla constantemente. Nunca dejará de hablar. Debido a que la situación terrenal en que vivimos está saturada de cosas negativas, la mayoría del tiempo este Cristo vivo sólo nos dice una palabra: no. Por lo general lo único que el Señor nos dice desde la mañana hasta la noche, y de la noche a la mañana, es una sola palabra: no. Una hermana puede decir: “Voy a la tienda a comprar un par de zapatos”, y el Señor le dirá: “No”. Tal vez un hermano desee hablar con cierta persona, pero el Cristo que mora dentro de él, le dice: “No”. ¿No es ésta nuestra experiencia? Yo sé que la mayor parte del tiempo ésta es la única palabra que nos dice el Cristo que mora en nuestro interior.

D. Los creyentes aman al Hijo,guardan Sus mandamientos,

son amados por el Padre y el Hijo,y experimentan la manifestación del Hijo

Si amamos al Señor, guardaremos Sus mandamientos (14:15, 21, 23). En Juan 14:21 el Señor dice: “El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por Mi Padre, y Yo le amaré, y me manifestaré a él”. Si guardamos

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los mandamientos del Señor, seremos amados por el Padre y por el Hijo, y el Hijo se manifestará a nosotros. Cuándo el Señor le dice a usted que no haga algo, y le obedece, ¿cuál es el resultado? Usted se encuentra inmediatamente en la presencia del Señor. Pero si no prestamos atención a esa pequeña palabra no, perderemos Su presencia. Siempre que escuchemos Sus palabras y guardemos Sus mandamientos, Su presencia se intensificará de inmediato, y Su presencia se volverá muy dulce y preciosa, de manera que nos refresca, nos fortalece, nos ilumina y nos nutre. Ésta es la manifestación del Cristo que mora en nosotros.

¿Cree que es ilógico decir que el Cristo que mora en su interior será manifestado? Usted puede preguntarse: “Ya que Él mora en mí, entonces ya está aquí. Luego, ¿por qué dicen que Él se va a manifestar?” Esto se debe a que el Cristo que mora en nosotros frecuentemente desaparece. Aunque Él mora en nosotros, Él aparece o desaparece de nuestra percepción interior, dependiendo de si nosotros escuchamos o desatendemos Sus palabras. Todos los hermanos y hermanas, ya sean jóvenes o adultos, tienen algunas experiencias al respecto. En una ocasión en que yo me sentía algo solo, me dije a mí mismo: “Me gustaría ir a ver al hermano Juan y hablar con él”. Pero el Cristo interior me dijo; “No”. Entonces dije: “¿Qué tal si voy a ver al hermano Francisco?” A lo que el Cristo interior me volvió a decir: “No”. Yo le pregunté: “¿Qué debo hacer?” El Señor me dijo: “Quédate conmigo”. ¿Quién es éste que nos habla así? Es el Cristo que mora en nosotros. Si en ese momento yo le contestara: “Amén, Señor”. Entonces, la presencia del Cristo interior brillaría y sería una experiencia muy dulce y vigorizante. Él produciría mucha luz en mí. Pero si cuando le oí decirme que no, yo no le hubiera obedecido, sino que hubiera ido a ver a los hermanos, Su presencia habría desaparecido, y las tinieblas habrían dominado mi interior, yo habría perdido Su dirección y no habría tenido paz.

Todos debemos aprender una sola cosa: nuestra obediencia al mandamiento del Señor depende de nuestro amor hacia Él. Si amamos al Señor, cuando Él nos diga: “No”, diremos: “Amén”. Si seriamente queremos siempre responder con un “amén”, tendremos la manifestación del Señor. El Señor se manifestará a todo aquel que lo ame y guarde Sus mandamientos. Esto no quiere decir que antes de que el Señor se manifieste a nosotros, Él esté en el tercer cielo. No. Ciertamente Él está en nosotros, pero por causa de nuestra desobediencia Su presencia desaparece, la luz se vuelve tinieblas, la fuerza llega a ser debilidad, y la vida se convierte en muerte.

En todo el Evangelio de Juan se hallan únicamente dos requisitos: el primero es creer en Él, y el segundo es amarle. Creer en Él es recibirle, y amarle es disfrutarle. Todos nosotros creímos en Él, lo cual quiere decir que le recibimos. Pero el problema reside en si lo amamos o no. Aunque usted haya recibido al Señor Jesús y Él esté ahora en usted, puede ser que usted no lo ame tanto. Debemos ser los que aman al Señor Jesús durante

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todo el día. Por esto es que el aspecto más importante de la vida de iglesia, presentada en miniatura en el capítulo 12, es el amor que derramó el ungüento sobre el Señor. Todos debemos amarle a Él. Su presencia está relacionada con nuestro amor hacia Él. Cuanto más le amamos, más disfrutamos de Su presencia. ¿Qué es Su presencia? Es simplemente el disfrute que tenemos de Él. Cada vez que tengamos Su presencia, disfrutaremos de Él. Cuanto más le amemos, más de Su presencia tendremos. Y cuanto más estemos en Su presencia, más disfrutaremos de todo lo que Él es para nosotros. Lo único que debemos hacer es amarle. El conocimiento no significa nada; lo único que cuenta es que le amemos. ¡Cuán importante es que le amemos! Yo llevo 50 años amando al Señor, y ahora siento que Él es más adorable que nunca. Nadie es tan precioso como Él. El Cantar de los Cantares dice que Él es todo deseable (5:16). El recobro del Señor consiste en recobrar el amor por el Señor Jesús. Si no le amamos, no tenemos nada que ver con Su recobro.

E. El Padre y el Hijo como Espírituvienen al creyente

El Padre y el Hijo como Espíritu vienen al creyente. Tal vez usted se pregunte: “¿No están ellos ya aquí?”. Sí, ellos están aquí, pero no se aparecen. Su venida es Su manifestación. Cuando el Señor dice que el Padre y el Hijo vendrán al creyente, no quiere decir que ellos están lejos del que ama a Jesús. Al contrario, están con el que le ame, pero no se han manifestado a él, Su venida es Su manifestación.

F. El Dios Triuno haceuna morada mutua con el creyente

El Dios Triuno hace una morada mutua con el creyente. En el versículo 23 el Señor Jesús no dice: “El Padre y Yo permaneceremos —o moraremos— con él”, sino que dice: “Vendremos a él, y haremos morada con él”. Existe una diferencia entre las expresiones permaneceremos con y haremos morada con. No es una simple diferencia idiomática o de lenguaje. Decir: “El Padre y Yo vendremos y permaneceremos con él”, es correcto lingüísticamente, pero decir: “El Padre y Yo vendremos a él, y haremos morada con él”, es mucho más significativo. ¿En qué forma? En el sentido de que el Padre y el Hijo harán Su morada en el creyente que ama a Jesús y en que el creyente será una morada para Ellos. Parece que el Señor decía: “Haremos morada con él para que él y Nosotros tengamos una morada. Él será nuestra morada y Nosotros seremos la morada suya”.

Este versículo es la base de Juan 15:4-5, donde dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. La mayoría de los cristianos no entiende que 14:23 es la base de 15:4-5, donde tenemos la morada mutua que se produce al manifestarse el Padre y el Hijo como

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Espíritu al creyente que le ama. En otras palabras, esta morada se prepara mediante la visitación del Dios Triuno. Cuando el Dios Triuno nos concede una visita, esta visitación nos hace Su morada y lo hace a Él nuestra morada. Finalmente, Él y nosotros llegamos a ser una morada mutua. Esto es maravilloso. No sólo Él morará en nosotros, sino que Él será nuestra morada. Aunque es maravilloso que Él more en nosotros, yo prefiero que Él sea mi morada. Podemos permanecer en Él, y Él en nosotros. En tal situación no hay cabida para el pecado, el mundo, Satanás, el viejo hombre ni la carne, pues todas estas cosas habrán sido ahuyentadas.

Les pido que honesta y sinceramente examine sus experiencias pasadas. ¿No ha tenido esta experiencia anteriormente? En lo más profundo de su ser, tenía un aprecio muy dulce por el Señor Jesús, que le llevó a decir: “Señor, te amo”. Y después el Señor dijo: “Ya que me amas, Mi mandamiento es que no hagas esto o aquello”. Usted le contestó: “Amén, Señor Jesús”. Quizás dijo el “Amén” con lágrimas en sus ojos. Inmediatamente tuvo el sentir de la manifestación del Señor dentro de usted. Su presencia era tan real que usted sentía que Él lo estaba llenando de Sí mismo, y que usted estaba siendo atraído e introducido en Él. Usted permanecía en Él y Él permanecía en usted. Usted era Su morada y Él era la morada suya. Creo que todos hemos tenido este tipo de experiencia, algunos de manera profunda y otros de manera superficial, algunos por largo tiempo y otros por solo unos minutos, pero todos necesitamos que esta experiencia nos ocurra durante todo el día.

G. La morada es una de las muchas

Esta morada mutua es sólo una de las muchas moradas, pues la morada mencionada en el versículo 23 es una de las “muchas moradas”, mencionadas en el versículo 2. No se olvide que usted es una de esas muchas moradas.

H. Esto es para edificarla morada de Dios

El Dios Triuno hace Su morada con los creyentes con el fin de edificar Su morada. Cada vez que tuvimos la dulce sensación de estar en la presencia del Señor y de que el Señor estaba morando en usted plenamente, percibió que amaba entrañablemente a todos los creyentes. En ese momento se daba cuenta de que no tenía problema con ningún creyente y que estaba dispuesto a perdonar cualquier falta de cualquier hermano o hermana. ¿Qué es eso? Eso es el deseo de ser uno con los creyentes para el edificio de Dios. Siempre que usted se encuentre en tal situación con el Señor, tendrá el deseo de mezclarse con los santos; no querrá estar sólo. La edificación de la morada de Dios entrelos hombres en la tierra hoy depende por completo de esta experiencia. Es posible que

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dos hermanos tengan problemas entre sí. ¿Cómo pueden solucionarlo? No es nada fácil. Un día ellos empiezan a amar al Señor y a sentir un profundo y dulce aprecio por Él. El Señor les da un mandamiento y ellos lo reciben; inmediatamente se encuentran en la presencia del Señor, y el problema desaparece. Ésta es la manera en que el Señor realiza Su obra divina de edificación entre nosotros. No depende de organización, reglas ni enseñanzas externas, sino del amor que tenemos por el Señor, de que experimentemos Su manifestación y de que Él permanezca con nosotros.

IV. EL CONSOLADOR HACE RECORDAR,Y LA VIDA DA PAZ

A. El Consolador, el Espíritu Santo,es enviado por el Padre en el nombre del Hijo

En el versículo 26 el Señor dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho”. Aquí vemos que el Consolador, el Espíritu Santo, es enviado por el Padre en el nombre del Hijo. El Espíritu Santo no sólo fue enviado por el Padre, sino “de con el Padre” (15:26). La preposición traducida “de” en este versículo es pará. Esta palabra significa “al lado de” y con frecuencia significa “de con”. También podemos ver esto en otros pasajes del Evangelio de Juan. Por ejemplo, lo dicho por el Señor en 6:46: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de Dios”. La palabra de en este versículo es también la palabra pará en griego, y el sentido aquí es “de con”. El Señor no sólo procedió de Dios, sino que también vino con Dios. Aunque Él viene de Dios, Él aún está con Dios (8:16, 29; 16:27). En Juan 17:8 hallamos otro ejemplo de este significado de la palabra griega pará. Allí el Señor le dice al Padre que Sus discípulos: “han conocido verdaderamente que salí de Ti”. Aquí una vez más el sentido de esta preposición es “de con”. Del mismo modo, el Consolador, el Espíritu Santo, es enviado “de con” el Padre. Esto significa que el Espíritu no sólo procede del Padre, sino que también viene con el Padre. Cuando el Padre envía el Espíritu, Él mismo viene con el Espíritu. El Consolador viene del Padre y con el Padre. El Padre es la fuente. El hecho de que el Espíritu venga de la fuente, no implica que Él deje la fuente, sino que viene con la fuente.

El Consolador, el Espíritu Santo, es enviado por el Padre en el nombre del Hijo. Esto es, que el Espíritu Santo viene en el nombre del Hijo para ser la realidad de Su nombre. ¿Cuál es el significado de la expresión en Mi nombre? El nombre es el Hijo mismo, y el Espíritu es la Persona, el Ser del Hijo. Por lo tanto, cuando invocamos el nombre del Señor, recibimos al Espíritu (1 Co. 12:3). El Hijo vino en el nombre del Padre (5:43), porque el Hijo y el Padre uno son (10:30). Ahora vemos que el Espíritu vendrá en el nombre del Hijo, porque el Espíritu y el Hijo también son uno (2 Co. 3:17). Éste es el

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Dios Triuno—el Padre, el Hijo y el Espíritu—que finalmente llega a nosotros como el Espíritu.

El Espíritu viene en el nombre del Hijo, de manera que cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, el Espíritu viene. El nombre del Hijo es Jesús, y Su Persona es el Espíritu. Dios el Padre envía al Espíritu, y el Espíritu viene en el nombre del Hijo. Finalmente, el Dios Triuno es el que viene. Cuando el Espíritu viene a nosotros, el Padre también viene; y el Hijo viene también, porque el Espíritu viene con el Padre en el nombre del Hijo. El Padre envía al Espíritu de con Él mismo, y el Espíritu viene en el nombre del Hijo. El Espíritu viene como el Hijo. Él es el Hijo que viene, y este Hijo procede del Padre y viene con Él. Por lo tanto, cuando viene uno, los tres están presentes.

Quisiera repetir esto. El Padre envía al Espíritu consigo mismo. Ya que el Espíritu viene con el Padre, el Padre viene junto con el Espíritu. El Espíritu viene en el nombre del Hijo y en calidad de Hijo. Cuando el Espíritu viene, el Hijo es el que viene. Así que, cuando el Espíritu viene, los tres están presentes.

El Espíritu vino después de la resurrección del Señor para recordarles a los discípulos todo lo que el Señor les había dicho antes de Su crucifixión. Esto es el recordatorio que hace el Espíritu, quien fue enviado de con el Padre, y quien vino como el Hijo en el nombre del Hijo. El nombre es el Hijo mismo, y el Espíritu es el ser, la persona misma, del Hijo. Cuando los discípulos invocaban el nombre del Hijo, recibían al Espíritu quien les recordaba lo que el Hijo les había dicho antes de Su muerte.

B. La vida da paz

1. Distinta a la paz que el mundo da

En el versículo 27 el Señor dijo: “La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Aquí podemos ver la paz que la vida da; ésta es diferente a la que el mundo da.

todas las tribulaciones y temores. Todas las tribulaciones y temores en esta porción de la Palabra son causadas por la persecución religiosa. En aquel tiempo ser un seguidor del Señor Jesús no era fácil. Los discípulos le siguieron, aun poniendo en riesgo sus propias vidas o en el mejor de los casos, perdiendo la manera de ganarse el sustento diario. Debido a que los discípulos se encontraban bajo el temor de la oposición y la persecución religiosa, el Señor les dijo que en Él encontrarían paz. Él les dejó Su paz. Esta paz es el Señor mismo. A pesar de la oposición, persecución, rumores y calumnias de la religión, el Señor Jesús dentro de nosotros es nuestra vida y nuestra paz. Ahora podemos disfrutar al Señor como nuestra vida, nuestra morada y nuestra paz.

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Alabémosle porque Él es todo para nosotros. Él es nuestra vida, nuestra morada y nuestra paz.

3. El príncipe de este mundo no tiene nadaen el Dador de esta paz

El príncipe de este mundo no tiene nada en el Dador de esta paz (14:30). En este versículo el Señor dijo: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en Mí”. El príncipe de este mundo es Satanás. Se acercaba la hora en que atacaría al Señor. Pero el Señor dijo que Satanás no tenía nada en Él. En el versículo siguiente el Señor añadió: “Mas esto es para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago”. Aquí, el mandamiento del Padre era que el Señor Jesús muriera con el propósito de introducirnos en Dios. El Señor cumplió este mandamiento para mostrar al mundo que Él amaba al Padre. El Señor no fue a la cruz para demostrar que Satanás no podía vencerle o que Satanás no tenía nada en Él. Al contrario, Él entró en la muerte para demostrarle al mundo que Él amaba mucho al Padre.

Creo que ahora podemos entender claramente el significado de este capítulo. El Señor iba a morir y resucitar e iba a ser transfigurado en el Espíritu, Su otra forma, el otro Consolador, para así poder entrar en nosotros e introducirnos en Dios. Por medio de la vida de resurrección somos unidos y hechos uno con Dios. Únicamente por medio de la muerte y la resurrección del Señor podemos ser unidos con Dios e introducidos en Él. El Señor mediante Su muerte quitó el pecado, los pecados, el yo, el viejo hombre, la carne, el mundo, el príncipe del mundo y la muerte. Mediante Su muerte quitó todas estas cosas que nos distanciaban de Dios. Y mediante Su resurrección Él es ahora el Espíritu, y como el Espíritu entra en nosotros y nos une a Dios. Ahora, Él está en el Padre, nosotros estamos en Él, y Él está en nosotros. Por consiguiente, nosotros estamos también en el Padre. Si lo amamos y cooperamos con Él, Él se manifestará a nosotros más y más. Cuanto más amemos al Señor, más el Dios Triuno entrará y permanecerá en nosotros y hará morada mutua con nosotros. Esta morada mutua es la mezcla de Dios con el hombre. La unidad de esta mezcla es la morada espiritual, la morada divina y la morada mutua. Nosotros somos una morada para Dios y Él es una morada para nosotros; ésta es la verdadera edificación. Éste es el significado apropiado y correcto de la palabra del Señor que se encuentra en este capítulo.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y TRES

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EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNOEN LA IMPARTICIÓN DIVINA

(1)

En este mensaje llegamos a Juan 15. No debemos considerar este capítulo como algo aparte de los capítulos 14 y 16, pues los tres capítulos forman parte de un sólo mensaje dado por el Señor Jesús antes de que fuera traicionado y arrestado. No hay duda de que el capítulo 15 es la continuación del capítulo 14, donde vemos la morada mutua, la mezcla de divinidad con humanidad. Una vez que entendemos el capítulo 14 de Juan estamos preparados para examinar el capítulo 15.

La mayoría de los cristianos están familiarizados con Juan 15, un capítulo maravilloso que trata del Señor, que es la vid, y nosotros que somos los pámpanos. Aparentemente es fácil entender este capítulo porque sabemos lo que es una vid, lo que son los pámpanos, y conocemos la relación que existe entre la vid y sus pámpanos. Sin embargo, Juan 15 es tal vez el capítulo más profundo de todo el Nuevo Testamento. Si hemos de entender apropiadamente el profundo significado de este capítulo debemos entender el pensamiento central de Dios y la intención del Espíritu Santo cuando se escribió el Evangelio de Juan. Este evangelio revela que el Señor Jesús es la expresión de Dios, Dios mismo expresado en forma de hombre. Él se expresó de esta manera para que pudiéramos recibirle como nuestra vida y nuestro todo. Él quiere forjarse en nosotros hasta llegar a ser nuestra vida y nuestro todo. Los capítulos del 3 al 11 revelan que Él es capaz de satisfacer todas nuestras necesidades al ser nuestra vida. El capítulo 12 nos muestra el resultado y la multiplicación del hecho que Él sea vida para nosotros. El capítulo 13 indica la manera de mantener nuestra comunión en vida. Luego, el capítulo 14 nos revela que Él se forja en nosotros por medio de Su muerte y resurrección, y mediante Su transfiguración de la carne al Espíritu. Al llegar al capítulo 14, Él se ha forjado dentro de nosotros por medio del Espíritu de realidad. Ahora, Él es nuestra vida y nuestra esencia. Él vive en nosotros esperando que cooperemos con Él, a fin de revelarse y manifestarse más y más a nosotros. El Padre también entra junto con Él para visitarnos, permanecer con nosotros y hacer Su hogar en nosotros (14:23). En otras palabras, el Padre en Él y por medio del Espíritu se mezclará completamente con nosotros. El Padre en el Hijo por el Espíritu será nuestra morada, y nosotros seremos la morada del Dios Triuno. De esta manera, el Dios Triuno y nosotros seremos juntamente edificados; es decir, Dios y el hombre serán edificados en unidad. Esta maravillosa unidad es el pensamiento central de Dios. En todo el universo la intención final de Dios consiste en que el Padre en el Hijo como el Espíritu sea forjado en nosotros y se mezcle con nosotros hasta que el Dios Triuno y la humanidad lleguen a ser una morada mutua. Vimos esto al estudiar el capítulo 14. Éste es el trasfondo del capítulo 15.

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La revelación de Dios en el capítulo 15 es muy significativa, profunda y todo-inclusiva. El pensamiento y significado de esta revelación son muy profundos. Lo primero que debemos subrayar en este capítulo es que aquí claramente se revela al Dios Triuno. Dios el Padre se revela como el labrador quien está relacionado con una labranza, una plantación o una cosecha. El labrador es la fuente, el origen, el fundador y el que planta dicha labranza. Él se dedica a esta empresa. Todo el universo es la empresa del Padre. Dicho de otra forma, el Padre tiene un plan divino, un propósito eterno, y Él desea cumplir lo que ha planeado. Éste es el significado de que el Padre sea el labrador. Él es el labrador de la viña y se propone llevar a cabo cierto propósito. Él es la fuente, el fundador, y el primero en realizar algunas cosas para llevar a cabo lo que piensa y con el fin de realizar Su propósito. Además, como lo revelan los detalles que se encuentran en otras porciones de las Escrituras, el Padre se deleita y desea que todo lo que Él es, todas las riquezas de Su naturaleza divina, y toda la plenitud de la Deidad sean las riquezas de la vid. Todo lo que el Padre es, todo lo que el Padre tiene, todas las riquezas de la vida divina del Padre, y toda la plenitud de la Deidad, están en la vid. Todos estos ítems son para la vid, y la vid es la corporificación de ellos. La vid llega a ser la corporificación de la plenitud de las riquezas de la divinidad y de la Deidad. Todo lo que Dios el Padre es y tiene está corporificado en la vid.

Este capítulo no sólo revela al Padre, sino también al Hijo como la vid. El Hijo como la vid es el centro. Todo el universo es descrito como una viña, y en el centro de esta viña está la vid, que representa al Hijo. Dios el Hijo es el centro, pues todo está centralizado en Él. Hemos visto que Dios el Padre es la fuente y el fundador, y ahora vemos que Dios el Hijo es el centro. Todo lo que Dios el Padre es y tiene es para este centro, está corporificado en el centro, y es expresado a través del centro. Dios el Padre es expresado, manifestado y glorificado por medio de esta vid. De manera que Dios el Padre es la fuente y Dios el Hijo es el centro.

Finalmente, en los últimos dos versículos de este capítulo, el Espíritu es revelado. Aquí, Dios el Espíritu es llamado el Espíritu de realidad, lo cual significa que el Espíritu es la realidad. Todo lo que Dios el Padre es en el Hijo, y todo lo que Él centralizó en el Hijo, es hecho real por el Espíritu. Todo lo que Dios el Padre es en el Hijo es una realidad en Dios el Espíritu. Además, lo que fue centralizado en el Hijo es revelado, testificado y hecho real por el Espíritu de realidad. Por lo tanto, Dios el Padre es la fuente, el fundador; Dios el Hijo es el centro, la corporificación y la manifestación; y Dios el Espíritu es la realidad. Esto es sumamente profundo e insondable.

Además, en esta revelación no sólo se encuentra al Dios Triuno, sino también al Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es la iglesia. En esta revelación se compara a la iglesia con los pámpanos de la vid. Los pámpanos de una vid son el cuerpo de la vid. Si se le quita

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los pámpanos a una vid, ésta no tendría cuerpo. Sin ellos, a la vid no le quedaría nada excepto la raíz y el tronco. Así que, los pámpanos constituyen el cuerpo de la vid.

Si buscamos al Señor con respecto a este asunto, veremos cuán maravilloso y misterioso es. Todo lo que Dios el Padre es y tiene está centralizado y corporificado en Dios el Hijo, y todo esto es hecho real en Dios el Espíritu. Ahora todo ha sido forjado en nosotros y será expresado y testificado por medio de nosotros. Juan 15 presenta cuatro asuntos sumamente importantes: Dios el Padre como fuente y fundador; Dios el Hijo como centro y manifestación; Dios el Espíritu como la realidad y realización; y los pámpanos como el Cuerpo, la expresión corporativa. Los pámpanos son sumamente vitales, porque expresan lo que Dios es en Cristo como Espíritu. Sin los pámpanos, no existiría la plena expresión. La expresión plena depende de los pámpanos, el Cuerpo, ya que Dios en el Hijo como Espíritu se expresará por medio de los pámpanos, el Cuerpo. Todo lo que Dios el Padre es y tiene está en el Hijo, todo lo que el Hijo es y tiene es hecho real para nosotros como Espíritu, y todo lo que el Espíritu tiene está en el Cuerpo, en la iglesia, es decir, en nosotros. En otras palabras, Dios el Padre como fuente está corporificado en Dios el Hijo, el centro, quien es ahora hecho real como Dios el Espíritu, la realidad. Todo lo que el Espíritu tiene es expresado en nosotros, es decir, en los pámpanos, la iglesia. El Dios Triuno es expresado, manifestado y glorificado en la iglesia.

I. LA VID Y LOS PÁMPANOS SON UN ORGANISMOQUE GLORIFICA AL PADRE AL EXPRESAR

LAS RIQUEZAS DE LA VIDA DIVINA

En Juan 15:1-11 vemos que la vid y los pámpanos son un organismo cuya función es glorificar al Padre al expresar las riquezas de la vida divina. Puede ser que a algunos lectores les moleste la palabra organismo; tal vez les parezca muy extraña la expresión el organismo del Dios Triuno en la impartición divina. Pero nosotros estamos acostumbrados a decir que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, no es una organización, sino un organismo. ¿Cuál es la diferencia entre una organización y un organismo? Por ejemplo, una mesa es una organización, porque muchas piezas de madera están ensambladas para formar una entidad. ¿Por qué decimos que una mesa es una organización y no un organismo? Porque en la mesa no se encuentra un órgano. Una mesa no tiene órganos, porque no tiene vida. Aparentemente, nuestro cuerpo también es una organización. Sin embargo, nuestro cuerpo es mucho más que una simple organización, porque nosotros tenemos tanto órganos como vida, y por eso, es un organismo, y no una simple organización. De la misma manera, la iglesia, el Cuerpo de Cristo, es un organismo.

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¿Qué es el Cuerpo de Cristo? El Cuerpo de Cristo es exactamente lo que dijimos en el mensaje treinta y dos; a saber, es una morada mutua, la mezcla de divinidad con humanidad. Como ya vimos, esta mezcla, la morada mutua de Dios y el hombre, se halla en el capítulo 14. Esta morada mutua, esta mezcla de divinidad y humanidad, llena de órganos y vida, es un organismo.

En Juan 15 este organismo es comparado con la vid. Aquí la vid se usa como una figura para representar este organismo maravilloso. En la vid tenemos el árbol mismo y todos sus pámpanos. El Señor Jesús declaró que Él mismo era la vid (v. 1). Él es la vid y nosotros los pámpanos de este árbol. Por medio de este cuadro tan sencillo podemos darnos cuenta de que somos la extensión de la vid. Si uno cortara las ramas de un árbol, sólo quedaría un tronco desnudo desprovisto de ramas, y no habría ninguna extensión. Pero en la actualidad esta vid universal tiene muchos pámpanos, y estos pámpanos son simplemente su extensión. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él era sólo un pequeño hombre que vivía en cierto lugar. Pero miren a Su extensión ahora. Tiene partes en Washington, D. C., Nueva York, Los Ángeles, Londres, Frankfurt, Tokio, Manila, Taipei, Hong Kong, y por todo el mundo. ¡Alabado sea el Señor porque por todo el mundo podemos ver la extensión de esta vid! Ésta no es una organización, sino un organismo que tiene vida y muchos elementos, órganos, y sistemas orgánicos que crecen en él.

La vid y los pámpanos son un organismo cuya función es glorificar al Padre. ¿Qué significa aquí la palabra glorificar? Significa que la intención, el contenido, la vida interior y las riquezas internas son liberadas desde su interior y son expresadas. La vid y los pámpanos son un organismo cuyo propósito es glorificar al Padre, es decir, liberar desde el interior, y así manifestar, la intención, el contenido, la vida interior y las riquezas internas. Al ser un organismo cuya función es glorificar al Padre, la vid con sus pámpanos expresa las riquezas de la vida divina. Cuando la vid produce racimos de uvas, las riquezas de la vida divina son expresadas. Esta expresión es la glorificación del Padre porque el Padre es la vida divina. El Padre es la fuente y la sustancia misma de la vid. Sin el fruto, la esencia, la sustancia y la vida de la vid, permanecerían ocultas, encerradas y confinadas; pues las riquezas de la vida interior de la vid son expresadas mediante los racimos de fruta. Quisiera recalcar que expresar la vida interior de esta forma equivale a liberar la sustancia divina desde el interior de la vid. Ésta es la glorificación del Padre.

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A. La distribución divina

1. La economía de Dios

La impartición divina es producir la vid y los pámpanos como el organismo que glorifica al Padre. Aquí la palabra impartición tiene el mismo significado que la palabra economía, del griego oikonomía, el cual significa dispensar o administrar. ¿Qué es esta economía? Es una administración gubernamental, una impartición divina dentro de la humanidad. Esta impartición divina es la economía de Dios. Según el griego, esta palabra se utiliza de manera clara en 1 Timoteo 1:4. No obstante, algunas versiones la traducen “edificación de Dios”. Pero la traducción más correcta es “la economía de Dios”, o “la dispensación de Dios”.

2. El propósito (plan) eterno de Dios

En Efesios 3:10-11 leemos acerca del propósito eterno de Dios. La expresión el propósito eterno es bíblica. Al hablar de manera más moderna, diríamos “el plan eterno”. En la eternidad pasada Dios hizo un plan para la eternidad futura. De manera que este plan es un plan eterno, el cual consiste en que una gran cantidad de seres humanos sean regenerados con la vida divina, lleguen a ser el Cuerpo de Cristo y expresen toda la plenitud de la Deidad corporificada en Cristo. Este es el plan eterno que Dios hizo en la eternidad pasada para la eternidad futura. Es necesario que conozcamos muy bien y que estemos muy familiarizados con los versículos de 1 Timoteo 1:4 y Efesios 3:10-11.

3. Expresar a Dios el Padre en el Hijopor medio de Su Cuerpo, la iglesia

El organismo de la vid y sus pámpanos es la expresión de Dios el Padre en el Hijo por medio de Su Cuerpo, que es la iglesia. Con respecto a este asunto debemos considerar Génesis 1:26. ¿Sabía usted que en Génesis 1:26 se halla la iglesia? Ciertamente la podemos encontrar allí. La expresión del Padre también se encuentra allí. Si usted me preguntara cómo es esto, yo le contestaría que la expresión es la imagen. Dios creó al hombre a Su misma imagen. Con el tiempo, el hombre llegó a ser la expresión de Dios. Pero ¿qué diremos acerca de la iglesia? Debemos notar que el hombre mencionado en Génesis 1:26 no es un individuo, sino que es un hombre corporativo. Dios no creó a millones de hombres, sino a un solo hombre corporativo, el cual incluye a millones de personas. Hablando con propiedad, el hombre mencionado en Génesis 1:26 es la humanidad, y ésta no es un solo individuo, sino que ella es corporativa. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es una parte selecta del linaje humano. Para explicar esta definición de la iglesia podemos usar el ejemplo de la madera que se utiliza en la fabricación de muebles. Aunque puedo reunir mucho material con el fin de fabricar una mesa,

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finalmente, de todo ese material, seleccionaré sólo la madera de mejor calidad para fabricar la mesa. Al terminar mi trabajo, sólo me interesará la mesa que he fabricado, y desecharé el material que sobra. La humanidad es el material que Dios está utilizando para edificar la iglesia. No sabemos cuánto de ese material ha sido sacrificado. Dios ha seleccionado solamente una parte de la humanidad para ser regenerada y llegar a ser la iglesia.

La iglesia es una entidad corporativa, la cual fue sembrada como una semilla en Génesis 1:26, y será recogida como una cosecha en Apocalipsis 21 donde vemos la Nueva Jerusalén como la máxima consumación del organismo que expresa la imagen divina. En Génesis 1:26 vemos a un hombre corporativo hecho a la imagen de Dios; en Apocalipsis 21 vemos la Nueva Jerusalén, la expresión corporativa de la imagen de Dios. La semilla fue sembrada en Génesis, la cosecha es segada en Apocalipsis 21 y el cultivo está hoy aquí en la tierra.

B. La vid, Dios el Hijo

1. El centro de la economía de Dios

El Hijo como vid, es el centro de la economía de Dios. Dios el Hijo es el centro de la empresa divina. Dios tiene una empresa en el universo, la cual es Su negocio divino. El Hijo como vid es el centro mismo de dicha empresa.

2. La corporificacióny la manifestación de la Deidad

La vid es la corporificación y la manifestación de la Deidad. Colosenses 2:9 declara que en el Hijo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Y Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. En Colosenses 2:9 vemos al Hijo como la corporificación de la Deidad, y en Juan 1:18 lo vemos como la declaración o manifestación de Dios. De manera que el Hijo mismo de Dios, quien es la vid universal de Dios, es la corporificación y la manifestación de Dios.

3. Un organismo lleno de vida,como el árbol de la vida

Esta vid es un organismo lleno de vida, como el árbol de la vida (Gn. 2:9). No es una organización carente de vida como la torre de Babel (Gn. 11:4, 9). El árbol de la vida es un organismo, y la torre de Babel es una organización. ¿Qué prefiere usted? ¿El árbol de la vida, o la torre de Babel? La torre de Babel era grande y alta, pero el árbol de la vida

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probablemente era de nuestro tamaño. Si el árbol de la vida hubiera sido muy alto, habría sido difícil alcanzarlo. Según Juan 6 las multitudes intentaron forzar a Cristo a ser rey. Esto significa que ellos querían que fuera una torre. Sin embargo, Él prefirió ser el pan de vida, lo cual significa que Él quería ser el árbol de la vida.

4. Propaga y multiplica la vida

La vid propaga y multiplica la vida. Propagar la vida significa esparcirla por doquier, y multiplicar la vida significa reproducirla. En cada tipo de vida vegetal podemos ver la propagación y la multiplicación. Si sembramos un grano de trigo, éste producirá otros treinta, sesenta o cien granos más. Esto es tanto la propagación como la multiplicación de la vida. Si profundizamos en el hecho de que el Señor se asemejaba a Sí mismo a una vid, veremos que de entre todas las plantas, flores, hierbas y árboles, la vid es el mejor ejemplo de una planta que multiplica y propaga la vida. Una vid no se destaca por sus flores ni por los materiales que produce, sino por la manifestación misma de las riquezas de la vida. Una vez que la vid está cargada de fruto maduro, salta a la vista la abundancia de las riquezas de esa vida. De manera que la vid produce vida. El Señor no es la clase de vida que la gente aprecia por sus flores, o por algún tipo de material útil. Al contrario el Señor es vida para generar y producir vida.

5. Expresa la vida para glorificar al Padre

La propagación y la multiplicación de la vida tienen como fin expresar la vida para la glorificación del Padre. Cuando la vida de la vid se expresa por medio de los pámpanos en su propagación y multiplicación, el Padre es glorificado, porque lo que el Padre es en las riquezas de Su vida se expresa mediante la propagación y la multiplicación de la vid.

6. No se destaca por sus flores ni por su madera

Como mencionamos anteriormente, la vid no se destaca por sus flores ni por su madera. Una vid no produce flores dignas de admiración. He oído de las personas que van a Washington D. C. para contemplar la belleza de las flores de cereza en su época de florecimiento. Pero nunca he oído que alguien vaya a admirar las flores de una vid, pues lo notable de la vid no son sus flores. En mi niñez crecí cerca de una viña. Todos los años veía las vides, pero no recuerdo haber visto sus flores. Las flores de la vid son muy pequeñas y su color no es muy bello.

La vid tampoco es notable por su madera (Ez. 15:2-3). La madera de la vid no es útil para fabricar muebles, tablones, postes, ni ningún artículo de madera. Nunca veremos

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un edificio construido con la madera de la vid. Ésta sólo sirve para llevar fruto, no para que sus flores sean admiradas ni para producir madera.

Lo mismo ocurre con la iglesia. Si usted viene a la iglesia con la intención de ver los cerezos en flor, no verá nada. De la misma manera, si lo hace buscando madera selecta, útil para fabricar muebles u organizaciones mundanas, sólo encontrará algo que no es bueno para nada más que para llevar fruto. Nosotros renacimos para llevar fruto.

Todos estamos arruinados. No servimos para echar flores ni para producir madera. No servimos para nada en esta tierra. Si usted todavía es bueno para algo terrenal, esto significa que aún es mundano. No servimos para la educación, los negocios ni la política. No servimos ni siquiera para la religión ni para ser pastores. Hace 45 años yo fui completamente arruinado. Ahora soy una persona inútil que no sirvo para nada. En cuanto a la sociedad y a las organizaciones religiosas se refiere, soy completamente inútil. ¿Y qué podemos decir con respecto a usted? Alabado sea el Señor porque que todos somos inútiles; inútiles por causa de Jesús y para Jesús. Todos fuimos arruinados por Él. ¿Es usted capaz de ser un buen catedrático? Lo único que usted debería ser es un catedrático que no sirve para nada. ¿Podría usted tener éxito como hombre de negocios o como granjero? Debería ser arruinado como negociante o como granjero. Fuimos arruinados y no servimos para nada más que para llevar fruto, y así expresar al Padre en el Hijo. En la iglesia usted no encontrará flores ni material. Solamente hallará hombres pequeños que no sirven para nada, excepto para llevar fruto.

C. El labrador, Dios el Padre

El labrador es Dios el Padre. El Padre que es el labrador, es la fuente, el autor, el que planea, el que planta, Él es la vida, la sustancia, el suelo, el agua, el aire, la luz del sol, y todo para la vid. Como ya hicimos notar, todo lo que Dios el Padre es, tiene y puede hacer, ha sido corporificado en la vid. El Hijo como vid es el centro de la economía de Dios y la corporificación de todas las riquezas del Padre. El Padre, al cultivar al Hijo, se forja a Sí mismo con todas Sus riquezas en esta vid, y con el tiempo la vid llega a expresar al Padre de una manera corporativa por medio de sus pámpanos. Ésta es la economía del Padre en el universo.

En el Antiguo Testamento, ante los ojos de Dios, los hijos de Israel eran una vid (Sal. 80:8; cfr. Is. 5:2; Jer. 2:21; Ez. 19:10; 15:2). Pero ellos le fallaron a Dios como la vid, porque no le dieron la oportunidad de expresarse por medio de ellos. Aunque Dios trató de hacerlo, ellos le fallaron. Finalmente, en el Nuevo Testamento el Israel verdadero vino. El Señor Jesús como el verdadero Israel es la vid verdadera que puede expresar plenamente a Dios. Esta vid verdadera es la corporificación misma y la plena

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manifestación de Dios. Todo lo que Dios es y tiene ha sido corporificado en esta vid verdadera y ha sido manifestado plenamente por medio de ella.

D. Los pámpanos, los creyentes en el Hijo

Ninguna otra planta puede mostrar adecuadamente la relación viviente que existe entre nosotros y el Señor como la vid. Nosotros somos los pámpanos de la vid. ¿Qué tipo derelación les evoca esto? Los pámpanos no sirven para nada sino para expresar a la vid. Todo lo que la vid es y tiene es expresado por medio de los pámpanos. Como individuos, los pámpanos representan a los que han sido regenerados, pero corporativamente ellos constituyen la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). Los pámpanos, los creyentes del Hijo, existen para expresar al Hijo con el Padre por medio de llevar fruto.

E. Llevar fruto

1. El rebosar de las riquezasde la vida interior

¿Qué es llevar fruto? Es el rebosar de las riquezas de la vida interior. No debemos tratar de llevar a otros a Cristo por esfuerzo propio, ni debemos valernos de planes hábiles para ganar almas. Llevar fruto depende del rebosar de la vida interior. Necesitamos constantemente disfrutar a Cristo como nuestro todo. Sólo entonces tendremos abundancia de vida interior. De esta abundancia brotará un fluir que alcanzará a otros y penetrará en sus vidas. Este fluir llevará mucho fruto. No se trata simplemente de predicar o ganar almas, sino de llevar fruto mediante el rebosar de las riquezas de la vida interior.

2. Para expresar al Padre en el Hijo

Llevar fruto de esta manera es manifestar la vida interior. La vida interior de la vid consiste de las riquezas de todo lo que el Padre es y todo lo que el Padre tiene. Esto se manifiesta por el fruto de la vid. Por lo tanto, al llevar fruto la vid expresa al Padre en el Hijo.

3. Para satisfacer la sed del hombre

Llevar fruto también satisface la sed del hombre. La vid lleva fruto, es decir, las uvas. De éstas se produce el vino o el zumo de uvas que apaga la sed del hombre. Hoy debemos estar rebosando de las riquezas de la vida de Cristo de tal manera que seamos capaces de llevar racimos de uvas que produzcan zumo o vino, que apagará la sed del hombre. Todos necesitamos orar: “Señor, que Tu vida fluya de mí para apagar la sed de otros”.

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4. Al permanecer en la vidy permitir que la vid permanezca en nosotros

El fruto se produce cuando los pámpanos permanecen en la vid y permiten que la vid permanezca en ellos. En Juan 15 lo crucial es permanecer. Todo en este capítulo depende de si uno permanece o no en la vid. La verdadera experiencia de permanecer depende de la claridad de nuestra visión y el entendimiento de que somos pámpanos. Una vez que reciba la visión de que usted es un pámpano le será difícil apartarse de la vid; deseará permanecer en ella. No intente permanecer allí por su propio esfuerzo, porque cuanto más lo intente, más fallará. Necesitamos orar: “Señor, muéstrame claramente que yo soy uno de los pámpanos”. Estoy seguro de que un día el Señor se lo revelará. Usted recibirá la visión de que es uno de los pámpanos y exclamará: “¡Alabado sea el Señor! ¡Yo soy un pámpano!”. Entonces, empezará a permanecer en Él.

Mientras usted permanezca en Él, Él permanecerá en usted. El hecho de que Él permanezca en nosotros depende de que nosotros permanezcamos en Él. La condición de que Él permanezca en nosotros es que nosotros permanezcamos en Él; pero que Él permanezca en nosotros no es una condición para que nosotros permanezcamos en Él. Para Él no hay ninguna condición, pero para nosotros sí, debido a que somos muy fluctuantes. Si no permanecemos en Él, no hay manera de que Él permanezca en nosotros. Aunque Él nunca cambia, nosotros siempre estamos cambiando. Es posible que permanezcamos en Él un día, y al día siguiente nos escapamos de Él. Por tanto, el hecho de que Él permanezca en nosotros depende de nosotros. Por esto el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Si permanecemos en Él, ciertamente Él permanecerá en nosotros. Pero si nosotros no permanecemos, no cumplimos con la condición para que Él permanezca en nosotros. Así que, esta experiencia depende totalmente de nosotros. El hecho de que permanezcamos en el Señor y que Él permanezca en nosotros producirá fruto.

5. De una manera corporativa

Todos los pámpanos que llevan fruto están relacionados unos con otros. Al permanecer en la vid, ninguno de los pámpanos lleva fruto de manera separada de la vid. Todos ellos llevan fruto por medio de la misma vida que circula en ellos. Aparentemente, cada uno de ellos lleva fruto de una manera separada, pero en realidad, todos llevan fruto de forma corporativa, pues todos están en una sola vid y tienen una misma vida. Hoy debemos llevar fruto de igual manera: en un solo Cuerpo y con una misma vida.

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F. La poda

Ahora llegamos a la poda. En el versículo 2 el Señor dijo con respecto al Padre que: “Todo aquel que lleva fruto, lo poda, para que lleve más fruto”. La poda es necesaria. El significado de la poda es cortar lo inútil, lo cual viene mayormente de algo que ya se ha envejecido. Cuando los pámpanos envejecen, dejan de producir fruto. La manera de hacer que el pámpano lleve fruto de nuevo es cortar o podar la parte vieja de los pámpanos para permitir que eche nuevos brotes. No son los pámpanos viejos los que producen fruto, sino los brotes nuevos. Ésta es la razón por la que, en ocasiones, tenemos que sufrir. Los sufrimientos son los cortes que podan la parte vieja para que seamos renovados a fin de llevar fruto. La poda ocurre al cortar y quebrantar, lo cual tiene como fin que se lleve mucho fruto.

G. Echados fuera

1. Cortar el pámpano y privarlo del disfrutede las riquezas de la vida de la vid

Aquí debemos añadir una palabra acerca de ser echados fuera. En el versículo 6 el Señor dijo: “El que en Mí no permanece, es echado fuera como pámpano, y se seca; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”. En Juan 15 no se trata de la salvación ni de la perdición; debemos olvidarnos de este concepto al leer este capítulo. El pensamiento de este capítulo es si disfrutamos de las riquezas de la vid para llevar fruto o si perdemos las riquezas de ella. Ser echados fuera aquí no significa que perdamos la salvación, sino que dejaremos de disfrutar de las riquezas de la vida de la vid. Cuando un pámpano es cortado, es privado de participar de las riquezas de la vida de la vid. Muchos cristianos han perdido el disfrute de las riquezas de Cristo como vida. Esto significa que ellos han sido cortados.

2. Cortar el pámpano y privarlode la comunión con los demás pámpanos

Ser echado fuera también significa ser cortado de la comunión de los pámpanos. Un pámpano que es cortado pierde la comunión en vida con los demás pámpanos. Muchos cristianos se encuentran en esta situación. No tienen comunión en vida con otros cristianos.

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3. Cortar el pámpano y privarlode la expresión del Hijo con el Padre

Además, ser echado fuera significa ser cortado y excluido de la expresión del Hijo con el Padre. Cuando un pámpano es echado fuera, no participa más de la expresión de la vid. Hoy en día muchos cristianos no pueden tener la expresión del Hijo con el Padre porque como pámpanos han sido cortados de la vid.

4. Cortar el pámpano y excluirlodel propósito divino

Finalmente, ser echados fuera es ser excluidos del propósito divino. El propósito divino de Dios el Padre, el de cultivar al Hijo como la vid, es expresar la plenitud de la Deidad. Ser echado fuera como pámpano es ser cortado de este propósito divino; muchos cristianos hoy en día, han sido excluidos y no pueden participar de este propósito divino. Cuando un pámpano es echado fuera, pierde el disfrute de las riquezas de Cristo; es privado de la rica comunión de los demás pámpanos, sus copartícipes; es separado de la expresión de Dios y es excluido del propósito de Dios. Si uno no lleva fruto, esto significa que ha sido cortado del disfrute de las riquezas de Cristo. No obstante, esto no significa que tal persona perderá su salvación. Tal vez usted se pregunte qué significa ser echado en el fuego. Significa secarse. Muchos cristianos tienen la sensación de que se han secado. El asunto de la salvación y perdición eterna es presentado en el capítulo 10. El capítulo 15 no tiene nada que ver con la salvación, sino con el disfrute de las riquezas de Cristo, con la participación en la maravillosa comunión entre todos los pámpanos, con la expresión de la imagen divina y con el cumplimiento del propósito de Dios. Este es el concepto principal presentado en Juan 15.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y CUATRO

EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNOEN LA IMPARTICIÓN DIVINA

(2)

H. Permanecer

1. Ver el hecho de que somos pámpanos en la vid

Como indicamos en el mensaje anterior, si hemos de permanecer en la vid, debemos ver el hecho de que somos pámpanos de la vid (v. 5). Nuestra experiencia de permanecer en

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Cristo depende de que veamos claramente este hecho. Si recibimos la visión de que ya estamos en el Señor, entonces seremos capaces de permanecer en Él. No desearemos estar separados de Él.

2. Permanecer en el Hijo

Cuando vemos el hecho de que somos pámpanos de la vid, debemos mantener nuestra comunión con ésta. Cualquier cosa puede privarnos del rico suministro de la vid. Una pequeña desobediencia, un pecado, o incluso un pensamiento impuro puede ser un aislador que nos separe de las riquezas de la vid. Si no condenamos esos asuntos negativos, sino que los practicamos, estos nos excluirán del rico suministro de la vid. Primero, debemos ver que somos pámpanos, y después, tenemos que mantener la comunión que existe entre nosotros y el Señor. Nada debe interponerse entre Él y nosotros. Hay un himno en nuestro himnario que empieza con las palabras “Nada entre Tú y yo mi Señor”. Por experiencia sabemos que hasta una pequeña falla puede privarnos de participar de la rica suministración de la vid. Debemos orar al Señor y decirle: “Señor, no permitas que haya nada entre Tú y yo, que nada me separe de Tu rico suplir”.

3. Permitir que el Hijo permanezca en nosotros

Debemos permitir que el Hijo permanezca en nosotros (vs. 4-5). Esto tiene mucho significado. Nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. Pero en muchas ocasiones no le damos el espacio para permanecer en nosotros. El Señor Jesús desea extender Su morada en nuestro interior. Pero nosotros quisiéramos reducir Su espacio, es decir, lo limitamos. En nuestro interior hay una suave y constante lucha entre Él y nosotros. Aunque el Cristo que mora en nuestro ser constantemente se está extendiendo, hay algo en nosotros que lo restringe. Este Cristo desea ganar terreno gradualmente en nuestro ser, centímetro a centímetro. Pero muchas veces nos resistimos y regateamos cada centímetro con Él. Cada centímetro que Él quiere ganar encuentra resistencia de nuestra parte. Como resultado, regateamos con el Señor. Siusted no regatea con el Señor, debe ser un creyente que habita en el tercer cielo. Incluso el día de hoy es posible que algunos de nosotros hayamos hecho algún trato con el Señor. Aun después de haber dicho en voz alta: “¡Hemos sido arruinados por Él! ¡Noservimos para nada en esta tierra!”, todavía decimos interiormente: “Señor Jesús, solamente voy a cederte este pedazo de terreno, no puedo darte más espacio por ahora. Señor, ten misericordia de mí. Sé paciente conmigo hasta que esté listo para cederte otro medio centímetro. Hasta ese entonces Señor, quédate donde estás”. Aunque no digamos esto audiblemente, muchas veces tenemos este pensamiento muy dentro de nosotros. Si más tarde el Señor dice: “Deseo avanzar otros cinco centímetros”, de nuevo nos

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resistimos y empezamos a regatear con Él. Cuando hacemos esto, el Señor guarda silencio y desvía Su rostro de nosotros. Él rehúsa hablarnos, y perdemos Su presencia. Tal vez ganemos el debate y retengamos los cinco centímetros que el Señor quería, pero perdemos Su presencia. ¡Oh, cuánto necesitamos preservar nuestra comunión con el Señor y estar dispuestos a cederle más terreno y a permitirle que se extienda más en nosotros! Que permitamos que el Señor se extienda dentro de nosotros todo lo que quiera. Si hacemos esto, experimentaremos el verdadero crecimiento de vida y veremos este crecimiento de vida en nosotros.

¿Cuál es la razón por la que muchos creyentes apenas crecen en vida? Simplemente porque no permiten que el Señor se extienda dentro de ellos. Tal vez no haya nada que los separe de Él, pero lo limitan demasiado. El permanecer es algo sumamente delicado y sensible. Por favor, recordemos que en nuestra relación con el Señor debemos prestar atención a dos puntos: no permitir que nada nos separe de Él, y no limitarlo. Es más fácil eliminar lo que nos separa del Señor que dejar de limitarlo. Temo que aun mientras usted lee este mensaje no esté listo para eliminar toda limitación. Alabado sea el Señor porque Él es paciente y bondadoso. Él nunca nos dejará. Él nos está esperando. Lo máximo que hará es desviar Su rostro de nosotros. Esto es todo lo que hará, pero aún permanecerá con nosotros. Procuremos recibir Su misericordia y Su gracia de tal manera que podamos siempre cederle el terreno dentro de nosotros para que Él se extienda a cada rincón y área de nuestro ser interior. Ésta es la manera de experimentar el crecimiento en vida.

4. Separados del Hijo nada podemos hacer

Separados de Él nada podemos hacer (v. 5). Los pámpanos de la vid no pueden vivir por sí mismos, porque separados de la vid se secarán y se marchitarán. La relación entre los pámpanos y la vid representa la relación que existe entre nosotros y el Señor. No somos nada, no tenemos nada, y separados de Él no podemos hacer nada. Lo que somos, lo quetenemos y lo que hacemos debe ser sólo en el Señor y por el Señor en nosotros. Es sumamente importante que permanezcamos en el Señor y que Él permanezca en nosotros. De otro modo, fracasaremos y seremos desechados. Separados de Él nada somos, nada tenemos y nada podemos hacer. Ya que somos los pámpanos del Señor y el Señor es nuestra vid, debemos permanecer en Él y permitir que Él permanezca en nosotros.

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5. Permitir que las palabras que el Hijo nos habla para el momento, permanezcan en nosotros

Al permanecer en el Señor, debemos permitir que Sus palabras permanezcan en nosotros (v. 7). En este versículo el vocablo griego traducido “palabras” es réma, la cual significa la palabra hablada para el momento presente. Permitir que permanezcan en nosotros las palabras que el Señor nos habla específicamente para el momento es agotador. El Hijo desea extender Su morada a cada rincón de nuestro ser. Mientras Él mora en nosotros, siempre nos está hablando. Esto constituye el réma, la palabra que nos comunica específicamente para el momento. Por lo general nos habla una sola palabra: no. Sin embargo, a veces lo que nos dice constituye un requisito o un mandato. ¡Cuánto necesitamos amarlo y guardar lo que nos comunica específicamente! Cuando nos habla el réma, debemos escucharle y obedecerle. Si no cumplimos Su palabra, de inmediato seremos cortados de la comunión. Pero si la guardamos, absorberemos todas las riquezas de Su plenitud, de Su vida, y la vida rebosará de nosotros y así llevará fruto.

En los versículos 4 y 5 el Señor nos dice que Él permanece en nosotros, pero en el versículo 7 cambia ligeramente Su terminología al decir que Sus palabras permanecen en nosotros. Aquí, en lugar de que Cristo mismo permanezca en nosotros, Sus palabras lo hacen. ¿Por qué cambió el Señor la terminología: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, por: “Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros”? Porque en sí, el hecho de que el Señor permanezca en nosotros es muy misterioso y objetivo. La simple declaración de que el Señor permanezca en nosotros es algo fuera de nuestro entendimiento. Por ejemplo, cuando el Señor les dijo a los judíos que Él era el alimento y el pan de vida y que ellos podían comer de Él, el alimento vivo y el pan vivo, ellos estaban sorprendidos y atónitos, sin entender nada. Se preguntaban qué significaba alimentarse de Él. Entonces, el Señor Jesús les dijo que Su carne era verdadera comida y que Su sangre era verdadera bebida (6:55). El Señor simplemente quería decirles que Él tenía que morir, porque Su sangre tenía que separarse de Su carne. Él tenía que morir para poder impartirse a Sí mismo en nosotros mediante Su muerte y resurrección. El Señor dijo esto teniendo presente la Pascua judía. Durante la Pascua los judíos inmolaban un cordero, con su sangre rociaban los dinteles de sus puertas y se alimentaban de su carne. Sabiendo que los judíos tenían esta práctica y tradición, el Señor hablaba con ellos con la intención de que pudieran entenderle. Por eso, el Señor les dijo que se podían comer Su carne y beber Su sangre. No obstante, ellos no podían entenderlo y se preguntaban unos a otros acerca de cómo podía este Hombre darles a comer Su carne. Luego, el Señor les hizo saber que la carne para nada aprovecha, y que es el Espíritu el que da vida (6:63). Incluso dijo que las palabras que Él hablaba eran espíritu y vida.

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En esto podemos ver dónde se encuentra el Señor y quién es. Uno podría decir que el Señor está en los cielos y que Él es el Espíritu y la vida. Esto es correcto, pero es demasiado espiritual, misterioso y objetivo. El problema radica en cómo lograr que esto sea una realidad para nosotros, de qué manera podemos hacerlo subjetivo y disponible a nuestra experiencia. Requerimos que esto sea más sustancial que espiritual, más disponible que misterioso, y más práctico que doctrinal. Ciertamente, sabemos que el Señor es la vid, nosotros somos los pámpanos, y si permanecemos en Él, sin lugar a dudas Él permanecerá en nosotros. Pero el problema reside en dónde se encuentra el Señor hoy en día, y quién es Él. En otras palabras, ¿cómo puede Él, en forma práctica, estar disponible para nosotros?

Es necesario que las palabras del Señor permanezcan en nosotros para que el Señor permanezca en nosotros. La única manera posible por la que el Señor puede ser práctico para nosotros, es por medio de Sus palabras. ¿Cuál fue el medio utilizado para que el evangelio llegase a nosotros y cómo recibimos al Señor como nuestro Salvador? Fue por medio de Sus palabras. Cuando recibimos Su palabra, en realidad recibimos al Señor mismo, porque el Señor está en Su palabra y Él mismo es la Palabra. Según el mismo principio, si queremos permitir que el Señor permanezca en nosotros, debemos dejar que Sus palabras permanezcan en nosotros. Puesto que tenemos las Escrituras en nuestras manos, las cuales están llenas de las palabras del Señor, no debemos decir que el Señor está lejos de nosotros, ni que Él sigue siendo misterioso, o que es más espiritual que sustancial. Alabado sea el Señor porque tenemos algo muy sustancial, disponible y práctico en nuestras manos: la Palabra. Podemos leerla y recibirla con nuestro corazón y nuestro espíritu. Podemos tener contacto con la Palabra del Señor en nuestro espíritu día tras día y momento a momento. Siempre y cuando tengamos contacto con la Palabra del Señor, tendremos contacto con el Señor mismo. Como ya indicamos, en el versículo 7 la palabra griega que se traduce “palabras” es réma, la cual denota la palabra hablada para el momento; a diferencia de lógos, la cual es la palabra escrita. Así que, réma es la palabra presente, la que el Señor nos habla en cierto momento y con un propósito específico. Según nuestra experiencia, si nos mantenemos en comunión con el Señor, tendremos Su réma en nuestro interior constantemente. Lógos es la palabra externa, la que se halla en un mensaje que escuchamos o leemos, pero réma es la palabra interior que se habla para el momento. Tenemos el lógos en nuestras manos, pero tenemos el réma en nuestro espíritu. Lógos es la palabra escrita como la expresión del Cristo viviente; réma es la palabra hablada en nuestro interior por el Espíritu de Cristo en el momento mismo que lo necesitamos. Por ejemplo, tal vez mientras usted se encuentra teniendo comunión con otro hermano, algo en su interior le dice que deje de hablar. Esto es el réma. Puede ser que usted esté pensando en algo que planea hacer hoy, pero de nuevo oye algo interiormente que le dice que no lo haga. Esto también es el réma.

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No debemos hablar en términos imprecisos cuando hablamos de permanecer en Cristo y de que Cristo permanezca en nosotros. Debemos ser más precisos y entender que tenemos que prestar atención a dos tipos de palabras, la palabra externa y la palabra interna, es decir, la palabra contenida en las Escrituras que está fuera de nosotros, y lapalabra en nuestro espíritu, la cual escuchamos en nuestro interior. Si decimos que vamos a permanecer en Cristo y que vamos a permitir que Él permanezca en nosotros, ciertamente debemos considerar ambas clases de palabras. Si no entendemos estas dos clases de palabras, nos será imposible mantenernos en contacto con el Señor y permanecer en Él y Él en nosotros. Por lo tanto, debemos prestar atención a la palabra escrita, la que está fuera de nosotros, y a la palabra viviente, la que se encuentra en nuestro interior; porque mediante la palabra escrita tenemos la explicación, definición y expresión del Señor misterioso; y mediante la palabra viviente e interior, tenemos la experiencia del Cristo que permanece en nosotros, o sea, la presencia del Señor en forma práctica.

El Señor es muy misterioso. Ésa es la razón por la que nunca podemos entenderle basados en nuestra imaginación. Por el contrario, debemos leer los sesenta y seis libros de la Biblia, y al hacerlo debemos considerar cada palabra, porque todas y cada una de estas palabras expresan, explican y definen a nuestro misterioso Señor. Si queremos conocerle a Él, debemos conocer la Palabra y saber cómo entenderla. Pero por otro lado, el Espíritu está en nuestro interior, hablándonos algunas palabras vivas en el momento indicado y con el fin de satisfacer nuestras necesidades. En la hora exacta en que más lo necesitamos, el Espíritu interiormente nos da una palabra oportuna para nuestro caso particular. El réma interior siempre corresponde con el lógos exterior. El Espíritu que habla el réma en nuestro interior jamás dice algo distinto a lo que dice la palabra escrita o el lógos. El lógos exterior y el réma interior siempre se corresponden el uno con el otro, y muchas veces el réma interior es la interpretación del lógos exterior. Tal vez esta mañana usted leyó el lógos, pero no pudo entenderlo ni aplicarlo a su vida de una manera viviente. Mientras usted trabajaba durante el día, el Espíritu le ungía interiormente con la palabra, revelándole el verdadero significado e incluso el énfasis correcto. Usted percibió el réma viviente con Su énfasis viviente dado por el Espíritu. Como resultado de esto, no sólo lo entendió con su mente, sino que lo percibió con su espíritu. Luego, la palabra escrita y externa llega a ser la palabra viviente dentro de su espíritu. Ahora puede experimentarla y aplicarla a su vida. De esta manera, el lógos llega a ser el réma; la palabra exterior se convierte en la palabra interior. Tenemos que prestar atención al réma interior y viviente y permitir que obre libremente dentro de nosotros. Para llegar a este fin, tenemos que cooperar con ella. En otras palabras, debemos ser sumisos y obedientes al réma viviente que habla ahora dentro de nosotros. Estar atentos al hablar del réma interior hará que el Señor viviente sea más real a

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nosotros en nuestro espíritu. Hará que Cristo esté más disponible y aplicable, y que sintamos el mover y obrar del Señor, quien nos vigoriza interiormente.

6. Orar por llevar mucho frutoa fin de que el Padre sea glorificado

¿Qué debemos hacer mientras el Señor obra y actúa en nosotros motivándonos y dándonos vigor interiormente? ¿Debemos mantener nuestra boca cerrada? No, ciertamente nos veremos obligados a decir algo. Sin lugar a dudas expresaremos lo que sentimos interiormente. Ésta es la oración espiritual, o sea, orar en el espíritu. La oración espiritual manifiesta lo que Cristo obra en nuestro interior. Cristo en nosotros, a través de nosotros, y como la Palabra obra, actúa, nos motiva y nos vigoriza internamente. Cuando esto acontece, no podemos quedarnos callados. Creo que todos hemos tenido esta experiencia. En algunas ocasiones no pude conciliar el sueño durante la noche y tuve que levantarme porque algo estaba moviéndose en mi y dándome energía interiormente. Tuve que levantarme y decir: “Señor, heme aquí, te alabo”. ¿Es este tipo de oración simplemente la expresión de nuestra opinión, idea, pensamiento o imaginación? No, más bien es la expresión de lo que el Señor está haciendo al moverse en nosotros y vigorizarnos. Nos convertimos en el portavoz por medio del cual el Señor expresa lo que hay en nuestro interior en ese momento.

En el versículo 7 el Señor dijo: “Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho”. Cuando permanecemos en el Señor y dejamos que Sus palabras permanezcan en nosotros, en realidad somos uno con Él, y Él obra en nosotros. Entonces, cuando hacemos peticiones en oración, no lo hacemos solos; Él también ora en nuestra oración. Esta clase de oración está relacionada con llevar fruto (v. 8) y ciertamente será contestada. No podemos hacer esta clase de oración por nosotros mismos, esta oración, es llevada a cabo en el espíritu, procede del Cristo que mora en nuestro interior, se efectúa mediante el Espíritu y es realizada por Su palabra. Si permanecemos en el Señor, nos mantendremos siempre en contacto y en comunión con Él, y permitiremos que Él junto con Su palabra viva obre en nosotros, motivándonos y vigorizándonos interiormente, entonces nunca podremos estar callados. Tendremos que decir algo. Y lo que hablemos será una verdadera oración en el espíritu. Ésta será la expresión del Cristo interior quien habla como Espíritu con Sus propias palabras.

Cuando las palabras del Señor permanecen en nosotros, Su comunicación y expresión también estarán con nosotros. Por lo tanto, podemos pedir todo lo que queramos. Podremos expresar por medio de la oración lo que hayamos recibido del Señor, y nos será hecho. Ésta no es una oración humana ni natural, sino una oración divina, una

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expresión de la comunicación divina. Mientras el Señor permanece en nosotros, expresando Sus pensamientos, deseos, intención y voluntad, nosotros tomamos Sus palabras y las expresamos mediante la oración. Esta clase de oración es divina, porque es la declaración y expresión de la voluntad, el deseo y el pensamiento de Aquél que mora en nosotros y se comunica a nosotros.

El versículo 8 dice: “En esto es glorificado Mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así Mis discípulos”. La oración del versículo 7 se relaciona con llevar fruto y con la glorificación del Padre mencionada en el versículo 8. Necesitamos orar pidiendo que nos conceda llevar mucho fruto a fin de que el Padre sea glorificado, es decir, que Él sea expresado en el Hijo. Al llevar fruto la vida divina del Padre es expresada, y de esta manera Él es glorificado. El Padre es glorificado sólo cuando es expresado. La electricidad es un buen ejemplo de lo que significa ser glorificado. La electricidad que no se expresa no es glorificada. Únicamente cuando es expresada ella es glorificada. La corriente eléctrica que está en una lámpara es glorificada cuando se expresa por medio de ella. De igual manera, cuando el organismo de la vid con sus pámpanos lleva fruto, la vida divina del Padre es expresada, y entonces, Él es glorificado.

Nuestro vivir y andar deben proceder de las oraciones auténticas. Nuestro vivir, andar y todas nuestras actividades siempre deben ser el resultado de la oración. Debemos actuar, vivir y laborar en conformidad con la manera en que oramos. Esto es algo muy profundo. A medida que el Señor permanece en nosotros, Él se expresa a Sí mismo; expresa Sus pensamientos, deseos, y aun Su propósito para con nosotros. Cuando expresamos esto en oración, y actuamos, vivimos y andamos conforme a lo que oramos, Dios es expresado y glorificado.

Por amor a que permanezcamos en el Señor, tenemos que prestar atención a la Palabra del Señor en dos aspectos: la palabra interna y la palabra externa. Debemos tener contacto con el Señor por medio de la palabra externa, de manera que ésta llegue a ser la palabra interna para nosotros. La palabra externa con la que tenemos contacto en su forma escrita, se convertirá en la palabra interior y viviente en nuestro espíritu. Entonces, el Señor se expresará a Sí mismo por medio de esta palabra viva, y nosotros llegaremos a conocer Su voluntad, Su propósito, Su deseo y Su pensamiento. Además, seremos uno con el Señor de tal manera que expresaremos Su pensamiento mediante nuestra oración. Las oraciones que hagamos también llegarán a ser la vida que vivimos, y con la cual andamos y obramos. Tales oraciones serán la expresión, la plena manifestación, de Dios el Padre. Dios el Padre será expresado y glorificado por medio de nosotros.

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Antes de seguir adelante, debo decir algo con respecto a la lectura de la Biblia. A menudo aconsejamos a los nuevos creyentes que lean la Biblia tanto como les sea posible. Sin embargo, para algunas personas no es bueno leer la Biblia demasiado, porque es semejante a hartarse de comida. Algunos creyentes han almacenado mucho de la Palabra, pero solamente han digerido muy poco de ella. Ahora cada día deben digerir un poco de la Palabra. Necesitamos orar con la Palabra y orar la Palabra: frase por frase, cláusula por cláusula y aun palabra por palabra, digiriendo lo que leemos. Si oramos acerca de las palabras que leemos, seremos nutridos y fortalecidos en nuestro espíritu.

7. Guardar los mandamientos del Hijoal obedecer las palabras que nos habla

para el momento para así permanecer en Su amor

Necesitamos guardar los mandamientos del Hijo al obedecer las palabras que nos habla para el momento para así poder permanecer en Su amor (vs. 10-11). Primero, nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. Luego, Su palabra permanece en nosotros, y nosotros permanecemos en Su amor. Primero, permanecemos en Él, y luego permanecemos en Su amor. Por un lado, debemos permanecer en el Señor mismo; por otro lado, debemos permanecer en Su amor. Así como debemos permitir que la palabra del Señor permanezca en nosotros para que Él pueda seguir permaneciendo en nosotros, así también, en el mismo principio, debemos permanecer en Su amor a fin de morar continuamente en Él. Si usted no percibe la frescura, dulzura y ternura del amor del Señor, temo que aun si tratara de permanecer en Él, fracasaría. Permanecer continuamente en el Señor depende del amor. Debemos percibir y sentir la frescura, dulzura y novedad de Su amor. Tenemos que permanecer en Su amor para poder seguir permaneciendo en Su persona. Por ejemplo, si dos hermanos no sienten amor el uno por el otro, ¿cómo podrían ser íntimos? De igual manera, nosotros debemos permanecer en el amor del Señor sintiendo Su amor, a fin de mantener nuestra comunión con Él. Tal vez mientras lee esto esté diciendo: “Hermano, yo no siento Su amor”. Si éste es su caso debe orar de la siguiente manera: “Señor, ten misericordia de mí. ¿Por qué razón no he sentido Tu amor todo este tiempo? ¡Oh Señor, dime por qué!” Si usted ora de esta manera, estoy seguro de que experimentará la frescura del amor del Señor. Su amor será muy refrescante para usted, y eso lo llevará a permanecer en Su amor, y así se mantendrá permanentemente en el Señor.

Si hemos de permanecer en el amor del Señor, debemos guardar Sus mandamientos. Cuando permanecemos en el Señor, Él nos habla algo específico en nuestro interior, y esa palabra se convierte en un mandamiento para nosotros. Si guardamos lo que nos habla obedeciéndolo, esto significa que le amamos. Primero, el Señor permanece en

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nosotros; luego, Su palabra permanece en nosotros. Primero, Él obra en nosotros directamente; después, lo hace por medio de Su palabra y de Su amor. Esto es muy significativo. Primero, Él personalmente permanece en nosotros; luego, Sus palabras permanecen en nosotros. Primero, permanecemos en Él; y luego, permanecemos en Su amor. Tomemos el ejemplo de dos amigos. Tal amistad se mantiene porque como amigos cada uno atiende la palabra del otro. Esto deja de ser simplemente un asunto de aprecio por el amigo; y tiene que ver más con apreciar su palabra. Si uno de los amigos no le da importancia a la palabra del otro, se perdería la amistad. Pero si uno muestra interés en lo que su amigo le dice, gradualmente su amistad crecerá y será más profunda, íntima e intensa. Pero si por el contrario no muestra aprecio ni interés por las palabras de su amigo, su aprecio no se fortalecerá de forma muy íntima, y gradualmente dicha amistad sufrirá daño.

Vimos que primero nosotros permanecemos en el Señor, y Él en nosotros. Al permanecer en nosotros, Él nos habla una palabra específica para el momento. Tenemos que guardar esa palabra. Cuando lo hacemos, esto quiere decir que permitimos que Su palabra permanezca en nosotros. Entonces, no sólo Él mismo, sino también Su palabra permanece en nosotros. Cuando guardamos Su palabra y permitimos que ésta permanezca en nosotros, inmediatamente entramos a Su amor y permanecemos en tal amor. No sólo estamos en Él, sino también en Su amor. Esto llega a ser más íntimo, profundo e intenso. Si no permanecemos en Él de una manera muy íntima, podemos gradualmente deslizarnos hasta perder por completo esta experiencia de permanecer en Él. El Señor habla continuamente. Si le permite permanecer en usted, Él le hablará constantemente. Cuando Él hable, usted debe decirle: “Amén, Señor, te amo”. Cuando usted le diga “Amén” y guarde Sus palabras, experimentará Su amor y tendrá la dulce sensación de que Él es muy querido, precioso, y amoroso para con usted. En tal momento usted no sólo está en Él, sino también en Su amor.

Si permanecemos en el Señor al permanecer en Su amor, y si Él permanece en nosotros por medio de que Su palabra more en nosotros, entonces tendremos una comunión íntima con Él. Como producto de esa comunión, emitiremos algunas oraciones en el espíritu, las cuales serán la expresión del Señor viviente que mora en nuestro interior. Al orar de esta manera, sabremos que el Padre se expresará y será glorificado. Siempre hablamos de glorificar a Dios; pero ¿cómo podemos glorificar a Dios? Lo hacemos al permanecer en el amor del Señor, y al permitir que Su palabra more en nosotros. Entonces, Dios el Padre será expresado por medio de nosotros y será glorificado en el Hijo. Mediante este permanecer íntimo e intenso, se producirán muchos racimos de fruto porque seremos llenos de todas las riquezas de la vida del Señor. El rebosamiento de la abundancia de esta vida será tan prevaleciente que producirá fruto, y así, Dios en el Hijo será expresado y glorificado.

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8. Llenos de gozo

Si permanecemos en el Señor y permanecemos en Él por medio de Su amor, al grado que podamos llevar mucho fruto para expresar las riquezas de Su vida a fin de que el Padre sea glorificado, seremos llenos de gozo. Nuestro gozo siempre es un resultado de nuestro permanecer en el Señor y en Su amor, de nuestro llevar fruto por las riquezas de Su vida, y de expresar y glorificar al Padre. Es en esta clase de vida que somos llenos de gozo.

Hemos visto el permanecer en Juan 15. Romanos 8 es una continuación de Juan 15. Sin Romanos 8 nos sería difícil permanecer constantemente en el Señor. La manera de permanecer en el Señor es poner la mente en el espíritu (Ro. 8:6). En Romanos 8 poner la mente en el espíritu es una continuación o desarrollo del permanecer en el Señor de Juan 15. Si sólo tuviéramos Juan 15 sin Romanos 8, no seríamos capaces de permanecer constantemente en el Señor. En Romanos 8 tenemos a Cristo como Espíritu de vida (8:2), y como el Espíritu que mora en nuestro espíritu infundiéndonos vida. La manera de permanecer en el Señor es poner nuestra mente, que es la parte principal de nuestra alma, en nuestro espíritu. De esta manera podremos experimentar al Señor, quien es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y CINCO

EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNOEN LA IMPARTICIÓN DIVINA

(3)

II. LOS PÁMPANOS SE AMAN UNOS A OTROSCON EL FIN DE EXPRESAR

LA VIDA DIVINA AL LLEVAR FRUTO

Ya abarcamos la primera parte de Juan 15:1-11, donde vimos la relación que existe entre nosotros y el Señor. La segunda parte del capítulo, del versículo 12 al 17, habla de la relación que tenemos los unos con los otros. En esta sección vemos que los pámpanos deben amarse unos a otros para expresar la vida divina al llevar fruto. Estos versículos revelan que llevar fruto depende en gran parte del amor que nos tenemos los unos por otros. Debemos mantener una relación adecuada en amor por medio de la vida. Debemos mantener nuestra relación en amor y amarnos unos a otros por medio de la vida que está en nosotros. Esta vida es el Señor mismo. El amarnos unos a otros, es la

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vida de iglesia, la vida del Cuerpo, la cual es una vida de amor y una vida en amor. No debemos amarnos unos a otros con nuestro amor humano, sino en la vida divina y con el amor divino.

No somos pámpanos de diferentes vides, sino de una sola vid. Por eso, debemos mantener una buena comunión con todos los demás pámpanos, como también con la vid. Ésta es la razón por la que en este capítulo el Señor nos dice que debemos amarnos unos a otros (vs. 12, 17). Si no nos amamos, difícilmente llevaremos fruto, pues nuestra comunión con la vid será cortada. En este caso no habrá manera de que podamos llevar fruto. Para llevar fruto debemos amarnos unos a otros.

Todos nosotros tenemos una misma vida dentro de nuestro ser. La vida que está en usted es exactamente la misma vida que está en mí. Esto se asemeja a la circulación de la sangre en nuestro cuerpo físico, la cual circula por cada miembro de éste. De igual manera, la vida interior de todos los pámpanos es la misma. Esta vida debe circular continuamente por todos los pámpanos. Así, todos ellos estarán muy vivientes y llenos de las riquezas de la vida a fin de llevar fruto.

A. Los pámpanos son uno

Aunque los pámpanos son muchos, a la vez, son uno. Ellos son uno con la vid y son uno los unos con los otros. Todos los pámpanos juntamente con la vid forman una sola entidad, un solo organismo.

B. Los pámpanos disfrutande una relación íntima con la vid

Los pámpanos tienen una relación íntima con la vid (vs. 13-15). Ellos no son esclavos del Señor, sino Sus amigos. Debido a esto, pueden conocer el deseo del Padre, el cual consiste en que Él sea expresado en un Cuerpo colectivo.

C. Los pámpanos son elegidos y puestospara llevar fruto que permanezca

Los pámpanos son elegidos y puestos para llevar fruto que permanezca. En el versículo 16 el Señor dijo: “No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, Él os lo dé”. Otras versiones usan la palabra ordenado en vez de puesto. Me gusta el término ordenado. Todos fuimos ordenados. Ser ordenado significa ser designado, o recibir un puesto. Ordenado es una palabra antigua para decir la palabra moderna puesto. Todas las hermanas, incluyendo a las más jóvenes, deben

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entender que fueron ordenadas. ¿Sabía usted que todos los creyentes fueron ordenados? Fuimos ordenados, puestos, para llevar fruto. No diga que usted es muy joven para esto. Por muy joven que sea, usted fue elegido y ordenado para llevar fruto que permanezca.

En este capítulo encontramos cuatro formas de referirse al fruto: llevar fruto (v. 2), mucho fruto (v. 8), más fruto (v. 2), y fruto que permanezca (v. 16). Cuanto más vida le impartimos al fruto, más tiempo éste permanece. El factor que determina cuánto tiempo permanecerá un nuevo creyente es la cantidad de vida que le impartamos. Frecuentemente, al guiar a otros al Señor, les impartimos sólo una pequeña cantidad de vida. Por lo tanto, ellos apenas permanecen. Es difícil asegurar que se van a quedar por largo tiempo.

1. Al orar en el nombre del Hijo

Los pámpanos son escogidos para llevar fruto que permanezca al orar en el nombre del Hijo. Cuando oremos para llevar fruto, debemos hacerlo en el nombre del Hijo. Pedir en el nombre del Señor requiere que permanezcamos en Él y que permitamos que Él y Sus palabras permanezcan en nosotros, para que en realidad seamos uno con Él. Así que cuando pedimos, Él pide juntamente con nosotros. Esta clase de oración está relacionada con llevar fruto e indudablemente será contestada por el Padre. Al orar de esta manera, debemos basarnos en el hecho de que somos uno con el Hijo. No debemos rogar, sino afirmar que somos uno con Él. Todo lo que el Hijo es y tiene es nuestro, y nosotros estamos en Su nombre. Oremos de esta manera.

2. Al ser uno con el Hijo,vivir por Él y permitir que Él viva en ellos

No sólo debemos orar en el nombre del Hijo, sino también ser uno con Él, vivir por Él, y permitirle vivir en nosotros. Este asunto es muy crucial. Nuestra oración depende de nuestro vivir. Debemos ser uno con el Señor en nuestro vivir, entonces podremos ser uno con Él en nuestras oraciones y orar en Su nombre. Es por esta clase de vida y oración que podemos llevar fruto que permanece.

D. Los pámpanos se aman unos a otros

Nosotros los pámpanos debemos amarnos unos a otros en la vida del Hijo, en el amor del Hijo y en la comisión del Hijo, que es, llevar fruto para la glorificación del Padre. La vida es la fuente, el amor es la condición, y llevar fruto es la meta. Si todos vivimos por la vida del Señor como fuente, en el amor del Señor como condición, y teniendo como meta llevar fruto, indudablemente nos amaremos unos a otros. Tener distintas fuentes

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de vida y diferentes condiciones o diferentes metas, nos separará e impedirá que nos amemos unos a otros.

Los creyentes son aficionados a hablar acerca de amarse unos a otros. Si amamos a los demás en nuestra vida natural, eso producirá muerte. Si amamos a los demás de una manera sentimental, o con intereses personales, eso también producirá muerte. Debemos amarnos unos a otros en la vida de Cristo, en Su amor y en Su comisión. No debemos amarnos en nuestra vida natural, ni con nuestras emociones ni para nuestro propósito personal. Debemos amarnos en la vida divina, con el amor divino y con el propósito de llevar mucho fruto a fin de que el Padre sea glorificado (v. 8).

III. LA VID Y LOS PÁMPANOS,SEPARADOS DEL MUNDO,

SON ABORRECIDOS Y PERSEGUIDOSPOR EL MUNDO RELIGIOSO

Juan 15 tiene tres secciones. La primera consta de los versículos del 1 al 11 y trata de la relación que existe entre la vid y los pámpanos. La segunda consta de los versículos del 12 al 17 y habla de la relación de los pámpanos entre sí. La tercera consta de los versículos 18 al 27 y habla de la separación que debe existir entre los pámpanos y el mundo. Como pámpanos, fuimos separados del mundo. No tenemos nada que ver con el mundo, porque fuimos plenamente unidos a la vid.

A. El mundo aquíse refiere principalmente

al mundo religioso

En esta porción del Evangelio de Juan, la palabra mundo se refiere principalmente al mundo religioso (15:18; 16:2). En otras palabras, el mundo mencionado en el capítulo 15 es simplemente la religión, especialmente la religión judía. Para los discípulos del Señor Jesús en ese tiempo, el mundo era la religión judía. Ellos habían sido separados de dicha religión y trasladados a Cristo, a la vid.

B. La religión, como parte del sistema mundano de Satanás, aborrece a los pámpanos del organismo divino, los cuales existen

para la expresión del Dios Triuno

La religión, como parte del sistema mundano de Satanás, aborrece a los pámpanos del organismo divino, los cuales existen para la expresión del Dios Triuno (15:18). Muchos religiosos no consideran la religión como una parte del sistema mundano de Satanás. Sin embargo, a los ojos de Dios, la religión es una sección del mundo satánico. Cuando

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lleguemos al capítulo 16 veremos que el Señor les dijo a Sus discípulos que los religiosospensarían que al matar a los seguidores de Jesús rendirían cierta clase de servicio a Dios. Aunque los religiosos servían a Dios de nombre, en realidad servían a Satanás. Por eso, la llamada religión, en realidad es sólo una sección del sistema satánico, del mundo.

Debemos separarnos del mundo, porque éste se opone a la iglesia. El mundo, como sistema satánico, está en contra del Cuerpo de Cristo. El mundo aborrece al Cuerpo, a los pámpanos y a la iglesia. La iglesia es el Cuerpo, un organismo del Dios Triuno, mientras que el mundo es un sistema satánico. El sistema de Satanás siempre se opone y persigue al organismo del Dios Triuno. Debemos entender profundamente que la iglesia, los pámpanos, el Cuerpo, es el organismo del Dios Triuno. El Dios Triuno vive en este organismo y se expresa a través de él. Nuestro cuerpo es un organismo en el cual vive nuestro ser mismo y por medio del cual nuestro ser es expresado. Del mismo modo, el Dios Triuno también requiere un organismo tal como la iglesia, el Cuerpo de Cristo. El Dios Triuno desea vivir en este organismo y ser expresado por medio de él. Pero Satanás, el enemigo de Dios, organizó un sistema conocido como el cosmos. Este mundo cósmico es una organización sistematizada por el enemigo de Dios. El propósito delsistema cósmico del enemigo es oponerse a la iglesia, al organismo del Dios Triuno, el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, no debemos tener ninguna relación con este mundo. Estamos fuera del mundo, hemos sido separados para ser parte del organismo del Dios Triuno.

C. Los pámpanos son escogidos,no son del mundo, y no tienen nada

que ver con el sistema satánico de la religión

Como pámpanos que fueron escogidos y sacados del mundo, no tenemos nada que ver con el sistema satánico de la religión (v. 19). Sin embargo, en casi todos los cristianos se puede encontrar alguna mixtura. Por la misericordia del Señor deseamos separarnos de cualquier sistema religioso y mantenernos firmes en la iglesia de una manera pura, sin mixtura alguna. Todo sistema religioso es originado por Satanás con el propósito de estorbar y perjudicar la vida de iglesia apropiada. Es necesario que nos separemos de todo tipo de religión para que la iglesia sea el organismo que exprese al Dios Triuno.

D. El mundo religioso,habiendo perseguido a la vid,

también persigue a los pámpanos

El Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que si ellos deseaban seguirle en vida, debían estar dispuestos a sufrir persecución (15:20-25). Si deseamos experimentar al Dios

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Triuno como nuestra vida, ser mezclados con Él, y constituir una morada mutua con Él, debemos estar dispuestos a padecer persecución de parte de la religión. Los discípulos no iban a ser perseguidos por el mundo secular, sino por los religiosos que adoraban a Dios y aparentaban amarle. El Señor les decía a Sus discípulos que por causa de Él la religión los perseguiría y aun los mataría. Ya vimos que los discípulos, como pámpanos de la vid, forman el Cuerpo de Cristo, el organismo que conlleva la vida y la expresión del Dios Triuno; y que el mundo, el sistema cósmico, es el sistema organizado de Satanás. A los ojos de Dios el sistema religioso, como parte del sistema satánico, es el mundo que aborrecería a los discípulos.

El mundo religioso persigue a los que siguen al Señor en vida porque estos, como pámpanos de la vid verdadera, son uno con el Señor, los que actúan y obran en Su nombre. Puesto que los religiosos no conocen al Padre, quien es la fuente del Señor, aborrecen a los seguidores genuinos del Señor. Debido a que aborrecen al Padre en el Hijo (15:23), también aborrecen a los seguidores del Hijo. El hecho de que los aborrecen y persiguen constituye su pecado a los ojos de Dios (15:22, 24). Con todo esto podemos ver cuán maligna es la religión, aun la religión formada conforme a la Santa Palabra de Dios. Además, aquí podemos ver la sutileza del enemigo al utilizar la religión.

E. El testimonio del Consolador

1. Como Espíritu de realidad

El versículo 26 dice: “Pero cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de realidad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de Mí”. La religión persigue, pero el Espíritu de realidad da testimonio. El Espíritu Santo es la realidad de todas las cosas, y nosotros hemos de ser testigos del Espíritu de realidad.

2. Enviado por el Hijo

En este versículo el Señor les dijo a Sus discípulos que Él les enviaría el Espíritu de realidad. Pero en Juan 14:26 Él dijo que el Padre sería el que enviaría al Consolador, al Espíritu Santo, en el nombre del Hijo. Juan presenta el mismo punto de dos maneras diferentes. Primero, en 14:26, se dice que el Padre enviaría al Espíritu; ahora, en 15:26, dice que el Señor enviaría al Espíritu. Entonces, ¿quién envió al Espíritu, el Padre o el Hijo? Debemos contestar que el Espíritu fue enviado por ambos, por el Padre y por el Hijo. El Padre y el Hijo son uno. Lo que envía el Padre equivale a lo que envía el Hijo, y lo que envía el Hijo es lo que envía el Padre. Los dos son uno. Sin considerar quién envía al Espíritu, éste siempre es enviado con el Padre y en el nombre del Hijo. Aquí una vez más vemos al Dios Triuno. Cuando el Espíritu viene, llega con el Padre y en el nombre del Hijo. Así que, los tres de la Deidad están presentes.

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3. No sólo viene del Padre, sino con el Padre

En el versículo 26 el Señor dijo que del Padre Él enviaría al Consolador. Como ya mencionamos en el mensaje treinta y dos, la preposición griega traducida “de” en este versículo es pará. Aquí el sentido en el griego es “de con” el Padre. El Espíritu de realidad, quien es enviado por el Hijo, no sólo procede del Padre, sino que también viene con Él. El Padre es la fuente. Cuando el Espíritu viene de la fuente no deja la fuente atrás, sino que viene con ella. Este Espíritu, que es enviado por el Hijo y que viene con el Padre, da testimonio del Hijo. Por lo tanto, Su testimonio acerca del Hijo tiene que ver con el Dios Triuno.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y SEIS

LA OBRA QUE REALIZA EL ESPÍRITU A FIN DE MEZCLAR LA DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD

(1)

Si entendemos claramente los capítulos 14 y 15 del Evangelio de Juan, nos será fácil entender el 16. Básicamente no hay nada nuevo en este capítulo, pues el Señor abordó los principios más importantes en los dos capítulos anteriores. Al leer y comparar estos tres capítulos, parece como si el Señor estuviera repitiendo lo mismo, y aunque las expresiones cambian, los principios básicos son los mismos. Así que, al llegar al capítulo 16, debemos tener presentes los principios básicos que el Señor trató en los capítulos anteriores. Antes de estudiar el capítulo 16, repasemos estos principios.

El primer punto principal consiste en que el Señor tenía que irse, lo cual significa que tenía que morir y resucitar. Su ida no significaba que iba a dejar a los discípulos, sino que Su ida era Su venida. Él iba a dar otro paso; Su muerte y resurrección era un paso más de Su venida. El primer paso que dio el Señor en Su venida fue encarnarse para poder estar con nosotros y entre nosotros. Pero en ese tiempo, no podía entrar en nosotros. Su primer paso, el de la encarnación, fue el medio por el cual el Dios eterno se hizo hombre para tener contacto con nosotros. Pero era necesario dar un segundo paso antes de que pudiera entrar en nosotros y mezclarse con nosotros. Este paso es Su muerte y resurrección, por medio del cual Él fue transfigurado de la carne al Espíritu. Su carne fue la forma por medio de la cual Él vino a estar con nosotros y entre nosotros, pero el Espíritu es Su otra forma, por medio del cual Él entra en nosotros y se mezcla con nosotros. Éste es el primer punto principal que el Señor abordó en los capítulos 14 y 15.

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El segundo principio básico consiste en que el Señor pasó por la muerte para poder regresar en resurrección en calidad de Espíritu de realidad. Todo lo que el Señor es, es hecho real por el Espíritu. Si sólo tenemos las enseñanzas, las doctrinas y la letra escrita acerca del Señor pero carecemos del Espíritu, no tenemos la realidad. Las enseñanzas doctrinales acerca del Señor no son la realidad. La realidad del Señor es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es la realidad del Señor. Por ejemplo, todos sabemos que el Señor es vida, pero si no tenemos al Espíritu Santo, nunca tendríamos vida. Ya que el Espíritu Santo es la realidad de Cristo, podemos tener Su realidad, si tenemos al Espíritu Santo; entonces tenemos la vida. Además, sabemos que el Señor es la luz. Tener al Espíritu Santo es tener luz. Si no tenemos al Espíritu Santo, no tenemos luz. El Señor también es el camino. Si tenemos al Espíritu Santo, tenemos el camino y sabremos cómo debemos actuar al hacer algo. Sin embargo, si no tenemos al Espíritu Santo, sino más bien, simples enseñanzas doctrinales, no tenemos la verdadera manera de hacer las cosas. La realidad de Cristo es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es el Espíritu de realidad. La venida del Espíritu de realidad significa la venida de la realidad de Cristo.

El tercer principio básico presentado en Juan 14 y 15 es la morada mutua. Al venir Cristo como Espíritu de realidad, Él permanecerá en nosotros, y nosotros en Él. De esta manera, Él y nosotros llegaremos a ser una morada mutua. Seremos la morada para el Padre, quien está en el Hijo como Espíritu, y el Dios Triuno será nuestra morada. Ahora nosotros podemos permanecer en el Dios Triuno y el Dios Triuno puede permanecer ennosotros. De esta manera, el Dios Triuno se mezcla con nosotros. La humanidad y la divinidad se mezclan como una sola entidad. Éste es el pensamiento central de estos dos capítulos. De hecho, éste es el pensamiento central o principio básico del propósitodivino. Éste es el misterio de todo el universo.

Es difícil para muchos hermanos y hermanas ver este asunto de la mezcla de la divinidad con la humanidad. Frecuentemente he orado y pedido al Señor que Él les revele esto a los santos. El concepto de la mezcla de Dios y el hombre es contrario al concepto humano. Necesitamos la revelación y la visión celestiales para que los ojos de nuestro espíritu, corazón y mente puedan ser abiertos para ver este misterio. Éste misterio de la mezcla de Dios con la humanidad es algo más real que nosotros mismos. Éste es el pensamiento central y básico de los capítulos 14, 15 y 16 del Evangelio de Juan; en los cuales el Señor principalmente toca un solo punto, es decir, que el Padre en el Hijo como el Espíritu entró en nuestro ser para mezclarse con nosotros y hacernos una morada para Él y hacerse a Sí mismo una morada para nosotros.

Cuando el Señor me mostró esto por primera vez yo estaba muy emocionado, pues comprendí que había recibido al Dios Triuno y que Él estaba mezclado conmigo. Esta es la economía de Dios. No es una religión ni una enseñanza doctrinal, sino el Dios Triuno

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mezclado con la humanidad. Estos tres capítulos del Evangelio de Juan simplemente revelan lo que la economía de Dios es en realidad para nosotros: el Padre en el Hijo como el Espíritu que entra en nosotros y se mezcla con nuestro ser. Debemos repetir este principio básico una y otra vez hasta que quedemos profundamente impresionados con él.

I. EL HIJO SE VA PARA QUE VENGA EL ESPÍRITU

En el versículo 7 el Señor dijo: “Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré”. El Hijo se fue para que el Espíritu pudiera venir. El Señor dijo que si Él no se iba, el Espíritu no vendría. La ida del Señor mencionada en este versículo fue finalmente cumplida con Su ascensión en Juan 20:17.

A. El Señor se va en la carne

Cuando el Señor habló estas palabras, Él aún estaba en la carne. Entonces, fue a la muerte en la carne para poder ser transfigurado como Espíritu en la resurrección.

B. El Hijo viene como el Espíritupara ser otro Consolador

El Hijo entró a la muerte en la carne, pero regresó en resurrección como Espíritu (1 Co. 15:45). Él vino como Espíritu para ser otro Consolador. Pasó por la muerte como Redentor para realizar nuestra redención, pero regresó en resurrección como Espíritu para impartirse a Sí mismo en nosotros como vida.

C. El hecho que el Hijo enviara al Consoladorequivale a la venida del Hijo como Consolador

El hecho que el Hijo enviara al Consolador fue en realidad Su propia venida como Consolador. Él enviarlo fue Su venida. En otras palabras, Él se envió a Sí mismo en otra forma para poder venir como el otro Consolador. Esto es excelente, maravilloso e incluso misterioso. Algunos queridos amigos cristianos se oponen a esto preguntando cómo puedo decir que el Señor se envió a Sí mismo. Al responderles, yo le pediría que lean Zacarías 2:8-11. Si leen esta porción de la Palabra y hace todo lo posible por descifrar quién es el que envía y quién es el enviado, finalmente se darán por vencido y dirán: “Señor, Tú eres ambos, Tú eres el que envías y también eres el Enviado”. En resumen, hay solamente un Señor de los ejércitos. Él es tanto el que envía como el que es enviado.

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II. LA OBRA DEL ESPÍRITU

El punto crucial de Juan 16 es la obra del Espíritu. Según este capítulo, la obra del Espíritu se divide en tres categorías: convencer al mundo, glorificar al Hijo al revelarlo a los creyentes como la plenitud del Padre, y revelar lo que está por venir. Los escritos de Juan también se dividen en tres categorías: el evangelio, las epístolas, y Apocalipsis. El propósito principal de su evangelio es predicar el evangelio y convencer al mundo; sus epístolas tienen como fin revelar al Hijo con la plenitud del Padre; y lo que escribió en el libro de Apocalipsis revela todas las cosas que sucederán en el futuro.

A. Convencer al mundo

En el versículo 8 el Señor dijo refiriéndose al Espíritu: “Cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia, y de juicio”. Cada uno de estos tres asuntos —el pecado, la justicia y el juicio— está ligado a una persona. Aparte de Dios, quien es la Persona Divina, existen en el universo tres personas principales: Adán, Cristo, y Satanás. El pecado está relacionado con Adán, la justicia, con Cristo, y el juicio, con Satanás.

El pecado está relacionado con Adán, porque a través de éste el pecado entró al género humano (Ro. 5:12). En Adán nacimos en pecado. Si usted nació en Adán, nació pecador.

La justicia está relacionada con Cristo, porque viene de Cristo e incluso es el Cristo mismo que ha resucitado (v. 10; 1 Co. 1:30). Adán es pecado y Cristo es justicia. En Adán somos pecadores y estamos condenados; en Cristo somos justos y estamos justificados. En Adán heredamos el pecado; en Cristo la justicia es impartida a nosotros. No es necesario considerar cómo debemos actuar o comportarnos, porque mientras estemos en Adán seremos pecadores, y mientras estemos en Cristo, seremos justos. Este asunto no depende de nuestra conducta; por el contrario, tiene que ver con dónde estamos. En Cristo somos justos, y en Adán somos pecadores. En Adán estamos condenados, pero en Cristo estamos justificados. La única manera de ser liberados del pecado es creer en Cristo, el Hijo de Dios (v. 9). Si creemos en Él, Él es nuestra justicia, y en Él somos justificados (Ro. 3:24; 4:25).

El juicio se relaciona con Satanás, pues el juicio es para él. Al creer en Cristo, somos trasladados de Adán a Cristo. No obstante, si no creemos en Cristo, sino que permanecemos en Adán, participaremos del juicio de Satanás. Hablando con propiedad, el juicio de Dios es para Satanás. Dios no tiene la intención de que usted o yo, o cualquier ser humano sufra juicio. Pero si uno permanece en Adán, será juzgado juntamente con Satanás, participando del mismo juicio que él. Esto significa que uno prefiere amar a Satanás, desea permanecer con él y ayudarle a soportar este terrible

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juicio. No debemos compadecernos de Satanás ni apiadarnos de él. No debemos permanecer en Adán ayudando a Satanás a aguantar su juicio. Si no nos arrepentimos del pecado en Adán y no creemos en Cristo, el Hijo de Dios, permaneceremos en pecado y participaremos del juicio de Satanás por la eternidad (Mt. 25:41).

Éstos son los temas principales de este evangelio. El Espíritu los usa para convencer al mundo. Al predicar el evangelio, no podemos evitar hacer mención de Adán, Cristo y Satanás. Siempre que prediquemos el evangelio, nuestras palabras girarán en torno a estas tres personas. Toda la humanidad nació en Adán, pero todos pueden ser trasladados de Adán a Cristo. Sin embargo, si uno permanece en Adán, participará del juicio de Satanás.

1. Convence al mundo de pecado

Ahora veamos detalladamente cada uno de estos tres asuntos, comenzando con convencer al mundo de pecado.

a. La fuente del pecado

La fuente del pecado es el diablo. Podemos ver esto en Juan 8:44 donde el Señor dijo a los fariseos: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso y padre de mentira”. Ya que el diablo es el padre de los mentirosos, él es la fuente del pecado. El elemento maligno del diablo, obrando como pecado mediante tinieblas y muerte en el hombre, lo esclaviza al pecado. Su naturaleza es una mentira e introduce tinieblas y muerte.

b. Todos nacimos del diablo, la serpiente antigua

Todos nacimos del diablo, la serpiente antigua (8:44; Ap. 12:9). El diablo es el padre de todos los pecadores; por eso, sus hijos son “los hijos del diablo” (1 Jn. 3:10). El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9; 20:2), y los pecadores son también serpientes, una cría de víboras (Mt. 23:33; 3:7).

c. Todos nacimos con el veneno de la serpiente

Todos los pecadores nacieron como hijos del diablo con el veneno de la serpiente (3:14). El diablo es la serpiente portadora del veneno serpentino; por lo tanto, todo el que nazca de él nacerá con su veneno. En nuestra naturaleza caída se encuentra el veneno de la serpiente antigua, el diablo.

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d. En Adán todos nacimos pecadores

Todos los pecadores nacimos en pecado en Adán (9:34). En la actualidad uno acostumbra a identificarse por el país donde nació, pero también deben comprender que nacieron en pecado. Debido a que nacimos en pecado, nacimos pecadores. No tenemos que cometer un pecado para ser pecadores, pues ya nacimos siendo pecadores. De hecho, hemos sido pecadores durante seis mil años. Aunque como ser humano usted puede tener sólo 22 años, como pecador tiene seis mil años. Todos nosotros somos demasiado viejos, pues nacimos pecadores en Adán. No hay pecadores jóvenes. Todos los pecadores son muy viejos, tan viejos como Adán.

e. Todos nacimos condenados

Debido a que todos nacimos en pecado en Adán, todos nacimos condenados (3:18). Antes de nacer ya estábamos condenados en Adán. Cuando Adán fue condenado, hace seis mil años, nosotros fuimos condenados en Él. Ya que fuimos condenados antes de nacer, nacimos en condenación.

f. Todos nacimos para morir en pecado

Todos nacimos para morir en pecado (8:21). Los seres humanos no nacieron para vivir, sino para morir. Cuanto más tiempo viva el hombre, más cerca está de la muerte.

g. Todos estamos bajo la esclavitud del pecado

En Juan 8:34 vemos que todos estamos bajo la esclavitud del pecado. Esto no es un resultado de nuestra elección, sino de la caída de Adán, la cual nos puso bajo la esclavitud del pecado. Debido a que todos nacimos de Adán, todos nos encontramos bajo la esclavitud del pecado.

h. Creer en el Hijo es la única manerade ser libres del pecado

Ya que estamos bajo la esclavitud del pecado, ¿qué haremos? Separados de Cristo, no hay forma de escaparnos del pecado. Cristo es nuestro camino, Él es nuestro único escape. La única manera de ser librados del pecado es creer en el Hijo (8:24, 36; 3:15-17). Esta fe nos traslada de Adán a Cristo, lo cual es maravilloso. En un instante un pecador puede ser completamente trasladado de su condición pecaminosa en Adán, a Cristo.

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i. No creer en el Hijo es el único pecadoque condena al hombre a perecer

En el versículo 9 el Señor dijo que el Espíritu convencería al mundo de pecado “por cuanto no creen en Mí”. Aquí vemos que el único pecado que nos hace perecer es no creer en el Hijo (3:16). Aquí el pecado es el no estar dispuesto a ser trasladados de Adán a Cristo. Si algunos desean permanecer en Adán, esto significa que quieren permanecer en la esfera antigua y no desean entrar a la esfera nueva, que es Cristo. No es necesario que uno cometa pecado para perecer; al contrario, con el simple hecho de no creer en el Señor Jesús, ya está calificado para perecer. No necesita robar un banco, engañar a su esposo, o mentir a sus padres. Tal vez su comportamiento sea excelente, pero mientras no crea en el Señor Jesús, su único destino es la muerte. La única manera de escapar de su situación pecaminosa es creer en el Señor, y el único pecado que lo condena a perecer es el no creer en Él. Por lo tanto, todo depende de sí creemos o no. Si creemos, seremos trasladados de Adán a Cristo. Pero si no creemos, ciertamente pereceremos.

2. Convence al mundo de justicia

a. El Hijo vino y murió para cumplirlos justos requisitos de Dios

El Hijo vino y murió para cumplir con los justos requisitos de Dios (3:14). Él vino en la carne y aun murió en la cruz en forma de una serpiente con el fin de cumplir los justos requisitos de Dios.

b. El Hijo resucitó y fue al Padre como una pruebade que el Padre estaba satisfecho

En el versículo 10 el Señor dijo que el Espíritu convencería al mundo “de justicia, por cuanto voy al Padre”. Esto significa que el Padre había quedado completamente satisfecho con la muerte redentora del Señor en la cruz y, por tanto, lo aceptaba y lo recibía en Su resurrección. La prueba de que el Padre estaba satisfecho con la redención de Cristo radica en que el Padre mismo lo levantó de los muertos y lo exaltó a Su diestra. La resurrección y ascensión de Cristo son las evidencias que comprueban que Su redención satisfizo a Dios y cumplió todas las exigencias y requisitos divinos. Por esto, Cristo fue librado de la muerte y exaltado hasta los cielos a la diestra de Dios. Ahora la justicia de Dios se manifiesta en justificar a aquellos que creen en Cristo (Ro. 3:26). Si los pecadores creen en Cristo, Dios los justifica, porque Cristo mismo será su justicia. Éste es el segundo asunto acerca del Espíritu que convencerá al mundo.

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Aquí deseo hacerles una pregunta, ¿somos justificados por la muerte de Cristo o por Su resurrección? La respuesta correcta es: por Su resurrección. Esto se comprueba con Romanos 4:25 y 10:9. Romanos 4:25: “El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación”. Y en Romanos 10:9 dice: “Que si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. ¿Cree que el Señor murió por usted, o cree que Dios lo levantó de los muertos? Por supuesto que cree en ambos, pero le sorprenderá saber que no existe ninguna palabra en las Escrituras que diga que debemos creer que el Señor murió por nosotros. En cambio, sí debemos creer que Dios le levantó de los muertos, porque es posible creer que el Señor murió, y no creer que Él resucitó de entre los muertos. Si usted cree que el Señor resucitó, esto ciertamente implica que cree en Su muerte. Cualquiera puede creer que el Señor ha muerto, pero se requiere revelación para creer que el Señor ha resucitado. En Él, el Resucitado, somos aceptados ante Dios. Además, Él está en nosotros en resurrección para vivir por nosotros la vida que puede ser justificada y aceptada por Dios. Por lo tanto, en Romanos 4:25 dice que Él fue resucitado para nuestra justificación. Ésta incluye el hecho de que Dios resucitó y aceptó a Cristo, y que quedó satisfecho con Su muerte redentora.

c. El Hijo es dado a los creyentes como justicia

Ahora el Hijo como justicia es dado a los creyentes. El Hijo, quien satisfizo al Padre y fue aceptado por Él, ahora es dado a los creyentes como justicia. El Hijo mismo es ahoranuestra justicia. El hecho de que Él iba a ser nuestra justicia (1 Co. 1:30) fue profetizado en Jeremías 23:6, donde dice que Él sería llamado: “Jehová, justicia nuestra”.

d. Los creyentes son justificados en el Hijo

Los creyentes son justificados en el Hijo y con el Hijo como su justicia. Ya que el Hijo mismo fue dado a los creyentes como su justicia, éstos son justificados en Él delante de Dios. Sólo en el Hijo, quien es nuestra justicia, somos justificados por Dios.

e. Los creyentes son libradosde la fuente del pecado, que es el diablo

Los creyentes son librados de la fuente del pecado, que es el diablo. El diablo es la fuente del pecado, pero el Hijo en la carne destruyó al diablo en la cruz (He. 2:14). Al creer en el Hijo somos librados de la fuente del pecado.

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3. Convence al mundo de juicio

a. El juicio es para el diablo, quien esel autor del pecado, el origen de la muerte,

el padre de todos los pecadoresy el príncipe del mundo

En el versículo 11 el Señor dijo que el Espíritu convencería al mundo “de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. Ya vimos que el juicio se relaciona con el diablo. Satanás, el diablo, es el autor del pecado, la fuente de la muerte, el padre de todos los pecadores, y el príncipe del mundo. Como tal, el juicio ha sido preparado para él. Debemos entender que el juicio no es para el hombre, sino para Satanás. No es la intención de Dios juzgar al hombre, pues Su juicio es para Satanás. El lago de fuego fue preparado como el juicio de Dios para Satanás, y de ninguna manera para el hombre. ¿Qué versículo comprueba esto? El libro de Apocalipsis no nos dice esto claramente, pero el libro de Mateo sí. En Mateo 25:41 el Señor dijo que el Rey dirá a ciertas personas: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. ¿Fue el fuego eterno preparado para los seres humanos? No; al contrario, fue preparado para Satanás, el diablo, y para sus ángeles, sus seguidores. Pero si uno rehúsa ser trasladado de Adán a Cristo, participará del juicio preparado para Satanás, ya que prefiere seguir siendo uno de sus seguidores.

b. El príncipe del mundo fue juzgadoen la carne de Cristo en la cruz

Satanás, el príncipe de este mundo, fue juzgado en la carne de Cristo en la cruz (12:31-33; 3:14). En la cruz el Señor como Hijo del Hombre fue levantado en la forma de una serpiente (3:14), esto es, “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). Satanás, el príncipe de este mundo, como “la serpiente antigua” (Ap. 12:9; 20:2) se inyectó a sí mismo en la carne del hombre. Pero el Señor, por medio de Su muerte en la cruz “en semejanza de carne de pecado”, destruyó a Satanás, quien está en la carne del hombre (He. 2:14). Al juzgar a Satanás (16:11) de esta manera, el mundo que dependía de él también fue juzgado por el Señor. Por lo tanto, el hecho de que el Señor fuera levantado, juzgó al mundo y a su príncipe, Satanás, para echarlo fuera.

c. Todo pecador que no crea en el Hijo,permanecerá con el diablo y participará de su juicio

Vimos anteriormente que el lago de fuego no fue preparado para los seres humanos, sino para Satanás. Todo pecador que no crea en el Hijo, permanecerá con el diablo y sufrirá su juicio. Si uno coopera con Satanás y sigue siendo uno de sus compañeros,

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estará juntamente con él en el lago de fuego. Dios ama al mundo y no tiene la intención de que ningún ser humano sea echado al lago de fuego. Ese juicio fue preparado para el diablo. No obstante, si alguien sigue como compañero de Satanás, Dios no tiene otra alternativa sino permitir que sufra el mismo juicio que Satanás.

Estos tres temas: el pecado, la justicia y el juicio, constituyen un bosquejo del evangelio. El evangelio consiste en el hecho de que en Adán somos pecadores, pero que podemos ser justos y justificados en Cristo. Si no estamos dispuestos a ser trasladados de Adán a Cristo, debemos ser advertidos de que participaremos del juicio preparado para Satanás. En otras palabras, nacimos en Adán, pero la intención de Dios es trasladarnos de Adán a Cristo. Si no estamos de acuerdo con la intención de Dios, permaneceremos en Adán y participaremos del juicio reservado para Satanás. El pecado es de Adán, la justicia es de Cristo y el juicio es para Satanás. Si usted está dispuesto a ser trasladado de Adán a Cristo, será salvo, y no tendrá nada que ver con el juicio. La obra del Espíritu Santo abarca estos tres temas, y cada vez que predicamos el evangelio debemos hablar de ellos. Éste es el evangelio por medio del cual el Espíritu Santo convence a los pecadores a arrepentirse y a creer en el Señor Jesús con el fin de ser salvos.

En 1933 se me pidió que permaneciera en Shanghái con el hermano Nee y los colaboradores principales. Un día, al leer Juan 16, vi que el pecado, la justicia y el juicio corresponden a tres personas: Adán, Cristo y Satanás. Cierto tiempo después de eso, la iglesia en Shanghái tuvo una reunión para predicar el evangelio, y me pidieron que yo compartiera el mensaje. Después supe que aquella invitación fue una pequeña prueba de parte del hermano Nee, pues deseaba ver en dónde estaba yo con respecto al evangelio. Durante esa reunión me vi obligado a dar un mensaje acerca de los tres temas ya mencionados, los cuales están relacionados con tres personas. Al mirar a la audiencia en aquél salón de reuniones, no vi al hermano Nee. Después me enteré de que él estuvo detrás de la puerta del salón escuchando el mensaje. Mientras predicaba estos tres puntos estaba muy emocionado con ellos, diciendo: “Como seres humanos ustedes nacieron en Adán. Por lo tanto, vuestro nombre es Adán. En Adán han pecado y han sido condenados. Sin embargo, existe otra persona, Cristo. Y hay una manera para que salgan de Adán y entren en Cristo, a fin de ser justificados por Dios. Si creen en Cristo, serán introducidos en Él. Serán trasladados de la primera persona a la segunda. Pero si no creen en Cristo, permanecerán en la primera persona, y finalmente su destino será el mismo de la tercera, Satanás. El juicio fue preparado para Satanás. ¿Van a ayudarle? ¿Van a sentir pena por él? ¿Van a participar de su juicio por la eternidad?”. Éste fue el mensaje que yo compartí poco después de haber visto la luz acerca de estos asuntos en Juan 16. Mientras compartía aquel mensaje, yo mismo fui ricamente nutrido. Más tarde, el hermano Nee tuvo una plática conmigo acerca de dicho mensaje, diciéndome: “Witness, ese mensaje fue realmente bueno”. Cuando le pregunté cuál mensaje, él me

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respondió que se refería al mensaje acerca de Adán, Cristo y Satanás. Entonces, el hermano Nee me dijo: “Witness, casi nadie ha visto que en Juan 16:8-11 el pecado se relaciona con Adán, la justicia con Cristo y el juicio con Satanás”. Éste es el evangelio. Espero que esto sea predicado dondequiera que vayan las iglesias.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y SIETE

LA OBRA QUE REALIZA EL ESPÍRITU A FIN DE MEZCLAR LA DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD

(2)

B. Glorificar al Hijo al revelarlecon la plenitud del Padre

La primera categoría de la obra que realiza el Espíritu consiste en convencer al mundo mediante la predicación del evangelio y trasladar al hombre de Adán a Cristo. Convencer al mundo es la obra del Espíritu con respecto a ganar, vivificar y regenerar a los pecadores. Pero Su obra incluye mucho más que esto. La segunda categoría de la obra que realiza el Espíritu es glorificar al Hijo por medio de revelarle a los creyentes al Hijo con la plenitud del Padre (16:12-15). Podemos decir que el primer aspecto de la obra del Espíritu es atraer y obtener a los hombres, y el segundo aspecto es edificar a los creyentes al revelarles al Hijo con la plenitud del Padre. Ésta es la obra de edificación del Espíritu Santo. El primer aspecto de la obra del Espíritu es convencer a los pecadores para que se arrepientan, crean, y sean regenerados. La segunda categoría consiste en que el Espíritu Santo more en los creyentes regenerados para revelar a Cristo, glorificarle, y hacer que Cristo sea real en ellos.

1. El Espíritu de realidades todo lo que el Hijo es, hecho realidad

El Espíritu de realidad es todo lo que el Hijo es, hecho realidad. Después de que el Espíritu nos ha traído a la salvación, Él viene a nosotros como la realidad del Hijo. Todo lo que el Hijo es, todo lo que tiene y todo lo que ha realizado, obtenido y logrado, será completamente forjado en nosotros mediante el Espíritu, quien con el tiempo llega a ser la realidad misma del Hijo, de todo lo que Él es y todo lo que tiene.

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2. El Espíritu guía a los creyentesa toda la realidad del Hijo

El versículo 13 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad”. El Espíritu de realidad no guía a los creyentes a la doctrina acerca de Cristo, sino a toda la realidad de Cristo. Esta realidad no es nada menos que Cristo mismo. Así que, el Espíritu de realidad es el que nos introduce a toda la realidad de Cristo.

a. Todo lo que el Padre es y tiene es del Hijo

En el versículo 15 el Señor dijo: “Todo lo que tiene el Padre es Mío”. Todo lo que el Padre es y tiene, es del Hijo. El Hijo es la corporificación del Padre. Todo lo que el Padre es y tiene está corporificado en Él (Col. 2:9). Todo lo que el Padre es, toda la plenitud de la Deidad, habita en Cristo. Por lo tanto, la plenitud del Padre es la plenitud del Hijo, y la vida y la naturaleza del Padre son también la vida y la naturaleza del Hijo.

b. Todo lo que el Hijo es y tienees recibido por el Espíritu

En el versículo 14 refiriéndose al Espíritu de realidad, el Señor dijo: “Él me glorificará; porque recibirá de lo Mío, y os lo hará saber”. Todo lo que el Padre es y tiene, le pertenece al Hijo, y todo lo que el Hijo es y ha obtenido, ha sido recibido por el Espíritu. Toda la plenitud de la Deidad habita en Cristo, y el Espíritu recibe esto de Cristo.

c. El Espíritu revela al Hijo con el Padre a los creyentes

En los versículos 14 y 15 el Señor dijo que el Espíritu de realidad “recibirá de lo Mío y os lo hará saber”. Todo lo que el Hijo es y tiene es revelado como realidad a los creyentes mediante el Espíritu. Esto es para glorificar al Hijo con el Padre. El Espíritu revela al Hijo con el Padre a los creyentes. Él hace que sea real a nosotros todo lo que Cristo es y todo lo que tiene.

Ahora veamos algunos ejemplos de cómo el Espíritu hace que Dios en Cristo sea real a nosotros. La Biblia dice que Dios es luz (1 Jn. 1:5). La Biblia también dice que Cristo es la luz (Jn. 8:12). Esto quiere decir que la luz misma que es Dios, es también el Hijo. Pero ¿cómo puede hacerse real esta luz a nosotros? ¿Cómo podemos experimentarla? La experimentamos por medio del Espíritu. Cuando el Espíritu se mueve en nosotros, la luz brilla. La luz es tanto el Padre como el Hijo. El Padre es la fuente y la esencia de la luz, y el Hijo es la corporificación y expresión de la luz, y nosotros la experimentamos de manera práctica por medio del Espíritu. Cuando el Espíritu se mueve en nosotros, Él es la realidad de la luz.

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Lo mismo se aplica a la vida. Dios es vida, y el Hijo también es vida. Dios el Padre es la fuente y la esencia de la vida, y el Hijo es la corporificación y la expresión de la vida. ¿Cómo esta vida puede ser nuestra? Es nuestra por medio del Espíritu. Romanos 8:2 dice que el Espíritu es el Espíritu de vida. Cuando el Espíritu se mueve en nosotros, Él no sólo es la luz que brilla y nos ilumina, sino también la misma vida que nos vivifica, nutre y fortalece.

El Espíritu es la realidad de todo lo que el Padre y el Hijo son. Sin el Espíritu, aunque tenemos la esencia de lo que son el Padre y el Hijo, no experimentamos la realidad de ello. Tomemos el ejemplo de la electricidad. Aunque podemos tener la corriente eléctrica, todavía necesitamos que sea aplicada a un propósito específico. Cuando la electricidad se aplica, se hace real a nosotros. Del mismo modo, el Espíritu es la aplicación de todo lo que el Padre y el Hijo son. Sin el Espíritu como realidad y aplicación, aunque todo puede ser real, no está disponible ni es aplicable. Si hemos de aplicar todo lo que Dios y Cristo son, necesitamos al Espíritu. Debemos alabar al Señor porque hoy en día Él no es solamente el Padre y el Hijo, sino también el Espíritu. Él no es sólo la fuente y el curso, sino también la aplicación. El Espíritu llega a nosotros, y al entrar en nosotros aplica todo lo que necesitamos del Padre y del Hijo. Esto es maravilloso.

La vida de iglesia depende completamente del Espíritu. Las simples doctrinas acerca del Padre y el Hijo son inadecuadas. Necesitamos una aplicación viviente del Padre en el Hijo por medio del Espíritu. El Espíritu glorifica al Hijo al revelarle como Aquel en quien habita toda la plenitud del Padre. Tomemos el ejemplo de la humildad. Nadie nace humilde. Dicen equivocadamente que los niños son humildes, pero la verdad es que todo niño pequeño es orgulloso. Somos orgullosos por nacimiento y por naturaleza. Más aún, somos orgullosos de nuestra manera de vivir. ¿Qué es la humildad? La humildad es Cristo. Él es la realidad de todas las virtudes humanas y de todos los atributos divinos. Todas estas virtudes y atributos simplemente son Cristo mismo. En un sentido positivo, Cristo lo es todo. Él es la humildad, el amor, la paciencia y la sumisión. Aparte de Él, nada ni nadie es bueno, ni siquiera nosotros. Toda virtud y todo atributo es Cristo. ¿Cómo glorifica el Espíritu a Cristo? Él le glorifica revelando todos Sus aspectos uno a uno. Por ejemplo, en todo lo que Cristo es hay una cualidad llamada humildad. Un día el Espíritu le revela a usted Cristo como su humildad. Esto no es una doctrina sobre la humildad, sino la persona viviente de Cristo que le ha sido revelada a usted como la humildad. Espontáneamente, una humildad viviente aflorará de usted. Ésta es la glorificación de Cristo. Ésta es la manera en que el Espíritu glorifica a Cristo, el Hijo de Dios. No lo hace dándole enseñanzas acerca de la humildad de Cristo, sino revelándole directamente a Cristo como su humildad. Entonces, esta humildad brota espontáneamente de su ser, y esto es la glorificación del Hijo.

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Con el tiempo cada característica de Cristo será expresada en la vida de iglesia. Ya no habrá una expresión judía, griega, americana, inglesa, japonesa, china, filipina ni ninguna otra característica particular. Solamente se verá la expresión de Cristo. Esto es lo que quiere decir que el Espíritu glorifica al Hijo revelándolo a los creyentes como Aquel que posee toda la plenitud del Padre. Todos tenemos una gran necesidad de experimentar esto. Esta experiencia enriquecerá, fortalecerá y elevará la vida de iglesia y ciertamente la hará florecer.

d. La mezcla de la divinidad y la humanidad

La vida de iglesia es una mezcla de la divinidad y la humanidad. Cuando el Espíritu glorifica al Hijo con el Padre, el Dios Triuno se forja en los creyentes y se mezcla con ellos. Este asunto de la mezcla de la divinidad con la humanidad ha sido muy descuidada por los creyentes de hoy. Este asunto, que es el punto más central de la verdad, ha sido descuidado por casi todos los cristianos, ya que a ellos les interesan principalmente las doctrinas. Pero en Juan 16, así como en 1:14 y 17, la palabra verdad,en el griego, significa “realidad” y no “doctrina”. Interpretar la palabra verdad usada en estos versículos de Juan, como doctrina, causaría gran daño. En el idioma griego simplemente significa “realidad” o “veracidad”. Cuando el Espíritu de realidad viene a nosotros, nos guiará a la plena realidad de Cristo y nos mezclará con el Dios Triuno. Cuanto más es revelado el Hijo a nosotros con la plenitud del Padre, más experiencias tendremos del Hijo. Entonces, en la vida de iglesia habrá más mezcla de la divinidad con la humanidad. La vida de iglesia es una mezcla diaria de lo divino con lo humano.

C. Hacer saber las cosas que habrán de venir

Ya vimos que la obra del Espíritu, como se presenta en Juan 16, tiene tres aspectos: convencer al mundo, glorificar al Hijo revelándolo a los creyentes como Aquel en quien habita toda la plenitud del Padre, y hacer saber las cosas que habrán de venir. Los tres aspectos de la obra del Espíritu corresponden a las tres secciones de los escritos de Juan: su evangelio, sus epístolas y Apocalipsis. Su evangelio tiene como fin principalmente convencer al mundo, sus epístolas mayormente revelan al Hijo en quien habita toda la plenitud del Padre, y Apocalipsis es el libro que revela las cosas que ocurrirán en el futuro. En el versículo 13 el Señor dijo que el Espíritu “os hará saber las cosas que habrán de venir”. Estas cosas se revelan principalmente en Apocalipsis (Ap. 1:1, 19). En Apocalipsis se revelan cuatro asuntos principales: el progreso de la iglesia (caps. 1-3); el destino del mundo (caps. 4-16); la consumación final de Satanás, Babilonia la Grande (caps. 17-20); y la máxima consumación de Dios, la Nueva Jerusalén (caps. 21-22). El libro de Apocalipsis nos revela todos estos asuntos.

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III. EL HIJO IBA A NACER EN RESURRECCIÓNCOMO UN RECIÉN NACIDO

En los versículos del 16 al 24 vemos un punto bastante difícil de entender: el Hijo iba a nacer en resurrección como un niño recién nacido. El Señor había dicho a Sus discípulos que Él sería inmolado y que el mundo se alegraría, pero que ellos llorarían y lamentarían (v. 20). Entonces, el Señor les dijo que una mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo (v. 21). ¿Quién es esta mujer? Ella es todo el grupo de discípulos. ¿Quién es el niño, el hijo? El niño es Cristo. ¿Qué es el nacimiento? Es la resurrección.

A. Los discípulos son representadospor una mujer con dolores de parto

En el momento en que el Señor declaró esto a los discípulos, Él era uno con ellos, tal como un niño que es concebido en el vientre de su madre es uno con ella mientras espera el alumbramiento para ser un recién nacido. En este sentido, los discípulos eran la mujer con dolores de parto. En aquellos tres días, los discípulos sufrieron los dolores de parto mientras Cristo nacía en resurrección como el Hijo de Dios. Después de la resurrección del Señor, esta “mujer” tuvo un niño y se regocijó (Jn. 20:20).

B. El Hijo que nacería

El hombre que nació en el mundo es el Hijo. El Hijo iba a nacer en resurrección (Hch. 13:33) como Hijo de Dios (He. 1:5; Ro. 1:4). Por medio de la resurrección el Señor nació como Hijo de Dios. En el pesebre el Señor nació como Hijo del Hombre, pero en Su resurrección Él nació como Hijo de Dios. Hechos 13:33 comprueba esto: “La cual [la promesa] Dios ha cumplido ... resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy”. ¿En cuál día fue Cristo engendrado como Hijo de Dios? Fue en el día de la resurrección. Su resurrección fue Su nacimiento.

¿Acaso el Señor no era el Hijo de Dios antes de Su resurrección? Sí. Entonces, ¿por qué tuvo que nacer como Hijo de Dios en resurrección? ¿Qué quiere decir Romanos 1:4 cuando dice que Él: “fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”? Salmos 2:7, el cual es citado en Hechos 13:13 así como en Hebreos 1:5, profetizó que Cristo sería engendrado como Hijo de Dios en resurrección. ¿Cómo podemos explicar esto? Cristo era el Hijo de Dios encarnado como hombre. Hablando con propiedad, Su elemento humano no era el Hijo

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de Dios, pero dentro de Su humanidad moraba el Hijo de Dios. Antes de Su muerte y resurrección, Él era el Hijo de Dios en la humanidad, pero Su parte humana no era el Hijo de Dios. Por lo tanto, Él tuvo que pasar por la muerte y resurrección, a fin de introducir Su elemento humano en la filiación. Su parte divina, la cual era el Hijo de Dios, no necesitaba nacer como Hijo de Dios; pero Su parte humana sí tenía que nacer como Hijo de Dios para ser designado como tal. Antes de la muerte y resurrección del Señor, Él era el Hijo de Dios; pero al mismo tiempo, siempre que los hombres lo veían, podrían preguntar: “¿Quién es este hombre; es el Hijo de Dios?” Si Él era el Hijo de Dios, ¿por qué todavía hacían preguntas acerca de Él? Lo hacían por causa de Su parte humana. Su humanidad no parecía ser Hijo de Dios. Pero por medio de Su muerte y resurrección, Su parte humana fue procesada y así introducida a la filiación. Ahora, después de Su resurrección, nadie dudaría que Él es el Hijo de Dios. Ciertamente todos dirán: “¡Éste es el Hijo de Dios!”. Ésta es la razón por la que Él tuvo que nacer en resurrección para ser designado el Hijo de Dios. En este sentido, Él fue un niño nacido en resurrección. Antes de Su resurrección, jamás se había visto a alguien como el Señor en todo el universo. Pero después de Su resurrección, Él era el maravilloso niño que poseía las naturalezas divina y humana, la divina glorificada y la humana “hijificada”. La madre debe haber estado muy feliz con el nacimiento de este niño tan precioso.

C. Cristo viene en resurreccióna los creyentes

Como vimos anteriormente, la madre, es decir, la mujer, mencionada en el versículo 21, representa a los discípulos. Cristo, después de nacer en resurrección, fue a visitar a Sus discípulos en la noche del día de Su resurrección, y ellos se regocijaron con Su presencia (20:20). Como una madre se goza al ver a su niño recién nacido, así los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor el día de la resurrección. En el versículo 16 el Señor les había dicho: “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis”. El Señor moriría y sería sepultado, y los discípulos no le verían “por un poco”, pero después de “otro poco” volverían a verlo, porque Él resucitaría. El mundo no puede ver al Señor porque no ve al Señor resucitado. Únicamente los discípulos pueden ver al Señor resucitado, al Admirable. Juan 20:20 es el cumplimiento de la predicción que el Señor hizo en Juan 16:22. El Señor predijo que los discípulos estarían felices y gozosos, y Juan 20:20 muestra que los discípulos se regocijaron grandemente al ver al Señor el día de la resurrección.

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D. Los creyentes son uno con el Hijoy oran en Su nombre

En los versículos 23 y 24 el Señor dijo: “En aquel día no me preguntaréis nada; de cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en Mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Aquí vemos que los creyentes son uno con el Hijo y oran en Su nombre. Por medio de la resurrección, Él nació como Hijo de Dios y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora nosotros, los creyentes, en el espíritu, por el Espíritu y con el Espíritu podemos ser uno con Él. Pedir “en el nombre” significa “pedir en Él”. Estar en Su nombre significa ser uno con Él. Cuando somos uno con el Señor, no oramos en nosotros mismos, sino en Él. La oración que expresemos en unidad con el Señor, sin lugar a dudas será contestada. Cuando oramos, Él ora juntamente con nosotros. Por ejemplo, si no soy uno con usted, y aun así hago cosas en su nombre, esto no está bien. Pero si verdaderamente soy uno con usted, puedo hacer y afirmar todo en su nombre. Del mismo modo, todos los creyentes pueden hacer y afirmar cosas en Su nombre, porque son uno con Él.

Esto puede confirmarse con Juan 20:22-23, donde dice: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados, y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Esto significa que ya que hemos recibido el Espíritu Santo, y que somos uno con el Señor y Él uno con nosotros; a todo el que libremos de sus pecados, el Señor también lo librará; y a todo el que le retengamos sus pecados, el Señor también los retendrá. Lo que desatemos, será desatado por el Señor; y lo que atemos, será atado por el Señor, porque en el Espíritu somos uno con Él. Pero debe estar seguro de que al atar algo, usted se encuentre en el Espíritu, porque si no, esto no dará resultado. Debemos estar en el Espíritu antes de poder ser uno con el Señor. Entonces, lo que atemos, el Señor también lo atará; lo que desatemos, Él también lo desatará; y lo que le pidamos, el Padre nos lo dará en el nombre del Señor.

IV. LOS CREYENTES TIENEN PAZ EN EL HIJOA PESAR DE LA PERSECUCIÓN

A. El Hijo vino del Padre

En ese tiempo el Señor indicó claramente a Sus discípulos que Él había salido del Padre, y ellos creyeron esto (vs. 27, 28, 30). Dios el Padre era Su fuente; Él salió de la fuente y vino al mundo a declarar y revelar a Dios al hombre para que éste pudiera conocer al Padre y tener acceso a esa fuente.

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B. El Hijo vuelve al Padre

El Señor, después de terminar Su comisión en la tierra, volvió, al morir y resucitar, al Padre, la fuente de la cual había salido, para preparar el camino y la base sobre la cual el hombre pudiera ser introducido en el Padre (v. 28).

C. El Hijo declarael Padre a los creyentes

En aquel entonces Él Señor les prometió a Sus discípulos declararles al Padre (v. 25). Esto fue cumplido en Su visita a los discípulos después de Su resurrección, cuando les declaró el nombre del Padre a Sus hermanos (He. 2:12), dándoles a conocer la vida y naturaleza del Padre. En resurrección, como el Primogénito de Dios, el Señor hace que nosotros los muchos hijos de Dios, Sus hermanos, conozcamos al Padre en vida, es decir, al participar de Su naturaleza divina (2 P. 1:3-4).

D. Los creyentes son uno con el Hijoy oran en Su nombre

El Señor, por medio de Su resurrección hizo que los discípulos fuesen uno con Él. Desde ese momento, ellos ya pueden orar en Su nombre (v. 26). Debido a que están identificados con el Señor, Él ya no ora por ellos, sino que ora juntamente con ellos en sus oraciones. Ellos ya no oran indirectamente al Padre por medio del Hijo, sino directamente al Padre en el Hijo, porque son uno con Él.

E. Los creyentes son esparcidosdurante los sufrimientos del Hijo

Durante los sufrimientos del Hijo, Sus discípulos fueron esparcidos, dejándole solo (v. 32). Pero Él no estaba solo, porque el Padre estaba con Él. Aun en el momento de Sus sufrimientos, el Padre estaba con Él. Sus discípulos lo dejaron, pero el Padre no lo dejó.

F. Los creyentes tienen paz en el Hijo vencedor

En el Señor tenemos paz (v. 33). Aunque Él murió y resucitó, nosotros permanecemos en el mundo donde no hay paz. En este mundo sólo encontraremos aflicciones. Pero el Señor mismo será nuestra paz, y hallaremos paz en Él. Por mucho que este mundo nos aflija y nos persiga, el Señor ya venció al mundo y, por eso, no debemos preocuparnos ni debemos temer al mundo. Dejemos que el mundo nos perturbe y nos persiga, Él Señor es nuestra paz. Él ya venció al mundo.

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Es necesario repasar lo revelado en Juan 14 al 16: el capítulo 14 habla de la morada mutua; el capítulo 15, del organismo; y el 16 es un capítulo suplementario de los capítulos 14 y 15. En éste capítulo tenemos la obra del Espíritu Santo, la cual produce la mezcla de la divinidad y la humanidad. Vimos anteriormente, en el capítulo 14, que dicha mezcla finalmente llegó a ser la morada mutua. Esta morada es un organismo, el Cuerpo de Cristo, donde Cristo crece en la vida divina para expresar al Padre. Éste es el organismo revelado en el capítulo 15. El capítulo dieciséis nos revela la manera en que se efectúa la mezcla de la divinidad y la humanidad, la cual se realiza mediante la obra del Espíritu Santo. Primero, la obra del Espíritu consiste en convencer a los pecadores a que crean en Cristo y sean trasladados de Adán a Cristo. En segundo lugar, la obra del Espíritu es revelar a Cristo, en quien habita toda la plenitud del Padre, a todos los creyentes que han sido trasladados a fin de que puedan ser edificados con toda la plenitud de la Deidad para expresar al Dios Triuno y glorificar al Hijo con el Padre. Por favor, tenga presente estos puntos: el capítulo 14 habla de la morada mutua; el capítulo 15, del organismo viviente; y el 16, de la obra del Espíritu Santo, la cual consiste en convencer al mundo y edificar a los santos con la plenitud de la Deidad, a fin de que la iglesia pueda glorificar al Hijo con el Padre.

Debo decir una breve palabra adicional acerca del organismo. Ninguna sociedad humana es un organismo. Todas ellas son organizaciones. Únicamente la iglesia apropiada y genuina es un organismo. No hay vida en ninguna de las organizaciones sociales, porque no hay nada orgánico en ellas. No obstante, la iglesia sí es orgánica, pues contiene la vida divina. En el capítulo 15 vemos que la vid es el organismo del Dios Triuno, quien se ha forjado en este organismo y ahora mismo crece dentro de él. La vida, naturaleza, sustancia, esencia, y toda la plenitud del Dios Triuno se han forjado en la vid. Por lo tanto, la vid no es una organización carente de vida; por el contrario, es un organismo lleno de vida, que crece, funciona, expresa al Padre, cumple Su propósito y realiza Su economía. ¡Alabado sea el Señor porque en el universo hay tal organismo viviente! El Padre es la fuente, sustancia, esencia, naturaleza y vida de este organismo; el Hijo es la corporificación y la expresión de este organismo; y el Espíritu es la realidad y lo que hace real a este organismo. Hoy, la iglesia es el Cuerpo de este organismo. El Hijo es la Cabeza del Cuerpo y la raíz de la vid que crece con la vida divina, y que expresa las riquezas divinas para cumplir el propósito eterno de Dios. Éste es el organismo que lleva a cabo la economía divina. ¡Aleluya por este misterio divino!

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y OCHO

LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA

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(1)

En este mensaje llegamos a la profunda oración hecha por el Señor en el capítulo 17 de Juan. Ésta es la oración que completa el mensaje que el Señor dio en los capítulos 14, 15 y 16. Al leer cuidadosamente desde el capítulo 14 al 17, descubrimos que estos capítulos tienen un sabor muy específico en cuanto a su expresión y composición, un sabor que es completamente diferente a los otros capítulos de la Biblia. Aunque indudablemente toda la Biblia es el aliento de Dios, estos capítulos tienen un sabor, un gusto especial, que nadie puede imitar. No solamente es un sabor santo, sino que además es divino. Ningún ser humano puede expresar algo tan divino. El sabor de estos capítulos es especial, impresionante y único, porque es totalmente divino. La persona que los escribió debe de haber sido divina; ningún ser humano pudo haber escrito algo parecido. Ningún hombre podría decir: “Padre, glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Sólo el Hijo de Dios pudo expresar tales palabras. Aunque usted no pueda entender estos capítulos, si está en el espíritu al leerlos, percibirá su sabor divino. Éstas son las palabras divinas, la expresión divina y el fluir divino con el sabor divino. Tengo la plena certeza de que la Biblia es la Palabra de Dios. ¿Quién, aparte de Dios, podría haber escrito estos cuatro capítulos? ¿Podría Juan, un simple pescador de Galilea, expresar tales cosas? ¡Imposible! Si reuniéramos a doscientos doctores en filosofía, ellos no tendrían la sustancia suficiente para producir un escrito con dicho sabor. ¡Cuánto debemos adorar al Señor por estos cuatro capítulos! Debemos adorarlo por el mensaje que dio antes de Su muerte y debemos adorarlo por la oración con que lo concluyó.

Para entender el significado de la oración del Señor, debemos recordar el pensamiento central de Su mensaje dado en los tres capítulos anteriores. Este pensamiento es rico, profundo e insondable. El primer aspecto de este pensamiento central consiste en que el Señor Jesús, el Hijo de Dios, fue enviado por el Padre para que estuviera entre nosotros. Luego, fue transfigurado de la carne al Espíritu para que pudiera entrar en nosotros. En otras palabras, Él fue transfigurado en el Espíritu Santo, y Él entra en nosotros como el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo entra en nosotros, lo hace como el Espíritu de realidad, para hacer que el Señor Jesús sea real para nosotros en todos los aspectos. Al hacer esto, el Señor nos introduce en el Padre e introduce al Padre en nosotros. Ésta es la mezcla de la divinidad y la humanidad, y en esta mezcla está incluida la morada mutua. Nosotros llegamos a ser la morada del Dios Triuno, y Él, a Su vez, llega a ser nuestra morada. Podemos morar en el Dios Triuno, y el Dios Triuno en nosotros. Éste es el pensamiento central del profundo y glorioso mensaje dado por el Señor en estos tres capítulos. Después de darlo, el Señor ofreció una oración para concluirlo.

¿Cuál es el tema, o sea, el pensamiento central, de esta oración? Aunque el tema de esta oración tiene mucho que ver con el pensamiento central del mensaje anterior, sigue

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siendo difícil descubrir cuál es este tema. Yo pasé mucho tiempo en Juan 17 sin tener la menor idea del significado de esta oración. Cuando era joven, escuché que en este capítulo el Señor oró por la unidad. Sin embargo, la unidad o que los creyentes sean uno entre sí, no es el tema de esta oración. La unidad sólo yace en la superficie, pero hay algo más hondo y profundo que se encuentra debajo de esto, y para nosotros no es muy fácil escudriñarlo. Juan 17 es un capítulo muy profundo y difícil de sondear. ¡Cuánto agradecemos al Señor que poco a poco Él nos ha mostrado el verdadero significado, el pensamiento central, de Su oración en este capítulo.

I. EL HIJO HA DE SER GLORIFICADOPARA QUE EL PADRE SEA GLORIFICADO

La glorificación es el concepto básico de la oración del Señor en Juan 17. En el versículo 1 el Señor dijo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Éste es el tema, el pensamiento central, de esta oración. Si vemos los puntos principales de los tres capítulos anteriores, lograremos entender lo que significa que el Hijo sea glorificado para que el Padre pueda ser también glorificado. El Padre ha de glorificar al Hijo para que el Hijo glorifique al Padre. Hay una mutua glorificación entre el Hijo y el Padre. Si el Padre glorifica al Hijo, entonces el Hijo glorificará al Padre.

Tal como la oración que se hace al concluir un mensaje transmite el punto principal de dicho mensaje, la oración del Señor abarca el punto central del mensaje que Él dio en los tres capítulos precedentes. Tengan esto presente para que les ayude a entender esta oración. El punto principal del mensaje del Señor en los capítulos 14, 15 y 16 de Juan, consistió en que el Hijo debía ser glorificado para que el Padre pudiera ser glorificado en el Hijo. ¿En qué forma el Padre es glorificado en el Hijo? Por medio del organismo de la vid. Ya vimos que éste tiene como fin la propagación y extensión de la vida, es decir, la multiplicación y reproducción de la vida, y también la expresión del Dios Triuno. Cuando el Dios Triuno es propagado, multiplicado y expresado a través de este organismo, el Hijo es glorificado, y en esta glorificación, el Padre es glorificado también. De manera que el Señor oró para que el Hijo fuera glorificado a fin de que el Padre también pudiera ser glorificado.

El propósito eterno de Dios, Su propósito final, es manifestarse y expresarse a Sí mismo. Hemos hecho notar en varias ocasiones que la glorificación simplemente significa la manifestación. Ser glorificado es ser manifestado y expresado. Por ejemplo, la electricidad que no se manifiesta, permanece oculta. Antes de que una lámpara se encienda, la electricidad está escondida dentro de la lámpara. Cuando encendemos la lámpara, la electricidad se manifiesta y se expresa. De igual forma, Dios quiere

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manifestarse y expresarse. Así como la electricidad es glorificada cuando es manifestada, así también Dios es glorificado cuando es manifestado.

En la creación, Dios creó al hombre a Su propia imagen (Gn. 1:26). La imagen denota cierta clase de expresión. Sin una imagen, Dios no podría ser expresado. Por lo tanto, la imagen es la expresión misma de Dios. Dios al crear al hombre a Su propia imagen, quería ser expresado. El Señor Jesús es Dios, quien se encarnó como hombre con el fin de dar a conocer al Dios invisible. Juan 1:18 dice que a Dios nadie le vio jamás, pero que el Hijo lo ha dado a conocer. A Dios nadie lo ha visto pues es invisible. Nadie jamás ha visto a Dios, excepto Su Hijo. Ahora, por medio de Su encarnación, el Hijo lo ha dado a conocer. Dar a conocer a Dios significa expresarle. El Señor Jesús es la imagen misma del Dios invisible (Col. 1:15); esto significa que Él es la expresión del Dios invisible.

El mejor ejemplo de la glorificación es el florecimiento de la flor. Por ejemplo, una semilla de clavel es sembrada en la tierra. Después de brotar, florece. Este florecimiento es la glorificación de la semilla de clavel. Ésta contiene el elemento y la forma de la vida del clavel. El estilo, color y belleza de la flor se encuentran en la pequeña semilla de clavel, pero nadie puede verlos hasta que la semilla brote de la tierra y florezca. La flor es la gloria de la semilla. El florecimiento es la glorificación de la semilla, porque al pasar por el proceso de florecimiento la semilla es glorificada y expresada.

Cuando Jesucristo vino en la carne, Él era como esa pequeña semilla de clavel. En Él, es decir, en Su forma humana, Su cáscara humana, estaba toda la belleza y forma de la vida divina. Todos los aspectos bellos de la vida divina se encontraban escondidos en ese pequeño nazareno. Un día, Él fue sembrado en tierra. Después de morir, germinó y floreció en Su resurrección. En Su resurrección, la belleza, la forma, el estilo, el color y las riquezas de Su vida fueron liberadas y expresadas. Esto fue la glorificación del Hijo. Puesto que todo lo que el Padre es, está corporificado en el Hijo, cuando el Hijo es glorificado, el Padre también es glorificado en la glorificación del Hijo.

Después de que el Señor se encarnó, expresó a Dios hasta cierto grado; sin embargo, la gloria de Dios, la gloria de todos Sus atributos, permanecía escondida en Su carne. La gloria de toda la plenitud de Dios estaba cubierta y revestida por Su carne. De manera que el Señor dijo a Sus discípulos que Él tenía que morir y ser resucitado. La palabra morir no es una palabra agradable para nosotros. Sin embargo, para una semilla no es malo caer en la tierra y morir. Es bueno porque la gloria y la belleza de la flor que se encuentran dentro de la semilla, se liberan cuando ésta muere. La belleza colorida y la riqueza de la gloria son liberadas mediante la muerte y la resurrección. Ésta es la glorificación. Después de que el Señor les comunicó a Sus discípulos Su muerte inminente y Su resurrección, Él ofreció una oración al Padre, pidiendo que el Padre

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glorificara al Hijo, a fin de que toda la gloria escondida en Él pudiera ser manifestada por medio de Su muerte y resurrección. Glorificar al Hijo significa manifestar toda la gloria escondida en Su carne, y mediante la muerte y resurrección liberar toda la gloria divina oculta en la carne del Hijo.

Ya vimos que el tema de la oración que el Señor hace en Juan 17 es la glorificación. Él era Dios encarnado, y Su carne era un tabernáculo en el cual Dios podía morar en la tierra (1:14). Su elemento divino estaba encerrado en Su humanidad, de la misma manera que la gloria shekinah de Dios estaba encerrada en el tabernáculo. Una vez, en el monte de la transfiguración, Su elemento divino se liberó del interior de Su carne y fue expresado en gloria, lo cual fue visto por tres de Sus discípulos (Mt. 17:1-4; Jn. 1:14). Pero luego se escondió de nuevo en Su carne. Antes de esta oración, Él predijo que sería glorificado y que el Padre sería glorificado en esto (12:23; 13:31-32). Luego dijo, que tenía que pasar por la muerte para que la cáscara de Su humanidad fuera quebrantada y así, Su elemento divino, Su vida divina, pudiera ser liberada. Además, Él necesitaba resucitar para elevar Su humanidad introduciéndola en el elemento divino y para que Su elemento divino fuera expresado a fin de que todo Su ser, lo divino y lo humano, fuera glorificado. De este modo, el Padre sería glorificado en Él. Por todo esto Él oró en Juan 17.

El Señor oró por la glorificación del Dios Triuno. El cumplimiento de esta oración, es decir, la respuesta a ella, se efectúa en tres etapas. La primera etapa fue la resurrección del Señor. En Su resurrección toda la belleza de la vida, la esencia de la vida, el color de la vida, la forma de la vida y todos los aspectos de la vida divina del Dios Triuno fueron liberados. En Su resurrección, Su vida divina fue liberada del interior de Su humanidad e impartida en Sus muchos creyentes (12:23-24), y todo Su ser, incluyendo Su humanidad, fue introducido en la gloria (Lc. 24:26), y en ella el elemento divino del Padre fue expresado. Dios primeramente contestó y cumplió esta oración en la resurrección del Señor (Hch. 3:13-15).

En segundo lugar, esta oración se ha cumplido en la iglesia, en el sentido de que al ser expresada Su vida de resurrección por medio de Sus muchos miembros, Él es glorificado en ellos, y el Padre es glorificado en Él por medio de la iglesia (Ef. 3:21; 1 Ti. 3:15-16). Cuando vemos a la iglesia en Hechos en el día de Pentecostés, podemos ver allí la belleza, la forma y las riquezas de la vida divina. La resurrección del Señor no constituyó el pleno cumplimiento de Su oración, sino sólo el primer paso de la misma; el siguiente paso es la iglesia. La era de la iglesia comprende desde el día de la resurrección hasta la segunda venida del Señor. Durante este tiempo el Señor se ha estado glorificando a Sí mismo en los creyentes. A través de todas las generaciones el Hijo de Dios ha sido y sigue siendo glorificado. ¿Qué estamos haciendo hoy en día? Si nos estamos reuniendo

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para exhibir a Cristo, esto significa que lo estamos glorificando y manifestando. Si estamos dando testimonio de Él, esto significa que estamos manifestando a Cristo. El testimonio del Señor constituye la manifestación y glorificación del Señor por medio denosotros. Si deseamos ser un testimonio del Señor Jesús en nuestro trabajo, en nuestra escuela y en muchos otros lugares, esto significa que queremos que el Señor Jesús sea manifestado por medio de nosotros. Esto es la glorificación del Señor. Cuando el Señor es manifestado y glorificado por medio de nosotros, el Padre, a Su vez, es glorificado en el Señor. Así que, hoy la oración del Señor sigue siendo cumplida por medio de la iglesia.

En la iglesia podemos ver la belleza y las riquezas de la vida divina. Pero a veces también podemos hallar en la iglesia la fea expresión humana. Por un lado, la iglesia contiene la vida divina; por otro, aún permanece la vida humana natural. En la iglesia la vida divina es expresada, pero a veces, la vida humana y natural se expresa también. Cuando se expresa la vida divina, vemos la belleza y la gloria. Pero es una vergüenza y una desgracia cuando la vida humana natural es expresada.

No vea usted el lado oscuro de la iglesia. No busque el bote de basura; venga a la sala y vea toda la belleza que hay aquí. En todas las casas hay por lo menos un lugar donde se pone la basura. De igual manera en cada iglesia local hay un lugar para la basura. Tal lugar es desagradable y mal oliente. No trate de encontrarlo. Por el contrario, prefiera la sala de cada iglesia local. Siempre que visite una iglesia local debe olvidarse del rincón donde se pone la basura. No vaya allí a buscar la basura, sino a visitar a la iglesia. Por lo tanto, debe estar en la sala, disfrutando la belleza de la vida divina expresada en esa iglesia en particular. No importa cuán débil sea una iglesia local, habrá en ella al menos un poco de la belleza de la vida divina. Debemos ver la belleza de la vida de iglesia, porque la vida de iglesia es la segunda etapa de la glorificación del Dios Triuno.

Algunos hermanos y hermanas no hacen otra cosa que buscar el bote de basura de la iglesia local. A algunos no sólo les gusta buscar la basura, sino que también les agrada exponerla. Ellos nunca quieren ver la belleza de la vida divina en su localidad. Siempre notan la basura. Éstos descubren donde está la basura para exponerla y exhibirla. A ellos les gusta crear un espectáculo para exhibir toda la basura en su iglesia local. Cada vez que hacen esto se hallan en tinieblas. A veces, los colaboradores jóvenes vienen a mí buscando consejo antes de ir a visitar otra iglesia local, y siempre les digo: “Cuando vayan a esa iglesia, hagan lo posible por descubrir sus aspectos positivos. Olvídense de los puntos malos que puedan ver. Ni siquiera los miren; permanezcan alejados de ellos. No dejen que les impresione la basura que encuentren en la iglesia que visitan”. Aun en su iglesia local no debe usted tratar de descubrir la basura. Si hace esto, usted será el primero en sufrir. Al primero que dañará la basura es a usted. Me gusta ir al comedor de las iglesias locales. En cada hogar, lo mejor que se puede hallar allí siempre se pone en

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la mesa del comedor. Sólo vaya, siéntese a la mesa, disfrute lo que hay allí y diga: “¡Alabado sea el Señor, aleluya!”. Después de quedar satisfecho, despídase y váyase. No me gusta enterarme de nada malo o negativo. Sólo tengo ojos para ver lo glorioso. Debemos creer que cada iglesia local, siempre y cuando sea una iglesia adecuada, tiene cierta cantidad de la belleza de la vida divina.

¿Cuál es la tercera etapa del cumplimiento de la oración del Señor en Juan 17? Es la Nueva Jerusalén. Esta oración se cumplirá finalmente en la Nueva Jerusalén. El Hijo será plenamente expresado en gloria, y Dios será glorificado en Él por medio de la ciudad santa por toda la eternidad (Ap. 21:11, 23-24). Miremos el cuadro de la Nueva Jerusalén: es un vaso que expresa a Cristo a fin de que Dios sea expresado a través de Cristo. La Nueva Jerusalén es la glorificación del Hijo, y por eso el Padre puede ser glorificado por medio del Hijo.

Tal vez usted no entienda por completo el cuadro que describe la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21 y 22 revelan claramente que Dios es la luz, y que Cristo, el Cordero, es la lámpara. La luz está en la lámpara, y ésta es el centro de la ciudad, alrededor de la cual hay un muro transparente. Dios es descrito como la luz que resplandece a través de la lámpara, que es el Hijo de Dios. El Hijo de Dios será glorificado a través del muro transparente de la ciudad. La ciudad está compuesta de todos los redimidos, tiene los nombres de las doce tribus de Israel y los nombres de los doce apóstoles. Las doce tribus representan a todos los santos del Antiguo Testamento, y los doce apóstoles, a todos los santos del Nuevo Testamento. La Nueva Jerusalén se compone de todos los redimidos quienes son completamente transparentes y quienes son juntamente edificados. Ellos tienen a Cristo, el centro, como la lámpara en la que brilla Dios, la luz. Cuando la lámpara es manifestada y glorificada a través del muro de la ciudad, la luz de la lámpara es también glorificada.

La Nueva Jerusalén es un cuadro completo que muestra la manera en que el Hijo de Dios es glorificado en esa ciudad, y cómo el Padre es glorificado en la glorificación del Hijo. Muchas veces, algunos queridos santos me han dicho: “Hermano, no se puede imaginar cuán débil y pobre es la iglesia en mi localidad”. Pero a mí no me gusta oír eso, porque es una mentira. Es posible que la iglesia sea débil hoy, pero después de algún tiempo esa situación cambiará. Quizás usted no tiene la fe para afirmar esto con respecto a su iglesia local. Tal vez usted diga: “No, la iglesia en mi localidad nunca será mejor”. No use la palabra “nunca”, porque al menos en la Nueva Jerusalén su iglesia será muy buena, pues cada parte de la Nueva Jerusalén será resplandeciente y gloriosa.

En 1941, durante una reunión de oración de la iglesia en Shanghái, una hermana responsable ofreció una larga oración. En aquella oración ella dijo gimiendo: “Oh,

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Señor, ten misericordia de nosotros. La iglesia aquí es tan débil”. Inmediatamente después de eso el hermano Nee ofreció una oración en la que dijo: “Alabado sea el Señor porque la iglesia no es débil; la iglesia es gloriosa”. Su oración sacudió a todos. Allí parecía haber una batalla entre esas dos oraciones. ¿Cuál oración era correcta? Cuando finalmente estemos en la Nueva Jerusalén, veremos que la oración del hermano Nee era la correcta. La iglesia es totalmente gloriosa. No ayude a Satanás, el mentiroso, a esparcir sus mentiras; no crea tales mentiras. La iglesia es gloriosa. Si no parece serlo hoy, será gloriosa mañana, el próximo año o en la próxima era. En la eternidad, ciertamente toda la iglesia será gloriosa.

Ya vimos que esta oración tiene un triple cumplimiento. La primera etapa del cumplimiento fue la resurrección del Señor Jesús. El Señor Jesús, por medio de Su resurrección, fue manifestado y glorificado y, por esta glorificación, el Padre también fue glorificado. El segundo paso de su cumplimiento es en la iglesia. Desde el día de Pentecostés hasta la segunda venida del Señor, el Espíritu Santo ha estado manifestando, y seguirá manifestando, a Cristo por medio de los creyentes. En otras palabras, el Espíritu Santo glorifica a Cristo por medio de la iglesia. Cuando Cristo es glorificado, el Padre también es glorificado en el Hijo. La última etapa del cumplimiento de esta oración ocurrirá cuando llegue la plenitud de los tiempos. En ese momento, cuando todos los redimidos del Antiguo y del Nuevo Testamento serán juntamente hechos una composición que será la expresión completa del Dios Triuno. En esta plena expresión, Cristo será la lámpara y Dios será la luz. Cristo será manifestado y glorificado mediante la Nueva Jerusalén, y Dios el Padre será manifestado y glorificado en el Hijo, y también por medio de la Nueva Jerusalén. Esto será el total cumplimiento de la palabra del Señor: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”.

A. El Hijo ha de ser glorificado

El Hijo ha de ser glorificado junto con el Padre (vs. 1, 5). En el versículo 5 el Señor dijo: “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú junto contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. La palabra con es usada tres veces en este versículo. En las palabras junto contigo, contigo y con, se encuentra la misma palabra griega. El sentido de esta palabra es “junto con”. Esto significa que el Hijo y el Padre son exactamente iguales en cuanto a la glorificación. El Hijo es glorificado junto con el Padre y tiene la misma gloria que el Padre. Esta palabra confirma lo que el versículo 1 afirma con respecto a la Deidad de la Persona del Señor, o sea, que Él tenía la gloria divina junto con el Padre antes que el mundo fuese, es decir, en la eternidad pasada, de modo que ahora Él debe ser glorificado junto con el Padre con aquella gloria. El Señor participa en la gloria divina, no separadamente, sino junto con el Padre, porque Él y el Padre son uno

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(10:30). El Señor, al orar de esta manera, reveló Su Persona, Su Deidad, y demuestra que Él es igual al Padre en la gloria divina.

B. Para que el Padresea glorificado

1. En la glorificación del Hijo

El Padre es glorificado en la glorificación del Hijo. El Padre nunca podría ser glorificado aparte del Hijo, porque el Padre ha confiado todo lo que Él es y tiene al Hijo. El Padre está corporificado en el Hijo, así que no puede ser glorificado de forma independiente, sino únicamente en la glorificación del Hijo. Hemos visto que el Señor fue glorificado en Su resurrección. En tanto que el Señor sea expresado y glorificado, el Padre también será expresado y glorificado. Ya que el Señor es uno con el Padre, y el Padre está en el Señor, la expresión de la gloria y la belleza del Señor manifiesta la gloria y la belleza de Dios el Padre. Debido a que ambos son uno, el Padre es glorificado en la glorificación del Hijo. Ya que el Padre está en el Hijo, el Señor declaró: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”.

2. Por medio de los creyentes del Hijo

El Padre es glorificado también por medio de los creyentes del Hijo. El Padre es la fuente, la esencia, el origen y todo para la vid, pero ésta no puede ser expresada ni glorificada sin los pámpanos. El Padre es glorificado en la glorificación del Hijo, y la glorificación del Hijo se lleva a cabo por medio de Sus pámpanos.

C. El Hijo, Su Persona

En los versículos 1 y 5 vemos que la divinidad y la deidad del Hijo son iguales a las del Padre. El Hijo es divino, al igual que el Padre. La Deidad del Padre es la Deidad del Hijo. La Deidad del Hijo es igual a la Deidad del Padre. Las palabras: “Glorifícame Tú junto contigo” quieren decir que la gloria del Hijo es la gloria del Padre. Por ejemplo, decir que nos sirvan comida a mi amigo y a mí es lo mismo que decir que le sirvan comida ami amigo, y que me sirvan comida a mí. Mi amigo tiene el mismo rango que yo. Del mismo modo, el Hijo tiene el mismo rango que el Padre. El Hijo es glorificado juntamente con el Padre, con la gloria que el Padre le dio antes de la fundación del mundo. Así que, el Hijo tiene exactamente el mismo rango que el Padre. En otras palabras, la Persona del Señor puede ser ubicada en el mismo rango que la del Padre. La glorificación del Hijo tendrá exactamente el mismo rango que la glorificación del Padre. Por lo tanto, Su Persona es igual a la del Padre.

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D. La obra del Hijo

El versículo 2 dice: “Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Esto se refiere a la obra del Señor. El Hijo tiene la autoridad del Padre sobre toda la humanidad para dar vida eterna, no a toda la humanidad, sino a aquellos que el Padre le ha dado, a los escogidos del Padre. El Padre le ha dado autoridad al Hijo sobre toda carne, sobre toda la humanidad. Toda la humanidad se encuentra bajo la autoridad del Hijo, porque el Padre le ha confiado tal autoridad. El Señor tiene autoridad para regir toda la humanidad. ¿Para qué tiene Él tal autoridad? Para dar vida eterna a todo aquel que el Padre le haya dado. Si leemos cuidadosamente este versículo, veremos que el Señor tiene autoridad para regir sobre toda la humanidad a fin de dar vida eterna a aquella parte de la humanidad que el Padre ha escogido y que le ha dado. El Señor creó al hombre, ejerció Su autoridad sobre él y redimió a algunos de ellos con el propósito de darles vida eterna. En otras palabras, el Señor primero debe crear, luego regir sobre aquellos escogidos que creó, redimirlos y, finalmente, darles vida. Por lo tanto, la obra del Señor consiste en crear, gobernar, redimir e impartir vida. El Señor tiene el mismo rango que el Padre; Él es el que crea, gobierna, redime y da vida eterna. No piense que usted ha recibido vida eterna por casualidad. No; no ha sido algo fortuito, pues de entre los billones de seres humanos, Dios el Padre le amó a usted, lo eligió y lo marcó. Hay una marca divina en nosotros.

El Padre no solamente nos marcó, sino que nos puso en las manos de Su Hijo. No se considere a sí mismo como un pobre y lastimoso pecador. Aunque en cierto sentido sí lo es, en otro sentido, usted es un elegido en las manos del Hijo. Debe decir: “Alabado sea el Dios Triuno porque soy un valioso don que el Padre ha dado al Hijo. Para el Señor soy querido, valioso, bueno, elevado y precioso. Somos un don, no un bote de basura. El Padre no le daría basura a Su Hijo. Como uno que ha sido dado al amado Hijo de Dios, para Él yo soy querido valioso, dulce y precioso”. Si usted comprende esto, cambiará completamente su visión, actitud y concepto, no sólo en cuanto a sí mismo, sino también a los demás santos. ¿Cree usted que todos los queridos hermanos y hermanas son dones dados al Hijo? ¿No cree que son dones aun aquellos que no le agradan a usted? Si ve esto, ciertamente amará a todos los santos, porque cada uno de ellos es un don elegido por el Padre y dado al Hijo. El Padre nos seleccionó de entre billones de seres humanos. Todos somos los elegidos, lo mejor que hay en la tienda universal de regalos. Todos nosotros fuimos seleccionados y entregados al amado Hijo de Dios.

El Padre dio al Hijo la autoridad, no sólo para reinar sobre la humanidad, sino también para preservarla. Dios el Hijo ejerció esta autoridad cuidando de la humanidad a fin de que nosotros llegásemos a existir. Individuos como Hitler han masacrado muchísimas vidas, pero Dios el Hijo parece decir: “Hitler, usted se va al infierno. Yo tengo que

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preservar a la humanidad. Todos aquellos dones queridos que el Padre me ha dado, tienen que nacer. Estoy buscando estos regalos”. Alabado sea el Señor porque todos nosotros somos esos queridos regalos que el Padre dio al Hijo.

E. La vida eterna

En el versículo 3 el Señor dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo”. ¿Qué es la vida eterna? Cuando yo era joven, me enseñaron que la vida eterna sólo era una bendición para el futuro. Pero ahora sé que la vida eterna es la vida divina con la función especial de conocer a Dios y a Cristo (cfr. Mt. 11:27). Cada tipo de vida tiene su función: la de la vida de un perro es ladrar, la de la vida de un ave es volar, la de la vida de un gato es cazar ratones y la de la vida de una gallina es poner huevos. Pero la función de la vida divina es conocer a Dios. Dios y Cristo son divinos. Para conocer a la Persona divina necesitamos la vida divina. Puesto que los creyentes nacen en la vida divina, ellos pueden conocer a Dios y a Cristo (He. 8:11; Fil. 3:10). Hebreos 8:11 dice que no es necesario enseñar a los santos neotestamentarios a conocer a Dios. ¿Por qué no es necesario enseñarles esto? Porque todo creyente neotestamentario conoce a Dios. Los creyentes de la era del Nuevo Testamento tienen la vida divina, y ésta es la vida que conoce a Dios. No necesitamos enseñarle a un perro a ladrar, porque la vida del perro tiene la función de ladrar. De la misma manera, ya que tenemos la vida divina, no necesitamos que nos enseñen a conocer a Dios, porque la función de la vida divina es conocer a Dios y a Cristo. ¡Oh, que podamos conocer a Cristo! Todos podemos conocerlo porque tenemos la vida divina cuya función es conocer a Dios y a Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA

(2)

En el mensaje anterior abarcamos el tema, el pensamiento central, de la oración que el Señor hace en Juan 17. Ahora llegamos a la segunda parte de esa oración. La primera parte, del versículo 1 al 5, nos revela el tema de la oración; y la segunda parte, de los versículos del 6 al 24, trata de la unidad. El propósito de la unidad es glorificar al Hijo a fin de que Él glorifique al Padre. En la unidad están incluidos todos los discípulos, todos aquellos a quienes Dios ha elegido y ha dado al Señor Jesús, todos aquellos a quienes el Señor ha dado vida eterna.

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II. LOS CREYENTES SON EDIFICADOS EN UNIDAD

Para que exista la unidad se requiere que haya edificación. Sin edificación no hay unidad. No piensen que materiales apilados es una unidad. No, esa no es la unidad. Consideren una casa; en ella sí existe una verdadera unidad entre los materiales, y esa unidad constituye la edificación. Cada uno de los materiales ha sido debidamente integrado, y eso precisamente es la unidad. La unidad a la que muchos cristianos se refieren hoy en día es similar a un amontonamiento de materiales. Aún más, en algunas ocasiones el concepto que tienen de la unidad ni siquiera es el conjunto de materiales, sino de un hermano que está lejos de otro y le dice: “Somos uno”. El hermano Nee dice que esta clase de unidad es como darse las manos por encima de una cerca. Y la unidad de hoy en día frecuentemente no es ni siquiera darse las manos por encima de la cerca, sino una súplica de lejos que hace el uno al otro. Un hermano de la costa oriental puede pedirle a uno de la costa occidental que sea uno con él, diciéndole: “Querido hermano, yo soy uno contigo”. El otro le responde: “Yo también soy uno contigo”. Sin embargo, en su corazón se dicen: “Si no mantenemos una distancia segura entre nosotros, inevitablemente nos ofenderemos mutuamente”.

Si tal fuera la verdadera unidad, ¿dónde estaría el Cuerpo? En realidad lo que sucede entre ellos es que el hombro le tiene miedo al cuello y procura mantener una buena distancia entre ellos. El ojo también se cuida de la nariz, diciendo: “Hermana nariz, tú eres muy fuerte; no me atrevo a estar muy cerca de ti. Voy a ser cortés y amable contigo, pero me mantendré a una distancia prudente de ti”. Los obreros cristianos en su mayoría no están dispuestos a ser uno con los demás. Tal situación no es unidad. La unidad genuina es la edificación. Miren la unidad que tenemos en nuestro cuerpo físico. Esta unidad es un ejemplo de edificación. Es preciso ver que hoy el Señor necesita esta edificación. Hace dos mil años el Señor dijo: “Vengo pronto” (Ap. 22:20). Ya pasaron dos mil años, y Él aún no regresa. ¿Por qué? Porque sería una deshonra para Él venir sin que haya una edificación verdadera. Es necesario que un pequeño remanente responda al deseo del corazón del Señor y esté dispuesto a perder su identidad a fin de ser edificados como una sola entidad. Esto avergonzará al enemigo, Satanás, quien aborreceesta edificación. Así que, en Juan 17, el Señor oró por esto.

En los versículos del 6 al 24 el Señor oró pidiendo que los creyentes fueran edificados y sean uno. Esta unidad se produce en tres etapas: en el nombre del Padre por medio de la vida eterna (vs. 6-13), en el Dios Triuno mediante la santificación realizada por la palabra santa (vs. 14-21) y en la gloria divina con miras a la expresión del Dios Triuno (vs. 22-24).

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A. En el nombre del Padre por la vida eterna

La verdadera unidad, que es la edificación de los creyentes, se lleva a cabo en el nombre del Padre y por la vida eterna, la cual es la realidad del nombre del Padre. El nombre del Padre, a su vez, es el Padre mismo, y la realidad del Padre es la vida divina. Esto se aplica aun en el caso de nuestros padres naturales, porque la realidad de nuestro padre natural es su propia vida. Si nuestro padre natural no hubiera tenido vida que impartirnos, no habría podido ser nuestro padre. Mi padre es mi padre porque tiene la vida que me impartió, la cual es la realidad de su paternidad. La palabra Padre no debe ser simplemente un título, sino una realidad. La vida divina, la vida eterna, es la realidad del título Padre.

1. El Padre

a. La fuente de la vida

El Padre es la fuente de la vida, lo cual está implícito en lo dicho por el Señor en Juan 5:26: “El Padre tiene vida en Sí mismo”. En todas las Escrituras, especialmente en el Evangelio de Juan, cuando se habla del Padre se habla de la fuente de la vida. Incluso en una familia humana, la vida de la familia procede del padre. Así como el padre es la fuente y el origen mismo de la familia, de la misma manera el nombre del Padre revela que Él es la fuente de la vida.

b. Para propagar y multiplicar la vida

La función del Padre, la fuente de la vida, es propagar y multiplicar la vida. El padre de familia, quien es el origen de la vida de la familia, es quien propaga la vida. Aunque un hombre sea muy joven, al llegar a ser padre, una fuente de vida, efectúa esta propagación. Inicialmente este hombre quizá haya estado solo, pero llega a tener, por ejemplo, cuatro hijos pequeños. Después de casarse, la vida que tiene el hombre, la cual le da la facultad para ser la fuente de la familia, empieza a propagarse. A medida que la propagación de la vida se extiende, también se multiplica la vida. La vida del Padre tiene como objetivo la propagación y la multiplicación.

c. El Padre engendra muchos hijos, quienes lo expresan

El Padre, quien es la fuente de la vida y quien desea la propagación y la multiplicación de la vida, engendra muchos hijos que le expresan (1:12-13). Por lo tanto, tenemos una propagación, multiplicación y expresión. Ya vimos que esta oración final es la confirmación del mensaje que el Señor dio en los capítulos del 14 al 16, donde vimos que la propagación de la vida y la multiplicación de la vida sirven para expresar al Dios

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Triuno. Ahora, aquí tenemos los mismos puntos en esta oración final: el Padre se propaga y produce muchos hijos que son Su expresión.

d. El nombre Padre está relacionado con la vida divina

El nombre del Padre está muy relacionado con la vida divina. Sin tener la vida divina, Dios no habría podido ser el Padre. ¿Cómo puede un hombre llegar a ser padre? Solamente por su vida. Si uno no tiene vida, no puede llegar a ser padre. El padre es uno que produce, pero no lo hace fabricando en serie, sino que lo hace engendrando; un padre es aquel que engendra vida. Sin esta vida, el hombre no tiene la realidad de la paternidad. Si tenemos presente que el Padre tiene la vida divina para engendrar, propagar, multiplicarse y producir muchos hijos, podremos entender mucho mejor el Evangelio de Juan. Si un hombre es incapaz de procrear, nunca será padre. Lo que lo capacita para ser padre es la facultad de engendrar hijos. Cuantos más hijos tenga, mayor será su paternidad. Supongamos que un hombre pudiera procrear cien hijos. Sin duda, sería el mayor padre de la tierra, porque poseería una vida muy rica en lo que concierne a engendrar. Miremos cuántos hijos tiene nuestro Padre celestial. No son cientos ni miles, sino millones de hijos. ¡Qué gran Padre tenemos! ¡Cuánta propagación de vida tiene Él!

Siempre que lo llamemos: “Padre”, debemos entender que dicho título se hace realidad en virtud de Su vida divina, sin la cual el nombre del Padre no sería nada más que una palabra hueca y carente de realidad. Ya que la realidad del título Padre es la vida divina, al decir que somos uno en el nombre del Padre, afirmamos que somos uno en la vida divina.

2. El nombre del Padre

a. Los nombres Dios y Jehováson revelados adecuadamente en el Antiguo Testamento

En el versículo 6 el Señor le dijo al Padre: “He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste”. El nombre al que aquí se alude es el nombre del Padre. Los nombres Dios y Jehová fueron revelados adecuadamente al hombre en el Antiguo Testamento, mas no el nombre Padre. En los tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios conoció a Dios principalmente como Elohim, esto es, Dios, y Jehová, o sea, el que existe para siempre; pero no lo conoció mucho con el título de Padre. Dios es Su nombre cuando se relaciona con la creación, y Jehová cuando se relaciona con el hombre. El primer capítulo de Génesis revela el nombre Dios, pero no menciona el nombre Jehová. En el segundo capítulo de Génesis, cuando estaba a punto de establecer una relación con el hombre, Dios revela Su nombre Jehová.

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b. El título Padre se mencionamuy poco en el Antiguo Testamento

Los nombres Dios y Jehová son plenamente revelados en el Antiguo Testamento, lo cual no sucede con el nombre del Padre, que sólo se menciona brevemente en Isaías 9:6, 63:16 y 64:8. ¿Qué muestra la revelación del nombre Padre? El nombre denota la relación de vida. Cuando digo: “Mi Padre”, me refiero a que tengo Su vida y a que nací de Él. El Antiguo Testamento no revela que Dios es un Padre que engendra y regenera a innumerables personas. Es en el Nuevo Testamento donde el Señor revela a Dios como el Padre que regenera a muchos hijos. Él es la fuente de la vida; por lo tanto, Él es el Padre. Su intención es producir muchos hijos, regenerándolos con Su vida. Dios es el Padre y engendra a muchas personas con Su vida, haciéndolas Sus hijos. En el Evangelio de Mateo el Señor les enseñó a Sus discípulos a llamar a Dios: “Padre” cuando dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt. 6:9). Cuando llamamos a Dios: “Padre nuestro”, debemos comprender que Él es en verdad nuestro Padre. No es nuestro suegro, y nosotros no somos Sus hijos adoptivos. Él es nuestro Padre en vida, nuestro Padre legítimo. Lo llamamos Padre porque nacimos de Él y tenemos Su vida.

¡Cuán dulce es llamar a Dios, Padre nuestro! Tanto Romanos 8:15 como Gálatas 4:6 hablan de clamar: “Abba, Padre”. En todo el mundo los niños pequeños repiten una misma sílaba dos veces para llamar a sus padres: “papá o mamá”. Decir sólo pá o má no se oye tan íntimo. En cualquier raza los niños llaman a sus padres, papa, baba o algo similar. Si yo no hubiera nacido de mi padre, y de todos modos tuviera que llamarlo papá, sería bastante incómodo. Me sentiría cohibido si tuviera que llamar papá a mi suegro. Eso no sería muy agradable.

En cierta ocasión un recién convertido se acercó al hermano Nee y le preguntó por qué Romanos 8:15 y 16 dice que clamar “Abba, Padre” da testimonio de que somos hijos de Dios. El hermano Nee le preguntó si él era casado, a lo cual respondió que sí. Entonces el hermano Nee le dijo: “Cuando usted visitó a sus suegros después de casarse, ¿cómo llamó a su suegro?”. Él contestó: “Tuve que hacer un esfuerzo para llamarlo papá”. El hermano Nee añadió: “Cuando usted llama papá a su padre, ¿le cuesta trabajo hacerlo?”. El hermano contestó: “Claro que no; cuando me dirijo así a mi padre, es muy agradable”. El hermano Nee le preguntó por qué se le hacía difícil llamar papá a su suegro, y él respondió: “Porque él no es mi padre”. El hermano Nee dijo: “Correcto. Él no es su verdadero padre; por eso, le cuesta tanto llamarlo papá. Dios es su Padre, su Padre en vida; Dios no es su suegro”. Debido a que Dios es nuestro Padre en vida, es tan agradable clamar “Abba, Padre”. Cuando usted siente ese gusto, sabe que es Su hijo y que verdaderamente Él es Su Padre en vida.

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c. El Hijo vino y obró en el nombre del Padre

Cristo vino como Hijo de Dios y en el nombre del Padre (5:43). También trabajó en el nombre del Padre (10:25). “En el nombre del Padre” significa en la realidad del Padre. Puesto que el Hijo es uno con el Padre (10:30), Él vino y obró en el nombre, es decir, en la realidad, del Padre.

d. El Hijo manifiesta el Padre a Sus discípulos

Ya que el Hijo es uno con el Padre, cuando estaba con los creyentes les manifestó lo que el Padre era. Cuando ellos veían al Señor, veían al Padre (14:9). El Padre era expresado en Él.

e. El Hijo da a conocer el nombredel Padre a los creyentes

En Juan 17:26 el Señor dijo: “Y les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer aún”. ¿De qué manera dio el Hijo a conocer el nombre del Padre a los creyentes? No fue por medio de enseñanzas, sino impartiendo Su vida en ellos. El mejor medio por el que un niño conoce a su padre, es la vida misma de su padre que le fue impartida. Es mucho más difícil para un hijo adoptivo conocer a su padre, que para uno que es engendrado con la vida de su padre. Nosotros tenemos la vida del Padre. Debido a que somos iguales al Padre en vida y en naturaleza, nos es fácil conocerle. Ya que el Señor Jesús es el Hijo del Padre, vino a impartirnos Su vida, y puesto que la hemos recibido, espontáneamente esa misma vida, no las enseñanzas, nos da a conocer al Padre. Conocemos al Padre por medio de la vida.

3. La palabra del Padre y las palabras del Padre

El versículo 6 dice: “Han guardado Tu palabra”, y el versículo 8 dice: “Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron”. En el griego, estos versículos muestran que las palabras del Padre pueden ser de dos clases: lógos, la palabra eterna (v. 6), o réma, las palabras específicas dadas en un momento particular (v. 8). Tanto lógos como réma los usa el Señor para impartirles vida eterna a los creyentes. El lógos,la palabra constante, nunca cambia, pues es la palabra escrita en la Biblia. Pero cuando uno lee el lógos, el Espíritu usa algún enunciado, alguna cláusula o incluso una sola palabra para inspirarlo, y esa palabra llegará a ser la palabra específica para uno. Tomemos el ejemplo de Juan 3:16, que emplea el lógos, la palabra escrita. Un día, mientras uno lee este versículo, la palabra escrita se convierte en una palabra específica para el momento. Repentinamente las palabras de tal manera amó Dios al mundo

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resaltan, y uno dice: “¡De tal manera me amó Dios a mí!”. Así la palabra inmutable llega a ser la palabra específica para el momento; el lógos llega a ser el réma.

La palabra eterna, lógos, y la palabra específica, réma, imparten la vida eterna en los creyentes que las reciben. Las palabras del Padre no tienen como fin primordial dar enseñanza o instrucción, sino impartir vida en los creyentes. Cuando las palabras amó Dios al mundo cobran vida y lo inspiran a uno a decir: “Te alabo Dios, porque me amaste”, la vida es infundida en uno, y recibe la vida del Padre, la cual es la realidad de Él. Cuando tenemos la vida del Padre, lo tenemos a Él y lo podemos disfrutar. ¿Dónde está el Padre? Está en Su vida, porque Su vida divina es la realidad del nombre Padre.

Cuando recibimos la palabra de Dios, ésta nos regeneró (1 P. 1:23) y nos hizo hijos de Dios. De esta manera, Dios llegó a ser nuestro Padre, y nosotros llegamos a ser Sus hijos. El Señor vino para revelarles a Sus discípulos que Dios el Padre, la fuente de la vida, desea engendrar innumerables hijos. Así que, el Señor trajo la palabra de Dios a Sus discípulos, quienes al recibirla, nacieron de nuevo como hijos de Dios. Llegaron a ser los hijos de Dios, y Dios llegó a ser su Padre. Ahora, pueden llamar Padre a Dios porque tienen Su vida, la que los hace hijos de Dios.

4. Guardados en el nombre del Padre

a. Por la vida del Padre

En el versículo 11 el Señor dijo: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el cual me has dado, para que sean uno, así como Nosotros”. Ser guardados en el nombre del Padre significa ser preservados por Su vida, porque sólo aquellos que nacieron del Padre y tienen Su vida pueden participar del nombre del Padre. El Hijo dio la vida del Padre a los que el Padre le dio (v. 2); ellos son partícipes del nombre del Padre al ser guardados en ese nombre y son uno en ese nombre. El primer aspecto de esta unidad consiste en ser uno en el nombre del Padre por Su vida divina.

b. En el mundo

Los creyentes del Hijo viven en el mundo. Por lo tanto, necesitan ser guardados, o sea, separados del mundo, para ser santificados. En el versículo 11 el Hijo pide al Padre, quien es santo, que lleve a cabo esto.

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c. Por el Padre santo

En el versículo 11 el Señor llama al Padre: “Padre santo”. La vida del Padre es santa y separada del mundo. Aunque tenemos esta vida, si nos alejamos del Padre santo, tendremos problemas. Todos necesitamos ser guardados en el nombre del Padre por la vida del Padre santo.

5. Uno en el nombre del Padre

a. Así como los tres del Dios Triuno son uno

Los tres del Dios Triuno son uno. Ésta es la verdadera unidad y el modelo de nuestra unidad. Los tres del Dios Triuno son uno en la vida, la naturaleza y la gloria divinas. Los muchos hijos de Dios también debemos ser uno en la vida divina, la naturaleza divina y la gloria divina. Debemos ser uno en la misma forma que los tres del Dios Triuno son uno.

b. Por la vida eterna

Los creyentes son uno en el nombre del Padre por medio de la vida eterna. Ser uno en el nombre del Padre no consiste en mantener la unidad por medio de un título. Tomemos, por ejemplo, a cinco hermanos de sangre; puesto que son hijos del mismo padre, tienen la misma vida. La vida que ellos recibieron de su padre es la realidad de su padre. Su padre es real a ellos debido a que tienen su vida. Es posible que esos hermanos se disgusten entre sí y se menosprecien mutuamente. ¿Qué deben hacer? ¿Acaso deben separarse y permanecer divididos? No; pues aunque estén molestos entre ellos y se menosprecien, dentro de ellos hay algo que los mantiene unidos y los hace decir: “Tenemos el mismo padre y no debemos estar divididos. Debemos ser uno”. Es así como ellos se mantienen en unidad en el nombre de su padre. En realidad, ellos son guardados por la vida de su padre. Aunque se disgusten y quieran separarse, la vida de su padre, la cual llevan por dentro, los mantiene unidos. En lo más recóndito de su ser ellos se aman. Si uno de ellos es atacado, los demás lo defienden y pelean contra el atacante. Del mismo modo, el nombre del Padre, la realidad del cual es la vida del Padre, guarda a Sus hijos en unidad.

No obstante, si los hijos del Padre permiten que su mentalidad venza y domine su vida interior, permanecerán divididos. La vida del Padre los une y los hace uno, pero su modo de pensar los divide. Los cristianos de hoy están divididos porque le dan mucha importancia a su mentalidad, la cual se ha desarrollado exageradamente, mientras que su estatura en vida es muy baja. Cuanto más desarrolle uno su mentalidad, más enano será en lo que respecta al crecimiento en vida. El desarrollo exagerado de la mentalidad

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es la causa de la división. Pero si permitimos que la vida interior se desarrolle, todos estaremos unidos en la vida del Padre. Y si permanecemos en la vida del Padre, seremos uno.

Cualquier persona de una iglesia local que se considere mentalmente superior a los demás, causará divisiones. Nunca se considere a usted mismo muy inteligente. Tenga temor de su mente sagaz como se teme a una serpiente venenosa. ¡Oh, cuántonecesitamos ser guardados en la vida del Padre! Muchos hermanos de sangre se aman entre sí, no por tener la misma condición externa, sino por llevar la misma sangre. Yo tuve cuatro hermanos, y aunque en ocasiones reñíamos, siempre que alguien trataba de hacernos daño, inmediatamente nos uníamos porque llevábamos la misma sangre. De igual manera, la vida del Padre, que es la realidad de la unidad verdadera, nos mantiene unidos. No se preocupe por sus preferencias. Sus sentimientos pueden hacer que se enfade conmigo, y mi temperamento puede ocasionar que yo me enfade con usted; debemos olvidarnos de tales cosas y obedecer a la vida interior. La vida del Padre se halla dentro de usted y también dentro de mí. Todos nosotros tenemos la vida del Padre, y por esa vida eterna de nuestro Padre, somos uno.

c. Disfrutan el nombre del Padre, al Padre mismo

Somos uno en el nombre del Padre al disfrutar al Padre mismo. Todos los hijos de Dios tenemos el mismo Padre. Pero cuando no somos unidos los unos con los otros, perdemos la sensación de disfrutar al Padre. Cuanto más somos uno por la vida del Padre, más tenemos el sentir de que lo podemos disfrutar. Cuando estamos juntos y clamamos: “Oh, Padre”, experimentamos algo muy dulce. Supongamos, por otro lado, que peleamos y nos dividimos en muchos grupos. En tal caso, cuando tratamos de clamar: “Oh, Padre”, no saboreamos la dulzura de Su nombre, pues ésta depende de la unidad de Sus hijos. Cuando somos uno, disfrutamos al Padre.

d. El primer aspecto de la unidad

El primer aspecto de la unidad, que es la edificación de los creyentes, es la unidad en el nombre del Padre mediante Su vida divina. En este aspecto de la unidad, los creyentes, quienes nacieron de la vida del Padre, disfrutan Su nombre, al Padre mismo, como el factor de su unidad. Somos uno porque tenemos un mismo Padre. No sólo tenemos un mismo Dios, sino también un mismo Padre. Hemos experimentado plenamente este título tan agradable, Abba Padre, porque tenemos Su vida. Somos uno en Él por medio de Su vida.

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La base principal y el motivo primordial de nuestra unidad es que todos somos hijos de Dios y tenemos la misma vida divina; es decir, Dios es el Padre de todos nosotros. Ya que Dios es su Padre y el mío, somos de la misma familia, la familia de Dios. Aunque usted sea estadounidense y yo chino, podemos llamarnos hermanos. Esto es muy afectuoso e íntimo. De hecho, yo no siento tanta cercanía con mi propio hermano de sangre. El Señor es testigo de que esto es cierto. ¿A qué se debe esto? A que todos nosotros nacimos del mismo Padre y tenemos la misma vida; esa vida nos hace hermanos. No somos hermanos políticos, sino hermanos en vida. ¡Alabado sea el Señor porque somos hermanos por la vida del Padre! Ésta es la razón por la cual debemos ser uno. No existe ninguna razón por la que no podamos ser uno; somos una familia, pues tenemos el mismo Padre y la misma vida. Por lo tanto, tenemos la verdadera hermandad en vida, en la cual todos podemos y debemos ser uno.

e. Llenos de gozo

En el versículo 13 el Señor dijo al Padre: “Pero ahora voy a Ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan Mi gozo cumplido en sí mismos”. La plenitud de gozo se halla en la verdadera unidad. Cuando somos uno en el nombre del Padre y por la vida del Padre, disfrutamos al Padre juntos, y el gozo del Señor es cumplido en nosotros. Es por eso que cuando verdaderamente somos uno, rebosamos de alabanzas al Padre. Estas alabanzas son simplemente el rebozar del gozo interior. Rebozando de alegría, nos regocijamos en la unidad.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA

LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA

(3)

B. En el Dios Triunoy mediante la santificación de la santa palabra

En este mensaje llegamos al segundo factor de la unidad genuina. El primer factor tiene que ver con estar en el nombre del Padre por la vida eterna, y el segundo, con estar en el Dios Triuno mediante la santificación de la santa palabra (vs. 14-21). La santa palabra es la que santifica. La segunda etapa, o el segundo terreno de la unidad es la separación del mundo mediante la palabra. Aunque todos nacimos del mismo Padre y en la misma familia, es lamentable que muchos hermanos y hermanas no se encuentran en casa, sino que han sido atraídos por las cosas mundanas, tales como surfing, el cine, los deportes o

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incluso los juegos de azar. Si hemos sido atraídos por tales cosas, aunque seamos hijos del mismo Padre y tengamos la misma vida, nos será difícil mantener una unidad genuina, porque aún estamos en el mundo y no hemos sido santificados. Después de haber nacido de nuevo como hijos de Dios, debemos ser separados del mundo por la santa palabra del Señor, la cual tiene el poder santificador que nos separa del mundo. Una vez que hayamos sido separados del mundo por la santa palabra, podremos centrarnos para tener la verdadera unidad.

1. Dos clases de palabrasque el Hijo da a Sus creyentes

En el versículo 14 el Señor dijo: “Yo les he dado Tu palabra”. El Señor ha dado a los creyentes dos clases de palabras: el lógos, la palabra constante (vs. 14, 17), y el réma, la palabra para el momento (v. 8). Ambas clases de palabras son santas y tienen el poder santificador para separar a los creyentes del mundo. Cuanto más recibimos la palabra constante del Señor o la palabra que nos habla para el momento, más somos santificados. Cuanto más somos nutridos, saturados e impregnados con estas palabras, más santos llegamos a ser. Y cuanto más participamos de la santidad, más estamos en la unidad genuina.

2. El mundo

En 1 Juan 5:19 dice que todo el mundo está en el maligno. El maligno es el diablo, y el mundo es un sistema maligno arreglado sistemáticamente y gobernado por el diablo, Satanás (12:31). Satanás ha sistematizado todas las cosas de la tierra, especialmente todo lo relacionado con la humanidad, y las cosas del aire, formando un reino de tinieblas para usurpar a los hombres, distraerlos del disfrute de Dios e impedir que cumplan el propósito de Dios. Cada aspecto del mundo, sin importar de qué se trate, pertenece a este sistema satánico. Ya que todo el mundo está en el maligno, los creyentes deben ser guardados del maligno (v. 15), y ellos necesitan pedir que sean librados del maligno (Mt. 6:13).

3. Los creyentes y el mundo

Los creyentes no son del mundo (vs. 14, 16), sino que están separados del él (v. 19). No han sido quitados del mundo (v. 15), sino enviados a éste (v. 18) para cumplir la comisión del Señor (v. 18). El versículo 18 dice: “Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo”. El Padre envió al Hijo al mundo, con el Padre mismo como vida y todo para el Hijo. De la misma manera, el Hijo envía a Sus creyentes al mundo consigo mismo como la vida y todo para ellos, o sea, que Él envía a los discípulos de la

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misma manera que el Padre lo envió a Él. Cuando vine a este país, tuve el profundo sentir dentro de mi ser de que el Señor me había enviado, y pude decirle: “Señor, Tú me enviaste a este país. Ya que Tú me has enviado, debes venir conmigo. Señor, si Tú no vas, yo tampoco iré”. Ésta es la manera en que el Señor nos envía al mundo para Su testimonio.

4. Las palabras son la verdad

En el versículo 17 el Señor oró: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”. La palabra del Padre conlleva la realidad del Padre. Cuando la palabra dice: “Dios es luz”, transmite a Dios como la luz. Por lo tanto, la palabra de Dios es la realidad, la verdad, a diferencia de la palabra de Satanás, la cual es vanidad, una mentira (8:44). La palabra, que es la verdad, trabaja como realidad en los creyentes para santificarlos.

La palabra viviente de Dios obra en los creyentes separándolos de todo lo mundano, separándolos del mundo y su usurpación y apartándolos para Dios y Su propósito, no solamente en posición (Mt. 23:17, 19), sino también en cuanto a su manera de ser (Ro. 6:19, 22). Esto es lo que significa ser santificado por la palabra del Señor, la cual es la verdad y la realidad. Esta santificación no sólo cambia nuestra posición, sino también nuestra manera de ser, nuestro ser interior. En la Biblia la santificación tiene dos aspectos: uno se relaciona con nuestra posición, y el otro con nuestro modo de ser. En Mateo 23:17 vemos que el oro es santificado al ser puesto en el templo. Cuando el oro está en el mercado, es común y profano, pero cuando es introducido en el templo, su posición cambia e inmediatamente es santificado; llega a ser el oro santo que está en el templo santo. Pero esta clase de cambio no afecta la naturaleza ni el elemento del oro; al contrario, sólo cambia su posición. Por esto, decimos que está santificado en cuanto a su posición. Algunos cristianos solamente ven este aspecto de la santificación; no ven nada con respecto a la santificación en su manera de ser. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí se nos dice que nuestro espíritu, alma y cuerpo deben ser santificados. Esto no se refiere a santificarnos con respecto a nuestra posición, sino a nuestra manera de ser. La santificación mencionada en Juan 17 implica ambos aspectos, porque para mantener la unidad, debemos ser santificados tanto en posición como en nuestro modo de ser.

5. El Hijo se santifica a Sí mismo

El versículo 19 dice: “Y por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Aunque el Hijo es completamente santo en Sí mismo,

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para establecer un ejemplo de santificación para Sus discípulos, Él se santificó a Sí mismo en cuanto a Su manera de vivir mientras estuvo en la tierra. Veamos la manera como el Señor se puso en contacto con la mujer samaritana (4:5-7). Él no se encontró a solas con ella de noche en una casa privada, sino a pleno día y al aire libre. En lo que al Señor se refiere, Él podía haberse reunido con la mujer samaritana, quien era una persona inmoral, en cualquier lugar y a cualquier hora. Pero como un hombre de apenas un poco más de treinta años de edad, no habría sido un buen ejemplo para Sus discípulos hablar con ella de forma privada en su casa y de noche. Si Él hubiera hecho eso, los discípulos se habrían confundido. A fin de establecer un buen ejemplo para ellos, Él actuó de una manera santificada. Este ejemplo fue una gran ayuda para Sus discípulos. No está bien que ningún predicador joven tenga contacto con una mujer en privado de noche, debido a que en ello hay mucha tentación. Hacer tal cosa no es santo, sino mundano. Miren el ejemplo del Señor Jesús: Él habló con Nicodemo, un caballero de edad avanzada, de noche y en una casa privada (3:1-2), pero con la samaritana, una mujer inmoral, habló a la luz del día y en un lugar público. Al hacer esto, el Señor se santificó a Sí mismo y estableció un principio para que Sus discípulos lo siguieran.

6. Uno en el Dios Triuno

El versículo 21 dice: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. La palabra Nosotros en este versículo se refiere al Dios Triuno. Todos los creyentes son uno en el Dios Triuno. Para llegar a ser uno en el Dios Triuno, debemos ser santificados por la santa palabra. Sólo después de haber sido santificados, es decir, separados del mundo por la santa palabra, disfrutaremos al Dios Triuno y seremos uno en Él. Si queremos estar en el Dios Triuno, primero debemos separarnos de las playas, de las salas de cine, de los estadios de fútbol, de los casinos, de los lugares de juegos de azar y de todo lugar mundano, y apartarnos para el Dios Triuno. Muchos cristianos aún no han sido apartados para Dios. Dado que ellos todavía asisten a lugares mundanos, ¿cómo pueden ser uno? En cuanto a la vida, ustedes son hermanos; pero ¿dónde se encuentran? Nosotros tenemos que separarnos de todos los entretenimientos mundanos santificándonos para Dios. En el Dios Triuno, esto es, en el Padre y por el Hijo como el Espíritu, seremos uno.

El segundo aspecto de la unidad de los creyentes es la unidad que tenemos en el Dios Triuno mediante la santificación por la santa palabra. En este aspecto de la unidad, los creyentes, habiendo sido separados del mundo para Dios, disfrutan al Dios Triuno como el factor de su unidad. Para mantener esta unidad, debemos primero ocuparnos de la realidad de la vida divina y después de la santificación por la santa palabra. Ésta nos separa del mundo y nos restaura para el Padre y para Su casa. Aunque muchos

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hermanos han sido distraídos por el mundo durante los últimos años, agradecemos al Señor que muchos de ellos ya han sido recobrados para la vida de iglesia por medio de la santa palabra. Tanto la vida divina como la santa palabra son necesarias para lograr la unidad genuina, la cual produce la verdadera edificación de la iglesia.

C. En la gloria divinapara la expresión del Dios Triuno

Ahora llegamos al tercer factor de la unidad genuina de los creyentes: la unidad en la gloria divina para la expresión del Dios Triuno (vs. 22-24). Ya vimos que el primer terreno de la unidad es la regeneración, la cual es recibir la vida del Padre, y el segundo terreno es la santificación, esto es, ser separado de todo lo que no sea Dios. El mundo es simplemente todo lo que está fuera de Dios. Cuando dejamos todo lo que no es de Dios y nos apartamos para Él, estamos entonces en el terreno de la santificación, siendo separados de todos los lugares y cosas mundanas para estar en éste centro único. Y este centro es el Dios Triuno: el Padre en el Hijo como el Espíritu. Hemos sido santificados a este centro, y aquí está la unidad. El tercer terreno de esta unidad es todavía más profundo y elevado que el anterior. Es la unidad que se tiene en la manifestación de la gloria divina. Después de ser regenerados, debemos ser santificados renunciando al mundo; después de ser separados del mundo, debemos de negar nuestro yo para vivir por medio de Cristo como nuestra vida, quien es la esperanza de gloria en nosotros (Col. 1:27).

1. La gloria

El versículo 22 dice: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. ¿Cuál es la gloria que el Padre dio al Hijo? Es la filiación con la vida y la naturaleza divinas del Padre (5:26), la cual tiene como fin expresar al Padre en Su plenitud (1:18; 14:9; Col. 2:9; He. 1:3). El Señor Jesús tiene la vida y la naturaleza de Dios, las cuales lo hacen que sea el Hijo de Dios y la manifestación de Dios. Por lo tanto, la gloria que Dios dio al Hijo es la vida y la naturaleza divinas, las cuales hacen que el Hijo sea la expresión y manifestación de Dios. La vida y la naturaleza del Padre fueron dadas al Hijo para que expresara al Padre en Su plenitud. Supongamos que el presidente de los Estados Unidos encarga a su propio hijo que nos visite en representación suya. Cuando el hijo del presidente llega, traerá consigo cierta gloria, la gloria de la representación de su padre, el presidente de los Estados Unidos.

El Hijo les ha dado a Sus creyentes la misma gloria que el Padre le ha dado a Él, para que ellos también puedan tener la filiación con la vida y la naturaleza divinas del Padre (Jn. 17:2; 2 P. 1:4), a fin de expresar al Padre en el Hijo en Su plenitud (Jn. 1:16). La

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gloria que primero fue dada al Hijo, ha sido ahora otorgada a la filiación corporativa. Ahora nosotros, como Sus muchos hijos, tenemos la filiación divina con la vida y la naturaleza divinas, para expresar al Padre en el Hijo con toda Su plenitud. ¡Qué gloria es ésta!

Muchos cristianos tienen un concepto vano e imaginario de la gloria, pensando que es simplemente un brillo o resplandor objetivo en el aire, en el que algún día hemos de entrar. Según este concepto, cuando entramos en este brillo o resplandor, entramos en la gloria; pero esto es sólo un sueño. ¿Qué es la gloria? La gloria es la filiación con la vida y la naturaleza divinas con las cuales expresamos al Padre en toda Su plenitud. A menudo, cuando la reunión es muy buena, tenemos la sensación de que estamos en esta gloria.

Si hemos de ser uno en la gloria divina, debemos negarnos y olvidarnos de nosotros mismos. Ya no debo vivir yo, mas Cristo debe vivir en mí (Gá. 2:20). Puesto que el “yo” ha sido crucificado, debemos negarnos a nosotros mismos para que Cristo viva en nosotros. Debemos no solamente renunciar al mundo, sino también a nosotros mismos. Por un lado, hemos sido santificados y separados de muchas cosas y lugares mundanos, y hemos llegado a nuestro verdadero hogar, la casa del Padre. Pero por otro lado, cada uno de nosotros tiene sus propias ideas, conceptos y opiniones. Si ésta es la situación, ¿cómo podemos ser uno? En un tiempo estuvimos dispersos en diferentes lugares mundanos, pero ahora, aunque hemos regresado al hogar, es posible que todavía tengamos problemas con el yo. Por esta razón, ya no debemos vivir por nuestra propia vida, sino por la vida de la gloria, la vida divina. Después de ser regenerados, debemos ser santificados y luego glorificados. En otras palabras, después de recibir la vida de Dios, debemos renunciar al mundo, y después de renunciar al mundo, debemos negarnos a nosotros mismos y vivir por la vida divina. Entonces, en la gloria de esta vida seremos uno. Por lo tanto, hay tres terrenos, o pasos, de la unidad de los creyentes: la regeneración, la santificación y la glorificación. El primer paso es tener a Dios como nuestro Padre por medio de la regeneración; el segundo es ser separados del mundo y apartados para el Dios Triuno mediante la santa palabra; y el tercero es vivir por la vida divina de gloria al negar nuestro yo. Es cuando apliquemos y experimentemos la vida divina de gloria que seremos uno.

2. El Hijo da tres cosas a Sus creyentes

A fin de participar en esta unidad el Hijo les dio tres cosas a los creyentes: la vida eterna para el primer aspecto de la unidad (v. 2), la santa palabra para el segundo aspecto de la unidad (vs. 8, 14), y la gloria divina para el tercer aspecto de la unidad (v. 22). Es posible que tengamos la vida divina y seamos separados del mundo por medio de la palabra

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santa, y aun así no estemos resplandeciendo con la gloria de Dios. Cuando comprendamos que con la filiación obtenemos la vida y la naturaleza divinas con las cuales podemos expresar al Padre en Su plenitud, brillaremos con la gloria. En ese momento nuestra unidad no sólo será en la vida eterna y por la santa palabra, sino que también tendrá la gloria divina para expresar a Dios. Ahora vemos que nuestra unidad tiene una meta: expresar a Dios el Padre en Su plenitud, y lo podemos hacer aun durante esta era tan oscura y en esta tierra tan corrupta. En algunas ocasiones en las iglesias locales hemos experimentado esta glorificación. Hemos estado en Su gloria santa, Su gloria divina, expresando al Padre en toda Su plenitud. Al leer lo que el Señor oró en Juan 17, necesitamos ver que la unidad genuina se realiza por Su vida, por Su palabra y en la gloria divina con miras a la expresión de Dios.

3. Perfeccionados en unidad

En el versículo 23 el Señor dice: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado”. ¿Cómo podemos ser perfeccionados en unidad? Únicamente en la gloria de la vida divina. Debemos vivir por esta gloriosa vida divina de tal modo que podamos ser completamente perfeccionados en la gloria de la vida divina. Al negarnos a nosotros mismos, podemos experimentar la vida divina a tal grado que seamos perfeccionados en unidad. Si los hermanos en la vida de iglesia argumentan y discuten unos con otros un día, y al siguiente día admiten su error y se disculpan entre sí, esto demuestra que no han sido perfeccionados en unidad. El día que ellos entiendan plenamente lo que pasó en la crucifixión, que el “yo” ha sido crucificado y que ellos viven por la vida de la gloria divina, ése será el día en que todos ellos serán perfeccionados en unidad. Cuando ese día llegue, ninguno discutirá ni disputará más, porque el yo y las opiniones habrán terminado. Entonces seremos perfeccionados en unidad.

Si no hemos llegado al punto de estar en la gloria divina, no hemos sido aún plenamente perfeccionados en unidad. Pero cuando lleguemos a este punto, estaremos en el nivel más alto de la unidad y habremos sido perfeccionados en la unidad por la gloria divina que es dada a los creyentes para que expresen al Dios Triuno de una forma corporativa. Cuando lleguemos a este punto, estaremos dispuestos a renunciar a todo. No sólo abandonaremos todas las atracciones mundanas, sino también a todas las doctrinas y conceptos. Abandonaremos todo y nos dedicaremos a una sola cosa: la gloriosa expresión del Dios Triuno. Esta expresión es una miniatura de la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no habrá diversiones mundanas, doctrinas, enseñanzas, conceptos ni opiniones. Únicamente habrá la gloriosa expresión del Ser Divino. Todos estaremos en esa gloria para expresarle adecuadamente para siempre. En el pasado, llegamos a experimentar esta etapa en algunas de las iglesias locales. Por la gracia del Señor, hoy

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también podemos llegar a esa etapa. Tal unidad es el verdadero disfrute de la gloria divina en la expresión corporativa del Dios Triuno. Cuando entramos en esta unidad tan gloriosa, estamos dispuestos a perderlo todo, incluso nuestras vidas. Cuando estamos en esta unidad, nada es más importante. Este tercer aspecto de la unidad genuina es la unidad con una comisión, con una meta: expresar al Dios Triuno de una manera corporativa.

El tercer aspecto de la unidad de los creyentes es la unidad que se tiene en la gloria divina para expresar corporativamente al Dios Triuno. En este aspecto los creyentes, habiendo negado completamente su yo, disfrutan la gloria del Padre como el factor de su unidad perfeccionada, y así expresan a Dios de una manera corporativa, de una manera edificada. Ésta es la unidad de la comisión divina, la cual cumple la oración del Hijo de ser completamente expresado, es decir, glorificado, en la edificación de los creyentes, y que el Padre sea plenamente expresado, glorificado, en la glorificación del Hijo. Por lotanto, la unidad máxima de los creyentes está en la vida eterna (en el nombre del Padre), se da mediante la santa palabra, y está en la gloria divina que expresa al Dios Triuno por la eternidad.

4. El Padre da seis cosas al Hijo parallevar a cabo la unidad,

la edificación de los creyentes

El Padre dio seis cosas al Hijo para que Él llevara a cabo la unidad; éstas son: la potestad (v. 2), los creyentes (vs. 2, 6, 9, 24), la obra (v. 4), las palabras (v. 8), el nombre del Padre (vs. 11, 12) y la gloria del Padre (v. 24). El Padre dio todo esto al Hijo para que Él pudiera perfeccionar la unidad.

5. El amor del Padre

La última parte del versículo 23 dice: “Para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado”. Aquí vemos el amor que el Padre mostró hacia el Hijo y hacia Sus creyentes. El Padre amó al Hijo en el sentido de que le dio Su vida, Su naturaleza, Su plenitud y Su gloria para que el Hijo lo expresara. ¡Qué amor es éste! De la misma manera, el Padre amó a los creyentes del Hijo, dándoles Su vida, Su naturaleza, Su plenitud y Su gloria a fin de que ellos lo expresaran a Él en el Hijo. Ésta es una historia de amor y también de gloria. Muy pocos de nosotros valoramos este amor, el amor del Padre al darnos Su vida, Su naturaleza, Su plenitud y Su gloria para que le expresemos. Éste es el verdadero amor. Es mucho mejor y mucho más elevado que cualquier otra cosa.

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6. Los creyentes estarán donde el Hijo esté

El versículo 24 dice: “Padre, en cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. El Hijo está en la gloria divina para la expresión del Padre. Por lo tanto, si los creyentes del Hijo estarán con Él donde Él esté, ellos deben estar con Él en la gloria divina para expresar al Padre. El cumplimiento de este hecho comenzó con la resurrección del Hijo, cuando Él llevó a Sus creyentes a participar de Su vida de resurrección, y tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, cuando Sus creyentes sean completamente introducidos en la gloria divina para la máxima expresión corporativa del Dios Triuno por la eternidad.

Nosotros estamos donde está el Hijo. El Hijo está en el Padre, y nosotros también estamos en el Padre. Además, el Hijo está en la gloria del Padre, y nosotros también estamos en la gloria del Padre. El Hijo pasó por la muerte y la resurrección para que nosotros pudiéramos participar de la vida, naturaleza, plenitud y gloria del Padre, y para que expresemos al Padre juntamente con Él, en el mismo lugar donde Él está. ¡Esto es maravilloso! El Hijo está en la gloria para la expresión del Padre, y los creyentes también estarán en la gloria para la expresión corporativa del Dios Triuno por la eternidad. Para mí, esto es inmensamente mejor que ir al cielo. Finalmente, la Nueva Jerusalén descenderá del cielo (Ap. 21:2). No me gustaría estar en un cielo vacío; prefiero estar en la Nueva Jerusalén, en la gloriosa expresión corporativa del Dios Triuno.

III. EL PADRE ES JUSTOAL AMAR AL HIJO Y A SUS CREYENTES

En los versículos 25 y 26 el Señor oró: “Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, Yo te he conocido, y éstos saben que Tú me enviaste. Y les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y Yo en ellos”. El mundo ni conoce al Padre ni quiere conocerle, pero el Hijo y los creyentes sí. El Padre se muestra justo al amar al Hijo y a Sus creyentes, dando Su gloria tanto al Hijo como a los creyentes. Al santificar a los creyentes del Hijo, el Padre es santo (v. 11), y al amar al Hijo y a Sus creyentes, y al darles Su gloria, el Padre es justo. A las personas mundanas el Padre no les revelará nada de lo que se relacione con la vida, porque no lo conocen. Sin embargo, ha revelado todo lo relacionado con la vida al Señor Jesús y a Sus creyentes, porque el Señor y Sus creyentes sí conocen al Padre. De manera que el Padre se muestra justo en Su discernimiento, porque debido a Su justo juicio Él nos revela los asuntos relacionados con la vida. Dios es justo en este respecto.

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El amor mencionado en el versículo 26 es el amor del Padre al dar Su vida y Su gloria al Hijo y a los creyentes del Hijo, para que ellos le puedan expresar. El Hijo oró para que así como Él permanece en los creyentes, este amor también permanezca en ellos, y para que ellos siempre tengan un sentir de este amor al conocer el nombre del Padre, al darse cuenta del amor que el Padre tiene por el Hijo y al permanecer en el Hijo.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y UNO

LA ORACIÓN POR PARTE DE LA VIDA

(4)

Aunque se ha dicho mucho acerca de Juan 17, todavía es necesario decir más. Nunca debemos olvidarnos de este capítulo, porque aquí el Señor oró pidiendo que Dios lo glorificara a fin de que Él fuese glorificado en el Hijo y por medio del Hijo. Las palabras: “Padre, la hora ha llegado, glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (17:1), son el tema de esta oración. ¿Cómo fue glorificado el Hijo de Dios de tal modo que Dios el Padre pudiera ser glorificado en el Hijo y por medio de Él? Él fue glorificado por la resurrección que ocurrió después de la muerte. Después de morir, el Señor resucitó, lo cual significa que Él fue manifestado y glorificado. El Señor fue liberado y manifestado por la resurrección; así que, fue glorificado. Cuando el Señor fue glorificado de esta manera, el Padre fue glorificado en el Hijo y por medio de Él.

Ya vimos cómo el Señor fue glorificado en Su resurrección. Ahora veamos la manera en que el Hijo será glorificado en la actualidad, para que el Padre sea también glorificado en Él y por medio de Él. Esto será por medio de la iglesia. Cuando la iglesia haya sido regenerada, santificada, crucificada y unida con Cristo en la gloria, entonces el Hijo de Dios será expresado y manifestado. El Hijo de Dios será glorificado en la unidad de la iglesia. Al ser el Hijo glorificado de esta manera, el Padre también será glorificado en el Hijo y por medio de Él. Por lo tanto, la oración: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”, incluye y depende del hecho de que la iglesia sea regenerada, santificada, crucificada y unida al Hijo de Dios en unidad.

LA UNIDAD EN LA VIDA DIVINA

Como hemos visto, la oración que el Señor hace en Juan 17 muestra tres etapas de la unidad. En este mensaje prestemos mucha atención a los versículos específicamente relacionados con la unidad. El versículo 11 dice: “Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el cual me has dado, para que sean uno, así como Nosotros”. Aquí podemos ver que la

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unidad tiene que ver con ser guardados en el nombre del Padre. Ya mencionamos que la realidad del nombre del Padre es la vida divina del Padre. Por lo tanto, el primer factor de la unidad genuina es el nombre del Padre junto con Su vida divina. Ésta es la vida mencionada en Juan 17:2, donde el Señor dijo que el Padre le había dado al Hijo potestad “sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Debemos prestar atención a estos versículos para poder ver claramente el primer factor principal de la unidad genuina.

LA UNIDAD EN LA PALABRA SANTA

Juan 17:21 es un versículo maravilloso, profundo e insondable. “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. La unidad mencionada en este versículo es la del Dios Triuno. Cuando todos estamos en el Dios Triuno, tenemos unidad. ¿Cómo podemos estar en el Dios Triuno? Solamente por la muerte y la resurrección de Cristo. Ésta es la razón por la que el Señor dijo en el capítulo 14 que Él tenía que irse por medio de la muerte y venir en resurrección. Por medio de la muerte y la resurrección Sus discípulos fueron introducidos en el Dios Triuno, en quien tenemos la unidad verdadera y genuina. Debemos tomar los versículos 17 y 18 juntamente con el 21: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo”. En el versículo 17 tenemos la palabra que santifica. Aunque estamos en el Dios Triuno, podemos resbalarnos, salir de Él y caer en el mundo. Por esto, necesitamos la palabra que santifica, pues nos separa del mundo y nos vuelve al Dios Triuno. Por lo tanto, el segundo factor de la unidad genuina está en el Dios Triuno mediante la santificación por la santa palabra.

LA UNIDAD EN LA GLORIA DIVINA

El tercer factor de la unidad se encuentra en el versículo 22: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. El tercer factor de la unidad genuina es la gloria; somos uno en la gloria divina para la expresión del Dios Triuno. Ya que la gloria que el Padre le dio al Hijo, nos fue dada a nosotros por el Hijo, la unidad genuina se encuentra en esta gloria. ¿Qué es la gloria? La gloria es la filiación que el Padre dio al Hijo, junto con Su vida y Su naturaleza divinas, para expresar al Padre en Su plenitud. Debemos notar que hay cuatro aspectos de la gloria: la filiación, la vida del Padre, la naturaleza divina del Padre y la expresión del Padre en Su plenitud. Estas cuatro cosas equivalen a la gloria. Ésta es la gloria que tenemos en el Hijo, y es nuestro derecho y privilegio divino. El Padre le dio esta gloria al Hijo, y el Hijo tiene el privilegio de expresar al Padre de esta manera. Ésta es la gloria misma que el Hijo nos dio a nosotros. Hoy todos nosotros tenemos la filiación junto con la vida y la naturaleza

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del Padre para que expresamos al Padre en toda Su plenitud en el Hijo. Tenemos que familiarizarnos con estos puntos, porque en esta gloria divina somos verdaderamente uno.

El versículo 23 continúa: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado”. Aquí vemos que ser perfeccionados en unidad todavía depende de que estemos en el Padre y en el Hijo. Si prestamos atención a todos estos versículos, sin duda veremos la unidad verdadera.

En el versículo 24 el Señor dijo: “Padre, en cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. El Señor estaba en la gloria divina y oró para que todos los que el Padre le había dado también estuvieran con Él en la gloria. Debemos prestar mucha atención a los tiempos verbales en este versículo. No dice que “ellos estarán conmigo”, ni dice “ellos verán Mi gloria”. Según el concepto natural y religioso, la gloria será en el futuro “en el dulce más allá”. Según este concepto, “en el dulce más allá” la gloria brillará, y todos nosotros entraremos en ese resplandor y estaremos en la gloria. Pero el Señor Jesús no usó el tiempo futuro, sino el tiempo presente, diciendo: “En cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria”. Él dijo: “también ellos estén” y “para que vean Mi gloria”. Estar con el Señor en la gloria y contemplarla no es una experiencia que uno obtendrá en el tiempo venidero, sino ahora mismo. Parece que el Señor le decía al Padre: “Padre, Tú me has dado Tu gloria, la filiación con la vida y la naturaleza divinas para expresarte a Ti y a Tu plenitud. Ésta es la gloria que me has dado, y Yo ahora estoy en ella. Pero aquellos que me has dado aún no están en esta gloria. Te ruego que ellos también puedan estar en esta gloria”. ¿Cuándo fue contestada esta oración? En primer lugar, fue contestada en el día de resurrección, y en segundo lugar, fue contestada el día en que la iglesia surgió. En ese día todos los discípulos fueron introducidos en esa gloria, en la filiación, con la vida y la naturaleza divinas, para expresar a Dios el Padre en toda Su plenitud en el Hijo. ¡Aleluya, todos nosotros estamos en la gloria con el Hijo! El Hijo tiene la filiación junto con la vida divina y la naturaleza divina para expresar al Padre, y nosotros también tenemos lo mismo. Así que, ahora estamos en el mismo lugar que el Hijo, es decir, en la gloria. Con esto podemos ver que la verdadera unidad se halla en el Dios Triuno a través del proceso de la muerte y la resurrección del Hijo.

La primera etapa de la unidad es la unidad de la vida divina, la segunda, la unidad de la santificación, y la tercera, la unidad de la glorificación del Dios Triuno. La última etapa, la glorificación del Dios Triuno, es simplemente la manifestación del Dios Triuno, o sea,

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la gloria de la filiación. Cuando nos reunimos con el entendimiento de que fuimos regenerados, santificados y crucificados, entonces somos uno de tal modo que expresamos a Dios, esto es, manifestamos a Dios, y somos perfeccionados en la glorificación del Dios Triuno.

Al aplicar estas tres etapas, nos daremos cuenta en cuál nos encontramos nosotros. ¿En cuál etapa está usted, en la primera, la segunda o la tercera? ¿Se encuentra usted simplemente en la vida divina o está en una unidad superior, la de la santificación, o aun en la más elevada, la de la glorificación del Dios Triuno? No todos estamos en la misma etapa. Algunos están en la primera, otros en la segunda y unos pocos, por la misericordia del Señor, en la tercera. Si usted es salvo y nacido de nuevo, entonces tiene la vida del Padre y el nombre del Padre. Así que, usted es hijo del Padre y es uno con todos los demás creyentes quienes también son hijos del Padre. Por lo tanto, usted es uno con ellos en vida. No obstante, también necesita ser santificado por la palabra para ser separado de las cosas mundanas y vivir en Dios. Entonces será uno con los santos en la segunda etapa. Finalmente, necesita conocer por experiencia la crucifixión de la cruz a fin de vivir en la glorificación del Dios Triuno. Esto significa que debe negar su yo, vivir en la manifestación del Dios Triuno y ser perfeccionado en la unidad de la glorificación del Dios Triuno. Como hemos visto, éste es el paso final de la unidad.

La tercera etapa de la unidad es la que cumple la oración del Señor. Sólo en esta etapa el Hijo de Dios será glorificado con el fin de que el Padre sea glorificado en Él y por medio de Él. Solamente en esta etapa glorificaremos y manifestaremos al Señor en unidad; seremos completamente perfeccionados en unidad para manifestar y glorificar al Señor. Entonces la filiación será completamente real para nosotros, porque todo lo que Dios es y tiene será corporificado en nosotros. Esto significa que tendremos la vida de Dios, la naturaleza de Dios y aun a Dios mismo, con el propósito de llegar a ser la manifestación y expresión mismas de Dios. Finalmente, tendremos toda la gloria que Dios dio al Señor, el Hijo de Dios.

LA UNIDAD ES LA EDIFICACIÓN

La verdadera unidad también es la edificación. No crea que este concepto es mío o que no está respaldado por la revelación bíblica. En la tipología del tabernáculo en el Antiguo Testamento podemos ver que la unidad es la edificación. El tabernáculo era un tipo, un cuadro descriptivo de la morada mutua revelada en Juan 14. Si uno no tiene un entendimiento claro acerca de la morada mutua presentada en Juan 14, necesita regresar a Éxodo 26 donde podrá ver la composición y la edificación del tabernáculo.

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Todos los que leen la Biblia cuidadosamente saben que el tabernáculo no fue solamente la morada de Dios, sino también la morada de los que servían a Dios. Ellos moraban en el tabernáculo. Muchas veces en los salmos el salmista oraba deseando habitar en el templo, en la casa de Dios. Por ejemplo, en Salmos 27:4 dice: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para inquirir en su templo”. Aquí podemos ver que el templo, o tabernáculo, no fue solamente la morada de Dios, sino que también tipificaba la morada de los que amaban a Dios. De manera que el tabernáculo tipificaba la morada mutua, una morada para ambos.

El tabernáculo estaba compuesto de cuarenta y ocho tablas. Esto tiene mucho significado. Ya que el tabernáculo es un tipo, debemos interpretar cada uno de sus aspectos como una alegoría. Las cuarenta y ocho tablas se componían de un número básico, seis. El número seis, como en las seis tinajas de piedra para agua que vemos en Juan 2, representa al hombre, quien fue creado en el sexto día. Por lo tanto, seis es el número de la humanidad, el número que representa al hombre. Cuarenta y ocho dividido entre seis es igual a ocho, y en la Biblia este número indica la resurrección, un nuevo comienzo. El primer día de la semana, que viene después de los siete días de la semana, es el octavo día y significa un nuevo comienzo. ¿Cuándo se llevaba a cabo la circuncisión? En el octavo día (Lv. 12:3). ¿Cuándo resucitó el Señor Jesús? El primer día de la semana, esto es, en el octavo día (Jn. 20:1). Por lo tanto, el número ocho significa un nuevo comienzo en resurrección, y el número cuarenta y ocho representa la humanidad en resurrección. No nos referimos a la humanidad natural, sino a la humanidad en resurrección. En la iglesia, la humanidad es necesaria, pero debe ser una humanidad en resurrección y no la humanidad natural.

Las cuarenta y ocho tablas de madera, que representan la humanidad, estaban recubiertas de oro (Éx. 26:29), el cual representa la divinidad, que incluye la naturaleza y la gloria divinas. Así que, el oro que recubría las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo representa la esencia divina junto con la gloria divina. Sobre la cubierta de oro estaban los anillos de oro y, dentro de ellos, las barras de oro, las cuales unían las cuarenta y ocho tablas. Aquí podemos ver la unidad que se halla en el edificio. Por lo tanto, es correcto decir que el edificio mismo es la unidad.

En la Biblia la unidad no consiste solamente en juntar cosas, ni en la simple acumulación de materiales. Esto sería sólo apilar materiales. La unidad consiste en edificar estos materiales juntos. Edificar no es simplemente juntar las piezas, sino acoplarlas adecuadamente unas con otras para formar una sola entidad. Tomemos el ejemplo de una casa: cada pared encaja perfectamente con todas las demás, formando

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así una sola unidad. Con el ejemplo de la tipología del tabernáculo, podemos ver que las cuarenta y ocho tablas llegaron a ser un solo edificio.

En el tabernáculo esta unidad, esta edificación, dependía totalmente del oro. Si el oro hubiera sido quitado de las tablas, la unidad se habría perdido y todas las tablas se habrían caído. En sí mismas, las tablas de madera no poseían el factor ni el elemento de la unidad. Ese elemento que las unía era el oro. Éste recubría las tablas, y sobre ellas estaban los anillos de oro, a través de los cuales pasaban las barras de oro que unían a todas las tablas. Por lo tanto, era en el oro que todas las tablas eran uno. En la vida divina, en la naturaleza divina y en la gloria divina, no en la humanidad, todas las “tablas” son uno. Aunque somos las “tablas” en resurrección, esta humanidad resucitada no es el factor de la unidad. El factor de la unidad es la divinidad, el oro. La vida, la naturaleza y la gloria divinas son el factor de la unidad. De igual manera, nuestra unidad no se encuentra en nosotros mismos, sino en el Dios Triuno, quien es nuestra vida, naturaleza, gloria y expresión. Finalmente nosotros, como las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo, no nos expresaremos a nosotros mismos, sino que manifestaremos la gloria del Dios Triuno, que está tipificado por el oro. Ahora podemos ver que las cuarenta y ocho tablas son una en la gloria divina; ellas expresan la gloria del oro. Ésta es la unidad verdadera. Queda muy claro que esta unidad no es un simple compañerismo, sino la edificación. La unidad del compañerismo no es algo adecuado para lograr la unidad genuina. Esta unidad debe ser una edificación.

Cuando llegamos al final de la Biblia, tenemos la cosecha de toda la obra de edificación de Dios a través de los siglos: la Nueva Jerusalén, que es la máxima consumación de la empresa de edificación por parte de Dios. ¿Es la unidad de la Nueva Jerusalén un simple amontonamiento de piedras preciosas? No; es una edificación. La apariencia de la Nueva Jerusalén es como jaspe (Ap. 21:10-11, 18a). En Apocalipsis 4 vemos que la apariencia de Dios, Aquel que está sentado en el trono, también es como jaspe, lo cual significa que jaspe es la expresión de Dios, la apariencia de Dios. Por lo tanto, toda la Nueva Jerusalén tendrá la misma apariencia que tiene Dios, es decir, expresará a Dios. Esto significa que todas las piedras preciosas son una en la expresión de la imagen de Dios. Ésta es la verdadera unidad.

Algunos creyentes dicen que cada iglesia local debe ser distinta, diferente a todas las otras iglesias locales. Yo estuve engañado con este concepto durante varios años. Pero un día el Señor me mostró que las siete iglesias de Apocalipsis eran distintas únicamente en el aspecto negativo, y no en el aspecto positivo. En el aspecto negativo, algunas de estas iglesias eran diferentes de las otras, pero en el aspecto positivo todas eran exactamente iguales. Miren los cuatro lados de la Nueva Jerusalén. Según la opinión de aquellos que dicen que cada iglesia local debe ser distinta, entonces también los cuatro

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lados de la Nueva Jerusalén tendrían que ser distintos. Un lado debería ser de jaspe, y los otros de rubí, esmeralda o diamante; cada uno sería distinto de los demás. Según ellos, cada lado del muro debería expresar algo único, diferente a los demás. Pero esto no sería unidad. Los cuatro lados de la Nueva Jerusalén tienen la misma expresión: la del jaspe, la gloriosa apariencia de Dios.

En el Nuevo Testamento la diferencia entre las iglesias tampoco se halla en el lado positivo, sino en el negativo. Tal vez algunos dirían: “¿No es verdad que las iglesias establecidas por Pablo entre los gentiles fueron de una clase y las iglesias de Judea, en especial la iglesia en Jerusalén, eran de otra?”. Es verdad, pero sólo en el sentido negativo. En el sentido positivo todas las iglesias creían en Jesucristo y tenían a Cristo como su vida para expresar a Dios. En este sentido no había ninguna diferencia entre ellas. Sin embargo, en el lado negativo habían diferencias, porque las iglesias gentiles no sabían nada con respecto a guardar la ley, mientras que los creyentes de Judea, especialmente los de la iglesia en Jerusalén, seguían practicando los ritos de la religión judía, aun hasta la última vez que Pablo visitó Jerusalén. Esa era una marcada diferencia entre las iglesias. ¿Desea usted mantener esta clase de diferencia? Los santos que estaban en Jerusalén incluso convencieron a Pablo de que hiciera el pago por la purificación según la religión judía, pero Dios no estuvo de acuerdo con eso. Sí; es verdad que habían diferencias entre las iglesias, pero eran solamente en un sentido negativo.

¿Seguiremos tomando en cuenta las diferencias en el aspecto negativo o avanzaremos a la unidad en el aspecto positivo? Todas las iglesias deben ser iguales. Tenemos una sola Biblia, creemos en un solo Dios, tenemos al mismo Jesucristo como nuestro Salvador y todos le disfrutamos como nuestra vida para expresar a Dios. No hay ninguna razón para ser diferentes. Si aún mantenemos algunas diferencias, significa que tenemos situaciones negativas. Las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo expresaban la gloria del oro mismo, y en la Nueva Jerusalén todo el muro tendrá la apariencia de jaspe. Cuán felices estamos porque todas las iglesias hoy son iguales en el aspecto positivo. Debemos desechar el concepto tradicional de que las iglesias deben ser diferentes. Todas las iglesias deben ser iguales.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y DOS

LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE

(1)

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Los capítulos dieciocho y diecinueve del Evangelio de Juan nos relatan cómo el Señor fue traicionado, juzgado, crucificado y sepultado. Al leer el relato de la crucifixión del Señor Jesús en los cuatro Evangelios, descubrimos que los primeros tres, es decir, los de Mateo, Marcos y Lucas, comparten la misma línea. Sin embargo, lo narrado en el Evangelio de Juan es completamente diferente. Por ejemplo, en los primeros tres Evangelios, la narración de la crucifixión y muerte del Señor está acompañada de muchas señales, una de las cuales fue el cielo que se oscureció, y otra consistía en que el velo del templo se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:45, 51). Además, otra señal que seencuentra en los tres evangelios y no en el Evangelio de Juan, es el clamor del Señor desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. No obstante, en el de Juan se incluyen detalles que no aparecen en los primeros tres, como por ejemplo el relato de los soldados que se burlaban del Señor (19:2-3), y la sangre y el agua que fluyeron del costado del Señor (19:34). Por lo tanto, estos relatos siguen dos líneas distintas. Debemos descubrir el propósito de ambas líneas.

Según los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, el propósito principal de la muerte del Señor fue redimirnos. Él murió por nosotros y por nuestros pecados para realizar la obra de redención. El Señor clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, porque en ese momento Dios puso todos nuestros pecados sobre Él, y el Señor se hizo el portador del pecado, llegando a ser un pecador por nosotros para cargar sobre Sí mismo nuestros pecados. Por lo tanto, Dios lo desamparó. El Evangelio de Lucas específicamente subraya que el Señor era el Redentor, quien nos redimió de nuestros pecados, porque nos dice que el Señor murió junto con dos pecadores, dos ladrones; uno de ellos se salvó y el otro pereció (Lc. 23:32, 39-43). Este relato no se encuentra en el Evangelio de Juan. Entonces, ¿cuál es el propósito del relato de Juan? Ya que el libro de Juan es el Evangelio de vida, su relato acerca de la muerte de Cristo sigue la línea de la vida. El propósito de Juan fue mostrar que el Señor Jesús es la expresión de Dios como nuestra vida y que Él murió en la cruz con el propósito de liberarse a Sí mismo para ser nuestra vida. Él murió en la cruz para impartir Su vida divina en nosotros.

Ahora debemos visualizar el Evangelio de Juan en su totalidad. En este libro, el autor, bajo la inspiración del Espíritu Santo, muestra que el Señor Jesús, como expresión de Dios, vino como vida para satisfacer todas nuestras necesidades y que tuvo que morir, resucitar y ser transfigurado en otra forma, el Espíritu, para poder entrar en nosotros y ser uno con nosotros, y para introducirnos en Dios e introducir a Dios en nosotros, logrando así que Dios y nosotros seamos una morada mutua. En Juan 17 el Señor oró pidiendo que todos los discípulos, los que han nacido de Dios, que conocen el nombre y la vida del Padre, y pertenecen a la familia del Padre, sean uno en el nombre del Padre, separados del mundo y santificados para vivir en Dios y ser completamente uno en el

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Dios Triuno, obteniendo la gloria de ser hijos de Dios. Como nos revela este capítulo, al estar en la vida y naturaleza de Dios, en la santificación y en la gloria del Dios Triuno, todos podemos ser uno, lo cual es la expresión corporativa de Dios. De esta manera, el Señor, el Hijo de Dios, puede ser manifestado y glorificado por medio de nosotros, y el Padre puede ser manifestado y glorificado en el Hijo por medio de este vaso corporativo. Después de esto, el autor presenta un relato que nos muestra cómo el Señor fue crucificado, pasó por la muerte y salió de la muerte en resurrección. Al considerar este cuadro de forma completa, podemos comprender el propósito de la crónica de la muerte del Señor en los capítulos 18 y 19.

Aprecio el título de este mensaje: “La vida es procesada para multiplicarse”. En especial aprecio las palabras procesada y multiplicarse. Del capítulo 18 al 21 de Juan se revela que la vida ha pasado por un proceso para multiplicarse. Un solo grano se ha multiplicado en muchos granos (12:24). El Hijo unigénito ha sido multiplicado en muchos hijos. Cuando lleguemos al capítulo 20, veremos que el Hijo unigénito ha producido muchos hermanos en Su resurrección y que estos muchos hermanos son Su multiplicación. ¿Cómo pudo el Señor obtener esta multiplicación? Únicamente pasando por el proceso de la muerte y la resurrección.

I. EL SEÑOR SE ENTREGAVOLUNTARIAMENTE Y CON

VALENTÍA PARA SER PROCESADO

El Señor se entregó voluntariamente y con valentía para ser procesado (18:1-11). Esto significa que Él fue a la muerte voluntariamente. En Juan 10 Él dijo que a propósito entregaría Su vida por nosotros. Él es el Señor de la vida y Él es la vida. Tiene autoridad para morir y tiene autoridad para resucitar. Por Su propia voluntad Él entró en la muerte y salió de allí. Él no tiene el problema que representa la muerte; por lo tanto, no era necesario que Él muriese. Era privilegio Suyo escoger morir o no. Él podía decidir morir o no morir. Sin embargo, para nosotros la muerte no es un asunto de elección. Cuando la muerte nos visita, no podemos decirle: “Muerte, no estoy listo. Por favor, regresa otro día”. No tenemos el poder ni la autoridad para rechazarla; cuando la muerte viene, todos son subyugados por ella. Pero esto no era así para el Señor, porque Él es el Señor de la vida y la vida misma. Si Él no hubiera querido morir, podía haber rechazado la muerte, pues tenía la potestad para hacerlo. Él tenía la autoridad para expulsar a la muerte. Aunque no fue obligado ni forzado a morir, estuvo dispuesto a hacerlo porque había venido para impartirse a Sí mismo en nosotros como vida. Él sabía que solamente por medio de la muerte podría liberarse a Sí mismo y entrar en nosotros como vida. De hecho, Él ya había dicho que era el grano de trigo que debía caer en la tierra y morir (12:24). Si el grano de trigo no está dispuesto a morir, ¿cómo puede su vida ser liberada

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para producir muchos granos? En Juan 18 y 19 vemos claramente que el Señor Jesús estuvo muy dispuesto a morir.

A. Va al huerto

El hecho de que el Señor fuese al huerto (18:1) es el primer indicio de que estaba dispuesto a morir. En otras palabras, fue al lugar donde sería capturado. En Su largo mensaje descrito en los capítulos 14, 15 y 16 del Evangelio de Juan, Él habló claramente del proceso por el cual pasaría. Luego, en el capítulo 17 oró por este proceso. Después de orar, se fue al huerto de Getsemaní. Según Mateo, Marcos y Lucas, el Señor fue al huerto a orar. Estos tres Evangelios revelan al Señor como el portador de los pecados; Él sobrellevaba y estaba bajo el peso de nuestros pecados, así que Él tuvo necesidad de ir al Padre y orar. Pero Juan en su evangelio no incluyó este detalle. El relato de Juan muestra que Él fue al huerto, pero no para orar, sino para entregarse a ser procesado. Fue allí para ser capturado, arrestado, o sea, para entregarse a la muerte, lo cual significa que Él se entregó voluntariamente; no se escondió, sino que por Su propia voluntad se ofreció para ser procesado, entregándose a la gente que le daría muerte.

B. Es traicionado por el discípulo falso

El Señor sabía que Judas le traicionaría (13:11, 21-27), pero no hizo nada para evitarlo. Esto también comprueba que Él voluntariamente se entregó a Sí mismo para ser procesado. Satanás utilizó a un falso discípulo del Señor para llevarlo a la muerte, sin imaginarse que al hacer esto le estaba proporcionando la oportunidad para ser procesado. El Señor reconoció esto como una oportunidad para ser glorificado (13:31-32), es decir, para multiplicarse por medio de la muerte y resurrección.

C. El “Yo Soy” está dispuesto a ser arrestado

Otro indicio de que el Señor estuviera dispuesto a morir, fue que la gente no lo encontró a Él, sino que Él mismo se presentó ante ellos. Judas, el falso discípulo, vino con dos clases de personas: los políticos y los religiosos. Los soldados eran los que venían de los políticos, y los alguaciles eran los que venían de los principales sacerdotes y de los fariseos, o sea, los religiosos. El círculo religioso se unió con el político para quitarle la vida al Señor. Sin embargo, ellos no lo hallaron; al contrario, Él se presentó ante ellos. Los soldados no capturaron al Señor mientras Él estaba orando. No, Jesús se adelantó y les dijo: “¿A quién buscáis?” (18:4). Ellos contestaron: “A Jesús nazareno”. Luego el Señor les dijo: “Yo soy” (18:5). Cuando ellos escucharon Su palabra, retrocedieron y cayeron a tierra (18:6). Ellos se atemorizaron cuando Él dijo: “Yo soy”, que es el significado del nombre de Jehová. Esto indica que ellos fueron a arrestar a Jehová Dios.

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El Señor no aprovechó esta oportunidad para huir, sino que les preguntó por segunda vez: “¿A quién buscáis?”. De manera que ellos no lo arrestaron a Él, sino que el Señor se entregó en sus manos.

El nombre de Jehová significa: “Yo Soy el que Soy”. El Señor Jesús es el gran Yo Soy. En Juan 8:24 el Señor dijo a los judíos: “Si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis”. En otras palabras, si ellos no creían que Jesús era Jehová, Dios mismo, morirían en sus pecados. Los judíos habían escuchado esto y, cuando lo oyeron de nuevo, cayeron a tierra atemorizados. El hecho de que el Señor se acercara a ellos por segunda vez y de nuevo les preguntara: “¿A quién buscáis?”, prueba que Él no fue capturado, sino que Él mismo se entregó a ellos, pues estaba dispuesto a morir. Si Él no hubiera estado dispuesto a morir, nadie hubiera podido capturarlo, porque Él habría podido atemorizarlos a todos y hacerlos caer a tierra. Todo lo que Él tendría que haber hecho era pronunciar una palabra, y sus captores habrían muerto. ¿Cómo podían ellos atraparlo si Él no hubiese estado dispuesto a ser capturado? Esto prueba que el propósito del Evangelio de Juan es mostrar que el Señor es el Señor de la vida y que Él estaba dispuesto a morir para liberarse a Sí mismo como vida.

D. Cuida de los discípulos tranquilamente

Mientras el Señor se entregaba a Sus captores, cuidó de Sus discípulos de una manera muy tranquila. En 18:8 Jesús dijo: “Os he dicho que Yo soy; pues si me buscáis a Mí, dejad ir a éstos”. Éste fue el cumplimiento de lo que dijo en 17:12: “Ninguno de ellos se perdió”. Aquí podemos ver que mientras el Señor sufría la traición a manos de Su falso discípulo y el arresto de los soldados, seguía cuidando de Sus discípulos. Esto revela que Él estaba tranquilo mientras pasaba por el proceso de la muerte. La amenaza del ambiente de muerte no lo atemorizó.

E. Sin ofrecer resistencia alguna

El hecho de que el Señor estuviera dispuesto a morir también se manifestó cuando Pedro cortó la oreja derecha de Malco, el siervo del sumo sacerdote (18:10-11). Pedro, un hermano sumamente tosco, no conocía el propósito del Señor. Aunque quería ayudar al Señor, sólo le causó problemas. El Señor Jesús le dijo: “Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. El Señor le dijo que guardara su espada porque Él había venido a cumplir el propósito del Padre, que consistía en darse a Sí mismo como vida al hombre. El Señor bebió voluntariamente la copa que el Padre le dio; no fue obligado a beberla. En otras palabras, el Señor no fue forzado a morir, sino que voluntariamente se entregó para morir a fin de liberar Su vida y producir así mucho fruto.

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En Juan 18:10-11 vemos que el Señor no ofreció ninguna resistencia al ser arrestado. Al entregarse a Sí mismo a la muerte, el Señor demostró que Él era la vida. Sin la muerte, ¿cómo podría haber probado que Él era la vida? Cuando se hizo hombre, primero demostró que era Dios. Del capítulo 1 de Juan hasta el capítulo 17 el Señor estuvo entre los hombres probando que Él era Dios. En los capítulos 18 y 19, Él va a pasar por la muerte para probar que Él es vida. ¿Cómo podemos saber que el Señor es vida? Por el hecho de que Él pasó por la muerte sin ser subyugado por ella. Al Señor no le atemorizó, perturbó, controló ni gobernó la muerte. Cuando leemos estos dos capítulos, descubrimos que al entrar en la muerte, el Señor la venció y la subyugó.

En estos dos capítulos podemos encontrar muchas pruebas de que el Señor venció y subyugó a la muerte. Primero, no se atemorizó por la muerte. Cuando el Señor supo que los religiosos junto con los políticos venían para prenderle y darle muerte, no se atemorizó en absoluto. Él fue con valentía hacia ellos y se entregó a ellos voluntariamente. En segundo lugar, el Señor estaba tranquilo cuando la muerte llegó a Él; aun frente a la muerte Él cuidó de Sus discípulos al decirle a sus captores quedejaran ir a Sus discípulos. Supongamos que un grupo de policías le viene a arrestar a usted, ¿estaría usted tranquilo? Pero en cada escena presentada en estos dos capítulos, el Señor estaba completamente tranquilo; nunca fue turbado ni afectado por el temor a la muerte. De la misma manera, Él mantuvo Su porte frente al sumo sacerdote y delante de Pilato; estuvo tranquilo; no estaba turbado incluso en el momento mismo de ser crucificado. Mientras Él estaba en la cruz, hasta cuidó de Su madre. Pese a que se le amontonaban los problemas durante ese tiempo de sufrimiento, sin embargo, el relato nos revela que Él siempre estuvo tranquilo.

La vida del Señor fue una vida que puede derrotar y conquistar la muerte. Él entró a la muerte por medio de la crucifixión y salió de ella por medio de la resurrección. ¿Qué mejor prueba puede haber de que Él es la vida, que la muerte no puede afectarlo, subyugarlo ni conquistarlo? Él venció a la muerte porque Él es la vida de resurrección (11:25). Juan 18 y 19 muestran cuán fuerte y poderoso fue el Señor mientras entró a la muerte. Cuando la muerte amenazó, Él se mostró fuerte y poderoso, y ésta no logró subyugarlo. Él entró en la muerte y salió de ella sin ser dañado ni retenido por ella. ¡Qué prueba tan contundente de que Él es la vida!

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II. EXAMINADO EN SUDIGNIDAD POR LA HUMANIDAD

A. De la misma maneraque el cordero de la Pascua era examinado

El Señor fue examinado en Su dignidad por la humanidad (18:11-19:16) de la misma manera que el cordero de la Pascua era examinado (Éx. 12:2-6). El Señor Jesús fue crucificado durante la Pascua como el Cordero Pascual. Conforme a la tipología, el cordero pascual era examinado antes de ser inmolado para determinar si tenía algún defecto o no. El examen que la humanidad hizo de Cristo fue el cumplimiento de este tipo. Después de que Pilato lo examinó, declaró: “Yo no hallo en Él ningún delito” (18:38; 19:4, 6). No se halló ninguna mancha en este Cordero; Él era plenamente apto para ser el Cordero para el pueblo de Dios.

B. Por los judíos conformea la ley de Dios en su religión

1. Frente a uno de Sus discípulosmás cercanos que lo negaba

El Señor fue examinado por los judíos conforme a la ley de Dios en su religión (18:12-27), lo cual fue algo muy desagradable. El Señor incluso sufrió este examen frente a uno de Sus discípulos más cercanos que al mismo tiempo le negaba (18:17-18, 25-27). Mientras Él era examinado, Pedro lo negó tres veces. ¿Podría usted soportar esto? Si esto nos hubiera sucedido a nosotros, seguramente habríamos reprendido a Pedro, pero el Señor no dijo ni siquiera una palabra.

2. El que juzgaba era juzgado

Mientras el sumo sacerdote examinaba y juzgaba al Señor, el Señor lo juzgaba a él en Su dignidad (18:19-21). El Señor no tenía temor y le habló al sumo sacerdote de una forma muy digna. Mientras el Cordero de la Pascua era examinado, el Señor también hizo un examen, y los defectos del examinador fueron puestos en evidencia.

C. Por los gentilesconforme a la ley del hombre en su política

1. Bajo la soberanía de Dios

El Señor fue examinado por los gentiles conforme a la ley del Imperio Romano (18:28-38a). La ley del Imperio Romano era famosa. Aún hoy muchos países basan sus leyes en

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ella. Antes de que el Señor fuera examinado por los gentiles conforme a la ley política, fue examinado conforme a la ley judía para ser ejecutado. Más tarde fue examinado por la política romana, que es la ley del poder terrenal. La ley judía en cuanto a la sentencia de muerte era apedrear al criminal (18:31; Lv. 24:16). Si ese método de ejecución hubiese estado vigente en ese tiempo, el Señor Jesús hubiera sido apedreado; pero no habría cumplido la profecía hablada por el Señor cuando dijo que Él sería levantado de la misma manera que la serpiente de bronce, erigida por Moisés en el desierto (3:14).

Hace muchos años leí un artículo que describía la forma en que los judíos inmolaban al cordero durante la Pascua. El artículo decía que los judíos tomaban dos barras de madera y formaban una cruz. Ponían al cordero sobre la cruz, ataban en la base del poste las dos patas del animal y fijaban las dos patas delanteras extendidas sobre el travesaño. Luego inmolaban al cordero hasta que toda su sangre era derramada. Por eso, el sacrificio del cordero pascual es un cuadro de la crucifixión de Cristo. Los judíos ejecutaban a los criminales según su ley apedreándolos, pero la nación judía no estaba en el poder en la época en que el Señor fue crucificado. Esto significa que la nación judía había perdido el derecho legal de ejecutar criminales conforme a su ley. Un poco antes de la crucifixión de Cristo, el gobierno romano adoptó la crucifixión como el método para ejecutar a los criminales. Esto fue decidido bajo la soberanía de Dios, de manera que las profecías con respecto a la crucifixión de Cristo pudiesen cumplirse (vs. 31-32; 12:32-33).

2. El juzgador es juzgado por el Señor

Mientras Pilato juzgaba al Señor Jesús, el Señor lo juzgó a Él en Su dignidad (vs. 33-38a). Pilato, el gobernador del Imperio Romano, era muy temeroso. Fue un excelente ejemplo de un político. Aunque sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal, él, como todos los políticos, tenía temor del pueblo. Esto mismo sucede con los políticos hoy en día. Pilato no encontró falta alguna en el Señor Jesús; él sabía que el Señor no había hecho nada malo. Pero los gritos de la multitud lo subyugaron, y él no fue honesto, genuino ni fiel.

Cuando el Señor fue presentado delante de Pilato, de nuevo parecía que Pilato lo juzgaba, pero finalmente fue el Señor quien juzgó a Pilato. Ya vimos que una de las características de Pilato era su temor; él temía al pueblo judío. Sabía que el Señor Jesús no tenía pecado y de hecho afirmó que no encontraba ninguna falta en Él. Pero debido a que tenía miedo de los judíos, condenó al Señor y lo sentenció a morir. Esto fue algo completamente injusto. Cuando el Señor le dijo a Pilato que Él había venido al mundo para “dar testimonio a la verdad” y que “todo aquel que es de la verdad, oye [Su] voz” (18:37), Pilato le contestó: “¿Qué es la verdad?” (18:38). Esto indica que el Señor juzgó a

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Pilato. En efecto, el Señor parecía decir: “Tú eres un alto administrador, pero aun así no sabes lo que es la verdad. Entonces eres una persona falsa. No eres verdadero”. Después de esto Pilato fue expuesto y avergonzado, y dejó de juzgar al Señor. En esto podemos ver las tinieblas que hay en la política.

III. SENTENCIADO POR LA INJUSTICIA DEL HOMBRE

Después de que el Señor Jesús fue examinado, Él, quien es perfecto, fue sentenciado por la injusticia de los hombres (18:38b-19:6). Esta sentencia injusta expone la ceguera de la religión y las tinieblas de la política (18:38b-39; 19:1, 4-5, 8-14, 16). Los judíos religiosos rechazaron al Justísimo y escogieron a un ladrón (18:39-40; 19:6-7, 12, 15). ¡Qué ciegos estaban! Su religión y su odio los cegaban. El político de los gentiles, Pilato, reconoció y declaró que el Señor Jesús no tenía ningún delito, pero aun así, lo sentenció a muerte para agradar a los judíos (18:38a-39; 19:1, 4-5, 8-14, 16). ¡Cuán político era! La religión y la política se unieron para pronunciar la injusta sentencia sobre Cristo. La política no tomó la iniciativa, sino que fue la religión la que tomó la iniciativa y utilizó el poder de la política de tinieblas.

IV. PROBADO EN LA SOBERANÍA DE DIOSPOR LA MUERTE

A. Crucificado en Gólgota

En el proceso de multiplicarse, el Señor Jesús fue probado por la muerte bajo la soberanía de Dios (19:17-37). Después de ser sentenciado injustamente, fue crucificado en el Gólgota (19:17), que en latín se traduce Calvario y significa el Lugar de la Calavera. El significado del lugar donde fue sacrificado indica insulto y vergüenza. El Señor sufrió la muerte en insulto y vergüenza.

B. “Contado con los pecadores”

En el Gólgota “le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19:18). Esto fue el cumplimiento de la profecía dada en Isaías 53:12, donde dice que el Mesías sería “contado con los pecadores”. Él no sólo fue sacrificado en un lugar de insulto y vergüenza, sino que también fue contado con los pecadores y fue tratado como uno de ellos.

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C. Muerto por la humanidad, representada porla religión hebrea, la política romana

y la cultura griega

Conforme a la soberanía de Dios, el Señor fue muerto por la humanidad, representada por la religión hebrea, la política romana y la cultura griega (19:19-22). Juan 19:19 dice: “Escribió también Pilato un rótulo, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”. El rótulo estaba escrito en hebreo, en latín y en griego (19:20). El hebreo representaba la religión hebrea, el latín, la política romana y el griego, la cultura griega. Estos tres en conjunto representan a todo el mundo de la humanidad, lo cual significa que el Señor Jesús como Cordero de Dios fue muerto por toda la humanidad y para el bien de ella. Cuando los principales sacerdotes de los judíos pidieron a Pilato que cambiara lo que decía el rótulo, Pilato les contestó: “Lo que he escrito, he escrito” (v. 22). Lo que Pilato escribió no salió de él, sino de la mano soberana de Dios, y él no podía cambiarlo.

D. Los soldados se repartenlas vestiduras del Señor

La religión estaba ciega, la política era oscura, el gobernador actuaba con falsedad y los soldados eran codiciosos. Cuando ellos hubieron crucificado a Jesús, tomaron Sus vestiduras e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Pero como Su túnica era sin costura, de una sola pieza, echaron suertes sobre ella para ver de quién de ellos sería (19:23-24). Esto no fue idea de los soldados, sino que se efectuó bajo la soberanía de Dios para que se cumpliese la profecía de Salmos 22:18. En efecto, los soldados hicieron exactamente lo profetizado en este salmo. En esto podemos ver que la muerte del Señor fue soberanamente planeada. Si Dios no lo hubiera planeado, nadie habría podido matar al Señor de la vida. Todas las profecías cumplidas prueban que la muerte del Señor no fue algo del hombre, sino de la soberanía de Dios.

E. El Señor cuida de Su madreal impartir Su vida en Su discípulo

Probablemente la mayoría de los creyentes saben que mientras el Señor estuvo en la cruz, expresó siete palabras, las cuales son muy famosas. Primeramente el Señor dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:34); en segundo lugar dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43); y en tercer lugar: “Mujer, he ahí tu hijo ... He ahí tu madre” (Jn. 19:26-27). El Señor profirió estas palabras durante las primeras tres horas de Su crucifixión. El Señor estuvo en la cruz durante seis horas, desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde, lo cual se narra muy claramente en los cuatro

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Evangelios. Durante las primeras tres horas todo lo que sucedió fue hecho por los hombres. Lo escarnecieron, se burlaron de Él y lo crucificaron. Pero después de las primeras tres horas, todo lo que sucedió fue hecho por Dios. Dios lo consideró como un pecador y como el sustituto por el pecado, y lo juzgó. Durante las últimas tres horas, el Señor expresó algunas palabras más: en Mateo 27:46 el Señor Jesús dijo: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”. Ésta fue la cuarta palabra hablada en la cruz. La quinta fue: “Tengo sed” (Jn. 19:28); la sexta: “Consumado es” (v. 30); y la séptima: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu” (Lc. 23:46).

Mientras Jesús estaba crucificado, vio a Su madre y al discípulo amado, de pie cerca de la cruz y dijo a Su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre”. Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa (19:26-27). Vimos que lo primero que el Señor dijo fue: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Luego, en Lucas 23:43 el Señor dijo a uno de los dos ladrones crucificados junto a Él: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esto tenía que ver con la salvación, ya que el relato de Lucas demuestra que el Señor es el Salvador de los pecadores. Las palabras: “Padre, perdónalos”, son una oración por los pecadores. De igual forma, las palabras: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” constituyen una promesa del evangelio para los pecadores salvos. Pero aquí en Juan 19:26-27, el Señor le dijo a Su madre: “He ahí tu hijo” y al discípulo: “He ahí tu madre”. Estas palabras indican una unión de vida, puesto que el Evangelio de Juan da testimonio de que el Señor es la vida impartida en Sus creyentes. Por medio de esta vida Su discípulo amado podía ser uno con Él y llegar a ser el hijo de María, Su madre, y ella podía llegar a ser la madre de Su discípulo amado. Según el relato de Juan, Jesús fue crucificado para transferir la vida, para impartir Su vida a Sus discípulos. Por medio de esta transferencia de vida, uno de Sus discípulos pudo llegar a ser hijo de la madre del Señor, y ella pudo ser madre de este discípulo. Esto no indica salvación, sino transferencia de vida. Por lo tanto, el Evangelio de Juan no es un evangelio de salvación, sino de vida, la cual es transferida a todos los creyentes.

Debemos notar que en Mateo, Marcos y Lucas, mientras el Señor estaba en la cruz, Él le habló a un pecador, específicamente al ladrón que fue redimido de la maldición, para estar con Él en el paraíso. Sin lugar a dudas, esto se refiere a la redención. En el Evangelio de Juan, el Señor habló a Su madre y a uno de Sus discípulos. ¿Cómo podía la madre del Señor llegar a ser madre de ese discípulo, y cómo podía ese discípulo llegar a ser su hijo? ¿Por la redención? Claro que no. Esto sólo se logra por la vida, por una unión de vida, por la identificación de la vida, por la vida que regenera. Por medio de Su muerte el Señor se impartió en Juan Su discípulo, quien fue unido e identificado con Él mediante la vida divina. De esta manera, la madre del Señor llegó a ser madre de Juan. ¿Cuál es la razón por la que en Lucas el Señor habla al ladrón, y en Juan, a Su madre y a Su discípulo? Porque en Lucas el Señor murió para redimir a los pecadores de la

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maldición del pecado. Aunque podemos ser pecadores como el ladrón, también podemos ser redimidos de la maldición del pecado, y podemos ir inmediatamente a estar con el Señor en el paraíso. Así que, en Lucas tenemos un evangelio que habla de la muerte redentora del Señor, la cual podemos predicar a los pecadores. Pero en Juan el Señor Jesús murió para liberar e impartirse a Sí mismo como vida en los discípulos, logrando que todos Sus discípulos fueran identificados con Él. Por consecuencia, todos los discípulos son hijos para Su madre. Debido a Su vida y a Su muerte, el Señor se impartió a Sí mismo en nosotros, haciéndonos uno con Él. De esta manera, llegamos a ser hijos para Su madre. Esto prueba que, según el Evangelio de Juan, Su muerte en la cruz es una muerte para impartirse a Sí mismo en nosotros como vida.

F. Se burlan de Él ofreciéndole vinagre

Los versículos 28 y 29 dicen: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos pusieron en un hisopo una esponja empapada en el vinagre, y se la acercaron a la boca”. La sed es un anticipo de la muerte (Lc. 16:24; Ap. 21:8). El Señor Jesús sufrió sed por nosotros en la cruz (He. 2:9). El hisopo aquí debe ser la “caña” mencionada en Mateo 27:29 así como en Marcos 15:19, la cual era de hisopo. Al principio de la crucifixión, al Señor le ofrecieron vino mezclado con hiel y mirra (Mt. 27:34; Mr. 15:23) como una bebida estupefaciente, pero Él no quiso beberla. Al final de Su crucifixión, se burlaron de Él ofreciéndole vinagre (Lc. 23:36). En Su crucifixión, le robaron al Señor, junto con Su vida, el derecho de estar vestido y de beber.

G. La obra de Su muertetodo-inclusiva es consumada

El versículo 30 dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu”. El Señor continuó trabajando hasta que lo pusieron en la cruz (5:17). Y aun en Su crucifixión, Él seguía trabajando. ¿Cómo sabemos que Él seguía trabajando en la cruz? Porque antes de morir Él clamó: “Consumado es”. Mientras era crucificado Él continuaba trabajando para lograr la redención de los pecadores, la destrucción de la serpiente, la liberación de la vida divina y la realización del propósito eterno de Dios. Fue en el último momento, después de que todo hubo terminado, que proclamó a todo el universo: “¡Consumado es!”. Entonces murió y entró en reposo. Alabado sea el Señor Jesús, sólo Él pudo hacer esto. Por medio de Su crucifixión Él terminó la obra de Su muerte todo-inclusiva, mediante la cual efectuó la redención, puso fin a la vieja creación y liberó Su vida de resurrección para producir la nueva creación, cumpliendo así el propósito de Dios. En el proceso de la

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muerte, Él les demostró a Sus opositores y a Sus creyentes, por la manera en que se comportó, que Él era la vida. Las horribles circunstancias de la muerte no le atemorizaron en lo más mínimo; más bien, le sirvieron de contraste para demostrar contundentemente que Él, quien es la vida, era contrario a la muerte, una vida que de ninguna manera puede ser afectada por la muerte.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y TRES

LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE

(2)

Hemos visto que el Evangelio de Juan revela al Señor como la expresión misma de Dios que viene a nosotros como vida. Él llega a ser todo para nosotros y satisface todas nuestras necesidades, al impartirse a Sí mismo a nosotros como vida, con el fin de introducir a Dios en nosotros e introducirnos a nosotros en Dios, mezclando así a Dios con nosotros, hasta lograr que Dios y nosotros, nosotros y Dios, seamos uno. En otras palabras, el Señor es la expresión misma de Dios y, como tal, se imparte a Sí mismo en nosotros como vida, satisfaciendo todas nuestras necesidades y mezclando a Dios con nosotros para hacernos una sola entidad. Éste es el pensamiento central de los capítulos del 1 al 17 de Juan. Aquellos a quienes Dios ha regenerado, son uno en la vida divina. De hecho, además de ser uno con Dios en la vida divina, también son uno en esta vida divina los unos con los otros. Después de mostrar tal revelación en estos diecisiete capítulos, el Espíritu Santo revela en los capítulos 18 y 19 que el Señor estuvo dispuesto a ir a la muerte y entregarse a la muerte para ser sembrado en la tierra como grano de trigo y morir a fin de que, al resucitar, pudiese liberarse e impartirse a Sí mismo en nosotros, produciendo de esta forma mucho fruto mediante Su muerte y resurrección.

El pensamiento del Espíritu Santo en Juan 18 y 19 no es solamente mostrar que el Redentor sobrellevó nuestros pecados, ni que murió por nuestros pecados en la cruz y nos redimió de la maldición de nuestros pecados. Este concepto respecto del Redentor y Su redención es presentado principalmente en los primeros tres evangelios. El pensamiento del Evangelio de Juan, en especial en los capítulos 18 y 19, consiste principalmente en que el Señor, quien es la simiente de vida, entra en la muerte a fin de liberarse a Sí mismo por medio de Su muerte y resurrección. De este modo, el único grano de trigo es liberado para producir los muchos granos. Originalmente la vida estaba restringida a un solo grano de trigo, pero ahora, por medio de la muerte y la resurrección, la vida misma de Cristo ha sido liberada y ha producido muchos granos;

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ahora esta vida se encuentra en los muchos granos. Éste es el pensamiento respecto a la muerte del Señor en el Evangelio de Juan.

Hemos visto que el Señor se entregó voluntariamente y con valentía para ser procesado (18:1-11), que fue examinado en Su dignidad por la humanidad (18:12-19:16), que fue sentenciado por la injusticia del hombre (18:38b-19:16) y que fue probado por la muerte bajo la soberanía de Dios (19:17-37). Ahora llegamos al punto crucial: el resultado de la muerte del Señor (19:31-37).

V. BROTAN LA SANGRE Y EL AGUA

Juan 19:34 dice: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”. Dos substancias salieron del costado abierto del Señor: sangre y agua. La función de la sangre es efectuar la redención y así quitar los pecados (Jn. 1:29; He. 9:22), para que se pudiera comprar la iglesia (Hch. 20:28). El agua imparte vida, la cual acaba con la muerte (Jn. 12:24; 3:14-15), a fin de producir la iglesia (Ef. 5:29-31). Por un lado, la muerte del Señor quita nuestros pecados; por otro, nos imparte vida. Aquí vemos dos aspectos: el aspecto redentor y el aspecto de impartir vida. La redención tiene como fin impartir vida. Lo narrado en los otros tres evangelios muestra solamente el aspecto redentor de la muerte del Señor; en cambio, lo narrado en Juan muestra no sólo el aspecto redentor, sino también el de impartir vida. En Mateo 27:45 y 51, Marcos 15:33 y Lucas 23:44-45 vemos que aparecieron las “tinieblas”, un símbolo del pecado, y que “el velo del templo”, que separaba al hombre de Dios, “se rasgó”. Estas señales están relacionadas con el aspecto redentor de la muerte del Señor. Las palabras pronunciadas por el Señor en la cruz en Lucas 23:43: “Padre, perdónalos”, y en Mateo 27:46: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?” (puesto que Él llevaba nuestros pecados en ese momento), también muestran el aspecto redentor de Su muerte. Pero el agua que fluyó y los huesos que no fueron quebrados, como se menciona en Juan 19: 34 y 36, son señales que se relacionan con la muerte del Señor en el aspecto de impartir vida. La muerte que imparte vida liberó la vida divina del Señor desde Su interior, para que se produjera la iglesia, la cual se compone de todos los creyentes, en quienes ha sido impartida la vida divina. La muerte del Señor, la cual imparte vida, es tipificada por el hecho de que Adán durmió para que fuera producida Eva (Gn. 2:21-23), y es representada por la muerte del grano de trigo que cayó en la tierra para llevar mucho fruto (12:24) para hacer un solo pan: el Cuerpo de Cristo (1 Co. 10:17). Por lo tanto, Su muerte es también una muerte que propaga y multiplica la vida, que genera y que se reproduce.

Como veremos, el costado abierto del Señor fue tipificado por el costado abierto de Adán, en virtud del cual Eva fue producida (Gn. 2:21-23); Su sangre fue tipificada por la

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sangre del cordero pascual (Éx. 12:7, 22; Ap. 12:11), y el agua fue tipificada por el agua que fluyó de la roca hendida (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4). La sangre formó “una fuente” para la purificación del pecado (Zac. 13:1), y el agua llegó a ser “la fuente de la vida” (Sal. 36:9; Ap. 21:6).

A. Ninguno de Sus huesos fue quebrado

Cada aspecto de la muerte del Señor estaba bajo la soberanía de Dios; por eso, no fue quebrado ningún hueso del Señor (19:31-33, 36). Como los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en el día del sábado, le pidieron a Pilato que se les quebrasen las piernas. Los soldados, entonces, quebraron las piernas de los dos ladrones que habían sido crucificados con Jesús, mas cuando llegaron a Él, vieron que ya había muerto y que no era necesario quebrarle las piernas. En cierto sentido, esto indica que el Señor no fue inmolado por la mano humana, sino que Él mismo ofreció Su vida. Aunque Él fue crucificado, murió voluntariamente para cumplir lo que había dicho en Juan 10:17 y 18: “Yo pongo Mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la pongo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para volverla a tomar”. Aparentemente Jesús murió por la mano del hombre; pero en realidad Él puso Su vida psujé, Su vida del alma, y murió. Los dos criminales fueron ejecutados, pero el Señor Jesús no lo fue. Por el contrario, Él puso voluntariamente Su vida psujé por nuestra redención. Debido a que Él ya había muerto, los soldados no le quebraron Sus piernas. Por la soberanía de Dios se cumplió la profecía que dice: “No será quebrado hueso Suyo” (19:36).

Uno de los soldados, preocupado por la idea de que el Señor realmente no hubiera muerto, le abrió el costado con una lanza. Esto fue el cumplimiento de la profecía de Zacarías 12:10, donde dice: “Y mirarán hacia mí, a quien traspasaron”. Fue indudablemente por la soberanía de Dios que estas cosas sucedieron de una manera tan significativa y maravillosa. Esto demuestra una vez más que la muerte del Señor no fue casual, sino que había sido planeada por Dios “antes de la fundación del mundo” (1 P. 1:19-20).

El hecho de que al Señor no le hubiesen quebrado ningún hueso, fue tipificado por los huesos del cordero pascual. Cuando la Pascua fue establecida, Dios dispuso que ningún hueso del cordero debía ser quebrado (Éx. 12:46; Nm. 9:11-12). Ésta fue una maravillosa tipología. Más tarde, en Salmos 34:20, esto mismo también fue profetizado. Tanto el tipo como la profecía fueron cumplidos cuando el Señor murió en la cruz.

En las Escrituras, la primera vez que se menciona un hueso es en Génesis 2:21-23. Allí se menciona que se tomó una costilla de Adán para producir y edificar a Eva como

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complemento de Adán. Eva era un tipo de la iglesia, la cual es producida y edificada con la vida de resurrección del Señor, la vida que salió de Él. En otras palabras, la iglesia surgió de la vida de resurrección, de la vida inquebrantable e incorruptible de Cristo. Su vida es una vida que jamás puede ser lastimada, dañada ni quebrantada. Si al Señor le hubieran quebrado uno de Sus huesos, eso significaría que la vida de resurrección del Señor también habría podido ser dañada y quebrantada por la muerte.

Al remitirnos a Génesis 2, vemos claramente lo que el hueso representa, a saber: la vida de resurrección. Uno de los principios de interpretación bíblica es el principio de la primera mención. Según este principio, la primera vez que se menciona algo en la Biblia determinará el significado de ese asunto en el resto de las Escrituras. Al aplicar este principio a los huesos mencionados en el Evangelio de Juan, observamos que el primer pasaje referente a un hueso es el de Génesis 2, en donde una costilla le fue sacada a Adán y de ella le fue hecha una novia. Eva tipifica la iglesia, Adán tipifica a Cristo, y el hueso tipifica la vida de resurrección de Cristo. Así como Eva surge del hueso de Adán, la iglesia surge de la vida de resurrección de Cristo. Eva fue hecha de un hueso, y la iglesia es producida por la vida divina, de manera que el hueso tipifica la vida de resurrección. Los huesos inquebrantables del Señor Jesús indican que Él es la vida de resurrección la cual no puede ser quebrantada por la muerte. Por lo tanto, el hueso es un símbolo, una figura, de la vida de resurrección del Señor, la cual nada la puede quebrar. El costado del Señor fue traspasado, pero ninguno de Sus huesos fue quebrado. Esto significa que aunque la vida física del Señor fue terminada, fue imposible que Su vida de resurrección, la vida divina misma, fuera lastimada o dañada por nada. Jesús fue herido, dañado y puesto a muerte en Su vida psujé, Su vida del alma, pero no en Su vida divina. Aunque Su vida humana fue terminada por la muerte, Su vida divina jamás podría sufrir daño. Ésta es la vida con la cual la iglesia es producida y edificada.

B. Su costado fue traspasado

Después del incidente tocante a los huesos del Señor, uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y “al instante salió sangre y agua” (19:34, 37). Aunque la vida de resurrección del Señor no fue quebrantada, Él sí fue quebrantado para que Su vida divina pudiera ser liberada. Aquí, el agua representa la vida. Esto fue tipificado en el Antiguo Testamento por la roca hendida, de la cual salieron aguas vivas para apagar la sed de los hijos de Israel (Éx. 17:6). El Señor es la roca que fue herida en la cruz. Él fue herido para que Su vida divina pudiera fluir de Él como agua viva. No sólo salió el agua, sino también la sangre, la cual es un símbolo de la redención. Para poder tomar el agua viva del Señor, primero debemos ser limpiados. Por esto, la sangre se menciona como el primer elemento, y el agua como el segundo. Sólo después de ser lavados por la sangre, podemos recibir al Señor como vida. Estos asuntos no se abarcan en los otros tres

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evangelios; únicamente se encuentran en el Evangelio de Juan, porque este libro revela que el Señor como vida sólo podría ser liberado por medio de la muerte. Mientras que el relato de los otros tres evangelios se centra principalmente en la redención, el relato del Evangelio de Juan se centra primordialmente en la liberación de la vida.

1. Tipificado por el costado abierto de Adán

El costado herido del Señor fue tipificado por el costado abierto de Adán (Gn. 2:21), del cual fue tomada una costilla. Aquí el costado de Jesús fue abierto, y de allí salió sangre y agua.

2. La sangre fluyó para nuestra redención

La sangre que fluyó del costado herido del Señor tenía como fin la redención (He. 9:22; 1P. 1:18-19; Ro. 3:25). Hebreos 9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. La sangre aquí representa el aspecto redentor de la muerte de Cristo (Jn. 1:29). La sangre que fluyó para nuestra redención fue tipificada por la sangre del cordero de la Pascua (Éx. 12:7). Como lo indica Zacarías 13:1, esta sangre redentora formó una fuente para lavar los pecados. ¡Aleluya por esta fuente! Esta fuente no es para beber, sino para lavarse en ella. La sangre que fluyó también tenía como fin comprar la iglesia (Hch. 20:28). La sangre que llegó a ser una fuente para el lavamiento de los pecados también fue el precio que se pagó para comprar la iglesia.

3. El agua fluyó para que la vida fuera impartida

El agua que fluyó del costado del Señor representa el aspecto de la muerte de Cristo que imparte vida (12:24). El agua tiene como fin impartir vida (4:14; Ap. 22:1). Ya hicimos notar que esto fue tipificado por el agua que fluyó de la roca hendida (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4). Esta agua vino a ser “el manantial de la vida” (Sal. 36:9). Mientras que la sangre formó una fuente para el lavamiento, el agua formó un manantial del cual se puede beber. La sangre fue derramada para comprar la iglesia, mientras que el agua, que representa la vida eterna, tenía como fin producir la iglesia. Como hemos dicho, esto fue tipificado por el hecho de que Eva fue producida de la costilla que fue extraída de Adán.

Este segundo aspecto de la muerte del Señor es la muerte que libera, propaga y multiplica la vida, la muerte que genera y reproduce. Cuando el Señor Jesús dijo que Él era el grano de trigo que caía a tierra para morir a fin de que muchos granos fueran producidos (12:24), se refería al aspecto de Su muerte que imparte vida. Este grano de trigo no murió para efectuar la redención, sino específicamente con el fin de impartir a los muchos granos la vida que originalmente estaba en él. Por el lado negativo, la muerte

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de Cristo quitó nuestros pecados, pero por el lado positivo, impartió la vida divina a nuestro ser. Cuando creemos en Él, nuestros pecados son quitados por Su muerte redentora, y la vida eterna nos es impartida por el aspecto de Su muerte que imparte vida. Esta muerte que imparte vida es también la muerte que libera, propaga y multiplica la vida. Es la muerte que genera y reproduce.

Consideremos el grano de trigo. La vida del grano se encuentra encerrada dentro del grano, pero cuando éste muere, su vida es liberada. De la misma manera, al morir Cristo en la cruz, Su vida divina fue liberada. Por lo que, Su muerte libera la vida. Y puesto que Su vida divina no solamente fue liberada de Él, sino que también fue impartida en nosotros, esta muerte también imparte vida. Para el Señor, Su muerte liberó Su vida, y para nosotros, Su muerte nos imparte vida. Su muerte es una muerte que propaga la vida, porque por ella la vida se extiende en muchas direcciones. Además, esta muerte también multiplica la vida, o sea, hace que la vida se multiplique. También hace que la vida se reproduzca, porque el único grano de trigo se ha reproducido en los muchos granos. Estos maravillosos aspectos de la muerte todo-inclusiva del Señor deben dejar en nosotros una profunda impresión.

En Juan 1 tenemos el Cordero y la paloma. No es adecuado tener sólo el Cordero; necesitamos también la paloma. El Cordero principalmente tiene como fin la redención, y la paloma primordialmente tiene como fin la impartición de vida. Ésta es la economía de Dios.

El aspecto de la muerte del Señor que imparte vida es aún más maravilloso que el aspecto redentor. La redención es excelente y maravillosa, y parece que nada puede superarla, pero el hecho de impartir vida excede a la redención. Supongamos que un pecador viene al Señor y cree que Él es el Cordero de Dios que murió en la cruz y derramó Su sangre por sus pecados. Cree también que la sangre incluso forma un manantial en el que él puede ser limpiado. ¡Cuán maravilloso es esto! Pero supongamos que él solamente es lavado y, sin más experiencia que esa, es introducido a la mansión celestial. Aunque ha sido lavado, él todavía está muerto, como un cadáver que se halla en la funeraria. Él es un muerto limpio, porque es una persona muerta que ha sido lavada por la sangre. En esto podemos ver que no es suficiente ser lavados por la sangre, sino que debemos también ser vivificados. No hay necesidad de que vayamos a la mansión celestial, porque una vez que obtenemos la vida divina y estamos vivientes, tenemos una morada mutua entre nosotros y Dios. Si somos redimidos pero no nacemos de nuevo, permaneceremos en una condición pobre. El propósito de Dios consiste en que la vida sea impartida después que se efectúe la redención. Tal es la finalidad de la redención, es decir, la redención cumple todo lo necesario para que nosotros podamos recibir la vida divina. El agua debe venir después de la sangre. Ya vimos que la sangre

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representa el aspecto redentor de la muerte de Cristo y que el agua representa el aspecto que imparte vida. La sangre redime y forma una fuente en la que podemos ser lavados, y el agua regenera y forma un manantial de agua viva de la que podemos beber encualquier momento. Exteriormente estamos lavados e interiormente estamos llenos de esta vida divina. Ahora todos estamos limpios y, además, tenemos vida; por lo cual todos podemos clamar: “¡Aleluya, he sido redimido y he nacido de nuevo!”.

Entre los creyentes de hoy circulan interminables enseñanzas acerca de la muerte redentora del Señor basados en el relato de los primeros tres evangelios, pero el aspecto que imparte vida, del cual nos habla el Evangelio de Juan, ha sido completamente descuidado. La mayoría de los cristianos no le dan importancia a esto, porque no han tenido una visión adecuada concerniente a la vida. No obstante, durante los últimos años el Señor ha revelado este asunto a Su iglesia. Cada vez vemos con más claridad que éste es el aspecto principal de la muerte del Señor y que la redención es sólo un aspecto suplementario. El propósito eterno de Dios es impartirse en nosotros como vida; éste es el aspecto principal. Sin embargo, como nosotros pecamos, la redención se hizo necesaria, pero sólo como un procedimiento para cerrar la brecha. La redención no es el aspecto principal. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura la intención de Dios ha sido impartirse a Sí mismo en nosotros como vida. Pero en la etapa del tiempo, caímos y llegamos a ser pecadores. Esta caída formó una brecha en el propósito de Dios, mas Dios cubrió esta brecha llenándola con la redención. En esto podemos comprobar que la redención es un complemento del aspecto principal de la muerte del Señor, el cual, en el Evangelio de Juan, consiste en que la vida sea liberada e impartida en nosotros.

VI. REPOSA EN LA HONRA HUMANA

El Señor descansó, sólo después que hubo completado la obra de Su muerte (19:38-42). En Juan 18 y 19 vemos todas las adversidades y sufrimientos que vinieron sobre el Señor. Algunos lo trataron cruelmente, otros se mofaron de Él e incluso su discípulo más íntimo lo negó. Todo en Su entorno se obscureció. Pero a pesar del entorno maligno y de todo el sufrimiento, Él lo soportó todo y salió victorioso, demostrando así que Él es la vida victoriosa que vence. Su vida no es una vida derrotada, sino que es una vida que vence. Así que, inmediatamente después de Su muerte, el ambiente cambió de negro a blanco. Después de morir para efectuar la redención e impartir vida, el Señor inmediatamente vio que Su situación pasó del sufrimiento a la honra. Antes de morir todo era maligno y adverso, pero después que Él murió todo se volvió placentero y agradable. José de Arimatea, un hombre rico (Mt. 27:57), y Nicodemo, un “principal entre los judíos” (Jn. 3:1), vinieron trayendo lienzos de lino, costosas especias aromáticas y un compuesto de mirra y áloes (19:39-40), a fin de preparar el cuerpo del

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Señor para darle sepultura. No fueron los pobres, sino los ricos quienes prepararon Su cuerpo sepultándole en un sepulcro nuevo “con los ricos” (v. 41; Is. 53:9). En esto podemos ver que toda la situación cambió y se tornó una condición rica, un estado noble, una nueva esfera. El Señor era ahora querido por los demás, y era tenido en muy alta estima. Por lo tanto, reposó en la honra humana. Aunque murió en la vergüenza, fue sepultado en honra. El problema había sido con la muerte, pero después de Su muerte este problema fue resuelto. Cuando Él murió, este problema y las cosas malignas se acabaron. Ahora, según la soberanía de Dios, con honores humanos de alto nivel el Señor descansó en el día sábado (v. 42; Lc. 23:55-56), esperando el momento para resucitar de entre los muertos. En Juan 5:17 vemos que mientras los judíos guardaban el sábado, el Señor les dijo que Él y el Padre todavía estaban trabajando. Pero ahora Él había concluido Su trabajo, así que descansaba y disfrutaba del día sábado apropiadamente. Después de este sábado, en el primer día de la semana, Él se levantaría de Su lugar de reposo. En el próximo mensaje abarcaremos la resurrección del Señor.

Al leer Juan 18 y 19 y considerar todos los puntos que se mencionan en ellos, podremos entender el significado de la muerte del Señor. Estos capítulos revelan la manera en que el Señor se entregó a la muerte de forma voluntaria y con valentía, y vence el medio ambiente de la muerte y su influencia, comprobando que Él es la conquistadora vida de resurrección que murió para liberarse a Sí mismo e impartirse en nosotros como vida. Después de cumplir esto, Él fue tenido en alta estima y entró en reposo. El propósito de estos dos capítulos es mostrar que el Señor estaba dispuesto a entregarse voluntariamente a la muerte, y mediante esto comprobar que Él es la vida de resurrección, la vida que vence, la cual jamás puede ser herida, dañada ni subyugada por la muerte. Él demostró que la muerte no pudo vencerlo, sino que únicamente le sirvió para poder ser liberado como vida. Por un lado, el Señor no pudo ser subyugado, pero por otro, Él fue quebrantado. Por ser la vida de resurrección, Él no podía ser derrotado, pero a fin de liberarse a Sí mismo como vida, Él tuvo que ser quebrantado. El hecho de que ninguno de Sus huesos fuera quebrado muestra que la vida de resurrección no podía ser derrotada. Sin embargo, Él estuvo dispuesto a sufrir y a ser traspasado, para que Su vida pudiera ser liberada e impartida en nosotros. Una vez que cumplió este cometido, Él descansó y esperó el momento de Su resurrección.

Algo que puede ayudarnos a entender adecuadamente la muerte del Señor, es comparar la narración del Evangelio de Juan con la narración de los otros tres evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. Estos tres evangelios muestran que el Señor murió para efectuar la redención, pero el Evangelio de Juan revela que Él no sólo murió por esto, sino que principalmente murió para liberar Su vida. De manera que, por Su muerte, fuimos redimidos y Su vida fue liberada e impartida en nuestro ser.

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ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y CUATRO

LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE

(3)

En este mensaje llegamos al capítulo 20 de Juan, el cual aborda la resurrección del Señor. El Señor murió con el propósito de resucitar. En Juan 12:24 Él dijo que era el grano de trigo que caía a tierra y moría para liberar e impartir Su vida en muchos otros granos. En otras palabras, Él tenía que morir para poder resucitar y llegar a ser muchos granos. Esto es extraño y misterioso para la mente humana, la cual nunca ha considerado que haya una resurrección posterior a la muerte. Aun Satanás pensó que la muerte daría fin al Señor Jesús. Para Satanás, la muerte era el fin; pero, para el Señor, la muerte era el camino por el cual entrar a la resurrección. Así que, para el Señor, la muerte no fue una derrota, sino un camino a la victoria. Al morir, Él ganó la victoria, porque la muerte se convirtió en una puerta y una entrada a la resurrección. Sin lugar a dudas, Su muerte tuvo como fin Su resurrección. Sin morir, Él nunca habría producido la iglesia. Si Él no hubiera muerto, nosotros no habríamos podido ser regenerados para que fuésemos miembros de Su Cuerpo. Por lo tanto, todo dependió de la muerte del Señor, la cual condujo a la resurrección.

Lo narrado en el Evangelio de Juan con respecto a la resurrección del Señor difiere de los otros tres evangelios. El relato de la resurrección del Señor en Mateo, Marcos y Lucas casi es el mismo, pero lo narrado por Juan es muy distinto. El Evangelio de Juan siempre ofrece la perspectiva de la vida. Según este evangelio, el Señor vino para ser laexpresión de Dios a fin de que lo recibiéramos como vida, y murió y resucitó para impartirse en nosotros como vida. Si queremos entender este libro, siempre debemos tener presente este punto de vista, el cual también se encuentra en el relato de la resurrección del Señor. Juan 20 y 21 fueron escritos desde tal perspectiva y muestra cómo el Señor fue liberado en virtud de Su muerte y cómo se impartió a nosotros mediante Su resurrección. El propósito principal de estos dos capítulos consiste en que, después de la resurrección del Señor y mediante ella, el Señor puede entrar en nosotros y ser uno con nosotros.

Todo el Evangelio de Juan nos dirige a la resurrección. El propósito de la encarnación del Señor fue que Él pudiera impartirse a Sí mismo en muchas personas y así reproducir muchos hijos de Dios. Él era el Hijo unigénito de Dios, pero Dios necesitaba que Su Hijo unigénito se reprodujera y multiplicara. La única forma en que el Hijo unigénito de Dios podía reproducirse y multiplicarse era morir y resucitar. Por ejemplo, la única manera

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posible en que un grano de trigo puede reproducirse y multiplicarse en muchos granos es morir y resucitar. Ya vimos que todo el Evangelio de Juan se enfoca en este punto: en la reproducción y multiplicación del Hijo unigénito de Dios. De esta forma, Él llega a ser los muchos hijos (Ro. 8:29). Para lograr una expresión corporativa, Dios necesita a muchos hijos. Con este propósito, el Hijo unigénito de Dios tenía que liberarse por medio de la muerte, e impartirse en nosotros por medio de la resurrección.

VII. EL SEÑOR RESUCITA EN LA GLORIA DIVINA

Hemos estado considerando cómo la vida pasó por un proceso con el fin de multiplicarse. El Señor, después de ser examinado, sentenciado, y probado por la muerte, descansó en la honra humana. Luego, después de pasar por la muerte, Cristo resucitó en la gloria divina (20:1-13, 17). Ahora, en resurrección Él está en la gloria divina.

A. “El primer día de la semana”

El Señor resucitó “el primer día de la semana” (20:1). La resurrección del Señor significa un nuevo comienzo, y abre el camino a una nueva generación y a una nueva era. Ésta es la razón por la que el Señor resucitó “el primer día de la semana”. Este día es el más grandioso de toda la Biblia. Es llamado el primer día de la semana, lo cual significa que es un nuevo comienzo. Una semana es un período de siete días, y el primer día denota un nuevo comienzo. ¿Por qué no resucitó el Señor el sexto o el séptimo día, o en cualquier otro día de la semana? Debido a que Su resurrección introdujo una nueva época, una nueva era, una nueva generación. En la antigua creación había siete días; Dios la creó durante seis días y descansó el séptimo. En esos siete días fue generada la primera creación. Pero por la resurrección del Señor Jesús, algo nuevo fue generado. La antigua creación pertenece a los siete días. Ahora, después de los siete días, tenemos un nuevo comienzo con otro primer día. En otras palabras, por la resurrección del Señor la vieja creación pasó y comenzó una nueva creación. Lo que fue creado primero se acabó y algo nuevo se ha producido. De manera que, el primer día de otra semana representa el comienzo de una nueva creación, una nueva generación y una nueva era.

¿Se ha fijado alguna vez en la tipología del Antiguo Testamento, qué es lo que indica que el Señor resucitaría en el primer día de la semana? En Levítico 23:10-11 y 15 vemos que una gavilla de las primicias de la cosecha era presentada al Señor como ofrenda mecida, “el día siguiente al sábado”. Esa gavilla tipificaba a Cristo como las primicias de la resurrección (1 Co. 15:20, 23); Él resucitó precisamente el día siguiente al sábado. En los versículos 10, 11 y 15 de Levítico 23, no se usa el término “el primer día de la semana”, sino “el día siguiente al sábado”. El sábado es el séptimo día, y el día que sigue al sábado

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es el primer día de la semana. Las primicias de la cosecha eran ofrecidas al Señor “el día siguiente al sábado”, esto es, el primer día de la siguiente semana. Las primicias de la cosecha tipifican la resurrección de Cristo; Él es las primicias de la resurrección. Ya que el Señor resucitó como las primicias de la cosecha, ¿cuándo eran ofrecidas a Dios? En el día siguiente al sábado, esto es, en el primer día de la semana. Esto no solamente figura como tipo, sino también como profecía cuyo cumplimiento se ve en Juan 20.

Las primicias de la cosecha ofrecidas al Señor era la ofrenda mecida, que representa la resurrección. La ofrenda mecida está en contraste con la ofrenda elevada y era ofrecida con un movimiento de vaivén, lo cual representa a Cristo en resurrección, mientras que la ofrenda elevada era ofrecida con un movimiento de arriba hacia abajo, lo cual representa a Cristo en ascensión. Mecer las ofrendas indica movimiento continuo y, por ende, indica que Cristo se mueve en vida porque ha resucitado. Él es la ofrenda mecida que era ofrecida en el primer día de la semana.

Otro asunto que aquí se debe considerar es la circuncisión de los hijos de Israel. ¿En qué día Dios los instruyó que debían ser circuncidados? Ese era el octavo día (Gn. 17:12). Después de un período de siete días, viene el primer día de otro período de siete días, es decir, el octavo día. El significado de que el Señor instruyera a los hijos de Israel a circuncidarse en el octavo día, es que ellos tenían que eliminar su vieja naturaleza y vivir la vida en resurrección. Puesto que ellos habían nacido de la vida natural, debían cortar su vieja naturaleza y recibir una nueva naturaleza regida por la vida en resurrección. Por esto, los israelitas recibieron el mandato de ser circuncidados el octavo día. Colosenses 2:11 y 12 declaran que en Cristo todos fuimos circuncidados por Su cruz. Dios quiere que Su pueblo se despoje de la vieja naturaleza y sea revestido de una nueva naturaleza para que así pueda vivir en la vida de resurrección, lo cual se relaciona con el octavo día, el primer día de la semana. Esto simplemente denota la resurrección, porque la resurrección es un nuevo comienzo para una nueva generación en una nueva creación.

Cristo, por medio de Su muerte todo-inclusiva, puso fin a la vieja creación, la cual había sido completada en seis días más uno, el día sábado. En Su resurrección, Él hizo germinar la nueva creación, la cual contiene la vida divina. Por lo tanto, se comenzó una nueva semana, una nueva era. El día de Su resurrección, Cristo fue designado por Dios. En Salmos 118:24 dice: “Éste es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él”. Si leemos este versículo teniendo en cuenta su contexto, veremos que se refiere al día de la resurrección del Señor. El día de Su resurrección fue un día especial, designado por Dios. Este día fue profetizado como “hoy” en Salmos 2:7, y fue citado además en Hechos 13:33 y Hebreos 1:5. Cuando el Señor Jesús todavía andaba sobre la tierra, Él predijo que sería crucificado y que al tercer día se levantaría de entre los muertos (Mt. 16:21; Jn. 2:19, 22). Este “tercer día” era el primer día de la semana. Más tarde este día

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fue llamado por los primeros cristianos: “El día del Señor” (Ap. 1:10). ¡Qué maravilloso día fue ese!

Además, debemos subrayar el hecho de que el Señor no solamente resucitó el primer día de la semana, sino que también lo hizo en las primeras horas del día. Él resucitó en la mañana y no en la tarde. Quiero repetir una vez más que esto significa un nuevo comienzo, una nueva época, una nueva generación, una nueva era, una nueva creación y un nuevo día. La resurrección del Señor es el principio de un nuevo día, porque Él resucitó muy temprano en la mañana del primer día.

. Como “las primicias” de la “resurrección”

Cristo resucitó como “las primicias” de “la resurrección” (1 Co. 15:20-23). En la resurrección Él fue engendrado como Hijo primogénito de Dios. El Hijo único, el Hijo unigénito de Dios, no necesitaba ser engendrado, pero a fin de llegar a ser el Primogénito, tuvo que nacer en resurrección (Hch. 13:33; He. 1:5). Cristo nació en el día de Su resurrección como Hijo primogénito de Dios y como el “Primogénito de entre los muertos”, a fin de ser “la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia” (Col. 1:18).

C. Deja la vieja creación en el sepulcro

Cuando el Señor Jesús resucitó, dejó la vieja creación en el sepulcro (20:1-10). Pedro entró en el sepulcro y “vio los lienzos puestos allí, y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte” (vs. 6-7). Antes de que el cuerpo de Jesús fuera sepultado, fue envuelto en lienzos (19:40). Esto significa que Él entró en el sepulcro con algo de la vieja creación, o sea, la vieja creación fue introducida en el sepulcro cuando Él fue sepultado. Todas las cosas que fueron quitadas del cuerpo resucitado del Señor y que quedaron en el sepulcro, representan la vieja creación, la cual Él llevó sobre Sí al sepulcro. Él fue crucificado con la vieja creación y sepultado con ella. Pero resucitó desde el interior de la vieja creación, dejándola en el sepulcro y llegando a ser las primicias de la nueva creación.

Todas las cosas que quedaron en el sepulcro eran un testimonio de la resurrección del Señor. Si estas cosas no hubieran sido dejadas en orden, Pedro y Juan habrían podido creer (20:8) que el cuerpo del Señor había sido llevado por alguien y no que había resucitado por Sí mismo. Estas cosas habían sido ofrecidas al Señor por Sus dos discípulos, José y Nicodemo, quienes lo habían envuelto con ellas (19:38-42). Lo que ellos hicieron al Señor en Su amor por Él, llegó a ser muy útil al testimonio del Señor. El Señor resucitó de los muertos, dejando en el sepulcro toda la vieja creación, la cual Él había llevado sobre Sí, como testimonio de que Él había salido de la muerte.

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A los ojos de Dios, toda la antigua creación fue puesta en ese sepulcro. Éste es un hecho maravilloso, lo creamos o no. La vieja creación, incluyendo nuestro viejo hombre y nuestro viejo yo, fue puesto en aquel sepulcro con Jesús y dejado allí. Cuando el Cristo todo-inclusivo entró al sepulcro, todos nosotros entramos allí juntamente con Él. Cuando Él resucitó, nos dejó allí. En este universo hay un sepulcro tan maravilloso y todo-inclusivo, donde nuestro viejo hombre fue sepultado y permanece aún. Ahora mismo nuestro viejo hombre está en ese sepulcro, y nuestro nuevo hombre resucitado está en la iglesia.

Los lienzos y el sudario fueron dejados en el sepulcro, en muy buen orden (v. 7). ¿Quién quitó los lienzos y el sudario del cuerpo del Señor Jesús, y quién dobló el sudario y lo dejó en perfecto orden? Esto no fue hecho por los ángeles, sino por el Señor mismo. La prueba de esto se ve en la resurrección de Lázaro, presentado en el capítulo 11. Después de que el Señor había resucitado a Lázaro y lo había llamado del sepulcro, Lázaro aún tenía “atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario” (11:44). Por lo tanto, Jesús dijo a los demás: “Desatadle, y dejadle ir” (11:44). Lázaro necesitó ayuda para ser liberado de las vendas, porque él era uno que había sido resucitado y no Aquel que resucita. Pero el Señor Jesús es Aquel que resucita y no el resucitado. Él resucitó por Sí mismo y no necesitó que los ángeles le ayudaran. Los ángeles fueron simplemente espectadores. Si los ángeles hubieran quitado los lienzos que le envolvían, habría significado que el Señor era incapaz de resucitar por Sí mismo.

Creo que en cierto momento el Señor le haya dicho a la muerte: “Muerte, llegó tu fin. Ahora Yo me levantaré y saldré de tu dominio; me quitaré los lienzos que envuelven Mi cuerpo, dejaré todo en buen orden y los dejaré en el sepulcro como testimonio de que resucité de entre los muertos”. Entonces, el Señor le pudo haber dicho “adiós” a la muerte y salió. Al menos en principio debe haber sucedido así. El Señor no tenía prisa, Él no salió corriendo del sepulcro como una víctima secuestrada que huye apresuradamente después de haber sido liberada. No; el Señor estaba en paz y muy tranquilo. Puede ser que Él simplemente hubiera dado un recorrido por la muerte y comprobara que ésta no tenía ningún poder sobre Él. Aunque la muerte hizo todo lo posible por retenerlo, le era imposible hacerlo. Con gran tranquilidad el Señor quitó Sus vendas, dobló el sudario y lo dejó todo en perfecto orden. La muerte sólo observaba la facilidad con la que Él hacía todo esto. El Señor no estaba atemorizado y nada constituía una amenaza para Él. Es posible que hubiera dicho: “Muerte, he concluido Mi misión. Tú no puedes hacer nada contra Mí, y no tengo ningún temor de ti. Ha llegado la hora en que debo salir de tu dominio. No tengo ninguna prisa; bien podría quedarme aquí otro día si así lo quisiera, pero ya es hora de partir”. Ésta fue la verdadera situación cuando el Señor resucitó de entre los muertos.

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En cuanto al testimonio de la resurrección del Señor habían dos perspectivas, la del hombre y la de los ángeles. Ya vimos que todos los lienzos fueron ofrecidos al Señor por dos discípulos honorables. Finalmente, lo que ellos le proveyeron al Señor, movidos por su amor hacia Él, llegó a ser un testimonio palpable y sustancial de Su resurrección. Éste fue el testimonio desde la perspectiva del hombre. Veremos posteriormente que Dios envió dos ángeles como un testimonio de los cielos. Por lo tanto, hubo dos aspectos del testimonio de la resurrección del Señor, uno del lado humano, en la tierra, y el otro, de parte de los ángeles, en el cielo. ¡Alabado sea el Señor porque los hombres y los ángeles, la tierra y los cielos, constituyen un testimonio de la resurrección del Señor Jesús!

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y CINCO

LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE

(4)

Este mensaje es una continuación del anterior.

D. La resurrección del Señor es descubiertapor aquellos que le buscan

La resurrección del Señor ya había sido efectuada; sin embargo, para descubrirla se requería de la búsqueda de los discípulos. El descubrimiento de la resurrección fue hecho por aquellos que buscaban amorosamente al Señor Jesús. Juan 20 muestra la clase de personas que pueden ver la resurrección del Señor, la clase de personas a quienes la visión de Su resurrección se les puede revelar. ¿Cómo podemos nosotros obtener la visión de Su resurrección? La maravillosa y misteriosa resurrección del Señor es un hecho cumplido en el universo; pero ¿cómo podemos conocerlo? ¿Cómo puede esta resurrección ser revelada a nosotros? ¿Cómo podemos recibir esta visión? Sólo al amar al Señor y buscarlo. El hecho concerniente a la resurrección del Señor ya haocurrido, pero todavía debemos descubrirlo y verlo. Antes de que María Magdalena llegara al sepulcro, la resurrección en vida ya se había llevado a cabo, pero para descubrir tal hecho, ella tenía que amar y buscar al Señor. Esto establece un principio: pese a que la resurrección de Cristo hoy en día es un hecho ya cumplido, muchos no lo han visto porque nunca han llegado al punto de hacer tal descubrimiento. ¿Han descubierto ustedes el hecho de la resurrección del Señor? ¿Han recibido la revelación o la visión de que el Señor ya resucitó? Yo sé que poseen el conocimiento, la doctrina y la historia acerca de Su resurrección, pero ¿han descubierto el hecho de ello en el espíritu?

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Si hemos de hacer tal descubrimiento, es necesario que primero amemos al Señor y lo busquemos.

Cuando asisten a las reuniones, ¿cuál es la razón por la que no tienen nada que ministrar, ni tienen algo para dar como testimonio? Es simplemente porque no han hecho este descubrimiento y carecen de revelación. Miren a María. ¿Qué hizo elladespués de descubrir que el Señor había resucitado? Ella corrió a los discípulos para decirles una novedad. Estoy seguro de que cuando usted se encuentra con el Señor en la mañana y descubre algo nuevo acerca de Él, ciertamente asistirá a la reunión de la tarde y estará listo para explotar con lo que tiene que decirnos. El descubrimiento espiritual, la revelación espiritual y la visión espiritual dependen en gran parte de que busquemos al Señor. Si no lo buscamos, nos resultará muy difícil compartir algo del Señor.

María la magdalena no poseía conocimiento alguno. Ella estaba absolutamente en la esfera de la vida y no tenía nada que ver con el árbol del conocimiento. En cierto sentido, no sabía nada. Desde el punto de vista humano, era algo necio que hubiera ido al sepulcro y, en especial, tan temprano por la mañana. No obstante, ella fue la primera en descubrir el hecho de que el Señor había resucitado.

Hermanas, tal vez ustedes amen mucho al Señor y sean las primeras en ver el hecho de Su resurrección, pero al igual que María, necesitan que los hermanos les ayuden. María inmediatamente corrió a buscar a los dos hermanos que tomaban la delantera, Pedro y Juan, y les contó lo que descubrió. Es interesante notar que cuando María fue a los discípulos, solamente dos de ellos reaccionaron y fueron al sepulcro. ¿Por qué los demás no fueron? Posiblemente porque ellos no buscaban al Señor y, por otro lado, porque eran perezosos. Ellos probablemente amaban su cama. Sólo Pedro y Juan corrieron al sepulcro a ver lo que María había descubierto. Juan, quien debe haber sido más joven que Pedro, corrió más aprisa que éste y llegó primero al sepulcro; pero por alguna razón no entró. Pedro, quien tenía más experiencia, fue el primero en entrar al sepulcro. Cuando los dos hermanos vieron los lienzos y el sudario doblados y puestos en orden, ellos entendieron que el Señor había resucitado de los muertos. Ellos entendieron con más claridad que aquella necia hermana, quien les había dicho: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (20:2). Pedro quizá haya dicho: “Yo simpatizo con mi necia hermana y no la culpo; ahora me doy cuenta de que al Señor no se lo llevaron. Miren los lienzos que lo envolvían. Él ciertamente ha salido del sepulcro”.

Este cuadro nos muestra la manera en que debemos buscar al Señor. María fue la primera persona que vio el sepulcro, pero Pedro fue la primera persona que entró allí. Aquí los hermanos cumplen realmente su papel, porque tienen una mente más clara y

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les es más fácil que a las hermanas creer en los hechos. Los dos hermanos vieron el sepulcro vacío, los lienzos y el sudario, y entendieron que el Señor tuvo que haber resucitado. Pero aunque ellos vieron el hecho, lo comprendieron y creyeron en él objetivamente, no tuvieron la experiencia subjetiva. Satisfechos con ver el hecho objetivo, dejaron el sepulcro. Sin embargo, María, la hermana, permaneció más tiempo cerca del sepulcro, esperando, mirando, anhelando. Debido a que prolongó su búsqueda, ella obtuvo la experiencia de la resurrección del Señor. El Señor se reveló a ella y, por eso, ella no sólo recibió el hecho de la resurrección del Señor, sino que también obtuvo la experiencia. Ella fue la primera en experimentar al Señor resucitado.

Aquí vemos un cuadro que nos muestra dos aspectos relacionados con el Señor: el hecho y la experiencia. Es posible creer en el hecho sin tener la experiencia. Pedro y Juan entendieron y creyeron el hecho de la resurrección del Señor, pero les faltaba la experiencia. Sin embargo, María tenía tanto el hecho como la experiencia. Por ejemplo, usted puede conocer el hecho de la crucifixión del Señor y, al mismo tiempo, no tener la experiencia de la cruz. Conforme al mismo principio, es posible conocer el hecho de la resurrección del Señor sin experimentar al Señor resucitado. Necesitamos tanto el hecho como la experiencia. María primero recibió la revelación del hecho, mas no estuvo satisfecha simplemente con el hecho. Ella perseveró y experimentó al Señor resucitado.

Por lo general, los hermanos son muy objetivos, y las hermanas muy subjetivas. Conforme al principio bíblico, el hombre siempre representa la verdad objetiva, mientras que la mujer siempre representa la experiencia subjetiva. Por ejemplo, Abraham representa la doctrina o verdad de la fe, pero Sara representa la experiencia en cuanto a la obediencia. La fe se relaciona con la verdad y es objetiva; en cambio, la obediencia se relaciona con la experiencia y es subjetiva. De igual forma, Pedro y Juan creyeron objetivamente en el hecho de la resurrección del Señor, pero María la experimentó subjetivamente. En la actualidad, muchos cristianos nunca han visto el hecho de la resurrección del Señor; y sólo unos cuantos tienen una revelación en forma definida de la misma, pero les falta la experiencia.

En la vida de iglesia los hermanos siempre tienen una mejor comprensión que las hermanas. Ellos entienden claramente la verdad, los hechos, pero no se interesan mucho por la experiencia. Tal vez Pedro dijo a Juan: “Sin lugar a dudas el Señor resucitó de los muertos. No perdamos más tiempo aquí; regresemos”. Aunque los dos hermanos responsables regresaron, María, la hermana necia, permaneció allí llorando. María quizá haya dicho: “¿Quién se llevó al Señor? Quisiera saber dónde está Él ahora”, pero los dos hermanos no podían ayudarla. Muchas veces en la vida de iglesia los hermanos no podemos ayudar a las hermanas. Considerándolas unas necias, las dejamos donde están y nos vamos a casa a descansar. Habiendo visto y creído los hechos en Romanos 6,

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entendemos todo claramente; entonces, ¿por qué la mayoría de las hermanas oran con grandes lágrimas desperdiciando el tiempo? Ésta es la verdadera situación en todas las iglesias locales. Los hermanos responsables lo entienden todo claramente, y las hermanas lloran. Sin embargo, finalmente son las hermanas necias y lloronas las que tienen la experiencia. A ellas no les interesa tanto la verdad, los hechos, ni siquiera la fe. A ellas sólo les interesa el verdadero contacto con el Señor viviente y declaran: “No meinteresan los lienzos que lo envolvieron; sólo me interesa Su Persona, quiero estar con Él y tener contacto con Él. Díganme dónde le han puesto”. Las hermanas siempre oran de esta manera en la reunión de oración. Durante los pasados cuarenta años, he sidoofendido muchas veces por esas oraciones que se hacen con necedad y llanto. Pero los hermanos debemos aprender a no condenar ni reprender a las hermanas. Debemos valorar el hecho de que tenemos tantas hermanas necias, lloronas y buscadoras, porque ellas son las primeras en tener la verdadera experiencia de la resurrección del Señor.

Posiblemente el Señor Jesús no tenía la intención de encontrar a ninguno de Sus discípulos. Por ser la primicia de la resurrección, Él en Su novedad y frescura debía presentarse primero al Padre, y no a ningún otro; pero debido al corazón diligente y buscador de esta hermana, el Señor Jesús no pudo evitar encontrarse con ella. Así pues, Él se le apareció a ella. Cuando ella intentó tocarle, el Señor parecía estar diciendo: “No; solamente puedes mirarme, pero no debes tocarme. La frescura de Mi resurrección es reservada sólo para el Padre. Después de presentarle a Mi Padre la frescura de Mi resurrección, volveré a ti. Entonces ese será el momento en que podrás disfrutar de Mi resurrección”. Los hermanos debemos aprender esta lección que nos enseñan las hermanas. En muchas ocasiones los hermanos sólo nos asimos a los hechos con fe, pero no tenemos las experiencias que tienen las hermanas.

Si queremos ver algo más del Señor, debemos tener más comunión con Él. Ver al Señor, para María fue la mejor vigilia matutina. En ésta ella se reunió con el Señor, y Él con ella; ella oró al Señor, y Él le habló; ella tuvo comunión con el Señor, y Él le dio Su palabra y Su revelación. Como veremos más tarde, el Señor le reveló que a partir de ese momento los discípulos serían Sus hermanos. Además, le dijo que Él iba al Padre, quien no era sólo Su Padre y Su Dios, sino también, desde ese momento, era el Padre y el Dios de todos ellos. Ésta fue la revelación que María trajo a los hermanos.

Esa mañana María vio el sepulcro, los dos ángeles y al Señor. Al principio ella no le reconoció, pero finalmente, después de que el Señor la llamó por su nombre, ella lo reconoció. ¿En qué momento vino el Señor a María? Ya que el sepulcro estaba vacío, el Señor no estaba allí. Y como aún no había ascendido al cielo, tampoco estaba allá. Entonces, ¿en dónde estaba Él después de que dejó el sepulcro y antes de que fuera al cielo? Yo pienso que el Señor estaba cerca del sepulcro, pero no adentro. Aunque Él

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estaba cerca, Pedro, Juan y María no lo vieron de momento. Finalmente el Señor se reveló a María, pero aun antes de eso, Él ya estaba allí. El Señor estuvo presente todo el tiempo, pero María no lo supo. Ella pensó que alguien se lo había llevado. Incluso cuando Pedro y Juan estuvieron allí, creo que el Señor también estaba presente. Ellos simplemente no lo reconocieron, y el Señor no se reveló a ellos. ¿Se da cuenta usted de que aun en este preciso momento el Señor está presente, pero como no se revela a nosotros, no nos percatamos de ello?

En este capítulo encontramos tres clases de discípulos. La primera clase está representada por María, la segunda, por Pedro y Juan, y la tercera, por los discípulos perezosos, quienes no participaron en el descubrimiento ni recibieron la revelación de la resurrección del Señor. Pedro y Juan participaron en el descubrimiento y recibieron la revelación, pero no tuvieron la experiencia. Solamente María tuvo el descubrimiento, la revelación y la experiencia. Lo que vemos en este relato es consistente con lo que vemos entre los creyentes hoy en día. Este relato nos revela el hecho cumplido de la resurrección de Cristo; sin embargo, para hacer el descubrimiento de Su resurrección todavía requiere que busquemos al Señor, y para obtener la experiencia de Su resurrección es menester buscar al Señor con más intensidad todavía. En otras palabras, la revelación depende de nuestra búsqueda, y la experiencia, de una búsqueda más intensa. Si queremos descubrir Su resurrección, debemos buscar al Señor, y necesitamos buscarlo más intensamente si queremos experimentar Su resurrección.

E. Los ángeles enviados por Diosdan testimonio de la resurrección

La resurrección de Cristo no fue descubierta solamente por los que buscaban al Señor, sino que además los ángeles enviados por Dios dieron testimonio de ella (20:11-13). Cuando María miró dentro del sepulcro, vio “a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto” (20:12). Los dos ángeles eran como los querubines que estaban sobre la cubierta del propiciatorio, observando y contemplando cómo el glorioso Señor, quien es la resurrección, llevaba a cabo la maravillosa obra de salir y alejarse de la amenaza de la muerte. Los ángeles que observaban llegaron a ser el testimonio más fehaciente de que el Señor Jesús había resucitado. Así como los lienzos y el sudario fueron un testimonio por parte del hombre, los ángeles lo fueron por parte de Dios. Todo esto fue visto solamente por una hermana que buscaba al Señor.

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F. La resurrección produce muchos “hermanos”

En Juan 20:17 el Señor Jesús dijo a María: “No me toques, porque aún no he subido a Mi Padre; mas ve a Mis hermanos, y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios”. En este versículo el Señor hace referencia a Su ascensión al Padre. El día de la resurrección del Señor, Él ascendió al Padre. Esa fue una ascensión secreta, el cumplimiento final de Su ida predicha en 16:7, y ocurrió cuarenta días antes de Su ascensión pública, la cual se llevó a cabo ante los ojos de Sus discípulos (Hch. 1:9-11). En la madrugada del día de Su resurrección, Él ascendió para satisfacer al Padre y, más tarde, al anochecer regresó para estar con Sus discípulos (20:19). El Padre debía ser el primero en disfrutar la frescura de la resurrección, así como en tipología las primicias de la siega eran traídas primeramente a Dios.

María casi experimentó lo mismo que experimentó el Padre, sólo que un poco después. El Señor Jesús se reveló a María aun antes de presentarse al Padre en Su ascensión al cielo. María vio al Señor resucitado antes que Dios el Padre. Cuando ella lo vio, intentó tocarlo, mas Él se lo prohibió. Era suficiente con que ella lo viera. Ya vimos que el Señor le advirtió que no lo tocara, porque Él aún no había ascendido al Padre. Él tenía que presentarse primero al Padre y tener contacto con Él. Cuando fue a los discípulos la noche de ese mismo día, Él les dijo que lo tocaran (Lc. 24:39). Por medio de estos sucesos podemos ver que María fue la primera en ver al Señor resucitado.

El Señor Jesús también dijo a María: “Ve a Mis hermanos”. Aquí llegamos a uno de los puntos más grandiosos del Evangelio de Juan, algo que muchos cristianos no han visto claramente. El Señor, antes de Su resurrección, nunca había llamado a Sus discípulos: “hermanos”. El término más íntimo que el Señor había usado anteriormente al referirse a ellos era amigos. En Juan 15:14-15 Él dijo: “Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando. Ya no os llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre, os las he dado a conocer”. Pero ahora, después de Su resurrección, Sus “amigos” llegaron a ser Sus “hermanos”, porque mediante la resurrección Sus discípulos fueron regenerados (1 P. 1:3) con la vida divina que había sido liberada por Su muerte que imparte vida, según lo indicado en Juan 12:24. Todos Sus discípulos fueron regenerados en la resurrección del Señor. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que fuimos regenerados mediante la resurrección de Cristo. Por medio de Su resurrección el Señor se impartió a Sí mismo como Espíritu en todos Sus discípulos. Todos ellos, al recibir Su vida, nacieron de nuevo, fueron regenerados y se convirtieron en Sus hermanos. Recuerden que en la cruz el Señor le dijo a Su madre que recibiera a Su discípulo Juan como su hijo y le dijo al discípulo que la recibiera a ella como Su madre (19:26-27). Lo que el Señor dijo en la cruz fue

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cumplido el día de Su resurrección. En ese momento, Juan llegó a ser un hermano del Señor; por lo tanto, la madre del Señor llegó a ser también su madre.

Mediante la resurrección de Cristo, los discípulos llegaron a ser los hermanos del Señor porque ellos recibieron la misma vida que Él. El Señor los regeneró por medio de Su resurrección, y así ellos ya no fueron solamente Sus discípulos o Sus amigos, sino también Sus hermanos. El Señor era el grano de trigo que cayó en tierra, murió y brotó en resurrección para producir muchos granos a fin de formar un solo pan, que es Su Cuerpo (1 Co. 10:17). Antes de Su muerte, Él era un solo y único grano, pero después de Su resurrección, ese único grano llegó a ser muchos granos. Ésta es la multiplicación de la vida por medio de la muerte y la resurrección de Cristo.

El Hijo unigénito de Dios, en Su resurrección llegó a ser “el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29). Los “muchos hermanos” son aquellos que fueron regenerados mediante la resurrección del Señor y con la vida divina que fue liberada por Su muerte que imparte la vida. Por medio de Su resurrección, la vida divina del Padre nos fue impartida. Así que, todos hemos llegado a ser hijos de Dios y, de esta manera, el único Hijo de Dios ha llegado a ser “el Primogénito entre muchos hermanos”. Por lo tanto, el Señor no le dijo a María: “Ve a Mis amigos”, sino: “Ve a Mis hermanos”.

Antes de Su resurrección Cristo era el Hijo unigénito del Padre; era la expresión individual del Padre. Pero ahora, por medio de Su muerte y resurrección, la expresión individual del Padre ha llegado a ser la expresión corporativa de Dios el Padre en el Hijo.

Los muchos hermanos de Cristo como los “muchos hijos” del Padre son “la iglesia” (He. 2:10-12), para ser la expresión corporativa de Dios el Padre en el Hijo. Ésta es la intención máxima y final de Dios. Por lo tanto, los muchos hermanos son la propagación de la vida del Padre y la multiplicación del Hijo en la vida divina. Por lo que, en la resurrección del Señor se cumple el propósito eterno de Dios.

Consideremos Hebreos 2:10-12 de una forma más detallada. El versículo 10 dice: “Porque convenía a Aquel para quien y por quien son todas las cosas, que al llevar muchos hijos a la gloria perfeccionase por los sufrimientos al Autor de la salvación de ellos”. Aquel “para quien y por quien son todas las cosas” es el Padre, y el Autor de la salvación es el Hijo. El Padre lleva muchos hijos a la gloria.

El versículo 11 dice: “Porque todos, así el que santifica como los que son santificados, de uno son; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”. En este versículo, “el que santifica” es el Hijo santificador, y “los que son santificados” son los hijos, quienes reciben la santificación. La frase de uno son se refiere al Padre. Así pues, el Hijo, quien

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es el Santificador, y nosotros, quienes somos los santificados, somos todos de un solo Padre. Por lo tanto, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos. ¿Cuándo nos llamó “hermanos” por primera vez? En Juan 20:17 cuando Él dijo a María: “Ve a Mis hermanos”. ¿Por qué no se avergüenza de llamarnos hermanos? Porque todos recibimos la vida de Su Padre. Después de la resurrección del Señor, todos Sus discípulos recibieron la vida del Padre. Ahora, debido a que tanto Él como nosotros somos de la misma fuente y tenemos la misma vida con la misma naturaleza, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos.

El versículo 12 añade: “Anunciaré a Mis hermanos Tu nombre, en medio de la iglesia te cantaré himnos de alabanzas”. Aquí vemos que el Hijo declara el “nombre” del Padre a Sus hermanos, es decir, da a conocer al Padre como la fuente de la vida y como el Dios que engendra. Este versículo también nos dice que el Hijo canta himnos de alabanzas al Padre en medio de la iglesia. Con esto podemos ver que los hermanos son la iglesia. Pasé mucho tiempo tratando de encontrar otro versículo que dijera que el Señor Jesús canta alabanzas al Padre. Finalmente, como no lo encontré, entendí que siempre que Sus hermanos cantan alabanzas al Padre, Él canta cuando ellos cantan. Cuando nosotros cantamos, Él canta en nuestro cantar.

G. Hace que Su Padre y Diossea también el de ellos

En Juan 20:17 el Señor Jesús también dijo a María: “Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios”. Por medio de Su muerte y resurrección que imparten vida, el Señor hizo que Sus discípulos fueran uno con Él. Por lo tanto, Su Padre es el Padre de ellos, y Su Dios es el Dios de ellos. Por medio de Su resurrección ellos obtuvieron la vida del Padre y la naturaleza divina de Dios. Al hacerlos Sus hermanos, Él les impartió la vida del Padre y la naturaleza divina de Dios. Al hacer que Su Padre y Su Dios, sea de ellos, el Señor Jesús los trajo a la misma posición que Él tenía, la posición de Hijo, delante del Padre y Dios, a fin de que pudiesen participar de Su Padre y Su Dios en resurrección. Así que, interiormente, en vida y naturaleza, y exteriormente, en posición, Sus hermanos son iguales a Él. Interiormente tienen la realidad y exteriormente la posición. El Padre no sólo es el Padre del Señor, sino también el Padre de los discípulos. En lo sucesivo todos los discípulos son hijos de Dios. Nosotros somos iguales al Primogénito, y Él es igual a nosotros. Ésta es la iglesia en resurrección, ¡Alabado sea el Señor!

¿Cuál es la razón por la que el Señor dijo a María que Él ascendería al Padre y a Dios? Por un lado, el Señor es el Hijo de Dios; por lo tanto, Él como hijo vería al Padre en la Persona del Hijo. Por otro lado, Él aún es el Hijo del Hombre; así que, como tal Él vería

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a Dios en la persona de un hombre. Por un lado, nosotros también somos hombres, y al mismo tiempo somos hijos de Dios. Ya que somos hombres, Dios es nuestro Dios; y ya que somos los hijos de Dios, Dios es también nuestro Padre. En este mismo momento, ya que somos tanto hombres como hijos de Dios, nosotros tenemos tanto a Dios como al Padre. Todos los discípulos, como seres humanos, fueron hechos hermanos del Señor e hijos del Padre, debido a que recibieron la misma vida que tiene el Señor. Ésta fue la revelación que María trajo a los hermanos del Señor.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y SEIS

LA VIDA EN RESURRECCIÓN

(1)

Hemos visto que el Evangelio de Juan consta de dos secciones principales. La primera sección, compuesta de los capítulos del 1 al 13, revela al Verbo eterno encarnado que viene para introducir a Dios en el hombre. La segunda, del capítulo 14 al 21, nos revela la preparación del camino que introduce al hombre en Dios por parte del Jesús crucificado y el Cristo resucitado, quien viene como el Espíritu para permanecer y vivir en los creyentes a fin de edificar la habitación de Dios. En la segunda sección encontramos cuatro subdivisiones: la vida que mora en nosotros a fin de que la habitación de Dios sea edificada (14:16–16:33); la oración por parte de la vida (17:1-26); la vida que es procesada para multiplicarse (18:1—20:13, 17); y la vida en resurrección (20:14—21:25). En Juan 14, 15 y 16 el Señor expuso que Él entraría en nosotros para ser nuestra vida, y para mezclarse y edificarse con nosotros, a fin de obtener una morada mutua para Dios y el hombre. Esta mezcla de la divinidad y la humanidad es el organismo en el cual el Dios Triuno crece y se expresa a Sí mismo. Después de hacer una exposición de este asunto, el Señor oró por ello en Juan 17. Luego pasó por el proceso de ser examinado, morir y resucitar. Después que pasó por todo este proceso y habiendo salido de la muerte, llegó a ser la vida en resurrección. Cuando está en resurrección, Él es vida como el Espíritu, porque Él es ahora el Espíritu en resurrección. En este mensaje, debemos ver cómo esta vida es ahora el Espíritu en resurrección.

I. SE APARECE A LOS QUE LE BUSCAN

El Señor, como vida en resurrección, primeramente se apareció a aquella que le buscaba (20:14-18). Ésta fue Su primera manifestación después de resucitar. Sin embargo, María solamente pudo verle; no le pudo tocar debido a que la frescura de Su resurrección estaba reservada sólo para el Padre. Al aparecer a María el Señor le reveló el resultado

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de Su resurrección: los “hermanos” y el “Padre” (20:17). Ésta es la revelación acerca de la hermandad y la paternidad. Por medio de la resurrección del Señor, todos Sus discípulos llegaron a ser Sus hermanos, y Su Padre llegó a ser el Padre de ellos.

II. ASCIENDE AL PADRE

En Juan 20:17 el Señor dijo a María: “No me toques, porque aún no he subido a Mi Padre”. Después que Él apareció en resurrección a María, quien le buscaba, Él ascendió en secreto al Padre el mismo día de Su resurrección. Muchos creyentes nunca han visto este asunto de la ascensión secreta del Señor. Él ascendió al Padre secretamente en la madrugada del día de Su resurrección para la satisfacción y disfrute del Padre, antes de que ascendiera públicamente ante los ojos de Sus discípulos cuarenta días después (Hch. 1:9-11).

El Señor se ofreció a Sí mismo al Padre como “una gavilla como primicia de los primeros frutos de vuestra siega” para la “ofrenda mecida” (Lv. 23:10-11, 15). Conforme al Antiguo Testamento, la cosecha era llevada al granero, pero las primicias de los primeros frutos siempre eran llevadas al templo y ofrecidas como ofrenda mecida (Éx. 23:19; Lv. 23:10-11). Como hemos visto, la ofrenda mecida, la cual era ofrecida con un movimiento de vaivén, tipifica la resurrección; y la ofrenda elevada, la cual se ofrecía con un movimiento de arriba hacia abajo, tipifica la ascensión. Las primicias de los primeros frutos, las cuales eran llevadas al templo y ofrecidas en la presencia de Dios como ofrenda mecida, tipifican a Cristo, quien en la madrugada del día de Su resurrección llegó a la presencia de Dios para brindarle satisfacción.

¿Han notado alguna vez que Levítico 23:11 habla de “la gavilla”? Una gavilla no es solamente un tallo del grano cosechado, sino un manojo de tallos atados juntos. ¿Qué significa esto? Mateo 27:52-53 nos dice que después de que el Señor murió, “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, entraron en la santa ciudad, y aparecieron a muchos”. Así que, las primicias de la resurrección no estaban compuestas sólo del Señor, sino también de otros, quienes también habían resucitado de los muertos. Todos ellos juntos eran una gavilla.

La ascensión secreta del Señor fue el cumplimiento de la ida que predijo en Juan 16:7, donde Él dijo: “Os conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré”. Juan 16:7 no se cumplió en Hechos 2, como cree la mayoría de los creyentes, sino en Juan 20.

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III. VIENE COMO EL ESPÍRITU PARA QUE LOS CREYENTES LE RECIBAN COMO ALIENTO

A. Viene con un cuerpo resucitado

Cristo ascendió a los cielos con un cuerpo resucitado y, según Juan 20, volvió a Sus discípulos también en Su cuerpo resucitado (Lc. 24:37-40; 1 Co. 15:44). Según este capítulo, el Señor en Su cuerpo resucitado entró al lugar donde estaban reunidos Sus discípulos, estando “las puertas cerradas” (20:19). Si las puertas estaban cerradas, ¿de qué manera pudo haber entrado, puesto que Él tenía carne y huesos? Nuestra mente limitada no puede entenderlo, pero es un hecho que debemos aceptar en conformidad con la revelación divina. Según Lucas 24:37-40, el Señor mostró a Sus discípulos Su cuerpo físico, el cual, según 1 Corintios 15:44, era un cuerpo resucitado. Consideremos el ejemplo de la semilla de clavel. Esta semilla tiene un cuerpo redondo y muy pequeño. Pero cuando es plantada y crece en la tierra, produce el tallo y la flor. ¿No es esto también un cuerpo? Antes de que la semilla de clavel sea sembrada en la tierra, tiene un cuerpo muy pequeño. Pero después que se siembra y crece, toma un cuerpo diferente. Esto es exactamente lo que Pablo menciona en 1 Corintios 15:44: “Se siembra cuerpo anímico, resucitará cuerpo espiritual”. El cuerpo se siembra siendo de una forma y emerge de la tierra en otra forma. Lo que se siembra es el cuerpo natural y original, y lo que crece es el cuerpo resucitado. Cristo, después de resucitar, obtuvo un cuerpo resucitado, el cual era físico y palpable. Él pudo entrar en aquella habitación con ese cuerpo aun cuando las puertas estaban cerradas.

A pesar de que el Señor tenía un cuerpo resucitado, todavía tenía en Sus manos y pies las huellas de los clavos (Jn. 20:20, 27; Lc. 24:40). ¿Por qué la resurrección no borró Sus heridas y por qué Su costado permanecía abierto? No lo entendemos, pero sabemos que así es. No pretenda entenderlo todo con su mente. No confíe en su limitado conocimiento, porque hay muchos misterios en el universo que no podrá comprender. Aun nosotros mismos somos misteriosos. Dígame, ¿en dónde se encuentra la conciencia y en dónde se halla el alma? ¿Sabe usted el lugar preciso donde se localiza su espíritu? Muchos científicos rehúsan creer en lo que no pueden ver ni entender. Esto no tiene sentido. Yo les pregunto a esos científicos si alguna vez han visto su conciencia o su vida física. Aunque tenemos una vida física, jamás la hemos visto. Si no somos capaces de entendernos a nosotros mismos, entonces ¿cómo podremos entender al Dios Triuno, alSer Divino?

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B. Cumple la promesa de volver a reunirse con los discípulos para el gozo de ellos

Después de que el Señor les mostró Sus manos y Su costado, “los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Jn. 20:20). Esto fue el cumplimiento de la promesa del Señor en Juan 16:19 y 22, donde dijo: “Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Al verle, los discípulos se regocijaron debido a que vieron “al niño” recién nacido (16:21), que era el Señor resucitado que había nacido en Su resurrección como Hijo de Dios (Hch. 13:33). Como veremos, inmediatamente después el Señor cumplió Su promesa y regresó a Sus discípulos trayéndoles cinco bendiciones: Su presencia, Su paz, Su comisión, el Espíritu Santo y la autoridad para representarlo (Jn. 20: 23).

C. Trae Su paz a los discípulos

En Juan 20:19 y 21 el Señor dijo a Sus discípulos: “Paz a vosotros”. Esto sucedió en la primera reunión que el Señor tuvo con los discípulos después de Su resurrección. Las reuniones frecuentemente nos traen paz. Muchas veces necesitamos asistir a una reunión para hallar paz. El Señor trajo Su paz a la iglesia. Por lo tanto, debemos asistir a las reuniones, porque en ellas disfrutamos la paz.

D. Les da una comisión a Sus discípulos

Después de decir a Sus discípulos: “Paz a vosotros”, el Señor añadió: “Como me envió el Padre, así también Yo os envío”. El Señor dijo que Él nos enviaba de la misma manera que el Padre lo había enviado a Él. El Señor nos envía, tal como el Padre lo hace; el Padre lo envió a Él; y Él nos enviará a nosotros. Pero ¿de qué manera el Padre envió al Señor? Lo envió estando el Padre mismo en el Hijo, es decir, el Padre envía al Hijo consigo mismo. Con el Hijo estaba la vida del Padre, Su naturaleza y Su presencia, es decir, el Padre mismo. Asimismo, el Señor envió a Sus discípulos consigo mismo como vida y como el todo para ellos. De la misma manera, el Hijo ahora nos envía a nosotros. Él nos envía con Su vida, Su naturaleza y Su presencia. Como el Padre envió al Hijo siendo uno con el Hijo y estando en Él, de igual manera ahora el Hijo nos envía a nosotros siendo uno con nosotros y estando en nosotros.

El Señor nos envía al soplar en nosotros el Espíritu Santo (20:22). Ésta es la razón por la cual, inmediatamente después de decir: “También Yo os envío”, sopló en ellos infundiéndoles el Espíritu Santo. Al infundirles Su aliento, Él entró como Espíritu en los discípulos a fin de permanecer en ellos para siempre (14:16). Por lo tanto, adondequiera que los discípulos eran enviados, Él siempre estaba con ellos y era uno con ellos. Como

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veremos, el Señor se infunde en nosotros al soplar el Espíritu Santo en nosotros. El Señor nos envía siendo uno con nosotros. La única manera en que el Señor puede ser uno con nosotros y estar en nosotros, es infundirse a Sí mismo como aliento en nuestro interior. Por lo tanto, debemos recibir al Espíritu, quien es la realidad de Cristo. Si hemos recibido al Espíritu de Cristo, hemos recibido Su realidad. En otras palabras, esto significa simplemente que hemos recibido a Cristo mismo. Con esto podemos ver que el Señor nos envía infundiéndose a Sí mismo en nosotros como aliento.

E. Sopla el Espíritu Santo en los discípulos

El versículo 22 dice: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. El Señor es el Verbo, y el Verbo es el Dios eterno (1:1). En el Evangelio de Juan, el Verbo pasa por un largo proceso para finalmente llegar a ser el aliento, el pnéuma, a fin de poder entrar en los creyentes. Él dio dos pasos para llevar a cabo el propósito eterno de Dios. En primer lugar, Él dio el paso de la encarnación para llegar a ser un hombre en la carne (1:14), para ser “el Cordero de Dios” que efectúa la redención a favor del hombre (1:29), para dar a conocer a Dios al hombre (1:18) y para manifestarles el Padre a los creyentes (14:9-11). En segundo lugar, Él dio el paso de ir a la muerte y resucitar para ser transfigurado en el Espíritu, a fin de poder impartirse en Sus creyentes como vida y el todo para ellos, y producir los muchos hijos de Dios, Sus muchos hermanos, con miras a la edificación de Su Cuerpo, que es la iglesia, la morada de Dios, la cual expresará al Dios Triuno por la eternidad. Por lo tanto, originalmente Él era el Verbo eterno; luego, por medio de la encarnación, Él se hizo carne para realizar la obra redentora de Dios y, por medio de Su muerte y resurrección, llegó a ser el Espíritu para ser el todo y hacerlo todo a fin de completar el edificio de Dios.

Nunca debemos pasar por alto que el Verbo eterno dio dos pasos: hacerse carne (1:14) y hacerse el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Debemos tener presente estos dos pasos: El Verbo eterno primero llegó a ser carne y después, como el postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante. El primer paso fue la encarnación, y el segundo, la resurrección. La finalidad del primer paso fue la redención, y la del segundo fue impartir la vida. Después de hacerse carne y llegar a ser el Cordero de Dios para derramar Su sangre por nuestra redención, Él llegó a ser en resurrección el Espíritu vivificante con el fin de impartirse a Sí mismo en nosotros como vida. Muy pocos creyentes han visto esto claramente. La mayoría sólo sabe que Cristo dio el paso de la encarnación para llevar a cabo la redención. Pero ellos no ven el segundo paso; es decir, que el postrer Adán en la carne, al resucitar, fue hecho el Espíritu vivificante para que, como tal, pudiera impartirse en nosotros y ser nuestra vida. El Evangelio de Juan revela claramente estos dos pasos. En el capítulo 1 el Verbo eterno llegó a ser carne a fin de ser el Cordero de Dios, y en el capítulo 20 esta Persona maravillosa dio otro paso: entró en la resurrección para llegar a

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ser el Espíritu vivificante. Así que, en la noche del mismo día de Su resurrección, Él vino y se impartió a Sí mismo como el Espíritu al soplar en los discípulos.

El Evangelio de Juan da testimonio de que el Señor es Dios (1:1-2; 5:17-18; 10:30-33; 14:9-11; 20:28), la vida (1:4; 10:10; 11:25; 14:6) y la resurrección (11:25). Los capítulos del 1 al 17 demuestran que Él es Dios entre los hombres. Por ser Dios, los hombres están en contraste con Él. Los capítulos 18 y 19 comprueban que Él es la vida en medio del ámbito de muerte. La muerte, o el ambiente de muerte, está en contraste con Él, quien es vida. Los capítulos 20 y 21 demuestran que Él es la resurrección en medio de la vieja creación, la vida natural. La vieja creación, la vida natural, está en contraste con Él, quien es la resurrección, cuya realidad es el Espíritu. Puesto que Él es la resurrección, sólo puede ser hecho real para nosotros en el Espíritu. Así pues, Él es el Espíritu en resurrección. Por lo tanto, Él es Dios entre los hombres (caps. 1—17), Él es la vida en medio de la muerte (caps. 18—19) y Él es el Espíritu en resurrección (caps. 20—21).

1. El cumplimiento de Su promesa

El Espíritu Santo mencionado en el versículo 22 es el Espíritu que se esperaba en 7:39 y prometido en 14:16-17, 26; 15:26; y 16:7-8, 13. Por lo tanto, cuando el Señor infundió el Espíritu Santo en los discípulos al soplar en ellos, se cumplió la promesa que había hecho acerca del Espíritu Santo como Consolador. Veremos más adelante que este cumplimiento es distinto al de Hechos 2:1-4. En el capítulo 14 el Señor prometió que Él le pediría al Padre que enviara otro Consolador. Aquí, en el capítulo 20, Él les trae a Sus discípulos el otro Consolador, el Espíritu de realidad. Ahora el Espíritu de realidad entra en los discípulos para estar en ellos. Ahora ellos saben que el Señor está en el Padre yque el Padre está en el Señor, y que ahora ellos están en el Señor y el Señor en ellos. Entienden que ahora son uno con el Dios Triuno. Así pues, todo lo que el Señor les había dicho en los capítulos 14, 15 y 16 se cumplió en ese momento. Debemos leer esos tres capítulos para poder entender lo que sucede ahí. El cumplimiento aquí es simplemente que el Señor pasó por la muerte y la resurrección, y luego viene a los discípulos como el Espíritu, como el otro Consolador, para ser su realidad a fin de que ellos sean uno con el Dios Triuno. En ese momento los discípulos estaban felices y contentos. El Señor les había dicho que no le verían por un poco (16:16). Ahora, después de un poco, le vieron de nuevo, lo cual cumplió lo que el Señor había dicho en los capítulos del 14 al 16.

2. Este cumplimiento es distinto al de Hechos 2

El cumplimiento presentado en 20:22 difiere del cumplimiento efectuado en Hechos 2:1-4. Sin embargo, la mayoría de los creyentes cree que la promesa hecha en Juan 14, 15 y 16 se cumplió en Hechos 2, en el Día de Pentecostés, y piensan que el Consolador

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llegó ese día. Pero lo que se cumplió en Hechos 2:1-4 fue la promesa que el Padre hizo en Joel 2:28-32, a la cual el Señor hace referencia en Lucas 24:49, diciendo: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. El Señor, después de Su resurrección y poco antes de Su ascensión pública, recordó a los discípulos la promesa que el Padre había hecho. Todos estamos de acuerdo en que la promesa del Padre acerca de ser “investidos de poder desde lo alto” se cumplió en Hechos 2. Sin embargo, la promesa hecha en Juan 14, 15 y 16 no es la promesa referente al poder hecha por el Padre, sino la promesa del Consolador hecha por el Hijo; esta última se cumplió el día de la resurrección del Señor. Cuando el Señor les recordó a Sus discípulos acerca de la promesa del Padre, la promesa del Consolador hecha en Juan ya se había cumplido. Después de Su resurrección, y un poco antes de Su ascensión pública, el Señor les recordó a los discípulos que debían esperar hasta que se cumpliera la promesa hecha por el Padre con respecto a ser investidos de poder.

El día de la resurrección del Señor se cumplió la promesa acerca del Espíritu Santo como vida, verdad y realidad. Pero el Día de Pentecostés se cumplió la promesa acerca del Espíritu Santo como poder. Estos son dos aspectos del Espíritu Santo. En el día de la resurrección, los discípulos recibieron al Espíritu de vida como la realidad de Cristo, y cincuenta días más tarde, en el Día de Pentecostés, recibieron al Espíritu de poder. Pentecostés simplemente significa cincuenta días. En el primer octavo día (que significa resurrección), recibieron al Espíritu como la vida y la realidad de Cristo, y en el octavo de los días octavos (que significa resurrección en resurrección), es decir, el primer día de la octava semana, recibieron al Espíritu Santo como el poder y la capacidad requeridos para llevar a cabo la obra.

Tanto el Evangelio de Lucas como Hechos fueron escritos por Lucas. La línea que traza Lucas es la del poder requerido para la obra, y la línea que presenta Juan es la línea de la vida requerida para poder vivir. Si leemos la Biblia detenidamente, veremos que el Espíritu primeramente es el Espíritu de vida, y luego el Espíritu de poder. En la línea que traza Lucas, el Espíritu de poder es comparado con una vestidura que es puesta sobre nosotros, pero en la línea que traza Juan, el Espíritu es comparado con el agua, la cual ingerimos bebiéndola. La vestidura es algo externo que nos cubre, y la bebida es algo que nos llena interiormente. Conforme a la línea que presenta Lucas, el Espíritu viene sobre nosotros (Hch. 1:8). En cambio, según la línea de Juan, el Espíritu entra en nosotros, porque el Espíritu de realidad habita en nuestro ser (Jn. 14:17). Así que, la línea de Juan tiene como fin que nosotros tengamos vida, y la línea de Lucas tiene como fin que seamos revestidos de poder. Además, si leemos Hechos 4 cuidadosamente, veremos por qué el poder es comparado con una vestidura o un uniforme. Por ejemplo, el uniforme es lo que da autoridad al policía. De la misma manera, el Espíritu Santo vino

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sobre Pedro y los demás discípulos como poder, para ser su uniforme. Pero el día de la resurrección del Señor, el Espíritu fue soplado en ellos. Esto no se efectuó para investirlos exteriormente, sino para llenarlos interiormente. En la línea de Lucas, el Espíritu de poder es también comparado con “un viento recio” (Hch. 2:2). El viento es una forma de poder. En la línea de Juan, el Espíritu de vida es comparado con el aliento. El aliento no provee poder, sino vida. En Juan 20:22 el Espíritu como aliento fue infundido como vida en los discípulos para su vivir. El Señor, al soplar el Espíritu en los discípulos, se impartió a Sí mismo como vida y como el todo para ellos. Por lo tanto, todo lo que el Señor había hablado en los capítulos del 14 al 16 fue cumplido.

De la misma manera que caer en la tierra para morir y brotar de la tierra para crecer, transforma al grano de trigo dándole otra forma, una forma nueva y viva, asimismo la muerte y la resurrección del Señor le transfiguraron de la carne al Espíritu. El Señor como “el postrer Adán” en la carne llegó a ser “el Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45) por medio del proceso de la muerte y la resurrección. Así como Él es la corporificación del Padre, el Espíritu es la realidad de Él. Fue como Espíritu que el Señor se infundió en Sus discípulos al soplar en ellos, y es también como Espíritu que Él es recibido en los creyentes y fluye de ellos como ríos de agua viva (Jn. 7:38-39). Fue como Espíritu que, mediante Su muerte y resurrección, regresó a los discípulos, entró en ellos como Su Consolador y comenzó a morar en ellos (14:16-17). Además, como Espíritu Él puede vivir en los discípulos y hacerlos aptos para vivir por Él y con Él (14:19). Como Espíritu Él puede permanecer en los discípulos y hacer que ellos permanezcan en Él (14:20; 15:4-5). Como Espíritu Él puede venir con el Padre a los que le aman y hacer morada con ellos (14:23). Como Espíritu Él puede hacer que todo lo que Él es y tiene sea hecho completamente real para los discípulos (16:13-16). Como Espíritu Él vino para reunirse con “Sus hermanos”, “la iglesia”, a fin de anunciarles el nombre del Padre y alabar al Padre en medio de ellos (He. 2:11-12). Como Espíritu Él puede enviar a Sus discípulos a cumplir Su comisión consigo mismo como vida y como el todo para ellos, de la misma manera que el Padre lo envió a Él (20:21). Ahora los discípulos están calificados para representarlo con Su autoridad en la comunión de Su Cuerpo (20:23).

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y SIETE

LA VIDA EN RESURRECCIÓN

(2)

Este mensaje es una continuación del anterior.

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3. El Consolador

El Espíritu impartido como aliento en los creyentes era el Consolador (14:16, 26; 15:26; 16:7). Este Consolador es el “Paracleto”, el que está a nuestro lado y se encarga de nuestro caso y de nuestros asuntos. La palabra griega que se traduce “Consolador” es la misma palabra traducida “Abogado” en 1 Juan 2:1. Si unimos 1 Juan 2:1 y Juan 14:16, veremos que hoy en día el Señor Jesús es nuestro Abogado que está a la diestra de Dios en los cielos y, al mismo tiempo, es el Consolador que está en nuestro espíritu. En los cielos, Él es el Abogado que está con el Padre; en nuestro espíritu, Él es el Consolador. Ésta es la razón por la que Él es la escalera sobre la cual los ángeles de Dios ascienden y descienden (1:51). Como el Señor ascendido, Él es nuestro Paracleto que está con el Padre, el que se encarga de nuestro caso en los cielos. Como el Espíritu que mora en nosotros, Él es el “Paracleto que está con nosotros” (14:16-17), Aquel que está a nuestro lado y nos cuida. ¡Cuánto le aprecio como el Consolador! Él está tanto aquí en nosotros como en los cielos.

4. El Espíritu de realidad

El Espíritu es el Espíritu de realidad (14:17; 15:26; 16:13). El Hijo es la corporificación del Padre y de toda Su plenitud (Col. 2:9), y el Espíritu es la realidad del Hijo y de toda Su plenitud (16:13-15; 1:16). El Padre con toda Su plenitud está corporificado y expresado en el Hijo. Aparte del Hijo, ningún hombre puede ver ni puede tener contacto con el Padre. El Hijo con toda Su plenitud es revelado y hecho real a los creyentes como Espíritu. Aparte del Espíritu, ningún hombre puede recibir ni experimentar al Hijo. El Espíritu es la realidad del Dios Triuno para que le experimentemos.

5. El Espíritu del Jesús glorificado

El Espíritu infundido como aliento en los discípulos era también el Espíritu del Jesús glorificado (7:39). Antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu era solamente el Espíritu de Dios que tenía sólo el elemento divino, pero después de la resurrección, llegó a ser el Espíritu del hombre glorificado Jesús con el elemento divino y el elemento humano. Así que, el Espíritu de Dios llegó a ser este maravilloso Espíritu todo-inclusivo.

Hoy nuestro Dios es el Dios que se ha “procesado”; ya no es lo mismo que era al principio. Antes de Su encarnación Él era solamente Dios con Su divinidad, pero al dar los pasos de encarnación, crucifixión y resurrección, llegó a ser el Dios “procesado”. Por favor, no rechace este concepto ni intente argumentar contra él. En la eternidad pasada Él era Dios, pero un día se encarnó como hombre y vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, pasando por las experiencias de la vida humana. ¿No fue esto un proceso?

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Luego fue llevado a la muerte al ser clavado en la cruz. Él entró a la muerte, la visitó, pasó por ella y finalmente salió de ella. ¿No es esto un proceso? Ciertamente lo es. Consideremos el proceso por el cual pasaba el cordero de la Pascua. Cristo, el verdadero Cordero de la Pascua, también pasó por un proceso. Mediante la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, Dios llegó a ser diferente de lo que era antes de encarnarse. Nunca más será el mismo que era cuando hizo la creación. En ese tiempo Él era solamente Dios, el Ser Divino. Mas ahora después de pasar por el proceso de encarnación, el vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, ¡qué maravilloso Dios ha llegado a ser! Ahora Dios no sólo tiene divinidad, sino también la humanidad, el vivir humano, la muerte todo-inclusiva, la resurrección y la ascensión. Él es ahora una Persona tan maravillosa que posee divinidad, humanidad, y muchas virtudes, atributos y logros. Éste es el Dios que hoy en día nos alcanza y entra en nosotros como el Espíritu todo-inclusivo. Éste es el Dios procesado para nuestro disfrute. Hoy estamos disfrutando al Dios procesado. Aunque algunos cristianos me critiquen por usar el término procesado, cuanto más intenten escribir libros criticando este término, más luz recibirán. La verdad es la verdad. Hoy disfrutamos al Dios procesado quien ahora es la vida en resurrección, y la realidad misma de esta resurrección es el Espíritu vivificante. Por lo tanto, el Espíritu vivificante es la vida en resurrección. Alabado sea el Señor porque después de Su resurrección Él llegó a ser la vida en resurrección, la cual es el Espíritu del Jesús glorificado.

6. “El Espíritu de Jesús”, “el Espíritu de Cristo”y el “Espíritu de Jesucristo”

Este Espíritu también es el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesús principalmente se refiere al Espíritu del Señor, quien como hombre vivía en la tierra y pasaba por todos los sufrimientos humanos para llevar a cabo nuestra redención (Hch. 16:7). El Espíritu de Cristo principalmente se refiere al Espíritu del Señor resucitado, quien como la Persona divina con la humanidad elevada mora en nuestro espíritu como nuestra vida (Ro. 8:9). El título “el Espíritu de Jesucristo” indica que el Espíritu hoy es el Espíritu todo-inclusivo del Señor, quien es Dios y hombre, e incluye Su divinidad, Su humanidad, Su vivir humano, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión, junto con todos Sus atributos divinos, Sus virtudes humanas, y todo lo que consiguió y logró. Por lo tanto, este Espíritu tiene una “abundante suministración” (Fil. 1:19). No importa la situación en que nos encontremos ni la necesidad que podamos tener, este Espíritu todo-inclusivo, el Espíritu de Jesucristo, es capaz de suministrarnos la provisión adecuada para suplir todas nuestras necesidades. Mientras el apóstol Pablo escribía Filipenses 1:19, sufría la aflicción del encarcelamiento. En tales circunstancias experimentaba la abundante suministración del Espíritu todo-inclusivo del Jesús que sufrió y del Cristo que resucitó.

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7. “El postrer Adán” fue hecho “Espíritu vivificante”

Como ya vimos, 1 Corintios 15:45 dice que el “postrer Adán” fue hecho “Espíritu vivificante”. La carne fue Su primera forma (1:14), y el Espíritu, la segunda. Por lo tanto, ahora el Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17). El Señor dio dos pasos con el fin de que le pudiéramos experimentar. En el primero, en la encarnación, Él tomó la forma de carne y sangre para realizar nuestra redención. En el segundo, en la resurrección, Él fue transfigurado en el Espíritu para impartirse en nosotros como nuestra vida. Por medio de estos pasos fuimos redimidos y regenerados para participar de Él como nuestra vida y nuestro todo.

8. El Espíritu de vida

Romanos 8:2 nos dice que el Espíritu es el Espíritu de vida, el cual es el aliento de vida que se impartió en los discípulos y que permanece en ellos (14:16-17). Esto está relacionado con la línea del Evangelio de Juan, la cual es la vida. Con respecto a la línea de Lucas, la cual es el poder, el Espíritu es comparado con un viento recio (Hch. 2:2-4) que sopla sobre los discípulos. Conforme a la línea de Juan, el Espíritu es comparado con el aliento de vida infundido en los discípulos (Jn. 20:22) que permanece en ellos como su vida. Este Espíritu de vida no es nada menos que el Cristo resucitado quien ahora es el Espíritu vivificante.

F. El Señor da autoridad a los discípulos

Después de soplar en los discípulos, el Señor les dijo: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos” (20:23). Aquí vemos que el Señor les dio autoridad a Sus discípulos de representarlo al perdonar a la gente, y les concedió autoridad para atar y desatar. Ésta es la autoridad para perdonar a los pecadores o para mantenerlos bajo condenación. Aunque los discípulos tenían esta autoridad, no debían ejercerla en sí mismos, sino en el Espíritu Santo. Cuando estamos en el Espíritu Santo y somos llenos de Él, tenemos la autoridad para decidir si alguien ha sido perdonado por Dios o no. Si decimos que ha sido perdonado, así debe ser. Sin embargo, esta autoridad sólo puede ser ejercida cuando estamos en el Espíritu Santo y somos llenos de Él. Además, tal autoridad debe llevarse a cabo en la comunión del Cuerpo y por el bien del Cuerpo. En la comunión del Cuerpo tenemos la autoridad para representar al Señor y así perdonar a otros. Esto también es por el bien del Cuerpo en el sentido de que nosotros, como representantes del Señor, podemos recibir a los que Dios ha perdonado en la vida de iglesia, que es Su Cuerpo.

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G. La primera reunión de la iglesiaantes de Pentecostés

La reunión de los discípulos en Juan 20:19, la noche misma del día de la resurrección del Señor, puede considerarse como la primera reunión de la iglesia antes de Pentecostés. Esta reunión fue para que se cumpliese lo dicho en Salmos 22:22 en conformidad con Hebreos 2:10-12, donde dice que el Hijo anunciará el nombre del Padre a Sus hermanos y cantará alabanzas al Padre en medio de la iglesia. Anunciar el nombre del Padre es dar a conocer el Padre como fuente de vida a los discípulos, a fin de que ellos participen de Su naturaleza divina. Alabar al Padre en la iglesia es alabarlo en las alabanzas de Sus creyentes en las reuniones de la iglesia. Según Salmos 22:22 y Hebreos 2:10-12, el Señor resucitado hizo ambas cosas en la primera reunión de la iglesia el día de Su resurrección.

El Señor, después de Su resurrección, vino para reunirse con Sus discípulos la noche misma de ese primer día. De manera que, en la resurrección del Señor, es crucial reunirse con los santos. María la magdalena se encontró con el Señor personalmente en la mañana y obtuvo la bendición (20:16-18), pero aun así necesitaba estar en la reunión con los santos en la noche para reunirse con el Señor de manera corporativa, a fin de obtener más abundantes y mayores bendiciones (20:19-23). En esta primera reunión que celebraron el Señor y Sus discípulos después de Su resurrección, tenemos la presencia del Señor, la paz, el hecho que el Señor los envía, el soplo del aliento y la autoridad para atar y desatar. Éstas son las bendiciones que el Señor trajo a Sus discípulos en esa reunión de iglesia. Por muy buena que fuese la comunión que María tuvo con el Señor durante la vigilia matutina, ella necesitaba asistir a la reunión de esa noche para obtener todas estas bendiciones, pues son mayores y más importantes. Podemos recibir algo del Señor durante nuestra vigilia matutina, pero esto satisface solamente nuestra necesidad personal e individual. Por lo tanto, debemos también asistir a las reuniones corporativas para recibir algo más importante. La vigilia matutina y las reuniones de la iglesia son dos aspectos diferentes. Necesitamos la bendición personal que corresponde al primer aspecto, pero también la bendición corporativa que corresponde al segundo aspecto.

Tomás faltó a la primera reunión que el Señor tuvo con Sus discípulos después de resucitar. Sin embargo, él fue compensado de lo que se había perdido en esa reunión al asistir a la segunda (20:25-28). ¡Oh, no debemos perdernos ninguna de las reuniones de la iglesia! No debemos pensar que no tienen importancia ni debemos quedarnos a descansar en casa, pues si el Señor viene a la reunión, es posible que nosotros, como Tomás, perdamos Su presencia. Tomás pasó por alto la manifestación del Señor. Debido a que no asistió a esa reunión de la iglesia, en realidad sufrió una gran pérdida. Este

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capítulo está lleno de revelación, pero Tomás la perdió por completo. No recibió la revelación ni el descubrimiento o la experiencia de la resurrección del Señor, debido a que se perdió la vigilia matutina y no asistió a la reunión de la iglesia. No recibió la revelación de que los discípulos son los hermanos del Señor y los hijos de Dios. También se perdió de recibir la paz, la impartición del Espíritu Santo, la comisión divina y la autoridad. Ciertamente era salvo y era un hermano, pero debido a que no asistió a esa reunión él perdió mucho.

Cada mañana debemos tener una vigilia matutina de forma personal e individual, pero por las tardes debemos asistir a las reuniones de la iglesia. ¡Cuánto necesitamos reunirnos con los hermanos y hermanas! Entonces el Señor vendrá con algo más, con algo diferente y más grande. No se enorgullezca de las maravillosas experiencias que tenga durante su vigilia matutina, ni diga que ésta en sí misma es suficiente. Usted también necesita asistir a las reuniones de la iglesia para reunirse con los santos. Algunos de nosotros dejamos de tener la vigilia matutina, y otros no asisten a las reuniones de la iglesia por las noches. Sin embargo, debemos guardar una vigilia matutina personal y además asistir a las reuniones corporativas de la iglesia por las noches. La vigilia matutina no puede reemplazar las reuniones corporativas, ni éstas pueden sustituir a la vigilia matutina. Necesitamos las dos. Con respecto a Dios, todo tiene dos aspectos. Aun nuestro contacto con el Señor tiene dos aspectos, el personal y el corporativo. Ésta es la razón por la cual tenemos la vigilia matutina por la mañana y la reunión corporativa por las tardes. Así que, no debemos descuidar ni la vigilia matutina ni las reuniones de la iglesia. María recibió algo nuevo, fresco, y directo en la mañana, y nada podía reemplazarlo. Sin embargo, necesitó algo más: la paz, el ser enviado, el soplo del aliento divino y la comisión. Se puede recibir todo esto solamente en la vida de iglesia. El Señor da Su comisión a la iglesia y no a individuos. Así que, para ser enviados, debemos estar en la iglesia. Puesto que la comisión está relacionada con el Cuerpo, debemos ser enviados por el Señor en la iglesia y por medio de la iglesia.

Es extraño que este capítulo ni siquiera menciona que el Señor haya partido. Nunca nos dice que Él dejó a Sus discípulos. Y es muy extraño que el Señor, con un cuerpo físico que podía ser tocado, entrara al lugar atravesando una puerta cerrada. Esto significa que después de Su resurrección el Señor era el Espíritu. Ya que el Señor resucitado es ahora el Espíritu, Él puede estar con los discípulos todo el tiempo y en todo lugar. Desde Su resurrección Él no ha tenido problema con el tiempo ni el espacio. El Señor puede estar con nosotros en cualquier circunstancia. Aunque cerremos la puerta, Él permanece con nosotros. Según este capítulo, no sabemos de dónde viene, ni cuándo viene o cuando se va. He leído este capítulo muchas veces y aún no puedo encontrar ningún indicio que nos diga adónde el Señor se fue. Esto significa que después de la resurrección Él es el Espíritu y que en todo momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia está

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con nosotros como el Espíritu. El Señor está siempre con nosotros; la única diferencia radica en que a veces sentimos Su presencia y a veces no. Aun cuando no estemos conscientes de Su presencia, Él está con nosotros. Según nuestra experiencia, hoy Su presencia no depende de Su venida o de Su ida, ni de que se manifieste o se desaparezca. Cuando Él viene, significa que aparece; cuando Él se va, significa que desaparece; pero en realidad siempre está con nosotros. Ya sea que sintamos Su presencia o no, el Señor está aquí. Ahora el Señor no se va ni viene; sólo se aparece o se desaparece. Ya que Él lo ha realizado todo, Él se ha hecho uno con los discípulos, y ahora ellos son uno con Él.

IV. SE REÚNE CON LOS CREYENTES

A. “Ocho días después”

Juan 20:26 dice: “Ocho días después, estaban otra vez Sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros”. Ésta puede considerarse la segunda reunión de la iglesia, la cual se llevó a cabo con la presencia del Señor antes de Pentecostés. Las palabras “ocho días después” indican que esta reunión tuvo lugar en el segundo primer día de la semana, el segundo día del Señor después de Su resurrección. Alabado sea Dios porque no hubo solamente un día del Señor, sino también un segundo día del Señor, y Tomás estaba allí. Como veremos después, el Señor vino adrede esta vez por causa de Tomás, y fue directamente a él para verlo y corregirlo.

El Señor, después de resucitar, se apareció primeramente a María la magdalena, quien le buscaba. Luego Él ascendió secretamente al Padre, presentándole la frescura de Su resurrección para Su satisfacción. Después de esto, regresó como Espíritu para impartirse como aliento en Sus discípulos y para reunirse con Sus hermanos. Nunca debemos pensar que reunirnos con los creyentes es algo insignificante. En realidad, es sumamente importante, algo que nunca deberíamos desaprovechar. Aprecio lo que María experimentó en la madrugada del día de la resurrección. Ella ciertamente tuvo la mejor vigilia matutina. Esa vigilia matutina hizo que asistiera a la reunión de la noche.

B. Su venida es Su manifestación

En el libro de Juan, después de que el Señor se apareció por primera vez, según registra el versículo 19, y luego ocho días después, según registra el versículo 28, no encontramos ningún indicio de que el Señor hubiera dejado a los discípulos. De hecho, de allí en adelante Él permaneció siempre con ellos, aunque éstos no estuvieran conscientes de Su presencia. Después de que el Señor se impartió en Sus discípulos al soplar, permaneció en ellos y estuvo con ellos. Debido a que los discípulos no siempre estaban conscientes de Su presencia, era necesario que se les apareciera. Su venida en

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este versículo no fue en realidad Su verdadera venida, sino una manifestación de Su presencia. Antes de morir Él estaba en la carne y Su presencia era visible. Pero después de Su resurrección llegó a ser el Espíritu y Su presencia era invisible. Las manifestaciones o apariciones que hizo después de Su resurrección tenían como fin adiestrar a Sus discípulos para que se percataran de Su presencia invisible, la disfrutaran y vivieran en ella. Esta presencia es más accesible, prevaleciente, preciosa, rica y real que Su presencia visible. En resurrección Su adorable presencia es simplemente el Espíritu, el cual Él había impartido al soplarles para que estuviera siempre con ellos.

C. Trata con la incredulidad de Su discípulo mostrando las marcas de Su muerte,

las cuales quedaron en Su cuerpo resucitado

En Juan 20:27 el Señor dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira Mis manos; y acerca tu mano, y métela en Mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Debido a que Tomás se había perdido la primera reunión que hubo con el Señor resucitado, se había atrasado mucho. Por eso, el Señor se apareció para resolver la incredulidad de este discípulo mostrando las marcas de Su muerte, las cuales quedaron en Su cuerpo resucitado. Como mencioné antes, no sé cómo las marcas de Su muerte podían aún permanecer en Su cuerpo resucitado. Aunque Tomás era el más atrasado de todos los discípulos, después de la segunda reunión de la iglesia sobrepasó a todos ellos, ya que fue el primero que dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (20:28). Tomás fue el primero en reconocer que el Hijo del Hombre es el Señor (Hch. 2:36; 10:36; Ro. 14:9; 10:12-13; 1 Co. 12:3; 2 Co. 4:5; Fil. 2:11) y Dios (Jn. 1:1-2; 5:17-18; 10:30-33; Ro. 9:5; Fil. 2:6; 1 Jn. 5:20). Tomás no sólo fue el primero en reconocer que el Hijo del Hombre es el Señor y Dios, sino también en proclamar que Jesús es el Señor y el mismo Dios.

D. Entrena a los discípulos

En Juan 20:29 el Señor dijo a Tomás: “Porque me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. El Señor no sólo se apareció para encargarse de la incredulidad de Tomás, sino también para entrenar a los discípulos a que creyeran sin necesidad de ver. El Señor estaba entrenándolos a acostumbrarse a Su presencia invisible. Debido a que hoy la presencia del Señor en resurrección no es visible, debemos creer en Él aun sin verlo. Si esperamos ver para creer, estamos equivocados. Debemos ejercitarnos en creer sin necesidad de ver, porque la presencia del Señor hoy en día es diferente de lo que fue cuando estaba en la carne. Aquella era Su presencia visible, pero ahora que Su presencia es invisible debemos ejercitar nuestra fe para hacerla real. Aunque no podamos verlo, tenemos la plena certeza de que Él está con nosotros. Según

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Hechos 1:3-4, el Señor permaneció con los discípulos durante cuarenta días para entrenarlos a percatarse de Su presencia invisible y acostumbrarse a Su presencia invisible.

E. El propósito del Evangelio de Juan

Los versículos 30 y 31 dicen: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de Sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en Su nombre”. Estos versículos indican que el propósito del Evangelio de Juan es dar testimonio de que Jesús es el Cristo (1:41; 4:25, 29; 7:41-42; Mt. 16:16; Lc. 2:11) y es el Hijo de Dios (1:34, 49; 9:35; 10:36; Mt. 16:16; Lc. 1:35). Juntamente con Juan 21:25, estos versículos afirman que este evangelio es el relato de una selección de asuntos que sirven para dar testimonio de la vida y la edificación.

El Cristo es el título del Señor según Su oficio, Su misión. El Hijo de Dios es el título que hace referencia a Su Persona. Ésta tiene que ver con la vida de Dios, y Su misión se relaciona con la obra de Dios. Él es el Hijo de Dios para ser el Cristo de Dios. Él obra para Dios por medio de la vida de Dios, para que los hombres, al creer en Él, tengan la vida de Dios a fin de llegar a ser Sus muchos hijos y obren mediante la vida de Dios a fin de edificar al Cristo corporativo (1 Co. 12:12), cumpliendo así el propósito de Dios acerca de Su edificio eterno.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CUARENTA Y OCHO

LA VIDA EN RESURRECCIÓN

(3)

El Espíritu Santo, al escribir el Evangelio de Juan, tenía como intención demostrar que fuimos hechos hijos de Dios por medio de la resurrección de Cristo, lo cual es un hecho maravilloso y glorioso. Nosotros los seres humanos éramos personas despreciables, indignas, pecaminosas, viles, miserables e impuras, pero por la muerte y resurrección del Señor fuimos hechos hijos de Dios. Tenemos la vida de Dios, la naturaleza de Dios y la plenitud de Dios. Así que, somos los hijos de Dios, así como el Hijo unigénito de Dios. ¡Cuán maravilloso es esto! El Señor nos dio la gloria que el Padre le dio a Él en la eternidad pasada. ¿Qué es esta gloria? Es la vida y la naturaleza de Dios que hemos recibido y que nos ha constituido hijos de Dios para ser la expresión de Dios.

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Ser hijos de Dios simplemente significa ser la expresión y manifestación de Dios. En otras palabras, Cristo es el Hijo de Dios y, como tal, tiene la vida y la naturaleza de Dios y es la manifestación misma de Dios. Ésta es la gloria que Dios el Padre le dio al Hijo y es la misma gloria que el Hijo nos dio a nosotros mediante Su muerte y resurrección. El Señor mediante Su muerte y resurrección se liberó a Sí mismo y se impartió en nosotros con el fin de hacernos exactamente igual a Él. Él es el Hijo de Dios, e hizo que nosotros fuéramos hechos los muchos hijos de Dios. Él tiene la vida y la naturaleza de Dios, e hizo que nosotros tuviéramos la vida y naturaleza de Dios. Él es la expresión y manifestación de Dios, e hizo que nosotros fuéramos hechos la expresión y manifestación de Dios. Por lo tanto, tenemos la misma vida, naturaleza y posición que Él tiene. Ésta es la gloria que el Señor nos dio. ¡Esto es verdaderamente maravilloso!

Como vimos anteriormente, el Señor nos envió tal como el Padre lo envió a Él (20:21). El Padre lo envió estando en Él y siendo uno con Él. De igual manera, Cristo nos envía estando en nosotros y siendo uno con nosotros. Ahora somos la expresión y la manifestación de Dios porque el Hijo de Dios ha sido impartido en nosotros y está ahora en nuestro ser. Ya que ahora Él es el Espíritu, Él está en nosotros y es uno con nosotros; por lo tanto, tenemos lo que Él tiene, estamos donde Él está y somos exactamente igual que Él. Como resultado, Él puede enviarnos y darnos la comisión divina y celestial. Éste es el propósito de Dios que fue planeado desde la eternidad pasada, el cual consiste simplemente en que Dios se forje a Sí mismo en nosotros, mezclándose con nosotros para que lleguemos a ser Su expresión y Su manifestación.

El Señor realizó todo esto por medio de Su muerte y resurrección. Él era el grano de trigo que fue multiplicado en muchos granos por medio de la muerte y la resurrección (Jn. 12:24). Él era el Hijo unigénito de Dios, quien se reprodujo y multiplicó en muchos hijos (He. 2:10). Él se multiplicó por medio de Su resurrección y después de la resurrección le reveló a María que los discípulos eran ahora Sus hermanos (20:17). Él era el Hijo unigénito de Dios, pero ahora era el Primogénito entre muchos hijos. Antes de Su muerte Él era el único Hijo de Dios, o sea, no tenía hermanos. Pero después de Su resurrección, el Hijo unigénito llegó a ser “el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29). Consideremos el ejemplo del grano de trigo. Después de caer en tierra y morir, resucita y se multiplica en muchos granos. Pero ahora, ¿dónde está el grano original de trigo? Éste se encuentra en los muchos granos; de hecho, Él es los muchos granos. En el capítulo 12 Cristo era el único grano, y en el capítulo 20 Él llegó a ser los muchos granos. Esto fue posible solamente por la muerte y la resurrección. Antes del capítulo 18, vemos que Él era el Hijo unigénito de Dios, la única manifestación de Dios. Por todo el universo y en todo el género humano, había una sola Persona que era la precisa imagen y manifestación de Dios. Sin embargo, después de los capítulos 18 y 19 tenemos los muchos hijos de Dios, las muchas manifestaciones de Dios. Mediante la muerte y la

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resurrección del Hijo unigénito de Dios, los muchos hijos fueron producidos. Ahora Aquel grano único se ha multiplicado en muchos granos; por lo cual, todos los discípulos del Señor han llegado a ser Sus hermanos. Éstos pueden ahora ser la manifestación de Dios y pueden representar al Dios Triuno. Son ellos los que han recibido la comisión divina y celestial para realizar algo en esta tierra por medio de lo cual pueden expresar y manifestar a Dios. Éste es el significado del Evangelio de Juan.

Al final del capítulo 20 todo es maravilloso y completo. Parece que hemos tocado algo divino, espiritual, celestial y eterno que va más allá de nuestro entendimiento, y que no se necesita el capítulo 21. Entonces, ¿cuál es el significado y propósito de este capítulo adicional? Al final del capítulo 20 el Señor regresó como Espíritu para estar con los discípulos y para ser todo para ellos. Por lo tanto, este evangelio concluye ahí (20:30-31). Hasta este punto, el Evangelio de Juan presenta algo divino, pero nosotros somos humanos; revela algo celestial, pero nosotros aún nos encontramos en la tierra; revela algo eterno, pero nosotros todavía estamos en el tiempo. En otras palabras, aunque ya nacimos de nuevo como hijos de Dios, aún permanecemos en este cuerpo físico. Somos los hijos de Dios y, sin embargo, todavía seguimos siendo hijos de hombre. Hemos recibido la comisión celestial, pero aún tenemos que proveer alimento para nuestra nutrición y diario vivir. ¿Cómo pueden los discípulos ganarse la vida? ¿Qué deben hacer ellos para llevar a cabo la comisión del Señor? ¿Cómo deben ellos seguirle después de Su resurrección? ¿Cuál será su futuro? Para tratar estos problemas fue necesario tener un capítulo adicional. El capítulo 21 toca algunos asuntos muy prácticos. No podemos simplemente quedarnos sentados aquí, alabando al Señor y gritando: “¡Aleluya! ¡Todo es maravilloso, celestial, divino y eterno! ¡Ahora somos hijos de Dios! ¡Tenemos la vida y naturaleza de Dios, tenemos Su gloria, y somos la representación y manifestación de Dios!”. Pero ¿qué diremos de mañana? ¿Qué comeremos? ¿De dónde obtenemos dinero para comprar alimento? No podemos ayunar todo el tiempo. Debido a estos problemas adicionales, tenemos el capítulo 21; éste nos ayuda a cuidar de nuestra subsistencia, nuestra familia y de las muchas otras necesidades propias de esta tierra.

Si comparamos los niveles de los capítulos 20 y 21, veremos que el nivel del capítulo 20 es muy alto, pero el del capítulo 21 parece muy bajo. Esto se debe a que en este capítulo se tratan asuntos muy prácticos, como vivir y comer. El asunto de cómo ganarse la vida es muy práctico. Debemos entender por qué después del capítulo 20 existe el capítulo 21, y por qué tenemos un capítulo adicional después de la conclusión. Este capítulo simplemente muestra que después de ser regenerados como hijos de Dios, de una manera tan maravillosa y divina, todavía permanecemos en este mundo, en esta tierra, regidos por el tiempo, y con algunas necesidades y problemas prácticos que debemos resolver. Debido a esto, el Espíritu Santo escribió otro capítulo.

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V. ACTÚA Y VIVE CON LOS CREYENTES

En Juan 21:1-14 vemos que el Señor actúa y vive con los creyentes. En resurrección, el Señor no sólo se reunió con los hermanos, sino que también actuó y vivió con ellos. Él no sólo está con nosotros cuando nos reunimos, sino también en nuestro andar diario. Adonde nosotros vayamos, Él va. En cualquier cosa que hagamos, Él está ahí con nosotros. Ya sea que estemos bien o mal, el Señor está con nosotros.

A. Va con los discípulos al mar

En Juan 21:1-11 el Señor fue con los discípulos y se manifestó otra vez a ellos junto al mar de Tiberias. Pedro, el hermano que tomaba la delantera, fue el primero en regresar al mundo cuando dijo: “Voy a pescar” (21:3). Seis de los otros discípulos dijeron: “Vamos nosotros también contigo”. No sólo los seis discípulos siguieron a Pedro, sino también el Señor Jesús lo siguió. El Señor no le dijo: “Pedro, ¿qué estás haciendo? ¡Estás abandonando Mi llamamiento! ¿Vas a regresar al mar? Yo nunca iré contigo si vas ahí; irás tú solo”. Algunos tal vez pregunten: “Si voy al cine, ¿irá el Señor Jesús conmigo?”. Sí; Él irá con usted. No sólo está con usted en el lugar de reunión, sino incluso en una sala de cine. Sin embargo, no irá con usted al cine a darle paz, sino a incomodarlo, a perturbarle y a decirle que salga de ese lugar. Debido a que Él estará con usted en ese teatro, usted no podrá pasar un tiempo agradable y gozoso mientras se encuentre allí. Finalmente usted dirá: “Debo olvidarme de esta película, porque Jesús no me deja tranquilo”. Ésta es la vida en resurrección; en resurrección el Señor Jesús fue con los discípulos al mar.

1. Se manifiesta de nuevo para entrenar a los discípulos a conocer Su presencia invisible

El versículo 1 dice: “Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias”. Esto demuestra que Su venida a los discípulos en Juan 20:26 era en realidad una manifestación, ya que en el versículo dice que Él “se manifestó otra vez a los discípulos”. De nuevo, Él estaba entrenándolos a vivir en Su presencia invisible. No era un asunto de Su venida, sino de Su manifestación. Ya fuera que ellos estuvieran conscientes de Su presencia o no, Él estaba con ellos continuamente. Por la debilidad de ellos, algunas veces manifestó Su presencia a fin de fortalecer la fe que tenían en Él.

2. Entrena a los discípulos a vivir por la fe en Él

El Señor se manifestó a los discípulos en el capítulo 21, y en especial a Pedro, con el fin de entrenarlos para vivir por la fe en Él. Juan 21:2-14 revela dos asuntos principales: la

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debilidad de los que fueron regenerados, quienes habían recibido la comisión divina de Dios, y la provisión todo-suficiente del Señor, quien puede ayudarnos a vivir en esta tierra para llevar a cabo Su comisión, Su propósito y Su testimonio. Consideremos primeramente la debilidad de aquellos que habían sido regenerados y comisionados por Dios.

a. Pedro y otros discípulos regresan a su antigua ocupación, desviándose del llamamiento del Señor

Al principio de este capítulo, vemos un cuadro de siete discípulos bajo el liderazgo de Pedro (vs. 2-3). Junto con Pedro estaban Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. El número siete representa a todo el Cuerpo. ¿Qué estaba haciendo todo el Cuerpo junto con su líder? Ellos se estaban desviando del llamamiento del Señor y regresando a su vieja ocupación (Mt. 4:19-20; Lc. 5:3-11). Pedro dijo a los otros seis discípulos: “Voy a pescar” (v. 3). Él fue a pescar con el propósito de ganarse la vida, de conseguir algo con que alimentarse. Los demás discípulos dijeron: “Vamos nosotros también contigo” (v. 3). Debido a que Pedro era el líder, los otros fueron a pescar bajo su liderazgo. De manera que, todo el Cuerpo se fue a pescar olvidándose de su comisión divina. El Señor les había dado instrucciones de que se quedaran en Jerusalén, porque ellos habían sido comisionados (Lc. 24:49). El Señor les había dicho que esperaran en Jerusalén hasta el día en que fueran investidos con el poder celestial desde lo alto. Pero lo descrito en el capítulo 21 revela que los discípulos habían abandonado su posición, cediendo dicho terreno. Al dejar Jerusalén e ir a Galilea, ellos abandonaron su posición. Ellos decidieron ir al mar a pescar. Pedro y los otros discípulos fueron a pescar para ganarse la vida. Ellos debían de haber carecido del sustento adecuado y estaban preocupados por ello. Tal vez Pedro hubiera dicho: “Sólo tenemos comida para el día de hoy, y no sé de dónde obtendremos comida para mañana. Voy a pescar”. Pero no sólo los seis discípulos fueron con él, sino que también el Señor Jesús fue con ellos.

b. El milagro de los pescadores profesionalesque no pescaron nada

En el versículo 3 se nos dice que los discípulos “fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada”. Pedro y los hijos de Zebedeo (Juan y Jacobo) eran pescadores profesionales, y aunque todo estaba a su favor —el mar de Tiberias era grande y estaba lleno de peces y la noche era el tiempo ideal para pescar— ellos no pescaron nada en toda la noche. ¡Esto fue un milagro! Ellos echaron la red una y otra vez durante toda la noche, pero no pescaron ni un solo pez. Ciertamente el Señor les mandó a todos los peces que se apartaran de la red. Tal vez el Señor Jesús mandó a los peces diciendo: “Peces, manténganse alejados de esta red”.

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El milagro de no atrapar ningún pez les enseñó algo a Pedro y a los otros discípulos, y también nos enseña algo a nosotros el día de hoy. No debemos pensar que podemos simplemente alejarnos del Señor, buscar un trabajo y ganarnos la vida. Si el Señor dispone que todos los trabajos se alejen de nosotros, jamás podremos hallar uno. No debemos pensar que podemos irnos al mar tan fácilmente y obtener una gran cantidad de pescados. Si pescamos bajo la dirección del Señor y conforme a Su voluntad, ciertamente pescaremos algo. Pero si no lo hacemos en conformidad con la voluntad del Señor y salimos por nosotros mismos, es posible que todos los peces sean alejados de nosotros y por la soberanía de Dios se aparten de nosotros. Como creyentes regenerados y comisionados por el Señor, debemos ir y hacer las cosas en conformidad con Su voluntad, incluso en lo tocante a ganarnos la vida. Puesto que fuimos regenerados y el Señor nos dio una comisión divina y celestial, debemos andar conforme a Su voluntad. No debemos tener un concepto natural acerca de cómo ganarnos la vida. Otros podrán hacerlo, pero nosotros no. Tal vez había muchos incrédulos pescando en el mar de Tiberias al mismo tiempo que los discípulos, y puede ser que ellos tuvieran una pesca exitosa. Sin embargo, estos discípulos creyentes laboraron toda la noche y fueron los únicos a quienes los peces les fueron ahuyentados. Esto fue un milagro. Por lo tanto, no debemos pensar que podemos simplemente irnos al mar y pescaremos muchos peces. Si lo hacemos por nosotros mismos, probablemente no obtendremos nada.

Los versículos 4 y 5 dicen: “Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿no tenéis algo de comer? Le respondieron: No”. El Señor Jesús se apareció cuando “ya iba amaneciendo”. El Señor no vino, sino que se apareció. En el versículo 14 vemos que Jesús “se manifestaba a Sus discípulos”. Antes de que el Señor se presentara en la playa, Él ya estaba ahí. Cuando los discípulos estaban en la barca pescando, el Señor también se encontraba ahí, porque Él estaba dentro de ellos. Pero en este momento en particular, el Señor se apareció y se mostró a ellos.

c. Los discípulos pescan abundantementecuando regresan a la posición correcta

Podemos comparar Juan 21:5 con Lucas 24:41-43. Cuando los discípulos estaban en la posición correcta, como en Lucas 24:41-43, ellos tenían incluso en la casa más peces de los que necesitaban, por lo que le ofrecieron una porción al Señor. Sin embargo, aquí se habían apartado del camino. De manera que, después de pescar toda la noche, no habían pescado nada —y eso que estaban en el mar— ¡no tenían ni un solo pescado! No sólo no tenían nada que ofrecer al Señor, sino que no tenían ni para alimentarse ellos mismos. El Señor les preguntó si tenían pescado para alimentarse, y ellos dijeron: “No”.

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Su respuesta debe haberles provocado mucha vergüenza. Si yo hubiera sido Pedro, me habría avergonzado al responder a la pregunta del Señor.

d. El milagro de pescar una gran cantidad de pecesal obedecer la palabra del Señor

El versículo 6 dice: “Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces”. La mañana (v. 4) no era el tiempo apropiado para la pesca; no obstante, cuando ellos obedecieron la palabra del Señor y echaron la red, cogieron peces en abundancia. ¡Esto indudablemente fue un milagro! Seguramente el Señor ordenó a los peces que entraran a la red. Este milagro les abrió los ojos, y “aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” (21:7). Juan fue el primero en reconocer que era el Señor. Cuando Pedro supo que era el Señor, se echó al mar y se le acercó. Los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de peces.

e. El Señor llama y restaura a Pedrovaliéndose de los milagros de la pesca

En Lucas 5:3-11, el Señor llamó a Pedro al hacer un milagro de pesca. Aquí lo recobró a Su llamamiento con otro milagro de pesca. El Señor es consistente en Su propósito.

f. El milagro de tener preparadoun pescado en la tierra

Cuando los discípulos descendieron a tierra, “vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan” (v. 9). Pedro y los discípulos vieron claramente el pescado sobre las brazas y el pan. No había necesidad de pescar ningún pez del mar, porque ya el pescado estaba listo en la tierra. El Señor realizó este milagro para enseñarle a los discípulos que si estaban bajo Su voluntad encontrarían peces en cualquier lugar, incluso en la tierra. Pero si no estaban bajo Su voluntad, no encontrarían peces ni aun en el mar. Atrapar peces no depende de nuestra habilidad natural, sino de Su voluntad, pues Él es soberano y todo se encuentra bajo Su control. Aun en un lugar donde la gente piensa que normalmente no hay peces, el Señor preparará pescados para nosotros, no directamente del mar, sino ya cocinado y preparado para nosotros.

En este capítulo vemos tres milagros, los cuales indican tres señales: el milagro de no pescar nada (v. 3), el milagro de la pesca abundante (v. 6) y el milagro del pescado sobre el fuego y el pan (v. 9). Aquí el Señor entrenaba a Pedro para que tuviera fe en Él en cuanto al sustento. Pedro y los que estaban con él intentaron pescar toda la noche, pero no obtuvieron nada. Luego, al obedecer la palabra del Señor cogieron una gran cantidad

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de peces. No obstante, sin estos peces e incluso estando en tierra firme donde no hay peces, el Señor preparó pescado y hasta pan para los discípulos. Esto fue un milagro. Con esto el Señor los entrenó para que reconocieran que si Él no los guiaba, no pescarían nada aunque fueran al mismo mar, donde siempre hay peces, y lo hicieran en la noche, el mejor tiempo para pescar; debían comprender que si seguían la dirección del Señor, Él podría proveer peces para ellos, aunque fuera en tierra firma, donde no hay peces, y aunque fuera en la mañana, que es el peor momento para pescar. Aunque ellos recogieron muchos peces conforme a la palabra del Señor, Él no usó esos peces para alimentarlos. Esto fue una verdadera lección para Pedro. En cuanto a procurar su sustento, él necesitaba creer en el Señor, quien “llama las cosas que no son, como existentes” (Ro. 4:17).

B. Vive con los discípulos

El Señor no sólo se movía con los discípulos, sino que vivía con ellos. En los versículos del 12 al 14 Él preparó el desayuno y lo sirvió a Sus discípulos. Las palabras del Señor: “Venid, comed” indican el cuidado y la gracia de Su parte para suplir las necesidades de Sus llamados. El Señor no dijo: “Pedro, el desayuno está listo, ven y sírvete”. No; el versículo 13 dice: “Vino Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado”. En la provisión del Señor, el pan representa las riquezas de la tierra, y los peces, las riquezas del mar. ¡Cuán bueno es el Señor! Él sirvió el alimento a los discípulos. Este cuadro dice más que mil palabras. Aunque el Señor no reprendió a Pedro, yo creo que Pedro jamás olvidó esta lección.

¿Cómo se habría sentido si usted fuera Pedro? Si yo fuera Pedro, me habría cubierto el rostro de vergüenza. No habría sabido ni qué decir al Señor. ¿Podría acaso Pedro haber dicho: “Señor, ¿cómo estás?”. O haber dicho: “Señor, discúlpame por haber abandonado la posición correcta y haber venido aquí a pescar”. Aunque Pedro no tenía cara para comer, probablemente tenía tanta hambre que tuvo que hacerlo. Probablemente Pedro no comió mucho y, si comió, quizás lo hizo avergonzado. Pedro estaba en una situación difícil. Por un lado, el pescado que tenía en la mano había sido cocinado por el Señor; por otro, él miraba la cantidad de peces que había en la red. Esto fue una gloria para el Señor, pero fue una lección para Pedro.

Ésta es una lección muy interesante. No necesitamos palabras descriptivas; basta con mirar este cuadro. El Señor les mostró que algunos pescados habían sido ya preparados. Así que, no había más necesidad de que ellos fueran al mar. En realidad, el Señor les decía: “Si Yo deseo que vayáis al mar a pescar, os diré que lo hagáis. Mirad estos ciento cincuenta y tres pescados. No eran necesarios todos estos pescados, porque Yo ya tenía cocinado suficiente pescado para vosotros”. De nuevo, si yo hubiera sido Pedro, me

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habría sentido muy avergonzado. Por un lado, le habría agradecido al Señor, pero por otro, me habría dicho a mí mismo: “¡Qué insensato soy! No es necesario venir aquí a pescar poniendo a un lado la voluntad del Señor”.

Lo relacionado con nuestro sustento diario es muy práctico. Por esto el Evangelio de Juan tiene este capítulo adicional. Ya que somos los hijos regenerados de Dios, quienes recibimos la comisión divina, el Señor ciertamente cuidará de nuestro sustento diario. Debemos aprender la lección de no abandonar la comisión del Señor por ganarnos la vida. No debemos dejar la carga del Señor para ocuparnos de nuestra subsistencia. No somos gente del mundo; somos hijos de Dios. Debemos buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia, y entonces el Señor añadirá la provisión necesaria para nosotros (Mt. 6:33). Él se ocupará de nuestras necesidades. Si verdaderamente fuimos comisionados por el Señor para llevar Su carga, Su obra y Su testimonio, podemos estar en paz y tener la seguridad de que el Señor nos dará todo lo que necesitamos. Ésta es la lección que recibimos en esta porción de Juan 21.

Miremos este cuadro una vez más. Los discípulos se esforzaron toda la noche y no pescaron nada. Entonces el Señor se presentó a ellos y les dijo que echaran la red a la derecha de la barca, y ellos obtuvieron una gran cantidad de peces. Aquellos pescados fueron innecesarios, pues el Señor ya tenía preparado pescado y pan para ellos. Esta lección fue inculcada por medio de milagros y no de palabras solamente. El Señor no instruyó a Pedro y a los demás discípulos dándoles un discurso, un sermón o un mensaje. Él les dio una lección por medio de tres milagros. El primer milagro consistió en que siete hombres no pescaron ni un solo pez en toda la noche; el segundo, en que ellos finalmente pescaron ciento cincuenta y tres peces en una sola red al obedecer la palabra del Señor; y el tercero, en que sin utilizar ninguno de los peces que sacaron del mar, algo de pescado y pan ya había sido preparado en tierra. El Señor les enseñó una lección a Sus discípulos por medio de estos tres milagros.

Los discípulos aprendieron que sobre todo debían encargarse de la comisión del Señor y confiar en Él para su sustento diario. Así pues, debemos ocuparnos de la obra y del testimonio del Señor en lugar de preocuparnos por nuestro sustento. Si descuidamos la comisión del Señor por ocuparnos de ganarnos la vida, fracasaremos. En Juan 21:2-14 el Señor dio a Sus discípulos una gran lección acerca de su sustento, mostrándoles que no depende de su habilidad natural, sino de la voluntad del Señor. Si estamos en la voluntad del Señor y sometida a ella, Él proveerá el medio de vida para nosotros aun en las situaciones más difíciles. No obstante, si seguimos la manera natural y nos vamos al mar, es decir, al mundo, a buscar un empleo para ganarnos la vida, fracasaremos. Si el Señor nos llamó, no debemos preocuparnos por nuestro sustento. El Señor Jesús tiene la manera de preparar pescado sin ir a pescar. Él se ocupará de suplirnos alimento,

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porque Él llama las cosas que no son como existentes. El Señor, quien nos llamó, nos cuidará y nos sustentará.

MENSAJE CUARENTA Y NUEVE

LA VIDA EN RESURRECCIÓN

(4)

VI. OBRA Y ANDA CON LOS CREYENTES

En Juan 21:1-14 vimos que, en resurrección, el Señor actuaba y vivía con los creyentes. Ahora, en los versículos del 15 al 25, vemos que Él sigue obrando y andando con ellos.

A. Labora como el buen Pastor,el gran Pastor y el Príncipe de los pastores

El Señor está trabajando como el Pastor para edificar la iglesia al pastorear Su rebaño (21:15-17; 10:16). Hay tres aspectos relacionados con el Señor como Pastor: el buen Pastor (10:11), el gran Pastor (He. 13:20) y el Príncipe de los pastores (1 P. 5:4). El pastoreo no es dado a individuos sino al rebaño. El rebaño es la iglesia, y la iglesia es el edificio. Al leer Juan 21 y 1 Pedro podemos ver que el pastoreo tiene como fin la edificación de la iglesia.

1. Despierta el amor delos discípulos para con Él

En Juan 21:15 el Señor Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. Aquí el Señor estaba restaurando el amor que Pedro sentía por Él. Pedro tenía un corazón que amaba al Señor, pero tenía mucha confianza en su propia fuerza natural. Su amor por el Señor era precioso, pero su fuerza natural debía ser negada y quebrantada. El Señor permitió que Pedro fracasara completamente cuando éste le negó en Su presencia tres veces (18:17, 25, 27), a fin de tocar la fuerza natural de Pedro y su confianza en sí mismo. Además, Pedro acababa de tomar la iniciativa en abandonar el llamamiento del Señor. Este fracaso, sin duda, trastornó la confianza natural que Pedro tenía con respecto a su amor por el Señor. Puesto que esto debió desanimarlo un poco, el Señor vino a restaurar el amor que Pedro le tenía, al encargarle el pastoreo de Su iglesia y a prepararlo para el martirio, a fin de que le siguiera sin tener confianza alguna en su fuerza natural.

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Cuando el Señor habló con Pedro en Juan 21:15-17, no le llamó “Pedro”, que era el nombre que tenía como persona regenerada, sino “Simón”, el cual era su nombre antiguo y describía a su persona natural. Debido a que Pedro todavía era una persona natural, el Señor le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. El Señor le preguntó esto primero, debido a que Pedro había declarado audazmente al Señor, en la víspera de la traición, que él nunca lo abandonaría aun si los demás lo hicieran (Mt. 26:33). Pedro había dicho que seguiría al Señor aun hasta la muerte (Jn. 13:37; Mt. 26:35). Al decir esto, se estaba diferenciando de los demás discípulos. Y sí, él era diferente de ellos, pero no en su fuerza, sino en su debilidad. Cuando el Señor le preguntó: “¿Me amas más que éstos?”, le recordaba a Pedro lo que él era: un hombre sumamente confiado en sí mismo y demasiado orgulloso.

Aunque el amor que Pedro tenía por el Señor era precioso, su fuerza natural debía ser quebrantada. Ésta fue quebrantada por el Señor en dos maneras: cuando Pedro negó al Señor y cuando tomó la iniciativa en apartarse del llamamiento del Señor. Pedro fracasó la primera vez cuando negó al Señor tres veces, y la segunda vez, cuando fue a pescar. Los discípulos fueron a pescar porque no tenían nada que comer. Cuando Abraham estaba en Canaán, él también fue puesto a prueba al confrontar el mismo problema. Descendió a Egipto debido al hambre que había en la tierra. Igualmente, Pedro y los otros discípulos descendieron al mar a pescar; ellos fueron puestos a prueba debido a la escasez de alimento. Pedro pensó que era muy fuerte y capaz de resistir cualquier prueba, incluso la muerte. Por eso le había dicho al Señor que le seguiría hasta la muerte. Así que, el Señor sometió a Pedro a dos pruebas, y Pedro fracasó en ambas.

¿De qué manera terminó el Señor con la fuerza natural de Pedro? Lo hizo al retirar temporalmente Su mano de él. En Juan 10:28 el Señor había dicho que nadie podía arrebatar a los creyentes de Su mano. El hecho de que Pedro traicionara al Señor, negándolo tres veces en Su presencia, significa que el Señor había apartado Su mano de él por un tiempo. Pareciera que el Señor dijera: “Pedro, tú tienes demasiada confianza en ti mismo. No sabes que tu firmeza depende de que Yo te sostenga con Mi mano. Si Yo no te estuviera sosteniendo, no podrías mantenerte firme. Tan sólo aparto Mi mano de ti por un momento, y veamos si puedes permanecer en pie”. Entonces el Señor se apartó por un tiempo, y Pedro cayó. No piensen que podemos estar firmes por nuestras propias fuerzas. No; una mano invisible nos sostiene todo el tiempo. Aprecio el hecho de que a través de los años, y aun ahora mismo, muchos santos han orado por mí. En la comunión que tengo con el Señor en el espíritu, tengo un sentir profundo y un aprecio por el hecho de que muchos santos amados están orando por mí. Por mi propia cuenta no puedo permanecer firme; no puedo ministrar. Sé cuál es la fuente de poder del ministerio y estoy consciente de que ésta no se encuentra en mí, sino en Él. Es importante que todos comprendamos esto. Debido a que Pedro era tan fuerte y tenía

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tanta confianza en sí mismo, el Señor se vio obligado a retirar Su mano de él temporalmente. Como resultado de esto, Pedro cayó y negó al Señor tres veces. Además, no pudiendo soportar la prueba respecto a su sustento diario, tomó la iniciativa en regresar al mar. Tal vez Pedro pensó que era razonable hacer eso, porque en ese momento no veía la provisión del Señor. Sin embargo, al volver a su antiguo oficio Pedro quedó al descubierto. El Señor apartó Su mano por un tiempo, y Pedro fue completamente expuesto. Es así como el Señor lo disciplinó.

En el capítulo 21 vemos a un Pedro humilde y muy abatido. Indudablemente estaba muy desanimado; así que el Señor vino para levantarlo, fortalecerlo y restaurarlo. Es muy significativo que el Señor le preguntara delante de los demás discípulos: “¿Me amas más que éstos?”. El Señor pareciera estar diciendo: “Simón, ¿has olvidado que hace apenas unos días dijiste en presencia de todos los demás, que aunque ellos me abandonaran, tú me seguirías, incluso hasta la muerte? Éstas fueron tus palabras. Ahora, Simón, Yo te pregunto si tú me amas más que todos éstos”. Si yo hubiera sido Pedro, no me hubiera atrevido a contestarle ni una sola palabra. Pero él simplemente contestó: “Sí, Señor, Tú sabes que te amo” (v. 15). Pedro no pudo contestar al Señor de forma directa, porque se encontraba en una situación desconcertante. No dijo: “Señor, te amo” o “Señor, no te amo”. Si usted hubiera sido Pedro, ¿cómo le habría contestado al Señor? ¿Acaso habría dicho: “Sí, Señor, te amo más que todos éstos!” o “Lo siento, Señor, no te amo” o “Señor, discúlpame por jactarme al decir que te amaba y luego no pude cumplirlo”. Pedro había perdido su confianza en sí mismo y no pudo decir otra cosa que: “Señor, Tú sabes que te amo”. En otras palabras, es como si dijera: “Realmente no sé si te amo o no; Señor, Tú lo sabes. Si dijera que te amo, sé que esto no significaría nada. Anteriormente dije que te amaba, pero fracasé. De hecho, Tú me advertiste que fracasaría y te negaría tres veces, y así sucedió. Ahora, Señor, todo depende de Ti. Tú sabes, yo no”. Aquí vemos a un hombre que fue puesto a prueba y que fue quebrantado.

En los versículos 16 y 17 vemos que el Señor le preguntó a Pedro dos veces más: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Cuando el Señor le hizo esta pregunta por tercera vez, Pedro se contristó profundamente, y por dos razones. Él se contristó en primer lugar porque el Señor le hizo la misma pregunta tres veces. Si yo le hiciera a usted lo mismo, se sentiría bastante incómodo. En segundo lugar, se contristó porque al hacerle la misma pregunta tres veces, el Señor le recordaba que él le había negado también tres veces. Cuando Pedro negó al Señor estaba calentándose junto a un fuego (18:25). En Juan 21 también había otra fogata. Lo que el Señor hizo fue muy significativo, porque parece que con el fuego le hacía recordar a Pedro su negación. Es como si Él le dijera: “Pedro, ¿te acuerdas de aquel fuego? ¿Recuerdas que junto al fuego me negaste? Cerca de aquel fuego tú me negaste, pero ahora, cerca de este fuego Yo te suministro”. De esta manera el Señor provocó que Pedro recordara lo que había hecho junto a aquel fuego y que comprendiera

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lo que era y donde estaba. Pedro aprendió bien esta lección. En todo el Nuevo Testamento, el cuadro que mejor describe a Pedro es el de Juan 21. Me gusta el hermano Pedro en este capítulo. Aquí podemos verlo como una persona tierna, mansa y quebrantada, un hombre que verdaderamente había aprendido la lección de ser probado y quebrantado por el Señor.

2. Les encarga que alimenten a los corderosy que pastoreen a las ovejas

Después de restaurar el amor de Pedro hacia Él, el Señor Jesús le da un encargo diciendo: “Apacienta Mis corderos”, “Pastorea Mis ovejas”, “Apacienta Mis ovejas”. Los primeros veinte capítulos del Evangelio de Juan recalcan la necesidad de creer en el Hijo para tener vida (3:15). Pero en este capítulo el punto principal no es creer, sino amar. En el capítulo 15, llevar fruto es el producto de ser llenos de las riquezas de la vida interior hasta rebosar. Aquí apacentar a los corderos equivale a alimentarlos con las riquezas de la vida interior. Para alimentar a otros, necesitamos primero disfrutar de las riquezas de la vida divina del Señor. Esto requiere que lo amemos. Creer en el Señor es recibirlo; amar al Señor es disfrutarlo. El Señor vino como nuestra vida y nuestro suministro de vida. Necesitamos tener fe en Él y amarlo. Según el Evangelio de Juan, éstos son los requisitos que debemos cumplir para poder participar del Señor.

Se apacienta a los corderos al alimentarlos con las riquezas de la vida interior y se pastorea a las ovejas para edificar la iglesia. “El rebaño” (10:14, 16), que es la iglesia, se pastorea (Hch. 20:28); de ahí que el pastoreo se relacione con el edificio de Dios (Mt. 16:18). Más adelante, Pedro indica esto en su primera epístola cuando nos dice que el crecimiento, que es producido al alimentarnos con la leche pura de la Palabra, tiene como fin la edificación de la casa de Dios (1 P. 2:2-5), y cuando exhorta a los ancianos a apacentar el rebaño de Dios (1 P. 5:1-4). El crecimiento que resulta de la alimentación tiene como fin la edificación. El Señor continúa trabajando con los discípulos de la misma manera. Hoy en día, el Señor trabaja con nosotros en la edificación de la iglesia al alimentar a los corderos y pastorear a las ovejas.

Al considerar Juan 10 y 1 Pedro 2 y 5, podemos ver que la alimentación de los corderos y el pastoreo de las ovejas tienen como fin la edificación de la iglesia. Según Juan 10, el Señor entregó la vida de Su alma para que Sus ovejas pudieran tener Su vida divina y así fueran reunidas como un solo rebaño. Reunir a todas Sus ovejas en un solo rebaño es la verdadera edificación. En 1 Pedro 2 se nos dice que nosotros, como niños recién nacidos, debemos ser alimentados con la leche pura de la Palabra a fin de crecer y ser juntamente edificados como una casa espiritual. Finalmente, en 1 Pedro 5 él, como uno de los ancianos, exhorta a todos los ancianos que cuiden de las ovejas alimentándolas y

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pastoreándolas. Alimentar a las ovejas difiere de pastorearlas. En Juan 21:15 el Señor dijo: “Apacienta Mis corderos”; en 21:16 Él añadió: “Pastorea Mis ovejas”; y en 21:17 dijo: “Apacienta Mis ovejas”. Pastorear significa cuidar de las ovejas, y apacentarlas significa proveerles alimento. Hoy en día mientras servimos al Señor, no solamente debemos cuidar de Sus ovejas, sino también alimentarlas con el alimento espiritual. No es suficiente sólo cuidar y atender a los hermanos y hermanas; también debemos alimentarlos. En el versículo 15 el Señor dijo “Apacienta Mis corderos” y en el versículo 17 añadió: “Apacienta Mis ovejas”. Por esta palabra podemos ver que tanto los creyentes jóvenes como los creyentes más maduros necesitan ser alimentados. Si el Señor nos ha encomendado el cuidado de Su rebaño, debemos encargarnos de hacer dos cosas: alimentar y cuidar a las ovejas.

B. Camina con los discípulos,que son aquellos que lo siguen

1. Los instruye a seguirle hasta la muerte

En Juan 21:18-23 vemos al Señor Jesús caminando con los discípulos, aquellos que lo siguen. El Señor, después de restaurar el amor de Pedro hacia Él, y de encargarle que apaciente a los corderos y pastoree a las ovejas, predijo el martirio de Pedro, con lo cual instruía a los discípulos a que le siguieran hasta la muerte. En el versículo 18 el Señor le dijo a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, y andabas por donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras”. Al decir esto a Pedro, estaba “dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios”. Más tarde, en 2 Pedro 1:14, Pedro hizo mención de esto. En este capítulo el Señor preparaba a Pedro para que le siguiera hasta la muerte, pero no por sus propios méritos ni por su propia voluntad. Es como si el Señor le dijera: “Pedro, aunque tú no cumpliste tu palabra, Yo sí cumpliré la Mía. Declaraste que aun morirías por Mí, pero no lo cumpliste. No obstante, un día tú morirás por Mí, pues morirás para glorificar a Dios. Mientras seas joven, serás libre, pero llegará el día en que serás viejo. Entonces serás atrapado, atado y llevado a un lugar adonde no querrás ir”. Después de oír esto Pedro comprendió que moriría como mártir por causa del Señor. En ese tiempo Pedro no dijo ni sí ni no.

El Señor, después de predecir el martirio de Pedro, le dijo: “¡Sígueme!”. Todos debemos seguir al Señor, quien mora en nuestro interior. Aquel a quien debemos seguir mora en nosotros. Según lo indica el versículo 18, no debemos seguir al Señor por nuestra propia voluntad, sino según Su dirección. Le seguimos aun hasta la muerte para glorificar a Dios (v. 19). Además, debemos seguirle sin hacer caso a los demás. Después de que el Señor dijo a Pedro que le siguiera, Pedro volteó hacia Juan y dijo a Jesús: “Señor, ¿y qué

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de éste?” (v. 21). El Señor le contestó: “Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (v. 22). El Señor le decía a Pedro que lo que pasara con Juan no era de su incumbencia y que él tenía que seguirlo.

Este capítulo nos muestra que después de haber sido regenerados y comisionados por el Señor, debemos amarle a cualquier precio y seguirle hasta el fin haciendo cualquier sacrificio. Al seguir al Señor de esta forma, cumpliremos el propósito del Señor de apacentar a Sus corderos y de alimentar y pastorear a Sus ovejas.

2. Declara que algunos de Sus seguidoresvivirán hasta que Él venga

El versículo 23 hace referencia a lo que el Señor dijo a Pedro acerca de Juan: “Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a Ti?”. Por esta palabra el Señor indica que algunos de Sus seguidores vivirán hasta que Él venga.

3. Los discípulos le siguen y viven con Él en Supresencia invisible y esperan que Él

venga en Su presencia visible

Parece que en esta porción de la Palabra se hallan algunos elementos contradictorios. Cuando el Señor dijo: “Sígueme”, Él estaba con los discípulos. ¿Cómo pues podía decir: “Hasta que Yo venga?”. Puesto que Él estaba allí, no necesitaba venir. Si Él quería decir que los iba a dejar y que después regresaría, ¿cómo entonces les dijo: “Sígueme tú”? ¿Cómo iban a seguirlo? Cuando era joven fui perturbado por esto y pensé: “Si el Señor está aquí para que le sigamos, entonces no hay necesidad de que venga, pues Él ya se encuentra aquí. Pero si Él va a venir, entonces debe de estar lejos de nosotros. ¿Cómo entonces puede pedirnos que le sigamos?”. La respuesta a todas estas preguntas se relaciona con Su presencia invisible. En cuanto a Su presencia visible, Él dejaría a los discípulos y más tarde regresaría; pero en cuanto a Su presencia invisible, Él estaría con ellos todo el tiempo. Por un lado, Él estaría con ellos y, por otro, estaría ausente de ellos. Así que, por una parte, ellos podían seguirlo, pero por otra, tenían que esperar Su regreso.

La presencia del Señor tiene dos aspectos: la visible y la invisible. Debido a Su presencia invisible, podemos seguirle. El Señor está aquí invisiblemente; por lo tanto, podemos seguirle. Pero no se encuentra aquí visiblemente, y por eso, debemos esperar hasta que Él venga. La clave de todo esto es Su maravillosa presencia. En esta era, Su presencia invisible es mejor que Su presencia visible, pues es más valiosa, prevaleciente, rica y

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real. Espero que todos podamos entender estos dos aspectos de la presencia del Señor. En cuanto a la visible, esperamos Su venida; pero con respecto a la invisible, Él está siempre con nosotros y nosotros le seguimos. Después de Su resurrección, el Señor permaneció con los discípulos durante cuarenta días (Hch. 1:3-4) con el fin de entrenarlos para que conocieran Su presencia invisible, la pusieran en práctica y vivieran por ella. En el versículo 23 el Señor indicó que algunos de Sus creyentes lo seguirían hasta la muerte y que algunos permanecerían, es decir, vivirían hasta que Él regresara.

Juan 21 es un capítulo muy práctico. Hemos visto que fuimos regenerados como hijos de Dios y que tenemos Su vida y Su naturaleza. Así que, somos la manifestación de Dios. Dios nos ha dado una comisión divina y celestial, y debemos laborar para cumplir Su propósito, es decir, debemos alimentar a Sus ovejas y pastorear a Su rebaño, hasta que todas las ovejas sean reunidas como un solo Cuerpo para formar una casa espiritual. Aunque debemos hacer estas cosas, todavía existe el asunto práctico de nuestro sustento. En este capítulo vemos que el Señor suplirá nuestras necesidades y se ocupará de nuestro sustento. Nosotros simplemente debemos confiar el asunto de nuestro sustento diario a Él y dejarlo en Sus manos. Si estamos sometidos a Su voluntad, Él ciertamente nos sustentará. Además, debemos comprender que el testimonio del Señor requiere de nuestro sufrimiento y sacrificio, y de seguirle incluso hasta la muerte.

Lo abarcado en Juan 20 y 21 es muy amplio. Comienza con el descubrimiento de la resurrección del Señor y concluye con Su regreso. Entre estos dos eventos encontramos todo lo que se relaciona con la vida de los creyentes durante la era de la iglesia tal como: buscar al Señor movidos por nuestro amor hacia Él, especialmente en nuestro tiempo personal durante la vigilia matutina; ver al Señor en resurrección; recibir la revelación de lo que produjo Su resurrección, o sea, que Su Padre es nuestro “Padre” y nosotros somos Sus “hermanos” al experimentar Su manifestación; reunirnos con los creyentes para disfrutar la presencia del Señor; recibir al Espíritu Santo al soplarse el Señor en nosotros; ser enviados por Él con Su comisión y autoridad para representarlo; aprender a vivir por la fe en el Señor y a confiar en Él en cuanto a nuestro sustento diario; amar al Señor después de que nuestra fuerza natural sea quebrantada y después de haber aprendido la lección del quebrantamiento, esto es, de haber perdido la confianza en nosotros mismos y confiar absolutamente en Él; pastorear el rebaño para que la iglesia sea edificada; practicar el vivir en la presencia invisible del Señor, en el cual algunos siguen al Señor hasta la muerte para glorificar a Dios —no por nuestra propia voluntad sino según la dirección del Señor— y otros vivirán hasta Su regreso.

Como ya vimos, el Evangelio de Juan comienza con el Verbo en la eternidad pasada. Después de pasar por el largo proceso de la encarnación, crucifixión y resurrección, este

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Verbo llegó a ser el Espíritu vivificante, el pnéuma santo, el soplo santo (20:22). En el griego, la palabra pnéuma se traduce “aliento” y también “espíritu”. El Verbo eterno llegó a ser este aliento, este Espíritu. Éste es el Dios que pasó por un proceso a fin de ser nuestro disfrute. Él es ahora la vida y el Espíritu en resurrección quien actúa, vive, obra y anda con nosotros. Además, Él se reúne con nosotros todo el tiempo. En resurrección Él, como vida, Espíritu y aliento santo, está constantemente con nosotros en una forma invisible. Y continuará con nosotros en esta forma invisible, reuniéndose, actuando, viviendo, laborando y caminando con nosotros, hasta que Él regrese en forma visible. Éste es el Jesucristo en quien hemos creído, el Señor a quien hemos recibido, el Dios a quien servimos, adoramos y disfrutamos, y el Espíritu todo-inclusivo, quien está siempre con nosotros y dentro de nosotros. ¡Alabado sea Él!

El Evangelio de Juan no tiene conclusión. Este libro no ha sido terminado, sino que sigue escribiéndose bajo la composición del Espíritu. Tal vez el Evangelio de Juan ya tenga dos mil o tres mil capítulos. Este libro sigue escribiéndose, y nosotros estamos incluidos en esta composición. ¡Alabado sea el Señor!

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CINCUENTA

LA MÁXIMA CONCLUSIÓN

Aunque ya terminamos nuestro estudio-vida del Evangelio de Juan, necesitamos ver algo más como conclusión de todos estos capítulos. El apóstol Juan no sólo escribió el Evangelio de Juan, sino también las epístolas de Juan y el libro de Apocalipsis. Sus escritos pertenecen a tres categorías importantes. El Evangelio de Juan tiene como fin la impartición de la vida, sus epístolas, la comunión de la vida, cuya meta es la edificación del edificio de Dios; y el libro de Apocalipsis la consumación del edificio de Dios. Así que, en sus escritos los asuntos espirituales tienen tres etapas. La primera es la etapa de la impartición de vida; la segunda, la del crecimiento espiritual y la edificación; y la última, la de la madurez y compleción del edificio de Dios. Por lo tanto, después de estudiar el Evangelio de Juan, el cual se relaciona con la primera etapa de los asuntos espirituales, debemos al menos mencionar algo de la segunda etapa, la del crecimiento espiritual, y algo de la tercera etapa, la de madurez y conclusión. El libro de Apocalipsis no es fácil de entender; no obstante, en él podemos hallar algo acerca de la máxima conclusión, o la compleción final, de la manera en que Dios se ha relacionado con el hombre por todas las generaciones.

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LA VENIDA Y LA IDA DEL SEÑOR

Vimos que el Evangelio de Juan se divide en dos secciones: la primera abarca los capítulos del 1 al 13, y la segunda, del 14 al 21. Como ya hicimos notar, en la primera sección el Señor como Hijo de Dios vino para traer a Dios al hombre y en la segunda sección se fue para introducir al hombre en Dios. En otras palabras, la primera sección revela que el Señor es la manifestación de Dios quien vino al hombre, trajo Dios al hombre y mezcló a Dios con el hombre. Aquel pequeño hombre Jesús era la mezcla de Dios con el hombre; Él era la unión de Dios y el hombre. En Él y por medio de Él, Dios llegó a ser uno con el hombre. En ese pequeño hombre Jesús vemos a Dios (Dios está con Él) y al hombre (el hombre está con Dios). En Mateo 1:23 Jesús es llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros” o “Dios con el hombre”. Mediante Su encarnación Dios se mezcló a Sí mismo con el hombre. Todo esto se refiere a la venida del Señor.

La segunda sección de este evangelio se refiere a la ida del Señor. Primero Él vino de Dios al hombre. Después, salió del hombre y fue a Dios, introduciendo al hombre en Dios. Al pasar por la muerte y la resurrección, Él preparó el camino para introducir al hombre en Dios. El hombre caído estaba separado de Dios y permanecía muy lejos de Él. Pero el Señor, por medio de Su muerte, eliminó la distancia y quitó todos los obstáculos que separaban al hombre de la presencia de Dios. Ahora, mediante la muerte de Cristo y por Su sangre, el hombre puede ser introducido en la presencia de Dios, y no sólo en Su presencia, sino en Dios mismo. Por Su muerte y resurrección el Señor no sólo salió de entre los hombres y regresó a Dios, sino que también fue a Dios llevando consigo al hombre e introduciéndolo en Dios. Por lo tanto, mediante la venida del Señor, Dios fue mezclado con el hombre, y mediante Su ida, el hombre fue introducido en Dios. Mediante la venida y la ida del Señor, Dios y el hombre fueron mezclados para ser una sola entidad.

DIOS EN EL HOMBRE

Hay otra manera de considerar este evangelio: podemos dividirlo en tres secciones. La primera sección, compuesta de los primeros diecisiete capítulos, revela a Dios manifestándose en el hombre. Estos primeros capítulos nos muestran que el Dios todopoderoso, infinito, ilimitado y eterno se manifestó en un hombre. Estos capítulos presentan la historia de un hombre auténtico de carne y sangre, un hombre de nombre Jesús, quien vivía en la tierra y manifestaba a Dios. Cuando el Señor Jesús vivió en la tierra como hombre, no vivió conforme a la vida del hombre, sino que vivió por otra vida, la vida de Dios. En los primeros diecisiete capítulos de Juan no vemos a este hombre viviendo una vida humana, sino una vida divina. De manera que, el Dios

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ilimitado e infinito fue manifestado a través de este pequeño hombre. Ésta es la razón por la que el Señor dijo varias veces que Él no hablaba por Su propia cuenta, sino por Su Padre (12:49). Todo lo que Él hablaba provenía del Padre, porque era el Padre mismo hablando en Él. Además, todo lo que Él hacía no lo hacía por Sí mismo (5:30). Él hizo todo en el Padre y por Él, pues el Padre obraba en Él. Debido a que Él vivía por la vida de Dios y no por la vida del hombre, Dios se manifestó en Él y por medio de Él.

LA VIDA SE MANIFIESTA EN LA MUERTE

Si dividiéramos este evangelio en tres partes, la segunda parte constaría de los capítulos 18 y 19. En estos dos capítulos vemos un cuadro de cómo el Señor fue arrestado, juzgado, sentenciado a muerte y crucificado sobre el madero. Pero debemos entender que este cuadro constituye una revelación de la vida manifestada en la muerte. En la primera parte de este evangelio, Dios es manifestado en un hombre; en la segunda, la vida es manifestada en la muerte. Todas las cosas que le sucedieron al Señor Jesús en los capítulos 18 y 19 fueron aspectos de la muerte. La traición por parte de Judas, el hecho de que Judas llevara a los soldados a arrestarlo, el juicio que el Señor sufrió ante el sumo sacerdote y Pilato, el trato cruel que padeció, la sentencia injusta que recibió y el hecho de ser clavado en la cruz, todos fueron aspectos de la muerte. Sin embargo, todo lo que le sucedió al Señor en estos capítulos no lo llevó a la muerte. Si decimos que se le dio muerte al Señor, estamos equivocados. El Señor fue a la muerte voluntariamente. Así como Él es el Dios que entró en el hombre, Él es la vida que entra en la muerte. Tal como Él era Dios manifestado en el hombre, de igual manera, aquí Él es la vida manifestada en la muerte.

En todo el universo no existe nada aparte de Dios que sea más poderoso que la muerte (Cnt. 8:6). Ella es tan poderosa que nadie puede resistirla. Únicamente el Dios de resurrección puede vencerla. Cuando la muerte viene a una persona, es despiadada, poderosa y cruel. No le importa si se trata de nuestra esposa, nuestros hijos o nuestra familia entera. Por lo tanto, todos temen a la muerte y nadie va a ella voluntariamente. ¿Quién se ofrecería voluntariamente a ser visitado por la muerte? En estos dos capítulos vemos que el Señor Jesús fue a la muerte voluntariamente. Él decidió ir al huerto a entregarse a ellos. Sabiendo que Sus apresadores irían al huerto para atraparlo, fue allí a propósito para ser capturado. Al hacer esto demostró que Él es la vida. La única manera en que la vida puede ser manifestada es entrar a la muerte. La verdadera vida es manifestada en la muerte y por medio de la muerte. En Juan 12:24 el Señor dijo que Él era como un grano de trigo. ¿Cómo podemos saber si existe vida en un grano de trigo? La única manera que podremos saberlo es introducir ese grano a la muerte. Al poner en la tierra el grano de trigo, esto es, al introducirlo en la muerte, podremos ver que la vida brota de él. Así que, la vida del grano de trigo se manifiesta cuando muere. Si usted pone

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un grano de arena en la tierra, nada saldrá de él, porque no tiene vida. Por lo tanto, es mediante la muerte que la vida se manifiesta.

Como ya hicimos notar, todo por lo que el Señor Jesús pasó en estos dos capítulos fueron aspectos de la muerte. Pero como el Señor era la vida, no tenía temor a la muerte. Él nunca estuvo atemorizado ni preocupado por la muerte; antes bien, se enfrentó victoriosamente a cada una de sus amenazas y ataques. Aun cuando Sus discípulos intentaron rescatarlo, Él les pidió que no se resistieran, diciéndole a Pedro: “Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (18:11). Cuando el Señor Jesús pidió a los que venían a arrestarle que le dijeran a quién buscaban, ellos le respondieron: “A Jesús nazareno”, y Él dijo: “Yo soy” (18:5-6). Cuando Él dijo: “Yo soy”, Sus captores, aterrorizados por lo que dijo, “retrocedieron, y cayeron a tierra” (18:6). Esto comprueba que si el Señor no hubiera querido entregarse a ellos, ellos nunca habrían podido arrestarle. Además, mientras los soldados arrestaban al Señor, Él tranquilamente cuidaba de Sus discípulos, diciendo: “Pues si me buscáis a Mí, dejad ir a éstos” (18:8). Todo esto revela que el Señor era la vida manifestada en la muerte y que la muerte no le podía hacer nada a Él.

LA RESURRECCIÓN EN EL ESPÍRITU

Los capítulos del 1 al 17 muestran que el Señor es Dios manifestado en el hombre; los capítulos 18 y 19 revelan que Él es la vida manifestada en la muerte y, finalmente, los capítulos 20 y 21 revelan al Señor en resurrección como Espíritu. El Señor es Dios, el Señor es vida y el Señor es resurrección. Él es Dios manifestado en el hombre, es la vida manifestada en la muerte y es la resurrección manifestada como el Espíritu. Así pues, Dios es manifestado por medio del hombre, la vida es manifestada por medio de la muerte y la resurrección es manifestada por medio del Espíritu Santo. En las tres secciones del Evangelio de Juan, tenemos al Señor como Dios en la primera sección, al Señor como vida en la segunda y al Señor como resurrección en la última. Así que, Él es Dios, vida y resurrección. En los primeros diecisiete capítulos el Señor estaba en el hombre como Dios; en los capítulos 18 y 19, Él estaba en la muerte como vida, y en los últimos dos capítulos, el Señor es el Espíritu como resurrección. Este es el Señor en tres etapas.

El Espíritu es la realidad de la resurrección del Señor. Después de Su resurrección, ¿quién es Él? Él es el Espíritu y, como tal, es la resurrección. En Juan 11:25 el Señor claramente dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida”. Él no sólo es la vida, sino también la resurrección. ¿Cómo prefiere usted al Señor, como Dios, como vida o como resurrección? Yo lo prefiero como resurrección, porque es en resurrección que Dios puede ser uno con nosotros, y nosotros podemos experimentarlo. Solamente mediante

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la resurrección del Señor podemos tener una relación subjetiva con Él y es por ella que podemos estar en Dios. Si Dios fuera únicamente Dios, no podría ser la vida ni podría relacionarse con el hombre. Es mucho mejor que Dios sea vida que sea simplemente Dios. Pero aun si Dios fuera solamente vida, nos sería bastante difícil tener una verdadera relación de comunión con Él. Sin embargo, como resurrección Él puede ser uno con nosotros, y nosotros podemos experimentarlo de una forma subjetiva. ¿Ha comprendido alguna vez lo lejos que Dios se encontraba de usted? ¿Y se da cuenta de lo cerca que hoy se halla de usted? Cuando Él era solamente Dios, se encontraba muy lejos de nosotros. Pero ahora que Él está en resurrección; está muy cerca de nosotros, porque ha entrado en nosotros.

El Señor, después de resucitar, fue a Sus discípulos y sopló en ellos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (20:22). ¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu es Dios que viene al hombre. Dios el Padre es la fuente, Dios el Hijo es la expresión y Dios el Espíritu es Dios que entra en el hombre. Dios entra en nosotros como Espíritu para que podamos disfrutarlo. Si Dios fuera solamente el Padre, y no fuera el Hijo ni el Espíritu, nunca podríamos experimentarle. Pero Dios está en el Hijo como vida, y como resurrección Él es el Espíritu. Por medio de la resurrección, Dios se liberó a Sí mismo y se impartió en nosotros. Por lo tanto, el Señor le dijo a los discípulos que recibieran al Espíritu Santo. Recibir al Espíritu Santo es recibir a Dios mismo. Es sólo en resurrección y por la resurrección que Dios puede estar en nosotros y ser uno con nosotros.

¿Comprende que Dios no solamente es la vida, sino también la resurrección? ¿Es esto un hecho y una realidad para usted, o es simplemente una enseñanza y una doctrina? Por la muerte y la resurrección de Cristo, Dios como resurrección vive en nosotros. Esto no debe ser una doctrina para nosotros. Aquel que es más fuerte y más poderoso que todo, vive ahora en nosotros. Éste es el mismo Dios, quien se hizo vida para nosotros, y esta vida es ahora la resurrección en nosotros. El Espíritu que mora en nosotros es la realidad de esta resurrección. Por consiguiente, Él y nosotros ya somos uno, porque la resurrección es la maravillosa mezcla de Dios y el hombre en el Espíritu. En resurrección, Dios y el hombre están mezclados. El hombre llega a ser la morada de Dios, y Dios, la morada del hombre. De este modo, el hombre y Dios, Dios y el hombre, pueden morar mutuamente el uno en el otro.

EL PERMANECER MUTUO PRESENTADOEN LA EPÍSTOLA DE JUAN

El hecho de que Dios y el hombre permanecen el uno en el otro es mencionado en las epístolas del Nuevo Testamento. Además del Evangelio de Juan, tenemos las epístolas de Juan. En su primera epístola, Juan aborda el tema del permanecer mutuo. Nosotros

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permanecemos en Dios y Dios en nosotros (1 Jn. 4:15). ¿Cómo podemos saber que Dios permanece en nosotros y nosotros en Él? Lo sabemos por el Espíritu (1 Jn. 3:24) y también por la unción (1 Jn. 2:27). A Dios lo que más le importa es permanecer en nosotros y que nosotros permanezcamos en Él. Dios permanece en nosotros por medio del Espíritu Santo, y nosotros moramos en Él por la unción del Espíritu Santo.

LA EDIFICACIÓN PRESENTADA EN APOCALIPSIS

¡Cuál es el resultado de este permanecer mutuo? Según el último libro de Juan, Apocalipsis, el hecho de que Dios y el hombre permanezcan el uno en el otro produce las iglesias, el templo y la ciudad. El libro de Apocalipsis menciona las iglesias (1:11, 20), el templo (3:12; 7:15) y la ciudad (21:2, 10), los cuales son aspectos diferentes del edificio de Dios. El permanecer mutuo produce el edificio. Cuando nosotros permanecemos en Dios y Dios en nosotros, somos edificados en la vida divina. El Señor, en Su resurrección, está en los cielos y al mismo tiempo está en nosotros. Estos dos aspectos se encuentran en los escritos de Juan. Por ejemplo, el Señor en Juan 21:22 dijo a Pedro, refiriéndose al apóstol Juan: “Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti?”. Si yo hubiera estado ahí, habría dicho: “Señor, ¿no estás aquí ya? Ya que Tú estás aquí, ¿por qué dices que vendrás?”. Para contestar esta pregunta, debemos recordar los dos aspectos del Señor. Por un lado, el Señor está en los cielos; por otro, Él está con nosotros y dentro de nosotros. El libro de Apocalipsis revela ambos aspectos, al mostrarnos que el Señor está en medio de las siete iglesias (1:13) y a la vez está sentado en el trono, en los cielos (4:2). A fin de que tengamos la realidad de la presencia del Señor, debemos ver que Él no sólo está en los cielos, sino también en medio de las siete iglesias.

En Apocalipsis 3:12 se nos dice que si tenemos la realidad de la presencia del Señor, seremos vencedores y columnas en el templo de Dios. Las columnas sostienen el templo, el cual denota la presencia de Dios. Por lo tanto, la presencia de Dios depende de nuestra experiencia como columnas. En otras palabras, para tener la presencia de Dios, debemos ser columnas; porque allí donde está el pilar, está el templo de Dios. Esto quiere decir que donde estemos, allí estará la presencia del Señor. Si somos columnas del templo, seremos aquellos de quienes depende la presencia de Dios.

Tres nombres están escritos sobre la columna mencionada en Apocalipsis 3:12: el nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y el nuevo nombre del Señor. Esto significa que esta columna es aquel vencedor que llega a ser la expresión y la manifestación de Dios. Ya que él es la manifestación de Dios, el nombre de Dios estará escrito sobre él; y ya que ha llegado a ser una parte vital de la Nueva Jerusalén, el nombre de la Nueva Jerusalén estará escrito en él; y como ha venido a ser la nueva manifestación del Señor, el nuevo nombre del Señor estará escrito en él. El nombre de

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Dios estará escrito sobre la columna porque ésta ha llegado a ser la manifestación de Dios. ¿Por qué también el nombre de la Nueva Jerusalén estará escrito sobre esta columna? Porque la columna ha llegado a ser parte de la Nueva Jerusalén. De igual manera, el nuevo nombre del Señor estará escrito sobre la columna, porque ésta ha llegado a ser la nueva manifestación del Señor.

En Apocalipsis, el último libro escrito por Juan, encontramos las iglesias, el templo y la ciudad. El templo se apoya en las columnas, lo cual significa que la presencia de Dios se apoya en los vencedores. Allí donde ellos estén, la presencia de Dios estará, y allítambién estará la Nueva Jerusalén, es decir, el edificio de Dios. La Nueva Jerusalén es la máxima expresión de la mezcla de Dios y el hombre.

LA EXPERIENCIA PRÁCTICA

Ahora veamos cómo podemos tener esta experiencia. Los últimos dos capítulos del Evangelio de Juan nos muestran la manera de lograr esto. Si hemos de experimentar a Dios en resurrección, si hemos de experimentar a Dios como Espíritu, si hemos de experimentar a Dios de manera que Dios y nosotros seamos mezclados juntos, si queremos tener la experiencia de ser columnas que sostengan la presencia del Señor, y si queremos tener la experiencia de que sean escritos sobre nosotros el nuevo nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y el nombre del Señor, entonces debemos buscar fervientemente al Señor, al igual que lo hizo María la magdalena. Ella lo buscó en la madrugada. Además de buscarle, debemos creer que Él resucitó y que ahora está con nosotros. Hacemos esto al creer sin verlo. No debemos ser como el hermano Tomás, quien dijo: “Si no veo en Sus manos la marca de los clavos y no meto mi dedo en la marca de los clavos, y mi mano en Su costado, no creeré jamás” (Jn. 20:25). Debemos creer en el Señor aun sin verlo, sentirlo ni tocarlo. Además, debemos asistir a las reuniones de la iglesia. No menospreciemos las reuniones. Debemos buscar al Señor personalmente durante nuestra vigilia matutina, pero por la noche debemos asistir a las reuniones de la iglesia. Al buscar y seguir al Señor, no debemos afanarnos por los asuntos prácticos de nuestro diario vivir. Además de buscar al Señor, creer en Él y asistir a las reuniones, debemos confiar en Él con respecto a nuestro sustento diario. Recordemos la promesa del Señor: “Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Si buscamos el reino de Dios y Su justicia, Dios ciertamente cuidará de nuestras necesidades básicas. No salga a pescar por cuenta propia. Si tratamos de ganarnos la vida por nuestra propia cuenta, fracasaremos y finalmente no obtendremos nada. Recuerden que Juan 21 revela que el Señor puede preparar pescado aun en tierra firme, donde por naturaleza no hay peces. El Señor nos proveerá el pescado que ya ha preparado de antemano.

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Finalmente, debemos aprender la lección correspondiente a la vida de Pedro y tener la experiencia de ser quebrantados. No piense que usted es muy fuerte. Puede ser que sea fuerte en su vida natural, pero esa fuerza debe ser quebrantada. El Señor quiere su corazón, y no su fuerza. Nuestro yo debe ser quebrantado hasta que amemos al Señor con todo nuestro corazón. Debemos amar al Señor renunciando a nuestras fuerzas. Como hemos visto, Pedro tuvo dos fracasos grandes: negó al Señor tres veces en Su presencia y abandonó la comisión que había recibido por irse a pescar. Pedro primero negó al Señor y, más tarde, tomó la iniciativa en ir al mundo para ganarse la vida. Pero el Señor lo encontró y le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” (Jn. 21:15). Ya en el capítulo 21 Pedro había aprendido la lección y había llegado a ser un hombre quebrantado. Luego el Señor parece decirle: “Pedro, tienes que seguirme, laborar para Mí, alimentar y pastorear Mis ovejas, y edificar la iglesia”.

Que todos nosotros siempre recordemos las cinco cosas que debemos experimentar: buscar al Señor, creer en Él, asistir a las reuniones, depender del Señor para nuestro sustento y ser quebrantados en nuestro hombre natural. Por muy fuertes, hábiles e inteligentes que seamos por naturaleza, debemos ser quebrantados. Debemos rechazar nuestra fuerza, habilidad y astucia natural. El Señor desea nuestro corazón, pero no nuestra fuerza. Cuanto más fuertes nos consideremos, más fracasaremos. ¿Por qué debemos aprender la lección de renunciar a nuestra fuerza, habilidad e inteligencia natural? Porque el Señor mismo debe ser nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra sabiduría y nuestro todo. El Señor necesita que nuestro corazón le ame, coopere con Él, y le dé la oportunidad de ser nuestra vida. Aunque Él no necesita nuestra fuerza, habilidad o inteligencia, sí requiere nuestra cooperación. Si le amamos, cooperaremos con Él y le daremos toda la libertad de vivir en nosotros. Entonces seremos iguales a como era Él cuando vivía en la tierra. Así como Él vivió por la vida de Dios, nosotros viviremos por la vida de Cristo, y de esta manera experimentaremos la resurrección. Experimentaremos que Él no sólo es Dios en el hombre, sino que también es la vida en medio de la muerte y la resurrección en el Espíritu. Si le buscamos, creemos en Él, nos reunimos con los santos, nos olvidamos de nuestras necesidades materiales y aprendemos la lección de negar nuestro hombre natural, experimentaremos a Cristo como resurrección en el Espíritu. Si hacemos todo esto, el Señor será nuestra realidad. Esto es lo que significa ser una columna para la manifestación de Dios, una parte de la Nueva Jerusalén y la nueva expresión de Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE JUAN

MENSAJE CINCUENTA Y UNO

EL REBOSAR DE LA VIDA INTERIOR LLEVA FRUTO

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Desde que fui salvo y empecé a amar al Señor y la Biblia, el capítulo 15 de Juan me ha atraído, pues en él se halla el ejemplo de la vid. Durante más de cincuenta años he estado considerando este ejemplo.

SOMOS PARTE DE CRISTO

Cristo es la vid, y nosotros los pámpanos (15:5). El hecho de que Cristo sea la vid y nosotros los pámpanos indica claramente que somos parte de Cristo. ¡Esto es grandioso! Juan 15 no es una simple parábola; es un cuadro descriptivo de cómo nosotros somos parte de Cristo. No somos simplemente aquellos que fueron redimidos, perdonados, justificados, reconciliados y salvos. ¡En realidad somos parte de Cristo! Si vemos el cuadro presentado aquí desde este punto de vista, entenderemos cuán profundo es! Cristo es la corporificación de Dios, y nosotros somos pecadores dignos de lástima, corruptos, caídos y hasta diabólicos. ¿Cómo pudimos tales pecadores ser hechos parte de Cristo? No obstante, aunque parezca tan profundo, también es cierto que somos parte de Cristo.

EL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNOEN LA IMPARTICIÓN DIVINA

La vid con los pámpanos constituye el organismo del Dios Triuno en la impartición divina. Un día, el Señor me mostró claramente que esta vid es el único organismo en todo el universo. La vid presentada en el capítulo 15 no es insignificante, individual ni local, sino que es el grandioso organismo corporativo y universal del Dios Triuno.

EL DIOS TRIUNO EN EL EVANGELIO DE JUAN

En toda la Biblia, ningún otro libro revela la Trinidad de una forma tan completa como lo hace el Evangelio de Juan. Este libro en su totalidad tiene que ver con la Trinidad. En ningún otro libro encontramos al Padre, al Hijo y al Espíritu revelados de una manera tan práctica como en éste. Todo el Evangelio de Juan es un libro sobre el Hijo con el Padre y con el Espíritu. Por lo tanto, el organismo presentado en el capítulo 15 no es simplemente un organismo de Cristo, sino un organismo del Dios Triuno.

En la introducción a este capítulo, el Señor Jesús, el Hijo, dice: “Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador”. Tal vez usted se pregunte dónde se encuentra el Espíritu en este capítulo. El Espíritu es la sabia o jugo vital de la vid. Por lo tanto, vemos que la Trinidad es el elemento constituyente de este organismo, en el cual estamos incluidos. Además, el organismo de la vid está constituido no sólo de la divinidad, sino también de la humanidad. ¡Alabado sea el Señor porque este organismo universal está compuesto

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tanto del Dios Triuno como de nosotros! De hecho, nosotros somos la parte crucial de este organismo. Éste es un asunto sumamente significativo.

DIOS COMO VIDA CRECE EN UN CUERPO ORGÁNICO

El organismo de la vid en Juan 15 es el enfoque de toda la Biblia. Un organismo es un cuerpo orgánico que contiene vida y que tiene órganos y vida. Muchos cristianos piensan que Juan 15 es simplemente una parábola usada por el Señor para describir la relación que tenemos con Él. Pero no es simplemente eso, sino una realidad que revela el enfoque del propósito de Dios. Dios es vida, y la vida necesita un cuerpo orgánico en el cual crecer y por el cual expresarse. Incluso el elemento de vida en el interior de la semilla de una flor requiere un cuerpo orgánico. La semilla es el cuerpo orgánico por medio del cual la vida interior puede crecer y ser plenamente expresada. Dios desea crecer en un cuerpo orgánico y expresarse a Sí mismo por medio del mismo. Este cuerpo es el organismo de Cristo y la iglesia.

El enfoque de la Biblia consiste en que Dios como vida crezca en un cuerpo orgánico. Esto significa que Dios es la vida que crece, y que ésta necesita un organismo, un cuerpo orgánico, en el que Dios pueda crecer y por medio del cual pueda expresarse. Se nos ha dicho que Dios es nuestro Creador, el objeto de nuestra adoración, y que nosotros, Sus criaturas, debemos adorarle. Aunque esto no es incorrecto, es un entendimiento muy superficial de la revelación contenida en la Biblia. De ninguna manera constituye el enfoque de la revelación divina.

El contenido interno del enfoque divino consiste en que Dios no sólo es nuestro Creador y el objeto de nuestra adoración, sino también la vida. La vida no requiere adoración. ¡Cuán insensato sería poner una semilla de clavel sobre una mesa y adorarla! Si hiciéramos esto, y la semilla pudiera hablar, diría: “¡Hombres insensatos! ¿Qué están haciendo? Cuanto más me adoran, más sufro. En lugar de adorarme, por favor siémbrenme. Si hacen eso, estaré feliz”. Finalmente, Dios no es el objeto de nuestra adoración, sino que Él es vida y, como tal, desea crecer en un cuerpo orgánico para poder expresarse.

LOS PASOS QUE DIOS DIO PARAPRODUCIR EL ORGANISMO

Dios dio varios pasos a fin de producir este cuerpo orgánico. Por medio de la creación, Él formó un espíritu en el hombre (Zac. 12:1). Debido a que tenemos un espíritu, podemos recibir a Dios en nuestro ser. Dios también realizó la obra de redención y, finalmente, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora Él no sólo es el Creador

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y el Redentor, sino el mismo pnéuma, el Espíritu vivificante, y por eso nosotros podemos tener contacto con Él. En el momento en que tenemos contacto con Él, Su Espíritu entra directamente a nuestro espíritu. Cuando este Espíritu entra en nuestro espíritu, nos hace parte de este cuerpo orgánico. Ahora Dios crece en nosotros para poder expresarse. Éste es el deseo actual del Señor.

Si comprendemos que somos parte de este organismo divino en el que Dios crece y por medio del cual se expresa, muchas cosas desaparecerán. Todos nuestros conceptos religiosos relacionados con la adoración desaparecerán. A Dios no le interesan nuestros conceptos; Él quiere ser la vida que crece en nuestro interior para poder expresarse por medio de nosotros. Éste es el organismo revelado en Juan 15.

UN CUADRO TODO-INCLUSIVO PRESENTADOEN EL EVANGELIO DE JUAN

Hemos visto que en Juan 15 la predicación del evangelio ocurre cuando la vida rebosa, lo cual produce fruto. Sin embargo, esto no es algo sencillo, sino muy elevado y profundo. Es mucho más elevado de lo que comúnmente es considerada la vida cristiana. Si queremos ganar un entendimiento de lo que significa llevar fruto mediante el rebosar dela vida, necesitamos ver el cuadro todo-inclusivo que presenta el Evangelio de Juan.

Este evangelio empieza con las palabras: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Un día, el Verbo se hizo carne (1:14), y esta carne era el Cordero de Dios (1:29). Cuando el Señor fue crucificado, Él no sólo fue el Cordero, cuyo propósito era realizar la redención, sino que también tomó la forma de serpiente (3:14). Él fue levantado en la cruz para terminar con Satanás, la serpiente antigua. No solamente murió en la forma del Cordero y de la serpiente, sino también murió en la forma de un grano de trigo (12:24). Como tal, Él murió para producir los muchos granos, los cuales nos incluyen a todos nosotros. Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Esta vida era la luz de la vida (8:12). Cuando el Verbo se hizo carne, estaba lleno de gracia y realidad, verdad.

Hasta aquí, tenemos diez palabras cruciales: Verbo, Dios, carne, Cordero, serpiente, grano de trigo, vida, luz, gracia y verdad. Cristo era el Verbo, quien era Dios y llegó a ser carne. Esta carne era el Cordero que fue crucificado para nuestra redención. En Su crucifixión Cristo tomó la forma de la serpiente con el fin de destruir al diablo. Y en Su muerte también cayó en la tierra como un grano de trigo para producir los muchos granos. Estos granos ahora tienen Su vida, la cual ha llegado a ser luz para ellos. Para ellos esta vida es gracia, y esta luz los introduce en la realidad.

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CRISTO, AL MORAR EN NOSOTROS, NOS HACE UNA PARTE DEL ORGANISMO DEL DIOS TRIUNO

Después de que el Señor Jesús murió, resucitó y ascendió secretamente al Padre, Él regresó ese mismo día y, con un cuerpo físico, entró de una manera misteriosa en aquella habitación cerrada (20:19). Ningún científico ni erudito puede explicar la manera en que Cristo logró entrar en aquel cuarto. Según Juan 20:22 Él: “sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Aparentemente ésta es la conclusión del Evangelio de Juan, pero en realidad este evangelio todavía no se ha completado. El hecho de que el Señor se impartiera como aliento en Sus discípulos indica que este Ser misterioso y todo-inclusivo, había entrado en ellos. En Juan 20 no se deja constancia de que el Señor hubiera dejado a los discípulos. Él vino, pero nunca se fue. Después de soplar en ellos, Él no les dijo: “Adiós, vendré a visitarlos otro día”. Cuando era joven y leí este capítulo, me perturbé al no encontrar en él indicios de que el Señor se alejara de los discípulos. Más tarde comprendí que cuando el Señor sopló en ellos, Él entró a ellos; nunca más estaría fuera de los discípulos, sino dentro de ellos.

En el principio, es decir, en la eternidad pasada, Cristo se encontraba muy lejos tanto en espacio como en tiempo. Él existía como el Verbo, la expresión de Dios, pero al final del Evangelio de Juan, Él entró en nosotros de una manera misteriosa. Así como nadie puede definir ni explicar cómo el Señor con un cuerpo físico tangible y visible pudo entrar en una habitación cerrada, de igual manera nadie puede explicar cómo Cristo mora en nosotros. El principio es el mismo en ambos casos. El hecho de que Cristo more en nosotros es un misterio. Al comienzo de este libro Cristo estaba muy lejos de nosotros, pero ahora está en nosotros. En cuanto a espacio y tiempo, no existe ninguna distancia entre Él y nosotros; somos uno. Además, Cristo nos hizo parte de Sí mismo. Esta unidad es el organismo ejemplificado por la vid, el organismo del Dios Triuno con la humanidad en la impartición divina. Hoy nosotros somos este organismo. Todos nosotros necesitamos una visión clara acerca de esto.

LA ENTRADA AL ORGANISMO

Tal vez usted se pregunte cómo puede experimentar este organismo divino. Este organismo viviente es semejante a un edificio con una entrada. En este evangelio tenemos tanto la puerta de entrada a este organismo como la manera para experimentar dicho organismo. La puerta se encuentra en Juan 3:3 y 5. El Señor Jesús dijo a un pecador llamado Nicodemo: “El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” y: “El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Este organismo es el reino, y viceversa. El Señor le daba a entender a Nicodemo que tenía que nacer del Espíritu. Entramos en este reino, en este organismo, sólo al nacer del

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Espíritu divino en nuestro espíritu. De manera que, el nuevo nacimiento es la entrada al organismo del Dios Triuno.

LA MANERA DE EXPERIMENTAR EL ORGANISMO

La manera comienza en Juan 4:24 donde el Señor dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. Adorar a Dios es tener contacto con Él, disfrutarle y participar de todo lo que Él es. Adorar a Dios es recibirle en nuestro interior; no es simplemente algo objetivo, sino una experiencia subjetiva. Esto se comprueba por el hecho de que en este capítulo el Señor habla de la adoración y, a la vez, habla de beber el agua viva (v. 14). Si juntamos los versículos 14 y 24, veremos que beber del agua viva es adorar a Dios. Además, cuando adoramos a Dios con nuestro espíritu y en nuestro espíritu es cuando verdaderamente estamos bebiendo del agua viva, la cual es Dios mismo. Dios es el Espíritu, y este Espíritu es el agua viva. Bebemos de esta agua viva adorando a Dios. Por lo tanto, beber de Dios y adorarle son sinónimos. Todos debemos beber al Dios quien es el agua viva, es decir, el Espíritu.

Otro aspecto de la manera en que experimentamos este organismo se revela en Juan 6:48, donde el Señor dijo: “Yo soy el pan de vida”, y en el versículo 57, donde dijo: “El que me come, él también vivirá por Mí”. La manera no sólo consiste en beber a Dios, el agua viva, sino también en comer a Cristo, la corporificación de Dios, quien es el pan de vida. Lo que el Señor dijo acerca de comerle ofendió a los religiosos, pues no podían soportarlo (v. 60). En el versículo 63 el Señor dijo a Sus discípulos: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Es como si el Señor les dijera: “Yo soy el pan de vida, pero sólo puedo impartirme en vosotros como vuestro suministro de vida por medio de la Palabra viviente, y esta Palabra es el Espíritu”. Así que, no debemos tener contacto con la Palabra viviente tomando solamente las letras en blanco y negro, sino que debemos tener contacto con la Palabra viviente, que es el Espíritu viviente, al ejercitar nuestro espíritu. Por lo tanto, la manera de experimentar el organismo divino es tener contacto con Dios, quien es el Espíritu, y comer y beber de Él.

EL REBOSAR

Si en verdad tenemos contacto con el Señor y comemos y bebemos de Él, tendremos la experiencia de rebosar, como se menciona en Juan 7:37-38. En el último día de la fiesta de los tabernáculos Jesús se puso en pie y alzó la voz diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que crea en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. ¡Qué manera de rebosar! Todo el que crea en Él rebosará con el fluir de los ríos de agua viva. El agua que los creyentes beben de Cristo, se volverá ríos de agua

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viva que rebosarán en ellos y de ellos. Éste es el rebosamiento a que nos referimos en este mensaje.

El rebosar de la vida se encuentra en el capítulo 7, y no en el capítulo 15. Sin embargo, el rebosamiento del capítulo 7 tiene como fin llevar fruto en el capítulo 15. Al tener contacto con Dios, y al comer y beber de Él, la vida rebosa en nosotros. Este rebosamiento no es nada menos que el Dios Triuno mismo, quien es el constituyente de este organismo y quien se expresa a través de nuestro vivir. Por lo tanto, el rebosamiento de la vida es el Dios Triuno expresado en nuestro vivir.

EL REBOSAMIENTO DE LA VIDA ES LLEVAR FRUTO

Ahora podemos entender lo que significa llevar fruto por medio del rebosamiento de la vida. Necesitamos tener esta visión. Si la tenemos, podremos decir: “Soy parte del organismo del Dios Triuno. Diariamente tengo contacto con mi Dios, bebo y como de Él, y vivo por Él. Ahora espontáneamente Dios mismo está fluyendo de mí”. Este rebosamiento de vida produce fruto. Cuando llevamos fruto, sabemos que la vida de Dios se ha expresado en nuestro vivir. Al tener contacto con nuestros familiares, vecinos, compañeros de trabajo y amigos, debemos tener esta clase de vivir y ser esta clase de persona. Recientemente una hermana nos dijo que había compartido acerca del rico suministro de Cristo a una señora que se había encontrado en un aeropuerto. Seguramente esa mujer debe haber sido impresionada por el testimonio de nuestra hermana. De la boca de nuestra hermana no sólo salió una predicación, sino el Dios Triuno que se expresaba en el vivir de ella. Si tenemos tal testimonio con nuestros parientes y amigos, la vida que fluye de nosotros causará en ellos una impresión profunda y ciertamente entrará en algunos de ellos. Ellos serán infundidos con este fluir y llegarán a ser un fruto que es producido por este organismo. Así es como se lleva fruto cuando rebosamos con la vida interior .

Si usted experimenta tal desbordamiento, ¿podría no amar al Señor? ¿Podría seguir viviendo en pecado y continuar amando al mundo? Eso sería imposible. No es necesario que nos esforcemos por vencer el pecado ni el mundo. Ni siquiera es necesario que nos esforcemos por amar al Señor. De hecho, no hay necesidad de hacer nada. Si entendemos que somos parte de este organismo divino, que el Dios Triuno fue forjado en nuestro ser, que fuimos constituidos de Sus riquezas, y que llegamos a ser parte de Él, algo de Su vida fluirá de nosotros de una forma natural y espontánea.

Somos los pámpanos de esta vid divina; somos parte del organismo del Dios Triuno. Somos iguales a Él en vida, en naturaleza y en posición. ¡Aleluya! Diariamente tenemos contacto con nuestro Dios. Él no es simplemente el objeto de nuestra adoración, sino el

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Espíritu que reside en nosotros como el agua viva. Al beber y comer de Él, experimentamos la vida que rebosa de nosotros, lo cual hará que llevemos fruto en nuestra vida diaria. Si aquellos con quienes nos relacionamos aceptan este fluir o no, depende únicamente de la elección de Dios. Pero nosotros podemos estar seguros de que los escogidos sí lo recibirán y llegarán a ser un fruto engendrado por tal organismo divino. Ésta es la manera en que el organismo divino aumenta y el reino de los cielos se propaga. Éste es el significado de llevar fruto por medio de tener una vida interior que rebosa.