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Ética II El malestar en la cultura Dado que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este objetivo mediante la constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad. El proceso que comenzó en relación con el padre concluye en relación a la masa. Si la cultura es la vía ineludible que lleva de la familia a la humanidad, entonces, a consecuencia del innato conflicto de ambivalencia, a causa de la eterna querella entre la tendencia de amor y de la muerte, la cultura está ligada indisolublemente con una exaltación del sentimiento de culpabilidad.S. Freud, El malestar en la cultura. El texto seleccionado se encuentra casi al final del ensayo, y condensa un resultado que el autor ha ido elaborando desde el inicio. Para llegar a este fragmento S. Freud ha explicado a lo largo de la obra un proceso en el que intervienen conceptos como la cultura, los instintos, la sociedad y la angustia personal que suponen para el individuo. Sigmund Freud, (Austria 1856- Reino Unido 1939) desarrolló su actividad profesional en campos como la Medicina (Neurología, Psicología) y la Filosofía, entre otros. Freud es uno de los grandes pensadores del mundo contemporáneo. Entre sus trabajos, para citar alguna obra dentro de una vasta producción, se encuentran obras como Tótem y Tabú. (1913) - Más allá del principio del placer. (1920) - Psicología de masas. (1920) - El yo y el ello. (1923) - El malestar en la cultura. (1930) - El porvenir de una ilusión. (1927) - Introducción al psicoanálisis. (1933) y Moisés y el monoteísmo. (1939) Contenido del fragmento. La cultura, como forma de vida civilizada, surge por una necesidad natural del hombre, como ser social. Asimilar las reglas externas de convivencia y comportamiento exigidos, disminuye la individualidad y produce tensiones internas que generan el sentimiento de culpabilidad. Se inicia en el seno familiar, y se amplía en las relaciones sociales posteriores, donde la culpa se magnifica. Dado que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este objetivo mediante la constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad.La forma de vida social civilizada, designa la suma de producciones e instituciones que distancia la vida humana de sus antecesores animales. Esto sirve a dos fines: proteger al Hombre frente a la Naturaleza y regular las relaciones entre ellos. La vida humana congregada en una comunidad más poderosa, ostenta “derechos” frente a la “fuerza bruta” de cada individuo. La libertad individual no es un bien para la cultura ya que exige restricciones y que todos las acepten. Esto lleva a imponer múltiples barreras a los instintos más íntimos del hombre, pulsiones internas que Freud llama instintos libidinales.

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Sigmund Freud

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Ética II

El malestar en la cultura

“Dado que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este objetivo mediante la constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad. El proceso que comenzó en relación con el padre concluye en relación a la masa. Si la cultura es la vía ineludible que lleva de la familia a la humanidad, entonces, a consecuencia del innato conflicto de ambivalencia, a causa de la eterna querella entre la tendencia de amor y de la muerte, la cultura está ligada indisolublemente con una exaltación del sentimiento de culpabilidad.”

S. Freud, El malestar en la cultura.

El texto seleccionado se encuentra casi al final del ensayo, y condensa un resultado que el autor ha ido elaborando desde el inicio. Para llegar a este fragmento S. Freud ha explicado a lo largo de la obra un proceso en el que intervienen conceptos como la cultura, los instintos, la sociedad y la angustia personal que suponen para el individuo. Sigmund Freud, (Austria 1856- Reino Unido 1939) desarrolló su actividad profesional en campos como la Medicina (Neurología, Psicología) y la Filosofía, entre otros. Freud es uno de los grandes pensadores del mundo contemporáneo. Entre sus trabajos, para citar alguna obra dentro de una vasta producción, se encuentran obras como Tótem y Tabú. (1913) - Más allá del principio del placer. (1920) - Psicología de masas. (1920) - El yo y el ello. (1923) - El malestar en la cultura. (1930) - El porvenir de una ilusión. (1927) - Introducción al psicoanálisis. (1933) y Moisés y el monoteísmo. (1939)

Contenido del fragmento.

La cultura, como forma de vida civilizada, surge por una necesidad natural del hombre, como ser social. Asimilar las reglas externas de convivencia y comportamiento exigidos, disminuye la individualidad y produce tensiones internas que generan el sentimiento de culpabilidad. Se inicia en el seno familiar, y se amplía en las relaciones sociales posteriores, donde la culpa se magnifica.

“Dado que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este objetivo mediante la constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad.”

La forma de vida social civilizada, designa la suma de producciones e instituciones que distancia la vida humana de sus antecesores animales. Esto sirve a dos fines: proteger al Hombre frente a la Naturaleza y regular las relaciones entre ellos. La vida humana congregada en una comunidad más poderosa, ostenta “derechos” frente a la “fuerza bruta” de cada individuo. La libertad individual no es un bien para la cultura ya que exige restricciones y que todos las acepten. Esto lleva a imponer múltiples barreras a los instintos más íntimos del hombre, pulsiones internas que Freud llama instintos libidinales.

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Aceptar este recorte de su individualidad, supone graves sufrimientos y renuncias, es el precio a pagar. Contener el impulso de agresión contra los demás, neutralizándolo en aras de la cultura, redirige contra uno mismo la energía no liberada contra los otros. Aparece así el sentimiento de culpabilidad, la conciencia interna del sentimiento agresivo, que aunque se ha frustrado, despierta el concepto interior de ser “malo” o culpable. Aparece la mala conciencia o conciencia moral, como un juez interno particular de cada uno.

“El proceso que comenzó en relación con el padre concluye en relación a la masa.”

Soportar estas continuas limitaciones en los instintos innatos humanos, requiere enfrentarse a ellas de forma gradual. Inicialmente para un niño la cultura está representada el núcleo familiar, en el padre, autoridad que limita sus deseos individuales. La pulsión agresiva no resuelta contra esta autoridad que coarta, genera los primeros sentimientos culpables. La agresividad se siente contra otro ser cercano, al que ama y necesita al mismo tiempo, pero que con frecuencia reduce su libertad instintiva. Sin este proceso desde la infancia, S. Freud sostiene que sería muy difícil soportar las limitaciones que la sociedad va a imponer en el individuo a lo largo de su existencia. Es un entrenamiento para soportar las futuras frustraciones, y el sentimiento de culpabilidad que irá en aumento.

“Si la cultura es la vía ineludible que lleva de la familia a la humanidad, entonces, a consecuencia del innato conflicto de ambivalencia, a causa de la eterna querella entre la tendencia de amor y de la muerte, la cultura está ligada indisolublemente con una exaltación del sentimiento de culpabilidad.”

Par Freud son ineludibles los conflictos internos en el seno de la Humanidad. La cultura impone una frustración que domina las relaciones sociales humanas y ahí reside la causa de la hostilidad opuesta a toda cultura, ligada a los instintos agresivos, de defensa, de muerte. El hombre no es solo una criatura tierna y necesitada de amor, también es portador de pasiones instintivas, más poderosas que los intereses racionales. La cultura ha de realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias agresivas y dominar sus manifestaciones por medio de formaciones reactivas psíquicas, como el sentimiento de culpabilidad mencionado en este texto.

A lo largo de la obra, analizando las necesidades internas individuales del hombre se establecen términos para describir su naturaleza. Así la libido, como fuerza o energía psíquica del individuo, está presente en cada uno como instinto natural. La necesidad de amor, la sexualidad, capacidad de generar violencia, instintos de supervivencia, son útiles individualmente. Frente a esto, la necesidad de integración en un sistema social, impone al individuo la necesidad de suprimir y hasta anular gran parte de sus pulsiones. Paga con la pérdida de su individualidad la pertenencia a una sociedad que lo limita en sus deseos más íntimos, pero que necesita como fuerza, ya que le aporta ventajas que contrarrestan la mutilación que se le exige. Se generan tensiones, porque el individuo ha de bregar con sus propias reacciones hacia los demás, domesticando sus impulsos. Para Freud esto genera un malestar interno, que comparten todos los humanos que viven en sociedad, pues todos “pagan un precio” por estar integrados.

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De todas estas fricciones nace la conciencia moral, según el autor. La convivencia en sociedad del hombre no anula los instintos; estos se han de reorientar por necesidad de la convivencia. La agresividad innata del hombre puede desintegrar la sociedad, por eso la cultura es la encargada de controlarla. Los impulsos se manejan de otra forma para que las relaciones sean posibles, pero se tiene consciencia íntima de que siguen existiendo. Así se genera la culpa, por seguir teniendo pulsiones que la cultura no admite, condena y obliga a esconder. Freud sostiene que aunque se logre esconder esta situación a la sociedad, el individuo en su interior es consciente, pues el yo freudiano no puede esconderle nada al super-yo, la mayor instancia moral del individuo, que juzga internamente estas reacciones. La conciencia moral reside en cada uno, íntimo conocedor de los secretos que oculta, aunque sean intenciones no realizadas. No poder huir ni esconderse de uno mismo, con la propia conciencia moral interna, además de la impuesta y aceptada por la pertenencia a una sociedad, genera un profundo malestar. Carlos Gómez Sánchez, profesor titular de Ética de la UNED, cuyos intereses se han centrado en las relaciones de la Ética con la Teoría Psicoanalítica y la Teoría de la Religión, afirma en la introducción que escribe para El malestar en la cultura, que “es uno de los ensayos con más amplias repercusiones en el pensamiento del siglo XX.” Por otro lado S. Freud, ha sido criticado debido a la imposibilidad científica de demostrar sus teorías, o desde el feminismo por su particular concepción de la mujer. Al tratar a Freud, la mayoría de los autores han considerado que sus teorías surgieron, plenamente formadas, de su propio sistema de pensamiento, sin precedentes científicos. Para otros, esta «originalidad absoluta» es un mito, ya que las ideas evolucionistas del siglo XIX ejercieron una enorme influencia en la formación del pensamiento de Freud. No tuvo en vida un reconocimiento unánime, y ha sido a menudo cuestionado. La lectura de este ensayo, hace reflexionar sobre la propia experiencia vital en sociedad. Resulta innegable que al menos parte de sus teorías tienen base real. El proceso de criar a un niño, por ejemplo, lleva unido protegerle y también frustrarle, cuando no se le permite hacer lo que desea. Forma parte de su educación social el hecho de que ha de enfrentarse a situaciones en las que se le niega algo, o no se le permite un comportamiento en concreto, esto le hará sentir frustración y rabia, que tendrá que aprender a manejar internamente. De todos modos, Freud escribía esta obra en el siglo XIX, con conceptos de la época; algunos hoy resultarán políticamente incorrectos en la forma de exposición, otros se podrán discutir. La experiencia íntima vital de cada uno le responderá del alcance real de las teorías freudianas en sí mismo. Como sujetos sociales inmersos en la cultura-sociedad, todos habremos sentido en mayor o menor medida los efectos que se describen en la obra, o al menos el malestar dentro del bienestar necesario.

Rosa María Ardao Cernadas.