6
IFTIM Eucaristía Resumen Cristian Herculano OP Feb. 06, 2015 III. LA EUCARISTÍA Y LA PRESENCIA DEL SEÑOR 1. La eucaristía como descenso o como ascensión También la eucaristía puede ser considerada desde la categoría de descenso y ascensión; desde la encarnación o desde la ascensión de Cristo. Una teología de la eucaristía que tome como punto de partida el pasado del Jesús histórico tenderá a una comprensión carnal de la presencia del Señor, de su cuerpo, que es verdadero en cuanto físico. La persona de Jesús delimitada por su carnalidad y por las coordenadas de espacio y tiempo que queda reducida a la fronteras de su propia individualidad. Otro punto de partida es la Resurrección como estado actual de Cristo que contribuiría a una inteligibilidad más espiritual y menos carnal, pero menos real y producirá una comprensión más personalista del Resucitado. Una contemplación de la eucaristía desde el Cristo total, escatológico, como cabeza y a la Iglesia como cuerpo, nos permite entender el banquete eucarístico como anticipación y presencialización de la plenitud futura y de la nueva creación; se trata de un entendimiento más eclesial, pues el cuerpo del Resucitado se entiende como un cuerpo en expansión capaz de trascender los límites de su propia individualidad. 1.1.Vinculación entre eucaristía y resurrección en la Escritura y los Padres Jesús expresa su firme esperanza de participar en la plenitud del Reino de una manera singular, que para él adoptará la forma de resurrección. Mientras Mt y Mc ponen el acento en el carácter futuro del convite del Reino, Lc hace mayr hincapié e la anticipación del banquete escatológico futuro en la celebración eucarística de la Iglesia. Jn insiste en la glorificación de Jesús en el contexto de la cena última, así como en la participación actual de los discípulos en la vida eterna; ambos conceptos: glorificación y vida eterna, cosntituyen el paralelo juánico de la idea de Reino de Dios en los sinópticos. La dialéctica del futuro hacia el que caminamos, pero que a la vez es un presente anticipado, se refleja en una tensión entre el ir y el estar: por la fe vamos al pan de vida; por la eucaristía estamos ya en él y él en nosotros. La presencia viva y vivificadora del Resucitado hace de la eucaristía medicina de inmortalidad. a. Ireneo de Lyon: enmarca la eucaristía en un dinamismo que conduce a la recapitulación universal y a la resurrección última. b. San Justino: Relaciona la celebración eucarística con el Domingo, porque Jesucristo resucitó ese día.

Eucaristia I y la presencia del Señor

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La perspectiva más avanzada sobre la teología de la eucaristía como banquete escatológico

Citation preview

Page 1: Eucaristia I y la presencia del Señor

IFTIMEucaristía

ResumenCristian Herculano OP

Feb. 06, 2015III. LA EUCARISTÍA Y LA PRESENCIA DEL SEÑOR

1. La eucaristía como descenso o como ascensión También la eucaristía puede ser considerada desde la categoría de descenso y ascensión; desde la

encarnación o desde la ascensión de Cristo. Una teología de la eucaristía que tome como punto de partida el pasado del Jesús histórico tenderá a una

comprensión carnal de la presencia del Señor, de su cuerpo, que es verdadero en cuanto físico. La persona de Jesús delimitada por su carnalidad y por las coordenadas de espacio y tiempo que queda reducida a la fronteras de su propia individualidad.

Otro punto de partida es la Resurrección como estado actual de Cristo que contribuiría a una inteligibilidad más espiritual y menos carnal, pero menos real y producirá una comprensión más personalista del Resucitado.

Una contemplación de la eucaristía desde el Cristo total, escatológico, como cabeza y a la Iglesia como cuerpo, nos permite entender el banquete eucarístico como anticipación y presencialización de la plenitud futura y de la nueva creación; se trata de un entendimiento más eclesial, pues el cuerpo del Resucitado se entiende como un cuerpo en expansión capaz de trascender los límites de su propia individualidad.

1.1. Vinculación entre eucaristía y resurrección en la Escritura y los Padres Jesús expresa su firme esperanza de participar en la plenitud del Reino de una manera singular, que para él

adoptará la forma de resurrección. Mientras Mt y Mc ponen el acento en el carácter futuro del convite del Reino, Lc hace mayr hincapié e la

anticipación del banquete escatológico futuro en la celebración eucarística de la Iglesia. Jn insiste en la glorificación de Jesús en el contexto de la cena última, así como en la participación actual de los discípulos en la vida eterna; ambos conceptos: glorificación y vida eterna, cosntituyen el paralelo juánico de la idea de Reino de Dios en los sinópticos. La dialéctica del futuro hacia el que caminamos, pero que a la vez es un presente anticipado, se refleja en una tensión entre el ir y el estar: por la fe vamos al pan de vida; por la eucaristía estamos ya en él y él en nosotros.

La presencia viva y vivificadora del Resucitado hace de la eucaristía medicina de inmortalidad. a. Ireneo de Lyon: enmarca la eucaristía en un dinamismo que conduce a la recapitulación universal y a la

resurrección última.b. San Justino: Relaciona la celebración eucarística con el Domingo, porque Jesucristo resucitó ese día.

c. Clemente de Alejandría: En quien pesa la dimensión carnal y la espiritual a pesar de las disputas por entonces de los docetas y gnósticos.

d. Concilios de Éfeso y Calcedonia: La primitiva distensión temporal encarnación-muerte-resurrección desemboca en una tensión espacial divinidad-humanidad, en la que la fase de resurrección tiende a superponerse a la fase de la existencia histórica de Jesús.

e. S. IV: Se relaciona el cuerpo eucarístico de Cristo con el cuerpo nacido de María. Esta espiritualidad no radica en la resurrección, sino en el hecho de la encarnación y en la asunción por el Logos.

f. S. IV-V (Hilario de Poitiers, San Efrén y Ambrosio)

1.2. La eucaristía y la ascensión de Jesús. Una hipótesis de San Agustín Bajo el influjo del neoplatonismo, se propugna una radical disociación entre el espíritu y la materia; entre

Dios y el mundo. Agustín incurre en el dualismo que tiende a separar realidad espiritual y sensible. Nace una tensión horizontal o temporal (pasado, presente, futuro).

La eucaristía comienza a entenderse a partir de una clave espacial, como presencia local que acaece por un descenso o ascenso.

Page 2: Eucaristia I y la presencia del Señor

Agustín dice que tres son las formas de la presencia actual de Jesucristo en el mundo: de esplendor, corporal y por la fe. Equipara el cuerpo del Resucitado a la realidad sensible, material y por otra, la sitúa en otro mundo paralelo, aunque superior al nuestro. En la primera etapa de su pensamiento destaca el carácter más espiritual del cuerpo resucitado: lo que caracteriza a la resurrección es la perfecta concordia entre la carne y el espíritu. Agustín no va más allá de su dualismo como dos campos irreconciliables, olvidando la posibilidad de una tercera dimensión, la del futuro de la creación nueva, escatológica. Prefiere mantener la localización espacial de Cristo en la gloria, excluyendo su presencia corporal en la tierra.

1.3. Repercusiones en la teología medieval de la teoría de San Agustín Problema: ¿Cómo Cristo, prisionero en la Gloria puede estar presente en la tierra, en la eucaristía, sin

contradecir las leyes de la naturaleza?. La nueva mentalidad de los pueblso invasores durante el s. V en occidente, hará coincidir unívocamente la

concepción de la realidad con el mundo concreto sensible, tendiendo a relegar lo espiritual; la multiplicidad de las cosas es considerada como imagen y sombra. El nominalismo posterior al s. XI que considera todo aquello que desborda la realidad sensible, individual, como palabras huecas, serpa consecuencia de este positivismo inicial.

a. Surge Pascasio Radberto que reserva la categoría de realidad para la realidad salvífica supraempírica.b. Su discípulo Ratramno no sólo confundirá el plano Cristo resucitado con el de Jesús histórico, sino que

considera como único cuerpo verdadero el cuerpo físico individual de Jesús, incurriendo en una radical posición. c. Berengario de Tours Reaparecen las dos tendencias anteriores, la simbolista y la realista y éste negará el

realismo eucarístico al excluir toda vinculación del Resucitado con los dones del pan y del vino. El cuerpo de Cristo no es sensible ni visible, por lo que no queda otra que afirmar que es espiritual: mental o conceptual. La concepción del cuerpo y la sangre como algo meramente material adquiere su mayor radicalidad.

d. Continúa sin aclararse el problema de fondo: lo que la Resurrección aporta de novedad respecto al cuerpo carnal y cómo el cuerpo eucarístico de Jesús es real pero espiritualizado ya pro la resurrección.

1.4. La localización celestial de Cristo en J. Wiclef y en la Reforma S. XIV, J. Wiclef esgrime el hecho de la ascensión de Cristo como argumento contra la presencia real

eucarística: presencia espiritual in virtute, es decir, como gracia y fuerza no personalizadora. Afirma un modo de ser sobrenatural y un modo de ser sacramental: por el primero, Cristo está presente en la Iglesia según su promesa: por el segundo está presente en todos los sacramentos.

Insiste en el término concomitancia, en el que define la relación entre el signo y la realidad significada y que viene a sustituir el término de sustancia.

Lutero tendió a subrayar la presencia real de Cristo como presencia somática objetiva, frente a su dura polémica contra los espiritualistas. Para Lutero Dios sólo se encuentra en la persona de Jesús y no fuera.

Calvino: propugna una concepción más dinámica de la eucaristía. La presencia de Cristo acaece bajo el signo de un encuentro personal, no tanto como donación de cuerpo y la sangre del Señor como alimento, cuanto como incorporación nuestra a la persona del Resucitado. Entiende la resurrección más como ascensión local que como verdadera glorificación. Rechaza la presencia de Jesús difusa en el universo deLutero, cuanto la concepción católica de una presencia de Cristo en algún modo localizable en el espacio y el tiempo. Afirmará el descenso o la presencia, no del Resucitado y su realidad corpórea, sino del Espíritu.

2. Hacia un planteamiento más idóneo del binomio eucaristía-resurrección2.1. El Cuerpo espiritual de la resurrección Con el término espíritu no se quiere negar la dimensión corpórea del cuerpo resucitado, sino notar su

importancia a partir de las expresiones exaltación y glorificación en las que el NT formula la realidad de la resurrección de Jesucristo.

Jesús, por su resurrección-exaltación no retorna al pasado, sino al futuro de Dios en la nueva creación escatológica, a diferencia de la resurrección de Lázaro o la viuda de Naím.

La dimensión espiritual del cuerpo resucitado se encuentra en el común logion de 1 Cor 15, 36 ss: la imagen de la semilla y la planta desarrollada; y en I Cor 15, 42-44 en donde establece una contraposición entre

Page 3: Eucaristia I y la presencia del Señor

corrupción, vileza, debilidad e incorrupción, gloria, poder como características del cuerpo resucitado. Se trata de una transformación profunda.

El cuerpo resucitado lo es en cuanto está transido del Espíritu de Dios; se trata de un cuerpo divinizado y como tal espiritualizado.

El apóstol habla de una transmutación e inmutación del cuerpo terreno, de un revestirse de incorrupción e inmortalidad; de una absorción de nuestra mortalidad por la vida misma: de una transfiguración del cuerpo humilde en cuerpo de gloria.

2.2. La ascensión como plenitud del señorío y la presencia actuante de Cristo Es necesario realizar una transposición desde la comprensión cosmológica a otra antropológica que premita

una adecuada comprensión del misterio de la resurrección-ascensión, cuya realidad no se difine por la situación local, sino por un nuevo estado, una nueva forma de ser. El Padre celestial es la Resurrección, porque él es la vida eterna y por su relación singularísima con él, Jesús es asimismo la resurrección y la vida y no sólo ha resucitado.

Cristo es el Señor que trasciende el cosmos y la vida humana con una trascendencia que no significa lejanía del mundo, antes bien, presencia abarcante de la realidad entera.

En Jn 20, 17, el irse de Jesús es la vez un volver a sus discípulos y quedarse y estar con ellos. La ascensión pues, no debe ser entendida en clave de lejanía, sino que implica una estrecha cercanía y una plenitud de presencia abarcante de la realidad. La ascensión es la revelación plena del sentido y contenido de la resurrección misma: Cristo es ahora cabeza de todas las cosas. Significa la plenitud del poder dado al Resucitado en el cielo y en la tierra: Cristo, en virtud de su ascensión no es el ausente del mundo, sino el presente en él de una forma nueva, en cuanto concreción del señorío de Dios sobre el Mundo.

2.3. Valoración crítica de la teología eucarística de la Reforma Reformular el misterio eucarístico desde las categorías de la resurrección-ascensión más que desde la clave

del Jesús histórico. El énfasis de Calvino en la actuación del espíritu como factor necesario para que acaezca la presencia de

Cristo. Comprende que el cuerpo y la sangre de Cristo significan la persona de Jesús en su vertiente humana, así como su presencia viva.

La idea de comunión como incorporación de nuestra persona a la persona de Cristo. Dimensión eclesial de la eucaristía frente a la concepción individualista que predomina el Lutero. El pan y el vino son signos a través de los cuales acaece la donación personal de Cristo.

3. La presencia del Resucitado como presencia por densidad y no por mera localización espacial3.1. Diversos grados de la presencia de Cristo

Sacramento no en el sentido que contenga al Resucitado, sino de que es contenido, desbordado y asumido por él en y a través del Espíritu.

El Concilio Vaticano II alude a diversas formas heterogéneas de presencia sin destacar la gradación y pablo Vi advierte de la diversidad de modos de presencia real de Cristo.

a. En el mundo acabado por el como el Kyrios: Es presencia real y no puramente metafórica o análoga, por lo que constituye uno de los presupuestos previos para una posterior presencia eucarística en su especificidad propia.

b. A nivel no ya del cosmos, sino de la historia humana, tanto colectiva como personal que es igualmente abarcada por Cristo.

c. Su presencia en la Iglesia, en la comunidad, que acaece a través de la palabra y el gesto, del encuentro personal de fe, la esperanza y el amor. El evangelio, como palabra que llama y que congrega y que hace cuerpo de Cristo a la comunidad reunida, forma parte esencial e inalienable del misterio eucarístico.

d. La presencia en la fracción del pan que es al mismo tiempo la cena del señor, en un dinamismo que avanza desde la congregación inicial de la Iglesia hasta su constitución como cuerpo de Cristo al consiguiente gesto de donación y entrega de los dones como cuerpo personal del mismo Cristo. Punto culminante.

3.2. Presencia actual y presencia somática: Jesús como dador y como don La presencia real de Cristo adopta una doble configuración: como presencia actual y como presencia

somática o sustancial, según Odo Casel. La presencia actual dice relación a la presencia viva y actuante de

Page 4: Eucaristia I y la presencia del Señor

Cristo resucitado que como cabeza invita y congrega sin cesar a su Iglesia. La presencia somática dice relación a la presencia de Jesús como alimento en y a través de los dones del pan y del vino, pues no basta con que Jesús sea el que se reparte el pan de vida o que él sea el dador, es preciso que él sea el don que se nos da, puesto que no sólo da cosas, sino que se da a sí mismo.

La Tradición de la Iglesia siempre ha afirmado que es Cristo el que consagra, el que toma de sus manos nuestros dones, los provenientes de la creación y del trabajo del hombre, los santifica, los llena de vida, los bendice y los reparte entre nosotros.

De manera especial, en la última cena, el Resucitado es él quien se sienta con ellos a la mesa y quien realiza la fracción del pan. La presencia sustancial o somática remite a la encarnación y por ello a una presencia transformante de la realidad creada, representada en los dones del pan y del vino como primicias.

3.3. La presencia eucarística como presencia-ausencia La presencia del Señor no es una presencia en la gloria y el poder, propia de su parusía, sino una presencia

siempre humilde, escondida, sencilla, promesa de un futuro sempre maior de plenitud escatológica. La eucaristía no puede se considerada como pura epifanía, sino también como hepanggelia: promesa o anuncio, prenda de ese mismo futuro escatológico.

El comportamiento ético es indisociable de la vida sacramental, ya que es el puente que permita a la celebración eucarística realizar su dinamismo propio: el de una semilla llamada a crecer y expandirse. Sólo a través de la ética y el comportamiento cristiano la eucaristía parcial podrá llegar a convertirse en vida eucarística y total.

4. La presencia del Resucitado como «derramamiento» y comunicación de su propia vida y de su Espíritu La resurrección es esencialmente un misterio de comunión Si la existencia terrena de Jesús se definía como entrega radicar de sí mismo por los otros al Padre (en una

diaconía que era servicio al hombre y por lo mismo culto y sacrificio a Dios), la resurrección no anula esa entre radical, antes bien, la consuma y plenifica.

4.1. «Aparición» y presencia del Resucitado Para que la aparición del Señor pueda tener lugar necesitamos ser elevados al mismo plano escatológico,

futuro, en el que el Señor se encuentra. 4.2. La aparición, y la presencia solo se dan en el clima de la nueva vida desbordante por la

resurrección, por la comunión en el Espíritu de Jesús. La aparición del Señor resucitado según Jn 14, 18-28

En este pasaje encontramos la mejor expresión de esta presencia del Resucitado entendida como presencia de comunión: la participación en su vida aparece vinculada a su revelación y aparición a los discípulos. El Señor se manifestará pero su aparición y su presencia no acaecerán en para el mundo, sino únicamente para los suyos que creen y participan de la vida en Cristo.