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17 DE OCTUBRE DE 1945 Su voz, en los altoparlantes, se volvió peligrosa Eva Perón: 20 años después vida ya no es mía; ahora per- tenece a todos ustedes. A 20 años de su muerte el nombre de Eva Perón no está, por cierto, en peligro de caer en el olvido; en reali- dad, parecería que ahora se lo repi- tiera con mayor frecuencia que hace una década. Tal vez influyen las cir- cunstancias políticas actuales cuando el peronismo actúa a cara descubierta y varias capas de clase media —sobre todo profesionales e intelectuales de tradición izquierdista— declaran, día a día, que se han "pasado" al peronis- mo. Pero, además, el mito de Eva Pe- rón nunca fue sencillo, y ahora pare- cería que diversos sectores de la so- ciedad argentina, y en especial de las agrupaciones políticas, lograran recor- tar en él su correspondiente rostro. Hace 20 años, Evita tenía sólo dos caras públicas: "La dama de la espe- ranza" o "la resentida". Debajo de ese manto habitaba, sin embargo, otro ros- tro: el de la vida cotidiana del pero- nismo. Aunque ahora ningún dirigente se atrevería a la más leve crítica, mu- chos soportaron, entonces, sus dardos efectivos, sus burlas y hasta la inclu- sión del tema de la traición en sus clases de la Escuela Superior Peronis- ta. "Evita le espantaba los traidores a Perón como si hubieran sido moscas. Era su cuerpo de defensa; ahora esa función la cumple la juventud", asegu- a Panorama un vendedor de dia- rios que tiene su puesto de Retiro y predestinadas, aunque azarosas, señas personales: se llama David Lujan Duar- te y nació el 17 de octubre de 1930. Estoy segura de que algunos de us- tedes habrán pensado lo que otros yd me han dicho tantas veces: "¿Por qué se preocupa tanto, señora, si esa cla- se de gente no volverá más al gobier- no?" No, ya sé que la oligarquía, la del 12 de octubre de 1945, la que es- tuvo en la plaza San Martín, no vol- verá más al gobierno; pero no es ésa la que a mí me preocupa. Me preocupa que pueda retornar a nosotros el es< píritu oligarca. A eso es a lo que ten- go miedo, y mucho miedo, y para que eso no suceda he de luchar mientras tenga un poco de vida —y he de luchar, mucho— para que nadie se deje ten tar por la vanidad, por el privilegio, por la soberbia y por la ambición. A veinte años de su muerte, aque- llos dos rostros antagónicos se han con- vertido en arquetípicos, y poco a poco surgen otros. En principio la genera- ción que no la conoció ha comenzado a actuar en política y, en parte, no acepta la imagen de Eva Perón que les legaron sus padres. Como en la clase obrera ningún cambio político ni so- cial de los que afectaron al país des- pués de 1955 podría destruir fácilmen- te el recuerdo del 17 de octubre, da imagen de Eva Perón ganará o perde- fuerza, a lo sumo, a nivel indivi- dual, pero su significado y resonancias continúan intactos. Pero esa generación que oscila entre los 25 y 30 años, que se educó en una doctrina familiar an- tiperonista y que, después, ingresó —o no— a militancias diversas, comienzan a rescatar, cada vez con menos escán- dalo, esa imagen insólita en el acar- tonado escenario político. Se afanan, ahora, por encontrar en su memoria, retazos de esa figura que contempla- ron siempre asociada a insultos e iro- nías. "Me acuerdo de cuando Eva vol- vió de Europa. Yo vivía en la calle Li- bertador. Mis padres se encerraron y yo me escapé hasta la habitación de las mucamas. Desde el balcón de un cuarto piso la vi pasar; sólo alcancé a distinguir su mano, profusamente en- joyada, que asomaba por la ventanilla de un coche negro. Me sentí fascinado y culpable", recuerda un habitante del Barrio Norte, de 32 años que, aunque está lejos de ser militante peronista, reprocha a sus padres haber vivido esa época sin ningún sentido del humor y mucha histeria. En ta sociedad capitalista hay hom- bres poseedores de la riqueza, o capi- talistas que poseen el dinero, y hom- bres desposeídos que ponen el trabajo. Con los años, la historia de sus 400 pares de zapatos y de sus cofres de joyas que la Revolución Libertadora exhibió con la misma morbosidad que tres años antes le había criticado a Perón a causa de los 16 días del ve- lorio de Evita, se ha dado vuelta: aho- ra es un símbolo del complejo de om- nipotencia de las clases altas y de la ineficacia política de la izquierda or- todoxa. Provenientes de la clase media, y aun de sus sectores más bajos, algu- nos integrantes de esa generación que militó activamente contra Perón con- fiesan, ahora, distintos grados de ce- guera política: Rolando García y Con- rado Eggers Lan, por ejemplo, adhi- rieron totalmente al movimiento y lan- zan sus críticas "desde adentro"; otros, describen su actual visión de Evita: como ¿osé Luis Romerojex rector de 'la Universidad de Buenos Aires): "In- trodujo en la política argentina un acento nuevo. A los hombres de mi generación les pareció intolerable, pe- ro sólo los más obcecados negaron que trajera a la política argentina un acen- to nuevo. Era el acento de los viejos caudillos populares pero impregnado de una sentimentalidad protectora que, sin duda, despertaba en las clases po- pulares un eco que nosotros no sospe- chábamos. Si fue sincera o no, no lo ni ya importa. Hoy es un símbolo —quizá un poco desvanecido— de una manera nueva en la Argentina de per- cibir lo político en lo que se mezclan lo ideológico y lo sentimental. Durante varias décadas —o acaso siglos— he- mos sido incapaces de percibirlo. Qui- zás fuera necesaria una voz tan dulce y, al mismo tiempo, tan áspera como la de Eva Perón para que lo aprendié- ramos". Sin embargo, el Partido Comunista Argentino no abandona tan pronto sus más caras convicciones. Consultado por Panorama, Héctor P. Agosti respondió, a través de su mujer: "Ese tema es de los que separan, y hoy hay que bus- car los temas que unan". QUE ES EL EVITISMO. Ya no sé si sirvo al pueblo por amor a Perón o si sirvo a Perón por amor al pueblo. En los últimos años es frecuente se- ñalar a Eva Perón como la exclusiva figura revolucionaria del gobierno pe- ronista. Muchos aseguran que "si Evi- ta hubiera vivido en el 55' el golpe militar habría fracasado o, por lo me- nos, conquistado el poder después de 26 PANORAMA, JULIO 20, 1972

Eva 20 años después

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Page 1: Eva 20 años después

17 DE OCTUBRE DE 1945

Su voz, en los altoparlantes, se volvió peligrosa

Eva Perón: 20 años después Mí vida ya no es mía; ahora per­

tenece a todos ustedes. A 20 años de su muerte el nombre

de Eva Perón no está, por cierto, en peligro de caer en el olvido; en reali­dad, parecería que ahora se lo repi­tiera con mayor frecuencia que hace una década. Tal vez influyen las cir­cunstancias políticas actuales cuando el peronismo actúa a cara descubierta y varias capas de clase media —sobre todo profesionales e intelectuales de tradición izquierdista— declaran, día a día, que se han "pasado" al peronis­mo. Pero, además, el mito de Eva Pe­rón nunca fue sencillo, y ahora pare­cería que diversos sectores de la so­ciedad argentina, y en especial de las agrupaciones políticas, lograran recor­tar en él su correspondiente rostro.

Hace 20 años, Evita tenía sólo dos caras públicas: "La dama de la espe­ranza" o "la resentida". Debajo de ese manto habitaba, sin embargo, otro ros­tro: el de la vida cotidiana del pero­nismo. Aunque ahora ningún dirigente se atrevería a la más leve crítica, mu­chos soportaron, entonces, sus dardos efectivos, sus burlas y hasta la inclu­sión del tema de la traición en sus clases de la Escuela Superior Peronis­ta. "Evita le espantaba los traidores a Perón como si hubieran sido moscas. Era su cuerpo de defensa; ahora esa función la cumple la juventud", asegu­ró a Panorama un vendedor de dia­rios que tiene su puesto de Retiro y predestinadas, aunque azarosas, señas personales: se llama David Lujan Duar-te y nació el 17 de octubre de 1930.

Estoy segura de que algunos de us­tedes habrán pensado lo que otros yd me han dicho tantas veces: "¿Por qué

se preocupa tanto, señora, si esa cla­se de gente no volverá más al gobier­no?" No, ya sé que la oligarquía, la del 12 de octubre de 1945, la que es­tuvo en la plaza San Martín, no vol­verá más al gobierno; pero no es ésa la que a mí me preocupa. Me preocupa que pueda retornar a nosotros el es< píritu oligarca. A eso es a lo que ten­go miedo, y mucho miedo, y para que eso no suceda he de luchar mientras tenga un poco de vida —y he de luchar, mucho— para que nadie se deje ten tar por la vanidad, por el privilegio, por la soberbia y por la ambición.

A veinte años de su muerte, aque­llos dos rostros antagónicos se han con­vertido en arquetípicos, y poco a poco surgen otros. En principio la genera­ción que no la conoció ha comenzado a actuar en política y, en parte, no acepta la imagen de Eva Perón que les legaron sus padres. Como en la clase obrera ningún cambio político ni so­cial de los que afectaron al país des­pués de 1955 podría destruir fácilmen­te el recuerdo del 17 de octubre, da imagen de Eva Perón ganará o perde­rá fuerza, a lo sumo, a nivel indivi­dual, pero su significado y resonancias continúan intactos. Pero esa generación que oscila entre los 25 y 30 años, que se educó en una doctrina familiar an­tiperonista y que, después, ingresó —o no— a militancias diversas, comienzan a rescatar, cada vez con menos escán­dalo, esa imagen insólita en el acar­tonado escenario político. Se afanan, ahora, por encontrar en su memoria, retazos de esa figura que contempla­ron siempre asociada a insultos e iro­nías. "Me acuerdo de cuando Eva vol­vió de Europa. Yo vivía en la calle Li­

bertador. Mis padres se encerraron y yo me escapé hasta la habitación de las mucamas. Desde el balcón de un cuarto piso la vi pasar; sólo alcancé a distinguir su mano, profusamente en­joyada, que asomaba por la ventanilla de un coche negro. Me sentí fascinado y culpable", recuerda un habitante del Barrio Norte, de 32 años que, aunque está lejos de ser militante peronista, reprocha a sus padres haber vivido esa época sin ningún sentido del humor y mucha histeria.

En ta sociedad capitalista hay hom­bres poseedores de la riqueza, o capi­talistas que poseen el dinero, y hom­bres desposeídos que ponen el trabajo.

Con los años, la historia de sus 400 pares de zapatos y de sus cofres de joyas que la Revolución Libertadora exhibió con la misma morbosidad que tres años antes le había criticado a Perón a causa de los 16 días del ve­lorio de Evita, se ha dado vuelta: aho­ra es un símbolo del complejo de om­nipotencia de las clases altas y de la ineficacia política de la izquierda or­todoxa.

Provenientes de la clase media, y aun de sus sectores más bajos, algu­nos integrantes de esa generación que militó activamente contra Perón con­fiesan, ahora, distintos grados de ce­guera política: Rolando García y Con­rado Eggers Lan, por ejemplo, adhi­rieron totalmente al movimiento y lan­zan sus críticas "desde adentro"; otros, describen su actual visión de Evita: como ¿osé Luis Romerojex rector de

'la Universidad de Buenos Aires): "In­trodujo en la p o l í t i c a argentina un acento nuevo. A los hombres de mi generación les pareció intolerable, pe­ro sólo los más obcecados negaron que trajera a la política argentina un acen­to nuevo. Era el acento de los viejos caudillos populares pero impregnado de una sentimentalidad protectora que, sin duda, despertaba en las clases po­pulares un eco que nosotros no sospe­chábamos. Si fue sincera o no, no lo sé ni ya importa. Hoy es un símbolo —quizá un poco desvanecido— de una manera nueva en la Argentina de per­cibir lo político en lo que se mezclan lo ideológico y lo sentimental. Durante varias décadas —o acaso siglos— he­mos sido incapaces de percibirlo. Qui­zás fuera necesaria una voz tan dulce y, al mismo tiempo, tan áspera como la de Eva Perón para que lo aprendié­ramos".

Sin embargo, el Partido Comunista Argentino no abandona tan pronto sus más caras convicciones. Consultado por Panorama, Héctor P. Agosti respondió, a través de su mujer: "Ese tema es de los que separan, y hoy hay que bus­car los temas que unan".

QUE ES EL EVITISMO. Ya no sé si sirvo al pueblo por amor a Perón o si sirvo a Perón por amor al pueblo. En los últimos años es frecuente se­ñalar a Eva Perón como la exclusiva figura revolucionaria del gobierno pe­ronista. Muchos aseguran que "si Evi­ta hubiera vivido en el 55' el golpe militar habría fracasado o, por lo me­nos, conquistado el poder después de

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ardua lucha. Para eso se basan, sobre todo, en un dato casi simbólico: 10 me­ses antes de su muerte reunió, en se­creto/a José Espejo, Isaías Santín y Florencio Soto (de la CGT) y al gene­ral José Humberto Sosa Molina, co­mandante en jefe del Ejército, y les ordenó la compra de mil pistolas au­tomáticas y mil quinientas ametralla­doras. Después de su muerte, esas ar­mas que, en efecto se compraron, se archivaron en el arsenal Esteban de Luca; reequiparon, más tarde, la Gen­darmería Nacional y, en 1955, fueron apuntadas contra Juan Domingo Perón.

Se empeñan, entonces; en rescatar del movimiento casi burgués que es, para ellos —en general, marxistas— el peronismo, la figura de Eva Perón. El sociólogo JuanCarl os__Por tan t i e r o

-4-analizó par&^Pañorama: "Ella fue el " emergente político de los elementos

más originales y menos integrables que tuvo el peronismo como movimiento sindical. Su ciclo coincide con el mo­mento más vital, más jubiloso del po­der peronista. Entre 1945 y 1952 ella expresa, con una fuerza que no tuvo ningún otro dirigente, el elemento ja­cobino, "plebeyo", que asumió el pe­ronismo a partir del 17 de octubre; el contenido de odio antioligárquico que alojaba en sus bases. Evita era, en el poder, el lenguaje de las masas que, tras 15 años de virtual proscripción política y de pauperización forzosa ba­jo la década infame ingresaban a la consideración social y a la abundan­cia de consumos, hasta entonces inac­cesibles. No fue la muerte de Evita lo que provocó la aparición de ¡los otros componentes del peronismo (como to­do movimiento nacional, su estructura era heterogénea y eso era así desde un principio), pero su desaparición lo fue haciendo más evidente, en tanto ella, como representante de los sueños jus­ticieros de las capas más sumergidas que se lavaban "las patas en la fuen­te", era una voz que sonaba en las al­turas. Su herencia, en lo que tiene de vivo y no de retórica fúnebre, no pue­de recogerla, hoy, da burocracia sindi­cal o política: queda como un estímu­lo en las bases obreras, en el peronis­mo de las fábricas, para el que Evita significa un hito histórico: el de su experiencia más intensa, hasta el pre­sente, de participación en el poder".

Y por eso, cuando llegan a mi des­pacho los ministros, yo me alegro por­que tos veo mezclados con los obreros y con tos pobres: es decir, con nuestra pueblo, y pienso que viéndome a mí confundida con el pueblo y viendo lo maravilloso que nuestro pueblo es, no se harán oligarcas.

Esa recuperación que pretenden al­gunos grupos de la izquierda se basa, en general, en datos reales: sus dis­cursos, sus iniciativas políticas y so­ciales y su gesto total resultan nítida­mente clasistas. Para un militante del peronismo de base, Evita significa "el brazo armado del general Perón". En los sectores más alejados del justicia­lismo oficial es frecuente realzar la f i ­gura revolucionaria, no negociadora, de Evita. Por ejemplo, las agrupaciones llamadas "26 de Julio" pretenden acen-

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tuar con ese nombre un objetivo: no conciliación.

Sin embargo, varios dirigentes que pertenecen a distintas tendencias del peronismo aseguran que ese fenóme­no —que denominan "evitismo"— es nada menos que una de las formas que puede tomar la actitud gorila. Vo­luntaria o involuntariamente, supone una división del movimiento oponiendo el rostro agresivo, invulnerable, de Evi­ta a los suaves vaivenes de da política del Líder. "Eva Perón es un aporte de Perón al pueblo y a la historia del país —predica Norma Kennedy—. Amó al pueblo a través de Perón, Fue su amor por él lo que la convierte en ban­dera de la clase obrera." Pero agrega: "Fue la síntesis más pequeña, más sin­gular, más apretada, de toda la carga de coraje, de patriotismo y de inde­pendencia que anida en el corazón del pueblo argentino".

Eva Perón es un producto mío. Yo la preparé para que hiciera lo que hi­zo. La necesitaba en el sector social de mi conducción. Y su labor, allí, fue extraordinaria. Con una mujer sensi­ble es posible llegar a cualquier par­te. Una mujer fría, en cambio, no sirve¡ para nada, ni para los menesteres. (Juan Domingo Perón, Panorama N? 156).

Ese especial rescate que intenta el neoperonismo resulta, para Leopoldo Halperín (sociólogo, 32 años), falso. "Es un rescate para el mito, no para la lu­cha —afirma—. Esa tendencia a con­traponer una figura combativa a la de Perón, considerada como claudican­te y negociadora es, quiérase o no, gorila. En el juego político de algu­nos es un intento de desvalorizar la persona de Perón".

No nos podemos imaginar a una Eva Perón envejeciendo en la inacción del destierro (Juan José Sebreli, Eva Pe­rón: ¿Aventurera o militante?). "Por ejemplo, esa frase —continúa Halpe­rín— es típicamente gorila; indica, vir-

Por siempre, flores y metáforas PRIMER ANIVERSARIO

tualmente-, que Perón envejece en el exilio; es decir, no lucha. Yo creo que dentro de su estrategia, Perón nunca ha esquivado jugarse."

Por su lado, también Jorge Di Pas-cuale (secretario general del Sindicato de Empleados de Farmacia, 41 años) advierte sobre los peligros del evitis­mo: "En los cuadros que han llegado al movimiento por otras vías es po­sible, no lo dudo, caer en esa falacia; pero nosotros, que hemos vivido a ese matrimonio como una perfecta comple-mentación, no lo haríamos nunca. Ade­más, habría que distinguir entre los que llegan a endiosar a Evita y me­nospreciar a Perón, al menos, con bue­nas intenciones, para acentuar un sig­no revolucionario, y los que lo han he­cho —y ése fue el comienzo del fin de Vandor— con fines nefastos. Es la di­ferencia que existe entre las confusio­nes políticas de la izquierda y las in­trigas de la burocracia derechista". Ju­lio Guillan, secretario general de FOE-TRA, aporta un juicio similar: "Para los que quieren dividir a estos dos se­res corresponde señalar que, si se re­conoce a Eva Perón como revoluciona­ria, es imposible dejar de señalar que ella fue la mejor discípula de nuestro conductor. Algunos sectores de ultrade-recha y otros de ultraizquierda —que recién ahora se dan cuenta de que el peronismo nunca fue un movimiento fascista— no alcanzan a comprender todavía que, para las masas, esas dos figuras son inseparables. Y si a algu­no le quedan dudas, que sepa que Eva, en sus últimos minutos, dejó un mensaje: "Cuiden a Perón".

Ante la sola mención de esa ocu­rrencia, Juanita Larrauri, presidenta de la Rama Femenina del partido Jus­ticialista, no tarda en enfurecerse: "El que hace evitismo no es ni más ni menos que un antipatria. Es un cre­tino. Nadie puede querer a Evita sin querer a Perón. Así les fue a los que intentaron, por ese medio, dejar a Pe­rón mal parado. No les quedaron ni las ganas. Y todo el mundo sabe cómo idolatro yo a la señora que, desde el cielo, nos gobierna con los brazos abier­tos y que, algún día, castigará a los cretinos que hacen evitismo".

Los políticos, los que acompañan al general en los grandes cargos —qué me perdonen, yo los quiero mucho, como todos ven— no pasarán a ta his­toria. Forman un partido político. De nuestro movimiento no surgirán más que el pueblo y Perón. Yo quiero te­ner el honor de compartir esa gloria dentro del pueblo.

En sus clases de Historia del Pero­nismo que dictó en la Escuela Supe­rior Peronista y, por cierto, en sus discursos y en sus reacciones cotidia­nas, Evita repetía —con una, obsesión para muchos irritante, y para otros inexplicable y ya convertida en este­reotipo— que, después de Perón, nadie era digno de jerarquías personales. Ese largo canto épico que parecen, hoy, sus clases, implican en realidad una actitud política. No impresionan como el mero cumplimiento de un deber im­puesto por su marido; el inequívoco, exagerado acento personal, revela una

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EN LA NUEVA ARGENTINA, LOS UNICOS PRIVILEGIADOS

"Antes de llegar a ellos, debía enfrentar a los mercaderes'

intención propia y, por lo tanto, una de sus virtudes revolucionarias: Evita se autopostula como sacerdotisa de Perón y enseña, así, que la ausencia de jerarquías —es decir, de burocra­cia— asegura supervivencia y unidad al movimiento. El error o el acierto —en todo caso su originalidad— resi­de en que no explicó nada: lo hizo.

í IMAGENES S U P E R P U E S T A S . Caiga I quien caiga y cueste lo que cueste, la

t raza de los explotadores terminará es­te siglo. Entre la retórica de sus dis­cursos y las expresiones, menos alam­bicadas, de sus clases surgen, de pron­to, frases con resonancia asombrosa­mente actuales y que, entonces, apenas se distinguieron. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Montoneros y hasta la guerrilla marxista incorporaron al­gunas a su literatura panfletaria. Cons­tituyen, todas, síntomas de su proyecto de vida combativo y muchos suponen que sólo la presión o la mediocridad de ciertos hombres que la cercaban impidieron otras audacias.

La mayoría de los militantes pero­nistas y estudiosos de las ciencias so­ciales que consultó Panorama está de acuerdo en que el slogan "Si Evita viviera sería montonera" contiene da­tos reales. JorgeJQi-Pascuale: "En todo accionar eTT el sistema hay que dife­renciar campos. Como vivimos dentro del sistema, también hay . que actuar allí. Evita eligió el camino de lucha más frontal con el enemigo. No obstan­te entender que no tenemos salida por la vía pacífica —porque el gobierno cierra los caminos— es necesario ac­tuar para demostrar que no existe, por esa vía. Pero, seguramente, Eva Perón se identificaría con la otra: Ella cayó en una etapa; Valiese, Valle, Pampillón, Misetich cayeron en otra etapa del mis­mo enfrentamiento. Pero tampoco Pe­rón se ha entregado: si lo hubiera he­cho, ya estaría aquí". Norma Kenne­dy: "El enfrentamiento de los intere-

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ses en pugna está en un plano incli­nado que llegará a un punto máximo de contradicción. No puede haber con­ciliación entre el explotador y el ex­plotado, entre el empresario y el asa­lariado, entre el terrateniente y el cam­pesino. Por eso la juventud no se equi­voca cuando grita ese slogan. Comba­te por el retorno del general Perón".

Con sangre o sin sangre la raza de los explotadores terminará en este siglo.

El secretario general de FOETRA, Jorge Guillan, duda: "Habría que de­finir, primero, qué quiere decir "mon­toneros". Si quiere decir "revoluciona­rios" se trata, por cierto, de un fe­nómeno real; habría que buscar una palabra que rimara con "revoluciona­ria". Y Juanita Larrauri: "Yo justifico al muchacho que dice eso con convic­ción porque entiende que ella los acom­paña, en esta lucha, para que regrese Perón. ¿Es que acaso le tienen miedo a la palabra «montoneros»? Ese grito fanático —porque yo cambiaría la ex­plicación que da el diccionario de la palabra fanatismo, ya que también se puede ser fanático de realidades y no sólo de mitos— del muchacho sincero, porque hay de los otros, pide que Pe­rón vuelva". El sociólogo Leopoldo Hal-perín asegura: "No es un slogan. En los actos de la Juventud Peronista don­de suele expresarse el peronismo revo­lucionario, ésa es una de las consignas más fuertes".

4f La violencia del pueblo no es violen­cia: ¡es justicia!

Sin embargo, cierta retórica que sa­turaba el periodismo de su época —por ejemplo, Mundo Peronista— insistía en fijar su condición de hada buena, generadora de milagros y esperanzas, poco menos que caída, inexplicable­mente, del cielo. Todavía en 1972 los locales de la Rama Femenina esconden verdaderas misioneras de esa imagen parcial, forzadamente sacralizada.

• En el primer aniversario de su muer-

• B M

te. Mundo Peronista le dedica un nú­mero atiborrado de poemas, oraciones fúnebres y signos de admiración. En su portada asoma una frasa de Evita: Caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Mientras recorta, en diarios y revistas, las noticias referidas a su movimiento, Delia Maldonado, una-de | las lugartenientes afanosas de Juanita Larrauri, se lamenta: "Esto ha sido tomado por otros. No entiendo cómo • se puede decir «Si Evita viviera, sería montonera». La señora era tan amante de la paz. ¡En qué ha caído nuestro movimiento!". Para borrar esa frase adoptada por las FAP, Delia Maldona­do vuelve las páginas y contempla, en éxtasis, el dibujo de una Eva Perón etérea rodeada de niños. El texto es el siguiente: "Ellos esperaban la llegada de esa Hada Rubia para convertirse en frágiles y dulces mariposas". Los sectores combativos del movimiento sostienen! que ésa es una imagen clau­dicante, inofensiva, acuñada por la de­recha. En su momento, los derechistas no dudaron en considerar que el 22 de agosto de 1951, día del Renunciamien­to, era una jornada de alegre home­naje: Evita, inmensa en su generosidad, se habría empeñado en ceder su can­didatura —frenéticamente pedida por el pueblo—, para goce de otros. "Es cierto que Evita era buena y generosa —declaró Bernardo Alberte, ex delega­do de Juan Perón—, pero no esperaba, iba en busca de la miseria, a los rin­cones más terribles de las provincias. Antes de hacer ayuda social, se enfren­taba con los mercaderes."

Sumidos en un puritanismo burgués, apenas se atreven, a aceptar la etapa marginal de la vida de Evita y, con el estereotipo de "sacrificio", "generosi­dad" y "trabajo", logran entibiar la temperatura que tenían sus actos pú­blicos. A veces, ella ponía a prueba la capacidad de entrega propia y de su masa, como un anticipo —o una ame­naza— de acciones más efectivas. Co­co aquel largo grito ritual, que recla­mó en su último 17 de Octubre:

Yo les pido hoy, compañeros, una sola cosa: que juremos todos, publicar mente, defender a Perón, luchar por él hasta la muerte. Y nuestro juramento será gritar, durante un minuto, para que nuestro grito llegue hasta el últi­mo rincón del mundo: La vida por¡ Perón.

Esas concentraciones alucinantes no muestran solamente la realización de un rito. Por momentos, parecen una reunión previa, una prueba de fuerza. Trasformaba, con su gesto, la retórica que le preparaban y, desde los balco­nes de la Casa Rosada, propiciaba, en su masa adicta, un prolongado des­ahogo. Con sus vestidos de gala y sus joyas, provocaba silencio o admiración —curiosamente, nunca envidia—; con sus oscuros trajes sastre, su pelo reco­gido, el gesto agresivo y la voz grave en los altoparlantes, se fue poniendo peligrosa.

A la fuerza brutal de la antipatria, opondremos la fuerza popular organi­zada.

Poco a poco, los componentes bur­gueses que formaban parte del pero-

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nísmo se aliaron, virtualmente, a la clase alta e impidieron, durante el Ca­bildo Abierto del 22 de agosto de 1951, que Eva Perón fuera candidata a la vicepresideneia. Ese día, el grado de conciencia que el peronismo había ge­nerado, a su modo, en la clase obrera y, sobre todo, lia fidelidad con que Evi­ta lo interpretaba, casi hicieron saltar los resortes.

Yo les pido a la Confederación Ge*, neral del Trabajo y a ustedes, por él cariño que nos profesamos mutuamen­te, para una decisión tan trascendental en la vida de esta humilde mujer, me. den, por lo menos, cuatro días.

Yo haré, finalmente, lo que el pue­blo decida.

Compañeros. Compañeros... Com­pañeros. Compañeros: yo no renuncio a mi puesto de lucha, yo renuncio a los honores ...

Compañeros: por el cariño que nos une, les pido por favor que no me ha­gan hacer lo que no quiero hacer. Se lo pido a ustedes como amiga, como compañera. Les pido que se desconcen­tren.

Compañeros: ¿Cuándo Evita los ha defraudado? ¿Cuándo Evita no ha he­cho lo que ustedes desean? Yo les pido una cosa: esperen hasta mañana.

Nueve días después, los argentinos escucharon, por radio, su renuncia, leí­da en voz baja y débil. El grado de exaltación que lograban sus actos pú­blicos había dejado de ser inofensivo, meramente pintoresco, el "toque feme­nino" de la agitadora partidaria. Para Américo Ghioldi, sin embargo, un "ro­bot electrónico habría cumplido pare­cidas funciones". En 1972 pocos anti­peronistas se atreverían a adherirse a esa descripción.

GUIRNALDA CON HONORES. Después del 22 de agosto y a medida que se acercaba su muerte, comenzaron a llo­ver condecoraciones y homenajes, co­mo simbólicos actos de reparación. El 26 del julio de 1953, Mundo Peronista publicó, a doble página, con el título de "Los honores de los hombres", casi todas las cruces y medallas que reci­bió en sus 7 años de vida política: Dis­tinción del Reconocimiento, de la Con­federación General del Trabajo, el co­llar de la Orden del Libertador General San Martín, Orden Nacimtal del Cedro (Líbano), Orden de Aguila Azteca (Mé­xico), Soberana Orden Militar de Mal­ta, Orden de Boyacá, Orden Nacional Cruzeiro do Sul (Brasil), Orden Real de Isabel la Católica (España), Orden Nacional de la Legión de Honor (Fran­cia), Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario, y una docena más de los países latinoamericanos.

Mis joyas no me pertenecen. La ma­yor par\te fueron regalo de mi pueblo. Pero aun las que recibí de mis amigos o de países extranjeros o del general, quiero que vuelvan al pueblo. No quie­ro que caigan jamás en manos de la oligarquía, y, por eso, quiero que cons­tituyan, en el museo del peronismo, ur\ valor permanente que sólo podrá ser utilizado en beneficio directo del pue­blo (De su testamento).

El 18 de junio de 1952 la diputada

PANORAMA, JULIO 20, Í 9 7 2

/ t a A)"" Celina Rodríguez de Martínez Paiva presentó al Congreso Nacional un pro­yecto para erigir un monumento a Eva Perón. Después de 84 discursos, la Cá­mara de Diputados lo aprobó y remitió al Senado. Tendría las características que, un año antes, Evita había ideado para, el Monumento al Descamisado. Pidió al escultor Leone Tommasi: "Que sea el mayor del mundo; tiene que culminar con la figura del descamisa­do". Cuando el 2 de julio el Senado, en sesión especial, discutió el proyec­to, comenzó un floreo verbal —que convertía a Evita en mito, es decir, en objeto fijado, estéril— y que se agudi­zó a partir de las 20 y 25 del 26 de ese mismo mes. Algunos sugirieron que se reemplazara la figura del descamisado por la de Eva, pero el escultor explicó sus razones: "Sus formas gráciles y delicadas no pueden reemplazar las di­mensiones colosales y el volumen que ocupará la estatua".

Después de su muerte, comenzó una necesidad frenética de rendir honores y de fijar su rostro y su nombre en estampillas, banderines, monedas, es­taciones de ferrocarril o escuelas. Cuan­do se cumplió su primer aniversario, se conocieron las características de su tumba definitiva: 137 metros de altura, 43 mil toneladas de peso, 100 metros de base, 14 ascensores y 14 mil metros cúbicos de hormigón armado. "La gran­diosidad de la obra —explicaba un folleto de la Presidencia— será el tes­timonio permanente de la exaltación que la Nueva Argentina hace del re­cuerdo de su Abanderada, pasión de su causa, márt i r del trabajo." Las ma­quetas muestran formas enormes, tí­picas de la opresiva arquitectura que imperaba, alrededor de 1930, en Italia y en la Unión Soviética y que, no hace mucho, apareció esplendorosamente en El conformista, la película de Bernar­do Bertolucci.

En noviembre de 1954 una comisión integrada por Juana Larrauri, Roberto Dupeyrón y Nélida Domínguez de Mi­guel viajó a Europa para inspeccionar

Una procesión renovada e infinita 16 DIAS DE EXHIBICION

los trabajos. Cuenta Juanita: "Estuvi­mos allí un mes. Controlamos, en Via-reggio, cómo cortaban los mármoles y, después, nos trasladamos al estudio de Tommasi, donde ya estaban en cons­trucción algunas estatuas. En el Banco de la Nación había 114 millones de pesos para pagar la obra: alguna vez preguntaremos dónde están. En un ac­to maravilloso, el general puso la pri­mera cucharada de portland y mujeres de todas las provincias depositaron un cofre con tierra de su lugar natal. El monumento, que estaba ubicado en Gelly y Obes, entre Libertador y Fi-gueroa Alcorta, llegó a tener casi un metro de alto, pero los «libertadores» lo dinamitaron"

CON HORRORES. A su muerte, siguie­ron descomunales exteriorizaciones pú­blicas y la siniestra historia de su cadáver, todavía inconclusa. Tras la minuciosa obra del embalsamador Pe­dro Ara, los 16 días de velorio y una procesión infinita. Durante los tres años que quedaban de gobierno pero­nista, el calendario de su biografía po­lítica fue abundantemente festejado con presencia popular, por un lado, y ristras de metáforas, por otro. Cuando triunfó la revolución de Rojas y Aram­buru, desaparecieron todos los objetos que pudieran recordarla, desde las fra­zadas con su nombre, que inundaban la Fundación, la tapera donde nació —en Los Toldos—, hasta la mansión donde murió, su monumento y, por cierto, su cadáver. Después de 19 años de una maraña de incógnitas, Juan Domingo Perón lo recibió, el viernes 3 de setiembre de 1971. Entonces el embajador Jorge Rojas Silveyra afirmó que "la intención de quienes sustraje­ron el cadáver de Eva Perón no fue sólo quitarlo al calor popular sino, también, a la ira popular". El método no resultó tan efectivo: con dos golpes en el tabique nasal y ambas rodillas heridas, está guardado en las afueras de Madrid.

Y CON AMORES. Cuando los restos de Eva Perón comenzaban su peregri­naje, los militantes peronistas iniciaron una resistencia desorganizada y con­tradictoria: algunos murieron y otros llegaron a ocupar altos cargos políticos y sindicales.

Yo saldré con las mujeres del pue­blo, yo saldré con tos descamisados de la patria, muerta o viva, para, no dejari en pie ningún ladrillo que no sea pe­ronista.

Mientras la sociedad argentina mo­difica, en muchos casos, su imagen de Eva Perón —afila algunas puntas y trunca otras—, no resulta folklórico, sino sintomático, que en las casas ar­gentinas más pobres una foto de Eva Perón siga custodiada todavía por flo­res o velas encendidas. Es mi. fin en este mundo y en mi patria. Pero no en el recuerdo de los míos. Ellos siempre me tendrán presente, por la simple ra­zón de que siempre habrá injusticias y, entonces, regresarán a mi recuerdo todos los tristes desamparados de esta querida patria.

Ana Basualdo 29