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EXPERIENCIA DOLOROSA CON UNA IGLESIA Para recoger la experiencia que tuve con aquella iglesia puedo buscar en mis archivos personales o en lo más hondo de mi corazón, aún dolido. Haré ambas cosas. La primera, para destacar que me retiré de allí después una larga correspondencia con los pastores de la iglesia, pues yo estaba fuera del país. De mis archivos, sólo voy a recoger unas palabras: “Por mi bienestar, decido retirarme de esta iglesia, y del acompañamiento que he prestado a las personas. Yo quiero morir por una causa grande, como lo hicieron Jesús, Bonhoeffer y Monseñor Romero; y no quiero hallarme a la vuelta de diez años desgastado por las tensiones de tener que pelear con otras personas por creencias y prácticas que sencillamente podríamos respetar y nos enriquecerían”. Buscando en lo más hondo de mi corazón, lo que encuentro es una profunda decepción. Yo llegué a esta comunidad porque se decía que era una iglesia alternativa. Seguía a una denominación innovadora, y hacía conciertos de Rock y evangelización con teatro. Me recibieron con sonrisas y abrazos. A los pocos días de estar allí, presencié un culto en el que dos personas adultas salían al frente y eran avergonzadas en público, obligadas a confesar que “cayeron”. Los rostros duros de los pastores, la intención de saber qué era lo que habían hecho, la obligación a confesar, generaron un ambiente de miedo que nos marcó a quienes estábamos allí. Tiempo después iniciaron una cacería de brujas. Ya que la iglesia pretendía recoger gente de la periferia, evidentemente iban personas diferentes: punks, hippies, artesanos, etc. Pero el equipo de pastores se reunía, evaluando a cada persona que llegaba, y decidiendo sobre sus “intenciones”. Se decía de alguna chica bonita, que era una bruja, y que era tentación para los pastores. De algún chico listo, que tuviera capacidades para la música o el arte, que su única intención era venir a conquistar a las chicas, y seducir a las esposas de los pastores. De los jóvenes que tenían nuevas ideas, decían que estaban influenciados por la nueva era, y que eran peligrosos para la santidad de la iglesia. Mi persecución empezó porque me gustaba leer Las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis. Oí una vez al pastor decir en una predicación que era inconcebible que un cristiano pudiera leer

Experiencia anónima

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Esta narración forma parte parte del libro "Amor más allá de la iglesia" . Me fue enviada por un jóven teólogo. Acordamos que el documento fuera anónimo. Este texto está integrado en la Segunda Sección del libro, en donde se describe cómo la Iglesia pasó de basarse en el Amor y Respeto y empezó a basarse en el Poder y el Temor.

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Page 1: Experiencia anónima

EXPERIENCIA DOLOROSA CON UNA IGLESIA

Para recoger la experiencia que tuve con aquella iglesia puedo buscar en mis archivos personales o en lo más hondo de mi corazón, aún dolido. Haré ambas cosas. La primera, para destacar que me retiré de allí después una larga correspondencia con los pastores de la iglesia, pues yo estaba fuera del país. De mis archivos, sólo voy a recoger unas palabras: “Por mi bienestar, decido retirarme de esta iglesia, y del acompañamiento que he prestado a las personas. Yo quiero morir por una causa grande, como lo hicieron Jesús, Bonhoeffer y Monseñor Romero; y no quiero hallarme a la vuelta de diez años desgastado por las tensiones de tener que pelear con otras personas por creencias y prácticas que sencillamente podríamos respetar y nos enriquecerían”.

Buscando en lo más hondo de mi corazón, lo que encuentro es una profunda decepción. Yo llegué a esta comunidad porque se decía que era una iglesia alternativa. Seguía a una denominación innovadora, y hacía conciertos de Rock y evangelización con teatro. Me recibieron con sonrisas y abrazos.

A los pocos días de estar allí, presencié un culto en el que dos personas adultas salían al frente y eran avergonzadas en público, obligadas a confesar que “cayeron”. Los rostros duros de los pastores, la intención de saber qué era lo que habían hecho, la obligación a confesar, generaron un ambiente de miedo que nos marcó a quienes estábamos allí.

Tiempo después iniciaron una cacería de brujas. Ya que la iglesia pretendía recoger gente de la periferia, evidentemente iban personas diferentes: punks, hippies, artesanos, etc. Pero el equipo de pastores se reunía, evaluando a cada persona que llegaba, y decidiendo sobre sus “intenciones”. Se decía de alguna chica bonita, que era una bruja, y que era tentación para los pastores. De algún chico listo, que tuviera capacidades para la música o el arte, que su única intención era venir a conquistar a las chicas, y seducir a las esposas de los pastores. De los jóvenes que tenían nuevas ideas, decían que estaban influenciados por la nueva era, y que eran peligrosos para la santidad de la iglesia.

Mi persecución empezó porque me gustaba leer Las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis. Oí una vez al pastor decir en una predicación que era inconcebible que un cristiano pudiera leer libros donde los animalitos hablan, que eso no era de Dios, que quienes tenían un Dios de fantasía no podían vivir en santidad. Cada opinión que yo daba, era refutada. Cada intención de compartir de la fe con mis amigos y amigas, era reprimida. Incluso se me prohibió hablar en público por un tiempo, ya que pensaban que mi intención era enamorar a las chicas. Es cierto que había una chica que me gustaba, pero ¿dónde más iba a buscar relaciones serias, si no era en la iglesia? ¿Acaso no es la iglesia el mejor espacio para socializar y buscar una compañera o un compañero de vida?

Tiempo después empecé a compartir mi experiencia de fe con otras personas, entre las que se destacaban católicos, evangélicos, pentecostales, anabautistas y otros grupos que tenían especial sensibilidad por las personas pobres y marginadas. Algunos amigos y amigas de la iglesia compartían esta sensibilidad, y comenzamos a reflexionar sobre el evangelio y la justicia social. Se me acusó en la iglesia de ser ecuménico y liberacionista, y eso era visto como malo. Hubo un momento en que el pastor reunió a algunos de mis amigos y les dijo: “Yo pienso así. Si ustedes no quieren pensar así, entonces váyanse”. Total, se fueron. Y con ellos, yo también me retiré. Nunca más volví.

El retirarme de esta iglesia ha sido una experiencia sanadora para mí. Tan sanadora, como el momento en que llegué a una iglesia evangélica durante mi adolescencia, cuando necesitaba de una orientación para mi vida. No fue fácil adaptarme a otras comunidades, pero se hizo. Ahora miro en retrospectiva, y lo interpreto de la misma

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manera que los judíos interpretan el Éxodo: Gracias Dios de la vida por sacarme de esa tierra egipcia, lugar de esclavitud y postración.