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M emoria de un ojo es el nombre que Oliverio Hinojosa dio a su taller, al espacio de trabajo, al lugar de la creación. En el pensamiento de este artista, la memoria como abrevadero y la memoria como tema fueron constantes; de los re- cuerdos extrajo muchas imágenes que aparecían frecuentemente, a veces filtradas por la conciencia, y en ocasiones apareciendo su- brepticias e ineludibles; intentó también dar imagen a la memo- ria y a los tipos de memoria y sos- tenía que cada uno tenía una fi- guración específica, porque cada tipo de memoria tenía una natu- raleza que lo diferenciaba de otros. Dado que con los sentidos aprehendemos el mundo y todo lo que percibimos se almacena en el cerebro, es un hecho que todo lo visto yace en el interior y pue- de ser retraído a la conciencia. Así pues para un artista visual, el ojo es más que nunca una ventana, Una serie de reflexiones amistosas, sobre la vida de Oliverio Hinojosa, sobre su obra, su taller y sus proyec- tos. ELIZABETH ROMERO Periodista independiente y promotora cultural DE AMISTAD PARA ISAURO THOMÉ A la memoria de Oliverio Hinojosa una herramienta, una extensión del propio cuerpo. Y aún más, para Oliverio «crear es ver una cosa por pri- mera vez». Bajo esta aseveración es necesa- rio ver su obra, para entender que la icono- grafía proviene de to- dos los estadios inter- nos que transitó, que oleadas y salpicaduras que ahora son imáge- nes, vienen quizá de los recuerdos de la ni- ñez en Guánica, en Puerto Rico, la tierra materna que también le inculcó el acento y una sensualidad extre- ma; fotografías vistas, paisajes recorridos, el cuerpo amado, el cuerpo suyo se inte- gran a un universo tanto real como imaginado. Dice también: “Uno es lo que ha vivi- do y lo que ha pintado”. Pocas obras han insistido tanto en la presencia del cuerpo. Resi- dencia del yo, laboratorio de emociones, receptáculo de sen- timientos, paradoja de la vida — esa certeza de vivir muriendo— , el cuerpo encarna el mayor mis- terio y la única certidumbre. Oliverio lo sabía, dibujó su cuer- po miles de veces, dibujó lo que por fuera era y lo que por dentro tenía, lo que por fuera exponía, lo que por dentro ocultaba, lo que por fuera deleitaba, lo que por dentro dolía. Y dolor fue una entidad que exploró; el sufrimien- to del sentido trágico de la vida, el sufrimiento físico y el psíqui- co fueron un enigma al que se acercó y quiso desentrañar y co- nociéndole halló, por eso, el sen- tido del gozo. Atrevido siempre, con esa sensualidad extrema tran- sitó la polaridad extrema del goce y el dolor. Fue “la cintura más breve de la plástica nacional”, podía vérsele bailando con una alegría que des- bordaba no sé si más en la sonri- sa y los ojitos pícaros o en la sol- tura del talle y la elegancia en los brazos. De hablar sabroso, yo nunca sabía en donde comenza- 37 No 01 / SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001 GALERIA [email protected] Fotografías: Margarita Fernández

extensión del propio A la memoria de Oliverio Hinojosa DE ...discursovisual.net/1aepoca/dvweb01/PDF/37-38.pdfLiliana, Blanca, Connie, Rafa, Manolo, Elías, Sonia, Gustavo, Jenny,

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Page 1: extensión del propio A la memoria de Oliverio Hinojosa DE ...discursovisual.net/1aepoca/dvweb01/PDF/37-38.pdfLiliana, Blanca, Connie, Rafa, Manolo, Elías, Sonia, Gustavo, Jenny,

Memoria de un ojo es elnombre que OliverioHinojosa dio a su taller,

al espacio de trabajo, al lugar dela creación. En el pensamiento deeste artista, la memoria comoabrevadero y la memoria comotema fueron constantes; de los re-cuerdos extrajo muchas imágenesque aparecían frecuentemente, aveces filtradas por la conciencia,y en ocasiones apareciendo su-brepticias e ineludibles; intentótambién dar imagen a la memo-ria y a los tipos de memoria y sos-tenía que cada uno tenía una fi-guración específica, porque cadatipo de memoria tenía una natu-raleza que lo diferenciaba deotros. Dado que con los sentidosaprehendemos el mundo y todolo que percibimos se almacena enel cerebro, es un hecho que todolo visto yace en el interior y pue-de ser retraído a la conciencia. Asípues para un artista visual, el ojoes más que nunca una ventana,

Una serie de reflexiones amistosas, sobre la vida deOliverio Hinojosa, sobre su obra, su taller y sus proyec-tos.

ELIZABETH ROMERO

Periodista independiente ypromotora cultural

DE AMISTADPARA ISAURO THOMÉ

A la memoria de Oliverio Hinojosa

una herramienta, unaextensión del propiocuerpo. Y aún más,para Oliverio «crear esver una cosa por pri-mera vez». Bajo estaaseveración es necesa-rio ver su obra, paraentender que la icono-grafía proviene de to-dos los estadios inter-nos que transitó, queoleadas y salpicadurasque ahora son imáge-nes, vienen quizá delos recuerdos de la ni-ñez en Guánica, enPuerto Rico, la tierramaterna que tambiénle inculcó el acento yuna sensualidad extre-ma; fotografías vistas,paisajes recorridos, elcuerpo amado, elcuerpo suyo se inte-gran a un universotanto real como imaginado. Dicetambién: “Uno es lo que ha vivi-do y lo que ha pintado”.Pocas obras han insistido tantoen la presencia del cuerpo. Resi-dencia del yo, laboratorio deemociones, receptáculo de sen-timientos, paradoja de la vida —esa certeza de vivir muriendo—, el cuerpo encarna el mayor mis-terio y la única certidumbre.Oliverio lo sabía, dibujó su cuer-po miles de veces, dibujó lo quepor fuera era y lo que por dentrotenía, lo que por fuera exponía,lo que por dentro ocultaba, loque por fuera deleitaba, lo quepor dentro dolía. Y dolor fue una

entidad que exploró; el sufrimien-to del sentido trágico de la vida,el sufrimiento físico y el psíqui-co fueron un enigma al que seacercó y quiso desentrañar y co-nociéndole halló, por eso, el sen-tido del gozo. Atrevido siempre,con esa sensualidad extrema tran-sitó la polaridad extrema del gocey el dolor.Fue “la cintura más breve de laplástica nacional”, podía vérselebailando con una alegría que des-bordaba no sé si más en la sonri-sa y los ojitos pícaros o en la sol-tura del talle y la elegancia en losbrazos. De hablar sabroso, yonunca sabía en donde comenza-

37 No 01 / SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001

GALERIA

[email protected]

Fotografías: Margarita Fernández

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ba su aire caribe o el acento nor-teño, pues el padre nació enMonclova, y porque anduvoigual en la espesura verde que enel llano ocre. Y creo que la im-pronta llegó también a las manosy el gusto, y su cocina y su mesa

se enriquecieron sólo para agra-dar, que a gloria te sabía el piñóny la carne con chile que prepara-ba con celo y maestría. Ingenio-so para la fiesta, no había más queoír la retahila de dichos, refranes,frases y ocurrencias con que tam-

bién salpicaba la conversación.Y amó y fue amado. Cultivó todaclase de amigos, que en su en-fermedad le prodigaron atencióny cuidado y a quienes supo her-manar regalándonos su respeto,su solidaridad, su generosidad. Yquiero decir los nombres de Canay Oliverio, sus padres, y LuzMaría y Gonzalo y Daniel,Liliana, Blanca, Connie, Rafa,Manolo, Elías, Sonia, Gustavo,Jenny, Lupe y Ricardo, Mario,Alejandro su médico y el de to-dos aquellos que lo alentaron consu presencia.Por alguna razón que aún no lo-gro descifrar, nos reencontramoshace tres años y medio luego deun largo periodo de no vernos;nos conocíamos desde 1981 enlos tiempos de Suma, el grupo alque unió su talento y su bravura,nos reventamos juntos, allá por1985, en el mítico Bar 9, cuan-do Huey Louis and The News yMaddona eran la ley y TinaTurner gritaba What’s love, buta second hand emotion. Des-pués, coincidimos pocas vecesen inauguraciones y cocteles yluego nos ganó la distancia. Fueen 1998, cuando en ExTeresa sepreparaba la exposición Suma.Una re-visión 1976-1982 cuan-do volvimos a vernos y no nossoltamos, compartimos jornadasextenuantes revisando archivos,escribiendo, haciendo entrevis-tas, preparando informes, con losdemás integrantes del grupo. Se-guimos trabajando para el catá-

logo y la exposición El cuerpocomo lenguaje exhibida en elMuseo Nacional de la Estampa.Meses más tarde, entré a su ta-ller a trabajar la exposiciónXipeme, una investigación sobreel dolor de la ausencia, me aco-gió en sus brazos para que yopudiera morir y renacer; MaritzaLópez se unió al ritual y siempreestuvo presente Isauro. En di-ciembre de 1999 ninguno de no-sotros imaginó el largo caminode dolor y sufrimiento, pero tam-bién de valentía y coraje.Hace una semana estuve en el ta-ller de Oliverio, más de dos me-ses después de su muerte. Suobra, sus mesas de trabajo, suspinceles, sus libros, sus objetostan preciados: obra de otros ar-tistas, artesanías y la retacería deciudad (anuncios, láminas oxida-das, alambres) que recolectó des-de hace muchos años, todoestaba ahí para testimoniarfuerza, energía, talento yuna disciplina a prueba detodo. El taller era su san-tuario, si permitía a otrosentrar era para trabajar,para construir; exigía unrespeto que incluía el tiem-po, la ubicación de mate-riales, la disposición de es-pacio. El departamentodonde se ubica tiene una te-rraza con una fuente y de-cenas de macetas con plan-tas, adentro también lashay y hubo, hasta unas se-manas antes de morir, jau-

las enormes para albergar a unciento de canarios a los que ali-mentaba todos los días en un ri-tual de saludar a la vida antes deempezar su jornada. Cuidó tam-bién muchísimas orquídeas que leregalaban brotes de belleza y exo-tismo y se acompañó de Tatsio yAnaís, sus dos perros galgos. En-tré al taller con Isauro, su compa-ñero en los últimos quince años, aquien quiero seguir abrazada eneste duelo que parece no terminar,pero que, sin duda, pasará y harámás sólida la amistad. Entramos,pues, a trabajar, a preparar la ex-posición que se montará en el Mu-seo La Casa del Cerro, en Torreón,Coahuila. Para que su obra sigaandando, para que sea vista y seintegre a la memoria de otros ojos.

En México Tenochtitlan, el 29 dejunio de 2001

38 No 01 / SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001

Discurso Visual