Familia, Género y Cultura_Santiago Bastos Amigo_Libro Robichaux, David. (Familia y Diversidad en América Latina FLACSO 2007)

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    Bastos Amigo, Santiago. Familia, gnero y cultura. Algunas propuestas para la comprensin de ladinmica de poder en los hogares populares. En publicacin: Familia y Diversidad en Amrica Latina.Estudios de casos. Robichaux, David. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires.Septiembre 2007. ISBN 978-987-1183-74-6

    Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/robichaux/05-SantBas.pdf

    Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de Amrica Latina y el Caribe de la Red CLACSOhttp://www.clacso.org.ar/biblioteca

    [email protected]

    http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/robichaux/05-SantBas.pdfhttp://www.clacso.org.ar/bibliotecamailto:[email protected]://www.clacso.org.ar/bibliotecahttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/robichaux/05-SantBas.pdfmailto:[email protected]
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    GRACIAS A UNA SERIE DE TRABAJOS desarrollados en las ltimas d-cadas, en la actualidad conocemos cmo la situacin de pobreza incide en

    la dinmica interna y funcionamiento cotidiano de los hogares populares,

    y cmo las relaciones entre sus miembros estn regidas por los patrones de

    gnero. A partir de la experiencia de investigacin en Ciudad de Guatemala,

    en este artculo se pretende colaborar con el avance de este conocimiento,

    intentando ir ms all de la constatacin de la dominacin masculina eneste mbito, partiendo de la idea de que conocer cul es el modelo cultural

    que gua las conductas no exime de investigar tanto este patrn como surelacin con el comportamiento concreto de los sujetos.

    SUBSISTENCIA, GNEROYCULTURA

    Uno de los cambios sociales ms importantes ocurridos en el ltimo medio

    siglo ha sido la incorporacin cada vez mayor de la mujer al mercadolaboral (Castells, 1996). En Latinoamrica, y en concreto en Mxico, el

    *Espaol radicado en Guatemala, donde se desempea como profesor investigador de la FacultadLatinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Doctor en Antropologa Social por el Centro

    de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social (CIESAS) de Mxico.

    Santiago Bastos Amigo*

    Familia, gnero y cultura

    Algunas propuestaspara la comprensin de la dinmicade poder en los hogares populares

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    estudio de este fenmeno y sus consecuencias ha producido una grancantidad de trabajos (Jelin, 1984; De Barbieri, 1984; Gonzlez de la Rocha,

    1994; Benera y Roldn, 1992; Garca y de Oliveira, 1994; Safa, 1998),que constituyen una base imprescindible de lo que conocemos sobre la

    dinmica interna de los hogares populares urbanos.Los resultados de estas investigaciones corroboraban los plan-

    teamientos generales de los estudios sobre la diferencia de gnero: enla sociedad, hombre y mujerson trminos cargados de connotacionesculturales, y conllevan analticamente dos aspectos: la alteridad y la je-rarqua. El primero de ellos lleva a constatar que son concebidos comosujetos de diferentes derechos, obligaciones, virtudes y capacidades, tanto

    en el plano simblico como en las actividades y relaciones de todos losdas. Pero el segundo nos dice que los vnculos entre ellos estn insertos

    en relaciones de poder-subordinacin1. A nivel domstico, esto implicaque el varn, por el hecho de serlo, ejerce la autoridad y adems se su-pone que ha de encargarse de la manutencin del resto de los miembros,

    aunque no siempre lo haga. Las mujeres han de encargarse de lo queocurre puertas adentro de la casa y, cuando trabajan, normalmente lohacen para ayudara su esposo. La autoridad del hombre como jefe delncleo domstico est estrechamente asociada a su papel de proveedoreconmico para la reproduccin del mismo; la manutencin econmica

    supuesta o real se convierte en uno de los puntos clave para justificar

    su autoridad sobre la mujer.De este modo, junto a un amplio y complejo entramado de pres-

    cripciones sociales, institucionales y culturales, el aporte econmico es el

    hecho que justifica y legitima, en su faceta domstica, lo que se denomina

    el patrn de dominacin patriarcal2. Fruto de ello, el hombre debe asegurar

    la reproduccin del hogar y con su autoridad mantiene a la mujer enuna situacin de sujecin econmica y control de sus movimientos, quea menudo llega a la violencia psquica y fsica.

    En escenarios de pobreza, esta vinculacin entre jefatura y res-

    ponsabilidad econmica llega a ser problemtica, pues la necesidad deingresos suele hacer necesaria la participacin econmica de la mujer,y ello puede ser percibido por el hombre como una forma de minar lasfuentes de su poder (Buvinic, 1990; Kaztman, 1992). As, no slo no

    1 As, las diferencias de gnero derivan de un mismo argumento sociolgico: que la es-fera de la actividad social asociada predominantemente con los hombres abarca la esferapreponderantemente relacionada con las mujeres y que, por esa razn, a la primera se leatribuye culturalmente un mayor valor (Ortner y Whitehead, 1996: 140).

    2 Este hecho proviene de la extensin del modelo eurocntrico del pater familias y la familianuclear como forma de universalizacin de la forma de jefatura (Folbre, 1991), unida a loscambios domsticos que ha producido la extensin de relaciones salariales y mercantiles(Pahl, 1984; Bossen, 1984).

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    implica un mayor balance en el reparto de poder y toma de decisionesdomsticas (Benera y Roldn, 1992), sino que casi indefectiblementeprovoca conflictos al interior del hogar (Gonzlez de la Rocha, 1994).De esta forma, la incorporacin femenina al mercado de trabajo, que

    constituye una estrategia de sobrevivencia puesta en marcha cuando elingreso masculino no es suficiente para la reproduccin del hogar, supone

    tambin una transgresin (Sarti, 1995), una actividad noprevista en elmodelo de comportamiento en que se basan las relaciones de gnero.

    Estos trabajos han implicado un gran avance en el conocimientode la dinmica interna de los hogares populares. Sin embargo, para eltema que nos interesa, presentan una imagen de la familia y las dinmicas

    domsticas que puede llegar a ser excesivamente esttica y determinista:

    los roles de gnero son tan fuertes, la ideologa de la familia tradicionalque los sustenta est tan asentada, que ni los cambios sociales puedencontra ella. Por ello, aqu se propone ir un tanto ms all; pasar de laconstatacin de estos comportamientos a un intento de comprenderlos,partiendo para ello de una advertencia que Ortner y Whitehead hicieran

    hace tiempo (1996: 144; nfasis propio):

    Las ideasculturales sobre el gnero muy rara vez reflejan con exacti-tud las relaciones masculino-femeninas, las actividades de hombres ymujeres y las contribuciones especficas de los individuos de ambos

    sexos en cualquier sociedad determinada.

    Es decir, la idea bsica ser que los comportamientos relacionados conel gnero, esas actividades y relaciones, se dan a partir de ideas culturales,

    pero que la relacin entre ambos niveles no es directa ni mecnica.Frente a otros aspectos de la dinmica domstica, la cultura suele

    aparecer como el elemento que justifica el comportamiento de hombresy mujeres, refirindose en concreto a la construccin de gnero. Peronormalmente se da tan por hecho, se reifica de tal manera la domina-

    cin masculina, que pensamos que no es necesario explorarla ms allde lo que ya se sabe. El hecho de saber cul es la imagen legtima deunos y otras en sus hogares nos ayuda a conocer cmo se comportan,pero no exime de investigar cmo se lleva a la prctica cotidiana esa

    normatividad social.Por otro lado, saber que las culturas son construcciones histricas

    debera permitirnos ver la posibilidad de una diversidad de formas en las

    cuales se produzca esta relacin de gnero, en vez de esa forma implci-ta de considerar la dominacin masculina como algo universal. Segn

    Chant, esta sera la base de las propuestas del feminismo posmoderno,que cuestionan dicha concepcin acrtica de la dominacin masculina y

    a la vez funcionan de la siguiente forma (1997: 34-35; nfasis propio):

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    A pesar de teorizar sobre el patriarcado como un sistema social, seconceptualiza la subordinacin femenina como fundamentalmentefragmentada y variada [] As, aunque el acceso diferencial a recur-sos y poder, basado en el gnero y la diferencia sexual, est extendi-

    do, no podemos explicarlo por un concepto monoltico de patriarcado,sino explorar las construcciones histricamente especficas de pa-triarcados (y masculinidades).

    A estas ideas se unir un principio metodolgico bsico. En la mayorade los trabajos realizados en torno a esta temtica, el objeto de estudioo, al menos, la informante bsica ha sido la mujer. Ello ha provocadoque la figura del varn dentro de estos mismos hogares haya sido ape-nas problematizada, apareciendo a veces slo como la personificacinde esa dominacin masculina y dando por supuesta la relacin entre

    masculinidad y jefatura de hogar. Pero si estamos de acuerdo en que

    los sistemas de gnero se basan en relaciones, al menos, binarias y se

    reproducen en las minucias cotidianas, para comprender cmo se danno podemos sacar a uno de los dos sujetos en ellas implicadas3. Por ello,la propuesta es aplicar, como ya se est haciendo (Gutmann, 1997), lametodologa de gnero al estudio de los varones tambin. Para el es-

    tudio de los hogares en concreto, se requiere incluso ir ms all y, sinprivilegiar a ninguno, dotar a hombres y mujeres de la misma categora

    analtica y por tanto metodolgica, dado que es en la relacin entreellos donde se construyen y recrean los patrones de diferencia genricay dominacin masculina4.

    Sobre estas bases analtico-metodolgicas generales, en este

    artculo se presentarn una serie de propuestas concretas, a travs

    de las cuales espero que surjan para la discusin algunos elementosque permitan avanzar en nuestra comprensin de la dinmica interna

    3 Los trabajos que conozco que de alguna manera se refieren al problema de la jefatura dehogar suelen estar basados en el discurso de una sola de las partes en la relacin, ya seanlos hombres (Kaztman, 1992; Gilmore, 1994; Gutmann, 1996; Escobar, 1996) o, con mayorfrecuencia, las mujeres (Benera y Roldn, 1992; Garca y de Oliveira, 1994; Gonzlez dela Rocha, 1994; Wilson, 1990; Brunt, 1992; Villarreal, 1994; De Len, 1996), por lo que seprofundiza y cualifica bastante su visin e identidad; sin embargo, siempre parece faltaralgo cuando unos hablan de otros.

    4 En los hogares existen otros miembros que tambin intervienen cotidianamente en las rela-

    ciones de poder y dominacin. En concreto, habra que referirse a los hijos y diferenciarlosinternamente por gnero, pero por ahora prefiero centrarme en los sujetos entre quienesms claramente se ejerce y discute el poder: hombres y mujeres adultos. Al servicio de la

    claridad, me referir a la forma ms general y sencilla de hogar: la familia nuclear completa.

    Sin embargo, la cuestin es ms complicada, por ejemplo, en las familias extensas, dondedebe haber un reparto del poder segn la relacin entre los diversos subncleos y sus jefes.Por ltimo, en las familias monoparentales, normalmente dirigidas por una mujer sola, laausencia del otro no implica directamente la concentracin del poder.

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    de los hogares populares. Primero se expondrn algunas ideas sobreel comportamiento masculino, para luego pasar al de las mujeres, yfinalmente se har una reflexin un tanto ms extensa sobre la formaen que estas relaciones se dan en hogares indgenas urbanos. La base

    emprica de esta reflexin y los casos a los que me referir provienen deuna investigacin realizada en Ciudad de Guatemala, cuyo objetivo fue

    comprobar qu papel cumplen las lgicas culturales en las actividadesligadas a la subsistencia cotidiana. Para ello se compararon sistem-ticamente los comportamientos y actividades que se desarrollan en

    hogares indgenas y no indgenas que residen en las mismas coloniaspopulares de Ciudad de Guatemala, tanto a partir de datos obtenidospor medio de encuestas como de entrevistas en profundidad con hom-bres y mujeres de ambos grupos5.

    ELCOMPORTAMIENTODELOSHOMBRESENSUSHOGARES

    Los trabajos que describen el comportamiento de los hombres en loshogares populares urbanos suelen mostrar dos patrones que se dan deforma simultnea. Por un lado, se destaca que el hombre hace lo posible

    para ser el principal aportador de recursos econmicos al hogar. Por otro,

    queda bastante claro que no suele cumplir a cabalidad con esta respon-sabilidad: de forma mayoritaria, el hombre destina al chivo domsticoslo parte de sus ingresos, guardando otra parte para gastarla con loscuates, a veces en mujeres y tragos. Las consecuencias domsticas delabuso del alcohol pueden ser consideradas como el culmen simblicoy prctico de esta otra faceta, pues llevan a dejar el hogar desatendidoy en situaciones muy tensas y a menudo violentas en cuanto a la convi-vencia diaria6. Frente a esta situacin, el comportamiento de la mujermuchas veces se ve como meramente reactivo, debiendo trabajar porque

    su compaero no aporta suficientes ingresos, o teniendo que abando-narlo con toda la sancin social que ello conlleva porque la violenciase ha hecho insoportable.

    La explicacin que se brinda para este (doble) comportamientosuele combinar factores estructurales y culturales, y de forma genrica se

    habla del machismo, como elemento cultural tpicamente latino (Gilmore,

    5 Esta investigacin corresponde a mitesis de doctorado (Bastos Amigo, 2000). Se basa enms de 300 encuestas y casi 70 entrevistas realizadas en las colonias de La Ruedita (Zona 3)y La Brigada (Mixco) y en el mercado de La Terminal (Zona 4), que representan tres formasmuy distintas de vivir la ciudad y, en concreto, de la insercin de los indgenas en ella.

    6 Dependiendo del universo de estudio, la problemtica concreta y los intereses de las au-

    toras, cada trabajo destaca ms uno u otro comportamiento, pero ambas formas en las quelos hombres se relacionan con su hogar y sus ingresos aparecen siempre conjuntamente.Lomnitz (1975) es la nica autora que conozco que otorga un papel positivo al cuatismoentre los hombres, por el rol que este juega en las redes de reciprocidad.

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    1994) o asociado a la cultura de la pobreza (Lewis, 1986)7. Otros trabajosintentan una explicacin ms sofisticada, al asociar esta conducta, no alpatrn cultural en s, sino a su falta de adecuacin con los cambios que ha

    conllevado el desarrollo y la situacin de pobreza que ha generado8. Pero

    existen varias evidencias para indicar que el comportamiento masculinoirresponsable (Kaztman, 1992) se da en marcos sociales y cronolgicosdiferentes a los utilizados para explicarlo9.

    Lo que la experiencia me ha revelado, al intentar comprender elcomportamiento domstico de los varones de Ciudad de Guatemala, esque la explicacin puede residir dentro del propio modelo cultural, peropara comprenderlo es preciso problematizar ese patrn denominado

    machismo, situndolo dentro de un marco ms amplio de la conductamasculina. La siguiente propuesta se basa en algo que se encuentra im-plcito en casi todos los textos, pero hacerlo explcito y utilizarlo comoeje de anlisis puede ayudar en esta tarea.

    La idea parte de que en el modelo cultural que est detrs de

    estos comportamientos hombres y mujeres se definen segn diferentescategoras morales (Sarti, 1995: 122). Si esto puede sonar excesivo

    para ciertos mbitos de la accin social, en lo que se refiere al hogar yla familia resulta evidente que los patrones esperados de conducta sonclaramente distintos para ambos. En el caso de la mujer, es bastante

    claro lo que se espera de ella; su marco de comportamiento no ofrececasi ambigedades. Pero en el caso de los hombres, la cuestin no esttan clara. El patrn que cultural y socialmente debe guiar su compor-tamiento es, cuando menos, ambiguo, y puede llegar a ser francamentecontradictorio. El hombre debe moverse entre dos polos: el hogar y elmundo externo, sin poder llegar a abandonar totalmente ninguno de losdos. De Len lo plantea claramente (1996: 74; nfasis propio):

    7 Por ejemplo, Chant plantea que en las colonias de bajos ingresos [...] el hombre resientemucha frustracin y humillacin; el machismo se intensifica y dicho resentimiento se dirige

    hacia la familia (1988: 192).

    8 Kaztman es quien mejor resume esta explicacin, al argumentar que la rpida urbanizacin

    no ha dado tiempo en Latinoamrica a que los patrones patriarcales basados en la economacampesina se adapten a la economa mercantil y la precariedad laboral que se da en las ciu-dades. Por todo ello, el hombre se encuentra inhabilitado para el desempeo de sus rolesculturalmente asignados, produciendo una situacin anmica que genera un circuito perverso

    en el cual el incumplimiento de las obligaciones debilita su autoridad dentro de la familia, loque a su vez contribuye a acelerar su abandono de esas obligaciones (1992: 93).

    9 Por un lado, ha sido descripto tanto entre los sectores medios (De Barbieri, 1984; Garca

    y de Oliveira, 1994) como entre campesinos (Wilson, 1990; Brunt, 1992; Villarreal, 1994; DeLen, 1996; Crdova, 1996), matizado, naturalmente, por las condiciones que los diferencian.

    Por otro lado, comportamientos semejantes se han encontrado en sectores campesinos delsiglo XIX en Mxico (Gonzlez e Iracheta, citados en Garca y de Oliveira, 1994: 160).

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    Aunque a los varones en general se atribuye el ejercicio de la libertad,se espera que esta facultad no interfiera con el cumplimiento de susobligaciones familiares. Esto es, que sus ratos de esparcimiento conamigos o su aficin por el alcohol no sean llevadas al grado de gastar

    todo el dinero en vicios.De esta afirmacin pueden destacarse dos aspectos. En primer lugar, est

    el uso del impersonal se se atribuye, se espera, que nos indica que no hay

    uno o varios actores concretos detrs de la accin (los hombres atribuyen, las

    mujeres esperan...), sino que hablamos de un imperativo categrico de una

    jerarqua ms amplia. Es decir, estamos ante elementos culturalmente dicta-

    dos y, por tanto, socialmente sancionados como normas de comportamiento.

    En segundo lugar, debemos notar la diferente conceptualizacin hecha de

    cada uno de los polos de este binomio de comportamiento: el ejercicio de la

    libertad es directamente atribuido, connatural, al ser masculino, mientrasque la responsabilidad domstica es optativa: se espera que sea cumplida10.

    El esquema de masculinidad no est, entonces, construido sobreuna imagen ideal, como ocurre con la feminidad, sino sobre al menos dos.

    Por un lado, la identidad e imagen del hombre pasa por el hogar, del quedebe ser hasta donde resulta posible el nico proveedor. En la medidaen que cumpla ese papel, ser socialmente reconocido y tendr capaci-dad para imponer su autoridad sobre la mujer y los hijos. Pero, por otrolado, esta responsabilidad queda a su entero albedro, pues socialmente

    el varn tambin debe mostrar su imagen de hombre libre de ataduras,autnomo. Y ello supone gastar parte de lo que gana con sus pares, loscuates, que constituyen el mbito donde esta imagen de la masculinidadhalla su respaldo, y hacerlo en las actividades asociadas al ser macho, quees lo que se espera de l: alcohol, juego, mujeres11.

    10 De todas formas, para tornar ms evidente la ambigedad que rige la relacin entre estasdos normas de comportamiento masculino, podemos traer las palabras de un informante deCrdova, quien coloca el aporte econmico por encima de la libertad: hay un dicho muyvulgar, que el hombre es libre no faltando en la casa de comer, vestir y calzar. De ah pall,el hombre es libre (1996: 167). Pero en este mismo trabajo, Crdova muestra en algunosmomentos el carcter atributivo otorgado a la libertad masculina. Primero, comenta cmoa los hijos varones se les imponen disciplinas menos severas [que a las hijas] en funcin de la

    idea, extendida hasta los adultos, de que los hombres son ms rebeldes e irresponsables (1996:

    159; nfasis propio); y posteriormente, refirindose al matrimonio, afirma que al atribuirse a

    los hombres falta de responsabilidad hacia la familia y carcter disoluto, se les considera mslibres de relacionarse social y sexualmente con quien deseen (1996: 167; nfasis propio).

    11 Para la clase media colombiana, Viveros Vigoya plantea que las representaciones mscomunes respecto de la masculinidad son aquellas relacionadas con,por una parte, la capa-cidad sexual, la fuerza fsica, la firmeza de carcter y la independencia frente a otros, ypor

    otra, la responsabilidad tanto en el mbito domstico como social (1999: 14, nfasis propio).La autora relaciona ambos comportamientos con los estereotipos del hombre quebradorde mujeres frente al del hombre cumplidor en su hogar (1999: 4), relacionando alprimero con la respetabilidad y al segundo con la responsabilidad (1999: 3).

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    Y es aqu donde encontramos el conflicto, porque la ambigedadentre estos dos comportamientos, que llevados al extremo son claramente

    contrapuestos, reside en que para que el hombre sea socialmente aceptado

    en ambas esferas no puede descuidar ni desentenderse de uno ni de otro.

    Debe hallar un equilibrio entre ambos, un equilibrio a veces muy precarioen el que debe mantenerse para ser aceptado como varn por todos y entodos los ambientes donde se mueve12. La condicin para seguir siendomujeriegos y fiesteros est parcialmente relacionada con su capacidad demantener en orden la esfera domstica, asumiendo las responsabilidadescon su mujer y sus hijos (Viveros Vigoya, 1999: 14). De la misma forma,podra decirse que la condicin para seguir siendo responsables dependede la capacidad de mantener en orden la vida fiestera. Si la escisin seconsuma y rompe con alguna de las dos imgenes de lo que se espera de l,

    ser socialmente condenado. Podr convertirse en un poco hombre quedescuida a sus amigos, o en un irresponsable que abandona sus deberes

    para con la familia. En medio de ello, hay una amplia gama de posibilidades

    que, si bien pueden poner en entredicho la subsistencia diaria de su hogar,

    no cuestionarn su imagen social: las contradicciones entre las actividades

    masculinas en la calle y las actividades domsticas se resuelven a su favory en detrimento de las mujeres (Viveros Vigoya, 1999: 14).

    Todo lo anterior supone, entonces, que los patrones culturales, las

    imgenes sociales asociadas al gnero, inciden sobre el comportamiento

    masculino de una forma no siempre favorable al hombre. Sin que seanecesario llegar al extremo de Gilmore de plantear que el esquema degnero es igualmente represivo para ambos sexos (1990: 957), deberaasumirse que el varn es una categora marcada por el gnero. Los hom-

    bres han de comportarse como tales de acuerdo con esta construccincultural; el esquema de gnero no slo otorga privilegios (que son

    evidentes), sino que incide en sus actividades y percepciones, marcan-do pautas de comportamiento socialmente esperado. As, la identidadmasculina supone un proceso sometido constantemente a prueba ante

    la sociedad y costoso emocionalmente para los hombres concretos quelo viven (Viveros Vigoya, 1999: 3).

    Como vemos, el comportamiento social del hombre stiene comoreferente al hogar, pero, a diferencia de la mujer, este constituye slo uno

    de los dos polos para identificar su conducta. En l, la nocin de referencia

    para medir o juzgarel comportamiento masculino es la responsabilidad.En los casos estudiados, tanto hombres como mujeres, cuando se refie-

    12 Resulta evidente que en el caso de las mujeres tambin existe una imagen y un compor-tamiento social extradomstico: precisamente el de aquellas a quienes los hombres buscanfuera de sus hogares. La diferencia reside en que esta imagen no est aceptada en las mujeres

    una vez que se casan o unen, y en los hombre s.

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    ren a la conducta de los primeros en sus hogares, lo hacen utilizando elbinomio responsable-irresponsable. A partir de l podra construirseun continuum analtico situado entre los polos del hombre plenamenteresponsable por un lado y el totalmente irresponsable, por el otro; y entre

    ambos extremos podra caracterizarse el comportamiento de cada unode los varones en sus hogares. Sin embargo, este continuum es sinuoso,pues la forma en que este modelo se relaciona con los comportamien-tos no es mecnica ni unilineal, sino que presenta matices y vericuetosinteresantes que pueden ayudar a descubrir qu es lo que se espera deun varn en su hogar. De ellos, mencionar tres.

    En primer lugar estara el aspecto dinmico: las conformacionesdomsticas, las relaciones entre los cnyuges y la forma de entender laresponsabilidad varan conforme avanza el ciclo vital del hogar y sus

    componentes (Gonzlez de la Rocha, 1994; Ariza y de Oliveira, 1997;Viveros Vigoya, 1999). En segundo lugar, este amplio concepto puedetener diferentes significados en relacin con la forma ms general en laque se concibe el hogar y la unin conyugal. Cuando esta referencia seda slo respecto de la faceta econmica, del compromiso de la entregadel gasto o chivo a la mujer, nos encontramos ante una concepcin do-mstica que podramos considerar como contractual13. Pero el ser o noresponsable tambin tiene una acepcin ms compleja, que abarca la

    asuncin por parte del varn de un papel activo y comprometido en su

    hogar, con una referencia que podramos denominar moral, que sobrepasalo puramente econmico. La imagen del hombre proveedorhace que laforma ms completa de ejercer esta responsabilidad sea asumiendo lsolo la tarea de aportar ingresos para el hogar.

    Por ltimo, pero no menos importante, este trmino no se aplica a

    la vida extradomstica del varn a esa otra cara de su comportamientoesperado, sino a las consecuencias que esta pueda llegara tener en elhogar. Lo que tal escala social mide es la vinculacin del hombre son sus

    responsabilidades domsticas, aspecto que se halla conectado, aunque no

    unidireccionalmente, con esa otra faceta de la masculinidad: un hombrepuede ser un gran chupador, pero mantener al da sus compromisos

    domsticos, y ser entonces considerado responsable14.

    13 La denomino de este modo porque, en esta concepcin, el varn tiene el compromisoconcreto de mantener al resto de los miembros del hogar, que desaparece si se produce

    la separacin. La mujer, a cambio, debe proveerle una serie de servicios bsicos mientrasdure la unin.

    14 Resulta claro que la irresponsabilidad suele ir unida a los elementos asociados al macho;

    y entonces estos son criticados, pero, de nuevo, no por ellos mismos, sino por el efecto quellegan a tener en el hogar. De hecho, la posibilidad de mantener este tipo de comportamiento

    depende en gran medida de que las actividades extradomsticas no lleven a una irrespon-sabilidad tal que la faceta domstica quede desatendida.

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    Hasta aqu se han descripto someramente algunas de las comple-jidades que se esconden tras la parte normativa, el modelo cultural

    que gua el comportamiento de estos hombres. Pero slo con esto no esposible explicarse cmo acta cada uno de ellos en su cotidianidad. La

    actitud que adopte cada varn respecto de las normas sociales de unoy otro lado, cmo se posicione respecto del continuum mencionado, nopuede comprenderse sin tener en cuenta su capacidad de agencia, deaccin relativamente autnoma como individuo. Que se den casos enlos que un jefe de hogar renuncia totalmente a su libertad de gasto paraentregar todo lo que gana al bienestar de su familia slo puede conside-rarse como una ruptura con todo un mundo social a que se tiene derecho,

    a sabiendas de lo que eso conlleva. Adems, el hombre puede no ser esacarga autoritaria para el bienestar domstico que aparece subliminal-

    mente en muchos textos, sino que puede convertirse en un agente de laprosperidad del grupo e incluso ser capaz, contra todo pronstico segn

    el modelo cultural, de ceder espacios de poder y decisin a la mujer.Sin embargo, esta capacidad de accin est restringida estructu-

    ralmente. La pobreza no permite o al menos dificulta mucho el equi-librio entre las facetas esperadas del varn, pues los recursos son muyescasos y sus fines pueden entrar en contradiccin15. Por ello, quienesasumen cumplir su papel de proveedores dentro de un marco moral

    han de renunciar a los gastos extradomsticos. Pero las presiones para

    que el resultado sea el opuesto son muy fuertes y de diversas ndoles, yde la ambigedad se puede pasar a la escisin. Es posible llegar as alresultado, aparentemente paradjico, de que la incapacidad de cumplircon el papel domstico de proveedor puede llevar a un aumento de loscomportamientos de macho16.

    LAACTUACINDELASMUJERES

    As pues, para comenzar al menos a comprender cmo actan los hom-

    bres de los sectores populares, se ha debido acudir a una explicacincompleja, en la que el modelo cultural que sostiene la dominacin

    masculina ha quedado ms cualificado, con ms grises que antes.

    15 En sectores medios o altos, existen ms recursos que pueden permitir el doble compor-tamiento sin que la faceta econmica y con ella la reproduccin del grupo domstico seapuesta en entredicho. Ello supone que lo que diferencia este aspecto de la masculinidad noes su concepcin, sino la forma en que se lleva a cabo.

    16 Ello estara en consonancia con la idea dada por Gilmore, tras su exploracin sobre lasdistintas formas que toma la masculinidad, de que las presiones sobre la virilidad aumentan

    en relacin a la escasez general de recursos, que torna ms difcil el papel de proveedory defensor y, por tanto, ms importante la construccin de la imagen del hombre poderosoy autnomo (1994: 216). Sin embargo, aadimos aqu el aspecto de contradiccin real quese produce entre ambos aspectos, que l no menciona.

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    Santiago Bastos Amigo

    Sin embargo, donde resulta totalmente necesario este ejercicio, ascomo tener en cuenta la capacidad de accin autnoma de los suje-tos respecto de las normas sociales y culturales, es en el intento deentender el comportamiento de las mujeres. La bibliografa brinda

    la imagen general de mujeres que son vctimas de su posicin en unesquema de gnero que las deja en una total incertidumbre ante elcomportamiento que vaya a desarrollar el compaero. Como mucho,se muestra una capacidad de reaccionarante l para sacar adelantelas tareas y responsabilidades que culturalmente le corresponden. Su

    lugar en la sociedad aparecera como claramente delimitado por laideologa patriarcal, y sus capacidades de negociacin ante ello pa-recen estar totalmente fuera del modelo. Entre los casos estudiados,tal es la situacin de algunas de las mujeres, pero tambin se han

    encontrado otras que no reaccionan, sino que con sus ideas, accionesy comportamiento son una parteactiva en el reparto de funciones,tareas y poder al interior del hogar.

    Es decir, para comprender el comportamiento de las mujeres

    en sus hogares y por tanto, en relacin a la figura ausente o presentedel varn, hemos de considerar que las relaciones de dominacin (lasde gnero, en este caso) no pueden ser vistas de una forma simplista yunidireccional. Sin negar en ningn momento que existe la dominacinmasculina, y que esta se plasma en las relaciones domsticas, resulta

    ms til partir del hecho de que esta dominacin no es algo sencillo ydado, sino que el poder existe en el grado en que es ejercido sobre otrosy, por lo tanto, en que se presentan fuerzas contestatarias que deben sercontroladas (Villarreal, 1996: 55; 1994; Schrijvers, 1986; Brunt, 1992).En las relaciones cotidianas entre estas personas de carne y hueso,

    las fronteras son creadas y retrabajadas, reproducidas pero tambin

    disfrazadas, construyendo barreras pero tambin forzando a la accin(Villarreal, 1994: 25).

    Este punto de vista abre la posibilidad de que el poder real al interior

    de cada uno de los hogares no se corresponda con lo que los cnones de ladominacin de gnero deberan prescribir. A partir de esta idea, Gilmore

    propone trabajar con el concepto de poder domstico [] la probabilidad

    de hecho de prevalecer en la toma de decisiones conyugales, sean cualessean los estndares buenos de jure, es decir, pblicos (Gilmore, 1990:955)17. Por ello, de la misma forma en que para los hombres se hablaba

    17 Al aplicarlo en Andaluca (Espaa), Gilmore encuentra que las mujeres [] pueden pre-

    valecer en la toma de decisiones domsticas a pesar de la oposicin de sus esposos [] en una

    aparente inversin de un ideal patriarcal constituido (1990: 953; nfasis propio). Schrijversplantea algo similar cuando afirma que pese a la estructura de poder, las mujeres puedenejercer poder real de naturaleza ms o menos escondida contra los hombres [] el poderoculto y la resistencia [son] campos importantes de estudio (1986: 19; nfasis propio).

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    de un continuum entre los dos posibles comportamientos, los casos

    estudiados revelaron que se poda operacionalizar la relacin de la

    mujer respecto del poder masculino como una gradacin entre la totaldependencia y la plena autonoma. Y lo interesante de este eje de anlisis

    es que tiene un comportamiento totalmente autnomo respecto delreferido a los hombres.

    Como puede apreciarse en el Grfico 118 (obviando por ahora ladiferencia entre indgenas y no indgenas, que ser explicada ms tarde),

    es posible encontrar casos en los que ante un varn plenamente respon-sable existe una mujer totalmente autnoma, lo que llevar a un repartodel poder domstico muy diferente a la situacin en la cual la mujer

    acepte de hecho su plena dependencia respecto del varn. De la mismaforma, ante un esposo irresponsable no aparecer, automticamente y

    como reaccin, una mujer que deba serautnoma. Aun ms, su destinoen una situacin as depender precisamente del grado de dependencia/autonoma con el que conciba su relacin con el varn.

    Responsabilidad

    HOMBRES

    Irresponsabilidad

    Dependencia MUJERES Autonoma

    Indgenas No indgenas

    Grfico 1

    Hogares estudiados segn ejes de comportamiento domstico

    Fuente: Elaboracin propia.

    18 El presente grfico recoge una interpretacin grfica personal de la ubicacin de 22

    hogares indgenas y 23 no indgenas de las colonias estudiadas. Fue elaborado sin ninguna

    pretensin economtrica, sino simplemente como un modo de visualizar las posibilidadesque pueden darse respecto del ejercicio de la jefatura en los hogares estudiados, situandode una forma aproximada a cada uno de ellos segn la actitud de hombres y mujeres enlos ejes mencionados.

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    Santiago Bastos Amigo

    Lo que diferencia la posibilidad de actuar con libertad respecto de lospatrones culturales es que los hombres se mueven entre dos polos, y encualquiera de ellos encuentran legitimidad, adems de que su situacin es

    de por s ventajosa: en principio, ningn poderoso renuncia a sus privile-

    gios. Sin embargo, las mujeres han de luchar o negociar, como algunosgustan decir tanto contra una presin social sustentada por un modelomuy restringido muchas veces personalizado en otras mujeres comocontra unos hombres que encuentran en l evidentes ventajas. Por ello,los mecanismos y posibilidades de ganar poder domstico resultan mscomplejos; y, eso s debe ser remarcado, las relaciones se dan siempredesde una aceptacin de los roles de gnero bsicos de cada uno en

    cuanto a las responsabilidades domsticas.Existen diversos factores que pueden hacer que la mujer presente

    ms autonoma respecto del papel del varn y, por tanto, mayor capacidadde decisin en el hogar, y pueden verse en relacin con el hecho de que ella

    tambin aporte ingresos al hogar. Para las mujeres es difcil hacerlo, pero

    ms an lo es que tales ingresos representen una posibilidad de ejercermayor poder domstico. Por un lado, las responsabilidades al interior del

    hogar y con los hijos le ocupan bastante tiempo y restan movilidad. Porello, los efectos del ciclo domstico y la edad son bien claros (Gonzlezde la Rocha, 1994): en las fases iniciales, la mujer est ms constreida,por lo que econmicamente depende en mayor medida del varn y no

    cuenta con tantas posibilidades de formar bases para su poder19. Conel tiempo y el crecimiento de los hijos, va ampliando sus posibilidadesde accin econmica propia, asentando su propio negocio. El hecho dedesarrollarlo en su propio hogar y apoyada por los hijos en especial,las mujeres ayuda a asentar su autoridad sobre ellos20.

    Por otro lado, al suponer de alguna forma una transgresin, quie-nes pretenden trabajar obtendrn suficiente legitimidad slo si ello noimplica el abandono de lo que culturalmente est concebido como suprincipal tarea: cuidar a los nios. Por eso es importante el aislamientosocial (Gonzlez de la Rocha, 1994) del hogar y la mujer en concreto: siesta dispone de suficientes recursos sociales a su alrededor, constituirn

    19 El abandono de las obligaciones por parte del varn en estos primeros momentos tieneresultados ms devastadores (Gonzlez de la Rocha, 1988): para la mujer resulta ms difcil

    sostenerse sola y an no se encuentra preparada para ello.

    20 Esta situacin es similar a la descripta por Brunt para una comunidad rural mexicana, donde

    las posibilidades de la mujer para negociar espacio de maniobra aumentan con la edad y la fase

    del ciclo de vida. Con el crecimiento de los hijos, ella puede ganar dinero; y los hijos la ayudan

    y le brindan su apoyo moral por haberlos criado, ms an si ha sido una buena madre. Laidentidad social de una mujer mayor puede descansar mucho en ser una buena madre []

    Ganan soporte moral dentro del hogar y en el crculo ms amplio [] si los hijos han crecido

    bien, se ve que su madre les ha cuidado mientras el padre estaba fuera (1992: 138).

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    una fuente de presin respecto del hombre en diversas formas. La fami-lia en concreto puede ser un factor determinante, si se convierte en unapoyo para la mujer, tanto para cuidar a los nios mientras ella trabajacomo para brindar apoyo emocional21.

    Pero finalmente, por la misma concepcin de su papel domstico,las mujeres consideran a sus ingresos slo como esa ayuda que tantose ha mencionado, sin convertirlos en una fuente de poder propio. Laexperiencia laboral previa a formar familia y, por tanto, la concienciade la capacidad econmica autnoma puede llegar a ser un factor queotorgue este contenido instrumental al trabajo. No obstante, si bien lacapacidad de negociacin de la mujer aumenta con su aporte, es muydifcil que llegue a ser tan importante como la del hombre. Es decir, laautoridad y el poder tienen reglas propias por las que un hombre puede

    conservar parte importante de sus funciones y capacidades a pesar deque su responsabilidad econmica no sea significativa.

    RESPONSABILIDADESDOMSTICASYDIVERSIDADCULTURAL

    La aplicacin de las propuestas que aqu se vienen delineando puede

    llegar ms all. Hasta ahora se ha mostrado cmo bajo una misma forma

    de entender las relaciones domsticas y los patrones de gnero puededarse una variedad de comportamientos concretos. Una nueva visita algrfico que presentramos en pginas anteriores revela otro aspecto:

    reflejando todo lo planteado hasta este momento, los hogares etiquetados

    como no indgenas se encuentran bastante dispersos, sin que parezca

    darse un patrn comn en la forma en la que asumen sus papeles en elhogar. Los hogares indgenas, en cambio, s parecen mostrar un patrnrelativamente comn, al concentrarse en el cuadrante definido por la

    combinacin hombre responsable/mujer independiente22.Esto puede brindarnos la base para pensar que los comportamientos

    domsticos, las concepciones de hogar o jefatura, y las normas y valores

    que guan las conductas de hombres y mujeres no son universales, sino quepueden ser diferentes entre grupos incluso dentro de una misma sociedady en condiciones econmicas semejantes. La diversidad de los patrones y

    21 Gilmore (1990) comenta cmo, en Andaluca, la cercana fsica con su propia familia y el apoyo

    continuado de la madre son recursos clave para que las mujeres ejerzan el poder domstico.

    22 En Guatemala, aproximadamente la mitad de la poblacin se considera indgena (INE,1996). Su presencia en la capital es fruto de las migraciones inducidas por la modernizacin

    y se da sobre todo a partir de los aos setenta (Bastos Amigo y Camus, 1995). Los datossobre su presencia urbana no son muy confiables, aunque parece que se sitan en torno del

    15%. S es posible afirmar que su situacin urbana est caracterizada por el hecho de quecomo conjunto se insertan en las ocupaciones ms precarias y peor remuneradas; y quepresentan una participacin laboral de la mano de obra secundaria mujeres, jvenes ynios ms alta que los no indgenas (Prez Sainz et al., 1992).

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    modelos culturales ha sido mencionada como uno de los factores que pueden

    incidir en las conformaciones domsticas (Jelin, 1984; Harris, 1986) o enla jefatura (Acosta, 1994); pero estas constataciones no han llevado, hastadonde tengo conocimiento, a un anlisis que considere el factor cultural para

    buscar la heterogeneidad interna de los sectores populares urbanos: lo queel cabeza de hogar puede o no representar realmente en sociedades dadas(en relacin a otros miembros del hogar) rara vez se investiga y menos ansu funcin como la percibe la gente misma (Chant, 1997: 7)23.

    Este panorama est cambiando y, como veamos, el feminismo pos-moderno rechaza un concepto monoltico de patriarcado, abogando porexplorar las construcciones histricamente especficas (Chant, 1997: 35).En este caso, la construccin histricamente especfica de lo que en Guate-mala ha supuesto identificarse y ser identificado como indgena incide en

    la forma en que en los hogares de este grupo que actualmente residen enla capital del pas se conciben el poder y el conjunto domstico en s. Suscomportamientos cotidianos son, en parte, diferentes a los desarrolladospor quienes no se identifican como indgenas ms similares a lo expresado

    hasta ahora, sin que ello implique que existan muchos patrones de domina-

    cin masculina24. As lo veremos a continuacin, cuando se muestren muysomeramente las principales caractersticas del comportamiento domstico

    de los hombres, mujeres y nios/as de los hogares indgenas.Como mostrramos, en los hogares populares latinoamericanos

    suele darse una relacin estrecha entre la autoridad del varn y su papelde proveedor bsico del hogar. Entre los indgenas, en cambio, la respon-sabilidad econmica no es concebida como exclusiva de los hombres, con

    lo que el hecho de que la mujer jefa trabaje y aporte recursos a la econo-ma domstica no supone mayor problema. La expresin nos ayudamos,utilizada por estos varones, as lo muestra. De hecho, la participacin

    laboral de estas mujeres es ms alta que en las no indgenas: al contrariode lo que sucede con ellas, se considera algo habitual que en ocasiones nose practica. Existen, incluso, casos de establecimientos familiares en los

    que la mujer es la responsable del negocio, y otros en los que el ingresogenerado por ella es claramente ms importante que el del hombre, ocu-rriendo todo ello dentro de la ms absoluta normalidad domstica. As,podramos hablar de una separacin relativa entre la jefatura del hogar y

    23 Gonzlez de la Rocha explica parte de esta renuencia, al afirmar que entre los estudiossobre la pobreza la dimensin cultural ha sido dejada de lado, quiz en un alejamientodeliberado de las perspectivas tericas que se relacionan con la cultura de la pobreza []Se ha ido al otro extremo, omitiendo la cultura de los anlisis y enfatizando la lgica eco-

    nmica del ser pobres (1995: 402).24 Las caractersticas e implicaciones del estudio de los hogares indgenas urbanos se de-sarrollan ampliamente en Bastos Amigo (1999). Aqu slo presentamos un resumen de loque resulta ms pertinente para este artculo.

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    el aporte econmico, que permite movilizar ms mano de obra sin que ello

    deba conllevar conflicto. Esto refuerza a la larga la estabilidad domstica,elemento fundamental para mantener la subsistencia del grupo.

    En este caso, la masculinidad, el ser hombre, tiene ms que ver con

    la idea de jefatura como representacin social del hogar. Esto se reflejaen la conformacin familiar: frente a lo que los estereotipos nos haranesperar, en Ciudad de Guatemala la proporcin de familias nucleares esms alta entre los indgenas que entre los no indgenas, y en las fami-lias extensas casi no se dan casos de familias con dos varones adultosresidiendo juntos. Casarse significa formar un hogar, y este hogar debeser una unidad autnoma con un solo varn a cargo de ella. Por ello,en cuanto pueden, dejan de estar bajo el poderde sus padres o suegros.A los no indgenas, por el contrario, no parece importarles tanto esta

    faceta y pueden formar parte de familias extensas en las que convivencon sus padres y otros hermanos tambin casados. Con esto, los indge-nas pierden las ventajas que, como se ha demostrado, puede suponer lafamilia extensa en tanto recurso ante la precariedad, aunque a cambiose mantienen unas redes muy activas con parientes.

    Esta concepcin de la masculinidad tambin hace que entre losindgenas la proporcin de hogares dirigidos nicamente por mujeres sea

    ms baja que en el resto de los sectores populares urbanos. Adems de que

    existen menos posibilidades de que se produzca el conflicto por el aporte

    femenino, la idea de responsabilidad para con los hijos es mayor, por loque la infidelidad toma caractersticas propias. Normalmente, cuandoun hombre abandona a una mujer, no es tanto en virtud de esa actividadextradomstica tan caracterstica de la masculinidad latinoamericana,

    sino para acabar formando otro hogar con otra mujer. Y si esto sucedey se consuma la separacin, no resulta extrao encontrar casos en losque el varn sigue cumpliendo en parte sus responsabilidades previas ypasando dinero a los hijos del hogar que abandon.Al respecto, Hawkinsafirma que ms que menos divorcios o separaciones, lo que las mujeres

    indgenas obtienen es ms respeto [...] Las mujeres no indgenas circulan

    ms a travs de una serie de fallos conyugales (1984: 317).Esto no implica que no exista autoridad masculina y que en estos

    hogares como en todos no haya conflictos, sino que estos no se producen

    por el papel de la mujer como proveedora, como se ha encontrado enotros casos (Garca y de Oliveira, 1994). Tampoco implica que los varones

    indgenas cumplan cabalmente con sus deberes sin gastar en alcohol y sin

    infidelidades. Sin embargo, la concepcin de la responsabilidad domstica

    parece ser ms fuerte que la del hombre no indgena. La presin social yel patrn cultural lo fuerzan ms a seguir este comportamiento, pues lafaceta de autonoma masculina no es tan fuerte ni, por tanto, obtienetanto reconocimiento social como en los no indgenas.

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    As, en los hogares indgenas, el hecho de que la mujer colaboreen la subsistencia del grupo es una cuestin culturalmente asumida. Larelacin entre la maternidad elemento central de su papel de gnero yla consecucin de recursos es claramente diferente a lo que ocurre entre

    las no indgenas. No se trata tanto de la frecuencia estadstica con queaparecen o no trabajando, sino de las condiciones en que lo hacen y,

    especialmente, la concepcin de la relacin entre ambas: no existe con-tradiccin entre cuidar a los nios y generar recursos; son dos actividades

    que siempre han realizado de forma conjunta, como lo ms habitual ynatural. Ello implica que no se produce la separacin entre las esferasproductiva y reproductiva que es habitual entre los no indgenas,lo queposibilita un mayor uso de la vivienda para actividades econmicas y laparticipacin de los hijos, y en particular las hijas, en tareas en las cuales

    los oficios y la consecucin de ingresos se confunden.La participacin econmica permite a la mujer indgena llegar atener ms posibilidades de acceder a cuotas de poder domstico: a pesarde la menor relacin entre aporte econmico y jefatura de hogar, estarelacin existe, y los ingresos econmicos se convierten en un argumento

    importante, que quiz no lo sera tanto sin ese respeto del que hablabaHawkins. De todas formas, esto no debe llevar a una imagen idlica, enla que pareciera que la mujer indgena urbana ha logrado librarse de losproblemas de su condicin de gnero. La ritualizacin de las relaciones

    pasa siempre por la preeminencia de la figura del varn, y la relativaautonoma de la que goza la mujer no indgena no es en absoluto unregalo: es la institucionalizacin y el reconocimiento del hecho de quelleva sobre sus hombros mucha de la carga domstica. Las mujeres tra-bajan igual o ms que sus esposos y nunca dejan de ser las responsablesde la marcha del hogar. Es decir, estas mujeres llevan una doble jornadaagotadora enla que son responsables de ambos aspectos. Esto significamuchas pequeas tareas cotidianas que los hombres apenas realizan y,sobre todo, la responsabilidad de gestionar la pobreza, de conseguir quetodos los miembros sobrevivan en las mejores condiciones posibles conlos magros ingresos obtenidos dentro del conjunto. A diferencia de susvecinas no indgenas que en mucho comparten estas condiciones, estas

    mujeres llevan una doble jornada agotadora enla que son responsablesde ambos aspectos.

    Adems, pesa sobre ellas la responsabilidad de mantener la unidad

    y continuidad domstica incluso por encima de sus propias voluntades,que bien podran ser las de no volver a ver a los hombres que les fallan.Por ello estn ms dispuestas que las no indgenas a soportar situaciones

    tales como desobligacin y alcoholismo, y a no abandonar a sus esposos.

    Esta responsabilidad hacia el ncleo hace que entre ellas sean muchoms extraas las segundas uniones: juntarse con un hombre no es con-cebido slo como un asunto de dos que puede ir cambiando segn las

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    circunstancias, sino como la base para formar un hogar, que ha de seguir

    funcionando como tal por encima de avatares individuales.Sin embargo, por otro lado, la mayor capacidad de accin aut-

    noma hace que no les resulte tan necesaria la separacin definitiva para

    lograr condiciones dignas de vida en relacin con el dominio masculino.Las mujeres indgenas son ms capaces de volver a aceptar a un esposoque durante cierto tiempo ha sido desobligado, y se produce entoncesuna readecuacin del poder domstico muchas veces mediado por laconversin evanglica en la que la mujer, si bien otorga o permite alvarn seguir manteniendo unas bases y capacidad de decisin, exigirser tenida en cuenta.

    La necesidad de presencia de un hombre se refleja en el hecho deque es difcil encontrar hogares que puedan denominarse como estric-

    tamente sin varn, pues es habitual que haya alguno cerca el padre, unhermano, incluso el ex esposo cumpliendo de alguna manera la funcinde compaero y padre. El sistema cultural hace a la mujer indgena conce-

    birse como parte de un tndem que se responsabiliza del hogar, y por ello

    resiente la falta del compaero ms que quienes no lo son. Esta necesidad

    puede llevarla a mantenerse vinculada a un hombre que no cumple o, sino, a buscar alguien que cumpla de algn modo ese papel.

    La forma en la que se concibe y practica la subsistencia domstica

    entre los indgenas supera a quienes se consideraran la pareja respon-

    sable y afecta a todos los miembros del hogar. Por ello, es normal que apartir de cierta edad los hijos e hijas trabajen directamente dentro delnegocio familiar. Ms tarde, cuando reciben ingresos en concepto de al-guna actividad externa, se supone que han de entregar parte de ellos a la

    bolsa familiar. Siendo miembros con posibilidad de aportar recursos, los

    jvenes tambin son de alguna manera responsables del mantenimiento

    del conjunto domstico. En los hogares no indgenas la situacin es ms

    diversa, pero en general no se considera que los hijos que trabajan deban

    aportar parte de sus ingresos a la economa familiar. Su aporte consiste

    en no ser ya una fuente de gastos extras. No slo no hay compulsin haciael empleo sino que, sobre todo, cuando lo hay, los ingresos generados no

    se consideran parte del patrimonio domstico.La actitud de los padres hacia el empleo de sus hijos y, en especial,

    hacia los ingresos generados por ellos nos est hablando de diferenciastanto en la idea de conjunto domstico como en el papel de cada uno delos miembros en l. Para los no indgenas, la responsabilidad econmi-ca y la autoridad recaen en los jefes de hogar y particularmente en elvarn, por lo que el empleo de los hijos y el destino de sus ingresos noson un problema domstico, sino ms bien una decisin individual, y esto

    permite la reproduccin de los patrones de gnero. Para los indgenas,en cambio, los hijos deben, en tanto miembros del hogar, colaborar ensu reproduccin cuando pueden. Esto implica que se desdibujan en

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    parte las fronteras entre los componentes bsicos del hogar, al otorgar alos dependientes parte de unas tareas que en principio corresponderanslo a los responsables. Y ello se torna mucho ms evidente cuando, apartir de cierta edad, esta responsabilidad puede suponer capacidad de

    intervencin en ciertas decisiones domstico-laborales.Sin embargo, el anlisis no debera detenerse aqu. Para el gru-

    po domstico como un todo, es posiblemente ms ventajosa la actitudindgena frente al trabajo y los aportes de los dependientes, pues puedepermitir aumentar el nivel de bienestar general; pero para cada uno delos jvenes que es obligado a entregar el producto de su trabajo, puedeparecer ms razonable la actitud no indgena.

    COMUNIDAD, SUBSISTENCIAYCONCEPCINDELHOGAR

    La imagen general de los hogares indgenas que residen en la ciudad pa-rece mostrar que en ellos el poder domstico no reside exclusivamente en

    los hombres, pues las mujeres tienen un papel importante que cumplir,y que la autoridad masculina no parece reflejarse en relaciones de claradominacin hacia la mujer. La imagen se asemejara ms a una en la que

    varones y mujeres se conciben recprocamente como socios en la tareade sobrevivir en la pobreza y sacar adelante al ncleo familiar.

    Este comportamiento puede interpretarse como el resultado devivir precisamente en situacin de subordinacin tnica. Es decir, es

    algo que comienza a formarse en tiempos de la Colonia y se desarrollaa lo largo de siglos en los que se oblig a la poblacin indgena a vivir enpequeas localidades, dependiendo casi exclusivamente de la agricultura

    de subsistencia, y siendo interpelados por el otro espaoles, criollos,ladinos en trminos ms colectivos que individuales.

    Como consecuencia, las relaciones al interior de estas comunida-des tomaron un sentido muy especfico, que es el que encontramos enestos hogares: un sentido que podramos denominar holista (Dumont,1966) o, mejor an, microholista, pues slo se refiere a lo que ocurreal interiorde las comunidades, cuya base consiste en que el conjuntosocial es considerado como un todo y ms importante que las partes que

    lo conforman25. Este holismo conlleva una base de solidaridad entre losmiembros como forma de conseguir la reproduccin del grupo, una soli-

    daridad impuesta por las circunstancias, y que se combina con el hechode que las posiciones de los individuos en el conjunto estn marcadas y

    25 Dumont (1966) opone al individualismo occidental el holismo como concepcin social

    que supone la subordinacin del individuo al conjunto social. Ello implica dar valor a lajerarqua y la colaboracin colectiva. Martnez Casas (1998) ha descripto el comportamiento

    de los otomes migrantes a Guadalajara como holista, llevando su argumentacin ms allde lo que yo lo hago aqu.

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    jerarquizadas, y que las relaciones estn dotadas de una gran ritualiza-cin. Los individuos, las relaciones entre ellos y sus identidades estnmarcados por el hecho de tener un lugar concreto y especfico dentro deeste conjunto, segn el cual se definen26.

    Esta forma de entender las relaciones constituye la base de lo quehemos encontrado en la concepcin de esa estructura social que deno-minamos hogar, y est en estrecha relacin con cmo se ha dado y seda la sobrevivencia cotidiana alrededor de la agricultura de subsistencia

    que histricamente los ha marcado. As puede apreciarse en la formaque toma en las comunidades rurales indgenas el reparto de tareas yresponsabilidades: dada la base econmica de agricultura de subsistencia,

    el varn es considerado el proveedor, porque es quien maneja el recursofundamental, que es la milpa (Cabrera, 1992); en tanto, la mujer colabora

    obteniendo recursos monetarios que cada vez resultan ms necesarios yal mismo tiempo dirige y maneja la economa domstica. Dado que lacomunidad es campesina, la tierra constituye el valor fundamental, laherencia es patrilineal y el varn es quien determina el lugar del hogaren la comunidad. La masculinidad, el hecho de convertirse en hombre,pasa por ser jefe de un hogar, por ostentar esa representacin ritual queasegura la reproduccin del grupo: La importancia social de tener casapropia no puede ser subestimada; en efecto, es el hecho de ser cabeza desu propia familia lo que hace al hombre un miembro adulto de la comu-

    nidad (Nash, 1970: 89-90; nfasis propio).Trabajos diversos realizados a lo largo de varias dcadas (Paul,1974; Gross, 1974; Glittenberg, 1984; Bossen, 1984; Cabrera, 1992; Pa-lencia, 1999) destacan que el papel productivo de las mujeres indgenasrecibe un reconocimiento simblico y social al interior de los hogares yen la vida comunitaria que no se da entre los no indgenas:

    En el modo domstico de produccin que caracteriza la agriculturade subsistencia, mujeres y hombres son mutuamente dependientespara sobrevivir. Sus contribuciones y necesidades balanceadas [...]promueven la igualdad sexual (Bossen, 1984: 128; nfasis propio).

    Sin embargo, podramos pensar que no es exactamente la agriculturade subsistencia la que promueve esa igualdad sexual, pues, entre los noindgenas, una experiencia histrica tambin ligada a ella no ha dadoen absoluto tal resultado. La cuestin pasa por otro lado, y tiene que ver

    26 Al hablar de la corporatividad de la comunidad, se hace referencia a la clebre formulade la closed corporate community (Wolf, 1957). Sin embargo, la cuestin es ms compleja,

    y es posible afirmar que las comunidades indgenas guatemaltecas muestran un compor-tamiento corporativo (corporate) porque nunca fueron cerradas, y que este holismo surgiprecisamente por la forma en que histricamente se ha dado su relacin con el Estado y elresto de la sociedad (Bastos Amigo, 2000; Smith, 1990).

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    con la especificidad tnica: en estas comunidades, la ideologa holistaproveniente de tener que reproducirse y ser vistos como un todo socialpermea las relaciones sociales de tal forma que hace que la agriculturade subsistencia lleve a esa igualdad de sexos. De la misma manera, el

    nfasis cultural implcito en la reproduccin social del grupo hace que lamasculinidad vaya muy unida a la responsabilidad domstica, otorgando

    menos importancia a las ideas de libertad y autonoma.De hecho, los elementos centrales de su conducta domstica son

    similares a los delineados tantas veces: el hombre ha de ser el proveedory la mujer ha de encargarse del hogar y los hijos. Pero ambos asumen que

    la mujer tambin tiene responsabilidades econmicas, que ella realizacon la mayor naturalidad, sin descuidar a sus hijos y sin que ello suponga

    transgresin alguna. Para las no indgenas, sin embargo, la maternidad

    parece ser excluyente, en el sentido de que trabajar y tener hijos se per-ciben como dos tareas que no pueden llevarse a cabo conjuntamente sinmerma de la segunda.

    El varn, por su parte, parece sentirse ms identificado por la faceta

    del hombre responsable que por la del macho chupadorsin que estosignifique que tal faceta no se encuentra presente en su configuracincultural, por lo que no slo se dedica a aportar ingresos, sino que actams de acuerdo con la concepcin moral que veamos de la responsabili-

    dad. En relacin con el papel domstico de la mujer, la vinculacin de la

    autoridad con el hecho de ser proveedor se relativiza, y desaparece desdeluego la asociacin con la exclusividad del aporte, por lo que la actividad

    econmica femenina no mina ni cuestiona su posicin privilegiada.As, en el plano de las responsabilidades econmicas, nos situa-

    mos ante un comportamiento en el que varones y mujeres se concibenrecprocamente como socios en la tarea de sobrevivir en la pobreza ysacar adelante al ncleo familiar. El poder domstico no reside exclusi-vamente en los hombres, y esto no sucede slo en la prctica, sino queya est presente en el modelo en el que se basan los comportamientos.

    Entre ellos pareciera que la faceta de representacin social, ser cabezade un hogar (Nash, 1970), pesa ms que la exclusividad del aporte en ladefinicin de la masculinidad.

    Esta concepcin del hogar y la autoridad proviene de la experiencia

    histrica (Smith, 1989) de vivir en comunidades marcadas por la subor-dinacin tnica y dependientes de la agricultura de subsistencia, que hanotorgado ciertas caractersticas propias a la relacin e identidades de gnero,

    al verse insertas en una concepcin corporativa u holista de las relacionessociales. Producto de esta, las responsabilidades son concebidas como

    colectivas, marcndose los espacios de cada uno, pero desapareciendo elconcepto de exclusividad del aporte y con ello su asociacin al gnero y laautoridad. Los hijos son tambin considerados como co-responsables de la

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    manutencin del conjunto, por lo que su papel en la economa domsticaes mucho ms importante que entre los no indgenas.

    Las posiciones de los individuos en el conjunto en este caso, el

    hogar estn mucho ms claramente marcadas y jerarquizadas que entre

    los no indgenas, y las relaciones entre ellas estn dotadas de una signi-ficacin que les da la ritualizacin inserta en el holismo. Esto lleva a queno se conciba que las personas tengan determinadas posiciones dentrodel hogar, que sean los jefes o no, sino que cada persona ocupa dentro delconjunto domstico una posicin concreta ya normada y explicitada.

    As, pues, las mujeres indgenas muestran una mayor capacidad deautonoma precisamente porque esta no menoscaba la percepcin de res-ponsabilidad entre los hombres que las acompaan. Nos hallamos ante una

    variacin, una de las posibilidades de diversidad, del patrn de dominacin

    patriarcal, en este caso asociado a la experiencia histrica de la condicinde grupo tnicamente subordinado27. Este es un elemento ms que se

    ha de tener en cuenta a la hora de estudiar la relacin entre dominacinmasculina y los comportamientos domsticos. Pero, adems, las relaciones

    y responsabilidades que encontramos en los hogares indgenas urbanosya no son las mismas que se daban en el espacio comunitario campesino(Bossen, 1984; Cabrera, 1992). El cambio producido por la migracin, con

    todo lo que conlleva, ha hecho que se adapten a las nuevas circunstancias,actualizndose este patrn. En la ciudad siguen presentes unos condicio-

    nantes objetivos y simblicos asociados a la diferencia tnica, que hacenque la subsistencia sea ms difcil que la del resto de sus vecinos. Perola migracintambin supone grandes cambios en la forma de asegurarla subsistencia: la base ya no est en la tierra, sino en los ingresos que seobtienen a travs de empleos que realizan tanto hombres como mujeres,con lo que sus aportes se igualan simblicamente. Como resultado, los pa-peles domsticos se adaptan, las formas de entender las responsabilidades,

    relaciones y derechos en el hogar cambian, sin desaparecer, dando lugar anuevas relaciones que transformarn el significado que se les otorga.GNERO, FAMILIAYCULTURA

    Durante varias dcadas se ha estudiado el comportamiento de los hogares

    populares urbanos, considerndolos como formados por seres racionalesque reaccionaban a los escasos mrgenes de maniobra que las circunstan-

    cias les imponan, estudindolos como un bloque y casi sin considerar elpapel de la cultura en la forma de realizar estas actividades. La variable

    27 Entre los hogares no indgenas tambin se encuentran casos que responden a concepcio-nes holistas, semejantes a las de los indgenas. Se tratara de una variante ms dentro de laheterogeneidad que define a este grupo frente a la cierta homogeneidad de comportamientos

    entre los indgenas.

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    cultural, en cambio, s ha sido considerada al estudiar uno de los aspectos

    que ms marcan y ms estn marcados por la sobrevivencia: las relaciones

    de gnero al interior de los hogares. Sin embargo, apenas se avanz msall de la constatacin de la situacin subordinada de la mujer y la repro-

    duccin de los patrones de gnero en este espacio. He querido mostrar aqula pertinencia de introducir la variable cultural como elemento analtico a

    la hora de estudiar la subsistencia de los sectores populares. Utilizar unaidea de cultura que est en estrecha relacin con el entorno en el cual secrea y recrea puede ayudar a comprender mejor el comportamiento delos hogares populares urbanos.

    Se ha podido mostrar cmo, entre los hogares no indgenas de Ciudad

    de Guatemala, los varones tambin se rigen por normas de gnero que mar-

    can comportamientos esperados entre ellos; y que tanto su comportamiento

    como el de las mujeres no se ajusta de forma nica a pautas fijas. Esto noimplica que no existan las normas que se describieron anteriormente, sino

    que, para comprender cmo se da la dinmica interna de estos hogares,no basta con describirlas. Lo que los casos estudiados han revelado es que

    las normas culturales que guan el comportamiento no pueden ser consi-deradas como estticas ni cajas de fuerza. Para investigar su relacin conlos comportamientos cotidianos, es preciso verlas como reglas bsicas que

    se adaptan a las circunstancias concretas en que viven quienes las recrean,

    y con ello consiguen una continuidad cambiante (Sarti, 1995: 114), que

    es precisamente lo que les permite seguir vigentes.En estos hogares populares, los requerimientos que se dan en la

    experiencia concreta y vivida de pobreza y precariedad cotidianas hacen

    que aquellos transgredan algunas normas, pero siempre con justificacin

    en otros valores, como el mantenimiento de la prole. Y esto, a su vez, crea

    normas a travs de la misma experiencia concreta vivida por cada uno28.

    De esta forma, se resignifican los elementos concretos que conforman el

    modelo de comportamiento y las relaciones entre ellos segn el contex-to social que forma la experiencia de cada generacin, es decir, segn

    vivencias concretas que son interpretadas de acuerdo con esas normasreelaboradas. La experiencia de pobreza vivida como la necesidad puede

    servir de elemento analtico que ayude a explicar comportamientos queaparentemente disienten de unas normas a las que, sin embargo, sus

    actores se sienten ideolgicamente apegados.

    28 Una mujer que desde pequea vio cmo su madre trabajaba, a la vez que le transmitalos valores domsticos de la feminidad y la maternidad, puede acabar asociando todo enun mismo modelo de comportamiento en el que tambin [...] es [parte intrnseca de su

    papel de gnero] la bsqueda de ingresos complementarios que no involucren el descuidode sus obligaciones (Crdova, 1996: 162). De igual modo, ser unpadre responsable puedeno significar lo mismo para todos los varones, aunque todos ellos tengan en mente una

    imagen ideal que seguramente ser muy similar.

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    Esto puede tambin explicar la diversidad de comportamientos

    que se dan bajo un mismo patrn cultural: as como estructuralmente

    es posible hablar de condiciones comunes, las formas concretas en las

    que cada hogar y persona viven esas circunstancias son muy variadas.

    Y ms variadas an pueden ser las maneras de interpretarlas y dotarlasde significado. En esta operacin cultural, el hogar se convierte en unapieza clave, al constituir por excelencia la clula social de socializacin ytransmisin de normas y valores.

    Por su parte, el caso de los hogares indgenas del rea metropolitana

    de Guatemala ha mostrado otro aspecto interesante: las relaciones degnero se basan en un patrn de comportamiento que no acta aislado,sino que se vincula con otros, y en ello se transforma. Las bases del

    comportamiento asignado a hombres y mujeres son las mismas que se

    han descripto hasta la saciedad, pero este patrn de relaciones de gnerose combina con una concepcin concreta del hogar, es decir, de lo quesignifica ser jefe, ser padre o madre, ser hijo, y las relaciones entre ellos.

    Esta concepcin de las relaciones domsticas surge de las especifici-dades concretas de la experiencia histrica de los indgenas en Guatemala, y

    se basa en la idea de la comunalidad de esfuerzos entre todos los miembros.

    Con estas normas y valores implcitos, aprendidos en la vida cotidiana ensus hogares, hombres y mujeres se trasladan a la ciudad; de ello resulta

    un reparto de tareas y responsabilidades que es en parte diferente al queconocemos como supuestamente universal entre los sectores populares deLatinoamrica, pero tambin en parte distinto al que se ha encontrado en las

    comunidades. Este aspecto dinmico cuestiona la imagen de inmutabilidad

    que tambin, implcitamente, se asocia a la dominacin patriarcal.Esta forma de relacionar pero diferenciando las normas asociadas

    al gnero con las que tienen que ver con la familia puede llevar ms allen el estudio de los hogares populares: es posible plantear que los com-portamientos dirigidos a la reproduccin material y social de cualquier

    grupo estn regidos por una serie de normas implcitas, culturalmentedefinidas y relacionadas con su posicin social, su capacidad de acceso alpoder y su situacin socioeconmica. Estas normas seran las lgicas que

    rigen esa reproduccin. Tal como plantea Prez Sainz, la experiencia de

    las prcticas cotidianas llega a materializarse [en las] lgicas subyacentes

    que orientan los comportamientos (1989: 60)29.

    29 Con este concepto, se busca una mediacin analtica entre la cultura y las prcticas,

    para no hablar as de cultura de la subsistencia, de forma similar a la cultura de la pobreza

    de Lewis (1986). Frente a tal reificacin, aqu se considera que la situacin de precariedadconstituye uno de los elementos que definen la cultura de los sectores populares junto con

    otros, como su situacin de subordinacin poltica, y que existen factores culturales en su

    comportamiento que pueden explicarse por esta razn.

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    Estas lgicas estaran formadas por la conjuncin de diferentessistemas significativos, o agrupacin de normas culturalmente creadas; a

    estas alturas ha quedado claro que las relacionadas con la diferencia degnero inciden de forma muy directa en cmo se organiza la reproduccin

    material de los hogares. Sin embargo, espero haber demostrado que se hahecho sin prestar suficiente atencin a la diversidad de comportamientos

    concretos a los que puede dar lugar una norma. Y, adems, se ha hechoa costa de dejar de lado otros sistemas significativos que tambin inter-vienen en la reproduccin.

    As, ntimamente ligado al gnero pero con su propia dinmicacomo se ha mostrado con los indgenas, est lo relacionado con la

    familia en su sentido domstico, que es diferente de la familia como

    parentela (que tambin interviene pero aqu no se ha tratado). Las rela-

    ciones al interior de los hogares se encuentran marcadas por las normasde gnero, pero estas se dan de forma diferente a como lo hacen en otros

    mbitos sociales porque se entrecruzan con las normas que rigen la vida

    familiar, que bsicamente podran ser la de la responsabilidad de los

    padres hacia los hijos y la dependencia de estos respecto de los padres,ambas ubicadas dentro de un supuesto amor filial.

    Aplicado a grupos como los indgenas, este tipo de anlisis mues-

    tra que las respuestas a una situacin de precariedad como la que ca-racteriza la actualidad no tienen por qu ser nicas, sino que debemos

    considerar la diversidad como parte de las sociedades en las que vivimos.Y, aparentemente, esta diversidad tendr que ser uno de los elementosdefinitorios del anlisis social, tal como los mismos interesados se es-tn esforzando cada da ms por recordarnos. Pero, para evitar caer ennuevas reificaciones simplificadoras de la diversidad social, debemosevitar asociar la diversidad cultural con los otros, los marcados con ellalos indgenas, los migrantes, y pensarla a un nivel ms general. Loscambios que ocurren a nivel mundial tienen en Latinoamrica y en

    cada una de sus sociedades su propio proceso y particularidades, que

    no provienen slo de la exclusin y precariedad crecientes entre sussectores populares, sino de una historia propia, que ha otorgado signi-ficados especficos a conceptos que consideramos universales hogar,familia, masculinidad, paternidad, pero que son vividos de formas muy

    diversas entre sus pobladores.Los flujos migratorios han dado lugar histricamente a fenmenos

    tnicos (Peterson Royce, 1982), y parece que asistimos a la generalizacin

    de uno de estos procesos (Appadurai, 1991; Hannerz, 1996). Grupos depoblacin provenientes de pases y zonas atrasadas estn invadiendo los

    espacios de los centros modernos, contaminando su pureza: en este sentido,

    la presencia de indgenas en Ciudad de Guatemala es una micro-metfora

    del mundo globalizado. En esta ciudad, su condicin de atrasados justifica

    su ubicacin en espacios sociales y laborales estigmatizados, al tiempo

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    que sirve de base para una percepcin social discriminatoria. Frente aeste entorno adverso, ellos actualizan comportamientos surgidos de si-glos de vida comunitaria que hacen de la subsistencia una tarea grupal,responsabilidad de todos los miembros del hogar.

    Como ellos, la mayora de los actuales migrantes son personasque dedican la mayor parte de su tiempo a sobrevivir en condiciones

    econmicas adversas y un entorno hostil. El rechazo social y la necesidad

    de subsistir dan lugar a estrategias comunes de subsistencia (Portes ySesenbrenner, 1993; Stepick, 1989; Martnez Casas, 1998). Podra plan-tearse que la migracin por pobreza favorece un comportamiento cor-porativo, que se refuerza la tendencia a interactuar entre iguales. Quizestemos ante el surgimiento de ideologas holistas entre quienes debensobrevivir y reproducirse como grupo en un entorno hostil, marcado por

    la pobreza y la exclusin.

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