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| 1 Ortega, Mario Familias y reciprocidad en Teléfonos de México. En Pérez Lizaur, Marisol (compiladora) Empresa y familia en México México, Universidad Iberoamericana, 2010 Introducción. En este capítulo, a partir de un prolongado trabajo de campo, se analizarán las relaciones entre el empleo en una empresa telefónica y las redes de parentesco, así como la trascendencia de la reciprocidad simbólica en las relaciones comunales de un poblado situado al sur de la ciudad de México. En él se da cuenta de ciertas particularidades culturales que interrelacionan la vida laboral en Teléfonos de México, con la vida familiar de los telefonistas de Santiago Tzapotitlan. Además se describe la manera en que las familias han enfrentado la necesidad de obtener empleos, en medio de su escasez, con el reforzamiento de las redes familiares a través del sistema de mayordomías responsable de celebrar las fiestas patronales. Parentesco e industrialización. Las tesis convencionales de la modernización, asocian la declinación de los lazos de parentesco en las ciudades, con la difusión de la industrialización contemporánea. Pues implica el tránsito de la societas, donde el principio del parentesco conforma las relaciones estratégicas; a la civitas donde las relaciones económicas y políticas limitan las funciones del parentesco. En ese sentido Wolf (1980: 23) asegura que cuando la tierra y el trabajo se convierten en bienes de libre disposición, las corporaciones de parentesco gradualmente pierden su monopolio sobre los recursos y los miembros de la familia. Sin embargo este autor deja abierta la posibilidad de que ciertos mecanismos del parentesco, puedan modificarse para alcanzar fines que interesan tanto a familia como a sus integrantes, tal como ha ocurrido en este pueblo de telefonistas (1980: 21). Rothstein (1992: 244) puso a prueba en diversas culturas, la hipótesis sobre una declinación de las relaciones de parentesco ante la propagación de la llamada Fábrica Global. Encontrando que en todos los casos estudiados, la familia y el parentesco siguen siendo importantes, por haberse convertido en fuentes de flexibilidad laboral, que apoyan a las empresas globalizadas.

Familias y reciprocidad en Teléfonos de México · económica, sino por el placer de comer tortillas hechas a mano por su mujer, pues ellas sólo aceptan echarlas si es con maíz

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Ortega, Mario

Familias y reciprocidad en Teléfonos de México.

En Pérez Lizaur, Marisol (compiladora)

Empresa y familia en México

México, Universidad Iberoamericana, 2010

Introducción.

En este capítulo, a partir de un prolongado trabajo de campo, se analizarán las

relaciones entre el empleo en una empresa telefónica y las redes de parentesco, así como la

trascendencia de la reciprocidad simbólica en las relaciones comunales de un poblado

situado al sur de la ciudad de México. En él se da cuenta de ciertas particularidades

culturales que interrelacionan la vida laboral en Teléfonos de México, con la vida familiar

de los telefonistas de Santiago Tzapotitlan. Además se describe la manera en que las

familias han enfrentado la necesidad de obtener empleos, en medio de su escasez, con el

reforzamiento de las redes familiares a través del sistema de mayordomías responsable de

celebrar las fiestas patronales.

Parentesco e industrialización.

Las tesis convencionales de la modernización, asocian la declinación de los lazos

de parentesco en las ciudades, con la difusión de la industrialización contemporánea. Pues

implica el tránsito de la societas, donde el principio del parentesco conforma las relaciones

estratégicas; a la civitas donde las relaciones económicas y políticas limitan las funciones

del parentesco. En ese sentido Wolf (1980: 23) asegura que cuando la tierra y el trabajo se

convierten en bienes de libre disposición, las corporaciones de parentesco gradualmente

pierden su monopolio sobre los recursos y los miembros de la familia. Sin embargo este

autor deja abierta la posibilidad de que ciertos mecanismos del parentesco, puedan

modificarse para alcanzar fines que interesan tanto a familia como a sus integrantes, tal

como ha ocurrido en este pueblo de telefonistas (1980: 21).

Rothstein (1992: 244) puso a prueba en diversas culturas, la hipótesis sobre una

declinación de las relaciones de parentesco ante la propagación de la llamada Fábrica

Global. Encontrando que en todos los casos estudiados, la familia y el parentesco siguen

siendo importantes, por haberse convertido en fuentes de flexibilidad laboral, que apoyan a

las empresas globalizadas.

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Georgina Jaffe en su etnografía de tres generaciones de familias sudafricanas

atrapadas en un bantustan y encabezadas por mujeres ancianas descubrió que sin los

fuertes lazos familiares, que ofrecieron a sus hijas el apoyo necesario, ellas no hubieran

logrado cubrir los roles de madres y mujeres trabajadoras, que sostienen al hogar (1992:

174).

Sin embargo, Rothstein (1992: 244) subraya que los beneficios alcanzados por

algunos individuos en el entorno laboral global, gracias al apoyo de sus relaciones de

parentesco, a menudo fueron redistribuidos inequitativamente al seno familiar local.

Mercado y reciprocidad.

Larissa Adler Lomnitz (1994: 225) descubrió que en México, muchas relaciones de

mercado están coloreadas por obligaciones de lealtad y condicionadas por la jerarquía

relativa de los protagonistas. A un grado tal, que pueden llegar a dominar la lógica

económica de las mismas. Coincide con Polanyi (1957: 2324-269), quien afirma que aún

en las sociedades modernas de mercado, existen otras formas de intercambio como la

reciprocidad y el patronazgo. Sin embargo Adler Lomnitz encuentra que la distinción entre

la reciprocidad, las relaciones patrón-cliente y el intercambio en el mercado no es tan

rígida como lo supone Polanyi, ya que la naturaleza social del intercambio depende de la

distancia social y las diferencias de poder entre las partes:

La reciprocidad puede transformarse en relaciones patrón-cliente e incluso los

intercambios de mercado pueden contener elementos de clientelismo y

reciprocidad (Adler Lomnitz 1994: 152).

En este sentido, Wolf (1980: 34) caracteriza al patronazgo, como la amistad

instrumental entre una persona común y otra persona con poder suficiente para concederle

bienes o servicios. En esta relación el patrono ejerce la hegemonía y el cliente acepta su

subordinación; el cliente debe ofrecer lealtad al patrono y comprobarla en los hechos, a

cambio de la ayuda económica y la protección que aquel le otorga.

A contracorriente del sentido común, el trabajo productivo y la reproducción de las

familias no son compartimentos estancos en la sociedad de mercado, sino las dos caras de

una misma moneda, procesos que se retroalimentan mutuamente.

La economía formalista ha estudiado en extenso la determinación estructural de la

producción económica sobre la reproducción social. Un pensador tan crítico como Lukacs

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(1971: 223-255), admite que la economía se ha convertido en un factor determinante de las

relaciones sociales. Seguidores de Polanyi matizan el problema, al afirmar que antes de la

aparición de la sociedad de mercado, las economías estuvieron siempre insertadas en

relaciones sociales: pero con la emergencia de la sociedad de mercado, la situación se

invirtió y el mercado se volvió dominante (Block 2003: 282).

Ante tan intensa discusión de la determinación de la producción económica sobre

las relaciones sociales. Las particularidades informales que interrelacionan simbólicamente

los momentos societal y productivo de un grupo cultural específico han sido poco

estudiadas, Por ello describiremos algunos vínculos culturales sustantivos entre la vida

laboral y la vida familiar de los telefonistas de Santiago Tzapotitlan.

Tras la urbanización del pueblo, se hubiera esperado la declinación de las fiestas

patronales. Pero en el caso estudiado los festejos se expandieron, ya que el sistema de

cargos responsable de su celebración, refuerza los lazos y el capital social de las familias,

incluidas aquellas que han sido beneficiadas por el monopolio del Sindicato de

Telefonistas de la República Mexicana sobre el mercado laboral de TELMEX.

Los telefonistas de Santiago Tzapotitlan

Los campesinos de Santiago Tzapotitlan, un pueblo ubicado al sur de la Cuenca de

México, donde se hablaba náhuatl hasta 1940 se incorporaron a empleos industriales,

alrededor de 1924, especialmente en el tendido de la red subterránea telefónica de la

Ciudad de México. Primero en la empresa sueca Ericcson y luego en Teléfonos de México

(TELMEX). Según Rosalío Morales Ríos, ex-miembro del comité ejecutivo del Sindicato

de Telefonistas de la República Mexicana (STRM) y anterior Coordinador Territorial de

Tzapotitlan, unos mil quinientos jefes de familia de la comunidad son telefonistas.

Antes de la urbanización, las unidades campesinas de Tzapotitlan de acuerdo a sus

necesidades, distribuían a sus parientes en diferentes labores entre: a) el auto abasto de

subsistencia, como el cultivo del maíz, el fríjol y otros productos agropecuarios; la cosecha

de peces y ranas; la caza de patos en los que fueron los lagos de Xochimilco y Chalco,

durante la temporada; la crianza de animales de corral; y la preparación de alimentos y

tortillas; b) la reproducción familiar, como la crianza y el cuidado de los niños; la venta de

excedentes y productos artesanales en el mercado, el acarreo de productos agropecuarios, y

la preparación de tamales y gorditas para vender en el centro de Ciudad de México. Así

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como a la explotación de las canteras para la venta de piedra y a su alquiler como peones

vaqueros, agrícolas o sirvientas, al servicio de los ricos y del patrón de Tzapotitlan.

La cercanía de la ciudad ofrecía la oportunidad de asignar de manera parcial o

temporal el trabajo de algunos integrantes de la familia campesina a trabajados asalariados

en la urbe. Pero fue hasta que telefónica Ericsson requirió el empleo temporal de

trabajadores baratos y descalificados para canalizar su red subterránea, cuando se aceleró el

abandono de las tareas campesinas en Tzapotitlan. Proceso que se inició a finales de la

década de 1930 y culminó en la de 1980, cuando se vendieron como lotes las parcelas de lo

que fue el ejido.

En tiempos de la Ericsson, los telefonistas pioneros consiguieron empleo para

familiares y paisanos en la telefónica, gracias a la costumbre campesina de trabajar duro y

corresponder a los favores recibidos. Con base en ello llegaron a contar con una presencia

decisiva en los centros operativos telefónicos al sur de la zona metropolitana de capital

mexicana.

Cuando los telefonistas de Tzapotitlan conseguían su contrato permanente de

planta, con un ingreso garantizado y seguridad social la producción campesina pasaba a un

segundo lugar en el ingreso familiar y la choza campesina dejaba su lugar a una vivienda

moderna de mampostería, pero conservando el altar familiar y la cocina de humo. En lo

que fueron los establos ahora se estacionan camionetas de TELMEX. Sin embargo, pese al

empleo permanente, los telefonistas de Tzapotitlan continuaban su labor en la milpa los

fines de semana, con el apoyo de sus hijos y otros miembros de la familia extensa, hasta

que llegó el momento en que abandonaron las milpas ante la inundación de su ejido y el

robo de la cosecha por parte de los precaristas avecindados en la localidad. A pesar de ello,

hoy día, algunos telefonistas ya jubilados, cultivan sus tierras, no tanto como actividad

económica, sino por el placer de comer tortillas hechas a mano por su mujer, pues ellas

sólo aceptan echarlas si es con maíz cosechado por sus maridos.

Sin embargo, la descampenización 1 no logró transformar en asalariados a todos los

integrantes de las familias del pueblo, por dos motivos: primero, porque conservan la

propiedad de tierras. Aunque fraccionaron las parcelas ejidales para urbanizarlas, las

1 Según Rubio (2004: 26), la descampenización es resultado del predominio de las agroindustrias

transnacionales sobre los productores rurales, que los somete a la ruina y los impulsa a migrar.

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familias atesoran algunos lotes en lo que fue el ejido y pequeñas propiedades en las faldas

del volcán Xaltepec; por lo que no se puede decir que sean proletarios desposeídos de todo

aquello que no sea su mano de obra. Algunos de esos antiguos campesinos, abrieron

pequeños negocios informales con el dinero obtenido por las ventas del suelo y edificaron

casas en sus generosos lotes, que van subdividiendo entre sus descendientes.

En segundo lugar, como ya es cada vez más difícil conseguir una plaza en

Teléfonos de México o en cualquier otro empleo formal en la ciudad de México, muchos

de sus descendientes no han logrado integrarse a la aristocracia obrera ni a otras capas de

asalariados. Estos trabajadores, muchos de ellos jóvenes recién egresados de las

universidades, que no han logrado insertarse en el mercado laboral subsisten realizando

actividades de carácter mercantil simples, en la economía informal o desempeñando

empleos precarios y temporales en los servicios. Este fenómeno se ha incrementado tras la

privatización del corporativo ya es muy difícil conseguir una plaza laboral. Hoy día la

modernización digital elimina puestos laborales y las escasas plazas ofertadas demandan

estudios tecnológicos, de manera que en la actualidad, son escasos los hijos de telefonistas

que logran un contrato.

El mercado interno de trabajo en TELMEX es monopolizado por el sindicato, el

cual a través de sus estatutos privilegia a los familiares de sus afiliados en la contratación

de personal para la empresa. Alrededor de la empresa se estructuraron dinastías familiares

de telefonistas que acostumbran intercambiar trabajo y lealtad, a cambio de empleos y

otros favores (cfr. Adler Lomnitz 1994). Es decir, las relaciones de parentesco en la

comunidad se enredaron con las relaciones clientelares al seno de la empresa.

La dirección del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana es reconocida

como una de las más democráticas del país, pero al mismo tiempo, suele premiar a sus

simpatizantes y castigar a los opositores. Los líderes gremiales controlan los permisos para

ausentarse de las labores, los prestamos a bajo interés para comprar auto o vivienda, e

intervienen en la promoción del personal. Determinan cuáles trabajadores pueden

recomendar a un familiar o amigo para cubrir una vacante y agilizan o retrasan los trámites

administrativos en TELMEX, dependiendo de la lealtad del trabajador (Dubb 1992: 24).

Para tener una muestra de la presencia de telefonistas en el pueblo, se realizó un

censo en la avenida Independencia de Tzapotitlan en el año de 2001. Primero se

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enumeraron cada uno de los hogares ubicados en esa avenida principal, obteniendo un

universo de 108 viviendas. Después se aplicó un cuestionario cerrado obteniendo los

siguientes resultados:

a) En los 94 domicilios que se pudieron censar, se localizaron 102 telefonistas activos

y 43 jubilados.

b) Los telefonistas activos se distribuían así entre las distintas áreas-tronco de

TELMEX: un 57 por ciento laboraban en la Planta Exterior, un 13 por ciento en

Comercial, 25 por ciento en Conmutación-Transmisión y otro 5 por ciento en

Tráfico

c) El 86 por ciento de los entrevistados mencionó que sus familias eran originarias del

pueblo.

En el Centro Operativo Culhuacan de la Planta Exterior laboran 139 telefonistas; 55 de

ellos son originarios de Tzapotitlan y 18 de Tlaltenco. Al analizar los apellidos de los

telefonistas, en el Centro Operativo Culhuacan, encontré que Chavarría se repitió cinco

veces como apellido paterno y tres como materno. También Martínez se repitió cinco veces

como apellido paterno y cuatro como materno. Y el apellido materno Valdez lo

compartieron cuatro telefonistas. También localicé tres parejas de hermanos que laboran en

el mismo centro, tanto así que en uno de los casos, los hermanos compartieron hasta la

misma antigüedad en su categoría laboral.

Por lo que se refiere a la fecha de su contratación, el 73 por ciento de los

telefonistas originarios de Tzapotitlan fueron contratados antes de diciembre de 1990,

fecha en que culminó la privatización de TELMEX. Los restantes ingresaron en la empresa

telefónica después de su venta al capital privado.

Lo opuesto ha ocurrido con la promoción de la categoría laboral de los telefonistas

de Tzapotitlan. Mientras que únicamente el veintinueve por ciento de ellos obtuvo su

categoría laboral, cuando la empresa era una paraestatal. El 60% de ellos pudo promoverse

a una categoría superior después de la privatización de Teléfonos de México. Gracias a las

políticas de reestructuración de TELMEX, que sustituyeron el ascenso mediante el

escalafón de antigüedad, por un sistema meritorio que premia con el ascenso a quienes

aprueban los exámenes de calificación tecnológica.

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En el Centro Operativo San Antonio Abad un 15.8 por ciento de los telefonistas de

la Planta Exterior son originarios de Tzapotitlan, quienes incluyen entre los suyos, a sus

paisanos de Tlaltenco y San Pedro Tláhuac, quienes representan el 6.3 y el 1.4 por ciento

respectivamente. El total de telefonistas originarios de la región en el Centro Operativo de

San Antonio Abad sumó el 23.5% del total. Estos pueblos forman parte de una sub-área

cultural al sur de la ciudad de México, integrada por pueblos que hablaban náhuatl. El

pueblo contiguo a Tzapotitlan es Tlaltenco y ambos celebran carnavales con comparsas de

charros. Por lo que se refiere a San Pedro Tláhuac, la cabeza delegacional, la danza de

Santiagueros de Tzapotitlan acostumbra ir a bailar a Tláhuac en honor a San Pedro y los

tres pueblos montan ofrendas en la fiesta de Todos Santos y Fieles Difuntos.

En el Centro Operativo Zaragoza ubicado al oriente de la ciudad de México, sólo el

12 por ciento de los telefonistas de la Planta Exterior son originarios de Tzapotitlan. En

otros centros operativos de Teléfonos de México, especialmente en la zona sur

metropolitana de la ciudad de México, también laboran los originarios del pueblo y de la

región.

Muchos jefes de familia del Tzapotitlan además de ser telefonistas, participan en un

complejo sistema de mayordomías encargadas de celebrar a los santos patrones del pueblo,

el Señor Santiago y la Señora Santa Ana. Además cooperan con las fiestas duales de Luces

y Música, celebradas cíclicamente en los meses de febrero y julio. El sistema de cargos y

mayordomías recrea a Tzapotitlan como una comunidad ilusoria2, frente a quienes no

forman parte de ella. Hoy día, cuando los telefonistas originarios del pueblo se refieren a

sus demás compañeros de trabajo, todavía hablan de la gente de México o del centro. Los

consideran ajenos, pese a que el pueblo fue engullido por la megalópolis mexicana.

Los telefonistas pioneros.

Se dice que José Miramar fue el primer originario de Tzapotitlan que comenzó a

trabajar en la compañía telefónica Ericsson. Cuentan que un sueco de la telefónica, el

legendario ingeniero Beckman tenía problemas con los trabajadores de la ciudad, quienes

no querían cavar zanjas, porque se inundaban con las lluvias. Cuando lo llevaron a pasear

2 Entiendo por comunidad ilusoria: a un grupo cónico desigual, que aparenta coexistir bajo relaciones de

reciprocidad.

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en trajinera, vio indios laborando en el agua y se le ocurrió salir a enganchar peones a la

chinampería. Su contratación ofrecía dos grandes ventajas: Uno, aprovechar la oferta de

mano de obra estacional que ofrecían las unidades de producción campesinas y dos, el

bajo sueldo que podían aceptar estos peones, ya que contaban con el sustento de su

producción maicera.

José Miramar recibió la invitación, fue a buscar el empleo en la ciudad y lo

contrataron. Invitó a sus paisanos a laborar en la Ericsson como peones, cavando zanjas

para introducir los ductos de la red telefónica. Un grupo de quince originarios, quienes

laboraban como canteros en las minas se animó y aceptó la invitación, aunque desertó la

mitad de ellos.

Don Aciano Cruz Chavarría fue de esos pioneros. Se sabe que se jubiló en 1964, al

cumplir setenta años de edad, cuando había acumulado cuarenta de antigüedad, por lo que

habría entrado a trabajar aproximadamente en 1924. Desde esa época debió comenzar la

dinastía de telefonistas de Santiago Tzapotitlan. También se recuerda a Manuel Cruz y

Porfirio Peña.

Estos primeros telefonistas se ubicaban en la Ericsson de la calle de Victoria, a la

espera de que salieran a preguntar quién quería trabajo. Debían escribir su nombre para

comprobar que sabían leer y los citaban para el día siguiente. Para ir y regresar a México,

tomaban un autovía al pueblo en la estación ferroviaria, cuando no lo podían alcanzar se

quedaban a dormir en la bodega de Parque Vía. El gerente les permitía reposar ahí, si

cuidaban materiales y herramientas. La gente del pueblo por su tradición de reciprocidad

aceptó y cumplió de buen gusto su doble jornada. El gerente quedó tan a gusto que les dijo:

- Traigan a otros de su pueblo, a mí me conviene gente que trabaja y en quien pueda

confiar.

Luciano Chavarría, telefonista jubilado, fue arriero hasta sus veintiocho años,

cuando empezó a laborar con carácter eventual en la telefónica Ericsson. Así se mantuvo

durante tres años, hasta 1942 cuando consiguió el empleo de planta. Cinco años después

tuvo un ascenso a la categoría de sobrestante, a cargo de una cuadrilla de treinta hombres

entre paisanos y gente de la ciudad. Con ellos compartió el orgullo de instalar el cableado

en el Zócalo de la Ciudad de México. Transportaba las enormes bobinas de cable armado y

plomo en un camión Ford. Luciano recuerda que su jefe era un sueco de gran estatura

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llamado Peterson. Para tener contentos a los integrantes de su cuadrilla, Luciano Chavarría

los convidaba cada año a comer en su casa de Tzapotitlan, con motivo de los festejos

patronales.

Los campesinos del pueblo aceptaban con gusto el empleo eventual en la Ericsson,

porque les permitía obtener un ingreso extra. Al mejorar su situación económica ya no fue

necesario labrar la tierra, la esposa de Don Luciano, recuerda: - Como ya me alcanzaba el

gasto, comencé a comprar el maíz y todo lo de comer. El salario derivado de un empleo

permanente, les permitió prescindir de los ingresos campesinos, aunque la mayoría de las

unidades domésticas de Tzapotitlan siguieron cultivando la tierra hasta que la urbanizaron

o vendieron.

El hijo mayor de don Luciano, quiso seguir estudiando después de terminar los

estudios secundarios. Sin embargo, su padre lo castigó pues soñaba que siguiera con la

tradición campesina; y lo mando a picar zacate para su venta en Iztapalapa. A pesar de

ello, el joven ingresó a la compañía telefónica.

La racionalidad urbana se impuso, sus otros hijos fueron a la universidad,

estudiaron música, economía y química farmacéutica. En sólo dos generaciones ocurrió el

cambio ocupacional en esta familia, de campesina a obrera y de telefonista a universitaria.

No todos los hijos de telefonistas tuvieron la suerte de los hijos de Don Luciano.

Algunos de ellos, permitieron que sus hijos siguieran estudios universitarios, sólo si

correspondían a alguna profesión que fuera útil para laborar en TELMEX. En muchos

otros casos, los padres no les exigían a sus hijos ser buenos estudiantes, como ellos habían

podido triunfar, al ser trabajadores de TELMEX, tan solo con saber leer, escribir y las

operaciones aritméticas fundamentales, no se concebía a la educación como factor de

ascenso social. Pocos previeron que el cambio tecnológico iría exigiendo cada vez más

preparación académica a los aspirantes a ingresar a TELMEX.

El patronazgo del ingeniero Montenegro.

En diciembre de 1947 se fusionaron las antiguas empresas telefónicas Ericsson e

International Telephone and Telegraph Company dando origen a Teléfonos de México.

Para 1950, TELMEX ya había adquirido los bienes y concesiones de la Compañía

Telefónica y Telegráfica Mexicana. Y en 1972, el gobierno mexicano suscribió el 51 por

ciento de sus acciones por lo que Teléfonos de México pasó a control estatal.

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La siguiente generación de telefonistas de Tzapotitlan, siguió una ruta distinta a la

de Don Luciano para ingresar a TELMEX, ya que se estableció una relación de

patronazgo, entre el jefe de personal de Teléfonos de México y las familias de Tzapotitlan.

El poderoso ingeniero Montenegro, de quien se dice tenía pleito casado con el líder

sindical, solía acudir cada medio año a las celebraciones del pueblo. Se dice que llegó a

estimar tanto a las familias de Tzapotitlan, que las metía a laborar en TELMEX: - Claro

que si querías entrar a trabajar, te tenías que arreglar mediante un dinero con

Montenegro. Pero valía la pena el gasto por conseguir un empleo.

Montenegro acrecentaba su hegemonía como jefe de personal en TELMEX, al

introducir más miembros de las familias de Tzapotitlan, cada uno quedaban obligado a

serle fiel, ya que el favor del empleo lo convertía en su cliente. También incrementaba el

poder frente al líder sindical y ganaba buen dinero. Como los telefonistas capitalinos

envidiaban la suerte de los de Tzapotitlan metían la puya preguntando: - ¿Cuándo le van a

poner el nombre del ingeniero Montenegro a una calle de su pueblo?

Aunque el contrato laboral sólo debe ser de interés del trabajador individual, la

relación de patronazgo era entendida en Tzapotitlan como una deuda familiar de

reciprocidad. Pese al carácter moderno de las relaciones productivas en TELMEX; en sus

intersticios aparecían lazos informales como el patronazgo de Montenegro sobre los

telefonistas, y la asignación de horas extras que se pagaban pero no se trabajaban; podemos

decir que eran el lubricante que garantizaba el funcionamiento del sistema burocrático. El

corporativo podía confiar en la intermediación de Montenegro con su personal para diluir

conflictos. En otro país como Chile, el pago en dinero hubiera excluido toda posibilidad de

una relación personal entre las partes (Adler Lomnitz 1994: 139), pero en Tzapotitlan la

obligación de reciprocidad con Montenegro, aunque fuera a cambio de un soborno, exigía

que lo siguieran invitando a sus festejos y a otorgarle lealtad en el corporativo.

Patronazgo y reciprocidad a la sombra de una economía de mercado.

En México existe una organización social cónica, estructurada por pirámides

replicantes que se estructuran a partir del intercambio de un diferente recurso, que puede

ser el poder, el capital y el trabajo (Adler Lomnitz 1982: 53). La estructura triangular

resulta de la interacción entre tres variables: la dirección de la relación que puede ser

vertical o jerárquica u horizontal entre pares; la clase de recurso intercambiado ya sea

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capital, poder, empleo, información, lealtad política; y el modo como se articulan ya sea

formal e informal.

En nuestro caso resulta de interés la pirámide laboral, pues tanto el personal de

confianza de la empresa, como los líderes sindicales podían otorgar empleo y puestos de

arriba hacia abajo; a cambio de una lealtad recíproca que los trabajadores industriales

irradian de abajo hacía arriba. Cuando TELMEX era una empresa estatal, los trabajadores

eran clientes de dos patrones, de la burocracia que administraba la empresa y de los

cuadros sindicales. Con la privatización, el poder de la empresa ya no lo ejerce la

burocracia estatal sino el personal de confianza, pero el sindicato mantiene el monopolio

del mercado laboral. En México, se acostumbra que la dirección sindical conceda los

mejores empleos a sus miembros más leales, propiciando la pasividad y despolitización

entre los trabajadores. Hasta para gozar de las prestaciones que otorga la ley, el trabajador

requiere el apoyo de su superior sindical (Adler Lomnitz 1994: 58). Como ocurre todavía

en 2007 en los centros operativos de TELMEX donde los trámites para préstamos y los

permisos o licencias se realizan gracias a la intermediación de los coordinadores y

delegados sindicales, por lo que sigue creciendo la deuda de lealtad de los trabajadores.

Estatuto sindical y empleo familiar.

Pérez Lizaur (1994: 13-14) distingue dos tipos de relaciones en las empresas: Las

formales sancionadas por la ley a través de contratos, donde se defienden los derechos y

obligaciones de las partes. Y las informales como el parentesco y las redes de afinidad que

interactúan con las primeras. El artículo 13 de los estatutos del Sindicato de Telefonistas

de la República Mexicana (STRM 1983: 7) fue el vaso comunicante entre las relaciones

laborales formales e informales en TELMEX, pues garantizó un trato preferencial en la

obtención de un empleo en TELMEX y sus filiales. En él se estipula la posibilidad de dar

plazas a los deudos en primer grado de los trabajadores fallecidos; a los hijos de los

telefonistas jubilados; a los hijos de los miembros activos permanentes o en receso y a los

familiares en primer grado de los telefonistas en general.

El gremio de telefonistas no fue el único que reservó los puestos de trabajo para sus

familiares, fue una estrategia común del sindicalismo mexicano. Ante la escasez de puestos

laborales ofertados y la expansión demográfica. La respuesta del proletariado urbano fue

consolidar sus privilegios, y entre ellos el más importante: el acceso a plazas dentro del

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sistema formal. Los sindicatos se transformaron en asociaciones defensivas que

colaboraban con el aparato estatal para conservar las plazas de los trabajadores para sus

familias inmediatas (Adler Lomnitz 1994: 261).

El artículo 13 condicionó el acceso al contrato laboral, a los parientes de sus

agremiados. Así apareció un híbrido, es decir, un reglamento formal que institucionalizó lo

informal. El STRM tendió así el puente que interconectaría la pertenencia de las familias

de Tzapotitlan con la obtención de un empleo garantizado y bien remunerado en

TELMEX; que hoy día son de los mejores en México. En el pueblo lo toman a broma: -

Cuando en Tzapotitlan nace un niño, antes de presentarlo al registro civil, lo llevan al

sindicato de telefonistas para sacarle su pre-solicitud...

Telefonistas y mayordomos en el linaje De la Rosa Martínez.

De acuerdo con las tesis de la modernización, las relaciones de parentesco se

debilitan con la industrialización. Sin embargo la experiencia de los telefonistas de

Tzapotitlan indica que esto no ocurre de un momento a otro. El cambio se da

paulatinamente, puede ocurrir que las funciones del parentesco se ajusten al cambio

tecnológico, de acuerdo a las necesidades de las familias. Para comprobarlo, analizaré las

relaciones de parentesco de dos familias de telefonistas. Su estudio da cuenta de la manera

en que se fueron tejiendo redes de compromiso y reciprocidad al introducir a parientes de

los trabajadores en TELMEX, así como de la manera en que esto ha cambiado a partir del

cambio tecnológico. La información también da cuenta de la importancia de participar en

las fiestas patronales del pueblo como mayordomos.

La red de parientes de Ana María Martínez

Ana María Martínez originaria del pueblo, fue hija de Cresencia Martínez e

Hipólito Martínez, ella tuvo tres hermanos telefonistas: Marcos, Armando y Julio

(Genealogía, fuente: investigación propia).

Su hermano Marcos tuvo cuatro hijos varones y cinco mujeres, pero ninguno fue

telefonista. Armando se casó con Paula y tuvo nueve hijos; tres de los cuales, Arturo, Noe y

Miguel también laboran en TELMEX. Los tres hijos de Julio y Margarita: Guillermo,

Santiago y José lograron tener su plaza en la empresa telefónica.

La finada Elia, una de las dos hermanas de Ana María, contrajo matrimonio con

Pedro, quien labora en el corporativo. Dos de sus hijos, Fernando y Alejandro

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heredaron el empleo en Teléfonos de México. Su hija Verónica está casada con Julio,

quien por supuesto trabaja en la compañía telefónica. Sólo su hermano Arturo no está

adscrito a TELMEX. Socorro la otra hermana de Ana María tampoco tiene esposo ni hijos

telefonistas.

Ana María Martínez contrajo matrimonio con Agustín de la Rosa y tuvo cinco hijos

hombres. Cuatro de ellos: Magdaleno, Margarito, Agustín y Gabriel laboran en TELMEX,

pero Leonardo no tuvo esa suerte. Sus tres hijas no tienen ni esposos, ni hijos telefonistas.

Magdaleno De la Rosa Martínez, además de ser telefonista ha cumplido con el

cargo de mayordomo. Tuvo dos hijos varones quienes han seguido sus pasos, tanto en

TELMEX como en las mayordomías de los festejos patronales en Tzapotitlan.

Margarito de la Rosa Martínez tuvo seis hijos y dos hijas. José Luís, uno de los

varones labora en Teléfonos de México y ha cumplido con el cargo en la mayordomía. Esta

familia respeta los derechos de sus hijas: Gabriela es de las pocas mujeres del pueblo que

ha heredado una plaza en la compañía telefónica. Margarita también ha roto el mito sexista

de que el cargo de mayordomo sólo es para los hombres. Felipe no es telefonista, pero

cuenta con el prestigio de haber sido tesorero de la mayordomía. Agustín otro de los hijos

de Margarito que ha sido mayordomo, tampoco es telefonista.

Leonardo de la Rosa Martínez no es telefonista, pero sí ha cumplido con su deber

en la mayordomía. Su hija Ana María es telefonista y mayordoma. Margarita, Benjamín y

David han sido mayordomos, pero no laboran en TELMEX.

Agustín de la Rosa Martínez tiene tres hijas y un hijo. Rocío y Javier han seguido la

tradición de cumplir con el cargo de la mayordomía, pero no tienen relación con la

empresa. Gabriel de la Rosa Martínez, otro de los hijos telefonistas de Ana María, también

ha cumplido con la mayordomía.

Podemos apreciar que todos los hermanos varones de Ana María y uno de sus

cuñados han sido telefonistas. En cambio ocho de sus sobrinos heredaron el empleo

telefónico pero ninguno de ellos ha sido mayordomo no han cumplido su obligación con el

pueblo. Por lo que se refiere a sus hijos, cuatro de los cinco laboran en TELMEX. En

cuanto a sus diecisiete nietos varones, sólo cuatro heredaron el oficio telefónico.

Sobresalen dos de sus nietas, quienes son las únicas telefonistas de sexo femenino en la

familia. A pesar de que en TELMEX las mujeres pudieron obtener un buen empleo como

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operadora telefónica, la mayoría de las familias del pueblo han preferido otorgar la plaza al

yerno, para que cumpla con su función de proveedor.

En lo que se refiere al cumplimiento del cargo de la mayordomía, sólo tres de los

cinco hijos de Ana María aceptaron el cargo, dos de ellos son telefonistas. En cambio doce

de sus nietos, cuatro de ellos mujeres y ocho hombres, han sido mayordomos; uno de ellos

destacó como tesorero de la mesa directiva de la mayordomía. Se pude apreciar que la

generación de los nietos ha participado más en las mayordomías para buscar prestigio, que

la de los hijos de Ana María. Como hemos comentado, las mayordomías de las fiestas de

Luces y Música de Tzapotitlan en lugar de inhibirse por la incorporación de los vecinos a

empleos urbanos, se ha expandido gracias a los salarios urbanos. Sin embargo, entre los

nietos comprometidos con las tradiciones del pueblo, apenas tres varones y dos mujeres

laboran en TELMEX.

En el gráfico 2 aparecen los varones descendientes de Cresencia e Hipólito

Martínez de primera, segunda y tercera generación; quienes obtuvieron empleo telefónico

o han participado en las mayordomías de Tzapotitlan. En la tercera generación, no se

incluyeron a las dos mujeres que laboran como telefonistas; ni a las cuatro mujeres que

asumieron un cargo en las mayordomías. Dado que la cuarta generación es la de niños y

bebes, tampoco se agregó.

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CRESENCIA

MARTINEZ HIPÓLITO

MARTINEZ

MARCOS

TELMEX

OFELIA ARMANDO

TELMEX PAULA

ELOINA

MARGARITA

SOCORRO MIGUEL

SARA

CHELA

MARTHA

CLAUDIA

SAUL

CARLOS

PANCHO

GUILLE

ARTURO

TELMEX

LILIA

JULIO

ARIEL

DANIEL

VERONICA

S.D.

JULIO

TELMEX

FERNANDO

TELMEX

LILIA

VALENTIN

FABIOLA

ALEJANDRO

TELMEX

ANA

EMMA

HUGO

LUIS FERNANDO

ARTURO

MARIA

LUISA

GABINO ALMA

ANA

CRISTINA

JUAN

CARLOS

MIGUE

L

GABRIELA

MARLEN

ANA

KAREN

CRISTIAN

MARIBEL

MIGUEL

TELMEX

EDITH

EDITH

ISRAE

L

ROGELIO

OSCAR

ANGELICA

JESUS

CARLOS

JAVIER

LUIS

* ANA

MARIA

MARTINEZ

EGO

ITZEL

JOSE

TELMEX

GUILLERMO

TELMEX

JULIO

TELMEX PEDRO

TELMEX

ELIA

NOE

TELMEX

SANTIAGO

TELMEX

Continúa de la

página siguiente GRÁFICO 1

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JESUS

CRISTIA

N

VANESA ANA MARIA

MARTINEZ

AGUSTIN DE

LA ROSA

ALFONSO

MAGDALENO

TELMEX

MAYORDOMO

FRANCISCO

TELMEX

MAYORDOMO

VICTOR

TELMEX

MAYORDOMO

GABRIELA

TELMEX

JOSE LUIS

TELMEX

MAYORDOMO

ULISES

CARLOS

LOURDES

FERNANDO

ROSARIO

JUAN

C.

MARGARITA

MAYORDOMA

LORENZA

MAGDALENA

MARGARITO

TELMEX

AGUSTIN

MAYORDOMO

ARTURO

FER

S.D.

OSCAR

RODRIGO

BEBE

BEBE

ZULEIMA

ASTRID

ELIZABETH

PATY

S.D.

S.D.

ANTONIETA

VERONICA

JUAN

ALEXIS

GERMAN

S.D.

ALFONSO

S.D.

JUAN

MARISOL

YOLANDA

FERNANDO

CARLOS

MARISELA

TOÑO

JOSE L.

ALE

ALE

JUANA

ALEJANDRA

EDGAR

RENATA

GUILLERMINA

S.D.

S.D.

JOSEFINA

MIGUE

L

SAMANTHA MIGUE

L

JAIME

PATY

ALBERTO

LETICI

A

ALEJANDRO

MARILU

MIGUEL

GUADALUPE

BRYAN

YESSICA

DIEGO

IRMA

VICTOR

S.D.

LUIS

HUGO

FELIPE

TESORERO

MAYORDOMO

ANGEL

RAFAEL

ALEJANDRA

GUADALUPE

MARIANO

FELIPE

EVA

CUAUHTEMOC

IVAN

IVONNE

MARY

BALAM

MARIA

JULIAN

LUPE

SANDRA

BEBE

JULIO

JUSTIN

YORICO

S..D.

S.D.

*

Viene de la página

anterior Continúa en la

página siguiente

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GABRIEL

TELMEX

MAYORDOMO

VIRGINIA

AGUSTIN

TELMEX LEONARDO

MAYORDOMO

ANA

MARIA

TELMEX

MAYORDOMA

EDUARD

O

CINTHYA

BEBE

MIGUEL

BEBE

MIGUEL

BENJAMÍN

MAYORDOMO

FRANCISCA

ANGELICA

DAVID

MAYORDOMO

PATY

ANA KAREN

MARGARITA

MAYORDOMA

LALO

SARA

ROCIO

MAYORDOMA

JESUS

LAURA

CRISTINA

SANDRA

JAVIER

MAYORDOMO

SILVIA

ANA

SILVIA

LUCIA

ILIANA

MONICA

: MAYORDOMO

: MUJER

MATA

RIMO

NIO

: HOMBRE

: MATRIMONIO

: HIJA

: DIFUNTA

: TELEFONISTA

: TELEFONISTA Y

MAYORDOMO

SIMBOLOGÍA

Viene de la página

anterior

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Gráfico 2.

Telefonistas o mayordomos de la familia Martínez por generaciones. Generaciones Hombres

de la

familia

Hombres de la

familia

telefonistas

Porcentaje

telefonistas

de la familia

Hombres de la

familia

mayordomos

Porcentaje

mayordomos de

la familia

1ª. Generación

(jubilados)

3 3 100% 0 0%

2ª. Generación

(maduros)

23 12 52.17% 3 13.04%

3ª. Generación

(jóvenes)

26 3 11.53% 8 30.76%

Fuente: investigación propia.

Como se puede apreciar el porcentaje de telefonistas de la familia Martínez

diminuyó de una a otra generación, pasado de un cien a un poco más del once por ciento,

aunque se multiplicó más de siete veces en números absolutos. En cambio el porcentaje de

mayordomos que fue inexistente para la primera generación, se elevó en la segunda y la

tercera hasta alcanzar más del treinta por ciento de participación.

La red de parientes de los Pichardo

Distinto es el caso de otra red familiar donde los estudios profesionales fueron

orientados a la telefonía. Doña Antonia Pichardo, ama de casa originaria de Tzapotitlan y

comerciante de ochenta años, se casó con Silvino Cruz de ocupación telefonista, quien

falleció a los sesenta años. Como ocurrió con otros miembros de su generación, la pareja

sólo estudió hasta el cuarto año de primaria. El matrimonio tuvo dos hijos que murieron a

corta edad, Miguel Ángel a los seis meses y Francisco al año y medio.

La mayor de los hijos sobrevivientes Florentina Cruz Pichardo fue secretaria en

Teléfonos de México y ahora disfruta su jubilación a los sesenta años. Tras su matrimonio

con Agustín tuvieron tres hijos varones: Arturo es un abogado de 36 años; Arcelia

licenciada en Relaciones Internacionales de 32 años dedicada al hogar y casada con

Federico, un ingeniero electrónico de 34 años quien labora en TELMEX y Agustín que a

sus 28 años es maestro de inglés. Federico como ingeniero de la empresa es la envidia de

los vecinos y compañeros de trabajo.

Catalina Cruz Pichardo de 58 años es un ama de casa que estudió secundaria con

corte y confección. Contrajo matrimonio con Camilo, un telefonista hoy jubilado de 59

años que estudió hasta la secundaria. La pareja tuvo tres hijos: Xóchitl que a sus 30 años

cuenta con una maestría en informática y comunicaciones; Claudia de 27 años quien labora

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como diseñadora de modas en una fábrica de ropa y Rodrigo agente de ventas que estudió

hasta la preparatoria y tiene 26 años.

Rosa María Cruz Pichardo, la otra hija de Doña Antonia a sus 55 años se dedica al

hogar, está casada con Andrés de 57, quien trabaja en seguridad bancaria. Sus hijos son

Francisco, un administrador público de 30 años encargado de las relaciones públicas

en una empresa bancaria, casado con Guadalupe una ingeniera en computación de 30 años,

dedicada al cuidado de Jimena, su pequeña hija de 10 meses. Miguel Ángel estudió en el

Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, tiene 27 años y trabaja como agente

de ventas. Rosa María también es madre de Rosario, una licenciada en economía que a sus

26 años se dedica al hogar, vive con su esposo René quien es un auxiliar de contabilidad,

un año mayor que ella. Vianney de 23 años estudia el bachillerato y computación. Paola

con 21 años de edad es técnica en computación. Vianey tiene 23 años y estudió el

bachillerato en computación.

Magdalena Cruz Pichardo tiene 50 años de edad y se desempeña como maestra. De

su matrimonio con el doctor José Luís de 51 años tuvo dos hijos. José Luís un ingeniero en

Telecomunicaciones de 26 años y la contadora pública Aura Elena de 23.

Misael Cruz Pichardo heredó el empleo telefónico de Don Silvino, cuenta con 47

años y estudió hasta la preparatoria, contrajo matrimonio con María Teresa quien estudió la

secundaria y se dedica al hogar a sus 40 años. Uno de sus hijos también se llama Misael,

quien estudió hasta la preparatoria y tiene 25 años; Thalía de 22 años licenciada en

administración de empresas por la universidad tecnológica y alumna del noveno semestre

de derecho en la UNAM; Denisse estudió preparatoria y es interprete traductora, a sus 20

años.

El último hijo de doña Antonia es Erasmo Cruz Pichardo telefonista con una carrera

universitaria trunca. A sus 40 años está casado con Olga Alemán de 34 años quien tampoco

pudo terminar su licenciatura. Ambos son padres de Aurora una estudiante de preparatoria

de 16 años y del pequeño Silvino de 10 años alumno de primaria.

Tres de los hijos varones de doña Antonia heredaron la plaza en TELMEX de su

padre finado, una de sus hijas también es secretaria en la empresa. Sin embargo ninguno de

sus nietos ha obtenido un empleo en la empresa telefónica, a pesar de que su perfil

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académico está orientado a la computación, las telecomunicaciones, la traducción y la

administración, todas ellas carreras útiles para Teléfonos de México (ver gráfico 4).

Algunos telefonistas de Tzapotitlan me han consultado sobre donde podían estudiar

sus hijos comunicación, electrónica, computación o administración, ya que todavía aspiran

a conseguirles empleo en la empresa, aunque los jóvenes tengan otra vocación. Por eso hay

una gran cultura digital en Tzapotitlan. No es raro que mientras la abuela prepara tlapiques

en la cocina de humo, el nieto converse por el chat de Internet, en el estudio de la moderna

residencia adjunta. Algunos jóvenes capacitados en telecomunicaciones, que ya no

consiguen ingresar al corporativo, laboran en la televisión de cable, en filiales telefónicas

que los contratan de manera precaria y en empresas de telefonía celular que compiten con

TELMEX.

Discusión

La comparación de estas dos redes familiares permite apreciar que actualmente

debido a la modernización digital y a los incrementos en la productividad, TELMEX cubre

muy pocas de las vacantes generadas por la jubilación de los viejos telefonistas

sindicalizados. A eso se debe que las redes de transferencia de empleos no se extendieran

hacia las generaciones inferiores. Fue la generación de hermanos y cuñados cuya edad gira

alrededor de los cuarenta años más o menos, quienes lograron un empleo de planta en

Teléfonos de México. Entre la generación de los nietos de los fundadores, son escasos los

jóvenes de entre 20 y 30 años, con plaza en TELMEX. La sub-contratación de los servicios

telefónicos digitales hacia empresas no sindicalizadas, bloquea la expansión transversal en

las redes familiares de los telefonistas del pueblo y de los telefonistas en general. Las redes

familiares de empleo rastreadas en las genealogías de las dinastías telefonistas de

Tzapotitlan siguieron esta lógica:

a) Los pioneros colocaron a hijos, parientes y vecinos en la compañía telefónica. Y estos

pasaron transversalmente los empleos a algunos de sus hijos.

b) Después las redes crecieron longitudinalmente incluyendo a hermanos, cuñados, primos

y concuños.

c) A partir de la privatización, el crecimiento transversal de las redes prácticamente se

bloqueó, pues las vacantes casi no se reponen y la dirección sindical no ha logrado evitarlo.

Como resultado, los nietos de los telefonistas pioneros no consiguen plaza en TELMEX,

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19

aunque cuenten con una calificación laboral superior que coincide con el perfil del

consorcio.

d) La tendencia señala que en paralelo a la declinación del Sindicato de Telefonistas de la

República Mexicana, aparentemente las redes familiares de empleo telefónico en

Tzapotitlan se irán diluyendo.

Como no todos los hijos de los jubilados obtuvieron una plaza de telefonistas, sus

ingresos difieren y generan desigualdades. Por la disimilitud social, la vecindad inmediata

en el predio común de la parentela y lo cercano de la relación de parentesco se generan

envidias al seno de la familia extensa. El hijo desempleado sabe que pudo haber tenido la

plaza de TELMEX, si su padre no hubiera entregado la pre-solicitud al hermano mayor.

Llegar a bordo de la camioneta de la empresa, al predio familiar donde colindan las

viviendas de todos los hermanos, dota de prestigio al telefonista, lo señala como triunfador.

Estas envidas no llegan a la ruptura familiar, pues son desplazadas durante las fiestas, por

la alianza de familias nucleares vecinas y emparentadas agrupadas en la mayordomía local,

en continua competencia por el prestigio de organizar los eventos festivos más ostentosos.

Antes de la privatización, si un joven de Tzapotitlan contaba con la suerte de que un

pariente trabajara en Teléfonos de México, tenía su futuro asegurado, lo mismo ocurría con

los esposos de las hijas de telefonistas. Si alguien no tenía un pariente sindicalizado, podía

alcanzar el parentesco ritual con un trabajador mediante el compadrazgo. Mintz y Wolf

(1950: 94) definen al compadrazgo como una relación que se establece entre individuos, a

través de su participación en el ritual del bautismo católico. A partir de ese momento la

pareja que patrocinó al bebe para ingresar a la comunidad católica y sus padres, son

parientes espirituales o compadres.

En Tzapotitlan el compadrazgo no sólo convenía a quienes necesitaban un empleo.

Conseguir de compadre a un funcionario sindical, un jefe o un ingeniero de TELMEX,

también era una aspiración para los telefonistas en activo. Representaba la posibilidad de

desenvolverse con éxito en la carrera laboral o de conseguir empleo a los hijos.

Durante la época de oro de la administración gubernamental burocrática en

Teléfonos de México (1972-1990), el aspirante a ingresar en la empresa debía: conseguir

una pre-solicitud avalada por el sindicato; necesitaba pedir el favor a un familiar que

trabajara en TELMEX y estuviera afiliado a la organización gremial. A su vez, el familiar

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telefonista debía requerir la pre-solicitud a su delegado sindical o a algún líder que

conociera. Ya con la solicitud en la mano, el aspirante presentaba un examen de admisión.

Como TELMEX esquivó los posibles obstáculos sindicales a su privatización, respetando

el monopolio gremial sobre el mercado de trabajo interno, el mecanismo clientelar sindical

de contratación subsiste. Pero ya casi no se puede recurrir al él, porque la empresa ya no

ofrece plazas, que sustituyan a los jubilados o de nueva creación.

Todos los telefonistas originarios reconocieron durante las entrevistas, algunas

veces con dificultad, que obtuvieron la deseada pre-solicitud para TELMEX gracias a la

ayuda de sus padres, tíos, primos o cuñados.

Al ingresar de manera clientelar, el nuevo empleado quedaba en deuda de

reciprocidad y lealtad: a) ante su pariente telefonista, b) ante el sindicalista que lo había

recomendado y c) ante el administrador gubernamental de la empresa. Tres corporaciones

solían usufructuar el mercado laboral interno de la empresa paraestatal: las familias

extensas de Tzapotitlan, el sindicato corporativista y la burocracia que administraba a

TELMEX. El telefonista que conseguía el empleo para su pariente, ganaba el aprecio y

respeto dentro de su familia extensa. Ambos quedaban en deuda ante el líder, quien todavía

suele reclamar el pago del favor en momentos críticos como: asambleas, conflictos y

elecciones. Por si fuera poco, el nuevo telefonista quedaba obligado a mantener el buen

nombre de la familia al seno de la empresa. Tampoco debía dar problemas a la burocracia

de la paraestatal. Aunque ahora la empresa es privada, el mecanismo subsiste, sólo que el

corporativismo sindical se ha atenuado por lo escaso de los empleos y la burocracia devino

en personal de confianza que debe competir con eficacia para conservar su posición.

Los telefonistas del pueblo acostumbran alardear de lo bueno de su empleo,

causando molestias a sus paisanos. Todos los entrevistados se sienten orgullosos de

trabajar en Teléfonos de México, llegar al pueblo en la camioneta de la empresa es motivo

de gran prestigio. Los telefonistas de Tzapotitlan se consideran buenos trabajadores,

porque desde pequeños se acostumbraron a la disciplina de las labores campesinas que

arrancan con la aurora. Buena parte de los telefonistas hoy jubilados, ingresaron a

TELMEX en los puestos de trabajo más pesados y de menor calificación, para cavar

zanjas, reparar pozos o montar postes. Pero a lo largo de su trayectoria laboral dentro del

corporativo, fueron escalando categorías hasta llegar a ser jefes auxiliares. Ahora se

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pueden encontrar en TELMEX originarios del pueblo que son gerentes, ingenieros o

contadores.

Los telefonistas chilangos u citadinos, critican a los de Tzapotitlan. Dicen que por

lambiscones, tienen más posibilidad de llegar a ser jefes auxiliares. Pero los originarios

argumentan que los prefieren por no tenerle miedo al trabajo. Un indicador de la buena

relación de un telefonista con el personal de confianza, es que le presten la camioneta de

TELMEX para regresar a su casa y en las calles del pueblo es común verlas estacionadas,

aunque en los últimos años ha disminuido su presencia.

Interrelaciones entre TELMEX y Tzapotitlan.

Como discutimos en la introducción, la existencia misma de los telefonistas

originarios transcurre básicamente entre dos momentos: el de su vida laboral en los centros

operativos de TELMEX y el de su vida familiar en Tzapotitlan.

En las entrevistas, los telefonistas mencionaron ciertas articulaciones entre la vida

cotidiana en Tzapotitlan y el proceso laboral en TELMEX. Por ejemplo, las expresiones de

ayuda mutua hacia los paisanos que atraviesan alguna dificultad en TELMEX, las cuales

pueden llegar hasta la complicidad. Como por ejemplo, el caso de los conflictos que genera

la asistencia al trabajo en estado de ebriedad. Así como las envidas que se desatan entre

ellos y los chilangos, por la escasez de empleo y la disputa de la promoción al cargo de jefe

auxiliar. Además de imponer a sus hijos el estudio de licenciaturas universitarias acordes

con el mercado laboral de la empresa. O el prestigio que implica llegar a bordo de una

camioneta de Telmex a Tzapotitlan.

Para los telefonistas, la administración estatal en TELMEX fue una época de oro.

Jefes y supervisores aprobaban pagos a los sindicalizados por horas extras no laboradas, a

fin de ganar la voluntad de sus subordinados. Amigables convenios sindicales convenidos

con la administración burocrática y que permitían que los trabajadores se negaran a realizar

ciertas labores, alegando que no estaban descritas en el puesto de trabajo pactado, con la

consecuente mengua de su rendimiento y en el servicio telefónico ofrecido.

A fin de evitar problemas con el sindicato, la burocracia en posesión de Teléfonos

de México evitaba rescindir el contrato a empleados incumplidos. Cuando un telefonista

caía en el alcoholismo, propiciado por el consumo de cerveza y tequila en las fiestas del

pueblo, le otorgaban una licencia con goce de sueldo, durante el tiempo de desintoxicación.

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Por ello, la empresa estatal prestaba un servicio telefónico deficiente, que propiciaba

reparaciones e instalaciones tardadas y deficientes. En estas condiciones el abonado

prefería buscar por su cuenta un telefonista y pagarle un soborno a cambio de una

compostura informal, acción llamada guajolote por los telefonistas. En Tzapotitlan los

familiares del novio todavía acostumbran ofrendar un guajolote a los padres de la novia, en

reciprocidad por haber entregado su hija en matrimonio. Por ello, al soborno pagado al

telefonista por una reparación informal, no se le dice mordida como acostumbran decirle

los chilangos en Ciudad de México, sino que se le nombra guajolote.

Desde la óptica del clientelismo, es fácil entender las ventajas que obtienen los telefonistas

originarios de invertir tantos esfuerzos y dinero en las cada vez más ostentosas Fiestas de

Luces y Música de Tzapotitlan. Durante la celebración a los santos patrones ocurren dos

tipos de festejos de manera simultánea: el banquete familiar y la fiesta del pueblo. En los

hogares telefonistas, los patios se cubren de lonas, se alquilan mesas y sillas portátiles

cubiertas de blancos manteles, para agasajar a los invitados: patrones, clientes,

sobrestantes, ingenieros, líderes sindicales y familiares. Es la manera en que el anfitrión

afirma sus lazos clientelares, dentro de la empresa, el sindicato, el pueblo, los amigos y la

familia extensa. También es buen momento para solicitar un favor al patrón u otorgar algo

a los propios subalternos. El plato extra de comida o itacate ofrecido al retirarse de la

fiesta, refuerza la deuda de reciprocidad de los comensales, que cuando sea necesario y

posible, puede pagarse con una pre-solicitud, un mejor puesto o una licencia de

construcción.

En conclusión.

Como hemos visto, las tesis convencionales de modernización pronostican un

acelerado debilitamiento de las relaciones de parentesco en las comunidades sometidas a

procesos de industrialización. Pero los lazos de parentesco de las familias de telefonistas en

el pueblo de Tzapotitlan, más que atenuarse se reconvirtieron para asegurar buenos

empleos en TELMEX a sus integrantes. Rasgos de la cultura de reciprocidad de los

telefonistas originarios perduran, tales como la lealtad hacia sus empleadores; el

compromiso clientelar ante el sindicato y la obligación de mantener en el alto el buen

nombre de su familia dentro de la empresa. Estos lazos de reciprocidad les permitieron a

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los telefonistas de Tzapotitlán conseguir puestos laborales para sus familiares, así como

escalar la jerarquía laboral en Teléfonos de México.

La trascendencia de las familias ampliadas en Tzapotitlan, provenía del derecho

paternal a decidir sobre la herencia de la tierra. Al abandonar las labores campesinas, el

poder de la familia derivó en su derecho a heredar las plazas en TELMEX. En la

actualidad, la disputa por el prestigio dentro de un complejo sistema dual de mayordomías

competidoras; renueva y fortalece los lazos de apoyo mutuo al seno de las unidades

domésticas familiares frente a otras familias en tanto rivales simbólicos.

Tras la reestructuración digital de TELMEX, cada vez son más escasos los empleos

en el corporativo y el poder de las redes familiares poco a poco se diluye. Así Tzapotitlan

tiende a dejar de ser un pueblo de telefonistas, a pesar de los esfuerzos por formar a las

nuevas generaciones con perfiles técnicos útiles para TELMEX. Algunos jóvenes, con una

calificación profesional universitaria orientada a las telecomunicaciones, exploran otros

caminos en las empresas subsidiaras del corporativo y en las compañías de televisión por

cable o telefonía celular que compiten con TELMEX. Esto ha implicado trabajos con

prestaciones y remuneraciones menores a las que ofrecía el contrato colectivo del Sindicato

de Telefonistas de la República Mexicana, pues son contratos son precarios.

Ante esta situación, acostumbran recurrir a los recursos, relaciones y oportunidades

de su familia ampliada, para desplegar diversas actividades de tipo mercantil simple, como

el servicio de bici-taxis o el alquiler de mobiliario para banquetes, etcétera, que les

permiten afrontar con diversa eficacia, la competencia aguda de la economía globalizada.

Por lo que se refiere a las interrelaciones entre la vida de los telefonistas en

Tzapotitlan y en los centros operativos de Teléfonos de México destacaron algunas tan

simbólicas como el denominar guajolote a los sobornos pagados por los usuarios a cambio

de una reparación informal de su línea telefónica, en alusión al nombre que recibe el

tradicional pago de la novia en el poblado. O como la eficacia del banquete ceremonial

ofrecido en el hogar familiar, para sellar alianzas de intercambio de recursos entre patronos

y clientes, del pueblo y/o de la ciudad.

Esta situación aparece como paradójica en un contexto conformado por las presiones

de la acelerada urbanización, la expansión de las tecnologías y el bombardeo de mensajes

modernizadores a través de los medios digitales. Sin embargo, algunas expresiones

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culturales de los originarios de Tzapotitlan, como el complejo sistema de mayordomías, los

festejos patronales y las llamadas danzas Aztecas en lugar de declinar, se encuentren en

franca expansión.

Según relatan los originarios, en cuanto comenzaron a recibir salarios urbanos, se

incrementó su voluntad de sufragar los gastos de las mayordomías, encargadas de celebrar

a sus santos patronos; esperando obtener su piadosa indulgencia y el reconocimiento

terrenal de sus paisanos.

Ante el acecho de la modernidad las Fiestas de Luces y Música con sus vistosas

danzas Aztecas y el Encendido del Fuego Nuevo se hacen cada vez mas ostentosas. El

intercambio ritual entre la mayordomía que deja el cargo y la mayordomía que lo recibe,

así como otros detalles, como el intercambio casa por casa de las frutas colocadas en la

ofrenda durante los Días de Muertos, recrean a Tzapotitlan como una comunidad ilusoria

organizada alrededor de la reciprocidad, a pesar de las crecientes desigualdades internas

dentro el entorno urbano.

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