Felguerez. Los Bordes de Una Trayectoria

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  • 7/23/2019 Felguerez. Los Bordes de Una Trayectoria

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    ANALES DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONESESTTICAS, NM. ,

    TERESA DEL CONDE ,

    Felgurez:los bordes de una trayectoria

    CUANDO MANUEL FELGUREZ present en el Museo de Arte Moderno() a instancias de Fernando Gamboa, su exposicin El espaciomltiple, cuyo catlogo prolog Octavio Paz, ya tena una trayectoriaamplia que lo respaldaba como a uno de los principales representantes de lageneracin que hemos dado en llamar de ruptura, aunque muchos sean losque objeten esa denominacin que en realidad fue acuada a travs de escri-

    tos de Octavio Paz y de Luis Cardoza y Aragn cuando tuvo lugar la exposi-cin de ese nombre en el Museo Carrillo Gil y en el Museo Biblioteca Papeen . En Felgurez contaba con un buen nmero de exposicionesindividuales en diferentes galeras, en Mxico y en el extranjero, si bien desde expona peridicamente en la Juan Martn. Haba peregrinado y vividoen Europa, capitaneado el Saln Independiente, y como profesor intervinoen los planes de estudio de la Escuela Nacional de Artes Plsticas. Era unpintor y escultor con amplio reconocimiento y capacidades polmicas, y elprimero en idear un mural, el del Cine Diana (), estructurado sin acudir

    a las mimesis, aunque algunos de los elementos que integran los aparatos ci-nematogrficos y su modo de proyeccin en una pantalla estn all inteligen-temente connotados. Realiz varias obras murales ms, generalmente me-diante el mtodo del ensamblado. Adems configur en relieve el Canto alocanodel Deportivo Baha (), cuya inauguracin fue celebrada con un

    . Vase, de varios autores,Ruptura: -, Mxico, Museo de Arte Alvar y Carmen Ca-rrillo Gil y Museo Biblioteca Pape, .

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    gran happeningque dur varios das y en el que participaron cien actores ybailarines bajo la direccin de Alexandro Jodorowsky, con una asistencia de

    ms de personas. Manuel era, y sigue siendo, personaje pblico de lacultura, en tanto particip, entre otros acontecimientos, en la organizacincomplicadsima de la Confrontacin auspiciada en el Palacio de BellasArtes por Jorge Hernndez Campos, entonces jefe del Departamento de Ar-tes Plsticas en el Instituto Nacional de Bellas Artes.

    En aos muy posteriores, ya como creador emrito, ha fungido como ju-rado o como asesor de los programas de becarios del Consejo Nacional parala Cultura y las Artes y adems Zacatecas es ciudad sede del Museo de ArteAbstracto que lleva su nombre. Ha colaborado en conjunto con otros espe-

    cialistas (el musegrafo Jorge Guadarrama y el desaparecido promotor culturallvaro Ortiz, entre otros) en la reconstitucin del museo, esa construccinque tiene una historia capaz de convertirse en leyenda. Abri sus puertas des-de , pero el proceso de ampliacin ha continuado y en los momentos derevisar la prueba final de este escrito, la ampliacin y revisin museogrficaha concluido y se ha reinaugurado oficialmente desde hace un ao. El museose ha constituido en un espacio privilegiado ms en esa hermosa ciudad so-bre todo para quienes intentamos perseguir los veneros de las modernidades.

    Como artista, no slo estuvo entre los favoritos de Fernando Gamboa, si-

    no que incluso un crtico cauteloso como lo fue Justino Fernndez comenten su presentacin al catlogo que el Instituto Francs para Amrica Latinapublic en con motivo de su exposicin individual en ese espacio: susformas angulosas, el juego de planos, la simplificacin de los diversos ele-mentos, dan idea de una mente ordenada y capaz para la creacin. En eseao, Felgurez, que tena aos, y en parte se haba formado con OsipZadkine en Pars, se encontraba en bsqueda de una difcil conjuncin entrefiguracin y abstraccin. Deba parcialmente esta inquietud a su maestro,adems de que acusaba gusto por Henry Moore, y hasta por algunos esculto-

    res de vena expresionista que, como Ernest Barlach (-), privilegiaronla sntesis en el tratamiento de las masas, ms que proponer opciones llam-moslas expresivas. Felgurez ha llegado a afirmar que en aquel entonces su

    . La mejor crnica y documentacin sobreConfrontacin se debe a Raquel Tibol. Vaseel captulo correspondiente en su libroConfrontaciones, Mxico, Ediciones Samara, .

    . Justino Fernndez, presentacin del Catlogo de Manuel Felgurez, Mxico, InstitutoFrancs para Amrica Latina, .

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    placer biolgico se centraba ms en la envoltura de los cuerpos que en loque haba dentro de ellos. Lo cierto es que ya actuaba como un profesional

    del arte, posea y posee esa obsesin por revelar, por medio de las formas,percepciones que se llevan muy dentro, a sabiendas de que eso no llega a lo-grarse jams. Me refiero a una condicin que podemos analogar a ciertos re-latos autobiogrficos de Cesare Pavese: la obra de arte total no llega a ocurrir.Ese saber ya lo acompaaba desde aquellos tiempos y acaba de ratificarse denuevo en lo que present en su exposicin individual (abril de ) en laGalera Landucci de la Colonia Roma.

    Para modelar una forma, para pintar un cuadro, se necesita tener oficio,asever hace ya tiempo en el libro que public la Universidad Nacional Aut-

    noma de Mxico en con el ttulo de La mquina esttica. Apareci variosaos despus de que el autor, tras la obtencin de la Beca Guggenheim y co-misionado por la propia UNAM, prosigui en la Universidad de Harvard susbsquedas acerca del empleo de la computadora en el diseo artstico. Hastadonde s, l fue uno de los primeros mexicanos en interesarse en esta prctica,para lo cual cont con la colaboracin del ingeniero en sistemas Mayer Sazon.

    Durante el periodo que va de a aproximadamente, Felgurezdej a un lado la abstraccin orgnica con tintes lricos que practicaba, queen cierto sentido yo empariento con los cdigos de los surrealistas en el exilio

    y con su inmediato antecesor: el armenio Archile Gorky (-), quienno tuvo el tiempo suficiente para dar todo lo que podra en materia de pro-puestas estticas porque, despus de que se incendi su estudio, decidi me-ticulosamente quitarse la vida, dejando indicaciones muy precisas acerca delsitio donde poda localizarse su cadver. Pero dejemos a Archile en paz y re-gresemos a Felgurez: en su inicial etapa pictrica no estaba lejos de los ex-presionistas abstractos, aunque se dira que en vena muy a la francesa.

    Como siempre ha procedido por etapas, sin realmente medir los tiemposque stas perduran, Felgurez empez a adentrarse en serio en la geometra.

    Fue entonces cuando se inici mi largo trato con l. Coincidi con la muertede Lilia Carrillo () y con mi trabajo de tesis de maestra que l asesor,sobre otro representante de la Ruptura: Enrique Echeverra. Recuerdonuestras conversaciones, a principios de los setenta, y no slo entonces: Fel-

    :

    . Vase Teresa del Conde,Un pintor mexicano y su tiempo. Enrique Echeverra, prl. JorgeAlberto Manrique, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto de Inves-tigaciones Estticas, .

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    gurez se senta muy cerca de la ciencia. Pero no pas mucho tiempo sin quel se diera cuenta de que la produccin de nuevos ideogramas que reflejaran

    todas las caractersticas de sus modalidades formales podra haber redunda-do en una produccin infinita de diseos. Y la vida no slo es finita, sinocorta, aunque se vivan tantos aos como los que vivi Tamayo. Y ademsde corta es cambiante. Dej los experimentos de diseo con computadora,que le permitieron detectar las constantes y las variantes que ocurran en suproduccin.

    Independientemente de que se trabaje con computadoras, el tener oficiopara Felgurez es por lo tanto esencial cuando se trata de la realizacin de untrabajo, pero el oficio por s solo no basta, pues el proceso de creacin artsti-

    ca exige, a quien lo pretende, la invencin de una tcnica personal y nica.Por tcnica Felgurez entiende la metamorfosis que convierte los materialesvrgenes en una composicin acabada. Debido a que, a lo largo de dcadas,lo he visitado en su estudio, he tenido la oportunidad de inquirirle sobrecuestiones tcnicas y sobre procesos creativos. No llevo un recuento exactode mis mltiples visitas a su taller; pero varios de los conceptos que l ha ver-tido en nuestras conversaciones se encuentran aqu recogidos.

    Hacia , yo pienso que, en parte como secuela de El espacio mltiple(que le vali el premio en la XIII Bienal de So Paulo), Felgurez, Kasuya

    Sakai y otros artistas propusieron a Jorge Alberto Manrique recin nom-brado director del Instituto de Investigaciones Estticas de la UniversidadNacional Autnoma de Mxico la edicin de un libro que contuviera loslineamientos principales sobre los usos de las configuraciones geomtricas enel arte mexicano del posmuralismo. El resultado fue El geometrismo mexicanoque inaugur la coleccin de Monografas, Serie Mayor, en . Felgurezno slo ocupa una seccin importante de los escritos realizados para eselibro, sino que fue promotor del mismo y de la muestra que despus se reali-z en el Museo de Arte Moderno de Mxico.

    En el arte del siglo XX (acaso poco antes, a partir de Czanne) el aspectoacabado o inacabado de una obra no cuenta, lo que cuenta es el proceso. Ysabemos de mltiples pintores de la altura de Francis Bacon a quienes tenanque retirrseles las obras en un cierto momento, antes de que, sobndolas

    . Jorge Alberto Manrique et al., El geometrismo mexicano, Mxico, Universidad NacionalAutnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Estticas, (Monografas, Serie Ma-yor, ).

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    en exceso, las echaran a perder, de acuerdo con sus particulares criterios. Puesbien, Felgurez parece saber casi siempre cundo hay que dejar en paz una

    obra: es certero en su propia mirada.El oficio de los pintores es algo que tambin resulta mutable; es situacin

    que se encuentra en continuo estado de transformacin cuando se trabaja enuna obra o en una serie de obras en lo particular. La trayectoria de ManuelFelgurez ejemplifica este concepto de manera muy clara, no slo en pinturao escultura, pues tambin eso es muy visible en la estampa, ya se trate deaguafuertes (medio que practica mucho) o de serigrafas o litografas.

    Creo que a partir de El espacio mltiple(Museo de Arte Moderno, )yo he visto la mayora de las exposiciones que Manuel Felgurez ha presenta-

    do en el mbito nacional y algunas de las que ha exhibido en el extranjero.Hasta me parece haber escrito, si no sobre todas, s sobre aquellas a las quetuve acceso, publicando mis escritos en peridicos o revistas que los acogie-ron. Y en materia de arte, bien o mal que se haga, escribir sobre algo que auno le interesa ayuda bastante a la memoria y a la percepcin de los discur-sos artsticos. Adems me toc coordinar, junto con el artista, con su mujerMeche de Oteyza y con Manuel Centeno Bauelos, su retrospectiva de en el Palacio de Bellas Artes que despus itiner por otras ciudades.

    Entre sus muestras recientes ms importantes se halla la inaugurada ini-

    cialmente en el Museo de Arte Contemporneo de Monterrey, despus exhi-bida en el Museo Rufino Tamayo de esta capital, bajo la organizacin cura-torial de Miguel Cervantes.

    Sin que sea estrictamente cierto aseverar que la exposicin fue hecha pre-cisamente con el MARCO a vistas, tal pareciera que as se proyect, cosa que sedebe al propio Felgurez, que adems de pintor y escultor es un excelenteconstructor de arquitecturas habitables y un manejador innato de las posibi-lidades espaciales, lo cual se constata al recorrer su propia casa estudio en Ti-zapn o la que construy, en pocos metros cuadrados, en Puerto Vallarta.

    La exposicin del MARCO no fue una exposicin saturada ni retrospectiva,como aquella, a la que ya me refer, que ocup en todas las salas del Pa-lacio de Bellas Artes. Se trat de una muestra desahogada amplia al mismotiempo. Reuni, adems de pinturas a las que me referir despus, trece

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    . Manuel Felgurez. Muestra antolgica, textos de Luis Mario Schneider y Teresa del Con-de, Mxico, Instituto Nacional de Bellas Artes, Secretara de Educacin Pblica y Secretarade Relaciones Exteriores, .

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    esculturas, algunas de talla directa del mrmol o piedra de Chaltocan; otrasfueron bronces, una de latn y vidrio, y otra de placa de hierro pintada al es-

    malte. Esta ltima, Arco del da, de pequeas dimensiones, es casi idntica encuanto a diseo a un bronce patinado unas diez veces ms grande, que llevael mismo ttulo. Las cosas cambian totalmente. Ambas apelan al sentido dela vista en la misma medida que al del tacto, pero la escala, el color, la textu-ra de la superficie y aun el desplazamiento de los volmenes marcan la dife-rencia radical: la primera hace un guio al espectador desde el sitio en el quefue estratgicamente colocada, y sucedi as porque, en contraste con lossobrios colores naturales del mrmol, sea negro o blanco, o con el pulido pa-tinado de los bronces que captura por reflejo ciertos matices tenues sin des-

    decir la solemnidad del material, el pequeo Arco del daest pintado de rojovivo, color reencontrado en dosis variables en varias pinturas asumiendo unvalor y una funcin muy distinta. Manuel Felgurez conoce los oficios y co-noce el modo como el ojo responde al color y sabe aplicar estos conocimien-tos a sus metamorfosis o, si se quiere, a sus lxicos.

    En Octavio Paz, a propsito de El espacio mltiple, dijo lo siguiente:El espejo, que es el instrumento filosfico por excelencia: emisor de imge-nes y crtico de las imgenes que emite, ocupa un lugar privilegiado en losobjetos plsticos de Felgurez: es un re-productor de espacios.

    Aquella memorable exposicin de obedeca a un concepto, si sequiere, opuesto al que anim a la de Monterrey. Era, como he dicho, predo-minantemente geomtrica, rigurosa. Del plano pasaba al relieve, y de all a latridimensin exenta, precisamente espejeando una serie de elementos. Noeran muchos elementos, sino que la combinacin entre ellos determinaba suvariedad. Lo curioso es que esas mismas formas transmutadas reaparecen confrecuencia tanto en las esculturas como en la mayora de las pinturas recien-tes. La idea de la germinacin, del trastrocamiento de los elementos, de logneo y lo fro, de los organismos biolgicos, de lo exterior-interior, estaban

    presentes entonces sometidos a la geometra de tipo euclidiano y en lo suce-sivo se presentaron bajo apariencia distinta. Hubo un eslabn que ilustra esecambio: la serie, igualmente exhibida en el Museo de Arte Moderno, sobreLa superfi cie imaginaria(). Hay una raz en todo eso. Las esculturas soneso: esculturas, tpicas del clasicismo de este siglo si es que pensamos, por

    . Octavio Paz, Manuel Felgurez. El espacio mltiple (), en Los pri vi legios de la vista,Mxico, Centro Cultural Arte Contemporneo, , pp. -.

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    ejemplo, en Brancusi, en Henry Moore o incluso en algunos de los surrealis-tas no ortodoxos llevados al volumen. Digo clasicismo no porque piense en

    los cnones clsicos de la poca de Pericles, por ejemplo, o en lo que Winkel-mann propuso en el siglo XIX. Me refiero a otra cosa: los prototipos tan dis-tintos entre s creados por las modernidades del siglo XX han venido a ser losclsicos del siglo. Picasso y Tamayo, cada quien a su escala, estn en esa si-tuacin, y Francis Bacon tambin, aunque desde el mpetu estilstico las pin-turas de este ltimo se acerquen al barroco. Bajo un enfoque completamentedistinto, as sucede con la mayora de las pinturas realizadas por Manuel Fel-gurez en los aos noventa. Varias de ellas son abarrocadas, a veces en extre-mo, al tiempo que son piezas clsicas en cuanto a su modernidad. Nada

    hay en ellas de la precisin, la calidad esmaltada, la aplicacin pareja aunquegraduada de los colores, que caracterizaban las pinturas o las serigrafas de Elespacio mltiple. Tampoco se relacionan con la belleza contenida (aqu s em-parentada con la idea comn que tenemos de lo clsico) que privaba en loscuadros de La superficie imaginaria(hacia -). Como he tenido accesofrecuente a estos ltimos en museos y colecciones particulares, me ha sidoposible calibrar las diferencias y tambin las constantes.

    De pocos aos a la fecha, Felgurez parece haber retomado su etapa deabstracto lrico propia de sus aos mozos. Ahora la llev a otra dimensin,

    que en cierto modo retrotrae a la de su juventud, en cuanto a que su pinturaactual es intensamente pictorizada, valga la redundancia. A la vez es perfecta-mente discernible en cuanto a poca de ejecucin. Sucede entonces que lorealizado durante los noventa guarda una engaosa semejanza con lo de an-tes, pero, si cabe el adjetivo, en esta etapa es an ms felguereziano; cosanatural, Felgurez es cada da ms Felgurez. A la vez, sus composiciones seantojan ms libres, salidas de una entraa que tramita contenidos precons-cientes, lejanos de aquel consciente lgico que, bien lo recuerdo, pregonabaen sus conferencias y escritos aos atrs. Al mismo tiempo son pinturas muy

    acabadas; se les ve el rigor.Terminado este intento de describir en trminos generales lo que yo per-ciba y reflexionaba en el MARCO y luego en el Museo Tamayo, al mirar pin-turas y esculturas, le el texto de Juan Villoro que acompaa el catlogo de laexposicin. Entresaco lo siguiente porque coincide con lo que yo perciba:El sentido de orden convive con una acendrada rebelda, la disciplina de lasformas con el vrtigo de las texturas y las grafas delirantes Las siluetas re-conocibles, convencionales, son perturbadas por el pincel y la esptula hasta

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    transformarse en estados interiores. Dentro de este sentir general hubo, porsupuesto, variantes: el polptico Viaje en el tiempotiene una estructura y una

    gama colorstica opuesta al gran trptico El tercer sueo; la Forma errante(), con los estratgicos chorreados en que termina, no estalla hacia elcentro del cuadro como sucede en Sentimiento del tiempo(tambin de ),pintura esta ltima muy fina, casi delicada, predilecta de varios espectadores,en tanto que Rumor en la sombraes un cuadro incluso agresivo, romntica-mente agresivo, si cabe la expresin.

    La mirada del espectador entrenado en la observacin de la obra de Fel-gurez puede ofrecer flash backs, como por ejemplo al ver Cuerpo sin penum-bra(); yo, sin querer, recordaba ciertos cuadros que hacia fines de los

    aos sesenta integraron no propiamente una serie sino un conjunto amplioque se llamaba La Eva futura, recordando la famosa narracin simbolistade Villiers de lIsle-Adam, escrita hacia el fin de siglo antepasado. Estas pin-turas ofrecan con frecuencia cuerpos femeninos fragmentados. En Cuerposin penumbrano hay partes del cuerpo que sean reconocibles. Sin embargo,produce efecto de carnalidad, e igual que en El plano de la mente() unocrea ver all la materia gris de la corteza cerebral invadida de agentes extra-os. Eso puede suceder por lo siguiente: los cuadros deben haber sido bauti-zados cuando sus rasgos bsicos estaban completamente planteados, y hubo

    despus una asociacin que conscientemente se anex al ttulo. O, bien, elttulo lleg ya con el cuadro terminado. Como quiera que sea, los ttulospueden actuar como disparadores, cosa afortunada desde mi punto de vista.

    Es verdad que hoy da, igual que en otras pocas del siglo que acabamosde despedir, pinturas como las de Felgurez son capaces de neutralizar los t-tulos, porque los referentes estn all, son composiciones. No obstante yocreo que los ttulos sirven para individualizar las obras y para recordarlas me-

    jor, sobre todo cuando se escribe sobre ellas y no tenemos frente a frente msque las notas que recogimos al mirarlas. Es claro que el catlogo ayuda, pero

    no basta: nada suple la visin del original ni de lo que uno percibi y sintial estar mirando. Lo anterior me lleva a comentar la ms reciente muestra deeste artista, que tuvo lugar en la Galera Landucci al momento en el que yoescriba, en mayo de , esta seccin de mi texto.

    Los leos y las dos esculturas de Manuel Felgurez exhibidos en la galera

    . Juan Villoro, en el catlogo deManuel Felgurez, los lmi tes de la secuencia, Mxico, Mu-seo de Arte Contemporneo de Monterrey y Museo Rufino Tamayo,-.

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    Landucci Arte (Colima ) son siempre sucede as perfectamente dis-tinguibles como de su autora y a la vez muy distintos del rico conjunto al

    que me he venido refiriendo.Manuel sigue guiado por el sentido del orden. No puede evitarlo, pero

    al mismo tiempo maneja dobles articulaciones y contrapone los conceptos dediferencia y similitud, aunque yo no s qu tan consciente sea de ello. Pare-ciera acudir a una colaboracin entre macrocosmos y microcosmos, o al mo-do como el primero se refleja en el segundo. Aparte de eso, ha prescindidoen algunas composiciones de la saturacin formal que he denominado aba-rrocada.

    Siempre hay novedades, atendibles si uno se para frente a las obras y se

    detiene a contemplarlas ms all del vistazo de conjunto. As, en Sombra deltiempomaneja un ligersimo efecto de trompe loeilmuy acorde con el ttulodel cuadro, pese a que actualmente los ttulos son elegidos despus, no antesde la consecucin de la pieza. Mucho ayuda en esto su esposa Meche deOteyza y en la presente ocasin hasta a m me toc participar en el bautismodel cuadro que felizmente vino a integrarse a principios de febrero de alas colecciones del Museo de Arte Moderno: Dominio del color negro.

    Lo que expuso en Landucci es fruto de un ao y pico de trabajo; llama laatencin algo que parece una constante: el efecto del cuadro (disfrazado o in-

    completo siempre) dentro del cuadro, una usanza que se generaliz en Italiaprincipalmente durante el manierismo y que ha tenido mltiples secuelas enel siglo XX: Balthus, Dal, Sandro Cha, etc. Ni vale la pena detenerse en eso,sino en el tratamiento que ha dado a tal opcin. Sombra del tiempo( x) es una pieza maestra. Lo es por lo atractivo de la paleta, por lo acertadode la composicin. No vacilara en situarla como uno de los grandes clsicoscontemporneos y lo es tambin por las asociaciones que provoca con obrasclave del pasado. Mientras la vea, con insistencia llegaba a mi memoria ellienzo rojo del Cristo de Memling en el Museo de Filadelfia. Hay en el cua-

    dro de Felgurez la apariencia de un soporte pegado dentrode la tela, comouna especie de pelcula adicional invadida por elementos de ndole diverso.Pero la parte inferior queda libre de ellos; se halla ligeramente desflecada, co-mo si en realidad se tratara de una tela pegada que proyecta una casi imper-ceptible sombra, es decir, ilusoriamente se despega del plano. En otrascomposiciones el despegue es real. As, Pacto secreto( x ) ofrece variosplanos y conexiones que son radicalmente distintas, pero a la vez similares encuanto a recurso, a las que efectu Frank Stella en cierto periodo. Tambin

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    hay rectngulo inscrito, es decir, cuadro dentro del cuadro, slo que esta vezla duplicacin es verdica y soporta otros elementos en relieve: malla de

    alambre, cables, girones de tela entiesada. Recordando los murales y relievessuyos de hace algo ms de treinta aos, no puedo menos que pensar que estacomposicin es altamente sesentera con todo y que obviamente no se pare-ce a lo que entonces realiz.

    La tierra balda (quiz el ttulo de ese famossimo poema de T. S.Eliot no cuadra del todo) es tambin un relieve, muy distinto del anterior;parece un aguafuerte escultrico en el que los trazos radicales, por espesos, seacercaran amenazantes al espectador. All el cuadrado irregular proyecta unasombra ficticia (puesto que est pintada) sobre el soporte de x . En

    otra Tierra baldarealizada en el ofrece un elemento que hace pensaren los huesos desenterrados de algn animal, turbando aquella suave nochede octubre de la que habla el poema; pero eso es pura casualidad. Felgurezno procede jams como ilustrador de algo. En Tierra de fuego( x ) laforma rectangular parece descender desde un punto situado fuera del cuadro.La estrategia colorstica consiste aqu en hacer valer una zona irregular rojade pequeas dimensiones que chorrea hacia abajo y mucho podra hablarsecon santo y sea del color en estas obras; guarda balance dirase que exacto conlas formas, con lo que quiero decir que resulta natural. Al mirar el cuadro,

    record una consideracin de Goethe sobre el color, que despus pude locali-zar. Va as:

    Los colores elementales que nos remarcan fenmenos fisiolgicos, fsicos y qu-micos, como todos los otros materiales de la naturaleza se ennoblecen cuando elpintor los elige para ponerlos en la obra La sensibilidad por determinado co-lor, como su contemplacin activa, permite al artista obtener un color distinto ya la vez semejante al que ha visto, y en ese proceder se conjugan operacionesmltiples y delicadas de la visin, as como del espritu y de la mano. Se necesita

    a la vez un espritu juvenil y vivo de la naturaleza, sumado a una fuerza espiritualmadura

    Lo que ms disfruto de esta cita es la conjuncin juventud-madurez-maestra.Felgurez pinta como un joven brioso con la experiencia de una vida adulta.

    . Goethe, cri ts sur lar t. Choisis, tradui ts et annots par Jean-Marie Schaeffer, Pars, CentreNational de la Recherche Scientifique, (Col. Lesprit et les formes).

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    Prolongada vigilia( x ) es buen ejemplo: los colores se desparraman co-mo cuando uno ve el paisaje desde un avin, sobre una superficie luminosa y

    clara, alusiva quiz al lienzo vaco en el que va a trabajar el pintor.Adems de las dos esculturas del ao , se descubre una serie de leos en

    formato pequeo realizada con la minucia de un pintor de las Neetherlandsen el siglo XVII, aunque parezcan tan sueltas y tan espontneas como todo loque arma el conjunto. Lo que ofreci est hecho con soltura y elegancia.Con una seguridad que slo da su trabajo anterior, segn feliz expresin deJorge Alberto Manrique.

    Sigue manteniendo validez lo que hace aos dijo Juan Garca Ponce deeste artista: En las obras de Felgurez la experimentacin nunca es me-

    ramente formal, nunca se sacia a s misma, sino que es antes que nada unamanera de forzar a sus medios expresivos, de obligarlos a ir ms all, de tras-cenderse a s mismos para hacer posible el encuentro de esa forma

    Manuel Felgurez se integr por concurso de oposicin al Instituto de In-vestigaciones Estticas a partir de que la Coordinacin de Humanidades dela UNAM, auspici la ubicacin de algunos artistas en los institutos en .Opt por jubilarse en despus de aos de servicios prestados en di-versas dependencias de la UNAM. Hoy da, adems de pintor y escultor detiempo completo se ocupa en asesorar y complementar la coleccin ubicada

    en los nuevos espacios del museo que lleva su nombre en Zacatecas en esaconstruccin amplsima del siglo XIX con ornamentacin neogtica que noha impedido en modo alguno la utilizacin de muros y corredores, pues losmacizos predominan sobre los vanos, las salas son generosas y los aditamen-tos para la museografa son los adecuados.

    Pero es la coleccin la que sorprende porque hace ver a quien la observalos mltiples veneros que ha presentado el arte no figurativo, principalmentemexicano. Como es lgico, hay un ncleo monogrfico referido al propio Fel-gurez, pero l se propuso, desde que el museo fue creado en su primera fase,

    que tal seccin se vea en contexto, contemplando sus inicios desde que los l-xicos abstractos empezaron a practicarse en veneros diversificados, de maneracontinua, aproximadamente a partir de los aos cincuenta y hasta la fecha.

    :

    . Jorge Alberto Manrique, Felgurez en Monterrey, enLa Jornada, Mxico, de ma-yo de .

    . Juan Garca Ponce, Felgurez, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,Direccin General de Publicaciones, (Coleccin de Arte, ).

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    Una de las piezas pictricas clave del artista de quien me ocupo se en-cuentra en el testero de la ex capilla y es una obra monumental en varios

    planos, como un retablo. La primera vez que la vi la emparent casi de in-mediato con El marti rio de san Bartolomde Jos de Ribera, el Espaoleto(aunque no hay en ella imgenes discernibles). No anduve tan desacertada,porque la pieza se titula simplemente Los mrtires. Son los planos que se des-prenden de ella los que me hicieron pensar en una especie de desollamiento.As las cosas, esta pieza ocupa el espacio de una obra de arte sacro, que sigueproducindose en los albores del siglo XXI.

    . Vase Teresa del Conde, Museo de arte abstracto , enLa Jornada, Mxico, dediciembre de.