Fernán Caballero. La Gaviota II, IV e Introducción

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    FERNN CABALLEROObras escogidas

    Edicin, introduccin y notas de

    Mercedes Comellas

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    Clsicos Andaluces

    Director de coleccin: Jos Lara Garrido

    Primera edicin: junio, 2010

    De la edicin, introduccin y notas:

    Mercedes Comellas, 2010

    Fundacin Jos Manuel Lara, 2010

    Edificio Indotorre. Avda. de Jerez s/n. 41012 Sevilla (Espaa)

    Este libro ha sido posible gracias al patrocinio

    de la Fundacin Unicaja

    Diseo de coleccin y vieta de cubierta: Manuel Ortiz

    Maquetacin: Viqui Gallardo Diseo Grfico S. L.

    Imagen de portada: J. Stater, Londres, 1812

    Este libro no podr ser reproducido,

    ni total ni parcialmente,

    sin el previo permiso escrito del editor.

    Todos los derechos reservados.

    Dep. Legal: SE-2681-2010

    ISBN: 978-84-96824-62-1

    Printed in Spain-Impreso en Espaa

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    INTRODUCCIN

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    1. Carta recogida por Francisco M. Tubino, Fernn Caballero, La Academia: Revista de la

    cultura hispano-portuguesa, latino-americanaI (1877), 234-37; 235 b.2. Recogida por Theodor Heinermann, Cecilia Bhl de Faber (Fernn Caballero) y Juan

    Eugenio Hartzenbusch. Una correspondencia indita, Madrid, Espasa-Calpe, 1944, 167-8. (Enadelante el epistolario editado por Heinermann se citar como H).

    3. J. M. Asensio, Fernn Caballero. Estudio biogrfico, Madrid, La Espaa Moderna, s.f.[1893].

    REVISAR A FERNN CABALLERO

    y luego no querrn que diga que Fer-nn es mi ms cruel enemigo?

    Cecilia Bhl von Faber1

    Qu importa mi vida privada a nadie?preguntaba Cecilia Bhl a Eugenio de Hartzenbusch en carta del 7 de enero

    de 18532

    ; la pblica expectacin [...] es para m la pblica vergenza. Debiser aquella vergenza el motivo de un pseudnimo con el que encarnara lite-rariamente una personalidad creativa en conflicto permanente con la mujerque fue. Fernn y Cecilia, tantas veces enfrentadas en un sinfn de contradic-ciones, forjaron en su discrepancia un personaje difcil para la historia literaria,sin biografa definitiva, ilustrado por retratos que nos la presentan severa y dis-tante, en consonancia con esa imagen de seora rara que dibuj Jos MAsensio, uno de sus primeros bigrafos3.

    Su larga vida (1796-1877) recorre los principales episodios histricos del

    siglo XIX espaol: desde la Guerra de la Independencia que afect directa-mente a las circunstancias familiares durante los aos de su formacin, hasta larevolucin del 68 que la oblig a abandonar las dependencias del Alczar sevi-llano que la reina le haba cedido para su alojamiento. A esta dilatada y enimportantes episodios ignorada trayectoria vital corresponde una produccinliteraria cuantiosa, de la que el captulo epistolar solo es superado entre losespaoles del siglo por Juan Valera. Tal abundancia de escritos, firmados casi

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    4. Jos F. Montesinos, Fernn Caballero: ensayo de justificacin, Mxico, Berkeley y LosAngeles, El Colegio de Mxico, University of California Press, Cambridge University Press,1961, IX y X.

    5. A. Morel-Fatio, Fernn Caballero. Daprs sa correspondance avec Antoine deLatour, Bulletin HispaniqueIII (1901), 270.

    6. Fernn Caballero, Estar de ms (relacin) y Magdalena (obra indita). Precedidas de unanoticia biogrfica por Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca, Sevilla, Imprenta de Girons yOrdua, 1878.

    7. Fray Diego de Valencina, Fernn Caballero y sus obras, en Discursos ledos ante laAcademia Sevillana de Buenas Letras, Sevilla, Divina Pastora, 1925; del mismo: Ms sobre Fer-nn Caballero: su psicologa, Sevilla, Imp. y Lib. de Sobrino de Izquierdo, 1926. Anglica

    Palma,Fernn Caballero, la novelista novelable, Madrid, Espasa Calpe, 1931. Fue Javier Herre-ro enFernn Caballero, un nuevo planteamiento(Madrid, Gredos, 1963), quien demostr lafalta de credibilidad de los recuerdos de Coloma, ms un ejercicio literario que unasautnticas memorias.

    8. T. Heinermann, Dichtung und Wahrheit ber die GaviotaFernn Caballeros, Roma-nische ForschungenLIV (1942), 313-324; 313.

    siempre (tambin las cartas) comoFernn Caballero, ha servido para la expresi-va metfora de Montesinos, que llam a Cecilia gran calamar andaluz4 por lacapacidad de camuflarse en su tinta, incluso en la de aquella que gast escri-

    biendo a sus familiares, a sus cmplices en la repblica literaria y a sus ms cer-canos amigos; pues incluso en la aparentemente ms espontnea Fernn, Ceci-lia se oculta y enmascara, ofrece versiones dispares, tergiversa las circunstanciasy una y otra vez camufla su ser tras las ficciones literarias del querer sero aparen-tar ser. Quiz porque segn afirm en otra carta Pienso como el que dijo lemoi est odieux5, pas toda su vida fantaseando sobre su alteridad literaria, hastael punto de que con el paso de los aos dej de distinguir la realidad de la fic-cin que quiso construir sobre s misma.

    Esas discordancias y desacuerdos internos alcanzan tambin a la crtica que

    desde las mismas fechas de publicacin de sus obras se encarg de analizarlas:pocos autores han dado lugar a tanta polmica y divisin de opiniones comoFernn Caballero. Desprestigiada y reprendida abiertamente en la prensa de supoca por sus detractores, fue por otro lado canonizada y glorificada por susamigos desde otras palestras periodsticas, y despus por biografas muy tem-pranas: la de Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca prologando unos relatosinditos6 o la de Jos M Asensio introduciendo la edicin de Obras completas deFernn Caballero(Madrid, 1893); ms fantasioso an se mostr Luis Coloma ensus Recuerdos de Fernn Caballero(Bilbao, 1910) que afirma basarse en las confe-

    siones que la escritora le hizo en sus ltimos aos; aquellas pginas de Colomafueron durante mucho tiempo la biografa ms difundida de la autora y la quesirvi de fuente a las que se escribieron despus: las semblanzas hagiogrficasde fray Diego de Valencina y Anglica Palma7.

    En 1942 Heinermann se queja de que es la autora ms mistificada de la his-toria literaria espaola, como resultado de lo que favoreci ella misma en lossecretos y misterios sobre su persona y prolongaron sus bigrafos, hagigrafosy crticos8. Incluso en las pocas ocasiones en las que se refiere en su correspon-

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    9. La recoge Morel-Fatio: Fernn Caballero. Daprs sa correspondance avec Antoinede Latour, cit., 270.

    10. Santiago Montoto, Fernn Caballero, algo ms que una biografa, Sevilla, Grficas delSur, 1969. J. L. Alborg seala que en la aceptacin de la autora, en el reconocimiento a supapel histrico y en su crtica han mediado ms de lo debido cuestiones ideolgicas ( His-toria de la literatura espaola. Realismo y Naturalismo: La novela. Vol. I: Introduccin, Fernncaballero, Alarcn, Pereda. Madrid, Gredos, 1996, 425). Iris Zavala: La novela polmica deFernn Caballero, en Ideologa y poltica en la novela espaola del siglo XIX, Salamanca,Anaya, 1971. Entre los estudios feministas, es sin duda de gran inters el de Susan Kirkpa-trick: La negacin del yo. Cecilia Bhl y La Gaviota, incluido en su monografa Lasromnticas. Escritoras y subjetividad en Espaa, 1835-1850. Madrid, Ctedra, 1991, 227-258.

    dencia privada a los episodios ms recnditos de su vida, lo hace mezclando laficcin y jugando a los ocultamientos:

    Me ha odo Vd. hablar de ninguna de las dems situaciones de mi vida?He hablado nunca de Alemania ni de la opulenta y brillante casa de miabuela en que me cri como enfant gtcon todas las delicias y mimos posi-bles? He hablado de mi estada primera en Cdiz y el Puerto donde fuienfant gt del pblico? He hablado de mi venida a Sevilla con un hombreideal con el que fui idealmente feliz y muri adorndome y bendicindo-me? No, pues entonces qu extrao tiene no hablase de esa poca, aunquees la ms interesante de mi vida?9

    La imagen resultante es, cuanto menos, distorsionada, a caballo entre la enextremo complaciente de sus amigos y la a veces injusta de sus enemigos. Lo sor-prendente es que largo tiempo despus no resulte mucho ms ntida y que lassucesivas monografas y estudios hayan seguido mostrando cierto aire de que-rella al abordar la figura y obra de Fernn Caballero, como si ello implicara lanecesidad de entrar en el combate de una larga cuestin disputada: bien adefenderla de sus agresores enalteciendo por ejemplo su gracia en la dedica-cin a las cosas andaluzas, bien a echarle en cara lo que no fue ni pudo habersido, sus posiciones ideolgicas o su beatera religiosa. Vanse por ejemplo: el

    intento de desvelarnos a una nueva Fernn que hizo Montoto a partir de nue-vos datos biogrficos pero con los que sin embargo confirmaba la figura cano-nizada por sus amigos sevillanos; la acritud con la que Alborg responde al cl-sico estudio ya citado de Montesinos; las reconvenciones ideolgicas de IrisZavala, o ciertos intentos de la crtica feminista de entender toda su produccindesde el nico punto de vista del gnero10. Parecen difciles de mantener lahiginica y cientfica distancia y la objetividad que solicitaba Heinermann, y quetrataron de incorporar los datos de estudiosos fundamentales de la autora quetampoco dejaron de ser comprometidos, como sus mismos ttulos indican: Mon-

    tesinos hace unEnsayo de justificacinde la autora en 1961 y Javier Herrero uncombativo Nuevo planteamiento de su obra en 1963.

    En las tentativas de analizar a Fernn Caballero ha estado presente de formasingular y poco habitual en la historiografa literaria el anlisis psicolgico de la

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    11. Montesinos,Fernn Caballero, cit., IX y 95; Marina Mayoral, Doa Cecilia o el artede disimular la superioridad, Actas del Encuentro Fernn Caballero, hoy: homenaje en el bicen-tenario del nacimiento de Cecilia Bhl de Faber, ed. de Milagros Fernndez Poza y MercedesGarca Pazos, Ayuntamiento de El Puerto de Santa Mara, 1998, 127-140; 132.

    12. La madre de Bhl, tambin Cecilia Bhl, despus de la muerte de su marido, padredel literato, cas con un hombre bastante ms joven que ella. Carol Tully, Johann NikolasBhl von Faber (1770-1836): a German Romantic in Spain. Cardiff, University of Wales Press,2007, 23-4.

    13. Montoto fue el primero en descubrir la interesante y apasionada correspondenciacon Frederic Cuthbert. Cartas inditas de Fernn Caballero, ed., prlogo y notas de SantiagoMontoto, Madrid, S. Aguirre Torre, 1961, 382-398. En adelante este epistolario se citarcomo M.

    mujer escondida tras el pseudnimo, hasta el punto de que Susan Kirkpatricktitula las pginas que le dedica La negacin del yo, despus de que Monte-sinos la hubiera descrito como una enemiga de s misma que se nos escapa

    porque era inters suyo escaparse a s misma, evadirse, no darse nunca, ni a smisma; o de que Marina Mayoral titule su estudio Doa Cecilia o el arte dedisimular la superioridad para plantearse las causas familiares por las que Ceci-lia reneg de s misma y abordar la trayectoria de la autora desde el anlisis dela relacin con sus padres conocida slo a travs de aquella mudadiza corres-pondencia epistolar, tomando como punto de partida esa carta de JohannNikolaus en la que ste responde con desdn a las primeras inquietudes litera-rias de su hija: Tonteras, tonteras; no pierdas en esto el tiempo que debesemplear en estudiar y coser11.

    Fernn Caballero, sin nacionalidad definida y en situacin poco ortodoxasocialmente, emparentada con la aristocracia y la alta burguesa de negocios,pero en muy precaria situacin econmica durante sus aos de xito literario,de sexo femenino pero identidad literaria masculina, de formacin romnticay asociada a los prolegmenos del realismo, vivi atravesando fronteras y sinencontrar acomodo en ningn sitio. Si algo la define es la contradiccin, mani-fiesta en todos los aspectos de su condicin y de su obra: dijo situarse al margende la poltica pero escribi las primeras novelas con fuerte presencia de temti-ca poltica; afirm que las mujeres deban mantenerse ajenas al ejercicio inte-

    lectual, pero se entreg con ambicin a la vida literaria; se defini romntica yabomin del Romanticismo; escribi gran parte de su obra en francs pero pre-tenda crear la nueva novela espaola y ensear a Europa la verdad ntima deEspaa; fue de un severo puritanismo pero convirti el adulterio en tema obse-sivo de su narrativa, adems de que su vida amorosa no fue precisamente la deuna beata: cuando empez a publicar estaba casada con su tercer marido, Anto-nio Arrom, veinte aos ms joven que ella, haciendo con eso honor al nombreheredado de su abuela paterna12. Acababa de vivir poco antes una atormenta-da pasin por Cuthbert, caballero ingls de cuya renuencia al casamiento se

    vengara incansablemente la autora en todos los personajes ingleses que habi-taron sus ficciones13, sin que quepa descartar que su mismo enlace con Arrom

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    14. Carta a Cuthbert recogida en M 397. Sobre los gestos de desprecio que hubo desufrir, vase tambin Lawrence H. Klibbe,Fernn Caballero, New York, Twayne, 1973, 33.

    15. La misiva de Antonio Arrom la reproduce Cecilia a su amigo Antoine de Latour encarta del 31 de mayo de 1859: Mi buena y querida Cecilia: cuando recibas esta mi ltimacarta ya habrs recibido el cruel golpe que mi atroz destino, mi flaqueza, mi razn extra-viada y esa atraccin irresistible al abismo, me fuerzan a darte. Se queja despus la auto-

    ra: Mi marido naci marcado por la fatalidad y con su sello en su plida frente! En vanohe consagrado gran parte de mi vida y todas mis facultades morales y materiales a contra-rrestarla... (Morel-Fatio, Fernn Caballero daprs sa correspondance, cit., 23-4 ; v.Montoto,Fernn Caballero, cit., 338-9).

    16. Fray Diego de Valencina, Cartas de Fernn Caballero, Madrid, Hernando, 1919, 233.En adelante este epistolario se citar como V.

    no obedeciera en parte a la revancha amorosa. Y aunque repiti hasta la sacie-dad que abominaba lo romancesco, se entreg con aquel tercer matrimonio auna experiencia de lo ms novelesca, pues siendo consciente de su relevancia

    social como viuda del marqus de Arco Hermoso, cas por tercera vez y contratodas las normas: Me he sacrificado al ridculo y a las denigrantes crticas queiban a caer sobre mi14. El fatalismo romntico que ella haba intentado com-batir con encono en sus obras encontr presa en su tercer marido que confiesaen la carta que escribe a Cecilia poco antes de su suicidio la atraccin del abis-mo que le domina, mientras solicita que lo entierren en el parque que ha ele-gido para quitarse la vida15.

    Esta situacin paradjica de discrepancia entre su escritura y su identidadsocial aliment sin duda una obra literaria particularmente compleja, pero tam-

    bin le oblig a vivir en permanente debate consigo misma y con su mundo: susobras son espacio para la argumentacin, la polmica y la rplica, para la per-manente justificacin y la constante controversia. Mxime cuando, como reco-noce y confiesa, fue herida por una dolorosa susceptibilidad: creo de peor con-dicin el amor propio, que tan susceptible me hace, que me agria e inquieta porla ms mnima seal de hostilidad, de crtica o de menosprecio16. Todo leduele, todo le afecta a Cecilia Bhl tanto como a Fernn Caballero: vive con tr-gica ansiedad cualquier nota que la prensa divulgue sobre su persona o su obra,cualquier crtica de sus colegas, cualquier menosprecio u olvido. Esa vulnerabi-

    lidad le hizo vivir para defenderse y polemizar sin descanso, aunque tantas vecesquiso renunciar a ello. Y le llev tambin a buscar e incluso a construirse un fic-ticio e invisible lector cmplice y amigo que en nada le llevaba la contraria nijams pona en cuestin sus argumentos: su lector de las Batuecas.

    Como la crtica feminista ha sealado, en este complejo contexto literario ypersonal no es cuestin balad la condicin femenina que se esconda tras elsobrenombre de Fernn Caballero y cuya circunstancia invita a una revisin dela autora desde las nuevas perspectivas que abren al respecto los estudios degnero, particularmente en un contexto histrico-literario en el que se vivi

    una dialctica muy significativa. El Romanticismo haba aceptado la capacidadpotica de las mujeres y en los aos 50 del siglo XIX espaol stas constituyenun nutrido y frtil grupo que dirige sus obras preferentemente a las lectoras,

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    17. Raquel Medina y Barbara Zecchi (eds.), Sexualidad y escritura (1850-2000), Barcelo-na, Anthropos, 2002, 9; Kirkpatrick, Las romnticas, cit., 11 y 63.

    18. R. Bowlby,Just Looking, N. York-Londres, Methuen, 1985.19. C. Jagoe, Disinheriting the Feminine: Galds and the Rise of the Realist Novel in

    Spain, Revista de Estudios Hispnicos27 (1993), 227-248; 231; Raquel Medina y BarbaraZecchi, introduccin a Sexualidad y escritura, cit., 16.

    pblico mayoritario de las novelas; entre los nombres ms conocidos puedenmencionarse los de Pilar Sinus, Faustina Sez de Melgar, Gertrudis Gmez deAvellaneda, ngela Grassi, Teresa Arrniz y Bosch, Felcitas Asn de Carrillo o

    Mara Mendoza de Vives, la mayora de ellas legitimadas y autorizadas por la cr-tica contempornea17. Para Rachel Bowlby18 esa feminizacin de lo literariotiene que ver con que el espacio de la cultura se asociaba a lo privado y lo nti-mo, y por tanto con lo femenino y domstico, territorios en los que los valoresburgueses delpathosy lo pacfico ms adecuados a sus objetivos econmicosdominaban a lo pico y guerrero que haban caracterizado histricamente a lanobleza. Las novelas escritas por mujeres asumen la difusin de esos nuevosvalores burgueses familiares y sentimentales, y contribuyen a construir un idea-rio para la nueva sociedad.

    Esta situacin, que caracteriza los primeros aos de publicacin de FernnCaballero, se fue transformando a partir de que a mediados de siglo el desarro-llo capitalista necesitara afirmar su hegemona con valores masculinos: la femi-nizacin deba superarse. La crtica comenz a propagar una imagen negativade las escritoras, asociadas a una narrativa sentimental de estirpe romntica,mientras se congratulaba de la gradual llegada de escritores realistas, respalda-dos por un discurso cientfico que demostraba la inferioridad mental de lamujer. Esta transformacin es simultnea a la que vivi el gnero novelesco, quedurante el tiempo que tuvo como autoras a las damas no gozaba an del reco-

    nocimiento que exigira a partir de los sesenta, cuando como especie literariaburguesa por excelencia, asume un protagonismo intelectual que no casaba conla autora femenina19.

    En la personalidad literaria de Fernn Caballero es interesante observar elpaso de un sistema a otro y las vacilaciones que este entra en su forma deabordar y explicar la condicin de lo novelesco tanto como la propia obra: si suirrupcin en la escena literaria, bajo identidad masculina, quiso presentarsecomo una demostracin de la nueva misin ideolgica y analtica de la renova-da novela, gnero que aspiraba a la condicin de lo filosfico y de lo serio, las

    reconvenciones que fue sufriendo una vez divulgada su identidad femeninapor ejemplo de Vicente Barrantes en la famosa carta pblica que le dirigi yque incluimos en el Apndice la llevaron a veces a justificarse renunciando acualquier intencin ulterior al sencillo e inocente pasatiempo. De un lado pre-tende asumir la masculinizacin que exiga aquella nueva forma de novelar, aso-ciada a la responsabilidad social y el ejercicio de la crtica, y de ah sus manifes-taciones despreciativas para con sus contemporneas, con las que aborrece quese la vincule. De otro expres su inquina contra la mujer emancipada, esas

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    20. V. carta a Caete, del 30 de noviembre de 1856; enEpistolario de Fernn Caballero: unacoleccin de cartas inditas de la novelista, publicada por Alberto Lpez Argello, con prlo-go y notas del mismo autor, Barcelona, Sucesores de Juan Gili, 1922, 71. (En adelante esteepistolario se citar como A).

    21. Divulgada la identidad de Fernn Caballero y comprometida la autora conEl Heral-dode Jos Joaqun de Mora para la publicacin de sus obras, quiso agradecer a Eugenio deOchoa su entusiasta artculo sobre La Gaviota con un relato Callar en vida y perdonar en

    amazonasque han perdido el bello y suave instinto femenino y renuncian, enaras de un racionalismo intelectual y de un protagonismo pblico que no lespertenece, a los valores propiamente mujeriles: la delicadeza, la sensibilidad y

    la humildad20

    .En relacin con este conflicto nunca resuelto entre su voluntad de abande-rar una renovacin de la novela, sus rancias convicciones con respecto a la dis-tancia entre los sexos y el miedo a ser castigada por aquellas pretensiones filo-sficas impropias del suyo, puede explicarse en parte la singular relacin consu pseudnimo, segn ella misma hace: en carta a Hartzenbusch cuenta queZorrilla ha rechazado una corona potica de poetisas porque las mujeres escri-toras le cargaban, y en eso soy completamente de su opinin, empezando porm, por lo cual tom un nombre masculino (H 228). El pseudnimo signific

    para ella mucho ms que la adopcin de un uso habitual entre los autores cos-tumbristas: fue una renuncia a lo que sus contemporneos asociaban con laescritura femenina, y un intento de asumir una personalidad literaria varonil,con clara voluntad de liderazgo y renovacin. Con l pretenda superar los valo-res de lo pattico y subjetivo femenino en aras de aquel incipiente objetivismoque demandaba la maduracin de la novela espaola si quera arrogarse lamisin que estaba asumiendo en Europa. Y sin embargo, esa voluntad de anli-sis, investigacin y estudio psicolgico que se observa en el prlogo de la auto-ra a La Gaviota, surga cuando an no podan sostenerse los pilares necesarios

    para su consolidacin y mientras en la formacin de Cecilia seguan pesando losvalores irracionalistas, sentimentales y romnticos propios de la escritura conque ella misma asociaba lo femenino. Cecilia Bhl fue una escritora que desea-ba ser escritor y con aquella voluntad cre su primera ficcin: Fernn Caballero,pues, como haba enseado el ingenioso hidalgo en la leccin de su captuloinicial, cualquier ficcin con aspiraciones de realidad necesita lo primero unnombre en el que instalarse.

    Y escogi el suyo consciente de que el nombre tiene ntima consonanciacon aquello que denomina, como ella misma escribe en carta a Patricio de la

    Escosura: Tienen para m el sonido y composicin de los nombres algo signi-ficativo e intrnseco a la persona (V 69). As que eligi uno que reuna a suentender lo varonil, lo honesto, la antigedad, la aristocracia y la espaolidad,a la par que ocultaba sus orgenes alemanes, su vulnerabilidad femenina y suntima contradiccin. nicamente arropada por este otro yo se decidi por fina subir a la palestra literaria y slo en una ocasin lo cambi por otro pseud-nimo, igualmente vibrante, masculino y espaolsimo: Len de Lara21.

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    muerte que se publicara en el peridico con el que estaba l relacionado: La Espaa. Paraevitar el enfado de Mora se le ocurri cambiar de seudnimo; pero ste descubri sinembargo su identidad, segn cuenta en carta a Ochoa: Celebro haya gustado a usted lanovelita (...). Lo gracioso fue que antier recib el primer nmero y en el mismo correo unacarta de Mora dicindome: He ledo la preciosa novelita de usted que La Espaa, etc., consu correspondiente quejita. Le he contestado negando a pie juntilla, y suplicndole sepapor usted y me escriba quin es ese Len que me imita o parodia. Conocerme por el pri-mer nmero! (V 28). Vase E. Herman Hespelt: A Second Pseudonym of Cecilia Bhl deArrom, Modern Language Notes41, (1926) 2, 123-125. Sobre la eleccin y relacin con elpseudnimo, ver S. Kirkpatrick, La negacin del yo, cit., 229-231 y On the threshold ofthe realist novel: gender and genre in La gaviota, Letras femeninas32 (2006),1, 33-65; 35.

    Tambin Paul R. Olson, Reaccin y subversin en La gaviotade Fernn Caballero, en A.David Kossoff et al. (ed.), Actas del VIII Congreso de la Asociacin Internacional de Hispanistas, II,Madrid, Istmo, 1986, 375-381, Rogelio Miana, Fernn Caballero contra Cecilia Bhl deFaber: Confusin sexual y contradiccin esttica en La Gaviota. En Ricardo de la Fuente yJ. Prez Magalln, (eds.), Sexo(s) e identidad(es) en la cultura hispnica, Valladolid, UniversitasCastellae, 2002, 103-112; 108) y Heinermann, Dichtung, cit., 323.

    Fernn Caballero, el escritor que naci de la voluntad de Cecilia, fue dise-ado con todos los rasgos de veracidad con los que la autora quiso siempre ves-tir sus obras, no slo para representarla ante el siglo, sino para asumir y desa-

    rrollar una propia misin literaria, pues la pluma, como la espada, se hizopara la fuerte mano del hombre, afirmaba en carta a Hartzenbusch (H 134).Si el autor siempre se ficcionaliza en el proceso creativo, ms an en este casoen el que con su nueva identidad habr de encarnar un papel que le est veda-do a su creadora y participar por l en el aleccionamiento moral e ideolgicode una nueva Espaa. Por ello precisamente le result tan doloroso que se des-cubriera su identidad slo unos meses despus de haberla escondido cuida-dosamente, como declara en carta a Hartzenbusch del 15 de junio de 1849:estoy muy llena de pena. Esta publicidad da un solemne ments a toda mi

    dems vida, principios y mximas que han sido el que una mujer, vale tantoms, cuanto menos ruido mete y menos en boca se toma (H 89-97; vase tam-bin la carta a Hartzenbusch Ap. 560-1). As que aquella ficcin suya que pre-tendi ser la ms verdadera y que naci de la voluntad de conferirse de unacredibilidad y autoridad de las que le privaba su sexo, acab dejndola porembustera y farsante: cmo iba a pretender una seora extranjera cumplir conla declaracin de intenciones con la que inici su carrera literaria aquel pr-logo a La Gaviota de dar lecciones sobre el carcter de los espaoles, pintn-dolos desde dentro.

    Esta relacin compleja entre identidad real y fingida, entre vida y literatu-ra, la atorment siempre: yo dara mi vidapor haber podido lograr el quemis escritos y mi persona quedasen tan separados como la noche y el da! (M36). Aquel deseo era del todo imposible desde el punto en el que todas sus cir-cunstancias biogrficas, tanto sus orgenes familiares y relaciones personalescomo los problemas econmicos, haban contribuido a convertirla en la escri-tora que fue.

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    22. S. Garca Castaeda, Las ideas literarias en Espaa entre 1840 y 1850, Berkeley, Uni-versity of California Press, 1971, XI.

    23. C. Tully,Johann Nikolas Bohl Von Faber, cit.

    Pero sin necesidad de indagar en las circunstancias particulares de la auto-ra, la interpretacin y valoracin de su produccin literaria se hace particular-mente complicada por varias razones de ndole estrictamente textual y contex-

    tual. De un lado los problemas filolgicos, editoriales y de ecdtica que presentala obra de Fernn Caballero, aunque hayan recibido poca atencin y resultenmenos atractivos para sus comentaristas que su condicin psicolgica, no tienenmenor envergadura: gran parte de su obra fue escrita en francs y algunos ttu-los importantes en alemn; sus manuscritos originales no pueden consultarse ycontamos slo con traducciones en muchas ocasiones de colaboradores y ami-gos de las que s sabemos que se mostr poco satisfecha. El permanente des-contento con las versiones que fueron publicndose de sus narraciones y queexpres copiosamente en sus cartas, le llev a revisar y variar los textos en las

    distintas reediciones de su muy abundante obra, creando un corpus textualextremadamente complejo en el que resulta difcil distinguir las enmiendaspropias de la autora de las que incorporaron sus consejeros y traductores.

    Por otra parte, su formacin extranjera la distingue de sus contemporneosespaoles en fundamentos estticos, orientacin literaria, influencias y lecturas.Esta divergencia coincide adems con un momento de cambios extraordinariosen la historia literaria; de hecho, la gran mayora de sus obras vio la luz en unadcada que Salvador Garca Castaeda describe como poca desorientada y enla que todos los gneros literarios estn en transicin22.

    En primer lugar es importante detenerse en esta cuestin de los orgenesfamiliares, pero no tanto con la intencin de pretender un a todas luces imposi-ble anlisis psicolgico de sus filias, fobias o complejos, como con la de iluminardesde esta perspectiva la debatida ubicacin y el rosario de discrepancias con quela historiografa literaria se ha enfrentado a su obra. En Cecilia Bhl se repite encierta medida el problema que la historizacin literaria espaola ha vivido en elcaso de Johann Nikolaus Bhl von Faber, otro personaje necesitado de impor-tante revisin, como solicita y en gran medida cumple el magnfico trabajo deCarol Tully23. Identificado y reducido por los estudios tradicionales hispnicos al

    reaccionarismo ideolgico, Bhl puede tambin servir, observado en su contextoeuropeo, como ejemplo vital y literario de la vanguardia que vivi la transforma-cin del pensamiento ilustrado en el romntico. Sin pretender negar su condi-cin poltica reaccionaria, Tully demuestra que lo verdaderamente interesante yhasta ahora apenas planteado es cmo y movido por qu voluntad esttica y filo-sfica lleg a esta posicin, pues en ello se descubre su honda modernidad. Estaperspectiva evita el reduccionismo de su figura para examinarla en toda su ampli-tud: Bhl es un personaje exgeno a la tradicin espaola, procedente de unmundo culturalmente ms avanzado que trataba en este periodo de superar la

    prolongada servidumbre a los cdigos artsticos franceses precisamente a travs

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    XVIII

    de la libertad de los modelos hispnicos. Trajo a la Espaa de cambio de siglounas inquietudes estticas innovadoras, que no pueden interpretarse slo desdeuna valoracin del liberalismo como motor del progreso histrico lo que equi-

    valdra reducir el Romanticismo a la famosa definicin de Victor Hugo en el pr-logo a Hernani: Le romantisme, tant de fois mal dnifi, nest [...] que le libra-lisme en littrature. Si el romanticismo alemn fue, en formulacin de Dennis F.Mahoney, una sacudida ssmica a la civilizacin sobre la falla que separa tradiciny modernidad, Bhl ha de valorarse en esos trminos: representa la nueva mane-ra de enfrentar el pensamiento y el conocimiento europeos de la vanguardiaromntica. Pero a Bhl se le suele despachar en general con etiquetas ms ideo-lgicas reaccionario, conservador, ultramontano, que literarias, cuando su acti-tud y postura, en relacin con la historia literaria, corresponden a posiciones po-

    ticas y vitales su conversin al catolicismo, el paso del magisterio rousseaunianoal schlegeliano, su superacin de los cdigos neoclsicos desde la reflexin filo-sfica y desde la religin fuertemente innovadoras.

    Cecilia, como ocurre con su padre, ha sido juzgada ms como antiguallaque como pionera, lo que puede tener sentido desde una interpretacin polti-ca o ideolgica, pero no tanto desde la perspectiva esttica y literaria. Al igualque Bhl, su formacin y posicin la convierten en un personaje incmodo queno casa con la trayectoria de progreso que suele marcarse para la historia lite-raria espaola y que tiene como modelo la francesa; por ms que la crtica est

    de acuerdo en que sus races culturales la definen y particularizan, sin embargono suele emprenderse el anlisis de su obra desde esta singularidad. Sin embar-go tanto su posicin histrico-literaria, como sus vnculos con respecto alRomanticismo, su interpretacin del realismo y en general las piezas claves desu teora narrativa (aquel poetizar la verdad que se analizar ms adelante),adquieren todo su sentido observados en el contexto europeo y no slo en rela-cin con sus contemporneos espaoles.

    Efectivamente, Cecilia es cumplida heredera de su padre no slo en sus posi-ciones reaccionarias, sino tambin en las razones que llevaron a Bhl a abrazar

    ese inmovilismo nostlgico de un pasado que nunca existi. De hecho, vivijunto a l casi siete aos fundamentales en su formacin, de la que su padre seocup directamente segn dan noticias las cartas que escribe en aquel tiemposobre el desarrollo de la nia (H 21-22). Mientras su madre y sus hermanos que-daban en Cdiz, Cecilia compartira en solitario con su padre la casa de Grslowhasta que se traslad a un pensionado de Hamburgo recomendado por Campe.Aquel reputado pedagogo rousseauniano haba educado a los hermanos Bhl enlas doctrinas ilustradas de la filantropa e incluso escribi un difundido tratadoeducativo con aquellos nios como protagonistas: el Robinson, cuyo protagonista

    estaba inspirado en su discpulo Johann Nikolaus, fue un libro fundamental enlas escuelas alemanas y conoci muchas traducciones, entre ellas una de Iriarteal espaol. Podemos imaginar que aquella presencia de Campe en la vida deBhl trascendi a la primera educacin de su hija e incluso fue motivo de quenaciera en Morgues, Suiza, en el transcurso de un viaje planeado por el pedago-

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    XIX

    24. Daniel Poyn Daz, Notas de geoliteratura lemanica: Tres figuras de un paisaje, Fer-

    nn Caballero, Rousseau, Madame de Stael, Filologa Moderna VI, n 25-26 (1967), 133-144. Cuando en el relato de su viaje a Cdiz que hace Humboldt en su diario describe aBhl, dice de l que es autntico discpulo de Campe, pero en el mejor sentido (H 19).

    25. C. Pitollet, La Querelle Caldronienne- de Johan Nikolaus Bhl von Faber et Jos Joaqun deMora, Pars, 1909, 1-62. V. J. Herrero, El testimonio del Padre Coloma sobre Fernn Caba-llero, Bulletin of Hispanic Studies61 (1964), 40-50; 43.

    go como homenaje a Rousseau y con la probable intencin de presentar a su dis-cpulo a Mme. de Stal, con quien mantena cierta relacin24.

    Pero fue tambin en aquellos aos de estrecha convivencia alemana entre

    padre e hija cuando Bhl vivi la intensa crisis personal, filosfica, religiosa yesttica que le llev a romper con su educacin ilustrada para sumarse a la revo-lucin romntica capitaneada entonces por los Schlegel. Aquella confianza enlas luces en las que se haba educado no pudo mantenerse y las dudas de que elprogreso proyectado por la razn fuera habitable para los humanos le condu-jeron, como a tantos otros, al irracionalismo que defender en los sucesivo.Como escribi a su amigo Julius el 24 de mayo de 1810: El sentimiento buscauna fe que la razn pone en duda25. Su bsqueda de refugio en lo religioso eslo primero que hereda de l Cecilia: aquel rechazo a la filosofa positiva que tan-

    tas veces manifest y la necesidad de buscar abrigo en una fe tan sentimentalcomo irracional.Tras la Revolucin Francesa y con la desilusin que esta trajo, el primer

    Romanticismo (que era desta y mstico en un sentido amplio) empieza a per-seguir una mitologa con la que expresarse y llega en esa exploracin al cristia-nismo catlico y a la seguridad de sus vnculos y dogmas. Friedrich Schlegelhaba defendido que percibimos el mundo en forma mitolgica y que la reli-gin es capaz de expresar en metforas la unidad ntima que la fragmentacindel mundo moderno oculta. Esa ansiosa bsqueda de una nueva mitologa

    popular con base cristiana que haca posible religar la discordante realidad fuela que llev a Bhl a convertirse al catolicismo y a dejar como herencia a su hijala pasin por aunar folclore y religin en la persecucin de un espacio de valo-res inmutables. Es probable que una vez instalada en Espaa y madurado aquelaprendizaje en la propia experiencia vital, Cecilia comenzara a practicar las teo-ras en las que haba sido educada y mientras escuchaba y mejoraba su espaolanotase las primeras frases, refranes, cuentos, que servan de cuerpo verbal aaquel territorio ideal. Continuando la trayectoria de su padre, ampli el descu-brimiento que este hizo de la tradicin literaria espaola como antdoto contra

    las convenciones del racionalismo francs y se convirti primero en observado-ra y recolectora de materiales folclricos. Slo despus de alimentarse de esasfuentes llegara al cabo del tiempo a transformar en escritura narrativa, adapta-da a los nuevos formatos, aquellos ingredientes que haba recopilado en su bs-queda romntica de una nueva mitologa.

    No puede olvidarse tampoco la importancia que en la formacin de Ceciliadebi tener el nuevo concepto de filologa sin el que no puede entenderse la

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    26. Tully,Johann Nikolaus Bohl Von Faber, cit, 6.27. Ibid., 8.28. Pitollet, La Querelle Caldronienne, cit., 14-6.

    figura de Bhl von Faber. La trascendencia de lo verbal vive en la tradicin esco-lar alemana del primer Romanticismo una radical renovacin: Humboldt, losGrimm, los Schlegel, estaban redefiniendo los parmetros del conocimiento

    desde el lenguaje. Bhl fue como ellos tambin a scholar rather than a poet26

    ,y como ellos fue conducido por una valoracin sobre todo esttica, artstica, queentra en dilogo fecundo y unin inextricable con lo intelectual y con lo polti-co, de los que no puede separarse. La nueva nocin de literatura que se deriva-ba de esta concepcin revolucionaria haca trascender el valor de los textos msall no slo de la condicin amena y el entretenimiento ocioso, sino tambin dela mera experiencia esttica, hasta elevarlos a las categoras de lo filosfico, losocial y lo poltico. No es de extraar, pues, la importancia que Fernn ha deconceder en su nuevo arte de hacer novelas a los vnculos entre lo literario, lo

    moral, lo ideolgico y lo religioso.Por otra parte, si la historia de Bhl es la de un archetypal Romantic Zerris-sener27, un hombre que siente la dificultad de conciliar la realidad prctica desu circunstancia con su sensibilidad potica en un tiempo convulso, Cecilia sin-ti y hered aquella dualidad, vivi buscando esa misma conciliacin entre rea-lidad y poesa y lo pretendi en su manera de poetizar la verdad, una idea que,segn veremos, tiene innegable parentesco con la voluntad de Novalis deromantizar la vida.

    Pero no slo de su padre hered Fernn Caballero convicciones y concep-

    tos fundamentales. Ciertamente la relacin que mantuvo con su madre (quenunca me ha querido, ha pretendido siempre humillarme, y sobre todo alpunto de mi reputacin, M 382-4), fue complicada y muchas veces dolorosa;vivi separada de ella aquellos aos fundamentales de complicidad paterna ylleg a conocerla de cerca poco antes de su primer matrimonio. Sin embargo,la fuerte personalidad de Francisca Larrea tuvo un papel fundamental en su tra-yectoria literaria.

    A travs de la correspondencia familiar tenemos conocimiento de que elmatrimonio de los Bhl debi resultar conflictivo. Johann Nikolaus se queja a

    Campe de que su mujer es una neurtica:

    hace de su vida y de los dems una carga. [...] Un espritu malo ha socava-do la tranquilidad de mi hogar. Hace diecisis meses que mi mujer padeceuna especie de desorden mental muy parecido a la locura, y a cuyas resultasmis pobres hijas sufren ms que yo. Ni siquiera la compasin puede dulcifi-car semejante situacin, porque este estado depende hasta tal punto de suantojo, que raras veces lo advierten extraos, siendo, por consiguiente,doblemente cruel para los de casa28.

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    29. Guillermo Carnero, Francisca Ruiz de Larrea de Bhl de Faber y Mary Wollstone-craft, Hispanic Review50 (1982) 2, 133-142.

    30. Valencina posey un cuaderno con obras de Francisca Larrea del que habla en undiscurso ledo ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (Fernn Caballero y susobras, cit., 10). Sobre la madre de Fernn Caballero, adems de los citados trabajos de G.Carnero o M. Cantos (El discurso de Frasquita Larrea y la politizacin del Romanticis-mo, en Cuadernos de Ilustracin y Romanticismo10 (2002), 3-13), han salido en los ltimosaos varios volmenes colectivos:Frasquita Larrea: mujeres entre la Ilustracin y el Romanticis-mo, Ayuntamiento de El Puerto de Santa Mara, 2002 yFrasquita Larrea y Ahern: europeas yespaolas entre la Ilustracin y el Romanticismo, Universidad de Cdiz, 2003.

    31. V. las conclusiones de J. Herrero a suFernn Caballero, cit., 324.32. Valencina se plantea esta cuestin sobre todo a propsito de un cuaderno manus-

    crito de Francisca Larrea anotado por Cecilia y titulado Extractos de algunas cartas escri-tas desde Espaa a Alemania; en otro lugar encuentra otro manuscrito que con letra de

    Si Bhl representa la tradicin germnica, la ascendencia irlandesa de Fran-cisca Larrea incorpora a la familia una educacin inglesa y francesa, pues entreInglaterra y Francia se haba formado la gaditana Paquita hasta poco antes de su

    matrimonio en 1796 con Bhl von Faber. Para entonces tena ya a Mme. de Stalcomo modelo intelectual, aunque despus su identificacin con la autora suizadebi hacerse ms intensa cuando aqulla fue enviada al exilio por Napolen yLarrea, en Cdiz, resista a sus tropas. En su homenaje escribi ensayos con elseudnimo de Corinala novela ms conocida de la Stal y a su manera procu-r seguir el magisterio de la gran dama de las letras europeas creando en tornoa s cenculos y tertulias de eruditos y literatos. Traductora del Manfredode Byrony de Mary Wollstonecraft29, lectora de Schiller, escribi a este ltimo una Carte un ami sur la critique de Mr. Schlegely public textos muy encendidos y apasiona-

    dos contra los franceses, como Una aldeana espaola a sus patricios30

    .Javier Herrero piensa que Cecilia debi recibir de su madre no slo la basede su ideologa o de su apasionamiento galfobo, sino tambin el inters porlos esbozos de tipos populares, dilogos y descripciones que Francisca Larreahaba ensayado antes que su hija. La intencin de pintar la vida ntima del pue-blo espaol que guiaba a Cecilia en sus primeras tentativas literarias, comocuenta Bhl en carta de septiembre de 1833 a Julius al enviarle el relato Sola, esla misma tarea que se haba propuesto Larrea segn su propia confesin en losExtractos de mi viaje a Arcos de la Frontera, pero no se haba atrevido a realizar por

    no considerarse suficientemente dotada como escritora31. Cecilia conjugar lasintenciones de la madre con las ideas tericas de su padre para poner en mar-cha su trayectoria literaria.

    No cabe tampoco descartar una posible colaboracin inicial entre ambasseoras en los primeros ensayos creativos de Cecilia. Incluso se pregunta en unanota Valencina tras estudiar varios manuscritos de madre e hija:

    Aprovech Fernn Caballero algunos originales de su madre y los hizosuyos? Tal como hoy estn impresos, seguramente no; pero es fcil que se ins-

    pirara en algunos de ellos. [...] se necesita ms luz sobre Fernn y su madre32.

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    Francisca Larrea contiene un cuento de Cecilia dedicado a su hermana Aurora, de ttuloLa buena vieja y la nia. Leyenda espaola. Finalmente, en un original de La campanadel rosario se anota al pie Fragmento del Diario de una seora, tomado de una novelaindita. Valencina especula que esteDiariofuera de doa Francisca. (V 19)

    33. Signatura A Mont. Ms. C19/3.

    Al margen de especulaciones, lo que no cabe negar es que su madre fue suprimera traductora y correctora, adems de cmplice en la recopilacin demateriales folclricos, como lo demuestra la Relacin de obras [...] y de aut-

    grafos y borradores de Fernn Caballero que se guarda en el fondo Montotode la Biblioteca universitaria de Sevilla33: segn se deduce de aquellas listas,muchas de las coplas incluidas por Fernn en sus obras narrativas fueron trans-critas por mano de Larrea y por lo tanto probablemente tarea suya la de reco-pilarlas. Sorprende tambin ver, en la relacin de papeles de Francisca Larrea,una Elia. Borradores en francs y castellano, uno de Fernn y otro de sumadre, que hace imaginar una traduccin materna de aquella novela. Hastaqu punto esa colaboracin implic un aprendizaje de estilo o dej su huella enlas claves temticas de la produccin posterior de la autora no podr confir-

    marse, aunque sea lcito as sospecharlo.

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    XLVII

    88. Las pginas que siguen son un resumen del estudio ms amplio que con el ttuloUna potica para la novela: Fernn Caballeropublicar en breve.

    89. Reginald F. Brown hace una distincin poco til en este caso entre novela pre-rromntica (1827-33), del Romanticismo (1833-44) y del Postromanticismo (1845-1855)en su monografa La novela espaola, 1700-1850, Madrid, Direccin General de Archivos yBibliotecas, 1953. Sobre la adaptacin del trmino novelavase L. Romero Tobar, Panora-ma crtico del romanticismo espaol, Madrid, Castalia, 1994, 360 ss.; y del mismo Tendenciasen la narrativa anterior a 1870, en La novela popular espaola del siglo XIX, Fundacin JuanMarch-Ariel, Barcelona, 1976, 35-53. Vase tambin Ana L. Baquero Escudero: Las ideasliterarias del XIX en torno a la novela: algunas aproximaciones, La elaboracin del canonen la literatura espaola del siglo XIX. II Coloquio de la SLEXIX, ed. de L. F. Daz Larios, etal., Barcelona, Universitat-PPU, 2002, 59-67.

    LA POTICA NARRATIVA DE FERNN CABALLERO:

    BUSCANDO UNA NOVELA ESPAOLA88

    Este siglo tan poco novelesco a mi ver, esel ms novelfero (perdnese la palabra)de cuantos registra la historia literaria.

    Marqus de Molins, prlogo a Cuadros de costumbres

    Cuando se publican las primeras y msimportantes obras de Fernn Caballero la voz novela todava no haba sido conso-lidada, ni el gnero aceptado sin algunas reservas en las filas de la potica. Aque-llos ttulos vieron la luz en unos aos de difcil clasificacin para la historia litera-ria, sobre todo en lo que se refiere a este gnero en proceso de afirmacin y queni siquiera contaba por entonces con una denominacin estable y autorizada,pues hasta finales de los aos treinta apenas encontramos los primeros y disper-sos debates sobre la nueva acepcin de la palabra novela89, cuya convivencia conotras etiquetas ha dado lugar a no pocas confusiones entre los estudiosos.

    Sin embargo la novela disfrutaba ya en toda Europa de una recin conquis-tada reputacin que, a pesar de sus todava numerosos detractores, slo ir en

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    XLVIII

    90. Georg Bollenbeck, Der Roman als Gesellschaftspanorama der brgerlichen Epo-

    che, en Das brgerliche Zeitalter, 1830-1914, Geschichte der Literatur V, Berlin, Propylen,1988, 168-185.

    91. J. I. Ferreras, Los orgenes de la novela decimonnica, 1800-1830. Madrid, Taurus, 1983,171-5.

    92. I. Romn, Historia interna de la novela espaola del siglo XIX. I. Hacia el realismo. Sevilla,Alfar, 1988, 71.

    aumento de su prestigio. Y ello porque deja de ser el espacio de la aventura y elromance para iniciar su andadura en el terreno de la diferenciacin psicolgi-ca y el anlisis social. Las novedades narrativas demuestran ser el mejor medio

    de la autorrepresentacin burguesa, con la que se incorporan personajes decarcter individual90, adems de nuevos temas, materias e intereses, cuyo des-arrollo va paralelo al de las tcnicas y el debate terico. En la superacin de lamimesis y en su compleja relacin con el concepto de realidad, los nuevosmodelos (Fielding, Diderot, Jane Austen, Goethe, Scott, Mme. de Stal y por finBalzac) aspiran a metas ms altas que la de llenar las ociosas horas de los des-ocupados. Espaa tard en asumir las novedades europeas y fue precisamenteFernn Caballero uno de los nombres que ms contribuy a este proceso.

    Las novelas que preceden y siguen a La Gaviota en el folletn deEl Heraldo

    proporcionan una imagen fiel del contexto literario en el que se present laobra: o pertenecen al entonces reputado gnero histrico, o se suman a laspopulares frmulas folletinescas, o bien prueban la nueva modalidad anmeras tentativas, de la novela de costumbres. Antes de la primera obra de Ceci-lia Bhl, El Heraldohaba publicado en 1844 una de las mejores novelas histri-cas espaolas:El seor de Bembibre, y algunos meses despus de las tres novelas denuestra autora, entre 1850 y 1851, saliFe, esperanza y caridadde Antonio Flores,novela de costumbres contemporneas. Entre una y otra, la mayora de los ttu-los son traducciones de novelas francesas de los autores ms exitosos entonces.

    La clasificacin tipolgica que traza Ferreras en Los orgenes de la novela dis-tingue para aquellos aos, entre los gneros ms difundidos, algunas modali-dades que, con no pocas caractersticas comunes, conectan con los objetivosmorales de la Ilustracin de los que parti la revalorizacin del gnero y pre-paran la frmula que ha de lograr el xito en lo sucesivo.

    Es el caso de las novelas morales y educativas que desde finales del sigloXVIII solan preferir el formato epistolar para instruir al pblico femenino alque se dirigen en la mesura, razn y orden, adoctrinarlo en los valores de laautoridad y el poder (representado en los personajes masculinos) y prevenirle

    de los peligros de la pasin91. Como despus veremos que ocurre en los argu-mentos de Fernn Caballero, estas obras someten toda sentimentalidad alorden social y la norma, y en este sentido constituyen el germen de la poste-rior novela de tesis, que mantendr su propsito didctico por encima de lavoluntad de entretener92. No solamente en ello coincide esta tipologa con Cle-mencia,Eliao Un verano en Bornos, novelas fernandianas, sino por ejemplo en laeleccin para el papel protagonista de un prototipo de mujer sensible, virtuo-

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    93.El Censor, Literatura. Matilde, memorias sacadas de la historia de las Cruzadas, cit., 27.94. En un artculo de 1838 atribuible a Mesonero y despus en su discurso de ingreso

    en la RAE del mismo ao, ya se distinguen tres modalidades narrativas que siguen sea-

    sa, culta, sumisa y muy religiosa, en sufrida inferioridad respecto al hombre, ysobre todo que frente al desenfreno y los arrebatos de la pasin, nunca traspa-sa los lmites de la moral, eligiendo el amor puro y casto, mantenido en la inti-

    midad y en lo conveniente. Cuando en Eliao Clemencia se enfrentan las leyessociales y los sentimientos, las heronas se deciden mansamente por cumplir laley y renuncian a su amor; se demuestra as que la virtud est en evitar la situa-cin de peligro que siempre provoca el amor pasional, como el prlogo a laprimera de estas novelas defenda al disputar la versin novelescade los amoresilcitos desde la exaltacin del amor espiritual basado en doctrina catlica. Enestas novelas morales y educativasde la clasificacin de Ferreras, igual que ocu-rre en las de nuestra autora, el final depender del comportamiento de la pro-tagonista: si acta siguiendo las normas ser recompensada, y castigada por el

    destino si se rebela.Es evidente por tanto el precedente que esta modalidad novelesca, asociadaa las lecturas femeninas, signific para Cecilia Bhl. Sin embargo tambin escierto que frente a sus precursores incorpora elementos particulares, como evi-tar el final feliz que hubiera convertidoEliaen puro entretenimiento, o la insis-tencia en la leccin de que la vida no se comporta como las novelas. El finalincmodo de aquella obra indica que la literatura de Fernn Caballero no pre-tende tanto casar con los convencionalismos del gnero como presentar con-flictos que en este caso no acaban con una solucin fcil. Y ello puede ponerse

    en relacin con el anlisis del efectode la lectura novelesca que, segn vimos enel captulo precedente, era centro de los nuevos debates ideolgicos y acad-micos. Pues como explicabaEl Censor, la novela que quiera producir un efectotil ha de tener como condicin que la pasin del amor [...] se pinte comorealmente es: menos halagea que peligrosa93. Confundir la literatura con lavida es vicio que las novelas amorosas haban inculcado en sus lectoras y Ceciliadecide combatirlo ofreciendo como alternativa la literatura de verdad, de carc-ter moral y no libresco.

    Pero la forma novelesca que tiene ms peso en la narrativa de Fernn Caba-

    llero y por las mismas razones de lapotica del efectoque le animaron a innovaralgunos elementos de la novela sentimental fue el de la novela de costumbres,subttulo que llevaron entre las de la autora La Gaviota, La familia de Alvareda,Una en otra, Clemencia, Lgrimasy Un verano en Bornos. Estas obras contribuyerona consolidar un modelo genrico que an no estaba sino apenas esbozado cuan-do aparece Fernn en la escena literaria, y que fue adquiriendo prestigio demanos de la autora por cumplir con dos condiciones: apoyar la consolidacinde una novela espaola que mostrara el carcter nacional, y servir a la nuevasociedad como frmula de anlisis y modelo moral, pues dentro de la clasifica-

    cin tipolgica que fue distinguindose en aquellos aos94, era la novela de cos-

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    L

    lndose en varios artculos de la dcada siguiente: novelas histricas, de acontecimientosmaravillosos y de costumbres. L. Romero Tobar, Panorama crtico, cit., 362.

    95. Guillermo Forteza, De la influencia de la novela en las costumbres. Sevilla, F. lvarez,1857, 10-11.

    96. J. M. Asensio,Fernn Caballero, cit., 9.97. Elisa Martnez Lpez, La orfandad de la novela espaola: poltica editorial y crea-

    cin literaria a mediados del siglo XIX, Bulletin Hispanique98, 2 (1996), 347-361; en espe-cial 349-354.

    tumbres la que segn sus defensores ejerca una influencia ms directa sobre loshbitos sociales, al tiempo que elevaba los propsitos del gnero por encima delmero entretenimiento; en palabras de Guillermo Forteza,

    La novela que ejerce sobre las costumbres ms directa y poderosaaccin, es sin disputa la de costumbres contemporneas, puesto que de ellassaca su alma, su vida, su influencia. [...] Raras veces la observacin cotidia-na y vulgar acierta a descubrir los resortes internos que mueven a la socie-dad95.

    Las primeras novelas de costumbres intentaron hacerse un hueco en elmercado y para ello hubieron de competir con las traducciones (en su mayo-

    ra del francs) y los folletines que entonces surtan de relatos a los aficiona-dos, reacios en general a las novelas originales espaolas, como explica Asen-sio en su descripcin del panorama en el que desembarc La Gaviota: losempresarios y editores preferan las traducciones de Scott y Balzac, Souli ySand, Hugo, Dumas y Su, Mery y Gozlan, que garantizaban el escaso gasto quesuponan e

    inundaron de novela francesas, distribuidas por entregas, todos los pueblosde Espaa, [...]. Cualquiera de esas traducciones encontraba mejor acogida

    que las obras originales espaolas, aunque en escribirlas se haban ejercita-do tan ilustres literatos y poetas como Villalta y Escosura, Villoslada, Espron-ceda y Mariano Jos de Larra. Ninguno haba logrado alcanzar la boga yrenombre de Nuestra Seora de Parsy de Los tres mosqueteroso El Conde deMontecristo96.

    Las condiciones editoriales de la poca y los cambios que se estaban produ-ciendo en el mercado explican algunas cuestiones importantes relativas a losttulos de Fernn.

    La fuerte dependencia con respecto a Francia se haba ido haciendo msintensa desde principios de siglo y puede afirmarse que a mediados del sigloXIX en Espaa slo se leen novelas francesas97. El pblico, incondicional deaquellas lecturas, haca que el negocio se concentrara en conseguir los derechosde traduccin: los editores entraban en contacto con los autores franceses para

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    LI

    98. El periodista Francisco J. Moya escribe el 9 de mayo de 1848 enEl Espectadorel art-

    culo La novela nacional (reproducido en Zavala, Ideologa y novela, cit., apndices, 274-8) proponiendo escribir como los franceses para aspirar a la popularidad, ya que a nadiele interesa la originalidad cultural patria.

    99. Elisa Martnez Lpez, La orfandad de la novela espaola, cit., 359.100. M-C. Grassi, Lire lpistolaire, Paris, Armand Colin, 2005, 289.101. L. Romero Tobar, La novela popular espaola del siglo XIX, cit., 35-36.

    poder publicar sus xitos en Madrid simultneamente a su aparicin en Pars.El desinters por creaciones originales a pesar de la insistencia de autores yacadmicos en la necesidad de una novela nacional impeda el desarrollo de

    un mercado autctono y obligaba a los aspirantes a escritores a entregarse a lastareas de traduccin o bien a imitar los modelos que contaban con el favor delpblico98. Dado que la forma de publicacin por entregas hace depender lacontinuacin de una novela del xito, est claro que slo consiguieron salir ade-lante los proyectos que contribuan a la estabilidad financiera de las publica-ciones. Lo habitual era que los escritores (que no lo fueron de oficio, sino pro-fesionales liberales o periodistas) se lanzasen a la aventura de una novela yabandonaran el empeo por fracaso de pblico.

    En aquella escena, la nica excepcin fue Ayguals de Izco, que por su con-

    dicin de propietario de imprenta y casa editorial y gracias al enorme xito desu novela Mara(1845-46) logr mantener su independencia. Cuando CeciliaBhl insiste en la necesidad de combatir el peligro de las novelas que introducenlas ideologas socialistas y antirreligiosas deba tener en mente este triunfo con-tra cuyo xito rivaliza desde la posicin contraria y con menos recursos editoria-les (recurdese tambin que el mismo ao de La Gaviota haba salido de laimprenta de Ayguals su novela Pobres y ricos o La bruja de Madrid: novela de costum-bres sociales). Pues no vivi ajena a las fuerzas comerciales que promueven enesos aos la nueva hegemona de la novela, como interpreta Elisa Martnez99,

    sino que las cartas de la autora que como escribe Marie-Claire Grassi a prop-sito de la correspondencia privada de los escritores100 es donde mejor se apre-cia la unidad del hombre y del artista en lo cotidiano, muestran que dicha uni-dad en su caso corresponde a esa agotadora necesidad de hacer al tiempo decreadora y empresaria: gast enormes energas intentando crear una red deamistades que la protegiesen y le valieran en el papel de editores. Y dado quebusca muchas de esas alianzas siguiendo el criterio que haba conocido en sufamilia y quiz entonces el ms eficaz, que es el poltico, hubo de entrar enconflicto con otros planteamientos contrarios, sufriendo por ello las pertinentes

    crticas. Como consecuencia, adems de a los esfuerzos por tejer amistades quele ayudaran en la publicacin y difusin de sus obras, habra de gastar otros tan-tos en defenderse de las enemistades que aquella filiacin trajo como resultado.

    A pesar de las dificultades editoriales y de pblico, las llamadas a buscar unanovela propiamente espaola se fueron intensificando desde los aos treinta,acompaadas de una actitud nacionalista a la que se refiere Romero Tobar101y del deseo de superar las frmulas comerciales. Haba grandes expectativas de

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    102. E. Correa Caldern, estudio preliminar a Costumbristas espaoles I. Autores correspon-dientes a los siglos XVII, XVIII y XIX, Madrid, Aguilar, 1964, I, XLVIIss. y R. Brown, La nove-la espaola 1700-1850, cit., 31-39.

    103. R. Navas Ruiz,El Romanticismo espaol, Madrid, Ctedra, 1990, 142.104. Romn, Historia interna de la novela espaola del siglo XIX, cit., 244.105. Lpez Estrada se pregunta hasta qu punto la obra de Cecilia sobrepasa el cua-

    dro de costumbres y se entra por la va dinmica de la novela? F. Lpez Estrada, Unabiografa compartida. Fernn Caballero y el torbellino romntico, Archivo Hispalense48/49 (1968), 319-34.

    que la novela espaola, en ese momento de bsqueda de identidad patria, mos-trase de nuevo nuestro ingenio literario, pero la fama de los franceses pesabatanto que en la mayora de los casos las novelas originales no se apartaban de

    sus modelos. As, la influencia de Balzac o George Sand entre otros, se combi-na con rasgos costumbristas para analizar la sociedad contempornea mezclan-do elementos romnticos y folletinescos junto con los costumbristas o los pri-meros elementos realistas102. Todas estas influencias e ingredientes son anvisibles en la novelstica de nuestra autora, que avanza sobre los ejemplos que lapreceden en los primeros esbozos de la novela de costumbres, surgidos entre1834 y 1844 al calor del xito de las escenas costumbristas y como un intento deampliacin de aquellas a propsitos ms trascendentes. Con ellas les vinculabauna pretensin comn: dar una imagen veraz de Espaa y su sociedad, comba-

    tiendo la que la literatura allende los Pirineos estaba difundiendo.Aunque la crtica difiere al juzgar si en aquellos cuadros costumbristas debebuscarse el germen de la novela realista (Correa Caldern as lo cree y Ferrerasopina lo contrario), s es indiscutible que la novela de costumbres de CeciliaBhl debe elementos importantes a aquella frmula. Antes que ella, otros hab-an intentado dar forma novelesca a esta tipologa con obras en las que sueledominar el cuadro aislado sobre la trama103; as por ejemplo Las aventuras deuna peseta(1842) de Jos de Viu o Doce espaoles de brocha gorda: novela de cos-tumbres contemporneas(1846) y Ayer, hoy y maana(1850) de Antonio Flores. En

    muchos casos ms que novelas de costumbres encontramos en estos autores unprurito costumbrista (realista, en definitiva) que se inserta en determinadosmoldes novelsticos preexistentes104y da lugar a obras que a veces mantienenla estructura episdica del gnero y otras consiguen organizarse de forma mselaborada gracias a la asimilacin de otros tipos de novela. El mecanismo de lasestampas relacionadas es an visible en ciertos momentos de la narrativa de Fer-nn, que sin embargo en el caso de las mejores obras consigue superarlo a tra-vs de juegos estructurales ms elaborados105. La intencin no slo de la auto-ra, sino de los ms ambiciosos entre sus contemporneos era acercarse a la

    maestra constructiva y la amplitud de miras de Balzac, cuya visin de las cos-tumbres al uso alcanzaba el grado de anlisis cientfico y se configuraba en unproyecto narrativo de mucha mayor envergadura. Larra ya haba expresado, alhablar de las escenas de Mesonero, que su observatoriopodra servir de primer

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    106. C. Seco Serrano, Estudio preliminar a las Obras de Mesonero, Madrid, Atlas, BAE,1967, 240.

    107.El Censor (n 85 de 1822), Literatura. Matilde, cit., 24.108. M. Baquero Goyanes, La novela espaola en la segunda mitad del siglo XIX, en

    Historia General de las Literaturas HispnicasV, Barcelona, Barna, 1958, 55-143; 60. SegnZavala, la novela haba ido adquiriendo desde algunos aos antes un nuevo papel presti-

    gioso gracias a que desde 1834 se empezaran a observar sus posibilidades como instru-mento para contribuir a la transformacin social. Zavala, Ideologa y poltica en la novela espa-ola, cit., 83.

    109. Ferreras,El triunfo del liberalismo y de la novela histrica (1830-1870), Madrid, Taurus,1976, 140.

    110. Wenceslado Ayguals de Izco, Mara, cit., 7.

    paso para alcanzar la culminacin balzaquiana del gnero en el retrato de lavida contempornea106.

    Aquellas ambiciones pretendan dejar atrs definitivamente el dictamen de

    El Censor que en 1822 consideraba la novela un gnero de puro entretenimien-to, de la clase de las frivolidades agradables, pues, segn su dictamen, lanovela es frvola esencialmente. Pasiones amorosas, sucesos extraordinarios,episodios increbles; en una palabra, entretenimiento y recreo es lo que ofrecena sus lectores107. Por esa condicin inferior ha acabado en manos de mujeres,diagnosticaba el autor del artculo (probablemente Alberto Lista). Y sin embar-go es precisamente una mujer la que pretende sacarla de ese desprestigio,librarla de pasiones y sucesos inverosmiles y llevarla del delectarealprodesse.

    En esa renovacin era fundamental aprovechar sus posibilidades como ins-

    trumento para contribuir a la transformacin social (idea que de alguna mane-ra estaba ya presente en las preocupaciones del folletinismo francs, germende la novela llamada de ideas108) y de las que tuvieron conciencia los primerosautores de las novelas de costumbres cuando se juzgaron a s mismos funda-dores de una nueva escuela y, sobre todo, fundadores o restauradores de ungnero literario despreciado hasta estos aos109. Ayguals de Izco, en el prlo-go a Mara(1849), tambin pensaba que ese nuevo gnero que cree estarensayando y con el que quiere sacar a la novela histrica de su molesta aridezpara hacerla ms atractiva e interesante, tendr la amenidad suficiente para ser-

    vir al recreo y no hacer penoso el manantial de slida instruccin que tratade verter sobre los lectores110.Veinte aos despus del artculo despreciativo de El Censor, publica Alcal

    Galiano en la Revista de Madrid otro titulado Cul es la influencia del espritudel siglo en la literatura?, donde se lee que por la aficin a la historia, la gene-racin actual ha deseado, al lado de las ficciones [...] encontrar hechos verda-deros. Y vinculado a aquel gusto, se renueva la novela, que

    si no es un gnero nuevo, puede decirse por lo menos que ha tomado en

    nuestros das nueva forma. La novela se ha hecho menos locuaz y ms dra-mtica, se hace obrar a sus personajes, en vez de hacerles disertar, presentaa nuestra vista cuadros verdaderos, se aproxima a la crnica, de la cual toma

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    111. Alcal Galiano, Cul es la influencia del espritu del siglo en la literatura?, Revis-

    ta de Madrid, III (1842), 145-158.112. Resultan en este sentido muy interesantes las declaraciones de intenciones que seleen frecuentemente en los prlogos de estas primerizas novelas de costumbres. Por ejem-plo Eugenio de Tapia abomina en Los cortesanos y la revolucin (1838) del folletn, la nove-la fantstica y la histrica del pasado remoto: Por fortuna ma no soy de aquellos escrito-res ttricos que van a buscar en los silenciosos sepulcros, en las hondas cavernas y en lossolitarios claustros, espectros, ermitaos, cenobitas, brujas y demonios [...]. Ni pinto al fre-ntico amante [...] Ni revolviendo crnicas antiguas voy a desenterrar gitanas graciosaspara ahorcarlas, sino que con las gentes de este siglo, he buscado en l sucesos natura-les y sencillos. Eugenio de Tapia, Los cortesanos y la revolucin, Madrid, Hijos de C. Piue-la, 1838, V-VII. Ros de Olano en El diablo las cargarechaza desde el primer captulo losmecanismos del folletn para elegir los procedimientos del costumbrismo y Miguel de los

    Santos lvarez en La proteccin de un sastre, se burla de las convenciones al uso para elegiruna instancia narradora en forma costumbrista y un escenario contemporneo en estanovelita pardica de enredos amorosos.

    113. R. Lpez Soler, Las seoritas de hogao y las doncellas de antao, Alicante, BVMC, 1999(edicin digital a partir de la edicin de E. Rubio Cremades y M. A. Ayala Aracil, Sabadell,Caballo-Dragn, 1998).

    preciosos detalles, y en manos de los grandes maestros, llega a ser algunasveces ms verdadera que la historia111.

    La novela de costumbres parta precisamente de la evolucin de la novelahistrica, cada vez ms interesada en acercarse al presente. Si la Historia habaservido a la novela como fuente que proporcionaba veracidad y autoridad(segn defendieron en la Ilustracin Huet y sus seguidores), la progresiva leja-na de los acontecimientos narrados y la intervencin cada vez mayor de la fan-tasa que incorpor el Romanticismo, llevaron a la consideracin de que susargumentos quedaban demasiado distantes de la vida real. En los aos anterio-res a la aparicin de nuestra autora aquellos escenarios tan ajenos temporal-mente se acercan poco a poco al presente, demostrando inters por el pasado

    inmediato, las condiciones sociales, la vida familiar y domstica y los problemaspolticos cercanos, como ocurre tambin en las novelas de Fernn112. As porejemplo, Ramn Lpez Soler, introductor de la novela histrica, tambin quisoserlo de la de costumbres con Las seoritas de hogao y las doncellas de antao(1832), que comienza trasladndonos a una geografa ya no medieval y distan-te, sino a la Espaa de la Guerra de la Independencia113.

    El lector tendr la bondad de trasladarse con nosotros a una hermosaquinta del reino de Granada, donde viva habr como veinte aos una fami-

    lia acomodada y virtuosa.

    Pero adems del cambio de escenario y de intereses, el prestigio del gnerovendra de la mano de la verosimilitud como defendieron Ros de Olano o Pas-tor Daz y de evitar los romancescos excesos de la imaginacin como quera Fer-nn Caballero, para perseguir una visin del mundo asociada a los valores de

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    114. Mara Isabel Gimnez Caro, Ideas acerca de la novela espaola a mediados del siglo XIX.Universidad de Almera, 2003, 67-8.

    115. Para Reginald F. Brown (Salas y Quiroga,El dios del siglo, novela original de costum-bres contemporneas, 1848, Bulletin of Hispanic StudiesXXX (1953), 32), esta obra explicamejor que Fernn Caballero o los costumbristas los orgenes de las novelas contemporneasde Galds.

    116. Sobre algunas de estas novelas tratan R. Brown, La novela espaola: 1700-1850, cit.,31-39, e I. Romn, Historia interna de la novela espaola del siglo XIX. I., cit., 236-244.

    117. Salas y Quiroga,El dios del siglo. Novela original de costumbres contemporneas, Madrid,Alonso, 1848, 5.

    118. Ibid., vol. II, 6.

    verdad y la observacin114, a cuya sombra dice haber escrito nuestra autoratodas sus obras.

    Entre los autores que la precedieron en la novela de costumbres, adems de

    los citados, pueden mencionarse Antonio Ros de Olano (El diablo las carga. Cua-dro de costumbres, 1840), Miguel de los Santos lvarez (La proteccin de un sastre,1840), Pedro Mata (El poeta y el banquero, 1842), Jos de Viu (Las aventuras de unapeseta, 1842), Jos Manuel Tenorio (Emilia Girn: novela de costumbres contempor-neas, 1845), Ramn de Valladares y Saavedra (Parodias de verdades: novela originalde costumbres contemporneas, 1845), Juan de Ariza (Las tres Navidades, 1846),Jacinto Salas y Quiroga (El Dios del siglo, 1848115), Miguel Agustn Prncipe (Lacasa de Pero Hernndez, 1848) o Francisco lvarez Durn (Las tres iniciales: novelade historia contempornea y de costumbres, 1849)116. En algunas de ellas, como ocu-

    rre enEl dios del siglo, de Salas y Quiroga, encontramos ya una narrativa de ten-dencia realista que adems de buscar argumentos en el Madrid cotidiano delpresente, tiene el propsito de narrar con naturalidad y exponer con sencillezlos hechos que forman el tejido de nuestra fbula. Pero sobre todo interesafijarse en la Advertencia del autor en la que anota una de las intenciones quems relevantes habrn de ser para Fernn Caballero:

    Esta novela no es una stira, ni un libelo, es una obra pensada con madu-rez y escrita con reflexin, fruto de la observacin ms minuciosa y desintere-

    sada, expresin de creencias razonadas y de convicciones profundas117.

    E insiste en la Advertencia a la segunda parte de la novela:

    Tiempo es ya de que se formen los hbitos literarios del pas y que vea-mos en el escritor al filsofo que eleva las cuestiones a la regin de las ideas,alzndose de la esfera de la personalidad118.

    La novela pretende allegarse al territorio de la filosofa y usar como instru-

    mentos la observacin y la reflexin. Pero en El dios del siglo, a pesar de que losescenarios urbanos, las escenas cotidianas contemporneas, las intervencionesdel narrador comentando las costumbres y usos del tiempo, y la variedad detipos sociales anuncien una intencin nueva, sin embargo pesan en exceso la

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    119. Madrid y sus misterios: Novela de costumbres contemporneas, Madrid, D.N. Sanchis,

    1844, 7.120. Edward Baker, Materiales para escribir Madrid: literatura y espacio urbano de Moratn a

    Galds, Madrid, Siglo XXI, 1991, 103-6.121. G. Lukcs, introduccin a susEnsayos sobre el realismo, Siglo Veinte, Buenos Aires,

    1965, 7-30.122. J. F. Montesinos, Costumbrismo y novela. Madrid, Castalia, 1960, XIV.

    trama folletinesca (envenenamiento, herencias, hurfanas, prisin, continuorecurso a la casualidad para resolver situaciones) y el convencionalismo de latrama amorosa que sirve de base argumental. Como ocurre tambin en otras

    obras coetneas de las que Juan Ignacio Ferreras o Isabel Romn incluyen en elgrupo de losprerrealistas, no encontramos an en sta el inters por los asuntosde actualidad ni la presencia de la problemtica poltica o social que s hallare-mos en las de Cecilia Bhl.

    A diferencia de Ros de Olano o Miguel de los Santos, el autor de Madrid ysus misterios. Novela de costumbres contemporneas escrita por Un Desconocido(1844) yque intenta aprovechar el xito editorial de Eugne Sue con sus Misterios de Pars(1842), une al propsito costumbrista y la temtica folletinesca, la intencin deafectar a la moral a travs del examen de la sociedad, segn afirma en un pr-

    logo cuya declaracin de intenciones tiene cierto parentesco con algunas de lasque leeremos en Fernn Caballero; frente a la invencin y la imaginacin, eligeel examen social y promete: Diremos la verdad, pero la verdad toda119. Losmisteriosde su ttulo no se refieren a los arcanos, sino tambin a los comple-jos resortes de la vida cotidiana en el marco del nuevo rgimen, todo lo queatae a la riqueza y al poder en el nuevo estado y en la nueva sociedad120.

    En su anlisis de la novela decimonnica, Georg Lukcs entenda que entrelos rasgos de la gran novela del Realismo est su voluntad de colaborar a lamejora social a travs de la narracin de lo verdadero: la intencin era poner

    un espejo a la sociedad para que se mirase y comprendiera121. Esa misin quedespus asumieron explcitamente los autores del Realismo (como Galds enlas Observaciones sobre la novela contempornea en Espaa), la haba con-trado ya Fernn Caballero. Como las de estos precedentes sealados, sus nove-las pretendieron, ms all del servir a la ociosa lectura, contribuir a la vida socialy a la moral de la comunidad. Pero aunque la intencin estuvo compartida poralgunos autores, fue ella la ms aventajada: Slo la Fernn Caballero, entre lasgentes de su generacin, supo lo que quera y poda hacer122.

    La ventaja que Cecilia Bhl demostr en su obra narrativa con respecto a

    sus coetneos tiene relacin con su educacin literaria y con su espritu investi-gador y reflexivo. De un lado su formacin extranjera, notada ya en su poca,la hizo conocedora de autores, tendencias tericas y lecturas ignoradas en Espa-a. De otra, y quiz en parte como consecuencia de lo anterior, su obra estflanqueada y salpicada de permanentes testimonios, razonamientos y argumen-taciones tericas y crticas, originadas en parte por su necesidad de justificarse,con las que llega a construir una potica dispersa en prlogos y cartas, en art-

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    123. J. F. Montesinos, Un esbozo de Fernn Caballero, Volkstum and. Kultur der Roma-nenIII (1930), 232-257; 239. A. Gonzlez Troyano, La iniciacin de la novela realista deci-monnica.Fernn Caballero, cit., 665. R. Miana, Fernn Caballero contra Cecilia Bhlde Faber: Confusin sexual y contradiccin esttica en La Gaviota. En Ricardo de la Fuen-te Ballesteros, J. Prez Magalln, (eds.), Sexo(s) e identidad(es) en la cultura hispnica. Valla-dolid, Universitas Castellae, 2002,. 103-12;.110; Rosa E. Montes Doncel,Del estilo a la estruc-tura en la novela de Fernn Caballero, Sevilla, Diputacin de Sevilla, 2001, 158ss.

    culos y en sus propias narraciones. Una potica muy particular y cuyo principalrasgo, segn los crticos123, es la contradiccin, pero a la que no puede negarseel alto grado de especulacin que demuestra. Ms significativa que la de por s

    interesante discordancia que a veces se aprecia entre sus conceptos y su prcti-ca creativa, es el ejercicio incansable de reflexin, no del todo sincera perosiempre esforzada, sobre la narracin, sus formas, sus propsitos y el caminoque ha emprendido. Ninguno de sus contemporneos hizo ese esfuerzo tanextraordinario y tan valioso en la voluntad de experimentar y al tiempo de expli-car su obra, de distinguir entre las distintas frmulas que ensaya, sin cejar en labsqueda de trminos apropiados para denominarlas, planteando cuestionescomo el papel de la inventioy dispositioen el proceso creativo y debatiendo conlas tendencias, los ensayos crticos y los postulados de su tiempo. Habr de lle-

    gar la generacin siguiente para encontrar autores con esa conciencia de suquehacer, que estn comparndolo continuamente con lo que ocurre en Euro-pa y con lo que creen que debe ser la senda de la novela.

    La potica novelesca de Fernn Caballero puede verse como una rica yfecunda reunin de tendencias a la que no cabe exigirle mayor ligazn que laque era posible en una poca de debates, tentativas y bsquedas, en los que seesforz con entusiasmo en participar marcando un territorio propio. Este que-daba delimitado por tres estandartes poticos: la novedad, la verdad y la natu-ralidad. En cuanto al primero, Fernn Caballero fue consciente del carcter

    innovador de sus obras, sobre el que insiste en numerosas ocasiones. Desde sudesembarco en el espacio literario con La Gaviota, tuvo la conviccin expresa-da en el prlogo a esta su primera novela publicada de estar empezando unproyecto nuevo, cuyos impulsos y modelos recibe de Europa:

    a nuestra literatura moderna, que ciertamente tiene bellas obras de que glo-riarse, le falta un gnero que en otros pases tanto aprecian y a tanta per-feccin han llevado. Esto es, la novela de costumbres. (V 15ss.)

    Otros autores antes y tambin despus de ella ofrecieron sus escritos comoejemplos de la renovacin por todos esperada. Si en la tertulia de la condesa deAlgar, Rafael, voz en este pasaje de Fernn Caballero, dice que las novelas decostumbres ayudaran mucho para el estudio de la humanidad, de la Historia,de la moral prctica, para el conocimiento de las localidades y de las pocas yseran tiles a las naciones (G 196), Lpez Soler comienza el prlogo a suJaimeel Barbudoescribiendo que de todas las clases de novelas no hay ninguna que

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    124. Gregorio Prez de Miranda [A. Lpez Soler],Jaime el Barbudo, o sea la sierra de Cle-villente, Barcelona, Imprenta de Bergnes, 1832.

    125. Cfr. J. Horrent, Sur La Gaviotade Fernn Caballero. Revue des Langues Vivantes 32(1966) 227-237; 235. Horrent destaca entre otras particularidades que la obra nunca llegaa ser lacrimgena, a pesar de su final, y que el personaje romntico de Stein se desvincu-lara del mundo gesticulatorio y grandilocuente del romanticismo espaol, para presentarejemplo de un romanticismo a la alemana, soador y delicado.

    126. J. M. Asensio,Fernn Caballero, cit., 8-9.

    tanta utilidad ofrezca como la que despliega a nuestros ojos las costumbres dela patria. Este principio tiene ventajosa aplicacin a Espaa124. Sirvindose deaquella idea que ya rondaba la geografa literaria de aquellos aos, Cecilia Bhl

    asume con aparente modestia un ambicioso proyecto. Su idea era iniciar enEspaa un amanecer del gnero novelesco, marcado por lo moral, lo literaria-mente anticonvencional y lo nacional. Y efectivamente, sus obras fueron recibi-das y saludadas por cierto sector como el advenimiento de la tan esperada nove-la espaola. La deliberada banalidad de la intriga en La Gaviota debi desorprender a sus coetneos en comparacin con las historias maravillosas, fan-tsticas, heroicas, extraordinarias y melodramticas, apasionadas y delirantesque eran entonces habitual lectura y a las que ella opone la vida ordinaria, lafamiliaridad del emplazamiento y la contemporaneidad125. Todava Asensio, en

    la primera biografa de la autora, insista en que

    La aparicin de La Gaviota fue una revelacin. Los primeros que la leye-ron comunicaron su extraeza a otros; se buscaron con insistencia losnmeros de El Heraldo, y en todas partes se hizo mencin de aquella obraque embelesaba a los lectores con la sencillez del asunto, la vivacidad y gra-cia del dilogo, y ms que todo, y sobre todas las otras condiciones, con lapintura exacta de las costumbres del Medioda de Espaa [...] [Aquel] librodespertaba la curiosidad y en su gnero no tena precedentes en la novela

    contempornea126.

    Entre sus contemporneos tambin fue frecuente reconocerle el mrito dela singularidad, que la distingua sobre ese caudal de traducciones e imitacionesal que se hizo antes referencia. Por eso cuando Pacheco prologa La estrella deVandalia, tras las quejas de estar cansado, aburrido, de leer imitaciones y msimitaciones de los buenos novelistas, declara que la mayor virtud de la autoraest en esa originalidad, esa espontaneidad, esa franqueza, que por primeradote le reconozco y que vincula con la novedosa correspondencia que sus

    obras mantienen con el mundo real:

    Escapar al peligro de la imitacin y de la escuelaen este tiempo; copiardaprs nature, cuando copian tantos de las que ya son copias, y por cierto nomuy fieles; desechar esas malas tradiciones; romper esos tristes prestigios;

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    127. Prlogo a La estrella de Vandalia, en Relaciones. La estrella de Vandalia. Pobre Dolores!,cit., XXI.

    128. Larra, Literatura. Rpida ojeada sobre la historia e ndole de la nuestra. Su esta-do actual. Su porvenir. Profesin de fe,El Espaol.Diario de las Doctrinas y los Intereses Socia-les, n. 79, lunes 18 de enero de 1836.

    129. Fernn Caballero, Fabiola, Revista de Ciencias, Literatura y Artes I (1855), 429-431.

    tener valor para empaparse en la pura, en la franca, en la verdaderaverdad,y para presentarla sin rodeos como sin afeite127.

    Como puede observarse en estas y en otras declaraciones, la novedaddeFernn queda relacionada con su propsito de hacer una literatura verdadera.Segn se indicaba ms arriba, el concepto de mimesis, tras la crisis romntica,haba ido dando paso a la voluntad de autenticidad; la nueva literatura, comoexplic Larra en aquel famoso artculo, exiga como base la verdad:

    esperemos que dentro de poco podamos echar los cimientos de una litera-tura nueva, expresin de la sociedad nuevaque componemos, toda de ver-dad, como de verdad es nuestra sociedad, sin ms reglas que esa verdad

    misma, sin ms maestro que la naturaleza128

    .

    Desde presupuestos distantes de los de Larra, Cecilia Bhl declara tambin,en carta a Patricio de la Escosura: La verdad [...] que es mi dolo, la noble ver-dad (V 226). Si Larra vincula verdad con libertad, para Fernn Caballero es unconcepto moral y cristiano, pero la por ambos demandada verdadde la literatu-ra est asociada al propsito de usarla como instrumento educativo social, ytambin en ambos coincide con la intencin de acercar el mundo literario a laesfera vital con la conviccin de que ha de surtirse de la ntima y ms honesta

    sinceridad: Cuando escribo dicta mi corazn (V 31), afirmaba Cecilia.En el caso de la novela este afn planteaba problemas particulares: si la poe-sa haba logrado en el Romanticismo afianzar un pacto de sinceridad a travsdelyo lrico, la prosa narrativa estaba sin embargo lastrada por la identificacinentre ficcin y mentira con la que haba venido enfrentndose desde antiguo.El siglo XVIII ensay distintas frmulas que permitieran a la novela hacerseverdadera y dejar atrs el menosprecio que le acarreaban su falsedad y susartificios, y ello con la voluntad de servir a la educacin de los lectores. Es portanto un designio moral el que subyace en el propsito de abandonar la poti-

    ca de la imaginacin para acercarse a la realidad ms inmediata: la verdadven-dra a la novela de manos de la incorporacin de la realidad a las ficciones. Espor ello que en la elogiosa resea que hace Fernn a la novela histricaFabiola(1854) del Cardenal Wiseman encarece sobre todo la presencia de lo real comoelemento redentor por su capacidad ejemplarizante129. De ah que hayamos deinterpretar sus continuas referencias a la verdad de sus obras de la mismamanera que las igualmente frecuentes a la realidad de los hechos narrados

  • 5/24/2018 Fernn Caballero. La Gaviota II, IV e Introduccin

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    130. Fernn Caballero, La familia de Alvareda, ed. de J. Rodrguez Luis, Madrid, Castalia,1979, 72.

    131. Pachecho, prlogo a La estrella de Vandalia, cit., XIX.132. Para Castro y Calvo ese ser representante de la tradicin literaria de influencia

    extranjera es precisamente, su mrito principal, aunque no dice por qu. S apunta que

    desde esta aspiracin: si en el prefacio a Relaciones se confesaba instintiva eindesprendiblemente apegad[a] a la verdad (Ap. 536), en sus cartas insiste, apropsito de muchas de sus obras, que el asunto de que se compone (como el

    de casi todas) es un hecho cierto (M 184), y en las palabras preliminares quedirige al lector en La familia de Alvaredaexplica que puesto que su objetivo noes causar efecto, sino pintar las cosas del pueblo tales cuales son, no hemosquerido separarnos un pice de la naturalidad y de la verdad130.

    Tambin Joaqun Francisco Pacheco, en el prlogo citado a La estrella deVandalia, emparenta la naturalidad y la espontaneidad de Fernn Caballero consu preferencia por los modelos de la realidad frente a los manidos modelos dela convencin literaria. En esa combinacin de realidad, verdady naturalidadsecifraba la rotunda originalidad de la autora:

    lo que me parece su rasgo supremo y caracterstico: tal es la grande, la com-pleta espontaneidad, que bajo todos aspectos le distingue. Nada hay en l, ami juicio, que sea efecto de imitacin; nada procede, y nace de la profesinliteraria; todo es natural, todo es original, todo es absolutamente propio. Suspersonajes, sus combinaciones, sus descripciones, su manera misma, emananevidentemente, ya de su instinto creador, ya de una observacin fiel y esme-rada de personas y de cosas vivas y reales. Yo no s si FERNN CABALLEROhaba ledo o no haba ledo muchas novelas antes de escribir las suyas; pero

    s, pero siento, pero veo que ninguna novela anterior inspira ni se refleja enlas que l escribe; que ni caracteres, ni situaciones, ni cuadros, nada es toma-do, nada es copiado por l de otras: que sus modelos son del natural, del mspuro y sencillo natural; y que al trasladarlos al papel dndoles esta nueva exis-tencia, no se ha preocupado tampoco de la forma en que lo han hecho opodido hacer los dems escritores, y slo ha cuidado de que correspondan alos dos principios que deben guiar a todo el que trabaja en verdaderas obrasde arte: la exactitud, la verdad en el fondo del retrato; la idealidad en laexpresin de la propia figura retratada131.

    Pero Fernn Caballero s haba ledo muchas novelas antes de escribir lassuyas y la supuesta naturalidad y espontaneidad que le caracterizan, la verdad delfondo y la idealidaden la expresin, no son resultado de la ingenuidad ni de lacarencia de modelos, sino de muy diversa