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Tema 1.- DIOS ACTÚA EN MI VIDA En la actualidad existen muchas personas que no le encuentran sentido a su vida. Según la Universidad de Guadalajara, el suicidio es la segunda causa de muerte en México, después de la violencia. Sin embargo, todo cambia cuando el ser humano comienza por tomar conciencia de lo que significa ser creado por Dios. La Biblia afirma sin rodeos que hemos sido hechos por Él “a imagen suya” (cfr. Gen 1,26). Es todo un proceso cada día. Él continúa su creación en mí. Dios está actuando en todo ser humano. No me basta con creer en Dios; lo decisivo es vivir la experiencia de que Él está ahora conmigo viviendo una especial relación de intimidad con mí persona. Para esto debo superar mis imágenes deformadas de Dios como la de rezar para tenerlo contento sin hacer comunidad, o en ganármelo con mis obras buenas (mucho apostolado) sin conversión sincera. El resultado: un profundo desinterés (sólo me acuerdo de Él cuando lo necesito). Esto se puede dar por una pobre formación en la fe y el poco afecto recibido en la familia, (como en el pasado no parecí merecer la atención y el cariño de otros, tampoco estoy seguro de que mis cosas realmente le interesen a Dios). Esta situación no es fruto de maldad sino señal de una fe que necesita crecer. Como todo cristiano deberé sanar pequeñas o grandes heridas en mi relación con Dios y para crecer en la fe, purificando y profundizando mi relación con Él. Hay un medio de especial importancia: la meditación frecuente de la Palabra de Dios. La Biblia bien meditada me lleva a oír la voz de Dios dentro de mí, es una experiencia que el Espíritu hace vivir al que persevera en este camino: “hacerle lugar a Dios” en mi interior y en mi vida en general. La Iglesia es consciente que en la palabra de Dios encontramos el verdadero rostro de Dios que nos lleva a cumplir su voluntad y por ellos nos invita a reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la vida que se ha hecho visible para que el don de la vida, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo; y al participar de la vida de Dios Trinidad de amor nuestra alegría sea completa (cfr. Verbum Domini 2). Por su parte, el padre Luis nos dice que «toda nuestra vida es un proceso de maduración: maduramos en la medida en que la palabra de Dios nos va transformando» (Czos I, 62); por eso, «si alguna vez la palabra de Dios que estas anunciando censura tu conducta, tómalo como un grito de alarma que te obliga a cambiar de vida» (Czos I, 67).

Ficha 2 CERS Septiembre

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Ficha de espiritualidad 2

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Page 1: Ficha 2 CERS Septiembre

Tema 1.- DIOS ACTÚA EN MI VIDA

En la actualidad existen muchas personas que no le encuentran sentido a su vida. Según la Universidad de Guadalajara, el suicidio es la segunda causa de muerte en México, después de la violencia. Sin embargo, todo cambia cuando el ser humano comienza por tomar conciencia de lo que significa ser creado por Dios. La Biblia afirma sin rodeos que hemos sido hechos por Él “a imagen suya” (cfr. Gen 1,26). Es todo un proceso cada día. Él continúa su creación en mí. Dios está actuando en todo ser humano. No me basta con creer en Dios; lo decisivo es vivir la experiencia de que Él está ahora conmigo viviendo una especial relación de intimidad con mí persona. Para esto debo superar mis imágenes deformadas de Dios como la de rezar para tenerlo contento sin hacer comunidad, o en ganármelo con mis obras buenas (mucho apostolado) sin conversión sincera. El resultado: un profundo desinterés (sólo me acuerdo de Él cuando lo necesito). Esto se puede dar por una pobre formación en la fe y el poco afecto recibido en la familia, (como en el pasado no parecí merecer la atención y el cariño de otros, tampoco estoy seguro de que mis cosas realmente le interesen a Dios). Esta situación no es fruto de maldad sino señal de una fe que necesita crecer. Como todo cristiano deberé sanar pequeñas o grandes heridas en mi relación con Dios y para crecer en la fe, purificando y profundizando mi relación con Él. Hay un medio de especial importancia: la meditación frecuente de la Palabra de Dios. La Biblia bien meditada me lleva a oír la voz de Dios dentro de mí, es una experiencia que el Espíritu hace vivir al que persevera en este camino: “hacerle lugar a Dios” en mi interior y en mi vida en general.

La Iglesia es consciente que en la palabra de Dios encontramos el verdadero rostro de Dios que nos lleva a cumplir su voluntad y por ellos nos invita a reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la vida que se ha hecho visible para que el don de la vida, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo; y al participar de la vida de Dios Trinidad de amor nuestra alegría sea completa (cfr. Verbum Domini 2). Por su parte, el padre Luis nos dice que «toda nuestra vida es un proceso de maduración: maduramos en la medida en que la palabra de Dios nos va transformando» (Czos I, 62); por eso, «si alguna vez la palabra de Dios que estas anunciando censura tu conducta, tómalo como un grito de alarma que te obliga a cambiar de vida» (Czos I, 67).

SUGERENCIA: Haz una Lectio Divina con 2 Tim 2,14-17.

Tema 2.- SANTIDAD: MI PROYECTO PARA VIVIR

Mi proyecto de vida es el más importante de todos mis proyectos. Está enmarcado en un plan que de antemano Dios ha pensado para todos los seres humanos; por eso conviene que reflexione sobre el plan de Dios. Todo se mueve de acuerdo al gran proyecto salvador de Dios. El mejor plan es el que me ayuda a encontrar lo que Dios me pide y responderle con generosidad. Un plan es para introducir cambios o mejoras en mi vida, no se trata de cambiar de ideas o maneras externas de actuar, todo es inútil si el cambio exterior no viene del interior. Lograr un cambio exige ante todo que yo esté convencido de que debo hacerlo: “si no te quema el piso no vas a querer moverte”. No cambiaré porque otros me lo digan sino porque admito mi necesidad de cambiar. El plan debo tomarlo como algo dinámico que ha de acompañar el paso de mi vida y los cambios en mi persona.

Todo plan tiende a una finalidad y el de los cristianos es la santidad. La santidad no solo es para los consagrados, lo dice el Magisterio de la Iglesia en varios documentos. Veamos qué nos dice el Vaticano II: «Por consiguiente todos los fieles cristianos en cualquier condición de vida, de oficio o

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de circunstancias y precisamente por medio de todo esto, se podrán santificar de día en día, con tal de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos en una servidumbre temporal, la caridad con que Dios amo al mundo» (LG 41). Aún más, el Concilio insiste y nos recuerda una vez más que todos los fieles cristianos estamos invitados y aún obligados a buscar con insistencia la santidad y la perfección dentro del propio estado (cfr. LG 42). Es decir, una esposa y ama de casa buscará precisamente la santidad ahí en lo que hace día al día; no se le podría pedir que se perfeccionara al estilo de una religiosa. Esto es derivado simplemente por haber recibido nuestro bautismo y no por el hecho de pertenecer a un grupo parroquial o apostólico. Por medio de la gracia divina participada en ese sacramento hemos sido hechos hijos de Dios. Por eso mismo, el padre Luis nos dice que «el plan de Dios es que vivamos nuestra vocación a la santidad. Como hijos de Dios, lógicamente debemos participar de su santidad» (Czos I, 200). Claro está que ni la santidad ni la perfección significan “impecabilidad” o “inerrancia”, puesto que no somos ángeles; «los santos no son los que nunca pecaron, sino los que pronto se levantaron confiando en el amor de Dios» (Czos I, 208).

SUGERENCIA: Medita Ef 1, 3-14. Los versículos 3-6 los aplicas a tu vida. EJEMPLO:

MIS METAS(LO QUE ME PROPONGO)

MIS ESTRATEGIAS (LO QUE HARÉ PARA LOGRARLO)

MIS RECURSOS(LO QUE TENGO PARA LOGRAR MIS METAS)

MI EVALUACIÓN

Vida espiritualA corto plazoRezaré el rosario todo el mes de mayo.

Me levantaré más temprano para rezar.

Con el librito del RBMO en María VisiónInvitaré a alguien

Iré a la reunión semanal CERS.

Biblia, liturgia, folleto CERS,

Tema 3.- COMIENZO AHORA

“Después es nunca”, “después lo voy a hacer”, más tarde me ocupare de eso”. Así, por la calle del “después” llego a la casa del “nunca”. ¿Por qué en mi es tan fuerte esa tendencia a postergar? Algo debe haber que me empuja a este modo de obrar negativo para mí y para quienes me rodean. Quizá porque tiendo a evadir lo que me desagrada o me atemoriza, o tal vez porque tengo la duda de hacer algo o no me siento comprometido; o puede ser que sienta el temor a fracasar o a ser criticado (como yo lo hago con otros). Todos estos son factores que ayudan a mi actitud de no comenzar ahora. Estaré siempre esperando el momento justo. Mientras tanto, el tiempo pasa, los años van consumiendo mis mejores energías; así me dejo derrotar por la vida, busco una excusa cómoda para no hacer nada. No corro riesgos, pero tampoco crezco. Más bien me estanco y retrocedo en mi proceso de crecimiento como persona y como cristiano. Necesito obrar como un hacedor, así creceré y colaboraré para que otros lo hagan. Me dedicaré a la tarea que he estado postergando (por ejemplo, ir a mi retiro mensual, a mi reunión semanal, leer un buen libro, rezar con mi liturgia, hacer mi apostolado, hacer visiteo, organizar un retiro, platicar con el esposo (a), estar con los hijos y convivir con ellos, organizar una misa para toda la familia, orar en familia, etc.) y mucho más.

En la vida es necesario tomar decisiones. Y la mayor (y más difícil) decisión es querer comenzar HOY. No importa la cantidad de nuestros fracasos: Dios nos puede dar otra oportunidad. «No es correcto pensar que deberíamos vivir de modo que nunca necesitáramos el perdón. Aceptar nuestra

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debilidad pero continuar en el camino, sin rendirnos, sino avanzando y convirtiéndonos constantemente mediante el sacramento de la Reconciliación para volver a comenzar y de este modo crecer para el Señor, madurando en nuestra comunión con Él» (Benedicto XVI). Debemos tener conciencia de nuestros límites y confiar cada vez más nuestras fuerzas en el auxilio del Señor sin desesperarnos nunca, pues la desesperación es un arma muy sutil que el demonio utiliza para hacernos desistir de seguir nuestro camino hacia Dios. Roma no se hizo en un día y nuestra propia conversión requiere tiempo, paciencia y mucho empeño en actividades concretas. El padre Luis nos recuerda que «la gran conversión no llega con sueños, sino con el cambio de vida, mediante la lucha de cada día» (Czos II, 649). Por supuesto, no debemos olvidar que «la conversión de los hombres es obra de Dios; y el medio más eficaz para que el hombre llegue a Dios es su palabra» (Czos II, 647). Por eso la meditación diaria del Pan de la Palabra es indispensable para aquél que quiera de veras un cambio radical en su vida.

SUGERENCIA: Escribe en tu libreta personal dos columnas; en la izquierda, actividades que no has concretado y están a tu alcance; y en la derecha, las razones que usas para postergarlas. Ve tachando lo que consideras son excusas. ¿Qué aprendiste de ti mismo con este ejercicio? Además, ilumina este ejercicio meditando Rom 13, 11-12.

Tema 4.- AMAR MI VIDA

¿Yo me amo? ¿Amo mi vida? ¿Amo lo que hago y, sobre todo, lo que soy? ¿Cómo se expresa esa falta de amor por mí y por mis cosas? Es preciso tomar conciencia de mi profundo descontento con mi vida por tanto soñar con situaciones alternativas, y de este hecho se derivan varias cosas. Si no vivo mi vida, no podré apasionarme por ella ni tendré conciencia de estar destinado a una misión por la cual valga la pena entregar los días de mi existencia. Mi principal fuente de dignidad es ser hijo de Dios; si no me amo, no dedico tiempo para cuidar, ordenar y embellecer mi interior, ni para vivir como milagro que se repite día a día. Amar mi vida también es enriquecer mi interior para escuchar la voz de Aquel que me ama: Dios; y cuando haya dado pasos significativos, entonces me ocuparé de mejorar la fachada de mi persona para que el exterior coincida con lo interior.

Para lograr lo que hemos venido meditando a lo largo de estos temas debemos ser constantes en lo que hacemos y preguntarnos por el sentido de lo que realizamos e, incluso, por el sentido de nuestra propia vida. Este consiste en «unirnos a Dios en el amor, corresponder totalmente a los deseos de Dios. Debemos permitir a Dios “que viva su vida en nosotros” (beata Teresa de Calcuta). Esto significa ser “santo”» (Youcat 342). Es posible que identifiquemos “santidad” con realizar obras monumentales y esperemos mucho tiempo para actuar. Nada más erróneo y alejado de la realidad. «El camino de la perfección esta hecho de detalles realizados con amor. La vida vale tanto cuanto amor le ponemos a las cosas que hacemos» (Czos II, 964).

SUGERENCIA: Medita Ef 2, 1-10. Luego haz una lista en tu libreta personal de cosas que te parecen imposibles pero necesitas hacer. Esta lista debe ser larga.