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Ficha Tratado Decisivo

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Ficha acerca del ‘’Tratado Decisivo’’ de Averroes

En primer lugar es conveniente aclarar que el Tratado Decisivo a pesar de ser una apología en favor de la filosofía no tiene por objetivo oscurecer por un lado la teología, a pesar de que esta última constantemente crítica a la ciencia de Averroes acusándola de infidelidad y que atenta contra los preceptos religiosos del Islam. Por otro lado y al contrario, este escrito pretende congeniar las dos ciencias no haciéndolas una claro está, sino dejar especificado que entre estas dos sucede un relación profunda la cual no puede ser pasada por alto por quienes deseen estudiarlas. Pues, en vista de lo anterior y conforme avancé en la exposición del texto, denotaremos principalmente al final una actitud intensamente conciliadora por parte del Filósofo, ante lo cual podemos ver la prudencia y sensatez que este último trae consigo.

Ahora bien, el Tratado comienza sutilmente especificando cual es el propósito que tiene, es decir, la relación que la filosofía detenta con la religión revelada y de esta forma constatar si la divinidad prohíbe o promueve la investigación en conjunto con las ciencia lógicas. Y en el caso de que la ley divina incite el filosofar, ya sea por una invitación o recomendación o bien si es por obligación.

La primera parte Averroes define aquello en que consiste la filosofía de una manera precisa, ósea, la investigación de los seres existente y que a través de esto podemos conocer a Dios, no de una manera personal por supuesto, sino dar cuenta de la existencia de este. Es por ello que la Ley Sagrada invita al hombre al raciocino intelectual y esto se hace evidente en varios pasajes del Corán, los cuales el Filósofo irá declarando en varias oportunidades. En la misma página en que se dice lo anterior, el autor precisa que el raciocinio no es más que el investigar a partir de las cosas más conocidas a las más desconocido, es decir, si queremos comprender la divinidad tenemos que proceder desde aquello que le es particular –las cosas terrestres- hacía lo más universal consistente en lo celestial, ósea, debemos proceder mediante una inducción pero no cualquiera sino que a través de una demostración apodíctica puesto que se erige como la más perfecta.

Adentrándose el autor hacía el estudio de la lógica, especificará que antes de proceder a especular, el individuo debe conocer los diferentes métodos de demostración, la dialéctica, la retórica y la sofistica puesto que estos son los instrumentos para la investigación, no obstante, tendrán otra importancia que especificare un poco más adelante. Prosiguiendo con el tema de la demostración, quienes objetan esta forma de razonar, argumentan que es herética puesto que no existía en los primeros tiempos del Islam, empero, el contraargumento que a esto de le presente es el de considerar este inconveniente como algo aparte del tema que aquí se trata, además, si se echa un vistazo a la historia se puede vislumbrar que muchos de los adeptos al credo creen que es necesaria la actividad intelectual excepto hasuies, la que parece ser según la nota del traductor, una secta fanática.

En cierta parte del Tratado podemos encontrar una defensa a los antiguos filósofos, principalmente griegos, puesto que es menester que si alguien desea filosofar, alguien lo haya hecho antes además no es un acto prudente según pienso, el juzgar a una filosofía por la religión que tal individuo allá profesado. Más allá de eso, tampoco podemos rechazarla pues es posible que los instrumentos de aquel antiguo sean de utilidad para corregir los errores. De esta forma de hace imprescindible el estudio de los predecesores sumado a ello que expusieron primeramente

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los métodos que se usan para deducir la existencia de Dios, según opina Averroes. Ciertamente, obteniendo las bases conceptuales e instrumentales de las teorías precursoras podemos continuar la construcción del edificio del conocimiento de una u otra forma evitar las equivocaciones que estos hayan incurrido puesto que ya nos serán bien conocidas. Existe también otro argumento presente en el texto, el cual dice que aquel que prohíbe tal estudio al que está capacitado para emprenderlo denota la ignorancia que hay en él y por consiguiente es impío. Pero tampoco se le puede negar al que, estando especulando, se haya equivocado, pues lo hace por mero accidente y no esencialmente.

Existe la posibilidad que se produzcan ciertos conflictos entre las pruebas que la filosofía obtenga y las verdades que estén contenidas en la revelación, lo cual no equivale precisamente a una contradicción ontológica sino más bien hay que encontrar la interpretación implícita en el libro sagrado. En efecto, Averroes procederá a definir cuál es esta manera de leer un texto; pero también todo esto denota un claro ejercicio hermenéutico que también fue usado por los escoliastas europeos. Pues las formas de analizar el texto es la ‘’interpretación alegórica’’ que consiste en extraer la metáfora de un texto siguiendo las reglas del lenguaje, apoyándose en silogismo en el caso del filósofo pues no es el único que recurre a este instrumento –la alegoría- también lo hace el jurista en ciertas situaciones. En suma, si la verdad apodícticamente comprobada se opone a la del Texto Sagrado en el sentido literal, se debe hacer uso del recurso anteriormente presentado. Ahora, ¿a qué responde esta característica de un doble sentido en el caso del Corán? Pues su fundamentación se haya en los talentos que se dan por naturaleza entre los hombres, pues hay algunos que se dejan llevar rápidamente por la Fé y otros la analizan, a estos último la contradicción les hace oído y es por ello que la investigan más a fondo.

En consonancia con lo anterior, fueron los antiguos sabios del Islam que se percataron que la Revelación tenía más de un sentido asimismo proclamaron que la significación alegórica debe permanecer oculta para aquellos que no pueden comprenderla. Empero, algunos filósofos mas contemporáneos a Averroes tachan de infieles a aquellos que rompen la unanimidad de las escrituras como Abu Nasr (Alfarabi) pero resulta que es imposible comprobar dicha unidad, inclusive muchos Teólogos sostienen esta dualidad de significados atañéndoles la responsabilidad en cuanto a las cosas ocultas a aquellos que se dedican a la ciencia. Por otro lado, en lo que realmente hay discordancia en cuanto a si Dios conoce o no los casos particulares, es decir, lo correspondiente a los hombres. En este caso, los Filósofos piensan que Dios no conoce las cosas particulares ni tampoco las universales, puesto que estas últimas simplemente son manifestaciones del ser. Esto último lo dirá Averroes en contraposición a aquellos que critican al os Peripatéticos.

El tema anterior permite introducir la problemática acerca de la eternidad del mundo lo que para Averroes significa una discordancia acerca de los nombres que le ponen los teólogos y los filósofos antiguos. Ahora, para comprender con más exactitud, el autor de se remite a la clasificación de los seres; hay de tres tipos, uno de los extremos es efecto de causa eficiente y se compone de materia, es decir, el cuerpo. Por el otro extremo se sitúa el ser incausado e imperecedero, ósea, el motor inmóvil o en otras palabras Dios mismo. Queda solo por definir aquel que se encuentra en el medio de estas dos partes. Este ser no está formado por algo prexistente, sin embargo, procede de alguna causa eficiente. Respecto de estas cosas los dos litigantes están de acuerdo e inclusive acerca del nulo paso del tiempo en el ser eterno pero su discordancia está situada en el tema del

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tiempo pasado y su existencia. Pues los teólogos dicen que es finito mientras que el Aristóteles y sus discípulos piensan en que es infinito. Para el filósofo árabe estas doctrinas no parecen ser tan distantes, empero, cree que los teólogos siquiera han interpretado con justeza el sentido literal siendo más bien una mirada particular.

Pues como ha quedado claro que los teólogos no han interpretado con absoluta fidelidad las escritura, el auto demostrará más errores en que incurren los sabios y las personas vulgares. De esta manera, expresará que los hombres sabios pueden equivocarse en las interpretaciones y tal error puede ser perdonado, no obstante, quienes no poseen los instrumentos y asimismo no se han instruido en la ciencia cometen pecado si yerran con la revelación. La primera noción de error se justifica pues si el hombre está preparado en la demostración apodíctica, en la dialéctica o la retórica, la misma escritura lo autoriza para emprender su estudio. En el caso de los vulgares, Dios le ha otorgado símbolos para que puedan comprender y aprender su palabra en vista de la carencia que tienen respecto de los sabios. Es por esto mismo que la Ley Divina puede dividir se en exotéricas la cual se expresa mediante figuras y símbolos. Y esotérico cuando se trata de textos que manifiestan la necesidad de una interpretación alegórica. Averroes también expone una tercera clase de textos, la cual no tienen una clasificación específica.

La sección final del texto expone el objetivo que tiene la revelación, cuya razón estriba en enseñar la ciencia y la práctica de la verdad y asimismo esta consiste en conocer a Dios y cuáles son sus manifestaciones. Cuya escisión se expresa claramente en la ciencia práctica, es decir, la que trata de los actos corpóreos además de los comportamiento cuyo nombre es ‘’Derecho’’. La otra parte de la práctica consiste fundamentalmente en temas sicológicos referentes a la ética.

Averroes dice que la verdad se adquiere por diferentes vías, la apodíctica, la dialéctica y retórica; las dos últimas son comunes a la mayoría del hombre pues no representan mayor dificultad para su comprensión pero el método apodíctico se reserva para los hombre de ciencia por ende es excluyente. De este precedente, el filósofo determinará que la el vulgo solo puede comprender con razonamientos retóricos por ello deben recibir la revelación solo del modo literal. Pero cuando algunos se equivocan en esto, tal actuar se interpreta como un pecado pues es del todo contrario a la Ley Divina, de igual manera para quienes niegan el sentido literal cuando este es claro y pretenden una alegoría.

Para Averroes, es lamentable que estas situaciones se produzcan pues podría llegar a suceder que el vulgo no comprendiera por ejemplo las interpretaciones alegóricas si es que se les muestra estas y para ello es difícil encontrar un remedio y también corrompe la revelación misma. En otro caso se siembre la discordia sobre cuál es el mandamiento de la Ley Divina, es la especulación filosófica o la obligación de la Fe.

En definitiva, sea cual sea las discrepancias existentes entre la filosofía y la teología, es del todo seguro que estas se prestan ayuda mutuamente, siendo su cercanía mucho más evidente que aquellos que piensan que se encuentran separadas abismalmente.

Giovanni Paolo Fiabane