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, : , i ! i NOTAS Y TEXTOS FIGURAS DE LA ESCUELA MlsTICA CARMELITANA III. EL VBL. ANTONIO DE LA CRUZ V. DOCTRINA Ya en otra ocasión nos ocupamos del autor y su obra (1). Indicábamos que el sis- tema espiritual del P. Antonio es completo. Abarca las dos grandes direcciones o ca- minos del alma hacia Dios: la ascética y la mística. Expongámoslos detenidamente. A) ASCÉTICA Los caracteres de la ascética antoniana se muestran bien claros y definidos a poco de leer cualquiera de sus libros: completa, breve, selecta, escriturística, teresiano-san- iuanista, patrístico-escolástica. Es completa porque en ella se plantean y resuelven los capitales y complejos problemas que entrafia el ascetismo cristiano, como gracia, virtu- (1) ALBERTO DE LA VmGEN DEL CARMEN, El V. P. Antonio de la Cruz: Revista de Espiritualidad 14 (1955) 34-35.

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NOTAS Y TEXTOS

FIGURAS DE LA ESCUELA MlsTICA CARMELITANA

III. EL VBL. ANTONIO DE LA CRUZ

V. DOCTRINA

Ya en otra ocasión nos ocupamos del autor y su obra (1). Indicábamos que el sis­tema espiritual del P. Antonio es completo. Abarca las dos grandes direcciones o ca­minos del alma hacia Dios: la ascética y la mística. Expongámoslos detenidamente.

A) ASCÉTICA

Los caracteres de la ascética antoniana se muestran bien claros y definidos a poco de leer cualquiera de sus libros: completa, breve, selecta, escriturística, teresiano-san­iuanista, patrístico-escolástica. Es completa porque en ella se plantean y resuelven los capitales y complejos problemas que entrafia el ascetismo cristiano, como gracia, virtu-

(1) ALBERTO DE LA VmGEN DEL CARMEN, El V. P. Antonio de la Cruz: Revista de Espiritualidad 14 (1955) 34-35.

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des, medios de santificación, etc. De tal manera, que será difícil presentar aspecto alguno importante de la catarsis católica, que no se halle contenido en los sólidos prin­cipios del autor. Pero es breve y selecta. El P. AIitonio pasa por alto los mil detalles con que se entretiene una ascética vulgar y primeriza. Se mantienen siempre en el plano más elevado. En el religioso. Habla y escribe para religiosos. Y a religiosos que por vocación se dedican a las místicas introversiones con Dios. Por lo mismo, les supone enterados de las cuestiones ordinarias de la vida interior. De ahí que se detenga más en ahondar en los principios generales; aplicarlos y deducir consecuencias lo deja a su capacidad. Es escrituNstica. El autor se esfuerza por envolver todas sus enseñanzas con las esencias más puras de la biblia. Acude a ella casi con obsesión para exponer y esclarecer los problemas todos de la vida espiritual. Da interpretaciones sagaces a los pasajes bíblicos, siguiendo la exégesis sanjuanista. Por todo ello su ascética se muestra saturada de la palabra divina. Es teresiano-sanjuanista. El P. Antonio escribía no sólo para religiosos, sino para religiosos Carmelitas Descalzos. Esta idea no la pierde nunca de vista. Escribe para enseñar a ser llantos y perfectos carmelitas. Por lo mismo su ascética rezuma teresiano-sanjuanismo por todos sus poros. Cosa que no hay que ex­trañar. Pues podemos decir que fue amamantado a los pechos de los santos Reforma­dores. Fue uno de los principales albaceas de su testamento espiritual. Mas no se con­tenta con asentar sus enseñanzas en la vida y obras de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Busca, además, y ciertamente con gran interés, reforzarlas con los principios patrísticos y escolásticos. Por lo que su ascetismo lleva un marchamo pa­trístico-escolástico imborrable.

Teniendo a la vista estas características más generales de la ascética del P. Antonio, descendamos ahora a sus doctrinas particulares.

1. El camino de la santidad arranca de la gracia. Y aquélla no es más que la con­sumación de ésta. La gracia asemeja al hombre a Dios y los ejercicios piadosos son como los alveos por donde ella discurre. Gran misericordia es del Señor el que el hombre al fin encuentre su gracia. Y doblada misericordia el que no se contente con eso, sino que eficazmente le ayude a cultivarla y desarrollarla hasta cosechar su fruto más ex­quisito, la perfección (2).

2. El hombre, que ha sido creado para ver y gozar de Dios, ha de recorrer ese camino de la gracia, si quiere llegar a su dulce abrazo. En eso consiste la santidad y perfección. Pero este camino no es sencillo, aunque a primera vista lo parezca. Es un resultado o fusión de tres sendas, o mejor, tramos: negación de lo terreno, iluminación de lo celestial y fruición del Bien infinito. En estos tres largos y substanciales ejercicios no sólo se funda la santidad, sino que en ellos consiste (3).

(2) "Gran dicha es el encontrarse en el camino de la gracia, y dichoso acierto de nueva gracia, el saberle andar, hasta llegar al fin del bien, que pone en el puerto seguro de lo eterno. La gracia es un don divino, y sobrenatural, que hace al hombre grato, y agradable a los ojos de Dios, amigo suyo y heredero de su reyno." Libro del Camino de la Gracia, f. 5, s. n.

(3) "De tres sendas, acreditadas del Espíritu Santo, que aun la vista lo acredita, dignas de ser sabidas del hombre, criado para ver su Dios, y gozarle para siempre,

,se compone el camino de la gracia: que son como tres disposiciones para una altí­sima sabiduría, y sabroso conocimiento de Dios y recibir los luminosos resplandores de la luz divina, y para una perfecta justicia y santidad. La primera es, una abs­tración de la dulzura transitoria; y una negación de todo querer humano en los alivios de la naturaleza... La segunda es: el llegarse a la fuente de la luz, que es Dios para su iluminación ... La tercera es: la dilatación del alma para la cuidadosa acion, y aplicación de potencias al bien infinito, que en la luz conoció ... En estas tres disposiciones, o exercicios, no sólo se funda la santidad, sino que consiste." Libro del Camino de la gracia, f. 5v y 6.

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3. No se han de considerar estas sendas de la gracia, separadas, sin conexión al­guna entre ellas. Al contrario, existe una misteriosa trabazón entre ellas. De forma que la una conduce a la otra, desembocando mutuamente, y todas tres son pasos seguros y continuados hacia la perfección del alma. El autor se hace eco aquí de la doctrina tradicional de las tres clásicas vías: purgativa, iluminativa y unitiva.

4. La primera senda es la negación total y absoluta de todo afecto terreno. De todo lo que el hombre lleva de carne y sangre o con ello dice relación. Una renuncia exterminadora de todos los afectos y pasiones desordenadas. Porque, aunque Cristo ha redimido al hombre, le queda la levadura del pecado original y de los personales, que constantemente germina apetitos rebeldes contra todo lo que es espíritu. Se im­pone, pues, una extirpación radical. La vida y doctrina de Cristo no enseñan otra cosa. Pisamos claras huellas sanjuanistas (4).

5. Bien definidas la naturaleza y extensión de la mortificación, el autor describe magistralmente las ventajas que acarrea al espiritual. Sin duda, para alentarle a que se entregue a ella con decisión y sin reservas. Esta negación de todo lo caduco y tran­sitorio, de todo lo carnal y deleznable, transporta al varón espiritual a las puras re­giones de la vida cabal: vida verdadera por vivirse en Dios, ya que vivir al mundo no es vida, sino muerte; superior a las dolorosas veleidades de la fortuna.

El caminar con la cruz de la mortificación, que en eso se ha de fundar toda autén­tica santidad, da firmeza inconmovible al buen obrar y se torna en guía segura e idónea para las rutas de Dios, que no se abren y se encomiendan a almas blandengues y almi­baradas, sino a las agrietadas y curtidas por los vientos helados de la tribulación.

En la negación de todo placer sensible y apetito desordenado muere el hombre viejo y de sus cenizas renace el nuevo, hecho según justicia y santidad. Es así la des­trucción de todo deleite transitorio venero inexhausto de vida divina, cuajada de ama­gos de gloria y delicias sin fin.

Ternan, pues, los espirituales todo lo que sea salirse de los caminos reales de la mortificación, ya que salirse de ellos es declinar del de la gracia al de la desgracia y perdición. Y crean los que así tan erróneamente obran que, si quieren encontrar la salvación y santidad, no les queda otro medio más que tornarse a la negación, por donde se vuelve a encontrar el camino perdido de la perfección.

Hay muchos espirituales que parece desean virtud. Pero son sólo apariencias. Pier­den miserablemente el tiempo, porque no se entregan de lleno a la mortificación y a lo más fino de ella, que es la fe, gran arma para dar muerte y sepultura a todo lo que huele a carne. Es ésta otra profunda huella sanjuanista, que se prolonga al exigir el autor un vacío total y absoluto de afectos terrenos, para dar lugar a la llenez del espíritu de Dios. Esa nada de criaturas, que supone e implica la total mortificación, le dará el todo, Dios, que le recreará sobrenaturalmente. Por eso la mortificación es una proximidad y vecindad del cielo (5).

(4) "Tienen entre si estas tres sendas maravillosa trabazón, y hermoso enlace ... Esta astración de toda consolación humana, y dulzura transitoria, es una re­

nunciación de todo humano consuelo: una violencia de la naturaleza: y una con­tinua negación de todo alivio que de lo visible, y deleytable, nuestra naturaleza mal inclinada apetece, apartándola della, como de cosa peligrosa, y nociva, que lleva a su perdición... "y aunque es verdad, que después de la venida de Cristo, queda el hombre en el bautismo limpio de pecado; mas no de los effectos, que del le vienen, y en el dexo, de que brotan las desordenadas pasiones. Y si no las corta, y arranca, prevalecen y desvaratan al hombre en vicios y pecados." Libro del Ca­mino de la gracia, f. Sr-v.

(5) "Vida es aquella, en que se vive a Dios; que el vivir al mundo, no es vida sino muerte. Y vida superior a toda fortuna es la que remontada a las regiones deÍ cielo, y elevada toda aquella montaña, vive allá sin divertir su vista a lo terreno,

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6. En la ascética antoniana la mortificación no es sólo disposición negativa para llegar al abrazo de Dios. Es también medio indispensable para conservar la gracia, para desarrollarla, para asegurar aquel estrecho abrazo. Esa luz del cielo, que ilumina las infinitas bellezas de un alma en amistad con Dios, se sostiene en el candelabro de la negación. Y esta necesidad es no sólo para la perfección individual. Lo es también para la colectiva y religiosa. No se dará perfección claustral, no durará mucho si para­lela a ella no marcha la mortificación.

No desconoce el autor que su plan de negación absoluta de todo gusto humano no es nada fácil. Pero el varón espiritual lo facilitará, si se entrega a él con amor gus­toso, cebando la voluntad en su fruto sápido, que entre sus hojas punzantes de mor­tificación celosamente guarda. Máxime si desde un principio, desde la iniciación misma de la vida espiritual, endereza sus pasos por la senda estrecha de la mortificación (6).

7. Ante la magnitud del expolio de afectos humanos que ha realizado la mor­tificación en el alma, se preocupa por motivar en el varón espiritual las más variadas energías, que le impelan a empresa tan noble cuanto difícil. Y tres son los medios principales que le recomienda: soledad, meditación de las postrimerías y pensamiento continuado de lo eterno.

La soledad es el primer paso que ha de dar el alma si realmente quiere empezar en serio a mortificarse. La soledad es en sí misma sustancia de toda negación. Sepul­tura de vivos y resurrección de muertos en una activísima participación del divino ser en el vivir y felicidad en el morir. Escuela de espíritu y de verdad y de perpetua ala­banza y glorificación de Dios. Un retraimiento enriquecedor de altísimas virtudes y celestiales comunicaciones. El medio más seguro para topar con Dios y con la ciencia misteriosa del humano desengaño (7). Bien se ve que el P. Antonio fue ermitaño del Desierto de Bolarque.

El P. Antonio recopila la meditaci6n de las postrimerías en la muerte. El recuerdo de nuestra dolorosa mortalidad y su vivo sentimiento causan el vivir según razón; según los requisitos y exigencias del divino amor. Poner la vida en la muerte es gran­jearla en bienes del cielo, sin temor de perder los terrenos. Tres vidas hay en el hombre --corporal, espiritual y eterna-o Y tres muertes les corresponden. Las felicidades vi-

sino que la tiene fixa en lo sublime, y celestial, percibiendo las luces de su grandeza." "Oh maravilloso sacrificio, y muerte del hombre, en el que en vez de perderse

la vida, modera y fia la muerte, sacando della otra vida mejor. Vive el que muere y la muerte perece. Algo se pierde con la mortificación, y si la vida queda mejorada, la muerte es la que se pierde. La vida divina está en esta muerte, y esa vida la vive, quien se aflige en esta muerte, y se sacrifica en la abstración de toda dulzura tran­sitoria." Libro del Camino de la gracia, 1. I, f. 13v, 20v.

(6) "Muchos hay, que parece tratan de virtud, y que desean su salvación, o la procuran; mas no como conviene. Porque el procurarla, es salir deste siglo con la felicidad, que en este tránsito quisieran. ¿Qué es el cristianismo sino un sepulcro de vivos, y el profesarle, amortajarse en vida?"

"Cosa cierta es, que 10 mismo que se requiere para recibir esta luz divina, que hemos dicho, es necesario para conservarla: porque sino a pocos lances la perderá, brotando siempre en nuestro natural las rueblas escuras de affectos ,que la es­curecen."

"No hay mayor valor para lo dificultoso, que el gusto con que se emprende la obra: porque son muchas las fuerzas, que da para obrar el deleite y gusto." Libro del Camino de la gracia, l. I, f. 25v, 33, 39v.

(7) "Los que están en el desierto, enterrados en un sepUlcro, muertos a sí, y a todo sentido; vivos para una soberana resurrección; muertos y vivos, dichosos y bienaventurados, sin las congojas de la muerte, no la gustarán hasta que vean el reino de Dios, y del averle visto, cuando llegue la muerte, la gustarán, y por el gusto la apetecerán, puestos a la fuente de la luz, y con ella no hallan tropiezos, sino camino llano, estando con Cristo, que de un desierto los lleva a otro de la gloria, donde en lleno apacienta sus ovejas." Libro del Camino de la gracia, l. II, r. 83. Libro de la vida solitaria, l. I, passim.).

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tales de aquéllas consisten en ponerlas en éstas. Estas tres muertes fueron el espejo en que constantemente se miraban Jos santos. Y por eso llegaron a serlo (8).

Finalmente, el p.ensamiento continuado de lo eterno. El corazón del hombre no puede estar vacío. Si firmemente cortamos sus adherencias a la carne, a la tierra hay que dárselas del cielo. De los bienes inmensos que allí se esconden. Por ellos espolea­dos, los principiantes se lanzarán decididos a realizar esa gran poda de afectos, que es lo más duro que se puede imponer el hombre. Y esto no ha. de ser sólo en un 10-mento dado. Siempre. Porque siempre el corazón ha de estar amando. Y no puede amar fantasmas ni sombras, sino tangibles realidades. Y Dios, que es la suprema de todas, se le irá comunicando a medida que vaya rompiendo con las cosas caducas y deleznables de este siglo (9).

Con esto hemos recorrido la primera senda de la gracia· según la mente del autor. La que tradicionalmente se llama vía purgativa, porque en ella el varón espiritual purga sus pecados y reliquias de sus culpas y defectos mediante los ejercicios conve­nientes.

8. En la ascética del P. Antonio la vía iluminativa tiene una síntesis admirable, que llama iluminación. Como la purgativa, la reconcentró en la mortificación. Pero ésta es lo negativo de la catarsis antoniana. Y la vida no puede consistir en ello, ya que la vida-toda vida-es un principio inmanente. Y por lo mismo, algo positivo. Y ese primer elemento positivo del ascetismo es la iluminación: acercamiento al Bien supre­mo, a Dios. Pero en El se dan infinitas perfecciones. No es posible ordenarlas todas al alma. Por eso el P. Antonio escoge la luz divina por su fuerza iluminadora y trans­formante. Ella, pues, transforma al alma. Mas la iluminación no es un acto simple, sino complejo. Integrado por dos movimientos: del alma a Dios y de Dios al alma. Esta, al acercarse a Dios, conviértele en modelo que imitar. Y Aquel la corresponde, circun­dándola cada vez más con sus perfecciones, que clarifican y espiritualizan las poten­cias, sentidos y fondo del alma. Van perdiendo la rudeza natural y torpeza de origen y adquiriendo las propiedades de Dios, modelando su operación conforme a la volun­tad divina (10).

9. Los principales pasos que el alma da por esta senda de la iluminación son: un ejercicio constante y ordenado de las virtudes, con que se desarrolla la gracia y se acrecienta la imagen de Dios; la práctica asidua de la presencia de Di'os por el minis­terio de la fe, cuyos misterios se convierten en normas de vida, reglando el alma sus

(8) "y a la verdad, no hay cosa más provechosa al hombre, y más pOderosa para hacerle bienaventurado y dichoso, que el conocer lo que es, que es mortal, que ha de morir, y que en muriendo todo se acaba para él..."

"Al fin es cierta verdad, que a vista de nuestras cenizas nos mejoramos, hacién­donos el desengañO' tan superiores a los bienes, y a los males, como si fuéramos divinos. Y si miramos a esta luz todos los tesoros del mundo, las deidades humanas, los deleites más gustosos, qué poco nos inquietarían sus deseos, pues todo tiene fin con la muerte." Libro del Camino de la gracia, 1. r, f. 50v, 5lv. Libro de la vida en la muerte y muerte en la vida, passim.

(9) "Esta corona, y consideración de lo eterno, es un fiel compañero al lado, que consolándonos en nuestras afliciones, nos hace compañía, y defiende de nues­tros enemigos; y nos aconseja a filosofar del último apetecible, que es la última bienaventuranca, teniendo dentro de si g'loriosas razones, y motivos soberanos, con que acredita sus trabajos, añadiendo otros mayores, sintiendo en sí nuevos alien­tos." Libro del Camino de la gracia, l. r, f. 53v.

(10) "El allegarse a la fuente de la luz, es apartarse del mundo, beneficio no pequeño, el conocerle; ejecutar las virtudes, cuidadosa acción del que le da cuidado su salvación; cumplir la voluntad de Dios, prendas de amistad; según las pisadas de Cristo, seguridad del camino ... Con estos pasos deja las escuridades deste siglo, ve lo que le está bien, cobra fuerzas al obrar y alcanza el premio de la posesión de Dios, que es su luz." Libro del Camino de la gracia, l. n, f. 58.

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movimientos por el contenido de esa misma fe; la contemplación divina (in fe, quitando paulatinamente el ejercicio pesado y distraido de la oración meditada, recogiendo las fuerzas todas interiores del alma en una amorosa mirada al Señor en silencio y quietud; finalmente, unión y concordia en espíritu, que es ya tocando los umbrales del abrazo de Dios (11).

Como se ve, se muestra aquí fiel discípulo de San Juan de la Cruz. Para él estos pasos de la gracia son mociones divinas de la luz de Dios moviendo al alma a la con­secución de la unión con Dios. Ya que la gracia es una participación de la naturaleza divina, según vaya infonnando al alma la irá infonnando de Dios. Estas gracias par­ticulares se van sucediendo e incrementando a través de aquellos ejercicios para darles eficacia y en perfecta correspondencia con la cooperación del hombre. En esta íntima y misteriosa transfonnación del alma por la gracia, juega un papel capitalísimo .la so­ledad en sus dos dimensiones de corporal y espiritual, que el alma intensifica parale­lamente a la divina infusión. En lo más secreto de ella se realizan las divinas unciones del alma. El autor no halla palabras para encarecerlo. Se ve claro que había rumiado muy bien a San Juan de la Cruz. Y que él mismo era un enamorado de la soledad. Porque lo era de los recibos de Dios (12).

10. En la iluminación del alma Cristo, como no podía ser por menos, desempeña un papel capital. La iluminación misma se le comunica al alma a través del redentor. Resalta intencionadamente el aspecto cristológico de su ascetismo. Cristo es la fuente de la iluminación; el camino. Su imitación es caminar hacia ella. Conocerle en viva fe, acercarse. Tratarle con familiaridad, beber sus dulces y frescas aguas. Busca el hombre la paz, la quietud del corazón. Y solo Cristo es su manantial. La paz inundará al pobre mortal, si de una vez se entrega a la imitación del Señor; si huye de esa imitación, sólo palpará negruras de muerte, guerras y calamidades. En llegarse el alma a Cristo tanto bien alcanza, que Di ella puede desear otro mejor, ni recibir mayor dicha. La llenez y plenitud de esa imitación la halla el alma en el sacramento de la eucaristía, donde el Señor voluntariamente se ha hecho compañero nuestro durante nuestro duro peregrinaje temporal (13).

11. Después de la imitación de Cristo, la oración mental ocupa un lugar preemi­nente en el sistema catártico del P. Antonio. El la proclama medio eficacísimo para

(11) "Esta es la imitación de costumbres divinas, galardonado afán del llegarse a Dios. Y se consigue y alcanza con quatro modos, o ejercicios espirituales del alma. El primero es, con las obras buenas de virtud, aumentando la gracia con actos fervorosos, y perfectos de la virtud ... El segunda, por el ministerio de la fe, consi­derándole presente a todos sus pensamientos y obras, con que le halle ... El tercero es, por la contemplación de la divina sabiduría, cuando con la fe fundada en la gracia, como sobre piedra firme, que ninguna tempestad la derribe, va quitando las ocasiones de distracción ... El cuarto es, por la unión, y concordia en el espíritu; cuando simplificando el corazón persevera inmoble en Dios, sin poder pensar, ni desear otra cosa ... " Libro del Camino de la gracia, 1. II, f. 61v.

(12) "Por estos pasos de temor divino, y de pureza en el obrar, con unión de amor, han caminado los santos a altísima santidad y perfección; y en quien mostró la gracia su poder, y llenó de tantos bienes, que no pudo llegar a creer la huma­na credulidad."

"Qué bienes ocasiona este dichoso retiro; es largo de decirlo; sólo digo que en él es el alma iluminada en noticias sagradas, se divina en glorias angélicas." Libro del Camino de la gracia, 1. II, f. 82v.

(13) "Cristo es la fuente de la vida, que salta hasta la eterna, siendo allí su nacimiento y origen... Si no siguieres a Cristo con el buen obrar, imitando su vida santíssima, no llegarás a la contemplación gustosa del rostro de Dios; ni menos su habitación, que es la clarísima iluminación de su sabiduría ... El seguir a Cristo, el no perderle de vista, tiene su remuneración de presente, que es la paz, y en el afecto el premio de los alivios, gozos, y consuelos, y abundancia de bienes, y un principio de glorificación: que es querer lo que Dios quiere, y desear lo que él desea." Libro del Camino de la gracia, 1. II, f. 89v, 91, 95v.

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llegar a la fuente de la luz. La oración mental es una elevación de la mente a Dios. Un trato interior con él. En cada expresión del autor sobre la oración afloran sin querer Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La oración, para que sea fructuosa, ha de hacerse con ánimo contrito, en retiro, con humildad y confiada perseverancia en el Señor. Al señalar estas cualidades a la oración mental, el P. Antonio reconoce paladi­namente su entronque con el evangelio y con la Patrística. Finalmente, la oración mental es el arma más poderosa de que dispone el varón espiritual, en su lucha contra los tres grandes y viejos enemigos: mundo, demonio y carne (14).

12. Las tribulaciones son el último gran medio para lograr la total iluminación del alma. No siempre se piensa en esto. Lo ordinario es ver en las adversidades de esta vida un castigo de Dios. Y son lo contrario. Muchas veces, el mayor beneficio que el Señor puede hacer a un alma. Porque las tribulaciones tienen la gran virtualidad de separarla de las criaturas, a las que desordenamente está apegada, al ver su inconstan­cia y egoísmos. Y de este modo se acerca más pronto y más fácilmente a Dios. Por eso llama a las adversidades llaves del cielo, para abrirle, entrar en él y beber de la fuente misma de la luz y vida (15).

13. Varón perfecto es aquel que ha logrado crucificar la carne con sus concu­piscencias, sometiendo todo al imperio de la razón, que a su vez lo está al de la fe. Esto lo ha conseguido con una· mortificación a ultranza e iluminación continuada. Como la contemplación de las otras dos sendas de la gracia-vía purgativa y vía ilu­minativa-es peculiar en el autor, de igual modo lo es la de la tercera senda de la gracia o vía unitiva. El P. Antonio sintetiza todo ese misterioso recorrido del amor en la dilatación de potencias. Que no es otra cosa más que un ensanchamiento indefinido de sus actos, producido por el constante contacto con Dios. Con él las potencias y alma se capacitan para recibir a Dios: se deifican. Sustancialmente, esa dilatación de poten­oias o unión de amor es un ajustamiento completo a la voluntad de Dios, un logro de afanes divinos y una entrega absoluta de toda el alma en las manos del Señor. Notemos las claras huellas teresianas de esta concepción antoniana de la unión de amor. El varón perfecto, con este ensanchamiento de alma y potencias, por una parte, goza de lo alcanzado, que ya es mucho, y por otra, se extiende en nuevos deseos y obras de amor.

Dios, que es el divino orfebre de la unión de amor, utiliza mil finos y exquisitos modos para ensanchar más y más la capacidad del alma y sus potencias. Uno de los más delicados y eficaces son las dilaciones deliberadas que hace el Amado en entregar­se al alma. Con lo oual los deseos incandescentes de sus potencias se afervoran sin término ni medida, pues sin término ni medida ha de ser también la unión. Y cuanto la dilación es más larga y la espera más prolongada, tanto será la unión más duradera y espléndida (16).

(14) "No hay medio más eficaz para llegar un alma a la fuente de la luz, que la oración devota... Oración en toda su latitud es una elevación, y subida del alma a Dios; un trato interior con el; un arrojar el ánimo en el corazón de su criador; un intérprete de nuestros deseos... Y el modo que en la oración se ha de tener, para que sea eficaz, y consiga su efecto, nos declara lo que cuenta el evangelista San Marcos, cuando ofrecieron a Cristo un hombre mudo, para que lo curase: mirar al cielo con lágrimas, separación de gentes, humildad profunda, y confiada perseverancia en Dios." Libro del Camino de la gracia, l. II, f. 109v, 106v, nov.

(15) "Y nadie se engañe, ni se eche polvo en los ojos, que no es posible gozar de los bienes del cielo, sino tuviere aliento para amargarse con todo lo que hace violencia en la carne, ni abrirse puertas, sino es con las llaves de adversidades; se librará de la muerte eterna, sino es con la muerte temporal." Libro del Camino de la gracia, 1. II, f. 106v.

(16) "Esta extensión de potencias con que ha de caminar el alma a la santidad y deificación, es dilatarlos en actos interiores, en deseos eficaces, en abrasadas

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14. No se enorgullece el alma por esa comunicación íntima y secreta que mantiene con Dios. Al contrario, más y más se humilla. Porque ordinariamente Dios la pone en dolorosos desamparos y extrema miseria antes de cada abrazo. Con ello finamente pre­para el Señor al alma para que reciba lo que El quiere y no lo que quisiera su imper­fecto amor. El autor tenía de seguro a la vista la doctrina de San Juan de la Cruz al exponer esta honda realidad sobrenatural. El mismo sabroso amor al Bien infinito si, por una parte, llena y deleita al alma; por otra, al ser mayor que su capacidad y la de sus potencias, dilata dolorosísimamente las fibras más íntimas de su ser, de sus deseos y cogitaciones. Nunca mejor que aquí conoce el alma la nada de su cosecha (17).

15. Uno de los efectos más señalados de ese pensar y amar dilatados que en este estado de unión goza el alma, es un ímpetu arrollador que en su interior siente de obrar sobre sus fuerzas antes de haberse consumado esta deleitable a la vez que do­lorosa dilatación de potencias, todo se volvía el alma en contar y recontar sus fuerzas, ver si esta o aquella empresa, que se le ofrecía a mayor gloria de Dios, era o no po­sible. Ahora ha cambiado todo. Pues ya no es ella la que va a obrar, sino que es Dios, que obra en ella. Y por experiencia sabe cuán poderoso es el Señor. Basta que sepa que Dios quiere una obra para lanzarse a ella. Aunque todo el mundo se hunda y los mismos allegados a Dios duden y desfallezcan (18).

16. El P. Antonio en esta cumbre altísima de su ascética, no se olvida de Cristo, fuente de toda gracia. Al contrario, se le ofrece al alma, como modelo a imitar, en las más levantadas delicadezas de su unión. Si para él ésta consiste en la dilatación de las potencias, Dios ensanchándolas y ellas resolviéndose en operaciones dilatadas de amor y celo, en el sacramento de la eucaristía nos enseñó Cristo el modo más sublime de este pensar y amar dilatados. De tal modo se unió Cristo a nuestra pobre naturaleza, de tal manera se unió al hombre, que le dilató en Dios: violentó todas las leyes naturales para ofrecer a su querido, el hombre, ese prodigio de los prodigios que se llama euca­ristía. Pues algo parecido debe de hacer el alma en su unión con Dios (19).

17. Síntesis sabrosa de esta vida de unión con Dios, que en este estado vive el alma, es una presencia continua y amorosa en El. La presencia de San Juan de la Cruz y Santa Teresa se hace palpable en esta doctrina. El amor entendido, por dila-

fatigas, en buscar el sumo bien, y en un continuo ejercicio de entender y amar a Dios, siendo este su descanso, dilatándose a la comunicación del bien, que des­cubrió y comenzó a gozar." Libro del Camino de la gracia, 1, nI, f. 117.

(17) "Es este estado muy alto, y encierra más de lo que de fuera parece. Dos deseos, que despertaron las luces, como no alcanzan a la obra, sin rigurosos fiscales de esperanzas detenidas: y el valimiento en el cielo es desecho de virtudes, con que causó displicencia propia de sí, si bien también desvelos. Y aunque habitó en re­fulgentes luces, mora en tinieblas misteriosas, que si dan gozo, humillan: siendo el fiador de su eternidad el estenderse en deseos y obras." Libro del Camino de la gracia, 1. In, f. 136v.

(18) "Qué ingeniero y adalid de todo lo bueno es el amor. Y el corazón empe­ñado con él, se enciende, abrasa y sale a plaza deseoso de hacer ostentación de lo que siente. Que el que deseó llegar a lo alto, y encumbrado de la perfección, no sólo su pensar facilita imposibles, sino para llegar más presto con singulares ex­cepciones de reglas y leyes comunes, hace con su pensar, los imposibles posibles para ejecutarlos; y los alivios posibles, y aun necesarios, imposibles, para no ad­mitirlos ... " Libro del Camino de la gracia, 1. nI, f. 148.

(19) "Que dejándonos su cuerpo y sangre en el Santísimo Sacramento, para sustento y comida del hombre, no sólo transforma al alma en sí, que es su efecto, y hace Dios por gracia, sino para que ella en El transformada, dé a Dios cosa, que le cuadre, y él se dé por bien pagado de lo que le dio. Gran alteza del hombre, ser levantado a lo que jamás se pudo pensar, ni imaginar, pues puede dar más que a sí mismo, y lo que él vale, que es el mismo Dios, que en sí recibió, y no puede dar más ... " Libro del Camino de la gracia, 1. nI, f. 154.

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tado, siempre está flameando, como su llama, hacia el centro, que es Dios. Los mismos vientos de las tribulaciones y adversidades sirven para más acrecentarlo y hacerlo más fuerte y abrasador. Cuando pasa, cae el alma en un cuidadoso y continuo ejercicio de la suave y dulce presencia de Dios, que llena ya todo su interior. Este ejercicio de actos de amor intenso es nobilísimo y clara prenda de la gran perfección del alma. Maravi­llosamente la santifica y deifica. El alma, perdida totalmente a lo humano, se ha ha­llado totalmente a lo divino (20).

He aquí una síntesis de la ascética del P. Antonio. Sucinta; completa, selecta, ele­vada. Manteniéndose siempre en un plano escogido, ha levantado su bello edificio catártico sobre las tres fundamentales columnas de mortificación, iluminación y düata­ción de potencias. Dios ha ido poco a poco adentrándose por todos los poros y entre­sijos del alma. Esta ha llegado a la perfección y santidad más encumbradas sin salir del modo humano de obrar de la gracia. Veamos ahora cómo obra y se desarrolla en el alma en su modo sobrehumano (21).

B) MÍSTICA

Antes de adentrarnos en los problemas capitales de la mística antoniana será muy provechoso tener una visión de conjunto de sus caracteres más destacados. Podríamos sintetizarlos así: es vasta y completa, analítico-sintética, teresiano-saniuanista, escrítu­rística y patrístico-escolástica.

Extensa y completa. El autor se comporta con la mística de muy distinta manera que con la ascética. Aquí, como terreno ya labrado, escoge los principios capitales y se mantiene siempre en las alturas de una catarsis esotérica. Sin apenas descensos ni de­talles. En cambio, en aquélla, parte de un supuesto contrario: cree que reina un gran desconocimiento de la mística, aun entre los cristianos. Más aun: que se la deforma lastimosamente. Los temidos alumbrados. Por eso el P. Antonio se cree llamado a realizar esta gran obra de caridad y apostolado: enseñar a los fieles lo que es la ver­dadera, la auténtica mística. Como vida y como doctrina. Como teoría y como práctica. De ahí que su exposición sea vasta y completísima. Una visión cabal del problema mís­tico pocas veces igualado.

Porque en el P. Antonio se daban los dos elementos que hacen o posibilitan una

(20) "Este ejercicio de una dulcísima presencia de Dios, y extensión de poten­cias en actos fervorosos, convirtiéndose el alma toda a Dios, simplificada en él, es una oración afectiva de un amor unitivo, que en actos inflamados, y elevaciones encendidas camina el alma a su Dios ... "

"Esta extensión de potencias en actos fervorosos, es un ejercicio de amor unitivo, que está fundado en una fuerza de vida, y simplicidad de entender a Dios; y por esto es nobilísimo, y de gran perfección, que ya supone en el alma." Libro del Ca­mino de la gracia, 1, IU, f. 163v.

(21) "Llegado hemos al fin (si bien fin del es no hallar fin) en que hemos 'Puesto al hombre en las sendas de la virtud, y idea de la perfección, para idea de su obrar, y alcance, así los favores divinos, como la verdadera santidad y una di­chosa paz, que sobrepuja todo sentido ... " Libro del Camino de la gracia, 1, UI, f. 170.

"De donde se sigue que si no ha alcanzado el alma esta fuerza con ejerci­cios de virtudes, pasando por la purgación e iluminación, que hace la verdad di­vina en nosotros con nuestro trabajo, pelea y mortificación, no puede recibir esta unión y semejanza en sí mediante el amor ferviente y unitivo ni ver en si la ima­gen de su criador y sus grandezas mediante el amor puro ... " Libro de la contem­plación divina, Introd. f. 11.

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mística perfecta: la ciencia y la experiencia. Ciencia consumada, bebida en las mejores fuentes y depurada en unas cualidades intelectuales nada comunes. Y una experiencia no sólo ajena, sino propia. Fue el P. Antonio un alma de una vida mística intensa, como testifican los historiadores. De todo esto surge la segunda característica de su mística, el ser analítico-sintética. Dado el fin que se proponía de exponer ampliamente la ver­dadera mística y desenmascarar a la falsa o ílumínista, no le quedaba otro remedio que analizar minuciosamente todos los aspectos y manifestaciones místicas para, sobre ese análisis experimental, levantar la síntesis doctrinal o científica: los principios inarum­bales de la mística-ciencia. Y es la obra magistral e imperecedera del P. Antonio.

Como medios subsidiarios de lo anterior utilizó las doctrinas teresiano-sanjuanistas. En especial las de San Juan de la Cruz. No sólo como material aprovechable para su obra, sino con clara finalidad apologética. El P. Antonio sabía muy bien la lucha sorda y bien calculada bajo capa de alumbrismo que se libraba contra las obras del místico doctor. Desde los tribunales de la Inquisición abajo. Por eso va derecho al bulto. Y su apologéctica resulta doblemente ventajosa: para la mística y para su doctor San Juan de la Cruz. Pero quizá también por ello no logró imprimirse.

Después de los Reformadores Carmelitas, es la Escritura la que constantemente aduce como fuente primera de sus disquisiciones místicas. Tanto para comprender los hechos místicos como para establecer los principios intelectuales que los regulan.

Pero como, finalmente, la Escritura no puede entregarse al arbitrio interpretativo de un particular, el P. Antonio llama en su ayuda a los santos Padres y los prlncipios sólidos de la .escolástica, con 10 que su concepción mística forma un bloque compacto y bien fraguado contra quien el desgaste del tiempo podrá bien poco.

Estas son las características principales de la mística antoniana, cuyos principios capitales expondremos a continuación.

l. La perfección cristiana, tanto la ascética como la mística, consiste sustancial­mente en acoplar el alma su voluntad a la voluntad de Dios. Este acoplamiento o con­formidad se verifica, por una parte, con la mortificación continua y absoluta de todo apetito desordenado, sea de la índole que sea y por mínima entidad que tenga, y por otra, con el ejercicio constante de las virtudes a imitación de Cristo. Querer guiar al alma a la mística, a la unión transformante, de golpe, sin la utilización previa de esos medios necesarios, es un grave error y absurdo. Porque el alma, al fin de la jornada, no se encontraría con el amor de Dios, sino con su amor propio, fuente inexhausta de mil supercherías y vicios. El autor ataca aquí acerbamente a los alumbrados, que ense­ñaban ante el pueblo sencillo-y practicaban-una mística falsa, basada en un amor ocioso y haragán. El P. Antonio no se cansa de repetir en este soberbio atrio de su mística (luego, para adornarle, incluso le dedicará todo el libro 5 de la Contemplación divina), que el camino real del amor, de Dios, es la cruz, la negación, el ejercicio cons­tante de las virtudes. Quien no vaya por él, yerra, yerra torpemente: no camina a la luz, sino a densas tinieblas. Estos bloques de sus frases duras contra la blandenguería iluminista están cortados de la rica cantera teresiano-sanjuanista (22).

2. Así claramente señalado el punto de arranque y basamento de su mística y en 10 que, en último término, ha de resolverse, que es mortificación de apetitos y práctica

(22) "Pues, ¿cómo es posible haya Maestros tan ajenos de doctrina, que quieran poner las almas en estado de perfectos sin pasar por las dos primeras" (Vías pur­gativa e iluminativa). Y esto es buen género de tentación y engaño muy perjudi­cial; porque tanto quieren suavizar el camino del cielo, que por no dar en peni­tencia mortificación y rigor de vida tan enseñado de Cristo, y de los santos, quieren llevar' las almas cargadas de amor propio al amor de Dios, poniéndoles luego en él, sin tratar de otra cosa. Pareciéndoles, como lo dicen, que esta suple la peni­tencia, mortificación y ejercicio de virtudes ... " Libro de la contemplación divina, Intr. f. 12.

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de virtudes, el P. Antonio se detiene unos momentos ante el proyecto de su obra y le da miedo su magnitud. lEs tan difícU captar y luego explicar acertadamente esas mis­teriosas realidades, que pueblan el mundo místico! Y todo ello porque se quiere llegar a ellas por vías falsas, caminos truncados. Porque si la teoría mística es pobre, pobrísima, la práctica lo es más. Y sobre ello hay una teoría y una práctica falsas e irracionales, que totalmente las deforman. El autor tenía delante a San Juan de la Cruz cuando se expresaba así. Son casi las mismas palabras del místico Doctor. Las mismas causas que le movieron a coger la pluma y escribir sus obras incomparables, que por las fechas que el P. Antonio escribía, mediados del siglo XVII, no gozaban ni mucho menos del influjo y prestigio que ahora todos acatamos y admiramos (23).

3. La santidad no consiste, como falsamente se cree, en las dulzuras y consuelos místicos, ni en la contemplación infusa misma. Antes bien, se reduce a la práctica sólida y continuada de las virtudes, a sufrir mucho por amor de Dios y de los hombres, a una vida constante de fe. La contemplación infusa ha de terminar en eso. De otro modo, no es verdadera. Recalca este principio básico una y otra vez. Y fustiga sin piedad a los directores necios y a las más necias almas, que no ven en la contemplación infusa más que placeres. Y así engolosinados, se lanzan a ella alocadamente, como si la pudiesen conseguir por sus propias fuerzas, mediante la gracia ordinaria, como la contemplación adquirida. Y no saben o no quieren saber, que la contemplación infusa es un don de Dios totalmente gratuito, que El concede al que quiere. Frente a ella el espiritual no puede adoptar otra posición que ésta: ejercicio ininterrumpido de virtudes y resigna­ción humilde y confiada en las manos de Dios.

Salta a la vista la identidad de doctrina de estos puntos capitales del P. Antonio y Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. De todo ello se deduce la subjetiva y absurda posición histórica del P. Arintero y sus secuaces, que hacen proceder estos principios sobre la perfección, santidad, contemplación adquirida e infusa del P. Tomás de Jesús (24). El juicio más suave que se puede hacer de estos escritores es que no han leido los autores carmelitas (25).

23) "La primera (advertencia) es un error en que muchas personas han caido nacido de poca humildad, y de poco conocimiento de las cosas espirituales; en querer luego al primer paso ponerse en la contemplación infusa y sobrenatural y alcanzarla a fuerza de brazos. Y como este don de la contemplación le dé Dios a quien el es servido, y lo ordinario es a almas muy puras, que después de haber tra­bajado mucho en la virtud, y pasado por mucha negación y mortificación, son premiadas con este don: y por otra parte oyen decir, que la contemplación es cosa muy levantada, y que está llena de gustos y deleites del cielo, sean engolosinados de ella, y haciéndoseles tarde, que Dios no se la daba, se quisieron entrar por sus puertas, con que dieron en grandes enores; por falta como dije de humildad, y del conocimiento de las cosas sobrenaturales. Porque este don de la contemplación es sobrenatural, que no se alcanza con industrias propias tan a1enas de humildad y de conocimiento P1'Opio: sino reverenciando en todo temor a Dios, teniendo ren­didos en ese temor todos los deseos de su carne; y alabándole en toda humildad, conociendo que no conoce nada de Dios en estima de su grandeza con un afecto puro y limpio, conociendo en sí, que es polvo y ceniza que es la Contemplación que ha de adquirir y tener el alma, con que se dispone para la sobrenatural y infusa ... "

"La segunda cosa que quiero advertir es, que la virtud no se ha de medir con estas altezas de contemplación, ni con visiones ni revelaciones; sino con hacer y padecer mucho por amor de Dios, y en amarle con todo el corazón ... "

"Lo que importa es fundarse bien el alma en el camino espiritual, y entonces va bien fundada, cuando lleva la mira en trabajar en virtudes sólidas y macizas, y pone todas sus fuerzas en alcanzarlas, y en hacer y padecer mucho por amor de Dios; y en todo lo demás haberse con humildad y resignación, que haga Dios 10 que quisiere, no deseando otra cosa más que se haga en nosotros su santísima vo­luntad ... " Libro de la contemplación divina, 1. 1, f. 22v, 25.

(24) Royo MARÍN, ANTONIO, Teología de la perfección cristiana, 17. Madrid, BAC,1¡¡54.

(25) CRISÓGONO DE JESÚS, La escuela mística carmelitana; 153. Avila, 1930.

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4. Este ejercicio asiduo de las virtudes y de la negación de apetitos, si no exigen la contemplación infusa de vía ordinaria, son su mejor preparación. Porque Dios no llama a su íntima y sabrosa comunicación, sino a almas totalmente limpias de pasiones y afectos desordenados y llenas de virtudes. A almas regaladas y comodonas, que diría Santa Teresa de Jesús (26). Para que el alma llegue a esa sencilla, quieta y amorosa mirada al Señor y del Señor, en que se la comunican todos los bienes y deleites, ha de preceder una mortificación absoluta de todo lo que sea tierra o en ella se asiente. Pues sólo su polvillo empañaría aquella mirada y con su dolor destruiría la paz fruitiva (27).

5. La contemplación infusa es para el P. Antonio un conocimiento altísimo, sim­plicísimo y fruitivo de Dios y de los misterios de la fe. Este acto misterioso y jocundo que empapa los poros todos del alma y sus potencias, procede de los Dones del Espí­ritu Santo de Sabiduría y Entendimiento. Esta afirmación supone un gran avance en el estudio de la contemplación. Es una cimentación tan robusta, que ella da consis­tencia a todo su edificio misterioso. Esto supone, sin duda, una gran aportación del P. Antonio al problema místico. Al vincular la contemplación infusa al acto sobrehumano de los Dones, el Espíritu Santo se convierte en eje del mundo maravilloso de los fenó­menos místicos. Define también a la contemplación infusa como ciencia de amor, no­ticia infusa de Dios suave, simple y tierna, que trae al alma toda dicha y bienestar. En todo esto se ve clara su dependencia de San Juan de la Cruz. El P. Antonio, después de haber expuesto la naturaleza íntima de la contemplación infusa, termina reafirmando lo que era su obsesión apologética contra los quietistas: esta contemplación tan deleitosa ha de cuajar siempre en práctica continuada de sólidas virtudes (28).

6. Así fijada la naturaleza de la contemplación infusa, señala enseguida sus efectos más inmediatos: ansias inflamadas de Dios, que con fuerza irresistible la levantan y lanzan en Dios, aflicciones intensas por no poderle gozar, como quisiera, enfermedad de amor. Estos ardientes amores del alma tienen la gran virtualidad de prepararla, pu­rificarla, arrearla de mil gracias cou que arrebata el amor de Dios, que se le brinda como Esposo y cautivo. Después de un lapso, más o menos largo, ya dispuesta el alma, es cuando se celebran los divinos Esponsales entre Dios-Amado y Esposa-Amante, que

(26) Camino de Perfección, 13, 386. Burgos, 1930. (27) "La coutemplación quiere un alma pura y limpia de toda mancha de cria~

tura y todo afecto terreuo." "y si se ha de uuir cou aquel purísimo y simplicísimo ser, es uecesario quede

(el alma) pura y desnuda de todo afecto criado ... " y cuanto más se va el alma que­dando eu nada y vacía de todo, y tan desecha y perdida de sí como sino fuera, tanto más llena de noticias divinas y del mismo Dios. Libro de la contemplación divina, 1. l, f. 27v, 32.

(28) "Esta contemplación, a que Dios levanta el alma, es un conocimiento alto y divino, y una vista sencilla y amorosa de una purísima y gozosa inteligencia de Dios, y de las cosas de nuestra fe, en que consiste la religión cristiana."

"No es, pues, otra cosa esta obra interior de la contemplación más que levantar Dios los ojos de nuestra alma con el don del Espíritu Santo de entendimiento y sabiduría y descubrirla su ser, su amor, su bondad, su verdad y su hermosura ... "

"Y como esta vista (del alma) por ser acto del don de sabiduría sea un cono­cimiento experimental de las cosas divinas y celestiales, en el cual con experiencia y gusto suavísimo goza de los deleites y suavidades de Dios: y juntamente por ser acto del don de entendimiento, es un conocimiento claro, penetrativo y afectuoso, y una sabiduría unitiva y abrasada en amor que uo sólo ve y gusta de aquel sumo bien que ve, sino que como eu centro propio descansa mediaute uua altísima y sa­brosísima uuión; en la cual queda transformada en unión de amor, y en la abun­dancia de bienes y suavidades de gloria como beatificada." Libro de la contem­plación divina, 1. l, f. 32v, 34.

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no son otra cosa que una levantadísima contemplación, en que Dios muestra al alma cuán grande, bello y amable es. Las arras misteriosas de estos desposorios son el mismo Espíritu Santo. Mejor don y más segura garantía de fidelidad no podrían encontrarse (29).

7. La contemplación infusa es efecto subidísimo de los Dones de Entendimiento y Sabiduría; su acto más levantado. Porque aunque es verdad que todos los Dones del Espíritu Santo concurren a este ejercicio maravilloso del alma, ya que son como perfecciones de la misma, que la prepararán con pureza y santidad, a fin de seguir con toda facilidad el instinto del Espíritu Santo; sin embargo, los Dones de Sabiduría y Entendimiento concurren de un modo especial, particular, bajo una moción especial del mismo Espíritu Santo; son la causa inmediata de la contemplación infusa. Y el acto del alma, que le encierra, procede directamente de los Dones de Sabiduría y Enten­dimiento. Por eso es altísimo y sabrosísimo. Altísimo, por manar del Don de Entendi­miento, con el que se conocen las verdades de nuestra fe. Y sabrosísimo, por originarse del Don de Sabiduría, con el cual el alma gusta y saborea esas mismas verdades. En consecuencia, por la actuación conjunta de esos dos Dones, la contemplación infusa resulta: altísima, purísima, clarísima y sabrosísima, según es posible en esta vida (80).

8. Los varones espirituales han puesto a esta contemplación divina distintos nom­bres. Según señalaban sus diversas causas, evolución y efectos. Y así, unos la han lla­mado Noche Oscura. Sin duda, porque Dios, piélago infinito, siempre lo es para el alma, no obstante las maravillosas claridades de la contemplación. O también porque el alma, al caminar a la contemplación, tiene que ir dando de lado a su modo humano de conocer a Dios, lo cual es quedarse a oscuras y de noche. En este ejercicio penoso es donde se purifica el alma y se capacita para los divinos recibos, siendo a la vez la contemplación purificadora e iluminadora. Pisamos claras huellas sanjuanistas (81).

Otros la apellidaban suspensión y admiración. Porque de tal manera las grandezas de Dios que va descubriéndosele en la contemplación la abruman, que la cortan todo paso y salida. Queda absorta y suspensa. Con una mirada inquietante en el Infinito,

(29) "y con estas dulces ansias y amorosos efectos, y regaladas inflamaciones de amor se va el alma consumiendo y consumando en amor; que es propio efecto de la contemplación divina."

"Aquí es donde se hacen y se celebran los desposorios de Dios con el alma en vistas y levantadísimas comunicaciones, en dádivas de celestes dones, con que se va engendrando en el alma el verdadero y fiel amor de esposa, y se va enrique­ciendo y hermoseando con la riqueza y hermosura del mismo Dios."

"Las arras deste desposorio es aquel que es prenda de nuestra heredad celestial, el Espíritu Santo, el cual se comunica tan abundantemente al alma, que le da su ser de amor, asistiendo a ellos (desposorios), con divinas influencias, causando sua­vidad ... " Libro de la contemplación divina, 1. 1, f. 39v, 45, 46.

(30) "Es, pues, esta contemplación sobrenatural acto sutilísimo de inteligencia de nuestra mente que procede del don de entendimiento· y del don de sabiduría con particular moción del Espíritu Santo, que con un aliento y movimiento divino de vida, luz y amor mueve, alienta y da vida de espíritu en obras delicadísimas de cono­cimiento de mistelios sobrenaturales y de amor de Dios ... "

"y para mayor claridad desto es de advertir: que aunque para esta divina con­templación concurran todos los dones del Espíritu Santo, que son para segUir el instinto del Espíritu Santo, disponiendo al alma para la perfecta pureza que se requiere para esta obra tan levantada: así como las virtudes morales sirven para disponer al alma para la contemplación mortificando las pasiones, sosegando los afectos, por los cuales ella se impide. Mas el don de entendimiento y el don de sabiduría concurren en particular como causa inmediata del acto de la contempla­ción y ella es efecto suyo ... " Libro de la contemplación divina, 1. 1, f. 49v, 50.

(31) "De lo dicho se puede muy bien responder a la duda propuesta en el tí­tulo del capítulo, porque habiendo tanta luz en la contemplación, y siendo ella una vista clarificada y clarificadora, se llama noche oscura ... " Libro de la contempla­ción divina, 1. I, f. 58.

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que a la vez la purifica y prepara para los nuevos avances en los caminos de Dios (32). Algunos llaman a la contemplación silencio espiritual y oración de quietud, por lo

callado, oculto y quieto como se comunica Dios al alma. Tanto, que ni ella misma lo siente. Sobre todo, al principio. Déjala apartada la contemplación no sólo de las criatu­ras, sino de sus potencias y sentidos. De sí misma. En temible soledad, que la purga y adelgaza (33).

Finalmente, se ha nombrado a la contemplación infusa sueño espiritual, sue'ño mis­Neo. Es la razón, porque así como en el sueño natural todo es paz, sosiego, descanso, reposición de perdidas fuerzas, lo mismo acontece espiritualmente al alma en esta con­templación divina. En aquella sabrosa pasividad, tranquilidad de divina irradiación, el alma se recobra. Florece en ansias y obras de santidad (34).

9. En la práctica y teoría de la contemplación infusa hay muchos engaños. El va directamente contra el quietismo de su tiempo. Le desenmascara sin piedad y com­bate sin descanso. Hay personas de falsa piedad, sin escrúpulos. Dispuestas a hacer granjerías de todo; incluso de la santidad. Es claro que de una santidad falsa, apara­tosa. Buen cebo de incautos, donde todos los embelecos del demonio y ficciones de una fantasía desarreglada tienen lugar.

Hay otros no tan malos, pero sí muy a solas. Privados de guías idóneos. Muy cu­riosos y pagados de sí y de lo exterior. Estos fácilmente son arrastrados a mil engaños. y lo que peor es: llevan a no pocos tras sí.

Todos estos fácilmente se meten en contemplación infusa. Lo cual es la mejor señal de que no lo es. Porque la verdadera contemplación infusa es un don gratuito de Dios, que excede a toda humana capacidad. Dios la da a quien quiere y cuando quiere. Al no ser sobrenatural, quédase en lo meramente natural. Y encima, ordinariamente des­arreglado. Así se provocan en el sujeto mil estados morbosos, fuentes de tantos desca­rríos quietistas. El pone aquí la raíz de la diferencia entre la verdadera contemplación y la falsa. Que ésta nunca sale de lo natural. Pasados sus fenómenos, éxtasis, arroba­mientos, etc., y aun dentro de ellos, las almas pacientes continúan con sus vicios y pa­siones, sin mejorar en ninguna virtud sólida. En cambio, en aquélla la mejoría de vida es a ojos vista. Y las virtudes rompen por todas partes la tierra del alma. Bien se ve

. cuán fiel discípulo de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz es el P. Antonio en esta importante doctrina (35).

(32) "A esta admiración contemplativa ante las grandezas de Dios llaman los santos ocio ganancioso y llega a ser tan superior a todo conocimiento y propia operación, que se convierte en una noticia general y confusa, reducido el acto casi al hábito, que estando actualmente entendiendo y amando como si aquella actua­lidad fuera habitualidad, se dice suspensa en admiración." Libro de la contempla­ción divina, 1. 1, f. 63v.

(33) "Muchos varones espirituales y santos llaman a esta contemplación silen­cio espiritual y oración de quietud, para declarar la delicadeza de su vista en lo callado, y los afectos de soledad y retiro, y como recogimiento del alma en este ver y gozar ... " Libro de la contemplación divina,!. 1, f. 66v.

(34) "Llámase también esta contemplación sueño espiritual por la paz y quie­tud que en ella tienen el alma: que como todo se quieta y sosiega en la satisfac­ción y gozo del amor, no sólo las potencias duermen a las cosas desta vida, sino que el alma' parece que duerme sin atender a sí, sólo atendiendo a Dios ... " Libro de la contemplación divina, 1. 1, f. 70v.

(35) "Y no hablo con un género de gente, que hay en estos tiempos, particu­larmente de mujeres, que queriendo vender la virtud y santidad como otro Guizi, fingen arrobamiento, visiones y revelaciones ... "

"Sólo hablo aquí con otras personas que sin malicia y sin saber más, o ya por falta de guía buena que los enderezase y enseñase o ya por vana curiosidad o ya por flaqueza natural llevados de algún afecto poco justificado de propia estima­ción, que a los pocos ejercitados y pocos cautos llevan tras sí, erraron el camino y dieron en disparates de espíritu ... "

"y comenzando por este engaño, en que muchas personas han caido, metién-

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10. Los efectos de la verdadera contemplación infusa son tan claros y patentes que con toda facilidad puede el alma distinguirla de la falsa y antojadiza. El alma, que ha sido levantada a contemplación infusa: 1, tiene continuas visiones de las gran­dezas de Dios; 2, enagenamientos suaves y numerosos; 3, alegría viva y profundamente enraizada, paz sobreabundante y desbordada por todo su ser y cosas; 4, nada que ocurra, próspero o adverso, sobre personas o cosas, puede arrebatarle esa alegría y paz; 5, trato amorosísimo con Dios y un modo como habitual de contemplación; 6, las virtudes en desarrollo constante y una determinación muy firme de antes morir que pecar; 7, fi­nalmente, saca un profundo desengaño de la dolorosa vanidad que es la vida. Métesele en lo muy profundo el deseo de lo eterno y le da lástima de los muchos que marchan tras aquellas inconsistentes vanidades. Los maestros de la vida espiritual y las almas mismas anhelosas de ella no quitarán la vista de estos afectos para saberse conducir. Sobre todo, de las ansias de mortificación y práctica de virtudes (36).

n. ¿Cuál debe de ser el comportamiento del alma durante la contemplación? El concede mucha importancia a este interrogante. Al ser la contemplación obra de Dios, a El le toca obrar y al alma recibir. Este papel, que parece tan sencillo, no es fácil de desempeñar por parte del alma. Porque, al verse suspendida por Dios y sus potencias inhabilitadas para obrar, desasosiégase y desasosiega a las potencias, por temor a ocio­sidades peligrosas y quietismos. Y es inútil que se rebulla. Pues la obra de la contem­plación es de Dios, no del alma. Si esta se empeñase en obrar, estorbaría la obra de Dios. Y terminaría por volver atrás. A sus modos bajos de trato con Dios, discursos, etc., con lo que nunca llegaría a lo que allí sin trabajo, callada y pacíficamente se le da. A estas intranquilidades del alma ayudan no poco los errados consejos de ciertos maes­tros espirituales, que todo se les va en machacar con las potencias. Aprendan los unos y los otros a sufrir en paz la acción. Aténganse a esta sólida doctrina, netamente san­juanista, si la hay (37).

dose donde no les metían: que quiriéndose poner en esta contemplación de quietud y silencio interior, dieron en disparates muy g-randes de inquietudes ... "

"De aquí coligiremos la diferencia que hay de la verdadera elevación y suspen­sión a la falsa contemplación. Que en la suspensión natural, como solamente hacia el natural, se quedaron en su natural como antes: tan impacientes como antes ... y 10 común es quedarse más vanos y soberbios y amigos de que todos los estimen y hagan aplauso, y los honren y alaben. Al contrario sucede a las almas que han llegado a esta verdadera contemplación: que como allí son hechas de Dios y guia­das del Espíritu Santo, salen de alli amigas de trabajos, afrentas y de deshonras ... " Libro de la contemplación divina, 1. I, f. 74, 75, 76.

(36) "De aquí viene el estar el alma entretenida con suma gloria en visiones gloriosas, en vistas delicadas... De aquí vienen los desmayos tiernos, las enagena­ciones suaves ... De aquí le queda una alegría viva, que parece tiene en el centro de su alma una fuente, que está siempre brotando golpes de consuelos y suavida­des... De aquí es que cosa alguna no es bastante a quitarle su paz y alegría ... Quédale una comunicación y trato amorosísimo con Dios, y un modo como habi­tual de contemplación... Quédale un desengaño de las cosas desta vida, y una sa­biduría tan admirable, que toda la deste mundo es ignorancia en su comparación ... " Libro de la contemplación divina, 1. I, f. 83.

(37) "Es procurar desnudarse de todas sus acciones y habilidades de su saber y sentir, dejando sus trazas y modos de discurrir, buscar y obrar de su corto en­tender, pues, ya con un modo más alto le dan el bien que busca, y el descanso del término de su camino. Déjese en aquella quietud llevar de Dios con un total ol­vido de todas las cosas criadas, y aun de su mismo obrar; en desnudez de toda imagen y figura y en vacío de todo discurso y razón propia, deteniéndose con una amorosa sencillez de su vista en aquella satisfacción de quietud, y en aquel co­nocimiento confuso y general; que es más alto y más perfecto que otro cualquier conocimiento distinto y particular, que desdice de la suma simplicidad y verdad. Guiándose por la escuridad de la fe con aspiraciones tiernas y palabras amorosas." Libro de la contemplación divina, 1. I, f. 90.

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12. Reitera la afirmación de que la contemplación infusa está fuera de la capacidad del hombre con la gracia ordinaria. Es un don de Dios doblemente. Pero si niega que la contemplación infusa sea un producto del laboreo humano, no niega que el hombre deba prepararse. Porque Dios, de darla, la da ordinariamente al alma preparada. Y para esa idónea preparación del alma a la contemplación, el P. Antonio divide al alma en las dos clásicas partes, superior e inferior. Esta se ordena a la contemplación me­diante la mortificación de todo lo sensible y cultivo de la santa soledad. Aquélla, por el cercenamiento paulatino de sus operaciones, con lo que saldrán habituadas o prepa­radas al ejercicio de la contemplación. Da las clásicas señales de San Juan de la Cruz y se las ofrece como guía al alma en esos momentos transcendentales de sus relaciones con Dios, reducidas a estas dos reglas: primera, que cuando en la oración discursiva sienta la presencia de Dios amorosa, cese en fatigar a las potencias y déjelas gozar de aquel ocio santo, pues es señal que Dios las quiere ya levantar a contemplación. Y, se­gunda, que la misma alma, después de ejercitarse algún tiempo en la meditación, se vaya levantando en contemplación en fe, que adquiere en su mente, siguiendo el hilo de su exposición todos los caracteres de lo que pronto se llamaría «contemplación ad­quirida». Las idas y venidas de la imaginación y fantasía suelen ser otro gran obstáculo para el ejercicio de la contemplación. Recuerda el consejo teresiano: no haga caso de sus desvaríos (38).

13. Conocimiento y amor son los pasos que da el alma para llegar a la contem­plación. Hay tres clases de movimientos hacia Dios, según el P. Antonio, que lo bebe en el Seudo-Areopagita: recto, oblicuo y circular. Según que el alma vaya a Dios por las criaturas, pase por ellas en fe o salga de Dios y termine en Dios. Estos tres movi­mientos engendran tres modos de conocimiento, por los que el alma camina a la con­templación. El primero es discursivo y es de principiantes. El segundo es fídico: ilu­minación de nuestro entendimiento por las verdades de la fe. Y pertenece a los apro­vechados. El tercero es aun más levantado. Prodúcele el Don de Entendimiento, que esclarece de una manera más viva y eficaz el precioso contenido de la revelación. Los dos primeros engendran la contemplación adquirida o activa, en que forzosamente ha de terminar toda oración, si es verdadera; y el tercero, la infusa o pasiva. Aunque no trata directamente de la contemplación adquirida, pues su objetivo es la infusa, no obstante asienta brevemente sus principios, tan firmes y seguros, que quedarán defi-

(38) "Es, pues, necesario para llegar a la cumbre de la contemplación y del amor de Dios, no haya cosa en el hombre que tire y lleve tras sí el alma, ordenando sus ejercicios al bien interior, y al servicio de su criador: purgando su ánimo de toda depravada y torcida afición: y limpiando su mente de toda vanidad y curio­sidad en Dios."

"La primera (regla) es: que todas las veces que estando el alma en la conside­ración o meditación de algún misterio, o en la lección de algún libro, le viene a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, con que siente está Dios dentro della... y entonces ha de cesar la meditación. Guíese entonces por fe en toda es­curidad vaciándose de toda forma y figura ... La segunda es: que después que el alma se ha ejercitado algunos días en la meditación a la devoción y amor: ya por conocimiento de fe en conocimiento abstraido universal y sencillo sin objeto particular como la fe nos propone a Dios ... "

"Pues digo que una de las señales que declaran si ha entrado el alma en la contemplación, o si la han levantado a este simple conocimiento se echará de ver, en que procurando ella en aquella quietud hacer algunos actos interiores de amor, o algunas aspiraciones tiernas del deseo hechas con suavidad y de cuando en cuando sin fatiga del alma, si en ellos se va encendiendo ella en amor, y inclinando a más aspirar a su Dios ... "

"Lo que ha de hacer en este tiempo el alma es dejarla, y no hacer caso della de la imaginación), porque no hay otro remedio, si Dios no le da, y querer sosegarla con nuestra industria y fuerzas, es imposible ... " Libro de la contemplación divina, 1. 1, f. 107, 108, 109 Y 112.

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nitivamente incorporados a la Escuela mística carmelitana. Serán un veredicto irrecu­sable contra todo aquel que intente desvirtuarla, haciéndola brotar de no sé qué tur­bias aguas río abajo (39).

14. El P. Antonio divide la contemplación infusa, según sus dos actos de enten­dimiento y voluntad, en querúbica y ser6fica. La primera arranca del entendimiento. Este, abismado en las divinas grandezas, que descubre en Dios por la luz infusa, pro­voca a la voluntad, que, a su vez, ilumina al entendimiento con los ardores y llamas, que despide. Y así, estas dos especies de contemplaciónes mutuamente se suscitan y robustecen. Vienen sus nombres de las dos jerarquías angélicas de querubines y sera­fines. Clara reminiscencia del Areopagita. El ejercicio de las dos potencias, entendi­miento y voluntad, contiene toda la sustancia de la contemplación divina: los variados modos de unirse a Dios en contemplación perfecta. Esos modos forman la raíz y causa última de las dos clases supremas de contemplativos: intuitivos y afectivos (40).

15. Hay dos modos principales de conocer a Dios: por afirmación y por negación. Aunque, hablando naturalmente, el primero es más perfecto que el segundo, sobrena­turalmente o en orden a Dios, resulta lo contrario. Porque al ser Dios infinito, mejor se descubre a nuestra limitada inteligencia negando en él lo imperfecto que afirmando lo que apenas conocemos. El modo afirmativo es muy propio de la meditación u ora­ción discursiva, en donde por las huellas o perfecciones de las criaturas se sube al Criador. En cambio, el negativo es un modo muy propio de la contemplación. El co­nocimiento, que nos da de Dios se confunde con la idea purísima y divina, aunque oscura, que la fe nos suministra y que se goza en la contemplación (41).

16. El autor se detiene en explicar una especie altísima de contemplación, que llaman los místicos de calígine o escurídad. Es ésta un retirarse Dios al fondo de su ser infinito, tras el cual vuela el alma. Y cuanto más se retrae, más infinito se le hace. Sin horizontes ni límites, así en las grandezas como en las verdades y amores. Cúbrelo todo densas tinieblas y sombras; son la limitación y cortedad del alma que más ilumi­nan la inmensidad de Dios. Las mercedes, que Dios comunica al alma en este abismo oscuro de su ser, no hay palabras para explicarlas y darlas a conocer. Esa tupida som­bra que circunda a Dios produce en el alma raptos y éxtasis maravillosos y unos sen-

(39) "y tienen entre sí estos grados (lección, meditación, oración y contempla­ción) este enlace y maravilla/3D orden: que la lección sin la meditación es seca; y la meditación sin la lección muchas veces va errada; la oración es tibia; y la me­ditación sin oración infructuosa; la oración alcanza la contemplación y la contem­plación sin oración rara o milagrosa ... La oración se enciende y aficiona con amor de aquella verdad y la. desea alcanzar, y la contemplación es la que gusta della."

"El segundo modo de entrar en la contemplación es cuando un alma por la con­tinua disposición y trato de las cosas divinas se ha venido su espíritu a adelgazar en el conocimiento de ellas, que con poco trabajo suyo, mediante la gracia, y ayu­dándose de la fe, se quieta y reposa en aquella noticia general de Dios, y en verdad y sinceridad de nuestra mente se queda en el conocimiento de la fe en quietud sen­cilla y atenta a Dios ... Este es el común modo de conocimiento y contemplación de las almas aprovechadas en la virtud, que la podemos llamar contemplación activa, a distinción de la que diremos en el tercer modo sigUiente ... "

(40) "y por esto dividimos la contemplación según el orden querúbico y será­fico: esto es, en intelectiva y afectiva, porque de estos dos actos depende todo este edificio interior, y por parte del entendimiento la llamamos intelectiva y por parte del afecto de la voluntad afectiva." Libro de la contemplación divina, 1. n, f. 131.

(41) "Muchos modos hay con que el hombre llega a conocer a Dios y muchos los caminos con que llega a su conocimiento y noticia: mas San Dionisia y los doctores místicos los reducen a dos: que son a conocimiento por afirmación y a conocimiento por negación." Libro de la contemplación divina, 1. n, f. 135.

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timientos intensísimos y profundísimos, que toda la traspasan, llenándola de gloria y delicias inenarrables (42).

17. Algunos místicos han creido que contemplación infusa es lo mismo que Mís­tica Teología. El P. Antonio rebate esa opinión. Para él, la contemplación infusa es una preparación para la mística Teología. Esta fundamentalmente consiste en la noticia in­flamada del encendimiento de amor unitivo. Es, pues, lo más fino de la contemplación divina y el fruto más exquisito. Conviene con ella en la elevación. Se diferencia en el movimiento causado del encendimiento de amor (43).

18. El modo connatural de conocer el nombre es por especies, que recibe de los sentidos. El entendimiento espiritualiza todo ese material sensible y de él forma la idea cognoscible. La contemplación ordinaria o adquirida utiliza ese arcaduz natural para llegar a la simple verdad contemplada o mirada amorosa de Dios. No así la contem­plación infusa. Lo ordinario es hacer abstracción de esas especies: negarlas. Y es Dios mismo quien en su lugar infunde al alma otras especies de naturaleza muy elevada, que sirven de pábulo al altísimo estado de conocimiento y amor, que ya disfruta el alma. Pero como lo sobrenatural no destruye lo natural, Dios de vía ordinaria utiliza esas especies naturales de la fantasía. Mas, hablando en un plano absoluto, no hay ninguna dificultad en que Dios haga abstracción absoluta de la fantasía en sus iluminaciones del conocimiento (44).

19. En este altísimo conocimiento que la contemplación infusa produce en el alma, Dios le descubre el tesoro de sus misterios. Descórreselo ya con visiones estupen­das, ya con revelaciones maravillosas sobre los dogmas de nuestra fe y trazas admira­bles de su providencia. Especial consuelo recibe el alma al caerse algunos velos de los

(42) "Esta contemplación de que aquí quiero tratar, es una de las más celebra­das que hay, por ser cosa levantadísima, y que con más pureza nos descubre a Dios, aunque más nos le encubre. Porque el caminar por las grandezas de Dios en su puro claro y amoroso conocimiento, no es más que ir el alma escureciéndose a sí misma en Dios, entrándose más profundamente en su ser y grandeza, donde no hallando camino, se pierde a sí de todo ... " Libro de la contemplación divina,!. TI, f. 149v.

(43) "Pues ahora de todo lo dicho podemos decir que Teología mística es una elevación de nuestra mente causada de un encendimiento de amor con unión destas dos potencias, entendimiento y voluntad, que moviéndose por el deseo encendido de amor se quedó en su amado en 1evantadísima unión. Y con el conviene esta de­finición con la contemplación en la elevación, y se diferencia della en el movi­miento causado del encendimiento de amor, que en la contemplación se causa esta elevación del conocimiento de la fe levantado con el don de entendimiento y sa­biduría, aunque el principio como radical es la claridad que mueve a contemplar ... " Libro de la contemplación divina, 1. Ir, f. 159v.

(44) "Mas fuera desto común (el servirse de las imágenes en la contemplación) hay otra contemplación más levantada, donde sin concurso de imágenes y repre­sentaciones llega el alma a contemplar y conocer a Dios en toda simplicidad y verdad, sin tope de imagen ni representación corporal. La cual no sólo es contem­plación infusa, sino lo más altado y levantado de lo infuso, que proviene de una Virtud y luz infusa o de varia,s especies totalmente infusas de Dios, con que reci­biéndolas en pasión purísima, le conoce en acto simplicísimo y verdaderísimo. Y este conocimiento llaman los sagrados doctores visión intelectual." Contemplación divina, 1. TI, f. 165.

"Respondiendo, pues, a esta dificultad digo lo primero, que 'por ser tan conna­tural al hombre entender como es... y hablando de lo que ordmariamente sucede, y de esta potencia práctica y ejecutiva (fantasía) no parece hay fundamento para decir que Dios comunica esos conocimientos inteligibles y espirituales visiones puras sin concurrencia de fantasmas."

"Digo lo segundo, que absolutamente no hay repugnancia de que Dios inmedia­tamente y totalmente obre en el entendimiento sin que haya cooperación alguna de la fantasía ... " Libro de la contemplación divina, 1. II, f. 165, 173, 174.

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misterios de la Trinidad y Encarnación del Verbo. ¡Quién podría sospechar abismos tan insondables de amor y misericordial El alma sale de este consorcio divino total­mente cll\l'ificada y con arreos deslumbrantes: don de profecía, discrección de espí­ritus, etc. El autor se excusa de tratar más particularmente de estas maravillas por el exceso de materia. Sólo advierte a las almas que anden con mucho tiento en estas cosas extraordinarias de visiones, revelaciones, etc., porque es muy fácil engañarse en ellas las almas, sino son humildes, muy obedientes al prudente confesor y más amigas de guiarse por fe que por todas las visiones y revelaciones. Como se ve,. es lo mismo que aconsejaban Teresa y Juan de la Cruz (45).

20. En la contemplación divina no sólo hay noticia subidísima, que se manifiesta en las anteriores maravillas, sino también amor encendidísimo, cuyos efectos no son menos estupendos que los de aquélla. Es el primero un ardor consumidor de amor, que traspasa al alma, sacándola fuera de sÍ. Los reflejos somáticos, que le acompañan, son muy variados: fuego sensible en el pecho y corazón, falta de respiración, etc. No menos lo son los efectos espirituales: vienen a resumirse en un total apartamiento de criaturas y entrega sin reservas al Criador.

Es el segundo la embriaguez de espíritu, que sale de aquel ardor amoroso. Con­siste en un sorbimiento del Espíritu Santo sobre el alma, atrayéndola irresistiblemente a El, sacándola de sí. El alma en este estado sale perdida para todo interés temporal y sólo hallada para lo que es gloria de Dios. Aquí se despiertan las virtudes heroicas y se emprenden las grandes hazañas por Dios. A los ojos de los hombres resultan lo­curas, pero suma cordura a los de Dios. De esas locuras de amor salieron todas las grandes/empresas de la Iglesia.

A veces esas comunicaciones divinas, esas descargas de amor, pueden más que el natural. Entonces tienen lugar en las almas los éxtasis, las enagenaciones y arroba­mientos. La virtud divina arrastra al alma al quebrarse las resistencias naturales y sale fuera de los sentidos. Esto puede suceder en dos órdenes: en el entender y en el amar. Cuando es por la fuerza de la iluminación, tenemos el éxtasis. Cuando es por la impe­tuosidad del amor, el arrobamiento. Esa es la diferencia que existe entre estos dos fe­nómenos místicos, aunque sea muy difícil darse uno sin que se provoque el otro o haya síntomas de ello. Luz de verdades altísimas, ardor de amor consumidor, gozo y suavidad intensísimos de ambos, son las causas de los éxtasis y arrobamientos. Sus efectos son maravillosos. Se resumen en una total transformación del alma en Dios. De forma que, cuando vuelve en sí, se halla totalmente divina, con ansias y opera­ciones de Dios (46).

(45) "Ya se les descubre con visiones y revelaciones ... Ya se les manifiesta Dios descubriéndoles el misterio inefable de la Santísima Trinidad y el soberano de la Encarnación y otras cosas secretas de su poder y querer mediante el don de pro­fecía ... "

"Quieran más el guiarse por fe y escuridad que no por vista de visiones y revela­ciones, pues el camino de la fe es más seguro y cierto que el de las visiones y reve­laciones."

"Los efectos por donde se han de conocer las verdaderas visiones y distinguir de las falsas son muchos y claros; principalmente en almas humildes rendidas y resignadas. El principal es que cuando son de Dios dejan en el alma una paz grande 'y muy sabrosa, con una seguridad muy cierta ... " Libro de la contemplación divina, 1. n, f. 175-178.

(46) "Es, pues, este ardor del amor un afecto maravilloso de la voluntad de afición y brasas de amor, y un deseo fervoroso y encendido por aquel sumo bien, que el alma vio y conoció ... "

"No me parece encarecimiento el que dejo dicho de la muerte dichosa en que se ve el alma en este fuego y ardor de amor, pus del sabemos han muerto algunas personas ... "

"Es, pues, esta embriaguez del espíritu un gozo interior y una alegria del cora­zón de aquel crecimiento de amor del bien que vio que se le da a amar y gozar ... "

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21. El amor calificado, que se desarrolla en el alma con tantas mercedes divinas, llámalo amor afectivo. Es un amor de explosión, que tiene estas cinco propiedades: es móvil, de movimiento constante de Dios al alma y del alma a Dios; inc.esable, porque el amor nunca termina de recorrer al Amado. Sobre todo, si es infinito, y ofrece, por lo mismo, nuevos bienes que apetecer; Cálido, en crescendo constante tras el bien ama­do, en cuya hoguera a sí mismo se abrasa. Agud:o\ como hierba, que hiere y sana, di­vidiendo en dos al alma con dolor intensísimo a la vez que sabrosísimo. Sobrefel'vif3nte, porque el amor hiere y se derrama, quedando el alma transformada en el Amado (47).

22. La contemplación divina tiene otro grado muy delicado y subido, que llama Unión de toda el alma con Dios. Acontece cuando Dios hace sentir al alma su inhabi­tación gozosa en el centro de ella, expandiendo a todo su ser los efluvios de su pre­sencia. Unión extática, en que el alma se pierde a sí y a sus potencias, para mejor gozar de su Dios. Aquí se establece una coyunda estrechísima e irrompible entre Dios y el alma y la diferencia, que media entre esta unión y las anteriores de los otros gra­dos de contemplación, que al ser ésta de toda el alma y sus potencias, nada en el alma queda al margen de Dios. Todos se sienten invadidos y saturados de Dios. En cambio, en las otras, como son parciales, en más o en menos, siempre algo del alma queda ajeno de Dios. Y así desasosiega a la otra parte que le goza. Se comprenderá que una con­templación así no pueda durar mucho tiempo en nuestro estado de viadores. No sé si llegará «a un cuarto de hora», dice. Mas son tantas las cosas y tan admirables y tan subidas las noticias que de Dios recibe en tan poco tiempo, que queda harto compen­sado. Unión de la sustancia del alma en la sustancia de Dios. Allí por maravillosos modos entiende el alma que está en su gracia que es su templo y santuario (48).

23. Hay en la contemplación divina otro grado altísimo, que él apellida Llama de amor. Ocurre, cuando el fuego del amor se enciende de tal manera en el alma, que

"Entonces, pues, produce uno éxtasis cuando por fuerza de la virtud divina, que abundantemente se le comunicó, es elevado y puesto fuera de sí y llevado y enagenado de sus sentidos de las grandezas del bien que vio y gozó. Y esto puede suceder de dos modos; cuanto al entender y cuanto al amar ... "

"La segunda cosa que se saca es que aunque el éxtasis y arrobamiento sean ena­jenación, rapto y salida del alma, mas hay entre ellos esta diferencia, hablando en todo rigor, que el éxtasis es causado de conocimiento y luz divina; y el arroba­miento del afecto del amor. El éxtasis causa la verdad descubierta y el arroba­miento la bondad y el amor encendido ... " Libro de la contemplación divina, 1. III, f. 201, 204.

(47) "En estas cinco propiedades están las finezas del amor afectivo. Porque en la primera, que es ser mOble, hay gozo y deleite del cielo, moviéndose en Dios con suma gloria del movimiento del amor ... En la segunda, que es incesable, hay deseo y apetito de aquel que caminando a él va gozando ... En la tercera, que es ser cá­lido, hay violencia y fuerza con que es llevada del mismo que va buscando el amor ... En la cuarta, que es ser agudo, hay pena y dolor por la agudeza con que la hiere el amor ... En la quinta, que es moción sobreferviente, hay ataduras de perfecta unión en que ya el alma acabó en sí. por la transformación de amor ... " Libro de la con­templación divina, 1. III, f. 213.

(48) "ES, pues, esta unión un abrazo entre Dios y el alma secreto, dulce y po­deroso, lleno de amor y gloria. Es una junta de Dios con el alma en participación de amores y de bienes, en la cual siente el alma a su Dios llena de unos deleites y suavidades tan grandes, que redundando al mismo cuerpo, no parece sino que por todos los miembros del le corren unas delicadísimas unciones, que de suavidad y deleite desfallece todo él ... "

"Esta unión de que ahora quiero tratar es en grado muy diferente de la pasada, más levantada, más eficaz y divina y a pocos concedida. Y es que de tal manera se une Dios al alma, que no se contenta con unión de afectos de voluntad, sino que en su misma sustancia. se une a la misma sustancia del alma, y de la redundancia de la junta y comunicación se da a sentir mediante su sustancia, y el alma con sentimientos sabrosos de afectos le siente en el centro de su misma sustancia." Libro de la contemplación divina, 1. III, f. 223, 227.

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toda se abrasa. Conviértela en un horno, que parece va a explotar. Esta llama es un toque poderoso de Dios, que hace así sentir al alma su omnipotencia y bondad. Con él sufre y goza a la vez, tan intensamente, que la pone a punto de morir. Es donde el alma muere, porque no muere. Quédale de esta llama unas «llagas de amor» tan doloro­sas y agradables, que la traen en una constante inquietud por lo eterno y en total olvido de lo temporal. Los modos y maneras de estas llagas, penas y dolores, con que Dios dispone al alma para ulteriores finezas, son variadísimos. Baste decir que depen­den de la munificencia del Señor con el alma. Hay varones espirituales tan simples e inexpertos, que al menor deseo que experimentan de Dios ya lo bautizan llaga de amor. y apenas es algo que rebase la pura sensualidad. Estos de que hablamos, son muy distintos. Y Dios los da a las almas muy ejercitadas en virtud y muy probadas en gran­des tribulaciones. Se ve claro que estos puntos doctrinales proceden de la «Llama de amor viva» del místico Doctor (49).

24. De la unión de amor, de la unión sustancial y de la llama de amor viva brotan en el alma unos toques fortísimos de amor, que por ser en su sustancia, el autor, si­guiendo a San Juan de la Cruz, llámalos sustanciales. El autor de ellos es Dios, que así quiere preparar al alma para las últimas maravillas de su amor. Tienen lugar en lo muy céntrico y escondido del alma. Provoca en ellos tales extremos de amor e inteli­gencia, que las potencias y sentidos quedan absortos y como encandilados ante tanta luz y dulzura. Las operaciones que Dios. realiza en la sustancia del alma son indes­criptibles. Preparan al alma para una vida más divina que humana. El alma presiente que se halla ya en los umbrales de la Vida verdadera. Con los toques sustanciales se corona la afectividad de la contemplación infusa. Advierte que se dan otras muchas maravillas en ella. Pero las recogidas bastan para que el espiritual se dé cuenta de lo que es y vale esta divina realidad (50).

25. La contemplación divina no es en la mente del autor un fin, sino un medio. Un medio para llegar a la total transformación del alma en Dios, meta de toda la vida mística. Hay almas que, pagadas de las delicias de la contemplación, han puesto o cla­vado en ella sus tiendas y no quisieran bajar de tan sabroso monte. Pero yerran torpe­mente; porque hay que ir a Dios y no quedarse en lo que es distinto de Dios. Cuanto más alta sea la inteligencia y más subido el amor, más el alma se asemejará a Dios hasta confundirse con él, que eso es la transformación por amor.

Para el P. Antonio hay dos clases de transformación: una, actual, y otra, habitual. Esta división hase de tomar, dice, no como acto y hábito, sino como disposición actual, que es el ejercicio de la contemplación. Este dispone para la habitual, -que es lo que llamamos estado de transformación.

Dos son las disposiciones capitales para llegar a él: una consiste en el obrar del alma; otra, en el obrar de Dios. La operación del alma se reduce a mortificar sus pa-

(49) "Esta llama de amor viva es un encendimiento de un tan grande fuego, que se enciende en lo interior y más secreto del alma, que se abrasa toda en vivas llamas, y no sólo se ve abrasar y consumir, sino que también se ve morir de amor y que se le arranca el alma de un penetrativo y eficacísimo deseo, que atravesán­dole el corazón le enciende el fuego en quien se ceba, que parece muere por el en­cendimiento, que encendidamente deja. Y causa este deseo un dolor tan agUdo y penetrante en todo el hombre, que es dolor mortal, aunque es dulce y suave, que no es lo menos que tiene para ayudar a morir, pues muere con la pena y dolor, y se acrecienta porque no muere por la suavidad que siente ... " Libro de la contem­plación divina, 1. IlI, f. 232.

(50) "Toques sustanciales de Dios en el alma no son otra cosa sino unos senti­mientos intensísimos, profundísimos y fortísimos de la presencia de Dios en el alma, que a su toque los causó. Porque con la fuerza de la presencia y unión sustancial en la sustancia del alma se dio a sentir dejando el alma llena de bienes de aquel toque del paso de Dios ... " Libro de la contemplación divina, 1. IIl, f. 245.

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siones y adquirir virtudes por la imitación de Cristo. Y el obrar de Dios se concreta en las clásicas Noches pasivas de San Juan de la Cruz, cuya doctrina sigue muy de cerca. Estas pruebas, de todo género, que Dios envía al alma, tanto son mayores y más dolo­rosas, cuanto a mayor grado de santidad y transformación es llamada el alma. De tal manera, que se puede afirmar sin temor a errar, que sabe muy poco de amor el alma que no pasa por ellas.

¿Qué hará el alma en estos estados dolorosos de purgación? El autor contesta con la conocida doctrina sanjuanista: haberse resignadamente en ellas en soledad, hasta que lleguen las claridades de lo alto. Sólo cuando el alma ha probado hasta las heces el cáliz de estas tribulaciones la admitirá Dios a los regalos de la transformación (51).

26. El amor transformativo y perfecto tiene muchos grados que él explica con doctrina y experiencia admirables. Es el primero enfermedad de amor; el segundo, búsqueda del Amado; el tercero, obrar grandes cosas; el cuarto, deseos ardientes de padecer; el quinto, apetición impaciente de Dios; el sexto, correr desalado tras el Ama­do; el séptimo, osadía y atrevimiento con Dios; el octavo, fu.erte aprensión del Amado; el nono, arder en vivas llamas de amor, y, finalmente, el décimo, seme¡anza total con el Amado. Por estos grados del amor transformativo llega el alma a su total transfor­mación en Dios. Esta no será otra cosa, pues, para él que un absorber Dios el alma en una comunicación e información de atributos y en poseer el alma a Dios en amor con una unión tan íntima de ese amor y con una adhesión y modo de estar en El tan dulce y seguro, que tienen juntos un querer y no querer. ,

¿Quién será capaz de contar la gloria y bienes de este estado? Baste decir que esa transformación es una vuelta al estado de inocencia y que goza de muchas cosas pro­pias de la eternidad (52).

27. Este estado de transformación es el más alto a que se puede llegar en esta vida. En él tiene lugar el matrimonio espiritual y otras grandes mercedes. El alma en él recibe las propiedades y atributos de Dios y queda hecha otro Dios por participa­ción. Señala estas condíciones al matrimonio espiritual: unión irrompible de volunta­des, amor afectuosísimo y ardiente, generación constante de obras levantadas y posesión común de bienes, que es el mismo Dios.

Son totalmente indecibles 'los ejercicios heroicos de virtudes de estas almas trans­formadas en Dios y los provechos admirables que la Iglesia recibe de ellas. Son su

(51) "De aquí es que cuanto más, fuere el conocimiento de esta contemplación, tanto mayor nuestra virtud, unión y perfección. porque cuanto más cercanos a Dios con la purísima inteligencia y encendido amor, más levantados en perfección y se­mejantes a él, porque más de cerca le mira el alma y con mayor fuerza se trans­forma en éL .. "

"Antes que comience a tratar desta transformación de amor la quise dividir para mayor claridad en, actual y habitual: no como hábito, acto y hábito, porque no hay hábito de transformación más que el amor perfecto y virtudes en perfec­ción, sino como disposición actual, que es el ejercicio de la contemplación, que dis­pone para la habitual; que es la que llamamos estado de transformación ... "

"De aquí es que así para la altísima contemplación, como para transformación de amor y vida de Dios en el alma, son necesarias dos disposiciones, una activa y otra pasiva: una es hacer y otra padecer; una consiste en obrar, por ser criatura racional, y otra, en dejar que obre Dios en ella, por ser hechura suya ... "

"Lo que ha de hacer el alma en estos trabajos y purgaciones pasivas es suje­tarse totalmente a Dios con humildad y resignación, y desearse purificar, pues estas penas son para mayor gloria de la misma alma, y no desear ni querer otra cosa sino que se haga la voluntad de Dios sin buscar otro consuelo ni arrimo, sino en Jesu­cristo crucificado ... " Libro de la contemplación divina, 1. IV, f. 252, 245v, 257, 285.

(52) "Antes de que trate de la transformación de amor, o transformación del alma en Dios, será bien para mayor claridad tratar primero de los grados del amor transformativo, que así se entenderá mejor lo que es transformación del alma en Dios ... " Libro de la contemplación divina, 1. IV, f. 298v.

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mejor corona. ¿Quién podrá señalar solo lo que Dios obra en tales almas? Reproduce, de algún modo, en el centro de tales almas, los misterios inenarrables de la Trini­dad, etc.

El P. Antonio sigue en estas explicaciones muy de cerca a los insignes Doctores de la Mística, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Mas se mueve con tal libertad y originalidad, que muestra bien a las claras que sus exposiciones de estas ma­ravillas dejan de ser meras especulaciones para convertirse en algo vivido y experi­mentado. De ahí la lozanía y eterna juventud de su mística (53).

Todo esto nos da una idea bastante completa de la soberbia construcción arquitec­tónica del edificio antoniano.

VI. JUICIO CRITICO

El P. Antonio de la Cruz cae de lleno, por su vida y doctrina, en el primer período de la Escuela mística carmelitana o experimental y descriptivo. Alma intensamente es­piritual, moradora entusiasta del Desierto de Bolarque, fue paciente excepcional de las mercedes divinas, con que Dios purifica y recrea a sus preferidos. Sobre esto tenía una cultura teológica nada com{m. Por lo mismo, sujeto muy preparado para hablarnos con competencia de los misterios de la vida interior. A base de experiencia y de ciencia.

Su ascética es muy escogida y selecta. La desenvuelve en las tres clásicas vías

(53) "De 10 dicho se puede bien colegir qué sea transformación de amor o del alma en Dios. Porque no es otra cosa, sino una perfección en el alma imitadora de la perfección de Dios, que emuladora de aquel ser divino subió por estos grados (los del amor) a su imitación, en la cual teniendo su imagen perfecta en semejanza de atributos y perfecciones, goza de su gloria. Transformación es un absorber Dios al alma en una comunicación y información de atributos ... "

"De aquí viene a estas almas un estado felicisimo y glorioso: porque todas las acciones y afectos y todas las cosas que hay en ella quedan en obra gozosa de quietud y con serenidad suave. Porque ya todas las tinieblas y torbellinos de pasio­nes, y imaginaciones, y nublados de variaciones, están ya deshechos... y así pa­rece están en un estado de inmutabilidad, y que gozan de la impecabilidad de bien­aventurados ... "

"Este estado de unión es la perfección altísima del hombre, y en esta perfec­ción de unión y unidad consiste el matrimonio espiritual de Dios con el alma, que es 10 que Dios buscaba y quería en ella; y lo que ella deseaba y buscaba ... CUatro condiciones se hallan en este matrimonio divino. Una unión de voluntades tan estrecha, que imposibilita la división; un amor tan afectivo, que estén brotando deseos y bienquereres de amado y amantes, que obligue siempre a obrar, encen­diendo el calor de un afecto vehemente y una vehemencia de un deseo afectuosí­simo, estable y permanente que no admite fatiga ni tibieza; y una generación de obras tan levantadas, con que desee convertir todo el mundo y dar la vida por sus prójimos, que sean dignas del Esposo Dios; y una posesión común de bienes, que es el mismo Dios, en que el alma y él se gozan consumidos en vistas, amores y glorias."

"¿QUién podrá explicar los divinos y altísimos ejercicios que tienen las almas transformadas en amor; siendo el amor dardo divino enarbolado con fuego de amor abrasador, y siendo unas llamas que encienden y dejan las tales almas, de quien ya poseen, encendidas y abrasadas en un fuego y en un amor seráfico, hechas unos nuevos serafines abrasados en la tierra con el incendio que los serafines se abrasan en el cielo ... ?" Libro de la contemplación divina, 1. IV, f. 318v, 319v, 322.

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purgativa, iluminativa y unitiva. Pero casi sin notarse. Porque escoge los prinCIpIOS claves de esos períodos de la vida espiritual y en ellos centra y sintetiza su doctrina catártica.

En cambio, se metió a fondo con el problema místico, tan vidrioso en su tiempo, contribuyendo poderosamente a su esclarecimiento y solución. Destaquemos: su visión certera del papel, que desempeñan la mortificación y ejercicio de virtudes, como fun­damento y término de toda verdadera mística; la naturaleza y división de la contem­plación en adquirida o activa y en infusa o pasiva; los dones de entendimiento y sa­biduría, bajo especial moción del Espíritu Santo como causa inmediata de la contem­plación infusa, que es un acto de aquellos; la presentación de los distintos fenómenos místicos, como meros grados de la contemplación infusa y Transformación; el concepto peyorativo, que tiene de las gracias místicas, y su desvalorización, sino cuajan en ad­quisición de virtudes; etc.

Estos principios, que íntegros han pasado a la Escuela mística carmelitana, demues­tran sobradamente que el P. Antonio de la Cruz es con toda propiedad un áureo esla­bón en la cadena del vivir y saber espirituales del Carmelo. Cauce fiel de las doctri­nas de sus Maestros, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

APENDICE

Antes de finalizar este estudio sobre el P. Antonio de la Cruz queremos informar a nuestros lectores de los últimos frutos de nuestras pesquisas sobre su vida y obras.

1. Vida. En este orden nuestros esfuerzos se han visto coronados por el éxito. Podemos concretar los siguientes datos importantes de la vida del P. Antonio: en 1653 era Visitador de la Provincia Carmelitana de San Alberto de Méjico, pues así firma las Actas del Definitorio, celebrado el 30 de octubre de dicho año en el convento de Cuyoacán. El 23 de febrero de 1654 convoca Definitorio extraordinario, para hacer oficial uno de los asuntos de su Visita canónica: el abandono de las fundaciones de Guadalajara y Aguascalientes, hechas sin el consentimiento del Definitorio General. De hecho, obligó a dejarlas el 22 de noviembre de 1653 y 9 de diciembre respecti­vamente.

Convoca el XXII Capítulo Provincial de la Provincia de San Alberto en el Colegio de Santa Ana de Cuyoacán. Abre sus sesiones el 24 de abril de 1654. Y le preside él mismo por rescripto del General de la Congregación española de Carmelitas Descal­zos, Fr. Jerónimo de la Concepción. El P. Antonio pregunta enseguida a los Gremiales si alguno tiene rescripto del Definitorio General para este Capítulo. Entonces el P. Juan del Smo. Sacramento, Provincial hasta esos momentos, exhibe al Capítulo uno cerrado y sellado. Lo abre el P. Presidente y lo lee a los Gremiales. En él les expone el P. Ge­neral las razones que ha tenido el Definitorio General para elegir Provincial de la dicba Provincia de San Alberto al propio P. Antonio de la Cruz. El documento está fechado en Ocaña, 21 de septiembre de 1652. Los Gremiales aceptan la elección y proclaman Provincial al R. P. Antonio de la Cruz.

Gobierna santa y prudentemente a la Provincia mejicana hasta el Capítulo Pro-

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vincial de 1657. Antes de abrirse este Capítulo reciben aviso los Gremiales del Virrey de Nueva España, conde de Alburquerque, que no llevasen a ejecución rescripto al­guno, sea de Roma sea del General de España, sin la venia de dicho Virrey. Abierto el Capítulo preguntó el P. Antonio a los Capitulares si había llegado algún decreto del Definitorio General. El Prior del Santo Desierto presentó uno, en el que el General de la Congregación española, Fr. Diego de la Presentación, daba a conocer el nom­bramiento de Provincial para Méjico de orden del Definitorio General del P. Pedro de San Simón Aragonés. El P. Presidente dio cuenta del rescripto al Virrey, quien mandó recogerlo y ordenó se celebrase el Capítulo conforme a las Constituciones de la refor­ma. El P. Antonio, en tan embarazosa situación, como era muy santo, hizo una plática a los Gremiales sobre las obligaciones del verdadero religioso carmelita. Para no faltar materialmente a lo ordenado por el Virrey se fue a la elección del Provincial, saliendo elegido por unanimidad el candidato del Definitorio General, R. P. Pedro de S. Simón Aragonés.

El P. Antonio de la Cruz, cumplida satisfactoriamente su misión en Méjico, volvió a España. Consta que en el mismo Definitorio de dicho Capítulo de 1657 presentó una petición para que se le concediese la cantidad necesaria «para su viaje a España y de sus compañeros. Y abiéndose tratado la materia se le señaló dos mil quinientos pesos» (54).

2. Obras. Además de las dichas, escribió el P. Antonio la siguiente: Opus de di­vinis nominíbus. La existencia de esta obra recógela el P. José del Espíritu Santo con estas palabras: "El P. Fray Antonio de la Cruz, en un tomo manuscrito que se con­serva en nuestro convento de Madrid,dividido en cuatro libros, y intitulado Opus de divinis nominibus.» (Cadena mística carmelitana en el Catálogo de autores Carmelitas, sin paginar).

Como se ve, este manuscrito, sin duda, muy interesante, pues parece un comentario a la obra del Seudo-Areopagita, se hallaba en el Archivo del convento de Madrid. ¿Qué ha sido de él? Muchas son las pesquisas que hemos realizado para localizarle. Hasta el presente han sido infructuosas.

y aquí quedan nuestras investigaciones sobre este gran místico carmelita.

ALBERTO DE LA VIRGEN DEL CARMEN OCD

Madrid

(54) Segundo tomo de los Capítulos Provinciales y Definitorios celebrados en esta Provincia de N. Pe. S. Alberto de los descalzos de N. Sao del Carmen desde el año 1636, f. 150. Este precioso manuscrito en pergamino se conserva en el "ARCHI­VO HISTORICO DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTO­RIA" de la ciudad de Méjico con la signatura 13 de la "BIBLIOTECA LIRA". De él ha sacado todas las noticias, f. 120-150, de que hemos hecho gracia al lector, el R. P. Dionisio de sta. Teresita. Reciba nuestro reconocimiento más sincero.