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FIJACION HISTORICO-REVOLUCIONARIA DEL 30 DE SEPTIEMBRE* Compañeros del Instituto Julio Antonio Mella y amables invitados: La última vez que comparecí desde este estrado y ante el auditorio familiar y amigo, habitual y de costumbre, que nos anima en el cumplimiento de tareas siempre gratas —programadas por nuestro Instituto—, aún nos alentaba con su sonrisa dolorida y triste de los últimos tiempos, y su tesón inquebrantable de Maestro que no sabe rendirse —ni en su lección agónica y postrera aquella figura de aguzados perfiles que aguijoneaban una muy clara inteligencia y cultivado talento, tan penetrada de vasta cultura y la única sustancia revolucionaria verdadera y genuina: el marxismo-leninismo. Aquel hombre ejemplar, argentino de cuna y formación, y cubano ya de entrega y sentimientos, que fue nuestro Secretario General hasta su muerte tan sentida: gran animador del Instituto Julio Antonio Mella, y su trabajador de vanguardia, proclamado y permanente. Cuando le dijimos adiós a Gaspar Mortillaro, junto a la tumba que le deparó, en su panteón, la Universidad de La Habana —tan suya por amada en la gloriosa tradición heroica y manantial perenne de holocausto que borbotea en su colina— y a la que dedicó Mortillaro ya doliente, sus horas más angustiosas, y no menos creadoras, de Profesor y Maestro en aquel solemne momento de su adiós postrimero, alcancé a pronunciar una oración laica en que se hilvanaban palabras rotas de emoción por despedida fraterna, y arrancamiento cruel de nuestro lado, de quien fuera amigo consecuente y leal del pueblo cubano y su Revolución, y tan amigo de todos nosotros, sus íntimos, y compañeros en esta laboriosa dedicación de alzar bien destacados, y para siempre, a nuestros muertos mejores de esta época contemporánea, hasta llevarlos a la altura primaveral inmarcesible, y traerlos, vivos y actuantes, a la hora actual y palingenesia irreversibles de Cuba independiente y soberana, socialista y primer territorio libre de América. ¡Qué tarea más empeñosa y obra culminante,

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FIJACION HISTORICO-REVOLUCIONARIA DEL 30 DE SEPTIEMBRE*

Compañeros del Instituto Julio Antonio Mella y amables invitados: La última vez que comparecí desde este estrado y ante el auditorio

familiar y amigo, habitual y de costumbre, que nos anima en el cumplimiento de tareas siempre gratas —programadas por nuestro Instituto—, aún nos alentaba con su sonrisa dolorida y triste de los últimos tiempos, y su tesón inquebrantable de Maestro que no sabe rendirse —ni en su lección agónica y postrera aquella figura de aguzados perfiles que aguijoneaban una muy clara inteligencia y cultivado talento, tan penetrada de vasta cultura y la única sustancia revolucionaria verdadera y genuina: el marxismo-leninismo. Aquel hombre ejemplar, argentino de cuna y formación, y cubano ya de entrega y sentimientos, que fue nuestro Secretario General hasta su muerte tan sentida: gran animador del Instituto Julio Antonio Mella, y su trabajador de vanguardia, proclamado y permanente.

Cuando le dijimos adiós a Gaspar Mortillaro, junto a la tumba que le deparó, en su panteón, la Universidad de La Habana —tan suya por amada en la gloriosa tradición heroica y manantial perenne de holocausto que borbotea en su colina— y a la que dedicó Mortillaro ya doliente, sus horas más angustiosas, y no menos creadoras, de Profesor y Maestro en aquel solemne momento de su adiós postrimero, alcancé a pronunciar una oración laica en que se hilvanaban palabras rotas de emoción por despedida fraterna, y arrancamiento cruel de nuestro lado, de quien fuera amigo consecuente y leal del pueblo cubano y su Revolución, y tan amigo de todos nosotros, sus íntimos, y compañeros en esta laboriosa dedicación de alzar bien destacados, y para siempre, a nuestros muertos mejores de esta época contemporánea, hasta llevarlos a la altura primaveral inmarcesible, y traerlos, vivos y actuantes, a la hora actual y palingenesia irreversibles de Cuba independiente y soberana, socialista y primer territorio libre de América. ¡Qué tarea más empeñosa y obra culminante,

adiestrado
Texto escrito a máquina
Conferencia Brindada el 8 de octubre de 1966 en el Anfiteatro "Manuel Sanguily" de la Universidad de la Habana.

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emprendidas con vehemente afán, éstas de poner a trabajar ahora, en sus obras truncadas, a todos nuestros muertos jóvenes y de ideología marxista-leninista bajo la égida de Mella, pensamiento y acción, la invocación de José Martí, precursor y Apóstol, y la comandancia y rectoría de Fidel, realizador consecuente y triunfante en plenitud de vigencia que recapitula, impone y ordena, sobre la marcha de la guerra, las contingencias, vicisitudes y dificultades de una paz mantenida a toda costa, aunque con las armas listas y a la manera del bayardo camagüeyano —Mayor General Ignacio Agra- monte y Loynaz— sin miedo ni tacha —contra la barbarie desorbitada del imperialismo que se desvela por acogotarnos con su bloqueo infamante y acribillado, y se desvive por atomizarnos esparcidos en cenizas al viento de nuestra América— con todo y la situación, situaciones internacionales mejor, cambiantes como una veleta en inminencia de huracán; pero atento Fidel a su brújula de gran comandante marxista-leninista, apoyado por la solidaridad del internacionalismo proletario y confiado en su nave imbatible de pueblo, lleva el timón que obedece presto a su elasticidad vigilante y surca el Caribe tormentoso, y salva los escollos, en seguimiento de su faro luminoso y puerto seguro. Allí donde le aclaman victorioso —y no aguardan ya, por satisfechas y cumplidas, las vivencias y apetencias todas de su pueblo inmortal. El pueblo que supo parir a su hora a José Martí para que le clavara a lo largo de su vida, y por siempre con su muerte, todo su ideario en carne viva —impronta de muchos volúmenes escritos con caracteres de fuego en agonía y deber. El pueblo que parió a Julio Antonio Mella, también a su hora de precursor, y para que actualizara, removiéndolo en teoría y acción, el ideario y pensamiento martiano —acentuados ahora de ideología marxista-leninista y rubricados en las calles de México con su generosa sangre. El pueblo que parió a Fidel Castro, no menos a su hora precisa —acordados nacimiento y momento al horario afilado de su tierra y pueblo, en gestación inminente y madurez solemne— y para que trasmutara y fundiera Fidel, el todo y pensamiento de Martí y de Mella en conciencia de clase —desde sí y para sí—, substancia de masas revolucionarias apercibidas y resueltas, y coraje contagioso y colectivo, esperanza cierta y fe en la victoria definitiva y total por el camino único del socialismo que enfila al comunismo, y va derechamente al comunismo, como su ruta y meta inmutables y sin desvíos posibles.

Pasó poco tiempo del deceso de Gaspar Mortillaro, tres meses apenas, y resonó, lúgubre de nuevo, el toque conjunto del dolor y la muerte a las puertas de la Universidad de La Habana y el Instituto Julio Antonio Mella. Ambiciosa a la par que sombría era la llamada

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esta vez. Reclamaba la muerte para sí, nada menos que a todo un grande de su Alma Mater, y muy firme y enhiesto puntal de la bicentenaria Casa, siempre que amenazó el vendaval con arrasarla desde afuera, y metiéndose huracanado en su colina y predio, aulas, laboratorios y museos, que le estaban vedados a la fuerza pública y brutalidad castrense —las dictaduras y tiranías sangrientas del bestiario Machado-Batista, y antes, solapado y no menos ladrón, mañoso y picaro, tanto como astuto y taimado, el inverecundo de Alfredo Zayas y Alfonso, también presidente que fue del desgobierno seudo-republicano de aquellos tiempos todos.

Otras veces, y no pocas, aquel puntal recio, de carácter y hombría tan cubanos, y fibra patriótica muy hecha, que le venía de su sangre mambisa, acendrada en su vida limpia y clara de Maestro, profesor, investigador y eticista, ensayista lúcido, y escritor pulcro de pulido estilo, hubo de asomarse con náuseas y de puertas adentro de la casa académica, facultades y escuelas, a las cosas pequeñas y ruines de los hombres de entonces, y que ocupaban posiciones de estrado y supuesto nivel representativo en la ciencia, las letras y la técnica: rectores que fueron decanos, profesores titula-res, auxiliares de cátedra, gentes, en fin, que debieron ser mentores y maestros por su calidad moral y profesores por su preparación y cultura superiores. Y, ¡qué pobreza de espíritu y baja calidad humana demostraron tantos! ¡Qué escasos andaban de patriotismo, de sensibilidad cívica y dignidad ciudadana! ¡Cuánta ambición mezquina, y afán de enriquecimiento, entre los profesores de medicina y derecho especialmente, cultivadores de sus consultas privadas y atentos a su contadora los primeros; y los abogados, profesores de leves, bien apegados a sus renombrados bufetes, tan culpables de la penetración y desgarramiento consiguiente del capitalis-mo yanqui, sancionadores del latifundio y la geofagia! ¡Qué desconocimiento hasta de sus materias y especialidades en algunos, y, en casi todos del dolor cubano, enraizado en la explotación, miseria y servidumbre! ¡Qué indiferencia y apatía, —cuando no voracidad insaciable— por la cosa pública y los dineros del pueblo, por la economía nacional en sustracción y fuga al extranjero, sometida al yugo estrangulador del capitalismo financiero y bancario, y en desmedro y empobrecimiento; por la política y ciencia del gobierno, deletéreas y corruptas! ¡Qué aversión o entrega por su partici-pación de “padres de la patria", senadores y representantes algunos que otros profesores universitarios! ¡Qué desgano ayuno de curiosidad por la cultura entrada en decadencia, qué desmayo, ineptitud y alas cortas para la investigación creadora; qué de reaccionarios y miopes corraleros, uncidos a su clase de las tres burguesías

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y un solo signo crematístico conjugado al "dollar"; qué mínimo y descuidado interés por la educación y la salud de su pueblo cuando la sabían —tenían que saberla o sospecharla— en crisis, desarticulada o deshecha la enseñanza de todos los grados, tipos y modalidades, y sumida en el caos la escuela pública, y conocían la insuficiencia de una medicina asistencial recortada en todos sus aspectos esenciales, clínicos o camas, de medios auxiliares de diagnóstico, gabinetes, instrumental, materiales y equipos; acantonada en las ciudades y pueblos de acuerdo a su importancia, pero nunca abundante ni adecuada a sus necesidades, y menos óptima o de reconocida calidad; mal dotados los hospitales, sanatorios, casas de socorros y establecimientos especializados de personal profesional, auxiliar, administrativo y de servicios, y peor pagados los sueldos y salarios! La atención médica no existía en las áreas rurales. Faltaban las medicinas y drogas, y tenían que comprarlas los pacientes, generalmente. De medicina preventiva más vale no hablar, que estábamos en cueros y sin pañales. Que así andaban las cosas y actividades desviadas de aquellos gobiernos bipartidarios o en fraccionamiento multiplicado y sólo uno contra el bien común, la ciudadanía y la decencia, que se alcanzaron más que sucedieron, dando tumbos, y en marcha cerebelosa, sobrepasándose en el crimen, latrocinio, robo y pillaje, injusticias y atropellos, a lo largo y ancho de la república y en la continuidad desesperante, tanto como desesperada, de muchos y cruentos años, los mismos que padecimos desde el infausto 20 de mayo de 1902 —que más vale no recordar— hasta el amanecer de año nuevo y vida nueva del primero de enero de 1959, fecha luminosa de nuestra afirmación como pueblo libre y nación independiente y soberana.

Con todo y lo apuntado a modo de boceto, pálido en sus tintes —que la realidad de los hechos y sucesos fue terriblemente desoladora, trágica y sombría; con todo y lo acaecido en el tiempo y época de sacudimientos telúricos por económicos, políticos, culturales y educacionales, jurídicos y morales, cívicos y de la ciudadanía, bélicos y de levantamientos, rebeliones y golpes de estado; con todo y lo escrito, casi ni reseña y menos efemérides, que sucinto queda, la elevada casa de altos estudios —situada en su colina— Universidad Nacional primero y antes, de La Habana después— no se conmovió en sus cimientos, aunque sintió, y cómo, las sacudidas exteriores e internas, y avivó gozosa su desposorio con la juventud, rendimiento amoroso y entrega sin reserva a la rebelde juventud que amamantaba a sus pechos ubérrimos, y cuyo primer episodio y gestación heroica, procedían de un estudiante suyo y másculo, deportista cuajado en revolucionario, antimperialista

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de arrancada, como todos nosotros los del grupo inicial, marxista-leninista de inmediato, y comunista para siempre —de por vida, muerto asesinado y resurrecto ahora para la inmortalidad— quien le clavó su impronta a la tan amada y Alma Máter —enero de 1923— y entró en fecundación renovada, rebeldía y Revolución, y nueva vida desde entonces y aquel su día inmarcesible, hasta coronarla ya fundida a su pueblo y en los brazos de su pueblo libre. Pudo José Martí, poeta intuidor y Apóstol, afirmar con el pensamiento puesto en su tierra fijamente: "Un pueblo que entra en Revolución no sale de ella hasta que la corona”. Pudo Julio Antonio Mella dejar escrito con su pensamiento marxista-leninista puesto, no menos fijamente, en las Universidades de la América nuestra: la Universidad Latino-americana que entre en Revolución no sale de ella hasta que la corona, porque bien sabía Mella que las Universidades nuestras en su entraña estudiantil, ganan y toman conciencia en sí, desde sí y para sus pueblos, y tan pronto como les grana la conciencia antiimperialista que deviene temprano, y en seguida, en pensamiento marxista- leninista, corren al pueblo, se ligan a las organizaciones sindicales y su partido comunista de vanguardia y entran en la lucha armada Intuidores —o sabedores, porque lo dijo Carlos Marx— de que "la violencia es la partera de la historia”. Mella, líder estudiantil universitario, y alma y guía del primer movimiento estudiantil revolucionario de la por entonces Universidad Nacional nuestra en enero de 1923 —que se conoce y recuerda por su nombre, la huelga revolucionaria de Mella— nervio y motor Julio Antonio del Primer Congreso Revolucionario de Estudiantes, celebrado en el Aula Magna de la Universidad Nacional en octubre del propio año, 1923, que reunió en su seno la representación de la casi totalidad de los estudiantes cubanos de todas las tendencias y creencias, escuelas oficiales y del estado, privadas y religiosas, y en cuyas sesiones memorables y encendidos debates se tomaron acuerdos, bien des-tacados por su contenido antiimperialista, de acercamiento y contacto con el proletariado y sus organizaciones militantes, Incluida la de pedirle al gobierno de layas, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Rusia Socialista de Lenin, y que creó el Congreso, por iniciativa del propio Mella, la Universidad Popular José Martí, iniciando sus clases, profesadas por estudiantes y graduados revolucionarios, en el mes de noviembre, apenas clausurado el Congreso, en las aulas y locales de la Universidad con alumnos obreros y campesinos; Mella cofundador del Partido Comunista de Cuba en agosto del año 25 y su Secretario de Organización y Propaganda. Mella, luchador incansable, carácter adamantino y arquetipo de la juventud cubana de todos los tiempos, escritor y ensayista,

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organizador infatigable, y precursor del pensamiento marxista-leninista en su patria, el primero de entre los jóvenes de su generación —nació en marzo 25 de 1903— asesinado a los 26 años aún no cumplidos, por orden del “asno con garras” Gerardo Machado y Morales, "asesino sin fronteras”, con la aprobación y complacencia, y hasta posible complicidad del imperialismo yanqui, cuando se afirmaba como líder continental de los pueblos oprimidos y explotados de la Patria Grande —Nuestra América la llamó José Martí. La tierra infinita y promisoria, por la que supieron luchar y morir: Hidalgo, Morelos y Juárez, José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, Hostos y Albizu Campos, Morazán, Santander y Artigas, José de San Martín y Simón Bolívar, y tantos otros héroes, capitanes y estadistas de todas sus latitudes y países, igualmente dignos de mención, gratitud y recuerdo.

Ya Julio Antonio Mella quedaba sembrado en su Universidad, la que despertó y echó a andar, sacándola de su letargía semicolonial, y luego de su expulsión por las fuerzas oscuras amedrentadas de su presencia, tan pronto empezaron obstinadas a levantar las cien cabezas de su hidra maldita; pero quedó sembrado como semilla rebelde y ejemplo imborrable, a memorar por todas las generaciones sucesivas de estudiantes que invadieran la casa con sus libros y apuntes, afanes, inquietudes, pasiones, rebeldía y ambiciones. Cristalizó Mella en el espejo, pulido y limpio, al que debía asomarse todo joven capaz de enfrentarse a la vida —vida de su tiempo y tiempo de su vida— con el ánimo esforzado y tenso de lograr, al-canzándola la plenitud física, moral e intelectual: llegar a ser y hacerse hombre total. Capaz de entender e interpretar los graves problemas de la hora, de su pueblo y del mundo; capaz de apasionarse indignado, hasta el enlistamiento y militancia fieros, para liquidar la injusticia y explotación del hombre por el hombre, y su causa determinante que las mantiene y hace perdurar, y trata de extenderlas más y más por todos los medios de que dispone con prodigalidad y abundancia, además de su ferocidad sin medida ni límites, al capitalismo imperialismo —los "dollars" y su penetración, espionaje, subversión y persecución, sabotaje, sublevaciones, invasiones y golpes de estado, crímenes, torturas y prisiones, bloqueos y guerras bárbaras sin declarar, ¡que lo atestigüen Cuba, Santo Domingo y Viet Nam martirizada!

Cuando queda de Mella su recuerdo, machihembrada su obra y clavada su época a la Universidad Nacional, como un jalón limitante, y de arrancada a la vez, que dijera el visitante viajero y alumnos de la colina. ¡Hasta aquí lo otro y el pasado! ¡Mella y su época desde aquí! Cuando la figura atlética de aquel joven gallardo y bien plantado,

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que respiraba hombría, empezaba a desdibujarse para entrar en la fábula y la mitología de lo universitario trascendental, ya transitaba por los claustros y aulas, y se acogía a la umbría rumorosa del patio de los laureles, desposado que se había con su Alma Máter, a ¡Patria o Muerte! —diríamos ahora— de por vida, fue la decisión y voto laico de aquel joven reposado y modesto, Elias En- traigo y Vallina, otro estudiante que haría historia —la suya y personal autobiográfica, tan rica de contenido y substancia, ardimiento patrio y ahincado trabajar, casi no lo sabía de puro no evocarla en cronología y repaso, y decidido a no escribirla nunca. Si una de sus grandes tareas en seguimiento imantado de su vocación, fue la historiografía, y el ahondar sabueso en lo raigal y de formación del pensamiento cubano, y transculturación etnológica en las dos razas y culturas basales de nuestro proceso sociológico. Si uno de sus grandes afanes y vehemente propósito fue dejarnos, más que estampas y siluetas, estudios biográficos interpretativos de cubanos ejemplares enmarcados en su tiempo y época, investigaciones y análisis exhaustivos en su torno, alcance y proyecciones de su prédica, quehacer y pensamiento. Y así quedó vaciado en el metal de su obra multiplicada en volúmenes, libros y ensayos de muy subidos quilates, tales como “el largo examen de la obra y la vida de Don José Silverio Jorrín, que Chacón y Calvo, a quien copio, considera una nítida semblanza". Continúa Chacón: “El último libro publicado por el maestro recientemente desaparecido es el titulado ‘Algunas facetas de Varona'. La ilusión de Entralgo era la de llevar a término una biografía con moderno espíritu del gran escritor y repúblico. Dejó copiosos materiales para esta labor. Un testimonio de lo que hubiera sido este homenaje al gran maestro, nos la da esta serie de estudios reunidos en ‘Algunas facetas de Varona’. Uno de los más notables es el titulado “La genuina labor periodística de Enri-que José Varona, Entralgo realiza una minuciosa investigación en ‘Patria’, el periódico de Marti, que al venir el Apóstol a la Guerra del 95 —la justamente llamada ‘Revolución de Martí', queda bajo la dirección del filósofo de los cursos libres”. Hasta aquí Chacóm y Calvo. Salvador Bueno, en su emocionado artículo: “Nuestro profesor Elias Entralgo” —publicado en “El Mundo” el martes 6 de septiembre día en que fue enterrado nuestro entrañable amigo— escribe: "Interesado en desentrañar la vida y las obras de los grandes cubanos del siglo XIX, como Domingo del Monte, José Silverio Jorrín y Luz Caballero dedicó especial atención a Enrique José Va-rona. Varios de sus trabajos sobre aquel gran patriota y escritor fueron agrupados en un volumen ‘Algunas facetas de Varona’,

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que apareció el año pasado publicado por la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO”.

Continúa Bueno: “Junto a esta tarea fundamental, el profesor Elias Entralgo realizó ahincador análisis de la sociedad cubana. Durante muchos años desempeñó en la Universidad la cátedra de Sociología Cubana. Sobre nuestra comunidad insular, sobre la psicología individual y social de los cubanos, escribió obras de mucha enjundia. Ahí están como testimonio su libro ‘La liberación étnica cubana' (1953); sus ensayos 'Períoca sociográfica de la cubanidad. Apuntes caracterológicos del léxico cubano’, etc. Mencionemos, igualmente, sus trabajos en torno a la personalidad de Emilio Bobadilla, Fray Candil".

Loló de la Torriente, en el mismo periódico y día, dejó constancia de su pena y la generalizó justamente, con estas palabras iníciales de su dolorido y bello artículo: “El profundo sentimiento de dolor que produce el deceso del doctor Elias Entralgo Vallina no puede limitarse al ámbito universitario en el que vivió y trabajó, lleno de entusiasmo y fervor, casi toda su vida; primero, como alumno eminente; después, como profesor y Decano de la Facultad de Humanidades en la que puso de relieve su capacidad intelectual, su modestia, virtud y honestidad personal. El duelo que su muerte produce rompe los límites docentes para convertirse en dolencia de todo el pueblo cubano al que Elias estaba íntimamente vinculado y junto al que buscó, y sorprendió, las ligazones que estrechan, modifican y expresan las modulaciones de nuestro carácter en el marco de las convivencias humanas".

“Por su contacto con el pueblo el profesor pasó a ser ciudadano universal de su suelo natal. Conocido por todos, respetado y atendido, era representativo de una generación madura (había nacido en 1903) que tenía en él a uno de sus trabajadores más activos y fecundos"...

De Sergio Aguirre, que le conoció bien y fue alumno suyo, identificados que anduvieron en sus aficiones parejas de estudiosos historiógrafos, por los caminos, que sí conducen, del materialismo histórico; pesquisidores ambos bien pertrechados de la mejor arma y herramienta, el materialismo dialéctico; buenos catadores —también de vista, olfato, oído y tacto marxista-leninista— de los fenómenos en su concatenación, subordinación y determinación, de la bibliografía en sus fuentes mejor orientadas, de lo ahistórico, antihistórico, la historicidad y la única historia que no es sólo indagar, bucear, rastrear, husmear, vaciar archivos y quemarse las pestañas, con todo y ser todo esa parte, y no desdeñable, de la investigación histórica. Historia, y legítima historia, es todo el áureo filón y muy

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querido papeleo —centón saturado de patria y muy suyo propio, de su pensamiento y cosecha— de aquel gran cubano perenne, que seguirá siendo porque lo fue de raíz, y nuestro primer pensador antimperialista coherente y sistemático, en el tiempo y su continuidad, que es Emilio fíoig de Leuchsenring —nuestro Emilito bien amado. Historia, genuina y cubanísima historia, es la de Ramiro Guerra y Sánchez, guajiro sabio y tan metido en su tierra que sigue sorbiéndole el jugo histórico, depurado y certero de su objetivación, tanto como crece y florece, aun y todavía, desde su plantío y tan verde sitio de labor. Este Ramiro amigo, tan llano y cordial, eminente y sencillo hasta la minimidad, laborioso y fecundo, que desconoce haberse ganado la inmortalidad cubana, cuando menos, y el reposo plácido cabe la sombra de aquel árbol centenario, más de su imaginación que del agro, aunque lo ve trenzado y de copa inmensa, como la del más grande algarrobo y desmedida salvadera. El árbol aquel que se ganó, por merecerlas, las muy bellas páginas de un su libro deleitoso, en que se mecen amables recuerdos familiares y de la época, encendidos fulgores de la guerra que arrasó nuestros campos —la tea incendiaria y purificadora de Gómez y Maceo—, y asistimos, prendidos de curiosidad, al decurso del agro cubano, su historia y proceso vivos, amargos, clamadores, desde el apartado rincón de un sitio de labor campesino que no consigue apartarse de la vorágine. Historia es, finalmente —y para terminar tan dilatada digresión—, la que alcanzó a escribir con gran éxito, y guiado por el materialismo histórico hasta el ovillo y almendra —que guardaban celosos los respectivos archivos de la Rusia zarista y bien nutrida biblioteca de Washington—, un bien documentado y no-table investigador soviético —cuya identificación lamento no poder brindarles para que lo recuerden en gratitud patriótica y cubana. Este historiógrafo de cuerpo entero ha demostrado, con pruebas fehacientes, irrebatibles, que la mal llamada, con toda intención, guerra hispanoamericana fue, y es, la primera guerra imperialista de la historia. Hay que esforzarse en la enmienda del error acusado porque fue muy guerra nuestra, y tan nuestra que salvamos al ejército yanqui, prácticamente acantonado que permanecía, del desastre —en camino de morir de fiebre tifoidea que ya diezmaba a sus hombres en brote epidémico. El ejército desembarcado en Cuba no ascendía a más de 23 000 combatientes, manejados por un estado mayor, bien menor, que desconocía muchas cosas esenciales acerca de la contienda que se libraba en Cuba, y con un general tan insolente como bruto. Para liquidar los restos desmoralizados del ejército español, se bastaban las fuerzas mambisas con su moral de victoria que templaba sus aceros bien afilados y obedientes al clarín

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de órdenes cuando tocaba ¡a degüello! Tuvieron que llevar los cubanos la vanguardia en el ataque para alcanzar el triunfo y recibir, en cambio, la humillación final. Más de uno se pregunta aún ¿por qué no arremetieron los mambises contra los dos bandos, los españoles en derrota y los yanquis maltrechos?

Historia fue siempre, y buena historia, la que enseñó el Maestro y profesor Elias Entralgo en su cátedra de Historia de Cuba de la Universidad, la que escribió en desvelo y tesón mantenidos, y en miles de cuartillas llevadas al libro, monografías y ensayos para que aprendieran sus alumnos, y la juventud toda, que sí teníamos una historia inédita, muy larga y gloriosa que hizo este pueblo macho al precio de su sangre, no la viciada y mentirosa que enseñaron los curas españoles, reaccionarios y resentidos, en sus colegios religiosos y para consumo de sus niños bien, y barniz de cultura prendida con alfileres de escapularios y detentes. Los muchachos belemitas eran de los más representativos, y cómo se paladeaban aquellas "Asociaciones de Antiguos Alumnos” (así lo escribían con capitales o todas mayúsculas) de las posiciones que ocupaban sus miembros y graduados: gobernantes, senadores y representantes, profesores de todo tipo, módico de fama y dorada clientela, abogados de grandes bufetes que representaban firmas americanas muy sólidas, con sede en Wall Street: pero ¿no se alborotó el cotarro de Belén cuando Fidel entró victorioso en La Habana, y afirmaban a los cuatro vientos que había pasado por sus aulas? Muy pronto recularon contra la pared con intención de embestida contrarrevolucionaria, y sobrevino lo que todo el mundo conoce. Pero ¿no recuerdan las misas, procesiones, sermones y petitorias; aquella demostración provocadora con la virgen mulata al frente; la conducta de aquel monseñor con sus monsergas, delegado que se decía del señor Vicario y oficiante en la iglesia de Salud y Manrique, de prosapia y familia camagüeyanas, por más señas? Y ¿qué pasó? Se fueron los más con viento de popa y cuantos decidieron quedarse hincaron el pico, aunque conspiran en voz baja y alientan a su gusanera.

Decía que Sergio Aguirre, historiador de buena estampa por firme asidor del hilo singular de Ariadna —el materialismo histórico— escribió en el periódico Granma, domingo 11 de septiembre, un panegírico ceñido a las excelencias y virtudes sobresalientes —dechado que era su persona entera por su carácter adamantino, conducta y comportamiento, physis y psiquis de Elias Entralgo. En esta su apología, sincera y limpia, Aguirre frena su emoción difícilmente, para hablarnos de su amigo y maestro y nos dice: "No se concibe la Universidad de La Habana sin Elias Entralgo... Durante

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muchos años estuvo implícita la presencia del profesor de Historia de Cuba en sus calles, sus aulas y corredores, para que pueda admitirse fríamente que todo pasó ya. Como una roca de valores éticos, académicos y revolucionarios, a lo largo de un tercio de siglo, Entralgo sujetó con su palabra a millares y millares de estudiantes; oleadas sucesivas que fueron invadiendo la gran escalinata. Los sujetó para la meditación, el estudio y el ejemplo cívico, no para contenerles el brío renovador. ¡Curioso alquimista! Sonreía cuando era acusado por alguien de haber sido fabricante de “elementos subversivos”. Él, estampa de equilibrio, del juicio mesurado de la valoración cuidadosa; él, que logró alcanzar un señorío como jamás he visto sobre sus propias emociones... Poseía una de las modestias más intrínsecas que se puede imaginar, unida a sincera admiración por el mérito ajeno. No era hombre que se sintiese cómodo en los primeros planos. . . Pero le vibraba una fibra excepcional de maestro. Cuando fui su alumno por primera vez, durante el curso 1938-39, en el tercer año de Filosofía y Letras, recordé a Luz y Caballero: "Instruir puede cualquiera; educar sólo quien sea un evangelio vivo”. Fue Entralgo, irreligioso, un “evangelio vivo”... Se deleitaba acercándose a la honradez, como otros huelen las flores.. . Sin ser hombre de partido vio venir la vorágine popular y no huyó de ella; por el contrario, se le sumó. Ni del combate contra Machado ni del combate contra Batista estuvo ausente. En lo internacional, no le falló al Frente Nacional Antifascista mientras duró la lucha contra el Eje; ni negó su concurso —bastante arriesgado— al Comité Nacional por la Paz, cuando el Pentágono heredó los arreos del nazismo. No era de los que se preguntan de cada coyuntura de qué lado caerá la victoria. Sabía, simplemente, que Elias Entralgo por mucho que viviese, nunca traicionaría a Cuba, o sea a Elias Entralgo. Por eso pudo morir como ha muerto: rodeado por el respeto de todos... ¿En la trinchera de Fidel? Claro. No podía ocurrir de ningún otro modo: estaba en su sitio. Ello, sin duda, no puede ser más honroso... Ahora no se le encuentra en ningún corredor, en ninguna sala, en ninguna calle. La Universidad sigue siendo la Universidad. Pero ya no podrá ser la misma Universidad. Sé que él me entendería...” No te entendería cumplidamente en su modestia, Aguirre amigo, porque dudo mucho de que Elias Entralgo, en aquel desentenderse suyo y ensimismamiento hechos a la meditación; pero también propicios al examen muy laico de conciencia —auto- examen de valoración y quehacer, que permiten situarse— se detuviera a pensar, darse cuenta y advertir de que era, y se había constituido de hecho, y por sus merecimientos y conducta —sin percatarse, desde luego— en lo que señalado llevo: el puntal y fun-

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Figura 13.

Una de las últimas fotos del doctor Aldereguia. Junto a su nieto el hoy doctor en Medicina Jorge Aldereguia Henrlquez.

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damento de aquella Universidad, y desde Julio Antonio Mella. Tengo para mí que en la estructura y disposición de esta columna se conjugaban los valores éticos, tanto y más que los intelectuales y de cultura —muy amplia y diversificada que todos conocemos— también entraban en la composición, a modo de aglutinantes y argamasa en dosificación justa, el temperamento y carácter de Elias, cohesionando él todo su cubana ejemplar, de raíz y savia tan mambisas, y fibra entera revolucionaria por orgánica y cuidada en su entraña. Jamás la exteriorizaba, y menos exhibía. Venero de sí mismo; hontanar de su sangre, le fluía callada y naturalmente, y acaso la frenase: pero cuando amagaba la tormenta y crecía la peligrosidad, en torno de nosotros bien cerrada, Elias Entralgo no se inmutaba, y sabía acentuar la tónica de serenidad que le era habitual. A veces sentía Elias como si el peso todo de la colina gravitase sobre sus hombros, y apuntalaba más y mejor redoblando sus fuerzas. Si el mal tiempo acrecía, allí estaba con sus muchachos en la dura faena, y recogían las velas para centrar el coraje con los puños cerrados, sin filtración posible; pero antes dol amaine rugía el despliegue rebelde que ensanchaba el velamen y allá iban de nuevo los estudiantes a pecho descubierto, desafiando las balas y en oleadas que se alcanzan, escalinata abajo, y a la calle, con el decoro universitario y de la juventud por delante, y al encuentro de su pueblo que sí los comprendía, y quería protegerlos al precio de su sangre. Cuando las ráfagas bramaban, y el huracán castrense quería barrer la colina con sus asaltos y atropellos Elias Entralgo estaba allí, en su puesto junto a su grey, aunque no era Rector de la Universidad, sentía la muchachada el respaldo de su presencia y lo acogían con respeto y cariño, por saberlo en el cumplimiento de sus deberes cívicos y que no trataría de amansarlos, con sermones ni monsergas.

No creo que Entralgo recibiera de Mella la encomienda de cuidar la Universidad como si fuera su propia casa, pero lo cierto es que lo cumplió espontáneamente, desde sí mismo y con tal devoción, esmero y cuidado, que fue fiel a su voto de por vida, y la honró honrándose. Se esforzó en su preparación para ella y la amó tanto, con desinterés y pasión, que trabajó siempre como si fuese a ser su más rendido profesor toda la vida, y vivió siempre como si tuviera que abandonarla todas las mañanas, y por siempre cuando su presencia no fuera compatible con su dignidad o lastimase su decoro de cubano y de hombre; pero permaneció hasta su muerte enalteciéndola con su cultura y saber, ensalzándola con su conducta y méritos. Padre y esposo ejemplares, la ternura que

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esponjó su vida, se movía pendular entre su hogar y su Universidad, en posesivo ambos hasta su adiós postrero.

Despidieron el duelo del profesor Elias Entralgo el Dr. José M. Miyar, Rector de la Universidad de La Habana, y el Dr. Juan Marlnello, embajador y presidente del Movimiento por la Paz y la Soberanía de los Pueblos. De Entralgo dijo el Rector Miyar: “Recibió con júbilo el derrocamiento de la vieja sociedad para construir la presente. Su amor al trabajo adquirió un ritmo febril hasta el último momento...” "Este es un duelo triple: de la Universidad, de la cultura y de Cuba. Su mejor homenaje es poner ahínco, pasión y responsabilidad como las que tuvo en su trabajo en el propio quehacer de cada día... ” Marincllo habló con representación de los familiares de Entralgo, su esposa e hijos, con el doble acento conmovido de quien pierde un amigo entrañable, y siente roto un muy firme eslabón de la cultura cubana al servicio de su Revolución y de su pueblo, una misma y sola realidad indivisa. Sabe Juan cómo hay que cerrar filas en torno a la muerte de un grande, y, no sabe menos cómo las cierra el socialismo sacudido, cuando cae uno de los suyos tan preclaro y eximio, cómo bajan las banderas solas a media asta llamando a duelo nacional, y cómo ascienden solas, en automatismo y reflejo colectivo, tan pronto el cadáver entre en sepultura convocando al trabajo infatigable. De aquí la muy bella oración de Juan Marinello, recuento por etapas, y recorrido tierno por estancias, de una vida fraterna y limpia, y de una amistad que se inició en las aulas para conjugarse en la misma ruta ascendente, la única por la que marchan los hombres dignos que aprenden cada día a servir a su patria, a morir en ella y por ella, mientras alcanzan la gloria de entregarse a su pueblo y volcarse en el crisol de su Revolución creadora.

El Instituto Julio Antonio Mella, por mi voz que traduce su angustiado mensaje de pena y condolencia ante la desaparición de estos dos hombres que también fueron suyos, que trabajaron hombro con hombro con nosotros y que tanto nos ayudaron, con desinterés y entusiasmo, quiere pedir a la Universidad de La Habana que acepte la siguiente proposición: Responsabilizarse en la edición completa de las obras de Elias Entralgo y Gaspar Mortillaro y hacer llegar un ejemplar, por lo menos, a todas las bibliotecas del país y centros de cultura, educación y esparcimiento y a cada uno de los organismos de masas, que lo soliciten. El Instituto Julio Antonio Mella develará conjuntamente en su galería de honor los retratos de Gaspar Mortillaro y Elias Entralgo, socios fundadores que enaltecieron con su vida y obras nuestra institución.

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Parece a punto de terminar esta conferencia, que bien pudiera titularse: "En torno a dos muertes y en una fecha histórica”; pero la titulación bien difundida fue muy otra: "Fijación histórico revolucionaria del 30 de septiembre".

Créame que el asunto y problema de los títulos me preocupó desde que empecé a escribir para el gran público, y, llegó la cosa a que me sentía encogido y sin tema por la ausencia de un encabezamiento sugeridor; pero si aparecía el título, me asaltaba o lo cogía al vuelo, lo demás era relativamente fácil. Me dirán que todo es distinto ahora para quienes escriben dentro de la Revolución, porque las perspectivas de su crecimiento y desarrollo son infinitas en todos los campos y los aspectos todos de la creación: ciencia, técnica, cultura en general y diversificada, y en sus ramas y derivaciones vigentes y hasta insospechadas. Y me adelantaré a contestar afirmativamente hasta hacer mío el argumento y proclamar que somos usufructuarios legítimos y en propiedad, por socialistas, de todos los adelantos y la cultura toda, acumulados en muy largos siglos por la humanidad, y, hombres nuevos, que fueron capaces de crear una nueva sociedad, liquidadora de la explotación del hombre por el hombre, venimos obligados a lograr con nuestro esfuerzo el acrecentamiento total de cuanto arrancamos por la violencia a la vieja y podrida sociedad y a transformar el mundo, según el postulado de Carlos Marx. Ahora sí que los temas brotan a granel, se adelantan y multiplican, y nos asedian en solicitud de prioridad. Vienen de todas partes traídos por el tiempo y calendario, muchos proceden del pasado más o menos remoto, y del ayer inmediato; del presente acuden por miríadas que así es de fecundo y promisorio; los de mañana son innúmeros porque abierta su incitante apetencia al porvenir puede conjeturarse con criterio marxista-leninista, y asegurar cuantitativamente, por medio de computadoras electrónicas, todo el bienestar, seguridad y felicidad que esperan al mundo futuro transformado, y en perpetua paz, por la muerte y liquidación del monstruo imperialista, que ya anda jadeante con el arpón clavado y en tempestad de movimientos, pánico y coletazos, mientras se extiende y crece el gigante comunista y no tiene que tocar la tierra —como Anteo, el gigante de la Mitología— porque la tierra será suya, y es suya cuando el pueblo, los pueblos, deciden recobrarla para sí y por siempre.

Quise —lo digo con lealtad a mi pensamiento— que no fuera mía esta conferencia y pensé en Raúl Roa, que sí estuvo allí, y participó activamente en todo aquello: génesis o gestación —engendro, escribiría Raúl— prendimiento en la masa estudiantil, extensión, desarrollo y suceso por toma de conciencia que alerta, pone

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y sostiene el ímpetu y arremetida, y todo lo demás, hasta el apagamiento aparente de la flama y brasa, que se esconde en soterrado rescoldo para ganar el subsuelo e irrumpir en su momento más propicio y estallido tronante, precedido del relámpago y rayo de la violencia y guerra; pero, ¿no afirmó Federico Engels que cuando todo se ha perdido hay que empezar por el principio? y ¿no es cierto que esto de las transformaciones y vuelcos sociales, y en esto tan hondo y de raíz de la Revolución, no pueden, ni deben intentarse, y no cabe intentar nada, si no lo precede, y lo antecede, una buena auscultación popular, y mejor interpretación de la voluntad y querencia del soberano, el Pueblo? Afirmé que quise a Raúl Roa para este recuento y fijación, y lo quise porque conozco, y me consta, el filo, contrafilo y temple de su espada centelleante, y la penetración de su verbo, la postura y ejemplo de su vida toda que viene en línea recta de su abuelo Ramón Roa —aquel mambí insigne y eminente del 68 hasta el 78, después y siempre que escribiera —cronista de la guerra—, sus afanes y andanzas en su libro “A pie y descalzo”, activista y optimista porque el asunto y médula era hacer la guerra como fuera, a pie, descalzo, con hambre y paludismo, desarmado y a punta de coraje, y la hizo Ramón Roa, y vino a incorporarse desde Buenos Aires, donde trabajaba como secretario de Domingo Sarmiento, Presidente de la República a la sazón. Quise a Roa porque está en su puesto, y como, de tan alta representación en el Gobierno de la Revolución, y, también ¿por qué no decirlo? por considerarlo, y así lo entiendo, hombre de edad provecta que casi toca a mi generación, aunque voy por delante y le saco de ventaja, en años, claro está y se ve, medio largo de canoa. Consta que no soy generacional, ni me interesa el vocablo; pero defiendo a los viejos, no seniles y menos descerebrados, que como Raúl Roa y el que suscribe, encallecidas, las manos, claro el entendimiento, limpios el pasado y la conciencia, ágil la memoria remota y también la próxima o de ayer —que grita cómo se mantienen las arterias y circulación cerebrales— hasta para la cita poética que reza: “ambas manos en los remos y ambos ojos en la tierra”, en este caso la tierra cubana y su Revolución, quieren seguir sirviendo y adelantar la boga mientras les queden fuerzas —sabedores de que las tienen todavía y por buen trecho— y caer en el surco con la exclamación de ¡Patria o muerte! en los labios ya agónicos. Quedan algunos, no muchos, de estos viejos, Fidel, que no están "tostados" ni “quemados” y que aún somos útiles. ¡Cuidado, muchachos de la Revolución, no atenten contra sus padres, ni desmientan a sus abuelos, si es que fueron buenos, patriotas y revolucionarlos!

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Me prometió Roa ayudarme, anticipándome la inminente salida de un libro suyo, que me haría llegar de inmediato, y que abundaba en el tema por recoger varios trabajos de época posterior en que hace el balance de lo sucedido y los sucesos, su enjuiciamiento crítico, los antecedentes que promovieron y determinaron los hechos, sus consecuencias, proyecciones y alcance. El libro "Escaramuza en las Vísperas y otros Engendros" me llegó a tiempo por mis requerimientos, persecución y ayuda de Lourdes, especialmente, y a poco me trastorna de puro amarrarme en su lectura delei-tosa y prenderse de mi curiosidad para llevarme de recorrido por Cuba y el orbe, la gente y paisaje de Cuba, los hombres y pasajes del mundo —desde Alejandro Block y José Ingenieros, hasta Sanin Cano y Alfonso Reyes. De no soltarlo a tiempo me pierdo en su boscaje y umbría.

Me vi, de buenas a primeras —casi malas y de inmediato— abocado a enfrentarme con la conferencia, ya próxima e inamovible la fecha. Urgía la titulación para enviar las invitaciones a la imprenta, y pedí un momento con el auricular descolgado, mientras oscilaba entre Panorámica del 30 de septiembre, que me gustaba más, y la que decidí: Fijación histórica revolucionaria del 30 de septiembre. Naturalmente, como sucede siempre que uno intenta aislarse, tomar vacaciones, o encerrarse a leer, estudiar y escribir, menudearon las solicitaciones inesperadas y urgentes, las llamadas y enfermos que no pueden aguardar, el quehacer que interfiere y trabajo a cumplir. Y aquí de mis sudores y angustias, pupilaje quebrantado, afanes y prisas sincronizadas: por escribir la conferencia, enviar de inmediato las cuartillas "cúrrente calamo" a mi colaborador eficiente, Pedro Picó, encargado de "picar" los dittos para tirarlos y tratar de repartir tantos ejemplares como sea posible entre los asistentes al acto.

Si me conocen bien todos los asistentes, y no dudo de que me conocen algunos, estoy seguro de que saben mi modo y manera de entrar al ruedo y faena subsiguiente. Confieso que me encantaría atenerme en acción, esta vez como tantas, a la frase aquella de José Martí que me atrae singularmente "hay que ir a la verdad como le entra el carnicero a la res, con la manga al codo..." —que así dice en su esencia. Lo primero, y para llevar el gesto hasta donde anida la intención, sería limpiar, fijar y darle todo su esplendor a la fecha que hoy conmemoramos en su trigésimo sexto aniversario, y, en consecuencia tachar con deshonra y por afrenta, traidores y viles, borrándolos de las crónicas, anales y efemérides de la época —así que el pueblo los conozca y recuerde y dicte sentencia— a todos aquellos hombres identificados por sus nom-

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bres que, de algún modo faltaron al cumplimiento de sus deberes cívicos,

traicionaron los ideales que dijeron defender el 30 de septiembre —en cuyos hechos participaron más o menos activamente— y se han ausentado definitivamente dei país coinvirtiéndose en apátridas, ex ciudadanos, contrarrevolucionarios o gusanos. Con mayor razón aquellos que han atentado contra Cuba de algún modo o en alguna forma dolosa y emboscada. Empezaría yo, si me dejan elegir por Carlos Prío Socarrás y Aurelio Sánchez Arango, dualidad pareja de felones y pillos, granujas y cobardes que anduvieron juntos, enyugados a la misma carreta del deshonor y la molicie, un largo trecho. Y que no se le antoje a nadie excesivos estos epítetos, ni reprobables por la distancia que nos separa, porque al más engallado de los dos, aprendiz de nazi, pero sietemesino, le dije por escrito —y estaba aquí en dos artículos urticantes. —Estás perdido Aureliano— fue el primero, én la “Bohemia" aquella del aldabón, y en los días que subsiguieron al entierro de Eddy Chibás. El segundo en el 52, cuando se asiló cobardemente en la Embajada de México, y al que “Bohemia” le cogió miedo, y lo hice imprimir en mimeògrafo y folleto posteriormente, titulado este segundo artículo: "Dos tiros, dos conductas y el madrugón” que le enrostré al petulante de Aureliano, los adjetivos y calificativos que suenan como bofetadas y saben peor que un golletazo sonoro.

Una vez cumplida está saludable desinfección y limpieza, hay que proceder a ensalzar a los muertos que cayeron para levantares Inmortales en el recuerdo revolucionario, y recojo en dos nombres simbólicos, cuya memoria será perdurable por inmarcesible y que militan en la vanguardia de los jóvenes que saben morir, como buenos comunistas, en la trinchera del deber y dignamente. Los nombres de José Elias Borges, médico de muy bizarra figura, gallarda y viril la estampa apolínea, cultivado talento y muy clara inteligencia, comunista expulsado de Francia, y asesinado en La Habana cuando la huelga médica por un esquirol, que le tiró miedoso y sobre blanco móvil —iba Borges de pie, apoyado en el estribo y doblado el cuerpo en el interior de un automóvil; pero el disparo fue mortal y le encentró la aorta. De Gabriel Barceló y Gomita ha escrito Raúl Roa páginas de insuperable belleza. Veamos: "Era, como Rafael Trejo, un elegido de los dioses. Murió joven. Breve fue su vida. Fecundo su paso por la tierra. Recuerdo vívidamente nuestro primer encuentro. Como a Julio Antonio Mella, le conocí bajo el laurel frondoso, en días de refriega, el aire tenso, los corazones en línea, la Universidad cercada de jenízaros.

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La colina irreductible tenía la entraña estremecida por la protesta estudiantil contra la prórroga de poderes".

"Acababa justamente de cumplir los veinte años; pero ya le salía llameante por el cristal de los espejuelos el fuego redentor que lo abrasaba. Era uno de los conductores de la gallarda insurgencia. Y su visión política era tan certera y su inteligencia tan clara y madura y su afán de servicio tan limpio que, al ser expulsado de la Universidad por diez años, no fue a vincularse, como otros, a las filas seudodemocráticas del mendietismo, sino que, rompiendo valerosamente con la vida muelle y rosada que la pers-pectiva burguesa le brindaba, se ofrendó a los pobres y a los oprimidos, a los que sufren hambre y sed de justicia, a ésos que, según José Martí, "dan más goce con una mirada agradecida que el que dan, por las falsas alturas del mundo, el poder hueco y la riqueza venenosa".

..."Una mañana sofocante de agosto fuimos trasladados en grupos al Castillo del Príncipe. Y una noche, despertados bruscamente por "orden superior”, nos remitieron, como bultos, al llamado Presidio Modelo, sito en Isla de Pinos. Entre los veinticuatro revolucionarios que inauguraron el feudo espeluznante de Castells, como presidio político, iba también el joven de mirada fúlgida, frente amplia, palidez de asceta, gesto másculo y voz de true-no. Dos años estaría preso. Tuve oportunidad entonces, en la convivencia forzada de la prisión, de aquilatar aún más la calidad y reciedumbre de su espíritu y la rara penetración de su pensamiento. Explicaba El Capital de Marx, con singular lucidez, y vertía al español, con Pablo de la Torriente Brau, el Materialismo Histórico de Nicolás Bujarin. Alguna madrugada salía al patio con Pablo y conmigo a contemplar el radiante desfile de los luceros”.

... "Fue a toda hora fiel a sí mismo y a la doctrina marxista que fervorosamente abrazara. Y, como todo gran revolucionario, antepuso la vida de la causa comunista a su propia vida, quemada dramáticamente al servicio de aquélla". Murió en La Habana, recluido en el Hospital Calixto García, de tuberculosis generalizada, hematógena, y meningo-encefalitis tuberculosa, en los mismos días del asesinato de Borges. ¡El sino de nuestros comunistas gloriosos, la muerte violenta y la tuberculosis! Todavía acentúa mi voz doliente y grave su modulación de recogimiento íntimo, y asciende lenta en tono de epifanía, para mencionar dos nombres y hombres de la epopeya del 30 de septiembre

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que rubricaron con su sangre, y muerte de Rafael Trejo Morales, el contenido revolucionario y cubano, desbordado aquel día memorable, incontenible ya —aun represado, sujeto y aprisionado en cárceles y cuarteles, maniatado por bestias y por bestias carniceras torturado, y asesinados cientos y miles de sus víctimas y seguidores, y no pocos de sus líderes y dirigentes heroicos— por mantenedor invariable, sin meandros ni desvíos de su curso ineluctable y rumbo cierto, hasta culminar el primero de enero de 1959, fecha del triunfo definitivo y día luminoso en que se cierra ya para siempre, todo un ciclo revolucionario, y casi un siglo de conspiraciones frustradas; pero precursoras, desembarcos en que amagó el propósito anexionista, guerras de espanto, arrasadoras y desoladoras, contra el colonialismo, expoliación, esclavitud y opresión en que nos mantuvo sumidos por centurias, y desde el descubrimiento y colonización, el poder imperial y metropolitano de España, la tan odiosa y odiada, con su reyecía podrida, degenerada y pútrida, su sistema medieval oprobioso y explotador para su mismo pueblo, y que aún subsiste, su militarismo de casta y descastado, sanguinario y cruel —como su tricornio llamado guardia civil— y su clerecía cerril, órdenes monásticas y religiosas tipo A. M.D.G., penetradoras para expandirse, desfigurarlo todo y a su antojo y provecho, y sus curas menores y aldeanos y frailes de pan ganar, para integrarse el todo y ahora en el Opus Dei con garras de “Opus Diaboli” nazi-fascista, flechas y yugos franquistas del enano y sietemesino que martiriza al pueblo español.

Advinieron después, en Cuba martirizada, pero en sucesión apenas interrumpida nuevas tentativas e intentos de lucha —la llamada guerra chiquita— hasta la guerra de José Martí, elaborada pacientemente en años de calvario y vía-crucis por su genio político de muy amplia visión continental preparado todo, teoría y doctrina, en el sistema vertebral del Partido Revolucionario Cubano, idóneo para su tarea y responsabilidad, armas y bagajes, y, sobre todo enfervorizado el Pueblo Cubano. Los demás y restante quedó impreso en dolor y sufrimiento, y aunque lo enmascaró y mixtificó la mala historia que nos enseñaron durante años bien que se ha esclarecido en el tiempo, a través de la realidad brutal, obscurecida más que opaca, y por la fuerza de los hechos que advirtieron nuestros mejores hombres, denunciaron con su rebeldía y palabra limpia nuestros pocos intelectuales honrados junto a los estudiantes en marcha con Julio Antonio Mella a la cabeza, y en 1923, seguido bien pronto por Rubén Martínez VHiena, su hermano

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ideológico y fraterno amigo que ascendió con su bandera desplegada al viento; cerebro llameante entregado al comunismo hasta que lo rindió en mis brazos sin fuerzas para levantarlo la tuberculosis cómplice del imperialismo por enemiga de los grandes que se dan de por vida al servicio de los humildes y redención de los pobres mientras les hablan de Carlos Marx, Federica1 Engels y Vladimiro llich Ulianov o Lenin. Pero ¿No es cierto que hijo de José, carpintero, y hombre que fue Cristo, también padeció de tuberculosis? ¿No aseguran los mejores textos que le brotó agua del costado, que no sangre, al ser herido de una lanzada? Luego sufría de pleuresía, que se considera, científicamente, síndrome patognomónico y síntoma de tuberculosis, mientras no se demuestre lo contrario que muy pocas veces se comprueba.

En el todo nacional que describo a grandes trazos de apretada síntesis actuó desde agosto de 1925, fecha en que se constituye en La Habana, y por la vertebración de las Asociaciones fundadas en algunas ciudades y pueblos del país —San Antonio de los Baños, Manzanillo y otros— el bien estructurado Partido Comunista de Cuba en el que figura Mella como fundador desde el inicio de sus tareas y nombrado Secretario de Organización y Propaganda. Debo reconocer que el Partido se mantuvo siempre en la vanguardia de todos los movimientos que se dispusieron a luchar contra el sub- desarrollo, la explotación del hombre por el hombre y el imperialismo, y que sí estaba allí junto al estudiantado, cerca de sus miembros estudiantes, y que participó en contacto y orientación con los memorables sucesos y hechos ya históricos de aquel glorioso día. Uno de sus dirigentes fue herido gravemente, en la esquina de las calles San Lázaro y Belascoaín, y a poco se desangra apoyado contra el poste que se levanta en el ángulo —antigua esquina del Hotel Manhattan—, Isidro Figueroa Bontempo, alcanzó a recobrarse, y se curó después de su tuberculosis proletaria, eran ya otros tiempos de la tisíoterapía, no dejó nunca de ser marxista- leninista, trabaja y se mueve incansable, también en tareas volun-tarias, y añade ejercicios laríngeos para gritar a todo pulmón lleno y sano: ¡Patria o Muerte! Es un gran compañero y amigo leal que experimentó la satisfacción de verse reproducido en la primera página, y a plana entera, de aquel periódico que duró más de un siglo y de cuyo nombre no se acuerdan ya, más que aquellas personas mustias que aún añoran las crónicas y guías sociales de la refenecida época. El Diario de la M —así lo llamé siempre con

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cinco puntos suspensivos bien intencionados— quiso dejar constancia —a toda plana—, de la presencia de los comunistas en la demostración revolucionaria del 30 de septiembre. ¡Qué lejos estaba de pensar el Diario de la M que se abrió aquel día, para no cerrarse hasta el primero de enero de 1959, un tan largo y jadeante período de lucha, de levantamiento y descenso en la tónica revolucionaria, altibajos y frustraciones en que giraba el triángulo maldito de vértices podridos en las alturas del poder —así le llamé a la sucesión de Grau-Batista-Prio y Batista otra vez— descerebrado para todo lo que no fuese latrocinio y despilfarro, negocios sucios, B A.G.A. y trueques, —escribe Roa— y con Batista, y por Batista- Pedraza, toda clase de persecuciones, torturas, asesinatos y muertos a granel. ¡Qué lejos de sospechar el Diario de la M lo que a la postre le iba a costar todo aquello! Su desaparición total después de un siglo de servicios infamantes a los peores intereses anticubanos, a la monarquía y metrópoli españolas —auspiciador de los casinos y del cuerpo de voluntarios mantenido con los dineros del alto comercio— a la colonia superviva, que llamó el filósofo y Maestro Enrique José Varona —representada por los comerciantes mayoritarios y bodegueros y por las poderosas Sociedades Regionales— servidor no menos el Diario de sus intereses espurios, los de la clase dominante y dorada burguesía y alto clero —jerarquías eclesiásticas y compañía de Iñigo de Loyola, los jesuítas y condueños de la empresa regenteada por los “pepines” en que se deleitaba escribiendo sus virtuosismos literarios aquel padre melifluo de cuyo nombre no puedo acordarme. Y lo peor no fue la liquidación del “Diario” empozoñado —¡oh manes de Pepin el terrible, que tuvo la avilantez de insultar la memoria de Pablo de la Torriente Brau después de muerto!— lo intolerable fue que el Gobierno Revolucionario le entregara su palacio, pertenencias y maquinarias —gracias, Fidel— al órgano y periódico del Partido Comunista de Cuba, su acérrimo enemigo de siempre, aunque flaqueó alguna vez. Nada menos que al periódico “Hoy” ¡qué barbaridad extremista! ¡Ah! Se me olvidaba por muy sabido, que el Diario de la M ........ y del Real Apostadero de Marina, aquel anciano decrépito que arrastró su despreciable vida por más de 125 años, sirvió penitente y genuflexo, sí; pero no desinteresado —Pepin, buen hijo de D. Nicolás, era muy cuidadoso, y aprovechado, en sus transacciones mercantiles—, a su amo y señor1 presidente en Washington, al opulento y buen pagador tan impregnado del tufo y olor de santidad; el imperialismo yanqui!

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El libro antepenúltimo y vivaz, como todos los suyos, de Raúl Roa: "Escaramuza en las Vísperas y otros Engendros”, entra en materia desplegando otro título muy sugestivo: Palestra —que significa, Diccionario de la Real Academia Española, sitio o lugar de lucha— y se enciende de inmediato su verbo apasionado, erguido y tenso como una tizona y en un alegato formidable, acerado y directo, en que los argumentos y razones parecen estocadas que marcan y enjuician, sustentan y rubrican con fuego, examinan y analizan hasta los puros huesos, el tema continuado, y brillante girón de historia patria que intentó mancillar un periodista mendaz, aunque buen escritor, controvertido que pudo parecer el tema, en apariencia, por los sofismas y argucias, falacias y malabarismo verbales de aquel defensor de sus puntos de vista, y agresor contumaz, y aprovechado en el fondo, del asunto debatido: columnista hábil el defensor agresor —que disponía de su periódico— y ágil polemista de malas causas aquel inolvidable —Q.E.P. no descanse, Ramón Vasconcelos Maragliano se llamó este malvado de toda su vida que tanto daño hizo con su pluma aguzada de politician, y mejor entintada (de vitriolo) máquina de escribir pro domosua. Vasconcelos —vascomplata lo apodó Eduardo Chibas— fue, deshizo, en ésta su tierra cuanto quiso, y se fatigó de tanto defender, y exaltar, a las peores tiranías y dictaduras que la ensangrentaron con sus crímenes, atropellos y torturas, y la ofendieron y humillaron con su lacayuno sometimiento al yanqui y a lo yanqui, con sus infamias de todo tipo, latrocinio, y pillaje, y apadrinamiento bien tarifado del juego, la prostitución, drogas estupefacientes y extensión embrutecedora del alcoholismo elegante y exterior, "wisky y brandy" y del interior y más barato ron, aguardiente, “mofuco” y palmita; pero Vasconcelos hizo más, y mucho más, y dedicó miles de cuartillas en su columna diaria, mojada su pluma en tinta de “Columbia” —la cueva abyecta de los cuartelazos bastitanos, su rey y señor—, a luchar denodado, sin tregua ni fatiga, contra la Universidad y los estudiantes revolucionarios y contra todo lo que sospechaba, y sabía, porque tenía talento y buen olfato, que venía ganando el subsuelo desde la historia viva y hondón de la conciencia cubana, bien esponjada y alerta, y que no tardaría en aflorar con estallido tronante y violencia incontenible. ¡Cuánto y cómo insultó, injurió, maltrató e hirió Ramón Vasconcelos a la fuente nutricia y llama rebelde que borboteaba crepitante y ardía en la colina noche y día, a los comunistas e intelectuales honrados y patriotas, a todos los movimientos que venían cuajando y se ex-tendían penetradores como oriflamas y ya al insurgir! ¡Cómo y cuánto mentía dolosamente en sus ‘‘Entreactos" de su periódico

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“Alerta”, aquél de la pajarita avergonzada de tantas desvergüenzas que debió presenciar y oír. ¡Cuánto y cómo agitó Vasconcelos la confusión entre sus lectores, que sí los tenía, y de buena fe no pocos. En la intimidad de sus conmilitones, oficiales de dedo, brigadieres y generales de opereta, en el coro de sus politiqueros y alabarderos, cuántas celebraciones, sonrisas de amable condescendencia y entendimiento, y hasta aplausos a su ingenio y desvelo por la causa de todos sus compinches, desvergonzados y picaros! Es cierto que perro viejo, aunque huevero, atenuaba el tono, perdonaba vidas y aparecía en contradicción consigo mismo y sus catilinarias. Era ésta su manera y estilo alguna vez; pero también la de cubrirse las espaldas, y por si acaso todo el andamiaje se le venía al suelo y tenía que poner los pies en polvorosa. Una ventana entreabierta es siempre aconsejable para toda maniobra de los tránsfugas.

Lo he retratado sin retoques, tal y como fue en su dilatada vida política, periodística y ciudadana al servicio de la república y como ordeñador ágil y de manos largas, hasta la última gota; pero llegó el Comandante y “mandó a parar”. Y aquí del corre corre y fuga, en obediencia a una frase histórica atribuida a otro “padre de la patria” y ordeñador diestro de pigmentación melánica generalizada: el gran Aquilino Lombard, también de genuina extracción liberal como nuestro biografiado. Fue en el pueblo del Perico, con ocasión de una concentración y mitin, con “chambelona” y todo. Sonaron disparos propios de la época, aunque no aparecían en el programa, y Aquilino, político prudente y liberal de filiación, conservador de su envoltura mortal, gritó el primero a pulmón lleno, mientras la piel se tornaba grisácea y acentuaba al máximo, bruscamente, su reflejo pilo motor, que los irreverentes llaman “carne de gallina”: ¡A correr, liberales del Perico! La orden estruendosa fue acatada en silencio, y al segundo el parque quedaba vacío, con una buena cosecha de sombreros de los llamados de pajilla.

Pasó algún tiempo, varias "noche buenas” quedaron atrás, y aquel corazón de Ramón Genio y Figura empezó a sentir síntomas de una enfermedad celta, galaico portuguesa, que nombran en las riberas del Miño morriña saudade. Esta pasión del ánimo, nostalgia de la lengua española, decidió a Vasconcelos a impetrar de la Revolución perdón y olvido para sus culpas y permiso de vuelta que le permitiera entregar a la que fue su tierra los despojos de su vida. La Revolución, tan generosa, le otorgó el ansiado retorno y pasó sus últimos años olvidado en la playa de Tarará.

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Confieso que un tanto alarmado de este reingreso, y porque conocía de

sus andanzas, idas y venidas, le propuse a Raúl Roa, sin mayor insistencia, sumar en un solo cuerpo, y losa lapidaria definitiva, que lo enterrara para siempre y cuanto antes, nuestros dos alegatos terribles, demoledores como sendos martinetes. El de Raúl, primero en el tiempo, escrito entre septiembre 7 y diciembre 21 del año 47, —menos encrespado y rijoso, aunque no mesu-rado y menos sereno; pero analítico y abrumador de razones contundentes; el mío es del año 52, inmediatamente posterior al Madrugón de marzo, y que me desaté a escribir tan pronto la veleta de Vasconcelos se imantó a Columbia y ligó al cuartelazo, para arremeter contra la F.E.U. y su Universidad apoyado en su general Batista y trinchera de cuarteles. La portada de mi folleto es todo un poema satírico a tres colores: la estatua del Alma Máter que simboliza a la Universidad, en rosa violeta, al fondo; en el primer plano un pelele recortado de una plana de "Alerta" en color olivo, que moja su pluma en un casco militar, tiene encentrado en el pecho un "Entreacto” del periodista que tituló “Equilibrio”. Corona el pelele la pajarita de "Alerta", y se lee el título de arriba hacia abajo que reza: "Don Ramón Genio y Figura. Boceto de Pelele. —En Defensa de la Universidad —Finís Ramón”. De sus sesenta y tantas páginas, con bibliografía al final, leí algo más de la mitad en la Universidad de Oriente, invitado que fui, y el todo en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la misma noche en que permanecía tendido el cadáver del primer estudiante asesinado por aquel chacal del bestiario batistero que se llamó coronel Salas Cañizares, bien pronto ascendido a general. Durante mi exposición se repartió el folleto a todos los asistentes, que no pasaban de cien, por el terror en que vivía ya la ciudadanía. En Oriente se personó en la Universidad aquella mala bestia, que respondía por su grado de coronel o teniente coronel, de apellido Chaviano, vestido de civil y a indagar el objetivo de mi visita. Como le dijera que lo sabría ampliamente al día siguiente, en que transmitiría por radio una entrevista sin limitaciones, se marchó tranquilo. No debo adjetivar mi folleto; pero sé que es una catapulta y pedrea continuas. No conocía el de Raúl cuando lo publiqué en tirada de cinco mil ejemplares. Ramón Vasconcelos dio la callada por respuesta. No aceptó el emplazamiento, ni acudió al envite. Bien sabía que la polémica con cualquiera de los dos constituía una dura pelea; pero con ambos y a la vez, o sucesivamente, la derrota era segura y aplastante. Prefirió callar, asimilar y rumiar los bandazos.

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Todas estas cosas no jugaron en un plano colateral y alejado del proceso y los sucesos, que actuaron con toda su fuerza de entonces, y era poderosa, en todo momento, y en la proximidad del vórtice, tratando de frenar, desviar, detener y aplastar, el ascenso de la conciencia revolucionaria en el pueblo, proletariado y masas, esforzándose en la denuncia, desfiguración y vituperio de los hechos en marcha. Hay que pensar lo que significa y pesa la conjunción publicitaria, y convergencia de intereses económicos y políticos, de dos empresas periodísticas, “Diario de la M . . . " y "Alerta” y cuyo personal de máquinas, redacción, administración y de oficinas cobraba de los fondos del erario público, y estaban vendidas las editoriales, de consiguiente, al corrompido gobierno de turno y saqueador sin medida. Cuando se conoció al triunfar la Revolución, cuánto le costaba a Cuba su prensa venal y lo que cobraban mensualmente del tesoro nacional sus directores encanallados, el pueblo entró en asombro y pudo explicarse muchas desvergüenzas y el porqué de no pocas conductas deshonestas. ¡Basta ya de náuseas!

De ex profeso dejé para nombrarlos al final, y ensalzar sus figuras al tan alto nivel de sus merecimientos a Rafael Trejo González y Pablo de la Torriente Brau. La semblanza de Trejo queda en manos de Roa, que escribió, a los veinticinco años de su muerte, páginas de transida belleza que precisan los rasgos esenciales de su biotipo, carácter, temperamento y conducta. Dice Raúl Roa: “Era, sin duda, un joven llamado a altos destinos. Clara inteligencia denotaba su ancha frente, pureza de espíritu su cándida jovialidad, carácter entero su enérgico mentón, fina sensibilidad su quijotesco sentido de la vida. La alegría se le derramaba por los poros al sentirse ya estudiante universitario. Pero si yo hubiera sido un genuino buceador de almas me habría sido perceptible en sus ojos, al estrecharle la diestra, esa leve tristeza de “los seres que han de morir temprano".

"Aquella lluviosa y sombría mañana recibió su bautismo de fuego nuestra generación, sufrió decisivo impacto la tiranía de Machado y afloró impetuosa el ansia soterrada de rectificación y cambio del pueblo cubano. Si en otros aniversarios yo he reconstruido el episodio mirando más a su génesis, a los factores objetivos que lo condicionan y a sus ulteriores repercusiones, que a los dichos y hechos del principal protagonista, ahora quiero evocarlo centrándolo en éste. Aún me parece estarlo viendo prodigando arrestos y quimeras en nuestras cotidianas tertulias bajo la romántica fronda del centenario laurel. Diríase que fue ayer por la

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limpidez y lozanía de la imagen. Y, sin embargo, ya estamos a punto de doblar el cabo de la madurez los sobrevivientes de la tormenta”.

‘‘Extraña y significativa coincidencia. Rafael Trejo ingresó en la Universidad un 30 de septiembre. Y, asimismo, advino a la existencia en el propio mes en que le fue arteramente segada. Nació el 9 de septiembre de 1910, en la pintoresca villa de San Antonio de los Baños. Su padre Rafael Trejo Loredo, trabajaba en el Ayuntamiento de la localidad; Adela González Díaz, la madre, era maestra rural. Hombre resuelto a labrarle un porvenir a sus hijos Felo y Mayito, Trejo se curvaba, afanosamente, durante las noches, sobre los códigos. La esposa atendía, con celo admirable, a los deberes del magisterio y a los quehaceres del hogar. Era dulce de carácter y firme de espíritu. De no haber sido "un diamante con alma de beso”, no habría podido sobrellevar erguida su irremediable desolación”.

La tónica rebelde del estudiantado en y durante los cursos 1927-28-29, oscila al compás de la represión y sucesos. El 27 se inicia en noviembre 2 porque el anterior se cierra en octubre alargado “por la intensa agitación estudiantil contra la reforma constitucional y prórroga de poderes y los subsecuentes consejos de disciplina”. ‘‘Los ánimos continuaban enfurecidos por la arbitraria expulsión de los componentes del Directorio Estudiantil Universitario, condenados a penas que fluctuaban entre dos, cuatro, seis, ocho, diez y quince años... ” Siete días después, 9 de noviembre, "otro consejo de disciplina a cincuenta estudiantes; pero la muchachada forzó la puerta con un madero e impidió que el consejo se consumara. Entre los organizadores de la jacobina embestida, figuró en primera línea Rafael Trejo. Trece estudiantes, incluyendo a Trejo, fueron provisionalmente expulsados esa propia tarde por resolución rectoral y más de seiscientos quedaron sujetos a expediente disciplinario. El Consejo Universitario dictó la total suspensión de las actividades docentes y académicas y un batallón de infantería acampó en el Patio de los Laureles”.

“Las clases se reanudaron en febrero de 1928 en condiciones sobremanera adversas al estudiantado. El aplastamiento de la protesta, la amenaza de expulsión y el régimen cuartelado imperante obraron de inmediato en efecto apetecido por el gobierno y el rector, Octavio Averhoff. Por otra parte, la amonestación a los seiscientos estudiantes encartados contribuyó a serenar las aguas. La bravia torrentera pareció represada y el curso terminó sin dificultades. En idéntica atmósfera de sometimiento y terror se desenvolvió

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el siguiente. Casi inadvertido pasó el asesinato de Julio Antonio Mella". “En este largo y ominoso interregno, los pocos que permanecíamos sin

doblar la rodilla ni rendir el espíritu fundimos voluntades y anudamos sentimientos e ideas... ’’

"A Rafael Trejo, que poseía una memoria excelente, le daba, a menudo, por recitar parrafadas de Ingenieros. Pero su apotegma preferido era uno de Juan Montalvo. que llevaba a pupilo en la boca: “Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar el mundo”. “El año de 1929 marca una etapa decisiva en el proceso de radicalización creciente de las clases sociales más oprimidas y explotadas de la población. Numerosas huelgas parciales, con ritmo y ámbito cada vez más amplios, habrían de confluir y culminar en la huelga general política del 20 de marzo, organizada básicamente por el Partido Comunista y dirigida por Rubén Martínez Villena. Este hecho fue un acicate decisivo para la juventud estudiantil”.

Reconoce Roa y afirma, en esta su biografía apretada de Rafael Trejo, cuánto pesó aquel 27 de noviembre del 29, sobre los acontecimientos posteriores, y que se articularon hasta desencadenar los sucesos del 30 de septiembre y dice: "Aquel día empezó a fermentar en la conciencia de la juventud universitaria la determinación de encararse abiertamente con el régimen. El 30 de septiembre nació aquel 27 de noviembre... ” Relata después, el hecho ruidoso del arrancamiento y desaparición de la tarja, gobiernista por su inscripción, que obstentaba la Escuela de Derecho en su exterior; su hallazgo ocasional posterior, y todo el período febril de reuniones clandestinas y acciones que precedieron al estallido.

“Una noche, cuenta Roa, apareció en el local un fornido mocetón de frente montuosa, voz profunda, sonrisa franca y ademán resuelto. Era Pablo de la Torriente Brau. Le referí, a trazos, nuestros empeños y objetivos. Los ojos relampagueaban de gozo y se le estremeció la musculatura. Concisa y tajante fue su respuesta: Considérame ya incorporado. Yo siempre he antepuesto mi deber a todo. Y, sin darme tiempo a abrazarle, inquirió: ¿Cuándo y dónde es la próxima reunión?”.

“La Habana amaneció el 30 de septiembre de 1930 trémula de apresiones y entoldada de brumas. Se respiraba una atmósfera de tragedia. La guarnición del Castillo de la Fuerza había sido reforzada la noche anterior. Doce ametralladoras fueron emplazadas en sitios estratégicos de la ciudad. La policía fue acuartelada. Un

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batallón de artillería de costas se había guarnecido en el jardín El Crisantemo. En Columbia dos escuadrones del Tercio Táctico esperaban órdenes”.

"No obstante las dramáticas perspectivas, los conjurados fueron concentrándose a la hora convenida. Policías, a pie y a caballo, patrullaban la Universidad y sus aledaños. A la cabeza de la fuerza, pálido de ,miedo, el inspector Antonio B. Ainciart. Pronto se circuló la consigna: al parque Alfaro. De allí partiríamos en manifestación hacia el Palacio Presidencial a demandarle a Machado la renuncia en su propia cara... ”

...‘‘¡Muera Machado! ¡Abajo la tiranía! Un toque de clarín ahogó el tumulto y enfebreció aún más los ánimos... La manifestación se organizó y puso en marcha... No portábamos más armas que las bofetadas de Pepelin Leiva y Pablo de Ja Tórnente Brau. ¡Muera Machado! ¡Abajo el imperialismo!”

"Fogonazos repetidos mancharon de blanco la mañana gris... Ainciart, revólver en mano, dirigía la dragonada. Blasfemias y gritos. De repente se desplomó con la cabeza ensangrentada Pablo de la Torriente Brau. . . "

‘‘La acometida era irresistible. Rafael Trejo, en corajudo arranque, se enredó en un cuerpo a cuerpo con un policía... Sonó una descarga. Trejo se derrumbaría chorreando sangre, sobre el pavimento. .. Agredido por la espalda, Rafael Trejo, ha tenido la desgracia y la gloria de ser la víctima necesaria... "

"Horas más tarde expiró Rafael Trejo... Millares de hombres y mujeres escoltaron su cadáver hasta el cementerio. Abrió la marcha del imponente desfile el Directorio Estudiantil Universitario. Las mujeres se disputaron el féretro —cubierto con la agujereada bandera del 30 de septiembre— en el trayecto final. Sobre la tumba del héroe cayeron lágrimas y claveles y se alzaron juramentos y anatemas. Tribuna y trinchera sería aquella tumba en los días venideros, preñados de proezas y horrores... "

"Rafael Trejo había muerto; pero su nombre era norte y bandera. En compacto haz se irguió, a su conjuro, el pueblo cubano hasta derrocar el machadato en memorables batallas...”

Transfigurado en símbolo, Rafael Trejo vive hoy, como antorcha resplandeciente, en el cuerpo sangrante de nuestra historia. Seguirá vivo y actuante ya coronado el proceso de redención nacional que reanudó hace 36 años con su sacrificio. Los hombres que supieron morir en servicio y entrega van en el ímpetu, afán y victoria

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de ésta que es la Revolución de todos los que lucharon a vida o muerte por alcanzarla para siempre y por siempre la cuidan y defienden a ¡Patria o Muerte!

¿La fijación histórica revolucionaria del 30 de septiembre? Bien explícita queda en una frase que pertenece de por mitad a Raúl Roa: “El pueblo cubano entró de nuevo en Revolución el 30 de septiembre, y ya salió en su órbita inmarcesible al coronarla en brazos de Fidel y sus valientes el primero de enero de 1959, la fecha que cierra el ciclo del heroísmo y del oprobio y abre el milenio de la dignidad, independencia y soberanía, del socialismo en desarrollo y del comunismo en el horizonte sensible. ¡Patria o Muerte”!