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No debería escribir pero no encuentro otra manera de liberar todo lo que pienso. No debería entregártelo pero seguramente lo tendrás en tus manos, inevitablemente. No debería pensar más en esto después de la última conversación que tuvimos pero no puedo evitarlo. No sé de qué manera empezó para mí esta situación, llego de la mejor manera posible: sin intención. Te descubrí casualmente dentro de conversaciones donde me fui enredando con los detalles, fragmentos y pormenores de tu vida que fuiste revelando de golpe, lo que identificabas muchas veces como tu mayor defecto pero siempre lo pensé como un rasgo irrepetible. Te fui idealizando lentamente, imponiéndote pensamientos imaginarios y virtudes irreales, pero cumpliste con el pronóstico ilusorio. En algún punto, con la tranquilidad que me daban tus mensajes, la sorpresiva insistencia que tenía por tratar de alegrarte, el embrujo del vaivén del lunar que se desliza con cada curva de tu sonrisa, entendí que me gustas ya sin dudas, sin preguntas ni respuestas. Así, mucho tiempo después de haberte visto por primera vez, de saludos e intercambios de palabras de no más de 5 minutos te vengo a descubrir. Entendí que quiero conocer cada detalle de ti, cada borde, cada extremo, leerte como una novela interminable. No sé qué pasará después de las razones que me expusiste, pero guardo intacta una esperanza, guardo tu horizonte inalterado, y a pesar de que debería alejarme de ti como te lo dije, seguramente solo podré a ratos. No escribo esto para que lo leas, me convenzo haciéndolo de golpe en el primer pale que encontré. Y no niego que me recorre un sentido de ridiculez. Quizás en otras circunstancias. Lo escribo para mí, a manera de consuelo. No sé si lo leerás y si lo haces, conozco mis impulsos, no sé qué habrá pasado entre el instante en que se secó la tinta y el momento en que tus ojos resbalan a través de las palabras. Pero bueno ya está, para bien o para mal.

Fin

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Page 1: Fin

No debería escribir pero no encuentro otra manera de liberar todo lo que pienso. No debería entregártelo pero seguramente lo tendrás en tus manos, inevitablemente. No debería pensar más en esto después de la última conversación que tuvimos pero no puedo evitarlo.

No sé de qué manera empezó para mí esta situación, llego de la mejor manera posible: sin intención. Te descubrí casualmente dentro de conversaciones donde me fui enredando con los detalles, fragmentos y pormenores de tu vida que fuiste revelando de golpe, lo que identificabas muchas veces como tu mayor defecto pero siempre lo pensé como un rasgo irrepetible. Te fui idealizando lentamente, imponiéndote pensamientos imaginarios y virtudes irreales, pero cumpliste con el pronóstico ilusorio. En algún punto, con la tranquilidad que me daban tus mensajes, la sorpresiva insistencia que tenía por tratar de alegrarte, el embrujo del vaivén del lunar que se desliza con cada curva de tu sonrisa, entendí que me gustas ya sin dudas, sin preguntas ni respuestas. Así, mucho tiempo después de haberte visto por primera vez, de saludos e intercambios de palabras de no más de 5 minutos te vengo a descubrir.

Entendí que quiero conocer cada detalle de ti, cada borde, cada extremo, leerte como una novela interminable.

No sé qué pasará después de las razones que me expusiste, pero guardo intacta una esperanza, guardo tu horizonte inalterado, y a pesar de que debería alejarme de ti como te lo dije, seguramente solo podré a ratos.

No escribo esto para que lo leas, me convenzo haciéndolo de golpe en el primer pale que encontré. Y no niego que me recorre un sentido de ridiculez.

Quizás en otras circunstancias.

Lo escribo para mí, a manera de consuelo. No sé si lo leerás y si lo haces, conozco mis impulsos, no sé qué habrá pasado entre el instante en que se secó la tinta y el momento en que tus ojos resbalan a través de las palabras.

Pero bueno ya está, para bien o para mal.