Financial Times - Todavia Sirve El PIB

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  • 8/16/2019 Financial Times - Todavia Sirve El PIB

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    NEGOCIOS 25LATERCERA  Domingo 20 de julio de 2014

    Reportaje©The Financial Times Ltd., 2014. Todos los derechos reservados.

    ¿Todavía sirve el PIB?Los gobiernos y la prensa seobsesionan con la medida,mientras los estadísticos lamodifican. Pero ¿cuál es elverdadero punto del PIB ypodrá alguna vez medirsecon precisión?

    Por David Pilling 

    ¿Qué tienen en común los preciosde los servicios de peluquería enBeijing y los servicios sexuales enLondres? La respuesta es que, de-pendiendo de cómo se los mida o in-cluso si es que se los mide, el tama-ño de las economías de China yGran Bretaña se expandirá o contra-erá como un acordeón.

    En abril, los estadísticos que traba-jan bajo la égida del Banco Mundialdeterminaron que el Producto Inter-no Bruto de China era mucho másgrande de lo que habían pensado an-tes. China estaba, de hecho, a puntode superar a Estados Unidos como lamayor economía del mundo, muchosaños antes de lo esperado. ¿La razón?

    Los estadísticos habían estado sobre-estimando los precios de todo, desdecortes de pelo hasta fideos. Como re-sultado, estaban subestimando el po-der adquisitivo de los chinos y, por lotanto, el tamaño de la economía.

    En junio, los estadísticos británi-cos también hicieron algo de magia.Declararon que la economía del Rei-no Unido (ciertamente, sólo unafracción del tamaño de la de China)era 5% más grande que lo estimado.Fue como si hubieran descubierto derepente miles de millones de librasen ingresos anuales detrás del sofá dela nación. Aquí, la explicación eramás simple. Entre otros ajustes a sumetodología, los estadísticos co-menzaron a contar la “contribu-ción” económica de la prostitucióny las drogas ilegales.

    El Producto Interno Bruto se ha con-vertido en un término ubicuo. Es laforma en que medimos el éxito eco-nómico. Los países se juzgan segúncuánto tengan. Los gobiernos pue-den subir o caer según el grado de efi-ciencia con el que lo generen sus eco-nomías. Todo, desde los niveles dedeuda hasta la contribución del sec-tor manufacturero, se mide en rela-ción con él. El PIB es lo que mueve almundo. Sin embargo, ¿qué quieredecir exactamente? Fuera de unospocos expertos, la mayoría de las per-sonas sólo tiene una comprensiónmodesta. De hecho, cuanto más se

    ahonda en el concepto del PIB, una delas ideas más importantes en la vidamoderna, más resbaladizo se vuelve.En palabras de Diane Coyle, un eco-nomista que hace poco escribió un li-bro entero sobre el tema, “el PIB es unaentidad inventada”.

    Coyle defiende el PIB como herra-mienta para la comprensión de laeconomía, siempre y cuando enten-damos sus limitaciones. Cuando ha-blé con ella por teléfono, se mostródivertida por lo que llamó “el fandan-

    go periódico” y “ritual público” queacompaña la publicación trimestralde los datos del PIB. A pesar de quelos números están a menudo dentrodel margen de error y son revisadosde manera rutinaria, les damos tan-to significado como un sacerdote asus liturgias.

    El título del libro de Coyle, PIB:Una historia breve pero cariñosa, deja clara su lealtad básica hacia elconcepto. Sin embargo, advierte, “noexiste un PIB por ahí esperando sermedido por los economistas. Es unaconstrucción artificial... una abstrac-ción que suma todo, cepillos de uñasy de dientes, tractores, zapatos, cor-tes de pelo, consultoría de gestión,limpieza de calles, enseñanza deyoga, placas, vendas, libros y todoslos otros millones de productos yservicios”. Las personas que midenel PIB, entonces, no están embarca-das en una empresa científica, comoel descubrimiento de la masa de unamontaña o la longitud de la tierra. Encambio, se dedican a lo que equiva-le a un acto de imaginación.

    El PIB es una idea sorprendentemen-tenueva. Las primeras cuentas nacio-nales que se asemejan a las modernasfueron producidas en Estados Unidos,en 1942. No es especialmente extrañoque los gobiernos no se molestaranmucho por conocer el tamaño de suseconomías antes de esa fecha. Hastala revolución industrial, las socieda-des agrícolas apenas crecían. El tama-

    no? También quería restar publicidad(por inútil), actividades financieras yespeculativas (por peligrosas) y el gas-to público (tautológico, ya que eranimpuestos reciclados). Cabe pensarque no habría estado encantado conla idea de que cuanta más heroína seconsume y prostitutas se visitan, mássaludable es una economía.

    Kuznets perdió su batalla. Las cuen-tas de ingresos nacionales modernosincluyen las ventas de armas y losservicios de banca de inversión. Nodistinguen entre “bienes” sociales,por ejemplo, el gasto en educación, y“males” sociales (o necesidades),como el juego, la reparación de los da-ños tras el huracán Katrina o la pre-vención de la delincuencia (los paísessin mucha delincuencia pierden en laactividad económica relacionada,como guardias de seguridad y repa-ración de ventanas rotas). El PIB esamoral. Se define simplemente comoel valor monetario total de todo loproducido en determinado período.

    Lo primero que hay que entender so-bre el PIB es que es una medida de flu-jo, no destock . Un país con un alto PIB

    podría haber abusado de su infraes-tructura durante años para maximi-zar los ingresos. A veces, a EstadosUnidos, con sus aeropuertos añososy carreteras menos que prístinas, se leacusa precisamente de eso.

    Tampoco toma en cuenta los recur-sos agotados. China ha estado cre-ciendo al 10% anual durante 30 años.Eso no considera las (presumible-

    mente) finitas reservas de petróleo ygas que ha estado consumiendo (el su-puesto es que la tecnología siemprevendrá al rescate). Tampoco repre-senta lo que los economistas llaman“externalidades”, los subproductosdel crecimiento, incluyendo la conta-minación. Lo que pueda llegar a cos-tar limpiar ríos contaminados y res-taurar los bosques talados no con-cierne al PIB.

    Coyle me dijo que el PIB no provee“sentido de la compensación entre elpresente y el futuro”. La innovaciónpuede ayudarnos a encontrar alterna-tivas a los recursos finitos, como losmetales, pero el PIB no toma en cuen-ta la sostenibilidad. Eso nos deja vul-nerables a “puntos de inflexión”,como el repentino colapso de las po-blaciones de peces.

    Incluso el mecánico asunto de medirtodo lo producido no es tan fácil comoparece. Tomemos una pieza de pan,el ejemplo proporcionado por el eco-nomista Ha-Joon Chang, cuando fuia verlo a Cambridge. En la valoraciónde la barra de pan, si contamos tam-

    bién la levadura y la harina que se usó,entonces estamos contando dos veces,dijo. La producción se mide por el va-lor añadido: se calcula el valor delpan, menos el valor de los insumos in-termedios, producidas, por ejemplo,por el molinero. El pan es un produc-to relativamente simple. Pero trate dehacer el ejercicio del valor agregado deun auto o un iPhone, que se basan encadenas de suministro mundial extre-madamente complejas. No es extrañoque el Sistema de Cuentas Nacionalesde las Naciones Unidas, un manual decómo medir el PIB, tenga más de 700páginas.

    El PIB es mejor midiendo cantidadque calidad, dijo Chang, quien publi-có recientemente un libro, Econo-mía: Guía del usuario, en el que lan-za una mirada pícara sobre nuestrosatesorados supuestos económicos.Tome un cubierto de cuchillo, tene-dor y cuchara. En términos de pro-ducción, una de tres cucharas es igualde buena. En términos de calidad devida, claro que no. Coyle llama al PIBun “artefacto de la era de la produc-ción en masa”.

    De hecho, uno de los mayores fra-casos del PIB es lo malo que resultapara la captura de servicios. Eso esbastante problema, dado que los ser-vicios representan en la actualidaddos tercios de la producción de mu-chas economías avanzadas. Los esta-dísticos son bastante buenos para me-

    dir cosas que pueden caerles en elpie, como ladrillos y barras de hierro.Pero luchan por medir los intangibles,como paisajismo, los contratos demantención de motores o derivadossintéticos. ¿Cómo se compara la pro-ducción de un neurocirujano en Bra-sil, un mecánico en Alemania y unbanquero de inversión en Nigeria?

    Volvamos al ejemplo del corte depelo en Beijing. Dado que no se pue-

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    ño de una economía era casi en su to-talidad una función de la poblaciónnacional. En 1820, China e India re-presentaban casi la mitad de la acti-vidad económica mundial, simple-mente, por la cantidad de personasque vivían allí.

    Simon Kuznets, el economista bie-lorruso-estadounidense, al que a me-nudo se le atribuye la invención delPIB en 1930, desde el principio teníaserias reservas sobre el concepto. Coy-le me dijo: “Él hizo gran parte de laejecución, pero conceptualmentequería algo diferente. El PresidenteFranklin Delano Roosevelt le habíapedido a Kuznets que llegara a unaidea más precisa de un Estados Uni-dos post-crash que parecía atrapadoen una recesión interminable. Roo-sevelt quería impulsar la economía através del gasto en obras públicas.Para justificar sus acciones, necesita-ba algo más que fragmentos de infor-mación como movimiento de cargaso la longitud de las colas en los come-dores abiertos. Los cálculos de Kuz-nets indicaron que la economía se ha-bía reducido a la mitad entre 1929 y

    1932. Era una base mucho más sóli-da sobre la que actuar.

    Cuando se trataba de datos, Kuznetsera meticuloso. Pero ¿exactamentequé había que medir? Él se inclinó porincluir sólo las actividades que creíaque contribuían al bienestar de la so-ciedad. ¿Por qué incluir el gasto en ar-mas -razonó- cuando la guerra clara-mente perjudicaba el bienestar huma-

    RR El Producto Interno Bruto se ha convertido en un término ubicuo. Es la forma en que medimos eléxito económico. Los países se juzgan según cuanto tengan.

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    ©The Financial Times Ltd., 2014. Todos los derechos reservados.

    de saber el precio pagado por cadacorte de pelo, es necesario tomar unamuestra. Se puede determinar que,en promedio, un corte de pelo enBeijing cuesta la mitad que uno enNueva York. Pero ¿cómo se sabe queson comparables? ¿Se juzga la calidaddel corte de pelo, la habilidad del pe-luquero, el brillo de la decoración?¿Debemos juzgar la eficiencia de unaenfermera por la cantidad de pacien-tes que ve en un día o la calidad de laatención prestada? En términos es-trictamente mecánicos, se puede au-mentar la eficiencia de una orquestafilarmónica al tocar conciertos al do-ble de velocidad.

    Se puede decir que ese no es elpunto. Un servicio vale lo que sopor-te el mercado. Nadie va a pagar porescuchar una orquesta acelerada.Pero hay una cuestión más funda-mental en juego. ¿Es siempre más deun determinado servicio, mejor? Esaes la implicación clara de la forma enque medimos el PIB. Tome la banca.Antes de la crisis financiera de 2008,el tamaño de la industria financieraen Estados Unidos había aumenta-

    do astronómicamente, para llegar acasi el 8% del PIB en 2009 (eso fue,en parte, resultado de los cambios enla forma en que se mide la banca). Sinembargo, un sector bancario másgrande, como descubrimos poste-riormente, no es necesariamenteuna buena cosa. Gran parte de su ta-maño se debía a un aumento de la ca-pacidad para generar productos “so-fisticados”, algunos de los cuales re-sultaron ser tóxicos. Dada laprolongada recesión que siguió alcolapso, se podría argumentar plau-siblemente que un sector financie-ro ampliado destruyó PIB en lugar decrearlo. Si la banca se hubiera resta-do del PIB en lugar de sumarlo, comohabía propuesto Kuznets, es plausi-ble especular que la crisis financie-ra nunca habría ocurrido.

    La industria médica es otro ejemplo.Estados Unidos gasta casi 18% de suPIB en salud. Gran parte de eso loconsumen seguros, costos infladosde medicamentos y procedimientosinnecesarios. Los resultados, en tér-minos de esperanza de vida y años devida saludable, no son obviamentemejores que en los países que gastanla mitad. Vale la pena preguntarse, porlo tanto, si Estados Unidos no estaríamejor si el gasto en salud contribuye-ra menos al PIB, no más.

    Si algunos servicios están sobrees-timados, otros no se cuentan en ab-soluto. El PIB toma sobre todo en

    cuenta cosas que se compran y ven-den. Sectores de actividad no comer-cializados son totalmente invisibles.El más obvio es el trabajo doméstico.No hay un valor monetario en abso-luto asignado a cocinar, limpiar, criara los hijos y el cuidado de las perso-nas mayores o discapacitadas en el ho-gar. Eso es, en parte, porque este tipode trabajo, a menudo realizado pormujeres, está infravalorado. Tambiénes difícil de estimar. Sin embargo, nocontar el trabajo doméstico es en cier-

    to modo absurdo. En Japón, el gobier-no está haciendo campaña para quemás mujeres trabajen, con el fin de au-mentar el PIB. En muchos sentidos,esta es una buena idea. Sin embargo,vale la pena llevar a cabo un experi-mento teórico. Imagine que muchasde las mujeres nominalmente desem-pleadas están cuidando niños o adul-tos mayores. Ahora, por decreto, cadauna de esas mujeres debe trabajar enla casa de al lado, donde, por una ta-rifa por hora, pueden cuidar de unhijo o padre de su vecino. De un díapara otro, el PIB de Japón sería másgrande. Pero en términos de trabajorealizado, absolutamente nada ha-bría cambiado. La única diferencia se-ría que el abuelo se preguntaría quiénes el extraño que lo cuida -y el gobier-no habría encontrado una nueva fuen-te de ingresos tributables.

    La creciente desigualdad, un temade interés repentino y urgente en laseconomías avanzadas, es otro moti-vo por el que la tasa de crecimientovisible puede no mostrar la verdade-ra imagen. El desempeño de la eco-nomía estadounidense ha sido ex-

    cepcional durante décadas. Sin em-bargo, de acuerdo con Robert Reich,ex secretario del Trabajo y, actual-mente, profesor en la Universidad deCalifornia, Berkeley, los salarios me-dios, ajustados por la inflación, no sehan movido desde la década de 1970.Casi todos los beneficios del creci-miento han ido al 1% superior. Si nosomos parte de esa elite, el creci-miento del PIB ha sido, en el mejor delos casos, irrelevante.

    Por otro lado, dice Coyle, el PIB es es-pecialmente malo capturando una delas características más importantesde las economías modernas: la inno-vación. La llamada “contabilidad he-dónica” busca incluir el hecho de quelos equipos como computadoras es-tán mejorando todo el tiempo. Si unocompra hoy una computadora quetiene cuatro veces la capacidad deprocesamiento que la que se compróhace un año, pero cuesta lo mismo,entonces, en realidad, su precio ha caí-do. Dicho de otra manera, usted gana.

    Como señala el autor Jeremy Rifkin,en su libro reciente, La sociedad decosto marginal cero,  el precio demuchos productos -música en línea,autos compartidos gracias a internet,Wikipedia, la energía solar, Skype-tiende a cero. ¿Cómo valoramos la ac-tividad económica sin un precio? Nohace mucho tiempo, los millonariosmorían por falta de antibióticos quehoy cuestan centavos. “Incluso si el

    valor de mercado de lo que se produ-ce en realidad no sube”, me diceChang en su oficina de Cambridge,“si la gente vive mejor, come mejory tiene más tiempo libre, entonces sedebe decir que esta sociedad tienemejor situación”.

    Esto plantea la cuestión casi filosó-fica de si necesitamos el crecimientoen lo absoluto. La lenta realización deque el PIB está fallando en capturar demanera adecuada nuestras realida-des económicas y sociales, ha dado lu-

    gar a una mini-industria de esfuerzospor medir el progreso de diferentesmaneras. El ex Presidente francés Ni-colas Sarkozy encargó a destacadoseconomistas, entre ellos, Joseph Sti-glitz y Amartya Sen, buscarmejores metodologías. Suinforme,Medir nuestras vi-das,  concluye que nuestramétrica estándar de bienestareconómico no estaba a la altura.Peor aún, pensaron que demasia-do énfasis en el PIB podía enviar alos responsables políticos en la direc-ción equivocada, por ejemplo, ex-pandiendo sus industrias bancarias ydesestimando cosas más básicas,como el acceso a la educación o la sa-lud. “Si tenemos las métricas equivo-cadas, nos esforzaremos por las cosasmalas”, concluyeron.

    La expresión más conocida de escep-ticismo del PIB es tristemente una delas más tontas. El índice de FelicidadNacional Bruta de Bután, que preten-de captar el progreso humano en tér-minos más globales, no resiste mu-cho análisis. Un mejor indicador, el

    índice de desarrollo humano, quetiene en cuenta la esperanza de vida,la alfabetización y la educación, asícomo el nivel de vida, pone a Butánen el puesto 140 en el mundo, dos lu-gares encima de la República delCongo (Noruega es el primero y Ní-ger, en el lugar 187, el último). La “Fe-licidad Nacional Bruta” de Bután pa-rece un intento de encubrir su maldesempeño.

    Una puesta a prueba más seria de loque podría llamarse el “mito del cre-cimiento”, la idea de que la búsque-da del PIB es el alfa y omega, la em-prendió Robert Skidelsky, un renom-brado historiador económico. Juntocon su hijo, el filósofo moral EdwardSkidelsky, escribió un libro, ¿Cuán-to es suficiente? El dinero y la buenavida. La pregunta que se plantea esqué impulsa a las personas en las so-ciedades acaudaladas a buscar cadavez más riqueza cuando saben, intui-tivamente, que esto no les traerá feli-cidad extra.

    Los Skidelsky aceptan que los paí-ses pobres necesitan crecer para al-canzar los estándares de vida occi-dentales, pero se preguntan por quélas sociedades opulentas están obse-sionadas con el crecimiento. Su pun-to de partida es un ensayo de 1930 es-crito por John Maynard Keynes, Po-sibilidades económicas para nues- tros nietos, en el que asume que, amedida que el consumo alcanzara

    ciertos niveles, el incentivo para tra-bajar más se agotaría (otra falla del PIBes que no tiene en cuenta el númerode horas que la gente trabaja). En laera de la abundancia, pensabaKeynes, la gente naturalmente re-nunciaría a la posibilidad de consu-mir cada vez más en favor del ocio. Seimaginaba que, para estos días, nin-guno de nosotros estaría trabajandomás de 15 horas a la semana.

    Hace unos meses, me encontré conSkidelsky, el mayor, en Hong Kong. Le

    pregunté qué había salido mal con lateoría de Keynes. Estábamos sentadosen la terraza de un hotel cinco estre-llas. Mientras hablábamos, helicópte-

    ros despegaban hacia Macao llevan-do jugadores a las mesas de bacará,donde tratarían de ganar aún más di-nero. ¿Por qué eran tan insaciables losseres humanos? Una de las razones eraque las necesidades eran relativas,dijo. El dinero confería estatus. Así esque tener “suficiente” significaba te-ner más que otras personas. Si todo elmundo estuviera bien, todos volaría-mos a nuestro exclusivo refugio en elCaribe, sólo para encontrar la playallena de gente igual de rica y nadie conmucha inclinación para servirnosmartinis y canapés.

    Otra razón era la desigualdad. Unaquinta parte de los británicos vivía pordebajo del umbral de la pobreza, dijo.En lugar de redistribuir mejor la ri-queza, como abogaba Skidelsky pormedio de una renta básica, el pensa-miento era agrandar más el pastel.Eso nos obligaba a permanecer enuna trayectoria de crecimiento cons-tante, lo que nos puso en una cinta sinfin. “Es un crecimiento sin fin y sinpropósito”, dijo.

    El libro de los Skidelsky ha sidocriticado por asumir que saben loque es bueno para la gente y dóndedeberían estar los límites de sus de-seos. Coyle, por ejemplo, está en pro-fundo desacuerdo con ellos. La no-ción de buena vida de los Skidelsky,me dijo, provenía de un estrato par-ticular de la sociedad británica: “Unacopa de clarete, un buen libro y Ra-

    dio 3 en el fondo”. El problema eraque no daban espacio a otros deseos.Tampoco daban mucho crédito a lainnovación, gran parte de la cual de-sestimaban como una ilusión crea-da por avisadores habilosos. Coylepiensa que la innovación es real.“¿Abandonarías la internet o nuevossabores de cereales para el desayu-no?”, preguntó. “Yo no quiero que unprofesor de historia económica mediga lo que puedo o no elegir”.En el centro del debate sobre el PIB

    está la preocupación por que nues-tras sociedades hayan sido de algu-na manera secuestradas por la bús-queda de un único punto de datos.

    Nadie imagina seriamente que elsolo hacer un número abstractocada vez más grande puede ser unobjetivo valioso en sí mismo. Sinembargo, el PIB se ha convertido enun referente tan potente para lo queapreciamos, que nos resulta difícilver más allá. Pocos economistas es-tán ciegos a sus muchas limitacio-nes. La mayoría, sin embargo, da laimpresión de querer maximizarlo atoda costa.

    Coyle sostiene que debemos inven-tar nuevas formas de reflejar la rea-lidad económica. Ella aboga por loque llama el “enfoque de tablero”. ElIndice de Vida Mejor, desarrolladopor la Organización para la Coope-ración y el Desarrollo Económico,por ejemplo, permite a los usuarioscomparar el desempeño de los paí-ses de acuerdo con 11 criterios, quevan desde ingresos y vivienda hastasalud y el equilibrio entre trabajo yvida. Al conectar los criterios queusted más valora puede ver cómofunciona una economía en particu-lar. Si, por ejemplo, el empleo es suprioridad, entonces Suiza y Noruegason los mejores. Si, por el contrario,está más interesado en una combina-ción de altos ingresos y educación,Estados Unidos es el lugar.

    En teoría, este enfoque permitiría alos votantes decidir lo que es impor-tante y a los políticos, diseñar las po-líticas para lograr los resultados de-

    seados. En la práctica, la combinaciónde múltiples criterios de medida conmúltiples varas de medir hace el ejer-cicio subjetivo y difuso. El PIB pue-de ser anacrónico y engañoso. Pue-de fallar por completo en capturar loscomplejos equilibrios entre el presen-te y el futuro, el trabajo y el ocio, elcrecimiento “bueno” y el “malo”. Sugran virtud, sin embargo, es que setrata de un solo número, concreto. Porel momento, puede que sea todo loque tengamos.N