Flexibilidad temporal, fronteras porosas

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Flexibilidad temporal, fronteras porosas

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  • Trabajo final Fronteras porosas: cuando el

    trabajo invade la casa

    Alumno: Maximiliano Marentes

    Curso: Cultura y Sociedad

    Docente a cargo: Marcelo Urresti

    Cursada: I cuatrimestre de 2014

  • Fronteras porosas: cuando el trabajo invade la casa

    Maximiliano Marentes ii

    INTRODUCCIN. LA FRONTERA ENTRE TRABAJO Y FAMILIA, EN TENSIN

    En el presente trabajo se reflexionar sobre la recurrente imbricacin entre el

    hogar, mbito de las actividades reproductivas, y el trabajo, en el que priman las tareas

    productivas. El avance y consolidacin de la modernidad capitalista logr separar, ms

    o menos tajantemente, en dos esferas a la vida social. Por un lado, se construy el

    mbito pblico, en el cual se daban las relaciones econmicas y polticas. Por el otro, la

    casa devino el espacio en el cual la vida familiar se desarrollaba. Mientras en el primero

    de ellos operaba un sujeto racional que responda a intereses utilitaristas, encarnado por

    un sujeto masculino, la segunda se pretenda como protectora de subjetividades

    desinteresadas y afectivas, convirtindose en el mbito femenino. Grandes

    transformaciones sociales, econmicas, polticas y culturales han tendido a debilitar esta

    tajante separacin. No obstante ello, perdura al da de hoy esta frontera entre la vida

    pblica y la privada.

    A partir del trabajo de campo realizado para la tesina de grado del autor

    (Marentes, 2013a), se analizar cmo se entrecruzan el mbito laboral y domstico en el

    caso de mujeres de clase media-alta. Para esa investigacin se entrevist en profundidad

    un grupo de mujeres pertenecientes a dicho sector socioeconmico. Todas contaban con

    amplias trayectorias laborales, haban completado el nivel educativo superior, se

    encontraban conviviendo con sus respectivos cnyuges y tenan al menos un hijo de

    hasta 12 aos. La riqueza de pensar las experiencias de estas mujeres en ambas esferas

    radica en ver cmo esa frontera, sumamente naturalizada por ellas, presenta una serie de

    poros. Y no es sino a partir de stos como ciertas prcticas y sentidos, que habiendo sido

    concebidos como exclusivos de cada uno de esos mbitos, son repuestos en el otro. El

    foco ser puesto en cmo la casa se nutre del trabajo dejando para futuros trabajos

    cmo los afectos se entremezclan en las actividades productivas de estas mujeres.

    Centrada la atencin en cmo es experimentada la casa, el primer apartado

    repondr ciertos elementos tericos que permitan reflexionar sobre la construccin de

    dicha espacialidad fsica y sus vinculaciones con el mercado de trabajo. El segundo

    apartado versar sobre la dimensin temporal que recubre al trabajo reproductivo y

    cmo se encuadrada en su relacin con las experiencias laborales. Los dos apartados

    parten de la propuesta que Harvey (1998), dentro de una gran tradicin de autores,

    sostiene. A saber, tanto el tiempo como el espacio son dimensiones construidas por las

    prcticas humanas y no exteriores a stas. Pasando al tercer apartado, se observar cmo

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    sedimentaron dichas prcticas en la construccin de las identidades de estas mujeres en

    la presente tensin entre trabajo y familia. Finalmente, se arrojarn una serie de

    consideraciones finales. Cabe sealar, por ltimo, que a lo largo del trabajo se tomar al

    gnero como una dimensin relacional, por lo tanto el anlisis recurrir constantemente

    a contraponer las experiencias femeninas de las masculinas.

    SALIR DE CASA PARA ESCAPAR A LA RUTINA

    El mbito domstico es, para estas mujeres, un destino para nada deseable. Tal

    es as que la casa se convierte en sinnimo de aburrimiento. La forma de combatirlo

    ser el salir de ella: para realizar tanto alguna tarea productiva en el mercado de trabajo

    como actividades de ocio. Sin embargo, ello no es lo que sus cnyuges hacen: la casa en

    masculino significa distensin, relajamiento. Siguiendo a Bourdieu (1999), el

    movimiento en y a travs del espacio que hacen los agentes sociales se inscribe en la

    lgica de la incorporacin de las estructuras del orden social. Es decir, en ellas siguen

    recayendo las responsabilidades domsticas dado que continan perviviendo ciertos

    estereotipos hegemnicos, los cuales no hacen sino reforzar la sexualizacin de los

    espacios. Es en esta lnea que se entiende, en palabras de De Certeau (1999b), la

    operacin metafrica de los relatos de lugar: el salir de la casa es un verbo que se

    conjuga en femenino, mientras que el llegar, en masculino. Las oportunidades

    (Bourdieu, 1999) o las posibilidades y prohibiciones (De Certeau, 1999a) sobre el uso

    del espacio que tengan mujeres y varones sern diferentes. En este punto resulta

    sugestivo introducir ciertos elementos de las ciencias del lenguaje que De Certeau

    (1999a) retoma para pensar los relatos espaciales. A partir de traspolar el anlisis de las

    modalidades en la enunciacin para reflexionar sobre cmo los agentes usan el espacio,

    el autor enumera distintas modalidades. Entre stas se ubica la dentica, referida al

    deber hacer. La casa es, como ilustra Mariana, el deber hacer para estas mujeres-

    madres: Cuando l viene de trabajar ayuda un poco. Pero como est afuera todo el

    tiempo, ni ganas tiene de cuidar a los chicos. Es lgico, pero yo me tengo que encargar

    todos los das de la casa....

    A partir del testimonio anterior es dable reconocer uno de los elementos sobre el

    que se construye la espacialidad. Como sostiene Harvey (1998), el espacio (al igual que

    el tiempo) reposa en campos de ambigedad, contradiccin y lucha. En palabras de

    Mariana, la tensin entre lo que es legtimo para ella y para su cnyuge en el mbito

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    domstico, sirve para poner en suspenso el supuesto de relaciones desinteresadas y poco

    conflictivas que se daran en el hogar1.

    Como se dijo anteriormente, el espacio es construido por las prcticas que se dan

    all. En este sentido, a partir de Bourdieu (1999) podra pensarse la distribucin fsica de

    la casa como una retraduccin de las distancias sociales en la que sedimentan las

    diferencias, en este caso sexuales, de los capitales que poseen los agentes. Mientras la

    cocina es ms de ellas, el living es el sitio de los varones. Los agentes, entonces,

    gozan de cierto grado de libertad en funcin de cmo apropiarse estticamente de esos

    espacios sexualizados. En palabras de Laura: Yo saba que quera tener una cocina as,

    entonces trabaj para que sea as. Ahora, cuando l me dice de cambiar el televisor, que

    se encargue l. A m me da igual.

    Otro aspecto interesante sobre la naturalizacin de los espacios domsticos a

    partir de la naturalizacin de las prcticas radica en que la apropiacin sexual de la casa

    no necesariamente se relaciona con una sedimentacin de dichas prcticas. Es decir, el

    (des)valor social de la casa para estas mujeres, como mbito del cual necesitan escapar,

    se inscribe en el estereotipo de mujer como ama de casa. Ahora bien, ello no implica

    que necesariamente lo hayan experimentado. De esta forma, la evocacin a ese

    fantasma es el que construye el sentido de este espacio (Bourdieu, 1999). Silvina lo

    explica: Nunca fui ama de casa, y no lo sera. Es muy abrumante eso! Estoy tan

    habituada al laburo que necesito vorgine. Es la sedimentacin de historias pasadas

    en este caso, la consolidacin de un ideal de mujer ama de casa, muchas veces

    encarnado por sus madres la que significa los espacios como tales, aun cuando las

    propias trayectorias no se adapten a ellas.

    Por otro lado, la manera en qu los distintos actores se apropian del espacio, al

    tiempo que lo edifican, tambin va construyendo ciertos marcadores de la identidad de

    esos actores. En ese sentido, De Certeau (2000a) sugiere, nuevamente retomando ciertos

    elementos de la lingstica, pensar los relatos de espacio en clave de estilos. La riqueza

    de este concepto yace en que no solamente se incorpora la dimensin individual sobre el

    modo de hacer en el mundo, sino cmo ste va trazando, adems, una manera de ser.

    Los cnyuges de estas mujeres no solamente se relajan en la casa, sino que lo hacen

    porque son relajados. Las mujeres, por el contrario, son proactivas y atentas a todo

    1 En otros trabajos se analiz la coexistencia tanto de relaciones conflictivas como armnicas en el mbito

    domstico, a partir de distintas nociones de poder que permiten dar cuenta de la compleja trama en la cual

    reposan (Marentes, 2013a, 2013b).

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    lo que ocurre entre las cuatros paredes del hogar. Podra pensarse que la naturalizacin

    de los roles sociales, fundamental para la construccin de las personalidades2, se

    inscribe en una matriz en la cual la lgica del espacio (y de cmo se sedimentan all las

    prcticas recurrentes) se incorpora en el ser.

    Ahora bien, el espacio no es domstico. Por el contrario, algo que lo distingue de

    la estabilidad del lugar es justamente el entretejido de direcciones, velocidades y

    tiempos que se dan en ste (De Certeau, 2000b). En ese sentido, ya concebir a la casa

    como el centro de la rutina da cuenta de cmo sedimenta la dimensin temporal en el

    hogar. Cabra preguntarse, tiene o no relacin con el tiempo de la esfera productiva?

    O los relojes dentro de la casa funcionan de manera independiente?

    ARMANDO HORARIOS: EL RELOJ HOGAREO

    La dimensin temporal ha sido percibida, desde la consolidacin del sistema

    capitalista bajo el modelo de desarrollo industrial, como una exterioridad de la misma

    praxis social. Tal es as que hoy en da sigue considerndola como un fenmeno

    completamente objetivo, medido a partir de unidades prefijadas y demarcadas de

    manera harto precisa. Ahora bien, esta percepcin del tiempo no puede ser comprendida

    sino a partir del sistema econmico productivo en el cual se insertan tales prcticas.

    Es en ese sentido que Thompson (1984) entiende los efectos del capitalismo en

    la organizacin temporal del trabajo. Mientras que en las sociedades precapitalistas

    imperaba una notacin del tiempo como orientacin al quehacer como aquellas

    actividades ligadas al cultivo y cosecha de cereales, el avance de la industrializacin

    trajo aparejado una nueva forma de pensar la dimensin temporal. De este modo se

    haba dado paso a una revolucin referida a la vinculacin entre actividades productivas

    y tiempo, en la cual la sincronizacin llev a que sea el ltimo el que rigiera el trabajo.

    Si bien Thompson sostiene que la percepcin capitalista del tiempo se presenta

    en todas las esferas, sigue siendo en el mbito domstico donde la cronometrizacin

    de las tareas encuentra un obstculo para seguir avanzando. Esto se debe a que las

    actividades ligadas a los nios y a la casa se experimentan como necesarias e

    inevitables. En palabras del autor, los ritmos de trabajo de la mujer en e1 hogar no

    2 Cabe sealar la distincin que introduce Illouz (2010) para pensar el modo en que el discurso

    teraputico contribuy a la percepcin de las identidades en trminos de personalidades a partir de mitad

    del siglo XX, desplazando al carcter, tpico de la era victoriana. Este discurso se encuentra demasiado

    extendido entre los estratos superiores de la sociedad, en el que se insertan las mujeres aqu estudiadas.

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    estn enteramente adaptados a las medidas del reloj. (1984: 428). Ahora bien, qu

    sucede cuando las labores referidas a la esfera domstica se viven como necesariamente

    opresoras e inevitablemente desagradables? Qu ocurre cuando las mujeres poseen una

    mayor identificacin con el mundo del trabajo productivo que con la casa? Sigue

    vivindose el tiempo del hogar como orientado al quehacer? Intentar dar respuesta a

    estos interrogantes requiere recurrir a algunos ejemplos del trabajo de campo.

    Hochschild (1990, 2001) al analizar hogares de dos proveedores, da cuenta de

    uno de los efectos que trajo la masiva incorporacin de las mujeres a la fuerza

    productiva. A saber, que ahora son tambin las mismas mujeres quienes desprecian y

    desvalorizan las tareas domsticas3. Esta gran transformacin sobre el sentido que las

    mujeres dan a su lugar dentro del hogar las lleva a ensayar una serie de estrategias para

    responder a una de las principales disyuntivas que se les presenta. Cmo hacer todo,

    cuando el tiempo es un recurso escaso y cuando los varones coadyuvan a mantener esta

    revolucin estancada (Hochschild, 1990)?

    Yo creo que la base es organizarse. Con tiempo, con horarios, con personas,

    con todo. Y ah vas pudiendo hacer un poquito todo concluye Andrea al explicar sobre

    cmo logra compatibilizar las exigencias propias del hogar, del trabajo y de sus dems

    actividades extras. El recurso a una rutina cronometrada es una de las formas que

    encuentran las mujeres para poder enfrentar largas dobles jornadas. A medida que los

    nios comienzan a tener sus propias actividades, como ir al colegio o practicar algn

    deporte, los horarios sufren nuevos constreimientos. Resulta interesante pensar el

    efecto disciplinador de la escuela. Mientras Thompson (1984) destaca que sta sirvi

    para crear una fuerza de trabajo que respetase los horarios, en el caso de estas mujeres

    no hace sino ajustar an ms las propias jornadas. El trabajo reproductivo, entonces,

    para estas mujeres de clase media-alta est ligado a las agujas del reloj ms que lo que

    Thompson supona. Aunque la rutina del trabajo dentro de estos hogares no

    necesariamente se rige por una medicin del tiempo como en el modelo taylorista, s se

    encuentra sumamente imbricada por los nuevos paradigmas laborales propios del

    capitalismo flexible.

    Retomando en el punto anterior a Sennett (2000a), se puede pensar en una nueva

    forma de organizacin del trabajo en la fase actual del desarrollo capitalista, en la cual

    3 Vale mencionar que muchas de estas tareas van a ser realizadas por otras mujeres contratadas para tal

    fin, como las empleadas domsticas y nieras, provenientes en su mayora de estratos socioeconmicos

    inferiores. El mercado y, en menor medida, el Estado, a su vez, satisfacen algunas de las nuevas

    demandas que se crean a partir del masivo arribo de las mujeres al trabajo productivo.

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    la cadena de montaje fue ms o menos desplazada por el trabajo a partir de objetivos en

    una estructura de corte ms reticular que vertical. Esto permite que exista cierto margen

    de maniobra sobre cmo realizar las tareas siempre que se alcance el objetivo propuesto.

    De ah que la organizacin temporal del trabajo vaya a responder, sobre todo en un

    perodo en que el sector servicios adquiere mayor preponderancia en el mercado, a las

    actividades particulares y responde rpidamente a las contingencias. Para Laura esto

    reviste especial atencin cuando planifica su siguiente da, luego de haber acostado a los

    nios: Y despus es hacer algo que tengo que hacer en la computadora. Planificar un

    poco lo que tengo que hacer al otro da. Porque a veces es llevarlos al mdico, chequear

    si tens que ir a vacunarlos, qu tens al otro da. Como me encargo de todo eso,

    entonces, ya organizo si tengo que ir maana a hacer alguna compra o algo.

    En la actual fase de la economa contempornea, cuando la flexibilidad devino

    en ciertos mbitos un bien en s mismo (Sennett, 2000b), esta caracterstica ha

    permeado la forma en que la medicin del tiempo se convierte en estructurante de las

    relaciones y prcticas dentro del hogar. Esta cierta flexibilidad que recubre en mayor o

    menor medida las actividades productivas de estas mujeres les posibilita actuar de

    manera inmediata ante eventualidades, como por ejemplo si alguno de sus hijos

    enferma. Parafraseando a Harvey (1998), no slo el tiempo familiar responde al tiempo

    industrial, sino que tambin el ltimo redefine al primero (Hochschild, 2001; Sennett,

    2000b).

    Cabe interrogarse, finalmente, por qu la rutina se convierte en metfora del

    mbito domstico. Ser por la planificacin de esos, relativamente, estrictos horarios,

    la que al mismo tiempo les permite realizar ms actividades fuera del hogar? Se

    relaciona directamente con un ideal femenino del que quieren alejarse? Tiene que ver

    con el desarrollo de las fuerzas productivas actuales, y el tipo de trabajo que estas

    mujeres han conseguido, fundamentalmente en el sector servicios? Para responder a

    estas preguntas es necesario reflexionar sobre la construccin de las identidades en estas

    mujeres.

    IDENTIDADES COMPUESTAS

    Bauman (1999), al analizar los problemas que trae aparejada la nueva fase del

    capitalismo, enfatiza sobre cun difcil resulta para un porcentaje cada vez mayor de la

    poblacin lograr estructurar su identidad a partir del rol que se ocupa en el mercado de

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    trabajo. Agrega que debido a los mismos cambios en el mercado, el cual demanda cada

    vez ms consumidores que productores, y al respectivo correlato en el mundo laboral

    en el cual la flexibilidad es moneda corriente, es prcticamente una privilegiada

    minora quien puede continuar construyendo su identidad teniendo como eje la esfera

    ocupacional.

    Las identidades, para este autor, quedan cada vez ms relegadas a lbiles

    criterios estticos que desplazan ciertos principios ticos, los cuales fueron cimientos

    del capitalismo industrial. Liquidada por las transformaciones recientes que la nueva

    organizacin del trabajo ha ido produciendo y que ha ido desestructurando las carreras

    laborales, la construccin identitaria en funcin del trabajo ha quedado distribuida de

    manera poco equitativa. Quines son los beneficiarios? Fundamentalmente, aquellos

    sectores dotados de mayores capitales para competir en el mercado de trabajo actual,

    para quienes las carreras laborales, adems de ser estables en el tiempo se caracterizan

    por ser ascendentes. Puede, as, pensarse que aquellas personas con niveles educativos

    ms altos, como las mujeres que se analizan en este trabajo, cuentan con este beneficio.

    Cuando Karina relata su trayectoria laboral, da cuenta de cun lineal fue sta:

    Siempre tuve un objetivo, desde muy chica, y creo que todo lo hice con ese fin.

    Siempre pensando en este fin. Hubo cosas en la vida que se me dieron en forma casual.

    Pero, de una u otra manera, lo busqu. Al igual que las dems carreras ocupacionales,

    el haber formado parte desde temprana edad del mercado de trabajo, haber continuado

    en ste mientras cursaba sus estudios superiores y poder consolidarse como profesional

    en su mbito, la llev a que sea el trabajo uno de los principales ejes articuladores de su

    identidad. Karina es un claro ejemplo de aquellos privilegiados, como sugiere Bauman

    (1999), que han logrado continuar construyndose a s mismos a partir de la actividad

    productiva; al tiempo que es paradigmtica del modelo del self made man, rasgo

    caracterstico de los estratos superiores que sirve de base para explicar su posicin

    actual a partir de una carrera exitosa (Heredia, 2011).

    No obstante ello, un punto de quiebre en las vidas de estas mujeres se produce

    con el nacimiento de su hijo. Podra haber crecido mucho ms. Totalmente

    compensado por lo que es mi hijo. Pero s, hubiese ido a ms reuniones donde me

    hubiese relacionado con gente que sin duda habra generado ms trabajo para mi

    oficina. La maternidad sigue siendo, incluso entre aquellas mujeres que ms

    identificadas se encuentren con el trabajo extradomstico, un estructurante fundamental

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    de la identidad femenina (Maher y Saugers, 2007). Las lineales carreras ascendentes que

    caracterizan a estas mujeres con estudios superiores se ven relativamente truncadas al

    momento de devenir madres, aunque no as cuando entran en la unin conyugal.

    Persisten, entonces, ciertos estereotipos sociales en este caso, la continuidad mujer-

    madre que operan como dadores de sentidos a la propia vida.

    Retomando los postulados de Bauman (1999), podra complejizarse la propuesta

    de este autor introduciendo la variable gnero. Para gran parte de las mujeres que

    forman parte del mercado de trabajo, y no solamente aquellas que poseen altos niveles

    educativos4, las actividades productivas siguen siendo un horizonte a alcanzar, a partir

    del cual pueden, en mayor o menor medida, revertir parte de las inequidades a las que

    estn expuestas bajo un modelo patriarcal. En ese sentido, el trabajo tiene que situarse

    en su relacin agnica con el mbito domstico como forma de realizacin de la mujer:

    la figura del ama de casa no genera sino rechazo entre estas mujeres. Sus trayectorias

    personales educativas y laborales se inscriben en respuesta a ciertos estndares del rol

    de la mujer en la sociedad. Sin embargo, algunos resabios como la maternidad, siguen

    condicionando esa reivindicacin en trminos identitarios.

    La flexibilidad laboral que preocupa a Bauman (1999) y tambin a Sennett

    (2000b) se convierte en una aliada para estas mujeres. Es a partir del relativo

    debilitamiento de la rigidez en la disciplina laboral la que, en algn punto, permite

    continuar y reforzar estas identidades femeninas en clave de mujer-trabajadora-madre.

    En simultneo, al competir en ese mercado de trabajo con, en terminologa

    bourdieusiana, ciertos capitales culturales incorporados, como la acreditacin educativa,

    las habilita no slo a contar con que esa flexibilidad no devenga en flexibilizacin, sino

    que adems el trabajo sea vivido como una actividad placentera. Siguiendo a Bauman

    (1999), la actividad econmica es cada vez ms evaluada a partir de criterios estticos,

    cobrando gran protagonismo el entretenimiento. Esto conlleva a que el trabajo se viva

    como un reducto de placer solamente? No. En este espacio existen conflictos,

    explotacin, discriminaciones por gnero y tambin grandes responsabilidades. Ahora,

    teniendo en cuenta que las actividades productivas significan para el caso de las mujeres

    una forma de realizacin alternativa (revolucionaria?) al estereotipo hegemnico, es

    lgico que los relatos de estas mujeres destaquen los aspectos que las enriquecen como

    4 En un estudio sobre la importancia de los programas de formacin profesional en la insercin

    ocupacional de mujeres jvenes pobres, Milenaar (2014) da cuenta de cun importante es el trabajo

    remunerado como principio de identidad para parte de la poblacin del estudio.

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    sujetos. Lorena lo plante as: El trabajo signific la posibilidad de crecer. No

    solamente econmicamente pero de aprender un montn de cosas, no slo en el trabajo,

    sino de la gente. Crecer en lo profesional, como persona y en lo econmico tambin. Y

    es una forma de salir de la rutina, de lo normal, de estar en tu casa. No me gusta el ser

    de las personas que estn de ama de casa, o sea, todo el da en su casa. Prefiero hacer

    algo que me llene, me incentive, me d un objetivo o que me redite en algo.

    El extenso testimonio permite dar cuenta de la puja existente entre el trabajo y la

    casa, como dos esferas en las cuales se ponen en juego intereses distintos. Mientras el

    primero se puede elegir libremente y que permite experimentar placer, el hogar es un

    destino ineludible. Volviendo a la cuestin de la construccin identitaria resulta

    sugerente pensar, a partir de Rosaldo (1991), cmo se construyen las identidades en las

    fronteras que, adems de demarcar lmites, presentan poros. Si bien el autor utiliza el

    concepto de fronteras para reflexionar sobre las relativas distancias entre culturas, se

    recurre a l traspolndolo a la separacin entre trabajo y hogar. Es el desplazamiento

    entre estos dos mbitos que las identidades femeninas se van construyendo. El

    desprestigio por el trabajo domstico, la renuencia a ser amas de casa de tiempo

    completo, la fuerte vinculacin con las actividades productivas, parte de la

    identificacin femenina a partir de la maternidad, entre otros, deben ser entendidos

    como un complejo de procesos socioculturales que se concentran a lo largo de las

    fronteras [...] donde mltiples identidades recorren a la persona (Rosaldo, 1999: 242).

    REFLEXIONES FINALES

    A modo de conclusiones, puede volverse a plantear la distincin entre trabajo y

    vida que, como sostiene Thompson (1984), el capitalismo intent instaurar en las

    sociedades modernas. Como se ha observado a lo largo del presente trabajo, tal escisin,

    de continuar resultando vlida, debe tomrsela como permeando lo que queda a cada

    lado de la frontera. Siguiendo a Rosaldo (1991), ver cmo el rgimen laboral impregna

    al mbito domsticos, al tiempo que es redefinido por ste, deja ver los hoyos y

    erupciones que caracterizan a las fronteras en la cotidianeidad.

    Finalmente, es en estas delimitaciones que se dan algunos encuentros entre

    distintos programas de accin (De Certeau, 2000b). As, la red de prcticas domsticas

    de estas mujeres da cuenta del complejo entramado de maneras de hacer y de ser en el

    mundo, que a priori podran concebirse como contradictorias. La figura de un sujeto

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    desinteresado y emocional se opondra a la ficcin capitalista que crea individuos

    racionales (Rosaldo, 1999). Como los datos aqu expuestos han pretendido mostrar, en

    la frontera entre trabajo y familia se construyen distintas identidades en una misma

    persona.

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