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CAMPESINOS CONTRA LA Movimientos sociales rurales en Costa Rica GLOBALIZACIÓN Marc Edelman

Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

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Page 1: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

GLOBALIZACIÓNCAMPESINOS CONTRA LA

Movimientos sociales rurales en Costa Rica

GLOBALIZACIÓN

Marc Edelman

Títulos recientemente publicados en la Serie Instituto de Investigaciones Sociales:

Gerardo Hernández y María Flórez-Estrada (comps.) TLC con Estados Unidos. ¿Debe Costa Rica aprobarlo?

Ciska Raventós, Olman Ramírez, Marco Fournier, Ana Lucía Gutiérrez y Raúl García. Abstencionistas en Costa Rica. ¿Quiénes son y por qué no votan?

Bridget Hayden. Salvadoreños en Costa Rica. Vidas desplazadas

Títulos de próxima aparición en la Serie:

Carlos Sandoval García. Fuera de juego. Fútbol, identidades nacionalesy masculinidades

Mayra Achío Tacsan, Ana Rodríguez Molina y Eulile Vargas Villalobos. A mí no me va a pasar. Vivencias del embarazo de un grupo de estudiantes de la Universidad deCosta Rica

Mercedes Flores González. Malestares de la feminidaden Costa Rica

Carlos Castro Valverde y Ana Lucía Gutiérrez Espeleta. Transformaciones en la estructura social en Costa Rica: estratos socio ocupacionales, educación y trabajo

Laura Chacón Echeverría. De mujer a madre cuando el pasaje enloquece

Manuel Solís Avendaño. La institucionalidad ajena. (Los años cuarentas y el fin de siglo)

Marc Edelman es profesor de Antropología en el Hunter College y en el Programa Doctoral en Antropología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Es autor de La lógica del latifundio, publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica y es coautor de Ciencias Sociales en Costa Rica. Experiencias de vida e investigación, coeditado por las editoriales de la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional.

“¡Finalmente! Un antropólogo que maneja con facilidad conceptos político-históricos amplios –globalización, el Estado benefactor, movimientos sociales transnacionales– pero que los emplea para echar los cimientos de una etnografía cuidadosa y llena de sensibilidad. Los esfuerzos de Edelman para teorizar el cambio local y para contextualizar las teorías científicas sociales satisfarán tanto a especialistas en estudios centroamericanos como a teóricos de la mundialización”.

“Al incorporar los resultados de sus investigaciones de campo durante dos décadas en varias regiones de Costa Rica, el autor presenta argumentos convincentes para la idea fundamental de que la teoría social tendría que estar más relacionada con las realidades empíricas y vivenciales”.

fue originalmente publicado por la Editorial de la Universidad de Stanford en los Estados Unidos y ahora la Serie Instituto de Investigaciones Sociales lo pone a disposición en castellano para el público centroamericano.

Instituto de Investigaciones Sociales

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Movimientos sociales rurales en Costa Rica

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Editorial de la Universidad de Costa RicaInstituto de Investigaciones Sociales

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Edición aprobada por la Comisión Editorial de la Universidad de Costa Rica

Primera edición impresa: 2005Primera edición digital (PDF): 2019

Editorial UCR es miembro del Sistema Editorial Universitario Centroamericano (SEDUCA), perteneciente al Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA).

Coordinador de la publicación: Carlos Sandoval García • Traducido por: Jeanina Umaña Aguiar • Revisión filológica: Maribel Bonilla Cervantes • Diseño de portada: Adriana Montanaro Mena • Diagramación: Everlyn Sanabria Rivera Elaboración del PDF: Mauricio Bolaños Barrantes • Control de calidad de la versión digital: Alonso Prendas Vega.

© Editorial de la Universidad de Costa Rica. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción de la obra o parte de ella, bajo cualquier forma o medio, así como el almacenamiento en bases de datos, sis-temas de recuperación y repositorios, sin la autorización escrita del editor.

Edición digital de la Editorial Universidad de Costa Rica. Fecha de creación: setiembre, 2019. Universidad de Costa Rica. Ciudad Universitaria Rodrigo Facio. San José, Costa Rica.

Agradecimientos por el apoyo para esta publicación a la Fundación Ford y al Instituto de Educación Internacional.

Apdo. 11501-2060 • Tel. 2511-5310 • Fax: 2511-5257 • [email protected] • www.editorial.ucr.ac.cr

305.563.3E21c Edelman, Marc, 1952- Campesinos contra la globalización: movimientos

sociales rurales en Costa Rica / Marc Edelman. –1. edición– San José, Costa Rica: Editorial UCR, 2019.

1 recurso en línea (xxiv, 453 páginas): ilustraciones en blanco y negro, 1 mapa en blanco y negro, digital, archivo de texto, PDF; 9.6 MB. –(Instituto de Investigaciones Sociales)

ISBN 978-9968-46-814-5

1. CAMPESINOS - COSTA RICA. 2. MOVIMIENTOS CAMPESINOS - COSTA RICA. 3. POBLACIÓN RURAL. 4. LUCHAS SOCIALES. I. Título. II. Serie.

CIP/3443 CC/SIBDI. UCR

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A la memoria de mi abuela,

Frances Israel Hochberg,

maestra, activista, querida amiga.

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“El caso en que debe meditarse hasta qué término y dequé modo sea conveniente restituir la libertad de intro-ducción de alguna mercadería, después de interrumpidaalgún tiempo, es cuando aquellas manufacturas particu-lares han llegado a extenderse tanto, por razón de losaltos derechos y prohibiciones impuestas a los génerosextranjeros que podían entrar en competencia con ellas,que se emplee en sus fábricas un número excesivo demanos. La razón exige que, entonces, sea restituida la li-bertad de comercio en aquel artículo, pero lentamente,por grados, y con mucha reserva y circunspección; por-que, cuando se suprimen de un golpe impuestos y prohi-biciones, pueden acudir al mercado doméstico tantos gé-neros de aquella especie más baratos que los nacionales,que prive a muchos millares de gentes, a la vez, de suempleo ordinario, de sus ganancias de su modo de sub-sistir. El desorden que esta revolución causaría, sin dudaalguna, sería de la mayor consideración…”

Adam SmithLa riqueza de las naciones, libro IV, capítulo 2

(Smith 1976: tomo II, 44-45)*

* Corregido por Marc Edelman con base en el texto original en in-glés publicado en 1976 por la University of Chicago Press.

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ÍNDICE

Reconocimientos ................................................ xiiiSiglas ................................................................ xix

I N T R O D U C C I Ó NCrisis de la deuda, crisis social, crisis de paradigmas¿Desarrollo entre comillas? ................................ 11Nuevas identidades y fuerzas materiales ............ 24Historia del libro ................................................ 33Investigadores objetivos, mala información ........ 55Una coda sobre métodos y fuentes .................... 60

C A P Í T U L O 1El surgimiento y la desaparición de un Estadobenefactor tropicalHerencias coloniales e ideológicas ...................... 82Reformismo inicial ............................................ 86La crisis de los años cuarenta .......................... 92La consolidación del Estado benefactor .............. 100El Estado y el bienestar individual .................... 111Crisis y “recuperación” ...................................... 125¿Cuán liberal es el neoliberalismocostarricense? .................................................... 136

C A P Í T U L O 2“Mano dura en guantes de seda”:Los campesinos confrontan el libre mercadoLas primeras protestas ...................................... 170

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Las alternativas de los militantes ...................... 176La lucha en la Costa Atlántica .......................... 178Los pequeños productores y la“agricultura de cambio” ...................................... 181La negociación de la cuestión agraria ................ 188Aliados y adversarios ........................................ 193

C A P Í T U L O 3La organización en “la cuna del maíz”La antigua y la nueva izquierda ........................ 211Los agricultores de clase media se movilizan ...... 216El MRP de nuevo .............................................. 219El resurgimiento del activismo campesino ........ 222Cultura del maíz, cultura de supervivencia ........ 226Crisis de la subsistencia y crisis económica ...... 229Se forma un movimiento .................................... 233La “huelga” en Santa Cruz ................................ 237

C A P Í T U L O 4“En la cárcel, vamos a comer cemento”:Epílogo de una huelga campesinaPremios y castigos ............................................ 251Más arrestos y más ordenes de captura ............ 256Indignación y desilusión .................................... 262Triquiñuelas y confites ...................................... 265El juicio de un informante y un dilema ético .... 268La transformación de un movimiento ................ 273

C A P Í T U L O 5“Los movimientos evolucionan, las organizaciones nacen y mueren”El movimiento nacional .................................... 280ONG, científicos sociales y campesinos .............. 284Una nueva coalición para “Justicia y Desarrollo” .... 287“La riqueza que producimos” ............................ 290“Con represión o con dinero” .............................. 293

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¿Quién va a dirigir? ............................................ 301Faccionalismo y unidad en la cima .................... 308El Estado se retira al campo .............................. 314

C O N C L U S I Ó NMovimientos campesinos de finalesdel siglo XXModelos simples, movimientos complicados ...... 330Campesinos y modernidad ................................ 337Pero ¿son realmente campesinoslos dirigentes? .................................................... 343Apoyo, programas, logros y potencial de los movimientos sociales .................................... 347¿Sobrevivirán los campesinos? .......................... 358Especificidad cultural y la barbarie del libre mercado .............................................. 364Consideraciones finales .................................... 368

Anexo ................................................................ 375Bibliografía ........................................................ 395Indice analítico .................................................. 441

xi

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RECONOCIMIENTOS

La mano invisible, esa metáfora poderosa de AdamSmith sobre la forma en que el interés individual pro-mueve el bien común, era objeto de estudio en dos sen-tidos cuando comencé a escribir este libro. Más en loinmediato había presenciado, y me interesaban, losefectos devastadores de las políticas de libre mercado,así como las respuestas de los movimientos sociales,en la Costa Rica rural a finales de las décadas de losochentas y noventas. En un plano más amplio, consi-deraba que la transición de economías estatales a lasde libre mercado, así como las consecuencias para elbienestar social, constituían uno de los temas centra-les de nuestra época.

Al reflexionar ahora sobre lo que ha requerido po-nerlo por escrito –las personas a las cuales darles lasgracias, las instituciones que me ayudaron– me llamala atención la forma en que la lógica del mercado afec-tó a tantas de ellas y solo ocasionalmente en formasque contribuyeron al bien común. Tanto la experienciade investigar para escribir este libro como la vida a fi-nales del siglo veinte me llevan a concordar con OscarWilde, quien afirma que: “el mercado conoce el preciode todo pero no el valor de nada”. Pero la época es tanrapaz que ni siquiera un comentario “antimercado” as-tuto se libra de la apropiación. Hillary Rodham Clintonutilizó el comentario mordaz de Wilde en un discursode 1993 y más o menos en esa misma época; Volvo loutilizó en un anuncio para un modelo de lujo, un carroque se decía: recompensa ampliamente a “quienes re-conocen la diferencia entre la elegancia y la ostenta-ción”. De igual forma, los economistas neoclásicos sehan apropiado de la imagen de “la mano invisible” de

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Adam Smith, convirtiéndola sutilmente de una “manoinvisible” de la “naturaleza” o la “providencia”, en una“mano invisible” del “mercado”, según ha demostradoHeinz Lubasz (1992). Como lo indica el epígrafe del li-bro, Smith estaba lejos de ser el claro defensor del ex-tremismo laissez-faire que sus epígonos contemporá-neos presentan.

Algunas de las ideas y partes del texto aparecieronantes (y en forma muy diferente) en American Ethnolo-gist, Peasant Studies, y en NACLA Report on the Ameri-cas. Rodolfo Monge Oviedo, coautor del artículo en elNACLA Report de 1993 que sirvió de anteproyecto asecciones de la tesis del Capítulo 1, me permitió gene-rosamente integrar parte de nuestro trabajo conjuntoen este texto. Quienes publican las tres revistas muyamablemente me dieron permiso para incorporar en ellibro estos y otros materiales con derechos de autor.Ricardo Solano, director del Centro Nacional de AcciónPastoral, Rubén Vega, director del Departamento deDocumentación del periódico La Nación y el ArchivoNacional de Costa Rica autorizaron la reproducción devarias de las fotografías aquí publicadas. Numerososcolegas y amigos hicieron comentarios detallados sobrepartes del manuscrito en una u otra forma de las en-carnaciones previas. Mi profundo agradecimiento paraPeggy Barlett, Michael Blim, Philippe Bourgois, JohnBurdick, Margaret Everett, Mario Fernández Arias,Lesley Gill, Charles R. Hale, Jack Hammond, AngeliqueHaugerud, Judith Adler Hellman, Douglas Kincaid,María Lagos, Susan Lees, Fabrice Edouard Lehoucq,Deidre McFadyen, Lynn Morgan, Martin Murphy, JuneNash, Ciska Raventós, Isabel Román, Fred Rosen, Jef-frey Rubin, Jorge Rovira Mas, Lynn Stephen, CarlosVilas, Robert G. Williams y Ann Zulawski. Por facilitar-me material documental, hospedaje, comidas, présta-mo de vehículos y equipo de cómputo, así como por suanálisis estimulante, mi agradecimiento a Heidi Arce,Carlos Camacho Nassar, Gerardo Campos Alpízar, YvesFournier, Marcelo Gaete, Jayne Hutchcroft, Enrique

xiv Campesinos contra la globalización

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March, Iván Molina, Abelardo Morales y Eduardo (“ElNica”) Morales Parrales, así como a muchos de los pro-tagonistas mencionados en el libro. Patricia MathewsSalazar ayudó a transcribir las entrevistas grabadas ehizo observaciones astutas sobre lo que escuchó. Ra-miro Campos, estudiante de pregrado extraordinario yantiguo subcomandante del gobierno estudiantil deHunter College, fungió como hábil asistente de investi-gación durante las etapas finales del proyecto; esperoque al menos parte de las tareas menos electrizantesque le asigné le recompensaran con una mejor com-prensión de la tierra de sus ancestros. Martha Soler, lamejor suegra que se puede desear, muy amablementepulió mi prosa en español en un gran número de docu-mentos relacionados con la investigación. Muchas gra-cias también a Muriel Bell y a Nathan MacBrien deStanford University Press y a la correctora Ruth Steinbergpor supervisar este proyecto hasta su conclusión.

Esta edición en español ha sido posible gracias alapoyo económico de la Fundación Ford (a través del Ins-titute of International Education), a la excelente traduc-ción de Jeanina Umaña y a la insistencia de CarlosSandoval de que el autor deje de aplazar la revisión delmanuscrito y las otras tareas relacionadas con la publi-cación del libro. Me place enormemente que Campesinoscontra la globalización aparezca en la serie de publicacio-nes del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS). Desde1980, cuando por primera vez fui a hacer investigacio-nes en Costa Rica, he considerado a los especialistas delIIS entre mis más apreciados colegas y amigos.

Uno de los argumentos esbozados a continuación esque los libros son artefactos históricos y productos de co-yunturas determinadas. Los trabajos traducidos lo sonaún más, ya que tienden a ser publicados varios añosdespués de los originales. En este caso y, a pesar de queCosta Rica y mis apreciaciones de ella han cambiado dra-máticamente en años recientes, he resistido a la tenta-ción de revisar el texto con base en acontecimientos pos-teriores a la publicación de la versión original.

Reconocimientos xv

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Mi sentido agradecimiento para varias institucio-nes que dieron su apoyo generoso durante varias eta-pas de este proyecto. Los fondos para el trabajo decampo fueron suministrados por el American Councilof Learned Societies, la Wenner-Gren Foundation forAnthropological Research (asignación 5180) y variasasignaciones pequeñas de la Universidad de Yale. Unabeca “Senior Faculty” de Yale durante 1993-94 me per-mitió escribir gran parte del manuscrito. Ahora puedoconfesar que escribí las últimas líneas en la Escuela deCiencias Sociales del Instituto para Estudios Avanza-dos de Princeton, durante las primeras semanas deuna beca de un año, cuando se suponía que estabatrabajando en un libro diferente, aunque relacionadocon este. Solo espero que esta transgresión, que paramí constituye una especie de limpieza de mesa intelec-tual, sea perdonada o al menos pasada por alto.

Después del primero de estos dos lujosos años sa-báticos, me trasladé de Yale a la Universidad de la Ciu-dad de Nueva York (CUNY, por sus siglas en inglés),justo cuando los ideólogos de la magia del mercado y lareducción de impuestos para los ricos comenzaron sumás reciente y enérgico ataque contra la educación pú-blica superior. Como blancos de la mano invisible, loscolegas y estudiantes de Hunter College y del ProgramaDoctoral en Antropología de CUNY tienen más en co-mún con los centroamericanos rurales de lo que cual-quiera de estos dos grupos puedan pensar. Ambos mehan impulsado a reflexionar en torno a los elementosen común de estos dos mundos, más que simplementesucumbir ante las preocupaciones antropológicas tra-dicionales por la diferencia y la alteridad.

En Costa Rica, durante la década de 1980 e iniciosde la de 1990, el Centro de Estudios para la Acción So-cial (CEPAS) produjo gran parte del mejor trabajo aca-démico sobre tendencias económicas, temas agrarios ymovimientos populares. Tres sociólogos del CEPAS,Sandra Cartín, Isabel Román y Rolando Rivera, tuvie-ron la amabilidad de organizar un seminario en 1990

xvi Campesinos contra la globalización

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para discutir una versión inicial del Capítulo 4. Tal ycomo lo describo en la Introducción, este evento no so-lamente fue para mí un útil, aunque retador, intercam-bio intelectual, sino que tuvo repercusiones complejase inesperadas en el movimiento campesino que estabaestudiando. El CEPAS se vio obligado a cerrar a media-dos de los años noventas, víctima de los recortes defondos derivados en última instancia del mismo caoseconómico neoliberal que tan asiduamente había docu-mentado y analizado. Su cierre es una gran pérdida pa-ra los costarricenses que tratan de entender su propiasociedad, así como para aquellos de nosotros en el ex-tranjero que durante tanto tiempo dependimos de supersonal y bases de datos para apoyar la investigación.

Una de las tesis de este libro es que incluso cuan-do las organizaciones populares “fracasan” o desapare-cen, la “energía social” de sus miembros (como la lla-maba Albert Hirschman, invocando irónicamente aAdam Smith) se manifiesta mediante nuevas formas enlos intentos posteriores por lograr el cambio. Esto hasido en realidad el caso para la mayoría de las perso-nas relacionadas con CEPAS. Sin embargo y lamenta-blemente, Rolando Rivera no tendrá esta oportunidad.La vida y una carrera prometedora cesaron para estecientífico social talentoso y comprometido, amigo leal,en 1995 a la edad de 32 años, cuando un piloto ineptoy fatigado de AVIATECA hizo que un avión con destinoa Costa Rica chocara contra el volcán Chichontepec, enEl Salvador. Las investigaciones posteriores al acciden-te revelaron que poco antes los pilotos habían comen-zado a volar turnos extra largos, resultado de una cam-paña de la empresa para reducir su tamaño.

Débora Munczek, mi compañera, no es antropólo-ga, pero he aprendido a escuchar de ella más de lo quepude haber aprendido en cualquier curso o libro sobremétodos de trabajo de campo en etnografía. Acompa-ñarla durante su investigación sobre las víctimas de laviolación a los derechos humanos en Honduras ha si-do para mí una inspiración. Mi deuda va más allá de

Reconocimientos xvii

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toda medida por su constante calidez, amor y apoyo.Mi hijo mayor Daniel no recuerda mi pesar cuando tu-vimos que celebrar su primer cumpleaños varios díasdespués porque yo estaba en medio de un período cru-cial de trabajo de campo en Santa Cruz y Nicoya. Perosí recuerda varias ausencias más largas y recientes yno puedo sino agradecerle una vez más por ser tanfuerte, por tener tanta confianza en sí mismo y en mí,así como por perdonar, tanto que viaje constantemen-te como que a menudo ocupe su tiempo de juego enla computadora para poder escribir. El nacimiento demi hijo menor, Benjamín, coincidió casi con el correoelectrónico de Stanford en el que aceptaban publicareste libro. El que haya logrado completar las revisio-nes finales se debió únicamente al apoyo invaluablede mi familia extendida –mis padres, suegros, tíos po-líticos y varios amigos– que me dieron alguna treguaen la hermosa pero extenuante tarea de ser padre deun recién nacido.

Por último, este proyecto de investigación, más quecualquier otro en el que haya estado involucrado, meha dado una lección que quizás sea obvia, aunque condemasiada frecuencia se olvida cuando se está inmer-so en esa vida enrarecida de la academia norteameri-cana: los mejores maestros son a menudo los que en-contramos fuera de los pasillos y del aula. Dedico estelibro a la memoria de una de esas maestras extraordi-narias, mi abuela Frances Israel Hochberg (n. 1895,Polonia; f. 1976, Nueva York). Al igual que muchas mu-jeres inmigrantes de su generación, era maestra deprofesión (así como una experta formidable de la gra-mática del inglés, su segunda lengua). Además, y talvez aún más importante, fue organizadora de sindica-tos y activista permanente a favor de los derechos civi-les y la paz. Al igual que muchos de los activistas cam-pesinos que llegué a conocer en Costa Rica, amaba lajusticia y hablar de política.

xviii Campesinos contra la globalización

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SIGLAS

Las siguientes siglas se usan en el texto, las notasy las referencias:

AID Agencia Internacional para el Desarrollo (también USAID)

ALCORSA Algodones de Costa Rica S.A.ALUNASA Aluminios Nacionales S.A.APRA Alianza Popular Revolucionaria

AmericanaASBANA Asociación Bananera NacionalASPPAS Asociación de Pequeños Productores

del Pacífico SecoBAC Banco Anglo CostarricenseBCAC Banco Crédito Agrícola de CartagoBCR Banco de Costa RicaBCIE Banco Centroamericano de

Integración EconómicaBCCR Banco Central de Costa RicaBID Banco Interamericano de Desarrollo BPDC Banco Popular y de Desarrollo ComunalBNCR Banco Nacional de Costa RicaCAC Centros Agrícolas CantonalesMCC Mercado Común CentroamericanoCADESCA Comité de Acción de Apoyo al Desarrollo

Económico y Social de Centroamérica CAN Consejo Nacional Sectorial de Desarrollo

Agropecuario y de Recursos NaturalesRenovables [antes Consejo Agropecuario Nacional]

CAT Certificado de Abono TributarioCATIE Centro Agronómico Tropical de

Investigación y Enseñanza

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CATSA Central Azucarera del Tempisque S.A.ICC Iniciativa de la Cuenca del CaribeCCA Coordinadora Campesina del AtlánticoCCSS Caja Costarricense de Seguro SocialCECADE Centro de Capacitación para el

DesarrolloCEMPASA Cementos del Pacífico S.A.CEMVASA Cementos del Valle S.A.CENADA Centro Nacional de AbastecimientoCENAP Centro Nacional de Acción PastoralCENPRO Centro de Promoción de

Exportaciones e InversionesCEPAL Comisión Económica para América

Latina (ECLA)CEPAS Centro de Estudios para la Acción SocialCEPC Consorcio de Exportación de

Productos Costarricenses S.A.CIGRAS Centro de Investigación de Granos

y SemillasCINDE Coalición de Iniciativas para el

DesarrolloCITA Centro de Investigación en Tecnología

de AlimentosCNAA Cámara Nacional de Agricultura y

AgroindustriaCNFL Compañía Nacional de Fuerza y LuzCNP Consejo Nacional de ProducciónCODESA Corporación Costarricense de

Desarrollo S.A.CONAI Comisión Nacional de Asuntos

IndígenasCONAPE Comisión Nacional de Préstamos para

EducaciónCONARIEGO Comisión Nacional de RiegoCONCACOOP Consejo Nacional CooperativoCONICIT Consejo Nacional de Ciencia y

TecnologíaCOOPEAGRI Cooperativa Agrícola Industrial y de

Servicios Múltiples El General

xx Campesinos contra la globalización

Page 17: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

COPAN Comité Patriótico NacionalCORYC Consejo Rural y CampesinoCSUCA Confederación Superior Universitaria

CentroamericanaDAISA Desarrollo Agroindustrial S.A.DCC Distribuidora Costarricense de

Cemento S.A.DINADECO Dirección Nacional de Desarrollo de la

ComunidadDNC Dirección Nacional de ComunicacionesEARTH Escuela de Agricultura de la Región

del Trópico HúmedoECAG Escuela Centroamericana de

GanaderíaECLA Economic Commission on Latin

America (CEPAL)ECR Editorial Costa RicaEFF Extended Fund FacilityEANT Exportaciones agrícolas no

tradicionalesESPH Empresa de Servicios Públicos de

HerediaETA Escuela Técnica Agropecuaria de

Santa ClaraFAE Fondos de Apoyo Económico

[de la AID]FECOPA Ferrocarriles de Costa Rica S.A.FEDEAGRO Federación Nacional de Cooperativas

AgropecuariasFENAC Federación Nacional CampesinaFERTICA Fertilizantes de CentroaméricaFESIAN Federación Sindical Agraria NacionalFINTRA Fiduciaria de Inversiones TransitoriasFMI Fondo Monetario InternacionalFNCA Fondo Nacional de Contingencias

AgrícolasFNL Fábrica Nacional de LicoresFODEA Ley de Fomento a la Producción

Agropecuaria

Siglas xxi

Page 18: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

FODEIN Fondo de Desarrollo Industrial FOPEX Fondo de Promoción de las

ExportacionesGATT General Agreement on Tariffs and

Trade (Acuerdo General sobre Tarifasy Comercio)

AyA Instituto Costarricense de Acueductosy Alcantarillados

ICE Instituto Costarricense de ElectricidadICODE Iniciativas de Comunicación para el

DesarrolloICPP Instituto Costarricense de Puertos del

PacíficoICT Instituto Costarricense de TurismoIDA Instituto de Desarrollo AgrarioIDB Inter-American Development Bank (BID)IDC Instituto de Defensa del CaféIFAM Instituto de Fomento y Asesoría

MunicipalIICA Instituto Interamericano de

Cooperación para la AgriculturaIMAS Instituto Mixto de Ayuda SocialINA Instituto Nacional de AprendizajeINFOCOOP Instituto de Fomento CooperativoINS Instituto Nacional de SegurosINVU Instituto Nacional de Vivienda y

UrbanismoITCO Instituto de Tierras y ColonizaciónITCR Instituto Tecnológico de Costa RicaJAAE Junta Administrativa de Acueductos

de EscazúJAPDEVA Junta de Administración Portuaria y

Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica

JASEC Junta Administrativa de Servicios Eléctricos de Cartago

JDT Junta de Defensa del TabacoJPC Junta de Protección a la Agricultura

de la Caña

xxii Campesinos contra la globalización

Page 19: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

JUNAFORCA Junta Nacional de Forestación Campesina

LAICA Liga Agrícola e Industrial de la Caña de Azúcar

MAG Ministerio de Agricultura y GanaderíaMAI Ministerio de Agricultura e IndustriaMEIC Ministerio de Economía, Industria y

ComercioMEP Ministerio de Educación PúblicaMIDEPLAN Ministerio de Planificación Nacional y

Política EconómicaMNC Mesa Nacional CampesinaMOPT Ministerio de Obras Públicas y

TransportesMRP Movimiento Revolucionario del PuebloNMS Nuevos movimientos socialesOFICAFE Oficina del CaféOFIPLAN Oficina de Planificación Nacional y

Política EconómicaOIJ Organismo de Investigación JudicialOMC Organización Mundial del Comercio ONG Organizaciones no gubernamentalesONS Oficina Nacional de SemillasOPSA Oficina de Planificación del Sector

AgropecuarioPAE Programa de Ajuste EstructuralPANI Patronato Nacional de la InfanciaPL-480 Ley de los Estados Unidos 480

(Agricultural Trade Development and Assistance Act [también conocida como “Alimentos para la Paz”])

PLN Partido Liberación NacionalPNUD Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo (UNDP)PPC Partido del Pueblo CostarricensePRN Partido Republicano NacionalPUSC Partido Unidad Social CristianaPVP Partido Vanguardia PopularRACSA Radiográfica Costarricense S.A.

Siglas xxiii

Page 20: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

RECOPE Refinería Costarricense de PetróleoSBN Sistema Bancario NacionalSENARA Sistema Nacional de Aguas

Subterráneas, Riego y AvenamientoSENAS Servicio Nacional de Aguas

SubterráneasSEPSA Secretaría Ejecutiva de Planificación

SectorialSITRACAÑA Sindicato de Trabajadores de la CañaSNE Servicio Nacional de ElectricidadTFB Tempisque Ferry Boat, S.A.TRANSMESA Transportes Metropolitanos S.A.UCADEGUA Unión de Campesinos de GuatusoUCR Universidad de Costa RicaUCTAN Unión Campesina de Trabajadores del

Atlántico NorteUNA Universidad Nacional de Costa RicaUNAC Unión Nacional CampesinaUNACOOP Unión Nacional de CooperativasUNDP United Nations Development

Programme (PNUD)UNED Universidad Nacional Estatal a

DistanciaUNSA Unión Nacional del Sector

AgropecuarioUPAGRA Unión de Pequeños Agricultores de la

Región AtlánticaUPANACIONAL Unión Nacional de Pequeños y

Medianos Productores AgropecuariosUPAP Unión de Productores Agropecuarios

de PuriscalUPIAV Unión de Productores Agropecuarios

Independientes de Pérez ZeledónUSAID United States Agency for International

Development (también AID)

xxiv Campesinos contra la globalización

Page 21: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

INTRODUCCIÓNCrisis de la deuda, crisis social,

crisis de paradigmas

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De la noche a la mañana parecía que el mundo seiba a desarmar. Los costarricenses, cómodos y satisfe-chos de sí mismos, de repente advertían un númerocada vez mayor de niñas y niños desaliñados cantan-do en los buses a cambio de unas monedas, más ymás mendigos y recolectores de desechos a domicilio,así como familias sin vivienda hacinadas bajos lospuentes. En la capital, hombres huraños con espejue-los reflectores y camisas guayaberas bordadas obsta-culizaban las aceras del centro de la ciudad, marcan-do compulsivamente números en las calculadoras debolsillo y anunciando a viva voz los precios cada vezmás altos de los fajos de dólares que apretaban en lospuños. En las pulperías o pequeños establecimientos,que durante mucho tiempo habían sido el centro delos chismes y la vida social de barrios y pueblos, losvendedores de abarrotes doblaban y cuadriplicabanlos precios y, aún así, se declaraban en quiebra cuan-do era evidente que no habían calculado bien el verda-dero costo de sustitución del inventario. La clase me-dia entró en pánico; los pobres intentaban cualquiercosa simplemente para sobrevivir.

Este era el inicio de la “década perdida” de 1980, lapeor crisis económica en América Latina desde la GranDepresión. En todo el continente los avances sociales yel crecimiento económico de los treinta años anterioresperdieron fuerza o retrocedieron, en una combinaciónmortal de endeudamiento, inflación acompañada deestancamiento de la economía, déficit comercial y pre-supuestario, así como niveles de vida que caían verti-ginosamente. Algunos especialistas fechan el inicio dela crisis el día viernes 13 de agosto de 1982, cuandoMéxico causó consternación mundial al anunciar que

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no podría pagarle a los bancos extranjeros los interesessobre los ochenta mil millones de dólares que adeuda-ban. Sin embargo, desde un año antes del famoso “finde semana mexicano” Costa Rica ya había declaradouna moratoria a los pagos de la deuda externa. Esta ac-ción tomada por un pequeño país centroamericano, conuna población de menos de tres millones y una deudatotal de menos de cuatro mil millones de dólares, llamópoco la atención en las salas de prensa, la academia ylos círculos financieros internacionales.1

El nada envidiable apelativo de Costa Rica comoprimer país latinoamericano en incumplir sus obliga-ciones foráneas, quizás no haya sido más que una no-ta al pie en la historia más amplia de la crisis de ladeuda en la década de 1980.2 Los países pequeños,después de todo, no tienen la influencia de sus vecinosmayores y el no pago de tan solo cuatro mil millones dedólares difícilmente causaría más que una leve ola enel sistema financiero mundial. La importancia del casocostarricense se deriva no de la escala, sino de lo queel país había sido antes del cataclismo económico de1981-82, así como de aquello en que se convirtió des-pués. A finales de los años setentas, cuando aparecie-ron los primeros indicios serios de crisis, Costa Ricaera un modelo de Estado benefactor socialdemócrata,con una importante participación del sector público enla economía y una amplia gama de programas socialesgubernamentales. Hacia finales de los ochentas, porotra parte, los oponentes neoliberales de la economía“estatista” comenzaron a presentar a Costa Rica, unode los primeros países de la región en iniciar un pro-grama de ajuste estructural promovido por el BancoMundial, como un caso exitoso de libre mercado y unaguía para el resto del hemisferio, junto con países másgrandes como Chile y México.3

Ya para 1980, después de más de tres décadas depolíticas reformistas, Costa Rica se ufanaba de tenerindicadores de bienestar social que se acercaban a los

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de países desarrollados. La esperanza de vida prome-dio al nacer era de 73.5 años y la tasa de mortalidadinfantil de 19.1 por mil; Cuba era el único país lati-noamericano que las igualaba. La tasa de alfabetiza-ción de adultos de 93.1 por ciento era superada solopor Cuba y los países más desarrollados del cono surde Sudamérica: Argentina, Chile y Uruguay (MIDE-PLAN 1990, 22, 23; BID 1984, CEPAL 1984).4 CostaRica también gozaba de una excelente reputación co-mo democracia estable, ventaja importante en unaépoca en que Washington se aprestaba a lanzar unacampaña sostenida contra la Nicaragua sandinista y“totalitaria”, justo al norte.

Pero exactamente dos años después, en 1982, Cos-ta Rica padecía una grave crisis económica. No solo ha-bía incumplido con los préstamos, sino que la inflaciónse había disparado hasta alcanzar cerca del 100 porciento; el desempleo se había más que duplicado des-de 1979 y los salarios reales habían caído estrepitosa-mente, empobreciendo así a gran parte de la poblacióny amenazando la estabilidad. Los alarmados analistaspolíticos advirtieron que Costa Rica podría seguir elmismo camino de Uruguay, otro Estado benefactor so-cial donde un sistema constitucional estable, que seremontaba a principios de siglo, había sido sustituidopor una brutal dictadura militar en 1973 (Vega 1982).

Ya para principios de los noventas era común quela prensa financiera afirmara que la crisis de la deudalatinoamericana ya “había pasado” (ver Journal of Com-merce, 20 de julio 1992, 2), y algunos economistas in-cluso afirmaban que había comenzado “una década deesperanza” (BID, 1991, 2). En Costa Rica, el Presiden-te Rafael Angel Calderón Fournier anunciaba con bom-bos y platillos la “estabilidad” de la economía “transfor-mada” de este país y hacía alarde de que “el BancoMundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y elFondo Monetario Internacional... nos describen comoun milagro humano y económico” (New York Times, 5

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octubre 1992, A12). El Ministro de Relaciones Exterio-res, Bernd Niehaus, afirmaba en 1990 que Costa Ricase estaba convirtiendo en una “locomotora que jalabalas otras economías de América Central hacia... el de-sarrollo” (Tico Times, 25 mayo 1990, 1). Repitiendo lodicho por Oscar Arias, presidente de Costa Rica de1986 a 1990, Niehaus mantenía que esta pequeña re-pública centroamericana pronto sería el primer paísdesarrollado de América Latina (Alvarez 1988, 9; Liza-no, 1988a, 36; 1988b, 48).5 Pero la crisis del peso me-xicano en 1995 disminuyó la bravata hiperbólica de laprensa comercial, incluso cuando expertos de la acade-mia y diseñadores de políticas de toda la región comen-zaron a hablar de una “tercera ola” de reestructuracióneconómica (Phillips 1997). Incluso antes, sin embargo,muchos costarricenses albergaban dudas sobre el su-puesto “milagro” de su país. El giro de un sistema eco-nómico estatista a uno orientado hacia el mercado re-flejaba procesos más amplios que se desarrollaban enel ámbito mundial y, al igual que en el resto del mun-do, en Costa Rica la transformación inevitablementeproducía “ganadores” y “perdedores” (Frieden 1989).

Este libro aborda los efectos del cambio económicorepentino en los campesinos, en especial en los peque-ños propietarios productores de maíz, arroz y otrosgranos básicos. Examina la lucha de estos por sobrevi-vir, sus intentos por comprender las fuerzas, a menudodistantes e invisibles, que amenazan su modo de vida,así como las formas de acción política que utilizaronpara enfrentarse al monstruo del libre mercado y lue-go adaptarse a él. El libro es también un análisis de losposibles papeles que juega el Estado en la economía yen el bienestar social. En una época en que los estadosson en definitiva impopulares, es fundamental señalarque, al menos en Costa Rica, el Estado contribuyó engran medida al progreso social y económico y que eselegado (a pesar de las afirmaciones de los defensoresdel libre mercado) explica en gran medida el “éxito” del

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neoliberalismo actual (ver Capítulo 1). En su másamplio sentido, la narración que sigue trata sobre lateoría y práctica del desarrollo (y de los movimientossociales y de la antropología) en el Tercer Mundo ruraly contemporáneo.

No obstante, la historia que narro no es un cuen-to heroico de “resistencia al capitalismo”, ni una deesas narrativas “grandiosas” o “meta” que buscan le-gitimar “teleologías políticas o históricas” que incluyenlos “grandes ‘actores’ y ‘sujetos’ de la historia: la na-ción-estado, el proletariado, el partido, Occidente” o,en este caso, “el campesinado” (ver Jameson 1984,xii). Las lecciones derivadas de este estudio son, másbien, mucho más ambiguas, no solo por la compleji-dad de los procesos y personas que son el foco de lainvestigación, así como por su futuro incierto, sinotambién por mi insatisfacción con varios de los mar-cos analíticos que en épocas recientes han utilizadolos científicos sociales para estudiar el cambio econó-mico y la acción colectiva en el Tercer Mundo rural.Me refiero en especial a gran parte de la producciónantropológica actual sobre conocimiento y poder, lacual asume un enfoque en particularmente desvitali-zado de esta última categoría; a menudo ve el podersobre todo como producto de procesos discursivosabstractos y le da un mínimo de atención a los sereshumanos reales, o a los procesos histórico-materialesque producen y reflejan los discursos y en los cualesse insertan los conflictos políticos concretos. Es más,como analizaré luego con más detalle, aquellos estu-diosos del desarrollo y los movimientos sociales queenfatizan el “discurso” y la “política de la identidad”, aexpensas de la economía política, a menudo tienden ano prestarle suficiente atención a la forma en que sehan elaborado los conceptos claves de su análisis a lolargo del tiempo o a las historias culturales, a vecesremotas pero no obstante poderosas, de aquellos gru-pos que hoy se ven empujados a la acción colectiva(ver C.R. Hale 1997).

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También la falta de lo que algunos podrían percibircomo certezas modernistas se deriva, asimismo, de lasambivalencias y giros inherentes a los temas sobre mo-vimientos campesinos que este trabajo trae a discu-sión. Casi en todas partes las organizaciones campesinastienden a surgir y desaparecer o a cambiar de direcciónpolítica con asombrosa rapidez, tal y como lo han de-mostrado de manera amplia otros analistas (ver Zamosc1986). Sin embargo, a finales del siglo XX estas oscila-ciones adquirieron una dimensión adicional. Las aso-ciaciones de agricultores y otros grupos de base enocasiones se convirtieron en “organizaciones imagina-das”, que existían sobre todo en la mente de los líderesy de los donantes extranjeros. Sería muy fácil, porsupuesto, desechar tales grupos “en el papel” comomanifestaciones perversas del oportunismo, del augede las ONG en los ochentas y noventas y de las políti-cas de desarrollo neoliberales que no dieron frutos.Pero, tal y como sugiero en el Capítulo 5 y en la Con-clusión, los mismos individuos que lideran sindicatosfantasmas y “coaliciones” infladas son, a veces, los quetienen un compromiso más profundo y carente deegoísmo con el cambio fundamental, así como la mayorcapacidad para pensar en soluciones creativas para losdifíciles dilemas del desarrollo. Y esas mismas “organi-zaciones imaginadas” (junto con sus “líderes imagina-rios”) pueden sufrir metamorfosis que las hacen surgirde nuevo y reinsertarse en una práctica política vital ygenuina. La ambigüedad y la ambivalencia reflejan en-tonces una complejidad muy real, pero no deben serconsideradas como sinónimos del escepticismo radical(cf. Comaroff y Comaroff 1991, 13).

“Las modas”, como señala Stanley Aronowitz, “ope-ran tanto entre intelectuales como en la industria delvestido” (1998, xviii). Mi rechazo a las “meta-narrati-vas” no implica, así lo espero, una aceptación acríticade la moda relativista y agnóstica característica delpostmodernismo o de otros “ismos” relacionados (post-estructuralismo, deconstruccionismo, etc.). Más bien,

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este libro busca reafirmar la importancia de estudiar lacompleja interacción entre cultura, poder y realidadesmateriales y la posibilidad de hacer una narración res-ponsable, de “una antropología con los pies en el sue-lo” o de “una antropología ‘suficientemente buena’”,según la expresión memorable de Nancy Scheper-Hughes (1992, 4). La obra no afirma haber resuelto losenigmas metodológicos y epistemológicos de los “is-mos” de moda, sino que parte de la premisa (que en úl-tima instancia es producto de la perspectiva política ylos valores del autor, tal y como sucede con cualquieracadémico postmodernista), de que si bien estas preo-cupaciones merecen atención, deben dejarse en sus-penso o, al menos, no deben ser temas centrales siqueremos saber más sobre otros asuntos de mayor ur-gencia. La comprensión de la tragedia humana del TercerMundo contemporáneo, para mencionar solo un tema,se logra mejor mediante una práctica científica socialque trate de documentar y entender, aunque sea enforma imperfecta e incompleta, las fuerzas que crean,se oponen y reconceptualizan el cambio. El libro es,además, una tesis a favor de la persistente importan-cia que cobra la economía política en dichas narracio-nes. Esto requiere analizar no solo las realidades (orepresentaciones resultantes) efímeras, plurales e hí-bridas que complacen a los posmodernistas, sino tam-bién, las tendencias opuestas, cultural y políticamentehomogenizantes, e inherentes al capitalismo contem-poráneo. Estos procesos, como bien lo señalaba DavidHarvey, incluso antes del ascenso absoluto del neolibe-ralismo como único e indisputado modelo económicoen el escenario mundial, “se hacen cada vez más glo-balizantes en su profundidad, intensidad, alcance ypoder en la vida cotidiana” (1989, 117).

Por ende, cuando utilizo el término “economía polí-tica” no me refiero a la nueva idea popular de que ca-tegorías como “desarrollo” y “subdesarrollo” son meras“construcciones ficticias” o “narrativas... tejidas conhechos y ficción” (Escobar 1995, 19; 1988, 429; 1984,

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389). Sugiero más bien que, sin importar cuánta cargaideológica lleven tales representaciones, vale la pena elanálisis en toda su concreción específica y desordena-da. No son simples “discursos” que “reorganizan” lassociedades del Tercer Mundo en formas que los críticosposmodernos, claves del “desarrollo”, prefieren dejarbásicamente sin analizar y que, en principio, sirven pa-ra reproducir, de una forma que recuerda los procesoshomeostáticos apreciados por los antropólogos funcio-nalistas de la era colonial, los “discursos” mismos (envez de, por ejemplo, sectores económicos específicos,grupos de interés, clases sociales o familias).

Al igual que varios comentaristas (Sangren 1988,405), me veo “a la vez intrigado y sorprendido” por granparte de la producción posmoderna.6 A pesar de estaambivalencia, o quizás debido a ella, reconozco que enel contexto de este estudio, tres áreas relacionadas delpensamiento –todas en peligro de ser monopolizadaspor los proveedores de inquietudes posmodernistas–merecen al menos un breve análisis que, desde luego,no puede ser sino parcial en ambos sentidos del tér-mino. Estas son: (1) el discurso de la antropología del“desarrollo”; (2) la “teoría de los nuevos movimientossociales”, uno de los principales paradigmas para estu-diar la acción colectiva y (3) los problemas y posibilida-des de la investigación “comprometida”.

Las conexiones entre estas tres áreas se derivan nosolo de las afirmaciones de quienes abogan por los en-foques posmodernistas, en el sentido de que los nuevosmovimientos sociales en el Tercer Mundo constituyenuna respuesta potencialmente emancipatoria al “en-cuentro con el desarrollo”, abundante en relacionesde poder desiguales. Más bien, como lo describiré enbreve, la necesidad de posicionar al autor en el proce-so de la investigación y en los relatos escritos de estapuede derivarse, sobre todo en el caso de estudios demovimientos sociales, de las mismas “relaciones detrabajo de campo” más que de un compromiso previo y

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abstracto con la reflexión, o de una predisposición alnarcisismo. Más aún, un breve análisis de algunasafirmaciones postmodernas en las áreas de desarrollo,movimientos sociales y “posicionamiento”, sugierenque el examen de estos tres temas no ha sido lo bas-tante ubicado en la historia (a pesar del llamado delcrítico Fredric Jameson a los postmodernistas: “¡Ubi-quen siempre en la historia!” [citado en B. Palmer1990, 43]). Esta falta de atención a los procesos políti-co-económicos y a los antecedentes intelectuales, faci-lita que se le asigne prioridad analítica al “discurso” yse le atribuya un cierto poder autónomo sobre otros ti-pos de relaciones de poder. También, conduce a afir-maciones dudosas de originalidad intelectual y a oscu-recer, aunque por lo general en forma no intencional,la incorporación de ideas de estudiosos previos (verNash 1997, 21-22).

¿Desarrollo entre comillas?

Desde mediados de los años ochentas, una camari-lla de académicos ha tratado de aplicar una u otra va-riante del análisis del discurso de Foucault al estudiodel desarrollo en el Tercer Mundo (ver Apfell, Marglin yMarglin 1990; DuBois 1991; Esteva 1988; Ferguson1990; García Canclini 1993; Mitchel 1991; Prakash1990; I.Sachs 1976; W. Sachs 1992).7 Haciendo eco deuna de las máximas favoritas de los críticos posmoder-nos de la producción etnográfica (Cliford 1983,6;1988,80), varios, incluso, afirman que el “subdesarro-llo” es una “construcción ficticia” (Escobar 1988,429;1984,389; ver también DuBois 1991,25; Esteva1988,667).8 Al hacerlo, buscan sorprender a los lecto-res y, a la vez, llamar la atención sobre la naturalezahistóricamente condicionada de algunas premisas queno han sido cuestionadas y que quizás aprecien. En lamedida en que este tipo de postura iconoclasta logre

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esos objetivos podría representar un antídoto saludablepara gran parte del pensamiento y la práctica predomi-nantes, en exceso complacientes. Pero, mientras que di-chos pronunciamientos distraigan la atención de lasprofundas desigualdades que separan lo que el conven-cionalismo conoce como sociedades del Primer Mundode las del Tercer Mundo (o regiones y clases en cadauno), no pueden dejar de ser en extremo perturbadores.9

El argumento de que el “subdesarrollo”– y uno asu-me que, por ende, también el “desarrollo”– son “ficcio-nes”, busca enfatizar que un conjunto particular de“discursos” y de “estrategias” asociadas, propagadaspor poderosas agencias internacionales (como el Ban-co Mundial) y sus aliados locales, contribuyen a alterarno solo relaciones sociales y económicas en los paísesmeta sino, también, “significados y prácticas cultura-les” (Escobar 1988,438). Esto no es muy controversial(aunque tiende a burlarse un poco de las convencionessemánticas y de la subjetividad compartida, necesariaspara el intercambio académico o de otra índole [ver Ro-senthal 1992]).10 Los “discursos”, en efecto, categori-zan a las personas y, algunas veces, las etiquetas soncaricaturas desnaturalizadas de lo que esas personasson o creen ser. No se colige, sin embargo, que los in-vestigadores deban evitar el uso de todas las categoríassociológicas por el simple hecho de que algunos cientí-ficos sociales o ingenieros sociales empleen términospeyorativos o etiquetas que de forma implícita culpanal etiquetado y no al etiquetador. De hecho, es curiosoque los mismos académicos (Escobar 1988,435-36;1991, 667-68) que son sumamente críticos de designa-ciones tales como “pequeños agricultores”, “beneficia-rios” y “mujeres embarazadas y lactantes”, usen otrascategorías muy problemáticas, como por ejemplo “cam-pesinos”, sin el más mínimo reconocimiento al debateque han causado entre académicos pre-posmodernis-tas (Leeds 1977; Shanin 1982).

Asimismo, es sorprendente que al examinar el po-der de los discursos etiquetadores minimizan o hacen

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caso omiso de otra tendencia contradictoria que esigualmente una preocupación posmodernista: la capa-cidad de los subalternos para apropiarse de las etique-tas (y de discursos más complejos) e infundirles signi-ficados nuevos y a menudo positivos (sin embargo, verEscobar 1995, 48-52). A manera de ejemplo en el Capí-tulo 4 analizo cómo en Costa Rica el término “pequeñoagricultor” pasó de ser una categoría relativamente blan-da, favorecida por los funcionarios gubernamentales ylos cabildeadores del sector agrícola, a ser una señal deorgullo politizada y muy cargada. Algunos agricultoresen el calor de la lucha no solo la adoptaron como unanueva forma de autodefinirse, sino que la empleaban,unas veces de forma irónica y otras de forma incons-ciente, como sinónimo de condición de renegados.

Tampoco es cierto que todas las veces en el “en-cuentro con el desarrollo” –sucesor, por supuesto, delinnoble “encuentro colonial” (Asad 1973)– “los estados,las instituciones dominantes y las prácticas comunesse ven fortalecidas y su rango de acción se amplía enforma inexorable” (Escobar 1991, 667; cf. 1984, 388).Esta afirmación, básica en el estudio hecho por JamesFerguson sobre las políticas en Lesotho del BancoMundial (1990, 253; cf. DuBois 1991, 11 y Mitchel1991, 30), no logra entender un aspecto fundamentaldel neoliberalismo contemporáneo (y tiende a negarle alos grupos subordinados, mediante el énfasis en lo ine-xorable del proceso de “desarrollo”, toda posibilidad deeficacia política).11 Las premisas fundamentales delneoliberalismo, modelo de “desarrollo” reinante, inclu-yen la necesidad de reducir drásticamente el alcancedel Estado y, más general, del sector público. De algu-na forma, los estudiantes posmodernistas del “desarro-llo” no han logrado ver, sino que de hecho han inverti-do, este postulado fundamental del neoliberalismo.

Las deficiencias de la antropología posmodernistadel desarrollo son más obvias en los silencios (o en lo“no dicho”, para usar una expresión pertinente de Fou-cault [1972, 25]). Los humanos de carne y hueso –las

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víctimas del desarrollo que salió mal– se supone quepodrían ser los sujetos obvios de una investigación an-tropológica impactante (como por ejemplo en La Muertesin llanto, escrita en un tour-de-force por Scheper-Hughes en 1992). Pero se encuentran conspicuamenteausentes en la mayoría de las obras de los críticos pos-modernistas del “desarrollo”, como las de Escobar yDuBois, por lo general ubicadas en un nivel tan alto deabstracción que impiden el análisis (o a veces hasta lamención) de ejemplos históricos o casos ilustrativos.También está ausente la atención seria (o frecuente-mente toda referencia) a las diferencias relativas en losniveles de vida, o a las distribuciones tan sesgadas dela riqueza y el ingreso que diferencian las sociedadesdel Tercer Mundo de las del Primer Mundo. No es ne-cesario abogar por los indicadores convencionales uti-lizados por las principales instituciones financieras yde cooperación (PIB per cápita, etc.), ni siquiera adop-tar del todo las categorías cada vez más problemáticasde “Tercer” y “Primer Mundo” a fin de reconocer quecentenares de millones de personas no pueden cubrirlas necesidades básicas de alimento, ropa y vivienda, oque existen medidas alternativas para este problemafundamental, tales como los esfuerzos por ajustar lascifras del PIB per cápita a fin de que reflejen el poderadquisitivo en diferentes países (Summers y Heston1988); el índice de calidad de vida física del OverseasDevelopment Council (Morris 1979); el índice de desa-rrollo humano del Programa de las Naciones Unidaspara el Desarrollo (PNUD 1995), o la atractiva idea deAmartya Sen (1987) de que una medida del nivel de vi-da debería incluir un nivel de felicidad; posibilidadesde escoger entre rumbos distintos y satisfacción de losdeseos (es decir, “utilidad”).

Reconocer esta gran tragedia humana no implica laaceptación acrítica de la precisión o validez de granparte de los datos cuantitativos que se vuelven “natu-ralizados” y sirven para justificar la existencia de todauna “industria del desarrollo”. Pero, lo que sorprende

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de los críticos posmodernistas del “desarrollo”, es la fre-cuencia con que dejan fuera de la vista tanto a las per-sonas afectadas como los indicadores sociales y macroe-conómicos relevantes. Así, terminan por trivializar laexperiencia cotidiana y las aspiraciones de quienes su-fren, ya sea pasando por alto su pobreza demoledora,quejándose de los burócratas y científicos sociales quetratan de medirla o poniendo la pobreza, así como todoesfuerzo por revertirla, en el ámbito de un discurso deelite. A pesar de que estos estudiosos a menudo exaltanla “sociedad civil” como la panacea contra todos los malescausados por el “desarrollo”, abordar el poder centrán-dose en el discurso puede conducir a un cinismo gene-ral, incluso frente a intentos de cambio innovadores.Marc DuBois, por ejemplo, que se define a sí mismo co-mo seguidor de Foucault, afirma de forma categóricaque: “Esas pequeñas organizaciones de desarrollo queoperan a nivel de base, esas que a menudo se conside-ran ser las más eficaces y ciertamente las más sensiblesa las poblaciones locales, parecen ser las más peligrosaspotencialmente si se utiliza un sentido foucauldiano delpoder para analizar el desarrollo” (1991, 19).

El discurso, sin duda, figura en la reproducción dela pobreza espantosa que aflige a gran parte de la po-blación mundial. Pero también lo hacen otros fenóme-nos, como formas de acumulación y distribución y losotros aspectos no discursivos sino sobre todo materia-les de la reproducción física y social de las clases, lossectores, las corporaciones y los grupos familiares queconstituyen toda economía moderna, aunque esos, engran medida, no son analizados en las críticas posmo-dernistas del “desarrollo”. Aparte de condenar con fre-cuencia la asociación teórica reinante del “desarrollo”con la industrialización, institucionalización y expan-sión de la “industria del desarrollo” en sí, los críticosposmodernistas rara vez mencionan algún sector eco-nómico específico, ni siquiera la reproducción social engeneral, excepto como un problema de la competenciaentre discursos.

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El socavamiento retórico de las convenciones se-mánticas que permea la antropología posmodernistadel “desarrollo”, también da lugar a un razonamientosilogístico sobre las aspiraciones de los pobres delmundo. Escobar (1991, 670), por ejemplo, cuestiona laafirmación de Thayer Scudder (1988, 366) de que: “lagran mayoría de los habitantes del mundo desean eldesarrollo para sí mismos y para sus familias”. “¿Cómopuede probar esto Scudder?”, se pregunta Escobar.“No es difícil demostrar que en muchas partes del Ter-cer Mundo hay una amplia resistencia a los proyectosde desarrollo”.

¿Quieren decir lo mismo Scudder y Escobar cuan-do dicen “desarrollo”? En realidad no. Scudder se re-fiere claramente a algo como “mayor bienestar” o “au-mentar los niveles de vida”. Para Escobar, por otraparte, “desarrollo” significa un discurso destructivo ysus manifestaciones institucionales conexas. Una vezasignado este significado negativo, cuestiona si la gen-te lo quiere. Pero no se colige que “la gran mayoría dela población mundial” no desea un mayor bienestar.De hecho la oposición de los pobres a los proyectos dedesarrollo, por lo general se basa en su percepción, amenudo bien fundada, de que esos planes amenazansus niveles de vida (definidos ya sea económica o cul-turalmente). Escobar quizá estaría de acuerdo. Sinembargo, ¿es esto evidencia de oposición al desarrollo,como él afirma? Solo en un mundo en el que la retóri-ca y el uso idiosincrático de las palabras cotidianassustituyen la investigación empírica y la argumenta-ción razonada.12 En el contexto costarricense que seanaliza en este libro, para dar tan solo un ejemplo delo contrario, grupos de campesinos militantes, si-guiendo la práctica común latinoamericana de agre-garle las aspiraciones o los nombres de los mártires altítulo de las organizaciones populares, orgullososagregaron las palabras “Justicia y Desarrollo” al nom-bre de la coalición nacional que fundaron en 1989(Consejo Nacional de Pequeños y Medianos Productores

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Justicia y Desarrollo 1991). “Desarrollo”, al igual que“pequeños productores”, podía ser apropiado y se lepodían imprimir nuevos significados.

La crítica posmodernista del “desarrollo” constitu-ye un correctivo útil para la teoría predominante en va-rios aspectos. James Ferguson (1990), por ejemplo,deconstruye en forma brillante la imagen de Lesothopresentada en los informes del Banco Mundial y deotras instituciones financieras y agencias de coopera-ción, y demuestra la forma en que surgen proyectos de“desarrollo” improductivos y autodestructivos a partirde una visión ahistórica y equivocada de este pequeñopaís del Sur de África, como nación de campesinos desubsistencia (en vez de trabajadores migrantes). Deigual forma, Tim Mitchell (1991) analiza la forma enque los estudios sobre Egipto, hechos por las agenciasde desarrollo, utilizan un tema recurrente en comúncomo es la imagen de una densa población en rápidocrecimiento y abarrotada en el angosto Valle del Nilo, afin de omitir toda consideración de la distribución de-sigual de recursos y de ingresos. Pero dice mucho delparadigma en cuestión el hecho de que el marco teóricode Foucault recibe poco énfasis en las obras de Fergu-son y de Mitchell. De hecho, críticas similares a lanegativa del neo-maltusianismo a reconocer la desi-gualdad y a la ciencia social ahistórica que veía “eco-nomía natural” y “aislamiento” en todas partes peroignoraba la evidencia conspicua de la explotación capi-talista, habían atraído mucha atención en la antropo-logía, al menos desde inicios de los setentas (Hewitt1984; Mamdani 1973; Vincent 1990), mucho antes deque Foucalt fuera parte del canon de la disciplina.

Un hilo conductor en la bibliografía de la antropo-logía posmodernista del desarrollo es la insistencia enque el “desarrollo” surgió en la era posterior a la Se-gunda Guerra Mundial como ideología y práctica conpocos antecedentes históricos o intelectuales (porejemplo, Escobar 1988; 1995, cap. 1; Kearney 1996,34; Sachs 1976). La presentación más específica e

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interesante de esta posición procede del académico yactivista mexicano Gustavo Esteva:

Hasta bien entrado el siglo XIX, la palabra desarrollo seempleó en español para describir la operación de desen-rollar un pergamino: significaba devolverle su forma ori-ginal a un objeto. Durante el siglo pasado migró por lomenos a tres disciplinas científicas, donde se le empleócomo metáfora para abrir nuevos campos de conoci-miento. Quedó por mucho tiempo confinada a los ámbitostécnicos. En economía, ni Marx ni Schumpeter lograronque tuviera aceptación general, salvo para aplicacionesmuy específicas. Pero en 1949 ocurrió algo extraño conel desarrollo. Nunca antes una palabra había consegui-do aceptación universal el mismo día de su acuñaciónpolítica. Cuando el 10 de enero de 1949 la empleó Tru-man en un discurso conocido después como el Progra-ma del Punto Cuarto, adquirió un sentido específico in-mediatamente acreditado. En unos cuantos días 2000millones de personas se volvieron subdesarrolladas13

(Esteva 1988, 665, énfasis en el original).

Esteva procede diciendo, con exactitud, que: “aho-ra desarrollo es una palabra ameba, sin significadopreciso, pero llena de connotaciones” (665). Por desgra-cia, esta sensibilidad semiótica no va acompañada deun valoración similar de la compleja trayectoria delconcepto.14 “Desarrollo” y “subdesarrollo” no fueronsimplemente inventados, como afirman los posmoder-nos, en un esfuerzo por “rehacer” el Tercer Mundo des-pués de la Segunda Guerra Mundial. Estas “construc-ciones” tienen más bien raíces diversas y complejas enal menos tres vertientes históricas: el liberalismo (yevolucionismo) del siglo XIX, el neocolonialismo de losEstados Unidos a finales de siglo y los debates entre losmarxistas latinoamericanos y los populistas que datande la década de 1920.15

No está dentro del alcance de esta Introducciónampliar el argumento con mucho detalle. Sin embargo,un breve esquema basta para exponer la tesis, al me-nos en lo relativo a América Latina. La mayoría de los

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países latinoamericanos lograron la independenciaaquejados de débiles nociones de nación, con la propie-dad controlada por corporaciones religiosas y comuni-tarias y con economías que a pesar de un siglo de re-formas borbónicas todavía estaban conformadas, engran medida, por el comercio (de unos cuantos produc-tos primarios) orientado hacia la metrópolis. El libera-lismo se arraigó en la América Latina posterior a laindependencia como ideología modernizante y desarro-llista y como práctica cuyo fin era sobreponerse a laherencia colonial (C.A. Hale 1989; Katz 1991; Love1988). Ya fuera articulada como lucha por la “civiliza-ción” o contra la “barbarie” (como en Argentina), o entérminos más explícitos sobre racismo y darwinismosocial (como en Mesoamérica y los Andes), la ideologíaliberal contenía nociones definidas de desarrollo (o“modernidad”) y de subdesarrollo (o “atraso”). Si bien laperiodización y la práctica específica del liberalismo va-riaba en diferentes contextos, la adopción de políticasseculares de libre mercado por parte de los liberalespor lo general implicaba, entre otras cosas, más endeu-damiento en el exterior para financiar la construcciónde infraestructura para el transporte, en especial ferro-carriles; la creación de “Ministerios de Fomento”;16 laprivatización de tierras en manos de la iglesia, las co-munidades y el Estado y mayores concesiones al capi-tal extranjero el cual, se esperaba, facilitaría la transi-ción hacia la “modernidad”.

En Costa Rica, durante el apogeo liberal de finalesdel siglo XIX, casi todo el “proyecto nacional”, según loarticularon intelectuales y políticos, “era precisamen-te llegar a ser iguales a los países desarrollados de Eu-ropa” (S. Palmer 1992, 182, énfasis en el original).Tanto la ideología liberal, así como las medidas queaceleraron la apertura al mercado de los espacios másalejados que se habían mantenido fuera de la econo-mía, son claros precursores del “desarrollo” que losposmodernistas como Esteva afirman emergió a partir,

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prácticamente, de una tabula rasa en un solo día deenero de 1949.

Cualquier estadounidense agresivo –declara el viajerocaliforniano George Miller en su relato escrito en 1919,Prowling About Panama– contempla con asombro las es-pléndidas tierras, los excelentes ríos, los densos bos-ques y demás recursos vírgenes de este rico país ycomienza a elaborar proyectos de desarrollo y sueña conorganizar sindicatos [de inversionistas], pero la gente lo-cal no pierde el sueño con tales imaginaciones vanas. Sisueña del todo, es con su comida si es pobre y con la po-lítica si es rico (135, énfasis agregado).

El comentario de Miller, rebosante de la arroganciaimperial de la doctrina estadounidense de Destino Ma-nifiesto del siglo XIX, era una expresión concreta deteorías económicas que ven las regiones, los pueblos ylas naciones enteras como conjuntos de recursos queesperan ser explotados al máximo. Sus conceptos de“desarrollo” y “atraso” semejan los de los modernizado-res liberales latinoamericanos. La mención de “proyec-tos de desarrollo” (aunque sin duda entendidos deforma diferente a como la frase se usa hoy), tambiénsubraya el papel central que jugaban la ideología y lapráctica desarrollistas para legitimar y consolidar lasprimeras etapas de la expansión neocolonial de los Es-tados Unidos.17 Sobre todo después de la guerra entreEstados Unidos y España, las intervenciones estadou-nidenses en Cuba, Puerto Rico, Haití y la RepúblicaDominicana, así como la secesión de Panamá de Co-lombia, planeada por ese país, y la construcción de ca-rreteras, alcantarillados, cañerías e instalaciones desalud pública (y, por supuesto, del Canal de Panamá),se convirtieron en una justificación esencial para elproyecto neocolonial.18 En América Central y en Co-lombia, así como en el Caribe, compañías bananerasestadounidenses dragaron puertos, drenaron panta-nos, combatieron enfermedades tropicales, construye-ron ferrocarriles y erigieron pueblos enteros de barracas

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“sanitarias”sobre pilotes para los trabajadores, en me-dio de lo que anteriormente había sido selva impene-trable. Este gran esfuerzo de principios de siglo portransformar el trópico, que era a la vez un argumentoy una estrategia para asegurar el dominio de EstadosUnidos se veía permeado, como indica la cita de Miller,por un discurso sobre “desarrollo” y “subdesarrollo”que se mantuvo en las discusiones posteriores (M. T.Berger 1993; Black 1988). Apoyada y estimulada poruna multitud de diplomáticos y expertos en política sa-cados de las principales universidades, esta prácticadesarrollista se daba en una poderosa relación de si-nergia con los discursos académicos que hacían eco deldarwinismo social y racista del liberalismo de finalesdel siglo XIX, o planteaban versiones previas de la teo-ría de la modernización afirmando que, a futuro, Amé-rica Latina “progresaría” económica y políticamente si-guiendo los mismos lineamientos de la “civilización” es-tadounidense. Según la conclusión a que llega MarkBerger, en un análisis sagaz de los estudios académi-cos latinoamericanistas de principios del siglo XX enlos Estados Unidos, “entre 1898 y 1945 la relación en-tre la práctica de la política exterior de los Estados Uni-dos en América Latina y los discursos profesionales do-minantes sobre América Latina era aún más estrechaque en años posteriores” (1993, 1, énfasis agregado).

Estos precursores de la teoría y la práctica contem-poráneas del “desarrollo” estaban relacionados con sis-temas emergentes de dominación, internos (en el casode los liberales) y externos (en el caso de las fuerzas deocupación y las transnacionales bananeras estadouni-denses). En contraste, los debates entre los populistasy marxistas latinoamericanos en los años veintes yposteriores, eran parte de un creciente discurso con-tra-hegemónico que, no obstante, consideraba el de-sarrollo como el problema social y político fundamen-tal de la época. En una reflexión sobre la contribuciónlatinoamericana a la teoría del desarrollo, CristóbalKay (1991, 32-35) se refiere a las polémicas entre los

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peruanos José Carlos Mariátegui, marxista heterodoxoy Víctor Raúl Haya de la Torre, nacionalista populista,como precursores del paradigma de la dependencia ra-dical y del estructuralista reformista, respectivamente,los cuales después de 1950 moldearon tantas discusio-nes sobre el desarrollo del Tercer Mundo (cf. Slater1992, 291). Agrega que el choque entre Mariátegui yHaya de la Torre fue emblemático de una lucha másamplia entre marxistas y populistas en torno a la teo-ría y práctica del desarrollo, la cual se dio con diversasconsecuencias en diferentes países de América Latinadespués de los años veintes.

Lo importante aquí no es esbozar las controversiasde los años veintes y los treintas entre marxistas y po-pulistas, sino más bien, enfatizar el carácter centralde las nociones de desarrollo y subdesarrollo, tanto enlas teorías y políticas esenciales como en las pasionesque alimentaban los argumentos y los movimientospolíticos (ver Caballero 1987; Mariátegui 1979 [1928];Vanden 1986). Haya de la Torre y Mariátegui compar-tían una visión del Perú como sociedad feudal, y de laclase capitalista peruana como una tan débil y atadaa los intereses extranjeros que era incapaz de asumirel papel progresista que las burguesías europeas ha-bían jugado a través de la historia. Ambos atribuían eldesarrollo de América Latina a la clase reaccionaria deterratenientes y al imperialismo y, ambos abogabanpor la industrialización. Es significativo que enfatiza-ran en que la dinámica del desarrollo capitalista eradiferente en el centro y en la periferia de la economíamundial (Kay 1991; Vanden 1986).

Haya de la Torre y Mariátegui diferían, no obstan-te, en sus opiniones sobre lo que ambos veían comouna revolución inminente, inevitable. Haya de la Torresostenía que la revolución tenía que ser antifeudal yantiimperialista, y que era necesario desarrollar almáximo el capitalismo dentro de un contexto de inde-pendencia nacional. En vista de que el campesinadoestaba tan atrasado y el proletariado era demasiado

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pequeño, la revolución era esencialmente una luchapor la liberación nacional y tenía que ser dirigida pormiembros de la clase media. Mariátegui, por el contra-rio, insistía en que las relaciones feudales y capitalis-tas eran elementos de un solo sistema de explotación,responsable del bajo nivel de desarrollo del Perú. Afir-maba que la revolución tenía que omitir la etapa capi-talista y ser socialista desde un inicio. El campesina-do no era una fuerza revolucionaria pero, al estar lasinstituciones comunales arraigadas en la tradiciónprecolombina, contenía también el germen de unanueva sociedad socialista (Godio 1983; 220-24; Kay1991, 33-34; Mariátegui 1979, 76-79).19

En la Conclusión haré referencia a algunas de lasdiscusiones sobre el papel del campesinado comofuerza política en América Latina. Aquí solo quiero ha-cer notar que los regímenes populistas que llegaron alpoder en América Latina a principios del siglo XX, yafuera basándose en movimientos de masas, líderes ca-rismáticos, o ambos, hablaban un lenguaje de reformasocial y desarrollo económico, fusionados en algunoscasos con el antiimperialismo. Haya de la Torre en Pe-rú, José Batlle y Ordóñez en Uruguay, Getulio Vargasen Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina y Rómu-lo Betancourt en Venezuela, para mencionar solo losmás importantes, veían el progreso económico comosu principal reto y dirigían su discurso a audienciaspobres de diversas clases que esperaban beneficiarsecon el desarrollo.20 La industrialización de inicios delsiglo XX en los países más grandes de América Latina,sobre todo Brasil y Argentina, se debió en gran partea la sustitución de las importaciones y otros incentivospuestos en práctica durante los regímenes populistas.Esta tendencia populista en la política, el pensamientosocial y en la política económica latinoamericana tuvofinalmente un profundo impacto en individuos e insti-tuciones tan influyentes como Raúl Prebisch y la Comi-sión Económica para América Latina de las Naciones

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Unidas, que fueron centrales para el debate sobre el“desarrollo” después de 1949 (Kay 1991; Sikkink1988). Al describir la preocupación posterior a la Se-gunda Guerra Mundial en torno al “desarrollo”, comoalgo que surgió de súbito (y no como un cambio dis-cursivo basado en ideas mucho más antiguas), pareceque la “arqueología” foucauldiana de los posmodernis-tas tan solo se queda en la superficie.

Nuevas identidades y fuerzas materiales

Esta reinvención superficial del “desarrollo” como unfenómeno posterior a la Segunda Guerra Mundial, esimportante no solo como ilustración de las deficienciasde la historia intelectual que escriben los posmodernis-tas. Es, además, clave para la forma en que comprendenla acción colectiva y el cambio social en el Tercer Mun-do y sus visiones de lo que constituye una política eman-cipadora. Escobar, por ejemplo, pregona que:

...el creciente número de movimientos sociales que re-chazan el carácter economicista del desarrollo están su-mamente conscientes de otras preocupaciones (la ecolo-gía, la paz, así como las preocupaciones de las mujeresy de los pueblos indígenas) y buscan utilizar el conoci-miento local para cambiar la estructura de poder exis-tente. Es en la vitalidad de estos nuevos movimientosque se puede visualizar la disolución del aparato del de-sarrollo existente desde hace 40 años, que ya comienzaa resquebrajarse pero todavía existe, así como el adve-nimiento de una nueva era, más pluralista y menosopresiva (1988, 439).

Uno de los temas centrales de este libro es que losmovimientos sociales del Tercer Mundo durante lasdécadas recientes, y los movimientos campesinos cos-tarricenses en particular, a menudo no han sido ni pro-totípicamente “viejos” ni “nuevos”, al menos en el sen-tido en que se usa esta oposición en la bibliografía

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sobre los “nuevos movimientos sociales” (NMS). Lapreocupación por los NMS data de finales de la décadade 1960, cuando una ola de descontento cubrió a losjóvenes de diversas partes del mundo: Nueva York,Berkeley, París, Tokio, Praga, Ciudad de México y otroslugares, incluyendo Costa Rica (ver González 1985,267-68). Esta conmoción global política y cultural, quealgunos luego interpretaron como un grito compartidode protesta contra “la organización burocrática...en laera post-industrial de las identidades computarizadasy de instituciones frías y distantes” (Murphy 1991, 78),impactó el pensamiento científico social con la usualdiferencia de tiempo entre los acontecimientos históri-cos y los análisis publicados. Los marcos funcionalis-tas (Smelser 1962), que veían la “conducta colectiva”como una respuesta irracional de las masas al resque-brajamiento social, simplemente no podían explicargrandes trastornos en países desarrollados duranteuna era de riqueza sin precedentes. Los enfoques deactor racional (Olson 1965), que veían los movimientossociales como la suma de las elecciones estratégicas delos individuos, con mucha dificultad contribuían aaclarar por qué los estudiantes que protestaban enbúsqueda de objetivos comunes en apariencia abstrac-tos, se corrían el riesgo de arruinar carreras promete-doras o de que la policía antimotines les partiera lacabeza.21 Y marxistas tradicionales, que veían la bur-guesía y el proletariado como los principales antago-nistas en las sociedades capitalistas, por lo general nosabían qué decir de movimientos a menudo lideradospor gente de clase media, cuyas bases incluían múlti-ples clases (ver Cohen 1985, 667-73; Eyerman y Jamison1991, 19-23; Gamson 1992, 58; Zald 1992, 330-32).

Alain Touraine (1974; 1981) fue probablemente elprimero en describir lo que muchos llegaron a consi-derar el paradigma de los “nuevos movimientos socia-les”. En Europa, un número cada vez mayor de cientí-ficos sociales comenzaron a estudiar los movimientos

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ambientalistas, juveniles, de mujeres, de estudiantes,en defensa de la paz y antinucleares, los de liberaciónde los gays y en defensa de los derechos de las mino-rías (Melucci 1989). Con el tiempo el enfoque llegó aAmérica Latina, primero por Buenos Aires la más eu-rófila de las ciudades latinoamericanas.22 Ahí la listade “nuevos” movimientos creció hasta incluir a los queluchaban por los derechos humanos y la democratiza-ción, los derechos de los pueblos indígenas, la autono-mía regional, las necesidades de los habitantes de lostugurios urbanos y la creación de comunidades de ba-se cristianas y orientadas por la teología de la libera-ción (Jelin 1989; Slater 1985).23 Conforme un mayornúmero de científicos sociales comenzaba a centrarseen estos movimientos y, conforme crecía la lista de“causas”, quedó claro que en la academia estaba sur-giendo una verdadera “‘industria’ de los movimientossociales” (Gledhill 1988, 257), a pesar de que tambiénera cada vez más difícil hablar del marco de los NMScomo un modelo coherente.

Sintetizar lo que se ha convertido en una rica áreade discusión y debate conlleva riesgos obvios. No obs-tante, creo que es justo decir que los proponentes delos enfoques de los NMS comparten varias premisasgenerales.

En primer lugar, yuxtaponen la naturaleza “sin cla-ses” (Olofsson 1988) de los NMS con los antiguos mo-vimientos obreros para los que la clase era la principaldivisión social, categoría de análisis, principio de orga-nización y tema político. El rechazo de clase por partede los “nuevos” movimientos va acompañado de unaaversión a buscar el mejoramiento a través de canalesinstitucionales existentes y de un distanciamiento dela política partidista, en especial del “verticalismo y elsectarismo” de la izquierda tradicional (Fals 1992,304).24 Los conflictos sociales, más que girar básica-mente en torno a la dimensión de clase, proliferan ca-da vez en un mayor número de áreas de la vida y tienen

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como resultado la politización de un número igualmen-te creciente de tipos de relaciones, así como el desdibu-jamiento entre la esfera pública y la privada (Laclau yMouffe 1985). Los NMS sustituyen a los partidos y alos sindicatos y se convierten en “la expresión orgánicade la sociedad civil” (Vilas 1993, 42).

En segundo lugar, los NMS “surgen de la crisis dela modernidad” y se involucran en “luchas culturales”en torno a significados, símbolos, identidades colecti-vas y derechos a la “especificidad y la diferencia”. Porlo general, activistas y estudiosos dan más peso a es-tas preocupaciones que a las que conllevan condicio-nes socioeconómicas o políticas (Escobar 1992a, 396,412; Jelin 1990, 206; Melucci 1989, 20; Touraine1985, 784). Los participantes en los movimientos, amenudo llamados “nuevos sujetos sociales”, tienenmúltiples “posiciones” sociales y su actividad políticano puede, por lo tanto, derivarse a priori de un princi-pio único de identidad o de un “interés” particular de-finido de forma estructural, en especial uno de índolematerial (Laclau 1985, 27).

En tercer lugar, aunque en ocasiones los NMS seoponen a los esfuerzos de los estados por dominar laconstrucción de los significados culturales (Touraine1988), por lo general se dedican más bien a “crear prác-ticas sociales en las que el poder no es central” (Evers1985, 48), y que están “por debajo del umbral donde losimperativos sistémicos del poder y el dinero se tornantan dominantes” (White 1991, 107). Por último, y en re-lación con el análisis que sigue, los proponentes de losenfoques de NMS, con escasas excepciones (Calderón,Piscitelli y Reyna 1992; Esteva 1988; León 1990; Starn1992), le han dedicado poca atención a la política ruralo a las luchas campesinas (Fox 1990).25

A pesar de que los posmodernistas han adoptadolos “nuevos movimientos sociales” como grito de ba-talla y como evidencia y explicación para las identi-dades evanescentes y fragmentadas de la sociedad

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“pos-industrial” o, en contradicción, “hiperindustrial”(Touraine 1988, 25), el término más bien parece unanueva “metacategoría” que incluye muchos fenómenosdispares bajo un mismo techo (Calhoun 1993, 391;Gamson 1992, 58-59).26 Los movimientos en cuestióna menudo tienden a ser sumamente críticos del capita-lismo y los activistas en muchos casos surgen de mo-vimientos previos de oposición a este. Pero algunas te-sis sobre las identidades planteadas por los NMS y losacadémicos posmodernistas se hacen eco de los aspectosmás deshumanizantes de la economía liberal contem-poránea. Primero, los NMS han “ayudado a reproducirla fragmentación de las clases populares que procuranfomentar el Estado y el mercado” (Vilas 1993, 42). Laacentuación de la diferencia y la otredad, que implicantanto su teoría como su práctica, es, en gran medida,una reacción ante una mayor inequidad, inseguridadeconómica y competencia (Burbach, Núñez y Kargar-litsky 1997). También es una adaptación a la “acumu-lación flexible” que caracteriza al capitalismo contem-poráneo, con sus inversionistas impacientes y ávidosde ganancias que viajan por el mundo, sus flujos elec-trónicos de información y capital y sus acelerados pro-cesos de innovación tecnológica y organizacional (Cas-tells 1996). Como señala David Harvey:

Cuanto más unificado sea el espacio, más importantesse vuelven las calidades de la fragmentación para laidentidad y la acción social. El libre flujo de capitales entoda la superficie del planeta... pone un gran énfasis enlas calidades particulares de los espacios que podríanatraer el capital. La reducción del espacio que lleva a di-versas comunidades de todo el planeta a competir entresí, implica estrategias competitivas localizadas y unamayor conciencia de lo que hace que un lugar sea espe-cial y le de ventaja competitiva. Este tipo de reacción seorienta mucho más hacia la identificación del lugar, laconstrucción y señalamiento de sus calidades particula-res en un mundo cada vez más homogéneo pero frag-mentado27 (1989, 271).

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Segundo, como indica Carlos Vilas, la categoría de“nuevos movimientos sociales” implica una visión de lapolítica compartida por los posmodernistas y los neoli-berales en la cual la sociedad civil es “el resultado deuna combinación siempre circunstancial de... identi-dades múltiples, entre las cuales la clase es tan solouna, y nunca determinante” (1993, 39). En otras pala-bras, las identidades se convierten en recursos poten-ciales en un mundo accionado por los recursos, unaparte del capital humano, algo así como los títulos uni-versitarios, las manos hábiles o una apariencia atrac-tiva. Si es cierto que lo que le da energía a los “nuevos”movimientos sociales es un sentido de victimización,más que la búsqueda de la igualdad de los “viejos” mo-vimientos (Apter 1992, 142), entonces la búsqueda deuna política de la identidad como fin en sí misma po-dría contribuir, no al establecimiento de alianzas quepodrían moderar los aspectos más opresivos del mer-cado (y en última instancia debilitar las mismasidentidades), sino a perpetuar las divisiones socialesque dieron lugar a esas identidades en primer lugar(Harvey 1993, 64; Castells 1997).

Los críticos de la teoría de los NMS han cuestiona-do las afirmaciones de “novedad” que subyacen el para-digma, así como la visión posmodernista de los “viejos”movimientos obreros (y más en general, de la “moderni-dad” misma) como una entidad coherente y unificadacon una única “narrativa principal” (Foweraker 1995,40-45; Gamson 1992, 59; Gledhill 1988, 258-59; C.R.Hale 1997, 569; Hellman 1995, 171-74; Nash 1992,292). Al igual que la noción de que dos mil millones depersonas de repente se volvieron subdesarrolladas enun par de días, en enero de 1949, la afirmación de “no-vedad” se basa en una especie de amnesia histórica.28

Esto, como lo señala Barry Adam, se debe a:

...Dos fuentes: (a) la crisis actual en el marxismo que leha permitido a la teoría social de izquierda ‘ver’ activi-dad de movimientos a su alrededor que durante mucho

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tiempo se negó a reconocer, y (b) el auge de muchos deestos movimientos en su ‘segunda ola’ después de haberdeclinado en los 40 y 50, ya sea debido al exterminio na-zi, al estalinismo o al macarthismo (1993, 323).

Siguiendo una línea similar, Craig Calhoun sostie-ne que los primeros movimientos obreros estuvieroncomprometidos, al igual que los NMS, con “una políti-ca de identidad” y que, antes del siglo XIX, “la clase ca-si nunca era la etiqueta que se autoasignaban y ni si-quiera la base para la movilización de los trabajadores”(1993, 398, 401). De hecho:

Había movilización por los salarios, pero también porlas mujeres, niñas y niños trabajadores, la vida comu-nitaria, el estatus de los inmigrantes, la educación, elacceso a los servicios públicos, etc. La actividad de losmovimientos continuamente sobrepasaba los límites dela etiqueta “obrero”. De igual manera, las categorías declase y lucha de clases se han utilizado lejos del tipoideal, según Marx, de trabajadores asalariados en fábri-cas industriales capitalistas. Artesanos y trabajadoresagrícolas, trabajadores de cuello blanco y del sector deservicios, e incluso pequeños propietarios (para no men-cionar las esposas e hijos de todos ellos) se han unido alas luchas o se han agrupado en la categoría de clasetrabajadora. A lo largo de toda la historia de los movi-mientos de clase o laborales ha habido disputa en cuan-to a quiénes deben incluirse y cómo se deben estableceridentidades comunes y diferentes. De hecho, irónica-mente, al fomentar las investigaciones históricas sobrelas primeras protestas de mujeres, personas de color yotras personas marginadas, el reciente crecimiento delos NMS ha ayudado a romper el mito de que el movi-miento obrero estrechamente blanco y masculino, enoposición al cual se definieron los NMS, era totalmentepredominante (1993, 391).

Los NMS no son tampoco tan “sin clases”, ni tan rea-cios a confrontar el poder estatal y a abordar preocupa-ciones materiales como sugieren algunos teóricos; tam-poco la práctica de los “viejos” movimientos laborales estan distante de la de los NMS. Así como las demandas

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de los sindicatos en áreas como salud y seguridad ocu-pacional son en extremo ambientalistas, las peticionesde igualdad, acción afirmativa y las cláusulas de nodiscriminación en los contratos de los sindicatos sonprofundamente económicas, como las que piden trans-formar las industrias bélicas en usos pacíficos, trasla-dar botaderos de sustancias tóxicas o cerrar las plan-tas de energía nuclear (Adam 1993, 323-27). Muchasde las luchas recientes más significativas, sobre todoen los países más pobres, se han dado “justo en el pun-to de intersección entre” movimientos basados en laclase y en la identidad (Hellman 1995, 167).29 Y paralos habitantes empobrecidos del Tercer Mundo con-temporáneo (o los académicos que trabajan con ellos),los argumentos “posmaterialistas” y “sin clases” de losteóricos suenan especialmente superficiales.30

Sin embargo, esta evaluación crítica de la teoría delos NMS no debe cegarnos ante sus contribucionesmuy positivas al resaltar aspectos de los movimientospopulares a los que interpretaciones marxistas a me-nudo les restaban importancia o pasaban por alto. Laperspectiva que tienen los teóricos de los NMS sobrelos actores sociales como portadores de múltiples iden-tidades, y de la cultura y la política como núcleos dereivindicaciones, constituyen correctivos muy útiles alconocimiento tradicional y son también claves paracomprender patrones específicos de inactividad o pro-cesos de movilización (ver Capítulos 2 y 4). Pero susti-tuir el “reduccionismo de clases con el rechazo de lasclases” (Vilas 1993, 40) a menudo opaca más de lo querevela y es parte de una falta de atención más generala la economía política y al funcionamiento del Estado,que a menudo saca los movimientos sociales de la his-toria (Adam 1993, 317; Fox 1990, 2-3; Harvey 1993,54-55; Williams 1983, 172-73). El triunfalismo que ca-racterizaba la bibliografía inicial sobre los NMS ya sehabía disipado para finales de la década de 1980, jun-to con algunos de los mismos NMS (Escobar y Alvarez,

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1992, 3; Foweraker 1995, 25). La esterilidad del deba-te en torno a lo “nuevo” se aclara, en particular, cuan-do los investigadores buscan en los archivos, trazanlas genealogías organizacionales o ahondan en las bio-grafías políticas de los protagonistas de los movimien-tos y en las memorias históricas (ver Capítulo 2). Sibien algunos de estos movimientos en ocasiones sealiaron con grupos adinerados (ver Capítulo 3), sus ba-ses provenían fundamentalmente de los pobres y loscarentes de poder, no solo del proletariado, por su-puesto, sino de una amplia gama de actores socialescon diferentes maneras de imaginar una sociedad me-jor y más justa.

Los movimientos campesinos costarricenses, queson el tema de este libro, se unieron en respuesta a lasfuerzas eminentemente materiales del colapso econó-mico al que siguieron la estabilización y el ajuste es-tructural pero, sin embargo, apelaban a nociones muyarraigadas de identidad campesina y al temor de que lacentenaria “cultura del maíz”, y por extensión los mai-ceros, no tuvieran lugar en el nuevo modelo de desa-rrollo. De forma esporádica, en algunas regiones inclusosurgió, como punto de referencia metafórico y justifica-ción para la lucha militante, una identidad indígenalatente durante mucho tiempo entre el campesinadoexclusivamente mestizo (ver Capítulo 4). Las raíces deestos movimientos son diversas y a veces se remontanen el tiempo: desde las luchas locales por tierras que sedieron hace décadas hasta la teología católica de la li-beración de los años setentas; desde la participaciónen los sindicatos de trabajadores bananeros hasta laresidencia en los tugurios de precaristas en tierras ur-banas; desde las expectativas defraudadas que crearon30 años de democracia social hasta un vanguardismode izquierda que una vez los inspiró pero que llegarona rechazar. La influencia del ambientalismo, uno de losNMS prototípicos, también aparecía en forma significa-tiva en los movimientos campesinos (Blanco y Campos1988; Blanco 1991; Brenes 1988). Esto en algún grado

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reflejaba un transparente “enverdecimiento del discur-so” conforme las cooperativas y otros grupos buscabanel apoyo de los donantes internacionales. Pero el am-bientalismo también llegó a las prácticas de base y sur-gió de ellas. En cuanto los agricultores que no teníanninguna esperanza de obtener fondos de la coopera-ción extranjera, pero que habían visto como se perdíansus cosechas, por iniciativa propia fueron a los pocosbosques primarios que quedaban y recogieron semillaspara reforestar sus pequeñas propiedades con especiesendémicas de árboles que ellos preferían en vez de lasexóticas que promovía el servicio de extensión estatal.Los movimientos costarricenses también se caracteri-zan por el debate sobre las identidades campesinas y lainclusión y exclusión tan conocida para los estudian-tes de los NMS. No obstante, los líderes y participantesestán plenamente conscientes de que la supervivenciay la reproducción de los portadores de estas identida-des requieren luchar en temas de política económica.En una época de crisis, fuerzas abstractas y distantes,como por ejemplo un programa de ajuste estructuraldel Banco Mundial, se pueden volver angustiosamenteconcretas incluso en las áreas rurales más remotas,cuando las tasas de interés se disparan o cuando de-saparecen los precios subsidiados a los productores ylos bancos restringen el crédito. En cuanto los líderescampesinos entendieron estas complejidades, tuvieronque aprender el lenguaje de los banqueros y políticos (ya dominar las últimas tecnologías de cómputo y decomunicaciones), retando en el proceso la imagen an-cestral de la gente rural como personas rústicas sinninguna sofisticación.

Historia del libro

Cada nuevo libro tiene una historia y este no es laexcepción. Pasé los años de la crisis 1980-82 en Costa

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Rica y cada vez me consternaba más el vertiginoso au-mento en el número de niños pidiendo limosna, ma-dres desesperadas y familias sin vivienda (así como laprofunda ansiedad de distinguidos colegas universita-rios cuyos salarios habían disminuido de forma estre-pitosa, pasando de más de mil a menos de doscientosdólares mensuales). Pero, si bien estaba profundamenteconmovido por estas escenas de crisis, no vi el colapsoeconómico como tema para un estudio a profundi-dad.31 Más bien estaba inmerso en un proyecto de te-sis doctoral sobre la historia agraria y el cambio socialen la provincia de Guanacaste, al noroeste del país. Mipreocupación se centraba en la tenencia y uso de la tie-rra, las relaciones de clase y los latifundios, esas enor-mes propiedades subutilizadas y dedicadas sobre todoa la producción de ganado vacuno que, a pesar de laspredicciones de antropólogos, economistas y otroscientíficos sociales, habían persistido en medio de unaeconomía orientada a las exportaciones, moderna y,hasta épocas recientes, dinámica (Edelman 1992).

En el curso de esta investigación también hice unaencuesta entre los beneficiarios de un proyecto de re-forma agraria, muchos de los cuales, ilegalmente, ha-bían alquilado o vendido la tierra a grandes producto-res de caña de azúcar o arroz, tan solo para convertirseen peones, a veces en los mismos terrenos que habíanrecibido del Estado (Edelman 1989). En Bolsón y enOrtega, las dos poblaciones adyacentes del cantón deSanta Cruz en donde hice la encuesta, el problema deuna distribución bastante desigual de la tierra parecíaimposible de resolver; incluso reformas bien intencio-nadas habían terminado, al menos en este caso, con lapérdida de la posesión por parte de pequeños produc-tores y la formación de nuevas grandes propiedades.Más descorazonadora aún era la aparente pasividad delos campesinos frente a esta infame injusticia y, en ge-neral, la pobreza y la opresión asociadas con el predo-minio del latifundismo en la región.

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El cuadro, sin embargo, no era del todo desolador.Dos años antes de mi estadía en Bolsón-Ortega, cien-tos de cortadores de caña y trabajadores del ingenioazucarero habían ido a la huelga en la refinería de azú-car estatal, ubicada en las cercanías. La gente del lu-gar recordaba con emoción cómo recolectaron alimen-tos y ropa para los huelguistas, y unos pocos contabanen voz baja cómo otros habían lanzado tachuelas en loscaminos que conducían al ingenio para pinchar lasllantas de los vehículos de la compañía y de la policía.Algunos señalaban las casas donde vivían los “comu-nistas” que participaron en la huelga; los “comunis-tas”, en su mayoría, se mostraban renuentes a hablarconmigo. La acción laboral en el ingenio, liderada porun partido izquierdista de base urbana, duró solo unaspocas semanas y no logró que la administración secomprometiera en serio con la negociación colectiva.Un par de años después, el Sindicato de Cortadores deCaña estaba muerto y a muchos de los activistas se lesexcluía prácticamente de todo empleo posible en la re-gión. Pero, incluso en ese entonces, más o menos en laépoca en que realizaba mi trabajo de campo en Bolsón-Ortega, en un acto del cual nadie se declaró responsa-ble, saboteadores ambientalistas que trabajaban alabrigo de la noche rodaron decenas de troncos hasta elpequeño campo de aterrizaje en Santa Cruz, desdedonde se elevaban los fumigadores aéreos que rocia-ban los campos de los grandes terratenientes con “cóc-teles” de pesticidas venenosos.

Conforme hacía la ronda de visitas a los “beneficia-rios” de la reforma agraria, a inicios de 1982, sentán-dome en bancos tambaleantes en los patios polvorientos,respirando humo en las oscuras chozas que servían decocina, haciendo anotaciones en mi libreta y escuchan-do historias de desesperanza y desilusión, me di cuen-ta de que alguien más también estaba de “visita” en ellugar. La gente me preguntaba: “¿Usted anda con elotro muchacho?” Una mujer me dijo en forma lacónicaque ya le había dicho a mi “compañero” todo lo que

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tenía que decir y no veía por qué tenía que repetirlo.Creo que la convencí de que nunca había visto al “otromuchacho”, mi supuesto “compañero”, y al final tuvi-mos lo que para mí, de todas maneras, fue una conver-sación interesante. No fue sino al final de la entrevistaque el otro muchacho y yo nos encontramos frente afrente en el traspatio de una casa.

De seguro él también había escuchado hablar demí, porque ambos sonreímos al intercambiar miradasde reconocimiento y alivio instantáneo por habernosconocido al fin. Yo, por supuesto, era más obviamenteel foráneo, con mi español de extranjero, un conoci-miento apenas recién adquirido de las prácticas agríco-las locales, mi cámara y grabadora y mis preguntas aveces extrañas o tontas. Pero, él también tenía unaapariencia foránea para las tierras bajas guanacaste-cas: pelo casi rubio, tez clara, ropa y zapatos que seveían mucho mejor que los que usaban los beneficia-rios de la reforma agraria a quienes yo había entrevis-tado, en su mayoría muy pobres. Nos presentamos,nos dimos la mano e intercambiamos algunas brevespalabras. Estaba distribuyendo folletos para “PuebloUnido”, una coalición de tres partidos de izquierda queen febrero había acumulado el 3.3 por ciento de losvotos para presidente y el 6.1 por ciento de los votospara diputados, lo cual le daba a la izquierda cuatro re-presentantes de un total de 57 miembros de la Asam-blea Legislativa. Me dijo que era de una comunidad enla “zona alta” de las montañas vecinas; el lugar era tanpequeño que nunca lo había escuchado mencionar ycuando después lo busqué en un mapa no lo pude en-contrar. Le dio un panfleto al hombre en cuyo patio nosencontrábamos, intercambió unas cuantas palabrascon él, alegremente nos deseó buena suerte a los dos yprosiguió a la siguiente casa. El encuentro me parecióintrascendente por lo que solo hice una breve anota-ción en mi libreta y pronto me olvidé de él.

En los siguientes seis años hice solo dos breves vi-sitas a Costa Rica. Por último, en junio de 1988 pude

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regresar con mi esposa y mi hijo pequeño para una es-tadía más larga. Mi principal objetivo era hacer el tra-bajo de campo y archivístico necesario para actualizary rescribir los últimos capítulos de mi tesis doctoral so-bre el latifundismo. Me había imaginado diez semanasrelativamente tranquilas, hablando con colegas y viejosamigos, visitando oficinas y archivos gubernamentales,unos cuantos viajes cortos a un par de sitios en Gua-nacaste y muchos días escribiendo en mi nueva com-putadora portátil. Los acontecimientos, sin embargo,obstaculizaron mis planes y a partir de ahí se inicia lahistoria de este libro.

En junio de 1988, los periódicos costarricenses pu-blicaron numerosas noticias sobre “huelgas” de cam-pesinos, bloqueos de caminos y marchas de protestacontra el Programa de Ajuste Estructural. Tan solo dossemanas antes de nuestra llegada 200 agricultores ha-bían tomado el edificio municipal de Santa Cruz (cercade donde había hecho el trabajo de campo) y lo contro-laron durante dos días. La policía culpaba del proble-ma a un joven dirigente campesino llamado Marcos Ra-mírez y lo tenían preso en la cárcel de Liberia, cantóncentral de la provincia de Guanacaste. Organizacionesnacionales y regionales de campesinos pedían la liber-tad de Ramírez y de otros que habían sido arrestadosen otras partes del país. También exigían, entre otrascosas, que el Gobierno publicara los textos de losacuerdos con el Fondo Monetario Internacional, elBanco Mundial y la AID que, según ellos, perjudicabanlos intereses de los pequeños y grandes agricultores ysocavaban la soberanía de Costa Rica.

Era imposible no interesarme en lo que estaba pa-sando con el movimiento campesino, en especial por-que parecía diferir en gran medida de la deprimentepasividad política generalizada en muchos de loscampesinos que había conocido a principios de losochentas. Sin embargo, aún trataba de concentrarmeen mi tarea y si bien hice algo de trabajo de campo enel Distrito de Riego Arenal Tempisque, otro lugar de

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Guanacaste, en forma deliberada, aunque a regaña-dientes, evité Santa Cruz, donde me parecía que medistraería de mi “verdadero trabajo”.

Poco después de llegar, una amiga me llamó parapreguntarme si me gustaría hablar con algunos de loslíderes de la huelga nacional de campesinos. No pensa-ba que esto fuera directamente relevante para mi tra-bajo, pero decidí ir de todos modos y al salir de la casapuse en el bolso la grabadora y baterías nuevas. Eratemprano en la mañana, y recuerdo que me sorprendícuando mi amiga me dijo que me reuniera con ellos enla sede de la FESIAN, una federación de sindicatos ru-rales relacionada con el Partido Liberación Nacional,entonces en el poder. ¿Por qué si los agricultores esta-ban enfrascados en una fuerte lucha con el Gobiernotenían esa reunión en la oficina de un grupo identifica-do como muy cercano al partido en el poder?

Cuando llegué a la FESIAN, ubicada hacia el surdel centro de San José, me encontré con que la puertade hierro que cubría la escalinata al frente del edificioestaba con cerrojo y no parecía haber nadie adentro.Un pequeño grupo de científicos sociales y periodistas,que también habían sido convocados a la reunión, es-tábamos agrupados en la acera y nos preguntábamosqué hacer. Alguien fue a buscar un teléfono público.Pocos minutos después apareció un hombre bajo, in-tenso, de figura delgada y barba rala, nos hizo señas ycomenzó a gritar y golpear los portones. Alguien dijo:“Ah, aquí está Ulises”, como si yo debiera saber quiénera Ulises y por qué era importante. Como las puertasno abrieron, el hombre de barba lanzó unos cuantosimproperios y escaló con increíble rapidez y agilidadlas rejas del frente del edificio. Cuando llegó al segun-do piso, a una entrada a la escalinata visible desde lacalle, se escurrió entre las rejas, hizo una mueca de do-lor, gruñó y comenzó a doblar las rejas con los brazos.Por un instante lo vi ahí, colgando sobre la calle, comoun descarado ladrón diurno, o como Sansón tratandode separar las columnas del templo. Después de uno o

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dos segundos las rejas, que resultaron ser de acero tu-bular hueco, cedieron. Ingresó al lugar, bajó las esca-leras haciendo una mueca maliciosa y nos dejó entrarpor el portón.

Ya en la planta alta del edificio de la FESIAN encon-tramos un gran salón repleto de mesas, teléfonos quesonaban, radios a todo volumen, mimeógrafos funcio-nando y un par de docenas de personas que corrían deun lado a otro. El timbre de la puerta estaba descom-puesto, todos los teléfonos estaban ocupados y habíatanto ruido que nadie escuchó al grupo que golpeabala puerta cerrada ni los gritos de Ulises. Esta era la se-de temporal de la organización que había constituido lareciente huelga de campesinos; la FESIAN no estabainvolucrada en forma activa, pero resultó ser que losproblemas del sector rural se habían vuelto tan gravesque incluso el sindicato del propio partido en el gobier-no simpatizaba con el movimiento y les prestó espacioa los grupos independientes que apoyaban la huelga.

En medio de esta atmósfera casi caótica, alguiencondujo la media docena de científicos sociales y perio-distas a una mesa ubicada en una esquina. Ulises, queresultó ser Ulises Blanco, líder de UPAGRA, el másfuerte de los sindicatos de campesinos independientes,se sentó con nosotros y comenzó un extenso monólogoen el que le dio vuelta a la narración de los aconteci-mientos recientes en un tono a veces apasionado y lla-mativo y otras lento y hasta pedante.

La crisis del sector agrícola es íntegra... –nos dijo– Y,además, el sector se ve muy afectado por la política dellibre mercado. Y entonces cuando el Banco Central to-mó por norma de que no se podía producir en Costa Ricalo que se podía importar más barato en términos econó-micos, estamos hablando puramente de granos básicos,ellos [los productores] estaban muy preocupados por lapolítica del gobierno porque no tenían créditos, no te-nían seguridad de precios, ya no tenían protecciones.Y estos se lanzaron a formar instancias de organiza-ción... Y entonces la crisis de los grandes productores

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de granos básicos se juntó a la crisis de nosotros… Ytambién se juntaron los ganaderos y otros sectores…

Mientras Blanco continuaba sazonando la conver-sación con referencias a nuevas leyes bancarias y apersoneros del Ministerio de Agricultura, y con anécdo-tas sobre los desastres que les ocurrían a los campesi-nos que se habían embarcado en la “agricultura decambio” orientada a las exportaciones y promovida porel gobierno, me vi tratando de seguirle el paso, garaba-teando en los márgenes de la libreta preguntas de se-guimiento y largas listas de tubérculos de la ZonaAtlántica que no me eran conocidos. Ocasionalmente lollamaban al teléfono y Carlos Campos, Secretario Ge-neral de UPAGRA, lo sustituía y seguía la conversa-ción. El estilo de Campos era más vivaz y proyectabaun cierto alarmismo y urgencia que no recordaba ha-ber presenciado ni siquiera en los años de la crisis, aprincipios de los ochentas. Cuando alguien le pregun-tó si nos podía dar un programa escrito detallando losobjetivos de la organización, respondió:

Nosotros no tenemos planteamientos por escrito muyprofundos porque nos da miedo. Imagínense que con to-do lo que uno dice y con todo lo que dicen de uno, aho-ra si se hubiese indicios de que uno buscaba una pro-funda modificación a la sociedad costarricense..., puesestaríamos ahí en cartones [muertos]. Es mejor generareste tipo de debate. Dicen que nosotros queremos el po-der. Idiay, lo que queremos nosotros es poder vivir.

Luego me di cuenta que de los líderes del movi-miento Campos era el que mejor se expresaba y, cier-tamente, era también el más carismático. Parte de sugran magnetismo personal se debía a su capacidad pa-ra mezclar, en forma convincente, elementos hiperbóli-cos y chocantes con análisis sofisticados y expresadosen forma elocuente.

Cuando terminó la conversación con Blanco yCampos, alguien que conocía mi trabajo anterior en el

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noroeste sugirió que conociera a Carlos Hernández,miembro de ASPPAS, la nueva organización que estabatrabajando en el área de Santa Cruz de Guanacaste.Hombre callado y serio en su veintena de años, Her-nández me pareció un tanto tímido, lo cual en ese mo-mento atribuí a que era campesino (después entendíque, en sentido estricto, no lo era) o a que yo era ex-tranjero, mayor y con más educación formal. Habla-mos un momento, intercambiamos números telefóni-cos y me prometió que estaría en comunicación. No lecreí del todo ya que los costarricenses, quizás con másfrecuencia que los apresurados estadounidenses urba-nos, son muy dados a prometer que van a llamar y lue-go lo dejan pasar (Edelman 1998b). Pero él parecíaamable y sincero, así que al salir le dejé copias de unpar de artículos en español que había escrito sobre miinvestigación en “su” región (Edelman 1981, 1987).

Una semana después, Hernández me llamó. Mar-cos Ramírez, el líder de la huelga en Santa Cruz, aca-baba de ser liberado después de pasar doce días en lacárcel. Habían leído mi trabajo y lo encontraban “muyinteresante, muy ameno”. Quería saber si me gustaríahablar con Ramírez sobre la situación en Guanacaste.Halagado e intrigado no pude decirle que no. Queda-mos en que yo iría en bus a uno de los barrios obrerosal sur de San José y me bajaría al final de la ruta, enla plaza de un pueblo. Después de colgar, acaté a pre-guntarme cómo me reconocería Ramírez, o yo a él, enun parque urbano concurrido.

Bajé del bus a la hora acordada y, casi de inmediato,un joven delgado y sonriente, de bigote fino, me salu-dó. Nos fuimos a una venta de hamburguesas cercanay nos sentamos en una mesa al fondo, lejos del ruidode las motocicletas y los pregones de vendedores am-bulantes en la calle. Le pregunté a Ramírez con ciertavacilación si podía grabar la conversación. Se mostrócomplacido y me miró como si de antemano esperabaque lo hiciera. Tan pronto puse la grabadora en lapequeña mesa forrada con formica, dio inicio a una

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narrativa lúcida y detallada de la “huelga” de campesi-nos en Santa Cruz, con fechas, horas, y un grado asom-broso de todo tipo de detalles (ver Capítulos 3 y 4).

Si bien Ramírez era bien parecido, coherente y pa-recía ser un informante ideal, me preocupaba un as-pecto no especificado de su historia. Pronunciaba elsonido “s” final sin elidirlo, y la “r” sibilante, ambosrasgos del habla de los costarricenses de la región cen-tral del país que los diferencian de los de Guanacaste,cuya “s” aspirada y “r” estándar los hace sonar más co-mo nicaragüenses. También era de piel muy clara, al-go inusual en el Guanacaste rural, donde la poblaciónes, en gran parte, mezcla de ascendencia africana e in-dígena. ¿Qué hacía este “cartago”, como llaman losguanacastecos a los costarricenses del Valle Central,haciéndose pasar por líder de una organización campe-sina guanacasteca?32 En ese momento la pregunta seconvirtió en curiosidad, primero por la forma en queRamírez se representaba a sí mismo y, segundo, por sutrayectoria personal como activista. Eventualmente,cuando esta conversación evolucionó en proyecto deinvestigación, me di cuenta que el asunto de la prove-niencia de los líderes tenía mayores implicaciones nosolo para mi propio estudio, sino también, para la na-turaleza de las organizaciones campesinas en Costa Ri-ca (y en todas partes).

Al final de la entrevista de casi tres horas, Ramírezme invitó a acompañarlo a una serie de “asambleascampesinas” que ASPPAS estaba organizando en variascomunidades cerca de Santa Cruz para finales de julioy principios de agosto. El objetivo, dijo, era discutir laestrategia a seguir después de la huelga de junio, enespecial el tema de cómo manejar la continua repre-sión de los activistas rurales en la región. Ramírezagregó que: “varias personas como usted” tal vez iríantambién. Me di cuenta que me consideraba, por misantecedentes en “su” región, mis simpatías antilatifun-distas, mis contactos extranjeros y mi participación enel mundo de la producción y publicación académica,

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como un recurso útil, al menos en parte. También pu-de inferir que las asambleas que planeaban serían, co-mo toda buena reunión política, en parte teatro, perocon algo de la acción dirigida hacia los espectadorescomo yo y no hacia los participantes campesinos. Estetema también llegó a tener más importancia para miinvestigación de la que en ese momento pude haberimaginado.

La historia de las asambleas campesinas en sí per-tenece al Capítulo 4, donde analizo las postrimerías dellevantamiento rural de junio de 1988. Baste aquí conreafirmar dos puntos: primero, que los aspectos teatra-les ideados para las asambleas fueron considerable-mente menos coherentes de lo que esperaba y temía (laactividad en las asambleas era total e inconsciente-mente espontánea en casi todos los aspectos y la úni-ca otra “persona como yo” fue un sociólogo que traba-jaba para una revista católica progresista); segundo,que la experiencia me motivó a iniciar un proyecto so-bre el ajuste estructural económico y las reaccionesante él en el ámbito local. No sería sincero si no reco-nociera que el fervor casi milenario de los agricultoresque conocí en julio y agosto de 1988, tan diferente dela pasividad apolítica que presencié seis años antes,fue tan inspiradora como encarnadora de una serie depreguntas de investigación fascinantes. El atractivoque tenía para mí investigar sobre estos actores políti-cos emergentes no difería del que Judith Adler Hellmandescribe para los que estudian los movimientos socia-les en otras partes de América Latina:

Para algunos es la emoción de presenciar el surgimien-to de nuevas identidades y prácticas novedosas. Lo queotros encuentran irresistible son los esfuerzos de los ac-tivistas por conducirse de modo realmente democráticoen un contexto más amplio donde privan costumbressociales autoritarias. Para algunos investigadores, el es-tudio de los movimientos latinoamericanos es una pági-na salida de su propia autobiografía política; les permi-te revivir una experiencia satisfactoria, o elaborar de

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nuevo una que no lo haya sido, de su propios años ju-veniles de militancia en movimientos antiautoritarios(Hellman 1992, 54).

Además de estas motivaciones, todas las cuales fi-guraban en alguna medida en mi caso, también poseíaun cierto grado de “capital cultural” a partir de mi tra-bajo previo en Guanacaste. Sabía los nombres de los te-rratenientes, políticos, árboles, pueblos e institucionesgubernamentales, así como la mayoría de los regiona-lismos que la gente del campo usaba para hablar deagricultura, trabajo y endeudamiento. Ya tenía acceso alos dirigentes del movimiento. Y, aunque ASPPAS traba-jaba sobre todo en una área un tanto diferente al sitioen el que había hecho trabajo de campo, también teníaunos cuantos amigos y contactos en las cercanías.

Mi naciente preocupación por los efectos del ajus-te estructural en el campesinado era una extensiónnatural de mi trabajo anterior sobre los problemasagrarios. Pero también, se relacionaba con una preo-cupación más básica. Durante los dos años que paséen Costa Rica a principios de los ochentas, me enamo-ré del modelo de desarrollo socialdemócrata de estepaís. A pesar de la severa crisis económica de esosaños, el Estado seguía presente de manera significati-va y, por lo general, muy positiva, incluso en las pe-queñas comunidades. Muchos de la izquierda, por su-puesto, consideraban que las acciones estatales parala organización comunal y el suministro de servicioseran básicamente “desmovilizadoras”, “paternalistas”y que no abordaban las causas subyacentes de la po-breza y la patología social (así como los de la derechacreían que esto “obstaculizaba la iniciativa individual”y “estimulaba la irresponsabilidad y el desperdicio”,como por ejemplo en Palma 1989 y Corrales 1981). Sinduda, hay algo de cierto en estas afirmaciones, tantoen las versiones de izquierda como en las de derecha.A la vez, también es cierto que los niños necesitanatención en salud y buena alimentación, aprender a

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leer y escribir y que el Estado costarricense cumplíacon estas responsabilidades con un éxito considera-ble, al menos en comparación con otros países del he-misferio occidental, incluyendo el mío. Incluso en co-munidades un tanto remotas de Guanacaste vi que,con alguna periodicidad, llegaban dentistas a exami-nar la salud oral de las personas, que los niños reci-bían en las escuelas comida caliente suministrada porel programa de Asignaciones Familiares, que ancianoso discapacitados a menudo recibían una pensión yque, incluso, muchos pequeños agricultores y peonescontaban con seguro de salud gracias a los parientesque tenían trabajo fijo y estaban cubiertos por el sis-tema de seguridad social. Cabe enfatizar que vi estaspruebas de un Estado benefactor con los mismos ojosque habían visto las pésimas condiciones de salud,educación y bienestar social no solo en todo el resto deAmérica Latina, sino también en los barrios margina-les de latinos, chinos y negros de la Ciudad de NuevaYork, donde los niños a menudo tienen dientes podridosporque las familias son demasiado pobres o dema-siado desorganizadas para llevarlos al dentista yporque el Estado es demasiado ineficiente, no tienesuficientes fondos, o no se preocupa por llevarles esteservicio médico.

Mi reacción positiva ante el Estado benefactor cos-tarricense también reflejaba de otro modo lo que suce-día en mi propio país. Un tipo de ajuste estructuraleconómico había llegado a los Estados Unidos a prin-cipios de 1981, con el primer período presidencial deRonald Reagan y la economía que promulgaba (conoci-da en inglés como Reaganomics). Las políticas llama-das de “libre mercado”, puestas en marcha por la ad-ministración Reagan, con demasiada frecuencia fueronun tipo de keynesianismo a favor de los ricos y de la in-dustria bélica. Las consecuencias sociales fueron trágicasy causaron mayor endeudamiento, polarización severaentre las clases y los grupos étnicos, así como una éticageneralizada de individualismo y avaricia insensible.

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En un comentario emblemático de la época, muy cono-cido además, el Secretario de Agricultura de Reagantratando de recortar drásticamente los programas dealmuerzo escolar (que para comenzar pocas veces erantan buenos como los programas de Asignaciones Fami-liares), tuvo la temeridad de sugerir que la salsa de to-mate y los pepinillos que quedaban dentro del presu-puesto eran “legumbres” nutritivas (Tolchin y Tolchin1983, 87). Ante este tipo de tontería egoísta y cínica, laexistencia de un modelo social más humano (sobre to-do en un país relativamente pobre) era una inspira-ción, aunque, de hecho, muy imperfecta.

Mi interés por estudiar las consecuencias de unajuste estructural económico en la Costa Rica rural,surgió así de preocupaciones más amplias sobre el de-clive del modelo de desarrollo socialdemócrata y el da-ño profundo y, de seguro irreparable, que le hicieron ami propia sociedad las políticas “de libre mercado” deReagan y Bush, modelo que en algunos aspectos se se-meja al que se impuso en Costa Rica desde mediadosde la década de 1980. No creo necesario elaborar fan-tasías románticas sobre el Estado benefactor costarri-cense previo a 1980, ni tampoco negar las deficienciasobvias como burocracias ineficientes, exasperantes ehinchadas, una prestación a menudo mediocre de ser-vicios, un sistema de pensiones sorprendentemente ge-neroso (para los profesionales del sector público) e in-sostenible desde el punto de vista económico, paramencionar tan solo algunas. Sin embargo, creo que esútil considerar la Costa Rica anterior a 1980 como unexperimento importante y una alternativa histórica enun mundo en el que ahora existe, para todos los finesprácticos, un solo modelo económico el cual aún tieneque demostrar su utilidad para las grandes mayorías.

Otro aspecto de la historia de este libro que debemencionarse, aunque solo sea porque sugiere algo so-bre cómo se relacionan el investigador y los sujetosinvestigados en forma tan estrecha, y a veces proble-mática. Después del trabajo de campo de 1988 y

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1989, escribí una ponencia para un congreso en losEstados Unidos, en la cual trataba de explicar cómopasaron los campesinos de la inactividad a la moviliza-ción y me referí en detalle a la toma del edificio munici-pal de Santa Cruz y los acontecimientos posteriores.33

Con la esperanza de recibir comentarios de colegas cos-tarricenses, envié el manuscrito a unos cuantos cientí-ficos sociales que sabía que podían leer inglés. Alguien,nunca supe quién, le pasó el manuscrito a los gruposde campesinos que habían organizado la huelga de ju-nio de 1988. Un joven simpatizante del movimiento, quehasta la fecha conozco solo por su sobrenombre, “Naí-to”, hizo una traducción muy acertada de mi ponencia,la cual después fue leída, aparentemente con gran en-tusiasmo, por los líderes de la organización.34

A finales de 1990 regresé a Costa Rica para conti-nuar con mi investigación. Logré hacer una llamada alúnico teléfono público de un pueblo pequeño cerca deSanta Cruz donde un vecino fue corriendo a buscar aMarcos Ramírez. Le dije que me gustaría verlo, pero di-jo que iba para Guácimo, en la Zona Atlántica, por undía y luego para Panamá a una reunión centroamerica-na de organizaciones campesinas. Un poco en clave medijo que esperaba que nos pudiéramos reunir tan pron-to como regresara, porque “yo también tengo algunascosas que proponerte a vos”.

Pocos días después me reuní con Marcos Ramírezen la parte trasera de una casa, común y corriente, deun barrio obrero en San José que servía de sede a va-rias organizaciones campesinas. Durante un rato nospusimos al tanto sobre asuntos personales y organiza-cionales. Luego presentó su propuesta. Según afirmó,las organizaciones estaban cansadas de intelectualesque los invitaban a seminarios y discusiones y, des-pués, simplemente se apropiaban de sus ideas. Dijoque CECADE y CEPAS, dos de las ONG más importan-tes que acompañaban al movimiento campesino, esta-ban organizando programas bien financiados sobre la

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idea de la producción integrada verticalmente para lospequeños propietarios, un concepto de las organizacio-nes que se habían apropiado. Yo era diferente de esosintelectuales porque no estaba tratando de hacer ca-rrera profesional en Costa Rica, ni en ninguna de lascada vez más numerosas organizaciones académicas uONG enfocadas en el desarrollo. Varios compañeroshabían leído lo que había escrito sobre la huelga decampesinos de 1988 y sobre el latifundismo y queríanque escribiera un libro sobre la historia de sus luchaspor la justicia y los cambios en la organización. El librotendría dos audiencias: por una parte, los participan-tes en el movimiento y, por otra, los intelectuales y en-cargados de la elaboración de políticas. Las organiza-ciones correrían con la publicación del libro mediantesu nuevo órgano editorial, ICODE (Iniciativas de Co-municación para el Desarrollo).

La propuesta de Ramírez me llenó de regocijo, perotambién de ambivalencia. No es de sorprenderse queme sintiera muy halagado ante la invitación para seralgo así como cronista oficial, a colaborar dándole “voza los que no la tienen” (ver Mintz 1989, 794). Eso pa-recía validar mi investigación, mis nexos con los infor-mantes y mis más profundos valores profesionales ypersonales. De inmediato pensé cómo algunas de lasobras de la antropología y la historia que más admira-ba –por ejemplo: First-Time, de Richard Price (1983, 17)y To Lead as Equals, de Jeffrey Gould (1990, 1-6)– ha-bían surgido en torno a situaciones similares.35

Sin embargo, dudada en aceptar de inmediato lapropuesta de Ramírez. La razón principal para negar-me era una sensación de que, sin importar lo proble-mática que es la noción de “objetividad” en cienciassociales, una cierta distancia de la agenda de mis su-jetos era requisito esencial para escribir una historiaveraz y responsable (además, ¿qué tan “carentes devoz” eran realmente, si tenían tan buenas conexionescon una editorial?).36 Ramírez y yo ya entendíamos

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que no concordábamos en todo y, de hecho, las discu-siones amistosas habían sido parte de nuestra relaciónpor algún tiempo. Pero yo sabía que su organizaciónhabía llegado a su punto máximo más o menos en laépoca de la huelga de 1988, y sospechaba que confor-me disminuyó el apoyo que recibían y cambiaron lasmetas sus propios objetivos y los míos podrían ser másdivergentes de lo que habían sido en el pasado. Lleguéa entender que lo que en un principio pensé que erauna “organización” (y que Ramírez aún describía comotal), era en realidad una suma fraccionada y contencio-sa de grupúsculos e individuos que se habían unido entorno a ciertos objetivos estratégicos que compartían.Además, aunque aceptara ser el historiador oficial delos activistas campesinos no creía que mi trabajo lesfuera útil a ellos, dada la inmediatez de sus necesida-des políticas y el largo período que inevitablementetranscurre entre la investigación y la publicación finalde los resultados.

Por último, pensaba analizar el movimiento campe-sino de los ochentas tanto en relación con las formasanteriores de resistencia en la región como con los an-tecedentes políticos de los dirigentes.37 Los activistasde la organización eran reacios a enfatizar su partici-pación previa en una izquierda política de la cual aho-ra querían distanciarse (y que de todas formas ya noexistía). Si bien entendía, respetaba y estaba de acuer-do con ese deseo, también me daba cuenta de que al-gunos aspectos claves de su práctica (y de la militanciacampesina en la región en estudio) simplemente no sepodían entender sin referencia a esa historia, entoncescasi antigua (y a otras historias incluso más antiguas).Varios líderes del movimiento me habían hablado deforma muy abierta sobre sus actividades y alianzas an-teriores y los documentos de la organización a vecesseñalaban los nexos izquierdistas del pasado, como unlegado problemático que había sido superado con elcambio hacia la autonomía organizacional a inicios de

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los ochentas (ver Capítulo 2). Pero no estaba convenci-do de que quisieran ver esto analizado en detalle enuna crónica oficial de sus luchas.

El significado de esta historia política se me eviden-ció en otro pequeño incidente que tenía que ver con miartículo sobre la huelga campesina de 1988. Poco tiem-po después de hablar con Ramírez fui a visitar a Berta,una vieja amiga antropóloga y antigua vecina en Libe-ria. Hicimos una caminata y un picnic en las faldas delvolcán Rincón de la Vieja, donde me dijo que ella tam-bién había recibido una copia de mi artículo. “Miguel yyo estábamos leyendo tu artículo sobre la huelga deSanta Cruz”, me dijo sonriendo, refiriéndose a otro co-lega y amigo. “Nos reíamos porque dejaste por fuera al-go muy importante.” Señaló hacia el oeste, donde a lolejos podíamos ver las sierras escarpadas que se levan-tan en las llanuras del centro de la Península de Nico-ya. “Esas montañas ahí, esa ‘zona alta’ era una de lasáreas de influencia del ‘M’”.

“El ‘M’ era la forma abreviada con que una genera-ción de estudiantes universitarios costarricenses sereferían al “Movimiento”, que a su vez se refería alMovimiento Revolucionario del Pueblo, o MRP. Esta pe-queña organización, con una visión romántica de Cubay que a mediados de los ochentas ya había desapareci-do, al igual que el resto de la izquierda en Costa Rica,nunca alcanzó gran tamaño ni influencia. Había, sinembargo, dos sectores donde logró cierta fuerza en lossetentas. Uno lo constituían trabajadores agrícolas,campesinos pobres y beneficiarios de la reforma agra-ria en algunas partes de la Zona Atlántica y en los al-rededores de Santa Cruz.38 Varios de los principales lí-deres de UPAGRA, ASPPAS y organizaciones aliadas dehecho habían afilado sus garras políticas en “el M”. Elotro grupo clave del Movimiento eran los estudiantesuniversitarios y recién graduados, en especial los de laEscuela de Antropología y Sociología de la Universidadde Costa Rica.39

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El MRP respaldó la huelga de los trabajadores dela caña de 1979, sobre la que había escuchado duran-te mi trabajo de campo en Bolsón-Ortega (ver Edel-man 1992, 280). Mario Sancho, líder del sindicato delos trabajadores cañeros, joven rubicundo que llevababotas de hule y sombrero de lona, a menudo visitabaa la casa de mis vecinos antropólogos en las afuerasde Liberia en 1981-82. Cuando llegaba, ellos de inme-diato suspendían la partida de ajedrez, la lectura denovelas de ciencia ficción o la música rock, que a me-nudo llenaban el tiempo libre; con cierto nerviosismohacían alguna broma sobre la visita de sus “superio-res políticos” y salían al traspatio, donde conversabanen voz baja. Seis años más tarde, un activista vetera-no en Santa Cruz me dijo en tomo premonitorio: “AMario Sancho lo tienen ahora totalmente bloqueadoen Guanacaste. Y si investigan un poco más atrás so-bre Marcos Ramírez, me temo que también lo tendrántotalmente bloqueado aquí”.

No había dejado por fuera el MRP en mi artículo so-bre la huelga campesina de 1988 con el fin de protegera mis informantes.40 Más bien, en el punto máximo delmovimiento en 1988 y principios de 1989, el MRP sim-plemente no me parecía relevante para explicar el con-flicto rural, sobre todo porque ni siquiera había existidodurante varios años y porque los efectos más inmedia-tos de la sequía y del ajuste estructural económicoeran sumamente dramáticos. Pero al desmoronarse elmovimiento de Santa Cruz en 1989 y 1990, el tema dela antigua historia política de los líderes emergió conmayor intensidad en los debates locales (ver Capítulo5). Cuando Berta me dijo que se había reído porque nohabía escrito sobre el legado del “M” en las colinasarriba de Santa Cruz, me di cuenta de inmediato queel “otro muchacho” que había encontrado distribuyen-do panfletos de Pueblo Unido en la bajura de Ortegaen 1982 era el mismo militante, productor de tomatesy marimbero, con el que había hablado varias veces enla “zona alta” en 1988 y 1989. Las viejas historias de

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activismo rural se conectaban así con las más recien-tes, en una forma muy concreta y personal.

El ensayo que escribí sobre la huelga de 1988 tu-vo un efecto adicional sobre el curso de mi investiga-ción y sobre el movimiento campesino de Santa Cruzen sí. A finales de 1990, poco después de que Ramírezme solicitara que escribiera un libro sobre “la lucha delos campesinos por la justicia y los cambios en la or-ganización”, una de las ONG que él había criticado porhaberse apropiado de las ideas de los activistas mepreguntó si quería que mi ensayo se discutiera en unapequeña mesa redonda. El CEPAS (Centro de Estudiospara la Acción Social), a pesar de la crítica que le ha-cía Ramírez, contaba con un buen equipo de sociólo-gos jóvenes que hacían uno de los mejores trabajosacadémicos en el país sobre el movimiento campesi-no.41 Prometieron invitar una decena de otros especia-listas de las ONG y de las universidades y que todosleerían mi escrito de antemano. Todavía no había re-cibido ningún comentario de parte de los colegas aquienes les había enviado originalmente el manuscri-to, de modo que esperaba con entusiasmo esta opor-tunidad para discutir mi trabajo.

Las dos semanas previas a la mesa redonda pro-gramada las pasé en Santa Cruz, haciendo la ronda devisitas a viejos amigos y contactos. Marcos Ramírez es-tuvo durante los primeros cinco días más o menos ypasamos juntos gran parte del tiempo, pero luego sefue a hacerse cargo de algún asunto de la organización.Era evidente que ASPPAS, la asociación que había lide-rado la huelga de Santa Cruz y que en 1988 se ufana-ba de tener 1.500 miembros, estaba prácticamentemuerta. Sin embargo, era curioso que en la capital na-die parecía darse cuenta de que la organización se ha-bía desvanecido. Los sociólogos del CEPAS, a pesar desus buenas intenciones, rara vez hacían trabajo decampo en el área rural y para la investigación del mo-vimiento campesino dependían casi en forma exclusiva

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de fuentes documentales y entrevistas con represen-tantes de la organización en la capital.42 En SantaCruz, sin embargo, todos sabían que había desapareci-do y muchos de los que fueron sus activistas hacíancomentarios mordaces sobre los dirigentes y sobre lanueva estrategia que promovía el Gobierno para adap-tarse a las políticas de libre mercado en vez de enfren-tarlas (ver Capítulo 5). Un agricultor disgustado me di-jo en tono de queja que: “Marcos [Ramírez] pinta todomuy bonito, pero el hambre no se puede pintar bonito.Si uno hace que una situación como esta se vea boni-ta solo para salvarse uno mismo entonces estamosrealmente mal”. Y otro campesino de la “zona alta” sepreguntaba con amargura sobre la visita que habíanhecho funcionarios de la cooperación francesa a unareunión regional de cooperativas rurales. “No sé quéhistorias les contó Marcos a esos franceses sobre ASP-PAS. Iban preguntando: ‘¿Y ASPPAS? ¿Dónde estáASPPAS?’, y él los tomaba del brazo, les decía no sé québabosadas y se los llevaba a otra parte”.

Justo antes de que comenzara la mesa redonda delCEPAS, una de mis anfitrionas me informó que “las or-ganizaciones” habían enviado a alguien también. Mepreguntó si conocía a Carlos Hernández, el represen-tante de ASPPAS por San José. Le dije que sí y pensélo irónico que era que ASPPAS en realidad hubiera de-saparecido y que Hernández actuara como si existiera,y que ésta investigadora bien informada en todos losdemás aspectos no se hubiera dado cuenta de esto.Hernández y los demás invitados se sentaron. Hablédurante unos quince minutos, haciendo énfasis en laimportancia de la investigación empírica en la zona ru-ral y en ver los actores políticos en relación con lasfuerzas económicas y como constructores de una cul-tura alternativa y de nuevas identidades rurales. Luegohubo una larga discusión, principalmente sobre méto-dos de investigación y sobre la forma en que el equipoque hacía estudios agrarios en el CEPAS, como lo dijo

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uno de los miembros: “no había aprovechado variasoportunidades que se habían presentado en los últi-mos años… para entrevistar a los participantes en elmovimiento y utilizar sus propias palabras en nues-tros análisis”.

Entonces alguien preguntó agitadamente sobre elestado actual del movimiento campesino en SantaCruz. Respondí que consideraba necesario hablar confranqueza, que me dolía decirlo, pero que hasta dondepodía decir con base en lo que acababa de ver en San-ta Cruz, ASPPAS ya no existía. Los sociólogos del CE-PAS y la mayoría de los invitados se mostraron asom-brados e incómodos. Hernández me lanzaba puñalescon los ojos. Dije que esto realmente no debía ser unasorpresa, que los movimientos campesinos a menudosurgen y terminan pronto o sufren cambios radicalesen la ideología, y que muchos de los antiguos partici-pantes en ASPPAS ahora participaban en otros tipos deorganizaciones como cooperativas, asociaciones de de-sarrollo comunal y centros agrícolas cantonales. Suge-rí que esto no era algo necesariamente malo y que bienpodía haber sido uno de los legados positivos de lahuelga de 1988.

Cuando terminé, todos se fijaron en Hernández.Los ojos todavía lanzaban chispas e hizo un comenta-rio breve en el sentido de que mi visión de la situaciónactual de ASPPAS era “muy subjetiva”. No me alegrépor su incomodidad ni por haber revelado el secreto dela desaparición de ASPPAS. Por el contrario, me entris-teció que me hubiera tocado precisamente a mí ir alcampo y volver con las malas noticias a la ciudad.

A principios de 1991 vi a Marcos Ramírez de nue-vo. Me confesó que cuando oyó lo que había sucedidoen la mesa redonda del CEPAS se había sentido “muymolesto”. Luego me dijo que yo había hecho lo correc-to poniendo a las personas al día y diciendo la verdad.“Recientemente –dijo– los directores [de ASPPAS enSanta Cruz] con gran dificultad habían logrado reunir-se y acordaron disolver la asociación”. Poco después,

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hablé con otros tres miembros de la junta directiva deASPPAS y todos negaron que dicha reunión se hubieraefectuado. Uno de ellos comentó que: “la organizaciónsimplemente murió”.

Sería, por supuesto, absurdo creer que mi escritosobre la huelga de 1988 o mis comentarios en el semi-nario de CEPAS tuvieran que ver con la muerte políti-ca de la organización (sobre esto, ver Capítulo 5). Noobstante, mi respuesta a la pregunta en la mesa redon-da contribuyó a divulgar la noticia, y es probable quetambién a hacerla oficial. No podía dejar de pensar queel anuncio de la disolución de ASPPAS que hizo Ramí-rez, en contraste con la disolución en sí, tenía muchoque ver con que yo hubiera hablado francamente, enespecial porque lo hice para contradecir a uno de losprotagonistas claves del grupo y en presencia de laONG y los académicos universitarios que se encontra-ban entre los mejores analistas y publicistas de las or-ganizaciones campesinas. Pero, todavía quedaba lapregunta de por qué Hernández y Ramírez seguíanproyectando una imagen de ASPPAS como si fuera unaorganización con vida, mucho después de que habíadejado de serlo (ver Capítulo 5 y la Conclusión).

Investigadores objetivos, mala información

Cuando envié a colegas costarricenses mi manus-crito sobre la huelga campesina de 1988, nunca imagi-né que esto iniciaría una serie de eventos que llevaríana que informantes claves anunciaran la muerte de suorganización (que, después de todo, era mi “objeto deestudio”). Era difícil concebir una demostración másclara de que el investigador y los sujetos de investiga-ción se entretejen en un proceso complicado y mutua-mente influyente de descripción, análisis y construc-ción de la realidad social. La saga de mi manuscrito yel seminario del CEPAS me vacunaron, creo, contra lo

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que Hellman (1992, 55) llama “los peligros de la sobrei-dentificación” y “la actitud sumamente protectora” quedespliegan muchos “no actores” que estudian los movi-mientos sociales (si bien, como indico en la Conclu-sión, no dejé de ser un simpatizante crítico). Además,ineludiblemente, le infundió a mi análisis una preocu-pación por la reflexividad, si bien de naturaleza dife-rente a la ortodoxia reflexiva que ha llegado a caracte-rizar gran parte de la antropología cultural en esta erade sensibilidades posmodernas.

La reflexividad, indica Loïc Wacquant, es “una eti-queta...vaga casi hasta al punto de la vacuidad”(Bourdieu y Wacquant 1992, 36). Sin embargo, señalatres formas en las que la ciencia, al reflejar sobre símisma (en la tradición de Pierre Bourdieu) podría con-tribuir a una comprensión crítica, si bien anclada em-píricamente, de la sociedad: primero, examinando “elsubconsciente social e intelectual que forma parte delas herramientas y operaciones analíticas”; segundo,analizando la inserción del investigador en un “campoacadémico...[un] espacio objetivo de posibles posicio-nes intelectuales que se le presentan en un momentodado” y, en tercer lugar, reforzando “la seguridad epis-temológica” de las ciencias sociales, más que tratandode socavarla, como es a menudo el caso “con la refle-xividad fenomenológica, textual y otras variantes ‘pos-modernas’” (36-39).

Dos aspectos de este último punto en particularmerecen un comentario breve en el marco del presenteanálisis. Muchos de los cada vez más numerosos rela-tos de investigación de campo auto-referenciados, másque ver el rol del antropólogo como relacionado sobretodo con un problema de investigación específico, con-sideran privilegiar la “voz del autor” como un valor desuma importancia en sí y por sí (ver por ejemplo Behar1993, cap. 17; Jackson 1989). Críticos con diferentespuntos de vista han caracterizado tales informes deforma acertada, aunque no tan amable, como “narci-sistas” (Ginzburg, en Luria y Gandolfo 1986, 103;

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Bourdieu y Wacquant 1992, 46) o un poco más mag-nánimamente como “saturados de autor” o “inclusosobresaturados” (Geertz 1988, 97). Segundo, la preo-cupación en torno al posicionamiento del autor no esnada nuevo ni es invención ni monopolio de los escri-tores posmodernistas. Un sinnúmero de académicosanteriores analizaron la forma en que la investigacióny la escritura implican decisiones sobre lo que es rele-vante y lo que no lo es, proceso que los posmodernis-tas “tienden a estigmatizar como ‘ocultamiento’, comosi inevitablemente hubiera un secreto sucio tras cadaintento por decir algo del todo” (Launay 1992, 190; cf.Foucault 1972, 25). Pero los numerosos pre-posmo-dernistas que analizaban los problemas de “valores”,“objetividad” o incluso investigación “comprometida”,rechazaban con firmeza el “meta escepticismo” o la“hipocondriasis epistemológica”, populares en la ac-tualidad, a favor de una reflexividad que viera la“construcción social de la realidad” no solo en la his-toria, la cultura y la vida cotidiana, sino como unacompañamiento inevitable y necesario del procesode la investigación científica social en sí (ver Berger yLuckmann 1966; Lynd 1939; Novick 1988; Sartre1968; Scholte 1972). Únicamente otra tradición, porlo general subterránea, más que todo nihilista y cu-yas raíces se remontan al siglo XIX, argumentaba afavor del tipo de relativismo extremo y excesiva inse-guridad que caracterizan a los posmodernistas de hoy(Nietzsche, por ejemplo, sostenía que “son precisa-mente los hechos los que no existen, tan solo [hay] in-terpretaciones” [1977, 458]).

En la obra The Death of Luigi Trastulli and OtherStories (1991), Alessandro Portelli demuestra cómo sepueden abordar estos temas “en la práctica”, mientrasexpone a la vez su tesis sobre la “objetividad” y la in-vestigación etnográfica de los movimientos sociales.Trento Pitotti, anciano zapatero de una aldea en las co-linas de Italia central, le permitió a Portelli grabar unaamplia colección de canciones folclóricas de los años

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treintas. Aunque le impresionó la magnífica voz y elenorme repertorio de su informante, a Portelli le sor-prendió que dos de las canciones eran “inequívoca-mente fascistas”. Un año más tarde, Portelli tuvo unalarga conversación con el zapatero cantante y descu-brió que, lejos de ser fascista, era un comunista activoen la política. Entonces, ¿por qué había cantado esascanciones fascistas? “Usted pidió canciones viejas, decuando yo era joven”, le dijo Trento a Portelli. “Eso eslo que nos hacían cantar en esa época”.

Trento no me conocía cuando lo grabé –comenta Portelli–.Su experiencia de vida le había enseñado que estaría asalvo si le cantaba canciones religiosas, rituales, senti-mentales, humorísticas o conservadoras a un extrañoque no parecía de clase trabajadora ni hablaba como taly que no había hablado nada sobre sí mismo. Yo pensa-ba que no debía ‘entrometer’ mis propias creencias ni miidentidad en la entrevista, y Trento había respondido,no a mí como persona sino a un estereotipo de mi cla-se, modales y habla. Yo había jugado el papel de inves-tigador ‘objetivo’ y a cambio había recibido informaciónsesgada (1991, 30-31).

Que los miembros de grupos subordinados les di-cen a los científicos sociales, a las autoridades estata-les y a otros foráneos lo que piensan que quieren es-cuchar es tan poco novedoso que no merece muchocomentario. El investigador que no puede trascenderuna presentación de sí mismo en el campo como re-presentante estereotipado de una clase o nacionali-dad, probablemente recibirá respuestas formulaicas.Para los miembros de grupos subordinados, inclusoen sociedades democráticas, la llegada de un investi-gador puede significar cualquier cosa, desde una levemolestia hasta una intromisión ofensiva (por el tiempoperdido y las preguntas potencialmente embarazosas),e incluso, una amenaza de problemas serios con lasautoridades. Durante mi trabajo de campo en CostaRica, por ejemplo, llegué varias veces a las puertas decasas de pequeños propietarios que estaban del todo

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cerradas, hasta que vecinos temerosos me pregunta-ban si estaba ahí para hacer un cobro judicial a nom-bre de algún banco.

Si Trento reaccionó ante Portelli “no como perso-na, sino como un estereotipo de su clase, modales yhabla”, los estadounidenses que investigaban consujetos muy politizados en la América Central de losochentas, a veces enfrentaban obstáculos más formi-dables. En los ochentas, la región estaba plagada deconflictos en los que los Estados Unidos jugaban unpapel clave: la guerra genocida de contrainsurgenciaen Guatemala, la guerra civil en El Salvador, la cam-paña contra la Nicaragua sandinista, la larga con-frontación previa a la invasión estadounidense enPanamá, así como el uso de Honduras y Costa Ricacomo retaguardia para las guerras contra Nicaraguay El Salvador. En este ambiente de geopolítica violenta,nacionalismos radicales, conflictos sociales, intrigasy traición, los intercambios entre científicos socialesy sujetos de investigación estaban inevitablementemediados por un tipo de cálculo político y dependíande toda clase de pruebas políticas explícitas. Los in-vestigadores tenían a menudo que probar su buenafe política ante informantes y colegas que sospecha-ban de la intervención omnipresente y, a veces, en-cubierta de los Estados Unidos en la región. Al mis-mo tiempo, con demasiada frecuencia tenían quejustificar sus preocupaciones por los derechos hu-manos, la represión y la violencia ante colegas esta-dounidenses que consideraban que estos temas eranasuntos partidistas, y cuya concepción de ética profe-sional se limitaba a asuntos metodológicos como con-sentimiento, aprobación legal de la investigación porparte de los gobiernos anfitriones y respeto por las ins-tituciones tradicionales que mantenían el statu quo(Bourgois 1990).

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Una coda sobre métodos y fuentes

Este estudio intenta abarcar tanto fuerzas econó-micas globales como familias rurales pobres y angus-tiadas por la pérdida de las cosechas y el hambre,tanto los precios de los productos básicos como losfuncionarios autocomplacientes del Banco Central,tanto tasas de interés como estrategas de movimientoscampesinos. El Capítulo 1 trata de esbozar cómo y porqué un pequeño país subdesarrollado pudo construirun Estado avanzado de bienestar social. El Capítulo 2analiza la forma en que los agricultores comenzaron amovilizarse en respuesta a la erosión del Estado bene-factor y la devastación que acompañaron la severa cri-sis económica de principios de los ochentas, así comolos años posteriores de programas de estabilización yajuste. En el Capítulo 3 presento un extenso panoramade las luchas campesinas en una región, las zonas deSanta Cruz y Nicoya, en la provincia de Guanacaste,mediante un análisis de diversas campañas, influen-cias ideológicas y esfuerzos organizativos que influye-ron directa e indirectamente en la “huelga” de 1988. ElCapítulo 4 se refiere en detalle a la “huelga” de los agri-cultores en 1988, que marcó el punto culminante de lamilitancia campesina en el período en estudio; aunqueel movimiento fue nacional, le presto especial atencióna los acontecimientos en el cantón de Santa Cruz. ElCapítulo 5 analiza el cambio de las organizacionescampesinas “de la confrontación a la propuesta” y susesfuerzos, no siempre exitosos, por desarrollar planesconcretos de desarrollo que beneficiaran a sus miem-bros. Tanto en el Capítulo 5 como en la Conclusión,presento el problema del nacimiento, la caída y el re-surgimiento de las organizaciones campesinas y de porqué organizaciones débiles e incluso “imaginadas” pue-den a veces tener un impacto real. La ficción más reve-ladora del discurso de las agencias de cooperación a fi-nales del siglo XX no es, según afirmo, el “desarrollo” o

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el “subdesarrollo”, sino más bien la existencia de “or-ganizaciones” sin miembros que, sin embargo, subsis-ten mediante intercambios materiales y afectivos entredonantes (y a veces científicos sociales residentes enlas ciudades) y “líderes”. Pero como lo sugerí antes, nose trata solo de censurar un nuevo tipo de aldea rurallatinoamericana tipo Potemkin. El hecho (sí ¡hecho!) deque una organización no sea todo lo que sus “líderes”digan que es (o que no sea del todo nada), no significade por sí que no pueda transformarse en algo más y,quizás paradójicamente, ser fuente de compromiso,creatividad e ideas políticas sólidas sobre el desarrollo.

En las secciones del libro donde se analiza la polí-tica macroeconómica he tratado de mantener presentelas dimensiones humana y política en la medida de loposible, en parte citando los programas escritos de losactores claves, las expresiones espontáneas y las con-fesiones post hoc, analizando su visión de futuro y delo que hicieron o pensaban que estaban haciendo en elpasado. Esto no es simplemente un recurso literario oestilístico con el fin de hacer agradable o entretenidoun análisis de “ciencia lúgubre” (economía era, segúnMalthus, “the dismal science”) que de otra forma seríaárido. Más bien, surge de mi convicción, que espero de-mostrar más de forma más amplia en las páginas si-guientes, de que si bien la política del ajuste estructu-ral económico se estudia con demasiada frecuencia comouna serie aburrida de negociaciones de alto nivel,misiones de agencias financieras y los consecuentescambios en la política, o como conducta puramentereactiva por parte de los sectores populares, se entien-de mejor como un proceso complejo y eminentementecultural de contienda política e ideológica, tanto al in-terior de los grupos dominantes encargados de elabo-rar las políticas y los sectores populares como en lasrelaciones entre ambas partes. Los nexos entre la po-lítica macroeconómica y los humanos de carne y hue-so son también algo que los agricultores que conocínunca me dejarán olvidar, no por haberlos escuchado

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lamentarse de sentirse atrapados por las tijeras del li-bre mercado, entre la navaja de la caída de los preciosde las cosechas y la del incremento en los costos delos insumos y del crédito, sino por las preguntas quehacían, llenas de angustia y a menudo sofisticadas,sobre lo que les iba a suceder. (“¡Hola, Marquitos! –megritó un día un agricultor desde el otro lado de unacalle polvorienta en la ciudad de Filadelfia, a media-dos de 1991, españolizando mi nombre y usando eldiminutivo a la vez– tanto tiempo… ¿Cómo le ha ido?”Antes de que pudiera contestarle, comenzó a gesticu-lar moviendo las manos con el estilo distintivo y apa-sionado de la bajura guanacasteca y me preguntó convoz angustiada si sabía si el PAE III [el tercer présta-mo del Banco Mundial para el ajuste estructural] yahabía sido aprobado).

En las secciones del libro que son menos globales(o nacionales) y más locales, me baso en entrevistas afondo con activistas campesinos (y con no activistas),asistencia a las reuniones informales que sostenían yen el tipo de fuentes documentales primarias que lasgrandes bibliotecas en general desechan como “mate-rial efímero”: hojas sueltas, correspondencia, panfletosy pequeños boletines mimeografiados (y, en menor grado,en archivos, artículos de prensa y fuentes secundariasmás convencionales). Con frecuencia usé la grabadora,siempre con permiso, por supuesto, y por lo general medi cuenta que después de un período muy corto laspersonas tendían a olvidarse de ella y no parecían sen-tirla como una intrusa. Sin embargo, cuando por logeneral en las conversaciones se abordaban accionesilegales previas o posibles acciones futuras, como porejemplo una invasión de tierras o planes para soltardocenas de pollos en el vestíbulo del Banco Central enSan José, me decían claramente: “¡Apagá ese chun-che!” He tratado en todo momento de someter la evi-dencia oral (y de otro tipo) a pruebas de consistenciainterna y corroboración externa y, cuando éstas nohan sido positivas, he tratado de preguntar sobre las

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fuerzas inconscientes y las agendas conscientes, per-sonales y políticas, que explican las discrepancias.Como indica Portelli:

La importancia del testimonio oral puede no residir enel apego a los hechos, sino más bien en que se aleja deellos, conforme emergen la imaginación, el simbolismo yel deseo. Por lo tanto, no hay fuentes orales “falsas”...Afirmaciones “equivocadas” son “ciertas” sicológicamen-te y..., esta verdad puede ser igualmente importante quelos relatos sobre hechos verificables (1991, 51).

Por supuesto estoy consciente de que las fuentesorales no se han librado del abrazo del meta escepticis-mo que hace tiempo se extendió a los “textos” (catego-ría que en todo caso ha alcanzado tal amplitud que ca-si carece de significado). James Clifford, por ejemplo,haciendo eco no reconocido del lingüista Roman Ja-kobson, afirma que: “las citas son siempre ubicadaspor quien cita y tienden a servir solo de ejemplos o pa-ra confirmar testimonios” (1988, 50).43 Mientras esta-ba haciendo trabajo de campo pensé varias veces enesta afirmación, cuando en una y otra asamblea o reu-nión se me acercaban campesinos encolerizados y mecontaban una serie de historias sobre los últimos agra-vios de que habían sido objeto, ávidos de que alguiengrabara sus palabras y las contara al resto del mundo.En mi narración “ubico” las palabras de algunos de losprotagonistas, pero también es cierto que ellos pedían–de hecho exigían– que se les “ubicara”, que se les con-virtiera en sujetos de la historia y de la historia que yoestaba escribiendo. Sus acciones, experiencias y pala-bras, que privilegio en algunas partes de este libro,constituyen no solo un conjunto de evidencias claves ynecesarias para la historia que tengo que contar, sinotambién un correctivo para los análisis “inhumanos”del ajuste estructural económico (y de los movimientossociales), el “cumplimiento de una promesa” hecha amis interlocutores costarricenses (como ellos mismoslo llamarían) y un pequeño esfuerzo por conservar o

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“rescatar” (como ellos dirían, para referirse también a“redimir” o incluso a “liberar”) las ricas fuentes de lamemoria y la expresión popular que de otras formascaerían en el olvido sin ser documentadas. Decidí noextenderme en este libro en la “poética” de los activis-tas campesinos, pero a menudo me impactan su pers-picacia y su conmovedora elocuencia.

Quizás sea oportuna una última observación so-bre el espinoso tema de “dar nombres”. Los antropó-logos tradicionalmente se inclinan a favor de disfrazary “proteger” la identidad de los informantes y de lossitios donde se hace el trabajo de campo, aunque elconsenso en torno a esta práctica se ha erosionadoun tanto en años recientes. Los historiadores, porotra parte, más preocupados quizás en poder recons-truir los pasos metodológicos de los demás o con elequivalente de la “autoridad etnográfica” en su disci-plina, por lo general exigen que incluso los asuntosmenores basados en evidencia oral sean anotados alpie con el nombre completo de la fuente, así como lafecha y el lugar de la entrevista. Ambas disciplinas sehan enriquecido al converger los métodos y preocupa-ciones, pero las convenciones académicas sobre cómocitar y las prácticas de la escritura se han convertidoen una nueva área gris en disputa. He tenido queequilibrar varios elementos para decidir qué prácticaseguir en este libro. En el caso de personas que ma-nifestaron alguna inquietud si su nombre aparecíaimpreso, cuando no eran figuras públicas y la identi-dad específica no era importante para mi relato o enaquellas pocas ocasiones en que no pregunté el nom-bre, uso nombres de pila ficticios o bien describo enforma breve a las personas.

Costa Rica es un país pequeño, donde las redes so-ciales son densas y los flujos de información, formalese informales, están sorprendentemente desarrollados.Encubrir una localidad donde ha sucedido algo dra-mático o las identidades de las personas claves invo-lucradas es casi imposible. Muchos activistas de los

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movimientos campesinos son figuras públicas que enforma habitual conceden entrevistas a la prensa y alos medios electrónicos. Algunas veces utilizo informespublicados como fuentes y los cito como lo haría cual-quier académico, pero incluyen el verdadero nombrede las personas (como lo incluyen las fuentes docu-mentales a las cuales me refiero en varios puntos). Porúltimo, el dar nombres se relaciona con el tema antesmencionado de cumplir una promesa. Muchos de losprotagonistas de esta historia no querían que susnombres aparecieran encubiertos por un seudónimo.Si Costa Rica no hubiera superado la crisis de princi-pios de los ochentas con la democracia intacta habríadudado en acceder a esa petición. Pero incluso en elpico de la ola de arrestos que siguieron a la huelga de1988 en Santa Cruz, quienes uno pensaría que ha-brían estado renuentes a hablar abiertamente por logeneral me indicaron que dijera quiénes eran, que te-nían suficiente fe en las instituciones democráticas yque lo que habían hecho era lo correcto, de modo queno les preocupaba. Si tenían que ir a la cárcel o apa-recer en listas negras, sabían que no sería porque ungringo con grabadora los había entrevistado y añosdespués los citaba en un “libro de historia” o en unarevista académica poco conocida.

Notas

1 Biersteker (1983b) hace un excelente análisis de los acon-tecimientos que precedieron la crisis de la deuda mexicanade 1982, aunque su lista de síntomas financieros preocu-pantes no incluye el incumplimiento que hizo Costa Ricaun año antes. Se refiere a las negociaciones del 13 al 15 deagosto como el “fin de semana de Washington”, ya que lasnegociaciones tuvieron lugar en la capital de los EstadosUnidos.

2 Obviamente, Costa Rica no fue el primer país de AméricaLatina que no cumplió con el pago de sus deudas, sino

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simplemente el primero en la crisis de la deuda de la dé-cada de 1980.

3 Quizás sea necesario recordarle a los lectores estadouni-denses que el “liberalismo” y otros términos conexos, segúnse emplean aquí, no tienen relación con el uso común quese hace de ellos en el discurso político de los Estados Uni-dos. Como señala David Korten (1995, 72), las implicacio-nes políticas de esta inversión semiótica son profundas:“En sus diversas presentaciones, la ideología se conocecon diferentes nombres: economía neoclásica, neoliberalo libertaria; neoliberalismo, capitalismo de mercado o li-beralismo de mercado... Los latinoamericanos por lo ge-neral usan el término neoliberalismo. Sin embargo, en lamayoría de los países, incluyendo los Estados Unidos, notiene un nombre reconocido por todos. Al no tener nom-bre, no se debate y las premisas que lo subyacen no seanalizan”.

4 La tasa de alfabetización es del Censo de Población de 1984.

5 Esta hipérbole no se limitaba a los políticos costarricensesinteresados solo en sí mismos. Un análisis del Banco Inte-ramericano de Desarrollo de 1993 afirmaba que Costa Ricaestaba “de nuevo en el círculo de los ganadores” (Richter1994, 4-5). Entre los especialistas en América Latina se re-conoce ampliamente que el caso costarricense tiene mayorrelevancia. Tardánico (1993), por ejemplo, afirma que: “Enel tanto Costa Rica sea el punto de referencia para medirlos prospectos regionales de América Central, el debate entorno a sus opciones de desarrollo tiene peso más allá delas fronteras nacionales”. Un estudio que incluye variospaíses, sobre la promoción de las exportaciones no tradi-cionales, señala que “a pesar de su tamaño reducido, Cos-ta Rica presenta un caso crucial para evaluar las estrate-gias de promoción a las exportaciones no tradicionales”, yaque es el único país latinoamericano donde convergen unlargo historial de gobierno democrático, preocupación porla igualdad social y un récord relativamente exitoso depromoción de las exportaciones no tradicionales (Barhamet al. 1992, 67). Otro estudio sobre programas de ajusteestructural señala que “la experiencia relativamente largade Costa Rica con los PAE merece especial análisis, porcuanto constituye un ejemplo de lo que el resto de la re-gión puede esperar en el futuro” (Development GAP 1993,4: ver también Rodríguez 1990). Incluso académicos que

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en ocasiones han sido proclives a asumir posiciones radi-cales de izquierda están de acuerdo en que el ajuste estruc-tural económico en Costa Rica ha sido “en gran parte exi-toso” (Irvin 1991, 94; Vilas 1996, 25).

6 Este último sentimiento surge en gran medida de la prosaa menudo confusa que escriben algunos teóricos posmo-dernos claves. Nederveen Pieterse (1992, 27) relaciona estocon una “tendencia a la ‘verborrea teórica’”. Sangren (1988,408) señala que este estilo característico constituye una“retórica de poder” que “transmite el mensaje de que lo quela mayoría de los lectores encuentran difícil, el escritor loencuentra agradable”. Siguiendo una línea similar, Murphy(1990, 332) anota, si bien no del todo con razón, que “losprincipales practicantes de lo que llamo ‘escritura espesa’[‘thick writing’] son hombres, en apariencia involucrados enun juego curiosamente competitivo en el que las alusionesliterarias rebuscadas y las formas retóricas barrocas sonarmas, en una especie de ‘rap’ intelectual”.

7 En contraste con la teoría de la dependencia, paradigmaque se desarrolló básicamente en el Tercer Mundo y queluego fue “consumido” (Cardoso 1977) en el Primer Mundo,el posmodernismo surgió en el Primer Mundo y ahora seconsume- (o como sugiere Colás [1994, ix] con cierta ironía,se “bota... al igual que tantos otros desechos tóxicos delPrimer Mundo”), en el Tercer Mundo.

8 Al igual que muchas premisas posmodernas, la afirma-ción que las etnografías (o el “desarrollo”) son ficcionestiene una herencia intelectual rara vez reconocida por susproponentes. La idea era importante, por supuesto, en laantropología interpretativa de Geertz (1973) y fue utiliza-da incluso antes, si bien en forma diferente, por Leach(1964, ix-xii).

9 En un ensayo inicial (1984, 389) Escobar reconoce que el“constructo ficticio” se basa en “una cierta materialidad-...ciertas condiciones de vida...”, y que “existe una situaciónde explotación económica que hay que reconocer y abordar”.Estas concesiones desaparecieron en gran parte en su tra-bajo posterior. DuBois (1991, 25) se hace eco de Escobar:“Ciertamente no se puede negar la existencia de ciertas con-diciones políticas, económicas y sociales que amenazan lavida misma, pero el ‘subdesarrollo’, como una interpreta-ción de estas condiciones, es una noción construida”.

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10 Clifford (1986, 6) sostiene que: “‘Ficción’, tal y como se usapor lo general en la teoría textual reciente ha perdido suconnotación de falsedad, como algo opuesto a la verdad.Sugiere la parcialidad de las verdades culturales e históri-cas”. Si este significado fuera tan convencional o fuera tanampliamente aceptado como sugiere Clifford, la palabraperdería su impacto, derivado de su significado estándar yno del posmoderno y probablemente dejaría de ser utiliza-da en sus escritos y en los de otros. Incluso cuando los pos-modernistas aceptan la “parcialidad” de las verdades, raravez le dan expresión metodológica a la pregunta obvia decuán parciales son. Las categorías “verdad parcial” y “ficción”presuponen criterios más amplios de “verdad” a partir delos cuales se establecen las divergencias.

Las afirmaciones sobre la naturaleza “ficticia” del pensa-miento y la práctica etnográfica se han vuelto tan de rigoren la bibliografía posmoderna, que aparecen casi como unreflejo automático y sin pensar, incluso entre autores concompromisos políticos explícitos y profundamente arraiga-dos. Lancaster (1992, 299), por ejemplo, finaliza un infor-me poderoso y orgullosamente comprometido sobre las di-ficultades de la vida en la Nicaragua sandinista a finales delos ochentas con la desilusionante conclusión de que “unaverdad es tan buena como cualquier otra”. Esta expresióntrillada socaba una narración conmovedora cuya idea cen-tral es que si bien todas las verdades quizás sean parciales,algunas son no obstante más válidas que otras.

11 Portes y Kancaid (1989, 486) indican con razón que talesposiciones se parecen a los “anteriores argumentos de de-pendencia al ubicar una nueva explicación externa a losproblemas de la región”. El argumento de quienes se pro-claman a sí mismos foucauldianos, como Escobar y Ferguson,relativo a la expansión inexorable del poder del Estado es to-davía más curioso, ya que el mismo Foucault muy al iniciodejó de lado la noción de que el poder reside en última ins-tancia en el Estado (Foucault 1980, 159, en Harvey 1989,45). Slater (1992, 298) sugiere adecuadamente que es im-portante distinguir entre “tipos de poder dentro del Esta-do”. Por ejemplo, la capacidad técnica del Estado para vigi-lar a los ciudadanos puede aumentar, incluso conformedisminuye su poder sobre la economía frente a las fuerzasdel mercado mundial.

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12 Ferguson (1990), quien se ubica en el área foucauldianapero de todos modos relaciona el discurso del “desarrollo”con otros tipos de cambio político-económicos, es más sen-sible que Escobar al peligro de dichos silogismos falsos. Alnotar que el “desarrollo” se entiende en forma convencionalya sea como crecimiento de las fuerzas de producción o co-mo mejoramiento de la calidad de vida, ataca diciendo que“parece ser una necesidad teórica en el discurso del ‘desa-rrollo’... que las dos nociones de ‘desarrollo’ estén presen-tes a la vez o incluso combinadas” (55).

13 La mención que hace Esteva de la connotación inicial enespañol de “desarrollo” nos recuerda el comentario de Ray-mond Williams (1983, 204) sobre el significado inicial en in-glés: “el despliegue, el avance, incluso la evolución de unproceso inherente”. W. Sachs y Escobar también citan eldiscurso inaugural de Truman como la cartilla para la nue-va era del “desarrollo” (ver Sachs [1992,2], Escobar [1995,3] y Esteva [1992,6], y todos fechan el discurso el 20 deenero, diez días después de la fecha que da Esteva [1988].Kearney (1996, 34) se apropia en forma acrítica de esta vi-sión de Truman como deus ex machina en su estimulante,aunque con frecuencia problemática, historia intelectual delos estudios campesinos en antropología.

14 Los críticos del discurso del “desarrollo” por lo general tam-poco reconocen hasta qué punto muchas de sus críticas yahabían sido expresadas, a menudo con mayor atención alos argumentos de base empírica, en la literatura “anti-ayu-da” de los setentas y los ochentas (George 1977; Hayter1971; Hill 1986; Payer 1982; Tendler 1975).

15 Lo más que se acercan los críticos posmodernos del “de-sarrollo” a reconocer esto es un ensayo de Esteva de1993, que es una versión ampliada y muy revisada del ar-tículo del 1988 en Comercio Exterior antes citado; si bienEsteva reconoce la reinvención de varias teorías biológicasevolucionistas como ideologías del desarrollo económico,pinta a Truman como un deus ex machina todopoderoso dela historia posterior a la Segunda Guerra Mundial y omitemencionar el liberalismo latinoamericano y las polémicasmarxistas y populistas que jugaban un papel tan central enlas discusiones sobre el desarrollo en América. Escobar,por otra parte, en su trabajo anterior, relega los anteceden-tes del “desarrollo” a una nota al pie esquemática: “Inclusosi las raíces del desarrollo se encuentran en el colonialismo,

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en las ideas del siglo XIX sobre el progreso y, más general-mente, sobre la modernidad de Europa occidental, algodrástico sucedió al inicio del período posterior a la Segun-da Guerra Mundial cuando un discurso totalmente nuevo,el “desarrollo”, emergió… No había ‘desarrollo’, ‘subdesa-rrollo’ ni ‘Tercer Mundo’ antes de 1945. Como creacionesdel período de posguerra, estas nociones han dado como re-sultado el despliegue de un aparato muy eficiente median-te el cual el ‘Tercer Mundo’ se produjo y se produce en granmedida” (1991, 679 nota 18, énfasis agregado). Un pocodespués agrega algunos giros al argumento, pero deja ele-mentos claves, tales como el liberalismo latinoamericano,básicamente sin analizar (Escobar 1995, 26-30; Alvarez,Dagnino y Escobar 1998, 9-10). Cowen y Shenton presen-tan un análisis histórico detallado de las raíces del “desa-rrollo” en el siglo XIX, incluyendo una breve crítica a la visiónde Truman que tienen los foucaldianos (1996, 7-9).

16 “Ministerio de Fomento” por lo general significa “Ministeriode Desarrollo”, así como el verbo fomentar equivale a desa-rrollar. El término mantiene parte del sentido volitivo delcognado “fomentar”. Por lo tanto difiere del significado másamplio de “desarrollo”. Este, como señala Esteva, “se usapor igual para referirse al despertar de la mente de un ni-ño, la parte central de una partida de ajedrez, el crecimien-to explosivo de los senos de una quinceañera, o un conjun-to de viviendas” (1988, 665).

En un importante estudio de caso del Ministerio de Fomen-to guatemalteco, McCreery enfatiza que “la fuerza propul-sora tras el régimen liberal era la búsqueda del ‘desarrollo’,con lo que quería decir la adquisición tan rápidamente co-mo fuera posible, de las características aparentes de la so-ciedad moderna, es decir del Atlántico norte” (1983, 132).Esto era igualmente cierto en todas las otras regiones deAmérica Latina.

17 Este uso del término “desarrollo” por parte de los persone-ros de la United Fruit Company era típico de la época (cf.Dosal 1993, 38).

18 “Antes de la era estadounidense”, escribía William SmithBryan en Our Islands and their People (1899), “no había co-sas como drenajes subterráneos en Santiago [de Cuba], ytodo ese tipo de obras eran una revelación para los habi-tantes. Todos los días llegaban en multitudes a presenciarel avance de las obras y alababan en forma muy entusiasta

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los métodos estadounidenses” (citado en Black 1988, 14).Frederick Ober, en Our West Indian Neighbors, afirma:“Cuando los estadounidenses llegaron [a La Habana], seencontraron con condiciones lamentables en materia de sa-nidad y hay que darles crédito por haber realizado la tareacasi imposible de sanear la ciudad… Incluso los españolesy los cubanos admiten que los americanos han mejoradoampliamente la ciudad… De hecho, los acongojaba muchoque les dijeran que habían sido negligentes con respecto alas leyes elementales de sanidad, y resentían mucho la ins-pección y posterior desinfección de las casas. Pero sin em-bargo continuaron las grandes y buenas obras, y ahora loscubanos las continúan, siguiendo las pautas establecidaspor sus maestros” (1907, 56-57).

19 El llamado que hace Mariátegui a pasar la “etapa” capita-lista por alto y la importancia que le atribuye al campesina-do indígena no concordaban con las teorías de desarrollo ylas políticas de “nacionalidad” de Stalin. Estas posicioneshicieron que a Mariátegui se le tildara de “populista” y“trotsquista” en el Primer congreso de Partidos ComunistasLatinoamericanos, en 1929. La Internacional Comunista(Comintern), abogaba por la creación de repúblicas inde-pendientes quechua y aymará en los Andes peruanos y al-gunos delegados incluso apoyaban la creación de “nacio-nes” separadas para los emigrantes italianos, polacos yjudíos en Argentina (Caballero 1987, 58; Munck 1984, 11;Vanden 1986, 66-69, 125; Basadre 1971, xxvii-xxviii). Iró-nicamente, la visión de Mariátegui de que las institucionescomunales indígenas podrían saltar por alto la etapa capi-talista y pasar directamente al socialismo, era paralela alas ideas posteriores de Marx sobre las comunas campesi-nas en la Rusia prerevolucionaria (ver Edelman 1984;Esteva 1983, 203; Shanin 1983).

20 Haya de la Torre fundó el APRA (Alianza Popular Revolucio-naria Americana) en Perú en 1924. Al inicio, el APRA era unpartido internacional influenciado por la revolución mexi-cana y por la rusa, pero nunca logró apoyo significativo fue-ra del Perú y eventualmente se hizo más conservador. JoséBatlle y Ordóñez, presidente de Uruguay de 1903 a 1907 yde nuevo de 1911 a 1915, abogaba por la legislación labo-ral y la intervención del Estado en la economía. GetulioVargas gobernó Brasil de 1930 a 1945. Aunque a vecescoqueteó con el fascismo nacional y extranjero, era inmen-samente popular entre los pobres y contribuyó en forma

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significativa a la industrialización. Juan Domingo Perón,durante su primer período como presidente de Argentina de1946 a 1955, promovió la industrialización, un papel ma-yor para el sector público en la economía y un mejor nivelde vida para los trabajadores industriales. Rómulo Betan-court, fundador de Acción Democrática (AD) en Venezuela,llegó al poder en 1946 con el apoyo de una fracción del ejér-cito. Durante los tres años anteriores a su derrocamiento,su gobierno intervino activamente en la economía a fin depromover la industrialización y fundó confederaciones detrabajadores y de campesinos. El “desarrollo” era uno delos temas principales de los programas de AD.

21 Algunos han argumentado que en los Estados Unidos, pe-ro no en ninguna otra parte, el reclutamiento militar le dioa los conflictos un carácter “racional” pocas veces recono-cido y llevó al declive del movimiento de oposición a la gue-rra de Vietnam después de 1973, cuando se descontinuó elreclutamiento. Si bien este impulso “racional” pudo haberestado presente en el cálculo de algunos jóvenes, tambiénes cierto, como señala Gitlin (1987, 411-12), que el movi-miento antibélico surgió en un momento en que los estu-diantes que prorrogaban el reclutamiento estaban a salvo,que mucho de los que protestaban corrían el gran riesgo dedestruir o devolver las cartillas militares que se les da-ban a todos los jóvenes varones mayores de 18 años, yque las mujeres exentas del servicio militar también co-rrían muchos riesgos.

22 El papel importante del teórico argentino Ernesto Laclau enel debate europeo, sin duda contribuyó a la difusión de lasteorías sobre los NMS primero en Buenos Aires y luego enotras partes de América Latina (Gledhill 1989, 257; Wood1986, 48).

23 Mientras en Europa los conflictos dieron lugar al paradig-ma “orientado hacia la identidad”, “constructivista” o “delos NMS”, en los Estados Unidos el principal marco de re-ferencia se convirtió en la “teoría de la movilización derecursos”. Este último enfoque “orientado hacia las estra-tegias”, al igual que la teoría de los NMS, es el tema de unaamplia bibliografía con variantes que compiten entre sí.Sus raíces se encuentran en la teoría de la elección racio-nal (“rational choice”), pero en vez de centrarse principal-mente en la definición individual de estrategias, enfatiza labúsqueda racional de intereses por parte de grupos y los

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recursos, redes sociales y presiones sociales que explicanpor qué los individuos que definen estrategias podríanparticipar en actividades colectivas que por lo demás signi-fican riesgos personales inaceptables (Tilly 1985; Zald1992). Varios autores (Cohen 1985; Eyerman y Jamison1991) han notado la forma en que acontecimientos históri-cos similares posteriores a los años 60 produjeron respues-tas teóricas diferentes por parte de europeos y estadouni-denses que estudiaban los movimientos sociales, peropocos han profundizado en los antecedentes políticos o loscontextos que podrían subyacer esta división. Fowerakersugiere que el “consenso social democrático”, el movimien-to obrero institucionalizado, así como las institucionesfuertes de bienestar social de Europa occidental hacían quelos nuevos movimientos sociales realmente parecieran“nuevos”; en los Estados Unidos, en contraste, “los movi-mientos sociales se explicaban no por grandes cambios enla sociedad sino por la habilidad sostenida de grupos exter-nos para movilizar recursos y obtener representación en elsistema” (1995, 2).

24 Touraine ha insistido en que “la noción de movimiento so-cial es inseparable de la de clase” (1988, 68). Pero defineclases no en relación a su posición en el proceso de produc-ción y apropiación de un excedente económico o incluso enrelación con sus posibilidades de consumo, sino como gru-pos que se oponen entre sí en un conflicto central por laapropiación de la “historicidad”: el “conjunto de modelosculturales, cognitivos, económicos y éticos mediante loscuales una colectividad establece relaciones con el medio”(40). Así, los nuevos movimientos sociales se convierten enportadores de “proyectos históricos”, semejantes a las “cla-ses para sí” de los “viejos” tiempos.

25 Esto es parte de la “mirada urbana” más amplia de los es-tudios posmodernos y culturales, que prestan poca o nin-guna atención a las personas y sitios rurales. Como seña-lan Ching y Creed (1997, 7-12), los intelectuales urbanosque analizan los temas rurales en el contexto de marcos dereferencia de “desarrollo”, con frecuencia terminan haciéndo-lo en parte para validar su propia cultura o su propio lugar.

26 Los proponentes del modelo, tales como Melucci, a vecesaceptan que la categoría de NMS carece de coherencia (Esco-bar y Alvarez 1992, 15), pero por lo general le dan poca ex-presión metodológica a este reconocimiento en su trabajo.

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27 Un ejemplo conmovedor de este fenómeno se dio durante mitrabajo de campo en el cantón de Carrillo, provincia de Gua-nacaste, Costa Rica, durante 1991. El presidente de unacooperativa de campesinos sin tierra que todavía no poseíatierra pero que esperaba adquirir, con ayuda del gobierno,830 hectáreas de un latifundio cercano en manos de extran-jeros, me dijo por qué los miembros de la cooperativa se em-peñaban en obtener esa propiedad y no otra. “Usted tieneque entender”, decía, “que la mitad de la tierra es montañavirgen; es la única montaña virgen en todo el cantón de Ca-rrillo. Cuando la gente de afuera se de cuenta de esto, nohabrá nadie que no quiera venir a verla y tendremos un pro-yecto de ecoturismo de primera clase en Carrillo”.

El cantón de Carrillo era su mundo y, si bien entendía quelos foráneos pagarían bien por visitar un bosque tropicalvirgen, no se le ocurría que igualmente podrían hacerlo enalgún lugar de la Amazonía, o incluso en otra parte deCosta Rica.

28 Igualmente amnésica es la afirmación de que “la ciencia so-cial convencional no ha explorado sistemáticamente las co-nexiones entre cultura y política” (Alvarez, Dagnino y Escobar1998, 2). La historia escrita por Vincent (1990) sobre la re-lación de la antropología con la política, académica y defuera de la academia, constituye un argumento fuerte y de-tallado en sentido contrario.

29 Por supuesto, no todos los movimientos sociales son natu-ralmente progresistas ni tampoco radicales, como se supo-ne a veces en la literatura sobre los movimientos sociales.Entre los críticos de este premisa se encuentran Tilly(1984) y Foweraker (1995).

30 Igualmente problemática es la insistencia actual de queAmérica Latina se está convirtiendo en una sociedad de “pos-desarrollo” (Escobar 1995, cap. 6; Kearney 1996, 116). Losresidentes o los observadores del área rural latinoamericanaque cometen el error de tomar esto en forma demasiado lite-ral podrían pensar que de alguna forma se perdieron lo quese suponía que venía antes del período actual. Aquí, al igualque en gran parte de lo escrito sobre los NMS, las adverten-cias ocasionales sobre la importancia de las fuerzas materia-les (Escobar 1992a, 412; Slater 1985, 10), pocas veces hanllevado a una consideración sistemática de temas político-económicos en el marco posmodernista de los NMS.

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31 No obstante, escribí unos cuantos artículos breves que tra-taban de presentarle a una audiencia más amplia algunosantecedentes sobre la situación (Edelman 1983, 1985;Edelman y Hutchcroft 1984).

32 Cartago, justo al sur de San José, fue la capital colonial deCosta Rica. En las áreas periféricas del país, las personasdel Valle Central a menudo son llamadas “cartagos”, pro-vengan o no de la provincia de Cartago. En Guanacaste,donde los sentimientos regionalistas han sido pronuncia-dos desde hace mucho tiempo, el término a veces tiene unaire peyorativo, al connotar deshonestidad, avaricia e indi-vidualismo (Edelman 1992, 127-33).

33 Esto fue finalmente publicado (Edelman 1990 y [en espa-ñol] 1991a).

34 En una panorámica de veinte años de “estudios campesi-nos”, Warman (1988, 657) sugiere que esto se ha hechomás frecuente: “Los estudios de los movimientos campesi-nos expresan con mayor claridad y menos retórica el com-promiso entre el investigador y los sujetos de la historiaque quiso y quiere ser parte integral de los estudios cam-pesinos. Sus trabajos son inmediatamente 'consumidos',analizados e incorporados por los actores de los movimien-tos sociales que de ellos sacan conclusiones y lecciones”.

35 Nash (1992, 276) recientemente describió una relación si-milar que surgió en un estudio en un movimiento anti-FMI en Bolivia: “Haciendo un balance entre una descon-fianza latente de los intrusos yanquis y la esperanza dehacer llegar su mensaje al pueblo estadounidense, losparticipantes en las protestas optaron por ponerme en elpapel de interlocutor”.

36 Muy al inicio llegué a la conclusión de que la preguntaplanteada por Spivak (1988) “¿Puede hablar el subalter-no?”, se podía contestar sonora y afirmativamente. Los su-balternos no solo podían hablar, sino que a menudo lo ha-cían con gran elocuencia y comprensión. Sin embargo, estono niega ni que algunos subalternos no pueden hablar, nique incluso subalternos sofisticados pueden buscar a loscientíficos sociales como una especie de “recurso cognitivo”capaz de conectarlos con campos más amplios del conoci-miento y del poder (Melucci 1992, 51; cf. Huizer 1979).

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37 Stern (1987) presenta un argumento teórico conciso y con-vincente sobre la importancia de analizar los movimientoscampesinos a lo largo de períodos extensos.

38 Ambas regiones tenían distribuciones de ingresos y de ri-queza sumamente sesgadas, con poblaciones básicamentede trabajadores rurales empobrecidos y pequeños produc-tores agrícolas. El MRP quizás escogió el área de SantaCruz como foco estratégico debido a su proximidad conNicaragua y a los esfuerzos de la organización por ayudara la guerra sandinista contra Somoza. El MRP pudo tam-bién verse atraído por el numeroso proletariado de las plan-taciones azucareras en la zona y por los bajos pero escar-pados picos de la Península de Nicoya, donde, según sedice, algunos miembros practicaban “tácticas de montaña”a finales de los setentas. Al igual que en Tucumán, Argen-tina, donde las guerrillas establecieron una columna más omenos en la misma época, es posible que “para muchos, lasmontañas escarpadas y cubiertas de densos bosques, asícomo las planicies cultivadas de caña de azúcar que se ex-tendían desde las faldas evocaban el oriente cubano”(Andersen 1973, 127). Años más tarde, el fundador delMRP, Sergio Erick Ardón, reconoció que “al principio res-pondíamos a muchas visiones idealistas sin ninguna raízen la realidad costarricense, lo que durante algunos añosnos hizo actuar más en relación con las situaciones regio-nales y latinoamericanas que con las nacionales” (LaNación Internacional, 24-30 noviembre, 1983, pág. 15).

39 La presencia de antropólogos en el MRP, y mi amistad conellos, muy posiblemente contribuyeron a aclarar cualquierduda que los campesinos exmilitantes del MRP pudierantener sobre cómo actuar conmigo.

40 Analicé este tema brevemente en un artículo posterior(Edelman 1991b).

41 En ese momento, el equipo de investigación agraria del CEPAStambién propuso que escribiera y publicara mi investigación através de su organización y me ofrecieron la responsabili-dad de “cubrir Guanacaste”, región en la cual tenían pocaexperiencia. Cuando expusieron esta idea, no pude sino re-cordar la advertencia de Ramírez en el sentido de que lasONG siempre trataban de “apropiarse” de las ideas y el tra-bajo de otros. Pero después de la controversial mesa redon-da del CEPAS sobre mi investigación (ver más adelante), novolví a oír nada sobre la propuesta del equipo del CEPAS.

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42 Para una crítica al “sesgo urbano” de la investigación cien-tífica social costarricense, ver Edelman 1998b.

43 Jakobson escribió sobre “los dos rasgos esenciales y com-plementarios de la conducta oral” que: “El habla interior esen esencia un diálogo” y que “toda habla reportada es apro-piada y remodelada por el que cita, ya se trate de una citade un alter o de una fase anterior del ego (dije yo)” (Jakobson1981, 11, énfasis en el original). Sin embargo, el “montaje”,ese estilo polivocal al que aspiran muchos escritores pos-modernos, es descrito abiertamente por uno de sus propo-nentes iniciales como “el arte de citar sin usar comillas”(Benjamín 1983, 3).

Introducción • Crisis de la deuda… 77

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CAPÍTULO 1El surgimiento y la desaparición de un Estado benefactor tropical

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El Estado benefactor ha fallado en América Latina. Eso esun hecho, y el pasado nos ha enseñado una importantelección. ...El estatismo como forma de política social globalsolo logró erosionar las bases de la disciplina fiscal, con-virtiendo con frecuencia al Estado en una fuente de presio-nes inflacionarias y de mayor desigualdad económica.

Enrique V. Iglesias, Presidente, Banco Interamericano de Desarrollo, 1989.

Costa Rica no es un país. Es un proyecto piloto. Es unexperimento.

José (“Pepe”) Figueres, antiguo Presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República,

Ex-Presidente de la República y fundador del Partido Liberación Nacional (PLN), 1982

Mejor un mal arreglo que un buen pleito.

Proverbio costarricense

¿Cómo pudo un país pequeño y relativamente po-bre, en suma dependiente de las exportaciones de caféy banano y con una población de un poco más de650,000 habitantes en 1940, crear con éxito y, ade-más, mantener por tres décadas un avanzado Estadobenefactor? ¿Cómo pudo uno de los ejemplos más no-tables de América Latina, de apoyo estatal al bienestarde los ciudadanos y de intervención estatal en la eco-nomía, convertirse en pocos años en la niña mimadade los defensores neoliberales de la “magia de la econo-mía de mercado”? ¿Por qué el partido socialdemócrata

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de Costa Rica llegó a propugnar y practicar la raciona-lización económica y la reducción del sector público?Para abordar estos problemas es necesario esbozar,aunque en forma demasiado sintética, un amplio pa-norama de la historia, comenzando con la época colo-nial hasta la crisis económica de los ochentas y el pe-ríodo subsiguiente. En este capítulo, argumento quecualesquiera que hayan sido los puntos débiles del es-tilo de desarrollo “estatal” de la Costa Rica del siglo XX,el aparente “éxito” del neoliberalismo actual se debe,en gran parte, a los altos niveles de desarrollo humanoque fueron posibles con las reformas intervencionistasanteriores.

Herencias coloniales e ideológicas

Pocos países tienen un pasado imaginado tan cau-tivador como el de Costa Rica. Historiadores tradicio-nales, políticos y ciudadanos comunes lo describen porigual como un reducto de democracia y paz en unaCentroamérica por siempre plagada de tiranías y con-flictos sangrientos; como un bastión de igualitarismo yreformismo rodeado de sociedades polarizadas entreelites adineradas y masas empobrecidas y, como unaisla “europea” y lugar de avanzada educación en unmar de mestizos e indios incultos. Estas visiones idea-lizadas y hasta racistas –a veces llamadas la “leyendablanca”– derivan de una historiografía tradicional que,muy acertadamente, apunta que Costa Rica con unareducida población indígena colonial, escasa en meta-les preciosos y con efímeros mercados de exportación,fue una de las posesiones más pobres de España. Aun-que de manera bastante imaginativa los historiadorestradicionales suponían que esta relativa falta de dina-mismo significó que el igualitarismo, la pobreza gene-ralizada, el aislamiento, el estancamiento y la armo-nía social, prevalecieran durantes los casi tres siglos

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de gobierno colonial español. Y, en un interminable re-ciclaje de pasados imaginados y tradiciones reinventa-das, su imagen de cuento de hadas de la experienciacolonial dio lugar a dos enfoques legendarios del perío-do más reciente: para algunos, la democracia y la esta-bilidad modernas de Costa Rica fueron el resultado“natural” de antecedentes coloniales aparentementeprometedores; para otros, que critican la idealizaciónde la sociedad contemporánea de la “leyenda blanca”,los conflictos y desigualdades sociales de finales del si-glo XIX y siglo XX reflejan una caída en desgracia cau-sada por la emergencia y consolidación de la economíade exportación del café en la época posterior a la inde-pendencia. El hecho de que aún aquellos que han sidocríticos del enfoque del cuento de hadas con frecuenciaterminaran aceptando sus premisas básicas, ha com-plicado mucho los esfuerzos por comprender la histo-ria y cultura costarricenses contemporáneas.1

En las últimas dos décadas, una nueva generaciónde historiadores ha resquebrajado esta edificaciónideológica, cuestionando la base empírica de las aseve-raciones tanto de los historiadores tradicionales (porejemplo: Monge 1962) sobre la pobreza e igualdad co-loniales, como las afirmaciones de los primeros críticos(Seligson 1980) sobre la súbita proletarización duranteel surgimiento de la economía de exportación de caféen las décadas siguientes a la independencia en 1821.Ahora es bastante claro que la Costa Rica colonial nofue siempre armoniosa (¿qué sociedad lo es?) y que noconsistió, en lo fundamental, de hogares uniforme-mente pobres, dispersos y orientados a la subsistenciarural. En realidad, tuvo lugar una considerable activi-dad comercial, diferenciación económica, movilidad so-cial y conflicto en los pueblos y ciudades donde vivía lamayoría de la población, sobre todo en el siglo XVIII.2

Pero, al menos en comparación con el resto de la re-gión, la sociedad era “flexible”, capaz de resolver la ma-yoría de las disputas ya que “la fuerza de la ley privó

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sobre la ley de la fuerza” (Molina Jiménez 1991, 344).Tuvo un proceso temprano y bastante completo demestizaje y poco de la estratificación legal basada en laetnia o de mecanismos de coacción de la fuerza de tra-bajo, que abundaron y marcaron las otras provinciasde Centroamérica, Nueva España y Perú.

También es evidente que Costa Rica no era unaprovincia dinámica económicamente (aunque tampocofue tan empobrecida o estancada como lo han afirma-do los historiadores tradicionales). Las elites ligadas ala Iglesia, a la burocracia española o a las actividadesexportadoras de la época colonial no fueron tan signi-ficativas numérica y políticamente como en el resto deCentroamérica (Cardoso 1975). La mayoría de los his-toriadores de la región probablemente estarían deacuerdo ahora en que esto tuvo dos consecuencias be-neficiosas: (1) Costa Rica, en gran medida (aunque denuevo, no por completo), logró escaparse de los largosconflictos fratricidas entre los liberales secularizado-res y progresistas y los conservadores a favor del cle-ro, que en otras partes se convirtieron a menudo enfuente de despotismo y que sumieron los otros paísesdel istmo en la violencia durante gran parte del sigloXIX y en algunos casos hasta principios del siglo XX;(2) la ausencia de partidos ideológicos, tanto liberalescomo conservadores, así como de un intenso y prolon-gado conflicto entre los tipos de fuerzas sociales queestos partidos representaban en otras partes, permitióuna modernización más rápida de la economía arcai-ca y anémica heredada de la colonia, así como un in-greso más temprano al lucrativo mercado mundial delcafé (en las décadas de 1830 y 1840, frente a las dé-cadas de 1870 y 1880 en Guatemala y El Salvador).Puesto que este surgimiento como exportador de caféocurrió en un contexto de elites e instituciones estata-les débiles, con una pequeña población y abundantetierra, el ingreso proveniente de las exportaciones fueun poco mejor distribuido que en países donde unamayor proporción de la producción tuvo lugar en

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grandes propiedades (Molina Jiménez 1991; PérezBrignoli 1985; Williams 1994).

¿Fueron estas condiciones únicas o suficientes pa-ra la aparición de instituciones democráticas? La es-tructura agraria de la recién independiente Costa Ricadifícilmente fue extraordinaria: Antioquia en Colombia,la Venezuela andina y las tierras altas de Puerto Rico,entre otros lugares, también tuvieron economías ex-portadoras de café dominadas en forma similar por pe-queños productores (Bergad 1983; Gudmundson1986, 153; Roseberry 1993, 356). Sin embargo, lo par-ticular en Costa Rica fue la centralidad de este sector,tanto en el espacio geográfico nacional como en la ex-periencia histórica (Molina Jiménez 1991, 348). Antio-quia, por ejemplo, ha sido por mucho tiempo un pilarclave de la economía colombiana, pero está inserta enuna unidad política mucho más amplia e incomparableque consiste, principalmente, de distintos ambientesfísicos y que no contenía, como el Valle Central cafeta-lero en Costa Rica, la mayoría de los principales cen-tros de poder urbanos o la mayoría de la población delpaís. En el Valle Central costarricense de finales de lacolonia, previo a la explosión cafetalera, la elite y la po-blación pobre no estaban separadas al mismo gradoque sus contrapartes en el resto de la región. Iván Mo-lina, autor de uno de los más minuciosos análisis de laherencia colonial del país, comenta:

El abismo cultural que –en casi toda Hispanoamérica–separaba al productor directo del mayorista, del buró-crata y del hacendado, no existía en Costa Rica, con laexcepción del campesinado aborigen y el guanacasteco.La Meseta se distinguía por la existencia de una cultura(secular y sagrada) compartida por el agricultor y el co-merciante; de honda raíz española, iba del matrimonio alpecado, de la imaginaría a la actitud ante la muerte, dela fiesta a la literatura (Molina Jiménez 1991, 163).

Además de este repertorio cultural común, loscampesinos de la época colonial y los miembros de la

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elite compartían la desilusión sobre la prolongada aun-que errática búsqueda de un producto de exportaciónque, como muchos esperaban, traería crecimiento eco-nómico y beneficiaría a todos los estratos de la socie-dad (Ibid., 344). Este incipiente sentido de destino co-mún que vinculaba a campesinos, artesanos y gruposdominantes, reforzado por la proximidad social que sedaba por la pequeña escala (la población era de 65,000habitantes en 1824) probablemente no se solidificó enuna identidad nacional coherente sino hasta finales delsiglo XIX, bastante después de la independencia (Pal-mer 1993). Sin embargo, esto contribuyó en un inicio aestablecer un concepto más incluyente de lo que cons-tituía la ciudadanía que el presente en la mayoría delos otros países latinoamericanos, donde las pronun-ciadas distinciones étnicas, las formas de movilizaciónlaboral coercitivas y los grandes extremos de riqueza ypobreza estuvieron entre los principales legados colo-niales (Molina Jiménez 1991, 163).

Reformismo inicial

Este mayor sentido de “igualdad ciudadana” (Ibid.,349) obviamente no fue suficiente para crear o explicarel posterior desarrollo de las instituciones democráti-cas. Puede ser útil, sin embargo, verlo como un tipo desustrato cultural que contribuyó a una profunda venareformista y conciliadora en la política costarricense,ya fuera democrática o no.3 La imagen no es de ningu-na manera consistente, puesto que buena parte del si-glo XIX estuvo salpicada de conspiraciones militares,golpes de Estado violentos y regímenes autoritarios(Lehoucq 1993; Obregón Loría 1981). Pero las tenden-cias compensatorias a menudo atenuaban estos episo-dios en forma significativa, cuando los líderes de golpesmilitares por lo general renunciaban al poder a favor delos civiles, los cuales típicamente buscaban una base

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legítima de poder mediante elecciones o por clamorpopular (Acuña y Molina 1991, 203-4; Vega Carballo1981a, 242-63). La más larga de las dictaduras milita-res del siglo XIX –la del General Tomás Guardia du-rante 1870-1882– preparó el camino para un sistemamás democrático y procesos más ordenados de cambiode gobierno. Guardia fortaleció en forma significativala capacidad del Estado para recaudar tributos y uti-lizó las nuevas rentas públicas para una expansiónsin precedentes del gobierno central y del sector públi-co (Yashar 1997, 51). También debilitó los grupos mi-litares y oligárquicos rivales, amplió en gran medida elsistema de educación pública (lo que alentó y ampliólas nociones sobre sociedad civil e identidad nacional)y emitió la primera constitución moderna (en 1871) yla importante “Ley de Derechos Individuales”. Esta,entre otras cosas, garantizó la inviolabilidad de la vi-da, el hogar y la correspondencia de los costarricen-ses, estableció la libertad religiosa y garantizó que na-die sería “inquietado ni perseguido por sus opinionespolíticas” (Guardia 1989 [1877], 59). En otra medidapoco típica de los dictadores latinoamericanos del si-glo XIX –o quizá de la mayoría de los gobiernos de esaépoca– Guardia abolió la pena de muerte en 1882(Gómez 1985).

En 1989 Costa Rica celebró “cien años de democra-cia”. Este sagrado siglo inició, según las historias ofi-ciales, en 1889 con la victoria electoral del candidatopresidencial de la oposición José Joaquín Rodríguez,quien, a pesar de un considerable fraude oficial, alcan-zó la hazaña sin precedentes de derrotar en las urnaselectorales al sucesor titular “escogido a dedo” (Zelaya1990). Desde entonces, los jefes del Estado costarri-cense –con pocas e importantes excepciones (ver másadelante)– han sido electos en elecciones programadasregularmente (aunque no fueron siempre limpias, es-pecialmente antes de 1950).4 El científico político Fa-brice Lehoucq argumenta en forma convincente que

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esta relativa estabilidad desde finales del siglo XIX, re-flejaba la creciente institucionalización de mecanismosque compensaban a los partidos perdedores en laselecciones presidenciales con una mayor representa-ción en el poder legislativo (119, 1992a, 1992b). A me-dida que las salvaguardas electorales (y las concesio-nes) se ampliaron durante las primeras dos décadasdel siglo XX, disminuyeron los incentivos para reteneren forma ilegal el poder ejecutivo, seleccionar los suce-sores a dedo y organizar golpes de Estado.

Este período de institucionalización democrática afinales del siglo XIX y principios del siglo XX fue tam-bién el del apogeo del liberalismo. Pero si bien los libe-rales costarricenses compartían la ideología secular,progresista y de libre mercado de sus contrapartes enotros países latinoamericanos, los problemas políticosque confrontaron y las soluciones que promovieronfueron, en algunos aspectos claves, bastante diferen-tes. Quizás más importante, el asunto de la propiedadno privada ya había sido resuelto en gran medida, almenos en el Valle Central (el principal centro de pobla-ción) (Gudmundson 1983). Las tierras comunales y dela Iglesia ya habían pasado, en su mayoría, a manosprivadas y cuando la tierra era un problema los gobier-nos buscaban asentar un campesinado productivo yorientado hacia el comercio en territorios no coloniza-dos u otras tierras disponibles, en lugar de expropiarde las tierras comunales de su pueblo a un campesinoobstinadamente orientado a la subsistencia (como, porejemplo, lo veían los liberales de El Salvador). Esto ledio al liberalismo costarricense una inclinación decidi-damente intervencionista que divergía de las formaspuras de la doctrina del laissez-faire (la cual Gud-mundson [1986, 155-56], Palmer [1996 247] y Solís[1992, 88-102] correctamente señalan como precurso-ra directa de la social democracia de los cuarentas).5

En otra parte examino con algún detalle las di-mensiones ideológicas y políticas de la reforma agraria

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costarricense de principios del siglo XX, en el caso dela región noroeste del país (Edelman 1992, 167-80,366-70). Aquí, el punto importante es que en la pri-mera mitad del siglo XX, el Estado costarricense efec-tuó una significativa serie de adquisiciones de tierra ydesarrolló programas de repartición en la región (no-roeste) que tenía los patrones de tenencia más sesga-dos. Si bien esto produjo resultados mixtos, tuvo po-cos paralelismos en otros países latinoamericanos(aparte de las más radicales reformas mexicanas).6 Eldebate legislativo sobre estas moderadas medidas dereparto de tierras en el período comprendido entre1900-1947, estuvo marcado por frecuentes e intensasexpresiones de sentimiento reformista y conciliatoriopor parte de los líderes políticos y otros miembros delos grupos dominantes.

Se ha vuelto común en los estudios sobre AméricaLatina atribuir el surgimiento de Estados fuertes –inter-vencionistas y reformistas o dictatoriales y represivos–a la incapacidad del liberalismo para manejar el colap-so económico que acompaño la depresión mundial delos treintas (por ejemplo: Bulmer-Thomas 1987, 68;Dunkerley 1988, 94; Salazar 1981, 19). Estos regíme-nes –ya fueran populistas, autoritarios o ambos– con-frontaron una crisis social caracterizada por crecientedesempleo, caída en los precios de los productos de ex-portación, reducción en la recaudación tributaria y unamenor capacidad para adquirir las manufacturas im-portadas indispensables. Como el “Nuevo Trato” (NewDeal) en los Estados Unidos, sus respuestas fueron in-tervencionistas y por lo general involucraron variascombinaciones de estímulos e incentivos keynesianos,programas de obras públicas, proteccionismo y sustitu-ción de importaciones en la agricultura y la industria.

En Costa Rica, sin embargo, esta tendencia haciala intervención estatal en la economía estaba muy biendesarrollada antes del inicio de la depresión de lostreintas. No es posible hacer aquí un análisis completo,

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pero sí vale la pena esbozar algunos de los hitos prin-cipales, todos indicativos de una profunda inclinaciónhacia la reforma en la vida política del país.7 En 1913el Congreso costarricense intentó resolver el puntomuerto a que había llegado la elección presidencial de-signando como presidente a Alfredo González Flores.González Flores, que no había sido candidato, asumióel cargo en 1914, justo cuando la Primera Guerra Mun-dial aisló a Costa Rica de los principales mercados ca-fetaleros de Europa. Cuando los bancos privados, co-nocedores del creciente déficit fiscal, se rehusaron aprestarle dinero al gobierno, González Flores obtuvoaprobación para una emisión de bonos para financiarun banco estatal, el cual prestaba tanto al gobierno co-mo a los pequeños agricultores. Luego, logró que seaprobaran impuestos escalonados de renta y a la pro-piedad, diseñados de tal manera que “los ricos pagarancomo ricos y los pobres pagaran como pobres” (citadoen Volio 1972, 51). En una acción que alienó aún mása los poderosos grupos de la clase alta, vetó una con-cesión petrolera otorgada a una compañía extranjeraque había logrado sobornar a miembros claves delCongreso (Salazar 1990, 33). En 1917, finalizó este in-terludio reformista cuando Federico Tinoco, Ministrode Guerra de González Flores, derrocó el Gobierno ydio inicio a una dictadura que duró 30 meses, una delas dos interrupciones violentas de la ordenada suce-sión de gobiernos del siglo XX (Murillo 1981). Las re-formas bancarias de González Flores sobrevivieron asu derrocamiento, aunque no así sus esfuerzos pararecaudar impuestos de los ricos. El derribamiento deTinoco en 1919 liberó una ola de fermento popularreprimido, incluyendo una gran huelga que logró lajornada laboral de ocho horas para los trabajadores ur-banos en 1920 y la compensación por accidentes labo-rales en 1922 (Acuña 1986; Salazar 1987, 62).

Una de las figuras claves del movimiento que derro-có la dictadura de Tinoco fue Jorge Volio, un flamantecura, soldado y político, fuertemente influenciado por

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la doctrina social cristiana europea y fundador del Par-tido Reformista, por el que fue candidato a la presiden-cia en 1924 (ver Volio 1972). Volio, que impulsaba unaamplia gama de reformas laborales, agrarias, educati-vas y de vivienda, no logró llegar a la presidencia peroreunió suficiente apoyo para ejercer dos años (1924-26) como segundo vicepresidente en una de las últimasadministraciones liberales.8 La mayoría de los objetivosde Volio no se cumplieron sino hasta los años cuaren-ta, pero el Estado costarricense amplió su cobertura enun aspecto muy significativo con la creación del mono-polio nacional de seguros que todavía existe. En losaños veinte los gobiernos liberales establecieron los Mi-nisterios de Salud Pública y de Trabajo y Bienestar So-cial, este último a cargo de la inspección y mejoramien-to de la seguridad y de las condiciones de salud en lossitios de trabajo (Salazar 1987, 63-64). Un últimoejemplo de esta inclinación por la intervención estatalen la economía y el bienestar social que merece sermencionada es la fundación en 1930 del Patronato Na-cional de la Infancia, el cual, a pesar de la simpatía desus fundadores por la eutanasia y las restricciones pa-ra la “inmigración no deseable”, eventualmente fuemuy eficaz para exigir a los padres errantes de meno-res de edad el pago de la pensión alimenticia (Murillo1986, 292-94; Palmer 1996). Esta ilustrada política so-cial liberal fue similar en su práctica de trabajo social,pedagogía y tono ideológico al reformismo de la épocaprogresista que se dio a principios del siglo XX en laszonas urbanas de los Estados Unidos. Surgió, al me-nos en parte, de la extensa preocupación de la elite porlos altos niveles de mortalidad infantil y morbilidad en-tre las clases obreras en un contexto, diferente al delresto de Centroamérica, en el que la mano de obra erapermanentemente escasa.9 Como indica el historiadorSteven Palmer:

Se crearon instituciones para mediar y diluir la confron-tación política y de clases, acumular conocimiento sobre

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las condiciones de los trabajadores pobres para que sir-viera como base para la prevención y abordaje de las cri-sis sociales, y para fomentar la capacidad del Estadopara educar a los grupos laborales en cuestiones de de-cencia moral, trabajo honrado, jerarquías raciales y pro-ductividad nacional (1996, 247).

Programas reformistas similares, aunque no pococomunes en el México revolucionario o bajo los regíme-nes populistas en Sudamérica durante casi el mismoperíodo, eran básicamente desconocidos en el resto deCentroamérica. En los lugares donde hubo algunos tí-midos esfuerzos, como con Arturo Araujo en El Salva-dor (presidente en 1931) o el Partido Unionista de losaños veinte en Guatemala (ver Kit 1993), sufrieron rá-pidos reveses, con más derramamiento de sangre y re-presión a largo plazo que los que sucedieron en la dic-tadura relativamente breve de Tinoco en Costa Rica.

La crisis de los años cuarenta

Los años treinta en Costa Rica fueron una décadaturbulenta, con el surgimiento del Partido Comunista,una importante huelga en 1934 en la que participaronunos diez mil trabajadores de las plantaciones banane-ras de la United Fruit Company y una sensación cadavez mayor de grave emergencia económica ocasionadapor la caída mundial de los precios del café. Las medi-das estatales para enfrentar la crisis incluyeron la sus-pensión temporal del pago de la deuda externa, nuevosimpuestos al consumo, el establecimiento de altas ba-rreras arancelarias para el ganado y los productosagrícolas importados, legislación del salario mínimo yseguro al desempleo, proyectos de obras públicas y de-valuaciones de la moneda (Miller 1993). El Estado tam-bién estableció oficinas (en 1933 y 1940, respectiva-mente) para regular y “defender” todos los aspectos delos importantes sectores cafetaleros y azucareros. En

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forma significativa, a pesar del surgimiento de regíme-nes en extremo dictatoriales en el resto de Centroamé-rica en los años treinta, Costa Rica, aún bajo el gobiernoautoritario de León Cortés (1936-40), retuvo suficienteespacio político para que los grupos sociales emergen-tes pudieran, por lo general, expresar sus reivindica-ciones, aun cuando éstas fueran formuladas por elPartido Comunista.10

El reformismo social cristiano que influyó en JorgeVolio también inspiró a otras significativas figuras po-líticas. Claramente, la más importante de estas fue Ra-fael Ángel Calderón Guardia, electo presidente en 1940después de postularse prácticamente sin oposición co-mo candidato del Partido Republicano Nacional (PRN).Calderón Guardia fue sucesor “elegido a dedo” de LeónCortés, este último un hombre fuerte, conservador ysimpatizante del fascismo europeo. Educado en filoso-fía y medicina en universidades católicas de Bélgica, elcompromiso de Calderón con la doctrina social cristia-na europea marcó un fuerte contraste tanto con el au-toritario Cortés como con los liberales anticlericalesque le habían precedido. Su sensibilidad a la “cuestiónsocial”, intensificada por la severa crisis de los años dela depresión, lo llevó a planear “secreta y sigilosamen-te” un programa de seguridad social que se convirtió enley en 1941 (Rosenberg 1980, 53). Esta acción, inicia-da casi sin ayuda de nadie y en ausencia de presiónimportante por parte de los sectores populares, no fueconcebida únicamente como una estrategia política ra-cional para asegurarse un electorado entre la fuerza la-boral organizada, como algunas versiones posterioreshan sugerido (por ej.: Rojas Bolaños 1979). Más bien,reflejaba un reformismo paternalista que veía al Esta-do como un mecanismo para armonizar el conflicto deintereses entre trabajo y capital (Rosenberg 1980).

Los capitalistas costarricenses nunca desarrollaronuna posición coherente y unificada contra Calderón,pese a lo que dicen algunos académicos (por ej., Rojas

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Bolaños 1979; cf. Vega Carballo 1981b, 15). Algunasde las políticas de la nueva administración, como la deprecios de garantía para el café y nuevos aranceles pa-ra las importaciones industriales, claramente benefi-ciaron a sectores importantes de la clase alta (Lehoucq1991, 48-50). Sin embargo, en los cuatro años del pe-ríodo presidencial de Calderón se vio una rápida ero-sión de lo que había sido, al menos en las elecciones,el respaldo casi unánime de la elite. Al inicio, esta opo-sición de la clase alta estaba probablemente arraigadaen una disputa entre el nuevo presidente y su predece-sor sobre la distribución de puestos en sus respectivasfracciones (Lehoucq 1992a, 165-67, 195). Pero el pro-grama de seguridad social de Calderón también provo-có más resentimiento de lo que él había previsto entresus antiguos seguidores de la clase alta. Su apoyo sevio aún más disminuido a finales de 1941 con el ata-que japonés a Pearl Harbor y la declaración de guerrade Costa Rica al Eje (la declaración de guerra de CostaRica a Japón precedió a la declaración de Estados Uni-dos, aunque obviamente fue completamente simbóli-ca). Personas de nacionalidad alemana o italiana o susdescendientes directos eran figuras prominentes en lossectores del café, azúcar, banca y comercio (así comoespañoles franquistas en este último sector). A solici-tud del Departamento de Estado de los Estados Uni-dos, muchos fueron internados en campos en CostaRica o Estados Unidos durante la duración del conflic-to (Rumbo en Costa Rica, 31 de oct.- 6 de nov., 1985,págs. 6-7). Rápidamente se organizaron tribunales queles congelaron o confiscaron los bienes, en muchasocasiones con poca compensación o atención a la letrade la ley. Estas medidas alienaron no solo a aquellosdirectamente afectados, sino también a muchos costa-rricenses de la clase alta que se movían en los mismoscírculos o se habían casado con miembros de las fa-milias alemanas o italianas (Stone 1975; Herrera1988). Por último, Calderón, que gozaba de cada vezmenos respaldo de la elite, dio un paso que terminó

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por disminuirle aun más el apoyo. A mediados de 1942concretó lo que algunos habían llamado la “alianza in-verosímil”, pues buscó y obtuvo el respaldo formal yactivo de Víctor Sanabria, el arzobispo recién nombra-do que, como él, se inspiraba en las ideas social cris-tianas y, de Manuel Mora, Secretario General del Par-tido Comunista Costarricense (Stone 1975, 302).

La alianza calderonista-católica-comunista refleja-ba una particular convergencia de intereses y visionespolíticas individuales en una inusual coyuntura histó-rica. Calderón buscó al Arzobispo Sanabria en un mo-mento en que importantes segmentos de su base polí-tica original estaban abandonándolo. Sanabria, quiencompartía las sensibilidades católicas reformistas delpresidente, esperaba restaurar la influencia política dela Iglesia después de cinco décadas de anticlericalismoliberal y, también, erigir una plataforma reformista al-ternativa a los comunistas, cuya fuerza había crecidoconsiderablemente durante la Depresión. Mora, el lídercomunista, se aseguró una mayor legitimidad con ladeclaración pública de Sanabria de que los creyentescatólicos podían apoyar al Partido Comunista y vio enla alianza con Calderón una oportunidad para realizarreformas sociales que habían sido demandas medula-res del Partido desde su fundación. La alianza de losEstados Unidos y la Unión Soviética contra el Eje y lalínea que seguía en ese entonces el Frente Popular delmovimiento comunista mundial, al buscar unidad conreformistas moderados, proporcionó un contexto inter-nacional favorable (como lo hizo en 1943 la disoluciónde la Internacional Comunista y la transformación delPartido Comunista Costarricense en el Partido Van-guardia Popular, [PVP]).

La legislación de la seguridad social aprobada en1941 sentó las bases para un sistema nacional deatención médica y proporcionó seguro obligatorio desalud, incapacidad, jubilación, desempleo, materni-dad y vida a trabajadores urbanos que tenían salariosmensuales inferiores a 300 colones (equivalentes a 53

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dólares en 1941) (Rosenberg 1980, 61-62).11 El año si-guiente, Calderón obtuvo la aprobación del Congresopara una serie de enmiendas constitucionales denomi-nadas las “Garantías Sociales”. Estas incluían la crea-ción formal de un sistema nacional de salud, un siste-ma de pensiones y de incapacidad más amplio que elincluido en el seguro social y un programa de viviendade bajo costo, así como garantía al derecho a la huelgay la incorporación en la Constitución de la legislaciónexistente de salarios mínimos y días laborales (Salazar1981, 84-85).

En 1943, decretó un nuevo Código de Trabajo, queexigía a los patronos pagar indemnización e incapaci-dad a los trabajadores despedidos o incapacitados yprotegía los derechos a organizarse, así como partici-par en negociaciones colectivas y en huelgas. (La ley,sin embargo, era débil en cuanto a las medidas para sucumplimiento y también protegía el derecho de los pa-tronos a efectuar cierres). El Código creó la ComisiónMixta de Salarios Mínimos con dos representantes delgobierno, los sindicatos y los patronos.

En las elecciones presidenciales de 1944, la alian-za calderonista–católica- comunista respaldó a Teodo-ro Picado, quien derrotó al candidato de oposición yantiguo presidente León Cortés en una contienda mar-cada por el fraude y la violencia.12 En 1946 Picadoagregó un impuesto sobre la renta moderadamenteprogresivo –con tasas que oscilaban entre el dos y elveinte por ciento– y un nuevo impuesto a la propiedad,a la lista de leyes reformistas aprobadas durante el go-bierno de su antecesor (Durkerley 1988, 127). Comoera de esperar esto irritó aún más a los grupos de cla-se alta y media, quienes históricamente pagaban pocosimpuestos.

Esta profunda serie de reformas provocó antago-nismo en varios círculos más allá de los miembros dela vieja elite que pensaban que Calderón los había trai-cionado. La oposición incluyó una gama diversa de

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grupos: propietarios de pequeñas empresas perjudica-dos en su rol como patronos por el Código de Trabajo;profesionales que, especialmente después del fin de laSegunda Guerra Mundial y al inicio de la Guerra Fría,sentían una creciente preocupación por la influenciacomunista en el gobierno; pequeños campesinos delValle Central que en su mayoría se oponían en formavehemente a cualquier tipo de nuevos impuestos (Acu-ña 1987, 145) y que no se beneficiaban directamentede la seguridad social ni de la legislación laboral (queno cubría a la mayoría de los empleados en el sector in-formal y el agrícola).

Los intelectuales anti-calderonistas que aspirabana modernizar las instituciones económicas y políticasdel país se agruparon en dos pequeñas organizaciones:el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionalesde Rodrigo Facio y Acción Demócrata de José Figueres,que se unieron en 1945 para formar el Partido SocialDemócrata. A lo largo de las administraciones deCalderón y Picado, la retórica de la oposición se volviómás estridente, enfocándose particularmente en acu-saciones, con frecuencia válidas, de corrupción admi-nistrativa y electoral. Desde 1946, la fracción SocialDemócrata de la oposición propuso el eslogan “Eleccionesno, rebelión sí” (Durkerley 1988, 129). En la campañaelectoral de 1948, el eslogan de la fracción conservado-ra de oposición llamaba a un boicot total por parte delos partidarios del candidato oficial: “Si es calderonis-ta, no le hable, no le compre y no le venda” (Cerdas1991, 288). Las acciones de la oposición también fue-ron radicalizándose cada vez más e incluyeron un cierredel comercio durante doce días en 1947 y las prepara-ciones, principalmente por parte de los seguidores deFigueres, para una insurrección armada.

En las elecciones de 1948, Otilio Ulate, el editor deun periódico conservador, impidió el intento de Calde-rón de suceder a Picado. Sin embargo, el Congresocontrolado por los calderonistas se rehusó a certificarlos resultados de las elecciones presidenciales, alegando

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graves “irregularidades”.13 En marzo de ese mismoaño, las fuerzas al mando de José Figueres lanzaronuna insurrección, iniciando una guerra civil de cincosemanas que cobró aproximadamente dos mil vidas yderrocó el gobierno de Picado.

Las complejas alineaciones políticas, campañas mi-litares y maniobras diplomáticas de la Guerra Civil de1948 están más allá del enfoque de este libro, comotambién los debates sobre las causas del conflicto y siera inevitable o no (ver Aguilar 1969; Lehoucq 1991;Rojas Bolaños 1979). El significado de la guerra paralos propósitos de la presente discusión es, en lo funda-mental, que fue el preludio de un período relativamen-te breve pero crucial de gobierno autoritario por partede la victoriosa fracción social demócrata. Mientras lajunta insurgente reprimía a los derrotados comunistasy calderonistas, así como al sector sindical, tambiéninstitucionalizó una profundización del proceso de re-forma e inició una importante escalada cuantitativa ycualitativa de la participación del Estado en las políti-cas económicas y de bienestar social.

En un acuerdo con sus aliados conservadores,Figueres y su Junta Fundadora de la Segunda Repú-blica gobernó por decreto durante 18 meses antes deentregarle el Poder Ejecutivo a Ulate, el candidato elec-to en 1948 pero a quien el Congreso dominado por cal-deronistas le negó el poder.14 Las medidas claves de laJunta incluyeron la creación de una Asamblea Consti-tuyente para que redactara una nueva constitución –lacual incluyó, entre otras cosas, la creación de institu-ciones autónomas del sector público fuera del controldel Ejecutivo– y un cuarto poder de la República, el Tri-bunal Supremo de Elecciones, para asegurar eleccio-nes limpias. La nueva constitución establecía, además,una baja en los impuestos a bienes de capital importa-dos con la finalidad de estimular la industrialización;se funda en el sector público el Instituto Costarricensede Electricidad (ICE), que gradualmente absorbió la

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mayoría de las compañías existentes de energía eléctri-ca y telecomunicaciones y proveyó servicios fuertemen-te subsidiados a la industria y a los consumidores;15 lanacionalización de la banca comercial, que recibió elderecho exclusivo de aceptar depósitos del público; unimpuesto del diez por ciento sobre capitales mayoresde 50.000 colones (un poco menos de 10.000 dólares)y la abolición del ejército. Justo después de las expro-piaciones de las propiedades de alemanes la nacionali-zación de la banca, en particular, debilitó aún más losgrupos tradicionales de la clase alta, sin embargo, co-mo apunta el sociólogo Jorge Rovira, la gran burguesíapegó “un grito en el cielo” (1982, 48).

Tanto los defensores como los opositores del nuevoSistema Bancario Nacional se dieron cuenta que éstepermitiría canalizar préstamos a sectores económicos yregiones del país que anteriormente estaban excluidosdel acceso al crédito. Esto contribuyó al objetivo socialdemócrata de diversificación económica y de facilitar elascenso de nuevos grupos sociales –empleados públi-cos, industriales, ganaderos, productores y refinadoresde caña de azúcar– que se convertirían en bases políti-cas clave y que competirían económicamente con losexportadores tradicionales de café y los grandes comer-ciantes de la clase alta. Junto con el diez por ciento deimpuesto al capital –necesario, como dijo Figueres, pa-ra “garantizar la estabilidad del otro noventa por cien-to” (Rovira 1982, 47)– la nacionalización de la bancatambién le proporcionó al Estado, devastado por la in-flación de los cuarentas y los estragos causados por laguerra civil, el control de los fondos necesarios para lareconstrucción y para iniciar un programa de obraspúblicas de gran alcance (Brenes 1990). La prohibiciónconstitucional de un ejército permanente liberó los re-cursos para la inversión social y también eliminó unaherramienta potencial para una restauración del poderconservador. En el período posterior a 1948, a pesar deunos pocos malogrados y violentos desafíos al orden

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constitucional (Obregón 1981), los gobiernos controla-dos por partidos de oposición han alternado la mayorparte del tiempo con aquellos controlados por los socialdemócratas, organizados desde 1951 en el Partido Li-beración Nacional (PLN). Sin embargo, durante las tresdécadas que siguieron a la guerra civil, el PLN siempreretuvo suficiente fuerza –especialmente en la AsambleaLegislativa y en las nuevas instituciones autónomasdel sector público– para que los principales programasdel emergente Estado benefactor se mantuvieran intac-tos, aún durante los períodos en que la oposición con-servadora controlaba la presidencia.

La consolidación del Estado benefactor

La evolución del Estado benefactor costarricensese puede esbozar mejor, para nuestros fines, utili-zando una periodización que corresponda a grandesrasgos con cada una de las décadas posteriores a laguerra civil. Dos dimensiones críticas merecen espe-cial cuidado: (1) la creciente participación del Esta-do en la economía y en la política social (algunas ve-ces descrita como un cambio de “Estado gestor” a“Estado empresario”) y (2) los mecanismos que fue-ron refinados para llenar las necesidades y respon-der a las demandas de los grupos subordinados, asícomo para la organización y el control político y eco-nómico local. El papel cambiante del sector agrícolaen el nuevo modelo de desarrollo también es crucialen este análisis.

Para los insurgentes socialdemócratas que ganaronla guerra civil de 1948, el fraude electoral, la corrup-ción administrativa y el anticomunismo eran razonespara la rebelión, pero más importante era reconfor-mar la vulnerable y anticuada economía de Costa Rica,basada en la exportación de café y bananos, y ponerfin al estrangulamiento económico de las poderosas

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familias de banqueros y agroexportadores. Como eco-nomía basada esencialmente en dos cultivos, los ca-pitales del país se formaban y desaparecían con losprecios de los mercados internacionales (en especiallos precios del café, ya que el banano se producíaprincipalmente en enclaves costeros propiedad demonopolios extranjeros y que, por lo general, podíanmantener altos los precios, incluso durante los perío-dos bajos de la economía). Los recuerdos dolorosos deestas bruscas fluctuaciones en los ingresos por lasexportaciones y en los ingresos del Gobierno eran to-davía recientes por la depresión de los treintas. Comoun hecho histórico, la mayor tajada del crédito iba alsector cafetalero, en parte porque en los buenos tiem-pos las ganancias eran extraordinariamente altas y,además, porque las casas exportadoras con frecuen-cia tenían una participación muy significativa en losprincipales bancos. El monto del crédito disponibleque ocupaba el sector cafetalero de hecho bloqueabael desarrollo de otros grupos sociales cuyos interesesestuvieran en otros sectores económicos y en otrasregiones geográficas.

Durante dieciocho meses de gobierno por decreto,en 1948-49, la Junta de Figueres comenzó a abordarestos temas. Muy importante fue que la Junta man-tuviera las leyes laborales y de seguridad social asícomo las Garantías Sociales, las cuales, junto con laapertura de la Universidad de Costa Rica, fueron loslogros más significativos del gobierno de Calderón.Poco más de un mes después de asumir el poder, Fi-gueres esbozó los planes para construir plantas hi-droeléctricas, una fábrica de cemento, una modernalechería y viviendas a bajo costo. El Instituto de De-fensa del Café, fundado en 1933 en el punto más bajode la Depresión, se convirtió en una Oficina del Caféestatal, que no solo fijaba los precios que los benefi-ciadores tenían que pagarle a los productores, sinoque, además, les exigía hacerles préstamos blandos.El Consejo Nacional de Producción se convirtió en

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una junta semiautónoma de productos básicos, res-ponsable de estimular la producción agropecuariapara el mercado interno mediante la compra a losagricultores de granos a precios garantizados, el al-macenamiento de excedentes, la fijación de preciossubsidiados al consumidor y la administración deuna serie de almacenes de venta al detalle donde seofrecían los alimentos a bajo precio (Rovira, 1982,52-53).17 Para el sector de granos, el CNP, junto conel Ministerio de Economía, Industria y Comercio, bá-sicamente sustituyeron al mercado como el determi-nante de los niveles de ganancia de los empresariosprivados en cada etapa de la producción, el procesa-miento y la comercialización.

Figueres y sus aliados habían articulado una vi-sión de economía mixta incluso antes de llegar al po-der, pero inicialmente solo buscaban que el sectorpúblico tuviera un papel directo y limitado en la eco-nomía. Más bien veían al Estado como gestor, con laresponsabilidad de planear y, más importante aún,brindarle condiciones favorables al capital privado.En la década de 1950, sobre todo durante el primerperíodo presidencial de Figueres (1953-58), este nue-vo papel del Estado incluía un programa muy ampliode construcción de carreteras (que duplicó la longi-tud de la red vial entre 1950 y 1962), construcción deinfraestructura para la producción de electricidad,grandes esfuerzos para aumentar la productividaden el sector cafetalero y en el de granos básicos y laasignación de grandes sumas de crédito en el Siste-ma Bancario Nacional, a menudo a tasas de interésartificialmente bajas para nuevas actividades de ex-portación, en especial ganado y algodón. Además, losbancos nacionalizados se convirtieron en una fuenteclave de financiamiento para el mismo Estado, yafuera en forma directa o sirviendo como garantes depréstamos de bancos foráneos (OFIPLAN 1982, 119;Sojo 1984, 49).

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El primer período presidencial de Figueres tambiénvio la creación de algunas de las principales institucio-nes autónomas del sector público, cuya finalidad eraabordar problemas sociales específicos, protegidas delas preocupaciones políticas y presupuestarias que pe-riódicamente afectaban al Gobierno central. Estas ins-tituciones, entre ellas muy importante el Instituto Na-cional de Vivienda y Urbanismo, INVU, fundado en1954 para financiar y construir viviendas a bajo costo,se convirtieron para el PLN en una base confiable depoder clientelista (en puestos de trabajo, servicios ycontratos) y apoyo electoral, los cuales se mantuvieronincluso en períodos de gobierno de la oposición al PLN.El establecimiento del “aguinaldo”, o “décimotercermes” pagadero a fin de año, primero para los trabaja-dores del Poder Ejecutivo, luego para todos los emplea-dos públicos y finalmente para todos los asalariados,consolidó aún más el apoyo al PLN en la creciente bu-rocracia y en la población en general (OFIPLAN 1982,168; Stone 1975, 330-34).

Estas consideraciones estrechamente partidistas yel creciente papel del Estado como medio de movilidady ascenso social y económico para los simpatizantesdel PLN, no significaba que la preocupación por elbienestar social que subyacía la fundación de institu-ciones como el INVU no fuera auténtica. De hecho, elimpulso reformista se reflejaba en una gama de pro-gramas adicionales. Entre los más significativos, entérminos de ampliar la participación popular en la eco-nomía, estaban las medidas aprobadas (algunas basa-das en leyes promulgadas durante los años de gobiernocalderonista) para estimular la formación de coopera-tivas. El sector cooperativo, que gozaba de generosasexoneraciones fiscales, asumió una amplia gama defunciones tales como producción agrícola, ahorro ycrédito, compras, transporte y construcción de vivien-das (Rojas Víquez 1990). El número de cooperativas yafiliados creció sumamente rápido hasta mediados dela década de 1980, cuando casi el 30 por ciento de la

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población económicamente activa pertenecía a algúntipo de cooperativa (Gallardo y López 1986, 123; RojasVíquez 1990, 144). A finales de los setentas, cerca deun tercio de los productores agrícolas pertenecía acooperativas, las cuales eran en particular importantesen el sector cafetalero; de hecho, el intenso esfuerzo delEstado para modernizar el cultivo del café, canalizadoa través de una serie de instituciones de extensión y deinvestigación del sector público y del sector cooperativo,hizo que Costa Rica alcanzara el mayor rendimientopor hectárea del mundo y garantizó que la producciónde café siguiera siendo rentable incluso en períodos deprecios deprimidos (Raventós 1989, 15).18 En la agro-industria, las cooperativas representaban el 30 porciento de la producción nacional en el procesamientodel café, más de la mitad de toda la producción de lác-teos, 35 por ciento del destace de carne de res y el 20por ciento de producción de azúcar refinado (Salas U.et al. 1983, 140-41).

La década de 1960, como lo señala el economistaVíctor Bulmer-Thomas, parecía ser una “época dorada”para América Central (1987, 175). La industrializa-ción y el comercio en la región avanzaron rápidamen-te con la formación del Mercado Común Centroame-ricano (MCC) en 1960 (Costa Rica se adhirió en1963). La Alianza para el Progreso del PresidenteJohn F. Kennedy canalizó grandes sumas de ayudaestadounidense para la reforma agraria, la construc-ción de carreteras y otros proyectos de desarrollo.Los sectores exportadores, tradicionales y nuevos,gozaban de precios en general buenos y de una rápi-da expansión. Las altas tasas de crecimiento para elPIB total y per cápita indicaban que la región estabaentrando en un período de dinamismo económico ymayor bienestar.

Aunque Costa Rica fue el último país centroame-ricano en ingresar al Mercado Común, lo hizo adop-tando en su totalidad el modelo de sustitución de las

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importaciones que constituía el punto medular de laestrategia de ese Mercado para la industrialización.En el fondo, los planificadores del MCC adoptaronideas que habían sido propuestas desde inicios de ladécada de 1950 por la Comisión Económica paraAmérica Latina (CEPAL), de las Naciones Unidas. LaCEPAL hacía énfasis en que, a fin de desarrollarseeconómicamente, América Latina tenía que produciruna amplia gama de productos terminados para losmercados nacionales, en vez de unos pocos productosbásicos para los erráticos mercados foráneos. Debidoa que los mercados nacionales en América Centraleran pequeños y el poder adquisitivo de la mayoría dela población era bastante limitado, la integración re-gional emergió como una forma de ampliar la deman-da total. Los productores, principalmente grandesmultinacionales, entraron así en la región y protegi-dos por tarifas externas altas producían para un mer-cado que se extendía desde Guatemala hasta Panamá.En vista de que el área entre Ciudad de Guatemala ySan Salvador tenía claras ventajas de localización, es-pecialmente el acceso a la mayor concentración geo-gráfica de poder adquisitivo, Costa Rica, ubicada cer-ca del otro extremo del istmo, tenía que desarrollarotros rasgos que la hicieran atractiva para el nuevocapital industrial. En este sentido, el Estado costarri-cense llegó a jugar un papel central, ofreciendo nive-les de impuestos bastante generosos, crédito blando,energía eléctrica y agua a precios mínimos y fijandoprecios artificialmente bajos para otros insumos (porejemplo: azúcar para la industria de alimentos), asícomo enfatizando a los potenciales inversionistas lasventajas de la nueva red vial y los niveles altos de sa-lud y alfabetización de la población (ambos resulta-do, por supuesto, de fuertes inversiones públicas en“capital humano”).

En la década de 1960, el amplio conjunto de pro-gramas sociales del Estado se extendió en forma dra-mática con el establecimiento, entre otros, de la primera

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institución para la reforma agraria (el Instituto de Tie-rras y Colonización, ITCO) y un amplio programa decapacitación vocacional (Instituto Nacional de Aprendi-zaje, INA). En 1963 una empresa del sector público (laJunta de Administración Portuaria y Desarrollo Econó-mico de la Vertiente Atlántica, JAPDEVA) asumió laresponsabilidad del desarrollo regional de la zonaatlántica y la administración de los muelles en Limón,principal puerto en el Caribe costarricense. La inver-sión productiva en el sector público también creció,con la nacionalización de la única refinería de petróleodel país. En 1968, la Dirección Nacional de DesarrolloComunal, DINADECO, comenzó a coordinar asociacio-nes prácticamente en todas las comunidades rurales,las cuales construyeron caminos, acueductos, clínicas,escuelas y centros de nutrición para niñas y niños, amenudo movilizando la mano de obra gratis de losciudadanos de la localidad (Mora 1989). Los gruposde bajos ingresos tuvieron mayor acceso al créditomediante el Banco Popular y de Desarrollo Comunal,que le hacía préstamos a las asociaciones de desarro-llo comunal de DINADECO y administraba un progra-ma obligatorio (y por lo tanto a veces claramente im-popular) de ahorros aportados por los trabajadores(OFIPLAN 1982, 125, 328). Sin embargo, los críticosposteriormente argumentaron que tanto DINADECOcomo el Banco Popular ejercían un control excesivode las organizaciones de base y de los recursos, soca-vando así las iniciativas autónomas de los sectorespopulares (Palma 1980).

El control estatal puede haber impedido la emer-gencia de organizaciones populares, pero queda cla-ro también que los beneficios económicos del nuevoproceso de desarrollo dirigido por el Estado eran muygeneralizados en Costa Rica a finales de los sesentas.Durante las décadas de 1950 y 1960, las tasas decrecimiento económico de este país eran las más al-tas de América Latina (e incluso durante los setentastodavía se encontraban entre las cuatro más altas

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del continente [Rodríguez Céspedes 1988, 219]). Hubouna rápida diversificación económica, conforme la in-dustria y los servicios representaban un porcentajecreciente del PIB. La distribución de los ingresos me-joró significativamente entre 1961 y 1971, aunqueempeoró un poco durante la década de los setentas(OFIPLAN 1982, 186); sin embargo, incluso en 1980era todavía mucho mejor que en el resto de AméricaCentral (Gallardo y López 1986, 157). Los impresio-nantes indicadores sociales del país, especialmente enlas áreas rurales, sobresalían en una región dondeGuatemala, El Salvador y Nicaragua habían experi-mentado también un crecimiento rápido pero sin inver-siones comparables en el bienestar de los ciudadanos(ver Cuadro 1).

El Estado costarricense reaccionó ante la crisis delpetróleo y el desacelere económico de la década de 1970aumentando en forma sustancial el control directo so-bre medios claves de producción. Figueres, quien habíasido presidente de 1953 a 1958, fue electo de nuevo en1970 y cuando Daniel Oduber lo sucedió en 1974 mar-có la primera vez que el PLN controlaba el Ejecutivo pordos períodos consecutivos. Este período de ocho añosde gobierno del PLN, que históricamente se inclinaba afavor de aumentar el sector público, fue testigo de uncreciente control del Ejecutivo sobre las institucionesautónomas (cuyo número continuaba multiplicándose),así como del surgimiento del “Estado empresario”. Laparticipación del Estado en la economía, que antes en-fatizaba la inversión en infraestructura y capital huma-no, la regulación de precios y el suministro de serviciosfinancieros y otros, llegó a incluir la propiedad de unaamplia gama de empresas productivas. En alguna me-dida, este aumento del papel del Estado surgió de lapreocupación tradicional del PLN por el bienestar so-cial, en especial de un deseo de mantener niveles acep-tables de crecimiento y empleo (aunque alimentar lasamplias redes de clientelismo del partido también eraclaramente parte de este cambio). Durante los ocho

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años de gobierno del PLN de 1970 a 1978, por ejemplo,el porcentaje de la población cubierta por el sistema deseguridad social aumentó del 46 al 86 por ciento (Cer-das 1991, 318). Las universidades públicas también sedesarrollaron rápidamente en la década de 1970 y ab-sorbieron una porción considerable de lo que de otraforma podría haber sido una población subempleada;para 1980, un notable 27 por ciento de la población deestudiantes en edad universitaria estaba matriculadoen 30 instituciones de educación superior, casi todasellas públicas y al menos una de las cuales ofrecía cur-sos a distancia disponibles incluso para los residentesde áreas rurales remotas (Mendiola 1988, 82). En esteperíodo, el gobierno creó el Instituto Mixto de Ayuda So-cial, IMAS, encargado de eliminar la pobreza extrema y,además, en esta misma institución, un programa agran escala de ayuda a las familias (Asignaciones Fami-liares) el cual, entre otras cosas, estableció programasde salud preventiva en las zonas rurales y suministra-ba comidas nutritivas a prácticamente todos los escola-res de bajos ingresos. También se estableció un ProgramaNacional de Granos Básicos, con énfasis en los preciosal productor y generosas pólizas de seguro de cosechas,cuyo objetivo era asegurar la autosuficiencia nacionalpara el consumo de arroz, maíz, sorgo y frijoles (Edelman1992, 307-14). No obstante, la emergencia del Estadoempresario reflejaba no solo la preocupación tradicionalpor el bienestar social sino, además, el poder de losgrupos asociados al PLN que vieron la participación di-recta del Estado en la economía como una tentadoranueva oportunidad de ascenso.

La empresa más emblemática del “Estado empre-sario” emergente era la Corporación Costarricense deDesarrollo, CODESA, fundada en 1972 (M.Vega 1982;Sojo 1984). Esta enorme compañía del sector públicollegó a tener inversiones en refinerías de azúcar y dealcohol para combustible; procesamiento y distribu-ción de cemento, fertilizantes, algodón, aluminio ytransporte terrestre, fluvial y ferroviario.

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CODESA era también dueña de la Bolsa Nacionalde Valores y participaba en una serie de proyectosconjuntos de turismo con capital privado. Original-mente, se suponía que CODESA invertiría en activida-des económicas o socialmente necesarias que el capi-tal privado evitaba, ya fuera por el alto costo inicial opor los niveles de riesgo inaceptables. Una vez que es-tos programas vitales se establecieran y fueran renta-bles serían vendidos a los inversionistas privados. Sinembargo, esto casi nunca ocurrió y CODESA final-mente se vio abrumada por una serie de empresasmuy grandes y muy poco rentables. En varios secto-res, CODESA estableció subsidiarias que parecíancompetir con empresas privadas existentes, pero queen realidad se convirtieron en nuevos mecanismos pa-ra transferir recursos públicos a grupos adinerados.CATSA (Central Azucarera del Tempisque S.A.), porejemplo, que era un gigantesco ingenio azucarero ysubsidiaria para el alcohol de combustible, elegía susdirectivos principalmente de las filas de refinadores deazúcar particulares (Achío y Escalante 1985).19

Esta simbiosis creciente entre el sector público y elprivado dio origen a una significativa nueva elite en laya inflada burocracia estatal. Las directivas en CODE-SA y los puestos similares del sector público le brin-daban a estos funcionarios de alto nivel jugosos sala-rios, cuentas de gastos, uso gratis de vehículos de laempresa, así como un conocimiento interno y conexio-nes que con frecuencia realzaban el desempeño de susnegocios privados. Pero al convertirse CODESA en unasalida cada vez mayor de los fondos del presupuestodel sector público, gran parte del resto de la elite sevolvió receptiva a los argumentos neoliberales en elsentido de que este “elefante blanco”, que cargaba conun enorme déficit, constituía el epítome de los malesque conllevaba la participación del Estado en la eco-nomía y el bienestar social.

110 Campesinos contra la globalización

Page 128: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Los Cuadros 2 y 3 presentan el ritmo de expan-sión del sector público en el período 1853-1979 y dela complejidad del Estado costarricense alrededor de1979 (ver también Sojo 1991, 49-66). Hasta la victo-ria de los socialdemócratas en la guerra civil de1948, el papel del Estado en la economía creció len-tamente y se mantuvo reducido, con la mayoría delas funciones del sector público concentradas en larama ejecutiva del Gobierno central. Sin embargo,durante la década de 1950, el Estado creó trece nue-vas instituciones autónomas del sector público; enlos años sesentas fundó 36 nuevas entidades simila-res y en los setentas, durante el apogeo del Estadoempresario, estableció 50 más (OFIPLAN 1982, 331).Junto con las estructuras del Gobierno central, elsector público era, a finales de la década de 1970, loque incluso Figueres llamó “un verdadero archipiéla-go institucional” (Dunkerley 1988, 598) conformadopor alrededor de 185 organizaciones diferentes, conmandatos frecuentemente ambiguos y traslape defunciones, sin líneas claras de autoridad y con pocacoordinación entre sí (Garita 1981, 11).

El Estado y el bienestar individual

¿De qué manera afectó la vida de los costarricenseseste modelo de desarrollo estatista? Más allá de losavances obvios, aunque desiguales, en los niveles devida reflejados por los indicadores sociales y económi-cos y la consolidación igualmente clara de una impor-tante clase media, es importante examinar en concretoalgunas de las formas en las que esta gigantesca red deinstituciones se intersectaba con la vida diaria de laspersonas e influía en sus formas de entender el contra-to social, la legitimidad política y los límites convenien-tes de la actividad estatal.

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 111

Page 129: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

112 Campesinos contra la globalizaciónC

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116 Campesinos contra la globalización

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Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 117

Page 135: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Con fines ilustrativos, esto quizás se logra mejor de-jando la síntesis histórica a nivel macro y pasando a unadescripción sincrónica relevante para el caso que seanaliza: el área rural costarricense aproximadamente en1979, justo antes del inicio de la crisis económica.

Como lo sugiere el Cuadro 4, las instituciones es-tatales llegaron a permear prácticamente todos los as-pectos de la vida rural y de la producción agrícola yagroindustrial. A finales de los setentas, un agricultorde maíz de nivel medio (e incluso un pequeño agricul-tor) podía, por ejemplo, obtener crédito subsidiado delSistema Bancario Nacional para alquilar tierra, sem-brar y cosechar el producto y quizás para maquinariau otras inversiones de capital. El banco le exigía com-prar una póliza de cosechas en el Instituto Nacional deSeguros. Podría obtener fertilizante barato de la com-pañía nacional productora de fertilizantes, así comoasistencia técnica del Ministerio de Agricultura y Ga-nadería o de alguna de las otras agencias que dabanservicios de extensión. Era probable que luego pudieravender la mayor parte de la cosecha al CNP a un pre-cio artificialmente alto y si necesitaba maíz para ali-mentar a su familia o las aves de corral, en ese momen-to o después, podía comprarlo a precios artificialmentebajos en un estanco del CNP o en una pulpería priva-da (donde los precios máximos para los alimentos bá-sicos también eran fijados por una junta gubernamen-tal). Si era miembro de una cooperativa de reformaagraria o de otro tipo, tendría acceso a los programasde extensión y crédito del ITCO o de las institucionesque servían al sector cooperativo. Entre tanto, en sucomunidad las agencias estatales educaban a sus hijosy si no tenía medios los alimentaban una o dos vecesal día y, además, les daban servicios básicos de saludy dentales, al menos ocasionalmente, a toda la pobla-ción. Las clínicas del Ministerio de Salud y los hospitalesdel Seguro Social en los pueblos y las ciudades dabanatención de adecuada a excelente en casos de condi-ciones más serias. Si estaba cubierto por el sistema de

118 Campesinos contra la globalización

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seguridad social, ya fuera a través de un pariente, par-ticipación en el mercado laboral formal o mediante elpago de primas individuales o grupales, tenía acceso aseguro por incapacidad laboral y una pensión modestaal jubilarse. Es probable que las Asociaciones de Desa-rrollo Comunal patrocinadas por DINADECO trabaja-ran, al menos en ocasiones, para mejorar los caminosy los sistemas de acueductos y alcantarillados y, qui-zás, habrían construido salones grandes para reunio-nes y festividades. Asimismo, incluso las comunidadesmás remotas por lo general tenían al menos un teléfo-no público, instalado por el ICE y con frecuencia admi-nistrado por un pulpero local, el cual conectaba a todala población con los servicios de emergencia y con losfamiliares en otras partes del país.

Era obvio que esta compleja red de seguridad socialtuviera huecos o se hiciera irremediablemente enmara-ñada, puesto que las distintas burocracias a menudodaban servicios similares a los mismos grupos e indi-viduos. En mi trabajo de campo, por ejemplo, encontréalgunos agricultores que se quejaban de haber recibi-do la visita, durante el mismo ciclo de cultivo, de exten-sionistas provenientes de tres o cuatro organizacionesdistintas del sector público, cada uno de los cuales da-ba asistencia técnica que contradecía la que daban losotros.20 Además, con mucha frecuencia la prestaciónde servicios de un sector de la burocracia dependía decontar con documentación obtenida en otras partes.Solicitar un préstamo para la producción agrícola, porejemplo, por lo general requería como mínimo un títu-lo válido de propiedad (obtenido en el Registro Públicode la Propiedad), una cédula de identidad vigente (ob-tenida en el Registro Civil), un contrato de alquiler au-tenticado si la tierra era alquilada (lo cual requería losservicios de un abogado), un informe de inspección delsitio (del personal del mismo banco) y certificado de se-guro (del Instituto Nacional de Seguros). Si se debíairrigar el cultivo había que coordinar el riego con una o

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 119

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más de las agencias pertinentes, o era necesario trami-tar un permiso para obtener agua de los ríos. El retra-so por parte de una de las burocracias inevitablemen-te causaba demoras en las demás, lo cual podía serdesastroso en agricultura, sector en el que muchosproductores con mucha dificultad podían invertir eltiempo y recursos adicionales y donde la calendariza-ción precisa era por lo general fundamental para ga-rantizar buenas cosechas (y acceso a los mercados, enel caso de nuevos cultivos de productos perecederospara la exportación).

A pesar de la forma ineficiente, asistemática y confrecuencia frustrante en que muchas instituciones delsector público suministraban servicios, la mayoría delos costarricenses obtenían al menos algunas ventajasmateriales, inmediatas y reconocibles, de esta ampliagama de programas estatales. Ciertamente, solo unpuñado de ellos veía al Estado como un adversario im-placable, algo que contrastaba con la situación del res-to de América Central. Si bien el Estado benefactorcostarricense no logró una redistribución fundamentaly progresiva de los recursos, sí pago un “salario social”que, en comparación con los estándares regionales eraextraordinariamente alto. Esto fue posible, en gran me-dida, debido a la prosperidad general de la economíadel país durante las tres décadas posteriores a la gue-rra civil (Dunkerley 1988, 607; Booth 1991).

No es de sorprender que en este período el Estadocostarricense llegara a disfrutar de un nivel de legitimi-dad realmente alto. Su argumento de representar losintereses de toda la población se basaba, principal-mente, en los beneficios concretos que el sistema debienestar social brindaba a grandes sectores de la po-blación: las elites adineradas y la clase media, así co-mo los pobres. Esto no era tan solo “socialismo para losricos”, como injustamente se le ha llamado a veces(Nelson,1989, 152). Sin embargo, impresiona el hechode que contuviera al menos parte de la semilla de supropia destrucción.

120 Campesinos contra la globalización

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124 Campesinos contra la globalización

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Crisis y “recuperación”

Si bien las señales de una crisis inminente en estemodelo de desarrollo “estatista” estaban presentes, almenos desde inicios de la década de 1970, no fue sinoentre 1980 y 1982 que realmente explotó la burbuja.La bibliografía sobre la crisis económica de Costa Ricaahora es muy vasta, lo cual es en sí una señal tanto delacalorado debate en torno a sus causas y posibles so-luciones, como de un temor generalizado en torno a losefectos sociales. Más que explorar estos debates en de-talle, en esta sección se presenta un bosquejo generalde las raíces de la crisis y del giro total que condujo alabandono de las políticas económicas “estatistas” a ini-cios de los ochentas. Luego se analiza un tema que amenudo no se examina en la enorme producción de es-tudios sobre la crisis: el grado en que el aparente “éxi-to” de las políticas de libre mercado desde finales de losochentas fue el resultado no solo de la aplicación demedidas neoliberales, sino también del legado del mo-delo “estatista” y socialdemócrata anterior.

A principios de los setentas y especialmente des-pués de la primera crisis de los precios del petróleo, lasdeficiencias del modelo de desarrollo costarricense sehicieron cada vez más evidentes. El Mercado ComúnCentroamericano se hallaba en estado de confusióndespués de la “guerra del fútbol” de 1969 entre Hondu-ras y El Salvador, disminuyendo así el tamaño del mer-cado y atrasando los pagos de las exportaciones deCosta Rica al resto de la región. El crecimiento dismi-nuyó y la inflación alcanzó niveles sin precedentes. Lasnuevas industrias, establecidas para producir en elpaís los bienes que antes se compraban en el exterior,resultaron ser sumamente dependientes de las impor-taciones; de hecho, por cada 100 dólares de produc-ción importaban 80 dólares en insumos y maquinaria(González Vega 1984, 356). La industrialización para lasustitución de importaciones en verdad exacerbó así

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 125

Page 143: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

una balanza comercial persistentemente negativa. Lospréstamos del Sistema Bancario Nacional con tasas deinterés que a menudo estaban por debajo de la tasa deinflación, en vez de estimular la producción desviaronel dinero prestado hacia la especulación y el consumoconspicuo, los cuales agravaron aún más el desequili-brio comercial (las tasas bajas para los depósitos tam-bién desestimularon el ahorro y alimentaron las fugasde capital). Los precios subsidiados de los alimentosbásicos se combinaron con los altos precios de garan-tía pagados a los agricultores y aumentaron el déficitdel Consejo Nacional de Producción. Para 1980, el sec-tor público empleaba una quinta parte de la fuerzalaboral y representaba casi una cuarta parte del pro-ducto interno bruto (OFIPLAN, 1982, 319). Pero, entretanto, los gastos del Estado crecieron del 15 por cien-to del PIB en 1970 al 22 por ciento en 1980, los ingre-sos se mantuvieron constantes en aproximadamenteun 13 por ciento del PIB (Rodríguez V. 1990, 257). En-tre 1976 y 1977, después de una severa helada en Brasil,los precios del café se dispararon y con ellos los ingre-sos y rentas del gobierno, pero esto fue solo un respirotemporal en un ajuste de cuentas inevitable.

El mayor gasto social y los crecientes déficit fisca-les de los años cincuentas y posteriores se habían fi-nanciado, cada vez con más frecuencia, mediante prés-tamos y no con ingresos reales. A finales de los setentas,los bancos comerciales estaban reciclando petrodóla-res acumulados durante el alza repentina de los pre-cios del petróleo en 1973 y ofrecían crédito a corto pla-zo y fácil de obtener. Pero los préstamos a menudotenían tasas variables de interés que se dispararoninesperadamente cuando los precios del petróleo su-bieron de nuevo en 1979. Entre 1977 y 1981, los tér-minos de intercambio de Costa Rica cayeron en un ter-cio y el servicio a la deuda se cuadruplicó. En los seisaños anteriores a 1981, la proporción de la deuda deCosta Rica en manos de bancos comerciales creció másdel doble, del 23 al 47 por ciento. A mediados de 1980,

126 Campesinos contra la globalización

Page 144: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

las reservas en dólares cubrían solo las importacionesde una semana y el colón comenzó a descender en unarápida espiral, la cual tuvo como resultado que diecio-cho meses después la devaluación fuera del 500 porciento (Jiménez Sandoval 1990, 44; Nelson 1990, 183;Rodríguez Céspedes 1988, 221).

Costa Rica declaró una moratoria a los pagos de ladeuda en julio de 1981, más de un año antes del famo-so “fin de semana mexicano” en que, como generalmen-te se considera, se marca el inicio de la crisis de la deu-da latinoamericana. Si bien el país tenía una de lasdeudas per cápita más altas del mundo (2.021 dólaresen 1980), sus problemas como “pequeño deudor” lla-maban poco la atención o la simpatía de la comunidadfinanciera internacional (CEPAS 1992, 18). De hecho,en su primera discusión con representantes de CostaRica posterior al moratorio, uno de los banqueros ini-ció la sesión declarando abiertamente: “¡Queremos quenos devuelvan nuestro dinero!” (Vargas Peralta 1987,207). En vista de esta intransigencia inicial, el FMI y elBanco Mundial fueron prácticamente las únicas insti-tuciones que podían mediar entre Costa Rica y los ban-cos privados y que podían garantizar los flujos de prés-tamos frescos que tanto se necesitaban.

Los países pequeños enfrentan desventajas espe-ciales al renegociar las deudas. Sus economías tiendena ser menos diversificadas, de modo que se sospechade su capacidad para cumplir las obligaciones. Medidoen términos de su capacidad para alterar el sistema fi-nanciero internacional, su peso es insignificante. Losbancos comerciales inicialmente no estaban dispues-tos a negociar del todo con Costa Rica, por temor asentar precedentes que pudieran influir en las conver-saciones con México y Brasil. Los deudores pequeños,incluyendo a Costa Rica, recibieron así unos términosde pago negociado menos favorables durante la prime-ra ronda de reestructuración de la deuda con los ban-cos privados, a inicios de la década de 1980.21

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 127

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Estos países pequeños, en particular Costa Rica,también experimentaron un condicionamiento cruzadomás temprano y más profundo en los acuerdos con losacreedores extranjeros. Los bancos privados ataron lospréstamos adicionales a la firma de un acuerdo standby(un acuerdo explícito de derecho de giro) con el FMI. Losdesembolsos del Banco Mundial y de la AID requeridospara pagar a los bancos se ataron entonces a que cum-plieran a tiempo las metas del FMI.22 Este enlace de lascondiciones complicó las negociaciones y absorbió laenergía de los funcionarios encargados de diseñar laspolíticas económicas que se necesitaba en otras áreascríticas. También significó que a menudo se cruzaran losfines con que trabajaban varias de las agencias.23

La pequeña escala tiene, sin embargo, otro ladoque puede ser ventajoso. Las transferencias modestasde fondos de las agencias financieras y de cooperaciónpueden tener un impacto significativo. Así, en medio dela Nicaragua sandinista y de la Panamá de Noriega,Costa Rica combinaba el tamaño pequeño con una po-sición clave en la estrategia geopolítica de Washingtonpara la región. Aún antes de que el país emergiera dela severa crisis económica de 1980-82, comenzó a reci-bir un trato favorable de la AID, que suministrabagrandes sumas de “fondos de apoyo económico” a finde sostener la balanza de pagos (Cuadro 5). Conformeavanzaba la década, esta parcialidad también se refle-jó en ocasiones en las políticas de las institucionesmultilaterales dominadas por los Estados Unidos, es-pecialmente el FMI y el Banco Mundial.

En 1980-81, dos acuerdos entre el FMI y el Gobier-no del Presidente Rodrigo Carazo se vieron frustradospor la oposición popular. Pero para finales de 1982,cuando la inflación se aproximaba al 100 por ciento ylas obligaciones del servicio de la deuda alcanzaron ca-si el 70 por ciento de las ganancias por las exportacio-nes, el Gobierno recién electo de Luis Alberto Monge no

128 Campesinos contra la globalización

Page 146: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

tuvo más alternativa que firmar un acuerdo standbycon el FMI por 100 millones de dólares, comprometién-dose con un paquete de medidas que buscaban redu-cir la inflación, disminuir el déficit del sector público yponer orden al mercado de divisas extranjeras. Con elfin de liberar recursos para pagar la deuda externa, elFMI le exigió a Costa Rica recortar drásticamente elgasto y la inversión en el sector público y aumentar im-puestos, tasas de interés y tarifas de servicios.

Sin embargo, las acciones del FMI en Costa Rica su-gerían una sensibilidad poco característica ante la impor-tancia de la estabilidad política en el proceso de estabili-zación económica. Desviándose en forma sorprendentede la ortodoxia monetarista, el FMI permitió que las ta-sas de interés del Sistema Bancario Nacional se mantu-vieran por debajo de la inflación y le permitió al BancoCentral mantener un monopolio de las transacciones endivisas extranjeras. La unificación de la tasa de cambiooficial sobrevalorada con la del mercado libre debía dar-se en forma gradual y no mediante “choques” repentinosque podrían causar alteraciones al orden público.

Washington también emprendió la construcción deuna “vitrina” democrática, próspera y estable a la parde la Nicaragua sandinista. Dada la severidad de la cri-sis económica, tenía que actuar rápido. Entre 1983 y1985, los 592 millones de dólares de ayuda económicaestadounidense equivalían a un 35.7 del presupuestodel Gobierno de Costa Rica, un quinto de las gananciaspor las exportaciones y cerca de un 10 por ciento delPIB. Para 1985, Costa Rica era el segundo país deAmérica Latina que más ayuda recibía de los EEUU,superado solo por El Salvador que estaba en plena gue-rra y, también, el segundo país del mundo que másayuda per cápita recibía, superado por Israel (LatinAmerica Regional Report: Mexico and Central America,30 noviembre, 1984; Tico Times, Resumen de 1984;Embajada de los Estados Unidos 1985).

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 129

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Page 148: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

A fin de contener el gasto ”no productivo” en el bie-nestar social y las pérdidas de las grandes empresaspúblicas, la AID insistió en cambios radicales en la eco-nomía del país: un papel mayor para los bancos privados,la privatización de CODESA y otras empresas estatalesy la creación de nuevas organizaciones no públicas,desde escuelas de agricultura hasta oficinas de promo-ción de las exportaciones, que duplicaban intencional-mente las funciones de instituciones del sector públi-co, debilitando así al Estado, acelerando la adopcióndel neoliberalismo por parte de Costa Rica y estable-ciendo una vitrina de exhibición para proyectos que,supuestamente, demostraban la eficiencia de las ini-ciativas del sector privado y la validez de una visiónconservadora de la “sociedad civil” (Macdonald 1994;Shallat 1989). Entre las más controversiales de estasinstituciones del “Estado paralelo” de la AID estaba laescuela privada de agricultura, generosamente finan-ciada y que tiene por nombre el atractivo acrónimo eninglés EARTH (Escuela de Agricultura de la Región delTrópico Húmedo), la cual duplicaba muchos de los pro-gramas del sistema universitario público costarricensey de organizaciones internacionales ya establecidas enCosta Rica, como el CATIE (Centro Agronómico Tropi-cal de Investigación y Enseñanza) y el IICA (InstitutoInteramericano de Cooperación para la Agricultura).Otras instituciones nuevas apoyadas por la AID com-petían con programas subfinanciados del Ministerio deAgricultura y Ganadería y del Ministerio de Obras Pú-blicas y Transportes (Gutiérrez 1993, 411).

Las exigencias que planteaban los Estados Unidosa Costa Rica iban acompañadas de una intensa pre-sión (Sojo 1991, 1992). En 1984, por ejemplo, la AIDdijo que estaba reteniendo el desembolso de fondoshasta que la Asamblea Legislativa, que se enfrascó enun debate durante veinticuatro horas, aprobara las re-formas bancarias y monetarias que permitieran hacerpréstamos en dólares y que instituciones financieras

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 131

Page 149: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

privadas recibieran crédito del Banco Central.24 Losfondos de los Estados Unidos también se destinaron afundar una nueva entidad, la Coalición para las Inicia-tivas de Desarrollo (CINDE), con personal costarricen-se y estadounidense y oficinas en San José y en otrasciudades de ese país, la cual suministraba fondos pa-ra proyectos de exportaciones no tradicionales, capaci-tación, actividades “educativas” del sector privado yapertura de nuevos mercados en el extranjero. No porcasualidad CINDE duplicaba, aunque con un presu-puesto mucho mayor, muchas de las funciones deCENPRO, que era la oficina gubernamental de promo-ción de las exportaciones. CINDE y AID, a su vez, juga-ron roles claves en el establecimiento de un nuevo Mi-nisterio de Comercio Exterior y en el nombramiento desu personal. En 1985, la AID creó FINTRA (Fiduciariade las Inversiones Transitorias) para apoyar la comprade compañías del sector estatal.25 Washington tambiénpresionó a favor de reducciones en las tarifas extrarre-gionales de América Central y de incentivos generosospara los productores de productos no tradicionales deexportación, y los logró. Entretanto, el FMI, alarmadoporque Costa Rica no estaba cumpliendo la totalidadde las promesas de recortar el gasto público, condicio-nó el apoyo adicional a la firma de un acuerdo de ajus-te estructural con el Banco Mundial.

En 1985, Costa Rica firmó un nuevo acuerdostandby con el FMI, nuevos pactos con los bancos co-merciales y naciones acreedoras en el Club de París ysu primer préstamo de ajuste estructural (PAE I) con elBanco Mundial. Gracias en parte al enorme flujo deayuda de los Estados Unidos, la economía se había es-tabilizado después de la debacle de 1980-82: la infla-ción había bajado a menos del 20 por ciento, el creci-miento había sido positivo por dos años consecutivos yel déficit del sector público se mantenía en cerca del 6por ciento del PIB, más de la meta del FMI pero menosde la mitad del nivel que tenía en 1982. La fase de ajuste

132 Campesinos contra la globalización

Page 150: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

que se inició con el PAE I significó la continuación delas medidas adoptadas en el período de estabilizaciónde 1983-85 pero, también, anunciaba una serie decambios más profundos y a largo plazo en la sociedadcostarricense.

El PAE I, un préstamo de 80 millones de dólares alargo plazo con el Banco Mundial, buscaba redireccio-nar el desarrollo industrial costarricense de los merca-dos nacionales y centroamericanos hacia nuevos mer-cados internacionales.26 Según funcionarios del BancoMundial, este cambio le permitiría a Costa Rica man-tener la recuperación iniciada en 1983. Las tarifas másbajas obligarían a las industrias locales a ser “compe-titivas” y a facilitar las importaciones de tecnologíasnecesarias para modernizar la producción; mayores re-ducciones de impuestos estimularían la renovación deequipos y la inversión; las “minidevaluaciones” del co-lón estimularían las exportaciones, desestimularían lasimportaciones y mantendrían los déficit comercialesbajo control. En la agricultura, el programa del BancoMundial requería la reducción y eventual eliminaciónde los precios de garantía, del crédito subsidiado parala producción, importación restringida de insumos ymaquinaria y de precios subsidiados al consumidor demaíz, arroz y frijoles. Estas medidas buscaban ajustarlos precios nacionales de los alimentos con los preciosinternacionales para mejorar así la eficiencia y reducirel gran déficit del Consejo Nacional de Producción. Seesperaba que el desestímulo a la producción de ali-mentos básicos liberara tierra, mano de obra y capitalpara la agricultura de exportación. El Banco tambiénpedía que la extensión y la investigación no se orienta-ran más hacia los cultivos para el consumo interno, si-no hacia los cultivos de exportación “no tradicionales”que el Ministro de Agricultura llamaba “la agriculturade cambio”, tales como: flores, plantas ornamentales,aceite de coco, jugos de cítricos, tubérculos para elmercado de poblaciones latinas en los Estados Unidos,

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 133

Page 151: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

macadamia y semilla de marañón, mango, melón y pi-ña, cardamomo y vegetales frescos. A fin de estimularlas nuevas exportaciones, tanto agrícolas como indus-triales, se instó a los productores para que aprovecha-ran la Iniciativa de la Cuenca del Caribe promovida porWashington, la cual daba mayor acceso a los mercadosestadounidenses (Céspedes et al. 1985, 210-11; Fallas1990; Martínez 1990; Torres y Alvarado 1990).

El Banco Mundial también recetó una transforma-ción fundamental del Estado costarricense. Más queintervenir directamente en la economía, como en la dé-cada de 1970, el Estado debía despojarse de las empre-sas no rentables, disminuir el déficit, reducir la planilla,mejorar la eficiencia de sus actividades administrativasy limitarse en la mayor medida posible a garantizar laestabilidad social y facilitar las actividades del sectorprivado. A los bancos nacionalizados, que anterior-mente presupuestaban créditos para llenar las necesi-dades de sectores económicos y grupos sociales especí-ficos, se les sugirió que únicamente hicieran préstamossegún criterios de rentabilidad, no de desarrollo so-cial.27 Finalmente, el Banco Mundial buscaba reducir elcrecimiento de la deuda externa, restringir los nuevospréstamos a aquellos con términos “concesionarios” fa-vorables y garantizar que los préstamos “frescos” no seusaran para el pago del servicio de esa deuda.

El PAE II, firmado en 1988, fue un préstamo de200 millones de dólares del Banco Mundial y Japón,que contenía una extensa lista de medidas diseñadaspara continuar con la “reasignación” de recursos alsector privado, a las actividades de exportación y al“reordenamiento” y reducción del Estado, que se ha-bían iniciado con el PAE I.28 Con este acuerdo, el Go-bierno de Costa Rica se comprometía a ajustar los pre-cios nacionales de los granos básicos con los preciosinternacionales más bajos, estimulando así la “eficien-cia” pero también abriendo el mercado a una inundaciónde exportaciones y perjudicando a muchos pequeños

134 Campesinos contra la globalización

Page 152: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

productores. También se comprometió a mejorar lasinstalaciones para el almacenamiento en frío, los puer-tos para contenedores y la estructura para el transpor-te y la irrigación, elementos esenciales de la “agricultu-ra de cambio”. Los servicios del sector público debíanser transferidos al sector privado cuando “no fueran in-dispensables para el funcionamiento del Gobierno”.Personas claves en el diseño de políticas económicas,como Eduardo Lizano, presidente del Banco Central,sostenían que era necesario privatizar las empresas es-tatales aún cuando tuvieran superávit “saludables”, co-mo el caso de la compañía telefónica (ICE) y la refinado-ra de petróleo (RECOPE) (Lizano 1990, 46). Nuevosacuerdos con el FMI de 1991 y 1992 mantuvieron encurso la apertura hacia el mercado mundial, compro-metiendo al Gobierno de Costa Rica con la liberación to-tal de las tarifas cambiarias y las tasas de interés.

Las prolongadas y acaloradas discusiones en tornoal PAE III y su eventual cancelación por parte del Ban-co Mundial, sugieren que en Costa Rica no ha sido fá-cil lograr consenso sobre el proceso de ajuste. Estepréstamo de 100 millones de dólares del Banco Mun-dial, junto con tres acuerdos adicionales con el BancoInteramericano de Desarrollo, para un total de aproxi-madamente 150 millones de dólares, requerían el cum-plimiento de una serie de disposiciones tendientes a“modernizar” aún más el sector privado y “ajustar” elsector público mediante el despido de ocho mil em-pleados gubernamentales, entre otras medidas. Des-pués de varios años de maniobras legislativas, nume-rosas enmiendas al acuerdo, seis ampliaciones de lafecha límite y varias visitas de cabildeo de importantesfuncionarios extranjeros, la Asamblea Legislativa final-mente aprobó el préstamo en 1994. No obstante, elBanco Mundial rechazó el acuerdo a principios de1995 debido al alto déficit presupuestario de Costa Ri-ca y a que para ese momento no se había logrado unnuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional(Raventós 1995).

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 135

Page 153: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

A pesar del recelo del Banco Mundial, Costa Rica lo-gró afianzar en 1995 una serie de acuerdos para prés-tamos con el Banco Interamericano de Desarrollo, porun total de 250 millones de dólares. Sin embargo, elacuerdo con el BID fue posible solo con el sello de apro-bación del FMI, el cual requirió una serie de compromi-sos que incluían eliminar 2.000 empleos públicos y en-durecer la política monetaria (La Nación, 18 octubre,1995). Gran parte del dinero del BID se utilizó para sus-tituir deuda externa de bajo costo por deuda interna dealto costo. Aún así, en 1996 los pagos de intereses to-davía consumían el 30 por ciento de los ingresos del Go-bierno (New York Times, 30 setiembre, 1996).

¿Cuán liberal es el neoliberalismo costarricense?

Las medidas para “privatizar”, “corregir distorsio-nes” y “mejorar la asignación de factores de produc-ción”, crearon nuevos ganadores y perdedores y obliga-ron prácticamente a todos los grupos de la sociedad aredefinir sus estrategias para sobrevivir. Los industria-les que producían para el mercado nacional y el cen-troamericano, los grandes y pequeños productores degranos, los pobres urbanos, los empleados guberna-mentales, así como los estudiantes, profesores y traba-jadores de las universidades públicas estaban entre losperdedores. A pesar de los debates políticos sobre elPAE III, no ha sido demasiado difícil lograr una rápiday significativa liberalización de la economía de CostaRica. Si bien la marcha inexorable de la globalizacióneconómica es ciertamente parte de la explicación, otrosdos factores determinantes también han sido importantes.Primero, el carácter del reformismo socialdemócratacostarricense que fluye de arriba hacia abajo y la au-sencia de pactos explícitos entre diversas clases y a fa-vor de ese reformismo, tales como los que caracterizan

136 Campesinos contra la globalización

Page 154: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

a las socialdemocracias europeas, facilitaron la coopta-ción o la conversión de las elites políticas y empresa-riales a la nueva ortodoxia del libre mercado (Solís1992). En segundo lugar, el neoliberalismo costarricen-se rara vez ha sido tan liberal como dice ser. En estasección se plantea la pregunta sobre el grado de corres-pondencia que existe entre el ajuste estructural y losconceptos neoliberales y su efectividad real en el cum-plimiento de las metas propuestas.

Los principales beneficiarios con la carrera haciael libre mercado han sido los sectores bancarios y deexportación y los inversionistas extranjeros, espe-cialmente los que han llegado a dominar partes cla-ve de la “agricultura de cambio” y de la floreciente in-dustria de la maquila. A finales de la década de 1980,casi la mitad de las divisas extranjeras de Costa Ricaprovenían de las exportaciones “no tradicionales”, esdecir, aquellas fuera de los productos que se produ-cían habitualmente: café, banano y azúcar. Sin em-bargo, todas las reducciones de impuestos, el apoyofinanciero, los nuevos parques industriales y zonasfrancas, el apoyo para el mercadeo y la promoción enel exterior, lograban llevar a Costa Rica las indus-trias con alto valor agregado ni la integración verticalde la producción.

La principal reducción de impuestos tenía como fingenerar más valor agregado, necesario para un proce-so de acumulación más dinámico y autónomo. Pero fi-jó el nivel de ese valor agregado en un punto muy bajoque conllevaba un precio muy alto. Los productores deexportaciones no tradicionales para los mercados cen-troamericanos recibieron Certificados de Abono Tribu-tario (CATs) si su producción contenía un 35 por cien-to de valor agregado nacional en forma de materiaprima, mano de obra o energía local. Establecidos en1972 durante el apogeo del modelo socialdemócrata,los CATs le costaron al Gobierno entre 150 y 200 mildólares por cada millón de dólares en exportaciones.

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 137

Page 155: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Debido a que la mayoría de los impuestos a las ex-portaciones fueron abolidos en 1984, los tenedores deCATs los vendían a otras empresas que los usaban parapagar el impuesto sobre la renta, negándole así los in-gresos al Estado. Irónicamente, este subsidio estatistaha sido crucial para el “éxito” de la nueva estrategia, su-puestamente, de libre mercado. Sin embargo, para finalesde 1990, con la fiebre por las exportaciones generadapor el ajuste estructural, los CATs consumieron hasta el10 por ciento del presupuesto del Gobierno y represen-taban casi la mitad del déficit presupuestario del sectorpúblico el cual, a su vez, estimulaba mayores tasas deinterés ya que el Estado emitía nuevos bonos para cu-brir el faltante (Franco y Sojo 1992, 68; Torres y Alvara-do 1990, 18-19; CEPAS 1992, 58).29 Esto exacerbaba lasdificultades que enfrentaban los pequeños productorespara obtener crédito (ver Capítulo 3). También en otrosaspectos, el efecto distributivo de los CATs fue muy re-gresivo. En un período de dieciocho meses entre 1988 y1989, el 27 por ciento de los aproximadamente 73 millo-nes de dólares de subsidios en CATs fueron solo paraocho empresas; tan solo 26 empresas recibieron más dela mitad de los subsidios de los CATs y una única trans-nacional, PINDECO, la subsidiaria de Del Monte y pro-ductora de piña, recibió cerca del 10 por ciento de loscertificados (Franco y Sojo 1992, 72; Vermeer 1990b,53-54). En las encuestas, la mayoría de los exportadoresindicaban que si se eliminaban los CATs reducirían o ce-sarían sus actividades (Román 1992, 20).

Para finales de la década de 1980 el auge de las ex-portaciones de Costa Rica, basadas en gran medida enel turismo, las fábricas de maquila de ropa, un resur-gimiento de la siembra del banano y la nueva “agricul-tura de cambio”, había traído consigo tasas de creci-miento respetables y mejor salud fiscal (la balanzacomercial, sin embargo, se mantenía negativa, en granparte porque el comercio liberalizado también tenía laconsecuencia no muy saludable de facilitar el consumono productivo de productos suntuarios importados; ver

138 Campesinos contra la globalización

Page 156: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Cuadro 6).30 Costa Rica, junto con México y Filipinas,estaba entre los primeros beneficiarios del plan de re-ducción de la deuda del Secretario de Hacienda estadou-nidense Nicholas Brady y, de los tres países, contabacon las condiciones más favorables. En 1990, utilizandodonaciones extranjeras, adquirió y canceló casi mil mi-llones de dólares, equivalentes al 63 por ciento de sudeuda bancaria comercial de 1.6 mil millones de dólaresque, si bien tenía condiciones mucho menos favorablesque las obligaciones con los prestatarios multilaterales,se vendía en ese entonces por solo un sexto de su valornominal en el mercado secundario (Robles 1990, 17-20).

Un coro creciente de economistas e ideólogos neo-liberales (ver la Introducción) describían el “éxito” eco-nómico de Costa Rica en términos entusiastas y loatribuían a lo que Ronald Reagan gustaba llamar “lamagia del mercado”. Sin embargo, los instrumentosneoliberales tradicionales como tarifas más bajas paralas importaciones, liberalización de las tasas de inte-rés, privatización y recorte en el gasto público, han si-do menos importantes para traer estabilidad y estimu-lar el auge de las exportaciones que una variedad defactores ajenos al mercado: la ayuda masiva de los Es-tados Unidos en la década de 1980, el resultado de laposición geopolítica estratégica de Costa Rica, ubicadaentre Nicaragua y Panamá; las ganancias de los nue-vos exportadores mediante los subsidios de los CATs,programa establecido en la administración Figueresdurante la década de 1970, abiertamente estatista; laexpansión de las cuotas de los Estados Unidos paraproductos claves bajo la Iniciativa de la Cuenca del Ca-ribe; la constante devaluación de la moneda exigidapor las instituciones prestatarias internacionales y porlos cabildeadores a favor de las exportaciones en CostaRica; así como la decisión de muchos inversionistas ex-tranjeros de instalarse en Costa Rica debido a su in-fraestructura bien desarrollada y a su fuerza laboraleducada y sana, ambas características legados del mo-delo socialdemócrata, no del neoliberalismo.31

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 139

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140 Campesinos contra la globalización

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La recuperación económica y en especial la balan-za de pagos, también se ha beneficiado de la bellezanatural de Costa Rica y de su gran reputación como lí-der internacional en la conservación ambiental, ningu-no de los cuales se relaciona con las recetas neolibera-les (aunque la privatización de algunas tierras de par-ques nacionales ha sido controversial; ver Edelman1995, 52). En 1994, el turismo, relacionado en granparte con las áreas silvestres, sobrepasó a las exporta-ciones de banano como principal fuente de divisas ex-tranjeras del país.32 La estimación de los ingresosanuales era de mil millones de dólares para finales dela década de 1990 (Edelman, s.f.).

¿Cuáles han sido los costos sociales de la aparenterecuperación a finales de la década de los ochentas ydurante los noventas? En los Capítulos 2 y 3 analizoesta pregunta con algún detalle, en relación con los po-bres rurales. Aquí, vale la pena indicar algunos de losprincipales efectos en la sociedad costarricense comoun todo. Tanto el Estado como las instituciones finan-cieras multilaterales y de cooperación, han tratado derestarle importancia al impacto social negativo de laspolíticas de ajuste estructural. Conforme el sectorpúblico y la red de seguridad social de Costa Rica seempezaron a debilitar, las agencias de cooperaciónextranjera, las ONG e incluso las instituciones multila-terales, comenzaron a suministrar fondos de “compen-sación social” para aliviar la crisis causada por losdespidos masivos de empleados públicos, sueldos de-crecientes y recortes en los servicios estatales. Ya en1983, la AID, los gobiernos europeos y los grupos decaridad católicos ayudaban a que el gobierno de LuisAlberto Monge comenzara a indexar los salarios delsector público a la inflación, y a instituir un programade distribución de alimentos que beneficiaba a 42.000familias de las más pobres (Rovira 1987, 67-69). Pocodespués, la Comunidad Económica Europea lanzó unafuerte campaña de ayuda dirigida a los sectores más

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 141

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142 Campesinos contra la globalización

pobres de la población en toda América Central (Cácerese Irvin 1990). Para mediados de los ochentas prolifera-ban las ONG y las organizaciones de cooperación ex-tranjera en Costa Rica, las cuales incorporaban perso-nal despedido del sector público y trataban, aunquecon diversos resultados, de mitigar el impacto socialnegativo de la apertura hacia el libre mercado. Bajo lapresidencia de Oscar Arias (1986-90), el Gobiernoconstruyó decenas de miles de casas de bajo costo,dándole prioridad a los asentamientos de precaristasurbanos más belicosos.

En 1990, el gobierno de Calderón introdujo un “bo-no alimentario” para las familias necesitadas, el cual, apesar de sus buenas intenciones, llegó a menos de lamitad de los que estaban en “pobreza extrema”. En laadministración de José María Figueres Olsen (1994-98), hijo del fundador del PLN, “Pepe” Figueres, la es-trategia para combatir la pobreza se centró en casi unadocena de los cantones más pobres del país. Estos es-fuerzos por absorber el posible descontento entre lospobres, tenía la otra cara de la moneda en los esfuer-zos por mantener el apoyo de los sectores descontentosde la elite; los industriales, en particular, en una épo-ca defensores inflexibles del proteccionismo y de las ta-sas de cambio sobrevaluadas, fueron atraídos por laposibilidad de comprar CATs con descuentos a los ex-portadores no tradicionales y, entonces, apoyaban elmodelo de libre mercado.

Además de las medidas de “compensación social” yde otros esfuerzos que han reducido la oposición alnuevo modelo, el ajuste económico en sí ha tenido losefectos de “cascada” que predijeron los neoliberales pe-ro, principalmente, en forma de trabajos con bajos sa-larios en industrias de ensamblaje o en empresasagroindustriales para la exportación. Después de unadécada de estabilización y ajuste el PIB per cápita, in-dicador clave del nivel de vida, no había recuperado sunivel de 1980, antes de la crisis (ver Cuadro 6). El sa-lario mínimo real (es decir, ajustado a la inflación), una

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medida importante de los niveles de vida de los pobres,subió en 1983 conforme el país se recuperaba de la de-vastadora devaluación-inflación de 1981-82. Pero desdeentonces ha bajado o se ha mantenido estancado cadaaño, con excepción de 1985, 1989, 1993 y 1994, todosestos años pre-electorales o electorales, en los que losgobiernos en Costa Rica usualmente amplían el gastopara acumular votos y buena voluntad (a sabiendas,también, de que los sucesores tendrán que cargar con lafactura) (CEPAS 1992, 18; Tico Times, 18 julio, 1997).

La política macroeconómica costarricense se ha ca-racterizado, desde mediados de la década de 1980, porciclos en torno a la política electoral. Los presidentesentrantes por lo general declaran que el gobierno ante-rior ha dejado déficit presupuestarios y otros proble-mas que solo se pueden resolver mediante medidas deausteridad drásticas y urgentes, y que es necesarioposponer las promesas a los pobres hechas en campa-ña. Una vez logrado algún grado de estabilidad, en losdos años restantes de cada período presidencial por logeneral se da un gasto más generoso, con la intenciónde garantizar la popularidad y la elección del candida-to del partido. Este “círculo vicioso” entre populismo yausteridad acompaña una espiral descendente en lacapacidad del Estado para planificar a mediano o largoplazo y para poner en práctica políticas sociales que nosean las medidas “de compensación” temporales (Laraet al. 1995, 56-58).

Además, para empeorar las cosas, los empleadoresse burlan cada vez más de la legislación salarial, sa-biendo que la capacidad del Estado para implementarla ley se ha visto debilitada por cortes presupuestariosy despidos de empleados públicos. Para 1991, se esti-maba que un 37 por ciento de los trabajadores recibíanmenos del mínimo legal (cifras de MIDEPLAN citadas enEsta Semana, 24-30 de mayo, 1991, Pág. 5). En agricul-tura, industria y construcción, el porcentaje de la fuer-za laboral que recibe salarios inferiores al mínimo ha al-canzado niveles superiores a los de 1980, anteriores a

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la crisis; un número de quejas especialmente grandeproviene de mujeres empleadas en plantas ensambla-doras de ropa (CEPAS 1992, 26, 43; Sandoval 1997).

El promedio de los salarios reales desde 1980 tam-bién muestra una periodicidad según el ritmo de lapolítica electoral. Este indicador recuperó los nivelesanteriores a la crisis en 1986, pero la ganancia se eva-poró en gran medida para la siguiente elección de1990. Más aún, especialistas del Ministerio de Planifi-cación creen que el aumento inicial de los salarios rea-les, posterior a la crisis, refleja un creciente sesgo as-cendente de la distribución de los ingresos (MIDEPLAN1990, 14). El consumo privado real per cápita, que amenudo es un mejor indicador del peso del ajuste quelos salarios reales, cayó estrepitosamente durante el ci-clo 1980-82 e, incluso, después de varios años de cre-cimiento a mediados de los noventas todavía se encon-traba a casi un quinto por debajo del nivel anterior a lacrisis (ver Cuadro 6).

Muchas categorías de gasto social cayeron severa-mente a mediados de los ochentas y algunas se han re-cuperado. En este aspecto, como en gran parte de ladiscusión de los años posteriores a la crisis, el panora-ma se nubla por diferencias en torno a cuáles indica-dores son los más adecuados y significativos. Medidoscomo porcentaje del PIB, los presupuestos de los mi-nisterios más importantes para el bienestar básico si-guen siendo considerablemente inferiores a los nivelesde 1980. Entre ellos se incluyen el de Salud y el deEducación, así como el Programa de Asignaciones Fa-miliares (CEPAS 1992, 73). Sin embargo, como propor-ción del gasto del gobierno central, las cifras del FMIsugieren que los presupuestos de estos ministerios tie-nen niveles bastante similares a los previos a la crisis,a finales de los años setentas. La pregunta de si la ca-lidad de los servicios que se prestan sigue siendo acep-table es muy discutida en Costa Rica. El creciente girode los costarricenses adinerados hacia los serviciosmédicos privados podría sugerir parte de la respuesta.

144 Campesinos contra la globalización

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Las tasas de pobreza oficiales fluctuaban durantelos ochentas y noventas: 18.6 por ciento de la pobla-ción vivía bajo la línea de pobreza en 1987, 24.4 porciento en 1991, 20 por ciento en 1994, 14.8 por cien-to en 1995 y 21.6 por ciento en 1996 (cifras de CEPALen Inforpress Centroamericana, 13 agosto, 1992, Pág.6; ver también CEPAS 1992, 46-47 y Tico Times, 18julio, 1997). Sin embargo, algunos economistas pro-minentes sostienen que la caída después de 1992 fueproducto de cambios en la forma en que el gobiernomide la “canasta básica” usada para determinar si loshogares pobres pueden o no llenar sus necesidadesbásicas. En 1995, la “línea de pobreza” oficial era uningreso mensual de 7.054 colones, aproximadamente39 dólares, por cada miembro de la familia. Las cifras“bajas” de pobreza de principios y hasta mediados delos noventas son, sin embargo, controversiales. La Vi-cepresidenta de la República Rebeca Grynspan esti-maba en 1994 que un 30 a 38 por ciento de las fami-lias costarricenses vivían en la pobreza y que un 17 a25 por ciento lo hacían en pobreza extrema (Lara etal. 1995, 70). Sin embargo, el problema de la pobre-za no es simplemente un asunto de cuánto cae la po-blación por debajo de una línea definida oficialmen-te; vivir en la pobreza es cada vez más precario en laCosta Rica de hoy.

Un informe reciente de la Organización Internacio-nal del Trabajo en el que se celebra la experiencia deCosta Rica al ajuste, indica que entre 1980 y 1990 elpaís llevó a cabo la segunda mayor reducción de em-pleo en el sector público en el hemisferio (después deChile). En contraste con el resto de América Latina, in-dica el informe, la expansión del sector informal –ven-dedores callejeros, comida en las aceras y puestos dereparación de zapatos, etc.– ha sido insignificante. Elreporte alaba el gran aumento del empleo –del 14 al 22por ciento de la fuerza laboral urbana– en “pequeñasempresas privadas” (Latin America Weekly Report, 29octubre, 1992).

Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 145

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Estas conclusiones resaltan una forma en que de-finiciones cambiantes e influenciadas por la política deindicadores claves se han utilizado para hacer que pro-cesos económicos problemáticos parezcan favorables.La energía empresarial que se concentra en las “mi-croempresas” ha sido un asunto de fe para los teóricosneoliberales, al menos desde la publicación en 1986del influyente tratado del peruano Hernando de Soto,El otro sendero (1989). Las microempresas tambiénhan sido la piedra fundamental de las estrategias neo-liberales para la recuperación y el crecimiento econó-mico. En Costa Rica, el interés por hacer surgir estenuevo sector hizo que en 1987 se hicieran cambios enlas encuestas utilizadas para medir empleo, ingresos ynivel de vida. Después de mantenerse prácticamenteconstantes entre 1980 y 1986, la categoría “autoem-pleado” se amplió para incluir más clases de trabajado-res del sector informal y saltó, para sorpresa de nadie,de un 3.6 por ciento en 1987 al 22.9 por ciento de lafuerza laboral y subió al 24.8 por ciento para 1991. Sinembargo, estos “trabajadores independientes” no eranalgo de lo que pudieran alardear los neoliberales: el53.5 por ciento estaban por debajo de la línea de po-breza en 1991, en contraste con el 39.8 por ciento delos trabajadores que devengaban un salario (CEPAS1992, 41, 49).

Los cambios en las definiciones de otros indicado-res también han afectado la comprensión del impactodel ajuste. Esto es más evidente en cifras sobre el gas-to social. En 1987 se modificaron los métodos para re-gistrar algunas transferencias de fondos y servicios en-tre las instituciones del sector público. Estos cambioscontables tienden a “consolidar” ciertos tipos de gastopúblico, un efecto que está en consonancia con los ob-jetivos del FMI y del Banco Mundial, ya que los fondosenviados por un ministerio a otro no contaban dos ve-ces como ingresos. Pero algunos tipos claves de gastosocial, como el Programa de Asignaciones Familiaresque incluía desembolsos a numerosas organizaciones

146 Campesinos contra la globalización

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del sector público, se seguían contabilizando con losmétodos anteriores. Esto dificultaba poder decir hastaqué grado la aparente recuperación de algunos tipos degasto social era real y hasta qué grado simplemente re-flejaba mecanismos contables (Ibid., 91-92). También,en algunos casos, la aparente salud fiscal oculta reali-dades inquietantes. El presupuesto del sistema de se-guridad social, por ejemplo –el cual es responsable delas clínicas y hospitales públicos, así como de las pen-siones por invalidez, vejez y muerte– había recuperadosu condición previa a la crisis para 1987 y la mantuvoen la década de los noventas. No obstante, la institu-ción sufre de una creciente y severa escasez de equi-pos, medicamentos y personal, ya que el gobierno cen-tral retrasa los desembolsos de fondos prometidos enun esfuerzo por mantener bajo el déficit (Ibid., 73; In-forpress Centroamericana, 26 marzo, 1992.)

Como si no fuera suficiente con haberse desecho lared de protecciones sociales, el auge de las exportacio-nes también daba señales de volatilidad considerable–las tasas de crecimiento de las exportaciones no tra-dicionales cayeron estrepitosamente a inicios de la dé-cada de los años noventas y luego subieron a mediadosde este período (Cuadro 6)–. La desaceleración a iniciosde los años noventas se relacionaba, inicialmente, conla recesión mundial, pero también surgió de la suspen-sión temporal y de la inminente expiración de los sub-sidios de los CATs, de la condición de Costa Rica como“proyecto piloto” del ajuste en Centroamérica y del tipode ventajas comparativas que se le había exigido quedesarrollara. En febrero de 1991, la Sala Constitucio-nal de Costa Rica detuvo el programa de CATs argu-mentando que los subsidios violaban “el principio deigualdad en el pago de impuestos públicos” (Tico Ti-mes, 8 de febrero, 1991, Págs. 1, 22). De súbito, un in-centivo crítico para los exportadores no tradicionalesse evaporó; aunque se restauró poco tiempo despuésno se otorgó ningún CAT nuevo después de 1993. En1991, el gobierno prometió finalizar el programa de

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CATS en 1996, pero luego pospuso la fecha de expira-ción hasta 1999.33 Es claro que las exportaciones notradicionales han disminuido la vulnerabilidad del paísante las bruscas fluctuaciones que durante muchotiempo caracterizaron los mercados de productos pri-marios, como los del café y el banano. Más allá de eso,sin embargo, tienden a ser actividades de poco valoragregado que generan empleo de baja remuneración ycontribuyen solo marginalmente con procesos de acu-mulación sostenidos y autónomos.

El “éxito” inicial de Costa Rica con las exportacio-nes no tradicionales paradójicamente también amena-zaba la ventaja sobre los países vecinos para atraernuevas inversiones. La nueva inserción del país en losmercados internacionales se basaba en la abundantemano de obra barata y tierras fértiles, así como en uncontexto institucional que obstaculizaba la organiza-ción laboral, daba garantías al capital y no regulaba eluso intensivo de los agroquímicos que acompañaban la“agricultura de cambio”. Pero, conforme otros paísescentroamericanos que pagaban salarios más bajosseguían el liderazgo de Costa Rica a finales de losochentas y principios de los noventas, competían pordesarrollar las mismas ventajas comparativas y por en-viar a los mercados extranjeros los mismos tipos deproductos. En vez de promover ventajas comparativasbasadas en la inversión de capital humano y la cons-tante innovación tecnológica necesaria para sobreviviry prosperar en el mundo de hoy, Costa Rica se habíaconvertido –con un costo muy alto para su pueblo– enun jugador trágicamente pasivo en un mundo cada vezmás integrado y competitivo.

El colmo de la ironía de la experiencia de Costa Ri-ca con el neoliberalismo es que, a pesar del acuerdo delPlan Brady de 1990, no le significó más que una reduc-ción momentánea de la deuda total; de hecho, la deu-da a mediados de los noventas es más o menos la mis-ma que en 1980, al inicio de la crisis. Es claro que el

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país estaba en mejor posición para cumplir con susobligaciones, pero al verse enfrentados a mercados vo-látiles para las exportaciones claves no tradicionales ya un déficit sostenido en la balanza de pagos —signosambos de los límites del modelo—los gobiernos costa-rricenses tuvieron que seguir siendo sujetos de la dis-ciplina de las instituciones financieras internacionales,buscando nuevos créditos para cubrir los anteriores,prometiendo nuevos recortes del gasto público y obte-niendo la más frágil y desigual de las recuperacioneseconómicas. Los proponentes de los nuevos préstamossostienen que la mayoría son créditos multilaterales ainterés bajo, a mediano y largo plazo, con períodos degracia muy generosos. Pero con la deuda todavía en ni-veles altos, muchas metas macroeconómicas sin lo-grar, una mayoría con menos acceso a los servicios so-ciales, un quinto de la población sumida en la pobrezay un crecimiento errático en los sectores más dinámi-cos después de una década de estabilización y ajuste,Costa Rica difícilmente constituye una clara historia deéxito del libre mercado.

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“Los productos agrícolas son los que generan divisas al país”. Sim-patizantes de UPANACIONAL, 1983 (Cortesía del Centro Nacional deAcción Pastoral).

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150 Campesinos contra la globalización

La marcha campesina de 1986 se convierte en un amotinamiento.(Cortesía del Archivo Nacional de Costa Rica)

Policía antimotines ataca la marcha campesina en 1986. (ArchivoNacional de Costa Rica)

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Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 151

Gas lacrimógeno en las calles de San José, 1986. (Archivo Nacionalde Costa Rica)

Participantes en la manifestación comen en las gradas de la Catedraldespués de la marcha campesina de 1987 en San José. (Centro Na-cional de Acción Pastoral)

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152 Campesinos contra la globalización

Representantes del comité directivo de ASPPAS, 1988. A la izquier-da, el presidente de ASPPAS, Higinio Rodríguez; de pie, con gorra,Ezequiel Gómez; a la derecha, en camiseta a rayas, Marcos Ramírez.(Centro Nacional de Acción Pastoral)

“Producción vertical, organización horizontal”. Miembros de la coo-perativa marchan en Santa Bárbara de Santa Cruz, 1988. (CentroNacional de Acción Pastoral)

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Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 153

“Por el derecho a la producción, el trabajo y la vida”. Bloqueo de lacarretera en Santa Cruz, junio de 1988. (Centro Nacional de AcciónPastoral)

Bloqueo de la línea del ferrocarril en Guácimo, junio de 1988. (Cen-tro Nacional de Acción Pastoral)

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154 Campesinos contra la globalización

Guardias Rurales avanzan hacia la “Muni”, junio de 1988. (Cortesíade La Nación)

Asamblea campesina en Veintisiete de Abril, Santa Cruz, 1988. (Fo-to del autor)

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Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 155

“En la cárcel, vamos acomer cemento”, 1988.(Foto del autor)

“Detenida por ser agri-cultor”, 1988. (Foto delautor)

Productores de cacao marchan por mejores condiciones de produc-ción, 1989. (Centro Nacional de Acción Pastoral)

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“Esta es Radio Santa Clara…” Transmisión de un programa campe-sino, 1990. (Centro Nacional de Acción Pastoral)

Ministro de Agricultura, José María Figueres, se dirige al Congresode UPANACIONAL, 1989. El líder de UPANACIONAL, Guido Vargas,con sombrero blanco. (Centro Nacional de Acción Pastoral)

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Capítulo 1 • El surgimiento y la desaparición… 157

Pago por cosechas perdidas, 1990. (Centro Nacional de Acción Pastoral)

Empacando jengibre orgánico para la exportación, 1991. (Centro Na-cional de Acción Pastoral)

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Notas

1 Sobre la “leyenda blanca”, ver Heath (1970) y Creedman(1977). La bibliografía crítica es ahora bastante extensa.Entre las mejores síntesis están Gudmundson (1986) yAcuña y Molina (1991). Ver también Fonseca (1983), Moli-na Jiménez (1991) y Samper (1990).

2 La llegada del café, según demostró Gudmundson sin dejarlugar a dudas, inicialmente trajo mayor homogeneidad ocu-pacional y un proceso de ruralización, conforme las perso-nas salían de los asentamientos en pueblos nucleares y sedirigían a las áreas rurales cafetaleras (1986).

3 Los análisis que le restan importancia o niegan la relevan-cia de la cultura política y de la experiencia política paraexplicar la estabilidad de Costa Rica, usualmente dan el re-formismo y las tradiciones de arreglos como un hecho da-do. En un análisis por lo demás sobresaliente, Léhoucq(1992b), por ejemplo, hace las siguientes afirmaciones con-tundentes: “Al restarle énfasis al papel del poder ejecutivoen la vida política, los políticos reformistas aumentaban losbeneficios asociados con el cumplimiento de las institucio-nes democráticas para aquellos que no ganaban las eleccio-nes presidenciales” (12, énfasis mío); “Los arreglos ofrecíanuna solución atractiva de regular el acceso a puestos públi-cos claves” (13); “La estabilidad democrática era productode una decisión por parte de los que buscaban reelegirse ysus oponentes de compartir y no monopolizar el poder delEstado” (14, énfasis mío). Uno podría preguntarse cuálesexperiencias históricas –colectivas e individuales– produ-cían estos políticos reformistas, con su proclividad a losarreglos para compartir el poder.

4 No incluyo aquí el pequeño número de casos en los que losjefes de Estado han ejercido el poder durante períodos bre-ves en calidad de designados legales o mediante arreglosentre las partes al margen de la constitución, a los que lle-gaban después de elecciones no concluyentes (para deta-lles, ver Lehoucq 1992a).

5 En contraste, la afirmación de Jonas (1984, 14) y de Sala-zar (1981, 27, 195) de que la ideología y las prácticas delPartido Liberación Nacional eran fundamentalmente libera-les (o neoliberales) es sumamente curiosa, dado que el com-promiso del PLN, al menos hasta más o menos 1980, con

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las soluciones estatistas y no de laissez-faire para los pro-blemas económicos y sociales.

6 La ley agraria colombiana de 1936, a menudo vista comouna medida socialmente progresista, en realidad les daba alos propietarios una base para reclamar legalmente tierrasusurpadas al dominio público (LeGrand 1986, 143-53).

7 Ver Edelman y Kenan (1989, cap. 2) para análisis adiciona-les del liberalismo y el reformismo inicial. Palmer (1992,1996) hace un análisis muy sugerente de la forma en quelos regímenes liberales de principios del siglo XX promovie-ron varias medidas de “higiene social” y salud pública co-mo medios para controlar la vida de las familias pobres enlas áreas urbanas.

8 No pudo ejercer los dos años restantes de su período des-pués de haber liderado un levantamiento armado quijotes-co y posteriormente fue internado brevemente en un hospi-tal siquiátrico europeo (Volio 1972, 240-49).

9 Sobre la “escasez de brazos” en una región de Costa Rica,ver Edelman (1992, 240-49).

10 Rodolfo Cerdas, hijo de un fundador del Partido Comunis-ta costarricense y politólogo que desde la década de 1970es cada vez más conservador, sostiene que el PC costarri-cense era en este período relativamente exitoso porque se-guía siendo adaptable e independiente de Moscú. Esta au-tonomía relativa era el resultado del abandono de AméricaCentral por parte la Comintern después del fallido intentopor cooptar con el nacionalista nicaragüense Augusto Cé-sar Sandino y su condena póstuma del dirigente comunis-ta salvadoreño Agustín Farabundo Martí como traidor, lue-go de que fracasara el levantamiento campesino de 1932 yde la posterior masacre de miles de campesinos por partedel ejército (1991, 279-80).

11 El sistema se financiaba mediante aportes del gobierno, losempleadores y los asegurados. En 1971 la seguridad socialse hizo obligatoria para todos los trabajadores asalariados.

12 Las alianzas y lealtades de estos años no siempre tuvieronraíces ideológicas profundas. Picado por ejemplo, al princi-pio simpatizante del fascismo de Francisco Franco (Rojas1979, 82-83), había sido una figura líder en el partido deCortés hasta diciembre de 1942, cuando Cortés perdió la

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apuesta de convertirse en el candidato del partido para laselecciones de 1944. Entonces se unió al PRN de Calderóny, a pesar de su reciente conversión, pudo participar exito-samente en la lucha por la presidencia y derrotar a Cortéscomo candidato del PRN (Brenes 1990, 22). Picado y algu-nos miembros de su familia y gobierno también tenían re-laciones comerciales cercanas con el dictador nicaragüense,Anastasio Somoza García, quien intervino en Costa Ricadurante la guerra de 1948 para tratar de impedir el derro-camiento de Picado (Edelman 1992, 236-40). Después delderrocamiento de Picado, se fue al exilio en Nicaragua, don-de se convirtió en colaborador frecuente del periódico Nove-dades, de la familia Somoza (Estrada 1967, 203, 252).

13 Que esto era menos un asunto de peso que de rapidez losugiere el hecho de que el Congreso mantuvo las eleccioneslegislativas del mismo día en las que el bloque caldero-co-munista retuvo la mayoría (Aguilar 1969, 291-92). Los co-munistas habían elegido a 12 de los 45 miembros del Con-greso y no habían querido presionar para que se anulara lavotación, a diferencia de sus aliados calderonistas, que ha-bían perdido el poder ejecutivo (Cerdas 1991, 290).

14 Los figueristas difícilmente podrían haberse alegrado con lalarga trayectoria antireformista de Ulate. Ya en 1917 habíaorganizado celebraciones callejeras para festejar el derroca-miento del presidente reformista González Flores. Los edi-toriales en su periódico, El Diario de Costa Rica, eran con-sistentemente ultra conservadores. Pero su gobierno estuvo“estigmatizado” por el papel insignificante que él había te-nido en la guerra civil de 1948 y por el prolongado atrasoentre su elección y la toma de posesión. Por lo tanto, lide-ró un gobierno débil que no significó ninguna amenaza pa-ra la transformación social radical iniciada por la Junta deFigueres (Brenes 1990, 96).

15 Las tarifas del ICE no solo eran las más bajas en AméricaCentral, sino que se mantuvieron sin ningún cambio entre1959 y 1973, a 0.13 colones (aproximadamente 0.02 dóla-res) por hora-kilovatio (Sojo 1984, 46).

16 La nacionalización fue también un castigo para los banque-ros privados, quienes habían apoyado a los calderonistas,y una recompensa para los empleados bancarios, quienesjugaron un rol central en la huelga de oposición de 1947contra el gobierno de Picado (Bulmer-Thomas 1987, 124).

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17 En 1956, el CNP se convirtió en una institución autónomadel sector público.

18 Sin embargo, esto no fue más así después de julio de 1989,cuando el colapso del sistema de cuotas de la OrganizaciónInternacional del Café trajo precios bajos sin precedentes ehizo que muchos productores abandonaran la producciónde café.

19 A una escala menor, un proceso similar de penetración delsector privado en el sector público ocurrió con ALCORSA(Algodones de Costa Rica S.A.), subsidiaria de CODESA pa-ra desmotar algodón (Edelman 1992, 319-20).

20 En julio de 1990, un agricultor de Guácimo reflexionabaamargamente sobre su experiencia con el Ministerio deAgricultura y otros extensionistas del sector público del ca-cao, haciendo eco sin querer de la visión cínica del Estadoque tienen los neoliberales: “Si el MAG desaparece, son losúnicos que lo van a notar, no los agricultores. El MAG pue-de desaparecer, no lo necesitamos para nada, porque nun-ca nos ha ayudado para nada. Lo único que ha hecho esembarcarnos en vez de ayudarnos. En un seminario deJAPDEVA sobre cacao, le pregunté al hombre; “¿Cómo esposible que cuatro técnicos hayan venido a ver mi cacao ycada uno haya dicho algo diferente? ¿A cuál le pongo aten-ción? ¿A uno o dos del Ministerio? ¿A los del banco? ¿Al deCINDE? ¡Un montón de expertos con versiones diferentes,contradictorias!”

21 Costa Rica fue, a pesar de todo, el primer país en la déca-da de 1980 en negociar un plan de pagos multianual conlos bancos privados (Vargas Peralta 1987, 205-6).

22 Después de 1985, el Congreso prohibió la relación formalde los programas de AID con el condicionamiento del FMI odel Banco Mundial, pero la coordinación informal ha conti-nuado (Kahler 1992, 112; Sojo 1991, 40).

23 En 1985, por ejemplo, un pequeño tecnicismo hizo queCosta Rica estuviera temporalmente incumpliendo las pau-tas del FMI. Los bancos se negaban a desembolsar présta-mos sin una carta del FMI. Pero la carta de la junta del FMIno se podía obtener, porque la junta no tenía reunión pro-gramada por más de un mes. Esto hizo necesarias nuevasy complejas negociaciones para reestructurar gran parte dela deuda bancaria comercial del país. Otro caso, más extremo,

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ocurrió en 1983-87, cuando el Banco Central de Costa Ricatuvo que pagar intereses por fondos de AID no desembolsa-dos que estaban depositados ahí. Para 1986, los pagos deintereses a la AID sumaban casi un tercio del déficit delBanco Central y se habían convertido en un obstáculo pa-ra las negociaciones para un nuevo acuerdo con el FMI.

24 En un esfuerzo por lo demás útil por explicar las transicio-nes neoliberales como resultado, en parte, de procesos po-líticos nacionales y no solo como el condicionamiento de lasinstituciones financieras internacionales, Bruce Wilson ha-ce la curiosa afirmación de que: “Aunque la AID y el FMIcondicionaron la ayuda al cumplimiento de ciertas condi-ciones relativas a las reformas del sistema financiero, noexigieron la desnacionalización del sector bancario de Cos-ta Rica... Cuando las reformas bancarias fueron detenidasen la Asamblea Legislativa, fue una coalición de neolibera-les costarricenses la que obligó a que pasaran las medidas,y actuaron en interés propio en vez de ser simples títeres delas agencias prestatarias internacionales” (1994, 155-56).

Es dudoso que estas afirmaciones se puedan considerarexactas incluso en el sentido literal más restringido. LaAID, en particular, presionó agresivamente la desnacionali-zación desde principios de la década de 1980. Además deretener los desembolsos prometidos cuando la AsambleaLegislativa detuvo la aprobación de reformas monetarias,también asignó fondos a instituciones financieras privadasy, junto con la Embajada de los Estados Unidos y la CasaBlanca de Reagan, aplicó una intensa presión política, tan-to sobre el poder legislativo del gobierno costarricense co-mo del ejecutivo. En 1984, el FMI también condicionó la re-novación de su acuerdo de crédito sustitutivo (standby) a laaprobación de las medidas para la reforma monetaria y eldespido de 3.300 empleados públicos (Honey 1994, cap. 4).

25 La privatización, sin embargo, a menudo significó regalías alos que ya eran ricos. Cuando las desmotadoras y los ingeniosazucareros públicos se remataron, se vendieron por solo unafracción del precio valorado (Edelman 1992, 299, 321-22).

26 Para el texto del plan, ver Céspedes, DiMare y Jiménez(1985, 199-225).

27 Las únicas excepciones fueron los dineros para el nuevoFondo de Promoción a las Exportaciones (FOPEX) y el Fondopara el Desarrollo Industrial (FODEIN).

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28 Para el texto completo del PAE II, ver “Programa de ajusteestructural”, La Nación, 5 de mayo de 1987.

29 A finales de 1990, el FMI y el Banco Mundial, que durantemucho tiempo habían estado insatisfechos con los CATs,presionaron a Costa Rica para que reformara el sistema demodo que los créditos de impuestos se basaran en un por-centaje del valor agregado local y no en el valor total de lasexportaciones.

30 Es muy probable que grandes flujos de dinero sin registrar,especialmente procedentes del tráfico de drogas, contribu-yeran al fortalecimiento de las nuevas instituciones finan-cieras liberalizadas, disminuyendo el impacto de la balan-za comercial y manteniendo tasas de cambio relativamenteestables.

31 A los inversionistas también les gustaba que la mano de obraparecía ser relativamente dócil; la democracia social enCosta Rica se había asociado con los controles sobre la fuer-za laboral organizada, una particularidad que surgió de la re-presión de los comunistas después de la guerra civil de 1948.

32 El banano, irónicamente, se cultiva cada vez más en los lí-mites de las pocas zonas silvestres que quedan en el norte,lo cual tiene efectos ambientales devastadores.

33 Ver: “Carta de intenciones entre el Gobierno y el FMI”, LaNación, 18 de octubre de 1995.

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CAPÍTULO 2“Mano dura en guantes de seda”:

Los campesinos confrontan el libre mercado

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Debemos mantener el rumbo, contra viento y marea… Ca-da paso hacia atrás envía un mensaje equivocado a losactores económicos, a los políticos y al público en general.Indudablemente, estamos en toda nuestra libertad de ex-presar lo que pensamos en reuniones, invitamos al diálo-go en seminarios, participamos en discusiones en mesasredondas, sonreímos y reímos, contamos chistes, y hastaactuamos bastante bien. Sin embargo, debajo de esta fa-chada sonriente, permanecemos firmes en nuestros pocosobjetivos seleccionados y nunca titubeamos. Nuestra ma-no dura siempre estará presente, aunque hábilmente en-fundada en guantes de seda. En política económica, a di-ferencia de lo que sucede con la estrategia militar, siemprese deben quemar los puentes.

EDUARDO LIZANO, Director del Banco Central de Costa Rica,

1984-90 (Lizano 1991, 26).

En Costa Rica, al igual que en otros países, la prisapor establecer las políticas de libre mercado provocó unacrisis de legitimidad para el Estado y dejó a los oponen-tes de las políticas de ajuste tratando de encontrar alter-nativas políticas y económicas coherentes. Este capítuloanaliza los movimientos campesinos que surgieron en laera de estabilización y ajuste económico. Además exami-na cómo convergieron eventualmente las diferentes ex-periencias regionales y organizativas, convirtiendo alcampesinado en el sector más activo en la lucha contralas políticas de ajuste estructural.

Aunque desde tiempo atrás los partidos políticoscostarricenses siempre habían patrocinado las federa-ciones de campesinos que participaban en las luchas

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por la tierra, la crisis suscitada a principios de la déca-da de los ochentas favoreció el crecimiento de nuevostipos de organizaciones de pequeños productores inde-pendientes que desafiaron los elementos claves del mo-delo económico emergente.1 En comparación con lasfederaciones más antiguas, estos nuevos grupos fue-ron más allá de la simple búsqueda de tierras paracultivar. El movimiento antiguo en pro de la reformaagraria había enfatizado las “invasiones” o las “recupe-raciones” (como lo expresaban a menudo los campesi-nos) de propiedades subutilizadas e insistía en llamarla atención del Instituto de Desarrollo Agrario (IDA).Por el contrario, las nuevas organizaciones de peque-ños productores formularon una serie de peticionesmás generalizadas y sofisticadas sobre los precios, lossubsidios para los insumos, las tasas de interés, el se-guro de cosechas, los canales de mercadeo y la asisten-cia técnica, entre otros.

Inicialmente, los choques inflacionarios desempe-ñaron un papel preponderante en el surgimiento deestas nuevas organizaciones, aunque para mediados yfinales de la década de los ochentas, cuando el movi-miento campesino alcanzó su apogeo, la tasa de infla-ción había caído y era bastante baja para los estánda-res de América Latina.2 Sin embargo, entre 1979 y1981, los precios de los insumos agrícolas importadosse incrementaron en un 600 por ciento; esto por sí so-lo contribuyó a aumentar los costos promedio de laproducción en un 310 por ciento. Durante el mismoperíodo, los precios al por mayor para los cultivos deproductos alimenticios aumentaron únicamente un180 por ciento (Villasuso et al. 1984, 65). Esta “crisisde tijera” afectó sobre todo la producción para el mer-cado nacional pero, además, equilibró en forma sig-nificativa las ganancias que de otro modo hubieranaumentado para los exportadores a causa de la deva-luación de la moneda.3

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MAPA 1Región occidental de Santa Cruz y Nicoya, Costa Rica

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Las primeras protestas

Los primeros en manifestar una respuesta políticaorganizada para luchar contra este control estricto deprecios fueron los pequeños productores de cebolla deTierra Blanca, una comunidad con una población de4,500 habitantes ubicada en las frías faldas del VolcánIrazú, a 2,100 metros sobre el nivel del mar, subiendopor una carretera angosta y ventosa doce kilómetrosdesde Cartago, la capital colonial de Costa Rica. La exis-tencia de suelos fértiles depositados por el volcán aúnactivo, la presencia de varios ríos grandes y pequeños yla frecuencia de lluvia abundante y confiable, conviertenel área en un sitio extraordinariamente bien dotado pa-ra la producción de papas y cebollas. A principios de1981, a medida que el valor del colón se desplomaba yaumentaba la inflación, los agricultores de Tierra Blan-ca y de las comunidades cercanas viajaban hasta lafrontera panameña para impedir físicamente no solo lasimportaciones legales de cebolla sino también su contra-bando, lo cual, según afirmaban, los arruinaría aúnmás. Al igual que los activistas agrarios en las primerasetapas de la organización en otras épocas y en otros lu-gares, los manifestantes mostraron una mezcla de desa-fío y respeto hacia la autoridad legal, lo que complicadescribirlos como radicales o rebeldes. Algunos arroja-ron agroquímicos tóxicos en los camiones, forzando a losimportadores a botar las cebollas, en tanto que otros or-ganizaban a sus seguidores en la Guardia Civil y la Po-licía Judicial (Organismo de Investigación Judicial, OIJ),para que les ayudaran a detectar y arrestar a los contra-bandistas de cebollas.4

Para mediados de 1981, los productores de cebollay de papa de Cartago, junto con los aliados de toda laMeseta Central de Costa Rica, habían formado laUnión Nacional de Pequeños y Medianos ProductoresAgropecuarios (UPANACIONAL), con el fin de presionaral Gobierno para que les brindara ayuda. En agosto, la

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nueva organización de campesinos marchó hacia laCasa Presidencial en San José para solicitar el refinan-ciamiento de las deudas de sus miembros, términosmás favorables para futuros préstamos, representa-ción formal en el Sistema Bancario, congelamiento delos precios de los fertilizantes y el combustible, un me-jor control de calidad para los insumos, otorgamientodel seguro de cosechas para los cultivos de vegetales ymedidas para finalizar el contrabando en las importa-ciones de cebolla (evidentemente la reforma agraria es-taba ausente de la lista, lo cual reflejaba que la base deUPANACIONAL la constituían los pequeños propieta-rios). El 1 de octubre de ese mismo año, el gobierno au-mentó en un 55 por ciento los precios de los fertilizan-tes y, cuatro semanas después, UPANACIONAL organizóotra marcha hacia la capital con una lista más ampliade peticiones. Un día después de la manifestación, co-mo para reafirmar la ineficacia de la protesta pacífica,el Gobierno aumentó de nuevo los precios de los ferti-lizantes, esta vez en un 65 por ciento (Cartín y Castro1986, 20-23). Entonces los partidarios de UPANACIO-NAL se aglomeraron en la Asamblea Legislativa con laesperanza de obtener apoyo para una reducción delimpuesto a los ingresos que percibían los exportadorescomo resultado de la diferencia entre la tasa de cambiodel mercado libre y la tasa oficial sobrevaluada (peti-ción que irónicamente no era muy diferente de las me-didas subsecuentes patrocinadas por el FMI para “uni-ficar” el mercado y las tasas oficiales de intercambio).

En diciembre, aún sin lograr que se aprobaran suspeticiones claves, los miembros de UPANACIONAL de-cidieron organizar un “paro”.5 El 15 de diciembre de1981, unos 5000 agricultores bloquearon ocho carre-teras principales en la periferia de la Meseta Central eimpidieron que los productos alimenticios llegaran alas áreas urbanas hasta tanto el Gobierno acordaranegociar sus peticiones para congelar los precios delos fertilizantes, mejorar las condiciones de crédito de los

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bancos nacionalizados e implementar las medidas pararegular los caóticos mercados de productos perecede-ros.6 “Todo lo habíamos dejado preparado”, recordabauno de los participantes en el bloqueo de la carretera:

Como se cocina con leña, entonces se había dejado leñalista en las casas y un poquito de plata y ciertas merca-derías, arroz y frijoles y papas y toda esa cuestión de no-sotros... Estábamos ya prevenidos de que seguro habíaque morir. Y entonces la familia estaba prevista de todasesas cosas. Pero gracias a Dios no sucedió eso... Nos en-viaron comida a Ochomogo, ahí fue el cierre. Recuerdoque muchas personas nos dieron el apoyo pues pasa-ban en los buses y nos felicitaban. Porque hubo trasbor-do [de un lado del bloqueo a otro]. Es un sacrificio, pe-ro los felicitamos. Y los maestros, parte de los sacerdo-tes nos apoyaron mucho.7

Los manifestantes que efectuaron el bloqueo de lacarretera estaban preparados para permanecer en elsitio hasta por un mes, pero tan solo ocho horas mástarde el Gobierno acordó negociar.8 Casi de inmediato,la Asamblea Legislativa aprobó los cambios que UPA-NACIONAL había solicitado con respecto a la Ley de laMoneda y entonces la organización acordó suspendersu “paro”, aún sin que se resolvieran otros asuntospendientes (Cartín y Castro 1986, 23).

A pesar de estos inicios tumultuosos, UPANACIO-NAL surgió rápidamente como la más moderada de lasnuevas organizaciones campesinas. Tenía su base so-cial entre un sector de campesinos que habían sido “loshijos predilectos del régimen”, como había descrito elantropólogo Arturo Warman (1972) a los campesinosdel Estado de Morelos, en México. Ubicados en la Me-seta Central densamente poblada, estos productores sehabían beneficiado más que la mayoría de los residen-tes de las zonas rurales de los enormes avances delbienestar social de las cinco décadas previas. Comodueños de propiedades pequeñas pero muy producti-vas y cercanas a los mercados urbanos, no tenían que

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ir a trabajar en las plantaciones bananeras de las tie-rras bajas y, en general, no tenían mucha experienciacon los sindicatos u otras organizaciones populares (nilos necesitaban). Sin embargo, la mayoría de los líde-res y una gran proporción de los socios pertenecía a lascooperativas, especialmente a los grupos para la com-pra de agroquímicos y a las asociaciones encargadasdel procesamiento y el mercadeo de las cosechas (Car-tín y Castro 1986, 11). Aunque el enfoque local, la na-turaleza comercial y los reglamentos de las cooperativasles impedían participar en la acción política, por lo quese necesitó entonces una organización aparte para rea-lizar todos los esfuerzos posibles con el fin de presionarcomo grupo de interés, la larga historia de respaldo es-tatal al sector cooperativo facilitó los contactos, tantocon las instituciones del sector público como INFO-COOP (Instituto Nacional de Fomento Cooperativo), co-mo con los políticos locales y nacionales.

Desde el punto de vista ideológico, la mayoría departidarios de UPANACIONAL era anticomunista enextremo. Si bien la organización no era partidista yevitaba mantener lazos con los partidos organizados,la mayoría de sus miembros respaldaba con entusias-mo el modelo de desarrollo socialdemócrata de CostaRica.9 Cartago, donde se inició el movimiento, fue his-tóricamente la provincia más conservadora y devotadel catolicismo en el país (y la persona a la que solíanatribuirle la idea de formar UPANACIONAL decía quesu inspiración era producto de la intervención divi-na).10 En última instancia, estos factores hicieron quelos funcionarios gubernamentales sospecharan me-nos de UPANACIONAL y estuvieran más dispuestos anegociar las diferencias, cosa que no ocurrió en el ca-so de las organizaciones campesinas más militantes(Román 1993, 188).

El hecho de que este sector de la población rural,históricamente privilegiado, fuera el primero en protes-tar contra las condiciones de deterioro, podría verse como

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una medida de la severidad de la crisis económica, co-mo el resultado de una súbita caída en desgracia o co-mo una reivindicación de las teorías sobre el papel cla-ve de “los campesinos medios” en los movimientosagrarios (por ejemplo, Wolf 1969, 289-94). Aunquequeda claro que todos estos elementos entraron en jue-go, de seguro es aún más revelador examinar los facto-res particulares que llevaron a los quietos campesinosde Cartago a movilizarse. Los precios de las cebollas ylas papas, principales cultivos de los agricultores deCartago, eran muy inestables, a diferencia de los pre-cios del café y de los granos básicos. La intervencióngubernamental en el mercado consistía en realizar im-portaciones ocasionales cuando los precios estaban al-tos y no en apoyar los precios de los productores.11 Losagricultores seguían muy de cerca las variaciones delos precios en diferentes regiones y frecuentemente via-jaban por toda Costa Rica en sus propios camiones pa-ra aprovechar las condiciones favorables de los merca-dos distantes. Este patrón de movilidad geográfica,inusual para los campesinos más prósperos de las re-giones altas de Costa Rica, les proporcionó a los agri-cultores de Cartago las conexiones necesarias con suscontrapartes en toda la Meseta Central. El hecho deque muchos pequeños productores de café tambiénsembraban tomates, pepinos y otros cultivos perecede-ros, les facilitó una red regional de contactos con losagricultores de vegetales y también los unió con el sec-tor exportador más importante de Costa Rica, el cualestaba muy afectado después de una disminución sú-bita en los precios mundiales en 1979.

Muchos campesinos consideraban cualquier sindi-cato no solo como un “peligro” sino, también, como“una cosa comunista” y el tradicionalismo político de labase de UPANACIONAL complicó inicialmente la orga-nización.12 En Cartago, como en cualquier otro sitio,las organizaciones campesinas nuevas evitaban utili-zar el nombre de sindicato y preferían emplear otros

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nombres que no estuvieran asociados con la izquierdamarxista, tales como unión o asociación. En últimainstancia, redes muy sólidas de familiares y amigoscercanos de los pueblos pequeños en las inmediacio-nes de Cartago, proporcionaron foros seguros de discu-sión y fuentes confiables de reclutamiento.13 Los sacer-dotes que simpatizaban con la organización utilizaronla misa para mitigar los temores políticos y las radioe-misoras locales difundieron un mensaje de unidad. Alparecer la religiosidad de los partidarios de UPANA-CIONAL le infundió al novedoso movimiento cualidadescasi milenarias. Un organizador recordaba haber llega-do con un grupo pequeño a las comunidades localiza-das en la región occidental de la Meseta Central:

Era como una fiesta. Nos recibieron con tamales de cer-do y hasta música y muchas expresiones de afecto ynos daban un gran apoyo y aplaudían. Ellos se sentíancomo que iba a ser la solución. Como bíblicamente,ahora analizándolo yo, lo veo como cuando los judíos,cuando les dijeron “aquí está la salvación”. Éramos co-mo parte de la solución. Nos dieron una gran manifes-tación de alegría.

Por supuesto que UPANACIONAL no podía solucio-nar las terribles incertidumbres de la crisis económica,pero de hecho logró un éxito notable, aún en sus pri-meros años. En 1981, la organización logró independi-zarse de los intermediarios comprando grandes canti-dades de insumos (semilla, agroquímicos, etc.) al pormayor para venderles a los miembros a precio de costo.También convenció a los legisladores para que asigna-ran fondos para subsidiar los fertilizantes y autorizaranla creación de una compañía de mercadeo controladapor el campesinado para vender productos perecede-ros.14 En dos años, UPANACIONAL consiguió que susmiembros estuvieran cubiertos por la seguridad social,tasas de interés preferenciales para préstamos a lospequeños y medianos agricultores, así como reduccio-nes en los precios de los fertilizantes. Para 1984, ya la

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organización contaba con doce mil miembros que pa-gaban las cuotas y que se encontraban agrupados enunas 35 secciones en toda la Meseta Central, así comoen algunas zonas remotas en el norte y el sur (Hernán-dez Cascante 1990b, 12-15).

Las alternativas de los militantes

Mientras UPANACIONAL, con sede en las regionesaltas dedicadas a la siembra del café y las hortalizas,se convertía en la organización campesina más gran-de del país, otro tipo de organización emergía en laszonas bajas de la periferia.15 A mediados de la décadade los setentas, se inició la emigración de una peque-ña cantidad de individuos de la ciudad al área rural,muchos de ellos hijos o nietos de campesinos queabandonaron la ciudad y se trasladaron a las regionesmás pobres de las llanuras, lejos de la Meseta Central.Formaban parte de una generación que había experi-mentado una rápida movilidad geográfica y social yque estaba profundamente influenciada por el antiim-perialismo y el internacionalismo de la revolución cu-bana y la Nueva Izquierda de la década de los sesentas.Muchos habían participado en movimientos estudian-tiles, tales como las manifestaciones y protestas ma-sivas contra las concesiones de bauxita otorgadas aALCOA, la multinacional de aluminio, las cuales con-vulsionaron San José en 1970.16 Algunos de los queposteriormente se convirtieron en dirigentes promi-nentes de las organizaciones campesinas, al principiotuvieron lazos con el Movimiento Revolucionario delPueblo, o MRP, un pequeño partido ultra izquierdistaque, inspirado en los eventos acaecidos en otros sitiosde Centroamérica, envió grupos pequeños para orga-nizar una base de apoyo en el campo.17 En algunoscasos, jóvenes emigrantes de la zona central de Cos-ta Rica ayudaron a formar organizaciones grandes y

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militantes de trabajadores agrícolas, pequeños pro-ductores y campesinos sin tierras.

Wilson Campos, fue un activista que participó ensu adolescencia en una organización local de UPANA-CIONAL en su comunidad natal en una zona dedicadaal cultivo de hortalizas en las tierras altas de la provin-cia de Heredia. En una entrevista realizada en 1990,Campos recordaba su propia evolución política y losmotivos más complejos que lo condujeron a cambiar larelativa comodidad de la Meseta Central por una vidadifícil en las tierras bajas del norte de Guatuso:

Es un asunto de creencias. Yo vengo de una familia cris-tiana, católica, de campesinos y entré mucho al trabajode mi padre. …Entonces siempre fui productor de hor-talizas, de tomate, chile, vainica. A mi también mi papáme escogió para ir a la universidad, fui el único hijo es-cogido para ir a la universidad. Estuve dos años en launiversidad, …en la UCR, parte de una generación muyvinculada a la lucha popular aquí. Entonces, tuvimosvínculos con la izquierda, en aquel tiempo. Y estaba to-da la lucha de guerra contra la dictadura somocista enNicaragua y la guerra salvadoreña. Andaba mucho entodo, mucho en esas cosas porque aquí nadie escapabaa eso, era muy fuerte… Yo ya desde el colegio estabamuy vinculado con la lucha. …Entonces yo me voy alnorte, y mis compañeros, en Santa Bárbara de Herediame ayudaron mucho económicamente, habíamos for-mado un grupo, un grupito de compañeros y pensába-mos todos irnos al norte algún día… Yo aproveché untrabajo del Gobierno, del Ministerio de Salud, para en-trar a esa zona, porque si no, no podía. Guatuso es unazona muy marginada… Los problemas eran muy graves,no había ni siquiera carretera… Para dos mil familias nohabía cien letrinas… Yo tenía 22 años y además me ca-sé muy joven.

Los años a principios y mediados de la década delos ochentas, aparte de la crisis económica severa, fue-ron especialmente difíciles a lo largo de la frontera nor-te del país. “Yo era muy marcado como dirigente comu-nista”, comentaba Campos:

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Porque en ese tiempo había una situación muy conflic-tiva con Nicaragua, una guerra. Entonces, formar ungrupo campesino en Guatuso era para ellos un argu-mento para decir que éramos colaboradores del FrenteSandinista, que éramos comunistas, que queríamos en-fregar la cosa… En Upala [un cantón adyacente a Gua-tuso], un dirigente campesino, Antonio Mendoza, fueasesinado por la contra. Los ganaderos contrataron aun grupo contra [para matarlo]. En ese tiempo, cuandoalguien moría en la zona se decía que era por el enfren-tamiento entre los contras y los que supuestamente co-laboraban con el Frente Sandinista... Muchas veces en-contramos campamentos abandonados, los paracaídasen la montaña, es tela muy buena. Y nosotros todos fui-mos amenazados, claro. Yo por lo menos, recibí varias…Los contras enviaban papeles, donde decían una frase“vamos de fiesta”, que significaba una golpiza, unamuerte en este caso.18

Campos sobrevivió a las amenazas, participó ennumerosas ocupaciones de tierras y formó la Uniónde Campesinos de Guatuso, UCADEGUA, en 1985.19

Un año después, UCADEGUA obtuvo la cobertura delseguro social para sus miembros, además, tenía unprograma radiofónico de difusión diaria en una emi-sora local que pertenecía a la Iglesia Católica y eraadministrado por un sacerdote simpatizante de ori-gen campesino. La organización continuó apoyandolas invasiones de tierras, pero también inició un pro-grama importante (con el apoyo de los gobiernos deCanadá y Costa Rica) para construir letrinas y acue-ductos. De acuerdo con Campos fue “una lucha másintegral, por la tierra, por la producción, por la co-mercialización, la salud, la cultura campesina y conun concepto de solidaridad diferente”.

La lucha en la Costa Atlántica

La Unión de Pequeños Agricultores de la RegiónAtlántica, UPAGRA, liderada por Carlos Campos, un

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carismático ex-estudiante de ingeniería oriundo de SanJosé, fue en muchos sentidos el esfuerzo más exitosode organización rural iniciado por el MRP.20 Fundadaen 1978 en el cantón de Guácimo, en la Zona Atlánti-ca, UPAGRA libró primero una lucha con el ConsejoNacional de Producción, CNP, a favor de los agriculto-res de maíz que buscaban precios más elevados, un pa-go más oportuno y un fin a las prácticas corruptas comopagar por menos que el peso entregado por el agricultory cobrar multas excesivas si el grano tenía humedad ysuciedad. Este esfuerzo, el cual obtuvo concesiones sig-nificativas del Gobierno, le significó a la organizaciónun amplio apoyo entre los pequeños propietarios cam-pesinos alrededor de Guácimo. Muchos de estos cam-pesinos eran trabajadores que habían sido despedidosde las grandes plantaciones bananeras de la región yquienes, por no poseer tierra alguna, tenían que pagaralquiler o establecerse ilegalmente en terrenos desocu-pados para sobrevivir como agricultores. La organiza-ción comenzó a estudiar la posibilidad de ocupar algunasde las propiedades desocupadas en su área de influen-cia, en parte para solventar las carestías de estos cam-pesinos necesitados de tierras y también, como algunoslíderes lo admitieron posteriormente, para mantener aUPAGRA “viva” después de la “euforia” del “triunfo” enla lucha por los precios del maíz.

En 1979 campesinos partidarios de UPAGRA inva-dieron una gran finca ganadera subutilizada que per-tenecía a Ganadera Industrial Neguev, ubicada preci-samente en el sitio donde la organización tenía su mayorconcentración de apoyo, en el pueblo de El Hogar (Ri-vera Sánchez 1991, 30-31).21 Al principio la policía de-salojó a los “invasores”, quemando los cultivos y losranchos. Sin embargo, un año después, la ocupaciónde Neguev hizo que el Estado expropiara parcelas ylas distribuyera entre muchos de los campesinos. Noobstante, también provocó que UPAGRA entrara enun conflicto a largo plazo con el Instituto de Tierras y

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Colonización (luego el IDA), el cual trató de impedirque muchos campesinos recibieran el reconocimientooficial de las parcelas que ocupaban o les solicitó efec-tuar pagos substanciales para cubrir los títulos, elcosto de la tierra y otros gastos de la institución (verAnderson 1990a, 106-7). En 1982, el gobierno presen-tó cargos, con poca evidencia, de que el establecimien-to en Neguev se había convertido en un campo de en-trenamiento para la guerrilla del MRP (La Nación, 15de julio, 1982, p.1).

La histeria oficial sobre las organizaciones campe-sinas de izquierda se alimentó de la información exa-gerada y a menudo acrítica obtenida por los órganosde inteligencia, así como también de la polarización yviolencia crecientes en Costa Rica y en otros países deCentroamérica. Sin embargo, pasó por alto una ironíacentral en las políticas internas de las organizaciones.Los dirigentes de los grupos que con mayor frecuenciapatrocinaba el MRP, en particular UPAGRA, aunqueoriginalmente toleraron la disciplina centralizada deun partido leninista, después de haber invertido cincoo más años en el campo, decidieron de todas formasque solo podrían servir a los verdaderos intereses delos campesinos mediante una verdadera autonomíaorganizacional.

Hasta cierto punto, el ímpetu para obtener la in-dependencia organizacional se derivaba de la larga ydesagradable historia de manipulación y control delos movimientos populares por parte de los partidospolíticos. No obstante, también reflejaba el reconoci-miento de que los representantes de una organizacióncampesina que no le debía lealtad a un partido políti-co estaría en mejor posición para negociar con el Go-bierno. En cualquier caso, ya para inicios de la déca-da de los ochentas, la izquierda organizada comenzóa desintegrarse, a pesar de la difícil crisis económica.22

Al respecto, una historia oficial de la organizacióncomentaba en 1985, con escasamente disimuladodesdén, que:

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Nosotros nacimos al calor de una lucha, una lucha dadapor cinco mil agricultores de maíz en 1978. Tuvimos enese momento ingerencia y recomendaciones de un parti-do político. Cuando en 1981 nos decidimos por nuestratotal independencia, nuestra organización empezó aconstruirse. Hoy en día somos orgullosos de nuestra in-dependencia política, hoy en día somos orgullosos de serlos edificadores del futuro que queremos tener.Nuestro deseo de hacer las cosas bien, bien para losproductores, para el pueblo que cree en nosotros, hizoque el apoyo partidario y sus intereses chocaran con losde la organización. Se nos advirtió que era necesariocontar con la guía de una vanguardia, pues si no perde-ríamos la perspectiva y desapareceríamos; hoy el parti-do desapareció y UPAGRA existe23 (UPAGRA 1985, 2, ci-tado en Mora Alfaro 1987, 157-58).

Los pequeños productores y la “agricultura de cambio”

Desde 1985, el Programa de Ajuste EstructuralEconómico cambió radicalmente las reglas macroeco-nómicas del juego para los productores agrícolas, tan-to los campesinos como los grandes agricultores. A pe-sar del entusiasmo oficial por las “exportaciones notradicionales”, a lo que el Presidente Oscar Arias llamó“la agricultura de cambio”, la mayoría de los pequeñospropietarios costarricenses, carentes de capital y de ex-periencia con las últimas técnicas productivas y admi-nistrativas, hallaron difícil o imposible participar en lanueva estrategia de desarrollo.24 Los que lo hicieron amenudo experimentaron pérdidas devastadoras cuan-do los mercados se inundaron (por ejemplo: con carda-momo o con yuca y otros tubérculos), o cuando los cul-tivos fueron afectados por enfermedades (como sucedióen el caso del cacao). De hecho, el capital costarricen-se en general enfrentó una fuerte competencia con lascompañías transnacionales. Un informe confidencialelaborado por el Banco Nacional de Costa Rica en 1988

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señaló que los extranjeros poseían el 40 por ciento delárea sembrada de macadamia, el 80 por ciento del áreacultivada con cítricos, el 46 por ciento del área ocupa-da por la piña, el 80 por ciento del área sembrada conhelechos ornamentales y el 52 por ciento del área sem-brada de flores (La República, 28 de octubre, 1988, p.2).

El proceso de ajuste y estabilización que se llevó acabo desde mediados hasta finales de la década de losochentas también coincidió con los flujos cada vez ma-yores de ayuda alimentaria por parte de los EstadosUnidos (Garst 1990; Garst y Barry 1990). Impulsadopor consideraciones geopolíticas y estrictamente co-merciales, Washington comenzó a exportar granos aCosta Rica en 1982 bajo el Título I de la Ley estadou-nidense PL-480. Este programa de “Alimentos para laPaz”, que pretendía ganarse la buena voluntad en elextranjero y reducir los excedentes agrícolas en los Es-tados Unidos, proporcionó créditos blandos para finan-ciar las compras de granos. Los países importadores nosolo se beneficiaron de los ahorros de la balanza de pa-gos, sino que también revendieron los productos de Es-tados Unidos a precios de mercado a las agroindustriasnacionales, generando así moneda local que llegó a for-mar parte de los presupuestos gubernamentales. Noobstante, los acuerdos del PL-480 especificaban cuálesagencias y programas podían recibir este apoyo presu-puestario, estableciendo en efecto un nuevo tipo decondicionamiento externo como el del Banco Mundial oel del FMI.

El flujo de “ayuda alimentaria” después de 1982 tu-vo diversas consecuencias adversas para los producto-res costarricenses de granos: (1) los consumidoressubstituyeron cada vez más el maíz y arroz producidosen el país por los productos derivados del trigo importa-do; (2) la inundación del mercado con maíz amarillo ysorgo de los Estados Unidos (conocido como dumping enel lenguaje del comercio internacional) condujo a la eli-minación primero del crédito y luego de la producción,aún cuando la demanda de la industria de alimentos

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avícolas se expandía rápidamente; (3) el crédito para elarroz se restringió a las fincas que tenían riego (en par-te debido a las pérdidas del cultivo a causa de la se-quía); (4) el crédito para la producción de frijoles tam-bién se desplomó, disminuyendo en 1989 a un cuartode lo que había sido el nivel en 1985 (Torres y Alvara-do 1990, 37) y, (5) la moneda local generada por lasventas del PL-480 a los molinos harineros y a las fábri-cas de concentrados se invirtió en programas que im-pulsaron aún más la “agricultura de cambio”, orienta-da hacia la exportación a expensas de la producciónnacional de alimentos.25

En 1985, tres acuerdos claves causaron alarma en-tre los productores de maíz. En marzo, el Gobierno pre-sentó una carta de intenciones al FMI, uno de los pri-meros pasos formales para negociar nuevos créditos acorto plazo. En un característico lenguaje antiséptico,el documento especificaba que Costa Rica estaba“ajustando los precios de los granos básicos que com-pra el Consejo Nacional de Producción (CNP), con elpropósito de reducir al mínimo sus requerimientos fi-nancieros internos” (en Céspedes et al. 1985, 231). Almes siguiente, el Gobierno publicó el texto del PAE I, elprimer Programa de Préstamos de Ajuste Estructuraldel Banco Mundial en Costa Rica. Haciendo eco de lacarta de intenciones que el Gobierno le envió al FMI, elPAE I comprometía a Costa Rica a llevar a cabo una“revisión del sistema de incentivos…, de modo que losprecios de los productos agrícolas se aproximaran a los[precios] internacionales”. También establecía que lainvestigación y extensión estarían orientadas “al apo-yo de nuevas actividades de exportación” (Ibid., 211).26

Finalmente, en noviembre, la AID y el Gobierno costa-rricense firmaron un nuevo acuerdo para regular laventa a Costa Rica de 120,000 toneladas métricas detrigo y harina y 10,000 toneladas métricas de maízamarillo provenientes de los Estados Unidos.27 Elacuerdo requería que Costa Rica adoptara todas las

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medidas posibles para evitar la exportación de estosgranos o de cualquier producto derivado de ellos. Aligual que los pactos con el FMI y el Banco Mundial,este acuerdo también comprometía a Costa Rica a eli-minar todos los subsidios para los granos básicos. “Pa-radójicamente –según comentó un crítico– el Gobiernocostarricense acepta una imposición que el propio Go-bierno de Reagan no está dispuesto a adoptar, por te-mor al caos político que podría producir en la sociedadestadounidense. Los productores del tercer mundo pa-gan el precio político del subsidio otorgado a los agri-cultores estadounidenses” (Gamboa 1986, 5).28

Para julio de 1986, las implicaciones de los acuer-dos con el FMI, el Banco Mundial y la AID se aclararonpor completo. El Ministro de Economía, Luis Diego Es-calante, anunció la decisión del gobierno de disminuiren un 25 por ciento los precios fijados para los frijolesy eliminar completamente el precio fijado para el maízamarillo durante el resto de ese año y el siguiente(1987). El precio de sustentación para el maíz blancose mantendría, siempre y cuando todas las pérdidasprovenientes de las ventas por exportación de exceden-tes a precios internacionales más bajos se compartie-ran entre el CNP y los productores. Eventualmente, sinembargo, Escalante afirmó que todos los subsidios pa-ra el sector agrícola tendrían que eliminarse. Estos se-rían compensados, afirmó, poniendo a disposiciónnuevos préstamos para los pequeños productores decultivos de exportación no tradicionales y abriendonuevos mercados en el exterior (Gaete, Garro y Rivera1989, 20-21). No obstante, la cuota del crédito banca-rio para el sector privado destinado a la agriculturadisminuyó del 16 por ciento en 1985 al 12 por cientoen 1987, mientras que la cuota para los préstamos al“pequeño productor”, con tasas de interés más bajas,cayó del 4 al 2 por ciento (BCCR 1988). El total nomi-nal que se le asignó a los pequeños agricultores habíadisminuido tan solo levemente desde principios de la

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década, de 3.645.6 millones de colones en 1980 a3.381.4 millones de colones en 1985, pero en términosdel dólar esto representaba una disminución de 346.5millones a 66.6 millones de dólares (BCCR 1986, 21).29

Para colmo de males, los avíos o las estimacionesbancarias de los costos de operación no lograronmantenerse al ritmo con la inflación, por lo tanto, eranecesario que las personas que solicitaban préstamostuvieran otras fuentes de capital.

Cada vez más, en las regiones productoras de maízde Costa Rica, la falta de incentivos para la producciónde granos básicos llevó a los pequeños propietariosagrícolas a relacionar el objetivo amenazado del campe-sinado de producir el alimento para la familia con la se-guridad alimentaria nacional o “soberanía alimentaria”.La nación se convirtió, a los ojos de muchos, en unagran familia rural, incapaz de satisfacer sus necesida-des de consumo, lo cual ponía en riesgo su supervivencia.30

La notoria presencia extranjera en los nuevos sectoresde exportación y el conocimiento de que los dolorososcambios económicos se produjeron, en parte, a raíz delas demandas de las agencias internacionales financie-ras y de cooperación, generó un resentimiento adicio-nal. El Estado reformista obtuvo parte de su legitimidadal proteger a los pequeños propietarios productores degranos otorgándoles crédito subsidiado, garantizando lacompra de los cultivos a precios de sustentación y brin-dándoles generosos programas de asistencia técnica.Con “la agricultura de cambio”, el Estado traicionó lasexpectativas de benevolencia que se habían desarrolla-do durante más de cuatro décadas.

UPANACIONAL, la organización políticamente mo-derada de pequeños propietarios, emitió a mediados de1986 una declaración conjunta con diversas cámarasde grandes productores, la cual reflejaba estas ideas:“Nadie... puede garantizar, si dejamos de producir ali-mentos, que en el futuro los conseguiremos a preciosmás bajos que nuestros costos de producción y, lo que

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es más grave, si habrá seguridad en el abastecimiento”(citado por Vermeer 1990, 53).

Otras diez organizaciones, lideradas por la organi-zación radical de la zona Atlántica, UPAGRA, le presen-taron al Presidente Oscar Arias una petición en la quele solicitaban que se cancelaran los cortes en los pre-cios de sustentación y en el crédito para el maíz y losfrijoles, además, lamentaban la “ausencia de la másmínima orientación en materia agraria y los efectos dela profunda crisis económica que golpea a nuestro pue-blo” (citado en Sibaja 1986, 17). Ellos terminaban lacarta afirmando que viajarían a San José el 17 de se-tiembre para recibir la respuesta del Presidente en per-sona, lo que dejó en claro no solo su desesperación sinotambién su convicción de que los políticos costarricen-ses eran en cierto modo abiertos y accesibles, aún entiempos de crisis.31

El 17 de setiembre de 1986, unos mil miembros deUPAGRA y grupos aliados, entre ellos muchas mujeresy niños, marcharon en San José para solicitar mejorescondiciones de producción y “el derecho a continuarsiendo productores”.32 Específicamente, le solicitabanal gobierno apoyo para aumentar la productividad delos pequeños productores, un margen de ganancia ga-rantizado que reflejara mayores costos, un aumento enla asignación de créditos blandos y cambios en la “ta-bla de castigo” del CNP, la cual enumeraba los castigosotorgados a los granos con niveles elevados de hume-dad o contaminantes. Inicialmente, los manifestantesse dirigieron hacia la Casa Presidencial, ubicada en Za-pote, un barrio del sureste de la ciudad, con la espe-ranza de que el presidente los recibiera, pero la policíales bloqueó el camino. Entonces se fueron al centro deSan José y se sentaron en medio de la Avenida Cen-tral, frente al Banco Central. Dentro del edificio, segúnafirmó un líder de la manifestación, se encontraba elDirector del Banco, Eduardo Lizano, “uno de los res-ponsables de imponer las políticas del Fondo Monetario

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Internacional, que estrujan a la clase necesitada” (ci-tado en La Nación, 18 de setiembre, 1986, p. 10A). Lapolicía antimotines les ordenó a los manifestantesque se dispersaran y después de una confrontaciónde tres horas comenzó el ataque policial con palos ygases lacrimógenos.

Para ir a la marcha, Célimo Vargas se había despla-zado desde Río Jiménez, un centro fuerte de UPAGRAen las afueras de Guácimo. “Al principio todo estabamuy bonito ahí en la marcha”, recordaba don Célimo,

…pero después cuando se vinieron los gases ahí, ahí enla esquina de Monumental, ya empezaron gases ahí, ahíme asusté yo, porque yo creí que estaban disparandoporque pegó un…, ¿cómo se llama eso?, un…, una bom-ba, una bomba de gas, pegó un vidrio de arriba, y en-tonces cayeron como los pedazos por todas partes. Co-rrí yo, todo el mundo pues ya estaba corriendo, ¿eh?, yde ese lado había entonces dos campos de humo, habíahumo allá y humo acá, había que correr para abajo, pe-ro entonces ya, ya abajo estaban tirando también en laesquina de los helados... Y yo me acordé que yo andabauna naranja en la, metida en la bolsa de la camisa yapelada, entonces la agarré, la sequé en el pañuelo y mela puse así en los ojos y crucé no más las calles y crucéhacia el parque y ya me encontré con otro grupo y ahíme dicen: “vamos para la Catedral”.

Después de la primera embestida, algunos mani-festantes respondieron lanzando piedras y palos, yafuera a la policía o al Banco Central.33 La policíaarrestó a trece de ellos. No obstante, la mayoría sim-plemente corrió y buscó refugio en la Catedral. Un jo-ven campesino de Limón que se refugió en la Catedralrecordaba:

Entonces ahí estuvimos tres días y allí nos vacilarontambién porque eso fue un vacilón, porque inclusivehasta el obispo se comprometió con los campesinos. Sehizo allí un libro que yo lo tengo todavía, que se llamaPlan de Fomento Maicero. El Plan de Fomento Maiceronació allí. Y, por cierto, yo venía entusiasmadísimo,

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cuando me dieron ese, cuando ya pasó todo, porque enla Iglesia el Obispo se comprometió con los campesinosque se les iba a resolver el problema y Margarita [Penónde Arias, la Primera Dama] llegó hablando muy bonito.Pero dijo una frase que sí no la olvido, sí, no la olvidoque ella dijo, “Oscar y yo somos buena gente, queremosayudarlos pero no podemos”. Entonces ella dijo muchí-simo: “no podemos”, o sea..., no somos los que manda-mos en este país.

La brutalidad de la acción policíaca, leve para losestándares de Centroamérica, pero drástica para Cos-ta Rica, así como también las fotografías publicadaspor los medios de comunicación en las que muestran acampesinos que se vieron forzados a buscar refugio enla Catedral, impactaron incluso a aquellos costarricen-ses que no simpatizaban con las reivindicaciones de losagricultores. Para los campesinos, la agresión policía-ca en la marcha y el incumplimiento de las promesashechas en la Catedral se convirtieron en símbolos cla-ves de su nueva relación conflictiva con el gobierno. Lapercepción bastante exacta de que incluso un presi-dente bien intencionado no podía hacer nada para en-frentarse a las instituciones financieras internaciona-les, fomentó una creciente sensación de desespero yuna mayor militancia.

La negociación de la cuestión agraria

En cierta forma, al Presidente Oscar Arias se le di-ficultó mucho más enfrentar el problema agrario queresolver los conflictos militares en el resto de Centroa-mérica, por lo cual obtuvo el Premio Nobel de la Paz en1987. De hecho, los asesores cercanos de Arias han se-ñalado que su administración no pudo oponerse simul-táneamente a las políticas neoliberales de Washington ya la guerra contra la Nicaragua Sandinista. Arias se opu-so firmemente a la determinación de la administraciónReagan de ubicar a miles de contras nicaragüenses en

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suelo costarricense. No obstante, tuvo que tratar deapaciguar a los encargados de elaborar las políticas delos Estados Unidos, aceptando sus recomendacionescon respecto a la política económica, incluyendo las re-formas bancarias, presupuestarias y de los precios, lascuales habían enfadado tanto a los campesinos pro-ductores de maíz (Honey 1994, 89-90).

Durante la administración Arias hubo tres minis-tros de agricultura, cada uno de los cuales expresó unmayor compromiso con el liberalismo económico y to-mó una posición más intransigente hacia las organiza-ciones campesinas. En el gabinete de Arias, el Ministe-rio de Agricultura se dio a conocer como el puesto“quema-ministros”.35 Poco tiempo después del ataqueocurrido a los manifestantes campesinos en setiembrede 1986, el primero de estos ministros, Alberto Esqui-vel Volio, hizo concesiones y canceló los recortes pla-neados en los precios de sustentación para el arroz y elmaíz blanco, manteniendo a la vez los del maíz amari-llo. Luego emitió un programa para el sector agrícolallamado “Un Diálogo Permanente”, el cual declaraba:

Asegurar la independencia de Costa Rica en las decisio-nes soberanas que le atañen es deber sagrado de gober-nantes y gobernados. La incertidumbre que se vive enCentroamérica no excluye amenazas de guerra. Hoy,más que nunca, es necesario cuidar celosamente la in-dependencia requerida para las decisiones en resguardode los valores patrios. La capacidad del país para abas-tecer el consumo local, es determinante para robustecerla independencia de sus decisiones. Es objetivo del Go-bierno, por tanto, facilitar que todos los alimentos queCosta Rica pueda necesitar se produzcan localmente(MAG 1986, 1).

Este discurso de patriotismo y autosuficiencia,característico de una corriente “neo-desarrollista”en el gabinete de Arias, iba acompañado de llamadosa una mayor eficiencia, más exportaciones y la pri-vatización de las compañías del sector público. No

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obstante, no tuvo acogida entre los que apoyabanlas políticas ortodoxas de ajuste, particularmenteEduardo Lizano, el economista formado en Inglate-rra que era Presidente del Banco Central y uno delos favoritos de las instituciones financieras interna-cionales y de la AID. Las tensiones entre los neo-de-sarrollistas y los neoliberales ortodoxos provocaronuna crisis en la administración que culminó con larenuncia de Lizano en marzo de 1987.36 Cuando elMinistro Esquivel, aparentemente victorioso, ridicu-lizó a “los economistas de café y tostel [que] creenpoder arreglar todos los problemas del país pero queno toman en cuenta la situación real, social y políti-ca”, el resto del equipo económico del gobierno ame-nazó con marcharse (citado en Vermeer 1990a, 55).En pocas semanas, Lizano, claramente el blanco dela expresión nada política de Esquivel, fue restituidoen su puesto y Esquivel fue despedido. El bandoneoliberal había ganado la partida, muy probable-mente con ayuda de la presión extranjera.

Antonio Álvarez Desanti, el sucesor de Esquivel co-mo Ministro de Agricultura, era un joven abogado, conpoca experiencia en el área rural, aún un tanto hetero-doxo en comparación con Lizano y el resto del equipoeconómico de Arias. En un discurso efectuado en 1987titulado Neoliberalismo versus desarrollo agrícola, afir-mó que Costa Rica ocupaba el sexto lugar a nivel mun-dial en la producción de arroz, en términos de rendi-miento por hectárea y ridiculizó la noción de eficienciade los que apoyaban el libre mercado.

Pretenden definir la eficiencia en función de los preciosinternacionales; somos eficientes si se vende más bara-to aquí que en el exterior e ineficientes si es más baratoimportar. Eso quiere decir que la Bolsa de Nueva York oChicago determina nuestra eficiencia y a su vez que lafluctuación del precio en Bolsa nos puede hacer eficien-tes e ineficientes varias veces en un día (Álvarez Desan-ti 1988, 61).

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Aunque el sarcástico comentario de Álvarez Desan-ti sobre la teoría neoclásica de precios seguramente nole ayudó a ganar amigos entre los encargados de elabo-rar las políticas económicas, la verdadera causa de sufracaso fue su abordaje agresivo de las reivindicacionesde las organizaciones campesinas. El 15 de setiembrede 1987, día de la independencia de Costa Rica y unaño después del ataque policial a los manifestantes enSan José, los campesinos organizaron una nueva ma-nifestación contra el ajuste económico estructural. Es-ta vez los manifestantes solicitaban que:

…se revisen los convenios suscritos con los organis-mos financieros internacionales. Porque son el obstá-culo que no le permite al Gobierno cumplir con noso-tros y el pueblo costarricense, como nos urge que lohaga. Los costarricenses tenemos derecho a saber enqué se ha comprometido Costa Rica y si eso afectará elfuturo de paz y trabajo de nuestros hijos (ComisiónCampesina 1987).37

La marcha transcurrió en paz, pero los manifestan-tes acamparon en el Parque Central de San José y en lasgradas de la Catedral, donde algunos iniciaron unahuelga de hambre para protestar contra la “falta de se-riedad” del Gobierno en las negociaciones. En una cartaque seis organizaciones campesinas le dirigieron al Pre-sidente de la República pocos días después de la mar-cha, llamaron la atención sobre el trato y la forma de ac-tuar del Ministro Álvarez Desanti. Se quejaban de que elMinistro se había referido “a los dirigentes campesinosen términos ofensivos. Textualmente ha llamado ‘tontos,ingenuos’ a los dirigentes y todo su estilo ha sido abso-lutamente irrespetuoso, ofensivo y prepotente”.

Consideramos que el Ministro hizo casi una declarato-ria de guerra a las organizaciones campesinas durantelas conversaciones sostenidas en días pasados: al mani-festarle un dirigente campesino al Ministro que de no lo-grarse nada con las negociaciones ya no tendrían senti-do las manifestaciones en la capital, el Ministro, quizás

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en un acto de descontrol inadecuado a su rango y fun-ciones, retó prácticamente a las organizaciones campe-sinas diciéndoles que entonces se fueran a la montaña,que allá se podía resolver el asunto que en ese terrenotambién estaba listo el Gobierno para enfrentarlos(UNAC et al. 1987).

A pesar de este inicio nada prometedor, las nego-ciaciones entre el Ministro de Agricultura y las organi-zaciones campesinas continuaron en las semanas des-pués de la marcha. La presencia de los que estaban enhuelga de hambre y de otros manifestantes que acam-paron en el centro de San José, así como también lasbreves ocupaciones de las oficinas del Consejo Nacio-nal de Producción (CNP) y del edificio municipal en elcantón norte de Guatuso (CENAP 1988, 20), mantuvie-ron la presión sobre el Gobierno.38 Para finales de se-tiembre, Álvarez Desanti anunció un acuerdo con lasorganizaciones campesinas que: (1) reforzaría y haríamás eficientes las instituciones del sector agrícola, ta-les como el CNP, el Ministerio de Agricultura (MAG) y elInstituto de Desarrollo Agrario (IDA); (2) institucionali-zaría la participación de representantes de organizacio-nes campesinas en la planificación e implementaciónde programas de esas tres organizaciones; (3) aumen-taría el monto del crédito del Sistema Bancario Nacio-nal a tasas subsidiadas para los pequeños y medianosagricultores; (4) comprometería al MAG a recopilar in-formación sobre las pérdidas por sequía, de tal formaque los agricultores pudieran obtener una compensa-ción del Fondo Nacional de Contingencias Agrícolas(FNCA); (5) tomaría medidas para facilitar que organi-zaciones de campesinos adquirieran una mayoría deacciones en la compañía fertilizadora del sector públi-co (FERTICA) y (6) le solicitaría al gobierno copias detodos los acuerdos con las instituciones financieras in-ternacionales, los cuales se pondrían a disposición delos dirigentes campesinos, cuyos comentarios y reco-mendaciones serían luego transmitidos en un plazo de

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45 días por el Ministro de Agricultura a “altos funcio-narios” no especificados (La Nación, 30 de setiembre,1987, p. 5A; Primer Encuentro Campesino 1987). Sinembargo, esta aparente victoria de las organizacionescampesinas no era un buen augurio de solución a lacrisis, ya que ambas partes reconocieron que el Minis-tro de Agricultura había hecho compromisos que él porsi solo no podía cumplir.

Aliados y adversarios

Los planes para llevar a cabo las manifestacionesde 1986 y 1987 habían requerido cada vez más coordi-nación con las organizaciones campesinas en diferen-tes partes del país, así como también con los militan-tes urbanos en los sindicatos y en las universidades,muchos de los cuales vendieron “bonos” de 10 colonesen las calles para apoyar las protestas. Aunque la ma-nifestación de 1986 se había limitado en gran medidaa UPAGRA y sus aliados más cercanos, en el siguienteaño participó una gama más amplia de organizaciones,entre ellas FESIAN, el sindicato de trabajadores rura-les vinculado con el Partido Liberación Nacional (PLN)(CENAP 1988, 51), y muchos otros grupos de los que,según afirmó un organizador: “Nunca antes habíamosoído hablar”.

No obstante, UPANACIONAL con sus diez milmiembros en la región de la Meseta Central, había per-manecido oficialmente al margen (aunque muchos desus miembros participaron en forma individual en laprotesta de 1987). De hecho, invocando las nocioneslatinoamericanas tradicionales referentes a los rolessegún el género, algunos líderes de UPANACIONAL pu-sieron en tela de juicio la masculinidad de los activis-tas de UPAGRA, quienes habían puesto en peligro amujeres y niños al llevarlos a la manifestación de 1986en San José. No obstante, aunque UPANACIONAL no

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había participado en la manifestación de 1987, seaprovechó de la debilidad aparente del Gobierno en elperíodo posterior a la marcha para negociar las reduc-ciones en los impuestos que les fueron exigidos a lospequeños productores de café (Hernández Cascante1990, 17-18).

Esta división continua entre UPANACIONAL yUPAGRA y sus aliados, fue más allá de las tácticas denegociación y de competir por la atención de los fun-cionarios del gobierno; era una competición más am-plia sobre la autenticidad que empleaba símbolos car-gados de rusticidad y tradicionalismo. Por ejemplo, elsecretario general de UPANACIONAL siempre aparecíaen público usando un sombrero blanco de lona y alaancha, semejante a los que usaban los “auténticos”campesinos que los caricaturistas dibujaban en losperiódicos costarricenses. Esto no solo simbolizabasus propias raíces rurales, sino que insinuaba, sin de-cirlo abiertamente, que los líderes de las organizacio-nes rivales, quienes en la ciudad usaban jeans demarca y “jackets” a la cintura, eran agricultores “me-nos auténticos”. Las frecuentes referencias que los lí-deres de UPANACIONAL hacían de sí mismos y de suorganización como “democrática”, aunque al parecersin mayores implicaciones empleaban esta palabra enclave, lo cual es de inmediato comprensible en el dis-curso político costarricense. Estos comentarios busca-ban establecer la legitimidad política de UPANACIONALal identificarse con las sagradas tradiciones costarri-censes democráticas, insinuando a la vez que otroslíderes eran sospechosos respecto de sus inclinacio-nes políticas (y “que parecen estar más dedicados aponer al Poder Ejecutivo en problemas que a las tareasdel agro, como debería suponerse”, según palabras delos editorialistas del periódico La Nación del 19 desetiembre, 1987).

Si las relaciones de UPAGRA con los campesinospolíticamente moderados en UPANACIONAL estuvieronpor mucho tiempo cargadas de tensiones y desconfianza,

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las relaciones con los grandes productores organizadosresultaron ser más fáciles aunque resulte paradógico,al menos a finales de 1987 y 1988. El endeudamientoy la descapitalización inducidos por la crisis no habíanafectado tan solo a los pequeños propietarios, aunquelas consecuencias de la pérdida de las cosechas y delcrédito blando fueron más drásticas para este sector.Los grandes ganaderos y arroceros también sufrieronpérdidas importantes y se les imposibilitó pagar lospréstamos. Los productores de arroz secano tenían unmenor acceso al crédito a favor de un número muyreducido de productores con tierras irrigadas. Los ga-naderos, a su vez, atrapados en la problemática situa-ción de precios estancados, altas tasas de interés y altoscostos de producción, mataban el ganado más rápidode lo que este podía reproducirse. Tradicionalmente,los grupos de grandes productores o “cámaras”, orga-nizados según líneas sectoriales, habían tenido unaenorme influencia en el sistema político costarricen-se.39 Sin embargo, con el advenimiento de “la agricul-tura de cambio” la Federación de Cámaras de Gana-deros, así como también la Cámara de Arroceros y laCámara Nacional de Granos Básicos, se dieron cuen-ta de que sus métodos tradicionales para ejercer in-fluencia eran insuficientes y comenzaron a buscarnuevos aliados.

Tanto los pequeños como los grandes productoresse beneficiaron con todos los acuerdos bancarios queles permitieron: renegociar las deudas, aumentar elcrédito para el sector de los granos, y contar con la“indemnización” de las pérdidas por sequía.40 Tam-bién tenían la ventaja adicional de ser grupos de pre-sión: las cámaras, aunque representaban un númerorelativamente pequeño de productores, desde hacíamuchos años tenían conexiones en el Estado y eranexpertas en utilizar el cabildeo para obtener ventajaspolíticas; mientras que las organizaciones de peque-ños agricultores podían movilizar grandes cantidades

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de manifestantes o hacer otras demostraciones defuerza. Aunque la reforma agraria constituyó un áreade posible discordia y recelo mutuo entre los dos gru-pos, no ocupaba el lugar más importante en la agen-da política de ninguno de estos. Además, la posibili-dad de que los grandes agricultores pudieran pagarlas deudas con tierra que luego podría estar disponi-ble para los pequeños agricultores, por medio del IDAo los bancos, redujo la tensión con respecto a esteasunto inherentemente conflictivo.

En forma sorpresiva, el catalizador para esta alian-za inverosímil entre las clases fue el Ministro de Agri-cultura Álvarez Desanti, quien una vez más había ma-linterpretado el grado de descontento rural. En enerode 1988, convocó a una reunión de representantes delsector agrícola, en la que participaron tanto los gran-des productores como las organizaciones de campesi-nos, para presentar el programa gubernamental decrédito para el año siguiente. No obstante, los repre-sentantes invitados en vez de aceptar el informe del Mi-nistro decidieron en ese mismo momento formar ungrupo de presión o “frente”, que incluiría todo el sectoragrícola. Un campesino que participó en esta reunión,acostumbrado quizá al fuerte licor de caña llamado“guaro” o a la bebida casera de maíz fermentado llama-da “chicheme”, recordó con asombro la opulencia en laque se llevó a cabo la conferencia y la ingenuidad delMinistro: “Ahí, en el despacho del Ministro de Agricul-tura, en medio de copas de vino y whiskey y todas lascosas que ellos toman, el Ministro, junto con los gran-des agricultores y los pequeños, impulsa la formaciónde UNSA [Unión Nacional del Sector Agropecuario]”.

Pocos días después, unos 1500 agricultores se reu-nieron para celebrar la primera asamblea de UNSA enel Campo de Exhibición Capulín, en las afueras de laciudad norteña de Liberia, un sitio que la poderosa Cá-mara de Ganaderos de Guanacaste utilizaba con fre-cuencia para llevar a cabo las ferias ganaderas. Los re-presentantes de UPANACIONAL asistieron, al igual que

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una gran cantidad de grupos productores de todo elpaís (La República, 8 de enero, 1988, p. 4). Menos deuna semana después, 500 delegados de los mismosgrupos de productores convocaron a una reunión conÁlvarez Desanti en un amplio restaurante en los su-burbios de San José. Cuando el Ministro llegó, cuatrohoras después de la hora acordada, los enfadados agri-cultores no le permitieron ingresar e insistieron en queles proporcionara información inmediata sobre la dis-ponibilidad de crédito y la política de precios agrícolasy que, además, se comprometiera a nombrar un grupode trabajo conjunto entre UNSA y el Gobierno parabuscar soluciones a la crisis. Los representantes de laorganización le advirtieron que sus miembros suspen-derían los envíos de productos alimenticios a la capitaly ciudades aledañas si el Gobierno se rehusaba a ne-gociar el tema de la readecuación de la deuda, el crédi-to y los precios de sustentación. Álvarez Desanti, quehabía subestimado el enojo de los agricultores, se reti-ró de forma precipitada. Una semana más tarde, la Cá-mara de Ganaderos de Guanacaste suspendió por tresdías los suministros de carne hacia las zonas urbanasde Costa Rica, con el fin de demostrar lo que podría su-ceder a gran escala si UNSA cumplía la amenaza.

Aunque en última instancia UNSA solo demostróser una alianza por conveniencia y de corta duraciónentre unas treinta organizaciones de grandes y peque-ños productores, durante la primera mitad de 1988 sedesempeñó como importante grupo de presión y, se po-dría decir, como freno parcial y momentáneo de los planesdel gobierno para imponer más medidas de austeridad(Román et al. 1988). No obstante, las discrepanciasentre las diversas fuerzas en la coalición se hicieronevidentes desde un inicio. Las declaraciones públicasde UNSA y las cartas enviadas a los negociadores delGobierno cambiaban de un tono errático a uno con-ciliatorio, que por lo general aprobaban las cámarasde grandes productores, a la retórica de confronta-ción característica de UPAGRA y sus aliados. Por

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ejemplo, el 3 de junio de 1988, a medida que las ten-siones aumentaban en todo el país, UNSA le escribióal Presidente Arias:

Acatando sus solicitudes de diálogo constructivo a locostarricense, habíamos depuesto toda actitud de luchay presión en espera de soluciones conjuntas, serias,constructivas… Hoy vemos con vergüenza que, mientrasnosotros buscábamos esa solución, usted y su gobiernoredoblaron sus acciones y mecanismos para asegurarsede que la actual política no cediera en su afán de trans-formar a Costa Rica en un imperio de las transnaciona-les y del gran capital (citado en Román 1993, 138).

En otra ocasión, el líder de UPAGRA Carlos Cam-pos, también una figura clave en UNSA, amenazó conmarchar y “tomar” San José, un alarde que provocó de-saprobaciones nerviosas por parte de los representan-tes de la Cámara (La Nación, 20 de setiembre, 1988,p.5A). Por último, las organizaciones de grandes pro-ductores, en particular los ganaderos, descubrieronque podían negociar por separado con el Gobierno y seapartaron de UNSA. Para finales de 1988, esta coali-ción de diversas clases, la cual había creado tanta es-peranza, estaba básicamente moribunda.

La percepción de que los grandes y pequeños agri-cultores padecían de los mismos problemas y teníanintereses en común, aunque de corta vida, desencade-nó un cambio en la auto-identificación de muchos pe-queños agricultores. En vez de describirse a sí mismoscomo “campesinos”, un término que implicaba condi-ciones precarias de producción a pequeña escala y conuna visión del mundo “rústica”, los pequeños produc-tores más politizados adoptaron cada vez más la deno-minación neutra de “agricultor”, la cual tiene una car-ga cultural menor. Sin embargo, lo que comenzó comouna etiqueta neutra que facilitó una alianza entre lasclases se convirtió en poco tiempo en un símbolo de or-gullo con una carga política importante, a medida queel movimiento campesino se extendía a otras regionesdel país y, de nuevo, confrontaba al Estado.

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Notas

1 FESIAN era el más importante de estos grupos vinculadoscon los partidos políticos. Fundado en 1974, tuvo una re-lación sumamente estrecha con el Partido Liberación Na-cional hasta 1982 y posteriormente un poco más de auto-nomía (Mora Alfaro 1987; Román 1993, 140-44, 162–63).FENAC, la federación campesina comunista, también im-pulsó muchas invasiones de tierras en la década de los se-tentas y a principios de la década de los ochentas, particu-larmente en la región atlántica y en las zonas bananerasdel Pacífico Sur abandonadas por la United Brands Com-pany en esa misma época (Menjívar, Portuguez y Moy 1985;Portuguez y Moy 1984). Cuando el Partido Comunista (PVP)se dividió en 1983–84, una fracción disidente del grupofundó UNAC, vinculada con el Partido del Pueblo Costarri-cense (PPC), agrupación que pronto desapareció. Ya para1990 tanto el PVC como el PPC habían desaparecido y conellos sus respectivas federaciones campesinas.

Los datos sobre el número creciente de nuevas uniones yasociaciones campesinas registradas ante el Ministerio deTrabajo y Seguridad Social, dan una idea del grado cadavez mayor de organización en el campo. De 1970 a 1978,solo se fundaron 4 organizaciones nuevas; de 1979 a 1982,se establecieron otras 10; no obstante, de 1983 a 1990, seinscribió un total impresionante de 126 organizaciones enel Ministerio (Mora Alfaro 1990b, 49). Muchas más nuncaobtuvieron la personería jurídica. A veces esto se debió a lacarencia de recursos y a los obstáculos burocráticos pero,al menos ocasionalmente, las oficinas gubernamentalesbloqueaban las solicitudes de personería jurídica que pre-sentaban organizaciones que consideraban “subversivas”.

2 En la bibliografía sobre las protestas contra la austeridad(por ejemplo, Walton 1989) a veces se ha exagerado la im-portancia de la inflación como estímulo para la moviliza-ción política.

3 “La crisis de tijera” se refiere a un cambio rápido en los tér-minos de intercambio entre la industria y la agricultura enuna dirección desfavorable para esta última. En la Rusia deprincipios de la década de 1920, donde la frase se utilizóampliamente por vez primera, sugería una abertura súbitade las hojas de las tijeras o una brecha creciente entre el

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precio de los productos manufacturados y el de los produc-tos agrícolas, la cual amenazaba la estabilidad política. Elcierre de las tijeras implicaba la convergencia de los preciosrelativos (Nove 1972, 93–96).

4 Jorge Luis Hernández Cascante, entrevista grabada por elautor, San José, Tibás, 25 de julio de 1990; José MiguelGómez Víquez, entrevista grabada por el autor, Tierra Blan-ca de Cartago, 22 de noviembre de 1990.

5 En este, al igual que en otros bloqueos de carreteras reali-zados por los campesinos que se comentan más adelante,los manifestantes, los medios de comunicación y los fun-cionarios del gobierno le llamaron a esta acción “huelga” o“paro”. Utilizo comillas solo para indicar que el significadode los términos aquí mencionados se diferencia de las ac-ciones tomadas por los trabajadores contra los patronos, alas que usualmente se refieren dichos términos.

6 Los partidarios de UPANACIONAL (y algunos científicos so-ciales) afirmaron que esta fue la primera protesta en la his-toria de Costa Rica en la que se llevó a cabo un bloqueo decarreteras (Cartín y Castro 1986, 23; Menjívar, Moy, y Por-tuguez 1985, 464; además, entrevistas de campo por el au-tor, 1990). En realidad, ya en la década de los setenta lasorganizaciones campesinas habían utilizado tácticas simi-lares (Cartín 1990, 37).

7 Gómez Víquez, entrevista.

8 Ibid.

9 De acuerdo con una publicación oficial de UPANACIONAL,la unión es “apartidista, o sea, que no obedece a ningúnpartido político y menos a los de izquierda” (UPANACIONALn.d., 3). Aunque la mayoría de los miembros de UPANACIO-NAL consideraba que el modelo de desarrollo social demó-crata de Costa Rica era favorable, esto no necesariamente setraducía en apoyo para el PLN. Varios líderes de UPANACIO-NAL que entrevisté en Tierra Blanca tenían en sus viviendasbanderas del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

10 Gómez Víquez, entrevista. Hernández (1990, 5, 11) se en-cuentra entre los que mencionan el papel preponderante deGómez en la fundación del sindicato.

11 Estas fueron llevadas a cabo por el Consejo Nacional deProducción, la agencia estatal de alimentos básicos.

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12 Incluso las organizaciones de pequeños productores queoriginalmente tuvieron vínculos con los grupos izquierdis-tas MRP, FENAC, o UNAC, han tendido a evitar el uso deltérmino “sindicato”, en parte debido a que una gran canti-dad de campesinos de las regiones bajas que habían traba-jado en las plantaciones bananeras estaban desilusionadosy disgustados con la izquierda y las organizaciones obrerasque, a principios de la década de los ochentas, los habíanlanzado a participar en huelgas mal organizadas en las quefueron derrotados fácilmente.

13 La endogamia a nivel local es ampliamente reconocida co-mo muy alta en esta región. Un residente anciano citado enuna monografía reciente expresó su opinión sobre lo suce-dido a mediados del siglo XX: “En esos tiempos ya los ma-yores di’uno habían cambiao un poco la manera’e pensaren los casamientos, porque ya se sabía qu’era malo casaseentre los primos y ellos decían entonces que trajéramossangre di ajuera a la familia para qu’ hubiera hijos más sa-nos y renovar la cepa… Todos somos familia por los casa-mientos entre nosotros mismos” (en Aguilar et al. s.f., 28).

14 Los fondos se obtuvieron de los impuestos de exportaciónsobre la diferencia entre las tasas de cambio en el mercadolibre y las oficiales, que pretendían evitar que los exporta-dores obtuvieran ganancias no esperadas como resultadode la enorme devaluación de la moneda que se dio entre1981 y 1982.

15 Parte de la fortaleza de UPANACIONAL a finales de la déca-da de los ochenta se debió a su negociación exitosa con res-pecto a la cobertura del seguro social y del sistema de pen-siones para los productores independientes, quienes deotro modo no hubieran podido disfrutar de estos beneficios(La Nación, 23 de mayo de 1989). Incluso los funcionariosdel sindicato reconocieron que muchos campesinos seunieron solamente con el fin de obtener los beneficios (Ol-ger Sánchez, entrevista grabada por el autor, San Ramónde Alajuela, 27 de julio de 1990).

16 Foweaker (1995, 52) señala que las generaciones políticasson un componente fundamental de identidad que rara vezse menciona en la bibliografía de los movimientos sociales.El sociólogo Philip Abrams (1982, 240) proporciona un aná-lisis conciso: “El problema de las generaciones es un pro-blema de ajuste de las fases de dos calendarios diferentes:el calendario del ciclo de vida del individuo y el calendario

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de la experiencia histórica… Las nuevas historias de la vi-da constantemente se viven en relación con las nuevas his-torias mundiales”.

Las biografías de los activistas campesinos esbozadas ante-riormente sugieren que podría ser útil ver el aumento delas organizaciones de agricultores militantes en parte comoconsecuencia del aumento mundial de la Nueva Izquierdaa finales de la década de 1960 y a principios de la décadade 1970. Sobre el movimiento contra ALCOA y su impor-tancia para esta generación de radicales costarricenses,véase González (1985, 281-83) y Ugalde (1985).

17 Sobre la historia y la ideología del MRP, véase Salom (1987,Capítulo 3) y Solís (1985). Varios líderes de las organizacio-nes que se unieron a UPAGRA han hablado abiertamentecon el autor sobre sus antiguos lazos con el MRP. Unascuantas fuentes publicadas se refieren explícitamente a es-ta relación (G. Molina 1985, 54-55; Rivera 1991, 39; Román1993, 150, 218).

18 Wilson Campos Cerdas, entrevista grabada por el autor, 1de agosto de 1990. Antonio Mendoza fue asesinado en SanJosé de Upala el 17 de julio de 1983, muy probablementepor contras (Libertad, 22-28 de julio de 1983). Los contrasasesinaron a otros seis campesinos costarricenses en Upa-la en esta misma época, pero la muerte de Mendoza fue laque recibió más atención, probablemente porque era unprominente líder local del Partido Vanguardia Popular y suorganización campesina FENAC.

19 En 1991 se convirtió en coordinador de una amplia coali-ción centroamericana de organizaciones campesinas (Edel-man 1996).

20 Campos es un apellido común en Costa Rica. Wilson Cam-pos y Carlos Campos no son familiares.

21 Anderson (1990b, 83; 1994, 95) presenta El Hogar como unpueblo “muy típico” de campesinos costarricenses, al me-nos en Limón, ignorando su condición como centro de apo-yo a UPAGRA.

22 A finales de 1983, el líder comunista Manuel Mora, que habíaencabezado el Partido Vanguardia Popular casi por cincuentaaños, fue obligado a abandonarlo y fundó el Partido del Pue-blo Costarricense, agrupación que pronto desapareció. Al año

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siguiente, el MRP cambió el nombre por Movimiento NuevaRepública y se acercó bastante al PLN gobernante. El peque-ño Partido Socialista también sufrió una serie de escisionesque lo dejaron completamente debilitado. Ya para finales dela década, todos estos grupos habían dejado de funcionar,aunque algunos de sus antiguos militantes continuaron tra-bajando en otros tipos de organizaciones.

23 Anderson (1990a, 102) por error sugiere que UPAGRA fueinicialmente respaldada por el Partido Comunista. En for-ma contradictoria (y de nuevo erróneamente), ella afirmaque esta unión nunca tuvo conexiones con los partidos po-líticos. En un trabajo posterior revisa su evaluación inicialy afirma que UPAGRA fue fundado por “un maestro de es-cuela de Guácimo” (1994, 101–2). Carlos Campos, la figuraclave en la fundación de UPAGRA, era estudiante de inge-niería de San José.

24 La administración de Oscar Arias anunció su programa pa-ra “la agricultura de cambio” en noviembre de 1986. Unaexposición más detallada de lo que el término significa seencuentra en Alvarez Desanti (1988).

25 Este dinero local también apoyó los objetivos geopolíticosde los Estados Unidos y el amplio esfuerzo para suplantarlas instituciones costarricenses del sector público por enti-dades del “Estado paralelo” bien financiadas que llevaran acabo las mismas funciones o funciones similares (véase elCapítulo 1). Garst (1990, 30) proporciona un análisis deta-llado de los programas que recibieron dinero en efectivo ba-jo el PL-480 entre 1984 y 1989. Muchos de los mayores de-sembolsos se hicieron para titular propiedades o construircarreteras en la estratégica zona norteña a lo largo de lafrontera con Nicaragua. Después de 1990, cuando los san-dinistas perdieron las elecciones presidenciales nicara-güenses, el uso de los fondos del PL-480 en los proyectosde carreteras costarricenses se extendió al resto del país.En el acuerdo del PL-480 de 1992, las mayores subvencio-nes de dinero, aparte de la construcción de carreteras, fue-ron para el riego y el control de las plagas y los patógenosen las plantaciones, ambos elementos fundamentales en lanueva agricultura orientada hacia la exportación (Asam-blea Legislativa 1992, 22–37).

26 En mayo, un fuerte huracán devastó las áreas productorasde maíz en la región atlántica y alimentó el creciente senti-miento de angustia entre los pequeños productores. Tras la

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tormenta, UPAGRA comenzó a presionar para conseguirque el gobierno, a través del Fondo Nacional de Contingen-cias Agrícolas, le girara pagos de emergencia por pérdidasde cosechas.

27 Tradicionalmente, los agricultores costarricenses habíanproducido maíz blanco, utilizado principalmente para elconsumo humano, y maíz amarillo, utilizado para el consu-mo avícola y como alimento para animales.

28 El Director General del Centro Internacional para la Agri-cultura Tropical, en una revista del Banco Interamericanode Desarrollo, comparte esta opinión: “La magnitud delproblema [de los subsidios agrícolas] es clara en virtud delmonto de las transferencias a los productores agrícolas enlos países desarrollados: es decir, los subsidios pagados porlas secretarías de hacienda nacionales y los costos más ele-vados pagados por los consumidores como resultado delproteccionismo, que suman unos 300 mil millones de dóla-res al año. Esto se compara con 301.4 mil millones de dó-lares representados por todo el comercio mundial en pro-ductos agrícolas en 1989. La disminución de las barrerascomerciales como parte de la reforma económica de Améri-ca Latina hará que los productores agrícolas estén sujetosa la competencia agresiva extranjera, en muchos casossubsidiada. Como lo ha manifestado el Presidente del IDB,Enrique V. Iglesias, los agricultores de la región son capa-ces de competir con los agricultores extranjeros, pero nocon las secretarías de hacienda de los países desarrollados”(Nores 1993, 3).

29 Los montos en dólares se basan en las tasas de cambio pro-medio del 10.52 para 1980 y del 50.77 para 1985 (BCCR1986, 211–13).

30 Este ha sido un tema recurrente en las entrevistas y en lasdiscusiones de grupo durante el trabajo de campo del au-tor. Para un estudio más detallado y a partir de otro con-texto de los conceptos populares de la familia rural comouna metáfora para unidades sociales más grandes, véaseGudeman y Rivera (1990).

31 Este reconocimiento, no expresado con palabras, del fácilacceso de los miembros y líderes de las organizaciones ru-rales radicales a las altos funcionarios del gobierno, era untema recurrente en mi trabajo de campo y de seguro expli-ca en cierta forma la estabilidad política extraordinaria de

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Costa Rica. Con frecuencia me sorprendía al descubrir, co-mo lo menciono en el Capítulo 4, que campesinos de comu-nidades remotas, quienes no eran líderes de organizacio-nes, habían participado personalmente en reuniones conministros e incluso con presidentes de la república.

32 Entre otras organizaciones que participaron se encuentran:UPAP, UCADEGUA, FEDEAGRO, FENAC, UNAC, Cooperin-cón y los comités de pequeños productores del Pacífico Sur,de las regiones de Coto Sur, Península de Osa y Upala.

33 En las entrevistas, varios de los que participaron en las mar-chas atribuyeron la brutalidad de los guardias civiles a undeseo de “probar y demostrar” el entrenamiento que habíanrecibido recientemente por parte de las Fuerzas Especialesde la Armada de los Estados Unidos en la Finca el Murciéla-go, ubicada en el norte de la provincia de Guanacaste.

34 Los orígenes del Plan Maicero en realidad se remontan a1984, cuando varias organizaciones campesinas comenzarona discutir conjuntamente las políticas sobre granos bási-cos. En 1986, después de discutir los detalles finales du-rante la ocupación en la Catedral, propusieron que elGobierno implementara un plan nacional para aumentar elrendimiento de las cosechas y las áreas sembradas, pro-porcionar crédito adecuado a bajo costo y asegurar la au-tosuficiencia nacional de los principales productos alimen-tarios. Las negociaciones sobre las propuestas para el PlanMaicero continuaron en forma intermitente hasta 1987,con pocos logros para las organizaciones campesinas(Román 1993, 242-49).

35 El tercer Ministro de Agricultura de la administración Arias,José María Figueres Olsen, hijo del fundador y ex Presiden-te del PLN José Figueres Ferrer, asumió el ministerio a me-diados de 1988, tras los eventos descritos en el siguientecapítulo. Figueres Olsen fue electo presidente en 1994.

36 El segundo PAE de Costa Rica con el Banco Mundial tardódos años en negociarse, lo que sin duda indica el grado decontroversia que provocó.

37 Varios acuerdos con las agencias internacionales ya se hanpublicado. Véase, por ejemplo, “Programa de ajuste estruc-tural”, La Nación, 5 de mayo de 1987, pp. 16A-17A. Lascartas de intención de Costa Rica al IMF se habían publi-cado en La Nación, desde 1982. Curiosamente, el FMI y el

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Banco Mundial al parecer no están conscientes de estapráctica. Funcionarios responsables por Costa Rica de am-bas instituciones, entrevistados por teléfono en Washington,en abril de 1991, se sorprendieron de que yo hubiera ob-tenido estos documentos; afirmaron que los acuerdoseran confidenciales y se negaron a proporcionar las ver-siones en inglés.

38 El periódico conservador La Nación escribió en su editorialque “hace unos días, un grupo de campesinos secuestró aunos funcionarios públicos” y que las ocupaciones de lasoficinas del gobierno y la “toma” de la Catedral desborda-ban “totalmente el estilo y comportamiento tradicionales denuestros campesinos” (setiembre 26, 1987, p.14A).

39 Para un estudio de caso sobre la forma en que el cabildeode los ganaderos empleó este poder, véase Edelman (1992,Capítulo 10).

40 De acuerdo con la Ley de Fomento de Desarrollo Agrope-cuario, o FODEA, el gobierno se comprometió a emitir bo-nos que en efecto les proporcionaría a los productores unarreglo de pago de sus deudas (Asamblea Legislativa 1989).No obstante, la ley se implementó en forma desigual y seconvirtió en otro punto de fricción entre las organizacionesagrícolas y el Gobierno.

206 Campesinos contra la globalización

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CAPÍTULO 3La organización en la

“cuna del maíz”

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Guanacaste, ubicada en el noroeste de Costa Ri-ca, era una región en la cual la confrontación entrelos campesinos y el Estado con respecto al ajuste es-tructural económico se agudizó a finales de los añosochentas. Una década antes, Guanacaste figuraba co-mo una zona prometedora para establecer una nuevaorganización de campesinos. La región tenía el mayornivel de pobreza extrema de todo el territorio nacionaly, además, presentaba problemas de carencia de tie-rras. Los precaristas con frecuencia invadían las ha-ciendas ganaderas y los latifundios baldíos; los traba-jadores de las haciendas y los cortadores de caña deazúcar constituían un gran proletariado rural indi-gente; miles de guanacastecos emigraban cada añohacia las zonas bananeras del país donde participa-ban en huelgas laborales dirigidas por los comunistas(Edelman 1992). Por otra parte, en el imaginario delos costarricenses del interior, Guanacaste no solo seencontraba cerca de Nicaragua sino que era muy se-mejante al vecino país, que entre 1978 y 1979 fue elescenario de una violenta revolución contra la dicta-dura de Somoza.

En un análisis de las protestas populares que elcaso guanacasteco ejemplifica, George Rudé diferen-cia entre ideología “inherente” o “innata”, basada enla experiencia directa o en la memoria popular e ideas“derivadas”, que se tomaron prestadas de otras perso-nas y que “con frecuencia constituyen una elabora-ción más sofisticada de la experiencia popular y lascreencias ‘inherentes’ del pueblo” (1980, 28-29). Laideología “innata” de los pequeños propietarios gua-nacastecos implicaba una devoción al cultivo del maízy, más específicamente, al “derecho a cultivar”, así

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como también un anhelo de poseer tierra, sobre todoentre aquellos que no eran propietarios sino arrenda-tarios, aparceros o precaristas. Sin embargo, a medi-da que los agricultores comenzaron a organizarse enla década de los ochentas la tierra no representabaun tema importante, máxime que la amenaza quepercibían no se refería tanto a la tierra que poseían si-no, más bien, a su posibilidad de hacerla producir. Enuna alianza que pronto incluiría a los representantesde todos los estratos sociales, desde los aparcerosempobrecidos hasta los arroceros acaudalados, la tie-rra era claramente un asunto distributivo, en últimainstancia basado en las diferencias de clase. Para evi-tar desacuerdos los campesinos al principio minimi-zaron el aspecto agrario de una lucha por mejorescondiciones de producción que compartían con losgrandes terratenientes.

Diversas fuentes de ideología “derivada”, algunasde las cuales ya tenían sus décadas de existencia yotras más recientes, se combinaron con la ideología“innata” sobre la necesidad de cultivar maíz y otrosproductos alimenticios y el derecho a hacerlo. En es-te capítulo resumo la complicada interacción de ideo-logías “inherentes” y “derivadas”, la antigua “culturadel maíz” y la terrible sinergia entre una nueva y sal-vaje economía de mercado y un ambiente físico de-gradado y cada vez más incierto. Sostengo que, almenos aquí, la movilización del campesinado debeexplicarse precisamente mediante esta combinaciónde esperanzas y expectativas autóctonas con una va-riedad de ideas “importadas” e individuos externos,la catástrofe ecológica y la embestida violenta del li-bre mercado. Desde luego, la complejidad de este ca-so también debe sugerir las limitaciones del excesode confianza en las “grandes teorías” para explicarcómo y por qué las personas en un lugar específico yen un momento histórico determinados forman mo-vimientos sociales.

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La antigua y la nueva izquierda

El movimiento campesino en Guanacaste estabavinculado con la lucha campesina que se llevaba acabo a nivel nacional en Costa Rica, pero tenía una di-námica particular originada en la historia y la culturaregionales y en una multiplicidad de esfuerzos organi-zativos previos. Entre mediados y finales de la décadade los setentas, el Movimiento Revolucionario del Pue-blo (MRP) había destinado una cantidad considerablede recursos para sindicalizar a los trabajadores de lasextensas plantaciones de azúcar en la provincia norocci-dental de Guanacaste. Antes de que “el partido desapa-reciera” (como lo expresaba la historia oficial deUPAGRA antes mencionada), sus organizadores tam-bién pusieron la mirada en los campesinos de las cer-canías, en las tierras altas de Santa Cruz-Nicoya (véa-se la Introducción y el texto que sigue). Atraídos por elterreno escabroso del área, la marginalidad económicay la ausencia de autoridades gubernamentales, al pa-recer los líderes del MRP consideraban que las tierrasaltas de Santa Cruz y de Nicoya eran un sitio promete-dor para reclutar miembros sin atraer la atención delas elites o las fuerzas de seguridad. Muchos habitan-tes de las zonas altas trabajaban de forma periódica enlas plantaciones de azúcar de las llanuras, las cualesel MRP estaba tratando de organizar. Y, para un grupoque fantaseaba con la guerra de guerrillas, participabaen diversos tipos de ejercicios de entrenamiento cuasimilitar y envió un grupo de militantes para la campañade los sandinistas contra la dictadura de Somoza, laproximidad de las zonas altas con Nicaragua les pro-porcionaba cierto significado estratégico en caso deque se diera la guerra en la zona norte de Costa Rica(una posibilidad que podría parecer poco probable, peroque no era del todo imposible a finales de la década delos setentas). Si bien solo unos pocos residentes de lastierras altas ingresaron formalmente al MRP, muchos

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sin duda adquirieron al menos alguna familiaridad conlas ideas marxistas de los organizadores que surcaronel área en los años previos a la desaparición del MRP,a mediados de la década de los ochentas.

Los esfuerzos del MRP se basaban en otras tradi-ciones militantes, algunas de ellas recientes y otrasde medio siglo o más atrás. Los precaristas de la me-seta central de Costa Rica se asentaron primero enlas tierras altas y boscosas de Santa Cruz y Nicoya enla década de 1920 y durante las décadas siguientesparticiparon en luchas prolongadas con los Sobrado,una familia de poderosos terratenientes españolesque reclamaban gran parte del área (Edelman 1992,269; Schmais 1991). Desde la década de los añoscuarentas, caseríos como Vistalmar, La Esperanza yCola de Gallo habían luchado, no solo en forma inde-pendiente sino también con el apoyo de asociacionescomunitarias organizadas por el Gobierno, por laconstrucción y el mejoramiento de las carreteras, elestablecimiento de escuelas y la implementación deservicios básicos. No obstante, aun cuando los servi-cios continuaban siendo inadecuados y los caminoslos reparaban, según los residentes: “Solamente cadacuatro años durante la campaña electoral para quelos políticos pudieran llegar en sus Mercedes Benz”,la experiencia de la lucha colectiva había dejado co-mo huella indeleble un conjunto de conocimientosprácticos y una comprensión de su propia capacidadcomo actores políticos.

Mucho antes de que el MRP organizara su incur-sión en los ingenios azucareros de las llanuras, otratendencia de la izquierda marxista había logrado unimpacto aún más profundo en la clase trabajadora ru-ral de Guanacaste, en especial en varias generacionesde hombres y jóvenes. Desde principios del siglo XX fuetal el número de hombres guanacastecos que emigra-ron para trabajar en las regiones bananeras de las pro-vincias de Puntarenas y Limón, que tanto ellos comolas familias y los vecinos se referían a las plantaciones

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simplemente como “la zona”. Durante casi cincuentaaños, desde la huelga de los trabajadores en la zonabananera en 1934 hasta la división del Partido Comu-nista costarricense en 1983, los sindicatos de trabaja-dores de la zona bananera figuraban entre los más or-ganizados y militantes del país. Por lo tanto, no era desorprender que en la década de 1940 la Península deNicoya en Guanacaste, hogar de muchos trabajadoresbananeros migrantes, representara un área de apoyopara los comunistas. El caserío de Ortega de SantaCruz y el pueblo de Nicoya eran centros importantes deorganización comunista, al igual que Las Juntas deAbangares, un centro minero en la parte no peninsularde Guanacaste (De La Cruz 1986, 368; Edelman 1992,177-78). En 1946, el Partido Vanguardia Popular esta-ba constituido por once “secciones” geográficas, sietede las cuales correspondían a las provincias del país.El cantón de Santa Cruz, Guanacaste, era una de lascuatro restantes, al igual que el cantón de Cañas, cer-ca de Las Juntas, en la zona no peninsular (Miller1993, 524). En la guerra civil de 1948, muchos traba-jadores bananeros de estas y otras comunidades lu-charon en las milicias controladas por los comunistasque trataron en vano de defender el gobierno de Teodo-ro Picado contra el ejército rebelde de José Figueres.

No obstante, no sería correcto suponer que la par-ticipación en los sindicatos de trabajadores bananerosdominados por los comunistas e incluso las milicias de1948, hayan producido necesariamente altos nivelesde militancia política entre los migrantes campesinosque regresaban a Guanacaste. Para algunos, el traba-jo a largo plazo en las zonas bananeras estaba sobretodo motivado por sueños individualistas de acumula-ción, por el deseo de regresar a casa con capital paraadquirir tierras, comprar una pequeña tienda o abrirun negocio. Para otros, impulsados por las preocupa-ciones de la simple sobrevivencia, la emigración era unfenómeno temporario o estacional, que no les permitíaidentificarse por completo como trabajadores o miembros

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del sindicato mientras trabajaban en “la zona”. Pocosmigrantes guanacastecos siguieron siendo militantesactivos cuando vivían en su propia provincia. Ademásde las aspiraciones campesinas y no proletarias que loscondujeron a partir hacia las plantaciones, una vezque regresaban a casa muchos sentían el peso, “el con-formismo”, como solían llamarlo, de la vida en un pue-blo pequeño y la presión inmediata de las obligacionesfamiliares.

A mediados de la década de los ochentas, la UnitedFruit Company cerró sus operaciones bananeras enla región sur de Puntarenas, lo que generó un au-mento en el regreso de migrantes a Guanacaste. Estoocasionó que un gran número de jóvenes desem-pleados o subempleados, muchos de ellos con expe-riencia sindical, regresara a los pequeños pueblos enel noroeste de Costa Rica. Sin embargo, muchos deellos estaban desilusionados y disgustados con laizquierda y los sindicatos que los habían lanzado aparticipar en huelgas mal organizadas en las quefueron derrotados fácilmente. No obstante, la largatrayectoria que tenían los campesinos guanacaste-cos de participación en movimientos sindicales enlas zonas bananeras desmitificó las estructuras depoder y les proporcionó a los migrantes herramien-tas para organizarse y luchar.

Hacia mediados y finales de la década de los seten-tas, católicos progresistas influenciados por la teologíade la liberación también se dirigieron hacia las tierrasaltas de Santa Cruz y de Nicoya. La jerarquía católicade Costa Rica, a pesar de su doctrina de ideas social-cristianas progresistas en la década de los años cua-rentas (véase el Capítulo 1), permanecía no solo escép-tica sino, a veces, incluso, claramente hostil hacia lanoción de que la Iglesia debería involucrarse de formaactiva para combatir la opresión. No obstante, tras laSegunda Conferencia General del Episcopado Latinoa-mericano celebrada en Medellín, Colombia, en 1968,algunos sacerdotes parroquiales, activistas laicos y

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católicos intelectuales trataron de ejercer “la opciónpreferencial por los pobres”, utilizando la Biblia comoguía para comprender la realidad contemporánea y co-mo aliciente para actuar contra la injusticia. En la zo-na alta de Santa Cruz y Nicoya, uno de los promotoresde este proceso de concientización fue un político jovenque años más tarde se convertiría en un persistenteadversario de los mismos campesinos a quienes habíaayudado a capacitar (véase el Capítulo 4). Jorge Eduar-do Pizarro recordaba que a mediados de la década delos setentas:

Yo pertenecía al movimiento de cursillos de cristiandad.Entonces estaba muy en boga toda la situación de Nica-ragua y toda la cosa, que produjo en Hispanoamérica uncambio de conciencia y una actitud un poco diferente.Un grupo de sacerdotes, y yo participé como dirigente delgrupo, hicimos un cambio de conciencia en esa gente dearriba. Ayudamos a preparar juntos a esos sacerdotes amucha gente de ésas, delegados de la palabra, más o me-nos como quinientos. Son capaces de entrar en un com-bate, en una lucha, es gente de mucha pelea.

Aunque el cálculo que hizo Pizarro sobre la can-tidad de delegados de la palabra que fueron capaci-tados en las tierras altas de Santa Cruz en la décadade los setentas es sin duda exagerado, su opinión so-bre el cambio de conciencia de al menos algunos lí-deres en las pequeñas comunidades de la zona altaes bastante precisa. En la actualidad, son pocas laspersonas que emplean una imagen bíblica para des-cribir su compromiso o sus esfuerzos organizadospara efectuar un cambio. No obstante, el lenguaje delos agricultores, cargado en muchos casos de refe-rencias a la santidad de la “gente humilde” y al su-frimiento que es el destino de los pobres, revela unafamiliaridad, aunque indirecta, con el sueño de lateología de la liberación por establecer el reino deDios en la tierra.

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Los agricultores de clase media se movilizan

Los agricultores de clase media también se organi-zaron en Santa Cruz en 1979 y 1980 (Pizarro tambiénse unió a ellos, lo que indica que, al menos en su caso,la energía activista quizás se orientó en más de una di-rección). Al enfrentar los costos crecientes de equipo,insumos, seguro y crédito, así como también la conge-lación de los precios de compra subsidiados, muchosde estos agricultores más prósperos se atrasaron conlas cuotas de sus préstamos bancarios y, por ende, nopudieron obtener nuevo financiamiento que les permi-tiera continuar sembrando arroz, caña de azúcar yotros cultivos comerciales. Por lo general formabanparte de las elites de la pequeña ciudad de Santa Cruzy las comunidades aledañas o tenían una relación es-trecha con estas. Al igual que sus vecinos campesinos,combinaban la agricultura con otras actividades, aun-que estas solían ser un trabajo especializado o profe-sional y no una jornada diaria. Cuando organizaron elComité de Agricultores Guanacastecos a finales de1979, la junta directiva incluía un veterinario, un agró-nomo, un fabricante de monturas y un profesor de se-cundaria. Solo tres de los ciento trece miembros delComité eran mujeres (CAG Actas, 28 de enero, 1980,18-19); sin embargo, dos de ellas dirigieron posterior-mente el “Sub-Comité de Prensa y Propaganda” de lanueva organización y, de estas dos, una fue una desta-cada política local.

La primera acción pública del Comité fue poner unanuncio en La Nación, el periódico más leído en CostaRica, anunciando su formación y presentándole al Go-bierno una serie de peticiones. El anuncio, titulado:“Santa Cruz, Ciudad Folclórica” y pagado con dinerorecolectado según las posibilidades de cada persona ycon rifas de gallinas y una vaquilla, solicitaba el refi-nanciamiento de la deuda agrícola pendiente a una

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tasa de interés no mayor del cuatro por ciento y que elGobierno garantizara préstamos a aquellos que care-cían de suficiente garantía, algo que antes se le habíaotorgado a los productores de algodón.1 En las discu-siones internas, registradas de forma detallada en unlibro de actas, los miembros del Comité propusieronreivindicaciones adicionales que incluían mayores sub-sidios para insumos, mejor asistencia técnica (sobretodo en lo referente a los herbicidas para el arroz, al-gunos de los cuales “quemaban” el cultivo y las hier-bas), medidas para eliminar el “monopolio” de las em-presas de fumigación y la modificación de la políticadel Instituto Nacional de Seguros de restringir la cober-tura total a los cultivos de arroz en las zonas de riego(véase Edelman 1992, 308). Varios miembros hicieronun llamado insistente a la “huelga general” y algunosdescribían con gran angustia las visitas a amigos pri-sioneros y a familiares que fueron sentenciados a lar-gas condenas por no poder pagar las deudas.

Aunque el Comité era firmemente “apolítico” y seabstenía de involucrarse en las elecciones y de mante-ner nexos con los partidos organizados, trató de buscaruna variedad de aliados locales y nacionales, haciendolo posible por llamar la atención de los funcionarios es-tatales. A nivel local, planeó un ambicioso programa de“visitas” a las comunidades alejadas para informar a lagente sobre las metas y para reclutar miembros. Almismo tiempo, algunos de los participantes deseabancontar con la ayuda de los obispos católicos y de “losestudiantes”, con cuyo apoyo, según ellos se podía con-tar para organizar una “huelga”. En marzo de 1980, elgrupo recibió un representante de alto rango del Ban-co Central, así como también al Ministro de la Presi-dencia, Rafael Cordero Croceri, quien se comprometiópor escrito a tomar una serie de medidas para facilitarel refinanciamiento de las deudas, asegurar los culti-vos de arroz y comprar fertilizantes y combustible aprecios de costo. El Ministro también se comprometió atransmitir las quejas al Concejo Nacional de Producción

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sobre la mala calidad de la semilla del arroz, así co-mo también a solicitarle al Ministerio de Economía lí-mites en los ingresos que podrían obtenerse con laventa de maquinaria agrícola (CAG, Actas, 13 de marzo,1980, 85-86).

Más o menos en la misma época, el Comité contac-tó a UPAGRA, una organización campesina de izquier-da, cuyo secretario general, Rafael Ángel Murillo, visitóSanta Cruz en busca de apoyo para los miembrosarrestados en la Zona Atlántica (CAG, Actas, 16 demarzo, 1980, 86-87). Eduardo Morales Parrales, presi-dente del Comité, también asistió a un evento llamadola Asamblea del Pueblo, que se realizó en San José. “ElNica” Parrales, como se le conocía en Santa Cruz, in-formó con disgusto que esto “degeneró en una activi-dad propia del Partido Comunista, por lo cual se vioobligado a retirarse del evento” (CAG, Actas, 17 demarzo, 1980, 92).

En última instancia, el Comité de AgricultoresGuanacastecos demostró ser efímero y a mediados de1980, varios meses antes de que se presentara la crisiseconómica, sucumbió ante el partidismo político, loscelos personales y las acusaciones de malversación defondos. De hecho, ocho años después de su cierre casitodos los pobladores de Santa Cruz lo habían olvidadopor completo (excepto, quizás, “el Nica” Parrales, el ve-terinario Frank González y algunos otros de los anti-guos líderes). Existen varias razones para recordarlobrevemente aquí. En primer lugar, la experiencia delComité sugiere que en los movimientos sociales si bienmuchas organizaciones caen en el olvido, sus deman-das y tácticas con frecuencia son luego retomadas pornuevos grupos. En segundo lugar, los vehículos paraesta transmisión de prácticas del movimiento socialson, por lo general, activistas individuales que se unena un movimiento y luego surgen de nuevo como parti-cipantes en otras luchas relacionadas (solo después deuna lectura cuidadosa de las actas del Comité de 1979-1980, me di cuenta que varios de los miembros eran

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personas que conocí ocho años después y que habíanparticipado en las huelgas analizadas en los Capítu-los 3 y 4). Por último, la historia de los movimientossociales “que fracasaron” constituye un acervo de ex-periencia que marca las tácticas y la visión de mundoque alimentan futuros movimientos, como la prácticade organizar “visitas” a los pueblos remotos, los in-tentos por llamar la atención de los ministros del Go-bierno central y la premisa de fondo del grupo de queel Estado no solo “debe” sino que también “puede”procurar que el sector agrícola mejore. Aún cuandolas experiencias específicas de una organización par-ticular se olviden por completo, con frecuencia dejanhuella en las percepciones de los individuos sobrecómo conducir una lucha.

El MRP de nuevo

Cuando el Movimiento Revolucionario del Pueblo(MRP) comenzó a organizarse en el noroeste del país,sin duda esperaba reproducir el éxito que había teni-do antes en la Zona Atlántica, donde UPAGRA habíacausado un impacto sorprendente y había obtenidoun apoyo considerable. Aunque el MRP podía funda-mentarse en las tradiciones activistas previas enGuanacaste, así como en las tensiones sociales con-temporáneas, también enfrentaba un anticomunismogeneralizado y profundamente arraigado, como aquelque manifestó en su comentario “el Nica” Parrales so-bre cómo había sido persuadido para asistir a “laAsamblea del Pueblo”. El mayor logro del MRP enGuanacaste fue la sindicalización de CATSA, el inge-nio azucarero propiedad del Estado, ubicado cercadel pueblo de Filadelfia, justo al norte de Santa Cruz.El Sindicato de Trabajadores de la Caña (SITRACAÑA)dirigido por el MRP organizó una huelga muy intensaen plena época de corta en 1979. Liderada por Mario

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Sancho, un organizador del MRP de la provincia deAlajuela, la acción sindical en CATSA en última instan-cia logró poco para los trabajadores. La administracióndel ingenio triplicó la cantidad de guardas que emplea-ba y adquirió cosechadoras mecánicas, que eran unaseñal de advertencia para los cortadores de caña decuán necesarios eran y de la inutilidad de cualquierparo laboral futuro. Después de despedir a los princi-pales activistas del sindicato fundó, además, una aso-ciación solidarista de empleados y patrono, parte de unmovimiento cada vez más importante en Costa Ricaque enfatizaba los intereses comunes y la interdepen-dencia de trabajo y capital, al mismo tiempo que le pro-porcionaba a los empleados algunos beneficios concre-tos como vivienda y préstamos a bajo costo. Dos añosdespués el sindicato de trabajadores había desapareci-do por completo (Edelman 1992, 280).

El SITRACAÑA puede haber sido “flor de un día”,pero representó una inversión de recursos organizati-vos que desplegó por todo el centro de Guanacaste aun grupo pequeño pero comprometido de activistas po-líticos, la mayoría de origen local y otros fuereños. Enun caso, un hombre joven que había llegado como or-ganizador del MRP a un pueblo cerca de Filadelfia, a fi-nales de la década de los setentas, se estableció y secasó con una mujer de la localidad, iniciando así unafamilia y participando en la asociación de desarrollo dela comunidad y en una cooperativa agrícola local. Unaserie de residentes del área bastante conocidos comopartidarios del SITRACAÑA regresaron a sus fincas enla zonas cercanas (como lo hizo el organizador de Pue-blo Unido que conocí brevemente en 1982, véase la In-troducción) o los pusieron en lista negra durante añosy se les imposibilitó encontrar empleo en la región.

No obstante, en la mayoría de los casos en que elMRP envió pequeños grupos a las áreas rurales, sus in-telectuales y activistas citadinos no pudieron soportarlas dificultades y el tedio de la vida rural, ni allegar lasmasas de campesinos a las organizaciones. En el resto

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de Guanacaste, por ejemplo, un joven estudiante deantropología adquirió una pequeña finca en un caminovecinal en las llanuras, en la ribera oriental del RíoTempisque y, después de una experiencia frustrantetratando de organizar al campesinado local, decidió re-gresar a la ciudad. La propiedad se convirtió en un si-tio para excursiones de fines de semana y retiros oca-sionales de grupos de estudiantes recién graduados dela Escuela de Antropología y Sociología de la Universi-dad de Costa Rica.

Al parecer la experiencia de organizar pequeñosgrupos rurales en Guanacaste llegó a un fin grotescoen 1985, varios años después de que “el M” se había di-suelto, cuando un grupo de sus antiguos activistas or-ganizó un asalto infructuoso a la sucursal del BancoNacional en Filadelfia.2 Después de eso, el movimiento“se quemó” en la zona y sus antiguos seguidores tuvie-ron que mantener un perfil bajo y evitar la participa-ción abierta en política.

No obstante, aún antes del asalto bancario, la ima-gen que muchos campesinos tenían de los partidos deizquierda ya se había deteriorado. Esto no solo fue elresultado del fracaso de las huelgas lideradas por loscomunistas en las zonas bananeras a principios de ladécada de los años ochentas. Un agricultor de SantaCruz recordaba años después (en 1991) que algunos delos principales activistas guanacastecos de las décadasde los setentas y ochentas habían sido miembros delMRP y que: “cuando esas personas [los miembros delMRP] participaron en el asunto de SITRACAÑA hicie-ron cosas que no considerábamos correctas”. Cada vezque había una asamblea ampliada iban a una de lasgrandes fincas y se robaban un novillo para asarlo.“–‘Ellos nos lo prestan’–, decían ellos y se reían. Peronosotros sabíamos que eso no estaba correcto”.

Sin embargo, paradójicamente, los campesinos quepresentaban más hostilidad hacia la Izquierda organi-zada o que estaban desilusionados de ella, a veces sesentían nostálgicos al recordar las primeras experiencias

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como militantes y anhelaban nuevos canales de accióncolectiva. Aún aquellos que habían participado en or-ganizaciones conservadoras, como las iglesias evangé-licas o las asociaciones solidaristas (véase Blanco yNavarro 1984), que en gran parte reemplazaron a lossindicatos en las zonas bananeras después de princi-pios de los ochentas, con frecuencia aprendieron lec-ciones sobre los beneficios de las luchas unificadas eignoraron o explicaron de forma muy convincente lasideologías que habían dado origen e inspirado esas ex-periencias. Al respecto, Pedro Ruiz, un joven agricultordel pueblo de La Florida que pasó varios años en “la zo-na” en la provincia de Limón, comentaba (en 1988) sutransformación del comunismo al solidarismo:

En la zona [bananera], para ser sincero, he estado enmás de una organización. Y he visto los movimientos.Yo fui un gran comunista en la zona. Idiay, y después,es que me lavaron el coco [cerebro], no sé, y me paséal otro bando, a la asociación solidarista. Pero comodigo, sí sé qué es la organización y es muy buena.¿Qué es lo que necesitamos aquí? Lo que necesitamoses organizarnos.

El comentario de Ruiz, del cual muchos otros se hi-cieron eco, se dio en el contexto de una lucha intensaque surgió después de mucho tiempo y que, por unbreve período, creó grandes esperanzas entre los cam-pesinos de Santa Cruz y de Nicoya. A pesar de su con-fesión apologética de haber “cambiado de bando” yhaber sufrido un “lavado de cerebro”, es claro que an-helaba de nuevo el regocijo de la acción unificada y losbeneficios concretos que podría generar.

El resurgimiento del activismo campesino

Marcos Ramírez, hijo de un zapatero y de una em-pleada doméstica y que durante la secundaria había si-do activista del MRP en San José, comenzó a visitar las

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llanuras de Guanacaste a principios de la década delos años ochentas, después de la huelga fallida del SI-TRACAÑA en el ingenio azucarero. Con el tiempo, seestableció en Santa Cruz, al norte de la Península deNicoya, un cantón con un área de 1.331 kilómetroscuadrados y una población que en 1984 alcanzaba los31.133 habitantes, el 79 por ciento de los cuales eranrurales. Las tórridas llanuras de Santa Cruz, dondehay muchas propiedades pequeñas y algunas grandes,constituyen una zona de transición entre las pequeñaspropiedades de la Península de Nicoya y las grandeshaciendas hacia el norte y el este (Edelman 1992). Enlas bajas pero escarpadas montañas que se extiendendesde el sur de Santa Cruz hacia Nicoya, donde la elec-tricidad aún no había llegado y muchos servicios gu-bernamentales todavía no existían, donde los caminosestaban en malas condiciones y las telecomunicacio-nes eran inadecuadas, predominaban los pequeñospropietarios, muchos de los cuales trabajaban por tra-dición en la producción de café.

Por coincidencia o no, Nambí, la pequeña comuni-dad donde Ramírez vivió por primera vez, se encontra-ba junto a la carretera, justo en la desviación de unode los caminos de tierra que conducía hacia la “zonaalta” montañosa de Santa Cruz y Nicoya, donde el MRPhabía tratado de organizar a los campesinos en la dé-cada de los años setentas. Sin embargo, al igual queotros activistas, al narrar detalladamente su decisiónde trasladarse al área rural, Ramírez le restó importan-cia al papel de la disciplina del partido, enfatizandomás bien una mezcla de motivaciones familiares y eco-nómicas combinadas con sentimientos casi utópicossobre la vida rural. “Tengo un tío loco –afirmababa– esun tío del lado de mi mamá”.

Mi tío vivió en Estados Unidos y compró una finca aquíen Guanacaste cuando se vino de allá hace unos diezaños más o menos, principios del 80... Mis abuelos enAtenas [en la provincia de Alajuela] sembraban y tenían

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una finca y mi tío también. Mi tío se compró una fincaacá con el objetivo, según él, de que iba a ser ganadero.A esa finquita se llevó a mi abuelo. Porque al final mi tíoera un vagabundo, nadie le ponía rienda, entonces, vi-no y se fue otra vez para Estados Unidos, y dejó la fin-ca, y se la dejó a mi abuelo. Desde ese entonces yo em-pecé a venir a Guanacaste, tenía como 19 años. Tengo28 ahora. Empecé a venir donde mi abuelo, ¿verdad? Ypasaba las vacaciones… En Nambí. A la finca les dicenLas Palmas de Nambí. Mi abuelo ahí sembraba… Yo ve-nía a ayudar en el verano. No le ayudaba a sembrar por-que aquí en el verano no se puede sembrar nada, perosí por lo menos a ayudarle un poco con las cercas y eso.

A Ramírez le agradaba la vida en el campo, sobretodo cuando la comparaba con las dificultades que te-nía que enfrentar un padre joven de clase trabajadoraque vivía en la capital.

Yo fui viendo que aquella forma de vivir era una formamuy sana y muy interesante. Que uno podía vivir dela producción, de lo que uno producía, sin matarsedemasiado y sin muchas congojas en la vida. Princi-palmente ya yo empezé a ver la relación con los veci-nos, lo que es tener una vaquilla, de ordeñarla, de te-ner su leche, todas esas cosas que en la ciudad sondifíciles de obtener, que tenés que matarte para obtener.Entonces se me ocurrió ver como sería acompañar ami abuelo en la finca. Porque tuve la experiencia deentrar a trabajar en una fábrica, en Productos deConcreto. Yo tuve la oportunidad de estudiar pero noterminé mis estudios. Entré a un colegio vocacional aestudiar electricidad y no terminé la carrera… Enton-ces como opción yo vi que era, lo más factible era ve-nirme para acá. Después, empezé a venir mucho másseguido a principios del 82… Y ya después mi abuelosalió de la finca. Yo mantenía a mi familia allá [en SanJosé]. No me la había traído todavía porque yo queríaasegurarme una estabilidad económica para mi fami-lia, para mi esposa y mi hija, en ese tiempo solo teníauna… Ella venía embarazada del güilillo [hijito] mío.Cuando mi señora llegó aquí no habían pasado cuatromeses cuando mi tío vendió la finca. En el 83, a fina-les. El tío mío había vendido la finca y me dijo que te-nía que salir de la finca.

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Ramírez pasó un año en circunstancias precarias,viviendo en casa de amigos cerca de Nambí o en la ca-sa de los suegros en la capital, adonde su esposa ha-bía regresado con los niños. Durante este tiempo difí-cil, también buscó ayuda de algunos de los miembrosdel MRP en el área de Santa Cruz (aunque pasaronaños antes de que admitiera esto en nuestras conver-saciones).3 Eventualmente, se las arregló para alquilaruna finca de seis hectáreas en las cercanías de la pe-queña comunidad de El Rincón de San Vicente, dondetrabajaba con la ayuda esporádica de su concuño, Car-los Hernández y de Francisco Sánchez, que había sidoestudiante de sociología. Al igual que él, ambos habíancrecido en Desamparados, un barrio de clase obrera enel sur de San José. Los agricultores novatos no la pa-saron nada bien y las dificultades se vieron exacerba-das por los bajos precios del maíz y las condiciones in-clementes del clima en las llanuras de Guanacaste,donde las pérdidas de las cosechas son frecuentes y se-veras. Cuando el dinero se había acabado y no teníannada para pagarle a los peones que habían contratado,propusieron que todos, patronos y empleados, trabaja-ran la tierra en forma conjunta, como una cooperativay compartieran por igual los ingresos generados por to-da actividad agrícola que se llevara a cabo en la finca.Ellos llamaron a su nuevo experimento “Cooperincón”(que significaba Cooperativa del Rincón de San Vicen-te), a pesar de que nunca fue formalmente incorporadacomo una cooperativa y que la mayoría de los miem-bros se había unido más que todo porque la remune-ración prometida no se les había cancelado y era laúnica esperanza de recobrar lo que les adeudaban.

Los esfuerzos por legalizar “Cooperincón” nuncafructificaron, sobre todo porque los participantes tra-bajaban en terrenos alquilados. En 1987, luego deuna reunión de cooperativas y organizaciones locales

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de desarrollo agrícola, varios participantes en “Coope-rincón” formaron una cooperativa constituida legal-mente llamada “Coopeasab” en Santa Bárbara, unpueblo cercano no muy lejos de Santa Cruz, la sedecantonal. Coopeasab (Cooperativa Autogestionaria deSanta Bárbara) había perdido muchos miembros y es-taba a punto de perder la finca de 45 hectáreas si noreclutaba nuevos socios. La fusión de las dos “coopes”le permitió al grupo de Santa Bárbara conservar la tie-rra, mientras que el grupo de Rincón obtuvo acceso ala tierra y pudo legalizarse. Poco tiempo después, Ra-mírez, que con la ayuda de una ONG católica pudoobtener un préstamo de un millón de colones (alrede-dor de 15.000 dólares) de la organización alemanaPan para el Mundo, a una tasa de interés baja, se con-virtió en el administrador de Coopeasab.

Cultura del maíz, cultura de supervivencia

Las dificultades de los agricultores novatos que for-maron Cooperincón y que luego se unieron a Coopea-sab no se debieron tan solo a la falta de experiencia.Durante mucho tiempo los campesinos guanacastecoshabían enfrentado enormes obstáculos en su lucha porsobrevivir y prosperar. La tierra era escasa, la agricul-tura riesgosa, el trabajo mal remunerado, las familiasse dividían cuando los hombres emigraban hacia lasplantaciones bananeras lejanas o las mujeres se iban alas ciudades para trabajar como empleadas domésti-cas, y el calor de las llanuras guanacastecas es ago-biante, incluso para aquellos trabajadores cuya jornadalaboral finaliza al mediodía y saben lo suficiente comopara permanecer a la sombra hasta finalizar la tarde.En el caso del maíz, los frijoles y el arroz, principalescultivos de los pequeños propietarios, una cosecha exi-tosa depende de una precipitación anual entre 1.500 y2.000 milímetros, bien distribuida durante la estación

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lluviosa de mayo a noviembre. Aunque desde 1950dicha precipitación ha disminuido de forma pronun-ciada, lo que se relaciona casi de seguro con la defo-restación severa en la región, la variación anual ymensual es aún muy alta (IMN n.d; Hagenauer 1980;Fleming 1986).

Por ende, los agricultores guanacastecos no soninexpertos cuando de sequía inundación y pérdida decosechas se trata. En algunos años los más pobres omenos afortunados recogen solamente “puñados”, queni siquiera les proporciona el consumo para la familiao la semilla para la próxima siembra. Sin embargo, sedice siempre que la expectativa del ciclo anual es cose-char al menos para “el gasto de la familia”. Con el finde obtener esta seguridad mínima, muchos pequeñosproductores intercambian trabajo “hombro a hombro”con los vecinos y cultivan parcelas con sus propios re-cursos, o como dicen ellos, “a puro pulso”. No obstan-te, muchos también incurren en gastos importantes enefectivo, alquilando tierra (por lo general a cerca de3.000 colones [alrededor de 38.00 dólares en 1988] porhectárea para cada ciclo de producción de cuatro me-ses), haciendo préstamos bancarios, contratando peo-nes y comprando insumos costosos.

Los campesinos de muchas partes de Costa Ricasiembran maíz, el cual por tradición ha sido un pro-ducto importante en su dieta. No obstante, en la mayo-ría de las regiones productoras de maíz, tales como laprovincia de Limón, aunque la familia consumiera, es-te grano se cultivaba principalmente para la venta.Guanacaste, por el contrario, todavía tiene una cultu-ra del maíz muy desarrollada, semejante a la de loscampesinos del norte en Mesoamérica, pero diferentede lo que existe en otras partes de Costa Rica. De he-cho, solo en Guanacaste incluye la dieta una variedadtan amplia y sabrosa de recetas de maíz: los refrescosde pinolillo y chicheme; los atoles y el pozol; el dulceyol tamal y muchas otras variedades de tamal; así co-mo también tortillas y rosquillas horneadas, entre

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otras. Es claro que, las palabras “maicero” (productorde maíz) y “frijolero” (productor de frijoles) casi sinóni-mos de “polo” o “rústico” en las zonas cafetaleras delcentro de Costa Rica, en esta región son solo términosdescriptivos.

El entusiasmo de los guanacastecos contemporá-neos por las comidas a base de maíz se deriva directa-mente de las tradiciones mesoamericanas previas a laconquista. Lo que hoy se conoce como Guanacaste fue,en tiempos prehispánicos, uno de los sitios más meri-dionales de influencia mexicana. La provincia fue ad-ministrada durante la mayor parte del período colonialcomo un partido separado, tanto de Costa Rica comode Nicaragua, o como parte de Nicaragua y su culturay forma de hablar aún están muy influenciadas por losvecinos del norte de Costa Rica; su gente, descendien-te de indígenas chorotegas, esclavos africanos y euro-peos, a veces dicen de sí mismos que tienen una “fiso-nomía” diferente a la de los habitantes descendientesde europeos en la zona central de Costa Rica. Estos la-zos culturales e históricos con Mesoamérica y en formamás inmediata con Nicaragua, forman parte de unaidentidad guanacasteca regional que, para el pequeñopropietario campesino, se expresa en un vínculo muyfuerte con la cultura del maíz. Manuel Morales, un jo-ven agricultor del pueblo montañoso de La Esperanzaexpresó este sentimiento profundo, si bien, en formamás elocuente y apasionada que muchos:

Guanacaste es la cuna del atol [una bebida espesa he-cha con polvo de maíz hervido] del maíz, y nosotros losguanacastecos tenemos que seguir con las tradicionesde nuestros antepasados. Son miles de años que lleva-mos [cultivando el maíz] y no podríamos devolvérnoslojamás [si se perdiera]. El maíz es uno de los productosmás vitales para la alimentación del país. La comida. Elpan del pobre. Si no producimos lo que nos comemos,¿qué diablos vamos a hacer? No vamos a comer café, sísiembro el café lo tomo pero no voy a comer café. Comoguanacasteco no aceptaría jamás que el Gobierno me

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ofreciera la posibilidad de sembrar otra cosa por dineroy dejar de cultivar el maíz. No sé si algún otro aceptaría,pero yo no.

El comentario de Morales sobre la posibilidad detener que dejar de sembrar maíz, enérgico y defensivoal mismo tiempo, sugiere indignación ante la amena-za a toda una forma de vida legitimizada y dignifica-da por las referencias a miles de años de historia.Cuando lo entrevisté en su vivero de café, muy biencuidado y regado, se veía con claridad que no era ene-migo del cambio, ni un obstinado agricultor de sub-sistencia contrario a correr riesgos. En el punto me-dular de su análisis y de su modo de expresarse, muybásico en la situación difícil que enfrentaban los pe-queños agricultores de Santa Cruz, se encontraba elreto casi simultáneo a varias expectativas condiciona-das por la historia. Estas incluían condiciones climá-ticas que empeoraban en forma dramática, un cambioen las políticas estatales y una urgencia cada vez ma-yor que llevó a la movilización política y a un cambioen la auto imagen “conformista” de los campesinos dela región.

Crisis de la subsistencia y crisis económica

Antes de mediados de la década de los ochenta, losaños de sequía, con una precipitación anual menor a1.400 milímetros, casi siempre fueron seguidos poraños con suficiente o mucha lluvia.4 No obstante, en-tre 1985 y 1987, una precipitación muy baja produjouna “crisis de subsistencia” (Scott 1976, 16-18) que deforma inesperada confrontó a los agricultores más po-bres de Guanacaste con la amenaza de la ruina inmi-nente. Para la época de siembra en mayo de 1988, mu-chos habían vendido los pocos chanchos y pollos que

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les quedaban y se tuvieron que comer o vender vendidoel maíz y los frijoles que iban a utilizar como semilla.La desesperación resultante la resumía un agricultorde entonces en Veintisiete de Abril, un pueblo polvo-riento en la llanura:

Por el momento no estoy sembrando nada porque notengo con qué sembrar. Como uno es pobre, yo vine per-diendo hectárea y media de maíz aquí y de arroz tres. Yvendí todo lo que tenía, el animalito, para seguir dándo-les la alimentación [a los hijos]. Y de eso vivimos. El añopasado lo pasamos también brincando, lo mismo, ven-diendo carambaditas.

Sin embargo, catalogar tales desastres ambientalesy los trastornos sociales resultantes como una “crisisde subsistencia”, puede opacar hasta qué grado, inclu-so, los pequeños agricultores producían más que parasu propio sustento y hasta qué grado participaban enrelaciones comerciales y financieras complejas. Estadimensión de la crisis, así como también algo de las ex-pectativas de consumo asociadas a épocas “normales”y a la angustia de desastres recientes, quedaron plas-madas en los comentarios de un padre de seis hijos, elmayor de ellos de tan solo catorce años de edad, pro-cedente también del pueblo Veintisiete de Abril:

Hace tres años, al verme yo estrecho, que no puedo nidarles de comer a los güilas, entonces yo me hice unadeuda en el banco. Me dije yo: “Voy a sembrarme unastres cajuelas de frijoles para ver si acaso consigo algo,si es bueno el invierno. Si es bueno, compro ropa a losgüilas, zapatos, alguna cosa”. De las tres cajuelas defrijoles –de las dos que tenía en el terrenito mío que esun poquito, como una hectárea– de esas dos cajuelasque sembré, conseguí un cuartillo, que son ocho libras.Y de otra cajuela que tenía en un terreno alquiladoconseguí un kilo. En el 86 fue malo el invierno, en el87 también. Entonces no pude pagar y ahora no siem-bro absolutamente nada porque tengo cerradas laspuertas, como dicen, ahí en el banco. A veces [en el pa-sado] me he dedicado a sembrar sandía, melón, vainicas,

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pipián, alguna cosa por ahí, pero hijuepucha, sin uncentavo en la bolsa... ¿cómo voy a conseguir a un peónpara que me ayude a regar por lo menos la sandía oque me ayude a trabajar?

El tener “las puertas del banco cerradas” se esta-ba convirtiendo en una experiencia conocida, aúnpara aquellos que habían podido pagar los préstamosanteriores. Los programas de ajuste económico es-tructural que se iniciaron en 1985 pretendían que elSistema Bancario Nacional fuera más eficiente, per-mitiendo que las instituciones financieras privadascompitieran en la oferta de una gama creciente deservicios e introduciendo criterios de rentabilidadmás estrictos para otorgar los préstamos. A nivel lo-cal, en Santa Cruz, esto significó reducciones severasen el crédito para la producción de granos básicos ytasas de interés mucho más elevadas para los prés-tamos disponibles.

Los gráficos 1 y 2 sugieren la rapidez con que desa-pareció el crédito para la producción de granos básicosen el área de Santa Cruz. El Banco Anglo Costarricense(BAC), uno de los cuatro bancos principales del sectorpúblico del país, era el segundo prestamista en tama-ño en la región después del Banco Nacional de CostaRica (BNCR). Los datos del BAC sugieren que tanto elnúmero de préstamos otorgados como el total de hec-táreas financiadas disminuyeron de forma precipitadadespués de mediados de la década de los ochentas. Lasucursal del BNCR en Santa Cruz, que en cualquieraño dado es posible que efectuara varias veces el nú-mero de operaciones crediticias que hacía el BAC, noproporcionó datos comparables, aunque uno de losfuncionarios me aseguró que era clara la tendenciadescendente en la actividad crediticia para granos bá-sicos y que se igualaba a la que tenía el BAC.

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Gráfico 1. Préstamos para la producción de granos básicos, BancoAnglo Costarricense, Santa Cruz, Guanacaste, 1980-1990, adaptadode los datos suministrados por la oficina del BAC en Santa Cruz.

Gráfico 2. Área financiada para la producción de granos básicos, Ban-co Anglo Costarricense, Santa Cruz, Guanacaste, 1980-1990, adapta-do de los datos suministrados por la oficina del BAC en Santa Cruz.

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Se forma un movimiento

Los campesinos guanacastecos se sentían bastantedefraudados por las cosechas perdidas y el alto costodel crédito. Sus variadas aspiraciones y su diversa ex-periencia organizativa, hasta ahora en gran parte sinutilizar, eran comparables a las existentes en otras re-giones de Costa Rica. Inicialmente, el desarrollo de unaconciencia de grupo entre los pequeños agricultores deSanta Cruz no se debió tanto a sus luchas locales co-mo a un conocimiento cada vez mayor de los aconteci-mientos en otros sitios del país, donde el movimientocampesino había estado creciendo en militancia, visibi-lidad y sofisticación desde 1986. En setiembre de eseaño, la Guardia Civil dispersó a los manifestantes cam-pesinos en San José utilizando gas lacrimógeno y bas-tones. Pocos guanacastecos hicieron el largo viaje has-ta San José para participar en este evento, pero paramuchos de ellos, al igual que para otros costarricenses,el ataque policial violó sus tradiciones de tolerancia ylibre expresión y propició la oposición a las políticasgubernamentales de ajuste económico (CENAP et al.1988; Reuben 1988; Rivera y Román 1988). Al año si-guiente, Cooperincón envió a una decena de miembrosdesde Guanacaste hasta San José para que se unierana UPAGRA y otras organizaciones en otra marcha cam-pesina.5 Esta protesta no produjo violencia policial sig-nificativa, aún cuando algunos manifestantes termina-ron ocupando el atrio de la Catedral Metropolitana yorganizaron una huelga de hambre en el Parque Cen-tral (véase el Capítulo 2). En Santa Cruz, el proceso deprimero observar y explicar, de asumir una nueva con-ciencia, y luego realizar foros y formar comités, se nu-trió con la presencia de activistas comunales, delegadosde la palabra, futuros líderes campesinos y algunosmas que estaban al tanto de estos y otros aconteci-mientos nacionales. No obstante, la redefinición de po-sibilidades políticas por parte de los campesinos fue

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también resultado de las nuevas alianzas que produje-ron un sentido de fuerza y eficacia.

En Santa Cruz, la expectativa inmediata que loscampesinos tenían del Estado y la causa inmediata desus primeros pasos para organizarse involucraba alFondo Nacional de Contingencias Agrícolas, el cual sesuponía iba a “indemnizar” a los agricultores de las re-giones que sufrieran una pérdida importante de culti-vos. En “tiempos normales” los agricultores veían elFondo, que era financiado con un impuesto del tres porciento sobre el grano vendido al CNP, como una incon-veniencia muy cara y que, al igual que el Fondo Nacio-nal de Emergencias que fue el protagonista de un es-cándalo en el que involucraron a un ex-presidente y unex-vicepresidente, era una posible fuente de “chorizos”políticos, como se les llama a los actos de corrupciónen Costa Rica. Pocos de los pequeños propietarios con-sideraban que el impuesto que llamaban “castigo” aligual que los montos pagados al CNP que “castigaba” elexceso de humedad o contenido de suciedad en sus gra-nos beneficiaría a alguien aparte de “los grandes”, comole decían a los arroceros con vínculos políticos cuyos re-presentantes eran parte de la junta directiva del Fondo.Sin embargo, después de tres años de pérdidas por se-quía, el Fondo parecía ser una de las pocas solucionesposibles para un campesinado desesperado, cada vezmás endeudado y desprovisto de capital.

En octubre de 1987, tras un mes de negociacionesentre las agencias gubernamentales y las organizacio-nes de agricultores en otras partes de Costa Rica, elMAG comenzó a recopilar información sobre las pérdi-das por sequía que se daban en Guanacaste.6 Comorespuesta a esta demostración de interés por parte delas autoridades, los campesinos comenzaron a organi-zarse “espontáneamente”, según recordaban muchos,para coordinar la recopilación de información sobre loscostos y las pérdidas de producción. Cooperincón y laAsociación de Desarrollo de la comunidad de Santa

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Bárbara convocaron a una reunión de cooperativas,agricultores, y organizaciones comunales para infor-marle a la gente sobre la marcha que se iba a llevar acabo en setiembre y sobre el movimiento campesino engeneral, así como también para “detectar las necesida-des a nivel técnico, de tierra, crédito, vivienda [y] pro-ducción” y “orientar un proceso de conformación de untrabajo coordinado, en busca de dar soluciones a lasnecesidades planteadas”. En concreto, los organizado-res esperaban presentarle al Gobierno una posiciónunificada sobre las pérdidas de cosechas, así comotambién sus necesidades de crédito, riego y mejoresgarantías para los precios. Los grupos de seis puebloscercanos enviaron representantes, al igual que lo hizoel Sindicato de Campesinos de Guatuso (UCADEGUA)desde el norte de la provincia de Alajuela, al otro ladode la cordillera volcánica. Una ONG católica, el CentroNacional para la Acción Pastoral (CENAP), dio apoyoeconómico y técnico para la actividad (Primer Encuen-tro Campesino 1987).

Los últimos meses de 1987 fueron días de muchaactividad. Los organizadores de diversos grupos coope-rativos, comunitarios y religiosos visitaron las comuni-dades de todo el cantón de Santa Cruz y las áreas ale-dañas en Nicoya y Carrillo. Las emisoras locales, enparticular Radio Chorotega, propiedad de la Iglesia, es-timulaban a los residentes de las comunidades remo-tas para que discutieran sus propias pérdidas y nece-sidades y les informaban sobre las reuniones en todala región.7 Para el mes de diciembre, los agricultores demás de veinte pueblos pequeños habían formado comi-tés que acordaron reunirse cada domingo al mediodía,“ya que a este asunto hay que darle pronta ejecución”(Agricultores del Distrito 1987, 2). Ellos nombraron un“encargado de prensa”, un comité formado por trespersonas a cargo de escribir un borrador del comuni-cado de prensa y, además, dos representantes encar-gados de recopilar información precisa sobre las pérdidas

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de cosechas, la cual presentarían al representante delMinisterio de Agricultura. La realización de esta últi-ma tarea serviría para “darle… más seriedad y respon-sabilidad a nuestra organización” (Ibid., 3). La mayo-ría de los representantes del pueblo que asistió a lasreuniones de los domingos no seguía una ideología enel sentido de que no poseía una orientación políticasólida y coherente. No obstante, la organización emer-gente era claramente ecuménica e incluía antiguos iz-quierdistas, así como a los que apoyaban a la FESIAN,la Federación Sindical Agraria vinculada al Partido deLiberación Nacional (PLN) y que tenía un centro deapoyo en el pueblo de Cartagena, al norte de SantaCruz. Las reuniones dominicales, según recordabadespués Marcos Ramírez, dieron inicio a un procesoque el Gobierno “sabía promover, pero no sabía cómolo iba a controlar”.

Con tres años de cultivos dañados por la sequía,grandes deudas y muy pocas esperanzas de obtenercrédito, muchos campesinos guanacastecos vislum-braban la pronta “indemnización” por las pérdidas decosechas previas que haría el Fondo de Contingen-cias, como la única esperanza de obtener capital pa-ra sembrar. El 27 de febrero de 1988, más de dos-cientos campesinos se reunieron en Santa Cruz parafundar la Asociación de Pequeños Productores delPacífico Seco, ASPPAS. Higinio Rodríguez, un caficul-tor, productor de hortalizas y líder comunal de la zo-na alta del pueblo de Vistalmar, fue elegido presiden-te; Marcos Ramírez, que en aquel entonces tenía 26años de edad, fue electo secretario. Como primera ac-ción, ASPPAS presentó un documento al funcionariolocal del Ministerio de Agricultura en el que descri-bían las pérdidas por sequía y detallaban las necesi-dades de los miembros con respecto a riego, asisten-cia técnica y crédito. El representante del Ministerioprometió responder en dos semanas. Ramírez narró loque sucedió después: “Esperamos un mes, dos mesesy nada. Mandamos telegramas, cartas. El campesino

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se sentía engañado. En Guanacaste tenemos que sem-brar antes del veinte de mayo. No se puede sembrarcuando le de la gana”.

El movimiento en Santa Cruz se identificó cada vezmás con el movimiento campesino nacional y se giró al-rededor de la política nacional, en particular la discu-sión que se daba entre los funcionarios públicos delsector agropecuario (del MAG, CNP e IDA) y la coaliciónde clases llamada UNSA (véase el Capítulo 2). Sin em-bargo, el ritmo pausado de estas conversaciones noconcordaba con el creciente sentido de urgencia de losagricultores conforme se acercaban las primeras llu-vias y la época de siembra.

Aunque en febrero el Gobierno había accedido a lapetición de UNSA para formar una comisión negociado-ra entre UNSA y el gobierno, este reconocimiento de lalegitimidad de la coalición no estuvo acompañado de lospasos a seguir para la pronta resolución de los seriosproblemas que sufrían los agricultores, aún después dedos meses de discusiones. El 18 de abril, faltando tansolo pocas semanas para el esperado inicio de las llu-vias, UNSA le presentó al Presidente Oscar Arias un do-cumento en el cual se especificaban los problemas queenfrentaba el sector agrícola y le proponía una serie desoluciones a corto y mediano plazo. Dado que se acer-caba la época de siembra, la organización solicitó unarespuesta en diez días. Exactamente un mes después elMinistro de Agricultura hizo pública la respuesta delGobierno, la cual los miembros de UNSA, en especiallos pequeños productores de granos, consideraron deltodo inadecuada (Román et al. 1988).

La “huelga” en Santa Cruz

ASPPAS en Santa Cruz ya no formaba parte deUNSA, pero los miembros y líderes seguían muy decerca los acontecimientos nacionales. Las negociaciones

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entre UNSA y el gobierno influían cada vez más en lamovilización política local, a medida que los agriculto-res comprendían que las tácticas de presión efectivasrequerían unir esfuerzos con los de sus homólogos enotras regiones. Por ejemplo, el 22 de abril, poco tiempodespués de que UNSA le expresara su opinión por es-crito al Presidente Arias, cientos de miembros de ASP-PAS marcharon en Santa Cruz con el fin de apoyar su“derecho a sembrar”. Organizaron breves “tomas sim-bólicas del poder”, de una o dos horas cada una, en lasoficinas de las agencias del sector agropecuario: IDA,CNP, MAG y Banco Nacional y les presentaron a losfuncionarios de cada una de esas entidades los docu-mentos donde se esbozaban las necesidades específi-cas. El último acto fue en la municipalidad de SantaCruz, donde solicitaron el apoyo del gobierno local.

El 9 de mayo, sin haber recibido aún ninguna res-puesta del Presidente Arias, las organizaciones decampesinos en diversas partes del país se manifesta-ron y bloquearon las carreteras para protestar contrala falta de acción del Gobierno. En Santa Cruz, el blo-queo de las carreteras se prolongó por tres horas antesde que los manifestantes, que ya ascendían a centena-res, decidieran marcharse. Alguien comentó despuésque la protesta era una “advertencia” sobre su deses-peración y sobre lo que podría suceder si no tenían re-cursos para sembrar. A finales de mayo y principios dejunio, los líderes de ASPPAS consultaron con asam-bleas campesinas en treinta y seis comunidades alre-dedor de Santa Cruz para decidir qué pasos seguir.Algunas de las ideas más creativas de los líderes, ta-les como la liberación de decenas de pollos en las ofi-cinas del Banco Central en San José para dramatizarla dificultad que tenían los campesinos para producirmaíz amarillo, fueron rechazadas por completo porlos asambleístas (algunos campesinos me comenta-ron después que estas ideas eran tan solo “babosa-das” [tonterías]). En vez de eso, los miembros deASPPAS optaron por unirse a UNSA en una “huelga”

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nacional que establecería un “bloqueo definitivo” decarreteras por un período indefinido.

En la mañana del 8 de junio, los agricultores de di-versas regiones productoras de granos de Costa Ricabloquearon los puentes de las carreteras para solicitarel pago por las pérdidas de cosechas por sequía, me-jor disponibilidad y condiciones crediticias, así comotambién precios “justos” para los productores.8 La di-versidad de clases de los manifestantes y sus variadosestilos de movilización se reflejaban en el tipo de de-mostraciones que se llevaron a cabo en diferentes par-tes de Guanacaste. En Santa Cruz, los pequeños pro-ductores tomaron la carretera justo fuera del pueblo,mientras que hacia el norte, en Guardia de Liberiadonde hay grandes propiedades, algunos de los agri-cultores más ricos de la provincia lograron un efectosimilar estacionando tractores y cosechadoras en elpuente sobre el Río Tempisque. Este contraste, entrelos que bloquearon puentes “con sus cuerpos” y losque lo hicieron “con los cuerpos de sus empleados ysu maquinaria”, simbolizaba las tensiones inherentesen la coalición de UNSA, así como también los diferen-tes riesgos personales que enfrentaban los pequeñospropietarios y “los grandes”.

Veinticuatro horas más tarde, a las 5 a.m. del 9 dejunio, la Guardia Rural, una de las dos principalesfuerzas policiales de Costa Rica, envió varios centena-res de hombres fuertemente armados al puente deSanta Cruz, los cuales amenazaron con lanzar gaseslacrimógenos. Según comentó tiempo después uno delos manifestantes, los guardias eran “señores vestidosde un color que no era ni azul ni verde”. Otro recordóque “la Guardia estaba lista con granadas y chun-ches…, ¡el diablo entero!”

Johnny Brealey, un productor de arroz con buenasconexiones políticas, miembro activo en UNSA y quienhabía ayudado a bloquear el puente de Guardia, apa-reció con un mensaje del Gobierno diciendo que el Mi-nistro de Agricultura estaba de acuerdo en reunirse

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con una delegación de cada región. Ante la amenaza degases lacrimógenos, con una oferta de conversacionespor parte del Gobierno y con sus aliados, los grandesproductores quitaron tractores y cosechadoras delpuente de Guardia y los manifestantes de Santa Cruzacordaron levantar el bloqueo. Dos líderes de ASPPAS,Marcos Ramírez y Ezequiel Gómez, partieron hacia SanJosé en el avión de Brealey para reunirse con el Minis-tro, mientras que el resto de los manifestantes se rea-grupaban en la oficina local de la Cámara de Ganaderos.

“No teníamos suficiente experiencia en este tipo deacciones –recordaba Ramírez– cuando nosotros llega-mos a San José nos dimos cuenta de que fuimos objetosde un engaño, no por Brealey, sino por el Gobierno”.Cuando los representantes guanacastecos llegaron alMinisterio de Agricultura nadie los estaba esperando pa-ra reunirse con ellos. Entonces se dirigieron a Guácimo,Limón, donde unos 1,500 campesinos habían cerradolas carreteras y la vía del ferrocarril. Lo que los manifes-tantes guanacastecos desconocían era que los agriculto-res de Guácimo y Parrita se habían negado a dialogarcon el Ministro de Agricultura, alegando que él no teníaverdadero poder de decisión. Además, reprendieron a losrepresentantes de ASPPAS por haber levantado el blo-queo en Santa Cruz.

No obstante, Guácimo era el único sitio en el paísdonde la “huelga” continuaba. En Guanacaste, los ma-nifestantes habían levantado los bloqueos en SantaCruz, Guardia y Cañas. En Parrita, en la costa del Pa-cífico Central, los manifestantes levantaron el bloqueode la carretera cuando los Guardias Rurales arrestarona dos líderes locales. Ante los ojos de los agricultores,esto al parecer era otro indicio de la incoherencia delGobierno o de mala fe. “¿Cómo íbamos a negociar concompañeros en la cárcel?” se preguntaba un dirigentedel ASPPAS.

Después de que Ramírez y Gómez volaron a SanJosé en busca del Ministro de Agricultura, los manifes-tantes que se encontraban en la oficina de la Cámara

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de Ganaderos en Santa Cruz escucharon en RadioChorotega la noticia de los arrestos en Parrita, la “trai-ción” del Ministro y el debilitamiento de la huelga en elresto del país. La melancolía los invadió. Además, llo-vía torrencialmente, un recordatorio para muchos deellos de la falta de recursos para sembrar y un verda-dero obstáculo para seguir manifestándose y protes-tando en las calles.

Notas

1 El Comité tenía un grupo de miembros bastante adinera-dos. Estableció cuotas mensuales de 50 colones (5.80 dóla-res) para los miembros “pudientes” y 25 colones (2.90dólares) para los “pequeños agricultores” (CAG Actas, 14enero, 1980, 10).

2 Para mediados de la década de 1980, el MRP había mode-rado su posición política y había cambiado su nombre aMovimiento Nueva República (MNR), acercándose aún mása la corriente socialdemócrata del PLN (unos años despuésel MNR también desapareció). El grupo del asalto realizadoen Filadelfia era sin duda independiente del MNR, aúncuando los participantes eran antiguos miembros y la poli-cía y los medios de comunicación trataron de culpar a la or-ganización de la operación. Según parece los ladronesemplearon un jeep que pertenecía al Museo Nacional, su-puestamente obtenido de uno de los antropólogos que tra-bajaban ahí (información obtenida en las entrevistas).

3 Años más tarde, al reflexionar sobre este período, Ramírezme comentó, “aquí en Guanacaste yo no conocía a nadie enel cual pudiera confiar y decirle 'mirá, agarrá esta cuestión,hay este proyecto'. Entonces yo decía, 'bueno, cómo es po-sible que gente [antiguos militantes del MRP] con toda unaconciencia de este carácter esté suelta y no vincularla, ha-cia lo que estamos haciendo?’”

4 Entre 1950 y 1989, el único ejemplo de un período de másde un año seguido de sequía es 1975-77; aunque la infor-mación para 1975-76 no está completa, esta sequía pudohaber sido más severa que la de 1985-87.

Capítulo 3 • La organización en “la cuna del maíz” 241

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5 Cooperincón, a pesar de tener una nómina de socios de tansolo dieciséis, fue una de las ocho organizaciones, la mayo-ría de ellas mucho más grandes, que firmaron una cartaabierta al Presidente de la República luego de la marcha(UNAC et al. 1987). Los doce representantes de Cooperin-cón fueron a San José por una semana alrededor de la fe-cha de la marcha; además, la cooperativa acordó “dejar porun mes a tres compañeros permanentes incorporados a ladinámica de la marcha” (CENAP 1988, 40). Estos fueroncasi indudablemente los cuadros de origen urbano, Ramí-rez, Hernández y Sánchez, quienes habían formado la coo-perativa en primer lugar.

6 Las negociaciones se refirieron a temas variados tales co-mo: las condiciones y disponibilidad del crédito; la asisten-cia técnica; el presupuesto para el IDA; el financiamientocontinuo para el CNP y el acceso a acuerdos con institucio-nes financieras internacionales y agencias de cooperación,los cuales se pensó afectarían negativamente a los produc-tores de granos básicos para el mercado nacional (cf. CENAPet al. 1988, 9-15; Rivera y Román 1988). Sobre los eventosen Guanacaste en este período, véase El Amanezquero(1988, 6-7).

7 Radio Chorotega, la emisora radial más popular en SantaCruz, también fue por un tiempo un foro importante parala discusión de los problemas de los agricultores. A finalesde 1988, la Iglesia despidió a los miembros del personalque habían promovido este papel activista para la emisora.

8 En Guanacaste, los manifestantes bloquearon los puentesen las carreteras de Santa Cruz, Guardia de Liberia y Cañas.Otros bloqueos se llevaron a cabo en Guácimo, en la provin-cia de Limón, y en Parrita, en la provincia de Puntarenas.

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CAPÍTULO 4“En la cárcel,

vamos a comer cemento”: Epílogo de una huelga campesina

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No sé cuántos eran, bastantes [pues] por las ventanasveía cabezas por todos lados.

Declaración de un testigo, 15 de junio, 1988

Poco después de las nueve de la mañana del 10 dejunio, un camión grande cubierto con una lona –conlas placas tapadas con papel de estraza y racimos deplátanos que salían por la parte posterior– aceleró alpasar por los Guardias Rurales que todavía vigilaban lacarretera e irrumpió a toda velocidad en el jardín querodea las oficinas municipales de Santa Cruz. Ahí des-cargó varias decenas de enfurecidos campesinos quede inmediato entraron en el cavernoso edificio, anun-ciaron la “toma” y aseguraron las puertas con fuertespalos de madera, cerrándolas herméticamente”, comodijo el fiscal local (JISC, Sumaria de Anabelle Cabalce-ta Aguilar, 10 de junio, 1988). A los pocos minutos, an-tes de que llegara la Guardia Rural, otros se unieron alos que habían llegado en el camión, elevando a alrede-dor de doscientos, el número total de manifestantes. Elcamión aceleró y desapareció.

Lo que sucedió después es tema de narracionescontradictorias y a menudo diametralmente opuestas.Sin embargo, las versiones contrastantes ilustran laforma en que, para los protagonistas de ambos ban-dos, las agendas políticas y personales influyen en lareconstrucción de los eventos.

“No soy campesino”, dijo en una entrevista el Eje-cutivo Municipal Jorge Eduardo Pizarro, a quien losque protestaban habían “tomado como rehén” en su

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oficina. “No siembro la tierra, ni soy ganadero. Soy deuna familia de músicos, comerciantes y políticos. Peromis raíces son aquí. Yo vengo de una familia que pue-de tener 250 ó 300 años de vivir aquí, una familia quehizo este pueblo. Por eso conozco a la gente”.

Cuando los agricultores tomaron el edificio, Pizarroestaba en su oficina con dos visitantes, uno de ellos“un norteamericano que había venido a invertir” en elcantón. Después de obtener permiso de los manifes-tantes en el patio para que los visitantes salieran poruna puerta lateral, se enfrentó a los que estaban aden-tro con lo que posteriormente describió como “valor”:

Cerré la puerta y salí a ver qué pasaba. Me empujarony me gritaron lo que a ellos les daba la gana. Yo les dijeque fueran a la mierda y les advertí que la situación delpaís no estaba para eso. Teníamos el conflicto de Pana-má a un lado y el conflicto de Nicaragua al otro, y noso-tros no podíamos provocar una situación a ese nivel decampesinos en el país porque era sumamente peligroso,atentaba contra la estabilidad del país... Yo les dije queera preciso ser hombres, que eran una manada de pen-dejos e hijos de puta, ¿verdad? Les dije que no iba a ac-ceder a lo que ellos querían, que era doblarme las rodi-llas, que tenían que matarme primero. Le dije a uno deellos: “Cuando esto termine, buscame en la calle y lo re-solvemos a golpes, pero no seas maricón aquí en la ofi-cina con ese montón de perros que tenés aquí”. …Lo queellos planteaban –su sufrimiento, su dolor, su necesi-dad– estamos acordes, existe, y el gobierno ha sido res-ponsable, ha sido miope. Pero eso no significaba que nofuera una situación muy peligrosa para el país.

La situación se calmó, dijo Pizarro, cuando el se-cretario de ASPPAS, Marcos Ramírez, regresó de la fa-llida misión de negociación en San José y Guácimo.Junto con Ezequiel Gómez, un agricultor de Veintisietede Abril, Ramírez había llegado en un bus de la capi-tal, disfrazado con lentes de sol y un gran sombrero. Lapolicía subió al bus en el puente cercano, pero comorecordaba Ramírez: “Afortunadamente eran de Nicoya,no de aquí, así que no nos reconocieron”.

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Los dos líderes de ASPPAS salieron del bus, subie-ron por la orilla boscosa del Río Diriá y se deslizaronsobre el estómago por una alcantarilla enlodada queiba del río al patio de la municipalidad, para evitar asíel cordón de guardias que rodeaba el edificio e ingresarde la forma más rápida. Un empleado municipal recor-daba luego en una declaración que esto había sido cer-ca del mediodía, o poco después: “Me enteré de que ha-bía llegado porque los agricultores comenzaron aaplaudir y ese señor Marcos Ramírez tomó el megáfonoy les dijo que había conversado o más bien que no ha-bía podido hacer las negociaciones, que los habían en-gañado” (Denuncia de Luis Humberto SantamaríaRuiz, JISC, 30 de junio, 1988).

Los manifestantes campesinos entonces dejaronsalir a las empleadas municipales, así como a funcio-narios de la Contraloría General de la República queestaban de visita y ambas partes acordaron permitirque el otro bando usara el teléfono. Las mujeres quesalieron volvieron poco después y comenzaron a distri-buir galletas y bebidas gaseosas entre los hombres “re-henes” que estaban adentro, hasta que varios de losmanifestantes les ordenaron que pararan. Pizarro, con-finado a su oficina con tres guardas campesinos, recor-daba que había planeado escapar con su asistente,atacando a los manifestantes y saltando por una ven-tana de vidrio, la única sin rejas al exterior.

En la tarde, el Concejo Municipal entró en sesiónjusto en las afueras del edificio y, enojados por no po-der ingresar a la sala de sesiones, acordaron poner unademanda ante el Juez de Instrucción, Ricardo Gueva-ra, que también había llegado a la escena.

Llegamos a la Municipalidad ya que teníamos sesión alas catorce horas -afirmó un regidor enfurecido- pero alllegar a la Municipalidad nos encontramos que el recin-to municipal se encontraba invadido por los trabajado-res (agricultores), mismos que en los últimos días hanestado en huelga, por el motivo de las pérdidas que elloshan tenido en la agricultura y como protesta y para que

Capítulo 4 • “En la cárcel vamos a comer cemento” 247

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el Gobierno les ayude a resolver sus problemas (Denun-cia de Mario Villafuerte Villafuerte, JISC, 10 de junio,1988).

Otros testigos que interrogó el Juez Guevara iden-tificaron a un puñado de los agricultores participan-tes por su nombre y varios culparon a Marcos Ramí-rez por la ocupación, identificándolo como MarcosRamírez Ramírez [sic] o Marcos Ramírez, -segundoapellido ignorado-. La acusación redactada en la es-cena le agregaba una calidad un tanto misteriosa, alanotar que las calidades de Ramírez: estado civil,ocupación y número de cédula, así como su domici-lio, eran desconocidas. Sin embargo, otro testigo de-claró con precisión que Ramírez: “Aparentementeahora está viviendo en Santa Bárbara de este cantónya que él no es de ese lugar” (Denuncia de FredyObando Granados, JISC).

A las 4:30 p.m., el juez les dio a los manifestantesuna hora para “liberar” a los once empleados munici-pales que todavía estaban adentro y a las 5:00 p.m. losempleados abandonaron el edificio. Sin embargo, no seresolvió si eran “rehenes” liberados o si solo estabanterminando el día laboral. Los campesinos insistían enque les pidieron a los empleados que se fueran pero noquerían irse, mientras otros, como Pizarro, insistían enque habían sido retenidos contra su voluntad.

Los campesinos que ocuparon la municipalidadaducían diversas razones para la acción, que iban des-de la ayuda tradicional que habían recibido ahí hastala necesidad de refugiarse de la lluvia o de reanimaruna “huelga” que estaba decayendo. Sin embargo, con-cordaban en que el Presidente Municipal Pizarro “seportó con nosotros como un verdadero caballero”.

Al inicio, un agricultor dijo: “Se puso ahí a temblary pidió que por favor no le hiciéramos nada. Se puso to-do nervioso ahí. Creía que íbamos a agredirlo nosotros.La verdad es que el motivo de nosotros no era agredir-le a nadie. Venimos con otro objetivo”.

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Cuando los campesinos explicaron sus demandasde crédito y pagos del Fondo Nacional de Contingen-cias, el Ejecutivo Municipal:

Se puso de acuerdo con nosotros. Siguió colaborandocon nosotros, llegaba a comunicarse con nosotros, si es-tábamos bien, qué nos faltaba. En ningún momento nospidió permiso para salir de ahí. No nos dijo ‘quiero sa-lir’. Nadie nos lo dijo. Hablamos con los empleados, lostrabajadores ahí. Siguió con su trabajo, recibía llama-das y todo.

La versión de los eventos de estos manifestantes nopodía ser más diferente del cuadro que pintaba Pizarrosobre su propio machismo y su retórica homofóbica yde confrontación. Pero otro campesino recordaba queel Ejecutivo también trató de enlistarlos en una acciónpara llamar la atención hacia el abandono de la provin-cia por parte del Gobierno Central:

Antes de salir se reunió con nosotros y él dijo que elloshabían hecho una petición al gobierno y que si antes del25 de julio [Día de la Anexión de Guanacaste] no se ha-bía cumplido, ellos habían tomado la decisión, la Liga deMunicipalidades de Guanacaste, de hacer una toma delpuente del Río Lagarto [que divide a Guanacaste de laregión central del país]. Entonces nos pidió la colabora-ción de nosotros, si estábamos dispuestos a colaborarcon ellos en la toma del puente. Dijimos: “De acuerdo”,mientras que él fuera a la cabeza y todas las municipa-lidades, entonces nosotros los acompañamos.

Por último, antes de salir Pizarro y el asistente,supuestamente ofrecieron ayudar si había problemascon la Guardia Rural: “Ellos decían que si la Guardiamolestaba, si quería romper la puerta, que los llamá-ramos. Ellos de inmediato volvían a hacernos compa-ñía a nosotros. Con ellos adentro era imposible que laGuardia se metiera”. Cuando se fueron los dos fun-cionarios, según recordaban con tristeza los agricul-tores: “Ahí habían aplausos para el Ejecutivo y todala cosa”.

Capítulo 4 • “En la cárcel vamos a comer cemento” 249

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Esa noche, después de que se fueron los empleadosmunicipales, los agricultores se quedaron en el edificio.Si bien la toma de la municipalidad habían sido bienplaneada en algunos aspectos, los manifestantes ha-bían olvidado traer comida, pensando que alguienafuera la traería después. Al parecer esta dificultadocasionó un cierto nivel de bravuconadas. Un oficial dela Guardia que se encontraba fuera del edificio dijo ha-ber oído a alguien adentro que “por medio de megáfo-nos les decía a sus compañeros que si tenían miedo,ellos contestaban que no, les decía que si tenían ham-bre y sus compañeros contestaban que no, los oí tocarguitarra y cantar, estuve en ese puesto hasta las oncede la noche” (Denuncia de Omar Matarrita Durán,JISC, 20 de junio, 1988).

Los oficiales de la Guardia Rural se negaron a de-jar salir o entrar a nadie, incluyendo a dos manifestan-tes en el interior que se habían enfermado. No fue sinodespués de la intervención del Arzobispo de Tilarán, al-rededor de las 11:00 p.m., que los Guardias permitie-ron que los que apoyaban a ASPPAS trajeran el gallopinto (arroz y frijoles) que había sido preparado en lamañana y que ya a esas horas tenía un sabor "agrio yfeo". Por último, en la noche, los teléfonos, la electrici-dad y el agua fueron cortados.

Al día siguiente, 11 de junio, aumentaron las pre-siones de ambas partes para encontrar una salida ala situación. Los manifestantes dijeron que no seirían hasta que el Gobierno estuviera de acuerdo ennombrar una comisión para resolver los problemasplanteados no solo por la “huelga” en Guanacaste, si-no también en el resto del país. Los directores de lasdelegaciones cantonal y regional de la Guardia Ruralpidieron entrar a la municipalidad a ver si los mani-festantes estaban armados, también para recolectarinformación y verificar si habían dañado las instala-ciones durante la ocupación. Los campesinos estuvie-ron de acuerdo con la condición de que los Guardiasentraran desarmados. Los oficiales de la Guardia

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también preguntaron los nombres de todos los que es-taban dentro, los campesinos que creían que no habíanhecho nada malo estuvieron de acuerdo, aunque algu-nos se negaron o por precaución dieron nombres falsos.Una vez adentro, se dice que el Director cantonal de laGuardia, Saúl Briceño, les dijo a los ocupantes que notuvieran miedo, que la situación se podía resolver enforma pacífica. Pero también les informó que las esferi-tas que los guardias tenían en las fajas eran granadasque causaban vómito, mareo y diarrea. “Si fuera cues-tión de sacarlos, agarramos unas bombas de éstas y lossacamos en quince minutos. Se van al carajo”.

Entonces dijo un manifestante: “la situación habíacambiado y la gente tenía un poquillo de miedo”. Pero elfin de la ocupación no era solo un asunto de demostra-ción de fuerza por parte de la Guardia Rural. La maña-na del sábado 11 de junio, el Gobierno ofreció enviar uncarro para llevar a los representantes de los huelguis-tas a una reunión con una comisión técnica en Guáci-mo, a cinco horas en carro, en la Zona Atlántica. Loscampesinos estuvieron de acuerdo, pero manifestaronque no dejarían el edificio hasta que el representantellegara a Guácimo. En la tarde el ambiente dentro de lamunicipalidad era menos animado. “Les dimos permiso[a la gente] de que se fueran saliendo –dijo uno de losúltimos ocupantes– y ya por último cuando salimos éra-mos como treinta, los demás se habían ido”.

Premios y castigos

Una vez en Guácimo los dirigentes de ASPPAS seunieron a otras organizaciones campesinas para reu-nirse con la comisión y después con la esposa del pre-sidente, Margarita Penón de Arias, que había sido enviadaa negociar en nombre del Gobierno. Doña Margarita lesprometió a los manifestantes una reunión con su es-poso y que no habría represalias. El 16 de junio, el

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Presidente Oscar Arias, en una reunión con 26 repre-sentantes de UNSA, estuvo de acuerdo en formar comi-siones para estudiar precios de sustentación, crédito,acceso a la tierra, “indemnización” por pérdidas de co-sechas y otros asuntos relacionados con la “huelga”.Una semana después, el Gobierno anunció que no au-mentaría los precios del maíz ni de los frijoles, pero quedaría insumos a bajo costo a través de los Centros Agrí-colas Cantonales. También prometió más fondos para elIDA y la expansión de la oferta de crédito bancario.

Mientras las negociaciones continuaban a nivel na-cional, las autoridades judiciales de Santa Cruz proce-dieron a reunir información a fin de llevar a juicio a losactivistas campesinos. Durante dos semanas, el fiscallocal y el juez de instrucción reunieron declaraciones ygiraron órdenes de citación, tratando de identificar alos individuos que ocuparon el edificio municipal paraestablecer los cargos precisos que se podían hacer ensu contra. Una orden era para que Radio Chorotega, laemisora católica local, entregara copias de todas lascuñas transmitidas en días recientes, ya que eso po-dría ayudar a “determinar quienes están participandoen ese movimiento y quién es el dirigente” (JISC, Gue-vara a la OIJ, 15 de junio de 1988). Otros pidieron de-claraciones juradas a los empleados de la ContraloríaGeneral de la República que habían regresado a la ca-pital después de que se les permitió salir de la munici-palidad. Finalmente, el 27 de junio, el juzgado giró ordende arrestar a Marcos Ramírez y lo acusó de “los delitosde: Instigación Pública, Usurpación de bienes de Domi-nio Público y Secuestro Extorsivo... en perjuicio de latranquilidad Pública”. La orden especificaba que Ramírezdebía ser “capturado y remitido a cualquier cárcel delpaís a la orden de este Juzgado”. En cuanto al lugardonde se encontraba el sospechoso, el juez aconsejabaque podría ser localizado en “los movimientos huel-guísticos que realizan los agricultores”.

Ese mismo día, varios centenares de personas queapoyaban a ASPPAS, desconociendo la orden de captura

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y entusiasmados por el anuncio que hizo el Gobiernode mayor oferta de crédito agrícola, se reunieron en elúnico cine de Santa Cruz para discutir el próximo pasoa seguir. A fin de probar la palabra del Gobierno sobrelos préstamos ahora disponibles, un contingente deaproximadamente cien de ellos se dirigió al Banco Nacio-nal para solicitar crédito para el segundo ciclo de pro-ducción que comenzaría en agosto. Los personeros delBanco dijeron que las únicas líneas abiertas en el pro-grama para los pequeños agricultores daba 10.000 colo-nes (cerca de 143 dólares) por hectárea de maíz o frijoles,es decir, alrededor de una tercera parte de los costosreales de operación. Otro grupo fue al IDA a solicitarparcelas que se suponía estaban disponibles como par-te de una “nueva” asignación de cien millones de colonespara la reforma agraria. Personeros del IDA les informa-ron que los fondos ya estaban destinados a un progra-ma para el que había una lista de espera de seis años.Lo relativo a las pérdidas por sequías todavía estaba enestudio por parte de una comisión gubernamental.

Cuando Marcos Ramírez salió del cine una patrullade la Guardia Rural lo rodeó, los oficiales lo esposarony se lo llevaron a la cárcel donde fue acusado de se-cuestro, usurpación de propiedad pública e instiga-miento al desorden público, cargos que potencialmenteimplicaban una sentencia combinada de diez a quinceaños. Decenas de campesinos, que estaban en la ciu-dad para la reunión, se acercaron a la Guardia Ruralpara pedir que también los tomaran prisioneros porqueeran culpables de lo mismo. Una pequeña multitud si-guió la patrulla de la Guardia Rural hasta la cárcel lo-cal. Juvencio Matarrita, de 80 años, recordaba cómohabía respondido cuando trató de visitar a Ramírez enla cárcel y los oficiales le preguntaron: “¿Quién es élde usted?” y él dijo: “Soy agricultor, de ésos que pro-ducen para que todos comamos, para que coma el po-licía, para que coma el juez, para que coma el aboga-do. Y quisiera ver a Marcos Ramírez, que está presopor nosotros los agricultores”.

Capítulo 4 • “En la cárcel vamos a comer cemento” 253

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Otros mantuvieron la presión congregados frente ala cárcel y enviando telegramas a los personeros delGobierno:

Nosotros los pequeños agricultores de 27 de Abril -decíaun mensaje representativo de todos- pertenecientes a laAsociación de ASPPAS desmentimos la acusación que sele hace al señor Marcos Ramírez al ser él que nos obli-ga a estas medidas de presión. Esto no es cierto. Noso-tros en conjunto los agricultores o sea ASPPAS hemostomado esta medida.

Heidi Arce, esposa de Ramírez, recordaba:

Después de que lo tomaran preso, la gente se fue parala cárcel. La gente quería permanecer ahí frente a la cár-cel de Santa Cruz, ahí por el mercado. Nuestra gente es-taba dispersa ahí en el mercado, por ahí, y no había per-dido decisión, voluntad, tampoco ganas. Esperaba ahí,pero podría haber sido algo [de la Guardia] muy agresi-vo, muy violento para nosotros. No sabíamos. Así que noera conveniente que la gente se quedara ahí. No sabía-mos como se estaba manejando la cosa al nivel legal, alnivel de la gente que había puesto la demanda, al nivelde la gente de [la ciudad de] Santa Cruz…

En el proceso en su contra Ramírez declaró que notenía recursos económicos y se le asignó un defensorpúblico, Primo Chacón Barquero. “El abogado –dijoHeidi Arce– se portó muy bien porque resulta que élhabía sido compañero de Carlos Campos [el líder deUPAGRA] en el colegio, él no era de ahí y él se identifi-có con nosotros y nuestra lucha”.

Ramírez le dio al juzgado información básica sobresus calidades: su fecha de nacimiento, número de cé-dula, dirección en Santa Bárbara y el nombre de ladueña de la casa (de apellidos ignorados), el nombrede Heidi Arce (su compañera en unión libre), el nom-bre y la ocupación de los padres (zapatero y oficios do-mésticos), y que había completado casi todo el colegioy se consideraba de oficio electricista. Luego ejerció suderecho a abstenerse de declarar y el juez le negó la

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primera solicitud de excarcelación mediante fianza.Poco después, según recordaba Arce:

Comenzaron a tomar presos a otros compañeros. En-tonces a Marcos lo pasaron de madrugada a la cárcel deLiberia [cantón central de la provincia, a una hora enautomóvil, donde hay una penitenciaría cerca de la pla-za central que parece un fuerte y está bien resguarda-da]. Porque ellos temían de que la gente fuera de verdada sacarlo de la cárcel. Bueno, nuestra gente estaba eneso de que sí, que no, y ves, toda la gente estaba ahí, te-mían eso. La Guardia, la policía estaba sintiendo muchapresión. Y supongo que también la otra gente que esta-ba manejando esto por debajo, ya que tomaron preso aotra gente, supongo que tenerlo a Marcos ahí en la cár-cel tampoco les servía, supongo. No era muy inteligen-te. Lo llevaron de madrugada, esposado, para Liberia,cuando nadie se dio cuenta, ¿verdad? Jamás lo iban asacar en un carro en el día con toda la gente ahí. Se hu-biera armado un escándalo, diez mil escándalos.

Primo Chacón, defensor público de Ramírez, siguióhaciendo esfuerzos para lograr la liberación mediantefianza de su cliente. También le pidió al juzgado queobtuviera declaraciones de las personas que podíandar testimonio de que Ramírez estaba en la capital,San José, a más de tres horas de distancia, cuando loscampesinos tomaron la municipalidad de Santa Cruz.Estas personas incluían al Ministro de Agricultura An-tonio Alvarez Desanti; los arroceros millonariosJohnny Brealey y José Miguel Brenes, ambos repre-sentantes de UNSA e involucrados en las fallidas nego-ciaciones en el Ministerio de Agricultura; un periodistade televisión que transmitió una entrevista con Ramí-rez la noche del martes y un reportero de un periódicoasí como un funcionario del Centro Nacional para laAcción Pastoral (CENAP), que habían hablado con él lamañana del viernes casi en el mismo momento en quelos campesinos habían entrado a la municipalidad. Seesperaba que el testimonio de estas personas estable-ciera una coartada para Ramírez. También haría posible

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sugerir que Ramírez se había sorprendido con la acciónde los campesinos. De hecho, la primera vez que hablécon él sobre la “huelga” de junio, me dio a entender quemientras había estado lejos de Santa Cruz en la misiónnegociadora, las cosas se habían salido de control. “Losdirigentes del movimiento fuimos superados por los agri-cultores -me dijo- nos habíamos quedado desplazados”.

Más arrestos y más ordenes de captura

Doce días después de que Ramírez fuera traslada-do a Liberia de madrugada, Johnny Brealey, juntocon algunos otros grandes finqueros que habían blo-queado el puente en Guardia con los tractores y cose-chadoras, pagaron la fianza de 30.000 colones (apro-ximadamente 430 dólares) para asegurarse que el jovendirigente fuera sacado de prisión. Sin embargo, al díasiguiente de quedar en libertad, su abogado le infor-mó que se habían emitido órdenes de captura contraotros 60 agricultores, la mayoría de ellos líderes deASPPAS en los comités de los pueblos.1 Durante la úl-tima semana de julio, oficiales de la Guardia Ruralcapturaron a varios campesinos en el pueblo de Vein-tisiete de Abril, en la bajura, y arrestaron a otrosmientras trabajaban en el centro de Santa Cruz. Sa-caron a otros cuatro de buses que venían de las zo-nas altas. Unos pocos de “los más buscados” huyerona San José para pasar desapercibidos unos cuantosdías. Sin embargo, la mayoría de los mencionados enlas órdenes de captura se quedaron en las comunida-des de la zona alta, donde la Guardia Rural no teníanpuestos permanentes y donde los comités locales pu-sieron vigías para que los alertaran en caso de quellegaran vehículos policiales. Menos de una cuartaparte de los que eran buscados estuvieron en la pe-queña cárcel de Santa Cruz por algún tiempo, en lamayoría de los casos solo uno o dos días.

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Sin embargo, los arrestos se efectuaron con talagresividad que aumentó el enojo de los campesinoscon el Gobierno. Elder Gómez era dueño de una peque-ña pulpería donde administraba el único teléfono pú-blico de Veintisiete de Abril. Se enteró escuchando lasconversaciones telefónicas de otros que habían giradoórdenes de captura contra muchos de sus vecinos pe-ro no contra él, aunque había participado en unas po-cas demostraciones durante la huelga campesina.

Todavía estaba preocupado y le pedí a mi esposa que mehiciera un mandado en Santa Cruz, ya que temía que mecapturaran ahí....Uno es la base de la familia. Si uno vapara adentro ¿quién va a ganar algo? Así que me quedéen la casa solo con mi suegra, que es una señora deochenta y un poquito más de años. Ella no ve, es ciega.Y este señor llegó, Ramón Vallejos, el Guardia de aquí, deVeintisiete de Abril, el Guardia Rural. “El delegado lobusca –me dijo– quiere hablar con usted”. Sí señor, ¿quése le ofrece? “¡Camine a la delegación!”. Le dije, un mo-mento, tengo que cerrar la casa. Estaba en pantaloneta,trabajando en la casa. Le pedí permiso al jefe de la pa-trulla para cambiarme, que podía enviar un Guardia avigilarme mientras me cambiaba. No quiso. Estaba soloen pantaloneta, descalzo y así es como me fui a la cárcel.

La negativa de los Guardias a permitirle a don El-der que se cambiara la ropa se debía en parte a queotros sospechosos habían escapado. Ezequiel Gómez,de sesenta y tres años, vecino y pariente lejano de El-der, narró lo que ocurrió la tarde del martes cuando losoficiales de la Guardia Rural llegaron a buscarlo.

La jugamos ahí, nos tiramos abajo [señalando los cam-pos y bosques detrás de la casa]. No nos detuvieron. No-sotros nos fuimos porque supuestamente nosotros éra-mos los más sospechosos. Según ellos, nos vieron carade dirigentes, de cabecillas. Supuestamente íbamos acaer. Entonces antes de que llegaran por nosotros, to-mamos la decisión de irnos... Salí y vi a la patrulla ahí.“Ahí lo llaman el delegado”. Digo: “ya voy”. Entonces mesalí por la cocina, agarré el machete, entonces me lo pu-se así [junto al muslo] para que no me lo vieran. Y me

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logré meter al cuarto pensando que era lo que tenía quehacer. Y entonces el que viene representando el delegadome dice: “Idiay señor, aligérese”. “Ya le dije que ya voy”.Entonces salí y ahí [en la cerca de alambre de púas] rom-pí un hilo de lana y se me fue el pantalón y me salí con elmachete porque no se puede agarrar al monte sin armaporque me podría salir una víbora, cualquier cosa.

Los Guardias no siguieron a Gómez a tiempo y pu-do evadir la captura y tomar un bus a San José. Unode los Guardias de la patrulla, entrevistado tiempodespués, justificó la fuga de Gómez diciendo que habíaamenazado matarlos con el machete. Al preguntarlesobre esto Gómez lo negó con vehemencia: “¡Jamás!Esa es una mentira tan grande. Ese señor tiene unaescuela de mentirosos ahí y ahí están aprendiendo.Ellos están estudiando sobre eso y están saliendo unosalumnos muy inteligentes”.

Otros agricultores estaban muy enojados porquecreían que el Presidente Arias había incumplido la pro-mesa de parar la persecución. Teodoro Mena, un cam-pesino de voz suave, oriundo de Oriente de Juan Díaz,había viajado a San José a finales de junio como partede la misión negociadora de ASPPAS. Esta era la se-gunda vez que se había reunido con Arias, en sí un in-dicio notable tanto de la accesibilidad y la legitimidadde los altos funcionaros de Costa Rica, como de la per-cepción generalizada de que realmente escuchaban alos pobres y humildes. “Cuando estuvimos en la CasaPresidencial –recordaba Mena– fue como dos semanasdespués de que tomamos la muni. Me dirigí a don Os-car y le pedí que quitara los cargos contra aquellos denosotros que participamos en la toma de la municipa-lidad. Y nos dijo: “Sí, por supuesto, sí, sí, sí”. Tambiénle dije al Ministro [de Agricultura] y también nos dijo:“Sí”. Pero estas fueron solo palabras, nada más”.

A finales de julio y principios de agosto, conformese extendió la noticia sobre los arrestos, los campesinoscomenzaron a efectuar asambleas en los pequeñospueblos en la zona alta de Santa Cruz y Nicoya, así

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como en algunas de las comunidades más grandes delas tierras bajas, como Veintisiete de Abril, donde vi-vían muchos de los que apoyaban a ASPPAS. Debido aque se mencionaban tantas personas en las órdenes decaptura todavía vigentes, estas asambleas tenían querealizarse en una especie de semi-clandestinidad queera muy poco usual en la Costa Rica democrática. Amenudo se organizaban casi en el momento y se anun-ciaban con mensajes personales codificados de impro-viso y transmitidos por Radio Chorotega de SantaCruz. Al igual que en muchas áreas rurales con maloscaminos y pocos teléfonos, la radio local transmitíauna corriente continua de mensajes personales y, a ve-ces, muy folklóricos para avisarle a los residentes delos caseríos remotos que los parientes iban a llegar,que mamá estaba atrasada en Liberia o San José, quehabría una misa para el muerto Juan Pérez, o que secelebraría una boda en el salón comunal de Vistalmaro en la casa de los padres de la novia, “200 al norte delpochote grande cerca del desvío que va a Cola de Ga-llo”. En el campo, las mujeres a menudo dejan el radioprendido y medio escuchan esta correntada de triviali-dades mientras hacen el trabajo y, si escuchan algosignificativo, envían a un chico que corra al campo y leavise a los hombres, o bien, que vaya a la casa de unvecino. Sin embargo, a finales de julio y principios deagosto los oyentes atentos habrían notado un peculiary repentino aumento del número de encomiendas quellegaban a todas partes de las tierras altas, a menudoen horas curiosas cuando no llegaban buses.

Las encomiendas, lógicamente, eran los líderes omensajeros de ASPPAS. Algunas veces las cuñas radia-les se ordenaban desde teléfonos públicos en pulperíasrurales, tan solo una o dos horas antes de la reuniónplaneada. Sin embargo, la movilización era un proble-ma ya que la organización no tenía ningún vehículo.Las distancias cortas, sobre todo en la zona alta, se po-dían cubrir a caballo, pero en las sabanas de la baju-ra, los pueblos estaban lejos entre sí y a demasiada

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distancia de las montañas. Un activista de ASPPAS, co-nocido con el típico sobrenombre nicaragüense de “Paisa”,2

tenía una motocicleta la cual utilizaba para buscar yexcavar huacas, o sitios arqueológicos precolombinos,y para traficar con los artefactos. Al hacer una pausaen su oficio dudoso e ilegal, Paisa y su moto cumplíancon un papel heroico por caminos malos por todas lastierras altas, llevando mensajes para ASPPAS, luchan-do, como decía él, para seguir en su otro oficio, el deagricultor. Y por un tiempo, el sociólogo costarricenseque trabajaba para la revista católica progresistaAportes, logró que una ONG canadiense le prestaraun viejo jeep y lo puso al servicio de la Asociación.Fue en este viejo vehículo con placas M.I. (Misión In-ternacional) que pude llegar a las asambleas campe-sinas más remotas.

Los sitios de las asambleas incluían desde peque-ñas tiendas (o “cucaracheras”, como describía un ne-gocio en bancarrota su irritado dueño) y casas ubica-das al final de largos caminos que se recorrían a pie yatravesando bosques y pastizales, hasta amplios salo-nes comunales en las montañas. En todas partes, Ra-mírez y otros líderes de ASPPAS instruían a la gente so-bre cómo manejar la situación legal. “Si los Guardiasllegan a su casa, pregúntenles si tienen orden de ins-pección. Si tienen orden de inspección, pero no tienenorden para capturarlo, corra a la casa de su vecino. Deahí no lo pueden sacar”.

A los que estuvieron en la municipalidad –ustedes sabenquiénes son– les pedimos que por favor no bajen a SantaCruz hasta que les avisemos sobre la situación... Algunaspersonas ya han pasado tres noches ahí en la cárcel. Que-remos hacer las cosas en orden. Llevaremos grupos dediez, diez a la vez, a ver el juez, de modo que pueda tomar-les la declaración y que no haya problema. Si ponen a diezen la cárcel de una sola vez para ellos es un enredo.

Las personas mayores que no habían participadoen la huelga asistían con frecuencia a las asambleas

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campesinas. Varios apelaban a la identidad guanacas-teca y al mítico pasado indígena de la región como ra-zones para plantarse en firme contra el Gobierno en eldistante y “europeo” San José. Una campesina septua-genaria, por ejemplo, exhortaba a los vecinos “¡Seanvalientes! ¡No tengan miedo! La Guardia está presio-nando para ver si nos mete miedo. Pero ¿por qué va-mos a tener miedo si somos guanacastecos? ¡Somos in-dios y no podemos tener miedo!”

En Veintisiete de Abril, varias decenas de hombresy mujeres se reunían furtivamente en el amplio patiotrasero de una casa de madera pintada de franjas an-chas, rojas y azules, los colores del partido SocialCristiano (cuya breve alianza con la izquierda en la dé-cada de los años cuarentas se describe en el Capítulo1). Un músico local tocaba una guitarra desvencijaday cantaba canciones folclóricas sobre los sabanerosguanacastecos y sobre cómo la gente es la fuente detoda riqueza (“Pueblo, fuente de riqueza...”). Tres mu-chachas jóvenes con cintas en las trenzas y faldas lar-gas con vuelos cantaban también y bailaban, dandovueltas y más vueltas. En un momento dado, una risaatravesó la multitud cuando aparecieron dos hombresa quienes se les buscaba con “órdenes de captura” vi-gentes. Habían huido a San José, caminando kilóme-tros por las alturas hacia el sur y luego tomando unbus en un pueblo donde nadie los conocía. Ahora ha-bían regresado, disfrazados con sombreros de lona, bi-gotes falsos y marcos de anteojos sin los lentes. Expli-caron que la precaución era necesaria porque el busde San José se detenía justo frente a la casa de un re-gidor de Santa Cruz, quien era uno de los principales“ofendidos” en el caso contra los campesinos que ha-bían tomado la municipalidad.

Cuándo abandonaba la asamblea en el jeep, juntocon Marcos Ramírez, otro activista de ASPPAS y el so-ciólogo de la revista Aportes, una anciana nos hizo se-ñales junto al polvoriento parque de Veintisiete deAbril: “Ustedes vinieron por la asamblea de agricultores

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¿verdad? -preguntó en tono de conspiración- no vayanpor ese camino, váyanse por el otro. El delegado, Saúl,¡está esperando ahí con ese Ramón y los otros paraagarrarlos!”

Como un rayo, Ramírez se lanzó por encima delasiento y cayó en el compartimiento de carga posterior,cubriéndose con una lona grasienta y extendiéndoseen el piso. El otro activista de ASPPAS logró acomodar-se en el espacio detrás del asiento delantero y trató deesconderse con nuestro equipaje. Mi colega sociólogo yyo manejamos hasta salir a la carretera y pasamos atoda velocidad junto a la policía que estaba a la veradel camino, aparentando ser dos tipos de piel clara ycon barba en un vehículo con placa M.I. (Misión Inter-nacional) canadiense, que aparentemente habían to-mado una ruta equivocada al regresar de la playa.

Indignación y desilusión

Los agricultores reunidos en las asambleas de julioy agosto expresaban una indignación intensa y, a me-nudo elocuente, contra las políticas de ajuste estructu-ral económico impuestas por el Gobierno y contra larepresión del movimiento campesino. De hecho, comoparte de este rompimiento del conformismo tradicionalde los campesinos guanacastecos, la etiqueta de “agri-cultor” adquiría cada vez más un nuevo significado enel discurso local. A partir de una categoría neutral conrespecto a la clase que incluía a todos, desde el finque-ro más acaudalado hasta el parcelero más marginado,el término de súbito se afirmaba en un nuevo contextoconflictivo, adquiría connotaciones de persecución ydignidad y se hacía casi sinónimo de ofensa punible.

El cambio se ejemplificaba con los comentarios deMaría Bonifacia Mena, una abuela de 54 años de edadde Oriente de Juan Díaz, quien iba de paso hacia Ni-coya para vender frijoles y pipián, cuando la Guardia

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Rural la arrestó y la acusó de ser una “seguidora” deRamírez. Al recordar la experiencia, la voz se le apaga-ba mientras se preguntaba “si es el destino de uno, deque lo detengan por ser agricultor o por la humildadde uno...” Cuando le pregunté por qué habían arresta-do también al hijo, le subió la voz, ofendida por la evi-dente estupidez de la pregunta: “¡Pues por agricultortambién!”

Al preguntarle a otro manifestante si creía que ha-bía cometido un delito al tomar el edificio municipal,respondió simplemente: “No, a mi ver no es ningún de-lito. Porque ser agricultor como dicen no es ningún de-lito porque todos lo hacemos, como pobres que somos”.

Otros, como Iris Matarrita, que no había participa-do en la toma, expresaban su enojo ante la forma enque las autoridades vilipendiaban a los vecinos:

Estoy muy indignada porque a esta gente yo la conozcomuy bien, es gente humilde, nunca he sabido que seanladrones, que sean peligrosos. Ellos no fueron a coger lamunicipalidad o las calles por caprichos o por huevo. Ami no me gusta que a los agricultores los pongan comouna chuica [un trapo], como una cosa que no vale na-da. Simplemente porque somos agricultores.

Varias mujeres de más edad habían tenido rolesmuy visibles en la movilización de las comunidades.Quizás por la edad, su participación no había chocadocon las nociones machistas sobre la conducta femeni-na correcta y habían sido bien recibidas por los mani-festantes, en su mayoría varones jóvenes. Sin embar-go, cuando arrestaron a las mujeres, apelaron a lasideas machistas para denunciar al Gobierno. En unareunión de unos treinta campesinos, un activista joveninformó sobre los arrestos recientes, yuxtaponiendotérminos muy respetuosos hacia las mujeres con refe-rencias pasadas de tono hacia los hombres:

Ustedes se dieron cuenta de que cayeron dos compa-ñeras y dos carajos más detenidos. No es que uno

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menosprecie al varón, pero que entre un compañeropues uno lo aguanta. Pero que lleven a una mujer, a unaseñora como es doña Ramona [Briceño] que es unaabuela, que la metan presa para nosotros es insultante.

Sin embargo, Briceño soportó el día que pasó enprisión con aplomo y se acordaba de haberle contesta-do con firmeza a un tío mucho más joven, el Directorde la Guardia Cantonal que había ordenado que la de-tuvieran: “Le dije que si estábamos sin medios para co-mer sin duda por órdenes del Gobierno, pues íbamos acomer sin duda monte como unos gusanos mientrashubiera monte, y cuando fuera acabado el monte, co-meríamos polvo. Y en la cárcel vamos a comer cemen-to, le digo”.

Varios campesinos, al citar un reciente informe ra-dial sobre una nueva ley ambiental, también compara-ban los agricultores con los animales, específicamentecon las especies en vías de extinción: “A los agriculto-res los están dejando caer como animales salvajes. Almenos que yo sepa, hay una ley protectora de anima-les. En otras palabras, hay más protección ahora paralos animales que para el agricultor. ¿Cómo está la co-sa? El Gobierno quiere un pueblo muerto de hambre”.

Mientras la rabia ante la posición del Gobierno da-ba lugar a comentarios acalorados, las negociacionescontinuaban entre el Ministerio de Agricultura y losbancos por una parte, y ASPPAS y las organizacionescampesinas por otra. Ambas partes lograron un primerconjunto de acuerdos a menos de un mes después dela huelga de junio. El Ministerio de Agricultura y losbancos acordaron suspender por 30 días el cobro delas deudas pendientes de los agricultores, para facilitarlos pagos del Fondo Nacional de Contingencias Agríco-las (FNCA) a los bancos, haciendo posible así que losagricultores “indemnizados” por la pérdida de las co-sechas recibieran nuevos créditos. También acordaronque el Consejo Nacional de Producción diera présta-mos de garantía a grupos de pequeños agricultores

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que se habían unido a los proyectos pero que no ha-bían podido ofrecer suficiente garantía (BNCR et.al.1988). Pero las concesiones del Gobierno, aunque bienintencionadas, fueron víctimas de la inercia de los bu-rócratas sordos ante la urgencia que tenían los agricul-tores, quienes no podían sembrar simplemente cuandoquisieran.

A finales de julio, los acuerdos a nivel nacional lle-garon al ámbito local. El gobierno acordó dar crédito de“emergencia” a setecientos agricultores del área de San-ta Cruz, por un monto de veinte mil colones por hectá-rea para la siembra de frijoles, la cual por lo general seinicia en agosto. Sin embargo, los préstamos estabancondicionados a que el CNP fungiera como garante, locual requería inspeccionar los terrenos de los solicitan-tes. ASPPAS reclutó a 155 agricultores que planeabansembrar frijoles para que solicitaran los nuevos crédi-tos. Durante todo agosto los especialistas del CNP reco-rrieron las áreas de siembra de frijol en Santa Cruz yNicoya, inspeccionando los terrenos y hablando con lossolicitantes de crédito. Pero el 23 de setiembre, cuandoel CNP por fin envió a los bancos la lista de agricultoresaprobados, los bancos se negaron a otorgar los présta-mos, argumentando que el segundo período de siembraya casi había concluido. “Se nos pasaron esos quincedías”, decía Pedro Vallejo, que en otra época había teni-do esperanza, refiriéndose a las dos semanas anterioresdurante las cuales se podía sembrar. “El tiempo se vapasando y ya no se puede sembrar aún si le dan la pla-ta porque se acabó el tiempo”.

Triquiñuelas y confites

Al final de esta segunda temporada de siembrafrustrada, cuando los que sembraron maíz y frijoles lohicieron casi de forma exclusiva con sus propios re-cursos –“a pulso”, como decían los campesinos– el

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Gobierno comenzó a pagar la “indemnización” de laspérdidas del año anterior. Esto podría haber significa-do una victoria, ya que el pago del Fondo de Contingen-cias por las cosechas perdidas a causa de la sequíahabía sido una de las principales demandas de la “huel-ga” de junio. Pero, además de que el dinero llegabademasiado tarde para pagar la semilla y el fertilizanteo contratar peones, los campesinos le veían todavíamenos sentido a la forma en que se distribuía. Los fun-cionarios del Ministerio de Agricultura habían inspec-cionado los terrenos de los que declaraban pérdidaspor sequía y se habían logrado acuerdos sobre a quiénse le pagaría y por cuántas hectáreas de cosechas da-ñadas. Sin embargo, cuando se giraron los cheques,los 4.200 colones (cerca de 60 dólares) que se suponíaiban a pagar por cada hectárea de maíz o frijoles per-dida, en algunos casos se redujo a la mitad, en otros seduplicó o nunca llegó del todo.3 En todas las comuni-dades donde el Gobierno pagó pérdidas se dijo quepersonas con conexiones políticas que no habían sem-brado nada habían recibido cheques. Con algunas ex-cepciones, los solicitantes que habían participado enforma muy activa en la “huelga” de junio no recibieronabsolutamente nada.

Seis meses después de la toma de la municipali-dad, muchos campesinos veían el “pago de las pérdi-das” como el mayor éxito de su movimiento. Algunos,sin embargo, lo veían como un engaño o como “confi-tes” que el Gobierno “lanzaba” a los campesinos para“tranquilizarlos”, pero que no hicieron nada por resol-ver sus problemas a largo plazo. “Al agricultor lo aga-rraron de juguete; lo agarraron de maje”, decía un re-sidente del pueblo de La Florida, usando una forma tí-pica para expresar la amarga desilusión.

La “huelga” de agricultores de junio de 1988 en San-ta Cruz fue un movimiento sin precedentes en esta regiónde Costa Rica, según lo llegaron a comprender tanto losparticipantes como los funcionarios gubernamentales.

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El octogenario Juvencio Matarrita se reía de esto con lasatisfacción y el asombro de haber esperado algo muchotiempo. “Antes de esta carambada yo en mi vida nuncahe visto estas movilizaciones, hasta ahora. Es la primeravez que he visto esta carajada. Y tengo más de ochentaaños de vivir. Nunca nos hemos ocupado de estas cues-tiones… Ahora es un nuevo mundo”.

Sin embargo, aunque todos tenían claro qué esta-ba en disputa, todos estuvieron de acuerdo también enque era un movimiento en el que no había verdaderosganadores ni perdedores. Su fuerza, que se originabaen un sentimiento inmediato de desesperación y unaurgencia relacionada con la época de siembra, habíadecaído una vez desaparecidas la esperanza y la posi-bilidad de sembrar y después de que el gobierno de-sembolsó pagos simbólicos por las pérdidas del año an-terior. Los líderes de la protesta habían construido loque parecía ser una organización poderosa, pero suconsolidación seguía estando muy por encima de susposibilidades, en parte debido a la falta de recursos pa-ra comunicarse con una base sumamente dispersa ypor otro lado debido a los imperativos básicos de laproducción y la supervivencia, los cuales consumíanmucho tiempo. El “nuevo mundo” no era uno de orgu-llo y poder para los agricultores, como quizás lo soña-ra don Juvencio, sino uno de pleitos y conflictos al in-terior de la organización.

El Gobierno había jugado bien sus cartas, reaccio-nando ante la movilización de los agricultores con unaclásica combinación costarricense de negociacionesprolongadas, pequeñas concesiones, promesas vagas yrepresión repentina, si bien esporádica y leve. Su ima-gen benévola estaba en verdad erosionada, pero alefectuar pagos, aunque inadecuados, por las pérdidasde cosechas, se reafirmaba en su papel de proveedor,reforzando las expectativas derivadas de décadas de vi-vir en un Estado benefactor.

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El juicio de un informante y un dilema ético

El ambiente polarizado de América Central en losaños ochentas y principios de los noventas, subrayabapara muchos científicos sociales extranjeros los proble-mas del trabajo de campo en situaciones de conflictodonde las vastas disparidades de poder separan a laselites de los subalternos (y, en menor grado, a los an-tropólogos de sus objetos de estudio usuales). PhilippeBourgois (1990) señala que las preocupaciones éticasde la antropología establecidas –consentimiento infor-mado, cumplimiento de las leyes del país anfitrión, nohacer nada contra el “bien común”, protección de laconfidencialidad y anonimato de los informantes– seponen a dura prueba y a menudo resultan insuficien-tes en contextos donde la represión y las violaciones alos derechos humanos obligan por igual a que ciudada-nos y científicos sociales extranjeros tomen partido y semanifiesten. Si bien Costa Rica estaba lejos de ser unasociedad represiva, según los estándares centroameri-canos, la ola de arrestos de 1988 en Santa Cruz y eljuicio de Marcos Ramírez en 1990 hicieron, sin embar-go, que salieran a luz temas que no se resolvían con fa-cilidad en el marco sumamente abstracto y política-mente neutral de los Principios de ResponsabilidadProfesional que rigen la American Anthropological As-sociation (AAA).

Ramírez, dirigente de ASPPAS, enfrentaba una po-sible sentencia de diez a quince años en prisión por supapel en la ocupación de la municipalidad. Se le acu-só, entre otras cosas, de secuestrar al Presidente Mu-nicipal Jorge Eduardo Pizarro. Yo tenía una grabaciónen la cual Pizarro me decía en términos muy claros quehabía sido solo gracias a Marcos Ramírez que los agri-cultores enfurecidos que tomaron la municipalidad sehabían calmado y no le habían hecho daño. Tenía enmi poder una prueba exculpatoria en un juicio cuya

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sentencia podría significar una larga condena a prisiónpara un informante clave y amigo. Una interpretaciónal pie de la letra del código de ética de la AAA, quizásexigiría que guardara el casete y su contenido a fin de“proteger” el derecho de Pizarro a la confidencialidad.La posibilidad de que tal “protección” podría significarun daño serio –en específico, condena por un delito yprisión– para otro informante, es algo que ni siquierase toma en cuenta en el código de ética profesional. Lanorma imprecisa del “bien común” no solo supone, porsupuesto, un enfoque antropológico tradicional en unúnico y pequeño lugar, sino, además, una noción ho-mogénea e indiferenciada de “comunidad” en la cualun acto no ético por parte de un científico social haríadaño más o menos a todos los miembros por igual. Unainterpretación de “mayor bien” –escoger entre el dere-cho a la confidencialidad de un informante y el bienes-tar de otro– dependía de lo que, desde el punto devista más formal representado en los Principios deResponsabilidad Profesional de la AAA, era un relati-vismo ético dudoso. Como señala Bourgois: “El proble-ma con la ética antropológica contemporánea no essimplemente que el límite de lo que se define como éti-ca se fija de manera muy estrecha sino que, másimportante aún, la ética puede estar sujeta a interpre-taciones rígidas, santurronas, que la hacen chocar conintereses humanos más amplios” (1990, 45).4

El juicio contra Ramírez se llevó a cabo frente a unpanel de tres jueces en Liberia, cantón central de la pro-vincia, el 2 de octubre de 1990, dos años después de laocupación de la municipalidad, cuando los ánimos sehabían calmado bastante en Santa Cruz. Varios testigosde los demandantes y de la defensa, así como el juez deinstrucción que había iniciado el caso, habían estadoimplicados en escándalos que iban desde episodios me-nores de corrupción hasta la siembra de marihuana enuna finca aislada en la montaña. Su credibilidad comoinvestigadores, testigos y “víctimas” estaba en entredi-cho. Uno de los comandantes de la Guardia del lugar,

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que era otro testigo importante, había muerto reciente-mente en un accidente automovilístico.

Al final, la cinta de mi conversación con Pizarronunca se escuchó en el juicio. De hecho, según me es-cribió Ramírez al día siguiente del veredicto: “Aunque[el casete] era una prueba no varía mucho de la decla-ración de Quirindo [Jorge Eduardo] ante el juez”.

Cuando el juez y los abogados de ambas partes in-terrogaron a Pizarro y a los otros demandantes, reci-bieron testimonios tan inconsistentes que el fiscalmismo terminó su intervención solicitando la absolu-toria (y admitiéndole al defensor, después de la deci-sión, que los cargos habían estado motivados por in-tereses políticos).5 Ramírez informó que se sentía“tranquilo” durante el juicio, pero en la carta que es-cribió un inflexible compromiso se mezclaba con unalivio palpable.

Fui al juicio sin un solo testigo que fuera a mi favor, por-que los que podían ir eran de la Organización y en casode haber sido culpable, ellos también serían implicados.Me acompañó la certeza de la razón y la justicia de unalucha auténticamente campesina...¿Qué le parece? Fui-mos absueltos, ¡nos declararon inocentes! Cabe aclararque esta sentencia no fue gratuita. Hubo que hacer al-guna presión política a alto nivel.

La siguiente vez que vi a Ramírez fue unas cinco se-manas después del juicio. Parecía tranquilo, optimistae incluso entusiasta (aunque no mucho tiempo des-pués tendríamos un disgusto temporal, como resulta-do de mis comentarios críticos sobre ASPPAS en la me-sa redonda de CEPAS descrita en la Introducción).Cuando lo presioné para que diera detalles sobre la“presión política a alto nivel” que había contribuido asu absolutoria, lo encontré atípicamente hermético yenigmático. Me hizo recordar que el Presidente Arias ydoña Margarita (de Arias) en varias ocasiones habíanprometido poner fin a las demandas contra los activis-tas campesinos. “Sí –le contesté– pero Arias también

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dijo en repetidas ocasiones que el Poder Ejecutivo nopodía interferir con el Poder Judicial. Y, en todo caso,ya él no esta en el poder”, pues había entregado la pre-sidencia en mayo de 1990 –cinco meses antes del jui-cio de Ramírez– a su sucesor electo del Partido UnidadSocial Cristiana, Rafael Ángel Calderón Fournier.

Aunque Ramírez ni nadie más me dijo nunca quéinfluencia política, si la hubo, se había ejercido en eljuicio, la absolutoria permitió discutir de forma másabierta lo que los campesinos en toda la región ahoraveían como “historia” o “el pasado”. Esta nueva fran-queza a menudo daba pie a fuertes polémicas, cuandolas personas trataban de entender los éxitos y fracasosdel movimiento, su propia participación y sacrificio ysus esperanzas frustradas y aspiraciones para el futu-ro (ver Capítulo 5).

La cláusula contra el doble procesamiento incluidaen el Código Penal costarricense, la cual garantiza queuna persona no puede ser acusada dos veces por losmismos cargos, también permitió que Ramírez se ex-tendiera en confesiones que antes habrían sido impru-dentes, cuando no abiertamente peligrosas. Hasta en-tonces, yo había visto la ocupación de la municipalidadcomo un disturbio espontáneo llevado a cabo pormiembros de una organización, ASPPAS, pero aún asícomparable a grandes rasgos a los “tumultos” que hanmarcado la historia agraria y de los pequeños pueblosde América Latina desde el período colonial. Me habíaformado esta impresión a partir de las numerosas con-versaciones con líderes, participantes, “rehenes” y ofi-ciales de la Guardia Rural, así como de mi observaciónde todos ellos. Había escuchado comentarios indiscre-tos y reveladores sobre toda clase de temas delicados,incluyendo tomas de tierras, sabotajes relacionadoscon huelgas, partidos de izquierda, movimientos deguerrillas, relaciones extramaritales, malversación defondos, hurto de ganado, cultivo de marihuana y sa-queo de sitios arqueológicos. Ingenuamente supuseque si la toma de la “muni” no hubiera sido sino una

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explosión espontánea de furia campesina sin planear,me habría enterado de ello.6

Ahora que terminó el juicio, se pueden decir algunascosas sobre lo que pasó –admitió Ramírez un día, des-truyendo con una sola frase mis premisas sobre los “tu-multos” y la espontaneidad de los campesinos–. La to-ma de la “muni” fue planeada con precisión, como unaoperación militar, por personas del movimiento que te-nían experiencia militar, algunos de la guerra [sandinis-ta para derrotar a Somoza] en Nicaragua y otros de laguerra [civil costarricense] del 48.7

Luego regresó al momento de la “huelga” de juniode 1988 cuando estaba camino a Guácimo y centena-res de miembros de ASPPAS esperaban en la Cámarade Ganaderos en Santa Cruz. Poniendo los aconteci-mientos locales en el contexto nacional y defendiendola “operación de la ‘muni’” como una pieza crucial deuna estrategia más amplia del movimiento campesino,me recordó que en ese entonces:

Había una situación muy tensa. Los medios de informa-ción comunicaban que en el resto del país los movimien-tos se habían, o sea voluntariamente la gente había ac-cedido a negociar y que solo quedaba Guácimo comopunto de conflicto y que realmente ahí era gente muysubversiva, beligerante. La situación era muy peligrosaen Guácimo. Era muy peligrosa porque la mayor partede la Fuerza Pública se concentró en Guácimo. O sea, sehabía movilizado cualquier cantidad de militares y conpertrechos fuertes, porque se había corrido el rumorque la gente tenía armas, cosa que era falsa. Y la Fuer-za Pública se movilizó allá con ametralladoras y rifles, osea, esta carajada que no sé como se llama, bueno, no-sotros creíamos que eran armas pesadas. Porque, ¿quésé yo?, uno está acostumbrado a movilizaciones dondela policía anduviera con bastón, con un revolver, peroya esas armas, eso no lo habíamos llegado a ver. Enton-ces, cuando nosotros entramos a Guácimo, por ordendel Ministro de Agricultura pudimos entrar, ¿verdad?pero había retenes que no nos permitían entrar. Noso-tros contamos cuatro retenes de diferentes tramos de la

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carretera y nos dimos cuenta mediante toda una vueltaque dimos en Guácimo, que estaba totalmente rodeadopor efectivos militares. Entonces ahí es donde entramosa valorar que la situación esta era muy delicada y se te-nía que actuar, y la actuación tenía que ser rápida.

Ramírez se había ido a Guácimo después del viaje aSan José, donde esperaba participar en negociacionescon el Ministerio de Agricultura. En Santa Cruz, losagricultores habían levantado el bloqueo de las calles ysolo estaban a la espera, encerrados en la sede de la Cá-mara de Ganaderos, tratando de decidir qué hacer:

Se decía que en Guanacaste prácticamente no habíamovimiento, en Parrita tampoco y que prácticamente elMinistro de Seguridad estaba generando el ambientenecesario, a nivel de la opinión pública, para respaldaruna acción en Guácimo y reprimir el movimiento… Enesas circunstancias nosotros llamamos a Santa Cruz yse retomó el asunto. La gente, o sea nosotros habíamosestablecido nuestro sistema y simplemente se actuó.Porque entonces todo estaba enfocado hacia Guácimo.O sea, la opinión pública, los medios de información, to-do el mundo estaba enfocado allá. Que la pelea de todoslos productores a nivel nacional ya había sido resueltay que solo esta gente que eran los subversivos del movi-miento no querían aceptar el diálogo. Se estaba creandoun clima de tensión que era necesario, digamos, abrir-lo, romperlo. Entonces ese día en la mañana, ya el díadiez de junio, se toma la acción de la municipalidad. Yayo sabía lo que venía cuando nos devolvimos, nos devol-vimos con don Ezequiel [Gómez]…. Luego los compañerosde Guácimo nos llamaron a la municipalidad a decirnosque se había bajado mucho la tensión y que había sidomuy importante la acción que se había tomado.

La transformación de un movimiento

La “huelga” de 1988 y la ocupación de la municipa-lidad de Santa Cruz quizás hayan sido acciones “muyimportantes”, pero también marcaron un hito para el

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movimiento campesino. En años sucesivos, los líderesdel movimiento sugerían cada vez más que el precio deesas tácticas de confrontación había sido muy alto. Sehabían gastado grandes cantidades de energía y unaparte significativa de los pocos recursos del movimien-to, en marchas, bloqueos de carreteras y tácticas depresión. Estas actividades, así como los arrestos, laspalizas, los encarcelamientos y los juicios, habían ago-tado económicamente las organizaciones, habían alte-rado las vidas de centenares de familias y habían inte-rrumpido las actividades productivas de muchas fincaspequeñas y otras empresas rurales. Todo esto contri-buyó al cansancio y a la creciente brecha entre los di-rigentes y las bases que apoyaban el movimiento. Loscostos de las continuas protestas, decían los líderes,eran mucho mayores que las escasas ganancias obte-nidas en la mesa de negociación.

Después de la “huelga” de 1988 y sobre todo en1989 y 1990, se comenzó a dar un cambio en los diri-gentes del movimiento que se resumía en la frase “de laprotesta a la propuesta”. El lema incluía varias dimen-siones de la práctica política de los campesinos. Refle-jaba la convicción de los dirigentes de que los campe-sinos podían administrar sus actividades productivas,comerciales y financieras de manera más eficaz a fin desobrevivir ante la embestida del mercado libre. Estosignificaría organizar a los campesinos en torno ametas productivas en vez de actividades de protesta ypresentar propuestas económicas, agronómicas y orga-nizacionales concretas a los encargados de hacer laspolíticas, en vez de montar confrontaciones costosas ohacer demandas poco realistas o utópicas. El cambio“de la protesta a la propuesta” también sugería que loslíderes del movimiento creían y esperaban estar ellosmismos en la lucha durante el largo trayecto, que te-nían verdaderas alternativas que ofrecer a las bases yal país y que este no era un movimiento que fuera a de-saparecer, como había sucedido antes con tantos otrosque fueron flor de un día.

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Notas

1 Varios de los que se mencionaban en las órdenes no habíanparticipado en la ocupación del edificio. Algunos habíanbloqueado el puente pero no habían entrado a la “muni”.Otros no habían tenido ninguna participación, como en elcaso de un hombre que había sido hospitalizado para quele hicieran una operación el mismo día en que se le acusa-ba de haber estado en la municipalidad.

2 “Paisa” es una abreviación de paisano, o compatriota. Losnicaragüenses fuera de Nicaragua a menudo se saludan co-mo “Paisa”. En Guanacaste el término a veces es simple-mente sinónimo de nicaragüense.

3 El Fondo de Contingencias y el MAG sostenían que estemonto por hectárea representaba la mitad del promedio delos costos de producción. Los agricultores sostenían que seaproximaba a un quinto y menos de eso en el caso de losque tenían que alquilar tierra para sembrar.

4 Los Principios de Responsabilidad Profesional de la AAAfueron establecidos en 1971 y reformados varias veces has-ta 1990. A mediados de los noventas una Comisión de laAAA redactó un nuevo Código de Ética, que reflejaba mejortanto la verdadera complejidad de la mayor parte de la in-vestigación antropológica como los puntos de vista diver-gentes en la profesión.

5 En un momento dado, por ejemplo, Pizarro declaró que Ra-mírez era “el actor intelectual” de la acción, mientras queen otro declaró que oyó decir a uno de los campesinos quehabían tomado la municipalidad, que debían llamar aRodolfo Brenes e informarle que la operación había sido unéxito. Esto sugiere que Brenes, hijo de una familia terrate-niente de la elite local que se sabía simpatizaba con el mo-vimiento campesino, podría ser “el autor intelectual”. Breneshabía participado en algunas de las manifestaciones de loscampesinos justo antes de la ocupación de la municipalidadde Santa Cruz, pero no participó en la última operación.

6 Mis primeros relatos de estos acontecimientos (Edelman1990, 1991a) escritos mucho antes del juicio contra Ramí-rez, reflejaban esta interpretación ingenua y prematura, lacual era el resultado de mis datos del trabajo de campohasta esa fecha y de una actitud un tanto sobreprotectora,

Capítulo 4 • “En la cárcel vamos a comer cemento” 275

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a inicios de la investigación, hacia mis interlocutores en elmovimiento campesino (que es también una limitación enmuchos otros trabajos académicos sobre los movimientossociales (ver Hellman 1992, 55).

7 Ezequiel Gómez, un dirigente de ASPPAS, era un veteranode la guerra civil de 1948, que luchó en el bando perdedorcomo parte de una tropa de trabajadores bananeros co-mandada por el escritor comunista Carlos Luis Fallas. Pos-teriormente me dijo que esta “experiencia militar” consistíaen haber disparado unos cuantos tiros con un rifle anticua-do y defectuoso durante una batalla nocturna en la que eraimposible ver nada.

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CAPÍTULO 5Los movimientos evolucionan,

las organizaciones nacen y mueren

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Al principio pensábamos que teníamos lo mejor para loscampesinos. Entonces les informábamos... y yo me sentía bondadoso.Cuando teníamos algunas dudas les consultábamos... yyo me sentía democrático.Para mejorarlo pedíamos sugerencias a los campesinos...y yo me sentía más democrático.Pensábamos que era mejor para nuestros objetivos contarcon algunos delegados campesinos... y yo me sentía muyparticipativo.Ahora todo lo decidimos juntos campesinos y técnicos... yme doy cuenta que recién comenzamos a comunicarnos.Me pregunto: ¿Qué hacíamos realmente al principio?

Poema anónimo escrito en la pared del Consejo Campesino Justicia y Desarrollo, 1993.

En los últimos once años, hemos tenido siete ministros deagricultura, y cada uno con su tontera.

Jorge Hidalgo de la Mesa Nacional Campesina, 1997.

El cambio de la “protesta a la propuesta” no ocurrióde la noche a la mañana.1 Aunque el movimiento cam-pesino eventualmente se tornó más “democrático” o“participativo” de lo que había sido “al principio”, elproceso con dificultad fue automático y sin complica-ciones como parece sugerir el anterior poema auto-congratulatorio. Por otra parte, si bien una mayordemocracia interna y una participación más genuinapodían ser valores intrínsecamente buenos, no eran

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del todo tan positivos y libres de ambigüedad cuandose trataba de la construcción de un movimiento fuerte.La discusión abierta y la “transparencia” podían con-ducir a procesos que debilitarían, o en el menor de loscasos transformarían en extremo el movimiento cam-pesino, como de hecho lo hicieron.

En este capítulo describo cómo los conflictos sobredinero y visión política constituyeron una fuente detensión frecuente en la alta dirigencia y en las bases.Tanto las organizaciones locales como, de manera for-tuita, las coaliciones en el ámbito nacional se desinte-graron bajo estas presiones. Aunque el movimientocampesino emergió debilitado por las luchas internasde sus facciones, sus líderes continuaron manifestan-do una considerable creatividad en el cabildeo y en eldiseño de estrategias económicas y productivas quepermitirían que al menos algunos campesinos sobrevi-vieran la embestida del libre mercado. Pero la institu-cionalización de procesos negociadores entre los cam-pesinos y el Gobierno así como la creación de “nuevosproyectos productivos” en el campo, con frecuencia lle-varon a las organizaciones a enfocarse más en servir asus partidarios que en su objetivo principal de cons-truir un movimiento poderoso para lograr cambios fun-damentales.

El movimiento nacional

Las organizaciones que lanzaron la “huelga” en1988 –UPAGRA y sus aliados más cercanos– continua-ron siendo muy dependientes de un pequeño núcleo delíderes carismáticos que representaban –o decían re-presentar– a campesinos en diferentes partes del país.En privado y en parte en son de broma, se referían en-tre sí como “el grupo de los seis”, haciendo eco de unaironía intencional del muy usado nombre de las nacio-nes industrializadas o “Grupo de los Siete”. En poco

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tiempo se dieron cuenta de que era más fácil forjar uni-dad en la cima y en las bases organizando marchas y“huelgas”, que en las prolongadas negociaciones ytransformaciones organizacionales posteriores a la re-vuelta de junio de 1988.

Parte del problema era que el Gobierno, en particu-lar el Poder Ejecutivo, mostraba poco interés en discu-tir y negociar las peticiones del campesinado, al menosdurante la administración del presidente Oscar Arias.Las protestas de 1988 le habían mostrado a la opiniónpública la aversión casi generalizada de los grandes ypequeños productores de granos hacia el Ministro deAgricultura, Antonio Álvarez Desanti y la “agriculturade cambio”. Pero las negociaciones que siguieron a lasprotestas parecían corroborar la afirmación de los diri-gentes campesinos de que el Ministro no tenía poderreal para la toma de decisiones.2 Durante la “huelga”de junio, el Presidente Arias envió a su esposa en re-presentación del Gobierno para discutir las solicitudesde las organizaciones campesinas, en vez de enviar alMinistro de Agricultura. Esto fue interpretado con todaamplitud como un intento por minar la autoridad delMinistro Álvarez Desanti y, peor aún, un acto con im-plicaciones potencialmente emasculantes. Dos mesesdespués, el humillado Álvarez Desanti fue promovidocomo el representante de Costa Rica ante el BancoCentroamericano de Integración Económica.

El nombramiento de José María Figueres comonuevo Ministro de Agricultura fue un intento deses-perado por captar de nuevo el apoyo que de formamuy rápida se erosionaba en las zonas rurales. Figue-res, un experimentado empresario agrícola que habíafungido previamente en el gobierno de Arias como Mi-nistro de Comercio Exterior, no sufría de la evidentefalta de experiencia política y práctica que había he-cho cojear a su predecesor. Además de esto, tenía el“nombre correcto”. Su padre, el expresidente José(“Pepe”) Figueres, había comandado a los insurgentes

Capítulo 5 • Los movimientos evolucionan… 281

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socialdemócratas que triunfaron en la guerra civil de1948 y había fungido durante tres períodos como jefede gobierno o presidente. Figueres padre, una de lasfiguras más queridas en Costa Rica, personificaba pa-ra muchos la política democrática y la reforma social.Y en cuanto al joven Figueres, si un padre ilustre y suexperiencia práctica no fueran suficientes para recu-perar el disminuido apoyo de los agricultores, la repu-tación del nuevo Ministro como un duro oficial de laGuardia Civil graduado de West Point, ayudaría a in-timidar a los elementos más inquietos.

El nuevo Ministro de inmediato hizo saber que no to-leraría reclamos de productores que no estuvieran dis-puestos a participar en la “agricultura de cambio”. “Aquíno tenemos tiempo ni podemos darnos el lujo de nego-ciar continuamente –declaró–. Las cosas están defini-das. Queda implementar lo acordado y todos tenemosque trabajar y echar para adelante” (Molina 1988, 17).

El discurso de Figueres, más que el de cualquierade sus predecesores, empleaba todos o casi todos loselementos sutiles y no tan sutiles que figuraban tantoen los intentos oficiales de impugnar la legitimidad dela dirigencia de las organizaciones campesinas, comoen las disputas que se originaban entre las organiza-ciones mismas. También revelaba los giros y cambiosde dirección inconsistentes de un antiguo socialdemó-crata recién convertido a la ortodoxia neoliberal. Pocodespués de asumir su nuevo puesto, dio señales deapoyo a las políticas de ajuste económico, al negar elhaber estado a favor de los subsidios agrícolas en al-gún momento, aun cuando sus comentarios en defen-sa de dichos subsidios habían aparecido en el periódicode mayor circulación del país apenas dos meses antes(La Nación, 11 de setiembre, 1988, p.10 A).3 Cuandose le preguntó si su Ministerio le daría un trato dife-rencial a algunas de las organizaciones campesinassobre otras, contestó: “Es muy probable que sí… [por-que] hay todo tipo de organizaciones, las democráti-cas, interesadas en la solución de los problemas del

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campesino y del agricultor, y hay otro tipo que solo lesinteresa aprovecharse de situaciones conflictivas paramontar plataformas políticas y crear ánimos de caos ydesestabilización”. Cuando se le preguntó a cuales or-ganizaciones se refería, Figueres insinuó misteriosa-mente que los grupos más militantes se inspiraban enideas foráneas y no eran patriotas: “Los costarricensesreconocemos cuáles son cuáles” (Molina 1988, 17).

Este reconocimiento público del trato diferencialhacia las organizaciones campesinas, coincidió con unesfuerzo encubierto y de largo alcance por definir loscriterios políticos necesarios. Un extenso informe con-fidencial que el Ministerio de Seguridad preparó paraFigueres poco tiempo después de su nombramiento co-mo Ministro, clasificaba prácticamente a todas las or-ganizaciones rurales del país y a sus dirigentes deacuerdo con su “posición política” y “afiliación” (verApéndice). En el caso de los grupos alineados con elpartido gobernante, Partido Liberación Nacional (PLN),señalado como “democrático”, el informe en general re-saltaba las preocupaciones de los campesinos como“reales” y “justificadas”.4 Los grupos y líderes etiqueta-dos como de “izquierda” figuraban en la lista como re-ceptores de financiamiento e inspiración “externa” ocomo “peones” de ciertos sindicalistas comunistas. Deun individuo vinculado con la oposición Social Cristia-na se decía que “baila con el que le toque el mejor son”.5

Otro líder sindical local fue caracterizado como “exi-gente” pero “llevadero”, una persona que “habla muchoy nada dice”. El informe advertía que también habíaque tener cuidado con los fundadores políticamentemoderados de UPANACIONAL en Cartago, quieneseran descritos como “del tipo agitador” y conocidos porsus “reacciones violentas”.

El desdén y el miedo reflejados en el informe delMinisterio de Seguridad y en los discursos públicos deFigueres, como era de esperar, permearon sus relacio-nes con las organizaciones campesinas. El dirigente de

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una pequeña asociación de productores aliada conUPAGRA recuerda que cuando se encontró con Figue-res en una reunión de agricultores locales, éste loabordó con agresividad: “¿Quién te mandó a vosaquí?”6 La intención era, según indicó luego el indivi-duo que fue objeto de este reto, “etiquetarme como unextraño, un impostor, frente a los campesinos, sinningún derecho a dirigir”.

Carlos Campos, el secretario general de UPAGRA,afirmó que entre las “amenazas de muerte” que habíarecibido, una provenía del Ministro de Agricultura.Afirmaba que se había enterado por parte de un fun-cionario disgustado que: “José María Figueres planteóen una reunión donde estaban todos los lugartenientesdel MAG y de otras instituciones y él les dijo: ‘¿ustedesme dicen donde están y yo les pego el tiro’”.7

Aunque este relato fuera apócrifo, era indicativo deun impasse que separaba al Gobierno y los agriculto-res. Por un lado, los funcionarios clave veían a los ac-tivistas rurales como intrusos ilegítimos quienes año-raban una mítica y pasada edad de oro y solo queríanocasionar problemas y mantener modos de producción“anticuados e ineficientes”. Por otro lado, las organiza-ciones campesinas argumentaban que su sustento seveía amenazado y que el Gobierno había menoscabadola soberanía y los valores nacionales al acceder a losmandatos de los organismos financieros internaciona-les y las agencias de cooperación.

ONG, científicos sociales y campesinos

La crisis económica y la agitación política en laszonas rurales atrajeron la creciente atención de orga-nizaciones no gubernamentales (ONG) y científicos so-ciales. Mientras el FMI, el Banco Mundial y la AID tra-bajaban en la creación de un marco económico para la“agricultura de cambio”, los programas europeos de

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cooperación, los de la iglesia y las ONG (por ejemplo:Pan para el Mundo, Cáritas, las diferentes divisionesnacionales de Oxfam y muchas otras), buscaban ami-norar el impacto proporcionando donaciones y préstamosblandos para cooperativas productoras de alimentos yproyectos agroindustriales pequeños.8 Estos fondostambién abastecieron numerosas ONG costarricenses,muchas de las cuales realizaron estudios sobre organi-zaciones campesinas, o les proporcionaron cursos yasistencia técnica. Irónicamente en medio de una cri-sis rural generalizada, el dinero estaba accesible paraaquellos con la habilidad y los contactos necesariospara conseguirlo.

Algunos dirigentes campesinos se quejaban de quelos científicos sociales se habían “apropiado” de susideas sobre estrategias alternativas de producción y ha-bían presentado proyectos a las grandes fundaciones,para luego utilizar los fondos en salarios, viajes alextranjero y en equipar las oficinas de las ONG en lasciudades. Con frecuencia citaban el ejemplo de lo quellamaban la “integración vertical de la producción”, esdecir, la vinculación de las fincas de campesinos con pe-queñas agroindustrias controladas por cooperativas oasociaciones agrícolas. Estos pequeños proyectosagroindustriales –molinos para granos e instalacionesde secado, plantas procesadoras de café, máquinas deempaque de celofán para bocadillos, entre otros– no so-lo permitieron a los campesinos “capturar” el valor agre-gado que con anterioridad acumulaban los acaudaladosempresarios, sino también, facilitaron el control sobre elmercadeo. Aunque ciertamente no fue una invención delas organizaciones campesinas, la forma en que algunasONG apoyaron esta estrategia de desarrollo –controlan-do una mayor segmento de la cadena de producción ycomercialización– parecía a los dirigentes campesinosque era por lo menos un tanto oportunista.9

Aun cuando los dirigentes campesinos recono-cían las “buenas y sanas intenciones” que en general

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subyacían estos proyectos, cada vez más acusaban, y lohacían con indignación, a “los grandes intelectuales deeste país que estarían sin trabajo de no ser por lasONG” de considerar a los campesinos como pueblerinosexóticos e indefensos. Carlos Campos, el secretario deUPAGRA, narró como ejemplo la forma en que un gru-po de asesores académicos envió una carta “preocupa-dos porque nosotros íbamos a comprar unas computa-doras en UPAGRA. Decían que eso no era lógico para elcampesino… No es lógico que tengamos un edificio dedos pisos. Pero estamos en otro momento. Ahora hayque tener teléfono, hay que tener un fax, hay que tenerun módem. Sin ellos no podemos competir”.10

En 1989, después de “años de depender de esas or-ganizaciones”, los líderes de UPAGRA y grupos aliadosbuscaron reunirse con los representantes de las prin-cipales ONG relacionadas con el sector agrícola. Losencuentros no fueron del todo cordiales. Los dirigentescampesinos alegaban haber sido “utilizados” y que laayuda que recibieron se había convertido en una “fac-tura” que debían pagar amoldándose a continuar sien-do “objetos de estudio” o “conejillos de indias”.11 Exi-gieron acceso a “toda la información” sobre los fondosque las ONG habían recibido y tildaron de “corrupción”los “salarios de ricos” de los directores de esas institu-ciones. Desprevenidos ante estas acusaciones, loscientíficos sociales y el personal de las ONG, quienes seconsideraban simpatizantes de las organizacionescampesinas, resistieron los ataques con una calma es-toica que, sin embargo, con frecuencia ocultaba un re-sentimiento subyacente.12 Pero como recordaba uno delos miembros de una organización campesina que par-ticipó en las conversaciones: “Cuando hablábamos so-bre esas cosas, se les paraban los pelos de punta. Na-die los había cuestionado antes por esto y creían estarpor encima de todo, que todo estaba pura vida”.

Los otrora militantes que el MRP había enviado alas zonas rurales, después de pasar años entre el

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campesinado, aparentemente habían aprendido “muybien” su lección y rompieron relaciones con el partido“vanguardia” que los envió. Después de casi una déca-da y luego de años de asociación con ONG y especialis-tas académicos, creyeron haber aprendido otro tipo delección y estaban listos de nuevo para declarar inde-pendencia. Incluso las ONG costarricenses que habíanproporcionado apoyo logístico y económico esencial co-mo el Centro Nacional de Acción Pastoral (CENAP) y elCentro de Estudios para la Acción Social (CEPAS), sevieron atacadas.

Una nueva coalición para “Justicia y Desarrollo”

En 1989, después de que colapsaron los esfuerzosde UNSA para forjar la unidad entre los pequeños ygrandes agricultores, UPAGRA y varias organizacionesasociadas fundaron un nuevo grupo, el Consejo Nacio-nal de Pequeños y Medianos Productores “Justicia yDesarrollo”. El Consejo era una coalición de aproxima-damente dos docenas de grupos regionales y locales detoda Costa Rica, pero estaba dominado por UPAGRA ysus aliados. Era dirigido por el autodenominado “grupode los seis”: Carlos Campos y Ulises Blanco (ambos deUPAGRA), Wilson Campos (de UCADEGUA en Guatuso,al norte de la provincia de Alajuela), Pedro Álvarez (deCoope Llanoazul en Upala, al norte de la provincia deAlajuela), Marcos Ramírez (de ASSPAS en Guanacaste)y Carlos Hernández (quien hasta 1991 reclamaba ser“el representante por San José de ASSPAS”).13

Ubicadas en una casa sin rotular en el polvorientoBarrio México, en San José, las oficinas centrales delConsejo estaban austeramente amuebladas con unamezcla de mesas y sillas de pino nudoso y el cuarto deatrás estaba provisto con colchones en el piso para quelos visitantes que vinieran de afuera tuvieran donde

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pasar la noche. El patio interior tenía unas cuerdas pa-ra tender ropa y un área cubierta para cocinar con unamaltrecha cocina de gas propano. Las paredes se en-contraban adornadas con unos raídos afiches de lasNaciones Unidas y otras organizaciones internaciona-les. La cochera que casi siempre estaba cerrada se en-contraba vacía, pero en ocasiones alguien estacionabauna motocicleta destartalada o un pick-up oxidado, amenudo para aprovechar la oportunidad y cambiaruna llanta, realizar un cambio de aceite urgente o ha-cer alguna reparación. El lugar se encontraba cerca delas terminales de buses que servían regiones alejadas,lo cual no solo era bastante conveniente sino que, ade-más, marcaba la organización como una de personasde pocos recursos. Cuando alguien donó una mesabarnizada de madera fina para la sala de reuniones seveía incongruente junto a los muebles baratos de pino,en un escenario al que los ocupantes de la oficina nun-ca parecían acostumbrarse del todo, más bien rotabanconstantemente entre la ciudad y el campo.

Las oficinas centrales de Barrio México tambiénalojaban una nueva ONG, que había sido fundada porel Consejo para buscar apoyo para los proyectos de de-sarrollo agrícola de las organizaciones miembras. ElFondo Nacional de Desarrollo Agropecuario “NuestraTierra” demostró de inmediato ser un astuto competi-dor de las ONG costarricenses ya establecidas.14 Mu-chos donantes, en particular las ONG y gobiernos eu-ropeos, veían con buenos ojos a Nuestra Tierra porquesus líderes eran bien articulados y hasta carismáticos,sus participantes pertenecían exclusivamente a asocia-ciones de pequeños productores y sus gastos generaleseran, como sugería la casa de Barrio México, una frac-ción de lo que gastaban las ONG académicas y orienta-das al desarrollo, ubicadas en San José centro y enmejores vecindarios en los alrededores de la Universi-dad de Costa Rica. Nuestra Tierra también demostróser hábil para “enverdecer” su discurso, afirmando ensu primera declaración de misión “elaborar propuestas

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integrales que constituyan una opción real para el de-sarrollo económico, social y político de los campesinos,promoviendo al mismo tiempo el uso de tecnología al-ternativa sin alterar la identidad cultural y garantizan-do una adecuada y eficiente protección de los recursosnaturales” (Nuestra Tierra n.d.).

Sin embargo, esta sensibilidad “verde” solo era enparte atribuible a la buena habilidad para conseguirfondos de las fundaciones y agencias de cooperación.La conciencia sobre los problemas ambientales se en-contraba ampliamente difundida en todos los nivelesde la sociedad costarricense y si en algún caso eramayor, sería en el campo, donde eran comunes la se-quía, la erosión de los suelos y el envenenamiento poragroquímicos. La imagen “verde” del Fondo y sus nue-vos contactos con ONG extranjeras, les permitieron alos grupos participantes iniciar exportaciones de pro-ductos orgánicos –en particular jengibre, maní y semi-llas de marañón– hacia nichos del mercado europeo através de “Productico”, una compañía exportadoracontrolada por campesinos. En poco tiempo, NuestraTierra había contratado un agrónomo, un zootecnistay un contador para dar asistencia técnica a las orga-nizaciones miembros y ayudar a administrar los sub-sidios y los pedidos de productos. Varios otros “técnicos”trabajaban tiempo completo o medio tiempo escribien-do o supervisando propuestas para proyectos. Unafinca experimental orgánica ubicada al lado de las ofi-cinas centrales de UPAGRA en Guácimo, no solo ser-vía para identificar productos de exportación prome-tedores, sino también como parada obligatoria en lasgiras que se les daba a los representantes de las agen-cias europeas (y otras) de mentalidad ambientalista.Irónicamente, no mucho tiempo después de que lasorganizaciones campesinas iniciaron su ataque a lasONG como “parásitas y oportunistas”, no solo estable-cieron su propia ONG sino que, además, entraron enla dinámica de la búsqueda y atracción de financia-miento. De hecho, lo que los dirigentes campesinos

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estaban diciéndoles a los europeos era: “Finánciennosa nosotros, no a ellos”.

“La riqueza que producimos”

Aun después de los ajustes económicos de los añosochentas, el Estado continuó fijando los precios al pormayor y al detalle de varios productos de la canastabásica, en especial aceite vegetal, leche líquida y arroz.Esto, de hecho, estableció márgenes de ganancia pordecreto y tendió a favorecer a los agroindustriales, par-ticularmente a los del sector de granos. De hecho, losprincipales productores de arroz lo cultivaban (casi to-do el año con irrigación) no tanto porque era más ren-table, sino para asegurar un flujo constante del granoa sus grandes, modernas y muy lucrativas arroceras(Edelman 1992, 309-13). Los dirigentes campesinos,apropiándose del discurso neoliberal prevaleciente, asícomo lo habían hecho con el discurso ambientalista,reclamaban que los agroindustriales habían acumula-do fortunas sin enfrentar competencia en un verdade-ro libre mercado. Buscaban limitar o eliminar las altasganancias de los intermediarios e industriales y, a lavez, crear condiciones en las que los pequeños agricul-tores pudieran procesar y mercadear sus propios pro-ductos. Las primeras “propuestas” de la organizacióniban dirigidas a permitir a los pequeños productores“apropiarnos de la riqueza que producimos”.

Estos conceptos no eran nada nuevo en el campodel desarrollo rural, pero el que estas ideas pudieranexpresarse en el marco de un proceso que imponía re-laciones de “libre” mercado y la “agricultura de cambio”orientada a la exportación, en realidad parecía novedo-so. Las organizaciones campesinas hacían un llamadopara que se abolieran los privilegios y argumentabanque, niveladas las condiciones del terreno de juego, seencontraban preparadas para competir con cualquiera,

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sobre todo con aquellos que realmente no habían teni-do que competir en el pasado.

En la región noroeste esta aparente adopción de laideología del libre mercado y el cambio “de la confron-tación a la propuesta” parecía marchar hacia un iniciofavorable. En 1989 ASPPAS adquirió un pequeño moli-no eléctrico, una “piladora” japonesa, que permitiríatransformar la “producción integrada verticalmente” dela teoría a la práctica. El hecho que UPAGRA habíaprestado fondos para la compra del molino lo sabíanlos altos dirigentes de ASPPAS, pero solo se hablaba deesto a media voz, porque los medios de comunicaciónnacionales continuaban describiendo a UPAGRA comouna organización “subversiva” y muchos agricultoresse oponían en forma visceral a cualquier cosa que olie-ra a “comunismo”. La piladora fue instalada en un pe-queño galpón propiedad de Coopeasab en Santa Bár-bara, junto a la carretera, a veinte minutos de SantaCruz. Marcos Ramírez estaba entusiasmado:

Si nosotros lográramos abarcar todo el proceso produc-tivo te digo que estaríamos generando un 75 por cientode rentabilidad. El industrial le gana a un producto queél industrializa el 25 por ciento de la utilidad, eso es loque él tiene derecho.

Él –el industrial– se lo el vende al mayorista que es del al-macén con un 5 por ciento de más y el mayorista se lovende a un detallista con un 5 por ciento de más; estamoshablando allí del 35 por ciento y este detallista se lo ven-de a un consumidor con un 15 o 20 por ciento de más.Ahora, se supone que el productor que vende al industrialcon un 25 por ciento de utilidad. Pero no es un 25 porciento anual, sino un 25 por ciento mensual, un 75 porciento de utilidad en el ciclo productivo [de tres o cuatromeses], que en un año es un platal. Todo depende de lavelocidad con que se mueve y en alimentos que son gra-nos -arroz, frijoles y maíz- la velocidad es grandísima, osea es mucho más rápido. Entonces, la idea nuestra es novenderle al mayorista ni al industrial. Nos embarcaremosentrando el proceso de industrialización, con el objetivo deque la utilidad se le transfiera al productor…

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Durante los meses de cosecha –en noviembre, di-ciembre y enero– y poco después, un flujo constantede pequeños productores llegaron al nuevo molino, al-gunos con una camionada o dos de grano en cáscara,otros con solo un par de sacos amarrados a las mon-turas de demacrados caballos o burros. El arroz entra-ba en un extremo por un largo vertedor, pasaba por undispositivo de dos metros de altura al ritmo de un mo-tor eléctrico y aparecía abajo descascarillado y limpio.El salvado y la semolina o gluten, que podían ser uti-lizados para alimento de aves y animales, salían porseparado. Aquellos que utilizaban los servicios del mo-lino podían retener estos derivados por una tarifa deprocesamiento un poco mayor, aunque la mayoría op-taba por pagar menos y dejarlos a la organización.Muchas de las grandes ganancias de los procesadoresindustriales de arroz provenían de la apropiación yventa del salvado y la semolina, cuyos precios no es-taban controlados, para abastecer fábricas de concen-trado. ASPPAS había “capturado” esta parte de la ca-dena agroindustrial y había comenzado a vender estosderivados del arroz a pequeños productores de aves ycerdos de las zonas aledañas a precios inferiores a losdel mercado.

El pequeño molino de arroz generó ganancias altasen época de cosecha, pero para marzo su flujo declientes había disminuido a unos pocos y procesabasolo el par de sacos ocasionales que alguien había al-macenado o había olvidado llevar anteriormente. Des-de mediados o finales de marzo hasta noviembre, elmolino simplemente permaneció sin ser utilizado,acumulando polvo. Una forma de lograr mayor renta-bilidad era ampliar el mercado para los servicios delmolino. La posibilidad de organizar un programa“coordinado” de producción de granos, con crédito “di-rigido” mediante la Asociación, parecía ser una formaprometedora de que la economía campesina local le-vantara vuelo y asegurar así la viabilidad del nuevomolino.

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“Con represión o con dinero”

“Hay dos maneras de matar un movimiento”, co-mentaron con frecuencia los dirigentes del ConsejoJusticia y Desarrollo a finales de los años ochentas,“con represión o con dinero”. La verdad de este aforis-mo se confirmaría antes de que ellos pudieran darsecuenta. Y el dinero, por supuesto, demostraría ser unfactor mucho más grande en la desintegración y la caí-da de las organizaciones, puesto que la represión enCosta Rica, como la que se dio después de la ocupaciónde la municipalidad de Santa Cruz (ver Capítulo 4), fueen el peor de los casos, leve y esporádica.

El éxito del Fondo Nuestra Tierra hizo que saltarana primer plano las tensiones dentro del movimientocampesino relacionadas con el dinero y de otra índole.Hasta cierto grado, estas presiones eran similares a lasque afectaban a las organizaciones campesinas en to-das partes: la neutralización de dirigentes mediantenombramientos en puestos oficiales, acusaciones decorrupción, movilidad ascendente de los dirigentes, di-ferencias en visiones estratégicas, exigencias intolera-bles sobre el tiempo de las personas y limitaciones encuanto a recursos de producción y movilización(Landsberger y Hewitt 1970). Pero de una manera im-portante, los problemas específicos de Nuestra Tierratambién surgieron de las polémicas fundamentales so-bre las características de la identidad campesina. Lanoción de pequeños agricultores manejando sus asun-tos con computadoras y haciendo negocios por fax de-safiaba la imagen generalizada en la sociedad costarri-cense de la rusticidad campesina. Pero la imagen delcampesino como persona rústica, tanto dentro comofuera del movimiento, continuó siendo un importanteelemento de autenticidad y legitimidad. Los directoresdel Fondo buscaban romper este legado y establecer la“dignidad” de un pequeño productor “moderno”, en lu-gar de los estereotipos sentimentales y degradantes del

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campesino poco sofisticado. Sin embargo, a la vez, suefectividad como líderes de grupos de presión dependíade su habilidad para movilizar grandes números de re-sidentes rurales que conformaban la imagen de cam-pesinos acabados y en peligro de extinción. Un antiguoactivista de ASPPAS, de las cercanías de Santa Cruz,comentó con mordacidad sobre esta contradicción ysobre el creciente abismo entre líderes y seguidores:

Cuando hay una actividad en San José, [los dirigentes]empiezan a recorrer el país para traer a los campesinos.“¡Vos! –dicen– trae ese sombrero roto para que te lo veanhecho mierda”. Y a ustedes [en la ciudad] les dicen [convoz solemne y sonora]: “Estos son los campesinos”. Pe-ro cuando alguien tiene que ir a Europa a representar laorganización o al campesino, solo el grupo [de los diri-gentes] va.15

Hubo fuertes discusiones en las bases sobre la au-tenticidad y “el derecho a dirigir”, al menos en el no-roeste, un tiempo antes que éstas afectaran al “grupode los seis” que lideraba el Consejo Justicia y Desarro-llo. La sospecha sobre los dirigentes se basó en losnuevos subsidios y préstamos canalizados por mediodel Fondo Nuestra Tierra. También surgió de los es-fuerzos por tratar de ampliar los experimentos inicialesde producción integrada verticalmente, como el molinode arroz de ASPPAS en Santa Bárbara.

En 1989, poco después de instalar la pequeña pro-cesadora de arroz, ASPPAS recibió alrededor de 12.000dólares por medio de Nuestra Tierra para establecer unfondo rotativo de crédito para los productores de arroz,maíz, sorgo y frijoles. Además de ser una alternativa alSistema Bancario Nacional, que ofrecía poco o ningúncrédito a los pequeños productores, se esperaba que elproyecto permitiría que el molino de arroz operara ca-si a su capacidad total. La Asociación seleccionó variasdocenas de participantes del programa, incluyendoproductores individuales y grupos organizados quesembraban en forma colectiva. Los miembros de la

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junta directiva, que ahora tenían responsabilidadesadministrativas adicionales, recibían préstamos másgrandes, en teoría para poder utilizar las ganancias dela producción adicional en cubrir los costos de los via-jes a las reuniones.

Como había ocurrido frecuentemente en el pasadocuando los campesinos pedían prestado en los bancos,este nuevo dinero no llegó al inicio de la temporada desiembra. Los organizadores de ASPPAS y Marcos Ramí-rez en particular, insistían en que el cheque en dólaresya estaba depositado en la cuenta de Nuestra Tierra enSan José, esperando ser liberado y convertido en colones.Al escuchar esto, muchos participantes del proyectosacaron préstamos de casas de insumos agrícolas yempezaron a sembrar, contando con que los fondosprometidos llegarían en cualquier momento. Cuandopor fin llegó el dinero del proyecto, fue distribuido porlos organizadores que cargaban fajos de efectivo en susbolsillos, muchas veces sin obtener garantías ni reci-bos. Los dirigentes de ASPPAS llevaban un registro detarjetas con los datos de cada préstamo y exhortabana los beneficiarios a ser escrupulosos con los pagos y agastar el dinero en lo planeado. Pero dar crédito sin re-querir garantías o contratos firmados, un notable con-traste comparado con los préstamos bancarios a losque los campesinos estaban acostumbrados, hizo pen-sar a muchos que el proyecto de granos básicos era“casi como pegarse la lotería”. Se parecía en algo a losucedido en años pasados, cuando algunas veces losagricultores de la región habían recibido préstamosblandos que no eran supervisados de cerca, que no ne-cesariamente tenían que ser reembolsados y que eranobjeto de eventuales amnistías para los deudores.

Algunos agricultores utilizaron esta bonanza paracomprar ropa, zapatos y pequeños electrodomésticos,en lugar de sembrar y contratar peones. En la peque-ña comunidad de Cola de Gallo, los beneficiarios delpréstamo se dirigieron a la cantina local en cuantovieron bajar la cuesta al representante de ASPPAS.

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Allí hicieron una fiesta, en la que brindaron por susuerte, copa tras copa de guaro a la que llamaban el“mazorcazo”, una irónica referencia al “programa demaíz” en el que se suponía estaban participando.16

Como ASPPAS no estaba legalizada y no podía abriruna cuenta bancaria, colocaba los fondos no distribui-dos en la cuenta de Coopeasab, la cooperativa dirigidapor Marcos Ramírez. No era de sorprender que este es-fuerzo organizado de una manera tan apresurada ymanejado desde la cuenta de banco de otra organiza-ción se volviera una pesadilla contable, una confusa“mezcla de mangos con piñas”, como dijo un miembrodel comité del proyecto. (Más tarde se encontró que lacontabilidad del molino de arroz también había sidoconfusa.) Conforme terminaba la temporada de siem-bra, se hizo evidente que la meta de producción verti-calmente integrada –con financiamiento y moliendaproporcionados por la organización– no se había alcan-zado, en parte porque los pequeños productores dearroz y sorgo dependían de cosechadoras mecánicaspero no las tenían. A pesar de que los beneficiarios delos préstamos se habían comprometido a procesar suscosechas en el molino de ASPPAS, muchos podían al-quilar las cosechadoras solo si vendían la producción alos propietarios de las mismas. Retrasar la cosecha obuscar mejores términos de alquiler era inconcebible,puesto que las lluvias estaban por comenzar y una co-secha mojada implicaría precios más bajos o inclusopérdida total.

Por otra parte, el bajo nivel de reembolso del prés-tamo no permitió el establecimiento de un fondo rota-tivo para financiar futuros ciclos de siembra. Esto sedebió en parte a la irresponsabilidad de los que gasta-ron sus préstamos en bebida o los usaron para com-prar ropa para sus hijos en lugar de sembrar. Pero, enalguna medida, el incumplimiento de pago reflejaba so-lo los precios bajos prevalecientes para los granos bá-sicos y los altos riesgos de prácticamente toda la agri-cultura sin riego en Guanacaste. Un desilusionado

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participante del proyecto contó cómo después de cose-char su sorgo lo llevó a Liberia, cantón central de laprovincia, para venderlo: “y cuando llegué de Liberiacon la plata en efectivo mandé llamar a Marcos Ramí-rez a mi casa y le digo: Marcos, saque la tarjeta mía¿cuánto es?, aquí está. Me tomé una coca-cola con elcompañero que me llevaba el camión. Eso fue lo queme dio a mí el sorgo. Para una coca-cola. En eso tométodo mi efectivo”.

Sin embargo, peor aún que nada más haber gana-do una coca-cola, fue la disipación del sueño de unfondo rotativo de crédito. “Si yo pago –declaró otro delos agricultores ‘más responsables’– automáticamenteyo tengo derecho a ese fondo. Yo quería saber qué hapasado con mi plata, con la plata que yo había pagado,para ver dónde estaba, para ver si podía cubrir otrasiembra. Cuando nos damos cuenta de que en el fondono hay plata, no ha llegado esa plata, entonces nossentamos y nos ponemos a hablar. Entonces comenza-mos a decir: ‘bueno, fulano de tal pagó, fulano de talpagó, y fulano de tal no pagó’”.

Si bien varios participantes del programa de granosbásicos, incluyendo una cooperativa grande del cerca-no cantón de Carrillo, se las arreglaron para pagar lospréstamos, muchos no pudieron cancelar sus deudasy un número no determinado de participantes no teníainterés en hacerlo. Varios hicieron promesas de pagaren el futuro en efectivo o en especie, ocasionalmenteagobiando a la Asociación con entregas no anunciadasde madera, grano y otros productos que tenían que seralmacenados para luego ser vendidos. Los miembrosdel comité del proyecto empezaron a acusarse entre síde descuido, contabilidad fraudulenta y, peor aún, demalversación. La oficina de Nuestra Tierra en San Joséprometió enviar un fiscal, un auditor, para investigarlas irregularidades contables. El emisario de NuestraTierra resultó ser Francisco Sánchez, un estudiante desociología y amigo de infancia de Ramírez, quien habíacolaborado algunas ocasiones en Cooperincón y en la

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organización inicial de ASPPAS. La llegada de Sánchezatrajo la atención de las fuerzas estatales de seguridadque, convencidas de que estaba fomentando invasionesde tierra u otros problemas en la zona, contactaron alas agencias oficiales del sector agropecuario para ad-vertirles de su presencia.17 Más aún, al final de la es-tadía, Sánchez estaba convencido de que el proyecto degranos básicos había sido seriamente mal administra-do y responsabilizó de ello a Marcos. Su amistad detoda una vida se disolvió por sospechas y recriminacio-nes mutuas.

Esta “pelea de canibalismo”, como la llamó despuésRamírez, junto con los desastrosos resultados del pro-grama de préstamos, prácticamente destruyó a ASPPAS,que tan solo un año antes se enorgullecía de contarcon más de mil miembros.18 En las pequeñas comuni-dades donde los campesinos habían recibido présta-mos del proyecto, abundaban los rumores de que eldinero no tenía que ser reembolsado, que provenía delos sandinistas o de Cuba, que era un regalo personalde Ramírez o que se trataba de una partida específica,las asignaciones que los diputados costarricenses re-ciben para gastar en sus distritos o concederlas a suspartidarios.

En la atmósfera de ataques y contra-ataques, dedesconfianza y hasta de odio que el proyecto de granosbásicos dejó al final, surgió con nueva intensidad el te-ma sobre los orígenes extra-regionales y urbanos deRamírez. Un participante del proyecto recordó la formaen que había interrogado a Ramírez, a quien confesa-ba que aún “quería y apreciaba”:

Cuestionamos todo, desde su llegada aquí, hasta cómollegó a ser director de la cooperativa, cómo obtuvo el mi-llón de pesos [aproximadamente 10.000 dólares] de Panpara el Mundo que le permitió ser nombrado director dela cooperativa. Y qué pasó con ese millón, porque esacooperativa está más destrozada que otras, está patasarriba… Si lo mandan para Guanacaste, porque es así,es así. No es que él se viene así solo, no, no. Aunque él

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diga lo contrario, pero es así. Si lo mandan, que lo man-den con algo. Que lo manden por lo menos con una mo-to [para organizar].

Este cuestionamiento, en su escepticismo sobre losmotivos de los dirigentes y sus habilidades como pro-ductores, con frecuencia hacía eco de algunos aspectosde las diatribas anti-campesinas y elitistas que emana-ban del Ministerio de Agricultura de Arias. Pero pues-to que se originó entre los productores rurales y prove-nía de su propia experiencia y observaciones, su efectoen la fuerza y credibilidad de la organización local fuesin duda mucho mayor. Mientras que los seguidores deASPPAS por lo general excusaban la falta de atenciónde Ramírez a la producción como parte del costo dedirigir el grupo, no eran tan tolerantes cuando habla-ban de sus escasos antecedentes productivos. Uno delos agricultores imitaba a Ramírez y a los que lo criti-caban, preguntando:

¿Qué hago con decirle a Usted yo: Mire, venga, la agri-cultura hay que trabajarla así, tenemos que presionarpor créditos, nosotros sufrimos mucho porque no tene-mos ayuda de nadie. Y Usted nunca me ha visto a misembrar ni una margarita. ¿De eso qué va a pensar lagente?¿Qué está hablando ese jodido, ese carajo no sa-be nada?, nunca lo he visto trabajar. ¿Cómo se puedeconvertir en el salvador de la gente si no se salva uno?

De hecho, Ramírez trabajaba y a menudo muy du-ro, en el sorgo y maíz de la finca de Coopeasab y untanto después con un rebaño grande de cabras, cuyaleche esperaba vender a los hoteles de las playas cer-canas que servían a turistas interesados en comercomida orgánica. Como muchos otros agricultorestambién tenía un negocio paralelo modestamente lu-crativo, reparando radios, licuadoras y otros electrodo-mésticos. El problema era que tendía a desaparecerpor días y hasta semanas a la vez, dejando a otrospara que supervisaran sus “actividades productivas”.

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Según la mentalidad de muchos campesinos, un ver-dadero agricultor era alguien que daba prioridad a laproducción, incluso pasando la noche en el campomientras maduraba la cosecha para resguardarla delos pájaros, roedores y ladrones (a los cuales algunosllamaban “las ratas de dos patas”).

Ramírez respondió a los ataques sobre su autenti-cidad con un bien ensayado discurso que negaba cual-quier falta de autonomía en su decisión de radicarse enGuanacaste, y que enfatizaba sus recientes o distantesorígenes campesinos y su vida difícil desde que habíaoptado por irse a las bajuras del noroeste casi una dé-cada antes. Al enfrentar el “interrogatorio” antes des-crito, Ramírez respondió que cuando llegó por primeravez al noroeste vivía sin electricidad ni agua y que te-nía que caminar varios kilómetros a través del barropara llegar a la pulpería más cercana. “El guanacaste-co no es solo el que nace en Guanacaste –declaró–. Esel que comparte sus alegrías y sus penas”. Respon-diendo a los prejuicios regionales guanacastecos con-tra los “cartagos” (habitantes de la Meseta Central deCosta Rica), enfatizó que a pesar de haber pasado lamayor parte de su vida en la capital, ambos lados desu familia habían sido agricultores de zonas rurales re-motas y su padre era de la vecina Nicaragua. Inclusosu experiencia urbana adquirió cualidades bucólicasen su relato:

Mi papá es nica y se siente muy identificado con las raí-ces, con Guanacaste. Porque aquí se come la cuajada.Yo viví un tiempo en Nicaragua cuando estaba muy chi-quitillo, fuimos a vivir donde mis abuelos. Entonces unovivió eso, la cuajada, la iguana, la tortilla, el plátano, to-da esta cultura de acá. Entonces uno se identifica mu-cho con esta cultura [regional]…

Mi papá es zapatero de oficio, pero toda su vida siempresoñó con tener una parcela, con tener donde sembrar...Tan es así que el patio de su casa [en San José] es prác-ticamente una finquita, una parcela. En ese guindo ahíél siembra maíz, siembra ayotes [zapallos], todo lo que

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se pueda sembrar ahí todos los años. Tiene sus pláta-nos, tiene su yuca, tiene matas de chayote, bananospara el consumo. Él siempre hablaba de eso: “cuandotenga mi parcela, cuando tenga mi pedazo, que yo voy atener chanchos, voy a tener gallinas”.

Esta defensa surgía con frecuencia en las discusio-nes de Ramírez con otros agricultores, pero como decostumbre solo tenía éxito parcial para convencer a losescépticos. Algunos agricultores sostenían que la as-cendencia campesina no concedía ninguna perspicaciaespecial:

Puede haber un hijo de un agricultor que se crió en la es-cuela, luego en el colegio, luego en la universidad y lue-go representante del pueblo en la Asamblea Legislativa ynunca ha sabido que es ser agricultor. Pero una genteque se haya ensuciado las manos con la tierra y, comodigo yo, un patas sucias, que llegue alguien así, ese sívale algo ¿verdad? Porque en ese sí se puede creer.

Otros se burlaban de la afirmación de Ramírez deque la experiencia en el campo incluso calificaba a al-guien para dirigir un movimiento:

Yo soy dirigente, yo tengo tractores, entonces tengo de-recho de hablar en nombre de los campesinos.

Yo voy a esto y lo otro, entonces tengo el derecho. Yo vi-ne aquí muy hecho leña, me metí un año a un lugar enmedio de la nada, ahí me llevó puta. Entonces tengomucha conciencia y tengo derecho también.

¡No. Aquí nadie tiene derecho de nada! Aquí todo el mun-do está por igual, nadie puede arrogarse ser dueño de unmovimiento, de una organización, de una idea, no.

¿Quién va a dirigir?

En 1989 y 1990 los agricultores de los alrededo-res de Santa Cruz perdían cada vez más interés en las

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organizaciones y en ser dirigidos. En enero de 1989,acompañé a Ramírez mientras sondeaba una docenade pequeñas comunidades, intentando “diagnosticar”sus necesidades y el posible rol de ASPPAS para tratarde solventarlas. El también intentaba reclutar partici-pantes para un taller de dos días que se llevaría a ca-bo en Río Seco, una pequeña comunidad costera, en elque se desarrollaría un detallado “diagnóstico” regionaly se planearían los pasos a seguir.

En este período de tiempo, antes de la debacle delproyecto de granos básicos, estaba claro que una am-plia gama de personas en toda la zona aún sentían unextraordinario respeto hacia el carismático Ramírez.En una ocasión, por ejemplo, cuando llegó al mediodíaal pequeño poblado de La Florida, al borde de la zonaalta, le preguntó a cuatro hombres jóvenes que esta-ban ocupados bebiendo cervezas frías en un oscuro sa-lón comunal sobre el paradero de un contacto local.“¿Por qué quiere verlo nuestro visitante?”, preguntócon una sonrisa uno de los hombres ya un poco em-briagado. Ramírez respondió con una explicación lar-ga, vaga y complicada que, pensé yo, intentaba prote-ger la confidencialidad del asunto de la organización atratar. Desesperado uno de los bebedores le dijo, “¡Va-ya al grano, maje! ¿Quién es usted y para que quierever a Raúl?”

Cuando el secretario de ASPPAS dijo con total na-turalidad: “Mi nombre es Marcos Ramírez,” los hom-bres lo miraron atónitos. “¿Vos sos Marcos Ramírez?”,preguntó uno con incredulidad, cambiando a la formafamiliar del pronombre de segunda persona a la vezque jalaban sillas para que nos sentáramos y hacíanseñales al cantinero pidiendo más cervezas, mientrassonreían a la celebridad que tan inesperadamente ha-bía llegado a ese remoto lugar. Pero después de unahora de animada conversación sobre anteriores luchasen Guanacaste y en la zona bananera, de la necesidadde organizarse y de muchas expresiones cálidas deacuerdo y buena voluntad, no fue posible convencer a

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ninguno de los hombres, todos desempleados, paraque tomaran un día libre, con gastos pagados, para lareunión planeada en Río Seco.

A pesar de las visitas de Ramírez y de sus inten-tos de reclutar participantes en una docena de comu-nidades donde habían existido comités de ASPPAS,los únicos campesinos que llegaron a la reunión deRío Seco, aparte de la media docena de miembros dela Junta Directiva de la Asociación, fueron un locuazoctogenario que llegó a caballo del cercano pueblo deParaíso y un par de jornaleros cuarentones de lasafueras de Veintisiete de Abril, a quienes Ramírez yEzequiel Gómez habían conocido mucho tiempo antesen alguna asamblea ya olvidada. Una simpatizantedel movimiento, trabajadora social del IDA dirigió elevento, aunque no en su condición oficial, utilizandomarcadores de felpa y un gran rotafolio sobre un ca-ballete para anotar los problemas que se incluirían enel “diagnóstico” (asistencia técnica, crédito, titulaciónde tierras, emigración, etc.) Esta metodología, tan de-pendiente de la palabra escrita y que hacía recordarlas relaciones autoritarias de un aula de escuela pri-maria, habría funcionado bien en la mayoría de loslugares de la alfabetizada Costa Rica. Resultó, sinembargo, que los dos jornaleros no sabían leer y solopretendían, con vergüenza difícilmente disimulada,que estaban siguiendo la creciente lista de temas enel caballete. Fui el primero en detectar esto, variashoras después de iniciada la reunión y durante undescanso para tomar café, con discreción convencí ala trabajadora social para que modificara la rutina.Sin embargo, el impacto en don Facundo y don Félixhabía sido desde luego negativo. Antes de partir al díasiguiente, don Facundo se despidió de mi y lastimo-samente se quejó de que: “Aquí hay mucho diagnósti-co y toda la cosa, pero allí hay mucha hambre”.

El “hambre” alrededor de Veintisiete de Abril y en elresto de Guanacaste, en realidad no era tan extendidao severa como la privación a largo plazo de proteínas y

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calorías que existía en las zonas rurales de Hondurasy Guatemala, pero era casi tan grotesca, dado que sedaba en la “próspera” y “progresista” Costa Rica. Lairónica despedida de don Facundo también resaltabalas dificultades que enfrentaba una debilitada asocia-ción campesina para movilizar a sus descorazonadosasociados y para confrontar la persistente crisis en elsector agrícola. La desesperación que había incitadoun movimiento milenario en 1988, tan solo menos deun año después se había convertido en un factor de ladesmovilización del movimiento.

En 1990 ocurrió un cambio importante en las ten-sas relaciones entre el Estado y las organizacionescampesinas. Las políticas neoliberales habían sido elprincipal punto de confrontación desde mediados delos años ochentas y la toma de posesión del Presiden-te Rafael Ángel Calderón Fournier, un defensor delajuste estructural ortodoxo, presagiaba al menos unaacelerada liberalización económica.19 Sin embargo,mientras Calderón procedía a paso acelerado con la“reforma” económica, designó como Ministro de Agri-cultura a Juan Rafael Lizano, líder de la CámaraNacional de Agricultura y Agroindustria, quien perso-nalmente simpatizaba con la difícil situación de los pe-queños productores de granos y con la meta de lograrla seguridad alimentaria nacional. El nuevo Ministrocomenzó de inmediato a reunirse con los diferentesgrupos del sector agropecuario.

A pesar de que ASPPAS ya no era más que el casca-rón de una organización, Ramírez se lanzó en un frene-sí de actividad, esperando capitalizar la nueva aperturadel Gobierno a favor de las organizaciones campesinas.Poco antes de que la nueva administración iniciara elgobierno, participó en una reunión que se llevó a caboentre catorce cooperativas de Santa Cruz y comités deagricultores locales en el pueblo costero de Brasilito. Elresultado fue una lista de reivindicaciones para el Go-bierno que iban desde la entrega de títulos de varias

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propiedades en manos de grupos campesinos, hastafinanciamiento para las cooperativas que deseabanadquirir expendios (tiendas de comida básica al deta-lle) del CNP, los cuales estaban a punto de ser privati-zados. La reunión incluyó una tensa confrontación entreRamírez, quien insistía en dirigir todas las preocupa-ciones del grupo a través de ASSPAS y los represen-tantes de otras organizaciones, que veían a ASPPAScon sospecha o la percibían como algo indistinguibledel mismo Ramírez. “Marcos se enojó y gritó”, reportódespués uno de los miembros de una cooperativa deSanta Cruz.

Pataleó y requetepataleó y abandonó el grupo y al finalquedó en la comisión, pero como a él no le interesaba.Entonces la tesis de él era que todo eso en ese momen-to se iba a tomar la figuración de ASPPAS. Pero pensá-bamos nosotros que lo mejor sería sentarnos juntos,formar un grupito aquí representando este montón degrupos y que aquí se generara algo. Esa era la idea. Llá-mese lo que se llame. Si es ASPPAS al final, que seaASPPAS, pero no seamos nosotros que presionemos ala gente para que esto siga siendo de ASPPAS. Que di-ga la gente si tiene que llamarse ASPPAS. Si se llamaasí, porque ASPPAS ya tiene un nombre, bien, estábien. Pero que no lo llame así un carajo que está pre-sionando. ¿Qué derecho tiene él a hablar en nombre delcampesino?

A pesar de la fricción en la reunión de Brasilito y sucreciente aislamiento de las bases, Ramírez se las arre-gló para invitar a varios funcionarios de alto rango aSanta Cruz, incluyendo al nuevo Ministro de Agricultu-ra, a quien le presentó una extensa carta detallandolos problemas de las cooperativas de la región y los pa-sos que debían seguir las agencias estatales pertinen-tes. La última petición de la carta –y la única que fuesatisfecha casi de inmediato– fue el traslado del coor-dinador del IDA de Santa Cruz, de quien decía que:“Por su carácter y forma de ser, hemos tenido muchosroces tanto de nuestra organización como de otros

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grupos. También consideramos un acto poco honestode parte de él, haber presionado a algunos parceleros[de proyectos del IDA] con el fin de que recogieran fir-mas para permanecer en su puesto”. (Ramírez 1990)

La incongruencia entre el repentino acceso de ASP-PAS a las más altas esferas del sistema político y la fal-ta de apoyo por parte de los campesinos en la base sehizo más notable, puesto que coincidió con accionesconcretas que gozaban de una considerable populari-dad. En Santa Bárbara y Cola de Gallo, la Asociaciónhabía abierto pequeños abastecedores de alimentosbásicos e insumos agrícolas a precio de costo y Coo-peasab había iniciado una pequeña planta que fabrica-ba bloques de concreto. Sin embargo, ni siquiera estasmuestras de iniciativa empresarial ni el acceso com-probado de la Asociación a políticos en el ámbito nacio-nal, fueron suficientes para superar la reticencia demuchos campesinos a unirse a un pequeño grupo de“dirigentes” que querían “dirigirlos”, pero que a vecespredicaban mejor de lo que escuchaban.

La caída de ASPPAS ocurrió tan rápido que Ramí-rez admitió a principios de 1991 que “los directores sehabían reunido con gran dificultad y habían acordadodisolver la Asociación”. Más o menos en ese entoncesconversé con otros tres miembros de la junta directivay todos negaron que dicha reunión siquiera se hubieraefectuado. Uno de ellos afirmó que: “La organizaciónsimplemente murió”.20

Las razones de la muerte de ASPPAS no eran difíci-les de adivinar. Ramírez y el pequeño grupo que lo ro-deaba habían contraído demasiadas obligaciones y amenudo se habían aislado de sus asociados. Las exi-gencias administrativas de sus ambiciosas “propues-tas” –el molino de arroz, el proyecto de granos básicos,los pequeños abastecedores– estaban a veces más alláde sus capacidades. A nivel local estos proyectos, enespecial cuando se combinaban con la perorata fre-cuente y atractiva de sus líderes, “la filosofada bonita”

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como lo llamó un campesino desilusionado, crearonenormes expectativas que con dificultad se podrían satis-facer, especialmente a corto plazo.21 Los proyectos tam-bién dieron lugar a sospechas de que los dirigentes deASPPAS eran, en el mejor de los casos, incompetentes y,en el peor, corruptos. Los conflictos posteriores tambiénsugerían que, a pesar de la ideología y la práctica moder-nizante de las organizaciones campesinas, cierta versiónde rusticidad ocupaba aún un lugar importante en la in-terpretación que los pobres rurales tenían sobre la au-tenticidad y legitimidad, tal y como sucedía en la políticanacional. Por último, en una provincia con marcadassensibilidades regionales, una organización dirigida porun “cartago” suscitó inquietudes relacionadas con la lar-ga y a menudo negativa experiencia de los guanacastecoscon los habitantes de la Costa Rica central, así fueran po-líticos, terratenientes o la miríada de otros sinvergüenzasque aparecían de vez en cuando haciendo grandes pro-mesas para luego desaparecer con el dinero, las mujeresy la dignidad de los campesinos.22

Esta sensación de que los guanacastecos no ha-bían estado suficientemente representados en sus pro-pias organizaciones indujo a que otro grupo más trata-ra de llenar el vacío dejado por la desintegración deASPPAS. “El Nica” Parrales, quien diez años antes ha-bía fundado el efímero Comité de Agricultores de Gua-nacaste (ver Capítulo 3), intentó lanzar en diciembre laAsociación Cívico-Agropecuaria y de Desarrollo Inte-gral de Guanacaste. Resucitando sus sueños de orga-nización de una década atrás, Parrales y su pequeñogrupo de agricultores de clase media en su mayoría,tuvieron una “asamblea de fundación” en una ventila-da casa de madera en Santa Cruz. Para dar inicio, a lasnueve de la mañana de un soleado domingo, la reuniónarrancó con un florido discurso regionalista de un pro-fesor de secundaria local y con el anuncio de que laasamblea no alcanzaba los 20 miembros necesarios pa-ra inscribirse oficialmente bajo la Ley de Asociaciones

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de Costa Rica. Por fin, a las 10:15 a.m., el presidentede la reunión comenzó a recoger las firmas y los núme-ros de cédula necesarios para registrar la Asociación.Pero, a las 10:30 a.m., anunció que aún faltaban tresde los 20 miembros necesarios. Dos de los miembrospresentes fueron enviados a la calle para reclutar tran-seúntes, pero solo uno regresó junto con unos pocosnuevos reclutas, algunos de los cuales se escabulleronde inmediato. A las 11:30 a.m., 19 personas esperabancon impaciencia sobre las duras bancas de madera,mirando ansiosamente hacia la calle, como si estuvie-ran esperando poder escapar o que como un milagro seapareciera un recién llegado para hacer quórum. El re-chazo a las organizaciones estaba generalizado, de ma-nera que reunir las 20 personas requeridas probó seralgo difícil de conseguir. No fue sino hasta temprano enla tarde que los organizadores lograron mantener 20personas a la vez en el salón y la mayoría se fue unavez que sus nombres y números de cédula fueron ano-tados en la solicitud de inscripción. Esta nueva asocia-ción básicamente había nacido muerta, víctima de latremenda desilusión con los líderes y organizacionesque habían agrupado a los agricultores de la región du-rante el año anterior.

Faccionalismo y unidad en la cima

Divisiones como las que causaron estragos en ASP-PAS tomaron más tiempo en aparecer en el ámbito na-cional, aunque aquí también se hizo evidente que el“dinero” podía destruir una organización o al menosconvulsionarla de forma radical. La llegada en 1990 deun gobierno nacional aparentemente más receptivo, laacumulación de experiencias exitosas y fallidas de pro-ducción y organización en las bases, la continua dispo-nibilidad de fondos europeos de “cooperación” y hastala caída del bloque socialista y el fin de la guerra fría,

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llevaron a los dirigentes del Consejo Justicia y Desa-rrollo a evaluar de nuevo las experiencias anteriores ydebatir sobre las acciones futuras. En el proceso de“ajustarse al ajuste”, como lo describían algunos,lograron un nuevo nivel de legitimidad con la elite po-lítica y nuevos recursos para las organizaciones debase. Pero el acceso a recursos también exacerbó lasdivisiones en la dirigencia, como había sucedido entrelos líderes y los miembros de la asociación campesinaen el campo.

Después de muchos años de intentar defender elrol del Estado en el sector agrícola los dirigentes delConsejo Justicia y Desarrollo se tornaron cada vez máscríticos, tanto de instituciones gubernamentales espe-cíficas como de la idea de que el sector público podíaen realidad satisfacer las necesidades de sus miembrosen áreas tan diversas como fijación de precios, tasas deinterés y asistencia técnica. Continuaron negociandocon el Ministerio de Agricultura sobre estos y otros te-mas y, algunas veces lograron concesiones significati-vas, pero también manifestaron un nuevo aprecio porla vocación empresarial y el libre mercado.

Parte de esto fue el tipo de bravuconada quijotescaque había llevado a los dirigentes de ASPPAS a pensarque su pequeña “piladora” de arroz podía competir conlos gigantes molinos industriales de arroz que se en-contraban en las afueras de Liberia, Puntarenas yotras ciudades del noroeste. A otro nivel, sin embargo,este cambio reflejaba un entendimiento más profundode las relaciones entre las instituciones financieras in-ternacionales y el Estado costarricense. “El BancoMundial no viene y dice: ‘No queremos que den créditoa los productores de maíz de Guácimo’”, explicó CarlosCampos refiriéndose al cantón donde UPAGRA teníasus oficinas centrales.

Eso es algo que nuestro Gobierno define. El BancoMundial no llega y dice: “Bueno, a los maiceros de Guá-cimo queremos que no les vuelvan a dar crédito”. En

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ningún momento dice eso. El Banco Mundial dice:“Queremos que se reduzca el déficit fiscal, queremosque se recupere la economía, porque queremos que ba-je la inflación”. El Banco Mundial dijo: “Hay que reducirel aparato del Estado”, pero en ningún momento dijo:“Vamos a cerrar las esferas de investigación…” No pue-de decirse que el FMI debe irse de aquí, sino que el pun-to de vista nuestro es que el FMI no gobierna aquí. Latriste verdad es que están tratando de conseguir dos co-sas. Una, mano de obra flotante, excedente, una abun-dante mano de obra, que pueda ofrecerse en nivelescompetitivos dentro de nivel centroamericano… Y dos,garantizar que todos las tierras en manos de pequeñosproductores pasen a las manos de transnacionales don-de nuestros gobernantes pasan a ser socios.23

No atribuirle los efectos negativos del ajuste econó-mico estructural a instituciones todopoderosas y dis-tantes, sino a “gobernantes corruptos que no supieronnegociar”, hizo que la situación pareciera manejable,sobre todo en vista de que el nuevo Ministro de Agricul-tura, presumiblemente no corrupto, se había manifes-tado dispuesto a considerar las recomendaciones delas organizaciones. Al pasar de la “confrontación a lapropuesta” y al acoger el libre mercado, las organiza-ciones de agricultores otorgaron nueva legitimidad alEstado, a las instituciones financieras internacionalesy a las agencias de cooperación. Al hacer esto, lograroncrear nuevos aliados, tanto entre los poderosos comoentre las organizaciones rurales conservadoras. Sinembargo, alejaron a una gran parte de sus miembrosque no se habían beneficiado de los programas finan-ciados por las ONG y para quienes no habían mejora-do las condiciones.

De un momento a otro –reclamó un guanacasteco mo-lesto que mantenía contacto esporádico con la gente delFondo “Nuestra Tierra”– como del ocho de mayo [de1990, día de la toma de posesión] para adelante, todo elmundo está de pellizco en nalga con la gente del Esta-do. Entonces, todo el mundo cambió de pensamientoahí, todo el mundo es otra cosa, por estrategia política.

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A mi me dejó así, me dejó como neutro, ni para un lado,ni para el otro, porque yo llego ahí, yo iba sobre esalínea, digamos, el planteamiento de que las políticas es-tatales, de que las políticas van a cambiar, y que la pe-lea, y que la lucha, y que hay que hacerles ver a estagente. Bueno ahora yo no veo que el Gobierno esté ce-diendo ni que las organizaciones estén empujando. No,están quietiticos. No, ahora “todo está bien” y nadiequiere tirarse a la calle.

Sin embargo, la percepción de que el Consejo Jus-ticia y Desarrollo (y su ONG asociada, Nuestra Tierra)constituían una coalición unificada y armoniosa noera para nada cierta. Celos personales, diferencias so-bre procedimientos en la toma de decisiones y estrate-gia política y conflictos por los fondos produjeron unadivisión en el “grupo de los seis” que culminó en 1992.Gran parte del conflicto giraba alrededor de CarlosCampos, secretario general de UPAGRA. Campos ha-bía gozado por mucho tiempo de un perfil mucho ma-yor en los medios de comunicación que el de los otroslíderes, en parte porque era extraordinariamente ca-rismático y elocuente, pero también porque UPAGRAera, sin duda, la organización más grande y mejorconsolidada de las que formaban Justicia y Desarro-llo. Su prominencia pública hacía necesario que confrecuencia se pronunciara en forma extemporánea anombre del grupo y, otras veces, lo convertían en unaespecie de pararrayos de la ira de la elite. Según variosindividuos cercanos a las discusiones internas delConsejo, el papel público de Campos le hizo acostum-brarse a tomar decisiones de forma individual, lo queotros consideraban que estaba más allá de la compe-tencia de un solo dirigente.24

Campos, también había tomado una actitud enextremo beligerante hacia los pequeños productorespolíticamente moderados de UPANACIONAL, a quie-nes con frecuencia menospreciaba como un montónde “vendidos” o “apéndices” del Partido Liberación Na-cional (PLN).25 Esto le agregó una dosis de tensión a

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las negociaciones conjuntas que el Consejo Justicia yDesarrollo y UPANACIONAL iniciaron con el MinistroLizano y dificultó la alianza en ciernes entre el Conse-jo y la organización campesina más grande de CostaRica.26 Más importante aun fue que permitió que losnegociadores del Gobierno enfrentaran entre sí a loscampesinos “buenos” en UPANACIONAL y los “malos”en el “subversivo” Consejo Justicia y Desarrollo.27

Cuando por fin se dio un enfrentamiento en el Con-sejo, varios dirigentes llamaron a Campos a cuentaspor su “obsesión autocrática”, por querer ser el “lídermáximo” y por su acercamiento “verticalista” a losmiembros de la organización, a quienes se decía que élconsideraba “masas que necesitaban ser dirigidas”(más que personas que debían ser consultadas). Salie-ron a la luz varios casos en los que fondos prestados odonados a UPAGRA y Nuestra Tierra habían sido utili-zados para sus proyectos favoritos “para ganarse el fa-vor de la fauna política de este país”, como lo expresóuno de sus oponentes. Otras críticas dirigidas a Cam-pos incluían sus esfuerzos por involucrar a Justicia yDesarrollo en la fundación de un nuevo partido políti-co agrario para presentar candidatos en las eleccionesde 1994, además, por presentarse ante varias de lasONG donantes como vocero de toda la dirigencia delConsejo, sin haberles consultado.

Superado en número (cuatro a dos) en el “grupo delos seis” del Consejo y bajo un creciente ataque dentrode UPAGRA, la organización de base que él había crea-do, Carlos Campos se retiró a su finca porcina cerca deGuácimo, dejando la política de los campesinos a unacohorte de jóvenes dirigentes en quienes, a pesar de to-do, había influido profundamente a través de losaños.28 Algunos de los que se quedaron lo recordabancon suma ambivalencia como “un verdadero desgracia-do, pero que al menos vivía de su propia producción”.Ulises Blanco, quien dejó el Consejo al mismo tiempoque Campos, era recordado más afectuosamente como

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“un excelente dirigente, un verdadero pionero en elárea forestal campesina”.

En 1992, posterior a la expulsión de Campos delConsejo Justicia y Desarrollo, la organización entró enun proceso de evaluación interna que parecía indicarque se habían aprendido algunas lecciones importan-tes. La organización también cambió de nombre a Con-sejo Campesino Justicia y Desarrollo, dejando por fue-ra la frase “pequeños y medianos productores” la cual,según algunos, no era suficientemente “campesina” oque parecía indicar una disposición a formar alianzascon otras clases sociales. El recién nombrado Consejotrasladó sus oficinas del Barrio México, de clase obre-ra, al barrio Los Yoses, de clase alta y, en consecuen-cia, cerca de la mayoría de las embajadas europeas queproporcionaban crecientes niveles de fondos de “coope-ración” para el desarrollo a grupos de base en todaCentroamérica. Con la excepción de Carlos Hernández,ex miembro del “grupo de los seis” que se mantuvo co-mo coordinador del Consejo en San José, la mayoría delos que participaban en las operaciones cotidianas y enla directiva de la coalición eran personas que tan solounos años antes habían sido dirigentes locales de nivelmedio. A diferencia de la mayoría de los miembros del“grupo de los seis”, eran sin ninguna duda de extrac-ción rural y, por lo general, tenían buenas relacionesde trabajo con el equipo de técnicos de Nuestra Tierra.

Sin embargo, esta sensación de calma no duró mu-cho tiempo. Para 1995 las tensiones se acumulaban denuevo sobre asuntos de dinero y de rendición de cuen-tas de los líderes. Varias de las organizaciones base delConsejo Campesino comenzaron a cuestionar por quétan pocos fondos de donantes administrados por Nues-tra Tierra llegaban al campo. Las ONG europeas tam-bién presionaron para que se dieran informes conta-bles más rigurosos. Las auditorías realizadas tanto enel Consejo como en Nuestra Tierra indicaban que losdirigentes campesinos y técnicos eran, en el mejor delos casos, pésimos contabilistas. Si bien la revisión de

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los libros de las organizaciones no llevó a ninguna con-clusión, algunos funcionarios de ONG y líderes de or-ganizaciones campesinas de base estaban seguros deque al menos un miembro de la dirección del Consejohabía malversado fondos. Enfrentado al retiro inmi-nente de los dos donantes principales y de una porciónconsiderable de los miembros, el Consejo CampesinoJusticia y Desarrollo, así como la ONG asociada, Nues-tra Tierra, cerró las puertas.

Este desenlace, el final de una larga cadena de dis-putas entre fracciones que se iniciaron en el campo,fracturaron el “grupo de los seis” y acabaron con unade las principales organizaciones campesinas en elámbito nacional, dio lugar a nuevas enemistades,reordenamientos y reconsideración de estrategias. Va-rias organizaciones locales que habían participado enel Consejo rompieron todos los lazos con el movimien-to campesino nacional. Otras, junto con lo que quedóde la dirigencia del Consejo, se afiliaron directamentea la Mesa Nacional Campesina, producto de la coali-ción negociadora entre UPANACIONAL y el ConsejoJusticia y Desarrollo. Unas pocas cooperativas peque-ñas y asociaciones locales formaron un nuevo Conse-jo Rural y Campesino (CORYC), agrupados alrededorde la figura de Wilson Campos y con oficinas a conve-niencia instaladas en Heredia, la provincia de Wilson.El movimiento campesino no estaba muerto, pero sucomposición organizacional había cambiado y lo quesus seguidores alguna vez llamaron su “poder de con-vocatoria” se vio muy disminuido.

El Estado se retira del campo

Las negociaciones intermitentes con el Gobierno aprincipios de los años noventas produjeron algunostriunfos significativos para las organizaciones campe-sinas. Pero también generaron mucha frustración y

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redujeron las energías y los recursos de estas organiza-ciones (como lo hacían las luchas faccionales). El solohecho de que el Gobierno reconociera a las organizacio-nes como interlocutores válidos, creó mecanismos for-males institucionalizados para consultas sobre políticasmacroeconómicas y sobre precios, programas de exten-sión, mercadeo y conflictos agrícolas; este fue quizás elmayor triunfo del grupo en ese período. En especial,una nueva Comisión de Tierras bipartita, con participa-ción de campesinos y el Gobierno, logró resolver unbuen número de invasiones al hacer que el Gobiernoadquiriera tierras para los ocupantes o los trasladara atierras cercanas propiedad del Estado. Sin embargo,poco tiempo después, el IDA cambió de rumbo e hizosaber que ya no compraría más tierras para distribuir,sino que, en adelante, se limitaría a entregar títulos apequeños finqueros y a adquirir lotes para vivienda pa-ra los participantes en los proyectos existentes. De ma-nera similar, las organizaciones campesinas avanzaronpoco para afianzar los compromisos sobre crédito parala producción o precios adecuados para productos ali-menticios de consumo interno, en especial granos bási-cos. Finalmente, como los dirigentes campesinos seña-laban con frecuencia, “consulta” no era lo mismo queverdadera participación en la toma de decisiones.

En este contexto tan desalentador, las organizacio-nes campesinas comenzaron a exigir que el Gobiernoiniciara un programa para “la reconversión de la pro-ducción”. Durante los años ochentas, conforme CostaRica cambiaba de un modelo proteccionista a uno de li-bre mercado, el Estado había protegido a los indus-triales con una serie de subsidios. Los dirigentes cam-pesinos esperaban poder obligar al Estado a suavizarla transición para los pequeños agricultores también.La “reconversión”, según la entendían las organizacio-nes campesinas, incluía una amplia gama de reivindi-caciones: (1) la creación de empresas mixtas entre elsector público y las organizaciones campesinas paracomercializar granos básicos y vegetales perecederos;

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(2) acciones para fortalecer la capacidad empresarial ytécnica de los productores individuales y sus organiza-ciones; (3) mantener la inversión del sector público eninfraestructura, asistencia técnica, capacitación de re-cursos humanos e inteligencia de mercados; (4) sumi-nistro de capital semilla para los sistemas de créditoadministrados por los campesinos y (5) reforma de va-rias leyes referentes a la privatización de las agencias yempresas del Estado.29 En términos más generales, laspeticiones para la “reconversión” implicaban el com-promiso del Estado con la seguridad alimentaria nacio-nal (la cual los campesinos frecuentemente llamaban“soberanía alimentaria”), producción de granos básicosy proyectos agroforestales y de conservación de suelosque permitieran la supervivencia a largo plazo de laagricultura a pequeña escala y de los pequeños agri-cultores.

Para mediados de los años noventas aparecieronalgunos puntos prometedores en la sombría escena.En 1995 el Gobierno prometió (aunque, como sucedíacon frecuencia, en realidad no desembolsó) tres billo-nes de colones (alrededor de 20 millones de dólares) de“capital semilla” para financiar programas que eranparte de las propuestas campesinas para la “reconver-sión productiva”. En concreto, a finales de 1995, laAsamblea Legislativa asignó ocho millones de colones(unos cuatro millones de dólares americanos) para lacreación de un innovador “Consorcio Frijolero” conparticipación del Consejo Nacional de la Producción(CNP), la Unión Nacional de Cooperativas (UNACOOP)y varias de la organizaciones de la Mesa NacionalCampesina (Hidalgo 1997, 53-57; Román 1997a,42-44).30 En el proceso de privatización de entidades delsector público, el CNP se había retirado del negocio decompra de frijoles a los productores. El Consorcio Fri-jolero debía ocupar el lugar del CNP para garantizar elsuministro nacional de este alimento básico, com-prando las cosechas de los productores u organizando

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la importación del mismo en caso de que la producciónnacional fuera insuficiente. Durante el primer año, elConsorcio compró y distribuyó cerca de el 60 por cien-to de la cosecha de 1996, pagando precios de mercadoa aproximadamente 800 pequeños productores y pre-cios mejores a aquellos que suministraban frijoles demejor calidad o semilla. Alquiló las instalaciones paraalmacenamiento que el CNP ya no utilizaba e importó6.000 toneladas métricas de China, Canadá y Argenti-na (cerca del 37 por ciento de las importaciones totalesde frijol). Más tarde en el año, cuando el Consorcio ob-tuvo ganancias con las ventas de frijol, distribuyó losdividendos entre los productores participantes.

Después de una década de reclamar “soberaníaalimentaria”, el movimiento campesino se había con-vertido en el principal protagonista de un negocio que,como una de sus actividades principales, importabaun producto que había sido el principal sustento pa-ra algunos de sus miembros más militantes, los frijo-leros de la zona norte del país. Ahora, al menos partede sus ingresos provenían de la importación del mis-mo alimento que ellos producían. Esta ironía señala-ba una de las principales transformaciones del movi-miento campesino desde las primeras confrontacionesde mediados de los años ochentas en torno al ajusteeconómico estructural. Las organizaciones campesi-nas habían pasado gradualmente de exigir cambiosfundamentales en el modelo económico, que pudieranbeneficiar al campesinado como un todo, a un enfo-que empresarial que buscaba repartir beneficios a unconjunto de miembros definidos en forma más limita-da: los participantes en un nuevo consorcio de capitalmixto. Al tratar de demostrar capacidad para pasar dela “protesta” a la “propuesta”, así como la capacidadempresarial recién adquirida, lograron que el Estadocreara el marco legal y que diera el apoyo económiconecesario para “verticalizar” la producción y cosecharal menos algunas de las riquezas que sus miembrosproducían.

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El éxito inicial del Consorcio Frijolero despertó in-terés en aplicar el modelo a otros cultivos, como granosbásicos y hortalizas y a otras actividades como finan-ciamiento y suministro de insumos agrícolas. Sin em-bargo el entusiasmo de los dirigentes campesinos en-mascaraba una paradoja preocupante. Las propuestasque habían desarrollado ya habían rendido buenos re-sultados, pero su capacidad organizacional, es decir lacapacidad de movilizar grandes números de agriculto-res en torno a un proyecto político compartido, se ha-bía reducido notablemente. El Gobierno había adopta-do el programa de “reconversión” de los campesinospor ser una forma de alcanzar a bajo costo algunas delas metas económicas importantes, en un momento enel que el Estado estaba reduciendo su participación enel mercado. Al mismo tiempo, la “reconversión produc-tiva” podía contribuir a tranquilizar elementos históri-camente inquietos en un momento en que el Gobiernotenía pocos recursos para involucrarse en formas mástradicionales de paternalismo, o para continuar los ti-pos de programas que eran emblemáticos de un Esta-do de bienestar social bastante caduco. La inercia y elvacío político también contribuyeron a la convergenciaentre las organizaciones campesinas y el Estado. Comorecalcaba un estratega campesino:

La reconversión productiva… es una propuesta que lehacemos al Gobierno en un momento en el cual el sectoragropecuario no tenía definida ninguna política. [El mi-nistro] Mario Carvajal venía saliendo del MAG y lo que élhizo fue reducir la planilla, pero no existía ninguna polí-tica agropecuaria y reconversión fue la propuesta que lasorganizaciones pusimos en manos del Gobierno y queéste de alguna forma la asume (Hidalgo 1997, 56).

El Gobierno y la dirigencia campesina pueden ha-ber estado de acuerdo sobre el Consorcio Frijolero, pe-ro fue difícil lograr el consenso en temas mayores. Enforma continua, los campesinos comenzaron a asimilaren la práctica las aplastantes realidades de la nueva

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Costa Rica. En el campo, la mayoría de pequeños agri-cultores tenían poco conocimiento de lo que podría sig-nificar la “reconversión productiva”. Pero estaban porcompleto conscientes del impacto de la nueva magia dela economía de mercado y del nuevo modelo económi-co liberal. El presupuesto de las agencias agropecua-rias del sector público, por ejemplo, se desplomó entérminos reales en más del 50 por ciento entre 1991 y1995 (Román 1997a, 45). Las instituciones del Estadosimplemente dejaron de cumplir sus funciones tradi-cionales: el IDA dejó de distribuir tierras; el CNP dejóde comprar cosechas; el INS dejó de asegurar la pro-ducción campesina de alimentos; el MAG ya no dabaasistencia técnica y lo que quedaba del Sistema Banca-rio Nacional proporcionaba muy poco o ningún créditoa actividades fuera de los productos no tradicionalesde exportación. Los niveles de protección para la mayo-ría de los cultivos de los campesinos también disminu-yeron de forma precipitada cuando Costa Rica ingresóal GATT y luego a la OMC y, más aún, como resultadode su adhesión al Sistema Arancelario Centroamerica-no en 1993, el cual instituyó el libre comercio de gra-nos básicos a lo largo del istmo. En varias regiones delpaís, los pequeños agricultores vendían sus propieda-des a compañías bananeras transnacionales, a proyec-tos de ecoturismo y conservación y a una gama degrandes empresas exportadoras.

El campesinado no estaba muerto. De hecho, másdel 50 por ciento de la población del país aún vivía enzonas rurales. Pero un porcentaje cada vez menor tra-bajaba en agricultura, el área de producción de granosbásicos disminuía cada año, las importaciones de ali-mentos continuaban aumentando vertiginosamente yel creciente número de personas del área rural quecompraba alimentos básicos ahora pagaba precios demercado para los frijoles, el arroz y el maíz; es decir,precios que ya no estaban protegidos por los subsidiosdel sector público.31 El “pródigo suelo” –que según

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pregona el Himno Nacional de Costa Rica da “dulceabrigo y sustento”– dejó de ser el mismo sostén de los“labriegos sencillos” del país que había sido, incluso enel pasado reciente.

Notas

1 De hecho, por ese entonces, el cambio “de la protesta a lapropuesta” se convirtió en un lugar común de la filosofía ypráctica de los activistas y redes de ONG en toda Latinoa-mérica, así como en otras partes (Fals Borda 1992, 305).Su uso aquí es indicativo de la creciente conciencia que te-nía el movimiento campesino de esta sociedad civil másamplia, más global y del tipo de discurso que los dirigentescampesinos pensaban que “funcionaría” bien con las agen-cias donantes europeas.

2 Álvarez llegó a reconocerlo, quejándose de que “es frustran-te ver como cada día el MAG tiene menos instrumentos políti-cos, agrícolas y económicos necesarios para proporcionar so-luciones a la crisis” (La República, 24 de julio, 1988, Pág. 3).

3 Poco después, el Ministro acusó a UPAGRA de haber utili-zado subsidios del gobierno para construir el moderno edi-ficio de dos pisos para sus oficinas centrales en Guácimode Limón (La Nación, 30 de mayo,1989, Pág. 8A). Los diri-gentes de UPAGRA dijeron en entrevistas que el edificio fuefinanciado con contribuciones voluntarias provenientes deun pequeño porcentaje de los pagos de emergencia por pér-didas de las cosechas que hacía el Fondo Nacional de Con-tingencias Agrícolas.

4 De manera similar, el informe señalaba que dos líderes deuna pequeña y débil organización llamada Frente Agrope-cuario de la Zona Atlántica, “los hermanos [Guido y Sergio]Velásquez, son familiares directos de un connotado dirigen-te liberacionista [del Partido Liberación Nacional]”.

5 Este comentario también pudo haber tenido otra connota-ción, al menos para aquellos familiarizados con la música la-tinoamericana. El “son” es una forma musical típica deCuba. Así como en algunas de sus otras anotaciones, el in-forme pudo haber buscado crear una asociación, por indirec-ta que fuera, entre este individuo y la “subversión” cubana.

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6 La expresión propiamente dicha “¿Quién te mandó a vosaquí?”, implica tanto “¿quién te mandó aquí?”, como“¿quién te ordenó venir aquí?” En las formas de expresióncortés normales en Costa Rica, el uso del voseo por partedel Ministro probablemente era, además, deliberadamentedescortés.

7 Carlos Campos, entrevista grabada por el autor, San José,20 de noviembre de 1990. La amenaza reportada pudo ha-ber tenido cierta credibilidad debido a la evidencia circuns-tancial que vinculaba a Figueres con el asesinato de un tra-ficante menor de marihuana durante sus años en la Guar-dia Civil (ver Romero y Romero 1991).

8 Esto fue parte de una mayor atención europea hacia la re-gión a mediados de los años ochentas (Cáceres e Irvin1990, 191-229). En particular, el fuerte apoyo de la Comu-nidad Económica Europea a CADESCA (Comité de Acciónde Apoyo al Desarrollo Económico y Social de Centroaméri-ca), que con frecuencia desarrolló seminarios para dirigen-tes campesinos, tuvo un fuerte impacto en la visión de lasorganizaciones campesinas sobre cuestiones de seguridadalimentaria (Edelman 1998a). Sobre las actividades de lasONG extranjeras en Centroamérica, ver Concertación Cen-troamericana de Organismos de Desarrollo (1990), Visser yWattel (1991) y Biekart (1994).

9 Sobre el concepto “cadenas de producción y comercializa-ción” ver Conroy, Murray y Rosset (1996, 92-95).

10 Campos, entrevista.

11 Esta sección está basada en entrevistas con personas deambos bandos. El primer documento publicado que exami-nó estas diferencias fue de Hernández Cascante, Hernán-dez y Monge (1991).

12 Un colega que estuvo presente en varias de estas reunionesme preguntó riéndose, “Maje, ¿a vos te han echado esa ha-blada de que ‘No queremos ser más objetos de estudio’?”

13 Carlos Campos, Ramírez y Hernández eran de origen urba-no. Álvarez y Blanco eran indiscutiblemente de origen cam-pesino y tenían largos historiales de participación en luchasagrarias. Wilson Campos provenía de una familia campesi-na de la Costa Rica central, pero había logrado asistir a laUniversidad de Costa Rica (aunque no graduarse).

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14 Técnicamente, Nuestra Tierra era una sociedad de respon-sabilidad limitada (ver RPSM, ficha 102, 569). Estaba estre-chamente asociada con otras dos empresas: “Productico”,una empresa exportadora manejada por campesinos, y conIniciativas de Comunicación Para el Desarrollo, o ICODE,una editorial. A inicios de los años noventas, ICODE publi-có Evidencia, una revista atractivamente diseñada que confrecuencia publicaba artículos cortos de líderes campesi-nos, particularmente de los del “grupo de los seis” (por ej.Blanco 1991), así como entrevistas exclusivas con centroa-mericanos famosos, como la Premio Nobel de la Paz Rigo-berta Menchú y el escritor y exvicepresidente de Nicaragua,Sergio Ramírez. La capacidad del movimiento campesinopara formar alianzas con otros sectores se hizo evidente enla conformación de la junta editorial de Evidencia, que in-cluía a muchos destacados periodistas, educadores y artis-tas costarricenses.

15 Otro exactivista de ASPPAS, interesado en transformar sucooperativa de productores de café a la producción orgáni-ca, me dijo en 1990 que un líder del Consejo Justicia yDesarrollo había llegado de San José a Santa Cruz y sor-presivamente lo había invitado a México, donde se llevaríaa cabo una conferencia internacional de café orgánico: “Deun día para el otro me dice: 'Usted puede ir mañana pa-ra México.' ¿Mañana, por qué mañana?' [pregunté]. 'Porquemañana es la actividad en México y tenemos que mandar aun representante y usted puede ir.' No, no, no, ustedes sonunos charlatanes, vayan al infierno, le dije yo. Tal vez fuimuy cruel, muy duro, por mi forma de decir las cosas. Pe-ro decirme un día antes era faltarme respeto. ¡Jamás quie-ro volver a ver a esos jodidos!”

16 Un año después, el líder del comité de ASPPAS de Cola deGallo reflexionaba arrepentido, “Mi gente es muy viciada,son tan adictos a estar endeudados como al alcohol”.

17 Edwin Calbaceta, Director Sub-regional del Instituto de Re-forma Agraria (IDA) recordaba en Santa Cruz, “Ellos [el per-sonal de seguridad] me preguntaron si lo había visto y yo di-je, claro, le he dado aventones en mi jeep muchas veces, queél había estado trabajando por mucho tiempo con machetejunto con los campesinos. Y ellos me dijeron que él había in-citado para que se hicieran grandes invasiones de tierrasen la zona Atlántica y que era sociólogo. Pero que ni siquie-ra él podía lograr que alguien aquí invadiera una finca”.

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Entrevista grabada por el autor, Santa Cruz, 4 de diciem-bre de 1990.

18 Incluso el informe confidencial del Ministerio de Seguridadcitado anteriormente describe que la organización en estaregión tenía 1.500 miembros en 1988 (MAG 1988; ver tam-bién Apéndice).

19 Calderón, el hijo y homónimo de un popular reformista so-cialcristiano que fue presidente entre 1940 y 1944, ganó laselecciones de 1990 en parte porque los votantes lo identifi-caban con las políticas progresistas de su padre. No obstan-te, él defendió una versión más extrema del ajuste estructu-ral económico que la de los miembros ortodoxos del partidode Arias, que tradicionalmente eran socialdemócratas.

20 Incluso el conmovedor pero ingenuo artículo de la sociólogaCecilia Arguedas (1994), que cita una entrevista en octubrede 1992 con Ramírez, lo identifica como el coordinador delConsejo Justicia y Desarrollo para la “Región Chorotega”del noroeste, no como funcionario de ASPPAS.

21 En 1988, cuando ASPPAS estaba en su apogeo, Higinio Ro-dríguez, que había sido electo presidente de la Asociaciónen la asamblea para su fundación, insinuó este problemaen una conversación que incluyó a algunos de sus vecinos,a Ramírez y a mí. Sentados en su pequeña terraza en el be-llo y encumbrado pueblo de Vistalmar, le dijo bromeando aRamírez: “Marcos, la primera vez que te vi pensé: Este tipono es agricultor. No tiene cara de agricultor. Tampoco hablacomo nosotros’”.

22 En 1984, por ejemplo, un artista “cartago” que decía lla-marse Marcos Morales apareció en el pueblo de Río Seco yalquiló un cuarto de una familia de protestantes evangéli-cos. El aseguraba que tenía acceso a un fondo tripartitaauspiciado por el Banco Popular, Asignaciones Familiarese INFOCOOP, los cuales darían un subsidio en partesiguales para la creación de una cooperativa. Diecisietecampesinos, algunos influenciados por la bien conocidaintegridad de los evangélicos, le proporcionaron sumas im-portantes para participar en la cooperativa. Morales luegodesapareció con el dinero y con la hija adolescente de la fa-milia evangélica (entrevistas de campo, 1990).

23 Campos, entrevista. La forma en que Campos entendía laposición de las instituciones financieras internacionales

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provenía en parte de su participación en una reunión con-junta entre los directores del FMI y del Banco Mundial, rea-lizada en Washington en setiembre de 1990. Este viaje,auspiciado por ONG estadounidenses y europeas, fue pre-cedido por una detallada carta enviada al Presidente delComité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Represen-tantes, el representante Dante Fascell, cuya oficina ayudóa las organizaciones campesinas para que recibieran unainvitación a este evento del FMI y el Banco Mundial.

24 Esta sección se basa en entrevistas con varios miembrosdel “grupo de los seis” (incluyendo a uno que defendía aCarlos Campos y abandonó el grupo con él), así como conpersonal de las instituciones de “cooperación” alemana yotras instituciones internacionales que tenían conocimien-to de las discusiones.

25 En una ocasión en 1990 le recalqué a Campos que el fun-dador de UPANACIONAL, a quien entrevisté en su casa enTierra Blanca de Cartago, tenía en el techo de su casa labandera roja y azul del Partido Unidad Social Cristiana y nola del PLN. El hizo caso omiso de mi observación y continuóla arremetida contra la supuesta alianza de UPANACIONALcon el PLN.

26 Es importante señalar que Wilson Campos (que no tieneningún parentesco con Carlos), quien se convirtió en unode los principales adversarios de Carlos en el “grupo de losseis”, había ayudado a formar una seccional de UPANACIO-NAL en su comunidad natal. Más tarde, en Guatuso, en lazona norte del país, fomentó la colaboración entre UPANA-CIONAL y su propia organización, UCADEGUA (ver capítulo2). En 1994 me dijo que no le gustó cuando Carlos atacó aUPANACIONAL y que esto siempre lo había hecho sentirincómodo, porque él sabía que mucho de lo que Carlos decíaera exagerado o falso.

27 En 1991, UPANACIONAL, el Consejo “Justicia y Desarrollo”y COOPEAGRI, una exitosa cooperativa del cantón sur dePérez Zeledón, formaron la Coordinadora Agraria Nacionalpara llevar a cabo negociaciones conjuntas con el gobierno.Dos años más tarde, este organismo coordinador adoptó elnombre de Mesa Nacional Campesina o MNC.

28 A mediados de los años noventas, Campos reapareció en laarena política, esta vez como figura prominente de la Cá-mara Costarricense de Porcicultores. También participó en

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las elecciones primarias del Partido Unidad Social Cristia-na (PUSC), donde trató infructuosamente de convertirse encandidato a diputado legislativo por la provincia de Limón.

29 Un esquema detallado de la propuesta del MNC para la “re-conversión productiva” se encuentra en Román (1997b,109-11).

30 El Consorcio Frijolero formalmente se llamaba el Consorciode Comercialización Cooperativa R.L. Recibió apoyo finan-ciero adicional del sector cooperativista y del Sistema Ban-cario Nacional.

31 Entre 1987 y 1996 el porcentaje de la población económi-camente activa que trabajaba en agricultura disminuyó deun 47 por ciento a un 37 por ciento (Román 1987a, 7).

Capítulo 5 • Los movimientos evolucionan… 325

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CONCLUSIÓNMovimientos campesinos

de finales del siglo XX

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La imagen de grupo es un engaño. En los movimientos so-ciales reales, la participación va y viene, las coalicionesse forman y se disuelven, se tejen y desaparecen organi-zaciones ficticias, posibles líderes compiten por ser reco-nocidos como representantes de bases sin organizar, loslíderes hacen tratos con la policía y con los políticos. En elcaso extremo… las organizaciones profesionales para lamovilización social logran mantener los movimientos enmarcha a pesar de tener poco contacto, o ninguno, con lasaudiencias en cuyo nombre dicen actuar; lo logran encon-trando en otras partes los recursos para alimentar un re-to. Es más, organizadores, intermediarios, algunos parti-cipantes, y algunas autoridades por lo general saben queno están tratando con un grupo organizado en forma du-radera en torno a un interés bien definido. No obstante,colaboran para mantener la ilusión. ¿Por qué?

Charles Tilly (1984, 311-312)

La historia no tiene fin, pero los libros sí. La tenta-ción es tratar de lograr un cierre narrativo, aunque losprocesos y las luchas analizadas aquí estén en proce-so y sean incompletas. Muchas de las personas queaparecen en estas páginas todavía están organizando,marchando, negociando, luchando, planeando y so-ñando, todavía desyerban el arroz, inyectan el ganado,fumigan los melones y limpian los frijoles. Continúanbuscando –a veces con éxito, otras veces no– tierra,crédito, fertilizante, semilla, buenos precios, y serviciosde maquinaria, así como el conocimiento que podríapermitirles obtener mejores cosechas y defenderse con-tra la mano invisible del mercado. A lo más que puede

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aspirar una conclusión es a decir algo sobre el signifi-cado de su historia hasta ahora, tanto para ellos comopara el estudio de la gente rural y de los esfuerzos co-lectivos por lograr el cambio social.

Modelos simples, movimientos complicados

Quizás la primera lección de esta saga continua seaapreciar en su conjunto la heterogeneidad, la comple-jidad, el cambio y la contradicción que caracterizan alcampesinado contemporáneo y sus organizaciones (enCosta Rica y en todas partes [ver Edelman 1998a]). Es-ta no es una historia fácilmente ubicable en una taxo-nomía árida de movimientos “basados en la identidad”frente a los “basados en la clase”, ni describe una úni-ca cosa, prototípicamente “nueva” o “vieja”, en la formaen que los teóricos de los movimientos sociales hanempleado estas designaciones. De hecho, inclusomientras los estudiosos de la acción colectiva volvíanlos ojos hacia los “nuevos” movimientos: étnicos, de lasmujeres, en pro de la paz, ambientalistas o de gays ylesbianas, el análisis que hacían de estos objetos de es-tudio, en supuestamente novedosos, con demasiadafrecuencia se parecían a las mismas meta narrativasen torno a movimientos unitarios “antiguos” que que-rían subvertir o trascender. Frases como “el movimientoindígena”, “el movimiento antinuclear” y otros simila-res, evocaban las antiguas y canosas entidades antro-pológicas, “los Nuer” o “la comunidad”. Podían pasar,de manera fácil e imperceptible, de ser expresionesabreviadas y convenientes a convertirse, y de hecho lohacían, en categorías analíticas de fondo, a menudocubriendo en el proceso las disputas, las divisiones ylos abandonos (ya que en contraste con las narrativasépicas que abundan en la literatura de los años ochen-tas, la mayoría de los movimientos perdieron adheren-tes en el camino, algunas veces más rápido de lo que

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ganaban nuevos miembros). Como señala John Bur-dick, uno de los “puntos ciegos” del estudio académicode la acción colectiva ha sido “una sorprendente frivo-lidad en el tratamiento de las variantes discursivas,ideológicas y prácticas al interior de los movimientossociales” (1992, 184).1

Otro aspecto de los relatos heroicos de los movi-mientos sociales contemporáneos, ha sido la formarelativamente superficial en que ven cómo se da la or-ganización. Las historias sobre “el movimiento” (cual-quiera que sea) tendían a suponer altos niveles deacuerdo entre los líderes y congruencia entre las aspi-raciones de los líderes y los participantes de las bases(cf. Rubin 1998). A menudo también daban por hechouna visión casi pavloviana de la forma en que se da lamovilización (ya sea que el estímulo es una amenaza auna identidad, la búsqueda de recursos o una ofensacontra una forma de vida o una economía moral histó-ricamente aceptable). En esta visión reactiva de losagentes humanos se puede perder de vista el papel dela organización como proceso a largo plazo, deliberadoy con un fin específico, como también es posible obviarel papel tan importante que juegan las organizacionesen la actividad de los movimientos sociales (Foweraker1995, 15). De alguna manera esto ocurre porque losacadémicos han aceptado sin crítica que los organiza-dores disminuyan su propio impacto y sus esfuerzos, afin de presentar los movimientos como expresiones deldescontento popular. Si en las páginas anteriores le hededicado un grado considerable de atención a la políti-ca en el interior de las organizaciones, así como entreellas, ha sido para redireccionar este desequilibrio enel pensamiento académico y sugerir cómo es que losactivistas de los movimientos a menudo dedican sutiempo y gastan (e incluso agotan) sus energías políti-cas en luchas entre fracciones, las cuales a menudotienen poca relación inmediata con los objetivos másamplios que según ellos tratan de alcanzar.

Conclusión • Movimientos campesinos… 331

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Por fortuna, los activistas y académicos de los mo-vimientos sociales cada vez se dan más cuenta de quelos episodios reales de acción colectiva son mucho máscomplicados de lo que se sugiere en algunas de las des-cripciones de esos fenómenos que más se celebran enla bibliografía académica y, en especial, en los prime-ros análisis de los “nuevos movimientos sociales” (Bur-dick 1992, 1995; Hellman 1995, 1997; Rubin 1998).Es posible que esto refleje un mayor conocimiento delos movimientos en sí y una mayor disposición en laera menos polarizada posterior a la guerra fría, tanto aevitar la excesiva identificación anterior con la “alteri-dad insurrecta” y las “resistencias cotidianas”, como aromantizarlas. Cualesquiera que sean las razones, es-te cambio drástico en los abordajes de movimientosrealmente existentes es en sí inquietante para las con-cepciones y prácticas académicas establecidas, porcuanto yuxtapone referentes empíricos complejos conmarcos explicativos y categorías abstractas y en exce-so simples para luego darse cuenta que éstos tienencarencias. En otras palabras, cuando los científicos so-ciales analizan movimientos específicos y encuentranque rebasan las grandes categorías teóricas –de “anti-guo” y “nuevo”, de “clase” e “identidad”, de “motivadopor los recursos” o “utópico”– están a solo un paso decuestionarse los paradigmas mismos que dieron lugara estas etiquetas excesivamente abstractas y a menu-do estériles.

Sin embargo ¿con qué se pueden sustituir? Si laexperiencia de los movimientos campesinos costarri-censes analizados aquí sugiere algo, sería entonces quese requiere mayor cautela cuando se trata de construiry luego materializar categorías de análisis. En una que-ja que es al menos tan relevante hoy como lo fue hacecuarenta años, C. Wright Mills decía: “cuando descen-demos del nivel de gran teoría al de realidades históri-cas, inmediatamente nos damos cuenta de la irrelevan-cia de sus conceptos monolíticos” (1959, 44). De igualforma, Charles Tilly afirma que: “el reconocimiento de

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la especificidad histórica de las formas de acción colec-tiva es el inicio de la sabiduría” (1984, 305). Esto, porsupuesto, requiere readecuar la escala de las pretensio-nes teóricas y una capacidad, como lo dice Mills, para“conmutar entre un nivel de abstracción y otro” (1959,34). Ya sea que creamos o no que en una teoría unifica-da de los movimientos sociales –o incluso de los movi-mientos campesinos– sea posible o deseable, queda cla-ro que muchos de los conceptos y aproximaciones clavesque se emplean para generalizar en torno a la acción co-lectiva contemporánea requieren un mayor grado deconfrontación con sus referentes concretos y un trata-miento escéptico como herramientas de análisis.

La historia de los movimientos campesinos costarri-censes ha demostrado, así lo espero, que las nocionesde: “nuevo” y “antiguo”, de “identidad”, de “post materia-lismo” y “post desarrollo”, de “movilización de recursos”,de “movimiento” y “acción colectiva” y, ciertamente, de“campesino”, son en exceso problemáticas y deben to-marse como tales y no como supuestos a priori. Másaún, las afirmaciones de los líderes en torno a su auto-nomía, objetivos, bases y trayectorias políticas persona-les deben cuestionarse con alguna continuidad. Podríaser que las generalizaciones intermedias o teorías derango medio sean lo que a lo sumo puede resultar de laconfrontación entre los modelos recibidos y una serie decasos difíciles de clasificar.

Entonces ¿cuáles podrían ser algunas de estas ge-neralizaciones intermedias o teorías de rango medio?Aquí solo esbozaré algunas proposiciones que emer-gen a partir de las experiencias de los movimientoscampesinos costarricenses (y, en alguna medida, de lainvestigación resultante sobre los movimientos simila-res en otras partes de América Central [Edelman1998a]). En primer lugar, incluso después de más deuna década de neoliberalismo, las instituciones esta-tales continúan siendo espacios de referencia absolu-tamente centrales, puntos de focalización de reivindi-caciones y sitios de lucha, a pesar del debilitamiento

Conclusión • Movimientos campesinos… 333

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de los centros tradicionales de poder que acompaña ala globalización económica y de las, ahora, antiguasafirmaciones de los teóricos de los “nuevos movimien-tos sociales” en el sentido de que la política emancipa-toria se da sobre todo en espacios fuera o al margen delEstado. El Estado puede haber reducido su tamaño yel rango de sus actividades, pero continúa siendo unafuente de recursos en una situación de escasez extre-ma, una fuente potencial para aliviar problemas espe-cíficos y un elemento esencial en la legitimación política–así como en la certificación, el otorgamiento de licen-cias, incluso la incorporación de empresas– de “nuevossujetos sociales” que tratan de sobrevivir integrándoseal mercado.

En segundo lugar, este papel central del Estado ne-cesariamente hace que la afirmación de “autonomía”de los movimientos sociales sea muy problemática, yasea que se originen con los líderes de las organizacio-nes o con quienes los estudian. Las instituciones esta-tales, en Costa Rica y otras partes de América Latina,han demostrado que la práctica histórica de cooptar o“mediar” (como dicen en la región) en los movimientossociales sigue viva, a pesar de la austeridad fiscal (cf.Landsberger y Hewitt 1970). Cuando en el pasaje cita-do en el epígrafe Tilly se pregunta por qué las autori-dades estatales colaboran para mantener la ilusión deque los movimientos fragmentados e incluso ficticiosson duraderos, es necesario preguntarse, además,cuáles son las alternativas desde el punto de vista delos actores claves en el Estado. Los personeros guber-namentales conocen quizás mejor que la mayoría delos científicos sociales cuál es el peligro potencial de loslíderes carismáticos y la notoria tendencia que tienenlos movimiento sociales –y los movimientos campesi-nos en especial– a surgir y desaparecer, a manifestarcambios repentinos de ideología y práctica y a crecerprácticamente sin ser detectados en áreas distantes ymarginales donde la presencia del Estado es débil.

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En el Capítulo 5 vimos cómo una organización mo-ribunda como ASPPAS en realidad tenía un mayor per-fil entre los funcionarios gubernamentales de alto ran-go, quienes naturalmente conocían los disturbios delos años anteriores, al que tenía cuando podía movili-zar a centenares de activistas. Como sugiere el informeconfidencial que se presenta en el Apéndice, en situa-ciones de crisis las instituciones y los funcionarios es-tatales (en este caso el Ministerio de Seguridad que leinforma al Ministro de Agricultura) pueden dedicarlebastante atención a identificar “objetivos suaves” entrela oposición, a fin de garantizar un nivel aceptable detranquilidad. Tanto los personeros estatales como loslíderes del movimiento pueden beneficiarse con la sus-titución de negociaciones prolongadas por acciones mi-litantes y amenazas de disturbios.

Parte de la razón por la cual los líderes de las orga-nizaciones pueden beneficiarse menos con los resulta-dos inmediatos que con el eterno toma y daca de lasnegociaciones con el Estado, tiene que ver con un ter-cer aspecto de la práctica de los movimiento socialescontemporáneos que está muy extendido en AméricaLatina y otras partes. Los movimientos sociales estáncon frecuente “mediatizados” no solo por el Estado, si-no por el vasto número de organizaciones no guberna-mentales (ONG) que ahora inundan el Tercer Mundo,algunas realmente creando nuevas estructuras de lasociedad civil, otras asumiendo funciones que antesdesempeñaba el Gobierno o bien, las que solo estánpara darle un modo de vida más o menos cómodo a supersonal y a sus directores que, por lo general, sonprofesionales del sector público que quedaron por fue-ra porque fue reducido con la implementación de losprogramas de ajuste económico (Álvarez, 1998; Macdo-nald 1994). Los científicos sociales interesados en laacción colectiva tienen que tomar en serio –como partede su programa de investigación– el refrán del movi-miento campesino de finales de la década de 1980, elcual dice: “hay dos formas de matar una organización,

Conclusión • Movimientos campesinos… 335

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con represión o con dinero”. Cuando los líderes de losmovimientos reciben salarios pagados mediante asig-naciones dadas a las ONG, o cuando las organizacio-nes de base reciben préstamos “blandos” de las agen-cias internacionales “de cooperación” (como vimos enel Capítulo 5), no debe sorprendernos que la militanciadisminuya y los activistas de base se dispersen, a ve-ces con la esperanza de establecer sus propios canalesindependientes ante la aparente cornucopia de los re-cursos externos.

Una cuarta y última generalización intermedia sepodría intentar con base en este estudio. Estamos enuna época en que los campesinos utilizan en formacotidiana la computadora como herramienta políticay económica y los indígenas asisten a las universida-des, en que los discursos (y a veces las prácticas) delambientalismo penetran hasta regiones rurales másremotas y en que los pobres de las zonas rurales,aunque arraigados en lugares específicos, han viaja-do y vivido en otras partes. Gran parte de la discusiónen antropología sobre esos fenómenos “híbridos” llegacasi a convertir a los campesinos o indígenas concomputadoras, grabadoras de video o títulos en leyes,en una nueva clase de “otro” exótico que personificauna combinación fascinante de sofisticación y primi-tivismo. No obstante, sigue siendo cierto que las for-mas actuales de organización y resistencia y los líde-res actuales de los movimientos campesinos solo seasemejan, ocasional y parcialmente, a los campesinosque hemos conocido o creíamos conocer en el pasado.Al no ajustarse a las imágenes y modelos recibidos,requieren no tanto que se acuñen neologismos másingeniosos –por ejemplo los “polybians” (en inglés) deMichael Kearney (1996,142)– sino que se haga un es-fuerzo para tomar en serio sus historias, así como suspropias definiciones del yo y del marco de sus luchaspasadas y presentes.2

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Campesinos y modernidad

Hasta aquí no he comentado sobre lo que, para al-gunos estudiosos, constituye una pregunta clave. ¿Tie-ne sentido hablar de “campesinos” o de “movimientoscampesinos” a finales del siglo veinte? Si le preguntamosa los científicos sociales, algunas de las respuestas querecibimos son enfáticamente negativas. Kearney, porejemplo, en Reconceptualizing the Peasantry (Repensan-do el Campesinado), sostiene que: “El campesino ya noes más una identidad apoyada por las condiciones so-ciales contemporáneas” (1996, 65). Varias consideracio-nes subyacen esta afirmación: (1) la gente rural pobretradicionalmente llamada “campesinos” depende de ac-tividades no agrícolas para la generación de un porcen-taje significativo y creciente de sus ingresos; (2) esto,junto con la emigración acelerada de las comunidadesrurales, ha creado identidades multifacéticas, a menudotransnacionales, que hoy en día por lo general sobrepa-san la antigua identidad primaria de los pobres ruralescomo “campesinos”, arraigados en lugares específicos o“comunidades”; y (3), los pobres de la zonas rurales enel presente por lo general participan en una amplia ga-ma de prácticas culturales –desde el vestido a la músi-ca, pasando por la tecnología y el imaginario– que losincluye en un mundo totalmente moderno, e inclusoposmoderno. La misma clasificación de “campesino”,afirma Kearney, se originó como una categoría llena designificados que la contrastaba con todo lo moderno. “Laantropología –afirma– inventó al campesino”, con lo cualse involucró en una nueva forma de estigmatización o decrear “otros” y a la vez garantizaba su supervivencia co-mo disciplina en una época en que sus tradicionales ob-jetivos de estudio “primitivos” estaban llegando al puntode extinción (1996, 39, 119).3

Ubicada entre lo “primitivo” y lo “moderno”, la cate-goría de “campesino”, desde la perspectiva de Kearney, seconvirtió, sin embargo, en una categoría “problemática”

Conclusión • Movimientos campesinos… 337

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que rompía los nítidos modos binarios de pensamientoque imperaban en la antropología. Este interés en laimprecisión del término, si bien nos recuerda la discu-sión de Teodor Shanin sobre “la clase incómoda”(1972), o los unpleasantries on peasantries (“comenta-rios provocadores sobre el concepto de campesinado”)de Anthony Leeds (1977), adquiere una forma más ex-trema en la década de 1990. Ni Shanin, que surgió enlos años setentas como un abanderado enérgico denuevos estudios comparativos e interdisciplinarios del“campesinado”, ni tampoco Leeds, un crítico mordazdel uso informal que hacían sus colegas de este térmi-no definido en forma imprecisa, negaban que los “cam-pesinos” existieran. Shanin simplemente señalaba quela categoría no se prestaba para los tipos tradicionalesde análisis de clase, en tanto Leeds insistía en que co-mo confundía “personas” y “papeles” o “roles”, debíaeliminarse del discurso científico.4 Kearney, por otraparte, parece pensar en serio que el “campesino” es so-lo una especie de mistificación anacrónica y esencialis-ta.5 Si bien hay mucho de loable en la provocadora re-conceptualización de los estudios del campesinado, suidea de que ya no es útil hablar de “campesinos” o“campesinados” sería problemática si la usáramos pa-ra tratar de encontrarle sentido a los movimientos ru-rales costarricenses de los años ochentas y noventas.

¿Qué vamos a hacer en el campo, por ejemplo,cuando nos enfrentamos a interlocutores que porfiada-mente afirman su carácter “campesino”? ¿Cómo hemosde entender sus discusiones (ver Capítulo 5) sobre“quién es” y “quién no es” un “campesino” (lo cual, a di-ferencia de nuestros propios debates científicos arca-nos en ciencias sociales, tiene consecuencias políticasinmediatas en el mundo real)? La adopción de la eti-queta “campesino” por parte de los movimientos cos-tarricenses –en los nombres de las organizaciones y enla definición del yo de sus participantes– sugiere unaidentidad con profundas raíces históricas. También

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indica la “reinvención” de esa identidad en medio de lacrisis contemporánea como declaración de marginali-dad económica y política que, entre otras cosas, abriólas puertas al reconocimiento, las alianzas y los fondosinternacionales (cf. Brysk 1996). La experiencia de losmovimientos costarricenses es de hecho “problemáti-ca” para los marcos “post-campesinos”, del “post-desa-rrollo” y de los “nuevos movimientos sociales”, en espe-cial dada la insistencia de los dirigentes y activistas nosolo en sus identidades “campesinas”, sino en sus as-piraciones de mayor bienestar económico y social, locual llaman “desarrollo” (cfr. Warman 1988, 657-58).No es necesario compartir la preocupación de Shaninpor definir los atributos campesinos genéricos para re-conocer la validez de su afirmación de que los campe-sinos “no son solo un constructo analítico, no solo los‘portadores’ de características…, sino un grupo socialque existe en la conciencia colectiva y la acción políti-ca de sus miembros” (1990, 69).6

No obstante, esta no es la única razón para conser-var al menos algún uso crítico y limitado del término“problemático”. En el Capítulo 3 señalo que al profun-dizar en la auto identificación de los protagonistas delos movimientos costarricenses o, tan solo al escuchar-los hablar entre sí sobre su vida y su trabajo, emergeuna variedad de categorías más o menos esenciales:ciertamente “campesino”, pero también “agricultor” y“productor”. “Campesino” en verdad “existe en la con-ciencia colectiva de los miembros” aunque muchos, locual no es sorpresa, también señalarían que ese es so-lo un aspecto de su medio de vida o existencia. Estaauto identificación en sí sería argumento para tomaren serio el término, como una categoría cultural impor-tante, si bien no es un término analítico muy útil. Sinembargo, al escuchar a los sujetos de esta historia co-bra realce otro aspecto problemático y cuestionado dela etiqueta “campesino”. Orin Starn señala que en Pe-rú el uso del término “campesino” puede ser una estra-tegia para que las elites de los pueblos “eufemicen su

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verdadera posición económica” (1992, 96; cf. Seligman1995, 115-16). Si esto, como es obvio, también ocurreen Costa Rica (Edelman, 1992, 395), la historia de losmovimientos costarricenses sugiere que los “líderes delos movimientos campesinos” y no solo las “elites de lospueblos” participan en este tipo de “eufemización”,asumen una posición política y cultural que a veces lespertenece y que en consecuencia se puede convertir enuna fuente de discordia y división organizacional.

El argumento de Kearney de que la categoría “cam-pesino” debería desecharse se basa en última instanciaen una “semiótica binaria de la identidad” (Nelson1996), la cual afirma que un individuo no puede ser ala vez campesino, sofisticado y moderno. Esta antino-mia por supuesto tiene una larga historia en cienciassociales (y una tradición “popular” incluso mayor). Es-taba terriblemente evidente en los primeros años de losestudios campesinos de la antropología estadouniden-se, cuando Robert Redfield (1930, 209-20) con todatranquilidad llamó “tontos” a los residentes de los ba-rrios en las afueras de Tepotzlán, aceptando así en for-ma acrítica la categoría burlona empleada por sus in-formantes de clase media (“los correctos”) del centro dela ciudad. Luego, los científicos sociales se sintieron enlibertad de hacer generalizaciones sobre los campesi-nos que habrían sido vistos con recelo si se hubieranreferido prácticamente a cualquier otro grupo humano.Algunos, como lo había hecho Radfield, plantearon la“baja capacidad cognitiva” como un “rasgo” campesino“universal” (Singelmann 1974, 48), en tanto otros su-gerían que los campesinos estaban “alejados de lastendencias modernas de la nación” (Wagley 1964, 21).

Kearney critica con razón esta oposición de “locampesino frente a lo moderno” como emblemática delpensamiento de las elites y de los antropólogos román-ticos de la década de 1930 y los “modernistas izquier-distas” posteriores, pero acepta no obstante que uncampesino sofisticado y cosmopolita es una contradic-ción de términos. Al respecto, su argumento no va más

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allá de los de sus antecesores, a quienes critica. Con“campesinos”, así como con otras categorías antropoló-gicas inmemoriales, los rasgos que se suponen como“genéricos” de grupos humanos específicos a menudodemuestran ser históricamente definidos, cuando noun simple reflejo de las propias proyecciones psicológi-cas o limitaciones analíticas de los foráneos.

La antropología “modernista de izquierda”, diceKearney, “enfatizaba las relaciones y las formas de pro-ducción en la construcción de la identidad, [en tantoahora] el consumo material y en particular los artefac-tos simbólicos y la información son de vital interés enel discurso global” (Kearney 1996, 132). Lo que estaperspectiva deja de lado es que la producción y el con-sumo están íntimamente ligados a las prácticas y aspi-raciones de la gente rural y pobre, sin importar cómodecidan llamarse a sí mismos ni cómo los describamosen última instancia. El encuentro con la modernidad,que Kearney ve también como una fuerza que debilitaa los “campesinos”, les ha permitido, quizás paradóji-camente, redefinir su concepto del mundo social y dellugar que en él ocupan como campesinos. Como seña-la el geógrafo Anthony Bebbington:

La tecnología agraria no es tan solo un instrumento pa-ra la manipulación del ambiente, sino un símbolo que lehabla a la gente rural sobre su historia y sus relacionessociales, una señal mediante la cual leen sus identida-des y sus relaciones con el pasado, el presente, y el fu-turo. De manera similar, cuando los campesinos incor-poran nuevas ideas y tecnologías materiales en susprácticas, esto se puede convertir en una señal de queel grupo está ahora más distante de un pasado en el queestaban dominados socialmente, que sus relaciones conotros grupos sociales están cambiando, y que ahora re-claman el derecho a tener acceso a recursos y conoci-mientos que antes les estaban vedado precisamente de-bido a esta dominación. En breve, la incorporación detecnologías modernas puede ser una señal de que estánlibres de la dominación anterior, incluso si esto implicanuevas dependencias. Puede ser que la incorporación

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de técnicas modernas resulte en una potenciación polí-tico más que en una pérdida de potencia cultural (1996,91-92).

Los campesinos costarricenses que encontramosen las páginas anteriores, han tenido que adaptarse agrandes cambios tecnológicos en la agricultura (prime-ro, a los “paquetes” de insumos de la “revolución ver-de” para el arroz y el maíz y, luego, a los cultivos de ex-portación no tradicionales, delicados y de alto riesgo).También han tenido que navegar en el laberinto de ins-tituciones financieras, de mercado, de extensión, delsector cooperativo y de tenencia de la tierra, las cualesdurante décadas han tratado de gobernar todos los as-pectos de las actividades productivas de los pequeñosagricultores. La cultura urbana y la rural también hanconvergido. Esto no se debe solo a la migración del en-torno rural al urbano, ni a la llegada de los medioselectrónicos al campo. (Por ejemplo, la televisión accio-nada mediante baterías de automóvil lleva los progra-mas nacionales y las imágenes de la elegante AvenidaCentral de San José hasta hogares alumbrados concandela en zonas remotas de Costa Rica, fuera del al-cance de la red eléctrica.) Tal y como es el caso en to-da América Latina, un porcentaje significativo de la po-blación económicamente activa en agricultura viveahora en áreas urbanas y, una proporción creciente dela población rural económicamente activa se dedica aactividades no agrícolas (Ortega 1992; Román 1997a).Gran cantidad de organizaciones no gubernamentalesen pro de los campesinos han impartido cursos sobretemas tan variados como contabilidad y entomología,software para las comunicaciones e inteligencia para elmercadeo, arboricultura y química de suelos. No debesorprendernos entonces que los activistas de los movi-mientos actuales traten de “luchar contra la discrimi-nación”, de sustituir la imagen de “campesinos” que lospresenta como rústicos atávicos por la imagen de“campesinos” como pequeños productores eficientes,

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dignos y bien informados sobre los últimos aconteci-mientos políticos (Vargas Artavia 1997).

Pero ¿son realmente campesinos los dirigentes?

También hay que tocar un tema de autenticidad, di-ferente y más espinoso, en relación con los movimien-tos que aquí se analizan. A menudo, los representantesmás coherentes y carismáticos de los movimientos ru-rales tienen lazos importantes con la sociedad y la cul-tura urbana, así como pocas raíces, si las tienen, en elcampo. Como vimos en los capítulos 4 y 5, estos temasrara vez son prominentes en la conciencia de los parti-cipantes en los movimientos, pero pueden salir a floteen momentos de crisis, a menudo con efectos políticosdevastadores. En las críticas a los líderes fracasadosdurante los choques al interior de las organizaciones yentre ellas, el origen y los hábitos urbanos se convier-ten en una carencia adicional, sumada a otros defectosreales y percibidos los cuales, quizás, explican.

Los científicos sociales están en desacuerdo sobreel papel del liderazgo carismático en los movimientossociales contemporáneos. Gavin Smith, por ejemplo,en un estudio estimulante sobre un movimiento agra-rio en el Perú andino, sostiene que:

La importancia del liderazgo carismático (a menudoejercido por foráneos) ha sido exagerada en gran partedebido al requisito de la rendición de cuentas posterioral conflicto, la cual tiende a ajustarse a los requisitosestructurales de las narrativas, y raras veces toma encuenta lo suficiente las características estructurales delos movimientos descritos. La pregunta de si los rebel-des campesinos requieren o no líderes carismáticospuede depender de muchos factores; sin embargo, siguesiendo un hecho que la buena narrativa sí requiere almenos algo equivalente al héroe (1989, 27).

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Gerrit Huizer, por otra parte, ha afirmado que: “Engeneral, pareciera que los campesinos necesitan un lí-der que con su personalidad les dé a sus discípulos unsentido de fortaleza, disciplina y valentía para superarlos grandes males que los aquejan”. Sin embargo, indi-ca que si bien “estos elementos carismáticos puedenser útiles en la etapa inicial, cuando los movimientoscomienzan luego a desarrollarse y a ganar fortaleza,pueden ser contraproducentes” (1973m, 274-75). JoeFoweraker, de igual manera, en una síntesis magistralde la bibliografía reciente sobre los movimientos socia-les argumenta que: “Así como los teóricos puedenhaber sobreestimado la espontaneidad de los movi-mientos sociales…, de igual forma han subestimado laimportancia que tienen los líderes externos para laemergencia y el éxito de los movimientos” (1995, 52).Charles Brockett afirma rotundamente que:

La movilización real del campesinado pocas veces se dapor autogeneración. Organizadores externos, incluyen-do religiosos, organizadores sindicales, guerrilleros re-volucionarios, activistas de partidos políticos, y trabaja-dores del desarrollo, han sido sumamente importantespara los cambios políticos de las décadas recientes en elárea rural centroamericana (1988, 6).

Espero que este sea un libro sin héroes. El proce-so de investigar y escribir ha significado, en algunamedida, asumir la incómoda tarea de desenmascarara quienes se perfilaban como héroes y bajarlos de suspedestales, o al menos verlos caer por su propia cuen-ta. He tratado de sugerir la forma en que, para las ba-ses de los movimientos, el héroe de un día se puedeconvertir en el sinvergüenza del día siguiente y, aligual que la frontera entre “externo” e “interno”, no sedeben dar por un hecho (como parecen hacerlo Smithy Foweraker). Aún así, pareciera que la historia de losmovimientos costarricenses confirma la posición deHuizer, Foweraker y Brockett , más que la de Smith,sobre la importancia de los líderes. Como indico en la

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Introducción y en varias otras partes del texto, los “re-quisitos de la narrativa” de los líderes y protagonistasde los movimientos, así como la de casi todos los estu-diosos y activistas costarricenses que los “acompa-ñan”, son de naturaleza decididamente “antiheróica”,pues minimizan el papel de los caudillos del movimien-to, le restan importancia a los largos procesos de cons-trucción de redes de núcleos y de organizaciones yablandan los compromisos ideológicos, pasados y pre-sentes, ante el interés de manejar eficazmente la ima-gen. La regla metodológica de Smith, de que el trabajode campo efectuado durante la resistencia, y no des-pués, da la oportunidad de comprobar si los líderes ca-rismáticos son producto de la verdadera actividad delmovimiento o de las narrativas post hoc (1989, 27) ter-mina, al menos en este caso, por no confirmar su hipó-tesis. De hecho, es posible llegar a la conclusión de queel liderazgo carismático ha sido prácticamente un “re-quisito estructural” de los movimientos campesinoscostarricenses, ya que sin él habría sido difícil o impo-sible no solo movilizar a las bases sino, más aún, ne-gociar con políticos o hacer que su voz sea escuchadapor los medios de comunicación.7

Casi no es noticia que los científicos sociales estándivididos en torno al tema del carisma, vistos los deba-tes entre weberianos y marxistas que datan de iniciosdel siglo XX. Más sorprendente es que aquellos teóricosde la acción colectiva que han abordado el problema delos líderes “externos” parecen haber llegado a un con-senso inusual en esta contenciosa área de estudio. Porsupuesto, una parte considerable de la bibliografíasimplemente hace caso omiso del tema, por lo generaldebido a la excesiva identificación de los autores conlos movimientos que estudian, o por su lucha a favorde ellos. Irónicamente, estos estudiosos, activistas al-gunas veces, colaboran con los líderes mismos con va-rios grados de intencionalidad, para mantener la fic-ción de un movimiento “sin líderes”. Sin embargo,

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aquellos que han abordado el tema de los “foráneos”,por lo general concuerdan en que tienen una importan-cia considerable.

En varias de las “guerras campesinas” más impor-tantes del siglo XX eran muy comunes los “agitadoresexternos”. Por ejemplo, en la Rusia pre-revolucionariade principios de ese siglo, “centenares de centenares deestudiantes universitarios, médicos, enfermeras [y]profesores universitarios... dejaron su vida urbana ytrataron de ‘irse con el pueblo’” (Thorner 1986, xi). Lasligas campesinas chinas que en cierto momento ali-mentaron los movimientos nacionalista y comunistaincluían trabajadores, estudiantes, e incluso terrate-nientes adinerados (Wolf 1969, 138-43). El historiadorAlan Knight señala que la Revolución Mexicana fue si-milar en este aspecto y ofrece un conjunto de pautasgenerales útiles:

Un movimiento “de campesinos” no tiene, por supuesto,que estar formado únicamente por campesinos. No tie-ne que ser liderado, en todos los casos, por campesinos.Más bien, en un conjunto amplio de indicadores, debeindicar que suscita el apoyo espontáneo (no forzado) delos campesinos para el logro de objetivos que los cam-pesinos voluntaria y, más aún, ansiosamente, endosan.El liderazgo debe juzgarse a la luz del apoyo, el progra-ma y los logros (1994, 37).

Knight continúa diciendo, en gran medida como losugerí anteriormente, que “el estilo y la cultura” tam-bién tienen mucho que ver si personas que no soncampesinas han de liderar movimientos campesinos.Estos criterios constituyen, en mi opinión, una res-puesta de sentido común a los científicos sociales po-cos sinceros que se angustian por la “autenticidad” delos líderes campesinos o de los movimientos campesi-nos y a las elites y editorialistas de los medios costarri-censes que le ponen reparos a los “dizque campesinos”.No obstante, Knight, al igual que Foweraker, Smith, yBrockett, parece aceptar una división clara y carente

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de problemas entre “campesino” y “no campesino”. Es-ta distinción, como sostengo en varias partes de estetexto, no está escrita en piedra y no es utilizable sinreferencia a coyunturas políticas y contextos socialesespecíficos. Más bien, el reto para los investigadoreses tratar ”lo campesino” como una afirmación cargadade significado político y cultural, para examinar lasbiografías, las actividades y los motivos de quienes lautilizan y para analizar los momentos en que se acep-ta en gran medida y aquellos en que se convierte enobjeto de disputa.8

Apoyo, programas, logros y potencial delos movimientos sociales

Si hemos de tomar en serio la directriz de Knightpara evaluar los movimientos campesinos en términosde “apoyo, programa y logros”, tenemos primero queaplicarla a las luchas específicas que son el tema de es-te libro y luego preguntarnos qué implicaciones po-drían tener nuestros hallazgos para los movimientossociales en general. Judith Adler Hellman señala quelos enunciados sobre los logros y el potencial de losmovimientos sociales por lo general se agrupan en trescategorías: “la primera es que transforman la concien-cia de los participantes; la segunda, que logran conce-siones concretas para los activistas del movimiento; yla tercera, que juegan un papel clave en el proceso dedemocratización que se supone que se está desarro-llando en toda América Latina” (1995, 174).

Los conceptos “apoyo” y “conciencia” están por su-puesto estrechamente relacionados entre sí. Los movi-mientos sociales por lo general obtienen el apoyo desolo una pequeña parte de sus posibles bases. Comoseñala John Burdick: “Esta desproporción entre parti-cipantes y no participantes es bastante obvia, tantopara la gente en el ámbito local como para cualquiera

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que haya estado en el campo. No obstante, sus impli-caciones empíricas y teóricas no se han explorado enforma sistemática” (1992, 183). Es más, muchos mo-vimientos sociales y en particular los movimientoscampesinos, experimentan un crecimiento y una de-sintegración muy rápida, u oscilaciones entre posicio-nes reformistas, radicales y conservadoras (Piven yCloward 1977; Zamosc 1989). Los movimientos cam-pesinos utilizan una sorprendente gama de tácticasque pueden ir desde “las armas de los débiles” hasta“las guerras campesinas”, pero que por lo general esprobable que incluyan peticiones, ocupación de tie-rras, reuniones, demostraciones, y negociaciones –quesi bien consumen mucho tiempo son vitales– con fun-cionarios estatales sobre temas como precios de sus-tentación, tasas de interés, el costo de fertilizantes ypesticidas o el ritmo de la reforma agraria.

Los movimientos campesinos, al igual que la mayorparte de las acciones colectivas, con frecuencia no sonni éxitos ni fracasos carentes de ambigüedad (y cual-quier evaluación en estos términos depende mucho,por supuesto, de los criterios y los encuadres tempora-les utilizados). Además, algunas veces los que partici-pan en luchas infructuosas reprimen los recuerdos do-lorosos de la derrota, lo cual oscurece las experienciasque los investigadores podrían de otro modo descubriry analizar (Bozon y Thiesse 1986). Un aspecto de losmovimientos costarricenses –su tendencia periódica aderrumbarse y perder apoyo– es claramente un fenó-meno más amplio, como señala Hellman:

Los resultados de los movimientos sociales no siempreson positivos… La pérdida de potencia se puede darcuando un movimiento es cercado o reprimido. Perotambién puede darse cuando los participantes se desen-cantan y desilusionan de la dinámica de la participacióngrupal, de la conducta de los otros activistas que logranposiciones de liderazgo, o del carácter autoritario de losempleados extranjeros o de clase media o alta de lasONG, para mencionar solo unas cuantas posibilidades

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negativas… Dichos movimientos decaen no solo en res-puesta a la represión o a la mediación, sino a la pérdi-da de entusiasmo con la actividad colectiva misma porparte de activistas sociales agotados (1997,16).

Sin embargo, este “desencanto” es solo parte delpanorama. En el caso costarricense que aquí se anali-za, los activistas de los movimientos se inspiraron en elapego ancestral a la agricultura del maíz, las aspiracio-nes “modernas” de desarrollo y la sensibilidad “posmo-derna” ante las identidades amenazadas. Algunas veces,como sostengo a lo largo del texto, estas inspiracionesse alimentan de la experiencia acumulada por los par-ticipantes en movimientos campesinos, incluso des-pués de que los movimientos en sí se han esfumado.Estas “subculturas activistas duraderas” (McAdam1994, 43) son un fenómeno muy extendido (el cualsuaviza los comentarios pesimistas de Hellman sobreel “agotamiento” de los activistas). Un connotado eco-nomista ha dicho que los líderes de las acciones parael desarrollo de las bases comparten:

…una característica sorprendente... La mayoría de elloshabían participado antes en otras experiencias de ac-ción colectiva, por lo general más “radicales”. Es comosi su aspiración de cambio social previa, su inclinaciónpor la acción colectiva, no los hubiera abandonado,aunque los movimientos en los que habían participadohayan abortado, se hayan agotado o quizás hayan ter-minado sin ningún éxito. Posteriormente, esta “energíasocial” se activa de nuevo pero probablemente en formamuy diferente” (Hirschman 1988,8).

De hecho, esto es un hilo conductor en toda la his-toria de los movimientos campesinos de finales del si-glo XX en Costa Rica. Por una parte, describe una fi-gura como Carlos Campos, quien pasó de ser unmiembro urbano del MRP marxista-leninista, a fundarUPAGRA, una organización campesina radical y luegoa participar en la Cámara Nacional de ProductoresPorcinos y en el conservador Partido Unidad Social

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Cristiana. Por otro lado, encaja bien con los innumera-bles activistas anteriores de ASPPAS en los alrededoresde Santa Cruz y Nicoya que dicen que también están“resquemados” –con lo que quieren decir tanto “que-mados” como “resentidos”– como para unirse a otraasociación campesina, pero que siguen trabajando demanera reservada en centros agrícolas cantonales,asociaciones de desarrollo comunal, nuevas y antiguascooperativas y una variedad de otros grupos que lesdan esperanza, beneficios reales y un canal para suirreprimible “energía social”. Incluso se aplica a MarcosRamírez, cuyo esfuerzo por formar una organizacióncampesina duradera en Santa Cruz fracasó y que enúltima instancia fue expulsado del movimiento campe-sino nacional, pero que adquirió una pequeña fincamás al sur en las tierras bajas del Pacífico, ingresó auna asociación local de agricultores y continuó hacien-do planes para obtener préstamos con intereses bajospara los miembros de la asociación y para exportar ca-fé orgánico a los Estados Unidos.

Este tipo de compromiso a largo plazo con el cam-bio, lo llamemos “energía social” o no, también es útilpara valorar los logros concretos de los movimientoscampesinos costarricenses a lo extenso del período,desde su inicio a finales de los años setentas y princi-pios de los ochentas. Las “concesiones”, como diceHellmann con mucha astucia, son “el área de logro or-ganizacional que menos atención recibe porque pare-ce ser la que más avergüenza a los analistas de losmovimiento sociales” (1995, 176). Reconoce con razónque los movimientos a menudo obtienen concesiones,si lo logran, comprometiendo su autonomía frente alEstado y que las reivindicaciones materiales son, porlo general, el aspecto de mayor importancia para losparticipantes en el movimiento. Reconocer cualquierade estas cosas puede ser desconcertante para quienesestán comprometidos a trabajar en un marco de “polí-tica de identidad” o de “nuevos movimientos sociales”,por cuanto la actividad colectiva se supone que ocurre

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alejada del Estado y sin que las necesidades materia-les sean el enfoque central. Mi análisis previo de ASP-PAS y de la lucha por el pago de pérdidas por sequíasen Santa Cruz y más en general del movimiento cam-pesino nacional, confirma lo dicho por Hellman sobrela centralidad de las reivindicaciones materiales; la ex-periencia de las organizaciones nacionales también va-lida la observación que ella hace sobre la pérdida po-tencial de autonomía para el movimiento. Al igual queella, he notado los silencios y de alguna manera he tra-tado de romperlos en la bibliografía sobre las “conce-siones” obtenidas como resultado de las movilizacionesy acciones colectivas.

En el curso de mi relato me he referido, por su-puesto, a logros específicos, grandes y pequeños y qui-zás valga la pena resumir algunos aquí, sobre todo de-bido al tono nada alentador de gran parte de lo que hetenido que decir hasta ahora, tanto sobre los movi-mientos campesinos como sobre los movimientos so-ciales en general. En primer lugar, el Estado costarri-cense posterior a 1948, si bien dio apoyo considerablea los campesinos, por lo general no le dio cobertura enel sistema de seguridad social a los trabajadores infor-males y rurales ni a los pequeños empresarios inde-pendientes. Para los agricultores, la situación comenzóa cambiar en los años ochentas, conforme UPANACIO-NAL y posteriormente UPAGRA, UCADEGUA y otrosgrupos, presionaron con éxito a favor de la inclusión desus miembros (y las familias de estos) en el sistema na-cional de salud y pensión. Más o menos en ese enton-ces, el sistema de seguridad social entró en una crisisprofunda, relacionada con la transición hacia el libremercado y la creciente retirada del Estado de las acti-vidades de bienestar social (Castro 1995, 81-84; Val-verde 1993, 53-58). No obstante, obtener coberturasignificaba fortalecer la protección social a un sectorpreviamente marginalizado. En segundo lugar, losmovimientos se aseguraron un conjunto de beneficioscoyunturales, incluyendo “indemnización” por las

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pérdidas de cosechas debido a las sequías, concesio-nes en las negociaciones de precios, solución de con-flictos agrarios y de tenencia de tierras, créditos deemergencia para la producción y programas –por lo ge-neral de corta duración– que suministraban insumosal precio de costo o menos. Un tercer tipo de logros delos movimientos campesinos costarricenses se ha dadoen el realce de las habilidades empresariales de susmiembros. Los desastres contables, no intencionales ydeliberados, han tenido un papel central en la desinte-gración de un número de organizaciones campesinaslocales y nacionales. Pero también se da el caso decampesinos que han comenzado a administrar nuevostipos de empresas, desde pequeñas cooperativas deventas y compañías de mercadeo hasta importantescomponentes sectoriales como el Consorcio del Frijol.En cuarto y último lugar, los movimientos campesinoslograron un grado sorprendente de legitimidad y reco-nocimiento político. Incluso los dirigentes radicales“malos” de finales de los ochentas se sientan ahora jun-to a los campesinos “buenos” de UPANACIONAL cuan-do se enfrentan a negociadores gubernamentales. Y lasnegociaciones se siguen dando en una variedad de ins-tituciones, en los poderes Ejecutivo y Legislativo del Go-bierno y en el resto de las instituciones autónomas delsector público. En una época en que estudiantes, inte-lectuales y trabajadores organizados han estado en reti-rada, en términos de presencia en los debates públicosy en la atención de los medios, los activistas campesinoshan estado entre los críticos más prominentes, directosy coherentes del nuevo modelo económico.

Sin embargo, estos logros se han obtenido en uncontexto de menor militancia y apoyo de las bases.Los teóricos de la acción colectiva a veces sostienenque si un movimiento no logra obtener una respues-ta material para sus activistas puede darse la desmo-vilización (Foweraker 1995, 78). Anteriormente suge-rí, sobre todo en el Capítulo 4 donde analizo la luchapor la “indemnización” ante la pérdida de cosechas,

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que “obtener” una respuesta también puede tenerese mismo efecto, sobre todo porque muchos partici-pantes en el movimiento están motivados en primerlugar por sus preocupaciones materiales. Es proba-ble que una forma más útil de ver el problema seasugerir que la desmovilización puede reflejar no soloinactividad o derrota, sino una incapacidad paraequilibrar los diversos objetivos de las bases, así co-mo de aquellos que pueden o no ser compartidos porlos líderes y los participantes en el movimiento. Co-mo lo indica el politólogo Vincent Boudreau en un co-mentario derivado de la experiencia en las Filipinaspero que se aplica exactamente a las organizacionescampesinas costarricenses, “el apoyo socioeconómicodirecto puede convertir las organizaciones de protes-ta en colectividades orientadas más que todo a sumi-nistrar servicios a sus miembros” (1996, 185-86; cf.Piven y Cloward 1977).

Los logros de los movimientos sociales, como lo su-gerí (siguiendo a Hellman) al inicio de esta sección, de-ben considerarse tanto en el nivel más tangible de“concesiones” materiales como en el nivel más impal-pable y complicado de la transformación de la concien-cia. Este terreno, por supuesto, se presta menos paralas formas de análisis y descripción tradicionales de lasciencias sociales que el tema de las “concesiones” o delos logros concretos de los movimientos. Al profundizaren las complejas historias recientes de los movimientoscampesinos costarricenses y sus relaciones con la con-ciencia de los participantes y dirigentes, me he pro-puesto dos objetivos principales. Primero, he tratado,en especial en el Capítulo 3, de examinar la diversidady las raíces históricas lejanas de las luchas colectivasque antecedieron, pero que aún así alimentaron yconformaron los “nuevos” movimientos campesinosde los años ochentas y noventas. Si bien aquí no helogrado del todo el “marco de referencia” de un siglode duración que recomienda el historiador Steve Stern(1987, 13), en su magnífico tratado metodológico sobre

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las rebeliones campesinas, he tratado de dar cuenta deuna variedad de corrientes políticas –el agrarismode “leche materna” (para usar el término memorable deRudé), el cristianismo radical, el “antiguo” y el “nuevo”marxismo, el sindicalismo del trabajador bananero, eincluso el antiimperialismo estudiantil– que constitu-yen la experiencia histórica de los activistas y los ante-cedentes directos de las luchas que son el tema centralde este libro. Segundo, y congruente con mi preocupa-ción de que no se deben desechar los agentes humanosy los procesos organizativos, he centrado mi atenciónno solo en ideologías difusas, sino en las personas queeran portadoras de estas corrientes. Me he cuestiona-do cómo algunos individuos concebían su propia situa-ción como sujetos históricos y cómo actuaban a la luzde esas concepciones o a pesar de ellas.

¿Lograron los movimientos campesinos costarri-censes de los años ochentas y noventas cambios deconciencia significativos y duraderos en las personasque decían representar? Es difícil dar una respuestadefinitiva a esta pregunta, tanto porque este trabajo noha pretendido cubrir todas las bases que los movimien-tos decían representar y porque la conciencia, en par-ticular en un período tumultuoso como el que aquí seanaliza, solo puede ser el resultado de una combina-ción de influencias (que con dificultad son las mismaspara todos los grupos o individuos). El texto anterioraporta, sin embargo, algunas pruebas sugerentes almenos para dar tentativamente una respuesta afir-mativa. Vale la pena recordar el contraste dramático,al cual aludo en la Introducción, entre la pasividadsuperficial de muchos campesinos de Santa Cruz en1982 y el espíritu combativo de muchos en 1988.Quizás más relevante –debido a que la controversiade 1988 demostró ser efímera– es la facilidad con quela gente rural en todo Costa Rica ahora conversa ycritíca, de una manera muy sofisticada, sobre el ajus-te estructural económico, la inflación y la devaluación,los efectos de la creciente orientación de la economía

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hacia las exportaciones y el distanciamiento del Esta-do con respecto al campo.

Sin embargo ¿se puede atribuir este cambio deconciencia a los esfuerzos del movimiento, o debe ver-se como el producto de una coyuntura económica ypolítica más amplia? Ambos jugaron un papel y alponderar sus aportes relativos es necesaria cierta pre-caución, al menos por la disparidad omnipresente yconspicua (arriba señalada) entre las afirmaciones delos líderes de que representaban a otros y la frecuen-te indiferencia u hostilidad de los otros en cuanto aser “representados”. La experiencia de vivir durante lacrisis de 1980-1982 y la posterior transición neolibe-ral llevó a los costarricenses –del campo y de las áreasurbanas– a enfrentar cara a cara las fuerzas del mer-cado contra las que habían sido protegidos muchotiempo gracias a un Estado interventor. Esta confron-tación abierta hizo necesario que prácticamente todoslos sectores de la sociedad –y todos los individuos– re-definieran sus estrategias de supervivencia y su rela-ción con un mundo político y económico externo que,según se daban cuenta cada vez más, definía sus po-sibilidades presentes y futuras. Un número sorpren-dente de personas pobres en las zonas rurales logrócomprender los rudimentos de la macroeconomía,aunque solo fuera para comprender lo que estaba pa-sando con las tasas de interés, con su moneda y conlos precios que pagaban por el equipo y la ropa y loque recibían por sus cosechas. Para muchos, proba-blemente la mayoría, esto sin duda se dio en ausenciade contacto directo con las organizaciones campesinas.Sin embargo, la conciencia de que otros como ellosmarchaban y eran atacados con gases lacrimógenos enlas calles de San José, hizo que muchos llegaran alpunto de escuchar al menos el mensaje de los movi-mientos, aunque distorsionado como estaba por losmedios de comunicación conservadores. Y para una pe-queña porción de la población rural, la experiencia decrisis vivida y el sentido apasionado y emocionante de

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compromiso que acompañaba el activismo, se combi-naron para formar una “energía” y un compromiso delargo plazo, acompañados de procesos de aprendizajemás profundos, los cuales persistieron aún cuando losmovimientos a los que habían pertenecido desapare-cían o se metamorfoseaban en negocios, ONG, u orga-nizaciones de servicios.

La contribución de los movimientos sociales a lademocratización a menudo se considera un criterio conel cual medir el “éxito” o los “logros”. A primera vista,podría parecer peculiar analizar este tema en Costa Ri-ca. Después de todo, el país ha gozado durante muchotiempo de un prestigio extraordinario como democraciapolítica, donde el gobierno representativo y los dere-chos humanos se respetan y se honran. ¿Cómo podríaser mejor la democracia costarricense?

Una respuesta completa a esta pregunta escapadel ámbito de este análisis, aunque en los capítulosanteriores he hecho alusión a algunas de las limitacio-nes, en la teoría y en la práctica, del modelo democrá-tico costarricense. Para mi objetivo en esta obra, lacontribución clave de los movimientos campesinos delos ochentas y los noventas ha sido abogar con fuerzaen nombre de los pequeños agricultores en una épocaen que las elites y los planificadores del desarrollo hansido en gran parte hostiles, o cuando menos indiferen-tes, con los campesinos y sus intereses. Para los cam-pesinos, fue un tipo de participación y representaciónnueva y sin precedentes ser parte de comisiones tri-partitas, sentarse en una reunión con ministros delGobierno y presidentes, y discutir a fondo los detallesde pagos por pérdidas de cosechas, un consorcio demercadeo conjunto entre los campesinos y el sectorpúblico, procedimientos para resolver una ocupaciónde tierras y cualquiera de los muchos otros temas quehan estado sobre la mesa. En un sentido más concre-to, estos encuentros –con frecuencia frustrantes e in-conclusos– ocurrieron porque las organizaciones cam-pesinas dieron el brazo a torcer con las reivindicaciones

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de concesiones materiales y a favor de la negociaciónde las diferencias. En términos más generales, se pue-den ver como una ampliación de conceptos de ciuda-danía, de ocupación de nuevos espacios políticos y de“la invención y creación de nuevos derechos” (Dagnino1998, 50, énfasis en el original). Sin embargo, que es-tos “nuevos derechos” son frágiles, precarios y tan so-lo el fruto de una lucha intensa y continua, lo sugierenlos airados comentarios que dirigió el líder de UPANA-CIONAL Guido Vargas a una reunión de activistascampesinos en 1997:

La discriminación podemos resumirla en que a menu-do se dice que ya tenemos representación, pero eso esfalso. Es cierto que en estos momentos nos podemossentar en una mesa de negociación o bloquear una ca-rretera, pero cuesta mucho que los gobernantes cum-plan con los compromisos negociados. Algo hemosprogresado porque ya los agricultores campesinos nocreemos que somos diferentes, igual que ya las muje-res no creen que ellas son inferiores a los hombres oque los negros no creen que son inferiores a los blan-cos, pero los discriminadores no han cambiado todavía.El resto de la sociedad, y en especial los gobernantes,siguen creyendo que nosotros somos inferiores y nossiguen engañando y aleccionando... (Vargas Artavia1997, 16).

Los movimientos campesinos han logrado ganaruna cuota de participación para contribuir a transfor-mar la conciencia y para luchar por obtener concesio-nes materiales significativas por parte del Estado. Conla ayuda de agencias de cooperación extranjera, losmovimientos se han garantizado su propia superviven-cia, al menos durante un futuro previsible. Otra cosaes si han garantizado la supervivencia del campesina-do, de aquellos en cuyo nombre dicen que luchan.

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¿Sobrevivirán los campesinos?

En la década de 1970, en un debate que tuvo re-sonancia continental, los científicos sociales mexicanoschocaron, a menudo duramente, en torno al destinofinal del campesinado.9 Al observar la penetración sinprecedentes de las grandes agroindustrias en el cam-po, un bando de la polémica sostenía que el campesina-do estaba pasando por un proceso de proletarización ypronto desaparecería como grupo social distintivo. Alno poder competir con la agricultura capitalista debidoa problemas de productividad, escala y acceso al capi-tal, los mercados y la tecnología, los campesinos al finalno tendrían más alternativa que abandonar la tierra yconvertirse en trabajadores asalariados o en parte deun “ejército de reserva” de mano de obra desempleada.Estos descampesinistas, por lo general simpatizantesdel Partido Comunista Mexicano, creían que esta fusióninminente del campesinado en la clase trabajadora eraun paso político hacia delante, ya que la mayor parte deAmérica Latina todavía tenía mucho más campesinosque proletarios y los recién proletarizados supuesta-mente reconocerían sus nuevos y “verdaderos” intere-ses revolucionarios de clase, algo imposible en tantomantuvieran el acceso a la tierra y a los valores y aspi-raciones empresariales y “pequeño-burguesas”. El an-tropólogo Roger Bartra incluso llegó a sugerir que “elcampesinado mexicano, tal como lo conocemos hoy endía, es una invención de la burguesía, que lo engendróa su imagen y semejanza” ( 1975, 321).

En el otro bando de la discusión, un grupo diversode científicos sociales campesinistas rechazaba el evo-lucionismo unilineal y las implicaciones del carácterinevitable que caracterizaba la posición marxista orto-doxa. Varios señalaban que el capitalismo, al menos enMéxico, requería de un campesinado numeroso. El cos-to de reproducir la mano de obra sería cubierto por lasfincas pequeñas en vez de convertirse en parte de la

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factura de salarios de los capitalistas. La producciónpara el autoabastecimiento o de productos secundariosdurante parte del año o parte de la vida no del todoproletarizada de los campesinos, constituía un subsi-dio para los empresarios capitalistas, quienes podríanalimentar a sus empleados con alimentos baratos y notendrían que pagar un costo social alto siempre ycuando los hogares campesinos absorbieran los costosde criar a los niños y de mantener a los desempleados,los discapacitados y los ancianos. Algunos campesinis-tas indicaban que a las mujeres se les atribuía una res-ponsabilidad desproporcionada en la generación de es-te subsidio, a través de su producción de subsistencia,doméstica, artesanal y sin salario, la cual permitía quelos hombres dejaran la agricultura temporalmente e in-gresaran en la fuerza laboral (Deere 1979). Otras trans-ferencias de “valor” o “plusvalía”, de las fincas pequeñasa los capitalistas mediante el intercambio desigual, laintermediación, los préstamos a altas tasas de interés,etc., hacían que fuera “lógico” mantener a los campesi-nos en el campo. Los principales teóricos campesinistasenfatizaban que si bien los hogares campesinos no ope-raban según los mismos criterios de rentabilidad quelas firmas capitalistas, no obstante empleaban métodoscreativos y flexibles para asignar sus pocos recursos.Por ejemplo, en un estudio incisivo de la zona rural deMorelos, Arturo Warman describe lo que llamó la “dia-léctica endemoniada” de los campesinos:

Para ser “modernos” y sembrar frutales injertados, fer-tilizar con fórmulas químicas, cosechar productos queson demasiado caros para que ellos los consuman, loscampesinos han tenido que hacerse más “tradicionales”.Tienen que sembrar el maíz que van a comer, realizargastos ceremoniales, hacerse de compadres, establecerrelaciones recíprocas para el intercambio directo, no ca-pitalista, de trabajo y de recursos productivos. Hastatienen que crecer, reproducirse para hacer más grandeel tamaño de su fuerza de trabajo que aporta exceden-tes (1976, 15).

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Otros campesinistas –Armando Bartra (1985) y, enmenor grado, Gustavo Esteva (1983)– sostenían quebásicamente era a través de la lucha política, más quea través de la “lógica” de los hogares rurales o del sis-tema económico más amplio, que los campesinos sehabían garantizado históricamente su supervivencia.El surgimiento de nuevos movimientos campesinos enMéxico a finales de los setentas y principios de losochentas parecía indicar que esta dinámica persistiríadurante mucho tiempo (Gordillo 1988; Moguel, Botey,y Hernández 1992).

Los adversarios del debate entre campesinistas ydescampesinistas discutieron entre sí en varios nive-les. Los descampesinistas (por ejemplo Feder 1977,1444) citaron censos que demostraban un rápido cre-cimiento del “campesinado sin tierras”, mientras quelos campesinistas (por ejemplo Warman 1980, 173-74)sostenían, con base en su experiencia en el campo, quepersonas aparentemente sin tierras con frecuencia te-nían acceso a esta a través de familiares o de acuerdosinformales de tenencia de tierras. Para mediados de losaños ochentas la discusión se había acabado sin serresuelta. Como lo señala William Roseberry (1993,334-35) en gran parte fue una repetición estéril en tie-rras mexicanas de una vieja polémica entre Lenín yChayanov sobre la naturaleza de las clases sociales enla Rusia rural. Si los campesinistas no habían logradocuestionar la visión chayanoviana de la familia campe-sina como una unidad autosuficiente, también eracierto que los descampesinistas leninistas habían su-bestimado en gran medida la capacidad de los campe-sinos para impedir la proletarización incrementandosu participación en la economía informal, no agrícola.Sin embargo, y de seguro más importante para limitarla discusión que esta lucha en torno a textos y modelos“sagrados”, fue lo que Cynthia Hewitt de Alcántara lla-mó “la negativa vergonzosamente insistente del campe-sinado a desaparecer” (1984, 185). Gustavo Esteva lodijo con más crudeza al ridiculizar “el fracaso radical de

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las predicciones de antigua data de que los campesinosdesaparecerían. El hecho es que existen y su númeroaumenta cada día” (1983, 206).

Luego de una tregua de casi una década, el deba-te entre campesinistas y descampesinistas surgió denuevo a principios de los años noventas con las refor-mas al Artículo 27 de la Constitución mexicana, lascuales permitían la privatización de tierras de la re-forma agraria (Appendini 1992). Pocos años después,el Tratado de Libre Comercio de América del Norteexacerbó el problema que significaba el excedente o dum-ping de granos de Estados Unidos, que ya constituíauna dificultad significativa para los productores demaíz mexicanos, grandes y pequeños. Tal como era elcaso en América Central, a muchos les parecía queesta vez el campesinado iba realmente a sucumbirante la barbarie de un libre mercado mucho más fe-roz que el que había provocado el debate casi veinteaños antes. Michael Kearney, por ejemplo, generali-zando sobre el resto del mundo agrario a partir de suvisión muy particular de México, afirmaba que “loscampesinos en su mayoría desaparecieron” y que“las condiciones globales no favorecen la perpetua-ción de los que quedan” (1996, 3).

La negativa de los campesinos a desaparecer, asícomo el final de la guerra fría y la crisis del marxismo,hicieron difícil continuar la discusión en los términostotalizantes e incondicionales que habían caracteriza-do el debate de la década de 1970. Sin embargo, variastendencias eran innegables para los que estaban enambos bandos: (1) en Costa Rica (así como en la mayorparte del resto de la región), la proporción de la pobla-ción económicamente activa que trabajaba en agricul-tura estaba disminuyendo; (2) el porcentaje de ingresosde los hogares rurales que se derivaba de la agricultu-ra también estaba disminuyendo y (3) la migración delas áreas rurales a las urbanas se estaba acelerando(Rodríguez Solera 1992; Román 1997a). No obstante,si bien estos procesos parecieran confirmar las viejas

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predicciones sobre el declive del campesinado en elcapitalismo, varias tendencias contrastantes eran tam-bién evidentes. Primero, los hogares rurales estabandiversificando sus ya diversas prácticas de superviven-cia combinando mano de obra artesanal, rural y urba-na, informal y proletaria y produciendo una mezclaasombrosa de productos agrícolas, a menudo para elconsumo en el hogar y para los mercados caros, tantodomésticos como extranjeros. Segundo, la migraciónhacia las ciudades a menudo figuraba en la estrategiahogareña general, no como una transición permanentepara toda la unidad sino como una salida temporal pa-ra uno o varios de sus miembros, con el fin de generarremesas para mantener una base, aunque tenue, en elcampo. Esto reflejaba la conciencia generalizada deque el nivel de vida y el estatus social de los más po-bres de las ciudades –los que duermen en las calles, enlos mercados escuálidos o en los tugurios de la perife-ria urbana– son desfavorables si se les compara con losde los habitantes pobres del área rural. Por último, elcapitalismo podía ser cruel con los capitalistas tam-bién, lo cual a veces redundaba en ventaja para loscampesinos.10 En áreas donde habían fracasado gran-des fincas modernas, como por ejemplo las extensaspropiedades de la United Fruit Company en el sur dePuntarenas, donde miles de precaristas –muchos deellos antiguos trabajadores de la Compañía quienes,aunque proletarizados, nunca habían perdido la espe-ranza de convertirse en dueños de pequeñas propieda-des– se trasladaron y convirtieron en fincas de campe-sinos las plantaciones bananeras abandonadas. Elsociólogo Carlos Rafael Rodríguez Solera se refiere asía esta región: “Ahí donde se producía para la exporta-ción, se produce ahora para el autoconsumo; donde seutilizaban tractores, se usan ahora arados de palo ydonde se concentraban las grandes masas proletariasno encontramos más que productores campesinos”(1992, 211).

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La investigación de Rodríguez Solera, inevitable-mente basada en los datos de los censos, es una de lascontribuciones empíricas más detalladas al debate so-bre el futuro del campesinado.11 Si bien centrarse enCosta Rica puede llamar poco la atención en México,que todavía ocupa el primer plano en el debate, estecuidadoso estudio llega a varias conclusiones de consi-derable importancia aquí. Lo más importante de todoes que Rodríguez Solera sugiere que los procesos de“descampesinización” y de “recampesinización” se es-tán dando al mismo tiempo en diferentes zonas delpaís, a menudo adyacentes. Si la tendencia general erade descampenización durante el período de 1950-1973, esta “se detiene por completo para 1984, comoresultado de la crisis [económica]”. Más aún, si bien larelativa importancia del campesinado en la poblacióneconómicamente activa disminuyó durante el período1950-1984, su tamaño absoluto siguió creciendo (Ro-dríguez Solera 1992, 200). Para Costa Rica, así comopara el México de Gustavo Esteva, los campesinos“existen y su número aumenta a diario”.12

¿Cuáles aspectos de la producción campesina, dela sociedad agraria, o de la economía más en generalexplican esta mezcla dinámica de procesos y tenden-cias contradictorias? Al tratar de contestar esta pre-gunta, es útil distinguir entre dos grupos generales alinterior del campesinado con tierras. Siguiendo al eco-nomista Alain de Janvry y sus colegas, puedo caracte-rizarlos como (1) unidades campesinas capaces de acu-mular capital y competir en la agricultura comercial,aunque el contexto institucional puede no ser muy fa-vorable para ellos, y (2) unidades “subfamiliares” quefuncionan como un “sector de refugio” y cuyo númerovaría de forma inversa al crecimiento económico (deJanvry et al. 1989, 105-6). La supervivencia del primergrupo, que está bien representado en las organizacio-nes campesinas costarricenses, en particular UPANA-CIONAL, depende no solo de condiciones de mercado

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favorables, sino de la creación de un “contexto institu-cional” más propicio; de hecho, esto ha sido un objeti-vo importante de los movimientos analizados en estelibro.13 El segundo grupo “de refugio” tiende a ampliar-se y contraerse, dependiendo de la disponibilidad deotras opciones. La descripción de los economistas diríaque estos campesinos tienen que calcular las ventajasentre el posible ingreso generado con sus parcelas y elcosto de oportunidad de su mano de obra. Sin embar-go, esta invocación a un homo economicus fríamentecalculador oculta dimensiones culturales, psicológicas,e incluso económicas del problema mucho más com-plejas. En la Costa Rica contemporánea, al igual queen otras épocas y otros lugares (cf. A. Bartra 1985, 13),la falta de estabilidad del empleo asalariado mantienevivas y fortalece las aspiraciones del campesino. Losmigrantes campesinos y los descendientes de clase tra-bajadora y en el sector informal de padres o abueloscampesinos que tienen una posición insegura y a per-petuidad subordinada en el mercado de mano de obraurbana, tienen menos posibilidades de desarrollar unaconciencia proletaria que de soñar con la autosuficien-cia y autonomía que, con o sin razón, creen que en al-gún momento disfrutaron sus antepasados. Hasta queel modelo de desarrollo de Costa Rica demuestre quepuede ofrecer a estas personas empleo permanente consalarios adecuados, o una inserción estable y produc-tiva en el sector informal urbano, durante las contrac-ciones económicas sus sueños se centrarán, al menosa menudo, en la tierra y en el campo (cf. Hewitt de Al-cántara 1984, 191).14

Especificidad cultural y la barbarie del libre mercado

En la introducción y en varias otras partes deltexto, he expresado mi punto de vista de que el ajuste

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estructural económico, representado típicamente comoun efecto de fuerzas globales todopoderosas e inexora-bles que homogenizan todo a su paso, se puede enten-der mejor como un profundo proceso “cultural” de con-tención entre sectores dominantes y populares (y susrespectivos aliados, en el país y en el extranjero). Inclu-so un examen breve de la transición de Costa Rica en-tre una economía estatista y una de libre mercado, su-giere que hablar de la imposición de un único modeloneoliberal y uniforme presenta numerosos problemas.El trato indulgente del país a manos de las institucio-nes financieras internacionales y de cooperación, supersistente y continua imposibilidad de cumplir metasmacroeconómicas claves (sobre todo en la reduccióndel déficit fiscal), la adopción entusiasta por parte de laelite de la ideología del libre mercado y los esfuerzos encurso –si bien inconsistentes e inadecuados– paramantener algunos aspectos del Estado de bienestar,sugieren especificidades que requieren explicación. Enalguna medida, he tratado de esbozar los aspectos re-levantes del contexto histórico y político en el Capí-tulo 1. Aquí solo mencionaré de nuevo algunos de lospuntos principales.

La política de ajuste estructural económico –y, másen general, las transiciones al libre mercado– con de-masiada frecuencia se presenta como una secuenciafría de negociaciones a alto nivel y de cambios de polí-ticas seguidos de una conducta puramente reactivapor parte de los sectores populares. Este panorama ca-rece de al menos tres tipos de variaciones sorprenden-tes: (1) las exigencias específicas que las institucionesfinancieras internacionales plantean a los diferentespaíses y la aplicación inconsistente de esas exigencias;(2) las políticas específicas que ponen en práctica losgobiernos en su esfuerzo por cumplir (o dar la aparien-cia de tratar de cumplir) esas exigencias (por ejemplo,cuando negocian sobre la forma de reducir el déficitpresupuestario ¿ofrecen recortar primero el gasto en lasfuerzas de seguridad, el mantenimiento de carreteras, o

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en la educación primaria?); y (3) las diversas prácticaspolíticas de los sectores populares y medios, los cuales,como hemos visto, dependen en gran medida de prolon-gadas experiencias históricas de lucha y de tipos de pre-misas muy específicas sobre las posibilidades políticas.

Es importante tener en mente que los Estados –yno solo las personas que forman movimientos sociales–tienen “repertorios para la acción” (para usar el térmi-no sugerente de Tilly [1984, 307]). Los movimientoscampesinos costarricenses bien pueden bloquear unaavenida o una carretera pero no quemando llantas deautomóviles viejas (como podría ocurrir en México) niconstruyendo barricadas defendibles de piedra (comopodría ocurrir en Nicaragua); pueden poner un anun-cio en un periódico, pero es poco probable que organi-cen una campaña para que los ciudadanos escribancartas a los gobernantes (como podría ocurrir en losEstados Unidos). De manera similar, el Estado costa-rricense –en gran medida desmilitarizado y con unlegado de reformismo– bien podría amenazar con des-pejar una calle o un camino bloqueado usando gaseslacrimógenos e incluso bastones, pero utilizar mangue-ras para incendios o balas de salva –implementos queno se incluyen en su paquete normal de represión–sería algo sumamente inusual (aunque, en raras oca-siones, las fuerzas de seguridad costarricenses handisparado contra precaristas durante los desalojos[Edelman 1992, 259]). Ambos bandos ponen en lapalestra expectativas y prácticas desarrolladas a travésde la historia y no solo como producto de “oportunida-des políticas” o coyunturas especiales. La hoy extensabibliografía (por ejemplo Brocket 1991; Tarrow 1994)que ve las “oportunidades políticas” como elementocentral para la formación de movimientos sociales,apunta con razón hacia la importancia crítica que tie-nen los momentos de vulnerabilidad del Estado o delas elites. Pero para que se concrete o incluso se reco-nozca este potencial, los organizadores de las bases yatienen que estar ocupando su lugar o, como alternativa,

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tienen que surgir rápidamente; en cualquier caso, tie-nen que llevar a cabo un intenso análisis y trabajarmucho. Y las “oportunidades” se pueden perder, comohemos visto, si los organizadores no logran conmover ymovilizar a los posibles participantes en el movimientoy conseguir que reaccionen.

El ajuste estructural económico también ha tenidorasgos culturales específicos, porque la reproducciónde las diferencias –y no solo la homogenización de lasdiferencias– es un aspecto crucial del capitalismo con-temporáneo. Esto no significa atribuirle ningún tipo demediación teleológica o de volición a un capitalismoabstracto sino tan solo señalar, como lo han hechootros con mucho más detalle (por ejemplo Castells1996, 106-15), que las desigualdades de espacio y cla-se, si bien cambian de forma continua, son un rasgonecesario de la globalización. Para una Costa Rica re-lativamente próspera según los estándares centroame-ricanos tener una Nicaragua empobrecida como vecinasuministra una fuente inmediata de mano de obra nocalificada y barata para las florecientes industrias delturismo y el banano. Esto por cuanto los consumido-res en los países ricos, las maquiladoras centroameri-canas –esas “fábricas satánicas” contemporáneas (pa-ra citar la famosa descripción de Polanyi [1944] de lasindustrias de textiles en Inglaterra a inicios del sigloXIX)– producen enormes cantidades de ropa de moda aprecios asequibles. Nuestra ropa, nuestros postres tro-picales y mucho más, son productos de esta desigual-dad en la economía mundial así como del sudor de pe-queños y grandes productores y de sus trabajadoresasalariados. Del mismo modo, las luchas locales y na-cionales tienen “reglas del juego” y jugadores diferen-tes cuya experiencia histórica e individual alimenta suimaginación política, sus ideas y sus prácticas. Estasparticularidades continúan conformando la reproduc-ción de pequeños espacios, tales como el antiguo “pro-yecto piloto” llamado Costa Rica.

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Consideraciones finales

La “invención” de los “campesinos” es uno de loselementos curiosos de la bibliografía antropológica re-ciente sobre las sociedades agrarias. ¿“Inventó” o “en-gendró” la antropología al “campesino”, como afirmaMichael Kearney? ¿Lo hizo la guerra fría (como tam-bién insiste)? ¿“Inventó” la burguesía mexicana (o cual-quier otra de mentalidad “populista”) el campesinadomexicano, como sostenía Roger Bartra en la década de1970? ¿Crearon los comunistas de Mao Tse-Tung los“campesinos” atrasados a partir de personas anterior-mente llamadas “agricultores” con el fin de subrayarlas maldades de la sociedad pre-revolucionaria, tal ycomo lo sostiene el estudioso de China Myron Cohen(1993)? Estas conjeturas indican que, en muchas par-tes del mundo, el término sigue teniendo una intensacarga política, incluso a finales del siglo XX. Tambiénsugieren que los científicos sociales se atribuyen a símismos y al ámbito de la política, en las altas esferas,un grado importante de poder de mediación.

Para los pobres rurales, al menos en la Costa Ricacontemporánea, la afirmación de que los campesinosson una invención de una fuerza distante e invisible delas clases altas o de antropólogos extranjeros, causaasombro y perplejidad o, a veces, hilaridad. En su obraPig Earth, una alabanza lírica a la Francia rural, JohnBerger capta mejor que muchos de los teóricos que en-contramos en las páginas anteriores, los dilemas cen-trales de un grupo social que lucha por reinventarse encada generación.

El campesinado en todas partes –dice ese autor– puededefinirse como una clase de sobrevivientes... La palabrasobreviviente tiene dos significados. Denota a alguienque ha superado una prueba, y también denota unapersona que ha seguido viviendo cuando otros desapa-recieron o perecieron (1992, xi, xiv).

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Frente a la mano invisible del mercado, los cam-pesinos han tenido que aprender a manejar sus mi-croeconomías a pesar de todos los economistas quelos rodean.15 Este manejo –esta reinvención– se da eninteracciones complejas y dinámicas con todos loselementos que tradicionalmente han afectado la su-pervivencia –suelos, agua, semillas, animales, plagas,y patógenos– así como con instituciones estatales ybancos, grupos de otros sectores sociales, la econo-mía informal urbana, la prensa, agitadores externos,ONG extranjeras y también con sus “propias” organi-zaciones y dirigentes y, a veces, a pesar de ellos. Laapreciación de Berger sobre cómo ven los pobres ru-rales lo que está por venir, es tan actual en la CostaRica de la década de 1990 como lo era en Francia tresdécadas antes:

¿Qué piensan los campesinos sobre el futuro? Dado quesu trabajo incluye intervenir en un proceso orgánico oayudar en él, la mayoría de sus acciones son orientadashacia el futuro. Sembrar un árbol es un ejemplo obvio,pero igualmente lo es ordeñar una vaca: la leche es pa-ra hacer queso o mantequilla. Todo lo que hacen lo ha-cen anticipando otras acciones, y por lo tanto nunca seacaba. Ven este futuro, al cual están obligados a some-ter sus acciones, como una serie de emboscadas. Em-boscadas de riesgos y peligros (1992, xvii).

Es esta combinación de acción y visión orientadaal futuro, tan diferente de las concepciones de los po-bres desde la perspectiva de “cultura de la pobreza” yla de “post campesinado”, lo que hace que esta seauna historia que todavía no tiene una conclusión. Ensus organizaciones, en sus sueños de autonomía yseguridad, en sus labores físicas a menudo en extre-mo dolorosas, en sus protestas y negociaciones, loscampesinos de Costa Rica tienen la mira puesta en lasupervivencia y, así lo esperan, en una supervivenciacon dignidad. Muchos de los riesgos y peligros lostienen muy claros, pero también saben que habrá

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muchas emboscadas imprevistas. Fortalecerse parasoportar este ataque es de lo que se trata la actividaddiaria, un proceso de reinventarse constantemente ensituaciones nuevas, naturales y fabricadas por el serhumano. Significa además asegurarse en mayor o me-nor medida –según siguen proclamándolo los campe-sinos en la Asamblea Legislativa y en la Casa Presi-dencial, en el Ministerio de Agricultura y en el BancoCentral– que: “¡No nos arrebatarán el futuro!”

Notas

1 Existe una reticencia similar en torno a los movimientosque fallan o mueren. De hecho, el éxito es a veces un cri-terio para enmarcar el objeto de estudio. El autor de un es-tudio excelente sobre la organización de las mujeres en elcontinente americano acepta que: “los movimientos selec-cionados fueron… incluidos porque lograron con relativoéxito algunas de las metas que se habían propuesto. Sibien es igualmente importante estudiar los movimientosque fracasan y por qué lo hacen, se ha escrito relativamen-te poco sobre la organización infructuosa de las mujeres”(Stephen 1997,4).

2 La creación de un campesino atemporal, deshistorizado yexótico, ha sido tema constante desde el inicio de los estu-dios antropológicos del campesinado. Robert Redfield, porejemplo, famoso por su retrato de 1930 del orden social idí-lico y solidario en Tepotzlán, nunca informó en su obra pu-blicada que se había visto obligado a evacuar a su familiadel pueblo después de una balacera entre los “bolchevi-ques” locales y los “cristeros” (Godoy 1978, 66-70).

3 En forma un tanto contradictoria, Kearney afirma en otraparte que “el campesino” era un constructo discursivo “pro-pio del período posterior [sic] a la Guerra Fría [cuando] lacontención del comunismo se convirtió en gran medida enla contención de masas de gente rural” (1996, 35). Curio-samente, esta afirmación de que “el campesino” es una “in-vención” [posterior?] a la Guerra Fría se presenta casi en lamisma oración en que se afirma que la antropología (enparticular Redfield, cuyas obras clave anteceden el inicio de

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la Guerra Fría en al menos quince o más años) “inventó elcampesino”. Estas afirmaciones incompatibles no van acom-pañadas de ningún abordaje de la teorización de los “campe-sinos” como sujetos revolucionarios que hacen escritores tandiversos como Mao Tse-tung y Gerrit Huizer (1973).

4 La genealogía intelectual de estas ideas es sustancialmen-te más antigua de lo que indica Kearney (tal como es elcaso en muchos estudios de la historia del pensamientoinfluenciados por la tendencia del posmodernismo a encon-trar algo novedoso a la vuelta de cada esquina). Por ejem-plo, el argumento de Kearney hace eco de un número deideas articuladas, entre otros, por Lambros Comitas en losaños 60 (1973 [1964]), y Arturo Warman (1970) y AnthonyLeeds (1977) en los 70. Es simplemente incorrecto decirque hubo un “reconocimiento tardío en la antropología delgrado e importancia de las actividades económicas infor-males en las comunidades ‘campesinas’ y ‘proletarias’”(Kearney 1996, 62).

5 La insistencia de Kearney en ese punto parece surgir de suinvestigación sobre Oaxaca, México, con personas que teníanaltos niveles de migración hacia Estados Unidos y para quie-nes una identidad indígena (y no simplemente campesina)todavía es relevante. Sin embargo, imponer la experiencia deesta región al resto de la América Latina rural y mucho me-nos a Asia o África, presenta dificultades importantes.

6 En otras palabras, “campesino”es por ende una “identi-dad” más que simplemente un “papel”, distinción que seperdió o se borró en gran parte de la bibliografía sobre losprimeros estudios campesinos. “En términos sencillos,”como lo dice Manuel Castells (1997, 7) “las identidades or-ganizan el significado en tanto los papeles o roles organi-zan las funciones”.

7 Mi argumento aquí se deriva en parte de la observación dela caída de UPAGRA después de que purgó a Carlos Cam-pos y la caída similar en UCADEGUA después de queWilson Campos, su fundador y dirigente más prominente,saliera durante varios años para dirigir una red centroame-ricana de organizaciones campesinas (Edelman 1998a).

8 También es necesario reconocer que la afirmación del valor de“lo campesino”, en este caso y en otros, con frecuencia ocul-ta una premisa no expresada: que las mujeres son excluidasde la designación o incluidas en formas subordinadas (ver

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Capítulo 4 y Apéndice). Tanto los que son sujetos de laafirmación como los que no la poseen, así como quienesparticipan en el debate, en su mayoría tienden a ser exclu-sivamente hombres.

9 Resúmenes excelentes de este debate, desde posicionesopuestas, se encuentran en Feder (1977, 1978) y Hewitt deAlcántara (1984, Cap. 5); el primero se consideraba a símismo como descampesinista, en tanto la segunda simpa-tiza con los campesinistas.

10 Teóricos de diversas afiliaciones con frecuencia sobresti-man la atracción de la agricultura para el capital (J.Berger1992; Edelman 1992). Esto se hace cada vez más relevan-te en la economía globalizada de los años noventas con lacreciente separación entre capital y producción (Castells1996).

11 Las objeciones que plantea Warman (1980, 173-74) al usoacrítico de datos de censos para analizar el contexto me-xicano son casi de seguro relevantes también para CostaRica. Sin embargo, hay pocas alternativas para el tipo deestudio global intentado por Rodríguez Solera para CostaRica o por Feder para México. En vista de que, según loseñala Warman, los censos agropecuarios tienden a sub-estimar el grado del acceso a la tierra que de facto tienenlas personas rurales, es aún más sorprendente que RodríguezSolera descubriera que el proceso de descampesinizaciónse revirtió en Costa Rica en la década de 1980. Aún así, locierto es que demasiado pocos científicos sociales se handetenido a tomar en consideración los temas epistemoló-gicos que subyacen el uso de este tipo de datos (ver Edelmany Seligson 1994).

12 Rodríguez estima que “entre 1950 y 1984 la proporción decampesinos en la P.E.A. [población económicamente activa]agrícola bajó 7 puntos porcentuales; aproximadamente0.2% al año. De mantenerse este ritmo, harían falta 220años para que el campesinado desapareciera por completo”(1992, 211). Sin embargo, incluso este cálculo no toma encuenta el aumento del tamaño absoluto del campesinadoen el período para el cual estaba disponible la informacióndel censo.

13 Sin embargo, De Janvry et al. no siempre llegan a conclu-siones del todo exactas a partir de sus descripciones deestos dos grupos. Al referirse al campesinado orientado

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comercialmente, dicen que “el motor del bienestar econó-mico de estos campesinos es...la demanda efectiva de bie-nes-salario en la economía; su nivel de bienestar es la ima-gen de aquel de la población urbana” (de Janvry et al. 1989,106, énfasis añadido). Curiosamente, esta aseveración pa-sa por alto la lucha incesante en torno a los términos deintercambio entre los sectores rural y urbano, o agrícola yno agrícola. Como resumía el líder de UPANACIONALGuido Vargas, sobre este eterno problema: “hemos visto ladiscriminación en lo referente al Sustitución de Importacio-nes, donde soportamos grandes subsidios a la industria,donde existió una canasta básica fijada que nos perjudicóenormemente y que todavía, aunque se habla de apertu-ra y globalización, no ha existido capacidad para cambiarel paradigma y nos siguen hablando de precios fijadospara nuestros productos y nos siguen hablando de libreentrada, pero con salida condicionada para no causar de-sabasto” (Vargas Artavia 1997, 15-16).

14 Otro factor que contribuye al proceso de recampesinizaciónes el ingreso masivo de nicaragüenses empobrecidos aCosta Rica. Estos inmigrantes, con frecuencia indocumen-tados, han jugado un papel directo en el proceso de recam-pesinización y además casi han monopolizado varias líneasdel empleo en el sector informal urbano, obligando así a unnúmero no determinado de los costarricenses más pobresa tratar de sobrevivir en el campo.

15 Aquí parafraseo al activista campesino nicaragüense Sinfo-riano Cáceres, entrevistado en 1994 (Edelman 1994b, 33).

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ANEXO

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Perspectiva del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica en torno a las organizaciones de agricultores en 1988

Este documento secreto, el cual fue suministradoen al autor bajo la misma condición por un funciona-rio del gobierno del PUSC que llegó al poder en 1990,da una idea de las posibilidades de espionaje y de laspreocupaciones ideológicas que tiene un Estado por logeneral considerado como ultra-democrático. Durantelos movimientos rurales de 1988 descritos en los Ca-pítulos 3 y 4, las fuerzas de seguridad costarricensesllevaron a cabo una amplia labor secreta y clasificaronnumerosas organizaciones de agricultores, utilizandotérminos bastante jocosos, según su orientación polí-tica, número de miembros, así como la “amenaza” realo potencial que cada una representaba para el Esta-do. El Ministerio de Seguridad Pública posteriormen-te le suministró este material al Ministro de Agricul-tura, José María Figueres, quien frecuentemente teníaque viajar a las diferentes zonas rurales y reunirsecon líderes de las organizaciones de campesinos. Eldocumento también da una idea de la enorme varie-dad de organizaciones campesinas que había en 1988.Las mujeres estaban ausentes casi por completo enlos niveles de liderazgo de los grupos; varias organiza-ciones, en especial cooperativas, aparecen lideradaspor individuos con título universitario (licenciados,abreviado como Lic. y agrónomos, indicado comoIng.); algunos aparecen como líderes de más de unaorganización.

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Los autores del documento cometieron varios erro-res de fondo y de forma. No me tomé la molestia de in-dicarlos, aunque corregí algunos errores tipográficosque aparecen en el original. Algunas organizaciones,generalmente cooperativas o sucursales locales de lascámaras nacionales de productores, se encuentran enla lista, pero pareciera que no se buscó informaciónseria sobre ellas. La indicación frecuente “N.D.” (“nohay datos”) aparece en el original. ASPPAS, la cual seanaliza en los Capítulos 3-5, aparece de primera en eldocumento original, lo cual quizás sugiera que era ob-jeto de especial preocupación en esa época. Los gru-pos de la Zona Atlántica que también preocupaban alos Ministerios de Seguridad y Agricultura se enume-ran al final.

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ICA

CIÓ

NLA

QU

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QU

E P

AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

DIR

EC

CIÓ

N R

EG

ION

AL P

AC

ÍFIC

O S

EC

O

SA

NTA

CR

UZ

Aso

ciaci

ón d

e S

an

ta C

ruz

San

ta C

ruz

Marc

os1500

Cob

rar

las

N.D

.U

.N.S

.A.

Su

rge

Arr

oz M

aíz

N.D

.E

l /lo

s lider

es

Pro

bable

men

te,

el

peq

ueñ

os

Ram

írez

pér

did

as

por

reci

ente

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teFri

jol

bu

scan

un

alíder

rec

ibe

apoy

o agr

icu

ltor

es d

e m

aíz

, fr

ijol

por

el

inte

rés

con

solidaci

ón d

eec

onóm

ico

adic

ion

al.

San

ta C

ruz

y arr

oz.

de

cobra

r la

s la

org

an

izaci

ónpér

did

as

du

ran

te

de

base

más

el p

erío

do

87-8

8per

man

ente

.

Sin

dic

ato

de

San

ta C

ruz

San

ta C

ruz

Fra

nci

sco

N.D

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úsq

ued

a d

eN

.D.

N.D

.La n

eces

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eN

.D.

N.D

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pes

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del

La p

roble

máti

ca p

orT

rabaja

dor

es

Góm

ezti

erra

yti

erra

yes

fuer

zo y

la

ello

s en

fren

tada e

sS

an

ta C

ruz

de

fin

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ciam

ien

tofin

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ciam

ien

toge

stió

n r

ealiza

da,

real

y se

des

con

ocen

Gu

an

aca

ste

para

pro

du

cció

nn

o h

an

pod

ido

met

as

más

allá d

e su

s (S

INTR

AG

)agr

opec

uari

a.

sati

sface

r su

s ob

jeti

vos.

nec

esid

ades

.

Con

feder

aci

ón

San

Jos

é S

an

ta C

ruz

Jos

é J.

400

La a

dqu

isic

ión

N.D

.N

.D.

La a

dqu

isic

ión

N.D

.N

.D.

Agl

uti

na g

rupos

El

pro

ble

ma q

ue

da

Au

tén

tica

de

Nic

oya

Mel

éndez

de

tier

rade

tier

ra p

ara

de

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.Cru

z y

asi

der

o al

sin

dic

ato

Tra

baja

dor

es

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rodu

cció

nN

icoy

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ale

s co

mo

es r

eal.

Dem

ocrá

tico

s agr

opec

uari

aA

soc.

De

Peq

.(C

ATD

)A

gric

. D

e N

icoy

a,

Ort

ega.

27 d

e A

bri

l,

San

Jos

é de

la

Mon

tañ

a,

Talo

lin

ga,

Hu

aca

s y

Caim

ital.

FE

STA

NO

Naci

onal

Cart

age

na

Carl

os L

.150

Obte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.La a

dqu

isis

ión

N.D

.N

.D.

A n

ivel

loc

al

esE

l or

igen

y l

aS

an

ta C

ruz

Adre

net

o ti

erra

sde

tier

ra p

ara

un

a o

rgan

izaci

ónju

stific

aci

ón d

e su

Fra

nci

sco

la p

rodu

cció

npoc

o din

ám

ica.

exis

ten

cia e

s re

al.

Cor

tés

C.

agr

opec

uari

a

UPA

LA

En

for

maci

ónU

pala

Upala

Ped

ro

N.D

.La p

rodu

cció

nN

.D.

N.D

.A

glu

tin

ar

todas

N.D

.N

.D.

For

mar

un

fre

nte

El

líder

ext

ern

oA

lvare

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ala

s fu

erza

s del

con

en

tod

o el

m

ás

con

ocid

o es

Era

smo

Can

tón

en

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Can

tín

Carl

os C

am

pos

.A

ragó

n.

cam

po

de

la

pro

du

cció

n

Anexo 379

Page 388: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

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RA

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UB

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SSU

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OB

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CIO

NE

S**

OB

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CIO

NE

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EN

CIA

AFIL

IA-

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LÍT

ICA

CIÓ

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QU

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QU

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AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

FIL

AD

ELFIA

Gru

po

Filadel

fia

Filadel

fia

No

hay

125

Pago

de

N.D

.N

.D.

Apoy

o para

N.D

.N

.D.

La o

rgan

izaci

ónT

ien

e ca

ráct

erA

gric

ult

ores

A

mbos

pér

did

as

det

erm

inar

las

de

esto

s gr

upos

es

tem

por

al

y n

ode

Bel

én,

Gru

pos

pér

did

as

87-8

8en

coo

rdin

aci

ónti

ene

rela

ción

con

Agr

icu

ltor

es d

eco

n e

l M

AG

gru

pos

de

San

Bla

sor

gan

izaci

ones

.

Ofici

na d

el A

rroz

.

Cám

ara

de

Pro

du

ctor

es d

e C

a

Cám

ara

Naci

onal

de

Gra

nos

Bási

cos

DIR

EC

CIÓ

N R

EG

ION

AL P

AC

ÍFIC

O C

EN

TR

AL

GA

RA

BIT

OC

am

pes

de

Idem

.Id

em.

Hu

ber

t 24

Obte

nci

ón

Dem

ocrá

t.N

.D.

Obte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.Pla

ya H

erm

osa

Madri

gal

de

tier

ras.

tier

ras.

y G

ara

bit

o

Gru

po

de

Gara

bit

oG

ara

bit

oN

.D.

32

Obte

nci

ónN

.D.

N.D

.O

bte

nci

ónC

am

pes

inos

de

de

tier

ras.

de

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ras.

Gara

bit

o Q

ueb

rada

Am

ari

lla

SA

N M

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EO

UN

AS

AM

AS

n.

Mate

oO

ricu

ajo

Jor

ge18

Con

secu

ción

N.D

.N

.D.

Obte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.S

e re

ún

en e

n e

lE

l líder

es

de

Labra

dor

Rod

rígu

ezcr

édit

ocr

édit

oS

aló

n C

omu

nal

de

ten

den

cia

Jes

ús

Marí

aiz

qu

ierd

ista

.

Gru

po

de

Sn

. M

ate

oO

ricu

ajo

Fer

nan

do

12

Org

an

izaci

ónD

emoc

rát.

N.D

.O

bte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.S

e re

ún

en e

n e

llo

s 12

Labra

dor

Her

rera

para

el

créd

ito

créd

ito

Saló

n C

omu

nal

de

Jes

ús

Marí

a

Aso

ciaci

ón d

e S

n.

Mate

oLabra

dor

Ela

dio

19

Org

an

izaci

ónD

emoc

rát.

N.D

.O

rgan

izaci

ónS

e re

ún

en e

n e

lPeq

. Pro

d.

de

Um

apara

el

créd

ito,

para

el

créd

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Saló

n C

omu

nal

Labra

dor

.vi

vien

da y

vi

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da y

de

Labra

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.se

rv.

Bási

cos.

serv

icio

s B

ási

cos.

Em

pre

sa

Sn

. M

ate

oJes

ús

Marí

a

Ju

lio

21

Org

an

izaci

ónD

emoc

rát.

N.D

.O

rgan

izaci

ónN

.D.

N.D

.S

e re

ún

en e

n l

aA

uto

gest

ion

ari

a

Alfaro

para

la

para

la

Fin

ca P

ozo

Azu

lC

am

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ina

Sib

aja

pro

du

cció

n y

pro

du

cció

n y

los

mié

rcol

es.

Poz

o A

zul

com

erci

aliza

ción

.co

mer

cializa

ción

.

380 Campesinos contra la globalización

Page 389: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

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CIO

NE

S**

OB

SE

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CIO

NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

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ICA

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QU

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QU

E P

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-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

CH

OM

ES

Aso

c. d

e Peq

. Pu

nta

ren

as

Sard

inal

Efr

aín

144

Com

pra

-D

erec

ha

N.D

.C

ompra

yN

.D.

N.D

.In

teré

s del

Alg

ún

in

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sPro

d.

de

la

Gu

aci

mal

Ram

írez

dis

trib

uci

óndis

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uci

óndu

eño

por

de

Inst

itu

cion

esZon

a N

orte

Pit

ah

aya

Gari

tade

tier

rade

la H

aci

enda

ven

der

.G

uber

nam

enta

les

de

Pu

nta

ren

as

El

Rob

le

Her

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Cru

zS

an

Marc

osIn

volu

cradas

San

R.

de

(sec

un

dari

o)S

ard

inal

Ram

ón C

ast

ro(s

ecu

ndari

o)

Com

ité

Pu

nta

ren

as

Aban

gari

tos

Orl

an

do

40

Gen

erar

fuen

tes

Dem

ocrá

t.N

.D.

Des

arr

ollo

de

N.D

.N

.D.

Poc

as

Gru

po

dem

ocrá

tico

Com

un

al

de

Man

zan

illo

Jim

énez

de

emple

odos

pro

yect

ospos

ibilid

ades

por

com

pu

esto

por

peq

. A

ban

gari

tos

Coy

olit

o C

. M

endoz

apro

du

ctiv

os:

mala

org

an

izaci

ónagr

ic. peo

nes

de

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cas

de

Pája

ros

Dom

ingo

C

ría d

e C

am

aró

ny

poc

o in

teré

s.ga

nad.

Y a

lgu

nos

R

ojas

y co

mpra

- pes

cador

es.

Arn

ulfo

dis

trib

uci

ón.

Jim

énez

Fin

ca E

l M

endoz

aC

imarr

ín d

e la

B

aju

ra.

MO

NT

EV

ER

DE

Com

ité

de

Pu

nta

ren

as

La C

ruz

Her

nán

N.D

.D

iver

sifica

r la

Dem

ocrá

t.N

.D.

Cre

ar

más

N.D

.N

.D.

Pre

sen

tan

A

gr.

De

Sta

C

ati

tas

Bre

nes

pro

du

cció

nfu

ente

s de

pro

ble

mas

Ele

na d

e S

an

Bos

coJim

my

emple

o y

para

rde

rieg

o, v

ías

Mon

teve

rde.

Alv

ara

do

la i

nm

igra

ción

.de

com

un

ic.

yC

arl

os

tran

spor

teA

barc

a

San

Lu

is

Pu

nta

ren

as

San

Lu

is d

eG

ilber

tN

.D.

Des

arr

ollo

Dem

ocrá

t.N

.D.

Log

rar

un

aN

.D.

N.D

.T

ien

en n

eces

idad

en m

arc

ha

Mon

teve

rde

Lob

o de

Zon

am

ejor

rel

aci

ónde

com

pra

de

Nava

rro

soci

al

tier

ra,

vías

de

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Bre

nes

co

mu

nic

. y

C.

(sec

un

d.)

elec

trific

aci

ón.

PA

QU

ER

AA

soc.

Agr

op.

Pu

nta

ren

as

Ase

nta

mie

nto

Edu

ard

oN

.D.

Des

arr

ollo

de

Soc

ial

N.D

.S

olu

cion

ar

N.D

.N

.D.

El

gru

po

está

de

Agr

icu

lt.

Río

Gra

nde

Cu

ber

o V

.pro

yect

osD

emoc

rát.

pro

ble

mas

de

con

form

ado

por

Pro

y. R

ío

agr

ícol

as

rieg

o, a

gua

peq

ueñ

osG

ran

de

pot

able

, ca

min

os

agr

icu

ltor

esy

créd

ito.

CO

OPE

-Pu

nta

ren

as

La Z

ona

Her

nán

N.D

.M

ejor

ar

el

Soc

ial

N.D

.Fom

enta

r el

Fru

tas

N.D

.Pre

sen

tan

E

l gr

upo

está

PA

QU

ER

A R

.L.

Pen

insu

lar

Gu

ido

niv

el d

e D

emoc

rát.

mov

imie

nto

Gan

ader

.pro

ble

mas

con

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ado

por

C

ruz

ingr

esos

coop

erati

vo.

de

capit

al

de

peq

ueñ

ostr

abajo

.agr

icu

ltor

es.

Anexo 381

Page 390: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

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NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

NLA

QU

E

QU

E P

AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

CO

OTR

A-

Pu

nta

ren

as

Pu

nta

Leo

na

Vic

tor

Ml.

N.D

.M

ejor

ar

el

Soc

ial

N.D

.B

rin

dar

al

Pes

caN

.D.

Se

pla

nte

an

PA

QU

ER

Ade

Paqu

era

Barb

oza

niv

el d

eD

emoc

rát.

pes

cador

mej

orel

imin

ar

a l

osh

ast

a C

abu

ya

ingr

esos

.se

rvic

io y

inte

rmed

iari

osde

Cób

an

o.m

ejor

pre

cio.

Aso

ciaci

ón

Pu

nta

ren

as

Pen

ínsu

laA

lbin

N.D

.E

xpor

taci

ónS

ocia

lN

.D.

Elim

inar

a l

osM

an

goN

.D.

Pie

nsa

n e

xpor

tar

Peq

ueñ

os y

med

ian

osde

fru

ticu

ltor

es

de

Nic

oya

Jim

énez

fru

taD

emoc

rát.

inte

rmed

iari

osdir

ecta

men

tepro

du

ctor

esde

Paqu

era

Jim

énez

(AS

OFR

UTA

)

ESPA

RZA

Un

ión

de

Pu

nta

ren

as

Oro

tin

aE

lpid

ioN

.D.

Sol

uci

onar

N.D

.N

.D.

Sol

uci

onar

N.D

.N

.D.

La p

art

icip

aci

ónN

o pos

er l

íder

Cam

pes

inos

A

vila

pro

ble

mas

pro

ble

mas

del

MA

G e

s de

secu

ndari

o por

se

un

Oro

tin

ense

s de

soci

osde

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osvi

tal

impor

tan

cia

gru

po

hom

ogén

eo.

(UC

AM

PO

)para

la s

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cion

de

los

pro

ble

mas

Aso

c. d

e Pro

d.

Pu

nta

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Esp

arz

aJu

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N.D

.B

úsq

ued

a d

eN

.D.

N.D

.A

seso

ría t

écn

ica

Man

goN

.D.

El

MA

G d

ebe

de

man

go d

el

Ara

yam

ejor

esy

pla

nific

aci

ónn

ombra

r a u

nPac.

Cen

tral

Ing.

Olm

an

alt

ern

ati

vas

áre

as

de

siem

bra

espec

ialist

a a

Qu

esada

de

tiem

po

com

ple

to.

(sec

un

)co

mer

cializa

ción

Aso

c. d

e Pro

d.

Pu

nta

ren

as

Lagu

nilla

sLu

is A

.N

.D.

Sol

uci

onar

N.D

.N

.D.

Sol

uci

onar

N.D

.N

.D.

Se

cree

qu

e pro

nto

El

MA

G l

es p

ued

e de

Lagu

nilla

s.B

enavi

dea

pro

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mas

de

pro

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mas

se u

nir

á a

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ayu

dar

en e

l ca

mpo

soci

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osU

CA

MPO

de

la a

gric

ult

ura

.

MO

NT

ES D

E O

RO

Coo

pel

ago

s R

.L.

Pu

nta

ren

as

Mon

tes

Leo

nel

14

Pro

du

cció

nN

.D.

N.D

.C

ooper

ati

vaca

fé,

96 H

aC

ompu

esta

por

de

Oro

Sib

aja

agr

ícol

aau

toge

stio

nari

aca

rdom

omo,

peq

ueñ

osG

erard

o m

aca

dam

ia,

agr

icu

ltor

esS

olan

oh

orta

liza

s

U.T

.A.C

.A.

Pu

nta

ren

as

Ced

ral

Efr

aín

37

Com

pra

de

N.D

.N

.D.

Com

pra

de

Fru

tale

sN

.D.

Peq

ueñ

osS

e des

con

oce

el

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ran

cibia

Ram

írez

ti

erra

su

na f

inca

Café

pro

du

ctor

es c

onta

mañ

o de

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inca

Por

firi

o poc

a o

nin

gun

aqu

e n

eces

itan

.A

zofe

ifa

tier

ra

Aso

c. d

e Pro

d.

Pu

nta

ren

as

Ase

nta

.Ju

an

Jos

é22

Pro

du

cció

nN

.D.

N.D

.E

xplo

taci

ón d

eFor

esta

l1200 H

aFin

an

aci

ados

de

Zapot

al

Zapot

al

Mes

énagr

ícol

afin

ca p

orLec

he

por

la C

EE

IDA

Rafa

el

parc

eler

os.

Fru

tale

sC

ald

erón

Hor

taliza

U.T

.A.M

.Pu

nta

ren

as

Mir

am

ar

Efr

aín

35

Com

pra

de

N.D

.N

.D.

Com

pra

de

B

am

b.

Peq

ueñ

os

Ram

irez

tier

ras

un

a f

inca

Fru

tale

s pro

du

ctor

espara

parc

elar

Café

Ita

bo

382 Campesinos contra la globalización

Page 391: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

NLA

QU

E

QU

E P

AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

Aso

c. d

e Pu

nta

ren

as

Esp

arz

a y

Ing.

Ger

ard

oN

.D.

Ince

nti

var

N.D

.N

.D.

Com

erci

aliza

ción

Mara

tín

350 H

aM

edia

nos

y

Pro

d.

Mara

ñón

Mir

am

ar

Ru

dín

.cu

ltiv

oy

tecn

olog

íagr

an

des

pro

du

ctor

es

Coo

pem

onte

s Pu

nta

ren

as

Mon

t. d

e O

roA

gr.

Vic

tor

N.D

.C

omer

cializ.

N.D

.N

.D.

Com

erci

aliza

ción

Café

500 H

ade

Oro

y A

ran

cibia

Arc

e ca

féde

café

JIC

AR

AL

Com

ité

pro

- C

. B

lan

coJic

ara

lFra

nklin

N.D

.O

bte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.A

ctu

alm

ente

ase

nta

mie

nto

O

ban

do

R.

tier

ras

neg

ocia

n l

aca

mpes

ino

opci

ón d

eagr

icol

aco

mpra

de

fin

ca c

on

Eve

lio

Ben

avi

des

Com

ité

cívi

coJic

ara

lD

istr

ito

Ben

ito

N.D

.Lu

char

N.D

.N

.D.

For

mar

Con

sejo

N.D

.N

.D.

de

Lep

an

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ille

gas

L.

pro

ble

mas

de

Mu

nic

ipal

del

Fco

Her

nán

dez

la

com

un

idad

Dis

trit

oL.

(sec

un

d.)

Cám

ara

de

Dis

trit

o de

Dig

no

N.D

.N

N.D

.N

.D.

N.D

.G

an

ader

íaN

.D.

Med

ian

os y

Gan

ader

os

Jic

ara

lLep

an

toC

hava

rría

S.

gran

des

gan

ad.

Aso

c. d

e Jic

ara

lJic

ara

l y

Fer

nan

do

N.D

.O

bte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.O

bte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.A

ctu

alm

ente

Agr

icu

ltor

es

otro

s ale

dañ

osE

scala

nte

A.

tier

ras

para

ti

erra

s para

neg

ocia

n l

a o

pci

ónpeq

. Pro

du

t.peq

ueñ

os p

rodu

c.de

com

pra

de

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ca

de

Lu

is U

gald

e

Com

ité

de

Cam

aro

nal

Cam

aro

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Lis

ímaco

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.S

e re

ún

e ca

da

des

arr

ollo

(J

icara

l)M

orale

s15 d

ías

en e

lC

am

aro

nal

An

ton

io C

alv

o S

aló

n C

omu

nal

(sec

un

)

Com

ité

pro

- Jic

ara

lD

istr

ito

de

Carl

os L

.N

.D.

Com

erci

aliza

ción

N.D

.N

.D.

Con

solidar

un

Man

goN

.D.

cult

ivo

de

Lep

an

toS

olór

zan

ode

la f

ruta

gru

po

y lu

char

man

goE

velio

por

mer

cado

Her

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dez

se

guro

con

(sec

un

)PIN

DE

CO

Org

. de

Tra

b.

La F

resc

aLa F

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aM

art

inN

.D.

Obte

ción

de

N.D

.N

.D.

Obte

nci

ón d

eN

.D.

N.D

.A

ctu

alm

ente

neg

ocia

nA

gric

. In

dep

. (J

icara

l)Q

uir

ósti

erra

s para

Tie

rras

la o

pci

ón d

e co

mpra

del

can

tón

de

peq

. Pro

du

ct.

de

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ca P

alo

Arc

oPu

nta

ren

as

en l

a Y

Gri

ega d

e N

an

dayu

re

Anexo 383

Page 392: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

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RA

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R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

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CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

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NE

S**

INFLU

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CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

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QU

E

QU

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AR

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IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

Com

ité

Au

xiliar

Jic

ara

lD

istr

ito

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Ale

jan

dro

N.D

.M

ejor

am

ien

toN

.D.

N.D

.B

rin

dar

resp

ald

oN

.D.

N.D

.S

e re

un

e lo

sC

AC

de

Lep

an

toR

odrí

guez

O.

econ

ómic

o de

a p

roye

ctos

pri

mer

os y

ter

cero

sPu

nta

ren

as

Mig

uel

Du

rán

la

zon

aqu

e ben

efic

ian

juev

es d

e ca

da m

esJ.

(sec

un

)a p

rodu

ct.

en l

a a

g. l

ocal

ago

pec

uari

os

CO

BA

NO

Coo

per

at.

C

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oD

istr

ito

de

Ing.

Mig

uel

N

.D.

Su

min

istr

o de

N.D

.N

.D.

Mej

oram

ien

toN

.D.

N.D

.La r

espu

esta

ade

sum

inis

tros

C

óban

oE

scala

nte

A.

insu

mos

agr

ícol

as

inte

gral

de

lalo

s ob

jeti

vos

de

laagr

icol

as

Nor

am

a p

reci

ospob

laci

ón r

ura

lco

op.

son

de

un

Qu

irós

R.

razo

nable

sdel

dis

trit

o%

alt

o (9

5%

)(s

ecu

nd)

Coo

p.

de

Cób

an

oM

alp

aís

Elías

N.D

.C

omer

cializa

ción

N.D

.N

.D.

Cre

aci

ón d

eN

.D.

N.D

.In

teré

s por

for

tale

cer

pes

cador

es

Sta

. Ter

esa

Nu

ñez

G.

del

pes

cado

cen

tro

de

aco

pio

la o

rgan

iz c

on a

yuda

de

Malp

ais

S

n.

Mart

ínR

óger

para

seg

uri

dad

de

inst

itu

cion

es(C

OO

PE

MA

LPA

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Man

zan

illo

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odrí

guez

mer

cado

de

esta

tale

sB

. H

oriz

onte

(s

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nd)

pro

du

cto

Gru

po

de

Cabu

yaC

abu

yaE

ladio

N.D

.Pro

mov

er

N.D

.N

.D.

Coo

rdin

ar

con

N.D

.N

.D.

Rec

iben

don

aci

ones

Agr

icu

lt.

Un

idos

(C

óban

o)Veg

apro

yect

osIn

st.

del

sec

tor.

de

vari

as

Fu

ndaci

ones

de

Cabu

yaA

rgu

edas

agr

opec

uari

osIn

tern

ac.

Javi

er

Mén

dez

C.

(sec

un

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Com

ité

de

Cób

an

oA

sen

tam

ien

t.E

ladio

N.D

.C

oord

inar

con

N.D

.N

.D.

Coo

rdin

ar

con

N.D

.N

.D.

El

com

ité

logr

óParc

eler

os

de

Cabu

ya,

Veg

ael

MA

Gel

MA

Gm

ayo

r agi

lidad e

n l

ospro

yect

o S

ta.

Ter

esa

Arg

ued

as

dis

tin

tos

asp

ecto

sC

OS

- 2761

Sn

. M

art

ín

Javi

erdel

pro

yect

o en

B.

Hor

izon

teM

éndez

C.

men

ción

. A

coo

rdin

ado

(sec

un

d)

otro

s pro

yect

os.

DIR

EC

CIÓ

N R

EG

ION

AL V

ALLE

CE

NT

RA

L

CA

RTA

GO

Sec

cion

al

Cart

ago

Cart

ago

Olm

an

40

Vel

ar

por

N

.D.

UPA

-N

.D.

N.D

.S

e m

an

tien

en m

uy

El

Sr.

Ase

njo

es

de

UPA

NA

CIO

NA

LM

onte

ro

mej

ores

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-u

nid

os p

ara

la

cuid

ado

por

su

sA

guilar

pre

cios

de

NA

Lbú

squ

eda

part

icip

aci

ones

qu

eN

orm

an

pro

du

ctos

del

pago

de

son

de

tipo

agi

tador

.A

sen

jo

con

don

aci

ón

El

Sr.

Vásq

uez

ate

a

(sec

un

d)

deu

das

las

reacc

ion

esLu

is F

do.

viol

enta

s del

Sr.

V

ásq

uez

Ase

njo

(sec

un

d)

384 Campesinos contra la globalización

Page 393: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

NLA

QU

E

QU

E P

AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

Un

ón d

e Peq

. ?

Los

San

tos

Jos

é M

l.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

El

dir

igen

te e

s pre

sid.

Agr

icu

lt.

de

Mon

ge S

. de

la C

onfe

der

. N

ac.

los

San

tos

CA

Cs

y pre

siden

te(U

PA

S)

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C d

e Tarr

az.

Es

exig

ente

para

con

el

MA

G p

ero

es

llev

ader

o. P

art

icip

aro

nen

cie

rre

de

carr

eter

a

Su

r. R

ecie

nte

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te s

em

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tien

en t

ran

qu

ilos

."H

abla

mu

cho

y n

ada

dic

e".

Un

ión

Tu

rria

lba

?S

ara

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.A

mbos

dir

igen

tes

son

Cam

pes

ina

Arg

ued

as

cata

loga

dos

com

oA

grari

a

? de

Lu

isve

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os a

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dor

esC

art

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(U

CA

C)

Sán

chez

A.

de

masa

s. S

on p

elig

ropor

su

s in

ten

cion

es

ten

die

nte

s a i

nva

sión

de

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ras

(res

fo

rest

ale

s-dis

trit

o TA

YU

TIC

). C

uen

ta c

onapoy

o em

ple

ados

ot

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inst

. co

mo

C.C

.S.S

., e

tc.

Un

ión

de

Tu

rria

lba

?G

uille

rmo

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.S

us

recl

am

os s

onT

rab.

Indu

st.

Barr

an

tes

sem

ejan

tes

a l

os d

ede

Cart

ago

UPA

NA

CIO

NA

L,

au

nqu

e en

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últ

imos

mes

es h

a p

erdid

o en

tusi

asm

o y

no

man

tien

e m

ayo

r act

ivid

ad.

Aso

. de

Gu

arc

o?

Ram

ónN

.D.

NB

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.G

rupo

pasi

vo,

suA

gric

ult

ores

G

onzá

lez

dir

igen

te s

e to

rna

de

Gu

arc

oVagl

io.

viol

ento

per

o al

fin

al

es l

leva

der

o.

Anexo 385

Page 394: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

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NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

NLA

QU

E

QU

E P

AR

-FIC

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OS

SU

RG

ET

ICIP

A

DIR

EC

CIÓ

N R

EG

ION

AL V

ALLE

CE

NT

RA

L O

CC

IDE

NTA

L

ALA

JU

ELA

Coo

pem

onte

cillos

Mon

teci

llos

N

aci

onal

2121

Con

segu

irN

.D.

N.D

.E

stable

cer

Bov

inos

N.D

.(A

laju

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mej

ores

pre

cios

m

ata

der

os m

ás

Equ

inos

en m

erca

dos

h

igié

nic

os y

mej

ory

cerd

osn

ac.

e i

nte

rnac.

aco

ndic

ion

ados

Coo

pea

laju

ela

Ala

juel

aA

laju

ela

800

Mayo

res

ben

ef.

N.D

.N

.D.

Café

N.D

.S

u a

ctiv

idad p

rin

cipal

R.L

.para

su

s aso

c.es

el

ben

efic

iado

de

café

C.A

.C.

de

Ala

juel

aC

an

tón

de

91

Ayu

dar

y or

ien

tar

N.D

.N

.D.

N.D

.N

.D.

Los

ser

vici

os q

ue

Ala

juel

a

Ala

juel

aal

pro

du

ctor

del

bri

nda s

on:

can

tón

fin

an

ciam

ien

to,

alq

uiler

de

terr

eno,

ven

ta d

e in

sum

os y

adm

inis

traci

ón

de

la f

eria

del

agr

icu

ltor

AT

EN

AS

Coo

pea

ten

as

R.L

.A

ten

as

Ate

nas

Lic

. Leo

nid

as

1100

Org

an

izar

aN

.D.

N.D

.Para

evi

tar

N.D

.N

.D.

Bu

sca p

roye

ctars

e a

Lóp

ez G

. agr

icu

ltor

es p

ara

inte

rmed

iari

osla

com

un

idad e

n l

osR

igob

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def

ensa

de

en l

apri

nci

pio

s del

Mor

era

sus

inte

rese

sco

mer

cializa

ción

coop

erati

vism

o(s

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nd)

de

sus

pro

du

ctos

Jos

é C

am

pos

(sec

un

d)

C.A

.C.

de

Ate

nas

Ate

nas

Ate

nas

Ing.

Mari

o 1225

Ayu

dar

y or

ien

tar

N.D

.N

.D.

Con

tar

con

un

aN

.D.

N.D

.T

ien

en p

roble

mas

Cam

pos

al

pro

du

ctor

orga

niz

aci

ón q

ue

de

fin

an

ciam

ien

to-M

AG

- Jor

ge

del

can

tón

los

repre

sen

tara

Arr

edon

do

en l

a b

úsq

ued

a(s

ecu

nd)

de

ben

efic

ios

Aso

ciaci

ón d

e A

ten

as

Ate

nas

Ing.

Mari

o80

Mej

orar

el á

rea

N.D

.N

.D.

Exp

orta

r Fru

tale

sN

.D.

Tie

nen

pro

ble

mas

Des

arr

ollo

C

am

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en p

rodu

cció

n,

dir

ecta

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te l

ade

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toE

spec

ífic

o de

-MA

G-

Jor

gete

cnific

ar

las

fru

ta y

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ner

para

in

fraes

tru

ctu

ra.

Fru

ticu

ltu

ra d

e A

rred

ondo

nu

evas

siem

bra

sm

ayo

res

ingr

esos

Falt

a d

e apoy

oA

ten

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(AD

EFA

)(s

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para

obte

ner

para

los

aso

ciados

.del

S.B

.N.

mayo

r ca

lidad

y ta

mañ

o.

Sec

cion

al

Ate

nas

Ate

nas

1308

Org

an

izar

aN

.D.

UPA

-M

ayo

res

pre

cios

N.D

.N

.D.

UPA

NA

CIO

NA

LS

an

Mate

o y

agr

icu

ltor

es p

ara

NA

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-de

sus

pro

du

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yla

Gari

ta d

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ensa

de

sus

NA

Lm

enor

es p

reci

os d

eA

laju

ela.

inte

rese

sin

sum

os a

gríc

olas.

386 Campesinos contra la globalización

Page 395: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

N P

OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

RVA

CIO

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S**

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QU

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-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

GR

EC

IAC

ooper

ati

vaG

reci

aG

reci

a,

Marc

o T.

2500

Ofr

ecer

a l

osN

.D.

N.D

.Por

mej

orC

afé

yN

.D.

Act

ualm

ente

se

está

Vic

tori

aE

sparz

a,

Sol

ís R

.so

cios

la c

ompra

orga

niz

aci

ón d

eca

ña d

eco

mpra

ndo

el 5

1%

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Sn

. R

am

ón,

de

sus

cose

chas

los

agr

icu

ltor

esazú

car

CA

TS

A p

or l

o qu

ePalm

are

s,

para

ser

su i

nflu

enci

a l

lega

ráN

ara

njo

, pro

cesa

das

ya G

uan

aca

ste

Ate

nas,

co

mer

cializa

das

Ala

juel

a y

Poá

sob

ten

ien

do

mej

ores

pre

cios

Sec

cion

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Gre

cia

Gre

cia

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izar

aD

emoc

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yU

PA

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.N

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NA

LM

uri

llo

E.

agr

icu

ltor

es

paci

fist

aN

AC

IO-

un

a o

rgan

izaci

ónC

omis

ión

coo

rdin

a c

onpara

def

ensa

N

AL

sin

dic

al

sin

la O

fici

na l

ocal

de

MA

Gde

sus

inte

rese

safiliaci

ón p

olít

ica

el d

esarr

ollo

del

pro

yect

ode

agu

aca

te d

e alt

ura

Cen

tro

Agr

ícol

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Gre

cia

Gre

cia

Hor

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o280

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scar

nu

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N.D

.N

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N.D

.N

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ern

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vas

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xiliare

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no

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reci

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po

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Cu

art

o y

otro

soci

al

y ec

onóm

ic.

en T

aca

res

Cám

ara

de

Gre

cia

Gre

cia,

Mig

uel

4500

Mayo

res

ben

ef.

N.D

.N

.D.

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ecer

C

a d

eN

.D.

Cu

enta

con

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ara

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es

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an

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ste,

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para

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nes

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no

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un

ade

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nta

ren

as,

B

olañ

osaso

ciados

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reci

osin

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niz

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ón d

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po

Parr

ita,

más

bajo

sPoá

s, S

an

Ram

ónpro

ble

máti

co,

no

Sn

. R

am

ón,

y la

Gari

tare

acci

ona

con

vio

len

cia

Ate

nas,

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njo

, si

no

con

el

diá

logo

.S

arc

hí, P

oás

y A

laju

ela

HE

RE

DIA

Coo

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irro

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a,

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nci

sco

153

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ecer

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.D.

N.D

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ble

mas

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. Lor

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,S

ala

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a c

ompra

pro

pio

s de

laS

to.

Dom

ingo

, Varg

as

de

sus

cose

chas

époc

a (

1970)

en e

lH

ered

ia,

etc.

para

ser

cu

ltiv

o,pro

cesa

das

y pro

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mie

nto

com

erci

aliza

das

y vr

nts

del

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nie

ndo

mej

ores

gr

an

opre

cios

Coo

pe-

?

Sec

tor

nor

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orge

785

Mej

orar

las

N.D

.N

.D.

Nec

esid

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eC

afé

N

.D.

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.L.

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edia

, M

aro

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ion

esse

greg

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Ala

juel

a y

C

aso

ria

soci

oeco

nóm

icas

Coo

pel

iber

tad

San

Jos

é de

sus

aso

ciados

Anexo 387

Page 396: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

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UB

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CIO

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S**

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AFIL

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QU

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QU

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Coo

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Mej

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N.D

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.D.

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N

.D.

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eja u

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Lib

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.LB

. M

oya

con

dic

ion

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o ca

ficu

ltor

de

1000 m

illo

nes

de

Ing.

Roa

lndo

soci

oeco

nóm

icas

para

qu

e n

o fu

eran

colo

nes

y b

enef

icia

Gon

zále

z de

sus

aso

ciados

explo

tados

por

la

105 m

il f

am

ilia

s(s

ecu

nd)

empre

sa p

riva

da

Coo

pe-

Fre

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ered

iaH

ered

ia,

Ing.

Jor

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Com

erci

aliza

ción

N.D

.N

.D.

Com

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aliza

ción

N.D

.N

.D.

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Jos

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l. G

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la f

resa

en

los

de

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resa

en

y A

laju

ela

mer

cados

m

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inte

rnaci

onale

sin

tern

aci

onale

s

C.A

.C.

San

Lu

isS

to.

Dom

ingo

Au

den

cio

40

Mej

orar

las

N.D

.N

.D.

Mej

orar

las

N.D

.N

.D.

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Sto

.Dom

ingo

Zam

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con

dic

ion

es

con

dic

ion

esso

cioe

con

ómic

as

soci

oeco

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icas

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sus

aso

ciados

de

sus

aso

ciados

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RA

NJO

Cop

ron

ara

njo

Nara

njo

N

ara

njo

Edw

in

2050

Mej

orar

el n

ivel

N.D

N.D

.M

ejor

ar

el n

ivel

Café

N.D

.Pro

mu

eve

créd

itos

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ña

soci

oeco

nóm

ico

soci

oeco

nóm

ico

en p

roye

ctos

de

rieg

o,Lóp

ez

del

peq

ueñ

o y

del

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ueñ

o y

vivi

enda,

adel

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tos

de

Olm

an

m

edia

no

med

ian

o ca

ficu

ltor

cose

cha,

ren

ovaci

ón d

eR

am

írez

C.

agr

icu

ltor

cafe

tale

sy o

tros

.(s

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nd)

Bri

nda s

ervi

cios

de

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acé

n d

e in

sum

os,

super

mer

cado,

tie

nda,

ah

orro

y o

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.

Coo

pes

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-N

ara

njo

N

ara

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,Lu

is2500

Log

rar

un

mej

orN

.DN

.D.

Mej

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el n

ivel

Café

N.D

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Gon

zaga

niv

el d

e vi

da d

eso

cioe

con

ómic

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los

aso

ciados

ade

sus

aso

ciados

Veg

a y

Poá

sM

l. N

ez

travé

s de

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ores

Ram

írez

pre

cios

del

café

(sec

un

d)

Coo

pen

ara

njo

N

ara

njo

N

ara

njo

,O

lga

7559

Log

rar

un

mej

orN

.DN

.D.

Nec

esid

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eN

.D.

N.D

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oloc

a c

rédit

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.L.

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are

s,

Ch

inch

illa

niv

el d

e vi

da

ten

er u

na

dir

igid

os a

la

Sn

. R

am

ón,

Rod

rigo

de

los

aso

ciados

orga

niz

aci

ón d

eagr

icu

ltu

ra,

vivi

enda

Ala

juel

a,

Mor

aa t

ravé

s del

ah

orro

y c

rédit

opeq

ueñ

a i

ndu

stri

a.

Her

edia

, ah

orro

Pre

sta s

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cios

Sn

. C

arl

os,

de

sum

inis

tros

Gu

atu

zoy

tien

da

Coo

peg

ron

aR

osari

o R

osari

oM

an

uel

12

Log

rar

un

mej

orN

.DN

.D.

La n

eces

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eC

afé

,N

.D.

Org

an

izaci

ón e

n(N

ara

njo

)V

ásq

uez

A.

fam

ilia

sn

ivel

de

vida

un

a o

rg.

qu

eC

apro

ceso

de

des

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ollo

Leo

nel

de

los

aso

ciado

los

resp

ald

ara

india

y qu

e ti

ene

gran

des

Jim

énez

(se

cun

d)

p/ c

onse

guir

tie

rra

pro

ble

mas

econ

ómic

os

388 Campesinos contra la globalización

Page 397: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

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LÍD

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ES

No.

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CIO

NE

S**

OB

SE

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CIO

NE

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EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

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QU

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QU

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IED

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SU

RG

ET

ICIP

A

Aso

c.

Los

Rob

les

Los

Rob

les

Alfon

so15

Gen

erar

fuen

tes

N.D

N.D

.N

.D.

17-2

5O

rgan

izaci

ón e

nde

Agr

icu

ltor

esS

n.

Jer

ónim

o S

n.

Jer

ónim

oS

ala

zar

de

trabajo

Ha

pro

ceso

de

(Nara

njo

)pro

pia

s para

des

arr

ollo

elev

ar

el n

ivel

so

cioe

con

ómic

o de

sus

aso

ciados

Sec

cion

al

Nara

njo

N

ara

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Gilber

to952

Vel

ar

por

los

N.D

N.D

.N

.D.

N.D

.U

PA

NA

CIO

NA

LVarg

as

R.

inte

rese

s de

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An

ton

io

peq

ueñ

os y

Varg

as

H.

med

ian

os(s

ecu

ind)

agr

icu

ltor

es

C.A

.C.

Nara

njo

N

ara

njo

N.D

.200

Fom

enta

r la

N.D

N.D

.N

.D.

N.D

.S

u á

mbit

o de

Nara

njo

orga

niz

aci

ón p

ara

acc

ión

es

nara

njo

,m

ejor

ar

el n

ivel

au

nqu

e el

pro

yect

ode

vida d

e su

s de

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ro f

ores

tal

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ciados

y

fru

tal

se e

xtie

nde

a o

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can

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es

circ

un

veci

nos

PA

LM

AR

ES

Coo

per

ati

va

Palm

are

sPalm

are

s1400

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

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efic

iado

yC

afé

N

.D.

Tie

ne

serv

icio

s co

mo

de

Caficu

ltor

es

soci

oeco

nóm

ico

com

erci

aliza

ción

super

mer

cado,

tie

nda,

de

Palm

are

s R

.L

de

sus

aso

ciados

del

café

se

rv.

méd

icos

, alm

acé

n

de

sum

inis

tros

, et

c.

Coo

pei

ndia

R.L

.Palm

are

sTod

o el

país

1315

Mej

orar

el n

ivel

N

.D.

N.D

.Pro

cesa

r ca

ña

C.

India

N.D

Tie

ne

aso

ciados

soci

oeco

nóm

ico

india

e i

tabo

Itabo

y pro

cesa

mate

riale

sde

sus

aso

ciados

adem

ás

de

de

todo

el p

aís

fom

enta

r su

cu

ltiv

o

Sec

cion

al

Palm

are

sPalm

are

sV

icto

r J.

334

Vel

ar p

or u

n t

rato

N.D

.N

.D.

Con

tar

con

un

aN

.D.

N.D

Ven

de

insu

mos

-U

PA

NA

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NA

LA

lvara

do

just

o al

pro

du

ctor

secc

ion

al

qu

eh

erra

mie

nta

s agr

ícol

as

Ju

an

B.

y qu

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gob

iern

oagr

upara

a l

osa l

os a

soci

ados

Pach

eco

de

un

tra

topro

du

ctor

esy

pu

ede

ssu

crib

ir(s

ecu

nd)

más

just

ou

n s

egu

ro p

or m

edio

del

con

ven

io C

CS

S-

UPA

NA

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NA

L

C.A

.C.

Palm

are

sPalm

are

s120

Mej

orar

el n

ivel

N

.D.

N.D

.N

.D.

N.D

.C

olabor

a c

on e

l M

AG

Palm

are

sso

cioe

con

ómic

o de

con

un

a f

inca

sus

afiliados

dem

ostr

ati

va p

ara

el

des

arr

ollo

de

pro

yect

os

de

inve

stig

aci

ón

Anexo 389

Page 398: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

NO

MB

RE

UB

ICA

CIÓ

RE

A D

E

LÍD

ER

ES

No.

OB

JE

TIV

OS

PO

SIC

IÓN

A

FIL

IA-

RA

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OR

R

UB

RO

SSU

PE

R-

OB

SE

RVA

CIO

NE

S**

OB

SE

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CIO

NE

S**

INFLU

EN

CIA

AFIL

IA-

PO

LÍT

ICA

CIÓ

NLA

QU

E

QU

E P

AR

-FIC

IED

OS

SU

RG

ET

ICIP

A

PO

ÁS

Coo

pem

erca

San

Ped

ro

Poá

s In

g. R

odol

fo

56

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.DFom

enta

r la

Esp

ecie

sN

.D.

Bla

nco

so

cioe

con

ómic

o cu

nic

ult

ura

,m

enor

esde

sus

aso

ciados

en

carg

án

dos

e del

pro

cesa

mie

nto

y

ven

ta d

e ca

rne

Coo

pec

orra

les

San

Ped

ro

Poá

s Is

mael

5900

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.DPro

mov

er e

l ah

orro

N.D

.N

.D.

R.L

.Flo

res

P.so

cioe

con

ómic

o en

tre

los

ciu

dad

anos

de

sus

aso

ciados

en

gen

eral

y agr

icu

ltor

es e

n

part

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lar

Sec

cion

al

San

Ped

ro

Poá

s Ju

lio

An

t.226

Rei

vin

dic

aci

ónN

.D.

UPA

-Vel

ar

por

los

N.D

.N

.D.

UPA

NA

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NA

LU

gald

e so

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con

ómic

a

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-in

tere

ses

de

los

del

agr

icu

ltor

NA

Lagr

icu

ltor

es d

e la

zon

a

Cám

ara

de

San

Ped

ro

Poá

s Lu

is F

do.

1000

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.DS

uplir

a l

ospro

du

ctor

es

Alfaro

soci

oeco

nóm

ico

pro

du

ctor

es d

ede

Cañ

a d

el

de

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insu

mos

en

Pací

fico

con

d.

favo

rable

s

SA

N I

SID

RO

DE

HE

RE

DIA

Coo

per

ati

va

San

Isi

dro

de

Sn

. Is

idro

4335

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.DN

.D.

N.D

.E

s u

na c

ooper

ati

vaIs

idre

ña R

.L.

Her

edia

de

Her

edia

soci

oeco

nóm

ico

con

solidada,

cuyo

sde

sus

aso

ciados

so

cios

son

en

su

m

ayo

ría a

gric

ult

ores

Cen

tro

Agr

ícol

a

San

Isi

dro

Sn

. Is

idro

de

110

Vel

ar

por

los

Can

ton

al

de

de

Her

edia

Her

edia

inte

rese

s y

mej

orar

San

Isi

dro

de

el n

ivel

Her

edia

soci

oeco

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ico

de

los

agr

icu

ltor

es d

e la

zon

a

SA

N R

AM

ÓN

Coo

pe

San

Ram

ónS

an

Ram

ónC

élim

o1500

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.D.

Fom

. el

ah

orro

N.D

.N

.D.

San

Ram

ón R

.L.

Mon

tero

soci

oeco

nóm

ico

y ca

paci

tar

ade

sus

aso

ciados

su

s aso

ciados

Coo

pec

afira

R.L

S

an

Ram

ónS

an

Ram

ónA

lvaro

3500

Mej

orar

el n

ivel

N.D

.N

.D.

Com

erci

aliza

r el

Café

N.D

.E

s u

na c

ooper

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vaR

am

írez

soci

oeco

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ico

café

de

los

pro

d.

agr

oin

du

stri

al

de

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aso

ciados

de

la z

ona,

capaci

tar

y fo

men

tar

else

rvic

io d

e ah

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390 Campesinos contra la globalización

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Anexo 391

Page 400: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

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392 Campesinos contra la globalización

Page 401: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

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CE

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Anexo 393

Page 402: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

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“Agricultura de cambio” 40,133, 135, 137, 138, 148,181, 183, 185, 195, 203,281, 282, 284, 290,

Ajuste estructural económico,4, 33, 45, 51, 61, 63, 68,137, 141, 181, 183, 209,262, 304, 323, 354, 365,367

ALCOA (Companía Americanade Aluminio), 176, 202

Alemania y alemanes, 94, 99,226, 324

Algodón, 102, 108, 161, 217Alianza para el Progreso, 104Alimentos para la paz, 182Álvarez Desanti, Antonio, 190-

7, 203, 255, 281Álvarez, Pedro, 287

Ambientalismo, 26, 31, 32, 33,35, 289, 290, 330, 336

América Central, 20, 59, 92, 93,104, 105, 120, 132, 142,159, 176, 268, 313, 321,333, 361; y Costa Rica 67,82-84, 91, 93, 107, 180,188-9

American Anthropological Asso-ciation, 268

Anderson, Leslie E., 180, 202,203

Anticomunismo, 100, 173, 219Antioquia, 85fAntropólogos y Antropología, 7,

9, 10, 13, 14, 16, 17, 48,50, 56, 68, 70, 75, 221,268, 269, 275, 330, 336,337, 338, 340, 341, 368,370, 371

Aportes, 260, 261 Araujo, Arturo, 92Arce, Heidi, 254Ardón, Sergio Erick, 77 Argentina, 5, 19, 23, 72, 73, 77,

317Arias Sánchez, Oscar, 6, 142,

181, 186, 188, 189, 190,

ÍNDICE ANALÍTICO

En este índice, “p” después de un número indica unareferencia aparte en la siguiente página, y “pp” una refe-rencia en las siguientes dos páginas. Un análisis conti-nuo de más de dos páginas se indica mediante una se-cuencia de páginas, por ejemplo “57-59”. Se usa passimpara un conjunto de referencias cercanas entre sí perono consecutivas.

Page 448: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

198, 203, 205, 237, 252,258, 270, 281. Ver tambiénPenón de Arias, Margarita

Aronowitz, Stanley, 8Arroz y arroceros, 6, 34, 108,

133, 172, 182, 183, 189,190, 195, 210, 216pp, 226,230, 234, 239, 250, 255,290, 291, 292, 294, 296,306, 309, 319, 329, 342

Asamblea Legislativa, 36, 100,131, 135, 162, 171, 172,316, 370

Asignaciones Familiares, 45,46, 108, 144, 146, 323

Asistencia técnica, ver progra-mas de extensión

Asociación Cívico-Agropecuariay de Desarrollo Integral deGuanacaste, 307

Asociaciones solidaristas, 220,222

ASPPAS (Asociación de Peque-ños Productores del Pacífi-co Seco), 41, 42, 44, 50,52, 53, 54, 66, 236-8, 240,246, 247, 250, 251, 252,254, 256, 258, 259, 260,261, 262, 264, 265, 268,270, 271, 272, 276, 240-72, 276, 291, 292, 294,295, 296, 298, 299, 302,303, 304, 305, 306, 307,308, 309, 322, 323, 335,350, 351; desintegraciónde, 52, 53, 54, 55, 295-309, 335

Avicultura y avicultores, 118,216, 229, 292, 301

Azúcar y plantaciones de azú-car, 34, 35, 77, 94, 99,104, 105, 108, 110, 137,209, 211, 216

Bananos e industria bananera,20, 21, 32, 81, 92, 100,101, 137, 138, 141, 148,163, 173, 179, 214, 226,

276, 319, 354, 362, 367 Banco Anglo-Costarricense,

231, 232Banco Central de Costa Rica,

39, 62, 129, 162, 167, 190,238

Banco Interamericano de Desa-rrollo, 5, 67, 135, 136, 204

Banco Mundial, 4, 5, 12, 13,17, 33, 37, 62, 127, 128,132, 133, 134, 135, 136,146, 161, 163, 182, 183,183, 205, 206, 284, 309p,324

Banco Nacional de Costa Rica,221, 231, 238, 253

Banco Popular y de DesarrolloComunal, 106

Bancos y banca, 40, 90, 94, 99,102, 131, 137, 139, 161,162, 184-5, 189, 195, 216,227, 252, 295

Bartra, Armando, 360Bartra, Roger, 358, 368Batlle y Ordóñez, José, 23, 73Bebbington, Anthony, 341Bélgica, 93Benjamin, Walter, 78 Berger, John, 368, 369, 372Berger, Mark, 21Betancourt, Rómulo, 23, 73Blanco, Ulises, 32, 39, 40, 287,

312, 321, 322Bloqueos de carreteras, 37,

172, 200, 238, 239s, 242,273, 274

Bolsa Nacional de Valores, 110Boudreau, Vincent, 353Bourdieu, Pierre, 56, 57Bourgois, Philippe, 59, 268,

269, Brady, Nicholas, 139, 148Brasilito, 304, 305Brasil, 23, 73, 126-127Brealey, Johnny, 239, 240, 255,

256Brenes, Miguel, 255Brenes, Rodolfo, 275Briceño, Ramona, 264

442 Campesinos contra la globalización

Page 449: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Briceño, Saúl, 251, 264Brockett, Charles, 344, 346Buenos Aires, 26, 73Bulmer-Thomas, Victor, 89,

104, 160Burdick, John, 331, 332, 347Bush, George, 46

Cadenas de producción, 285,321

CADESCA (Comité de Acción deApoyo al Desarrollo Econó-mico y Social de Centroa-mérica), 321

Café y caficultores 83, 84, 85,92, 94, 99, 100, 101, 104,126, 137, 148, 158, 161,174, 176, 194, 223, 228,285, 303, 322, 350

Calderón Fournier, Rafael Án-gel, 5, 142, 271, 304, 323

Calderón Guardia, Rafael Ángel,93, 94, 95, 96, 97, 101,160

Calhoun, Craig, 28, 30Cámaras, 66, 185, 195-198

passim. Ver también Cá-maras por su nombre

Cámara de Arroceros, 195Cámara de Ganaderos, 196pp,

240, 241, 272, 273Cámara Nacional de Agricultura

y Agroindustria, 304Cámara Nacional de Granos Bá-

sicos, 195Cámara Nacional de Porciculto-

res, 324Campesinistas and descampe-

sinistas, 358-61, 372Campesinos, 6, 12, 17, 32, 50,

70, 73, 76, 85, 86, 172,198, 227, 338, 359, 368;actividades no agrícolasde, 16, 33, 37, 39, 43, 48,52, 64, 188pp, 200, 206,209, 210, 214, 223, 234,245pp, 253, 264, 280,315, 339, 340, 342, 356,

358; cambios tecnológicosy, 266, 318, 319, 336, 340,342, 359, 362, 369; cam-pesinos medios, 174

Campos, Carlos, 40, 178, 198,202, 203, 254, 284, 286,287, 309, 311, 312, 313,321, 323, 324, 349, 371

Campos, Wilson, 177, 178, 202,287, 314, 321, 324, 371

Canadá y canadienses, 178,260, 262, 317

Cañas de Guanacaste, 213,240, 242

Carazo Odio, Rodrigo, 128Carisma, 23, 40, 179, 280, 288,

302, 311, 334, 343-5Cáritas, 285Carrillo de Guanacaste, 75,

235, 297Cartagena, 236Cartago, 76, 170, 173, 174,

175, 283Cartagos, 42, 76, 300, 307, 323Carvajal, Mario, 318Castells, Manuel, 28, 29, 367,

371, 372CATIE (Centro Agronómico Tro-

pical de Investigación y En-señanza), 131

CATs (Certificados de AbonoTributario), 137, 138-9,142, 147-8, 163

CATSA (Central Azucarera delTempisque, S.A.), 110,219, 220

CECADE (Centro de Capacita-ción para el Desarrollo), 47

CENAP (Centro Nacional de Ac-ción Pastoral), 235, 255,287

CENPRO (Centro de Promociónde Exportaciones e Inver-siones), 132

Centro para el Estudio de losProblemas Nacionales, 97

CEPAS (Centro de Estudios Pa-ra la Acción Social), 47, 52,53, 54, 55, 287

Índice analítico 443

Page 450: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Cerdas, Rodolfo, 159Científicos Sociales, 7, 12, 15,

25p, 34, 38-9, 58-9, 77,268, 284-6, 332, 334-40,343-6, 358, 368, 372. Vertambién Antropología y An-tropólogos.

CINDE (Centro de Iniciativaspara el Desarrollo), 132,161

Clifford, James, 63, 69Club de París, 79CODESA (Corporación Costarri-

cense de Desarrollo, S.A.),108, 110, 131, 161

Cohen, Myron, 368Cola de Gallo, 212, 259, 295,

306Colombia, 20, 85, 159Comisión Económica para Amé-

rica Latina y el Caribe (CE-PAL), 23, 105

Comitas, Lambros, 371Comité de Agricultores Guana-

castecos, 216-18, 307Comunidad Económica Euro-

pea, 141, 321Comunismo y comunistas, 35,

58, 72, 92, 93, 95, 96, 97,98, 159, 160, 163, 174,177-8, 199, 202, 203, 209,213, 218, 221, 222, 276,283, 291, 346, 358, 368,370. Ver también PartidoVanguardia Popular (PVP)

Consejo Campesino Justicia yDesarrollo, ver Justicia yDesarrollo

Consejo Nacional de Pequeños yMedianos Productores Jus-ticia y Desarrollo, ver Jus-ticia y Desarrollo

Consejo Nacional de Producción(CNP), 101, 102, 118, 126,133, 161, 179, 183, 184,186, 192, 200, 234, 237-8,242, 264-5, 305, 316-7,319

Consejo Rural y Campesino(CORYC), 314

Consorcio Frijolero, 316, 318,325

Contraloría General de la Repú-blica, 247, 252

Coope Llanoazul, 287Coopeasab (Cooperativa Auto-

gestionaria de Santa Bár-bara), 226, 291, 296, 299,306,

Cooperativas, 33, 53, 54, 66,75, 103-4, 118, 173, 220,225-5, 235, 285, 297, 304-5, 314, 350, 352

Cooperincón (Cooperativa delRincón de San Vicente),205, 225-6, 233-4, 242,297

Cordero Croceri, Rafael, 217Corrupción, 97, 100, 234, 269,

286, 293Cortés, León, 93, 96, 159sCosta Rica, ; ajuste estructural

económico, 4, 37, 46, 68,129, 131, 132, 133, 135,141, 145, 147, 161, 162,163, 167, 181-4, 191, 205,206, 209, 231, 233, 262,282, 310, 317, 354; crisispor la deuda, 4-5, 45, 65,67, 92, 104, 125-9, 134,136, 139, 148, 161, 195,197; democracia en, 5, 32,65, 82, 83, 87, 93, 163,189, 205, 259, 279, 282,356; Estado benefactor, 4,45, 46, 60, 81, 100, 120,139, 158, 200, 267; fuerzasde seguridad, 66, 188, 191,211, 365, 366; guerra civil,98-100, 111, 120, 160,163, 211, 213, 282 ; indi-cadores económicos, 5-6,111, 142, 144, 146; indica-dores sociales, 111, 145,146 ; liberalismo en, 19,21, 46, 67, 88, 136, 149,159, 167, 189, 315, 365;

444 Campesinos contra la globalización

Page 451: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

meseta central, 174, 300 ;neoliberalismo, 6, 7, 67,82, 131, 136, 137, 139,148, 190, 333, 365; políticaindustrial, 146, 148; políti-cas fiscales, 67, 82, 89, 92,94, 98, 106, 125, 128, 129,132, 133, 135, 136, 137,143, 147, 148, 161, 162,163, 167, 182-4, 229, 233,315, 319, 334, 354; perío-do colonial, 82-6, 228 ; re-formismo, 4, 82, 86, 91,93, 136, 158, 159, 282,366; sector público, 4, 46,82, 87, 98, 100, 102, 103,104, 106, 108, 110, 111,120, 126, 129, 131, 132,135, 138, 141, 142, 145,146, 161, 173, 189, 203,231, 258, 309, 315, 316,319, 334, 335, 352, 356

Crédito, 33, 99, 103, 105, 106,132, 134, 149, 162, 163;agrícola, 62, 101, 102, 103,118, 126, 133, 138, 172,182-6, 192, 195, 196, 197,205, 216, 231, 233, 235,236, 242, 252, 253, 264-5,292, 294-5, 297, 315, 316,319

Crisis de la deuda, 4, 5; Costa-rricense 4, 67, 126

Cuba, 5, 20, 50, 72, 298, 320Chacón Barquero, Primo, 254,

255Chayanov, A.V., 360Chile, 4p China, 317, 346, 368

De Janvry, Alain, 363s, 372s De Soto, Hernando, 146The Death of Luigi Trastulli and

Other Stories, 57p Del Monte, 138Desamparados de San José, 225Desigualdad, 12, 17, 28, 81, 83,

367

Desarrollo, 6, 7, 10, 11, 13, 14;discursos de, 7, 8, 9, 10,11, 12, 14, 15, 16, 17-22,24, 32, 61, 67, 68, 70-1,100, 104, 111, 125, 333,339, 364; liberalismo y, 7,8, 13, 21, 82, 190, 290; usode los campesinos del, 32,60, 181, 220, 285, 288,313, 349, 356

DINADECO (Dirección Nacionalde Desarrollo de la Comu-nidad), 106, 119

Diriá, Río 247DuBois, Marc, 14, 15, 69

EARTH (Escuela de la Agricul-tura de la Región TropicalHúmeda), 131

Egipto, 17El Salvador, 59, 84, 88, 92, 107,

125, 129Elección racional, teorías de, 74Escalante, Luis Diego, 184Escobar, Arturo, 9, 11-3, 14,

16, 17, 24, 69, 70, 71, 75sEspaña y españoles, 20, 72, 82,

83, 84, 94, 212Esperanza, La, 212, 228Esquivel Volio, Alberto, 189,

190Estado de bienestar, ver Estado

benefactorEstaciones de radio, 175, 178,

242, 259, 264Estados Unidos, 67, 73, 91, 95,

189, 366, 371; ayuda aCosta Rica, 94, 131, 132,139, 162, 182, 183, 203;mercados, 45, 74, 89, 128,133, 139, 182; neocolonia-lismo, 18, 20, 21, 59, 203;proteccionismo, 45, 205,361

Esteva, Gustavo, 11, 18, 19, 70,71, 360, 363

Europa y europeos, 19, 22, 25,71, 73, 74, 82, 90, 91, 93,

Índice analítico 445

Page 452: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

137, 141, 228, 284, 288-90, 308, 313, 320, 321,324. Ver también países in-dividuales por nombre

Evidencia, 322Exportaciones, 34, 40, 81, 84,

101, 125, 128p, 134, 138,139, 141, 189, 289, 355;no tradicionales, 67, 68,132pp, 137, 138, 147-9,181,

Facio, Rodrigo, 97Fallas, Carlos Luis, 276Fascell, Dante, 324Fascismo, 73, 93, 159Feder, Ernst, 372FENAC (Federación Nacional

Campesina), 199, 201,201, 205

Ferguson, James, 13, 17, 69, 70FERTICA (Fertilizantes de Cen-

troamérica), 192FESIAN (Federación Sindical

Agraria Nacional), 38, 39,193, 199, 236

Figueres Ferrer, José ("Pepe"),81, 97, 98, 99, 101-3, 107,111, 139, 142, 160, 205,213, 281s

Figueres Olsen, José María, 66,142, 205, 281pp, 284, 321

Filadelfia de Guanacaste, 219,241

Filipinas, 139, 353FINTRA (Fiduciaria de Inversio-

nes Transitorias), 132First-Time, 48Florida, La, 222, 266, 302FMI (Fondo Monetario Interna-

cional), 5, 37, 127pp, 132,135, 136, 144, 146, 161,162, 163, 171, 182-4, 186,205, 284, 310, 324.

FNCA (Fondo Nacional de Con-tingencias Agrícolas), 192,204, 234, 236, 249, 264,266, 275, 320

Fondo Monetario Internacional,ver FMI

Fondo Nacional de Emergen-cias, 234

Foucault, Michel, 11, 13, 15,17, 70

Foweraker, Joe, 74, 75, 344,346

Francia, 368pFranco, Francisco, 159Frijoles y productores de frijo-

les, 108, 133, 183, 184,186, 226, 228, 230, 252,253, 265p, 291, 294, 316,317, 319, 329

Ganado y ganaderos, 34, 92,99, 102, 178, 195, 196,197, 198, 206, 240, 271,329

Garantías sociales, 96, 101GATT (General Agreement on

Tarriffs and Trade ), 319 Geertz, Clifford, 68Ginzburg, Carlo, 56Globalización, 9, 136, 367, 373Gómez, Elder, 257Gómez, Ezequiel, 240, 246,

257, 258, 273, 276, 303González Flores, Alfredo, 90,

160González, Frank, 218Gould, Jeffrey L., 48Granos básicos y productores

de granos básicos, 6, 39p,102, 108, 134, 136, 174,182-6, 195, 205, 231, 234,237, 239, 242, 281, 290,292, 295-8, 302, 304, 306,315p, 318p, 361

Grynspan, Rebeca, 145Guácimo de Limón, 161, 320Guanacaste Provincia de, 34,

37, 38, 45, 205, 209-13,218-9, 225, 234, 296, 307;cultura regional, 41-42,45, 62, 76, 210, 214, 220p,226pp, 233, 261p, 300;

446 Campesinos contra la globalización

Page 453: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

huelgas en, 60, 239p, 242,250

Guardia civil, 170, 205, 233,282

Guardia de Liberia, 239, 242Guardia rural, 239, 245, 249,

250, 251, 253, 256, 257,271. Ver también bajo Cos-ta Rica, fuerzas de seguri-dad

Guardia, Tomás, 87Guatemala, 59, 84, 92, 105,

107, 304Guatuso de Alajuela, 177p,

192, 235, 324Gudmundson, Lowell, 88, 158 Guerra Mundial, Primera, 90 Guerra Mundial, Segunda, 17p,

24, 71, 97Guevara, Ricardo, 247p

Hambre, 53, 60, 250, 264, 303Harvey, David, 9, 28Haya de la Torre, Víctor Raúl,

22, 23, 72Hellman, Judith Adler, 43, 56,

347-51, 353 Heredia, 177, 314Hernández, Carlos, 41, 53pp,

225, 287, 313, 321Hewitt de Alcántara, Cynthia,

360Hidalgo, Jorge, 279, 318Hirschman, Albert O., xvii, 349Hogar, El, 179, 202Honduras, 59, 125, 304Huizer, Gerrit, 344, 371

ICE (Instituto Costarricense deElectricidad), 98, 119, 135,160

ICODE (Iniciativas de Comuni-cación para el Desarrollo),48, 322

IDA (Instituto de DesarrolloAgrario), 168, 180, 192,196, 237, 238, 242, 252,

253, 303, 305p, 315, 319,322. Ver también reformaagraria

Identidad indígena, 26, 32, 261,330, 371

Iglesia católica, 19, 32, 84, 88,95, 96, 178, 188, 214, 226,235, 242, 252, 260, 285.Ver también teología de laliberación

Iglesias, Enrique V., 81, 204IICA (Instituto Interamericano

de Cooperación para laAgricultura), 131

IMAS (Instituto Mixto de AyudaSocial), 108

Importaciones, 94, 125, 127,133, 139; alimentos, 170,171, 174, 317, 319

Impuestos, ver bajo políticasfiscales, ver también CATs

INA (Instituto Nacional deAprendizaje), 106

Inflación, 3, 5, 99, 125, 126,128, 129, 132, 141pp, 168,170, 185, 199, 310, 354

INFOCOOP (Instituto de Fo-mento Cooperativo), 173,323

Iniciativa de la Cuenca del Cari-be, 134, 139

INS (Instituto Nacional de Segu-ros), 118, 119, 217, 319

Instituciones autónomas delsector público, 98, 100,103, 107, 111, 352

Instituto de Defensa del Café,101

INVU (Instituto Nacional de Vi-vienda y Urbanismo), 103

Israel, 129Italia e italianos, 57, 72, 94ITCO (Instituto de Tierras y Co-

lonización), 106, 118, 179

Jakobson, Roman, 63, 78Jameson, Frederic, 11

Índice analítico 447

Page 454: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

JAPDEVA (Junta de Adminis-tración Portuaria y Desa-rrollo Económico de la Ver-tiente Atlántica), 106, 161

Japón, 94, 134Junta Fundadora de la Segun-

da República, 81, 98Justicia y Desarrollo, 16, 279,

287, 293, 294, 309, 311-4,322, 323, 324

Kay, Cristóbal, 21Kearney, Michael, 17, 70, 336p,

341, 368, 370, 371Kennedy, John F., 104Keynesianismo, 45, 89Knight, Alan, 346, 347

Laclau, Ernesto, 73Lancaster, Roger, 69Latifundios, 34, 37, 75, 209Latinoamérica, 19, 75, 320,

342, 358; crisis de deuda,3, 5, ; liberalismo en, 19-23, 67, 71, 73, 89, 105,204, 271

Leach, Edmund, 68Leeds, Anthony, 338, 371Lehoucq, Fabrice, 87, 158Lenín, V.I., 360Lesoto, 13, 17Leyenda blanca, 82, 83, 158Liberalismo, 18, 19, 21, 67, 71,

88, 89, 159, 189Liberia de Guanacaste, 37, 196,

255, 256, 259, 269Limón, 106, 202, 222, 227,

240, 242, 320, 325Lizano, Eduardo, 135, 167,

186, 190, 312Lizano, Juan Rafael, 304,Lubasz, Heinz, xiv

Machismo, 249, 263MAG (Ministerio de Agricultura

y Ganadería), 40, 118, 131,

161, 189, 192, 234, 236,237, 238, 240, 255, 264,266, 273, 275, 284, 299,309, 319, 320, 370

Marihuana, 269, 271, 321Maíz y maiceros, 6, 32, 108,

118, 133, 179, 181-6, 187,189, 203, 204, 205, 209,210, 225, 226-30, 238,252, 253, 265, 266, 291,294, 296, 299, 300, 319,342, 349, 359, 361

Maltusianismo, 17, 61Mao Tse-tung, 368, 371Maquiladoras, 137, 138, 367Mariátegui, José Carlos, 22, 23,

72Martí, Agustín Farabundo, 159Marx, Karl, 18, 30, 72Marxismo y marxistas, 18, 21,

22, 25, 29, 31, 71, 175,212, 345, 349, 354, 358,361

Matarrita, Iris, 263Matarrita, Juvencio, 253, 267Medellín, 214Medidas de compensación so-

cial, 141, 142Medios de comunicación, 65,

188, 200, 241, 272, 273,291, 311, 342, 345, 355.Ver también estaciones deradio, La Nación

Melucci, Alberto, 75Mena, María Bonifacia, 262Mena, Teodoro, 258Menchú, Rigoberta, 322Mendoza, Antonio, 178, 202Mercado Común Centroameri-

cano (MCC), 104p, 125Mesa Nacional Campesina, 314,

316, 324Mesoamérica, 19, 227sMéxico, 3, 4, 18, 92, 127, 346,

363, 371, 372; campesinosen, 172, 322, 358, 360,361, 366, 368; crisis de ladeuda, 3p, 6, 67, 89, 127,139

448 Campesinos contra la globalización

Page 455: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Migración, 91, 176, 213, 303,337, 342, 361, 362, 371

Miller, George, 20pMills, C. Wright, 332pMinisterio de Seguridad Públi-

ca, 66, 283, 323, 335Ministerio de Trabajo y Seguri-

dad Social, 199Mitchell, Tim, 17Molina Jiménez, Iván, 85Monge, Luis Alberto 128, 141Mora Valverde, Manuel, 95, 202Morales, Manuel, 228pMorales Parrales, Eduardo ("El

Nica"), 218, 219, 307 Movimientos campesinos, 8, 32,

76, 77, 333, 337, 346, 347,356, 360; alianzas, 340,347, 349; de Costa Rica,24, 32, 65, 167, 332, 333,345, 349pp, 352p, 354,366; “de protesta a pro-puesta”, 274, 279, 291,310, 320; divisiones entre,334, 340, 347; negociacio-nes con el gobierno, 347,348, 357; y nuevos movi-mientos sociales, 330, 336,346, 353; organizacionesimaginarias, 54, 334; mu-jeres en, 66, 186, 193, 216,247, 259, 261, 263, 359,370, 371; liderazgo de,346, 353;

Movimientos de la clase trabaja-dora, 30, 58, 212, 358, 364

Movimientos sociales, 7, 11,24, 25, 26, 29, 31, 63, 76,201, 218, 219, 334p, 343,347, 348, 351, 353, 356,366; estudiosos de, 10,43, 56, 57, 74, 75, 210,276, 330, 331pp, 344 . Vertambién nuevos movi-mientos sociales; Movi-mientos campesinos

MRP (Movimiento Revoluciona-rio del Pueblo), 50, 51, 77,176, 179, 180, 201, 203,

203, 211p, 219p, 221, 223,225, 241, 286, 349

Murillo, Rafael Ángel, 218

Nación, La, 194, 206, 216Nambí, 223, 224, 225Nash, June, 76Neguev, 179pNeoliberalismo, 4-6, 8, 9, 13,

29, 67, 81, 82, 110, 125,131, 136p, 139, 141, 142,146, 148, 158, 161, 162,188, 190, 282, 290, 304,33, 355, 365

Nuevos sujetos sociales, 27,334

Nuevos movimientos sociales,10, 25, 27, 29, 74, 332,334, 339, 350

Nicaragua y nicaragüenses; 5,42, 59, 69, 77, 107, 128,129, 139, 159, 160, 178,188, 203, 210, 211, 228,246, 260, 272, 275, 300,322, 366, 367, 373 ; con-tras, 178, 188, 202; dicta-dura de Somoza, 77, 160,209, 211; Sandinistas, 77,203, 211, 298

Nicoya de Guanacaste, 223,235, 246, 258, 265, 350

Nicoya Península, 50, 77, 205,213, 223

Niehaus, Bernd, 6Nietzsche, Friedrich Wilhelm, 57NMS, ver Nuevos movimientos

socialesNoriega, Manuel Antonio, 128Nuestra Tierra, 288p, 293, 294,

295, 297, 310, 311, 312,313, 314, 322. Ver tambiénJusticia y Desarrollo

Objetividad, 48, 55, 56, 57Ocupaciones de edificios, 192,

205, 206, 248-51, 268,269, 271, 273, 275, 293

Índice analítico 449

Page 456: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Ocupaciones de tierra, 178,179, 348, 356

Oduber, Daniel, 107Oficina del Café, 101ONG (Organizaciones no Guber-

namentales), 8, 47, 48, 52,55, 78, 141, 142, 260,284p, 286, 320, 321, 324,335, 356; de Costa Rica,78, 235, 285, 286-9, 310,311, 312, 314, 336, 356;Europeas, 226, 288, 289,313, 324

Organización Internacional delTrabajo, 145

Organización Mundial de Co-mercio (OMC), 319

Oriente de Juan Díaz, 258, 262Ortega de Santa Cruz, 34, 35,

51, 213Otro sendero, El, 146Oxfam, 285

Palmer, Steven, 88, 91, 159Pan para el Mundo, 226, 285,

298Panamá, 20, 47, 59, 105, 128,

139, 246Paraíso, 303Parrita de Puntarenas, 240p,

242, 273 Partido de Liberación Nacional

(PLN), 108, 142, 158, 193,200, 203, 205, 236, 241,283, 311, 324

Partido Reformista, 91Partido Republicano Nacional

(PRN), 93, 160Partido Social Demócrata, 81,

97Partido Unidad Social Cristiano

(PUSC), 200, 271, 324,325, 349

Partido Vanguardia Popular(PVP), 95, 199, 202, 213.Ver también Comunismo,movimientos de la clasetrabajadora

Patronato Nacional de la Infan-cia, 91

Penón de Arias, Margarita, 188,251, 270

Pensiones, 46, 96, 147, 201Perón, Juan Domingo, 23, 73Perú, 22, 23, 72p, 84, 339, 343Picado Michalski, Teodoro,

96pp, 159, 160, 213Pig Earth, 368PINDECO (Piñas de Costa Rica),

138Pizarro, Jorge Eduardo, 215,

216, 245-9, 268-70, 275PL-480, ver Comida para la PazPlan de Fomento Maicero, 187,

205Pobreza. 142-145, 146, 149,

209, 369. Ver también bajoCosta Rica, IndicadoresEconómicos

Políticas de identidad, 7, 29, 30,350

Políticas de libre Mercado, vertambién Ajuste estructu-ral; liberalismo, neolibera-lismo

Polanyi, Karl, 367Policía Judicial, 170Populismo, 18, 21pp, 71, 72,

89, 92, 143, 368Portelli, Alesssandro, 57pp, 63 Postmodernismo, 8, 9, 11, 13,

14, 15, 16, 17, 18, 19, 24,27-9, 56-7, 68, 69, 70, 74,76, 78, 337, 349, 371

Prebisch, Raúl, 23Precaristas y precarismo, ver

Ocupaciones de tierraPrecios de sustentación, 184,

185, 186, 189, 197, 252,348

Price, Richard, 48Productico, 289, 322Programas de extensión 89,

100, 108, 118, 185, 315,342

Programa de las Naciones Uni-das para el Desarrollo, 14

450 Campesinos contra la globalización

Page 457: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Prowling About Panama, 20Pueblo Unido, 36, 51, 220Puerto Rico, 20, 85Puntarenas, 212, 214, 242,

309, 362

Radio Chorotega, 235, 241,242, 252, 259

Ramírez, Sergio, 322Ramírez, Marcos, 37, 41p, 47,

48, 49, 50, 51, 52, 53, 55,78, 222, 223-6, 236, 240,241, 246-8, 252-5, 260,261-3, 268-73, 275, 287,291, 295, 296-303, 305,305, 321, 323, 350

Reagan, Ronald, 45, 46, 139,162, 184

Reconceptualizing the Pea-santry, 337

RECOPE (Refinería Costarricen-se de Petróleo), 135

Redfield, Robert, 340, 370Reflexividad, 56, 57Reforma Agraria, 34, 35, 36, 50,

88, 104, 106, 118, 168,171, 196, 253, 322, 348,361. Ver también IDA (Insti-tuto de Desarrollo Agrario)

Registro Público de la Propie-dad, 119

Rincón de San Vicente, El, 225Río Seco de Santa Cruz, 302,

303, 323Rodríguez, Higinio, 236, 323Rodríguez, José Joaquín, 87Rodríguez Solera, Carlos, 372Roseberry, William, 360Rovira Mas, Jorge, 99Rudé, George, 209, 354Ruiz, Pedro, 222Rusia, 72, 199, 346, 360

San José, 47, 53, 62, 76, 132,171, 176, 179, 186, 191pp,197p, 218, 222, 225, 261;manifestaciones en, 176,

191, 193, 233, 238, 240,242, 246, 256, 342, 355

Sanabria, Víctor, 95Sánchez, Francisco, 225, 297pSancho, Mario, 51, 220Sandino, Augusto C., 159Santa Bárbara de Heredia, 177Santa Bárbara de Santa Cruz,

226, 235, 291, 294, 306Santa Cruz de Guanacaste, 34,

35, 38, 41, 42, 47, 50-4,60, 65, 77, 211, 212,213pp, 216, 218, 219, 222,223, 225, 229, 231, 233,234, 236, 237-41, 242,245, 252-61, 265, 266,268, 269, 272p, 275, 293,294, 301, 304, 305, 322,350, 351, 354

Scheper-Hughes, Nancy, 9, 14Schumpeter, Joseph A., 18Scudder, Thayer, 16Seguridad social, 45, 93, 94,

95, 97, 101, 119, 141, 147,159, 175, 199, 351

Seguros, 91, 92, 95, 119; paracosechas, 108, 118, 119,168, 171, 216, 217

Seligson, Mitchell A., 83 Sen, Amartya, 14Sequías, 51, 183, 192, 195,

227, 229, 234, 236, 239,241, 253, 266, 289, 351,352

Shanin, Teodor, 338, 339Sistema Bancario Nacional, 99,

102, 118, 126, 129, 171,192, 231, 294, 319, 325.Ver también bancos y ban-ca y bancos individualespor nombre

Sitios arqueológicos, 260, 271SITRACAÑA (Sindicato de Tra-

bajadores de la Caña), 219,220, 221, 223

Smith, Adam, xiii-xiv, xviiSmith, Gavin, 343-6Soberanía alimentaria, 185,

304, 316, 317, 321

Índice analítico 451

Page 458: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Sobrado, familia, 212Sociedad civil, 15, 27, 29, 87,

131, 320, 335Solidarismo, 220, 222Solís Avendaño, Manuel, 88Sorgo y productores de sorgo,

108, 182, 294, 296, 297,299

Spivak, Gayatri Chakravorty, 76Starn, Orin, 339Stern, Steve, 77, 353Subdesarrollo, 9, 11, 12, 18,

19, 21, 22, 61, 69, 71Subsidios, ver precios de sus-

tentación a la agricultura,subsidio de precios al con-sumidor

Subsidios de precios al consu-midor, 99, 102, 133, 204

Sustitución de importaciones,23, 89, 104, 125, 373

Tarrow, Sidney, 366Temas éticos, 59, 268-269, 275Tempisque, Río, 221, 239Teología de la liberación, 26, 32,

214-5. Ver también IglesiaCatólica

Tepotzlán, 340, 370Tercer mundo, 7, 9, 10, 11, 12,

14, 16, 18, 22, 24, 31, 68,71, 184, 335

Tierra Blanca de Cartago, 200,324

Tilarán, 250Tilly, Charles, 75, 329, 332,

334, 366Tinoco, Federico, 90, 92To Lead as Equals, 48Touraine, Alain, 25, 74Tratado de Libre Comercio de

América del Norte (TLCAN),361

Tribunal Supremo de Eleccio-nes, 98

Truman, Harry, 18, 70, 71Turismo, 110, 138, 141, 319,

367

UCADEGUA (Unión de Campe-sinos de Guatuso), 178,205, 235, 287, 324, 351,371

Ulate, Otilio, 97p, 160UNACOOP (Unión Nacional de

Cooperativas), 316United Fruit Company, 72, 92,

214, 362 Universidad de Costa Rica, 50,

101, 177, 221, 288, 321UNSA (Unión Nacional del Sec-

tor Agropecuario), 196pp,237pp, 252, 255, 287

UPAGRA (Unión de PequeñosAgricultores de la RegiónAtlántica), 39, 40, 178,179, 181, 186, 187, 194,197, 198, 202, 203, 204,211, 218, 233, 254, 280,284, 286, 287, 289, 291,309, 311, 312, 320, 351,371; y MRP, 178, 179, 180,202, 219, 349

Upala, 178, 202, 205, 287UPANACIONAL (Unión Nacional

de Pequeños y MedianosProductores Agrícolas),171, 172, 173, 174, 175,176, 185, 193, 194, 196,200, 201, 311, 312, 314,324, 351, 352, 357, 363,373; formación de, 170pp,177, 283, 324

USAID (Agencia de los EstadosUnidos para el DesarrolloInternacional), ver AID

Uruguay, 5, 23, 73

Vallejo, Pedro, 265Vallejos, Ramón, 257Vargas, Célimo, 187Vargas, Getulio, 23, 73Vargas, Guido, 357, 373Vegetales y productores de ve-

getales, 133, 134, 171,174, 176, 177, 236, 315

452 Campesinos contra la globalización

Page 459: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Veintisiete de Abril, 230, 246,256, 257, 259, 261, 303

Venezuela, 23, 73, 85Vilas, Carlos, 29Vincent, Joan, 75Vistalmar, 212, 236, 259, 323Volio, Jorge, 90p, 93

Wacquant, Loïc J.D., 56Warman, Arturo, 172, 359, 371,

372Weber, Max, 345West Point, 282Williams, Raymond, 70Wilson, Bruce, 162

Índice analítico 453

Page 460: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Acerca del autor

Marc Edelman es profesor de Antropología en el Hunter College y en el Programa Doctoral en Antropología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Es autor de La lógica del latifundio, publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica y es coautor de Ciencias Sociales en Costa Rica. Experiencias de vida e investi-gación, coeditado por las editoriales de la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional.

Page 461: Flórez-Estrada (comps.) GLOBALIZACIÓN CAMPESINOS CONTRA …

Títulos recientemente publicados en laSerie Instituto de Investigaciones Sociales

Megan Rivers Moore. Gringo Gulch: sexo, turismo y movilidad social en Costa Rica.

Adriana Sánchez Lovell, Gloriana Martínez Sánchez (Editoras). Miradas críticas sobre Costa Rica. Nuevas voces estudiantiles en Ciencias Sociales (2012-2014).

Koen Voorend. ¿Un imán de bienestar en el Sur? Migración y política social en Costa Rica.

Manuel Antonio Solís Avendaño. Costa Rica: la democracia de las razones débiles (y los pasajes ocultos).

Ciska Raventós Vorst. Mi corazón dice NO: el movimiento de oposición al TLC en Costa Rica.

Roxana Hidalgo Xirinachs. Mujeres de las fronteras. Subjetividad, migración y trabajo doméstico.

Carlos Sandoval García. Migraciones en América Central. Políticas, territorios y actores.

Sindy Mora Solano. La política de la calle. Organización y autonomía en la Costa Rica contemporánea.

Andrés León Araya. Desarrollo geográfico desigual en Costa Rica: el ajuste estructural visto desde la Región Huetar Norte (1985-2005).

Carlos Sandoval García. No más muros. Exclusión y migración forzada en Centroa-mérica.

Adriana Sánchez Lovell, Daniel Fernández Fernández. El malestar vial en Costa Rica. Subjetividades, prácticas y discursos.

Manuel Antonio Solís Avendaño. Memoria descartada y sufrimiento invisibiliza-do. La violencia política de los años 40 vista desde el Hospital Psiquiátrico.

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GLOBALIZACIÓNCAMPESINOS CONTRA LA

Movimientos sociales rurales en Costa Rica

GLOBALIZACIÓN

Marc Edelman

Títulos recientemente publicados en la Serie Instituto de Investigaciones Sociales:

Gerardo Hernández y María Flórez-Estrada (comps.) TLC con Estados Unidos. ¿Debe Costa Rica aprobarlo?

Ciska Raventós, Olman Ramírez, Marco Fournier, Ana Lucía Gutiérrez y Raúl García. Abstencionistas en Costa Rica. ¿Quiénes son y por qué no votan?

Bridget Hayden. Salvadoreños en Costa Rica. Vidas desplazadas

Títulos de próxima aparición en la Serie:

Carlos Sandoval García. Fuera de juego. Fútbol, identidades nacionales y masculinidades

Mayra Achío Tacsan, Ana Rodríguez Molina y Eulile Vargas Villalobos. A mí no me va a pasar. Vivencias del embarazo de un grupo de estudiantes de la Universidad de Costa Rica

Mercedes Flores González. Malestares de la feminidad en Costa Rica

Carlos Castro Valverde y Ana Lucía Gutiérrez Espeleta. Transformaciones en la estructura social en Costa Rica: estratos socio ocupacionales, educación y trabajo

Laura Chacón Echeverría. De mujer a madre cuando el pasaje enloquece

Manuel Solís Avendaño. La institucionalidad ajena. (Los años cuarentas y el fin de siglo)

Marc Edelman es profesor de Antropología en el Hunter College y en el Programa Doctoral en Antropología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Es autor de La lógica del latifundio, publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica y es coautor de Ciencias Sociales en Costa Rica. Experiencias de vida e investigación, coeditado por las editoriales de la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional.

“¡Finalmente! Un antropólogo que maneja con facilidad conceptos político-históricos amplios –globalización, el Estado benefactor, movimientos sociales transnacionales– pero que los emplea para echar los cimientos de una etnografía cuidadosa y llena de sensibilidad. Los esfuerzos de Edelman para teorizar el cambio local y para contextualizar las teorías científicas sociales satisfarán tanto a especialistas en estudios centroamericanos como a teóricos de la mundialización”.

“Al incorporar los resultados de sus investigaciones de campo durante dos décadas en varias regiones de Costa Rica, el autor presenta argumentos convincentes para la idea fundamental de que la teoría social tendría que estar más relacionada con las realidades empíricas y vivenciales”.

fue originalmente publicado por la Editorial de la Universidad de Stanford en los Estados Unidos y ahora la Serie Instituto de Investigaciones Sociales lo pone a disposición en castellano para el público centroamericano.

Instituto de Investigaciones Sociales

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