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Formación Benedetto Lino (resumen)

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EQUIPO DE FORMACIÓN DE LA ZONA CASTELLANA DE SAN GREGORIO MAGNO

Extracto de una charla del hermano Benedetto Lino sobre la formación

QUE ES LA FORMACIÓN CRISTIANA Y EN PARTICULAR LA FORMACIÓN PARA NOSOTROS FRANCISCANOS SEGLARES1

Benedetto Lino, OFS

¿Qué es la formación? La formación acción que da forma.

La palabra forma implica un sentido de armonía, belleza, en consecuencia, formar y formación significan dar forma a lo que no la tiene, o a lo que no esta bien y debe ser mejorado o perfeccionado. La misma palabra forma, por otra parte, nos hace pensar a la expresión forma de vida (evangélica).

Pero, ¿qué es una forma de vida evangélica? Es asumir un estilo de vida según el Evangelio. Y ¿qué es el Evangelio? El Evangelio es la Buena Noticia de Dios que se revela como el Dios que ama incondicionalmente, el Dios que se da todo para nosotros en el Hijo, y que tanto amó al mundo que entregó a su propio Hijo. El Evangelio es la Palabra de Dios, verdadero Hombre y verdadero Dios.

Para nosotros cristianos:

La formación es tomar y dar la forma de Cristo. Cristo es el Libro de la Vida, Jesucristo es nuestro manual de formación, Jesús vivo y verdadero con sus palabras, su vida, con sus acciones, con su entrega total.

En formación, debemos recordarnos y recordar a los demás que se debe siempre comenzar y recomenzar a caminar desde Cristo.

Cada itinerario formativo cristiano debe mirar a Jesús, el Maestro, que formó personalmente a sus apóstoles y a sus discípulos. Él mismo Jesús nos ofrece el método: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Su estilo es la referencia obligada para los formadores. Tenemos que caminar desde Cristo”. Éste era el método de san Francisco de Asís.

La formación cristiana debe realizar para cada persona las condiciones adecuadas para la apertura a Cristo y para el encuentro con Cristo. El centro del itinerario formativo cristiano se apoya en el encuentro con la persona viva de Jesucristo.

El proceso de formación franciscana debe ser una escuela donde se enseñe a recomenzar siempre desde Cristo, como hizo Francisco.

Jesús nos invita a responder a una pregunta. «¿Y vosotros, quién decís que soy yo?». A partir del Evangelio, Él espera de nosotros una respuesta personal.

Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos, los elige entre los humildes. Y sin embargo, ellos se convertirán en los formadores de todo el mundo.

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No era la profunda cultura intelectual lo que Jesús estaba buscando, sino más bien una verdadera conversión del corazón.

Hoy la formación que se lleva a cabo se basa por un lado en metodologías y enseñanzas intelectuales y por el otro se mantiene en un nivel de pura y simple devoción. Se oscila entre dos extremos.

El fin es la conversión-transformación hacia una existencia conformada a Cristo. En la mayoría de los casos nos contentamos con una “pertenencia débil”. Llegamos a aprender una serie de cosas pero nada parece cambiar en nuestras vidas.

En la formación no se deben abordar contenidos intelectuales complejos hasta que no estemos seguros de que hayamos establecido una verdadera relación personal con Jesucristo.

Sin embargo, esta no es una situación típica solamente de nuestras Fraternidades. Es más bien un fenómeno bastante común en la Iglesia.

La formación que debe realizar un formador debe ser transmisión viva y urgente:• de fe.• del descubrimiento personal de Dios.• de las verdades que nos han abierto los ojos y que han dado el sentido ultimo y próximo a

nuestra vida.• de la experiencia de vivir de Cristo y en Cristo, de permanecer en El y El en nosotros.• de la belleza y de la alegría de nuestra común vocación.• del ardor de querer realizar el proyecto de Dios en y para cada uno de nosotros.

Es necesario observar cómo actúa el Divino Maestro. Él es el único punto de referencia válido. Jesús llama algunas personas (humildes y concretas). Estas personas lo siguen y empiezan a compartir todo con Él. Poco a poco, les enseña los fundamentos de la Revelación de Dios, Él usa imágenes sencillas e intuitivas, tomadas de la vida cotidiana, mostrándonos que no se puede dar ningún mensaje, si no se entiende. Nos muestra que puede revelar cosas de gran profundidad sin necesidad de recurrir a un lenguaje complicado. Los discípulos necesitan una sacudida completa en su propia vida, la muerte y resurrección de Jesús, la pérdida de todo punto de referencia, para dar “alma” a lo que han aprendido.

Reflexionemos sobre los candidatos a la formación para entrar a la Orden. Ellos ya son cristianos. Ya han recibido una educación básica. Se les puede comparar a los discípulos antes de la muerte de Jesús. Ellos, también, han escuchado muchas cosas, pero quizá todavía no han entendido. Por esta razón, la formación en primer lugar debe ayudar a los candidatos a entrar en una verdadera relación íntima y vital con Jesús. Este es el primer objetivo. Una vez logrado esto, todo lo que se aprenda estará “centrado” en Cristo Jesús.

La formación franciscana es dar la forma de Cristo, según la vocación que Dios nos ha dado, basado en el estilo de seguimiento de San Francisco. Francisco de Asís es icono privilegiado de la formación para todos los franciscanos.

Su experiencia personal de relación con Jesucristo se caracteriza por la radicalidad, la totalidad y la permanencia.

El arte del formador es conducir acompañando a los hermanos y las hermanas al encuentro con el Señor, donde quien toma la iniciativa y realiza la obra es el Espíritu del Señor. El Señor

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siempre actúa el primero.

Debemos ayudar a quienes están en formación a salir fuera de sí mismos con el Espíritu del Señor y ser moldeados por Él.

El camino de formación franciscano se inicia a partir de la contemplación del misterio trinitario y de la contemplación de la humildad de la Encarnación del Hijo de Dios, que no guardó nada para sí, sino que por amor se ofreció hasta el extremo. La contemplación de este misterio debe conducir a un camino de progresiva desapropiación de sí mismo y a una adhesión cada vez mayor a Jesucristo pobre y crucificado.

La primera condición para iniciar un proceso de formación consiste en experimentar la gratuidad de la llamada. Para acceder se debe ser llamado.

El primer pilar de este itinerario es, sin duda reconocer la primacía del encuentro con Cristo, hasta que tengamos la mente de Cristo.

El segundo pilar del itinerario franciscano es la centralidad de la Palabra y la Eucaristía, oída y celebrada con el espíritu de la Iglesia.

El tercer y cuarto pilar son la preferencia del pobre y la prioridad del hermano.

La formación franciscana debe favorecer tiempos frecuentes y prolongados para estar con el Señor, para ver, contemplar y aprender con Él a arder en el fuego de la caridad, fundamento de la fraternidad y fuente para vivir como siervos y sometidos a toda humana criatura por amor de Dios.

La responsabilidad de los responsables de la formación de las fraternidades es pensar y desarrollar proyectos que sean adecuados a las necesidades de las personas y de las circunstancias reales de la Fraternidad; presentarlos a los Consejos respectivos para su aprobación y ponerlos en práctica à través de personas competentes que sean capaces de llevarlos a cabo,

La formación que se realiza en la mayoría de las Fraternidades en el mundo se basa en una transmisión unidireccional de nociones de tipo catequético, de prácticas de devoción, narraciones sobre la vida de San Francisco. La mayoría de las personas que hacen formación no tienen una idea precisa de la identidad y naturaleza de la OFS y de los franciscanos seglares.

La formación tiene como objetivo desarrollar un auténtico crecimiento espiritual y una experiencia de oración y de fraternidad vivida.

No es “formación”:

• La formación no es asunto académico.• La formación no es cultura: la crea.• La formación no son conferencias más o menos impersonales.• La formación no es “material”, manuales de papel o audiovisuales que sean.• La formación no es una serie de lugares comunes empapados de devocionalismo.• La formación no es catecismo de niños. Lo presupone.

El manual más eficaz y creíble también para nosotros franciscanos seglares no puede ser sino que un manual viviente siguiendo el ejemplo de Francisco. Cada uno de nosotros, dejándose formar por Cristo, deberá convertirse en “manual viviente” para sus hermanos.

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La llama, el calor del amor y de la fe pueden ser transmitidos sólo por los que ya tienen esta llama y este calor. Y la llama y el calor pueden ser recibidos solamente por aquellos que lo deseen y estén abiertos a la acción del Espíritu, a la transmisión de vida de “testigos” auténticos y creíbles.

Cuando todo esto haya sido realizado, entonces y sólo entonces, los manuales sirven para algo. Así ocurrió con los primeros discípulos que incendiaron el mundo. Ellos se hicieron prójimos a todos para transmitir de una manera viva, en persona, lo que habían recibido. Transmitían vida y no erudición.

Francisco, como un nuevo Cristo, incendió a sus compañeros, a sus conciudadanos, a los hombres de su tiempo, y continúa incendiando el mundo.

Nosotros, franciscano seglares, también debemos “incendiar” el mundo y para lograrlo necesitamos fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta, humildad profunda, exactamente lo que Francisco pidió al Crucifijo de San Damián después de que Él le hubiera revelado su misión.

Tenemos que multiplicarnos y, por contacto vital, de presencia, debemos transmitir, formar, “incendiar”.

No hay otros métodos, no hay otros contenidos.

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