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Psicología del Yo.
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FORMACION Y PAPEL DEL YO EN LA ADAPTACION PSICOLOGICA
Por Fernando Honorato Basualto
El proceso de formación de Yo, comienza con la paulatina experimentación de las
diferencias sensorias motrices, ligadas a la reducción de tensión, a partir del
período de lactancia, sin embargo, recién, con el reconocimiento lingüístico o
simbólico de las diferencias, comienza su construcción definitiva.
El fracaso, la dificultad o el éxito en el proceso de construcción del Yo, determinan,
en distintos grados la adaptación psicológica del individuo.
A fin de prescindir del lenguaje de la psicopatología, que actúa como una trampa
lingüística, por el carácter perentorio e irremediable de las clasificaciones
nosológicas, se hablará de fortaleza y debilidad del Yo, para describir el éxito o el
fracaso en la adaptación psicológica por parte del individuo.
Es, ciertamente, la fortaleza del Yo el factor de adaptación, aunque también de
alienación. Quiere esto decir que, en el proceso de construcción del Yo, promueve
el individuo no solo su adaptación sino también su alienación, que lo separa de lo
real y lo sumerge en un mundo de símbolos. Es el precio de la adaptación, pues
su contrapartida es, según Lacan, la enfermedad.
Como sea, la construcción del Yo, es un proceso que se desencadena de manera
espontánea e inevitable, que se inicia a nivel sensorio motriz y se consolida con el
desarrollo del lenguaje.
El Yo, que no es otra cosa que una construcción simbólica, se superpone a la
naturaleza del individuo, que es lo real, imponiendo una particularidad y una
identidad que lo diferencia de los objetos que lo rodean. El fracaso en el
reconocimiento simbólico de la diferencia con otros, constituye la psicosis, que se
caracteriza por la imposibilidad de encuentro de una representación simbólica.
En estas condiciones, el apego o la transferencia en cualquier relación, presente o
futura, tiene un carácter confusional, viéndose afectados los límites de la
individualidad y, por lo tanto, la adaptación psicológica, que es la capacidad de
respuesta autónoma a las exigencias que impone el crecimiento.
Engañoso o alienado, el Yo provee el repertorio de conductas necesarias para
hacer frente a la realidad, afectando su insuficiencia, de un modo directo la
adaptación. El Yo, negado de una real autonomía, se conduce de un modo
automático, inconsciente y programático.
No es dueño de sí quien se conduce de un modo tan involuntario, pero es el único
repertorio disponible.
La función de Yo es la adaptación, el principio que lo rige es el sentido de realidad
y la consiguiente postergación de la descarga, que encuentra oposición en el
principio del placer, que procura satisfacción inmediata a los impulsos. Por lo
tanto, la mayor o menor fortaleza del Yo manifiesta el grado de tolerancia a la
frustración al que puede acceder el individuo.