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EINNOVA ARTE: FOTOGRAFIA Y MEMORIA EN AUDIOVISUALES Mª José Cerrada Ortega Alumna del Máster de Formación del Profesorado, Especialidad de Artes Plásticas [email protected] “El objeto se representa a sí mismo, delante de la luz que refleja. La imagen no es más que el impacto de la luz sobre la superficie fotosensible, un rastro almacenado, un rastro-memoria. Pero hoy todos sabemos que la fotografía es tan maleable y tan falible como la memoria. El ser humano recibe las acciones de las imágenes exteriores y las aísla en una especie de cubículo, guardando o ignorando las que no interesan, aportando siempre las modificaciones producidas por el cuerpo”. 1 “Un juego de lo cercano y lo lejano, un aura de objeto visible. […] Esa trama singular, extraña, de espacio y tiempo”. 2 “Una vez esto ocurrió y, al mismo tiempo: nunca más…” 3 1 Joan Fontcuberta. Fontcuberta, J. 1997. El beso de Judas Fotografía y verdad. Gustavo Gili, Barcelona 2 Didi-Huberman.

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EINNOVA ARTE: FOTOGRAFIA Y MEMORIA

EN AUDIOVISUALES

Mª José Cerrada Ortega

Alumna del Máster de Formación del Profesorado,

Especialidad de Artes Plásticas

[email protected]

“El objeto se representa a sí mismo, delante de la luz que refleja. La

imagen no es más que el impacto de la luz sobre la superficie fotosensible,

un rastro almacenado, un rastro-memoria. Pero hoy todos sabemos que la

fotografía es tan maleable y tan falible como la memoria. El ser humano

recibe las acciones de las imágenes exteriores y las aísla en una especie de

cubículo, guardando o ignorando las que no interesan, aportando siempre

las modificaciones producidas por el cuerpo”. 1

“Un juego de lo cercano y lo lejano, un aura de objeto visible. […] Esa

trama singular, extraña, de espacio y tiempo”.2

“Una vez esto ocurrió y, al mismo tiempo: nunca más…”3

1 Joan Fontcuberta. Fontcuberta, J. 1997. El beso de Judas Fotografía y verdad. Gustavo Gili, Barcelona 2 Didi-Huberman.

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“La huella como vestigio de la vida, de una existencia ya extinguida, es el

material para el recuerdo. Las huellas de la memoria habitan en

silenciosas y desoladas galerías; cavidades de una vida que se resiste al

olvido, porque el olvido es la pérdida definitiva de aquel o aquellos seres

añorados o queridos”4.

MEMORIA

“Filosóficamente, la memoria no es menos prodigiosa que la adivinación

del futuro”5.

La función de la memoria es la protección de las impresiones, pues el

recuerdo tiende a su deterioro. La memoria es en lo esencial conservadora,

mientras el recuerdo es destructivo.

El mecanismo de la memoria en los sueños: una de las características de los

sueños es que rara vez, excepto en casos de problemas postraumáticos,

reflejan una experiencia completa. Una idea, un objeto, una textura que

hemos percibido durante el día, es lo que en realidad aparece mayormente

en nuestros sueños.

Piensan que este efecto del intervalo de los sueños refleja el

funcionamiento hasta ahora oculto de la memoria: la reaparición de los

recuerdos en nuestros sueños ocurre durante el proceso de almacenaje,

cuando los recuerdos se trasladan de una región cerebral a otra antes de ser

archivados permanentemente.

La memoria funciona por asociación de ideas, generalmente. Cuanto más

esté relacionado un elemento con otros, más fácil será de recordar para

nosotros. Las relaciones entre elementos que generan los sueños parecen

3 Barther, Cámara Lúcida. 4 Walter Benjamin (“iluminaciones”). 5 Jorge Luis Borges, El informe de Brodie.

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absurdas desde el punto de vista de la vigilia. Pero la creatividad onírica las

crea continuamente, y parece que de algún modo sean significativas.

La investigación en la fase del sueño de nuestra conciencia pudiera dar

respuesta, no sólo a las razones sobre su origen, sino también a la forma en

que los recuerdos autobiográficos se consolidan a lo largo del tiempo en

nuestras mentes.

FOTOGRAFIA: LA MEMORIA DEL TIEMPO

La imagen fotográfica es más que una forma de expresión icónica y la

fotografía se presenta como una cristalización del instante visual, por esto

se convierte desde sus orígenes en un instrumento de captación, crítica,

estética y, en algunos casos, de manipulación, de la realidad cotidiana.

La fotografía exploró nuevos caminos con su rápida evolución tecnológica.

Para comprender la dimensión documental de la fotografía es preciso

analizar la relación que establece con la realidad, puesto que ésta es el

objeto de representación. Las imágenes, y como tal la fotografía,

establecen tres modos de relación con el mundo:

- El modo simbólico, presente desde los orígenes de la humanidad en la

utilización de la imagen como símbolo mágico o religioso y después con

muchos otros objetivos indicadores.

- El modo epistémico, según el cual la imagen aporta informaciones (de

carácter visual) sobre el mundo, cuyo conocimiento permite así abordar

incluso en sus aspectos no visuales. La fotografía cumple de este modo una

función mediadora; el fotógrafo nos sustituye o mejor nos representa en el

lugar del hecho, es nuestros ojos e incorpora lo no vivido a nuestra

memoria. Esta función de conocimiento y mediación es especialmente

significativa en la fotografía documental, en la fotografía de prensa o en la

fotografía científica.

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- El modo estético, pues la imagen está destinada a complacer al

espectador, a proporcionarle sensaciones específicas.

La fotografía participa de los tres modos de relación con el mundo y

aunque el modo epistémico pueda resultar el más accesible al

procesamiento documental clásico, lo cierto es que la dimensión simbólica

y la dimensión estética no deben ser soslayadas, ya que muchas fotografías

cambian por diversas razones su modo de relación puesto que después de

ciento cincuenta años de existencia, la fotografía continúa en su incipiente

evolución.

La fotografía es un medio de expresión artístico donde la imagen, como el

tiempo, no se puede capturar, pero sí arrancar de su momento y transferirlo

a una esencia distinta de continuidad.6

En cierto sentido, el recurso a la fotografía es el juego de vida y muerte del

proceso histórico: “Lo que las fotografías, con su pura acumulación

intentan proscribir es la recolección de muerte, que forma parte de toda

imagen-memoria… El mundo se ha convertido en un presente

fotografiable, y el presente fotografiado se ha vuelto completamente

eterno. Aparentemente arrancado de las garras de la muerte, en realidad ha

sucumbido a ella.”7

Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. La

fotografía miente siempre […] Lo importante, en suma, es el control

ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El

buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”.8

La fotografía ha vivido bajo la tiranía del tema, es decir, el objeto ha

ejercido una hegemonía casi absoluta; tanto es así, que criterios relativos al

tema no sólo han determinado el uso y tráfico de los diversos materiales

6 En definitiva, parece obvio que la compleja omnipresencia que la fotografía ha ido progresivamente conquistando

en el ecléctico espacio artístico de la sociedad del conocimiento del siglo XXI retroalimenta sus valores inmanentes

que se transmiten entre realidad y ficción. Consuelo Ciscar Casabán, Directora del Institut Valencià d´Art Modern. 7 Kracauer, Sigfried. 1927. En su ensayo Fotografía. 8 Fontcuberta, Joan. 1997. Introducción de El beso de Judas. Fotografía y verdad. Página 15.

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fotográficos en los ámbitos más cotidianos (por ejemplo, en un álbum

familiar) o más especializados (en el banco de imágenes de un archivo o

agencia fotográfica), sino también en planteamientos artísticos y críticos.9

Videncia y evidencia

“Olvidar es una función tan importante de la memoria como recordar”10 .

Y es justamente entre el lapso y la ausencia donde los recuerdos se

mezclan con la imaginación generando imágenes ilusorias. La imagen del

recuerdo está justamente en este “abismo”, entre lo vivido y lo

recordado”.

“Eres lo que recuerdas”.11 Tanto nuestra noción de lo real como la esencia

de nuestra identidad individual dependen de la memoria. No somos sino

memoria. La fotografía, pues, es una actividad fundamental para definirnos

que abre una doble vía de ascesis hacia la autoafirmación y el

conocimiento.

No es posible para la fotografía más género que la naturaleza muerta.

Porque tanto el principio básico de la memoria como el de la fotografía es

que las cosas han de morir en orden para vivir para siempre y en la

eternidad no cuenta el tiempo, el pasado y el futuro se confunden, como el

recuerdo y la premonición no son sino un mismo y único gesto según

proceda de lo que convenimos en llamar historiadores o profetas.

El enfrentamiento dialéctico entre dos figuras clave de la práctica

fotográfica de los años cincuenta ya perfilaba similares coordenadas

teóricas, el enfatizar esta doble polaridad funcional recuerdo/olvido.

La pérdida de nuestros rostros. Retratos. Alberto Ruiz de Samaniego

Hubo un tiempo en que el rostro se consideraba el lugar mismo de la

humanidad. Lo que fundamentalmente definía la humanidad en el ser

9 Ibidem, página 21. 10 Flusser, Vilem. Sobre la memoria. 11 Bobbio, Norberto. 1996. Ensayo De senectute.

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humano, en la especie humana, no era el cuerpo, ni la cabeza siquiera, ni

por supuesto los diversos apéndices: manos, piernas, brazos, sino el

rostro…

… Sólo los seres humanos tienen rostro; el rostro es eso indefinido que

emerge, distinto, del fondo bestial de la cabeza; eso que, también, se separa

o tiende a independizarse del cuerpo, como si el rostro liberase lo que de

espiritual puede haber en el ser humano y por ello necesitase

autonomizarse de su anclaje animal, corporal. Un primer plano, un retrato

de un rostro era, antes que nada, una demarcación de espiritualidad, el

intento de sondear expresivamente lo que de espiritual pueda haber en la

carne y el cuerpo. Por esto mismo, la cuestión del rostro lo ha sido todo en

Occidente. Y por el rostro, así mismo, vienen todos los problemas de

identidad que la tradición ha signado mediante estilemas como el doble o la

sombra o el espejo. El rostro es el lugar privilegiado donde se fundamenta

el sentimiento de lo otro y de lo semejante. O, lo que es lo mismo, el

sentimiento de pertenencia a una comunidad de parentesco y, a la vez, la

dificultad de relación con el prójimo. Esta comunidad no se restringe sólo a

la generalidad de los seres humanos, el retrato apunta mucho más fino: al

grupo, a una orden, a una clase, a una religión, a un clan, a una familia.

[…]

Acoso al rostro: El catálogo de las modalidades de esta torsión es muy

amplio. Podríamos aventurar unos esquemas básicos de este acoso al

rostro:

Lo explosivo/implosivo: Todo para que la figura humana deje de ser un

valor sentimental y pase a convertirse únicamente en un valor plástico.

La disgregación: Un grado más en este fraccionamiento por la ubicuidad

de la mirada. Esto dará lugar a la técnica del collage.

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El retorcimiento: Aquí el rostro es sometido a todo tipo de estiramientos,

torsiones y aplicaciones, de modo que hacen que parezca maleable, un

rostro de goma, o bien como si se pudiese borrar por partes.

El desenfoque: Es un procedimiento de devastación del rostro. El rostro (y

el cuerpo) desenfocado extienden una ambigüedad sugerente sobre el

retratado. En la medida en que equivale a algo contradictorio.

La ampliación: Muy propio del por art. El hecho mismo de la ampliación

hace perder humanidad a la figura.

En definitiva, todos estos procedimientos, a menudo combinados entre sí,

van siempre en una misma dirección: la de un abandono de la referencia

del rostro como concentrado expresivo de humanidad, e incluso, en la

mayoría de las ocasiones, la de una destrucción deliberada de esa

referencia. Es así que la derrota del rostro sobreviene definitivamente en

las imágenes a fines el período moderno. El fin de la modernidad y el

surgimiento de lo que se llama posmodernidad coincide, pues con este

proceso. Una de las más claras manifestaciones de esta derrota es lo que

llamaremos el retorno del tipo. Esto es, la predilección por el rostro

genérico, sustraído de su individualidad.

La escena ausente.

La fotografía, imagen técnica, producto de la modernidad, recupera esa

carga mítica del origen. Walter Benjamín ya marcaba la paradoja: “la

técnica más exacta puede dar a sus productos un valor mágico que una

imagen pintada ya nunca poseerá para nosotros”. Quienes miraban las

primeras fotos participaban de un misterio: creían, como quienes creen

arrodillados frente a una figura religiosa que el santo los ve y escucha sus

ruegos, que los pequeños, minúsculos rostros fotografiados, podían desde

la imagen mirarlos. La fotografía cumple, como las primeras imágenes, la

función de médium entre lo que es y lo que ha sido, entre los que aún son y

los que ya no están. En palabras de Roland Barthes: “La foto es

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literalmente una emanación del referente. De un cuerpo real, que se

encontraba allí, han salido unas radiaciones que vienen a impresionarme a

mí, que me encuentro aquí (...); la foto del ser desaparecido viene a

impresionarme al igual que los rayos diferidos de una estrella. Una especie

de cordón umbilical une el cuerpo de la cosa fotografiada a mi mirada: la

luz, aunque impalpable, es aquí un medio carnal, una piel que comparto

con aquel o aquella que han sido fotografiados”. La fotografía aporta al

universo iconográfico una imagen precisa, definida, pero que en esencia es

un signo emanado directamente del referente. Testimonia la presencia real

en el pasado del cuerpo al que hace referencia. Ninguna otra imagen ha

tenido tanto a favor para conjurar la ausencia y cumplir tan cabalmente con

el mito de origen. Toda fotografía afirma que lo que vemos en ella se ha

encontrado allí, ha estado allí pero inmediatamente separado. Es así que

Barthes encuentra el noema de la fotografía en certificar que esto (el

referente) ha sido. La facultad de atestiguar lo que ha sido, de retener lo

que se desvanece es la memoria. La memoria es constitutiva de la

condición humana: desde siempre nos hemos ocupado de producir señales

que permanezcan más allá del devenir, que sirvan de marca de la propia

existencia y que le den sentido.

Por oposición, cuando se ha querido contar la pérdida de las cualidades de

lo humano se menciona la imposibilidad de recordar.12

En cambio, las fotografías privadas, especialmente las que integran el

álbum familiar, se aprecian y se leen en un contexto que es la continuación

de aquel de donde las sacó la cámara. A pesar del corte, de la violencia que

implica el acto fotográfico, estas imágenes permanecen unidas al

significado del que fueron separadas. La continuidad prevalece sobre el

instante. En estos casos, “la fotografía contribuye a la memoria viva, no la

12 Quieto, Lucila. Ensayo de Marisa Strelczenia sobre la serie de imágenes "Arqueología de la Ausencia".

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suplanta”. La imagen evoca el recuerdo del acontecimiento familiar, sin

reemplazarlo. Se acepta el corte esencial del acto fotográfico en beneficio

de la memoria. Hasta los más reticentes a ser fotografiados aceptan

despojarse para permanecer. En ese ámbito privado, las personas producen

sus propias imágenes y las controlan, las sujetan, las pueden significar.

Quienes sacan las fotos son, prácticamente, los mismos que las contemplan

y las atesoran. En cierta forma, la violencia del corte ha quedado

atemperada por la no separación entre los contextos de producción,

circulación y recepción. Pero retornará con todo su rigor cuando una

fotografía privada deba abandonar ese ámbito primigenio para ingresar a la

escena pública. Ese cambio de contexto, en general, no ocurre por elección

sino por necesidad. La fotografía es empujada, arrastrada, separada de la

continuidad de la memoria viva de los miembros del grupo hacia el mundo

social de imágenes fragmentadas, inconexas. La foto tomada en un acto

escolar, el retrato de quince, a expresión de un rostro en noche buena, el

gesto casual de una tarde de verano, se separan del relato familiar que los

explica y les da significado para cumplir otro rol, no el de evocar el

acontecimiento, sino el de reclamar por el que fue, un reclamo

“indomable”, “que no se puede silenciar”. La fotografía se aprecia como

una vía eficaz para reclamar por una persona particular, no anónima, como

particular es el signo fotográfico: Llamados a la solidaridad, donde los

pequeños rostros de las personas perdidas se amplían para llenar la pantalla

televisiva. Un paradero desconocido y una imagen tratando de sujetar, de

sostener el hilo que conduzca al encuentro.

FOTOGRAFIA, MEMORIA EN AUDIOVISUALES

Tras la invención de la cámara cinematográfica, esta contradicción se puso

gradualmente de manifiesto Soy un ojo. Un ojo mecánico. Yo, la máquina,

os muestro un mundo del único modo que puedo verlo. Me libero hoy y

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para siempre de a inmovilidad humana. Estoy en constante movimiento.

Me aproximo a los objetos y me alejo de ellos. Repto bajo ellos. Me

mantengo a la altura de la boca de un caballo que corre, caigo y me levanto

con los cuerpos que caen y se levantan. Esta soy yo, la máquina, que

maniobra con movimientos caóticos, que registra un movimiento tras otro

en las combinaciones más complejas. Libre de las fronteras del tiempo y el

espacio, coordino cualesquiera y todos los puntos del universo, allí donde

yo quiera que estén. Mi camino lleva a la creación de una nueva percepción

del mundo. Por eso explico de un modo nuevo el mundo desconocido para

vosotros.13

La cámara aislaba apariencias instantáneas y al hacerlo destruía la idea de

que las imágenes eran atemporales, mostraba que el concepto de tiempo

que pasa era inseparable de la experiencia visual (salvo en las pinturas). Lo

que veíamos dependía del lugar en que estábamos cuando lo veíamos. Lo

que veíamos era algo relativo que dependía de nuestra posición en el

tiempo y en el espacio. Ya no era posible imaginar que todo convergía en el

ojo humano, punto de fuga del infinito. La perspectiva organizaba el campo

visual como si eso fuera realmente lo ideal. Todo dibujo o pintura que

utilizaba la perspectiva proponía al espectador como centro único del

mundo. La cámara, sobre todo la cámara de cine le demostraban que no era

el centro. La invención de la cámara cambió el modo de ver de los

hombres. Lo visible llegó a significar algo muy distinto para ellos. Y esto

se reflejó inmediatamente en la pintura.

Para los impresionistas, lo visible ya no se presentaba al hombre para que

este lo viera. Al contrario, lo visible, en un fluir continuo, se hacía fugitivo.

Para los cubistas, lo visible ya no era lo que había frente a un solo ojo, sino

13 (Cita tomada de un artículo escrito en 1923 por Dziga Verrov, el revolucionario director de cine soviético).

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la totalidad de las vistas posibles a tornar desde puntos situados alrededor

del objeto (o la persona) representado.

En la película "Ulysse"14 de Agnès Varda revisita una fotografía

enigmática tomada en Egipto veintiocho años antes. Es un análisis

meditado e imaginativo de los significados de las imágenes: mitológico,

alegórico, histórico y personal. Es una fotografía bella y extraña. A orillas

del mar, una cabra, un niño y un hombre. Es una fotografía hecha por

Varda en 1954: la cabra murió, el niño se llama Ulysse y el hombre está

desnudo.

A partir de esta imagen fija, la película explora lo imaginario y la realidad.

Varda indaga treinta años después de realizar la foto, remueve sus propios

recuerdos de la época y la de los personajes de la foto (que no recuerdan

casi nada de ese instante), confrontando así la memoria con la inmortalidad

del instante fotográfico.

En conclusión, analizando la naturaleza de la imagen fotográfica, se puede

concluir destacando su valor como índice, como huella15. La fotografía es

un signo que requiere para su consecución una relación de causalidad física

con el objeto y este se representa a sí mismo mediante la luz que refleja. La

imagen no es más que el rastro del impacto de esa luz sobre la superficie

fotosensible: un rastro almacenado, un rastro-memoria. Pero hoy sabemos

que la fotografía es tan maleable y tan falible como la memoria.

La escritura de las apariencias: “fácilmente aceptamos la realidad, acaso

porque intuimos que nada es real”.16

Fotografía significa literalmente “escritura aparente”. Faos, fantasmas,

fantasía o fenómenos.

14 Ulysse (1982) de Agnès Varda – directora de cine nacida el 30 de mayo de 1928 en Bruselas. Cine nueva ola y pionera del cine feminista. 15 Los peces de Enoshima. 16 Borges, José Luis. El inmortal

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Podríamos decir que las fotos convencionales son huellas filtradas, huellas

codificadas que muestran el desajuste entre imagen y experiencia. […] Se

podría concluir que las huellas son las unidades de la memoria, su materia

prima, y que la memoria, a su vez, es una intrincadísima estratificación de

huellas17.

Esta idea de huellas estratificadas, que hablan de la memoria fragmentada,

de la visión

interior, la percepción, los olvidos, los sueños y la imaginación es

totalmente afín a lo que yo quiero transmitir en mi proyecto audiovisual,

esas huellas que han dejado familiares en mi vida, con sensaciones

contradictorias: lo permanente, lo transitorio; los recuerdos, los olvidos; lo

eterno, lo efímero; lo público, lo privado y esto se puede expresar mediante

fotografías antiguas (algo permanente) pero a la vez transformadas,

distorsionadas, etéreas, incluso borradas (olvidos, lo efímero), fotos de

familiares que podrían ser cualquiera pues no tienen rostro, son reales pero

no se reconocen, algunos se recuerdan pero otros te los han recordado,

mediante fotos o mediante historias. Por otro lado, los recuerdos se

mezclan con la imaginación generando imágenes ilusorias, entre lo vivido,

lo recordado y lo heredado y se convierten en memoria imaginada o

azarosa18.

17 Fontcuberta, J. 1997. El beso de Judas Fotografía y verdad Página 79. 18 “Los recuerdos no se olvidan, quedan inaccesibles, pero en realidad no se borran (quedan en el

inconsciente). […] La gente cree que un recuerdo es más exacto cuanto más vivo y detallado es, pero en

realidad las investigaciones nos indican lo contrario. […] Los falsos recuerdos que se abren camino desde

nuestra memoria a largo plazo, vienen a apoyar de forma importante algunos aspectos de nuestra

identidad personal. Los recuerdos llevan mensajes importantes, son como una instantánea de esa

experiencia personal”. Martin Conway, profesor de Psicología en el City University London).

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BIBLIOGRAFIA

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- Bobbio, Norberto. 1996. De senectute. Taurus,

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una antropología de la mirada. Diputación Provincial de Cuenca.

- Fontcuberta, J. 1997. El beso de Judas Fotografía y verdad. Gustavo Gili,

Barcelona.

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Web:

- Alberto Ruiz de Samaniego

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- http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Anselm_Kiefer.htm

-Redes 136: Cómo construimos los recuerdos – neurociencias.

https://www.youtube.com/watch?v=bnGOZvXLaIw

- Ensayo de Marisa Strelczenia sobre la serie de imágenes "Arqueología de

la Ausencia", de Lucila Quieto.

http://www.studium.iar.unicamp.br/20/ausencia/Strelczenia