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LA ILÍADA [fragmentos] […]Cuando los ejércitos llegaron a juntarse, chocaron entre sí los escudos, las lanzas, y el valor de los hombres armados de broncíneas corazas, y al aproximarse los abollonados escudos se produjo un gran alboroto. Allí se oían simultáneamente los lamentos de los moribundos y los gritos jactanciosos de los matadores, y la tierra manaba sangre. Como dos torrentes nacidos en grandes manantiales se despeñan por los montes, reúnen las hirvientes aguas en hondo barranco abierto en el valle y producen un estruendo que oye desde lejos el pastor en la montaña; así era la gritería y el trabajo de los que vinieron a las manos. Fue Antíloco quien primeramente mató a un guerrero teucro, a Equepolo el Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hiriole en la cimera del penachudo casco, y la broncínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y cayó como una torre en el duro combate. Al punto asiole de un pie el rey Elefenor de Calcodontíada, caudillo de los bravos abantes, y lo arrastraba para ponerlo fuera del alcance de los dardos y quitarle la armadura. Poco duró su intento. [..] Dijo, y blandiendo la enorme lanza, arrojóla y atravesó el bronce que cubría como octava capa el gran escudo de Ayante formado por siete boyunos cueros: la indomable punta horadó seis de éstos y en el séptimo quedó detenida. Ayante, del linaje de Zeus, tiró a su vez su luenga lanza y dio en el escudo liso del Priámida, y la robusta lanza, pasando por el terso escudo, se hundió en la labrada coraza y rasgó la túnica sobre el ijar; inclinóse el héroe, y evitó la negra muerte. Y arrancando ambos las luengas lanzas de los escudos, acometiéronse como carniceros leones o puercos monteses, cuya fuerza es inmensa. El Priámida hirió con la lanza el centro del escudo de Ayante, y el bronce no pudo romperlo porque la punta se torció. Ayante, arremetiendo, clavó la suya en el escudo de aquél, a hizo vacilar al héroe cuando se disponía para el ataque; la punta abrióse camino hasta el cuello de Héctor, y en seguida brotó la negra sangre. Mas no por esto cesó de combatir Héctor, el de tremolante casco, sino que, volviéndose, cogió con su robusta mano un pedrejón negro y erizado de puntas que había en el campo; lo tiró, acertó a dar en el bollón central del gran escudo de Ayante, de siete boyunas pieles, a hizo resonar el bronce que lo cubría. Ayante entonces, tomando una piedra mucho mayor, la despidió haciéndola voltear con una fuerza inmensa. La piedra torció el borde inferior del hectóreo escudo, cual pudiera hacerlo una muela de molino, y chocando con las rodillas de Héctor lo hizo caer de espaldas asido al escudo; pero Apolo en seguida lo puso en pie. Y ya se hubieran atacado de cerca con las espadas, si no hubiesen acudido dos heraldos, mensajeros de Zeus y de los hombres, que llegaron respectivamente del campo de los troyanos y del de los aqueos, de broncíneas corazas: Taltibio a Ideo, prudentes ambos. […]

Fragmentos Epopeyas

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Page 1: Fragmentos Epopeyas

LA ILÍADA [fragmentos]

[…]Cuando los ejércitos llegaron a juntarse, chocaron entre sí los escudos, las lanzas, y el valor de los hombres armados de broncíneas corazas, y al aproximarse los abollonados escudos se produjo un gran alboroto. Allí se oían simultáneamente los lamentos de los moribundos y los gritos jactanciosos de los matadores, y la tierra manaba sangre. Como dos torrentes nacidos en grandes manantiales se despeñan por los montes, reúnen las hirvientes aguas en hondo barranco abierto en el valle y producen un estruendo que oye desde lejos el pastor en la montaña; así era la gritería y el trabajo de los que vinieron a las manos. Fue Antíloco quien primeramente mató a un guerrero teucro, a Equepolo el Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hiriole en la cimera del penachudo casco, y la broncínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y cayó como una torre en el duro combate. Al punto asiole de un pie el rey Elefenor de Calcodontíada, caudillo de los bravos abantes, y lo arrastraba para ponerlo fuera del alcance de los dardos y quitarle la armadura. Poco duró su intento.

[..] Dijo, y blandiendo la enorme lanza, arrojóla y atravesó el bronce que cubría como octava capa el gran escudo de Ayante formado por siete boyunos cueros: la indomable punta horadó seis de éstos y en el séptimo quedó detenida. Ayante, del linaje de Zeus, tiró a su vez su luenga lanza y dio en el escudo liso del Priámida, y la robusta lanza, pasando por el terso escudo, se hundió en la labrada coraza y rasgó la túnica sobre el ijar; inclinóse el héroe, y evitó la negra muerte. Y arrancando ambos las luengas lanzas de los escudos, acometiéronse como carniceros leones o puercos monteses, cuya fuerza es inmensa. El Priámida hirió con la lanza el centro del escudo de Ayante, y el bronce no pudo romperlo porque la punta se torció. Ayante, arremetiendo, clavó la suya en el escudo de aquél, a hizo vacilar al héroe cuando se disponía para el ataque; la punta abrióse camino hasta el cuello de Héctor, y en seguida brotó la negra sangre. Mas no por esto cesó de combatir Héctor, el de tremolante casco, sino que, volviéndose, cogió con su robusta mano un pedrejón negro y erizado de puntas que había en el campo; lo tiró, acertó a dar en el bollón central del gran escudo de Ayante, de siete boyunas pieles, a hizo resonar el bronce que lo cubría. Ayante entonces,

tomando una piedra mucho mayor, la despidió haciéndola voltear con una fuerza inmensa. La piedra torció el borde inferior del hectóreo escudo, cual pudiera hacerlo una muela de molino, y chocando con las rodillas de Héctor lo hizo caer de espaldas asido al escudo; pero Apolo en seguida lo puso en pie. Y ya se hubieran atacado de cerca con las espadas, si no hubiesen acudido dos heraldos, mensajeros de Zeus y de los hombres, que llegaron respectivamente del campo de los troyanos y del de los aqueos, de broncíneas corazas: Taltibio a Ideo, prudentes ambos. […]_______________________________________

BEOWULF. Anónimo [fragmento]

2542 El hombre excelente que antaño se viera 2543 en frecuentes combates, en duros encuentros 2544 de gente de a pie, descubrís en la montaña 2545 la entrada de piedra: por allá de la gruta 2546 salía terrible un ardiente oleaje 2547 de pérfidas llamas. Nadie al tesoro 2548 ni un solo momento acercarse podía 2549 que no lo quemara en su fuego el dragón. 2550 El príncipe gauta furioso se hallaba; 2551 con fuerza arrojó su palabra del pecho, 2552 gritó, valeroso, y su voz resonó, 2553 su llamada de guerra, en la roca grisácea. 2554 Allá hubo combate. Oyó el desafío 2555 el guardián del tesoro. ¡Ya mal a un arreglo 2556 llegarse podía! De la cueva, espantoso, 2557 primero salió el aliento del monstruo, 2558 su cálido fuego: la tierra tronó. 2559 Se guardó de la sierpe el señor de los gautas, 2560 al pie de la peña, elevando su escudo. 2561 Dispuesta a la lucha se hallaba la fiera 2562 de cola enroscada. El bravo monarca 2563 su hierro empuñó, la pieza valiosa 2564 de filo potente. Miedo sintieron, 2565 el uno del otro, los dos enemigos. 2566 El rey de su pueblo detrás del escudo 2567 animoso esperó cuando el torvo reptil

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2568 se dispuso al ataque: equipado aguardaba. 2569 La feroz entre llamas reptando corrió 17912570 a encontrar su destino. Al famoso caudillo 2571 salvóle el escudo la vida y el cuerpo 2572 por tiempo más breve que él se pensaba. 2573 En su vida ésta fue la primera ocasión 2574 en que usó su valor sin que gloria en la lucha 2575 la suerte le diera. El rey de los gautas 2576 el brazo elevó: su espada excelente 2577 cayó sobre el monstruo, mas al filo brillante 2578 detúvolo el hueso; no tanto mordió _______________________________________

KÁLEVALA. Anónimo [fragmento]

Tomó su espada de afilada punta, su espada templada en la morada de los dioses, lametió en la vaina y la ciñó a su costado. Después lanzó un mágico silbido, y de pronto,del fondo de un bosquecillo, un caballo acudió, un corcel de crines de oro y encendidapelambre. El héroe lo enganchó a su trineo, a su hermoso trineo, después montó, hizorestallar su látigo ornado de perlas y partió como una centella. Bracea el caballo, sedesliza el trineo, el camino se borra, retumban los campos de oro y las malezas deplata...Lemmikainen caminó un día y otro día. Al tercer día llegó a Pohjola. Se detuvoante la primera casa y lanzó una furtiva ojeada al interior. Estaba llena de "tietajat" 23,de poderosos magos, de sabios adivinos, de hábiles encantadores, cantando todos lasrunas de Laponia.El bullicioso Lemmikainen tomó otra forma y penetró audazmente en la vivienda.El ama de la casa suspendió su trabajo y dijo: "Ahora mismo había aquí un perro,de color rojizo, un devorador de carne, un quebrantahuesos, un chupador de sangrecruda. ¿Qué hombre eres tú, pues, entre los hombres, qué héroe entre los héroes, que haspodido cruzar ese umbral sin que el perro te haya oído, sin que te haya sentido elladrador?".El bullicioso Lemmikainen respondió: "No he venido yo aquí con mi ciencia y midestreza, con mi poder y mi sabiduría, con la fuerza y las virtudes mágicas que heredéde mi padre y las runas protectoras que aprendí de mi raza, para ser devorado por tusperros, para ser pasto de tus ladradores". […]

[…]El viejo, el impasible Wainamoinen, respondió: "Tengo algo peregrino quecontaros, una cosa asombrosa sobre el sol y la luna. ¿Dónde se ha refugiado el sol,abandonándonos? ¿hacia dónde ha huido la luna?"Los mozos de Pohjola, la maldita ralea, replicaron: "El sol, al abandonaros, se harefugiado aquí; la luna está oculta en una roca de jaspeados flancos, bajo una montañade hierro. Y no los sacarás de ahí, si nosotros no les dejamos escapar; no los rescatarássi nosotros no les concedemos la libertad".El viejo Wainamoinen, dijo: "¡Si el sol no es librado de la roca, si la luna no essacada del seno de la montaña, habréis de véroslas conmigo, espada contra espada!"Y así diciendo, el héroe desenvainó su espada, desnudó su mordiente acero: la lunabrillaba en su punta, el sol resplandecía en su cazoleta, un corcel piafaba en su hoja, ungato maullaba en su empuñadura.La batalla se entabló, midiéndose las espadas. La de Wainamoinen sobrepasaba alas demás, en el tamaño de un grano de escanda, en el grosor de una espiga.El viejo Wainamoinen blandió su espada una vez, la blandió dos veces; y como sifueran hojas de nabiza, como si fueran tallos de lino, así segó las cabezas de los hijos dePohjola.Después salió en busca de la luna, a liberar al sol de las entrañas del roquedaljaspeado, de la montaña de acero, de la montaña de hierro.Cuando hubo caminado un pequeño trecho, divisó una isla verdegueante, y en laisla un abedul altivo, y al pie del abedul una espesa roca, y bajo la roca una profundacaverna, con nueve puertas cerradas por cien candados.Una fisura, una imperceptible grieta se mostraba al pie de la roca; Wainamoinenhundió en ella su aguda espada, su radiante hoja, y la roca se abrió en dos. Y el viejoWainamoinen, el runoya eterno, trató de hacer saltar las puertas de sus goznes con lospuños, de violentar los cerrojos con la virtud de sus palabras; pero las puertas resistieronal puño, los candados no resintieron los efectos de la palabra.El viejo Wainamoinen, dijo: "El hombre sin armas no vale más que una pobre vieja;el hacha sin filo no es más que un pobre apero". Y así diciendo, volvió a emprender el

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camino de su país, con la cabeza gacha y triste el corazón, por no haber podido rescatarla luna y el sol.