Franco visto por sus ministros

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    Ni est el maana ni el ayer escrito.

    ANTONIO MACHADO

    El dios ibero

    1. La coleccin ESPEJO DE ESPAA, bajo el sign o de Editori al Planeta , preten deaportar su colaboracin, no por modesta menos decidida, al cumplimiento deuna tarea que, pese a contar con tantos precedentes ilustres, da tras dase evidencia como ms urgente y necesaria: el esclarecimiento de las complejasrealidades peninsulares de toda ndole humanas, histricas, polticas,sociolgicas, econmicas... que nos conforman individual y colectivamente,y, con preferencia, de aquellas de ayer que gravitan sobre hoy condicionandoel maana.

    2. Esta aporta cin, a la que de manera muy especia l invit amos a colaborara los escritores de las diversas lenguas hispnicas, se articula inicialmente ensiete series:

    I los espaole sII biografas y memorias

    III movimien tos poltic os, sociales y econmicosIV la hist oria vivaV la guerra civ il

    VI la Espaa de la posgue rraVII testigo s del futuro

    Con ellas, y con las que en lo sucesivo se crea oportuno incorporar, aspiramosa traducir en realidades el propsito que nos anima.

    3. Bueno ser, sin embargo, adver tir pue sto que no se pretend e engaara nadie que somos conscientes de cuantas circunstancias nos limitan. As,por ejemplo, en su deseo de suplir una bibliografa inexistente muchas veces,que cabe confiar estudios posteriores completen y enriquezcan, ESPEJO DEESPAA en algunos casos slo podr intentar, aqu y ahora, una aproximacin

    sin falseamiento, por descontado, de cuanto se explique o interprete a lostemas propuestos, pero permtasenos pensar, a fuer de posibilistas, que tal vezlos logros futuros se fundamentan ya en las tentativas presentes sin solucinde continuidad.

    4. Al texto de los autores que en cada caso se elige n por su idoneidadmanifiesta para el tratamiento de los temas seleccionados, la coleccin incorpora-un muy abundante material grfico, no, obviamente, por razones estticas, sinoen funcin de su inters documental, y, cuando la obra lo requiere, tablascronolgicas, cuadros sinpticos y todos aquellos elementos que puedencomplementarlo eficazmente. Se trata, en definitiva, de que cada uno de los ttulos,en su unidad texto-imagen, responda a la voluntad de testimonio que presidelas diversas series.

    5. Sera ingenuo descono cer , empero , que este ESPEJO que, acog ido a ladefinicin que Stendhal aplicara a la novela, pretendemos pasear a lo largodel camino, segn se proyecte a su izquierda o a su derecha recoger, sin duda,sobre los mismos hombres, sobre los mismos hechos y sobre las mismasideas, imgenes diversas y hasta contrapuestas. Nada ms natural y deseable.La coleccin integra, sin que ello presuponga identificacin con una u otratendencia, obras y autores de plural ideologa, consecuente con el principiode que ser liberal presupone estar siempre dispuesto a admitir que el otro puedetener razn. Aspiramos a crear un agora de libre acceso, cerrada, nicaexcepcin, para quienes frente a la dialctica de la palabra preconicen, aunqueslo sea por escrito, la dialctica de la pistola.

    6. Y si en algunas oca sion es la estampa que ESPEJO DE ESPAA nos ofrezcahiere nuestra sensibilidad o conturba nuestra visin convencional, unamosnuestra voluntad de reforma a la voluntad de testimonio antes aludiday recordemos la vigencia de lo dicho por Quevedo: Arrojar la cara importa,que el espejo no hay de qu.

    RAFAEL BORRAS BETRIU

    Director

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    FRANCOvisto por susministros

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    Este libro constituye una aportacinsingular al conocimiento de ia reciente historiade Espaa al ofrecer reunidos, por primera vez,un conjunto de testimonios de primera manosobre la persona de Franco. Es indudable que, apesar del considerable nmero de obraspublicadas en los ltimos seis aos, ni todo loescrito sobre el anterior Jefe del Estadoresponde a las exigencias de la veracidad, ni mucho menos est ya dicha toda la verdad.

    Con el propsito de situar ms cerca delos lectores la figura humana y poltica deFranco, durante su larga etapa de gobernante, seha solicitado la colaboracin de los ministrosque, como miembros de los sucesivos Gobiernos

    del Rgimen, tuvieron la oportunidad deconocerle a travs de una relacin personalfrecuente y directa.

    A travs del testimonio de cuarenta ycinco ex ministros que pertenecieron alGobierno desde 1938 hasta 1975 aparece ensus rasgos fundamentales la personalidad deFranco, tal como pudieron apreciarla sus msinmediatos colaboradores, tanto en situacionesde tensin como en momentos de plcida charlaen la intimidad. El resultado final de su lecturaproporcionar no pocos motivos de sorpresa, al

    referir con la calidad de lo vivido, muchassituaciones protagonizadas por Franco durantesus despachos y en los Consejos de Ministros,en las estancias del palacio de El Pardo. Yadems ayudar a conocer, de la pluma de susautores, la prctica habitual seguida para elnombramiento de los ministros, la relacin con elJefe del Estado dentro del Gobierno y otrospormenores de la vida poltica en el rgimenanterior de indudable inters.

    Puede asegurarse que Franco visto porsus ministros constituye una obra de valor

    informativo para todo lector curioso de la Espaacontempornea, y a la vez una documentacinimprescindible para la investigacin histricasobre Franco y su poca.

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    FRANCOvisto por susministrosCoordinacin, recopilacin y prlogode ngel Bayod

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    Direccin: Rafael Borrs BetriuSerie: Los espaoles

    Editorial Planeta, S. A. y cada uno de los encuestados, 1981Crcega, 273-277, Barcelona-8 (Espaa)

    Edicin al cuidado de Ester BerenguerSobrecubierta de Hans Romberg (foto Gyenes y realizacin de JordiRoyo)

    Procedencia de las ilustraciones: Alfonso, Archivo Planeta, A. Verdugo, Campa, Ci-fra Grfica, Europa Press, Flash Press, Foto Luis, Instituto Municipal de Historia(Barcelona), Keystone, Luis Vidal, Magnum, Martin Santos Yubero, Orbis-Foto, SanAntonio y SIC

    Maquetas de i lustracin interior: Eduardo AsensioProduccin: equipo tcnico de Editorial PlanetaPrimera edicin: diciembre de 1981Depsi to legal : B. 39.196-1981I SBN 84 -320 -5676-6

    Printed in Spain / Impreso en EspaaComposicin, compaginacin e impresin: Talleres Grficos Dplex, S. A.,

    Ciudad de la Asuncin, 26-D, Barcelona-30

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    Alfredo Snchez Bella 245Vicente Mortes Alfonso 259

    Enriq ue Garca-Ramal Cellalbo 274Gonzalo Fernndez de la Mora y Mon 290

    DUODCIMO GOBIERNO 299

    Francisco Coloma Gallegos 300Carlos Arias Nav arr o 307Fernando de Lin y Zofo 314

    Jos Utrera Molina 321Cruz Martnez Esteru elas 336

    DECIMOTERCER GOBIERNO 345Antonio Carro Martnez 347Jos Garca Hernndez 360

    Antonio Valds y Gonzlez-Roldn 365Alejandro Fernndez Sordo 372

    Luis Rodrguez Miguel 378Joaqun Gutirrez Cano 384

    Rafael Cabello de Alba y Gracia 398Len Her rera Esteban 410Jos Mara Snchez-Ventura y Pascual 420

    Alfonso lvarez Miranda 432Jos Luis Cern Ayuso 437

    Fer nando Surez Gonzlez 444

    ndice onomstico 457

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    Prlogo

    Sobre Franco se escribe cada da ms. Dentro de Espaa, sobre todo, perotambin allende las fronteras. Por la pluma de especialistas acreditados tantocomo por cuanto qudam se siente urgido a volcar su rencor impreso. Se es-cribe bajo las ms diversas frmulas literarias, del documento a la novela defantapoltica, del coleccinable al libro de memorias. Y todo este material esrecibido por un sector significativo del pblico con avidez creciente. Hay en

    la opinin espaola un inters manifiesto por el tema, en diferentes gradosque van desde la curiosidad superficial por lo anecdtico hasta los dominiosde la seria indagacin histrica. Alcanzando incluso, a veces, pretensiones

    polmicas y, en otras ocasiones, sin apenas elevarse sobre el plano nfimo del puro y descarnado libelo. El hecho cierto es que, con una regularidad soste-nida, la produccin editorial aporta un contingente abundante y vario deobras referidas a quien fuera, por uno de los ms dilatados perodos de nues-tra historia, el Jefe del Estado Espaol.

    En cuanto a los contenidos que ofrecen podemos encontrar tanto los quehacen referencia estricta a la biografa del personaje como los que se extien-den tambin a su entorno humano y familiar, al rgimen poltico cuyo vrticeocup y, finalmente, a la situacin social y econmica en que Espaa vivi

    durante este pasado reciente. Y siempre, claro est, como puro reflejo, como proyeccin o huella grabada de su personalidad. Quien, partiendo de un exa-men conjunto de todo este material, se formule con deseo sincero de preci-sin, la pregunta clave cmo era Franco?, lo encontrar sorprendente,ciertamente poco halageo. Predominan los brochazos saturados de tintasacres que deforman la imagen tanto, al menos, como las anteojeras por lascuales asoman cmodamente los usufructuarios de prejuicios y los contritostardos. Parece como si se tuviera prefijado un resultado, al que hubiera dearribarse a toda costa, aun al precio imponderable del ridculo: persuadir alos espaoles de que, durante tanto tiempo cuanto le tuvieron por Caudillo,vivieron sujetos a un despotismo mediocre, superlativamente reaccionario,apoyado en el engao sistemtico y, como corolario, aborrecido a la vez poraquel mismo pueblo y por todos los dems del planeta. Y se le carga, de pasa-da, no ya con el pasivo que histricamente pudiera atribursele, sino con laresponsabilidad ms ilimitada por toda suerte de carencias, por cualesquierasucesos negativos que puedan haberse producido en el acontecer nacional con

    posterioridad a su desaparicin.

    Ahora bien, volviendo sobre el interrogante, era as como se nos dice elgeneral Franco?

    No cabe duda de que toda nueva informacin que pueda lograrse ayu-dar al lector a contrastar la fiabilidad de unos y otros autores, aumentandolas posibilidades de alcanzar un nivel aceptable de objetividad. Los textos pu-blicados hasta ahora proceden de fuentes de muy desigual calificacin. Por-

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    que parece que, para dictar anatemas sobre Franco y sobre su tiempo, no serequiere la presentacin de especficos ttulos ni credenciales.

    Este libro responde a la voluntad de abrir una va de conocimiento y deaproximacin a la realidad humana de Francisco Franco con la mxima sol-vencia y con carcter de rigurosa novedad. Se han recabado para ello los tes-timonios de quienes fueron sus ms inmediatos colaboradores durante largos

    perodos: sus ministros. Desde el primer Gobierno Nacional formado en Burgos, el 30 de enero de 1938 hasta el que presidi don Carlos Arias Na-varro constituido el 3 de enero de 1974 los trece Gobiernos sucesivosdel Rgimen estuvieron integrados por ciento diecinueve ministros. Era pro-

    psito inicial contar con alguna participacin de cada uno de ellos, solicitando,en cuanto a los cincuenta y tres ministros ya fallecidos, la ayuda de sus fami-liares. Ante las dificultades de orden prctico y la discutible equiparacin que

    pudieran suscitar tales testimonios indirectos, se adopt el criterio de limitarla convocatoria a los sesenta y seis ex ministros supervivientes.

    A todos ellos se les ha dado la palabra y, con ella, la oportunidad detrasladar su conocimiento y su recuerdo personal del Generalsimo. Final-mente han aceptado el ofrecimiento en nmero cercano al medio centenar,

    cifra significativa pues supone casi el setenta por ciento de los que viven yms de la tercera parte de cuantos desempearon el cargo. Entre ellos seencuentran, prcticamente, representados todos los Gobiernos que se suce-dieron a lo largo de treinta y siete aos.

    Por su condicin profesional, los ex ministros proceden tanto de la ca-rrera militar como de los altos cuerpos de la Administracin, de la diploma-cia, la ctedra y el mbito empresarial privado. Hay entre ellos ingenieros,arquitectos, investigadores, profesores y juristas. Si se contempla la respec-tiva pertenencia generacional, mientras que algunos no llegaron a interveniren la guerra espaola como combatientes, por rebasar la edad de moviliza-cin, los hay asimismo que no pudieron tomar parte en ella justamente porla causa opuesta, es decir, porque no haban superado la adolescencia. En

    cuanto a su adscripcin ideolgica, dentro de los amplios lmites del fran-quismo, ofrece indudable pluralidad y, como muchos de ellos hacen constar,en sus nombramientos no hubo (como norma general) ninguna dependenciade una determinada militancia o significacin poltica. Lo cual es especial-mente notorio en cuanto a los miembros de los tres Ejrcitos.

    En funcin de este abanico de situaciones personales, y de la paraleladiversidad de mentalidades y temperamentos, es natural que se logra una msrica gama de matices. Al haber formado parte del Gobierno han ocupado una

    posicin singularmente favorable para captar en toda su dimensin los as- pectos ms caractersticos de la personalidad de Franco. Del conjunto de lasimpresiones que quedan recopiladas en este libro, se obtiene una secuencia prolongada en el tiempo y contrastada por la superposicin de tan diferentes

    enfoques. Como resultado final, mientras algunas facetas humanas del Gene-ralsimo se revelan slo fugazmente para luego desvanecerse, hay otras quevan consolidndose y adquieren persistencia con el correr de los aos hastarevelarse como elementos propios de su idiosincrasia.

    Los ex ministros de cuya benvola colaboracin es fruto este libro refie-ren, en forma diversa pero que muchas veces ofrece coincidencias sorpren-dentes superando incluso la distancia de aos que separa las etapas de sugestin, el proceso seguido para su incorporacin al Gobierno, a partir del primer contacto con el Caudillo. Que, en ocasiones, slo tuvo lugar en dasinmediatos al nombramiento, pero en otros casos y son con mucho lamayor parte vena precedido de una ms larga colaboracin desde funcio-nes prominentes en la Milicia, la Poltica o la Administracin.

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    Desde el conocimiento propio de los sectores concretos cuya responsa-bilidad han tenido atribuida, estn en inmejorables condiciones para podertrasladar al lector un caudal de datos y precisiones sobre las opiniones, tasdecisiones y los criterios generales emanados de Franco acerca de las msvariadas materias de Gobierno. Asimismo reflejan con fidelidad hechos yancdotas vividos directamente que muestran el conocimiento, a vecesminucioso, que posea sobre los asuntos ante los que haba de adoptarse unaresolucin. De la impresin que, con carcter conjunto, se desprende de losrecuerdos transcritos, surge la visin de una figura con honda personalidad,muy al contrario de las simplificaciones al uso, por lo que no dejar de pre-sentar relieves insospechados para quien haya podido quedar influenciado

    por los colorines caricaturescos con que se ha tratado de desfigurar su rea-lidad.

    Hasta aqu cuanto puede acreditar la autoridad con que se expresan loscolaboradores del libro, que cabe sealar como una de sus notas distintivas

    frente a tantas obras insolventes como se lanzan en este tiempo. Aqu se evocaen su plenitud al hombre y al estadista desde una relacin de mxima cerca-na, asidua y prolongada. No es la composicin o la fabricacin de una imagen

    fabalada: ni se idealiza ni se deforma.En segundo lugar, como ha quedado ya explicado, hay que afirmar la

    pluralidad a que inevitablemente se concluye tras cualquier ensayo para en-casillar o etiquetar a los ex ministros. Tanto considerando los datos de susbiografas como la multiplicidad de sus caracteres y de sus actitudes vitalesms sobresalientes, nada ms lejos del concepto de homogeneidad. Y por ellono se encontrar ningn atisbo de monotona, aun refirindose todos a untema comn, porque en cada autor afloran preferencias subjetivas en la ma-nera de ver y se pone el acento en facetas determinadas, segn esquemasmentales claramente diferenciados. El coordinador puede, desde luego, asen-tar inconcusamente tal diversidad, por haber tenido la oportunidad de per-cibirla personalmente a lo largo del perodo de elaboracin de este libro. Deeste contacto humano, no siempre fcil, interferido muchas veces por obli-gaciones personales o profesionales de los ex ministros, queda, junto a la

    constancia subrayada de la variedad de temperamentos, la viva impresin deun grupo de hombres dotados de fuerte personalidad, con capacidad gestorasobresaliente, avezados al conocimiento profundo de la esfera poltica y convisin certera de hechos y personas. La generosidad con que han dispensadosu contribucin a esta obra es acreedora a un agradecimiento difcil de ex-

    presar. Debemos luego hacer constaf la libertad de que han gozado aquellos

    que optaron por la participacin en la obra proyectada ante todo en cuan-to al contenido expresado de su visin personal del Generalsimo, pero asi-mismo por lo que se refiere a las modalidades elegidas para su formulacin,con un margen tan amplio como permiten los condicionantes inesquivablesde la produccin editorial. Segn la decisin absolutamente individualizada

    han cabido tanto las contestaciones elaboradas sobre un cuestionario previodelimitado a cinco preguntas de tipo bsico, como los textos ms ampliosredactados con criterio de unidad y, por ltimo, las entrevistas desarrolladasmediante dilogo abierto. En stas precisamente han surgido, con espontneavivacidad, derivaciones hacia algunos aspectos de la personalidad de Francorealmente insospechadas y, desde luego, no previstas. El entrevistador tieneque confesar aqu la sorprendente naturalidad con que, en cada caso, se acogisu intromisin, armado con el bloc o con el aparato de grabacin, en los quese ira vertiendo la esencia de una conversacin siempre incitadora a nuevas preguntas, con frecuencia brillante y difcilmente olvidable. De este contacto

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    personal queda grabado con nitidez el recuerdo de personalidades de una ele-vada calidad humana, cuya elegancia de espritu se puso de manifiesto repe-tidamente en la favorable disposicin con que se prestaron al dilogo. Comoel lector podr apreciar, hay algunos testimonios plenos de aportaciones detipo anecdtico, reveladores de un enfoque temperamental, en tanto que otroscontienen una mayor carga de anlisis poltico o histrico. En todos los casos

    la extensin de las colaboraciones vara en la medida que as lo han consi-derado conveniente sus autores.Por ltimo, otra caracterstica que sobresale en los testimonios recogidos,

    es la ecuanimidad predominante. A la hora de expresarse acerca de cuestionessusceptibles de provocar (como casi a diario comprobamos que sucede) bienla discrepancia profunda, o bien el rechazo total, han sabido mantener uncriterio equilibrado, sin caer tampoco en el maniquesmo de sentido contra-rio. De Francisco Franco nos presentan un retrato que no es ni tan puramenteblanco ni tan absolutamente negro como alguno pudiera esperar. Y cuandoqueda indicada alguna divergencia, en trminos de ponderacin, viene sobretodo a reforzar, cual la gradacin del claroscuro, el realismo de la descrip-cin y la fiabilidad del testimonio. De manera semejante puede notarse que, para sorpresa de expectaciones malvolas, en el nimo de los ex ministros no pesa como cabra imaginar el poso acibarado subsiguiente al cese, tan previ-sible quiz como inesperado. Quienes han trasladado a estas pginas su visin

    personal sobre Franco, se expresan desde un alto sentido del decoro, clara-mente fieles al concepto de la propia dignidad.

    Sin que ello suponga ningn propsito de desvelar los testimonios que ellector va a conocer en seguida, parece conveniente anticiparse ahora al posi-blemente primer motivo de asombro que de su lectura se desprende. Paladi-namente habr de reconocerse que el balance final, la resultante ltima de losmltiples recuerdos superpuestos, se revelan positivos para la persona de Fran-cisco Franco, de quien queda trazada una semblanza mucho ms favorablede cuanto hoy es habitual propalar. No habr mayor razn para maravillarsede ello, a poco que se reflexione, pues que viene a confirmar que el libro

    sintoniza muy de cerca con un juicio mayoritariamente sentido aun si nollega a encontrar vas adecuadas para expresarse por el espaol medio,libre de cualquier ortopedia desinformadora. A este propsito bueno ser re-coger los muy curiosos resultados que el historiador y destacado polticoucedista seor Tusell inclua en su comentario Recordar a Franco (diarioYa, 25 de julio de 1981), Se cita all el informe editado por FOESSA, entidadacreditada en el campo de la investigacin sociolgica, con suficientes aosde actividad bajo el Rgimen anterior como para disipar cualquier sospechade colaboracionismo ni de mera benevolencia. No se trata de nostlgicos, deinvolucionistas ni de golpistas de ninguna especie. Pues bien, en ese informe,

    y como respuesta al juicio que merece Franco a los espaoles, tras casi seisaos de su desaparicin, frente a un 30-35 por 100 de opiniones negativas, se

    registran un 25 por 100 de encuestados que juzgan positivamente su obra.Que un espaol de cada cuatro afirme tan airosamente su criterio favorable ala memoria del Caudillo, no deja de ser elocuente y hasta portentoso cuan-do en el lustro transcurrido desde el 20 de noviembre se han arrojado ince-santemente toneladas de cieno sobre su persona y su obra, por todos los proce-dimientos de expresin y en los ms variados mbitos de la sociedad espaola.Y si la referencia de don Javier Tusell nos deja en la duda acerca de las res-

    puestas de nada menos que otro 40 por 100 de ciudadanos, que se reservaronsu opinin, parece que lo ms fcil les hubiera sido incorporarse al coro beato

    y remunerador de los censores. Para que el lector pueda valorar ms exacta-mente lo que supone, en un conjunto nacional, ese aludido 25 por 100 de adhe-

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    siones casi heterodoxas al franquismo, bastar recordar que, segn precisio-nes del periodista lean Ferr,1 ha sido nicamente con el 268 por 100 de losvotos del electorado francs, con poco ms de la cuarta parte del censo, comolos socialistas y sus afines han obtenido la victoria en las urnas y alcanzadotodos los poderes de la V Repblica. Sin que nadie, dentro ni fuera de Fran-cia, se permita poner en entredicho su limpia legitimidad democrtica.

    Una figura seera, de cuerpo entero, tan rica en calidad humana como

    la de Francisco Franco, por fuerza haba de marcar profundamente su huellaen cuantos permanecieron por algn tiempo prximos a l, como colabora-dores destacados. Dejar constancia de este recuerdo, para los lectores de hoy

    y para los historiadores futuros, ha sido el propsito central del libro. Quequeda ya, cuajada en estas pginas su voluntad inicial, como una nueva apor-tacin verdaderamente excepcional para contribuir documentalmente aque se conozcan, con mayor exactitud y fidelidad, la persona y la obra delms destacado protagonista de la Historia espaola del siglo XX.

    Dbese rendir aqu un piadoso recuerdo a uno de los ilustres colabora-dores de este libro, el teniente general don Jos Lacalle, ex ministro del Aire,

    fallecido con posterioridad a la entrega de su testimonio que, sensiblemente,tiene ya el carcter de documento postumo.

    ANGEL BAYOD MONTERDE

    1. L'ennui de la Saint-Jean, en Le Figaro-Magazine, nm. 126, del 3 de julio de 1981.

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    Primer Gobierno31 de enero de 19381

    Cubriendo el esquema diseado en la Ley de 30 de enero de 1938, que estruc-tura la Administracin Central del Estado, al da siguiente queda formadoel primer gobierno nacional, cuya constitucin haba sido anunciada en variosmomentos por el propio Franco. Se integran figuras representativas de las va-rias tendencias actuantes en el Movimiento Nacional, siendo su composicinla siguiente:

    Asuntos ExterioresJusticia Defensa NacionalHacienda

    Orden PblicoInteriorObras Pblicas

    Agricultura Industria y ComercioOrganizacin

    y Accin SindicalEducacin Nacional

    Conviene hacer notar algunas particularidades de este Gobierno, como esla existencia de una vicepresidencia, cuya titularidad desempea el general G-mez-Jordana (a cuyo cese desaparece tambin el cargo, que hasta 1962 no serrestablecido); el nombramiento de un secretario del Consejo de Ministros,encomendado a Serrano Suer, reflejando en alguna medida la relevancia desu papel; la refundicin de los departamentos militares bajo la denomina-cin comn de Defensa Nacional; las denominaciones, tambin nuevas, atri-buidas a los ministerios habitualmente llamados de Trabajo y de InstruccinPblica, y de las que slo revivir la primera; finalmente debe sealarse lacircunstancia de que Fernndez-Cuesta acumulaba el cargo de secretario ge-neral de FET y de las JONS, que ostentaba desde el 2 de diciembre de 1937,sin categora de ministro, la cual slo se establecera en 1939.

    A la hora de emprender la realizacin de este libro haban fallecido, delos miembros de aquel Gobierno, los ministros Gmez-Jordana, DomnguezArvalo, Dvila, Amado, Martnez Anido, Pea Boeuf y Suanzes. Ha sido porello forzoso, lamentablemente, prescindir de su valioso testimonio. En cuanto

    a Serrano Suer excus su colaboracin en razn al propsito de publicar,sobre este mismo tema, un extenso trabajo personal.La nica variacin sufrida por este Gobierno en su composicin se ori-

    1. Para el establecimiento de la divisin en los sucesivos Gobiernos de Franco noexiste hasta el momento un criterio definitivo entre los investigadores. Segn los distin-tos estudiosos se dan periodizaciones que van desde quince gobiernos el 14 de abrilde 1970 (para los componentes del Equipo Mundo), hasta los catorce que seala elprofesor Seco, incluyendo el ltimo gabinete de Arias Navarro. Aqu se ha seguido, fun-damentalmente, su distribucin, considerando que no suponen nuevo Gobierno las midificaciones reducidas en nmero de titulares o en significacin de cambio de rumbopoltico general.

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    FRANCISCO GMEZ-JORDANA Y SOUSA, CONDE DE JORDANA

    TOMS DOMNGUEZ ARVALO, CONDE DE RODEZNO

    FIDEL DVILA ARRONDO

    ANDRS AMADO Y REYGONDAUD DE VILLEBARDET

    SEVERIANO MARTNEZ ANIDORAMN SERRANO SUER

    ALFONSO PEA BOEUF

    RAIMUNDO FERNNDEZ-CUESTA Y MERELO

    JUAN ANTONIO SUANZES Y FERNNDEZ

    PEDRO GONZLEZ-BUENO Y B o c o s

    PEDRO SAINZ RODRGUEZ

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    gin a causa de la muerte del general Martnez Anido, el 24 de diciembrede 1938, desapareciendo entonces el Ministerio de Orden Pblico que desem-peaba, cuyas competencias quedaron fundidas con el de Interior, por Leyde 29 del mismo mes, recuperando su nombre tradicional de Gobernaciny bajo la titularidad de Serrano Suer. Sainz Rodrguez ces como ministrode Educacin Nacional el 27 de abril de 1939, encargndose provisionalmente

    el titular de Justicia, conde de Rodezno.

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    Franco haba resuelto mi cese y el del ministrode Educacin, Joaquin Ruiz-Gimnez, pero sin darme

    ninguna explicacin por los motivos de sudecisin. (Noticia de prensa aparecida

    en La Vanguardia el 17 de febrero de 1956.)

    Franco en febrero de 1957 form un nuevo Gobierno que suponia un giro radical en el rumbode la poltica nacional, con indudable disminucin de la influencia falangista.

    A veces tomaba decisiones contra personasa quienes estaba unido por parentesco o teniaafecto, cuando entenda que esa decisin eranecesaria tomarla para el bien pblico. (Noticia

    del cese de Serrano Suer aparecida enLa Vanguardia el 4 de setiembre de 1942.)

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    aconsejara y a lo que se neg categricamente. A ese pensamiento de Francocreo se debe mi nombramiento para la cartera de Justicia.

    Desempeando la citada cartera, en noviembre de 1948, ante algunos in-cidentes polticos desarrollados en el seno de la Falange, Franco me enco-mend en el Pleno de un Consejo de Ministros en el que se trat de dichosincidentes, asumiera de nuevo la Secretara General.

    En julio de 1951 hubo una crisis ministerial y en ella ces en la carterade Justicia, continuando en la Secretara General, enterndome de esa crisisdirectamente por Franco, que comunic los ceses o cambios, directamente alos interesados.

    Por qu fue cesado? Cmo se enter del cese?

    Del cese de la cartera de Agricultura y de la Secretara General en el Go-bierno de 1938, cargos en los que fui respectivamente sustituido por donJoaqun Benjumea y el general Muoz Grandes, tuvo lugar en agosto de 1939y me enter de tal cese por carta del Caudillo, que me trajo un ayudante, enla que as me lo comunicaba. La causa fue la renovacin del Gobierno im-puesta por el trmino de la guerra civil y no haberse sin duda consideradomi gestin, merecedora de la continuidad en el cargo.

    El segundo cese requiere alguna mayor explicacin. En febrero de 1956me encontraba en Nueva York, de regreso a Espaa, despus de haber asisti-do en Ro de Janeiro, como embajador extraordinario, a la toma de posesindel presidente de la Repblica Juscelino Kubitschek y asistir despus, tam-bin oficialmente, en Santo Domingo, a la inauguracin de una exposicinnacional, cuando el embajador Areilza me comunic un telegrama de Madridordenando mi regreso inmediato a Espaa. As lo hice, y a mi llegada, el mi-nistro de la Gobernacin, Blas Prez, me puso en antecedentes de la situacincreada por motivo de los encuentros estudiantiles entre fuerzas del SEU yotras, de los que haba resultado gravsimamente herido el joven falangista

    Miguel lvarez, con el temor de que su muerte, que pareca inminente, pro-vocara alteraciones de orden pblico, aconsejndome visitara inmediatamentea Franco, como as lo hice. En Ja entrevista con el Caudillo expliqu el resul-tado de mi viaje, que Franco escuch pacientemente sin comentario algunoy al entrar en seguida en el tema de los sucesos ocurridos y expresar mi preo-cupacin por sus consecuencias, Franco me cort la palabra dicindome notuviera ninguna inquietud, porque haba resuelto mi cese y el del ministrode Educacin, Joaqun Ruiz-Gimnez, pero sin darme ninguna explicacin porlos motivos de su decisin. stos no podan ser otros que el de poner trminoa una poltica en materia estudiantil y universitaria considerada equivocadapor los dos ministros a quienes aqullas correspondan. El de Educacin, porestimular o amparar actitudes hostiles al Rgimen, la Secretara General, por

    no haber sabido o podido anularlas o contrarrestarlas. Lo cierto es que loshechos relatados constituyen un hito importante en el proceso de hostilidadal Rgimen de Franco, quien, un ao despus, en febrero de 1957, form unnuevo Gobierno que supona un giro radical en el rumbo de la poltica nacio-nal, con indudable disminucin de la influencia falangista.

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    Cul es su visin personal del anterior Jefe de Estado?

    Franco se caracterizaba por un insobornable patriotismo y autntico amor aEspaa, a lo que subordinaba toda otra consideracin de cualquier clase quefuera, amistad, parentesco, afectos, de aqu que, a veces, pareciese duro aun-que en realidad era todo lo contrario. Por eso, a veces, tomaba decisiones con-tra personas a quienes estaba unido por parentesco o tena afecto, cuando

    entenda que esa decisin era necesaria tomarla para el bien pblico. Francoera ms tctico que dogmtico, era un posibilista y se enfrentaba a los pro-blemas con un sentido de la realidad ms que de la ortodoxia doctrinal, aun-que al tratar de resolverlos tomaba siempre como norte y gua el inters deEspaa. Su magnfico espritu y formacin militar, con todas las virtudesde valor, patriotismo, jerarqua, sentido del deber que ellos implican, le fue-ron de grandsima utilidad para el gobierno de Espaa, si bien ese espritucastrense no le impidi tener un concepto exacto de la vida civil, comprenderlos problemas de Espaa en su dimensin global.

    De gran inteligencia, reflexivo, cauto, con una preparacin cultural acre-centada por la enseanza de un contacto directo durante muchos aos conlos ms variados y complejos problemas internos e internacionales.

    Franco ha sido el estadista constructor de uno de los captulos de la His-toria de Espaa ms fecundos e la paz, la justicia, el progreso y el respetoa la convivencia humana. Cuando pasen los aos y las pasiones hayan pasadotambin, este juicio sobre la etapa franquista estar aceptado y corroboradopor la mayora de la opinin pblica.

    Pudo usted desarrollar con absoluta libertad y con los medios ne-cesarios la labor que se le encomend? Algo de lo que pretendausted hacer no pudo llevarlo a cabo?

    Mi labor ministerial la pude desarrollar sin la menor coaccin por parte deFranco. Claro es que mis proyectos o planes los someta a su conocimiento,

    como Jefe que era del Gobierno, y sus opiniones o puntos de vista me eranexplicados y discutidos o aceptados con toda libertad. En realidad, las dificul-tades para la aprobacin de algn proyecto donde realmente surgan era enlos Consejos de Ministros, como consecuencia del normal contraste de pare-ceres. Por eso, algunas veces no consegu sacar adelante alguno de mis pro-yectos, cosa por lo dems lgica en toda obra ministerial.

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    Pedro Sainz Rodrguez

    Era algo indubitable que el rgimen de Franco, por

    el hecho de no ser una realidad social, sino unasleyes en el papel y una dictadura personal, tendra

    que modificarse a la muerte del dictador.

    Catedrtico. Ministro de Educacin Nacional del 31 enero 1938 al 27 abril 1939.Naci en Madrid en 1898. Curs las carreras de Filosofa y Letras y Derecho enla Universidad Central. En 1920 gan la ctedra de Lengua y Literatura de la Uni-versidad de Oviedo, pasando despus a la de Madrid, donde obtendra aos mstarde la de Bibliologa. Nombrado por el general Primo de Rivera vocal de laAsamblea Nacional, se opuso en ella a algunos aspectos de la poltica del Direc-torio, en especial a los planes del ministro de Instruccin Pblica don EduardoCallejo. Ms tarde rechaz participar en el Gobierno de Berenguer. Fue diputadoen las tres legislaturas de la II Repblica, colaborando en las actividades deAccin Espaola con otros escritores y polticos monrquicos. Durante la fasepreparatoria del Alzamiento fue enlace del general Sanjurjo y se le encomenda-ron misiones especiales. En su etapa de ministro llev a cabo la reforma de lasegunda enseanza. Tras su cese como ministro, y despus de acabada la guerracivil, traslad su residencia a Portugal, dedicando su labor intelectual a la inves-tigacin de la literatura mstica. Perteneci tambin al consejo privado del condede Barcelona. Desde 1969 se estableci nuevamente en Madrid y, a finales de no-viembre de 1970, fue rehabilitado en su puesto de catedrtico en la Facultad deFilosofa y Letras de la Universidad Complutense. Es soltero.

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    Cmo se enter usted de que iba a ser nombrado ministro? En suopinin, cules fueron los motivos que determinaron su nom-bramiento?

    Yo no me enter por casualidad de mi nombramiento de ministro, porquefue un asunto que discut largamente con el propio general Franco. Desde elprincipio del Alzamiento hasta la constitucin del primer Consejo de Minis-

    tros pas bastante tiempo, durante el cual mantuve un contacto con el gene-ral Franco colaborando, preferentemente, en la redaccin de muchas entre-vistas que le solicitaban de la prensa extranjera. El Alzamiento fue en 1936; elprimer Consejo de Ministros -se constituy en 1938. Durante este tiempo, seperciba la necesidad de cambiar el sistema de gobierno que hasta entonceshaba imperado, que consista en las Juntas de Gobierno de Burgos, que notenan estructura de Consejo de Ministros presidido por el General, sino lade unas Juntas con cierta autonoma que hacan frente a los asuntos de laAdministracin, presididas por diferentes personalidades.

    Yo no tom parte alguna en la actividad de las Juntas que hubo en Bur-gos hasta la constitucin del primer Consejo de Ministros. Hablando de lanecesidad de la constitucin de este Consejo, tuve algunas entrevistas con el

    general Franco. Esto, ms o menos detalladamente, lo relato en mi libro Tes-timonio y recuerdos, pero ahora lo volver a repetir con ciertas puntualiza-ciones que entonces acaso olvid.

    Yo pensaba y as se lo comuniqu al Generalsimo que la visin quehaba en Europa de los sublevados en el Alzamiento, era la de una simplesublevacin militar con colaboracin de moros de frica y al servicio de laplutocracia de la Iglesia y de la reaccin. Todo esto estaba plasmado en unacaricatura que mostr al Generalsimo dicindole que era preciso cambiar tansiniestra fisonoma ante Europa. Esta caricatura ahora ha sido reproduciday creo que distribuida en la reciente exposicin sobre historia de la guerraque se ha hecho en el Palacio de Cristal del Retiro. Era una barca en la queaparecan unos moros, unos cannigos y obispos y unos plutcratas con gran-

    des cadenas de oro cruzando los chalecos.Hablando de la conveniencia del nuevo Gobierno, yo le dije que seraintil hacerlo designando arbitrariamente personas, sino que era preciso, paraque tuviese alguna eficacia poltica en el extranjero, que sus componentes fue-sen figuras representativas de las fuerzas polticas de oposicin a la Rep-blica que haban vivido en la legalidad republicana. Por eso aquel primer Go-bierno o Consejo de Ministros de Franco no fue designado a capricho, sinoque se busc la representacin de las fuerzas polticas citadas. El conde deRodezno fue como representante de los tradicionalistas; Fernndez-Cuesta,de la Falange; Andrs Amado, de Renovacin; el propio Serrano Suer podarepresentar el sector de simpatas falangistas de la CEDA; luego a estas per-sonalidades se aadieron algunos tcnicos. Y, cuando se estaban buscandolas figuras representativas para constituir el Gobierno, el general Franco medijo: Es preciso, segn esta teora, que aparezca en el Gobierno un repre-sentante del Bloque Nacional que presida Calvo Sotelo, figura muy repre-sentativa en el Alzamiento, porque es posible que sin su sacrificio ste no sehubiera producido o se hubiera retrasado mucho. Reconoc que, en efecto,era necesario; y entonces me dijo Franco: Pues si esto es as, como los direc-tivos del Bloque Nacional presididos por Calvo Sotelo eran usted y Pradera,y Calvo Sotelo y Pradera estn muertos, se ve usted obligado a aceptar unpuesto.

    Reconoc la fuerza de este argumento y, como yo no tena ningn deseode formar parte del Gobierno, le dije a Franco: Pues s, tengo que aceptar

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    La visin que habla en Europa de los sublevadosen el Alzamient o, era la de una simplesublevacin militar con colaboracin de morosde frica y al servicio de la plutocraciade la Iglesia y de la reaccin.

    Franco, ante todo, era un militar y un militardisciplinado al que cost mucho convencer de que

    se sumase al Alzamiento y slo lo hizo cuando ya steera una realidad. (En la foto, rodeado de sus

    ayudantes en el cuar tel genera l de Cceres. 1936 )

    Esa es la verdaderaresponsabilidad de los

    falangistas: la de haberseprestado a encubrir con supresencia una inanidad de

    accin falangista en el Poder.

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    ciones necesarias a la nueva realidad legal espaola. Me refiero a la implanta-cin en el Bachillerato de un tipo de Enseanza Media formativa y cclica.Porque muc ha gente dice de mi Bachillerato: siete aos de Latn! Y yo con-testo: s; siete aos de Latn , y siete aos de Fsica, y siete aos de Qumica, ysiete aos de Matemticas, y siete aos de Filosofa... porque las materiaselegidas van cclicamente siendo estudiadas a travs de todo el Bachillerato;por eso no hay exmenes parciales y hay un solo examen final en que se pro-cura comprobar el fruto obtenido durante este esfuerzo de equis aos en unaenseanza formativa y emitida con un carcter cclico.

    El error que estamos viviendo ahora es que con las reformas ha desapa-recido casi la Enseanza Media. Se ha hipertrofiado la llamada EnseanzaBsica y en realidad hoy los chicos pasan de ella a la Enseanza Superior sinun perodo intermediario formativo que es fundamental para poder crear unaclase social con un cierto tipo de cultura, que puede ir en gran parte a laUniversidad o a otras enseanzas de ndole ms tcnica y profesional.

    Adems del Bachillerato, yo realic, durante el poco tiempo que fui mi-nistro, la edicin nacional de las obras de Menndez Pelayo, la creacin delInstituto de Espaa, la de la Orden de Alfonso X el Sabio para la recompensade los valores culturales, la separacin de la direccin de Bellas Artes dela de Bibliotecas, cosa que, con ciertas alternativas, creo se viene manteniendo,lo que permitir que algn da lleguemos a tener un sistema de Bibliotecasque sea complementario con la enseanza docente.

    Finalmente, no puedo controlar qu efecto caus mi Bachillerato en losque recibieron sus enseanzas. Ahora observo que, de muchas partes, brotanvoces de personas que se jactan de haber estudiado aquel bachillerato y quedeclaran los beneficios que de l recibieron. Pero, en fin, de esto no tengo unainformacin segura ni estadstica. Pero de lo que s la tengo es de un efectosecundario que ha producido mi Bachillerato y que es un hecho que quedaren la historia de la cultura espaola: por vez primera Espaa, en la pocamoderna, sali del marasmo en que estaban los estudios clsicos. El hechode haber creado ctedras de griego y de latn y la necesidad que tuvieron los

    aspirantes a ellas de estudiar el latn y el griego, ha creado una plyade deespecialistas y hoy puede decirse que en Espaa se hacen ediciones y estudiosde filologa clsica de nivel europeo.

    Durante mucho tiempo se celebraba en Europa un Congreso Internacio-nal de Estudios Clsicos que nunca se haba reunido en Espaa, porque enEuropa se consideraba que los estudios clsicos espaoles tenan un nivelmuy bajo. Recientemente hemos visto que por primera vez en nuestra histo-ria ese congreso se reuni en Espaa, lo que signific el reconocimiento in-ternacional de que aqu ya exista una cultura clsica. Esa cultura clsica hasido un resultado, diramos sucedneo, de mi Bachillerato y esto s que es unhecho probado, primero por esta circunstancia que acabo de indicar, y se-gundo por la plyade de humanistas y fillogos de esta especialidad que hay

    en Espaa y por las muchas publicaciones que en este terreno hemos rea-lizado.

    Por qu fue cesado? Cmo se enter del cese?

    Esto queda contestado implcitamente en la primera pregunta, porque comoacabo de decir, fui nombrado ministro sabiendo el da en que iba a ser cesado.Por eso me permit el lujo de decir que yo me caracterizaba porque no habarecibido la clebre cartita de dimisin y porque no me haba podido dar nin-

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    gn desmayo o sncope como consecuencia del caso, percance que a algn otroex ministro le sucedera.

    Cmo ve el futuro de Espaa?

    Esta pregunta me parece un poco abusiva porque no tiene nada que ver conmi gestin de ministro al lado de Franco. Pero tampoco la quiero rehuir total-mente, aunque dir que, para contestarla a fondo, necesitara mucho msespacio del que aqu le puedo dedicar.

    Puede maliciosamente pensarse que las deficiencias que ahora la gentenota en este perodo de transicin son debidas al hecho mismo de la implan-tacin de una democracia. Y no es as exactamente.

    Cuando don Juan de Borbn, en su largo forcejeo con el general Francopara que ste restaurase la Monarqua sin condiciones polticas que la liga-sen en su futuro, estaba en esta actitud implcita una visin de lo que podapasar en Espaa si no se haca lo que l pretenda. Era algo indubitable queel Rgimen de Franco, por el hecho de no ser una realidad social, sino unasleyes en el papel y una dictadura personal, tendra que modificarse a la muer-te del dictador. Y tambin era evidente que, dadas las circunstancias despusde la guerra mundial y la situacin de Europa, la evolucin tendra que serhacia una Monarqua de tipo constitucional, tal como don Juan haba venidopreconizando.

    Si esto lo hubiese hecho Franco en los diversos momentos en que donJuan se lo indic, Espaa se hubiese ahorrado muchas dificultades. Por lopronto, el perodo de angustia econmica que padeci por no haber partici-pado en el Plan Marshall, la sancin ms efectiva que los aliados impusieronal general Franco despus de la guerra.

    Una Monarqua implantada entonces, con anterioridad a la muerte deFranco, no hubiese tenido que realizar una transaccin constante con diversas

    posiciones polticas que han creado un estado contradictorio y equvoco ensu legislacin, causa de la mayora de las inquietudes que hoy vivimos desdeel punto de vista de la estructura poltica del Estado; porque sera una enormeinjusticia el atribuir todas las dificultades espaolas al Gobierno. Coincidenmuchas de ellas con las que imperan en todos los pases de Europa. Espaaest inmersa en una ola de crisis que en gran parte no se pueden achacaral Gobierno. Tan inexacto sera hacer esto, como atribuir a mritos del rgi-men franquista la ola de prosperidad que ste disfrut, en la cual tena tanpoca responsabilidad personal como el Gobierno actual en la crisis adversadel presente.

    Creo que estamos ante una realidad fundamental, y es que los espaolestienen verdadero terror a una nueva conflagracin nacional como la pasada

    guerra civil. Por eso han de encontrar camino para vencer sus dificultadesdentro de la paz; de la paz relativa, porque justamente una de las dificultadesque vivimos es la parcial ausencia de la paz. Pero el pueblo espaol no quiereuna nueva guerra civil.

    La dificultad de la estructura poltica actual se debe, en gran parte, a lainexperiencia del personal poltico. En unos artculos que publiqu en elABC referentes a lo que haba sido la Segunda Repblica, deca que la ju-ventud espaola cometera un enorme error si se lanzaba a la vida pblicasin conocer previamente a fondo todas las circunstancias de la historia pol-tica del perodo que va desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el Al-zamiento Nacional. Esto ha sucedido y esa inexperiencia es la que est pa-gando la vida espaola.

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    CMO CONOC AL GENERALSIMO

    Vi por primera vez al Generalsimo cuando tom posesin, en la CapitanaGeneral de Burgos, del cargo de Jefe de Gobierno y Generalsimo de los Ejr-citos Nacionales.

    Yo haba sido llamado a formar parte de las Juntas de Defensa, que toma-ron a su cargo la administracin de la zona nacional en el comienzo de laGuerra de Liberacin. Pas ms tarde como vocal de las Juntas Tcnicas y, poreste motivo, me encontraba presente en este trascendental acto, que se cele-br el 1. de octubre de 1936.

    Mi primera impresin tuvo un cierto contenido de sorpresa. Analic enaquellos momentos con verdadera curiosidad a aquel hombre, del que tantohaba odo y saba, pero que vea por primera vez en mi vida. Su actitud erasencilla, muy digna y a la par muy gallarda; irradiaba autoridad y decisin, senotaba que estaba acostumbrado al ejercicio del mando. Era el general ms joven de Europa y su historia militar Honor, Patriotismo y Sacrificio estoyconvencido pesaba sobre todos los all reunidos.

    Nos dirigi unas palabras de confianza en el futuro, asegurando con granfirmeza que ganaramos la guerra, y de ellas se me qued grabada una frase:

    Ponis a Espaa en mis manos y yo os aseguro que mi pulso no temblar.Elevar a la Patria a lo ms alto o morir en el empeo.Cuando Serrano Suer logr pasar a la zona nacional, tuve ocasin de

    expresarle mi gran preocupacin por las tensiones, principalmente entre falan-gistas y requets, existentes en nuestra retaguardia. Le vine a decir que yoestaba seguro que el general Franco era un gran militar y ganara muchasbatallas pero que podra perder la guerra si no actuaba simultneamente enla retaguardia y con la necesaria autoridad. Tena que ser, tambin, poltico.

    Naci as la idea de la Unificacin de Falange y Requet, que se llev acabo con la conformidad de Hedilla, jefe de la Falange, y el conde de Rodez-no, representante de los Tradicionalistas.

    Ya el da 19 de abril de 1937, Franco dijo estas palabras:

    Con la conciencia clara y el sentido firme de mi misin ante Espaa, enestos momentos, de acuerdo con la voluntad de los combatientes espaoles,pido a todos una sola cosa : Unificacin.

    Ms tarde, el 5 de mayo, apareci en el Boletn del Movimiento un dis-curso en el que desarroll ms extensamente las ideas expuestas anterior-mente. Vale la pena copiar algunos prrafos:

    En el nombre sagrado de Espaa y en el nombre de cuantos han muertodesde siglos por una Espaa grande, nica, libre y universal, me dirijo anuestro pueblo para decirle:

    Estamos ante una guerra que reviste, cada da ms, el carcter de cru-zada, de grandiosidad histrica y de lucha trascendental de pueblos y civili-zaciones. Una guerra que ha elegido a Espaa, otra vez en la Historia, comocampo de tragedia y honor para resolver y traer la paz al mundo enloqueci-do de hoy.

    ... Y ahora yo les dira a las naciones que carecen de sensibilidad e inva-didas de un materialismo destructor, venden su prensa al oro de los rojos,entregan sus radiodifusoras a las propagandas criminales, y estrechan lasmanos de los salteadores y asesinos... ha nacido un peligro que es el bol-vechismo destructor, la revolucin en marcha del comunismo ruso: enemigoque una vez arraigado es difcil vencer; el que derrumba imperios, destruyecivilizaciones y crea esas grandes tragedias humanas que, como la espaola,el mundo contempla indiferente y que no acierta o no quiere comprender...Se invoca en las propagandas rojas la democracia, la libertad del pueblo, la

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    fraternidad humana, tachando a la Espaa nacional de enemiga de tales prin-cipios. A esta democracia verbalista y formal del Estado liberal, en todaspartes fracasada, con sus ficciones de partidos, leyes electorales y votaciones,plenos de frmulas y convencionalismos que, confundiendo los medios conel fin, olvida la verdadera sustancia democrtica. Nosotros, abandonandoaquella preocupacin doctrinaria, oponemos una democracia efectiva, llevan-do al pueblo lo que le interesa de verdad; verse sentido y gobernado, en unaaspiracin de justicia integral, tanto en orden a los factores morales cuantoa los econmico-sociales; libertad moral al servicio de un credo patritico yde un ideal eterno, y libertad econmica, sin la cual la libertad poltica resultauna burla... Y a la explotacin liberal de los espaoles suceder la racionalparticipacin de todos en la marcha del Estado a travs de la funcin fami-liar, municipal y sindical...

    Debo advertir que mi participacin en la Unificacin la hice simplementecomo un buen espaol, sin pretensin alguna de intervenir posteriormenteen poltica. Por ello, rechac en principio el ofrecimiento que, en nombre delGeneralsimo, me hizo Serrano Suer para que aceptara mi nombramientode vocal del Secretariado Poltico que entonces se cre.

    Este ofrecimiento me lo volvi a hacer repitindome las palabras que elGeneralsimo le pidi me transmitiera y que fueron, poco ms o menos, lassiguientes: Dgale que en estos dificilsimos momentos estoy pidiendo lavida a muchos jvenes para salvar a Espaa y no llego a comprender que noquiera prestarme su colaboracin personal.

    Como es lgico, acept. Serrano Suer aadi: El Generalsimo va anombrar secretario del Secretariado que ser quien despache normalmen-te con l a aquel de los vocales que tome la palabra despus de que, comopresidente, hable en el acto de constitucin del Secretariado. Aquella nochevolv a considerar mi influencia personal con cuantos formaban el Secreta-riado y pens que, en beneficio de la Causa, no deba atender esta insinua-cin. Fue el. capitn Lpez Bassa, de Baleares, quien habl y fue nombrado

    secretario del Secretariado.Con el Decreto de Unificacin, el Generalsimo asumi la presidencia delConsejo Nacional, la Junta Poltica y el Secretariado Poltico. Hasta aquellafecha 19 de abril de 1937 puede decirse que Franco se ocup casi exclusi-vamente de la guerra, mientras los servicios administrativos quedaban en ma-nos de las Juntas Tcnicas.

    Pienso que Franco me eligi para el cargo de vocal del Secretariado Pol-tico, probablemente, porque saba de mis actuaciones y tambin porque tenauna informacin favorable sobre mi persona a travs de Amado (muy amigode mi padre), jefe de la Junta Tcnica de Hacienda, con el que despachabadirectamente en Salamanca; a travs de Juanito la Cierva, ingeniero de Cami-nos inventor del autogiro compaero mo de promocin, que, en ocasin

    de su ltima visita al Generalsimo, me dijo, a su regreso del Palacio de Anaya,que el Generalsimo le haba pedido nombres y l, sin mi permiso, le habadado el mo y, por fin, por el apoyo, definitivo entonces, de Serrano Suer. Fueen la primera reunin del Secretariado cuando tuve el honor de conocer ysaludar personalmente a Francisco Franco.

    Las atribuciones del Secretariado Poltico, desde un principio, fueron lasprometidas, ya que una de las caractersticas del Caudillo era su capacidadde delegar y respaldar la autoridad delegada, lo que practic desde los pri-meros momentos de su actuacin poltica.

    Hubo una ocasin en que Nicols Franco, secretario general, tom unadecisin poltica sin contar con el Secretariado; tratamos de disuadirle sin con-seguirlo. Avisado el Generalsimo, que estaba en Brete, aterriz al anoche-

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    cer en Salamanca. Nos reuni inmediatamente seran las once de la nocheen el Cuartel General, con la asistencia de su hermano y el coronel Doval.Despus de escuchar las razones de unos y otros, desautoriz a Nicols ytom rpidas medidas acordes con la opinin del Secretariado, aprovechandola ocasin para confirmar rotundamente las atribuciones polticas de esteorganismo.

    El Secretariado Poltico puso a la firma del Generalsimo, el 23 de agostode 1937, el Decreto estableciendo el Servicio Nacional del Trigo. Se trataba deun problema social y econmico que deba ser superado, sobre todo durantela guerra teniendo en cuenta el malestar que exista en la retaguardia entrelos campesinos. En esencia consista en suprimir los intermediarios y queel Estado se encargara de pagar el precio justo del trigo, construyendo, ade-ms, los silos de almacenamiento, indispensables en el futuro para resolverel problema de escasez de los aos de mala cosecha.

    En aquellos momentos, el pan era el artculo de consumo alimenticio msextendido. En realidad, el trigo era el oro de la zona nacional.

    El Decreto del Trigo fue la primera disposicin poltica firmada por Fran-co en la creacin del nuevo Rgimen. El 1 de octubre de 1937, el Caudillo,desde Radio Castilla, afirm: Estamos ganando la guerra ; ganaremos la paz,

    y refirindose al Servicio Nacional del Trigo, dijo: Hemos ganado la pr imerabatalla de la paz.

    PRIM ER GOBIERNO NACIONAL

    En este perodo viv en contacto muy directo con el Generalsimo, siempremuy animoso. Era un hombre modesto, sencillo, que saba escuchar, no pre-suma de nada y tomaba decisiones importantes con la mayor naturalidad.Congeni desde el primer momento con el Caudillo.

    Frecuentemente me hablaba, y con especial nfasis e inters, del problemasocial de Espaa. Coincidamos tambin en esto. Saba que tena que ordenar

    polticamente de alguna forma la economa, superando la lucha de clases enbeneficio de Espaa, defendiendo la produccin en general y, en particular,al trabajador. En cierta ocasin me propuso estudiara un Declogo del Trabajoy, por ello, fui a Roma para enterarme de cmo funcionaban los Sindicatosde Mussolini.

    En diciembre de 1937, estando yo en Salamanca, me telefone SerranoSuer para decirme que el Generalsimo quera hablar conmigo, al da siguien-te, en Burgos. Franco me recibi en un pequeo despacho que creo recor-dar estaba en el Gobierno Civil y me comunic que haba decidido formarGobierno. Ante esta manifestacin, amablemente le pregunt: Es que ahorava de veras, mi General?, pues durante meses haban corrido rumores sobrela formacin de Gobierno. Ante mi reaccin, l, sonriente, me lo confirm,

    aadiendo que contaba conmigo como ministro de Organizacin Sindical.Le manifest que, en mi opinin, el titular de este Ministerio debera seralgn falangista Camisa Vieja que contara de una manera segura conbuenas colaboraciones. Le suger algunas personas que a m se me ocurranpara este cargo, pero l insisti; finalmente, dndole las gracias por su con-fianza, acept pidindole que el Ministerio se denominara de Organizaciny Accin Sindical, a lo que accedi. Me dio a conocer entonces los nombresde todos los ministros y me rog secreto.

    Por dificultades en el desarrollo de la guerra apareci el nombramientodel primer Gobierno Nacional el da 1 de febrero de 1938. Franco nuncaactuaba precipitadamente ni incluso ante la presin y la impaciencia popular.

    332FRANCO VISTO POR SUS MINISTROS

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    Creo que sera en el segundo o tercer Consejo de Ministros, es decir, amediados de febrero, cuando el Generalsimo expres su vehemente deseo dehacer conocer oficialmente al pueblo espaol la ordenacin econmica y as-piraciones sociales del nuevo rgimen poltico que tratbamos de establecer.Volvindose a m, me encarg presentara al Consejo de Ministros esta nueva

    Disposicin en el plazo ms corto posible. No acept mi peticin mnima dedos meses y qued comprometido a dedicar toda mi actividad a la redaccinde este importante documento.

    Con temor, emocin y preocupacin le mi trabajo en un Consejo de Mi-nistros que se celebr a ltimos de febrero. Finalizada su lectura, que seescuch en un impresionante silencio y expectacin, tom inmediatamentela palabra Sainz Rodrguez, que hizo grandes elogios del escrito, a los que sesumaron el Generalsimo y todos los ministros.

    Franco, terminado el Consejo, estrechando mis manos entre las suyas, mefelicit muy efusivamente.

    Se decidi entonces formar una Comisin, en la que creo tomaron parteSerrano Suer, Sainz Rodrguez, Fernndez Cuesta, Suanzes, Amado y yo,

    encargada de desarrollar y completar, en pocos das, el texto presentado. Dela nueva redaccin se enviaron copias a todos los consejeros nacionales y, almismo tiempo, se convoc una reunin del Consejo Nacional, a celebrar elda 6 de marzo, que se clausurara el da 9 por la maana, a la que se ibaa someter el estudio de este documento.

    La colaboracin entusiasta de todas las personas que constituan el Con-sejo Nacional personas muy preparadas, con mucha experiencia y gran pres-tigio poltico consigui la redaccin de un documento que fue, y piensosigue siendo, muy importante. El Prembulo de este documento fue redac-tado por Dionisio Ridruejo y su ttulo, Fuero del Trabajo, se acord poraclamacin en la seccin de clausura del Consejo Nacional.

    El Fuero del Trabajo contena, en forma de Declaraciones, los principiosbsicos y organizativos para el desarrollo econmico de la sociedad en el nuevoRgimen. En su cumplimiento, el Ministerio de Organizacin y Accin Sindi-cal promulg las siguientes leyes: Magistratura del Trabajo (13 de mayode 1938);1 Reorganizacin del Instituto Nacional de Previsin, que hasta en-tonces era un Patronato inoperante (15 de junio de 1938); Subsidio Familiar(18 de julio de 1938) e Instituto Nacional de la Vivienda (19 de abril de 1939).Independientemente de estas leyes, el Ministerio se ocup con mucha actividadde desarrollar la Organizacin Sindical, nombrando delegados en todas lasprovincias.

    Aos ms tarde, el 9 de marzo de 1963, siendo Romeo Gorra ministro deTrabajo, se celebr un solemne acto en el Consejo Nacional, en conmemora-cin del XXV aniversario de la promulgacin del Fuero del Trabajo. Ese mis-mo da se publicaba en el Boletn Oficial del Estado la concesin de una

    sola condecoracin: Franco me otorgaba la Gran Cruz del Yugo y las Flechas.A los 25 aos, Franco, que no olvidaba, recuerda los servicios prestados poruno de sus colaboradores.

    Creo de inters sealar cmo trabajaba el Caudillo en aquella poca.Hizo que el Gobierno funcionara con eficacia, reunindolo peridicamentetodas las semanas. Dio a los ministros plena confianza y libertad de accindentro de sus departamentos. Los proyectos de Decretos que se examinabanen cada Consejo eran remitidos, con dos das de antelacin, a todos los mi-

    1. Por primera vez, desde la industrializacin, el mundo del trabajo aunado en unSindicato de entendimiento, imparta la justicia laboral a travs de Magistraturas libressin la coaccin y la presin de las partes; imponindose la ley de la Justicia sobre la leyde la Fuerza.

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    Todos los ministros, al igual que yo,tenamos fcil acceso a la persona

    del Generalsimo para conocersu opinin o consejo, hacindolepartcipe de las preocupaciones

    o dificultades que se presentabanen el desarrollo de nuestra labor.

    Reclbf el cese de mi cargode ministro por una carta,de su puo y letra.

    Si Luis XIV hubo de decir El Estadosoy yo, Franco no necesitaba decirlo;

    sencillamente, lo era. Hasta tal punto,que la explicacin de lo ocurrido a su

    muerte ha de buscarse en que, de ciertamanera, el Estado mora con l.

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    nistros, de manera que las deliberaciones pudieran hacerse con su previoconocimiento. Normalmente, el Generalsimo no haca observaciones y el Go-bierno estaba unido y trabajaba con eficacia. Franco desplegaba una extraor-dinaria actividad, haciendo compatible su presencia en las reuniones de Go-bierno con el desarrollo de la guerra, que l diriga personalmente con el

    ministro de Defensa y su Estado Mayor.En los Consejos hablaba muy poco de la guerra y solamente en determi-nados casos; cuando tropezaba con serias dificultades que consideraba debanser conocidas por el Consejo de Ministros.

    PREFIERO PERDER LA GUERRA

    Faltos de divisas (no disponamos de las reservas de oro del Banco de Es-paa), con escassimo armamento, el Generalsimo haba logrado abasteci-mientos militares de Italia y Alemania. Estos pases pedan compensacionesy, en especial, el Gobierno alemn mostraba gran inters por conseguir pri-

    meras materias y forcejeaba para que se le cedieran explotaciones minerasespaolas de mucha importancia.En un Consejo de Ministros, el Generalsimo expuso que estas exigencias

    eran tan apremiantes y amenazadoras que, si no se atendan, planteaban laposibilidad de perder la guerra por falta de armamento, y continu diciendoque l haba pedido al ministro de Industria y Comercio la redaccin de unDecreto (que tiene fecha 28 de julio de 1938) en el que se establece que todaslas enajenaciones a extranjeros de materiales o inmuebles correspondientesa la explotacin de minas o al tratamiento de sus productos debera ser remi-tido para la aprobacin del Ministerio de Industria y Comercio. Era una ne-gativa rotunda a la pretensin alemana, y recuerdo que, despus de que elConsejo conociera esta Disposicin, Franco pronunci, ms o menos, las si-guientes palabras: Prefiero perder la guerra y que ganen los republicanos,que tambin son espaoles, a acceder a una exigencia que afecte a nuestraindependencia. Su patriotismo prevaleca en cualquier decisin. Ms tardetuvimos la suerte de capturar un barco ruso lleno de armamento destinado ala zona roja.

    Pienso que todos los ministros, al igual que yo, tenamos fcil acceso ala persona del Generalsimo para conocer su opinin o consejo, hacindolepartcipe de las preocupaciones o dificultades que se presentaban en el desa-rrollo de nuestra labor.

    En una ocasin fui a visitar al Generalsimo; el ayudante, despus deavisarle, sali de su despacho dicindome que estaba con nuestro gran avia-dor Garca Morato pero que poda pasar. El Generalsimo me present al asy en seguida comprend que le estaba echando una reprimenda, prohibindole

    que persiguiera a los cazas rojos fuera de los lmites de la zona nacional.Le hablaba con severidad pero tambin paternalmente, con cario. GarcaMorato se cuadr para despedirse con lgrimas en los ojos. Yo tambin meemocion. En realidad, en ninguna ocasin vi al Generalsimo de mal humorni excitado.

    En nuestra retaguardia haba autoridad y orden. Franco inspiraba tran-quilidad y confianza. Exista, como es lgico, la inquietud que significaba laguerra, pero al mismo tiempo haba seguridad, lo que contrastaba con lasnoticias que nos llegaban de la otra zona, de robos, atracos, registros, checasy asesinatos.

    Constantemente el Caudillo me hablaba de su preocupacin social. Fuesugerencia suya la orden que obligaba a las empresas a instalar comedores

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    para su personal. Me dijo: Se resiente la dignidad del traba jad or al tenerque comer a pie de mquina.

    El final de la guerra estaba prximo. En vrios Consejos de Ministros sedeliber sobre una Ley de Bases de la Organizacin Nacional-Sindicalista, queyo haba propuesto. En ella quedaban claramente definidas las funciones yatribuciones de la Organizacin Sindical. Esta ley fue aprobada pero antes

    de publicarse en el Boletn Oficial el Consejo de Ministros decidi que pasaraa informe del Comit Nacional. Reunido ste y presentado el proyecto de Leyno tuvo gran aceptacin, si bien creo que las opiniones en su contra eranms bien una oposicin a mi persona como ministro.

    Con este motivo tuve posteriormente una conversacin con el General-simo, que empez por decirme que estaba de acuerdo con la Ley de Bases,pero que acaso no convena publicarla en aquel momento y s, en cambio,dictar Disposiciones que fueran paulatinamente desarrollndola. Mi opininno fue acorde con la suya y as se lo manifest ofrecindole mi dimisin. -Ter-min la conversacin indicndome que reflexionara sobre el asunto. As llegla fecha del 9 de agosto de 1939, en que recib el cese de mi cargo de ministropor una carta, de su puo y letra, que copio a continuacin (incluyendo tam-bin una fotocopia del documento original):

    El Jefe del EstadoGeneralsimo de los Ejrcitos Nacionales

    Excmo. Sr. D. Pedro G. BuenoMi querido amigo:La situacin econmica de Espaa, punto de honda repercusin en el am-

    biente poltico del Pas, me ha llevado a la meditacin sobre el gran problemasindical y sobre la estimacin que de l han hecho el Consejo Nacional y losdistintos sectores econmicos de la nacin, y apreciando su gran labor y ex-celente propsito de sus proyectos, necesitamos sin embargo marchar con-frontando criterios y midiendo los pasos en esta difcil tarea, evitando laalarma de los sectores interesados.

    Por ello, al empezar esta nueva etapa del Gobierno de la Nacin y con lasola idea de Servicio, he decidido renovar el Ministerio adaptndole a lasnuevas necesidades y al ir a prescindir de su colaboracin en l, me es par-ticularmente grato agradecerle su leal y entusiasta cooperacin en la gran obrarealizada.

    Reciba el afecto cordial de su buen amigo,F. FRANCO.

    Le contest inmediatamente reiterndole mi leal e inquebrantable adhe-sin y mi fe en el destino de Espaa bajo su Jefatura. Me concedi la GranCruz de Isabel la Catlica.

    Al cesar como ministro no se interrumpieron ni mi colaboracin ni mis

    contactos personales con el Caudillo, con el que mantuve muy numerosasconversaciones sobre todo tipo de temas, especialmente polticos y econmi-cos. Nunca le vi rehusar o inhibirse ante problemas en los que vislumbrarauna positiva e importante repercusin a nivel nacional.

    La ltima vez que tuve el honor de ver al Caudillo fue en la audienciaque me concedi con fecha 26 de febrero de 1975. Le encontr muy enfermo,preocupado y hasta entristecido. Por primera vez, nuestra conversacin versexclusivamente sobre poltica. Pregunt mi opinin sobre diversas personas.Por desgracia, acert.

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    CAUDILLO DE ESPAA: 1936-1975

    En lo ms profundo de la personalidad de Francisco Franco late un gran pa-triotismo. Puede afirmarse que am a Espaa como muy pocos la han amado.Conoca a fondo su inigualable Historia; su gran aportacin espiritual a Oc-

    cidente. Se encontraba identificado con la mentalidad de los espaoles, a losque juzgaba a travs de su experiencia en el Ejrcito y saba hasta qu extre-mos es capaz de sacrificarse el soldado espaol el pueblo para alcanzarlos ms altos logros.

    Idealismo y realismo se unen desde tan hondo en su carcter que parecenuna misma cosa. Son el cimiento de su acusada personalidad.

    Franco tiene, adems, una gran cultura, de la que nunca hace alarde.Sus mensajes de Fin de Ao y sus discursos polticos son todos doctrinal-

    mente importantes. Su contenido ideolgico est expuesto en lenguaje muyllano, con soltura y claridad. Nunca hablaba sin haber adaptado al sentidocomn, o ms bien en su caso, a una disciplina lgica, lo que pensaba decir,de forma que lo entendieran todos.

    Siempre supo lo que quera hacer, por qu y cmo lograrlo. Sin eso, noemprendi accin alguna, a la corta y a la larga, y, desde luego, sin habercalculado las ltimas consecuencias de cada uno de estos actos.

    Resulta evidente que dominaba la poltica mundial no menos que la pol-tica interior.

    Sus promesas son siempre sinceras y realizables. Preside en ellas su leal-tad al pueblo espaol.

    Tena como norma no asistir a la colocacin de primeras piedras y s ala inauguracin de obras terminadas.

    Era la contrafigura del demagogo, por eso conforme el tiempo pasaba, elpueblo le quera y le admiraba ms.

    En los crculos cultos sola decirse que tena carisma y entre la gentellana que tena buena estrella. El secreto de ese poder de atraccin residaen que realiz todo lo que haba prometido. Es curioso constatar cmo cum-pli, uno por uno, los compromisos adquiridos al tomar en su mano la jefa-tura del Gobierno, en plena guerra, cuando habra sido justificable por exi-gencias de la propaganda prometer lo imposible. De ah, que no necesitaraentregarse a la captacin de voluntades, estrechando manos o prodigandoabrazos; su sola presencia despertaba la emocin patritica de las gentes quevean en l la personificacin del Estado.

    Concurren en Franco como gobernante dos caractersticas singulares queprobablemente son nicas en la historia poltica de los pueblos.

    Cuando fue nombrado Jefe del Gobierno espaol tena ya un gran pres-tigio; por mritos reconocidos, era el general ms joven de Europa y, tambinen frase del mariscal Ptain la espada ms limpia de Europa. Pues

    bien, cuando muri, su prestigio haba aumentado considerablemente, no sloen Espaa sino en todo el mundo. Este hecho cobra una mayor dimensin sise considera que su mandato se prolong durante un largo perodo de cercade cuatro dcadas y es bien sabido el normal desgaste de autoridad que conel tiempo sufren los gobernantes.

    Si Luis XIV hubo de decir El Estado soy yo, Franco no necesitabadecirlo; sencillamente, lo era. Hasta tal punto, que la explicacin de lo ocu-rrido a su muerte ha de buscarse en que, de cierta manera, el Estado moracon l. Porque calcul tambin ese riesgo, entreg la sucesin a la Monarqua,cuya raigambre histrica pensaba que habra de compensar lo que en l eraautoridad y prestigio.

    En segundo lugar, Franco, que inicial y legtimamente por las circuns-

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    tancias en que asciende a la Jefatura del Estado detenta el mximo poder,en el curso del tiempo y a lo largo de su mandato, por propia iniciativa, fuecedindolo para crear un Estado de Derecho. Guiado por los ideales avanza-dos de la juventud ms sana, representada por Jos Antonio Primo de Rivera,instaur un nuevo sistema de democracia efectiva, avanzada y real; enraizadaen la religin y la tradicin del pueblo, muy acorde con la mentalidad y lamanera de ser de los espaoles. Toda su ambicin fue siempre prestar el

    mejor servicio a Espaa.Tengo ochenta y cinco aos y puedo decir que nunca me he sentido tanorgulloso de ser espaol como durante la Jefatura de Franco. Y es que Fran-co encontr una Espaa reducida a escombros; sin peso alguno en el con-cierto de las naciones y logr que tuviera una autntica independencia pol-tica, pese a la oposicin consensuada de las grandes potencias. Todo ello fueposible porque Franco reuna patriotismo con realismo y asent su fuerzamoral en lograr la grandeza de Espaa, al tiempo que procur el entendi-miento con todas las naciones sin inmiscuirse en su poltica interior.

    Su lgica le llev a desechar la lucha entre partidos y entre clases socia-les, dado que tropezaban con el objetivo del progreso, alcanzable slo median-te el trabajo en paz.

    Resulta fcil reprocharle hoy que no se ajustara al patrn de las demo-cracias de Occidente. Lo cierto es que en la Democracia Orgnica fueron com-patibles la libertad (no slo la formal) y el orden, mientras que en el desor-den naufragan todas las libertades.

    La participacin del pueblo en las Cortes Orgnicas se hace directamentey no por intermedio de partidos polticos que defienden sus intereses porencima de los del pas.

    Mientras los Sindicatos de clase consideran el trabajo como mercanca,desentendindose de quien lo presta, Franco defendi la libertad y dignidaddel trabajador. Elev en gran proporcin su nivel de vida. Instituy en elmundo de la produccin el principio de Justicia Social.

    Su idealismo y su lgica le hicieron prever las consecuencias que se deri-varan de la entrega de media Europa al comunismo sovitico. Ya en 1964, elactual presid ente Reagan pronunciaba las siguientes palab ras: El comunismoes el ms peligroso enemigo que ha tenido nunca la humanidad y La Histo-ria no perdonar a los que, frente a la prdida de libertad que impone elcomunismo, teniendo tanto que perder, hicieron tan poco para evitarlo. 1 Hoy,la mayora del pueblo norteamericano, con la experiencia de otros 20 aos,piensa igual que Reagan. Las democracias europeas tienen la misma inquietud.

    Es notable que algo que se ocultaba a los lderes de Occidente, Francolo viera con tanta claridad en 1936.

    Y es que Franco ha sido, con gran diferencia, el ms lcido e importanteJefe de Gobierno y de Estado de Occidente en lo que va de siglo.

    ESPAA RECUPERAR SU PAPEL

    La figura, ya histrica, de Francisco Franco adquirir con el transcurso deltiempo la dimensin universal que merece, equiparable a la de Octavio Augus-to, los Reyes Catlicos, Abraham Lincoln.

    El sistema poltico de Democracia Orgnica, que dio lugar a la Unidad, laPaz y el Progreso de Espaa en un largo perodo extraordinariamente con-

    1. Discurso televisado de Reagan en 1964 apoyando la candidatura de Barry Gold-water.

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    flictivo a nivel internacional ciertamente pienso ha de ser un modelo haciael que tiendan los pueblos de Occidente para superar los graves problemasde todo orden, consustanciales a sus regmenes, basados en la partitocraciay la lucha de clases.

    Por todo ello, tengo plena fe en que Espaa volver a encontrar su caminoy recuper ar en el mundo el impor tant e papel que .por su His toria le co-

    rresponde.

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    Segundo Gobierno10 de agosto de 939

    El da 8 de agosto se reorganiz por Ley la Administracin del Estado, mo-dificando la de 30 de enero de 1938, lo que acarre una renovacin casi totaldel Gobierno (salvas las excepciones de Serrano Suer y Pea Boeuf) conel nombramiento de los siguientes titulares:

    Ha desaparecido, en virtud de la Ley citada, la vicepresidencia del Gobier-no. Se desdobla el Ministerio de Defensa Nacional en los tradicionales de Ejr-cito (antes, de la Guerra) y Marina, y aparece el del Aire. La cartera deTrabajo fue encomendada, provisionalmente, al titular de Agricultura. Por apli-cacin del Decreto de 31 de julio de 1939, aprobando los Estatutos de FETy de las JONS, se otorga categora de ministro al secretario general del Mo-vimiento, as como al presidente de la Junta Poltica Serrano Suer quees, a la vez, ministro de Gobernacin.

    Miembros de este Gobierno que haban fallecido con antelacin al desa-rrollo del libro son los seores Beigbeder, Bilbao, Varela, Moreno, Yage,Larraz, Pea, Benjumea, Alarcn, Ibez Martn, Muoz Grandes y SnchezMazas. La invitacin a colaborar fue declinada por Pedro Gamero del Castillo.

    La composicin del segundo Gobierno de Franco experiment algunasmodificaciones que deben mencionarse. As, el cese del general Yage como

    ministro del Aire, sustituido por el tambin general Vign el 27 de juniode 1940. Otra figura militar de singular relieve, el general Muoz Grandes,ces como ministro Secretario General el 15 de marzo de 1940, quedandoalgn tiempo vacante el cargo. Tambin Snchez Mazas, significado falangis-ta, era cesado el 2 de octubre de 1940, sin sustitucin. Por ltimo, y comocontrapunto al protagonismo sobresaliente de Serrano Suer, es relevado ensus funciones de secretario del Consejo de Ministros, puesto que ocupa JosIbez Martn desde el 2 de octubre de 1940 y que mantendr durante msde diez aos grvidos ya de posteriores evoluciones slo para transmi-trselo al almirante Carrero.

    Asuntos ExterioresJusticiaEjrcitoMarinaAire

    HaciendaGobernacinObras Pblicas

    Agricultura Industria y ComercioEducacin NacionalSecretara General del

    JUAN BEIGBEDER ATIENZA

    ESTEBAN BILBAO Y EGUA

    JOS ENRIQUE VARELA IGLESIAS

    SALVADOR MORENO FERNNDEZ

    JUAN YAGE BLANCO

    JOS LARRAZ LPEZRAMN SERRANO SUER

    ALFONSO PEA BOEUF

    JOAQUN BENJUMEA BURN

    LUIS ALARCN DE LA LASTRA

    JOS IBEZ MARTN

    MovimientoSin cartera

    AGUSTN MUOZ GRANDES

    RAFAEL SNCHEZ MAZAS Y

    PEDRO GAMERO DEL CASTILLO

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    Tercer Gobierno16 de octubre de 1940

    Tras las dos anteriores combinaciones ministeriales, a las que cabra distin-guir, respectivamente, como el Gobierno de la victoria y el de la paz, encon-tramos ahora al que ser el Gobierno de la guerra mundial. Se form y eldato no carece de claves explicativas una semana antes de que tuviera lugarla bien conocida (y peor explicada) entrevista de Hendaya. Qued integra-do as:

    Asuntos ExterioresJusticia

    EjrcitoMarinaAireHaciendaObras PblicasAgricultura Industria y ComercioEducacin NacionalSin cartera

    RAMN SERRANO SUER

    ESTEBAN BILBAO Y EGUA

    JOS ENRIQUE VARELA IGLESIASSALVADOR MORENO FERNNDEZ

    JUAN VIGN SUERO-DAZ

    JOS LARRAZ LPEZ

    ALFONSO PEA BOEUF

    JOAQUN BENJUMEA BURN

    DEMETRIO CARCELLER SEGURA

    JOS IBEZ MARTN

    PEDRO GAMERO DEL CASTILLO

    Adems de consolidarse los cambios efectuados con anterioridad (desapa-ricin del secretario general de FET y de las JONS, cese de un ministro sincartera) slo aparecen las incorporaciones del general Vign y de DemetrioCarceller. Pero es preciso recordar que la cartera de Trabajo sigue acciden-talmente desempeada por el titular de Agricultura y, sobre todo, el paso deSerrano Suer (que sigue ostentando la cualidad de presidente de la JuntaPoltica) al puesto de mxima complejidad ante la coyuntura mundial. Paracubrir la vacante que deja en Gobernacin, Franco adopta la decisin singu-larsima de asumir personalmente el Ministerio, en tanto que Jefe del Go-bierno, encargando del mismo, bajo su dependencia, al subsecretario JosLorente Sanz.

    Adems de los ministros cuyos fallecimientos han sido registrados pre-cedentemente, en esta fecha han desaparecido tambin Juan Vign y De-metrio Carceller.

    El 5 de mayo de 1941 tom posesin del Ministerio de Gobernacin el

    general Galarza.

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    Cuarto Gobierno19 de mayo de 1941

    En realidad el cambio se ha iniciado dos semanas antes, con el nombramientodel general Galarza para el Ministerio de Gobernacin, dando lugar a senti-mientos de malestar que culminan con una renovacin amplia del Gobiernocuyos componentes son:

    Se proveen dos ministerios vacantes (Trabajo y Secretara General) cuyostitulares, Girn quien, con 29 aos en la fecha de su nombramiento, es elms joven ministro del Rgimen y Arrese, junto al nuevo ministro de Agri-cultura, Primo de Rivera, refuerzan la tendencia falangista dentro del Go-bierno. Ha salido, en cambio, el ministro sin cartera Gamero, as como La-rraz, a quien sucede en Hacienda Benjumea, hasta entonces titular de Agri-cultura.

    Tanto el general Galarza como Miguel Primo de Rivera fallecieron conanterioridad a la realizacin del presente libro.

    Asuntos ExterioresJusticiaEjrcitoMarinaAireHacienda

    GobernacinObras PblicasAgricultura Industria y ComercioTrabajoEducacin NacionalSecretara General del

    Movimiento

    RAMN SERRANO SUER

    ESTEBAN BILBAO Y EGUA

    JOS ENRIQUE VARELA IGLESIAS

    SALVADOR MORENO FERNNDEZ

    JUAN VIGN SUERO-DAZ

    JOAQUN BENJUMEA BURN

    VALENTN GALARZA MORANTEALFONSO PEA BOEUF

    MIGUEL PRIMO DE RIVERA Y SENZ DE HEREDIA

    DEMETRIO CARCELLER SEGURA

    JOS ANTONIO GIRN DE VELASCO

    JOS IBEZ MARTN

    JOS LUIS DE ARRESE Y MAGRA

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    Jos Antonio Girn de Velasco

    Franco no fue nunca un revolucionario, aunque fue- se el jefe de Ja revolucin nacional.

    Abogado. Ministro de Trabajo del 19 mayo 1941 al 25 febrero 1957. Naci el 28 deagosto de 1911 en Herrera de Pisuerga (Palencia). Curs los estudios de Derechoen las Universidades de Valladolid y Salamanca, licencindose en 1932. Comenzsu vida poltica, junto a Onsimo Redondo, en abril de 1931. Pas a las JONSen 1932, tomando parte activa en su unificacin con FE. Al iniciarse el Alzamientoera jefe provincial de Milicias de Valladolid, formando con las centurias que ocu-paron el Alto de los Leones. Al final de la campaa era capitn honorario deInfantera y consejero nacional de FET y de las JONS. En 1939 fue nombradodelegado nacional de Excombatientes. Ha sido procurador en Cortes en todas laslegislaturas, en su condicin de consejero nacional designado por el Jefe del Es-tado, formando parte de diversas comisiones legislativas. Durante su gestin mi-nisterial despleg una intensa labor poltica plasmada en numerosas normas labo-rales, dando lugar a la creacin del Seguro de Enfermedad (1942), creacin delServicio de Montepos y Mutualidades Laborales (1946), Jurados de Empresa (1947)

    y fundacin de las Universidades Laborales (1950), entre otras. Entre otras conde-coraciones, est en posesin de la Medalla Militar Individual. Est casado y tienecuatro hijos.

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    Cmo se enter usted de que iba a ser nombrado ministro? Ensu opinin, cules fueron los motivos que determinaron su nom-bramiento?

    Me enter directamente por el Caudillo. Recib una comunicacin para queacudiera a ver al Generalsimo el 18 de mayo de 1941.

    Fue Franco personalmente quien me comunic su deseo de que aceptara

    la Cartera de Trabajo. Es muy probable que lo que yo cuente ahora de aque-lla entrevista no tenga ningn valor, ni siquiera histrico. Pero puedo asegurarleque durante mucho tiempo trat de disuadir al Jefe del Estado de su deci-sin y le ped que me liberara de ella. Es evidente que no pude convencerley el nombramiento se produjo al siguiente da; esto es, el 19 de mayo de 1941.Tom posesin del Ministerio de Trabajo dos das despus.

    En cuanto a las motivaciones que determinaron mi designacin para elMinisterio de Trabajo tengo que ser menos explcito: en realidad, no lo s.Aventurar un juicio: en mayo de 1941 acababan de cumplirse dos aos de laVictoria de 1939, y, por consiguiente, del final de la contienda. Mi presencia enel Gabinete y en una Cartera tan concreta pudo tener dos explicaciones dis-tintas: una, la incorporacin de los combatientes a las tareas polticas en su

    ms alto nivel; otra, la necesidad de que esa juventud, que haba luchado alo largo de tres aos por Espaa, viera que el Estado surgido de la Guerrade Liberacin se propona aplicar, en la medida de lo posible en aquellas cir-cunstancias, los planteamientos ideolgicos que el sector revolucionario, esdecir el falangista, se haba propuesto en materia social desde su fundacin.

    He pensado en algunas ocasiones en todo esto y aunque en rigor no mehaya hecho un problema de los porqus que determinaron mi designacin,he tenido el convencimiento ntimo de que fueron esas dos las causas deter-minantes de que el Jefe del Estado me llamara a colaborar junto a l en unaempresa poltica como aqulla.

    Cul es su visin personal del anterior Jefe de Estado?

    Seran necesarias muchas cuartillas y muchas horas de trabajo para dejarfijada mi opinin personal de Francisco Franco. Como no es esta la ocasinde hacerlo, tratar de sintetizar mi opinin personal del Caudillo en el menosnmero posible de palabras.

    En Franco, creo yo, hay que analizar tres aspectos simultneamente: elhombre, el militar y el estadista. Cada uno de estos aspectos es por s mismoenormemente complicado, as que voy a invertir los trminos para poder ra-zonarlo mejor: el militar, el estadista, el hombre. Militarmente, Franco con-figura una excepcin en la historia contempornea de Espaa: el hombre quepasa entre los 17 aos y los 33 de subteniente a general por mritos de guerratuvo un solo ascenso por escalafn podra ser definido como el prototipo

    del hroe. Y sin embargo yo no creo que Francisco Franco fuera un hroeen el sentido ibrico de la palabra. Es decir, que se dieran en l circunstan-cias de arrebato, de frenes, de excitacin... Entonces tengo que reducir elplanteamiento de este aspecto de la vida del Generalsimo a lo que yo creoms fundamen tal: el perfecto dominio de su profesin.

    Franco era un militar excepcional, dotado, adems, de un excepcionalvalor y de una excepcional serenidad. Estos tres conceptos hacen ese milagro:que un joven alfrez que sale de la Academia de Infantera con 17 aos alcanceel fajn diecisis aos despus y se convierta en el general ms joven de Euro-pa. No se puede prescindir de ninguna de estas tres caractersticas. Recin

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    llegado a frica y en una operacin de aquella guerra interminable, creo quefue el general Berenguer quien pregunt, tras una larga observacin a travsde los prismticos, por el nombre de quien mandaba aquella Seccin que semueve tan bien. Un Jef e respon di a la pregu nta : Un recin llegado, migeneral: el alfrez Franco. Es decir: conocimiento profesional, valor y sere-nidad son sus tres constantes castrenses. l sola resumir, con una admira-

    ble sencillez, estos tres aspectos en una sntesis curiosa, no exenta de humor,que yo le escuch en varias ocasiones a lo largo de muchos aos: La profe-sin militar deca es la ms fcil, porque fundamentalmente consiste enpensar entre las balas con la misma tranquilidad con que se piensa en la mesatomando caf.

    El estadista fue tambin excepcional. Tan excepcional que universal-mente fue admitido el hecho de que el fenmeno Franco era irrepetible. Suenorme conocimiento de la Historia y del mundo le permitieron dirigir a laNacin espaola con la misma precisin que dirigi aquella Seccin de solda-dos que asombrara al general Berenguer. Como escuchaba atentamente y nodesdeaba ninguna idea o sugerencia apriorsticamente, tambin se convirtien un estadista de singular porte, en el que influiran, de forma decisiva para

    su conducta, aquellas tres caractersticas que yo he atribuido al militar: elconocimiento, la serenidad y el valor.En cuanto al hombre, sera mucho ms complejo el anlisis. Entre otras

    razones porque el Caudillo fue uno de los fenmenos de autodespersonaliza-cin ms asombrosos que yo he conocido. En su intimidad era sencillo, afa-ble y austero. Vivi y muri com