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CONSUELO
Cuando falleció el hijo de Rabí Iojanán ben Zakai, sus discípulos
vinieron a consolarlo.Primero entró Rabí Eliezer ben Horkenos quien le dijo: -Adán, el
primer hombre, tuvo un hijo que murió, y sin embargo se consoló y
siguió su vida familiar con Eva y así también tú tienes que consolarte.
-¿No son suficientes mis desgracias -díjole Rabí Iojanan- que me recuerdas las de Adán?
Luego entró Rabí Ioshúa que les mencionó a Job y sus hijos e hijas
que fallecieron en un solo día y que, no obstante se consoló.
Rabí Iojanan le dio la misma respuesta que a Rabí Eliezer.
Y así fueron pasando Rabí Iosi y Rabí Shimón que le recordaron
al Sumo Sacerdote Aarón que perdió dos hijos y al rey David que
perdió a su hijo Abshalóm.Para todos la respuesta fue la misma.
Por último entró Rabí Eliezer ben Azaria, quien se sentó y le pidió
permiso para contarle una parábola que pensaba era adecuada para esa
circunstancia: -Un rey le dio a una persona de su entorno un objeto valioso para que se lo cuide y ese hombre lo cuidó con dedicación, pero siempre se lamentaba de que el rey no le retiraba el objeto, para liberarlo de tanta responsabilidad, tú también, maestro, tuviste un hijo brillante
y se fue de este mundo íntegro, libre de pecado. Debes consolarte, por
haber devuelto al Creador lo que te dio como un depósito valioso.
Muy conmovido, Rabí Iojanan exclamó:
-Bendito seas, Eliézer, me has consolado y reconfortado
OBSEQUIOS
Un romano, que era conocido de Rabí Yehuda, le mandó como obsequio unas perlas muy valiosas y le pidió que le retribuyera con
algo igualmente valioso para tener como recuerdo.
Rabí Yehuda le mandó una “mezuzá” (que se fi ja en las entradas).
El destinatario quedó muy sorprendido y le mandó a decir:
-¿Qué significa todo esto? Te envié algo muy valioso y tu me mandas algo que puedo comprar por poco dinero.
Rabí Yehuda le respondió: -Todas las cosas valiosas no se pueden
comparar con ese pequeño objeto que te mandé. Más aún, tú me
mandaste algo que yo voy a tener que cuidar; pero yo te envié algo
que te guardará a ti
POR EL TEMOR AL ETERNO
Rabí Shmuel bar Susratei llegó una vez a Roma y en ese momento
la reina perdió sus joyas y Rabí Shmuel las encontró.
Un edicto fue leído por todo el país, en el que se gratificaría al que
devolviera las joyas, pero dentro de los treinta días, pero si se las
encontraba, al que las halló y no las devolvió después de esa fecha,
le cortarían la cabeza.
Rabí Shmuel espero sin embargo treinta días y después trajo las joyas a la reina, quien quedó sorprendida por el hecho de que alguien
procediese de esa manera poniendo en peligro su vida.
Después de inquirirle si sabía del edicto, le preguntó por qué había devuelto las joyas después del término dispuesto, a lo que Rabí
Ishmael respondió:
-Porque no quería que pensasen que lo hice porque te temía. Te lo
devolví porque temo al Eterno.
A lo que la reina exclamó:
-Bendito sea el D-s de los judíos
DILUVIO
En la festividad de Shmini Atzeret, cuando se pide al Eterno para
que las lluvias caigan en su tiempo, el Jazan (oficiante) de Frankfurt
terminó las oraciones y comenzó a caer una lluvia copiosa. Entonces
se acercó al Rabino, que no le tenía mucha simpatía y le enrostró la
conducta que observaba con él, siendo que desde el cielo escuchaban
sus plegarias y eran correspondidas de inmediato.
-Es verdad -contestó el Rabino- por tus merecimientos y los que
eran iguales a ti, cayó una vez una lluvia no como ahora, sino un
Diluvio entero.
INFLUENCIA
Un predicador entró a lo del Rabí de Premishlan y vio cómo los
adeptos le dejaban jugosas dádivas, lo cual le dolió porque, según
él, no tenía suerte, puesto que sus prédicas gustaban a todos, pero
no le daban casi nada y a este Rabino lo llenaban de dinero.
El Rabino percibió los pensamientos del predicador y le dijo:
-Tanto tú como yo tenemos influencia, con la diferencia de que
tenemos distintas fuerzas. Yo, que odio el soborno, influencio a mis
adeptos para que también odien el soborno, por eso me dan el dinero; pero tú que gustas del dinero, influencias a los que te escuchan
para que amen el dinero, por eso no te lo quieren dar.
JUSTO Y MALVADO
Le preguntaron a un Rabino cuál era la diferencia entre un justo
varón y un malvado.
-En verdad -respondió- los dos son pecadores, pero el justo todo el
tiempo que vive sabe que es un pecador y el malvado todo el tiempo
que peca, sabe que vive.
DISTINTAS GENERACIONES
Rabí Aizl Jarif decía: -”Vean la diferencia que existe entre las generaciones anteriores y las actuales. Las primeras, como en el desierto,
cuando pecaron, estuvieran dispuestas a desprenderse de su oro y
plata para hacerse un dios, como ocurrió con el Becerro de Oro.
En cambio, hoy en día, la gente se desprende de D-s, para conseguir oro y plata
A QUIEN DIRIGIRSE
Un hombre muy rico acostumbraba visitar a Rabí Zusha de Anapoli y cuando se iba le dejaba una contribución. Cierta vez, cuando
vino a verlo, no lo encontró y la esposa le dijo que había viajado a
lo de su Rabino.- ¿Cómo -inquirió- el Rabí tiene un Rabí? Entonces
pensó: -¿para qué tengo que visitar al discípulo, si puedo ir a lo del
Maestro? Y así comenzó a visitar al Maguid de Mezritch y no fue más
a lo de Rabí Zusha.
Entonces sus negocios comenzaron a declinar y volvió a lo de Rabí
Zusha con un cuestionamiento:
-¿Por qué cuando lo visitaba a usted, mis negocios marchaban bien
y cuando comencé a visitar al Maguid me fue mal?
A lo que Rabí Zusha respondió:
-Te diré, en verdad yo no soy Rabino, sino un judío simple como75
tú. Cuando le dabas una contribución a un judío simple, El Eterno te
daba como a un judío simple. Pero cuando comenzaste a investigar a
quién dar, el Eterno también comenzó a revisar a quién dar.
LA CABEZA EN LOS ZAPATOS
Un adepto de un famoso Rabino, fue a visitarlo y le describió con
lujo de detalles la fábrica de zapatos que había creado, y era evidente
que todos sus esfuerzos estaban dedicados a la misma.
El Rabino no pudo resistir y exclamó:
-He visto personas poner sus pies en los zapatos; pero es la primera vez que veo a alguien poner su cabeza entera en los zapatos.
RESPONSABILIDAD CON TU PRÓJIMO
El Predicador de Mezritsh decía:
-Hay personas que están contentas con su suerte en esta vida. Tienen un buen pasar, se dedican a rezar y a estudiar y cumplen con las87
mitzvot. Sienten que tienen derecho a ser premiados por la forma
en que han vivido.
¿Pero qué sucede con los pobres e iletrados que no pueden vivir
como ese primer grupo? El primero puede sentir lástima por este
segundo, pero eso es todo. Sienten que nadie puede ser responsable
por el bienestar de los demás.
Eso es lo que la Torá nos advierte en Génesis 44,23:”si no descendiere vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis más a ver
Mi rostro”.