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Fray Gerónimo de Mendieta Historia eclesiástica indiana Índice Libro primero Que trata de la introducción del Evangelio y Fe cristiana en la isla Española y sus comarcas, que primeramente fueron descubiertas Capítulo primero Del maravilloso descubrimiento de la isla Española, que fué principio para conquistarse las Indias Occidentales Capítulo II Con cuánta, conveniencia el descubrimiento de las Indias cupo en suerte a los Reyes Católicos Capítulo III Cómo estos ínclitos Reyes se hirieron padres espirituales de los indios, y la conquista de ellos les fué concedida por la Silla Apostólica Capítulo IV De cómo en los reyes de España se cumple en estos tiempos aquello del evangélico siervo que fué enviado á llamar los convidados para la cena

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  • Fray Gernimo de Mendieta

    Historia eclesistica indiana ndice Libro primero Que trata de la introduccin del Evangelio y Fe cristiana en la isla Espaola y sus comarcas, que primeramente fueron descubiertas Captulo primero Del maravilloso descubrimiento de la isla Espaola, que fu principio para conquistarse las Indias Occidentales Captulo II Con cunta, conveniencia el descubrimiento de las Indias cupo en suerte a los Reyes Catlicos Captulo III Cmo estos nclitos Reyes se hirieron padres espirituales de los indios, y la conquista de ellos les fu concedida por la Silla Apostlica Captulo IV De cmo en los reyes de Espaa se cumple en estos tiempos aquello del evanglico siervo que fu enviado llamar los convidados para la cena

  • Captulo V Cun peligroso sea el descuido en este cargo que nuestros reyes tienen de llamar gentes la cena del Seor Captulo VI Del flaco suceso que hobo en la conversin de los indios de la isla de Santo Domingo y de los obispos que ha tenido Captulo VII De cmo estos indios tuvieron pronstico de la destruicin de su religin y libertad, y de algunos milagros que en los principios de su conversin acontecieron Captulo VIII De lo que hicieron religiosos en la conversin de estos indios, y cmo algunos de ellos fueron muertos por irles predicar el Evangelio Captulo IX De la ocasin que los indios de Cumam y Maracapana tuvieron para aborrecer los cristianos, y destruir los monesterios que tenan, matando los religiosos Captulo X En que se concluye la materia del pasado, aadiendo los que pas en Cuman, donde mataron un fraile francisco Captulo XI De la consideracin que se debe tener cerca de este desastrado acaecimiento y de otros semejantes, si han acontecido o acontecieron en Indias Captulo XII De cmo se rebel el cacique Enrique en la isla Espaola, y de la ocasin que para ello tuvo Captulo XIII De cmo el cacique Enrique se redujo la amistad de los espaoles, por la benignidad del cristiansimo Emperador Captulo XIV De cmo el cacique D. Enrique se asegur y certific de la paz que se le haba ofrecido, por las cosas que aqu se dirn Captulo XV De las races y causas por donde los indios de la isla Espaola y sus comarcanas se vinieron acabar Captulo XVI De los excesivos trabajos y vejaciones con que fueron acabados los indios de la isla Espaola Captulo XVII En que se prosigue y concluye la misma materia, excusando los Reyes Catlicos de la culpa que hubo en esta inhumanidad Libro segundo de la historia eclesistica indiana Que trata de los ritos y costumbres de los indios de la Nueva Espaa en su infidelidad Captulo I De lo que tenian y, creian cerca de sus dioses demonios, y de la creacion del primer hombre Captulo II

  • De cmo fu criado el sol, y de la muerte de los dioses Captulo III De cmo Tezcatlipuca apareci un su devoto y lo envi la casa del sol Captulo IV De la creacion de las criaturas, especialmente del hombre, segun los de Tezcuco Captulo V De cmo dicen descendi del cielo Tezcatlipoca, y persigui Quetzalcoatl hasta la muerte Captulo VI De lo que un seor de Tezcuco sinti acerca de sus dioses, con otras cosas Captulo VII De la forma, grandeza y multitud de los templos de los dolos Captulo VIII De la multitud y diversidad de dolos que estos indios tenian Captulo IX De una muy celebrada diosa que tuvieron por mujer del sol, y del diferente culto con que queria ser servida Captulo X De otros dioses principales y particulares que cada provincia tenia por s, en especial del dios de Cholula Captulo XI De la manera que tenian en orar y porqu pintaban a sus dioses tan fieros Captulo XII De lo que tenian por demonio, y de cmo les aparecia algunas veces Captulo XIII De cmo hubo gigantes en esta tierra, y de lo que sentian del nima Captulo XIV De las fiestas que hacian a sus dioses, y de su calendario Captulo XV De los ritos que usaban en la celebracion de las fiestas de sus dioses Captulo XVI En que se prosigue la materia de los sacrificios de hombres que hacian los dolos Captulo XVII De los ayunos que hacian los indios para tener propicios sus dioses Captulo XVIII En que se prosigue la materia del pasado, y de las monjas que servian en el templo Captulo XIX De muchos ageros y supersticiones que los indios tenian Captulo XX De cmo estos indios general y naturalmente criaban sus hijos en la niez, siguiendo las doctrinas de los filsofos, sin haber

  • leido sus libros Captulo XXI De otra exhortacion que hacia un indio labrador su hijo ya casado Captulo XXII De otra exhortacion que una madre hizo su hija Captulo XXIII De la disciplina y honestidad con que se criaban los hijos de los seores y principales indios Captulo XXIV Prosigue la materia de cmo los indios doctrinaban sus hijos, y de los consejos que les daban cuando se casaban Captulo XXV De las ceremonias y ritos que usaban en sus casamientos Captulo XXVI De las costumbres y modos de proceder que los indios tenian en sus guerras Captulo XXVII De cmo se habian con los que captivaban en la guerra Captulo XXVIII De la judicatura y modo de proceder que tenian en los pleitos Captulo XXIX De los castigos que daban los culpados y delincuentes Captulo XXX De cmo los indios usaban del vino antes y despues de la conquista, y de la pena que daban al que se embeodaba Captulo XXXI De la manera que estas naturales tenian de bailes y danzas, de la gran destreza y conformidad que todos guardaban en el baile y en el canto Captulo XXXII Que trata de la venida de los indios las partes de Mxico y de las otras provincias de la Nueva Espaa Captulo XXXIII De la genealoga de los indios pobladores de esta Nueva Espaa Captulo XXXIV De los seores que reinaron en Mxico, antes que los espaoles viniesen Captulo XXXV En que se prosigue la materia de los seores que reinaron en Mxico Captulo XXXVI Del ltimo seor que tuvieron los mexicanos de su nacion Captulo XXXVII De la costumbre y ceremonias que estas indios tenian y guardaban en las elecciones de los seores Captulo XXXVIII De las ceremonias, penitencia y gastos que hacia el que en las provincias de Tlaxala, Huexotzingo, Cholula, era promovido al dictado de Tecutli

  • Captulo XXXIX En que se prosigue la materia del captulo pasado Captulo XL De las ceremonias con que enterraban los seores, y los que no lo eran, en esta Nueva Espaa Captulo XLI De las extraas ceremonias con que enterraban al Cactzontzin, seor de Michoacan Libro tercero de la historia eclesistica indiana En que se cuenta el modo como fu introducida y plantada la fe de Nuestro Seor Jesucristo entre los indios de la Nueva Espaa Captulo I De cmo en la conquista que D. Fernando Corts hizo de la Nueva Espaa, parece fu enviado de Dios como otro Moisen para librar los naturales de ella de la servidumbre de Egipto Captulo II De los prodigios y pronsticos que los indios tuvieron antes de la venida de los espaoles, acerca de ella Captulo III Del celo que tuvo y diligencia que paso el capitan Corts, cerca de la conversion de los indios que habia conquistado Captulo IV De cmo muchos religiosos se movieron para venir predicar los indios, y entre ellos Fr. Francisco de los ngeles y Fr. Juan Clapion sacaron para este efecto una bula del Papa Leon X Captulo V En que se contiene la bula del Papa Leon X, para Fr. Juan Clapion y Fr. Francisco de los ngeles Captulo VI En que se contiene otra bula que peticion del Emperador Crlos V, concedi Adriano VI los frailes mendicantes Captulo VII En que se contiene otra bula de Paulo III, en ampliacion y extension de lo concedido en la bula referida de Adriano VI Captulo VIII De cmo fu elegido por primer apstol y prelado de la Nueva Espaa el varon santo Fr. Martin de Valencia Captulo IX De la instruccion que el ministro general di Fr. Martin de Valencia y sus compaeros Captulo X De la obediencia que el mismo General di, y con que vinieron la Nueva Espaa estos primeros predicadores del santo Evangelio Captulo XI Cmo estos apostlicos varones partieron de la provincia de S. Gabriel, y embarcados llegaron con prspero viaje la Nueva Espaa Captulo XII De la devocion y reverencia con que el gobernador D. Fernando Corts recibi los doce religiosos, acreditando con su humildad

  • la predicacion del santo Evangelio Captulo XIII De una pltica que los doce padres hicieron los seores y caciques, dndoles cuenta de su venida, y pidindoles sus hijos para ensearlos en la ley de Dios Captulo XIV De cmo estos padres tuvieron su captulo, y se dividieron en cuatro reinos provincias principales Captulo XV Del modo que tuvieron para ensear los nios hijos de los caciques y principales Captulo XVI Del trabajo que pasaron estos padres por no saber la lengua de los indios, hasta que la aprendieron Captulo XVII De cmo esta conversion de los indios fu obrada por medio de nios, conforme al talento que el Seor les comunic Captulo XVIII De cmo se edific la iglesia de San Francisco de Mxico, y se puso en ella el Santsimo Sacramento, y el provecho que de ello se sigui Captulo XIX De cmo los indios se les di doctrina en su lengua, y de cmo los discpulos de los religiosos comenzaron predicar Captulo XX Cmo los religiosos, con ayuda de sus discpulos derrotaron los templos de los dolos Captulo XXI Del gran provecho que se sigui tos la destruicion de los principales templos y dolos, as para lo espiritual como para lo temporal Captulo XXII De dos cosas en que los conquistadores y los demas espaoles de la Nueva Espaa tienen grande obligacion los religiosos de la rden de S. Francisco Captulo XXIII De cmo se fueron desarraigando muchas idolatras que habian quedado ocultas y secretas Captulo XXIV De cmo los nios de la escueta de Tlaxcala mataron un sacerdote de los dolos que se fingia ser el dios del vino Captulo XXV De un nio que fu martirizado de su propio padre, porque le reprehendia la idolatra y embriaguez Captulo XXVI Del castigo que se hizo es este mal hombre, y de cmo fu hallado y sepultado el cuerpo del nio Cristbal Captulo XXVII De otros nios que fueron muertos porque tambien destruian los dolos

  • Captulo XXVIII De diversos modos que los indios usaron para aprender la doctrina cristiana, y del ejercicio que en ella se ha tenido Captulo XXIX Del gran trabajo que los primeros padres evangelizadores tuvieron al principio, por ser tantas las provincias de la Nueva Espaa, y ellos tas pocos Captulo XXX. Del ejemplo con que estos siervos de Dios edificaban los indios, y del amor y aficion grande que por esto los mismos indios les tomaron Captulo XXXI De particulares ejemplos de abstinencia y pobreza de aquellos apostlicos varones para nuestra imitacion Captulo XXXII Que comienza tratar del sacramento del baptismo Captulo XXXIII De algunos pueblos de la comarca de Mxico que vinieron la fe, y recibieron el baptismo Captulo XXXIV De la ciudad de Tezcuco y su comarca y cmo crecia el fervor de venir al baptismo. Y de los casos notables que acontecieron dos baptizados Captulo XXXV De algunos pueblos de tierra caliente, y de la grande multitud de gente que se iba baptizando Captulo XXXVI De los estorbos que el demonio procur poner para la ejecucion del baptismo en aquel tiempo de tanta necesidad, con diversidad de opiniones en los ministros Captulo XXXVII En que se contiene la bula del Papa Paulo tercio dada en favor de los indios Captulo XXXVIII De lo que cerca de esta bula determinaron los seores obispos, y de tres mil indios que en un dia se baptizaron y casaron, y la suma de los que se baptizaron en los primeros aos de su conversion Captulo XXXIX Del dao que se seguia en estorbar el baptismo de los adultos, y los muchos que se baptizaron en Guacachula y Tlaxcala Captulo XL Que trata del sacramento de la confirmacion Captulo XLI De algunas maneras de confesion vocal que los indios tuvieron en su infidelidad, y cmo les cuadr la confesion sacramental de la Iglesia Captulo XLII De algunos ejemplos de los que venian de lejos buscar la confesion y el remedio de sus almas

  • Captulo XLIII Que trata con cuanta facilidad los que se confesaban restituian lo ajeno, y perdonaban las injurias Captulo XLIV De la buena gana con que aceptaban y pedian las penitencias, as los viejos como los mozos Captulo XLV De los diversos pareceres que hubo cerca de administrar el sacramento de la Eucarista los indios Captulo XLVI Que trata dnde y cmo tuvo principio el sacramento del matrimonio, y de lo mucho que tenian que hacer los ministros Captulo XLVII De las grandes dificultades que se ofrecieron cerca de los matrimonios, y de la diligencia que se puso para averiguar en ellas lo cierto Captulo XLVIII En que se prosigue y concluyo la misma materia del santo sacramento del matrimonio Captulo XLIX De la gran devocion y reverencia que los indios cobraron y tienen la santa Cruz del Seor, y cosas maravillosas que cerca de ella acaecieron Captulo L De las grandes persecuciones que los primeras religiosos padecieron por parte de sus hermanos los espaoles Captulo LI De la paciencia y humildad con que estas siervas de Dios llevaron estas y otras persecuciones Captulo LII De la crianza y doctrina de las nias indias, y ejemplos de virtud de algunas doncellas Captulo LIII Del cuidado y ansia con que los indios procuran tener frailes en sus pueblos, y edificarlos con brevedad sus monesterios Captulo LIV Del sentimiento que hicieron los indios de Guatitlan, entendiendo les querian quitar los frailes que les habian dado Captulo LV Del sentimiento que por lo mismo hicieron los de Suchimilco y Cholula, y la diligencia que pusieran para que volviesen los frailes Captulo LVI De la devocion que los indios tienen al hbito y cordon del padre S. Francisco, y de un notable milagro que Nuestro Seor obr por este su santo Captulo LVII De lo que hicieron y pasaron los indios del pueblo de Guatinchan por no perder la doctrina de los frailes de S. Francisco Captulo LVIII

  • En que se prosigue y acaba la materia del captulo pasado, cerca de lo sucedido en el pueblo de Guatinchan Captulo LIX De lo que pasaron y padecieron los indios naturales de S. Juan Teutiuacan por tener doctrina de los frailes de S. Francisco Captulo LX De lo que padecieron los indios del pueblo de Tehuacan, por no perder la doctrina de los frailes de S. Francisco Libro cuarto de la historia eclesistica indiana Que trata del aprovechamiento de los indios de la Nueva Espaa y progreso de su conversin Prlogo al cristiano lector Captulo I De los primeros religiosos de la orden del padre Santo Domingo que fundaron su religin en esta Nueva Espaa Captulo II De los primeros religiosos de la orden del padre S. Augustn que fundaron su religin en esta Nueva Espaa Captulo III De algunos padres clrigos que haciendo vida apostlica predicaron y doctrinaron a los indios en esta Nueva Espaa Captulo IV En que se prosigue la materia del precedente Captulo V De la fundacin de la provincia de Michoacan, y de los primeros religiosos que en ella florecieron Captulo VI De la fundacin de la provincia de Yucatn y de los apostlicos varones que florecieron en ella Captulo VII De la fundacin de la provincia de Guatemala, y de los santos varones que en ella florecieron Captulo VIII De la prodigiosa tempestad que destruy la ciudad de Guatemala, y de la desastrada muerte de dos principales personas Captulo IX En que se contina la materia del pasado, contando cosas maravillosas. Y se trata la fundacin de la provincia de Nicaragua Captulo X De las jornadas y misiones que a los principios se hicieron para descubrir nuevas gentes. Y cmo el Seor no permiti que alguno de los doce se emplease en otra parte Captulo XI En que se prosigue la materia de las misiones y jornadas que hicieron algunos de los primeros doce Captulo XII Del ingenio y habilidad de los indios para todos oficios, y primero se trata de los que ellos usaban antes que viniesen los espaoles Captulo XIII

  • De cmo los indios aprendieron los oficios mecnicos que ignoraban, y se perficionaron en los que de antes usaban Captulo XIV De cmo los indios fueron enseados en la msica y es lo dems que pertenece al servicio de la iglesia, y lo que en ello han aprovechado Captulo XV De la fundacin del colegio de Santa Cruz, que se edific en la ciudad de Mxico para ensear a los indios en todo ejercicio de letras Captulo XVI Del modo que se tiene en ensear a los nios y nias, y de las matronas que ayudaron mucho en el ministerio de la Iglesia Captulo XVII De las grandes limosnas que algunos indios y indias han hecho para ornato de sus iglesias y sustento de sus ministros Captulo XVIII De la fe y devocin que los indios siempre han tenido a las cerimonias y cosas de la iglesia Captulo XIX De la solemnidad con que los indios celebran las Pascuas y fiestas principales, y de las procesiones ordinarias que hacen Captulo XX De las procesiones que salen de la capilla de S. Jos en Mxico, y de la majestad de esta capilla Captulo XXI De algunas condiciones naturales que tienen los indios para ayuda de su cristiandad, y cmo de su parte son muy salvables, si son ayudados Captulo XXII De los beatos de Chocaman, y de otros indios que se han sealado en querer seguir la vida evanglica Captulo XXIII De otros indios que han dado ejemplos de mucha edificacin Captulo XXIV De algunas visiones y revelaciones con que nuestro Seor Dios se ha querido comunicar a los indios Captulo XXV De otras revelaciones hechas a algunas indezuelas indias y mozas de poca edad Captulo XXVI De algunas indias que fueron comulgadas, y otras consoladas milagrosamente Captulo XXVII De algunos muertos cuyas almas volvieron a los cuerpos, o fueron arrebatados en espritu para su enmienda y salud Captulo XXVIII De algunos defunctos que por divina voluntad han aparecido a personas particulares, para ser socorridos Captulo XXIX

  • De los favores que el Emperador D. Carlos, de gloriosa memoria, dio a los indios, y a la obra de su conversin y doctrina, y ministros de ella Cuanto a la libertad de los indios. Carta del Emperador y Rey nuestro seor, para que los religiosos de la orden de S. Francisco avisen a los indios esclavos que acudan a pedir su libertad . Cuanto al cargar los indios. Cuanto otros trabajos personales. Cuanto al buen tratamiento de los indios. Cdula para que se guarden las ordenanzas sobre el buen tratamiento de los indios de la Nueva Espaa. Otra cdula para que se castigasen los transgresores de las dichas ordenanzas sobre el buen tratamiento de los indios. Cuanto a la inoderacion de los tributos. Cuanto a la doctrina y cristiandad de los indios. Captulo XXX De los favores que el muy catlico rey D. Felipe ha dado para la doctrina y cristiandad de los indios, y en particular a sus ministros Cuanto a hacer limosna a los ministros. Cuanto a la doctrina y cristiandad de los indios. Cdula de S. M. para que no haya novedad, ni se ponga impedimento alguno a los religiosos en la administracin de los sacramentos. Cdula de S. M. para que se les d todo favor a los religiosos. Cdula del Rey Nuestro Seor para que se haga guardar un breve de Po V, a pedimento de S. M. concedido a los religiosos de las Indias. Sguese el breve del Papa Po V, con testimonio del nuncio, arzobispo de Rosano. Cdula de S. M. para que el dicho breve de Po V se publique con solemnidad en esta Nueva Espaa. Captulo XXXI Del dao que se ha seguido despus que las rdenes no se justas para dar aviso a nuestros Reyes Catlicos de las necesidades de los indios Captulo XXXII Del modo que se tuvo en juntar los indios en las fiestas para su doctrina y para la misa, y el que ahora se tiene Captulo XXXIII De muchos daos que la frecuente comunicacin de los espaoles ha causado a los indios para su cristiandad Captulo XXXIV Del dao que ha hecho el llamarse los espaoles cristianos, para la cristiandad de los indios Captulo XXXV En que se suman muchas cosas que para la cristiandad de los indios han hecho y hacen dao Captulo XXXVI De las muchas pestilencias que han tenido los indios de esta Nueva

  • Espaa despus que son cristianos Captulo XXXVII De la mayor y ms daosa pestilencia de los indios, por el repartimiento que de ellos se hace para servir de por fuerza a los espaoles Captulo XXXVIII En que se prosigue la materia del repartimiento de los indios para servir de por fuerza Captulo XXXIX Que por ser los indios de menos talento y fuerzas que nosotros, no nos es lcito tenerlos en poco, antes hay ms obligacin para tratarlos mejor Captulo XL De algunas autoridades de la Sagrada Escritura que parecen hablar de la conversin de estos naturales Captulo XLI De algunos rastros que se han hallado de que en algn tiempo en estas Indias hubo noticia de nuestra fe Captulo XLII De los provinciales que ha habido en esta provincia del Santo Evangelio, y comisarios generales en esta Nueva Espaa Captulo XLIII Del nmero de monesterios y partidos de clrigos y iglesias que al presente habr en esta Nueva Espaa, y obispos que han sido en ella Captulo XLIV De lo mucho que escribieron los religiosos antiguos franciscanos en las lenguas de los indios Captulo XLV Contiene una carta, de la cual se colige cmo nuestro Dios en estos tiempos tena ordenado de llamar a los indios a su santa fe, y cmo ellos de su parte estaban dispuestos para la recebir Captulo XLVI Concluye la raz y causa del flaco suceso en la cristiandad de los indios, tratando del remedio para lo de adelante Libro primero de la historia eclesistica indiana Que trata de la introduccin del Evangelio y Fe cristiana en la isla Espaola y sus comarcas, que primeramente fueron descubiertas Captulo primero Del maravilloso descubrimiento de la isla Espaola, que fu principio para conquistarse las Indias Occidentales Cristbal Coln, de nacin genovs, fu el primero que en estos

  • tiempos descubri la tierra que llamamos Indias, por el mar Ocano, hallando la isla Hayti, que puso por nombre Espaola, porque la gan en el ao de mill y cuatrocientos y noventa y dos con gente y navos espaoles, costa de los reyes catlicos de Espaa, Don Fernando y Doa Isabel. El orgen y fundamento de esta navegacin no fu otro ni se halla ms claridad (con haber tan pocos aos que pas) sino que una carabela de nuestra Espaa (no saben si vizcana, si portuguesa del Andaluca) navegando por el mar Ocano, forzada del viento levante fu parar tierra desconocida y no puesta en la carta de marear; y volviendo en muchos ms das que fu, lleg la isla de la Madera, donde el Cristbal Coln la sazn resida. Dicen que la carabela no llevaba ms del piloto y otros tres cuatro marineros, habiendo fallecido todos los dems; y estos pocos, como fuesen enfermos de hambre y otros trabajos que pasaron, en breve murieron en el puerto. Era Coln marinero y maestro de hacer cartas de marear. Tuvo dicha que aquel piloto (cuyo nombre no se sabe) muriese en su casa; de suerte que quedando en su poder las escrituras de la carabela, y la relacin de aquel luengo viaje, se le alzaron los pensamientos querer buscar nuevo mundo. Mas como fuese pobre, y para tal empresa tuviese necesidad de muchos dineros y de favor de rey gran prncipe que pudiese sustentar lo que l descubriese, anduvo de uno en otro, solicitando primero los reyes de Inglaterra y Portugal, y despus los duques de Medinasidonia y Medinaceli, por ser el uno seor de San Lcar de Barrameda, y el otro del Puerto de Santa Mara, donde haba buen aparejo para darle navos, segn el curso de aquella derrota. Tenanlo todos por burlador, y el negocio que trataba por sueo, vindolo pobre y solo, y sin ms crdito que el de un fraile francisco del monesterio de la Rbida, en la provincia de Andaluca, el cual lo esforz mucho en esta su demanda, y fu parte para que no desmayase en ella, certificndolo de su buena ventura, si tuviese perseverancia. Este fraile, por nombre Fr. Juan Prez de Marchena, haba encaminado Coln los duques ya dichos; y visto que estos seores lo echaban por alto, aconsejle que fuese la corte de los Reyes Catlicos de Castilla, para quien esta buena dicha estaba guardada, y escribi con l Fr. Hernando de Talavera, confesor de la reina. Llegado, pues, la corte, y dada su peticin, los Reyes Catlicos, parecindoles gran novedad aqulla y poco fundada, no curaron mucho en ella, mayormente por estar entonces muy metidos en la guerra de Granada. Mas todava, como prncipes celossimos de la salud de las almas y del aumento de la santa fe catlica, teniendo ya Coln un poco ms de entrada y crdito por medio del arzobispo de Toledo, D. Pero Gonzlez de Mendoza, le dieron esperanza de buen despacho para en acabando la guerra que tenan entre manos, y as lo cumplieron luego que los moros fueron vencidos, el mismo ao que se gan de ellos la ciudad de Granada. sta es en suma toda la relacin que hay del orgen y principio que tuvo el descubrimiento. de las Indias Occidentales, que hoy da tienen ms tierra descubierta y puesta en obediencia de la Iglesia, que todo el resto de la cristiandad. Cosa maravillosa, que durase tanto en la mar un viento, que pudiese llevar forzado ms de mil leguas un navo; que no se supiese de qu nacin provincia de Espaa era aquella carabela; que no diesen mandato aquellos marineros enfermos, para que supiesen de ellos en su patria; que no quedase siquiera por memoria el nombre de aquel piloto. Y

  • es posible que para proveer nuestros reyes de navos y gente Coln no se informaran primero dnde y cmo tuvo noticia de las nuevas tierras que prometa? y qu no sacaran de raz este negocio? y pues no lo hicieron, y de tan pocos das atrs no hallamos ms claridad que esta en caso tan arduo, entendamos no haber sido negocio humano, ni caso fortuito, sino obrado por divino misterio, y que aquel piloto y marineros pudieron ser llevados y regidos por algunos ngeles para el efecto que se sigui,y que finalmente escogi Dios por medio instrumento Coln para comenzar descubrir y abrir el camino de este Nuevo Mundo, donde se quera manifestar y comunicar tanta multitud de nimas que no lo conocan, como escogi Fernando Corts por instrumento y medio de la principal conversin que en las Indias se ha hecho: y as como negocio de Dios y negocio de nimas, fu guiado y solicitado por varn religioso dedicado al culto divino. Dicen los que humanamente sienten, que el Fr. Juan Prez de Marchena insisti Coln la prosecucin de esta empresa, y no le dej volver atrs, como humanista que era y dado la cosmografa; pero no cuadra este dicho buena consideracin, porque aunque l supiera ms de esta ciencia que Ptolomeo, fuera gran temeridad (confiado de su terica) traer as un hombre perdido y acosado de reino en reino, y ponello en demanda que haba de parecer locura todo el mundo. Harto ms camino lleva decir que este fraile pobre y penitente fuese hombre espiritual y devoto, ms que cosmgrafo, y que alcanzase saber de estas nuevas tierras y gentes los nuestros ocultas, no por ciencia humana, sino por alguna revelacin divina; como la tuvo el santo Fr. Martn de Valencia de la conversin de estas gentes, que con sus compaeros haba de hacer, algunos aos antes que ello pasase, segn lo diremos en su lugar. Captulo II Con cunta, conveniencia el descubrimiento de las Indias cupo en suerte a los Reyes Catlicos Mucho es aqu de considerar la cuenta particular que nuestro Seor Dios siempre ha tenido con remunerar los reyes prncipes que han mostrado especial celo de las cosas de su honra y servicio, no contentndose con darles el premio de la bienaventuranza eterna, con que sobradamente quedaban pagados por mucho ms que hicieran, sino que aun ac en la tierra quiso magnificarlos con singulares prerogativas otros no comunicadas. Y esto porque quedase memoria entre los hombres de los fieles servicios que estos tales hicieron su Dios, y de la gloria y fama que en recompensa de esto, siendo de la divina mano favorecidos, ganaron, y para que otros movidos por su ejemplo, con esperanza de semejante galardn se esforzasen dejar sus regalos y propios intereses y buscar slo el de Dios que gua y lleva prspero fin todas las cosas de aquellos que en sus obras lo tienen por blanco. Cumple en esto el Seor su palabra que dijo hablando contra el descuido de Hel, sacerdote, en lo tocante su honra y servicio: Cualquiera que buscare mi honra y mi gloria, este glorificar yo; mas los que me tuvieren en poco quedarn bajos y apocados; dejando aparte los que por servir sus apetitos y no la voluntad de Dios fueron reprobados y abatidos, como Saul, Acab, Ocozas y

  • otros muchos cuyas historias son vulgares; por el contrario, de los que por ser fieles y cuidadosos del servicio de Dios, fueron de l honrados y engrandecidos, tenemos hartos ejemplos en el tiempo de ambos Testamentos, Viejo y Nuevo. En el Viejo leemos de David que por el gran fervor que tuvo en las cosas del culto divino, reverenciando mucho la Arca del Testamento, ordenando cantores y sacerdotes devotos y santos que da y noche alabasen Dios, y l con ellos, deseando edificar al Seor un preciossimo templo, y dejando para l su hijo Salomn allegados los materiales; en pago de estos y otros religiosos servicios le fu concedida victoria en todas las batallas que tuvo con sus enemigos, y todos los reyes y pueblos sus comarcanos le fueron sujetos aliados. El rey Asa sigui las pisadas de David, y fu tanto su celo, que no contento con haber destruido, en comenzando reinar, todos los dolos y altares de ellos en su reino, hizo despus junta general de sus vasallos en Jerusaln, y habindoles predicado en persona, y persuadido la obediencia y adoracin de un solo Dios, movi tanto al pueblo, que juraron y votaron de adorar y servir solo l de todo corazn; y por ello mereci este rey vencer milagrosamente con poca gente al rey Zara de Etiopa, que vena contra l con un milln de hombres de pelea. Su hijo Josafat no menos fu acepto Dios, porque en el tercer ao de su reinado eligi siete principales, los ms devotos de su reino, y nueve levitas y dos sacerdotes, y todos juntos los envi por todas las ciudades de su seoro, para que llevando consigo el libro de la Ley, enseasen en ella al pueblo y lo atrajesen al culto y servicio de Dios: y dems de esto estableci jueces en Jerusaln, y en todas las ciudades de su reino sacerdotes prncipes que rectamente juzgasen el pueblo; mandndoles sobre todo, que ofrecindose dudas de la Ley y de sus preceptos y ceremonias, declarasen al vulgo la verdad y lo alumbrasen de lo que deban hacer, porque no ofendiesen Dios, el cual por este su celo y devocin hizo Josafat prspero en muchas riquezas y gloria, en tanto que todos los reinos comarcanos lo teman y estimaban, y los filisteos y rabes por gran cosa cuenta la Escritura que le ofrecan dones: y por su oracin, sin pelear l ni los suyos, destruy Dios un gran ejrcito de sus enemigos que lo tenan puesto en aprieto. Viniendo., pues, a nuestros prncipes cristianos del Nuevo Testamento, y comprendindolos (por abreviar) debajo de una clusula, quin hay que ignore con cunta piedad, devocin y cuidado reverenciaron y trataron las cosas de Dios los religiossimos emperadores Constantino, y Teodosio, Justino, y Justiniano, y el gran Crlos de Francia, y cmo por el mismo caso tuvieron felicsimo suceso sus imperios, y sus personas alcanzaron perpetua gloria con maravillosas virtudes y hazaas que con el favor de Dios obraron? Y si en stos y otros (que sera largo contar) se verific aquella sentencia de Dios que glorifica y engrandece los que pretenden su divina honra y gloria, con tanta y aun ms razn podemos decir que en estos ltimos tiempos se ha verificado en nuestros Reyes Catlicos: los cuales as como entre los otros se esmeraron en el cuidado y reverencia del culto divino y en celar el aumento de la religin cristiana, gastando toda su vida y rentas en remediar necesidades, edificar templos, reformar todos los estados, desagraviar sus vasallos, quitar desafueros con las hermandades que en sus reinos establecieron, y finalmente en apurar la observancia de la vida cristiana con la santa Inquisicin que instituyeron; as tambin

  • se esmer Dios en darles singular remuneracin en el suelo, despus de hacerlos gloriosos reyes en el cielo, comunicndoles gracia y fortaleza para sujetar y reducir la obediencia de su Iglesia catlica todas las huestes visibles que en el mundo tiene Lucifer. Sabemos que este prncipe de tinieblas, queriendo escurecer los hombres la luz de la Santsima Trinidad (en que estriba y se funda la Ley evanglica), orden contra ella tres haces, y levant tres banderas de gente engaada y pervertida, con que desde el primer nacimiento de la Iglesia le ha ido dando continua batera; que son la perfidia judaica, la falsedad mahomtica, y la ceguera idoltrica; dejando atrs la malicia casera de los herejes, que no menos perniciosa ha sido, y podemos decir que ms molesta. Pues para contrastar y desbaratar estas tres poderossimas batallas del enemigo, en que ha trado enredada y sujeta su dominio la mayor parte del mundo, parece que escogi Dios por sus especiales caudillos nuestros Reyes Catlicos; y as vemos que cuanto lo primero, desterraron totalmente de los reinos de Espaa los ritos y ceremonias de la ley vieja, que hasta sus tiempos se haba permitido: y luego tras esto alanzaron de todo punto los moros de la ciudad y reino de Granada, que hasta entonces se haban conservado en ella: de manera que alimpiaron toda Espaa de la espurcicia con que de tantos aos atrs con estas dos sectas estaba contaminada, en deshonor y ofensa de nuestra religin cristiana. Y aun por este santsimo celo y heroica hazaa es de creer que merecieron lo que sucesivamente se sigui, que apenas fu concluida la guerra de los moros, cuando les puso Dios en sus manos la conquista y conversin de infinidad de gentes idlatras, y de tan remotas y incgnitas regiones, que ms parece haber sido divinalmente otorgada, que casualmente ofrecida. Y no dudo, mas antes, confiado en la misericordia del muy alto Seor, tengo por averiguado, que as como estos catlicos reyes fu concedido el comenzar extirpar los tres diablicos escuadrones arriba sealados, con el cuarto de los herejes, cuyo remedio y medicina es la santa Inquisicin, as tambin se les concedi que los reyes sus sucesores den fin este negocio; de suerte que as como ellos alimpiaron Espaa de estas malas sectas, as tambin la universal destruccin de ellas en el orbe y conversin final de todas las gentes al gremio de la Iglesia se haga por mano de los reyes sus descendientes. Captulo III Cmo estos nclitos Reyes se hirieron padres espirituales de los indios, y la conquista de ellos les fu concedida por la Silla Apostlica Tiene muy gran semejanza la preeminencia prerogativa de estos bienaventurados prncipes, concedida de Dios por el celo que de su fe tuvieron, con la que se le concedi al patriarca Abraham, cuando le fu dicho que en su linaje y descendencia seran benditas todas las gentes. Porque la bendicin que las gentes alcanzaron en el linaje de Abraham, fu gozar de la venida del Hijo de Dios al mundo, encarnando en el vientre de la Vrgen, que por lnea recta descenda de aquel gran patriarca, y participar de la redencin del gnero humano, que por el derramamiento de su preciosa sangre se hizo. Y esta misma bendicin se ha

  • administrado y administra este Nuevo Mundo y gentes sin nmero recin descubiertas, por mano de estos dichosos reyes y de sus descendientes, enviando predicadores que con su doctrina han introducido Cristo en este Nuevo Orbe donde no era conocido: de suerte que por nueva fe fu engendrado y naci en los corazones de innumerables gentes que antes de todo punto lo ignoraban. Y as los mismos indios (por la gracia de Dios ya cristianos), hablando del tiempo en que se les comenz predicar el Evangelio, y ellos recibirlo, dicen: Cuando Nuestro Seor lleg, vino nosotros; como hombres que saben cun remotos estuvieron de l antes de este tiempo: donde parece tambin cmo el nombre que mereci Abraham de Padre de la Fe entre los hebreos (segn lo llama S. Pablo), conviene asimismo estos catlicos reyes entre los indios, pues por su celo y cuidado se ha plantado y cultivado en estas partes occidentales la santa fe catlica; y por el consiguiente les conviene el nombre de padres de muchas gentes, pues muchos millones de nimas han sido aqu regeneradas por el sagrado baptismo. En confirmacin de lo cual quiso Dios y orden que estos bienaventurados reyes ofreciesen su divina Majestad las primicias de toda la conversin, sacando de pila los primeros indios que se baptizaron. Porque cuando Cristbal Coln hobo hallado la isla que llam Espaola, di la vuelta para Espaa llevando consigo diez indios y otras muchas cosas de aquella nueva tierra, diferentsimas de las nuestras, que pusieron en admiracin los espaoles. Estaban los reyes la sazn en la ciudad de Barcelona. Llegando Coln su presencia con solos seis indios (que los otros cuatro haban fallecido en el camino), recibieron extraa alegra con la buena nueva del descubrimiento; y oyendo decir que en aquellas partes los hombres se coman unos otros, y que todos eran idlatras, prometieron (si Dios les daba ayuda) de quitar aquella abominable inhumanidad, y desarraigar la idolatra en todas las tierras de indios que sus manos viniesen (voto de cristiansimos prncipes, y que cumplieron su palabra, y despus de ellos los reyes sus sucesores); y para demostracin de sus santos deseos, comenzando a poner por obra lo que votaron de palabra, como se baptizasen los seis indios que llegaron vivos, los mismos reyes y el prncipe D. Juan su hijo fueron sus padrinos. Despacharon luego un correo Roma con la relacin de las tierras nuevamente halladas, que Cristbal Coln haba llamado Indias. Provey Dios para aquel tiempo que an el Pontfice romano fuese espaol, de la casa de Borja, llamado Alejandro VI, el cual en extremo se holg con la nueva, juntamente con los cardenales., corte y pueblo romano. Maravillronse todos de ver cosas de tan lejas tierras, y que nunca los romanos, seores del mundo, las supieron; y porque aquellas gentes idlatras que estaban en poder del demonio pudiesen venir en conocimiento de su Criador y ponerse en camino de salvacin, hizo el Papa de su propia voluntad y motivo, con acuerdo de los cardenales, donacin y merced los reyes de Castilla y Len de todas las Islas y Tierra Firme que descubriesen al occidente, con tal que conquistndolas enviasen ellas predicadores y ministros, cuales convena, para convertir y doctrinar los indios: y para ello les envi su Bula autorizada, cuyo tenor es el que se sigue. Bula y donacin del Papa Alejandro VI. Alexander Episcopus, servus servorum Dei Charissimo in Christo Filio

  • Ferdinando Regi, et charissime in Christo Filiae Elisabeth Reginae Castellae, Legionis, Aragonum, Siciliae et Granatae illustribus, salutem et Apostolicam benedictionem. Inter caetera Divinae Majestati beneplacita opera, et cordis nostri desiderabilis, illud profecto potissimum extitit, ut Fides Catholica, Christiana Religio, nostris praesertim temporibus exaltetur, ac ubilibet amplietur et dilatetur, animarumque salus procuretur, ac barbaricae nationes deprimantur, et ad Fidem ipsam reducantur. Unde cum ad hanc sacram Petri Sedem, divina favente clementia (meritis licet imparibus), evecti fuerimus, cognoscentes vos tamquam veros catholicos Reges et Principes, quales semper fuisse novimus, et a vobis praeclare gesta toti pene jam Orbi notissima demonstrant, nedum id exoptare, sed omni conatu, studio et diligentia, nullis laboribus, nullis impensis, nullisque parcendo periculis, etiam proprium sanguinem effundendo efficere, ac omnem animum vestrum, omnesque conatus ad hoc jam dudum dedicasse, quemadmodum recuperatio regni Granatae a tyrannide Saracenorum hodiernis temporibus per vos, cum tanta Divini Nominis gloria facta, testatur; digne ducimus non immerito, et debemus illa vobis etiam sponte et favorabiliter concedere, per quae hujusmodi sanctum et 1audabile ab immortali Deo coeptum propositum in dies ferventiori animo ad ipsius Dei honorem et imperii Christiani propagationem prosequi valeatis. Sane accepirnus, quod vos dudum animum proposueratis aliquas insulas et terras firmas remotas et incognitas, ac per alios hactenus non repertas, quaerere et invenire, ut illarum incolas et habitatores ad colendum Redemptorem nostrum et Fidem Catholicam profitendum reduceretis, hactenus in expugnatione et recuperatione ipsius regni Granatae plurimum occupati, hujusmodi sanctum et laudabile propositum vestrum ad optatum finem perducere nequivistis, sed tandem, sicut Domino placuit, regno praedicto recuperato, volentes desiderium adimplere vestrum, dilectum filium Christophorum Columbum, virum utique dignum et plurimum commendandum, ac tanto negotio aptum, cum navigiis et hominibus ad similia instructis, non sine maximis laboribus et periculis ac impensis destinastis, ut terras firmas et insulas remotas et incognitas hujusmodi per mare ubi hactenus navigatum non fuerat, diligenter inquireret. Qui tandem, divino auxilio, facta extrema diligentia, in mare Oceano navigantes, certas insulas remotissimas, et etiam terras firmas, quae per alios hactenus repertae non fuerant, invenerunt, in quibus quamplurimae gentes pacifice viventes et, ut asseritur, nudi incedentes, nec carnibus vescentes, inhabitant, et, ut praefati nuntii vestri possunt opinari, gentes ipsae in insulis et terris praedictis habitantes, credunt unum Deum Creatorem in coelis esse, ac ad Fidem Catholicam amplexandum et bonis moribus imbuendum satis apti videntur, spesque habetur quod, si erudirentur, Nomen Salvatoris Domini nostri Jesu Christi in terris et insulis praedictis fateretur, ac praefatus Christophorus in una ex principalibus insulis praedictis, jam unam turrim satis munitam, in qua certos christianos, qui secum iverant, in custodiam, et ut alias insulas et terras firmas remotas et incognitas inquirerent, posuit, construi et aedificari fecit. In quibus quidem. insulis et terris jam repertis aurum, aromata et aliae quamplurimae res praetiosae diversi generis et diversae qualitatis reperiuntur. Unde omnibus diligenter, et praesertim Fidei Catholicae exaltatione et dilatatione (prout decet catholicos Reges et Principes) consideratis, more

  • progenitorum vestrorum clare memoriae Regum, terras firmas et insulas praedictas, illarumque incolas et habitatores, vobis, divina favente clementia, subjicere et ad Fidem Catholicam reducere proposuistis. Nos igitur hujusmodi vestrum sanctum et laudabile propositum plurimum in Domino commendantes, ac cupientes ut illud ad debitum finem perducatur, et ipsum Nomen Salvatoris nostri in partibus illis inducatur, hortamur vos quamplurimum in Domino, et per sacri lavacri susceptionem, qua mandatis Apostolicis obligati estis, et viscera misericordiae Domini nostri Jesu Christi attente requirimus, ut cum expeditionem. hujusmodi omnino prosequi, et assumere proba mente orthodoxae Fidei zelo intendatis, populos in hujusmodi insulis et terris degentes ad Christianam religionem suscipiendam inducere velitis et debeatis, nec pericula, nec labores ullo unquam tempore vos deterreant, firma spes fiduciaque conceptis, quod Deus Omnipotens conatus vestros feliciter prosequetur. Et ut tanti negotii provintiam Apostolicae gratiae largitate donati, liberius et audacius assumatis, motu proprio, non ad vestram, vel alterius pro vobis super hoc nobis oblatae petitionis instantiam, sed de nostra mera liberalitate et ex certa scientia, ac de Apostolicae potestatis plenitudine, omnes insulas et terras firmas inventas et inveniendas, detectas et detegendas, versus Occidentem et Meridiem, fabricando et construendo unam lineam a Polo Arctico, scilicet Septentrione, ad Polum Antarcticum, scilicet Meridiem, sive terrae firmae et insulae inventwaeet inveniendxae sint versus Indiam aut versus aliam. quamcumque partem, quae linea distet a qualibet insularum, quae vulgariter nuncupantur de los Azores y Cabo Verde, centum leucis versus Occidentem et Meridiem, ita quod omnes insulae et terrae firmae repertae et reperiendae, detectae et detegendae a praefata linea versus Occidentem et Meridiem, per alium Regem. aut Principem christianum non fuerint actualiter possessae usque ad diem Nativitatis Domini nostri Jesu Christi proxime praeteritum, a quo incipit annus praesens millesimus quadrigentesimus nonagesimus tertius, quando fuerunt per nuntios et capitaneos vestros inventae aliquae praedictarum insularum, auctoritate Omnipotentis Dei nobis in beato Petro concessa, ac Vicariatus Jesu Christi qua fungimur in terris cum omnibus illarum dominiis, civitatibus, castris, locis et villis, juribusque et jurisdictionibus, ac pertinentiis universis, vobis haeredibusque et successoribus vestris (Castellaa et Legionis Regibus) in perpetuum tenore praesentium donamus et assignamus: vosque et haredes ac successores praefatos illarum dominos cum plena, libera et omnimoda potestate, auctoritate et jurisdictione facimus, constituimus et deputamus. Decernentes nihilominus per hujusmodi donationem, concessionem et assignationem nostram nulli christiano Principi, qui actualiter praefatas insulas et terras firmas possederit usque ad dictum diem Nativitatis Domini nostri Jesu Christi jus quaesitum sublatum intelligi posse, aut auferri debere. Et insuper mandamus vobis; in virtute sanetae obedientiae (sicut pollicemini, et non dubitamus pro vestra maxima devotione et regia magnanimitate vos esse facturos) ad terras firmas et insulas praedictas viros probos et Deum timentes, doctos, peritos et expertos ad instruendum incolas et habitatores praefatos in Fide Catholica et bonis moribus imbuendum destinare debeatis, omnem debitam diligentiam in praemissis adhibentes. Ac quibuscumque personis, cujuscumque dignitatis, etiam Imperialis et Regalis, status, gradus,

  • ordinis vel conditionis, sub excommunicationis latae sententiae poena, quam eo ipso si contra fecerint incurrant, districtius inhibemus, ne ad insulas et terras firmas inventas et inveniendas, detectas et detegendas versus Occidentem et Meridiem, fabricando et construendo lineam a Polo Arctico ad Polum Antarcticum, sive terrae firmae et insulae inventae et inveniendae sint versus Indiam aut versus aliquam quamcumque partem, quae linea distet a qualibet insularum, quae- vulgariter nuncupantur de los Azores y Cabo Verde, centum leucis, versus Occidentem et Meridiem, ut praefertur, pro mercibus habendis, vel quavis alia de causa, accedere praesumant, absque vestra ac haeredurn et suecessorum vestrorum praedictorum licentia speciali. Non obstantibus Constitutionibus et Ordinationibus Apostolicis, caterisque contrariis quibuscumque. In illo a quo Imperia et dominationes ac bona cuncta procedunt confidentes, quod dirigente Domino actus vestros, si hujusmodi sanctum et laudabile propositum prosequamini, brevi tempore cum felicitate et gloria totius populi Christiani vestri labores et conatus exitum felicissimum consequentur. Verum quia difficile foret praesentes littera ad singula quaeque loca, in quibus expediens fuerit deferri, volumus, ac motu et scientia similibus decernimus, quod illarum transumptis manu publici Notarii inde rogati subscriptis, et sigillo alicujus personae in ecclesiastica dignitate constitutae, seu Curiae ecelesiasticae munitis, ea prorsus fides in judicio et extra ac alias ubilibet adhibeatur, ut praesentibus adhiberetur, si essent exhibitae vel ostensae. Nulli ergo omnino hominum liceat hanc paginam nostrae commendationis hortationis, requisitionis, donationis, concessionis, assignationis, constitutionis, deputationis, decreti, mandati, inhibitionis et voluntatis infringere, vel ei ausu temerario contraire. Si quis autem hoc attentare prasumpserit, indignationem Omnipotentis Dei ac Beatorum, Petri et Pauli Apostolorum ejus se noverit incursurum. Datum Romae apud Sanctum Petrum, anno Incarnationis Dominicae millesimo quadrigentessimo nonagesimo tertio, quarto nonas Maii, Pontificatus nostri anno primo. En esta bula el sumo Pontfice Alejandro VI, presupuesta la relacin que por parte de los Reyes Catlicos Don Fernando y Doa Isabel le fu hecha, de cmo Cristbal Coln con navos y gente y costa de los dichos reyes haba descubierto por el mar Ocano ciertas islas y tierras firmes pobladas de mucha gente infiel, que hasta estos tiempos por ningn otro se haban visto ni descubierto, y que tenan propsito de sujetar las dichas tierras y gentes para reducirlas la confesin de la santa fe catlica: primeramente (alabando su santo celo que en esto mostraban y siempre haban tenido de ampliar y dilatar la dicha fe catlica y religin cristiana, y procurar la salvacin de las almas, imitacin y ejemplo de los reyes de Espaa sus antecesores) les amonesta y requiere por el sagrado baptismo que recibieron y por las entraas de misericordia de nuestro Seor Jesucristo, que con celo de la fe cristiana emprendan este negocio de inducir y atraer los dichos pueblos, gentes y moradores de las dichas islas y tierras recibir la fe y religin cristiana. Y para que con ms libertad y osada tomen esta empresa su cargo, de su propio motu y cierta ciencia, y no por habrselo ellos pedido, ni otro en su nombre, por autoridad apostlica, ellos y sus herederos y sucesores los reyes de Castilla y Len hace donacin y concede el seoro de todas las dichas

  • islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir que cayeren hcia el poniente y medioda, fabricando y echando una lnea raya desde el polo rtico al antrtico, que es de norte sur, del septentrin al medioda, ora vayan las dichas islas tierras hcia la India hcia otra cualquiera parte, con tal que la dicha lnea que se echare hcia el poniente hcia el medioda, diste y se aparte cien leguas de cualquiera de las islas que vulgarmente son llamadas de los Azores y de Cabo-Verde, y con que las dichas islas y tierras firmes que les concede no hayan sino posedas de otro rey prncipe cristiano hasta el da de Navidad de nuestro Seor Jesucristo en que comenz el ao de mil y cuatrocientos y noventa y tres. Y se las concede con todos sus seoros, ciudades, castillos, lugares, villas, torres y jurisdicciones, con todas sus pertenencias. Y dems de esto les manda en virtud de santa obediencia, que (as como ellos lo tenan prometido) enven las dichas islas y tierras varones buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y experimentados, para ensear y instruir los moradores de ellas en las cosas de nuestra santa fe catlica, y en buenas costumbres. Y so pena de excomunin 1atae sententiae ipso facto incurrenda, manda y prohbe todas y qualesquier personas de cualquier dignidad (aunque sea de estado imperial real) y de cualquier grado, rden y condicin que sean, no presuman de llegar las dichas islas tierras firmes con ttulo de comprar mercaderas, ni por otra cualquiera causa, sin licencia especial de los susodichos Reyes Catlicos, de sus herederos y sucesores. Captulo IV De cmo en los reyes de Espaa se cumple en estos tiempos aquello del evanglico siervo que fu enviado llamar los convidados para la cena Presupuesta la parbola que Cristo nuestro Redentor propuso (segn el Evangelio de S. Lcas), de aquel hombre, conviene saber, ese mismo Cristo, que aparej la gran cena de la bienaventuranza cuando en el rbol de la Cruz puso todas las expensas y convid muchos, porque llam todos los que se quisiesen salvar (aunque primero y particularmente al pueblo hebreo): y la hora de la cena, que es en el fin del mundo, envi su siervo llamar los convidados para que entrasen la cena, y ellos se excusaron, cada uno con su negocio, de manera que fu menester enviar segunda vez las plazas y calles para que trujese todos los pobres., flacos, ciegos y cojos que hallase, y los metiese en el lugar de la cena; y porque an caba ms gente, lo envi tercera vez los caminos y setos, para que los que por all hallase los compeliese entrar hasta que se hinchiese la casa. Sabemos bien (si lo queremos considerar) que esta negociacin y trato de buscar y llamar y procurar almas para el cielo es de tanta importancia, que nuestro poderossimo Dios (con ser quien es y con tener todas las cosas en su beneplcito cerca de todo lo criado) no se ocupa en otra cosa (hablando en nuestro modo de decir), de casi siete mil aos esta parte, que cri al primer hombre, si no es en llamar por s con inspiraciones, avisos y castigos, y por medio de sus siervos los patriarcas y profetas, y por su propio Hijo en persona, y despus por los apstoles, mrtires y predicadores y otros santos hombres, la gente del

  • mundo para que se apresten y dispongan para entrar gozar de aquel convite perdurable que no tendr fin. La cual vocacin no ha cesado ni cesar hasta que est cumplido el nmero de los escogidos, que segn la visin de S. Juan ha de ser de todas las naciones, lenguas y pueblos. Y aunque por el siervo de la parbola que es enviado llamar los convidados y convidar otros de nuevo, se entiendan en alguna manera de ms propiedad los mismos predicadores que anuncian la palabra de Dios y publican el santo Evangelio; pero por respeto de la autoridad y oficio, y por razn de ser uno y no muchos, podramos decir que ms propiamente se entiende el Vicario de Cristo, Pontfice Romano, Pastor de la universal Iglesia, quien tuviese sus veces para enviar los tales predicadores, como agora vemos que las tienen nuestros reyes de Castilla por la bula citada y poder cometido por divina ordenacin, para estas Indias Occidentales, donde tienen la persona y oficio de aquel siervo evanglico, y as est su cargo enviar los ministros que conviene para su conversin y manutenencia de los naturales de esta tierra. Porque de otra manera cmo predicarn los predicadores (conforme lo que dice S. Pablo) si no son enviados? Y cmo aprovecharn sus voces y trabajos, si no son favorecidos y amparados del Papa, de quien emana su misin, y del rey que en su nombre los enva? Porque ser enviados del rey, lo mismo es que si fuesen enviados del Papa: como sea verdad que lo que el Pontfice hace por medio del rey es como si por s mismo lo hiciese. Tenemos, pues, de aqu, que la parbola propuesta en el santo Evangelio, del siervo enviado llamar gente para la cena del Seor, la letra se verifica en el rey de Espaa, que la hora de la cena, conviene saber, en estos ltimos tiempos, muy cercanos al fin del mundo, se le ha dado especialmente el cargo de hacer este llamamiento de todas gentes, segn parece en los judos, moros y gentiles, que por su industria y cuidado han venido y vienen en conocimiento de nuestra santa fe catlica, y la obediencia de la santa Iglesia romana, desde el tiempo de los Reyes Catlicos, que (como dicen) fu ayer, hasta el da de hoy. Y va el negocio adelante. Y es mucho de notar que las tres maneras de vocacin expresadas en el Evangelio, tres salidas que hizo el siervo para llamar la cena, concuerdan mucho con la diferencia de las tres naciones ya dichas, en cuyas sectas se incluyen todas las dems que hay esparcidas por el mundo. Donde somos advertidos que no de una misma manera se han de haber los ministros en el llamamiento de los unos que de los otros, sino de diversos modos, conforme la diferencia de los trminos que el Salvador usa en cada una de las vocaciones. Porque para con los judos, que son gente enseada en la Escritura sagrada, y que no pecarn sino de pura malicia, basta que el predicador proponga la verdad de la palabra de Dios: y ste es suficiente llamamiento para esta nacin. Y por tanto dice el texto del Evangelio, que los primeros convidados fu enviado el siervo., no para ms de que les dijese cmo estaba aparejado, conviene saber, el Mesas venido y las profecas cumplidas: por tanto, que viniesen la cena. Mas para con los moros, que podran pecar de alguna ignorancia (aunque crasa) de la verdad de la ley de Escritura (por estar sus entendimientos pervertidos con los ciegos errores de su falso profeta Mahoma), era menester que sus predicadores y ministros no solamente les propusiesen la palabra de la verdad cristiana, mas tambin los metiesen en el camino de la guarda de

  • ella, comprobando su predicacin con el ejemplo de la buena vida y buenas obras, y mostrndoles el puro celo que les mova de la salvacin de sus almas, sin temporal interese, y confirmndose el amor y caridad que pregona la ley de Cristo, con los favores de su rey y seores temporales, y con el buen tratamiento y hermandad de los otros cristianos viejos: que toda esta ayuda era menester para traer y poner en razn a gente tan persuadida de su sensual y atractiva secta; y por tanto se dice en la parbola que los segundos que fueron llamados mand Dios su siervo que los metiese dentro como de la mano. Y faltando esto, como por ventura ha faltado, no s yo si se quejarn ante el juicio de Dios, alegando que no fueron suficientemente ayudados, ni se les di doctrina bastante, ni ejemplo que la comprobase. Pues para con estos indios gentlicos, que dems de la ignorancia del camino de la Verdad, estn ocasionados y dispuestos para caer, as en las cosas de la fe como en la guarda de los mandamientos de Dios, de pura flaqueza, por ser la gente mas dbil que se ha visto, no bastar la simple predicacin del Evangelio, ni la comprobacin de la doctrina por el buen ejemplo de los ministros, ni el buen tratamiento de parte de los espaoles, si juntamente con el amor de sus padres espirituales, y el celo que en ellos vieren de su salvacin, no tuvieren tambin entendido que los han de temer y tener respeto, como hijos sus padres, y como los nios que se ensean en la escuela sus maestros. Porque pensar que por otra va han de ser encaminados en las cosas de la fe cristiana, y hacerse en ellos el fruto que se debe pretender, es excusado. Y por tanto, de estos dijo Dios su siervo: complelos que entren, no violentados ni de los cabellos con aspereza y malos tratamientos (como algunos lo hacen, que es escandalizarlos y perderlos del todo), sino guindolos con autoridad y poder de padres que tienen facultad para ir la mano sus hijos en lo malo y daoso, y para apremiallos lo bueno y provechoso; mayormente lo que son obligados y les conviene para su salvacin. Captulo V Cun peligroso sea el descuido en este cargo que nuestros reyes tienen de llamar gentes la cena del Seor El siervo que entendi la voluntad del Seor y fu descuidado en la cumplir, ser castigado con muchos azotes, dice Cristo nuestro Redentor por S. Lcas, apercibiendo y avisando con estas palabras al prncipe temporal, y al ministro eclesistico, y al hombre cristiano, quien fu encomendado regir alguna familia tener cargo de algunas nimas. Y si todos los que tienen nimas su cargo debe poner espanto esta terrible amenaza, cunto ms es justo que tema y ande la barba sobre el hombro quien tantos millones de nimas ha tomado y tiene su cargo, para dar cuenta de ellas, no slo cuanto al gobierno temporal, mas tambin cuanto al espiritual? y no nimas como quiera, sino nimas tan tiernas y blandas como la cera blanda, para imprimir en ellas el sello de cualquier doctrina, catlica errnea, y cualesquier costumbres buenas malas que les ensearen; y gente sin defensa, ni resistencia alguna, para ampararse de cuantas opresiones y vejaciones que hombres atrevidos y malos

  • cristianos les quisieren hacer, no teniendo ms de la defensa y amparo que su rey desde tan lejos les proveyere; y por el consiguiente, gente que necesita tener vigilantsimo y continuo cuidado, y memoria de mirar por ellos el prncipe y seor que los tiene su cargo. La voluntad de Dios cerca del cuidado que con esta gente se debe tener, es que primero y principalmente se procure que sean buenos y verdaderos cristianos, porque puedan alcanzar la bienaventuranza del cielo, para la cual l cri los hombres, y cuanto es en s, quiere y es su voluntad que todos se salven, y que en este caso unos otros se ayuden lo posible, en que ms que en otra cosa consiste el cumplimiento del amor del prjimo que tenemos de precepto, cunto ms quien tiene especial obligacin de poner ms diligencia que otros, como por la bula referida parece, en que manda el Papa los reyes de Castilla, en virtud de santa obediencia, que tengan cargo de enviar para el ministerio y doctrina de estos indios, varones aprobados, temerosos de Dios, doctos y experimentados, poniendo en ello la debida diligencia. lo cual parece, que los mismos Reyes Catlicos de su propio motivo por s y por sus sucesores, se haban primero ofrecido, segn el parntesis que el Pontfice aade en la dicha clusula, diciendo as: como lo prometis, y no dudamos de que lo haris, conforme vuestra muy gran devocin y real magnanimidad. Y lo mesmo parece por otra clusula que la catlica reina Doa Isabel dej en su testamento, donde declara muy bien la intencin que ella y el rey su marido tuvieron cuando pidieron la Silla Apostlica la conquista de las Indias, cuyas palabras (como muy notables y dignas de tener contino en la memoria los reyes sus descendientes) pondr al cabo de este captulo, por no interrumpir aqu la materia que llevo enhilada. Ha sucedido por nuestra desgracia, que como el seoro de los reyes de Castilla se ha extendido y ampliado tanto en estos tiempos en otras tierras de la Europa y frica, que como ms cercanas Espaa y mas conjuntas reinos extraos, han tenido ms dificultad en conservarse, y como tienen por all la infesta vecindad del turco y moros de frica, y sobre todo esto la importunidad de los obstinados herejes; esta causa no es maravilla que los reyes hayan puesto las mientes en lo de ms cerca, y descuiddose en lo de ms lejos con el consejo que tienen puesto de Indias: y como con esto se ha juntado el regosto del oro y de plata que de ac se lleva, y que los hombres mundanos, sin sentimiento de Dios y sin caridad del prjimo, han informado siempre que aquestos indios son una gente bestial, sin juicio ni entendimiento, llenos de vicios y abominaciones, dando entender que no son capaces de doctrina cristiana ni de cosa buena; creyendo estas cosas y otras semejantes, que el demonio nuestro enemigo y la cobdicia de los haberes del mundo fcilmente persuade algunos de los que han estado en el consejo de Indias, privado con los reyes, de los que ac han sido enviados para gobernar, han pretendido ser parte, no slo para que hobiese descuido en lo que tanto cuidado se requiere, mas an para que no se hiciese caso de las nimas que Dios tiene criadas en estas tierras, sino slo de la moneda y otros aprovechamientos temporales que se podan sacar de ellas. Y finalmente, han sido parte para que se hayan despoblado y quedado desiertas muchas y grandes provincias, y que se hayan consumido infinidad de indios por malos tratamientos, y muchos de ellos antes de cristianarlos, y para que los que alcanzaron recebir el agua del

  • baptismo no hayan tenido la suficiencia de doctrina y ayuda que era menester para salvarse. Y si no fuera por otros que con diferente espritu y celo han acudido los reyes, dando aviso de la destruicin que se haca, apenas hobiera quedado para el tiempo en que estamos rastro de indios en todo lo que espaoles tienen hollado, en lo que llamamos Indias, que son al pi de dos mill leguas de tierra, si no son ms. Y aunque esta culpa trajo consigo parte de pena, que es privarse Espaa de tanta multitud de vasallos como pudiera tener si los conservara, con otras muchas (y que ms se han sentido) ha castigado Dios aquellos reinos por los descuidos que en este su negocio de salvacin de almas se ha tenido. Y para m tengo que todos los ms trabajos que en estos nuestros tiempos Espaa ha pasado, han sido azotes enviados del cielo por este pecado. Y porque no parezca que hablamos de gracia, quiero traer solos dos ejemplos de lo sucedido en la misma materia, que concluyen sin poderse negar. Y sea el primero el de los moriscos de Granada. Quin pensara que cabo de ochenta aos despus que Granada se gan, y que todos los moros que quedaron en Espaa se haban baptizado, y que todo este tiempo haban estado quietos y pacficos, y siendo pocos, solos y subjetos, y de todas partes cercados de multitud de cristianos viejos, se haban de atrever rebelarse y alzarse, y que pudieran hacer el estrago que en tantos espaoles hicieron, pues murieron en la gresca cincuenta mil cristianos (que no fu pequeo azote para Espaa). Y si este fu azote enviado de Dios, caso fortuito, si fu no fu porque de aquellos nuevos baptizados se tena en Espaa ms cuenta con sus servicios, pechos y tributos, que con su cristiandad, yo no lo digo, mas hllolo escripto y revelado ms de ciento y cincuenta aos antes que ello as pasase, por el glorioso Arcngel S. Miguel un devoto obispo en los reinos de Francia, por estas palabras formales: El pueblo de Espaa sufrir grandes mutaciones, y novedades y enemistades, y muchos daos por los moros que ellos mismos sostienen y mantienen, por el gran servicio que les hacen: y sern mayores y ms poderosos que ellos, porque ms amaron el propio servicio, que la honra del nombre de Jesucristo. Y hallarlos han entonces contra los cristianos crueles enemigos y terribles matadores, hasta que sea dado fin aquel pueblo malvado, el cual de todo punto, con su secta mahomtica, debe ser casado, destruido y aniquilado para siempre sin fin, segn que ellos mismos lo pronuncian por sus escrituras y doctores. Hallarse ha esta revelacin en un libro de los santos ngeles, que compuso Fr. Francisco Ximnez, fraile menor, en el quinto tratado, captulo treinta y ocho. El que yo he visto es impreso en Burgos por Maestre Fadrique de Basilea, ao de mil y cuatrocientos y noventa. El segundo ejemplo ser en lo sucedido ac en las Indias al mismo tiempo de lo del reino de Granada. Quin dijera y quin nunca creyera, que en una tierra de suelo y cielo y condicin de hombres tan pacfica y quieta como la Nueva Espaa, y estando nuestro rey de Castilla tan apoderado en ella, se haba de boquear cosa de rebelin por parte de espaoles, como hemos visto que se trataba; pues unos les ha costado las vidas, y otros las haciendas, y otros dejar sus casas, y que al Marques del Valle le ha alcanzado buena parte de estos trabajos? Y hallamos que esta trama se urda al tiempo que un visitador del rey, oidor del consejo de Indias, bien olvidado de aprovechar los indios en las cosas de su cristiandad y

  • de desagraviallos de vejaciones, andaba dndose priesa en augmentarles los tributos, con tanta solicitud y hambre de dinero, que hasta los nios que andaban en brazos de sus madres, se hall entonces haberles llevado tributo en muchas partes. Aunque l se excus que no fu por su mandado, y mostr pena de ello, mas no para volver cuyo era lo indebidamente llevado, diciendo que lo que haba entrado en la caja del rey no se poda sacar de ella sino para Espaa. Fu tanto el sentimiento y cuita de los indios en aquellos das de esta nueva imposicin, que no s si por verlos tan mohnos y quejosos del visitador del rey, tomaron osada los conjurados para su rebelin, haciendo cuenta que fcilmente tendran los naturales por suyos, con decir que los trataran mejor, y se contentaran de ellos con poco tributo. Y es lo bueno, que el rey (como es de creer) estaba inocente de lo que su visitador hacia, y ac la tierra clamaba contra su persona que el otro representaba. Y Dios, movido por el clamor de los pobres, levant el azote para sacudille por la culpa del descuido, y no lo hiri, aunque hiri otros; y de aquel golpe mat muchos pjaros, y por ventura debajo de aquel ttulo de rebelin castig otros diferentes pecados con que no tanto el rey de la tierra cuanto el del cielo era ofendido. Todo esto traigo fin que se entienda con cunto celo y cuidado sin descuido nuestros catlicos reyes de Espaa deben hacer y solicitar el negocio tan arduo que Dios les tiene puesto entre manos del llamamiento y conversin de las gentes, teniendo lo que es de Dios y salvacin de almas por principal intento, y lo dems por accesorio, esperando como fieles cristianos en Jesucristo y en su palabra, que buscando primero el reino de Dios y su justicia, las dems cosas temporales les sern augmentadas y prosperadas, mucho mejor que si de propsito las pretendiesen, y no confiando totalmente este negocio de criados ni de consejeros, que veces por ganar la voluntad de los prncipes, con decir que les mejoran sus reales patrimonios, y las ms veces porque les corren sus propios intereses y provechos, ensanchan sus conciencias y encargan las de sus seores, y destruyen sus reinos y vasallos, como acaeci los Reyes Catlicos con toda su bondad y santos propsitos, segn que se ver abajo en los captulos siguientes. La clusula del testamento de la catlica reina Doa Isabel. Item, porque al tiempo que nos fueron concedidas por la santa Sede Apostlica las Islas y Tierra firme del mar Ocano, descubiertas y por descubrir, nuestra principal intencin fu al tiempo que lo suplicamos al seor Papa Alejandro VI de buena memoria, que nos hizo la dicha concesin, de procurar de inducir y traer los pueblos de ellas, y los convertir nuestra santa fe catlica, y enviar las dichas Indias, Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas en la santa fe catlica, y los ensear y dotar de buenas costumbres y proveer en ello la diligencia debida, segn mas largamente en las letras de la dicha concesin se concede y se contiene. Por ende suplico al Rey mi Seor muy afectuosamente, y encargo y mando la dicha Princesa mi hija, y al dicho Prncipe su marido, que as lo hagan cumplir, y que ste sea su principal

  • fin, y que en ello pongan mucha vigilancia y no consientan ni den lugar que los indios vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme ganadas y por ganar reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algn agravio han recibido, lo remedien y provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las letras apostlicas de la dicha concesin nos es inyungido y mandado. Captulo VI Del flaco suceso que hobo en la conversin de los indios de la isla de Santo Domingo y de los obispos que ha tenido Grandes propsitos de buenos tuvieron los Reyes Catlicos (como se ha visto) cerca de la conversin y doctrina de los naturales de las Indias que se conquistaban. Y si los gobernadores y otras personas que enviaron para el efecto tuvieran su espritu, se rigieran por l, no hay dubda sino que este negocio tuviera otro suceso mejor del que tuvo. Pero en fin, no dejaron los buenos reyes de dar el rden y medios que para ello les pareci convenir. Y si algn descuido de su parte hobo, no sera otro sino hacer entera confianza de las personas que las Indias enviaban, y de los consejeros que andaban su lado; no creyendo que los que ellos tenan probados por hombres de sana intencin, la nueva ocasin del oro y el tratar con gente simple los mudara. Como sus Altezas se hallaron en Barcelona al tiempo que Cristbal Coln lleg con las primeras nuevas, y cosas que llevaba de las Indias, queriendo proveer, cuanto lo primero, ministros eclesisticos que industriasen aquellas nuevas gentes en las cosas de nuestra santa fe catlica y los hiciesen cristianos, eligieron un religioso de la rden del bienaventurado S. Benito, hombre de letras y buena vida, llamado Fr. Buil, de nacin cataln, el cual procuraron que trujese plensimo poder de la Silla Apostlica para todo lo que se ofreciese, como prelado y cabeza de la Iglesia en partes tan remotas; y con l enviaron tambin una docena de clrigos doctos y expertos y de vida aprobada, y proveyronlos de ornamentos, cruces, clices y imgenes, y todo lo dems que era necesario para el culto divino y para ornato de las iglesias que se hobiesen de edificar. Dieron asimismo rden cmo las personas seglares que con ellos hobiesen de pasar Indias fuesen cristianos viejos, ajenos de toda mala sospecha. Y as vinieron muchos caballeros y hidalgos, y entre ellos algunos criados de la casa real por dar contento los reyes, que mostraban mucha gana de favorecer esta santa obra de la nueva conversin. Vinieron todos estos el segundo viaje que hizo Cristbal Colon con ttulo de Almirante de las Indias. Y llegados la isla Espaola, como vieron la muestra que aquella tierra daba de mucho oro, y la gente de ella aparejada para servir, y fcil de poner en subjecin, dironse ms esto que ensearles la fe de Jesucristo. Subjetados los indios (que habra un milln y medio de ellos en toda la isla), repartilos todos Coln entre sus soldados y pobladores y otros criados y privados de los reyes, que de Espaa lo granjeaban, para que les tributasen como sus pecheros y vasallos, imponiendo cada uno de los que vivan en comarca de las minas, que hinchiesen de oro lo hueco de un

  • cascabel, y los que no comunicaban con las minas, impuso cierta cantidad de algodn, y otros otras cosas de las que podan dar; y esto no fuera causa de su destruicin, antes bien, tolerable tributo, si despus no entrara de rota batida la desenfrenada cobdicia, sirvindose de todos los indios como de esclavos para sacar el oro: y esto no fu imposicin de Cristbal Coln, sino invencin de algunos sus compaeros que lo comenzaron, y despus lo alent y canoniz otro incuo gobernador, como al cabo de este primero libro se ver. Fr. Buil y sus compaeros no dejaron de baptizar algunos indios, pero pocos; y aun aquellos (segn se sospecha) ms se baptizaban por lo que les mandaban sus amos, que movidos devocin por las obras y buena vida que en ellos vean. Antes por presumir y jactarse los espaoles del nombre de cristianos, haciendo por otra parte las hazaas que hacan, fueron causa de que los indios abominasen de este nombre, como de cosa pestfera y perniciosa. Y an hoy en da por la misma razn lo tienen por sospechoso los que no estn muy doctrinados y enseados de cmo entre los cristianos hay muchos malos que no guardan lo que en el baptismo profesaron, y que por esto no deja de ser santa y perfecta y necesaria las nimas la ley de nuestro Seor Jesucristo. Estuvo Fr. Buil dos aos en la isla Espaola, y lo ms de este tiempo se le pas en pendencias con el Almirante, y no (segn parece) por volver por los indios y procurar su libertad y buen tractamiento, sino porque castigaba con rigor los soldados espaoles por males que hacan los naturales, y por otras culpas que cometan. El Coln era culpado de crudo en la opinin de aquel religioso, el cual, como tena las veces del Papa, bale la mano en lo que le pareca exceder, poniendo entredicho y haciendo cesar el oficio divino. El Almirante, que en lo temporal tena el imperio, mandaba luego cesar la racin, y que Fr.- Buil y los de su casa y compaa no se les diese comida. Llegados estos trminos, ponanse buenos de por medio que los hacan amigos, aunque para pocos das, porque en ofrecindose otra semejante ocasin, volvan lo mismo, y como esta rencilla se continuase, hubo de parar en que los reyes los enviaron ambos llamar. Y aunque hubo quejas contra Colon, prevalescieron sus servicios y trabajos, y volvi Indias con el mismo cargo. Y para el gobierno eclesistico fueron provedos prelados: por obispo de Santo Domingo, Fr. Garca de Padilla, de la rden de S. Francisco, que fu el primer obispo de la primera Iglesia de Indias; y D. Pedro Juarez de Deza, por obispo de la Vega. ste pas su obispado y lo rigi algunos aos. El Fr. Garca muri en Espaa antes que pasase. Desgracia fu para los indios de aquella isla, y aun para los reyes de Castilla (cuyos vasallos eran), porque con la libertad que estaba hecho de no tractar oro ni dinero, pudiera fcilmente acertar como acertaron el obispo santo Zumrraga y los primeros doce frailes franciscos que vinieron la Nueva Espaa la ciudad de Mxico. Y fuera parte para que aquella multitud de gentes, que tan en breve fu consumida se conservara, y no fuera la peor ganancia para nuestros espaoles que se dieron priesa acaballos: lo menos para los que se avecindaban y pretendan perpetuarse en aquellas islas. Por muerte de este obispo malogrado, fu electo el Maestro Alejandro Geraldino, romano, que fu buen prelado y de sana intencin; por cuya muerte fu provedo en obispo de ambas Iglesias, es saber, de Santo Domingo y de la Vega, Fr. Luis de Figueroa, prior del monasterio de la Mejorada, de la

  • rden de S. Gernimo, que haba gobernado un poco de tiempo la isla juntamente con otros dos religiosos de la misma rden enviados por Fr, Francisco Jimnez, cardenal y arzobispo de Toledo, el ao de mil y quinientos y diez y seis, cuando gobernaba Espaa. Este Fr. Luis de Figueroa, estando ya sus bulas despachadas en Roma, antes que llegasen Espaa, muri electo en su monasterio de la Mejorada. Al cual sucedi Sebastin Ramrez de Fuenleal, presidente que haba sido de la real audiencia de la misma ciudad de Santo Domingo, y despus de obispo, tambin lo fu de esta real audiencia de Mxico. De aqu fu Espaa, donde por sus buenos y fieles trabajos le dieron el obispado de Cuenca, y benemrito, porqu