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Friedrich Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
http://lahiedra.info/engels-origen-de-la-familia/
Aprovechando la reedición por Alianza Editorial de una de las
obras más populares de Friedrich Engels, El Origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado, es importante plantearse por
qué es necesario recuperar y releer de una forma crítica
este clásico del marxismo escrito en 1884, época en la cual la
antropología y la arqueología, ciencias que estudian el
desarrollo y el pasado más remoto del ser humano, apenas acababan
de entrar en su adolescencia.
En El origen, Engels presenta las formas sociales y económicas
que se han sucedido desde los inicios de la historia humana, es
decir, como la humanidad fue aumentando progresivamente su
dominio sobre los medios de subsistencia hasta el desarrollo
de la sociedad de clases. El libro, escrito tras la muerte de
Marx en 1883, parte de las notas de éste y del propio Engels, así
como especialmente del trabajo La sociedad primitiva del
antropólogo norteamericano Lewis H. Morgan,aparecido en 1877. Hay
que destacar, sin embargo, que Morgan describió la evolución de
la sociedad en unas 560 páginas. El libro de Engels es mucho más
breve, sintetizando el material de Morgan y centrándose en las
principales diferencias entre las sociedades prehistóricas, bajo
lo que Engels denomina el “comunismo primitivo”, y
la “civilización”, con su sistema de clases y su organización
política.
Así pues, Marx y Engels no se limitan a repetir los trabajos de
Morgan, sino que intentan desarrollar sus implicaciones teóricas
con el objetivo de explicar principalmente tres aspectos: los
estadios de desarrollo de la historia de la humanidad y su
relación con los medios de producción; la emergencia de la
sociedad de clases y el Estado; el surgimiento de la opresión
sexual y la familia nuclear. Este tercer aspecto abordado en El
origen es el más novedoso para la época y el que ha tenido mayor
relevancia histórica y política, especialmente en los debates
entre el marxismo y los emergentes movimientos feministas a
partir de la segunda mitad del siglo XX.
El origen de la familia y la opresión sexual
Engels, partiendo de los datos etnográficos de Morgan, así como
de otros autores y fuentes clásicas, llega a la conclusión de
que, durante las primeras etapas de la historia, la desigualdad
sexual no existía tal y como hoy la conocemos. En efecto, Engels
sostiene que la división sexual del trabajo dentro del sistema de
producción económica estaba regida por un criterio
de complementariedad y no de jerarquía. Lejos de ver la caza de
animales salvajes, considerada por razones físicas propia del
hombre, como la actividad económica más importante de las
sociedades “primitivas”, Engels destaca que la recolección de
verduras y frutas silvestres tenía también un valor
importante, cuando no mayor. De esta manera, en las sociedades
donde los hombres habrían sido los responsables de la caza y las
mujeres, a su vez, de la recolección, ambos sexos habrían
desempeñado tareas económicas igualmente esenciales para la
supervivencia de su comunidad. Este papel central de las mujeres
en la economía habría llevado aparejado que ellas fueran
valoradas y respetadas en calidad de miembros productivos de la
comunidad.
El cambio se habría producido con el desarrollo de la
agricultura, ya que según Engels ésta comportó una nueva división
sexual del trabajo no basada en la complementariedad, al ser
apartada la mujer por cuestiones físicas y/o biológicas de la
producción y relegada al ámbito doméstico. Paralelamente, la
aparición de la propiedad privada y el aumento de la riqueza en
manos de los hombres habrían acabado forzando la transformación
de las relaciones sexuales tradicionales, sin
restricciones importantes y centradas en la mujer como
reproductora, y la aparición de la “familia patriarcal” (y
posteriormente de la familia nuclear).
En palabras de Engels, la monogamia es “la primera forma de
familia que no se basaba en condiciones naturales, sino
económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada
sobre la propiedad común primitiva, originada
espontáneamente”. De esta manera, la familia tal y como la
entendemos hoy en día “no aparece de ninguna manera en la
historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer”, sino que es
el resultado de un “conflicto entre los sexos” y de la
“gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.
Desacralizando a Engels
Hay que tener en cuenta que cuando El origen fue escrito, la
mayoría del material arqueológico disponible actualmente sobre
las sociedades de la prehistoria todavía no se había
reunido. Además, existe en el libro todo un cúmulo de datos
incorrectos y argumentos especulativos que todavía hoy en día son
considerados como palabra divina por cierto marxismo, y que si
nos limitamos a repetir acríticamente pueden llevarnos a errores
fundamentales.
En primer lugar, existe un desfase a nivel de concepto o de
visión histórica. El evolucionismo lineal propio de la
antropología del siglo XIX impregna los trabajos de Morgan y, por
consiguiente, el análisis de Engels. Ello se refleja en la forma
de entender las sociedades etnográficas que existen en
la actualidad (o en la actualidad de Marx y Engels) como “fósiles
sociales”, es decir, remanentes “primitivos” de las sociedades
del pasado que no han evolucionado. Lo cierto es que estas
sociedades han tenido su propio desarrollo, a veces muy dinámico,
cambiando sus formas de vida, sin mencionar el gran impacto que
ha supuesto el contacto con el capitalismo, en muchos casos
ya desde el siglo XVI o XVII. En definitiva, no las podemos
concebir como un testimonio directo de las sociedades del pasado
y menos aún dentro de una escala lineal de “salvaje” a
“civilizado”.
Asimismo, esta oposición entre sociedades “primitivas” basadas
en relaciones naturales y el desarrollo de una sociedad
“compleja” basada en relaciones económicas obliga a especular
conclusiones. Engels ve como en sociedades sin clase existe una
división del trabajo: “la primera división del trabajo –dice
recogiendo las palabras de Marx en 1846– es la que se hizo
entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos”. Sin
embargo, no ve en esta división del trabajo más que
una distribución espontánea y complementaria de las actividades
productivas, en función de las capacidades biológicas de los
hombres (fuerza) y de las mujeres (embarazo). Hoy en día
sabemos gracias a los estudios etnográficos posteriores que
existen sociedades donde las mujeres pescan y cazan igual que los
hombres, incluso embarazadas. Dicho en pocas palabras, no hay
nada menos natural que lo social, y todas las sociedades humanas
se organizan social y económicamente, vivan en cuevas o
construyan rascacielos.
Así que la pregunta se repite de nuevo, ¿por qué y cómo aparece
la división sexual del trabajo? Llegando a este punto, hace falta
plantearse un tercer aspecto. En el prefacio a la primera edición
de El origen, Engels afirma que “Según la teoría materialista,
el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la
producción y reproducción de la vida inmediata”. Pese a
ello, Engels únicamente tiene en cuenta la caza y recolección
como elementos económicos: si ambos sexos producen lo mismo, no
hay opresión económica. Así, la reproducción de la vida social no
se contempla más allá del proceso biológico en sí, obviando todo
el trabajo reproductivo de mantenimiento, en la mayoría de casos
etnográficos (aunque no siempre) realizado exclusivamente por las
mujeres. Recientemente, Silvia Federici ha relacionado esta
omisión tanto en El origen como en El Capital debido al poco
desarrollo del trabajo reproductivo hasta finales del XIX, cuando
comienza a aparecer el papel del ama de casa a tiempo
completo, con “una clase obrera incapaz de reproducirse… y a la
que la muerte alcanzaba en su juventud debido al exceso de
trabajo”.
Esta falta de atención va asociada a otra mirada extraviada; la
demografía se presenta como un factor neutral, casi automático,
sin tener en cuenta que esta va ligada a las estrategias
de control de la reproducción, es decir del cuerpo de la mujer,
tanto para incrementarla (en las sociedades de clase, con
economías de producción) como para limitarla (en sociedades que
dependen de los recursos naturales).
129 años después
Vivimos en un sistema que nos presenta la sexualización
constante y la cosificación del cuerpo de la mujer como algo
normal. Vivimos una crisis cuyas víctimas son principalmente
las mujeres. Oímos cada día como se criminaliza el aborto y se
nos dice que la maternidad “hace a las mujeres
auténticamente mujeres”. Casi medio siglo después de El origen
seguimos viviendo en un mundo lleno de violencia de género, en
cada anuncio, en cada calle, en cada vida.
Mientras tanto, y no es casualidad, nos bombardean de forma
creciente con discursos neodeterministas con los que quieren
convencernos de que llevamos en el ADN los celos, la violencia y
la competición entre machos, que es el resultado de nuestra
evolución biológica y que, en definitiva, es imposible cambiar lo
que somos, nuestra naturaleza. Frente a todo ello, el núcleo
de pensamiento de Engels, de que no existe una naturaleza humana
inmutable, de que el Estado, la explotación de una clase sobre
otra y la opresión sexual y la familia son productos de la
historia humana, y que por tanto podemos construir otro tipo de
sociedad, es más importante que nunca.
Ahora bien, como ya se ha señalado, ello no significa que
podemos simplemente tomar todos los argumentos de Engels y
considerarlos sagrados. Él mismo remarcó en 1891 que lo que había
escrito en 1884 tenía que ser revisado en función de los
“importantes progresos” en el conocimiento del pasado. No es
difícil imaginar lo que implican no siete, sino 129 años de
desarrollo científico. Así pues, el principal problema de El
origen ha sido la poca continuación que tuvieron sus
planteamientos hasta como mínimo el último tercio del siglo XX,
habiéndose limitado el marxismo a repetir como un mantra aquello
de “la primera opresión de clases que aparece en la historia
coincide con la opresión del sexo femenino por el masculino”,
como si con decirlo fuera suficiente para entender cómo acabar
con la opresión sexual y cómo acabar con la sociedad de clases.