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Lucero Sainz Jesús Alejandro
Un breve acercamiento al pensamiento de Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche descubrió la filosofía de Schopenhauer mientras
estudiaba en la Universidad de Leipzig. Lugar donde trabó una amistad con Richard Wagner,
con quien compartía una pasión común: la música.
De Schopenhauer toma la preeminencia que éste le da a la voluntad. Para
Schopenhauer el mundo no es otra cosa más que la representación de lo que queremos y
pensamos que es; el mundo es “voluntad y representación”. La concepción schopenhaueriana
de la voluntad es lo que da pie al desarrollo de su doctrina de la voluntad de poder. Y, por
otro lado, la identificación con Wagner se da en la unión de un sentimiento romántico y
heroico de la vida al cual eran afines ambos. “Nietzsche presenta a Schopenhauer y a Wagner
como adalides de una nueva vitalidad cultural, portadora del auténtico genio griego”1.
Sin embargo, el vínculo de amistad que unía a Nietzsche con Wagner se esfuma
cuando Nietzsche percibió cierta inclinación de Wagner hacia la moral cristiana. “Richard
Wagner, aparentemente el más victorioso, pero, en realidad un decadente desesperado, se
prosternó bruscamente, desvalido y quebrantado, ante la cruz cristiana…”2.
Nietzsche se caracteriza por ser muy intuitivo; por tener cierta genialidad, la cual se
plasmó en sus agudas críticas contra la religión, la moral y la sociedad occidental –
fundamentada en los valores del cristianismo-. En efecto, estas críticas tuvieron mucha
influencia tanto en la psicología como en las letras y la reflexión moral. Lamentablemente, se
han dado falsas y equívocas interpretaciones de su pensamiento, que lo colocaron dentro del
grupo de filósofos que la Alemania nazi prefería.
Ciertamente, en este trabajo se podría abundar sobre los efectos negativos que ha
tenido la filosofía nietzscheana a lo largo de estos años. Pero no se trata de eso, sino de
rescatar las diversas aportaciones que realizó este filósofo en el desarrollo del pensamiento
occidental. Dentro de ellas, la más relevante es el siguiente hecho: la crítica nietzscheana, en
la generalidad de su obra, nos obliga a repensar todos los valores sobre los cuales se ha
construido nuestra vida3. Nietzsche representa la crítica más extremada de la religión, la
ciencia, la filosofía y la moral.
1 A. Cruz, Historia de la filosofía contemporánea, EUNSA, 2ª ed., Pamplona, 1991, p. 892 F. Nietzsche, Nietzsche contra Wagner, edición electrónica, p. 4. Recuperado de http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/N/Nietzsche%20-%20Nietzsche%20contra%20Wagner.pdf. Los puntos suspensivos son del autor citado.3 Cf. R. Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2009, p. 385
Lucero Sainz Jesús Alejandro
Nietzsche habla de “filosofar a martillazos”; con esta frase no busca demostrar, ni dar
razones a razones, o presentar contrargumentos. Lo que pretende es destruir; cortar no sólo lo
putrefacto de un miembro, sino también lo sano; hacer tabula rasa del antiquísimo árbol de la
religión, la moral y la metafísica. Nietzsche pretende desmontar el colosal edificio conceptual
y práctico que había regido a Occidente a lo largo de siglos. Como buen maestro de la
sospecha que es, bucea en los “resortes ocultos” de la moral, la religión y la metafísica; en
efecto, la multitud de discursos ya no tienen secretos, toda cerradura ya ha sido forzada, las
cajas fuertes han sido destruidas. “Todo cuanto contuvieron los archivos de las Iglesias y los
Estados yace ahí, por los suelos: cualquiera puede leer y pisotear estas escrituras […]”4.
Nietzsche representa la negación despiadada del pasado; la repulsión de los valores
tradicionales; la invitación a un volver atrás, a la época donde la sociedad aún no estaba tan
pervertida ni tan decadente –para ser precisos, antes de Sócrates-5
La propuesta de Nietzsche es, pues, una especie de nihilismo, pero no uno pasivo; por
el contrario, el nihilismo nietzscheano es activo, ya que propone una transmutación de los
valores. Esto quiere decir que el espíritu libre destruiría todos los valores tradicionalistas que
han mantenido asfixiada la vitalidad de la misma existencia; realizando tal faena a través de
la denuncia de las ilusiones en que se basan estos valores6, en un primer momento; y después,
mediante la voluntad de poder, el superhombre realizaría una auténtica escala de valores,
mismos que serían en orden a la promoción de la vitalidad y del dinamismo propio del
devenir de todo lo existente.
Pero veamos el porqué de la agresividad con que Nietzsche ataca los valores de la
cultura occidental. El tema central dentro de su filosofía es la vida, “un término que en su
pensamiento designa en general ‘lo que hay’, lo que normalmente se entiende por ‘ser’, el
‘mundo’ o la ‘existencia”7. De ahí que ha sido considerado como un filósofo vitalista. Ahora
bien, podríamos preguntarnos: ¿qué es la vida según Nietzsche? O mejor planteado, ¿cómo
ha sido comprendida la vida por el hombre? Nietzsche responde a estas cuestiones diciendo
que el hombre ha comprendido su existencia siempre al trasluz del sentido, de la finalidad.
Este sentido, sin embargo, ha sido tomado de un modo objetivo y trascendente. “¡Pero qué!”,
4 H. Lefebvre, Hegel, Marx, Nietzsche (o el reino de las sombras), Alianza, Madrid, 1976, p. 1895 Dice Nietzsche: “[…] yo caí en la cuenta de que Sócrates y Platón son síntomas de decadencia, instrumentos de la descomposición griega, pseudogriegos y antigriegos”. F. Nietzsche, Cómo se filosofa a martillazos, Tomo, México, 2004, p. 226 Cf. C. Michieli, El hombre alienado, el último hombre y la caída: Encuentros y desencuentros entre Marx, Nietzsche y Heidegger, Biblos, Buenos Aires, 2009, p. 937 Ibid, p. 95
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diría Nietzsche, “¿acaso no sabéis que este sentido es la gran mentira que debéis
desenmascarar?” ¿Por qué? Le podríamos preguntar a nuestro filósofo. “Platón y el
cristianismo –platonismo para el pueblo - son los culpables de esta comprensión engañosa”.
[…] mi descontento hacia Platón llega hasta el fondo: le encuentro tan alejado de todos los
instintos fundamentales de los helenos, tan moralizado, tan cristiano anticipado –él eleva ya la
idea de “bien” a la categoría de idea suprema-, que para referirse al fenómeno total de Platón
preferiría, más que ninguna otra, usar la dura expresión de “farsa suprema”, o si suena mejor,
de idealismo8.
Según Nietzsche, Platón fue la gran fatalidad que supuso el cristianismo; él y sólo él
fue el gran equívoco que produjo la fascinación por el ideal. Platón propició el refugio en el
ideal y la cobardía ante la realidad, que ha caracterizado a la cultura occidental a lo largo de
todo este tiempo9.
El platonismo, entonces, contribuyó a deformar la realidad en cuanto a que
consideraba que el mundo podía explicarse con la razón. Por su parte, el cristianismo
contribuyó a deformar la moral verdadera al suprimir los valores vitales, sustituyéndolos por
valores que eran de dudosa espiritualidad para Nietzsche10. Las reacciones nietzscheanas
contra estos dos sistemas estructuradores de la cultura occidental se pueden vislumbrar en dos
frentes: 1) Crítica a la filosofía y a la religión –platonismo-; 2) diferenciación entre moral de
amos y esclavos –cristianismo-.
En lo que respecta a la crítica contra los filósofos, Nietzsche cuestiona el valor de la
razón y, por otro lado, critica la “racionalización”, entendida como una práctica psicológica
que realiza el individuo en su relación con la realidad. “Nietzsche encarna máximamente la
reacción de lo vital contra aquella razón absoluta que pretendía, en sí misma, absorber y
dominar toda realidad”11. En efecto, los filósofos, según Nietzsche, han querido hacernos
creer que toda la realidad se puede explicar por razones claras y distintas –indiscutible
pretensión modernista que tiene su “boom” en Descartes-.
Nuestro filósofo piensa que la razón es una apariencia, una máscara que esconde lo
verdaderamente real en el hombre: el instinto. Es precisamente en este sentido cuando
Nietzsche nos comenta en Más allá del bien y del mal que toda filosofía es una autobiografía
8 F. Nietzsche, Cómo se filosofa a martillazos, op. cit., p. 1479 Cf. Ibid, pp. 148-14910 R. Xirau, op. cit., p. 38611 A. Cruz, op. cit., p. 90
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más o menos velada12. De tal forma, los filósofos han procedido hipócritamente, puesto que
sus verdaderos intereses no están en las “ideas” sino en la familia, la política, el dinero, la
fama –diríamos que la motivación de toda acción yace en la satisfacción de las pulsiones y
necesidades básicas, “psicologizando” el lenguaje-.
Si los filósofos, mediante su “racionalización” han dañado permanentemente a la
cultura europea, mayor es el daño que han hecho los teólogos cristianos. Nietzsche considera
que, al afirmar los valores de la caridad, de la debilidad, la humildad, la piedad y el amor al
prójimo han mutilado al hombre su valor fundamental: su voluntad de poder13.
Frente a la moral de esclavos, Nietzsche propone la moral de los señores, la moral
aristocrática, de los poderosos. El carácter afirmador de la vida de esta moral no radica en la
mera aplicación de la fuerza bruta o en la capacidad de dominio, sino en el hecho de que los
valores trasmutados suponen la auténtica expresión de la vida. Esta moral de señores expresa
una vida llena de fuerza, vigor y energía; la pura manifestación de una vida ascendente y no
decadente14.
Sin embargo, para que el hombre superior pueda verse liberado del yugo opresor de
aquella moral que oprime la vida debe primeramente negar a Dios. En efecto, la negación de
Dios es condición primaria para afianzar y afirmar la vida en su plenitud, según Nietzsche.
Lo contrario ocurre cuando afirmamos a Dios, es decir, se niega la vida. Por tanto, vemos que
“la muerte de Dios” es la primera tarea de Nietzsche en lo que se refiere a la construcción de
una nueva moral.
Recapitulemos. Si el hombre se ha estado engañando en su comprensión del mundo –
y de sí mismo-, Nietzsche nos invita a preguntarnos con radicalidad sobre el sentido de la
vida. A lo cual Nietzsche responde que lo único que nos queda esperar de la vida tras la
muerte de Dios es que la vida es un sinsentido. He ahí a lo que te conduce necesariamente el
nihilismo. Con la muerte de Dios, ha muerto también el sentido. Por lo mismo, Nietzsche
afirma el con esta pintoresca frase: “¡En el principio existía el sinsentido!”. Dando a entender
que el mundo y la vida se nos ofrecen como el puro sinsentido15.
12 “Poco a poco se me ha ido manifestando qué es lo que ha sido hasta ahora toda gran filosofía, a saber: laautoconfesión de su autor y una especie de memoires [memorias] no queridas y no advertidas” F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, I, 613 R. Xirau, op. cit., p. 38614 Cf. A. Cruz, op. cit., pp. 92-9315 Cf. C. Micieli, op. cit., p. 95
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Sin embargo, Nietzsche no se queda en el pesimismo que Schopenhauer había
predicado con tanto ahínco. Nietzsche, como ya se había comentado anteriormente, es un
nihilista activo. En otras palabras, no quiere quedarse en el nihilismo, sino que quiere
superarlo.
Para él la vida es esencialmente voluntad de poder, “[…] y ésta se realiza como tal, al
afirmar la vida a pesar y por encima del dolor e irracionalidad de la vida”16. La voluntad de
poder se expresa al afirmar la vida, ya que es una afirmación que no va acompañada de razón
o interés alguno: puro poder, pura voluntad. La voluntad, pues, es un querer contra toda
razón. Es el amor a lo irremediable, lo ineludible, lo trágico; mas no una mera resignación.
No. La superioridad del hombre superior yace en su capacidad de asumir indubitablemente la
amargura, el sufrimiento, lo fatídico, el destino. En esta línea, todo lo acontecido tuvo que ser
como fue y ya. No hay que darle más vueltas al asunto, no hay finalidad ni causalidad en lo
trágico que pudiésemos sufrir en nuestra vida.
Lo único que podríamos elegir sería el optar por el reconocimiento de la muerte de
Dios. Lo que propiciaría una libertad en cuanto a la libre asimilación de lo ineludible de la
vida. El eterno retorno está concentrado en sí mismo, no tiene referencia ni sentido que no sea
él mismo. El único sentido de la vida es el poder que ella misma se refiere a sí misma, sin
buscar razones. “¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos sus
enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más
impávidos, los de media noche? Este mundo es la voluntad de poder y nada más, y también
vosotros mismos sois esta voluntad de poder, y nada más”17.
La transmutación de los valores, la muerte de Dios, la afirmación de la vida a través
de la voluntad de poder son el preludio para iniciar con la gran obra: el superhombre. El
superhombre es una nueva especie de hombre que se hace cargo del nihilismo y de superarlo.
“Dios ha muerto: ahora nosotros queremos que viva el Superhombre”18. El superhombre es la
manifestación perfecta de la voluntad de poder. El superhombre no es consecuencia de un
progreso histórico ineludible de la evolución biológica, sino que es un modo de ser del
hombre que se tiene que ir recreando constantemente. Ya que en todo momento se ve
amenazada la vitalidad de la existencia. Es el hombre del futuro que nos liberará, según
Nietzsche, de la voluntad de nada, del nihilismo. Frente al lenguaje conceptual, que se
16 A. Cruz, op. cit., p. 9617 F. Nietzsche, La voluntad de poder, 1888, af. 106018 F. Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, Porrúa, 10ª ed., México, 2009, p. 198
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[…] disfraza tras el manto de la neutralidad para ejercer el dominio sobre el rebaño, la
metáfora es esencialmente aristocrática y antidogmática. Zaratustra no pretende erigirse en
maestro del pueblo, no habla para todos, no busca discípulos sino compañeros de viaje, gente
que lo acompañe en su camino creador19.
El hombre ya no sería una caricatura de su creador, hecho a su imagen y semejanza,
sino alguien como el Zaratustra de Nietzsche, el cual se crea a sí mismo en su transformación
continua. Sin embargo, según la exposición de Alfredo Cruz, el superhombre de Nietzsche
rebasa los alcances de la condición humana; rebasa todo límite.
Al final, Cruz realiza una fuerte crítica a la doctrina de Nietzsche, afirmando que las
obras de este filósofo estaban “plagadas de contradicciones, de falta de concreción y
definición. […] Su ritmo interior no podía ser el de una lógica metódica y premiosa, sino el
de un incesante debatirse sin saldo definitivo, un esfuerzo constante sin estacionamiento ni
meta estable posible”20.
En fin, Nietzsche es un pensamiento que sin duda alguna ha influido notablemente en
el desarrollo cultural de occidente. Sin exagerar -basta con acercarse a cualquier facultad de
humanidades de nuestro país u observar las “críticas sazonadas a la Nietzsche” que se dan en
las redes sociales- es de atreverse a afirmar que es uno de los filósofos más venerados en la
posmodernidad.
¿Por qué atraería tanto? Pienso que es por la convicción, la energía y la sinceridad que
emana de sus letras. Además, en una cultura como la nuestra, Nietzsche representa un punto
de apoyo inestimable para realizar una crítica a la “moral de abuelitas” que ha caracterizado a
nuestra sociedad mexicana. Gran parte de los jóvenes se sienten identificados con algunas
sentencias o aforismos nietzscheanos. A lo mejor no comprenderán el trasfondo ideológico y
filosófico de los textos de este pensador, pero sí comprenden que las palabras de este autor
pueden servir como punta de lanza para empezar a destruir los prejuicios con los que han
crecido. Aquí es donde veo como muy aprovechable a Nietzsche; él nos invita a salir de la
mediocridad, de nuestra “zona de confort” en orden a vivir nuestra existencia de forma
auténtica. Sí, es bueno criticar; pero también hay que proponer una alternativa, una solución,
ante la multitud de problemas que se nos presentan día a día.
19 C. Micieli, op. cit., p. 13220 A. Cruz, op. cit., p. 97