40
En los confines de Colombia Venezuela: 2.219 kilómetros de alta tensión Panamá: La segunda separación Brasil: Viaje a otra Colombia Ecuador: El eslabón más débil Perú: Un enigma en la frontera Análisis: Entre el abandono y el conflicto Durante 49 días, un equipo de 14 periodistas de EL TIEMPO viajó para contar cómo vive la gente y qué está pasando en las fronteras. Frente a Perú, en el poblado fronterizo de Marandúa (Amazonas), inundado por el río Putumayo, Jaime Gómez iza la bandera colombiana que acaba de lavar. Durante 49 días, un equipo de 14 periodistas de EL TIEMPO viajó para contar cómo vive la gente y qué está pasando en las fronteras. Domingo 10 de agosto de 2003 ESPECIAL PARA SUSCRIPTORES

Fronteras de Colombia

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Fronteras de Colombia

En los confinesde Colombia

Venezuela: 2.219 kilómetros de alta tensiónPanamá: La segunda separaciónBrasil: Viaje a otra Colombia

Ecuador: El eslabón más débil Perú: Un enigma en la fronteraAnálisis: Entre el abandono y el conflicto

Durante 49 días, un equipo de14 periodistas de EL TIEMPOviajó para contar cómo vivela gente y qué está pasandoen las fronteras.

FFrreennttee aa PPeerrúú,, eenn eellppoobbllaaddoo ffrroonntteerriizzoo ddeeMMaarraannddúúaa ((AAmmaazzoonnaass)),,iinnuunnddaaddoo ppoorr eell rrííooPPuuttuummaayyoo,, JJaaiimmee GGóómmeezziizzaa llaa bbaannddeerraa ccoolloommbbiiaannaaqquuee aaccaabbaa ddee llaavvaarr..

Durante 49 días, un equipo de14 periodistas de EL TIEMPOviajó para contar cómo vivela gente y qué está pasandoen las fronteras.

Domingo 10 de agosto de 2003

EESSPPEECCIIAALL PPAARRAA SSUUSSCCRRIIPPTTOORREESS

Page 2: Fronteras de Colombia

Fueron, sumados todos los trayectos, 49 días de viaje. El resultadoes este especial de EL TIEMPO, con la historia de cómo vive la gentey qué está pasando en los puntos más remotos del país.

Se voló en un DC-3 de 1943 que va a Taraira, un pueblo minerojunto a Brasil, y de Leticia a Iquitos en el hidroplano de un exmisionero evangélico norteamericano. Se navegó por el Pacífico y elgolfo de Urabá, por el Orinoco y los ríos de la Amazonia. Con unguía wayúu se recorrieron las trochas secretas del contrabando enla Alta Guajira. Se viajó a pueblos venezolanos donde la gente vivetan atemorizada por los grupos armados colombianos como en losmanglares y las selvas de la frontera con Ecuador.

Se llegó a lugares que no han visto un ministro en medio siglo ysólo tienen electricidad unas horas al día, y donde la venenosariqueza de la coca o la formidable inventiva del rebusque son laúnica modernidad. Hay regiones exóticas e intactas, donde elconflicto armado parece cosa de otro mundo, y zonas en las quegobierna la violencia.

A ese país, de una belleza y una riqueza humana incomparables,después de un abandono de décadas, la guerra lo está sacando aempujones del olvido. Pero es también otra Colombia, de la queBogotá está muy lejos y donde hacen patria gentes como el paisa quellevó el Viagra al río Putumayo, o la enfermera de Capurganá, queusa el microscopio solo cuando hay sol pues hace mucho se le fundióel bombillo.

Sus historias y las de muchos otros acompañan crónicas de viaje,análisis, mapas e información socio-económica e históricaproducidos por un equipo de ocho periodistas, seis fotógrafos ypersonal de apoyo en Bogotá cuyo resultado es el viaje a los confinesde Colombia que usted, lector, tiene hoy en sus manos.

Álvaro SierraDirector del proyecto

VENEZUELA

BRASILECUADOR

PERÚ

PANAMÁ

LA GUAJIRA

CESAR

NORTE DESANTANDER

BOYACÁ

ARAUCA

VICHADA

GUAINÍA

VAUPÉSBocas delQuerarí

AMAZONAS

PUTUMAYO

NARIÑO

CHOCÓ

COLOMBIA

Leticia

Pto. Carreño

Ruta deEL TIEMPO

Iquitos

Pto. Inírida

Pto. Ayacucho

San Fernandode Atabapo

Estrecho

Marandúa

TumacoCaboManglares

Candelillade la Mar

Llorente

San Lorenzo

Lago Agrio

San MiguelPuerto Asís

Quito

Isla del Tigre

Tabatinga

TurboCapurganá

Pto. Obaldía La MielSapzurro

La GritaLa Fría

El AmparoArauca

CúcutaSan Cristóbal

Maicao

ParaguachónMontelara

Castilletes

La Gabarra

Taraira

La Pedrera

Mitú

EL TIEMPO en los confines de Colombia

Sumario

Andrés GaribelloREPORTERÍA Claudia Díaz, Beiman Pinilla y Adrián Espinosa

DISEÑO EDITORIAL EL TIEMPO

Ginna Zárate

AlfonsoCervantes

Jorge Mahecha

Carlos JulioMartínez

Sergio Ocampo

Claudia Rubio

Ismael Medina

LA GUAJIRA TÁCHIRA ARAUCA ORINOCOVVEENNEEZZUUEELLAA

VENEZUELA• Orinoco: la frontera remota . . .pág. 4

• Las trochas wayúu . . . . . . . . . .pág. 8

• El calor de La Fría . . . . . . . . . . .pág. 9

• Un pueblo al otro lado . . . . . . .pág. 10

• Puerta giratoria para la gasolina y el conflicto . . . . .págs.12-13

PANAMÁ • La segunda separación

de Colombia . . . . . . . . . . .págs. 14 a 18

• Un ron para Antolino . . . . . . . .pág. 19

ECUADOR • En jaque por el conflicto . .págs. 20 a 24

• El eslabón más débil . . . . . . . . . .pág. 25

PERÚ• El enigma de la muerte

de Euclides Mendieta . . .págs. 26 a 30

• ¿Estrategia coja? . . . . . . . . . . .pág. 31

BRASIL• Viaje a otra Colombia . . .págs. 32 a 36

• Dos muros en la selva . . . . . . .pág. 37

ANÁLISIS• El cordón sanitario . . . . . . . . . . .pág. 38

• Indígenas y refugiados, los más desvalidos . . . . . . . . . .pág. 39

E S P E C I A L En los confines de Colombia E D I T O R I A L2 Domingo 10 de agosto de 2003

“COPYRIGHTS C 2001 CASA EDITORIAL EL TIEMPO S.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved”.

PPEERRÚÚ

AndrésMompotes

Martín García

EECCUUAADDOORR

Luz María Sierra

Camilo George

PPAANNAAMMÁÁ

Luis AlbertoMiño

ÉdgarDominguez

BBRRAASSIILL

Álvaro Sierra

Vea la versión multimediade este especial en:www.eltiempo.com

Envíe sus comentarios a:[email protected]

Page 3: Fronteras de Colombia

El Estado recién empieza a mirar a las fronteras,abandonadas desde siempre.

“Esta universidad del Vaupés esmuy grande”, dice Miguel ArcángelCruz, quien, en el magisterio desdehace 22 años, con una licenciaturaen filosofía, una maestría en inves-tigación educativa y una vieja cá-mara Canon oxidada, lleva a cabouna insólita labor.

Es supervisor de educación yviaja en lancha durante semanaspor caños remotos inspeccionandoescuelas por el departamento. Peroese no es sino su trabajo oficial.

Su equipaje está lleno de carti-llas: biografías de los capitanes in-dígenas; monografías de la vida,creencias y alimentos de cada co-munidad; un estudio de plantas me-dicinales; la colección ‘Los viejosnos cuentan’, dedicada a la historia de cadatribu; un proyecto de currículum para ni-ños indígenas; planes para futuros estudiossobre flores, delfines y hasta cachiveras(los rápidos de los ríos), y va en el tercercapítulo de una novela costumbrista.

Esa es la verdadera pasión de este hom-bre que hizo en la selva su maestría princi-pal. Diseña proyectos, organiza grupos deindígenas para realizarlos, se sienta porhoras a hablar con los ancianos y, pagandotodo de su bolsillo y editando en su compu-tador en Mitú, convierte esas investigacio-nes en cartillas bilingües, en español y enla lengua de la comunidad, ilustradas consus fotos, para repartir a los niños indíge-nas una memoria escrita de su cultura, y alos profesores material apropiado para dic-tarles clase.

“Todo es con las uñas. Uno pide tinta ypapel en la Secretaría de Educación, y nohay”, dice. Mientras el Estado colombianorecién empieza a volver sus ojos a las zonasde frontera, quijotes como Miguel Arcán-gel Cruz lo reemplazan, enfrentando lo quemás abunda en ellas: abandono.

La situación de los 12 departamentosfronterizos es de las más precarias delpaís. Su PIB per cápita promedio es 23 porciento inferior al nacional. Casi todos exhiben índices de desarrollo menores ala media, y tasas de analfabetismo supe-riores. En el 2001, más de la mitad de los64 municipios fronterizos tenía déficitpresupuestal.

Según Colombia y sus fronteras, un do-cumento de julio del 2001 de la Dirección

de Desarrollo Territorial de Planeación,las necesidades básicas insatisfechas soncasi el doble de la media nacional, y enmuchos municipios llegan al 100 por cien-to. Casi una tercera parte de los hogaresen situación de miseria del país está enlas fronteras.

Situación que no es de extrañar. Si lascinco fronteras terrestres de Colombiason jóvenes, pues todos los tratados quelas delimitan se firmaron entre 1907 y1941, la política estatal está, literalmente,en su infancia.

La ley de fronteras es de 1995, y el or-ganismo rector de política –la ComisiónIntersectorial de Integración y DesarrolloFronterizo (Ciidef)–, de abril del 2001.Había un Estatuto de Fronteras y laSecretaría de Fronteras, de 1983, y un do-

cumento Conpes, de 1986, pero solo a par-tir de la Constitución del 91 el tema se po-sicionó, y apenas con el documentoConpes 3155, de enero del 2002, se está en-carando con sistematicidad.

“El problema de las fronteras ha sidotratado como una favela (tugurio)”, acep-ta Fabio Torrijos, jefe de la Dirección deIntegración y Desarrollo Fronterizos dela Cancillería. Empero, él y otros analis-tas consultados afirman que, si bien conresultados aún modestos, desde haceunos años hay un claro viraje.

Dicen que ese último Conpes fue elprimer intento de trazar políticas coordi-nadas a nivel nacional. El Ministerio deEducación prometió un aumento de másde 150.000 nuevos cupos en el 2002 y el2003; el Invías, invertir 34 mil millones de

pesos en el 2002; el programa Víaspara la paz, otros 45 mil millones;Compartel, instalar unos 150 telé-fonos satelitales. Se constituyeronen cada departamento comités te-rritoriales fronterizos. “Se ha da-do el primer gran paso – afirmauna evaluación de la Ciidef, de oc-tubre– para que cada entidad na-cional comience a incluir accio-nes concretas para las zonas fron-terizas”.

Veintidós foros realizados porla Cancillería, Planeación y laEscuela Superior deAdministración Pública, en el2001 y el 2002, en 11 departamentosfronterizos, con más de 3.000 asis-tentes, dejaron un interminableinventario de problemas: corrup-ción a todos los niveles, incapaci-dad de planificación, quejas por elcentralismo, por el cierre de ofici-nas de la banca privada, por cos-tos de salud exorbitantes, deman-da para que la educación atiendalas particularidades locales, sen-sación de abandono.

Con los cinco países vecinos funcionan,a ritmos muy desiguales, Comisiones deVecindad. Se trabaja con Ecuador y Perúen las llamadas Zonas de Integración Fron-teriza, que deben desarrollar áreas de pro-ducción binacionales. Con la excepción delGrupo Académico Binacional Colombia-Venezuela, las fronteras están poco estu-diadas. Hay muchos proyectos comunes anivel andino pero marchan lentamente.

“La política andina es buena: intenta laarticulación de proyectos de desarrollo,concibe las fronteras como lugares de en-cuentro. Y el país andino que más esfuer-zos ha hecho para traducir eso en políticases Colombia”, afirma la internacionalistacolombiana Socorro Ramírez.

El abogado Ricardo Zuluaga, en un es-tudio reciente (Régimen jurídico de las en-tidades territoriales de frontera), es másescéptico: “La gran mayoría de las medi-das han sido adoptadas sin que haya me-diado ningún tipo de consulta o concer-tación con las regiones destinatarias, (y)es notoria la ausencia de un órgano en elque tengan asiento permanente las re-giones”, dice, afirmando que “los desa-rrollos han sido muy precarios y apuntanmás a convertirse en una frustración queen una fuente de construcción de una so-ciedad más democrática y pluralista”.

Mientras académicos y políticos en Bo-gotá discuten, gente como Miguel ArcángelCruz sigue haciendo patria como siempre:lejos de todo y cerca de nada.

Álvaro Sierra

E S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 3Domingo 10 de agosto de 2003

BoyacáCesarChocóGuajiraNariñoN. de Sant.Nuevos Deptos.BogotáPaís

Fuentes: Diez años de desarrollo humano en Colombia. PNUD-DNP, 2003

70,770,866,672,970,170,767,472,971,9

Esperanzade vida(años)

Departamento

9,9214,818,615,710,0

9,910,2

2,07,5

Poblaciónanalfabeta

(%)

Índice deDesarrolloHumano

0,7390,7220,6800,7600,7070,7250,7550,8170,771

Los índices de desarrollo 2001

(*)Año 2000.

*

Gledys Ruiz iza la bandera en el consulado colombiano de Puerto Obaldía (Panamá), donde trabaja.

El supervisor de educación Miguel ArcángelCruz, en Bocas del Taraira (Vaupés).

Lejos de todo y cerca de nada

Page 4: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de Colombia V E N E Z U E L A4 Domingo 10 de agosto de 2003

En pleno invierno, el Orinoco, en la boca del río Meta, alcanza a tener tres kilómetros de anchoen algunos puntos. En verano, el cauce se puede reducir a la mitad.

Todos los días desde Ayacucho (Venezuela) cruza casi un centenar de escolares queva a estudiar en Casuarito (Vichada).

En un palo delgado del que cuelga unadescolorida bandera tricolor, raída por elviento y el olvido, arranca la frontera co-lombiana en el Orinoco. Es un palo clavadoa medias en el suelo de un pueblito tristeque se llama Amanavén.

La sensación inicial al bajarse en esteminúsculo puerto de Vichada, aparte delcalor agresivo, es la de estar muy lejos decualquier punto que recuerde la memo-ria. Y va mezclada con la certeza de queColombia definitivamente no ha conse-guido llegar hasta aquí. “Sabemos que so-mos colombianos de tercera, pero ya nonos duele; nos acostumbramos”, dice unviejo colono de Boyacá que arribó a estastierras hace 30 años.

Son 35 ranchos devorados por la pobre-za, donde viven unas 200 personas que noconocen la energía eléctrica a ninguna ho-ra, beben del agua del río, no tienen médi-co ni Policía, y están condenados a ver te-lenovelas venezolanas en las 10 viviendascon planta de luz propia, pues la señal co-lombiana no llega.

Para ir a Amanavén, hay que pasar pri-mero por Puerto Inírida, la capital de Guai-nía, una ciudad paradójica, amodorrada ensu pobreza pero al mismo tiempo rebusca-dora y cambalachera.

Allí la energía eléctrica solo llega 8 ho-ras al día, y a veces ni siquiera llega. No tie-ne agua potable, emisora de radio ni Casade la Cultura. Sin embargo, a las 8 de la ma-

ñana la avenida principal es un mercadoenorme en ebullición, con veinte tiendasde ropa, diez misceláneas y perfumerías ysiete cacharrerías listas para vender a to-dos los venezolanos que lleguen.

Aunque esta capital no es un pueblo li-mítrofe, es como si lo fuera por el gran in-flujo comercial que irradia sobre un buenpedazo de la raya fronteriza, que ademásestá a escasos 50 minutos en voladora (lan-cha rápida).

Ir de Inírida a Amanavén es una expe-riencia geográfica de ríos grandes que vandesaguando en otros más grandes. Luegode embarcar en el oscuro cauce del Inírida,un par de zarandeadas a los tres minutosindican que se llegó al torrentoso Guavia-re; tres cuartos de hora después, la lejaníade las orillas anuncia que este se mezclócon el ancho Atabapo.

Desde ese momento, la margen izquier-da es Amanavén (Colombia) y la otra, SanFernando de Atabapo (Venezuela). Un mi-nuto más, y ese aluvión de aguas fusiona-das termina entrando en el Orinoco.

San Fernando es el pueblo de donde

vienen casi todos los compradores deInírida. Está al frente de Amanavén, pe-ro lo único que comparte con el caseríocolombiano son las miles de libélulas ver-des que revolotean bajo el sofoco vesper-tino, que aparecen con los primeros agua-ceros del invierno.

Atabapo tiene luz las 24 horas, aero-puerto y acueducto. Hay Policía, hospital,y una base del Ejército. Aunque Caracasestá lejos, y el pueblo siente algo de olvidocentralista, es un abandono mucho más lle-vadero.

“Aquí todos compartimos necesidades ynos ayudamos –dice el alcalde, Melvin Sil-va–. Ustedes necesitan de nuestra gasolinabarata, y nosotros de la ropa y las cositasque venden en Inírida. La única queja queyo tengo de los colombianos es que se me-tan a explotar el oro a este lado. Eso nostrae muchos inconvenientes”.

Esa parece ser la gran protesta del paísvecino desde Amanavén hasta Puerto Ca-rreño (Vichada), a lo largo de los 291 kiló-metros en los que el Orinoco sirve de fron-tera. Según la Guardia Nacional, diaria-

mente se cuelan alrededor de 40 colombia-nos por varias trochas ubicadas entre elpuerto de Samariapo y San Fernando. Esun tramo de no más de 60 kilómetros debosque tupido, impenetrable, por donde co-lombianos, varados en su mayoría, trashu-man en busca del sueño del oro.

Van a ‘miniar’, como le dicen ellos a es-ta aventura de meterse dos días por cañosdel Amazonas venezolano hasta llegar a losyacimientos auríferos de Capanacana.

Orinoco arriba, lo único que cambiadrásticamente es el paisaje, ya que la selvacerrada de la Amazonia empieza a hacersemás baja, menos densa, hasta terminar de-sapareciendo del todo en la sabana orino-quense.

Tomando otra voladora en San Fernan-do de Atabapo se llega en hora y media alpuerto de Samariapo, también en la orillavenezolana. Allí se inician los raudales delOrinoco: un estrechamiento del cauce con-jugado con la aparición de piedras enor-mes que lo vuelven un espectáculo asom-broso de cascadas y rápidos, por donde nose puede navegar.

Como por el río no se puede viajar, cual-quiera que quiera ir a Puerto Carreño, aGarcitas o a Casuarito, Orinoco abajo, obli-gatoriamente tiene que tomar un bus enVenezuela. Y para eso se requiere de unpermiso firmado por el cónsul venezolanoen Inírida.

Luego de 45 minutos de viaje por la ex-

Por: Sergio Ocampo MadridFotos: Claudia Rubio

Pese a tener la guerra lejos y el control del comercio,los colombianos miran con envidia la otra orilla.

Orinoco: la frontera remota con

Venezuela

Page 5: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaV E N E Z U E L A 5Domingo 10 de agosto de 2003

ParaguachónParaguaipoa

Moján

El DiluvioPetrolea

La NovedadMachiques

Río de Oro

Páez

ElorzaPuerto Colombia

Bare

Garcitas

Samariapo

Nueva Antioquia

El Porvenir

Puerto Murillo

Barrancominas

La Grita

Samoré

Uzcátegui

Castilletes

PuntaEspada

Maicao

MARACAIBO

Fonseca Barrancas

ManaureRobles

Curumaní

Chiriguaná

Teorama

SAN CRISTÓBALRagonvalía

Toledo

Cubará Saravena Arauquita

Tibú

UrumitaVillanueva El MolinoSan Juan del Cesar

RIOHACHA

VALLEDUPAR

CÚCUTA

San Fernandode Atabapo

Medano

Bocas deGuasacavi

Baltazar

Victorino

San Felipe

San Carlos de Rionegro

Guadalupe

G U A I N Í A

V I C H A D A

A R A U C A

A P U R E

Z U L I A

B O L Í V A R

A M A Z O N A S

B O Y A C Á

N O R T E D ES A N T A N D E R

O C É A N OA T L Á N T I C O

L A G O D E

M A R A C A I B O

Río

Mag

dale

na

Río Arauca

Río Casanare Río Meta

Río Tomo

Rô Vichada

Río Guaviare

Río Inírida

Río

Gua

inía

PUERTO INÍRIDA

Áreadetallada

Longitud: 2.219 kilómetros. PoblaciónColombia: 4'751.759 personas.Venezuela: 6'114.689 personas.DepartamentosColombia: 7Venezuela: 5MunicipiosColombia: 43Venezuela: 20Comercio (miles US$)Exportaciones: 1'122.152Importaciones: 777.720

Fuentes: Dane, Ministerio de ComercioExterior, 2002.

PuertoColombia

El Carmen

Baniva

Warequena

Piapoco

Piaroa

Curripaco

Yarura

Guhaibo

Yukpa

Paraujano

Wayuu

Wiwua

Uwa

Sikuani

Saliba

Curripaco

Puinave

Curripaco

Bari

Arhuaco

Bari

Chinácota

Boca Vichada

L A G U A J I R A

Río Arauca

Agustín Codazzi

Becerril

La Jagua de Ibirico

FARCFrente 10

FARCFrente 16

FARCFrente 16

FARCFrente 16

ELNGustavo OjedaLuciano Ariza

ELNDomingo Laín

AUTODEFENSASDE CASANAREY VICHADA

ARAUCA

Las Cruces

La Fría

La Gabarra

Puerto Barco Casigua

PUERTOAYACUCHO

Casuarito

ARMADABAFLIM 40

ARMADABAFLIM 50

EJÉRCITOCOMANDO ESPECÍFICODEL ORIENTE

Amanaven

DESTACAMENTONº 35

PELOTÓN4a COMPAÑÍA

DESTACAMENTODE FRONTERA Nº 13

DESTACAMENTODE FRONTERA Nº 17

DESTACAMENTODE FRONTERA Nº 94

BASE DELEJÉRCITO

BASE DELEJÉRCITO

DESTACAMENTODE VIGILANCIACOSTERA Nº 914

DESTACAMENTOS:DE FRONTERA Nº 63Y Nº 69

DESTACAMENTOS:DE FRONTERA Nº 12DE APOYO Nº 10COMANDOS RURALESNº 19

DESTACAMENTONº 32

DESTACAMENTO DECOMANDOS RURALES Nº 39

DESTACAMENTOS:APOYO AÉREO Nº 9Nº 90BRIGADA FLUVIAL

DESTACAMENTODE APOYO Nº 30Nº 31

CABALLERÍA

EJÉRCITOBRIGADA 18

POLICÍA

POLICÍA

FARCFrente 59

FARCFrente 33y 29 deMayo

FARCFrente 45

FARCColumnaMóvil AlfonsoCastellanos

AUCBloqueNorte

AUCBloqueNorte

AUCContrainsurgenciaWayuu

C E S A R

VillaRosario

Cultivosilícitos

Contrabandogasolina

Flujo dedesplazadosy refugiados

Gruposindígenas

Tráfico dedrogas y armas

Ruta deEL TIEMPO

Colombia - Venezuela

PUERTO CARREÑO

C O L O M B I A

B R A S I L

V E N E Z U E L A

POLICÍAEJÉRCITOBASE JOSÉANTONIO GALÁN

EJÉRCITOBATALLÓNDEL CATATUMBO

EJÉRCITOBASE FLORDE LA GUAJIRA

EJÉRCITOGRUPO MAZANo 5

Boca de GritaPto. Santander

T Á C H I R A

ELNLuciano Ariza

ELNCarlosVelazco

ELNJuan F. PorrasCarlos Cacua

San Juan de Colón

InternacionalDepartamental

Municipal

Capital departamentalPoblación

Límites

El Amparo

Guasdualito

MorganitoPuerto Nariño

CENTRO DELTEATRO DE OPERACIONESNº 2

CENTRO DELTEATRO DE OPERACIONESNº 1

GUARDACOSTASDEL CARIBE

EJÉRCITOBATALLÓNARTILLERÍA No 2COMANDOOPERATIVO No 7

50 Kms.0

Marandúa

Montelara

A las 50 fami-lias de Castilletes(La Guajira), elagua les llega ca-da 15 días en uncarrotanque des-de Uribia. El pues-to de Policía notiene radio ni tele-visión y el teléfo-no está dañado.

Al frente, elCastilletes venezolano tiene 21 agentesde la Guardia y 5 funcionarios más, todoscon su paga al día. Sus policías tienen te-levisión por cable, tenis de mesa, y hastaregalan agua a los colombianos.

Además de ser comandante del pri-mer puesto de Policía de Colombia, si secuenta desde el norte, José ReinaldoCuéllar es también el primer profesor. Elcomandante de Policía de Castilletes to-dos los días camina 35 minutos bajo elsol ardiente para dictar clase.

“A esos niños los que les enseñamos

el himno y la ban-dera de Colombiafuimos nosotros;pensaban que sussímbolos eran losde Venezuela”. Eneso, por lo menos,le ha sacado ven-taja al vecino país.Así lo dice un ve-nezolano: “Queme perdone Chá-

vez, pero mis hijos, en la escuela de Taporí no aprendieron a hacer la O ni conpocillo. Por eso, los pasé a la escuela co-lombiana, donde enseña la Policía”.

Cuéllar tiene otro consuelo: desde quela ministra de Defensa, Marta Lucía Ra-mírez, visitó Castilletes, el pasado 17 defebrero, la estación se está remodelando.Mientras se cumplen sus tres meses deservicio, él y sus hombres juegan domi-nó en el primer hito fronterizo de Colom-bia con un nuevo compañero: el albañilencargado del trabajo.

EL PRIMER PUESTO DE POLICÍA DEL PAÍS

11994411,, abril 5. Tratado de delimita-ción terrestre y de navegación deríos comunes.11995522,, noviembre 22. El gobiernocolombiano la soberanía venezola-na sobre el Archipiélago de LosMonjes.11998877,, agosto 11. Incidente de lacorbeta Caldas lleva al borde de laguerra.11998899,, 20 junio. Se crea la Comisiónde vecindad Colombo-Venezolana.11999911,, mayo 18. Acuerdo de cielosabiertos. Comisión mixta para elcontrol del tráfico de estupefa-cientes.11999944.. Se crea la Comisión bina-cional de Fronteras (Combifron),para intercambio de inteligenciamilitar, actualmente congelada

por el presidente Chávez.11999955,, febrero 25. El Eln ataca elpuesto fluvial venezolano de Cara-rabo, mata a ocho infantes de ma-rina y deja heridos a 12.11999988,, abril 31. El ELN se toma lapoblación venezolana de Ragonva-lia y el Ejército colombiano entracon autorización del presidenteRafael Caldera.22000000,, mayo-junio. Camionerosvenezolanos cierran la frontera,aduciendo falta de seguridad paraellos en Colombia.Marzo 21. Cuatro helicópteros ydos aviones venezolanos bombar-dean una parte de la selva fronte-riza del Catatumbo.Abril 23. Acuerdo de entendimien-to sobre desplazamiento.

Algunos hitos

Page 6: Fronteras de Colombia

celente carretera que corre por el lado deellos, frente a la manigua casi virgen dela orilla nuestra, se llega a Puerto Ayacu-cho, la capital del estado Amazonas, unaciudad de 150 mil habitantes, sede de unabrigada militar con Ejército, Marina yAviación, y más de 4 mil hombres bienarmados. Los raudales han quedadoatrás y de nuevo el río es navegable.

En este sitio la diferencia entre ambospaíses es más grande que nunca. Al fren-te de Ayacucho sobrevive Casuarito (Vi-chada). Aquí solo hay tres horas de luz aldía, tampoco hay agua de acueducto, pe-ro sí hay una estación con 30 policías. Sinembargo, en este caserío el desamparo noha sido una disculpa para dejarse moriren medio de la manigua y la basura, co-mo en Amanavén.

Casuarito es el centro comercial másgrande de todo el Orinoco. De sus 130 ca-

sas pintadas de colores, 52 son almace-nes, bien instalados sobre una calle ado-quinada y larga de cinco cuadras y quepodrían estar en un centro comercial deBogotá. Hay perfumerías, boutiques decueros, de modas, y muchas confiterías.“Los venezolanos se mueren por el bo-cadillo, el arequipe y los masmelos”,cuenta Freddy Peña, dueño de laPerfumería Zoodiacal.

Cuando el bolívar era una moneda du-ra, y no hoy, cuando se acerca fatalmentea la paridad con el peso, Casuarito alcan-zó a ser un poblado de mercaderes prós-peros.

Una de las cosas que más le duele a lagente es la falta de señal de televisión.“Hace dos años –cuenta el corregidorRaúl Orozco– se nos dañaron los equiposde Inravisión. En enero del año pasado selos llevaron para arreglarlos y nada que

nos los devuelven”. Nunca, pues, se ente-raron de que Jáider y Jimena ganaron elprimer Protagonistas de novela, ni de quePedro el Escamoso se quedó finalmentecon su doctora Paula.

De Casuarito sale un bote, todos losdías a las 7 de la mañana, que va a PuertoCarreño en una hora y 20 minutos. En lacapital de Vichada ya ha desaparecido to-do vestigio de selva, y empieza el imperiode la llanura.

Carreño, un municipio de 18 mil habi-tantes, es el único lugar en todo este reco-rrido por la frontera que puede mirar conalgún desdén hacia el otro lado, pues elpueblo que tiene al frente, Puerto Páez(Venezuela), es un rancherío paupérri-mo.

Sin embargo, en la capital de Vichadala energía solo existe por 12 horas, y elagua se surte dos días a la semana por

E S P E C I A L En los confines de Colombia V E N E Z U E L A6 Domingo 10 de agosto de 2003

Los venezolanos adoran los bocadillos y los mas-melos colombianos que se venden en Casuarito.

Amanavén, con 35 casas que sobreviven sin luz a ninguna hora a 40 gra-dos de temperatura, es uno de los sitios más pobres de toda la frontera.

Las fronteras con Venezuela, Panamá, Ecuador, Perú, y Brasil tienen una longitud total de 6.301 kms.

Desde 1983, Luis Eleno Matta, san-tandereano de El Socorro, de 68 años, pa-dre de 10 hijos, con segundo de primaria,casado con Inés, y que llegó a Puerto Ca-rreño hace 35 años, tiene la convicciónprofunda de que el marañón (la famosacastaña de los españoles o el cashew nutde los ingleses) puede ser la redención dela Orinoquia.

Con su piel cetrina, cuarteada y lustro-sa, que contrasta con el pelo blanco ceni-zo, parece un habitante del norte de la In-dia. Luis Eleno tiene la paciencia milena-ria que lo hace insistir en su proyecto desembrar marañones por todo Vichada.

Esa obsesión le comenzó en Bogotá en1978 cuando alguien le regaló un estudiosobre la nuez, una de las más exóticas ycostosas del mundo, que tiene la particu-laridad casi mítica de expeler un ácido co-rrosivo al partirla, que quema las manosa los hombres, pero a las mujeres no.

Desde 1982, Luis Eleno tiene sembra-das 50 hectáreas que no han podido pa-

sar de ahí porque, aunque ha hablado conministros, presidentes y expertos (ningu-no se salva del tema al caer en Carreño),nadie le ha comprado la idea del todo.

Y a pesar de la obsesión que repre-sentan los marañones para él, ninguno desus diez hijos le ha seguido el cuento. “Esque yo no quiero que se queden aquí. Queestudien y se vayan lejos de esta tierraque no da nada”, dice él.

El sembrador de marañones

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)Homicidios* (personas)

Fuente: Instituto Nacional de estadística de Venezuela (INE), año 2000. *Incluye suicidios.

63.1003'209.62858.800864

VenezuelaZulia

11.1001'031.156n.d.150

Táchira Apure

76.500466.93176.50067

240.5281'306.65021.000358

Bolívar

178.095100.32429.400n.d.

Amazonas

Superficie km2Población (personas)Indígenas (personas)PIB (millones de pesos, 2000)Índice NBI* (%)Cobertura escolar (%)Homicidios (a mayo 31, 2003)Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002)Desplazados (expulsión, 2002)

20.848508.650156.0462'014.26264,988,31693542.596

La Guajira

22.9051'015.88917.8742'752.06556,480,4288n.d./4544.454

Cesar N. de Santander

21.6581'435.23714.3313'212.94941,480,46288.04115.343

Boyacá

23.1891'394.9524.7254'347.84938,877,1131118/114

Colombia

23.818264.8883.5911'679.83653,381,52252.2141.954

Arauca

100.242 91.35719.731141.31689,858,404.910225

Vichada Guainía

72.23840.78614.33162.317100,048,9174976

Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social, Ministerio de Educación Nacional (2001), Codhes (2002), Dijín, Simci. *Necesidades Básicas Insatisfechas.

Page 7: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaV E N E Z U E L A 7Domingo 10 de agosto de 2003

Los policías de Casuarito hacen controles sobre to-da persona que entra a Colombia por el río.

San Fernando de Atabapo (Venezuela) es la estación de gasolina más gran-de en 200 kilómetros a la redonda. Los colombianos se abastecen allí.

A lo largo de las cinco fronteras terrestres de Colombia,hay un total de 67 municipios y 12 departamentos.

La historia de Ismael Antonio Rive-ra, un tolimense de 53 años que llegóhace 8 como desplazado a Puerto Ca-rreño (Vichada), es la de un campesi-no al que la violencia no lo ha dejadoarraigar en ningún lado. En los años70 lo enrolaron en el Ejército por no te-ner libreta militar, y acabó en Arauca,donde se quedó al terminar el servi-cio. Allí montó un negocito de cerveza,con gallera incluida, pero en el 79 elrío creció más que nunca y se le llevótodo.

Sin un peso, se fue a Tame (Arau-ca). Su llegada coincidió con las pri-meras colonizaciones de las Farc en lazona. “Por envidias empezaron a decirque yo era guerrillo también; a los me-ses el Ejército me mandó decir que medaba 36 horas para que me fuera”.

En el 93 terminó parando en PuertoRondón, también Arauca. De allí quienlo sacó fue la guerrilla.

“Dijeron que yo era un sapo delEjército, y me tocó irme para Tame”.

Allí la suerte lejos de cambiar, logolpeó más duro. “No sé quién montóel chisme de que yo era ‘paraguayo’(paramilitar) y las Farc me terminaron

matando a dos de mis pelaos: a JoséHumberto, de 19 años, y a Henry, de14.

En el 95 llegó a Carreño, donde vi-ve desde entonces, con 10 miembrosde su familia, en un rancho de bahare-que y tejas de zinc a la orilla del ríoMeta. “A mí que me maten aquí –dicemientras se espanta los moscos de lanariz–; ya estoy aburrido de salir co-rriendo de todas partes. Además, deaquí para adelante solo queda Vene-zuela, y yo para allá no cojo ni de fun-das”.

Quince años corriendo

sectores, y durante 6 horas.En esta ciudad, además, es fácil notar

que el abandono no es responsabilidadexclusiva del centralismo. “Tenemosunos dirigentes políticos pésimos aquí”,dice el comerciante Israel Novoa.

Bogotá no es propiamente una madretacaña con estos hijos de la periferia. Así,mientras los 1,8 millones de habitantesdel departamento de Atlántico tienen unpresupuesto de 265 mil millones de pesospara este año, los casi 30 mil de Vichadagozan de uno de 87 mil millones. A los pri-meros, pues, la Nación les gira 147 mil pe-sos per cápita, mientras que para los se-gundos ese monto asciende a 2,9 millo-nes.

“Aquí no falta plata; lo que falta es ges-tión”, remata contundente Novoa.

Una de las cosas que llama la atenciónen los 340 kilómetros trasegados (inclu-yendo los 50 de Inírida a la frontera) esque no se ve un solo guerrillero o para-militar.

En Inírida dijeron que en Amanavénbastaba preguntar por elcomandante ‘Chaqueto’ opor ‘El Cadete’, de las Farc.Pero allí nadie los conocía,y más bien recomendaronir a Puerto Nariño. En estesitio tampoco se aparecióninguno. “Vaya a Casuari-to, que allá de pronto”, di-jeron.

Las palabras del obispode Inírida, monseñor An-tonio Bayter Abud, resultaron premoni-torias: “Por el Orinoco no son muchos.Pero adéntrese en Vichada y Guainía y selos encuentra a todos”.

La realidad del conflicto armado aquíes más o menos benigna. La presencia di-recta de las Farc es escasa, a diferencia delo que se aprecia más abajo, sobre el río

Negro, donde Guainía tiene un apéndicelargo que se cuela en Brasil y Venezuela,y que los lugareños llaman ‘el pipí de Co-lombia’.

Allí la guerrilla tiene tanto control queejerce soberanía. En los 150 kilómetros deorilla colombiana sobre ese río, la únicapresencia oficial que se recuerde fue la deuna estación de policía en San Felipe, conseis uniformados que vivían entre el de-samparo y el miedo, y a veces el hambre.Hace 4 años, tras amenazas de la guerri-lla, los hombres fueron retirados del sitio.

“Desde entonces son las Farc las quecustodian la frontera –cuenta Henry Mel-garejo, corregidor de San Felipe–; inclu-sive son ellos los que devuelven los mojo-nes a sus sitios cuando la Guardia vene-zolana los corre hacia acá, y exigen quetodo barco colombiano lleve izada la ban-dera nacional. Su misión no es agresiva”.

Si la presencia guerrillera es escasa so-bre el Orinoco y poco belicosa en el ríoNegro, no ocurre lo mismo en las tierrasmedias de Guainía y Vichada, donde es

tan feroz su accionar quelos efectos alcanzan a sen-tirse hasta la frontera.

Muchos analistas consi-deran que el verdadero co-razón de las Farc se hallaahí, en los dominios del fa-moso ‘Negro Acacio’, elprimer guerrillero colom-biano pedido en extradi-ción por Estados Unidos.La razón: en estos dos de-

partamentos, junto con el norte de Gua-viare y el sur de Meta, se halla el 80 porciento de la producción de cocaína en elpaís, su fuente principal de financiación.

A partir de febrero del 2002, la opera-ción ‘Gatonegro’ del Ejército colombianocambió totalmente la ecuación de guerraque vivía la zona. Con el ingreso a los do-

minios del ‘Negro Acacio’, en Barranco-minas, uno de los centros del tráfico denarcóticos y armas de las Farc en el cen-tro de Vichada, y la captura del capo bra-sileño Fernandinho, los insurgentes sedesperdigaron río Guaviare abajo paradefender a muerte ese caudal, que es eleje más importante de entrada y movili-zación de casi todos los precursores parafabricar la droga.

Desde entonces, los hostigamientos deese grupo contra la población se dispara-ron. El Vicariato de Inírida ha denuncia-do asesinatos, reclutamientos forzosos ydesapariciones de decenasde muchachos en el últimoaño.

Para repeler esa acometi-da, lo único que tiene porahora el Estado colombianoson dos batallones fluviales,uno en Inírida, con 576 hom-bres, y otro en Carreño, con653, los cuales están encarga-dos de cubrir casi 1.500 kiló-metros de los ríos fronterizosMeta, Arauca y Orinoco, sincontar los cauces interiores.

Aunque algunos cadáve-res mutilados han empezadoa bajar desde el alto Guavia-re, el Orinoco aún tiene elprivilegio de ser uno de lospocos sitios de Colombiadonde la gente se preocupamás por la falta de televisión que por evi-tar que la maten.

El temor a que llegue la guerra es tangrande, de todos modos, que si el preciopara que Colombia empiece a mirar ha-cia acá es tener que perder la tranquili-dad de las noches de verbenas a punta devela, y el placer de salir a pescar de ma-drugada, muchos prefieren seguir siendola frontera del olvido. ❙

‘En San Felipe,las Farcdevuelven losmojones a susitio cuandolos corren losvenezolanos’.

Page 8: Fronteras de Colombia

Jose Rodríguez lleva cinco años con-duciendo su Ford destartalado por la tro-cha de Maicao a Montelara con una delas cargas más especiales del país: Jose escontrabandista de gente.

Además de toda clase de encomiendasy pasajeros con menudos contrabandosque viajan por los cientos de caminos deldesierto que unen la frontera entre am-bos países, el tímido y amable barranqui-llero transporta ‘caliches’.

Así les dicen en este desierto remoto–habitado por 200.000 indígenas wayúuque son los únicos que pueden cruzar li-bremente la raya fronteriza– a los pobrescolombianos ‘alijunas’ (no wayúu) que,como no tienen ni la cuenta bancaria con800.000 pesos que es requisito para sacarla visa venezolana, ni los 100.000 pesosque cuesta, desde hace más de 40 añosusan estas trochas para pasar de un paísal otro.

Jose cobra 8.000 bolívares (casi lo mis-mo en pesos, al cambio actual) por pasa-jero, si este simplemente quiere cruzar laraya sin que lo pare la Guardia venezola-na. Pero si el viaje es para conseguirletrabajo en cualquiera de las grandes fin-cas binacionales, que tienen tierra a am-bos lados, vale 80.000. Y son muchos loscolombianos que se la rebuscan de estaforma.

La frontera entre Colombia y Vene-zuela está surcada por cientos de trochasde tierra dura, polvorientas y azotadas

por un sol implacable. Señaladas solo porlas huellas de otras camionetas y sem-bradas de bandidos (según Irma Caldera,presidenta de la asociación de transpor-tadores CoopGuajira, cuatro de cada diezcamiones son asaltados), son las rutas se-cretas del contrabando.

Por aquí, además de los ‘caliches’ deJose, viajan de un país a otro sin pagarimpuestos níspero, melón, coco y pacasde cerveza Polar venezolanos, y chivos,arroz, plátano, yuca, ñame y ajo colom-bianos. Pasan whisky y chocolatinas ymuchos otros artículos de contrabando.Y se transportan, en camiones a los quetodos llaman ‘termotablas’ (sarcástica re-membranza de los Termoking, los auto-buses de aire acondicionado que surcanla costa Atlántica), miles de indígenaswayúu que tienen en común una curiosacaracterística: todos adoran a Hugo Chá-vez.

Montelara, donde termina la trocha, esun caserío a 7 minutos de la frontera, enel lado colombiano. Sus 50 viviendas deladrillo y techos de zinc, habitadas porcordobeses y sucreños, solo disponen delagua impotable que una vez por semanales trae un camión desde Maicao. “Cada

mes me toca salir corriendo con los niñosen el carro de Jose para que les curen ladiarrea en Maicao, la cabecera munici-pal”, se queja una mujer que se niega adar su nombre. Pero una cosa no falta encada patio: una cisterna para almacenarcombustible.

Lo traen desde Venezuela los wayúu.Además de transitar con toda libertad alado y lado de la frontera, legalmente, porser indígenas, están autorizados a com-prar en ese país la ‘pimpi-na’ de gasolina de 25 litrosa 4.000 bolívares (menos de700 pesos colombianos porgalón). No bien cruzan laraya, la pimpina vale 6.000pesos. Y en Riohacha,10.000. Pingüe negocio delque viven todo Montelara y6.000 familias en el departa-mento. Y gracias al cual, sise pudiera presentar, el po-lémico presidente venezo-lano ganaría cualquierelección entre los indíge-nas guajiros.

No solo ellos viven de lagasolina. En el Divino Ni-ño, una de esas grandes fin-cas binacionales, no lejos de Montelara,una veintena de carrotanques se parqueaal atardecer. Esperan la mañana paracargar la gasolina y llevarla a la únicaplanta autorizada para comprar –y re-vender en los 15 municipios de La Guaji-ra– el millón de galones de combustibleque entra mensualmente desde Venezue-la (negocio regulado por el decreto 1762

E S P E C I A L En los confines de Colombia V E N E Z U E L A8 Domingo 10 de agosto de 2003

Por la ‘salineta’, como llaman a la desértica planicie de La Guajira, circulan los ‘termotabla’, camiones que llevan pasajeros,contrabando y combustible de un lado a otro de la frontera entre Colombia y Venezuela.

Los municipios fronterizos tienen 3’659.337 habitantes y ocupan una superficie de 203.890 kilómetros cuadrados.

Fuente: Dane. (Proyecciones de población al 2003).

LA GUAJIRA

Las trochas wayúuPor: Ginna Zárate Fotos: Alfonso Cervantes

Hace 35 años, Rúgero Monroy tra-baja de día en Venezuela y duerme denoche en Colombia, como si viviera endos barrios.

Desde que llegó a Paraguachón (Co-lombia) se fue ganando a los guardiasvenezolanos y pasa como Pedro por sucasa a su tenderete en el Paraguachónvenezolano en el que se alinean, juntoa muchas otras mercancías, chocola-tes suizos, café y detergentes del inte-rior y chicles de los “Estados Juntos”,como él dice.

Víctima de la inexorable caída delbolívar, que ya está casi a la par con elpeso, recuerda con nostalgia la épocadorada, del 81 al 83, cuando el ‘bolo’llegó a 17 pesos.

–¿Cuánto valen los cigarrillos? –lepregunta una venezolana, bajándosede un carro.

–Valen mil bolívares o mil pesos; dalo mismo, cariño.

–Desgraciado. A eso los consigo yoen Maracaibo –le contesta ella subién-dose al vehículo con un portazo.

La escena se repite. De 30 compra-dores, solo 5 llevan algo. El bolívar yano rinde, y Rúgero, que llegó a hacer la-drillos para las dos primeras aulas dela Aduana, después de todos estosaños está pensando en irse.

¿Adónde? “Adónde más: a Venezue-la”. Un amigo le propuso irse a una ha-cienda de un ex capitán de la Guardiavenezolana. Ese, tirar machete, fue elprimer trabajo de su vida, cuando a los13 años se ganaba el jornal de unhombre en Cascajal (Bolívar).

Con 60 años bien vividos, conseguirun trabajo mejor para ayudar a su nietoDéimer, de 11 años, y una novia, sonsus primeras preocupaciones. “Colom-biana o venezolana”, dice. Como con elbolívar o el peso, ahora lo mismo le da.

El ‘binacional’

ParaguachónParaguaipoaMontelara

Moján

Castilletes

Punta Espada

MaicaoRIOHACHA

O C É A N O

A T L Á N T I C O

L A G U A J I R A

C O L O M B I A

V E N E Z U E L A

Page 9: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaV E N E Z U E L A 9Domingo 10 de agosto de 2003

Con 47 municipios y 2’593.501 habitantes, la frontera de Colombia con Venezuela es la más poblada.

Fuente: Dane, proyecciones al 2003.

del 2003). Los otros dos millones de galo-nes, necesarios según la Unidad de Pla-neación Minero-Energética para abaste-cer las 18 estaciones y los 800 ‘pimpine-ros’ que viven de la venta particular degasolina en el departamento, entran porestas trochas.

Frente a la planta, en las afueras deMaicao, la fila de carrotanques es inter-minable. Allí se compra la ‘pimpina’ a6.000 pesos y se revende a 8.000. Los ca-mioneros que la traen ganan 80.000 pesospor viaje. Hombres de uniforme negro ypistola y radio de comunicaciones al cin-to, vigilan.

Son idénticos a los que, al iniciar latrocha hacia Montelara, reclaman a cadaconductor un ‘impuesto de seguridad’.Según Álvaro Ordóñez, quien se presentacomo “asesor” de la planta, pertenecen auna cooperativa de vigilancia.

Hasta el pasado 18 de junio, la ‘pimpi-na’ de gasolina se compraba en la plantaa 12.000 pesos. Ese día, en un operativo delos cuerpos de seguridad colombianos, 18de esos vigilantes y una auxiliar de coci-na fueron detenidos. Se les decomisaronbotas y chalecos privativos del Ejército yarmas y radios sin licencia. El precio dela ‘pimpina’ se desplomó a 6.000 pesos.

Según el Cuerpo Técnico de Investiga-ciones de la Fiscalía, los 6.000 pesos demás eran el impuesto que los ‘paras’ delBloque Contrainsurgencia Wayúu cobra-ban por la ‘vigilancia’.

La investigación está en curso. Entre-tando, la gasolina fluye. La planta y susvigilantes siguen trabajando. El ‘impues-to de seguridad’ en el camino a Montela-ra se cobra sin falta. Y Jose, siempre ama-ble y callado, sigue llevando sus ‘caliches’por las trochas wayúu, los caminos se-cretos del contrabando de gasolina, cosasy gente en la desértica frontera de Colom-bia y Venezuela. ❙

Llegaron la primera semana de marzo,de civil y con botas pantaneras. Los habíaantecedido el primer muerto, un ‘malan-dro’, según la gente, que hasta hoy no hasido identificado. En el mes que siguióasesinaron a 20 personas, cuya identidadsolo ha sido parcialmente establecida.

“Casi todos los muertos no eran delpueblo”, dice la poca gente que se atrevea hablar. En mayo, reunieron a ganade-ros y comerciantes. “Vinimos a limpiaresto de guerrilleros y secuestradores”, lesdijeron con un inequívoco acento colom-biano. Desde entonces no han aparecidomás muertos, pero La Fría vive todavíaen medio del terror.

Rutinaria historia del conflicto colom-biano. Con una diferencia sustancial: LaFría, donde tuvieron lugar estos asesina-tos, queda en el Táchira, en Venezuela.

Que al otro lado, casi enfrente, para irde Cúcuta a La Gabarra haya que pasarpor media docena de retenes paramilita-res y que buena parte de la población estécompuesta por desplazados de las vere-das que han huido de la guerra por la co-ca entre ‘paras’ y guerrilleros del frente33 de las Farc y del Eln, es normal.

Pero que aquí, a una hora de San Cris-tóbal por una carretera pavimentada in-terrumpida solo por los minuciosos rete-nes de la Guardia Nacional venezolana,

imperen los mismos miedosy las mismas reglas que enColombia, es toda una sor-presa.

Todo se parece. En La Fríahace calor y en invierno losaguaceros son torrenciales.Los panaderos se quejan porlas malas ventas y los desem-pleados matan el tiempo enel par de billares del pueblo.En el camino, uniformadoscomo el recluta Fernández,de la Guardia, esculcan los equipajes enbusca de drogas, armas y precursoresquímicos. La gente teme hablar.

Los dueños de las fincas han dejado devisitar sus propiedades. Según la Asocia-ción de Ganaderos del Norte, que agrupaa los dueños de tierras locales, en la re-gión es secuestrada una persona cada 10días. Hoy, en total, hay 29 en esa situa-ción.

En las rancherías de la Alta Guajira los viajeros se detienenpor las noches, temerosos de los frecuentes asaltos.

En aulas al aire libre, en Paraguachón, aprenden a leer niñoswayúu y ‘arijunas’ (no indígenas).

Amigos de toda la vida, mayoresde 50 y ganaderos de La Fría(Venezuela), estos dos hombres quesolo accedieron a dejarse fotografiarde espaldas y pidieron no citar susnombres tienen en común algo la-mentable: ambos afirman haber sidosecuestrados por colombianos.

Al primero, según cuenta, se lo lle-varon siete paramilitares. “Cada unode nosotros hace por 12, repetían acada rato, y se reían”, dice.

“Estuve 23 días en su poder, en 8sitios distintos. La mayoría de losdías me dieron una sola comida, concarne de monte. En la noche, cami-nábamos entre cuatro y siete horas.Me amarraban las manos y los pies.Pasamos varias veces por la carre-tera, sin encontrar nunca un solda-do”.

El otro solo estuvo en dos lugares,y los primeros cuatro días no recibiónada de comer.

“Dijeron que eran del Eln, y siem-pre se tapaban la cara. Me amarra-ron a una cama con cadena y can-dado y me dejaron este recuerdo”, di-ce, enseñando una cicatriz en el to-billo. “Conmigo estaba siempre uncarajo muy joven, que decía que que-ría salirse porque hacía seis mesesno lo dejaban ir a visitar a su mujer

y su hijo. Yo estuve 51 días y es lopeor que me ha pasado”.

A ambos se los llevaron entrando asus fincas, en La Fría. Los dos pagaronrescates y, aunque para la media co-lombiana sus secuestros fueron bre-ves, sostienen que es la peor expe-riencia de sus vidas.

Dicen que sus captores tenían infor-mación de sus bancos, deudas y hastade los colombianos que habían emple-ado.

“Eran colombianos”, afirman losdos.

Vida deganadero

La Grita

Uzcátegui

San CristóbalRagonvalía

Toledo

Cubará

Tibú

CÚCUTA

N O R T E D E

S A N TA N D E R

Chinácota

Río Arauca

ARAUCA

Las Cruces

La Fría

La Gabarra

Boca de GritaPto. Santander

T Á C H I R A

A P U R E GuasdualitoC O L O M B I A

V E N E Z U E L A

Por: Ismael Medina

TÁCHIRA

El calor de La Fría

Page 10: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de Colombia V E N E Z U E L A10 Domingo 10 de agosto de 2003

“Se los llevan a La Grita”, dicen, afir-mando que los secuestradores son colom-bianos, miembros de los grupos de gue-rrilla y autodefensas, y que ha aparecidoun grupo local, las Fuerzas Bolivarianasde Liberación, según la gente, entrenadopor el Eln y antiguos integrantes del Epl.

“La persecución en Colombia trajo laguerrilla para Venezuela, y detrás estánllegando paramilitares, droga y violen-cia”, dice un profesor de ese villorrio, unahora más allá de La Fría por una sinuosacarretera de montaña. Como en Colom-bia, lo primero que pide es no mencionarsu nombre.

“Hace un mes, guerrilleros del Eln

asaltaron una de las tres farmacias de ElGuayabo, a media hora de La Fría, y sellevaron todas las medicinas”, cuentauna líder comunitaria. Orlando Reina, di-rector de la Alcaldía de La Fría, habla desicarios y ajusticiamientos, y expone eltrabajo coordinado de los organismos deseguridad venezolanos para enfrentar lasituación, que describe, ahora, como denormalidad.

Las interpretaciones son tan polariza-das como en Colombia. Reina aseguraque se trata de “una alianza macabra en-tre poderosos (comerciantes y ganaderos)con irregulares colombianos que tratande tumbar al presidente Chávez”. La gen-

te, temerosa y en voz baja, habla de gue-rrilleros que secuestran y atribuye los 20muertos a paramilitares colombianos.Presuntos campamentos de los primerosson denunciados casi a diario en la pren-sa opositora al presidente venezolano.Nadie confirma su ubicación, aunque to-dos la dan por cierta.

En La Fría hace mucho calor. Pero,después de los secuestros de ganaderos yde la macabra visita de los ‘paras’ en mar-zo y abril, a nadie le parece un simpleasunto meteorológico. Colombia, dicentodos, es la responsable de que esta re-gión de Venezuela se haya vuelto una delas más calientes de la frontera. ❙

Es sábado y el muelle de El Amparo(Venezuela) parece un hormiguero. Unadecena de embarcaciones cruzan el ríohacia Arauca (Colombia) con cientos depersonas que llevan cajas de cerveza Po-lar, gallinas, Harinapan, licores y carne.En una de esas canoas, madruga Luis Gu-tiérrez, un araucano que cruza todos losdías la frontera para abrir su carniceríaen El Amparo.

En febrero decidió cerrar su negocio enColombia y trabajar en Venezuela. “Des-de que el bolívar bajó, la gente de Araucase viene para Venezuela a comprar másbarato. Nos sale a mejor precio la carneaquí porque al otro lado a los ganaderoslos sacó corriendo la guerrilla”, dice.

Mientras una libra en Colombia valeentre 3.000 y 4.000 pesos, en El Amparose consigue por 2.000.

Las tiendas de víveres no dan abastopara atender la demanda colombiana. An-drea Molina, la administradora de La Na-vidad, la más grande del poblado, dice quedesde principios de julio contrató tres ca-jeras más y aumentó los pedidos.

Al otro lado, Amparo Sánchez, subge-

rente de Almacenes Zulia,uno de los supermercadosde Arauca, despidió a 16 desus 52 trabajadores. Tiene20 bicicletas en la bodegahace un año, que nadiequiere comprar. Los taxis-tas de Arauca tanquean to-dos los días en la estacióninternacional de ElAmparo. Un galón de gaso-lina vale cerca de mil pe-sos; en Colombia, 3.500.

Ante la crisis venezolana, los nego-cios de El Amparo reciben bolívares ypesos por igual, perjudicando así a loscambistas del otro lado. MiguelAcevedo, de la Casa Diner’s, dice que elaño pasado realizaba transacciones por2 y 3 millones de pesos diarios. Hoy noalcanza los 500 mil.

La Grita

Uzcátegui

San CristóbalRagonvalía

Toledo

Cubará Saravena Arauquita

CÚCUTA

T E D E

A N D E R

A R A U C AB O YA C Á

Río Arauca

ARAUCA

La Fría

T Á C H I R A

A P U R E El Amparo

Guasdualito

C O L O M B I A

V E N E Z U E L A

En Colombia, en la frontera con Venezuela se cometieron 2.970 homicidios durante el 2002.

Fuente: Instituto de Medicina Legal.

De pie en un bote, un niño mira hacia la orilla venezolana a través del río Arauca que une y separa a Colombia y Venezuelaa lo largo de varios cientos de kilómetros, en una de las zonas más conflictivas de la frontera común.

EL AMPARO

Un pueblo al otro lado

A John Jairo Zapata le gusta cum-plir el adagio que dice que “antio-queño que se respete no se vara”.En 1996, fue despedido de la em-presa Riotex en Rionegro (Antioquia),y decidió entonces andar por el mun-do en busca de mejor fortuna.

Viajó a Cartagena donde comenzóa vender las artesanías que aprendióa elaborar en sus ratos libres enRionegro. Meses después un cuñadolo llamó desde El Amparo para pe-dirle que lo ayudara con un almacénde víveres. Más se demoró su fami-liar en colgar el teléfono que John encoger un bus y viajar hastaVenezuela. Sin embargo las cosas nosalieron como esperaba.

Decidido a no salir derrotado deVenezuela, construyó con sus pro-pias manos una caseta y la instalóen la plaza Fermín Toro. Allí comen-zó a arreglar zapatos, oficio que tam-bién había aprendido en sus tiemposlibres y que ahora representa su prin-cipal sustento.

Claro que no deja de lado sus ar-tesanías (manillas, rompecabezas,corazones de alambre) que atraen apropios y extraños y que se han con-vertido en un souvenir para aquellosque visitan este poblado fronterizo.

Él y su hijo David, de 12 años, vi-ven con 25 mil bolívares diarios. Dice

que no se arrepiente de haber llega-do a El Amparo y explica que la cri-sis es para los triunfadores, por loque espera sacar pronto la cédula ve-nezolana para viajar hasta Caracasvendiendo sus artesanías y arre-glando zapatos.

“Acá se vive de milagro pero yo noambiciono dinero. Desde que consi-ga la comida, la vida me sonríe”.

El artesanozapatero

Por: Jorge Mahecha Fotos: Carlos Julio Martínez

Page 11: Fronteras de Colombia

La relación entre estas dos poblacio-nes fronterizas es una balanza que se in-clina de acuerdo con las condicioneseconómicas, sociales y de orden públi-co en cada orilla del río Arauca. Hacecasi 20 años, una crisis cambiaria enVenezuela provocó la migración de loscompradores colombianos al país veci-no. Ahora, los mismos empresarios co-lombianos que están mal por la caídadel bolívar, aceptan que el paro empre-sarial que vivió el vecino país a princi-pio de este año les trajo sustanciales ga-nancias.

Arauca y El Amparo no sólo com-parten los vaivenes del bolívar.Cuarenta por ciento de los 8.000 habi-tantes de El Amparo son colombianos.Solo 2.300 están registrados en el con-sulado colombiano. Como dice un con-ductor de buseta que viaja entre las dosnaciones, “aquí el que no tiene cédulavenezolana no es araucano”.

Casi 400 de los 1.200 alumnos que es-tudian en los dos colegiosde El Amparo son colom-bianos. Viven al frente, enArauca, pero aprovechanque la educación enVenezuela es gratuita.

El conflicto armado,por su parte, tampoco veobstáculo en el perezosorío de aguas cafés que di-vide a los dos países.

La ‘zona rosa’ deArauca, donde funcionaban seis taber-nas y cuatro restaurantes, se acabó, yno exactamente por vaivenes comer-ciales. “A unos dueños les prohibieronatender a guerrilleros; a otros a para-militares. Y, como no sabían quién eraquién, pues prefirieron cerrar”, dicecon nostalgia Jorge Ibarra, jefe de pro-moción y desarrollo de la Cámara de

Comercio de Arauca, hablando de lapresión de los grupos armados.

“Aquí uno no grita para que no locrean loco”, sentencia, filosófico,Carlos Fernández, un caleño de 45 añosque llegó a Arauca hace 6 buscando tra-bajo en las petroleras y que hoy admi-nistra el bar Para qué Más, en el centrode Arauca, desierto y cerrado con vallaspor la Policía desde las seis de la tarde.

Por la puerta giratoria de la frontera,esa violencia y sus protagonistas se hanpasado también a El Amparo.

En el 2002, 55 personas fueron asesi-nadas en esta parroquia (corregimien-to). Las muertes se atribuyen todas aajustes de cuentas entre guerrilleros yparamilitares. La mayoría de las vícti-mas eran colombianas, casi todos ta-xistas, acusados de ser auxiliadores deuno u otro grupo.

También murieron dos agentes delDAS que tomaban cerveza en una tien-

da del lugar. Desde enton-ces, ningún miembro de laFuerza Pública colombia-na puede pasar aVenezuela. Este año loshomicidios han disminui-do. Van siete, pero solo enuno de los casos se mane-ja la hipótesis del robo.Los demás parecen seguirligados al conflicto al otrolado del río.

Édgar Sosa, comisionado del gober-nador de Apure, sostiene que varios ga-naderos venezolanos han denunciadoque la guerrilla les está exigiendo ‘va-cunas’ como a sus colegas colombianos.

Carlos Julio Álvarez, coordinador delos Círculos Bolivarianos (grupos cívi-cos que apoyan el gobierno de HugoChávez), dice que, desde que nació, ha-

ce 37 años, siempre ha visto a los gue-rrilleros colombianos en su país, peroque en los últimos dos años “la cosa es-tá más caliente”.

A esto se suman las versiones sobrelas Fuerzas Bolivarianas de Liberación(Fbl) un grupo armado que apoyaría algobierno Chávez, pero cuya existenciaha sido categóricamente negada enCaracas. Grafittis pintados en casasabandonadas de El Amparo atestiguansu presencia en la zona. Y fuentes de lasautoridades del pueblo le atribuyen5.000 hombres repartidos en 16 frentesque operan a lo largo de la frontera conColombia, al mando de un tal‘Jerónimo’. Quién los entrena, cómoaparecieron y si tienen o no nexos conlas Farc o el Eln al otro la-do, son preguntas, por aho-ra, sin respuesta.

Pese a todo esto, algunoshabitantes de El Amparo,como Raúl Sereno, rectordel Liceo, opinan que lamala fama del corregi-miento es culpa de los me-dios de comunicación.“Dicen que la guerrilla sela pasa armada por acá yque vive matando gente.Aquí se vive muy tranqui-lo. Matan más personas enCaracas”, sostiene.

Y ese es el mismo pen-samiento que tienen muchos de los queviven en este sector de la frontera co-lombo-venezolana. Para ellos la crisiseconómica o la violencia no son un pro-blema de naciones; son algo cotidianoque han aprendido a soportar y casi ig-norar. Como sentencia Carlos JulioÁlvarez: “Somos un pueblo al que sololo separa un río”. ❙

E S P E C I A L En los confines de ColombiaV E N E Z U E L A 11Domingo 10 de agosto de 2003

En el 2000, la frontera más rica era la de Venezuela, con un PIB departamental per cápita de 3’146.535 pesos.

Fuente: Cálculo con datos del Dane.

Una lancha Piraña de la Armada hace una demostración circulando a toda velocidad por el río Arauca frente a la orilla vene-zolana, donde está la parroquia (corregimiento) de El Amparo.

Hace 11 años Freddy Peña se vinode La Calera (Cundinamarca) a buscarfortuna a Casuarito, en el Orinoco.

En 1994 abrió la perfumería Zoo-diacal, una tienda de lociones, bisute-ría y muñecos de felpa chinos que leha dado para vivir, construir casa, or-ganizarse y hasta para mandar algo deplatica a la familia en La Calera. Eso,en los buenos tiempos, cuando Vene-zuela era rica y el bolívar era fuerte,cuando, frente a cualquier precio losvenezolanos respondían: “Ta’ barato,chico dame do”.

“Yo llegué a vender hasta medio mi-llón diario. Pero de tres años para acáesto se perrió. Hoy, por ejemplo, no hebajado bandera todavía y ya son las 4de la tarde”.

Casuarito tiene una particularidad:se trata de una larga calle paralela alrío repleta de negocios, la mitad de loscuales tienen a Colombia en el nom-bre. Tiene dos desembarcaderos (lapalabra es excesiva para dos monto-nes de tierra con unos listones de ma-dera encima), uno en cada punta de lalarga calle del comercio. La llegada ysalida de los botes a Puerto Ayacuchose hace un día por una punta y el si-guiente por la otra.

“Es que el día en que la gente de-sembarca por el lado de allá, nosotros,los de este lado, no vendemos casinada; pero el día después nos va bien.

Los venecos no caminan mucho y sequedan en los primeros almacenesque ven”.

Desde hace cinco años, este co-merciante de perfumes es papá. Tuvoun hijo que nació en el hospital dePuerto Ayacucho, o sea que es vene-zolano. “Esa es una de las vainas quemás nos duele aquí; todos nuestrospelaos tienen que ir a nacer al otro la-do porque en el puesto de salud nues-tro no hay con qué hacer una sutura”.

El hombre de la ‘Zoodiacal’

GGrraaffiittttiiss eenn EEll AAmmppaarrooaatteessttiigguuaann llaapprreesseenncciiaa ddeellaass ‘‘FFuueerrzzaassBBoolliivvaarriiaannaass ddee LLiibbeerraacciióónn’’..

Page 12: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de Colombia A N Á L I S I S12 Domingo 10 de agosto de 2003

Casi tan vital como el agua, en zonasdonde a menudo el transporte es flu-vial y la electricidad la proveen plan-tas de Acpm, el combustible, en los

2.219 kilómetros de frontera de La Guajira aGuainía, es un negocio que alimenta a miles defamilias, nutre la guerra y es insumo para laindustria de la coca.

Mientras Colombia apenas cuenta con 1.632millones de barriles de reservas petroleras,Venezuela tiene 77 mil millones. De ese lado,un galón de gasolina no vale más de mil pesos;de este, entre 3.500 y 7.000. Esa exagerada plus-valía hace que el contrabando florezca a lo lar-go de toda la línea limítrofe, en un negocio ile-gal que cambia de región a región tanto comosus protagonistas.

Alrededor de 100 mil familias, en La Guajira,Cesar, Norte de Santander, Santander yArauca, viven de un negocio que en el 2002 im-plicó la entrada ilegal de 15 mil barriles de ga-solina y 3 mil de Acpm desde Venezuela, y quedejó pérdidas para la economía nacional de 90millones de dólares, según datos de Ecopetrol.

Cuando el precioso líquido escasea allá, lacosa se pone fea aquí. Marta Vargas, presiden-te de la asociación local de comerciantes dePuerto Inírida (Guainía) cuenta cómo subieronlos precios durante el paro general que la opo-sición lanzó contra el presidente Chávez enVenezuela: “La escasez obligó a Terpel a enviargasolina a Puerto Inírida a 7 mil pesos el galón.Antes, dos aviones cisterna particulares alcan-zaron a vender el galón a 25 mil pesos”. EnPuerto Carreño (Vichada), cuyas plantas de-penden del Acpm venezolano, no hubo luz a lolargo de un mes.

En diciembre el Gobierno colombiano expi-dió el decreto 1762, que regularizó la venta degasolina extranjera en las regiones de fronteray concedió la distribución a firmas específicasen cada departamento, dándoles libertad parafijar los precios. Además, determinó en 20 ga-lones la ‘dosis personal’ que se puede compraral otro lado, a partir de la cual se considera con-trabando, con pena de cárcel de hasta 5 años.

Sin embargo, controles y regulaciones nohan logrado impedir que paramilitares y gue-rrillas hayan terminado manejando el grueso

del negocio en la frontera, en una distribucióngeográfica casi equitativa.

El dominio de las Autodefensas es evidenteen La Guajira y en el Catatumbo. Casi mil ki-lómetros al sur, en Arauca, de esta industria,viven unas 1.300 personas que introducen al-rededor de un millón de galones mensuales, se-gún estimativos de la Brigada 18. En el depar-tamento hay 50 estaciones de gasolina, de lascuales solo 10 pueden expender fluido venezo-lano. Pero 340 negocios satélites, siempre se-gún datos de la Brigada 18, que se mimetizanhasta en casas de familia y tiendas, la vendenilegalmente.

El combustible se trae casi todo por el ríoArauca, cuyos 335 kilómetros de línea diviso-ria son muy difíciles de controlar. En las no-ches, cuando los venezolanos cierran su fron-tera es fácil ver botes cargados de hasta 12 tam-bores de gasolina (con 55 galones cada uno)arribar a la orilla colombiana. Hace unos años,cuando el dominio de las Farc era absoluto, po-día verse una manguera en la isla del Charo,(Saravena), que cruzaba este río fronterizo, co-mo un oleoducto artesanal. Hoy, las Farc utili-zan tramos del río para pasar gasolina.

En Guainía y Vichada el problema es otro,debido a que el 80 por ciento de los laboratoriosde coca colombiana están en estos departa-mentos y en los contiguos Meta y Guaviare. Loscientos de caños que conectan el río Vichadacon el Tomo y el Guaviare, tributarios delOrinoco, que forman una cuenca de unos 200mil kilómetros cuadrados, permiten que ‘gaba-rras’ (remolcadores) con 180 tambores o más seadentren en las selvas colombianas sin quepueda ejercerse mayor control.

Hace tres años, el periódico Tal Cual, deCaracas, publicó un informe basado en cifrasde Pdvsa, la empresa estatal petrolera venezo-lana, según el cual de los 5 millones de litrosque le distribuyen al estado de Amazonas (co-lindante con Guainía y Vichada), 1,2 millonesse consumían internamente, otro tanto se ven-día a los habitantes de Colombia en la fronte-ra, y el resto, 2,6 millones, se iba a la industriadel narcotráfico. Y situaba a San Fernando deAtabapo como el punto de donde salía la ma-yoría de ese combustible.

Tal vez por esa relación perniciosa entre ga-solina venezolana y narcotráfico colombiano,el tema del combustible se ha convertido en untabú. Nadie quiere hablar oficialmente de eso,y mucho menos en Venezuela.

“Ustedes no pueden acusar a Atabapo, unpueblito de 8 mil habitantes, de los males de 40millones de colombianos que comenzaroncuando la oligarquía bogotana asesinó aGaitán en el 48”, dice airado el comandante dela Guardia Nacional venezolana en ese pueblo,teniente coronel Américo Villegas.

En Colombia preguntar por el asunto pro-duce una reacción en cadena de responsabili-dades que se les van endilgando a otros.

“Tengo 7 elementos de combate (28 lanchasPiraña artilladas) para custodiar 270 kilóme-tros de río Meta, 291 de Orinoco y 335 de ríoArauca. Hacemos lo que podemos”, dice el co-mandante de la Armada en Puerto Carreño, co-ronel Jorge Castañeda.

El teniente César Ospina, jefe de Policía deCasuarito (Vichada), afirma: “Con los 30 hom-bres bajo mi responsabilidad es imposible vi-gilar el contrabando de precursores para ladroga. Además, la lancha rápida en la que nosmovíamos tiene el motor dañado desde no-viembre del 2001, cuando las Farc lo averia-ron”.

Y Patricia Pinzón, directora de la Dian enCarreño, asegura: “En teoría, eso me compete,por tratarse de un asunto de contrabando.Pero, por Dios, tengo solo tres funcionarios, y¿qué nos vamos a meter en Guaviare o en el al-to Vichada a controlar el ingreso de esa gasoli-na, si allí no entra ni siquiera el Ejército?”.

Sergio Ocampo Madrid

Un temaque ardeBarato enVenezuela y más queprecioso enColombia, elcombustiblegobierna lafrontera.

Montelara es una ranchería de La Guajira cuyos habitantes, en su mayoría de Córdobay Sucre, viven del comercio de gasolina.

La ‘dosis personal’ de gasolina que un colombiano puede comprar en Venezuela, sinpagar impuestos, es de 20 galones. De ahí en adelante es contrabando.

Page 13: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 13Domingo 10 de agosto de 2003

La frontera con Venezuela es sin duda lamás viva y dinámica de todas las fronte-ras colombianas. Así lo reconoce el pro-pio Ministerio de Relaciones Exteriores

en un documento de recopilación de 10 reunionesfronterizas llevadas a cabo a lo largo del 2002 paraauscultar los principales problemas, potencialida-des y soluciones de las cinco fronteras terrestresdel país.

Tal vez ese gran dinamismo ha sido el factorprimordial para crear una relación absoluta de in-terdependencia y complementariedad, sobre todocomercial, social y cultural que va, de lejos y sinretóricas, mucho más adelante que las integracio-nes políticas y económicas sobre las que discutenlargamente las dirigencias en las capitales de am-bos países.

Independientemente de la caída en picada en elcomercio binacional registrada este año, que mos-tró un decrecimiento del 66 por ciento en el primertrimestre, la relación macroeconómica entre lasdos naciones convierte a cada una en el segundosocio comercial más importante para la otra, des-pués de Estados Unidos. En el 2002, por ejemplo,Colombia le vendió a Venezuela 1.123 millones dedólares y le compró 777 millones.

En el plano microeconómico (el que efectúandiariamente las zonas limítrofes entre ellas) es evi-dente que los siete departamentos colombianos, alo largo de los 2.219 kilómetros de borde comparti-do, dependen del combustible de allá, y que los cin-co estados venezolanos necesitan de la industriatextil, manufacturera, de alimentos procesados yhasta de los electrodomésticos de este lado.

La circunstancia de que Venezuela dependa delos productos industriales y agroindustriales de suvecino genera, paradójicamente, una situación devulnerabilidad para Colombia, en la cual ciudadesy pueblos fronterizos deben casi todo su creci-miento y desarrollo a la capacidad adquisitiva ve-nezolana. Por ello, la debacle económica de esepaís en los últimos tres años ha llevado a la quie-bra a sitios como Cúcuta y Maicao.

En esta última ciudad, de 1.418 locales comer-ciales que existían en el 2000, apenas quedanabiertos 156. En Cúcuta, según Carlos Gaitán, pre-sidente de Fenalco Norte de Santander, en el pri-mer semestre de este año el movimiento comercialen su ciudad cayó en un 50 por ciento.

Si bien la zona limítrofe con Venezuela es lamás dinámica de todas, también es la más proble-mática. Un factor que dificulta muchísimo el con-trol de los estados centrales es su enorme exten-sión: representa más de la tercera parte de los 6.342kilómetros de fronteras terrestres colombianas.

Algo que complica aún más la situación es que,en términos de presencia estatal, Venezuela haconseguido llegar mucho más a sus áreas periféri-cas de lo que ha logrado Colombia. Eso se com-prueba al comparar las 9 unidades, entre bases,brigadas y batallones, que tiene este último país alo largo de la raya limítrofe, con las 17 que se en-cuentran en territorio venezolano.

El año pasado, el vicepresidente José VicenteRangel atizó duramente la discusión de la seguri-dad cuando afirmó que mientras su país tenía 20mil hombres guarneciendo la frontera, Colombiasolo contaba con 4 mil. “Y eso que ellos están enguerra”, dijo.

La declaración de Rangel fue una respuesta auna acusación directa del general colombianoMartín Orlando Carreño sobre presencia perma-nente de las Farc en ese país con apoyo, o toleran-cia, de la Fuerza Pública.

El rumor de la guerrilla como fuerza asentadaal otro lado de la frontera, con posibles bases ycampos de entrenamiento, viene creciendo desdehace tres años. Voces como las del senador Enri-que Gómez o del general Carreño aseguran abier-tamente que se trata de un hecho cumplido. Laoposición venezolana ha tomado el tema comopunta de lanza para atacar al Gobierno de HugoChávez. Este, a través de su canciller Roy Cha-dertton, lo niega de modo sistemático.

Hasta el momento no existe ninguna compro-bación contundente de que así sea. Lo cierto es que

de este lado las Farc tienen una presencia establecon cinco frentes en los siete departamentos, sien-do muy fuertes en Arauca, y relativamente impor-tantes en Vichada y Guainía. El Eln tiene cincofrentes; uno de ellos, el Domingo Laín, en Arauca,es la columna vertebral de su estructura militar.

Esa fortaleza en una frontera que los expertoscalifican como particularmente porosa (por sugeografía compleja, por falta de vigilancia, por elgran dinamismo y movilidad de gentes y mercan-cías) hacen que la guerrilla entre con gran facili-dad y se mueva al otro lado.

En respuesta al poderío insurgente, los parami-litares empezaron a colonizar espacios fronterizosen La Guajira, Cesar y el Catatumbo, donde hoyson muy fuertes, e iniciaron su llegada a Arauca yal norte de Vichada desde hace dos años y medio.

La presencia de los actores armados ha llegadoconjuntamente con la expansión de los cultivos decoca, actividad de la cual devengan recursos parafinanciar la guerra. Según el reporte del SistemaIntegrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Sim-ci), del 2000 al 2002 las plantaciones ilegales pasa-ron en Arauca de 978 a 2.214 hectáreas; en Norte deSantander subieron de 6.280 a 8.041, y en Vichadase mantuvieron estables, de 4.935 a 4.910.

La guerra también ha llevado un número inde-terminado de migrantes hacia Venezuela. Segúnla Ong Codhes, hoy hay alrededor de 6.000 refugia-dos colombianos que viven trashumando entre losdos países. “Lo malo –asegura su director, HarveySuárez– es que no son refugiados, no son desplaza-dos, y casi ni son ciudadanos pues nadie respondepor ellos, y muchos, sobre todo los niños, no tienenni cédula. Es lo que se llama ciudadanía cero”.

Todo este panorama tan complejo que se mue-ve en la paradoja de un gran vigor macroeconómi-co (al menos hasta el año pasado) versus una pro-blemática social y humana muy deteriorada, havenido complicándose aún más desde hace tresaños, con la llegada al poder de Hugo Chávez y suproyecto de revolución bolivariana de izquierda.

La incertidumbre por el futuro es hoy el signode la relación colombo-venezolana. Una relaciónque por décadas se movió en la calma estable de labuena vecindad y del intercambio comercial exi-toso (con algunas escaramuzas limítrofes) es hoyun mar de desconfianza, de libretos encubiertos yde razones ocultas.

S.O.M.

Todo un líoLa máslarga ycompleja detodas lasfronteras,es un dolorde cabezaen amboslados.

Bajo el sol calcinante, un soldado custodia la raya fronteriza entre Colombia yVenezuela, cerca a Castilletes (La Guajira).

El sol poniente lanza sus últimos rayos sobre el lejano poblado de Amanavén, a ori-llas del río Orinoco, en la parte más oriental de la frontera con Venezuela.

Page 14: Fronteras de Colombia

Cuando los policías colombianos escala-ron hace tres meses el cerro, en cabo Tibu-rón, por donde pasa la frontera invisiblecon Panamá se dieron cuenta de que se leshabían adelantado.

La guardia panameña llevaba cuatroaños en el alto y hasta izaba la bandera deColombia todos los días, en las astas del hi-to de cemento, levantado en 1937. Los uni-formados vecinos habían construido unpuesto de tablas y paja, que empieza en Pa-namá y termina 30 centímetros dentro delterritorio colombiano, custodiado por unatrinchera y alambre de púas.

“Sun Tzu, el gran maestro chino del Ar-te de la guerra decía que el que se toma lospuntos altos gana la batalla”, argumenta elcapitán panameño Javier Rodríguez, quemantiene la posición en la cima, desde don-de se divisa hasta el fin el océano Atlántico.

La policía colombiana no tuvo otra op-ción, mientras construye su puesto fronte-rizo, que pedir posada en el panameño.Desde entonces, dos uniformados de cadapaís pasan los días calurosos y las nochesde cantos de rana trabajando literalmentehombro a hombro.

En el cerro, a 77 metros sobre el nivel delmar, pasar de un país a otro, es cuestión dedar un paso. Hacia el sur, en Colombia, es-tá Sapzurro, el último pueblo de Chocó, yun poco más allá, Capurganá, ambos co-rregimientos del municipio de Acandí. Y alnorte está La Miel, el primer pueblo de Pa-

namá, y, kilómetros más adelante, PuertoObaldía.

Las relaciones entre los dos países sonestrechas en este cerro, que une a ambospor una trocha. Cuando pasa algo sospe-choso en el lado panameño, el capitán Ro-dríguez, que duerme en La Miel, le avisapor radio al centinela del puesto y este lecuenta al oído al centinela colombiano, elcual avisa por radio al capitán de Sapzu-rro.

Gracias a este sistema de correo de voz,el capitán Libardo Hidalgo, comandante dela policía en Sapzurro, se enteró el viernes6 de junio de que aviones norteamericanosperseguían a una lancha sospechosa de lle-var droga por el Atlántico y el domingo si-guiente supo que por la fuerte lluvia se can-celaba por segunda vez el partido de fútbol,en el que sus hombres se iban a enfrentar ala ‘artillería’ panameña.

Este sitio, como los 265,6 kilómetros defrontera, desde cabo Tiburón hasta PuntaArdita, en el Pacífico, demarcados por 15hitos, solo existían en los libros de los tra-tados.

Pese a que Panamá se separó de Colom-bia hace un siglo, motivada por los intere-ses estadounidenses de construir el canalinteroceánico, los 330 habitantes de Sapzu-rro y los 100 de La Miel, atados por el cami-no de barro como por un cordón umbilical,vivían como si estuvieran en un país pro-pio.

Antes de que llegaran las dos policías allímite, ambos poblados, fundados a co-mienzos del siglo XX por familias que sa-lieron en embarcaciones de vela de la islade Bocachica, frente a Cartagena, no te-nían diferencias.

Pese al cerro, las vidas de estos puebloshan estado tan unidas que Ignacio Mezatiene una mujer en Colombia y otra en Pa-namá. Pasa una semana en un lado y luegose va para su otro hogar.

Viven tan cerca que los gallos de La Mielson capaces de levantar a los habitantes deSapzurro; a todos les llega el cable de tele-visión colombiana; escuchan las mismasemisoras de vallenatos; se enteran de losmismos chismes y el 20 de julio se celebraen los dos lados.

Pese a que había algunos policías pana-meños, nadie los paraba en el límite. “Unoiba a bailar allá y volvía en la noche y nopasaba nada”, dice doña Águeda Zúñiga,que nació en Sapzurro hace 93 años y ape-nas vino a sentir que había una frontera afinales de los años 90.

La raya limítrofe comenzó a hacerse vi-sible el 20 de abril de 1999, cuando los po-bladores de La Miel vieron a un grupo delas Farc, al mando de ‘Víctor’. Para esa fe-cha ninguna de las dos policías estaba en elalto.

A las 6:30 de la tarde, los habitantes deLa Miel se escondieron como cangrejoscuando los vieron tomar el camino a Sap-zurro con linternas y ristras de balas en elpecho.

“Pasaron a Colombia por el muro (comollaman ahora al cerro) y luego se sintió unpolvoreo. Nosotros solo habíamos visto laguerra del país en televisión”, dice FélixPereira, que tiene una tienda en La Miel,donde vende Seco, el trago tradicional pa-nameño, y aguardiente Antioqueño.

En Sapzurro, la sorpresa fue mayor.“Cuando sentimos el primer tiro, dijimos,qué cosa tan rara, un tiro; cuando sentimosel otro corrimos pa‘ dentro. Semejante ba-lacera desde las 7 de la noche hasta las 3 lamañana”, dice doña Águeda.

Mientras unos disparaban, otros sa-queaban las tiendas. Cuando los policías se

Maryoli Martínez, de 5 años, asiste a la escuela de Sapzurro, donde estudia con niños panameñosque vienen del poblado de La Miel.

El capitán Libardo Hidalgo, comandante de la Policía colombiana en Sapzurro,encabeza el grupo que sube al puesto de la frontera.

Por: Luis Alberto Miño RuedaFotos: Édgar Domínguez

A una frontera que nunca existió hoy la gente la llama ‘el muro’.

E S P E C I A L En los confines de Colombia P A N A M Á14 Domingo 10 de agosto de 2003

La segunda separación de

Panamá

Page 15: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaP A N A M Á 15Domingo 10 de agosto de 2003

C H O C Ó

D A R I É N

S A N B L A S

Río A

trato

Río Salaquí

Río

Tru

andó

El Pacífico

Aspavé

Casita

Goya

KunaEmbera

Waunana

Tanela

Mangle

Punta Ardita

JURADÓ

ACANDÍ

Tanela

Boca de Cupe

DesdeTurbo

Sapzurro

Capurganá

Puerto Obaldía

UNGUÍA

El Cruce

Salaquí

Bijao

Santa María

Tipana

Serranía del Darién

Pto. Piña

Jaqué

O C É A N O

P A C Í F I C O

La MielMalagüita

O C É A N O

A T L Á N T I C O

C O L O M B I A

Kuna

Áreadetallada

Yaviza

Río Balsas

Río Paya

Río

Man

go

Paya

Kuna

P A N A M Á

Fuentes: Dane, Ministerio de ComercioExterior, 2002.

Colombia - Panamá

Embera

AUCFarc

Flujo dedesplazadosy refugiados

Gruposindígenas

Tráfico dedrogas y armas

Ruta deEL TIEMPO

InternacionalDepartamental

Municipal

Capital municipalPoblación

Límites

Longitud: 225 kilómetros. PoblaciónColombia: 411.844 personas Panamá: 97.214 personas Departamentos Colombia: 1 Panamá: 2MunicipiosColombia: 3Panamá: 4Comercio (miles US$)Exportaciones: 214.697Importaciones: 455.021

G O L F O

D E U R A B Á

RIOSUCIO

12 Kms.0A N T I O Q U I A

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

ARMADAINSPECCIÓN MÓVILDE GUARDACOSTASDE TURBO

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

AUC

Kuna

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

FUERZA PÚBLICADE PANAMÁ

ARMADABAFLIM 6

AUCBloqueÉlmer Cárdenas

FARCFrente 57

11990033,, noviembre 13. Panamáse separa de Colombia.11991144,, abril 6.. Tratado Urru-tia–Thompson. Colombia re-conoce la independencia dePanamá. Estados Unidos secompromete a pagarle 10cuotas de 250.000 dólares.11992244,, agosto 20. Tratado Vé-lez-Victoria, delimita la fron-tera terrestre. 11997766,, noviembre 20. TratadoLiévano-Boyd, sobre límitesmarítimos.11999922,, febrero 10. Panamá re-conoce a los refugiados la fi-gura de ‘protegido humanita-rio’ temporal.Marzo. Se crea la Comisiónde vecindad Colombo-Pana-meña.11999977,, abril 1. Las Farc matana cuatro personas en La Bon-ga y Titiná (Panamá).11999977,, noviembre 15. Las Farcmatan a un policía en Bocade Cupe.11999988,, noviembre 19. Acuerdode asistencia mutua sobretráfico de estupefacientes.11999999,, abril 20. Las Farc ata-can Sapzurro.Noviembre. Paramilitareshostigan a la Policía paname-ña en el hito fronterizo.Diciembre 12. Cruenta tomade las Farc a Juradó provocaun masivo éxodo de civiles aJaqué (Panamá).22000000, octubre. Las Farc ata-can La Darienita de Nazaret(Panamá).Septiembre-octubre. Descu-bren en Panamá varios arse-nales destinados a Colombia. 22000022,, diciembre 18. Los pre-sidentes de ambos paísesacuerdan reiniciar reunionesbilaterales.22000033,, enero 18. Paramilita-res asesinan a cuatro autori-dades indígenas kuna, en lasaldeas fronterizas de Paya yPucurú. Abril 11. Se firman la directi-va y el manual de procedi-miento operativo de la Comi-sión Binacional Fronteriza(Combifron), entre militaresde ambos países, y el Trata-do de Cooperación Policial.Abril 21. 109 desplazados co-lombianos son deportadosde Panamá.

Algunos hitos

atacaban a la gente, y los tiburo-nes venían a la playa, pero no mor-dían.

“Esto siempre fue tranquilo. Enel pueblo nunca hubo bares conmujeres porque una vez quiso me-terse uno y la gente se opuso.Tampoco se hizo aeropuerto por-que la gente dijo que venían des-pués cosas malas. Cuando llegó elprimer avión acuático muchos in-dios salieron corriendo del susto.

“Acá se vive muy sabroso. Hayaños en que no hay un muerto”.

Águeda Zúñiga, a sus 93 años,recuerda desde el nombre de laprimera profesora de Sapzurrohasta la primera poesía que le en-señó.

“Se llamaba Cristina Castañeday me enseñó una recitación: ‘esamañana nardos y rosas, mueve labrisa primaveral y en los jardineslas mariposas vienen y van, vuel-ven y van’”, recuerda.

La mujer, que se dedicó toda suvida a sembrar yuca, coco, arroz,plátano y ñame, en un terreno quecolinda con la frontera, vive enuna casa frente al mar. La historiade Sapzurro es la historia de su vi-da.

“Acá vivían los kunas y despuésllegaron navegando a vela unoshombres de Bocachica, cerquiticaa Cartagena. Ellos sacaron a losindios con brujería, se dividieronpor Sapzurro, La Miel y Capurganá

LA MEMORIA DE SAPZURRO

y se dedicaron a la tagua. En esostiempos había una cosa pavorosaque llamaban el Gritón, decían queera el diablo, que gritaba y movíala tierra.

“Mi papá era indio y me gusta-ba de niña navegar con él en cayu-co, a pura vela. En esos tiemposhabía solo lámparas de querosenoy velas, hasta que un señor de Me-dellín regaló la primera planta deAcpm.

“Por aquí no había peligros. Enun tiempo hubo tigres, pero no

Page 16: Fronteras de Colombia

rindieron, mataron al comandante delpuesto para quitarle el arma.

“Hasta ese año aquí nunca se vio de-rramar una gota de sangre. El cura decíaque el único pueblo que en Colombia noestaba manchado de sangre era Sapzu-rro”, recuerda la señora.

Al amanecer, los pobladores de Sapzu-rro vieron a los guerrilleros embarcar alos policías heridos en una lancha haciaCapurganá. Luego desaparecieron por latrocha hacia La Miel, bebiendo cerveza ywhisky.

“Nosotros estuvimos con ellos comoocho días, nos dijeron que nos iban a cui-dar, pero todo el pueblo se fue para Sap-zurro y Puerto Obaldía por miedo. Noquedó nadie, los perros se conseguíanmuertos de hambre por ahí”, dice Perei-ra, de 57 años, con cinco hijos y 17 nietos.“Se quedaron aquí sabrosón, esperandoal Ejército y a los paramilitares”.

Los únicos que los visitaron fueronunos periodistas, que llevaron la noticia aCiudad de Panamá y se armó el escánda-lo en ese país. El gobierno panameño en-vió un mes después más policía al pueblo.Entonces, volvieron los desplazados.

Algunos, como doña Águeda, que sefue para donde unos familiares en Colón(Panamá), prefirieron irse para calmarlos nervios que les dejaron los tiros.

Ese año las balas sacudieron los pobla-dos de la línea fronteriza. El 12 de diciem-brem, Capurganá y Juradó también fue-ron atacados por las Farc. Y mientras lapolicía panameña llegó a su territorio, loshabitantes de Sapzurro se quedaron so-los, con su miedo, pues la colombiana novolvió a las ruinas de la estación.

La policía panameña, enviada a LaMiel, tomó posiciones en el cerro, hastadonde le llegó también un día la guerra.

Una mañana de noviembre de 1999,unos hombres de las Autodefensas les dis-pararon tres cohetes al puesto de maderaque tenían, pero ninguno lo impactó. Fue-ron 30 minutos de fuego cruzado que obli-garon finalmente a los ‘paras’ a disper-sarse y a los habitantes de Sapzurro a sa-car banderas blancas.

“Fue que a los ‘paras’ se les escapó undisparo y se salvaron, porque iban a aca-bar a la policía panameña, por lo que pa-só en La Miel”, dice un poblador que pre-firió no dar su nombre.

“Somos objetivo militar de Autodefen-sas y guerrilleros”, dice el capitán Rodrí-guez, que se gana 1.100 dólares mensua-les, 100 de ellos por estar en zona de ordenpúblico. “Nos atacaron y no podemos ba-jar la guardia”.

Los ‘paras’ han acusado a la policía depermitir, por 20 años, que la guerrilla pe-

netre en su territorio. Carlos Castañohasta envió una carta a la presidente pa-nameña, Mireya Moscoso,exigiéndole “mayor seguri-dad en la frontera”.

“La guerrilla pasaba aPanamá a buscar comida yarmas. Uno veía solo camu-flados en la playa de Mala-guita. Les compraban elpescado a los pobladores–dice un lanchero–. Hastaallá tocaba ir a para pagarlos rescates de los secues-tros. Se bañaban tranquila-mente en el mar, como siestuvieran de vacaciones.La última vez que los vi fuehace dos meses”.

Las autodefensas almando de ‘El Alemán’ cruzaban la fronte-ra para perseguir a las Farc, a las que ha-bían sacado corriendo de Urabá. Más queuna venganza sin límites, iban por la con-quista de los corredores de abastecimien-to de armas y drogas.

Fue así como Panamá conoció en sutierra la guerra. Los ‘paras’ hicieron la

E S P E C I A L En los confines de Colombia P A N A M Á16 Domingo 10 de agosto de 2003

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)PIB (millones de pesos, 2000)Índice NBI* (%)Mortalidad (x cada 100.000 habs.)Vacunación niños (%)Cobertura escolar (%)Homicidios (a mayo 31, 2003)Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)Desplazados (expulsión, 2002)

*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de ProtecciónSocial. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín. Simci.

46.532411.84436.766673.93781,5232,261,391,241n.d.4.338

ColombiaChocó

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)

Probabilidad pobrezaAnalfabetismo

Fuentes: Dirección de Censos y Estadística de Panamá, 2000. Ministerio de Economía y Finanzas, 1999. Contraloría General de la Repúblicade Panamá, 2000. Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, 1996-1997.

2.35738.72634.000 kunas

0,9838,5

PanamáComarca de San Blas

16.67158.48811.434 emberas 2.605 waunana0,8323,0

Darién

El Índice de Desarrollo Humano para los departamentos fronterizos (0,72) está por debajo del promedio nacional (0,77).

Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2001).

El cónsul Álvaro Márquez duermecon un palo en su casa azul en PuertoObaldía. En los dos años y medio quelleva como representante del gobiernocolombiano en este pueblo panameñose ha podido acostumbrar a estar sinteléfono por semanas, a no comer fri-jol por meses, a todo, menos a las ra-tas.

Apenas las oye, las persigue con elpalo por toda la casa, a tientas entrela oscuridad. “Siempre duermo enguardia”, dice el funcionario. Pero lasratas no son el principal problema deMárquez, que duerme en una casaazul, en la calle principal de este pue-blo, donde viven 284 colombianos.

“Los compatriotas que viven aquícasi no recurren a mí cuando pasa al-go, ellos tratan de arreglar sus proble-mas directamente con las autoridadespanameñas”, comenta el cónsul, quese entera de lo que pasa en Colombiagracias a que tiene televisión satelital.

“Cuando yo llegué había mucho pro-blema por la negativa de ingreso aciertas personas que no tenían el ti-quete internacional para ir a ciudad dePanamá, que exigen las autoridadesde este país. Pronto los residentes dela frontera van a ser exonerados del ti-quete”, dice Márquez, que tiene que iren lancha a Sapzurro a llamar a su fa-milia en Bogotá, por los continuos cor-tes que sufren los teléfonos.

A cambio de quejas de sus compa-triotas, el cónsul recibe extranjerosque pasan por ese territorio hacia Co-lombia.

“Vienen franceses, ingleses, sui-zos, mexicanos. En lo que llevo aquíhan pasado unos 40 extranjeros anuestro territorio. Yo les pongo un se-llo para que se reporten al puesto demigración, pues el más cercano es elde Turbo, a dos horas en lancha”.

El cónsul dePuerto Obaldía

Rodeado de alambres de púas, en la montaña que une a Sapzurro y La Miel –llamada ahora por los pobladores ‘el muro’–, un policíacolombiano monta guardia entre Colombia y Panamá.

Page 17: Fronteras de Colombia

Josefa Pertú, de 93 años, es trasladada en Sapzurropara ir, en lancha, al hospital de Acandí, a una hora.

El capitán panameño de La Miel, Javier Rodríguez, descansa en el hito fron-terizo, donde las dos policías comparten el puesto.

primera incursión en 1997, al caserío deLa Bonga, cerca de Puerto Obaldía, y ma-taron a tres colombianos, acusándolos decultivar para la guerrilla. La guerrilla, asu vez, se metió a Nazaret, provincia delDarién, en el 2001, y mató a una niña y de-jó a 12 personas heridas.

Este año, los ‘paras’ volvieron en ene-ro y mataron a cuatro indígenas kunasen Paya y Púcuro, en la provincia delDarién.

Estos ataques fueron convirtiendo elcerro de la frontera en un muro para loscolombianos que viven en este rincóndel país.

En Puerto Obaldía los visitantes co-lombianos tienen que ir al puesto dePolicía panameño, donde un funciona-rio de inteligencia los interroga y deci-de si pueden entrar. Nadie puede evadirel control.

“Desde que se alborotaron la guerrillay los ‘paras’ esto está pesao por acá”, diceel viejo Antolino Ayarza, de 93 años, ha-bitante de este poblado.

Los colombianos sonsospechosos para la poli-cía vecina. El cónsul deColombia en Puerto Obal-día, Álvaro Márquez, diceque están estigmatizados.“Creen que están hacien-do inteligencia. A vecesno dejan entrar a alguieny se guardan las razones”,dice.

En el pueblo se rumora que la Policíapanameña le tiene prohibida a una mu-chacha la visita de su novio de Capurga-ná, porque dicen que es paramilitar. Hayhermanos que solo se pueden ver tresdías.

Los controles en la raya han cambiadola cotidianidad de Sapzurro y La Miel,

que comenzaron a sentir que vivían endos países diferentes, desde que la Policíapanameña llegó al cerro.

Si un colombiano pasa diez veces porel camino hacia Panamá, las diez veces lepiden la cédula. Hasta apuntan en un li-bro el paso de los 15 niños que van cami-no al colegio todos los días a Sapzurro.Mientras los panameños pasan solo conel saludo.

“Panamá se ha puesto mortificado enestos años. Hasta a mí, que he vivido todala vida aquí y tengo familia allá, me ha to-cado presentar la cédula para pasar lamontaña”, dice doña Águeda.

La frontera comenzó a cerrarse a las 6de la tarde. “Ya uno no puede emborra-charse porque si se va a ir a tomar en LaMiel tiene que amanecer allá”, dice Aus-berto López, de 67 años.

Se llega al extremo de realizar contro-les a la aftosa. De Sapzurro no se puedepasar a La Miel ni un pollo, ni una librade carne, ni un pedazo de queso, ni una

bolsa de leche, ni un hue-vo, porque los panameñoscreen que les pueden lle-var la enfermedad, pese aque en la región no hay niuna sola vaca.

Lo único que continúasiendo igual en estos pue-blos del límite, que vivendel turismo, la pesca y elcomercio de los cocos, esla pobreza y el olvido.

Toda la vida entra a estos pueblos porbarco, desde las estatuas de los santos dela iglesia hasta la yuca y el tomate, quetienen que mandar a pedir a Turbo y Car-tagena, ya que no existe carretera y solollegan a Capurganá dos avionetas a la se-mana desde Medellín, y otras dos a Puer-to Obaldía, desde Ciudad de Panamá.

En Sapzurro un bulto de cementocuesta 25 mil pesos; el galón de Acpm,6.400 pesos; un litro de aceite, 4.200 pesos;una gaseosa, 1.000 pesos; una cerveza,1.500 pesos; una libra de azúcar, 950 pe-sos, y un huevo, 300 pesos. “Cada vez quesube la gasolina aquí se disparan los pre-cios porque a los barcos se les sube el cos-to para venir hasta acá”, dice doña Mar-ta, dueña de una de las tres tiendas.

El poblado tuvo en junio racionamien-to de luz en la madrugada porque el bar-co que lleva todos los meses el Acpm deCartagena a la planta de Capurganá, dedonde les envían por cables la energía, notrajo suficiente.

Ya se han acostumbrado a vivir sin luzdurante el día, pues solo prenden la plan-ta en las noches, para sofocar el calor conlos ventiladores. Para verlos partidos de Colombia ylas carreras de Montoyaque ocurran en el día tie-nen que buscar silla en lospocos hoteles que tienenplanta propia.

El agua se recoge de unaquebrada con cañerías ytienen que pagarle a un po-blador para que quite lashojas que taponan la boca-toma cuando llueve fuerte.Apenas tienen tres teléfo-nos, donde cobran la llama-da mínima a 2.500 pesos, yestán esperando que lesaprueben 30 líneas que lesprometió Telecom antes de que se anun-ciara su liquidación.

Enfermarse es un problema. Tienenun puesto de salud abandonado, la enfer-mera más cercana está en Capurganá y elmédico, en Acandí, a hora y media enlancha, dependiendo del brío de las olas.

Aunque abren la iglesia todos los días,

E S P E C I A L En los confines de ColombiaP A N A M Á 17Domingo 10 de agosto de 2003

Los municipios fronterizos tienen un tasa de 98,3 homicidios por cien mil habitantes, en tanto que la tasa nacional es de 65.

Fuente: Cálculos propios, con datos del Instituto de Medicina Legal (2002). No hay datos para 15 municipios.

Se dice que los panameñosprohíben a una muchachavisitar a sunovio enCapurganá.

Si el día está nublado enCapurganá, Trinidad ZapateroBuendía no puede mirar las bacte-rias, ni los glóbulos rojos a travésdel microscopio.

El bombillo del aparato se dañó yla enfermera solo puede revisar lasmuestras de sangre y orina de estepueblo cuando el sol es intenso.

Al puesto de salud no solo le fal-ta el bombillo sino el médico, la bac-terióloga y el odontólogo, que no vol-vieron después del ataque de la gue-rrilla del 12 de diciembre de 1999.Ese día, Trinidad evitó que un sub-versivo que entró con una granada alpuesto provocara una tragedia.

“¿Qué van a hacer con eso?, us-tedes no pueden volar esto, esto esde la comunidad”, les dijo con temor.Los guerrilleros la miraron, se lleva-ron algunas drogas y se fueron nue-vamente al monte.

Trinidad es la jefa del puesto des-de entonces y atiende no solo a lospobladores y turistas de Capurganásino a los de Sapzurro, que no tie-nen enfermera.

“Tenemos equipo de órganos, ra-yos X y hasta una incubadora, perohacen falta los profesionales –dicela mujer–. Atendemos como pode-mos, pero cuando alguien se com-plica toca mandarlo en panga a

Acandí. Gracias a Dios aquí no hayheridas graves”.

“Trabajo de día y de noche. Si hayuna urgencia me llaman a la casa ysalgo a atenderlos”, dice Trinidad,que lleva 17 años lidiando con el pa-ludismo, las virosis que traen los tu-ristas, enseñándoles a los varonesa ponerse el condón y recibiendo atodos los niños del pueblo, que yacrecidos hasta la piropean.

La enfermerade Capurganá

Page 18: Fronteras de Colombia

SAPZURRO

Así llegó la televisiónCansados de caminar a Capurganá

para ver los partidos del mundial deItalia 90, en un hotel que tenía parabó-lica, los pobladores de Sapzurro deci-dieron conseguir una antena para supueblo.

Compraron en Medellín una ‘espinade pescado’, la más potente. En avión yen lancha la trajeron a Sapzurro.

Cortaron una guadua como de 20 me-tros, amarraron la antena y la ubicaronen los sitios más altos a la espera de laseñal, pero nada. La subieron al Cristo

de la iglesia, y tampoco. Luego de dosdías de ensayos se resignaron.

Un día, un paisa le regaló al pueblouna parabólica, que un técnico armójunto a la cancha de fútbol. Tardaron undía instalándola, buscando con una brú-jula la señal. Solo entraban canales pe-ruanos, pero se pusieron felices. Hastaque vieron que el cable solo servía paraun televisor.

Por las noches, al prender la planta,el pueblo, sentado ante la parabólica,votaba para ver qué película ponía.

Así duraron un mes, hastaque el técnico volvió e instalócables para todas las casas, quecompraron televisores últimomodelo.

No se cambiaban por nada. Hastaque, hace cinco años, los canales fueroncodificados, y el pueblo se quedó otravez con televisores y sin señal.

Ahora, desde que hoteles y restau-rantes compraron señal satelital, todoSapzurro se sienta frente a sus estable-cimientos a ver televisión.

Ismael Medrano, de 81 años, hace la siesta en sucasa de Puerto Obaldía.

Dos niñas, hijas de colombianos, que viven en Puerto Obaldía (Panamá),sonríen luego de salir del colegio.

nunca han tenido sacerdote y al últimocorregidor lo sacaron por recorte admi-nistrativo.

Al otro lado, los problemas son calca-dos. En Puerto Obaldía hay postes de luzcon bombillos en las calles, pero no fun-cionan; los teléfonos duran dañados me-ses.

En La Miel, pese a que la Policía pana-meña les regala la luz todas las noches,no tienen escuela porque los profesoresse fueron cuando aparecieron los guerri-lleros; para ir al médico van a PuertoObaldía o cruzan la frontera a Colombia.

Los dos teléfonos que tienen se quedansin tono cada vez que llueve y, cuandosus habitantes necesitan llamar a Colom-bia, tienen que cruzar la frontera porquede su pueblo les salen las llamadas con ta-rifa internacional.

Estos pueblos están tan lejos del mun-do actual, que las únicas motos que hanrodado por Sapzurro fueron dos Harley

Davison que llevaron en barco unos ar-gentinos que estaban dándole la vuelta almundo.

Luego de estar por cerca de cuatroaños a la deriva, después de la toma de lasFarc a Sapzurro, la presencia del Ejércitoy de 30 hombres de la Policía animó a lospobladores.

Los dueños de los hoteles, las señorasque lavan ropa, los lancheros, las cocine-ras hacen cuentas con los turistas quevendrán por la seguridad en vacaciones,pues dicen que no se murieron de ham-bre cuando la cosa se puso fea por la tomaporque en el mar había mucho pargo.

Los de las tiendas tienen páginas enblanco en sus cuadernos para las cuentasde sus nuevos vecinos, los cerca de cienpolicías que van a vivir en el puesto quese va a construir. “Aquí sobrevivimosfiándoles a los policías, pues ellos tienenque comer en el pueblo”, dice Marta.

El capitán de la Policía colombiana di-

ce que además de seguridad van a traerprogreso, pues necesitarán mano de obrapara levantar el puesto nuevo, una plan-ta de luz más grande, un buen alcantari-llado, un buen acueducto y más líneas te-lefónicas.

Aunque esperan que algún día atra-que el barco del progreso en el pueblo yno sea necesario gastar un galón deAcpm para ver los partidos de Colombia,para ellos su mejor riqueza es poder sen-tarse todas las noches a conversar en lapuerta en una mecedora en paz.

“Los panameños están equivocados,ellos deben buscar sus raíces, como losárboles. En el fondo ellos son colombia-nos –dice doña Águeda, que ase-gura que nunca se irá de Sapzu-rro–. Aquí tuve 11 hijos y mequedaré. Duré seis meses en Me-dellín y extrañaba las olas pegarfrente a mi casa y el aire tan sa-broso del mar”. ❙

E S P E C I A L En los confines de Colombia P A N A M Á18 Domingo 10 de agosto de 2003

El profesor Manuel María Mosque-ra Palacio no ha podido explicarles alos niños de Sapzurro qué es un com-putador porque el que le llegó hacetres años en barco se dañó un díacon una tormenta.

Lo tiene guardado en un escapa-rate, pensando en que algún día otrobarco lleve a este pueblo uno nuevo.

Cuando salió de la UniversidadTecnológica de Quibdó, Manuel Maríasolo encontró puesto en Sapzurro yse fue sin pensarlo. Ya lleva 17 añosen el pueblo, donde se casó y apren-dió a enseñar con las uñas.

En la escuela, los mapas de Co-lombia son de hace más de diezaños, un salón de clases se quedósin techo porque le cayó un árbol y alos inodoros les faltan las tazas.

Manuel María es un profesor inter-nacional. Entre los 80 alumnos, quepagan 5.000 pesos de matrícula, conlos que se compran escobas y trape-ros, hay 12 niños de La Miel, dondeno hay maestros porque se fueronhace cuatro años, cuando la guerrillase tomó el pueblo.

“Los niños de Panamá tienenque venir con el uniforme en el ma-letín para no embarrarse cuandocrucen la loma del límite”, dice el

‘profe’, que les recomienda quecuando llueva no vayan a clase por-que se pueden caer bajando la la-dera.

Una de las cosas que más leduele a Manuel María es que susalumnos brillantes se quedan en elpueblo, pescando en las mañanasy tomando el sol por las tardes.“Solo unos cinco, de unos 20 mu-chachos, pueden ir a estudiar ba-chillerato al colegio de Acandí, auna hora en lancha”.

Un profesorbinacional

En el 2000, la frontera más pobre era la de Panamá, con un PIB departamental per cápita de 1’654.828 de pesos, menos de la mitad del nacional.

Fuente: Cálculo con datos del Dane.

Page 19: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 19Domingo 10 de agosto de 2003

Antolino Ayarza dice que ya no va aColombia porque dejó el ron hacediez años. El viejo aventurero de 93años, que vive en Puerto Obaldía,

donde fue policía y corregidor, navegaba en sujuventud a parrandear a Cartagena. Ya conbastón, añora los viejos tiempos en que el di-nero, las putas y el whisky sobraban en estepueblo, adonde llegaban diariamente 30 avio-nes con mercancías de los barcos que cruza-ban el canal de Panamá y eran enviadas aColombia.

El pueblo era próspero. Un ruso y un chinotenían tiendas donde vendían plantas eléctri-cas, vajillas y trago. En las cinco casas de citabailaban hasta 25 prostitutas colombianas,que frecuentaban los gringos que manejabanel canal.

Ayarza dice que el pueblo se arruinó. “Ya quévienen a buscar; el negocio era con los colom-bianos. Esto va pa’ atrás, como el cangrejo”.

Puerto Obaldía se murió, pero el contra-bando sigue pasando hacia Colombia, porpuertos más grandes. A mediados y a finalesde los 90, el proveniente de Panamá fue anual-mente, en promedio, de 1.400 millones de dó-lares, según un estudio de la Dian, que repor-tó este año la incautación de 5.418 millones depesos en máquinas por el Caribe y 4.757 mi-llones de textiles y manufacturas por elPacífico.

Pero lo que más le preocupa a Ayarza no essolo que ya no aterrizan aviones sino que laguerra llegó a su pueblo. “Eso se puso muy feopor acá”, dice.

El conflicto entre el bloque Élmer Cárdenasde las Autodefensas, con unos 110 hombres, yel frente 57 de las Farc, con unos 170, se volviódesde primera página de los periódicos y agen-da de los dos gobiernos, hasta tema de con-versaciones en las tiendas de la frontera.

Pese a que los mismos panameños admitenque la guerrilla ha pisado las comarcas deDarién y San Blas desde hace 20 años y quedesde 1997 se están registrando incursionesarmadas, el ataque de enero del 2003 de los ‘pa-ras’ a los pueblos kunas de Paya y Púcuro,donde fueron asesinados 4 indígenas, rebosóla copa.

A los pocos días, el Gobierno colombianoanunció la reinstalación de 15 puestos de po-licía en las poblaciones fronterizas, abando-nados tras ataques de guerrilla. Y la Policía dePanamá volvió a montar sus bases en los ca-seríos indígenas atacados. El 11 de abril, enBogotá, se firmó un acuerdo entre los gobier-nos para compartir información de seguridadentre mandos medios en la frontera.

Para Colombia, según miembros de orga-nismos de seguridad, esta frontera es clavepues ambos grupos ilegales la usan para abas-tecerse de armas, que canjean por coca.

Muestra de esto es la incautación, el pasa-do 15 de marzo, de 50 kilos de coca en una avio-neta que aterrizó de emergencia enCapurganá y el decomiso de 7,5 toneladas delalcaloide por la Policía panameña el año pa-sado. Por esta zona también pasó el Oterloo,una embarcación que en el 2001 introdujo alpuerto de Turbo 3.000 fusiles AK-47 del ejérci-to nicaragüense, destinados a los ‘paras’.

“Es muy difícil controlar el tráfico por las300 trochas que existen en el tapón delDarién”, admite una fuente militar, que ase-gura que ante eso la estrategia del Ejército co-lombiano no es montar bases fijas sino móvi-les.

Al otro lado la preocupación se centra en lacapacidad para resguardar la frontera, puesPanamá no cuenta con Ejército desde 1994.Actualmente, la Policía panameña tiene unos14 mil hombres, de los cuales unos 1.500 están

en la frontera. Colombia, por su parte, tieneunos 200 policías en Sapzurro, Capurganá,Acandí y Juradó (donde además hayInfantería de Marina); cerca de 300 soldadosprofesionales de tres compañías móviles en lafrontera y tres batallones, cada uno con unos700 hombres, en el golfo de Urabá, donde tam-bién hay una base de Infantería de Marina, pa-ra patrullar el océano y el río Atrato.

“Esta es un área sumamente aislada, conpocas vías de comunicación, que influyen enla seguridad”, dice el profesor panameñoFrancisco Álvarez, quien ha trabajado con laFuerza Pública de Panamá en poblaciones li-mítrofes.

Jorge Aníbal Aparicio, analista panameñode conflictos militares internacionales, creeque la Policía de su país no tiene los suficien-tes niveles tecnológicos en sus armamentospara contrarrestar a ‘paras’ y guerrilleros.“Creo que sería la perfecta excusa para quevuelvan los estadounidenses”, dice.

Para Aparicio, Panamá es vista como unaquinta frontera de Estados Unidos y el canales fundamental para su economía. “Están pre-parando un retorno rápido, ya no al canal si-no a la frontera. La estrategia antisubversivaes utilizar a Panamá como un portaaviones,para que tenga el papel geopolítico que jugóKuwait en la pasada guerra contra Irak”, ase-gura.

El experto teme que el conflicto se anide ensu país. “El 35 por ciento de la sociedad viveen extrema pobreza y han aparecido última-mente contradicciones políticas graves quehacen pensar que, si en los próximos dos añosno enrumbamos el país, podría crearse una es-pecie de insurgencia armada que cuestioneese orden. Me parece que esto lo tienen clarolos Estados Unidos; ellos intuyen que el con-flicto colombiano puede desestabilizar toda elárea”.

Vaticinios académicos que no impiden queel viejo Ayarza, a sus 93 años, no pierda la es-peranza de estar vivo cuando la guerra enColombia termine. Si eso pasa, tal vez vuelvaa Cartagena a tomarse un ron. “Pa’ celebrar”,pese a que lo dejó hace diez años.

Un ron para AntolinoPacífica yexótica pordécadas, estafrontera,desde haceunos años,‘va como elcangrejo’.

Aunque el contrabando ya no pasa por este pueblo en decadencia, una lancha de la PolicíaPanameña permanece amarrada al muelle de Puerto Obaldía.

Antolino Ayarza, de 93 años, ante la bandera del consulado colombiano enPuerto Obaldía (Panamá).

Page 20: Fronteras de Colombia

Nidia tenía 9 años cuando llegó a LagoAgrio (Ecuador) con un hombro despeda-zado por una bala y el vestido cubierto conla sangre que se había secado en los dos días de camino por la selva.

Venía con su mamá, Rosa Castillo, y suhermanita, Teresa, de 5 años. Al papá y asus dos hermanos, Carlos y John Jairo, loshabían matado en su casa cerca de La Do-rada, una vereda de Putumayo (Colombia).

“Y ustedes –les dijeron los ‘paras’– tie-nen cinco minutos para desaparecer”. Ni-dia intentó acercarse a su papá y le dispa-raron.

Llegó prácticamente muerta, dice el mé-dico que la atendió 30 minutos después decruzar la frontera. Pero se salvó y ahora vi-ve en una finca Ecuador adentro.

Ella no fue la única que saltó espantadade un país al otro huyendo de la pavorosaguerra de Putumayo. Los archivos oficia-les hablan de 2.300 personas –los no oficia-les, de 10.000– que hicieron lo mismo en losúltimos tres meses de ese cruento año 2000.

Pero más allá del drama, la historia de lapequeña, vista hoy en la distancia, parecie-ra ser la de un ángel bueno que llegó aanunciarles a los ecuatorianos las plagasque estaban por caerles de su vecino.

Desde entonces, la violencia de Colom-bia con toda su tragedia se ha derramadosin compasión por los 586 kilómetros de es-ta frontera, como por ninguna otra.

“Nos cogieron pálidos a todos. Apenasestábamos olfateando la idea, cuando nos

cayó la gente huyendo por la montaña”, re-cuerda un hombre de 40 años.

Al Ecuador le tocó en suerte compartirlímites con Putumayo, la región, para esaépoca, más ardiente del país, con 40,9 porciento de los cultivos de coca.

Los paramilitares llegaron de Urabá.Los guerrilleros se parapetaron para de-fender su retaguardia estratégica. Los nar-cos se alinearon a uno y otro lado. YWashington giró 500 millones de dólares englifosato, helicópteros artillados y pólvora.

Todo eso hizo ¡bum! y las réplicas se hi-cieron sentir, con fuerza, entre los desvali-dos ecuatorianos.

Con el Plan Colombia, la coca se fugó delPutumayo y, para desdicha del país vecino,fue a depositar su furia en el otro extremode la misma frontera, en Nariño. Y ahí, elEstado colombiano está repitiendo enton-ces la dosis con el patrocinio de EstadosUnidos: desde el año pasado y particular-mente en el primer semestre del 2003, tratade fumigar, otra vez, el problema.

A las Farc y a los narcos los han corridounos 65 kilómetros de la costa Pacífica ha-cia el interior, y desde el norte y el occiden-

te también los acosan, encerrándolos enuna especie de círculo, dentro del cual que-dan los pueblos de Guayacana, El Diviso yLlorente. Pero ese círculo tiene un boqueteque justo da a la frontera y deja escapar losingredientes del caos hacia Ecuador.

Un alto vocero militar colombiano enBogotá ilustró lo que ocurre con una figuramuy elocuente: “Nosotros estamos co-rriendo la arruga. Ellos verán si la paran”.

De hecho, por cualquier parte que secruce la frontera Pacífica, sobre todo por elcontinente, no hay mucho chance de en-contrar un agente estatal colombiano.

Si se cruza por el mar, la historia es pa-recida. Y es ahí donde comienza este viaje.

Cabo Manglares, famoso en las cartillasde geografía por ser el punto más distantede Colombia continental sobre el OcéanoPacífico, está a punto de desaparecer. Elmar y los piratas lo quieren borrar, literal-mente, del mapa.

Doña Gabriela Cuero nació en el propioCabo, y hoy, a sus 75 años y con el rostro re-pleto de arrugas, mira en la distancia loque eran las playas de su infancia.

“Era un pueblo bien bonito, con árboles

de mango y coco. Pero el río lo combatió”,dice haciendo referencia al caudal del Miraque hace tenaza con el océano y ha dejadoen pie apenas unas 10 casitas de madera.

“Nos vinimos para acá cuando el marinauguró esta playa”, recuerda, sin preci-sar el año en el que se trastearon a Milagro,que es como decir la calzada del frente, lue-go de cruzar un ancho brazo del mar.

Pero en Milagro también las olas estánazotando sin piedad a sus cerca de 100 ha-bitantes. Hace cinco meses, una “pujagrande” –estado más alto de la marea–echó a tierra la escuela que quedaba al piedel faro. Hace dos meses, piratas se les ro-baron 14 motores en los alrededores. Y des-de 1998, un derrame de petróleo ecuatoria-no ha mermado los pescados y las conchasde los que vive la gente de la región.

“Antes del derrame entre todos hacía-mos hasta 500 kilos de pescadilla. Ahora nose hace ni para la gasolina”, cuenta MillerAurelio Nazareno, un muchacho de nomás de 20 años, que vaga con su amigo OelValencia por ese pedazo de playa sin brillo.

Esa misma queja se repite en cúmulosde casitas que, de camino hacia el sur, seacomodan en la playa. Como La Barca, queparece un botecito a la deriva, con 40 vi-viendas apeñuscadas por el agobio de lamarea. O como Candelilla de la Mar, la quele sigue, donde 417 personas viven bajo el‘gobierno de facto’ de Felipe Landázuri.

En todo el recorrido, que no se toma másde 90 minutos por un mar picado desde Tu-

Doña Gabriela Cuero de Rodríguez tiene 75 años, nació en Cabo Manglares, comosus padres y sus abuelos. Ahora vive al frente, en Milagro. Su oficio: vender sal.

Milagro, el caserío a donde se han tenido que trastear muchos de los antiguos habitantes deCabo Manglares, es el punto más distante de la Colombia continental sobre el Pacífico.

Por: Luz María SierraFotos: Camilo George

De los manglares a la selva, el conflicto colombiano se desborda hacia el vecino.

Jaque al

Ecuador

E S P E C I A L En los confines de Colombia E C U A D O R20 Domingo 10 de agosto de 2003

Page 21: Fronteras de Colombia

11991166,, julio 15. Tratado Suárez – Vernaza que fi-ja límites terrestres y marítimos.11998899,, junio 20. Declaración Barco-Borja paracrear la Comisión de Vecindad e Integración.11999900,, abril 18. Convenio sobre tránsito de per-sonas, vehículos y embarcaciones.11999966,, noviembre 22. Se crea Comisión Bina-cional de Fronteras (Combrifron) para el inter-cambio de información e inteligencia militar.11999988.. Se crea Comité binacional de control,seguridad y vigilancia fronteriza.11999988,, noviembre. Acuerdo sobre derechos hu-manos, asentamientos en frontera y asuntoslaborales y migratorios.11999999,, febrero 18. Paramilitares asesinan enEcuador al diputado de izquierda, Jaime Hur-tado, invitado por las Farc al Caguán. Septiembre 11. Un grupo armado secuestra enla provincia ecuatoriana de Sucumbíos a 12europeos. Al ser acusadas, las Farc niegan suautoría.22000011,, enero 11. Enfrentamiento armado entremilitares ecuatorianos y guerrilleros colom-bianos, en Puerto El Carmen (Sucumbíos).Enero 25. Las Farc atacan por cuarta vez elOleoducto Transecuatoriano en la vía LagoAgrio-Balao.Febrero 23. Capturan un guerrillero de las Farcintentando comprar armas en Quito.22000022,, noviembre 2. Desmantelan un campa-mento guerrillero en Bermejal (Ecuador).Noviembre 19. Captura en Ecuador de unabanda que va de Colombia con 2,4 toneladasde coca, incluido un coronel ecuatoriano.

Algunos hitos

CABO MANGLARESEl punto más extremo de Colombia

continental sobre el Pacífico, CaboManglares, es en realidad una de lastres aldeas que ocupan ese famoso ac-cidente geográfico. Las otras dos sonTerán y Milagro.

Como las pujas (estado más alto dela marea) y las quiebras (estado másbajo) han sido inclementes a lo largode los años con sus pequeñas cons-trucciones y sus playas, los habitantesse van acomodando, en uno o en otro,según lo vaya dictando el capricho delocéano.

La mayoría de los que viven allí sonnativos del Cabo, que además, por elnúmero de niños que juegan en la playa,se podría decir que están dedicados agarantizar que la especie no se extinga.

Viven en un espacio de unos 150 me-tros de largo por 50 metros de ancho,un pedazo de playa que se pelean elmar y la selva.

El pueblo –en Cabo Manglares unos30 habitantes; en Milagro, unos 100, yen Terán, 40 más– se levanta antes delas 5 de la mañana y en canoas hechas

a mano se lanza a la pesca. A las 8 vuel-ve a tierra firme y hace las cuentas.

Por cada kilo de pescadilla les pagan1.000 pesos; si es corvina, pargo, bagreo róbalo, la tarifa sube a 2.500, y el máscostoso es el de camarón tití, por el queles dan 3.000.

Ramón Araújo es uno de los mayoris-tas gracias a que “tiene varios motores”que le permiten recoger los pescadosde las barquitas e irlos a vender a Tu-maco. Los demás no solo no tienen elmotor sino que no les alcanza para pa-

gar 12.000 pesos que vale la barra dehielo y 5.000 de cada galón de gasolina.

Hay quienes a veces, cuando notienen para los 20.000 pesos que lescuesta el pasaje hasta Tumaco, le danal remo. “Si sale a las 6 de la maña-na, según la carga, llega a las 5 de latarde”, cuenta Pablo Díaz un hombreque llegó hace seis años de Bocas deSatinga.

Y luego se van a dormir. Temprano,porque hace un año y medio se les da-ñó la planta eléctrica.

MatajeAzúcar

La Chorrera

CórdobaPotosí

Colón

Puerto Limón

Larandia

Orito

Puerto Asís

Santa Ana

Puerto Caicedo

San Miguel

Puerto Rápido

Concepción

Hacha

La Reforma

Cuyabeno

Puerto Ospina

Pto. El Cármendel Putumayo

Ricaurte

QUITO

Pueblo Nuevo

La Bonita

Ipiales

TULCÁN

AmazónicaConcepción

Alto Tambo

Barbacoas

La Guayacana

Santa Rosade Sucumbios

Sibundoy

Tres Esquinas

PASTO

MOCOA

P U T U M A Y O

S U C U M B I O S

N A R I Ñ O

C A R C H I

E S M E R A L D A S

O C É A N O

P A C Í F I C O

Río San Juan

Río San Miguel

Río Patía

Río Guamués

Río Caquetá

Río Putumayo

Aguarico

C O L O M B I A

P E R Ú

TumacoTrapiche

El Diviso

Áreadetallada

EJÉRCITOBRIGADA 27

ARMADABAFIM 9

BATALLÓNPLAN ESPECIAL

BASEMILITAR

Cultivosilícitos

Flujo dedesplazadosy refugiados

Gruposindígenas

Tráfico dedrogas, armasy explosivos

Ruta deEL TIEMPO

FARCFrente 29

FARCFrente 48

FARCFrente 48

FARCFrente 2

AUCLibertadoresdel Sur

AUCBloqueSur

AUCBloqueSur

EJÉRCITOBASEBRIGADACONTRA ELNARCOTRÁFICO

GRUPOMECANIZADOCABAL

BRIGADAS MÓVILESANTINARCÓTICOS

VI DIVISIÓNDEL EJÉRCITO

ELNComunerosdel Sur

InternacionalDepartamental

Municipal

LímitesCapital departamentalPoblación

25 Kms.0

AUCFarc

Eln

LAGO AGRIO

Shushufindí

Río Mira

San Lorenzo

Candelillade La mar

Mayasquer

Coca

Cumbal

Numbí

E C U A D O R

Maldonado

Longitud:586 kilómetros. PoblaciónColombia: 2'079.152 personas.Ecuador: 677.157 personas.DepartamentosColombia: 2Ecuador: 3MunicipiosColombia: 13Ecuador: 20Comercio (miles US$)Exportaciones: 811.633Importaciones: 356.739

Fuentes: Dane, Ministerio de ComercioExterior, 2002.

La Hormiga

LlorenteCabo

Manglares

FUERZAS ESPECIALESDISTRITO FRONTERIZODE POLICÍAJEFATURA ANTINARCÓTICOSDOS GRUPOS DECOMBATE Y TRANSPORTE

2 GRUPOSCOMBINADOS

UNIDADHELITRANSPORTADA

2 BRIGADAS DEFUERZAS ESPECIALES

POLICÍA

EJÉRCITO

EJÉRCITO

AwaAwa

Quichua

Cofan

Cofan

Inga

Sionas

Sionas ySecoyas

Colombia - Ecuador

San Miguel

Terán Milagro

E S P E C I A L En los confines de ColombiaE C U A D O R 21Domingo 10 de agosto de 2003

Page 22: Fronteras de Colombia

Los niños de Palma Real, el primer caserío ecuato-riano del Pacífico, preparan bidones para el agua.

En el puente que comunica a El Morro con Tumaco, los tumaqueños ma-tan el tiempo por las tardes pescando lisas.

La esperanza de vida para los departamentos fronterizos es de 70,5 años, por debajo del promedio nacional que es de 71,5.

Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000).

Felipe Landázuri hacía de utilero para es-pectáculos de currulao en Tumaco y depronto –hace cinco años– se convirtió en elmonarca de Candelilla de la Mar, un peda-zo de tierra en el extremo sur de Colombia,en el límite exacto con Ecuador. Comobuen gobernante, tan pronto escucha unmotor acercarse por el mar Pacífico a sureino, corre a recibir a los visitantes.

Con un protocolo poco común por estacomarca, un deje amanerado en su voz yuna candonga en la oreja izquierda, se pre-senta como promotor de salud.

Más tarde, con orgullo pero sin jactan-cia, enumera sus demás títulos: bachilleren contabilidad, formación en primeros au-xilios, curso de mecanografía y presidentede la Corporación de Concheras, el gremiomás importante del lugar.

Al preguntarle por el número de habitan-tes responde sin titubear: 417 personas y87 familias. Los reúne cada mes, para dis-cutir los asuntos críticos del caserío.

Por ejemplo, en junio no les había aúnllegado el subsidio de los últimos tres me-ses para comprar el combustible de laplanta eléctrica. Y tuvo entonces que tomardos medidas drástricas: recortar las horasde utilización de la planta y echar mano delos recursos del comité de impuestos co-munales, que recoge todos los sábados10 centavos de dólar por familia para estetipo de emergencias (en Milagro, como enEcuador, esa es la moneda).

Este comité es uno de los 11 que hacreado Felipe para garantizar el buen fun-cionamiento de Candelilla de la Mar. Susnombres los tiene pulcramente escritoscon marcador azul sobre una cartelera enun pliego de papel.

Su joya de la corona es una escuela re-luciente, que donó el gobierno de Japón gra-cias, entre otras, a las gestiones de Felipe.

Todavía no sabe si bautizarla ‘Escuela16 de julio’ –por la primera inauguraciónque hicieron el año pasado la ex primeradama Nora Puyana y el embajador de Ja-pón– o ‘Escuela 14 de marzo’ –en honor ala segunda, en la cual estuvieron ademáslas ministras de Defensa y Relaciones Ex-teriores–.

El ‘jefe’ deCandelilla

maco, se insinuaba, en cierta prevenciónexagerada de la gente, que por allí ya seestaba imponiendo la ley del silencio. Alfrente de Candelilla, a cinco minutos enlancha, está Ecuador.

San Lorenzo es la primera ciudad conla que uno se encuentra en Ecuador. Tie-ne el aire de un macondo en la era del nar-co: puerto sobre el Pacífico, 13.000 habi-tantes (25.000 si se suman los flotantes),mucha venta de mercancía en la calle,grandes almacenes de abastos, 80 de 200escuelas sin profesores, 76 por ciento deindigencia, sin agua potable suficiente ycon calles a manera de venas abiertas.

Descubrieron el terror en agosto del2001 cuando desaparecieron el tenientepolítico (corregidor) de Mataje y cuatro fa-miliares. Días después aparecieron suscadáveres cerca de Tumaco. A su hija de14 años la encontraron con tétricos signosde tortura. La Presidencia de Ecuador di-jo que eran ajustes del narcotráfico.

Nadie sabe si los que aterrizan allí son‘narcos’, guerrilleros o paramilitares. Elambiente ha llegado a estar tan pesado,que a pesar de los poderosos lazos cente-narios que unen a las comunidades indí-genas (Awa, Cofán, Siona, Quechua, yKanza) y afroamericanas, se han desper-tado brotes de xenofobia entre los colonos.A tal punto, que el año pasado la Alcaldíade San Lorenzo decidió dictar un curso detolerancia a los dirigentes.

Frente a los guerrilleros, se siente co-mo si temieran despertar a un león dor-mido. “Ellos no vienen con un letrero quelos identifique”, dice el vicealcalde Gon-zalo Jhayya. Llegan como cualquier otro,pagan hoteles y alimentos y no tienen or-den judicial para detenerlos, alegan.

Ese mismo miedo que en San Lorenzo(zona Pacífica) apenas se insinúa, en LagoAgrio (zona Amazónica) da tajada.

Unos 320 kilómetros de cordón de fron-tera los separan, pero no hay carretera o

río alguno que los una. Toca desviarsemuy al sur desde la provincia de Esme-raldas –vecina de Nariño– hasta Quito yluego tomar camino al norte, a la provin-cia de Sucumbíos –vecina del Putumayo–.

(Entre San Lorenzo y Lago Agrio, que-da Tulcán, vecina de Ipiales, que es la ter-cera frontera entre Colombia y Ecuador,frontera andina, la del gran comercio).

Como en las viejas películas del oeste,cuando la cámara registra al villano quecamina lento mientras recorre la callepolvorienta del pueblo, así son escrutadoslos periodistas por los pobladores a lado ylado de la calle principal de Lago Agrio.

Cualquiera puede ser un espía. Y unalibreta de apuntes y una cámara de foto-grafía les parecen armas letales.

Pocos, al principio, sostienen la mirada

o la conversación más de 20 se-gundos. Aún no se recuperande la racha de sicariato que lescayó el año pasado: 120 muer-tos para 30.000 habitantes.

“De octubre del 2002 a fe-brero, hubo más de cinco ma-tanzas. Ya no nos levantába-mos diciendo qué hora es sinoa cuántos mataron anoche”,dice un lugareño que pide nopublicar su nombre. “Aunquede todas maneras ya me vie-ron con ustedes”, reflexiona.El miedo provocó incluso quese cerraran universidades y colegios noc-turnos. Aún ahora, cuando la marea habajado, no los abren.

Vendettas entre ‘narcos’, es la hipótesis

Superficie (km2)Población (personas)Tasa de analfabetismo (%)Mortalidad materna (x cada 100.000 habs.)

Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (Inec), de Ecuador.

18.372128.9958,1403,7

EcuadorSucumbios

3.699152.9396,6316,3

Carchi Esmeraldas

15.216385.22311,0196,0

E S P E C I A L En los confines de Colombia E C U A D O R22 Domingo 10 de agosto de 2003

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)PIB (millones de pesos, 2002)Mortalidad (x cada 100.000 habs.)Índice NBI* (%)Vacunación niños (%)Cobertura escolar (%)Homicidios (a mayo 31, 2003)Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002)Desplazados (expulsión, 2002)

*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.

24.885359.99024.3911'344.656312,279,556,488,418313.725/1.2306.426

ColombiaPutumayo

33.2681'719.16287.3042'921.204275,056,150,778,319315.1312.241

Nariño

Page 23: Fronteras de Colombia

En Lago Agrio (Ecuador) sorprende la can-tidad de clínicas y consultorios médicos.

Por el puente internacional sobre el río San Miguel, en los últimos tres años, han hui-do de la violencia más de 20.000 colombianos.

más recurrida. Pero también hay quie-nes sacan a relucir un rumor más secre-to: “Dicen que la guerrilla mandó acá aalgunos de los suyos para la guerra conlos ‘paras’ y los ‘narcos’, pero que se que-daron haciendo sicariato y por eso man-dó a otros para que los acabaran”.

La avalancha colombiana les ha deja-do nuevos términos a los ecuatorianos,como ‘sicario’, ‘torcido’ y ‘lo quebraron’.“También el vallenato de Jorge Celedón yy corridos prohibidos, como ese que dice:‘cuando me muera, no quiero que me lle-ven flores sino que me hagan una cruz demarihuana’”, cuenta un joven que ha sa-lido y entrado tres veces por amenazas.

A los guerrilleros, aunque no llegancon uniformes ni con armas, los recono-cen. Un taxista sabe bien cuándo lleva aun comandante del frente 48. Una señoraseñala el restaurante y el bar que más lesgusta, uno al lado del otro sobre la víaprincipal. “Los comandantes tienen ca-sas, caserones, hoteles”, dice uno más.

En los prostíbulos, reinala imagen del Che. Y hastaque alguien la apagó en di-ciembre, se sintonizaba‘La voz de la insurgencia’,de las Farc, en el 99,5 de laFM. “No narraban los par-tidos del América de Cali,sino los del Pelotón A con-tra el Pelotón B del frente48. Pasaban entrevistascon ‘paras’ que cogían. Lascuñas decían ‘Unete a la subversión’, y, aveces, le mandaban saludos a LagoAgrio”.

Otra cosa que impacta –además delmiedo ambiente– es la cantidad de cen-tros de salud. En varias calles de la víaprincipal se cuentan hasta tres y cuatro.

La generosidad de los ecuatorianos seha visto en todo su esplendor con los re-

fugiados en Lago Agrio. Cuenta la her-mana Carmen Rosa Pérez, de Pastoral So-cial, que al principio, al verlos llegar fla-cos, sucios y andrajosos, mucha gente lesabrió las puertas de sus casas.

“Yo les decía ‘no me muestren, que nopuedo dormir’. Pero ellos necesitaban de-sahogarse. Un joven se subía la camisetay me mostraba huecos como hechos conbroca en la espalda. Otro, asustado por-que se sentía enloquecer, me contaba quese subía a unos árboles cerca del río yveía como destrozaban personas con mo-tosierras”, relata su compañera, IreneDelgado, una santandereana bonachona.

“Otro contaba que se había ido a ven-der neveras y que cuando volvió, por Pi-ñuña Negro, encontró en un charco desangre a su esposa y a su hija”. Y esas sonapenas algunas de las tragedias que estánpor contarse en Ecuador sobre lo que hasido ese capítulo negro del Putumayo.

Ahora, tres años después de que co-menzó el éxodo, “ha crecido la xenofo-

bia”, dice Carmen Rosa. “Elcolombiano es aprovechadopara vender. El ecuatoria-no es conformista y el cho-que genera rechazo”, anota.

En los últimos meses lasmuertes han mermado sig-nificativamente. “Bajaronde 73 entre enero y mayodel 2002 a 20, entre enero ymayo del 2003”, informa elcomandante de la Policía,

coronel Milton Borja. En San Lorenzo yen Tumaco, también dicen que se ha tem-perado el clima de violencia.

Nadie se atreve con hipótesis, pero hacoincidido el aumento de fumigaciones yde operaciones militares en Colombia,con el hecho de que Ecuador, después deun ‘jalón de orejas’ de Estados Unidos yde importantes giros en dólares para

equipo, vehículos y tropa, parece habersepellizcado.

De Lago Agrio se llega en 30 minutos aColombia, por carretera pavimentada, alpuente de San Miguel, el que han inaugu-rado cuatro veces. La última, en septiem-bre del 2000. Los entonces presidentesPastrana y Noboa le dieron la bendición,mientras a escasos 30 kilómetros de allí,en La Hormiga y La Dorada, en Putuma-yo, entraba en calor el histórico paro ar-mado de las Farc que marcó el comienzode la sangrienta guerra con los ‘paras’.

El puente estaba desde 1995 pero los in-dígenas cofanes (1.143 en Colombia y untanto menos en Ecuador) dieron una ba-talla por motivos ambientalesque culminó con la creaciónde cuatro resguardos.

Desde cuando se pisa tierracolombiana se aparecen pelo-tones de contraguerrilla. Alcolectivo, solo lo paran unavez. Uno de los jefes, con carade listo y buenos modales, pre-gunta por la caja más sospe-chosa. El dueño responde se-guro y no le toca abrirla.

Las seculas del efecto globode la coca y la violencia –quese desinfló en Putumayo y sefue para Nariño– se ven en elcamino. La terminal de busesde La Hormiga que en un domingo comoeste, a las 9 de la mañana, solía hervir degente, ya más parece la estación de unpueblito olvidado. En La Dorada, de don-de es Nidia, la niña del hombro destroza-do, la deserción escolar ha obligado a laSecretaría de Educación a buscar casapor casa a niños para llenar las escuelas.

Muchos de los que se fugaron a Ecua-dor ni han vuelto ni piensan volver. De-trás de la aparente calma, intuyen tal vez,que los demonios siguen al acecho. ❙

La frontera con Venezuela, con una tasa de 113,7 homicidios por 100 mil habitantes es la más violenta de todas.

Fuente: Cálculos propios, con datos de Medicina Legal (2002).

En losprostíbulosde Lago Agrio reina la imagen del ‘CheGuevara’.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaE C U A D O R 23Domingo 10 de agosto de 2003

La hermana Carmen Rosa Pérez nacióhace 50 años en La Uvita (Boyacá) y hoyes el nombre más mencionado cuando al-guien pregunta por los refugiados en La-go Agrio (Ecuador).

Terminó involucrada en el tema porazar. En 1994 estaba haciendo trabajopastoral en el Chocó, pero su comunidad,las Hermanas de Santa Ana, decidióßaceptar una invitación de Isamis (Iglesiade San Miguel de Sucumbíos) y la man-daron a Ecuador.

A pesar de que su misión se circuns-cribía estrictamente a “cuidar los fieles”,cuando en el año 2000 comenzaron a vis-lumbrar la llegada de familias enterasdesplazadas desde Colombia decidieronampliar su tarea.

“Hemos sido cuestionadores del PlanColombia y por eso hemos aceptado eldesafío de atender a las víctimas”, expli-ca ella con el temple que la caracteriza.

Entonces le tocó, con su compañeraIrene, con la Acnur y organizaciones ecua-torianas, comenzar de cero. Desde estarpendiente “de que no nos devuelvan a na-die” de la frontera –como le iba a pasar aseis familias que venían de Doncello (Ca-quetá)–, hasta administrar el principal al-bergue de refugiados –Apafano–, pasan-do por la coordinación con organismos in-ternacionales que aportan recursos paratratar de mitigar el drama.

“En un momento dado se volvieronmoda los refugiados, se hicieron planesde emergencia de dos años y luego algu-nas agencias salieron corriendo cuandoel problema se fue agravando”, dice.

Carmen Rosa vive en una casita de unbarrio periférico de Lago Agrio, con otrasdos hermanas y con una gata tambiéndesplazada de Colombia, que su compa-ñera Irene decidió adoptar.

A pesar de todo el esfuerzo, sus pala-bras expresan desazón. “Sentimos el de-terioro de la gente, sentimos más retro-ceso que progreso. Es una pobreza alar-mante”, concluye.

La hermanitade Lago Agrio

Page 24: Fronteras de Colombia

La noticia era de gran calibre. En unaoperación que obligó a desalojar toda unavereda, un comando del Ejército les habíadado el golpe de gracia a las Farc en el pa-cífico de Nariño.

Seis tanques urutú y helicópteros aca-baron, en ese día de fines de mayo, segúnaseguraba un habitante, con la vida delsegundo comandante del frente 29.

“Me dicen que los guerrillos tuvieronque pasarse a Ecuador. Si eso fue así, siles quitaron Llorente, ¡los quebraron!”,decía alguien que se atrevía a hablar deltema en Tumaco.

Pocos lo sabían, es cierto. La mayoríade los 110.000 habitantes del puerto, resig-nados a un estado de sitio virtual desdeque les cayó la guerra con toda su artille-ría en el 2001, prefieren no arriesgar supellejo Colombia adentro.

Este se había enterado porque alguiende la zona lo llamó a contarle. De ser cier-to, se trataba de sacar a las Farc de una zo-na estratégica, pues los ríos Mira y Mata-je depositan en el Pacífico, directo o víaEcuador, las dosis que llegarán a las nari-ces de los norteamericanos.

Para comprobarlo había que ir hastaLlorente. El problema no era la distancia–en una hora y media y por 5.000 pesos uncolectivo lo lleva a uno al sitio– sino lo‘minados’ que podían estar esos 76 kiló-metros de camino.

“Los de su color si pueden ir por allá”,decía un morenazo que en su taxi tratabade aplacar el “uyy” que le provocó unapregunta sobre el mismo Llorente.

En el colectivo predominaban las mu-jeres negras y grandes con hijos diminu-

tos colgados de sus brazos y trabajadoresque se desgranaban en la medida en quepasábamos por las 20.000 hectáreas de pal-ma de aceite de reconocidas familias deempresarios del Valle del Cauca.

Desde que plantamos el pie en Lloren-te, nos quedó ‘asignado’, sin mediar pala-bra y a manera de escolta, un milicianofortachón, silencioso y con cara de bravo.

La guerrilla, dicen, es implacable concualquier visitante con rasgos de espía.Hace cuatro meses llegó un vendedor deBon Ice y no pasó el examen. Ni tampocoquienes llegaron diciendo que eran su pa-trón y su hermano.

“Después de que los mataron, se que-daron tres días ahí tirados”, cuenta al-guien señalando a metro y medio de unatienda en la calle principal. Nadie los po-día recoger. Sólo cuando el pueblo implo-ró que los restos se estaban convirtiendoen un problema de salud pública pudie-ron sacarlos de la vía.

“Aquí hay un solo embolador, y si vie-ne otro lo matan”, complementa.

Llorente es un caserío que si bien toda-vía no es reconocido como corregimientotiene un comercio de más de 100 negocios,aunque mermados en los últimos meses,“desde que llegó la fumiga”, y una pobla-ción –4.500 dicen unos, 15.000 dicen otros–que se envidiaría cualquier municipio.

Los raspachines, que se vinieron dePutumayo cuando los cultivos allá se aca-baron, ganan de 3.500 a 4.000 pesos porarroba recogida, y hay quienes recogenhasta 20 por día.

La historia del pueblo cambió cuandollegó Hélmer ‘Pacho’ Herrera, el extinto

narcotraficante, y montó una finca que“era como un pedazo de ciudad en plenaselva. Con piscina olímpica, teatro y con-ciertos de grandes artistas”, cuentan.

A la hora de preguntarles sobre el su-puesto golpe a las Farc en la vereda a unahora de allí (Pulgandé) se limitaban a mi-rar. El manual de supervivencia –que to-do indica han sabido utilizar– les prohíbepronunciar palabras como guerrilla y pa-ramilitares. Además cada que pasa porallí el Ejército se guardan, no vaya a serque cuando las tropas se marchen tenganque cargar con las retaliacio-nes de los milicianos.

Oficiales de la Brigada Anti-narcóticos ratificaron habersostenido fuertes combates tra-tando de penetrar en esa zona.Un desertor del frente 29 les ha-bía dicho: “Los sembrados quequedan están para el Nulpe,una finca como de 15 hectáreas(...) La mercancía se les compraa los civiles que vienen a ven-derla, en los Chongos, ya cris-talizada (...) Semanalmentecompran 80 o 100 kilos. Cadakilo a dos millones y medio depesos”.

Dos oficiales antinarcóticos cuentanque “aseguraron la zona” durante dosdías: “Se replegaron 200 de ellos y luegoentramos”. En ese proceso perdieron tresmilitares. Pero nada sabían del hombrefuerte de las Farc. Lo que todos daban porcierto es que se pasaron para Ecuador.¿Qué tan lejos está? “Pues nada. Unos 3 ki-lómetros. Lo único es pasar el río”.

Dela y Juliet Anaí viven en Palmareal (Ecuador) y tienen, entre otras co-modidades, nevera.

Saili Estefani, de 6 años, levanta a su hermanito Moi-sés, de 2, camino a la guardería, en San Lorenzo.

En 21 de los 67 municipios fronterizos hay un total de 23.599 hectáreas de coca cultivadas, un 23,12% del total Nacional.

Fuente: Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), 2002.

E S P E C I A L En los confines de Colombia E C U A D O R24 Domingo 10 de agosto de 2003

LLORENTE

El nuevo Putumayo

Las concheras son mujeres que tienenque estar pendientes de los caprichos delmar para poder hacer su trabajo. Él esquien les va poniendo los turnos.

Si amanece alta la marea, no hay for-ma, les toca esperar con paciencia. Ycuando comienza a bajar, emprenden elcamino hacia los esteros, para llegar justocuando el mar ha salido y poder trabajardurante el lapso que dure su ausencia.

Por tres o cuatro horas permanecen conla cintura doblada, van metiendo con cier-to ritmo la mano entre el fango espeso, y apunta de tacto atrapan las conchas que elmar en su partida dejó allí atrapadas.

Antes solo hacían ‘concheo’ las muje-res, pero ahora también hay hombres, por-que la recolección de este tipo de moluscoha resultado ser el único medio de subsis-tencia para comunidades enteras del Pací-fico colombiano.

En poblados como Chontal, La Barca oCandelilla de la Mar, 95 de cada 100 habi-tantes se dedican a este oficio. Por cada50 conchas les pagan un dólar y la quemás recoge saca unas 300 al día. Aunqueuna mamá con dos hijitos pueden comple-tar 1.000.

Hay quienes no ‘conchean’ por miedo.Como Agripina Palacio a quien le tocó vera una vecina morir por la picadura de unpez sapo en el pantano. Y ese no es el úni-co riesgo: también les da reumatismo, sonmás propensos a la malaria y a los doloresde cabeza y les da “un grano con alergiaque les pudre por dentro de la piel”.

Tienen entonces un ‘kit’ de trabajo. Yacasi todos utilizan un guante de cocina pa-ra evitar las mordeduras entre el fango yuna lamparita que despide humo para es-pantar a los zancudos. Para la alergia man-tienen pronixolona, para la rasquiña Ben-zoato de Benalico y “para la debilidad ce-rebral Efortil”.

Lo curioso es que estas conchas única-mente las compran los ecuatorianos. EnColombia poco o nada se conocen. Sonuna especie de mejillones pero con un di-fícil sabor a tierra.

Las concherasdel Pacífico

Page 25: Fronteras de Colombia

Ecuador se estaba convirtiendo, para Es-tados Unidos y los militares colombia-nos, en una especie de vecino alcahuetay por eso desde Washington le dieron un

fuerte jalón de orejas.En un informe en marzo del 2002, el Departa-

mento de Estado lo criticó por tener “fronteras po-rosas”, por no reprimir la emigración y por su“reputación” de “ser un corredor estratégico paraarmas, municiones y explosivos destinados a losgrupos terroristas colombianos”.

Un año después, una organización que monito-rea conflictos, el International Crisis Group(ICG), insistió en el tema: “la Policía y el Ejércitoecuatorianos han establecido un peligroso modusvivendi tanto con guerrilla como con paramilita-res (...) No los confrontan cuando se quedan enEcuador durante períodos breves para ‘descansary recuperarse’ o cuando están huyendo de lasFuerzas Armadas colombianas”.

Klaus Nyholm, jefe de la Oficina de Crimen yDrogas de la ONU para los dos países, dijo hace unmes que el 40 por ciento de la cocaína que produceColombia sale por Ecuador. Y según el mismoICG, el 50 por ciento de armas y explosivos queutilizan los grupos ilegales colombianos entranpor ese camino.

Sin embargo, el panorama puede cambiar si lasmedidas que los dos países están tomando para‘endurecer’ la frontera, con un entusiasta E.U. co-mo telón de fondo, funcionan.

El pasado 11 de julio, llegaron a Ecuador, dona-dos por Washington, 149 vehículos militares (100todo terreno Humvees y 49 camiones) para apoyarla lucha contra el narcotráfico en toda la fronteracon Colombia. Es decir, un promedio de un carromilitar por cada cuatro kilómetros de cordónfronterizo, que tal vez sea lo más parecido a unaoperación de blindaje. Sobre todo si se tiene encuenta la facilidad que hoy hay para pasar de unlado a otro: en la zona andina, la que tiene comoepicentro Ipiales en Colombia y Tulcán en Ecua-dor, los dos países acaban de hacer un examen de-tenido a 23 pasos ilegales.

La organización Wola (Washington Office forLatin America) dice que “por presiones de Esta-dos Unidos y de la política interna, los militaresecuatorianos han transferido tropas del interior aunos recién construidos puestos en el borde nor-

te, con 100 o 250 tropas estacionadas en cada uno”.Algunos de estos, sin embargo, según se pudo co-rroborar en el sitio, apenas están en proceso deconstrucción y de adecuación.

Hace referencia al Plan de Defensa Interna deEcuador que, entre otros, comprende ubicar10.000 efectivos y una unidad helitransportada amenos de 100 kilómetros de la frontera. Para ello,E.U. también donó 18 helicópteros en el marco dela Iniciativa Andina, versión ampliada del PlanColombia que abarca a los países andinos.

Del lado colombiano, entretanto, no interesatanto blindar a los vecinos como deshacerse delproblema. Los pocos destacamentos que había enla frontera –un pelotón en Candelilla de la Mar, enel Pacífico, y otro en Puerto Ospina, sobre el ríoPutumayo– fueron retirados.

Ataques de las Farc contra guarniciones comoLas Delicias y Coreguaje (Putumayo) y Puerres(Nariño), llevaron a los militares a cambiar de tác-tica. “No queremos tener bases fijas. Están reva-luadas. Nuestro sistema operativo es móvil”, diceel general Carlos Alberto Fracica, comandante deInteligencia del Ejército.

El sistema parece haber logrado algún controlgracias, en particular, a que los batallones móvi-les antinarcóticos del Plan Colombia han estadooperando en la zona durante lo que va corrido delaño.

Hay cifras preliminares positivas como la bajade los índices de criminalidad en las ciudadesfronterizas ecuatorianas, el decomiso de unas 20toneladas de coca en la costa pacífica colombianay la destrucción en los últimos ocho meses de porlo menos cinco campamentos de la guerrilla en te-rritorio ecuatoriano, uno de ellos, según el co-

mandante de la Cuarta División del Ejército Ecua-toriano, con capacidad para albergar a 400 hom-bres y con sistemas de comunicación satelitales.

Sin embargo, la fórmula está lejos de ser per-fecta. Entre otras, por la desconfianza que existeentre las fuerzas de ambas naciones. A pesar deque la Combifron con Ecuador –esquema de coo-peración militar– fue la primera en entrar en fun-cionamiento, uniformados colombianos aseguranque no ha tenido mayor fluidez e incluso hayquienes, de este lado, dudan en compartir infor-mación por los escándalos en los que se han vistoenvueltos algunos militares ecuatorianos por pre-sunto tráfico de armas y municiones para lasFarc.

La relación entre los dos países pasa por tiem-pos azarosos. El cierre por horas del puente Ru-michaca, el pedido de mantener una faja de fron-tera de 10 kilómetros en la que no se fumiguencultivos ilícitos, la incomodidad por los desplaza-dos colombianos copando las calles y los brotes dexenofobia son síntomas de descontento entre losecuatorianos.

Pero hay también factores que han contribuidoa amortiguar esos efectos de la guerra: un inter-cambio comercial de casi 1.200 millones de dóla-res anuales (que hace de Ecuador el tercer sociode Colombia), unos férreos vínculos históricos en-tre las poblaciones indígenas y negras de ambasnaciones y una relación de fraternidad entre loshabitantes de la frontera.

Según la Cancillería colombiana, es en esafrontera donde la tarea de integración está másavanzada. A diferencia de lo que no se ha logradocon los otros vecinos, ya se dio la largada para elPlan de Desarrollo Binacional –establecido porcanje de notas diplomáticas– que debe llevar auna legislación común en cuanto al uso de todo ti-po de bienes y servicios y a la convalidación de es-tudios, entre otras.

Allá en el sur, en los 586 kilómetros de frontera,algo se está transformando aceleradamente.Cuando terminen de asentarse los nuevos solda-dos ecuatorianos y sus equipos, habrá que revisarentonces si la presión de Estados Unidos y la cola-boración de Colombia y Ecuador logran cambiar-le la cara a la frontera y darle un giro al que hastaahora es considerado el eslabón más débil del ve-cindario.

El eslabónmás débil

Ecuador, con lafronteraasediada por la guerray la coca,enfrentahorasdecisivas.

En Lago Agrio (Ecuador), la tensión y el miedo por los efectos del conflicto colombiano son tangrandes que los refugiados, que llenan el pueblo, no dan la cara.

En el puente que une a Tumaco con El Morro, una niña espera el paso de unade las lanchas de pasajeros que recorren las costas cercanas.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 25Domingo 10 de agosto de 2003

Page 26: Fronteras de Colombia

Los militares peruanos celebran el día de su bandera y exhiben su armamento en El Estrecho (Loreto), donde hay más de 300 hom-bres de la Fuerza Pública de ese país.

Las palmeras de Marandúa se convierten enimprovisados postes de amarre para los botes.

En un balde de agua con detergente re-novaron el orgullo de sentirse colombia-nos. Bajo la espuma, los habitantes de Ma-randúa restregaron la bandera de Colom-bia, le quitaron las manchas y la dejaronlista para un sábado en el que este caseríode colonos, situado en la frontera con Perú,enfrentó con dignidad las desgracias del ol-vido.

A los peruanos les pareció extraño. Cer-ca de las 4 de la tarde, una bandera colom-biana recién lavada, pero con un borde detela deshilachado por el viento, empezó aelevarse por encima de una población queno tenía motivos para celebrar.

A esa hora, Marandúa era una triste hi-lera de 24 casas inundadas por el río Putu-mayo, donde los adultos espantaban la pla-ga de mosquitos y se preparaban para con-memorar el primer mes de un crimen quesacudió sus vidas.

La misa de esa tarde fue en memoria deEuclides Mendieta. La verdad sobre lo quele pasó se la tragó la selva. El hallazgo de sucadáver con seis tiros de arma de fuego de-sató una telaraña de versiones, tan enreda-da como las relaciones que se tejen en granparte de esta frontera de 1.626 kilómetros,donde los cultivos de coca empiezan a ger-minar en las selvas de las dos naciones, lasFarc mantienen una presencia histórica, ylos ejércitos de Colombia y Perú, con di-versas tácticas, intentan contener ambosfenómenos.

En medio de ese cóctel de riesgos y de laausencia del Estado, los rumores en tornoal enigma de quién mato a Euclides crecensin límite. Uno de ellos, abonado en El Es-trecho, la localidad situada en la orilla pe-ruana del río, dice que a este hombre de 41

una carga para quienes desean vivir en es-ta selva sin sentirse bajo sospecha.

Su tragedia está aún por ser analizada,pues como señala un ensayo de Virgilio Be-cerra, profesor de la Universidad Nacional,poco se sabe de la singular colonización deesta región en los últimos 15 años.

Pero quizá lo que necesita más estudioes la amenaza que viene bajando otra vezpor el río. A medida que el Plan Colombiacombate los cultivos ilícitos en el departa-mento de Putumayo (entre el 2000 y el 2002las hectáreas sembradas se redujeron de60.000 a 14.000, según los censos satelitales),la coca desciende hacia las selvas despobla-das de los departamentos de Amazonas (Co-lombia) y de Loreto (Perú).

“El surgimiento de estas áreas sembra-das, que hasta hace unos años no existían,se debe principalmente a la influencia depersonas de Colombia que promueven elnarcotráfico”, dice Joaquín Plazas, prefec-to de Policía de Loreto, en su amplia oficinade Iquitos, la húmeda y calurosa capital dela selva peruana.

Su tono de preocupación aumenta cuan-do señala que las comunidades nativas seestán dejando seducir por el dinero fácilque les ofrece la guerrilla. “Las Farc les es-tán pagando a nuestros indígenas para quetrabajen en esos cultivos”, indica.

El contralmirante Fernando Román, jefeoperativo de la Armada de Colombia, tam-bién admite el traslado de esos cultivos aPerú, aunque señala que por ahora son po-cos.

En todo caso, la frontera está amenaza-da. Según el último reporte del Sistema In-tegral de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de

mercado de la coca por estar situada a mi-tad de camino entre los extensos cultivosdel departamento de Putumayo y los cen-tros de acopio de los ‘narcos’ de Brasil.

Una nueva estirpe de comerciantes ar-mados llegó en masa a Marandúa e hizo vi-vir una edad de oro a los bares y billares deEl Estrecho. En medio de esa bonanza, Eu-clides Mendieta, que llegó de Chiquinquirá,ganó fama como mecánico de motores delancha.

“Su pecado fue trabajar para cualquierasin preguntar si era ‘narco’ o no”, cuentaotro colono.

Pero así como creció como espuma, labonanza del comercio de la pasta de cocadesapareció de un momento a otro hacecuatro años ahuyentada por el aumento delpie de fuerza peruano y por las acciones delas autoridades colombianas.

Los ‘narcos’ recogieron sus cosas y semudaron. Sin embargo, les dejaron su ma-la fama a Euclides y a los demás. Paradóji-camente, el narcotráfico, que aprovechó elabandono estatal y ayudó a los colonos ensu aventura de poblar la frontera, es hoy

años lo mataron por andar metido con nar-cotraficantes.

En Marandúa esa versión es más incó-moda que las inundaciones y los mosqui-tos. Sus habitantes intentan diariamente la-varse el estigma que les dejó el comercio dela pasta de coca, entre 1994 y 1999.

“Nos siguen culpando de un negocio quetambién benefició a los peruanos”, dice uncolombiano que no se atreve a decir sunombre y que no parece intuir que si loscultivos de coca siguen desplazándose ha-cia esta zona su lucha por derrotar el estig-ma será inútil.

En la época de la bonanza ilegal, recuer-da este habitante, Marandúa vio surgir lasprimeras viviendas de cemento, símbolodel lujo en este paraíso de las maderas. Asícomo la fiebre por el caucho y la quina jalo-naron la llegada de los primeros colonos en-tre 1900 y 1940, el boom de la coca provocóuna oleada de migrantes que cambió la ca-ra de casi toda la frontera.

Marandúa, que nació en 1980 con la lle-gada de un comerciante bogotano que ven-día azúcar y arroz, se convirtió en eje del

E S P E C I A L En los confines de Colombia P E R Ú26 Domingo 10 de agosto de 2003

Por: Andrés Mompotes LemosFotos: Martín García

No por azar, la muerte de Euclides Mendieta aúnconmueve a dos remotos pueblos fronterizos.

Enigma en límites con el

Perú

Page 27: Fronteras de Colombia

11992222,, marzo 22. Se firma el tratado Lozano-Salo-món, sobre límites y navegación.11997788,, julio 3. Se firma el tratado de CooperaciónAmazónica entre Perú, Brasil y Colombia.11999933,, julio 12. Se crea la Comisión Binacional deVecindad Colombo-Peruana, dirigida a estrate-gias de desarrollo.11999944.. Se crea la Comisión Binacional Fronteriza(Combifron), para intercambio de información einteligencia militar. A pedido de Perú, se redeno-mina como “Rondas de Conversaciones”.Febrero 3. Convenio de reconocimiento mutuo decertificados, títulos y grados académicos de edu-cación superior.Abril 23. Convenio sobre Promoción y Protecciónrecíproca de inversiones.11999966,, diciembre 18. Se realiza en la frontera laoperación conjunta “Amistad”, contra el tráficode drogas.11999999,, febrero 3. El presidente peruano Fujimorianuncia la militarización de la frontera, aducien-do que desde 1993 se han presentado 17 ataquesen localidades peruanas y puestos de vigilancia.Agosto 23. Estalla un escándalo contra Fujimoriy su asesor, Vladimiro Montesinos, por su parti-cipación en la compra de 10.000 fusiles jordanosque fueron a parar a manos de las Farc. Diciembre 22. Se inician las fumigaciones aéreasen Putumayo.22000011,, abril 20. El programa de interdicción aéreaentre Estados Unidos y las naciones andinas essuspendido, a raíz del derribo, por parte de laaviación peruana, de una avioneta en la que setransportaban misioneros estadounidenses.22000022,, diciembre 11. Se firma el Acuerdo de Coo-peración Policial contra terrorismo y narcotráfi-co.

Algunos hitos

La voz de la comunidad indígena delSiete de Agosto, situada en la punta iz-quierda del trapecio amazónico, casi sequeda muda por culpa del teléfono sate-lital instalado para comunicarlos con elmundo. Carlos Velásquez, el curaca deeste asentamiento cocama, siente que sequeda sin palabras cada vez que relata laúltima llamada que recibieron.

El aparato, instalado por el programaCompartel, sonó hace dos meses. Un ha-bitante contestó: “Aló, aquí comunidadSiete de Agosto”.

“Estamos llamando para informarleque, como no han venido a comprar lastarjetas prepago a Leticia, el sistema de-jará de funcionar”, le dijo una voz. Des-pués de eso, el teléfono se murió y su an-tena tipo platillo volador se convirtió enel hogar de una araña de monte.

El curaca, máxima autoridad indígenay única voz oficial en esta comunidad de318 personas, se siente impotente.

Leticia, la capital, queda a unas tres

horas en lancha por el Amazonas, pero sucomunidad no se puede dar el lujo de es-tar pagando combustible para la embar-cación oficial cada vez que falla algo.

“Por lo menos, tenemos cincomaestros, y con frecuencia lle-gan brigadas de salud del Go-bierno”, dice el curaca.

Él y sus vecinos viven de lapesca y de la agricultura de yucay plátano. Los pesos no le hacenmucha falta. La tranquilidad lesobra. Y a sus 28 años, todos lorespetan porque fomenta la con-vivencia, porque promueve lacultura de instalar tanques pararecoger aguas lluvias y, sobre to-do, porque no mandó a la basurael rústico radioteléfono de fre-cuencias ruidosas el día que lestrajeron el teléfono satelital y lesdijeron que acababan de entrar ala moderna era de las telecomu-nicaciones.

Puerto Leguízamo

A M A Z O N A S

L O R E T O

LETICIA

Boyacá

PucacuroSoplín Vargas

Tambo Nuevo

Puerto Libertad

YarinalCuira

San SebastiánSan Antonio

Puerto Espinoza

El Encanto

Santa María

Río Caquetá

Río Putumayo

Río Putumayo

Río Amazonas

Río Yav

arí

Río Napo

Providencia

La Pedrera

Santa Julia

Arica

TenienteBergerie Puerto

Corbata Barranquilla

El Porvenir

Puerto Alegría

Puerto Alfonso

El Remanso

Peras

TarapacáCharacá

Atacuarí

Puerto Rico

Puerto LorenaIsla El Tigre

Buenos Aires

Comunidad7 de Agosto

SantaLucía

Lagarto CochaLa Esperanza

San AntonioMarandúa

Pto. Limón

Puerto TolosaYabuyano

Yabuyarés

Calderón

San Martín

Angusilla

Argelia

Santa Mercedes

Puerto Arturo

Flor de Augusto

Eré

Caballo-Cocha

Santa Rosa

IQUITOS

La María

Las Delicias

La Reforma

Concepción

El Estrecho

Puerto Colombia

P U T U M A Y O

P E R Ú

E C U A D O R

B R A S I L

C O L O M B I A

Áreadetallada

Puerto NariñoSanta Sofía

ARMADA

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

EJÉRCITO

Mediodía

Santa Rosa

Longitud: 1.626 kilómetros. PoblaciónColombia: 436.371 personas.Perú: 919.505 personas.DepartamentosColombia: 2Perú: 1MunicipiosColombia: 3Perú: 2Comercio (miles US$)Exportaciones: 347.314Importaciones: 208.407

Fuentes: Dane, Ministerio de ComercioExterior, 2002.

FARCFrenteAmazónico

FARCFrente 48

FARCFrenteAmazónico

AUC

FUERZA NAVALDEL SUR BAFLIM 16POLICÍA

PATRULLASFLUVIALESDE LA ARMADA

Colombia - Perú

Cultivosilícitos

Gruposindígenas

Tráfico dedrogas y armas

Ruta deEL TIEMPO

InternacionalDepartamental

Municipal

Límites

Capital departamentalPoblación

50 Kms.0

POLICÍAARMADA

POLICÍAEJÉRCITO

POLICÍAEJÉRCITO

POLICÍAEJÉRCITO

POLICÍAEJÉRCITO

POLICÍAEJÉRCITO

POLICÍAEJÉRCITO

QUINTAZONA NAVALUNIDADANTINARCÓTICOS

DISTRITOMILITARARMADAPOLICÍA

POLICÍA

POLICÍA

Witoto

Witoto

Inga

TicunaWitoto

POLICÍAARMADA

EJÉRCITOBRIGADA 26 DE SELVA

POLICÍA

POLICÍA

BASE MILITAREL ENCANTO

Farc

E S P E C I A L En los confines de ColombiaP E R Ú 27Domingo 10 de agosto de 2003

EL CURACA SIN TELÉFONO

Page 28: Fronteras de Colombia

El Putumayo es más que la columna vertebral de la fron-tera. Es también el mejor ‘amigo’ de juegos de los niños.

A orillas del Amazonas, en la localidad de Santa Sofía, la Policía colom-biana controla constantemente el paso de las embarcaciones.

El más reciente negocio de Tirso Sinis-terra depende de la salud de los amoresen la selva.

A este comerciante paisa, que navegael río Putumayo, se le ocurrió hace unassemanas diversificar su negocio de víve-res y llevar a los rincones más olvidadosde la frontera la primera caja de pastillasde Viagra para salvar matrimonios de-sahuciados.

La primera pastilla se la vendió a uncolono de 80 años en Tarapacá, al que tu-vo que leerle las instrucciones de la cajaantes de tomar rumbo hacia otra locali-dad. A su regreso, el anciano lo esperabaa la orilla del Putumayo con un puñado debilletes en el bolsillo y una sonrisa de no-vio recién casado.

El negocio superó sus expectativas.Las 100 pastillas que llevaba desapare-cieron en medio de rapiñas de hombresdesesperados. “Apenas vuelva al interiorvoy a traer más porque este mercado síque está productivo”, dice Tirso, que ha-ce 18 años tiene como base de su nego-cio a Marandúa.

A este sitio llegó atraído por la aventu-ra del comercio y se quedó por el calor dela gente. Su familia vive en Bogotá, unaciudad donde su espíritu de aventura noencuentra calma. Las ganancias son pa-ra que ellos vivan cómodos, mientras élprefiere andar de sandalias y pantalonetaen medio de la humedad de la selva.

Le encanta hablar de más y vender detodo. “Pero lo que más me gusta es en-contrar colombianos en los sitios más re-

cónditos”, señala y luego hace un re-cuento de los comerciantes colombianosasentados en la frontera.

Él representa ese prototipo del colonoque aún siente que le falta mucho pordescubrir. Hace una década se perdió en-tre la vegetación en busca de una minade oro, pero regresó a la civilización, que-brado y convertido en “un costal de hue-sos”. Hoy, cree que halló en la mina delos amores defectuosos el secreto paraser el rey del comercio en la selva.

El reparador de amores

Colombia (Simci), es notable la apariciónde 740 hectáreas de coca en Amazonas.Además, hace unas semanas el Ejércitoencontró 140 hectáreas de la mata enPuerto Limón, una zona donde no se tení-an antecedentes de esa actividad.

En ese puerto, situado río abajo, a treshoras en lancha de Marandúa, tambiénfue visto con vida por última vez EuclidesMendieta. El pasado 12 de mayo, viajó aese lugar para reparar un motor. Duran-te el trayecto dos hombres vestidos de ci-vil lo interceptaron y se lo llevaron. Al díasiguiente, su cadáver apareció flotandoen el río.

“Dicen que a Euclides lo mató la gue-rrilla porque les daba información a losparamilitares”. Esta segunda versión esde un peruano que aprendió de sus veci-nos colombianos a hablar sin revelar laidentidad. Esa es una de las leyes de su-pervivencia en el río.

Euclides tampoco hablaba mucho. Suviuda aprendió esa lección. Por eso se nie-ga a decir cualquier palabra a los extra-ños que llegan a Marandúa. “No confía nisiquiera en los que dicen que son perio-distas”, explica Gonzalo Guerra, uno delos dos maestros de Marandúa.

Guerra, un indígena que solo conocepor fotos la Colombia de edificios y carre-teras, intenta enseñarles a más de 30alumnos una noción de patria que no con-cuerda con su vida cotidiana.

Aunque tienen el privilegio de no ha-cer parte de la estadística del Dane que se-ñala que más de 8.000 niños en Amazonasse quedan sin educación, los alumnos deGuerra tienen que turnarse los libros pa-ra aprender el idioma y la historia de supaís. Sin embargo, la mejor cátedra deidentidad se las da la televisión. Todo gra-cias a que sus padres y Euclides lograronhace unos cuatro años el milagro de ins-talar una antena de TV satelital.

Esta les ha permitido reconocerse co-mo ciudadanos durante los partidos de laselección Colombia y las carreras deJuan Pablo Montoya.

Para saber de la guerrilla, no necesitande la televisión. El Frente Amazónico delas Farc se mueve con relativa facilidadante sus ojos, en cada curva del río, aun-que el Ministerio de Defensa sostiene quesolo se trata de unos pocos hombres conlanchas haciendo “ruido”.

En todo caso, nada ha podido evitarque las Farc cobren peaje a las embarca-

ciones. “Hay que pagarles 30.000 pesospor cada tonelada de mercancía”, dice elcapitán de un bote que está de paso porMarandúa.

El impuesto es clave para las Farc.Más allá de los dividendos económicos, laguerrilla demuestra con este cobro quehace presencia sobre la columna verte-bral de la frontera. Sabe que elcauce del Putumayo es laprincipal vía de comunica-ción, el camino del comercio yel puente de la integración. Deallí que la Armada empren-diera, hace poco, una vastaoperación por el río.

Lo que no se mueve por elagua se tiene que mover poraire. Pero a El Estrecho soloviajan la hidroavioneta de unex misionero estadounidensey un avión militar peruanocon víveres para los hombresque vigilan el lugar.

La situación es más compli-cada en el lado colombiano,donde Satena dejó de volar por rentabili-dad a La Chorrera y El Encanto. Hoy, so-lo la Fuerza Aérea viaja a esos sitios, perosin fecha fija. Pero incluso si se reanudanlos vuelos comerciales, el desplazamientoposterior a Marandúa, donde no hay pis-ta de aterrizaje, seguirá siendo una osadatravesía.

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)PIB (millones de pesos, 2002)Mortalidad (x cada 100.000 habs.)Índice NBI* (%)Vacunación niños (%)Cobertura escolar (%)Homicidios (a mayo 31, 2003)Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)Desplazados (expulsión, 2002)

*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.

24.885359.99024.3911'344.656312,279,556,488,418313.7256.426

ColombiaPutumayo

109.66576.38120.25011.936195,473,443,734,3678413

Amazonas

Superficie (km2)Población (personas)Índice NBI* (%)Acciones subversivas (2001)Detenidos por tráficoilícito de drogas (2001)

*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuente: Instituto Nacionalde Estadística e Informática (Inei), Policía Nacional del Perú (PNP).

368.852919.50557,728

98

PerúLoreto

El Producto Interno Bruto de los 12 departamentos fronterizos es un 10,8% del total nacional.

Fuente: Departamento Nacional de Planeación (1997).

E S P E C I A L En los confines de Colombia P E R Ú28 Domingo 10 de agosto de 2003

Page 29: Fronteras de Colombia

El Estrecho fue uno de los pueblos donde, en 1999, elpresidente Fujimori reforzó el pie de fuerza.

Sobre los rústicos caminos que atraviesan el abandono de Marandúa ca-minan con optimismo los hijos de los colonos colombianos.

La densidad de población de los municipios fronterizos es de 20 personas por km2 frente a un promedio nacional de 39.

Fuente: Departamento Nacional de Planeación

Desde El Encanto el viaje puede durarun día por río, bajo la advertencia de queel que se atreva a navegar de noche estábuscando ganarse una bala, en tanto quedesde La Chorrera el trayecto es práctica-mente imposible porque el proyecto decarretera se extravió bajo la espesa vege-tación.

“Para llegar acá desde La Chorrerahay que venirse en danta”, dice soltandouna risotada Trinidad Lugo, una nativaconvencida de que solo ese animal conocelos laberintos de la selva.

Cuando se trata de navegar hastaLeticia, las cosas son más demoradas.Para llegar a esa ciudad hay que reco-rrer el Putumayo hasta su desemboca-dura en el río Amazonas, en Brasil, yluego remontar ese río para entrar aColombia. El periplo puede durar hastatres días en una lancha rápida y 20 díasen un bote de carga.

Para los peruanos es peor. Si quierenviajar a su capital departamental, Iquitos,no tienen más remedio que tomar estamisma ruta y agregarleun día más de viaje enlancha rápida, o una se-mana en bote de carga.

Sin embargo, el trans-porte de mercancías porel río sigue siendo máseconómico. Por eso, losbotes bajan y suben por elPutumayo con familiasde navegantes que cuel-gan sus ropas en lasproas y duermen junto a cajas de gaseo-sas y bultos de comida.

De ese tráfico fluvial vivió Euclides.En su casa guardaba repuestos de todo ti-po para revivir los motores cansados. Asícomo reparó botes a los ‘narcos’, tambiénhizo lo mismo para los paramilitares quellegaron durante la bonanza de la coca.

Pero los ‘paras’ se fueron cuando el ne-gocio ilegal se fue al piso. Por eso, la ver-sión que pone a Euclides a morir a manosde las Farc por ser colaborador de los pa-ramilitares no es convincente. Sin em-bargo, “nada se puede descartar”, dice elcoronel Eduardo Murillo, jefe de EstadoMayor de la Brigada 26 de Selva, con sedeen Leticia, el único que viajó a Marandúaa averiguar lo sucedido.

El rumor de moda que recibió a Muri-llo, que llegó a El Estrecho en un aviónmilitar, señalaba que a Euclides lo mata-ron por ser auxiliador de las Farc. Esa hi-pótesis fue retomada por el diario La Re-gión, de Loreto, que se enteró del crimenun mes después de sucedido.

El diario se atrevió incluso a men-cionar que militares peruanos podríanestar vinculados, lo que fue descartadotajantemente por las autoridades. Elcontralmirante Eduardo Dacourt, co-mandante de la Quinta Zona Naval dePerú, envió un oficio a las autoridadescolombianas para señalar que “des-

miente las versiones decomplicidad de losmiembros de laInfantería de Marina”.

Con tantas versiones,tal vez nunca se sabrá loque pasó. Euclides fue se-pultado en Sabaloyacu, elcementerio de Marandúa,a una hora río abajo. Nohubo levantamiento legaldel cadáver y visitar su

tumba no fue recomendable durante lassemanas siguientes a su sepelio. “La gue-rrilla estaba muy alterada por la presen-cia del Ejército y por eso lo mejor era noir por allá”, explica un habitante.

Sin haber dilucidado si los asesinosfueron las Farc, los ‘paras’ o los ‘narcos’,lo que en su rápida visita sí comprobó

con certeza el coronel Murillo fueron lasdiferencias entre El Estrecho y Maran-dúa. Su paso de un país a otro, tan normalcomo cambiar de acera en una calle, fuetambién el paso de una localidad peruanade 3.000 habitantes dotada con hospital,acueducto, puesto de Policía, base delEjército y muelle de la Armada, a otra sinFuerza Pública, sin acueducto y sin pues-to de salud, pero rebosante de colonos queno renuncian a ser colombianos.

Uno de ellos es Jaime Gómez, un antio-queño que le saca provecho al transporteaéreo que encarece las mercancías en ellado peruano y que convierte la gaseosaInca Kola en un lujo de dos dólares.

Las habitaciones de su casa sirven pa-ra almacenar bolsas de café y latas de ga-seosas, que por su bajo costo compitencon facilidad con los productos peruanos.“La plata que me hago aquíno la consigo en ninguna otraparte”, dice.

Su empuje lo compartetambién Rubén Castillo, unbogotano que intercambiacon sus paisanos la informa-ción sobre las necesidadesde El Estrecho. “Si nos ente-ramos de que los peruanosse van a quedar sin papa,contactamos a los botes quevienen bajando, les compra-mos todo de antemano ycuando llegan aquí, el quequiera papa tiene que com-prarles a los colombianos”,cuenta.

El comercio de víveres es la tabla desalvación para estos colonos que esqui-van el negocio de la coca y confían en quela frontera seguirá atrayendo a más po-bladores aunque las estadísticas diganque las necesidades básicas insatisfechassuperan el 70 por ciento para el caso de

Llegó a las selvas del Amazonas a ga-nar almas para Jesucristo y terminó con-vertido en un dios del cielo para los habi-tantes de la frontera.

Este estadounidense de cabello blan-co, quien pide que lo llamen Richard, esel piloto de la única hidroavioneta civil quetransporta pasajeros sobre el río Putu-mayo. “Soy un tonto si sigo creyendo quevoy a triunfar con este oficio”, se dice a símismo con su español enredado.

Su plan de vuelo siempre está trazadosobre la cercanía de los ríos. “Si la hidro-avioneta falla puedo acuatizar en cual-quiera de ellos”, explica.

Su hangar está en uno de los brazosdel Amazonas, en Iquitos, la capital pe-ruana de la selva. Cerca de su aeronavepermanece otra, que nunca volverá a vo-lar: la avioneta en la que el 20 de abril del2001 viajaban tres civiles norteamerica-nos cuando fueron derribados por la Fuer-za Aérea peruana.

El error provocó la muerte de una es-tadounidense y su hija, dejó al piloto sinsu pie derecho y paralizó el convenio deinterdicción aérea entre Estados Unidos yla región andina.

Las víctimas eran misioneros evangéli-cos, el mismo oficio que trajo a Richard ala Amazonia hace 20 años, dispuesto acambiar el mundo. Pero la selva lo cam-bió a él. Dejó de evangelizar, se casó y op-tó por ayudar al prójimo desde el aire.

Se metió a un curso de piloto y compróla hidroavioneta. Luego, adquirió radiote-

léfonos y los instaló en varios pueblosfronterizos, donde los indígenas se con-vierten en improvisados controladores devuelo. “Ellos me dicen cómo está el climay eso me sirve para saber si suspendo ono un viaje”, explica.

Sus siete empleados y sus clientes ledicen el “hermano”. Un apelativo que ha-ce honor a su pasado de monje y a susueño de convertir su modesta empresaen una bendición de las alturas para lospueblos olvidados.

El hermano del aire

El viaje deMarandúa a Leticia puede durarhasta 20 díasen un bote de carga.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaP E R Ú 29Domingo 10 de agosto de 2003

Page 30: Fronteras de Colombia

Lanchas como esta recorren los puertos fluviales enbusca de pasajeros y mercancías.

Las misteriosas islas del Amazonas aparecen y desaparecen bajo el aguadependiendo de la fuerza del invierno y la crudeza de los veranos.

En los 18.446 km2 de los municipios fronterizos con Perú viven 80.785 personas, diez veces menos que en el departamento de Sucre.

Fuente: Dane, proyecciones al 2003.

A Julio Perea nada le incomodamás que le pregunten su nacionali-dad. “Soy simplemente un pescadordel río Amazonas”, prefiere respon-der.

A veces su respuesta depende deltono de la conversación. Si se lo pre-guntan con acento colombiano, Julioda el número de su cédula; si le ha-blan con acento peruano, él recita sunúmero único de identificación.

Tiene doble nacionalidad, pero creeque eso no sirve para nada en una co-munidad de pescadores que convir-tieron el límite del río en su punto deencuentro y que nunca se han preo-cupado por las rayas invisibles queparten en dos unas aguas que no sedejan demarcar.

Julio vive en la isla Campiña Serra,en medio de uno de los imponentesbrazos del Amazonas, más cerca dela orilla peruana. Nació en ese ladohace 86 años, pero a los 20 ya teníaclaro que su única patria es el río.

El Amazonas le brinda pescadosespléndidos. De allí ha sacado sába-los, pintaditos, corvinas y pirarucúsde tamaños generosos y sabores in-comparables, que se venden a preciode huevo en cualquier mercado de lazona.

“Me conformo con que dejen algu-na ganancia para vivir”, dice Julio conla tristeza del pescador que está apunto de jubilarse porque sus brazosarrugados y su espalda cansada ya nopueden competir contra los jóvenes.

Sus hijos regados a lado y lado dela frontera le ofrecen lugares paradescansar. Él analiza las ofertas contranquilidad. Su hogar no está en nin-guna orilla. Su hogar está en la mitaddel río, en el centro de una patria sinlímites.

El pescador sin límite

Solo la naturaleza empaña, a veces, lacooperación de las autoridades de Colom-bia y Perú en la frontera.

Aquí las banderas suelen perdersecon facilidad, especialmente si están enla mitad del río. Los peruanos bajan lospabellones de Colombia cuando los venondeando en islas que consideran de suterritorio. Los colombianos hacen lomismo.

Como los esquivos delfines rosados,que aparecen y desaparecen en la super-ficie, las islas del Amazonas son pedazosde tierra que aumentan y disminuyen detamaño según la intensidad de los invier-nos y los veranos, y que se alejan o seacercan a la orilla de uno de los dos paí-ses de acuerdo con los caprichosos cam-bios de caudal del río.

“Eso siempre ha sido así. Lo principales evitar que eso afecte nuestras buenasrelaciones”, dice el sargento colombiano

Guillevardo Rubio, comandante de la Po-licía de Santa Sofía.

Rubio tiene claro que el tema no es co-mo para iniciar una guerra, como la quehubo hace 72 años y que culminó con laconfirmación de un tratado de límitesque se firmó cuando muchas de estas is-las no existían. Pero sabe también que laisla Corea, situada frente a su puesto, escolombiana y que debe cuidar la banderaque allí ondea.

Corea es de Colombia porque así lo de-

terminó una comisión bina-cional creada para ponerles lí-mite a estos ‘diferendos’ coti-dianos. Esa comisión tambiéninició en 1999 la realización deun estudio para delimitar lasislas Patrulleros, Vamos yNueva.

“Solo queremos saber dón-de podemos construir un ran-cho”, dice Luisa Calope, unaperuana que asegura teneridentificada una isla, aún sindueño, que no se inunda con facilidad yque permite sembrar hortalizas.

Ella espera que la comisión siga po-niéndoles nacionalidad a esas esquivasporciones de tierra, únicas desavenen-cias que, de cuando en cuando, surgenentre Perú y Colombia, aunque nadie sa-be si el río permitirá que algunas de estasislas duren lo suficiente como para apa-recer en los mapas.

E S P E C I A L En los confines de Colombia P E R Ú30 Domingo 10 de agosto de 2003

A M A Z O N A SL O R E T O

LETICIA

Atacuarí

I. El Tigre

Buenos Aires

I. CampiñaSerra

I. Corea

I. Patrulleros

I. Vamos

C O L O M B I AP E R Ú

Río Amazonas

Amazonas y el 55 por ciento para el casode Loreto.

El optimismo de Rubén es binacional.Su esposa es peruana y sus dos hijos estánregistrados a ambos lados. Ellos hacenparte de los 129.561 habitantes de la fron-tera del río, de los cuales un 60 por cientoson peruanos y el 40 por ciento, colombia-nos, según un documento de la Cancille-ría de Perú.

También los puestos de la Fuerza Pú-blica de Perú representan la mayoría. Esepaís tiene 25 bases de vigilancia en la lí-nea de frontera. Colombia solo tiene seis:

tres en el río Putumayo y tres en el ríoAmazonas.

Esa cifra permite entender por qué elcapitán Rafael Galdo, comandante de laPolicía de El Estrecho, cree que a Colom-bia aún le falta mucho por hacer para re-forzar su presencia en la zona. Los milita-res colombianos alegan que no puedeninstalar puestos de 30 hombres, como losde Perú, para dejárselos de carne de ca-ñón a la guerrilla. Su estrategia es tenerunidades móviles en la selva.

Bajo esa táctica las naves de la Armadase aparecieron en Marandúa tras la muer-

te de Euclides. Aunque la presencia de losmilitares duró poco, los pobladores con-fían en que su paso no solo ayude a resol-ver el enigma de la muerte de Euclides, si-no a responder el interrogante sobre si lacoca seguirá avanzando a ambos lados delrío que los une y los separa.

Esperan las respuestas con paciencia.No tienen afán. Creen que el Estado final-mente tendrá que acordarse de ellos. Poreso, aguardan con resignación anclados alas alegrías y tristezas del río, y aferradosa una bandera que ondea con un pedazode su franja roja rasgado por el viento. ❙

AMAZONAS

Diferendos flotantes

Page 31: Fronteras de Colombia

La primera vez que Colombia y Perú secomprometieron a aplicar una políticabinacional de desarrollo en su fronterafue en 1978, con la suscripción del Tra-

tado de Cooperación Amazónica. Pero la prome-sa quedó en suspenso hasta 1988, cuando nació elPlan para el Desarrollo Integral de la Cuenca delrío Putumayo (Ppcp). Sin embargo, de los diezproyectos del Ppcp solo tres han sido ejecutadoshasta el momento.

El balance parece una ironía en momentos enque ambas naciones predican que uno de los an-tídotos para blindar la frontera contra el narco-tráfico y los cultivos ilícitos consiste en llevar sa-lud, educación, empleo e infraestructura de co-municación.

En noviembre pasado se creó la Zona de Inte-gración Fronteriza, y en ambas cancillerías se la-bora aceleradamente en la misión de recopilar to-dos los datos sobre las condiciones actuales de lafrontera. Su afán ha aumentado a medida quecrece el temor de que el conflicto colombianocontagie de nuevo a un país que confía en haberderrotado al terrorismo y a los grandes cultivosde coca.

Perú, que en la década del 80 fue escenario deuna dura lucha entre el Estado y el grupo guerri-llero Sendero Luminoso, la cual dejó unos 25.000muertos, y que fue, por encima de Colombia, elmayor productor de hoja de coca en el mundo, seenfrenta hoy al fantasma de que esos fenómenos,que superó con una estrategia de mano dura,puedan resurgir con la fuerza de antes.

La aparición de reductos de Sendero Lumino-so en Ayacucho y Junín, en el sur de Perú, pren-dieron las alarmas en las últimas semanas. Unainvestigación realizada por el diario La Repúbli-ca, de Lima, señala que narcotraficantes de Co-lombia, México y Bolivia les estarían pagando alos ‘senderistas’ para que garanticen que los cam-pesinos cultiven la coca en algunas zonas.

La firma Análisis e Inteligencia, que elabora

documentos de geopolítica, indica: “Sendero Lu-minoso alimenta su resurgimiento copiando lafórmula de financiamiento de las Farc y puedeestar explotando el auge que vive la industria delcultivo de coca en el Perú, algo que sería produc-to del éxito del programa para erradicar los culti-vos ilegales en Bolivia y Colombia”.

Aunque no hay estudios que permitan deter-minar cuánto han crecido los cultivos ilícitos enla frontera, como consecuencia del desplaza-miento de los sembrados de coca del Putumayo, yaunque tampoco existen reportes sobre la pre-sencia de senderistas en esa área, sí es evidenteque esta zona contiene todos los ingredientes dedebilidad del Estado para favorecer una eventualalianza binacional de guerrillas y narcotrafican-tes.

El problema ha sido afrontado hasta ahora conuna lógica militar que intenta contener el pro-blema en la raya limítrofe. El ex presidente pe-ruano Alberto Fujimori envió unos 3.000 hom-bres a la frontera durante 1999, en un movimien-to de fuerzas que no se veía desde la guerra dePerú y Colombia (1932-1933).

Pese a que él y su asesor, Vladimiro Montesi-nos, fueron acusados posteriormente de enviar10.000 fusiles jordanos a las Farc, su filosofía deseguridad fronteriza ha seguido vigente.

“Hoy, Perú es el vecino que mejor comprendelas necesidades de Colombia. En materia de coo-peración militar los peruanos son los que más co-laboran,” dice un coronel colombiano de inteli-gencia del Ministerio de Defensa, quien conside-ra al gobierno de Alejandro Toledo como el alia-do clave de Uribe en la región. Ambos presiden-tes revitalizaron tres mecanismos de coopera-ción en seguridad: el de alto nivel, integrado porlos vicecancilleres, las rondas de altos mandosmilitares, que se reúnen varias veces al año, y elde interdicción aérea y fluvial, mediante el cualse intercambian información.

Ante ese enfoque militar la otra estrategia, la

que consiste en buscar el desarrollo integral paraevitar que la región sea caldo de cultivo para ac-tividades ilícitas, luce empantanada.

La internacionalista Martha Ardila dice: “Lafrontera ha sido vista con el concepto de seguri-dad territorial y los países han acudido a su mili-tarización bajo una tendencia que ha dejado rele-gado el desarrollo social”.

Sin embargo, la oficina de Integración Fronte-riza de la Cancillería colombiana sostiene que laestrategia del desarrollo social siempre ha estadoa la misma altura de la estrategia de seguridadmilitar.

Su reto será demostrar que los nuevos proyec-tos que diseñe tendrán el mismo respaldo de re-cursos que las iniciativas militares. Los antece-dentes no son alentadores. Desde 1995, la mayo-ría de las iniciativas del plan Ppcp, que fueronconcertadas para impulsar el desarrollo, duer-men en los archivos oficiales esperando finan-ciación.

Uno de esos proyectos busca impulsar el inter-cambio comercial en la cuenca fronteriza del Pu-tumayo. Entre sus objetivos están “la creación deuna oficina de promoción de comercio e inver-sión” y la puesta en marcha de un “sistema depromoción del ecoturismo y la realización de unestudio de factibilidad para una zona franca enLeticia”.

Otra iniciativa fue diseñada para mejorar elservicio de salud mediante el suministro de me-dicamentos esenciales, la capacitación anual de3.600 trabajadores de la salud y la donación de 22botes con motores fuera de borda para trasladarenfermos.

Estos proyectos hacen cola detrás de otros dosque los gobiernos quieren sacar del ‘congelador’mediante la búsqueda de cooperación extranjera:el proyecto de saneamiento ambiental, que bene-ficiaría a 35.000 personas, y el de atención a lascomunidades indígenas.

Para concretar estos anhelos atrasados hacefalta mucho más que buena voluntad. Hace faltatambién, como señala un funcionario diplomáti-co colombiano, la participación de la clase políti-ca y del sector privado, que no han sabido inter-pretar las potencialidades de una zona generosaen recursos naturales.

¿Estrategia coja?Los niños witotos del Perú conservan sus tradiciones y participan con sus atuendos en las celebracionespatrias de ese país.

Hacen falta asientos en la escuela de la comunidad del Siete de Agosto, enAmazonas, pero sobran las ganas de aprender.

‘Perú, aliadoclave’, dicenlos militarescolombianos.‘El desarrollosocial estárelegado’,señalananalistas.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 31Domingo 10 de agosto de 2003

Page 32: Fronteras de Colombia

Juan Bautista Acevedo, tuyuca del centro del Vaupés, vive ahora en Bocas del Ta-raira, donde trabaja como motorista y promotor de salud.

En el puerto más al sur de Colombia, en Leticia, las dos patrulleras de la Armada, ARC Jaime Gó-mez y ARC Juan Peña, reposan, fondeadas ante la inmensidad del río Amazonas.

Entre Mitú y Leticia hay 600 kilómetrosde junglas casi vírgenes en las que vivedesperdigado un puñado de colombianosde todas las etnias y todos los departamen-tos, en el abandono más completo y en unapaz interrumpida solo por lejanos fantas-mas de la guerra. En medio, hay un puebli-to de 300 habitantes. Se llama Taraira y sunombre es una leyenda del oro de la selva.Ir de Mitú a Leticia, pasando por Taraira,es viajar a otra Colombia.

* * *Desde el cerro en Bocas del Querarí, el

primer caserío donde el río Vaupés se vuel-ve frontera con Brasil, se ven dos paisajes.

Del lado colombiano, una bandera on-dea en una antena roja sobre varias casitasde tabla. Las 23 familias cuneas, waunanasy tupíes que cambian la bandera cada vezque se pudre, dicen que la torre la dejó in-conclusa Telecom. “Mire la belleza de fron-teras que tiene Colombia”, se queja LuzDelfina Neiva, maestra del internado, mos-trando sanitarios y lavamanos enmoheci-dos, pues el pozo séptico se cayó reciénconstruido. Miguel Lima, el enfermero cu-yuca, enseña una camilla destartalada y unhormiguero en su puesto de salud.

Al otro lado del río se alinean las cuida-das construcciones café y verde del puestode frontera brasileño. La pista de cementoen la que aterrizan regularmente avionesBúfalo es la misma que, en 1998, recibió porsorpresa los Hércules del ejército colom-

biano que reaccionaron a la toma de Mitúpor las Farc, pues no tenían –y siguen sintener– dónde más aterrizar. La comunidadtiene educación hasta noveno grado, y losmilitares le dan luz las 24 horas, dentista,medicina, agua potable, provisiones ytransporte. Los enfermos colombianos vana curarse al Querarí brasileño.

Sin lancha de motor y con un radio decomunicaciones sintonizado en la frecuen-cia del hospital de Mitú, Luis Gómez, el ‘ca-pitán’ indígena, y César Julián Gómez, ins-pector de Policía, no pueden más que dejaren manos de los soldados del batallón deselva brasileño la soberanía sobre esta es-quina perdida.

Una cosa compensa el abandono. En laniebla que se levanta en las mañanas sobrela vegetación exuberante se respira unaconstatación asombrosa: Bocas del Quera-rí vive en paz. “Esto es tan pobre que nohay ni guerrilla”, dicen todos.

* * *“¿Quiere ir a Querarí? Pague la gasolina

y la remesa, y yo le presto el motor y a Pe-ranquive”, había dicho dos días antes Gus-

tavo Puga, en Mitú, mientras tres indíge-nas armaban dos grandes balsas y calafate-aban una canoa grande. Frente al que élpreparaba, el viaje que me llevó a Querarígracias a su ayuda, parecía juego de niños.

Con Hernando Peranquive, uno de losmejores motoristas de la selva, 15 indíge-nas y dos cocineras, Puga, contratado porla Gobernación, iba a llevar, a lo largo de300 kilómetros de ríos erizados de rápidosenfurecidos, 27 toneladas de baterías sani-tarias (y una tonelada y media de comidapara el grupo) a las comunidades indíge-nas fronterizas del Vaupés y el Papurí.

Defendidos de la colonización a gran es-cala por temibles cachiveras (rápidos), losríos de Guainía, Vaupés y Amazonas, lostres departamentos colindantes con Brasil,convierten el transporte en una odisea a laque solo se le miden Ulises del rebusque.

El sistema es simple: las dos balsas y lagran canoa cargadas navegan hasta Tatú,la primera cachivera. Allí, las 28 toneladasy media son descargadas y transportadas ahombro por los indígenas, a lo largo de unvaradero, un camino en la orilla. Las bal-

sas pasan por el agua; la canoa de una to-nelada se arrastra. Al otro lado, se cargan yprosigue la navegación. Así, una y otra vez,en las 14 cachiveras del Vaupés y la mediadocena del Papurí.

Entregada la carga, Puga planeaba se-guir Vaupés abajo hasta San Gabriel de Ca-choeira, en Brasil. En barco por el río Ne-gro y el Amazonas, iría a Manaos, para vol-ver al cabo de dos semanas con una tonela-da de chanclas de caucho. Con Peranquivey la canoa haría el camino de regreso a Mi-tú, hasta depositar en su almacén del male-cón, tres meses después de haber partido,las chanclas, que vende por el doble.

Comparado con el de Puga, el viaje dedos días que hice hasta Querarí con su mo-torista Peranquive, en una voladora livia-na y sin más carga que la comida, lució co-mo un juego de niños. Pero fue el primeratisbo a una frontera donde otra Colombiavive menos preocupada por la guerra quepor el tenaz rebusque de la colonización.

* * *Cada mes, Eliécer Pérez trae de Villavi-

cencio, por contrato con la Gobernación,17.640 galones de Acpm para que la plantade Mitú genere sus cuatro horas de energíadiaria. “El galón en Villavicencio vale 3.010pesos, pesa 3,23 kilos, y el avión cobra 1.500pesos por kilo”, dice, explicando por quéun galón de combustible vale 9.600 pesos.

El avión de Satena, único lazo de Mitú

Texto y fotos: Álvaro Sierra

Un viaje por los ríos de una de las fronteras más remotas y desconocidas del país.

Otra Colombia, frente a

Brasil

E S P E C I A L En los confines de Colombia B R A S I L32 Domingo 10 de agosto de 2003

Page 33: Fronteras de Colombia

A M A Z O N A S

A M A Z O N A S

V A U P É S

G U A I N Í A

Río Putumayo

Río Amazonas

Río Yararí

Río Amazonas

Río Japurá

Río Caquetá

Río Apaporis

Río Inírida

Río Vaupés

Río Tiquié

Río Papurí

Río Isana

Río N

egroRío Vaupés

Taraira

Puerto CaimánLa Playa

Papunaua

Yapú

WasaiSan JoaquínTunubi

Querarí

Chimapana

Guadalupe

San Felipe

Tucutibapo

Pari Cachoeira

Melo Franco

PiraTucana

Topurucú

Tapunucuara

Carurú

Cururu

Isana Boca del Yarí

Nazareth

Ticuna

Tacira

Yavaraté Iauaraté

Murutinga

Tariana

Hacia Manaos

Hacia Guyanas

Puerto Nariño

Naquén

Trovao

Pacoa

Venado Isana

B R A S I L

P E R Ú

C O L O M B I A

MITÚ

Áreadetallada

Longitud:1.645 kilómetros. PoblaciónColombia: 149.042 personas.Brasil: 2'812.557 personas.DepartamentosColombia: 3Brasil: 1MunicipiosColombia: 5Brasil: 5Comercio (miles US$)Exportaciones: 107.823Importaciones: 511.487

Fuentes: Dane, Ministerio de ComercioExterior, 2002.

BASE ANZOL

FARCFrente 1

FARCFrente 16

FARCFrente Amazónico

Desano

Curipaco

Siriano

Cubeo

Witoto

Makú

Makú

TicunaWitoto

Cubeo

Curipaco

LETICIA

Tarapacá

Km. 18

Km. 6

Ipiranga

Alegría

La Pedrera

Miriti Paraná Villa Bittencourt

Bocas delTaraira

Cucui

Sao Felipe

Sao Gabrielde Cachoeira

Mabé

Yauacaua

Yacaré

CuyubiBocasdel Querarí

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO

EJÉRCITO EJÉRCITO

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL

EJÉRCITOBRIGADA 26DE SELVA

POLICÍA

EJÉRCITOBRIGADA 26DE SELVAPOLICÍA

EJÉRCITOPOLICÍA

POLICÍAARMADA

EJÉRCITOBRIGADA 26 DE SELVA

Colombia - Brasil

Farc

Cultivosilícitos

Gruposindígenas

Tráfico dedrogas y armas

Ruta deEL TIEMPO

TabatingaEJÉRCITOPOLICÍA FEDERALARMADAAVIACIÓN

Monfort

InternacionalDepartamental

Municipal

Capital departamentalPoblación

Límites

50 Kms.0

11990077,, abril 24. Tratado VásquezCobo–Martins fija límites te-rrestres de la frontera y estipu-la libre navegación por el Ama-zonas y otros ríos compartidos.

11992288,, noviembre 15. TratadoGarcía Ortiz-Mangabeira fija lí-mites marítimos y fluviales.

11997711,, junio. Acuerdo para la ex-cención de doble tributación afavor de empresas marítimas yaéreas.

11997788,, julio 3. Brasil, Colombiay Perú firman Tratado deCooperación Amazónica, pa-ra desarrollar la colaboraciónen investigación científica ytecnológica.

11999911.. Se inicia en Brasil el Pro-yecto Cuenca Norte de militari-zación de la frontera amazóni-ca brasileña.

Febrero 26. Las Farc atacan undestacamento del ejército bra-sileño en el que murieron tressoldados y dos mineros colom-bianos. Brasil cierra el paso porel río Taraira.

Abril. Militares brasileños ame-trallan, en el río Taraira, unalancha con soldados colombia-nos, los detienen y luego los li-beran, sin provocar muertos.

11999988,, abril 1. Aeronaves milita-res colombianas aterrizan en lapista brasileña de Querarí co-mo apoyo a sus operacionesmilitares contra las Farc quehabían atacado horas antes laciudad colombiana de Mitú.

11999999,, junio 4. Brasil lanza la‘Operación Tabatinga’ destina-da a identificar y detener trafi-cantes de droga.

Agosto. Brasil lanza ‘OperaciónIntimidación’ para evitar incur-siones de la guerrilla colom-biana en su territorio.

22000011.. Se crea Comisión Bina-cional Fronteriza, conformadapor las Fuerzas Armadas de ca-da país para intercambio de in-formación e inteligencia.

22000033,, junio 20. Convenio deCooperación en Defensa.

Junio. Memorando de entendi-miento para la lucha contra te-rrorismo y tráfico de armas ydrogas.

Junio. Brasil lanza ‘OperaciónTimbó’ para mantener el con-trol de la frontera.

Algunos hitos

EL REY DE LAS CACHIVERAS

“Mi Diosito hizo el peligro, pero hizoel huequito”, dice Hernando Peranquive,recitando de memoria los nombres delas 14 cachiveras, los traicioneros rápi-dos del Vaupés, que vuelven una odisealos cuatro días de navegación de Mitú aYavaraté, donde el río se va para Brasil.

“Catorce, en invierno, porque en vera-no son 72”. Con la filosofía de que todacachivera tiene su paso, Peranquive de-ja carga y pasajeros en la orilla y, en ca-da comunidad indígena ribereña, embar-ca, a cambio de dos paquetes de Pielro-ja, a su ‘práctico’, un lugareño que co-noce de memoria las peñas ocultas bajo

las aguas rugientes y, con sus indicacio-nes, pilotea la canoa, sana y salva, haciael “huequito” dejado por Dios en esascorrentadas que se han tragado hom-bres, motores y cargas incontables.

Vivo de milagro después de una apen-dicitis, según él mal diagnosticada, queterminó en la extirpación de un riñón y ledejó una cicatriz de 20 centímetros en elestómago, este casanareño de 41 añossaluda por el nombre a cada indígena ensu ruta; cambia jabón por pescado ‘mu-quiado’ (ahumado) y ‘farinha’ (harina deyuca brava), y cuenta con humor inago-table docenas de historias del río.

En la selva,donde la vida de-pende de esasvenas de agua,todo está en ma-nos de motoris-tas como Peran-quive. Diestro en-tre los diestrosen esas aguascon las que lidiahace 22 años, só-lo teme una cosa: que el motor se le apa-gue en mitad de una cachivera y se ‘ala-gue’ (inunde) la canoa.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaB R A S I L 33Domingo 10 de agosto de 2003

Page 34: Fronteras de Colombia

con Colombia, multiplica fantástica-mente el costo de todo. Un bulto de ce-mento, que en Bogotá vale 18.000 pesos,aquí cuesta 83.000. Vaupés ha pedido de-clarar los municipios de la frontera zo-nas de régimen aduanero especial, paratraer productos brasileños, más bara-tos. “El impacto es tan poco, y el bene-ficio sería tan grande...”, dice el gober-nador, Harold León.

Por Mitú han pasado todas las bo-nanzas. “Me alcanzaba para jugar, to-mar, mercar y quedaba plata”, recuer-da Libardo González la del caucho, quese acabó en 1972. Siguieron las pieles. Yla coca. “Había cuatro burdeles y 11 dis-cotecas. A los compradores los recibía eljefe de la Policía”, dice un hombre quellegó en el 82.

Hoy, pasadas todas esas bonanzas,sin acueducto ni alcantarillado, con elhospital en paro porque a sus 263 traba-jadores les deben prestaciones desdeseptiembre, Mitú construye un polide-portivo y pavimenta el malecón. Se hangastado 8 mil millones de pesos en unaminicentral hidroeléctrica, una de cu-yas turbinas reposa, según elGobernador, hace tiempo, en Bogotá.

“Aquí los chanchullos administrativosson miedosos”, afirma monseñorGustavo Ángel, el obispo.

Mitú ilustra los desafíos de la políticade control del territorio del presidenteUribe. Una base del Ejército y un búnkerde la Policía han convertido las cinco ca-lles de este pueblo de 7.200 habitantes enuna fortaleza. En el aeropuerto hay queregistrarse. Todo forastero es interroga-do. En el puerto se controlan vituallas ycombustible. Río abajo, hacia la frontera,no hay un solo guerrillero. Pero 15 minu-tos río arriba empiezan los vastos domi-nios del frente primero de las Farc, quellegan hasta Guaviare y Caquetá.

Mitú vive una paz fortificada, perobuena parte del resto del Vaupés está enmanos de las Farc. Por eso, muchosanunciaban que, 300 kilómetros al sur,en Taraira, iba a encontrar otra cosa.“Allá lo recibe la guerrilla”, decían lasautoridades.

* * *Cuando “Capitán Alejito”, la Cessna-

205, aterrizó una mañana en Taraira, nohabía un solo guerrillero. En su lugar, enla pista, se apiñaba un pueblo insólito.

La serranía de Taraira fue célebre enlos ochenta, cuando su nombre, sinónimodel oro de la selva, la convirtió en un típi-co pueblo minero de colonización, con ba-res estridentes como el SantoCachón y prostitutas legenda-rias como ‘la Pingüina’, unacaleña que cobraba 12 gramosde oro por 15 minutos y termi-nó engañada por un tenientemujeriego. La bonanza se aca-bó y 12.000 aventureros se fue-ron como llegaron. Hoy, en lasdos calles toscamente empe-dradas de Taraira, quedan 300hombres y mujeres, hechiza-dos sin remedio por el oro.

“Somos una gran familia”,dice Marta, dueña del únicobillar. El pueblo se reúne paralas decisiones. En la semana, trabaja 14horas en los túneles de las tres minas –Ce-rro Rojo, Peladero y Garimpo–. Los vier-nes, desde mediodía, se junta en las tien-das a ingerir cerveza y ver Sky Tv. El sá-bado, limpia las calles. El domingo, juegamicrofútbol. Cuando alguien tiene difi-cultades graves, reúne dinero. Un extra-

Ramiro Meneses, de Villa Fátima, en el río Vaupés, deja que su hija Mónica se ocupede las picaduras de zancudo mientras el pequeño Jair vigila la trampa para sardinas.

“Todos hemos dejado la juventud aquí”, di-ce, Marta, dueña del billar de Taraira.

“Mi misión es velar por el orden”, di-ce César Julián Gómez, presentándose:“soy el inspector de Policía de Bocas delQuerarí”.

Este joven cubeo de 22 años, bachillerde la Normal de Mitú, es el único repre-sentante del Estado en muchos kilómetrosa la redonda. Su sede: su propia casa, don-de vive con su mujer y dos hijos, en una is-lita frente a la comunidad indígena que danombre a la inspección, justo donde el ríoVaupés se vuelve la raya fronteriza entreColombia y Brasil.

Comparte la isla con ‘Yanyán’, un mesti-zo brasileño que lleva 12 años midiendo lapluviometría para el Ideam.

Gómez no tiene lancha ni motor; tan só-lo una canoa, en la que sale remando a lascinco de la tarde, a dejar mallas y anzuelosque, en las mañanas, cuando está de suer-te, recoge con pescados. Cultiva, como las23 familias de la ribera, una chagra con yu-ca, plátano y piña. Tiene un viejo radio, sin-tonizado en la frecuencia del hospital deMitú. En la comunidad hay un teléfono sa-telital del sistema Compartel cuyas tarjetasse venden en la capital, a un día de viajepor el río. Hace seis meses instalaron ba-terías solares y ahora, en la noche, hay luz.

Ni siquiera tiene una bandera deColombia para izar en el asta desnudafrente a su casa.

“Por aquí no han venido autoridadesde ninguna clase, nunca, ni ningún pe-riodista. Pero esto es tranquilo; una queotra pelea, a veces, en la comunidad, eslo más grave”.

Se gana 320 mil pesos al mes y sólo va

a Mitú si lo llevan gratis. “El viaje de idason 8 o 10 galones de gasolina; y, con elgalón a 9.000 pesos, no hay viáticos quealcancen”.

Al frente, la base militar brasileña, cons-truida con todas las de ley, junto a un po-blado indígena que tiene electricidad, ser-vicio de salud y avión regular, parece recor-darle todos los días a este solitario repre-sentante del Gobierno colombiano lo que síes la presencia del Estado.

El inspectorsolitario

Superficie (km2)Población (personas)Tasa deanalfabetismo (%)PIB (millones de reales*)

PIB per cápita (reales)

*Con tasa de cambio de julio del 2003. Fuente: Instituto Brasileñode Geografía y Estadística (Ibge).

1'570.9462’812.557

15,315.398(151.516'320.000de pesos)5.577(5'487.768 pesos)

BrasilAmazonas

Superficie (km2)Población (personas)Indígenas (personas)PIB (millones de pesos, 2000)Mortalidad (x cada 100.000 habs.)Índice NBI* (%)Vacunación niños (%)Cobertura escolar (%)Homicidios (a mayo 31, 2003)Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)Desplazados (expulsión, 2002)

*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.

109.66576.38120.52111.936195,473,443,734,3678413

ColombiaAmazonas

65.26831.87521.50492.259283,3100,029,874,601.48536

Vaupés Guainía

72.23840.78614.33162.317230,8100,044,074,6174976

E S P E C I A L En los confines de Colombia B R A S I L34 Domingo 10 de agosto de 2003

El índice de pobreza humana de los departamentos fronterizos (14,74) es superior al índice nacional (10,6).

Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000).

Page 35: Fronteras de Colombia

ño, cinco minutos después de llegar, estátomando cerveza y oyendo fantásticashistorias del oro de la selva.

De los 300 habitantes, 146 estudian enel internado con los únicos computadoresen cientos de kilómetros, que solo funcio-nan cuando se enciende la planta para laclase de sistemas; 76 son mineros, y 71mujeres están en el Comité de Madres.En el resto del municipio viven 700 indí-genas sobre el Apaporis y el Taraira, elúnico río de toda la Amazonia colombia-na que corre de norte a sur, a lo largo dela frontera.

El DC-3 de Alejandro Fonseca viene,una o dos veces por mes, desde Villavi-cencio, y cobra 700.000 pesos por el pasajede ida y vuelta y 3.500 por el kilo de carga.Así, una libra de tomates o de papas vale6.000 pesos. Virgilio Beltrán, el panadero,vende en 3.000 pesos la bolsa de tres pa-nes. “El horno pesa 320 kilos. Como todo,llegó en el avión, a 3.500 el kilo”, dice.

El puñado de mineros que sigue escar-bando las entrañas de la serranía vive acrédito. Los potentados del lugar son loscomerciantes, que com-pran el gramo de oro a22.000 pesos (en Bogotá va-le 30.000) y fían los doscombustibles esenciales:la gasolina, a 12.000 pesosel galón, y la cerveza, a2.500 pesos por lata.

Hoy, la única señal visi-ble de las Farc es que Ta-raira no tiene alcalde. Co-mandados por ‘Arles’, cin-co guerrilleros aparecieron en el puebloen el 2002. Se quedaron un año, durante elcual expulsaron a Eliécer Cabrera, quedespacha en Mitú, y quemaron en dosocasiones las urnas electorales. No co-braron impuestos por el oro. Impusieronel ‘cívico’, el día sábado para limpiar el

pueblo, amarraban a los borrachos, y po-nían a rozar los bordes de la pista al quecometía una falta.

Con alivio los vieron irse hace cincomeses. No han vuelto, pero le dejaron elestigma de pueblo guerrillero a uno delos sitios más tranquilos de Colombia, cu-yo último muerto fue Henry Orozco, quehace cuatro años se colgó de pura soledaden su casa de Cerro Rojo.

* * *De Taraira a La Pedrera, el primer

pueblo del departamento del Amazonas,hay un día y medio de viaje por un ríoprimigenio que serpentea como una cule-bra perezosa entre la selva.

En la cachivera de Golondrinas hayque subir un cerro con la voladora de 130kilos al hombro y bajarla por un varade-ro con el pantano a las rodillas. El restodel tiempo, el sólido muro vegetal de lasorillas, duplicado por su reflejo en elagua, desfila interrumpido por graciosaspalmas asaí. El ruido del motor de la lan-cha, que parece flotar sobre el negro es-pejo del río, es la sola memoria de civili-

zación. El sol achicharrahasta que cae un chapa-rrón bíblico. Escampa, yel viento de proa seca laropa puesta. El cuerpoempieza a calentarse, yvuelve a llover.

Cuando el río sale alvasto Apaporis, apareceBocas del Taraira, una co-munidad de 40 indígenastuyucas y piratapuyos. El

puesto de salud de Juan Bautista Aceve-do sin droga; el profesor Félix Londoño,que no sale hace dos años porque no hayplata para la avioneta; el inspector Be-nigno Perilla, con las baterías del radio apunto de descargarse, y la aldea sin dine-ro para el combustible de la planta de

energía recién adquirida se combinaban,como en Querarí, cientos de kilómetrosal norte, con la afirmación de que poraquí no se ven guerrilleros.

La cosecha de mirití, un fruto de ácidapulpa amarilla, recién recolectada, yacíaen canastos de palma. Totumas de chichacircularon desde la mañana para un da-bucurí, una fiesta en honor de la fruta,que congregó a la tribu dentro de la granmaloca cuadrada y que estaba en su apo-geo cuando salimos hacia La Pedrera.

* * *A dos horas de esa aldea olvidada, en

la confluencia del Apaporis y el Caquetá,Villa Bittencourt es un enclave del mo-derno Estado brasileño.

La base colombiana de la isla Guiller-mina, frente a la Villa, se cerró hace años.Los brasileños, con acuerdo de los mili-tares colombianos, detienen to-das las lanchas, revisan, inte-rrogan y no dejan pasar gasoli-na ni cemento sin los permisosoficiales de La Pedrera. Desdeun incidente en enero en elque, presuntamente, tres gue-rrilleros intentaron pasar unbote con armas por el río, la Vi-lla está cerrada para los colom-bianos.

Una hora río arriba, unacancha de fútbol pantanosa,una iglesia, varios almacenes yun puñado de casas de tabla seestiraban a lo largo del río Ca-quetá crecido por el invierno.Vallenatos atronadores salíande un billar. Esa noche, tres estudiantesborrachos le rompieron la cara a un pro-fesor. Estábamos en La Pedrera, el pri-mer pueblo del departamento del Amazo-nas y el único desde Mitú con base delEjército y cuartel de Policía.

Bordeando los cincuenta, nacido en

En Taraira, la gasolinavale 12.000pesos el galón y lacerveza, 2.500pesos la lata.

Tuyucas de Bocas del Taraira (Amazonas), celebranun dabucurí, (fiesta) en honor del fruto del mirití.

Uno de los personajes más importantes de la selva es el DC-3 de 1943 deAlejandro Fonseca, que vuela a Taraira (Vaupés) y La Pedrera (Amazonas).

La primera vez que Alfonso Castañedallegó a Cerro Rojo, en 1985, había camina-do 29 días por la selva desde Mitú.

Iba tras la pista de un indígena que lle-gaba a veces con oro. La gente lo seguía,para averiguar de dónde lo traía, pero él seperdía en la selva. Hasta que se supo quevenía del río Taraira. “No había mapas, yuno llegaba a ojo, y todavía había caníbalesen el río Pirá”, cuenta.

Cuando se descubrió el punto preciso,en Cerro Rojo, a seis horas a pie del río, enla serranía de Taraira, vino una avalancha.“Llegó a haber 15 o 20 mil personas bus-cando oro. Era fácil; uno arrancaba un árboly debajo estaban las pepas”.

Todo se pagaba en oro. Una botella detrago, en los tiempos en que la guerrilla lotenía prohibido, llegó a valer 12 gramos deoro. En esa época, era ‘Don Alfonso‘, due-ño de una mina próspera, una casa en elCerro y del ‘Santo Cachón’, la mejor disco-teca de Taraira.

El oro, como llegaba, se iba. Hoy la minaapenas si da para la remesa semanal, a laespera de que la nueva tecnología instala-da logre resultados. Está sin titular y al bor-de de que el Gobierno, que reclama haberinvertido en ella, la ponga en licitación.

Alfonso tiene señal de Sky en la casa,pero está cortada por no pago. “Y, a12.000 pesos por galón, la luz sale carísi-ma”. Por ahora, oye Radio Netherlands, enun pequeño transmisor de pilas.

Estuvo diez años en Muzo, pero lo es-pantó la matazón. Trabaja, con su hermano

y dos ayudantes, de 5 de la mañana a 8 dela noche. Tiene seis hernias discales. Porlas noches, escribe cuentos, que le mandaa su hija, que vive con su mujer en Bogotáhace tres años.

Hoy, mirando desde esa casa, que do-mina el túnel que les ha costado casi diezaños de su vida a él y a su hermano, JoséLuis, Alfonso ya no cuenta los millones en-terrados, en trabajo y maquinaria, en CerroRojo, y sólo espera una cosa: oro.

Los minerosde la selva

Guainía, Vaupés y Amazonas, los tres departamentos fronterizos con Brasil, son los más pobres, con un índice NBI de 91,1%.

Fuente: Datos del Ministerio de Protección Social; (NBI: Necesidades Basicas Insatisfechas).

E S P E C I A L En los confines de ColombiaB R A S I L 35Domingo 10 de agosto de 2003

Page 36: Fronteras de Colombia

E S P E C I A L En los confines de Colombia B R A S I L36 Domingo 10 de agosto de 2003

Jorge Ahuanario y su familia, sentados ante sucasa, justo en el límite entre Leticia y Tabatinga.

Navegar en los ríos de la Amazonia supone, cada vez que se encuentra un rápi-do, la tremenda labor de pasar la canoa a hombros por ‘varaderos’ en la selva.

“Nací en guerra y me voy a morir enguerra”, dice Jesús Pinto en su casa delKilómetro Seis, cerca a Leticia, junto a suhijita Danitsa, de 3 años.

En Ataco (Tolima), de niño, salía co-rriendo de la casa a esconderse cuandollegaba la chusma. De joven, fue mayor-domo en una finca ganadera en Santo Do-mingo (Ecuador), barman en Guayaquil yadministrador de pollerías en Riobamba yQuito, donde se casó y tuvo dos hijos,que se fueron con su ex esposa a Esta-dos Unidos. “Les perdí la pista en Caroli-na del Norte”.

Cuenta que a los 27 años, sembró 10hectáreas de coca en Remolinos del Ca-guán. “En el primer descalce, como en el92, me quedaron 5 millones libres”. Enuna operación militar, lo perdió todo.

Después de trabajar como soldador ycomprar casa en Neiva arrancó para Tara-pacá (Amazonas), y montó una tienda, es-perando que construyeran el aeropuerto.

“Igual que con esta carretera”, dice,parado en el kilómetro 13 de la vía Leti-cia-Tarapacá, donde el ahuecado pavi-mento se convierte en un fangal. “En Bo-gotá ya figura como entregada, pero hay

sólo 18 kilómetros construidos”, remata,filosófico, hablando del que es, a su jui-cio, el principal mal del país: los “ladro-nes de corbata blanca”.

Se fumaba dos paquetes y medio decigarrillos al día, y dejó el cigarrillo. Y,después de una borrachera memorable,con un obispo y varios amigos, resolviódejar el trago.

Hace siete años vive en Leticia, con suesposa Irene, maestra, y la pequeña Da-nitsa. Fue ecónomo de la cárcel y admi-nistrador de un internado. Ahora conduceun Chevette modelo 80. “Vérmelho”, ledice, en portugués, por su color rojo.

Y, aunque aquí se vive en completapaz, oyendo las noticias del resto de Co-lombia no puede dejar de pensar en suAtaco natal en tiempos de la Violencia.Por eso dice que se va a morir como na-ció: en guerra.

El taxistade Leticia

Iquitos (Perú), Orlando Canchala recuer-da sus tiempos de comerciante en las dra-gas brasileñas que vaciaron de oro el ríoPuré en los años 95 y 96. “Compraba cosasen San Andresito, en Bogotá. Una vez tra-je chaquetas de cuero, a 70.000 pesos. Medieron 15 gramos de oro por cada una”.

El centro de salud está cerrado haceuna semana. “Nos quedan nueve suerosantiofídicos y dos ampollas de morfina;hay atraso en la entrega de medicamen-tos básicos”, dice el doctor Jesús Galdino.

Con el curso superior del Caquetá y elApaporis bajo la égida del frente amazó-nico de las Farc, el control de alimentos yde combustible en La Pedrera es draco-niano. Los tripulantes de la lancha queme trajo desde Taraira pasaron dos díaspidiendo faxes a Mitú para que el mayorSandoval, del Batallón 50, les firmara elpermiso por 100 galones, para llevar a undelegado de la Registraduría a inscribircédulas en las comunidades indígenas.

Desde que Satena clausuró sus vuelos,de la Pedrera sólo se puede ir a Leticia enaviones militares que llevan gente cuan-do pueden o en el barco de Marleny Can-chala, que hace una vez almes el largo desvío fluvialpor Brasil. Tosiendo desdeel cielo, la solución apare-ció al cabo de tres días: elDC-3 de Alejandro Fonse-ca. En ese aparato de 1943,sin presurización y conrendijas, cargado con trestoneladas y media de sába-los congelados que a 11 milpies de altura lo convier-ten en un frigorífico volador, llegué, al ca-bo de tres horas de vuelo, a la capital delMeta. Allí tomé un taxi a Bogotá y, díasdespués, un avión comercial hasta el finaldel viaje.

En Leticia también la guerra es un ru-

mor lejano. “Es la ciudad con el más bajoíndice de delincuencia –dice el coronelRomán Peláez, comandante de Policía–.En este año van seis asesinatos”. Dos milquinientos hombres de la Armada, laFuerza Aérea y el Ejército, agrupados enla Brigada 26 de selva, cuidan los 116 kiló-metros colombianos del río Amazonas, yla frontera con Brasil y Perú. Aunque lasFarc están Amazonas adentro y la Regis-traduría teme inscribir cédulas en las ca-beceras, la ciudad vive tranquila junto algran río, salpicada de mansiones cons-truidas, 15 años atrás, durante la bonanzadel narcotráfico.

Leticia exhibe un comercio tan diná-mico que Segundo Elí Lizarazo, adminis-trador de la Distribuidora Guevara, diceorgulloso: “Mi prima (la dueña) a vecestrae un vuelo fletado desde Panamá, llenode mercancía”. Insinuando que, tras lasmansiones y el gran movimiento comer-cial, hay una economía por investigar, unmilitar colombiano se pregunta: “¿Dedónde sale la plata si aquí el único em-pleador es el Estado?”.

Tabatinga, con dos colegios y unauniversidad nuevos y ju-gosas inversiones estata-les, desplaza poco a pocoa Leticia. Y empieza a fi-gurar en informes de laPolicía como punto de pa-so y de negocios para elnarcotráfico.

Los militares de amboslados ven en la fronteraun vasto espacio para eltráfico de armas y narcóti-

cos. En Tabatinga, en Ipiranga, al norte, yen el Amazonas se han hecho algunos de-comisos. “El narcotráfico es diario, gra-neado, en ‘peque-peque’ (motor de hélicebrasileño)”, dice un oficial.

A Luis Eduardo Acosta, coordinador

del Sinchi, el Instituto de InvestigacionesAmazónicas, le preocupan otras cosas:“En Colombia, Perú y Brasil se pescan12.000 toneladas de grandes bagres al año,que se comercializan a través de Leticia;2.000 toneladas de vísceras, aletas y cabe-zas se echan al río. Estamos trabajandopara hacer con ellas concentrados paraanimales”.

El Sinchi tiene un herbario de la Ama-zonía, con 50.000 ejemplares; un sistemade información geográfica, para monito-rear los recursos naturales;un estudio de plantas útilesde la Amazonía, que busca al-ternativas rentables frente alnegocio maderero que cadaaño deforesta entre 6.000 y7.000 hectáreas de bosque, yhasta una encuesta que mos-tró que la corrupción, con 972puntos sobre 1.000, es percibi-da como el principal proble-ma del departamento, muy le-jos del desempleo, con 228.

* * *Sentado ante su rancho de

tabla binacional, Jorge Ahua-nario es el último colombianoen la frontera entre Colombia y Brasil.

Con su mujer y cuatro hijos, vive hacediez años entre los dos hitos que marcanel límite de Leticia y Tabatinga, en un pe-queño barrio de invasión levantado 18años atrás, cuyas casas sin registrar reci-ben la televisión de Colombia y la electri-cidad de Brasil y están llenas de gente conhijos de las tres naciones de esta fronteraque incluye a Perú. “Cada año esto seinunda y nos llevan a unas carpas”, dice,con la misma seriedad con la que el soli-tario inspector de Policía, César JuliánGómez, había declarado dos semanas y600 kilómetros antes, en Bocas del Quera-rí: “Mi misión es velar por el orden”. ❙

Con 0,19 personas por km2,Taraira (Vaupés) es el municipio de menor densidad poblacional del país.

Fuente: Dane.

Leticia vivetranquila juntoal Amazonas,con susmansiones de tiempospasados.

Page 37: Fronteras de Colombia

Para Mauro Spósito, delegado de la PolicíaFederal de Brasil, la Amazonía colombo-brasileña sólo tiene un nombre: ‘Cobra’,el de la operación ‘Colombia-Brasil’, lan-

zada hace casi tres años por su gobierno contra eltráfico de coca, armas y recursos naturales, que éldirige desde Tabatinga.

Para él, esta selva son rutas. Un inmenso espa-cio vacío por el que circulan, en la segunda flotade avionetas privadas del mundo –la brasileña–drogas prohibidas de Colombia a las Guyanas, Su-rinam o la frontera con Paraguay, y de allí a Euro-pa o Sudáfrica, y armas y, sobre todo, municioneshacia nuestro país (“Montesinos –con los 10.000 fu-siles jordanos– se encargó de resolver el problemade armamento a las Farc”, dice; “su problema aho-ra es de munición”).

“Por la ruta del Atlántico sale mínimo el 40 porciento y por la del Caribe 25 por ciento de la cocaí-na colombiana”, dice, enseñando, en su amplia sa-la de operaciones en Tabatinga, la ciudad brasile-ña vecina a Leticia, los mapas que muestran esasvías y los seis grandes complejos de laboratorios,que, según sus datos, hay en Meta y Caquetá y alinterior de Vaupés, Guaviare, Guainía y Vichada.

En el límite mismo, Colombia sólo tiene pre-sencia militar en Leticia. Dos bases, en Taraira yen la isla Guillermina, en la confluencia del Apa-poris y el Caquetá, fueron cerradas hace años. EnMitú (Vaupés) y La Pedrera y Tarapacá (Amazo-nas) hay Ejército y Policía. Pero esos pueblos noestán sobre la frontera. La Fuerza Naval del Sur,en Puerto Leguízamo (Putumayo) y el ComandoAéreo de Combate 6, en Tres Esquinas (Caquetá),están a más de 700 kilómetros de la frontera.

“El aumento del dispositivo ya ha sido bien im-portante”, dice la ministra de Defensa, Marta Lu-cía Ramírez, aduciendo la creación de la Sexta Di-visión y de la Brigada 26 de Selva, con sede en Le-ticia. Y el Gobierno anuncia la próxima instala-ción de puestos de Policía en pueblos como Tarai-ra o Carurú, en Vaupés.

Pese a que su frontera con nuestro país es ape-nas una décima parte de los 16.886 kilómetros quelo separan de sus diez vecinos, Brasil ha hecho to-do lo contrario: levantar, como dice un oficial co-lombiano, un “muro de contención”.

Diez bases, y, según algunos estimativos, 22.000hombres, están a lo largo de los 1.644 kilómetros

que van de la Piedra del Cocuy a Leticia. El Co-mando Militar Amazónico, con centro en Manaos,tiene cuatro brigadas de infantería de selva, ungrupo de ingenieros, un comando naval y dos aé-reos. Sin contar la Policía Federal.

El diseño es simple: como todos los ríos colom-bianos aquí corren al este, hacia el Amazonas ysus afluentes, esas bases están ubicadas de tal ma-nera que salir del país por vía fluvial hacia Brasiles casi imposible, sin que un puesto fronterizo, unradar o un avión de vigilancia se den cuenta. Conla venia colombiana –como lo confirmaron oficia-les de ambos países– soldados y policías brasile-ños requisan sin contemplaciones a toda embar-cación –sea cual sea su bandera y así vaya por ellado colombiano del río–, piden documentos e in-terrogan a la tripulación.

Semejante despliegue tiene dos causas, una in-mediata y otra que se hunde en los tiempos de lacolonización portuguesa.

‘Cobra’ empezó en septiembre del 2000, comorespuesta al Plan Colombia, que Brasil recibió te-meroso de que la presión en Colombia contra elnarcotráfico llevara a un desbordamiento a travésde cientos de miles de kilómetros cuadrados deselva sin control.

Desde entonces, los decomisos de pasta y cocaí-na por los ríos han disminuido de 800 a entre 150 y250 kilos al año. Señal de que las únicas vías de laselva, las fluviales, están blindadas, afirma Spósi-to. Sin embargo, los decomisos totales en su paíshan aumentado (8,1 toneladas en el 2002). La ra-zón, de acuerdo al ministro de Defensa brasileño,Jose Viegas Filho: la casi totalidad de la cocaínaque entra a Brasil lo hace por vía aérea.

El dispositivo brasileño (desde septiembre, se

extenderá a Venezuela y Perú, con las operaciones‘Vebra’ y ‘Pebra’) está a punto de recibir un com-plemento sustancial. A un costo de 1.500 millonesde dólares, radares y satélites del Sistema de Vigi-lancia Amazónico ‘Sivam/Sipam’, están entrandoen su fase operativa. Spósito enseña en su base deTabatinga un edificio nuevo, casi listo para recibirlas imágenes de todo lo que pasa en los cielos y lastierras del Amazonas.

Pero si ‘Cobra’ responde a las urgencias delPlan Colombia, las bases en la selva no son nuevasen Brasil. A diferencia de los españoles, que se va-lían de sus misioneros, desde el siglo XVI los por-tugueses, además de cazar indios para venderloscomo esclavos, adelantaron la colonización manumilitari, fundando guarniciones en la selva.

“La idea es marcar territorio. Se ponen los mi-litares y la Policía y se prestan servicios sociales ala comunidad”, dice su embajadora en Bogotá,Maria Celina de Azevedo, más de cuatro siglosdespués, exponiendo la política que gobierna la co-lonización amazónica en el Brasil moderno. EnColombia, en cambio, internados indígenas y po-blados a la vera de los ríos en los que la máximaautoridad es un curita, testimonian hasta hoy quela principal –y a menudo única– presencia del le-jano Estado andino es la Iglesia.

La colaboración en seguridad es estrecha. “Lasrelaciones son excelentes”, dice el general RicardoRubianogroot, comandante de la Brigada 26 deselva en Leticia. “Les entrenamos gente en tácti-cas contra-guerrilla y ellos a nosotros en técnicasde selva“. Hay acuerdos para control de explosi-vos, material de guerra y narcotráfico, y comuni-cación directa entre los comandantes de algunasbases. Los ministros de Defensa firmaron en Bo-gotá un amplio convenio a fines de junio, y ense-guida se reunieron de nuevo en Leticia.

Hay iniciativas comunes en otras áreas. Pero,en los ríos amazónicos, es evidente que la preocu-pación fundamental de Brasil es impedir que cru-ce la frontera el explosivo cóctel colombiano degrupos armados, narcotráfico y ausencia de Esta-do. Ya tendió en tierra el más sólido muro de con-tención de todos los vecinos. Cuando, en menos dedos meses, Spósito empiece a recibir en tiemporeal, en su nuevo edificio de Tabatinga, las imáge-nes satelitales de Sivam/Sipam, las vastas soleda-des de la Amazonía oriental estarán defendidas,además, por un muro en el cielo.

Dos murosen la selva

Por el agua y desde elespacio,Brasil tratade impedirque elexplosivocóctelcolombianocruce lafrontera.

En uno de los tramos tranquilos del río Vaupés, a unas horas de Mitú, un solitario parche de la coloni-zación interrumpe la selva al atardecer.

El delegado de la Policía Federal brasileña y jefe de la ‘Operación Cobra’ (Co-lombia-Brasil), Mauro Spósito, en su base en Tabatinga.

E S P E C I A L En los confines de ColombiaB R A S I L 37Domingo 10 de agosto de 2003

Page 38: Fronteras de Colombia

¿Qué tan seria es laamenaza del conflictocolombiano para el vecindario?

“Estamos corriendo la arruga del ta-pete” –resume sin ambages, en una fi-gura elocuente, la actual combinaciónde política represiva antinarcóticos,aumento del pie de fuerza y búsquedade control del territorio, un alto militarcolombiano–. Allá ellos (los vecinos) sila paran”.

Uno de los primeros efectos de esalabor es que las fronteras, largo tiempo“poco más que líneas en un mapa, de-bido a la geografía, a la falta de volun-tad política y a la limitada capacidadgubernamental” –como las caracterizaun informe de abril pasado del Interna-tional Crisis Group (ICG, una Ong queanaliza situaciones de crisis, con ofici-nas en 35 países)–, se han convertido enun asunto de seguridad. Los vecinos,cada uno a la medida de sus prevencio-nes y sus capacidades, están levantando un verdadero cor-dón sanitario en torno a Colombia.

Hay evidencia cierta de presencia ocasional paramilitaro guerrillera colombiana al otro lado de las fronteras conPanamá, Venezuela y Ecuador, y, más débil, en Perú. Ar-mas desde los dos primeros y explosivos desde el segundo,alimentan el conflicto, e informaciones de inteligencia se-ñalan que, vía aérea, hay un activo tráfico de cocaína en lazona amazónica hacia Brasil y Venezuela, y por el Pacífi-co. Se insinúa una tendencia, aún muy incipiente, a quecultivos de coca migren hacia Ecuador, Venezuela y Perú.

Los grupos armados colombianos usan el otro lado parahacer incursiones punitivas (como los paramilitares o lasFarc en Panamá) o rentísticas (los secuestros en el Táchi-ra venezolano); como refugio (Ecuador y Venezuela), y pa-ra sacar drogas ilícitas o introducir vituallas, armamento,munición y explosivos (a través de todas las fronteras). Enel caso de la frontera ecuatoriana con el Putumayo, hantrasladado ajustes de cuentas y violencia al otro lado.

Se han destruido algunos campamentos de las Farc enla zona selvática ecuatoriana, en Venezuela, y uno más enPerú. Se habla de vínculos entre las Farc y un renacienteSendero Luminoso o las recién creadas Fuerzas Bolivaria-nas de Liberación, un grupo armado chavista. Pero no hayevidencia concluyente, tampoco, de que grupos irregularescolombianos utilicen la zona fronteriza de los países veci-nos para grandes bases permanentes de entrenamiento ydescanso o para lanzar ofensivas, ni que tengan interés entrasladar el conflicto al vecindario. “Su presencia tienefundamentalmente razones logísticas, económicas y mili-tares-operacionales”, asevera el ICG.

Completa el cuadro de los efectos del conflicto la trage-dia de los refugiados, cuya magnitud, objeto de diversas es-timaciones, es, en cualquier caso, notable y creciente ypuede generar peligrosos procesos de xenofobia (ver nota).

La respuesta ha sido un aumento notable en el pie defuerza fronterizo del vecindario, en parte gracias a la Ini-

ciativa Regional Andina, el programa norteamericanocomplementario del Plan Colombia. Con los cinco países,Colombia ha hecho las llamadas Combifron (Comisionesbinacionales de frontera), dedicadas solo al asunto de se-guridad. A juicio de los militares colombianos, la más flui-da es la que se tiene con Perú. Brasil se ha blindado por sucuenta y está estrechando la cooperación. Venezuela es ca-so aparte.

“Esa frontera es un cordón de impunidad –dice el altomilitar colombiano–; a diferencia de las otras, allí no haycolaboración”. Aunque no hay pruebas categóricas, lasafirmaciones sobre complicidad de las autoridades vene-zolanas con las Farc –populares entre la oposición venezo-lana y sus amigos colombianos– planean sobre las relacio-nes. Un estudio de Andrés López y Miguel Ángel Hernán-dez, publicado por el Grupo Académico Binacional, apun-

ta a fenómenos de fondo: Venezuela es-tá catalogado por la DEA como el prin-cipal centro de lavado de dinero en laregión; en la década pasada, casi 2.000mulas de ese país fueron capturadas enEuropa y Estados Unidos; insumos pa-ra la industria de la coca vienen de allíen grandes cantidades; la serranía bi-nacional de Perijá ha sido un centro decultivos ilícitos desde los años 70.

El caso venezolano ha sido caracte-rístico de las recriminaciones que, ajuicio de los analistas, la nueva situa-ción del conflicto ha puesto a la ordendel día entre los gobiernos. Actitud re-activa y desconfianza mutua son lanorma, señalan especialistas como lainternacionalista Socorro Ramírez, yestudios como el del ICG, que coinci-den en la necesidad de diseñar e im-plementar una política de seguridad re-gional.

El especialista en seguridad, AlfredoRangel, señalando que las relacionesestán marcadas por la desconfianzaque el Plan Colombia inspira en lospaíses vecinos, puntualiza: “si bien lasdimensiones regionales del conflicto

son con frecuencia exageradas, su dinámica ha llevado alaumento de las tensiones producidas por los actores arma-dos en las fronteras y sus poblaciones”, dice en el libro Unafuerza preventiva de la Onu: opción para Colombia, queacaba de publicar la recién fundada Fundación Seguridad& Democracia, que él dirige.

“Sigue existiendo una especie de exageración de laamenaza. El Gobierno de Uribe dice que esto es peor queIrak; a los paramilitares y la guerrilla les conviene exage-rar, y los vecinos, que también exageran, olvidan a vecesla parte de responsabilidad que tienen”, dice Ramírez, lla-mando a que nuestro país, en la medida en que es el quemás problemas genera, tome el liderazgo y construya unapolítica de fronteras “que vaya más allá de la seguridad”.

Rangel parece convencido de que lo hay que hacer es ex-tremar la ‘securitización’ de la cuestión fronteriza: su pro-puesta de traer cascos azules de la ONU para cuidar lasfronteras tiene como objetivo declarado cortar las rutas desuministro a la guerrilla (y de paso poner a la ONU a ayu-dar al gobierno colombiano a ganar la guerra).

Los militares colombianos, por su parte, parecen me-nos opcupados con la soberanía que en el combate a laguerrilla, privilegiando una “táctica móvil”, en lugar deponer pequeñas bases que sirvan de fácil presa, como en elpasado. Insisten, como lo dijo un alto responsable de inte-ligencia, en la necesidad de una ley de seguridad de fronte-ras. Y el ministerio de Defensa está poniendo en pie el de-nominado Plan de Soberanía Social en Fronteras, que lle-vó a la Ministra y varias de sus colegas, este año, a lugarescomo Candelilla de la Mar (Nariño), Juradó (Chocó) y Cas-tilletes (La Guajira), en el marco de acciones cívico-milita-res.

Puede debatirse qué tan grande es la amenaza que elconflicto colombiano representa para la región. Pero unacosa parece fuera de toda duda. Pobres fronteras: despuésde casi un siglo de abandono, hoy es, paradójicamente, laguerra la que las está sacando del olvido.

Álvaro Sierra

El cordón sanitario

Soldados peruanos, que hacen parte del destacamento de 300 hombres del poblado de El Estre-cho (Loreto), desfilan en una revista militar.

Un solitario policía vigila el mar en Sapzurro (Chocó), unode los confines de Colombia.

E S P E C I A L En los confines de Colombia A N Á L I S I S38 Domingo 10 de agosto de 2003

Page 39: Fronteras de Colombia

Entre el 2000 y el 2002, unos 100.000 colombianos ha-brían buscado refugio en algún momento en un país veci-nos, huyendo de la violencia.

La cifra –citada en La crisis humanitaria colombiana, elúltimo reporte del International Crisis Group, una organi-zación que monitorea conflictos armados en 35 países– esmucho más alta que las que manejan otras organizaciones.Pero es un nuevo campanazo de alarma sobre el drama hu-mano más grave de las fronteras.

La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas pa-ra los Refugiados (Acnur), que tiene cinco oficinas en Co-lombia, tres puntos de recibimiento en Ecuador y otrostantos en Venezuela, daba cuenta, en un mapa de enero pa-sado, de 20.000 colombianos “de interés” para esa agencia,es decir, en posible situación de refugiados en esos trespaíses. Un estudio de la Consultoría para los Derechos Hu-manos y el Desplazamiento (Codhes), principal Ong co-lombiana sobre el tema, afirma que solo el año pasado30.000 colombianos cruzaron las fronteras.

Aun comparados con las cifras más modestas, los 5.013refugiados colombianos registrados en Panamá, Ecuadory Venezuela, hasta marzo del 2003, son una suma ridícula.Solo en Ecuador, según su ministerio de Relaciones Exte-

riores, las solicitudes de refugio pasa-ron de 3.500 en todo el 2002 a 12.000 en loque va de este año.

Las solas cifras muestran la difi-cultad de medir a una población quese encuentra en condición de ‘ciuda-danía cero’, como la han llamado: sinreconocimiento legal, desvalida anteun Estado extranjero que puede de-portarla o ponerla en prisión, a me-nudo no se registra, se devuelve, o in-tenta mimetizarse en un nuevo mediono pocas veces hostil.

Después de una primera huida ma-siva de habitantes de Juradó (Chocó) alDarién panameño, en 1997, el fenómeno creció poco a poco,y dio un salto a partir del 2000. ICG sostiene que el ritmomensual de solicitudes de asilo creció en 318% entre el 2001y el 2003. Con legislaciones que no lo preveían, y casi nulainfraestructura de atención, los tres Estados vecinos másafectados por el fenómeno (hacia Brasil y Perú el éxodo hasido mínimo) han reaccionado de modo muy distinto.

Venezuela, que ha sufrido masivos influjos desde la

serranía de Perijá y el Catatumbo, só-lo hace unos meses aprobó una ley so-bre el tema, y unos días atrás creó laComisión Nacional de Refugiados.Aunque desde febrero de 1998Panamá acepta la existencia de ‘pro-tegidos humanitarios’, ha oscilado en-tre atender a quienes huyen deColombia o, en una actitud que haprovocado indignación internacio-nal, deportarlos. Ecuador, que cuentacon puntos de recibimiento de Acnures donde mejor les ha ido a los co-lombianos, aunque una ola de xeno-fobia parece tomar fuerza.

El Gobierno colombiano ha adelantado conversacio-nes y tiene acuerdos con los tres países en materia deatención de refugiados. Pero está ante el desafío de di-señar políticas que, además de prevenir el fenómeno, fo-menten y garanticen el retorno. A los desplazados lesqueda, al menos, su nacionalidad. Los refugiados no tie-nen ni siquiera eso.

Andrés Garibello

‘Ciudadanía cero’

Olvidados entre los olvidadosE S P E C I A L En los confines de ColombiaA N Á L I S I S 39Domingo 10 de agosto de 2003

Colombianos refugiados

36250 21 2121

711

1.614

3.304

4.003

881 989989

EcuadorPanamáVenezuela

2000 2001 2002 Al 31 deMarzo de 2003

Fuente: Population Data Unit, UNHCR

La mitad de los indígenas colombianossigue esperando, en las fronteras, que elEstado se acuerde de ellos.

Sacar a Alba Matapé de La Playa con un tumor le tomóa Octavio Tanimuca cuatro días de lancha por el Apaporis.Cuando llegó a La Pedrera, el pasado 16 de junio, el centrode salud, por falta de medicamentos, solo atendía urgen-cias vitales. Para devolverse, no tenía los 120 galones de ga-solina necesarios, ni quién le pagara los más de 700.000 pe-sos que valen, pues, según él, la EPS que atiende a su co-munidad no cubre el tramo por río para traerlos hasta allí.

Tanimuca es promotor de salud de una de las comuni-dades del resguardo Mirití-Paraná, donde viven 1.242 indí-genas como él, en un territorio de 1,6 millones de hectáre-as, cercano a los límites de Colombia con Brasil.

A Mariápolis, la comunidad miraña de Darío Perea, so-bre el río Caquetá, hace tres años no viene una brigada desalud. Hace dos, llegaron las Farc.

“Nos reunimos, discutimos y les dijimos que la sola au-toridad somos los indígenas”, dice.

Hace un mes, llegó el Ejército, en una operación para re-tomar el pueblo de Araracuara de manos de las Farc.

“Uno tiene su casa y su río. Cualquiera se arrima, y des-pués dicen que uno es informante. Eso no es así”, cuentaque dijo a un capitán.

Como Tanimuca y Perea, con la guerra respirándoles enla nuca o, cuando tienen suerte, sencillamente abandona-dos, viven los 410.000 indígenas que pueblan las zonas defrontera de Colombia. Son la mitad de todos los indígenasdel país, representan 74 de las 90 etnias, y habitan 334 de los638 resguardos. Y son un notable lunar en la joven políticade fronteras del Estado colombiano.

Más de un tercio (168.000 wayúu) vive en La Guajira;otros más, en pequeños grupos, en las fronteras con Pana-

má, Venezuela y Ecuador, y el resto, en inmensos territo-rios en la frontera con Brasil y Perú. En Leticia, Mitú,Puerto Carreño hay barrios enteros de indígenas urbanos.

Pese a contar con menos del 6 por ciento de la poblaciónde los 12 departamentos fronterizos, los territorios indíge-nas ocupan casi la mitad de su superficie. Tres resguardos

–Predio Putumayo, Parte Oriental del Vaupés y Yaigojé-Apaporis– suman casi 11 millones de hectáreas y tienenapenas 27.600 habitantes. El primero es más de la mitad dela frontera con Perú; los otros dos, un tercio de la de Brasil.

Desde la constitución del 91, el país ha avanzado muchoen una legislación en favor de las minorías étnicas. En losúltimos 35 años el Estado ha destinado 234 mil millones depesos a adquisición y mejora de tierras indígenas. La ley715 del 2001 determina entregar a los resguardos el 0,52 porciento de las transferencias. En el 2002, se les giraron casi57.300 millones de pesos.

Pero, como lo acepta Planeación Nacional, en Los pue-blos indígenas de Colombia (2002), el estudio más recientey completo sobre la cuestión, “las políticas públicas en ma-teria de indígenas no suelen considerar a los que viven enlas zonas de frontera”.

Se ha ampliado la cobertura en educación primaria, pe-ro la pobreza es tal que la deserción es muy alta, y hay que-jas porque la educación no toma en cuenta las particulari-dades indígenas. Hay puestos y promotores de salud, a me-nudo destartalados y sin droga. Se hacen brigadas de saludperiódicas, pero a muchos sitios no llegan.

Con el 70 por ciento en forma de selvas y sabanas intac-tas, los territorios indígenas fronterizos ocupan, segúnconstata Planeación, “el mayor remanente de ecosistemaoriginario y de biodiversidad”. Sujeto a presiones colosa-les. Buscadores de oro en el Guainía, petróleo en Putuma-yo y Arauca, tala de madera en Chocó y Amazonas, vastosfrentes cocaleros que avanzan desde Guaviare y Caquetáhacia Vichada y Vaupés, se combinan con abusos de losgrupos armados, reclutamiento, desplazamiento y una mi-seria y un abandono inmemoriales.

Quienes, en Bogotá, discuten de soberanía, están en mo-ra de prestar atención a esos habitantes de los confines deColombia, los más olvidados entre los olvidados del país.

A.S.

Ramiro Valencia, de la comunidad macú de Puerto Ale-gría, en el río Taraira (Vaupés).

Page 40: Fronteras de Colombia