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10 EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. - DOMINGO 4 DE SETIEMBRE DE 1938. FUERA DE TODA LEY EL MALEFICIO DEL ÍDOLO Por ROSITA FORBES (Este es el segundo de una serie de apasionantes relatos por Rosita Forbes, famosa novelista inglesa, en los que relata las increíbles aventu- ras que vivió en los parajes más desconocidos y remotos, al par que peligrosos; del pla- neta. En el de hoy describe cómo un hombre blanco que se había hecho jefe de una tribu de salvajes, caníbales de los mares del sur, se ven- de ctro blanco, amante de £|fe mujer, explotando el fa- ~natísmo de los nativos.) II Hace bastante tiempo, cuando yo todavía no sabia nada acerca de topografías y nacionalismos, de los peligros y características qu¿ entrañan ciertos climas o de cómo ciertos hombres blancos daban en convertirse en "nativos", viajaba por los mares del Sur con otra jo- ven tan ignorante de todas esas cosas como yo misma. La docena de otros pasajeros qu« Iban a bordo, eran traficantes en tabaco de las plantaciones de acue- llas is!as donde las gentes vivían fuera de toda ley. Se turnaban con- tándonos extrañas aventuras, que muchas veces no creíamos. En otras, sin embargo, la originalidad era tal, que no podíamos estimar- las productos de la fantasía de aquellos hombres vulgares, a quie- nes las libaciones de unos "cock- talls" que llamábamos "Dr. Funk". ingeridos bajo un sol de fuego y en medio de una calma chicha, po nlan manchas de carmín en sus rostros huesudos y anémicos. Entre los pasajeros hablan uno que sólo hablaba de una mujer de quien, aparentemente, estaba apa- sionado. Era un individuo pequeño, de rostro hechicero, que unas ve- ces parecía una esfinge y en otras daba muestras de poseer la vivera de un simio. Habla vivido treinta años en la Nueva Guinea, entre la tribu de los Guri Barí. Cuando habla establecido su tienda en aquella semldesconoclda región dei trópico, no pasaba de ser un hom- bre blanco, el único hombre blanco de la región. El ciudadano que le habla prece- dido en el cargo, habia servido de festín a aquellos caníbales, que se lo hablan comido sin dejar de él nada más que las botas, recupera- das por la expedición punitiva que fué enviada al lugar al tenerse co- nocimiento de su triste sino. Se su- po que el cuerpo del infeliz habla estado cociéndose varios días, pues los salvajes querían que sus carnes estuvieran del todo blandas cuando llegara el momento de meterles el diente. —Ahora, por supuesto, las cosas son distintas... explicaban los tabaqueros. —Claro que todavía siguen des- apareciendo niños, y que cuando se produce una investigación, la ex- plicación es que estaba enfermo y que a nadie se ha perjudicado con su muerte. Pero lo cierto es que es« individuo pequeño y de apa- riencia débil, ha metido en cintura a toda la tribu. Nadie pensarla, al mirarlo, que para Jos salvajes vie- ne a ser como una'especie de Dios, ni que tiene sobre ellos un poder] onnimodo. —¿Y su mujer? preguntamos. —A veces parece una loca, lo que no deja de ser explicable teniendo en cuenta la clase de vida que ha- re. Todo lo que tiene para su «n- tretenimlento son aves del paraíso y negros de espaldas retintas y su- dorosas. —;.Se quedó sola allá? —Si. Es ella ahora la que está al frente de la tienda, una tienda llena de cuentas, cuchillos, clnturo nes y otros artículos de color es- carlata. Es lo que les gusta a los negros los colores subidos. El lu- gar está situado mucho más allá de nuestras plantaciones. Apenas si. de vez en cuando, un traficante Jo- ven y sin miedo se aventura hasta sus dominios. Cuando el hombre enigmático nos invitó a que le hiciéramos una visi- ta en aquella su especie de reino, los tabaqueros nos aconsejaron que la aceptáramos. —No creo que ha- ya ningún peligro para ustedes, y en cambio van a ver algo tipleo y original, algo que acaso nunca so- ñaron conocer. nos dijeron. Lo que más estimulaba nuestra curiosidad, era aquella mujer que se quedaba sola entre los salvajes que se hablan comido al antecesor de su marido, de aquella fémina por quien parecía sentir tal vene- ración aquel hombre pequeño e hirsuto que era un dios para los salvajes. No nos quiso esperar, tal era su ansiedad por volver a reunirse con la mujer de todos sus sueños. Mien- tras nosotros ingeríamos unas cc- 1 a bordo. Parecía como si una lla- ma nueva se hubiera encendido en su espíritu, como si una idea fija k> dominara por completo. Se ha- bia convertido en una especie de pantera de garras afiladas que te- nia siempre en la boca un rictu.. salvaje y repulsivo. Sua labios se apretaban tanto uno sobre otro, que en realidad desaparecían. Aquel que siempre estaba hablan- do de su mujer, ahora parecía ig- norarla por completo. Y aquella si- tuación hubiera sido increíble, s no hubeira sido por un incidente que ocurrió la noche después de nuestra llegada. Hablamos pasado un día terrible, lleno de silencio y de presentimientos. —Si, esa mujer no fuera comple- tamente estúpida me dijo mi compañera vivirla siempre ate- rrada. Este lugar es nauseabundo. Vémonos inmediatamente. orilla de la cañada, nos dijimos con la clarividencia de nuestros diez y nueve y veintiún años: —¡El lo sabe y está tramandj algo terrible! Se trataba, naturalmente, del dueño de la tienda. A la hora de la comida se pre- sentó el amante. Parece que era un traficante y que se habia insta- pretenden que ello es la causa de sus malas cosechas... Me llamó la atención que aquel rostro que en el barco siempre se iluminaba y sonreía al hablar, per- maneciera grave y opaco, como a tuviera una máscara. Luego me puse a observar las decoraciones de las paredes y advertí una cara de expresión horrible, uno de aque- A la próxima mañana partimos, mujeres Jóvenes y que parecían en mitad de la indiferencia de ¡o» gustarle acaso más de lo con ve- esposos, que no parecieron sentir i niente, se decidió a hablar. UN CUENTO DOMINICAL RETARDO JUSTIFICADO Por AUGUSTA ESQUIVAR .'La señora Sanford miró el re- Joj. no sin regocijo, y ordenó a la sirvienta que anunciara la comida. Habia aguardado ya todo lo que podía y no fué hasta que todos sus Huéspedes se hallaban sentados a la mesa cuando Benson apareció y avanzó hacia la dueña de la casa, ofreciéndole toda clase de excusas. Casi siempre el joven Benson lle- gaba tarde. Y siempre se encon- traba, o al comienzo de una aven- tura, o en mitad de ella. Esta no- che habla llegado más tarde que de costumbre, pero cuando apare- ció todo el mundo perdonó su fal- ta, porque era un huésped encan- tador. De manera que la señora san- ford lo miró regocijada, saludándo- lo entre sonrisas: —Ya que tiene un cuento que contarnos, Roger... Luego, mientras su huésped se disponia a ocupar su silla: —Todos lo perdonaremos, como de costumbre. Nos conoce a todos excepto, tal vez. a los esposos Don- lm de Nueva York. Mr. Roger Ben- n - , J Benson repartió sonrisas alrede- dor de la mesa, y sus ojos se fija- ron en la señora Donlin. que era Sgüeña, linda y admirable por to- s conceptos. Después de fijó tam- Mén en su marido y no pudo evi- tar un sentimiento instintivo de repulsión hacia él. "No es mal ti- fo, pensó pero no me gustan pl el brillo extraño de sus ojos ni •l rictus duro de su boca. Lástima que una mujer tan agradable se haya casado con él". Después se volvió hacia la seftora Sanford y «xpresó entre sonrisas mutuas: T-NO es exactamente un cuento lo que tengo que contarle. Ethel. sino una realidad acongojadora. Disponía de unos cuantos minutos antes de venir aquí, y determiné pasar por casa de mi sastre que me habla avisado haber recibido de Londres nuevas telas para la próxima estación. Pues bien, al de- tenerme a mirar su vidriera, donde La ciencia al día El año pasado el Japón estuvo a la cabeza de todas las demás na- ciones en la producción de fibras sintéticas. Sólo la producción de rayón fué de 325,000,000 libras. Las estrellas de mar tienen ojo en el extremo de cada uno de los cinco puntales. En Slngapur, propiedad de los in- gleses, se va a construir una es- tación de radio lo suficiente pode- rosa para cubrir toda la región de la Malaca. Japón, que comenzó la manufac- tura de hojalata como un experi- mento en el 1919, hoy produce una cantidad casi suficiente para cu- brir toíai sus necesidades. * Se ha Inventado una tinta elás- tica para escribir sobre superficies de goma, como pneumáticos de au- tomóviles. Un periódico en Washington, D. C. presentó un anuncio de flores que despedía aromas. Se mezcló la tinta de imprimir en colores con perfume. Para proporcionarle descanso a los pies de los choferes en largos viajes se ha preparado una palan- ca que cen la rodilla opera el ace- lerador. St ha inventado un compuesto que absorbe agua para añadírselo a las pinturas, etc., de manera que se puedan aplicar a superficies mojadas. estaban expuestos algunos mode- los, un individuo que también los admiraba, expresó cuando ya yo me disponía a marchar: —Muy bo- nitos, ¿no es verdad? Eso» ingleses saben lo que hacen en materia de ropa. Entonces nos miramos y nos re- conocimos. Era un muchacho a quien llamábamos "Blanquecino" er. la universidad, debido al color de su cabello, de ese tono que ahora llaman platino. —Una coincidencia sorprendente, Roger, pero no por ello menos in- teresante interrumpió la señora Sanford. —Llámelo como quiera, Ethel. Nos fuimos a un bar y nos entre- tuvimos, y se fué el motivo de mi tardanza por la que pido jjerdones. Si supiera lo triste que es la his- toria aue me hizo mi amigo... —¿Por qué no nos la cuenta? Esas aventuras suyas siempre re- sultan intrigantes. Roger... —Con mucho gusto. "Blanqueci- no" siempre mereció mi admiración, pues se trataba de un muchacho que trabajaba para costearse el co- legio y que cuando salió de la uni- versidad se dedicó a los negocios en el ramo de tejidos. Lo dejé en ple- na prosperidad cuando yo comencé a dar vueltas por el mundo, y des- pués ya no supe nada más de él. —Es que cuando usted no está escalando una montaña viaja enci- ma de las nubes, Benson... Hijo la señora Sanford con picardía. —Pero todo le es perdonado, Inclu- so su versatilidad con las damas. —Entonces continuó Benson vino el "crash" bancarlo -de 1929. con la terrible baja de valores, y el muchacho tuvo que realizar to- da clase de esfuerzos para que su negocio no se declarara en quie- bra. —Casi todos nosotros io hicimos también, intervino Donlin. —No tuvo más remedio que di- rigirse a un banco en solicitud de un préstamo. Luego necesitó más dinero, y yo estoy seguro de que si lo hubiera encontrado hubiera ven- cido la tormenta. Pero el "mana- ger" del departamento del' banco, que era amigo de "Blanquecino", se negó a facilitarle el dinero y hasta obstaculizó todos los esfuer- zos que el muchacho hizo por otros conductos en ese sentido. Por úl- timo mi amigo llegó al convenci- miento de que aquel hombre era el causante de su ruina, una ruina deliberada... —¡Qué horrible! Eso fué Inhuma- no... Intervino la señora San- ford. —Al fin la ruina de mi amigo fué completa. No quiero cansarlos con detalles, pero se quedó sin nada. Y todo lo soportó con estoicismo por- oue. después de todo, creía en el amor de una mujer que para él significaba mucho más que la for- tuna. —Pero el amor que para él supo- nía tanto, no le duró mucho, por- que ella se casó precisamente con el "manawr" del banco. Fué enton- ces cuando mi amigo comprend'ó que habla sido un Juguete de sus combinaciones, que lo habia lleva- do a la ruina con toda premedita- ción. Entonces fué cuando perdió todo el coraje que le quedaba y en adelante ya no hizo nada para sa- lir su triste Indigencia. —¿Pero quién pudo ser ese ami- go, y esa mujer, y ese traidor oue perece salido de una nelícnla? ¿Lo conocemos nosotros. Roger? vol- vió nrejruntar la señor* Sanford. —MI amigo no me dló ios nom- bre contesta el Joven. —Pero TTrl. conoce a "B'anoueclno". Ethel. Se trata de Fred Crlttenden. aquel muchacho «ue tenia una excelente VO« de barítono... Se ovó el ruido de un vaso oue se nuebraba. v el vino, oue formó un '•haroo an»e el plato de 1* seflo- D^nlln fué también a pintar un <»'rculo escarlata ante el cubierto de au marido... J mucho nuestra marcha. —No puedo decir que nuestra vi- sita fuera agradable expresé a mi compañera, mientras avanzá- bamos por entre la maleza. —Ten- go el presentimiento, añadí de que algo trágico va a suceder aquí. —Soy de la misma opinión, me respondió ella. —Deben mantener el secreto, nos dijo, añadiendo tras una sonri- sa: —Aunque la verdad es que to- do el mundo lo sabe. —Aquel traficante que nosotras 1 hablamos conocido habia sido la victima de los salvajes. Y éstos lo hablan sacrificado, porque uno de sus Ídolos feroces habia apareofflo colgando de !a tienda del Infeliz. Pero cuando llegamos al puerto Los Guri Barí actuaban con tan nos habiamos olvidado de nuestros fiera y ciega determinación cuan- miedos. Por otra parte, las autorl dades, a quienes pusimos en conoci- miento de lo ocurrido, no parecie- ron participar de ningún temor. —Imposible nos dijeron el go- bernador, el juez y otras lumina- rias. —Ya los nativos no sienten la necesidad de esos sacrificios. Aho- ra se limitan a danzar hasta que se caen de extenuación. Mucho tra- bajo nos costó alejarlos de sus ri- tos Infernales, pero ahora ya no incurren en ellos... Marchamos en otra dirección y conocimos nuevos rios y plantacio- nes de tabaco. Nos acostumbramos a las manadas de caimanes y pa- samos por varias aldeas construi- das sobre el agua. Cuando retornamos, el puerto pa saba por una conmoción. Habla ocu- rrido algo horrible. Los salvajes Guri Bar!, fácilmente distinguidos por su insolencia acharolada y su- dorosa y sus narices atravesadas por aros, estaban de plácemes. La I próxima cosecha habia de ser óp- p tima. porque esta vez el sacrificio no habla sido realizado con un ani- mal sino con un hombre milagro- samente indicado por su dios. ¡El sacrificado habla sido además, un hombre blanco! Nos quedamos aterradas al ser- nos dada la noticia por un mesti- zo excitado. No se hablaba de otra rosa »n la localidad. Más tarde fuimos a comer con un joven que tenia que ver con el departamento de la policía. Al prin- cipio ( pretendió ser discreto pero luego Interrogado sin cesar por dos do se creían obligados a realizar cualquiera de sus salvajes hechos por sus Ídolos, que nosotros tuvi- mos que destruírselos todos. De és- te que ha aparecido ahora desco- nocíamos la existencia. Las penas que recaen sobre sus posesores son de tal magnitud que habíamos lle- gado a creer que no existía ningu- no. Había un dejo de decepción en la voz de nuestro amigo que acaso creía que no le hacía un gran fa- •is »t ajj« ia ua opuernpoui en; '»i vor a la policía revelando aquello* detalles. Llenas de curiosidad 1* preguntamos: —¿Cómo era el Ídolo? ¿Nof po- dría dar algunos detalles? Nos prometió que nos ios daría todos y cumplió su promesa. De manera que nos proporcionó uno de los dibujos "oficiales" que se habían hecho de la máscara, y pu- dimos romprobar que se trataba de la misma que hablamos visto en la pared del tendero. No podíamos agregar la más mínima «duda acer- ca de que se trataba de la misma. Allí estaba aquella hendedura pe- culiar debajo de la nariz. —Es el mismo comenzó a ha- blar mi compañera. —No hay du- da... —Le di un pellizco bajo la mesa, mientras aguardaba solemne: —No había visto una cosa tan horrible como esto en mi vida... Más tarde supimos que el tende- ro y su mujer se hablan mudado para otro lugar de la Isla. V I G I L Por JUAN B. HUVKE Pudimos ver a la mujer del Jefe en loe brazos de un hombre blanco. Se conocía que estaban muy enamo- rados uno del otro... pas en aquel bar cubierto de te- las de arañas, prolongación del úni- co hotel que habia entonces en el lugar, él avanzaba feliz por aque- lla senda Inverosímil, caballero en una bestia de reducidas proporcio- nes y llevando por fiel escudero a uno de aquellos negros desconcer- tantes, que seguian encontrando su manjar más exquisito en las tier- nas carnes de criaturas humanas. Quince días después, un carrua- je, especie de carreta, tirado per un par de Jamelgos, nos llevó hasta el limite de lo que tenia vestigio.' de civilización. Luego, tras dos días de penosa marcha a través de la selva semlvirgen, vino a recibirnos una mujer que no tenia nada de admirable. En mitad de la ubérri- ma vegetación que todo lo domi- naba, se levantaba una especie de choza de techo de zinc, de la cual era reina y señora aquella hem- bra de ojos azules y piel tostada que contestaba con monosílabos a todas nuestras interrogaciones, y que parecía sentirse francamente alarmada con nuestra presencia. Lo que más nos llamó la aten- ción fué el cambio operado en el hombrecito que hablamos conocido Nos retiramos de la casa que pa- recía como un hongo enorme en mitad de la salvaje vegetación. Y al pasar por la tienda advertimos al hombrecillo rodeado por un gru- po numeroso de salvajes. Parecían hallarse embargados del mayor in- terés, se notaba que los excitaba la palabra del Jefe. La vegetación terminaba a la orilla de una cañada. Más allá, en la oscuridad de un mangle húme- do, hablan orquídeas, cálaos y mos- quitos. De pronto advertimos que una camisa de algodón blanco sur- gía de las ramas. Intrigadas obser- vamos cuidadosamente y pudimos percibir, a distancia, a la mujer del jefe en los brazos de un hombre blanco. Se conocía que estaban muy enamorados uno del otro, por- que se conducían como tales. No quisimos arriesgarnos a que nos vieran, y huimos. Remontando la líos ídolos que me causaban espan- to. —¿Qué significa eso? pregun- te, alarmada de que a la luz pálida de la lámpara aquello tuviera ex- presión de vida. —Es un ídolo replicó el hom breclllo. —Un Ídolo que uno de los hechiceros más viejos de la tribu lado a dos millas de distancia, ría- me dio en una ocasión. Era el que chuelo arriba. —Algo raro ha ocurrido esta ma se colgaba a la puerta del joven escogido para el sacrificio. Un ho- ñana dijo con una expresión de nor que se le concedía, según en- que no estaba dej tiendo. Esta gente no teme a la muerte. Matan a sus propjos pa- dres, en cuanto son muy viejos pa- ra trabajar. —¡Caracoles! expreso el aman- te, fijando sus ojos en la mujer del tendero. —La verdad es que ese desayuno debe ser poco agra- dable. —Serla, por supuesto, su último desayuno... ripostó el otro con siniestro brillo en los ojos. No lo quise mirar, porque me pa- recía que le iba a descubrir su te- rrible secreto. En cambio continué analizando el Ídolo, que tenia una hendedura peculiar debajo de la nariz. Parecía como si el cuchillo que lo habla tallado hubiera suí acuerdo Jcon la beatifica expresión del rostro de nuestro anfitrión. Todos mis muchachos abandonaron el trabajo. Parece que en la rosta se celebraba una extrafla fiesta... El jefecillo, que hasta entonces habla permanecido callado, dio una explicación que por un momento pareció regocijarlo. —Cada vez dijo que los "lakatois" em- barcación nativa retornan con grano, celebran una fiesta. Ello ocurre anualmente y en otros tiem- pos era una cosa terrible, en oue se presenciaban escenas de caniba- lismo. Se sacrificaba una victima. y coh su sangre se rociaba el gra- no. El Gobierno le ha puesto fin a tales espectáculos y los muchachos I frido un desvío. UNA LINDA REPRODUCCIÓN EN COLOR NATURAL DE GEORGIA CARROL! LA MODELO MAS BELLA OE LOS ESTADOS UNIDOS Las facciones de la preciosa modelo, en la flor de la juventud, han sido fielmente reproducidas en este retrato. Cualquiera se sentirá orgulloso de poseerlo. Es grande de tamaño, en colores naturales y firmado por la bella modelo personal- mente. Listo para montar en un marco. Con cada compra de un tobo de la Crema Dentífrica Listerine, recibirá L'd. abso- lutamente gratis uno de estos retratos. La Srta. Carroll atribuye la blancura de sus lindos dientes al uso diario de la Crema Dentífrica Listerine. L'd. también' puede poseer dientes blancos y brillantes si usa la Crema Dentífrica Listerine diariamente. Compre ua tubo boy y obtenga un retrato de Georgia Car- roll. La cantidad de retratos es limitada... no se demore. Mi distinguido amigo don Manuel Gómez, cónsul de Uruguay en Puer- to Rico y admirador entusiasta de Constancio Vlgil, ha tenido la bon- dad de obsequiarme con algunas obras de este notable pensador americano, entre ellas las que ha escrito expresamente para la ni- ñez. Las he leído rápidamente. SI admiración produce el Vlgil de "El Erial" y de "Eslabones", más admi- ración merece el autor de "Marta y Jorge", de "Compañero", de "Mangocho" y otros libros. El maes- tro destaca en ellos su gran per- sonalidad. ¿Conocéis a Vigll? Le conoce América. Le conoce el mundo. Su buena siembra llenó muchos surcos y ha llegado para él, el momento de la recolección. Su nombre y su obra están en todas partes. No Im- porta que no recibiera el premio Nobel. Basta que le hayamos creí- do digno de obtenerlo. El honor que llega, al fin, no es más grande que el honor de ser acreedor a él. Y América toda creyó que era Vi- gil el hombre llamado a recibir el premio Nobel. Consagrado ya este sembrador como la figura repre- sentativa de América para el pre- mio de la paz, algún día vendrá pa- él el soñado galardón. Pero ese día no será el más grande. El más grande pasó ya a la historia. Cuan- do de todas las repúblicas de Amé- rica surgió la petición de justicia para él, de reconocimiento a la magnitud de sus esfuerzos y a la grandeza de su obra. Vigil ha sido un constante, un perseverante sembrador. Es un maestro de la humanidad que ha predicado altos ideales. Su libro "El Erial" es una Biblia moderna dic- ta por el corazón. Páginas llenas de bondad y de belleza que contienen todo lo que la humanidad necesita en estos tiempos de angustia y de inquietud. Ha sido Juzgado el libro como la "obra cumbre del pensa- miento americano". El que la lea sentirá refrescarse el alma porque en ella hay amor. ¡Cuánta falta ha- ce su lectura en las escuelas del mundo! Porque es en las escuelas donde principalmente se forman los corazones. Y en ellas en vez de li- bros que contengan prédicas de amor y de verdad, hay libros que dan énfasis a los hechos de guerra. Quien siembra recoge. No espere- mos paz sobre la tierra mientras sigan las prácticas actuales. Las escuelas no hacen hombres de paz. Hacen soldados. Pero volvamos al Vigil de los ni- ños. Vigil ha escrito jt a una serle de libros en que revela su alto co- nocimiento de la psicología infantil. En lenguaje sencillo y claro y a la vez correctísimo el maestro da sus lecciones a los niños. Y ¡qué leccio- nes! Nada se escapa a su poder de observación. En los más sim- ples objetos, en las pequeñas y en las grandes cosas de la naturaleza y de la vida se inspira. De ellos arranca enseñanzas y sabe presen- aiiaiaa t-itsciiniir.as .• sow presen- n . tarlas en forma tan bella y auges- Kcdlicen homicidios difícil encender el fuego. Habría que recurrir al procedimiento de' log primitivos hombres: frotar «dos maderas muy secas hasta conseguir que, con el calor del rozamiento, ar- dieran. Semejante tarea era tan fatigosa que cada familia procura- ba mantener el fuego encendido siempre, día y noche. De tal costumbre se deriva lt palabra "hogar" que significa a li vez fuego y casa de familia. En U industria soy el primero que empie za la tarea de la mañana. Don* hay fuego, llama, calor, allí estl mi obra... Por Jo menos soy inicia- dor de ella. Después que he prepa- rado todo me retiro... Porque en- vejezco demasiado pronto. La cabe- za se me pone negra, después blan- ca... y se me cae. El cuerpo se me consume y se me vuelve ceniza. Es que soy demasiado chiquito para meterme a hacer tan importantes cosas. O será acaso que como ten- go mal genio, la ira me envenena la sangre y me acorta la vida". Como ésta, todas las lecciones del libro. Ha escrito Vigil para todos los grados de la enseñanza prima- ria. Su libro "Upa" es un nuevo método para aprender a leer. Laa lecciones van precedidas de un pró- logo lleno de médula pedagógica. Entre los libros con que me ha obsequiado el señor Gómez está una colección de cuentos. Cada libro es un cuento con una bella portada. Nada más apropiada que estos li- bros, a la manera de ser de los ni- ños, cuya psicología ha estudiado el maestro cuidadosamente. Asi de- bieran ser todos los libros para ni- ños. Nuestro doctor Vincenty cuan- do dirigía el departamento de Inves- tigaciones del Departamento de Ins- trucción, pensó en darnos libros do esta clase y recuerdo que acogí la idea con entusiasmo. "Mangocho" es un libro destinado al cuarto grado. Es una novellta In- fantil llena de ternura que los ni- ños leerán con delectación. Como dice el autor en la página primera: Los niños encontrarán en él un amigo que comparte sus penas, sus alegrías y sus anhelos. En "La Escuel» de la señorita Susana" dice Vigil estas palabras: "Debo recordar que he necesitado vivir más de medio siglo para sen- tirme, capaz de afrontar con algún acierto la tarea de escribir para los niños. Estoy convencido que, entre los géneros literarios, éste ee el que ofrece mayores dificultades". Tiene razón el maestro. ¡Si todos los que escriben para la infancia midiesen de este modo au respon- sabilidad! La obra de Vigil es obra grande, desde cualquier punto de vista en que se la osMtdie. Maestro de hom- bres y maestro de niños, vida con- sagrada por entero a la labor que comenzara el maestro de los maes- tros. Jesús Nazaret. "Paz y vida para que la gocéis abundantemen- CREMA DENTÍFRICA LISTERINE Uva que fácilmente penetran las ideas en las almas para no aban- donarlas nunca. ¿Queréis un ejem- plo? Escojo el libro "Marta y Jor- ge" destinado al tercer grado de la enseñanza primaria cuya primera página es un poema de dolor y de Illinois en SPRINGFIELX). <E. U.) El año pa3ado bajaron notablemente laa estadísticas asesinato, ha- biéndose informado 495 muertes, o ternura y os presento la lección del. *** U i P °.1 cada mll l°n de almas fósforo. Dice asi: J* Población. Estas cifras fueron suministradas por e! doctor A C fósforo. Dice asi: "Poseo cabeza, una linda cabeza colorada y un buen traje de algo- dón. Lo malo de ser fósforo es que a todos nosotros se nos tiene aprisio- nados en una cárcel estrecha, en la que apenas cabemos. Todo mi deseo es la libertad. En cuanto salgo, embisto la pa- red más dura de la cárcel y al no poder romperla, me enciendo en có- lera y ardo, convertido en una magnífica llama que alumbra cuan- to se le aproxima. Sin mi ninguna vela, ninguna lámpara alumbrarla. Sin mi seria Baxter, director de Sanidad del Es- IOTTV muert « Por homicidio en 1937 fueron seis menos que las !!! *, nt « ri °r. que arrojaba un íló M mu * rte " r c * dl1 * I

FUERA DE TODA LEY EL MALEFICIO DEL ÍDOLO - UFDC …ufdcimages.uflib.ufl.edu/CA/03/59/90/22/00246/00075.pdf · El ciudadano que le habla prece- dido en el cargo, ... lleno de silencio

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  • 10 EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. - DOMINGO 4 DE SETIEMBRE DE 1938.

    FUERA DE TODA LEY

    EL MALEFICIO DEL DOLO Por ROSITA FORBES

    (Este es el segundo de una serie de apasionantes relatos por Rosita Forbes, famosa novelista inglesa, en los que relata las increbles aventu- ras que vivi en los parajes ms desconocidos y remotos, al par que peligrosos; del pla- neta. En el de hoy describe cmo un hombre blanco que se haba hecho jefe de una tribu de salvajes, canbales de los mares del sur, se ven- g de ctro blanco, amante de

    |fe mujer, explotando el fa- ~natsmo de los nativos.)

    II

    Hace bastante tiempo, cuando yo todava no sabia nada acerca de topografas y nacionalismos, de los peligros y caractersticas qu entraan ciertos climas o de cmo ciertos hombres blancos daban en convertirse en "nativos", viajaba por los mares del Sur con otra jo- ven tan ignorante de todas esas cosas como yo misma.

    La docena de otros pasajeros qu Iban a bordo, eran traficantes en tabaco de las plantaciones de acue- llas is!as donde las gentes vivan fuera de toda ley. Se turnaban con- tndonos extraas aventuras, que muchas veces no creamos. En otras, sin embargo, la originalidad era tal, que no podamos estimar- las productos de la fantasa de aquellos hombres vulgares, a quie- nes las libaciones de unos "cock- talls" que llambamos "Dr. Funk". ingeridos bajo un sol de fuego y en medio de una calma chicha, po nlan manchas de carmn en sus rostros huesudos y anmicos.

    Entre los pasajeros hablan uno que slo hablaba de una mujer de quien, aparentemente, estaba apa- sionado. Era un individuo pequeo, de rostro hechicero, que unas ve- ces pareca una esfinge y en otras daba muestras de poseer la vivera

    de un simio. Habla vivido treinta aos en la Nueva Guinea, entre la tribu de los Guri Bar. Cuando habla establecido su tienda en aquella semldesconoclda regin dei trpico, no pasaba de ser un hom- bre blanco, el nico hombre blanco de la regin.

    El ciudadano que le habla prece- dido en el cargo, habia servido de festn a aquellos canbales, que se lo hablan comido sin dejar de l nada ms que las botas, recupera- das por la expedicin punitiva que fu enviada al lugar al tenerse co- nocimiento de su triste sino. Se su- po que el cuerpo del infeliz habla estado cocindose varios das, pues los salvajes queran que sus carnes estuvieran del todo blandas cuando llegara el momento de meterles el diente.

    Ahora, por supuesto, las cosas son distintas... explicaban los tabaqueros.

    Claro que todava siguen des- apareciendo nios, y que cuando se produce una investigacin, la ex- plicacin es que estaba enfermo y que a nadie se ha perjudicado con su muerte. Pero lo cierto es que es individuo pequeo y de apa- riencia dbil, ha metido en cintura a toda la tribu. Nadie pensarla, al mirarlo, que para Jos salvajes vie- ne a ser como una'especie de Dios, ni que tiene sobre ellos un poder] onnimodo.

    Y su mujer? preguntamos. A veces parece una loca, lo que

    no deja de ser explicable teniendo en cuenta la clase de vida que ha- re. Todo lo que tiene para su n- tretenimlento son aves del paraso y negros de espaldas retintas y su- dorosas.

    ;.Se qued sola all? Si. Es ella ahora la que est

    al frente de la tienda, una tienda llena de cuentas, cuchillos, clnturo nes y otros artculos de color es- carlata. Es lo que les gusta a los negros los colores subidos. El lu- gar est situado mucho ms all de nuestras plantaciones. Apenas si. de vez en cuando, un traficante Jo-

    ven y sin miedo se aventura hasta sus dominios.

    Cuando el hombre enigmtico nos invit a que le hiciramos una visi- ta en aquella su especie de reino, los tabaqueros nos aconsejaron que la aceptramos. No creo que ha- ya ningn peligro para ustedes, y en cambio van a ver algo tipleo y original, algo que acaso nunca so- aron conocer. nos dijeron.

    Lo que ms estimulaba nuestra curiosidad, era aquella mujer que se quedaba sola entre los salvajes que se hablan comido al antecesor de su marido, de aquella fmina por quien pareca sentir tal vene- racin aquel hombre pequeo e hirsuto que era un dios para los salvajes.

    No nos quiso esperar, tal era su ansiedad por volver a reunirse con la mujer de todos sus sueos. Mien- tras nosotros ingeramos unas cc-

    1 a bordo. Pareca como si una lla- ma nueva se hubiera encendido en su espritu, como si una idea fija k> dominara por completo. Se ha- bia convertido en una especie de pantera de garras afiladas que te- nia siempre en la boca un rictu.. salvaje y repulsivo. Sua labios se apretaban tanto uno sobre otro, que en realidad desaparecan.

    Aquel que siempre estaba hablan- do de su mujer, ahora pareca ig- norarla por completo. Y aquella si- tuacin hubiera sido increble, s no hubeira sido por un incidente que ocurri la noche despus de nuestra llegada. Hablamos pasado un da terrible, lleno de silencio y de presentimientos.

    Si, esa mujer no fuera comple- tamente estpida me dijo mi compaera vivirla siempre ate- rrada. Este lugar es nauseabundo. Vmonos inmediatamente.

    orilla de la caada, nos dijimos con la clarividencia de nuestros diez y nueve y veintin aos:

    El lo sabe y est tramandj algo terrible!

    Se trataba, naturalmente, del dueo de la tienda.

    A la hora de la comida se pre- sent el amante. Parece que era un traficante y que se habia insta-

    pretenden que ello es la causa de sus malas cosechas...

    Me llam la atencin que aquel rostro que en el barco siempre se iluminaba y sonrea al hablar, per- maneciera grave y opaco, como a tuviera una mscara. Luego me puse a observar las decoraciones de las paredes y advert una cara de expresin horrible, uno de aque-

    A la prxima maana partimos, mujeres Jvenes y que parecan en mitad de la indiferencia de o gustarle acaso ms de lo con ve- esposos, que no parecieron sentir i niente, se decidi a hablar.

    UN CUENTO DOMINICAL

    RETARDO JUSTIFICADO Por AUGUSTA ESQUIVAR

    .'La seora Sanford mir el re- Joj. no sin regocijo, y orden a la sirvienta que anunciara la comida. Habia aguardado ya todo lo que poda y no fu hasta que todos sus Huspedes se hallaban sentados a la mesa cuando Benson apareci y avanz hacia la duea de la casa, ofrecindole toda clase de excusas.

    Casi siempre el joven Benson lle- gaba tarde. Y siempre se encon- traba, o al comienzo de una aven- tura, o en mitad de ella. Esta no- che habla llegado ms tarde que de costumbre, pero cuando apare- ci todo el mundo perdon su fal- ta, porque era un husped encan- tador.

    De manera que la seora san- ford lo mir regocijada, saludndo- lo entre sonrisas:

    Ya s que tiene un cuento que contarnos, Roger...

    Luego, mientras su husped se disponia a ocupar su silla:

    Todos lo perdonaremos, como de costumbre. Nos conoce a todos excepto, tal vez. a los esposos Don- lm de Nueva York. Mr. Roger Ben-

    "n- , J Benson reparti sonrisas alrede- dor de la mesa, y sus ojos se fija- ron en la seora Donlin. que era

    Sgea, linda y admirable por to- s conceptos. Despus de fij tam-

    Mn en su marido y no pudo evi- tar un sentimiento instintivo de repulsin hacia l. "No es mal ti- fo, pens pero no me gustan pl el brillo extrao de sus ojos ni l rictus duro de su boca. Lstima que una mujer tan agradable se haya casado con l". Despus se volvi hacia la seftora Sanford y xpres entre sonrisas mutuas:

    T-NO es exactamente un cuento lo que tengo que contarle. Ethel. sino una realidad acongojadora. Dispona de unos cuantos minutos antes de venir aqu, y determin pasar por casa de mi sastre que me habla avisado haber recibido de Londres nuevas telas para la prxima estacin. Pues bien, al de- tenerme a mirar su vidriera, donde

    La ciencia al da

    El ao pasado el Japn estuvo a la cabeza de todas las dems na- ciones en la produccin de fibras sintticas. Slo la produccin de rayn fu de 325,000,000 libras.

    Las estrellas de mar tienen ojo

    en el extremo de cada uno de los cinco puntales.

    En Slngapur, propiedad de los in-

    gleses, se va a construir una es- tacin de radio lo suficiente pode- rosa para cubrir toda la regin de la Malaca.

    Japn, que comenz la manufac-

    tura de hojalata como un experi- mento en el 1919, hoy produce una cantidad casi suficiente para cu- brir toai sus necesidades.

    * Se ha Inventado una tinta els-

    tica para escribir sobre superficies de goma, como pneumticos de au- tomviles.

    Un peridico en Washington, D.

    C. present un anuncio de flores que despeda aromas. Se mezcl la tinta de imprimir en colores con perfume.

    Para proporcionarle descanso a

    los pies de los choferes en largos viajes se ha preparado una palan- ca que cen la rodilla opera el ace- lerador.

    St ha inventado un compuesto

    que absorbe agua para aadrselo a las pinturas, etc., de manera que se puedan aplicar a superficies mojadas.

    estaban expuestos algunos mode- los, un individuo que tambin los admiraba, expres cuando ya yo me dispona a marchar: Muy bo- nitos, no es verdad? Eso ingleses saben lo que hacen en materia de ropa.

    Entonces nos miramos y nos re- conocimos. Era un muchacho a quien llambamos "Blanquecino" er. la universidad, debido al color de su cabello, de ese tono que ahora llaman platino.

    Una coincidencia sorprendente, Roger, pero no por ello menos in- teresante interrumpi la seora Sanford.

    Llmelo como quiera, Ethel. Nos fuimos a un bar y nos entre- tuvimos, y se fu el motivo de mi tardanza por la que pido jjerdones. Si supiera lo triste que es la his- toria aue me hizo mi amigo...

    Por qu no nos la cuenta? Esas aventuras suyas siempre re- sultan intrigantes. Roger...

    Con mucho gusto. "Blanqueci- no" siempre mereci mi admiracin, pues se trataba de un muchacho que trabajaba para costearse el co- legio y que cuando sali de la uni- versidad se dedic a los negocios en el ramo de tejidos. Lo dej en ple- na prosperidad cuando yo comenc a dar vueltas por el mundo, y des- pus ya no supe nada ms de l.

    Es que cuando usted no est escalando una montaa viaja enci- ma de las nubes, Benson... Hijo la seora Sanford con picarda. Pero todo le es perdonado, Inclu- so su versatilidad con las damas.

    Entonces continu Benson vino el "crash" bancarlo -de 1929. con la terrible baja de valores, y el muchacho tuvo que realizar to- da clase de esfuerzos para que su negocio no se declarara en quie- bra.

    Casi todos nosotros io hicimos tambin, intervino Donlin.

    No tuvo ms remedio que di- rigirse a un banco en solicitud de un prstamo. Luego necesit ms dinero, y yo estoy seguro de que si lo hubiera encontrado hubiera ven- cido la tormenta. Pero el "mana- ger" del departamento del' banco, que era amigo de "Blanquecino", se neg a facilitarle el dinero y hasta obstaculiz todos los esfuer- zos que el muchacho hizo por otros conductos en ese sentido. Por l- timo mi amigo lleg al convenci- miento de que aquel hombre era el causante de su ruina, una ruina deliberada...

    Qu horrible! Eso fu Inhuma- no... Intervino la seora San- ford.

    Al fin la ruina de mi amigo fu completa. No quiero cansarlos con detalles, pero se qued sin nada. Y todo lo soport con estoicismo por- oue. despus de todo, crea en el amor de una mujer que para l significaba mucho ms que la for- tuna.

    Pero el amor que para l supo- na tanto, no le dur mucho, por- que ella se cas precisamente con el "manawr" del banco. Fu enton- ces cuando mi amigo comprend' que habla sido un Juguete de sus combinaciones, que lo habia lleva- do a la ruina con toda premedita- cin. Entonces fu cuando perdi todo el coraje que le quedaba y en adelante ya no hizo nada para sa- lir d su triste Indigencia.

    Pero quin pudo ser ese ami- go, y esa mujer, y ese traidor oue perece salido de una nelcnla? Lo conocemos nosotros. Roger? vol- vi nrejruntar la seor* Sanford.

    MI amigo no me dl ios nom- bre contesta el Joven. Pero TTrl. conoce a "B'anoueclno". Ethel. Se trata de Fred Crlttenden. aquel muchacho ue tenia una excelente VO de bartono...

    Se ov el ruido de un vaso oue se nuebraba. v el vino, oue form un 'haroo ane el plato de 1* seflo- r D^nlln fu tambin a pintar un