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Gabriel Aresti - Erein Argitaletxea · 2018. 8. 2. · Gabriel Aresti Una biografía de Bilbao SeveCalleja Escenarios,2 ©SeveCalleja ©EREIN.Donostia2015 ISBN:978-84-9109-059-5 D.L.:SS-1370/2015

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Gabriel ArestiUna biografía de Bilbao

Seve Calleja

Escenarios, 2

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© Seve Calleja© EREIN. Donostia 2015ISBN: 978-84-9109-059-5D.L.: SS-1370/2015

Diseño de cubierta: Asier BeltzaMaquetación: Erein

1ª. edición: noviembre de 2015

Imprime: Itxaropena, S. A.Araba kalea, 45. 20800 ZarautzT 943 835 008 F 943 130 822e-mail: [email protected]

EREIN Argitaletxea. Tolosa Etorbidea 10720018 DonostiaT 943 218 300 F 943 218 311e-mail: [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transforma-ción de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares,salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de DerechosReprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

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Gabriel ArestiUna biografía de Bilbao

Seve Calleja

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Para Meli, con mi afecto y reconocimiento

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Cualquier población, aldea, villa, ciudad o grancapital, guarda para quien en ella ha morado osufrido noblemente –porque hay sufrimientosinnobles– encantos de recuerdos insospechadospara los que sólo recorren el mundo ocomo una venta de placeres o comoun escenario de la Historia.

MIGUEL DE UNAMUNO

Todos llevamos una ciudad dentro, un puebloque nos alienta y nos acusa, que nos va amasando,fermentando la vida: calles, sonidos de campanas,puertas, casas, paisajes, emociones.

CLAUDIO RODRÍGUEZ

Euskara,erdara,honantza,harantza,gora, beheraeskuinera, ezkerrera,larrosa, arantza,Bilboko lanaren dantza.

MIKEL ZARATE

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Prólogo de Andere Aresti 13

Introducción 14

1. Bilbao y sus vates 17

2. Gabriel Aresti, el poeta de Bilbao 24

3. Los hábitats bilbaínos del poeta 28

4. La ciudad de su infancia y juventud 32

5. La eclosión de un vehemente euskaltzale 44

6. Euskaltzaindia y su biblioteca 45

7. Estudioso y lector empedernido 50

8. Tertuliano de pro 51

9. Evocaciones y recuerdos 62

10. Cercanías (a modo de apéndice) 77

Bibliografía consultada 97

ÍNDICE

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Yo tenía diez años cuandomurió aita. Con él se mefueronmuchas cosas. Su cariño, la alegría de ama,los paseos de los domingos bajo las risas y las bro-mas de los dos. Porque aita era un bromista quetanto convertía la sala de la casa en un teatro deguiñol, escondido detrás del sofá, como de nochetransformaba una pequeña habitación en la grutade un mago que hurgaba entre papeles, que leía yque escribía bajo la luz de un flexo. Allí nos redactóun método para que aprendiéramos euskera lastres hermanas. El mundo en seis grandes temas,un proyecto ingenuamente ambicioso en un barrioobrero de los años 60. Allí éramos las hijas del po-eta contable. Contable de día, poeta furtivo el restodel tiempo. Un tiempo que resultó tan escaso paralo que más quería.

Y al correr de los años, las tres aprendimoseuskera. También ama lo intentó yendo a estudiaral euskaltegi que hoy lleva por nombre “GabrielAresti”: quería poder leer por sí misma lo que aitaescribía aquellas noches tal y como lo había es-crito, incluso con tachaduras y borrones. Que paraeso él se había esforzado tanto en aprenderlo y re-novarlo. Para nosotras y para cuantos en Bilbao, en

Donostia, en Gasteiz, en Baiona, en Iruña… y másallá quisieran poder hablarlo y escribirlo, y leer suspoemas y comprender mejor sus desvelos y sussueños. Eso nos ha dejado. Algunas cartas y foto-grafías que han salido volando del álbum familiarpara posarse en revistas y libros y que, igual quesus versos, lleguen a todo el mundo. Porque nues-tro aita se quiso hacer la medida del mundo, comodecía en uno de sus poemas, pero de unmundo pe-queño y complicado que no nos cabía en casa. Ytratando de encontrarle un lugar más amplio y es-pacioso, anduvo de acá para allá, discutiendo conunos, consensuando con otros, viajando. Y lo en-contró en tertulias y en cartas, y en diarios y re-vistas, y en libros de cuentos y poemas que fue es-parciendo por ahí con sus propios esfuerzos deeditor, de ponente, de rapsoda y de amigo. Así eranuestro padre. Y así queremos que se le recuerdecuando oiga hablar de él o abra libros como este,que es un cuaderno de viaje por el Bilbao que élconoció, amó y aborreció y el que nos dejó a vivir,bastante solas, sí, pero abrigadas bajo la manta desu inmensa sombra, de sus recuerdos cálidos y decuantos se acercan a nosotras a querer conocerlo.

ANDERE ARESTI

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Prólogo

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Si nos paseamos por la literatura, descubriremosque hay escritores tan unidos a su ciudad de refe-rencia, que cuesta entender sus obras fuera de susevocaciones urbanas, lo mismo que cuesta imagi-nar ciertas ciudades más allá de la pintura que deellas nos han hecho sus autores predilectos: LaVetusta-Oviedo de Clarín, el Madrid de Galdós, laVenecia de ThomasMann o, en nuestro caso, el Bil-bao de Unamuno o el de Aresti son buenas mues-tras de ello. Pues, como sostiene el antropólogofrancés Marc Augé1, la ciudad es novelesca por loque tiene demarco imaginario en el que se encua-dran tantas de las grandes novelas contemporá-neas. Y dejamos al retratista Gabriel Aresti quemás nos interesa en este caso para más tarde.

Así pues, un acercamiento a la literatura quehabla de Bilbao o desde Bilbao mismo nos ayu-dará a situarnos ante el modelo de ciudad quecada autor ha elegido de su espacio vital imagi-nario, y a situarnos, de paso, en el que nosotrosmismo queremos evocar en cada momento o en elque vamos a encontrar en la lectura de la obra delescritor bilbaíno Gabriel Aresti.

Hay un Bilbao que parece asomar siempre porentre las calles de su Casco Viejo, cruza el Arenal–el paseo de la alpargata, lo llamaba Perico Smith

en otro de sus cuadros– y asciende hacia el En-sanche unas veces o desciende por la ría otras,pronta a transformarse en su trayecto literario porexcelencia. Con toda esamateria poética y amablese nos ha venido modelando la estampa de unBilbao casi siempre entrañable y ameno, remansode viajeros que disfrutan de su gastronomía y suapacible clima en parques y paseos y se extasíanante la imagen de su ría feraz. ¿Pero qué ha suce-dido a lo largo de un siglo? –el tiempo que mediaentre aquellos textos panegíricos de Bowles,Etxabe o del Salaverría que nos habla de un Bilbaoque se regenera, provoca envidias, hace de espejode otras ciudades, y los más cercanos a nosotros,de, pongamos por caso, Blas de Otero:

Bendecida ciudad llena de manchas,plagada de adulterios e indulgencias,ciudad donde las almas son de barroy el barro embarra todas sus estrellas.

o los más recientes de su émulo José Fernán-

dez de la Sota:

Una ciudad inhóspita de cielo encapotado–algo así como un Londres cruzado de Bilbaoen su peor momento–. Un lago de cemento enel centro de un parque silente de metal.

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Introducción

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¿Por qué Ramiro de Maeztu nos hablaba de unBilbao triste en donde señorea la muerte, en tantosus contemporáneos y compañeros de genera-ción J.Mª. Salaverría y Ramón de Basterra, se des-hacían en alabanzas a esta ciudad a la que unollamaba hermosa y prometedora y a la que siem-pre consideró la Capital del Norte, igual que el otrola tenía por urbe pujante, henchida de futuro?¿Qué distingue, en fin, a estos poetas de esosotros que entonan populares bilbainadas sobre latarima de un quiosco festivo, mientras Bilbao segosa / con sus chimbasos / y hay chupinasos / yhay tamboril?

A lo mejor la explicación de este fuerte con-traste se esconde en la mirada misma de quienmira, en si se trata de uno de esos observadoresa los que el mismo Salaverría llama forasteros ra-dicados, tachándolos de agrios y eternamentedescontentadizos, o, por el contrario, de uno deesos otros buenos forasteros que, con sus pane-gíricos, contribuyen a la buena fama de la ciudad.Como él mismo. O como tantos ocasionales hués-pedes y visitantes de los que contemplan la ciu-dad sin formar parte de ella, pero que la valoran yaprecian cual si fuera propia: Baroja, Pla, Alde-coa…, esos y quienes, aun siendo naturales del lu-gar, contemplan la ciudad con mirada de extrañosen su propia patria, tal y como nos muestran mu-chos bilbaínos a su regreso a la ciudad despuésde largas o forzosas ausencias: Unamuno, Adolfode Aguirre, Alejandro de la Sota, Luis Antonio de

Vega, Ángela Figuera, el propio Blas de Otero… Losversos de este último vuelven a ser paradigma deesa rara sensación, mezcla de extrañeza y apego,tan presente en los poemas del rector de Sala-manca, y que asoman ahora en los de este autorque llama a su ciudad natal turbio regazo demi ni-ñez, para enseguida añadir:

…esta nocheno puedo dormir, y pienso en tus tejados,me asalta el tiempo huido entre tus calles,y te llamo desoladamente desde Madrid,porque sólo tú sostienes mi mirada,das sentido a mis pasos sobre la tierra…

Y he aquí un breve fragmento del relato delpropio Aresti Mundu-munduan, en donde dejaasomar el duro contraste social entre la idílica eimaginaria aldea de Baraibar y los barrios pobresde Bilbao2, donde “las tabernas son cien vecesmás numerosas que las bibliotecas”:

En todos los periódicos de Bilbao se ha dadonoticia de que se van a demoler todas las cha-bolas de los alrededores. Sobre todo las quemanchan las faldas de los montes Archanda yBanderas. Y las que están debajo del puente dela calle José Antonio, así como las que se venbajo el puente del Generalísimo Franco y lasdel Campo de los Ingleses. Así se limpiará unpoco esta sucia ciudad, la antaño tacita deplata. Las que están encima de Rekaldeberri yBasurto aún tendrán que esperar un poco, pues

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no se ven y además hay que hacer nuevos po-

lígonos. También las que se ven desde el fe-

rrocarril del Norte, pero sólo las que están

dentro de Bilbao, porque Arrigorriaga no puede

soportar un gasto tan grande.

Así que, agarrados de la mano de ese gran via-

jero en su propia ciudad que ha sido Gabriel

Aresti, deambulando a su paso por su Bilbao na-

tal y vivencial, iremos descubriendo una ciudad en

permanente cambio que, hoy más que nunca

acaso, parece haber despegado de entre las bru-

mas de antaño para volverse alegre y colorista,

una pequeña urbe grandiosa, como la definió va a

hacer ya casi un siglo José Mª Salaverría, autor en-

tre otras muchas de estas líneas que tomamosprestadas:

Las ciudades se retratan con la misma inge-nua vanidad de las personas. Pero los retratosmodernos, de tanto como ha progresado la fo-tografía, lo que ganan en exactitud lo pierdenen gracia encantadora. Es mejor acudir a lasviejas estampas para comprender la profundaexpresión de las ciudades famosas. ¿Era ya fa-moso Bilbao cuando se hizo retratar en esaestampa venerable, en que aparece el apre-tado caserío confinado entre la iglesia de SanAntón y la ría por donde navega una galera depopa empingorotada? Si no era todavía deltodo famoso, cuando menos aspiraba a serlo.

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Panorámica de Bilbao y su ría.

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1. Bilbao y su vates

Hay diferentes maneras de llegar y quedarse enlos recuerdos de una ciudad. Una es el de la visiónque proyectan cuantos forasteros se han paseadopor el paisaje de las tradiciones, los cuentos y lasleyendas populares, esas historias anónimas, via-jeras y acomodaticias, que son las quemás llamanla atención del paseante que, recalando en la ciu-dad de forma anónima, repara en algún sucesopara él digno de ser reseñable, lo sitúa en fechasy lugares y lo adereza con lo más necesario parafijarlo en la posteridad. Es decir, que nos lo guar-nece de héroes y de villanos, de hazañas y prodi-gios, de bondad, castigos, recompensas, unas ve-ces, y otras es el mismo autor quien se nosconfunde entre los protagonistas de algún episo-dio… Pues así, camuflado entre los acontecimien-tos históricos, vive el relato de tradición oral, y asínos lo han presentado el autor bilbaíno, el viajeroromántico o el rastreador de las tradiciones po-pulares con sus propios y cuidados retoques.

Quien quiera, pues, completar su álbum de es-tampas que guarda de una ciudad, además deacudir al testimonio de los cronistas y autorespropios, debe servirse también del de aquellosotros transeúntes y viajeros que han recogido án-gulos o momentos de la ciudad con la compla-cencia fugaz del paseante. En el caso de Bilbao, elnaturalista escocés Bowles en 1775, Gustavo Doré

en su viaje de 1862; antes, el cronista sevillanoPedro de Medina, el veneciano Andrea Navageroo el soldado y escritor Vicente Espinel; y, siglosdespués, Pérez Galdós, Ramiro de Maeztu, Vi-cente Blasco Ibáñez, Josep Pla, Ignacio Aldecoa oCamilo José Cela…, son solo algunos de entre losforasteros atraídos por la villa, muchos de ellosmás en calidad de hombres de ciencia o de ne-gocios que de turistas curiosos, pero todos noshan dejado instantáneas particulares que, unasveces, las más, abundan en el tópico del buen vi-vir y, otras, las menos, lo ponen en solfa. A pesarde sus tintes pintorescos o del parangón que es-tablecen con sus lugares de origen, la visión quede Bilbao muestran la mayoría de esos viajerosnos ayudará a descubrir, cuando menos, rinconesy momentos de una ciudad que muchos creíamosconocer tan bien.

En todo caso, sorprende descubrir, ya seadesde la visión del forastero o la del aborigen,que la imagen que con más insistencia se nos hatransmitido de Bilbao es la de una ciudad mer-cantil e industrial en armonía con su entorno ru-ral, a menudo situada en una suerte de Arcadia fe-liz, ajena a las desigualdades sociales en las quese han venido sustentando su desarrollo y pros-peridad. En esto, parecen ir de la mano las es-tampas de escritores y pintores, pues los lienzosdel madrileño Paret representando el Arenal y losmuelles de Olabeaga, o las acuarelas de inglesesy franceses como Richter y Morony nos ofrecen la

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misma sensación de armonía y buen vivir que lasdescripciones de sus coetáneos Bowles, Fischer oLagrancé. Algunas veces, incluso, viajan juntospintores y escritores, como en el caso de los ro-mánticos Charles Davillier y Gustavo Doré o el delpoeta Bécquer y su hermano Valeriano, autor esteúltimo de la preciosa estampa El mercado de Bil-bao, un reflejo más del encuentro entre el mundode la ciudad y el del campo.

Este choque cultural es el nutriente habitual delautor costumbrista, portavoz del asombro, la nos-talgia o el miedo con que convergían en Bilbao latradición campesina y lamodernidad de una ciudadcomercial, provocando en esa confluencia un crucede costumbres, incluso de lenguas (la mezcolanzadel castellano urbano con el euskera rural dará lu-gar a un peculiar y mestizo “dialecto bilbaíno”, re-curso de ambientación y de tipos chirenes y arlo-tes, es decir, graciosos y un tanto desaliñados,

según el popular hablar urbano). Y en ese humusseguirán germinando, a lo largo del siglo XX, nue-vos brotes de corte costumbrista, mediante loscuales otros autores, provenientes en su mayoríadel periodismo, nos brindarán una visión amable ydesenfadada de la ciudad, nomuy distinta de la que,desde los relatos en euskera, nos ofrecen “Kiri-kiño” en sus Abarrak (1919), Zamarripa, en su Kili-Kili (1930) o, años más tarde, el también sacerdoteMikel Zarate en su Bilbo irribarrez (1980).

No hay duda de que a Bilbao no le han faltadoni los encomios ni los reproches. Lo apuntabaBernardo Atxaga cuando, al llegar a la B en suAbecedario dedicado a Blas de Otero, advertía deque muchas otras ciudades envidiarían a la nues-tra por ser tan contada y cantada por tantos lite-ratos3. Y podríamos nosotros añadir “ y por tantospintores”, e incluso enumerar los muchos otrosnombres de quienes se llevaron una impresión de

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Barcazas sustitutorias del puente destruido en la guerra civil.

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Bilbao y luego la plasmaron en algún rincón de suobra, como la que Bécquer pudo llevarse a me-diados del XIX; la de Marinetti, con ocasión de suestancia en la ciudad en noviembre de 1928, invi-tado por el Ateneo bilbaíno, la de Hemingway envisita a la feria taurina de 1959, las reiteradas es-tancias del Nóbel Saramago, o las más fugaces deAna Mª Matute, José Agustín Goytisolo, HumbertoEco, Antonio López, Mario Vargas Llosa, RosaMontero, Antonio Gamoneda… Viajeros diversos yde diversa manera de plasmar sus impresiones,entre los que se encuentran aquellos a quienes J.Carlos Enríquez denomina viajeros-exploradores,los que llama viajeros-turistas, o esos otros que alos que tilda de viajeros-ilusionistas, quienes in-ventan y recrean la imagen de una ciudad armo-niosa y libre de tensiones4. Unos y otros miran ala ciudad desde la atalaya de su especial dedica-ción: el estadista Jovellanos repara sobre todo ensu urbanismo y calidad de servicios y el natura-lista Bowles, en su clima y situación geográfica. Sia ello añadimos el sesgo ideológico o sentimentalde cada autor, las miradas sobre nuestra ciudadse dispersan hasta la aparente contradicción en-tre lo perciben y transmiten dos viajeros de lamisma época y en iguales situaciones. Compá-rense, si no, las impresiones que la ciudad pro-voca en las retinas de Indalecio Prieto y Ramiro deMaeztu, y en las de Emiliano de Arriaga y José deOrueta, observando su Bilbao todos a un tiempo,pero tan alejados unos de otros ideológicamente.

Y qué decir si saltáramos de unas épocas a otras:del Bilbao económicamente emergente de finesdel siglo XIX al de una centuria después, por ejem-plo. Porque si unos ensalzan, como decíamos, elbuen vivir y la cordialidad de sus gentes –lo hacenel astrónomo sevillano Pedro de Medina en su Li-bro de las grandezas y cosas memorables de Es-paña, el ilustrado Jovellanos en sus Diarios, elalemán Fischer o el naturalista Bowles–, en otrosse denuncian las desigualdades sociales cadavez más extremas: son el caso de Tomás Meabe yel de Gabriel Aresti, de cuya mano vamos a pasearpor la ciudad a través de estas páginas. Ni uno niotro ocultan su disgusto frente a la estampa idílicade esa que decíamos arcadia feliz en la que, a de-cir de un refinado socio del Club Marítimo, “en elArenal y en Albia, el chiquillo de la familia más dis-tinguida y encopetada jugaba al marro con el hijodel ultramarino y del ebanista”.

El pasaje que sigue pertenece a las Memoriasde un bilbaíno, de José de Orueta, que nos dibujalos alrededores de Bilbao como una deliciosacampiña en la que el ambiente moral de sus gen-tes se correspondía con el bucolismo y atractivodel paisaje físico. Así dibuja, por ejemplo, el mue-lle del Arenal:

Para mí era, y sigue siendo aquél, uno de loscuadros más alegres que recuerdo de mi vida,y podrá toda la grandiosidad actual del puertode Bilbao dejar, en cifras, arrinconado a nues-tro Muelle del Arenal de entonces, pero como

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animación y alegría, como pintoresco y vibrante,aquello era mayor y único, y tenía que serlo, yaque allí estaba el germen vigoroso y fuerte dedonde salió después el hermoso pueblo de hoy5.

Aparte de afectos y desafectos, es evidente entodo caso que el Bilbao de entre los albores del XXy los del XXI ha conocido cambios socioeconómi-cos de gran magnitud, entre una pujante mercan-tilización y un declive industrial que no puedenpasar inadvertidos al paisajista ni al literato. Junto

a eso, los sentimientos encontrados de añoranza,fascinación, rabia y desencanto de cada autor setrasladan al imaginario de sus lectores, que secontagian o ven reflejado el optimismo de perte-nencia a la ciudad unas veces o al de exclusiónpesimista otras.

En fin, que a través de la literatura, de los tes-timonios históricos, de las crónicas y libros de via-jes, del cine o de nuestra propia evocación, a me-nudo nos trasladamos a un Bilbao de ensueño, en

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Barrios de Iturrigorri, Uretamendi y Altamira.

El puente levadizo de Deusto en reparación.