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EL MUNDO Eduardo Galeano

Galeano. el mundo

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Page 2: Galeano. el mundo

“El mundo", es un relato metafórico, una gran metáfora que nos acerca una historia, que aunque parece fantasía bien podría ser real.

Para entenderla es necesario primero acercarnos al pensamiento de su autor, Eduardo Galeano, a quien intentamos presentar, con el solo deseo de que quien lo vea y lo escuche, pueda comprender lo importante que es para la condición humana pensar y soñar, pensar soñando, soñar por soñar.

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Dice Galeano de un alguien, que quizá no sea otro que él mismo, que un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, “pudo subir al alto cielo”.

A la vuelta, dijo que “había contemplado, desde allá, la vida humana”. Y dijo… “somos un mar de fueguitos”. El mundo es eso reveló. Un montón de gente, un mar de fueguitos”.

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Como Platón en la Alegoría de la Caverna,

Galeano describe aspectos sublimes de la

condición humana, y de la relación que existe

entre esta condición y la posibilidad de pensar y

de conocer, de conocer con todos los sentidos,

conocer aunque duela, conocer con esperanza.

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Galeano le hace decir al hombre de Negua:

“Cada persona brilla con luz propia entre todas las

demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos

grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los

colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se

entera del viento, y gente de fuego loco que

llena el aire de chispas”.

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Este hombre como aquel hombre que construyó

Platón, en su inmortal metáfora, había visto, había

conocido y reconocido nuestra condición, desde un

lugar diferente e intentaba que los otros vieran, que

los otros comprendieran esencialmente quienes

eran, que podían ser, como podían ser, cual era el

sentido.

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Así nos cuenta sobre la maravilla que había contemplado, para que podamos soñar, soñar sobre nuestras propias posibilidades, soñar el sueño en el que reflexionamos, y sobre cuánto nos cuesta creer que todos los hombres tengan fuego.

El problema es que de esta manera la realidad es tan bella, tan concreta, que continua más allá de nuestro espacio mental, más allá de las necesidades materiales, más allá de todo lo que mágicamente nos ata a una aparente felicidad.

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El pensamiento del hombre de Negua nos obliga a cuestionarnos, a problematizar, a identificar, a dudar, a salir del encuadre, a abrir el espacio, a indagarlo.

Como el esclavo que escapo de la caverna y vio la verdad, sabe que esto le puede costar la vida, la honra, la cordura, la soledad, y entonces aclara, para no ser confundido, y mantener la racionalidad del mito, “no todos los fuegos son iguales”.

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Sabemos por pura experiencia sensorial que

algunos fuegos cuando arden, destruyen todo a

su paso, tienen la ilusión ilusoria de ser

poderosos y eternos, en una soberbia que los

invade.

Sabiamente nos sigue diciendo que “otros son

solo fuegos bobos que no alumbran ni queman,

solo lastiman”, lastiman la inteligencia y

confunden, desparramando ignorancia .

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Son solo fuegos que no pueden ver ni disfrutar de la inmensa belleza que nos rodea, son solo fuegos que miran sin ver.

La luz de lo bello no les permite observar la plenitud, no les permite entender el misterio y éste se les hace invisible.

Por otro lado dice: “otros arden la vida con tantas ganas que no se los puede mirar sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.

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Evidentemente Galeano, al igual que Platón,

utiliza la misma lógica de la alegoría de la

Caverna para hacernos pensar que las cosas

pueden cambiar, que algo diferente puede

suceder, invitándonos a todos los docentes a

pensar que quizá esa sea la maravillosa tarea

de enseñar, pero más que enseñar, por lo que

vamos comprendiendo, debemos encender,

debemos hacer que el mundo se encienda, que

se ilumine, para que los invisibles se hagan

visibles.

Tarea no menor.

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Como cada uno de nosotros es capaz de arder y

de hacer arder, siempre de manera

significativamente diferente, les dejo este

pequeño espacio para que puedan volcar sus

comentarios, y para que nos cuenten de que

manera diferente arde cada uno de ustedes,

fundamentalmente ayudando a que otros se

puedan encender.