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1 Gamonalismo del siglo XXI Héctor Mondragón Octubre 14 del 2009 Introducción ¿Qué hay de nuevo, viejo? Capitalismo burocrático ¿Alternativas? Contenido: El término gamonalismo no designa sólo una categoría social y económica: la de los latifundistas o grandes pro- pietarios. Designa todo un fenómeno.” José Carlos Mariátegui

Gamonalismo del siglo XXI

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Reproducimos este artículo que aunque fue escrito hace 4 años y explica el famoso robo de los subsidios al campo por el programa Agro Ingreso Seguro, va al fondo del problema del campo en Colombia y nos da elementos para entender por qué hoy se vive el justo Paro Nacional Agrario y cuál debe ser el camino para solucionar esta coyuntura.

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Introducción

¿Qué hay de nuevo, viejo?

Capitalismo burocrático

¿Alternativas?

Contenido:

“El término gamonalismo no designa sólo una categoría social y económica: la de los latifundistas o grandes pro-

pietarios. Designa todo un fenómeno.”

José Carlos Mariátegui

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Reproducimos este artículo que aun-

que fue escrito hace 4 años y explica

el famoso robo de los subsidios al

campo por el programa Agro Ingreso

Seguro, va al fondo del problema del

campo en Colombia y nos da elemen-

tos para entender por qué hoy se vive

el justo Paro Nacional Agrario y cúal

debe ser el camino para solucionar

esta coyuntura.

Si se analiza a fondo lo ocurrido con

el programa agro seguro ingreso segu-ro, nos encontramos con que no se trató solamente de la trampa de una familia para multiplicar un generoso regalo del gobierno, sino que se trata de la punta de un iceberg, de una dis-torsión sistemática convertida en ley y además del resumen de lo más triste de la historia de Colombia y de una radiografía del carácter del gobierno actual del país. No se trata de un caso aislado, sino de una repetición múltiple a través de la historia: tras cada una de las guerras civiles y Violencias que han asolado estos territorios, queda como resultado un nuevo despojo de tierras y una ma-yor concentración de la propiedad de la tierra en familias que a su vez con-centran el poder político y acaparan

sus favores económicos y territoriales. Parte del campesinado hace un traba-jo de Sísifo1 y luego de construir par-celas mediante la colonización y la lucha se ve de nuevo desplazado. Los indígenas refugiados en páramos, de-siertos y lo que queda de las selvas. Los personajes ganadores de cada uno de estos episodios han construido un sistema “perfecto”, económico, polí-tico, jurídico y social: el gamonalis-mo. El dominio de la tierra logrado por la fuerza se convierte en poder territorial.

1. Personaje de la mitología griega que fue obligado a cumplir un castigo, empujar una piedra enorme

cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siem-

pre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez .

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Las comunidades despojadas expues-tas al hambre, dependen de quienes los han despojado, tienen que aceptar convertirse en mano de obra de los hacendados, así los terrazgueros de antaño como los jornaleros de hoy; deben depender del estado que los gamonales controlan, de las benefi-cencias, familias en acción, sisbenes, pavimentaciones y de todo tipo de migajas en forma de cupos, becas, microcréditos, tejas o cemento. La víctima se convierte en clientela del victimario y termina votando por él, cotizando su voto, de manera que el sistema se sostiene democráticamen-te, con campañas electorales pagadas por los gamonales, en medio del con-senso que aplaude cada peso entre-gado a los gamonales, del cual su clientela espera que escurra algún centavo para mitigar la miseria. Toda esta perfección sería impensa-ble si no fuera porque se incubó, na-ció, se nutrió, se sostiene y se proyec-ta como parte y agente de la domina-ción del imperio de turno. La gran pro-piedad criolla de la tierra fue impuesta por España cuando nacía el mercado mundial y el capitalismo hacía sus primeros pasos como sistema interna-cional. Sin el poder de España, Portu-gal, Francia, Holanda e Inglaterra no habría habido conquista de América ni se habría impuesto la esclavitud de africanos secuestrados para trabajar en las tierras robadas a los indios. La identidad misma del gamonalismo

se configura tras la sustitución del pre-dominio español y portugués por el predominio mundial inglés: lejos de parecerse a los nobles feudales me-dievales, los gamonales son persona-jes típicos del capitalismo transnacio-nal, pregoneros y manipuladores ex-pertos de la democracia clientelista y la banana república, aliados y agentes del gran capital internacional y sus inversiones, acólitos del imperio de turno, a cuyas empresas ofrecen ge-nerosos los territorios apropiados, a la espera de embolsillarse jugosas ren-tas y de convertirse en accionistas en las bolsas metropolitanas, así como de vender cualquier quina, tabaco, caucho o agrocombustible que se pueda, en medio de los avatares de los precios internacionales. Ofrecieron y colocaron el ferrocarril de Panamá, luego el canal, los pozos petroleros del Magdalena Medio y el Catatumbo, el oro y el platino del Cho-có, así como ahora ofrecen el tapón del Darién, las tierras de la cuenca del río Meta, el petróleo de Los Llanos o el Putumayo, el gas y el carbón de La Guajira y Cesar y como siguen ofre-

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ciendo el oro. La articulación con el capital va de la mano con el control del Estado y de su intervención económica. El mayor subsidio que a lo largo de la historia ha dado el Estado a los grandes terra-tenientes es permitirles apoderarse de la valorización generada por pozos petroleros, por la minería y por las obras públicas, especialmente por las carreteras y ferrocarriles, cuyos reco-rridos han sido unas veces definidos y otras alterados para acercarse a los latifundios, los que a su vez han sido ensanchados a sangre y fuego al lado de las vías. Estamos ante la enésima edición de esa historia triste y Agro Ingreso Se-guro es solamente un capítulo de esta edición.

¿Qué hay de nuevo,

viejo?

No es posible decir que el papel del paramilitarismo sea algo original de la

nueva edición, puesto que la existen-cia de bandas armadas o ejércitos partidistas al servicio de los latifundis-tas se ha repetido en las ediciones. Las denuncias sobre violación de de-rechos humanos siempre han recibido como respuesta la militarización, a la manera de los caucheros de La Vorá-gine: “Le hemos pedido a la autoridad que nos militarice las cuadrillas, me-diante la dirección de oficiales y sar-gentos, a quienes pagaremos con mano pródiga su permanencia en es-tos confines, con tal que sirvan al mis-mo tiempo de fiscales para la empresa y de vigilantes en las entradas. De esta suerte el gobierno tendrá solda-dos, los trabajadores garantías inne-gables y los empresarios estímulos, protección y paz”. Tampoco el Plan Colombia es del todo nuevo. Las intervenciones militares de Estados Unidos fueron autorizadas en el departamento de Panamá a partir del tratado de 1846 y hasta que costa-ron su secesión. Los convenios de 1952 involucraron a Colombia en la guerra de Corea a la par de la inter-vención norteamericana en el conflicto interno. Ni siquiera el cambio tecnológico, por-que cada década ha instaurado cier-tas innovaciones, máquinas de arar, venenos por montón, revolución ver-de, cosechadoras, nuevas variedades de plantas, a pesar de lo cual la mayo-ría de la tierra apta para la agricultura

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quedó desperdiciada, como ahora pa-sa con 5 millones de hectáreas de primera calidad, con todo y biotecnolo-gía, transgénicos o agrocombustibles. Verdaderamente original sí ha sido el papel del narcotráfico que resultó del propio sistema y sirvió para catalizar la violencia y especialmente como inter-mediario de la más grande centraliza-ción de la propiedad territorial en áreas con perspectivas de gran valori-zación. El ahora muy conocido caso de la fa-milia que consiguió captar múltiples subsidios de Agro Ingreso Seguro pa-ra riego de sus propiedades en el Magdalena mientras le compraba a un sucesor de Pablo Escobar en el sur de Bolívar una tierra que desde hace 13 años los campesinos trabajaban, sirve como modelo ilustrativo para mostrar cómo el narcolatifundio operó apenas como un escalón intermediario para permitir una nueva concentración de tierra. El narcotráfico hizo parte del trabajo sucio y ahora el latifundio de alcurnia recoge los frutos, evitando la extinción de dominio y burlando las esperanzas campesinas. Por lo demás, el narco-tráfico sirvió y sirve para justificar el Plan Colombia y las bases militares extranjeras y encubre el drama del despojo de los campesinos, afros e indígenas y las condiciones misera-bles de la mano de obra que trabaja para los gamonales bajo la forma de

las mal llamadas cooperativas de tra-bajo asociado o los supuestos contra-tos de servicios, que niegan cualquier derecho laboral.

Y la gran novedad: la pérdida de la soberanía alimentaria del país. Porque a pesar de todo, antes podíamos con-tar con el maíz para las arepas y la mazamorra. Colombia por lo menos se autoabastecía de alimentos. Pero aho-ra Colombia importó en 2008 un total de 9 millones 800 mil toneladas de productos de origen agropecuario al año. Todo comenzó con el incremento paulatino de las importaciones de trigo hasta que se cercó la producción na-cional del grano y luego el proceso se generalizó a los cereales, de manera que ahora se importa casi toda la ce-bada, la mitad del maíz y parte del arroz. Durante esta década se ha lle-

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gado al extremo de importar café para el consumo interno para poder cumplir los compromisos de exportación. Las exportaciones agropecuarias alcanza-ron en 2008 apenas 4 millones 400 mil toneladas. En 2008 apenas fueron sembradas 3,5 millones de hectáreas cuando hace 20 años se sobrepasaban las 4 millo-nes, que sin embrago eran y son menos de la tercera parte del área cul-tivable del país. La prioridad para los agro-combustibles significó una carestía en 2008. En 2009 fueron los campesinos quienes respondieron con el aumento de la producción de fríjol y otros granos, panela y leche, pero la crisis de la industria y el conjunto de la economía los atrapó en la telaraña de la recesión y la deflación y su eficien-cia fue premiada con precios ruinosos al productor que agobian también a los arroceros tras la autorización de más importaciones. Ninguna agricultu-ra racionalmente planificada, ninguna seguridad alimentaria y mucho menos la soberanía alimentaria es posible bajo el gamonalato, ahora dedicado a firmar tratados de “libre comercio” que de ponerse en práctica llevarían a tér-mino la ruina total de la producción de alimentos en Colombia.

Capitalismo

Burocrático

La evolución y el despliegue del ga-monalismo en medio del capitalismo globalizado han generado un capitalis-

mo burocrático en el agro. Los subsidios a los ricos se convierten en la garan-tía de acumulación de ca-pital otorgada por el Esta-do, tanto a los grandes propietarios de tierra cuya renta se garantiza por esta vía, como al capital finan-ciero que accede trasladar sus inversiones al sector rural a cambio de leyes que imponen comprar su

producción, establecen exenciones de impuestos, créditos especiales y otros subsidios combinados con ayudas de la “comunidad internacional”. Los grandes capitales terminan de socios y sostenedores del gamonalis-mo porque ligan su suerte con la de los subsidios del Estado a la gran pro-ducción agraria en las tierras de los grandes. Es lo que ha pasado con la producción de caña de azúcar para etanol en Colombia, que muy lejos de ser competitiva en el mercado interna-cional, ha sido decretada como nego-cio nacional mediante normas del Es-tado. Los subsidios de Agro Ingreso Seguro son del mismo género. Premian no solamente a una familia que disputa las tierras a los campesinos sino tra-

Ninguna agricultura

racionalmente planifi-

cada, ninguna seguri-

dad alimentaria y

mucho menos la

soberanía alimentaria

es posible bajo el ga-

monalato, ahora dedi-

cado a firmar tratados

de “libre comercio”

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tan de atraer al gran capital con la pro-mesa de ganancias fáciles. Se esta-blece un tipo de capitalismo sin el ries-go del inversionista. Los mismos dueños de los ingenios azucareros del Valle establecen plan-taciones de palma aceitera en el Meta. Centenares de afrovallunos son tras-plantados y convertidos en afrometen-ses, desarraigados de la región donde se levantaban en huelgas contra las “cooperativas de trabajo asociado” y se aliaban con los indígenas Nasa e incomunicados con la nueva región donde la historia de las violencias des-

arraigó generaciones de campesinos que colonizaron y prepararon las ha-ciendas del capitalismo burocrático. Como dice el ex ministro Arias, es un modelo que produce “seguridad al inversionista”, estabilidad del régimen, sin campesinos ni indios ni sindicatos que amenacen “seguridad democráti-ca”.

¿Alternativas?

¿Acaso no hay alternativas para el país? Claro que sí. Nuestros campesi-nos en las tierras que aun tienen si-guen sosteniendo la producción de alimentos y las exportaciones de café. Los campesinos de Carmen de Bolí-var que producen el 40% de los agua-cates del país recordaban en estos días que no recibieron ni un peso de Agros Ingreso Seguro. Los pueblos indígenas han sido capaces de dar ejemplo al país de resistencia civil. Los trabajadores de la palma aceitera y el azúcar han realizado huelgas que cuestionan la nueva esclavitud rural.

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Si se quieren encontrar alternati-vas, no basta cortarle la punta al iceberg y creer que con que “una familia tramposa” devuelva el dine-ro de Agro Ingreso Seguro basta para solucionar el problema. Además de que las familias “tramposas” devuelvan los subsi-dios mal habidos podrían devolver las tierras mal habidas. El país ne-cesita devolver la tierra a los des-plazados por las violencias. El go-bierno afirmó que no alcanza el presupuesto para la reparación. Después del episodio de Agro In-greso Seguro parece que sí hay dinero para lo que se quiere que haya. Los presupuestos podrían ser reorientados hacia la producción de alimentos. La soberanía alimen-taria podría ser la prioridad hacia la cual se orienten los subsidios del Estado para la producción agrope-cuaria, el procesamiento de pro-ductos alimenticios, el almacena-miento y la comercialización. Las tierras aptas para agricultura que están desperdiciadas pueden ser entregadas a quienes sí las hagan producir. El gamonalismo ha sido edificado sobre el latifundio y se ha sosteni-do con el clientelismo y la violen-cia. Superarlo abriría el paso a una

economía y a una política diferen-te. Hace 150 años Estados Unidos tuvo que decidir si mantenía la es-clavitud y el “libre comercio” con Inglaterra, que beneficiaban a las familias esclavistas, especialmente de las haciendas del sur que con mano de obra esclavizada produ-cían algodón para la industria textil británica. Estados Unidos optó por eliminar la esclavitud y por prote-ger su producción nacional y así se convirtió en un país propio. En vez de los tratados de libre comercio que quieren los esclavistas de hoy, Colombia podría aprender de la historia de Estados Unidos y elimi-nar la esclavitud del latifundio y el capitalismo burocrático; proteger su producción nacional de alimen-tos.

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