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LAS VOCES DE LA DEMOCRACIA 14 ASÍ HABLAN LOS GRANDES POLÍTICOS Mahatma Gandhi

Gandhi Mahatma - Discursos

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LAS VOCES DE LA DEMOCRACIA 14

ASÍ HABLAN LOS GRANDES POLÍTICOS

Mahatma GandhiNo hay salvación posible para la India

y otros discursosprólogo de Jesús Ferrero

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PrólogoUn animal político nacionalista con una vida difícil

JESÚS FERRERO

Asombra la densidad existencial de la vida de Gandhi y la mucha energía que supo extraer casi siempre de su flaqueza. Mohandas Karamchand Gandhi (más tarde apodado Mahatma -«gran alma»-por el poeta Rabindranath Tagore), nació en Porbandar, localidad costera del Noroeste de la India, en el seno de una familia de la casta vaisia o de los comerciantes. Su padre era ministro local y su madre, Putlibai, era una mujer muy devota de la secta pranami, que intentaba fundir elementos hinduistas y maho-metanos^ con una idea de Dios de carácter absoluto que influiría poderosamente en su hijo.Gandhi fue un niño débil y terco, además de un estudiante mediocre que faltaba con frecuencia a clase. Para agravar el problema, fue desposado a los trece años con una adolescente, Kasturbhai, que había vivido en casa de sus padres en calidad de doméstica y que no sabía leer. El mismo Gandhi contaría más tarde que sus años de vida conyugal con su primera mujer estuvieron marcados por la lujuria obsesiva, extenuante, y por su desinterés por los estudios: apenas iba a clase. Era además un esposo celoso y dominante, siguiendo la tradición hindú y, como cuenta en su Autobiografía, no dejaba a Kasturbhai salir de casa sin su permiso y la mantenía «prácticamente encarcelada». Actitud de Gandhi que fue creando un hondo malestar entre los dos.Kasturbhai era de naturaleza independiente y soportaba mal las presiones de su marido. Los problemas conyugales y morales se acentuaron para Gandhi cuando, tres años después, su padre falleció mientras él estaba haciendo el amor con Kasturbhai, a la que había despertado con malas maneras para que se prestase a aliviar sus deseos. Para Gandhi fue como un mazazo en mitad de la cabeza y a partir de ese momento se intensificaron sus malas relaciones con la sexualidad y los placeres de la carne y empezó a germinar en él otra pasión: la de la castidad, que se convertiría más tarde en uno de los elementos fundamentales de su severa moralidad.En 1887 se traslada a Londres y un año después ingresa como estudiante en el Inner Temple, donde a duras penas se irá familiarizando con la vida inglesa hasta el punto de pretender convertirse en un gentleman durante un breve período, en el que empezó a fumar y a comer carne, renunciando a la dieta vegetariana que había heredado de sus padres.De regreso a la India, no acierta a ubicarse y sus primeros movimientos como abogado resultan erráticos y torpes, provocando la burla y el desprecio de sus colegas. Todo eran problemas en la vida de Gandhi cuando la compañía naviera Dada Abdulla & Co. le ofreció un puesto en Sudáfrica

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como asesor, y fue así como Gandhi cambió una vez más de residencia dejando en la India a su esposa y sus dos hijos.En Sudáfrica comienza una larga etapa donde se adiestrará como animal político, donde llevará a cabo una actividad desbordante y mortificante a favor de los derechos de los emigrantes indios, y donde llegará a estar cuatro veces encarcelado.

TRAS UNA DE SUS NUMEROSAS ESTANCIAS EN PRISIÓN, Gandhi fue liberado en 1931 para que participara en la Conferencia de Londres en que debía tratarse la independencia de su país. En la foto, el líder indio a su llegada al puerto de Folkestone (Reino Unido) en 1931.

Tras su época sudafricana, comenzará su etapa de Gran Padre de la India y la cristalización de lo que podría llamarse ideología gandhiana, caracterizada por la confluencia de principios hinduistas, cristianos y mahometanos. Los elementos hinduistas partían del Bhagavad Cita, los cristianos de los cuatro evangelios y de la obra de Tolstoi El reino de Dios está dentro de ti, y los mahometanos de el Corán. A todo ello hay que añadir dos obras muy recientes en aquel tiempo: Hasta esto último de Ruskin y La desobediencia civil de Henry David Thoreau.Como ideólogo fue tan arcaico como lo pudo ser el mismo Tolstoi al final de su vida, y ten ía en la mente una India conformada por miles y miles de pequeñas aldeas (muy próximas a la «aldea ideal» concebida por Tolstoi) autosuficientes, fraternas, sufrientes y a la vez felices, con un régimen económico próximo a la cooperativa y que habría de influir más tarde en las comunas hippies.En la India volvió a estar cuatro veces en la cárcel, y en dos ocasiones consiguió que sus adversarios cambiasen de actitud y estableciesen con él pactos razonables gracias a sus ayunos y al temor que provocaba en sus amigos y sus enemigos su posible muerte. Lo que equivale a decir que fue el inventor de la politización del ayuno: lo que se ha dado en llamar huelga de hambre.Asusta advertir lo mucho que Gandhi castigó su cuerpo, al que consideraba un pudridero que había que purificar incesantemente. Sus ayunos fueron al principio una forma de mortificación, y sólo más tarde se convirtieron en un arma política que le ganó el fervor de las masas hambrientas, obligadas a ayunar por necesidad y no exactamente por amor a Dios y deseo de purificación.Sus dietas podían dejar estupefacto a cualquiera y pasaba temporadas en las que sólo consumía dátiles y cacahuetes. Pero los dátiles y los cacahuetes son nutrientes muy poderosos. ¿Qué pensar de las temporadas en que no comía nada? Sabemos que el ayuno reduce el azúcar y las vitaminas y que altera profundamente la conciencia, conduciéndola a estados más extremos que los que

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deparan algunas drogas, y también sabemos que pueden provocar una gran distorsión y hasta una pérdida del principio de realidad. No parece que el ayuno extremo sea la mejor disciplina para alcanzar el equilibrio entre la mente y el cuerpo, y no siempre Gandhi estaba equilibrado y a menudo obligaba a todos los que le rodeaban a participar de las decisiones que hab ía tomado en momentos de «iluminación», haciendo a veces gala de una tiranía y una testarudez aniquiladoras.Todo lo dicho no ha de hacernos olvidar que, más que un santón, un gurú, un místico o un profeta, Gandhi fue un político que supo utilizar la religión hindú (y la cristiana a través de Tolstoi) para llevar a cabo sus fines en relación estrecha con la consecución de la independencia de la India, sometida hasta entonces al Imperio británico. Pocos son los discursos de Gandhi que no destilan nacionalismo químicamente puro y si hubo en él un humanismo, incluso un humanismo de aire occidental y cristiano, fue en realidad un humanismo de circuito cerrado, circunscrito a las fronteras de la India: de un humanismo nacionalista, podríamos decir, asentado en la India ancestral y milenaria. Todo ello explica mejor que ninguna otra teoría las contradicciones de Gandhi y el hecho de que en Sudáfrica se ocupase de las injusticias que se cometían con los emi-grantes indios ignorando las que se podían cometer con los negros, más clamorosas y sangrantes. Y es ahí también donde Gandhi más se diferencia de los grandes maestros con los que absurdamente se le ha querido comparar, ya que los grandes maestros siempre han rechazado un humanismo de circuito cerrado, haciendo hincapié en la universalidad del hombre y en sus posibles deberes y derechos más que en su perte-nencia a una determinada tribu de la Tierra.Pero si despojamos a Gandhi de su aura mística y su apariencia ascética y piadosa y lo vemos como un animal político, y lo fue en un altísimo grado, entonces tendremos que reconocer que sus movimientos fueron muy hábiles y bastante afortunados, a pesar de sus muy torpes principios como orador y como hombre público. Pero qué duda cabe de que a costa de esfuerzo, voluntad y valor (como le ocurriera a Demóstenes) Gandhi consiguió templar su espíritu para poder dirigirse a las masas en sus discursos, algunos de ellos pronunciados en momentos clave (como el que antecedió a la «marcha de la sal»),y donde observamos, además de una claridad de principios meridiana, un coraje civil fuera de toda duda. Pocos hombres estaban tan preparados como Gandhi para morir, y quizá por eso murió como él quería y como había profetizado: acribillado a balazos por un fanático mientras invocaba a su dios: ¡Hai Rama!

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BiografíaUn hombre de paz

JOSÉ MARÍA COLLAZOS

Este político y pensador indio, guía espiritual del movimiento de independencia de su país, fue una de las personalidades más importantes del siglo XX, hasta el punto de que su asesinato se consi-deró una catástrofe internacional y la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró un período de luto. Su personalidad se engrandeció con el paso del tiempo y se convirtió en referente de la lucha no violenta contra las injusticias, al tiempo que sus enseñanzas inspiraron los movimientos pacifistas de todo el mundo. Sin embargo, no llegó a recibir el Premio Nobel de la Paz, a pesar de haber sido nominado cinco veces.Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en Porbandar, un puerto costero del estado indio de Gujarat. Su padre, Karamchand Gandhi, primer ministro de la localidad, pertenecía a los vaisias, una casta dedicada al comercio, y profesaba la religión hindú visnuista. Su madre, Putlibai, era la cuarta y última esposa de su padre, al que dio cuatro hijos, de los cuales Gandhi era el más joven. Se trataba de una mujer muy religiosa y austera que tuvo una gran influencia en su niñez. En su formación, además del hinduismo visnuista que profesaba la familia, influyeron otras culturas y credos como el islam y el jain. Este último le inculcó el valor de la no violencia. Desde muy joven, aprendió a no hacer daño a ningún ser viviente, a ser vegeta ría no, a ayunar para purificarse y a mostrarse tolerante con otros credos.En 1883, cuando sólo contaba 13 años, Mohandas Karamchand Gandhi fue casado por sus padres con otra adolescente de la misma edad, Kasturba Makharji, llamada también Kasturbhai, de la cual se enamoró profundamente y con la cual tuvo cuatro hijos. El padre de Gandhi, enfermo desde hacía tiempo, murió cuando él tenía sólo 16 años.

UN JOVEN 'GENTLEMAN' EN LONDRES

Gandhi fue un adolescente silencioso y retraído, que inicia I mente no brilló mucho en sus estudios, realizados primero en Portbandar y posteriormente en Rajkot. Tras pasar el examen de admisión en la Universidad de Bombay, en 1887 se matriculó en la Escuela de Samaldas en Bhavnagar. No permaneció mucho tiempo allí, y en 1887, cuando acababa de ser padre por primera vez, embarcó en Bombay, actual Mumbai, para estudiar derecho en el University College de Londres.En la capital británica vivió tres años, tratando de adaptarse a las costumbres inglesas. Vestía como un gentleman y frecuentaba restaurantes vegetarianos. Algunos de los vegetarianos que trataba eran miembros de la Sociedad Teosófica, fundada en 1875 y dedicada al estudio de las literaturas budistas y brahmánicas. Los teósofos le iniciaron en la lectura del primer clásico indio, el Bhagavad Cita, que le inculcó la concepción del deseo como fuente de sufrimiento. En esta época llegó a sentirse atraído por la ética cristiana e intentó sintetizar los preceptos del budismo, el cristianismo, el islamismo y su religión natal.En junio de 1891, después de lograr su licenciatura, Gandhi volvió a la India. Intentó, sin éxito, establecerse como abogado en Bombay, pero no conocía bien el derecho indio y tenía dificultades para expresarse en público. Regresó entonces a Rajkot a trabajar con su hermano, que era abogado como él. Sus perspectivas profesionales no eran buenas: su madre había muerto poco antes y su familia había perdido influencia en la corte. No es extraño que aprovechase la oportuni-dad de trabajar como abogado en Durban, Sudáfrica, que le ofreció una empresa india.

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LA EXPERIENCIA SUDAFRICANA

Cuando en abril de 1893 embarcó para Sudáfrica, Gandhi seguía siendo una persona tímida y políticamente indiferente. Allí vivían unos 150.000 indios, en su mayoría trabajadores emigrados en busca de mejores condiciones económicas, y discriminados racialmente, de modo que carecían de los más elementales derechos, tal como pudo comprobar en carne propia el joven abogado durante algunos de sus viajes en ferrocarril o en diligencia, cuando se negó a ceder su asiento a algún pasajero blanco o a mudarse a la tercera clase destinada a las gentes de color. Después de sufrir éstas y otras humillaciones, se implicó en la lucha por la defensa de los derechos de sus compatriotas, hasta el punto de aplazar el regreso a su país cuando se enteró de que en la Asamblea Legislativa de Natal se estaba elaborando una ley para negar el voto a los indios.Aunque no pudo evitar que la ley fuera aprobada, ayudó a sus compatriotas a organizarse. En 1894fundó el Congreso Indio de Natal, a través del cual aglutinó la resistencia contra la discriminación racial que sufrían los indios. En enero de 1897, poco después de volver de la India para traer a Sudáfrica a su esposa e hijos, fue atacado por un grupo de hombres blancos que intentaron lincharlo.Al estallar la guerra entre bóers y británicos en 1899, Gandhi se mostró partidario de participar en el conflicto del lado de estos últimos para que los indios pudieran reclamar con legitimidad su condición de ciudadanos con plenos derechos, y organizó el Cuerpo Indio de Ambulancias. En esta época, seguía vistiendo a la inglesa, se consideraba miembro del Imperio británico y vivía en una de las mejores zonas de Durban.

UN CAMBIO EN LA FORMA DE PENSAR Y DE VIVIR

A partir de 1904, después de leer la crítica del capitalismo del inglés John Ruskin en la obra Unto this Last, Gandhi cambió su forma de vivir y comenzó a llevar una vida comunitaria sencilla en las afueras de Johannesburgo donde en 1910 fundó una comuna llamada granja Tolstoi. Empezó a practicar el ayuno y a limpiar los retretes, una tarea reservada a los intocables en la India. La influencia de los textos de Ruskin le llevó a valorar el trabajo manual, es decir, lo obtenido mediante el propio esfuerzo. De Tolstoi, con quien intercambió correspondencia, asumió el anarquismo pacifico como forma de transformar la realidad social y del escritor estadounidense Henry David Thoreau, el concepto de desobediencia civil. Con estos elementos sintetizó un sistema de pensamiento original: la satyagraha (en sánscrito, «abrazo de la verdad»), que aglutina los conceptos de resistencia pasiva y no violencia.Puso en práctica la resistencia no violenta por primera vez en 1906 para oponerse a la Ley de Registro promulgada por el gobierno de TransvaaI que obligaba a todos los indios a inscribirse en un registro especial. Frente a ello, Gandhi animó a sus compatriotas a no inscribirse o a quemar las tarjetas de registro, sufriendo el castigo que el gobierno quisiera imponer. Esta lucha, que duró siete años, llevó a muchos indios a la cárcel, entre ellos al propio Gandhi, e incluso a la muerte. La repercusión internacional de la dura represión contra la protesta obligó al ministro sudafricano Jan Christian Smut a negociar con Gandhi, aceptando algunas demandas como el reconocimiento de los matrimonios no cristianos y la abolición de una tasa impuesta a los indios.

REGRESO A LA INDIAEn 1915,Gandhi dio por terminada su misión en Sudáfrica y volvió con su familia a la India, donde fue recibido como un auténtico héroe y donde pronto se convirtió en el máximo exponente de la lucha por el autogobierno. Había adoptado ya los estilos de vida más tradicionales de su país, y al poco de I legar fundó en la ciudad de Ahmedabad una comunidad cuyos miembros se dedicaban sólo a la agricultura para obtener sustento, y al tejido a mano para procurarse abrigo. Descubrió que no conocía su propio país y decidió recorrerlo de pueblo en pueblo.Ante la Primera Guerra Mundial, pidió a sus compatriotas que se alistaran en el ejército para

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apoyar a los británicos. Se aproximó al Partido del Congreso Nacional Indio, que dirigía la lucha por la independencia de la India, y participó en diversas luchas sociales. En 1919, tras la aprobación de las leyes Rowlatt, que daban a las autoridades coloniales poderes excepcionales frente a las actividades subversivas, Gandhi pasó a encabezar la oposición a las mismas, con una campaña no violenta que comenzó con una huelga general y se extendió por todo el país. A pesar de todo, se produjeron algunos focos de violencia y las autoridades británicas ordenaron disparar sobre la multitud reunida en la ciudad de Amritsar, con un saldo de centenares de civiles muertos.Después de esta masacre, Gandhi se convirtió en dirigente ejecutivo del Partido del Congreso, al que convenció de la necesidad de adoptar la senda de la no violencia, y se concentró en la lucha por la independencia. En 1920 puso en marcha una campaña de no cooperación, que llevó a los indios a dimitir de los cargos públicos, a boicotear los organismos gubernamentales y los tribunales de justicia y a bloquear las calles de las ciudades mediante sentadas. Gandhi fue arres-tado pero pronto las autoridades británicas se vieron forzadas a dejarle en libertad.

LÍDER ESPIRITUAL DEL PAÍSTambién se boicotearon los productos británicos. Ante la explotación de los campesinos indios por los industriales británicos y la destrucción de la industria de la India, Gandhi proponía impulsar las industrias artesanales. Como símbolo de la vuelta a la sencilla vida campesina y del renacimiento de las industrias autóctonas, comenzó a utilizar una rueca. Llevaba un vida ascética, con ayuno y meditación, comía vegetales, vestía como las clases más bajas y había renunciado a las relaciones sexuales con su esposa. Convertido en símbolo de la lucha por la independencia, era venerado como un santo y los indios comenzaron a llamarle Mahatma («gran alma»),título reservado para los más grandes sabios.

En 1921, el Partido del Congreso dio a Gandhi autoridad ejecutiva plena. La campaña de no cooperación movilizó a todas las capas sociales, pero cuando estaba en su apogeo, los violentos enfrentamientos acaecidos en febrero de 1922 en Chauri Chaura, en Uttar Pradesh, le hicieron temer que se produjera un retorno a la violencia y detuvo la movilización. Ello no fue óbice para que el 10 de marzo de ese año fuera arrestado, y luego condenado a seis años de cárcel. Aunque sólo cumplió dos años, el partido comenzó a dividirse y empezaron a abrirse grietas en la cooperación entre hindúes y musulmanes.Gandhi se retiró entonces de la primera línea política y, aunque siguió siendo el líder espiritual de la India, se dedicó a vivir como un anacoreta,y a impulsar iniciativas contra la segregación de los intocables, la pobreza y la ignorancia. Este retiro finalizó bruscamente en 1927, cuando el Gobierno británico creó una comisión para la reforma de la Constitución, en la que

no se incluyó a ningún nativo. En 1928, Gandhi encabezó la oposición a esta comisión y logró que todos los partidos del país la boicotearan.En 1930 puso en marcha una nueva campaña de desobediencia civil contra el pago de impuestos, especialmente el que gravaba la sal, sobre la que administración británica ejercía monopolio, y encabezó una marcha multitudinaria de casi 400 kilómetros, desde Ahmedabad hasta la población de Dandi, junto al mar Arábigo. Nuevamente fue encarcelado, pero ya era una figura de referencia, con quien los administradores coloniales necesitaban dialogar para normalizar la situa-ción del país, y fue puesto en libertad ocho meses después. El Gobierno negoció con él la liberación de los presos políticos y la legalización de la producción de sal. Además, Gandhi fue invitado a participar en la Conferencia de Londres sobre la independencia de la India como representante del Partido del Congreso. Tras el fracaso de la negociación, fue nuevamente

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arrestado. Desde la cárcel comenzó una serie de huelgas de hambre para mejorar la situación de la casta de los intocables, a los que se trataba de dar un estatuto electoral segregado y en 1932 logró que fueran admitidos a participaren los comicios electorales.En 1934, decepcionado por las maniobras de los profesionales de la política, volvió a retirarse formalmente de esta actividad, siendo sustituido como máximo dirigente del Partido del Congreso por Jawaharlal Nehru. Se dedicó entonces a recorrer la India predicando la no violencia y defendiendo la casta de los intocables.Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Gandhi se opuso a que la India entrara en el conflicto al lado de los británicos: no podía participar en una guerra por la democracia cuando a ella se le negaba la libertad. La decisión del virrey de incorporar el país a los preparativos bélicos sin consultar a los políticos locales provocó la dimisión en masa de los ministros del Partido del Congreso. En i942,Gandhi puso en marcha el movimiento Quit India, para reclamar la inde-pendencia inmediata. La respuesta de las autoridades británicas fue una fuerte represión y la encarcelación de Gandhi junto a otros miembros del Partido del Congreso el 9 de agosto de 1942. En prisión se enteró de la muerte de su esposa Kasturbhai, también encarcelada.Cuando Gandhi fue liberado en 1944 por motivos de salud, la independencia de la India estaba ya madura, pero se vislumbraba la división del país en dos estados en función de las creencias religiosas, partición a la que Gandhi se oponía firmemente. Entre 1946 y 1947, miles de personas murieron víctimas de la violencia religiosa y millones de hindúes y de musulmanes se vieron desplazados forzosamente para homogeneizar las poblaciones en función de sus creencias. El dirigente de la Liga Musulmana Mohamed Alí Jinnah impulsó la independencia del Estado musulmán de Pakistán y los dirigentes del Partido del Congreso aceptaron la partición como único medio de evitar la guerra civil.Gandhi no participó en las celebraciones de la independencia el 15 de agosto de 1947y, después de la partición de la India y Pakistán en medio de violentas revueltas, trabajó por la convivencia de hindúes y musulmanes. Ayunó hasta que cesaron los disturbios en Calcuta y llevó a cabo otra huelga de hambre en Nueva Delhi el 13 de enero de 1948 para tratar de instaurar la paz. Despu és de finalizar aquel ayuno, el 30 de enero, Gandhi fue asesinado en Nueva Delhi por un miembro de un grupo extremista hindú, Vinayak Nathura Godse, cuando se dirigía al rezo de la tarde.

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No hay salvación posible para la India

Discurso pronunciado en Benarés con motivo de la inauguración de la Universidad Hindú. 4 de febrero de 1916

Quisiera ofreceros mis más humildes disculpas por la tardanza en llegar hasta este lugar. Y sin duda accederéis a aceptar estas disculpas cuando os diga que no soy responsable de la tardanza ni tampoco lo es ninguna acción humana. De hecho, soy como un animal que se exhibe y mis cuidadores, con su desbordante amabilidad, siempre acaban por descuidar un capítulo necesario en esta vida, a saber, la pura casualidad. En este caso no previeron la serie de contratiempos que nos sucedieron a mí, a mis cuidadores y a los que me transportaban. De ahí esta tardanza.Amigos míos, bajo la influencia de la inigualable elocuencia de la señora Besant, que acaba de sentarse, os ruego que no creáis que nuestra universidad es ya algo acabado y que todos los jóvenes que acudirán a la universidad, que aún se ha de construir y nacer, ya han ido y han regresado de ella formados como ciudadanos hechos y derechos de un gran Imperio. No os marchéis con semejante impresión, y si vosotros, que formáis el

mundo de los estudiantes al que esta tarde se supone que dirijo mis consideraciones, estimáis por un momento que la vida espiritual, por la que este país es conocido y en la que este país no tiene parangón, se puede transmitirá través de la palabra, por favor, creedme, estáis en un error. Nunca podréis transmitir sólo de palabra el mensaje que la India, espero, un día dará al mundo. Yo me he alimentado de discursos y conferencias. En esta categoría no incluyo las conferencias que aquí se han pronunciado durante los últimos dos días, porque las considero necesarias. Pero me atrevo a sugeriros que ahora hemos apurado casi todos nuestros recursos en cuanto a oratoria y discursos se refiere; y que no basta ya con regalarnos los oídos, con regalarnos la vista, sino que es preciso que lleguen a tocar nuestros corazones, hacer que manos y pies se muevan.Se nos ha dicho, a lo largo de los dos últimos días, lo necesario que es -si queremos retener la sencillez del carácter indio-que nuestras manos y pies se muevan al unísono con nuestros corazones. Pero lo digo sólo a modo de preámbulo. Quisiera decir que es motivo de profunda humillación y vergüenza para todos nosotros que esta tarde, bajo la sombra de esta gran escuela, en esta sagrada ciudad, esté obligado a dirigirme a mis compatriotas en una lengua que me es ajena. Sé que si me nombraran examinador y me pidieran que examinara a todos los que durante estos dos días han asistido a esta serie de conferencias, la mayoría de los interrogados sobre lo que en ellas se ha dicho suspenderían. ¿Y por qué? Porque las palabras no les han llegado al corazón.Estuve presente en las sesiones del gran Congreso del mes de diciembre. All í se reunió un público

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mucho más amplio, y ¿me creeréis si os digo que los únicos discursos que llegaron al corazón de aquel inmenso público reunido en Bombay fueron los pronunciados en indostánico? En Bombay, tenedlo presente, no en Benarés, donde todo el mundo habla hindi. Pero entre las lenguas vernáculas de la presidencia en Bombay, por un lado, y el hindi por el otro, no hay una l ínea de separación tan grande como la que existe entre el inglés y la lengua hermana de la India. Y el público que acudió al Congreso podía seguir mejor a los oradores que hablaban en hindi. Albergo la esperanza de que esta universidad vele para que los jóvenes que acudan a ella reciban su enseñanza en sus lenguas vernáculas. Nuestras lenguas son el reflejo de nosotros mismos, y si me decís que nuestras lenguas son demasiado pobres para expresar los pensamientos más brillantes y elevados, entonces digamos que cuanto antes sea borrada nuestra existencia mejor será para nosotros. ¿Hay aquí alguien que sueñe con que el inglés llegue a ser la lengua nacional de la India? ¿Alguien que no vea que esto es una clara desventaja para la nación? Imaginaos sólo por un momento si va ser equitativa la carrera que nuestros muchachos van correr al lado de un muchacho inglés.Tuve el honor de conversar a fondo con algunos profesores de Poona. Ellos me aseguraron que cada joven indio, por el hecho de alcanzar su conocimiento y saber a través de la lengua inglesa, pierde por lo menos seis preciosos años de su vida. Multipliquemos esa cifra por el número de estudiantes que salen de las escuelas, institutos y universidades y hallaréis por vosotros mismos los millares de años que la nación ya ha perdido. La acusación que se nos hace es que no tenemos iniciativa. Pero, ¿cómo vamos a tenerla si tenemos que dedicar años preciosos de nuestra vida a dominar una lengua extranjera? También en este intento fallamos. ¿A alguno de los oradores de ayer o de hoy le fue posible impresionar a su público como le fue posible hacerlo al señor Higginbotham? No fue culpa de los oradores anteriores que no atrajeran el interés del público. En sus parlamentos había fundamentos de sobra para atraernos. Pero las palabras que pronunciaron no podían causarnos impresión. He oído decir que, a pesar de todo, la India que se ha educado en inglés es la más destacada y la que lo está haciendo todo por esta nación. Sería una monstruosidad si fuera de otro modo. La única enseñanza que recibimos es la inglesa. Sin lugar a dudas, por el hecho de recibir tenemos que dar algunos frutos. Pero supongamos que hubiéramos recibido durante los pasados 50 años la enseñanza en nuestras lenguas vernáculas, ¿qué tendríamos hoy? Hoy tendríamos una India libre, tendríamos a nuestros hombres formados y cultos, no como si fuesen extranjeros en su propia tierra, sino hombres capaces de hablar al corazón de la nación trabajarían entre los más pobres de los pobres. y todo cuanto hubieran podi-do alcanzar durante esos 50 años sería un legado para la nación. Hoy ni siquiera nuestras esposas comparten nuestros pensamientos más lúcidos. Mirad al profesor Bose y al profesor Ray y sus brillantes investigaciones. ¿No es una lástima que sus investigaciones no sean acervo común de las masas?Pasemos ahora a otro tema.El Partido del Congreso ha aprobado una resolución sobre el autogobierno y no me cabe duda de que el Comité del Partido del Congreso Indio y la Liga Musulmana cumplirán con su deber y propondrán algunas sugerencias concretas. Pero, por lo pronto, debo confesar con toda franqueza que no estoy tan interesado en lo que puedan aportar como en lo que el mundo de los estudiantes aportará o en aquello que las masas aportarán. Ninguna intervención escrita sobre papel nos dará nunca el autogobierno. Por mucho que hagamos, los discursos no nos harán aptos para el autogobierno. Sólo nuestra conducta nos hará capaces de autogobernamos. ¿Y cómo tratamos de gobernarnos a nosotros mismos?Esta tarde me gustaría pensar en voz alta. No quiero hacer un discurso, y si esta tarde encontráis que os hablo sin reservas, por favor, considerad sólo que estáis compartiendo los pensamientos de un hombre que hoy se permite pensar en voz alta, y si consideráis que doy la impresión de transgredir los límites que la cortesía me impone, disculpadme por las libertades que me pueda estar tomando.La pasada noche visité el templo de Vishwanath, y mientras anduve por aquellas sendas me entretuve pensando que si un extranjero cayera del cielo en este magnífico templo y tuviera que hacerse una idea de qué éramos nosotros en tanto que hindúes, ¿no tendría motivos para

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condenarnos? ¿No es acaso este magnífico templo un reflejo de nuestro propio carácter? Hablo con profunda emoción, como un hindú. ¿Está bien acaso que los senderos de nuestro templo sagrado esté tan sucios como están? ¿Que las casas a su alrededor hayan sido construidas de cualquier modo? Las sendas son tortuosas y angostas. Si ni tan siquiera nuestros templos son modelos de amplitud, grandiosidad o de limpieza, ¿qué será de nuestro autogobierno? ¿Serán acaso nuestros templos moradas de santidad, limpieza y paz tan pronto como los ingleses se hayan retirado de la India, ya sea por propio gusto o por obligación, con todos sus pertrechos?Coincido por completo con el presidente del Partido del Congreso en que antes de pensar en el autogobierno es preciso recorrer un lento y duro camino. En toda ciudad hay dos divisiones, el acantonamiento y la ciudad propiamente dicha. La ciudad, en su mayor parte, es un lugar hediondo. Nosotros somos un pueblo que no está acostumbrado a la vida urbana. Pero si queremos llevar una vida urbana, no podemos seguir reproduciendo la vida sin complicaciones de la aldea rural. No conforta pensar que la gente que anda por las calles de la Bombay india lo haga con el miedo permanente de que quienes viven en los edificios de pisos les escupan encima.Viajo bastante en ferrocarril. He visto los apuros que pasan los viajeros de tercera clase. Pero la administración del ferrocarril no tiene en absoluto la culpa de todas esas penurias. Desconocemos las normas elementales de limpieza. Escupimos en cualquier parte del suelo de los vagones, sin parar mientes para nada en que a menudo se utiliza como espacio para dormir. No nos preocupamos para nada en cómo lo usamos; el resultado es un compartimiento lleno de una inmundicia indescriptible. Los pasajeros de la llamada clase preferente intimidan a sus hermanos menos afortunados. Entre esta clase, he visto también a los estudiantes, que, a veces, no se comportan mejor. Hablan inglés y llevan chaquetas de Norfolk y, en consecuencia, reclaman el derecho a subirse primero y a acomodarse en asientos.He girado las luces de los proyectores ,y como me habéis concedido el honor de poder hablaros, os he desnudado mi corazón. Sin duda debemos corregir estas cosas en nuestro progreso hacia el autogobierno.Ahora quisiera mostraros otra escena. Su alteza, el marajá, que presidió el día de ayer nuestras deliberaciones, habló de la pobreza de la India. Otros oradores hicieron gran hincapié en ella. Pero ¿de qué fuimos testigos bajo la gran carpa en la que el virrey celebró la ceremonia de fundación? Sin duda de un espectáculo magnífico, de una exhibición de joyas que fue un espléndido espectáculo capaz de regalar la vista del más grande de los joyeros que decidiera venir desde París. Al comparar los millones de pobres con estos nobles tan ricamente engalanados, me siento con ganas de decirles a estos nobles: «No hay salvación para la India, si no os quitáis estas joyas y las dejáis en fideicomiso a vuestros compatriotas de la India». Estoy seguro de que no es el deseo del rey-emperador ni de lord Hardinge que, para mostrar la lealtad más auténtica a nuestro rey-emperador, haya que sacar todas las joyas de los joyeros y aparecer engalanados de pies a cabeza. Me atrevería a prometeros que, por mi cuenta y riesgo, os traeré un mensaje del propio rey Jorge en el que diga que no espera nada de eso.Señor, siempre que oigo hablar de un gran palacio que se alza en una gran ciudad de la India, sea en la India británica o en la India que gobiernan nuestros grandes príncipes, me siento de repente celoso y exclamo: «¡pero si es el dinero que proviene de los agricultores!». Más del 75 % de la población es campesina y el señor Hígginbotham, ayer noche, nos dijo en su propia y precisa lengua que son hombres que cultivan dos briznas de hierba y no sólo una. Pero no debe haber mucho espíritu de autogobierno en nosotros, si les quitamos o dejamos que otros les quiten casi todo lo que les proporciona su trabajo. Nuestra salvación sólo puede venir del agricultor. Ni los abogados, ni los médicos, ni los ricos terratenientes van a proporcionárnosla.Ahora, en último lugar, pero no por ello menos importante, tengo el deber ineludible de referirme a lo que durante estos dos o tres días ha inquietado nuestro espíritu. Todos nosotros hemos pasado por momentos de preocupación y de inquietud mientras el virrey recorría las calles de Benarés. En muchos lugares había agentes de policía. Nos sentimos horrorizados. Nos pregunta-mos: «¿a qué viene ese recelo, por qué esa desconfianza? ¿No es acaso mejor, aun para lord Hardinge, morir que vivir como un muerto viviente? Pero las cosas no son así para el representante de un poderoso soberano. ¿Será tal vez necesario para él imponernos esos agentes

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de policía? Tal vez echemos espuma por la boca, puede que estemos enojados, puede que estemos resentidos, pero no debemos olvidar tampoco que la India de hoyen su impaciencia ha producido un ejército de anarquistas. Yo mismo soy un anarquista, pero de otro tipo. Pero entre nosotros hay una clase de anarquistas a los que querría poderme dirigir para decirles que, si la India ha de salir triunfante, en la India no hay espacio para su anarquismo. Es un signo de temor. Si confiamos y tememos a Dios, no debemos temer a nadie más, ni a los marajás, ni a los virreyes ni a los agentes de policía ni al propio rey Jorge.Honro al anarquista por el amor que profesa a este país. Le honro por su valentía y coraje que le hace estar dispuesto a morir por su país, pero le pregunto, ¿es honroso matar? ¿Es la daga de un asesino un precedente adecuado para una muerte honrosa? Para mí no. En ninguno de los escritos sagrados encontraréis justificación para tales métodos. Si encontrara necesario para la salvación de la India que los ingleses se retirasen, que fueran expulsados, no dudaría en declarar que deberían irse y espero entonces estar dispuesto a morir para defender esa convicción. Esa sería, a mi juicio, una muerte honrosa. El que tira bombas, crea conspiraciones secretas, tiene miedo a salir a plena luz del día y, cuando le cogen, paga las consecuencias de un fervor mal encauzado.Se me ha dicho: «Si no hubiéramos hecho esto, si algunos de nosotros no hubieran tirado bombas, nunca hubiéramos conseguido lo que hemos logrado respecto al movimiento de independencia» (Señora Besant: haga el favor de callar). Eso fue lo que dije en Bengala cuando el señor Lyon presidía la reunión. Creo que es necesario decir lo que digo. Si me dicen que calle, obedeceré (se vuelve hacia el presidente del acto). Aguardo sus órdenes. Si considera que hablando como lo hago, no sirvo al país y al Imperio, no lo dude: me callaré (se oyen Gritos: «que siga, que siga». «Por favor, exponga su propósito», dice el presidente del acto). Yo sólo... (una nueva interrupción). Amigos míos, no os molestéis por esta interrupción. Si esta tarde la señora Besant sugiere que haría bien en callarme, lo hace porque quiere bien a la India y considera que me equivoco al pensar en voz alta ante vosotros, jóvenes. Pero aun así, sólo diré esto, que hemos de purgar a la India de este ambiente de suspicacias en ambos sentidos si queremos alcanzar nuestra meta; debemos tener un imperio que se base en el aprecio mutuo y en la confianza mutua. ¿Acaso no es mejor que hablemos a la sombra de esta universidad que no de modo irresponsable en nuestras casas? Estimo que es mucho mejor que hablemos abiertamente de estas cosas. Ya lo hice y con excelentes resultados en el pasado. Sé que nada hay que los estudiantes no sepan ya. Por eso dirijo las luces de los reflectores hacia nosotros. Tengo en tanta estima el nombre de mi país que comparto con vosotros estos pensamientos y os digo que en la India no hay lugar para el anarquismo. Digamos con franqueza y abiertamente a nuestros gobernantes lo que queremos decirles, y hagamos frente a las consecuencias que puedan derivarse si lo que hemos de decirles no les complace. Pero no les insultemos.El otro día hablaba con un miembro de la tan vilipendiada Administración Pública. No tengo muchas cosas en común con los miembros de la Administración, pero no pude evitar admirar el modo en que me hablaba.—Señor Gandhi,—me dijo—, ¿se imagina por un momento que todos nosotros, los funcionarios de la Administración, fuéramos malas personas, que quisiéramos oprimir el pueblo al que hemos venido a administrar?—No...—le respondí.—Entonces si encuentra la ocasión diga unas palabras a favor de la tan maltratada Administración Pública.Y aquí estoy para decir esas palabras. Sí, es cierto que muchos de los que hoy forman parte de la Administración Pública de la India son decididamente autoritarios, son tiránicos, a veces desconsiderados. Se pueden emplear otros muchos adjetivos. Reconozco todas estas cosas, así como también que después de haber vivido en la India durante un determinado número de años, algunos de ellos llegan a sentirse rebajados, degradados. ¿Pero qué significa eso? Antes de venir aquí eran caballeros, y si aquí han perdido algo de su fibra o carácter moral, eso no dice precisamente mucho en nuestro favor.Pensadlo por vuestra cuenta, si un hombre que ayer era bueno se ha convertido en malo después de haberse relacionado conmigo, ¿es él el responsable de haberse deteriorado o el responsable

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soy yo? El ambiente de adulación y falsedad que los rodea y envuelve a su llegada a la India los desmoraliza, al igual que nos sucedería a muchos de nosotros. A veces está bien asumir la responsabilidad. Si hemos de recibir el autogobierno, más vale que nos preparemos para asumirlo. El autogobierno nunca se nos va otorgar. Examinad la historia del Imperio británico y de la nación británica; tan amante de la libertad como es, nunca concede la libertad a un pueblo que antes no la haya tomado por sí mismo. Aprended esta lección, si así lo deseáis, de la guerra de los bóers. Aquellos que fueron enemigos del Imperio británico hace sólo unos años, ahora son sus amigos...

La marcha de la sal

Discurso pronunciado la víspera del inicio de la marcha dandi o de la sal, en las arenas del Sabarmati, Ahmedabad 11 de marzo de 1930

Con toda probabilidad éste será el último discurso que os dirija. Aun en el caso de que el Gobierno me permitiera emprender la marcha mañana por la mañana, éste será mi último discurso en las orillas sagradas del Sabarmati. Puede que aquí éstas sean las últimas palabras de mi vida.Ayer ya os dije lo que tenía que decir. Hoy me limitaré a deciros qué debéis hacer después de que mis compañeros y yo seamos arrestados. El programa de la marcha a Jalalpur debe cumplirse tal como fue establecido en un principio. La incorporación de nuevos voluntarios para esta acción debería limitarse sólo a Gujarat. Por lo que he visto y oído durante los últimos 15 días, me inclino a creer que el río de resistentes civiles seguirá creciendo de forma ininterrumpida. Pero que no haya ni asomo de alteración del orden público después de que todos nosotros hayamos sido arrestados. Hemos resuelto emplear todos nuestros recursos en la prosecución de una lucha exclusivamente novio-lenta. Que nadie cometa una irresponsabilidad en un momento de ira. Ésta es mi esperanza y mi plegaria. Quisiera que estas palabras llegaran a todos los rincones de la tierra. Que si perezco y si perecen mis compañeros, que mi tarea sea terminada. Entonces será el Comité de Trabajo del Partido del Congreso quien os indicará el camino y a vosotros os corresponderá seguir su ejemplo. En tanto llego a Jalapur, no permitáis que se haga nada que contravenga la autoridad que me ha conferido el Partido del Congreso. Pero una vez me arresten, toda la responsabilidad pasará al Partido del Congreso. Nadie que crea en la no violencia como un credo, tiene por qué quedarse quieto. Mi acuerdo con el Partido del Congreso termina en cuanto me arresten. En ese caso, ofreceos voluntarios. Siempre que sea posible debería empezar la desobediencia civil de la sal. Hay tres modos de infringir estas leyes. Es una infracción fabricar la sal allí donde haya instalaciones para hacerlo. La tenencia y la venta de sal de contrabando, tanto de sal marina como de sal de roca, es también una infracción. Quienes compren esa sal comete también delito. Llevarse sal marina de los depósitos que hay en la orilla del mar es asimismo un modo de infringir la ley. Al igual que lo es la venta ambulante de esa sal. En resumen, podéis escoger todos estos recursos o cualquiera de ellos para romper el monopolio de la sal.Sin embargo, no debemos conformarnos sólo con esto. El Partido del Congreso no ha impuesto ninguna prohibición y allí donde los trabajadores locales confíen en sí mismos se pueden adoptar otras medidas adecuadas. Sólo hago hincapié en una condición, a saber, que se cumpla fielmente

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nuestro compromiso con la verdad y la no violencia como los únicos medios para la consecución de Swaraj. En cuanto al resto, todos tenéis carta blanca. Pero, eso no os autoriza a todos sin excepción a seguir adelante bajo vuestra propia responsabilidad. En cualquier lugar donde haya dirigentes locales, el pueblo debe obedecer sus órdenes. Allí donde no los haya y sólo se encuentre un puñado de hombres que tienen fe en el programa, pueden hacer lo que esté en su mano, si tienen la suficiente fe en sí mismos. Tienen el derecho, mejor dicho, es su deber hacerlo así. La historia de la India está llena de hombres que se alzan hasta el liderazgo, por la pura fuerza de la confianza que tienen en sí mismos, la valentía y la tenacidad. Nosotros también, si sinceramente aspiramos a la Swaraj y nos sentimos impacientes por alcanzarla, deberíamos tener una confianza similar en nosotros mismos. Nuestras filas se engrosarán y nuestros corazones se fortalecerán a medida que aumente el número de los nuestros que son arrestados por el Gobierno.Mucho es lo que cabe hacerse de otras maneras además de éstas. Los licores y los vestidos extranjeros pueden ser objeto de la acción de piquetes. Podemos negarnos a pagar impuestos si tenemos la fuerza necesaria. Los abogados pueden darnos asistencia jurídica. El público puede boicotear los tribunales de justicia absteniéndose de entablar pleito. Los funcionarios del Gobierno pueden renunciar a sus puestos. En medio de la desesperación que impera por todas partes, hay quienes aún tiemblan de miedo por si pierden su empleo. Estos hombres no son aptos para la Swaraj. ¿Pero por qué tanta desesperación? El número de funcionarios gubernamentales en el país no pasa de unos pocos cientos de miles. ¿Y el resto? ¿Adonde van? Ni tan sólo una India libre podrá dar cabida a un número mayor de funcionarios públicos. Un recaudador de impuestos, por ejemplo, no va a necesitar de toda la serie de criados que hoy tiene. Él será su propio siervo. Nuestros millones de compatriotas que mueren de hambre no se pueden permitir de ningún modo este enorme gasto. Si, por tanto, somos lo bastante sensibles, despidámonos del empleo del Gobierno sin que importe si se trata de un puesto de juez o de peón. Que todos los que cooperan de un modo u otro con el Gobierno, sea pagando impuestos o enviando a sus hijos a las escuelas oficiales, etc., que todos pongan fin a su cooperación con toda la intensidad y energía como les sea posible. Luego están las mujeres que pueden ir hombro con hombro junto a los hombres en esta lucha.Podéis considerarlo como mi voluntad. Éste era el mensaje que quería transmitiros antes de empezar la marcha o el camino hacia la prisión. Quiero que no se suspenda ni se abandone el combate que empezará mañana a primera hora o quizá más temprano aún, en el caso de que me arresten antes de ese momento. En cuanto mi grupo sea arrestado, aguardaré con entusiasmo la noticia de que diez grupos están ya preparados. Creo que hay hombres en la India que pueden terminar esta tarea nuestra que he empezado. Tengo fe en la justicia de nuestra causa y en la pureza de nuestras armas. Y allí donde los medios son limpios, allí está sin duda Dios con su bendición. Y allí donde estas tres cosas se combinan, la derrota es algo imposible. Un Satyagrahi, esté libre o en prisión, siempre se alza victorioso. Sólo se le vence cuando renuncia a la verdad y a la no violencia, y hace oídos sordos a la voz de su interior. Si, por tanto, aun para un Satyagrahi existe algo como la derrota, sólo él tiene la culpa. Que Dios os bendiga a todos y que aparte los obstáculos y los escollos del camino en la lucha que comienza mañana.

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Salgan de la India

Parte final del discurso que Gandhi pronunció en inglés ante el AICC (Comité del Partido del Congreso Indio). Bombay, 8 de agosto de 1942

(...) ¡Ha llevado tanto tiempo revelar lo que inquietaba mi alma a aquellos a los que ahora tengo el honor de servir! Me han llamado su líder o, en lenguaje militar, su comandante. Pero no veo yo mi posición de ese modo. No tengo otra arma salvo el amor con el que ejercer mi autoridad sobre cualquiera. Llevo, es cierto, un bastón, pero lo podéis romper en pedazos sin el menor esfuerzo. Es sólo el báculo con el que me ayudo para caminar. Un tullido como yo no se siente eufórico cuando ha sido invitado a llevar la carga más pesada. Podéis compartir esa carga sólo si ante vosotros me presento no como vuestro comandante, sino como un humilde servidor. Y aquel que mejor sirve es el primero entre los iguales.De ahí que me sienta obligado a compartir con vosotros estos pensamientos que invaden mi pecho y deciros, de forma tan breve como me sea posible, lo que espero que hagáis como primer paso.De entrada, dejadme que os diga que la lucha real no comienza hoy. Como siempre, voy a tener que dar muchos rodeos. La carga, lo confieso, será casi insoportable. Debo seguir razonando en aquellos círculos en los que he perdido mi crédito y ya no confían en mí. Sé que en el curso de las últimas semanas, he perdido mi crédito ante un amplio número de amigos, tanto es así, que han empezado a dudar no sólo de mi saber, sino también de mi honestidad. Si bien no considero que mi saber sea un tesoro tal que no pueda permitirme perderlo, en cambio, mi honestidad s í es un tesoro muy preciado para mí y no puedo permitirme perderlo. Y, sin embargo, me parece que, de momento, lo he perdido.Ocasiones así surgen en la vida de un hombre que sólo busca la verdad y que trata deservirá la humanidad y a su país según su mejor entender, sin miedo ni hipocresía. Durante los últimos 50 años no he conocido otro modo de hacerlo. He sido un humilde servidor de la humanidad, y en más de una ocasión he prestado tantos servicios como me fue posible al Imperio, pero, y dejadme que aquí, sin temor a que nadie lo ponga en entredicho, diga bien alto que a lo largo de toda mi carrera nunca he pedido ningún favor personal. He disfrutado del honor de la amistad como la que hoy disfruto con lord Linlithgow. Se trata de una amistad que ha dejado atrás la relación oficial. No sé si lord Linlithgow confirmará mis palabras, pero entre él y yo existe un vínculo personal (...). Si me tomo la libertad de hacer públicas estas cosas personales y sagradas es sólo para daros una prueba de que el vínculo personal nunca interferirá en la tenaz lucha que-si asilo quiere mi suerte-tal vez deba entablar contra lord Linlithgow como representante del Imperio.Tendré que resistirme al poder de ese Imperio con el poder de los millones de seres sin voz, sin tener más límite que la no violencia como línea política para esta lucha. Es una tarea espantosa tener que ofrecer resistencia a un virrey con quien disfruto de una relación así. En más de una ocasión él ha escuchado mis palabras sobre mi pueblo. Me encantaría repetir esa experiencia, dicho sea en su honor. Y lo digo con gran orgullo y placer. Lo digo como muestra de mi deseo de seguir siendo fiel al Imperio cuando ese Imperio perdió mi confianza y el inglés que era su virrey lo supo.También me invade el sagrado recuerdo de Charlie Andrews. En este momento, siento el espíritu de Andrews a mi lado. Para mí, él resume las tradiciones más brillantes de la cultura inglesa. Con él disfrutaba de una relación mucho más íntima que con la mayoría de los indios. Disfrutaba de su confianza. Entre nosotros no había secretos. Cada día sincerábamos nuestros corazones. Lo que hubiera en su corazón, lo decía sin el menor titubeo ni reserva. Es cierto que era amigo de Gurudev, pero Andrews le miraba con un respeto reverencial. Tenía aquella humildad peculiar. Pero conmigo llegó a hacerse un amigo muy íntimo. Hace años, vino a verme con una carta de presentación de Gokhale. Pearson y él eran especímenes ingleses de primera categoría. Sé que su

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espíritu me escucha. Entonces recibí una cálida carta de felicitación enviada por el metropolitano de Calcuta. Le considero un hombre de Dios que hoy, no obstante, lucha contra mí.Con todo estos antecedentes, quiero declarar ante el mundo -aunque tal vez haya perdido la consideración de muchos amigos en Occidente y deba llevar muy baja la cabeza, pero ni tan sólo por su amistad o por su amor y aprecio debo acallar la voz de la conciencia-hoy quiero hacer pública mi naturaleza interior esencial. Hay algo dentro de mí que me impele a expresar en voz alta mi dolor. He conocido la humanidad. He estudiado algo de psicología. Aunque sé con exactitud qué es, no sé cómo describirlo. Esa voz dentro de mi me dice, «tienes que oponerte al mundo con firmeza aunque te quedes solo. Debes mirar a la cara a todo el mundo aunque el mundo te mire con ojos inyectados en sangre. No temas». Confiad en esta vocecita que reside en el interior de vuestro corazón. Y dice.- «Renuncia a tus amigos, a tu esposa y a todo, y da testimonio de aquello por lo que has vivido y por lo que has de morir». Quiero vivir todo lo que me quede de vida. Y si por mí fuese haría que la duración de esa vida fuera 120 años. Por entonces, la India sería ya libre, el mundo sería libre.Dejad que os diga que no considero a Inglaterra ni, en realidad, tampoco a Estados Unidos, países libres. Son libres a su manera, libres de mantener esclavizadas a las razas de color de la tierra. ¿Inglaterra o Estados Unidos luchan hoy por la libertad de estas razas? Si no es así, no me pidan que espere hasta que la guerra haya terminado. No limiten mi concepto de libertad. Los maestros ingleses y norteamericanos, su historia, su magnífica poesía, no dijeron nunca que no se debiera ampliar la interpretación de la libertad. Y de acuerdo con aquella interpretación de la libertad, me veo en la obligación de decir que son ajenos a esa misma libertad que sus maestros y poetas describieron. Si quisieran conocer la libertad real, deberían venir a la India.Tienen que venir, no con orgullo o arrogancia, sino con el espíritu de quienes buscan la verdad con sinceridad y tenacidad. Se trata de una verdad fundamental cuya experiencia ha venido haciendo la India a lo largo de 22 años.De forma inconsciente desde su misma fundación hace ya mucho tiempo, el Partido del Congreso ha venido basándose en la no violencia, en los métodos que llaman constitucionales. Dadabhai y Pherozeshah, que tuvieron el Partido del Congreso de la India en la palma de sus manos, acabaron siendo rebeldes. Amaban al Partido del Congreso. Ellos eran quienes mandaban, pero ante todo, eran sus auténticos servidores.Nunca toleraré el asesinato, ni el secretismo ni cosas similares. Confieso que entre nosotros, hombres del Partido del Congreso, hay muchas ovejas negras. Pero confío en que toda la India emprenda hoy una lucha no violenta. Y confío porque mi carácter me lleva a con-fiaren la bondad innata de la naturaleza humana,que percibe la verdad y se impone casi por instinto en los momentos de crisis. Pero aun en el caso de que pueda estar engañado en esto, no cejaré. No vacilaré. Desde su creación, el Partido del Congreso basó su política en métodos pacíficos, entre ellos la Swaraj, y generaciones posteriores añadieron la no violencia. Cuando Dadabhai entró en el Parlamento británico, Salisbury le apodó el hombre negro-, pero el pueblo inglés des-bancó a Salisburyy Dadabhai entró en el Parlamento gracias a aquellos votos. La India enloqueció de ale-gría. Estas cosas, no obstante, a la India ya se ie han quedado pequeñas.Con todas estas cosas como telón de fondo, quisiera, no obstante, que ingleses, europeos y todas las Naciones Unidas examinaran en sus corazones qué crimen ha cometido la India al exigir la independencia. Y les pregunto ¿hacen bien en desconfiar de una organización (como el Partido del Congreso), con toda su experiencia, tradición y logros durante más de medio sigloy en tergiversar sus esfuerzos ante todo el mundo con los instrumentos que tienen a su disposición? ¿Está bien que, por las buenas o por las malas, con la ayuda de la prensa extranjera, con la ayuda del presi -dente de Estados Unidos de América o incluso del generalísimo de China que aún no se ha ganado los laureles, presenten la lucha de la India como una espantosa caricatura?Me reuní con el generalísimo (Chiang-kai-Shek) al que conocí gracias a la señora Shek que fue mi intérprete. Aunque él me pareció un ser inescrutable, no sucedió así con la señora Shek,y él me permitió adivinar sus pensamientos a través de ella.Han orquestado un coro de desaprobación y justificada protesta en todo el mundo contra

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nosotros. Dicen que nos equivocamos, que el paso que estamos dando es inoportuno.Tengo en muy alta consideración a la diplomacia de los británicos que durante tanto tiempo les ha permitido conservar el Imperio. Pero ahora percibo su tufillo en mi nariz, y proviene de otros que la han estudiado a fondo y ahora la están poniendo en práctica. Puede que consigan, mediante estos métodos, hacer que por un tiempo la opinión internacional se decante a su favor, pero la India hablará contra esa opinión internacional. Alzará su voz contra toda esa propaganda organizada. Yo la denunciaré, aunque tenga en contra a las Naciones Unidas en pleno, aunque toda la India me abandone, les diré «están equivocados. Con la no violencia, la India arrancará la libertad de las manos de quienes no están dispuestos a dársela». Seguiré adelante no sólo por la India, sino por el bien de todo el mundo. Aun en el caso de que mis ojos se cierren antes de que haya libertad, la no violencia no terminará. Asestarán un golpe mortal a China o a Rusia si se oponen a la libertad que la India de la no violencia suplica postrada de rodillas para que se salde una deuda que, desde hace ya mucho tiempo, ha vencido. ¿Alguna vez un acreedor se ha presentado de este modo ante su deudor? Y aun así, cuando la India se enfrenta a una oposición tan enconada, dice «no vamos a dar ningún golpe bajo, hemos aprendido nobleza de sobra. Hemos hecho un juramento de no violencia». He sido el artífice de la política de evitar situaciones violentas seguida por el Partido del Congreso y, sin embargo, hoy os hablo con palabras contundentes. Hacerlo es coherente con nuestro honor. Si un hombre me agarrara del cuello y quisiera ahogarme, ¿acaso no iba a luchar por liberarme de inmediato? En lo que hoy proponemos no hay inconsecuencia alguna.Aquí se han congregado hoy representantes de la prensa extranjera. A través de ellos quisiera decirle al mundo que las potencias aliadas que, de un modo u otro, afirman necesitara la India, tienen ahora la ocasión de proclamar la libertad de la India y demostrar su buena fe. Si dejan pasar esta ocasión, dejarán escapar la oportunidad de su vida, y la historia levantará acta de que no liberaron a tiempo de sus obligaciones a la India, y que perdieron la batalla. Necesito la aprobación del mundo entero para que pueda conseguir lo con ellos. No quiero que las potencias aliadas vayan más allá de sus evidentes limitaciones. No quiero que abracen la no violencia y que, hoy mismo, se desarmen. No. Hay una diferencia fundamental entre el fascismo y este imperialismo contra el que lucho. Aquí se trata de hacer que los británicos se vayan de la India que tienen esclavizada. Imaginemos lo diferente que sería si la India participara [en la guerra] como un aliado libre. La libertad, si ha de llegar, debe hacerlo hoy mismo.De esto no quedará nada si ustedes, que tienen la capacidad de ayudar, no la ejercen hoy. Pero si la ejercen, el fulgor de una libertad que hoy parece imposible, será posible mañana. Si la India goza de esa libertad, exigirá esa misma libertad para China. Se abrirá el camino para correr en ayuda de Rusia. En la península Malaya o en las tierras de Birmania no morían los ingleses. ¿Qué nos permitirá salvar la situación? ¿Adonde iré, adonde llevaré los 40 crores de la India? Esta inmensa masa de humanidad no brillará en la causa de la liberación del mundo, a menos que palpe y hasta que haya sentido la libertad. Hoy no les queda pizca de vida. Les ha sido aplastada. Es preciso devolver el brillo a sus ojos, la libertad debe llegar hoy mismo, no mañana. Hacerlo o morir.He comprometido al Partido del Congreso y el Partido del Congreso lo hará o morirá.