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GEOGRAFÍA FÍSICA Y MEDIO AMBIENTE Guía de campo de las XXI Jornadas de Geografía Física Alacant, 2006 Editores: Pablo Giménez, Juan Antonio Marco, Enrique Matarredona, Ascensión Padilla, Ángel Sánchez

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GEOGRAFÍA FÍSICA Y MEDIO AMBIENTEGuía de campo de las XXI Jornadas de Geografía Física

Alacant, 2006

Editores:

Pablo Giménez, Juan Antonio Marco, Enrique Matarredona, Ascensión Padilla, Ángel Sánchez

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Agradecimientos y entidades colaboradoras:

Parte de los trabajos que componen la presente guía han sido realizados gracias al Proyecto I+D REN2003-02059/GLO, cofi nanciado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y fondos FEDER, adscrito al Dpto. de Análisis

Geográfi co Regional y Geografía Física de la Universidad de Alicante.

Para la realización de las jornadas se ha contado con la ayuda y colaboración de la CAM, Vicerrectorado de Relaciones Institucionales y Cooperación Internacional y Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante

Universitat d’AlacantUniversidad de AlicanteDepartamento de Análisis Geográfi co Regional y Geografía FísicaInstituto Universitario de Geografía

Asociación de Geógrafos EspañolesGrupo de trabajo de Geografía Física

© los autores

ISBN: 84-689-9348-4Depósito Legal: A-559-2006

Maquetación e impresión:

GRUPO DEGEOGRAFÍA FÍSICA

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ÍNDICE

I. LOS ELEMENTOS DEL MEDIO Y SU DINÁMICA

1. Conjuntos morfoestructurales y elementos del relieve de las comarcas meridionales valencianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Juan Antonio Marco Molina

2. Compartimentación estructural del relieve y modelado en la comarca del Alto Vinalopó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27Enrique Matarredona Coll

3. La confi guración física del litoral sur alicantino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35Enrique Matarredona Coll, Juan Antonio Marco Molina, Antonio Prieto Cerdán

4. Introducción al modelado cárstico en la vertiente septentrional de Aitana: depresiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49Juan Antonio Marco Molina

5. Evolución y dinámica de los frentes de cresta-escarpes de falla del sector oriental de Aitana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57Juan Antonio Marco Molina

6. Tipos de tiempo en la provincia de Alicante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69Emilio Martínez Ibarra

II. EL MEDIO FÍSICO COMO RIESGO

7. Contexto geomorfológico y asentamiento humano: abanicos aluviales y corrientes de derrubios en la Sierra de Callosa (Bajo Segura, Alicante) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95Pablo Giménez Font

8. El riesgo de desprendimientos en laderas del tipo cantil-talud: el caso de la Sierra de Crevillente ¿Inconsciencia o desconocimiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121Silvia Díez Lorente

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III. PERCEPCIÓN Y VALORACIÓN DEL MEDIO

9. Las microrreservas vegetales, una fi gura para la protección de la fl ora rara, endémica o amenazada en la Comunidad Valenciana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141Ascensión Padilla Blanco

10. La vegetación gipsícola en la provincia de Alicante: distribución y protección . . . . . . 157Juan Antonio Marco Molina y Ascensión Padilla Blanco

11. Helianthemum caput-felis Boiss. entre Punta Prima y Cabo Roig (Litoral Suralicantino) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169Juan Antonio Marco Molina, Ascensión Padilla Blanco, Ángel Sánchez, Pablo Giménez

12. Cartografía corológica a escala de detalle mediante GPS y SIG: nuevas aplicaciones en el sector oriental de Aitana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183Juan Antonio Marco, Alfredo Ramón, Ascensión Padilla, Ángel Sánchez, Pablo Giménez, Emilio Martínez

13. Valoración y percepción de dos espacios montañosos alicantinos: la colonia agrícola de la Sierra de Salinas y el Carrascal de la Font Roja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195Ascensión Padilla Blanco

14. Estudios de paisaje: el plan especial de protección del paisaje y del medio natural deSalinas (Alicante) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205Antonio Prieto Cerdán

Itinerarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229

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I. LOS ELEMENTOS DEL MEDIO Y SU DINÁMICA

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1. INTRODUCCIÓN

Con frecuencia se habla indistintamente de estructura y relieve o de topografía y relieve, bien porque no se pasa de una mera trascrip-ción –traducción en el mejor de los casos– de la información aportada desde la geología, bien porque se confunde topografía con re-lieve. Aspectos que, en modo alguno pueden suplantar el verdadero signifi cado del término, puesto que, la primera, es decir, la estructu-ra expresa la disposición de lo materiales que constituyen las formas del relieve desde la ló-gica de la geología; mientras que, la segunda, no es más que una simplifi cación morfométri-ca de un hecho que tanto en su explicación, como en su caracterización, precisa del con-curso de ambos.

Como en otras ocasiones, la fórmula elegi-da para abordar este aspecto puramente geo-

gráfi co de la geomorfología, se parte de la pre-sentación de los conjuntos morfoestructurales que, trabados entre sí, constituyen las líneas maestras del relieve de las tierras más meri-dionales del País Valencià; concretamente el de las comarcas del Baix Vinalopó y del Bajo Segura. A continuación se procede a defi nir, conceptuar y describir los elementos tipo del relieve que singularizan cada uno de estos conjuntos. En esta caracterización se hace in-tervenir el signifi cado tectónico, la disposición estructural y la envergadura tridimensional de cada uno de esos elementos.

2. LAS TIERRAS MERIDIONALES VALENCIANAS EN EL CONTEXTO DE LA CORDILLERA BÉTICA

Desde los primeros trabajos sobre la geo-logía de la Cordillera Bética se perfi la la di-ferenciación entre unos dominios externos y otros internos, cuyos elementos han sido de-fi nidos y delimitados de forma progresiva a través de sucesivas síntesis y revisiones; des-de las aportaciones clásicas de Blumenthal

CONJUNTOS MORFOESTRUCTURALES Y ELEMENTOS DEL RELIEVE DE LAS COMARCAS MERIDIONALES VALENCIANAS

Juan Antonio Marco MolinaMEDSPAI*

Universidad de Alicante

* Grupo de Investigación sobre Medio, Sociedad y Paisaje, Área de Geografía Física del Dpto. de Aná-lisis Geográfi co Regional y Geografía Física-Labo-ratorio de Biogeografía del Instituto Universitario de Geografía, Universidad de Alicante.

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(1927 y 1935), Brinkmann y Gallwitz (1933) y Fallot (1945 y 1948), hasta las más recien-tes de Fontboté (1965), Rodríguez Estrella (1979), Fontboté y Estévez (1980) y Sanz de Galdeano (1997), entre otras. El límite sep-tentrional de las comarcas del Baix Vinalopó y del Bajo Segura coincide, someramente, con la frontera entre ambos dominios, de manera que, al norte, se sitúan Subbético y Prebético –externos–; mientras que, al sur, se localizan los únicos asomos del dominio interno, es decir, del Béttico sensu stricto (fi gura 1).

En estas tierras meridionales valencianas el Subbético está representado, esencialmen-te, por los elementos destacados del relieve de edad jurásica que constituyen la Serra de Cre-villent. Este conjunto, que llega a la docena de kilómetros de longitud por tres de anchu-ra máxima cuya culminación alcanza los 835 m de altitud, es, en realidad, el extremo más oriental del dominio susomentado.

Al este se inicia el dominio Prebético en su sector más meridional que, por sus peculiari-dades estratigráfi cas, ha merecido, incluso, la denominación de Prebético de Alicante frente

Figura 1. Dominios estructurales de la Cordillera Bética.

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Conjuntos morfoestructurales y elementos del relieve de las comarcas meridionales valencianas

a otras de carácter más neutro como las utili-zadas por García Rodrigo (1960-62) y Durand Delga de Prebético Interno o la de Prebético Meridional propuesta por Rodríguez Estrella (1979). Está integrado, predominantemen-te, por terrenos de edad cretácica cuyos ele-mentos más destacados se sitúan algo más al norte, en el límite septentrional de la comarca del Camp d’Alacant. Este conjunto que, en otras ocasiones ha recibido la denominación de franja cretácica meridional (Marco Molina, 1990), se caracteriza, además, por la frecuen-cia de domos y, sobre todo, de fajas diapíricas; rasgo que, por otro lado, comparte con el lími-te meridional del Subbético, aunque más bien cabe pensar que las fajas diapíricas del Keüper que jalonan o, valga la expresión, que calzan la Serra de Crevillent se continúan hacia el este, ya en longitudes y materiales propias del Prebético, ya en lo materiales neógenos que limitan ambos dominios por el sur.

Por último, el llamado Bético s.s. está re-presentado por los materiales permotriásicos y triásicos de las sierras de Orihuela y Callosa, afl oramientos menores como el del Mos del Bou, el del Barrio de la Estación y proximi-dades de San Isidro, así como el más oriental, en Tabarca. Todos estos asomos, desde los tra-bajos clásicos se atribuyen al complejo alpu-járride (Fallot, 1945: 500), en el que Egeler & Simon (1969) diferencian la unidad Ballabo-na-Cucharón, a la que pertenecerían la totali-dad de estos asomos.

Sin embargo, la mayor parte de este territo-rio se corresponde con las llamadas “cuencas neógenas y cuaternarias” rellenas de sedimen-tos califi cados de sinorogénicos y postorogé-nicos (Sanz de Galdeano, 1997: 17). Se trata, en defi nitiva, de un conjunto de depresiones a las que Hernández Pacheco (1934: 274-275) concedió un carácter longitudinal e intramon-tañoso que, casi en su totalidad, merecen la conceptuación de “fosas tectónicas”; de mane-ra que la más oriental de todas ellas es la cons-tituida por las vegas de Murcia, Orihuela, Do-lores y Elche; conceptuándola como depresión tectónica abierta al mar (Hernández Pacheco,

1934: 324), es decir, el extremo oriental de la Fosa Intrabética.

3. LA COMPARTIMENTACIÓN ESTRUCTURAL

Salvo las sierras béticas sensu stricto, el resto de materiales corresponde a los llama-dos en la bibliografía geológica “sedimentos postorogénicos”. Estos materiales neógenos se presentan de forma continua tanto al norte como al sur de la depresión, mientras que, en el seno de la misma, el predominio correspon-de a depósitos cuaternarios de origen básica-mente fl uvial, pantanoso e, incluso, deltaico (fi gura 2).

Con todo, el sector analizado del sur de Ala-cant, en el que se concentra un número consi-derable de zonas húmedas, está defi nido por la existencia de una gran depresión tectónica –continuación de la llamada Depresión Pre-litoral Murciana– dispuesta de OSO a ENE. Esta fosa está enmarcada por dos conjuntos levantados constituidos, principalmente, por materiales neógenos. En tierras alicantinas, dicha depresión está, a su vez, dividida en dos por los enérgicos y turgentes horsts de las sie-rras de Callosa y Orihuela; mientras que, en su extremo oriental, son elementos más mo-destos como El Molar, la Serra de Santa Pola, las elevaciones de Bassars y L’Altet las que determinan un contacto diverso, a la vez que complejo, con el mar. Sector en el que, a esca-la de detalle, Mateu y Cuerda (1978) ya desta-caron la incidencia de una compleja estructura de fallas y fl exuras.

Estos últimos rasgos derivan, en gran me-dida, de la llamada neotectónica; sin duda, fe-nómeno todavía vigente en la actualidad. Las consecuencias de estos movimientos tectóni-cos recientes se han dejado sentir tanto en la depresión como en sus bordes. En este sentido, sumamente expresiva es la distribución y dis-posición de los materiales correspondientes al cuaternario más antiguo (incluso, pliocuater-narios), es decir, de la denominada por Monte-nat (1973: 109) “formación Sucina” (fi gura 3).

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Sus afl oramientos indican cuáles son los sec-tores levantados, ya sea porque los materiales señalados han ascendido con los neógenos (Serra de Santa Pola y El Molar), bien porque están basculados hacia los sectores hundidos (como sucede sobre todo, en el borde septen-trional de la depresión) o, incluso, porque son estos mismos materiales del cuaternario anti-

guo los que integran los bloques enhestados. Estas circunstancias están perfectamente re-presentadas en el sector más oriental, donde, de norte a sur, dichos materiales están bascu-lados hacia el sur en la Serra de Colmenars, levantados en l’Altet, en los cabezos del Ca-rabassí, así como en la Serra de Santa Pola; mientras que, en los bloques afondados que se

Figura 2. Principales conjuntos morfoestructurales del sur valenciano. Fuente: elaboración propia a partir de la información litológica de la COPUT (1998).

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Conjuntos morfoestructurales y elementos del relieve de las comarcas meridionales valencianas

intercalan entre ellos, se sitúan, en ese mismo orden, Saladar d’Aigua Amarga, Fondo de la Senieta y el conjunto Bassars-Clot de Galvany (fi gura 3). Alternancia de bloques levantados y hundidos con la que también se relaciona el emplazamiento de la Albufera d’Elx y el tra-mo más bajo del Río Segura.

Pero, si hay que destacar algún sector, éste es el que conforma las cuencas vertientes de las lagunas de La Mata y Torrevieja. Allí, los ma-teriales pliocuaternarios, basculados de manera convergente, marcan perfectamente el contorno de un amplio espacio hundido, a modo de cuen-ca sinclinal de planta triangular, aunque desdo-

Figura 3. Compartimentación estructural de las tierras meridional alicantinas (ver leyenda de la fi gura anterior). Fuente: elaboración propia a partir de la información litológica de la COPUT (1998).

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blado a raíz de la existencia del bloque levan-tado del Chaparral-Cabo Cervera, dispuesto de NO a SE, que defi ne la divisoria de aguas entre ambas cuencas endorreicas (fi gura 3).

En realidad, todo apunta a que la disposi-ción de los materiales e individualización de los conjuntos señalados, tiene mucho que ver con la incidencia de accidentes tectónicos del tipo de las fallas (ya sean normales o inver-sas) que afectan, como tales, al soporte más rígido sobre el que reposan todos estos mate-riales neógenos y cuaternarios, y que supues-tamente se corresponderían con los materiales triásicos del alpujárride como los que afl oran en las sierras de Orihuela y Callosa. Lo real-mente interesante desde una perspectiva pura-mente geográfi ca es la caracterización de los elementos de relieve que tienen su origen en una compartimentación estructural como la indicada (fi gura 3), pero que, al afectar a un espesor considerable de materiales sedimenta-rios, ha tenido unas consecuencias que, cuanto menos se pueden califi car de singulares, pues-to que la respuesta de los materiales neógenos ante la fracturación del supuesto “zócalo”, ha sido muy diversa, si bien, en cualquier caso, deparando estructuras que se asemejan a las plegadas.

No obstante, lo fundamental en los bordes septentrional y meridional de la fosa, es el bas-culamiento de ambas series sedimentarias ha-cia la misma, de tal modo que se podría hablar, localmente, de sendas estructuras monoclina-les de buzamiento someramente convergente, es decir, idéntica condición que presentarían los planos de las fallas profundas, a cuya des-nivelación se han ido acomodando los mate-riales más recientes desde fi nales del Mioceno. Sin embargo, se advierten matices, cuando no diferencias, entre un sector y el otro, a pesar de que algunos aspectos se repiten. Un hecho diferencial lo constituye la incidencia de fe-nómenos diapíricos propiamente dichos en la franja septentrional, fenómenos con los que se relacionan las morfoestructuras de morfo-grafía paraplegada allí existentes. Este tipo de disposición estructural también está presente

en los terrenos neógenos meridionales, aunque su naturaleza es bien distinta y, casi siempre, en relación con las fallas profundas comenta-das.

4. LOS ELEMENTOS DEL RELIEVE

De los conjuntos que rodean la fosa o de los que la accidentan, nos vamos a centrar en tres de ellos: en primer lugar, se hará referencia a los aspectos básicos de las morfoestructuras armadas en los materiales triásicos del alpu-járride de las sierras de Orihuela y Callosa; a continuación, se señalan los elementos más característicos del borde neógeno septentrio-nal y, por último, se destacan algunas de las particularidades de los elementos que jalonan el contacto entre la fosa y los terrenos neóge-nos meridionales.

4.1. Las sierras de Callosa y Orihuela como horsts

Se supone que al sur del Subbético y del Prebético, en Alicante, se situarían los mate-riales correspondientes al complejo alpujá-rride, es decir, al Bético propiamente dicho. Planteamiento que, por tanto, permite con-siderar el papel de los mismos como soporte sobre el que reposan los materiales neógenos y cuaternarios. Sin embargo, sólo asoman, con cierta entidad, en las sierras citadas. Si hay poca controversia en afi rmar que la defi nición de la fosa tectónica al nivel de dichos mate-riales se debe a la existencia de fallas, no nos parece disparatado mantener que dichas ele-vaciones se deban a la actuación de fallas que implican una desnivelación lo sufi cientemente importante como para determinar estos dos elementos del relieve de la Vega Baja del Se-gura. En tal caso, como bloques que han sido enhestados entre fallas, casan a la perfección con el concepto tradicional de horst.

En ambos casos, el rasgo más llamativo que las convierte en elementos singulares e hitos paisajísticos de la comarca del Bajo Se-gura es el modo enérgico con el que destacan

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Conjuntos morfoestructurales y elementos del relieve de las comarcas meridionales valencianas

respecto de los llanos circundantes (Marco, 1990: 42 y 43). Este rasgo se debe, en gran medida, a que por el sur la morfografía de la Sierra de Orihuela viene defi nida por el escar-pe de una falla, dispuesta de ENE a ESE, que domina los bloques hundidos en su sopié, en un salto impresionante por la verticalidad que presenta el escarpe en algunos tramos, tal y como ocurre a la altura del túnel de la carre-tera N-340, donde las pendientes llegan a ser de 550. Sin dudar de la existencia de una falla que, en paralelo a la anterior, haya individua-lizado y levantado el bloque de la sierra por el norte, es preciso señalar que, esta última, ha debido suponer una desnivelación menor, de modo que el bloque, en su conjunto ha de-bido bascular hacia el norte; de ahí que dicha componente sea la que más se repite en el buzamiento de los materiales. Con todo, este elemento del relieve, que se podría conceptuar como un horst de crestas, visto en su conjunto bien puede merecer la denominación de horst basculado. Si esta es la disposición estructural dominante si se analiza esta morfoestructura

en sentido transversal, mucho más diversa se presenta en sentido longitudinal, puesto que la observación del escarpe de falla desde el sur, permite identifi car un muestrario de fallas y fracturas que compartimentan la sierra. Fallas que, a pesar de ser de salto reducido, tienen su importancia en la morfología de detalle. Así, numerosas fallas contrarias, dispuestas de sur a norte, entre El Rincón de Bonanza y el sector occidental de La Muela, y con escasas repercusiones morfológicas en el frente me-ridional, se vislumbran como responsables o factor básico en la instalación y desarrollo de los barrancos cataclinales que laceran y arpan la vertiente septentrional. Más llamativa es la relación entre fracturas y fallas y la defi nición del bloque de la culminación oriental de la sie-rra, conocida popularmente como la Cruz de la Muela (464 m). Este bloque queda defi ni-do en el escarpe del frente meridional como un trapecio cuyos laterales están defi nidios por sendas fallas de orientación contraria, al más puro estilo de modelos empleados en los manuales de geomorfología (fi gura 4), si bien,

Figura 4. Frente meridional de la Sierra de Orihuela, bloque de la Cruz de la Muela. Nótese, además, la falla-desgarre levógiro situado al la derecha del horst.

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en conjunto, adquiere un aspecto ciertamente abovedado.

Por lo que respecta a la Sierra de Callo-sa, está claramente enmarcada por dos fallas perpendiculares; la más occidental dispuesta de NO a SE, en la vertiente donde se asienta Redován, mientras que la de la vertiente me-ridional presenta un rumbo SO-NE. En ambos casos, se trata de complejos escarpes de falla que deparan pendientes de 56,30 y 38,60, res-pectivamente. Rasgo peculiar de estos acci-dentes tectónicos es que presentan las mayores desnivelaciones en el vértice de encuentro, al tiempo que el salto se reduce de forma progre-siva hacia los extremos opuestos. Se defi ne, de este modo, un bloque de base someramente triangular, que ha experimentado un levanta-miento muy acusado en el vértice en el que se produce la intersección de las fallas citadas y que, por tanto ha basculado hacia el norte, ya que el tercer lado del triángulo, aunque

fracturado, habría actuado a modo de “bisa-gra”, quedando defi nido, así, un volumen que geométricamente estaría muy próximo a una pirámide en la que sus caras meridional y oc-cidental coincidirían con los escarpes de falla aludidos, mientras que la tercera, se identifi -caría con el reverso de los materiales que, de forma generalizada, buzan hacia el este y nor-deste. Confi guración que casa a la perfección con la noción modélica de los llamados horst en cuña (fi gura 5). Esquema válido en una pri-mera aproximación como esta, pero que omite la complejidad derivada de la fragmentación en bloques menores que ha provocado la frac-turación.

Por último, conviene subrayar que la condi-ción de hitos destacada al principio, tiene mu-cho que ver con la frescura y envergadura de las fallas que han enhestado estos horsts y que ha determinado, junto con los retoques erosi-vos, una desnivelación estructural respecto de

Figura 5. La Sierra de Callosa como horst en cuña.

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Conjuntos morfoestructurales y elementos del relieve de las comarcas meridionales valencianas

la fosa, en ambas vertientes, superior a los 500 m, pero que, llega a los 600 m, en el punto culminante de la Sierra de Orihuela, en la lon-gitud de la Aparecida.

4.2. Indicios de diversidad en la aparente monotonía del relieve del borde neógeno septentrional

Desde los trabajos clásicos, en las refe-rencias al sector alicantino de contacto entre Subbético y Prebético con la fosa tectónica se ha constata la caracterización de los elementos de este sector a partir de la consideración de la estructura monoclinal que, de forma predo-minante, presentan los materiales neógenos de este borde septentrional de la Fosa Intrabética. En buena lógica, el término más utilizado para identifi carlos es el de “cuesta”; Fallot (1945: 463) lo utiliza cuando describe los elementos del Vindoboniense al sur de la Serra de Cre-villent; Montenat (1977) lo utiliza de forma generalizada. Rosselló (1978: 39-48) también lo hace al cartografíar los terrenos neógenos y villafranquienses situados al norte de la “fosa de Elche”, pero más adelante, al cartografi ar el entorno del Barranc de la Garganta, no sólo señala cuestas, también cita las crestas. De manera implícita subyace la matización en-tre estos dos elementos del relieve, cuestas y crestas que, en opinión de García Fernández, obedece no sólo a la naturaleza de la estruc-tura y relieve de los sectores estudiados, sino que también es una cuestión relacionada con el buzamiento de los materiales; reservando el primero de ellos para aquellos elementos de buzamiento suave insertos en estructuras mo-noclinales ligadas a los bordes de cuencas se-dimentarias. En ese sentido, en el sector anali-zado suelen ser las más modernas y próximas a la fosa las que casan a la perfección con el concepto. Así han sido tratados en otras oca-siones para este conjunto(Díez et al., 2003: 19-21), el cual refl eja,, fi elmente, la condición aludida de borde de una cuenca sedimentaria, que ha estado sujeta a continuos movimientos de subsidencia determinantes del levantamien-to de los sedimentos, es decir, que han experi-

mentado un basculamiento hacia el centro de la fosa; de manera que presentan buzamientos que oscilan entre 10 y 300 hacia el sur, sur-sureste y sureste. Tal disposición estructural y teniendo en cuenta la naturaleza de las litofa-cies que componen la columna estratigráfi ca –alternancia de margas con areniscas, conglo-merados y calizas–, nos permite conceptuarlo como ejemplo de relieve en cuestas.

La puesta en resalte de las cuestas, armadas en los materiales competentes, a partir de la actuación de la erosión diferencial, que se ha cebado en las margas, depara un relieve en el que los elementos básicos son cuestas y depre-siones orotoclinales, aunque, en su defi nición, ha sido decisiva la instalación de la red hidro-gráfi ca. Ésta se organiza, fundamentalmente, a partir de una red consecuente, cuyos cursos cataclinales se encargan de jerarquizar y diri-gir la escorrentía hacia la fosa. A estos valles principales –ortoclinales y cataclinales–, hay que unir otros cursos de menor entidad, tanto cataclinales (apenas entallados en los reversos) como anaclinales (sólo insinuados en las mar-gas de los taludes margosos de los frentes) que no sería descabellado interpretar como refl ejo de una fase de incisión reciente (fi gura 6).

Con estas condiciones, lo esencial del relie-ve de esta franja de aproximadamente 40 km de longitud y 6 km de anchura, como máximo, es la sucesión de cuestas de perfi l marcadamente disimétrico. El frente, por lo común orientado al norte, se desteje en una varga o cantil, más o menos aparente, en los materiales competentes y un talud constituido por margas blancas. La pendiente de los frentes rebasa con frecuencia los 250 e, incluso, se superan los 30 ó 350. En claro contraste morfológico, las pendientes de los reversos rara vez exceden los 150; mientras que, los desniveles con respecto a las depre-siones ortoclinales son de unas pocas decenas de metros en la parte meridional, aunque se aproximan al centenar, especialmente en las proximidades del contacto con los materiales subbéticos de la Serra de Crevillent. En este sentido, destacan, por su espectacularidad, los frentes de l’Alt de les Moreres y el Frare, en

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la cuenca vertiente del Barranc de la Garganta, donde las areniscas alcanzan un espesor con-siderable y los desniveles superan el centenar de metros.

Sin embargo, este esquema general, omite la peculiaridad que entraña el concurso de fe-nómenos ligados, sin duda, al comportamiento diapírico del Keüper. Con anterioridad ya se avanzó que el contacto entre los dominios ex-ternos y este borde neógeno de la fosa está ja-lonado de importantes fajas diapíricas. Fallot (1945) ya califi có el contacto entre la Serra de Crevillent y los materiales neógenos como de complejo, al tiempo que recalcó la existencia de un pasillo entre los materiales secundarios subbéticos y los “vindobonienses” labrado en las “arcillas irisadas triásicas” (Keüper). Circunstancias que no deben extrañar, ya que como afi rman García Fernández et al. (1992) fajas diapíricas y diapiros vienen a refl ejar en superfi cie o, sobre todo, efecto de accidentes

tectónicos y fallas profundas; condición que también cumple este sector fronterizo entre dominios externos e internos. En consecuen-cia, las cuestas disimétricas más meridionales ceden protagonismo a crestas, propiamente di-chas, con buzamientos acusados y hasta casi subverticales. Los elementos destacados con perfi les transversales disimétricos son sustitui-dos por crestas simétricos en las que los mate-riales duros apenas protegen de la erosión los materiales margosos infrayacentes y supraya-centes desde un punto de vista estratigráfi co. Considerando la serie neógena en su conjunto se puede decir que presenta una disarmonía progresiva hacia el norte consecuencia, so-bre todo, del comportamiento diapírico de los materiales del Keüper que, en este sector han intruido y perforado, preferentemente, entre los materiales subbéticos y los neógenos. La plasmación de estos mecanismos en el relieve comporta, no sólo la aludida aparición de cres-

Figura 6. Cuestas, depresiones ortoclinales y red de avenamiento al norte de Elx (Díez et al., 2003: 21).

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tas simétricas, sino también, la transformación de las depresiones ortoclinales de cierta enver-gadura, en estrechos pasillos ortoclinales. Otra consecuencia en el relieve se aprecia al obser-var una mayor diversidad en la disposición de las cuestas-crestas; variaciones de rumbo ligados a desgarres que arrancan en la propias fajas diapíricas (fi gura 7).

En este tramo, ya sea por exhumación o porque el nivel de la intrusión ha sido muy alto, afl oran los reiterados materiales del Keü-per, pero, a pesar de que al norte de Crevillent adquieran gran relevancia, no tienen conti-nuidad en sentido longitudinal. Sin embargo, todo parece indicar que los mecanismos de esta tectónica intrusiva son responsables de desnivelaciones y disposiciones que, en un contexto presuntamente monótono, suponen cierta diversidad. Sin ánimo, ni capacidad para agotarla, bastará con mencionar el ejemplo de

la Serra Grossa, situada al NE de Elx. Monte-nat (1973 y 1977), Rosselló (1978) y Cuen-ca (1988) coinciden al referirse a dicha sierra como un anticlinal; y, esa es la disposición que presentan las capas de materiales neóge-nos que constituyen la bóveda del mismo. Un cierto mecanicismo en la interpretación llevó a Montenat a considerar su existencia como ar-gumento para afi anzar la idea de una fase com-presiva reciente. Sin negar ese planteamiento, otra interpretación con visos de verosimilitud parte de conceder especial protagonismo a los materiales que integran el núcleo de este plie-gue, es decir, las arcillas y margas con yesos del Keüper y relacionar la existencia de esta morfoestructura con los mecanismos propios de la tectónica intrusiva y de las manifestacio-nes diapíricas.

Con ánimo de sintetizar conviene indicar que la Serra Grossa continúa hacia el ESE una

Figura 7. Esquema morfológico de las crestas-pasillos ortoclinales y cuestas-depresiones ortoclinales al sur de la faja diapírica Alt del Forat (Crevillent).

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faja diapírica que se inicia al ONO, en la ver-tiente septentrional del Tabaià (NE del Pantà d’Elx) y que, en todo su desarrollo, la integran las calcoarenitas del Tortoniense Superior, al menos, en lo que podemos denominar, su envoltura, ya que, como ya se ha señalado, el núcleo los constituyen los materiales del Keü-per. Sin embargo, la mordaza que suponen los materiales neógenos respecto de los segundos, no ha sido enteramente efectiva. El Keüper, en su mecánica intrusiva, ha perforado en toda la cobertera sedimentaria durante mucho tiempo a favor del accidente tectónico-falla profundo que ya hemos comentado, pero no ha sido lo sufi cientemente intenso en su ascenso en el sector que nos interesa. Aquí, pierde su con-dición de faja diapírica para convertirse en un diapiro abortado o, mejor, faja diapírica abortada, puesto que no ha sido capaz de romper completamente los materiales neóge-nos suprayacentes. Es más, coartado o amor-dazado en su ascenso por dichos materiales, ha introducido una estructura “anormal” en el sector., de manera que frente a una estructura monoclinal buzando hacia el sur, el empuje en la vertical ha deparado un repliegue anticlinal en su seno. Así, si el fl anco meridional del mis-mo resulta conforme a la estructura monocli-nal mencionada, el septentrional, adquiere una disposición contraria a la misma, de tal modo que, al norte de la Serra Grossa se insinúa una estructura parasinclinal, aunque, en realidad, no es más que otro efecto de los empujes del núcleo del Keüper del anticlinal que, a su vez, ha debido perforar y formarse en edad fi niplio-cena, cuando no cuaternaria. Extremos en los que no nos podemos detener en este momento, pero que merecerán parte de nuestro tiempo en investigaciones futuras.

Es momento, en cambio, de subrayar su interés desde un punto de vista morfológico, pues, como elemento del relieve de este borde neógeno septentrional de la Fosa Intrabética, resulta enormemente singular, aunque inserto en un conjunto de estructuras de índole anticli-nal que se desarrollan hacia el este, hasta casi las inmediaciones de Alacant, tal y como insi-

nuaron Rossello (1978) y Cuenca (1988), en-tre otros. En efecto, si tuviésemos que concep-tuar la Serra Grosa como elemento del relieve en relación con la disposición que presentan los materiales y haciendo abstracción de su génesis, no cabe duda que la denominación que mejor casa con la realidad es la de que se trata de una bóveda anticlinal cimbrada en los calcoarenitas tortonienses. Esta bóveda, termi-na, por el oeste, en una cresta de los mismos materiales, calzada por el Keüper, mientras que, por el este, su terminación es una brus-ca caída perianticlinal. En ese mismo sentido (mejor ONO-ESE), la posición de la charnela, es cada vez más elevada; circunstancia que, en condiciones normales, podría indicar un ascenso del nivel de eje; pero, en el contexto descrito, deriva, en realidad, de los mayores empujes ejercidos por el Keüper en la parte oriental, puesto que es allí donde deja de ser una faja diapírica abortada, para convertirse en lo que podríamos denominar ojales diapíricos o incluso, en pequeñas combes diapíricas, ya que la bóveda esta perforada por dichos ma-teriales. En cualquier caso, esta bóveda es un elemento destacado del relieve de este sector que domina en 80 m las margas andalucienses con las contactan las calcoarenitas de sus dos fl ancos, los cuales apenas están hendidos por vaguadas cataclinales, mientras que en la par-te occidental, un magnífi co ejemplo de cluse, permite apreciar algunos de los aspectos bási-cos de esta morfoestructura.

4.3. El contacto de la fosa con los terrenos neógenos meridionales

Pocas dudas se plantean al afi rmar que la condición de elementos destacados del relieve de los terrenos neógenos que dominan la fosa por el sur deben tal condición a la actuación de fallas profundas responsables del hundimiento continuado de la fosa y levantamiento de este borde meridional. Comportamiento tectónico que, en superfi cie, al afectar un espesor con-siderable de materiales sedimentarios de edad neógena, raras veces tiene como manifesta-ción, la fracturación de los mismos, antes, se

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estiran, ondulan o adaptan a la estructura falla-da que hay en profundidad. Si originariamen-te toda la serie se podía considerar inclinada hacia el sur, en el movimiento relativo de blo-ques, parte de los terrenos neógenos –los situa-dos más al norte– han basculado hacia la fosa, en ocasiones con buzamientos acusados y, las más de las veces, adoptando una disposición que se asemeja a la típica de los anticlinales, lo cual no quiere decir que se haya fraguado una estructura plegada, sino que hay estruc-turas como los pliegues. El contacto de estos terrenos con la fosa ofrece buenos ejemplos de estas características, aunque no es el único sector. Este tipo de estructuras vinculadas a la adaptación de la cobertera neógena a las fallas profundas ya fue destacada por Cuenca (1988: 99) entre San Miguel de Salinas y la Laguna de Torrevieja o entre la Laguna de la Mata y el Río Segura; mientras que, Rosselló (1978: 42) señala “abombamientos postpliocenos” con un valor semejante.

Probablemente sea el sector de la Escotera el que mayor atención a suscitado, ya que en la disposición de los materiales neógenos se puede reconstruir un pliegue anticlinal entre los materiales de su culminación y las crestas pliocuaternarias de las inmediaciones de Be-nejúzar. Es más, los primeros, buzan suave-mente hacia el sur, mientras que los segundos, lo hacen hacia el norte y de forma acusada, con lo cual el pliegue resultante es disimétrico. La Escotera (217 m), como cresta del fl anco normal domina todo el conjunto, especialmen-te, hacia el norte (sector de la supuesta charne-la), donde el abarrancamiento resalta su papel de elemento destacado del relieve, ya que los pendientes son muy acusadas. Por el contra-rio, el fl anco vergente, apenas destaca unas decenas de metros respecto de la fosa, ya que siguiendo esta lógica, a un descharnelamien-to del anticlinal ligado a la mecánica de este tipo de pliegues tendríamos que unir la mayor efi cacia de la erosión en una serie que presen-

Figura 8. Desmonte de una cantera situada al sur de la carretera Bigastro-Hurchillo en el que se puede apreciar el buzamiento de los conglomerados pliocenos.

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ta un buzamiento acusado, es decir, en lo que sería una combe de fl anco.

En suma, el contacto con la fosa se resuel-ve a través de crestas de buzamiento bastante acusado (fi gura 8) que, por estar constitui-das por la serie pliocena o pliocuaternaria en la que alternan conglomerados y margas, ha deparado una sucesión de crestas y pasillos ortoclinales. Las primeras, identifi cadas en la toponimia con el genérico “cabezo”, apenas destacan unas decenas de metros o, incluso menos, respecto de los pasillos ortoclinales, tradicionalmente dedicados al cultivo y desig-nados por el genérico “cañada”. De este modo, se advierte la importancia de los elementos del relieve como factor fundamental del complejo ecológico, cuyas características trascienden, así, al plano de la percepción y, por ende, al paisaje.

Este tipo de elementos del relieve, aún siendo los más habituales y estando presen-tes hasta prácticamente la desembocadura del Río Segura, no son los únicos. Las con-secuencias de la estructura fallada profunda también expresan dicha naturaleza a pesar de la resistencia de la serie neógena a fracturarse. El Monte Hurchillo, al sur de Orihuela, es un claro exponente del control ejercido sobre los materiales pliocenos por el juego de bloques. Éste es uno de los abombamientos postplio-cenos señalados por Rosselló (1978: 42) que fue conceptuado como domo anticlinal por Montenat (1977: 61); idea, esta última, que se aviene medianamente bien con la realidad, puesto que, realmente, falta la mitad del su-puesto domo anticlinal, básicamente, su mitad septentrional. Visto desde el norte este ele-mento destacado del relieve muestra, en este frente, una disposición de las capas calizas del mioceno terminal que recuerda la estructura propia de un pliegue anticlinal laxo; estructura que es posible observar, porque dicho frente no es otra cosa que el escarpe de la falla (O-E) que ha levantado el bloque del Monte Hur-chillo por lo que sería el comedio del domo anticlinal. La mitad septentrional del mismo, si alguna vez existió, está hundido y fosiliza-

do por los materiales que colmatan la fosa. Ni siquiera afl oran las crestas de los materiales pliocenos citadas con anterioridad; sólo se observan fragmentos de las mismas calizas de la culminación o de las margas y areniscas andalucienses fuertemente inclinadas hacia el norte, en lo que podemos interpretar como un gancho de esta falla del frente septentrional. Este accidente es el que adquiere mayor sig-nifi cación morfológica, puesto que, si bien el bloque está enhestado por los cuatro costados, es esta falla la que introduce una ruptura ta-jante al implicar un mayor salto, de tal manera que el conjunto ha experimentado un bascu-lamiento hacia el sur, es decir, al contrario de lo indicado hasta este momento en el contacto con la fosa; de hecho, los materiales andalu-cienses suprayacentes a las calizas del Monte Hurchillo, presentan, lo mismo que éstas, un buzamiento periclinal que, por otro lado, re-fuerza la idea inicial de que se trata, a lo sumo, de un “semidomo anticlinal”.

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