Geometría de las pasiones. (capítulos sueltos)

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  • 8/3/2019 Geometra de las pasiones. (captulos sueltos)

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    . : ~ e imprevisibles, pero el miedo y la esperanza figuran entre'la;-ms violentas.'! Ellas son, en efecto, incontrolables,impetuosas, destructivas, contagiosas, intratables y refrac-tarias a toda intervencin directa de la razn y de la'voluntad, que se enfrentan con un adversario mvil ydesconocido. Implican la duda (no metdica), la vacila-cin, la incertidumbre, la turbulencia negativa, el peligro'~Ja .esp~ra de sal;racin a~te un malo un. bie~ considera-

    ; ~d.osmrrunentes; en cualquier caso, la conciencia de encon-; .' trarse frente ft potencias, hombres o acontecimientos. inscrutables, ~s fuertes que la resisteidfi"que se lespueda oponer. De ello derivan, por un lado, la resignaciny la parlisis de la voluntad; y por otro, a modo de com-pensacin antag9!liC.~Jas ms virulentas formas de fana-tismo, de irnpermeabilidad a la crtica, de entusiasmo y deagitacin. ~;~.:' "-Su inconstancIa :;'e opone diametralmente a la cons-tancia y a la serenidad del sabio antiguo, principalmente

    del estoico. 32 A difererrda del placer y del dolor, de laalegra o de la tristeza que ataen a la certeza del presente,la inestabilijad del miedb' y deIa esperanza est ligadaa la proyeccin hacia la iriGl~:1'#q~rnbre'yos riesgos no slodel futuro sino tambinJ1".~tpa-'sado,s . decir, al alternarsede las conjeturas ;entre"pprobabilidads impredecibles y.tonfecuenC:ias:-def-ctos irremediables. El metus no est,

    2. Esperanza y miedo

    Dos pasion es de incert idu)zbr eEntre todas las pasiones, el miedo y la esperanza adquie-ren en las obras del Spinoza de la madurez el ms altovalor estratgico y constituyen la elave para la com;; ~~~sin de diferentes problemas ticos, religiosos y polticos.Se trata de afectos eminentemente inestables, que nocristalizan nunca en hbitos o en virtudes y por ello vuel-ven el nimo inquieto e indeciso: En efecto: a esperanzano I""~ sino una' alegra inconstante (inco nsta ns lae titia ),surgida de la imagen de una cosa futura o pretrita, decuya realizacin dudamos. Por el contrario, el miedo es unatristeza inconstante, surgida tambin de la imagen deuna cosa dudosa.JO Todas las pasiones parecen mud~~les30. Cfr. E, ID, prop. XVIII, escol. n. Ntese la oposicin simtrica entremiedo y esperanza, que es en cambio matizada por Descartes y traducidade forma relativamente diferente segn e! grado mayor o menor de probabi-lidad que un deseo tiene de realizarse: Basta pensar que la adquisicin deun bien o la llegada de un mal es posible para ser incitado a derearlo. Perocuando, adems, se considera si hay mucha o poca p robabilidad de tener

    lo que se desea, aquello que nos hace ver que hay mucha produce en noso-tros la esperanza, y lo que nos hace ver que hay poca produce e! temor (P A ,art. 58). En el pasaje spinoziano traduzcc la etit ia por alegra, ms que pc;regocijo>",porque la eminiscencia cultural ms directa a la qu~ se halla li-gado Spinoza es a la joye de Descartes. La terminologa spinozia !se aparta,no obstante, de la tradicin antigua, y en especia!' de la cicer niana, segnla cual la laetit:a designa e! contento de nimo de quien exul !vana, necia102

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    , < .y excesivamente, en tanto que e! ga ud ium representa la alegra que est enconsonancia COI) la razn (cfr. Cic., Tusc., IV, 13).31. Cfr. E, : rv;prop. XXXIII.32. La laetitia sigue siendo, de todos modos, en Spinoza, una pasin:(;En efecto, Io que hace que un afecto sea accin y no pasin no es e! hechode que aqul seale el paso de! cuerpo y de! alma a una mayor perfeccin,sinoque deeste paso cuerpo y alma sean causa adecuada (E , ID, afecto def.,

    ID, explic.). Para la valoracin de! miedo y de la esperanza como formas deinconstantia desde e! De constancia sapientis de Sneca al De constan tiade justo Lipsio o a la La constance eGuillaume duVair, cfr., en la presenteobra, las pp. 319 v ss. .103. .

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    :,," !_~ ". . . . ~:.PASIONES DE ESPERApor ello ligado de modo directo al presente, ni tampoco laspes a la inminencia."Spinoza no se opone al miedo y a la esperanza porquedistraigan -en opinin de iosestoicos- del goce de cuan-to entra dentro del horizonte del presente, Jebilitando asel nimo en vanas quejas y en intiles expectativas.v' sinoporque bloquean la potenciacin de s mismos hacia esta-dos de mayor perfeccin. Por esto no hay en l; como enHobbes, una relacin instrumental entre la espera delfuturo y el proyecto de disponer en el presente del poderp~ra ..realizar los contenidos d e : las expectativas; 35 sinoms bien la indicacin del camino a travs del cual la efec-tiva consecucin de una mayor perfeccin har desvane-

    33. Al referirse la incertidumbre y e! carcter imprevisible de! miedoy Je 1 9 esperanza tambin al pasada, Spinoza se aparta decididamente delas tradiciones precedentes qt:e las ligaban al futuro: cfr., ?or ejemplo, Cic.Tus c ... m, 11,25 para quien el metus es una op ini o ma gni m ali im penden tis,mientras que la spes es una op in io uenturi bo ni qu od sit ex us u iam pra esens .Segn Spinoza, estas dos pasiones estn, generalmente, m s ligadas a lasideas inadecuadas ql1e a un a alegra lejana o a un lejano dolor. Tambin enla tragedia aparece, en efecto, a menudo el temor de que se haya podidocumplir sin saberlo o que haya ocurrido algo horrible en el pasado cuyosefectos estn an por manifestarse. El miedo no est, de todos modos, liga-d o n ecesariamente en Spinoza a los "lugares" de lo distinto o a los factoresobjetivos (descritos por C.Jacob, La ropographie de la peur, en Traoerses,xxv (1982), pp. 51-60 y por Y. Tuan, La nds capes 01 Fe ar, Nueva York,1979), sino ala imaginacin que crea continuamente, en nosotras mismos,la alteridad y reproduce la fantasmal presencia de lo que est ausente en losdatos de la percepcin y en 10s conceptos de! entendimiento.34. La dimensin temporal no incide por s misma enla intensidad deuna pasin (cfr. E, m, prop. xvm y dera.), aunque la imagen de una cosapresente produzca una may or estabilidad de! afecto, mientras que h de unacosa pretrita o futura, al ser incierta, vuelve el nimo ms expuesto a lasfluctuaciones. En el Com pen d ium gram matices Ling uae Hebreae , tambinSpinoza recuerda que la lengua hebr~ conoce, como tiempos de! verbo, tanslo e! pasado y e! presente (de lo CU8 no debe inferirse, sin embargo, comohan hecho algunos telogos, que e! hebreo no tiene recursos para designare! futuro, cfr. A. Momigiiano, Il tempo nella storiografia anrica, en Id.,L a s to ri ograf ia gr eca, Turn, 1982, pp. 6971) .35. Cfr. Hobbes, E/. 159.104

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    ESPERANZA Y MIEDO

    cerse por s solos, volvindolos intiles, tanto el miedocomo la esperanza, contra los cuales la razn difcilmentepuede luchar con sus solas armas."Lo que convierte en importantes a estas pasiones parala- reflexin filosfica es el hecho de que se-a n comunes atodos los hombres, en cuanto amenazas o promesas queafectan e implican a la vida de cada uno y en cuanto contri-'~"gllyen a formar y a coridicicnar, d manera constructiva o;) ~~,?%sediciosaara !Ospoderes establecidos, la orientacin de~ "voltil)taJes dbiles, siempre a caballo entre la obediencia. pre:s'ente y futura y el deseo de rebelin, entre la propen-sin ..~ la confmza y la duda desgarradora.\~ .Fren tes contraP .~~ tos :: -s-

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    La tradicin ms antigua -C011 Platn, Aristteles o elestoicismo griego a la cabeza- consideraba el miedo isla-damente: o bien como 'espera de un mal futuro o biencorno uno de los cuatro afectos fundamentales, junto conel placer, el dolor y eld~:seo.37

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    \~.",,:, , .-" - . -_., f ..36. Un bien mayor futur,~~, si-duda, ~aCionalmente preferible a unbien menor presente y un m~~enor presente, corno causa de un bienmayor futuro, debe aceptarse sin dudado (cfr. E. IV, prop. LXVI, y escol.).Slo que lam~yor-pa'fe de los hombres se comporta de manera diametralmente opuesta a:~stos: criterios que dice aprobar de palabra (cr. ib id ., IV,prop. m, dem:,):' .3 7 . Gr: pi~~.,acb ., 198 B (en oposicin al valor); Pr ot., 358 D; Arist.,Eib. Ni c .. ID; 9, i J 5a 7; Rb et. , u, 5, 1383a y ss , donde ei miedo est ligadoa la inminencia -de una cosa terrible y se contrapone a la confianza o ala 3eguridad: ES~J9 esperanza acompanada cie la imaginacin de que estcerca lo q1,le puede .salvarnos, y de que las COS2.S temibles o no existen oestn an lejanas tRbet., n, 5, 1383a); SVF , ID. 386; Cic., Tu sc ., m, 11,24;~IV,'6,1l; Id., De fin. , x, 35. Si se excluye una tradicin dudosa, segnla cual Aristteles ha br fa definido la esperanza ccmo el sueo de un ies-pertar (pero la misma frase es atribuida tambin a otros, cfr. A. GaL .hier,Ma g/l a/l imi t , Pars, 1950, pp. 35-36 y 194196), ella no est ligad; en la valores especialmente signifktivos:' en el De me. et rem ,'1 44 b 10

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    Miedo y esperanza constituyen, por el contrario, paraSpinoza una dualidad inescindble. Esto se produce, porun lado, segn un modelo historlogrfico que se remontaa Salustio, Tito Livio y Tcito,39 por otro, segn lasrloctrinas filosficas creadas en parte por Sneca y por elnoestoicismo de Justo Lipsio, en los cuales el empareja-.riente de metus y de spes resulta ya cannico y recibe unacomn condena.4;Dicha oposicin aparece generalmenteen la historiografa romana para describir el estado denimo de los soldados antes"de entrar en combate, la vaci-lacin individual y colectiva ante una prueba mortal. 41, Desde el H ier n de Jenofonte ~ las Histori as de Salus-tia, la reflexin sobre la poltica examina el miedo tantodesde el punto de vista del que manda como del que obe-

    y ss, sino simplemente al futuro, en contraposicin a la percepcin, ligadaal presente, y a la memoria, referida al pasado; en ei De pa rto an., DI, 6, 263,a la arc!eracin del latido del corazn y en la Rbet., n, 12, 1389 b, a suprdomin;o entre los jvenes, en ..:ontraposicin a11am'.

    41. '::fr. Livius, xx x 32, 4; xx x 3.3, 1.; Sall., 1 '1 If!" 105, '1.106

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    ESPERANZA Y MIEDO

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    dece, del tirano como de los sbditos." En Tcito, por elcontrario, metus, pav or y terror (del primer trmino derivael vocablo espaol miedo, del segundo el italiano pauray el francs peur) aparecen por lo regular vinculados a unasituacin de incertidumbre de aquellos que lo experimen-tan, individuos concretos o, ms frecuentemente, grandesmasas humanas como e! ejrcito o la plebe. Tras algunasespordicas referencias en Tucdides y Salustio, Tcito fue',.:-primeroen-reconocer, de manera sistemtica y con suma\ .,, , ; . .claridad, el papel-eminentemente poltico del miedo (y,': l~ qJe en menor medida, tambin de la esperanza) en eldespotismo imperial, poniendo en evidencia sus mecanis-mes-y sutilezas en la prctica diaria de gobierno y en lapsicologa de cada individuo y de las muchedumbres.Spinoza combate.ea-dosfrentes, tratando de decapitarel guila bi c fal a-de l ~ij1perio teolgico-poltico: contra elmiedo, en cuanto pasin hostil a la razn (cfr. E, IV, prop.un), y contra la esperanza, en cuanto, normalmente, huidadel mundo, coartada de la vida, instrumento de resig-nacin y de obediencia. lv1ientras duran, el miedo y laesperanza.dominan no s610,el cuerpo sino tambin la ima-ginacin y el alma' de losindividuos, dejndolos a mercedde la ~~ertidumbre y pre~:pQ.~ridofos a ~arenuncia yala pasividad. Apenas ces~p;"yue1ven arse r libres. ,(cfr. TP,n, 10 Y m, 8).::~~.j:, .:Ant.: l a alternativa de atacar simultneamente a laesperanza y al::tenibr, Spinoza est rodeado de pocos alia-dos =-quejusan, sin embargo, armas tericas harto msdbiles- .y de-adversarios formidables y se ve obligado a.' 42. Efectivarnenre, en estas obras, se subraya ne slo el miedo de losciudadanos, sino tambin el del propio tirano (que teme hasta a su propiaguardia pretoriana: cfr. jen. lero, 6,4y cfr. Sall., Hist., 1, 55, 9: ser-uiendum aut imperitandum, bab end um metum est aut faciendum). Y vase.L. Strauss, 011 Tyranny.. An lnteriretation 01 Xenopbon's Hieran (1 9 5 0 ) ,trad. fr. De la tyrannie, seguida del ensayo de A. Kojeve, Ty rannie el sage sse ,Pars, 154.

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    .e9perse,,_.aL miedo quiere decir _.p.~r~.~pi1}p_za,entrminos polticos, rechazar el absolutismo y la razn deEstado; en trminos religiosos, repudiar el precepto b-blico del timor Domini, initium sapientiae,46 la "tazn deIglesia"; en trminos filosficos, abolir virtualmente ladistincin pascaliana entre temor malo y temor bueno YNi el Estado, ni la fe, ni -mucho menos- la filosofa yla sabidura deben apoyarse en el temor.Oponerse a la esperanza significa golpear en el "cora-zn" mismo de la religin, negarle lo que la hace diferen-te del Estado en su promesa de un Reino que no es de estemundo, de un nuevo Cielo y una nueva Tierra: dcscu-brir, detrs de sus esperanzas y promesas, sus dogmas y susprcticas, las cadenas del misterio doloroso de la obedien-cia y, a menudo, de la servidumbre.Una vez liberado idealmente el hombre del miedo y dela esperanza terrenos y ultra terrenos (del monarca absolu-"ro y el Dios personal pantokrator), Spinoza puede plantearel problema de los lmites de su obrar y de su pensar. ElDeus seu Natura no es un Brsatz-Gou, un sustituto ms

    sofisticado de las divinidades adoradas por las religionespositivas: a causa de su esencia impersonal, resulta carentede cm!lquier plan de gobierno inteligente del mundo.Faltando la Providencia, el hombre es, por tanto, virtuaJ-.mente libre de ensanchar la esfera de su actuacin ms allde este fantasma encarnado de la imaginacin impotente:mors Domini,initiu."n sapientiae. Co~ la desaparicin delDios personal (aunque la actitud de Spinoza con respecto46. No creo que Spir.oza interpretase el Dom ini de esta exp re sin er>el sentido de un ger.irivo sc:':Jjetivo (o sea que es Dios quien tiene miedo opuede tener miedo de los hczibres) tal como se ha propuesto recientemente,de. H. Blumenberg, M atth i: .spassion , Frandort, 1988, pp. 28.33.47. Cfr. Pascal, P , n. 282 = n. 908: Temor malo: no el que provienede creer en Dios, sino de h duda de si existe o no. El temor bueno vie-ne de la fe, el falso temo r oe la duda. El temor bueno va unido a la esperan.za, porque nace de la fe y ;,orque se espera en el D io s en quen se c ree; elma lo va unido a la desespe:-::za, porque se teme a ese Dios en el cual nose tiene fe. Unos temen pe:-ierlo, otros enconrrario;

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    ESPERANZA Y NUEDOa Jess y a la religin de los ignorantes o ignaros seams compleja), se pone fin tambin a la moral teolgico-poltica, basada en el deber de dar cuenta a l o a sus re-presentantes terrenales de la conducta de cada uno. Laobediencia a los maridamientos de Dios deja as de repre-sentar la base de la tica. stos son sustituidos por la reali-zacin de ellos mismos segn el grado de la cupidita s dec~,~acual. As pues, Spinoza no sostiene el llega a ser lo,-- q~~;Dios quiere de Ti, sino ms bien una versin poten-ciada 'de la paradoja; aristotlica llega a ser lo que eres.S U : posicin podra formularse del siguiente .modo: llegara ser todo aquello que necesariamente puedes llegar a sereducando tus pasiones y tu razn. En cuanto el hombredeja de estar sometido a la mirada inquisidora de un Diospersonal, se da cuenta He que es l mismo observador yobservado, en cuanto Dios y parte de Dios. Y en la medidaen que es capaz de sacudirse de 's la tristitia ligada a la ideade caducidad, toma conciencia de que lo eterno no se si-ta quiz en otro mundo Q en otro tiempo, sino que estambin accesible aqu y aJ~ora, porque; estando al margende los prrne tros temporales" no implica ninguna espera:se ntimus experimurque nos aeternos esse.Desde el comienzo del Tratado poltico, Spinoza des-carga sus golpes de forma simultnea tanto sobre los parti-darios.de la esperanza COfl'1o'fobrelos del iniedo: los filso-fos utpicos; que ve n a los hombres L a l como desearan quefuesen, y los polticos, que los aceptan tal como son.48 Aambos (a los tericos soadores, que desprecian la "rea-

    48. Acerca de la relacin filsofos-polticos en Spinoza, cfr. A. Mathe-ron, Spino za et la dco mp os iti on de l a p oltt iq ue t bo m is te: m ac biauellism e etutopte, en Vv, Aa., L o spinozisrno er e oggi, ed. de M.M. Olivetti, enArch iv io d i filosofia (1978), pp. 2959; G_ Saccaro Battisti, Spinoza,l'u.opia e le maese. Un'analis dei concetti di "plebs", "multitudo", "popu-lus " e "uu lgus '!, 1, en Rivista d i storia de lla filosofia, XXXIX (1984), pp. 61Y ss. En otro terreno, el anlisis de Deleuze relativo al rechazo spnozianodel deber-ser, cfr. G. Deleuze, Sp inoza et le p ro blme d e l a e x pression, Pars,1968, pp. 234 y ss e Id .. Spinoza . P b i lo s o pb i e p r a ti q ue , Pars, 1981.

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    lidad efectiva de las cosas", y a los polticos callidi, que to- .man a la experiencia por maestra, los cuales juzgan quepuede gobernarse solamente con el temor y la astucia)Spinoza les demuestra que puede evitarse el dilema, tenidopor irresoluble, entre el deber-ser abstracto y el reconoci-miento pasivo de lo existente, entre sueo de una Edad deOro y brutal, presunto realismo, entre oportunismo de loconcreto y realidad de lo universal. Ninguna de las dosperspectivas es ms verdadera que la otra: su complicidades, por el contrar,io, anloga a la de sp es y metus o -en unplano paralelo- de ridere y lugere, del sarcasmo y de ladolorosa condena del comportamiento humano por partede aquellos que se aplican a censurar ms bien los viciosque a ensear las virtudes, y que procuran no guiar a loshombres segn la razn, sino contenerIos por el miedo oe -manera que huyan de l mal ms bien que amen las virtudes(E, IV, prop. LXIII, esccl.). En este sentido, ea ..el polticorealista el miedo transforma la prudencia en astucia y elodio en irrisin, que es una alegra surgida de que imagi-namos que hay algo ciespreciable en la cosa que odiamos(Ibid ., m, def, XI), mientras. que en el utpico y en elmelanclico "saturniano" el oscilar entre el miedo y laesperanza conduce a la parlisis poltica o -para decidocon Walter Becjamin- a la tnelancbotia illa heroica delTrauers piel, del drama barroco alemn. Anlogamente,el llanto se vuelve tris teza que nace del imaginar que cual-quier cosa que odiamos se encuentra en 1 0 que, de habersido de otro modo, habramos podido amar.E l espacio para una efectiva, aunque parcial , salida delhorizonte del miedo y de la esperanza se.encuentra entoncestan slo en el abandono de es", jaula dictada por esa mismalgica de la imaginacin y de la obediencia poltica y religiosaque contribuye 2 mantener a los hombres prisioneros.4949. En trminos religiosos judeo-cristidflos el miedo a la iuerte espuesto por Spinoza en relacin con la advertencia herha pc . Dios al

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    Precisamente la valoracin de las .pasiones, no como vi-cios que deben ser extirpados o dominados; sino

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    ESPERANZA Y MIEDOhebraicas-cualquier apologa del principio esperan-za." El doble rechazo de la spes y el metus constituye-:-indirectamente- el ms poderoso ataque al cristianis-mo, y especialmente al mensaje paulino y al del Apocalipsisde san juan, segn el cual la esperanza evanglica constitu-ye 1~ictoria sobre el temor a la muerte. Quien espera enDios no l'a de temer la muerte. Era la soldada del peca-do (Rom., 6,1'3) y Cristo ~que, como hombre, haba ex-~~timentado:temor y angustia (Me, 14,33) respecto a~ T a = - -Ia redime c

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    PASIONES DE ESPERA

    sin teolgica-poltica, y si por el contrar io los utopistasimaginan dicho resorte expandido sin lmites y carente dedeterminaciones-negaciones, para Spinoza el problema seconvierte, en cambio, en determinar cul es la forma mseficaz para disminuir los gravmenes de los condiciona-mientos y para incrementar, paralelamente, la potencia deexistir de los individuos asociados. AS, mientras la raznde Estado presupone un rebajamiento de la razn al ni-vel de 1 0 existente, una congelacin de la necesidad, quesacrifica el poder !de la imaginacin de representarse loque es distinto, la utopa aparece como un intento de ra-ciorializacin de lo imaginario, un salto ms all del "reinode la necesidad".

    Contra spemLa.esperanza no est, filosficamente, como en Cicern oen santo Toms, dirigida de forma necesaria a un bienfuturo, ni se contrapone a la aced ia, que es una sp ecies tris -titiae >' Es, imposible. moderarla.. siguiendo los preceptosde Plut(![co, con maniobras, como si nuestras inclinacio-nes con respecto a : nuestras posibilidades fueran velas(Plut., De tr an q., 471 D) G adecuando nuestras expectativasa la situacin y despreciando la realidad, como-la zorra dela fLu..la que dice no estar madu;:as las uvas que no puedealcanzar. Si, en lenguaje medieval, la esperanza es unaexiensio an im i ad magna , puede decirse que, por el contra-rio, para Spinoza es ms bien una contractio animi adparva . A la alegra y a la beatitud se llega rnedianreIa

    51. CE r. Cic., Tu sc. disp. , IV, 80: Spe s es! exp ectatio boni y Santo Toms,5u mma Tbeologiae , r- r ra, q. 40 a 2: Spe s est m ot us a p p et itira e virtutis con se-quens apprebensionem boni [uturi ardui possibilis adipisc i, scilice t extensioappetitus in hu iusmod i obiectum. Para su contraste con la aced ia, cfr. ibid.ra-rrae, q. 35, 8; 2. Para la esperanza como virtud teologal, cfr. ibid., ra-rrae,qq. 17-22 Y52-57.114

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    ESPERANZA Y MIEDO

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    victoria simultnea sobre el miedo a la muerte Y su supues-to remedio, la esperanza.- - - - - - - C o m o l 1 apuntado anteriormente, al condenar tanto laesperanza como el miedo Spinoza entronca -en algunosaspectos y de manera original- C:0il una parte de la tradi-ciny con algunas de las ramas de la tradicin moderna,especialmente con el estoicismo y el neoestoicismo. Para

    __ lQ~, griegos, efectivamente, la elp is era ambivalente, nopfi~~a en s ninguna cualidad especial positiva G negativa:" designaba, segn.los casos, esperanza, espera, conjetnra,probabilidad de bien y de mal.52 Poda, sobre todo, servana, como la contenida en la caja de Pandora de Heso-do, 6 tratada negativamente por los poetas y filsofosgriegos. 53Siguiendo la tradici~':'-helnica, dos grandes admirado-res de Spinoza -Goerhe- y Nietzsche- condenarn mstarde, nuevamente, l esperanza (junto con el miedo). EnGoethe el tema es recurrente, casi obsesivo, y justo enrelac in con el mito de P2E>dorH. En lR07 escribe el poemaEl retorno de P andora , al que precede P and ora , drama de

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    52. Cfr. P. Lan Entralgo, La-,eiP 'rrzy la-esperanza. H istoria y te O T J delesp erar h uman o, Madrid, 1962, pp. 27y s'~:;~O"Lachhit, Elpi S, Diss . Tubin-ga, 1965; H. Desroche, La sociol gi ~ ~": dl? 'es p rance, Pars, 1973, trad. ingl.. ... )Tbe Soc iolo gy o / H O P e , Londres, Bostou y Henley, 1979, pp. 12, 180;K.M.W osch\tz, Elp is, ' Ho f!nu ng. ~Ge schichl~, Pbilos op bie . Exeg ese , T be olo gie einesScb lss e lbeg riffs, Vien-Friburgo-Basilea. 1979, pp. 63 y ss. La raz de elpisparecera estar ligada-a la rafz ucl, de ah el latn velle y voluptas , cfr. A.Walde y J . Pokorny, V ergleich end es W rter bu ch der in dagermanisc he n Spra-cben , J (l.30), (reiinp. Berln, 1973), p, 295.53. Ct r . H. Turck, .P an do ra und Eo , Weimar, 1931 y J.P. Vernam, L emythe de Promthe .chez Hsiode, en Id., My:h~ et soci t en Creceancienne, Pars, 1974, trad. esp. Mito y tra gedi a en la Gr ec ia a ntigua , Taurus,1987. Psra.unavaloracin negativa de la esperanza como espera engaosao previsin ciega, cfr. Pind., Er. 24 S!J; Theogn., 637 y os; Antiph., 6, 5;Aischil. P rom . 250; Soph., Ai., 477 Yss; Eur., Tr o. 681 y ss: S u ppl i. , 479y ss; Plat. GO Ig., 523 DE, Pa la capacidad de los que saben de vislumbrarlas cosas esperadas y de los que no saben de gnorarlas, cfr. Dernocr., E l' .B 58 D,l:, ; u, 157, :4.

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    PASIONES DE ESPERAla renuncia, claramente prximo a Las a fi ni da de s e lecti-vas; en una carta a Zelter de 1809 declara a la esperanzay al miedo dos entidades vacas; en las Zabme Xenie ndefine al filisteo como un intestino vaco / lleno de miedoy de esperanza; en sus Escritos sobre litera tu ra habla de los. espritus fuertes, como Lucrecio, que en la medida en querechazan la esperanza, tratan de liberarse tambin Jel mie-do; y, por ltimo, en el Se gundo Fausto , hace aparecer enescena al Miedo y a la Esperanza, que son presentados por '(la Prudencia del-siguiente, modo:

    Tengo encadenados y alejados de la comunidad.a dos de los mayores enemigos del hombre:el Miedo y la Esperanaa.l" .

    54. Goethe, Fa ust, del " Tragddie zio ei ter Teil, II, 1, vv. 540.3-5444 (losversos citados son los 5441-5443), trad. esp. Fausto , Iberia, 1976, p. 156.Sobre estos textos, cfr. G. Diener, Pand ora . Zu Goe tbes M etaphorik , Berln- ri _ .~,.. . ~. '~

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    (ant ipa lon deos) necesario para el mantenimiento del equi-librio entre los Estados parece asomar con fuerza.v' ascomo en su ltim o ensayo sigue siendo dominante (en elmomento de su publicacin, en 1679, es decir, con unretraso de ms de diez aos con respecta al perodo en quefue escrito) el miedo, el miedo a un ccrnplor papista."!Behemoth conserva, de manera ejemplar, todo el sabor de .una poca marcada pO I el iemoryla rebelin: Si al tiempo,como al espacio, cupieran los grados de arriba y abajo, creo'firmemente que el tiempo ms alto sera el transcurridolentre 1640 y 1660. Pues quien desde aquellos aosvcorno)desde la montaa del diablo, hubiese contemplado el mun-do y observado las acciones de los hombres, especialmenteen Inglarerra, habra gozado de una perspectiva de todoslos tipos de .iniusticias y de todas las clases de locura posi-bles en el mundo, y advertido cmo estaban producidospor sus madres, la hipocresa y la presuncin, de las cualesupa es doble iniquidad y la otra doble locura (B, 9). Y poridntica razn: condena Hobbcs, en la misma obra, el estu-dio, en las universidades inglesas, de eSQ..Lclsicos-antiguosque, ensalzando la liberrad republicanaconrra el despotis-mo monrquico, destruyen la misma raz de la autoridady ponen en entredicho la obediencia.s-64. Cfr.,~obre esta obra, R. Schlatter, Thomas Hob::~: liad Tl.ucydi-des, en [ournal of the History of ldeas, VI (1943), pp. 337j6! YG. Borrelli,Eviden::a, verit e storia: Hobbes interprete di Tucidide, prlogo a Hobbes,

    Iruroduzione < . 1 La Guerra del Pe!oponeso di Tucidide, !"U;'Oies,1984 (quienobserva, ibid., p. 22, que Hobbes cita la Politica, seu ciuiiis doctrina de JustoLipsio, para cuya posicin, t: : 2 presente cbra, las pp. j19 Y ss).65. Cfr. Hobbes, B, 7: .. . . \.

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    HOBBES: POLTICA Y MIEDO

    La felicidad perfecta y la libertad no son, por lo dems,de este mundo: El sumo bien, o como se dice, la felicidady fin ltimo, no puede experimentarse en esta vida. Sifuese, en electo, el fin ltimo, nada se deseara ya, y anada aspiraramos: de ello se sigue no slo que, una ve?alcanzado dicho fin, nada estara bien para el hombre, sinoque ni siquiera tendra sensaciones. Toda sensacin, enefet~ va ,unida a un deseo .o,a un recha~o; y no sentir esno hnr \DH, 600). Tamblen nuestra libertad absoluta,4ue/ccnsi~teramos un instrumento necesario para alcanzarla felicidad, tia es sino simple apariencia, un juguete cor.e l que infantilmente nos gusta entretenemos, para sentir-nos protagonistas de las vicisitudes que nos han tocado ensuerte: es una peonza de',lB}adera movida por unos nios[... ] que ya rueda sob~~ s,~

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    PASIONES DE ESPERA

    los hombres-67 no tiene el m ismo poder civilizador y de;desarrollo que tiene el miedo. Porque, efectivamente, e:fsta la fuerza que nos vuelve personas de amplias miras:,y que resulta casi providencial tambin para el vaJJi~doso.68La razn, que ahonda sus races en el miedo, el cual leproporciona su savia, concentra e incrementa la vida,alejando la muerte individual y co lec tiv a y exorcizando el

    destino que se cierne sobre roda sociedad humana, ince-santemente expuesta al riesgo de la descomposicin delcuerpo po lt ico en sus elemel)tos. 'Precisamente porqueel miedo -en un sentid o slJinoziano-_deprimela poten-cia Je existir, est compensado en Hohbes por una hiper-actividad, por una car::era del sujeto que dura hasta sum uerr e.?As, en tanto que la yanagloria conduce a los hombresal conflicto y a la discordia, ya que cada uno trata deelevarse por encima de los dems, de "hinchar" su propioyo, el miedo -q'.le nace de la igualdad-- ayuda a mante-ner la es't~bilidad y la duracin de lo s Estados.70 Sin

    embargo, sigue quedando en la filoson hobbesiana unpersistente residuo de meditacin o mesotes aristotlica,porque magnnimo es todo aq uel que se opone diametral-mente tanto al pusilnirne como al vanaglorioso.7167. Sobre el Narciso que engendra l a vanidad en todo hombre, cfr.A.M. Battista, Nascita della p,icologia politica, vnc:n;" 2982, p. 17.Gi l. Para ia expresin, cfr . F.C. Hood, The Divine Politics o/ ThomasHobbG An Interpretatio:1 o/ Leviathan, Ox:ford, 1964, p. 80. M.M. Gold-smith, Hobbes's Science o/ Poiitics, Nueva York y Londres, 1966, p. 73, hahablado, Oportunamente, de tirnor mortis initium sapientiae.69. S()br~ esre punto cfr .. en k preser.r- obra: la p. 427.70. Cfr. De 161 = 82: 5:

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    PASIONES DE ESPERA

    !Desde este punto de vista, probablemente, toda victoriaduradera del poder podra co.nfigurarse como. una. clara ysecreta victoria de la muerte, que hace las veces de resor-. te o de catalizador de los procesos politicos. Se construyedestruyendo y dominando. QUt lejos est esta posicinde la ms serena de Descartes que, considerando. sin nin-.gn tipo de dudas el alma inmortal, juzgaba que el cuerpo.de un hombre vivo difera tanto del de un hombre muer-to. corno un reloj o una mquina que funci.onany ese mis-mo. reloj cuando. est roto. o la, mquina estropeada (cfr.'PA, arto 6), de ese mismoJDescartes que haba tenido queaguantar los sarcasmos de la reina Cristina de Suecia, quien'Crea que -co.n un mejor co.no.cimiento. del cuerpo. y unadieta adecuada- la vida del hombre po.dradejar de. sermiserable, breve y brutal (corno. en el estado. de naturalezade Ho.bbes), para convertirse en larga y tranquila, por 1 0menos, .durante un par de siglo.s!74

    La e/ icar.ia de! m iedoCo.mpletamente opuesta es la co.ncepcin de Spinoza, se-gn la cual el fin del ~.st~~o. no. es dominar alas ho.mbres

    lo que es lo m ismo, de conceder la gracia al igual que Dios) es, por 1 0 dems,U0 cie los ms antiguos instrumentos de poder del Leviatn poltico. Elelrc;naturgo Eugene O'Neil en La za rus Laugbeed, publicado en Nueva York, en 1927, imagina a Calgula reprochndo1e a Lzaro resucirado el h)erlequitado lo nico suyo, el gran instrumento para hacer a os.hombres escla-.vos: la mu-rre (cfr. B.O. Overstedr, Undem andi ng Fea " Nueva York yLondres, 1951, pp. 1011). Luis XVIII, en una ordenanza de febrero de1818, proclama -en cuanto rey de derecho di\"in0- su facultac!..sk_~ilrcom(tDj~,)nfligie!1cjo la muerte o perd9nando la vida a sus siIbditos (cfr.i.v. Thomas, M o;t e t pouooir, Pars, 1978, p. 170).

    ,4. El episodio es recordado por D. Choron, Der To d im ab endindi s-cben Den ke n , Stuttgart, 1967, p. 67 y en el mediocre libr o de G. Scherer,Das Ptoblem de s Todes in de r Pbilosopbi (1979), Darmstadt, 1988, IIp.125126.128

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    HOBBES: POLTICA Y MiEDO

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    ni obligarlos mediante el j:~mOLa. someterse al derecho.ajeno; sino.,'al contrario, liberar a cada uno. del temor, a fin'de que pueda vivir, en lo posible, en seguridad, es decir,a fin de que pueda gozar del mejor modo posible de supropio. natural derecho de vivir y de actuar sin perjuiciopara s ni para los dems. El fin de l-Estado, digo, no esconvertir en bestias o en autmatas a seres dotados de,fflzn, sino, .po.r el contrario, hacer que sus mentes y sus\~\ierpbs puedan ejercer .sus funciones con seguridad, y'ell.os puedan.servirse de la libre razn y no. luchen los unos.:; ~coi1tr~l'los otro.s'co.n odio, ira ngao, ni que tampoco sedejen arrastrar por sentimientos inicuos. El verdadero findel-Estado, es, as pues, la libertad (TTP, 12"4). Por lo.dems. -como. se deduce del captulo. sexto. del Tr atad opoltico-, una mona~~a absc~.:~:: ~s imposible y es, en laprctica, una aristocracia, ya que si el derecho es detente-do por uno solo, el-poder de un solo. hombre es incapaz desoportar tal carga: unius hominis potentia longe impar esttantae moli sustinendae.> ,. .-:'. .El temor y la violencia no pueden gobernar estable-mentevlos Estados, porqu. : Spinoza, de. L. Strauss, Die Rdig io nsk;;iik

    Sp ttio ias , Berln, 1930, pp. 222 '! ss; E. Gi .ncotti Bcscheri ni, La naturadell'assolutismo in Hobbese Spinoza, en S tudia Sp ino zan a , 1 (1985), pp.23i258. Mis en general R. Schnur, ln-iuidualismus und Absolutismus,Berln, 1973, y Freiherr van Krtederner, Di e Rolle des H o]es im Absolutis -mus. Stuttgart, 1975. Para una .rerpretaci a de Hobbes desde el punto devista de la representacin de: oberano, en cuanto persona multitudinis, de.L. Jaume, Hobbes el r$ta t r e ' rsentatif modeme, Pars, 1986, pp. 62 Y ss.129

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    dad puede subsistir sin autoridad, sin fuerza y, por tantosin leyes que moderen y controlen el ansia de placer y losimpulsos desenfrenados. No obstante, tampoco la natura-leza humana scporta ser coaccionada sin lmite, y, como'dice Sneca el Trgico, el imperio de la violencia no esnunca duradero, mientras que el poder moderado es esta-ble. Porque, en la medida en que los hombres slo actanpor miedo, hacen lb que rechazan de plano y no sefijan enla necesidad o utilidad de la accin a realizar, sino que slose preocupan por no hacerse reos de muerte o por no sercastigados. 76Ciertamente, dado que los hombres raramente vivensegn el dictamen de la razn, cuando no es posiblegarantizar l seguridad, se pueden utilizar -como males'menores- la esperanza y el miedo, aparte de la humildady el arrepentimiento. Aunque todas estas pasiones derivande la tristitia y son nocivas para la utilitas,en este casoresultan ser ms tiles que daosas [ . .. ] Pues si loshombres de nimo impotente fuesen todos igualmentesoberbios, no se avergonzaran de nada y no tuviesenmiedo de cosa alguna, por medio de qu vnculos podranpermanecer unidos, y cmo podra contenrseles? El vulgoes terrible cuando no tiene.miedo..no es de extraar, porello, que los profetas, mirando por la uti lidad comn, y nopor la de unos pocos, hayan recomendado tanto la hurnildad, el arrepentimiento " l ' el respeto=Pues=en-realidad,quienes estn sujetos a esos efectos pueden ser conducidoscon mucha mayor facilidad que los otros para que, a fin decuentas, vivan bajo la gua de la razn, esto es, sean l ibresy disfruten de una "ida feliz (E , IV, prop. LIV, escol.).Precisamente porque estos hombres no saben valersepor s mismos mediante los afectos positivos de 1 2 . alegra,santifican de forma moral sus debilidades, ensalzadas ytransformadas en virtudes positivas en s. En este sentido,

    7S. TIP , 129 Y cfr. Sn., Tr oad es , n, 258-259.130

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    HOBBES: POLTICA Y MIEDO

    se asemejan ms a enfermos que toman cosas que aborre-cen por temor a la muerte que no al hombre sano, el cualgoza con la comida y, de esta manera, disfruta de la vidamejor que si temiese la muerte y deseara evitarla directa- .mente (ibid., IV, prop. LXIII, escol.). No se dan cuenta deque un bien que nos impide gozar de un bien mayor es,en realidad, unma1 (ib id. , IV, FOP LXV, dern.). Es decir,. .olV}iPanque bien y mal, virtud y vicios, no tienen valor en.s,,'\!o que d~rivan-~siempre de un contraste. Miedo y: es.p~ranz~ pueden: ser as un mal menor, aceprable, en_condicic.'n~sde debilidad del conatu: individual Ycol~ctiv.o.(en las cuales pueden desarrollar, por as decir, una fun-cin o;topdica de apoyo), pero se convierten en una jaulay en una armadura atenazante cuando el poder de existiro~,~- 'del individuo o del~.::so:i~dadha aumentado en conjunto.~ .~. . ..

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    7. M iedo y re nuncia

    La m as a de los ign orantes Con moderacin, Spinoza constata lo que no es necesarioenumerar, ya que todos saben cunto crimen aconsejan alos hombres el descontento con lo presente y el deseo denovedades, cunto la ira desenfrenada, cunto la pobrezadespreciada y cunto dominan e inquietan sus almas(T TP , 353). Perc ante tales pasiones y "vicios comunes"los hombres reaccionan de manera distinta, porque. se divi-den entre los pocos que viven segn el dictamen de larazn (ibid ., 349) y los numerosos que se guan ms porel ciego deseo que por la razn (TP , n, 5).Los primeros son aquellos que han emprendido la vape rar dua , pero no imposible, de la sabidura. m Los segun-137. Aunque planteado por lo genera! sobre la relacin entre Spinoza)' la sabidura oriental, !Ki carece de inters el lib ro de]. Wedesen, The Sa ge

    and th e W ay . Spinoza's tthics 01 Freedom, op, cit., en especial pp. 73 Y ss.La imagen de la va percr dua -pero no inviable, no utpica- 'alude proba-blemente al paso del De co nstanti a s a pi en tis de Sneca, en el que el caminode la sabidura es com;:8ad,) a \1:1. sendero de montaa, que, cuando lo.contemplamos de lejos, ?arece lleno de precipicios y con las par edes agrie-tadas, mientras que cuardo se mira de cerca, se presenta bas tanre ms fcilde recorrer (cfr. Sn. , DfCOnst. sap ., 1,1). Tambin en este caso es el conoci-miento ms directo de 12; cosas singulares, la posesin de las ideas adecua-das, la" que hacen posibe alcanzar los objetivos ms' difciles. Acerca de lametfora del camino de ~ sabidura en la tradicin del pensamiento griegoy latino, e spe cialmente e ne ca y en san Agustn {vase el sueo de Gena-dio camino de la ciudad. en August., ep., CLlX, 3, comentario en E. Aepli,

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    III

    MIEDO Y RENUNCIA

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    dos, la mult itud o, el vulgu s, el populus O la pl: :bs,1 38 estoes, la max ima human i ge ner is pars (TTP , p.162). A diferen-cia de lo s sabios, esta mayora constituye la muchedumbrede los ignaros, es decir, de cuantos ignoran las qmsas desu si tuacin.La certeza, la relacin entre -.crdad y autoridad, esdistinta en los dos grupos. En los sabi: J se apoya en elconocimiento racional o intuitivo, que es tanto ms plenoc~,~tos ms bomb~es imaginamos p~rticipan de s~ goce(~ 'f:r.E , v, prop. X~ y dern.), es decir, el mayor numero~'~posible de ellos en pensar lo ms posible. 139 En las multi-

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    Les rb,;~ s, Pars, 1962, p. 219), cfr. 1. Rodrguez, Origen prehelnicode las imgenes de "camino" y "pastor", en Helmantica, VII (1956),pp. 261-287; E, Dulaey, ..Le r'8 :e- da ns la ui e et la p en se de Saint A";um,,,Pars, 1973, pp. 173 Y ssj-O. Becker, Das 13ild des Weges und verwandteVorstellungen in frihgriedllsth~-n Denken, en Herm es , Einzelschriften 4,1976-1977; M. Armisen, L'or ientation de l'espa ce ir naginaire chez Sne-que: remarques sur l'image du chernin, en P alias, xxvm (1981), pp. 31-43(que pone de r elieve que en Sneca ~e encuentran cincuenta y seis imgenesrela.ivas a! camino de la sabicurfar'el cualse diferencia del camino del necioque csrecede direccin y de meta, cfr. Sn., E p ., crv, 7).138. s'~br~ el significado y Ia.distincin de estos trminos, desde unngulo distinto del aqu presentado, 'dI. E. Garulli, Forme del "soggettocollerrivc" in Spinoza (Per un dlbatito:stQJiograHco)>>, etiHermeneatica,2 (1982), pp. 106 Y ss; G. Saccaro~~Btri:sti, Spin ~ za, l'utopia e le masse:un 'an al isi dei concetti d i p leb s ,

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    tudes ella se aferra a la fe, que es conocimiento imaginati-vo necesario para la obediencia, un estado de sumisin delas pasiones al cuerpo social ya una uti lidad colectiva basa-da an en la baja intensidad o en la virtual desaparicin delas utilitates individuales. A la mayora les falta, en efec-to, la capacidad de seguir la larga concatenacin de' laspercepciones, as como la gran precaucin, el talentoagudo y el perfecto dominio de s que se requieren paralos gneros superiores de conocimiento, prerrogativa de .muy pocos hombres (TTP , 162).Al carecer precisamente de penetracin, la mayora deles hombres estn condenados ~. ;catar imposiciones yobligaciones oscuramente experimentadas como extraas,pero que no obstante, tienen de su parte todo el poder ytoda la autoridad de una opresin teolgico-poltica insti-rucionalizada e interiorizada desde hace miles de aos. Lasconsideran cargas de cuyo peso esperan liberarse despusde la muerte, para recibir el premio de la esclavitud, estoes, el premio de la moralidad y la religin; y no slo esta es-peranza, S1:lO tambin -y principalmente- el miedo' a sercastigados con crueles suplicios despus de la muerte; es loque les induce a vivir conforme a las prescripciones de laley divina, cuando 1 0 permite su flaqueza y su impotentenimo. Y si no hubiese en los hombres esa esperanza y esemiedo, y creyeran, por el contrario, que las almas muerencon el cuerpo, y que no hay otra vida ms larga para losmiserables agotados por la carga de la moralidad, retorna-rfan a su condicin propia, y querran regir todo segn suapetito y obedecer a la fortuna ms bien que a' s mismos(E , v, prop. XLI, escol.).

    comprendan lo que el sabio comprende, con objeto de que sus deseos y suentendimiento vavan de acuerdo con sus deseos y su en tendimienn, (sobredicha necesidad, ctr. A. Tose!, Spi noza o u le crep usc ule d e la seruitude Es saisur le Trait Tbotogico-poiitique, Pars, 1984, p. 21).176~

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    MIEDO Y RENUNCIAEl miedo del vulgo

    I: JLa multitud, concebida como masa no descomponible ato-msticamente en el. contrato social, infunde, en aquellosque mandan, miedo y terror: Multitu.do imperantibus formi-dos a est (T P, VID, 4). Pero tambin ella tiene miedo:Tcrret oulgus, ntsi metuat. El miedo, tanto el sentido comoek,provocado; es el horizonte habitual de su expectati-

    ., V,~~40 Al igual qe tocios los tericos de la poltica~) c;ontemporneossuyos, acostumbrados a tratar del tumul-tus y d e la seditio,. tambin Spinoza conoci la terrible furiade las multitudl:'s, Tiene presente el ejemplo cannico dela tu;ba' de los judos que -instigados por el Sanedrn-prefirieron condenar .' !~ _Jess antes que a Barrabs,manchndose ascQQ~na-' 'culpa" que les ha sido tradicio-nalmente reprochada p ' d ' [ los cristianos, Adems, se vio14 0. CEr. TP , Vil 27 YTac., Am i .. 1, 29: Nihil i n v u lgo mo dieu m ; terre -re, ni paueant. Lo cual f,a sido v3d0 tradicionalmenre tambin para q uie n

    manda, como 'puede verse a lo !argo de todo el Hieren de ]enoEonte y deLaberius, 1)9 Bon.: necesse e s! multes timeat quem multi timent. Spinozadistingue, adems, 'entre el so lit ud in ism etus y el multitudints metus (cfr. TP ,vID, 11 Y ss), Para l valoracin en poca moderna del nexo entre inspi-rar miedo/sentir miedo a propsito d~pueblo'o vulgo, comparado a menu-do a un animal cfr. el siguiente soneto d ; : - - CalTIpanlla:EI pueblo es unabestia grande y d e variado pelaje, t'que ignora sus fuerzas; mas aguanta /cuanto le echan" palo', ) piedras, /gui.do pcr un c:-,:quillo que no se datregua. f'Tampc~o sabe cun temido es, pues les fastos / la embaucan y leofuscan los sentidos. -} Es: increble! A s rnisrnc se enreda al cuello unacuerda / y se aprisiona.tv se busca gu~r:as y muerte f por un simple carln,!ue al rey entreg~.) Suyo es todo cuanto hay enn e ciel .y tierra, / perod lo' ignora; y Si alguna persona / se lo hace saber, la arroja al suelo y la: :: l ata. (T. Carnpanella, Scelra di poesie filosoriche, n. 33, en tutte leoper e, ed. de L. Firpo, vol. 1, Sc ritti le tte rar i, Miln, 1954). Sobre la actitudde los Estados preindusrriales y de las clases dominantes hacia las masas deoobres, cfr. P. Spierenburg, Speaacle of S uff ering .: Execu tions and tbe Euo lu-tion o/ Repression from tbe P re- ln dz .stria l M etrop ois to European Ex pe rien ce ,\ueva York, 1984; D. ~,bller, C ha rity in tb e Dutc h R ep ub li c: P ictures 01?.:ch and P oo r for Cba rit able Ins titu tions, Ann Arbor, Mich., 1985, y S.Schama, Tb e Embarrasseme n t 01 tbe Rieh . An ln terpreta tion al Dut ch Cu lture: ', tbe Golden Age, op . cit ., pp. 579 y ss.

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    PASIONES DE ESPERAdirectamente golpeado por los efectos de un acto llevadoa cabo en su tiempo por la multitud, vuelta de repentecruel, de una nacin famosa entonces en toda Europa porsu tolerancia y civil izacin: por la furia desatada de esaplebe holandesa que, en 1672 (instigada por la faccincapitaneada, mediante el recurso a la supersticin, por el. stadhoulder Guillermo de Orange), destroz literalmente alGran Pensionario Jan de Witt y a su hermano." [

    Pero, a diferencia de Lipsio y de Hobbes, Spinoza nose detiene er; la condena de la sedicin y de los tumultos, .ni se limita tampoco a subrayar tan slo los aspectosvirtualmente positivos en el aumento de- las energaspotenciales del Estado, como haba sido sugerido porMaquiavelo con respecto a la Repblica romana.l''? Alcontrario de los detractores de la democracia y de los dere-chos de la multitud, es decir, de cuantos afirman que laplebe o sirve con humildad o domina con soberbia, queno tiene verdad ni juicio, etctera (T P , VII, 27), l selimita simplemente a observar que la naturaleza es idnticaen todos los hombres. stos se comportan con mayor omenor racionalidad respecto de la s pasiones que los domi-nan-y de las ideas adecuadas o inadecuadas dentro de lascuales enmarcan sus mutuas relaciones. Si se condenan losexcesos del pueblo, casi siempre seru ituti ad suetus, qudecir entonces de la prepotencia de los nobles, cuya sober-bia desmedida yambicin funesta parecen menos graves

    141. Sobre la figura del Gran Pensionario, que gobern en Holandapor espacio de casi veinte aos y que fue admirador y protector de Spinoza,y sobre su politic a en favor de las clases mercantiles y productivas, en claraoposicin a l a actitud feudal y, al mismo riernpo, demaggica de los prnci-pes de Orange, cfr. H.H. Rowen, [obn de V?itt, Grand P ensi on ar y, 01Hoiland, 1625-1677, Princeton, 1978. La fuente del conocido e.pisodio deSpinoza que -con riesgo de su vida-e- habra querido f ijar un cartel querezaba ultimi barbarorum en el lugar donde haban sido asesinados loshermanos De Witt, es una c arta de Leibniz 21 abate Galloys de febrero de1677, cit. tambin en G. Friedmann, Leibni; et Spinoza, Pars, 192,p. 79.142. Cfr., en la presente obra, las pp.. 180 y ss.178

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    MIEDO Y RENUNCIAslo porque estn consagradas por una ms dilatadacostumbre en el poder? Su arrogancia, 1).0 obstante, estrevestida de fastuosidad, de lujo y de prodigalidad, decierto encanto en los vicios [ ... ], los cuales, cuando se los,considera uno por uno, qUf' es como ms destacan, parecendignos y hermosos a los inexpertos e ignorantes (ib id .) .El vulgo se comporta de manera pasional, supersticiosay violenta, precisamente porque ha sido a menudo sistern-

    _ ti~:tmente mantenido apartado de la poltica y del ejercicio.. d~1tpoder, obligadoa adivinar por signos dispersos e hip -:', t~s~is,indemostrables lo que ocurre a escala del Estado:: Finalmente, que.la plebe .carece en absoluto de verdad yde ju~cio, no es nada extrao, cuando los principales asun-tos del Estado se tratan a sus espaldas y ella no puede sinohacer conjeturas por los escasos datos que no se pueden- . - - _ . ;.-~~.:. 'ocultar. 143 .. ",~ .,.. ..'Pero una poltTZ, ~ ~e -"-:'conjugando racionalidad y

    pasin, clculo e imaginacin- se desarrolla en la penum-bra -le l despacho de los prncipes y que deja filtrar al exte-rior nada ms que oscuros mensajes o falsas pasiones esnecedad supiua: es una de las causas principales queempujan al pueblo a semir miedo o a vivir en el miedo.Con todo, no es slo la mulritudla que provoca el terror,sino que, es ella tambin 3 . : , 's : v e z l a ~sustada: Todosinfunden pavor, si no lo tie~h. Y por doquier la verdadesa menudo. deformada ccr-hornbres irritados o dbiles,especialmente cui:ndo;!TIa~d~ unos pocos que no miran, ensus valoraciones," a lo justo o verdadero, sino a la cuantade las riquezas (b iri.)

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    143. TP, VIl, 27. La olebe s e forma as, nic-2"me la imaginacin, unaserie d- conjeturas fantsticas, que rienen (como ;",remos) la misma estruc-tura q e la supersricin en ei plano religioso.179

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    P:\SIONES DE ESPERATumultoSobre este punto capital de la publicidad de los asuntos deEstado como medio para educar a la plebe, Spinoza seaparta nuevamente, y de manera clara, tanto del agudsimoMaquiaveloe+" como de Justo Lipsio, en efecto, Maquia-velo haba sostenido, sobre todo en El P r ncip e, la necesi-dad de hacer' uso y ostentacin de la apariencia en poltica.La mayora: de los hombres se sienten atrados por lo queles entra por los ojos y quien no se contenta con ello puedeser intimidado, obligado 'a fingir que cree en la puesta enescena del poder- poltico: Los hombres en general juzganms por lo que ven que por lo que tocan; todos ven, pocossienten. Todos ven 1 G que t pareces ser, pocos sienten loque eres. Ahora bien, esos pocos no se atreven a oponersea la opinin de la mayora, que adems cuenta con losdefensores de la majestad del poder [... ] pues al vulgo loconvencen las apariencias y el resultado de cada cosa. Yenel mundo no hay ms que vulgO.1~5 Spinoza es contrario3. la tema y a la praxis de la doble verdad y de la raznde Estado expuesta en E l P rncipe, en cuanto Opone aljuego del parecer y del ser de los polticos astutos la ideade que en el mundo se puede adivinar un orden superioral representado por el teatro de la imaginacin: la realidadefectiva de las cosas, la vida misma es el escenario delmundo. Un rgimen poltico es tanto mejor cuanto menosnecesidad tiene de recurrir a la duplicacin de lo real enla apariencia, de sustentarse precisamente en la imagina-

    144 . TP . v , 7. En general, para un encuadramiento de las relacionesen tre Spinoza y Maqi.iavelo, fuera o al margen de los problemas aqu trata-dos, cfr. A. R av , Un contributo agli s tudi spinozani: Spinoza e Machiave-lli (1931), ahora en Studi su Spinoza e Fichte, Miln, 1958, pp. 91113; C.Gallicet Calvetti, Spinoza lettore di Machiavelli, Miln, 1972.14]. p. XVIII, p. 7o!. Pa ra o tros datos sobre este tema de. 1. Vissing,Machiavel et la politique de I'appa re nce , Par s, 1986. Sobre el concepto derazn de Estado, de. t arnbi n V\-. Aa., Staatsrdson. Studien zur Geschichtecines politiscben Begri/fs. ed. de R. Schnur, Berln, 1975.

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    MIEDO Y RENUNCL\

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    nacin, de explotar la debilidad de los hombres, de deslum-brarlos con su pompa para mejor ocultar as sus secretos. Apesar de su deseo de transparencia hacia s mismo, tambinLipsio sabe y sostiene a su vez que el poder poltico requierede tina mscara. El poeta del siglo xvn Georg Philipp Hars-dorfer recuerda estas palabras suyas: As como vemos lamanecilla del reloj y leemos las horas sin tener idea del inge-.Woso funcionamiento de sus complicados engranajes, asi.~1tmbin podmos observar las bendiciones y los castigos de;~\ D~os sin conocer sus causas secretas. Del mismo modo las/aecionesde los prncipes y de los seores se muestran amenuest ros ojos, pero sus intenciones y sus motivacionespermanecen ocultas para nosotross-.l'".Para Maquiaveb, sin embargo, los Estados ms slidosson aquellos que,,,-pd'e' a esconder imaginativamente lafractura entre elrorden viejo y el nuevo, no ocultan elconflicto "horizontal".' del presente. Desde este punto devista -aunque no apruebe en principio los tumultos-Spinoza est de acuerdo con el sentido de aquellos captu-los de los Discurso s queniuestra:n a la plebe romana capaz,.en su fucha contra los patricios, de no degenerar el! vulgocorrompido y de no organizarse en facciones, tal comoocurri, por el contrariov- ~:Fldtenci~' en tiempos de Sa-vonarola y Pier Soderini. ~~ E la antigua Roma, unos~:!~~.

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    146. G. Ph . Harsdorfer, Dehtiae mathemattcae et pbysicac, Nurernberg,S51/ pp. 348-349. S podrfa hacer observar -rozando una cuestin extrema-damente corapleja=" que 'en Spinoza se revela la tendenci a de la democraciam:odema a pasar de I~ esfera imaginativa de la

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    PASIONES DE ESPERA

    enfrentamentos tan duros hici eron libre y poderosa a laRepblica: e-ea que los que condenan los tumultos entrelos nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principalde la libertad de Roma, se fijan ms en el ruido y gritosque nacan de esos tumultos que en los buenos efectos queprodujeron, y consideran que en toda repblica hay dosespritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo,y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacende la desunin entre ~rr.bos (D, 1, 4, p. 39). En efecto,mientras que la nobleza quiere ser libre para mandan>, losplebeyos romanos desean la. libertad para vivir seguros(ibid ., 1,_16 , p. 80), o sea, sin miedo. Pero en-esta repbli-ca tumultuosa los conflictos no siempre son provocadospor el pueblo bajo o por los "proletarios". Al contrario,stos son causados la mayora de las veces por los propieta-rios, pues el miedo de perder genera en ellos las mismasansias que agitan a los que desean adquirir, porque a loshombres no les parece que poseen. con seguridad lo quetienen si no adquieren algo ms (Ibid., 1, 5, p. 43)_El descontento por lo que se tiene empuja entoncesal conflicto de las ambiciones, motivado por la inseguri-dad: La causa es qGe la naturaleza ha constituido alhombre de tal manera que puede dese arlo todo, pero nopuede conseguirlo todo, de modo que, siendo siempremayor el deseo que la capacidad de conseguir, resulta eldescontento de lo que se posee y la insatisfaccin. De aquque se originen los cambios de la fortuna, porque desean-do, por un lado, los hombres tener ms, y temiendo, porotro, perder lo que tienen, se llega a la enemistad y a laguerra, que causar la ruina de una provincia y 1; prosperi-dad de otra ([bid ... 1, 37, p. 120). Es precisamente dentrode este espacio de descontento (sobre el cual vase elP roemio al segundo libro de los Discursos), dentro del abis-mo que separa el desear tod o y el no poder conseguirlo,donde se instala la poltica, especialmente la noderna, ensu recurrir a ilusiories v apariencias .necesa ias.182

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    MIEDO Y RENUNCIA

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    Del mismo modo, tampoco las facciones surgen nor-malmente de la clase baja. Un ejemplo, sin duda inolvida-ble, nos lo ofrece el an joven Maquiavelo, durante elperodo en que entra en la vida pblica, cuando fray Giro-lama Savonarola agita los nimos de los florentinos con elmiedo al fuego eterno y con la esperanza de su regenera-cin en ste y en elotro mundo, con la promesa de] adveni-,miento de un Reino de Dios en la Tierra segn un modelo..de (p:~.!'feccin celestial, lo cual estimula as la imaginacinde r~:s-gentes. Ante la :duda de contar con escasos proslitos:'y de no 'tener a la Seora de su parte, intenta crear surepbl:;teocrtica con amenazas ' y promesas: Con gran-des aspavientos y razones eficacsimas para quienes tienenpoco juicio, comenz afirmando que sus seguidores eranexcelentes y sus adversark9_s malsimos; y ello apelando acuantas expresiones j;.1:tdi~ran: servir al menoscabo de lafaccin contraria y aLf;talecmiento de la suya. De lodicho, como me encontraba presente, os referir breve-mente algunas cosass.!" En la Iglesia de San Marcoslanz as un encendido sermn en el que sostuvo que elhonor de .Dios y los tiempos requeran que se cediese ala ira: < < Y ; tras este breve discurso, describi dos compa-as de soldados: una la deJos~}Iiilicianos de Dios, que erala de sus partidarios, otra la dsus-aaversa*ios, comandadapor el diablo."? -'~;- .. La l~berta(lde'la multitud se unda, en el caso de laRepblica romana," en-la falta de impedimentos externospara la consecucindelos propios fines, o sea, en la decla-rada voluntad d no permitir a los grandes esclaviz2.r 2 1pueblo. Tambin en poca moderna aquellas repblicasdonde se ha mantenido el vivir poltico sin corrupcin nosoportan que ninguno ne sus ciudadanos se comporte ni

    14 8. N iccolo M achia velli a Ri cci a rdo B eccbi , Florencia , 9 de marzo de1498, en L , 3 0 _149 . lb id ., ea L , 31.183

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    PASIONES DE ESPERAviva al modo de los genrileshombres, es ms, mantienenentre ellos una equitat iva igualdad, y son sumamente ene-migos de los seores y gentileshombres que hay en aquellaprovincia (D, 1, 55, p. 161).La libertad de cada uno de los individuos slo es posi-ble en el vivir libre de toda la comunidad que se aurogo-bierna y que tiende a la igualdad y al bien comn. A estefin son necesarias las virtudes republicanas de la prudenciay de la grandeza de nimo, que por s solas conservan yafianzan la libertad. Precisamente por ser los hombrestristes, pueden lograr la' mejor forma de convivenciasloa condicin de que sus intereses y su deber coinci-dan: es preciso proporcionarles razones egostas para servirtuosos. 150A la larga, resulta imposible saldar el inters particularcon el general nicamente con el miedo. De nuevo -pen-sando en Hobbes, en quien el miedo no tiene ciertamenteun papel absoluto, aunque sigue siendo desde luego cen-nal- la libertad individual no est asegurada, para el

    150. Cfr. Q. Skinner, The Idea of Negative Liberry: Philosophicaland Historical Perspective, en V\. Aa:, Pb ilosopby in H istory, Carnbridge,J 934, pp. 193-221 (en especial pp. 204 Yss). Sin embargo, a diferencia deSpinoza, Maquiavelo valora la esperanza, puesto que refuerza la confianzade los individuos en su in ten to po;: controlar la fortuna: cfr. D, ti, 29, p .277: Afirmo, pues, una vez ms, que es muy cierto, como demuestrantodas las historias, que los hombres pueden secundar a la fortuna, pero nooponerse ella, que pueden tejer ,''':; redes, pero no rornperlas. Sin ernbar-go, jams deben abandonarse, pues, como desconocen su fin, y como lafortuna emplea caminos oblicuos y desconocidos, siempre hay esperanza, yas, esperando, no tienen que abandonarse, cualquiera que sea su suertev por duros que sean sus esfuerzos, Mauricio Vircli l.a de:n;strado recien-cemente la te sis, en apariencia pa radjica, segn la cual Ei P rncip e de Ma-quiavelo no sera en absoluto un libro de poltica, en el sentido de queMaquiavclo es e! ltimo en dar al trmino el significado elevado y noble degobierno justo de la cosa pblica. A partir de Guicciardini la poltica coinci-de efectivamente con la razn de Estado, que Maquiavelo sigue enten-dindola como patrimonio de! prncipe, en cuanto 'que organizacin de -la"ida pblica (cfr. M. Viroli, From Poiitics lo Reason 01 State, Cambridge,1992),

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    MIEDO Y RENUNCIAMaquiavelo de los Discursos , por un rgimen que se apoyeen l, sino nicamente por un Estado libre, el nico capazde conciliar (y hasta de reforzar recprocamente) la utilitasdel individuo con la de la colectividad, con el bien comn.El in ters general deja as de -epresentar, por ,;:: lado, unobjetivo utpico, un deber-se y por otro, el resultado deun pacto en el que se armonizan los egosmos particularesy las formas de su compatibilidad y en el que la obediencia~~~~~leyes se ?one .:bajo la gida. de una razn gobernadamas-por el miedo que por le utilitas.t - ~

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    En ella los conatus individuales se coaligan, generando unproceso unitario y solidario de doble y recproco creci-miento, en el que la obediencia a las leyes est virtualmen-te libre del miedo y en el que los afectos y las ideas puedendesarrollarse para lograr una mayor alegra y potencia deexistir. Dado que el derecho de Naturaleza se extien-de hasta donde llega el poder de cada uno (y por ello esjusto que los peces grandes se coman a los pequeos, cfr.ib id, 331), la consecucin de la democracia presupone yuelos hombres asociados entre s se han vuelto tan fuertes,todos juntos, como para no 'ser obligados ya, por medio delmiedo y la esperanza, a renunciar a su propia autoconser-vacin bien entendida. Por tanto exige que todos se hayandesarrollado en potencia, y transformado, por as decir,en peces de ms o menos el mismo tamao ( pero, stos,sin abarl~uua[ el lenguaje figurado, qu comern enton-ces?). En este sentido, la democracia es la forma absolutade gobierno, 15 1 o sea aquella que desarrolla la mayorpotencia individual y colectiva de existir y que garantizala mxima seguridad, en cuanto la sociedad entera, lacommunis multitudo, conserva precisamente el poder cole-giadarnente (ibid' J 158) y por consiguiente tiene menosmiedo de los ataques exteriores.P? La seguridad se oponetanto al miedo como a la esperanza y hace posible una

    151. CEr. TP, XI, 1 = Transeo tndem ad tertium, et om nio absolutumimperium qcod Democrat icic- : appellamus.152. Acerca del concepto y la extensin de la democracia en Spinoza,cfr A . Negri, L 'an om alia selva gg ia. Sag ziQ su pot ere e potenza in BaruchSp inoza , op . cit. , pp. 229 , ss.; Id., Reliqua desiderantur. .Congettura peruna definizione del couce r;o di democrazia nell'ulrirno Spinoza, en StudiaSpin or cn a, l (1985), p. 14jI81; G. Saccaro Battisti, Dernocracyin Spinoza'sunfinished "Tracrarus Poliricus", en [ouma l 01 tbe H istory 01 ideas, XXXVIII(1977), pp. 623-6~4; F. Tinland, Hobbes, Spinoza, Rousseau e , la Iormaticnde l'ide de dmocratie ccmrne mesure de la legirirnir politique, en ReuueP bi los op bi que dp la Fr an ce el de I't ra nge r, ex (1985) , pp. 195-226. Sobreles f.~rmas de subordinaci:; que an perviven en' ella, cfr. A. Matheron,Fe: nes et serviteurs d"-.-:..'a dmocratie de Spinoza, en Reuue Pbilo-scp 'q ue de la Fr an ce et !' tranger, ea (1977), pp. 181.200.

    IV

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    aspiracin humana fundamental: Ni hay, nadie tampocoque no desee vivir, en lo posible, con seguridad y sinmiedo (Ibid ., 334).15..\ Ella es, polticamente, no slo locontrario de la anarqua (que, a su vez, genera y acrecientasu necesidad), sino tambin de la aventura, del riesgocaballeresco, a cuya prdida son incapaces de resignarse latica heroica aristocrtica y la imaginacin de Don Quijote.El desarrollo de un saber adecuado y la ampliacin del read~losconocimientos ciertos y compartidos, reduciendo ell k r igen de lo descohocido v la incidencia de la incertidum-'." . .\ bre- deiIuturo, limitan el espacio de la insecuntasP"ntell se sigue que la monarqua absoluta (a pesardesus desmedidas pretensiones de incondicionalidad, o preci-

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    15.3. Desde el De intellectus emendatione Spinoza anda en busca de unfixum bonum que rropor~i

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    samente a causa de ellas, es considerada como sntoma de unainsatisfecha necesidad de seguridad), es intrnsecamente d-bil, porque se apoya en la autoafirmacin de un solo indivi-duo. Su potestad deriva de la impotencia ajena, de la tristit iaque hace vivir a los sbditos "a dieta", incapaz como es de.aprovechar sus energas para hacer crecer a todos colleg ialiter .Desde el punto de vista de los ciudadanos, mientrasaue todos los individuos no se vuelvan conjuntamente msf~ertes, cualquier afrenta moralista o compasin de suimpotencia resulta, sin embargo, intil y perjudicial. En .efecto, no existe ninguna culpa, ni por parte de quien acti-vamente oprime y sabe despertar confianza en el propiopoder, ni por parte de quien pasivamente soporta la volun-tad ajena. y esto vale tanto con respecto a los demshombres o grupos, come con respecto a la colectividadmisma, en cuanto pretende imponerse simplemente me-diante la fuerza o la autoridad de las leyes, empujando alos individuos al sacrificio (no reconocido o no recompen-sado) de la propia utilitasv? o, en caso de rebelin, al ejer-cicio de un mero capricho de poder. .Spinoza sugiere un modelo colectivo de poltica quesea dinmico, que subvierta todos los ideales estticos,armnicos o tendentes a enmascarar las transformaciones.No habra aprobado, pues, ese temor de la rerum nouarumcu piditas que todava Montaigne, que vivi en una pocade violentas luchas polticas y religiosas, aborreca ms quela peste. Porque el autor de los Ensayos se daba cuenta,efectivamente, de la relatividad de las costurribres de losdistintos pueblos, pero era favorable a la obedienc:ia a las155. Cont ra cuantos sostienen que en el Tratadopoltico Spinoza habra

    abandonado su apoyo a a democracia, ampliamente expresado en el Tratadoteolgicopoltico, cfr. las pertinentes objeciones de R.J. Mcshea, Tb e P otit i-cal Philorophy of Spinora, Nueva York, 1964 , pp. -123 Y ss. Sobre la utilizascfr., en la presente obra, las pp. 45 2 Y ss. Pero cfr., por ejemplo, E, IV, prop.LVIl, escol.: Voy a continuar observando, a propsito de los afectos, lo quehay en ellos de til o daoso para los hombres.188

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    leyes del propio pas, nica tabla de salvacin frente al abis-mo de la anarqua: Me repugna la novedad, sea cual fueresu manera de presentarse, asistindome muchas razones paraello, pues he comprobado en muchas ocasiones sus efectosdesastrosos [... ] Lbs que trastornan el orden de un Estadocaen envueltos en su ruina; el fruto que el desorden producen o lo disfruta casi nunca el que lo ha producido; unos agitany enturbian .las aguas, para que otros pesquen en ro revuel-',~to(E S, I, xx n, P. 118 = p. 114). Spinoza no siente ya niY'siquiera la necesidad, sostenida por Maquiavelo en los

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    PASIONES DE ESPERAcorresponde a los "justos" y reales desequilibrios de podery de derecho.A diferencia de cuanto ocurrir con Rousseau y losjacobinos, la concepcin spinoziana de la democracia no. tiene nada en comn con el modelo de los antiguos, basado. con frecuencia en el sacrificio de cada individuo por elbien comn y fruto en general de una mera obediencia alas tradiciones o 'al mos maiorum, Esto le permite =-juntocon el rechazo del sacrificio- tambin el ataque terica-'mente ms radical desencadenado hasta entonces contralas motivaciones de la obediencia. Cuando cada uno hayaalcanzado un poder de existir no muy distinto del resto desus conciudadanos y sea dueo de s mismo, tiene la facul-tad (y por tanto el derecho) de negar la obediencia a unEstado y a una autoridad que se presentan como absolu-tos, indiscutibles y superiores a ese poder resul tante de lacolegialidad de cada uno de sus componentes. As pues,Spinoza no otorga su preferencia a ninguna forma degobierno en especial, ni siquiera a la democracia. La nicavara de medir que utiliza es la que sirve para determinarla capacidad de un rgimen poltico para incrementar almximo -en unas circunstancias dadas- la potencia deexistir de sus asociados. Por ello se niega implcitamenteel reconocimiento aristot1ico (posteriormente retorna-do por Hegel) de la supremaca por naturaleza del todosobre las partes, del Estado sobre los ciudadanos. De estemodo resulta tambin posible, al mismo tiempo, rechazarcualquier tipo de contrato social, que preve? ali enacin odelegacin, revocables o irrevocables, de los poderes y delos derechos de los individuos.

    Admitiendo que se mantengan las mismas condiciones,nadie est por ello obligado a someterse pasivamente a una"voluntad general" sea cual sea, que. se presente comouna entidad incomparablemente ms elevada que la sumade todas sus partes, de sus co na tu s individuales. En estesentido -ya pesar del parecer de algunos grandes intr-190

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    MIEDO Y RENUNCIA

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    pretes- no considero que la solucin de Spinoza Se apro-xime a la de Rousseau, por cuanto puede ser cier to queRousseau tuviese en mente la afirmacin spinoziana segnla c :ua1l,1ngobierno democrtico es aquel que ms se apro-xima a la libertad que la naturaleza concede a cada indi-viduo. Pues en este Estado, nadie transfiere a otro suderecho natural, hasta el punto de que no se le consulte'"w,adaen lo sucesivo, sino que lo entrega a la mayor parte de\"~toaala sociedad/de la que es miembro. En este sentido,sigue!) siendo todos iguales, como antes en el estado dena'tu~aleza>, (TT P , 341 ). 37 La diferencia esencial radica,ju~tainente, en el hecho de que Spinoza no pide a cada unoninguna renuncia preventiva y no corre el riesgo as delintercambio desiguat8Lle de forma inevitable se estableceentre el ceder cOmplJ1inente la propia libertad a a volun-tad general y el ~~~ib:ii-despus nada m s que una pequeaparte de ella. La libertad y el poder alineados, en este lt i-mo caso, con la voluntad general, son restituidos -por asdecirlo- desfaicados_4t la,pbsvala poltica que el Estadoretiene para s, como una especie de tasa para la propiasupervivenCia autnoma p'or los eventuales caprichos de lavoluntad de todos. '_>;"'" . . .Si nadie est obligado' a~~Qbedec~ra una democraciaque pretenda sacrificios-\~justificables.de la utilitas indivi-.di,il (por:queen ella pree:isament':: se legitima la ecuacinper/derechp), renos an debera doblegarse, disponien-do de medios; bajo la supremaca polt icamente vaci lante

    15~. Sobr~ ia consonancia entre esta tesis de Spinoza y la clebreexprc.~,JJ. rousse3;,::ana de El contrato social, l, 6 (

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    PASIONES DE ESPERAy la vis existendi declinante de un dspota, de un rey o deuna aristocracia anteriormente predominantes.La lgica de Spinoza resulta as completamente contra-ria a la de Hobbes. Spinoza se sita en el punto de vistade quien se esfuerza por reducir la pasividad de los hom-bres y no en el de la soberana dpl monarca. Conoce comoHobbes (pese a su insistencia en la aley -a) lo dramtico delos sacrificios exigidos por la organizacin de la vidaasociada y 1 " 1 mantenimiento e incremento del urden y elpoder. Pero su mirada llega desdeabajo, desde la asuncinde la ptica del individuo que busca salvarse a s mismo ya los dems aumentando de forma colectiva su poder, paraas poder hacer frente a la prepotencia ajena. En cambio,la mirada de Hobbes parte genralmente =-una vez aban-donado el estado de naturaleza- de arriba: de la nece-sidad ms fuertemente subrayada de un control rigurosode las fuerzas centrfugas y disgregadoras representadastanto por las pasiones como por la conciencia de los ciu-dadanos. Desde sus primeras obras, el probl-rna de Spi no -za es, en cambio, el de ensear, directamente, a unospocos la ciencia que conduce a la sabidura e, indirecta-mente, [. la mayora de los hombres el camino de la liber-tad y de la razn, porque, como afirma, forma parte demi felicidad tambin el esforzarme para que muchos otrospiensen come yo y su entendimiento y sus deseos estnperfectamente de acuerdo con mi entendimiento ~' misdeseos. A este fin es necesario en primer lugar comprenderla naturaleza de las cosas tanto cuanto basta para adquiriresa naturaleza humana; luego formar una sociedad talcomo es de desear pa!'a que el mayor nmero posible deindividuos la alcancen de la manera ms fcil y segura(TIE, J.4). Pero estas intenciones no se expresan en laforma del imperativo estoico o cristiano, ni siquiera enel optativo estoico, sino ms bien en el esquema si . .. ,entonces ... del condicional. Slo que el comp rtarnientode los hombres en la bsqueda de las prerni: lS para una

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    mayor libertad y racionalidad no depende exclusivamentede su voluntad: una catstrofe natural o social imprevistao el lento declinar de una comunidad pueden hacer retro-ceder a individuos y grupos a la lgica de la imaginacin'y dela supersticin:Del idntico derecho/poder de los hombres, que paraSpinoza va ms all del estado de naturaleza, no se infiere,por tanto, la existencia de una concenrracin de la sobera-

    ,,- D~,~L.dea potnciasin posterior de la vis existendi de U:1:.: slo-individuo, sino, en todo caso, de su ms equitativa> distribucin colegiada. Por consiguiente, no existe para lningn Leviatn (no importa cmo Se lo interprete: si comoballena, serpiente marina o cocodrilo) que pueda devorar

    ? sus sbditos por los caprichos o intereses exclusivos dequien manda: Ahq.t-a 'hien, el gran secreto del rgimenmonrquico y su m!Cl7l.9 inters consisten en mantenerengaados a los hombr~s y en disfrazar, bajo el especiosonombre de religin, el miedo con el que se los quierecontrolar, a fin de que [uchen por su esclavitud, como 5~se tratara de su salvacin-;--y no consideren una ignominia,sino el mximo honor, dar su, sangre y su alma para orgullode un solo hombre. Por erco~trario, en un Estado libre nocabra imaginar ni intentrada :ms absurdo.158De esta constatacin ..S'p}no-za no 'extrae, de todos. modos, las mismasconcl0's'iones que los" melanclicos,cuan~~ advierte~_ -ccon Burton-> que, por culpa de unosolo, derraman .:~do la propia vida a otros , c fr . L. Bove, La servirude, object parado:o.l eldsir, en Revue de l'Er.seignement P bilosophi que. X XXIV (1983-198.:1). pp.33-42 y, para una c0mparacin entre el estatutc del deseo (y de la aUlOCO::'servacin) en Spinoza y en los estoicos, B. Carnois. Le dsir selon les Sro-ciens et selon Spinoza, en Dialogue, XIX (1980). pp. 255 277.

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    PASIONES DE ESPERA MIEDO Y RENUNCIA

  • 8/3/2019 Geometra de las pasiones. (captulos sueltos)

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    dignidad pone en peligro su vida por el nuevo seor quedifcilmente le pagar el salario a final de afO.159 Si elpoder de la multitud permanece, en efecto, bien firme ycoherente, es posible -en ltimo trmino- organizarlotam bin de forma monrquica, aunque sta, por lo gene.ral, favorezca el mantenimiento de la servidumbre (cfr. TP ,VI, 4) . Pero a condic in de que el poder que se concedaal rey se determine por el solo poder de la misma multitudy se mar. tenga con su solo apoyo (cfr. ibid., VII; 31).No era ste, por cierto, el caso del Estaclo absolutistade Hobbes o del deseo de gloria y de grandeur de Luis XIVque -en el perodo de la madurez de Spinoza-- habadesencadenado por medio de sus sbditos sus guerras deconquista en Europa y que, en los aos inmediatamenteposteriores a la publicacin del Tratado teolgico-poltico,haba intentado invadir los Pases Bajos.160

    La multitud se somete normalmente a lo universal nopor razonamientos, sino por afectos (y, especialmente, porlas pasiones del miedo y de la esperanza). Lo que se quiereobtener de ella mediante amenazas es una obediencia queraya a menudo en la servidumbre.Aunque con el tiempo se convierta en espontnea, laobediencia ha sido siempre impuesra primero desde fuera,incluso en el caso -ilustrado por tienne de la Botie-de la servidumbre voluntaria. La renuncia, aparentementecontra natura, a la propia utilitas implica no s 6 1 0 una marca-da adaptabilidad de la naruraleza humana -cada hombrees distinto segn 1 [, combinacin y la intensidad de laspasiones que lo mueven (cfr. E, IV, prop. xxxnrl->, sinotambin la existencia en la sociedad de un aparato orgni-159. Cfr. R. Burton, AM, 9~, 108 (para el cual vase, en la presenteobra, tambin las pp. 166 Y ss y, sobre la insistencia en el desorden delmundo, cfr. R.A. Fox, The Tangled Cbain. Tbe Stru ct ure o/ Disorder in TheAnatcmy o/ Melancholy, Berkeley, 1976).160. Sobre esta guerra y sus imFlicaciones polticas y emotivas, cfr. P.Scnnino, Louis XIV and the Origins o/ the Dutch \Var, Cambridge, 1988.

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    co de coercin y de obediencia que la religin y la polticahan ido creando y perfeccionando paulatinamente a lo largode milenios, mediante la utilizacin de las pasiones y laimaginacin, la violencia y el miedo, la esperanza y laspromesas, el fa ntas m a de una situa ci n peor y el e= pej ism ode una vida feliz, apoyndolo todo luego L,-"l argumentosfalaces, en los que se asigna a l a cazn la tarea d :-.:gitimarel orden de la" imaginacin (ex r rar io a ella, aunque necesa-ri~~como premisa).'~os grandes jefes polticos y religiosos (los mismosrecordados por Maquiavelo en el captulo XXVI de El Prn-cipei son sin embargo aquellos C::Je,como Moiss, han sabi-00 plegar a veces fcilmente a la obediencia a un puebloseruituti adsuetus, no tanto por temor, como por propiainiciativa. (TTP, 159),J.