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MIRIAM SUBIRANA 13 ABR 2014 - 00:00 CET 4 La mayoría de las personas tienen miedo de volver a sí mismas, porque temen enfrentarse al dolor que hay en su interior” (Thich Nhat Hanh) PSICOLOGÍA » Gestionar el sufrimiento Si damos vueltas siempre a lo que no funciona, acabaremos agotados mentalmente Controlar los pensamientos negativos y tomar perspectiva posibilita el cambio y aminora el dolor Archivado en: Psicología Psicología Ciencia Ciencia Sufrimos frustrados por lo que desearíamos que fuera y no es, por lo que esperábamos que hubiera sido y no fue, por lo que queremos que sea y no llega. Generamos pensamientos negativos repetitivos y nos anclamos en sentirnos víctimas, nuestro pesar aumenta y se vuelve adictivo. Cuando cavilamos mucho sobre lo que no funciona, nos agotamos mental y emocionalmente, acumulamos malestar y no podemos decidir con claridad. Si además nos anclamos en preguntas como “¿por qué sigues cometiendo los mismos errores?, ¿por qué me toca vivir esto?”, sentimos dolor, pena y rabia. Podemos cambiar de rumbo si prestamos atención a lo que nos aporta bienestar, preguntándonos y conversando sobre qué solución nos beneficiaría más, adónde nos gustaría llegar, qué es lo que nos ilusiona. Según sea nuestro discurso interior, contribuimos a sufrir más o menos. Cuando uno padece, suele tener más preguntas que respuestas. Si se repite la pregunta que le lleva a la tristeza y a la decepción, se queda atrapado en el pozo del sufrimiento. Para no incrementarlo, seamos conscientes de los interrogantes que nos planteamos y elijamos bien el que conviene. Es necesario controlar nuestros pensamientos para que no provoquen un efecto de martillo sobre el clavo que a base de golpes profundiza en el agujero. Lo que ocurrió ya pasó, pero dejó herida, y con los pensamientos recurrentes de angustia, rencor o culpa nuestra herida no se cura. Entonces intentamos huir del sufrimiento. Huimos de él absorbiéndonos en las acciones. Lo ocultamos con consumismo, juegos de azar, adicciones, acontecimientos deportivos. Tomamos decisiones por miedo a sufrir o huyendo, y dejamos conflictos por resolver. No afrontamos lo que nos ocurre, no nos permitimos sentirlo. Escapándonos del dolor, este se acumula en nuestro interior, hasta que uno se encuentra deprimido o con necesidad de explotar. ILUSTRACIÓN DE JOÃO FAZENDA Gestionar el sufrimiento | El País Semanal | EL PAÍS http://elpais.com/elpais/2014/04/11/eps/1397215844_214074... 1 de 3 26/07/15 20:25

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MIRIAM SUBIRANA 13 ABR 2014 - 00:00 CET 4

La mayoría de laspersonas tienenmiedo de volver así mismas, porquetemen enfrentarseal dolor que hayen su interior”(Thich NhatHanh)

PSICOLOGÍA »

Gestionar el sufrimientoSi damos vueltas siempre a lo que no funciona, acabaremos agotados mentalmenteControlar los pensamientos negativos y tomar perspectiva posibilita el cambio y aminora el dolor

Archivado en: PsicologíaPsicología CienciaCiencia

Sufrimos frustrados por lo quedesearíamos que fuera y no es, por loque esperábamos que hubiera sido y nofue, por lo que queremos que sea y nollega. Generamos pensamientosnegativos repetitivos y nos anclamos ensentirnos víctimas, nuestro pesaraumenta y se vuelve adictivo. Cuandocavilamos mucho sobre lo que nofunciona, nos agotamos mental yemocionalmente, acumulamosmalestar y no podemos decidir conclaridad. Si además nos anclamos enpreguntas como “¿por qué siguescometiendo los mismos errores?, ¿porqué me toca vivir esto?”, sentimosdolor, pena y rabia.

Podemos cambiar de rumbo si prestamos atención a lo que nos aporta bienestar,preguntándonos y conversando sobre qué solución nos beneficiaría más, adónde nos gustaríallegar, qué es lo que nos ilusiona. Según sea nuestro discurso interior, contribuimos a sufrirmás o menos.

Cuando uno padece, suele tener más preguntas que respuestas. Si serepite la pregunta que le lleva a la tristeza y a la decepción, se quedaatrapado en el pozo del sufrimiento. Para no incrementarlo, seamosconscientes de los interrogantes que nos planteamos y elijamos bien elque conviene.

Es necesario controlar nuestros pensamientos para que no provoquenun efecto de martillo sobre el clavo que a base de golpes profundiza enel agujero. Lo que ocurrió ya pasó, pero dejó herida, y con lospensamientos recurrentes de angustia, rencor o culpa nuestra heridano se cura. Entonces intentamos huir del sufrimiento. Huimos de élabsorbiéndonos en las acciones. Lo ocultamos con consumismo,juegos de azar, adicciones, acontecimientos deportivos. Tomamosdecisiones por miedo a sufrir o huyendo, y dejamos conflictos porresolver. No afrontamos lo que nos ocurre, no nos permitimossentirlo. Escapándonos del dolor, este se acumula en nuestro interior, hasta que uno seencuentra deprimido o con necesidad de explotar.

ILUSTRACIÓN DE JOÃO FAZENDA

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Cuando elserhumanotiene unpara qué,puedeatravesarcualquiercómo”(ViktorFrankl)

Si vivimos obsesionados por la satisfacción de lo inmediato y estamospermanentemente huyendo de los inconvenientes y de las

adversidades, nos debilitamos. Una sociedad que elimina el sufrimiento huyendo de él es frágilporque se siente permanentemente amenazada. La sociedad occidental está orientada hacia eléxito. Sufrir se asocia a fracaso, a ser flojo, a no llegar, a sentir que uno no forma parte delsistema productivo y no sirve.

Tememos lo que desconocemos, lo que no tiene forma, lo que está en nuestra sombra, diría CarlG. Jung. Permitirnos espacios y tiempos para estar solos de vez en cuando facilita establecer undiálogo interno con el cual descubrir y conectar con nuestra fuerza personal. Si uno está bienconsigo mismo, le será más fácil estar bien en el entorno y con los otros. Si uno se sientecómodo, no huirá de sí mismo. Gozará estando solo y también en compañía. Es en la soledadcuando uno puede escucharse mejor. El sufrimiento emocional nos indica que quizá estamosaguantando algo que deberíamos soltar. Tal vez hemos de aprender a decir no o sí, o a ponerlímites; tal vez debemos cuidarnos más, o necesitamos más silencio.

Al no escuchar lo que el abatimiento nos señala, llega un momento en que se produce una grietainterna. Hemos huido de nuestra propia voz interior que nos quiere comunicar algo. Eldesconsuelo indica la posibilidad de un cambio latente. Cuando encontramos el sentido denuestra angustia, esta se transforma.

Con motivación se atraviesan las dificultades que se presentan para lograr nuestro objetivo.Cuando la serpiente tiene que desprenderse de su piel vieja, escoge transitar por dos piedraspróximas que le aprieten, le rasquen y le ayuden a eliminar su piel. Ese tránsito le provocadolor, pero le ayuda a deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo. Es el final de un procesoy el inicio de otro. Y en ese tránsito sufrimos. Si nos resistimos a atravesarlo, la angustia seincrementa, pues no soltamos lo que ya no nos aporta, lo que necesitamos, ni damos espacio alo que quiere nacer. Uno puede enquistarse en ese dolor, alargando el padecimiento yhaciéndolo agónico.

El sufrimiento nos indica que algo nuevo está naciendo. Simantenemos puesta la marcha atrás, no avanzamos, podríamos decirque la herida se infecta. Si asumimos y pasamos el dolor, dejamospaso a lo nuevo. Hay que fluir aunque sea en mitad de laincertidumbre. No sabemos lo que nos espera después de ese cambio,y esa inquietud nos puede provocar una falta de fuerza interior. Sinembargo, desprenderse de lo que nos daña es lo que nos libera, nosfortalece y nos hace libres.

Por ejemplo, uno puede sentirse invadido por el sufrimiento que leprovoca la pérdida de un ser querido y estar años y años padeciendo.O bien, aunque haya perdido a un hijo, a una madre, a un gran amigo,puede conectar con los momentos llenos de sentido y felicidad vividoscon ellos, y aunque probablemente habrá una sombra de dolor con elrecuerdo, este no ocupará ni nublará todo. Uno sentirá elagradecimiento por esos momentos.

Cuando atravesamos el sufrimiento, nadie puede responder por otro.Este es un sentimiento intransferible y, aunque nos demos cuenta,nadie puede hacer nada, cada uno debemos recorrer ese camino pornosotros mismos. Si, para evitar que una mariposa sufra al salir delcapullo, le ayudamos a abrirlo, la mariposa no utiliza su propia fuerza,sus alas se debilitan y se muere. Es ella la que debe atravesarlo parafortalecerse y así poder volar. Cada uno tenemos que salir de laspropias redes que nos envuelven y reforzarnos en el tránsito.

Sin embargo, compartir la dificultad, darle nombre y expresarla,aligera la carga. Es más fácil si lo identificamos, lo nombramos, lo escuchamos, lo miramos cara

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En unasociedadque nosprohíbenuestrasdebilidades,¡quéliberadoresmanifestarsevulnerable!”(JavierMelloni)

a cara y lo humanizamos. Lo que ocurre a veces es que la vergüenza o el miedo a lo quepensarán al ver nuestra vulnerabilidad o debilidad, o a que nos etiqueten como alguienfracasado, dificulta que compartamos nuestro sufrimiento. Debemos aprender a acompañar alque se encuentra en esta situación sin juzgarle. Una mirada amorosa que acoge ese dolor y nojuzga cuando uno se abre a ser escuchado y a compartir ayuda a expresarse para soltar el doloracumulado en nuestro interior. Y cuánto más hayamos pensado que seríamos juzgados, sidescubrimos en el otro ternura y comprensión, eso es profundamente liberador. Tener dóndeexpresar y manifestar lo que nos angustia descarga nuestro peso.

Para aligerar, nos ayudará también escribir. Elaborar una carta dirigida a uno mismo, en la quese conversa con la parte que sufre y está herida. Ejercitando la verdadera presencia,conseguimos aliviar la angustia que hay en nuestro interior.

Se trata de transformar las adversidades y los monstruos, que son nuestros miedos, en aliadossobre los que cabalgamos. El mito de san Jorge es un ejemplo de transformación: el miedo y eldolor que simboliza el dragón se convierten en una cabalgadura que libera a la princesa. SanJorge no mata al dragón, sino que monta sobre él porque lo ha integrado.

Entregarse en el tránsito que implica el sufrimiento y no eludirlo haceque aquello que parece un obstáculo y una gran devastación seconvierta en una oportunidad. No es fácil dar este salto. Pero la claveestá en confiar. En un espacio en el que impera este clima se creannuevas dinámicas liberadoras que nos revitalizan y nos abren alsentido de vivir. Creemos que a cada instante respiraremos, que acada paso que demos el edificio aguantará, que cuando lleguemos acasa nos encontraremos con la persona a quien hemos dejado.Nuestra vida está hecha de confianza. Cuando nos convertimos enseres recelosos, nos deshumanizamos. La confianza nos humaniza.Vivamos en la fe radical de que todo tiene sentido más allá de lo quepodemos percibir con nuestras cortas miradas.

© EDICIONES EL PAÍS S.L.

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