Gonzales_Prada_El porvenir nos debe una victoria_Reseña

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    Vol. 10, No. 2, Winter 2013, 375-382www.ncsu.edu/acontracorriente

    Review/Resea

    Thomas Ward. El porvenir nos debe una victoria: La inslitamodernidad de Manuel Gonzlez Prada. Lima: Red para elDesarrollo de las Ciencias Sociales en el Peru, 2010.

    Releyendo a Gonzlez Prada

    Jos Luis Rnique

    Lehman College & The Graduate Center

    City University of New York

    A Thomas Ward no slo le debemos varios importantes trabajos

    sobre Manuel Gonzlez Prada (1844-1918) sino una invalorable

    digitalizacin de sus principales textos1; se trata, sin duda, del ms activo

    difusor en los Estados Unidos de la obra del llamado apstol del

    radicalismo. El porvenir nos debe una victoria: La inslita modernidad

    1 Ensayos y poesa de Manuel Gonzlez Prada,www.evergreen.loyola.edu/~tward/gp/

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    de Manuel Gonzlez Prada (Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias

    Sociales en el Per, 2010) es, al respecto, su ms reciente contribucin: un

    grueso volumen (459 pginas) en el que una treintena de autores de

    orgenes y especialidades diversas ensayan nuevas miradas a la obra del

    insigne ensayista peruano quienacaso opacado por las figuras de suscompatriotas Vctor Ral Haya de la Torre y Jos Carlos Mariteguiha

    recibido relativamente poca atencin entre los estudiosos de la tradicin

    radical latinoamericana. Subsanar dicho vacoapenas interrumpido por la

    obra del norteamericano Robert G. Mead Jr. y los peruanos Eugenio

    Chang-Rodrguez y Luis Alberto Snchez, autores de tres textos

    fundacionales sobre el tema que incluye Ward aqu a manera de

    homenajees el cometido principal de este valioso trabajo.

    I

    A la memoria histrica peruana accedera Pradacomo prefera que

    lo llamarana raz de la Guerra del Pacfico. El curso mismo de su vida

    sera profundamente alterado por su participacin, como oficial de reserva,

    en la batalla que sera la antesala de la ocupacin de Lima por las fuerzas

    chilenas. Un furioso ensayista devendra el retrado bardo de preguerra a

    partir de entonces. Como voz de la conciencia nacional lo calificara su

    compatriota Francisco Garca Caldern aos despus en reconocimiento asu labor propagandstica de aquel entonces. Una prdica que del

    revanchismo mudara en acerba denuncia de las condiciones que haban

    impedido al Per hacer frente con entereza a un vecino de mucho menor

    podero. No depondra jams su actitud de rebelda, su vocacin de

    agitador; ni siquiera cuando, en 1912a los 68 aos, acept su primer

    puesto pblico, como director de la Biblioteca Nacional. De ah la

    naturaleza fragmentaria de su obra, una suerte de partes de batalla

    producidos a travs de medio siglo de intensa vida que se resiste a la

    sntesis y a una adecuada historizacin; debido, fundamentalmente, a la

    dificultad para delinear el contexto preciso de su produccin, tal como

    explica Sara Castro-Klarn. A su parecer, un estudio que lograra tejer,

    genealgicamente, las ideas estticas y polticas de Prada, nos permitira

    apreciar mejor la agudeza y modernidad de su crtica literaria; rescatar,

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    vale decir, su plena vitalidad, fruto del empeo del autodidacta por dotarse

    de un punto de mira desde el cual irrumpir en la historia de su patria,

    desde el silencio de sus propios exilios y retiros de la vida poltica en el

    Per. Como ella, otros de los contribuyentes a este volumen, definirn al

    autor de Pjinas Libres como un pionero en la crtica de la colonialidaddel poder en el sentido que su compatriota Anibal Quijano formulara el

    tema dcadas despus.2

    Csar German, Rafael Rodrguez Monge y Gonzalo Portocarrero

    ofrecen aportes especficos en ese sentido. Coincidiendo con la clsica

    genealoga mariateguista, como fundador de la corriente de pensamiento

    crtico que sera proseguida por el propio Maritegui y Quijano mucho

    despus lo presenta el primero; forjador, por tantoobserva Germande

    las herramientas cognoscitivas necesarias para generar conocimientossobre la realidad histrico-social y su transformacin. Desde la perspectiva

    de la teora de la dependencia lee el segundo la obra pradiana resaltando

    una peculiaridad de su enfoque: que si bien no realiza referencias directas a

    la situacin del Per como nacin perifrica en el contexto mundial,

    materializa su crtica del colonialismo interno a travs de la denuncia

    metaforizada de los hombres pblicos de su pas. Particularmente

    interesante, finalmente, la relectura de Portocarrero de sus Baladas

    Peruanas, un temprano texto pradianoanterior a su conversin enapstol del radicalismoen que el afn de fundar una pica nacional a

    partir del drama de la conquista lo lleva a tomar conciencia de la entraa

    colonial del Per republicano, iniciando as un proceso intelectual que

    culminara en su crtica de la tradicin criollanegadora del mundo

    indgenadesplegada en su clebre Discurso del Politeama de 1888.

    Aquel en que formulara una de sus ms clebres sentencias: que no

    formaban el verdadero Per las agrupaciones de criollos y extranjeros que

    habitaban la franja costea sino las muchedumbres de indios diseminadas

    en la banda oriental de la cordillera.

    2 Anbal Quijano, Colonialidad del poder, eurocentrismo y AmricaLatina en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.

    Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) (CLACSO, ConsejoLatinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000),246. Disponible en la World Wide Web:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/quijano.rtf

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    Menos coherente y asertivo el perfil que emerge de los ensayos

    dedicados a examinar la complicada relacin de Prada con la corriente

    liberal. Venerabanos dice Wardal liberalismo clsico pero no toleraba

    su purismo moral a los liberales realmente existentes; de ah su

    repugnancia hacia los liberales insinceros que optaban por acomodarseal poder eclesistico, traicionando as un principio medular de dicha

    doctrina. Para Carmen McEvoy, por el contrario, la versin pradiana del

    liberalismo, simplemente no ha permitido evaluar la trascendencia del

    liberalismo peruano decimonnico, de su meritoria lucha, vale decir, por

    las libertades civiles y los avances de un Estado militarizado que se

    encarga de detallar en su contribucin. Sea como fuerecomo explica

    Isabel Tauzin-Castellanos a continuacindivergencias tales le llevaran a

    explorar una va de superacin del liberalismo que al pensamientolibertario habra de conducirle. El contradictorio curso de esa transicin

    nos recuerdan Joel Delhom y Pierre-Luc Abramson al subrayar, el primero,

    su discreta y lcida admiracin por los EEUU e incidir, el segundo, en su

    total desprecio por la tradicin indfila del liberalismo hispano expresada

    en connotados defensores del indio como Juan Bustamante, Santiago

    Giraldo, Pedro Zulen y otros ms.

    Del amplio mbito de las referencias literarias del autor deHoras

    de Lucha da cuenta la seccin dedicada a los contextos e intertextostransatlnticos de su trayectoria. En las Rubaiyat de Omar Jayam se

    inspiran sus Cuartetos Persas, constituyndose en el primer

    latinoamericano en acercarse a su obra, nos dice Ricardo Silva-Santisteban.

    Su relacin con el mundo ibrico exploran, por su parte, los acadmicos

    espaoles ngel Esteban, Ana Gmez-Perez y Ramn Espejo-Saavedra en

    breves ensayos enfocados en los vnculos entre el peruano y tres

    connotados autores ibricos: Gustavo Adolfo Bcquer, Miguel de Unamuno

    y Leopoldo Alas (Clarn) respectivamente. No apuntaba a imitarlo anota

    el primero sino a asimilar la corriente idealista y popular que el clebre

    poeta sevillano representaba. El singular temperamento del apstol

    quedara perfilado, por otro lado, en su efmero vnculo con el clebre

    filsofo bilbano con quien corta comunicacin epistolartras recibir un

    elogioso comentario elogioso a susPjinas Libresa raz de que este ste le

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    comenta su desagrado con la excesiva claridad con que se expresan los

    autores franceses; comentario chocante para quien creacomo era el caso

    de Pradaque la claridad expositiva era fundamental para comunicar la

    verdad. A una enigmtica comparacin con Leopoldo Alas Clarin recurre

    el tercero, finalmente, para subrayar que, a pesar de sus diferenciasideolgicas (un krausista versus un anarquista), coinciden ambos en

    afirmar la dimensin tica de la poltica.

    Al anlisis de los contextos literarios, sociales e ideolgicos en

    Lima, el Per y Amrica del Sur de la produccin pradiana est dedicada la

    seccin siguiente. Desde el ngulo de la crtica literaria abordan el tema

    Marcel Velsquez Castro y Gonzalo Espino Reluc. Que su radical

    descalificacin de la Lima oligrquicahecha desde la perspectiva de una

    soada ciudad anarquistale impidi observar a plenitudnos dice elprimerolos ambivalentes procesos de modernizacin que experimentaba

    la Lima realmente existente; observar, en particular, una vital cultura

    popular criolla que gozaba con el chisme, la comida y el sexo que en el

    letrado Prada no poda producir sino el mayor de los desprecios. Como

    Gonzalo Portocarrero, por su parte, Espino Reluc resalta el papel de las

    Baladas Peruanas en la potica pradiana en tanto momento definitorio de

    su esfuerzo por incluir al indio en la literatura ilustrada de la poca. En

    lnea similar, compara el historiador Ricardo Sequeira Bechelli elpensamiento antirracista de Prada con el del mdico brasilero Manoel

    Bomfin como representantes de una misma corriente que, en el marco del

    auge de las teoras raciales de corte darwiniano, contribuyeron a

    establecer que la divisin de la sociedad no deba ser analizada a partir de

    patrones raciales sino sociales. Diversas dimensiones de su pensamiento

    poltico examinan, por su parte, Eugenio Chang-Rodrguez, David

    Sobrevilla y Jos Miguel Oviedo. En el impacto de la extremada

    religiosidad de su familia y de la sociedad peruana en general encuentra el

    primero las razones justificatorias de su obcecado anticlericalismo,

    verdadera obsesin que marca a fuego su pensamiento poltico. De su

    reexamen de la crtica mariateguista de Pradahombre de verbo y no de

    accin cuya prdica se haba agotado en un verbalismo panfletario

    condenado a la esterilidadconcluye por su parte el filsofo Sobrevilla que

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    tuvo ste, en muchos casos, una ms aguda visin radical que la del

    celebrado Amauta; al advertir, por ejemplo, que no bastaba con la

    liberacin econmica sino que era preciso demandar una serie de

    revoluciones ms, contra la inmoralidad, la corrupcin y el militarismo

    que campearon en la historia peruana contribuyendo a perpetuar ladesigualdad. Un tono trgico por el contrario tiene el texto de Oviedo quien

    contrasta al poetaque se nos muestra con todas sus incertidumbres,

    contradicciones y angustias ante las grandes paradojas de la vida que no

    saba bien cmo resolvercon el combativo prosista que llega, en su

    fanatismo, a incurrir en una arrogante apologa de la violencia. Quizs

    concluye Oviedoms que soberbia o negacin debido a una simple

    ceguera moral.

    A lo que el editor denomina el resbaloso concepto de gnero estdedicada la seccin final. Entre su preocupacin con la revancha contra

    Chile y sus denuncias contra la invasin clerical y la farsa poltica, como

    sostiene Isabelle Tauzin-Castellanos, la cuestin femenina tuvo poca

    relevancia para Gonzlez Prada. De ah que las contribuciones incluidas en

    esta seccin terminen refirindose a un limitado puado de textosLas

    esclavas de la Iglesia en particulary, por extensin, a las redescubiertas

    memorias de la esposa del apstol: Adriana Verneuil de Gonzlez Prada.3

    En el tratamiento del tema, Sara Beatriz Guardia resalta el afn de Pradapor identificar paradigmas femeninoscomo Madame Ackerman y Louis

    Michelleque, frente a las prisoneras del dogma y del fanatismo

    religioso, aparecan como ciudadanas con derechos, libres de ataduras

    oscurantistas; personas en una palabra. Sin contradecir del todo la

    emptica visin de Guardia van ms all, los investigadores franceses Joel

    Delhom e Isabelle Tauzin-Castellanos. Si bien sostiene Prada que

    solamente por la accin enrgica del hombre lograra emanciparse la

    mujer catlica, sera inexacto inferirseala Delhomque se trata de una

    visin machista que reduce la mujer a la pasividad, como su vigorosa

    defensa en pro de la emancipacin femenina habra de demostrarlo. Y, sin

    embargo, no puede dejar de sorprendercomplementa Delhomsu

    3 Adriana de Gonzlez Prada, Mi Manuel (Lima: Editorial CulturaAntrtica, 1947).

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    completa omisin de Flora Tristn, un modelo de mujer emancipada

    estrechamente vinculada al Per. A juicio de Tauzin-Castellanos,

    asimismo, Prada habra evolucionado de la problemtica de la educacin

    femenina al debate sobre el feminismo, adelantndose en varios aos a

    las reivindicaciones de la vanguardia femenina peruana. Insospechadosintercambios entre la esfera pblica y la privada resultan, no obstante, del

    cotejo de sus ensayos con las memorias de su viuda, en tanto que, liberada

    de la mirada crtica de su consorte, aporta elementos cruciales para

    matizar sus juicios terminantes sobre el tema femenino. A la misma

    fuente recurrir Ana Peluffo para proponer una lectura del llamado

    pradiano a la secularizacin femenina como deseo tal vez inconsciente

    de exorcizar ciertas conductas antinormativas y antidomsticas de las

    mujeres que ponan en peligro la supremaca del sujeto masculino. De ahque, a fin de cuentas, en la visin masculinizante de la nacin del apstol

    radical, la entrada a la modernidad de la mujer descatolizada deba

    producirse de la mano de un ilustrado protector.

    III

    La imagen del gonzalespradismo como un modelo para armar

    emerge de este ejercicio de relectura colectiva editado por Thomas Ward.

    As fue siempre con el legendario Don Manuel. En vida se le endios tantocomo se le demoniz. No cesaba su figura de tener un efecto polarizador.

    Momento hubo en que entre palmistas (por Ricardo Palma) y

    gonzalespradistas se divida la ciudad letrada peruana. Tendieron a

    reconocerlo relativamente tras su muerte los sectores que le haban

    combatido antes. Eventualmente, Maritegui llamara a impedir que se le

    convirtiese en una figura oficial, acadmica tras lo cual perciba el intento

    de desvalorizar su rebelda. 4 Y los mariateguistas, posteriormente,

    objetaran el intento aprista de aduearse de su legado. Como un apstata

    enfrascado en la negacin de su antigua fe lo vera en 1931 Jorge Basadre.5

    4 Jos Carlos Maritegui, Siete Ensayos de Interpretacin de la RealidadPeruana enMaritegui Total, tomo I (Lima: Empresa Editora Amauta, 1994), 115.

    5 Jorge Basadre, Per: Problema y Posibilidad, 4ta edicin (Lima:Fundacin M.J. Bustamante de la Fuente, 1994), 163.

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    Siempre dar la riqueza de su obra para encontrar nuevos y

    fascinantes resquicios, para intentar novedosas y ms sofisticadas lecturas.

    Muy certero, en ese sentido, es el llamado de Sara Castro-Klarn a realizar

    una edicin genealgica de su obra que permitira una mucha ms precisa

    historizacin de su pensamiento. Acaso en el estudio de la recepcin de suobrael anlisis vale decir de sus desmesuradas sentencias, sus juicios

    lapidarios y sus crticas furibundasreside el ngulo ms prometedor de

    los estudios gonzalespradistas. Reinsertarlo, vale decir, en el proceso de

    elaboracin de una tradicin radical quepara bien o para mal

    proyectara su sombra a lo largo del siglo XX peruano y acaso ms all.