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COMUNICACIÓN/PERIODISMO nº 3 | 01/03/1997 La musa alfabetizada Gonzalo Abril ERIC A. HAVELOCK La musa aprende a escribir Paidós, Barcelona, 1996 El examen de la relación entre el lenguaje (oral) y la escritura no es, desde luego, una moda teórica de la última temporada. Es bien conocido el rastreo que en los sesenta hizo Derrida (De la Gramatología) sobre la versión platónica del problema, y la importancia que el filósofo francés atribuyó a esa versión como constitutiva del logos occidental, textual y exteriorizado. Como recuerda Havelock, el problema tematizado por Platón reapareció en la conciencia moderna con Rousseau, cuyo «buen salvaje» era concebido como un «oralista», alter ego cultural del sujeto «letrado» de la civilidad. Pero durante los últimos treinta años la relación oralidad/escritura se ha instituido como campo específico de investigación interdisciplinar, a cuya normalización científica han contribuido la teoría literaria, la sociología histórica, la antropología cultural o la teoría de la comunicación, entre otros enfoques. El énfasis en la diferencia que opone lo oral a lo escrito ha obligado a discutir el carácter propiamente «literario» (es decir, estético o estilístico) de algunas características de los textos «arcaicos». Por ejemplo, la versificación o la trama narrativa habrían servido a primigenias operaciones mnemotécnicas que el discurso oral desarrolló para su propia reproducción, antes de que la posterior objetivación escrita de los textos las tornara superfluas y, por ello mismo, disponibles para una refuncionalización estilística. La acreditación de este tipo de hipótesis no fue sosegada: el territorio académico de los estudios literarios se llegó a sentir amenazado por la «invasión» de la antropología histórica, es decir por la inserción de la literatura en el campo de la cultura ampliamente entendida. En este reajuste territorial, autores como M. Parry sufrieron el ostracismo académico: Parry había descubierto que tras los epítetos formularios de la obra homérica se escondían técnicas compositivas específicamente orales, independientes de la escritura, ajenas por tanto al suntuoso prestigio de la «literatura clásica». Las investigaciones de Havelock, profesor de cultura clásica en la Universidad de Yale, pueden ser inscritas en un triple contexto teórico: primero, el de la investigación histórico-antropológica de la oralidad/escritura; segundo, en el que, bajo la rúbrica no siempre justa de «determinismo tecnológico», agrupa las obras de autores tan influyentes como W. Ong, H. Innis o M. McLuhan; y, en tercer lugar, y muy destacadamente, en el ámbito de los estudios clásicos. Aunque somete a crítica la «vena de misticismo» y la «nostalgia romántica» que recorre la obra macluhaniana, Havelock reconoce la proximidad de su obra a la del famoso teórico canadiense: «McLuhan había llamado la atención sobre lo efectos psicológicos e intelectuales de la imprenta: yo estaba preparado para seguir el hilo hacia atrás, hasta llegar a algo que había empezado unos setecientos años antes de Página 1 de 3

Gonzalo Abril, Prefacio a Platón, La Musa Alfabetizada

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ERIC A. HAVELOCKLa musa aprende a escribirPaidós, Barcelona, 1996Gonzalo Abril, La Musa Alfabetizada

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  • COMUNICACIN/PERIODISMO n 3 | 01/03/1997 La musa alfabetizadaGonzalo Abril

    ERIC A. HAVELOCKLa musa aprende a escribirPaids, Barcelona, 1996

    El examen de la relacin entre el lenguaje (oral) y la escritura no es, desde luego, unamoda terica de la ltima temporada. Es bien conocido el rastreo que en los sesentahizo Derrida (De la Gramatologa) sobre la versin platnica del problema, y laimportancia que el filsofo francs atribuy a esa versin como constitutiva del logosoccidental, textual y exteriorizado. Como recuerda Havelock, el problema tematizadopor Platn reapareci en la conciencia moderna con Rousseau, cuyo buen salvaje eraconcebido como un oralista, alter ego cultural del sujeto letrado de la civilidad. Pero durante los ltimos treinta aos la relacin oralidad/escritura se ha instituidocomo campo especfico de investigacin interdisciplinar, a cuya normalizacincientfica han contribuido la teora literaria, la sociologa histrica, la antropologacultural o la teora de la comunicacin, entre otros enfoques. El nfasis en la diferenciaque opone lo oral a lo escrito ha obligado a discutir el carcter propiamente literario(es decir, esttico o estilstico) de algunas caractersticas de los textos arcaicos. Porejemplo, la versificacin o la trama narrativa habran servido a primigenias operacionesmnemotcnicas que el discurso oral desarroll para su propia reproduccin, antes deque la posterior objetivacin escrita de los textos las tornara superfluas y, por ellomismo, disponibles para una refuncionalizacin estilstica. La acreditacin de este tipode hiptesis no fue sosegada: el territorio acadmico de los estudios literarios se llega sentir amenazado por la invasin de la antropologa histrica, es decir por lainsercin de la literatura en el campo de la cultura ampliamente entendida. En estereajuste territorial, autores como M. Parry sufrieron el ostracismo acadmico: Parryhaba descubierto que tras los eptetos formularios de la obra homrica se escondantcnicas compositivas especficamente orales, independientes de la escritura, ajenaspor tanto al suntuoso prestigio de la literatura clsica. Las investigaciones deHavelock, profesor de cultura clsica en la Universidad de Yale, pueden ser inscritas enun triple contexto terico: primero, el de la investigacin histrico-antropolgica de laoralidad/escritura; segundo, en el que, bajo la rbrica no siempre justa dedeterminismo tecnolgico, agrupa las obras de autores tan influyentes como W. Ong,H. Innis o M. McLuhan; y, en tercer lugar, y muy destacadamente, en el mbito de losestudios clsicos. Aunque somete a crtica la vena de misticismo y la nostalgia romntica querecorre la obra macluhaniana, Havelock reconoce la proximidad de su obra a la delfamoso terico canadiense: McLuhan haba llamado la atencin sobre lo efectospsicolgicos e intelectuales de la imprenta: yo estaba preparado para seguir el hilohacia atrs, hasta llegar a algo que haba empezado unos setecientos aos antes de

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  • Jesucristo. En esta retrospeccin Havelock haba encontrado ya antes de su Prefacioa Platn, publicado en 1963, poco despus de la aparicin de la macluhaniana GalaxiaGutenberg-algunos de los que l mismo denomina efectos lingsticos de la revolucinalfabtica griega. Pero las tesis de Havelock no tienden, como las de Godoy, a subrayar la rupturacultural de la escritura con el mundo oral, sino justamente al contrario: el sistemagriego de escritura alfabtica logr la paradjica capacidad de recuperar y restituir conextraordinaria fidelidad la cultura oral helnica. Una cultura que ya haba desarrollado,tambin admirablemente, sus propios procedimientos de almacenamiento, deconservacin de nomoi (normas morales) y thea (costumbres), como puedeescudriarse a travs de las obras de Homero y Hesodo. Y en efecto, la cultura oralque es efectivamente una cultura, un entramado complejo de procedimientoscomunicativos y de prcticas sociales haba desarrollado dispositivos como el ritmo (elengarce del lenguaje con el placer corporal), la narratividad, las expresionesformularias y la parataxis (el enlace sintctico no subordinativo) para hacer posible latransmisin cultural. En dnde reside, segn Havelock, la originalidad de la escritura griega? Justamenteen su carcter alfabtico y no silbico. Una larga tradicin interpretativa atribuye alsistema escritural griego la aportacin de las vocales, puesto que las escriturasprehelnicas habran contado ya con signos consonnticos. Havelock desmiente estateora: en sistemas anteriores de escritura, un signo como k no era propiamenteconsonntico, porque designaba el conjunto silbico, ka-ke-ki-etc.. La aportacin delalfabeto griego consisti, justamente, en superar el empirismo silbico al abstraer delsonido de la slaba los elementos con-sonantes, es decir, aisladamenteimpronunciables. Otras escrituras anteriores haban usado ya los signos voclicos. El tour deforce del genio griego fue inventar la consonante pura. Y con ello, un mediode representacin visual del sonido lingstico a la vez econmico y exhaustivo. Elinstrumento de la escritura alfabtica permitira, pues, reproducir el entero alcancede la oralidad previa, inevitablemente inasequible para sistemas escriturales menosperfeccionados. En el mundo griego fue posible un sistema nico y original de transicin de la oralidada la escritura, pues permiti que permaneciese bajo el controlde los propios hablantesgriegos la aplicacin del invento para transcribir todo lo que fuese a la vez hablado yconservable. Por ello no sufrieron la presin de otros sistemas escriturales. Por ello selibraron tambin de las ritualizaciones doctrinarias y dogmticas con que otrasescrituras haban filtrado los controles flexibles e intuitivos de la oralidad primaria.Havelock compara, a este respecto, los relatos cosmognicos del Gnesis con los deHomero y Hesodo: el primero es estandarizado, y estructurado aritmticamente; lossegundos, en cambio, registran la variedad y lo impredecible del cosmos y de susfuerzas, personificadas en el conflicto y la colisin. A diferencia del griego, el relatodel Gnesis, codificado por la escritura fenicia o hebrea, no es homogneo a los de loscantores originarios del mito. Aun sin desconocer las rupturas que la escritura griega hizo posibles (el pensamientoabstracto desligado del narrativo, la textualizacin platnica, etc.), Havelock afirmaque la musa se resisti a volver la espalda a sus orgenes. Cuando aprendi a escribir,

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  • la musa griega hubo de apartarse del panorama de la experiencia viva y fluida, peromientras sigui siendo griega, no pudo olvidarlo del todo.

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