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Versión de Arturo Cantú
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Jos Gorostiza
MUERTE SIN FIN
Conmigo est el consejo y el ser; yo soy
la inteligencia; ma es la fortaleza.
Proverbios, 8,14
Con l estaba yo ordenndolo todo; y fui
su delicia todos los das, teniendo solaz
delante de l en todo tiempo.
Proverbios, 8,30
Mas el que peca contra m defrauda su
alma; todos los que me aborrecen aman
la muerte.
Proverbios, 8,36
LLENO de m, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmsfera de luces
que oculta mi conciencia derramada, 5
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de m ahto me descubro
en la imagen atnita del agua,
que tan slo es un tumbo inmarcesible, 10
un desplome de ngeles cados
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agnica, 15
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cnticos del mar
ms resabio de sal o albor de cmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante oh paradoja constreida 20
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En l se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte nia, 25
sonriente, que desflora
un ms all de pjaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
all, como en el agua de un espejo, 30
se reconoce;
atada all, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta
qu desnudez de agua tan intensa,
qu agua tan agua, 35
est en su orbe tornasol soando,
cantando ya una sed de hielo justo!
Mas qu vaso tambin ms providente
ste que as se hinche
como una estrella en grano, 40
que as, en heroica promisin, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde as, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua, 45
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cndidas prisiones!
MS qu vaso tambin ms providente! 50
Tal vez esta oquedad que nos estrecha
en islas de monlogos sin eco,
aunque se llama Dios,
no sea sino un vaso
que nos amolda el alma perdidiza, 55
pero que acaso el alma slo advierte
en una transparencia acumulada
que tie la nocin de l, de azul.
El mismo Dios,
en sus presencias tmidas, 60
ha de gastar la tez azul
y una clara inocencia imponderable,
oculta al ojo, pero fresca al tacto,
como este mar fantasma en que respiran
peces del aire altsimo 65
los hombres.
S, es azul! Tiene que ser azul!
Un coagulado azul de lontananza,
un circundante amor de la criatura,
en donde el ojo de agua de su cuerpo 70
que mana en lentas ondas de estatura
entre fiebres y llagas;
en donde el ro hostil de su conciencia
agua fofa, mordiente, que se tira,
ay, incapaz de cohesin al suelo! 75
en donde el brusco andar de la criatura
amortigua su enojo,
se redondea
como una cifra generosa,
se pone en pie, veraz, como una estatua. 80
Qu puede ser si no si un vaso no?
Un minuto quiz que se enardece
hasta la incandescencia,
que alarga el arrebato de su brasa,
ay, tanto ms hacia lo eterno mnimo 85
cuanto es ms hondo el tiempo que lo colma.
Un cncavo minuto del espritu
que una noche impensada,
al azar
y en cualquier escenario irrelevante 90
en el terco repaso de la acera,
en el bar, entre dos amargas copas
o en las cumbres peladas del insomnio
ocurre, nada ms, madura, cae
sencillamente, 95
como la edad, el fruto y la catstrofe.
Tambin mejor que un lecho para el agua
no es un vaso el minuto incandescente
de su maduracin?
Es el tiempo de Dios que aflora un da, 100
que cae, nada ms, madura, ocurre,
para tornar maana por sorpresa
es un estril repetirse indito,
como el de esas elctricas palabras
nunca aprehendidas, 105
siempre nuestras
que eluden el amor de la memoria,
pero que a cada instante nos sonren
desde sus claros huecos
en nuestras propias frases despobladas. 110
Es un vaso de tiempo que nos iza
en sus azules botareles de aire
y nos pone su mscara grandiosa,
ay, tan perfecta,
que no difiere un rasgo de nosotros. 115
Pero en las zonas nfimas del ojo,
en su nimio saber,
no ocurre nada, no, slo esta luz,
esta febril diafanidad tirante,
hecha toda de pura exaltacin, 120
que a travs de su ntida substancia
nos permite mirar,
sin verlo a l, a Dios,
lo que detrs de l anda escondido:
el tintero, la silla, el calendario 125
todo a voces azules el secreto
de su infantil mecnica!
en el instante mismo que se empean
en el tortuoso afn del universo.
PERO en las zonas nfimas del ojo 130
no ocurre nada, no, slo esta luz
ay, hermano Francisco,
esta alegra,
nica, riente claridad del alma.
Un disfrutar en corro de presencias, 135
de todos los pronombres antes turbios
por la gruesa efusin de su egosmo
de m y de l y de nosotros tres
siempre tres!
mientras nos recreamos hondamente 140
en este buen candor que todo ignora,
en esta aguda ingenuidad del nimo
que se pone a soar a pleno sol
y suea los pretritos de moho,
la antigua rosa ausente 145
y el prometido fruto de maana,
como un espejo del revs, opaco,
que al consultar la hondura de la imagen
le arrancara otro espejo por respuesta.
Mirad con qu pueril austeridad graciosa 150
distribuye los mundos en el caos,
los echa a andar acordes como autmatas;
al impulso didctico del ndice
oscuramente
hop! 155
la apostrofa
y saca de ellos cintas de sorpresas
que en un juego sinfnico articula,
mezclando en la insistencia de los ritmos
planta-semilla-planta! 160
planta-semilla-planta!
su tierna brisa, sus follajes tiernos,
su luna azul, descalza, entre la nieve,
sus mares plcidos de cobre
y mil y un encantadores gorgoritos. 165
Despus, en un crescendo insostenible,
mirad cmo dispara cielo arriba,
desde el mar,
el tiro prodigioso de la carne
que an a la alta nube menoscaba 170
con el vuelo del pjaro,
estalla en l como un cohete herido
y en sonoras estrellas precipita
su desbandada plvora de plumas.
MAS en la mdula de esta alegra, 175
no ocurre nada, no;
slo un cndido sueo que recorre
las estaciones todas de su ruta
tan amorosamente
que no elude seguirla a sus infiernos, 180
ay, y con qu miradas de atropina,
tumefactas e inmviles, escruta
el curso de la luz, su instante flgido,
en la piel de una gota de roco;
concibe el ojo 185
y el intangible aceite
que nutre de esbeltez a la mirada;
gobierna el crecimiento de las uas
y en la raz de la palabra esconde
el frondoso discurso de ancha copa 190
y el poema de difanas espigas.
Pero an ms porque en su cielo impo
nada es tan cruel como este puro goce
somete sus imgenes al fuego
de especiosas torturas que imagina 195
las infla de pasin,
en el prisma del llanto las deshace,
las ciega con el lustre de un barniz,
las satura de odios purulentos,
rencores znganos 200
como una mala costra,
angustias secas como la sed del yeso.
Pero an ms porque, inmune a la mcula,
tan perfecta crueldad no cede a lmites
perfora la sustancia de su gozo 205
con rudos alfileres;
piensa el tumor, la lcera y el chancro
que habrn de festonar la tez pulida,
toma en su mano etrea a la criatura
y la enjuta, la hincha o la demacra, 210
como a un copo de cera sudorosa,
y en un ilustre hallazgo de irona
la estrecha enternecido
con los brazos glaciales de la fiebre.
MAS nada ocurre, no, slo este sueo 215
desorbitado
que se mira a s mismo en plena marcha;
presume, pues, su trmino inminente
y adereza en el acto
el plan de su fatiga, 220
su justa vacacin,
su domingo de gracia all en el campo,
al fresco albor de las camisas flojas.
Qu trebolar mullido, qu parasol de niebla,
se regala en el nimo 225
para gustar la miel de sus vigilias!
Pero el ritmo es su norma, el solo paso,
la sola marcha en crculo, sin ojos;
as, aun de su cansancio, extrae
hop! 230
largas cintas de cintas de sorpresas
que en un constante perecer enrgico,
en un morir absorto,
arrasan sin cesar su bella fbrica
hasta que hijo de su misma muerte, 235
gestado en la aridez de sus escombros
siente que su fatiga se fatiga,
se erige a descansar de su descanso
y suea que su sueo se repite,
irresponsable, eterno, 240
muerte sin fin de una obstinada muerte,
sueo de garza anochecido a plomo
que cambia s de pie, mas no de sueo,
que cambia s la imagen,
mas no la doncellez de su osada 245
oh inteligencia, soledad en llamas!
que lo consume todo hasta el silencio,
s, como una semilla enamorada
que pudiera soarse germinando,
probar en el rencor de la molcula 250
el salto de las ramas que aprisiona
y el gusto de su fruta prohibida,
ay, sin hollar, semilla casta,
sus propios impasibles tegumentos.
OH inteligencia, soledad en llamas, 255
que todo lo concibe sin crearlo!
Finge el calor del lodo,
su emocin de substancia adolorida,
el iracundo amor que lo embellece
y lo encumbra ms all de las alas 260
a donde slo el ritmo
de los luceros llora,
mas no le infunde el soplo que lo pone en pie
y permanece recrendose en s misma,
nica en l, inmaculada, sola en l, 265
reticencia indecible,
amoroso temor de la materia,
anglico egosmo que se escapa
como un grito de jbilo sobre la muerte
oh inteligencia, pramo de espejos! 270
helada emanacin de rosas ptreas
en la cumbre de un tiempo paraltico;
pulso sellado;
como una red de arterias temblorosas,
hermtico sistema de eslabones 275
que apenas se apresura o se retarda
segn la intensidad de su deleite;
abstinencia angustiosa
que presume el dolor y no lo crea,
que escucha ya en la estepa de sus tmpanos 280
retumbar el gemido del lenguaje
y no lo emite;
que nada ms absorbe las esencias
y se mantiene as, rencor saudo,
una, exquisita, con su dios estril, 285
sin alzar entre ambos
la sorda pesadumbre de la carne,
sin admitir en su unidad perfecta
el escarnio brutal de esa discordia
que nutren vida y muerte inconciliables, 290
siguindose una a otra
como el da y la noche,
una y otra acampadas en la clula
como en un tardo tiempo de crepsculo,
ay, una nada ms, estril, agria, 295
con l, conmigo, con nosotros tres;
como el vaso y el agua, slo una
que reconcentra su silencio blanco
en la orilla letal de la palabra
y en la inminencia misma de la sangre. 300
ALELUYA, ALELUYA!
IZA la flor su ensea,
agua, en el prado.
Oh, qu mercadera
de olor alado! 305
Oh, que mercadera
de tenue olor!
cmo inflama los aires
con su rubor!
Qu anegado de gritos 310
est el jardn!
Yo, el heliotropo, yo!
Yo? El jazmn.
Ay, pero el agua,
ay, si no huele a nada. 315
Tiene la noche un rbol
con frutos de mbar;
tiene una tez la tierra,
ay, de esmeraldas.
El tesn de la sangre 320
anda de rojo;
anda de ail el sueo;
la dicha, de oro.
Tiene el amor feroces
galgos morados; 325
pero tambin sus mieses,
tambin sus pjaros.
Ay, pero el agua,
ay, si no luce a nada.
Sabe a luz, a luz fra, 330
s, la manzana.
Qu amanecida fruta
tan de maana!
Qu anochecido sabes,
t, sinsabor! 335
cmo pica en la entraa
tu picaflor!
Sabe la muerte a tierra,
la angustia a hiel.
Este morir a gotas 340
me sabe a miel.
Ay, pero el agua,
ay, si no sabe a nada.
[BAILE]
Pobrecilla del agua,
ay, que no tiene nada, 345
ay, amor, que se ahoga,
ay, en un vaso de agua.
EN el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma
ciertamente. 350
Trae una sed de siglos en los belfos,
una sed fra, en punta, que ara cauces
en el sueo moroso de la tierra,
que perfora sus miembros florecidos,
como una sangre custica, 355
incendindolos, ay, abriendo en ellos
desapacibles lceras de insomnio.
Ms amor que sed; ms que amor, idolatra,
dispersin de criatura estupefacta
ante el fulgor que blande 360
germen del trueno olmpico la forma
en sus netos contornos fascinados.
Idolatra, s, idolatra!
Mas no le basta el ser un puro salmo,
un ardoroso incienso de sonido; 365
quiere, adems, orse.
Ni le basta tener slo reflejos
briznas de espuma
para el ala de luz que en ella anida;
quiere, adems, un tlamo de sombra, 370
un ojo,
para mirar el ojo que la mira.
En el lago, en la charca, en el estanque,
en la entumida cuenca de la mano,
se consuma este rito de eslabones, 375
este enlace diablico
que encadena el amor a su pecado.
En el ntido rostro sin facciones
el agua, poseda,
siente cuajar la mscara de espejos 380
que el dibujo del vaso le procura.
Ha encontrado, por fin,
en su correr sonmbulo,
una bella, puntual fisonoma.
Ya puede estar de pie frente a las cosas. 385
Ya es, ella tambin, aunque por arte
de estas limpias metforas cruzadas,
un encendido vaso de figuras.
El camino, la barda, los castaos,
para durar el tiempo de una muerte 390
gratuita y prematura, pero bella,
ingresan por su impulso
en el suplicio de la imagen propia
y en medio del jardn, bajo las nubes,
descarnada leccin de poesa, 395
instalan un infierno alucinante.
PERO el vaso en s mismo no se cumple.
Imagen de una desercin nefasta
qu esconde en su rigor inhabitado,
sino esta triste claridad a ciegas, 400
sino esta tentaleante lucidez?
Tenedlo ah, sobre la mesa, intil.
Epigrama de espuma que se espiga
ante un auditorio anestesiado,
incisivo clamor que la sordera 405
tenaz de los objetos amordaza,
flor mineral que se abre para adentro
hacia su propia luz,
espejo eglatra
que se absorbe a s mismo contemplndose. 410
Hay algo en l; no obstante, acaso un alma,
el instinto augural de las arenas,
una llaga tal vez que debe al fuego,
en donde le atosiga su vaco.
Desde este erial aspira a ser colmado. 415
En el agua, en el viento, en el aceite,
articula el guin de su deseo;
se ablanda, se adelgaza;
ya su sobrio dibujo se le nubla,
ya, embozado en el giro de un reflejo, 420
en un llanto de luces se liquida.
MAS la forma en s misma no se cumple.
Desde su insigne trono faranico,
magnnima,
defica, 425
constelada de eptetos esdrjulos,
rige con hosca mano de diamante.
Est orgullosa de su orondo imperio.
En las augustas pituitarias de nice
no juega, acaso, el encendido aroma 430
con que arde a sus pies la poesa?
Ilusin, nada ms, gentil narctico
que puebla de fantasmas los sentidos!
Pues desde ah donde el olor emite
oh turbio sol de pobre! 435
el esmerado brillo que lo embosca,
ay, desde ah, presume la materia
que apenas cuaja su dibujo estricto
y ya es un jardn de huellas fsiles,
estruendoso fanal, 440
rojo timbre de alarma en los cruceros
que gobierna la ruta hacia otras formas.
La rosa edad que esmalta su epidermis
senil recin nacida
envejece por dentro a grandes siglos. 445
Trajo puesta la proa a lo amarillo.
El aire se coagula entre sus poros
como un sudor profuso
que se anticipa a destilar en ellos
una esencia de rosas subterrneas. 450
Los crudos garfios de su muerte suben,
como musgo, por grietas inasibles,
ay, la hostigan con tenues mordeduras
y abren hueco por fin a aquel minuto
miradlo en la lenteja del reloj, 455
neto, puntual, exacto,
correrse un eslabn cada minuto!
cuando al soplo infantil de un parpadeo,
la egregia masa de ademn ilustre
podr caer de golpe hecha cenizas. 460
NO obstante por qu no? tambin en ella
tiene un rincn el sueo,
rido paraso sin manzana
donde suele escaparse de su rostro,
por el rostro marchito del espectro 465
que engendra, aletargada, su costilla.
El vaso de agua es el momento justo.
En su audaz evasin se transfigura,
tuerce la rbita de su destino
y se arrastra en secreto hacia lo informe. 470
La rapia del tacto no se ceba
aqu, en el sueo inhspito
sobre el templado ncar de su vientre,
ni la flauta Don Juan que la requiebra
musita su cachonda serenata. 475
El sueo es cruel,
ay, punza, roe, quema, sangra, duele.
Tanto ignora infusiones como ungentos.
En los sordos martillos que la afligen,
la forma da en el gozo de la llaga 480
y el oscuro deleite del colapso.
Temprana madre de esa muerte nia
que nutre en sus escombros paulatinos,
anhela que se hundan sus cimientos
bajo sus plantas, ay, entorpecidas 485
por una espesa lentitud de lodo;
oye nacer el trueno del derrumbe;
siente que su materia se derrama
en un prurito de cidas hormigas;
que, ya sin peso, flota 490
y en un claro silencio se desle.
Por un aire de espejos inminentes
oh impalpables derrotas del lirio!
cruza entonces, a velas desgarradas,
la airosa teora de una nube. 495
EN la red de cristal que la estrangula,
el agua toma forma,
la bebe, s, en el mdulo del vaso,
para que ste tambin se transfigure
con el temblor del agua estrangulada 500
que sigue all, sin voz, marcando el pulso
glacial de la corriente.
Pero el vaso
a su vez
cede a la informe condicin del agua 505
a fin de que a su vez la forma misma,
la forma en s, que est en el duro vaso
sosteniendo el rencor de su dureza
y est en el agua de aguijada espuma
como presagio cierto de reposo, 510
se pueda sustraer al vaso de agua;
un instante, no ms,
no ms que el mnimo
perpetuo instante del quebranto,
cuando la forma en s, la pura forma, 515
se abandona al designio de su muerte
y se deja arrastrar, nubes arriba,
por ese atormentado remolino
en que los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero, 520
a construir el escenario de la nada.
Las estrellas entonces ennegrecen.
Han vuelto el dardo insomne
a la noche perfecta de su aljaba.
PORQUE en el lento instante del quebranto, 525
cuando los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero
y en la pira arrogante de la forma
se abrasan, consumidos por su muerte
ay, ojos, dedos, labios, 530
etreas llamas del atroz incendio!
el hombre ahoga con sus manos mismas,
en un negro sabor de tierra amarga,
los himnos claros y los roncos trenos
con que cantaba la belleza, 535
entre tambores de gangoso idioma
y esbeltos cmbalos que dan al aire
sus golondrinas de latn agudo;
ay, los trenos e himnos que loaban
la rosa marinera 540
que consuma el periplo del jardn
con sus velas henchidas de fragancia;
y el malsano crepsculo de herrumbre,
amapola del aire lacerado
que se pincha en las pas de un gorjeo; 545
y la febril estrella, lis de calosfro,
punto sobre las es
de la tinieblas;
y el rojo cliz del pezn macizo,
sola flor de granado 550
en la cima angustiosa del deseo,
y la mandrgora del sueo amigo
que crece en los escombros cotidianos
ay, todo el esplendor de la belleza
y el bello amor que la concierta toda 555
en un orbe de imanes arrobados.
PORQUE el tambor rotundo
y las ricas bengalas que los cmbalos
tremolan en la altura de los cantos,
se anegan, ay, en un sabor de tierra amarga, 560
cuando el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta,
se le quema confuso en la garganta,
exhausto de sentido;
ay, su areo lenguaje de colores, 565
que as se jacta del matiz estricto
en el humo aterrado de sus sienas
o en el sol de sus tibios bermellones;
l, que discurre en la ansiedad del labio
como una lenta rosa enamorada; 570
l, que cincela sus celos de paloma
y modula sus ltigos feroces;
que salta en sus cadas
con un ruidoso sncope de espumas;
que prolonga el insomnio de su brasa 575
en las mustias cenizas del odo;
que oscuramente repta
e hinca enfurecido la palabra
de hiel, la tuerta frase de ponzoa;
l, que labra el amor del sacrificio 580
en columnas de ritmos espirales,
s, todo l, lenguaje audaz del hombre,
se le ahoga confuso en la garganta
y de su gracia original no queda
sino el horror de un pozo desecado 585
que sostiene su mueca de agona.
PORQUE el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta
en el minuto mismo del quebranto,
cuando los peces todos 590
que en cautelosas rbitas discurren
como estrella de escamas, diminutas,
por la entumida noche submarina,
cuando los peces todos
y el ulises salmn de los regresos 595
y el delfn apolneo, pez de dioses,
deshacen su camino hacia las algas;
cuando el tigre que huella
la castidad del musgo
con secretas pisadas de resorte 600
y el breas de los ciervos presurosos
y el cordero Luis XV, gemebundo,
y el len babilnico
que aora el alabastro de los frisos
flores de sangre, eternas, 605
en el racimo inmemorial de las especies!
cuando todos inician el regreso
a sus mudos letargos vegetales;
cuando la aguda alondra se desle
en el agua del alba, 610
mientras las aves todas
y el solitario bho que medita
con su antifaz de fsforo en la sombra,
la golondrina escritura hebrea
y el pequeo gorrin, hambre en la nieve, 615
mientras todas las aves se disipan
en la noche enroscada del reptil;
cuando todo por fin lo que anda o repta
y todo lo que vuela o nada, todo,
se encoge en un crujir de mariposas, 620
regresa a sus orgenes
y al origen fatal de sus orgenes,
hasta que su eco mismo se reinstala
en el primer silencio tenebroso.
PORQUE los bellos seres que transitan 625
por el sopor aoso de la tierra
trasgos de sangre, libres,
en la pantalla de su sueo impuro!
todos se dan a un frenes de muerte,
ay, cuando el sauce 630
acumula su llanto
para urdir la sustancia de un delirio
en que t! yo! nosotros! de repente,
a fuerza de atar nombres destemplados,
ay, no le queda sino el tronco prieto, 635
desnudo de oracin ante su estrella;
cuando con l, desnudos, se sonrojan
el lamo tembln de encanecida barba
y el eucalipto rumoroso,
tmpano de follaje 640
y tornillo sin fin de la estatura
que se pierde en las nubes, persiguindose;
y tambin el cerezo y el durazno
en su loca efusin de adolescentes
y la angustia espantosa de la ceiba 645
y todo cuanto nace de races,
desde el heroico roble
hasta la impbera
menta de boca helada;
cuando las plantas de sumisas plantas 650
retiran el ramaje presuntuoso,
se esconden en sus speras races
y en la acerba raz de sus races
y presas de un absurdo crecimiento
se desarrollan hacia la semilla, 655
hasta quedar inmviles
oh cementerios de talladas rosas!
en los duros jardines de las piedra.
PORQUE desde el anciano roble heroico
hasta la impbera 660
mente de boca helada,
ay, todo cuanto nace de races
establece sus tallos paralticos
en los duros jardines de la piedra,
cuando el rub de anglicos melindres 665
y el diamante iracundo
que fulmina a la luz con un reflejo,
ms el ario zafir de ojos azules
y la gergica esmeralda que se anega
en el abril de su robusta clorofila, 670
una a una, las piedras delirantes,
con sus lindas hermanas cenicientas,
turquesa, lapislzuli, alabastro,
pero tambin el oro prisionero
y la plata de lengua fidedigna, 675
ingenuo ruiseor de los metales
que se ahoga en el agua de su canto;
cuando las piedras finas
y los metales exquisitos, todos,
regresan a sus nidos subterrneos 680
por las rutas candentes de la llama,
ay, ciegos de su lustre,
ay, ciegos de su ojo,
que el ojo mismo,
como un siniestro pjaro de humo, 685
en su aterida combustin se arranca.
PORQUE raro metal o piedra rara,
as como la roca escueta, lisa,
que figura castillos
con slo naipes de aridez y escarcha, 690
y as la arena de arrugados pechos
y el humus maternal de entraa tibia,
ay, todo se consume
con un mohno crepitar de gozo,
cuando la forma en s, la forma pura, 695
se entrega a la delicia de su muerte
y en su sed de agotarla a grandes luces
apura en una llama
el aceite ritual de los sentidos,
que sin labios, sin dedos, sin retinas, 700
s, paso a paso, muerte a muerte, locos,
se acogen a sus tmidas matrices,
mientras unos a otros se devoran
al animal, la planta
a la planta, la piedra 705
a la piedra, el fuego
al fuego, el mar
al mar, la nube
a la nube, el sol
hasta que todo este fecundo ro 710
de enamorado semen que conjuga,
inaccesible al tedio,
el suntuoso caudal de su apetito,
no desembocan en sus entraas mismas,
en el acre silencio de sus fuentes, 715
entre un fulgor de soles emboscados,
en donde nada es ni nada est,
donde el sueo no duele,
donde nada ni nadie, nunca, est muriendo
y solo ya, sobre las grandes aguas, 720
flota el Espritu de Dios que gime
con un llanto ms llanto an que el llanto,
como si herido ay, l tambin! por un cabello,
por el ojo en almendra de esa muerte
que emana de su boca, 725
hubiese al fin ahogado su palabra sangrienta.
ALELUYA, ALELUYA!
TAN-tan! Quin es? Es el Diablo,
es una espesa fatiga,
un ansia de trasponer 730
estas lindes enemigas,
este morir incesante,
tenaz, esta muerte viva,
oh Dios! que te est matando
en tus hechuras estrictas, 735
en las rosas y en las piedras,
en las estrellas ariscas
y en la carne que se gasta
como una hoguera encendida,
por el canto, por el sueo, 740
por el color de la vista.
Tan-tan! Quin es? Es el Diablo,
ay, una ciega alegra,
un hambre de consumir
el aire que se respira, 745
la boca, el ojo, la mano;
estas pungentes cosquillas
de disfrutarnos enteros
en un solo golpe de risa,
ay, esta muerte insultante, 750
procaz, que nos asesina
a distancia, desde el gusto
que tomamos en morirla,
por una taza de t,
por una apenas caricia. 755
Tan-tan! Quin es? Es el Diablo,
es una muerte de hormigas
incansables, que pululan
oh Dios! sobre tus astillas;
que acaso te han muerto all, 760
siglos de edades arriba,
sin advertirlo nosotros,
migajas, borra, cenizas
de ti, que sigues presente
como una estrella mentida 765
por su sola luz, por una
luz sin estrella, vaca,
que llega al mundo escondiendo
su catstrofe infinita.
[BAILE]
Desde mis ojos insomnes 770
mi muerte me est acechando,
me acecha, s, me enamora
con su ojo lnguido.
Anda, putilla del rubor helado,
anda, vmonos al diablo! 775