Goytisolo Juan - Cuentos

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  • 8/6/2019 Goytisolo Juan - Cuentos

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    JUANGOYTISOLO

    CuentosCuentos

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    Mar Menor .........................................................................................................................3Cara y cruz .......................................................................................................................26Suburbios ......................................................................................................................... 31La guardia ........................................................................................................................37La ronda ........................................................................................................................... 42

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    MARMENOR

    Todo empez a propsito de las cartas. Antes de acostarnos, Juan dijo:Me las dejas?Como t quieras repuse.Las guard en su escritorio y no volvimos a hablar del asunto. A partir de entonces

    l pasaba las noches en vela y coma sin apetito. Aunque en apariencia su vida sedesenvolva como de ordinario, su expresin no presagiaba nada bueno. Hablaba apenasy me miraba de modo curioso. Al fin, pregunt qu le ocurra.

    A m? dijo. Su sorpresa pareca sincera. S, a ti... Desde hace un tiempo tenoto cambiado, como si dieses vueltas a algo y no quisieses decrmelo.

    No, no es esto contest. He trabajado mucho este invierno... Debe ser lafatiga.

    Aquel mismo da decidimos mudar aires. Juan haba entregado los ltimos planosde la urbanizacin a la empresa constructora y dispona libremente de su tiempo hastaotoo. En Barcelona el calor era asfixiante. La mayor parte de nuestros amigosveraneaba en la Costa Brava o Sitges. Jaime y su mujer continuaban en Tossa ycerramos las maletas sin despedirnos de ninguno.

    Juan llevaba una carpeta con sus proyectos. Recuerdo que cerca de Pescola aparcel Seat en el andn de la carretera. Un grupo de obreros abra una zanja entre los pinos.Con un ademn irnico me mostr los chalets de la inmobiliaria.

    Todos los engendros que ves son obra ma. Luego vienen los valencianos y lospintan de colorines. Ah, y me olvidaba de algo. Los muebles son de madera de cerezo y,en cada comedor, hay una Sagrada Cena en escayola.

    T no tienes la culpa de que la gente sea estpida y exija esto dije.Te equivocas repuso. El nico estpido soy yo.La conversacin se detuvo aqu. Despus, en las semanas que siguieron, muchas

    veces pens que deba de haber insistido, pero era ya demasiado tarde. Juan se habaencastillado en su querencia y rehua hablar de su trabajo. Por espacio de mes y mediorecorrimos una a una las playas de Alicante. Nos babamos de sol a sol y jugbamos acomparar nuestros morenos. El aire del mar le pintaba. En los merenderos tombamossardinas y pimientos asados y rocibamos la comida con clarete del pas. Juan pareca amenudo absorto y slo discuta de buena gana de vinos o poltica. Algunas noches seeclipsaba de repente y me dejaba en compaa de cualquier desconocido. Al regresar,

    preguntaba si lo haba pasado bien. Lo haca para demostrarse a s mismo que era libre yyo no saba qu intentar para curarlo. La carpeta dorma olvidada en el auto y los dosfingamos ignorar su existencia.

    Al cabo de seis semanas comenzaba a echar de menos la vida de Barcelona ybarajaba a mis solas la conveniencia del retorno. El aspecto saludable de Juan eraengaoso y tema su ociosidad prolongada, el abuso diario de somnferos. Lasvacaciones no haban solucionado nada. nicamente el trabajo poda centrarle denuevo. Cuando se lo dije l estuvo de acuerdo conmigo.

    Pero es demasiado pronto an para volver aadi. Qu te parece siprobramos ms lejos?

    Ms lejos? Dnde?No s murmur. Un sitio en donde no haya alemanes. Nada ms un par de

    semanas...

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    Era septiembre y la temporada decaa. Por la carretera los coches extranjeros subanen caravana hacia el norte. En Guardamar los veraneantes bailaban en una pistaimprovisada a la sombra de los eucaliptos. El cielo se haba afoscado poco a poco y, alatravesar los saladares, vi que las nubes se apelmazaban y amagaban cerrar el paisaje.La sal se amontonaba blanqusima en los secaderos y brillaba como con luz autnoma.

    Juan conduca deprisa y no se detuvo hasta el Mar Menor.Cuando llegamos, el pueblo pareca abandonado. Las calles estaban vacas y elautomvil levantaba detrs de nosotros una espesa nube de polvo. Juan lo dej junto a laiglesia y nos apeamos para ver el mar. El lugar careca de playa propiamente dicha, y lascasetas de los baistas avanzaban en el agua sobre desvencijados pontones de madera.Las olas moran en el veril del muelle, lentas y bajas. Algunas barcas de pesca semecan suavemente, amarradas a los hincones. El horizonte anegaba la manga y el marse tenda a prdida de vista, sucio y abromado.

    Buen sitio dijo Juan. Aqu, a lo menos, uno puede trabajar con tranquilidad.El paisaje evocaba un descolorido cromo de vacaciones y contempl con aprensin

    el vuelo acompasado y mustio de las gaviotas. En el muelle no haba absolutamente

    nadie. Los bancos de mosaico sin respaldo, las puertas y ventanas entabladas paraprotegerse del viento, contribuan a crear el clima decimonnico. En coche, erramos porlas calles polvorientas hasta encontrar el hotel.

    Era un edificio desierto y gris como los otros, con una hilera de balcones que caanal mar. El dueo nos recibi con un delantal sujeto a la cintura y fue a consultar el librode registro antes de darnos habitacin.

    Se van a quedar ustedes muchos das?No lo sabemos dijo Juan. Depende del tiempo.Septiembre, aqu, es magnfico. Mucho mejor que agosto, hay menos bullicio. En

    verano no puede ust dar un paso, tanto personal baja de Madrid y otros centros... El dade la Virgen, figrense que trajeron dos orquestas.

    Vienen extranjeros?Extranjeros y de todos los rincones de Espaa. Pero el factor ms importante nos

    llega de Murcia. Rectific: de Murcia y la huerta.El moblaje de la habitacin se reduca a dos camas, armario, mesa y sillas. El dueo

    nos ayud a subir el equipaje y fuimos a dar una vuelta por el pueblo.El mar pareca engrosar conforme oscureca. Desde el pontn del hotel

    escudriamos los islotes, medio velados por la bruma. Un pesquero navegaba a orza deviento, ciendo mucho y cruz la proa a una minscula embarcacin de remo. Se dirigahacia San Javier, palmendose por la costa y, al alejarse, me volv a observar el bote. Unhombre bogaba picado luchando contra corriente. Mientras ganaba barlovento divis a

    filo de popa la silueta de una mujer: una muchacha morena, vestida con un jerseyoscuro y pantalones pirata. Cuando atracaron en el pontn, el hombre desarm losremos y la ayud a desembarcar.

    Durante la cena la vimos de nuevo en el comedor. Era la nica clienta del hotel conexcepcin de nosotros y, al sentarse en la mesa vecina, nos dese las buenas noches. Eldueo le trajo una botella de vino ya mediada. Ella dijo que no tena hambre y selament del vendaval.

    Esta tarde por poco me mareo. . . Suerte que no haba bebido.Vers t qu sol har maana. Al amanecer el viento cambia de direccin y

    escampar las nubes.Ojal sea verdad.

    Seguro, hija, seguro. Aqu el sudoeste no dura. Maana podrs ir a la manga.

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    El patrono regres detrs del bar y nos espiaba acodado en la trampilla delmostrador. Al acabar la botella, la muchacha pidi otra. En seguida se march sin

    probarla y dijo que iba a jugar al domin al pueblo. El dueo la sigui con la vista.Mientras retiraba los cubiertos nos explic que era portuguesa.

    Su padre es Almirante de la Armada y ha recorrido mucho mundo. Pues bien,

    cuando se deja caer por ac siempre lo dice: Lo mejor que conozco en materia de playases Miami y esto. La chica veranea con nosotros desde que tiene diez aos.Ha venido sola?S, sola. El aire del pas es muy bueno para la salud. Ust ve llegar a los nios

    flacos y demacrados y, al cabo de unos pocos das, no los reconoce ust, tanto se creceny adelantan. No es porque yo quiera hacer reclamo o propaganda del hotel, no seor.Pero es un sitio magnfico.

    Aquella noche dormimos los dos de una acostada. Cuando abr la ventana era msde las diez. El horizonte segua tan brumoso como la vspera y observ largo rato los

    pontones vacos, el mar tendido y muerto. Unas mujeres charlaban sentadas en la arena,al pie del muelle. El agua les llegaba escasamente a la cintura y se balanceaban inertes,

    a merced de las olas.Juan continuaba amodorrado a causa de los somnferos y baj al comedor. El dueo

    mola caf tras la barra. Al verme sonri.Han descansado ustedes bien?Muy bien.El da no se acaba de arreglar explic. El viento se ha entablado y las barcas

    no han podido ir de pesquera.Igual da repuse. Nos baaremos en alguna playa.Si no se alejan mucho pueden alquilar un bote.La portuguesa se haba desayunado ya. En su mesa haba una taza vaca y un

    platillo con churros. Juan no apareci hasta media hora ms tarde.Adonde vamos? dijo.A cualquier playa. Quiero tumbarme en la arena y leer.Asomamos al muelle. Por el Paseo corran algunos nios. Los baistas chapoteaban

    en los pontones y dos viejos disponan una andana de redes frente a la pescadera. Juanmiraba a su alrededor vidamente y aseguraba que en su vida se haba encontradomejor.

    Me entran ganas de plantar a esos cabrones e instalarme a vivir aqu dijo.Los pescadores aguardaban en el poyo del cobertizo. Sentado en el suelo, un

    muchacho enderezaba los juncos del golero de una nasa. Juan se aproxim a ver y unhombre todava joven vino a nuestro encuentro y lo reconoc por la boina. Era el remero

    del bote.Es para pescar anguilas dije. Se embocan por la faz y luego ya no salen.Juan le ofreci su cajetilla de Chester. El remero le dio lumbre haciendo hueco con

    las manos.Quieren dar una vuelta?Nos gustara ir a la manga.Hoy no se puede. Cuando el viento sopla de tierra hay mucha marejada. Desde

    aqu no se dan ustedes cuenta. Saliendo lo vern.Hacia dnde podemos ir?A Los Urrutias. Si nos distanciamos de la costa el mar se arbola en seguida.Le acompaamos al pontn y el hombre embarc los remos en el bote y me sostuvo

    mientras saltaba a la bancada. Juan y yo nos sentamos enfrente de l. Estbamos a

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    socaire del viento y la barca se mova apenas. El hombre arm los remos sujetandocuidadosamente el estrobo en torno al esclamo y aproamos hacia la mar.

    El pueblo dorma gris y muerto. Una niera con cofia y delantal blanco nos hizoadis desde uno de los pontones. Los baistas seguan chapoteando junto al muelle y elhombre explic que pasaban el verano as y nunca se decidan a embarcarse.

    Por qu? dije.Esa gente de la huerta tiene miedo al agua. En la manga hay playas muy chulas yno se asoman a verlas ni por curiosidad. Los madrileos, es distinto. A ellos les agradala mar.

    Pregunt si parbamos en el hotel y dije que s.El seor Joaqun, el amo, es amigo mo. Antes de enviudar sala a menudo de

    pesca.Qu tal le va el negocio?Durante la temporada se defiende. En agosto llena el hotel. Luego lo cierra en

    octubre y ya no abre hasta el verano.Navegbamos a longo de costa y apunt con el brazo a las instalaciones de la base

    hidronaval.La tienen prcticamente abandonada. Ahora, la mayora del personal est en San

    Javier.En tiempo de la guerra, en cambio, haba varias docenas de hidros y los tcnicos

    construyeron un campo de aviacin.Le dicen el campo del Ruso agreg.Aguantbamos de orza y el bote cabeceaba. Entre la base hidronaval y los Urrutias

    se extenda una llanura ocre, salpicada de palmerales y molinos. De trecho en trecho, elviento levantaba tolvaneras de polvo anaranjado.

    Si son aficionados a la pesquera les llevar en mi barca de motor. La semanapasada la dimos a la banda para limpiarle el fondo, pero maana estar lista y calaremoslas redes.

    Cmo pescan? dijo Juan. Con palangre?No, ac salimos a la dorada o al mjol. Con la moruna o la pasantana.El viento soplaba cada vez ms duro y el mar rompa a bordo y nos rociaba. Riendo,

    el hombre dijo que pasramos a la bancada posterior. A vista de Los Urrutias ganamosla proa a otro bote. El remero un pescador viejo singlaba con una espadilla por la

    popa y salud con voz ronca a nuestro amigo.Quin es? pregunt Juan.Sin dejar de bogar, el hombre explic que era el padre del muchacho que teja las

    nasas en la Pescadera. "En el pueblo le dicen el Morillo, dijo. Aqu, a todos nos

    conocen por un mote."Y a usted? Cmo le llaman?A m me dicen el Isabelo contest con una sonrisa.AI aproximarnos a la playa el temporal amain. Las olas se acostaban, bajas y

    tendidas y transparentaban los guijarros del fondo. Luego, a medida que el viento caa,desaparecan por completo y no se divisaba rizo alguno en toda la lumbre del agua.

    El bote araba, sondando casi el suelo con la quilla e Isabelo dej de bogar, desarmuno de los remos y comenz a fincar con lentitud, sirvindose de l a guisa de palanca.Cuando la barca toc seco, encapill una soga de esparto a la cornamusa y arroj el

    pedral al mar.Me quit el pantaln y la blusa e Isabelo me ayud a bajar de la barca. El agua me

    llegaba escasamente a los muslos. Juan se haba desvestido asimismo y propuso quefuramos a beber una cerveza en el pueblo.

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    Gracias dijo el hombre. Yo les espero aqu.Conoce usted algn bar?En la carretera hay uno, pero deben cubrirse para ir all. Si no, los civiles les

    multarn.Isabelo nos alarg las camisas y se sent en la tapa de la regala con las piernas

    colgando para fuera. Juan le oblig a coger un paquete de Chester. La orilla de la playaestaba cubierta de algas secas y el suelo ceda bajo mis pies. El reverbero del sol hacadao a los ojos.

    En Los Urrutias no haba un alma como si sus habitantes hubiesen desalojadodespus del ltimo vendaval. Las casas tenan puertas y ventanas entabladas. La nicanota de color la ponan las farolas y alguna que otra palmera, desmedrada y amarilla.

    Crees que encontraremos algo abierto? dije.Juan pareca feliz en medio de aquella desolacin. Su vitalidad renaca al contacto

    de la miseria y las pupilas le brillaban como en la tarde en que me llev a Montjuich yse emborrach en un cuchitril con los hombres. Su infancia haba sido la de un niorico, con los caprichos y gustos pagados y no conoca las noches en vela ni las colas, ni

    las arrebatias por un mendrugo de pan. Yo lo haba vivido en los aos de guerra y depostguerra y el simple recuerdo me horrorizaba.

    Probaremos dijo.Le segu por una travesa hasta el primer zagun. Dentro, un chiquillo trenzaba una

    cuerda de esparto y, cuando le preguntamos, se incorpor y nos gui a la carretera. Casien la esquina haba un edificio de una planta con un anuncio dePepsi-Cola en forma detapn.

    Es all dijo. Pero aadi: Est cerrado.No hay ningn otro?No.Regresamos a la playa. Isabelo fumaba con la vista perdida en el horizonte y nos

    tumbamos sobre las algas secas de la orilla. El bote del viejo haba desaparecido denuestro campo visual. Las islas del Mar Menor emergan emborronadas por la calina y,

    por espacio de unos minutos, permanec con los ojos cerrados, pensando en Barcelona ylos amigos.

    Cuando los abr, Juan continuaba tendido a mi lado y desvi la vista hacia el mar.Qu haces? dije.Nada murmur. Te miraba.Se puso bruscamente de pie y agreg:

    Nos largamos?Zambull tras l en el agua y, al trepar a la barca, nos vestimos e Isabelo hal el

    cabo del pedral. De nuevo maniobraba con el remo para evitar los rasconazos de laquilla y en dejando de tocar fondo, lo ajust al tolete y comenz a bogar arrancado.Barajbamos la costa, dando la popa al viento y el mar cabrilleaba. Isabelo remaba

    satisfecho. A cada palada, la barca pareca resbalar sobre el agua. Le pregunt si estabacasado y dijo que s.

    Mi mujer me ha dado dos chavales, un varn y una hembra.Es del pueblo?S seora. En mi familia todos lo somos.Explic que nunca se haba movido del pas, excepto en los aos en que sirvi en la

    Marina. Mientras nos pona los cubiertos, el seor Joaqun, dijo que Isabelo las habapasado muy negras al morir el padre pero que, de un tiempo a aquella parte, las cosas le

    iban mejor.

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    Su esposa es muy trabajadora y, adems, l lleva la barca de su cuado y, ahora,van a medias.

    Maana salimos a pescar con l dijo Juan.La portuguesa coma en la mesa vecina y nos sonri. Era una muchacha delgada, de

    rostro agradable, con un amago de bozo sobre los labios. El seor Joaqun no le sacaba

    los ojos de encima y, cuando subimos a sestear, Juan dijo que tena mucho sexapil.Por qu no te vas con ella? le dije.Espera repuso. Todo llegar.Se ech en la cama, volvindome la espalda y cerr los postigos y me acost

    tambin. Las moscas zumbaban en la habitacin y el calor era insoportable. Los muellesdel colchn de Juan reproducan con fidelidad sus movimientos. AI cabo de unosminutos le o pronunciar mi nombre a media voz, pero no contest e hice como quedorma.

    A las seis salimos a dar un paseo. El cielo continuaba aplomado y, hacia la manga,unas nubes amazacotadas obstruan el horizonte y se extendan en direccin a las islasigual que una humareda. El muelle y los pontones estaban desiertos. Las barcas

    amarradas cabeceaban a causa del oleaje y nos detuvimos a contemplar el mar frente ala Pescadera.

    Es un lugar muy animado dije.Juan no replic y me colgu de su brazo y apoy la cabeza contra su hombro.

    No me hagas caso, querido. Hablo nicamente por hablar. Se me da igual estaraqu que en otro sitio. Lo importante es que te encuentres bien y puedas trabajar a gusto.

    La portuguesa vena por la calle con unos muchachos del pueblo.Vesta tjanos ceidos y una blusa escotada y, al pasar, nos dese las buenas tardes.

    Mientras se alejaba, Juan la sigui con la vista.Aunque no lo parezca soy muy celosa dije. Cuando te interesas por otras

    mujeres me enfurezco.Qu quieres que haga? Que no las mire? No, querido, no he dicho esto. . . Al contrario, me encanta... Slo quera

    explicarte que a las mujeres nos agrada nombrar las cosas. Si estamos celosas, loconfesamos sin ninguna vergenza. Los hombres, nunca se sabe lo que pensis. Sihablaseis un poco ms estoy segura de que podramos entendernos.

    Juan esboz una mueca ambigua y regresamos al hotel sin decir palabra,cariosamente enlazados por la cintura. El dueo nos esperaba sentado en un silln demimbre junto a la puerta.

    Qu, de paseo? Sin aguardar la contestacin apunt con el dedo hacia el mar ehizo ademn de soliviarse: Ven aquella clara?

    S.Eso significa que el viento muda de direccin. Maana escamparn las nubes.Encima del mostrador del bar haba un gorro de marino de la dotacin delLepanto.

    Anticipndose a nuestra curiosidad el seor Joaqun nos inform que su hijo habavenido a pasar el fin de semana desde Cartagena.

    Estaba franco de guardia y lo ha aprovechado para descolgarse unas horas. Nadams llegar sali a dar una vuelta con Mara... Es un chaval muy majo.

    Mara?La portuguesa. Los dos se conocen desde nios.Luego como callbamos refiri que el chico tena un carcter muy alegre y se

    haca valer en todas partes. En Cartagena se haba relacionado con gente de viso, dijo, y

    apenas rompa los zapatos por el pueblo. Con sus ahorros se haba comprado dos trajes

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    a medida, un reloj de oroDuwardy una gabardina comando. Al cumplir el servicio, suidea era colocarse en algn Ministerio, en la capital.

    A ese, cualquiera lo mete en pretina... Es un fenmeno, les digo. Igualico,igualico a su padre.

    Aquella noche la portuguesa no se present a cenar. La estuvimos aguardando hasta

    las diez en el comedor desierto y, en vista de que no vena, subimos a la habitacin. Elcaf me haba quitado el sueo y, durante largo rato, o removerse a Juan. Amedianoche me despert otra vez, con sobresalto y vi su sombra recortada a contraluzen el hueco de la ventana. Fuera, alguien rasgueaba una guitarra y un coro de vocessalmodiaba en sordina una romanza tierna y melanclica.

    Me levant a mirar de puntillas. La luz de la luna transfloraba desmayadamenteentre las nubes y distingu una rondalla de mozos que cantaban bajo el balcn de la

    portuguesa. Mara vesta un camisn blanco con ribetes de encajes y escuchaba laletrilla sin moverse. Al terminar los mozos la saludaron con silenciosos ademanes y ellase inclin sobre la balaustrada y les tir un beso.

    Por la maana crea haberlo soado, pero el seor Joaqun gui un ojo mientras

    serva el desayuno y pregunt si la serenata nos haba impedido dormir.En absoluto dije.Fue una idea de mi hijo aclar. Mara cumpla ayer diecinueve aos. El trajo

    la guitarra y los msicos.El sol reverberaba sobre el agua plomiza, pero el horizonte segua fosco y soplaba

    el terral. Los veraneantes de la huerta se remojaban al pie del muelle y un nio congorrito playero y tirabuzones jugaba en el pontn del hotel bajo la mirada severa de lanodriza. Frente a la Pescadera haba una docena de barcas amarradas a los hincones. Elencargado pesaba las cajas en una romana. Un corro de hombres asista a la operacinen silencio.

    Isabelo miraba tambin, con las manos hundidas en los bolsillos. Dijo que lospescadores venan de San Javier y haban pillado en un solo lance a vuelta de cincoarrobas de mjol.

    Por qu no lo venden en su pueblo? pregunt Juan.Aqu lo pagan ms caro.En el Paseo los viejos aseguraban la plomada de las redes e Isabelo nos llev a los

    pontones y nos present a su cuado. La barca estaba a pocos metros de all. Mientrasencenda el mechero dijo que, hasta unos meses antes, navegaban a vela pero que,cuando compraron el motor, la desarbolaron.

    As andamos mucho mejor concluy.Nos habamos sentado en los cuarteles de la escotilla y el ruido del pistn ahog las

    palabras. La chimenea arrojaba bocanadas de humo sucio. Isabelo cerr el timn a labanda y viramos por avante, orzando en direccin a San Javier.El cuado fumaba en la amura, con la boina echada atrs y observ la estela de

    espuma de la barca, abierta como un surco recin arado. Minutos ms tarde el vientoempez a escasearse. La proa hocicaba ligeramente e Isabelo desvi la caa del timn.

    Nos dijo que de maanica haban calado la moruna, pero la corriente era fuerte y alejabala dorada.

    Juan fue a sentarse junto a l y, de improviso le pregunt si haba participado en laserenata en honor de Mara.

    Yo? Isabelo le mir como si desbarrara.Esta noche hubo una ronda de mozos, no la ostes?

    Orla, s la o.

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    Con voz ronca explic que la portuguesa se diverta encendiendo a los muchachosdel pueblo y todos la miraban como tontos de balcn y le bailaban el agua al son queella quera.

    Su padre la ha enviado aqu castigada, para que no se emputezca y va a volver asu casa ms zorra que antes.

    Y t? No has paseado con ella?Prob una vez dijo enrojeciendo, Pero ya no volver.Por qu?Imaginaba que iba a jugar conmigo como con los otros y le di una leccin. Si uno

    se vende por hombre lo es hasta el fin. A m quien me la hace, la paga. No soy ningnchiquillo.

    El cuado vigilaba en la proa e hizo seal de cambiar el timn a la derecha.Habamos llegado al caladero y la encorchadura de la moruna boyaba a flor de agua.Isabelo detuvo el motor. Al quedar inmviles el cuado hal el primer gallo a bordo y,

    bogando lentamente con un remo, empez a cobrar el arte.Haba docenas de doradas enmalladas en la moruna y, a medida que tiraba de ella,

    Isabelo las desmallaba y las echaba a cubierta. Juan contemplaba el espectculofascinado. Los peces coleaban giles y brillantes. El cuado halaba cuidando de noenredar pedrales y gallos y, cuando todo el arte estuvo fuera, dej el remo a Isabelo y lovolvi a largar poco a poco, hasta calar completamente la red.

    Encendieron de nuevo el motor. Ahora seguamos la lnea del viento y corramos enpopa, enfilando por donde habamos llegado. Isabelo sac una navaja del bolsillo ycomenz a abrir las doradas. Les quitaba las vsceras y, una vez limpias, las meta en uncubo de zinc. AI terminar tena las manos rojas y la sangre coloreaba el agua del cubo.Despus la escurri por encima de la borda y balde la cubierta. El agua desapareci porlos imbornales.

    Poca pesca dijo mientras se secaba. Veremos qu tal se nos da esta tarde.Sals otra vez?S, seor. En verano hacemos dos caladas.Isabelo acept el cigarrillo que Juan le ofreca y ri enseando los dientes.

    Y la seora? No se ha aburrido?En modo alguno. Lo he pasado muy bien.Eso es lo mismo siempre. Con una vez, est visto... Si pescamos el mjol ya les

    dar razn.Caminando por el Paseo, Juan dijo que Isabelo tena muy buena planta y, mudado y

    afeitado, deba atraer a las mujeres. Me miraba de soslayo y, por la manera deexpresarse, comprend que estaba celoso de su virilidad.

    No s, no me he fijado dije.Alguno haba arrimado una bicicleta a la pared del hotel. En el perchero divis elgorro de marino del chico. El dueo se interes por nuestra excursin y se lament de laindocilidad del tiempo.

    En mi vida he visto racha igual. O aclara esta noche o no me llamo Joaqun.Antes de servirnos de comer nos invit a degustar su Jumilla. Llen dos vasos hasta

    el borde y pregunt si conocamos el francs.Algo sabemos dijo Juan.Aqu tengo una postal de un cliente que vino a principios de verano. Un industrial

    de Tuls, un tal mesi Lelon. . . Yo, la verdad, mi fuerte no es las lenguas.Le tendi una cartulina en colores con una vista general de la ciudad. El texto de la

    misiva era breve. Juan explic que el francs le enviaba muchos saludos y confiaba enpoder visitarle el prximo ao.

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    Todos escriben lo mismo exclam el seor Joaqun satisfecho. Ser por latranquilidad que reina aqu o por el clima o por lo que sea, pero es de cajn. Quien poneuna vez los pies en el pueblo vuelve.

    Tras guardar cuidadosamente la tarjeta, se acod en el mostrador, frente a nosotros.Me agrada coleccionar postales, saben ustedes? Esta es la primera que me

    mandan de Francia.Yo cre que venan muchos franceses dijo Juan.No, por ac bajan, sobre todo, alemanes, daneses, escandinavos... se encogi

    de hombros, como si el esfuerzo de enumerar le agotara. En fin, del mundo entero.Menos franceses.

    Hubo una pausa. Juan dijo que el Jumilla tena muy buena boca. El seor Joaqun seesponj.

    En la provincia hay vinos fenmeno, para todos los gustos... Igualico que este pueblo, Aqu puede ust pescar, pasear, ir al campo... Cada quien segn suspreferencias.

    La portuguesa irrumpi en medio de la comida con una toalla sujeta sobre la frente.

    Se haba lavado y perfumado el cabello con agua de colonia y pregunt al seor Joaqunsi tena noticias de sus padres.

    No, no hay nada para tiMara le observ con rencor. Sus ojos oscuros llameaban. Por un instante cre que

    iba a gritar, pero se dej caer sobre una silla, sin un suspiro,Qu esperan? Que me pudra para siempre en este dichoso pueblo?Ten paciencia, hija. El seor Joaqun se aproxim y le dio una topada cariosa

    en el hombro. Dijeron que llegaban a mediados de mes. No pueden tardar ya.Como no vengan pronto me largar. Estoy harta de aguardarles. Harta.No digas tonteras. En la solicitud del seor Joaqun haba una chispa de lujuria

    . Qu haras sola por esos mundos?... T les esperas aqu y te vas con ellos.Hace ms de dos meses que paro en el pueblo. Quiero volver a la ciudad.Volvers, hija, volvers.Soy joven gimi ella. Tengo ganas de disfrutar de la vida.Disfruta, quin te lo impide?Aqu? La portuguesa abarc con una mirada el comedor desierto, el rimero de

    sillas del rincn: Qu quieres que haga aqu?No s; pasear, pescar, ir con los chicos. ..Oh, calla! dijo ella. Djame en paz!.El resto de la comida transcurri en silencio. La portuguesa miraba a la calle con

    obstinacin, como acechando algo imprevisto. El seor Joaqun iba y vena atareado.

    Cuando subimos al cuarto, Juan opin que la muchacha pareca sinceramente triste y sudesesperacin no era fingida.Deberas ir a consolarla dije.El sonri y se tumb en la cama. Antes de dormir lo vi con los brazos bajo la nuca,

    boca arriba, haciendo vedijas con el humo del cigarrillo.Al despertar, una hora ms tarde, la collada de viento persista. El mar cubra la

    playa del muelle, bajo y acompasado. Juan se remojaba la cabeza en el grifo y propusoque disemos un paseo en coche. Encima de su cama haba la carpeta con sus proyectos.El suelo estaba sembrado de colillas y dije que s.

    En el vestbulo no encontramos a nadie. Alguno haba retirado la bicicleta de lapared y, al entrar en el Seat, Juan limpi los cristales. El pueblo continuaba dormido

    como de costumbre. Las casas de los veraneantes se alineaban cerradas y vacas.

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    Zigzagueando, para evitar los baches, alcanzamos la carretera general y torcimos endireccin a Cartagena.

    Despus de los tinglados de la base se extiende una llanura campa, de tierra ocre, perpetuamente asolada por el viento. Las palmeras orean sin tregua sus penachosdesplumados y, escaqueados por el molinar, se divisan cortijos, higueras achaparradas y

    amarillas y borricos de ojos vendados que giran en torno a las norias. Una pareja deciviles con el mosquetn terciado a la espalda, pedaleaban delante de nosotros. Cuandoles dejamos atrs se detuvieron y vi que desabrochaban el barboquejo de sus tricornios yse enjugaban el sudor de la frente.

    Un kilmetro ms all de Torre del Negro, Juan par el coche a la orilla de la cunetae hizo seal de que me apeara.

    Mira exclam.Un joven con gorro y vestido de marinero se diriga en bicicleta a un bosquecillo de

    olivos. Sentada en la barra iba una muchacha morena con una rebeca azul. Al cabo depocos segundos dndonos siempre la espalda sesg por un camino de herradura ylos dos desaparecieron de nuestra vista, como si la tierra los hubiera tragado.

    Crees que son ellos? dije.Quien sabe repuso Juan. A lo mejor son amantes.Mientras seguamos hacia Cabo de Palos discutimos la posibilidad. Juan sostena

    que Mara observaba una conducta de mujer y yo le llevaba la contra. La carreteracortaba la llanura como el filo de una navaja. Nopales, agaves, eucaliptos, barajaban susdistintos tonos de verde. En San Gins de la Jara nos detuvimos a fotografiar unahacienda de estilo colonial, con palmeras cargadas de dtiles, miradores y muros

    blanqusimos. Cabo de Palos surge de pronto, tras un muro de piedras secas y, en tantoque Juan iba a atalayar la vista del faro, vagabunde por el pueblo y me sent a beber unquinto en un caizo, frente al embarcadero de la sal. Los cargadores trabajaban an,

    pese a lo avanzado de la hora y, con desazn inexplicable, contempl sus sombreros depaja, sus cuerpos oscuros, sus pantalones sucios y desgarrados. Sin saber por qu, mesent terriblemente sola. Me acordaba de Jaime y los amigos y tena Canas de llorar.

    Cuando Juan volvi, el sol haba perdido el equilibrio y resbalaba sobre el techo delauna de las chozas. El dueo se acerc a preguntar qu deseaba. Juan pidi otro quintode cerveza y dijo que el panorama de la manga era magnfico.

    Hay playas de arena de varios kilmetros de largo. Uno puede tomar el soldesnudo.

    Anunci que, en cuanto abonanzara, iramos a visitar las golas. Yo intent sonrersin xito y pregunt qu me ocurra.

    He caminado mucho dije. Si me acuesto un rato ir mejor.

    Regresamos al pueblo. Ventaba fuerte por el campo de Algar y los molinos de velasgiraban con crujido sordo. Hacia el mar, el cielo era de color gris plomizo. Mientrasconduca, Juan me miraba con solicitud y yo le pas la mano en torno al cuello y leacarici la mejilla.

    Querido dije. Querido mo.Al cabo de unos minutos mi fatiga se desvaneci. La llanura se desperezaba despus

    del sopor de la tarde. Se avecinaba el momento del crepsculo y, por los caminos, sevean hombres y mujeres montados en borricos, de regreso de las faenas del campo. La

    polvareda velaba todava Los Urrutias y, de trecho en trecho, una pareja de civilesmontaba guardia al borde de la cuneta, con las manos apoyadas en la abrazadera delmosquetn.

    Juan aparc junto al bar en donde Mara jugaba al domin con los pescadores. Nodio con ella y seguimos la calle hasta la puerta del hotel. El gorro de marino colgaba de

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    nuevo del perchero. El seor Joaqun nos recibi muy afable y pregunt por laexcursin.

    Anduvimos por Cabo de Palos dijo Juan.Les ha gustado?La vista es esplndida.

    Lo nico bueno que tiene, s seor. El seor Joaqun aprob con unmovimiento de cabeza: Con eso y todo no sera yo quien pusiera los pies en aquelpueblo.

    No?No seor. No es que yo quiera hacer el reclamo de la regin pero, el personal de

    all, no es noble como por esta parte. Aqu, si alguno tiene algo contra ust se lo dice ala cara. All no. Muchas sonrisas y buenas palabras y, a la que ust se descuida, le robanhasta el pellejo. Son muy traidores, crame.

    Le dejamos desahogarse contra la gente de Palos y subimos a descansar a lahabitacin. Juan me despert a la hora de cenar. La minuta era la misma de los dasanteriores y com con desgana el pescado frito, los huevos anegados en aceite, el queso

    de bola y los bizcochos. Juan vaci sin mi ayuda la jarra de Jumilla. Aunqueaguardamos largo rato la muchacha tampoco apareci. Mientras retiraba los platos, elseor Joaqun dijo que estaba indispuesta.

    Aquella noche para dormir me fue preciso recurrir a los somnferos. Melevant tarde y vi que Juan haba salido ya. El suelo estaba cubierto de colillas y lacarpeta segua sobre la mesa tal y como la haba dejado la vspera, antes de nuestraexcursin.

    El tiempo continuaba estacionario. Nubculas aborregadas bogaban rumbo oeste. Elmar reverberaba, bajo y muerto, y las gaviotas se cernan inmviles en el aire y, aintervalos, descendan en furiosa calada, buscando presa.

    Encontr a Juan en el comedor y me comunic que el hijo del seor Joaqun habaregresado a Cartagena con la bicicleta, al rayar el alba.

    Cmo lo sabes? dije. Le has visto?No repuso. Dorma an... Acaba de decrmelo su padre.Otra vez nos perdimos en un mar de cabalas y conjeturas. Quin tena razn? La

    muchacha? El seor Joaqun? Isabelo? A las once el cuado vino a avisarnos de quesalan a pescar el mjol y expliqu a Juan que no me haba repuesto totalmente y le pedque fuera solo. En el colmado haba comprado una docena de postales con vistas del

    pueblo y puse unas lneas a todos mis amigos. La ltima la reservaba para Jaime pero,luego de escribir su direccin, la romp en mil pedazos.

    De vuelta de Correos me fui a baar entre los pontones, con los veraneantes de la

    huerta y las nodrizas. Mara lleg un poco ms tarde en bikini y tocada con un gorro degoma azul. Tras saludarme con ademn desenvuelto corri por el agua hasta perder piey se alej braceando enrgicamente.

    El sol cabrilleaba sobre el agua plomiza y el resistero hera los ojos. Buce unosminutos mar adentro y me acost en las tablas de madera del pontn. La portuguesanadaba siempre en direccin a las islas. Media hora ms tarde vino a sentarse a mi ladoy me pregunt por Juan.

    Y su marido? No se baa?Dije que haba ido a pescar con Isabelo y suspir.

    Es un pueblo triste, sin diversiones. A las diez de la noche no se ve un alma en lacalle.

    Ha podido hablar usted con su familia?

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    Mara sac un Bisonte de su bolso playero y prendi fuego con un encendedordiminuto

    Esta tarde voy a telefonearles. Si no vienen a buscarme inmediatamente memarchar por mi cuenta

    Dos pescadores bordeaban el canto del muelle y nos observaban de refiln Mara

    sacudi la ceniza del cigarrillo con rabiaEs un pas atrasado, atrasado. Los hombres miran a las muchachas como perros.En cuanto disponga libremente de m no volver en la vida.

    Juan regres muy tarde con el cuerpo cubierto de sal. Isabelo le haba regalado unpardete y explic que el mar estaba arbolado y las olas rociaban la cubierta. A ver siaclara de una puetera vez. exclam Me muero de ganas de ir a las encaizadas."

    A la hora de la siesta le refer mi conversacin con Mara. Juan dijo que Isabelohaba hablado igualmente de ella, pero no pudo sonsacarle nada nuevo acerca de su

    paseo en bote A media tarde la muchacha tuvo un repique con el seor Joaqun. 1.aomos gritar en el comedor y. en seguida, se encerr en su dormitorio dando un portazoy no apareci hasta la cena.

    Aquella noche hubo un sinfn de idas y venidas por el pasillo Juan dorma a sueosuelto a causa de los hipngenos y. en la duermevela, me pareci que la portuguesa

    pona la habitacin palas arriba y se asomaba a la ventana y discuta a voces con unhombre Por la maana el seor Joaqun andaba plido y trasojado y renunci a suhabitual letana respecto al tiempo. Mientras servia el caf dijo que Mara estabaenferma y la haban trasladado de madrugada a Cartagena, a la clnica de unos amigos.

    Qu le pasa? dijo JuanEs algo grave? An no lo sabemos con exactitud El seor Joaqun desviaba la mirada:

    Posiblemente se trate de apendicitis.En los das que siguieron, la brusca partida de Mara se convirti en la comidilla de

    las conversaciones Hubo quien sostuvo que haba intentado suicidarse. Otros afirmabansaber de buena tinta que la enfermedad era mortal. Algunos en fin defendan lahiptesis de la fuga con un rico extranjero y coloreaban la noticia con toda clase de

    pormenores contradictorios y fantsticos.Tan slo el seor Joaqun finga desdear estos rumores. A diario nos informaba de

    que Mara iba bien y aseguraba que dentro de breve plazo volveramos a tenerla connosotros. La vida del hotel se desenvolva con entera normalidad Una maana, noobstante, el dueo recibi la visita relmpago de su hijo Al levantarnos vimos la

    bicicleta apoyada en la pared y el gorro colgado del perchero Los dos se encerraron ahablar en la cocina A la hora de comer, bicicleta y gorro haban desaparecido y el seorJoaqun nos anunci que la enferma se hallaba casi restablecida y pronto la daran de

    alta.Pobre muchacha dijo. Sus padres se alegrarn cuando la veanFue una semana de cielo variable, con mangas de viento racheado y nubes informes,

    oscuras y huidizas. Los ltimos veraneantes de la huerta cerraron sus casas y me baabasola entre los pontones vacos. El seor Joaqun oteaba vanamente el mar desde susilln de mimbre. La meteorologa continuaba burlando sus pronsticos y asuma el maltiempo como una derrota ntima y personal, de la que se senta plenamente responsable.De vez en cuando, olvidando sus anteriores declaraciones acerca del auge turstico,desempolvaba el recuerdo de un matrimonio alemn que haba parado en su casa hacaseis aos o de un caballero dans que prometi visitarle con su familia y le habaenviado una felicitacin de Navidad. La minuta del hotel era la misma de siempre y,

    pasado el primer sentimiento de rebelin, me acostumbraba a soportarla poco a poco.

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    La carpeta de Juan dorma otra vez encima de la mesa. Diariamente formulaba parami sayo el propsito de hablarle pero, llegado el momento de hacerlo, me cobardeabanlas palabras y aplazaba la decisin para el da siguiente. Juan sala a menudo con Isabeloy su cuado y, una tarde, les acompa a cobrar la pasantana. Era una forma de pescardesconocida para m. A medida que se estrechaba el cerco de la red el mjol intentaba

    huir brincando sobre la relinga y caa en el armazn de caas previamente dispuesto entorno. Aquel lance sacaron ms de dos cajas de pescado y, de regreso, Isabelo evoc lascondiciones de vida en el Mar Menor. Las encaizadas, dijo, haban sido arrendadas porel Estado a un consorcio que empleaba a numerosos subalternos, vigilantes y guardias.Los pescadores tenan vedado el acceso a las aguas ms ricas y, solamente un da al ao,

    por privilegio particular, podan acercarse a las golas y repartir por mitad con elconsorcio el fruto de la pesca.

    Qu da?El veinte de este mes. Pero si quieren ir antes a la manga, maana libro temprano

    y voy con ustedes.El cuado quiso saber si habamos probado el caldero. Juan dijo que no.

    Es un arroz al estilo pescador. Si les parece, llevaremos el pescado con nosotros ylo prepararemos all.

    Juan me consult con la vista. Aunque desvi la mirada repuso que estaba deacuerdo. "Confiemos en que haga buen da", suspir.

    Al desembarcar en el muelle, el seor Joaqun nos comunic que habantelefoneado dos veces desde Barcelona preguntando por nosotros.

    Quin era? dije. El corazn me lata con fuerza.No s. Un hombre. No me dej ningn mandado.Quera hablar conmigo?Con los dos. Con ust y luego, con el seor. Probablemente llamar ms tarde. Con tal que no haya ocurrido una desgracia dije cuando subimos a la

    habitacin.Si fuera algo grave ya lo sabramos repuso Juan. Con ponerte nerviosa no

    arreglars nada. Hala!, sintate y no le des ms vueltas.Era el nico proceder razonable y, por espacio de una hora, recorr centenar y pico

    de pginas de un libro sin enterarme de lo que lea. Mi atencin resbalaba sobre laspalabras. Durante la cena el telfono volvi a sonar. El seor Joaqun lo descolg e hizoademn de que viniramos.

    Barcelona. Es para ustedes.Me tendi un aparato antiguo, de tubo y manubrio y el receptor transmita la voz de

    Jaime.

    Marta, eres t?Cmo has sabido nuestra direccin?Muy sencillo. Gloria recibi una postal de ese pueblo y pregunt por el hotel. . .

    Asun y yo queremos ir a buscaros.Es absurdo. Nos vamos ya. Estamos a punto de salir.Entonces nos encontramos por el camino. Lo pasis bien?Muy bien.No puedes hablar?No.Hay gente contigo?Nos veremos en Barcelona. Telefonear a Asun al llegar.

    Juan se haba levantado de la mesa y pregunt: "Es Jaime?"S.

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    Qu dices?No, responda a Juan.Djame hablar. Me quit el telfono de la mano y dijo: Jaime? La voz

    brotaba del receptor ridcula e impotente. No, al contrario, me parece una magnficaidea. Comenzbamos a aburrirnos los dos solos.

    Explic que, si hacan noche en Valencia podran llegar a comer al pueblo sincansarse demasiado.La carretera es buena. Di a Asun que os esperamos... Aguarda, te paso Marta otra

    vez.Me entreg el telfono con una sonrisa.

    Lo ves? Todo arreglado dijo Jaime. Ests contenta?No.Oye, qu te sucede?Nada. Tengo ganas de volver a Barcelona y trabajar. Estoy hasta la coronilla de

    viajes.Bueno, bueno, no te pongas as. Ya discutiremos luego.

    Adis.Hasta pasado maana.El seor Joaqun no haba perdido coma de la conversacin. Mientras volvamos a

    la mesa quiso saber cuntos amigos venan y explic que poda matar un pollo ycondimentarlo al modo murciano.

    Haga lo que a usted le parezca dije.Juan beba plcidamente el Jumilla de la jarra y me mir con desaprobacin.

    A Jaime le gusta mucho.Pues que le aproveche. Para comerlo no tiene ninguna necesidad de venir aqu.Yo cre que te aburras sola. Por eso les invit a los dos.No quiero ver a nadie repuse.El da siguiente bamos a las encaizadas y mi malhumor se desvaneci. El mar

    ondeaba liso y azul y, por primera vez, en toda la extensin del firmamento no seavistaba una nube. Isabelo aguardaba en el muelle, afeitado y con una camisa nueva. Sucuado haba ido a Elche a ver jugar al Real Madrid, y Juan me ayud a saltar a bordo.Bajo la escotilla haba un cenacho con botellas de vino, cubiertos y servilletas y uncaldero espartado, de color negro. Isabelo abri la proa de la barca y puso en marcha elmotor. Las casas del pueblo se achicaron poco a poco. La embarcacin no cabeceaba loms mnimo y, conforme adelantbamos, las islas se dibujaban con mayor nitidez, y latorre del faro, y el perfil sinuoso de la manga.

    Isabelo se haba sentado a popa junto al timn y me acomod sobre la lona que

    cubra las caas de la pasamana y observ el aguaje de la quilla. El mar reverberaba a laluz del sol como un mantel de hule. El agua transparentaba el boliche que se diriga a lacosta buscando calor y, al romper con la mar llana, la proa de la barca produca un leveescarceo. "El buen tiempo al fin", exclam Juan.

    Media hora ms tarde encostbamos de nuevo, e Isabelo corri el timn a la banda.El playazo se perda en la distancia asolado y blanco. Una boya negra indicaba a los

    pescadores el lmite de la concesin. Cuando el motor se inmoviliz en la cara del aguareinaba calma chicha. Isabelo miraba hacia el pontn del consorcio y dijo que habavisitantes en el chalet.

    Qu chalet? Aquel edificio que se asoma atrs. Es un pabelln de recreo de los

    administradores.

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    Avanzaba fincando para no embancar en los mdanos y, al llegar a la orilla, cal elrezn y saltamos a tierra.

    Ac se pueden ustedes baar con toda tranquilidad dijo.Pareca que la playa no tuviese fin. El sol brillaba encaramado en el cenit y no

    soplaba un amago de aire. En frente de nosotros el Cabazo Gordo se dilua en el

    horizonte calino.Nos quitamos la ropa. Los pescadores de la manga haban habilitado una especie derefugio para mallar y teir redes. Junto al cabo de la boya divis los residuos de variosfogones y la huella reciente de una embarcacin. Isabelo nos ense los barriles deltinte. Al bajar de la barca haba cogido el cenacho y Juan se empe en abrir una botellade Jumilla. Isabelo bebi tambin, alegremente, y, a travs de las dunas, nosencaminamos los tres a ver la paranza.

    La primera boca interior de la encaizada tena una anchura aproximada de treintametros. En cada orilla haba un murete de obra para canalizar la corriente y enfilamos

    por l bordeando el agua clara y dormida. Al otro lado, en un islote formado por las dosabras de la gola, se alzaba el pabelln de recreo del consorcio, un edificio de dos plantas

    de aspecto un tanto marchito, con un amplio balcn orientado hacia el mar de fuera.Haba un yate amarrado al embarcadero y los visitantes bailaban en la terraza del chaletal son de una gramola. Al aproximarnos a la paranza reconoc los compases de Negraconsentida. En el silencio y soledad de la manga la msica sonaba de modo extrao. Las

    parejas se mecan suavemente mejilla contra mejilla y dos nias vestidas de punta enblanco daban vueltas tambin, exquisitas y frgiles, como figurillas de porcelana.

    Luego comen y se van a tumbar por ah dijo Isabelo. Esos s que gozan de lavida.

    La gramola difundi en seguida un fox de los aos cuarenta y proseguimos por elcanto superior del murete hasta la paranza. Una barrera de caa cortaba la gola en dos y,mediante un complicado sistema de redes, los peces que venan del Mar Menor atrados

    por la fresca de la corriente se embocaban en una serie de corrales de donde no podasalir. Al poco de llegar nosotros, un hombre con un bote de fondo plano se dirigi al

    primer caal. Tras cerrar la boca de entrada salt al interior y, con ayuda de un salabre,empez a copejear el pescado en un cubo. La ribera exterior de la manga era asimismomagnfica. La playa se alargaba kilmetros y kilmetros. A la derecha del faro un

    pailebote se enmaraba por la lnea del horizonte. El suelo estaba cubierto de algas yjuncos. Las tueras reptaban entre las dunas y encontr, intacta, la muda de una culebra.Delante de nosotros, Isabelo buscaba lea para quemar.

    De vuelta al refugio. Juan cogi la botella de Jumilla y la medi de un trago. Isabeloimprovisaba un fogn con cuatro piedras y arm un pabelln para el caldero. En el

    cenacho haba un plato con mjol y langostinos y un mortero especial para la salsa.Mientras yo majaba los dientes de ajo y las oras, Isabelo abri la navaja y troce unasoga de esparto. Despus vaci el pescado y la salsa en el agua del caldero y prendifuego a la soga con el encendedor.

    Juan y yo nos sentamos a mirarle en unos parales. El sudor le chorreaba por lafrente y se quit la camisa, dejando al descubierto un pecho velludo y negro. Juan lealargaba de tarde en tarde el vino y, al terminarse la botella, abri otra y me la ofreci am. "Anda, bebe dijo. Tenemos que emborracharnos."

    Le obedec, e Isabelo acept a su vez con una sonrisa y bebi igualmente. Al cabode un tiempo retir el caldero de la lumbre, escurri el jugo y volc el pescado en unlebrillo. En seguida ech el contenido de un paquete de arroz en la salsa y, valindose

    de la espuerta para no quemarse las manos, volvi a colgar el caldero del trpode.

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    Cuando nos disponamos a comer era ms de las tres. El cuartel de la escotilla hacalas veces de mesa c Isabelo sirvi el pescado y el arroz a banda. Juan dijo que norecordaba plato igual en su vida. A m tambin me pareca excelente e Isabelo ri denuestro entusiasmo. El caldero dejaba resquemo en la lengua y el vino desapareca conrapidez. Antes de los postres Juan descorch la ltima botella y bebi largo rato a cao,

    hasta que el vino le resbal por la barbilla y le puso perdido el baador.Inesperadamente, se detuvo y tendi el Jumilla a Isabelo.Ahora que nadie te oye explcanos su historia con Mara dijo con voz ronca.Isabelo arque sus cejas espesas y sonri de modo forzado.

    Poco hay que contar. Me alquilaba el bote igual que ustedes y un da vinimos a lamanga y reimos.

    Tu cuado dijo que se timaba contigo y te iba a buscar al bar cada noche insisti Juan.

    La muchacha est acostumbrada a la vida de la ciudad, a alternar y salir con lagente y, aqu, se aburra. Por eso un da iba detrs de uno, y otro de otro, y otro de untercero, sin darse cuenta de que estas cosas no sientan bien en un pueblecico.

    Y t? Qu hiciste con ella?Nada. Isabelo esquiv la vista y contemplaba fijamente el suelo. Lo que

    hacen hombre y mujer cuando estn a solas.Un soplo de viento estremeci la superficie estancada del mar. Los invitados del

    pabelln de recreo se haban reunido en el pontn y comenzaban a embarcarse en elyate. Juan me observaba con los ojos enrojecidos por el alcohol. De improviso seincorpor sin soltar el vino y encarndose con Isabelo, dijo que iba a pasear por lamanga.

    Te confo mi mujer aadi sonriendo.Le segu con la mirada mientras caminaba a tropezones y empinaba el codo para

    beber de la botella. Tena ganas de correr detrs de l y abofetearle. Isabelo, a mi lado,pareca tan confundido como yo.

    Perdneme dije. Ha bebido ms de la cuenta.Debi de ocurrrseme antes. El vino resolano es muy traidor. Quiere que vaya a

    vigilarle?No es necesario, gracias. Cuando se le pase volver.Lo digo para que no le d el sol en la cabeza. A bordo tengo un sombrero de paja.No se preocupe, est habituado. Las mejillas me ardan y me levant. No es

    la primera vez que esto le sucede.El agua de la ribera estaba en lecho y nad unos minutos sin alejarme de la costa.

    Las gaviotas volaban sobre las hierbas del alfaque. El yate del consorcio haba

    desamarrado y se haca a la vela en direccin de San Javier. Al tornar a tierra, Isabelofregaba los platos y el interior del caldero con arena y un estropajo y, cuando todoestuvo limpio, remang las perneras del pantaln hasta las rodillas y chapuz en elagua. Me envolv en el albornoz y contempl el paisaje vaco, el agua quieta, los juncosinmviles. La luz vesperal impregnaba el aire de una fosforescencia indecisa. Isabelocontinuaba braceando mar adentro. Yo saba que Juan lloraba en algn escondrijo de lamanga y me senta atrapada como entre las mallas de una red.

    Juan se present una hora ms tarde, calmado y sereno, con la misma sonrisa vagadel da en que me pidi las cartas. Explic que haba caminado varios kilmetros por lasdunas y encontr un puesto de la guardia civil y se detuvo a pegar la hebra.

    El cabo es un gallego sensacional dijo. Estuvo en el frente en Esmolensko y

    an suea en cargarse rusos. Y vosotros? Qu tal lo pasasteis?Muy bien repuse.

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    Oscureca y regresamos a la embarcacin. Los nublos se condensaban de nuevohacia el norte y apopamos siguiendo el filo del viento. De largo a largo del recorridoninguno de los tres dijo palabra. Isabelo vigilaba el timn tendido en la lona de lasredes. Yo fumaba sobre los cuarteles de la escotilla. Juan se haba sentado a proa yobservaba abstrado el horizonte.

    En el hotel, el seor Joaqun nos esperaba como agua de mayo. Haba recibido untelegrama de los padres de Mara anunciando su visita para el da siguiente ydesbordaba de optimismo y actividad.

    La cosa est que arde, s seor. Como se les antoje a sus amigos traer ms gentetendr que ir a dormir a la calle. Si se lo digo, en este pueblo nos sobra personal.

    Por la noche, Juan se obstinaba todava en guardar silencio y le o dar vueltas yvueltas en la cama. Al fin tante la perilla de la luz y se dirigi al armario en busca delos somnferos.

    Querido dije.Se volvi a mirarme y la expresin hurfana y desamparada de su rostro me hizo

    llorar.

    Por qu nos dejaste en la manga? Creas que me iba a acostar con l?No s. Movi los labios como para agregar algo, pero no dijo nada.No quiero a Isabelo ni a ningn otro te enteras? Slo te quiero a ti.S.Te torturas intilmente, comprendes? Te amargas la vida y me la amargas a m.Se sent en un pico de la cama y atraje su cara junto a la ma, hasta que mis

    lgrimas resbalaron por su piel.No puedes continuar as, querido. .. Necesitas trabajar, ponerte en contacto con

    las cosas. Aqu te descompones poco a poco...Juan deca que s, como un nio y, cuando apagu la luz, se tendi a mi lado y

    dormimos abrazados por espacio de medio da.Jaime y Asun llegaron a la una de la tarde, riendo y alborotando. Haban irrumpido

    en la habitacin, escoltados por el seor Joaqun, y Asun me bes en las dos mejillas, altiempo que Jaime se inclinaba sobre Juan y le palmeaba cariosamente en la espalda.

    Qu hay, granuja? No te da vergenza levantarte a estas horas?Luego me bes tambin y explic que en Barcelona todo el mundo se mostraba

    indignado con nosotros y juzgaba con severidad nuestra conducta.Apuesto algo a que ni siquiera sabis los sitios frecuentables. Si buscaseis de

    noche a alguno de la banda, adonde irais?A Panams dije.Lo veis? exclam triunfante. Estis pasados de moda, como las boleras al

    aire libre y los cigarrillos con filtro. Ahora fumamos tabaco filipino y nos reunimos enJamborecJuan se haba incorporado, desnudo de cintura para arriba y miraba a Jaime

    remusgando la vista como si, habiendo olvidado su imagen de antes, tratase, en unossegundos, de grabarla de nuevo.

    Mana empezaba a aburrirse dijo. Por eso os ped que vinierais.No es verdad protest. Malditas las ganas que tena de ver a nadie... Estaba

    haciendo una cura de soledad y vosotros me obligis a romper la dieta. Esto es peor que frica dijo Asun. El pueblo parece completamente

    abandonado. Ha habido un terremoto o algo por el estilo?Siempre est as dije.

    Si acabaris los dos en un convento, os lo juro... Asun se haba arrimado a Juany le amenazaba con el ndice extendido: No podis formaros idea de la animacin que

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    haba en Tossa. Este verano han inaugurado ms de diez bares. Todas las noches nosacostbamos a las cuatro.

    Ah, s? dijo Juan. Y, puede saberse qu hacais?Bailar la bomba y beber gintonic... Los sbados y domingos hay un ambiente

    fantstico. La playa se llena de gente de Barcelona y los obreros andaluces se dedican a

    seducir extranjeras.Mientras iban a dejar las maletas en su cuarto, me lav la cara y me vest. Juan sehaba enjabonado para afeitarse y pareca de excelente humor. Antes de salir me acerqua l y apoy la cabeza sobre su hombro.

    Estoy enamorada de ti me oyes?... Promteme que no bebers ni hars tonteras.Asun pas a recogerme momentos despus. En el vestbulo, el seor Joaqun

    conversaba animadamente con Jaime e insisti en que aparcara el automvil junto alhotel.

    Aqu estar en mayor seguridad, crame. Pngalo detrs del de sus amigos ytodava quedar espacio para el de esos seores portugueses de quienes le he hablado.

    Jaime no tuvo otro partido que obedecer y realiz la maniobra bajo la mirada

    complacida del dueo. Luego subi a hablar con Juan, en tanto que Asun y yovagabundebamos por el muelle. A la hora de comer nos reunimos los cuatro frente al

    pontn. En la calle haba unAustin con matrcula de Porro y, convertido en maestro deceremonias, el seor Joaqun nos present a los padres de Mara. Dijo que la muchachase haba restablecido del todo y, por la tarde, ran a buscarla a la clnica. Al finconseguimos sentarnos en el comedor y una chiquilla vestida con un delantal blanco nossirvi los entremeses y el pollo condimentado a la murciana.

    Qu proyectos tenis para la noche? pregunt Asun al terminar.Ninguno dijo Juan. Si el pueblo os aburre podemos correrla en Cartagena.As lo decidimos pese a que el seor Joaqun aseguraba que el personal de all no

    era noble como el del pueblo y simpatizaba poco con los visitantes.El cartagenero es muy largo de uas, s seor. Vayan ustedes con cuidado, no sea

    que les distraigan la cartera.Habamos tomado el caf en el bar de los pescadores y, al oscurecer, nos

    dispusimos para la marcha. Asun quera que furamos los cuatro en un coche, pero Juanprotest y dijo que prefera ir a solas con ella.

    Marta y yo nos conocemos demasiado. A veces conviene cambiar, no os parece?Los dos se metieron en el Seat riendo y Jaime abri la puertecilla del cuatro cuatro y

    arrancamos inmediatamente detrs.Puedes explicarme qu te pasa? dijo cuando salimos del pueblo.Se haba vuelto a mirarme, con la mano apoyada en el cambio de marchas y no me

    mov.Nada repuse. No tena ganas de que vinieras. Estoy cansada, Jaime.Cansada, de qu?De todo. De la vida en comn de Barcelona, de los amigos. ..Las balizas rojas y blancas del antiguo campo de aviacin emergan entre los

    hierbajos. Ms lejos, el paisaje apareca emborronado por una espesa nube de polvo.He reflexionado mucho ltimamente y ahora veo las cosas con claridad. Esta

    primavera nos engabamos los dos. . . Estoy enamorada de Juan.Siempre has estado enamorada de Juan.Lo s, pero entonces no me daba cuenta. Ignoraba que me quisiese tanto. Cuando

    le cont lo nuestro...

    Qu?Por favor, ten el volante.

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    Qu dices?No olvides el coche te digo. Vamos a estrellarnos.Has sido capaz de...?Yo no le daba tanta importancia y se lo dije casi en broma.Jaime conduca con el rostro crispado y, de repente, aceler.

    Puede saberse con qu derecho le contaste un secreto que no era tuyo?Me conoces de sobra, Jaime. Nunca he querido ser desleal.Pues eres desleal. El secreto me perteneca tanto como a ti. Qu cara voy a

    poner cuando le vea?No grites as, te lo ruego.Si me da la gana de gritar, grito. Me oyes?No soy sorda.Nos acercbamos a Algar y contempl las velas triangulares de los molinos. Jaime

    se haba derrumbado sobre el volante. Un ciclista cruz la carretera sin avisar, pero susreflejos eran firmes y lo esquiv con un movimiento rpido.

    Qu cara voy a poner, di?

    Ninguna. Es un asunto entre l y yo. Nadie te pide cuentas.Calla, por Dios. A lo menos, calla.Cerca de La Unin el tramo de la carretera se ensanchaba. Atravesamos el pueblo

    velozmente y, a la salida, avistamos el Seat. El crepsculo iluminaba los depsitos dezafra y las chimeneas arruinadas de las fundiciones. A la derecha se columbraban lasluces de una factora. Un jip con matrcula americana torci por el camino deEscombreras y, despus del paso a nivel, Juan se detuvo y, a travs de la ventanilla, nosgrit que le siguiramos.

    Contorneamos la ciudad al pie de la muralla y la atmsfera del puerto me sedujo.Los de la Armada circulaban en grupos con traje de paseo y haba asimismo numerosossoldados de tierra e infantera de Marina. Juan aparc en la plaza del Ayuntamiento.Durante unos minutos enfilamos por una calle llena de gente. Al otro extremo, laguardia de Capitana arriaba bandera y el trfico ces, mientras los militares secuadraban. Cuando la ceremonia termin preguntamos la direccin de El Molinete ysubimos por una calleja pina hacia el barrio alto.

    Arriba haba una plaza mal alumbrada y pareca que todos los quintos estuviesencitados all. Algunas mujeres aguardaban con el bolso bajo el brazo. Los hombresformaban corro alrededor de ellas y nos observaron con curiosidad. Los altavoces de los

    bares transmitan a voz en grito. Tras mucho vacilar nos decidimos por uno y Juanencarg cuatro cuba-libres.

    Tengo vergenza murmur Asun, sealando a las camareras. Qu deben de

    pensar de nosotras?Comprtate como si fueras del oficio. Mira a Marta. Ninguno dira que estcasada. Juan se volvi hacia Jaime y pregunt: No te parece?

    Jaime esboz una sonrisa de disculpa. Asun se haba aproximado a l y se le colgdel brazo.

    Me gustara bailar dije.Antes de la playa he visto un baile de marinos.Dnde?No recuerdo Asun cogi el vaso con el cuba-libre y se lo llev a los labios:

    Voy a beber para entonarme.Yo estoy a tono ya dije. Es mi primera juerga desde hace meses.

    Qu hacais en el pueblo por la noche?Nada, dormir. Hay que recuperar el tiempo perdido.

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    Jaime permaneca en silencio. Juan le observaba con curiosidad y, luego, me mirunos segundos.

    Te encuentro un poco mustio dijo.Es el calor. En cuanto beba un poco se me pasar.Pues bebe. Hoy es una gran fecha.

    S dijo Asun. Por fin estamos reunidos.Las mujeres del bar charlaban con los clientes. De vez en vez, algunos soldados seasomaban a echar una ojeada y regresaban en seguida a la calle.

    Tengo sed dije. Me beber otro cuba-libre.Espera a que vayamos al sitio de los marinos dijo Asun.Djala que beba si quiere. Juan llam a la camarera y examin el contenido del

    vaso de Jaime: Hala!, anmate.Ya me animo.Por favor, pnganos usted cuatro ms.Quiero bailar dije. En mi vida he tenido tantas ganas de bailar como hoy.La camarera cambi el disco del pic y me vaci una copa de Larios en el vaso y

    media botella de Coca-Cola.Desea limn?Una rodaja, gracias.Un tipo con facciones de mono se haba abocado con Juan y le alarg un rectngulo

    de papel. El hombrecillo traa los faldones de la camisa fuera. Cuando baj la vistadescubr que andaba descalzo.

    Qu quiere? dijo Asun.Can you give any I am deaf and dumb ley Juan.Es mudo explic la camarera. Les ha tomado a ustedes por americanos. Se

    encar con el hombrecillo y comenz a mover gilmente los dedos. Que sonespaoles, so cabrn. O acaso te has vuelto tambin ciego? Di, mariconazo!

    El hombrecillo nos miraba sin comprender. Juan le dio un billete de cinco duros yse eclips inmediatamente.

    El pobrecico se gana los garbanzos asn dijo la camarera. Una peseta aqu,dos reales all... No crean que es malo, no. Lleva una vida muy aperreada.

    Tendras que haberte quedado con el papel dijo Asun.De verdad lo quiere ust? La camarera haba encendido un pitillo y ocult el

    paquete en el escote. Gins! grit. Ve y agarra en seguida al Tirao.Oh, no se moleste usted, por favor. Lo deca por decir.No es ninguna molestia, seorita. Tiene un montn en varios idiomas. Como aqu

    viene personal de todos lados. . .

    Un hombre alto, de pelo negro y facciones gitanas, vestido con la camisa y cordnde los Terciarios, dej de discutir con las mujeres y se precipit hacia la calle.Eres ridcula dijo Jaime a media voz. Quieres explicarme por qu cono has

    pedido la tarjeta?Juan le mir sorprendido. Jaime pareca sinceramente furioso.

    Est visto que no se puede salir contigo sin que, por una razn u otra, metas lapata.

    Hijo, que mosca te ha picado? Asun se volvi, tomndome por testigo:Qu le he hecho? Di, qu le he hecho? Jess, qu repentes.

    Si Asun quiere el papel dije a ti que se te importa?Me cabrea que haga siempre su nmero de seorita dijo Jaime. Me cabrea y

    me repugna.

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    Cuando un tipo reparte tarjetas es para que se las quede el pblico protestAsun. Ahora que comenzaba a encontrarme a gusto, vas y la armas. Ni que tehubieras levantado con el pie izquierdo, hijo mo.

    El hombre regres con el mudo. Lo traa sujeto, dndole empellones y lo arrastrjunto a nosotros, con brutalidad.

    Dnde te habas najado, sinvergenza? La camarera se inclinaba sobre labarra del bar y amag con el brazo al hombrecillo Te parece bonito largarte por lasbuenas sin agradecer a estos seores? Vamos, dales la tarjeta! Que con las orejas quegastas puedes aplaudir por el cogote, gran mamn!

    El mudo inici una serie de ademanes veloces. La mano oscura del alto continuabaaferrndole por el cuello.

    Es un pedacico de pan dijo la mujer. Cuando estamos solas, mis compaerasy yo le mandamos llamar y le pedimos que nos cuente cmo vino al mundo. O que baileel ch-ch-ch. O que haga el sarasa. Y, bueno, es que te dislocas de rer... Eh, t! grit plantndose frente a l. Qu oficio tena tu madre, Tirao?

    El mudo pareca haber calado al fin sus intenciones y estiraba su boca interminable

    mostrando las encas. Sus dedos agitaron un imaginario fajo de billetes. Luego emitiun sonido ronco y empez a contonearse.

    Est explicndoles que era puta... (La camarera se atragantaba.) Si se lo digo...Y tus hermanos? Cuenta. Dnde estn tus hermanos?

    Los clientes del bar formaban anillo en redor de nosotros, y repiti la preguntahaciendo muecas. El alto asi al mudo por los faldones de la camisa.

    Tus hermanos, di, dnde los guardan?El Tirao lanz nuevos gemidos. Movi los dedos, sac la lengua y puso los ojos en

    blanco.Muerto, s dijo el alto. Pero, en qu sitio? En el cementerio?Los conservan en el clnico en un tarro de alcohol... La camarera se aguantaba

    las costillas con las manos: Uy, que me meo de risa! Qu hombre, Dios mo de mivida! Ni que lo hubiera padreado el Frnkestein. Lo sacan retratado y se rompe lamquina.

    Por la puerta asomaron dos de la Polica Militar, con brazalete, porra y cascoamericano. Juan seal los vasos vacos y ofreci una ronda de cuba-libre a las mujeres.El pic transmita una cancin de los Platters.

    Dale tambin uno al mudo.Este slo toma gaseosa. La mujer sac una de la fresquera y la destap:

    Hala, bebe; el seor invita.El Tirao le agradeci con un gemido. Agarr la botella, empin el codo y la vaci

    de un tirn.Y usted? Quiere algo?Ponme una copa de cazalla, Merche dijo el alto.Jaime no haba desarrugado el ceo. Le o repuntarse en voz baja con Asun y dije a

    Juan que quera ir a bailar. Cuando pag, salimos a la calle y nos abrimos camino entrelos soldados que acechaban el ir y venir de las mujeres. El mudo y el alto se habanunido a nosotros.

    Forasteros, eh?S.De Madr?No; de Barcelona.

    El del cordn haba cogido a Juan por el brazo y deca que Barcelona era lo mejordel mundo.

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    Es una ciud con clase, me explico o no me explico? Ust baja por las Ramblasy el mujero que hay no lo ve ust en ningn lao. Yo anduve una vez de turista con unosseores, asn en el plan de usts ahora, y lo pasamos en grande. De Cartagena muchosvan a Barcelona a trabaja; pero patrabaj, me digo yo, estoy bien aqu. All ha de iruno a lo se, con la cartera bien forra, a patearse los cuartos y disfruta de la va.

    El altavoz de un bar transmita una cancin de Marchena. Varios soldados laacompaaban palmeando y, al cruzar la plaza Asun me susurr junto al odo.Has visto?Qu?Jaime est ms insoportable que nunca. No s qu tiene contra m.No le hagas caso. Ya se calmar.Fue l quien se empe en venir a buscaros y ahora me echa la culpa.El baile era un local destartalado, con mostrador largusimo y escenario cerrado por

    una cortina mugrienta. Un tocadiscos americano moderno difunda los compases de Elgato montes. Soldados y marinos bailaban el pasodoble abrazados a las mujeres y, alparar la msica, desembarazaron el centro de la sala y se agavillaron a lo largo del bar y

    en torno a la mquina tragaperras.La camarera de la barra sirvi cuatro cuba-libres, una cazalla y una botella de

    gaseosa. Jaime apur su vaso de un latigazo y miraba a Asun con malos ojos. Le dijeque si quera bailar conmigo y repuso que no.

    Y t?Tampoco contest Juan.Qu sosos! dijo Asun. Bailemos juntas.El tocadiscos atac los primeros acordes de Espaa cay entramos en la pista, en

    medio de los marinos y soldados. La msica del pasodoble se ajustaba perfectamente alambiente del local. Asun se dejaba guiar con docilidad y vi que el mudo bailaba con unacamarera. El alto no se despegaba de Juan. AI pasar a su lado o que deca: "Ust medice de ir a Barcelona y me marcho con ust ahora mismo." Asun apoyaba su mejillacontra la ma e hizo un gesto apuntando hacia Jaime.

    Nos aguar la fiesta. Ya vers.T crees?No s. No me gusta su expresin. Te ha dicho algo mientras venais?No.Desde hace un tiempo se pica por nada. Si pudieses hablar con l... Yo lo he

    probado mil veces y te aseguro que es intil. Lo intentar dije.Volvimos a la barra. El alto haba sacado un lpiz del bolsillo y escriba una

    direccin en un papel. Jaime consuma una nueva cuba-libre. La msica son al poco

    rato y un soldado bajito se aperson a Juan.Permite, caballero?Juan sonri y le segu al centro de la sala. Otra vez era El gato montes y dese que

    el disco no terminase. El muchacho bailaba bien. Me cea fuertemente por la cintura y,a intervalos, su mano viajaba, tanteando el terreno. Asun bailaba tambin con unmarino. Cuando se interrumpi la msica, vino hacia m.

    He dado un puado de rubias al mudo para que me ponga ms discos dijo.Qu prefieres?

    Pasodobles supliqu. nicamente pasodobles.Fuimos a elegirlos, abrindonos paso entre los mirones y, por una razn

    desconocida, Jaime y Asun tuvieron unas palabras. Comenzaron a discutir agriamente y

    Juan terci y arrastr a Jaime a la calle.No te lo deca? Asun hablaba acalorada. La tiene tomada conmigo.

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    Qu sucede?Nada. Yo no le miraba siquiera y se ha puesto a insultarme hecho una furia.

    Jess, qu carcter.Le vend unas frases de consuelo y, como el soldado me acuciaba, volv a bailarEl

    gato montes. Asun emparej con el marino. El horror y ferocidad de la msica cobraban

    relieve con le repeticin. Una camarera gorda daba pases con el delantal y el mudoembesta como un toro. Mi compaero esta vez no perda el tiempo. Su mano paseabasin cuidado por mi espalda y aproxim su cara a la ma.

    Sus amigos, se han do?No repuse.Est usted citada con ellos?S.Y maana?Tambin.Me gusta ust. Quiero verla a solas.Me voy. No vivo aqu.

    No es verdad. Dgame qu da estar libre.Invent uno para sacrmelo de encima; al cabo de unos minutos Juan regres y pag

    la cuenta. Asun haba salido a buscar a Jaime. Los cuatro traspusimos la ciudad ensilencio. El del cordn nos segua, igualmente borracho y se abrazaba a Juan.

    Juanillo, me escribirs?ST tis mis seas. En la carta pones las tuyas y te contestar.S.Asn estamos en contacto y a la que te asomes por ac, me avisas con unas letras

    y viajamos juntos.S, s.Asun se sent al volante del cuatro cuatro y abri la puertecilla a Jaime. Nosotros

    entramos en el Seat y, antes de poner el motor en marcha, Juan dijo que ira despacio, afin de que no nos perdiesen de vista.

    Durante el trayecto de retorno no cambiamos palabra. El paisaje pareca inhabitado.Los civiles nos pararon cerca del pueblo; pero cuando Juan sac su carnet de alfrez, secuadraron y pidieron excusas. Aquella noche dormimos los dos de un tirn.

    El da siguiente nos levantamos muy tarde. Baj al comedor a vuelta de la una y elseor Joaqun anunci, compungido, que Mara y sus padres partieron al amanecer y nohaban podido despedirse de nosotros.

    Y nuestros amigos? dije.

    Todava guardan cama.Sal al muelle. El mar se tenda gris y quieto y la luz bailaba sobre el agua conreflejo plomizo. Sentado en el pontn del hotel un marinero soaba melanclicamentecon la vista perdida en lontananza. La bicicleta ocupaba el sitio habitual en la pared yme acord del misterioso idilio de Mara.

    Juan apareci poco despus, lavado y afeitado. Me cogi del brazo y caminamosenlazados hasta las afueras del pueblo. Algo haba mudado en su aspecto y parecacontento de existir.

    Al llegar a la zona militar se detuvo y me alarg el fajo con las cartas de amor deJaime.

    Gurdalas dijo. Ya no tiene ninguna importancia.

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    CARAYCRUZ

    A media tarde me haban telefoneado desde el cuartel para decirme que el martesentraba de guardia. Tena por lo tanto tres das libres. Mi primera idea fue llamar aBors, que acababa de cumplir la semana en el cuartel de Pedralbes.

    Mi viejo se ha largado a Madrid y ha olvidado las llaves del auto.Hace dos noches que no pego un ojo me contest.Putas? dije.Chinches. Toda la Residencia de Oficiales est infestada.Cuando llegu a la cafetera, me esperaba ya. Estaba algo ms blanco que de

    costumbre y me mostr las seales del cuello.Lo que es esta vez no son mordiscos.Qu dice tu madre? pregunt yo. Bors vaci su ginfs de un trago.

    Desde que empec el servicio anda ms tranquila. : Manolo se acerc a servimoscon una servilleta doblada sobre el brazo.Qu piensa de toda esta gresca, don Rafael?Con un ademn, indic la cadena de altavoces encaramados en los rboles y los

    escudos que brillaban en los balcones de las casas.Turismo repuse. El coste de la vida sube, y de algn modo deben sacar los

    cuartos.Eso mismo me digo yo, don Rafael.Aqu no es como en Roma... La gente va muy escaldada.Retrepados en los sillones de mimbre, observamos el desfile de peregrinos. Tena

    una sed del demonio y me beb tres ginfs.

    Bors control el paso de once monjas y siete curas.Por ah cuentan que con la expedicin americana viene un burdel de mulatas.Algo tienen que ofrecer al pblico. Con tanto calor y las apreturas...Qu te parece si furamos a dar un vistazo? ii; A la Emilia?S. A la Emilia. Al arrancar, Manolo nos dese que acabramos la noche en

    buena compaa. Aunque eran las once, las calles estaban llenas de gente. Los altavocestransmitan msica de rgano yen la luz roja de Canaletas cedimos el paso a un grupode peregrinas.

    Crees que...? pregunt Bors, asomando la cabeza.Quin sabe... Seguramente hay muchas mezcladas.Invtalas a subir.Recuerda lo que ocurri .la ltima vez dije.En las Ramblas, el trnsito se haba embotellado y aguardamos frente al Liceo

    durante cerca de diez minutos. Al fin, aparcamos el coche en Atarazanas y subimos apie por Montserrat. La mayor parte de los bares estaban cerrados y en los raros cafsabiertos no caba una aguja.

    Luego dicen que no hay agua en los pantanos exclam Bors, sealando lasluminarias.

    Eres un descredo le reprend. En ocasiones as se tira la casa por la ventanaPor la calle Conde de Asalto discurra una comitiva tras un guin plateado. Varios

    nios salmodiaban algo en latn.Casa Emilia quedaba a una veintena de metros y contemplamos la fachada,

    asombrados. Resaltando entre las cruces de nen de la calle, sus balcones lucan ungigantesco escudo azul del Congreso.

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    Caraydijo Bors. Has visto...?A lo mejor la han convertido tambin en capilla...La luz del portal estaba apagada y subimos la escalera tientas. En el rellano,

    tropezamos con dos soldados.Estn usts perdiendo el tiempo dijo uno. No hay nadie.

    Y las nias?Se han o.Volvimos a bajar. Por la calzada desfilaban nuevos guiones y los observamos en

    silencio por espacio de unos segundos. Vamos al Gaucho?Vamos.Al doblar la esquina, o pronunciar mi nombre y mil atrs. Ninochka espiaba la

    procesin desde un portal y nos haca seales de venir.Viciosos... dijo atrayndonos al interior del zagun, no os da vergenza?Iba vestida de negro, con un jersey con mangas cerrado hasta el cuello y ocultaba su

    pelo rubio platino bajo un gracioso pauelo mantilla.

    Qu es este disfraz?Chist. Callaos. Al sonrer se le formaban dos hoyuelos en la cara Se las han

    llevado a todas....En caminos...Cundo?Esta maana apunt al altavoz que tronaba en lo alto del farol. El seor ese

    ha dicho que cuando llegue el Nuncio la ciudad debe estar limpia.Y t?Me escap de milagro volvi a mostrar el altavoz, con un mohn. Dice que

    no somos puras.Difamacin exclam yo. Calumnia.Eso es lo que digo Ninochka se arregl la mantilla, con coquetera. A! fin y

    al cabo, somos flores. Arrugadas y marchitas, pero flores... Lo le en una novela... Lashijas del asfalto... La conoces?

    No.Pasa en el Muln Ruxe de Pars... Es muy bonita. Y dnde han mandado las flores? pregunt Bors.Fuera. A los pueblos. A tomar el aire del campo.No sabes dnde?A la Montse y la Merche, las han llevado a Gerona.Habra que ir a consolarlas dije yo, no te parece?Las pobrecillas murmur Bors. Deben sentirse tan solas...

    Vienes? pregunt a Ninochka.Yo? Ninochka rea de nuevo. Yo voy a la Adoracin Nocturna... ComoMara Magdalena... Arrepentida...

    A! despedimos, me mordi el lbulo de la oreja. Estaba terriblemente atractiva conla mantilla y su jersey casto.

    Crees que encontraremos algo? pregunt a Bors mientras pona el motor enmarcha.

    La noche es larga. No perdemos nada probando.En el Paseo de Coln el trnsito se haba despejado y bordeamos la verja del

    parque, camino de San Andrs.A lo mejor es una macutada.

    Por el camino nos enteraremos.

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    Habamos dejado atrs los ltimos escudos luminosos y avanzamos a ciento veintepor la carretera desierta. Nuestro primer alto fue en Matar.

    Ha visto usted un camin lleno de nias? pregunt al chico del bar.Yo no, seor sus ojos brillaban de astuciao Pero he odo decir al personal

    que han pasado ms de cinco.

    Hacia Gerona?S. Hacia Gerona.Nos bebimos las dos ginebras y le dej una buena propina.Uno de mis clientes ... Un notario ... ha tomado el mismo camino que ustedes

    hace slo unos minutos.Bors le agradeci la indicacin y subimos de nuevo al coche. En menos de un

    cuarto de hora, dejamos atrs la carretera de Blanes. En una de las curvas de la sierraalcanzamos un Lancia negro, que conduca un hombre con gafas.

    Debe de ser el notario dijo Bors.El to parece que lleva prisa.Acelera ... Si me quita a la Merche, me lo cargo.

    El parador de turismo tena encendidas las luces y nos detuvimos a beber unascopas.

    Ha visto ... ? pregunt Bors, al salir, indicando la carretera.S, s repuso el barman, riendoo Adelante.En el cruce de Caldas volvimos a atrapar al notario. Bors se frotaba las manos

    excitado, y le larg una salva de insultos a travs de la ventanilla.La Merche es para m, y Dorita, y la Mari ...A una docena de kilmetros de la ciudad, fren junto a un individuo que nos haca

    seales con el brazo.Van a Gerona?Suba.El hombre se acomod en el asiento de atrs, sin sacarse la boina.

    Parece que hay fiesta por ah aventur Bors al cabo de un rato.S. Eso dicen ... Hablaba con fuerte acento cataln. En mi pueblo todos los

    chicos han ido ...Y usted?Tambin voy en el retrovisor le vi guiar un ojo.He esperado a que mi mujer

    se fuera a la cama...La barriada dorma silenciosa y torc por Primo de Rivera hacia el Oar. Desde el

    puente, observ que los cafs de la Rambla estaban iluminados. Un camarero iba de unlado a otro con una bandeja y un grupo de gamberros se diriga hacia la catedral, dando

    gritos.Mira... dije yo.. El paseo ofreca un extraordinario espectculo. Sentadas en las sillas, acodadas en

    las barras de los bares, tumbadas sobre los bancos y los veladores haba docenas demujeres silenciosas, que nos contemplaban como a una aparicin venida del otromundo. El campanario de una iglesia daba las dos y muchas se recostaban contra la

    pared para dormir. Algunas no haban perdido an la esperanza y nos invitaban aacercamos.

    Vente pa aqu, guapo.Una cama blandita y no te cobrar ni cinco.Bors y yo nos abrimos paso hacia las arcadas. Venidos de todos los pueblos de la

    comarca, los tipos discutan, riendo, con las mujeres y se perdan por las callejuelaslaterales, acompaados, a veces, de tres o cuatro. Los hoteles estaban llenos y no haba

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    una cama libre. Los afortunados poseedores de una habitacin se acostaban gratis conlas muchachas ms caras.

    Llvame contigo, cielo...Anda... Ven a dormir un ratito...A la primera ojeada, descubrimos a Merche. Estaba sentada en un caf, fumando, y

    al vemos, no manifest ninguna sorpresa.Dominus vobiscum se limit a decir, a modo de saludo.Ite missa estCon ademn distrado nos invit a instalamos a sulado.

    Perdonarn que el livinrn est sucio se excus. Mi doncella est afiliadaal sindicato y no trabaja el sbado.

    El camarero hizo notar su presencia con un carraspeo.Bors pidi dos ginebras y otro caf.

    De imaginaria? pregunt cuando se hubo ido.Las clases ociosas solemos dormir tarde repuso Merche.Su rostro reflejaba gran fatiga. Como de costumbre no se saba si hablaba en serio,

    o bromeaba.Hace un par de horas pasamos por el barrio y Ninochka nos cont lo ocurrido.Es una iniciativa del Ministerio de Turismo Merche apur el caf de su taza.

    Como ramos incultas nos ha pagado un viaje... Agencia Kuk... Ver mundo...No has encontrado cama? pregunt yo.En lugar de contestarme, se encar con Bors, sonriente.

    Y vosotros?... Por qu estis aqu?... Han echado tambin a los hijos de buenafamilia?

    Slo a los depravados dijo l.Ah... A los depravados, slo... Tema...Los ojos se le cerraban de sueo. Bors cambi una mirada conmigo.

    Mi padre tiene un despacho cerca de aqu explic. Si quieres, podemosdormir los dos juntos.

    Gracias, vida dijo Merche. Eres un amor de chico.Bebimos las dos ginebras y el caf. Una mujer roncaba en la mesa del lado y los

    gamberros corran an dando gritos.Yo beber otra copa, y ahueco.Entonces, telefonea a casa... Di que me he quedado a dormir en tu estudio.Los mir alejarse hacia el barrio de la catedral. Cogidos del brazo. Luego pagu la

    nota del bar y camin en direccin al ro. Las mujeres me volvan a llamar y beb otrasdos ginebras. Aquella noche absorba el alcohol como nada. Yo solo hubiera podido

    vaciar una barrica.Congresos as debera haber to los aos deca un hombre bajito a mi lado,no le parece, compadre?

    Le contest que tena razn y, si la memoria no me engaa, creo que bebimos untrago juntos.

    No s a qu hora sub al coche, ni cmo hice los cien kilmetros que me separabande Barcelona. Cuando llegu haba amanecido y, por las calles adornadas, circulaban los

    primeros transentes.Slo recuerdo que una brigada de obreros barra el suelo, preparando la procesin y

    que, al mirar al balcn de mi cuarto, descubr un flamante escudo.Debe ser cosa de mam expliqu al sereno.

    Procurando no hacer ruido, me col hasta el cuarto de bao y abr el grifo de laducha

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    (Para vivir aqu)

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    SUBURBIOS

    Aquel invierno Alvarito sola venir a buscarme por las tardes. Antonia golpeaba enla puerta de la habitacin con los nudillos y, al preguntarle yo qu quera, responda,invariablemente:

    Est el seorito lvaro.Dnde?En la portera. Dice que le espera a usted en la calle.Yo cerraba los libros, malhumorado. Mi padre me haba prometido un viaje por

    Europa si aprobaba el curso y vea aproximarse con inquietud la fecha de los exmenes.Alvarito afectaba gran desprecio por los empollones y, para evitar sus sarcasmos, debaestudiar a escondidas. Al pasar frente al espejo del pasillo me despeinaba un poco.Durante mis siete aos de internado haba vestido de punta en blanco y conservaba

    intacto mi horror por las corbatas, los cosmticos y los cuellos duros. Alvarito me habaregalado una chalina de terciopelo y me la puse al salir a la calle.Sube, pronto grit, abrindome la puertecilla. Hay arco iris y quiero llegar a

    las afueras antes de que anochezca.Llevaba el coche descapotado a pesar del fro y arranc a gran velocidad. Evitando

    la aburrida tranquilidad del Ensanche, nos dirigimos hacia el cementerio. Alvaritopareca muy excitado. Tena una botella de ginebra en el bolsillo y se atiz un trago, sinsoltar el volante. Aunque conoca el camino, coga las curvas demasiado cerradas y. enuna esquina, estuvimos a punto de atropellar a unos viejos.

    Qu te pasa? dije.No me lo preguntes.

    Por qu?Porque ando con mala uva y, como vea a alguien que no me guste, lo embisto y

    me lo cargo.Me pas el botelln y beb. Alvarito haba alquilado un estudio en el Barrio Gtico

    y, muchas tardes, despus de recorrer las afueras en automvil, se procuraba algnalcohol y nos emborrachbamos. Nuestra vida careca de alicientes y buscbamossensaciones nuevas, para olvidar. En el estudio (el Antro, como llamaba Alvarito) nossentamos aislados del resto del mundo y conversbamos durante largas horas, ansiososy febriles. Lo habamos probado todo: el coac, el pern, la ginebra, el vino pelen, elans. Un da, Alvarito trajo alcohol de noventa de la farmacia y lo bebimos, templadocon un chispo de agua. Otra vez tomamos tres litros de caf y nos aturdimos oliendo unfrasquito de ter. A menudo nos invada un furor universal e incontenible y, en lastabernas de Escudillers, nos libamos a discutir con las putas y los borrachos.

    Hay que quitarles las razones de vivir deca Alvarito, obligarles tomardrogas o a suicidarse.

    Habamos decidido organizar una Jornada de Opresin al Pobre, defraudar a losobreros en su jornal...

    Habitualmente realizbamos nuestras incursiones por el puerto o por Montjuic pero,aquel da, Alvarito continu, ms all del cementerio, hacia la explanada donde losmurcianos edificaban sus barracas.

    Mira. Un gordo exclam, apuntando con el dedo, hacia lo lejos.Ya lo veo.Como no se d prisa, lo aplasto.El viento le alborotaba el pelo sobre la frente y apret el acelerador con rabia.

  • 8/6/2019 Goytisolo Juan - Cuentos

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    El hijoputa... El hombre se haba salvado, de un brinco. Le ha ido de unpelo...

    Caray dije yo. Si no se aparta...Alvarito repiti todava el juego. Cada vez que vea a un gordo (o a un pelirrojo, o a

    una mujer fea) aceleraba de repente y acoga con una mueca de burla la salva de insultos

    que le largaban.Estamos en Cuaresma deca. La vida es breve...Al fin, pareci cansarse tambin. Su agitacin haba decado y aminor poco a poco

    la marcha. Durante unos momentos me mir de reojo, como para hablarme. Tena elbotelln de ginebra en el bolsillo y bebi, de nuevo, un trago.

    Estoy metido en tal lo, que no s cmo me saldr.Faldas? dije.No deneg con la cabeza. Es mucho ms complicado...Estbamos en las afueras y se detuvo en un solar. Las nubes escampaban

    velozmente y la tierra ola a recin llovido. Encaramados en una pila de escombros,contemplamos los lavajos y barrizales. El sol rozaba la cresta de la montaa y en el

    cielo se barruntaba el crepsculo.He roto definitivamente con mi familia.Cundo?Esta maana. Tuve una agarrada con pap y me ech a la calle.Ms all del solar haba una herrera y, desde fuera, poda verse la fragua. Un

    hombre bata el hierro con el martillo, y el aprendiz se asom a la puerta y apret acorrer por los lodazales. El sol pareca un disco de cobre. Antes de ponerse, coloreaba laexplanada de un tono rojizo y el chico empez a bailar frente a l y a dar saltos.

    Conozco un ventorro cerca de aqu dijo Alvarito. La hija del dueo estcomo un tren... Tiene unas tetas que no le caben en la blusa de grandes.

    Junto a los muros del cementerio se extenda un solar cubierto de huertecillos y jardines. Dos albailes corregan el alabeo de la pared. El ms joven preparaba lamezcla en un cuezo y el otro la recoga del esparavel con la llana. Hablaban con fuerteacento andaluz y, al pasar, nos dieron las buenas tardes.

    Qu ha ocurrido? dije. Alvarito caminaba con la cabeza gacha e hizo unademn con los hombros.

    Es tan complicado, que no s por dnde empezar.Empieza por donde t quieras.Espera. Cuando lleguemos al ventorro.Nos detuvimos frente a un edificio de aspecto msero. Su interior estaba adornado

    con faroles y banderitas y un cartel de la Feria de Sevilla presida, detrs de la barra.

    Alvarito entr y le segu. Una chica fregaba los vasos en un lebrillo. Tal como habadicho llevaba una blusa de seda muy ceida y sus tetas se adivinaban grandes y bienformadas.

    Qu te parece? me pregunt.Magnfica repuse. Le hara un favor ahora mismo. Yo tambin suspir. Si no me encontrara en la situacin en que me

    encuentro...El dueo se acerc a tomar el encargo. Una pareja hablaba a media voz en la mesa

    vecina y, mientras Alvarito decida, me entretuve en observarles. La mujer parecabuscona (o criada)