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R Í O S D E H I S T O R I A
Granadanazarí y renacentista. 1600
(AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
R Í O S D E H I S T O R I A
Granada tiene dos ríos, ochenta campanarios, cuatro mil
acequias, cincuenta fuentes, mil y un surtidores…
Federico García Lorca,
Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre, 1933.
“”
Granadanazarí y renacentista. 1600
(AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
“La ciudad es una dama cuyo marido es el monte. Está ceñida por el cinturón del río, y las flores sonríen como alhajas en su garganta… Mira las arboledas rodeadas por los arroyos: son como invitados a quienes escancian las acequias…”
Ibn Zamrak, [Ante la Alhambra], siglo XIV.
E sta quinta entrega de la serie “Agua, Territorio y Ciudad” corresponde a Granada, ciudad identificada universalmente con el agua. Un hecho en apariencia paradójico, pues al contrario que otras capitales
andaluzas es una población de interior sin mar en el que proyectarse. Aunque cobijada por el escenario grandioso de Sierra Nevada —un mar de nieve— no se mira, como Córdoba o Sevilla, al espejo de un ancho y dilatado río. Y sin embargo es, fuera de toda duda, la ciudad andaluza donde el agua cobra auténtica carta de naturaleza para formar parte consustancial de su imagen y esencia. En pocos lugares como en Granada se percibe con mayor intensidad el sentimiento del agua en el alma de la ciudad.
Porque el vínculo del agua con Granada no se sustenta en aspectos tangibles de cantidad y abundancia sino, más bien al contrario, es el modo de expresarse, con una elegante simplicidad formal, en la armoniosa integración con el resto de elementos compositivos, en la cuidada dosificación de su uso… Es una cuestión sensitiva, de percepción, de emoción contenida, en la que se potencian al máximo sus capacidades estéticas hasta impregnar el ambiente de la ciudad de una sutil omnipresencia que todo lo cala. Gaston Bachelard sostenía la entidad total del agua: tiene cuerpo, alma y voz y, más que ningún otro elemento, resulta una realidad poética completa. Así ocurre en Granada.
Para el desarrollo de los contenidos ilustrados de la lámina se ha escogido el horizonte cronológico de 1600, a fines del XVI y comienzos del XVII, un periodo crucial en la construcción de la imagen de Granada consolidada en los siglos posteriores. En esta época tuvo lugar la amalgama de la herencia hispano musulmana, con toda su cultura del agua, con las nuevas corrientes renacentistas traídas por los castellanos. Un fértil mestizaje entre dos mundos en el que la esencia del pasado se incorpora al nuevo para enriquecerlo. Así, a la ciudad de las acequias y jardines cerrados, pletórica de aljibes, estanques y surtidores, se le añaden monumentales fuentes blasonadas, pobladas de tritones y ninfas. El agua se proyecta al espacio público trocando la imagen islámica del paraíso por el locus amoenus clásico, propicio para el gozo contemplativo.
Desde su fundación, Granada supo organizarse al amparo del agua, generando una cultura que ha desempeñado un importantísimo papel como elemento articulador de la sociedad. Y ello a pesar —o precisamente por eso— de los frecuentes conflictos y pugnas por su control y posesión. La sabiduría de sus habitantes hizo de la necesidad virtud, viendo en el desacuerdo un principio propiciatorio para el entendimiento. Este hecho debiera seguir manteniendo su vigencia en nuestros días. Granada nos recuerda la importancia que tiene para los pueblos el conocimiento de su historia, a fin de evitar errores del pasado y buscar vías de futuro. En ello nos va el agua, que es la vida.
Luis Planas Puchades
Consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente
(
PROYECTO AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD. RÍOS DE HISTORIA
Idea, concepción y dirección: José Mª Fernández-Palacios Carmona
LIBRO Y EDICIÓN DIGITAL AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD. Granada nazarí y renacentista. 1600
Equipo editorial, documentación: Fernando Sancho Royo, Margarita Martínez Acevedo, Manuel I. Cerrillo, Arturo Redondo, Antonio Jiménez Torrecillas, Antonio Castillo Martín, Nicolás Torices Abarca, José Ramón Guzmán Álvarez, Fernando Olmedo.
Láminas e ilustraciones: Rocío Espín PiñarIntroducción y comentarios: Fernando Sancho Royo, Manuel I. Cerrillo, José Mª Fernández-Palacios
Carmona, Antonio Castillo, José R. Guzmán Álvarez, Fernando Olmedo.Colaboración editorial: Línea de Sombra ProyectosArtículos: Federico Mayor Zaragoza, Francisco de Asís Rodríguez Martínez, Juan Calatrava
Escobar, Antonio Castillo Martín, Francisco Valle Tendero, Juan Carlos Rubio Campos, José Ramón Guzmán Álvarez, Antonio Jiménez Torrecillas.
Diseño Gráfico: Artefacto, Guillermo d’OnofrioImpresión y Encuadernación: Imprenta KadmosFotografías: J. Morón, E. López, A. Castillo, C. Cassillas, Archivo Línea de Sombra Proyectos,
Archivo Municipal de Granada, Biblioteca Nacional de España, Museo de la Alhambra, Museo Arqueológico de Granada, Museo de Bellas Artes de Granada, Museo Casa de los Tiros (Granada), Colección Caja Granada, Parque de las Ciencias de Granada, Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, Museo del Ejército (Toledo).
Frontispicio y colofón: Foto J. Morón. Patio de los Arrayanes, óleo de J. M. López Mezquita, 1904, Museo de Bellas Artes de Granada.
AGRADECIMIENTOS
José Daniel Cabrera, R. Caballero Castro, M. González Bueno, J. M. Martín Martín, J. Rodríguez Fernández, M. L. Rodríguez-Tamayo, S. Usero Piernas.
© de la presente edición: 2012, Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Junta de Andalucía.© de los textos e imágenes: Sus autores
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización expresa de los titulares del Copyright de la obra y bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ella mediante venta o alquiler.
ISBN: 978-84-92807-79-6
Depósito Legal: SE 3293-2012
Impreso en España. 2012.
Papel ecológico 100%
EDICIÓN DIGITAL DISPONIBLE EN:www.juntadeandalucia.es/medioambiente/granadanazariyrenacentista1600
AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD. Granada nazarí y renacentista. 1600
Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Junta de Andalucía
Consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente: Luis Planas Puchades
Viceconsejero: Juan Antonio Cortecero Montijano
Secretario General de Medio Ambiente y Agua: Sergio Moreno Monrové
Dirección Facultativa: José Mª Fernández-Palacios Carmona
Granada, ciudad del agua. Federico Mayor Zaragoza. 8
Un paisaje hecho en la historia El solar de Granada. Francisco de Asís Rodríguez Martínez. 14 Granada y su entorno, un territorio en evolución. 18
Granada nazarí y renacentista. 1600 Introducción. 34
Lámina: Granada nazarí y renacentista. 1600 35 Granada a finales del siglo XVI: de la gloria a la crisis. Juan Calatrava Escobar. 39
Lámina: Localizaciones. 44
Carta del dibujante. Rocío Espín Piñar. 47
1. Agua y Territorio. 49
De la nieve al trigo, la regulación del agua en Granada. Antonio Castillo Martín. 60 2. Agua y Naturaleza. 63
Un gradiente acorde con el agua y la altitud. Francisco Valle Tendero. 72
3. Agua y Ciudad. 75
El abastecimiento de agua de Granada. Juan Carlos Rubio Campos. 84
4. Agua y Economía. 87
El paisaje aljamiado: Granada y su Vega entre el siglo XVI y el XVII. José Ramón Guzmán Álvarez. 98
5. Lugares y Edificios. 101
Al hilo del Darro. Antonio Jiménez Torrecillas. 112
Sumario
(
(
Federico Mayor ZaragozaFundación Cultura de Paz
“Por los ríos de Granada sólo reman los suspiros”,
escribió el genial Federico García Lorca, el del “si-
lencio de cal y mirto”, el que reflejó como nadie en
la palabra la singular belleza de la ciudad de las tres
colinas: Roja, Blanca, Cartuja, que escalonan el des-
censo desde la Sierra Nevada a la Vega.
Acequias, aljibes, albercas, surtidores, manantiales,
riachuelos y torrentes cuyo número y extensión no
corresponde a la inmensa masa blanca de los montes
más prominentes de la Península Ibérica.
Agua silenciosa, escurridiza, oculta, que se deposita
en la tierra ubérrima granadina, constituyendo su
inmensa riqueza freática, que las norias descubren y
los arcaduces afloran.
Es proverbial el conocimiento que tenían los árabes
para el embalse —desde los azudes— y la circulación
y uso del agua. El reino nazarí supo, en ésta como
en otras dimensiones de su considerable desarrollo
urbanístico, arquitectónico y artístico, conservar el
esplendor de la belleza de su asentamiento territo-
rial, de su estilo de vida, de sus avances… gracias
al “acuerdo secreto” que desconocía la madre de
Boabdil cuando el rey suspiró en el último recodo
del camino desde donde todavía se contemplaba el
esplendor de su legado.
Con su huida concertada, allí quedaban para la his-
toria sus gentes y sus obras, su cultura y sus monu-
mentos que hoy son motivo de admiración, estudio,
historia.
He tenido ocasión de ver y observar parajes y obras
extraordinarias fruto de la creatividad distintiva de la
condición humana. Ciudades antiguas, más recien-
tes, encaramadas en roquedales, o en el valle, o junto
a los ríos o el mar… y puedo asegurar que Granada
Granada, donde el agua, fuente de vida,
se convirtió hace siglos también en música, en lenguaje, en arte.
[ 8 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
Granada, ciudad del agua)
“”
está en la primera línea no sólo por su soberbio empla-
zamiento sino por el engarce de estilos y tiempos que
la caracterizan y distinguen a escala mundial.
Raíces ibéricas, nazaríes, renacentistas, modernas…
dan lugar a uno de los más preciosos conjuntos urba-
nos de “talla humana” del planeta.
Granada, “ríos de historia” que tenemos que atrevernos
a descubrir tal como fueron. El castigo de no saber lo
que aconteció es que se repita lo que no debiera repe-
tirse… y se pierda lo que debería haberse conservado.
Enhorabuena a la Consejería de Agricultura, Pesca y
Medio Ambiente de la Junta de Andalucía por ofrecer
estas bellísimas publicaciones sobre el conjunto de la
“tierra de la amistad”, sobre las ocho provincias tan
dispares pero unidas por el hilo conductor, recio, poli-
facético y precariamente conocido del andalucismo.
Mi felicitación no se concreta en los excelentes textos,
sino que se refiere al conjunto de la edición, con espe-
cial referencia a las gráficas e ilustraciones, muchas de
las cuales valen y abarcan más que descripciones que
nunca alcanzan la emoción que transmite una fotogra-
fía, una imagen.
Granada, sol y nieve. Granada, única ciudad donde el agua
transmite no sólo sones del pasado sino, y esto es lo que
cada granadino debe reconocer e implicarse, de futuro.
El por-venir está por-hacer. Estas obras nos permiten
descubrir cuáles deben ser los objetivos, ya perento-
rios, del otro mundo posible que anhelamos.
De Sierra Nevada, de las Alpujarras… el agua de Gra-
nada “baja de la nieve al trigo”.
Granada, ciudad del agua.
Federico Mayor Zaragoza
13 de abril de 2012.
Panorámica de la Alhambra desde el Albayzín, con la ciudad a sus pies y Sierra Nevada al fondo. Foto: J. Morón.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 9 ]
Granada,ciudad del agua
( Un paisajehechoen la historia
Un paisaje hecho en la historia
En un paisaje dominado por los abruptos relieves de
Sierra Nevada todo se presta a la idea de quietud, de
permanencia, de inmutabilidad. Pareciera que al ser
humano solo le queda la adaptación sumisa a este
marco físico que, por su potencia, casi todo lo deter-
mina. Nada más lejos de la realidad. Si ampliamos la
ventana temporal de estudio se comprueba la existen-
cia de cambios radicales en la configuración de este te-
rritorio originados tanto por procesos naturales, como
inducidos directa o indirectamente por sus pobladores.
El principio desencadenante es el relieve generado por
fuerzas que levantan y hunden bloques de la corteza
terrestre provocando desniveles de miles de metros de
altitud entre zonas muy próximas. Estas diferencias
de altura se traducen en condiciones climáticas muy
contrastadas: ambientes fríos, asimilables a los actuales
en latitudes polares y otros cálidos más propios del tró-
pico comprimidos en poco más de 40 km de distancia.
Y sobre todo ello la tensión permanente de la fuerza
de gravedad que impulsa hacia abajo todo lo que está
por encima.
Y el agua…
Porque el agua es el principal vehículo del que se sirve
la naturaleza no solo para ese transporte, sino para la
rotura, disgregación y disolución de la materia rocosa
de las cimas y su acumulación y relleno de las zonas
deprimidas. Durante miles de años el agua mordió
los flancos de las sierras abriendo valles, encajando
ríos y arroyos en sus heridas, arrancando tierras para
depositarlas en el gran lago que ocupaba la depresión
interior, que de esta manera fue perdiendo su carácter
acuático para convertirse paulatinamente en una zona
pantanosa y posteriormente emerger como Vega, con
fértiles tierras aptas para el cultivo.
Se puede afirmar sin temor al equívoco o a la exage-
ración que en la Vega granadina yacen sepultados los
negativos de los valles del Genil, Monachil, Darro,
Beiro, Cacín, y los de sus cientos de afluentes.
La presencia estable y permanente del humano en este
paisaje, esto es, cuando nace la Historia, alcanza a ver
la etapa final de este proceso de relleno. La Vega aún
conservaba señales inequívocas de su pasado acuático,
había extensos humedales y los ríos procedentes de las
sierras, al llegar a ella, se perdían y enredaban en un
dédalo de cauces antes de encontrar la definitiva salida
natural en el portillo de la actual Loja.
Y es en estas condiciones en las que la actuación hu-
mana cobra relevancia actuando como acelerador del
proceso natural. Con la ocupación de las faldas y fondos
de los valles, la tala de bosques de sus laderas, la explo-
tación minera, etc. se acentúan los procesos erosivos y
con ellos el aporte de materia a la cubeta. En la fecha de
la lámina, principios del XVII, la Vega de Granada era
aún un lugar fértil pero insalubre por la presencia no
controlada de agua. La falta de pendiente dificultaba el
drenaje y evacuación de los caudales invernales de los
ríos, mientras que la descarga de los acuíferos adya-
centes mantenía el nivel de las aguas subterráneas tan
cerca de la superficie que en algunos lugares afloraban
como aguas libres. No será hasta bien entrado el siglo
XX cuando se logre canalizar y fijar los cursos de los
ríos para impedir los anegamientos de la llanura. Con la
definitiva regulación de las aguas corrientes superficiales
y la explotación de las subterráneas, el ciclo hidrológico
natural quedó en gran medida intervenido y domeñado.
(
U N P A I S A J E H E C H O E N L A H I S T O R I A [ 13 ]
desde Cádiz hasta Alicante, constituida por un rosario
de hoyas o depresiones terciarias, que dibujan casi un
eje de simetría separando las alineaciones montaño-
sas béticas internas, que en general se sitúan al sur del
mencionado surco, entre éste y el litoral, y, de otro
lado, las alineaciones externas que quedan al norte del
mismo, entre las que se abren numerosos pasillos ha-
cia el valle del Guadalquivir. Este corredor intrabético
es el lugar lógico y tradicional de los intercambios
entre las comarcas costeras y las tierras más interio-
res, lo que ha contribuido, junto a otros hechos, al
desarrollo desde la Antigüedad de un sistema urbano
donde las mayores ciudades controlan los principales
pasos, también naturales, en dirección norte-sur. En
este sentido, Granada es paradigmática, pues domina
el históricamente más importante de estos ejes trans-
versales, que llega a conectar con el alto Guadalquivir
y desde él con el más importante acceso tradicional
de Andalucía desde la Meseta central española y Ma-
drid. Pero el Surco Intrabético, como corredor natu-
ral, lo que une y articula antes que nada es la propia
Andalucía alta y baja, a través del valle del Genil y,
asimismo, la alta Andalucía con Murcia y el Levante.
Cuando afrontamos la realidad urbana
actual de Granada, el importante rango
que todavía mantiene, aunque mer-
mado, entre las ciudades andaluzas y
españolas, lo que resalta ante todo son las cualidades
geográficas de su escenario natural, que juega un
papel decisivo aunque no determinante.
La “renta de situación”, una condición variable
Estas condiciones geográficas, tan básicas que han
venido considerándose “estructurales”, distan mu-
cho de tener un valor constante. Por el contrario se
potencian o se reducen en función de otros factores
—históricos, económicos y políticos— con ellas rela-
cionados. Así en la etapa preindustrial y en las prime-
ras fases de la industrialización, con infraestructuras
y sistemas de transporte aún poco evolucionados,
disponer de una buena situación representaba una
ventaja indudable, una verdadera “renta”, en ocasio-
nes decisiva. Y lo mismo ocurre actualmente, aunque
en circunstancias muy distintas. En cualquier caso, la
renta de situación de Granada constituye todavía hoy
un potencial, más o menos amortiguado o dormido,
sobre todo por las condiciones históricas y políticas
tan desfavorables en que se viene incorporando al
progreso contemporáneo.
La vía natural del Surco Intrabético
Granada tiene, ante todo, una situación de prefe-
rencia en el denominado Surco Intrabético, una vía
natural de primer orden en Andalucía que se prolonga
Francisco de Asís Rodríguez Martínez Catedrático de Análisis Geográfico Regional. Universidad de Granada
Vista de Granada desde la Vega fechada en 1563, por J. Hoefnagel, grabado publicado en el atlas urbano Civitates orbis terrarum.
) El solar de Granada
[ 14 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
Por tanto Granada tiene una posición de privilegio por
controlar el valle del Genil desde su salida de Sierra
Nevada y dominar la mayor y la más dotada de recursos
naturales de las depresiones intrábéticas. Se compren-
de así tanto más fácilmente el histórico liderazgo de la
ciudad de Granada en la alta Andalucía, especialmente
potenciado cuando las circunstancias históricas, técnicas
y políticas han estado conformes con la situación geográ-
fica y, por el contrario, tan desafortunadamente desapro-
vechado cuando dichas circunstancias han sido adversas.
En cualquier caso, la ciudad de Granada ha conserva-
do y potenciado su ventajosa situación en el contexto
provincial. Su posición central en este ámbito admi-
nistrativo y la excelente dotación de aguas y suelos de
su Vega han podido contribuir a ello, tanto como la
relativa pobreza y aridez del Noreste, el aislamiento
histórico de la Alpujarra y el sobrevenido en los últi-
mos decenios de la franja costera, escandalosamente
mal conectada todavía con la capital provincial y con
las áreas litorales contiguas de Málaga y Almería. De
este modo, por ejemplo, el retraso que ha sufrido y
sufre la provincia de Granada en el desarrollo del mo-
derno sistema de autovías y ferrocarriles repercute no
sólo en su articulación externa sino también interna;
ha debilitado, de un lado, la intensa relación histórica
con Almería, Málaga, Jaén y Córdoba o las provincias
levantinas y, por otra parte, ha contribuido a reforzar
la macrocefalia de la capital provincial. Además de de-
bilitar el tejido urbano básico intermedio constituido
por una densa red de ciudades esparcidas a través de
los diversos sectores intrabéticos.
Figura 2.
LA DEPRESIÓN DE GRANADA HACE 6 MILLONES DE AÑOS.
El mar se había retirado. Su desecación provocó una impor-tante precipitación de sales. A continuación, la Depresión de Granada quedó convertida en su mayor parte en un extenso lago interior. Todavía se mantiene abierto el canal marino de las Chafarinas (al sur, fuera del dibujo), que se cierra a los 5,9 Ma, permitiendo la comunicación terrestre entre los conti-nentes europeo y africano.
Granada
Isla dela Tórtola
SierraNevada
SierraArana
Padul
Bahía de Granada
Loja
SierraNevada
Padul
GranadaLoja
SierraArana
GranadaSierra Nevada
100 km 100 km
Granada
SierraNevada
Figura 1.
LA DEPRESIÓN DE GRANADA HACE 8 MILLONES DE AÑOS
La Depresión de Granada era un gran golfo con numerosas islas y canales marinos que conectaban el Océano Atlántico y el Mar de Alborán (Mediterráneo). Todo el borde litoral quedó mar-cado por sedimentos de playa, formaciones de corales y fauna marina. No había conexión terrestre con el continente africano.
)El solarde Granada
U N P A I S A J E H E C H O E N L A H I S T O R I A [ 15 ]
La mesopotamia granadina: ríos, colinas y vegas en
el sector oriental de la depresión
La circulación y el mercado que se genera a partir de
ella no son, sin embargo, la única razón de ser del solar
en que se asienta la ciudad de Granada. Entre los otros
muchos factores que hicieron posible el desarrollo ur-
bano de esta ciudad de fama universal, paradigmática
del mundo mediterráneo, no se puede olvidar su em-
plazamiento junto a uno de los mayores regadíos histó-
ricos de España, la singular Vega a la que acabó dando
su nombre y en la que sustentó durante siglos buena
parte de su actividad agraria, comercial e industrial.
La Vega de Granada ocupa el sector más oriental de
la depresión intrábética avenada por el Genil y sus
afluentes que confluyen con su cauce en el menciona-
do sector, justo al abandonar la Sierra Nevada, inigua-
lable telón de fondo del paisaje granadino, en cuyas
cumbres, las más elevadas de la Península Ibérica, se
originan la mayoría de estos ríos que se nutren, por
tanto, del agua y de la nieve de este gran núcleo hidro-
gráfico. El agua aportada por estos cursos confluyen-
tes en Granada y sus cercanías —Genil, Darro, Beiro,
Monachil, Dílar, Cubillas, Cacín—, en lo que podría
considerarse como la mesopotamia granadina, ha sido
decisiva en el devenir de la urbe y de los regadíos que
la envuelven. Ciudad y regadíos de la Vega alta que no
han dependido ni dependen, sin embargo, exclusiva-
mente, de las aguas fluyentes que ha costado mucho
tiempo dominar y regular, sino también de las fuentes,
Figura 4.
LA DEPRESIÓN DE GRANADA HACE 1,8 MILLONES DE AÑOS
Al comienzo de la Era Cuaternaria, la Depresión de Granada presenta una red fluvial parecida a la actual, si bien mucho me-nos jerarquizada. Quedan aún varias lagunas que son drenadas por el río Genil, que en esa época acaba de ser capturado por el Guadalquivir. Es muy posible que por entonces exista ya la zona endorreica lagunar del Padul, en la vertiente mediterránea.
SierraNevada
Padul
RíoDílar
Río Cacín
RíoMonachil
Granada
Loja
SierraElvira
SierraArana
Sierra Almijara
SierraNevada
SierraArana
SierraElvira
SierraGorda
SierraTejeda
Sierra Almijara
Padul
Granada
Loja
Genil
Río Cacín
Río Monachil
Río Genil
Río Darro
100 km
SierraNevada
Granada Granada
SierraNevada
100 km
Figura 3.
LA DEPRESIÓN DE GRANADA HACE 4 MILLONES DE AÑOS
La Depresión de Granada conserva todavía algunos reductos lacustres, destacando un lago en el centro y otro en la zona norte. La depresión queda individualizada en dos sectores, uno oriental endorreico y otro occidental drenado por el río Cacín hacia el Océano Atlántico. La comunicación terrestre con Áfri-ca desaparece al estar ya abierto el estrecho de Gibraltar.
Francisco de Asís Rodríguez Martínez Catedrático de Análisis Geográfico Regional. Universidad de Granada
[ 16 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
tempranamente canalizadas hacia Granada, existentes
en el entorno carbonatado subbético y alpujárride —
Deifontes, Aynadamar en Alfacar…— y del potente
acuífero aluvial de la Vega que garantiza actualmente
el abastecimiento en años muy secos.
Tras desplazar a otros emplazamientos competidores,
la ciudad de Granada se origina y se sustenta, defini-
tivamente, en los conglomerados aportados por los
cursos nevadeneses, es decir las colinas neógenas y
cuaternarias —asiento de la primitiva Iliberri— que sir-
ven de interfluvios a los tres ríos de Granada —Genil,
Darro y Beiro— y que estos mismos han contribuido
a modelar antes de confluir en la Vega extendida a su
pie, en contigüidad de ellas, sobre la que se expandió
posteriormente la primitiva ciudad encaramada en las
alturas de San Cristóbal, Albayzín, Alhambra y Mau-
ror (750-980 m). Sin duda era el emplazamiento más
favorable, tanto por razones defensivas como por la
relativa facilidad del aprovisionamiento de aguas y el
control que, desde esta posición de encrucijada, podía
ejercerse sobre las comunicaciones principales.
En definitiva, junto a las colinas que la rodean por
el norte, aparece la Vega constituida por materiales
aluviales recientes, esencialmente detríticos, que
arrancan del Pleistoceno superior, cuando la red de la
Vega alta todavía no estaba jeraquizada y el desagüe
estaba obstaculizado por el tapón diapírico originado
en las inmediaciones de Láchar, lo que posiblemente
determinó el retraso del poblamiento interno de una
Vega semilacustre hasta la ordenación de acequias y
regadíos de los siglos X-XI (acequias del Cadí, Real o
Gorda, Arabuleila, Tarramonta, el Quinto…).
Estos sedimentos, origen de los excelentes suelos fran-
co-arenosos existentes, presentan una suave pendiente
hacia el curso del Genil, lo que por otra parte facilita
el aprovechamiento agrícola. Sobre ellos se sobrepo-
nen los más recientes sedimentos aportados por este
río, que configuran una planicie con un suave desni-
vel entre las cotas de 620 m, a la altura de Granada, y
530 m, en Láchar. Parecida y correlativa estructura,
con marcados interfluvios pero con menor potencia y
niveles de terraza menos acentuados, ofrecen los otros
afluentes en este sector que configuran subsectores o
vegas locales. Todo el trazado del río Genil al cruzar
la Vega de Granada ha sido encauzado artificialmente
desde antiguo con fines agrícolas y, en menor medida,
industriales y de abastecimiento. Por ello, las acequias
alimentaban, entre otros usos, aljibes, jardines y baños
públicos. También se trataba de evitar las inundacio-
nes periódicas que sólo han sido casi definitivamente
controladas tras la regulación en el último medio siglo
tanto en la Vega alta (embalses de Canales, Quéntar,
Cubillas, Colomera) como en la baja (Bermejales).
SierraNevada
SierraArana
SierraElvira
SierraGorda
SierraTejeda
Sierra Almijara
Padul
Granada
Loja
Genil
Río Cacín
Río Monachil
Río Genil
Río Darro
Granada
SierraNevada
100 km
Figura 5.
LA DEPRESIÓN DE GRANADA EN LA ACTUALIDAD
La red hidrográfica se halla mucho más jerarquizada a partir del gran eje longitudinal del río Genil. Han desaparecido las antiguas zonas lagunares, salvo el pequeño humedal del Pa-dul, drenado por el río Dúrcal hacia el Mediterráneo.
NOTA: Las figuras 1 y 2 según José Manuel Martín, de la Universidad de Granada. Las figuras 3 y 4 según José Rodríguez Fernández, del CSIC.
U N P A I S A J E H E C H O E N L A H I S T O R I A [ 1 7 ]
)El solarde Granada
Granada y su entorno, un territorio en evolución
En las imágenes de estas páginas se representa una evolución sintética del solar urbano y territorial de Gra-
nada desde la Antigüedad. Con el telón de fondo de Sierra Nevada y al borde de la Vega, por donde corren
los ríos Genil, Darro, Monachil y Beiro, se consolida primero el núcleo ibérico de Iliberri, que en época romana
cobra importancia con el nombre de Ilíberis. Agrupada sobre la colina del Albayzín, debe su prosperidad a la
minería de la sierra, a su ventajosa posición en las rutas de comunicaciones y, en especial, a la riqueza agrícola de
la Vega, cuya profunda transformación en espacio cultivado se inicia por entonces.
Tras un paréntesis durante el que la vecina ciudad de Elvira eclipsa la presencia del solar granadino, Garnata es
refundada a principios del XI por la dinastía zirí, que la convierten en capital de uno de los principales reinos de
taifas de Al-Ándalus. Desde esas fechas, y más tarde bajo el dominio almorávide, almohade y nazarí, Granada
crece y rivaliza con las mayores ciudades de la Península. Rodeada de murallas, despliega un vasto casco urbano
en medio de un entorno intensamente colonizado por cultivos, caminos, acequias e infinidad de caseríos.
Pasados los brillos que siguieron a la conquista de Granada en 1492 y a la visita de Carlos V en 1526, hacia 1600
la ciudad aparece renovada en su arquitectura y ampliada hacia la Vega, pero al filo de un estancamiento que se
prolonga hasta una relativa recuperación en el siglo XVIII. Los cambios se acentúan y se hacen más evidentes
a fines del XIX. La renovación de los regadíos de la Vega, cultivada ya en toda su extensión, corre pareja de la
remodelación de la trama urbana con nuevas vías, ensanches e instalaciones ferroviarias e industriales. La bre-
ve trayectoria visual de Granada que muestran estas imágenes culmina, finalmente, con una visión de la actual
aglomeración metropolitana, cuya superficie avanza hasta cubrir una sustancial porción de la Vega.
Siglo III d. C. Siglo XI Siglo XV Siglo XVII Siglo XX Siglo XXI
[ 18 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D U N P A I S A J E H E C H O E N L A H I S T O R I A [ 19 ]
Ilíberis romana, entre la Sierra y la Vega
Boceto del foro romano de Ilíberis según M. Gómez Moreno.
Copa de cerámica asociada a los alfares de la Cartuja de Granada, siglos I-II. Museo Arqueológico de Granada.
Capitel corintio del siglo III procedente de Granada. Museo Arqueológico de Granada.
Triente, moneda visigoda del siglo VII acuñada en Eliberri.
Inscripción romana del siglo II hallada en el recinto de Ilíberis. Museo Arqueológico de Granada.
El germen del asentamiento granadino se remonta al poblado ibérico fortificado de Iliberri,
cuya existencia se rastrea a partir de los siglos VII-V a. de C. en los altos de la actual colina
del Albayzín. Integrada en la órbita romana, la población destaca desde comienzos del
Imperio, cuando se le otorga el rango de municipio con el título de Municipium Florentinum
Iliberritanum y se encuadra en el convento jurídico de Écija de la provincia Bética, un
distrito estructurado precisamente en torno al Genil, el río que corre a los pies de Ilíberis.
Numerosos testimonios avalan la importancia de la ciudad romana, aunque los datos
arqueológicos no apunten más que una idea fragmentaria de su fisonomía material.
Consta que fue ceca emisora de moneda, cuna de familias patricias y sede episcopal.
Con una superficie de unas seis hectáreas, estaba dotada de perímetro amurallado, foro o recinto público con templos,
construcciones domésticas de cierta envergadura, obras hidráulicas como cisternas y conducciones, y varias necrópolis
y villas rurales dispersas por el entorno. La agricultura en los fértiles terrenos de la Vega, la elaboración de frutos, la
alfarería, la cantería de mármol, la minería del oro y otros metales en las sierras, junto con los intercambios favorecidos
por su estratégica ubicación entre las comarcas del interior y las factorías de la costa, eran los pilares de su sustento. Con
los visigodos, la urbe, denominada Eliberri, parece mantener cierto relieve, para sumirse luego en un oscuro proceso
de decadencia que se prolongaría hasta mucho después de la llegada de los musulmanes. Durante siglos, las noticias y
vestigios de la población se restringen al mínimo, en contraste con el renombre que adquiere la vecina ciudad de Elvira,
a los pies de la sierra de Elvira.
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Los hallazgos (monedas, cerámicas…) de diversa procedencia en el solar de Ilíberis y sus contornos atestiguan su significativa actividad comercial.
Ilíberis se clasifica como ciudad túrdula, en la tierra de los bastetanos, junto al límite oriental de la provincia romana de la Bética con la Tarraconense.
El hito geográfico de Sierra Nevada aparece en las obras de Estrabón, Plinio y otros autores clásicos, que la designan Solorius Mons, la “Montaña del Sol”.
Mientras en la sierra hay minas de hierro y otros metales, aguas arriba del Genil y el Darro se busca el oro, explotado a gran escala mediante la ruina montium, la remoción de enormes cantidades de terreno con arroyadas artificiales.
Durante el período iberorromano predominan una condiciones climáticas en general más húmedas que en la actualidad, con mayores precipitaciones.
Pese al progreso del espacio agrario, las áreas forestales ocupan una extensa superficie, sobre todo en las laderas serranas.
Gracias a unas condiciones más húmedas, los ríos llevan más caudal. El principal es el Singilis, el Genil. Su curso es el eje del distrito de Écija, ciudad que se encuentra al oeste aguas abajo.
Se inicia la transformación del territorio mediante aterrazamientos y rellenos de terrenos para el cultivo, la deforestación y la proliferación de construcciones.
En el entorno de Ilíberis surgen numerosas villas rurales, como las localizadas hacia la Cartuja, por el valle del Darro arriba, en las faldas del Albayzín y, más lejos, por el término de Huétor Vega.
Los cultivos (cereales, olivo, vid…) se extienden por los valles fluviales y por los rebordes de la Vega, alrededor de la ciudad y de villas y aldeas. Se colonizan con mayor intensidad los contornos oeste y norte de la depresión.
Numerosos humedales salpican la Vega, por pequeñas depresiones y márgenes fluviales, alimentados por las precipitaciones, surgencias e inundaciones de los ríos, que discurren en su régimen natural.
El río Beiro discurre por las cercanías de Ilíberis. Dada la somera ocupación del territorio, los cauces se mantienen en condiciones prácticamente originales, con variadas formaciones y especies de ribera.
El municipio iliberritano se conecta mediante una red viaria estable. Se sitúa junto a la calzada que comunica con las importantes ciudades mineras del alto Guadalquivir.
Cerca del río Beiro, por la zona de la Cartuja, ascienden los humos de los hornos de alfarería, al igual que en el Albayzín y cerca del Darro.
En la etapa romana se desarrollan las primeras infraestructuras hidráulicas de importancia para riego y abastecimiento. Buen ejemplo son dos obras de las inmediaciones, las presas de Barcinas y de Deifontes.
El suministro de agua se basa en pozos, el acarreo desde fuentes públicas, manantiales y ríos y la captación de lluvia en cisternas. Los restos de una conducción o acueducto plantean, sin embargo, la probable existencia de un sistema de abastecimiento de envergadura.
Arriba, pila califal procedente de Córdoba reutilizada en Granada. Abajo, capitel zirí hallado en Granada y cerámica califal encontrada en Medina Elvira.Museo Arqueológico de Granada.
Garnata en el siglo XI, capital del reino zirí
El año 1013, al poco de la caída del califato de Córdoba, la dinastía beréber de los ziríes establece
en Garnata la capital de su reino de taifa, cuya existencia se prolonga hasta fines del siglo. Si desde el
siglo VIII hasta la misma noción de la ciudad casi se había perdido frente a la hegemonía de la cercana
Medina Elvira, la refundación de Granada por los ziríes cambió las tornas y la situó entre las primeras
ciudades de Al-Ándalus. Uno de los emires ziríes, Abd Allah, relata el proceso: “se resolvieron a escoger…
una altura que dominase el territorio y una posición estratégica de cierta elevación… posición de la que
harían su capital... y contemplaron una hermosa llanura, llena de arroyos y de árboles, que, como todo
el terreno circundante, está regada por el río Genil, que baja de Sierra Nevada. Contemplaron asimismo
el monte en el que hoy se asienta Granada, y comprendieron que era el centro de toda la comarca, ya
que tenía delante la Vega… El lugar les encantó, porque vieron que reunía todas las ventajas…”
En las décadas del gobierno zirí la población experimenta un crecimiento paulatino y se produce una notable expansión
urbana. El primitivo recinto de Ilíberis se amplía y transforma en la Alcazaba Antigua; a sus pies crecen los barrios de la
Medina, hasta enlazar con los arrabales y el viejo solar judío de Garnata al-Yahud, en las faldas de Torres Bermejas, al otro
lado del Darro, río que se convierte en el eje urbano de Granada. La ciudad se cerca de murallas con puertas y torres;
se levantan un alcázar, palacios, mezquitas, baños, mercados, y un denso caserío cuya superficie abarca 76 hectáreas.
Se realizan asimismo decisivas obras hidráulicas, como los tendidos de las acequias de Aynadamar, del Darro y del
Genil, que de modo simultáneo, surten el abastecimiento, atienden las necesidades de oficios industriales y, sobre todo,
organizan y aseguran los regadíos de la Vega, que cobra fama como una de las más ricas comarcas agrícolas. El papel
protagonista de Granada continúa después de su conquista en 1090 por los almorávides, a los que sirve de cabecera de
sus dominios en Al-Ándalus, y, más tarde, bajo los almohades, que refuerzan su entidad urbana.
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Por estas fechas se produce un máximo generalizado de temperaturas que repercute en el ascenso de la cota de nieve en la sierra, y la disminución del volumen de agua almacenada.
Prosigue la actividad minera. Las fuentes citan la obtención de oro mediante el cernido de las arenas de los río Darro y Genil, y explotaciones en la sierra de plata, hierro, plomo o cobre.
En la sierra, donde se asientan contingentes beréberes originarios de las cordilleras del norte de África, se difunden los sistemas del regadío de montaña: acequias de careo en los parajes elevados, redes de acequias de riego, terrazas de cultivo en las laderas.
La compleja red de acequias que se traza en época zirí incluye varias conducciones derivadas de los cauces del Darro y el Genil y de manantiales cercanos.
Hacia los siglos XI-XII se tiende el primer puente de fábrica sobre el Genil. Una obra de piedra sobre cinco arcos que facilita el tránsito hacia el sur y la costa.
En la margen izquierda del Darro surgen los arrabales por donde trabajan alfareros y ladrilleros, oficios que dejan sus nombres en sendas puertas de la muralla.
Aunque bien conocido y practicado por los romanos, no fue hasta el período andalusí cuando el regadío alcanzó tal desarrollo como para generar toda una cultura del agua con nuevos paisajes agrícolas.
En los niveles deprimidos de la Vega persisten los parajes pantanosos de carácter insalubre. Se alimentan tanto de las lluvias y avenidas como por afloramiento de aguas subterráneas.
Junto a los cereales tradicionales, el olivo o la vid, en la Vega se cultivan plantas introducidas desde Oriente en época andalusí, como el lino, mijo, panizo, berenjena, sandía y diversas hortalizas y frutales.
Los cementerios, a veces delimitados por tapias, se distribuyen en las proximidades de la ciudad, por el campo del Triunfo, cuesta de Alhacaba y San Miguel Alto, al exterior de las áreas de la Alhambra, los Mártires y el Mauror.
Las pequeñas parcelas intensamente cultivadas avanzan por los valles de los ríos, a lo largo de las acequias, y formando una corona sobre la Vega alrededor de la ciudad.
Desde mediados del siglo XI los ziríes impulsan la construcción de la gran acequia de Aynadamar, que trae el agua desde la Fuente Grande de Alfacar, abasteciendo a la población y regando pagos agrícolas.
La paulatina deforestación desde la etapa romana, por las roturaciones, el pastoreo, la minería, el consumo de combustible, se acentúa en época zirí, intensificándose los procesos erosivos y el avenamiento de los ríos.
La explotación ganadera, sobre todo de ovejas y cabras, se extiende desde las laderas próximas a la ciudad hasta los pastos de alta montaña.
Mientras el poder reside en la Alcazaba Antigua, el centro de gravedad de la actividad cotidiana se encuentra en la ciudad baja, en los barrios de la Medina.
Interior del baño del Nogal o Bañuelo, obra zirí del siglo XI, en una litografía romántica.
El episodio final de la ciudad hispanomusulmana transcurre desde que Granada asume en 1238 la
capitalidad del reino nazarí instaurado por Ibn al-Ahmar y se convierte en una metrópoli a la cabeza
del vasto territorio que va de las fronteras de Cádiz y Jaén hasta Almería. Con un casco urbano de 180
hectáreas —unas 220 si se cuentan áreas periféricas—, una la población que en el siglo XV asciende
a más de 50.000 habitantes y una notable producción agrícola, sedera y de otras manufacturas, es
una de las urbes más extensas, populosas y activas de Occidente en la Baja Edad Media.
El núcleo original de la Alcazaba Antigua crece con la gran ampliación del Albayzín, formando un
área densamente poblada, industriosa e influyente. Desde el Albayzín y la calle de Elvira se expande
por el llano la Medina, centrada por la mezquita mayor, en la que se encuentran las principales calles
y recintos mercantiles y artesanos (Zacatín, Alcaicería, puerta de Curtidores, alhóndigas…); los arrabales, palacios y huertos se
prolongan por la orilla izquierda del Darro hasta asomarse al Genil. El tercer recinto claramente diferenciado que se define
en Granada en esta época es la Alhambra: la imponente ciudadela cortesana que se erige desde mediados del siglo XIII
con murallas, alcazaba militar, palacios reales, jardines y una medina en miniatura, con mezquita, mercado, baños y barrios.
El crecimiento urbano del período nazarí se acompasa con el de la red hidráulica. Con un minucioso sistema circulatorio
de fuentes, azudas, minas, acequias, ramales, albercas, aljibes, pozos y otros dispositivos, Granada se convierte en una
auténtica ciudad del agua, clave del suministro y saneamiento para tan elevada población, recurso indispensable para los
riegos de la Vega —base de la economía granadina—, las manufacturas o la molinería, elemento necesario para el ritual
religioso, así como valioso componente cultural, recreativo y estético.
Granada nazarí
Astrolabio construido por el granadino Husayn b. Baso, 1304-1305.
A la izquierda, jarrón de las Gacelas, pieza nazarí de cerámica vidriada, siglo XIV. Museo de la Alhambra, Granada.
A la derecha, tejido nazarí de seda con lacerías y epigrafía, siglos XIV-XV.
Espada de Boabdil, último rey de Granada. Museo del Ejército, Toledo.
Granada como una ciudad entre montañas, detalle de la obra del almirante turco Piri Reis, del primer tercio del siglo XVI.
Arquitectura y agua en los palacios reales de la Alhambra. Foto: E. López.
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En el valle del Darro, a la acequia de la Ciudad y sus ramales de Axares y Romayla se suman ahora la Acequia Real y sus derivaciones, que surten al Generalife y la Alhambra.
La ciudadela de la Alhambra resalta como nuevo hito de la ciudad, frente al Albayzín y dominando la Medina. Su estructura básica se concluye en el siglo XIV.
Desde el XIV hasta mediados del XIX se produjo un enfriamiento del clima que dio lugar a la conocida como Pequeña Edad de Hielo. En relación con este fenómeno se desarrolló en el corral del Veleta una reducida masa glaciar.
El crecimiento demográfico de la capital nazarí intensificó la ocupación del territorio. También en las sierras, donde se incrementan los procesos erosivos y la consecuente colmatación sedimentaria de la Vega.
Se produce una ampliación de los cultivos, en especial en la periferia de la ciudad y las alquerías, que se multiplican al borde de la llanura.
El entramado de acequias del Genil incluye la del Cadí o Candil, que abastece al Mauror y la Antequeruela, y la Gorda, arteria del suministro de los arrabales bajos, huertas, molinos y regadíos de la Vega.
La expansión urbana de Granada prosigue en sucesivos anillos de arrabales (Albayzín, Rambla, Alfareros, Loma), que en los siglos XIV y XV se dotan de murallas.
Curtidores, tintoreros, alfareros, ladrilleros y otros oficios que requieren un cuantioso suministro de agua y generan abundantes vertidos se asientan a lo largo del Darro.
La disponibilidad de riego es el fundamento de la prosperidad de la Vega. Su funcionamiento es objeto de una detallada regulación y constituye un capítulo esencial de la sociedad nazarí.
La fragmentación del parcelario refleja el predominio de pequeñas propiedades explotadas de manera intensiva y dependientes del regadío.
El sistema de gestión del agua en Granada y su vega alcanza plena madurez, afectando tanto a las reservas de nieve de la sierra, como a las aguas de lluvia y a las subterráneas.
En los barrios de la Alcazaba Antigua y el Albayzín consta la existencia de 25 aljibes públicos, a menudo cerca de las mezquitas. Esta red surtía así mismo el consumo privado de numerosas casas.
En las acequias se multiplican los molinos hidráulicos, sobre todo para molturar grano, pero también aceituna, fibras, productos diversos e incluso pólvora.
En la Vega, el policultivo alimentario se combina con una importante dedicación a los cultivos comerciales que sostienen diversas manufacturas. La seda es uno de los principales ramos de la economía de la ciudad.
El 2 de enero de 1492 Granada se entrega a los Reyes Católicos. Se inicia entonces una fase en
que la ciudad experimenta profundas transformaciones, aun manteniendo una honda huella de la
etapa anterior. Residencia frecuente y panteón de Isabel y Fernando, escenario, con Santa Fe, de
los tratos que conducen al viaje descubridor de Colón, solar del alto tribunal de la Chancillería y
sede de la corte del emperador Carlos V en 1526, Granada cobra una notable importancia político-
administrativa, al tiempo que su urbanismo y arquitectura se renuevan según los designios del
Renacimiento. Se levantan edificios, se abren plazas, y, en lo que concierne al agua, se mantienen las
estructuras existentes para abastecimiento, riego y otras actividades, junto con iniciativas como la
erección de pilares y fuentes monumentales que refuerzan la dimensión pública de este elemento.
Pero el primer siglo bajo dominio castellano está marcado asimismo por las tensiones con la población conquistada.
Presionada por la llegada de repobladores y las reiteradas medidas contra sus intereses y costumbres, los conflictos se
suceden hasta la rebelión de los moriscos de 1568, que se salda con su expulsión masiva. Si a comienzos del XVI la urbe
acumulaba 60.000 habitantes, por encima de Sevilla y otras grandes ciudades, al terminar la centuria se había reducido a
unas 33.000 almas. Quebrantos que se manifiestan con igual virulencia en la economía: la laboriosa agricultura irrigada
de la Vega decae con la marcha de sus mejores conocedores; las redes hidráulicas se deterioran; la producción granadina
más preciada, la seda, declina; numerosos inmuebles quedan abandonados y maltrechos. El Seiscientos arranca en un
ambiente de crisis generalizada, y hay que esperar hasta el siglo XVIII para atisbar indicios de recuperación.
Granada en la Edad Moderna
Morisca granadina, según un dibujo de hacia 1530.A la derecha, vista de Granada en torno al año 1500, detalle de un óleo la Virgen con el Niño.
Retrato de Carlos V en 1525.En 1526 residió en Granada.
Plaza Nueva con la Alhambra,grabado de L. Meunier, hacia 1668.
Vistas de Darro, copia de un óleo de Juan de Sabis de 1636. Museo Casa de los Tiros, Granada.
En la periferia surgen monasterios, hospitales y otros grandes edificios que ocupan amplios solares a costa de huertas.
El Albayzín en especial y otros barrios donde se concentraban los moriscos sufren una acusada despoblación a raíz de su expulsión en 1571.
Parte del Darro, el río urbano de Granada, se cubre con una bóveda en la que se tiende la Plaza Nueva; en sus orillas se dispone también un paseo con fuentes y árboles.
Los cármenes jalonan las orillas del Darro. En el paraje de Valparaíso se establecen la fundación religiosa del Sacromonte y la hacienda jesuita de Jesús del Valle.
Los bosques —de olmos, almeces, álamos— se espesan en las laderas de la Alhambra, reflejando la orientación residencial del conjunto y su pérdida de funcionalidad militar.
En 1608 Granada es, según Bermúdez de Pedraza, “un sitio excelente, por la comodidad de agua que tiene para el gasto y servicio de sus ciudadanos, con dos ríos… que el uno corriendo por medio della, la limpia y hermosea, y el otro besa sus murallas, fertiliza sus campos y hace de mayor recreación su vega”.
La red hidráulica nazarí se mantiene sin apenas cambios. Una malla de cañerías con atanores de barro distribuye el agua por fuentes y aljibes públicos, conventos, palacios y casas.
Los repobladores adoptan en gran medida el elaborado sistema de riegos nazarí y sus correspondientes ordenanzas. La campana de la torre de la Vela anuncia con su tañido el turno de los regantes.
El crecimiento urbano se polariza en la Vega. Fuera de puerta Elvira crece el arrabal de San Lázaro, junto al Darro avanzan los arrabales cercanos a la plaza Bib-Rambla, y los espacios extramuros hacia el Genil se colonizan.
Las aguas residuales van a parar a ríos y acequias generando problemas de salubridad. Los vertidos de tenerías, carnicería y otras actividades contaminantes agravan la degradación del Darro.
A principios del XVII se menciona la existencia por las calles y plazas de Granada de 44 fuentes y pilares, sin contar los de la Alhambra.
La versatilidad productiva de la Vega vuelve a demostrarse, cuando se adoptan diversas plantas venidas del Nuevo Mundo, como el maíz o la patata.
Pese a la continuidad del marco agrario, tras la conquista aumenta la concentración de propiedades y explotaciones y se acentúa la especialización en cultivos comerciales.
El perímetro amurallado de Granada cede en algunos sectores ante la disminución de las necesidades defensivas y el empuje de la expansión urbana. Se abren portillos, se derriban muros y torres.
En el siglo XVI se propaga el cultivo de la morera al servicio del pujante comercio de la seda. Tras su declive, en el XVIII el lino marca un nuevo ciclo en la agricultura de la Vega.
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En su tránsito hacia la Edad Contemporánea, Granada figura como centro burocrático, comercial y
agrario, conociendo tímidos progresos en el siglo XVIII, cuando recobra la cifra de 50.000 habitantes
y prospera el cultivo del lino y el cáñamo. En los arranques del XIX, sin embargo, la incipiente
proyección exterior de la ciudad, convertida en destino ideal de los románticos, contrasta con
su falta de pulso. La economía se ve sumida en la crisis, la precariedad de las dotaciones urbanas
atenazan su modernización y la nueva división provincial menoscaba incluso su papel regional.
Mayor dinamismo deparan los años del XIX al XX. Aumenta la población (75.000 personas en
1900, 150.000 en 1940). Se asiste a la llegada del ferrocarril y desde la década de 1880, al auge de
la remolacha y la industria azucarera. Se llevan a cabo paulatinas reformas, como la apertura de
plazas a costa de edificios desamortizados, el derribo de murallas, el embovedado de un largo tramo del Darro, hasta que en
1895 se emprende la mayor intervención, la Gran Vía, el eje rectilíneo que transforma la trama de la ciudad baja. En adelante
se prolonga el trazado de vías y se multiplican los ensanches y barriadas periféricas, en una rápida expansión sobre la Vega.
En este período, el abastecimiento de aguas y saneamiento se significan como uno de los sectores más rezagados en su
renovación. El caudal insuficiente, el deterioro de las viejas conducciones, el indiscriminado sistema de evacuaciones, la mezcla
de aguas potables y sucias, las apropiaciones por particulares, hicieron de Granada una de las capitales más insalubres. Pese
a los numerosos proyectos, los intereses encontrados y otros factores impidieron todo cambio hasta que, al fin, se procede a
la reorganización del suministro público y, en 1928, a una nueva captación de aguas, cauce arriba del Genil, dando paso a un
proceso que culmina al rehacerse toda la red de distribución y alcantarillado a la mitad del siglo.
Granada del siglo XIX al XX
Hasta comienzos del XX persiste de modo residual el pequeño glaciar del Corral del Veleta, vestigio tardío de la Pequeña Edad de Hielo.
La minería se reactiva. Especial atención recibe la del oro: además de batearse las arenas del Darro, junto al Genil se instala una explotación industrial cuyos dispositivos hidráulicos, como el canal de los Franceses, se aprovechan luego para el abastecimiento de la capital.
A partir de 1928 se construyen tomas del Genil, depósitos, conducciones, nuevas redes de distribución y una estación de tratamiento de aguas.
Por las riberas del Genil se extienden los paseos con fuentes. Al antiguo puente se suma el Puente Verde, construido por las autoridades napoleónicas.
Hasta mediados del XX se suceden las riadas. En 1951 la presión de las aguas rompió el embovedado del Darro hacia Puerta Real, causando grandes destrozos.
Entre 1854 y 1880 se cubre el tramo del Darro entre Plaza Nueva y Puerta Real. Sobre el cauce se tiende uno de los ejes mayores de la ciudad.
La epidemia de cólera de 1885, que acabó con un 7% de la población granadina, puso de la manifiesto el pésimo estado sanitario de la red de suministro y alcantarillado, y de los ríos y acequias.
Junto a las hortalizas, granos, frutales, y las choperas, en los años centrales del XX cobran protagonismo en la Vega el maíz, la patata, y cultivos comerciales como el tabaco
Agotado el ciclo del lino y el cáñamo, a fines del XIX se inicia el de la remolacha, que promueve la construcción de grandes fábricas azucareras y dura hasta 1930.
El ferrocarril llega en 1874, introduciendo la mecanización con la energía de vapor característica de la primera industrialización.
El vetusto sistema hidráulico urbano es definitivamente sustituido al terminarse las nuevas redes a fines de los cuarenta.
Hasta el siglo XX el aguador sigue siendo uno de los tipos más populares de Granada, dedicado a la venta callejera y el abastecimiento domiciliario ante las deficiencias del suministro público.
En el Albayzín, la Antequeruela, en las inmediaciones de la Alhambra, se distinguen los reductos de agua y vegetación que son los cármenes.
A fines del XIX se constituye una agrupación de intelectuales, liderada por Ángel Ganivet, que aboga por la preservación de los valores tradicionales de Granada y toma el nombre de una de sus fuentes: la Cofradía de la Fuente del Avellano.
“Mucha Alhambra y mucho té”, era la recomendación a los turistas ingleses que visitaban Granada para evitar enfermedades, dada la mala fama del estado de sus aguas.
Las condiciones del entorno granadino abren la puerta a un nuevo aprovechamiento del agua: la producción de energía eléctrica. Desde comienzos del XX se ponen en marcha varias centrales hidroeléctricas en el valle alto del Genil.
Montaña y nieve se convierten en recursos de ocio al alza. En 1912 se crea la Sociedad Sierra Nevada para los deportes alpinos, en 1914 se plantea la construcción de una carretera a través de la sierra y en 1925 se inaugura el tranvía que sube desde Granada por el Genil.
Fábrica de azúcar de remolacha en la Vega de Granada en el primer tercio del siglo XX.
Folleto turístico de Sierra Nevada, hacia 1914.
La Alhambra desde el Generalife, óleo de José Larrocha, 1900. Colección particular.
Aguador de Granada, foto de E. Guinea de 1929. Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz.A la derecha, tarjeta postal con una imagen de la Gran Vía a comienzos del siglo XX.
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La ciudad ha roto su secular dependencia de los fértiles regadíos de la Vega, su primitiva
razón de ser. El cambio a una economía de servicios, que en gran medida ha sustituido a
la de base agrícola, impulsa la aceleración del crecimiento urbano, con un movimiento
de población que se desplaza del campo a la ciudad. Granada pasa así de tener 155.000
habitantes en 1950 a unos 240.000 en la primera década del siglo XXI.
Este fuerte incremento demográfico genera una demanda incesante de nuevos espacios
para la construcción de viviendas e instalaciones industriales y de servicios que se obtienen,
en una primera fase, de las tierras de cultivo de la Vega y posteriormente de la ocupación
creciente de las faldas de la Sierra. Surge lentamente una aglomeración urbana que une,
sin solución de continuidad, la antigua ciudad de Granada con los municipios aledaños hasta constituir una realidad
metropolitana, con necesidades diferentes, que superan ya el ámbito de la urbe histórica. Los habitantes de esta nueva
entidad metropolitana se multiplican por dos hasta alcanzar el medio millón, lo que requiere de nuevos planteamientos
en los sistemas generales de abastecimiento y depuración de aguas, circulación y movilidad, espacios libres, etc.
La fama de la Alhambra trasciende todas las fronteras y se convierte en polo de atracción de un movimiento turístico de
primera magnitud: con sus tres millones de visitantes anuales, destaca a menudo como el monumento más visitado de España.
Sierra Nevada, con su equipamiento para la práctica de los deportes de nieve, es otro de los grandes activos de la ciudad, que
contribuye a mantener un importante flujo de actividad turística durante todo el año. Sin duda, Granada, apoyándose en una
historia íntimamente ligada al agua, ha sabido proyectarse al futuro y darse a conocer en Europa y el mundo.
Granada, siglo XXI
En Sierra Nevada se encuentra la estación de deportes de invierno más meridional de Europa. Sus más de 100 km de pistas son un potente atractivo para el turismo.
Uno de los diez Observatorios de Cambio Global del mundo seleccionados por la UNESCO para registrar los efectos del cambio climático está en Sierra Nevada.
A partir de la segunda mitad del XX se acomete una intensa repoblación hidrológico-forestal para proteger los suelos de la erosión y paliar los efectos de las riadas. Miles de hectáreas se plantan en la sierra, a menudo con especies coníferas exóticas que han formado unos bosques artificiales que hay que ir naturalizando.
Como contrapartida al foco de atención en que se ha convertido la sierra, en las últimas décadas aumentan las presiones urbanísticas y sobre recursos tan frágiles como el agua, que requieren una defensa decidida.
El crecimiento de la ciudad, que se desborda hacia la Vega y las faldas de Sierra Nevada, se impone a las peculiaridades del territorio que justificaron las formas de la ciudad histórica.
La explotación de las aguas subterráneas del acuífero de la Vega se ha incorporado al sistema de abastecimiento urbano mediante sondeos profundos que se activan cuando es necesario.
Los sotos y formaciones de ribera de la Vega, en origen constituidas por álamos, sauces, fresnos y olmos, han desaparecido por la alteración del hábitat fluvial. En su lugar proliferan zarzamoras, emborrachacabras, juncos, cañaverales…, indicadores de condiciones degradadas.
La situación de la ciudad sigue siendo privilegiada por controlar el paso de la costa al interior (eje Bailén-Motril) y del Surco Intrabético (eje Antequera-Baza). La expansión del tejido urbano ha obligado a la construcción de nuevas rondas y variantes para separar el tránsito urbano del territorial.
El futuro está en la cooperación: la aglomeración de Granada abarca hasta 32 municipios (25 de ellos a menos de 10 km de la capital, diez de ellos con más de 10.000 habitantes). Esta circunstancia obliga a plantearse los problemas con una nueva escala.
El cauce del río Beiro se ha embovedado e incorporado al continuo urbano. Su existencia sólo pervive en el callejero de la ciudad: Ribera del Beiro.
La presión urbanizadora sobre la Vega ha obligado al retroceso de los cultivos. En su lugar proliferan centros comerciales, polígonos industriales y toda clase de edificios e infraestructuras.
La inclusión por la UNESCO de la Alhambra y el Albayzín entre los monumentos Patrimonio de la Humanidad, coloca a la ciudad de Granada como destino singular y preferente a escala mundial.
El valle del Darro, “en la trasera” de Granada, es el gran olvidado. La integración de este valioso espacio con el tejido de la ciudad es una cuestión pendiente que ha de abordarse, para transformarlo en un nuevo cauce de oportunidad para Granada.
En las cabeceras de los ríos se construyen presas para abastecimiento, control de avenidas, regadío y aprovechamiento hidroeléctrico, como la de Canales en el Genil y de Quéntar, en el Aguas Blancas.
La espectacular morfología glaciar, la benévola climatología y la elevada biodiversidad, reconocida con la figura de Parque Nacional, hacen de Sierra Nevada un lugar con creciente interés para el turismo de naturaleza.
Huerta de San Vicente, asociada al recuerdo del poeta F. García Lorca, por M. Maldonado Rodríguez. Museo de Bellas Artes de Granada.
Nocturno de Granada con el complejo del Parque de las Ciencias en primer término. Foto: Parque de las Ciencias de Granada.
Paisaje de la Alhambra al atardecer hacia el sector de los Palacios Reales.Foto: J. Morón.
Cauce del río Darro por Granada. A la derecha, panorámica de la Vega con Granada y Sierra Nevada al fondo. Foto: A. Castillo.
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Granadanazarí y renacentista. 1600(AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
Entre la nieve y el trigo, así se nos presenta la ciudad de las tres colinas, de los dos ríos (se olvidaron de
uno los poetas), de las decenas de fuentes y campanarios, de las miles de acequias y surtidores y la del
embrujo infinito que subyuga a todo el que la contempla. Como lo hizo con el Emperador Carlos, en
su tiempo el hombre más poderoso del mundo, que quiso hacer de ella su joya más preciada y mandó
construir un palacio, su palacio, junto al de los reyes anteriores, señal de reconocimiento hacia una ciudad
y una cultura que había alcanzado unas metas lejos de lo que era común en las ciudades cristianas.
Lo que pudo ser, no fue. La incorporación amistosa de la cultura de los nuevos señores a una ciudad
ya hecha, sustentada en gran parte sobre un sabio y profundo conocimiento de la gestión del agua, se
interrumpió bruscamente. Lo que fue un sueño imperial se trocó en pesadilla, con la expulsión de hasta
un tercio de sus habitantes, precisamente los descendientes de aquellos que habían hecho posible la
ciudad. Esta queda aletargada y con su economía maltrecha y debe inventarse de nuevo poblando sus
calles y comercios medio vacíos y recuperando la Vega que, de repente, se había quedado sin labriegos.
Pero el saber se impone y los nuevos pobladores han de admitir el ajustado funcionamiento de las
acequias, lo acertado de las normas de explotación que pasan de este modo sin reformas dignas de
mención, superando prejuicios y recelos a sus usos y costumbres.
Granada, asentada en el territorio, dominadora de la sierra que le ofrece permanente contrapunto, se
sabe imperial. No porque lo diga Carlos V, sino por su depurado aprovechamiento de los recursos y
posibilidades que le ha dado la naturaleza que seguirán siendo admirados y reconocidos con el paso de
los años. Con el orgullo que le proporciona haberse sentido grande, desde la distancia, como el vuelo de
las águilas, la ciudad del agua contempla el discurrir de las vidas de sus habitantes.
[ 34 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
Lámina desplegable:
Granada nazarí y renacentista. 1600
Ilustración: Rocío Espín Piñar
Lámina:Granada nazarí y renacentista. 1600
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Juan Calatrava EscobarETSA de Granada
Vista de Granada por J. Hoefnagel, fechada en 1565, del atlas urbano Civitates Orbis Terrarum. Colección particular.
En la década de 1560, la imagen de Grana-
da quedó plasmada en dos grupos de vis-
tas casi contemporáneas. Por un lado, los
dibujos realizados por Joris Hoefnagel,
que sirvieron de base a los tres grabados de la ciudad
incluidos en el célebre atlas de vistas urbanas Civitates
Orbis Terrarum. Por otro, las vistas de la ciudad que
dibujó el flamenco Anton van den Wyngaerde en
1567, por encargo directo de un gobierno de Felipe II
consciente de que conocimiento es poder e interesa-
do en disponer de imágenes fidedignas de sus urbes.
Las imágenes de Hoefnagel, más pintorescas, y las de
Wyngaerde, espléndidas en su sobriedad y exactitud
topográfica, construyen conjuntamente un retrato de
la ciudad cuidadosamente elaborado, que nos acerca
con insólita frescura e inmediatez a una ciudad que se
encontraba por entonces en trance de sufrir un giro
radical en su historia.
En efecto, las décadas de 1560-1570 pueden conside-
rarse decisivas para Granada: años clave en los que
sobre esta ciudad, aún enormemente prestigiosa, se
acumulan diversos problemas y síntomas que, cul-
minando en el gran punto de no retorno de la suble-
vación morisca, terminarán por alumbrar una gran
crisis ya larvada desde mucho antes.
En el último tercio de ese “largo siglo XVI” Granada
conserva, ciertamente, tanto la aureola religiosa que
le había dado la (re)conquista de 1492 como el capital
político acumulado en los primeros años del reina-
do de Carlos V, cuando se llegó a pensar que podía
convertirse en el posible centro simbólico del Impe-
rio: una idea que se plasmó en esa pareja de edificios
excepcionales que son la Catedral y el palacio de Car-
los V, incomprensibles si no se analizan en conjunto
como parte de un proyecto tan político como arqui-
tectónico y presentes ambos, con fuerza plástica, en
las vistas de Hoefnagel y de Wyngaerde.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 39 ]
)Granada a finales del siglo XVI: de la gloria a la crisis
Pero, si hacia 1570 las élites de la ciudad aún seguían
albergando delirios de grandeza mucho después de
que el propio Carlos hubiera volcado hacia el centro
de la Península el eje del poder, el quiebro que en toda
España supone el reinado de Felipe II se dejará sentir
en Granada con más fuerza aún, ya que significa, ade-
más del inicio de la decadencia económica y política, el
definitivo despertar del breve sueño imperial.
La importancia de la rebelión morisca y de su aplasta-
miento es tal que las fechas de 1568-1571 podrían consi-
derarse como el verdadero punto de ruptura posterior
al de 1492. Se ha calculado que a partir de junio de 1569
fueron expulsadas de Granada unas 17.000 personas,
más o menos un tercio de su población, y además la
más activa económicamente: un hecho que no haría
sino agudizar enormemente la coyuntura económica
desfavorable y el repliegue político de una ciudad que
soportaba ya la quiebra de la antigua base demográfica y
productiva que le había asegurado su rango preeminen-
te entre las ciudades no sólo castellanas sino europeas.
Todo ello comenzaba a acarrear, de forma cada vez
más acelerada, consecuencias urbanísticas de primer
orden, en las que se combinarán la expansión “natu-
ral” de la ciudad, las consecuencias de las expulsiones
moriscas y las intenciones simbólico-representativas del
nuevo clima contrarreformista. El tradicional equilibrio
demográfico-urbanístico de la vieja ciudad heredada
de los nazaríes queda a partir de 1571 definitivamente
roto, produciéndose un brutal despoblamiento —del
que se hará eco Góngora en su romance sobre Granada
ya a final de siglo— del hasta entonces populoso barrio
del Albayzín. En la zona baja de la ciudad se marcan,
en cambio, nuevas líneas de expansión —barrios de la
Magdalena o las Angustias— que, aunque tardarán aún
décadas en consolidarse, permiten vislumbrar la ten-
dencia de la ciudad a derramarse hacia la rica vega del
río Genil. Una expansión que lo será tanto civil como
simbólica, con la definitiva configuración del nuevo eje
urbano de la calle de San Jerónimo o la instalación en
ese área de la Compañía de Jesús.
Si, en el paso de la Ciudad Imperial a la “Cristianópo-
lis” contrarreformista, Granada había perdido esa sin-
gularidad ideológico-política, que ya no era más que
una ilusión a la que seguían aferrándose sus dirigentes,
se tratará ahora de hallarle, por todos los medios, una
nueva ubicación privilegiada en el conjunto de las
ciudades hispánicas, que vendrá de la mano de una
Juan Calatrava EscobarETSA de Granada
[ 40 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
postulada excepcionalidad religiosa tendente a hacer
de Granada la sacra urbs hispana por excelencia. Es
en esta clave como hay que entender hechos como el
fuerte impulso conventual, con el expresivo dato de la
existencia de nada menos que 1.207 religiosos regula-
res en el censo de 1591, o la celebración en la ciudad
de treinta y ocho autos de fe entre 1550 y 1595.
Todo ello conlleva el proceder —en un muy breve lapso
de tiempo, digamos que entre 1570 y 1610— a una
nueva repartición en la ciudad entre lo civil y lo sagra-
do, con episodios que sólo integrados en tal contexto
adquieren toda su relevancia, como pueden ser el
tortuoso itinerario de la construcción de la Catedral, los
avatares de la obra del palacio de Carlos V, la instalación
de los jesuitas en la ciudad o la aparición, a partir de
finales de siglo, de la gran cuestión que marca verdade-
ramente a la Granada contrarreformista: los hallazgos
de las presuntas reliquias del Sacromonte de Valparaíso.
La Catedral estaba destinada, según el nuevo proyecto
“a lo romano” de Diego de Siloe, a ser no sólo mero
templo metropolitano sino también mausoleo dinás-
tico, imperial, lo que explicaba su compleja planta
que reúne una basílica de cinco naves y un presbiterio
cilíndrico cupulado. Pero ya desde la década de 1530
estaba claro que la sede del poder pivotaba hacia el
centro de la Península, y cuando, en enero de 1560, el
cabildo declara su oposición a la prevista decoración
de la cúpula de la capilla mayor con un cielo estrella-
do, ello evidencia la disolución del original simbolismo
cósmico. En 1561 se consagró el templo, por el mo-
mento reducido a la sola cabecera, que haría durante
décadas la función de templo completo. La muerte de
Siloe en 1563 adquiere todo el valor de un símbolo: la
subsiguiente etapa como maestro mayor de Ambrosio
de Vico, desde 1582 a 1623, vendrá marcada no sólo
por la ralentización de las obras sino por una ruptura
clara con respecto al programa de Siloe.
Del costado de esa Catedral, llamada a destinos más
gloriosos pero ahora rebajada de categoría, arranca el
eje de la calle de San Jerónimo. Esta vía llevaba, una
vez sobrepasadas las viejas murallas nazaríes, al extra-
muros monasterio de San Jerónimo, fundación nobilia-
ria de la viuda del Gran Capitán y pieza fundamental
del primer Renacimiento granadino. En las décadas
centrales del reinado de Felipe II su importancia que-
dará definitivamente asentada por dos hechos. El pri-
mero es la instalación de los jesuitas: la Compañía se
asienta oficialmente en Granada en 1554 y en 1556 co-
mienza la construcción del Colegio de San Pablo justo
en el lugar en el que la mencionada vía era cortada por
la muralla nazarí, que es ahora derribada a tal efecto.
El segundo es la instalación, en las proximidades del
monasterio de San Jerónimo, de la Orden Hospitala-
ria de San Juan de Dios en 1571. Los nuevos edificios
hospitalarios y religiosos marcarán un hito esencial de
la Granada barroca y significan, al mismo tiempo, una
expresiva vuelta a la idea del hospital de caridad frente
a la imagen pública que en los primeros momentos de
la Granada cristiana había dado la fundación del Hos-
pital Real por parte de los Reyes Católicos.
X
Panorama de Granada desde la Vega, por Anton van den Wyngaerde, 1567.Biblioteca Nacional de Austria.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 41 ]
)Granada a finales del siglo XVI: de la gloria a la crisis
Mientras tanto, la fortaleza de la Alhambra seguía
funcionando, tanto en la práctica como a nivel jurídico
e institucional, como una estructura militar, adminis-
trativa y urbana separada de la ciudad. Y en el antiguo
recinto nazarí comenzaban ahora a languidecer las
obras del segundo gran símbolo imperial: el palacio
de Carlos V. La suma de la expulsión de los moriscos,
cuyos impuestos financiaban la construcción, y de
la pérdida de las aspiraciones imperiales de la ciudad
será demasiado fuerte incluso para la pietas Philippi y
determinará un penoso arrastrarse de las obras de un
palacio que ya a nadie sirve y que no será verdadera-
mente culminado hasta mediados del siglo XX.
En un punto no muy lejano a la Fortaleza Roja se
registraba, entre tanto, la fundación de un estable-
cimiento eclesiástico llamado a ocupar un papel de
primer orden en la nueva Granada: el convento de
Carmelitas descalzos de los Mártires San Cosme y San
Damián, o “convento de los Mártires”, fundado en
1573 con las reticencias del arzobispo Guerrero y el
firme apoyo del conde de Tendilla, gobernador de la
Alhambra. Este convento, del que será prior, de 1582
a 1588, San Juan de la Cruz, tendrá un papel decisivo
en la elaboración del mito martirial del que muy poco
después surgiría el Sacromonte.
Pero, junto a la decadencia de las obras imperiales y al
auge de las fundaciones religiosas, la Chancillería, la sede
de la justicia regia, expresaba a finales de la centuria, con
su espectacular nueva fachada, terminada en 1587 por
Francisco del Castillo, el empuje de la nueva burocracia
filipina y representaba la única gran institución civil que,
lejos de verse arrastrada por la crisis finisecular, iba por
el contrario a más, consolidando a Granada como una
de las dos cabezas jurídicas de España.
El punto de no retorno de estas tres o cuatro décadas
de grandes transformaciones vendrá dado, sin duda,
finalmente, por la cuestión de los supuestos “hallaz-
gos” de reliquias primero en la “torre Turpiana” —en
realidad, el alminar de la antigua mezquita mayor,
derribado en 1588— y después en el paraje que sería
bautizado como el Sacromonte de Valparaíso. Los
inverosímiles hallazgos —entre ellos los famosos libros
plúmbeos— venían a fundamentar la tesis del cristianis-
Juan Calatrava EscobarETSA de Granada
Sección de la capilla mayor de la catedral de Granada, grabado de F. Heylan, hacia 1624.Archivo Municipal de Granada.
Palacio de Carlos V, con el campanario de Santa María de la Alhambra y Sierra Nevada al fondo.Fotografía de la firma L. Lévy, hacia 1888.
[ 42 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
mo primigenio y antiquísimo de Granada y daban un
nuevo fundamento, esta vez sagrado, a las pretensio-
nes de nobleza de la ciudad. Que estas reliquias fuesen
una superchería tan evidente como para suscitar
las críticas de la propia Roma no fue óbice para que
fuesen exaltadas por la historiografía encomiástica
local y hábilmente instrumentalizadas por el arzobispo
Pedro de Castro para acelerar —entre otras cosas, con
la construcción de la abadía del Sacromonte— la ya
imparable resacralización de la ciudad.
Entre 1588 y 1595, la “invención” de las reliquias
marcará definitivamente la cristalización de una nueva
“Granada-Cristianópolis”, en acertada expresión de
José Luis Orozco, que encuentra su imagen en la Plata-
forma de la ciudad dibujada por el arquitecto Ambrosio
de Vico, fiel colaborador del arzobispo Castro y parti-
cipante cualificado en el programa de construcciones
religiosas que, a caballo entre el siglo XVI y el XVII,
terminarán por aportar a la ciudad gran parte de su
definitiva fisonomía. La Plataforma —un grabado de
620 x 420 mm resultado de la unión de dos planchas de
cobre en talla dulce— fue dibujada por Vico en algún
momento de la década de 1590, o, según algunos, en la
primera década del XVII, y grabada finalmente en 1613
para ser incluida entre las ilustraciones de la nunca
publicada Historia eclesiástica de Granada de Justino An-
tolínez de Burgos, primer abad del Sacromonte. Con
este “plano” —en realidad, una perspectiva caballera—
se nos presenta ya una nueva topografía ritual y ecle-
siástica: es la imagen de una ciudad en la que la trama
islámica queda regularizada y en la que predominan
los edificios o símbolos religiosos. Prácticamente hasta
finales del siglo XVIII sería el retrato oficial de la nueva
Granada, definitivamente exorcizada de sus demonios
y ligada a la divinidad por un vínculo privilegiado.
Plataforma de Granada dibujada por A. de Vico y grabada a principios del XVII por Francisco Heylan. Biblioteca Nacional de España.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 43 ]
)Granada a finales del siglo XVI: de la gloria a la crisis
Lámina: Granada nazarí y renacentista. 1600. Localizaciones.
Agua y TerritorioSierra Nevada A1-A10Alcazaba A4Mulhacén A5Crestones de Río Seco A5Veleta A6Cerro del Caballo A9Pico Trevenque A8Conos de La Zubia B10Camino de los Neveros B5-B6, A4-A5Río Genil A2, B2-B7, C7-C10Río Monachil B7-B10Río Darro B1-B2, C2-C9Cerro del Sol B4-C4Vega de Granada B9-B10, C8-C10, D1-
D10PoblacionesPinos Genil B3
Cenes de la Vega B4Lancha del Genil B5Monachil B8Huétor Vega B9Cájar B10
Agua y NaturalezaBorreguiles A2-A8Torrentes alpinos A2-A8Bosques de ribera B1-B2, C2-C3, B3-B7, B9-
B10, C7-C10Áreas pantanosas B10, C10Águila imperial B1Águila real A2Quebrantahuesos A7
Agua y CiudadAcequia de Aynanadamar C1-C2Acequia de la Ciudad B2-C4Acequia Real B1-C6Acequia del Tercio C3-C5Acequia Gorda B6-C10Acequia de Arabuleila C8-C10Fuente del Avellano C3Albercón de las Damas C4Torre del Agua C4Torre de la Vela C6Coracha, puerta de los Tableros C6Aljibes públicos C3-C6Calle del Agua, el Salvador C4Baños C7, D6Fuente Nueva D5Emisarios C8-D9, D5-D6Carrera del Genil C9Cármenes de Aynadamar C1-D2Cármenes del Darro B1-C4
Agua y EconomíaPuerta de los Molinos C7Puerta del Pescado C8Puente del Genil C9Molinos hidráulicos B7-C10, C1-C3Rastro del ganado C9Matadero C8-C9Tintoreros, curtidores C7-C8Alfareros C1-C3, C8Secanos, dehesa, pastos B2-B5Regadíos de la Vega B9-B10, C8-C10, D1-
D10
Lugares y EdificiosAlhambra C4-C6Alcazaba C6Palacio de Carlos V, plaza de los Aljibes C5Palacios nazaríes C5Generalife C4Castillo de Santa Elena C3Sacromonte C2Puerta de Fajalauza C2Albayzín C3-C6 Paseos y carrera del Darro C4-C5Arco de las Pesas C4Santa Isabel la Real, Dar al-Horra C5Cuesta y murallas de Alhacaba C4-D5Puerta Elvira, puerta Monaita D5Calle de Elvira C6-D5Plaza Nueva, Chancillería C6Zacatín C7Catedral, Capilla Real C7-C8
Plaza Bib-Rambla, Alcaicería C8Puerta del Rastro, Purta Real C8San Matías, el Realejo C7-C8
Campo del Príncipe C7
Torres Bermejas, el Mauror, Antequeruela
C7
Los Mártires C6
Santa Cruz la Real C8
El Campillo, castillo de Bibataubín C8
San Lázaro D3-D4
Hospital Real D4-D5
Monasterio de San Jerónimo D8
Las Angustias C9
Alameda C9-C10
Ermita de San Sebastián C10
Alcázar Genil C10
EN LA LÁMINA ADJUNTA SE IDENTIFICAN LOS LUGARES MÁS SIGNIFICATIVOS DE GRANADA EN 1600, PRESENTÁNDOSE ASÍ MISMO UNA RELACIÓN DE LOS ELEMENTOS RELACIONADOS CON LOS CINCO APARTADOS TEMÁTICOS DE ESTE LIBRO. JUNTO A CADA ELEMENTO SE INDICA UNA REFERENCIA, DE LETRA Y NÚMERO, PARA SITUARLO MEDIANTE LA CUADRÍCULA SUPERPUESTA A LA IMAGEN.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
A
B
C
D
A
B
C
D
Sierra Nevada
Puntal de BacaresAlcazaba
Cenes
Llanos de la Perdiz
Acequia del Tercio
Torredel Agua
Cerro del Sol
Castillo de Santa Elena
Río Genil Pinos Genil
Mulhacén
Alhambra
Lancha
Torre de Comares
Veleta Los Cahorros
Trevenque
Bibataubín
El Caballo
Huétor
Cájar
La Zubia
Río Monachil
Acequia de Arabuleila
Carrera del Genil
Río Darro
Pago Arabial
Acequia del Jaque
Puerta Real
San Antón
Río Genil
Alcázar Genil
Los Mártires
Puerta de los Molinos
Santa Ana
Plaza Nueva
AntequeruelaTorres Bermejas
Mauror Monachil
Acequia Gorda
Camino de los Neveros
Alcazaba Torre de la Vela
Palacio de Carlos VAcequia Real
Torre del Aceituno
Camino de SevillaEl Salvador
Albayzín
Plaza Larga Hospital Real Cuesta Alhacaba
San Cristóbal
Fuente Nueva
Puerta Elvira
San Matías
CatedralPlaza Bib-Rambla
El Campillo
La Magdalena
AcequiasMonasterio de San Jerónimo
RealejoCalle Elvira
Hospital de Juan de Dios
Boquerón del DarroPuerta Monaita
Cruz Blanca
Murallas del Albayzín
Barrio de San LázaroPuerta de Fajalauza
Camino de Jaén
Río Darro
Jesús del Valle
Valparaíso
Sacromonte
Acequia Aynadamar
Generalife
Cármenes
Cármenes
Carta de la DibujanteSierra Nevada con su cuerda de los 3000 metros, sus picos, sus valles y ríos, la Sabika presidiendo la urbe renacentista, sus barrios, templos y lugares más simbólicos, los marjales que estructuraban la vega, las arboledas y humedales en las riberas del Genil, los molinos hidráulicos, puentes, hornos de alfareros, buscadores de oro… sus gentes y todo, TODO en una única ilustración con una doble mirada: una de comprensión del conjunto a escala territorial y otra tan pequeña que nos permite perdernos en el barrio del Albayzín, callejear por la Antequeruela, visitar el mercado junto al puente del Genil, asistir a una celebración en la plaza de Bib-Rambla o rastrear el perímetro de las antiguas murallas.
Durante dos años hemos estado desarrollando este dibujo en diversos aspectos tales como la configuración urbana de la época, su entorno agrícola y natural y su idiosincrasia (barrios y oficios vinculados a estos, el carácter de sus puertas…).
Ha sido un gran esfuerzo en el que he aprendido muchísimo de mi ciudad, una Granada inmemorial, llena de conoci-miento y maravillosas historias. En este camino no he estado sola y quiero ante todo agradecer el apoyo de las perso-nas que estuvieron cerca de mí y que vieron como crecía día a día este dibujo: a mi familia, a Nicolás Torices Abarca que tantísimo me ha enseñado de Granada y a Fermín, Enriqueta y José Daniel que se asomaban todos los días a mi mesa y me llenaban de estímulo para llevar a cabo con energía y paciencia este reto.
Espero que este libro haga honor a la ciudad y guste a los granadinos que tanto patrimonio artístico nos han dejado y siguen dejando. Me siento orgullosa de ser granadina.
“ay que le llaman, la Alcazaba,salero viva mi barrioque llaman la Alcazabaviva la torre del tiroy los cuartos de Granáy la cueva donde he nacío”
Alcazaba (Media granaína) Estrella Morente
Rocío Espín Piñar
Agua& Territorio 1Granada descansa en las faldas de la imponente sierra que le brinda protección ante
amenazas hostiles y que garantiza su abastecimiento de agua incluso durante el
caluroso verano, gracias a sus generosos neveros. Desde su emplazamiento elevado
domina la vega del Genil, a salvo de las inundaciones invernales, y especialmente
de primavera, cuando aumentan los caudales con el deshielo hasta el punto de
desbordarse los cauces y generar áreas encharcadas de ambientes insalubres.
Otra ventaja de su asentamiento procede de su posición en el límite entre la Sierra
y la Vega. Granada se beneficia así tanto de los pastos y otros frutos de la montaña
como de las feraces tierras de cultivo del llano en las que no falta el riego.
Pero el agua no sólo ha conformado la fértil vega que la alimenta y enriquece.
También, gracias a ella y a su poder erosivo, ha tallado los pasos naturales que
posibilitan franquear la mole de Sierra Nevada y otras sierras limítrofes. Un agua
que abre caminos y conecta tierras: Por el sur ha despejado la salida hacia el mar y el
mundo mediterráneo; por el este, el río Darro acompaña al viajero en su andadura
hacia el interior, en dirección a Guadix; hacia el norte es el río Velillos el que abrió
un profundo desfiladero, paso obligado hacia las tierras de Alcalá la Real; hacia
poniente el Genil ha labrado en la angostura de Loja el paso hacia las campiñas del
Guadalquivir. Y quien tuviera la llave de estas rutas cruciales, tendría en sus manos el
control del territorio, algo que detenta Granada.
(
1. Granada, fortaleza natural.
Sobre varios cerros al pie de Sierra Nevada, dominando la vega del río Genil, se localiza Granada.
Desde esta atalaya natural al abrigo de amenazas hostiles se asoma a una amplia depresión interior
de suelos fértiles y productivos, un espacio amable en medio de un territorio montañoso y sobrio.
Un lugar escogido en la encrucijada de caminos que conectan el interior con el Mediterráneo, un
mar lleno de posibilidades. Bien surtida por ríos y aguas subterráneas, la ciudad se proyecta sobre
la llanura desde un emplazamiento que ha sido ocupado desde fechas tempranas.
Agua& Territorio
[ 50 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
(
3. Sierra Nevada, aljibe natural.
Es de notar que a partir de la Edad Moderna Sulayr
fuese trocando su nombre por el de Sierra Nevada,
designación que refleja uno de sus rasgos más
sobresalientes desde la perspectiva del agua. Durante
el invierno, el agua en forma de nieve se acumula
en las alturas por encima de los dos mil metros,
llegando a almacenar, por término medio, unos 750
hm3 que la convierten en el mayor embalse natural
de agua dulce existente en Andalucía. Agua que se
destila gradualmente a partir del deshielo primaveral
para alimentar infinidad de manantiales y ríos
atlánticos y mediterráneos.
2. Sulayr, la montaña del sol, y del agua.
Como trasfondo de Granada se alza el macizo que los romanos llamaron Mons Solorius y los
árabes Yabal Sulayr, la “montaña del sol”, o del aire, que lo es también del agua. Porque al levantar
una formidable barrera que supera los 3.000 m de altitud, provoca el ascenso de las masas de aire
que se topan con sus laderas que, al enfriarse, condensan su humedad y la descargan. La sierra
constituye así una “isla de precipitación” donde se rebasan los 1.000 mm al año en medio de un
entorno mucho más seco. Podría decirse que las montañas, con su altura, llaman al agua, para
confirmar el viejo adagio de “Dadme montañas y os daré aguas”.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 51 ]
5. La huella de los glaciares.
Durante los episodios fríos del Cuaternario los hielos permanentes tallaron en Sierra Nevada
paisajes de morfología glaciar, de los que quedan vestigios particularmente visibles entre
los picos Veleta (3.393 m), Mulhacén (3.482) y Alcazaba (3.371): la erosión del hielo modeló
aserradas cuchillas en los Crestones de Río Seco, se formaron numerosas cubetas lagunares, las
cabeceras de los ríos se convirtieron en circos y valles glaciares con forma de U y se acumularon
depósitos de materiales arrastrados por los hielos, conocidos como morrenas. Elementos que
atestiguan los cambios climáticos del pasado, hoy intensificados por la actividad humana con
una inquietante tendencia al aumento de las temperaturas.
4. Divisoria y cuna de aguas.
La línea de cumbres de Sierra Nevada señala la divisoria de numerosas cuencas fluviales cuyas aguas
acaban tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo, sirviendo de ejemplo, respectivamente, los ríos
Genil y Guadalfeo. Es también el único territorio andaluz con ríos de régimen pluvionival, caracterizados
por presentar máximos caudales asociados al deshielo ya bien entrada la primavera, precisamente cuando
aumentan las necesidades hídricas ante la llegada de los rigores estivales.
[ 52 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
6. Agua que disgrega montañas.
En Sierra Nevada las temperaturas oscilan a menudo por encima y
por debajo del punto de congelación del agua. En estas circunstancias
tiene lugar un reiterativo proceso de cambio de estado en el que el
agua líquida se introduce por fisuras y grietas donde luego se solidifica
y aumenta de volumen, llegando a ejercer una presión tan elevada que
no hay roca que la resista sin fracturarse. Es la gelifracción, responsable
de los canchales de la sierra y del modelado periglaciar. Un fenómeno
lento pero pertinaz, que disgrega montañas.
Agua& Territorio)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 53 ]
8. La orla carbonatada y el pico Trevenque.
Si en el núcleo de cumbres de la sierra predominan rocas antiguas de micaesquistos y
cuarcitas paleozoicas, en gran medida impermeables, a su alrededor se halla una orla con
rocas carbonatadas, de edad Secundaria, que configura un conjunto de serranías de media
montaña. Sus materiales solubles y permeables originan relieves más abruptos y permiten
almacenar aguas subterráneas en sus acuíferos kársticos, facilitando la infiltración de aguas
de precipitación que afloran en numerosas fuentes y manantiales, a veces muy distantes.
De estas formaciones es todo un símbolo el pico Trevenque, con su agudo perfil de 2.079 m.
7. Las fuentes del río Genil.
Las lagunas de la Mosca (antigua laguna del Mulhacén) y Larga —situadas en las caídas norte del Mulhacén
y del Puntal de la Caldera— se desarrollan sobre cubetas sobreexcavadas en sendos circos glaciares colgados
al borde de una fachada acantilada. De ellas parten sus correspondientes emisarios, que se precipitan en
llamativos saltos de agua conocidos como “chorreras” para nutrir, aguas abajo, al río Genil, el afluente más
dilatado y caudaloso del Guadalquivir, con un curso de 359 km de longitud. En un tiempo, estas lagunas
fueron consideradas por algunos geógrafos árabes como el nacimiento del “Gran Río”, el Guadalquivir, pues
seguían el criterio de asignar el origen de los ríos a sus fuentes más elevadas.
[ 54 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
9. Formaciones de pie de monte.
Alrededor de la orla carbonatada se encuentra otra banda
de sedimentos más recientes. Son materiales groseros
de bloques, cantos, gravas, arenas y limos que, en los
últimos quince millones de años, han sido arrancados
por la erosión hídrica y depositados en el fondo de la
cuenca marina que rodeaba Sierra Nevada. El proceso de
elevación orogénica produjo luego la emersión definitiva,
reactivándose la erosión de estos materiales deleznables
para generar unos singulares paisajes erosivos, como los
conos de La Zubia, con una red fluvial muy encajada. En
estos materiales se desarrollan modestos acuíferos que
históricamente han tenido un aprovechamiento local.
10. Granada, entre los ríos Genil y Darro.
Granada se ha fundado bajo el signo de dos corrientes fluviales. Por un lado el Genil, el río que
riega la Vega, agente de su ámbito rural inmediato y pilar básico de las actividades económicas
que dieron sentido y sustentaron a su población. Por otro, el Darro, también complemento
económico, fuente de suministro de agua y arteria urbana, que en buena medida configura
su imagen y articula su traza. Una circunstancia que viene a demostrar una vez más que en el
ámbito mediterráneo no cabe fenómeno urbano de entidad sin una estrecha alianza con los ríos.
Agua& Territorio)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 55 ]
12. Manantiales y áreas pantanosas.
11. La llanura aluvial de la Vega.
La planicie que se extiende ante Granada se remite a un primitivo mar interior convertido después
en una depresión entre montañas que han ido rellenando poco a poco los arrastres desde los relieves
periféricos. Un proceso sedimentario aún activo que ha generado una llanura con suelos de notable
fertilidad a base de los aportes aluviales del Genil y otros cauces. En los materiales detríticos de
esta vega se desarrolla, además, un potente sistema acuífero que se alimenta en buena medida del
deshielo de Sierra Nevada, estableciéndose una relación complementaria entre el embalse natural de
regulación anual de la montaña y la recarga del depósito de agua subterránea de la Vega.
En contraste con la situación actual, hacia los siglos
XVI y XVII el volumen de aguas subterráneas
alumbradas por el hombre es todavía mínimo y
el acuífero de la Vega aún mantiene una dinámica
natural. Abundan por entonces los afloramientos
de aguas del subsuelo en parajes deprimidos donde
el nivel freático alcanza la superficie, dando lugar a
manantiales y áreas pantanosas. Una insólita imagen
de la Vega granadina, todavía pródiga en humedales,
en comparación con el descenso generalizado de
niveles que padece hoy a causa de la explotación de
las aguas subterráneas por sondeos.
[ 56 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
14. El poblamiento, entre los ríos y la Vega.
13. Vegas, valles y ríos que son caminos.
Granada es el centro distribuidor de las rutas más
importantes de su extenso reino. A partir del nudo que
es la ciudad, la mayoría de estas vías se desarrollan al
hilo de ríos y valles fluviales, sobre todo del Genil y
sus tributarios: el camino de Sevilla se empareja muy
pronto con este río, mientras el que se interna en la
sierra sube por su curso alto; el camino viejo de Guadix
remonta el valle del Darro, en tanto que el de Córdoba
sigue el curso del río Velillos y el de Jaén aprovecha el
río Cubillas; y, en fin, la ruta del litoral busca los pasillos
fluviales de la cara sur de la sierra.
Frente a la desolación de la montaña, los
asentamientos proliferan en los valles fluviales
aguas abajo, “donde termina la falda de Sierra
Nevada y principia la vega”. A esta distribución
responden tanto Granada como la corona de
antiguas alquerías, aldeas y caseríos dispersos
de sus inmediaciones. Su densidad aumenta en
los parajes más aptos para el cultivo, nivelados,
dotados de agua para el regadío y también a
salvo del encharcamiento de las tierras bajas,
como Huétor, Monachil y Cájar, al borde de
la vega junto al río Monachil, o Cenes y la
Lancha, por el valle del Genil.
Agua& Territorio)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 57 ]
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 59 ]
El Camino de los Neveros
En el horizonte hacia Poniente se perfila el círculo de montañas que delimita la depresión de la Vega: las sierras de Tejeda, Loja, Parapanda y Sierra Elvira. El río Genil desagua la Vega camino del Guadalquivir a través de la angostura de Loja, que se abre paso entre Sierra Gorda y el Monte Hacho.
La fertilidad y abundancia de agua de la Vega han propiciado su intenso desarrollo agrícola y nutrido poblamiento. Primero se colonizaron los rebordes, a salvo de inundaciones, y después las áreas de la Vega baja, al compás de su paulatino relleno, articulándose una densa ocupación a base de pueblos, alquerías, caserías y cortijos.
El pie de monte de Sierra Nevada, recogido en primer término de la imagen, está formado por una orla de materiales sedimentarios groseros (conglomerados con grandes bloques, cantos rodados, arenas, limos) que en los veinte últimos millones de años fueron arrancados y arrastrados por el agua desde la montaña a la depresión. Algunos niveles de corales indican que en las primeras etapas sedimentarias las olas del mar batían cerca de estos parajes, hoy tan serranos.
En el Panderón del Veleta había algunas covachas donde pasaban el verano los “guardas de la nieve” para impedir que se la llevaran quienes no estaban autorizados, dado el derecho exlusivo de explotación para la ciudad de Granada de que era objeto. Más abajo, en el Purche, había pozos donde la nieve se almacenaba y conservaba para su posterior acarreo.
En la orla sedimentaria, de materiales poco consistentes, la erosión del agua ha excavado cárcavas y barrancos, entre los que se disponen interfluvios amesetados, con suelos rojos menos fértiles, donde predominan el monte y pastos ganaderos. Ciertos lugares más aptos se aprovechan, por su parte, para cultivos de secano herbáceos y leñosos.
[ 58 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
En las montañas el agua hace caminos, y a menudo la ocupación del territorio y las comunicaciones han seguido los valles abiertos por los ríos. Pero también puede haber otras rutas del agua, como el histórico y singular Camino de los Neveros que transita entre Granada y Sierra Nevada directamente hacia las cumbres, ofreciendo una excepcional perspectiva del entorno de la capital granadina, “como un mapa abierto a nuestros pies”.
Este camino era la senda que frecuentaron hasta las primeras décadas del siglo XX las cuadrillas de neveros que en primavera y verano subían hasta las inmediaciones del picacho del Veleta para cargar y acarrear con sus recuas la nieve helada que luego se distribuía en la ciudad, usándose con fines terapéuticos, para conservar alimentos o preparar bebidas frías. Eran otros tiempos del agua.
(
)
La Vega es hoy una depresión interior entre montañas que evolucionó sucesivamente, desde hace millones de años, a partir de un mar abierto, un mar relicto, un lago cerrado y, por último, un valle fluvial torrencial que fue rellenándose con los abundantes aportes arrastrados por los ríos que bajaban de las sierras colindantes.
Desde Granada y los pueblos de Huétor Vega y Monachil, asciende por las lomas este camino de herradura que lleva a las alturas de Sierra Nevada, hasta el Panderón, los ventisqueros de Cauchiles y el corral del Veleta, con un trayecto de casi una treintena de kilómetros y unos 2.000 m de desnivel.
Los neveros, los arrieros de la nieve, emprendían el camino de ida al mediodía, llegando a los lugares de carga a la caída de la tarde, al cabo de unas ocho horas. Apisonada y alisada —con una tabla, el “barbero”— para compactarla, la nieve helada se cargaba en serones de esparto, envuelta en paja y tapada con una manta para disminuir las pérdidas al derretirse. Cada una de la veintena de bestias que solían formar las recuas transportaba unas 18 arrobas (algo más de 200 k), de las que venía a perderse un tercio en el acarreo. El trayecto de vuelta se hacía aprovechando el frescor de la noche, para entrar en Granada al amanecer.
Antes de entrar en la Vega, el río Genil fluye encajado en conglomerados. El fondo de valle presenta un perfil de artesa, con su llanura de inundación ocupada por regadíos. En algunos tramos de las orillas discurre un bosque de ribera integrado por mimbreras rojas, álamos blancos, fresnos y olmos, formaciones originales de sotos que en gran medida han desaparecido en nuestros días.
El abastecimiento de nieve en Granada, cuyas primeras referencias se remontan al parecer a época nazarí, se regularizó en el siglo XVI, cuando Concejo de la ciudad organizó y subastó su explotación y comercio, convirtiéndose en un lucrativo negocio. Traída por los neveros, se depositaba en la Casa de la Nieve, desde donde el arrendatario del ramo la distribuía, vendiéndose a un precio tasado. La instalación de la primera fábrica de hielo en 1922 supuso el fin de esta actividad secular, aunque todavía hiciesen algunos acarreos los últimos neveros hasta 1950.
De la nieve al trigo, la regulación del agua en Granada
Antonio Castillo Martín CSIC y Universidad de Granada
Los dos ríos de Granadabajan de la nieve al trigo…Los dos ríos de Granadauno llanto y otro sangre
Federico García Lorca
SIERRA NEVADA, el Mons Solorius de los romanos,
la Yabal Sulayr de los árabes o la Montaña del Sol
y del Aire, y Sierra de la Helada de los cristianos,
ejerció siempre una profunda fascinación en el hom-
bre. En la lejanía, por encima de las nubes, aparecía
suspendido del cielo un increíble telón de montañas
blancas. Tan al Sur, tan cerca del cálido Mediterrá-
neo y de la ardiente África, aquellas nieves perpetuas
eran un espectro, un faro, un potente imán, un irre-
sistible destino en definitiva.
Pero una vez a los pies del gigante, la fascinación ya
no se dirigía hacia las albas cumbres, sino hacia una
inmensa y desconocida vega que había permanecido
oculta a todas las miradas hasta entonces. Una vasta
llanura aluvial que se perdía de vista entre brumas
hacia poniente, atravesada por impetuosos ríos. Y en-
tre la montaña y el llano, unos suaves pies de monte
bien asolanados por los cortes de los ríos.
Queda esbozado así el idílico tapiz que debieron con-
templar nuestros antepasados. Y así fue como suce-
sivas civilizaciones eligieron aquel lugar para fundar
sus ciudades. Y al ritmo de las necesidades, el hombre
fue domesticando las aguas como mejor supo. Mu-
cho trabajo ya estaba hecho por la naturaleza. Buena
parte de las aguas de Granada afloraban en buenos
manantiales en sus alrededores, como los de Alfacar
o los del río Darro, sin olvidar otras fuentes más
humildes desperdigadas por arrabales y extramuros
de la ciudad. Todas estas aguas ocultas, incluidas las
de minas, pozos y norias, garantizaban suficientes
caudales en estiajes y secas. Sólo había que conducir-
las y aprovecharlas. Y así fue como se construyeron
diferentes acequias, como las del río Darro, y entre
ellas la del Rey (Real), para suministro de gran parte
de la ciudad y de la fortaleza cimera de la Alhambra.
Allí dejaron los árabes un proverbial legado histórico
de sensibilidad, manejo y juego del agua.
En la solana, al otro lado del río, quedaba la ciudad
vieja, con las cuevas del Sacromonte y los huertos del
Albayzín, hasta donde fueron sabiamente conducidas
las aguas de la Fuente de Alfacar (Grande) a través de
la acequia de Aynadamar.
Área de cumbres de Sierra Nevada, con el Mulhacén y el Veleta al fondo.
[ 60 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
)
De la nieve al trigo la regulación del agua en Granada
gos. En épocas más recientes, a media y baja montaña se
hicieron presas y derivaciones de mayor envergadura, en
algún caso auténticos canales colgantes para fábricas de
luz y otros ingenios. Se llegó a construir incluso un canal
desde el río Aguas Blancas para el lavado y aprovecha-
miento del mítico oro de la colina roja de la Alhambra.
Pero fue en el llano donde el hombre entró a domesticar
más eficazmente todas las aguas, las de la nieve y las de
las fuentes. La Ciudad y la Vega se convirtieron así en un
laberinto de presas, azudes, canales, partidores, acequias
y ramales, un espacio amable, azul y verde, permanente-
mente húmedo y frondoso. Un territorio fértil, respon-
sable del esplendor, y prosperidad económica y agrícola
que siempre tuvo esta ciudad y su espléndida vega.
Mientras tanto, buena parte de esas tumultuosas aguas
del deshielo prestadas al terreno por ríos, acequias,
careos y riegos eran devueltas más abajo de nuevo al
río Genil, generosamente apaciguadas y templadas, a
través de las surgencias de Santa Fe y Fuente Vaque-
ros. Nacimientos que daban lugar entonces a extensos
humedales, hoy desecados, y a un buen río de verano
para el riego de las vegas más bajas de Huétor Tájar y
de la Baja Andalucía.
Pero la verdadera regulación natural del agua de
Granada era la que procedía del deshielo tardío de ese
gran embalse sin paredes de Sierra Nevada, que tanto
embrujó al hombre en todos los tiempos. El deshielo
generaba impetuosos caudales primaverales del río
Genil y de sus tributarios Monachil y Dílar, cuyos des-
bordamientos en poblado y abierto provocaban impor-
tantes pérdidas en haciendas y cultivos. Para domeñar
estas aguas y aprovecharlas mejor, especialmente en la
agricultura, los árabes idearon un sistema similar al de
las acequias de la Alpujarra, la afable y soleada vertien-
te sur de Sierra Nevada, al igual que otras civilizaciones
hicieron en los Himalayas o los Andes. El artificio con-
sistía básicamente en derivar las aguas de los ríos para
entretenerlas en laderas, simas y cultivos. Con ello se
dulcificaban los ríos, se aminoraban los efectos torren-
ciales, se generaba energía y se hidrataban laderas para
pastos, vegas para cultivos y fuentes para la bebida en
el verano, cuando más necesarias eran las aguas.
Pero en la montaña que mira a Granada, demasiado
abrupta y umbría, el hombre no pudo ni quiso hacer
grandes esfuerzos. A pesar de ello, desde las lagunas y
borreguiles cimeros, hasta los arroyos más bajos, quedó
la huella de derivaciones, acequias, balsas, careos y rie-
Vista panorámica de la Vega ante Granada, con Sierra Nevada en último término. Foto C. Cassillas.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 61 ]
)
La sierra que se levanta a espaldas de Granada es la clave del ciclo del agua
que organiza la vida desde las cumbres a las tierras de la Vega. La humedad
traída por los frentes borrascosos se condensa en las alturas aumentando
las precipitaciones. En las cimas, el delicado equilibrio entre los tres estados
en que se nos presenta tan preciado recurso se inclina sin disimulo hacia el
líquido y muy especialmente al sólido. Agua abundante pero congelada, en
unas condiciones de glacial hostilidad, que exige especiales adaptaciones
para que la vida se desenvuelva.
Poco a poco, conforme aumentan las temperaturas, el inmenso depósito
de hielo y nieve acumulado durante los meses fríos se transforma en agua
líquida que reactiva el ciclo. Agua que se infiltra en el subsuelo, que alimenta
lagunas, fuentes y borreguiles hasta terminar en torrentes y acequias que
irrigan las tierras bajas para, en último término, acabar en el mar.
Agua& Naturaleza
(
2
1. De la tundra alpina a la costa subtropical.
Una amplia variedad de condiciones de humedad, temperatura
y radiación solar se sucede en los poco más de 30 km que van
de la costa mediterránea —con cultivos subtropicales como
la caña de azúcar— al techo de la Península, en donde impera
un desierto helado con temperaturas mínimas bajo cero la
mayor parte del año. Un espacio en el que el sempiterno
papel que encarna el agua como factor determinante para la
vida adquiere matices diferentes según la localización: agua
escasa y limitante en el litoral semiárido; agua congelada en
la sierra, abundante pero no aprovechable, que desaparece
rápidamente tras el deshielo. Y es que nunca hay agua al gusto
y condiciones de todos.
2. Vida bajo la nieve.
A partir de los 2.000 o 2.500 m de altitud, según zonas, se agudiza el frío y un manto de nieve invernal
persiste durante meses. Una vegetación leñosa de escaso porte, rastrera y almohadillada, protagonizada por
enebros y piornos, está perfectamente adaptada a sobrevivir bajo la nieve a la espera del deshielo primaveral.
Ha ajustado su ciclo vegetativo al periodo en el que las condiciones de temperatura, disponibilidad de agua
líquida y luz son idóneas para su crecimiento. También con un pulso acompasado a estas circunstancias se
encuentra la fauna, entre la que destacan numerosas mariposas y el topillo nival.
Agua& Naturaleza
[ 64 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
(
3. Endemismos glaciares.
Las zonas más altas, a partir de los 2.900 m, son un desierto de esquistos fragmentados por el hielo,
en el que se desarrolla un ralo pastizal constituido por unas pocas especies capaces de medrar en
la corta estación estival. Esta comunidad presenta elementos singulares procedentes de antiguos
episodios glaciares del Cuaternario que hallaron refugio en las alturas, donde quedaron aislados
cuando las temperaturas se suavizaron. Son rehenes del frío y del hielo.
4. Sol o sombra.
Sierra Nevada presenta un marcado contraste entre su cara norte, abrupta y poco soleada, donde la
nieve permanece más tiempo, y la orientada al sur, de mayor insolación, con laderas más tendidas que
acumulan importantes cantidades de nieve, fuente de agua abundante en el deshielo. Las condiciones
microclimáticas —humedad, insolación y temperatura— varían según la orientación de los valles y
barrancos, determinando la vegetación. En las umbrías, esta presenta mayor desarrollo, y especies con
más requerimientos hídricos, como los robles melojos. En las solanas encontramos las formaciones más
adaptadas a lugares secos, como los encinares y matorrales más o menos degradados.
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5. Borreguiles.
6. Un exclusivo y selecto jardín.
El gradiente de más de 2.500 m de desnivel facilita una gran diversidad de organismos,
de acuerdo con sus requerimientos y adaptaciones a las condiciones ambientales de cada
lugar. Sierra Nevada tiene la flora más rica de Europa, desde especies propias de regiones
árticas hasta las típicas de subdesiertos. Un catálogo de más de 2.100 especies vegetales, de
las que unas 80 son exclusivas. Además, se estima que cuenta con unos 5.000 especies de
invertebrados, con más de 100 endemismos, destacando las 37 especies de coleópteros, 15
de mariposas y unas 90 exclusivas de insectos acuáticos y otras tantas de hormigas.
Por encima de los 2.000 m, asociados a
enclaves siempre húmedos, aparecen unos
pastizales muy característicos de Sierra
Nevada: los borreguiles. Se desarrollan en
las márgenes de torrentes y acequias, en
hontanares y zonas de rezumes donde se
propician condiciones de suelos higroturbosos
en los que medran un elevado número de
plantas endémicas. Estos pastizales son unas
formaciones muy productivas, pastoreados
por herbívoros silvestres y domésticos que los
explotan como agostaderos estivales.
[ 66 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
7. Torrentes alpinos.
Las cabeceras de los ríos manifiestan fuertes desniveles y un acusado
carácter torrencial de patrón estacional bien diferente a la generalidad
de los ríos mediterráneos andaluces, pues, a diferencia de ellos,
presentan caudales mínimos en invierno, cuando la precipitación se
acumula en nieve, y picos máximos durante los deshielos, bien entrada
la primavera. En los niveles inferiores, con caudales persistentes, acogen
poblaciones autóctonas de truchas y en algunos puntos desarrollan
interesantes comunidades de ribera.
8. Ríos de la Vega.
Aguas abajo, los torrentes se transforman en ríos que ensanchan
su sección, suavizan su pendiente y el ímpetu de la corriente. Si en
principio predominaba la erosión y acarreo de los materiales, ahora
cobra protagonismo el depósito y relleno sedimentario. La Vega
funciona como una extensa llanura de inundación, un paisaje cambiante
al ritmo de las avenidas, que ya no están necesariamente asociadas
al deshielo, pues el régimen fluvial depende tanto de la lluvia como
de la nieve. En la actualidad, los embalses, repoblaciones forestales y
encauzamientos, han domesticado su antaño furioso régimen torrencial.
9. Bosques de ribera.
En algunos tramos de curso bajo, los sotos fluviales alcanzan cierta profusión y desarrollo. Los ríos discurren
a sus anchas, generando amplios cauces a menudo divagantes, que convierten este espacio de transición entre
el medio acuático y el terrestre en un hábitat ideal para la colonización de sauces, fresnos, olmos, álamos. Son
especies de hoja caduca que proporcionan un acusado contraste estacional frente a las tierras cultivadas y los
retazos de monte matorral mediterráneo circundantes. Son refugio de una rica flora y fauna de origen atlántico,
más septentrional, y por ello, más exigentes en necesidades hídricas.
Agua& Naturaleza)
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11. La circulación oculta del agua.
Los sedimentos de la llanura aluvial de la Vega son permeables y poseen la capacidad de almacenar
agua, dando lugar a un potente sistema acuífero. El nivel freático de las aguas subterráneas se encuentra
en conexión directa con el lecho de los ríos, ocasionando, según las circunstancias, una dinámica
hidrogeológica bidireccional: los cauces abastecen al acuífero en sus tramos altos, mientras que son las
aguas subterráneas las que alimentan a los ríos en sus tramos bajos, que mantienen así unos caudales
mínimos imprescindibles. Agua oculta que va y vuelve, sin perderse, para seguir dando vida.
10. Suelos rojos.
En los terrenos de la orla sedimentaria aluvial aparecen unos suelos rojos conocidos como
Luvisoles. En ellos el agua lavó las arcillas del horizonte superior para acumularlas en otro nivel
más profundo. Su enrojecimiento se debe a la acción hídrica que disuelve y acumula los óxidos de
hierro, dándoles color. Debido a la escasa consolidación de los materiales, resultan muy sensibles
a la erosión, desarrollando barranqueras. Estos suelos se formaron bajo condiciones climáticas
diferentes a las actuales, más húmedas y con estación seca. Al igual que las huellas de los glaciares,
nos indican una rica historia climática en la que no solo hubo episodios fríos, sino también cálidos.
[ 68 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
12. Zonas pantanosas y aguazales.
En lugares deprimidos, especialmente en la Vega baja, las aguas subterráneas afloran a la superficie,
originando enclaves húmedos. En estos pantanales crecen carrizos y eneas, y proliferan organismos
patógenos para los seres humanos, como el mosquito transmisor del paludismo, por lo que muchos de
estos parajes fueron históricamente considerados malsanos e insalubres.
13. Águilas del Renacimiento.
En esta época sobrevuelan el entorno de Sierra Nevada águilas
imperiales y reales, así como quebrantahuesos. El águila es una
ave heráldica, símbolo de poder, majestad, supremacía y victoria,
incorporada al escudo de los Reyes Católicos —el águila real—
y de Carlos V —el águila imperial bicéfala—, cuyos blasones
jalonan tantos monumentos granadinos. Sueño tallado en piedra
de la ciudad imperial, águilas del Renacimiento que campean
desafiantes en Granada sobre el humilde rumor del agua.
Agua& Naturaleza)
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El nombre de Padul tiene su origen en el vocablo latino palus, -udis, que significa ‘laguna’ o ‘charca’. Debido a la proliferación en estos lugares del mosquito Anopheles, transmisor del paludismo, los humedales han sido tradicionalmente consideradas zonas malsanas y poco recomendables para asentarse. Así lo confirman los textos antiguos, que atribuían a las aguas encharcadas la emisión de efluvios malignos. Una vez resueltos los problemas de salubridad, la percepción social de los humedales ha cambiado y hoy se consideran unos ecosistemas muy valiosos que hay que conservar. Así ocurre con la turbera de Padul, el humedal natural de mayor extensión de la provincia de Granada, incluido como Zona de Reserva dentro del actual Parque Natural de Sierra Nevada.
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A finales del siglo XVIII se acometen las primeras iniciativas de drenaje con una finalidad agrícola y para mejorar la salubridad. El geógrafo Tomás López comentaba por esas fechas que “la villa del Padul, que, a causa de estar tan inmediata a la Laguna, ha sido reputada por enferma, y con efecto, lo era, pero ha dejado de serlo desde que pocos años hace, con el objeto de cultivar sus terrenos, ha desecado la mayor parte de la Laguna, a cuya desecación han contribuido muy mucho lo poco lluviosos de estos últimos años.”
Junto a la fuente del Mal Nombre discurren los restos de la antigua calzada que unía las poblaciones del interior con el puerto costero de Sexi (Almuñécar), eje de la ruta comercial que desde la Antigüedad articulaba los intercambios con esta primitiva factoría fenicia.
Entre la fauna destacan el pez cacho, anfibios, el cangrejo de río autóctono, el galápago lerposo y la rata de agua. Las charcas eran un hervidero de mosquitos que transmitían paludismo. Según el Diccionario de P. Madoz, de mediados del XIX, “su clima es sano, si bien en los estíos se padecen calenturas intermitentes, debidas al estancamiento de las aguas que se filtran por las sierras que lo rodean… y es muy verosímil que habiendo años lluviosos y desidia en limpiar las madres que evacuan la laguna, vuelva el desecado tornar a encharcarse y el Padul a sufrir las enfermedades que en otro tiempo”.
El continuado y rápido enterramiento de la vegetación palustre, en un ambiente permanentemente saturado por agua y con poca disponibilidad de oxígeno, produce una transformación anaeróbica de los restos vegetales hasta generar turba. La alta velocidad de hundimiento de la fosa, compensada por la sedimentación, dio lugar a importantes espesores turbosos, que en el borde norte llegan a 70 m. El lento pero continuo hundimiento de la depresión, la falta de limpieza y profundización de las madres de drenaje y, sobre todo, el abandono de las explotaciones de turba están incrementando notablemente la extensión del humedal.
Desde 1943 se extrae turba en Padul, principalmente para la mejora de suelos agrícolas y para la jardinería doméstica. Esta actividad ha modificado sustancialmente el aspecto original de la turbera: las actuales lagunas, como la Agia (en el borde sur) o del Aguadero (en el borde norte), son de origen antrópico y corresponden a los huecos de extracción de turba. Los niveles de agua, aunque fluctuantes según las lluvias y los aportes subterráneos, se regulan mediante el drenaje de las explotaciones.
Turbera de Padul
La turbera de Padul se desarrolla en el fondo de una depresión endorreica sin salida al mar. De algún modo ilustra un pasado, no muy lejano, cuando en la vecina Vega de Granada proliferaban otros humedales que configuraban un escenario paisajístico difícil de imaginar hoy. Padul viene a ser el último vestigio acuático de un territorio que en sus orígenes fue mar, luego extenso lago interior, para acabar convertido en tierra firme. Un proceso evolutivo que, a nuestra escala temporal, se nos antoja irreversible. No así en la escala geológica: lo que antaño fue agua, puede volver a serlo.
(
)
Los aportes de agua proceden tanto de la lluvia y escorrentía superficial como de las descargas de los acuíferos de la sierra de Padul, al norte, y la sierra de Albuñuelas, al sur. Una orla de fuentes surgentes —las del Mal Nombre, Ojo Oscuro, los Mísqueres, Povedano, de Los Molinos— se alinean circundando el perímetro de la turbera.
Según el Repartimiento de 1571, las tierras de la laguna y sus orillas sólo eran aprovechadas por los vecinos para la recolección de enea y carrizo y, suponemos, para la ganadería. En esta época, la turbera, aún sin explotar, debía presentar una apariencia de espeso marjal cerrado por la vegetación palustre, con escasa extensión de aguas libres. La extensión original superaba las 400 hectáreas, dentro de una cuenca endorreica total de unos 60 km2.
La vegetación palustre original debió estar caracterizada por un extenso carrizal con enclaves de eneas y lirios amarillos. En las orillas se desarrollaban sotos de sauces y fresnos. Todo ello se encuentra muy alterado en nuestros días tras la desecación y explotación del humedal.
Este ambiente palustre propicia la conservación de los granos de polen de las plantas, permitiendo la reconstrucción de la historia medioambiental de los últimos milenios. Los estudios confirman que a finales de la última glaciación las formaciones boscosas del entorno estaban dominadas por pinos y que al elevarse las temperaturas a principios del Holoceno proliferaron las quercíneas (encinas, quejigos, robles).
Se han encontrado enormes colmillos y otros restos de elefantes lanudos (mamuts), el icono emblemático de esta zona lacustre de Padul, que frecuentaban estos parajes hace unos 40.000 años bajo las condiciones climáticas más frías de las fases glaciares.
Un gradiente acorde con el agua y la altitud
Francisco Valle Tendero Universidad de Granada
Queremos analizar la enorme hetero-
geneidad ecológica y paisajística que
existe en los diferentes ríos (cursos
de agua) que discurren por los alre-
dedores de Granada. Las zonas más elevadas de Sierra
Nevada, por encima de los 2.500 m de altitud, se en-
cuentran surcadas por numerosos arroyos provenien-
tes del deshielo que posibilitan la presencia de unas
comunidades escasas y raras en nuestra región, mu-
chas de ellas exclusivas de estos territorios. Tapizando
cauces y bordes de arroyos de aguas oligótrofas y
nacientes proliferan los briófitos y pequeños cormófi-
tos como saxífragas (Saxifraga stellaris subsp. alpigena)
o violetas (Viola palustris). Sobre suelos higroturbosos
cubiertos de una débil capa de agua superficial estan-
cada abundan cárices (Carex echinata, C. nevadensis, C.
nigra) y tirañas (Pinguicula grandiflora y P. nevadensis),
plantas insectívoras estas últimas de gran belleza y en
cuyas hojas quedan pegados numerosos insectos que
la planta utiliza como aporte nutricional. En suelos
húmedos pero no encharcados, donde la topogra-
fía permite cierta retención de humedad durante el
verano, se extienden los “borreguiles”, pastizales de
enorme importancia ganadera donde son frecuentes
gramíneas (Agrostis nevadensis) y tréboles (Trifolium
repens subsp. nevadense), junto a numerosas especies
vegetales de pequeño tamaño y bellos colores entre
las que destacamos ranúnculos (Ranunculus acetose-
llifolius, R. alismoides), gencianas (Gentiana sierrae, G.
alpina) o estrella de las nieves (Plantago nivalis).
Por debajo de estos originales territorios, la vegeta-
ción se distribuye según los sustratos geológicos y la
composición química. Sobre rocas silíceas descarbona-
tadas de los tramos altos y alcanzando un mejor desa-
rrollo cuando los cursos de agua discurren por valles
angostos, por aumentar las condiciones de umbría, se
localizan saucedas arbustivas de Salix atrocinerea y en
Sierra Nevada, paisaje de Granada, de Antonio Muñoz Degrain, 1920. Museo de Bellas Artes de Granada.
Distribución de las comunidades ligadas al agua desde las altas cumbres a la Vega:
[ 72 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
)
ocasiones Salix caprea, junto a herbazales de Ranuncu-
lus granatensis, Aquilegia nevadensis, Heracleum sphon-
dyllum Peucedanum hispanicum y acónitos (Aconitum
burnatii y Aconitum vulparia) o cárices (Carex camposii y
C. paniculata), mientras que en tramos medios, suelen
presentarse, además de saucedas (en estos lugares de
Salix fragilis), comunidades arbóreas de alisos (Alnus
glutinosa), fresnos (Fraxinus angustifolia) o áceres (Acer
granatense). Sobre calizas o calizo-dolomías de ríos
y arroyos con caudal constante a lo largo del año y
de aguas corrientes y frescas se desarrollan choperas
negras con Populus nigra y Salix neotricha entremez-
cladas con mimbreras de hoja estrecha (Salix eleagnos
subsp. angustifolia, S. triandra, S. purpurea), que en las
zonas de dolomías aparecen acompañadas de brezos
(Erica erigena, E. terminalis). Estas comunidades arbó-
reas alternan o son sustituidas por zarzales, juncales o
herbazales de diferente composición y estructura.
Los tramos bajos de los ríos que llegan a Granada
están aún cubiertos por choperas blancas, si bien este
tipo de vegetación está en general bastante alterada
y fragmentada por su proximidad a núcleos de pobla-
ción y cultivos. Es muy difícil reconocer la primitiva
estructura de estos lugares con la vegetación distri-
buida en bandas; las saucedas de mimbre roja (Salix
purpurea subsp. lambertiana), que constituía la primera
línea y actuaba de freno a la erosión de las orillas, ha
desaparecido o se entremezcla con especies arbóreas
o arbustivas en muchas ocasiones de origen artificial.
Las líneas siguientes de vegetación se fusionan y se en-
cuentran invadidas por comunidades seriales y distin-
tos cultivos que alcanzan la misma orilla del río. Es de
resaltar la casi inexistencia de olmedas (Ulmus minor) y
fresnedas (Fraxinus angustifolia), que debieron ocupar
la zonas más externas, debido al excesivo manejo y
aprovechamiento de las vegas fluviales y al mortal
efecto de la grafiosis. Lógicamente, son más frecuen-
tes y diversos los tipos de vegetación que se desarro-
llan tras la destrucción de estos bosques de ribera,
destacando por su frecuencia los zarzales de zarzamo-
ra (Rubus ulmifolius) con enborrachacabras (Coriaria
myrtifolia) y los juncales de junco churrero (Scirpus
holoschoenus) con mentas, mastranzos y tréboles.
Por último, comentar que al pasar Granada y llegar a la
Vega, la domesticación de nuestros ríos ha acabado en su
mayor parte con la vegetación fluvial. Tan solo podemos
reconocer fragmentos de comunidades seriales, muchas
de ellas condicionadas por la alta nitrificación y pobreza
de estas aguas. Los cañaverales invaden numerosas zo-
nas de ramblas y pedregales, alternando con gramales y
fenalares en suelos poco evolucionados que si son húme-
dos, pueden estar cubiertos por herbazales o cicutales.
Al aumentar la nitrificación y la sequedad de los suelos
abundan los grandes cardos y en los cursos de aguas
tranquilas o estancadas, con alta actividad orgánica, son
frecuentes las berredas y comunidades algales.
Un gradiente acordecon el agua y la altitud
Alrededores de Granada, óleo de Isidoro Marín Garés, 1887. Museo de Bellas Artes de Granada.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 73 ]
Agua & Ciudad 3En apenas un siglo de dominio cristiano, Granada acusa los cambios. Los nuevos
señores han reconocido las bondades de la sabia manera de gestionar el agua, que
en lo básico perpetua la tradición nazarí, difícil de perfeccionar. Sin embargo, la
densa trama urbana de antaño, tejida alrededor del agua, padece modificaciones
sustanciales. Recién tomada la ciudad se decide la creación de una nueva plaza
mediante el soterramiento de un extenso tramo del Darro y el diseño de paseos a
lo largo de sus márgenes con vistas a la Alhambra. En la Plaza Nueva levantan el
edificio de la Real Chancillería, símbolo del poder, y un pilar con agua corriente
que le dará fama. Porque con los cristianos ha llegado una nueva forma de
interpretar la realidad; el espíritu del Renacimiento impulsa a las mentes más
preparadas y el hombre vuelve a ser el centro de referencia. El espacio público
urbano, más exiguo con el Islam, aparece como un potente y novedoso elemento
escenográfico en la configuración física y mental de la ciudad: en las plazas
se levantan edificios de gobierno, sedes eclesiásticas, se organizan festejos, se
anuncian proclamas, y también se levantan ostentosas fuentes y pilares para
satisfacer las necesidades de agua saludable para la población. El agua abandona
así el aljibe discreto, el pozo oculto, el jardín cerrado, para, en un acto de
afirmación del nuevo poder, conquistar la calle.
(
1. El río Darro, la ribera urbana.
La estructura de Granada gira en torno al Darro, el cauce que recorre el centro urbano, que
traza el eje de su expansión sobre la Vega. Configura una abigarrada travesía fluvial en la que
abundan los puentecillos, se agolpan los edificios y se multiplican las reformas bajo los designios
del gusto renacentista. Prueba de ello son el tendido de la Plaza Nueva sobre la bóveda con que
se cubre un tramo del río o la apertura en sus márgenes de paseos con arboledas y fuentes que
airean la población y brindan un placentero escenario para las relaciones sociales.
2. Puerta de los Tableros, la coracha sobre el Darro.
Desde la Alhambra baja hasta el Darro una coracha,
lienzo de muralla que permitía el aprovisionamiento de
agua tomándola directamente del río para asegurar el
suministro en caso de asedio. Esta coracha conectaba
además la Alhambra con la colina frontera de la
Alcazaba Vieja. Sobre la orilla queda una de las torres
de aguada y el arranque de la puerta de los Tableros, de
la que pendían unas compuertas que represaban el río
para facilitar la recogida de aguas. También desempeñó
una función higiénica, pues los periódicos desembalses
de las aguas almacenadas arrastraban los residuos
limpiando las sucias orillas del cauce.
Agua & Ciudad
[ 76 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
(
3. El abastecimiento de Granada.
La necesidad del abasto de agua de calidad, para
beber personas y bestias, para aseo y limpieza,
para riego, industrias y otras actividades, se
resuelve en Granada sobre todo mediante
un sistema de acequias que se nutren de
manantiales, minas y ríos, junto con algunas
fuentes y pozos que afloran en la ciudad y sus
inmediaciones. La red de aguas traídas de fuera,
hecha en su mayor parte por los musulmanes,
sigue sustentando el suministro durante siglos
después de la conquista cristiana, apoyándose
en tres grandes ejes: las acequias que corren a
lo largo del valle del Darro, las del Genil y la
acequia de Aynadamar.
4. La acequia de Aynadamar.
Para el consumo humano se prefieren las aguas vivas de manantial a las de río, de calidad desigual y más
susceptibles de contaminarse. No es casual que cuando Granada se consolide en el siglo XI bajo la dinastía
zirí, una de sus iniciativas sea la de garantizar su suministro por medio de la construcción de una acequia
para traer las cristalinas aguas de Ayn ad-Damaa, la “Fuente de las Lágrimas”, la Fuente Grande de Alfacar.
Un dispositivo de más de 13 km de longitud que alimenta aljibes públicos y viviendas del núcleo antiguo de
la ciudad, además de regar a su paso innumerables pagos agrícolas e impulsar molinos hidráulicos.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 77 ]
5. Los aljibes, la tradición nazarí del agua cotidiana.
Según los esquemas de época nazarí que hereda la ciudad cristiana, las grandes acequias se ramifican
en canales para distribuir el agua por el interior de Granada. Así se observa en el Albayzín: la acequia
de Aynadamar penetra por la puerta de Fajalauza y la calle del Agua y se abre en ramales que abastecen
a las varias decenas de aljibes públicos que surten a buena parte de la población, a palacios, conventos,
y no pocas casas. Estos aljibes son sobrios depósitos donde el agua se remansa, limpiándose y ganando
calidad, situados en lugares de paso y cerca de las antiguas mezquitas, convertidas ahora en iglesias.
6. La colegiata del Salvador y el uso ritual del agua.
Dado el precepto de purificarse con agua antes de
la plegaria, la función simbólica del agua entre los
musulmanes cobraba un protagonismo especial
en las mezquitas, que se dotaban de aljibes y
fuentes. Esta circunstancia persiste en la colegiata
del Salvador, edificada en el siglo XVI sobre la
mezquita mayor del Albayzín, donde, pese al
cambio de culto, se mantiene el antiguo patio de
abluciones anejo al oratorio islámico, con una
gran cisterna subterránea y su pila de agua para la
higiene ritual de los creyentes.
[ 78 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
7. Los baños.
Más de un siglo después de su conquista, aún
perduran en Granada varios de estos edificios
que reflejan la significación cultural que el agua
tenía para los musulmanes, ámbitos donde
hombres y mujeres se reunían, separados,
para asearse, cuidar el cuerpo y conversar.
Estos hábitos higiénicos no eran compartidos
ni comprendidos por los cristianos, y pronto
cayeron en desuso ante la prohibición. En
la lámina se reconocen, por las bóvedas que
cubren sus salas, los llamados baños de las
Tumbas, junto a la iglesia de San Andrés, o el
de la calle del Cañuelo.
8. Matices del agua en la ciudad cristiana.
Mientras en la ciudad nazarí el agua se imbrica sutilmente con el tejido urbano, en la nueva concepción
del espacio público bajo el dominio castellano cobra un papel más ostentoso. Los ejes cívicos (Plaza
Nueva, Bib-Rambla, calle Elvira…) se jalonan de fuentes que focalizan la atención y proclaman, con sus
inscripciones y relieves, el poder de las autoridades. Obras simbólicas y prácticas a la vez que también
contribuyen al suministro. Como la Fuente Nueva labrada en 1556 en el campo ante la puerta de
Elvira, un área de crecimiento y acceso principal de Granada.
Agua& Ciudad)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 79 ]
9. El saneamiento urbano.
Las aguas residuales se evacuan en parte mediante una red de conducciones, cubiertas o al aire libre, conocidas
como “darros”, por su destino final. El sistema deja que desear y son frecuentes los vertidos en acequias urbanas
como la de San Juan, que a mitad de su trayecto por el Albayzín pasa a denominarse Darrillo Sucio o Turbio,
al incorporársele las aguas residuales del barrio. También se depositan en pozos negros o se arrojan sobre el
terreno, situación que evoca la letrilla jocosa que corría a principios del XVII: “Tres cosas hay en Granada, que
duran el año entero, nieve en su Sierra Nevada, arrebol para la cara, y en la calle Elvira, cieno”.
10. El Darro, vía de evacuación.
El gran colector de evacuación de aguas residuales de Granada es, en definitiva, el Darro y sus ramales. A las
agua sucias de los barrios de las colinas se suman luego las de la ciudad baja, así como los vertidos y desechos
de tenerías, mataderos y otras actividades. Al dejar los arrabales, el cauce del río y sus derivaciones conducen
unas aguas degradadas que se filtran en canales y acequias y se reparten por los ejidos y campos de la Vega.
Todavía habrán de pasar varios siglos para que se remedie esta amenaza para la salubridad de la población.
[ 80 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
11. Espacios de vegetación, intramuros y arrabales.
En Granada hay numerosas huertas y espacios urbanos con una profusa vegetación, clara manifestación de
la abundancia de agua que disfruta la ciudad. Así se observa en áreas intramuros, como las márgenes del
Albayzín alto y desde la Antequeruela y el Realejo hasta la Carrera del Genil, donde construcciones, jardines
y parcelas cultivadas se entrelazan de manera continua. Una tendencia que aún se acusa más en los arrabales
extramuros, por donde edificios y huertas se entrelazan hasta dejar paso a los campos de la Vega.
12. Los cármenes de Aynadamar y del Darro.
Si bien en su origen hacía referencia a
cierto tipo de heredad con viñedo, el
carmen designa una finca característica
de Granada integrada por una casa con
jardines y huertas, con un abundante
suministro de agua. En el período
nazarí y primeras décadas del dominio
cristiano se distribuyen ante todo por
la periferia, siendo los más célebres
los cármenes bajo la acequia de
Aynadamar, hacia la Cartuja, y los del
valle del Darro, al pie del Sacromonte
hasta Valparaíso. Más tarde se
multiplicarán por barrios interiores
como el Albayzín y la Antequeruela.
Agua& Ciudad)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 81 ]
Agua& Ciudad)
[ 82 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 83 ]
El agua en la Alhambra y el Generalife ()
1 / El complejo de la Alhambra y el Generalife se abastece de aguas del río Darro captadas a unos seis kilómetros mediante un azud de derivación y traídas por la Acequia Real. Décadas después de su construcción se desgajó de la canalización principal un ramal tendido a una cota más elevada —la Acequia Alta o del Tercio— para posibilitar el riego de terrenos por encima del Generalife.
2 / El Generalife, la almunia y finca de recreo de los sultanes aledaña a la Alhambra, es un espléndido ejemplo de la armoniosa integración de arquitectura, jardinería y agricultura característica de la civilización hispano-musulmana gracias al inteligente uso del agua, con un mosaico de espacios irrigados donde se combinan cultivos productivos con otros meramente ornamentales.
3 / El albercón nazarí de las Damas hace las veces de reserva general y depósito para el riego de las vertientes junto al Generalife. En principio se abastecía con una noria de tracción animal que elevaba el agua de un pozo conectado mediante una mina con la Acequia Real; al construirse la acequia del Tercio, pasó a surtirse del caudal de esta conducción. En el siglo XX se hicieron otras dos albercas a su lado, conociéndose el paraje como los Albercones.
4 / En las laderas del cerro del Sol se escalonan las huertas y terrazas de cultivo con hortalizas, legumbres, frutales, plantas aromáticas y otras especies, así como áreas de pastos en las zonas elevadas. Las parcelas de regadío se nutren de las acequias Real y del Tercio y sus derivaciones, del albercón de las Damas y de algunos aljibes en los que se acumula agua de lluvia.
5 / Desde el Generalife la Acequia Real penetra en el recinto de la Alhambra a través de un acueducto que salva el desnivel de la cuesta de los Chinos. Esta estratégica conexión hidráulica está custodiada por la torre del Agua, una edificación de grandes proporciones que se alza justo al lado del canal.
6 / El principal eje viario del área urbana de la Alhambra, la Calle Real, se ajusta al trazado de su arteria hídrica, la Acequia Real, de la que se derivan multitud de ramificaciones, descubiertas o soterradas, para distribuir el agua por los palacios, jardines, huertas, barrios, talleres, cuarteles, baños, mezquitas y otras dependencias del conjunto.
7 / El agua de acequias, surtidores y albercas es un elemento indisociable de la arquitectura de los palacios nazaríes de la Alhambra. A esta sutil presencia se añaden después las monumentales fuentes de corte clásico, más ostentosas, erigidas por los cristianos, como el pilar de Carlos V, junto a la puerta de la Justicia.
8 /
9 / Tras la conquista castellana se construye un gran aljibe de dos naves en la hondonada que separaba la Alcazaba del sector de los palacios reales, sobre el que se tiende luego la llamada plaza de los Aljibes. Estas cisternas se usan para regularizar el abastecimiento de la Alhambra e incluso para el suministro de la ciudad.
10 / De las acequias Real y del Tercio parte una red de ramales para llevar agua a las áreas de los Mártires, el bosque de Gomérez y las casas y huertas de la Antequeruela y el Mauror, junto a Torres Bermejas, que, por su elevada cota, no podían proveerse de las acequias del Genil que abastecían a otros barrios de esta zona de Granada.
11 / El carácter representativo y residencial que prevalece en la Alhambra bajo el dominio castellano, a costa de su anterior función militar y estratégica, promueve el crecimiento en sus faldas de arboledas de porte que se nutren de excedentes y líneas de agua. Son los bosques de San Pedro, hacia el Darro, y de Gomérez, en la vertiente opuesta, con olmos, álamos negros, chopos, fresnos y otras especies de ambientes húmedos. 12 / Además de integrar un vasto sistema hidráulico, la Alhambra es el foco rector de los regadíos de los contornos: los turnos de riego de la Vega se marcan a toque de campana desde la torre de la Vela, que resalta en la proa de la Alcazaba. 13 / Una coracha desciende desde la Alcazaba hasta el puente del Cadí o puerta de los Tableros, sobre el cauce del Darro, para facilitar el aprovisionamiento de agua del río, que luego se almacenaba en un aljibe. Este dispositivo se edificó para el suministro del castillo que precedió a la obra nazarí de la Alcazaba, sirviendo después como sistema de abastecimiento complementario, una vez construida la Acequia Real.
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El agua es la vida misteriosa de la Alhambra; genera la vegetación exuberante de los jardines, el esplendor de los arbustos florecientes; descansa en las albercas que reflejan las elegantes salas porticadas, se precipita en las fuentes y discurre murmurando, por estrechos canalillos, en medio de las estancias reales.
T. Burkhardt, La civilización hispano-árabe.
El fundador de la dinastía nazarí Ibn al-Ahmar inicia a mediados del siglo XIII la construcción de la Alhambra en el estratégico cerro enfrente del Albayzín que domina el valle del Darro, la ciudad y la Vega. Erigida a partir de una fortificación ya existente, se levanta en lo sucesivo una formidable ciudadela cortesana.
Para llevar a cabo esta iniciativa fue premisa indispensable dotarla de un suministro de agua abundante y seguro que garantizase su mantenimiento: en efecto, a la vez que se labran las primeras edificaciones se traza la Acequia Real, la arteria que alimenta el extenso y sofisticado complejo hidráulico en que se convierte la Alhambra, donde el agua adquiere un protagonismo esencial, sirviendo tanto para las funciones primarias de abastecimiento e higiene como para su utilidad productiva en la agricultura o para cometidos simbólicos, rituales, estéticos y placenteros.
Juan Carlos Rubio CamposIGME
Las fuentes de abastecimiento antes de 1600
“Después salí para Granada, la capital de la
Andalucía y la recién casada entre sus ciudades. Sus al-
rededores no tienen parangón en todo el Universo… los
jardines, los vergeles, las praderas o los huertos… rodean
Granada por todas partes.”
Ibn Batuta, Las Rutas de al-Andalus, siglo XIV.
Espíritu daba agua a Recogidas, Puentezuelas, Gran
Capitán y San Antón.
No obstante, la mayor parte del agua procedía del
río Genil, por las acequias, construidas en el siglo
XI, del Candil ó del Cadí y la Acequia Gorda o Real.
Desde éstas se abastecía a Cenes y la zona sur y este
de la ciudad.
El abastecimiento se completaba con la acequia de
Aynadamar, procedente de la Fuente Grande de Alfa-
car (Ayn al-Dam, o “Fuente de las Lágrimas”). La pre-
sencia de la acequia permitirá suministrar agua a la
ciudad, así como a los habitantes de Víznar, Alfacar,
Sacromonte y El Fargue. El agua se dividía en varios
brazos junto a la Puerta de Fajalauza. Uno iba a la
Alcazaba Cadima y las construcciones hoy ocupadas
por el palacio de Dar al-Horra, casa del marqués del
Cenete, cuesta de la Alhacaba, Puerta de Elvira y ba-
rrios de San Cristóbal y el Cenete. Otro iba al barrio
de Rabadalbaida y al riego de huertas en la Cuesta
del Chapiz.
Aguador de Granada, en una estampa de 1851. Archivo Municipal de Granada.
Granada en el siglo XI, capital de los ziríes, se implan-
ta sobre la antigua Ilíberis romana. Los árabes here-
dan de los romanos unos sistemas avanzados de dis-
tribución, almacenamiento y conducción, a los que
ellos añaden sus conocimientos traídos de Oriente.
Los hispano-musulmanes hacen del agua un elemen-
to de purificación y uno de los pilares fundamentales
en su vida. Se establecen turnos de riego y abluciones
en las mezquitas; por todas partes hay jardines, ba-
ños públicos, fuentes, pilares, aljibes, molinos, tor-
nos y fábricas que dan prueba de ello.
El Darro abastecía a los barrios de la Antequeruela,
Mauror y la Alhambra. La traída de agua se hacía
por la Acequia Real, con dos ramales: acequias de la
Alhambra (Los dos Tercios) y Generalife (El Tercio).
Otra acequia, denominada de la Ciudad, se subdi-
vidía en la acequia de San Juan, que pasaba por San
Juan de los Reyes, y Santa Ana, que discurría al pie de
la Alhambra y abastecía a los barrios del Almanzora
y Santa Escolástica. Además, la acequia del Santo
[ 84 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
) El abastecimiento de agua de Granada
El abastecimiento de agua de Granada
Organización del abastecimiento en la Granada renacentista hasta la actualidad
“…El agua de Granada sirve para apagar la sed. Es agua viva
que se une al que la bebe o al que la oye, o al que desea morir en ella. Sufre
una pasión de surtidores para quedar yacente y definitiva en el estanque.”
Federico García Lorca, Cómo canta una ciudad de noviembre a
noviembre, 1933.
Este abastecimiento tradicional, desde los ríos Darro,
Genil y Fuente Grande, junto al aprovechamiento de
otros manantiales de menor entidad (mina de Monzón
en San Cristóbal, Fuente Nueva en la antigua plaza de
toros y el pilar del barrio de San Lázaro), se mantiene
hasta finales del siglo XIX.
Tras la conquista, los Reyes Católicos encomiendan
a los llamados “zanaguidles” o acequieros el cuidado
de la red del agua y de las acequias, encomiendas que
recayeron sobre moriscos. Además había cañeros que
deambulaban por las calles arreglando y dando agua,
aljiberos que cuidaban de los aljibes, y pregoneros.
Hubo siempre una gran competencia entre los usos
agrícolas, industriales (sólo la Acequia Gorda tenía 50
molinos) y los urbanos, como lo atestiguan las nume-
rosas disputas entre agricultores, dueños de molinos y
usos urbanos.
Los tramos de agua de cada casa daban lugar a repeti-
ciones de conducciones innecesarias y a un verdadero
laberinto. Las tuberías eran de barro y el alcantari-
llado deficiente, lo que provocaba la contaminación
del agua potable y una humedad por toda la ciudad
hasta que, a finales del siglo XIX, tras la epidemia de
cólera de 1885, se acomete el embovedado del Darro,
la pavimentación, canalización de agua en tuberías de
hierro y reconstrucción de los darros. Hasta 1950 no se
El aljibe, óleo de G. O. W. Apperley, 1931. Colección Caja Granada.
Esquema manuscrito de traída de aguas a la ciudad de Granada, hacia 1620. Facultad de Teología de Granada.
concluyen las obras de la traída de agua desde los ríos
Genil y Aguas Blancas.
Un definitivo impulso al abastecimiento se da con la
construcción de los embalses de Quéntar (1976), que
regula el río Aguas Blancas, procedente de la sierra de
Tocón, y Canales (1988), que regula el río Genil. La
demanda se garantiza, aún en situaciones de sequía
extrema, con el aprovechamiento de las aguas subte-
rráneas de la Vega de Granada, mediante los sondeos
realizados en 1995 junto a la Ronda Sur, por lo que la
explotación sostenible del acuífero, pasa a formar par-
te fundamental del abastecimiento.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 85 ]
Más de un siglo después de la conquista de Granada y tras la llegada a la ciudad
de numerosos repobladores venidos de los reinos de Castilla, el protagonismo
del agua sigue presente no solo en su configuración física sino en la mente y el
sentir de sus habitantes. La importancia que tiene el agua en el día a día de sus
vecinos no es ajena a esta realidad porque la presencia de agua es la manifestación
material de que Dios-Alá-Yavé nos quiere y protege. Por ello, ese bien
insustituible debe ser gestionado de forma que llegue a todos para que todos, sea
cual sea su credo, puedan gozar de tan beneficioso don divino.
Bajo estos presupuestos, el modelo de gestión del agua incluye una compleja red
institucional de jurisprudencia que dicta leyes y normas, con un cuerpo ejecutivo
de alguaciles y acequieros que vigila su cumplimiento, un aparato fiscal que
recauda rentas en función de la calidad e intensidad de los usos del agua y una
sociedad cohesionada que asume las limitaciones impuestas por la naturaleza
del bien. Los reyes cristianos perpetuaron sin cambios sustanciales el complejo y
depurado modelo de gestión hídrica heredado de épocas precedentes, que tanto
contribuía al desarrollo y bienestar de la sociedad.
Agua& Economía
(
4
1. El Darro, río del oro.
Sierra Nevada esconde oro en sus
filones, de donde es arrancado
por la erosión y depositado en los
cerros sedimentarios que rodean la
ciudad. La acción erosiva de los ríos
Darro y Genil lo acumuló después
en sus arenas. Con la salvedad de
los romanos, que disponían de
abundante mano de obra esclava,
la baja ley de las arenas auríferas
no fomentaba su explotación a
escala industrial. Sin embargo,
durante siglos se practicó el bateo a
mano, un duro trabajo que apenas
alcanzaba para un jornal tras horas
de esfuerzo. Uno de los ríos de
Granada, el Dauro o Darro, llegó
incluso a reflejar en su propio
nombre esta codiciada condición
aurífera del solar de Granada.
Agua& Economía
[ 88 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
(
3. Molinos hidráulicos, el pan de cada día.
Entre todos los ingenios para aprovechar la fuerza de las aguas (molinos de papel, batanes, de aceite, etc.)
destacan los destinados a la producción de harinas. No menos de 57 molinos harineros había repartidos a lo
largo de la acequia de Aynadamar (16), de Axares (17), que recoge aguas del Darro, y la Acequia Gorda del
Genil, donde la elevada concentración de estos artefactos llega a dar nombre a la puerta más cercana de las
murallas: Bib Raha, la puerta de los Molinos. En la actualidad aún permanecen sus ecos en la calle Molinos.
2. Las acequias, el sistema circulatorio de Granada.
El incipiente sistema hidráulico romano se potenció al máximo en época andalusí con sustanciales actuaciones
realizadas con materiales humildes, pero no por ello menos eficaces y duraderos. El sistema circulatorio del
agua así desarrollado, a veces al aire libre, otras bajo tierra, mueve molinos, llena aljibes, mantiene las fuentes
de las mezquitas, abastece a los baños públicos, sostiene variados oficios artesanales (alfareros, curtidores,
tintoreros, armeros, etc.), para terminar regando las fértiles huertas de la Vega y alimentando su embalse
subterráneo. Un agua que anima a toda la sociedad granadina, generando prosperidad y riqueza.
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 89 ]
5. Alfareros.
También íntimamente ligada al agua, se desarrolla una potente manufactura de cerámica en los
arrabales y extramuros de la ciudad. La alfarería nazarí se mantiene en manos de los moriscos tras
la conquista por los cristianos y luego será asimilada hasta el punto de adquirir nombre propio y
representar a la cerámica granadina. Entre otros parajes, en lo más alto del Albayzín granadino,
cerca de la puerta de Fajaluza, o del “Collado de los Almendros”, había talleres dedicados a la
cerámica en barro vidriado decorado en tonos azules y verdes, con motivos en los que sobresale la
granada entre pájaros y heráldicas águilas bicéfalas.
4. Curtidores y tintoreros.
En los barrios al pie del Darro, a la salida de la ciudad, se concentran las actividades industriales que
requieren agua en abundancia. Son los talleres de tintoreros y curtidores, así como de otros artesanos
dependientes, como los zapateros. Si bien en muchas casas había telares y se confeccionaban tejidos, el
manejo de los tintes exigía mayor especialización por su dificultad y los inconvenientes que provocaba
(malos olores, contaminación de las aguas, etc.). También la manipulación de pieles y cueros era una
industria pujante que requería un espacio propio por las molestias que ocasionaba. Cinco siglos después, el
nomenclátor del callejero aún recuerda estas actividades en rótulos como el de la calle del Tinte.
[ 90 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
7. Un mosaico de cultivos herbáceos irrigados.
La fertilidad de la tierra, la disponibilidad de agua y la estructura de la propiedad determinan una ocupación
minifundista de la Vega, dando lugar a un denso hábitat disperso. Pese a que la conquista cristiana acarrea
cierta concentración de propiedades y explotaciones, la unidad base es muy reducida, cuya unidad de
medición, el marjal (unos 520 m2), da idea del intensivo aprovechamiento del terreno. Se plantan cereales
(trigo, cebada, escanda…), hortalizas (pepinos, rábanos, zanahorias…), leguminosas (alubias, altramuces,
garbanzos, habas, lentejas), a veces después de los cereales para fertilizar los suelos. En superficies menores
se cultivan también los condimentos propios de la cocina andalusí, como ajonjolí, albahaca, alcaparra, anís,
azafrán o hierbabuena.
6. Torre de la Vela, la regulación del riego.
El agua es un bien preciado y sus usuarios
numerosos. Para evitar problemas, en la torre
vigía de la Alcazaba de la Alhambra, desde la
que se domina toda la Vega y que a su vez es
vista por todos los regantes, se marcan las horas
de riego. Las antiguas ordenanzas dispuestas
por los nazaríes se respetan y potencian bajo los
reyes cristianos, que codifican los antiguos usos y
costumbres, como en el apeo de Loaysa de 1574, y
mandan colocar en la torre de la Vela una campana
de plata en recuerdo de la conquista, con la que se
señalan los turnos para regar.
Agua& Economía)
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9. La seda.
El comercio de la seda ha sido y es uno de los motores económicos de la ciudad. La facilidad de la cría a escala
doméstica del gusano y del hilado y tejido de la seda hace que sean muchas las familias que se dediquen en sus
hogares a la confección de tan valioso artículo. En 1589 se dice al respecto: “es tanto el trato de la seda que ay en
esta ciudad, que casi toda la gente común se dedica a aquel trato”. La historia viene de lejos, pues el reino nazarí
había mantenido un considerable comercio exportador con los reinos cristianos, hasta el punto de que Fernando
el Católico hubo de promover un mercado de seda en Valencia para debilitar al granadino. Esta pujante actividad
descansa en un humilde insecto (Bombix mori) y en su alimento, las hojas frescas del moral (Morus nigra), que fue
sustituido avanzado el tiempo por la morera (Morus alba), cultivados en la Vega y otras comarcas vecinas.
8. Cultivos leñosos.
En terrenos también de regadío crece arbolado frutal (manzanos, membrillos, ciruelos, cerezos, granados,
acerolos, nísperos, azofaifos, perales, toronjos…). En parcelas con menor garantía de suministro de riego
por su topografía o lejanía de las acequias son más frecuentes los olivos, higueras, almendros, vides; y las
márgenes de las parcelas o bordes de los caminos, a menudo en la vera de las acequias, son los lugares más
propicios para moreras, almeces, serbales, chopos y olmos, que proporcionan seda, madera, frutos y forraje.
Entre esta gran diversidad de leñosas, en los huertos y jardines de las casas resaltan algunas especies exóticas,
como las palmeras, que además de adornar con su belleza, dan exquisitos dátiles.
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11. Los secanos.
En la periferia y por encima de los terrenos irrigados se encuentran áreas de cultivo explotadas en régimen
de secano. Predominan los cereales junto con especies leñosas como la vid o el olivo. En los secanos de
sembradura, que conocen un notable impulso con la llegada de los castellanos, se practica la rotación del
cultivo —“de año y vez” o “al tercio” (una hoja se siembra de cereales, otras se dejan en barbecho o se
plantan de leguminosas)— para paliar el agotamiento de los suelos. Debido a la gran demanda por parte de la
población, Granada debe importar cereales para su consumo, abasteciéndose de comarcas vecinas, como los
Montes, o de lugares mucho más distantes por vía marítima.
10. El lino.
En época andalusí vino de Oriente el lino, una planta que produce largas y resistentes fibras que, una vez
tejidas, dan una tela ligera y transpirable, mucho más cómoda que las pesadas estameñas cristianas de lana.
La refinada sociedad granadina demanda este tejido, lo que motiva la siembra del lino en la Vega. Esta planta
herbácea de rápido crecimiento llega a alcanzar el metro de altura; se siega en fresco, pero para trabajarla
hay que eliminar la lignina que contienen sus tallos para liberar las fibras de celulosa, lo cual se consigue
sumergiéndola durante días en grandes albercas o pudrideros.
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13. Monte, pastos, ganadería.
12. Almazaras y aceite.
El aceite (az-zayt) es, junto a las aceitunas, uno de los pilares de la alimentación. Los olivos crecen
en pequeñas parcelas de la Vega y en laderas aledañas. Las aceitunas se muelen en la almazara (al-
ma’sara), donde se exprimen entre grandes piedras, por lo general movidas por caballerías (molinos
de sangre), y se prensan con artefactos de palanca o “vigas”, según técnicas ancestrales. Muchos de
los caseríos diseminados a menudo incluyen un molino aceitero entre sus dependencias.
En las áreas de monte, dehesas y
pastizales de las vertientes serranas,
además de recolectarse leña, miel, cera
y plantas aromáticas y medicinales,
es usual la presencia de ganado, sobre
todo de ovejas y cabras. Además de
aprovecharse la lana y las pieles de las
reses, los productos lácteos y la carne
—en especial la de cordero y choto—
forman parte de la dieta de las familias
granadinas. El vacuno, a su vez, se
emplea para la labranza y tiro.
[ 94 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
14. Puerta del Pescado.
Es el nombre que le dieron los castellanos a esta puerta por ser la entrada a la ciudad del pescado traído de
la costa. Edificada a fines del siglo XIII y conocida en época nazarí con otras denominaciones (Puerta del
Refugio, del Ocaso…), formaba parte de las murallas de los arrabales orientados al Genil y a los caminos que
comunicaban con el sur y el litoral a través del cercano puente de piedra sobre el cauce del río. Fue demolida
a mediados del siglo XIX.
15. Estación de plantas viajeras.
Al igual que antaño prosperaron en la Vega numerosas plantas de cultivo traídas de Oriente, desde los
siglos XVI y XVII empiezan a introducirse nuevas especies de interés agrícola venidas, en este caso por mar,
de América (maíz, patatas, tomate, pimiento, tabaco, entre otras). Con el tiempo, alcanzan una elevada
difusión e importancia, poniendo de manifiesto la notable capacidad y flexibilidad productiva de la Vega
como estación de plantas viajeras.
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La Vega, paisaje del agua
Las acequias surten a los campos, pero su agua también es usada para otros menesteres como el lavado de la ropa. Incluso se pueden echar las nasas y llevarse para la cena un golpe de cangrejos de río, que aún medran en las orillas.
Las lindes de las parcelas son ocupadas a menudo por árboles como los almeces o los olmos que suministran madera y forraje. También son un buen lugar para los frutales, que con generosidad ofrecen peras, manzanas, ciruelas, membrillos, granadas, cerezas, acerolas, nísporas o melocotones.
El cultivo ha de dejar espacio para el descanso de la tierra y la alimentación del ganado de labor. A mediados del siglo XX comienza a extenderse el uso de fertilizantes químicos y de tractores para la labor, pero aún se mantienen los viejos ciclos de labor que permiten restituir la fertilidad de modo natural al suelo.
El agua parece brotar del interior de un molino. Sin gastarse, sólo liberando la energía acumulada, ha puesto en marcha los rodeznos que a su vez permiten el roce de la piedra corredera sobre la solera y, con ello, la molienda del trigo que, después de cernido, se convertirá en blanca harina.
Una acequia principal deriva agua a las hijuelas o acequias secundarias. Portillos y compuertas permiten la regulación del cauce, dando paso a las regueras de las hazas o conduciendo el caudal hacia otros pagos que esperan su turno de reparto.
La vera de las acequias, pero también las orillas de los caminos y los ribazos, están frecuentemente delimitados por setos de saúco, zarzas y cañaverales, que aportan sombra y material de uso diverso para la labranza.
Acaba el invierno. Se prepara la tierra para acoger a los cultivos que estarán en sazón entrado el verano: papas, maíces, ajos, tabaco… En otras hojas, el trigo verdea; algunas hazas están aparentemente vacías: tal vez en barbecho o aguardan-do a las cebollas, las lechugas o los tomates. Los trabajos y los días en la Vega de Granada, que aparece representada en esta imagen hacia la década de 1930, en su madurez como paisaje del agua. Un singular espacio productivo minuciosa-mente modelado a partir del manejo de los recursos hídricos, fruto de una evolución secular, iniciada en época romana, consolidada en la etapa andalusí y continuada hasta fechas recientes.
(
)
La nieve cubre la Sierra. Desde el Pico del Veleta hasta el Cerro del Caballo, el agua permanece a la espera, blanqueando el horizonte que cierra la Vega por el sur, esperando la llegada de los primeros calores de abril para derramarse fértil por los ríos de Granada.
Las choperas ponen una nota de colorido vertical que contrasta con el paisaje horizontal de los cultivos herbáceos. Verdes en primavera y verano, amarillas en otoño, blancas en invierno, ocupan los terrenos más bajos y encharcadizos, próximos al río.
Un labrador guía la mula entre los surcos. Está tableando, preparando la tierra para la nascencia de las semillas. Si son dos mulas las que están aparejadas para realizar el araíjo y otras labores, se denomina una yunta; cuando sólo trabaja una bestia, se llama ganga.
La silueta alargada de la chimenea delata a la vieja fábrica azucarera. La remolacha significó una auténtica revolución económica y social para la Vega entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX. La vega de la remolacha, que había sustituido a la del lino y el cáñamo, finalizó en la campaña 1983-1984 con el cierre de la última fábrica, la de San Isidro.
Para que el agua de riego fecunde a una mayor superficie y los vegetales se beneficien de ella sin asfixiarse, la tierra de labor se dispone en surcos y caballones delicadamente trazados por los labradores.
El cultivo del tabaco se extendió en la Vega de Granada en la década de 1920. Su auge posterior permitió superar, en parte, el declive de la remolacha, y dio origen a uno de los elementos más singulares del paisaje de la Vega: los secaderos de tabaco.
José Ramón Guzmán Álvarez Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente
Contemplar un paisaje pretérito es una
empresa arriesgada. Pero en el caso de
Granada entre los siglos XIV y XVII, las
fuentes, relativamente abundantes, pa-
recen haberse puesto de acuerdo y nos animan a que
nos atrevamos a imaginarla con una representación
que, en otro contexto, en otro lugar, calificaríamos
como una visión excesivamente idealizada de belleza
en un espacio rural.
Porque es bastante posible que las crónicas no exage-
ren en sus descripciones y la ciudad y su vega respon-
dieran a un cierto arquetipo de locus amoenus. Como
esa Damasco de Occidente que Ibn al-Jatib reflejara a
mitad del siglo XIV, haciendo suyos los elogios de los
autores árabes que le precedían:
“Dicen que está situada deliciosamente
en medio de un inmenso jardín, que tal nombre
merece su amenísima vega de cuarenta libras de
extensión, donde las viñas y las plantas aromáticas
alternan y se enlazan con las fructíferas arboledas”.
Un territorio feraz, labrado con primor hasta la ma-
ravilla, como anotó el viajero alemán Münzer que
visitó Granada en 1494, apenas recién conquistada:
“Hacia el mediodía, norte y poniente
tiene una extensa y hermosísima llanura [que]
puede regarse por todas partes y tiene un suelo
tan fecundo y rico, que produce dos cosechas al
año. (...) tiene casi en una milla muchos huertos
y frondosidades que se pueden regar por canales
de agua; huertos, repito, llenos de casas y torres,
habitados durante el verano, que, viéndolos en
conjunto y desde lejos los creerías una populosa y
fantástica ciudad. Principalmente hacia el noroes-
te, en una legua larga o más, contemplamos estos
huertos, y no hay nada más admirable”.
Mármol Carvajal, el soldado escritor, en los años del
levantamiento de los moriscos de 1568, también la
percibió engalanada y amena:
“Se extiende largamente por un espa-
cioso llano a la parte de poniente, donde está
una hermosísima vega llana y cuadrada, llena de
muchas arboledas y frescuras, entre las cuales hay
muchas alcarias pobladas de labradores y gente
del campo”.
Y muchos años después, en la Granada plenamente
barroca del siglo XVII, el cronista Henríquez de Jor-
quera coincidió en el retrato de un territorio ubérri-
mo, desprendido:
“Comenzando desde la parte oriental
del Dauro se juzga desde sus cumbres un hermo-
sísimo país de cármenes, casas de recreación y
molinos entre diversas arboledas, hasta Jesús del
Valle o Val de Paraíso (...) Y revolviendo al norte
por la salida de Fajalauza es menos poblada de
cármenes y jardines la famosa Ynadamar; Cartuja
vieja y laderón del Fargue hacen otra población
vistosa, algo dilatada, y bajando a lo llano por los
Cármenes del Beiro, caminando al poniente se
juzga desde la ciudad una grande población de
copiosas heredades con bizarras y hermosas casas
con torres que se miran unas a otras… con tantas
y extendidas huertas que sus numerosas casas se
esconden entre sus emboscados árboles, abrazán-
dose con la ciudad hasta los raudales del Genil”.
El paisaje aljamiado: Granada y su Vega entre el siglo XVI y el XVII
[ 98 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
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El paisaje aljamiado: Granada y su Vega entre el siglo XVI y el XVII
Todo hace pensar que el paisaje de Granada y su vega era, en definitiva, un precioso tapiz trenzado por la pericia de los hombres y la generosidad de la naturale-za, cuya urdimbre estaba sustentada por una red vivi-ficante de arroyos encauzados: las acequias por donde discurría el agua domesticada.
El agua que se sangraba del Genil y surtía la acequia Gorda, la de Arabuleila y la de Tarramonta. La que contenía su ímpetu en las represas de los ríos Dílar y Monachil. La que no se dejaba marchar en la Fuente Grande de Alfacar y enverdecía los cármenes y huertos de Aynadamar. El agua del Darro y sus fuentes, la que recorría el valle del Paraíso y atravesaba los adarves para solearse en los huertos intramuros. El agua que cocía el lino en las albercas y sazonaba las aceitunas y las hojas de los morales. El agua que rezumaba en las orillas de los caces y remanecía en riberas orladas de saúcos, almeces y cañaveras.
Bien es cierto que no todo era regadío, y que el secano se enseñoreaba en los espacios de transición entre el llano y la montaña, aportando cien matices en piede-montes y en colinas que compartían barbecho y cereal, olivares y viñedo, monte y pastizales. Pero el agua era tan importante que se ganó el respeto que fue negado a los hombres. De manera que tras la conquista de la ciudad se tradujeron a la lengua de los conquistadores los usos y costumbres inveterados que garantizaban su reparto sensato, especialmente en los años de escasez. Y hasta sus conflictos se dirimieron en un tribunal par-ticular que atendía especialmente al interés del agua.
Razones había para ello. Si las acequias seguían siendo las mismas, ¿por qué no habían de serlo las dulas y las tandas? Si el agua continuaba desparramándose pere-zosa por la cabezada de los mismos bancales, ¿por qué habrían de mudarse las regueras o los partidores?
Fueron muchas las cosechas que crecieron sobre surcos henchidos por un agua que corría al dictado de la cam-pana de la Vela, aunque habían sido escardadas por amo-cafres moriscos. Unas hazas cuyas besanas las marcaban gañanes que todavía entonaban canciones en algarabía, a pesar de que sus escrituras ya estaban romanceadas
Aquel fue el tiempo de la vega aljamiada.
Una vega que todavía atesoramos y que no debería-mos dejar perder.
El paisaje aljamiado: Granada y su Vega entre el siglo XVI y el XVII
Granada y la Vega, detalle del mapa del reino de Granada. Atlas del Rey Planeta de P. Texeira, 1634.
Vista de Granada, grabado publicado por F. Vallegio a fines del siglo XVI.Archivo Municipal de Granada.
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Abierta “como una granada” por el río Darro y abrazada por el cauce del
Genil, la ciudad se despliega desde las colinas del Albayzín y la Alhambra
hasta el llano que deja paso a la Vega. La urbe, una de las más populosas de
España, mantiene en lo esencial la abigarrada configuración que adquirió en
el período nazarí. Pero los cambios acontecidos al cabo de más de un siglo de
dominio castellano son ya también muy perceptibles.
El centro de gravedad de la población se traslada de los empinados
cerros, último refugio morisco, a la parte baja, la medina, donde prefieren
asentarse los repobladores cristianos. En el denso caserío se abren plazas y
paseos de una regularidad y amplitud nunca vistas en Granada. Junto a la
recatada arquitectura de las mezquitas, baños y viviendas nazaríes surgen
monumentales iglesias y conventos, majestuosas sedes de gobierno, soberbias
casas señoriales. Buena parte del cinturón amurallado pierde sentido, se
descuida y se deja atrás en el rápido crecimiento de los arrabales extramuros,
que se tienden hacia la Vega formando una corona entre grandes monasterios
y fundaciones, villas de recreo y una constelación de casas rurales.
Lugares y edificios
(
5
2. La Casa Real nazarí, “el agua como perlas fundidas”.
El corazón de la Alhambra está formado por las dependencias cortesanas y residenciales de los
reyes granadinos, una serie de núcleos yuxtapuestos donde el agua es un elemento esencial y de
gran importancia simbólica como metáfora del paraíso. En un breve espacio se concatenan el
área administrativa del Mexuar, el palacio de Comares, con el torreón del Salón del Trono sobre
el Darro y el patio de los Arrayanes con una alberca, la casa privada en torno al patio de los
Leones con su fuente central, los baños reales y otras edificaciones hasta los jardines del Partal.
1. La Alhambra.
El emblema monumental de Granada es la Alhambra —al-Hamra, “la Roja”—, la ciudad palatina fortificada
que domina la población desde el cerro de la Sabika. Asentada sobre algunas construcciones anteriores, es
obra en su mayor parte de la dinastía nazarí, levantada entre los siglos XIII y XV. En el conjunto se distinguen
el recinto militar de la Alcazaba, en posición delantera, el núcleo de los Palacios Reales y, a continuación, el
sector ocupado por otras residencias, jardines y los barrios de viviendas y piezas diversas al servicio de la corte.
Lugaresy edificios
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(
3. Palacio de Carlos V.
Frente a la ligereza y abundancia de connotaciones
acuáticas de los palacios nazaríes, este majestuoso
edificio obedece a los más puros cánones del
Renacimiento, del que se considera una obra maestra.
En un gesto de afirmación del poder imperial en la
ciudad que simbolizaba la victoria cristiana, fue mandado
construir por el Emperador a raíz de su estancia en
Granada en 1526. El proyecto, sin embargo, quedaría
paralizado por falta de fondos a causa de la rebelión de
los moriscos, sobre quienes recaía su financiación, y no
llegó a terminarse hasta el siglo XX.
4. El Generalife, el esplendor del agua.
Las múltiples vertientes del agua en la arquitectura nazarí amplifican sus dimensiones recreativa
y práctica en el palacio de verano de los sultanes, el Generalife, Djennat al-Arif, la “Huerta del
Arquitecto”. Modelo del jardín hispano-musulmán, comprende una red de canales, estanques
y fuentes, parcelas de siembra y frutales, paseos de vegetación, jardines recoletos e ingeniosos
dispositivos como la Escalera del Agua. Incluso la misma disposición de sus edificios, sobre el eje del
patio de la Acequia, responde a su carácter primordial de jardín y paraíso del agua.
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6. Palacio de Dar al-Horra y Santa Isabel la Real.
En mitad del Albayzín, por donde estuvieron el alcázar zirí y diversas residencias de la
dinastía nazarí, se hallan dos edificios representativos del mestizaje cultural que se fraguó
en Granada. Son el palacio de Dar al-Horra, la “Casa de la Reina”, obra del XV donde vivió
la madre de Boabdil, y el convento adyacente de Santa Isabel la Real, fundación de la Reina
Católica. En su fisonomía se observa el distinto matiz con el que el agua se integra en la
arquitectura islámica y cristiana: mientras Dar al-Horra consta de un patio rectangular con
una alberquilla, Santa Isabel se articula sobre un claustro cuadrado con una fuente central.
5. Por el Albayzín.
El primitivo solar de Granada corresponde a la parte alta del actual barrio del Albayzín, donde
se superpusieron el núcleo iberorromano, el recinto de la Alcazaba Cadima o Vieja de los
ziríes y su continuación urbana de épocas nazarí y cristiana. Este sector comprende la meseta
superior de la colina en torno a la iglesia de San Nicolás, delimitado por la muralla zirí del
siglo XI sobre la cuesta de Alhacaba y descendiendo por las laderas, hacia la calle de Elvira y el
Darro. Es el último reducto de los moriscos, muy despoblado después de la rebelión de 1568.
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7. Puerta y calle de Elvira.
Levantada en el siglo XI y transformada por nazaríes y cristianos, la puerta de Elvira, al pie del Albayzín, es la
principal entrada del recinto amurallado, donde confluyen los caminos de Sevilla, Jaén y de la vieja ciudad de
Elvira. De aquí arranca la calle de idéntico nombre que constituye una de las arterias vitales de Granada en la
Edad Media y durante la Edad Moderna. Sinuosa e irregular, penetra hasta el centro, hallándose en sus aledaños
edificios de nota como tres parroquias, las casas de la Inquisición, baños, hospitales y mansiones solariegas.
8. Plaza Nueva.
Para dotar a Granada de un foro oficial renovado, a partir de 1506 se traza en el tejido de la
ciudad nazarí esta plaza sobre la bóveda que cubre parte del Darro. Utilizada para festejos y
actos públicos, la importancia de su función representativa se refleja tanto en su ubicación
como en su diseño: se sitúa en la convergencia de ejes viarios como la calle Elvira, la carrera del
Darro y la subida a la Alhambra, y está flanqueada por dos parroquias, una fuente monumental
mandada construir en 1593 y el edificio de la Chancillería, el alto tribunal de la corona.
Lugaresy edificios)
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9. Catedral y Capilla Real.
A principios del siglo XVI se inicia la construcción de
los edificios religiosos más significativos de la ciudad
cristiana junto a la mezquita mayor de Granada: la
Capilla Real, concluida en 1521 y destinada a panteón
de los Reyes Católicos, y a su lado, la Catedral,
cuya obra, comenzada en 1523, se dilata hasta bien
entrado el siglo XVII. Entretanto, las dependencias
adyacentes de la mezquita se adaptan para su uso
como iglesia del Sagrario. En las cercanías de estas
edificaciones de culto se reparten además el Palacio
Arzobispal y varios colegios eclesiásticos.
10. Plaza Bib-Rambla.
El principal espacio público en la ciudad baja es esta plaza de evocaciones fluviales, pues
su nombre deriva de una puerta de la muralla que cierra uno de sus lados, Bib-Rambla, la
“Puerta del Arenal” que formaba allí el río Darro. Se configura en el siglo XVI, cuando se
ensancha una explanada ya existente en el lugar. Enclavada junto a las áreas más comerciales
e industriales, contorneada por edificios con miradores y presidida por una monumental
fuente, se convierte desde entonces en un concurrido foco de celebraciones e intercambios.
[ 106 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
11. De Torres Bermejas al Realejo.
Entre el Darro y el Genil se encuentra otro
importante sector urbano surgido a partir de
arrabales nazaríes como el de los Alfareros.
En lo alto resalta la fortaleza de Torres
Bermejas, uno de los núcleos más antiguos
de la población, con el Mauror, antaño solar
de la judería, a sus pies. Más adelante están
la Antequeruela, por encima del Campo del
Príncipe, explanada que pasa a convertirse en
“otra grande y anchurosa plaza”, y el Realejo,
cuyo caserío se entrelaza ya con las numerosas
huertas que ganan terreno en dirección al Genil.
12. Santa Cruz la Real y Cuarto Real de Santo Domingo.
En las huertas de la Almanjarra, próximas al borde de la ciudad hacia el Genil, se erige el convento
dominico de Santa Cruz la Real, uno de los más destacados de Granada. Además de la iglesia y
claustros como el de los Naranjos y el de la Fuente o la Cisterna, que evocan su pasado como
fértiles terrenos irrigados, comprende deliciosos huertos y jardines, así como un antiguo palacio
nazarí del siglo XIV, el Cuarto Real de Santo Domingo, con un pabellón apoyado en la muralla que
se incorpora al conjunto conventual.
Lugaresy edificios)
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13. El Hospital Real y San Lázaro.
El campo frente a la puerta de Elvira, solar de cementerios musulmanes por donde transitan los
caminos de Sevilla y Jaén, se convierte en uno de los vectores de la expansión extramuros, con el
vasto edificio del Hospital Real como hito de referencia. Esta fundación de los Reyes Católicos
atestigua los cuidados que prestaron a la ciudad que simbolizaba la más valiosa de sus conquistas.
A su lado crece el barrio de San Lázaro, de calles rectas y manzanas ordenadas, destinado en origen
a gentes de la guarnición, el más humilde que surge en Granada en época renacentista.
14. Monasterio de San Jerónimo.
Uno de los testimonios más elocuentes del nuevo panorama arquitectónico que siguió a la
conquista cristiana es esta grandiosa fundación de los Reyes Católicos. Erigido a partir de
1504 en la periferia de la ciudad, el monasterio forma un conjunto con varios claustros y una
monumental iglesia que figura entre las mejores obras del Renacimiento español. Al igual
que en las villas suburbanas nazaríes, las construcciones monásticas se rodean de una amplia
superficie de jardines ornamentales y huertos de labranza cercados por tapias y muros.
[ 108 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
15. La Carrera y puente del Genil.
El espacio extramuros desde la puerta de Bibataubín o de “los Ladrilleros” hasta
el Genil y el Darro se define como la Carrera del Genil. Es un área de expansión
y lugar de celebraciones, colonizada por obras como la ermita de la Virgen de las
Angustias, el humilladero de San Sebastián y los edificios y corrales del Rastro, donde
se concentraba el ganado antes de llevarse al matadero, ubicado en este paraje por su
amplitud y abundancia de agua. Por aquí se halla el puente de piedra de cinco ojos
sobre el Genil cuya construcción se remonta a los siglos XI o XII.
16. Alcázar Genil.
Entre los edificios más señeros al otro lado
del Genil destaca el palacete conocido
hoy como Alcázar Genil. Levantado por
los almohades hacia 1219, consta de un
exquisito pabellón ante una gran alberca
entre jardines. Un excelente ejemplo de las
refinadas almunias o casas de recreo que
embellecían los alrededores de la ciudad en
época islámica, en las que el agua jugaba
un papel fundamental. Muy cerca se halla
la ermita de San Sebastián, instalada en un
antiguo morabito musulmán.
Lugaresy edificios)
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[ 1 10 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 1 1 1 ]
Cármenes de Granada
Granada, la “ciudad del agua”, es también la “ciudad de los cármenes”, por las caracte-rísticas construcciones —casas con huerto-jardín— que se escalonan en las colinas del Albayzín, la Antequeruela y otras laderas de la ciudad histórica. Cármenes que, en definitiva, son igualmente una manifesta-ción del rico carácter hidráulico de Grana-da. Pues es el agua la que explica y nutre los huertecillos, jardines, arboledas y viviendas que lo componen, con un sistema circu-latorio de acequias, conducciones, aljibes, pozos, albercas, surtidores y canalillos que la toman, almacenan y distribuyen por estos remansos domésticos de verdor, satisfa-ciendo sus necesidades de riego, consumo y recreo. Así aparece en esta imagen de un carmen granadino en el tránsito de los siglos XIX al XX.
(
)
El carmen conjuga una dualidad en su visión: oculto por tapias, se sustrae a la mirada del viandante, cerrándose a su recinto íntimo; en su interior, por el contrario, busca las vistas, los panoramas cuanto más amplios y monumentales, a ser preferible de la Alhambra.
A partir de la casa, los espacios al aire libre del carmen se escalonan y jerarquizan de arriba abajo, según la topografía y la lógica del reparto de aguas. Cerca de la residencia hay patios y terrazas de empedrado, con fuentes, estanques y macetas, a la sombra de cipreses y otros árboles, entre setos y jardines. En los niveles inferiores se disponen en paratas “algo de jardín y algo de huerto”, con emparrados y pérgolas, pequeños bancales labrados en surcos, espesuras de frutales y arboleda diversa, macizos de flores y plantas ornamentales, arbustos perfumados que trepan sobre las tapias.
“Para emplazamiento de una casa entre jardines se debe elegir un altozano que facilite su guarda y vigilancia. Se orienta el edificio al mediodía, a la entrada de la finca, y se instala en lo más alto el pozo y la alberca, o mejor que pozo se abre una acequia que corra entre la umbría. La vivienda debe tener dos puertas, para que quede más protegida y sea mayor el descanso del que la habita.Junto a la alberca se plantan macizos que se mantengan siempre verdes y alegren la vista. Algo más lejos debe haber cuadros de flores y árboles de hoja perenne. Se rodea la heredad con viñas, y en los paseos que la atraviesen se plantan parrales.El jardín debe quedar ceñido por uno de estos paseos con objeto de separarlo del resto de la heredad. Entre los frutales, además del viñedo, debe haber almeces y otros árboles semejantes, porque sus maderas son útiles”.
Ibn Luyun, Tratado de agricultura, siglo XIV
La palabra ‘carmen’ deriva del árabe karm, que en su acepción más amplia significa ‘viña’. Es probable que en principio los cármenes fuesen fincas rústicas entre cuyos cultivos se hallase la vid, junto con hortalizas, legumbres, olivos, frutales, plantas ornamentales, árboles y una casería que hacían de estas posesiones de Granada fincas de recreo al mismo tiempo que utilitarias y productivas.
Residencia de poetas y artistas en el Barroco, “paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”, el carmen se consolida finalmente entre el XIX y principios del XX al sumarse el matiz romántico y pintoresco a la tradición morisca y clásica.
La mención de los cármenes se remonta a época nazarí, cuando se distribuyen por la periferia urbana hacia la Vega, Aynadamar y el Darro. Al despoblarse de moriscos barrios enteros, los cármenes se asientan en el interior de la ciudad, ocupando vacíos e introduciendo un brote de aire rural, de vegetación y agua, en medio del denso caserío de Granada; el fenómeno afecta en especial al Albayzín, donde, a fines del XVI, apenas se volvió a ocupar la mitad de las casi 5.000 casas abandonadas por los moriscos.
El carmen oscila desde la humilde finca con una huerta diminuta, a suntuosas villas con soberbios jardines y viviendas en las que a menudo rezuma la huella del pasado, en sus miradores, patios, pórticos, fuentes y estanques entre setos, bancales de cultivo y arboledas. Mientras el Generalife es considerado la máxima expresión del carmen, los hay populares, como tantos del Albayzín, de larga historia como el del Chapiz, recoletos como el del compositor Manuel de Falla, o monumentales como el de los Mártires.
El agua que vivifica los cármenes se nutre de la añeja red urbana de acequias, atanores y cauchiles. Numerosas casas, y sobre todo las principales, entre ellas numerosos cármenes, detentan derechos para el suministro particular. Una vez dentro del carmen, el rumor de las fuentes y el sosiego de albercas y aljibes, cuya capacidad se completa con las lluvias, reflejan el papel esencial del agua en estos recintos. Para el consumo de boca, se toma del pilar, se almacena y decanta en tinajas, se sube del pozo de un depósito soterrado, derivándose también para otras necesidades domésticas, como la limpieza o lavandería. Para el riego de los jardines y huertas que constituyen el rasgo característico del carmen granadino, el agua se reparte mediante canalillos desde estanques y cisternas.
Antonio Jiménez TorrecillasArquitecto, ETSA de Granada
El valle del Darro es el ecosistema más frá-
gil y de mayor valor paisajístico que salva
el declive entre las formaciones alpinas
del oligoceno y la llanura aluvial más re-
ciente de la vega del Genil. Nos encontramos con dos
grandes unidades territoriales —Sierra y Vega— que
actúan como fondos paisajísticos, entre los cuales se
emplaza la ciudad de Granada.
Si Granada es fundamentalmente un paisaje, no cabe
duda de que el paisaje de mayor valor lo protagoniza
el entorno del río Darro. Según los datos extraídos
del callejero de Granada en el centro urbano existen
119 caminos, cuestas y callejones, 111 placetas y pla-
zas, 26 paseos, aceras y carreras, 3 avenidas y 33 mi-
radores. Granada es fundamentalmente un paisaje.
Negar una perspectiva en Granada es tan grave como
demoler cualquiera de sus principales monumentos.
Junto a la colina de la Alhambra y del Generalife, las
colinas del Albayzín y del Sacromonte enmarcan los
últimos tramos del valle del Darro y de su vega, mi-
lagrosamente intacta. Los cerros de San Miguel y del
Sacromonte son claves en la comprensión del paisaje
de esta ciudad. Son fondos naturales desde el interior
de los palacios nazaríes de la Alhambra. También son
jardines lejanos del Generalife. Y, cómo no, final de
perspectiva de la ciudad río arriba.
La expansión de la ciudad hacia los terrenos llanos
ha permitido la preservación, a lo largo del valle del
Darro, de todos sus componentes territoriales en
una secuencia dotada de una singularidad excepcio-
nal. Diversos modos de ocupación y explotación se
suceden, desde los asentamientos rurales en cortija-
das y cortijos de las zonas más altas del valle, hasta
los regadíos de la vega del Darro. El corredor natural
que constituye este valle facilitó su uso como eje
de comunicaciones con el Levante y la aparición de
modos de vida ligados a las explotaciones ganade-
ras, a la vez que permitió la implantación del hábitat
troglodita en casas-cueva, según modelos importados
de las comarcas levantinas y de la Hoya de Guadix.
Tejido residencial que, aguas abajo del río, se estrati-
fica sin solución de continuidad desde el siglo XIV al
XXI en tan solo unos kilómetros.
A lo largo de este itinerario jalonado en un extremo
por las casas cueva (modelo cuyo hábitat troglodita
representa un sistema de vida aparentemente pri-
mitivo y arcaico) y, en el otro, por el edificio de Caja
Granada (deudor de las principales corrientes de las
vanguardias arquitectónicas a caballo de los siglos
XX y XXI) se despliega una secuencia viva, ordenada
cronológicamente, en una sección en la que los estra-
tos se suceden linealmente, de forma horizontal y no
en vertical, tal como nos han enseñado los principios
de datación arqueológica.
La decisión de habitar la colina de la Alhambra hizo
que desde el siglo XIII el Darro pasara de ser borde
de la ciudad a convertirse en su eje central. Y ha sido
precisamente la pequeña escala de este río, su aparente
poca importancia dimensional y el insignificante ta-
Al hilo del Darro
Granada a vista de pájaro con el Darro en el centro. A. Guesdon, hacia 1860.
[ 1 12 ] A G U A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
)
maño de su vega lo que ha significado de forma natural
su protección, pues fue esto lo que estructuró el creci-
miento de la ciudad de Granada hacia las zonas llanas
del Genil. Es en el encuentro hacia este punto donde se
producen sus casi únicas transformaciones: tras la Ca-
rrera del Darro se cubrió el río en Plaza Nueva en 1510,
en Puerta Real hacia 1791, en Reyes Católicos en 1833
y en la Acera del Darro en 1936. El punto de reflexión
actual quizás sea comprender el alcance territorial de
sus riberas para preservar hoy su cualidad de cordón
umbilical de la ciudad con sus territorios inalterados.
Hay que remarcar que la ocupación intensa y conti-
nuada del valle del Darro a lo largo de los siglos se ha
producido sin alterar sus elementos y recursos fun-
damentales. Este equilibrio se pone de manifiesto al
comparar el territorio del Darro con la transformación
sufrida con otras fórmulas de ocupación, por ejemplo
en la vega del Genil. Esta planificación no inteligente,
de la que el valle del Darro permanece por el momen-
to al margen, es el principal factor de riesgo que podría
conducir a su transformación. Por ello, nos enfrenta-
mos a un ecosistema caracterizado por su fragilidad
pero también por la posibilidad de su preservación.
En el valle del Darro el referente obligado es el agua. A
la herencia nazarí le debemos el modo de aprovecha-
miento y la puesta en valor de este recurso gracias a una
red de acequias con sus tomaderos de agua, compuer-
tas y presas, partidores, albercas, caños y rebosaderos,
aljibes, pilares y fuentes. El elemento más destacado en
la configuración de este espacio irrigado es el tándem
que forma el río Darro y la acequia de Aynadamar, que
partiendo desde la Fuente Grande de Alfacar suministró
agua al alto Albayzín y al Sacromonte, en aquellas cotas
no alcanzables por el sistema de riego que producían las
canalizaciones del Darro. Toda actuación a realizar so-
bre el valle del Darro tiene necesariamente que conducir
a fomentar modos de uso y ocupación compatibles con
sus características territoriales y a facilitar la explotación
racional de sus recursos naturales evitando su degrada-
ción y tendiendo a mantener sus valores.
Asegurar el agua desde las cimas hacia las laderas del
valle es uno de los medios que tienden a hacer com-
patibles los usos con las características territoriales y a
garantizar la preservación y mantenimiento de valores
naturales y culturales. El agua es aquí la razón de ser,
el punto de partida. Su recorrido, almacenamiento y
distribución deben ser los responsables de la estructura
espacial de estas laderas: itinerarios, secuencias vegeta-
les y lugares de encuentro y de contemplación estable-
cerán los distintos grados de comunicación visual para
el entendimiento de este lugar.
Es fundamental, por tanto, evitar urbanizar. Evitar
infraestructuras viarias que cercenen este paisaje y
amplifiquen la tensión urbana sobre su contexto. Una
posible vía de protección de este entorno consiste en
humanizar este lugar, entendiéndolo como tal, como
un paisaje vegetal habitado. No urbanizar, ni siquie-
ra ruralizar. Más bien humanizar este paisaje como
punto estratégico para la comprensión de la ciudad en
la estructura montañosa que la determina. El valle del
Darro es, sin duda, el gran desconocido de la ciudad
de Granada. Un espacio que debemos preservar inalte-
rado con el convencimiento de que el mero hecho de
su conservación, tan sólo a medio plazo, hará posible
que su extraordinario valor provoque la toma de con-
ciencia colectiva en las generaciones próximas.
Al hilodel Darro
Valle del Darro hacia el Sacromonte. Fotografía de J. Laurent, hacia 1880.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S T A . 1 6 0 0 [ 1 13 ]
“Granada me ha cogido el corazón, estoy como herido,
como vacilante. Ahí no me daba tanta cuenta… La
luz y el agua forman en mi fondo los laberintos más
prodigiosos… Y el sol me tiñe de una pena prodigiosa, y
el agua me suena como si fuera mi propia sangre”.
Juan Ramón Jiménez a Isabel García Lorca
Este libro se acabó de imprimir en junio de
2012, víspera del año conmemorativo del
Milenio del Reino de Granada (1013-2013).
R Í O S D E H I S T O R I A
EDICIÓN DIGITAL DISPONIBLE EN:
www.juntadeandalucia.es/medioambiente/granadanazariyrenacentista1600
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