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03sistema-mundo Las recientes protestas sociales que se han originado en Estambul han sido analizadas de muchas maneras. Hay quienes dicen que son una más de esas revoluciones que componen las primaveras árabes. Otros, interpretan que están más cerca de los “indignados” europeos. ¿Es cierto alguno de estos análisis? Guía de viaje por una revolución A Estambul se puede lle- gar por dos aeropuertos. El más grande y desde donde operan casi todas las empre- sas es el de Ataturk, situado en la parte europea; en cam- bio, si se vuela con una com- pañía de bajo coste lo más normal es que se aterrice en Sabiha Gökcen. Esta termi- nal se encuentra ubicada en la parte asiática, a unos cin- cuenta kilómetros del centro histórico, por lo que el via- jero que no se quiera dejar un dineral en el trasporte directo o en taxis tendrá que hacer varios trasbordos. Primero, se toma el auto- bús E3 que recorre una au- topista donde se conduce, por decirlo de alguna ma- nera, desde otro punto de vista. Los embotellamientos son normales (se debe tener en cuenta que entre la ciu- dad y el área metropolitana viven unos 20 millones de personas). Por esta razón, es normal observar cómo muchas veces el chófer de la línea regular que lleva a la ciudad rebasa por los arcenes de la autopista sin ningún problema. No obs- El autoritarismo del go- bierno de Erdogan era la pólvora; la intención de construir un centro comer- cial en el parque Gezi (una de las pocas zonas verdes que existen en el centro de Estambul) la mecha. Desde que en 2011 el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) lograra refrendar su mayoría absoluta se han sucedido los conflictos polí- ticos. Una de las leyes más polémicas fue la eliminación de las restricciones contra el uso del velo que supuso un claro giro hacia el islamis- mo moderado. La otra fue la limitación de la ley de pro- moción del consumo de al- cohol. Ambas medidas han sido calificados como “pa- sos atrás retrógrados” por la oposición. Esta dirección política islamista sumada al cambio de discurso del primer ministro han crea- do un clima de tensión que ha terminado por saltar por los aires en las últimas se- manas. La represión contra los manifestantes de la poli- cía avalada por el Gobierno han mostrado ante todo el mundo que Erdogan, el gran adalid de Estados Unidos y la Unión Europea en Orien- te Próximo y el Norte de África, no era quien parecía. Crónica de las revueltas turcas TEXTO Y FOTOS: VÍCTOR GUTIÉRREZ tante, hay que matizar que no se pasa ningún miedo si se va dentro, porque, aun- que no lo parezca, su ma- nera de circular es un caos perfectamente organizado bajo los avisos del claxon que nunca dejan de sonar. Tras el viaje en autobús, se llega a 4.Levent, la última parada de metro de la línea verde. Aquí ya se toma el primer contacto real con la ciudad. El billete de metro cuesta 3 liras turcas (aproxi- madamente, 1,20 euros) y, pese a que parece barato, uno se dará cuenta de que tiene trampa porque cada vez que se cambia de línea es necesario salir de la estación para luego volver a entrar (lo que implica un nuevo pago al pasar otra vez por el tor- no). Consecuentemente, si no se tiene mucha prisa y no se va excesivamente carga- do, es recomendable bajarse en la plaza Taksim para des- pués ir andando hasta don- de tengamos nuestra cama. El corazón de Estambul, que no del turismo La plaza Taksim, aunque muy visitada, tampoco es un lugar excesivamente be- llo si se compara con otros monumentos de la ciudad. No obstante, tiene su en- canto. Rodeada de las ca- lles más comerciales, este centro neurálgico situado al oeste del Estrecho del Bós- foro (es decir, en Europa) es uno de los pocos sitios “na- turales” y sin excesivo tu-

Guía de viaje por una revolución - WordPress.com · turales” y sin excesivo tu-04sistema-mundo Del 1 al 15 de junio: mi-les de manifestantes se con-centran en el Parque Gezi para

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Las recientes protestas sociales que se han originado en Estambul han sido analizadas de muchas maneras. Hay quienes dicen que son una más de esas revoluciones que componen las primaveras árabes. Otros, interpretan que están más cerca de los “indignados” europeos. ¿Es

cierto alguno de estos análisis?

Guía de viaje por una revolución

A Estambul se puede lle-gar por dos aeropuertos. El más grande y desde donde operan casi todas las empre-sas es el de Ataturk, situado en la parte europea; en cam-bio, si se vuela con una com-pañía de bajo coste lo más normal es que se aterrice en Sabiha Gökcen. Esta termi-nal se encuentra ubicada en la parte asiática, a unos cin-cuenta kilómetros del centro histórico, por lo que el via-jero que no se quiera dejar un dineral en el trasporte directo o en taxis tendrá que hacer varios trasbordos.

Primero, se toma el auto-bús E3 que recorre una au-topista donde se conduce, por decirlo de alguna ma-nera, desde otro punto de vista. Los embotellamientos son normales (se debe tener en cuenta que entre la ciu-dad y el área metropolitana viven unos 20 millones de personas). Por esta razón, es normal observar cómo muchas veces el chófer de la línea regular que lleva a la ciudad rebasa por los arcenes de la autopista sin ningún problema. No obs-

El autoritarismo del go-bierno de Erdogan era la pólvora; la intención de construir un centro comer-cial en el parque Gezi (una de las pocas zonas verdes que existen en el centro de Estambul) la mecha. Desde que en 2011 el Partido para la Justicia y el Desarrollo

(AKP) lograra refrendar su mayoría absoluta se han sucedido los conflictos polí-ticos. Una de las leyes más polémicas fue la eliminación de las restricciones contra el uso del velo que supuso un claro giro hacia el islamis-mo moderado. La otra fue la limitación de la ley de pro-

moción del consumo de al-cohol. Ambas medidas han sido calificados como “pa-sos atrás retrógrados” por la oposición. Esta dirección política islamista sumada al cambio de discurso del primer ministro han crea-do un clima de tensión que ha terminado por saltar por

los aires en las últimas se-manas. La represión contra los manifestantes de la poli-cía avalada por el Gobierno han mostrado ante todo el mundo que Erdogan, el gran adalid de Estados Unidos y la Unión Europea en Orien-te Próximo y el Norte de África, no era quien parecía.

Crónica de las revueltas turcas

TEXTO Y FOTOS: VÍCTOR GUTIÉRREZ

tante, hay que matizar que no se pasa ningún miedo si se va dentro, porque, aun-que no lo parezca, su ma-nera de circular es un caos perfectamente organizado bajo los avisos del claxon que nunca dejan de sonar.

Tras el viaje en autobús, se llega a 4.Levent, la última parada de metro de la línea verde. Aquí ya se toma el primer contacto real con la ciudad. El billete de metro cuesta 3 liras turcas (aproxi-madamente, 1,20 euros) y,

pese a que parece barato, uno se dará cuenta de que tiene trampa porque cada vez que se cambia de línea es necesario salir de la estación para luego volver a entrar (lo que implica un nuevo pago al pasar otra vez por el tor-no). Consecuentemente, si no se tiene mucha prisa y no se va excesivamente carga-do, es recomendable bajarse en la plaza Taksim para des-pués ir andando hasta don-de tengamos nuestra cama.

El corazón de Estambul, que no del turismo

La plaza Taksim, aunque muy visitada, tampoco es un lugar excesivamente be-llo si se compara con otros monumentos de la ciudad. No obstante, tiene su en-canto. Rodeada de las ca-lles más comerciales, este centro neurálgico situado al oeste del Estrecho del Bós-foro (es decir, en Europa) es uno de los pocos sitios “na-turales” y sin excesivo tu-

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Del 1 al 15 de junio: mi-les de manifestantes se con-centran en el Parque Gezi para impedir que comenza-ran las obras que pretendían destruir la zona verde para construir un gran centro comercial. En un principio las protestas son pilotadas por los verdes, pero poco después toda la oposición

se suma en bloque contra el proyecto urbanístico.

17 de junio: tras las mi-les de detenciones que se habían producido en las protestas, los sindicatos turcos convocan una huel-ga general en el país como muestra de solidaridad.

19 de junio: Berlín blo-quea el proceso de adhe-sión de Turquía a la Unión Europea hasta que no se

solucionen los conflictos.3 de julio: dos sentencias

dan la razón a los manifes-tantes. La primera del Tri-bunal de Estambul rechaza el recurso que había hecho el Ministerio de Cultura y Turismo sobre una decisión jurídica previa que obligaba a detener las obras en el par-que. La segunda, paraliza

“¿No apoya usted el movimiento?”. A lo que responde con ímpetu: “Ni mucho menos, son solo una minoría de violentos”.

rismo que aún se conservan en esta zona de la ciudad.

Al salir del metro lo pri-mero que se ve es una gran extensión de pavimento. Si se ha tomado la salida prin-cipal (la que se marca como Taksim Meydani), cuando se abandona el submundo al viajero le queda a la derecha el parque Gezi y enfrente la calle Istiklal. Durante todo junio y parte de julio, la zona arbolada y con algunas sombras más que necesarias (según que fechas) ha es-tado acordonada y rodeada por centenares de policías. Estos se agrupan bajo tende-retes provisionales, junto a sus enormes camiones blan-cos blindados en cuya parte

alta, como una bandera de su idiosincrasia, se eleva una manguera de agua a presión.

Lo más probable es que todo el mundo sepa la razón de esta militarización de la plaza. No obstante, como somos turistas, siempre es posible hacerse el tonto para tratar de saltarse el cordón policial que rodea el parque. “Not enter!”, será lo prime-ro que escuches nada más tocar el precinto. Un policía que hasta entonces habrá es-tado sentado tomando té se levantará asustado, con las dos manos sobre un arma enorme, más que innecesaria para su labor, pero que tiene un poder de persuasión bas-tante grande. Nosotros nos

podemos seguir haciendo los despistados, al fin y al cabo, somos extranjeros. “Why?”, preguntamos. Y la respuesta es tan sencilla, tan manipula-dora, tan real, que no se olvi-dará en todo lo que quede de viaje: “Porque es peligroso”.

Tayyip Istifa; Erdogan dimisión

Tras el infructuoso intento de asaltar el parque Gezi, lo mejor es dejar el equipaje y volver a eso de las seis de la tarde, porque según nos ha explicado un joven sonrien-te que ha visto la escena, “a esa hora es cuando comienza a moverse la gente. Los que trabajan ya han terminado

sus turnos, las clases se han acabado, y hace menos calor para que lo puedan aguan-tar mayores y niños”. Por lo tanto, echamos la mochila a la espalda y comenzamos a caminar en busca del hospe-daje. En el camino, es fácil percatarse de que algo raro ha debido de ocurrir con las paredes de toda la pe-riferia de la Plaza Taksim. Una de dos: o los turcos no tienen mucha habilidad pintando; o las decenas de operarios que emborronan con tinta gris los muros es-tán tratando de ocultar algo.

Nosotros creemos saber cuál de las dos opciones es la correcta, pero lo mejor es preguntar para asegurar-se. “Son las pintadas de los manifestantes, las borran porque son ofensivas y que-dan muy mal de cara al turis-mo”, explica un vendedor de mazorcas de maíz. Como el tono de sus palabras denota rechazo lo mejor es seguir preguntando: “¿No apoya usted el movimiento?”. A lo que responde con ímpetu: “Ni mucho menos, son solo una minoría de violentos”. Ante este argumento tan in-ternacional lo mejor es asen-

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todo el proceso de reurba-nización en la Plaza Taksim.

8 de julio: se reabre bre-vemente el parque Gezi, por lo que es tomado de nuevo por los manifestan-tes. La policía turca vuel-ve a cargar con violencia. Gezi se vuelve a acordonar mientras se suceden día tras día las manifestaciones.

9 de julio: se rea-bre el Parque Gezi aun-que la presencia policial sigue siendo enorme.

10 de julio: me-dio centenar de deteni-dos que aún permanecen en la cárcel comienzan una huelga de hambre.

Saldo final: Cinco mani-festantes y un policía han

muerto y un joven sigue en estado crítico tras ser alcan-zado por un bote de gas la-crimógeno, según informa el periódico Hürriyet. Se cal-cula que hay más de 5.000 detenidos. Las obras del Parque Gezi han sido para-lizadas y el Gobierno Turco ha terminado rectificando.

tir y tomar nota mental. Si se sigue andando por en la calle Istlikal nos encontraremos con una librería. Este es uno de los pocos establecimien-tos que no ha sido embadur-nado con la pintura gris y donde es fácil leer en tinta roja “Tayyip Istifa”, justo al lado de una bandera multi-color que corona el escapa-rate. Al pedir una traducción al vendedor, este responde con una sonrisa de oreja a oreja: “Tayyip Erdogan es nuestro presidente, pero aquí se le conoce como Tayyip. Istifa significa dimisión”.

Conglomerado político

Al llegar a la Plaza Tak-sim a las seis de la tarde lo primero que se nota es que hay algo grande en marcha. Miles de personas se agru-pan frente a centenares de

policías mientras turistas y curiosos observan el espec-táculo. “El motivo de las manifestaciones de hoy es, principalmente, la petición de igualdad de derechos para las personas homosexuales”, comenta Bünyamìn, estu-diante de arquitectura. La verdad es que no era algo difícil de deducir porque toda la calle está repleta de banderas multicolores.

Cuando comienza la ma-nifestación que sale de la Plaza Taksim para dirigirse hacia la Torre Gálata por la calle Istlikal, lo primero que se observa es que no se trata de un solo grupo homogé-neo, sino que es un conglo-merado político unido contra la política represora de Er-dogan y que en conjunto se expresan todos bajo el lema #occupygezi. Bünyamìn nos guía entra la larga fila de ma-

nifestantes y nos va citando uno tras otro los partidos po-líticos que salen al paso: “El más grande es el Partido Re-publicano del Pueblo (CHP), luego están los comunistas (TKP), el Partido Paz y De-mocracia (BDP) y otros más novedosos como el Partido de la voz del pueblo (HAS)”.

La participación polí-tica de la oposición en el movimiento no les asusta. Ellos son conscientes que en Europa se ha seguido otra dinámica a través de las asambleas horizontales, pero piensan que en Turquía, hoy por hoy ,eso es casi im-

posible. “Yo no recuerdo nada parecido en todo lo que llevo de vida, los partidos son necesarios porque nos sustentan. Además, siempre que exista pluralismo no veo el lado negativo”, comenta Memet a voz en grito para hacerse oír entre la algara-bía. Mientras, por el margen izquierdo la manifestación se sucede y se puede obser-var a un transexual alzado en zancos que no deja de gritar observado por una mujer vestida con burka.

Memet también niega rotundamente que estas re-vueltas tengan algún pa-

“El más grande es el Partido Republicano del Pueblo (CHP), luego están los comunistas (TKP), el Partido Paz y Democracia (BDP) y otros más novedosos como el Partido de la voz del pueblo (HAS)”

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recido con las primaveras árabes. “¡Turquía es un país laico!”, exclama. “En Túnez, Egipto y Libia se derrocaron regímenes totalitarios. Aquí protestamos porque nuestro estado democrático no se convierta en una dictadura”, comenta de manera enfática. Al seguir el camino acompa-ñando a la manifestación, es fácil notar el carácter festivo, casi eufórico, que se respira. Todo el mundo canta, sonríe y disfruta con las ocurrencias del otro, y cuando parece que se calma la situación se per-cibe un murmullo que avan-za de manera amenazadora hasta tu posición. Primero leve, luego un poco más alto hasta que al final se convier-te en un grito que se estam-pa contra los cascos de los antidisturbios que custodian los laterales: “¡Esta es la ley de la Plaza Taksim!”, gritan y repiten sintiéndose fuertes.

Antes de despedirme de Memet, uno no puede resis-tirse a contarle lo que pasó horas antes con el vendedor de mazorcas de maíz. “¿Una minoría? Pues puede ser que lo seamos, pero lo cierto es que estamos aquí y ellos no; por lo tanto, debemos de ser un grupo ínfimo pero muy activo”, comenta con ironía. La noche cae sobre Estam-bul poco antes de las nue-ve de la tarde, las cervezas comienzan a circular entre los manifestantes y el can-sancio hace mella. Lo mejor será tomar la línea de Tran-vía 1 para seguir otro día.

Los tertulianos españoles, durante el pasado mes, han gastado tiempo y sali-va tratando de argumentar en qué mo-vimiento se puede enmarcar las protes-tas turcas. Hay quienes aseguran que se trata de una continuación de las prima-veras árabes. Otros, creen que es algo más cercano al 15 M español y medios de relevancia internacional como El País no han dudado en llamarles “los indigna-dos turcos”. Ambas posturas pueden ser efectistas, pero a su vez tienen una sus-tentación teórica muy endeble. Si se ana-liza la problemática turca es fácil llegar a una conclusión: ni lo uno, ni lo otro.

Las primaveras árabes que se suce-dieron por países del Norte de África compone un movimiento heterogéneo de revueltas sociales que han tenido mu-chas variantes entre el 2010 y el 2013. El simple hecho de agrupar todas estas pro-testas bajo un epígrafe puede ser bastante discutible. No obstante, siguiendo un cri-terio de simplificación se puede aceptar como concepto esta denominación. Los conflictos más importantes fueron los de Túnez (donde se derrocó a Ben Ali), Egipto (que acabó con Mubarak) y Libia (que vio cómo se terminaba con Gadafi). En Siria, el levantamiento ha sido mu-cho más complejo ya que ha devenido en una cruenta guerra civil de una dimen-sión política complejísima; mientras que en Egipto un reciente Golpe de Estado acaba de terminar con el régimen demo-crático de Mursi. Pese a las enormes di-ferencias entre todos estos sucesos, una característica común sí que se puede de-

ducir: en todos estos países había en un principio gobiernos no democráticos.

En cuanto al movimiento español del 15M que luego ha desarrollado ré-plicas por todo el mundo, poco más se puede añadir a lo ya dicho en nume-rosas publicaciones. Quizás, en lo que respecta a este artículo, cabe resaltar el sistema de organización asamblea-rio que ha articulado todas las protestas.

En el caso de Turquía no se da ni lo uno ni lo otro, por lo que es necesario que se realice un análisis desde una perspectiva completamente distinta. Por un lado, Er-dogan es un presidente democrático y su giro autoritario en la política no es muy lejano al que se produce en otros países (muy cercanos) donde gobiernan partidos en mayoría absoluta. Por otro lado, las manifestaciones de #occupygezi han es-tado organizadas (sin ningún tipo de más-caras) por los partidos de la oposición.

Entonces, ¿cuál es la peculiaridad de las protestas turcas? Sin lugar a dudas, la religión es algo subyacente a todo lo vivi-do. El reciente giro islamista de Erdogan ha amenazado el laicismo impuesto por Ataturk y esto ha alarmado a la izquier-da turca. La intromisión del credo en la vida pública ha sido tomada como una barrera infranqueable por la oposición y, en cierta medida, esta defensa de los valores laicos ha sido la gasolina de la revuelta. Mientras tanto, desde Europa se mira a Turquía por encima del hom-bro. Craso error cuando lo que hay en-frente, en muchos aspectos, es un espejo.

ANÁLISIS

“¡Esta es la ley de la Plaza Taksim!”, gritan y repiten sin-tiéndose fuertes.

La participación po-lítica de la oposición en el movimiento no les asusta.