Guardini,.Romano.-.Quién.Es.El.Hombre

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  • 7/29/2019 Guardini,.Romano.-.Quin.Es.El.Hombre

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    Quin es el hombre. Romano Guardini

    Quin es el hombre

    Romano Guardini

    1. EL HOMBRE A LA LUZ DE LA REVELACIN

    Me he comprometido a decir algo sobre la imagen del hombre que nostransmite la revelacin.

    Al iniciar estas reflexiones quisiera plantear una cuestin, queprobablemente a ustedes les sorprenda, y que a m siempre mepreocupa, a saber, si existe una imagen global del hombre que no seaslo el reflejo de una poca histrica, o de un grupo social, o de unadeterminada profesin, sino del hombre mismo en cuanto tal.

    Y parece que una tal imagen no se da, pues la definicin decisiva delhombresobre la que volveremos despuses que es "imagen deDios". Sin embargo, de Dios no hay ninguna imagen.

    Se habla una y otra vez de imagen de Dios, y ciertamente con justicia;pero solamente es vlido si con ello se alude a unas especialescircunstancias bajo las cuales l es comprendido o pensado. Es lo quesucede cuando hablamos de la idea de Dios de la primitiva comunidadcristiana frente a la del alto Medioevo o de la de ste en comparacincon la del siglo XVIII. Pero de Dios no hay ninguna imagen, puestrasciende toda posibilidad de que haya alguna. Y no estara malrecordar tambin aqu el primer mandamiento, que prohbe hacerse del una imagen tallada. Pues no solamente una imagen artstica, sinotambin una imagen conceptual puede disminuir su soberana grandeza,o ponerla al servicio de una intencin intelectual, artstica o poltica.

    Cuando omos ahora que el hombre es imagen de Dios, es muyposible que con ello se pretenda dar tambin una idea de la enormetrascendencia de Dios frente a las imgenes y conceptos. Dentro de loslmites que le impone su finitud, tambin el hombre es universal. As

    pues, el concepto de la imagen del hombre slo es vlido hasta ciertoslmites no demasiado amplios.

    A pesar de todo, le otorgamos validez y lo utilizamos como medio pararesponder a la cuestin de cmo ve al hombre la revelacin.

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    Para abordar de forma inmediata toda la gravedad de la cuestin,examinaremos algunas imgenes caractersticas que del hombre haacuado la Edad Moderna.

    Entre ellas, la imagen del hombre del materialismo, que surge durante la

    Revolucin Francesa, que se desarrolla a lo largo del siglo XIX, y que hoycaracteriza al pensamiento totalitario. Segn l, lo nico que existe es lamateria, o sea, la energa, que existe desde siempre. En razn de susleyes esenciales se puso en movimiento, dando origen, a partir de lamateria orgnica, a la vida orgnica; a partir de la vida orgnica, a lavida psquica; y a partir de sta, a la vida espiritual. Si fuera posible irhasta el final, se llegara a derivar todo de las propiedades de la materiaigual que el qumico establece una relacin entre sus elementos y lascondiciones de la experimentacin. Para el materialismo el hombre noes sino una materia extremadamente complicada.

    Frente a este modo de ver las cosas est la concepcin idealista, talcomo se ha desarrollado a partir de los grandes sistemas de los siglosXVIII y XIX. Para esta concepcin, lo primero y autntico es el espritu, elespritu absoluto, el espritu del mundo, que al principio est quieto ysilencioso, pero que quiere ser dueo de s mismo, y por ello engendra lamateria. En contraposicin con ella forma el mundo, para finalmentellegar por el hombre a la conciencia de s mismo. El espritu eterno quelo impregna, constituye el ser del hombre y en l halla su sentido.

    Del conocimiento de las relaciones sociales surgi la imagen sociolgica,llevada por el comunismo hasta sus ltimas consecuencias. Pues dice: el

    individuo no es nada por s solo; nicamente es algo a partir del todo.Una idea, un descubrimiento, una obra, que si siempre puede darse enlas relaciones y en la produccin, consigue por primera vez su sentidocuando se entiende a partir de la estructura social. Lo real es lasociedad; y tanto el hombre individual como su obra proceden de ella.Por consiguiente, el hombre es producto y rgano de la vida social ynada ms.

    Esta concepcin se opone a la del individualismo. Segn sta, hombrerealmente es slo el individuo; en la multitud desaparece lo peculiar.Slo en cuanto individuo tiene el hombre conciencia y fuerza creadora;

    solamente as posee responsabilidad y dignidad. En cuanto son muchos,surge la masa, que slo puede ser objeto, material para la planificaciny accin del individuo.

    El determinismo afirma que todo sucede segn una necesidadinalterable. En cada sitio suceden las cosas como tienen que suceder. Encada acontecimiento individual se refleja el curso global del mundo. Lalibertad es una ilusin, slo un modo especial de cmo resaltan en los

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    hombres las soberanas leyes universales. As pues, tambin el mismohombre es un producto que surge de la necesidad, y su vida es unacontecimiento que se consuma en la necesidad de las leyesuniversales.

    El existencialismo, por el contrario, ve al hombre completamente libre.Para l no hay ordenamiento alguno que determine la vida del hombre,y, justamente por ello, tampoco ninguno en el que pueda apoyarse. Sinnecesidad, pero tambin sin descanso, como un tomo de posibilidad, sehalla arrojado en el vaco. En virtud de una libertad soberana, msexactamente, de una inquietante libertad, decide cada instante lo queha de hacer. El es quien se da sentido a s mismo. S, es l quien definesu propio sentido. Y en la medida en que se atreve a ello, se convierteen hombre.

    Con esto hemos esbozado, aunque muy resumidamente, seisconcepciones. La primera dice: incluso en su ncleo, el hombre no esms que materia; la segunda: es una manifestacin del esprituabsoluto; la tercera: el hombre es slo un momento en la totalidadsocial; la cuarta: solamente es hombre en cuanto como personalidad seapoya sobre s mismo; la quinta: el hombre se mueve por completo en lanecesidad de las leyes universales; y, finalmente, la sexta: el hombre escompletamente libre y seor de s mismo...

    Sin embargo, estas concepciones que acabamos de esbozar constituyen

    slo una porcin de las que han aparecido a lo largo de la historia de laautocomprensin del hombre; en realidad hay muchas ms. Pero estasseis son suficientes para plantear la cuestin que ante esa historia surgeen nosotros: Cmo es posible que cada una de estas imgenes seoponga siempre a otra? El hombre no es ciertamente nada que seproyecte en la inalcanzable lejana del espacio interplanetario o deltiempo universal. Est ciertamente ah, sin ms. Es lo sencillamentecercano, a saber, nosotros mismos! Cmo es posible, pues, que alhablar de l aparezca esa enormidad de contradicciones, y noprecisamente entre personas ignorantes y carentes de formacin, sinoentre los espritus ms poderosos; no entre incautos soadores, sino

    entre quienes intercambian sus conocimientos y pueden ayudarsemutuamente en la bsqueda de la verdad?

    Si es posible, es porque cada uno de nosotros somos lo que por propiaexperiencia sabemos de nosotros mismos; porque lo es tambin nuestropadre, nuestra madre, nuestra esposa, nuestros nios, nuestro amigo,nuestro compaero de trabajo; si es posible ver esto de ese modo,entonces tiene que tratarse de un caso especial.

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    El bilogo Alexis Carrel ha escrito un libro titulado El hombre, ese serdesconocido. Es cierto que el ttulo es algo sensacionalista, pero expresaalgo que posiblemente se ha pensado ms de una vez. Parece que loque realmente sucede es que no sabemos quin es el hombre, lo quesignificara que tampoco sabemos quines somos nosotros. Cmo es

    posible? La razn no puede radicar simplemente en la dificultad de losproblemas. Estos son ciertamente difciles, y a veces se tiene laimpresin de que es imposible encontrarles una solucin. Pero esto sloprovocara una investigacin incansable, un gradual paso haciaadelante; pensemos en el camino que la fsica ha recorrido en lainvestigacin de la materia. Primero estaba la vieja doctrina de loselementos; luego vino el descubrimiento del tomo como elementomaterial carente de cualidad y de estructura; de ah se pas al conceptomoderno de tomo, que representa todo un mundo de relaciones yfenmenos, y quin sabe hasta dnde se llegar. Estamos ante unensayo y una nueva desestimacin; ante una multitud de hiptesis y

    teoras, pero todas ellas penetradas por una nica lnea. No hace muchoque uno de nuestros fsicos, C. Fr. von Weizscker, insisti en que esfalso decir que la fsica atmica ms reciente eche por tierra losresultados de la fsica clsica anterior; lo que sucede ms bien es quelos incorpora en un contexto ms amplio. Si consideramos desde estaperspectiva las respuestas a la pregunta por el ser del hombre, vemosen ellas algo muy distinto: no la superacin de una teora deficiente porotra mejor, sino contradicciones insuperables; ninguna lnea que surja delos distintos niveles de la investigacin, sino un increble desconcierto.

    Todava ms: lo que aqu est en contradiccin no son puntos de vista

    diferentes, sino mentalidades totalmente distintas. La discrepanciaterica es en verdad una lucha; y vemos cmo se ha desarrollado estalucha: a vida o muerte, y en frentes de todo el mundo. Todo ello debieraabrirnos los ojos.

    O es que, quizs, lo que pasa es que el correcto conocimiento delhombre depende de especiales circunstancias? Claro que en todaspartes es cierto que el conocimiento de un objeto tiene suscondicionamientos. Pensemos, si no, en cosas tan obvias como que, sino hay luz, no puedo ver nada... o que no veo algo que tengo delanteporque no le presto atencin... o que busco algo, pero no lo encuentro

    porque hay en mi inconsciente algn motivo para que eso no tenga queestar ah; en una palabra, lo que llamamos presupuestos concretos delconocimiento... No podra ser que slo sea posible el conocimiento delhombre si se cumplen determinadas condiciones? Pero, si esto es as,de qu condiciones se trata?

    El pensamiento de la Edad Moderna entiende al hombre como un serque se desarrolla a partir de su propia naturaleza, que entra en relacin

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    con el mundo, que lleva a cabo en l su obra; y quizs despus, tras lamundaneidad inmediata, admite un trasfondo metafsico. Pero no puedeser definitivo. Si esto sucede, y en qu medida suceda, es un asuntosubjetivo, un tema de vivencia y necesidad. En el caso de que suceda,influye en la actitud y en la vida de la persona correspondiente, pero no

    de forma distinta a la del modo, por ejemplo, con que ella controlaparcialmente su destino o como el amor configura a un hombre. Su ser,en cuanto tal, queda completamente al margen.

    Y si esto fuera verdad? Y si la relacin con Dios no tuviera un carctersingular, diferente de cualquier otra relacin? Y si, quizs, su autnticarealizacin constituyera justamente esa precondicin por la quepreguntamos y de la que depende hasta dnde el hombre se comprendea s mismo porque est hondamente arraigada en su ser? Y si no hayque buscar aqu la razn del chocante hecho de que el hombre de laEdad Moderna, con un inmenso despliegue de mtodos y aparatos, de

    descubrimientos, teoras y experimentos, se pregunte qu es lo quetiene ante sus ojos, es decir, qu es l mismo, y el resultado no sea sinoun amasijo de contradicciones?

    En el primer libro de la Sagrada Escritura, en el Gnesis, estn estaspalabras: Entonces dijo Dios: Hagamos a los hombres a nuestraimagen, segn nuestra semejanza, para que dominen sobre los pecesdel mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptilesde la tierra. Y cre a los hombres a su imagen; a imagen de Dios loscre; varn y hembra los cre (Gen 1, 26-27).

    Segn estas palabras, el hombre es imagen de Dios. Esto expresa sobretodo algo que nunca se haba dicho sobre el hombre. Es la definicinfundamental de la doctrina de la Escritura sobre el hombre y estcontenida en cada expresin que se hace sobre l. Qu quiere deciresto? Puede un hombre finito asemejarse a Dios?

    Es claro que estamos ante algo misterioso, pues precisamente aqu sesita despus la tentacin, que hace que la voluntad del hombre de serimagen de Dios, se transforme en la voluntad de ser igual a l. Qusignifica, pues, esta semejanza con Dios?

    Una cosa puede ser reproduccin de otra. Como cuando alguien dice alcarpintero que le haga una mesa como la que le est enseando. Setratara, en este caso, de un simple parecido, de una copia. Pero hayotras formas ms expresivas. Alguien puede decir, por ejemplo, que unnio es el vivo retrato de sus padres. En este caso, tiene unascualidades que tambin ellos poseen; pero en l adquieren personalidadpropia... Qu pasa, pues, con la semejanza con Dios?

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    Dios es ciertamente absoluto, puro Ser, esencia, vida, verdad, felicidad.Su modo de ser trasciende todo pensamiento y expresin. Cmo esposible, pues, que el hombre, un ser creado y, por tanto, finito, seaimagen de este ser inmenso? Y, sin embargo, as es, pues Dios lo dice. Ydice, adems, que precisamente en esta similitud radica el ser del

    hombre.No es el caso de hablar aqu de una reproduccin, pues de Dios no hayninguna copia. Nos acercaremos un poco si partimos de las relacionesentre los padres y el hijo. No es una copia, sino una traduccin. Losrasgos del ser de los padres se traducen en el ser del hijo, hasta el puntode que stos se apropian de aquel en cuya personalidad han vuelto anacer.

    Puede que demos un paso adelante con la siguiente reflexin: siobservamos el rostro de un hombre, vemos reflejado en l lo que pasa

    en su alma: respeto, simpata, odio, angustia. El alma, en s misma, nopuede verse porque es espritu. Pero se traduce en el cuerpo, se hacevisible en l. El cuerpo humanoforma, rostro, gestos, ademaneses laexpresin de la realidad del alma; y eso quiere decir que, a pesar detodas las diferencias, cuerpo y alma se parecen.

    Podramos seguir en esta direccin, pero estamos muy cerca de aquelloa que nos referimos, de lo Incomprensible, que constituye nuestro ser, alo que debemos acercarnos con temor, pero tambin con confianza: asaber, que Dios, si as se puede hablar, traduce la infinita plenitud y laperfecta simplicidad de la imagen de su ser en la finitud y fragilidad de

    su criatura. Si esto es as, quiere decir tambin que esta semejanzapenetra la totalidad del ser del hombre; que es algo tan cierto comomisterioso: la forma primitiva en que se asienta lo humano, el nicoconcepto bsico a partir del cual puede entenderse.

    Al comienzo de sus Confesiones,Agustn da con la expresin msatinada a este respecto cuando dice: oh Dios! Nos has creado para ti.No ha de entenderse de forma entusiasta o edificante, sinocorrectamente. Dios ha establecido con el hombre una relacin, sin laque ste no puede ni existir ni ser entendido. El hombre tiene sentido,pero este sentido no radica en l sino que est por encima de l: en

    Dios. Se puede entender al hombre no como algo cerrado que vive y seapoya en s mismo, sino como alguien cuya existencia consiste en unarelacin: de Dios, hacia Dios. Esta relacin no es algo secundariosobreaadido a su ser, de forma que tambin sin ella pueda seguirexistiendo, sino que en ella se apoya su ser.

    Mediante numerosas relaciones puede el hombre salir al encuentro deotro hombre: por el conocimiento, la amistad, la ayuda, el dao, y

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    muchas otras. Estas relaciones despliegan su ser, pero no se reduce aellas. El hombre sigue siendo hombre aunque no conozca a ste o se,aunque no les ayude. La relacin de la que estamos hablando es, por elcontrario, de otro orden. Un puente es un arco que el arquitectoconstruye de una a otra orilla de un ro. Y yo no puedo decir: El puente

    puede pasar o no a la otra orilla sin dejar de ser puente. Esto sera un sinsentido, puesto que el puente slo es puente si parte de una orilla yllega hasta la otra. Algo as sucede con el tema que nos ocupa. Elhombre es hombre slo en su relacin a Dios. El de-Dios y el a-Diosson el fundamento de su ser.

    Se ver ms claro an, si consideramos lo que distingue al hombre delas restantes criaturas del mundo: su personalidad. Que el hombre esuna persona quiere decir que es dueo de s mismo, que puede actuarpor propia iniciativa, que puede disponer de s mismo y de las cosas. Sise le pregunta: Quin ha hecho esto?, puede y debe contestar: Yo, y

    asumir la responsabilidad correspondiente. As lo ha creado Dios. Perono ha sucedido como si Dios hubiera formado al hombre y lo hubierafundado en s mismo, sino algo absoluta y totalmente distinto, a saber,que Dios ha hecho del hombre su t y le ha concedido, por su parte,tener en Dios su t, su propio t. En esta relacin yo-t consiste su ser. Yslo porque Dios lo ha fundado en la relacin yo-t con l, puede elhombre entablar una relacin personal con otros hombres. Decir a otro:Te veo..., te respeto, slo es posible porque Dios le ha concedido poderdecirle a l, el Seor: T eres mi creador..., yo te adoro.

    En la revelacin del monte Horeb (Ex 3), decisiva para toda la historia

    posterior, Dios se aparece a Moiss en la zarza ardiente. Al preguntarleste por su nombre, Dios le responde: Yo soy el que soy, una frase deprofundidad inagotable. Pues dice: Yo soy el que est aqu y el queacta en poder. Todava ms hondo: Yo soy el que no admite nombrealguno mundano, sino el que slo puede ser nombrado a partir de smismo. Y todava ms: Yo soy el nico que, por mi ser, tengo derechoy autoridad para decir Yo. En sentido autntico slo Dios es yo, l-mismo. Cuando nosotros decimos l, podemos referirnos a cualquierhombre; pero si lo decimos sencillamente, desde la profundidad delEspritu, entonces nos referimos a Dios. Cuando decimos t, podemosdirigirnos a un hombre; pero si lo decimos sencillamente, con todo

    nuestro ser, sin rodeos, entonces llamamos a Dios... Este es el Dios quellama al hombre. Y no en el sentido de que el hombre ya existiera y l ledirigiera su palabra para que supiera o hiciera algo, sino que,precisamente porque Dios lo llama, sienta l las bases de su ser, y poreso mismo se constituye en persona. El hombre consiste en ser-llamadopor Dios, y slo en eso. Fuera de ah no le queda nada. Si se pudieradesligar el hombre de este ser-llamado, se convertira en un fantasma,

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    ms an, en nada. Tratar de pensar en l, a pesar de todo, sera uncontrasentido y una rebelin.

    Por consiguiente, slo a partir de aqu puede el hombre ser entendido, ysi se le quiere entender desde otra parte, se comete un grave error con

    l. En ese caso, puede que se siga utilizando la palabra hombre, perosu realidad ya no est ah.

    En la Edad Moderna aflora algo peculiar, que tiene que causar asombroen todo el que sea capaz de ver lo esencial. El hombreo, msexactamente, muchos hombres; esos hombres de gran talla y tonoespiritualse desligan de Dios declarndose autnomos, es decir,capaces y autorizados para fijar la ley de su propia vida, lo que conllevaal mismo tiempo la pretensin de poder entenderse a partir de smismos. Esta postura conduce cada vez ms decididamente a convertiral hombre en algo absoluto. Un especialista actual en tica ha dicho que

    el hombre es tan grande, que puede asumir los atributos que hastaahora, por inmadurez, ha depositado en Dios. omnisciencia,omnipotencia, providencia y conduccin del destino deberan ser ahoraatributos humanos. Est maduro y capacitado para decidir qu es lobueno y qu es lo malo, qu se puede querer y qu no se puede querer.

    Pero junto a esta corriente discurre otra distinta, que dice que el hombrees un ser viviente como cualquier otro. Su espiritualidad procede de labiologa, y sta de la materia. En definitiva, el hombre no es ms que unanimal, aunque ms evolucionado; y el animal, no ms que un objetomaterial, slo que con una estructura ms complicada. As pues, el

    hombre se reduce a la muda materialidad.

    No es todo esto muy revelador? No es significativo que estas dosrespuestas, que mutuamente se excluyen, hayan surgido en la mismapoca y brotado de las mismas races? Ambas corrientes muestran hastaqu punto el hombre se equivoca respecto a s mismo cuando olvida sureferencia a Dios, fundamento de su ser. Vean a continuacin, una trasotra, las siguientes contradicciones:

    El hombre experimenta la plenitud de poder y de sentido delconocimiento y de la accin. Se pregunta cmo puede explicarse, y su

    respuesta es: Mi espritu es el Espritu absoluto. En el fondo, soy igual aDios. En efecto, yo soy justamente eso que en la debilidad de mi minorade edad he llamado Dios... Pero ese mismo hombre dice tambin: ElEspritu no existe en absoluto. Lo que llamamos Espritu es un productodel cerebro; y ste, una parte importante de eso que es ya materiamuerta.

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    Todava ms. El hombre es consciente de la fuerza de su iniciativa, de sucapacidad de creacin, a saber, de que no es solamente unacondensacin de las cadenas de montaje que discurren por el mundo,sino de que es capaz de comenzar en s mismo esas cadenas. Y, alpreguntarse qu significa esto, se responde: libertad absoluta, creadora,

    que produce las ideas y las normas, y tambin el mundo... Pero elmismo hombre sabe tambin lo siguiente: no tiene sentido hablar delibertad. En realidad, lo que hay slo son necesidades, que en la esferamaterial se llaman ley natural, en la psquica instinto, y en la moralmotivo, tres nombres distintos para expresar lo mismo.

    Y seguimos. El hombre tiene la gratificante conciencia de no ser slo unejemplar del gnero, sino de radicar en s como nico, como s mismo. Yse pregunta: Qu es esto? Y su respuesta es: persona, totalmenteradicado en s mismo, sin rdenes que lo dirijan, sin normas que leobliguen; arrojado en cualquier sitio, a merced del tan poderoso como

    temible destino, teniendo que decidir en cada instante su propio hacer,su propio ser... Pero la otra respuesta afirma: La opinin de que elhombre es persona, es un fraude. La verdad es que es slo un elementodel universo, una cosa entre las cosas, una clula en el Estado. No tieneningn sentido por s mismo. Radicarse en s mismo es un delito, peoran, un sabotaje. Tiene que diluirse en el todo, y convenir en inmolarse.

    Podramos decir muchas ms cosas, pero vemos ya con suficienteclaridad cmo se consuma aqu lo igual a travs de modificacionessiempre nuevas: en un error sin fin se malentiende el hombre a smismo. Pero cmo puede ser as?

    Al abandonar a Dios, se vuelve incomprensible para s mismo. Susinnumerables intentos de autointerpretarse terminan siempre en estosdos extremos: en absolutizarse o en inmolarse, esto es, en reclamar laexigencia absoluta de dignidad y responsabilidad, o en entregarse a unaignominia tan profunda como nunca ms volver a experimentar.

    Tanto ms sabe el hombre de s mismo cuanto ms se entiende a partirde Dios. Pero para ello debe saber quin es Dios, y esto slo puedehacerlo si acepta lo que l dice de s mismo.

    Si se rebela contra Dios, si piensa mal de l, entonces pierde elconocimiento sobre su propio ser. Esta es la ley fundamental de todoconocimiento humano. La primera rebelin tuvo lugar con el pecadooriginal, que sucedi al principio y que todava resulta incomprensiblecmo pudo suceder. Pero, desde entonces, toda la historia humana sufrelas consecuencias. Esta doctrina puso a la revelacin en una frontaloposicin con cualquier naturalismo y optimismo. Ella nos dice que elautntico hombre, tanto su historia como su obra, nada tiene que ver

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    con las concepciones modernas, segn las cuales camina, mediante unprogreso seguro, hacia un autodesarrollo cada vez ms pleno. Sinembargo, este hombre no existe.

    El pecado original consisti en que el hombre se neg a seguir siendo

    retrato, en que quiso ser original, sabio y poderoso como Dios. Enconsecuencia, perdi la relacin con l. El puente cay al vaco. La figurase precipit sobre s misma y surgi el hombre perdido.

    Nada sabemos del largo tramo de su vida en la oscuridad de laperdicin. Puede que algn da logremos escuchar lo que sobre ello diceel arte de los tiempos ms primitivos; es posible que alguna vezaprendamos a interrogar sobre estas cosas a los hallazgospaleontolgicos. Hasta el presente no se ha logrado; la pregunta y larespuesta se encuentran de antemano con el anatema de la idea deevolucin, para la cual todo peldao inferior est en camino hacia el

    peldao superior. La verdad es que esta oscuridad no fue la fase anteriora la salida hacia una nueva luz, sino el bronco aturdimiento que sigui ala cada.

    En esta situacin el hombre ya no saba quin era ni dnde estaba elsentido de su vida. En el norte hay una fbula de gentes a quienes latristeza ha herido de muerte el corazn, y entonces ya no saben quinesson. Es una imagen de lo que queremos decir: los hombres ya nosupieron nunca ms quines eran, ni de dnde venan, ni adnde iban.

    Y esto dur mucho tiempo, a pesar de toda la grandeza de las

    realizaciones y de toda la magnificencia de las obras que llenan lahistoria. Si se repasan las respuestas que el hombre da a la preguntasobre el sentido de su vidano solamente algunas, sino todas; no slolas valientes, sino las desesperadas; no slo las nobles, sino tambin lasvillanashay que concluir que el hombre no sabe quin es. Slo que seha acostumbrado tanto a este no-saber, que lo encuentra correcto, quelo confunde con la problemtica de la naturaleza, a la que paso a pasosupera la ciencia, y que hasta se siente orgulloso de ello.

    Esta es la segunda definicin que el hombre conoce por la revelacin. Laprimera era: el hombre es imagen de Dios. La segunda: se ha rebelado

    contra la relacin con su original, pero sin poder invalidarlo. Por tanto esuna imagen distorsionada. Y esta distorsin confirma completamentecmo se comprende a s mismo, qu hace, quin es.

    Luego vino la revelacin y la redencin, que se llev a cabo en laestrecha lnea de la historia veterotestamentaria y se consum enCristo. A travs de ella se comunic al hombre quin es, y tambin quin

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    es Dios. Conocimiento de Dios y conocimiento del hombre volvieron aformar un todo, y la imagen recobr de nuevo su sentido.

    En Cristo alcanz una grandeza incomprensible, pues en l la imagen delhombre fue el medio para la epifana del Hijo eterno de Dios en el

    mundo: El que me ve a m, ve tambin al Padre (Jn 14, 9). Pero por lafe y el bautismo participa el hombre en este misterio. Nacer el hombrenuevo destinado, desde el principio, a reproducir la imagen de su Hijo(Rom 8, 29).

    A partir de aqu pudo volver a entenderse. Era como quien, tras un largoolvido, retorna a s mismo. Si observamos el pensamiento, lacontemplacin, la figura, el orden y la sabidura de los primeros cincosiglos despus de Cristo, veremos cmo el hombre se arraiga en suspropias races. Remontndose hasta Dios, encuentra su verdad.Experimentando la interioridad de Dios, capta su propia interioridad.

    Entreviendo la grandeza de Dios, es consciente de su propia aoranza.La ciencia actual es incapaz de leer el arte de esta poca. Dispone deuna enormidad de datos y relaciones, sabe mucho sobre formas yestilos, pero no ve lo realmente peculiar, a saber, el encuentro delhombre consigo mismo en su encuentro con Dios, si es que se trata dela figura misma del hombre o del espacio con rostro humano en laIglesia, el palacio y la casa, del destino del hombre en la poesa o eldrama o de la vida de su corazn en la msica.

    La tercera definicin que la revelacin da del ser del hombre es lasiguiente: Cristo carg sobre s mismo la culpa y la expi. El hizo visible

    en s la imagen sagrada, y mediante la fe, el amor y la obediencia puedeel hombre volver a estar salvado.

    En el curso de la historia, de una historia que debera haber llevado a unconocimiento cada vez ms hondo y, por tanto, a una vida definida,sobrevino una vez ms la cada. No slo este o aquel individuo, sinomuchas personas influyentes y responsables se apartaron de larevelacin. Se produjo un enorme auge en la produccin artstica,potica y cientfica, y se llev a cabo la configuracin del Estado y eldominio econmico y tcnico del mundo. Pero, en medio de todo esto,sucedi algo tremendo: sin darse cuenta de que estaba sucediendo, ms

    an, creyendo que llegara a la autntica verdad, el hombre volvi aolvidar quin es.

    Perdi su referencia a Dios y se entendi a s mismo como un sernaturalmente autosuficiente, y a su obra como una creacin autnoma.Con ello desapareci de su vista su autntico ser y tambin el verdaderosentido de su obrar.

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    Den ustedes hoy un repaso a la ciencia actual del hombre, tal como semanifiesta en la medicina, la psicologa profunda, la sociologa y lahistoria. Acaso se reconocen a s mismos en lo que estas cienciasdicen? Si rechazan la sugestin que les rodea, si apelan a suconocimiento ms profundo, acaso tienen la sensacin de que se est

    hablando de ustedes?No asisten al espectculo del hombre que con tanto despliegue derealidades y medios habla de s y precisamente por eso se escurre de smismo? Fjense tambin: el Estado moderno, con obras tan gigantescascomo el orden y la administracin, acaso se dan cuenta de que el ser,que hace leyes y las cumple, que rige y regir, son ustedes mismos? Nose trata de un temible aparato, que al final suena a hueco? No estamosante un ser que all atrapado, acostumbrado a rdenes, utilizado yexplotado a propsito, ser protegido y destruido; y que a este ser se lellama hombre, cuando la verdad es que de hombre no tiene nada en

    absoluto, sino que es algo fantasmagrico entre un semidis y unahormiga?

    Ah est el fenmeno patolgico de la amnesia, que no es raro que sepresente con motivo de las guerras. Ah tienen ustedes un hombre quehace esto y aquello, pero que ha olvidado quin es, y, por tanto, suexistencia carece de centro y de unidad. Algo parecido, aunque enproporciones infinitamente mayores, es lo que le ha pasado al hombremoderno. Es como alguien que ha olvidado su nombre, porque estenombre va incluido en el nombre de Dios. No se puede olvidar el nombredel Dios viviente y seguir manteniendo el propio nombre, el propio

    sentido de la vida y la propia trayectoria vital. Es tan poco probablecomo que un puente pueda seguir donde est si desaparece la orilla enque se apoya. Este hombre est alucinado.

    Hace cosas impresionantes para ratificarse a s mismo. Somete almundo a su poder para convertirlo en obra suya. Pero, en el fondo, ya nosabe quin es el ser, quin lo hizo, ni de dnde viene ni adnde va. Queesta situacin no se queda en el plano metafsico, sino que tambinafecta a la realidad de la vida psquica y somtica, de la vida individual yestatal, de la vida econmica y cultural, lo ve quien quiere verlo.

    Aqu tenemos un contexto real, cuyo anlisis constituye una tarea delpensamiento cristiano. El tendr que mostrar que mediante la confusinde las distintas contradicciones polticas, econmicas y culturales quellenan el mundo, discurren dos grandes frentes en los que se decidirnlas autnticas cuestiones: las del hombre que intenta comprender suexistencia y su obra desde s mismo, y las del hombre que recibe sincesar su nombre del nombre de Dios y su misin del Dios verdadero.Con ello se plantea un serio interrogante: hasta qu punto sucede en

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    realidad todo esto? Cuntos hombres son conscientes de la nuevaposibilidad? Hasta dnde lo es la humanidad en cuanto tal?

    Seamos ms incisivos: la toman tambin en serio quienes hanescuchado y aceptado el mensaje? Nietzsche acus a los cristianos de

    hablar de salvacin, pero de no dar en absoluto la impresin de estarrealmente salvados.

    Planteemos todava el tema ms radicalmente: Dan la impresin deestar salvados los que lo toman en serio? Se trasluce en ellos elhombre nuevo que debe surgir de la fe y del amor? Se hace visible laimagen santificada en Cristo? Es el mensaje del hombre nuevo quebrota de la salvacin algo ms que un ideal?

    La respuesta procede de alguien que est junto a las fuentes de larevelacin misma, es decir, de Pablo. El vivi el interrogante que nace

    de la contraposicin entre el contenido de la fe y la realidad inmediata.El cristiano cree que est salvado; cree tambin que ha crecido en l elnuevo ser humano a partir de Dios; pero no se siente inmediatamentedesmentido por la experiencia de su propio ser? Pablo lo expresamediante su doctrina del hombre viejo y del hombre nuevo, delhombre carnal y del hombre espiritual. Con esto no alude a ningndualismo, ni tampoco a la contraposicin platnica entre cuerpo yespritu. Lo que l llama carne es el hombre viejo con cuerpo y alma;lo que llama Espritu es el hombre nuevo, tambin con cuerpo y almaviviente, pero un hombre salvado. Entre ambos hay una lucha incesante,y la existencia debe entenderse como el campo donde se desarrolla esa

    lucha. Cierto que hay momentos en que el hombre nuevo emerge y esdueo de s mismo, pero una y otra vez aparece el hombre viejo y looculta.

    As pues, el cristiano se halla en una situacin comprometida: tener quedejar claro quin es propiamente l frente a lo que, aunque parezca locontrario, es impropiamente. Sin cesar surge la duda: Soy yo realmentelo que el mensaje dice de m? Y una y otra vez ha de superarse estapregunta con el a pesar de de la fe, con la esperanza contra todaesperanza.

    Y llegamos a la cuarta cosa que la revelacin nos dice sobre el hombre:lo que es el hombre, si logra una autntica imagen, se manifestar alfinal, tras la resurreccin y el juicio. Entretanto queda la lucha en laoscuridad, el devenir en permanente contradiccin.

    Y realmente as es: el cristiano ha de creer en su propio ser cristiano. Ensu peculiaridad contra el enorme poder de lo inautntico. Podra inclusodecirse que en la confesin de fe falta un artculo: Creo en el hombre,

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    que se formar segn la imagen de Cristo; creo que l est en m, apesar de todo, y que, a pesar de todo, madura en m.

    2. EL NOMBRE DEL HOMBRE

    En la segunda de las siete cartas que Cristo escribe en el Apocalipsis alas iglesias de la provincia de Asia, hay unas palabras que por su tonomisterioso impresionan al lector. Son las siguientes: El que tenga odos,que escuche lo que el Espritu dice a las iglesias. Al vencedor le dar acomer del man escondido, y le dar una piedra blanca, en la que hayescrito un nombre nuevo que slo conoce quien lo recibe (Ap 2, 17).Son palabras extraordinariamente vigorosas. Un movimiento en nuestrointerior les da una respuesta, un presentimiento y un interrogante.Nosotros queremos ayudarle; quizs as se manifieste el sentido deestas palabras.

    Qu significado tiene el nombre en la vida del hombre? A veces,investigar qu dice el folklore, y tambin la hechicera y la magia sobrealgo, ayuda a entender la vida. Sigamos estos atajos y el nombre saldra nuestro encuentro de mltiples maneras.

    Ah est, por ejemplo, el acto festivo de poner el nombre, que es algoms que el modo en que la familia y la comunidad toman conciencia delnacimiento de un hombre. Reconocen su existencia, le otorgan dignidady derecho y lo introducen en la estructura social.

    El nombre puede adoptar, adems, un carcter especial: es el caso del

    nombre honorfico que se da a un famoso; del nombre carioso,resultado del amor; del mote, con el que se estigmatiza el desprecio deun hombre.

    A veces se da una extraa cercana entre el nombre y el ser viviente desu portador. El que utiliza el nombre de alguien en una maldicin, piensaque sta le alcanzar; y lo mismo pasa con la bendicin que contiene unnombre: su intencin es hacer a su dueo invulnerable a todo peligro,darle fecundidad y felicidad. Lo que hace el mago es unir el nombre aacciones que expresan ofensa o destruccin y est convencido de poderas traer la infelicidad y la ruina.

    Si tenemos la sensacin de que esto es as y de que, a pesar de lo cultosque somos, de algn modo seguimos sintindolo hoy, podremoscomprobar qu cerca estn el nombre de un hombre y de su personaviviente, hasta el punto de llegar a ser una sola cosa...

    El hombre es imagen de Dios; por ello est quizs permitido evocar elmodo en que la Sagrada Escritura habla del nombre ms alto; no,

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    sencillamente del nombre. As dice el Seor del templo: En l vivirsiempre mi nombre (l Re 9, 3). Es decir: no slo se le expresar allmediante el anuncio, la alabanza y la oracin, sino que el mismo nombrede Dios ser la sagrada realidad que saldr al encuentro del hombre queentra en el templo. El segundo mandamiento: No tomars en vano el

    nombre del Seor (Ex 20, 7), presupone no slo que el nombramientoligero y blasfemo conculca la reverencia debida, sino que por l elmismo Santo es introducido en la esfera de las malas palabras y de losmalos sentimientos. Cuando, finalmente, dice el creyente en el salmo:Nuestro auxilio es el nombre del Seor (Sal 124, 8), no slo significaque invoca a Dios o que se asegura su asistencia, sino que por s mismoel nombre es el poder viviente de Dios, y l va hacia el peligro envueltoy conducido por l... Pero dejemos ya este misterio y hablemos delhombre.

    Qu significa, pues, el nombre del hombre? A travs de l pasa el ser

    del hombre a la franqueza de la palabra.

    Todo el tiempo que algo queda sin nombrar, permanece en la sombradel silencio. Pero el nio ya pregunta Qu es esto?, y no slo porquequiere saber, sino porque de algn modo se siente intranquilo a causadel desconocimiento. Cuando la madre responde: Es nieve, ese blancoy silencioso ser pierde su extraeza y queda abierto el camino hacia l...Cuando antiguamente entraba alguien en casa, se le recibaamablemente, pero permaneca lejano; se desconoca el poder que conl vena. Se le preguntaba entonces por su nombre, entablndose larelacin cuando lo deca. Y no slo porque ahora la situacin es

    conocida, sino porque, al pronunciarse el nombre, surge un espacioespiritual que abarca tanto al husped como al anfitrin.

    Por el nombre entra el hombre en la comunidad; en ella tiene su sitio, suderecho y su honor.

    Cundo sera el nombreo con ms rigor cundo sera mi nombrepleno y autntico? Cundo podra estar yo completamente de acuerdocon l?

    Sobre todo cuando no es inautntico, cuando es expresin real,

    completa y genuina de mi ser. Pero a la vez tendra que manifestar mipersona, de modo que slo fuera mo y no de otro. Mi peculiaridaddebera encontrar en l su sitio.

    Por este nombre tendra yo que quedar al descubierto para lo bueno ytambin para lo malo. O para decirlo con el lenguaje de los magos: quetodo el mundo pudiera utilizarlo para bendecirme o para maldecirme. Asse podra continuar: el nombre debera ser protegido, hasta el punto de

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    que slo lo conocieran aquellos a quienes me siento unido; que slofuera conocido y abierto en la medida en que el otro me aprecia y meama, a no ser que lo exprese en forma de lucha y as anuncie al otro laenemistad de mi poder ms personal.

    Cmo puede lograrse un nombre as?Tendra que surgir de lo ms profundo de m mismo.

    Yo tendra que ser algo que expresara su ser por medio de l. El nombresera, por tanto, la traduccin verbal de lo que soy. Pero el nombrepodra venirme de fuera, de ese hombre que me es cercano, que meama. Para l, mi nombre tendra que ser la manifestacin y eldespliegue de ese t que yo soy para l. Tambin esto es necesario,pues algunos recodos de mi ser no se me hacen patentes a m, pero s alotro, ese otro que mira con ojos de amor... Y ambas cosas tendran que

    darse al mismo tiempo: el nombre que viene del yo y el que viene delt; la automanifestacin de ste y la respuesta de aquel. Estaramosentonces ante una denominacin plena y total.

    Pero si mi nombre tiene que salir del conocimiento de m mismo, meconozco de veras? Estoy tan conforme con lo que soy que puedotraducirlo en palabras y sentirme revelado en ellas? Slo tengo quemirarme a m mismo para darme cuenta de que no es as. Hay cosas ques de m, pero otras las desconozco. Algunas zonas de mi interioridadme resultan patentes, pero otras me estn escondidas. Si intentocomprenderme a m mismo como, por ejemplo, para tomar con claridad

    una decisin o para confiarme a otro hombre, observo entonces que medeslizo, que me escurro de m mismo. Me paso la vida entera tratandode entenderme, y por eso intento tambin nombrarme a lo largo de esaruta de mi vida, igual que intento realizarme a m mismo, ser aquel queme permitan mis posibilidades, aquel que debo ser...

    Por lo que se refiere a la otra procedencia del nombre, a saber, que elhombre que me ama me dice quin soy, es un asunto realmentecomplicado. Pues me ama realmente ese hombre? Me ama hasta elpunto de lograr un correcto ver y comprender? o es que pretende algo?Ansa algo? Es calculador? Refleja acaso su mirada desconfianza,

    celos, animadversin o cualquier otra cosa que pueda cerrarle los ojos?Pero incluso si su amor es autntico, es capaz de llegar a mi ser?Tambin aqu hay un largo camino, y ser nombrado por el otro slo esposible en la cercana. Habra plenitud si mi ser y mi nombre msverdadero fueran al unsono. En una novela de Rudyard Kipling, el jovenKim se sienta junto a una pared y se dice a s mismo: Yo, Kim; yo, Kim.Se da cuenta de que cada vez llega ms hondo y quiere arribar en esepunto donde nombre y ser se identifican. Sin embargo, inmediatamente

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    lo deja; y lo deja tantas veces cuantas lo intenta. Pero un viejo brahmnest junto a l y asiente con tristeza: Lo s; s que no se logra.

    El verdadero nombre es una meta que nunca se lograr.

    Pero hay otra razn por la que el verdadero nombre no se alcanzadurante nuestra existencia temporal, y es que tendra que pertenecer aun hombre concretoy tambin a cada unoy, por consiguiente,tendra que imponerse una sola vez. Pero, justamente por ello, no podrautilizarse como instrumento de control de la sociedad humana. Tenderun puente de un nombre a otro resultara imposible. Vemos tambin quelos nombres usados en la realidad son pura convencin. Cada uno deellos tiene muchos portadores, y las adiciones o asociaciones con otroscrean diferencias.

    Sorprendidos y desconcertados por este hecho, concluimos que el

    verdadero nombre no se da en nuestra existencia inmediata. Pero sipensamos en lo que esto significa para las distintas formas decomunidad y sociedad, vemos hasta qu punto este hecho manifiestacun problemtica es nuestra existencia.

    Ahora estamos ya ms preparados para entender las palabrasmisteriosas de la segunda carta, dirigidas a la iglesia de Prgamo.Acerqumonos a ellas: El que tenga odos, que oiga lo que el Espritudice a las iglesias. Al vencedor... le dar una piedra blanca, en la quehay un nombre siempre nuevo que slo conoce quien lo recibe (Ap 2,17). El creyente, el vencedor, esto es, el que ha superado la

    tribulacin de las necesidades de cada da y de las persecuciones,rebosa fidelidad, unin con la voluntad de Dios, y, justamente por ello,unin consigo mismo. Cuando pase de la oscuridad de esta existencia ala eternidad, se presentar ante Dios, ante Aqul que es el nico que enel fondo lo ama realmente y lo conoce de verdad y en su totalidad. A laluz de este conocimiento divino es como el hombre se conoce de verdada s mismo. Entonces conocer como Dios mismo me conoce, dicePablo en la primera Carta a los Corintios (13, 12). Slo en Dios radicacada ser humano. Slo en el encuentro con l aprende quin es, puesslo Dios puede decrselo. Slo el amor de Dios lo constituyedefinitivamente en su propio s mismo. Y, por tanto, Dios es tambin el

    nico que le dice autnticamente t. Su verdadero nombre1

    [1] es la

    1[1] Algunos exgetas, como Lohmeyer, Die offenbarung Johannes (1926),pg. 25, y Behm, Das Neue Testament deutsch III (1935), pg. 307,refieren el nombre nuevo al nombre de Cristo. Para otros es el nombrede lo consumado en la eternidad. Es el caso de Wikenhauer,Offenbarung des Johannes (1949), pg. 38. Nuestra interpretacin siguela segunda opinin.

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    expresin de este conocimiento que Dios tiene de l y que l haaprendido de Dios sobre s mismo.

    Este nombre es la rbrica de un acontecimiento creador: He aqu quehago nuevas todas las cosas, dice tambin Dios en el Apocalipsis (2 l,

    5). Con ello se quiere ir ms all de lo ya existente; revela ms bien laplenitud de la gracia, y gracia significa que se me dar algo sobre loque no tengo ningn poder, ni derecho alguno, pero que hace de m loque quiero ser.

    En este momento, en el que el hombre obtiene de Dios la gracia, staconsuma en l la obra de la creacin y de la salvacin. Dios le da aconocer quin debe ser eternamente; lo asume amorosamente en suvida eterna. En este nuevo y verdadero t que en lo sucesivo seestablece entre Dios y el hombre, conseguir ste su autntico yo, yste se manifestar en su verdadero y eterno nombre.

    Este nombre est protegido. Nadie lo conoce; slo Dios y l, l enDios. Lo ms hondo de la persona y de su unicidad no puede expresarsemediante conceptos generales. Se expresa en el amor de aquel quecomo ningn otro ama a este hombre. Pero esto no es ningunapetulancia, porque Dios ama a cada uno por s mismo, y por tanto deforma distinta que a otro, porque slo l cumple todos los requisitos queexige la persona. (Que l pueda ser para cada uno slo por s mismo, esuna definicin muy profunda de su divinidad). El apstol no dice nadasobre si tambin el nombrado puede por su parte nombrar al hombreque ama y as revelarse en l. Pero quizs podamos admitir que la

    exclusividad a la que se refieren las palabras de arriba sea aquella queva incluida en su propia libertad.

    En la vida eterna alcanza su plenitud el sentido de la vida temporal ytambin el del amor terreno. Por consiguiente, no cometemos ningunaarbitrariedad si proseguimos las palabras de Juan sobre un nombrenuevo que slo conoce quien lo recibe, y decimos: l lo sabe y tambinaquel a quien quiere decir su nombre. Pues cmo puede suceder si no,lo que dice el Apocalipsis cuando habla con imgenes tan llenas demisterio de la comunin de los santos entre s? o cuando dice que lavida eterna es como la ciudad santa, la Jerusaln celeste (Ap 21, 10

    ss), es decir, como la participacin de los salvados en la plenitud delorden? o que es un canto de alabanza (14, 2ss) o, lo que es lomismo, un acorde de alegra de los diez mil veces diez mil? o es laboda (Ap 2 l, 9; l 9, 7), la unidad de vida entre Dios y el hombre, y delos hombres entre s en Dios? No tiene que hacerse asimismo realidadese misterio, el nico en que podemos ver la consumacin de nuestraexistencia personal, a saber, que cada uno es completamente l mismo,

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    inconfundiblemente autnomo y libre, pero al mismo tiempo encomunin con todos, y reine un interminable dar y recibir?

    Se cumplir tambin entonces ese otro misterio que percibimos en lavivencia del yo: la identidad entre ser y nombre. Mi ser se manifestar

    totalmente en la palabra de mi nombre; pero este nombre mo no es unsegundo ser, sino yo mismo. Permanecer en el ser comocompletamente nombrado, nada de m estar oculto, nada borroso; todolo dicho del nombre ser verdadero, nada se hablar por hablar, y nadaser vano.

    En cuanto a la piedra blanca, a que se referan las palabras citadas, setrata de un smbolo procedente del mundo de la apocalpticaveterotestamentaria utilizada por el apstol-vidente para expresar quelo por l anunciado es un misterio. Verdad y consumacin de algoprofundamente vislumbrado, pero imposible de conseguir por el hombre.

    Ello acontece en la oscuridad de esa cercana que Dios reserva a sucreacin, cuando da al amor su seriedad definitiva. Y as tambin todo loque aqu se ha dicho ha de decirse con esa cautela que corresponde aun discurso sobre un misterio de esta magnitud.

    3. CERCANA Y LEJANA DE DIOS

    De algn modo se pueden expresar los misterios de la salvacin y lasesperanzas de la vida eterna, a saber, mediante la llamada de lapredicacin, los mandamientos del orden, los conceptos de la teologa;lo ms viviente puede ser expresado a travs de imgenes. Eso no

    significa que se trate de un juego o de una incorreccin. Las imgenesson vlidas, pero a su modo. Es intil pretender encerrarlas enconceptos; hay que comportarse con ellas segn lo pidan: mirar, sentir,vivir en ellas.

    Entonces es posible llegar a lo autntico, a lo que pertenece a lo msprofundo del ser humano, es decir, que el hablar es solamente una carade algo ms amplio, cuya otra cara es el silencio. El hombre precisa dela verdad; igual que la comida y la bebida, la necesita para vivir. Esdueo de ella cuando la traduce en palabras, pero tambin cuando lasiente en el silencio. Ambas cosas a la vez es lo que llamamos

    conocimiento. Y cada una de ellas va de la mano de la otra: lainterioridad silenciosa se manifiesta en la apertura de la palabra, y staconfirma una y otra vez su sentido en el silencio interior. Esto se ve conespecial claridad en las expresiones grficas, pues el concepto trata deagotar el significado dicindolo, mientras que la imagen, por elcontrario, es verdad que dice algo, pero al mismo tiempo apunta a loindecible, convirtiendo de este modo el silencio en palabra.

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    De esa imagen, en cuyo decir y callar se ve ms claramente el misteriode Dios, es de lo que vamos a hablar: de su lejana y de su cercana.

    Parece realmente extrao hablar de cercana o lejana respecto a Dios,ya que ni una ni otra existen para l, pues Dios sencillamente es.

    Cuando preguntamos: Qu es?, la primera respuesta no es ms questa: Dios. Y en la distancia de la adoracin, significa tambin: el mundoexiste y yo estoy en l. Pero esto, lo finito, existe slo porque El lomantiene en el ser. l lo penetra, est ms dentro de l que lo que lmismo puede estar. Sin embargo, la revelacin habla de cercana ylejana.

    Lo que acontece entre los hombres, sucede entre los polos de lacercana y de la lejana: encontrar y perder, plenitud y carencia, amor yfidelidad. Por eso la revelacin ha convertido estos dos polos de la vidaen una imagen que expresa lo que acontece entre Dios y el hombre.

    En la primera Carta a Timoteo, el apstol exhorta a su discpulo a ser fielal Rey de reyes, al Seor de los seores, el nico que posee lainmortalidad y habita una luz inaccesible, a quien ningn hombre havisto ni puede ver (6, 14-16).

    En estas palabras se percibe la lejana de Dios: su santa inaccesibilidad,que no es simplemente un estar-lejos, sino que convierte en adoracin lamirada a lo invisible. Que Dios conceda experimentarla, es una forma dedarse a s mismo, igual que la mayor conciencia se da cuando permiteexperimentar que l trasciende todo conocimiento.

    La revelacin habla tambin y ah est su buena noticia de lacercana de Dios, que con la creacin del mundo se hizo realidad por vezprimera.

    Detengmonos aqu por un instante. Lo que hace pesada la vida de la fees el constante escuchar, decir y leer de las palabras sagradas. Por ellose hacen viejas y se cubren de polvo; por tanto, el que se apoya en ellasha de limpiarlas y renovarlas sin cesar. Que Dios ha creado el mundo esun misterio, el misterio originario que envuelve todo, pues cul es larazn que le movi a hacerlo? Porque no estamos ante un Dios del mito,

    que necesita al mundo para que l mismo pueda existir. Si el mundodesapareciera, ni Zeus, ni Gaia ni Poseidn seguiran existiendo. Toda lagrandeza de los dioses depende de que existan el cielo, la tierra y elmar; pero Dios no los necesita. Que l, plenitud de ser y de vida, hayaquerido que el mundo exista, y con l nosotros los hombresinclusoaquel que pone todo esto en dudaes algo incomprensible ante lo queningn espritu puede inclinarse suficientemente. En el momento en que

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    Dios cre el mundo, estaba muy cerca de l, pues slo se sostiene porsu cercana.

    Pero an quiso estar ms cerca de l, mediante una amorosa comunin.La Escritura la expresa con una exuberante imagen: la imagen del jardn

    que el Seor Dios plant en el Edn, al oriente (Gen 2, 8), el paraso.Jardn no significa naturaleza libre que nace cuando la naturaleza seconvierte confiadamente en espacio vital del hombre. Se convierte asen imagen de la confianza en que Dios introdujo a los hombres.

    En este jardn de los comienzos, Dios convivi con su hombre. Pues acontinuacin dice el texto que Dios se paseaba por el jardn al fresco dela tarde (Gen 3, 8) y llam al hombre. No es esto una muestrainfinitamente bella de la confianza de Dios?

    Pero esta armona se rompi y dice la narracin: Y el Seor Dios lo ech

    fuera del jardn de Edn (Gen 3, 23). Este fuera significa la lejanaentre l y nosotros abierta por el pecado. Y dura mucho, muchsimo,hasta que su amor logra de nuevo establecer la cercana.

    La historia del Antiguo Testamento es un peculiar venir de Dios. otravez una imagen, pues l es ciertamente el sencillamente-Presente, paraquien no hay barreras ni distancias que tenga que superar mediante elmovimiento. Mientras sigamos considerndolo slo como un serabsoluto, no hay lo que llamamos historia, y sin embargo sta es laforma en que existimos, y en su transcurso llega Dios, desde la lejanade su inquietante inaccesibilidad, a una nueva y amorosa cercana, y

    establece con el pueblo llamado una alianza por la que ste ser supueblo y l su Dios. Un Dios que vive, camina y lucha con l.

    Si queremos comprender el Antiguo Testamento, tenemos que partir dela experiencia de esos hombres conducidos y dirigidos por Dios. Estaexperiencia debe haber tenido una increble intensidad. Toda la ley delAntiguo Testamento ha tenido en definitiva el objetivo de hacer posiblela vida del creyente en esta cercana: de que no la profanara con lamagia ni la paralizara con la religin. Sin embargo, el pueblo se niega ypide un rey terreno, como se hace en todas las naciones (1 Sam 8,4ss). Y la mayor parte de los reyes tambin se niegan, porque no

    quieren ser servidores de Dios, sino reinar por derecho propio. Laarbitrariedad y la rebelin oscurecen la santa alianza, y entonces surgela profeca y de sus palabras brotar un nuevo venir, el del Mesas,invocado cada vez con ms insistencia, hasta que el plazo se hayacumplido (Mc 1 , 15 ) .

    Tenemos que darnos cuenta, una vez ms, de lo mucho que hemos odoy pronunciado esta frase; tanto, que ya no nos dice nada. Dios se hace

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    hombre. Cmo es posible? Pero l lo ha revelado y as es. Es algoincomprensible. Por qu, por qu? Por nuestra salvacin, sin dudaalguna, pero es una respuesta a medias. Dentro de l debe de haberalgo que le empuja a acercarse sin cesar al hombre. Para expresarlo hayuna palabra: Amor; pero es tambin una palabra cargada de misterio,

    pues qu significa amor si es Dios quien ama? Y ahora l est entre loshombres, es uno de nosotros. Y lo est para siempre, pues Dios nunca sevuelve atrs. Si queremos ver lo difcil que puede ser esta consideracinpara el hombre preocupado por la libertad de Dios, podemos recordar loque dicen los gnsticos, a saber, que ciertamente se hizo hombre, peroque, despus de consumar su obra, rompi las cadenas y retorn a lalibertad del espritu puro. Sabemos, sin embargo, que sigui siendohombre. Cuando el Resucitado se aparece a los suyos, les muestra lasseales de las heridas en las manos y en los pies, y stas responden desu vida terrena. Llev consigo su corporeidad transfigurada hasta la vidaeterna y como hecho-Hombre se sent a la derecha del Padre.

    Pensamos que es imposible estar ms cerca; pero lo es todava msdecir: l quiere que le recibamos en nuestra vida ms rebosante, quiereser nuestra comida y nuestra bebida. Cuando la madre deja ser al hijode sus entraas y luego lo alimenta a sus pechos, se introduce en suvida. Este misterio nos lleva al misterio divino: Dios mismo se nos da enel misterio de la Eucarista Es que podra acercarse ms? Slo sirompiera nuestra insensibilidad y tocara nuestro corazn, creemos. Y sil lo hiciera...

    Pero alguna vez su cercana abarcar a todo el mundo. Si queremossentir el jbilo de este mensaje, podemos leer lo que el captulo 8,

    versculos 18-29, de la carta a los Romanos dice sobre la esperanza. Esla espera de que algn da todo ser recapitulado en l y ya no habrseparacin ni de lo creado con l, ni de las criaturas entre s.

    El misterio de la cercana y de la lejana de Dios se repite en laexperiencia de cada uno. Pues cada uno es consciente de lo maravillosoque es todo cuando l est cerca, y de lo terrible que resulta cuandoest lejos. Lo que allende la imagen pasa en la realidad de Dios, nopuede decirse; pues, incluso cuando todo parece vano pero el Espritu escapaz de pronunciar juntas las palabras de la oracin, Dios est ah, losoportamos exclusivamente porque l est ah. De la vida de los

    habitantes del desierto egipcio se cuenta que, tras una larga prueba,alguien dirigi a lo lejos esta pregunta: Dnde estabas, Seor, en lostiempos difciles?. Y el Seor respondi: Ms cerca de ti que nunca.

    l siempre est cerca, asentado en las races de nuestro ser, hablandoen la hondura de nuestra conciencia. Y ello es patente hasta el punto deque tenemos que vivir nuestra relacin con Dios entre los polos de lalejana y de la cercana. La cercana nos fortalece, la lejana nos pone a

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    prueba. Si se nos concede sentir su cercana, resulta fcil ser creyente;pero si l est lejos, ser el momento de la fe desnuda, que no poseems que estas palabras: Yo no te abandono.

    Lo mismo pasa con la gran historia. Parece que en los tiempos primitivos

    el mundo estaba rebosante de Dios. Y no porque los hombres fueranespecialmente buenos; la injusticia y el pecado existan como ahora.Haba, sin embargo, algo ms: el bien aconteca a partir de la cercanade Dios, mientras el mal estaba contra esa cercana, y por eso laconversin y el arrepentimiento eran tan profundos. Pero, con el tiempo,el corazn se fue enfriando. El mundo se fue llenando de cosas; la horaapremia con acontecimientos cada vez ms serios, y la existencia tienecada vez menos contenido. Tan poco, que alguien, inteligente comopocos pero tambin interiormente desorientado como pocos, pudo decirque Dios ha muerto. Tremenda afirmacin! Como ya se ha dichomuchas veces, se trata slo de un discurso: pero quien lo dijo por

    primera vez, expres con ello el sentimiento del vaco de Dios, del estarsolo en lo completamente-extrao. De aqu podra haber surgido en l,que ya haba percibido la revelacin, la fidelidad al Dios lejano, peroconfundi la manifestacin de su sentimiento con la realidad, y afirmque Dios ya no exista.

    Ahora medio mundo habla como l. Pero cuando llegue el tiempoyllegar cuando desaparezca la oscuridaden que el hombre pregunte:Dnde estabas entonces, Seor? , volver a or la misma respuesta:Ms cerca de ti que nunca!. Quizs Dios est ms cerca de nuestrapoca glacial que del barroco con la suntuosidad de sus iglesias, o de la

    Edad Media con su profusin de smbolos, o del cristianismo primitivocon su joven desafo a la muerte; slo que no nos damos cuenta de ello.Pero espera que no digamos: No percibimos ninguna cercana, luego nohay ningn Dios, sino que nos mantengamos fieles a l en medio de lalejana. De ah podra surgir una fe no menos vlida, probablemente mspuray, desde luego, ms slidaque la de los tiempos de la riquezainterior.