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Guerra de Castas Se ha denominado Guerra de Castas al movimiento social que los nativos mayas del sur y oriente de Yucatán iniciaron en el mes de julio de 1847 contra la población de blancos (criollos y mestizos ), que se encontraba establecida en la porción occidental de la Península de Yucatán . La guerra, que costó cerca de un cuarto de millón de vidas humanas, terminó oficialmente en 1901 con la ocupación de la capital maya de Chan Santa Cruz por parte de las tropas del ejército federal mexicano. [ 1 ] Hay quienes ponen en tela de juicio el apelativo con que se ha designado este conflicto bélico, acaecido en la península de Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX . La palabra casta que deriva del latín y quiere decir puro, se aplicó principalmente por los vencedores circunstanciales de esta guerra y por algunos de los intelectuales que la reseñaron después. Pero la realidad, sostienen quienes critican la denominación, es que en Yucatán no había castas propiamente dichas, y mucho menos la rebelión había sido encauzada por una casta en particular. Se sublevaron y condujeron la cruenta lucha los integrantes de un sector (muy numeroso) de los indígenas mayas, aquellos que no

GUERRA DE CASTAS

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HISTORIA DE YUCATAN

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Guerra de Castas

Se ha denominado Guerra de Castas al movimiento social que los nativos mayas del sur y oriente de Yucatán iniciaron en el mes de julio de 1847 contra la población de blancos (criollos y mestizos), que se encontraba establecida en la porción occidental de la Península de Yucatán. La guerra, que costó cerca de un cuarto de millón de vidas humanas, terminó oficialmente en 1901 con la ocupación de la capital maya de Chan Santa Cruz por parte de las tropas del ejército federal mexicano.[1]

Hay quienes ponen en tela de juicio el apelativo con que se ha designado este conflicto bélico, acaecido en la península de Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX. La palabra casta que deriva del latín y quiere decir puro, se aplicó principalmente por los vencedores circunstanciales de esta guerra y por algunos de los intelectuales que la reseñaron después. Pero la realidad, sostienen quienes critican la denominación, es que en Yucatán no había castas propiamente dichas, y mucho menos la rebelión había sido encauzada por una casta en particular. Se sublevaron y condujeron la cruenta lucha los integrantes de un sector (muy numeroso) de los indígenas mayas, aquellos que no habían sido totalmente mediatizados y subyugados intelectualmente, y que en su gran mayoría vivían en el oriente y el sur de la península. Se rebelaron además, no sólo contra los españoles, y los criollos, sino también contra los mestizos y los mulatos que vivían en territorio enemigo, los occidentales de la península. En todo caso, se afirma, esta lucha fue más propiamente -aunque no del todo- inter-étnica, aunque esto también queda desvirtuado por el hecho histórico de que en varios episodios de la lucha armada, lucharon o se separaron violentamente, indígenas contra indígenas. Unos eran los buenos para los blancos, otros eran los malos.

Servidumbre y vasallaje

Los indígenas mayas en lo general habían sido sometidos religiosa, cultural y físicamente duarnte los 300 años que siguieron a la conquista. Existía un férreo control

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social en la península yucateca de todos los grupos sociales que no fueran españoles o criollos. Había algunas zonas de Yucatán, como en la región de Valladolid, donde el control social se expresaba con mayor severidad.

Es claro que la población criolla era la que más favorecía dicha estructura. La estructura que pudiera haberse llamado de castas: (peninsulares, criollos, mestizos, negros, y sus diversas combinaciones), persistió, y lo cierto, es que en ese esquema los indígenas mayas ocuparon siempre el lugar inferior en la escala social.

Las formas de control social por parte de la clase dominante, que habrían de refinarse en el resto de México durante el siglo XIX, se mantuvieron en Yucatán sin ningún problema durante este período. Aunque la esclavitud se había prohibido desde la proclama de Hidalgo en 1810 (se oficializó su prohibición por decreto presidencial de Vicente Guerrero en 1829), en Yucatán los hacendados, particularmente, persistieron en formas de mantener el control y la esclavitud de sus "acasillados", todos indígenas mayas, que venían de un regimen de sumisión desde las encomiendas.

Los indígenas eran sometidos, entre otras formas, por la vía del adeudo. Un indígena nacía y moría en el mismo lugar; en la hacienda donde trabajaba desarrollando tareas arduas, se le asignaba un pago bajo, al arbitrio del hacendado. Este pago se realizaba a través de la tienda de raya, propiedad del propio hacendado en donde era obligado a adquirir a precios también arbitrarios, los elementos básicos para su subsistencia. Ahí se le sometía en forma tal que quedaba sujeto para siempre, toda vez que el endeudamiento llegaba a ser tan grande que no sólo era incapaz de pagarlo sino que le era exigible en el momento de querer abandonar la hacienda.

Con ello, si se separaban subrepticiamente de su trabajo quedaban en condición de fugitivos perseguibles por la autoridad. Las cuentas. por otro lado, eran hereditarias, de manera que los hijos debían pagar lo que el padre no hubiera podido cubrirle al patrón, perpetuándose la dependencia de la familia y llegándose al extremo de que para saldar una deuda, al hacendado le era permitido comerciar con sus trabajadores, vendiéndolos en el mercado de esclavos de Cuba.[3]

Así, familias enteras eran trasladadas en cadenas humanas, desde la península a la isla carbeña. En esas condiciones vivían y sufrían muchos indígenas mayas del Yucatán de mediados del siglo XIX. [4] [5]

Diferencias regionales en la península [editar]

Al terminar la guerra de la independencia en 1821, en Yucatán no se dieron las expulsiones de peninsulares que existieron en otros lados, al menos no fueron masivas y permaneció en la península buena parte de la población española. Por otro lado, aunque la población criolla, no siempre simpatizaba con los españoles, tampoco era solidaria con el resto de los habitantes penisnsulare, los mestizos y los indígenas.

En las diversas zonas de Yucatán no se mantenía el mismo nivel de control por parte del gobierno ni de los hacendados. Este control era más fuerte hacia el este de la península, especialmente en la región de Valladolid y menor en la Ciudad de Campeche. En el oriente la concentración de población indígena era muy superior a la región correspondiente al eje Campeche-Mérida -el denominado Camino real- porque en esa

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zona vivía la mayoría de peninsulares y criollos. Los mayas estaban en una proporción de tres a uno en la península, pero en el oriente esa realción era de cinco a uno. De aquí que el control sobre la población indígena y la severidad del mismo, tuviera que ser más acentuado en la región oriental de la península.

Hay que apuntar también que en este control, la iglesia Católica había jugado un papel preponderante a lo largo de los tres siglos del coloniaje, desde luego a través de los procesos forzosos de la evangelización, y también, mediante la alianza natural de la iglesia con el poder militar y administrativo de los españoles.[6]

Otros caldos de cultivo [editar]

Se debe recordar que en 1847 Yucatán era una república en ciernes, separada de México, país con el que incluso había sostenido un conflicto bélico del que había salido relativamente victorioso al expulsar de su territorio a las tropas representativas del México centralista. En este proceso bélico, Yucatán había utilizado el apoyo de un fuerte contingente de indígenas mayas que se habían solidarizado con el gobierno de Yucatán, a la sazón encabezado por Santiago Méndez que había sucedido a Miguel Barbachano en la gubernatura. Los indígenas participantes en el conflicto habían sido armados en ese proceso y ellos habían decidido no devolver sus armas cuando éstas les fueron solicitadas concluido el episodio.

En ese entonces estallaba la guerra llamada de intervención norteamericana. México entonces en el caos político y administrativo, peleaba por defender su territorio del norte en contra del expansionismo de sus vecinos.

Pero en Yucatán las cosas tampoco marchaban bien. Había latentes y patentes conflictos entre facciones políticas. La lucha por el poder entre el grupo representativo de los intereses campechanos encabezado por Santiago Méndez y la facción representativa de los intereses emeritenses, dominada por Miguel Barbachano, había llegado a un punto álgido, que la emergente guerra de castas iba a recrudecer aunque, por momentos, las dos facciones parecieron avenirse mediante acuerdos explícitos e implícitos orientados a unificar la lucha contra el enemigo común: los mayas rebeldes.[7]

Otro elemento estuvo presente durante esa época en la península de Yucatán. La presencia de los ingleses en la región en donde el imperio británico había ocupado los territorios que hoy son de Belice, en la porción peninsular sur-oriental. Desde ahí, este otro factor imperial aprovechaba la coyuntura para medrar e influir en el decurso del conflicto, alentando a los mayas sublevados a independizarse del gobierno de Yucatán y vendiéndoles armas a lo largo del conflicto.

Antecedentes de la guerra [editar]

La inconformidad del pueblo maya era pues patente desde antes de la independencia de México. Las condicones de vasallaje en que se encontraban los indígenas mayas que habían sido conquistados en el siglo XVI y su enorme superioridad numérica en la península de Yucatán mantenían a la región en un estado permanente de tensión social.

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Se había manifestado ya, en el siglo XVIII, con la rebelión de Jacinto Canek y su dramático aniquilamiento, en 1761, pero aquel brote no fue sino una manifestación menor en comparación de la amplitud que habría de adquirir el levantamiento poco menos de un siglo después, ya en época del México independiente.

La Guerra de Castas surgió en Yucatán debido a las precarias condiciones de vida de los indígenas mayas en la península. Sólo los criollos y algunos mestizos eran yucatecos con plenos derechos y, en general, ellos solían ocupar la parte superior de la escala social y económica, por lo que los mayas, pertenecientes a la clase depauperada, no se sentían parte de ellos, eran simplemente mayas, foráneos en su propio territorio.

Ante esa situación de pobreza y desigualdad social, los indígenas mayas se sublevaron. En julio de 1847, siendo gobernador de Yucatán Santiago Méndez, su administración se percató de una enorme concentración de indígenas armados y con reservas de alimentos, en la hacienda Culumpich, propiedad de Jacinto Pat, batab (caudillo) maya, a 40 Km. de Valladolid.

Tras ese descubrimiento, con la intención de sofocar cualquier revuelta, Manuel Antonio Ay, líder maya principal en Chichimilá, fue aprehendido bajo el pretexto de habérsele encontrado una carta en la que se planeaba la insurrección, juzgado sumariamente y ahorcado en la plaza de Santa Ana en Valladolid.

Posteriormente, en busca de los otros caudillos, la población de Tepich fue incendiada y sus habitantes duramente reprimidos.

En respuesta a ello, el 30 de julio de 1847, Cecilio Chi atacó Tepich en el oriente, ordenando la muerte de todos los pobladores blancos. Jacinto Pat se incorporó desde el sur con sus huestes. Había estallado la guerra que duró 54 años y no concluyó oficialmente sino hasta 1901, aún cuando los problemas de fondo que la originaron continuarían siendo motivo de inquietud social hasta bien entrado el siglo XX. Un año después, en 1848 la guerra de castas había cundido por toda la península y parecía por momentos que los indígenas lograrían exterminar a la población blanca.

Al ganar fuerza la rebelión y al paso del tiempo los mayas lograron tomar un gran parte de la península. El ya gobernador Miguel Barbachano y Terrazo se vio obligado a solicitar apoyo militar al gobierno de México que a la sazón se encontraba sufriendo las consecuencias de la intervención norteamericana, conflicto en el cual Yucatán había decidido (por un acuerdo entre Santiago Méndez y Miguel Barbachano, líderes políticos que estuvieron pugna la mayor parte del tiempo) permanecer neutral. Debe recordarse que en aquellos años Yucatán se encontraba separado de México, por lo que el gobierno del país condicionó su apoyo a la reincorporación de Yucatán a la nación mexicana.[8]

Véase también: República de Yucatán

Inicio de la guerra [editar]

Aprovechando la experiencia bélica y las armas que habían acopiado en las contínuas batallas que el estado de Yucatán sostuvo con el ejército del gobierno centralista de México, que Antonio López de Santa Anna había enviado para forzar la reunificación

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de la península a Mexico, guerra en la que los mayas habían sido pieza fundamental para la defensa de la península de Yucatán, planearon el movimiento rebelde tres líderes indígenas: Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá; Cecilio Chi cacique de Tepich, y Jacinto Pat hacendado y cacique de Tihosuco.

Primeramente éstos se dedicaron a hacer proselitismo entre los naturales de los demás pueblos y, descubierto en sus maniobras, Manuel Antonio Ay fue aprehendido, procesado, condenado a muerte y ejecutado en la plaza de Santa Ana de la ciudad de Valladolid, el 26 de julio de 1847.

En vista de tales acontecimientos, los otros jefes de la rebelión anticiparon su estallido. Cecilio Chi tomó Tepich, donde dio muerte a todos los vecinos de raza blanca, salvándose solamente uno, que fue a Tihosuco a dar cuenta del hecho. La guerra había comenzado.

Continuación de la guerra [editar]

La guerra continuó y los rebeldes quedaron dueños de una parte de la península. Pero sucedió que empezadas las lluvias de ese año, en los meses de julio y agosto, los ejércitos mayas dejaron de ejercer presión bélica sobre muchas de las ciudades ocupadas o acosadas. Los mayas regresaban a sembrar sus milpas abandonando la lucha. Las costumbres y los ritos tradicionales podían más que su sed de venganza.

Por otro lado el gobierno de México entregó por ese entonces 100 mil pesos al gobierno yucateco y apoyo militar y logístico para ayudar a combatir a los rebeldes. Eso determinó la reincorporación de Yucatán a la nación mexicana el 17 de agosto de 1848.

El gobierno yucateco, con renovados bríos y desde luego con el auxilio de tropas de la república mexicana, logró recuperar parte del territorio perdido: las ciudades de Izamal, Tunkás, Ticul, Tekax, Sotuta, Cantamayec y Yaxcabá; así como Tihosuco, Calotmul y Valladolid (Yucatán),

La muerte de Marcelo Pat, hijo de Jacinto, también favoreció el debilitamiento de las acciones de los mayas.

El 24 de enero de 1850 hubo otro intento de negociar la paz: Florentino Chan y Venancio Pech, en carta que enviaron desde Cruzchén, pidieron que los indios retuvieran sus armas, que se les dejaran sus tierras y que al volver a sus pueblos nombraran sus propias autoridades para gobernarse y hacer justicia.

El gobierno no aceptó estas condiciones y la guerra continuó con violencia. El 4 de mayo de 1849, fuerzas al mando del Coronel José Dolores Cetina, del Teniente Coronel Isidro González y del mayor Ángel Remigio Rosado habían ocupado Bacalar; pero dos semanas después, un contingente maya encabezado por Jacinto e Isaac Pat, José María Tzuac y Cosme Damián Pech, les puso sitio y las hostigó hasta derrotarlas. La población blanca emigró nuevamente a Corozal.

Muerte de los caudillos [editar]

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Jacinto Pat moriría asesinado por un grupo de indígenas descontentos. Cecilio Chi fue también asesinado, por un rival, y los grupos rebeldes se retiraron a los bosques para luego a fundar Chan Santa Cruz en 1851, que habría de ser uno de sus últimos reductos; otros fueron indultados, de acuerdo con la ley expedida en 1849. Pero la guerra, aunque disminuida en intensidad y más localizada en los territorios rebeldes del sur-oriente, continuaría por décadas, muchas veces con características de guerrilla sorda pero patente.

Final de la guerra [editar]

La ciudad de Bacalar permaneció en poder de los mayas hasta el 22 de enero de 1901, en que fue recuperada por tropas del gobierno federal al mando del vicealmirante Ángel Ortiz Monasterio, mientras el General Ignacio A. Bravo ocupaba a su vez Chan Santa Cruz, actualmente Felipe Carrillo Puerto. En ambos casos los soldados no dispararon un solo tiro, porque los indígenas huyeron para internarse en las selvas, donde formaron nuevas aldeas, a menudo cambiadas de lugar, siguiendo la costumbre maya de la quema de los bosques para sembrar, hasta agotar la tierra.[9]

La Guerra de los Pasteles.

La guerra de los pasteles fue el primer conflicto bélico entre México y Francia, y formalmente tuvo lugar entre el 16 de abril de 1838 y el 9 de marzo de 1839.

Las primeras décadas de la historia Independiente de México, fueron de anarquía y desorden en los aspectos económico, político y demográfico.La inestabilidad del país se reflejaba en todos los órdenes de la sociedad, y en particular en las fronteras la migración ilegal y el contrabando eran comunes por la falta de vigilancia.Debido a esto y muchos problemas, México estaba en la mira de los países extranjeros, dispuestos a intervenir cuando lo consideraran oportuno.

En 1827, se había celebrado un convenio con Francia bajo el nombre de "Declaraciones Provisionales", que sentaban las bases para el futuro arreglo de las relaciones entre ambos países.

La colonia francesa era próspera y bien vista cuando Francia reconoció en 1830 la Independencia y en el momento en que se firmaron los acuerdos comerciales de 1831 y 1832, que otorgaron a la nación francesa y sus ciudadanos el tratamiento de nación más favorecida.

Las rebeliones y asonadas ocurridas en las primeras décadas afectaron tanto a los mexicanos y extranjeros, al igual que los préstamos forzosos que el gobierno impuso a la población para salir de sus apuros económicos.

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De esos hechos, y a través del barón Deffaudis, embajador de francés, los comerciantes franceses avecinados en México enviaron una serie de reclamaciones, que fueron recibidas en Paris con alarma.Entre estas reclamaciones, se encontraba la del señor Remontel, dueño de un restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna en 1832 se habían comido unos pasteles sin pagar la cuenta, por lo cual exigía ser indemnizado. Ese fue el motivo a que el pueblo mexicano identificara a esta guerra con Francia con el nombre de "Guerra de los Pasteles".

Deffaudis, en un comunicado a su gobierno le indicaba que había que actuar con energía.Al responder el Ministro de Relaciones a las reclamaciones francesas y no estar de acuerdo. En consecuencia Deffaudis, pidió sus pasaportes y abandonó México y regresó a Francia, para volver en marzo acompañado de diez barcos de guerra que apoyaban las reclamaciones de su gobierno.

Deffaudis redactó el 21 de ese mes un ultimátum al gobierno exigiéndole el pago de seiscientos mil pesos para cubrir daños ocasionados a los franceses. Exigía también, que fueran retirados varios oficiales del ejército y se exceptuara a los franceses de los préstamos forzosos expidiendo una ley especial.Fondearon frente a la Isla Sacrificios, Veracruz, amenazando con invadir el territorio mexicano si México no cumplía las condiciones de Deffaudis.

Retirado desde su regreso de Estados Unidos, Santa Anna observó los movimientos de la escuadra enemiga y decide actuar. Se entrevistó con Rincón y ante la grave situación aceptó el consejo de los oficiales de rendir fortaleza. Los franceses obligaron a Rincón a reducir la guarnición de Veracruz a mil hombres, a recibir a los expedicionarios e indemnizarlos. El Congreso desautorizó a Rincón y nombró a Santa Anna defensor de Veracruz. Éste llamó a Mariano Arista, quien fue hecho prisionero al ser sorprendidos por los franceses, mientras Santa Anna lográ escapar.

Las tropas francesas atacaron varios puntos fuertes y cuando se retiraban, Santa Anna, que había recibido refuerzos, intentó atacar en muelle al contra-almirante Baudin, las cuales contraatacaron utilizando un cañón que mató al caballo de Santa Anna destrozándole a éste la pierna izquierda, forzado el ejército nacional a abandonar Veracruz, este hecho provocó en la capital descontento, culpándose al presidente Bustamante de esos hechos.

La intervención de Santa Anna en la defensa de Veracruz le sirvió para recuperar su prestigio, lo que capitalizó muy bien, habiendo logrado que lo propusieran para ocupar

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la presidencia en tanto Bustamante salía a combatir un alzamiento federalista en Tampico. Como presidente interino, Santa Anna se dio cuenta de que resultaba conveniente llegar a un arreglo con Francia, ya que Baudin había levantado el bloqueo de los puertos controlados por los federalistas. Por otra parte, el ministro inglés Richard Pakenham intervino con el fin de evitar daños al comercio británico, quien consiguió reunir a los representantes mexicanos con el contraalmirante Baudin.

El 9 de marzo de 1839 se firmó un tratado de paz, en el cual México se comprometió a pagar las indemnizaciones exigidas (seiscientos mil pesos en total), en plazos cómodos y del modo que menos podía perjudicar el erario nacional.Francia retiró, a cambio, la flota invasora, desistió de la indemnización a los gastos de guerra y el desconocimiento de las Declaraciones Provisionales de 1827 devolviendo además las naves incautadas.

Esta guerra no impidió que Francia siguiera ejerciendo gran influencia en el desarrollo cultural de México.

La Guerra de los Cristeros

La Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada) en México consistió en un conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929, entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que resintieron la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la autonomía de la Iglesia católica.

La original Constitución mexicana de 1917 establecía una política que lejos de separar al Estado de la Iglesia, negaba la personalidad jurídica a las iglesias, subordinaba a éstas a fuertes controles por parte del Estado, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias de su derecho a poseer bienes raíces, desconocía derechos básicos de los así llamados "ministros del culto" e impedía el culto público fuera de los templos.

Tras un período de resistencia pacífica un número de escaramuzas tuvo lugar en 1926. Las rebeliones formales iniciaron el 1 de enero de 1927 con los rebeldes llamándose a sí mismos cristeros ya que creían que peleaban por Cristo.

La rebelión terminó por medios diplomáticos con la ayuda de el embajador estadounidense Dwight Whitney Morrow. Algunas estimaciones ubican un número máximo de doscientos cincuenta mil personas muertas, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército Mexicano.

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En 1926, el presidente Plutarco Elias Calles,general revolucionario, promovió la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los severos controles que la Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de sujeción de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes. Estos instrumentos buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida pública, pero--dadas algunas características de la legislación, como el hecho que se obligaba a los ministros de culto a casarse y se prohibía la existencia de comunidades religiosas--es posible afirmar que tenían un claro sesgo anti-católico por ser esta confesión la única que en México cuenta con ministros solteros y con comunidades en las que personas deciden convivir.

La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de Zacatecas, en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México. La dirigencia del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos mexicanos, creyó viable una salida militar al conflicto. En enero de 1927, empezó el acopio de armas; las primeras guerrillas estuvieron compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros.

El origen del sustantivo cristero es disputado. Hay quienes consideran que fueron ellos mismos quienes utilizaron el nombre primero para identificarse, pero hay investigadores del fenómeno, como Jean Meyer, quienes consideran que, en sus orígenes, era una expresión despectiva, usada por agentes del gobierno federal, derivada de cristiano.

Los alzamientos comenzaron en Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter fundamentalmente rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana. Los cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12 000 efectivos y dos años después, en 1929, habían alcanzado los 20,000. Semejantes números son dignos de consideración por varias razones. En primer lugar, los obispos mexicanos, con muy contadas excepciones se distanciaron rápidamente del movimiento armado, desconocieron a la Liga y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación del gobierno de Estados Unidos.En 1928, luego de una tortuosa reforma de la Constitución de 1917 y a pesar de que la Revolución mexicana había iniciado al grito de "sufragio efectivo, no reelección", el ex presidente Álvaro Obregón contendió como candidato virtualmente único en las elecciones presidenciales. El Grupo Sonora, se pensaba en ese entonces, repetiría la fórmula seguida 40 años antes por el grupo Oaxaca, encabezado por Porfirio Díaz, para reformar paulatinamente la Constitución. Se decía, sin embargo, que Obregón--a diferencia de Calles--no tenía interés en continuar con el conflicto, por lo que llegaría a un acuerdo para acabar con la guerra. Obregón, sin embargo fue asesinado por José de León Toral en el restaurante "La Bombilla" en el Distrito Federal. Obregón había acudido ahí a participar de un desayuno ofrecido por los legisladores del bloque parlamentario que le apoyaba.

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Bajo la fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, que a su vez respondía a las peticiones repetidas de obispos y laicos católicos en ese país, el presidente Portes Gil anunció que la Iglesia católica se sometería a la ley sin que la Constitución sufriera alguna modificación. A partir de ese momento , sin embargo, el país entró en lo que investigadores de la relación Iglesia-Estado en México han calificado como un periodo de "relaciones nicodémicas", en referencia a Nicodemo, el fariseo que se acercaba a Jesús de noche (de ahí el término nicodemo, "el que viene de noche"). Otros calificaron a este periodo, que se extendería hasta 1992, como un "modus vivendi", un modo de vivir, en el que el Estado renunciaba a la aplicación de la ley y la Iglesia renunciaba a exigir sus derechos. Estas relaciones nicodémicas o modus vivendi debieron enfrentar, sin embargo un severo momento de prueba cuando Calles, presionado por los efectos devastadores de la crisis de 1929 pronunció el así llamado Grito de Guadalajara.

En ese Grito, 21 de julio de 1934, Calles--en su oficiosa condición de "jefe máximo de la Revolución mexicana"--hacía un llamado para que Revolución, triunfante en lo militar, se trasladara a partir de ese momento al ámbito de la conciencia, de la educación y, de manera más específica, de la educación de los niños. El Grito de Guadalajara marcó el inicio de una serie de reformas al sistema educativo mexicano que culminaron con el proyecto de la así llamada "educación socialista".

Una Mirada al Pasado

Creación del Territorio de Quintana Roo

Quintana Roo es una de las entidades más jóvenes del país, el 24 de noviembre del 2003 cumplió 101 años de haber sido creado como Territorio Federal, sin embargo la historia no puede omitir tiempos de dolor, lucha, luces y sombras, protagonizadas por multitud de personajes cuyas voces trascienden el tiempo de la centuria.

El clamor de los mayas por respeto y dignidad retumbó en el espacio peninsular desde el 30 de julio de 1847, cuando en Tepich Cecilio Chi y Jacinto Pat iniciaron la revolución indígena más importante del siglo XIX en México, conocida en su tiempo como “Guerra de Castas”, clamor que dio voz a las cruces santas vestidas de hipil, quienes en sus diálogos con los maceualoob, dieron fuerza y cohesión a su movimiento en el espesor de la selva, su eterna zona de refugio, quedando consagradas en Noh Cah Santa Cruz Balam Na (hoy Felipe Carrillo Puerto).

La resistencia maya por más de 50 años, no sólo transformó la ocupación espacial de la porción oriental de la península de Yucatán, dando lugar al poblamiento de las islas Mujeres: Holbox y Cozumel refugio de la población blanca y mestiza que huyó de los horrores de la guerra, sino que,

también obligó al gobierno del Gral. Porfirio Díaz a iniciar la campaña de “pacificación” para tomar control de la riqueza forestal de la región y mantener la soberanía nacional.

Desde la década de los 80 del siglo XIX el gobierno del presidente Díaz comenzó a enviar a la costa oriental de la península de Yucatán comisiones exploradoras, con el propósito de obtener información necesaria en el diseño estratégico de la campaña contra los mayas.

En 1895 el Gobierno de Díaz, también consultaba con gente conocedora de la región como Manuel Sierra Méndez sobre la viabilidad de un proyecto de Ley para repartir terrenos a los indígenas que se sometieran a la obediencia del gobierno, en ese documento se alcanzan a bosquejar,

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los límites del futuro territorio. (Universidad Iberoamericana. Archivo Porfirio Díaz, “Punto para un Proyecto de Ley para Reparto de Terrenos a los Indios que se sometan a la Obediencia del Gobierno “. 1895 libro 1382, Leg. 66632. Letra A. Foja 1 a 6.) En el contexto de la estrategia militar fueron fundadas algunas poblaciones como Payo Obispo (hoy Chetumal) el 5 de mayo de 1898; Xcalak en 1900, Vigía Chico, “Campamento Gral. Vega”.

El 22 de marzo de 1901 las tropas federales hacían su entrada a Bacalar, población que hasta ese entonces se encontraban en manos de los mayas desde 40 años atrás. El 3 de mayo de ese mismo año, el Gral. Ignacio A. Bravo hacía lo propio en Chan Santa Cruz, el santuario de las cruces parlantes, centro político y militar de los mayas cruzoob, quienes tiempo antes lo abandonaron para internarse en la selva.

Estos hechos de campaña fueron ampliamente celebrados y difundidos por el gobierno porfiriano como símbolo de este régimen. Pero el interés presidencial en la región se vio materializado con la iniciativa de ley presentada por el Secretario de Gobernación a la Cámara de Diputados el 4 de noviembre de 1901, para crear el Territorio Federal de Quintana Roo en la porción oriental de la península de Yucatán. El decreto fue aprobado y publicado el 24 de noviembre de 1902. (Diario Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos. Lunes 24 de Noviembre 1902. Tomo LXIII No. 20.)

Al día siguiente (25 de noviembre) el Lic. Olegario Molina Gobernador de Yucatán informaba al Secretario de Gobernación de los límites y la afectación a los diversos partidos políticos de Yucatán cuyas tierras pasaban al nuevo territorio.

Partido de las Islas: Consideraba Isla Mujeres, Cozumel, Holbox y demás Islas adyacentes.

Antiguo Partido de Bacalar: Bacalar, Chichanhá y la franja costera desde Cabo Catoche hasta los Límites con Belice (seguramente se refería a Calderas y Calderitas), Juan Luis, Río Huach, Sta. Elena (hoy Subteniente López), Sta. Lucía, Saxan, Pucté, Xcalak, pero nada se decía de los Pueblitos y Rancherías del Imperio de La Cruz Parlante.

Partido de Progreso: Punta Chen, Yalahau, parte de las tierras correspondientes a la Cía. Agrícola El Cuyo y Anexas.

Partido de Tízimin: Ranchería Kantunil (Kantunilkin) y las posesiones de la Cía. Colonizadora de la Costa Oriental.

Partido de Valladolid: Rancherías Indígenas de San Antonio Muyil y Tulum, así como varias poblaciones abandonadas por la Guerra de Castas.

Partido de Peto: Ichmul, Sabán, Tihosuco, Kampokolche, Tepich, Sta. Cruz, etc. etc. (Informe Administrativo concedido a la Secretaría de Gobernación, por el Jefe Político Gral. José Ma. de la Vega. Noviembre 30 de 1903. Fotocopia del docto. Original. AGN, Ramo Gobernación, Caja 767. s/s. 903).

En aquel momento la nueva entidad contaba con 12,500 habitantes (cifra que disminuiría en las siguientes décadas), distribuidos en balbuceantes poblaciones dispersas en poco más de 50,000 kms., superficie original de nuestra entidad.

El Gral. José Ma. de la Vega, primer Jefe Político (cargo similar al de gobernador) describió la situación en pocas palabras ...” el estado actual de la comarca al inaugurarse el Territorio, es el de un gran bosque surcado por algunas veredas y con pocos centros de vida ...”

En otra parte de su informe al Secretario de Gobernación señalaba: “... No se me oculta que para administrar es preciso tener administrados ...” y entre los “administrados” que también comenzaron a llegar en 1902, estaban los presos políticos traídos desde la cárcel de San Juan de Ulúa en

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Veracruz a Vigía Chico y Santa Cruz de Bravo para tender la vía de ferrocarril decauville entre ambos campamentos militares, pero también para acallar las voces disidentes al régimen porfirista, surgiendo la leyenda de Quintana Roo como sitio de destierro y muerte. El trabajo de esos infelices denominados eufemísticamente “operarios” permitió trasladar en 1904 de Punta Allen la primera capital del territorio (aunque con carácter provisional) a Santa Cruz de Bravo, la capital oficial, por ser ésta el centro espiritual del maya a quien creyeron vencido, pero que en el terreno de los hechos aún pasarían décadas antes de reconocer al gobierno federal.

POR IGNACIO HERRERA MUÑOZ,

CRONISTA VITALICIO DE CHETUMAL

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(Publicado en agosto de 2008. Edición No. 66)

Sin duda alguna la mal denominada guerra de castas de Yucatán fue un fenómeno social explicable en las contradicciones que engendró la desigualdad económica. Esta crea castas privilegiadas en profunda diferenciación de clases y en este caso los poseedores y desposeídos los grandes latifundistas de aquella época con el poder político y los mayas en la miseria, sin tierras y soportando tributos en condición de vasallos.

Así como tomamos punto de referencia poblaciones que ahora integran el estado de Quintana Roo en relación a la conquista española, existen fundamentos sustentables para ubicar a “la Guerra Social Maya de 1847” como razón suprema de la creación del Quintana Roo como entidad.

Por muchos años los mayas estuvieron obligados a pagar, por ley expedida el 23 de noviembre de 1833, contribución de 12 reales anuales, así como elevados tributos a la iglesia, sin tener derecho a suficientes tierras para sus cultivos ya que los terrenos baldíos siempre eran adjudicados a los blancos y criollos.

Vejados, explotados y engañados siempre derramaron su sangre para servir los intereses partidistas de los políticos terratenientes. En 1840 debido a la lucha entre el centralismo y el federalismo, don Santiago Imán, agrupa a los federalistas para obtener el poder.

En su primer intento es derrotado y entonces acude a los mayas a quienes ofrece suprimir las contribuciones y darles tierras. Con este ofrecimiento participan con las armas en su favor y lo hacen triunfar, pero las promesas que se les hizo quedaron incumplidas.

El 30 de julio de 1847 estalló en Tepich la rebelión maya que ensombreció la tranquilidad de la Península durante 53 años encabezada por Cecilio Chi y Jacinto Pat; cuatro días antes había sido fusilado Manuel Antonio Ay, al descubrirse la insurrección.

Un día antes de este levantamiento en forma generalizada las fuerzas del gobierno habían incendiado la población de Tepich.

En respuesta a ese acto de barbarie, al día siguiente Cecilio Chi y sus hombres mataron a todos los pobladores blanco y mestizos de ese lugar.

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La guerra maya había estallado y por ambos lados resultaba cruenta y bárbara. Las huestes mayas marchaban incontenibles al triunfo y fue tal desesperación y pánico de los gobernantes yucatecos, que los llevó al extremo de solicitar armas, municiones, tropas y dinero a países extranjeros para contenerla ofreciendo a cambio el dominio y soberanía de la península.

Al haberse conmemorado 161 años de la Guerra Social Maya el pasado 30 de julio, es prudente reivindicar aquellos enjuiciamientos en contra de los caudillos mayas de algunos detractores quienes afirman que los mayas intentaron vender al territorio peninsular a la colonia inglesa. Juicio injusto por que los mayas su lucha precisamente fue en contra de la opresión, de la tiranía, de las vejaciones, de los engaños fatigados de ser utilizados como instrumentos para logros políticos de los peninsulares.

Tihosuco fue escenario de esta celebración de poco más de siglo y medio de inicio de esa guerra maya que consecuentemente justifica la creación de Quintana Roo en 1902; la lucha por defender sus derechos agrarios, políticos y sociales de los mayas acaudillados por Jacinto Pat y Cecilio Chi fueron las bases para que hoy Quintana Roo, sea un estado libre y soberano.

En Tihosuco población histórica, los testimonios están en abandono y se deterioran paulatinamente. La iglesia que data de 1839 sus paredes se derrumban, de más de 40 construcciones coloniales unas cuantas se han rescatado. Un poblado en el que se siente un ambiente de remembranza histórica al igual que por ser la cuna de esos valerosos caudillos mayas, deben rescatarlos y preservar todos los valiosos vestigios, como la pileta bautismal que está como un objeto invalorable cuando encierra en si un invaluable testigo de esos sucesos que en 1847 se iniciaron por esos parajes enclavados en la zona central donde moraron y moran esos indómitos mayas, que siguen luchando como lo hicieron hace 161 años por esa justicia que ellos convirtieron en esa histórica Guerra Social Maya.

Los vestigios que constituyen esos monumentos como las casas que habitaron esos caudillos deben ser preservados como riqueza histórica y lugares de desarrollo como soñaron esos valientes mayas que derramaron su sangre en pro de su libertad.

Tihosuco, Tepich y los caudillos mayas, Jacinto Pat y Cecilio Chi son los testimonios de esa guerra mal llamada de castas y que los quintanarroenses recordamos como Guerra Social Maya.

“Cecilio Chi”

El Instituto Quintanarroense de la Cultura, a través de la Casa de la Cultura de Cancún, dentro del espacio “Libros y más Libros”, cuya tarea es difundir diversos textos cuyo contenido cultural forman parte de las tareas de nuestra institución, con gran entusiasmo hoy comentamos el libro “Cecilio Chi”, publicado en coedición por el Gobierno del Estado de Quintana Roo y el Instituto Quintanarroense de la Cultura en el año 2003.

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El libro “Cecilio Chi” es una obra que el autor concibe, no obstante a ser novela histórica, como un acto de autorreconocimiento y con una necesidad apremiante de revelar su propia interioridad y la de sus hermanos mayas irredentos.

Toribio Cruz -al presentarlo- consideró que “en la novela ‘Cecilio Chi’ el también catedrático Gómez Navarrete conjuga a la perfección la poesía, el cuento y la novela”.

Hizo énfasis en que “los escritores y poetas convierten a los personajes en seres humanos, que cobran vida conforme los lectores van avanzando en la historia y los hace despertar su imaginación”.

Don Toribio Cruz González recomendó la lectura de este libro a los jóvenes de las carreras de Ciencias Antropológicas, pues consideró que esta novela de Gómez Navarrete “describe el mayab del siglo XIX y los hechos históricos de esa época, sin críticas ni enjuiciamientos personales”.

“Javier Gómez hace un rescate y al mismo tiempo la preservación de las costumbres y tradiciones de los mayas para que las actuales y futuras generaciones conozcan su pasado, que se está perdiendo con la globalización y la transculturación”, resaltó.

Durante la presentación de este libro en la Universidad de Quintana Roo

leyeron cuatro capítulos del libro, uno de los cuales fue traducido al maya. Por su

parte el autor hizo una interesante introducción en maya de su libro. “Vivimos en la tierra del faisán y del venado, del madero rojo y del maíz; por eso debemos sentirnos orgullosos”, dijo Gómez Navarrete en maya y en español.

Asimismo, don Toribio Gómez Navarrete explicó que “aunque en su libro aborda la Guerra de Castas, sólo abarca unos 5 años de esa lucha, en la cual Cecilio Chi fue el principal cabecilla al liderar a 40 mil hombres.”

El autor de “Cecilio Chí”, Javier Gómez Navarrete, es licenciado en Historia por la Universidad de Guerrero y licenciado en Educación Cívica y Social por la Normal Superior de México. Entre sus obras publicadas destacan “Historia y geografía de Quintana Roo”, “Método para el aprendizaje de la lengua maya”, “Voces sin tiempo” y “Día once del mes venado”.