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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLIVAR DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”. Ludwig Wittgenstein (1889-1951) Filósofo británico, de origen austríaco. 1

Guía LLA111

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLIVARDEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”.

Ludwig Wittgenstein (1889-1951)Filósofo británico, de origen austríaco.

Profa. Kira Elena Morales [email protected]

EGE Piso 3 - 303

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LLA-111 Partimos de la comprensión del lenguaje como una herramienta de percepción y relación con el mundo, por

consiguiente, un objeto pensable y experimentable; un fenómeno que se puede concebir desde diversas perspectivas teóricas y disciplinares, así como un proceso que involucra diversos códigos y procedimientos formales. Por su naturaleza histórica está sujeto a convenciones y reglas.

Objetivos generales  1. Desarrollar una conciencia crítica sobre el uso del lenguaje.2. Reconocer el papel del lenguaje como herramienta de traducción /interpretación /construcción del mundo.3. Incrementar la competencia comunicativa en la interacción con diferentes tipos de textos.4. Desarrollar habilidades para el uso y procesamiento del lenguaje en diferentes situaciones comunicativas.

Objetivos específicos 1. El estudiante incrementará la comprensión lectora de diversos tipos de textos. 2. El estudiante desarrollará procesos de lectura que abarquen los niveles comprensivos, analíticos y críticos.3. El estudiante será capaz de desenvolverse en distintos niveles de escritura –descriptivo, analítico, crítico-

necesarios para su desarrollo académico y será capaz de producir textos de diferentes formatos.

Evaluación sugerida1. Primer parcial (20 ptos.) Lectura comprensiva de un texto (artículo de opinión, crónica, ensayo breve). El profesor elaborará dos o tres preguntas que encaminen al estudiante a escribir un comentario explicativo del

material asignado. Dicho comentario deberá integrar la síntesis del texto y la expresión de una comprensión cabal de su organización y contenido. En él se evaluará su capacidad para observar, resumir, estructurar y jerarquizar la información.

2. Segundo parcial (25 ptos.) Comentario comparativo de dos textos que aborden la misma temática desde diferentes perspectivas y/o formatos textuales (artículo de opinión, crónica, ensayo breve, canción, comics, comercial, valla, cuento, poema).

Se espera que el estudiante demuestre, en este comentario, su capacidad crítica para observar y destacar conexiones y/o diferencias temáticas y formales entre los textos u objetos propuestos, y organice y sustente sus ideas tomando en cuenta las implicaciones de los distintos formatos de los materiales propuestos.

3. Tercer parcial (30 ptos.) Ensayo breve (Aprox. 2 cuartillas) sobre un tema propuesto por el profesor a partir del análisis de materiales trabajados en clase y otros de su propia investigación

Se espera que el estudiante genere ideas propias a partir del tema propuesto y las articule con los materiales requeridos hacia la formulación de una tesis. Para esta evaluación serán necesarias discusiones previas en clase sobre las que cada estudiante elabore un esquema o borrador adecuado al enfoque elegido.

El día del parcial el estudiante podrá consultar el esquema y/o borrador y los materiales de trabajo.Las evaluaciones parciales (o su escritura final, si se trata de trabajos realizados progresivamente) deberán

tener lugar en el aula de clases.4. Evaluación continua (de 3 a 5 ejercicios o tareas evaluados que tendrán una ponderación de 15 ptos.) Pueden hacerse ejercicios individuales, en parejas o grupos.Los ejercicios pueden incluir resúmenes descriptivos de textos, videos u otros objetos; micro resúmenes de cuatro o

cinco líneas; redacción de argumentos breves y de su inmediata contra-argumentación; escritura de párrafos introductorios o de conclusión como preparación para las evaluaciones; reescritura de párrafos que en las evaluaciones hayan resultado problemáticos; ejercicios basados en juegos de lenguaje que incrementen la creatividad y la fluidez en la escritura; brevísimas presentaciones orales en función de argumentos polémicos o temas relacionados con los materiales del curso.

5. Participación (participación en clase, entrega de ejercicios, responsabilidad, asistencia a consulta, interacción con el profesor y el grupo) (10 Ptos.)

Bibliografía de apoyo

Álvarez, Miriam. (1993). Tipos de escritos II: exposición y argumentación. Madrid: Arcos Libros.Anscombre, Jean-Claude y Ducrot, Oswald. (1994). La argumentación en la lengua. Madrid: Gredos.Calsamiglia, Helena y Tusón, Amparo. (1999). Las cosas del decir. Barcelona: Ariel.Cassany, Daniel. (1991). Describir el escribir. Barcelona: Paidós.Cassany, Luna y Sanz. (1994). Enseñar lengua. Barcelona: Graó. Fraca, Lucía. (2000). “La escritura como elemento de mediación en el ser humano”. En Candidus. Valencia:

CERINED.Seco, Manuel. (1998). Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. 10ª edición. Madrid: Espasa-

Calpe.Serafini, María Teresa. (1989). Cómo redactar un tema. Barcelona: Paidós.

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Cronograma de actividades

Semana Horas Bloque (2 h) Horas Sueltas (1h)I

17-21 septiembre

Presentación del curso.El lenguaje: usos y propiedades.

Tipos de texto.Prueba diagnóstico.

II24-28

septiembre

Posibilidades del Lenguaje. Tipos de Texto. Identificación y comprensión.

Técnicas de comprensión lectoraDe cómo hacer para que la literatura repugne y

El hombre que aprendió a ladrar.III

01-05octubre

Técnicas de comprensión lectora:el comentario explicativo

¿Cómo se comenta un texto y por qué?

Lectura y comentario de La bondad de la palabra y El tamaño del mundo y El evangelio

según San MarcosIV

08-12 octubre

Primer ejercicio individual (5 %)Lectura y comprensión de

La lectura bárbara

Corrección del ejercicio.Lectura y comentario de El evangelio según

San Marco. .

V15-19

octubre

Primera prueba parcial (20%). Escribir un comentario explicativo a partir de dos o tres

preguntas que encaminen al estudiante. Dicho comentario deberá integrar la síntesis del texto

y la expresión de una comprensión cabal de su organización y contenido.

Corrección de la prueba parcial. Discusión en clase, revisión de forma y contenido,

reformulación de ideas, recomendaciones.Lectura y comentario de Don de lengua e

Identidad y orden idiomático. Buenas y malas palabras.

VI22-26

octubre

Técnicas de comprensión lectora:Comparación de textos

Lectura y comentario de Respeto, no tolerancia.

VII29-02 oct.-

nov.

Segundo ejercicio individual (5 %)Lectura crítica, corrección oracional y textual,

reformulación de ideas, reescritura, recomendaciones.

Corrección del ejercicio.Lectura y comentario de La aceptación de la

diferencia y Chile Manifiesto.

VIII05-09

noviembre

Segunda prueba parcial (25%).Comentario comparativo de dos textos que aborden la misma temática desde diferentes

perspectivas y/o formatos textuales (artículo de opinión, crónica, ensayo breve, canción, comics,

comercial, valla, cuento, poema).

Corrección de la prueba parcial. Discusión en clase, revisión de forma y contenido,

reformulación de ideas, recomendaciones.Lectura y comentario de Carta aun rehé y La

cultura de la hospitalidad.

IX12-16

noviembre

Técnicas de comprensión lectora:El ensayo

¿Cómo generar ideas propias a partir de lo leído?Discusión y debate en clase.

Comentar y reflexionar en torno a los textos. Lecturas de los textos Botella al mar para el Dios de

las palabras, Ortografía y cultura.

Elaboración del ensayo breve a partir de las lecturas realizadas en la sesión anterior.

Lectura y comentario de Contra la tolerancia y escribí para ti pensando en mí.

X19-23

noviembre

Proyección de una películaTercer ejercicio individual (5 %)

Discusión y debate en clase.Lectura de una imagen. A partir de una película, identificar los elementos básicos de la narración

y realizar un ejercicio dado por el profesor.XI

26-30 noviembre

Técnicas de comprensión lectora:El ensayo

¿Cómo generar tomar una postura crítica?Discusión y debate en clase.

Comentar y reflexionar en torno a los textos. Lecturas de los textos Jubilación de la ortografía.

Elaboración del ensayo breve a partir de las lecturas realizadas a lo largo del trimestre.

XII03-07

diciembre

1. Tercera prueba parcial (30%). Ensayo breve (Aprox. 2 cuartillas) sobre un tema propuesto por el profesor a partir del análisis de materiales trabajados en clase y otros de su propia investigación.

Corrección de la prueba parcial. Discusión en clase, revisión de forma y contenido,

reformulación de ideas, recomendaciones.Entrega de notas

El 10% restante corresponde a las intervenciones en clases.

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TIPOS DE LECTURA

Víctor Morles

Según el modode leer

Según el fin con el que se lea

Fuente: Morles, Víctor. Mejores técnicas de estudio. Caracas: Ediciones Co-Bo. 2000.

“El lenguaje de hoy no es peor que el de ayer. Es más práctico. Como el mundo en que vivimos”.

Noam Chomsky (1928-?) Escritor y activista político estadounidense.

Horizontal- Lectura completa del texto siguiendo la cadena sintagmática. - De forma lenta o velocidad normal.

Vertical- Lectura selectiva del texto deteniéndose sólo en determinadas partes.- Por lo general es muy rápida.

Exploratoria

- Lectura de aproximación inicial al texto.- Usualmente es rápida y selectiva.- Suele ser el primer paso del proceso lector.

De Información General

- Lectura que busca la comprensión y retención de un texto a grandes rasgos.- Lectura completa y más o menos rápida.

De Estudio o Aprendizaje

- Lectura que busca la comprensión y retención completa de un texto con fines de aprendizaje sistemático.- Es completa y lenta.

Evaluativa

- Lectura que tiene como fin la valoración crítica de un texto.- Lectura completa y lenta.- En general, incluye los otros tipos de lectura.

Recreativa- Lectura que busca el goce y el divertimiento. - Lectura completa y más o menos rápida.

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TÉCNICAS DE COMPRENSIÓN LECTORA

Recogiendo el sentir de los metodólogos, y de acuerdo con la experiencia, las etapas (pasos o fases), estrategias metodológicas y técnicas más recomendables para asegurar una comprensión plena en la lectura se sintetizan en trece actividades, a saber:

(1) Anticiparse

(2) Leer (varias veces)

(3) Subrayar

(4) Consultar

(5) Detectar

(6) Apreciar

(7) Dialogar

(8) Hacer inferencias

(9) Esquematizar

(10) Resumir

(11) Parafrasear

(12) Opinar

(13) Evaluar

Comprende una prelectura: observación y preguntas anticipatorias para indagar sobre el tipo de escrito y el tema.

Depende del tipo de escrito y los propósitos del lector.

Son subrayables: palabras, frases, ideas temáticas, datos especiales.

Según las necesidades, se requiere averiguar cuál es el significado de términos, clarificar conceptos, conocer la biografía del autor, etc. con base en diccionarios.

Se trata de identificar la macroestructura del texto y la intención del autor, y captar el curso del pensamiento. Para ello, son de aprovechar la distinción de párrafos informativos y funcionales, expresiones – señales, conectivos, puntuación, diagramas e ilustraciones, letra destacada, etc.

Según el género, se trata de valorar el texto en sí, en sus recursos lingüísticos y de estilo.

El diálogo es con el autor y consigo mismo, a través de una lectura activa y no pasiva. Conviene mirar (con la mente atenta y no únicamente ver. Permitir en todo momento que se susciten interrogantes: ¿qué quiere decir?, ¿cómo se define?, ¿qué sigue?, etc.

Consisten en conclusiones que el lector extrae del texto, bien sea deduciendo causas o consecuencias, resolviendo problemas o buscando aplicaciones.

Consiste en la ordenación de las ideas temáticas y de desarrollo por medio de numeradores o nomencladores.

Consiste en la ordenación de las ideas temáticas presentadas con palabras y oraciones. Se inicia a partir de una toma de notas; refleja la macroestructura del texto.

Consiste en la reconstrucción que hace el lector del texto leído, redactándolo de otra manera.

La crítica y valoración se desarrolla a medida en que se avanza en el proceso, o al final. Una estrategia es formular preguntas: ¿es cierto?, ¿tiene validez?, ¿qué valor (literario, filosófico, etc.) tiene?

Consiste en posicionarse ante el texto, asumiendo una postura crítica frente a sus planteamientos; claro está, argumentando esa posición.

Material de apoyo adaptado con fines exclusivamente docente. Fuente: Niño Rojas, Víctor Miguel. Los procesos de la comunicación y del lenguaje. Fundamentación y práctica. Bogotá.: ECOE Ediciones. 1994.

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TIPOLOGÍA TEXTUAL

De acuerdo con su superestructura o estructura esquemática, podemos clasificar los textos escritos en: narrativos, descriptivos, dialogados, expositivos y argumentativos.

TEXTO NARRATIVO

TEXTO DESCRIPTIVO

TEXTO DIALOGADO

TEXTO EXPOSITIVO

TEXTO ARGUMENTATIVO

Intención  comunicativa

Relata hechos que suceden a

unos personajes.

Cuenta cómo son los objetos,

personas, lugares,

animales, sentimientos...

Reproduce literalmente

las palabras de los personajes.

Explica de forma objetiva unos hechos.

Defiende ideas y expresa opiniones.

Responden a: ¿Qué pasa? ¿Cómo es? ¿Qué dicen?¿Por qué es

así?¿Qué pienso?

 ¿Qué te parece?

ModelosNovelas, cuentos,

noticias...

Guías de viaje, novelas,

cuentos, cartas, diarios...

Piezas teatrales,

diálogos en cuentos y novelas,

entrevistas...

Libros de texto, artículos de divulgación, enciclopedias...

Artículos de opinión, críticas de prensa...

Tipo de lenguaje

Verbos de acción.

Abundancia de adjetivos.

Acotaciones, guiones,

comillas...

Lenguaje claro y directo.

Verbos que expresan opinión.

ALGUNOS APUNTES TEÓRICOS

La secuencia textual expositiva1

– Es la secuencia textual prototípica para transmitir y construir el conocimiento. – Aparece en el texto escrito en: tratados, manuales, ensayos, libros de texto, obras de

divulgación, y en la prensa general y especializada. – El texto expositivo procura dar respuesta a un problema de conocimiento.– Tiene un orden lógico.– La información aparece en forma jerárquica: de lo simple a lo complejo, o de lo general a lo

particular. – Estrategias discursivas: • La definición: Se aclara a qué clase pertenece y cuáles son sus características. Las

expresiones verbales más utilizadas son: se llama, se refiere a, se define como, está constituido por, contiene comprende…

• La reformulación: Repetir con otras palabras definiciones que pudieran ser complejas para el lector. Conectores empleados: es decir, esto es, a saber, dicho en otras palabras, en otros términos, o sea, mejor dicho …

• Ejemplificación: Los conceptos abstractos pueden resultar oscuros. A través del ejemplo se produce un desplazamiento de lo general a lo concreto. Conectores empleados: por ejemplo, a saber, así, en concreto, pongamos por caso, sin ir más lejos…

• Inserción de citas de autoridad: Demuestra que su presentación es válida porque coincide con la explicación de un experto.

• Clasificación: Se incluye al objeto en una taxonomía determinada.1 Tomado del capítulo 10 “Modos de organización del discurso” en Calsamiglia; Helena; Tusón, Amparo (1999) Las cosas del decir. Barcelona: Ariel.

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• Analogía: Es un procedimiento de aclaración e ilustración que se construye a partir de poner en relación un concepto con otro de distinto campo. Se manifiesta lingüísticamente a partir de comparaciones y metáforas.

La secuencia textual argumentativaCicerón definía la argumentación como «el discurso mediante el cual se aducen pruebas para

dar crédito, autoridad y fundamento a nuestra proposición». Argumentar consiste, pues, en aportar razones para defender una opinión y convencer así a un receptor para que piense de una determinada forma. La argumentación se utiliza normalmente para desarrollar temas que se prestan a controversia, y su objetivo fundamental es ofrecer una información lo más completa posible, a la vez que intentar persuadir al lector u oyente mediante un razonamiento.

Si la persona que argumenta conoce en profundidad el tema del que habla, diremos que es un emisor cualificado. En cambio, cuando el hablante que argumenta transmite un mensaje elaborado por otros (los testimonios de famosos en la publicidad, por ejemplo), diremos que es un emisor interpuesto.

La argumentación y la exposición están estrechamente relacionadas: se expone para informar de algo y esta exposición se puede argumentar para convencer y persuadir de alguna propuesta. Ambas se pueden presentar de forma independiente. Sin embargo, frecuentemente se unen para formar textos expositivo-argumentativos: editoriales, reportajes, ensayos, críticas, informes, solicitudes, alegaciones, opiniones, tesis, sentencias...

EstructuraciónUn texto argumentativo consta de:1. Tesis. Es la idea fundamental en torno a la que se reflexiona; puede aparecer al principio o

al final del texto. Ha de presentarse clara y objetivamente. Puede encerrar en sí varias ideas, aunque es aconsejable que no posea un número excesivo de ellas, pues provocaría la confusión en el receptor y la defensa de la misma entrañaría mayores dificultades.

2. Cuerpo. Despliega la idea o ideas que se pretende demostrar desde dos perspectivas: una de defensa de ellas, y otra de refutación contra previsibles objeciones. Esta última actitud no es necesario que esté presente, pero sí la primera. Consta, por tanto, de:

A. Argumentos. Una vez expuesta la tesis, comienza el razonamiento en sí, es decir, se van ofreciendo los argumentos para confirmarla o rechazarla.

B. Refutación. Puede hacerse de una tesis admitida o de las posibles objeciones que podría hacer el adversario a un argumento concreto.

3. Conclusión. El autor, en su demostración, reflexiona sobre el tema desde todos los ángulos, hasta llegar al objetivo deseado, que se ofrece como conclusión, a menudo anunciada al comienzo del escrito. Puede presentarse de varias formas:

A. Afirmación de una tesis. El contenido que desarrolla el autor se presta en su final a abstraer de los datos o ejemplos aducidos una idea general, explicativa del problema o de los fenómenos que se traten, la cual asume un rango de tesis.

B. Con carácter sugeridor. Este tipo de conclusiones se distinguen porque el escrito, si bien en el estadio final recoge en síntesis la idea sustancial de la exposición, no llega a hacer como definitivo su razonamiento o a completar su información. El autor apunta sugerencias para futuros trabajos, abriendo caminos hacia otras perspectivas antes de poner punto final a su propio texto.

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Técnicas de argumentación y de refutación

Para fortalecer la opinión defendida o para refutar la contraria, se emplean los siguientes recursos:

T é c n i c a s C a r a c t e r i z a c i ó n E j e m p l o s

Causa / Consecuencia

El argumento es la causa y la conclusión, la consecuencia. También puede presentar la forma de

finalidad o de condición.

Como está lloviendo, no vamos al cine.

Estudio mucho para trabajar en lo que me

gusta.

Si bebes, no conduzcas

Citas o argumentos de

autoridad

La argumentación se apoya normalmente en testimonios fidedignos y citas que manifiestan la opinión sobre el tema de personas famosas, de

expertos conocidos. Su objetivo es reforzar la idea sostenida, o bien adelantarse a posibles argumentos

contrarios.

La libertad es el don más preciado. Lo dijo

Cervantes.

Refranes

Son dichos populares, anónimos, muy pegadizos y de gran fuerza expresiva, que resumen reflexiones

generales apoyadas en la experiencia vital y que son compartidas por mucha gente.

En boca cerrada no entran moscas.

Máximas

Regla, principio o sentencia de autor conocido y de carácter más culto que el de los refranes. Presentan

un valor de verdad comúnmente aceptado y admitido sin reservas

Esto sólo sé: que no sé nada (Sócrates).

EjemplosSe emplean para ilustrar lo que se pretende

demostrar y defender; sirven, por tanto, como factor indispensable para lograr la persuasión.

Demandé a Telefónica y gané el juicio: La justicia

existe.

El sentir de la sociedad en

general

En ocasiones, se apela al parecer general de una sociedad, o incluso de un grupo social, con la clara

intención de lograr la defensa, pero, sobre todo, convencer al lector de su opinión. Son argumentos

apoyados fundamentalmente en la cantidad

El 95% de los encuestados afirman dormir mejor tras haber leído durante un par

de horas antes de acostarse

Estos recursos, llamados también estrategias discursivas-argumentativas, son todos aquellos procedimientos discursivos que, de modo intencional y consciente, utiliza el hablante o escritor para incrementar la eficacia del discurso al convencer o persuadir al destinatario en una situación comunicativa donde exista la argumentación. Además de los anteriores, pueden presentarse:

Definición (se parte de una definición para crear consenso) Referencias (históricas, literarias, etc.) Preguntas retóricas (para provocar la reflexión del lector) Contra-argumentación (anticipar y desmontar las posibles críticas a los argumentos

propuestos) Comparación

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- Metáfora (tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita; p. ej., Las perlas del rocío. La primavera de la vida. Refrenar las pasiones. Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión; p. ej., el átomo es un sistema solar en miniatura.

- Analogía (asociación de dos hechos o ideas por similitud)- Contraste / contraposición (dar posturas o ideas divergentes) Concesión (se reconoce cierta validez en posiciones contrarias a la propia) Ironía (burla fina y disimulada. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario

de lo que se dice.) Datos / hechos/ cifras / estadísticas Anécdotas Opiniones personales

El esquemaEl esquema es una poderosa herramienta para el estudio, pues posibilita la comprensión de los

textos en virtud de las operaciones intelectuales que se activan al momento de su elaboración. Igualmente, un esquema potencia el recuerdo tanto de los aspectos principales como de los detalles importantes de un tema de estudio.

Para ser efectivo, todo esquema debe contener una visión panorámica de las ideas más importantes que se desarrollan en un texto. Esto supone una jerarquización de las ideas que se producen a partir del análisis del texto. En este sentido, para la elaboración de un buen esquema, es conveniente hacer una primera lectura rápida, a fin de establecer el tema central, determinar si hay ideas de difícil comprensión, visualizar las estructuras que aparecen en el texto y comprobar cuál es la superestructura del mismo.

En una segunda lectura se determinan los temas principales del texto, así como los temas secundarios, es decir, los que se derivan de los temas principales. Un recurso para ello puede ser el subrayado o la toma de notas. Como resultado de este proceso, debe quedar en claro cuántas partes conforman el texto (superestructura) y cómo se dividen y subdividen a su vez estas partes.

Durante la elaboración del esquema, es conveniente tener en cuenta los siguientes aspectos: Algunas informaciones son más importantes que otras. Unas informaciones se derivan de otras, es decir, se subordinan a éstas. Puede haber repetición de informaciones, pues ello es una forma de recapitular las ideas. Sin

embargo, las repeticiones pueden no parecer explícitas, de manera que el lector debe estar atento para detectarlas.

En algunas ocasiones es necesario reordenar la información para que el esquema sea más lógico, más fácil de comprender.

Una vez que tiene suficientemente claro cuáles son los bloques temáticos del texto (es decir, en cuantas partes se divide el texto y como se subdividen estas partes), el siguiente paso es identificar estas partes del texto con frases breves, pero suficientemente explícitas, que sirvan de títulos y subtítulos para el esquema. Se debe estar atento a los siguientes elementos:

1. Los subtítulos deben ser adecuados al contenido del texto que representan. Deben ser breves pero, sobre todo, deben ser suficientemente claros y específicos. No se escriben oraciones completas en un esquema; en lugar de ello, hay que identificar temas, así como los comentarios hechos en relación con dichos temas.

Ejemplo:

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Si en el texto aparece: “La autoestima es el valor que la damos a cada uno de los aspectos de nuestra personalidad”,

En el esquema debe aparecer:

1. Definición de autoestima (tema):* Valor que la persona da a cada aspecto de su personalidad (comentario)2. Los márgenes deben dejar manifiesta la estructura del esquema. Uno de los aspectos más

útiles de un esquema es que muestra con claridad los niveles de jerarquía entre las ideas o, lo que es lo mismo, cómo se derivan ideas específicas de otras más generales. Para ello, se recurre a los márgenes: Las ideas de segundo nivel se presentan con un margen mayor que el de las ideas de primer nivel; lo mismo sucede con las ideas de tercer nivel y con las de cuarto nivel.

3. Los nomencladores son los números y las viñetas que se colocan al lado de cada título y subtítulo. Las reglas para su uso son las siguientes:

3.1. Primer nivel: un solo número (1 – 2 – 3 etc.)3.2. Segundo nivel: dos números (1.1 – 1.2; 2.1 – 2.2; etc.)3.3. Tercer nivel: tres números (1.1.1 – 1.1.2; 1.2.1 – 2.2.2 etc.)3.4. Cuarto nivel: viñetas3.5. En el segundo y el tercer niveles se usan viñeta si hay un solo subtítulo en la subdivisión

respectiva.

El resumenSi el esquema ha logrado el nivel adecuado de jerarquización de las ideas y es un reflejo fiel y

preciso del planteamiento fundamental del texto, redactar la síntesis será un trabajo sencillo, si se toman en cuenta los siguientes parámetros:

1. Utilizar un estilo impersonal, puesto que el que sintetiza se coloca en el plano del observador de lo expuesto en el texto. Por otro lado, el alumno que hace la síntesis de un texto dado comete un plagio si utiliza la 1ª persona del singular o del plural del verbo o del pronombre (encuentro, nos encontramos, nosotros, etc.)

2. La síntesis supone una re-redacción del texto analizado, de una manera breve y sucinta, por lo que el autor de la síntesis deberá, con sus propias palabras, dar una visión completa del contenido sin copiar líneas u oraciones extraídas del texto.

Tomando en cuenta la sintaxis correcta de la lengua castellana, las reglas de ortografía y de acentuación, la síntesis será una obra escrita de creación personal que servirá de apoyo para la investigación, para la elaboración de informes y de ensayos.

Por otra parte, resumir un texto implica seleccionar de él lo más importante y expresar con pocas palabras lo que el texto dice. Resumir es lo mismo que sintetizar, es decir, expresar el contenido esencial de un texto, desechando lo accesorio, las anécdotas y ejemplos.

Características del resumenUn buen resumen debe tener las características siguientes: Brevedad: Utilizar el menor número posible de palabras. Precisión: Emplear las palabras adecuadas al contenido. Claridad: Ha de comprenderse sin dificultad. Debe abarcar todo lo esencial del contenido del texto. Debe prescindir de todo lo accesorio y anecdótico. No se deben entresacar palabras del texto y forzarlas a relacionarse para redactar el

resumen. No se deben hacer juicios de valor o cualquier grado de subjetivismo acerca del contenido

del texto.

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Cómo resumirPara realizar un buen resumen se deben seguir los siguientes pasos:1. Lea atentamente el texto cuantas veces sean necesarias para la comprensión cabal del

mismo. Use el diccionario en caso de desconocimiento del significado de algunas palabras.2. Tome nota de los contenidos parciales del texto, párrafo por párrafo. Para ello, hágase las

siguientes preguntas: ¿Puedo quitar algo del texto porque se dice lo mismo de varias maneras? ¿Hay algo en el texto que se pueda considerar como un ejemplo de algo previamente

expuesto?¿Puedo sustituir todo esto por una palabra “mía” que diga lo mismo?3. Partiendo de las notas tomadas, redacte el resumen, que contendrá únicamente lo más

esencial y significativo de las mismas.En el siguiente cuadro se presentan algunos consejos relacionados con la redacción de

resúmenes.

Cuatro reglas específicas para escribir un resumen.Hare y Borchardt, tomado de: Sánchez, E. (1997)

1. Elimina l istas . Si ves una l ista de cosas, intenta pensar en una palabra o frase nominal para toda la l ista. Por ejemplo, si has visto una l ista como ojos, oídos, nariz, brazos y piernas, puedes decir “miembros o partes del cuerpo”. O si has visto una l ista como patinaje sobre hielo, sky o tr ineo, puedes decir “deportes de invierno”.

2. Usa oraciones temáticas . A menudo los autores escriben una oración que resume un párrafo completo. Si el autor ofrece alguna, puedes usarla en tu resumen. Por desgracia, no todos los párrafos contienen una oración temática. Esto significa que debes construirla por t i mismo. Si no observas una oración temática, construye una por t i mismo.

3. Elimina detalles innecesarios. En un pasaje puede repetirse alguna información del texto. En otras palabras, la misma cosa puede decirse de diferentes maneras. Otra parte de la información textual puede carecer de importancia o ser tr ivial . Ya que un resumen debe ser breve, el imina la información trivial o redundante.

4. Elimina párrafos. Los párrafos se relacionan frecuentemente entre sí . Ciertos párrafos aclaran uno o más párrafos. Otros amplían la información presentada en párrafos previos. Algunos son más necesarios que el resto. Decide qué párrafos deben ser conservados o eliminados y cuáles pueden ser considerados a la vez.

Ejemplo: Observe a continuación la lectura del texto Soberbia. Yo, la peor de todas.

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SOBERBIA. YO, LA PEOR DE TODASGisela Kozak

(En: Veintiuno, octubre-noviembre 2005, página 16.)

Dice un viejo proverbio castellano que «Contra el feliz soberbio, apenas pueden los buenos». Valgan estas palabras para muestra de mi memoria y erudición al servicio de ilustrar la soberbia, uno de los pecados capitales señalados por Santo Tomás de Aquino, padre de la iglesia católica. ¿No les parece elegante este comienzo? Es que nadie puede escribir sobre el tema sin tocar la historia de las religiones y del castellano, literatura universal, filosofía, feminismo y otras disciplinas que no mencionaré porque quizás mis lectores no hayan estudiado tanto como yo. No quiero abrumarlos con un bagaje que les podría parecer una manifestación de vanidad. Estoy lejos de la vanidad, pariente pobre de la soberbia porque requiere de los demás para alimentarse. El vanidoso o vanidosa necesita del halago; el feliz soberbio o soberbia prescinde de los demás pues su juicio le parece débil e inconsistente.

En el medio intelectual o académico encontramos aves de los dos plumajes. El vanidoso habla mucho, escribe poco y se la pasa en reuniones sociales y eventos públicos; el feliz soberbio escribe mucho, habla poco y desea el juicio de la posteridad. ¿Quién se acuerda de esos personajes, estilo Julián, de la novela de Gil Fortoul del mismo nombre, que no escribía pero hablaba con donosa voz de todos los asuntos inimaginables? Nadie. En cambio, Franz Kafka habló poco, escribió bastante y el juicio ajeno no le quitaba especialmente el sueño.

Grandes revolucionarios han sido esplendorosamente soberbios, verbigracia el divino Simón Bolívar, que le dijo a la naturaleza que él podía más que ella y que al reconocer sus defectos personales, sin que le temblara el pulso, se comparó con Cristo y el Quijote. Y hablando de divinidades, quién más feliz soberbio que Yahvé; cuando cogía una arrechera destruía ciudades –Sodoma y Gomorra–, mandaba plagas –Egipto y el Éxodo–, condenaba a la humanidad entera por culpa de dos muertos de hambre –Adán y Eva–, o cubría de agua el mundo para sólo salvar a Noé, un borrachín que violó la Ley Orgánica de Protección del niño (a) y el (la) Adolescente metiéndose en la cama con sus hijas. Me dirán que esto es ira; no, es también soberbia. Yahvé podría decir en la época del viejo testamento «seré el dios más exitoso de la historia así que me aguantan». Musulmanes, judíos y católicos están para muestra.

¿Y en la literatura? Los amantes Francesca y Paolo se aman entre sí más que a Dios. Son los únicos condenados del infierno de Dante que trascienden su tormento porque le dieron en la madre a alguien que no tenía madre como Dios, cuyo altísimo concepto de sí mismo en tanto divino soberbio lo lleva a desear todo el amor del mundo. ¿Cuál es el personaje femenino más interesante de Shakespeare? Lady Macbeth. ¿Qué tal Aquiles que cuando Agamenón le quita una esclava paraliza una guerra sólo por darse el punto? ¿Es justificable semejante actitud cuando hasta el gato sabe que lo de Aquiles era Patroclo? Pues desde luego; de lo contrario no existiría una obra como la Ilíada y las jóvenes no suspirarían por Brad Pitt en la película Troya. ¿La cosa no es así? Están como mis alumnos, no tienen sentido histórico, ni leen y todavía les gusta discutir conmigo que, obvio, si tengo sentido histórico y sí leo.

Mujercita para soberbia, dirán. Porque a una mujer se le perdona la vanidad –«espejito, espejito, quién es la más linda de todas» –pero nunca la soberbia. La soberbia es solitaria, distante, infunde temor: asunto de machos, pues. No me importa su opinión de rebaño patriarcal. Esta bien, yo quizás sea «la peor de todas», como dijo Sor Juana Inés de la Cruz en la manifestación de soberbia mejor disimulada en la historia de la literatura y el feminismo: su supuesto acto de contrición ante la iglesia por ser una monja estudiosa, poeta y demasiado amiga de una virreina Sí, soy «la peor de todas», porque sé, siento, estoy segura, de que yo tengo la razón, la ilustre razón, la sempiterna razón. Y como Galileo Galilei, aunque me lleven al extremo de la humillación, diré «sin embargo se mueve». ¿Acaso no era la Tierra la que se movía alrededor del Sol y no al revés? ¿Quién tenía la verdad en su mano, Galileo o la Santa Inquisición? ¿Les parezco inmodesta y

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chocante? Yo, lectora juvenil de Friedrich Nietzsche, pienso que la humildad y la modestia son pequeñas virtudes propias de espíritus vulgares y viles.

Me aburrí de escribir; mis ocupaciones me llaman. Por cierto, Fernando Sabater, quien publicará pronto su libro sobre los pecados capitales, dice que la soberbia es el más grave de todos, el que está en el fondo de los demás, el más importante. Siendo así, exijo que Veintiuno coloque este artículo en lugar destacado, con llamada en la portada en la que aparezcan mi nombre y apellidos. En fin, para despedirme les dedico este poema del colombiano Porfirio Barba Jacob, llamado, casualmente «Soberbia»: Le pedí un sublime canto que endulzara mi rudo, monótono, áspero vivir. / Él me dio una alondra de rima encantada… / ¡Yo quería mil! / Le pedí un ejemplo de ritmo seguro / con que yo pudiera gobernar mi afán. / Me dio un arroyuelo, murmurio nocturno… / ¡Yo quería un mar! Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, / para que a mis sueños prestase calor. / Me dio una luciérnaga de menguado brillo… / ¡Yo quería un sol! / Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso, / el verdor edénico, y el azul Abril…/ ¡Oh sórdido guía del viaje nocturno: / ¡Yo quiero morir!

Esquema:1.- Ilustración de la soberbia (“Valgan estas palabras (…) para ilustrar la soberbia).

1.1.- La soberbia es uno de los siete pecados señalados por Santo Tomás de Aquino.1.2.- Se diferencia de la vanidad porque el vanidoso necesita del halago mientras que el

soberbio prescinde de los demás porque su juicio le parece débil e inconsistente.1.3.- La soberbia es solitaria, distante, infunde temor.

1.4.- Tanto en la historia como en la literatura siempre ha habido soberbios.1.5- La soberbia es un rasgo que la sociedad perdona aún menos en las mujeres.

Resumen:Gisela Kozak, en el artículo titulado: “Soberbia, yo la peor de todas”, publicado en la

revista Veintiuno, busca ilustrar lo que es la soberbia, uno de los siete pecados señalados por Santo Tomás de Aquino. Explica la autora que la soberbia se diferencia de la vanidad, porque mientras el vanidoso necesita que lo halaguen, al soberbio no le importa lo que de él digan los demás, ya que lo que ellos piensan es siempre superfluo. En este sentido, comenta la autora, la soberbia da miedo y es antisocial; Sin embargo, tanto en la historia como en la literatura siempre ha habido soberbios.

Estrategias discursivas: Preguntas retórica: ¿No les parece elegante este comienzo? / ¿Quién se acuerda de esos

personajes, estilo Julián, de la novela de Gil Fortoul del mismo nombre, que no escribía pero hablaba con donosa voz de todos los asuntos inimaginables? / ¿Y en la literatura? / ¿Cuál es el personaje femenino más interesante de Shakespeare? / ¿Qué tal Aquiles que cuando Agamenón le quita una esclava paraliza una guerra sólo por darse el punto? / ¿Es justificable semejante actitud cuando hasta el gato sabe que lo de Aquiles era Patroclo? / ¿La cosa no es así? / ¿Acaso no era la Tierra la que se movía alrededor del Sol y no al revés? ¿Quién tenía la verdad en su mano, Galileo o la Santa Inquisición? ¿Les parezco inmodesta y chocante?

Citas de autoridad: –«espejito, espejito, quién es la más linda de todas» / «la peor de todas» / «sin embargo se mueve» / Le pedí un sublime canto que endulzara mi rudo, monótono, áspero vivir. / Él me dio una alondra de rima encantada… / ¡Yo quería mil! / Le pedí un ejemplo de ritmo seguro / con que yo pudiera gobernar mi afán. / Me dio un arroyuelo, murmurio nocturno… / ¡Yo quería un mar! Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, / para que a mis sueños prestase calor. / Me dio una luciérnaga de menguado brillo… / ¡Yo quería un sol! / Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso, / el verdor edénico, y el azul Abril…/ ¡Oh sórdido guía del viaje nocturno: / ¡Yo quiero morir!

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Ejemplos: En el medio intelectual o académico encontramos aves de los dos plumajes, Simón Bolívar, Yahvé, ¿Y en la literatura? Los amantes Francesca y Paolo, Lady Macbeth, Aquiles…

Referencias: Fernando Sabater, Galileo, la Santa Inquisición, Sor Juana… Ironía: ¿No les parece elegante este comienzo? / Están como mis alumnos, no tienen

sentido histórico, ni leen y todavía les gusta discutir conmigo que, obvio, si tengo sentido histórico y sí leo. / No me importa su opinión de rebaño patriarcal. / porque sé, siento, estoy segura, de que yo tengo la razón, la ilustre razón, la sempiterna razón. / exijo que Veintiuno coloque este artículo en lugar destacado, con llamada en la portada en la que aparezcan mi nombre y apellidos.

Comparación: El vanidoso o vanidosa necesita del halago; el feliz soberbio o soberbia prescinde de los demás pues su juicio le parece débil e inconsistente.

El comentario explicativoEl comentario explicativo es un tipo de texto cuya intención es explicar de manera sencilla y

didáctica los contenidos o ideas principales de un texto, su estructura y la relación entre ambos. Es de naturaleza expositiva, por lo que se evita hacer en él cualquier tipo de juicios u opiniones. Además puede ampliar la información o develar aspectos que no hayan quedado muy claros inicialmente. Su práctica permite comprender los textos en profundidad, mejorar la capacidad de análisis e interpretación razonada de un texto y reflejar en un escrito nuestras conclusiones a partir de una lectura.

Debe responder a las siguientes preguntas:- ¿Cuál es la intención comunicativa del texto?- ¿Qué tipo de texto es?- ¿Cuál es el tema tratado?- ¿Cuál es la idea global del texto (o su propuesta)?- ¿Cuál es la relación entre las ideas secundarias del texto?- ¿Cómo se estructuran estas ideas?- ¿Cuáles son los mecanismos discursivos (estrategias) empleados, por qué los usa el autor y

para qué le sirven?

Se sugiere visitar la siguiente entrada: http://lenguajesanagustin.blogspot.com/2010/01/el-comentario-explicativo.html

“Sólo hay mundo donde hay lenguaje”.

Martin Heidegger (1889-1976) Filósofo alemán.

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SELECCIÓN DE LECTURAS

DE CÓMO HACER PARA QUE LA LITERATURA REPUGNE

José Ignacio Cabrujas

Elena Peralta me llamó en estos días, solicitándome un consejo y hasta una asesoría en la tarea que su profesor de Literatura le había encargado. Elena

estudia el último año de bachillerato en un liceo público, de esos con nombre de prócer cívico y su mayor aspiración, naturalmente a corto plazo, como suelen ser las aspiraciones, cuando se tienen 19 años, es salir “de ese espanto”. El espanto de Elena, no es como podría pensarse un novio errático o una vida aburrida por la opresión paterna o un cúmulo de responsabilidades exasperantes y prematuras. El espanto de Elena Peralta es el bachillerato nacional, descrito por mi formidable amiga como una desgracia vital, como el mismísimo muermo del alma, una de esas cosas que hay que soportar en la vida simplemente porque constituyen el estado intermedio y obligatorio entre la estupidez y el rasero, un impuesto exigido que es necesario cancelar si se aspira al medio pelo universitario o a que te acepten en la policía del alcalde Mendoza, por decir lo menos.

Elena sueña, y más que soñar anhela con espléndida vehemencia, ese momento, para ella supremo, cuando el director del Instituto le entregue el diplomilla de las inutilidades, el papel que la gradúa de nada, y de repente sea jueves, y ella entienda que el viernes no regresará a la cueva donde sus días sucumben, ni tendrá que recordar la disposición militar de la Batalla de Manguito, ni la división de los Poderes Públicos, ni la clasificación de los protozoarios, mi I am, you are, de un inglés que jamás podrá hablar o entender, ninguna de esas píldoras instantáneas e insípidas por las que en nuestro país se sustituye el conocimiento. Su fantasía la hace concebir una escena donde todos sus profesores se han reunido en el patio del liceo y ella avanza hacia el amplio portón de salida hasta alcanzarlo después de un trayecto mantecoso, casi imposible, para volverse en el marco, a centímetros de la calle y gritar: ¡¡¡¡Auxilio!!!! ¡Que alguien me ayude! ¡Acabo de escaparme!

Hace unos años, no menos de diez, acudí por complaciente o desocupado, a una de estas fábricas de demoras que son los liceos nacionales con la intención de dictar cierta conferencia sobre el teatro de Valle Inclán, a petición de la profesora Agobio, titular de la Cátedra de Lengua y Literatura. Agobio, vestida de butaca inglesa romántica, me sorprendió en la sala social del Liceo, no sólo por su impecable ignorancia sobre el 98 madrileño, sino por la cantidad de pulseras que ostentaba en los brazos notablemente parecidos a lo que los italianos denominan un cotechino. Agobio tintineaba sonora mientras me conducía, como Alberico guiado por una doncella del Rhin, al antro donde debía este servidor, obedeciendo sus intrucciones, “decirle a los muchachos, profesor Cabrujas, algo sobre Valle Inclán que no vaya a ser demasiado especializado ni erudito, porque lo que importa, licenciado, es que ellos tengan una noción más o menos y tal”.

Cuando entré en el ámbito de las resignaciones que hacía las veces de aula, arrepentido de mi ligereza, me sorprendió en primer lugar el calor bochornoso del sitio, algo así como aquella secuencia de sir Alec Guinnes en El puente sobre el río Kwai, cuando los malvados japoneses proceden a encerrarlo en una espantosa cajita metálica y son las tres de la tarde y el hombre adquiere una tonalidad remolacha tan intensa que uno se dice por dentro: A la salida me tomo dos cervecitas o me da una vaina.

En este caso, eran las dos y media de semejante vaporón y el aula, por darle un nombre, diseñada en el más franco estilo arquitectónico, A Joderse Tocan, esto es, zinc, cemento  y obra limpia, encerraba a unos cincuenta jóvenes malencarados, patibularios, que parecían expiar una

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terrible culpa, un remordimiento israelita, tanto que al entrar y sentir aquel fantástico vaho, mezcla de anhídrido carbónico con viruta de lápiz Mongol y palito de queso, aquel aliento colectivo digno del dragón Fafner, pensé que de un momento a otro llegarían los gnomos con látigos y lanza dispuestos a restablecer el orden educativo. Era una verdadera lástima no haber escrito con letras góticas a la entrada del antro pedagógico, una variante de la maldición de Auschwitz: El estudio os hará libres.

Agobio logró hacerse oír en la barahúnda, y con voz de triple caduca, aplacó la rebelión diciendo: “¡Jóvenes! ¡Aquí está con nosotros, el profesor José Antonio Cabrujas, quien ha aceptado gustosamente disertar esta tarde sobre el tema del profesor Valle Inclán y el teatro!”

La odié. No sólo por llamarme José Antonio, que es de las cosas que me perforan más el ego, o por graduar a don Ramón María de profesor de secundaria, sino porque, fanático de la ópera, como era en ese momento, antes de que me fastidiara tanta monserga vocal y tanta necedad ambiental, yo aceptaba el registro del instrumento humano hasta el fa decente y Agobio tenía el pasaje a la altura del re sobreagudo, por decir lo menos y quedarme corto. Aquella voz crispaba, como quebradura de tiza en el pizarrón, como arará brasilero encaramado en arbusto amazónico. Era el sonido de ese pajarraco que puede visitarse, enjaulado a Dios gracias, en el Parque del Este y al que mientan la Arpía Americana. Algo capaz de cortarle la digestión a un macrobiótico.

No obstante, me sobrepuse a la agrura, y con un tono abominable y sacristanesco, por el que me odié varias semanas, sonreí cortado y dije:

–Buenas tardes: ¿Cómo están?Y sin más, diserté de Valle Inclán y el esperpento, de Max y Don Latino y La Pisa Bien, de

La Cotillona y el cerdo hispalense, de El Caballero de Montenegro y La Sabelita y los espejos deformantes, como es tradicional en mi repertorio de municipalidades, porque a mí me insertan una moneda y hablo hasta por los codos, tal vez para no oírme.

Tan pronto sonó la primera advertencia de la banda a la altura del tercio de muleta, rematé la faenilla con un pinchazo desabrido y tres intentos de descabello, antes de que tocaran el segundo aviso. El fracaso me embargaba, semejante a esa sensación que tan bien describe Shakespeare, cuando le hace decir a Coriolano: “¡Que el abismo cruja sobre mi cabeza! ¡Que me ofrezcan el fin sobre la cola de un caballo salvaje! ¡He fracasado y soy menos que yo mismo!”

Agobio, con actitud de Hija de María, en trance de despedir a monseñor Iturriza tras una primera comunión exitosa, agradeció el esfuerzo y conminó a los jóvenes a exaltarme con estas palabras:

–¡Bachilleres! ¡Un aplauso para el profesor José Antonio que tan gentilmente nos ha hablado del profesor Valle Inclán!

La audiencia en general aplaudió, y para mayor inri, Agobio me brindó nada menos que una Orange Cruz en el cafetín de la entelequia.     

¡Cómo la odié, señor de los Ejércitos! ¡Cómo la detesté ese día! ¡Cómo anhelé que las pulseritas se le enredaran como víboras en el pescuezo!

Evoqué a Agobio Tin-Tin en estos días, al marcharse de mi casa Elenita Peralta, después de plantearme en qué consistía el trabajo que su profesor de Literatura del segundo año del Ciclo Diversificado, le había exigido. Se trataba nada menos que de una investigación sobre el novelista Mario Vargas Llosa a propósito de La casa verde, una novela que, confieso, jamás he podido soportar por latosa y exasperante.

Elenita debía escribir eso que en algún momento de mi vida solía llamarse una “composición” sobre el tema: “Vargas Llosa y su relación con el Cubismo”. Y aquí le pido al lector un instante reflexivo y hasta compasivo, con la esperanza de que algún alma caritativa me escriba a este Diario, aunque sea una estela, y me diga qué diablos tiene que hacer Mario Vargas Llosa con el cubismo o con el Extra de La Chinita, que para el caso es lo mismo. Desde luego, entiendo que las relaciones de un gran escritor son universales y genéricas, y así Vargas Llosa tiene que ver con el cubismo, como tiene que ver con las cebollitas de Jaén o con los copules de Conchita Esteso o con el average de Oswaldo Guillén en la actual temporada de las Grandes Ligas. Vargas Llosa tiene que

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ver con todo, de acuerdo a la vieja reflexión del clasicismo, “hombre soy, y todo lo humano etc.” Pero obligar a Elena Peralta a escribir un ensayito sobre “Vargas Llosa y su relación con el Cubismo”, es algo así como exigirle a un estudiante de Historia de Venezuela un trabajo sobre las relaciones de Simón Bolívar con La Verbena de la Paloma, que por ahí, de repente las hay, pero que no son como muy evidentes.

Desconcertado, me atreví a decirle a mi amiga que el tema me parecía una atrocidad y hasta donde yo supiera, jamás podía citarse el nombre de Vargas Llosa en algo que tenga que ver con los cubistas o algo parecido, a menos que a un tío abuelo de este peruano le haya dado por pintar el Macchu Picchu de perfil, por vainas de la vida, o que a Vargas Llosa, de niño, le hubiesen enseñado las vocales con taquitos de esos que por unas caras se lee U y por la otra casi siempre A.Elenita meditó el asunto por unos momentos y me respondió con estas palabras:

–Es por lo de la vanguardia. Como Vargas Llosa es de vanguardia y los cubistas eran de vanguardia, entonces son todos de vanguardia.

Quien no es de vanguardia, y por ese camino no podrá serlo nunca, es mi querida Elena, capaz de decir este tipo de cosas casi siempre con gesto esquivo y mirada huidiza como si temiera una trampa constante o se hubiese resignado al error como norma de vida. Porque en efecto, la sensación que caracteriza a nuestros estudiantes de bachillerato es la vacilación permanente, el abrirse paso en un mundo enmarañado donde es necesario contestar y contestar a cada rato como si vivir, o en todo caso aprender, fuese enfrentar un cuestionario de esos que publica la revista Buenhogar, precedidos de inmensas interrogaciones a partir de las cuales usted lee algo así como: “¿Disfruta usted de una vida sexual plena con su pareja? ¿Cuándo usted está en la cama con su marido?: a)¿le muerde las orejitas?, b)¿se dedica a leerle en voz alta la primera parte del Amadís de Gaula?, c) ¿le recuerda que es un estúpido?”

Por ese motivo confieso que durante algunos segundos me cruzó por la cabeza la nefasta idea de que Vargas Llosa, durante algún arrebato nostálgico pudiese haber fundado en Ayacucho, un partido llamado Vanguardia Peruana, pero la hice a un lado al entender que era bien difícil imaginar a alguien como Pablo Picasso militando en semejante abuso.

De allí que me atreví a proponerle a Elenita que hablase con su profesor de literatura y le exigiese una explicación, o al menos una miserable luz sobre el intrincado tema, puesto que a mí no solamente me parece que Vargas Llosa no se las lleva con el cubismo, ni con los tulipanes holandeses, sino que en ningún momento se me ocurriría denominarlo “escritor de vanguardia”. Escritor de vanguardia viene a ser Joyce, por ejemplo, porque uno lee el emblemático Ulises y percibe tras cierto esfuerzo, un verdadero replanteamiento de las formas narrativas, singularmente distinto a las inmortales páginas de Incurables de Virginia Gil de Hermoso o de Adelaida Querida de la señora Tellado. El término “vanguardia” califica en primer lugar un asunto de “uso formal”, de “manera de expresarse”. No se es vanguardista porque se hable de algo nuevo. Se es vanguardista porque “se habla nuevo”, puesto que de lo contrario no habría nada más vanguardista que las facturas de la tintorería Michoacán de Los Chaguaramos, donde todas las semanas le suben el precio a las camisas como si se tratara de una permanente sorpresa, Vanguardista fue Rimbaud. Vanguardista fue probablemente Homero cuando se decidió a escribir, si es que alguna vez lo hizo, lo que todo el mundo chismeaba en Grecia. Vanguardista era, en todo caso, ese poeta anónimo de Villa de Cura que escribió aquellos fantásticos versos que dicen “Zamurito, Zamurito / Que vuelas en la llovizna, / dime, Zamurito, / ¿por qué no cargas tu paragua?, una cuarteta absolutamente provocadora y rebelde, donde el consecuente se aleja del supuesto inicial, que ni Bretón en un domingo de fiesta. Vanguardista es el presidente Pérez cuando declara impávido que Orlando García no ha vendido en este país ni un chopo, puesto que en ese momento nuestro primer magistrado inaugura lo que bien podría llamarse “la declaración ficcional por todo el cañón”. Vanguardista no es “qué dices”, sino “cómo lo dices”, que es la gracia de Pérez cuando habla. Esto, si se quiere retrasar unos ochenta años a nuestros estudiantes de bachillerato, haciéndolos repetir, fuera de contexto, un término picudo y viejito, como es la palabra vanguardia, en una época donde

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Umberto Eco escribe El nombre de la rosa y tú me dirás en qué se diferencia de Stendhal o de la estética que hizo posible la Obertura Académica de Brahms.

Se marcha la Peralta y me entra un remordimiento de conciencia. No la ayudé. Me mostré sarcástico y negativo al tratar de convencerla de que la única manera de estudiar bachillerato en Venezuela, por no decir, de estudiar en Venezuela, Universidad incluida, es considerar el aula como un sitio social, un lugar de encuentro, un espacio de receso, donde lo más importante, prácticamente lo único importante, es encontrar unos amigos capaces de crear un verdadero estudio subterráneo y alternativo, una conducta disidente, un compartir impresiones y regocijos, quejas y proyectos, galleticas Oreo y expectativas de qué voy a hacer cuando salga de esta vaina. Cualquier cosa, con tal de renegar del programa oficial, de la brutal medianía que el Ministerio de Educación ha diseñado, en su afán persistente y denodado por estupidizar a nuestros jóvenes. Ciertamente, hay que estudiar a Juan Vicente González, porque, como dice el bolero, así lo quiso Dios y no hay más remedio. Hay que leerse Las mesenianas de Juan Vicente González (alias Tragalibros) de la misma manera que hay que clavarle un rejón a un toro, para hacerlo menos toro y más costumbre. Pero cuando suena el timbre del receso, cuando la profesora Agobio termina por el día de hoy de dañarnos el espíritu, hay que salir al pasillo y decir con vigor y franqueza, que Tragalibros González es un pomposo resentido, un pésimo escritor amelcochado o, por el contrario, con la claridad del caso, un pintoresco personaje, habitante de una ciudad municipal y espesa, capaz de mover a risa, por lo que tuvo de tontorrón y pícaro. Hay que decir, muchachos de mi vida, que ustedes no están equivocados, que ese fastidio que se aposenta en el alma, cuando uno lee a Tragalibros, es real, es cierto, que Agobio miente, que Agobio falsea la vida, porque a la pobre le pagan pésimo por crear un orden, por llenar unos espacios que intentan sustituir una historia. Si Agobio tuviese coraje, a la hora de comenzar su disertación sobre el nativismo o sobre la Silva Criolla del tontón de Lazo Martí, por citar un ejemplo entre tantas desgracias, debería comenzar su pan nuestro, proponiendo un espléndido minuto de silencio. Un minuto de silencio es la única manera de comentar semejante escarnio. Decir con profunda voz de drama: “Jóvenes, aquí el programa de Literatura nos conmina, nos ordena hablar de Lazo Martí. ¿Qué le vamos a hacer? Sesenta segundos de silencio. No hay nada que decir. Me niego a preguntarles cuál es el tema del primer canto de la Silva Criolla, formado por ocho estrofas a cual más espantosa. Me niego a preguntarles a quién va dirigido el mensaje poético del que habla el profesor Peña Hurtado en el texto reglamentario de Elenita, porque en la silva de Lazo Martí, no hay ningún mensaje poético simplemente porque no hay poesía. Me niego a contar las sílabas métricas de cada verso, porque sé que son perfectas, pero sé también que son una mierda. Me niego a clasificar cada verso en atención del número de sílabas, porque esa basura no sirve para amar a un mal poeta, ni para leer una factura de la panadería Portillo. Me niego a observar si hay versos que no riman, porque sería un milagro más complicado que el de los peces, que a Lazo le rimaran del todo las vainas. Me niego a señalar un ejemplo de anáfora en la estrofa primera, aquella que dice: “Es tiempo de que vuelvas, es tiempo de que tornes /No más de insano amor, en los festines /con mirto y rosa y pálidos jazmines...”, porque si un poeta tiene que rimar festines con jazmines, no hay anáfora posible que lo salve del olvido. Me niego a encontrar los polisíndeton de la estrofa segunda, aquella que dice: “Es tiempo de que vuelvas.../tu alma, pobre alondra, se desvive /por el beso de amor de aquella lumbre...”, porque después de leer lo de la pobre alondra, uno tiene como mínimo que tomarse una Orange Cruz, antes de salir de pendejo a buscarle las tres patas al polisíndeton. Me niego a localizar el encabalgamiento que completa los significados, porque cuando uno lee a Lazo Martí, no hay cabalgadura ni burro posible que lo aguante, y sobre todo, me niego a encontrar las características de una silva en la estrofa tres, aquella que va y dice de irresponsable: “No más a los afanes de la corte, humilles la altivez de tus instintos, ni turbe de tus noches la armonía, falaz visión de pórticos y plintos...”, porque si encuentro allí las características de una silva, a mí, al próximo que me hablé de silvas le sacudo un carterazo.

No contestemos el cuestionario de Peña Hurtado, tan víctima como Agobio, de esta necesidad de liquidar la literatura. Digamos, simplemente, no me gusta, que es el irrevocable derecho de un lector. Transparente. Diáfano. No me gusta, que al fin y al cabo, sigue siendo la única

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razón que existe en la literatura. No me gusta. Esa vaina no es una silva. Esa vaina es un poema feo. Mejor leamos en el receso, siempre en el receso, al poeta Enrique León de Maracaibo que sigue yendo y sigue diciendo, sin que lo estudien en el bachillerato: A mí no me gustan las flores en / un jarrón /entonces mi novia cree que a mí / no me gustan las flores.

Y cualquier problema lo arreglamos en la Superintendencia de Protección al Consumidor, que para eso existe.

16 de junio de 1992. Tomado de El país según Cabrujas (1992). Caracas: Monte Ávila.

EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A LADRARMario Benedetti

Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: "La verdad es que ladro por no llorar". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación.

¿Cómo amar entonces sin comunicarse?Para Raimundo representó un día de gloria cuando su

ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros,

Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: "Dime, Leo, con toda

franqueza: ¿qué opinás de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano".

LA BONDAD DE LA PALABRAAlexis Márquez Rodríguez.

Increíble que a estas alturas haya todavía quienes se escandalicen porque en un titular del El Mundo se emplee la palabra “vaina”, y hasta tachen de inmorales a los responsables de semejante estropicio ético. Porque, aun admitiendo, de momento, que existan palabras “malas” o indecentes u obscenas, ¿por qué “vaina” tiene que ser una de ellas? Es más, ¿por qué esa palabra es obscena en expresiones como “¡Qué vaina es ésa!”, “¡Deja la vaina!”, ¡Ah vaina…! O ¡Fulano echa mucha vaina”, y no lo es cuando se dice “La vaina de la espada” o “La vaina del frijol”? Son la misma palabra. ¿No es ello demostración de que la connotación presuntamente obscena o indecente de ciertas palabras es un convencionalismo, basado, por lo demás, en la hipocresía y la ñoñez de mucha gente?

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“Vaina” deriva del vocablo latino “vagina”, del cual deriva también el castellano “vagina”, cuyo uso, no obstante su relación con el aparato sexual femenino, no se considera obsceno. Estos vocablos son, en cierto modo, sinónimos y entonces, ¿por qué uno es obsceno y el otro no? Es lo mismo que ocurre con la palabra “puta”: sinónimos suyos son “prostituta”, “meretriz”, “ramera”, “tribalda”, “cortesana”, “mujerzuela”, “zorra”, “peladusca” y muchos más. Si ninguna de ellas es obscena, ¿por qué ha de serlo “puta”?

Hasta se ha dicho que el uso exclamativo de “vaina”, que se inicia con la expresión “echar vainas” o “echar muchas vainas”, se origina inocentemente, en relación con una planta, que podría ser la acacia, de la que alguien dijo una vez que era un problema, porque “Esa mata echa muchas vainas y ensucia el suelo”. No sé si la hipótesis es cierta, pero si no lo es, merece serlo.

En esto de “malas” palabras o palabras obscenas hay mucho de prejuicio. Recuerdo una vez que, en un Taller de Redacción en la Escuela de Periodismo de la UCV, al hacer la corrección colectiva de un ejercicio una alumna, a quien le tocaba leer el texto que debíamos corregir, a cierto nivel de la lectura se negó a seguir, pues allí había una palabra que ella no podía pronunciar, porque en su casa se lo habían prohibido. Por más que yo leía y releía el texto no encontraba ninguna voz obscena, y ella se negaba a decir cuál era, para no tener que pronunciarla. Al fin creí entender de qué se trataba: en el ejercicio se decía de unos muchachos que estaban “hablando paja”. Entonces le dije a la atribulada alumna: “Hija, usted está equivocada, no es que estaban ‘haciéndose la paja’, sino ‘hablando paja’, es decir, ‘hablando tonterías”. Es el mismo caso: ¿por qué es obsceno “hacerse la paja”, y no lo es “masturbarse”?

En realidad no existen “malas palabras” ni “buenas palabras”. Tampoco existen “palabras obscenas” en el sentido que generalmente se entiende este calificativo, lo cual parece comprobarse por el hecho de que le DRAE no define los vocablos supuestamente obscenos como tales, sino como “malsonantes”, un eufemismo, por cierto, bastante ridículo, además de impreciso e inexpresivo.

Lo “obsceno”, según el DRAE, es lo “Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Hombre poeta obsceno: canción, pintura obscena”. A su vez, “impúdico” el lo “Deshonesto, sin pudor”. Ahora bien, ¿cómo puede una palabra ser “deshonesta” o “carecer de pudor”? Una persona deshonesta e impúdica puede expresar su deshonestidad y su impudicia exactamente con las mismas palabras con que otra expresa su honestidad y su pudor. Lo cual demuestra que lo deshonesto e impúdico no es, precisamente, el lenguaje.

El lenguaje, es decir, las palabras, sirven, entre otras cosas, para que los seres humanos expresen y comuniquen a otros sus sentimientos, pero el lenguaje y las palabras carecen, ellas mismas, de sentimientos. El impudor es uno de esos sentimientos que puede expresarse mediante palabras u otros medios. La deshonestidad, por su parte, es una forma de conducta, que puede manifestarse por medio del lenguaje; pero más comúnmente a través de hechos, de acciones.

Cualquiera que sea el caso, las palabras son sólo un instrumento que sirve para expresar ideas y sentimientos, y ellas, de hecho, carecen de contenido ético, aunque sirvan para que se manifiesten las ideas y sentimientos de las personas. Pero no debe confundirse una cosa con la otra, el contenido o signo ético de la idea o el sentimiento, con la palabra con que éstos se expresan.

Otra demostración de que las palabras supuestamente obscenas lo son convencionalmente, y casi siempre de modo caprichoso, está el hecho de que muchas de esas palabras se tienen como tales en unos lugares, pero en otros no. En Chile la palabra “concha” posee un significado muy escabroso, como equivalente al “coño” nuestro (Pinochet es un “concha de su madre”), con que se designa el órgano sexual femenino, mientras que en Venezuela es de una candorosa inocencia, hasta el punto de que mucha gente lo lleva como nombre familiar o como apellido. En un ámbito más reducido, en Venezuela la palabra “cuca” tiene una connotación erótica subida de color, que compite con un significado totalmente inocuo, como nombre popular de una deliciosa golosina de larga tradición.

Al margen de que ciertas palabras tengan o no una determinada carga psicológica, que puede dar margen a que se las considere obscenas, su uso debe ser muy bien dosificado. Quienes se

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nieguen a emplearlas están en su derecho, aunque no saben de lo que se pierden. Y quienes las usen deben saber cuándo y dónde utilizarlas, sin que resulten impertinentes, en el entendido, eso sí, de que la impertinencia en este caso no tienen nada que ver con la moral ni las buenas costumbres. Se trata más bien de que son vocablos con una gran fuerza expresiva, y si se abusa de ellos se debilitan y apagan su expresividad.

También suele hablarse de “palabras groseras” o “vulgares”. Pero lo grosero o vulgar no es necesariamente lo obsceno, sino lo grueso, lo tosco. Groseras o vulgares, y por tanto desagradables, son palabras como “gargajo”, “sobaco” o “verija”, y no son obscenas.

“Con la lengua”, El Nacional,domingo, 09 de mayo de 1999.

“El buen lector hace el buen libro”.

Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense.

EL TAMAÑO DEL MUNDO

Arturo UslarPietri / Pizarrón

¿DE QUE TAMAÑO era el mundo para un hombre del Neolítico? ¿O para un habitante de Sumer, o de la Atenas de Pericles; del París de Abelardo o de Rousseau? Sin ningún riesgo podríamos decir que era mucho más pequeño que el que se ofrece a la curiosidad del hombre de hoy. El hombre del Neolítico vivía en un espacio estrecho, en un medio natural limitado, con relaciones fijas y casi inmutables con lo que lo rodeaba. No solamente podía conocer todo lo que le importaba sino que, de hecho, por la sola necesidad de vivir, tenía que conocerlo. Ese mundo reducido e inmutable podía designarse en toda su amplitud con un

puñado de voces. El vocabulario era tan pequeño como el mundo y suficiente para expresar todos los aspectos y relaciones que lo caracterizaban.

El del hombre de Sumer era más grande tanto geográfica como intelectualmente. Conocían la Mesopotamia y el espacio del Oriente Medio y hasta una historia completa de su mundo. El tamaño del mundo ha ido creciendo continuamente, hemos pasado de ser el centro del universo a convertirnos en los marginales habitantes de un pequeño planeta de un pequeño sol, de una pequeña galaxia entre los millones de soles y de galaxias que forman el universo. El más lejano objeto que han detectado nuestros telescopios está a 20 mil millones de años luz de la Tierra, lo que es infinitamente más que aquel universo que diseñó Ptolomeo, en el que una cercana luna y unas parpadeantes estrellas giraban en esferas concéntricas en tomo al gran planeta central que era el asiento del hombre. Podríamos seguir la ampliación continua de la extensión del mundo hasta hoy

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para hallar que cada vez se ha hecho más vasto, más inabarcable, más difícil de comprender y explicar.

El hombre del Neolítico, seguramente, tenía por necesidad un vocabulario del tamaño de su mundo. Nosotros los contemporáneos del alba del Tercer Milenio de la Era Cristiana no lo tenemos. Eso significa básicamente, que la inmensa mayoría de los seres humanos y, en cierta forma, todos sin excepción no estamos en capacidad de conocer el mundo en el que vivimos porque tampoco estamos en capacidad de nombrarlo por entero.

Los filósofos del lenguaje nos han enseñado a distinguir entre lengua y realidad, entre lenguaje y mundo. Lo que ha crecido, en verdad, no es el mundo, sino el conocimiento del mundo por el hombre. Ese conocimiento no tiene otra manera de expresarse y comunicarse que por medio de palabras, de pobres, limitadas y aproximativas expresiones orales que corresponden imperfectamente a la cosa que pretendemos.

Frente a esa inmensidad creciente del mundo del conocimiento, que con todo ello está muy lejos de alcanzar la dimensión completa del mundo real en toda su inagotable variedad y cambio continuo, es desproporcionadamente pequeña la capacidad de comprensión y de expresión de los seres humanos. La mayor fuerza limitante con la que tropieza es la del tamaño reducido e inadecuado de su propio vocabulario.

Una gran parte de los habitantes del planeta emplea un vocabulario no mayor de 500 palabras. Todo lo que ignoran lo arropan con borrosas alusiones, comodines, o simple perplejidad. Su percepción del tamaño del mundo no puede ir más allá de su vocabulario, en verdad, su mundo no puede ir más allá de lo que logran expresar esas 500 voces. Todo lo que sobrepasa esa medida está fuera de la posibilidad de su conocimiento, casi como si no existiera. Los medios de comunicación masivos de nuestros días lanzan continuamente un torrente incontenible de información que escapa a la comprensión de la mayoría de quienes lo reciben. Están condenados a darse cuenta de que existe exteriormente un mundo en el que no pueden penetrar, ni siquiera conocer, porque carecen del instrumento lingüístico mínimo para poderlo intentar.

Nunca fue más trágica que hoy esa desproporción, porque jamás antes hubo una multiplicación semejante en la extensión múltiple de los conocimientos y en su continua y creciente tendencia a expandirse.

Esto plantea un inmenso problema en la educación de hoy. Ya no hay la posibilidad de encerrarse en un mundo limitado y suficiente como fue el caso de los campesinos hasta hace poco tiempo, los medios de comunicación que no dejan fuera de su alcance, prácticamente, a ningún habitante de ciudad, llevan a los millones de televidentes, radioescuchas y lectores de prensa la noticia de todos los progresos científicos y tecnológicos, que el vocabulario de los más de ellos no les permite asimilar. Están condenados a no poder conocer.

El primer e insustituible paso para disminuir en lo posible esa incomunicación y esa amenazante brecha que tiene consecuencias tan graves de todo género, consiste en el estudio continuo y permanente del lenguaje. Una enseñanza eficaz y creciente del lenguaje, de su uso, de su enriquecimiento sin tregua, debería ser el primer y más importante objeto de la educación.Todo lo demás depende de esto sencillamente, porque no se puede avanzar en el conocimiento sino se dispone de las palabras necesarias para expresarlo y adquirirlo. No aprendizaje inerte de reglas de gramática sino de lenguaje vivo, hablado y escrito, que con cada palabra nueva aumente el tamaño del mundo para cada hombre.

El Nacional, Domingo, 21 de septiembre 1985. A-4/ Página Editorial

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EL EVANGELIO SEGÚN MARCOSJorge Luis Borges. De El informe de Brodie

(1970)

El hecho sucedió en la estancia Los Álamos, en el partido de Junín, hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños, sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoria que le había hecho

merecer más de un premio en el colegio inglés de Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad. No le gustaba discutir; prefería que el interlocutor tuviera razón y no él. Aunque los azares del juego le interesaban, era un mal jugador, porque le desagradaba ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a los treinta y tres años le faltaba rendir una materia para graduarse, la que más lo atraía. Su padre, que era librepensador, como todos los señores de su época, lo había instruido en la doctrina de Herbert Spencer, pero su madre, antes de un viaje a Montevideo, le pidió que todas las noches rezara el Padrenuestro e hiciera la señal de la cruz. A lo largo de los años no había quebrado nunca esa promesa. No carecía de coraje; una mañana había cambiado, con más indiferencia que ira, dos o tres puñetazos con un grupo de compañeros que querían forzarlo a participar en una huelga universitaria. Abundaba, por espíritu de aquiescencia, en opiniones o hábitos discutibles: el país le importaba menos que el riesgo de que en otras partes creyeran que usamos plumas; veneraba a Francia pero menospreciaba a los franceses; tenía en poco a los americanos, pero aprobaba el hecho de que hubiera rascacielos en Buenos Aires; creía que los gauchos de la llanura son mejores jinetes que los de las cuchillas o los cerros. Cuando Daniel, su primo, le propuso veranear en Los Álamos, dijo inmediatamente que sí, no porque le gustara el campo sino por natural complacencia y porque no buscó razones válidas para decir que no.

El casco de la estancia era grande y un poco abandonado; las dependencias del capataz, que se llamaba Gutre, estaban muy cerca. Los Gutres eran tres: el padre, el hijo, que era singularmente tosco, y una muchacha de incierta paternidad. Eran altos, fuertes, huesudos, de pelo que tiraba a rojizo y de caras aindiadas. Casi no hablaban. La mujer del capataz había muerto hace años.

Espinosa, en el campo, fue aprendiendo cosas que no sabía y que no sospechaba. Por ejemplo, que no hay que galopar cuando uno se está acercando a las casas y que nadie sale a andar a caballo sino para cumplir con una tarea. Con el tiempo llegaría a distinguir los pájaros por el grito.

A los pocos días, Daniel tuvo que ausentarse a la capital para cerrar una operación de animales. A lo sumo, el negocio le tomaría una semana. Espinosa, que ya estaba un poco harto de las bonnes fortunes de su primo y de su infatigable interés por las variaciones de la sastrería, prefirió quedarse en la estancia, con sus libros de texto. El calor apretaba y ni siquiera la noche traía un alivio. En el alba, los truenos lo despertaron. El viento zamarreaba las casuarinas. Espinosa oyó las primeras gotas y dio gracias a Dios. El aire frío vino de golpe. Esa tarde, el Salado se desbordó.

Al otro día, Baltasar Espinosa, mirando desde la galería los campos anegados, pensó que la metáfora que equipara la pampa con el mar no era, por lo menos esa mañana, del todo falsa, aunque Hudson había dejado escrito que el mar nos parece más grande, porque lo vemos desde la cubierta del barco y no desde el caballo o desde nuestra altura. La lluvia no cejaba; los Gutres, ayudados o incomodados por el pueblero, salvaron buena parte de la hacienda, aunque hubo muchos animales ahogados. Los caminos para llegar a la estancia eran cuatro: a todos los cubrieron las aguas. Al tercer día, una gotera amenazó la casa del capataz; Espinosa les dio una habitación que quedaba en el fondo, al lado del galpón de las herramientas. La mudanza los fue acercando; comían juntos en el gran comedor. El diálogo resultaba difícil; los Gutres, que sabían tantas cosas en materia de campo,

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no sabían explicarlas. Una noche, Espinosa les preguntó si la gente guardaba algún recuerdo de los malones, cuando la comandancia estaba en Junín. Le dijeron que sí, pero lo mismo hubieran contestado a una pregunta sobre la ejecución de Carlos Primero. Espinosa recordó que su padre solía decir que casi todos los casos de longevidad que se dan en el campo son casos de mala memoria o de un concepto vago de las fechas. Los gauchos suelen ignorar por igual el año en que nacieron y el nombre de quien los engendró.

En toda la casa no había otros libros que una serie de la revista La Chacra, un manual de veterinaria, un ejemplar de lujo del Tabaré, una Historia del Shorthorn en la Argentina, unos cuantos relatos eróticos o policiales y una novela reciente: Don Segundo Sombra. Espinosa, para distraer de algún modo la sobremesa inevitable, leyó un par de capítulos a los Gutres, que eran analfabetos. Desgraciadamente, el capataz había sido tropero y no le podían importar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era liviano, que llevaban siempre un carguero con todo lo que se precisa y que, de no haber sido tropero, no habría llegado nunca hasta la Laguna de Gómez, hasta el Bragado y hasta los campos de los Núñez, en Chacabuco. En la cocina había una guitarra; los peones, antes de los hechos que narro, se sentaban en rueda; alguien la templaba y no llegaba nunca a tocar. Esto se llamaba una guitarreada.

Espinosa, que se había dejado crecer la barba, solía demorarse ante el espejo para mirar su cara cambiada y sonreía al pensar que en Buenos Aires aburriría a los muchachos con el relato de la inundación del Salado. Curiosamente, extrañaba lugares a los que no iba nunca y no iría: una esquina de la calle Cabrera en la que hay un buzón, unos leones de mampostería en un portón de la calle Jujuy, a unas cuadras del Once, un almacén con piso de baldosa que no sabía muy bien dónde estaba. En cuanto a sus hermanos y a su padre, ya sabrían por Daniel que estaba aislado -la palabra, etimológicamente, era justa- por la creciente.

Explorando la casa, siempre cercada por las aguas, dio con una Biblia en inglés. En las páginas finales los Guthrie -tal era su nombre genuino- habían dejado escrita su historia. Eran oriundos de Inverness, habían arribado a este continente, sin duda como peones, a principios del siglo diecinueve, y se habían cruzado con indios. La crónica cesaba hacia mil ochocientos setenta y tantos; ya no sabían escribir. Al cabo de unas pocas generaciones habían olvidado el inglés; el castellano, cuando Espinosa los conoció, les daba trabajo. Carecían de fe, pero en su sangre perduraban, como rastros oscuros, el duro fanatismo del calvinista y las supersticiones del pampa. Espinosa les habló de su hallazgo y casi no escucharon.

Hojeó el volumen y sus dedos lo abrieron en el comienzo del Evangelio según Marcos. Para ejercitarse en la traducción y acaso para ver si entendían algo, decidió leerles ese texto después de la comida. Le sorprendió que lo escucharan con atención y luego con callado interés. Acaso la presencia de las letras de oro en la tapa le diera más autoridad. Lo llevan en la sangre, pensó. También se le ocurrió que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota. Recordó las clases de elocución en Ramos Mejía y se ponía de pie para predicar las parábolas.

Los Gutres despachaban la carne asada y las sardinas para no demorar el Evangelio. Una corderita que la muchacha mimaba y adornaba con una cintita celeste se lastimó con un

alambrado de púa. Para parar la sangre, querían ponerle una telaraña; Espinosa la curó con unas pastillas. La gratitud que esa curación despertó no dejó de asombrarlo. Al principio, había desconfiado de los Gutres y había escondido en uno de sus libros los doscientos cuarenta pesos que llevaba consigo; ahora, ausente el patrón, él había tomado su lugar y daba órdenes tímidas, que eran inmediatamente acatadas. Los Gutres lo seguían por las piezas y por el corredor, como si anduvieran perdidos. Mientras leía, notó que le retiraban las migas que él había dejado sobre la mesa. Una tarde los sorprendió hablando de él con respeto y pocas palabras. Concluido el Evangelio según Marcos, quiso leer otro de los tres que faltaban; el padre le pidió que repitiera el que ya había leído, para entenderlo bien. Espinosa sintió que eran como niños, a quienes la repetición les agrada más que la variación o la novedad. Una noche soñó con el Diluvio, lo cual no es de extrañar; los

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martillazos de la fabricación del arca lo despertaron y pensó que acaso eran truenos. En efecto, la lluvia, que había amainado, volvió a recrudecer. El frío era intenso. Le dijeron que el temporal había roto el techo del galpón de las herramientas y que iban a mostrárselo cuando estuvieran arregladas las vigas. Ya no era un forastero y todos lo trataban con atención y casi lo mimaban. A ninguno le gustaba el café, pero había siempre un tacita para él, que colmaban de azúcar.

El temporal ocurrió un martes. El jueves a la noche lo recordó un golpecito suave en la puerta que, por las dudas, él siempre cerraba con llave. Se levantó y abrió: era la muchacha. En la oscuridad no la vio, pero por los pasos notó que estaba descalza y después, en el lecho, que había venido desde el fondo, desnuda. No lo abrazó, no dijo una sola palabra; se tendió junto a él y estaba temblando. Era la primera vez que conocía a un hombre. Cuando se fue, no le dio un beso; Espinosa pensó que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Urgido por una íntima razón que no trató de averiguar, juró que en Buenos Aires no le contaría a nadie esa historia.

El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padre habló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres. Espinosa, que era librepensador pero que se vio obligado a justificar lo que les había leído, le contestó:

-Sí. Para salvar a todos del infierno. Gutre le dijo entonces:-¿Qué es el infierno?-Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán.-¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos?-Sí -replicó Espinosa, cuya teología era incierta. Había temido que el capataz le exigiera cuentas de lo ocurrido anoche con su hija. Después

del almuerzo, le pidieron que releyera los últimos capítulos. Espinosa durmió una siesta larga, un leve sueño interrumpido por persistentes martillos y por vagas premoniciones. Hacia el atardecer se levantó y salió al corredor. Dijo como si pensara en voz alta:

-Las aguas están bajas. Ya falta poco.-Ya falta poco -repitió Gutre, como un eco. Los tres lo habían seguido. Hincados en el piso de piedra le pidieron la bendición. Después lo

maldijeron, lo escupieron y lo empujaron hasta el fondo. La muchacha lloraba. Espinosa entendió lo que le esperaba del otro lado de la puerta. Cuando la abrieron, vio el firmamento. Un pájaro gritó; pensó: es un jilguero. El galpón estaba sin techo; habían arrancado las vigas para construir la Cruz.

“Los malos libros provocan malas costumbres y las malas costumbres provocan buenos libros”.

René Descartes (1596-1650) Filósofo y matemático francés.

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DON DE LENGUAÁngeles Mastretta

Cada quien tiene sus ritos y pone sus devociones donde va pudiendo. Yo tarareo boleros. Nunca me los puedo aprender completos, pero repito algunas de sus sentencias y preguntas hasta que quienes me rodean se hartan o se sienten hechos a un lado.

Mis hijos tienen su modo de penetrar el tejido de estos soliloquios musicalizados: ellos preguntan. Sin temor y sin clemencia dedican sus ratos libres a intervenir mis interpretaciones musicales exigiendo que les responda todo tipo de preguntas:

-¿Mami qué quiere decir dinero?-¿Sabes qué quiere decir no sé? ¿No? Quiere decir nariz.-Ma... si hay dos pájaros repetidos tres veces ¿se dice dos por tres o tres por dos?-¿Coger dinero de tu bolsa es robar?-¿Cuánto es veintiuno por treinta?-El verbo es la acción, ¿el adverbio es?-¿Cómo hacen los videoclips?-¿Cuántas personas trabajan en el Aurrerá?-¿Compraste pizza?-¿A quién quieres más?-¿Por qué se divorcian las personas?-¿Cuándo se alivia tía Luisa?-¿Por qué se visten de blanco los doctores?-¿Por qué es mala la reelección?-¿Qué pasa si aprieto este botón de tu compu?-¿Por qué las personas piensan que hay dioses?-¿Qué quiere decir enigma? ¿Por qué cantas eso tan raro?Con esas y otras muchas preguntas diarias atormentan mis distracciones y me llaman a lo que

ellos consideran realidad. Como tantas otras madres me las arreglo para contestar lo que voy pudiendo o para seguir

cantando cuando no sé qué decir.Al terminar el ajetreado año de 1991 Catalina me preguntó una tarde:-¿Mami de dónde sale la lengua?Tenía en los ojos las alas de un pájaro ávido y extendía su risa con la certidumbre de que yo

sabría contestarle. A veces sus intrépidos siete años confían en mí como yo en la sabiduría de los boleros, entonces me avergüenza su entrega y quisiera yo tener respuestas para todo, como los boleros.

-¿La lengua? -pregunté moviendo la mía para ver si así podía yo sentir desde dónde me la jalaban, a qué precisa parte de mi garganta, mi faringe, mi corazón, mi estómago, mis piernas, mis talones, estaba sujeta la tira de carne inquieta y suave que tantas dichas provoca.

-¿La lengua? No sé.Cuando bostezo la lengua me sale de un cansancio que hace meses acarreo de un lado para

otro y que tal vez sea la edad y ya no vaya a desaparecer jamás. Puedo dormir cinco horas o siete, nueve y hasta diez un día de suerte, pero la lengua que meneo mientras bostezo, me sale de un cansancio que no sé cuando empezó a quedarse entre mis huesos.

Cuando toso la lengua me sale de un catarro constipado por el que nunca guardé cama y que sigue paseándose conmigo. De tanto acompañarme ha perdido el pudor y ya no pide disculpas, ni siquiera piensa que al pasear va contagiando parroquianos con la misma desvergüenza de aquella que anidaba en quienes me la contagiaron.

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Cuando converso la lengua me sale de herencia. Mi padre era un gran conversador, mi madre es una conversadora agazapada que le tiene miedo a su lengua porque sabe que es una lengua memoriosa y fatal que cuando se suelta puede poner sobre la mesa historias de horror y barbarie que todo el mundo ha pretendido olvidar en la ciudad que habita. Mi abuelo tenía una lengua exacta como navaja y alegre como una victoria. Recordaba lo necesario cuando era necesario y olvidaba lo desagradable cuando era innecesario. Mi tía Alicia sólo necesitaba mirar de reojo para describir con fervor y precisión desde los ojos hasta las medias flojas de una señora a la que no había visto jamás, a su lengua le gustaba tanto conversar que en el velorio de un señor que había muerto de modo inesperado y horrible se dio a la tarea de llenar el incómodo silencio que provoca la cercanía de un muerto ajeno y tras hablar toda la noche se despidió de la viuda diciéndole:

-Señora, muchas gracias, estuvimos muy contentos.Pero también la lengua conversadora es de contagio y uno siempre anda buscando con quien

compartirla: la lengua de mi amiga Lilia Rossbach no le da tiempo ni de respirar entre asunto y asunto. En general mis amigas son de lengua conversadora, hablar con ellas es siempre un entrenamiento y al mismo tiempo una permanente olimpiada, la que obedece la voluntad de tregua que una lengua pide de vez en cuando, pierde irremediablemente su oportunidad de sacarse del entrepecho los disgustos, pesares y júbilos que le aprietan.

Algunas lenguas son mejores por teléfono, se esmeran porque en esas conversaciones todo depende de ellas, la gente no puede ayudarse con las manos, los ojos, la boca fruncida o los hombros levantados para decir nada. Así que las lenguas, dejadas a su único arbitrio, se desatan y trajinan con más libertad que nunca.

A veces la lengua sale del silencio. Entonces dice unas cosas en vez de otras y acompaña nuestros labios en la risa que debía ser mutismo. Esas veces, la pobre lengua anochece llena de mordidas.

No siempre acierta la lengua, tiene razón la señora Soto cuando nos dice a mí y a su hija María: hablen menos, así meten menos la pata.

El día que nos duele, la lengua sale del corazón y el día que nos libera, sale del estómago. Algunas veces la lengua cree salir del cerebro, pero casi siempre se equivoca al creerlo. Puede ser que la lengua salga de las orejas, pero también es fácil que venga desde las rodillas, por eso es difícil hablar estando hincado. A lo mejor la lengua sale del sitio mismo que guarda los deseos, por eso besamos con ella, por eso ella se queda con el vivo recuerdo del cobijo que otra le dio entre juegos.

Cuando canta, Pavarotti enseña una lengua blanca, corta y gorda sin la que no podrían existir los sonidos con los que nos toca cuando dice "Parlami d'amore Mariu". Su lengua debe ser un hongo mágico y se ve tan fea porque algo de toda esa perfección tenía que ser feo para que toda esa perfección fuera posible. La lengua de Pavarotti sale de un bosque y nos asusta.

No hay duda que la lengua tiene alianza con los ojos, por eso hablamos con la mirada, por eso arde la lengua cuando no podemos decir lo que vemos, y arden los ojos cuando nuestra lengua dice por fin las cosas que se ha callado mucho tiempo. 

Sin duda la lengua tiene sus queveres con la risa, y el llanto la tiene atada a sus designios. La lengua sale de una cueva oscura, sale de un lago quieto, de dos montañas entre las que no cupo, de un mar que nos la entrega y se la lleva según les va gustando a sus mareas. La lengua es una llama, es un hielo, un pedazo de tierra, un pez atado a nuestra fortuna, un pez enfurecido que algún designio raro no sacó por completo del agua, por eso se debate en la humedad de nuestras bocas y a veces está viva como dentro del río y a veces tiene sed y se muere como cualquier pez a la intemperie.

La lengua es el deseo de una oración, la respuesta a una oración, el consuelo de los que no pueden orar. La lengua sale de mil partes. Su procedencia no depende de nuestra voluntad o nuestro arbitrio. La lengua imagina, recuerda, acaricia, detesta, la lengua es lo más vivo que tenemos y sale de donde mejor le parece y según cree que la ocasión amerita.

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IDENTIDAD Y ORDEN IDIOMÁTICO. BUENAS Y MALAS PALABRASLuis Barrera Linares

Hablamos español de Venezuela. Más allá del asunto consagrado en la Constitución Bolivariana («El idioma oficial de Venezuela es el castellano», Título I, Artículo 9), el nombre de castellano para la lengua española suena ya un poco a anacronismo y hay varias razones para que nos inclinemos por una denominación más general. Podríamos recordar, por ejemplo, que español tiene una mayor difusión internacional, tanto en Hispanoamérica como en el resto del mundo (spanish, espagnol, spanisch, spagnolo), en tanto existe, además, una Real Academia Española de la Lengua y en Italia se habla italiano, en Francia, francés, en Alemania, alemán, independientemente de las otras lenguas -oficiales o no- que puedan utilizarse en algunos de esos países. El asunto no ha sido fácil y originó diversas polémicas en el pasado, pero limitémonos para este artículo al diccionario oficial en su última versión (el popular Diccionario de la Real Academia Española), acepción 3 de la entrada «español»; «Lengua común de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo». Si es cierto que el uso impone la norma de quienes se desempeñan como hablantes modelo (como sugería Andrés Bello), hay que decir que, dentro de la cultura mundial, español se ha generalizado como el nombre de nuestra lengua, no sólo en la propia España, sino también en el contexto de las relaciones internacionales, la política, el comercio, la Internet. Además, por motivos de orden geopolítico, sociolingüístico y dialectal, diferenciamos entre español de América y español de España. Somos la misma lengua, pero hemos adquirido rasgos que al tiempo que refuerzan y consolidan nuestra identidad idiomática también sirven para darnos la especificidad cultural propia de las agrupaciones sociales. Y no es un asunto particular de nuestro idioma, ocurre con todas las lenguas del mundo que tienen asiento en distintos espacios geográficos, culturales y sociales. Razones suficientes entonces para que también podamos hablar sin complejos de un español de Venezuela, como la variedad de esa lengua oficial mayoritaria que hablamos en el territorio nacional, con algunos rasgos comunes a todo el ámbito hispano y con ciertas características diferenciales propias, ganadas durante el desarrollo de nuestra actividad comunitaria desde la conquista hasta hoy.

Pensamos como hablamos. La lengua que hablamos es igualmente el vehículo y el asiento de nuestra especificidad cultural: es la manera de hacernos ver en el espectro universal como venezolanos, hablantes de una variedad del español. Hablar una lengua es mostrar la manera de apreciar, saborear, palpar y sentir el universo y, en consecuencia, interpretar su funcionamiento.

Lo que significa que la lengua que hablamos cabalga pareja con los modos como pensamos. Si hablamos inadecuadamente, pensamos inadecuadamente. Y viceversa.

Hablar, leer, escribir, escuchar una lengua, es poner de manifiesto ante los otros nuestras estructuras de pensamiento. Digámoslo con un hermoso lugar común: la lengua es el traje más visible del pensamiento. Así, en la medida en que desconocemos, transgredimos o violentamos las reglas de adecuación del lenguaje, estamos contribuyendo a deteriorar nuestras formas de pensar. Y en eso radica precisamente el valor fundamental del lenguaje para la cultura humana. No hablemos de formas «correctas» e «incorrectas». Eso queda para el purismo sobreviviente. El asunto va más allá. La lengua es el espejo en el que mostramos nuestras fortalezas y debilidades. Somos lo que somos porque tenemos ese privilegio (único en la escala zoológica) de poder (re)construir el mundo (la realidad) a través de una facultad que se llama lenguaje.

Hablar, leer, escribir, escuchar una lengua, es poner de manifiesto ante los otros nuestras estructuras de pensamiento. Digámoslo con un hermoso lugar común: la lengua es el traje más visible del pensamiento. Así, en la medida en que desconocemos, transgredimos o violentamos las reglas de adecuación del lenguaje, estamos contribuyendo a deteriorar nuestras formas de pensar. Y en eso radica precisamente el valor fundamental del lenguaje para la cultura humana.

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No hablemos de formas «correctas» e «incorrectas». Eso queda para el purismo sobreviviente. El asunto va más allá. La lengua es el espejo en el que mostramos nuestras fortalezas y debilidades. Somos lo que somos porque tenemos ese privilegio (único en la escala zoológica) de poder (re)construir el mundo (la realidad) a través de una facultad que se llama lenguaje.

Y los usuarios ideales de la variedad de lengua que utilizamos son aquellos que tienen la habilidad suficiente para integrarse de manera natural a las distintas situaciones y contextos en que les corresponde actuar discursivamente. Y también para aceptar los gazapos cuando incu-rren en ellos. Los que saben utilizar las «buenas y malas palabras» justo en el momento y situación adecuados. Sin horrorizarse, sin temores pacatos que lo único que han conseguido es segmentar los grupos de palabras por categorías (a veces falsas). No hay ni malas ni buenas palabras, decía Ángel Rosenblat, recordando al Arcipreste de Hita. Todas las palabras se vuelven «malas» cuando las usamos con motivaciones negativas, cuando movemos sus significados hacia el lado de lo perverso, cuando aparecen para dañar a esa otra entidad a la que van dirigidas, el destinatario. El mejor hablante o escritor es el que sabe que siempre habla o escribe para otro, jamás para sí mismo. El lenguaje para sí mismo no existe, pues incluso cuando hacemos uso de él, tenemos la posibilidad de ser nosotros y ese otro simultáneamente. Así, el diálogo es inevitable. Y siempre que dialogamos, hay otra instancia para compartir.

La lengua es acción. Eso de que las palabras se las lleva el viento, es una falacia, una ficción. Con la palabra se generan conductas. Como hablantes, todos somos responsables de ello, pero si ocupamos posiciones de Liderazgo, la responsabilidad es mayor. De manera que los otros actuarán de acuerdo con nuestras directrices. Si somos usuarios irresponsables, podría serlo también la actitud de aquellos que nos «miran» como modelos de hablantes ideales. No importa en qué lado del circuito dialógico estemos.

¿Que cómo actuamos lingüísticamente cuando hacemos uso del español de Venezuela? Pues nada diferente de como lo hacen otros conglomerados sociales, incluso aquellos que hablan otra lengua o una variedad distinta de la nuestra. Si los venezolanos aspiramos las eses a final de sílaba o de palabra, a veces en exceso, es cierto ("laj cosaj ejtán bajtante mejorej"), o algunos de nuestros hablantes abusan de muletillas (o sea, gueón, ¿sabes?), no se trata de fenómenos exclusivamente nuestros. ¿Quién se preocupa por la tendencia de los galohablantes a omitir las vocales de final de palabra o por la frecuencia con que los anglohablantes reducen sus expresiones a conglomerados de puras consonantes?

Lo que si abunda son los correctores espontáneos. Sin ver el techo de vidrio en el que se cobija su habla particular, son muchos lo llamados “hablantes públicos” (escritores, docentes, comunicadores sociales, políticos, gobernantes, etc.) que se quejan de lo mal que hablamos y de la manera en que presuntamente estamos contribuyendo a “deteriorar el idioma”. El asunto es que si existiera una tendencia al desgaste, a la descomposición, todos estaríamos implicados y no sólo aquellos que no están de nuestro lado.

Para referir un ejemplo que hemos utilizado en otra ocasión, hace algún tiempo vivimos una de esas avalanchas en las que abundan los correctores de gazapos que a veces no son capaces de mirar hacia su propio lenguaje. Me refiero a la algarabía que se armó ante el uso presidencial que se hizo del verbo “adquerrir” por televisión, en la cual se le inmiscuyó a su autor una vocal traicionera que lo colocaría en la palestra pública, entre dos corrientes de turbulentas aguas idiomáticas: una multitud de correctores y censores improvisados y otra de justificadores que incluso recurrieron al proceso histórico de español para “explicar” el desajuste. En lugar de aceptar la posibilidad de la equivocación o la rectificación. Cada grupo intentó defender su punto de vista, convirtiendo tal hecho casi en un problema de política internacional y conflicto bélico. Ni tanto ni tampoco, diría mi tía Eloína.

Lo curioso de esta historia es que, entre quienes se rasgaban las vestiduras difundiendo complacidamente la noticia del yerro y defendiendo el cuerpo herido del idioma, no era difícil detectar hábitos verbales que distan mucho del uso adecuado. Cito ejemplos que he atrapado al azar para que cada cual busque por dónde cojeó en aquel u otro momento su

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propia lengua. Entre otras cosas, abunda el abuso de las eses exageradamente pronunciadas (para contraponerlas precisamente a las “eses aspiradas”) y pareciera que en la escuelas de teatro, locución y comunicación social hay algún duende oculto que incide en que se pronuncia “labidentalmente” toda palabra que comience por V (vida, voy, venga), articulando así un segmento fónico inexistente en el español. No es errado pronunciar esa V inicial de palabra como B. La falla más bien radica en insistir en tan “sifrina” articulación que casi obliga a morderse el labio inferior. Recordemos también la intromisión recurrente de una extraña K en palabras como “piscina”, “absoluto”, ”etcétera” y “escena” (que muchos gratuitos correctores suelen pronunciar como “pikcina”, “aksoluto”, “etcétera” y “escena”).Por otra parte, expresiones como “darse cuenta que”, “motivado a”, “habemos”, “haiga” y “vinistes” (censurada por unos, aceptadas por otros) se han vuelto de la cotidiana dieta lingüística de muchos hablante públicos. Sin decir nada de pronunciaciones extrañas ta comunes en la oralidad radiotelevisiva de estos días “George dobleu Bush” y “BeBeuVea”. Mención aparte merecen los lugares comunes de algunos de nuestros redactores o transmisores de noticias; no son pocos los que insisten en repetir expresiones harto gastadas como “vital líquido”, “tricolor patrio”, “imágenes elocuentes” o sucesos de “proporciones incalculables” y ni hablar de aquellos que ante cualquier expresión que los complazca solo pueden expresar “¡Eso es correcto!”

Toda frase puede tener sentido y justificación en su contexto. El asunto es que, sin atender demasiado a su propia producción oral o a su escritura, y en una constante actitud de “cazadores de gazapos amuchingados en densa turbamulta” (como dijera Jesús Semprum), muchos de nuestros hablantes públicos viven en una permanente caza de deslices ajenos, sin percatarse de que a veces su propia lengua puede ser un instrumento de “autosuicidio”. Cuán responsables somos de lo que decimos. Quienes hacemos uso público de la lengua debemos tener conciencia, primero, de que podemos equivocarnos e igualmente retractarnos públicamente o al menos admitir los yerros e intentar obviarlos en el futuro y, segundo, que por mucho que creamos ser conocedores del idioma, estamos obligados a revisar constantemente lo que los lingüistas denominan nuestro idiolecto (la forma específica y personal en que hacemos uso del español de Venezuela) y aceptar que no somos infalibles.

Lo que a su vez significa que a veces podemos arrojar más leña sobre el deterioro (si lo hubiere) y que los responsables no son sólo aquellos que a nuestro juicio «hablan mal». Aportamos algo cada vez que manoteamos en lugar de utilizar las palabras adecuadas, cada vez que olvidamos que el lenguaje que generamos irreflexivamente (como nos salga) va dirigido a otros y que esos otros pueden pasar también sin reflexión alguna a convertir nuestras palabras en acciones concretas.

Las situaciones en que nos corresponde hacer uso del idioma son como distintos trajes que debemos vestir en cada ocasión: esos ropajes están condicionados por muchos factores pero el más importante de todos no somos nosotros mismos; el lenguaje no es para lucirnos ante una audiencia y demostrar que tenemos habilidades que faltan a otros. Eso puede ser un objetivo, nada más cuando específicamente de eso se trata; no podemos mantenerlo a perpetuidad. Otros factores a tomar en cuenta son: a quién me dirijo, qué propósito tengo, en qué momento y situación lo hago.

Tampoco ganamos mucho cultivando la creencia según la cual los hablantes del español de Venezuela somos como colectivo los peores del ámbito idiomático hispano (a veces autoexcluyéndonos pedantonamente como la excepción de la regla, creyéndonos los únicos «chéveres» del conjunto corrupto y pervertido). Tenemos formas particulares de hacer lenguaje y eso es lo que ponemos en práctica. Hay hablantes «eficientes» y «deficientes» en todas partes y en todas las lenguas. Y, cuidado, no siempre algunos procesos idiomáticos son propiamente deformadores o «pervertidores» del idioma; pueden obedecer a mecanismos naturales de reajuste, de reacomodación al modo como va cambiando la cultura: porque las lenguas no son cuerpos estáticos ni cementerios de palabras y frases a las que podemos resucitar o sepultar cada vez que se nos antoje. Hay, por ejemplo, casi una tendencia general a decir «tuvistes», «vinistes», «fuiste» porque entre las segundas personas verbales, ésta del

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pretérito simple del español es la única que no termina en una ese (tienes, tenías, tuviste, tendrás, tendrías, tengas, tuvieras, tuviereis). ¿No andará el propio bullir de la lengua buscando un lógico acomodo que empareje lo que luce como un desequilibrio? Algunas palabras, expresiones, pronunciaciones y giros gramaticales no desaparecen, reposan, entran en estado de latencia, hasta que los grupos sociales deciden despertarlos y ponerlos de nuevo en circulación, vistiéndolos o no de significados distintos.

¿Qué hacer ante la evidencia: Primero, tratar de utilizar adecuadamente la lengua; segundo, creer que lo hacemos bien, tercero, si, por nosotros mismos o por hablantes interpuestos, percibimos que hemos errado, intentar mejorar nuestra actuación lingüística, sin complejos y sin justificaciones que posiblemente nos ayuden a mitigar la vergüenza, mas no a modificar nuestros usos inadecuados. Valga como particular situación de cierre la que actualmente se está desarrollando con esos nuevos vehículos comunicativos que son el correo electrónico, el chateo y la mensajería telefónica celular. Refiero tres transcripciones textuales sólo para mostrar el asunto:

Mensaje de correo electrónico: «Me tienen el correo full y siempre lleno d virus en ningún momento pedi ni me registre en esa bendita lista por favor borrenme».

Mensaje telefónico escrito: «¡ola prfs Is toi yamando i nada (priii... pruuu) Qando ablamos, bsos y abrsos».

Chateo: <Solito Ccs>bueno: me llamo Alex tengo 21 mido 1,82 ojos marrón, cabello castaño claro piel blanca full apasionado introvertido, consentidot y full rumbero (soy de caracas): busco a una CHICA PRECIOSA INTROVERTIDA RUMBERA Y QUE NO SEA MENTE POL.

Si tuviéramos que entrar en detalles de corrección y supuesta «corrupción» de la lengua, obviamente que aquí se detectarían una se de «gazapos» para nuestra comunicación escrita tradicional: por ejemplo, carencia de tildes, utilización arbitraría de mayúsculas, omisión de vocales y cambios de letras, entre otros. ¿Qué hacer con lo que está ocurriendo actualmente en esos usos propios de la contemporaneidad? ¿Cómo calificar a los usuarios cuyos parámetros de la lengua escrita están cambiando sin que siempre los aceptemos? Con la realidad virtual se están modificando ciertos hábitos comunicativos rigurosamente normados por la escuela tradicional y por las instituciones «a cargo del cuido del idioma». ¿Qué significara de ahora en adelante «limpiar, pulir dar esplendor» a la lengua? ¿Nos hemos percatado de que algunos usuarios de hoy actúan lingüísticamente como multicensores capaces de leer páginas de la Internet. Ojear formas impresas, oír la radio, chatear, escribir por correo electrónico y comer al mismo tiempo. Estamos apreciando impávidos las virtudes de una generación que ya no lee de modo lineal sin multidimensionalmente y que no sólo «descifra letras» sino también imágenes y sonidos: «lectura a saltos», la llaman algunos investigadores. Entonces, también deben estar modificándose los modos de pensamiento. ¡Vaya problema por resolver para las instituciones escolares y los que diseñan las políticas educativas sobre la lengua! Y, claro, si fuera cierto que hay en esto algún síntoma de deterioro, no sería exclusivo de nuestro conglomerado social venezolano. En esa orientación se están moviendo todas las sociedades del mundo; es que los grupos humanos estamos cambiando y a lo mejor nos negamos a aceptarlo. Y por supuesto que también están cambiando las variedades locales de la lengua. Fuera y dentro del ciberespacio todo el idioma se está modificando en nuestras narices y debemos afrontar la situación con la debida sindéresis. Ya no basta con las clásicas consejas sobre malos y buenos hablantes. El asunto se ha complicado y sólo se solventará si así lo aceptamos.

No se trata de ser abiertamente permisivos y dejar que todo fluya sin los controles naturales del idioma, pero tampoco apreciar cualquier innovación como desgaste, como deterioro, descomposición o corrupción. Las lenguas se mueven y en ese movimiento cambian, se reacomodan, buscan equilibrio. Quede sólo como inquietud. Dejémoslo de ese tamaño porque es hora de concluir.

Lo que sí hace falta es no olvidar que la lengua que hablamos o escri bimos nos retrata

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ante los otros y que la imagen que a través de ella mostramos es también el modo como nos ven los demás. Haga usted uso del lenguaje de acuerdo al modo como quiere que lo vean sus interlocutores u observadores. A juzgar por la vanidad propia del ser humano, no creo que haya nadie que desee que «aprecien su imagen» negativamente. Así que lo más recomendable sería reconocer que todos tenemos la posibilidad de mostrar una «buena fotografía» nuestra. Y si no es así, tratar de mejorar esa percepción comenzando por la autocrítica.

No es mejor hablante quien habla más o quien sabe cómo hacer rodeos para vociferar mucho sin decir nada. En Venezuela o en cualquier parte del mundo, el mejor hablante es quien en el momento preciso, reconociendo al interlocutor y utilizando las palabras adecuadas, pone el dedo lingüístico en la llaga del significado que desea expresar.

De manera que no hablamos ni mejor ni peor que nadie. Pero sí debemos tener en cuenta que quienes vivimos del lenguaje deberíamos ser los mejores modelos en eso de hablar adecuadamente, aunque para ello no basta con creer que lo hacemos bien y que son los otros quienes lo hacen mal.

Luis Barrera Linares (2005) Identidad y orden idiomático. Buenas y malas Palabras, Revista Veintiuno, Abril-mayo: 27-29

RESPETO, NO TOLERANCIAHéctor Torres | 11 de

Septiembre, 2012

La escena ocurrió hace varios años, durante la presentación de un proyecto de formación literaria. Para subrayar la importancia de la literatura y, por ende, de proyectos como el que nos reunía, el poeta Eugenio Montejo se dirigió a los presentes para advertir (las advertencias de los poetas hay que tomarlas en serio, porque pueden leer el porvenir en los hechos presentes y escuchar las voces de los objetos

inanimados) que debíamos estar alertas con los intentos de cambiarnos el significado de las palabras.

Y, ciertamente, no sólo es usual que en tiempos tumultuosos como los que vivimos se intente apelar a pervertir el idioma como una forma de sumirnos en una confusión paralizante, sino que (lo cual es más grave) caigamos inconscientemente en ese juego y aceptemos usar un lenguaje que cambie el sentido de las palabras, que nos llevará, tarde o temprano, a cambiar los valores que sustentan nuestro sentido de la realidad.

Un ejemplo de confusión bienintencionada reside en la palabra “tolerancia”.En el argot de lo políticamente correcto, en esa tendencia por evitar la confrontación, la

“tolerancia” se promueve como una virtud que, si guía nuestras actuaciones de forma masiva, producirá una mejor convivencia.

Se entiende: en tiempos en que la política (la opinión política) se ejerce con la lógica de la guerra, la palabra “tolerancia” intenta desmontar la idea de que forzosamente debe haber vencedores y vencidos en toda discusión. Y, visto así, posiblemente sea útil y hasta necesaria. Pero la tolerancia, lejos de ser un ejercicio para la convivencia, termina por ser un ejercicio de sobrevivencia. Pedir tolerancia es negociar, de alguna manera, el derecho al espacio y a la

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existencia, cuando las opiniones y modos de ver la vida (las de todos) merecen respeto, no tolerancia.

El verbo tolerar, cuando se aplica a las relaciones interpersonales, apunta hacia dos vertientes: una que indica respeto por las opiniones ajenas, y otra que se emplea para permitir alguna práctica de forma tangencial, aceptándola ambiguamente. En el primer caso, el ejercicio de la tolerancia se sustenta en una palabra inequívoca: el respeto, que es el reconocimiento del valor de una persona. El segundo es el que pone en práctica una “autoridad” carente de tal condición, cuando se hace la vista gorda ante las irregularidades de la ciudadanía en el cumplimiento de sus deberes, con el tácito objeto de inhabilitarlos para exigir sus derechos, volviéndolos sus cómplices.

Tolera el fiscal que los carros den la vuelta en U. Tolera el supervisor pequeñas fechorías de sus subalternos. Tolera el policía que los ciudadanos incurran en faltas que están expresamente prohibidas por reglamentos y leyes. Toleran las autoridades la buhonería. Toleran las fiestas y las armas en las cárceles. Y los motorizados conduciendo sin casco. O el exceso de pasajeros en un transporte público.

Tolera el poder los abusos de sus amigos contra sus enemigos.Tolera, permite, se hace la vista gorda… Haga un ejercicio: cambie la palabra “tolerar” por

“respetar” en las oraciones anteriores. Hágalo, en cambio, para referirse a la opinión ajena. Así es, producen ideas contrarias. ¿Conclusiones? Dejemos de pedir tolerancia para exigir respeto. La primera invoca un ejercicio discrecional, opcional. El segundo es preciso, digno, rotundo, y apela a una conducta que supone reciprocidad, compromiso, verdadera convivencia.

Así nuestras palabras expresarán lo que queremos y no su contrario.

“La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”.Mijail Bakunin (1814-1876) Revolucionario ruso.

LA ACEPTACIÓN DE LA DIFERENCIATulio Hernández

El Nacional, domingo 14 de octubre de 2001

Dos declaraciones, casualmente hechas ambas por italianos, una de Silvio Berlusconi, el magnate, y otra de Oriana Fallacci, la entrevistadora, han vuelto a colocar sobre el tapete el tema —tan entusiastamente manejado por Hitler— de la superioridad de una cultura sobre las otras. Que no hay duda de que la civilización occidental es superior, han dicho ambos, casi al unísono, con idéntica arrogancia e ignorancia —que a estos fines significan lo mismo—, llevándose de un solo tirón el que fue uno de los mayores esfuerzos de las disciplinas antropológicas del siglo XX: intentar demostrar que ni ética ni científicamente es correcto diseñar nada semejante a un hit parade de las civilizaciones, y que en asuntos de etnias y culturas no se puede operar a la manera de un concurso de belleza: nombrando un jurado que decida cuál es la más linda de la noche.

Pero otro italiano, a quien todos conocemos bajo el sonoro y autorizado nombre de Umberto Eco, les ha salido al paso escribiendo un riguroso, amoroso e históricamente

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sustentado ensayo que, bajo el título de “Guerra santa: pasión y razón”, fue publicado el pasado domingo 7 de octubre en el diario Clarín de Buenos Aires.

Eco, quien sabe de intolerancia y fanatismo más que la mayoría de los mortales, porque durante años se dedicó a estudiar las pugnas, purgas y crueles asesinatos ocurridos en el seno de los fundamentalismos católicos europeos del Medioevo —eso fue lo que contó en El nombre de la rosa—, enuncia como tesis fundamental la necesidad de utilizar los instrumentos del análisis y la crítica, para que cada cultura pueda entendérselas con sus propias supersticiones y con las del Otro, como el mejor camino hacia la paz, la tolerancia y la necesidad de compartir un planeta hasta nuevo aviso indivisible en su destino.

“Todas las guerras de religión que ensangrentaron al mundo durante siglos”, escribe nuestro autor, “nacieron de adhesiones pasionales a contraposiciones simplistas, como Nosotros y los Otros, buenos y malos, blancos y negros, fieles e infieles”. Y agrega, en lo que seguramente es la parte más lúcida y más oportuna de su razonamiento: “Si la cultura occidental demostró ser fecunda es porque se esforzó en eliminar, a la luz de la investigación y el espíritu crítico, las simplificaciones nocivas”.

Ese esfuerzo, el de eliminar las “simplificaciones nocivas”, que ha tenido su mejor expresión en las conquistas democráticas y en la reivindicación del reconocimiento de las diferencias —incluyendo, además de las raciales, las que tienen que ver con preferencias sexuales y opciones religiosas—, no ha sido por supuesto una marcha sin obstáculos, pues periódicamente ha tenido sus retrocesos o ha sido incapaz de penetrar en ciertas capas y dimensiones de las poblaciones occidentales y sus gobiernos. Hitler y Stalin, quienes, como los talibanes, asesinaban en masa, quemaban libros, perseguían a los homosexuales y condenaban a los opositores al ostracismo, son tan occidentales como los miembros de Ku-Kux-Klan; como los racistas de Sudáfrica que defendieron, y algunos todavía defienden, el derecho a excluir a la población negra como raza inferior; o, como los skinheads que apalean por igual a turcos, senegaleses o suramericanos. Y eso, sin embargo, no le da derecho a nadie a condenar la cultura occidental como bárbara, asesina o pecaminosa en su conjunto, o a bajarla unidimensionalmente de una supuesta ubicación en el ranking de las civilizaciones.

Como tampoco tiene razón la operación contraria —la que alientan mensajes como el de Berlusconi y la Fallaci—, esa especie de nueva parálisis de la razón crítica que ataca amenazadoramente, desde su propio seno, los principios del pluralismo que Occidente, con fuerza intensa desde la revolución francesa en adelante, y a pesar de sus contradicciones e hipocresías, ha contribuido a sembrar en el mundo. Como no la tienen tampoco quienes, desde importantes posiciones de opinión, condenan a ciegas al pueblo palestino o al mundo islámico, o declaran como cadáveres infectos a los restos de los afganos muertos en batalla.

Lo que los grandes humanistas y los más agudos antropólogos han intentado demostrar es que no se puede comparar una cultura con otra si no se fijan previamente algunos parámetros que expliquen desde qué perspectiva se hace la comparación. Que una cosa son los datos fríos de la estadística sobre calidad de vida, y otra la valoración de los componentes, aportes a la humanidad y valores de una determinada sociedad. Por ejemplo, la inmensa capacidad de innovación tecnológica e industrial de Occidente es no solo la

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razón de su poderío presente, sino un inocultable objeto de orgullo. Para otros occidentales, en cambio, la manera como esa capacidad se ha materializado —la criminal contaminación del planeta, los huecos en la capa de ozono— es una prueba de barbarie, a la cual se oponen, como una actitud superior y más sabia, los principios conservacionistas y el respeto por la naturaleza practicado entre las culturas indígenas del Amazonas. Lo mismo ocurre en el campo de la espiritualidad. Occidente se exhibe hoy como un territorio árido en el campo de las creencias: sin otra fe superior a la del consumo o los nuevos y viejos nacionalismos, se encuentra presa de un supermercado esotérico que sustituye al auténtico desarrollo espiritual. Mientras que otros saberes, como los desarrollados en la India —una catástrofe desde el punto de vista del confort occidental—, se convierten en punto de referencia y tabla de salvación, incluso para ser aplicados en campos tan pragmáticos como la gerencia y la competitividad. El antídoto propuesto por Eco es el de iniciar un nuevo tipo de educación y dejar de enseñar a los niños —a los de Oriente y los de Occidente— que todos somos iguales. Enseñarles, por el contrario, que los seres humanos son muy distintos entre sí, explicarles en qué son distintos y mostrarles que esas diversidades pueden ser fuente de riqueza y no necesariamente de odio y conflictividad.

En ese camino educativo, la gran tarea del futuro es enfrentar los terrorismos, sean de Estado o religiosos, de origen islámico, como los de Ben Laden, o de origen cristiano, como los de Belfast. También, todo tipo de fundamentalismo, ya sea el integrista que hoy nos ocupa o el periódico revival del etnocentrismo occidental, el que más nos cuesta ver. Detrás, como eterno telón de fondo, se encuentra como tema único el de aprender a aceptar y a convivir con los diferentes. Una propuesta, nada fácil, que no todos están dispuestos a emprender, pero que a largo plazo será más útil que los bombazos indiscriminados o el llamado a la Guerra Santa.

CHILE: MANIFIESTO Pedro Lemebel

Hablo por mi diferencia / Defiendo lo que soy / Y no soy tan raro / Me apesta la injusticia / Y sospecho de esta cueca democrática / Pero no me hable del proletariado / Porque ser pobre y maricón es peor / Hay que ser ácido para soportarlo / Es darle un rodeo a los machitos de la esquina... No soy Pasolini pidiendo explicacionesNo soy Ginsberg expulsado de CubaNo soy un marica disfrazado de poeta

No necesito disfrazAquí está mi caraHablo por mi diferenciaDefiendo lo que soyY no soy tan raroMe apesta la injusticiaY sospecho de esta cueca democrática

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Pero no me hable del proletariadoPorque ser pobre y maricón es peorHay que ser ácido para soportarloEs darle un rodeo a los machitos de la esquinaEs un padre que te odiaPorque al hijo se le dobla la patitaEs tener una madre de manos tajeadas por el cloroEnvejecidas de limpiezaAcunándote de enfermoPor malas costumbresPor mala suerteComo la dictaduraPeor que la dictaduraPorque la dictadura pasaY viene la democraciaY detrasito el socialismo¿Y entonces?¿Qué harán con nosotros compañero?¿Nos amarrarán de las trenzas en fardoscon destino a un sidario cubano?Nos meterán en algún tren de ninguna parteComo en el barco del general IbáñezDonde aprendimos a nadarPero ninguno llegó a la costaPor eso Valparaíso apagó sus luces rojasPor eso las casas de carambaLe brindaron una lágrima negraA los colizas comidos por las jaibasEse año que la Comisión de Derechos Humanosno recuerdaPor eso compañero le pregunto¿Existe aún el tren siberianode la propaganda reaccionaria?Ese tren que pasa por sus pupilasCuando mi voz se pone demasiado dulce¿Y usted?¿Qué hará con ese recuerdo de niñosPajeándonos y otras cosasEn las vacaciones de Cartagena?¿El futuro será en blanco y negro?¿El tiempo en noche y día laboralsin ambigüedades?¿No habrá un maricón en alguna esquinadesequilibrando el futuro de su hombre nuevo?¿Van a dejarnos bordar de pájaroslas banderas de la patria libre?El fusil se lo dejo a usted

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Que tiene la sangre fríaY no es miedoEl miedo se me fue pasandoDe atajar cuchillosEn los sótanos sexuales donde anduveY no se sienta agredidoSi le hablo de estas cosasY le miro el bultoNo soy hipócrita¿Acaso las tetas de una mujerno lo hacen bajar la vista?¿No cree ustedque solos en la sierraalgo se nos iba a ocurrir?Aunque después me odiePor corromper su moral revolucionaria¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?Y no hablo de meterlo y sacarloY sacarlo y meterlo solamenteHablo de ternura compañeroUsted no sabeCómo cuesta encontrar el amorEn estas condicionesUsted no sabeQué es cargar con esta lepraLa gente guarda las distanciasLa gente comprende y dice:Es marica pero escribe bienEs marica pero es buen amigoSúper-buena-ondaYo no soy buena ondaYo acepto al mundoSin pedirle esa buena ondaPero igual se ríenTengo cicatrices de risas en la espaldaUsted cree que pienso con el potoY que al primer parrillazo de la CNILo iba a soltar todoNo sabe que la hombríaNunca la aprendí en los cuartelesMi hombría me la enseñó la nocheDetrás de un posteEsa hombría de la que usted se jactaSe la metieron en el regimientoUn milico asesinoDe esos que aún están en el poderMi hombría no la recibí del partido

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Porque me rechazaron con risitasMuchas vecesMi hombría la aprendí participandoEn la dura de esos añosY se rieron de mi voz amariconadaGritando: Y va a caer, y va a caerY aunque usted grita como hombreNo ha conseguido que se vayaMi hombría fue la mordazaNo fue ir al estadioY agarrarme a combos por el Colo ColoEl fútbol es otra homosexualidad tapadaComo el box, la política y el vinoMi hombría fue morderme las burlasComer rabia para no matar a todo el mundoMi hombría es aceptarme diferenteSer cobarde es mucho más duroYo no pongo la otra mejillaPongo el culo compañeroY ésa es mi venganzaMi hombría espera pacienteQue los machos se hagan viejosPorque a esta altura del partidoLa izquierda tranza su culo lacioEn el parlamentoMi hombría fue difícilPor eso a este tren no me suboSin saber dónde vaYo no voy a cambiar por el marxismoQue me rechazó tantas vecesNo necesito cambiarSoy más subversivo que ustedNo voy a cambiar solamentePorque los pobres y los ricosA otro perro con ese huesoTampoco porque el capitalismo es injustoEn Nueva York los maricas se besan en la callePero esa parte se la dejo a ustedQue tanto le interesaQue la revolución no se pudra del todoA usted le doy este mensajeY no es por míYo estoy viejoY su utopía es para las generaciones futurasHay tantos niños que van a nacerCon una alíta rotaY yo quiero que vuelen compañero

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Que su revoluciónLes dé un pedazo de cielo rojoPara que puedan volar.

CARTA A UN REHÉNAntonie de Saint-Exupéry

( … ) ¿ E s e s t a c u a l i d a d d e l a a l e g r í a e l f r u t o m á s p r e c i o s o d e e s t a c i v i l i z a c i ó n q u e e s l a n u e s t r a ? U n a t i r a n í a t o t a l i t a r i a p o d r í a s a t i s f a c e r n o s , e s v e r d a d , e n n u e s t r a s n e c e s i d a d e s m a t e r i a l e s . P e r o n o s o m o s g a n a d o p a r a e n g o r d a r . L a p r o s p e r i d a d y e l c o n f o r t n o

p o d r í a n b a s t a r p a r a c o l m a r n o s . P a r a n o s o t r o s , q u e n o s e d u c a m o s e n e l c u l t o d e l r e s p e t o p o r e l h o m b r e , p e s a n g r a v e m e n t e l o s s i m p l e s e n c u e n t r o s q u e t i e n e n l u g a r a v e c e s , e n f i e s t a s m a r a v i l l o s a s . . .

¡ R e s p e t o p o r e l h o m b r e ! ¡ R e s p e t o p o r e l h o m b r e ! . . . ¡ H e a l l í l a p i e d r a d e t o q u e ! C u a n d o e l N a z i r e s p e t a e x c l u s i v a m e n t e l o q u e s e l e a s e m e j a , s o l o s e r e s p e t a a s í m i s m o . R e c h a z a l a s c o n t r a d i c c i o n e s c r e a d o r a s , a r r u i n a t o d a e s p e r a n z a d e a s c e n s o , y f u n d a p o r m i l a ñ o s , e n e l l u g a r d e l h o m b r e , e l r o b o t d e u n t e r m i t e r o . E l o r d e n p o r e l o r d e n c a s t r a a l h o m b r e d e s u p o d e r e s e n c i a l , e l d e t r a n s f o r m a r t a n t o a l m u n d o c o m o a s í m i s m o . L a v i d a c r e a a l o r d e n , p e r o e l o r d e n n o c r e a a l a v i d a .

N o s p a r e c e , m u y p o r e l c o n t r a r i o , q u e n u e s t r o a s c e n s o n o h a t e r m i n a d o , q u e l a v e r d a d d e m a ñ a n a s e n u t r e d e l e r r o r d e a y e r , y q u e l a s c o n t r a d i c c i o n e s q u e h a y q u e s u p e r a r s o n e l a b o n o m i s m o d e n u e s t r o c r e c i m i e n t o . R e c o n o c e m o s c o m o n u e s t r o s a u n a q u i e n e s d i f i e r e n d e n o s o t r o s .

¡ P e r o q u é p a r e n t e s c o t a n e x t r a ñ o e s é s t e q u e s e f u n d a e n e l f u t u r o y n o e n e l p a s a d o , e n e l f i n y n o e n e l o r i g e n ! S o m o s , l o s u n o s p a r a l o s o t r o s , p e r e g r i n o s q u e a l o l a r g o d e c a m i n o s d i v e r s o s p e n a m o s c o n d e s t i n o a l a m i s m a c i t a . P e r o h o y o c u r r e q u e e l r e s p e t o p o r e l h o m b r e , c o n d i c i ó n d e n u e s t r o a s c e n s o , e s t á e n p e l i g r o . L o s c r u j i d o s d e l m u n d o m o d e r n o n o s h a n h u n d i d o e n l a s t i n i e b l a s . L o s p r o b l e m a s s o n i n c o h e r e n t e s , l a s s o l u c i o n e s c o n t r a d i c t o r i a s . L a v e r d a d d e a y e r y a e s t á p o r c o n s t r u i r s e . N o s e e n t r e v é n i n g u n a s í n t e s i s v á l i d a , y c a d a u n o d e n o s o t r o s s ó l o l l e v a c o n s i g o u n a p a r c e l a d e l a v e r d a d . L a s r e l i g i o n e s p o l í t i c a s , c a r e n t e s d e e v i d e n c i a q u e l a s i m p o n g a a p e l a n a l a v i o l e n c i a . Y a s í , m i e n t r a s n o s d i v i d i m o s e n l o q u e r e s p e c t a a l o s m é t o d o s , c o r r e m o s e l p e l i g r o d e n o v o l v e r a r e c o n o c e r q u e t o d o s n o s a p r e s u r a m o s h a c i a e l m i s m o f i n ( … )

¡ R e s p e t o p o r e l h o m b r e ! ¡ R e s p e t o p o r e l h o m b r e ! . . . S i e l r e s p e t o d e l h o m b r e e s t á f u n d a d o e n e l c o r a z ó n d e l o s h o m b r e s — s i g u i e n d o e l c a m i n o i n v e r s o — t e r m i n a r á n p o r f u n d a r e l s i s t e m a s o c i a l , p o l í t i c o o e c o n ó m i c o q u e c o n s a g r a r á t a l r e s p e t o . U n a c i v i l i z a c i ó n s e f u n d a a n t e t o d o e n l a s u s t a n c i a ; p r i m e r a m e n t e e s , e n e l h o m b r e , e l c i e g o d e s e o d e u n c i e r t o c a l o r . L u e g o , e l h o m b r e , d e e r r o r e n e r r o r , e n c u e n t r a e l c a m i n o q u e l l e v a a l f u e g o .

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P o r e s t a r a z ó n , a m i g o m í o , t e n g o t a n t a n e c e s i d a d d e t u a m i s t a d . T e n g o s e d d e u n c o m p a ñ e r o q u e r e s p e t e e n m í , p o r e n c i m a d e l o s l i t i g i o s d e l a r a z ó n , e l p e r e g r i n o d e a q u e l f u e g o . A v e c e s t e n g o n e c e s i d a d d e g u s t a r p o r a d e l a n t a d o e l c a l o r p r o m e t i d o , y d e s c a n s a r , m á s a l l á d e m í m i s m o , e n e s a c i t a q u e s e r á l a n u e s t r a . ¡ E s t o y t a n c a n s a d o d e p o l é m i c a s , d e e x c l u s i v i d a d e s , d e f a n a t i s m o s ! E n t u c a s a p u e d o e n t r a r s i n v e s t i r m e c o n u n u n i f o r m e , s i n s o m e t e r m e a l a r e c i t a c i ó n d e u n C o r á n , s i n r e n u n c i a r a n a d a d e m i p a t r i a i n t e r i o r . J u n t o a t i n o t e n g o y a q u e d i s c u l p a r m e , n o t e n g o q u e d e f e n d e r m e , n o t e n g o q u e p r o b a r n a d a . C o m o e n T o u r n u s , h a l l o l a p a z . M á s a l l á d e m i s p a l a b r a s t o r p e s , m á s a l l á d e l o s r a z o n a m i e n t o s q u e m e p u e d e n e n g a ñ a r , t ú c o n s i d e r a s e n m í s i m p l e m e n t e a l H o m b r e , t ú h o n r a s e n m í   a l e m b a j a d o r d e c r e e n c i a s , d e c o s t u m b r e , d e a m o r e s p a r t i c u l a r e s . S i d i f i e r o d e t i , l e j o s d e m e n o s c a b a r t e , t e e n g r a n d e z c o . M e i n t e r r o g a s c o m o s e i n t e r r o g a a l v i a j e r o .

Y o , q u e c o m o t o d o s , e x p e r i m e n t o l a n e c e s i d a d d e s e r r e c o n o c i d o , m e s i e n t o p u r o e n t i y v o y h a c i a t i . T e n g o n e c e s i d a d d e i r a l l í d o n d e s o y p u r o . J a m á s h a n s i d o m i s f ó r m u l a s n i m i s a n d a n z a s l a s q u e t e i n f o r m a r o n a c e r c a d e l o q u e s o y , s i n o q u e l a a c e p t a c i ó n d e q u i e n s o y t e h a h e c h o , n e c e s a r i a m e n t e , i n d u l g e n t e p a r a c o n e s a s a n d a n z a s y e s a s f ó r m u l a s . T e e s t o y a g r a d e c i d o p o r q u e m e r e c i b e s t a l c o m o s o y . ¿ Q u é h e d e h a c e r c o n u n a m i g o q u e m e j u z g a ? S i r e c i b o a u n a m i g o e n m i m e s a , l e r u e g o q u e s e s i e n t e , s i r e n g u e a , p e r o n o l e p i d o q u e b a i l e . A m i g o m í o , t e n g o n e c e s i d a d d e t i c o m o d e u n a c u m b r e d o n d e s e p u e d e r e s p i r a r . T e n g o n e c e s i d a d d e a c o d a r m e j u n t o a t i , u n a v e z m á s a o r i l l a s d e l S a o n a , s o b r e l a m e s a d e u n a p e q u e ñ a h o s t e r í a d e t a b l o n e s d e s u n i d o s , y d e i n v i t a r a l l í a d o s m a r i n e r o s e n c u y a c o m p a ñ í a b r i n d a r e m o s e n l a p a z d e u n a s o n r i s a s e m e j a n t e a l d í a . S i t o d a v í a c o m b a t o , c o m b a t i r é u n p o c o p o r t i . T e n g o n e c e s i d a d d e t i p a r a c r e e r m e j o r e n e l a d v e n i m i e n t o d e e s a s o n r i s a . T e n g o n e c e s i d a d d e a y u d a r t e a v i v i r . T e v e o t a n d é b i l , t a n a m e n a z a d o , a r r a s t r a n d o t u s c i n c u e n t a a ñ o s a l o l a r g o d e h o r a s y h o r a s , p a r a s u b s i s t i r u n d í a m á s , e n l a v e r e d a d e c u a l q u i e r a l m a c é n p o b r e , t i r i t a n d o a l a b r i g o p r e c a r i o d e u n a c a p a r a í d a . T e s i e n t o , a t i q u e e r e s t a n f r a n c é s , e n d o b l e p e l i g r o d e m u e r t e , e n t a n t o f r a n c é s y e n t a n t o j u d í o . S i e n t o e l p r e c i o i n t e g r o d e u n a c o m u n i d a d q u e y a n o a u t o r i z a l o s l i t i g i o s . T o d o s p e r t e n e c e m o s a F r a n c i a c o m o p a r t e s d e u n m i s m o á r b o l , y y o s e r v i r é t u v e r d a d c o m o t ú h u b i e r a s s e r v i d o l a m í a . P a r a n o s o t r o s , f r a n c e s e s q u e e s t a m o s a f u e r a , e n e s t a g u e r r a s e t r a t a d e d e s b l o q u e a r l a p r o v i s i ó n d e s e m i l l a s h e l a d a s p o r l a p r e s e n c i a a l e m a n a . S e t r a t a d e a y u d a r o s , a v o s o t r o s q u e e s t á i s a l l á . S e t r a t a d e h a c e r o s l i b r e s e n l a t i e r r a d o n d e t e n é i s e l d e r e c h o f u n d a m e n t a l d e d e s a r r o l l a r v u e s t r a s r a í c e s . S o i s c u a r e n t a m i l l o n e s d e r e h e n e s . L a s v e r d a d e s n u e v a s s e p r e p a r a n s i e m p r e e n l a s c u e v a s d e l a o p r e s i ó n : c u a r e n t a m i l l o n e s d e r e h e n e s m e d i t a n a l l á s u n u e v a v e r d a d . N o s o t r o s n o s s o m e t e m o s p o r a d e l a n t a d o a e s a v e r d a d .

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LA CULTURA DE LA HOSPITALIDADFernando Savater

A veces suele decirse que todas las culturas son igualmente válidas y que no hay unas mejores que otras. Creo que no es verdad. Una cultura es tanto mejor cuanto más capaz de asumir lenguas, tradiciones y respuestas diferentes a los innumerables problemas de la vida en comunidad. La cultura que incluye es superior en civilización a la que excluye; la cultura que respeta y comprende me parece más elevada que la que viola, mutila y siente hostilidad ante lo diferente; la cultura en la que conviven formas plurales de amar, rezar, razonar o cantar tiene primacía sobre la que se atrinchera en lo unánime y confunde la armonía con la uniformidad. Cada cultura es en potencia todas las culturas porque brota de una humanidad común que se expresa de mil modos pero comparte siempre lo esencial. Y por tanto la cultura más humana es la más hospitalaria con la diversidad de los hombres y mujeres, que son semejantes en sus necesidades y deben ser iguales en sus

derechos de ciudadanía pero que articulan sus vidas en una polifonía enriquecedora, sugestiva.El deber de la hospitalidad, que es culturalmente el más hermoso y más civilizado de todos

los deberes, tiene especial importancia cuando se refiere a los niños. Porque al niño inmigrante (y todos los niños en cierto sentido son inmigrantes, dado que nacer es siempre llegar a un país extranjero) debe ser educado de modo que parta de lo familiar para hacerse más y más amplio, más generoso, más solidario y tolerante con lo diferente. Si al niño se le excluye por aquello que le es más familiar y se le prohíbe desarrollar lo que culturalmente tiene como propio, sólo aprenderá a excluir y a prohibir cuando crezca. Se le enseñará a ser bárbaro en lugar de abrirle a una cultura superior. Igualmente malo sería encerrarle de modo excluyente en su origen cultural, de modo que más tarde crea que los humanos tenemos que vivir en regimientos uniformados que no pueden mezclarse unos con otros ni compartir un mismo proyecto social.

Conocer la lengua de sus padres, practicarla para explorar su origen y desarrollar sus derechos, estudiar las leyendas y las obras literarias de las que proviene la imaginación que le es en principio más próxima ha de ser el primer paso para abrirse sin enfrentamientos a la convivencia con la pluralidad de los conciudadanos que le acompañan. Nada socialmente efectivo se edifica sobre el desprecio o la mutilación de lo que vincula al niño con sus mayores, pero nada bueno tampoco se conseguirá convenciéndole de que su destino insuperable es la mera fidelidad claustrofóbica a sus llamadas raíces culturales. Hay que enseñarle de dónde viene y también ir más allá, de modo que aprenda a caminar por lo ancho del mundo sin olvidar por dónde entró en él.

¿Igual todas las culturas? No es cierto. Aquella que convierte en institución la hospitalidad para todos y obtiene su fuerza colectiva de la armonización de lo diverso es un logro más importante que la tribu encerrada en el modelo único dictado por la soberbia de unos pocos. El lema “pluribus in unum” sigue siendo el más estimulante de los proyectos no sólo políticos sino también educativos. Y a la larga creo que resulta también el más eficaz para garantizar la grandeza de una comunidad.

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“Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”.

Walt Whitman (1819-1892) Poeta estadounidense.

CONTRA LA TOLERANCIAJosé Saramago

En: http://www.radical.es/informacion.php?iinfo=7462

Observados los comportamientos y las situaciones, ¿qué es entonces la tolerancia sino una intolerancia todavía capaz de vigilarse a sí misma, temerosa de verse denunciada ante sus propios ojos, siempre bajo la amenaza de un momento en que las circunstancias la obliguen a quitarse una máscara de las buenas intenciones que otras circunstancias le pegaron a la piel como si aparentemente fuera la propia? ¿Cuántas personas hoy intolerantes eran

tolerantes todavía ayer? Tolerar (lo enseña el infalible diccionario de Morais) es soportar con indulgencia; soportar.

Permitir tácitamente (lo que es censurable, peligroso, merecedor de castigo, etcétera). Permitir por ley (cultos diferentes de los de la religión considerada como del Estado). Admitir. Soportar, asimilar, digerir.

Buena prueba de la última acepción sería, por ejemplo, la frase: Mi estómago no tolera la leche, lo que extrapolando, significa que el tolerante podría alegar que su estómago, en realidad, no soporta a negros ni a judíos, ni a nadie de esa raza universal que llamamos emigrantes, pero que, teniendo en cuenta ciertos deberes, ciertas reglas, y a veces ciertas necesidades materiales y prácticas, están dispuestos a permitirlos, a soportarlos con indulgencia, provisionalmente, hasta el día en que la paciencia se agote o las ventajas proporcionadas por la emigración sufran una disminución sensible.

La tolerancia y la intolerancia son dos grados de una escala que no tiene otros. Desde el primer grado que es el suyo, la tolerancia lanza, a la planicie donde se encuentra la multitud de tolerados de todas las especies, una mirada que desearía que fuera comprensiva, pero que, muchas veces, busca en equívocas formas de compasión y de remordimiento su débil razón de ser.

Desde lo alto del segundo grado, la intolerancia mira con odio la confusión de los extranjeros de raza o de nación que la rodean, y con irónico desprecio a la tolerancia, pues claramente ve que es frágil, asustadiza, indecisa, tan sujeta a la tentación de subir al segundo y fatal grado como incapaz de llevar hasta sus últimas consecuencias su perpleja ansia de justicia, que sería renunciar a lo que ha sido -simple permisión, aparente benevolencia- para convertirse en identificación e igualdad, es decir en respeto. O igualancia, la palabra nueva que falta aunque tenga tan bárbaro sonido...

Tolerantes somos, tolerantes seguiremos siendo. Pero sólo hasta el día en que haberlo sido nos parezca tan contrario a la humanidad como hoy nos parece la intolerancia. Cuando llegue ese día, si llega alguna vez, comenzaremos a ser, por fin, humanos entre humanos.

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ESCRIBÍ PARA TI PENSANDO EN MÍ Natasha León

(Carta ganadora del concurso Cartas de amor 2011)

Con las manos frías y la frente sudorosa, muy nerviosa, así comienzo a escribir esta carta. Sería sencillo si no fuera lo que es, una carta para ti, una carta. Para ti que eres el abrazo más sincero, la sonrisa más energética, el regaño que más pega y la caricia que más cura. Una carta para ti, mi talón de Aquiles, mi peluca de Sansón. Mi fuerza.

La razón por la que con orgullo me levanto después de cada caída, pues en cuestiones de retos y batallas me has dado las mejores clases. Tú, que siempre me llenas de buenos consejos y

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bendiciones, el mayor ejemplo, mi heroína, mi capitana, el mejor aplauso después de llegar a la meta. Mi todo.

Hoy he decidido dar un paso a la felicidad y escribirte a ti pensando en mí. A ti porque te amo y sé que me amas, a ti Ma´. Hace mucho tiempo me preguntaste si éramos las mejores amigas y no te contesté, pero después de que leas esta carta quiero decirte que eres mi mejor amiga en el mundo, para eso tengo que sincerarme en muchas cosas, pues las mejores amigas no tienen secretos.

Siempre te cuento de los estudios, el trabajo y mis amigos, pero nunca conversamos sobre el amor, tengo 20 años y todavía no te he presentado un novio. Y aunque ambas sabemos que no me llueven pretendientes, la verdad es que tampoco he pasado desapercibida. La lista no ha sido larga pero tampoco diminuta, de esta “Barbie de Melocotón” como sueles llamarme, se han fijado varios.

Las victimas: Antonio, Víctor, Arnoldo, Julio y Jesús. Ellos intentaron robarse el corazón de tu gordita, cada uno a su manera ha querido conquistarme, aun así ninguno lo logró. En definitiva, las matemáticas me indicaban que algo andaba mal en la cuenta, estos chicos fueron todos especiales, uno más lindo que el otro, así que nunca entendí porque no podía corresponder igual.

Total que el tiempo pasó y, ¡OH! me enamoré, sí, me enamoré de una mirada acompañada de una sonrisa, me enamoré de una personalidad arrolladora acompañada de una magia que alocadamente me invitó a creer y apostarle a nuevas sensaciones. Pude comprender qué es acostarse soñando con alguien y levantarse con esa persona en la cabeza, además un montón de mariposas aparecieron en mi estómago y no paraban de revolotear. Su nombre es Fabiana.

Entonces entendí qué es sufrir por amor y en mi caso la sufridera era doble. Es difícil explicar cuando quieres a alguien aun más si el mundo coloca condiciones y te das cuenta de que hay amores que tienen barreras, hay prejuicios y juicios, hay gente que señala, margina y discrimina.

Y entré en pánico, me cuestioné, cuestioné mis sentimientos y mis acciones. Lo negué, me negué a la posibilidad de conocer a esta persona, de dar el paso, de mirar sin sentir miedo, de abrazar sin esconderme.

Así que me hice preguntas y hallé respuestas, lloré muchas noches y también muchas mañanas. Crucé la raya, comprendí por qué quiero como quiero, busqué darle nombre a lo que siento para finalmente, poco a poco, decirle al mundo que soy lo que se dice bajito. Sí, yo soy Lesbiana.

Una vez consciente de mi clara homosexualidad decidí darme oportunidades, querer con locura y frenesí, sonreírle a esa sonrisa, darle amor a quien mi amor merece. Pero noté que aún había algo que frenaba mis ansias de salir al mundo con alegría de mil colores y es que la persona más importante aún no lo sabía, tú, mi mejor amiga.

Es así, como entendí que no me importa si el mundo lo sabe, si no lo sabes tú, jamás estaré en paz. No me importa si el mundo me rechaza, si no lo haces tú seré eternamente dichosa. Yo no decidí ser así y tampoco le hago daño a nadie. Eres el único apoyo que necesito para salir adelante, para sentirme plenamente contenta y cómoda de lo que soy y lo que siento.

Esta es la razón que hoy me impulsa a confesarte mi mayor secreto, porque no concibo ser feliz escondida, porque sé que no quiero seguir bajo la sombra de una apariencia, porque quiero amar de verdad, porque sencillamente ya no quiero que sea un secreto.

Y así, con las manos frías, dolor de cabeza y mucho más nerviosa que al inicio, termino esta carta rogando que puedas entenderme y amarme sin medida, que sigas diciendo con orgullo “Natasha León es mi hija”, rogando recibir un abrazo de comprensión que me anime por el resto de mis días y de ahora en adelante llamarte madre y también mejor amiga.

P.D. TE AMO (Por favor, nunca lo olvide

(El Concurso Cartas de Amor es un certamen de escritura creativa del género epistolar que se desarrolla en Venezuela desde 1998, organizado por Industrial El Aguila y patrocinado desde sus inicios por la marca Montblanc. Los concursantes envían sus cartas, escritas en ocasión del día de San Valentín y un comité de lectura de la Fundación Icrea, una prestigiosa escuela de escritores, selecciona las diez cartas que considera más destacadas. Posteriormente los autores de estas cartas deben leer sus misivas en un certamen final en presencia de un público y un jurado. El certamen final se celebra cada año en un teatro de Caracas y es una verdadera montaña rusa emocional, puesto que una carta saca-risas es

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seguida por una saca-lágrimas y así sucesivamente durante dos horas. No es inusual ver a las damas salir de la sala con el maquillaje chorreado. La recaudación de la venta de las entradas al certamen final siempre es donada a una fundación sin fines de lucro. En el 2010 y el 2011 se seleccionó la asociación civil Senos Ayuda que lucha por la prevención del cáncer de mamá. En el 2010 se llevó el concurso online y se publicaron las cartas finalistas en el sitio web antes del certamen final, para que los lectores comentaran e incluso votaran por sus cartas favoritas. La respuesta fue mágica: miles de lectores leyeron y comentaron las cartas y así nació un espacio virtual de encuentro entre escritores y lectores del género epistolar. A raíz de esto, hemos decidido desarrollar una nueva plataforma para el concurso 2011 que permita más interacción de los usuarios, más publicación de cartas y mayor participación a través de un proceso de inscripción en línea. Gracias a la tecnología, por primera vez también podrán participar personas que viven fuera de Venezuela y así nos acercamos a nuestro sueño de que esto se convierta en un concurso sin fronteras. Le damos gracias a todos los escritores que exhiben y comparten su amor todos los años y a todos los lectores sin los cuales este encuentro simplemente no tuviera sentido. Igualmente le damos gracias a nuestros patrocinantes, en primera línea Montblanc, pero también a todos los demás que hacen posible esta celebración del género epistolar.)

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