Guibourg y Otros Fragmentos Caps 2 y 3

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Epistemologia y metodologia de las ciencias sociales

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  • CAPITULO 2

    2.1. Hay saberes y saberes

    En el captulo anterior hemos adquirido ciertas ideas sobre el lenguaje, sus distintos aspectos, sus usos, sus defectos, sus trampas y su poder. Pe- ro, por encima de todo eso, el lenguaje es siempre, bsicamente, un instru- mento para tratar con la realidad. Tratar con la realidad es aprovecharla, modificarla, disfrazarla o adaptamos a ella; pero esto requiere, ante todo, conocerla.

    Qu significa "conocer" o "saber" algo? Si hemos aprendido nuestra leccin, nos abstendremos de lanzarnos sin ms a teorizar sobre el "ver&- dero" conocimiento: ms modestamente, empezaremos la investigacin por el uso lingstico, observaremos si nuestro empleo de esas palabras es am: biguo, elegiremos en su caso el significado que nos interese, examinaremos su grado de vaguedad y, en caso necesario, estipularemos algn significado ms preciso que satisfaga nuestras expectativas.

    Veamos, pues, algunos ejemplos: "s esquiar"; "Roberto sabe que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los'cate- tos"; "mi to sabe jugar al ajedrez"; "s que algn da ser mdico"; "co- nozco a la novia de mi hermano"; "Benjamn conoce las islas como la pal- ma de su mano".

    Advertimos rpidamente que usamos "conocer" y "saber" de la mis- ma forma y en los mismos casos, por lo que su significado parece ser el mis- mo'. Pero las cosas se ponen ms complicadas cuando tratamos de analizar

    Nuestra preferencia por uno u otro vocablo depende de la estructura puramente gramatical de la oraci6n. As, usamos "saber" cuando su complemento directo esta expresado en un infinitivo o en uria proposicin introducida por la conjuncin "que", mientras preferimos "conocer" cuando el complemento directo (o acusativo) es un sustantivo. Pero esta regla no es absoluta: decimos indistinta- mente "Aurelio sabe el Cdigo Civil" o "Aurelio conoce el Cdigo Civil".

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  • ciones de estados de cosas. Pero los filsofos, siempre dispuestos a compli- car lo obvio, no han de dejarnos seguir adelante tan fcilmente. Muchos de eiios nos dirn: Hablan ustedes de la realidad y de los estados de cosas? A qu iiaman realidad? Estn seguros de que hay cosas? Cmo esperan de- mostrarlo? De dnde infieren ustedes que, cuando conocen, conocen aigo?

    Preguntas de esta clase son las que ocupan, con sus muchas respuestas tentativas, todo un captulo de la filosofa, Uamado.teora del conocimiento, o gnoseologa. El tema queda afuera del alcance de este libro, por lo que nos nos introduciremos en sus vericuetos; pero resulta indispensable consi- derarlo, aunque sea del modo ms somero, tan slo para mostrar que existe como problema especulativo y que cualquier construccin que se haga sobre la ciencia reposa sobre ciertos presupuestos en los que habitualmen- te no reparamos.

    Conocemos la realidad del mundo que nos rodea a travs de nuestros sentidos: la vemos, la omos, b tocamos. Pero es un hecho conocido que (al menos a veces) nuestros sentidos nos engaan: vemos espejismos, tenemos alucinaciones, soamos. Surge entonces la inquietante pregunta: iTendre- mos, tal vez, ms alucinaciones que las que creemos tener? iSoaremos, acaso, cuando suponemos estar despiertos? No estaremos despiertos cuando creemos soar? locumra tal vez, como deca Caldern de la Barca, que toda la vida es sueo?

    Una lnea de respuestas propone trazar una distincin entre percep- ciones autnticas y engaosas: las primeras coinciden cuando se las confronta entre $ (y con las de otras personas), porque se fundan en los hechos externos, en lo objetivo. Las engaosas pueden identificarse con re- lativa facilidad, ya que no encajan en el esquema de coincidencias prove- niente de aquella confrontacin. Existe, pues. una realidad cognoscible frente a la cual actuamos como sujetos cognoscentes. Esta es la tesis bsica del realismo, sobre cuyo molde est cortado el lenguaje que usamos, del mismo modo que nuestro estilo de razonar.

    Utra posicin sostiene que, aun cuando' exista una realidad externa, ella slo puede ser conocida por los sentidos, instrumentos que nos propor- cionan una imagen no necesariamente coincidente con aquella realidad. Y, de todos modos, existen objetos ideala, que se conocen mediante la razn. Un sealado exponente de esta tesis fue Kant, para quien las cosas en si (los nomenos) son incognoscibles, y slo conocemos los fenmenos (la ima- gen que nuestra mente percibe de los nomenos). Pero -sostena el mismo filsofo- tales fenmenos son organizados por nosotros de acuerdo con ciertos esquemas propios de nuestro modo de conocer, tales como el espacio, el tiempo ("formas de la intuicin"), la sustancia o la causalidad ("formas

    del entendimiento"). Otra importante forma de idealismo es la de Hegel, para quien la conciencia del objeto en el sujeto forma parte del objeto mis- mo y es a la vez conciencia de si, de modo tal que el conocimiento se con- vierte en ui proceso en el que sujeto y objeto se hallan en una relacidn dialctica, sin que uno pueda reducirse al otro.

    La forma extrema del idealismo es el solz'psismo.. Consiste en concluir que, puesto que no podernos confiar en nuestros sentidos, slo podemos es- tar seguros de nuestra propia existencia: el resto del mundo, incluidos los dems seres humanos que vemos a diario, podran ser una mera ilusin o una construccin de nuestro espritu.

    Cada una de estas grandes lneas de pensamiento (que, forzoso es re- calcarlo, se han expuesto aqu con una concisin casi caricaturesca) debe enfrentar sus propias dudas. Si somos realistas, cmo podemos estar segu- ros del mundo externo? Acaso el nmero de percepciones es garanta de verdad? No podra haber un ser humano -uno solo- que percibiera lo que los dems no pueden ver, y que por eso fuera llamado loco o alucinado? Si somos idealistas, no parece incongruente sostener que existe un mundg exterior incognoscible? Porque si no lo conocemos, cmo sabemos que existe? Y si hay cierta relacin entre sujeto y objeto, de qu modo somos capaces de distinguir entre los dos trminos de esta relacin? Por ltimo, si preferirnos el solipsismo nos preguntaremos por qu nos tomamos tanto trabajo y sufrimos tantas preocupaciones frente a un mundo que tal vez no existe. Cuando el jefe nos reprende por haber llegado tarde a trabajar, por au no le contestamos "esfUmese, usted es una desagradable ilusin de mi espritu"?

    La teora del conocimiento se pregunta por los lmites de nuestro sa- ber, y para eso se ve obligada a extender la vista ms all de esos lmites. Pero como, por definicin, fuera del mbito del conocimiento no es posible saber alguno, el debate se transforma en una pura especulacin cuyas afir- maciones no son susceptibles de prueba emprica ni objetiva. No se puede, pues, demostrar cul de las distintas teoras del conocimiento est en lo cierto, si es que alguna lo est (y aun podra uno preguntarse si tiene algiin sentido hablar de la verdad de una teora del conocimiento).

    Esta grave situacin podra zambullirnos en interminables y estriles especulaciones sobre el Ser, el Uno y el Mundo, y aun trabar el desarrollo de cualquier ciencia, si no fuera porque en general optamos por seguir vi- viendo como lo hacemos sin preocupamos por el problema. La pregunta es: tiene alguna justificacin una conducta tan displicente? Y una respuesta posible sera: por lo menos, no trae consecuencias desagradables. Por eso todos actuamos, en la prctica, como realistas empedernidos.

  • Tal respuesta parece poco respetuosa, pero ocurre que es, sencillamen- te, la nica que nuestras limitadas capacidades nos permiten dar. Y, des- pues de todo, quin sabe si exzkte otra respuesta, porque jen qu lenguaje la daramos?

    Observemos, en efecto. que al preguntarnos si existe una realidad ex- tema estamos usando paiabras tales como "existir", "realidad" y "exter- na", vocablos que han sido acuados por el hombre a partir de una teora ingenuamente realista. Ellos suponen una distinci6n entre lo existente y lo no existente, entre lo real y lo irreal, entre lo externo y lo interno. Si 5610 yo existo, por ejemplo, carece de sentido hablar de lo externo, ya que todo est en mi; y aun de existencia, ya que todo existe en m. Si aceptramos, pues, la tesis soiipsista, nos veramos obligados tal vez a distinguir entre las cosas que son ilusiones de mis sentidos y las cosas que no son siquiera eso. Y as reconstruiramos la distincin entre realidad y irrealidad, entre existencia e inexistencia. entre sujeto y objeto: slo que todo eso se nos aparecera dentro (qu significara entonces "dentrd"?) de un Yo inmenso, universal y omnicomprensivo. Entonces. ya que todos somos realistas en la prctica, y ya que todos nos veramos en el caso de reconstruir en teora alguna for- ma de realismo dentro del idealismo al que adhirisemos, no se justifica. al menos pragmticamente, admitir la tesis realista, aunque no podamos de- mostrarla?

    2.3. ;La realidad es la Liaica verdad? 1

    Ya hemos dado por supuesto que existe (en algn sentido de "existir1') una realidad que espera ser conocida por nosotros (a la vez que, por cierto, nos incluye) y hemos restringido el significado de "conocimiento" al cono- cimiento de la verdad de las proposiciones descriptivas de aquella realidad. Es hora, pues, de preguntamos qu hemos de entender por "verdadero".

    En el lenguaje cotidiano usamos la palabra "verdad" o sus derivados en distintos contextos y con diferentes significados. Si decimos, por ejemplo, "Ricardo es un hombre de verdad", o "el Koh-i-noor es un diamante verdadero" estamos empleando la palabra para mencionar una propiedad de personas o cosas: queremos significar que Ricardo tiene cier- tas caractersticas que nos parecen relevantes (acaso persuasivamente) pa- ra incluirlo en el concepto de hombre y que cierio guijarro usado para ador- nar cierta corona es un cristal de carbono y no un fondo de botella tallado. Es decir. que aun contra lo que alguien pudiera pensar, cierto objeto encaja dentro de cierta palabra de clase (en este sentido tambin podra decirse.

    por ejemplo, que Stavisky era un verdadero estafador, o que la silla que acabo de comprar es una verdadera falsa antigedad).

    Pero, dejando de lado los juegos de palabras a que puede llevarnos este uso de la palabra "verdad", hemos de recordar que comprometimos nuestro concepto de conocimiento como conocimiento de la verdad de pro* skiona. La verdad, pues, ha de ser en este sentido una caracterstica de las proposiciones3, como cuando decimos que "la suma de los ngulos internos de un tringulo equivale a dos rectos" es verdadera.

    Usaremos, pues, el concepto de verdad dentro de este contexto. Pero, si la verdad (o la falsedad) es una propiedad o caracterstica de las proposi- ciones, una caracterstica tal que nos permite clasificar las proposiciones en verdaderas y falsas, tendremos que tener algn criterio para atribuir es- tas propiedades4, algn medio para reconocerlas y distinguirlas entre s. No quiere decir esto que debamos tener los medios de saber, frente a cualquier proposicin. si es verdadera o faisa: tal cosa equivaldra a exigimos la om- nisciencia, y no somos dioses, sino seres humanos. Es obvio que existen

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    muchas proposiciones cuya verdad o falsedad ignoramos; pero, si hay algu- nas de las que sabemos positivamente que son verdaderas (por ejemplo), debemos saber al mismo tiempo qu queremos decir cuando decimos que lo son; esto es, en q comiste, se@ nuestro concepto, la verdad de una pro- posicin.

    Bien, pues, (en qu consiste la verdad de ''Raiu usa bigote"? Se han trazado muchas teonas tendientes a explicarlo, pero nos referiremos aqu a las ms comentes, o a las ms afines con la filosofa analtica.

    Tambin predicamos la verdad o la falsedad de las oraciones o enunciados; pero sabemos (ver 1.4.10) que la proposici6n es el contenido de la oracin, de modo que, si una oracin es verdadera, s e d porque la proposici6n que ella expresa es a su vez verdadera.

    Camap muestra claramente la importancia del criterio en el siguiente fragmento: "Suponga- mos, a manera de ilustraci6n, que alguien inventara la palabra nueva 'tago' y sostuviera que hay obje tos que son tagos y objetos que no son tagos. Para descubrir el significado de esta palab?. le pregwita- riamos sobre su criterio de aplicacin: jc6mo determinamos en un caso concreto si un 0b~et0 dado es ta- go o no lo es? Supongamos que l no es capaz de respondemos en concordancia con un criterio de apli- cacin: no existen signos empricos de taguidad, nos dice. En este caso tendremos que negar la legiti- midad del uso del vocablo. Si la persona que usa la palabra insiste de t e a s maneras en que hayobjetos que Con tagos y objetos que no son gatos, no resta, para el modesto y finito intelecto humano, sino con- siderar que lo que es tago ser un secreto eterno, pero, entretanto, podemos desig~iado como un mero fblus m&'' (Camap, Rudolf, La supemcin de la m e t a f ~ i u por medio &l andlirs Igico del lenguaje, p.

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  • slo porque no se oponen entre s. Como se ha visto antes, la teora de la coherencia exige, adems de la inexistencia de contradiccin, que las pro- posiciones que se acepten como verdaderaspuedan deducirse unas de otras.

    Pero esta aclaracin deja subsistentes algunas crticas. "Algunos perros tienen ocho patas" se deduce perfectamente de "todos los perros tienen ocho patas", sin que nos hallemos dispuestos a aceptar como verda- dera ninguna de las dos: a lo sumo estaramos dispuestos a aceptar la pri- mera si se nos demostrara la segunda (cosa que, obviamente, no ocurre).

    Para esta objecin, los partidarios de la teora de la coherencia tienen dos lneas de respuestas.

    La primera consiste en sealar que la coherencia del conjunto de pro- posiciones debe estar presidida por un subconjunto de ellas que a su vez sean consideradas verdaderas por otras razones, y no slo por su coherencia con las dems (como en el caso de los sistemas axiomticos: la geometra o la lgica, por ejemplo). Otras razones? Cules podran ser estas razones? Si no se nos provee una respuesta satisfactoria, el sistema de proposiciones verdaderas queda en el aire y ser pasible de las mismas criticas que luego se plantearn a la segunda lnea de argumentacin. Pero algunos filsofos han credo encontrar la solucin a partir de ciertos enunciados muy sen- cillos, cuya verdad dependera de la observacin pura, como "veo ahora una mancha verde aqu". El conjunto de estos enunciados observacionales, cuya verdad conocemos directamente6, servira como base a partir de la cual podran determinarse por coherencia otras verdades ms complejas.

    Esta posicin nos enfrenta nuevamente con estados de cosas redes, y en cierto modo sutil nos devuelve a la teora de la correspondencia. Pero, aparte de esto, jcuntos o cules enunciados observacionales hacen falta para fundar la verdad de un enunciado ms complejo? Porque, ciertamente, "veo ahora una mancha verde aqui" es compatible con "mi abuela es ver- de", pero la primera proposicin no alcanza para fundar la segunda. Como es imposible en la prctica exigir la verificacin de todos los enunciados ob- servaciondes (que son infinitos), el problema se convierte en una cuestin a decidirpmdencialrnente, es decir, sin criterio fijo. Esto es aceptable cuando se trata de averigzrar, con mayor o menor probabilidad, cules proposi- ciones son verdaderas (tal es el principio de la induccin: ver 2.6.b); pero re- sulta algo ms duro de admitir cuando buscamos el concepto mismo de ver- dad, ya que nos deja sin criterio para distinguir entre verdad e hiptesis.

    En rcaliclad. la inromgibiiidod (o ucrdad pum y si,nple) de estp tipo de enunciados es discutida (ver Ayer, A. J., Eiprobkma dclc~nhicntu, 6s. As., Eudeba, 1968, p. 63 y SS.); y hasta se ha afirmado que los enunciados observacionales son iniitiles para la constitucin de la ciencia (ver Bunge. Mario, La in- veshgann cientfica, Barcelona, Ariel, 1969, p. 290 y siguientes).

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    La segunda lnea de argumentacin no se funda en observaciones di- rectas. Consiste en sostener que la coherencia no debe darse dentro de un pequeo grupo cualquiera de proposiciones, sino dentro del conjunto de to- das las proposiciones que componen una ciencia o una teora: una vez que nos hemos situado dentro de una teora o ciencia, hemos de tener por ver- daderas las proposiciones que resulten coherentes (en el apuntado sentido especifico de "coherencia") con el resto de las que aceptamos. Incluso podra ampliarse el mbito al conjunto de todas las proposiciones (de cual- quier ciencia o teora) que resulten aceptables. De este modo, una proposi- cin cualquiera sena verdadera si pudiera ser justificada a partir de cual- quier subconjunto de proposiciones verdaderas, y stas a su vez lo seran por la misma razn, y as sucesivamente.

    Claro est que esta lnea de argumentacin convierte a la totalidad de las proposiciones verdaderas (o, en su versin restringida, a la totalidad de las proposiciones de una ciencia o teora) en un crculo cerrado (y algo vi- cioso) en el que unas proposiciones se demuestran por las otras, sin que ninguna de ellas se apoye slidamente en la realidad. Se trata, pues, de una lnea atractiva para los enfoques idealistas o de orientacin matemtica, pe- ro poco slida frente a las apetencias del hombre comn. Si nos sentimos seducidos por esta versin de la teora de la coherencia, pero deseosos de poner al menos un pie en la tierra, convendr que examinemos con deteni- miento la siguiente teora.

    2.3.3. Teora pragmtica, o ande yo caliente y rase la gente

    Quienes participan de este punto de vista sostienen que un enunciado ' es verdadero si (y slo si) tiene efectos prcticos para quien lo sostiene. Por efecto prctico debe entenderse todo lo que tiene importancia respecto de la supervivencia y de la prosperidad de cada individuo. Eti ei caso de las afirmaciones hechas por la ciencia, su importancia reside en que es posible usarlas para predecir acontecimientos, y as evitar los indeseados o dismi- nuir sus efectos perjudiciales, o, en su caso, provocar acontecimientos de- seados.

    En esta lnea de pensamiento, la verdad de una proposicin (o de un sis- tema de proposiciones, como una ciencia) depender entonces de la utili- dad que reporte; y tal utilidad, cuando es reconocida, tiende a incrementar el mbito de creencia en la proposicin de que se trate. De modo que, cuan- do la creencia es estable y generalizada, se puede decir que la proposicin

  • es verdadera. En otras palabras. entienden los pragmticos que una sicin es verdadera cuando expresa una opini6n destinada a se; sostennia por todos los investinadores.

    -. As expuesta, la teora pragmtica difcilmente concitar nuestra adhe- sin, ya que el concepto que propone resulta extrao al uso cotidiano de la palabra "verdad". Podra objetrsele, adems. que resulta muy difcil sa- ber cules sern las consecuencias prcticas de una creencia, y ms dificil an averiguar si sern favorables o desfavorables, o si ser realmente com- partida por los investinadores.

    Aparte de esto, el>oncepto de conveniencia parece introducir un fac- tor catico que puede destruir todo intento de razonar objetivamente. "Verdad es lo que conviene al Partido", dijo alguna vez un enfervorizado leninista. Y, por cierto, las concepciones de Goebbels no andaban lejos de all. Si cada uno se fabrica su propia verdad sobre cada tema, todo didogo ser intil y no quedar ms que la fuerza desnuda como modo de comuni- cacin entre los hombres.

    -

    Pero algo puede rescatase de la teora pragmtica, si se la formuia de otro modo. Mucho, tal vez.

    - - Ya hemos visto que existen serios problemas tericos para definir de un modo unvoco e indiscutible el tipo de correspondencia entre proposi- ciones y estados de cosas, que la existencia misma de estados de cosas no es aceptada por todo el mundo (al menos, no de la misma manera)', y que una teora de la verdad que pierda de vista este contacto con la realidad (co- mo la de la coherencia. en su segunda versin) no resulta satisfactoria,

    Bien, supongamos que tomamos diversos conjuntos de proposiciones, eliminamos las contradicciones, explicamos las ruzones por las que acepta- mos cada una de ellas (es decir, sus vnculos con otras proposiciones del mismo conjunto) y luego tratamos de oplieor ese conjunto a nuestra vida prctica (como, por otra parte, lo hacemos a cada instante). Observaremos, probablemente. que el conjunto al que pertenecen proposiciones tales co- mo "la tierra es redonda" y "Venezuela est al norte de la Argentina" fun- ciona, en tanto los conjuntos a los que pertenecen proposiciones como "la tierra es cuadrada" y "Venezuela es un pas limtrofe de k Argentina" no funciona. Lo advertiremos al buscar intilmente las ansias de la tierra o al encontrarnos frente a iracundos aduaneros brasileos. Tal vez todo esto sea ilusorio (dira un idealista empedernido), pero hay cierto sistema cohe- rente de proposiciones que nos trae menos dificultades prcticas que otros

    ' Ver parrafo 2.2

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    sistemas de proposiciones, tal vez igualmente coherentes. pero, en su con- junto, menos tiles.

    2.3.4. Todo es igual? Nada es mejor? Si ahora apreciamos las distintas teoras de la verdad mediante una oje-

    ada panormica, podemos ver que cada una de ellas pone el acento en al- gn aspecto particular del problema sin oponerse necesariamente a las otras. Cada una tiene a su vez algn defecto: la de la correspondencia es corta de miras (no siempre existen estados de cosas a los que pueda corres- ponder una proposicin); la de la coherencia carece de apoyo slido, y la pragmtica no garantiza el suficiente rigor. Pero tal vez sea posible sinteti- zarlas: si entendemos la verdad de cada proposicin dentro del esquema de la coherencia y fundamos la verdad de todo el conjunto en su utilidad prc- tica, obtendremos probablemente los resultados apetecidos por la teora de la correspondencia conservando, al mismo tiempo, mejores posibilidades para la construccin terica8. Semejante posicin, por otra parte, resultaria a su vez coherente con la formulada, respecto de la teora del conocimiento, en el prrafo 2.2.

    Sea como fuere, ha de quedar en claro que el concepto de verdad es un tema de decisin metodolgica. En realidad (si es que hoy una realidad, apuntar nuestro amigo esckptico) no hay werdades, sino simplemente hechos, estados de cosas. La verdad es una caracteristica de las proposj- ciones con las que, de alguna manera, buscamos referimos a aquella reali- dad. Las proposiciones (o, si se prefiere, los enunciados que las expresan) son instrumentos del ser humano, creados y usados por ste dentro de cier- to mtodo para comunicarse y describir los hechos, En uso de la libertad de estipulacin podemos definir la palabra "verdad" como mejor nos parezca oero tal vez convenga no perder de vista las siguientes observaciones de origen pragmtico:

    a) Nuestro concepto de verdad no debe resultar demasiado alejado del uso comn, ni permitir una excesiva diversificacin de "verdades".

    b) Debe permitimos calificar como verdaderas (o falsas) ciertas propo- siciones que no se refieren a hechos directamente observables (como las proposiciones negativas, las abstractas y las puramente tericas), y

    a cufiosamente (icu"osamente?), esta propuesta guarda cierta semejall= con 1. de Kelsen sobre e( concepto de de las nonnas jurdicas: la validez de una noma Se funda en otras no-. la validez del conjunto depende de su eficacia pilctira Ch. Kelsen. Hans. Te&

    dd &r6'cha),

  • c) Debe tener algn punto de contacto con la realidad (o con nuestra percepcin de ella).

    2.4. Sabes y creer

    Nuestro afn por investigar el proceso del conocimiento nos ha llevado a ciertos rodeos previos. Primero aislamos nuestro objetivo entre los distin- tos significados de "saber"; luego pasamos algo fugazmente por la teora del conocimiento (para averiguar qu es lo que conocemos) y al final es- tablecimos las bases para una teora de la verdad (ya que conocer es cono- cer el valor de verdad de alguna proposicin). Pero el conocimiento es algo que tiene que ver con msotros. Somos nosotros quienes sabemos (si es que sabemos), de modo que ya es hora de encarar el elemento subjetivo del co- nocimiento, el estado de conciencia que nos hace poseedores del saber. Tal estado de conciencia es la creencia.

    Desde luego, ya no ser una sorpresa para nosotros advertir que la pa- labra "creer" es ambigua. "Yo creo en Dios" significa que estoy persuadi- do de que Dios existe. Pero "yo creo en el candidato del partido X" no quiere decir que pienso que tal candidato existe (lo que es obvio), sino que confo en su honestidad, o en que cumplir sus promesas, o en que ganar las elecciones. Sin embargo, todos estos significados puedenunificarse. En efecto. "Dios existe" y "el candidato del partido X es honesto" son propo- siciones, y en cada uno de los ejemplos citados se expresa la creencia en la verdad de alguna proposicin. Entenderemos la creencia, pues, como la creencia de que determinada proposicin es verdadera.

    Vivimos rodeados de creencias. Creemos en la verdad de innumerables proposiciones, pero tenemos presente que una proposicin (aunque cre- amos en ella) puede ser verdadera o falsa, y muchas veces hemos compro- bado con decepcin que una proposicin que creamos verdadera resulta falsa. Esto se refleja en el grado de nuestras creencias. Creemos algunas cosas como mera conjetura, otras como sospecha, otras ms como probabi- lidad. y, finalmente, estamos total y absolutamente persuadidos de algu- nas.

    La ms alta iiitensidad de nuestra creencia, sin embargo, no es por s sola garanta de la verdad de la proposicin creda. Muchas creencias hubo que se tuvieron por verdades de a puo, y despuCs debieron abandonarse. Es que la creencia (en cualquiera de sus grados) es un estado psicolgico, en tanto la verdad tiene un ingrediente objetivo que la hace independiente de nuestras opiniones.

    Creer, pues, no es lo mismo que saber. Pero, aunque se puede creer sin saber, no es posible saber sin creer. Si la verdad es el elemento objetivo del conocimiento, la creencia es su factor subjetivo: no podemos saber lo falso, pero tampoco sabemos lo que no creemos, aunque sea verdad. La creencia es una condicin del conocimiento; pero no una condicin causal (por mucho que lo cteamos, no haremos verdadero lo falso), sino una mera ca- mcte&tim definito&: "conocer" implica creer, aunque no a la inversag.

    2.5. Pero gs6nio sabemos?

    Hemos aislado hasta ahora dos condiciones del conocimiento: la verdad y la creencia. Para que digamos que conocemos la verdad de una proposi- cin es preciso que esa proposicin sea verdadera y que creamos que lo es. As, quienes suponan que la tierra era plana no saban que era plana (por- que su creencia era falsa) y tampoco saban que era redonda (porque no lo crean). Simplemente, crean saber que era plana, lo que no es igual. Del mismo modo, nosotros creemos saber hoy muchas cosas: ms adelante tendremos tal vez que rectificar algunas de esas creencias, en tanto otras permanecern hasta que algn nuevo elemento de juicio obligue a de- secharlas.

    Pero entonces, podramos objetar, slo sabmos proposiciones negati- vas: una vez que hemos descubierto que cierta creencia era falsa, sabems que antes no sabamos. As, jcmo podemos atrevemos a afirmar que sabe mos hoy alguna cosa? ;No sera ms modesto (y proporcionado a nuestras limitaciones) decir que hoy simplemente creemos lo que admitimos como cierto?

    Tal cosa sera ciertamente una muestra de humildad; y un poco ms de humildad no vendra mal, especialmente en el mbito de las ciencias so- ciales, tan vinculadas a intereses y pasiones y, por lo mismo. tan fciles vc- timas del fanatismo. Pero una humildad excesiva respecto del conocimien- to nos impedira trazar convenientes distinciones entre diferentes formas de la creencia. Porque, en verdad. una cosa es creer que dos ms dos son cuatro, otra creer que el sol saldr maiana por el este y otra ms creer que

    H~~ quienes sostienen que ~tarsegrtro es condicibn necesaria del saber. Esta posicin ha mere cido como que no es 10 mismo "saber" que "alegar saber", ya que se puede saber sin estar serno, aunque alguien pretende que sabe es porque est seguro de ello. En otras ~ a l a b r s , estar se- gun sefi una condicibn n e m i a para que la pntmih de saber sea justificable. Pe" no condi- cin necesaria de. sBbw mismo (ver Malcolm, Nomyn, Conocimiento Y, Y Woozle~ H. D., cery no mocn. en Conocimiento y creencia, compilado por Philip Griffith. Madrid, Fondo de Culhua Econmica, 1974, p! 109 y 128, respectivamente).

  • el prximo partido entre Boca Juniors y River Plate terminar con un em- pate. Las dos primeras "creencias" son habitualmente mencionadas como conocimiento Uso y llano, en tanto la tercera sera calificada por cualquiera como una creencia simple, o mera conjetura.

    iCul es, entonces, la diferencia que nos parece tan importante? Que las dos primeras creencias tienen jitifcaci5n suficiente (cada una a su mo- do, como ya veremos). en tanto la tercera carece de ella (aunque. desde luego, cae dentro del mbito de lo posible).

    La justificacin de nuestra creencia en la verdad de una proposicin se llama pmeba.

    en os aqu, pues, frente a la tercera caracterstica definitona de "co- nocer''. Para que estemos dispuestos a afirmar que sabemos que una propo- sicin p es verdadera, es preciso: a) que p sea efectivamente verdadera; b) que creamos que lo es. y c) que tengamos pn

  • suficientemente slidas para enfrentar esa crtica, sino en advertir que k posicion escptica lleva a definir "conocimiento" de un modo demasiado fuerteu. Las caractersticas definitorias que asigna al concepto de saber son tan exigentes que no existe conocimiento en el mundo capaz de satisfa- cerlas. Quien sostuviese saber en este sentido fuerte que p es verdadera no estara en realidad afirmando sino que l no est dispuesto a aceptar abso- lutamente nada como prueba en contra de p: que no considera la cuestin como abierta a debate, porque es inadmisible quep sea falsa.

    Ms cauto es asignar al concepto de conocimiento un sentido ms - bil. Quien alega saber un enunciado en este sentido no est incondicional- mente comprometido con su verdad, sino abierto a la posibilidad de refuta- cin. Se satisface con una cantidad de elementos de juicio que jugga sufi- cientes e incluye su propia dosis de humildad dentro de su concepto de sa- ber. Se trata de un saber modesto, apoyado en pruebas slidas pero no ne- cesariamente absolutas y fundado, una vez ms, en elementos pragmti- cos.

    En efecto, se trata de un concepto de saber adecuado a los fines hurna- nos. Por encima de k simple conjetura, ms ali de una creencia hipottica, surgen ciertas creencias apoyadas en elementos de juicio que nos parecen suficie~ies.

  • . -

    O~J~DE~ ~LIEUIOJ oqsaap lap smuou se1 ap ,,s~pum sauo~malbi~!. 111" ap OYYU~P 19 Ya anb '~npwp&rn~ ,m19& m! 1aopead lap uejqpal salqmou spu sels!ml sol oueurol ouaduil la u3 .e!s . -uap~ds~! q e I La[ el e o~un! '6pq~a~ap 1ap awan),, ouo3 nana sg (3

  • e) No podma ox@licg~lo, psm es a l e que siento dentro de mi coa I. fuerza do urna sertidambri. Se trata aqu del reeurso de la inhridn. Los filsofos suelen hablar de tres clases de intuicin: la sensible, la in t e ( ec4 y la erno~irmal~~. La primera consiste en la aprehensin de los objetos reales mediante los sentidos, por lo que se reduce a la experiencia. La segunda -segn se sostiene- permite conocer ciertas realidades no sensibles, o metafzkicar; (como las esencias, por ejemplo). mediante un acto intelectual distinto de la aprehensin sensorial (aunque eventualmente asociado con sta). La emocional (o
  • ser expresado, y "sobre aquello de que no puede hablarse, es mejor cailar"16.

    Aun cuando no se compartan posiciones tan extremas, parece claro que el contenido de las ciencias ha de referirse a conocimientos contras- tables, ya que la ciencia es un saber pziblico y no el producto de una certi- dumbre individual. En este sentido, pues, y en la medida en que deseamos hacer de nuestro estudio una ciencia, trataremos -al menos, provisional- mente- de mantenemos al margen de la metafsica. Y, en consecuencia, no aceptaremos la intuicin como prueba suficiente de la verdad de un enunciado, sin perjuicio de su indudable utilidad como base de investiga- cin.

    f ) Mire, es cuestin de fe; y yo tengo fe. Cuando se habla de metafsi- ca, es comn que se piense en la religin. La identificacin entre ambos conceptos es errnea, ya que si bien es dificil imaginar una religin sir, algo de metafsica, esta ltima no incluye necesariamente concepciones reli- giosas.

    Con independencia, empero, de tal distincin, lo cierto es que si se pre- gunta a un creyente por el fundamento de su creencia, su respuesta con- tendr un recurso a la fe como fuente del conocimiento de ciertas verdades.

    La fe, aun para los que la consideran un don divino, es siempre un esta- do mental: consiste en una firme creencia en la verdad de ciertas proposi- ciones. A esto nos referimos cuando decimos que alguien adquiri la fe o la perdi, o que su fe es firme o que flaquea: queremos decir que empez a

    , creer o dej de hacerlo, o que su creencia es ms o menos fuerte. Si la fe es idntica a la creencia, pues, no puede constituirse en pnceba de si misma.

    Esta comprobacibn, por cierto, no va en contra de la fe ni de las convic- ciones religiosas: por el contrario, si stas pudiesen fundarse en pruebas (en pruebas de la misma naturaleza que las que nos permiten creer en los hechos que vemos y tocamos), la fe carecera de utilidad. Si la fe es un don del Cielo, o si se le atribuye un mrito, es precisamente porque consiste en creer. por la propia fuerza del espritu, aquello de lo que no se tiene , oruebas.

    Pero no es necesario acudir a la religin para ejemplificar el fenmeno de la fe: tenemos fe en una idea (creemos que es justa, buena o adecuada),

    16 Ludwig Wittgenstein (1889-1951) h e un filsofo vienes de azarosa vida. cuyo pensamiento ejercid gran influencia sobre la filosofa analtica y aun sobre su propio maestro, Bertrand Russell. Su obra ms cornpieta y conocida es el Tracfata [ogfco-philosophicirs, de donde se han extrado las opi- niones citadas (cfr. Wittgenstein, Ludwig. Tmctafus logicopkilosophincj. Madrid. Revista de Occiden te. 1957. prrafos 1.1, 2.1, 3.2, 4, 4.001, 4.01, 4.121, 1.7).

    tenemos fe en un amigo (creemos que no nos defraudar). En todos ?os ca- SQs nuestra fe consiste en una creencia: que esta creencia Sea lustlflcada depende de las pruebas que tengamos sobre la verdad del enunciado ?bleto de nwstra fe. Si tenemos pruebas suficientes (se entiende, zntenublet~va- m e ~ t e suficientes), empezamos a decir que sabemos, en tanto resulta menos probable que hablemos de fe.

    La fe, pues, por respetable que resulte Como sentimie?f? humano, don divino o bsqueda de 10 absoluto, Y aun cuando las ProPOslclones a las que se refiera sean verdaderas. >o constituye Por si sola una

    ,

    fuente de (al menos, en relacion con el modo en que hemos definido ~~conocimient~fl): mientras carece de pruebas suficientes es mera

    -2- 12s rdauiere se transfoma en saber.

  • 3.1. El conocimiento cientfico

    La lectura de los captulos anteriores (se supone que) nos ha provisto de ciertas herramientas bsicas para acometer el estudio de las ciencias. Esta- mos en guardia contra las trampas del lenguaje. Disponemos (al menos prcticamente) de una teora 'del conocimiento, de modo que estimamos que hay proposiciones cuya verdad puede conocerse. Conocemos algunas teoras de 'la verdad, por lo que estamos en3 condiciones de decidir qu queremos decir cuando afirmamos que cierta proposicin es verdadera. He- mos distinguido el conocimiento de la mera creencia; establecimos las con- diciones constitutivas del conocimiento (o, si lo preferimos, las caractensti- cas definitorias que integran la designacin de "conocimiento") y examina- mos las fuentes, de dismil confiabilidad, de las que podemos extraerlo.

    De acuerdo, pues, con todo eso, conocemos el nmero telefnico de nuestros amigos y la demostracin del teorema de Tales; sabemos de qu color era el caballo blanco de San Martn y de qu modo se dividen las clu- las; no ignoramos la sensacin que nos produce or un tango de Gardel, pe- ro tampoco ignoramos que el derecho penal argentino reprime el homicidio con prisin o reclusin de ocho a veinticinco aos. Se trata en todos los ca- sos de conocimientos genuinos, adecuadamente fundadbs en fuentes con- fiables, al menos para cada uno de nosotros.

    En efecto, los nmeros de telfono nos han sido comunicados por sus titulares (autmidad) y comprobados al llamar a ellos con resultado positivo (experiencia); el teorema de Tales puede ser demostrado a partir de los axiomas de la geometria euclidiana (razonamiento); dado por supuesto que San Martn tena un caballo blanco, su color no pudo ser otro que se (razo- namiento); lo que sentimos al escuchar "Mi Buenos Aires querido" es apre- ciable por simple introspeccin (experiencia); el proceso de cariocinesis apa- rece en cualquier texto elemental de biologa (autorihd), pero puede ser observado en el microscopio (experiencia). Por ltimo, la sancin del homi-

  • cidio aparece en el Cdigo Penal, que podemos consultar a voluntad (expe- riencia), o en cualquier tratado sobre derecho penal (autoridad)'.

    Ahora bien, algunos de estos conocimientos (el del teorema de Tales o el d e la cariocinesis, por ejemplo) se consideran cientij?cos. Qu significa esto? Qu caractersticas poseen los conocimientos cientficos, tales que otros conocimientos igualmente genuinos carezcan de ellas? Diversos auto- res2, principalmente desde la ptica de las ciencias naturales, han buscado establecer las diferencias entre el conocimiento cientfico y el no cientfico (al que llaman a veces, no sin alguna altivez, precientz'fico). Para los fines de nuestro estudio, podemos resumir las caractersticas del conocimiento cientfico en tres cualidades: el conocimiento cientfico es general, social y legal. Examinemos un poco cada una de ellas.

    3.1.1. Conocimiento general

    Nuestro amigo Hctor vive en Buenos Aires y tiene tres hijos. Otro amigo, Santiago, es bajo de estatura, y su mujer tiene ojos claros. Un terce- ro, Eduardo, es filsofo y no tiene dinero. Supongamos que cada uno de es- tos datos es exacto. y ha sido debidamente comprobado. Podemos de- sarrollar alguna ciencia a partir de ellos? Podemos insertarlos tilmente en el contexto de alguna ciencia?

    Probablemente, no. Se trata de conocimientos tiles para nuestra vida cotidiana, pero no de conocimientos cientifi'cos. Distinta sena la situacin si conocisemos una multitud de casos semejantes, que nos permitieran afir- mar, por ejemplo, que los porteios tienden a tener tres hijos, o que los hombres bajos prefieren casarse con mujeres de ojos claros, o que los fil- sofos no se enriquecen fcilmente. Si estas proposiciones fueran verdade- ras (y no esta d i c b que al menos alguna de ellas no lo sea), podran formar parte de algn estudio sociolgico y llegar a constituir proposiciones cient- ficas. Pero ninguna de ellas puede afirmarse a partir de un caso individual, ni de unos pocos casos coincidentes.. A la sociologa le importan un bledo

    ' A propsito de este ejemplo. conviene distinguir entre autondad prescn'ptiw y autoridad descn'ptiw. La autondad prescriptiva, o normativa, es el atributo de quien puede dictar normas, en tan- to la autoridad descriptiva es la de quien est en condiciones de transmitirnos informacin confiable. Esta Ultima constituye una fuente de coiocimiento (fuente derivada y no siempre segura: ver pnafo 2.6. punto d.). La autoridad prescnptiva es una fuente de normas, que a su vez pueden ser conocidas di- rectamente (por experiencia) o a travks de su descripci6n por terceros (autoridad). El Cdigo Penal no afnma que un delito ser reprimido de tal o cual forma: Io'dUpone, haciendo con ello un uso directivo del lenguaje (ver parrafo 1.5.1. punto b.). Un batado de derecho penal, en cambio, est redactado en un metalenguaje descriptivo (parrafo 1.2.3.1.).

    los hechos particulares que ocurran en la vida de Hctor, Santiago o Eduar- do: las ciencias compran hechos por mayor, no al menudeo. Ellas se nutren de conocimientos generales.

    Pero -podra argumentarse- y los experimentos? Si pedimos a cual- quiera que imagine a un cientfico en accin, probablemente pensar en un qumico que, de guardapolvo blanco y con mirada obsesiva, examina la re- accin de un preparado en un tubo de ensayo. Esa reaccin es un hecho in- ! dividual, y sin embargo nuestro cientfico la escruta apasionadzmente y to- ma nota de ella en un cuaderno. El saber obtenido con ese experimento, no es acaso cientfico?

    S, lo es; pero slo en la medida en que el experimento carezca de valor por s mismo. Esto parece paradjico, pero es fcil de explicar. Si hubira- mos observado ms atentamente a nuestro qumico habramos visto que antes de provocar la reaccin en el tubo de ensayo haba anotado cuidadosa- mente en su cuaderno los preparativos realizados, las sustancias emplea- das y las condiciones en las que el experimento se llevaba a cabo. No haca esto con afn autobiogrfico, sino para establecer, en caso necesario, los requisitos que permitiesen repetir la experiencia. Ea reaccin qumica pro- vocada no tiene valor por s misma, si110 en cuanto ella pueda ser un ejemjlo de una clase de casos; una manifestacin individual de ciertas caractensti- cas generales que sean comunes a toda esa clase. Naturalmente, la expe- riencia puede tener otro tipo de importancia propia: por ejemplo, puede constituir el anlisis de sangre de un paciente en grave peligro. En seme- jante caso la reaccin qumica tiene importancia vital para un individuo, y la informacin que el paciente obtiene cuenta con respaldo cientz'fzo (ya que la ciencia ha establecido la relacin entre el resultado del experimento y ciertas condiciones orgnicas del individuo con cuya sangre ?qu1 se ha , practicado); pero esa experiencia individual, como tal, es irrelevante para el conocimiento cientfico, en el que slo podra llegar a insertarse por va estadstica.

    3.1.2. Conocimiento social

    Las ciencias no forman parte de la naturaleza: estn hechas por el hombre, y se componen de conocimientos que el hombre ha llegado a acu- mular sobre aqulla. Y, cuando decimos "el hombre", no nos icferimos en especial a algn ser humano, sino de un modo m& genrico a la comunidad de los seres humanos. No a su totalidad, ya que hoy nadie es experto en to-

    1 das las ciencias de su tiempo (y, de hecho, la enorme mayora de la hurnani-

  • dad no domina ciencia alguna). Lo fundamental, para que en este aspecto un conocimiento pueda llamarse cientfico, es que tal conocimiento pueda ser comunicado, de modo tal que en principio se halle a disposicin de cual- quiera con la capacidad y el empeo necesarios para averiguarlo.

    Esta caracterstica es la que distingue a la ciencia (tal como la conoce- mos en Occidente) de los conocimientos que integran las doctrinas esotri- cas, como el yoga o el zen. Los cultores de estas lneas de pensamiento sos- tienen comnmente que ciertas verdades de gran importancia no pueaen ser expresadas o comunicadas por medio del lenguaje: uno llega a eilas me- diante cierta forma de iluminacin, o destello de conocimiento, y lo nico que puede hacer el maestro es poner al discpulo en las condiciones propi- cias para que en su espritu se produzca ese destello.

    La primera condicin, pues, para que un conocimiento sea social es que no sea inefable (insusceptible de ser expresado en palabras), sino comuni- cable, apto para ser contenido en proposiciones descriptivas.

    Claro est que ah no se detiene la exigencia. Recordemos por un mo- mento uno de nuestros primeros ejemplos: lo que sentimos al or cantar a Gardel. Nuestra reaccin no es inefable, ya que puede expresarse en pa- labras: "me ha producido una sensacin de entusiasmo"; "me ha dejado in- diferente"; "me hizo recordar que debo viajar a Medelln la semana entran- te". Nuestro interlocutor se enterar de nuestra reaccin por nuestras pro- pias palabras; pero, fuera de ellas, no tiene otra posibilidad de comprobar qu ha sucedido en verdad dentro de nosotros al or la cancin.

    Ocurre, pues, que el conocimiento cientfico es ver(ficab1e; no slo por aquel que lo adquiere originalmente, sino tambin por cualquiera a quien ese conocimiento sea comunicado y que disponga de los medios tcnicos adecuados para ello. Imaginemos a un hombre de ciencia que se presenta en un congreso de su especialidad y, luego de anunciar una nueva teora, dice: "yo he llegado a saber esto por medios irrepetibles, de modo que nin- guno de ustedes podr comprobarlo por s; pero les pido que crean en mi palabra". Por mucho que sea su prestigio, los colegas asistentes al congre- so pensarn que nuestro amigo empieza a chochear: no es que la palabra de un cientfico carezca de valor, pero la ciencia no se sustenta en la fe ni es vctima complaciente de la falacia de autoridad3.

    Problema aparte (y no de los menos arduos) es el referente a los modos

    Sobre este tema pueden consultarse: Bunge, Mario, La ciencia, su mtodo y su filosofa, Bs. As., Siglo Veinte, 1978 y La investigacin cientfica, Barcelona, Ariel, 1969, p. 19 y SS.; Nagel, Ernest, La estructura de la cien&, Bs. As., Paids, 1978, p. 15 y siguientes.

    Ver prrafo 2.6.. nota 14.

    en que han de poder comprobarse las proposiciones cientficas. Cuando ellas se obtienen por medio del razonamiento, es posible verificarlas me- diante una demostracin matemtica o lgica, pero los conocimientos gene- rales extrados de la experiencia no se prestan tan fcilmente a una verifi- cacin completa: pinsese en lo complicado que sera examinar todas las c- lulas del universo (durante todo el tiempo) para verificar si efectivamente se reproducen por cariocinesis. Para casos semejantes se admite a menudo que el conocimiento cientfico debe ser confirmable; es decir, susceptible de ser ejemplificado positivamente por medio de un nmero indeterminado de experiencias, con tanta mayor confiabilidad cuantas ms sean ellas. Otra teora exige que el conocimiento cientfico sea refutable: ha de depen- der de la observaci6n emprica, de tal suerte que sta pueda demostrar su falsedad; y valdr en tanto tal demostracin no se produzca. Cada una de estas posiciones da lugar a interesantes debates epistemolgicos, pero no es ste el momento oportuno para analizarlos (ver 3.5. y siguientes). Basta- r por ahora establecer que el conocimiento cientfico ha de poder compro- barse socialmente, ya sea mediante el razonamiento o con ayuda de la expe- riencia.

    El aspecto social del conocimiento cientfico tiene an otra faceta. Ya dijimos antes que no todos los seres humanos son expertos en todas las ciencias; pero esta afirmacin tiene su caso extremo en el de un hombre de ciencia que llega a un descubrimiento importante y que, por capricho per- sonal, por escrpulo moral o sencillamente porque nadie se toma el trabajo de escucharlo, no comunica a nadie su hallazgo. El conocimiento obtenido por este hombre tiene todas las caractersticas necesarias para ser cientqi- co, pero un tratadista de la ciencia de su poca difcilmente podra incluirlo en su libro, ya que nadie lo conoce y, probablemente, desaparecer con la muerte del investigador. Si tenemos en cuenta que la ciencia es una activi- dad social, pues, habremos de concluir que el conocimiento no comunicado de hecho, aunque en principio sea comunicable, no integra el sistema cient- fico al que por su naturaleza est destinado.

    Un caso intermedio, mencionado por Bunge4, es el de un descubrimien- to celosamente guardado como secreto de Estado. Semejante conocimiento tiene carcter social, aunque con efecto restringido, al menos al principio, al grupo selecto que lo ha adquirido o al que ha sido comunicado. Aunque no sea conocido por el pblico ni debatido en los congresos, al menos ha te- nido oportunidad de ser contrastado con el parecer de otras personas, y se- r probablemente conservado para la posteridad. Se trata de un caso que

    Bunge, La ciencia su mtodo ; su filosoffa, p. 23.

  • integra el cono de vaguedadWe la expresin "conocimiento cientfico", pero razones prcticas parecen aconsejar que lo incluyamos en la designacin de sta.

    Dijimos que el conocimiento cientfico es general, y hemos examinado algunos ejemplos de proposiciones generales que, si fuesen verdaderas, podnan insertarse en alguna ciencia: "los porteos tienden a tener tres hi- jos", "los hombres bajos prefieren casarse con mujeres de ojos claros". Podramos agregar otros: "los cuerpos se atraen entre s en proporcin di- recta a su masa y en proporcin inyersa al cuadrado de la distancia que los separa"; "una proposicin no puede ser a la vez verdadera y falsa". Estas proposiciones expresan conocimientos cientficos, que corresponden res- pectivamente a la fsica y a la lgica. Como los anteriores, son generales. Pero para qu sirve esta generalidad?

    Una proposicin que afirma con verdad algo sobre una generalidad de hechos (sin limitacin a sujetos, tiempo ni espacio particulares) tiene la vir- tud de referirse no slo a los hechos que nuestra experiencia ya ha observa- do sino a todos los hechos de la misma clase, incluso a aquellos que no he- mos visto y que quiz ni siquiera imaginamos: pasados; presentes o futuros.

    En esto consiste el carcterpredictivo del conocimiento cientfico: la ley de la gravitacin universal permite prever el modo en que se comportarn dos cuerpos cualesquiera la semana prxima o dentro de millones de aos; la ley de no contradiccin nos autoriza a considerar falsa de antemano cual- quier expresin que a la vez niegue y afirme una proposici6n.

    Dijimos leyes? S: leyes cientficas, leyes descriptivas. En el lenguaje de la ciencia se Uama ley a una proposicin general, cuya verdad ha sido Bufi- cientemente establecida, que reviste una importancia relevante para el co- nocimiento de algn sector del universo. Cuando nos hablan de prever el futuro, solemos pensar en una seora de turbante que, frente a una bola de cristal y con una lechuza sobre el hombro, engaa a los incautos con ambi- guas generalidades. Las leyes cientficas, sin embargo, son nuestra bola de cristal confiable, el orculo veraz al que consultamos en todo momento para conocer el futuro, para dominarlo y para volverlo, llegado el caso, en nuestro favor. Las leyes integran las ciencias, y la aplicacin prctica de las ciencias constituye la tcnica, de cuyos logros solemos asombramos.

    Ver pirrafo 1.4.6.

    Es cierto que las leyes integran las ciencias, pero sera una simplifica- cin excesiva afirmar que las ciencias slo se componen de leyes. Si hojea- mos un tratado cientfico cualquiera encontraremos definiciones, clasifi- caciones, descripciones de hechos particulares, leyes, hiptesis y teoras. Pero las leyes son, de algn modo, el centro ,de esta constelacin de ele- mentos. Las definiciones y clasificaciones sirven para clarificar y delimitar el campo en que se las enuncia; los hechos particulares, elementos de juicio para establecerlas o criticarlas; las hiptesis son conjeturas ms o menos fundadas que aspiran a convertirse en leyes; las teoras (en sentido restrin- gido) son sistemas de leyes o leyes de un nivel superior. El conocimiento cientfico en general tiende a la enunciacin, a la verificacin y a la refuta- cin de leyes, y por eso puede caracterizarse como conocimiento legal6.

    Acabamos de decir que las leyes contribuyen a la comprensin de algn sector del universo. Qu significado asignamos a "comprender"? Cuando no comprendemos un hecho, pedimos a alguien que nos lo apl@ue. Comprender, pues, significa ser capaz de explicar. Y qu es lo que hace- ' mos cuando explicamos un hecho?

    Explicar no es lo mismo que describir ni que conocer: un hecho puede ser conocido por nosotros (tal vez estemos vindolo), y sin embargo pare- cemos inexplkbk o incomprensibk. Una de las formas de explicar un hecho es encuadrarlo en una proposicin general verdadera. Si un nio no comprende que haga tanto calor, le explicaremos que estamos en verano, y que en verano suele hacer calor. Si no comprende por que se enciende la luz cuando movemos el interruptor, le diremos que al hacerlo hemos cerrado un circuito elctrico, y que cuando esto omwe ia ener8.a llega a la kimparq que se enciende. Si el chico vuelve a preguntar, por ejemplo, por qu es vera- no, tendremos que hablarle de la traslacin de la Tierra en tomo al Sol, de < la inclinacin de su eje respecto de la eciptica y del ngulo en que los rayos solares inciden en su superficie segn el momento del ao. Y si sigue pre- guntando por qu gira la Tierra en su rbita, habrr que recurrir a la ley de la gravitacin universal, a la fuerza centrfuga y al concepto de equibrio dinmico ..., a menos que optemos por enviar al nio a ver televisin y siga- mos leyendo las crnicas del ftbol.

    Un hecho, pues, se explica por una proposicin general; sta por otra En el lenguaje jurdico se habla de actos legales e ilegales: generalmente se llama legales a los

    actos permitidos e ilegales a los prohibidos (aunque podran distinguirse ciertas sutilezas que no vaie la pena examinar aqu?. En tiempos de censura, por ejemplo, un con~miento legul sera aquel que puede adquirirse. expresarse o transmitirse sin perturbar a los propietarios de la verdad, de la moral pblica y de la seguridad del Estado. Pero en el contexto de las ciencias la expresi6n tiene otro significado: con*

    a cimiento legal es aquet que se expresa en.leyes descriptivas o que tiende a su formulacidn y a su exa- ~ e l f t i c o .

  • clase de neurosis o de psicosis, e indicar tal vez la terapia adecuada para cada afeccin.

    Para lograr claridad y precisin en sus resultados, la ciencia comienza por afilar sus herramientas. Introduce en el lenguaje natural trminos esti- pulativamente definidos", lo que le permite manejar un lenguaje tcnico. Y, cuando esto no es suficiente, inventa lenguajes nuevos, compuestos por smbolos arbitrarios carentes de interpretacin intrasistemtica (los len- guajes fomles'2). Sea como fuere, el lenguaje cientfico busca siempre co- menzar por conceptos simples y accesibles y, a partir de ellos, construir de- finiciones sucesivas de nuevos trminos hasta alcanzar el grado de preci- sin deseado. Este grado de precisin (es necesario recordarlo) no ha de ser forzosamente absoluto: en la mayora de los casos subsiste en el lenguaje cientfico un margen de vaguedad o de ambigedad. Ocurre que el lenguaje no requiere mayor precisin que la necesaria para expresar el conocimiento adquirido o en proceso de adquisicin, y as el lengqaje de la ciencia logra mayor exactitud paulatinamente, a medida que el avance de las investiga- ciones lo hace necesario.

    El afn de precisin hace tambin que la ciencia busque, en lo.posible, medir los fenmenos a los que se refiere. Para esto se inventan unidades de medida (el metro, el gramo, el decibe1,la calora, los grados de la escala ss- mica) y se desarrollan medios de medicin (la triangulacin, el manmetro, el sismgrafo, los ndices econmicos). Cuando esto se logra, la ciencia tiende a mtemutitarse por medio de tablas y de frmulas. Claro est que no todas las ciencias han alcanzado esta aspiracin (algunas permiten an una lectura amena); pero el corazn del cientfico abriga siempre el deseo de ha- cer mensurables los fenmenos objeto de su estudio. Hay que reconocer, sin embargo, que no todas las ciencias alcanzan la precisin por va numrica (la lgica simblica, por ejemplo, ha llegado a convertirse en cien& exacta sin utilizar mediciones numricas).

    3.2.2. La ciencia como actividad metdica

    La actividad del hombre de ciencia consiste, en trminos genricos, en recopilar datos, elaborarlos, extraer de ellos conclusiones, confrontar estas conclusiones con otros datos y con el resultado de otras investigaciones, or- denar todas las conclusiones de un modo sistemtico y exponerlas con pre-

    " Ver prrfo 1.4.9.3. l2 Ver prrafo 1.1.1., punto b, ap. 2.

    1

    cisin. Ninguna de estas acciones se cumple al azar, ya que existen proce- dimientos establecidos para obtener los mejores resultados en cada una de ellas. Estos procedimientos (o metodos) elaborados a lo largo de la historia de la ciencia, buscan asegurar la seriedad del trabajo cientfico en general y se encuentran, naturalmente, abiertos a las modificaciones que la experien- cia futura aconseje; pero en cualquier caso se considera conveniente obser- varlos. De este modo, si queremos hacer una encuesta de opinin para de- terminar las preferencias polticas de un pas, no consultaremos exclusiva- morde a habitantes de los bamos ricos de la capital; de "todos los argenti- nos son humanos" y de "algunos sudafricanos son humanos" no extraere- mos como conclusin que "algunos sudafricanos son argentinos"; y, pues- tos a exponer un sistema de conocimientos cientficos, no empezaremos por los ms complicados sino por los ms sencillos.

    La ciencia es, pues, una actividad metdica. Entre las diversas clases de metodl3s que regulan la actividad cientfica se asigna cierta preponderancia a los que establecen el modo en que pueden extraerse conclusiones a partir de ciertas premisas o datos que sirvan como puntos de partida. Y no es extrao que as ocurra, ya que esa actividad ocupa un puesto central en el escenario de las ciencias: es la que permite transformar la observacin em- prica en conocimiento cientfico y, en un orden de ideas ms genrico, la que consiste en saltar de unas verdades a otras para constituir, entre todas ellas, el sistema del conocimiento. Por esto es comn que la palabra "mto- do" sea entendida, en sentido restringido, como procedimiento para la ob- tenci& de conocimientos cientficos. A este concepto de mtodo, a sus va- riedades y a sus principios, nos referiremos ms adelante (ver 3.5. y si- guientes).

    3.3. Ciencia formal y ciencia emprica

    Hasta ahora hemos hablado acerca de las ciencias en general; pero el ntegro conjunto de las ciencias constituye un bloque demasiado grande pa- ra que podamos examinarlo de cerca sin perder de vista una parte sustan- cial. Ser preciso dividirlo, para analizarlo parte por parte. Y el modo de di- vidir idealmente un sector de la realidad en sectores ms pequeos es (ya lo sabemos) la clas$i~czon. Las clasificaciones posibles (tambin lo sabemos) son infinitas, y se trata de elegir entre ellas la que nos parezca ms ade- cuada a nuestro fin. Qu clasificacin escogeremos para las ciencias? Va- rias han sido propuestas alguna vez; otras pueden ser imaginadas ahora:

  • o", '

  • los o forrpzas (de all lo de ciencias fopmales16) que guarden cierta semejanza con algn segmento de la realidad, de tal modo que a travs del modelo abstracto podamos profundizar y organizar el estudio de ciertos hechos concretos que nos parecen relevantesL7. As la geometna euclidiana repro- duce ciertas relaciones entre la forma y las dimensiones de los objetos ma- teriales, y con ello nos permite, por ejemplo, medir terrenos y calcular dis tancias. La lgica proposicional reconstniye en abstracto ciertas relaciones de inferencia que observamos entre las proposiciones concretas, y as gene- ralizamos los modos de derivar unas proposiciones de otras y aislamos e identificarnos las condiciones que nos permiten distinguir en la prctica un razonamiento vlido de otro falaz.

    A distintas fuentes de conocimiento corresponden, por cierto, diferen- tes modos de demostrar1% verdad emprica de las proposiciones.

    La verdad emprica reposa en la correspondencia de la proposicin con la realidad; y que esta correspondencia exista o no depende, en ultima ins- tancia, de la exactitud y de la amplitud de nuestras observaciones. Como stas son falibles, la verdad de las ciencias empricas es siempre provi- simal: vale como tal mientras nuevas investigaciones no vengan.a refutar las proposiciones generales que creamos verdaderas. Un conocimiento em- prico, por lo tanto, diicilmente podr ser verificado de un modo absoluto: cada una de nuestras observaciones tiende a confimzarlo, y tanto mayor se- r su confirmacin cuantas mas y mejores sean las observaciones que se correspondan con la proposicin cuya verdad se investiga. Pero siempre quedar en el horizonte (siquiera como posibilidad lgica) la aparicin de nuevas observaciones que, por resultar incompatibles con la proposicin formulada, la refuten. Confirmacin y refutacin son, pues, los modos (fa- libles en su conjunto) de demostrar la verdad de las proposiciones genera- les que integran una ciencia emprica.

    La verdad formal depende, en cambio, de su deducibilidad a . . - partir de - - ciertas premisasLg; y la verdad o la falsedad de esas premisas resulta irrele- vante dentro del sistema, ya que su aceptacin es 'meramente conven- cional. Como la inferencia lgica conduce a conclusiones necesarks, la ver- dad de un conocimiento formal es absoluta (dentro, por cierto, de un siste-

    l6 Bunge, La ciencia, su mtodo y su filosofa, p. 10. l7 Echave, Urquijo y ~ u i b o u r ~ , Lgica, proposicin y noma, p. 146-147. la llcanznv uoui lo Mlabm demostmcia en sentido amplio, de modo que abarque cualquier proce- - - - . . . - - . '

    dimiento tendiente a convencemos de la verdad de una proposicin. l9 Estas premisas estn constituidas tanto por axiomas cuanto por definiciones O reglas semnti-

    cas (entre ellas, el concepto de verdad que se utilice: ver prrafo 2.3. y siguientes). Esto ocurre tambien en las ciencias emoiricas. Dero en ellas la demostracin est sujeta, odencis, a la experiencia. En las for-

    ma cuyo valor es relativo respecto de la reaiidad). Dos ms dos son cuatro sin que quepa de ello duda alguna, ni aqu ni en la China ... siempre, desde luego, que estemos hablando dentro de los lmites de la aritmtica que co- nocemos. Con esta salvedad, pues, el conocimiento formal es racionalmen- te verz~iuzble y no ha de preocuparse por confirmaciones, refutaciones ni o tras zarandajas fcticas.

    Lo dicho hasta ahora puede dar una idea tambin acerca de la diferen- cia entre ciencias formales y &pricas respecto de su utilidad.

    La ciencia emprica habla d los hechos, extrae de ellos conocimientos generales y permite por lo tanto comprenderlos, explicarlos, predecirlos y, en definitiva, manejarlos. Su utilidad es por lo tanto directa y apreciable f- cilmente.

    La ciencia formal no habla de hechos: construye conceptos y relaciones que no parecen conservar vnculo alguno con ellos ... pero que lo tienen. Es- te vnculo se advierte cuando se observa el sistema de una ciencia formal desde afuera, cuando se percata uno, por ejemplo, de que aquella proposi- cin abstracta s e g h la cual dos y dos son cuatro encaja (casualmente?) en cualquera de nuestras experiencias cotidianas que tengan que ver con con- juntos de objetos. Ocurre, pues, que la deducibilidad de las proposiciones formales es una cualidad tambin formal, que vale dentro de la cpsula al vaco del sistema al que tales proposiciones pertenezcan; pero el sisteiaa en- tero es escogido, entre todos los sistemas posibles, segn su utilidad para representar cierto sector de la realidad. Si una ciencia emprica es como un retrato (en el que el pintor observa y reproduce, interpretndolos y acaso acentundolos, los rasgos de la persona representada), una ciencia formal es como un identi-kit: ella construye a voluntad su propia figura, pero su utilidad consiste en que esa figura, al ser comparada con la realidad, permi- te hallar (y aun caphcrar) a cierta persona cuyos rasgos coinciden con el di- bujo.

    Las diferencias que hemos apuntado entre las ciencias empricas 9 las formales podran, pues, resumirse esquemticamente del siguiente modo:

    TAEILA COMPARATIVA

    Ciencia mp~.ica

    ... . ~ ~ - -..~~ ~~- ~

    males, en cambio; la deducibilidad es directa.

    Ciencia formal . objeto

    fuente demostracin

    utilidad

    realidad sensble experiencia

    confirmacin, refutacin directa

    abskaccin razonamiento verificacin

    indirecta