Guillermo Lora, Revolución y foquismo 1

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    PRLOGO DEL AUTOR

    El presente volumen, que rene diversos trabajos sobre el foquismo, tiene ya su historia y esto antesde haber podido llegar a manos del lector. Cuando se produjo el golpe gorila y fascista encabezadopor el Gral. Pinochet (1973) la edicin chilena reciba sus toques finales, estaba en los talleres deencuadernacin, la avalancha contrarrevolucionaria, preada de excesos, la destruy totalmente. Los

    textos fueron escritos en plena lucha revolucionaria, como parte de ella, como instrumentos de losintereses y objetivos del proletariado; no tard mucho en que ellos mismos se vieron convertidos enprotagonistas y vctimas de la lucha de clases.

    A la vuelta de algn tiempo, fue posible constatar que los folletos y artculos que nos parecan normalmentedestinados a perderse en los archivos conservaban vigencia, al extremo de merecer el homenaje de serrecopilados. Tenemos plena conciencia que esto no se debe a sus cualidades intrnsecas, que ciertamenteson muy escasas, sino a la naturaleza del tema y a las circunstancias en que fueron elaborados.

    El problema es visto con ojos bolivianos, incluso cuando se trata de sus proyecciones en el mbitolatinoamericano; Bolivia, nadie lo ignora, se ha convertido en piedra de toque de la teora foquista y entumba de su principal propugnador. Se pretendi aplicarle el foqusmo como panacea tcnicamente bienelaborada; bien pronto, se hizo evidente que el experimento resuma la esencia misma de la concepcin

    poltica del castrismo (la esquematizacin de lo sucedido en Cuba apenas si era el tegumento de atrevidasrectificaciones al leninismo, anunciada, ya entre lneas o abiertamente, como la expresin de una nuevarealidad), todos los problemas de la revolucion e importaba una tremenda prueba para la direccintradicional de las masas (stalinismo, reformismo, nacionalismo).

    El que Bolivia sea el personaje principal de estos escritos es importante no slo porque se convirti en elescenario elegido para probar sin xito alguno la viabilidad de un mtodo de lucha espectacular aunqueajeno al movimiento revolucionario y al marxismo, sino y este aspecto cobra sngular trascendencia-porque su joven clase obrera ha logrado un alto nivel poltico y de radicalizacin; su fulgurante historianos muestra estructurndose, incluso sindicalmente, al rededor de ideas polticas revolucionarias. Es elcaso del asalariado de uno de los paises ms atrasados de Latinoamrica, poco numderoso y marcadoa hierro por el atraso cultural, apropindose del marxismo en su expresin ms genuina, el trotskismo,

    que a los mecanicistas se les antoja que slo puede ser comprendido por el largamente experimentadoy maduro proletariado de las metrpolis.

    Los foquistas, revelando la ilimitada presuncin de la inteligencia pequeo-burguesa, desarrollaron latesis de que su ejemplarizadora actividad era nada menos que el detonante que precisaba para despertary ponerse en marcha una clase obrera adormecida por la accin reformista y por doctrinas polticasobsoletas; lo dijeron o no, su prdica, tan espectacular y huera como sus acciones, daba a entender queaparecan providencialmente para hacer posible la revolucin, estrangulada hasta ahora por la manade teorizar y dividir de los envejecidos lderes. Cmo respondera el combatvo, heroico y creadorproletariado boliviano a la prdica y a la accin foquitas? Los periodistas que sirven a los rotativos delgran capital y aquellos que presentan su apego al populismo como garanta de neutralidad progresistacon referencia al sectarismo marxista, difundieron generosamente la conclusin de que las poses heroicasde los activistas y los petardos colocados con precisin en puntos neurlgicos del mecanismo estatal ycapitalista iniciaban un nuevo perodo en la historia de las luchas sociales, que sera la negacin del pasadoque se diluy en la inoperancia y en las discusiones tericas incansables que no hacen ms que dividira los revolucionarios. El ofrecimiento ms importante de los foqustas no poda menos que entusiasmara las ingenuos: realizar a breve plazo, sobre la marcha, la revolucin, sin esperar que fuese vivido ysuperado el largo y escabroso proceso de estructuracin del partido revolucionario, todas las condicionesmaduraran a saltos bajo la presin de los grupos armados; si hasta hoy los marxistas realizaban unamachacona propaganda de la revolucin proletaria sine die, los foquistas prometan consumarla en el da.Menudearon los agoreros con la buena nueva de que los explotados daran las espaldas a sus direccionestradicionales (se referan a stas para no mencionar directamente al marxismo) para sumarse a lasmultitudes que estaban llamadas a subrayar con su aplauso el paso de los foquistas vencedores de losejrcitos regulares. El balance est ante nuestros ojos: el recio proletariado obrero, cuya avanzada esel sector minero, no se detuvo a analizar y asimilar lo que hicieron los grupos de activistas armados,

    para l no cuenta la experiencia foquista, le es totalmente extraa y en esta medida no afecta a laevolucin de su conciencia de clase, que es lo que cuenta en ltimo trmino. El foquismo se diluy en lapirotecnia, hizo noticia en la prensa diaria, puso en afiebrada actividad a los servicios de inteligencia,

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    oblig a la CIA, a trasladar al pas a sus mejores expertos, fue motivo de apasionadas conversacionespara los parroquianos de los cafs, pero no tuvo la fuerza histrica suficiente para tatuar la piel de lostrabajadores. El foquismo nace, vive y muere en los crculos pequeo burgueses, se alimenta de ladesesperacin suicida de los intelectuales que no han podido encontrar el camino revolucionario, noarrastra a la vorgine, ni consume, ni nutre a la clase revolucionaria. Si se nos permite una comparacindiramos que la revolucin hecha por las masas es como el incendio que hace trepidar los rboles msgigantescos y arrasa los montes; en comparacin con l, el foco armado es sunchu luminaria que apenasdeja cenizas cuyo rescoldo muere ante las caricias del cfiro. El Che, admirable en muchos aspectos,ha sido sacrificado metralleta en mano, pero su inmolacin no ha modificado el curso de la historia ymenos ha determinado que la clase obrera siga un otro camino o adopte mtodos de lucha diferentes alos tradicionales, violentando as las creencias y propsitos de las foquistas.

    Cuando escribimos estas lneas los mineros de Siglo XX-Catavi -grandioso laboratorio de la revolucinboliviana, donde se prueban las consignas y las rutas que adoptarn las masas en el futuro inmediato-sostienen una terca y apasionada huelga contra las medidas totalitarias del gorilismo y que tiende aextenderse a otros distritos; como siempre, el gobierno utiliza contra los huelguistas todos los mediosque encuentra a mano, incluso los ms innobles como la mentira y la falsificacin. Cualquiera que seael resultado del conflicto (hasta ahora no se ha descubierto una receta que asegure por adelantadola victoria de una huelga; en oposicin, los foquistas pretenden tener en las manos la frmula de la

    panacea), lo evidente es que incidir de modo determinante en el proceso poltico y en el porvenir dela clase obrera; sta eleva la conciencia, se politiza, asimilando crticamente, la experiencia diaria, atravs de su partido poltico. El ejemplo nos permite comprender la abismal diferencia que tienen parael proletariado las acciones en las que interviene directa e inmediatamente y aquellas que se lo ofrecea travs de los peridicos, las primeras se convierten en parte integrante de la clase mientras que lasltimas no pasan de su noticias anecdticas.

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    Y, sin embargo, hemos dedicado bastante atencin al foquismo y muchas de las pginas de nuestraspublicaciones han sido destinadas a su crtica. Esto se ha debido a que la ntida delimitacin deltrotskismo de la ultraizquierda aventurera ha sido uno de los caminos recorridos en la construccin

    del partido revolucionario. Por otro lado, las capas estudiantiles de la poquea-burguesa han sufridoel impacto del foquismo y en la medida en que participamos de las luchas universitarias y juveniles(sabemos perfectamente la importancia del movimiento estudiantil en la actividad revolucionaria) hemossoportado su presin y fue preciso rechazarla utilizando un severo anlisis principista.

    Hemos conocido las explosiones languidecientes de la histeria ultraizquierdista en las universidadeseuropeas y hemos observado la embriaguez foquista de los estudiantes latinoamericanos, que en todoslos casos se tradujo en el abandono total del marxismo y en una intransigencia sectaria sin paralelo. Elimpostor Debray se convirti en el terico de la nueva revolucin y encontr el terreno abonado paradifundir sus homilas.

    Nada de esto sucedi en Bolivia. Se puede decir que la influencia del castrismo en los medios estudiantilesfue superficial, bien pronto sus organizaciones retomaron el camino de la subordinacin poltica al

    proletariado y se integraron a la Central Obrera Boliviana. Esta especie de privilegio en el escenariointernacional se debi a la elevada politizacin del proletariado y a la intransigente defensa de ladoctrina y mtodos de lucha leninistas que protagoniz su partido poltico. La izquierda peruana, casiexclusivamente estudiantil, fue virtualmente pulverizada por el foquismo y todava no atina a salir de sumarasmo. En el Brasil, el paso de la juventud por las mltiples variantes del castrismo la ha desbandadoy provocado tal atomizacin que en su seno resulta sumamente dificil orientarse en esa Torre de Babelen que se ha convertido la izquierda exiliada.

    All donde el proletariado comenzaba a dar los primeros pasos por el camino de la independencia de clasecon referencia del nacionalismo de contenido burgus o a emanciparse de la nefasta y contrarrevolucionariainfluencia del stalinismo (Argentina, Uruguay, Venezuela, Chile), el foquismo enerv totalmente a losmedios estudiantiles y bloque el camino de la construccin del partido del proletariado, asestando as

    uno de los ms rudos golpes al proceso revolucionario.

    Si tomamos en cuenta la poltronera, conservadurismo y burocratizacin de los partidos stalinistas

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    dependientes de Mosc, es evidente que la crtica castrista se present en sus inicios como saludable,como una rectificacin radical venida desde la izquierda. La actitud correcta consisti y consiste en tomaresta crtica como punto de partida para construir un verdadero partido leninista y no en la capitulacintan frecuente ante el foquismo o el abandono del marxismo porque supone una serie de obstculosen el camino de la estructuracin de la vanguardia revolucionaria. En los ncleos que se reclaman delSecretariado Unificado de una supuesta IV Internacional es donde en mayor medida se han cometidoestos equvocos. En Chile se ha dado el caso de que los viejos trotskistas, reducidos a la impotencia porsus propios y descomunales errores polticos y tcticos, propiciaron la formacin del MIR y se pasaron conarmas y bagajes a las posiciones castristas. El viejo SWP norteamericano, que en el pasado se mostrtan escptico y timorato ante la posibilidad de una revolucin en los atrasados pases latinoamericanos,perdi la cabeza y la brjula con la victoria del castrismo en Cuba. Los tericos del SU, entre ellosel inefable E. Mandel, se han especializado en descubrir en todo nacionalista o populista con algnxito, trotskystas encubiertos o instintivos; estas ilusiones valen tan poco como las teoras acerca delneocapitalismo, del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas en plena etapa de decadencia delimperialismo o de la aparicin de una nueva vanguardia extraa al proletariado. El foquismo gan,asimil y destruy a los revisionistas del trotskysmo. Como se ve, la batalla librada contra el castrismoha sido de vital importancia para nosotros.

    Se podra decir que nuestras campaas han estado dirigidas frontalmente contra el foquismo como

    tendencia internacional y que no hemos sostenido una polmica formal con sus partidarios bolivianos ocon las agrupaciones que les son afines. Aparentemente no tuvo lugar la discusin doctrinal documentadadel caso; sin embargo, todos los das y en todos los lugares nuestras posiciones leninistas se enfrentaroncon el castrismo. Lo que parece no tomarse en cuenta es que la dsputa gan las calles y qued consignadaen los papeles impresos en dos oportunidades de trascendencia histrica, con motivo de la constituciny funcionamiento de la Asamblea Popular y del Frente Revolucionario Antiimperialista.

    La Asamblea Popular, organizacin de tipo sovitico, sali de las entraas de las masas y se convirtien el canal que proyectaba al proletariado hacia el poder; dems est decir que llevaba en su esencia ladualidad de poderes. Estas tendencias no lograron desarrollarse plenamente debido a la corta existenciade la Asamblea, pero la experiencia se ha incorporado al arsenal de la clase revolucionaria. El ELN., laorganizacin foquista boliviana, rumiaba, en el entrentanto, el desastroso final de las acciones armadas de

    Teoponte, remedo caricaturesco de ancahuaz, esto cuando el proletariado demostraba en el escenariopoltico su gran capacidad creadora y cuando con la huelga general imprimi un profundo giro al procesopoltico. La Asamblea constituye la realizacin ms elevada de todo el proceso revolucionario y losacontecimientos posteriores, sin excluir a las medidas punitivas y monstruosamente antihumanas delgorilismo, necesariamente se refieren a ella; ha sido estructurada por los explotados sin esperar la vena niel consejo de los intelectuales foquistas y mientras stos, de espaldas a la realidad de la situacin polticay de los movimientos de las masas, estaban preocupados de dar forma a su tctica aventurera. En unprimer momento, el ELN tuvo la ocurrencia de sostener que la Asamblea no seria ms que un retorno alcaduco parlamentarismo de corte burgus y que formaba parte de una maniobra dstraccionista, cuandolo que corresponda era declarar la guerra prolongada; en el despropsito coincidan los maostas. Tardese dieron cuenta los foquistas que su ceguera los condenara a permanecer totalmenta aislados no slode las masas sino del mismo proceso poltico; es entonces que tuvieron la ocurrencia de enviar su famosacarta pblica en la que amenazaban tomar a su cargo la custodia de la virginidad de la institucin,

    informaban que corra a cuenta de ellos el que la Asamblea no se desviase del camino revolucionario,la advertencia denunciaba que estaban seguros que la nueva organizacin se deslizara por el planoinclinado del reformismo y que acabara colaborando con el gobierno central. La criatura del proletariadotuvo el acierto de encogerse de hombros ante semejante desplante: la amenaza no hacia dao algunopor su procedencia.

    Por algn tiempo se sostuvo que el ELN voluntariamente se coloc al margen de la Asamblea, que por sunaturaleza y sus finalidades desarrollaba su actividad en medio de la ms amplia publicidad y materializandoa plenitud la democracia obrera (lo que no debe confundirse con la pasiva tolerancia a las tendencias eideas reaccionarias, que fueron enrgicamente combatidas en su serio), posteriormente se comprobque la tctica foquista consisti en introducir algunos de sus elementos camuflados en los grupos ultra-izquierdistas que pertenecan a la Asamblea. Fuimos testigos de que los foquistas con sus planteamientos

    y argumentos no compartan el criterio dei sector proletario que exiga una profunda movilizacin de lasmasas, buscando incorporar al seno de la organizacin sovitica al grueso del campesinado, camino quedeba llevar hacia un enfrentamiento con el gobierno central y a la conquista del poder, para materializar

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    este objetivo se propuso poner en pie a las capas ms vastas de los explotados tras la consigna dela administracin obrera mayoritaria de Comibol; oponan la consigna del desencadenamiento de laguerra prolongada como resultado de una decisin elitista, lo que supona que el ejrcito populartendra oportunidad de derrotar formalmente a las fuerzas armadas regulares. Como se ve, el ELN y losultraizquierdistas en general no cejaron en su empeo de colocarse al margen de las masas y de hacerla revolucin por medio de la accin de los grupos activistas altamente entrenados y armados.

    La pequea burguesa radicalizada (sobre todo sus sectores estudiantiles) es, ni duda cabe un valiosoaliado del proletariado, sobre todo en un pas atrasado como Bolivia, a condicin de que se someta a lapoltica del proletariado y de que no obstaculice la marcha revolucionaria con sus actitudes provocativas. Elproletariado, conciente de esta realidad exigi e impuso, esto contra la resistencia de la ultraizquierda, lareestructuracin de la universidad bajo su direccin poltica, de manera que los movimientos estudiantilesno pudiesen trabar el proceso revolucionario. Estas batallas fueron libradas contra las convicciones msntimas de los foquistas y las resoluciones adoptadas importaron verdaderas imposiciones autoritarias ala ultraizquierda. Se puede decir que en el seno de la Asamblea Popular se libr una descomunal luchacontra el foquismo y que no fue ms que un reflejo del enfrentamiento que ya tuvo lugar en el seno de lasotras organizaciones de base de las masas, en las que fue rechazado este mtodo, pues los trabajadorespersistieron en seguir sus formas tradicionales de lucha y permanecieron impermeables a la prdicaespectacular del castrismo. El trotskysmo aparece de cuerpo entero en la Asamblea, cuya destruccin

    busca afanosamente la ultraizquierda.

    Lo sucedido en el FRA acaso fue mucho ms importante y que desgraciadamente permanece ignoradopara casi toda la izquierda latinoamericana. En un escrito acerca de la Asamblea Popular, en cuya ltimaparte se analiza la experiencia frentista; nos hemos referido con algn detenimiento a esta cuestin.

    El 21 de agosto de 1971 la vanguardia de la pequea burguesa, consttuda fundamentalmente porestudiantes, fue fsicamente aplastada por la brutal arremetida gorila; la clase obrera, demostrandomucha madurez y al constatar que no existan condiciones materiales mnimas para librar la batalla finalcontra las fuerzas regulares concentradas en Oruro, realiz un repliegue tctico hasta sus lugares detrabajo y sus sindicatos. Con todo, hubo un cambio poltico, cuyas consecuencias soportaron todas lasclases sociales y tambin el proletariado: las garantas democrticas y sindicales fueron aplastadas, las

    organizaciones de masas acorraladas o estranguladas.El cambio de la situacin poltica impuso un cambio en la tctica, aunque es preciso puntualizar quela estrategia permaneca invariable: la lucha deba centrarse bsicamente alrededor de la defensa delas garantas democrticas y de modestsimas reivindicaciones econmicas, se impona la necesidadde unir y coordinar los brotes de resistencia al gobierno que afloraban a lo largo y a lo ancho del pas,la movilizacin y ofensiva de los explotados deban permitir volver a plantear la conquista del poder.Haba que poner en pie a las masas y orientarlas hacia la lucha por el socialismo. Para convertirse en ladireccin de este movimiento naci el FRA, dentro de la linea antiimperialista adoptada por el IV congresode la Tercera Internacional. Se trataba de movilizar y de arrastrar a las masas (en cuyo seno confluanlas clases sociales oprimidas y explotadas por el imperialismo: proletariado, campesinado y vastos yempobrecidos sectores de la clase media de las ciudades) detrs del proletariado. El FRA es un frentede clases sociales que soportan el peso de la opresin imperialista, pero que no por esta circunstancia

    ven nivelados sus objetivos ni sus intereses. La naturaleza de esta organizacin est subordinada a unproblema concreto: qu clase social se coloca a la cabeza del frente antiimperialista, pues no es viable lareceta de que todos los participantes tengan el mismo peso en la direccin, que as resultara reducidaa cero. Si el frente se subordina a los intereses de la burguesa, si tiene como finalidad estratgica crearlas condiciones indispensables para el desarrollo del capitalismo, hay que concluir que se trata de unacolaboracin con la burguesa y un abandono total de los intereses histricos de la clase obrera, esta esla esencia de los frentes populares, uno de los recursos que tiene el capitalismo para sobrevir. Es estolo que nosotros siempre hemos rechazado y combatido tenazmente y lo hemos hecho en la etapa deestructuracin del FRA. El trotskismo propone que el frente antiimperialista est polticamente dirigidopor el proletariado, que se subordine a su estrategia, en esta medida no puede ni debe identificarse conel frente popular. El camino recorrido por la clase obrera boliviana y la experiencia adquirida durante elperiodo de la Asamblea Popular hicieron posible la estructuracin del frente antiimperialista con tales

    caractersticas; en otras palabras, permitieron al partido de la clase obrera (POR) imponer su estrategiaa los partidos y grupos que representaban a las otras clases sociales e inclusive a ciertas capas atrazadasde aquella. Pese a que comprendemos debidamente que existe una diferencia cualitativa entre el FRA y

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    los frente populares tan gratos al stalinismo y a los nacionalistas, no podemos dejar de constatar que enel periodo de discusiones acerca de la naturaleza del FRA no era ste el problema central, sino ms bien,el que se refiere a los mtodos de lucha.El programa del frente, la naturaleza del gobierno que deba propugnarse (despus de algunas discusionesse vot por unanimidad la consigna estratgica de gobierno de los obreros y campesinos), aparecanencubiertos tras el problema de los mtodos de lucha, que normalmente emerge de las cuestionesprincipistas. Esta especie de contrasentido era el resultado de que la pugna bsica estaba entabladaentre los partidos que representaban la tendencia proletaria esbozada en el seno de la Asamblea Populary los que obedecan a la corriente ultraizquierdista o foquista. Ya hemos indicado (ver De la AsambleaPopular al golpe fascista, El Yunque Editora) que, para sorpresa de propios y extraos, el FRA, en cuyoseno se encontraban el ELN, el MIR y los pequineses, adopt como su fundamental mtodo de lucha elpropio de la clase obrera: la movilizacin de masas y la accin directa en sus mltiples manifestaciones,se determin se les subordinasen toda accin y toda actitud de las direcciones polticas de las otrasclases. El foquismo, como actitud voluntarista de un grupo de activistas que se han elevado hasta el nivelde especialistas militares y destinada a modificar el curso de las acontecimientos histricos de acuerdo aal subjetivismo, quedaba arrinconado y frreamente sometido a la vanguardia obrera.

    La poltica del FRA se orientaba inconfundiblemente hacia la conquista del poder por la clase obrera;

    las masas oprimidas por el imperialismo eran movilizadas tras la estrategia de aquella, que as dabaun paso ms en el propsito de arrastrarlas como direccin poltica. Hablar en estas condiciones deidentidad entre el FRA y los frentes populares es sencillamente un despropsito. La movilizacin demasas se operaba teniendo como eje una amplia alianza obrero campesina. Nuestros crticos, y stosmenudean hasta en el sector considerado trotskista, se esforzaron en presentar la verdadera hegemonapoltica del proletariado dentro del frente como colaboracin de clases, inclusive como subordinacindel proletariado a la burguesa, extremo que slo puede darse en el caso de renuncia a la estrategiarevolucionaria; para lograr su finalidad deformaron las proposiciones programticas y los mismoshechos. Los representantes concientes y directos de la burguesa nacional no estaban ni estn dentrodel FRA, porque no fueron invitados y porque en el pas esta clase social no ha logrado estructurar a supropio partido con posibilidades de convertirse en una organizacin de masas; pero si estaba un partidonacionalista pequeoburgus (la pequea burguesa ha intentado vanamente en Bolivia ocupar el papel

    de la burguesa nacional), el PRIN, que en sus momentos de radicalizacin se esfuerza por presentarsecomo portavoz, de la clase obrera y hasta como marxista. Los sectores movimientistas, inclusive loscolocados ms a la izquierda, retrocedieron espantados ante los propsitos del frente antiimperialista ycreyeron ver en ellos objetivos que slo podan lograrse despus de una larga lucha que contrariaba susproyectos de retornar al poder en breve tiempo y cogidos de la casaca de algn alto jefe militar golpista.Tambin conform el FRA un grupo de jefes y clases del ejrcito y de los efectivos regulares de la polica,que se encontraba en el exilio por haber actuado alrededor del Gral. Torres (ste mismo se movadentro del grupo intentando intilmente ganar el lugar de caudillo indiscutido que, en su primitivismo,consideraba la consecuencia lgica de su grado castrense). Fue tan fugaz el paso de Torres por el FRAque hay que concluir que para el ex-Presidente el hecho constituy un equvoco poltico: en sus clculos,llenos de ingeunidad e ilimitada ambicin, figuraba en primer trmino la posibilidad de que el frentese convirtiese en el instrumento de los golpes de Estado que l nunca dej de planificar, claro que losproyectos no pasaron de los esquemas consignados en el papel, esto porque haba perdido toda influencia

    sobre los mandos con tropa que actuaban dentro del pas; a medida que se fue delineando la estrategiay la tctica antiimperialista, el general comprendi que se haba equivocado de tienda poltica, que elradicalismo frentista comprometa al golpista inveterado y entonces muy discretamente hizo mutis por elforo. Nada pinta mejor a Torres como su actitud dual en su trato con los componentes del FRA: un buenda fue pillado infraganti haciendo propaganda entre algunos campesinos para que stos se opusiesena que el frente hablase tanto de socialismo, estaba interesado en no espantara los nacionalistas queapresuradamente buscaban a un caudillo uniformado que pudiese echar del Palacio de Gobierno a Banzery su pandilla, y, en ltimo trmino, en no despertar demasiadas sospechas en los medos impeerialistas.Torres dentro del FRA nunca fue tomado en serio, constitua algo as como una figura simblica de algomuy importante que estaba sucediendo: la adhesin de una fraccin radicalizada del ejrcito a un frenteque discuta descarnadamente los problemas de la revolucin desde el punto de vista del proletariado,es decir, del marxismo. El ejrcito, despus de 1952, se mostr impermeable a las presiones de los

    explotados y a la propaganda revolucionaria, ahora se produca una profunda escisin en sus capas mspolitizadas y mostraba cul sera el camino que deba a recorrer el movimiento revolucionario en el futurosi desea lograr la victoria: escisionar a las fuerzas armadas y ganar hacia sus posiciones a las capas ms

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    jvenes y radicalizadas. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) -tal fue el nombre que adoptaronlos uniformados izquierdistas en el exilio- no pretendieron en momento alguno desarrollar una particularposicin poltica dentro del FRA y, ms bien, se convirtieron rpidamente en escenario de la pugna entrefoquistas y marxistas, vale decir, entre las expresiones tericas de la desesperacin pequeoburquesay de la poltica proletaria. Desde el primer momento se pudo notar que el mayor Rubn Snchez, queya haba tenido su historia como foquista encubierta, jugaba un papel ms importante que Torres en elseno de las FAR; el ultraizquierdismo del mayor, que pese a todas las maniobras no pudo escapar a lared que alrededor suyo habla tendido el castrismo, no dej de ser resistido y rechazado por gran partede ofciales. La incorporacin de las FAR a la ultrazquierda, hecha en el plano de las declaraciones,constituye una arbitrariad de Snchez.

    No hay la menor duda de que algunos consdaraban la incorporacin del ex-Presidente y Gral. Torresal seno del FRA una habilidosa maniobra que acortaba enormemente el camino hacia el poder, eseentusiasmo no era ms que reflejo de este espegismo oportunista. Los trotskistas nada tenamos que vercon estos juegos, sus propiciadores pensaban en un cuartelazo y nosotros nos afanbamos por encontrarlos caminos que pudiesen llevar al proletariado hacia el poder. Los torrstas de los primeros das del FRAexhudaban por todos los poros nacionalismo burgus que ya haba periclitado totalmente.

    Cmo pudo darse el caso de la total capitulacin del foquismo ante la intransigente estrategia proletaria

    desarrollada por el POR? Por qu la ultrazquierda abandon sus mtodos de lucha (para los especialistasen operaciones militares resume y encubre todos los planteamientos polticos concebibles) para cobijarsebajo los que se invocan como propios de la clase obrera? El abandono de posiciones no fue seguido porla necesaria autocrtica de las viejas concepciones, sino, ms bien, por una maniobra, que, sin embargo,apenas si ocultaba la profunda crisis que sacuda al foquismo en uno de sus centros ms importantes.

    La ultrazquierda cay vctima de su propio juego, de la maniobra digna de la chatura de la pequeaburquesia.Estaba segura que haciendo concesiones al sector proletario en el campo del programa y de los principios(en las discusiones fue retrocediendo gradualmente, buscando conservar algn terreno que lo permitiesereiniciar sus operaciones de ataque en el futuro) poda conquistar puestos claves dentro del FRA quele permitiesen, en los hechos, convertirlo en cobertura e instrumento al servicio de sus aventuras.Seguramente nunca el foquismo mostr de manera ms brutal su verdadera fisonoma. La poltica

    alrededor de los objetivos programticos era considerada pura e intil palabrera, que poda fcilmenteser rectificada por las acciones militares. Movindose bajo el ltigo de los marxistas se vio obligado, endefinitiva, a someter a crtica y anlisis su pasado y sus errores polticos; la poltica se ergua por encimade los activistas y los empujaba a revisar sus posiciones. El sometimiento del foquismo al trotskismoen el seno del FRA no fue ms que uno de los episodios de la aguda crisis que se desarrollaba en suseno, una crisis de dimensiones internacionales y que trgicamente cerraba todo un perodo de lasluchas sociales; decimos trgicamente porque los ultraizquierdistas buscando desertar a su sino llevarona la exasperacin y a la histeria su conducta aventurera y suicida; los que haban sido polticamentederrotados se empearon en ser despiadadamente destrozados por las fuerzas gubernamentales y porlas bandas fascistas. Esta vez fue la tragedia la que sigui a la farsa.

    Lo sucedido en el FRA boliviano nada tiene de similar, por ejemplo, con la fractura de parte del PRT argentinopor el foquismo, que concluy asimilndolo totalmente, al extremo de que los presuntos trotskystas

    abandonaron las posiciones marxistas, renegaron de su primitivo nombre, propusieron la fusin de losplanteamientos de Mao-Giap-Trotsky, la creacin de una nueva Internacional (cualitativamente diferentea la Cuarta) y otras tonteras por el estilo. La diferencia se debe, adems de la firmeza y debilidadprincipistas, segn los casos, al diverso grado de desarrollo poltico de los proletariados boliviano yargentino. Con variante este ejemplo puede hacerse extensivo a los otros pases.

    Cuando la ultraizquierda comprendi que el FRA tena decidido imponer autoritariamente sus decisionesa todas las organizaciones y oponerse enrgicamente al golpismo viniese de donde viniese y no bienreajust sus fuerzas dentro de la organizacin frentista, se encamin a escisionarla y a impedir que suprograma, coherentemente elaborado a partir de sus documentos fundamentales, (secretos hasta esemomento), pudiese ganar a luz pblica. La misma fractura del FRA (en el pas se implant en los mediossindicales el FRA que sigue la lnea proletaria y los foquistas utilizaron la sigla con fines puramente

    propagandsticos, a fin de ocultar su gradual debilitamiento detrs de una consigna de unidad izquierdista)demuestra la crisis y fracaso de la ultraizquierda, la imposibilidad en un pas con un proletariado altamenteevolucionado de subordinar a los explotados a la lnea pequeo burguesa.

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    La profunda crisis del foquismo llega hasta el grueso pblico a travs del abandono de algunas de sustesis tradicionales y de la adopcin de los planteamientos de sus crticos marxistas; se tratara, parala ultraizquierda, de ajustar los enunciados a una nueva realidad. Los fracasos sufridos en el terreno dela lucha, la no llegada de la victoria revolucionaria por el camino del foquismo, la palmaria demostracinde que los grupos armados no pueden cumplir las funciones del partido obrero, etc, precipitaron la crisisy sta se tradujo inesperadamente en la promesa por parte de la ultraizquierda de cumplir lo que habacriticado acerbamente hasta la vspera. Se torn marxistzante y agach la cabeza ante los partidos quehasta la vspera los consideraba caducos.

    Los foquistas abandonaron su tesis tradicional de que era el campo el escenario ideal para desarrollar lalucha revolucionaria y los grupos armados se trasladaron a las ciudades para protagonizar el terrorismourbano (con una espectacularidad sin paralelo), lo que les permiti identificarse con su modelo queen otras latitudes tuvo oportunidad de descalabrarse a fines del siglo pasado. La crtica marxista pudoentonces ser planteada de manera ms ntida, no en vano se haba estructurado en franca lucha contrael petardismo de su poca; por otro lado, la ultraizquierda tuvo mayor ventaja, aprovechando las formasencubiertas que asumi, para presionar mucho ms poderosamente sobre las dbiles organizacionesrevolucionarias.

    El grupo armado actuando en el campo acentuaba dramticamente su aislamiento del pas e ignorabaa la clase obrera, cuyo escenario es, precisamente, la ciudad, una de las creaciones del capitalismo. Laultraizquierda crtica convertida en terrorista urbana pareci rectificar profundamente aquella orientaciny dijo ser su voluntad reglar sus actividades conforme a la lucha y necesidades del proletariado. El lectorconoce de sobra el relato de las espectaculares marchas punitivas de ultrazquierdistas a los centros detrabajo para castigar a los malandrines y rectificar entuertos de la administracin capitalista, tambinse encuentran en todos los peridicos referencias a la forma como quieren solucionar los problemas dela miseria y de la explotacin moderna: obligan a los grandes capitalistas a distribuir vveres y vituallasen los barrios marginales y entre los obreros de las fbricas. Es evidente que esta forma modernizadade la caridad cristiana y adecuada a fines propagandsticos, est lejos de poder solucionar el hambrey la explotacin que son inherentes al capitalismo como sistema social, para esto ser preciso hacer la

    revolucin e instaurar la dictadura del proletariado, lo dems es pura demagogia.El terrorismo se esfuerza por plantear forzadamente su referencia a la clase obrera, pero no puedeocultar su providencialsmo y naturaleza extraa al movimiento de masas y a la vida interna de lasfbricas. Penetrar a un centro de trabajo para arengar a los esclavos modernos e inflingir drstico castigoa los capataces y patrones que tratan mal a su personal, sigue siendo una accin venida desde fuera,elaborada y ejecutada al margen de los obreros concentrados en una empresa, con la confesa u ocultaintencin de sustituirlos de evitarles los dolores y contratiempos que supone la lucha cotidiana por mejorescondiciones de vida y de trabajo y contra todo exceso patronal o estatal. Los ultrazquierdistas puedenforzar las puertas de las fbricas y desfilar apresuradamente ante los obreros estupefactos, pero siguensiendo extraos a ellos; sus acciones, aunque tengan como punto de referencia los centros de trabajodonde est el proletariado, siguen siendo extraas a esta clase, no forman parte de su experiencia,porque no es ella la que las ejecuta y, por esto mismo, no las asimila; concluyen desechndolas, aunque

    circunstancialmente hubiesen simpatizado con esa conducta.

    El foquismo primitivo parta del supuesto de que la nueva realidad social haba convertido al partidopoltico de la clase obrera en una organizacin totalmente superada y planteaba que los los fuerzoshechos para estructurarlo y las discusiones desarrolladas alrededor de su fortalecimiento, no hacanotra cosa que obstaculizar la lucha revolucionaria y se convertan en un obstculo que se levantaba antelos explotados en el camino de la conquista del poder. El foco armado era ya el partido del pueblo -un trmino grato a los odos de la ultraizquierda que se niega a recalcar que es el proletariado la claserevolucionaria por excelencia y en esta medida se diferencia del marxismo- o cuando menos el germenque al desarrollarse naturalmente llegara a ser tal. El terrorismo urbano, al menos por boca de losTupamaros del Uruguay habla de convertir a los grupos de activistas armados en el partido de masas queexige nuestra poca de guerras y revoluciones.

    Es dentro de este cuadro revisionista (tambin el foquismo se ha visto obligado a revisar su programainicial) que la ultraizquierda latinoamericana, por lo menos en sus expresiones ms conspicuas, ha

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    conformado un frente nico, sobre todo con la intencin de impulsar sus acciones y reactualizar una posturaya superada espectacularmente por los acontecimientos y por el mismo desarrollo de la poltica. El ERPargentino, los Tupamaros, el MIR chileno y el ELN boliviano, convinieron en un acuerdo homogenezador yesperando que fuese el detonante lo suficientemente poderoso para desencadenar la guerra prolongadaen escala continental; los firmantes del documento -programa de circunstancias- estaban seguros que lamaniobra unionista solucionara todos los problemas que impiden que la ultraizquierda vuelva a aduearsedel escenario y desplace a las direcciones tradicionales.

    La plataforma de unidad de los grupos foquistas, que siguen siendo tales aunque ahora ostenten el rtulode terroristas urbanos, expresa su crisis profunda y caducidad. No slo que llama a sumarse al bloqueultraizquierdista a todos los partidos revolucionarios, sino que se incluye en el texto los planteamientosque distinguen a la izquierda marxista. Se habla de que sern las masas las que hagan la revolucin, deque sta estar dirigida por la vanguardia revolucionaria, etc. Si esto es as, el foquismo y el terrorismoestn dems, son contraproducentes para los objetivos revolucionarios.

    En Bolivia, los intentos hechos para resucitar el foquismo, para implantarlo en las ciudades comoterrorismo, no han dado resultado, no han pasado de ser globos de ensayo. La ultraizquierda ha muertoen el proceso poltico como fenmeno de alguna importancia, lo que no impide que aparezca por ah algngrupo ultraizquierdista, que publique una hoja, y que inclusive haga estallar uno que otro petardo, pero

    ms como curiosidades anecdticas que como fenmenos de alguna significacin. Se puede descontarque los organismos de represin sacarn toda la ventaja posible, con miras a justificar sus bestialesmedidas de represin, de todo intento terrorista o lo fraguarn si no se presenta.

    All donde el terroristno, como en la Argentina y el Uruguay, por ejemplo, constituye un serio obstculoen el camino de la estructuracin de la vanguardia proletaria constituye una obligacin prioritaria elaplastamiento ideolgico del foquismo urbano. Hay que reivindicar el marxismo frente a todos los,intentos revisionistas, elevar a un primer plano los mtodos de lucha propios del proletariado y reducir asu verdadera dimensin insignificante la arrogancia pequeoburguesa que pretende ensear a los obrerosa hacer la revolucin e imponerles ciertas formas de actuacin. La derrota ideolgica del terrorismoaventurero y vacuo ser el primer paso firme que se d en la ruta de la construccin de un poderosopartido obrero, indispensable para hacer posible la revolucin proletaria.

    Hemos leido que los foquistas urbanos pretenden tornarse invulnerables a la critica marxista con elargumento de que a ellos no se les puede aplicar los reparos que tradicionalmente se invocaron contra elterrorismo individual, pues nos hacen saber que ellos vinculan sus acciones con el movimiento de masas.El aventurerismo del ERP o de los Tupamaros sigue siendo terrorismo individual en la medida en que,como expresin de la desesperacin, voluntarismo y hasta egosmo pequeoburgueses, se elabora y seejecuta a espaldas de las masas, deliberadamente al margen de ellas y como resultado de las decisionesde los grupos cerrados y conspiratvos de activistas. En sus rasgos generales el terrorismo de nuestrosdas no es ms que la prolongacin del viejo terrorismo que ya tiene alrededor de un siglo de edad y cuyainvabilidad como mtodo de lucha ha sido puesto de relieve por los acontecimientos, una y otra vez.

    El terrorismo individual es nefasto porque, all donde la clase obrera apenas se est desprendiendo de latutela ideolgica del nacionalismo burgus o est reaccionando contra el revicionismo y burocratizacin

    de los partidos stalinistas, aparta a los explotados del camino de la construccin de la vanguardiarevolucionaria, porque o es una actitud dstraccionista, un obstculo para la evolucin de la concienciade clase, o bien alimenta la aparicin de ilusiones acerca de la posibilidad de que la clase y su partidopuedan ser exitosamente sustituidos por los grupos armados de activistas. Es fcil comprender que seimpone una severa crtica del terrorismo para dejar desbrozado el camino de la construccion del partido,sta es una tarea urgente e insustituible. En este empeo es aleccionadora, por muchos conceptos, laexperiencia boliviana.

    Los ultrazquierdistas acaso tengan la ocurrencia de sostener que los trotskistas propugnamos nadamenos que la evolucin pacfica del capitalismo al socialismo, lo que nos vinculara estrechamente conel stalinismo, que en muchos aspectos ha proporcionado argumentos e ideas para la elaboracin delfoquismo pequeoburgus, ya que rechazamos la violencia empleada por ellos y la denunciamos como

    contrarrevolucionaria. El tema planteado ha sido tambin discutido con algn detenimiento y permiteactualizar una posicin nuestra de vieja data.

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    Ciertamente que no somos pacifistas ni hemos planteado en momento alguno la posibilidad de laexistencia de varias vas para llegar al socialismo como hacen los lacayos del Kremlin. La revolucinvictoriosa (las masas explotadas expulsando del poder a la clase dominante, tarea en la que acumularny emplearn todos los medios menos los diplomticos) constituye el punto culminante de la violenciarevolucionaria, que en nuestra poca se encarna en el proletariado; la toma del poder, el punto mselevado de la insurreccin, permite que la poltica de la clase obrera se exprese en trminos militares.El proletariado no merecera convertirse en clase gobernante si no estuviese seguro, y no subordinasesu conducta a esta conviccin, de que debe prepararse debidamente para asaltar el poder con las armasen la mano. La Insurreccin es un arte, enseaba Lenin, y no est permitido jugar a ella, hay que actuarconforme a sus leyes. Pero, ni la preparacin de la insurreccin ni el armamento del proletariado tienennada que ver con el aventurersmo foquista o con el terrorismo individual, estas tareas slo pueden serdebidamente cumplidas por el partido revolucionario y en este terreno nada podr ensearnos el focoarmado. La poltica militar de la clase obrera es una concepcin particular de ella y slo en el aspectotcnico ha podido aprender algo de los especialistas militares de la burguesa, es posible tambin que eneste ltimo plano pueda enriquecerse el arsenal de la clase a travs del anlisis crtico de las operacionesarmadas protagonizadas por foquistas y terroristas.

    A los desplantes pequeo burgueses hemos opuesto la larga y rica experiencia que tiene el proletariadoboliviano en materia de armamento de sus milicias y tambin la que se desprende de las acciones

    militares que ha librado contra efectivos del ejrcito regular o contra destacamentos represivos, laclase ha dado muestras de su capacidad para reducir, utilizando la violencia, a las bandas mercenariasorganizadas por los capitalistas. La Tesis de Pulacayo, cuando habla del armamento de los obreros y dela necesidad de crear milicias sindicales y grupos de autodefensa, eleva a nivel programtico de staexperiencia. Las consignas no fueron impuestas a las masas desde fuera, emergieron de su capacidadcreadora y para que aflorasen fue suficiente su sistematizacin.

    Nuestra concepcin de la poltica militar difiere totalmente de la de los foquistas, como difiere tambinnuestra concepcin de la violencia. Las operaciones militares, para nosotros, son operaciones quelas ejecuta la clase y los destacamentos armados son fracciones de sta, estructurados en su seno ycontrolados por sus organizaciones. No confundimos el armamento del partido con el armamento dela clase, aunque el primero puede ser el punto de partida y facilitar el cumplimiento del ltimo. Ni la

    formacin de fracciones armadas (consiguientemente su perfeccionamiento tcnico) ni las operacionesmilitares deben considerarse finalidades en s mismas, como si fuesen estratgicas, sino ms bien comomedios que deben permtir a la clase obrera llegar al poder. Esta es una de las diferencias ms marcadasque nos separa del ultraizquerdismo, que, deliberadamente o no, indefectiblemente concluye perdindoseen las acciones diarias y tras la finalidad del perfeccionamiento tcnico de los componentes del grupoarmado. El partido concentra la poltica militar del proletariado.

    La lucha de clases es una sucesin de acciones violentas y es ya violencia; sta adquiere proyeccionesdiversas segn la clase social que la desencadene. Sera absurdo distraerse en averiguar quien es elprimero que hace uso de la violencia; para la izquierda de la iglesia, que por principio la rechaza, elmonopolio de la violencia corresponde a los explotadores y a los dueos del poder, su prdica se diluyeen la inoperancia porque en la lucha de clases resulta ingenuo predicar la norma masoquista de ofrecerla otra mejilla no bien se reciba un golpe, todo en busca deliberada del martirologio que permita forjar

    a los mrtires de nuestra convulsionada poca, etc. Lo que queremos dejar claramente sentado es queno nos interesa la violencia por la violencia y la provocacin de alborotos con finalidades gimnsticas,preocupacin que absorve a los ultraizquierdistas, porque generalmente concluyen sirviendo a lacontrarrevolucin y actan como elemento disolvente de las fuerzas revolucionarias. La violencia utilizadapor la burguesa y por los rganos de poder y de compulsin que le sirven, cuya finalidad no es otra quemantener sometidos y oprimidos a los explotados, es esencialmente reaccionaria y la rechazamos; perotambin rechazamos las explosiones de ira provocativas o extraas a las masas que apuntalan o justificanel movimiento del aparato represivo de los explotadores. La violencia ejercitada por el proletariado ensu lucha liberadora, la accin directa que va contra el ordenamiento jurdico en vigencia y que tiene laposibilidad de desembocar en la lucha armada, es revolucionaria, progresista, porque est al servicio dela clase social que con su victoria puede evitar que la humanidad caiga en la barbarie y lograr que seestructure una nueva sociedad; la justificamos y practicamos en la medida en que es parte inseparable

    de la movilizacin de los explotados y de su marcha hacia el poder. La violencia es revolucionaria slosi est subordinada a esta finalidad estratgica, todo lo que la obstaculice sirve a la contrarrevolucin.De la enunciacin de estas premisas se desprende que la violencia de la ultraizquierda, el foqusmo o el

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    terrorismo urbano, es bsicamente contrarrevolucionaria. Esto porque entraba la lucha del proletariado,porque impide su fortalecimiento como clase y como partido poltico y porque puede concluir siendomanipuleada a su antojo par los dueos del poder poltico.

    Tenemos un ejemplo histrico que puede ilustrar lo que llevamos dicho. Los mineros de Siglo XX tomaroncomo rehenes a tcnicos norteamericanos en 1949, durante una huelga violentsima y buscando as liberara sus dirigentes que fueron apresados por fuerzas del ejrcito y de la polica. El sindicato y los activistassufrieron brutal asalto del ejrcito que prcticamente pulveriz el local sindical donde se encontrabanconcentrados los rehenes. Posteriormente se ha acusado, a los obreros de haber dado, muerte a partede los tcnicos extranjeros. En esa oportunidad slo el trotskysmo sali pblicamente en defensa de laconducta de los mineros y justific, utilizando argumentos tericos y polticos, la captura de rehenes einclusive su ejecucin sin haber precedido ni siquiera un proceso sumario, esto mientras el resto de laizquierda no ocultaba, o acaso ms bien se esforzaba por exteriorizarlo, su repudio y asco por la barbariede los obreros bolivianos producto del atraso y del analfabetismo. Los ms moderados se esmeraronen subrayar que formas de lucha extremadamente violentas ofendan a la civilizacin y a las conquistasdemocrticas. Para nosotros la captura de rehenes y su ejecucin era inherente a la larga guerra quesostienen las clases antagnicas de la sociedad y se justificaban y deban ser obligadamente defendidaspor quienes se reclamasen del programa de la clase obrera, por ser acciones violentas ejercitadas por elproletariado en su oposicin a la clase dominante y su Estado; se trataba, como se ve, de la violencia al

    servicio de objetivos revolucionarios. A la decapitacin de los rehenes sigui una no menos brava huelgageneral en todo el pas, la masacre de Siglo XX y se desencaden una ola represiva muy severa, destinadaa descabezar poltica y sindicalmente a los trabajadores. La violencia llev a una innegable derrota contoda su secuela inevitable; sin embargo, al ser asimiladas sus enseanzas, no pocas negativas y lasmenos positivas, por la clase contribuy a su estructuracin, le ense, cierto que de una manera pordems cruel, que el Estado y sus instrumentos forman parte de la clase dominante y que la pretendidaindependencia del Ministerio de Trabajo, del ejrcito y del recurso del arbitraje obligatorio, no pasa deser una artimaa para engaar y desorientar a los explotados. Partiendo de su cruenta experiencadiaria, los obreros avanzaron grandemente en su politizacin y comprendieron que tambin ellos debancontar con instrumentos de expresin poltica. Algo ms importante, el alevoso ataque del ejrcitoa los campamentos mineros, la sistemtica represin, los choques entre obreros mal armados y malorganizados con fuerzas regulares y poseedoras de una gran potencia de fuego, ensaaron que era

    urgente concentrar mayores esfuerzos en el armamento de la clase, en su organizacin y entrenamientomilitares. La violencia impresionante que significa la decapitacin de los tcnicos extranjeros encuentraas su plena justificacin revolucionaria, se trata de una violencia que ayuda a la clase y que no ladesorganiza y menos le impide encaminarse hacia el poder. Los acontecimientos posteriores pudierondemostrar que la captura de rehenes, que los mineros haban utilizado por propia iniciativa, sin esperarlos consejos de los tericos de la ultraizquierda, fue rpidamente incorporada como patrimonio de losexplotados, que despus la ejecutaron una y otra vez.

    Tambin los foquistas y los terroristas toman rehenes, cobran sumas fabulosas por su rescate, a veces losejecutan y han establecido ciertas reglas a las que se sujetan en su prctica de la violencia de este tipo.Es indiscutible que esta manifestacin de la violencia, como quiera que es ejecutada al margen de lasmasas, como accin totalmente marginal, no tiene directa incidencia en la vida de la clase obrera, exitosao no carece de la posibilidad de contribuir en su estructuracin, en la fijacin de su lnea de conducta.

    Frecuentemente la prctica de la captura de rehenes por parte de la ultraizquierda es utilizada por la policapara justificar su accin destructiva de las filas revolucionarias, de descabezamiento de las direccionespartidistas. Esta violencia no revolucionaria puede convertirse en francamente contrarrevolucionariacuando es aprovechada por los organismos de represin para asestar rudos golpes a las organizacionesdel proletariado. Slo a un miope se le ocurrir confundir o identificar la captura de rehenes por parte dela clase obrera con la que ejecutan a diario los ultraizquierdistas.

    La violencia que es propia de foquistas y terroristas se ha tornado disolvente para la clase revolucionaria,pues rpidamente ha permitido la aparicin del terrorismo fascista que es ejecutado por bandasparapoliciales que cuentan con el apoyo y proteccin estatales. Los golpes reaccionarios tempranamenteasestados pueden tener enorme impacto en las filas obreras, porque stas no han tenido el tiemposuficiente para poner en pie piquetes armados de autodefensa y los partidos marxistas no han podido

    estructurar un frente defensivo. Suficiente recordar las actividades del Escuadrn de la Muerte delBrasil y de las AAA, cuyos golpes han estado dirigidos a eliminara los cuadros revolucionarios, queconstituyen capital invalorable y que fcilmente no puede ser reemplazado. El proletariado, a diferencia

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    de la burguesa, muy dificilmente va sacando de sus filas a revolucionarios profesionales y stos sonindispensables en la lucha liberadora.

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    Hemos diferenciado claramente entre foco y guerrilla, que los comentaristas superficiales cometen elerror, siguiendo de cerca la propaganda ultraizquierdista, de identificarlos. Ciertamente que se trata

    de acciones armadas y formalmente puede decirse que no hay mayores diferencias entre ellos. Cuandose analiza el problema de fondo se comprueba que nos encontramos ante dos fenmenos totalmentediferentes y cuyas proyecciones sociales y polticas siguen direcciones opuestas.

    La guerrilla es una actividad propia de las masas explotadas; es la guerra informal que libran losoprimidos y los dbiles contra ejrcitos poderosos, contra el Estado que cuenta con fuerzas armadasbien organizadas y pertrechadas; las maniobras ejecutadas tienden a debilitar al adversario e inclusive adistraerlo y agotarlo en una guerra de larga duracin. El grupo guerrillero sale de las mayoras y vive deellas y para ellas; seria absurdo pretender encontrar contradicciones y enormes diferencias entre aquely los trabajadores que casi simultneamente empuan las armas y las herramientas habituales.

    En este caso puede exactamente decirse que la guerrilla es el brazo armado de los explotados.

    El foco armado se organiza y acta al margen de las masas y a veces teniendo que vencer su resistencia,busca suplantarla y vive gracias al apoyo que se le presta desde el exterior (exterior a los explotadosde una regin); no es su brazo armado popular sino un quiste metido a viva fuerza en determinadaregin.

    Rechazamos el foco y apreciamos en lo que vale a la guerrilla. Algo ms, consideramos que el proletariadoy las masas explotadas en general deben incorporar en su arsenal el mtodo de la lucha de las guerrillas,de la guerra informal. Sera absurdo sostener que la liberacin de la clase obrera se har indefectiblementepor el canal de las guerrillas, pero tambin sera arbitrario sostener que por principio no puede ni deberecurrir a esta forma de lucha.

    Para los latinoamericanos (para no hablar de otras continentes), el mtodo de las guerrillas forma partede la tradicin de las luchas populares, suficiente recordar las guerras de comienzo del siglo XIX. Esto nosautoriza a esperar que en los momentos de mayor tensin de las luchas sociales volver a actualizarse.En la Preparacin miliitar del proletariado y de su partido poltico es visible la ausencia de asimilacioncrtica de la rica experiencia de las guerrillas. Se puede comprobar que ni siquiera los historiadores hananalizado con el debido detenimiento y profundidad la vida y desarrollo de las guerrillas durante lasluchas de la Independencia: no se conocen las pugnas clasistas internas en su seno y los casos en losque las capas plebeyas e incluso campesinas lograron ganar la direccin y las connotaciones polticas defenmeno tan importante. Las luchas de liberacin nacional en el Extremo Oriente y otras latitudes sonpor dems aleccionadoras acerca del gran papel que juega en ellas la guerra de guerrillas.

    Dos argumentos se esgrimen para el rechazo del mtodo de las guerrillas. a), se dice que siendo la

    misma cosa que el foco armado nada tiene quo ver con los explotados y que es sinnimo de aventurairresponsable; b), que no es un mtodo de lucha propio de la clase opera y que, por tanto, no debeincluirse entre los que utilizaran los explotadas de nuestra poca.

    La primera afirmacin es arbitraria y no merece ser tomada en cuenta. Hemos indicado ya en qu medidason diferentes foco armado y guerrilla de masas (la guerrilla revolucionaria es necesariamente parte delas masas). El justificado rechazo del foco como mtodo de lucha no supone ni debe suponer una igualactitud frente a la guerrilla.

    Es cierto que el mtodo de las guerrillas no es propio del proletariado, no ha sido creado por ste y haexistido antes de que hubiese aparecido en el escenario. Pero tampoco es exacto decir que se trata de unmtodo exclusivo de los campesinos, ha sido utilizado, a lo largo de la historia, por los componentes sociales

    de los sectores mayoritarios. Las guerrillas latinoamericanas arrastraron a campesinos, artesanos, capasde hacendados y primeros ncleos de la burguesa. Bajo el capitalismo, la clase obrera, precisamentepor ser la nica consecuentemente revolucionaria y porque para emanciparse tendr que emancipar

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    a toda la sociedad, tiende a convertirse en caudillo de todas las masas explotadas y oprimidas, tomaen sus manos los problemas de stas, (dndoles una insospechada proyeccin poltica, pues la orientahacia el socialismo) y se apropia de sus mtodos de lucha. No se trata de una mecnica incorporacin alarsenal del proletariado, sino, al mismo tiempo, de su transformacin. Esta transformacin se refiere aque un viejo mtodo de lucha se subordina a la estrategia de la clase revolucionara de nuestra poca.Cuando decimos que la clase obrera se apropia del mtodo de las guerrillas no queremos significarque obligadamente debe utilizarla no importa en qu condiciones y en qu momento, sino que puedeactualizarla en una coyuntura poltica favorable. Ya sabemos que las masas tienen que madurar parautilizar debidamente un mtodo de lucha y ste debe ser la respuesta adecuada a una necesidad histricaconcreta.

    Hemos observado que el proletariado boliviano, pese a provenir directamente de la masa campesina, hadado pruebas suficientes de haber perdido toda nocin de la guerra irregular y que en sus fricciones conel ejrcito ha cometido muchas torpezas tcticas que le han costado muy caro. Se habra ganado muchosi las fracciones mineras, por ejemplo, hubieran sabido realizar maniobras y movimientos de acuerdo alos principios de la guerra irregular. Es por esto que decimos que la preparacin militar de la clase obreradebe incluir la debida asimilacin del mtodo de la guerra de querrillas. El partido revolucionario ser elcanal por el cual esta experiencia histrica se inyecte en la clase.

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    El foquismo, el terrorismo (la ultraizquierda en general) colocan el fusil por encima de la poltica. Estaes la causa de su momentneo relumbrn, de su derrota final y de su vacuidad. El planteamiento noslo que rompe con el marxismo sino que aleja a sus propugnadores de la clase obrera.

    Si el fusil est por encima de la poltica quiere decir que puede modificar a esta ltima a su antojo. Uno delos elementos fundamentales de las transformaciones de la situacin poltica es la conciencia de clase enevolucin, hecho que condiciona la importancia decisiva del factor subjetivo de la revolucin, es decir, delpartido poltico. Segn la tesis foquista y terrorista, el fusil tiene el poder de suplantar al partido poltico,en otras palabras, resuelve por s solo la incgnita de las modificaciones de la conciencia de clase. Elfusil ha sido convertido en fetiche y en deminurgo creador de la victoria revolucionaria. Sabemos que

    el fusil puede servir a la revolucin o a la contrarrevolucin segn la clase social que lo empue; para laultraizquierda el fusil es ya la revolucin.

    Para foquistas y terroristas el fusil sintetiza la revolucin y su victoria; nada puede darse al margende l y las actividades que no sean operaciones militares son reaccionarias por principio. De aqu sededuce que el nico mtodo de lucha concebida es la lucha armada y que todos los dems mtodos soncontrarrevolucionarios e indignos de ser empleados por quin se considere socialista. No poda haberseideado una mejor forma de dar las espaldas a las masas; stas se mueven diariamente y se movilizanpartiendo de sus necesidades inmediatas, luchando por reivindicaciones modestas de tipo salarial y poraquellas que tienen relacin con las condiciones de trabajo. Esta es una lucha por reformas pequeas yno la grandiosa batalla contra el ejrcito regular o por tomar el poder. El partido revolucionario parte dela lucha por las reformas para proyectarlas haca la conquista del poder, arrancando de las necesidadesreales y cotidianas de las masas, de su atraso y de sus prejuicios, formula reivindicaciones transitorias

    que se convierten en el puente a travs del cual los explotados se encaminan hacia el poder, se aproximana l.

    El fusil por encima de la poltica exterioriza la preeminencia de la accin sobre la teora, del empirismo ydel activismo sin principios sobre el programa. Lenin ense que sin programa revolucionario no puedehaber accin revolucionaria, lo que significa que no se trata de la accin por la accin, sino de la tcticay de la actividad diaria sometida a la finalidad estratgica, colocada a su servicio, como elementos quecoadyuvan a su cumplimiento.

    El activismo por el activismo, la operacin militar por la operacin militar, no precisan de programa,algo ms, exigen que ste sea abandonado. Por eso foqustas y terroristas nos plantean la urgencia deaferrarse nicamente a los principios vacuos capaces de unir a los sectores ms heterogneos y opuestos.

    Para los marxistas uno de los mtodos -y el fundamental de construccin del partido revolucionario dela clase obrera consiste en la precisa delimitacin de las posiciones, de la superacin de las diferenciasa travs de la ms profunda discusin, lo que puede llevarnos al definitivo fortalecimiento organizativo

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    a travs de la escisin; los ultraizquierdistas nos plantean la necesidad de estructurar el grupo armadopor encima de los principios, como una simple coordinacin de voluntades, de subordinacin al caudillo,para que luego la accin permita el surgimiento del programa. Primero la accin y luego el programa esotra forma de plantear el apotegma del fusil por encima de la poltica.

    El desprecio de foquistas y terroristas por los problemas programticos, por las discusiones principistasque las consideran intiles y perjudiciales, la poca importancia que le dan a la teora, no es, pues,casual, parte de su propia naturaleza. Mientras para los marxistas la discusin princpista, aquella quese refiere a la estrategia constituye el camino de la preparacin de una ptima actuacin unitaria, paralos ultraizquierdistas esa discusin es sinnimo de paralizacin de la accin, de puro distracconismo, derechazo de todo intento de llevar las ideas al terreno de los hechos.

    La base fundamental e irreemplazable de la estructuracin del partido revolucionario es el centralismodemocrtico (la ms amplia democracia interna que permite la accin unitaria hacia el exterior, que laprepara); son la hipertrofia del centralismo y la carencia de toda forma de democracia los rasgos quecaracterizan a los grupos foquistas, no en vano tienen como nica finalidad las acciones militares.

    La ultraizquierda puede haberse planteado en algn momento la estrategia proletaria, pero la pierde

    atrapada por la accin militar; la tctica se convierte en estrategia y la accin por la accin concluyedestruyndola.

    Llega un momento en que la teora, el programa y la poltica cobran su venganza y pulverizan alaventurerismo ultraizquierdista. La clase, representada por su partido poltico, pasa revista crtica a loshechos en la accin diaria, a todos los errores cometidos y a los aciertos logrados y es entonces queacaba con las desviaciones foquistas, como el paso necesario para la construccin de la vanguardiarevolucionaria, que encarna la estrategia proletaria, que eleva al nivel de los principios las leyes ciegasdel desarrollo histrico y el instinto del proletariado hacia la reconstruccin de la sociedad sobre basecomunistas. A partir de este instante el foquismo y el terrorismo ya no tienen por qu existir y si se hacenpresentes a travs de espordicas explosiones nadie se percibe de ello.

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    Podra pensarse que la vieja tesis del foquismo en sentido de que es el campesino la fuerza principal ydecisiva en la lucha revalucionaria de nuestra poca, de que la revolucin vendr del campo a la ciudad,y a la que entusiastas se plegaron los maostas, ha sido totalmente abandonada por el terrorismo urbano.Pero no es as la ultraizquierda es populista, habla del pueblo, de los ms sufridos y empobrecidos, delas mayoras y en primer trmino toma en cuenta al campesinado, dando a entender que por su crecidonmero y su mayor pobreza es la clase revolucionaria por excelancia.

    Para el trotskysrno la revolucin en los paises atrasados (aquellos en que las tareas democrticasno han sido plenamente cumplidas y que soportan la opresin nacional no ser ciertamente pura ynicamente proletaria, sino que ser protagonizada por las clases que soportan la opresin y explotacinimperialistas, a condicin de que esta masa alcance a ser polticamente dirigida por el proletariado. Por

    esto decimos que el eje fundamental de la estrategia revolucionaria es la alianza obrero campesina. Estaalianza ha sido abusivamente interpretada como un acuerdo contrado entre dos potencias; cuando aesta afirmacin se aade la evidencia del mayor peso cuantitativo del campesinado ya se est planteandola mayor importancia de ste con referencia a la clase obrera. La alianza obrera campesina quiere decirnada ms y nada menos que es el proletariado el que arrastra a la masa agraria detrs de s, detrsde su estrategia, que formada la solucin de los problemas campesinos con una perspectiva proletaria.La fundamental trascendencia del campesinado radica en que se convierte en fuerza propulsora de lamarcha del proletariado hacia el poder, de manera que ste logra la victoria sobre los hombros do losexplotados del agro.

    Los foquistas que partan para su accin del campo, que estaban seguros que su accin liberadoradependa del apoyo de ste, descontaban que los campesinos, debido sobre todo a su secular opresin

    y miseria, eran ya socialistas, por lo menos instintivamente y que para despertar sus potencias dormidasera suficiente la de la accin heroica y ejemplarizadora. El grueso de la masa campesina es pequeo-burguesa, se aferra apasionadamente a la fuente de toda su miseria, de su primitivismo y dems

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    desgracias a las minsculas parcelas de tierra y a los rudimentarios aperos de labranza; presenta elegosmo y el oportunismo propios de quienes buscan una oportunidad para ensanchar, por lo menosen forma mnima, su propiedad. Si a esto se aade la tremenda dispersin de esta masa humana a lolargo de la extensin territorial del pas y su pavoroso atraso cultural y la virtual carencia de grandesconcentraciones urbanas, se comprender fcilmente por qu los campesinos, pese a su gran tradicinde luchas heroicas, no logran expresarse homogneamente en el campo poltico, que inclusive no llegana tener voz propia en este plano. Los numerosos ensayos hechos de poner an pie un partido de indiosno pasan de ser imposturas de los cholos asentados en las ciudades y que obedecen a las incitaciones ya la propaganda de los gobiernos de turno, de los reaccionarios y hasta del imperialismo.

    El campesinado, por estar constituido por miserables pequeos propietarios, es antisocialista y tieneintereses diferentes a los del proletariado, que se encamina a destruir la propiedad privada sobre losmedios de produccin y a superar el extremo parcelamiento de la tierra, no para constituir la granhacienda capitalista sino la granja colectiva, razones por las que, al afirmarse en el poder y delimitar suscontornos de clase chocar indefectiblemente con el egosmo campesino.

    No se trata de menospreciar al campesinado, de marginarlo de la lucha revolucionara, de no hacer nadapara no conquistarlo para las posiciones proletarias; se trata de ubicarlo en su verdadero lugar y desealar con precisin la funcin que cumplir en la lucha emancipadora. Slo as se puede abrir el camino

    revolucionario y darlas espaldas al populismo deletreo.

    El terrorismo urbano no se asienta en el proletariado, aunque hable de l machaconamente, parte yconcluye en lo que el revisionismo pablista llama nueva direccin de masas, que no es otra cosa que lacapa estudiantil de la pequea burguesa. En esto no hay nada de extrao, la ultraizquierda es una de lasmanifestaciones naturales de esta clase intermedia y oscilante. Nos encontramos ante el caso de que lasavanzadas juveniles de la clase media pretende imponer mtodos y objetivos a la clase revolucionaria,de aqu arranca la intrascendencia de sus acciones, la extempontaneidad de sus imposturas, pues ahorase trata de forjar de manera grantica a la vanguardia revolucionaria del proletariado.

    El petardismo pequeo burgus no slo que nada tiene que ver con la revolucin proletaria, sino que seopone a ella y que al obstaculizar con su accin. No es el caso de encontrar un sustituto a la capacidad

    revolucionaria de la clase en la potencia de los explosivos, sino de elevar esa capacidad a travs delfortalecimiento de su direccin poltica. En esta tarea no sirve para nada la ultraizquierda y ha llegado elmomento de eliminarla de nuestro camino.

    Si no se forja el partido obrero, si el proletariado no alcanza a convertirse en el caudillo de las masasoprimidas para poder aplastar al imperialismo rapaz y opresor, la desesperacin y la barbarie puedenconcluir destruyendo a la sociedad, entonces, s el hundimiento de la humanidad ser acompaadapor las explosiones de la histeria ultraizquierdista. La desesperacin pequeo-burguesa subrayar laimposibilidad de encontrar una salida revolucionaria. Por ahora estos presagios pesimistas deben sersimplemente descartados: el proletariado latinoamericano, reciamente templado en la lucha diaria, seencamina a paso firme haca la victoria y demostrar poseer las fuerzas suficientes para poner en pie asu propia vanguardia, cuyo programa, el trotskysta, es la expresin concentrada de la experiencia delproletariado mundial, que ya ha demostrado ser capaz de tomar en sus manos el poder poltico y de

    sentar los fundamentos materiales y polticos de la futura sociedad.

    El fracaso de la ultraizquierda como direccin de las masas y como garanta de la victoria revolucionariase ha repetido en Bolivia; acaso la novedad radique en que en su disgregacin se ha desplazado hastaposiciones abiertamente reaccionarias. El petardismo, que en su momento hizo gala de radicalismoverbal, concluye sustentando posiciones nacionalistas y movindose detrs de golpistas uniformados.Puede ser que en las muecas que provoca la cada se conozca mejor a los personajes.

    Nacionalismo y ultraizquierdismo son dos expresiones de la pequea-burguesa, tal vez por sto tanfcilmente foquistas y terroristas pasen de una posicin a otra. Tenemos en mente el caso del MIRboliviano. Se estructur, como siempre sostiene la ultra-izquierda de no importa de qu rincn delmundo, prometiendo sustituir en el acto a la caduca direccin de las masas y consumar la revolucin que

    con su retardo ocasiona tantas calamidades. No bien tuvo que afrontar los acontecimientos y se topcon la primera prueba seria, cay hecho pedazos: no tena programa, es decir, respuestas al cambianteacontecer poltico y cuando fue preciso que la militancia adoptase una conducta unitaria vino la escisin,

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    Esperamos que el lector sabr comprender todas estas fallas y pasar por alto las limitaciones del volumen ysi hemos dado nuestra venia para que salga a luz es porque nos parece de mucho inters el conocimientode la experiencia de la que tambin somos actores.

    Buenos Aires, enero de 1975