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Guillermo Tell

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Cuento perteneciente a un autor venezolano contemporáneo que se ha encargado de producir y enriquecer la literatura del país

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  • 1

    GUILLERMO TELL1

    Lucas Garca Pars2

    19 aos. Mis padres mueren en un accidente areo. Heredo una casa, diversos paquetes de

    acciones, cuentas offshore.

    Dejo los estudios. Los profesores lo atribuyen al trauma, en realidad es slo flojera.

    Una vez al mes reviso el estado de cuentas e inversiones.

    Cobro un cheque. Me convierto en el sueo hmedo de mi contador.

    A continuacin una lista de mis intereses particulares:

    Televisin.

    Pornografa.

    Jugar al X Box hasta que me sangran las crneas.

    Masturbacin (tcnicas mixtas).

    Ordenar deliverys.

    Recorrer en ropa interior, de noche, los cuartos vacos de la casa, fumando marihuana.

    Conseguir la marihuana.

    Ms masturbacin.

    Hacerle mantenimiento a la coleccin de armas de fuego de mi difunto padre.

    Manejar de noche por la autopista, fumado, el Ford Optra azul de mi difunta madre.

    Contratar damas de compaa.

    Conseguir ms marihuana.

    Internet.

    An ms masturbacin.

    Estoy consciente de que este estilo de vida puede salirse de las manos, como la vez en que a

    unas palomas les dio por anidar en los aleros del segundo piso. Escuch durante tres das el

    roce que hacan contra las paredes y ese extrao gorjeo burbujeante que producen al

    1 Este texto pertenece al libro Payback (2009) 2 Lucas Garca Pars (@LucasGarciaP) es diseador grfico y escritor premiado. Ha publicado los libros Acabose (2014), La ms fiera

    de las bestias (2011), Payback (2009) y Rocanrol (2002). En 2009, Lucas estuvo entre los escritores que representaron a Venezuela en

    la Feria Internacional de Libro de Guadalajara. Actualmente est radicado en Espaa, contribuye en el portal Prodavinci y en el diario

    venezolano 2001 como columnista y humorista grfico.

  • 2

    aparearse. Al cuarto da tom la Colt Anaconda de pap y me pas la maana

    disparndole al techo. Los vecinos se friquearon, la polica vino a la casa. Casi le arranco la

    cabeza a una vieja que viva al frente con una bala perdida.

    Resultados: una parte del cheque de aquel mes se emple en aportes no declarados a la

    polica y la cuenta corriente de un juez. Otra parte se fue en un crucero con

    presentacin especial de Django para la vieja. Durante los meses siguientes sufr de

    enormes goteras.

    A veces salgo con antiguos compaeros de clase. Se me percibe como una persona

    incapacitada emocionalmente y un sictico en potencia. Como brindo las bebidas y consigo

    la mejor droga, slo me llaman excntrico. El Optra ayuda.

    En realidad el mundo me aburre infinitamente. No consigo entender la lgica de las cosas,

    la finalidad de nuestra existencia sobre este planeta. Cuando me encuentro en medio de una

    fiesta, consumiendo cannabis a 170 kph, o sosteniendo mi pene erecto frente a las pginas

    centrales del mes, pienso en la absoluta futilidad de todo.

    No comparto estas ideas con la gente pero algo han de percibir. Supongo que por ello

    acuden a m en situaciones excepcionales.

    Por ejemplo:

    10.38 p.m. Viernes. Suena el celular. Contesto mientras fumo marihuana y observo, sin

    detenerme a leer, los lomos de los libros en la biblioteca.

    Marino?, pregunta una voz tensa.

    Aj.

    Soy Frank, habla Frank, Marino, farfulla como atolondrado.

    Frank es un ex compaero de clase. No lo veo desde hace un mes. He odo que actualmente

    atraviesa una crisis severa con la piedra.

    Contemplo unos cuadros horribles en el pasillo del segundo piso.

    Estoy con unos panas, dice. Tengo un tema...

    Aj.

    No digo que los panas estn bravos, pero se tensaron...

    Los panas se tensaron y no se me ocurre a otra persona que llamar, me entiendes?

    No.

    La lmpara de Swarovski en el comedor est prendida.

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    Un enorme salpicn fluorescente. Se escucha un forcejeo.

    Habla otra voz.

    Escuchas, huevn, ests todava ah?

    Aj.

    Tenemos a tu pana. Nos debe medio milln de bolvares y no puede pagar. Y dice que t le

    puedes prestar esa plata.

    Es as?

    Qu plata?

    Mira, marico, te apareces aqu en una hora con la plata o le cortamos las bolas.

    Perdn?, me siento en la barra de mrmol de la cocina.

    La estancia da vueltas.

    Si llamas a la polica nos lo quebramos y despus vamos para tu casa y te partimos la

    madre, marico, te cogemos en fila.

    Estudio la punta rojiza del pito, los hilos de humo.

    Dnde nos vemos?, preciso.

    Colonia Tovar. Pregunta por el Guillermo Tell. Sin policas. Si veo un tombo le parto el

    culo a tu pana, marico. Me lo llevo para las delicatesses de mi pap y lo convierto en una

    especialidad de la casa, coo de tu madre. Sabes cul es la especialidad de la casa, cabrn?

    Strudel?

    Una hora, marico, contando. Si no te veo en una hora le parto el culo a tu pana y me voy

    para la casa y te cogemos bien duro... Entiendes, marico, entiendes?

    De alguna manera aparezco en el jardn. No entiendo nada. Digo:

    S, entiendo.

    Entonces aprate, marico, corre.

    Cuelgan.

    Pienso: tengo tiempo de terminar el pito? Qu tan importante es mi relacin con Frank?

    Cules son mis planes para esta noche?

    Manejo por la autopista. En el piso del asiento del copiloto una bolsa Zara de papel con una

    Ruger Redhawk doble accin calibre 44, variadas revistas porno y un Kit Kat a medio

    comer. Las luces a mi alrededor parecen una sucesin ininterrumpida de estrellas fugaces.

  • 4

    La va se atiborra de rboles y pinos. Una seal. El Junquito Km. 21 / Colonia Tovar Km.

    53.

    El Junquito es una calle principal a cuyos lados se extienden variaciones infinitas sobre el

    tema de los derivados porcinos. Chinchurrias, perniles, cinturones de chorizos

    rojos, enlutadas morcillas. Visitantes ebrios de cerveza y lujuria carnvora.

    Resisto la tentacin de la carne. Mastico el resto del Kit Kat. Transito por una carretera

    desolada envuelta en jirones de niebla.

    La Colonia Tovar.

    A mediados del siglo XIX inmigrantes alemanes de la Selva Negra se asentaron en el lugar.

    No tengo la menor idea de qu los llev a viajar medio mundo para llegar a un sitio idntico

    al que abandonaron. El gesto habla o de una impermeabilidad cultural o de una quedada en

    la nota igualmente portentosa.

    La gente sube a disfrutar de simulacros de gastronoma germnica, comprar frutas y

    hortalizas en sobreprecio, practicar sexo casual en hoteles de ambiente wagneriano. A esta

    hora slo abren hostales y bares. Me detengo en un bar con un impronunciable nombre

    bvaro.

    Suena el ltimo xito de J Lo. Los turistas son parejas a punto de pasarla bomba. Los

    locales son el resultado de siglo y medio de mezcla exclusiva entre los miembros de

    la comunidad.

    El barman es un tipo cuarentn y gordo. Me recuerda al delantero Rummenigge pero en

    plan imbcil.

    Dnde queda el Guillermo Tell?, le pregunto.

    Quin?

    Guillermo Tell.

    Quin?

    Guillermo Tell! El tema musical de El Llanero Solitario, el tipo que practicaba al tiro al

    blanco con su hijo y una ballesta...

    Ahh, la ballesta. Derecho tres calles y luego a la izquierda. No tiene pierde. Pero eso est

    cerrado a esta hora...

  • 5

    Vuelvo al auto. Le quito el seguro a la Ruger, la tapo con una revista sobre tetas. Sigo las

    instrucciones del barman. Chalets con paredes blancas y troncos de madera oscura. El

    Guillermo Tell es una galera de tiro para arco y ballesta con parking enfrente.

    Detengo el auto, toco la corneta.

    Tres tipos salen a recibirme. Visten jeans sucios y esas chaquetas de material sinttico

    rellenas. Podran ser hermanos o primos. Probablemente ni ellos lo sepan. Dos estn

    armados con cuchillos de caza baratos y machetes. Uno lleva una ballesta cargada, de las

    baratonas.

    El de la ballesta se me acerca. Habla con los labios apretados.

    Dnde est la plata, cabrn de mierda?

    Dnde est Frank?

    La plata, coo.

    Quiero ver a Frank.

    Me apunta con la ballesta.

    Ven, mamahuevo.

    Bajo con la bolsa y entramos al sitio. Parece la recepcin de un hotel pero con cantidad de

    ballestas y cabezas de animales disecados decorando las paredes. No hay una

    sola representacin de Guillermo Tell.

    Seguimos hasta el campo de tiro. Csped chino mal cortado, dianas circulares al fondo. Los

    puestos se extienden bajo un techo verde.

    Todo est a oscuras a excepcin del puesto final. Dos sujetos iguales a los del parking

    beben cerveza en botella bajo un bombillo desnudo. Frank est sentado sobre una

    gavera. Guarda unas cervezas en una cava Coleman roja. Un Samsung barato pone

    Metallica, de cuando tocaban con el tipo de Megadeth.

    El que parece el jefe es alto. Tiene ojos azules, una rubia barba incipiente, el cabello

    amarillo pajizo sucio, hasta los hombros. Como los otros, no debe pasar de los veinte aos.

    Trajiste la plata, marico?, escupe.

    Es la pregunta de la noche. Frank no dice ni po. Su rostro es piel y huesos y ojos

    saltones. Levanto la bolsa.

    Aqu est, digo. A quin se lo doy?

    A quin ms, marico?, dice el rubio.

  • 6

    Avanza. Abre la chaqueta. Una camiseta con la imagen de un engendro del infierno, la tapa

    craneana levantada, los sesos expuestos como un flan laberntico. En la pretina del pantaln

    dos cuchillos de caza. Dice:

    Soy el Magnus. Somos Los Doberman. No se mueve nada en estas montaas que no sea de

    nosotros. El que se mete con Los Doberman del Magnus come mierda. Les arrancamos la

    cabeza, nos comemos sus entraas, nos cagamos en su madre y nos cogemos a sus perras...

    Te queda claro, mamarrolo?

    S, bueno, digo. Sealo las dianas. Esto es de tu viejo?, pregunto.

    El de la ballesta responde:

    Del mo. Me lo presta por las noches.

    Magnus lanza la botella. Una explosin espumosa y rubia se produce a los pies de Frank.

    Saca la plata, cabrn!, grita. Scala antes de que te partamos el culo y se los demos de

    comer a los perros! Soy Magnus! Somos Los Doberman!

    Todos asienten. Pienso en cromosomas mezclados entre s hasta la nusea / en que nunca

    me ha gustado particularmente Metallica / en la excelente marihuana que me espera en

    casa.

    Saco dos revistas de la bolsa y las tiro sobre la cava. Magnus las mira extraado. Los otros

    parecen evaluar positivamente a la morena en la portada nmero 2.

    Ay, gime Frank.

    Desenfundo la Ruger Redhawk. Dirijo los 15 centmetros de can niquelado al rostro del

    de la ballesta.

    Las armas al piso, digo.

    No lo revisaron?, grita Magnus, realmente sorprendido.

    Su asombro es doloroso.

    Se me olvid!, exclama apenado uno de los muchachos.

    Le doy un tiro al Samsung. El sonido es ensordecedor, la llamarada cegadora. El Samsung

    desaparece. En el suelo queda un humeante agujero por el que pasara una pelota de ftbol.

    Todos dejan caer las armas.

    Vmonos, Frank, le digo a Frank.

    Se levanta. No parpadea.

    Me llevo las revistas?, pregunta.

  • 7

    Muevo la cabeza negativamente.

    Nos alejamos. Camino de medio lado, sin perder de vista a Los Doberman. Magnus tiene

    una especie de tic en el labio superior. Los otros observan los hilos de humo que surgen del

    agujero en el suelo.

    Cruzamos el lobby desierto. Animales disecados nos contemplan con sus ojos de vidrio

    desde la oscuridad.

    Montamos el Optra. Salgo a velocidad moderada. Chequeo el retrovisor todo el tiempo. Me

    tranquilizo una vez que abandonamos el pueblo.

    Gracias, comienza a decir Frank, gracias.

    Me cuenta que el crack lo tiene mal. Ha gastado todos sus ahorros. Ha pedido prestado y

    robado a familiares y amigos.

    Su fama de mala paga ha inhabilitado sus contactos en la ciudad y ha tenido que buscar la

    droga en las afueras. La Guaira, San Antonio, Guatire, Higuerote.

    Por ltimo Los Doberman.

    Son unos mierdas, me dice, me pasaron unas piedras malsimas. Saban a PVC quemado.

    PVC quemado o no, Frank pidi ms y no cancel. Lo emboscaron con la promesa de otra

    dosis. The rest is history.

    Qu vas a hacer ahora?, le pregunto.

    Se pasa las manos por la cara. Tiene las uas sucias. Se le ve hasta la ltima arteria, las

    falanges, las falanginas y las falangetas.

    Tengo un contacto aqu mismo, me dice. Un tipo en Carayaca. Si lo llamo ahora seguro que

    lo consigo.

    Lo observo de reojo. Me pasa por la cabeza convencerlo de que se calme, pero es un

    pensamiento fugaz. No se puede dialogar con el crack. Sencillamente no se puede.

    Por otra parte, la perspectiva de una bsqueda a medianoche de clorhidrato de coca entre

    las montaas de la cordillera de la costa no me llama, en lo absoluto, la atencin.

    Me estaciono en una pollera, al borde la va. Le paso a Frank un billete de cinco mil.

    Ok, le digo, vayamos a verlo. Cmprate un par de cervezas para el camino.

    Asiente emocionado. Lgrimas brotan de sus ojos.

    Te va a encantar!, me dice. Te va a encantar, Marino!

    Se aleja bailando. En lo que se mete en el local arranco.

  • 8

    Consigo, en la guantera, un cigarrillo de marihuana a medio fumar. Enfilo hacia a la

    autopista.

    Paso el resto de la noche haciendo circuitos en la ciudad, contemplando las permutaciones

    de la luz y la oscuridad a mi alrededor.

    Me siento vaco, fosilizado. Soy un astronauta atrapado en su cpsula, extraviado en medio

    del cosmos.

    El celular suena un par de veces. No contesto. Pienso en Frank, en Los Doberman. En

    Guillermo Tell atravesando con una certera flecha la manzana sobre la cabeza de su hijo.

    Amanece cuando detengo el auto en la cochera de la casa. Escucho el canto de pjaros que

    no conozco. Luego de un rato saco la Ruger. Dejo slo una bala en el tambor, le doy

    vueltas.

    Coloco el can en mi quijada. Aprieto el gatillo.

    Click. Nada.

    Nada, le comento a mis ojos en el espejo retrovisor.