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El 25 de marzo de 1980, en la capilla del hospital de la Divina Providencia, en la República de El Salvador, una bala asesina emprendía su fatal trayecto...
... El destinatario de aquel proyectil sobrevivió algunos instantes.
¡Santísimo Dios!
Pe-per-perdono a mis
asesinos.
¡Llamen a un médico!
Todo es inútil, monseñor Romero
ha muerto.
El arzobispo Óscar Arnulfo Romero fue un hombre sencillo, de origen humilde, voz de los sin voz y conciencia de una nación que, prisionera de sus propios odios, de los intereses mezquinos y de la miseria, padecía una sangrienta guerra civil.
Guión, dibujos y color: Alberto González C.
18 ABRIL 2013
Y pensar que podríamos
estar mejor.
La agricultura en El Salvador estaba en manos de unos cuantos hacendados, en tanto que los jornaleros pobres constituían la gran mayoría.
El trabajo es duro y la paga tan poca. Tengo cinco bocas
que alimentar.
En 1997 el papa Pablo VI nombró a monseñor Óscar Arnulfo Romero arzobispo de la capital salvadoreña.
Su nombramiento fue recibido con beneplácito por el gobierno.
Proviene de una familia pobre; si le damos lujos, nos lo echaremos
al bolsillo.Es el hombre
que nos conviene: sumiso y tranquilo.
Será fácil domesticarlo. No es revolucionario.
Mamá, todavía tengo
hambre.
Ya no hay más comida.
¡Quiero más!
Las familias ni siquiera tenían alimentación completa, mucho menos alcanzaba para medicinas, educación u otras necesidades básicas.
19 ABRIL 2013
La República de El Salvador le ofrece esta
residencia.
Al menos aceptará este
automóvil.
Gracias, pero es demasiado lujosa. Prefi ero vivir
en el hospital de la Divina Providencia.
Gracias, es muy gentil; pero
no. Solamente soy un siervo de Dios.
¿Esa negativa no será preludio de
difi cultades?
¡Monseñor, ha sucedido algo terrible!
El movimiento de extrema derecha
“Orden” ha asesinado al padre Rutilio
Grande.
¡Es inaudito! ¡No permaneceré
callado!
¡Claro que no! Es un pobretón
que nos ha hecho ahorrar. ¡Ja, ja!
Pero un mes después...
20 ABRIL 2013
Ante la oleada de represión que abatió a El Salvador, la voz de monseñor Romero se alzó para proclamar justicia, perdón y cordura.
Hermanos de la Guardia Nacional:
Nadie puede obligarlos a obedecer una orden
injusta. ¡Matar a hermanos campesinos va contra la
ley de Dios!La radio diocesana retransmitía sus homilías.
¡Shhh! ¡Es el obispo!
“Nuestra pastoral debe basarse
en la predilección por los pobres, aunque la Iglesia
tenga que renunciar a sus privilegios y a sus
amistades”.
La Iglesia no es un partido político. Su fi nalidad es dar
testimonio de la verdad y no callar ante la
injusticia.
21 ABRIL 2013
ascua es una palabra toma-da originalmente del idioma hebreo חספ “pesah”, que sig-nifi ca “pasaje” o “pasar dando
brincos”, y conmemora la huida
del pueblo judío –guiado por Moisés– de la es-
clavitud en Egipto hacia la tierra prometida
en Canaán. Hablar de Pascua es describir la
acción del pasar de Dios en medio a su pue-
blo para liberarlo de la esclavitud. Porque en
la noche de “pesah” el ángel exterminador del
Señor pasó por las casas de las familias egip-
cias hiriendo a sus hijos primogénitos, brin-
cando las casas de su pueblo Israel. Entonces
los egipcios encontraron a sus hijos muertos y
lloraron grandemente (cf. Éxodo 11,4-7).Los judíos del tiempo de Jesús celebraban
este acontecimiento de liberación con la cena
pascual: comiendo el cordero sacrifi cado y asa-
do en brasas, hierbas amargas, vino y pan sin
levadura, porque esa fue la última cena de los
israelitas antes de salir de su cautiverio en
Egipto. Pero tuvieron que transcurrir cientos
de años para que llegara el momento central
de nuestra fe, cuando nuestro Señor Jesucristo
reunió a sus discípulos para la celebración de
la Pascua, dándole un nuevo signifi cado en su
última cena. “Este es el cáliz de la nueva alian-
za” (Lucas 22,20), dijo, porque con su sacrifi cio FIN
Los asesinatos ofi ciales, que hasta entonces se habían centrado en campesinos y líderes obreros, llegaron a los sacerdotes.
Tal vez deberíamos
actuar con más cautela.
Si calláramos, sería peor.
Veinte años después de su asesinato fue
solicitada a Juan Pablo II la beatifi cación del
arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar A. Romero,
hombre que nunca soñó con tal distinción. La congruencia ejemplar
entre su pensamiento y su acción es la herencia
que dejó al pueblo salvadoreño y a los
cristianos del mundo.
Monseñor Romero, como cualquier hombre, tenía miedo; pero sabía cuál debía ser el camino de la Iglesia.¿También
luchan por la tierra? ¡Tendrán
mucha en el cementerio!
¡Ja, ja, ja!
22 ABRIL 2013