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Guzmán, Antonio - Cuando Borges Escribió Otra Vez La Eneida

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Guzmán, Antonio - Cuando Borges Escribió otra vez la Eneida

Artículos

CUANDO BORGES ESCRIBIÓ OTRA VEZ LA ENEIDA

Los borgesianos, tanto argentinos como españoles, recibimos en los años ochenta delpasado siglo XX una grata sorpresa. Había aparecido en los quioscos de prensa la“Biblioteca Personal Jorge Luis Borges”, una variada colección que proyectaba publicarcien volúmenes básicos donde pudieran encontrarse las principales lecturas que más habíaninfluido en el autor argentino. La colección ofrecía el tesoro de los los prólogos escritos porBorges, textos que han terminado constituyendo un libro en sí mismo. Entre ellos está el dela Eneida. PUBLICADO POR FRANCISCO GARCÍA JURADO

CUANDO BORGES ESCRIBIÓ OTRA VEZ LA ENEIDA

Más allá de los prólogos escritos especialmente para esta “Biblioteca personal”, llenos declaves de lectura, está la de la propia materialidad de los libros que constituyen la valiosacolección. La biblioteca se publicó primero en Argentina, entre 1985 y 1986, y luego enEspaña, entre 1987 y 1988. La muerte de Borges, acaecida el 14 de junio de 1986, hizoimposible que pudiera desarrollarse el proyecto completo. No obstante, los tomos negros yuniformes que llevan en su lomo la efigie de Borges se convirtieron hace ya mucho tiempoen paraíso de lecturas esenciales (Meyrink, Machen, Schwob...). Cabe destacar en esta felizselección de obras la inclusión de la Eneida. La traducción elegida fue la de Eugenio deOchoa (cuya primera edición es de 1869), traducción decimonónica en prosa, que ha venidoa ser un tanto la versión castellana por excelencia. Borges, al contrario de lo que expresósobre las versiones de Homero o de Las mil y una noches, no se pronuncia casi nuncaacerca de la traducción de la Eneida, ya que pudo acceder a ella en su lengua original,seguramente desde los tiempos escolares. No es desdeñable el hecho de que después lafuera encontrando también, citada o entrevista, en otros textos modernos, como la Comediade Dante, la Autobiografía de Edward Gibbon o incluso algún moderno relato gótico, enespecial Melmoth el errabundo, de Charles Maturin. Quizá no pudo leer la obra de Virgilio

al completo en latín, pero sí supo extraer un compendio de versos verdaderamente selectode los que se apropió y que retuvo a lo largo de toda su vida. Aquí está la clave de estalectura, donde no importa tanto la extensión de lo leído como su intensidad. En este sentido,debe destacarse la exquisita enumeración de versos virgilianos que hace en el propioprólogo a la Eneida de la citada “Biblioteca personal”. No es una compilación casual:

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“Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de la oscuridad para entraren Troya, habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida,escribe “Troya fue”. No escribe que un destino fue desdichado, escribe “De otra manera loentendieron los dioses”. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estaspalabras: “Todas las cosas están llenas de Júpiter”. Virgilio no condena la locura bélica de

los hombres, dice “El mal del hierro”. No nos cuenta que Eneas y la Sibila errabansolitarios bajo la oscura noche entre sombras, escribe:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram

No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton; solitarios y oscurano han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la habitual y la virgiliana,

corresponden con igual precisión a la escena que representan.”

(“Publio Virgilio Marón. La Eneida”, en Biblioteca Personal [Obras Completas IV,Barcelona, 1996, p. 521])

Sin embargo, no todos los versos aquí citados pertenecen a la Eneida. La memoria unifica,y alguno de los versos se asimila al poema épico desde otra obra virgiliana. Es el caso de“todas las cosas están llenas de Júpiter”, el segundo hemistiquio de un verso queencontramos precisamente en la tercera de las Églogas:

Ab Iove principium Musae; Iovis omnia plena;

Ille colit terras, illi mea carmina curae (Verg. Ecl. 3, 60-61)

No se trata de un verso citado al azar dentro del apretado compendio virgiliano.Precisamente, lo encontramos en un poema dedicado a Sherlock Holmes, dentro de Losconjurados (libro tardío de Borges donde no en vano abunda el recuerdo de Virgilio),abriendo ahora un verso del propio Borges y con notable alteración en el orden de palabras:

“(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera

diremos de aquel justo que da nombre a los versos

que su inconstante sombra recorre los diversos

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dominios en que ha sido parcelada la esfera.)”

(“Sherlock Holmes”, en Los conjurados [Obras Completas III, Barcelona, 1989, p. 474])

La cita aparece reescrita en un latín más cercano a la sintaxis castellana y adquiere un clarotono sentencioso, con la inclusión del verbo sunt y el cambio en el orden de las palabras:prácticamente se corresponde con las palabras castellanas que hemos podido leer en elprólogo a la Eneida: “todas las cosas están llenas de Júpiter”. Parece que el texto latinoresultante en este último texto viene dado por un traslado al latín de la propia traduccióncastellana. Este traslado del latín al castellano, y luego del castellano al latín, comoejercicio de memoria y reescritura, es una característica que se da en el ejercicio dememoria creativa de otros textos latinos.

El resto de versos citados en este compendio de la Eneida sí pertenece, al menosverosímilmente, a la propia Eneida. Observamos que todos ellos aparecen ordenados entorno a un rasgo compartido, su peculiar manera de referirse a las cosas. Tampoco laelección de este rasgo como denominador común es casual. Se trata de un aspecto capitaldel estilo virgiliano visto a través de Borges: la estética de la expresión. Observamos que aBorges le interesa la manera según la cual varios conceptos clave se expresan mediantemetáforas, como ocurre en los viejos poemas anglosajones. Es el caso de la oscuridad (“los

amistosos silencios de la luna”), la destrucción (“Troya fue”), el destino (“de otra manera loentendieron los dioses”), el panteísmo (“todas las cosas están llenas de Júpiter”) o la propiaguerra (“el mal del hierro”).

Este prólogo, en su concisión, representa lo que para Borges es la esencia de la Eneida, unaobra que el argentino reescribió a lo largo de su vida, dando lugar a uno de los capítuloscumbre de la historia no académica de la literatura antigua en las letras del siglo XX.

Francisco García Jurado.

Universidad Complutense

Sábado, 7 de Noviembre 2009

Redactado por Antonio Guzmán el Sábado, 7 de Noviembre 2009 a las 19:33

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